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LIAHONA LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS MARZO DE 2002

Liahona Marzo 2002

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Revista Liahona de La Iglesia de JESUCRISTO de los Santos de los Ultimos Dias

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Page 1: Liahona Marzo 2002

LIAHONALA IGLES IA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLT IMOS DÍAS ■ MARZO DE 2002

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LIAHONALA IGLES IA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLT IMOS DÍAS ■ MARZO DE 2002

VÉASE LA PÁGINA 28.

S E C C I Ó N G E N E R A L2 MENSAJE DE LA PRIMERA PRESIDENCIA: COMUNIÓN CON EL ESPÍRITU SANTO

PRESIDENTE JAMES E. FAUST

8 LAS PALABRAS DEL PROFETA VIVIENTE

10 LA LEY DE SACRIFICIO ÉLDER M. RUSSELL BALLARD

25 MENSAJE DE LAS MAESTRAS VISITANTES: AUMENTEMOS NUESTRO TESTIMONIODE JESUCRISTO MEDIANTE EL ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS

28 FORTALEZA EN MEDIO DE LAS DIFICULTADES ÉLDER L. LIONEL KENDRICK

36 VOCES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS: “PREPARADOS PARA RECIBIR LA GLORIA”

EL PODER DE LA FE MARIBEL HERRERA CHACÓNEL EQUIPO DE REMO HUMBERTO EITI KAWAIMI LARGO ASCENSO A CASA MAVIS GRACE JONES“¡LOS ENCONTRÉ!” MADELEINE KURTZ

48 CÓMO UTILIZAR LA REVISTA LIAHONA DE MARZO DE 2002

S E C C I Ó N P A R A L O S J Ó V E N E S21 PERDONÉ A MI HERMANO DIOSAFLOR TEMBLOR

22 CLÁSICOS DE LIAHONA: EL GROSELLERO ÉLDER HUGH B. BROWN

26 QUÉDENSE EN EL TREN ÉLDER GLENN L. PACE

42 LÍNEA SOBRE LÍNEA: FE EN JESUCRISTO

44 EL PASO SIGUIENTE JANE FORSGREN

A M I G O S2 NOS HABLAN NUESTROS PROFETAS Y APÓSTOLES: REVERENCIA

ÉLDER L. TOM PERRY

4 UN SUSURRO EN MI CORAZÓN WILLARD ROSANDER Y ALISA MCBRIDE

7 RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO: JESÚS RELATA TRES PARÁBOLAS; LA OVEJA PERDIDA; LA MONEDA PERDIDA

12 AMIGUITOS DE TODO EL MUNDO

14 TIEMPO PARA COMPARTIR: UNA CASA DE DIOS VICKI F. MATSUMORI

16 “AUN COMO YO SOY” ÉLDER SPENCER J. CONDIE

EN LA CUBIERTADelante: Abraham en el encinar deMamre, por Harry Anderson. Detrás: Elsacrificio de Isaac, por Jerry Harston.Véase “La ley de sacrificio”, página 10.

CUBIERTA DE AMIGOSLos niños de todas partes tienen por lomenos un amigo en común: su Salvador,Jesucristo. Véase “Amiguitos de todo elmundo”, página 12.

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COMENTARIOS..

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LIAHONA, marzo de 2002Vol. 26, Número 3 22983-002Publicación oficial de La Iglesia de Jesucristo de losSantos de los Últimos Días, en el idioma español.

La Primera Presidencia: Gordon B. Hinckley, Thomas S. Monson, James E. Faust

El Quórum de los Doce Apóstoles:Boyd K. Packer, L. Tom Perry, David B. Haight, Neal A. Maxwell, Russell M. Nelson, Dallin H. Oaks, M. Russell Ballard, Joseph B. Wirthlin, Richard G. Scott,Robert D. Hales, Jeffrey R. Holland, Henry B. Eyring

Editor: Dennis B. NeuenschwanderAsesores: J. Kent Jolley, W. Rolfe Kerr, Stephen A. West

Administradores del Departamento de Cursos de Estudio:Director administrativo: Ronald L. KnightonDirector de redacción: Richard M. RomneyDirector de artes gráficas: Allan R. Loyborg

Personal de redacción:Editor administrativo: Marvin K. GardnerEditora administrativa ayudante: Jenifer GreenwoodEditor asociado: Roger TerryEditora ayudante: Susan BarrettAyudante de publicaciones: Collette Nebeker Aune

Personal de diseño:Gerente de artes gráficas: M. M. KawasakiDiseño artístico: Scott Van KampenDiseñadora principal: Sharri CookDiseñadores: Thomas S. Child, Randall J. PixtonGerente de producción: Jane Ann PetersProducción: Reginald J. Christensen, Denise Kirby, Kelli Pratt, Rolland F. Sparks, Kari A. Todd, Claudia E. WarnerPreimpresión digital: Jeff Martin

Personal de subscripción:Director de circulación: Kay W. BriggsGerente de distribución: Kris T. Christensen

Coordinación de Liahona: Enrique Resek

Para saber el costo de la revista y cómo suscribirse a ellafuera de Estados Unidos y Canadá, póngase en contactocon el Centro de Distribución local o con el líder del barrio o de la rama.

Las colaboraciones y los manuscritos deben enviarse aLiahona, Floor 24, 50 East North Temple, Salt Lake City,UT 84150-3223, USA; o por correo electrónico a: [email protected]

Liahona (un término del Libro de Mormón que significa“brújula” o “director”) se publica en albanés, alemán, armenio, búlgaro, camboyano, cebuano, coreano, croata, checo, chino, danés, esloveno, español, estonio,fidji, finlandés, francés, haitiano, hiligayanón, holandés,húngaro, iloko, indonesio, inglés, islandés, italiano, japonés, kiribati, letón, lituano, malgache, marshallés,mongol, noruego, polaco, portugués, rumano, ruso, samoano, sueco, tagalo, tailandés, tahitiano, tamil, telugu, tongano, ucraniano y vietnamita. (La frecuencia de las publicaciones varía de acuerdo con el idioma.)

© 2002 por Intellectual Reserve, Inc. Todos los dere-chos reservados. Impreso en los Estados Unidos deAmérica.

Para los lectores de México: Certificado de Licitud detítulo número 6988 y Licitud de contenido número5199, expedidos por la Comisión Calificadora dePublicaciones y revistas ilustradas el 15 de septiembrede 1993. “Liahona”© es nombre registrado en laDirección de Derechos de Autor con el número252093. Publicación registrada en la DirecciónGeneral de Correos número 100. Registro del S.P.M.0340294 características 218141210.

For readers in the United States and Canada:March 2002 Vol. 26 No. 3. LIAHONA (USPS 311-480)Spanish (ISSN 0885-3169) is published monthly by TheChurch of Jesus Christ of Latter-day Saints, 50 East NorthTemple, Salt Lake City, UT 84150. USA subscription priceis $10.00 per year; Canada, $15.50 plus applicabletaxes. Periodicals Postage Paid at Salt Lake City, Utah, andat additional mailing offices. Sixty days’ notice required forchange of address. Include address label from a recentissue; old and new address must be included. Send USAand Canadian subscriptions to Salt Lake DistributionCenter at the address below. Subscription help line: 1-800-537-5971. Credit card orders (Visa, MasterCard,American Express) may be taken by phone. (Canada PosteInformation: Publication Agreement #40017431)

POSTMASTER: Send address changes to Salt LakeDistribution Center, Church Magazines, PO Box 26368,Salt Lake City, UT 84126-0368.

AGRADECIDO POR EL ARTÍCULO SOBRE EL

AJUSTE DE DIEZMOS

Me bauticé en la Iglesia en 1986 y la re-vista Liahona (en portugués) ha formadoparte de mi vida desde entonces. Me haayudado en esos momentos en los que mehe encontrado espiritualmente débil y hepodido sentir su poder en la obra misionaldurante las visitas como maestro orienta-dor y con los amigos que aún no han teni-do la oportunidad de conocer el Evangelioverdadero.

Estoy especialmente agradecido por lapublicación del artículo “La importanciadel ajuste de diezmos”, del ejemplar de di-ciembre de 2000. Ese artículo me ha servi-do para llevar a cabo las entrevistasrelacionadas con el ajuste de diezmos mássatisfactorias de mi llamamiento comoobispo.

Amarildo Martins, Barrio Parque Dorotéia, Estaca Diadema, Brasil

NUESTRO PADRE CELESTIAL CONTESTA LAS

ORACIONES

Tras leer la revista Liahona (en ucrania-no), sentí la influencia del Espíritu Santocon tal fuerza que quería compartir mi tes-timonio. En ocasiones me parece que mispruebas espirituales son insuperables. Soyel único miembro de la Iglesia en mi fami-lia y a mis amistades no les gusta la Iglesiani sus valores. Desgraciadamente, no hesido capaz de hacerles cambiar de opinión.

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Sé que hay mucha gente como yo, perosé también que nuestro Padre Celestial nosama a todos y desea que seamos fuertes.Cuando me desanimo, pienso en lo muchoque Él me ha bendecido. Siempre escuchamis oraciones y me ayuda, a veces pormedio de amistades y parientes, otras pormedio de la revista Liahona. Hay muchostestimonios y relatos maravillosos en esarevista y cuando la leo, mi testimoniocrece.

Yelena Sivopylas,Rama Chernihiv Tseltralny, Misión Ucrania Kiev

LA REVISTA ES UN MILAGRO

La revista es un verdadero milagro enmi hogar. Cada vez que llevo a casa unnuevo número de la revista Liahona (enruso), ¡desaparece! Al día siguiente, mipadre, que no es miembro de la Iglesia,dice que se la ha llevado al trabajo, que laha leído por entero y que le ha gustadomucho. O mi madre, que tampoco esmiembro, dice que no pudo dejar de leer-la toda la mañana. En particular, a ella legustó el artículo: “Japón, luz naciente delEste”, del ejemplar de marzo de 2001. Lesdoy las gracias por este milagro que me dafuerzas para seguir trabajando con mi fa-milia.

Mariya Konovalova,Rama Kurgan Tsentralny, Misión Rusia Yekaterinburgo

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La revelación personal

se manifiesta como un

testimonio de la verdad

y como una guía en cues-

tiones espirituales y tem-

porales. Los Santos de los

Últimos Días saben que se

pueden recibir las impre-

siones del Espíritu respecto

a cualquier faceta de la

vida, inclusive las decisiones

cotidianas.

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por el presidente James E. FaustSegundo Consejero de la Primera Presidencia

MENSAJE DE LA PRIMERA PRESIDENCIA

COMUNIÓN CONEL ESPÍRITUSANTO

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En una conferencia de prensa celebra-da hace años, se le hizo la siguientepregunta al presidente Gordon B.Hinckley: “¿Cuál es el mayor problema

que enfrenta su Iglesia hoy día?”. Él contestó que era surápido crecimiento.

Han pasado más de 170 años desde que fue organiza-da La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ÚltimosDías. ¿Por qué la Iglesia continúa prosperando y crecien-do tan rápidamente? ¿En qué se diferencia de todas lasdemás? Como respuesta, podríamos decir que hay mu-chas características que son particulares de nuestra fe.

Entre ellas está su organización, con profetas y após-toles, de quienes Pablo dijo que son el fundamento de laIglesia (véase Efesios 2:20); los Quórumes de los Setenta;el liderazgo laico del sacerdocio; el sistema misional; elprograma de bienestar; los templos; la obra genealógica ymuchos otros aspectos que la distinguen.

Sin embargo, hay otra razón de nuestro crecimientoque sobrepasa todas las demás. De una entrevista que

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tuvieron en 1839 el profeta José Smith y Martín VanBuren, en aquel entonces Presidente de los EstadosUnidos, se registra lo siguiente: “En nuestra entrevistacon el Presidente, él nos preguntó en qué punto nuestrareligión se diferenciaba de las demás de esos días. El her-mano José dijo que éramos distintos en la forma de bau-tizar y en la de otorgar el don del Espíritu Santo por laimposición de manos; y que todos los demás aspectosestán incluidos en el don del Espíritu Santo” (History ofthe Church, 4:42).

Uno de los motivos por los cuales la respuesta delProfeta fue tan inspirada se debe a que a todo miembro deesta Iglesia se le confiere, poco después del bautismo, el de-recho de gozar de los dones maravillosos del EspírituSanto. Esto es en cumplimiento de la promesa delSalvador: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador,para que esté con vosotros para siempre” (Juan 14:16).

ILUSTRACIÓN Y ENTENDIMIENTO

Este poderoso don faculta a los líderes y a los miem-bros dignos de la Iglesia para que disfruten de los dones yde la compañía del Espíritu Santo, un miembro de laTrinidad cuya función es inspirar, revelar y enseñar todaslas cosas. El resultado de esa investidura es que, desde laorganización de la Iglesia, la dirección de la misma y losmiembros han disfrutado, y disfrutan, de la revelación yde la inspiración continuas para dirigirles hacia lo que escorrecto y bueno. La inspiración y la revelación son tancomunes, están tan extendidas y son tan universalesentre los miembros, que existe una fuerte base espiritual

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que influye en todo lo que se hace. Esto se puede encon-trar en las reuniones de la Iglesia tanto grandes como pequeñas.

¿Por qué crece y florece la Iglesia? Lo hace a causa dela dirección divina que reciben los líderes y los miembros.Esto comenzó en nuestra época cuando Dios el Padre yJesucristo se aparecieron a José Smith a comienzos de laprimavera de 1820. Sin embargo, manifestamos que lainspiración de Dios no se limita a los Santos de los Últi-mos Días. La Primera Presidencia ha declarado: “Losgrandes líderes religiosos del mundo como Mahoma,Confucio y los Reformadores, al igual que los filósofoscomo Sócrates, Platón y otros, recibieron una porción dela luz de Dios. Dios les concedió verdades morales parailuminar a naciones enteras y para llevar un mayor nivelde entendimiento a las personas… Creemos que Dios hadado y dará a todos los pueblos el conocimiento suficien-te para ayudarles en el camino hacia la salvación eterna”(“Statement of the First Presidency regarding God’s Lovefor All Mankind”, 15 de febrero de 1978).

Sin embargo, declaramos solemnemente que sabe-mos que la salvación en el mundo venidero depende dela aceptación del Evangelio de Jesucristo tal y como seenseña en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días. Un elemento de la salvación es la revela-ción personal. José Smith dijo: “Ningún hombre puederecibir el Espíritu Santo sin recibir revelaciones. ElEspíritu Santo es un revelador” (History of the Church,6:58).

LA REVELACIÓN PERSONAL

Los Santos de los Últimos Días, tras haber recibido eldon del Espíritu Santo por medio de la imposición demanos, están facultados para recibir revelación personalen las cosas cotidianas al igual que cuando se ven enfren-tados a los gigantescos “Goliats” de la vida. Si somos dig-nos, tenemos derecho a recibir revelación para nosotrosmismos, los padres para sus hijos y los miembros de laIglesia para sus llamamientos. Pero el derecho a recibir re-velación para otras personas no se extiende más allá denuestra mayordomía.

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David, el hijo menor de Isaí, un mero pastorcillo, seofreció de voluntario para luchar contra el giganteGoliat. David y todo el ejército de Israel fueron insul-tados por las humillantes provocaciones de ese enormegigante, pero David sabía que la inspiración le habíallevado a salvar a Israel. El rey Saúl estaba tan impre-sionado con la fe y la determinación de ese joven, quelo designó para luchar contra Goliat, quien se burló dela juventud de David y de su falta de armas. Éste res-pondió que él acudía en el nombre de Jehová de losejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, y quetodos los presentes aprenderían ese día que Dios nosalva con lanza ni espada, “porque de Jehová es la ba-talla” (1 Samuel 17:47). Entonces David lanzó una pie-dra con su honda con tanta fuerza y puntería que lapiedra se hundió en la frente de Goliat, que cayó alsuelo siendo hombre muerto, y los filisteos huyerondespavoridos.

¿Qué le ha sucedido al Dios viviente de David? Es uninsulto para la inteligencia sugerir que Dios, que tan li-bremente habló con los profetas del AntiguoTestamento, ahora permanezca mudo, incomunicado, ensilencio.

Bien podríamos preguntar: “¿Nos ama Dios menosque a los que guió por medio de los profetas del pasado?¿Precisamos menos Su guía e instrucción?”. La razón nossugiere que no puede ser así. “¿Acaso no se preocupa?¿Ha perdido la voz? ¿Se ha ido de vacaciones permanen-tes? ¿Está dormido?” Lo irrazonable de cada una de estaspropuestas es bien evidente.

Cuando el Salvador enseñó en la sinagoga deCapernaum, proclamó Su divinidad en términos bien cla-ros. El apóstol Juan declara:

“Desde entonces muchos de sus discípulos volvieronatrás, y ya no andaban con él.

“Dijo entonces Jesús a los doce: ¿Queréis acaso irostambién vosotros?

“Le respondió Simón Pedro: Señor, ¿a quién iremos?Tú tienes palabras de vida eterna.

“Y nosotros hemos creído y conocemos que tú eres elCristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:66–69).

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¿Por qué crece y florece la Iglesia? Lo hace a causa de

la dirección divina que reciben los líderes y los miem-

bros. Esto comenzó en nuestra época cuando Dios el

Padre y Jesucristo se aparecieron a José Smith a

comienzos de la primavera de 1820.

Reconocemos y testificamos que el mismo testimoniode la divinidad de Cristo que recibió Pedro es tambiénnuestro sagrado conocimiento.

La revelación personal se manifiesta como un testi-monio de la verdad y como una guía en cuestiones espi-rituales y temporales. Los Santos de los Últimos Díassaben que se pueden recibir las impresiones del Espíriturespecto a cualquier faceta de la vida, inclusive las deci-siones cotidianas. Nadie podría pensar en tomar una de-cisión importante tal como: “¿Quién será micompañero?”, “¿Qué trabajo debo hacer?”, “¿Dónde vi-viré?” y “¿Cómo viviré?” sin buscar la inspiración delDios Todopoderoso.

Muchos fieles Santos de los Últimos Días han sido ad-vertidos por el Espíritu sobre accidentes o la muerte.Entre éstos se encuentra el presidente Wilford Woodruff,quien dijo:

“Cuando volví a Winter Quarters tras el viaje con lospioneros [en 1847], el presidente [Brigham] Young medijo: ‘Hermano Woodruff, quiero que vaya con su espo-sa y sus hijos a Boston y se quede allí hasta que pueda

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juntar a todos los santos de Dios en Nueva Inglaterra yCanadá, y los envíe a Sión’.

“Hice lo que me había indicado. Me llevó dos añosreunir a todos y cerré la marcha encabezando la últimacompañía (alrededor de cien personas). Llegamos aPittsburg un día al atardecer; no queríamos quedarnosallí, así que me dirigí al primer barco que estaba por zar-par. Fui a ver al capitán e hice los arreglos de los pasajespara todos. Apenas había terminado de hacerlo cuandoel Espíritu me dijo de forma muy enérgica: ‘No viajes abordo de ese barco, ni tú ni tu compañía’. Así que volvía hablar con el capitán y le dije que había cambiado deidea y que esperaríamos.

“El barco partió, y cuando había avanzado sólo unascinco millas [ocho kilómetros] por el río, se produjo unincendio y unas trescientas personas murieron quemadaso se ahogaron. Ya ven cuál hubiera sido el resultado de haber viajado en esa nave desobedeciendo las indica-ciones del Espíritu” (The Discourses of Wilford Woodruff,compilación por G. Homer Durham, 1946, págs.294–295).

CÓMO RECIBIR REVELACIÓN

Hay algunas pautas y normas que son necesarias a finde recibir revelación e inspiración, entre las que se inclu-yen: (1) tratar de manera honrada y sincera de guardarlos mandamientos de Dios, (2) estar espiritualmente

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Los Santos de los Últimos Días, tras haber recibido el

don del Espíritu Santo, están facultados para recibir

revelación personal en las cosas cotidianas al igual

que cuando se ven enfrentados a los gigantescos

“Goliats” de la vida.

preparado para recibir un mensaje divino, (3) pedir aDios en oración ferviente y humilde y (4) buscar res-puestas con fe inquebrantable.

Testifico que la inspiración puede ser la fuente de es-peranza, guía y fortaleza de toda persona. Ése es uno delos maravillosos tesoros de la vida e implica el llegar alconocimiento infinito de Dios.

¿Cómo funcionan la revelación y la inspiración? Existeun “aparato receptor” inherente a toda persona que,cuando se sintoniza perfectamente, puede recibir comu-nicación divina. Dijo Eliú a Job: “Ciertamente espírituhay en el hombre, y el soplo del Omnipotente le hace queentienda” (Job 32:8). Si es necesario, es posible ser guia-dos completamente por el Espíritu, como lo fue Nefi, “sinsaber de antemano” (véase 1 Nefi 4:6) lo que se debehacer.

¿Cómo se recibe la inspiración? Enós declaró: “Ymientras así me hallaba luchando en el espíritu, he aquí,la voz del Señor de nuevo penetró mi mente” (Enós1:10). No hace falta que oigamos claramente una voz; elespíritu de revelación viene a nosotros por confirmacióndivina. “…hablaré a tu mente y a tu corazón por mediodel Espíritu Santo que vendrá sobre ti y morará en tu co-razón” (D. y C. 8:2).

¿Cómo era la voz del Señor que oyó Elías el tisbita? Noera el “poderoso viento que rompía los montes, y quebra-ba las peñas”, tampoco “estaba en el terremoto”, ni

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siquiera “estaba en el fuego”, sino que estaba en “un silboapacible y delicado“ (véase 1 Reyes 19:11–12).

La voz del Espíritu tiene la capacidad de susurrar y pe-netrar todas las cosas (véase D. y C. 85:6). Las Escriturasenseñan: “…no era una voz de trueno, ni una voz de ungran ruido tumultuoso, mas he aquí, era una voz apaciblede perfecta suavidad, cual si hubiese sido un susurro, ypenetraba hasta el alma misma” (Helamán 5:30).

Así, por revelación, el Señor trae inspiración a nues-tra mente en forma de pensamiento, como si una voz es-tuviera hablando. Cuando era miembro del Quórum delos Doce Apóstoles, el élder Harold B. Lee (1899–1973)compartió este testimonio: “Tengo el corazón creyentedebido a un simple testimonio que recibí cuando eraniño; creo que tenía unos diez u once años de edad.Estaba con mi padre en una granja alejada de casa, tra-tando de distraerme un poco durante el día hasta que mipadre estuviese listo para volver a casa. Vi que al otrolado de la cerca había unos cobertizos destartalados, idea-les para atraer la atención de un niño curioso y de espíri-tu aventurero como yo. Comencé a trepar por la cerca

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para pasar al otro lado cuando oí una voz, tan claramen-te como ustedes están oyendo la mía, que me llamaba pormi nombre y me decía: ‘¡No vayas!’. Me volví para ver siera mi padre el que me hablaba, pero él se hallaba lejos,en el otro extremo del campo. No había nadie a la vista.Entonces comprendí, siendo niño, que había personas alas que yo no veía y que ciertamente había oído una voz.Desde entonces, cada vez que oigo o leo relatos del pro-feta José Smith, entiendo lo que significa oír una voz,porque yo también he tenido esa experiencia” (DivineRevelation, Brigham Young University Speeches of theYear, 15 de octubre de 1952, pág. 5).

LA REVELACIÓN EN LA IGLESIA EN LA ACTUALIDAD

Aunque todo miembro fiel de la Iglesia puede recibirrevelación personal, solamente hay un hombre sobre latierra que recibe revelación para toda la Iglesia. El presi-dente Wilford Woodruff (1807–1898) dijo: “La Iglesia deDios no podría vivir veinticuatro horas sin revelación”(Discourses of Wilford Woodruff, pág. 61).

Un miembro ha escrito: “Cada día, hombres y mujeresllegan a entender, por medio de la revelación, la verdadbásica de que el Señor ha restaurado Su Evangelio y SuIglesia.

“Cada día, los líderes de la Iglesia son guiados por re-velación para dirigir los asuntos de la Iglesia a nivel ge-neral, local y mundial.

“Cada día, los misioneros Santos de los Últimos Díasreciben la impresión del Espíritu de dar testimonio y desaber qué decir, hacer y enseñar por el espíritu de reve-lación.

“Cada día, la mente y la voluntad del Señor, tal ycomo se revelan en los libros canónicos de la Iglesia, ilu-minan la mente de los Santos de los Últimos Días por elespíritu de revelación.

“Cada día aumenta la fe en el corazón de los fielesmediante las evidencias de la revelación en sus vidas: enlas decisiones sobre el matrimonio, el trabajo, cuestionesdel hogar, negocios, preparativos para lecciones, adver-tencias de peligro, de hecho en todos los aspectos de lavida.

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“Todo Santo de los Últimos Días puede saber por el es-píritu de revelación que el presidente Joseph FieldingSmith [1876–1972] dijo la verdad cuando declaró:

“ ‘El Señor no sólo bendice a los hombres que están ala cabeza y que tienen las llaves del reino, sino que tam-bién bendice con el espíritu de inspiración a toda personafiel’ ” (Roy W. Doxey, Walk with the Lord, 1973, págs.173–174; cursiva en el original).

¿Quién es el profeta del mundo hoy en día? Testificoque el profeta sobre la tierra hoy día es Gordon B.Hinckley, quien sirve como Presidente de la Iglesia. Es laúnica persona que posee todas las llaves del reino de Diosen la tierra. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de losÚltimos Días es la Iglesia de Dios sobre la tierra, y la sal-vación en la presencia de Dios requiere la aceptación dela plenitud del Evangelio de Jesucristo tal y como se en-seña en Su Iglesia.

¿Por qué ha crecido la Iglesia de forma tan espectacu-lar durante más de 170 años? ¿Por qué sigue creciendo aun ritmo cada vez mayor? En gran medida es debido a larevelación y a la inspiración divina.

Ruego que vivamos de manera tal que disfrutemos de lacompañía del Espíritu Santo, pues el Espíritu Santo, bajo ladirección del Dios Todopoderoso, ha conducido a este pue-blo y a sus líderes desde los humildes comienzos de la Iglesiahasta la gran fuerza espiritual que es hoy día. �

IDEAS PARA LOS MAESTROS ORIENTADORES

1. A todo miembro de esta Iglesia se le confiere, pocodespués del bautismo, el derecho de gozar de los donesmaravillosos del Espíritu Santo.

2. El don del Espíritu Santo faculta a los miembrospara recibir revelación personal en las cosas cotidianas aligual que cuando se ven enfrentados a los gigantescos“Goliats” de la vida.

3. Cuatro pautas para poder recibir revelación e inspi-ración del Espíritu Santo son: (a) tratar de manera honra-da y sincera de guardar los mandamientos de Dios, (b) estar espiritualmente preparado para recibir un mensa-je divino, (c) pedir a Dios en oración ferviente y humildey (d) buscar respuestas con una fe inquebrantable.

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Las palabras del Profeta

UN PUEBLO DE CONVENIOS

“Ustedes son un pueblo de conve-nios… Cuando se bautizaron en estaIglesia, aceptaron el compromiso,que permanecerá con ustedes por elresto de su vida, de vivir como Éldesea que vivan. Cada semana parti-cipan de la Santa Cena, los emble-mas de Su sacrificio, de Susufrimiento por ustedes, un recorda-torio del convenio que han hecho detomar sobre sí el nombre deJesucristo y de guardar Sus manda-mientos. Y Él hace convenio con us-tedes de que les bendecirá con SuEspíritu”1.

CONTRIBUYAN A LO BUENO DEL

MUNDO

“Creemos que todos somos hijos ehijas de Dios, nacidos con una espe-cie de legado divino, que hay algobueno en nuestro interior y que de-bemos cultivarlo y nutrirlo y mani-festarlo a fin de contribuir a lo buenodel mundo”2.

APRECIEN LA DIVERSIDAD DE

CULTURAS

“Los malentendidos nacen de laignorancia y la sospecha. A medidaque aprendemos a conocer y apreciara las personas de culturas diferentes,llegamos a valorarlas”3.

SEAN BUENOS SANTOS DE LOS

ÚLTIMOS DÍAS

“No es difícil ser un buen Santode los Últimos Días. Sólo tienen que ser buenos, decentes, amables,gentiles, amigables y corteses, y elSeñor aceptará su esfuerzo, lo magni-ficará y les bendecirá a ustedes y asus hogares, sus familias, sus hijos…Seamos Santos de los Últimos Días.Elevémonos un poco más, alcemos lacabeza y caminemos como es propiode los miembros de La Iglesia deJesucristo de los Santos de los Últi-mos Días”4.

SEAN DIGNOS DE SUS BENDICIONES

“Arrodíllense cada noche y cadamañana… No permitan que hayanada en su vida que les aleje deldeseo de orar. Hablen con su PadreCelestial, hablen con amor, denlegracias por Sus bendiciones. Pídanleaquellas cosas que aprecian y Él oiráy contestará sus oraciones. Les abriráel camino si es que se lo suplican yviven dignos de Sus bendiciones”5.

FIELES PAGADORES DE DIEZMOS

“No puedo sino sentir gratitud porlos de esta Iglesia que fielmentepagan sus diezmos. Sé que el Señorles ama. Les ama tanto que está dispuesto a abrir las ventanas de los

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cielos y derramar Sus bendicionessobre ellos. Lo he visto constante-mente”6.

ESPERANZA

“La gente no carece de esperan-za. Todos deberían reconocer queaun en las circunstancias más extre-mas existe un elemento de esperan-za, que la gente puede recuperarsede lo que ha hecho, puede mejorar,puede cambiar y ser mucho más felizsi obra así”7.

LA SOCIEDAD DE SOCORRO

“Esta magnífica organización [dela Sociedad de Socorro] ofrece socia-bilidad, tremendas oportunidades deprestar servicio, tolerancia y educa-ción, el atender a las necesidades delos desfavorecidos y muchas otrasoportunidades. [Para ustedes, muje-res] la Sociedad de Socorro es comouna madre querida y amorosa que lesbendecirá aún estando sanas o enfer-mas. Les dará oportunidades de cre-cer y desarrollarse, les traerá laamistad de las mejores mujeres delmundo, las consolará en los momen-tos de tristeza, las bendecirá enmedio de la angustia y les proporcio-nará la inimitable dicha de reunirsecon hermanas que comparten losmismos valores que ustedes”8. �

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NOTAS1. Reunión, Nouméa, Nueva Caledonia,

17 de junio de 2000.2. Entrevista, Boston Globe, 14 de agosto

de 2000.3. Observaciones, National Press Club,

8 de marzo de 2000.4. Conferencia regional, Ogden, Utah,

21 de mayo de 2000.5. Reunión, Pago Pago, Samoa

Americana, 17 de junio de 2000.6. Observaciones, rededicación del centro

de reuniones del Barrio Salt Lake 10, 2 deenero de 2000.

7. Entrevista con la prensa sobre su libroStanding for Something, 11 de febrero de 2000.

8. Reunión espiritual con elalumnado de laUniversidad BrighamYoung, 12 de sep-tiembre de 2000.

“Cada semana

participan de la

Santa Cena… un

recordatorio del

convenio que

han hecho de

tomar sobre sí

[Su] nombre”.

viviente

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La ley deLos dos propósitos principales de laley de sacrificio son probarnos,demostrando así nuestra valía, yayudarnos a venir a Cristo.

por el élder M. Russell Ballarddel Quórum de los Doce Apóstoles

Hace pocos años, mi familia y yo visi-tamos Palmyra, Nueva York; Kirtland,Ohio; y Nauvoo, Illinois. En aquelviaje repasamos la historia de los co-

mienzos de la Iglesia y recordamos los inimaginables sa-crificios que hicieron los fundadores de la Iglesia paraestablecer el reino de Dios en esta última dispensación.

Al reflexionar en su humilde obediencia, concentrémis pensamientos en la naturaleza eterna de la ley de sa-crificio, una parte vital del Evangelio de Jesucristo. Sepracticó en tiempos del Antiguo y del NuevoTestamentos y del Libro de Mormón; y aunque la prácti-ca cambió durante el período del Nuevo Testamento, susobjetivos siguieron en pie aún después de que la expia-ción de Jesucristo cumpliera con la ley de Moisés.

Por lo general, lo primero que acude a la mente delas personas cuando oyen hablar de la “ley de Moisés”es el sacrificio de animales. La naturaleza un tanto ho-rripilante del sacrificio de sangre ha llevado a algunosa preguntar: “¿Cómo puede semejante actividad teneralgo que ver con el Evangelio de amor?”. Podemoscomprender mejor la respuesta a esta pregunta cuandoentendemos los dos propósitos principales de la ley desacrificio, los cuales se aplicaron a Adán, a Abraham, aMoisés y a los apóstoles del Nuevo Testamento, y seaplican a nosotros hoy día cuando aceptamos y vivimosla ley de sacrificio. Sus dos propósitos principales sonprobarnos, demostrando así nuestra valía, y ayudarnosa venir a Cristo.

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EL JUICIO FINAL, POR JOHN SCOTT.

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sacrificio

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“…he decretado en mi corazón probaros en todas lascosas, dice el Señor, para ver si permanecéis en mi convenioaun hasta la muerte, a fin de que seáis hallados dignos.

“Porque si no permanecéis en mi convenio, no soisdignos de mí” (D. y C. 98:14–15; cursiva agregada).

La ley de sacrificio nos proporciona una oportunidadde demostrarle al Señor que le amamos más que ningunaotra cosa. Debido a ello, en ocasiones el curso se torna di-fícil puesto que se trata del proceso de perfección que nosprepara para el reino celestial y para “[morar] en la presencia de Dios y de su Cristo para siempre jamás” (D. y C. 76:62).

El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) explicóque “la sagrada misión de la Iglesia… [es] ‘invitar a todosa venir a Cristo’ (D. y C. 20:59)” (“ ‘Venid a Cristo y per-feccionaos en Él’”, Liahona, julio de 1988, pág. 84).Vistaasí, la ley de sacrificio ha sido siempre un medio para quelos hijos de Dios vengan al Señor Jesucristo.

¿Cómo nos ayuda el sacrificio a venir a Cristo?Nadie aceptará jamás al Salvador sin tener primero feen Él; por ende, el primer principio del Evangelio es lafe en el Señor Jesucristo; por consiguiente, el profetaJosé Smith (1805–1844) explicó la importante relaciónque existe entre el principio de la fe y el principio delsacrificio: “Destaquemos aquí que una religión que norequiera el sacrificio de todas las cosas jamás tendrá elpoder suficiente para producir la fe necesaria para viday salvación… Es mediante el sacrificio de todas lascosas terrenales que los hombres saben realmente queestán haciendo las cosas que resultan agradables a lavista de Dios. Cuando un hombre ha ofrecido en sacri-ficio todo cuanto posee a favor de la verdad, aun sumisma vida, creyendo ante Dios que ha sido llamado ahacer ese sacrificio, pues desea cumplir con Su volun-tad, no cabe duda de que ese hombre sabe que Diosacepta y aceptará sus sacrificios y ofrendas y que dichohombre no ha buscado Su cara en vano, ni nunca lohará. Bajo estas circunstancias, entonces, puede lograrla fe necesaria para obtener así la vida eterna” (Lectureson Faith, 1985, pág. 69).

Resumiendo, debemos saber que lo que estamos ha-ciendo resulta agradable a Dios, y entender que ese

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conocimiento procede del sacrificio y de la obediencia.Los que vienen a Cristo de este modo reciben una certe-za que les susurra paz al alma y con el tiempo les permi-tirá echar mano de la vida eterna.

LO QUE ENSEÑA EL SACRIFICIO

El sacrificio nos permite aprender algo de nosotrosmismos: qué estamos dispuestos a ofrecer al Señor pormedio de nuestra obediencia.

El hermano Truman G. Madsen nos relata una visitaque hizo a Israel con el presidente Hugh B. Brown(1883–1975), un apóstol del Señor que sirvió primerocomo Segundo Consejero y luego como PrimerConsejero de la Primera Presidencia. En el valle deHebrón, donde por tradición se dice que se encuentra latumba de Abraham, el hermano Madsen preguntó al pre-sidente Brown: “¿Cuáles son las bendiciones deAbraham, Isaac y Jacob?”. Tras un momento de reflexión,el presidente Brown contestó: “La posteridad”.

El hermano Madsen escribe: “Casi sin poder conte-nerme, dije: ‘Entonces, ¿por qué se mandó a Abrahamque fuera al monte Moriah y ofreciera su única esperan-za de posteridad?’”.

“Resultaba evidente que [el presidente Brown], decasi noventa años, había pensado, orado y llorado conanterioridad sobre esa pregunta, pues finalmente dijo:‘Abraham tenía que aprender algo sobre Abraham’” (TheHighest in Us, 1978, pág. 49).

Observemos ahora otra forma en que la ley de sacrifi-cio llevaba a la gente a Cristo. En la antigüedad, los sa-crificios de sangre llevaban a la gente a Cristo por ser unarepresentación simbólica de Su vida y Su misión.

Se enseñó a Adán que el sacrificio sobre el altar era“una semejanza del sacrificio del Unigénito del Padre”(Moisés 5:7). Eso nos enseña que, originalmente, loshijos de nuestro Padre comprendían la relación que exis-tía entre el sacrificio de sus ofrendas y el del Cordero deDios (véase D. y C. 138:12–13).

En el Libro de Mormón encontramos algunas de lasenseñanzas doctrinales más claras sobre el propósito dela ley de sacrificio tal y como se practicaba bajo la leyde Moisés. Nefi enseñó que se hacía para representar el

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sacrificio de Cristo (véase 2 Nefi 11:4), y escribió: “…ob-servamos la ley de Moisés, y esperamos anhelosamente y con firmeza en Cristo… Pues para este fin se dio la ley”(2 Nefi 25:24–25). En Alma leemos: “…esperaban anhe-losamente la venida de Cristo, considerando la ley mo-saica como un símbolo de su venida… la ley de Moisésservía para fortalecer su fe en Cristo” (Alma 25:15–16).

El profeta José Smith enseñó: “Cuando el Señor se re-velaba a los hombres en los días antiguos y lesmandaba que le ofrecieran sacrificios, lo hacíapara que mirasen con fe hacia el tiempo de suvenida, y confiasen en el poder de esa expia-ción para la remisión de sus pecados”(Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 66,véase también la pág. 63).

El presidente Spencer W. Kimball (1895–1985) expli-có una vez a un joven que tenía dificultades con su testi-monio que el esfuerzo y la lucha son necesarios si es quedeseamos ser salvos por medio de Jesucristo, y le dijo a miamigo: “Por medio del sacrificio y el servicio se llega a co-nocer al Señor”. Al sacrificar, o sea, renunciar a nuestrosdeseos egoístas, servir a Dios y a los demás, llegamos a sermás como Él.

El élder Russell M. Nelson, del Quórum de los DoceApóstoles, ha enseñado:

“También a nosotros se nos manda sacrificar, aunqueno animales. El mayor de todos los sacrificios que pode-mos ofrecer es el de vencer nuestras propias imperfeccio-nes para llegar a ser más santos.

“Esto lo logramos mediante la obediencia a los man-damientos de Dios, y así comprendemos que las leyesde la obediencia están íntimamente ligadas entre sí…Al cumplir con estos mandamientos, nos sucede algomaravilloso: nos disciplinamos; nos transformamos en

El profeta José Smith enseñó: “Destaquemos aquí qulas cosas jamás tendrá el poder suficiente para produ

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discípulos, y así llegamos a ser más santos, como elSeñor” (“Lecciones que aprendemos de Eva”, Liahona,enero de 1988, pág. 89).

De hecho, la palabra sacrificio significa “hacer sagra-do” o “tener por sagrado”.

UNA LEY DESDE EL PRINCIPIO

Nuestras primeras lecciones sobre la ley de sacrificio,así como de otros principios del Evangelio, co-menzaron en nuestra vida preterrenal, dondese nos enseñaron la plenitud del Evangelio yel plan de salvación (véase D. y C. 138:56).Sabíamos de la misión del Salvador y de Su fu-turo sacrificio expiatorio, y de buena disposi-ción lo sostuvimos como nuestro Salvador y

Redentor. De hecho, en Apocalipsis, capítulo 12, versícu-los 9 y 11, aprendemos que es “por medio de la sangre del Cordero” (el sacrificio expiatorio de Cristo) y nuestrotestimonio, que somos capaces de vencer a Satanás. Elpresidente Joseph F. Smith (1838–1918) explicó: “En elprincipio el Señor dispuso poner ante el hombre el cono-cimiento del bien y del mal, y le dio el mandamiento deallegarse a lo bueno y abstenerse de lo malo. Pero en casode que fallara, el Señor le daría la ley del sacrificio y leproporcionaría un Salvador, a fin de que pudiese volver ala presencia y a la aceptación de Dios y participar de lavida eterna con Él. Ése fue el plan de redención elegidoe instituido por el Todopoderoso antes de que el hombrefuese puesto en la tierra” (Enseñanzas de los Presidentes dela Iglesia: Joseph F. Smith, 1998, págs. 103–104).

A Adán y a Eva se les enseñó la ley de sacrificio y seles mandó que la practicaran mediante la presentaciónde ofrendas, entre las que se incluían dos emblemas: lasprimicias de los rebaños y las primicias de la cosecha; y

e una religión que no requiera el sacrificio de todascir la fe necesaria para vida y salvación”.

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obedecieron sin reparo (véase Moisés 5:5–6). El presi-dente David O. McKay señaló: “El efecto de esta [ley]era que lo mejor que produjera la tierra, el mejor espéci-men de la manada o del rebaño no se emplearan para unomismo, sino para Dios” (“The Atonement”, Instructor,marzo de 1959, pág. 66). En una época de la historia enla que era difícil asegurar alimento para la familia, sepedía a los que deseaban adorar a Dios que sacrificaran lamejor parte de su fuente de vida. Se trató deuna prueba muy real para Adán y Eva, y fue-ron obedientes.

De igual modo, Abel, Noé, Abraham,Isaac, Jacob y todos los santos profetas desdeAdán hasta Moisés, ofrecieron sacrificios alSeñor de manera similar.

LA LEY DE MOISÉS

Debido a la naturaleza rebelde de los hijosde Israel en los días de Moisés, se cambió lapráctica de la ley, la que se convirtió en unaley estricta que requería la observancia diariade rituales y ordenanzas. Durante la época deMoisés, hubo una expansión en el número yen la variedad de las ofrendas de la ley de sacrificio. Lossacrificios mosaicos consistían en cinco ofrendas princi-pales divididas en dos categorías básicas: obligatorias yvoluntarias. La diferencia entre ambos tipos de ofrendasse podría comparar con la diferencia que hay entre la leydel diezmo y la de las ofrendas de ayuno.

Una cosa seguía siendo igual en todas esas ofrendas:todo lo relacionado con el sacrificio mosaico estabacentrado en Cristo. Al igual que Él, el sacerdote actua-ba como mediador entre el pueblo y su Dios. Al igualque Cristo, el sacerdote debía tener el parentesco apro-piado para poder oficiar, y el oferente, por medio de la

Después del sacrificio supremo del Salvador, la orsacrificio. En un sentido, el sacrificio cambió de la o

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obediencia, debía estar dispuesto a sacrificar lo que lerequería la ley.

La parte del sacrificio que tenía mayor analogía con elSalvador era la de la ofrenda misma. Fijémonos en algu-nos de esos paralelismos.

En primer lugar, al igual que Cristo, el animal era esco-gido y ungido mediante la imposición de manos. (Tanto eltítulo hebreo Mesías como el griego Cristo significan “el

Ungido”). Segundo, se debía derramar la sangredel animal. Tercero, tenía que ser un animal sindefecto alguno, totalmente libre de imperfec-ciones físicas, completo, sano, perfecto. Cuarto,el animal a sacrificar debía estar limpio y serpuro. Quinto, el animal tenía que ser domésti-co, es decir, no podía ser salvaje, sino manso y

de utilidad para el hombre (véase Levítico1:2–3, 10; 22:21). Sexto y séptimo, en el sacri-ficio original practicado por Adán, y el máscomún de los de la ley de Moisés, el animaltenía que ser un primogénito y macho (véaseÉxodo 12:5; Levítico 1:3; 22:18–25). Octavo,el sacrificio de grano tenía que ser molido en

harina y preparado en panecillos, lo cual nos recuerda el tí-tulo del Señor como Pan de Vida (véase Juan 6:48).Noveno, las primicias que se ofrecían nos recuerdan queCristo fue las primicias de la Resurrección (véase 1 Corintios 15:20). (Véase también la Guía para el Estudiode las Escrituras, “Sacrificios”, pág. 182; Daniel H. Ludlow,editor, Encyclopedia of Mormonism, 5 tomos, 1992, tomo 3,págs.1248–1249.)

EL CUMPLIMIENTO DE LA LEY

La ley de sacrificio que se dio a Moisés, junto con susistema de ofrendas, todavía se practicaba en los tiempos

denanza de la Santa Cena reemplazó a la del frenda al oferente.

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Jesús dijo a Sus apóstoles nefitas que ya no aceptaría más sus holocaustos, sino que Sus discípulos debían ofrecerle “un corazón quebrantado y un espíritu contrito”. En vez de que el Señor requiera nuestros animales y granos, ahora desea que nos despojemos de toda impiedad.

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del Nuevo Testamento. El Jesucristo del NuevoTestamento era el Jehová del Antiguo Testamento, Elque dio la ley a Moisés en primer lugar y prescribió ele-mentos de la misma que señalaban específicamente haciaSu futuro sacrificio expiatorio. Él era, por consiguiente, elque tenía autoridad para cumplir con esa ley, y Sus últi-mas palabras —“consumado es” (Juan 19:30)— señalanque así se había hecho.

Amulek explica el cumplimiento de la ley de estaforma:

“De modo que es menester que haya un gran y postrersacrificio; y entonces se pondrá… fin al derramamientode sangre; entonces quedará cumplida la ley de Moisés…

“Y he aquí, éste es el significado entero de la ley, puestodo ápice señala a ese gran y postrer sacrificio; y ese grany postrer sacrificio será el Hijo de Dios, sí, infinito y eter-no” (Alma 34:13–14).

He aquí una verdad muy importante: debemos en-tender que la ley de Moisés no es la misma cosa que la

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ley de sacrificio. Aunque se cumplió la ley de Moisés,los principios de la ley de sacrificio continúan siendoparte de la doctrina de la Iglesia, pues el propósito prin-cipal de esta ley sigue siendo el probarnos y el ayudar-nos a venir a Cristo. Después del sacrificio supremo delSalvador, se hicieron dos ajustes en la práctica de esaley. El primero es que la ordenanza de la Santa Cena re-emplazó a la del sacrificio; y el segundo es que ese cam-bio se centrara, no en el animal de una persona, sino enla persona misma. En un sentido, el sacrificio cambióde la ofrenda al oferente.

Al contemplar el reemplazo del sacrificio animal por laSanta Cena, no podemos evitar darnos cuenta de la es-trecha relación que existe entre ambos. Tanto el sacrifi-cio como la Santa Cena:

■ Se ven afectados por la actitud y la dignidad de lapersona (véase Amós 5:6–7, 9–10, 21–22; 3 Nefi18:27–29; Moroni 7:6–7).

■ Se han creado para que los lleven a cabo sacerdotes

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que oficien en el Sacerdocio Aarónico (véase D. y C.13:1; 20:46).

■ Se centran en Cristo (véase Lucas 22:19–20; Alma34:13–14).

■ Emplean emblemas que representan la carne y lasangre de Cristo (véase Lucas 22:19–20; Moisés 5:6–7).

■ Facilitan el medio mediante el cual se pueden hacery renovar convenios con Dios (véase Levítico 22:21; D. y C. 20:77, 79).

■ Se realizan con regularidad en el día de reposo y enotras ocasiones especiales (véase Levítico 23:15; D. y C.59:9–13).

■ Se asocian con comidas que, simbólicamente, repre-sentan la Expiación (véase Levítico 7:16–18; Mateo26:26).

■ Son las únicas ordenanzas de salvación en las que losmiembros participan para su beneficio en más de unaocasión.

■ Proporcionan un paso importante en el proceso delarrepentimiento (véase Levítico 19:22; 3 Nefi 18:11;Moisés 5:7–8).

El presidente Joseph F. Smith dijo que el objeto de laSanta Cena “es que tengamos constantemente presenteal Hijo de Dios que nos redimió de la muerte eterna y nostrajo nuevamente a la vida por medio del poder delEvangelio. Antes de la venida de Cristo a la tierra, esto se les hacía recordar… mediante otra ordenanza [elsacrificio de sangre], la cual constituía el sacrificio devida animal, ordenanza que era símbolo del gran sacrifi-cio que tendría lugar en el meridiano de los tiempos”(Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: Joseph F. Smith,pág. 108).

NUESTRO PROPIO SACRIFICIO

Tras Su ministerio terrenal, Cristo elevó la ley de sa-crificio a una nueva altura. Al describir la continua-ción de la misma, Jesús dijo a Sus apóstoles nefitas queya no aceptaría más sus holocaustos, sino que Sus dis-cípulos debían ofrecerle “un corazón quebrantado y un espíritu contrito” (3 Nefi 9:19–20, véase también D. y C. 59:8, 12). En vez de que el Señor requiera nues-tros animales y granos, ahora desea que nos despojemos

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de toda impiedad. El vivir esta excelsa ley de sacrificiollega hasta el alma misma de la persona. El élder Neal A.Maxwell, del Quórum de los Doce Apóstoles, dijo: “Elverdadero sacrificio personal no ha consistido nunca enponer un animal sobre el altar, sino en la disposición deponer en el altar el animal que está dentro de nosotros ydejar que se consuma” (“ ‘Absteneos de toda impiedad’”,Liahona, julio de 1995, pág. 78).

¿Cómo demostramos al Señor que simbólicamentenos hemos puesto en el altar del sacrificio de hoy? Lohacemos al vivir el primer gran mandamiento: “Amarásal Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tualma, y con toda tu mente” (Mateo 22:37). Cuandovencemos nuestros deseos egoístas y ponemos a Diosen primer lugar de nuestra vida, y hacemos conveniode servirle a toda costa, entonces estamos viviendo laley de sacrificio.

Una de las mejores formas de asegurarnos de que es-tamos viviendo el primer gran mandamiento es guardarel segundo gran mandamiento. El Maestro mismo enseñóque “en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanosmás pequeños, a mí lo hicisteis” (Mateo 25:40). El reyBenjamín enseñó que “cuando os halláis al servicio devuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestroDios” (Mosíah 2:17). El grado de nuestro amor por elSeñor y por nuestro prójimo se puede medir con lo queestemos dispuestos a sacrificar por ellos. El sacrificio esuna demostración de amor puro.

En ocasiones la manera más eficaz de enseñar un prin-cipio es llevarlo a la práctica, dando así un ejemplo de susbeneficios. Permítanme compartir un par de ejemploscon los que estoy personalmente familiarizado, sabiendoque muchos otros miembros de la Iglesia podrían com-partir relatos significativos sobre el sacrificio de miem-bros de sus familias.

Mi bisabuelo, Henry Ballard, se unió a la Iglesia enInglaterra, vino a América y pasó grandes privacionesdurante el viaje hacia Utah. De igual modo, mi bisabue-la, Margaret McNeil Ballard, pasó por muchos pesarespara cruzar las llanuras a los once años de edad. Cuandohace algunos años viajé con mi familia por la ruta de lospioneros, me pregunté cómo pudieron sobrevivir mis

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fieles bisabuelos ese viaje y cómo fue posible hacer lo quehicieron durante sus vidas. Ciertamente, llegaron a co-nocer a Dios y a Su Santo Hijo al dar de buena ganatodo lo que tenían para servirles. Henry Ballard sirviófielmente como obispo del Barrio Logan 2 durante casicuarenta años y su devota esposa, Margaret, fue presi-denta de la Sociedad de Socorro durante treinta.

Nuestra dedicación en el reino debe equivaler a la denuestros fieles antepasados, aunque nuestros sacrificiossean diferentes. Hoy día podemos encontrar en la Iglesiamuchos ejemplos que nos sirven para entender que el sa-crificarse por el Evangelio sigue siendo esencial y que elvenir a Cristo requiere tanta dedicación y devoción hoycomo en épocas pasadas.

No hace mucho, por ejemplo, se me asignó presidir unaconferencia regional en La Paz, Bolivia. Algunos miem-bros procedían de ciudades pequeñas y de pueblos remo-tos, demostrando gran sacrificio y dedicación para asistira las reuniones. Antes de la sesión de capacitación de lí-deres del sacerdocio, saludé a los hermanos según iban lle-gando y me di cuenta de que la camisa de un hermanomayor era de color diferente desde la mitad del pechopara abajo; la parte superior era blanca, mientras que lainferior era de un rojo parduzco. Él y tres de sus compa-ñeros, todos poseedores del Sacerdocio de Melquisedec,habían viajado durante muchas horas, andando la mayorparte del camino, vadeando dos ríos donde el agua rojaparda les había llegado hasta el pecho. Pudieron subirse ala parte posterior de un camión que pasaba por dondeiban, y así viajaron las dos últimas horas de su trayecto.

Su sacrificio y actitud me hicieron sentir tremenda-mente humilde. Uno de esos fieles hombres me dijo:“Élder Ballard, usted es uno de los apóstoles del Señor.Mis hermanos y yo haríamos cualquier cosa a fin de queusted nos enseñe”.

¿Tenemos una actitud similar cuando se nos pide asis-tir a las reuniones de liderazgo de estaca, barrio, rama odistrito?

LAS BENDICIONES DEL SACRIFICIO

Solemos cantar “Por sacrificios se dan bendiciones”(“Loor al Profeta”, Himnos, Nº 15). Ése es un principio

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verdadero; permítanme ilustrarlo con una experienciapersonal.

Fui llamado obispo de un barrio de las afueras de SaltLake City en 1958, en los días en que los miembros pa-gaban el 50 por ciento del costo de la construcción de uncentro de reuniones. Una de las experiencias de lideraz-go más importantes de mi vida se produjo varias semanasantes de la dedicación de nuestro centro de reuniones.Nuestro barrio, en el que había muchos matrimonios jó-venes que apenas podían cumplir con sus obligacioneseconómicas, aún tenía que recaudar 30.000 dólares(americanos). Yo ayuné y oré para saber qué debía decir-les sobre esa obligación, pues ya les habíamos presionadobastante.

Cuando los hermanos se reunieron para la reunión delsacerdocio, sentí la impresión de leerles el testimonio queel élder Melvin J. Ballard, mi abuelo, compartió cuandofue ordenado al Quórum de los Doce Apóstoles el 7 deenero de 1919. Cito una pequeña parte referente a unaexperiencia suya de 1917, cuando buscó al Señor con fer-vor a causa de una situación en la que no había prece-dentes que ofrecieran cierto tipo de guía:

“Esa noche recibí una manifestación y una impresiónmaravillosa que jamás he olvidado. Fui trasladado a estelugar, a este cuarto; me vi aquí, entre ustedes. Se me dijoque se me daría otro privilegio y se me condujo a una ha-bitación donde se me dijo que conocería a alguien. Al en-trar en el cuarto vi, sentado en una plataforma alta, alSer más glorioso que hubiera podido imaginar, y me lle-varon para serle presentado. Al acercarme a Él, sonrió,me llamó por mi nombre y extendió Sus manos haciamí… Me rodeó con Sus brazos y me besó, me acercóhacia Su pecho y me bendijo hasta que todo mi ser seconmovió. Después caí a Sus pies y vi las marcas de losclavos; y al besárselos, mi ser se hinchó de gozo y sentíque estaba en el cielo. En ese momento, lo que sentí enmi corazón fue: ¡Oh, si pudiera ser digno… para que alfinal, cuando hubiera terminado, pudiera llegar a Su pre-sencia y captar el sentimiento que capté en ese momen-to, al estar ante Él; daría todo lo que soy o lo que puedallegar a ser!” (Melvin R. Ballard, Melvin J. Ballard:Crusader for Righteousness, 1966, pág. 66).

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La camisa de un hermano mayor era de color diferente de la mitad del pecho para abajo. Él y tres de sus compañeros habían viajado durante muchas horas, andando la mayor parte del camino y vadeando dos ríos, donde el agua roja parda les había llegado hasta el pecho.

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Aquel día, el Espíritu del Señor conmovió los corazo-nes de los fieles miembros de la reunión del sacerdocio demi barrio. Todos sabíamos que con mayor fe en Jesucristo,nuestro Salvador y Redentor, podríamos alcanzar nuestrameta. Durante ese mismo día, familia tras familia se acer-có hasta mi oficina llevando dinero, haciendo sacrificiospersonales que fueron más allá de lo que yo, el obispo, leshabría pedido jamás. A las ocho en punto del domingo,el secretario del barrio había entregado recibos por unpoco más de 30.000 dólares.

Verdaderamente, por sacrificios se dieron bendicionesdel cielo sobre los miembros del barrio. Nunca he vividoentre personas más unidas, más atentas, más preocupa-das unos por otros, que aquellos miembros. En nuestromayor sacrificio, fuimos unidos en el verdadero espíritudel Evangelio de amor y sacrificio.

Todavía hace falta el sacrificio si es que deseamos de-sarrollar una fe lo bastante fuerte para obtener la vidaeterna. Considero que debemos incrementar nuestra

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devoción espiritual y nuestro servicio al Señor y a losdemás con el fin de demostrarle nuestro amor a Él y anuestro Padre Celestial.

LA PRUEBA DE LA ABUNDANCIA

Al contemplar la ley de sacrificio en nuestra vida, con-templemos también el entorno en el que vivimos. Lasbendiciones que hemos recibido en nuestra época songrandiosas y debemos resguardarnos celosamente de laingratitud. El Señor dijo: “Y en nada ofende el hombre aDios, ni contra ninguno está encendida su ira, sino con-tra aquellos que no confiesan su mano en todas las cosas”(D. y C. 59:21). El espíritu de la ley de sacrificio pro-mueve la gratitud.

Vivimos en una época de gran prosperidad que puede,cuando se escriba la historia, demostrar ser tan devasta-dora para el alma como lo fueron los efectos de las perse-cuciones físicas sobre los cuerpos de nuestrosantepasados pioneros. El presidente Brigham Young

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(1801–1877) advirtió: “Hemos soportado la pobreza, lapersecución y la opresión. Mucho hemos padecido lapérdida de todas las cosas desde el punto de vista delmundo. Otórguesenos prosperidad y veamos si somoscapaces de sobrellevarla y seguir estando dispuestos aservir a Dios. Veamos si estamos tan dispuestos a sacri-ficar millones como estuvimos dispuestos a sacrificar loque teníamos cuando estábamos en la pobreza”(Deseret News Weekly, 26 de octubre de1870, pág. 443).

Haríamos bien en recordar el ciclo de laprosperidad que se halla en el Libro deMormón cuando las personas, bendecidaspor su rectitud, se hicieron ricas y entonces seolvidaron del Señor. No olvidemos al Señor

en nuestro día de prosperidad, sino mantengamos el es-píritu de la ley de sacrificio y démosle siempre gracias porlo que tenemos, aunque no sea tanto como lo que tienenalgunas otras personas.

Prestemos atención al lenguaje de las Escriturascuando describen el nivel de sacrificio que el Señor re-quiere de nosotros: “…ofrecedle vuestras almas enterascomo ofrenda [a Dios]” (Omni 1:26, véase tambiénMosíah 2:24). “…[presentad] vuestros cuerpos en sa-crificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1).El Señor mismo ha dicho que debemos observar nues-tros “convenios con sacrificio, sí, cualquier sacrificioque yo, el Señor, mandare” (D. y C. 97:8). El sacrificioque el Señor nos pide es que nos despojemos por com-pleto del “hombre natural” (Mosíah 3:19) y de toda im-piedad con él asociada. Cuando nos entreguemos porcompleto al Señor, Él llevará a cabo un cambio pode-roso en nosotros, y nos convertiremos en personas nue-vas, justificadas, santificadas y nacidas de nuevo con

Si algo temo es que el principio del sacrificio esté perdbro de esta Iglesia se torna algo demasiado fácil, los los mismos no profundizarán en el suelo de la fe, co

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Su imagen en nuestros rostros (véase Mosíah 5:2;Alma 5:14; Moisés 6:59–60).

Como sucede siempre, nuestro Señor y Salvador ma-nifestó el ejemplo supremo de sacrificio. Su misión di-vina culminó cuando entregó Su vida a cambio denuestra redención. A través de Su sacrificio personal,nos proporciona una vía para que se nos perdonennuestros pecados y regresemos a la presencia de nues-

tro Padre.En este día me presento como testigo espe-

cial del acontecimiento más singular de la his-toria. Testifico de los efectos trascendentalesde la más santa de las ofrendas. En un día futuro, después de esta vida, cuando nuestrorazonamiento finito sea incrementado,

comprenderemos más plenamente los penetrantes po-deres de la Expiación y nos conmoveremos con aúnmayor gratitud, admiración, adoración y amor pornuestro Salvador de formas imposibles en nuestro esta-do actual.

Si algo temo es que el principio del sacrificio esté per-diendo importancia para nosotros, pues se trata de unaley de Dios y tenemos la obligación de comprenderla ypracticarla. Si el ser miembro de esta Iglesia se torna algodemasiado fácil, los testimonios se volverán superficialesy las raíces de los mismos no profundizarán en el suelo dela fe, como sí sucedió con nuestros antepasados pioneros.Ruego que Dios nos conceda a cada uno de nosotros unentendimiento de la ley de sacrificio y la convicción de sunecesidad hoy día. Es de vital importancia que entenda-mos esa ley y la vivamos. �

Tomado de un discurso pronunciado ante los educadores del

Sistema Educativo de la Iglesia en la Universidad Brigham Young el

13 de agosto de 1996.

iendo importancia para nosotros. Si el ser miem-testimonios se volverán superficiales y las raíces demo sí sucedió con nuestros antepasados pioneros.

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Perdoné a

mi hermanopor Diosaflor Temblor

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Cuando tenía 11 años, mi hermano y yo nos pelea-mos y me negué a perdonarle. Durante tres lar-gos años, él se esforzó por ganarse mi perdón,

pero yo seguía rechazándolo y haciendo caso omiso desus esfuerzos. Siempre me sentía culpable, como si estu-viera llevando la carga más pesada de mi vida, pero eraegoísta y tenía demasiado orgullo como para admitir queestaba equivocada. No sé cómo mi hermano pudo ser tanpaciente conmigo.

Ahora tengo 14 años y hace poco se me dio la oportu-nidad de prepararme para ir al Templo de Manila,Filipinas, para hacer bautismos por los muertos. Me dicuenta de que tenía que hacer algo para arreglar la situa-ción con mi hermano. Yo quería arrepentirme y recupe-rar su amistad, pero no sabía cómo hacerlo. Cada nochepensaba en cómo decirle que lo sentía, pero era demasia-do tímida para hablar de ello con él. Por varias nochesluché por saber qué hacer y, finalmente, después de oraral respecto, decidí escribirle una carta. La dejé en sucuarto antes de partir para el templo.

Me sentía como si flotara de la alegría; el peso se mehabía quitado y estaba llena de dicha. Pero más impor-tante que eso era que me sentía digna de entrar en la casadel Señor. Aprendí que si hubiera prestado atención a lasimpresiones del Espíritu Santo, habría perdonado a mihermano mucho antes; así que oré para que mi her-mano y el Señor me perdonaran por haber guarda-do rencor durante tanto tiempo.

Me siento agradecida por el poder del per-dón y porque la expiación de Jesucristo puede ayudara nuestra familia a ser feliz de nuevo. �

Diosaflor Temblor es miembro de la Rama Dumaguete 2,

Distrito Dumaguete, Filipinas.

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El grosellero“Gracias, Señor Jardinero, por quererme lo suficiente para talarme”.

por el élder Hugh B. Brown (1883–1975)del Quórum de los Doce Apóstoles

CLÁSICOS DE LIAHONA

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A lgunas veces uno se pregunta siel Señor realmente sabe lo quedebe hacer con nosotros; algu-

nas veces uno se pregunta si sabemás que Él acerca de lo que unodebe hacer y debe llegar a ser. Mepregunto si podría contarles unaanécdota que tiene que ver con unincidente que tuve durante mi vidaen el que Dios me mostró que Élsabe lo que es mejor.

Vivía yo en Canadá, donde habíacomprado una granja que estaba untanto deteriorada. Una mañana salíy vi un grosellero que había alcan-zado aproximadamente dos metrosde altura y estaba llegando a ser casiexclusivamente material para leña.No había ningún retoño ni grose-llas. Antes de ir a Canadá, fui cria-do en una granja frutal de Salt Lake City y sabía lo quetenía que sucederle a ese grosellero, de manera quetomé unas tijeras podadoras, fui hasta el arbusto y locorté, lo podé y volví a cortarlo hasta que no quedónada, excepto un montón de tocones. Cuando terminé,empezaba a amanecer y me pareció ver arriba de cadauno de esos tocones algo que parecía como una lágrima,y pensé que el grosellero estaba llorando. Era yo enton-ces un tanto ingenuo (y todavía no he dejado de serlopor completo), lo miré, sonreí y dije: “¿Por qué estás llo-rando?”. Pensé haber oído hablar al grosellero y creoque le oí decir esto:

“¿Cómo pudiste hacerme esto? Estaba creciendo tanmaravillosamente; estaba casi tan alto como el árbol desombra y el frutal que se encuentran dentro de la cerca,

Hugh B. Brow

Granger, Utah,

Alberta, Cana

1961 hasta 197

jero de la

Presidencia, d

McKay, noveno

de la Iglesia. F

maestro excepc

de amor y comp

los jóvenes de

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y ahora me has talado. Todas lasplantas del huerto me mirarán condesprecio porque no llegué a ser loque debí haber sido. ¿Cómo pudistehacerme esto? Creí que tú eras eljardinero aquí”.

Eso es lo que pensé que habíadicho el grosellero y estaba tan con-vencido de haberlo oído que le res-pondí: “Mira, pequeño grosellero, yosoy el jardinero aquí y sé lo que quie-ro que seas. No quería que fueras unárbol frutal ni un árbol de sombra;quiero que seas un grosellero, yalgún día, pequeño arbusto, cuandoestés cargado de fruta, me dirás:‘Gracias, Señor Jardinero, por que-rerme lo suficiente para talarme.Gracias, Señor Jardinero’”.

Pasaron los años y me encontréen Inglaterra, donde era comandante de una unidad decaballería en el Ejército Canadiense Británico. Tenía elrango de oficial de campo y me sentía orgulloso de mipuesto. Luego se presentó la oportunidad para llegar a sergeneral. Había pasado todos los exámenes y además teníaantigüedad. Con la muerte de un general del EjércitoBritánico, pensé que esa oportunidad se había hecho realidad cuando recibí un telegrama desde Londres quedecía: “Preséntese en mi oficina a las diez de la mañana”,firmado por el general Turner.

Salí rumbo a Londres. Entré con gallardía en la ofici-na del general y lo saludé de forma apropiada, correspon-diéndome él con la misma clase de saludo que un oficialmayor suele conceder, algo así como “¡Quítate de mi ca-mino, gusano!”. Me dijo: “Siéntese, Brown”, y añadió:

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rensión por

la Iglesia.

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El ascenso que Hugh B. Brown merecía le fue negado.

Desconsolado, le preguntó al Señor por qué y le

pareció oír su propia voz como respuesta: “Yo soy el

jardinero aquí”. Con el tiempo vio cuán grandes

fueron sus bendiciones por haber permitido que

el Señor modelara su vida.

“Lamento no poder hacer el nombramiento; usted lo me-rece y ha pasado todos los exámenes; además tiene anti-güedad, ha sido un buen oficial, pero no me es posiblehacer el nombramiento. Deberá regresar a Canadá comooficial de entrenamiento y transporte”. Aquello por loque había estado esperando y orando durante diez añosquedó repentinamente fuera de mi alcance.

Al rato él pasó a otra habitación para contestar el te-léfono y yo encontré sobre su escritorio mi historial mili-tar, al pie del cual estaba escrito: “ESTE HOMBRE ESMORMÓN”. En aquellos días no éramos vistos con bue-nos ojos. Al ver eso, supe por qué no había sido nombra-do. Él regresó y dijo: “Eso es todo, Brown”. Lo saludé denuevo, pero no con tanta gallardía, y salí.

Abordé el tren y volví a mi pueblo, que estaba a cien-to noventa kilómetros de distancia, con un corazón en-tristecido y con amargura en el alma. El rechinido de lasruedas parecía decir: “Eres un fracasado”. Cuando volvía mi tienda, estaba tan amargado que tiré la capa y elcinto sobre el catre. Elevé los puños hacia el cielo y dije:“¿Cómo pudiste hacerme esto, Dios? He hecho todo loque estaba de mi parte para prepararme; no hay nada quepodría haber hecho, que no hubiera hecho. ¿Cómo pu-diste hacerme esto?”. Estaba tan amargado como la hiel.

Luego oí una voz, y reconocí su tono. Era mi propiavoz que decía: “Yo soy el jardinero aquí, y sé lo quequiero que hagas”. La amargura abandonó mi alma y caí

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de rodillas cerca del catre para pedir perdón por mi in-gratitud y amargura. Mientras me encontraba ahí, arro-dillado, escuché un himno que estaban cantando en latienda vecina. Un grupo de jóvenes mormones se reuníaahí regularmente cada martes por la noche. Por lo ge-neral yo me reunía con ellos; nos sentábamos en elsuelo y efectuábamos una reunión de la Mutual.Mientras me encontraba arrodillado, suplicando per-dón, oí que sus voces cantaban:

Mas si Él me llamaa sendas que yo nunca caminé, confiando en Él, le diré:Señor, a donde me mandes, iré.(Himnos, N° 175)

Me puse de pie convertido en un hombre humilde; yahora, casi cincuenta años más tarde, miro hacia arriba ydigo: “Gracias, Señor Jardinero, por talarme, por querer-me lo suficiente como para herirme”. Veo ahora que noera prudente que yo llegara a ser general en ese tiempo,porque si así hubiera sido, habría sido oficial mayor detodo Canadá Occidental, con un atractivo salario vitali-cio, un lugar donde vivir y una buena pensión; pero ha-bría criado a mis seis hijas y dos hijos en cuarteles delejército. Indudablemente se habrían casado fuera de laIglesia y creo que yo no habría llegado a mucho. De todosmodos, hasta ahora no he llegado a mucho, pero hehecho más que lo que habría hecho si el Señor me hu-biese dejado ir en la dirección que yo quería.

Muchos de ustedes tendrán experiencias muy difíciles:desaliento, desilusión, aflicción, derrota. Serán probados,pero si no obtienen lo que creen merecer, recuerden queDios es el jardinero aquí; Él sabe lo que Él desea que lle-guen a ser; sométanse a Su voluntad; sean dignos de Susbendiciones y las recibirán. �

Publicado anteriormente en la revista New Era de enero de 1973.

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24(La página 25 de la revista Liahona se encuentra

después de las páginas locales y de la sección Amigos.)

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MENSAJE DE LAS MAESTRAS VISITANTES

AUMENTEMOS NUESTRO TESTIMONIO DE JESUCRISTOMEDIANTE EL ESTUDIO DE LAS ESCRITURAS

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L ean lo siguiente con las herma-nas a las que visiten y comentenlas preguntas, los pasajes de las

Escrituras y las enseñanzas de los líde-res de la Iglesia. Compartan sus expe-riencias y testimonios e inviten a lashermanas a hacer lo mismo.

PRESIDENTE GORDON B. HINCKLEY

“Les prometo que si leen… lasEscrituras, recibirán entendimientoy una sensación de calidez en el co-razón… Lean… el evangelio deJuan… Dejen que el Señor les hablepor Sí mismo y en Sus palabras reci-birán una apacible convicción quehará que las palabras de los que cri-tican a Dios carezcan de sentido.Lean también el testamento delNuevo Mundo, el Libro deMormón, que salió a luz como untestimonio de que ‘Jesús es el Cristo,el Eterno Dios, que se manifiesta así mismo a todas las naciones’(Portada de El Libro de Mormón)”.(En Conference Report, abril de1966, pág. 87).

2 Nefi 33:4

“Y sé que el Señor Dios consagra-rá mis oraciones para el beneficio demi pueblo. Y las palabras que he es-crito en debilidad serán hechas fuer-tes para ellos; pues los persuaden ahacer el bien; les hacen saber acercade sus padres; y hablan de Jesús, y lospersuaden a creer en él y a perse-verar hasta el fin, que es la vidaeterna”.

JACOB 4:6

“…escudriñamos los profetas… yteniendo todos estos testimonios, lo-gramos una esperanza, y nuestra fe sevuelve inquebrantable, al grado deque verdaderamente podemos man-dar en el nombre de Jesús, y los ár-boles mismos nos obedecen, o losmontes, o las olas del mar”.

EL PROFETA JOSÉ SMITH (1805–1844)

“Usted se ha de acordar del testi-monio que di en el nombre del SeñorJesús… Ruego que el Señor le permi-ta atesorar estas cosas en su mente,porque yo sé que su Espíritu da testi-monio a todos los que diligentemen-te buscan conocimiento de Él.Espero que ustedes escudriñen lasEscrituras para ver si no concuerdanestas cosas con aquellas que los anti-guos profetas y apóstoles han escrito”(Enseñanzas del Profeta José Smith,pág. 29).

HELAMÁN 15:7–8

…cuantos de ellos llegan al cono-cimiento de la verdad… y son con-ducidos a creer las Santas Escrituras,sí, las profecías escritas de los santosprofetas, que los llevan a la fe en elSeñor y al arrepentimiento, esa fe yarrepentimiento que efectúan uncambio de corazón en ellos; por lotanto, cuantos han llegado a estepunto, sabéis por vosotros mismosque son firmes e inmutables en la fe,y en aquello con lo que se les hahecho libres”.

ÉLDER NEAL A. MAXWELL,

DEL QUÓRUM DE LOS DOCE

APÓSTOLES

“El despertar en nuestra juventudun amor por las Santas Escrituras escomo encender una llama que, pro-bablemente, jamás se extinguirá.Después de todo, nuestros jóvenespueden llevarse consigo las Escriturasy el entendimiento de las mismasmucho después de que sus padres,obispos y asesores queden, inevitable-mente, atrás” (“ ‘Unto the RisingGeneration’”, Ensign, abril de 1985,pág. 10).

■ ¿Por qué el estudio de las Escriturasfortalece nuestra fe en Jesucristo?

■ ¿Cómo podemos cultivar unmayor deseo en nosotras mismas, ennuestras familias y en los jóvenes y los

niños a quienes se nos llama a ense-ñar, para estudiar las Escrituras con

regularidad? �

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Q U É D E N S E E N E L…y asegúrense de que lleven su propia luz.

por el élder Glenn L. Pace de los Setenta

ILUSTRADO POR RICHARD HULL.

Cuando era niño, dependía muchísimo de mi herma-na mayor. Por ejemplo, había muchas comidas que

no me apetecían, y cuando íbamos a visitar a los abuelos,constantemente me ofrecían platos que no me gustaban.Para no sentirme tan abochornado, cada vez que me pa-saban el plato, le preguntaba a mi hermana: “Collene,¿me gusta esto?”.

Si era algo conocido y que ella sabía que no me gusta-ba, decía: “No, a él no le gusta eso”.

A lo cual yo añadía: “Es cierto, abuela, no me gusta”.Si era algo que nunca habíamos comido, mi hermana

decía: “Espera un momento”; luego lo probaba y medecía si me gustaba o no. Si ella decía que no me gusta-ba, no había poder persuasivo que me hiciera comerlo,por mucho que insistieran.

Sé que ya ha llegado la hora de que confíe en mi pro-pio sentido del gusto y deje de privarme de alimentossanos simplemente porque mi hermana me dijo en unaocasión que no me gustaban.

Pasando a algo mucho más serio, creo que ya es horade que todos gocemos del fruto de nuestro propio testi-monio en vez del testimonio de otras personas. El testi-monio al cual me refiero es mucho más profundo que elmero hecho de saber que la Iglesia es verdadera. Es preci-so que progresemos hasta el grado de saber que nosotrossomos fieles a la Iglesia; es preciso también que aumente-mos nuestra capacidad para recibir revelación personal.Una cosa es recibir el testimonio de que José Smith vio anuestro Padre Celestial y a Cristo, y otra el tener confian-za espiritual en nuestra propia habilidad de recibir la re-velación a la que tenemos derecho.

Muchos de nosotros no valoramos las bendiciones delEvangelio; es como si fuésemos pasajeros en el tren de laIglesia, el cual ha ido avanzando de manera gradual y me-tódica. Algunas veces nos hemos asomado por la venta-nilla y hemos pensado: “Lo que hay allá afuera parecemuy divertido; este tren tiene demasiadas restricciones”.De modo que hemos saltado del tren y nos hemos ido ajugar un rato al bosque. Tarde o temprano, nos damoscuenta de que no es tan divertido como Lucifer lo hace

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T R E N

aparentar o nos lastimamos seriamente, por lo que nosesforzamos por volver a la vía y divisamos el tren en ladistancia. Corriendo velozmente, lo alcanzamos; jadean-tes, nos limpiamos el sudor de la frente y le damos graciasal Señor por el arrepentimiento.

Desde el tren, vemos el mundo e incluso algunosmiembros de nuestra Iglesia, riéndose y divirtiéndose; seburlan y nos incitan a que nos bajemos del tren; algunoshasta lanzan troncos y rocas para tratar de descarrilarlo.Otros miembros corren a los costados de la vía, y aunquequizás nunca se vayan a jugar a los bosques, simplemen-te les es difícil subirse al tren. Algunos incluso tratan deadelantarse y con demasiada frecuencia toman un cami-no equivocado.

Yo diría que el lujo de subirse y bajarse del tren en el momento que nos plazca está llegando a su fin. Lavelocidad del tren va aumentando, los bosques sehacen cada vez más peligrosos y la niebla y la oscuridadse aproximan.

Aunque sería más fácil para los que nos desacreditan“extender su[s] débil[es] brazo[s] para contener el ríoMisuri en su curso decretado, o volverlo hacia atrás”(véase D. y C. 121:33) que descarrilar este tren, a veceslogran convencer a las personas a que se bajen. Habiendopresenciado el cumplimiento de tantas profecías, ¿quégran acontecimiento estamos esperando antes de decir:“Cuenten conmigo”? ¿Qué más tenemos que ver o expe-rimentar antes de subirnos al tren y permanecer en élhasta que lleguemos a nuestro destino? Es hora de tenerun renacimiento espiritual. Es hora de que realicemosuna introspección y encendamos de nuevo nuestra pro-pia luz.

Hago una súplica especial a la juventud: Ustedes, losjóvenes, permanecerán más seguros y serán más felices siemplean sus energías en ser obedientes ahora en vez deguardarlas para un arrepentimiento futuro. Si somos obe-dientes, establecemos un fundamento que nos servirápara enfrentar las dificultades del futuro. �

Tomado de un discurso pronunciado en la conferencia general de

octubre de 1992.

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FORTALEZA en medio de

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por el élder L. Lionel Kendrickde los Setenta

Vivir no siempre es fácil, pero la opor-tunidad de hacerlo es una bendiciónque escapa a nuestra comprensión. Enel proceso de vivir, haremos frente a

dificultades, muchas de las cuales nos harán sufrir y pa-decer dolor. Muchas personas tendrán dificultades perso-nales, mientras que otras sufrirán al ver el dolor de susseres queridos.

Para tener fortaleza en medio de nuestras dificultades,debemos tener una perspectiva positiva de los principiosdel plan de salvación. Debemos darnos cuenta de que te-nemos un Salvador personal en quien podemos confiar yal que podemos acudir en los momentos de necesidad. Afin de recibir la fortaleza que precisamos en medio denuestras penalidades, debemos también aprender y vivirlos principios que el Señor nos ha dado.

UNA PERSPECTIVA POSITIVA

Esta tierra es el lugar para probar si somos dignos ypara prepararnos para regresar a la presencia del Señor. Élexplicó: “y con esto los probaremos para ver si harántodas las cosas que el Señor su Dios les mandare”(Abraham 3:25).

El Señor explicó la razón por la que debemos ser pro-bados durante nuestra experiencia terrenal: “Es precisoque los de mi pueblo sean probados en todas las cosas, afin de que estén preparados para recibir la gloria quetengo para ellos” (D. y C. 136:31).

El Señor puede asegurarnos que Él estácerca y que nos guiará en los días másnegros de nuestra vida.

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Parte del plan es que “haya una oposición en todas lascosas” (2 Nefi 2:11), y se nos concede el albedrío para es-coger entre alternativas opuestas, lo que forma parte delproceso de probación (véase 2 Nefi 2:27; D. y C. 29:35).En nuestra existencia preterrenal, entendimos y apoya-mos el plan de salvación, el que incluye los principios dela oposición y el albedrío. Sabíamos que en esta vida ten-dríamos experiencias que nos llevarían a tener dificulta-des y, en ocasiones, a sufrir.

Algunas de nuestras penalidades tienen que ver con latoma de decisiones, mientras que otras son consecuenciade las decisiones que ya hayamos tomado. Una porciónde esas penalidades se deriva de las decisiones que tomanotras personas pero que afectan a nuestra vida. No siem-pre podemos controlar todo lo que nos sucede en estavida, pero sí podemos controlar la forma en que habre-mos de reaccionar a ello. Muchas dificultades se presen-tan en forma de problemas y presiones que a vecescausan dolor; otras adoptan la forma de tentaciones,pruebas y tribulaciones.

Aun así, las dificultades forman parte del sagrado pro-ceso de santificación. No existen medios fáciles ni indo-lentes de santificarnos hasta el grado de que estemospreparados para vivir en la presencia del Salvador. Puedehaber bendiciones en las cargas que soportamos, mascomo consecuencia de esas aflicciones, nuestro carácterse vuelve más semejante al de Cristo.

Aun cuando esas experiencias puedan causar dolor, su-frimiento y pesar, tenemos esta certeza absoluta: “Ningúnpesar que el hombre o la mujer padezcan en la tierra que-dará sin sus efectos compensatorios si se sobrelleva conresignación y paciencia” (The Teachings of Spencer W.Kimball, editado por Edward L. Kimball, 1982, pág. 168).

El Salvador consoló y aconsejó al profeta José Smith(1805–1844) cuando éste se hallaba sufriendo en la cárcel

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Debido a Su amor infi-

nito por nosotros, Él su-

plica al Padre el perdón

de nuestros pecados y

podemos obtener el

perdón si nos arrepen-

timos de verdad.

las dificultades

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de Liberty, y le explicó los efectos y las bendiciones benéfi-cos que se reciben si sobrellevamos bien nuestras cargas:“…todas estas cosas te servirán de experiencia, y seránpara tu bien” (D. y C. 122:7). Y prosiguió:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus afliccio-nes no serán más que por un breve momento;

“Y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará;triunfarás sobre todos tus enemigos” (D. y C. 121:7–8).

La gente reacciona de formas diversas ante las dificul-tades. Algunos se sienten derrotados y vencidos por lascargas que son llamados a llevar. Muchos empiezan a cul-par a los demás por sus dificultades y derrotas, y no siguenel consejo del Señor. Es una tendencia natural el buscar elcamino fácil al realizar nuestra jornada por la vida y sen-tirnos desanimados, llenos de duda, o incluso deprimirnoscuando hacemos frente a las penalidades de la vida.

El élder Neal A. Maxwell, en aquel entoncesAyudante de los Doce, distinguió las diferentes reaccio-nes que surgen ante las dificultades: “Los vientos de tri-bulación que apagan las velas de la dedicación de algunoshombres, sirven para avivar el fuego de la fe de [losdemás]” (véase “¿Por qué no ahora?”, Liahona, abril de1975, pág. 40).

Si seguimos los principios eternos revelados, cobrare-mos fuerza en medio de nuestras dificultades y seremosbendecidos al sobrellevar nuestras cargas, solucionar lasdificultades y vencer los obstáculos que se presenten ennuestra vida. A fin de obtener la fortaleza que precisa-mos, tenemos que llegar a conocer al Salvador y seguir Suconsejo.

UN SALVADOR PERSONAL

El Salvador nos ha asegurado que nos conoce perso-nalmente, que conoce nuestras necesidades y que pode-mos contar con Su presencia en los momentos denecesidad. Él aconsejó: “…de cierto os digo, que mis ojosestán sobre vosotros. Estoy en medio de vosotros y no mepodéis ver” (D. y C. 38:7). El élder Dallin H. Oaks, delQuórum de los Doce Apóstoles, explicó: “El Salvadorestá entre nosotros, a veces en persona, con frecuenciapor medio de Sus siervos, y siempre a través de SuEspíritu” (The Lord’s Way, 1991, pág. 14).

L I A

El Salvador conoce todas las cosas pasadas, presentesy futuras. Jacob enseñó: “…Pues él sabe todas las cosas,y no existe nada sin que él lo sepa” (2 Nefi 9:20). Él sabelas cosas que necesitamos aun antes de que se las pida-mos (véase 3 Nefi 13:8).

Él también conoce nuestros pensamientos y las inten-ciones de nuestro corazón, y ve hasta las partes más re-cónditas de nuestros espíritus eternos (véase Alma18:32). Él enseñó: “…las cosas que suben a vuestro espí-ritu, yo las he entendido” (Ezequiel 11:5).

Él conoce las tentaciones que enfrentamos. ElSalvador fue tentado más allá de cualquier tentación quenosotros podríamos soportar. Las Escrituras dicen:“Sufrió tentaciones, pero no hizo caso de ellas” (D. y C.20:22). Está presto para librarnos en los momentos detentación. Pablo escribió: “Pues en cuanto él mismo pa-deció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los queson tentados” (Hebreos 2:18). Pedro proclamó: “sabe elSeñor librar de tentación a los piadosos” (2 Pedro 2:9).

El Salvador “sabe cómo socorrer a los que son tenta-dos” (D. y C. 62:1). A pesar de nuestras debilidades, Élnos ama de forma incomprensible y nos ofrece gran espe-ranza: “…Doy a los hombres debilidad para que sean hu-mildes; y basta mi gracia a todos los hombres que sehumillan ante mí; porque si se humillan ante mí, y tienenfe en mí, entonces haré que las cosas débiles sean fuertespara ellos” (Éter 12:27).

Además de conocer nuestros pensamientos y nues-tras intenciones, tentaciones y debilidades, Él sabetodo lo que hacemos en nuestra vida. Él dijo: “He aquí, mis ojos ven y conocen todas sus obras” (D. y C.121:24; véase también 2 Nefi 27:27). “Yo conozco tusobras, y amor, y fe, y servicio, y tu paciencia”(Apocalipsis 2:19).

El Señor está dispuesto a ayudarnos en los días difíciles:“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme

diligentemente, y me hallaréis; pedid, y recibiréis; llamad,y se os abrirá;

“cualquier cosa que le pidáis al Padre en mi nombre osserá dada, si es para vuestro bien” (D. y C. 88:63–64).

Él está siempre dispuesto a consolarnos y aconsejarnosen los momentos de dificultades y padecimientos. Jacob

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El Salvador “sufrió [las]

tentaciones [de

Satanás], pero no hizo

caso de ellas”. Él cono-

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enseñó: “…Confiad en Dios con mentes firmes, y orad aél con suma fe, y él os consolará en vuestras aflicciones”(Jacob 3:1).

El Señor nos da un espíritu de esperanza y un senti-miento de consuelo y confianza de que podemos vencerlos obstáculos que enfrentamos. Él nos ha mostrado laforma de recibir fortaleza durante las pruebas y con Suayuda tenemos la capacidad de salir vencedores. Prestenatención a Sus palabras de consejo y consuelo: “No te-máis, pequeñitos, porque sois míos, y yo he vencido almundo… y ninguno de los que elPadre me ha dado se perderá”(D. y C. 50:41–42).

De nuevo, y con amor, Él nosasegura que está cerca y que nos guiaráen los momentos más negros de nuestravida. Su fuerza nos sostendrá en las prue-bas aun cuando nos sintamos débiles: “Portanto, estoy en medio de vosotros, y soy el buen pastor yla roca de Israel. El que edifique sobre esta roca nuncacaerá” (D. y C. 50:44).

Debido a Su infinito amor por nosotros, Él suplicaal Padre el perdón de nuestros pecados y nos aconse-ja que nos animemos: “Elevad vuestros corazones yalegraos, porque yo estoy en medio de vosotros, ysoy vuestro intercesor ante el Padre” (D. y C. 29:5;véase también D. y C. 45:3; 62:1; 110:4).

Si nuestra lucha es con el pecado, debemos re-cordar que Él está presto para perdonarnos si nosarrepentimos de verdad. Con demasiada frecuencia

olvidamos que Él es un Dios amoroso, bondadoso y mise-ricordioso. Es posible que algunos piensen que no hay es-peranza porque han fracasado con demasiada frecuencia,pero el Señor nos ha aconsejado que hay gran esperanzapara los pecadores si se arrepienten de verdad:

“…y si confiesa sus pecados ante ti y mí, y se arrepien-te con sinceridad de corazón, a éste has de

perdonar, y yo lo perdonaré también.“Sí, y cuantas veces mi pueblo se

arrepienta, le perdonaré sus transgresio-nes contra mí” (Mosíah 26:29–30).

Debemos acercarnos al Señor talcomo lo hizo Enós en la antigüe-

dad; él dijo: “Y mi alma tuvohambre; y me arrodillé ante mi

Hacedor, y clamé a él con po-tente oración y súplica pormi propia alma; y clamé a éltodo el día; sí, y cuandoanocheció, aún elevaba mivoz en alto hasta que llegó alos cielos” (Enós 1:4).

Es posible que se requierauna oración de tal intensidad

ce las tentaciones que

enfrentamos y está

presto para librarnos

en los momentos de

tentación.

Page 34: Liahona Marzo 2002

para recibir la remisión de algunos pecados. Los pecadosgraves se deben confesar al obispo, que es el juez comúnen Israel.

El resultado del verdadero arrepentimiento y de la re-misión de los pecados son sentimientos de paz, esperan-za, gozo y una conciencia tranquila (véase Mosíah 4:3).Alma describió ese sentimiento con estas palabras:

“…ya no me pude acordar más de mis dolores; sí, dejóde atormentarme el recuerdo de mis pecados.

“Y ¡oh qué gozo, y qué luz tan maravillosa fue la quevi! Sí, mi alma se llenó de un gozo tan profundo como lohabía sido mi dolor” (Alma 36:19–20).

Mormón enseñó sobre el proceso que se lleva a cabocuando recibimos la remisión de nuestros pecados: “y laremisión de los pecados trae la mansedumbre y la humil-

dad de corazón y por motivo de lamansedumbre y la humildad de cora-zón viene la visitación del Espíritu

Las Escrituras están

repletas de promesas

poderosas para los que

siguen Su consejo.

Debemos meditar en

esas promesas y

desarrollar fe y

confianza en el Señor,

pues Sus promesas son

ciertas.

Santo, el cual Consolador llena de esperanza y de amorperfecto, amor que perdura por la diligencia en la ora-ción, hasta que venga el fin, cuando todos los santos mo-rarán con Dios” (Moroni 8:26).

FORTALEZA PARA CAMBIAR

A fin de que el Señor nos ayude a cobrar fortaleza enmedio de las dificultades, debemos hacer las cosas quenos ha aconsejado hacer, lo cual incluye el volverse a Ély el aplicar ciertos principios del Evangelio.

Confiemos en Él. La confianza requiere humildad, unespíritu sumiso y dispuesto a confiar en Él y en Su conse-jo revelado. El Señor aconseja: “Elevad hacia mí todopensamiento; no dudéis; no temáis” (D. y C. 6:36). Lafortaleza se recibe cuando buscamos Su voluntad y no lanuestra. Con ternura nos dice: “Sé humilde; y el Señor tuDios te llevará de la mano y dará respuesta a tus oracio-nes” (D. y C. 112:10). Él es el camino y sólo mediante Éltendremos éxito.

Sigamos Su consejo. Al seguir el consejo del Señor serecibe una fortaleza inmensa. Jacob dijo: “…no procu-

réis aconsejar al Señor, antes bien aceptad el consejode su mano” (Jacob 4:10). Alma enseñó: “Consulta alSeñor en todos tus hechos, y él te dirigirá para bien”

(Alma 37:37).El Señor nos da consejos en las respuestas

a nuestras oraciones; además nos dice que escu-driñemos las Escrituras en busca de respuestas a nuestras inquietudes. Nefi escribió:

“…Deleitaos en las palabras de Cristo; porque

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he aquí, las palabras de Cristo os dirán todas las cosas quedebéis hacer” (2 Nefi 32:3).

El Señor nos aconseja por medio de Sus siervos esco-gidos (véase D. y C. 1:38), aunque el consejo inspiradotambién puede provenir de seres queridos. Cuando esta-mos pasando por dificultades no siempre vemos ni pen-samos con claridad y es por ese motivo que debemosprestar atención cuando se nos aconseje.

Hace falta valor para reaccionar al consejo que recibi-mos. El Señor nos ha advertido que cuando pensamosque no necesitamos Su consejo y el de Sus siervos y el delas personas que nos quieren, “[tendremos] que caer e in-currir en la venganza de un Dios justo” (D. y C. 3:4).

Meditemos en Sus promesas. Las Escrituras están reple-tas de promesas poderosas para los que siguen Su conse-jo. Debemos meditar en esas promesas y desarrollar fe yconfianza en el Señor, pues Sus promesas son ciertas.

Por medio del rey Limhi recibimos una gran promesade fortaleza: “…si os tornáis al Señor con íntegro propó-sito de corazón, y ponéis vuestra confianza en él, y le ser-vís con toda la diligencia del alma, si hacéis esto, él, deacuerdo con su propia voluntad y deseo, os librará delcautiverio” (Mosíah 7:33).

El Salvador nos concede otras promesas maravillosasque debieran fortalecernos en nuestras dificultades:

“Sed de buen ánimo, pues, y no temáis, porque yo, elSeñor, estoy con vosotros y os ampararé” (D. y C. 68:6).

“Y si vosotros sois humildes y fieles, e invocáis minombre, he aquí, os daré la victoria.

“Os hago la promesa de que por esta vez seréis libra-dos de vuestra mansedumbre” (D. y C. 104:82–83).

El Señor ha revelado otros principios poderosos quenos permiten obtener fortaleza interior y, si los aplicamos,seremos bendecidos con poder y tranquilidad.

Aceptemos la plena responsabilidad por nuestras eleccio-nes. El admitir y aceptar la responsabilidad por nuestrasdecisiones y sus consecuencias es un paso crítico y pri-mario en el proceso que nos lleva a cambiar. El Señor ex-plicó que “porque has visto tu debilidad, serásfortalecido” (Éter 12:37; véase también D. y C. 135:5).En el gran plan, el Señor decretó “que todo hombreobre… de acuerdo con el albedrío moral que yo le he

M A R Z O

dado, para que todo hombre responda por sus propios pe-cados en el día del juicio” (D. y C. 101:78).

Si culpamos de nuestras acciones a otras personas o a lascircunstancias en las que nos hallamos, nunca podremosrecibir la fortaleza para cambiar. Algunas personas tiendena justificar su comportamiento o a inventar excusas; esosmétodos son elementos de engaño que se emplean con elpropósito de aliviar la culpa y de librarse provisionalmentede los sentimientos de fracaso que vienen por no haber to-mado decisiones correctas, lo que debilita nuestro caráctery prolonga nuestro sufrimiento y tensión.

Cultivemos la fe. La fe nos facilita el poder para hacerlos cambios necesarios en la vida (véase 2 Nefi 1:10). Sino tenemos la fe suficiente, no podemos cambiar ni sersanados de nuestras dolencias (véase 3 Nefi 17:8).Nuestras debilidades jamás podrán tornarse en fortalezassin una fe plena, ya que hace falta tener fe para recibirrespuestas a nuestras oraciones (véase D. y C. 10:47).Moroni enseñó: “He aquí, os digo que quien crea enCristo, sin dudar nada, cuanto pida al Padre en el nom-bre de Cristo, le será concedido” (Mormón 9:21).

Jamás debemos subestimar el poder del Señor, ni si-quiera cuando nos sintamos impotentes. Nefi nos recuer-da el poder infinito del Señor con estas palabras: “Sí, y¿cómo es que habéis olvidado que el Señor tiene poder dehacer todas las cosas según su voluntad, para los hijos delos hombres, si es que ejercen la fe en él? Por tanto, seá-mosle fieles” (1 Nefi 7:12).

Él verdaderamente es un Dios de milagros (véase 2Nefi 27:23). Moroni nos advierte: “Porque si no hay feentre los hijos de los hombres, Dios no puede hacer nin-gún milagro entre ellos” (Éter 12:12). El Señor nos ad-vierte en cuanto a la fe: “Recuerda que sin fe no puedeshacer nada” (D. y C. 8:10).

Cultivemos deseos correctos. Nuestra motivación paracambiar procede de los deseos de nuestro corazón, perosin un deseo profundo y divino de arrepentirnos, nohabrá cambio alguno. Alma enseñó este poderoso princi-pio cuando dijo: “…sé que él concede a los hombressegún lo que deseen” (Alma 29:4).

Profundicemos nuestra dedicación. Sin dedicación, nues-tros deseos tienden a disminuir y extinguirse. La dedicación

D E 2 0 0 2

33

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nos da fuerza y poder para hacer los cambios apropiadosque deseemos. Esa dedicación debiera ser como la quesintió Nefi, que cuando se le dio una asignación difícil,puso todo su empeño en cumplirla con éxito, tal como lohubiera hecho Cristo “…Iré y haré lo que el Señor hamandado, porque sé que él nunca da mandamientos a loshijos de los hombres sin prepararles la vía para que cum-plan lo que les he mandado” (1 Nefi 3:7; véase también1 Nefi 3:15).

Ayunemos y oremos. El Señor ha mandado que debe-mos “perseverar en la oración y el ayuno desde ahora en adelante” (D. y C. 88:76). Se recibe gran poder al ayu-nar y orar respecto a nuestras dificultades y bienestar espiritual.

Cuando ayunemos, debemos hacerlo con un fin, conoración y “con la mira puesta únicamente en la gloria deDios” (D. y C. 4:5). Debemos esforzarnos por lograr elautodominio, tener pensamientos puros y meditar encosas espirituales. Durante nuestro ayuno, podemos reci-bir fortaleza mediante el estudio de las Escrituras; debe-mos dar oído a las indicaciones del Espíritu en nuestrabúsqueda de soluciones.

Por medio de la oración debemos pedir al Señor quenos fortalezca y nos libre del cautiverio de nuestro com-portamiento (véase Alma 58:10; Jacob 3:1). Debemosorar pidiendo fortaleza para resistir las tentaciones. ElSeñor nos advierte y aconseja: “Ora siempre, para que noentres en tentación y pierdas tu galardón” (D. y C. 31:12;véase también D. y C. 61:39; 10:5). Debemos orar pararecibir el perdón y para expresar nuestro amor y gratituda nuestro Padre Celestial.

Como consecuencia de nuestro arrepentimiento,nuestras oraciones y nuestros ayunos sinceros, recibire-mos el perdón. Podemos percibir los frutos del Espíritu enforma de gozo (véase D. y C. 59:13); podemos ser santi-ficados (véase Helamán 3:35) y heredar la vida eterna(véase Omni 1:26).

El ayuno y la oración nos ayudan a controlar nuestrospensamientos, sentimientos, pasiones y apetitos, pudien-do sujetar éstos y el cuerpo a nuestro espíritu.Experimentaremos mayor espiritualidad, fortaleza, poder,humildad y un testimonio más fuerte. Seremos capaces

L I A

de recibir respuestas a nuestras oraciones y de disfrutarde sentimientos de paz y de consuelo. Disfrutaremos dela compañía del Espíritu, sentiremos más amor y losmalos sentimientos desaparecerán de nuestra alma.Tendremos mayor poder para resistir la tentación y supe-rar nuestras debilidades. Nos veremos libres de la preo-cupación desmedida y también se incrementarán nuestrafe y nuestra esperanza. Los sentimientos de duda y de de-sánimo se disiparán.

Recordemos las bendiciones del sacerdocio. Cuando pase-mos por dificultades, podemos solicitar una bendición delsacerdocio. Para que ésta sea eficaz, debemos ser humil-des y dispuestos a aprender, debemos estar dispuestos asometer nuestra voluntad a la del Señor tal y como se noscomunique en la bendición, la cual puede ser una granfuente de consejo del Señor. Nuestra mente puede verseiluminada y estimulados nuestro entendimiento y nues-tra comprensión. Él nos ha dado una poderosa promesaen cuanto a lo que diga el poseedor del sacerdocio quepronuncie la bendición: “Y lo que hablen cuando seaninspirados por el Espíritu Santo… será la voluntad delSeñor, será la intención del Señor, será la palabra delSeñor, será la voz del Señor y el poder de Dios para sal-vación” (D. y C. 68:4).

Debemos tener fe plena y completa confianza en elconsejo que recibamos. Debemos tener el valor de obe-decerlo, ya que, al hacerlo, recibiremos poder adicionalpara salir vencedores en nuestras dificultades.

Meditemos en nuestra bendición patriarcal. Nuestra bendi-ción patriarcal es otra fuente de gran fortaleza en medio delas pruebas. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994)dijo del Salvador: “Él sabe de antemano todos los movi-mientos y estrategias que el enemigo utilizará en contra denosotros… conoce nuestras debilidades y nuestros puntosfuertes. Por consiguiente, si estudiamos cuidadosamente ycon espíritu de oración nuestra bendición patriarcal, po-dremos obtener revelación personal para descubrir cuálesson algunos de esos puntos fuertes que poseemos” (TheTeachings of Ezra Taft Benson, 1988, pág. 214).

El presidente James E. Faust, cuando era miembro delQuórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Nuestras bendi-ciones patriarcales… pueden darnos ánimo en momentos

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Tal como sucedió con las

personas a quienes el

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de desaliento, fortalecernos cuando sentimos temor, con-solarnos durante las horas de tristeza, darnos valor connuestros momentos de angustia y alentarnos cuando esta-mos espiritualmente débiles” (“Bendiciones patriarcales”,Liahona, junio de 1983, pág. 33).

CONSEJO FINAL

Si nuestras dificultades tienen que ver con el pecado,debemos meditar en la apasionada súplica de Alma:

“Y ahora bien, hermanos míos, deseo desde lomás íntimo de mi corazón, sí, con gran angus-tia, aun hasta el dolor, que escuchéis mis pa-labras, y desechéis vuestros pecados, y nodemoréis el día de vuestro arrepentimiento;

“sino que os humilléis ante el Señor, e in-voquéis su santo nombre, y veléis y oréis ince-santemente, para que no seáis tentados más delo que podáis resistir, y así seáis guiados por elSanto Espíritu, volviéndoos humildes, mansos,sumisos, pacientes, llenos de amor y de toda lon-ganimidad;

“teniendo fe en el Señor; teniendo la espe-ranza de que recibiréis la vida eterna; siempreteniendo el amor de Dios en vuestros cora-zones para que en el postrer día seáis enal-tecidos y entréis en su reposo” (Alma13:27–29).

Las palabras del Salvador son un consejo apropiadosobre las dificultades que no son fruto del pecado:“Escudriñad diligentemente, orad siempre, sed creyentes,y todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, siandáis en la rectitud y recordáis el convenio que habéishecho el uno con el otro” (D. y C. 90:24).

Todos los consejos que se hallan en las Escrituras yen las palabras de las Autoridades Generales son pala-

bras de esperanza que reflejan el amor queel Salvador tiene por nosotros así como

Su deseo de que tengamos éxito. Nohay ningún otro modo de recibir

fortaleza en los momentos de necesidad, y si seguimos Suconsejo, hallaremos fortaleza

infinita en medio de nues-tras dificultades. �

Salvador bendijo en la

antigüedad, hoy pode-

mos solicitar una bendi-

ción del sacerdocio, la

cual puede ser una gran

fuente de consejo del

Señor.

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VOCES DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS

“PREPARADOS PARARECIBIR LA GLORIA”

Vivir no siempre es fácil…”,

explica el élder L. Lionel

Kendrick, de los Setenta.

“En el proceso de vivir, haremos

frente a dificultades, muchas de las

cuales nos harán sufrir y padecer

dolor” (véase la página 28 de este ejem-

plar). ❦ ¿Por qué tiene que ser así? “Es

preciso que los de mi pueblo sean probados en todas

las cosas”, dice el Señor, “a fin de que estén prepa-

rados para recibir la gloria que tengo para ellos”

(D. y C. 136:31). Sin las pruebas no podemos

. . . . . . . . . . . . . . . .

El podepor Maribel

L I A

prepararnos para las grandes bendi-

ciones que el Señor desea darnos.

“Las dificultades”, prosigue el élder

Kendrick, “forman parte del sagra-

do proceso de santificación. No

existen medios fáciles ni indolentes

de santificarnos hasta el grado de que

estemos preparados para vivir en la presen-

cia del Salvador”. ❦ Los relatos siguientes de-

muestran cómo algunas personas han soportado y

vencido las dificultades, y se han vuelto más fuertes

y santificadas como resultado de la contienda.

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L.r de la feHerrera Chacón

Los médicos la examinaron y luego

nuestro pediatra dijo: “Se encuen-

tra bien. No le pasa nada malo”.

Hace tiempo, a mi hija, que sólotenía siete años, le salió una

protuberancia en la parte delanteradel cuello. El pediatra que atendía aJeannette me explicó que tenía unbocio que crecía tanto por dentrocomo por fuera y que era bastanteserio. La envió al hospital para realizaralgunas pruebas y dijo que, con todaprobabilidad, tendría que ser operada.

Inmediatamente la familia comen-zó a orar y a ayunar por su recupera-

ción. Oramos por que todo salierabien. Jeannette tenía mucha fe y solíadecir: “Mamá, sé que Dios va a curar-me y que no tendrán que operarme”.

Pasaron los días y llegó el momen-to de llevarla al hospital infantil deSan José, capital de Costa Rica.Antes de ir, mi esposo y mis dos her-manos le dieron una bendición delsacerdocio, durante la cual Jeannettesintió que se estaba produciendo ungran milagro en su interior, pues

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36

percibió cómo una mano pasabadulce y suavemente por su garganta.“Mamá”, dijo más tarde, “sé queestoy bien. No van a internarme enel hospital ni a operarme”.

Mientras aguardábamos en la salade espera del hospital, le preguntécómo se sentía.

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“Bien”, me dijo, y una vez másañadió que no le pasaba nada malo.

Mi esposo y yo oramos constan-temente e intentamos ejercer la fepara que todo saliera bien.Entendíamos que podía ser la vo-luntad del Señor que Jeannette nose curara; así que oramos para tenerel valor y la fe de aceptar tambiénesa respuesta.

Finalmente, el médico llamó a mihija a su despacho y comenzó a aus-cultarla; entonces, muy sorprendido,dijo: “Lo siento, pero deberán aguar-dar un momento. Tengo algunasdudas que necesito consultar con al-gunos de mis colegas”.

Salió y regresó con cinco pedia-tras más. Yo estaba tan nerviosa quetemblaba, pero mi hija se encontrabafeliz y tranquila. Los médicos la exa-minaron y luego nuestro pediatradijo: “Se encuentra bien. No le pasanada malo. No sé qué ha ocurrido,pero está bien. Váyanse a casa y nose preocupen por ella”.

Ahora mi hija tiene 14 años, gozade buena salud, es activa y tiene unfuerte testimonio. Mi propio testimo-nio se ha visto fortalecido gracias asu ejemplo. Estamos agradecidosporque nuestro Padre Celestial escu-chó y contestó nuestras oraciones; yaunque los médicos parecieran con-fusos con lo ocurrido, entendemos loque sucedió y sentimos gratitud porlas bendiciones de salud del Señor ennuestra vida. �

Maribel Herrera Chacón es miembro de

la Rama San Carlos, Distrito Naranjo,

Costa Rica.

“¿

El equipo de remopor Humberto Eiti Kawai

Y qué pasa con nuestro equipo deremo? ¿Ya no existe?”, dijo apasio-

nadamente el alumno de últimocurso mientras extendía esa pregun-ta, obviamente retórica, a los estu-diantes de primer año. “¡Imposible!¡Es una tradición!”.

Yo era uno de esos alumnos nue-vos de la facultad de medicina de laUniversidad de São Paulo, universi-dad que había cobrado fama por susvictorias en las competiciones deremo. Los miembros del equipo habí-an pedido a nuestro profesor unosminutos para reclutar candidatos,pues íbamos a reemplazar a los que sehabían graduado.

Como resultado de la arenga,unos treinta decidimos probar suer-te, aunque ninguno tenía experien-cia en remo. Todos estábamos enpésima condición física, como nosrecordaba constantemente nuestroentrenador, que había estado en elejército y no hacía esfuerzo algunopor esconder su enfado por nuestramala forma. También sabía muchoschistes sobre la ironía del pobretono muscular de los estudiantes demedicina.

Los entrenamientos eran agota-dores. Comenzaban a las 5 de la ma-ñana, seis días por semana. Teníamosque poner el despertador a las 4:15para poder tomar el autobús que nosllevaría al lugar, aunque los menosdisciplinados no tardaron mucho endejar de asistir a esos tempranos en-trenamientos. Los que sí íbamos

L I A H O N A

38

descubrimos que el entrenador dedi-caba toda su atención a los veteranosdel equipo, mientras que a los nue-vos nos mandaba correr alrededordel campus.

El campus de la Universidad deSão Paulo abarca una gran zona, porlo que corríamos cerca de 10 kilóme-tros, distancia que requería gran es-fuerzo para hombres en nuestroestado físico. Al acabar, estábamosexhaustos y el entrenador nos orde-naba ir a las duchas sin ningún co-mentario más.

La rutina se extendió por variassemanas, aunque con el tiempo algu-nos alumnos ingeniosos descubrieronque podían acortar la caminata to-mando un atajo. En vez de recorrertodo el perímetro del campus, se me-tían por el bosque, y claro, se creíanmuy listos porque llegaban antes alas duchas. Hasta le dieron un nom-bre al atajo: el retorno fácil.

Tiempo después, el entrenadoranunció que estaba listo para dar aconocer los nombres de los que seunirían al equipo oficial. Para sorpre-sa de ellos, no seleccionó a ningunode los que tomaban el retorno fácil.Todavía no sé cómo se enteró.

Nuestra vida es como una carre-ra, la cual en ocasiones puede serdifícil, pero tenemos un Entrenadorque nos conoce bien y que nos haprometido: “El que sea fiel y perse-vere, vencerá al mundo” (D. y C.63:47). Es posible que parezca quealgunas personas se beneficien alquebrantar las reglas, pero en reali-dad, ningún esfuerzo que se haga

Page 41: Liahona Marzo 2002

Los entrenamientos

eran agotadores y al-

gunos alumnos inge-

niosos descubrieron

que podían acortar la

caminata tomando un

atajo. Hasta le dieron

un nombre: el retorno

fácil.

para guardar los mandamientosquedará sin recompensa.

Siempre me siento agradecidocuando pienso en el equipo de remo.Aún conservo la medalla de oro querecibimos por nuestras victorias.Pero lo más importante es que toda-vía tengo la determinación que ad-quirí en aquella época de jamástomar el retorno fácil. �

Humberto Eiti Kawai es miembro del

Barrio Vila Mariana, Estaca Ipiranga, São

Paulo, Brasil.

Mi largo ascenso a casapor Mavis Grace Jones

Me uní a la Iglesia enInglaterra en 1965, pero la

reacción hostil de mi padre y otraspresiones terminaron por conducir-me a la inactividad.

Aquellos fueron días dolorosos ytristes. Por fuera parecía fácil perma-necer apartada del camino, y supon-go que empecé a desobedecer laPalabra de Sabiduría para hacerme

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creer que no me importaba. Pero ter-miné por convencerme de que miPadre Celestial ya no me amaba ni sepreocupaba por mí, y me sentía to-talmente rechazada y sola.

Los miembros aún me visitabande vez en cuando, pero no resultómuy útil. Sentía resentimiento haciaellos y a la vez les envidiaba.

Pero una noche, un par de misio-neras mayores pasaron por la casa.Yo estaba dispuesta a hacerles pasarun mal rato para que no volvieran

Page 42: Liahona Marzo 2002

Hallé que el ascenso era compara-

ble a las pruebas de mi vida. Pero

una segunda vez, pero algo dentro demí me atraía hacia ellas. Habían idocomo amigas y no a predicarme ni ahacerme sentir culpable.

Regresaron una y otra vez paratrabajar en mi jardín, para quitar lapintura de una vieja cómoda y ayu-dar a restaurarla, pero más que nadapara ser amigas mías. Empecé a per-cibir el amor del Salvador por mediode ellas mientras llenaban mi hogarcon su clara dicha por vivir elEvangelio. Se ganaron mi confianza,algo que a mí me costaba otorgar.

Con demasiada rapidez terminó suservicio misional y regresaron a suscasas. Con el tiempo las visité en los

Estados Unidos. Sin embargo,como mi corazón todavía se

mostraba rebelde con laIglesia, no asistí a las reu-niones durante el viaje.De hecho, disfruté

como alargué el paso, al mirar

desde lo alto me sentí eufórica.

mucho tomar café delante de mis dosamigas, intentando mostrarles portodos los medios que era una “intoca-ble”; pero pronto descubrí que estabamuy lejos de serlo.

El sábado anterior a la Pascua, vi-sitamos un parque conmemorativoen Glendale, California, y me impre-sionaron sobremanera los cuadros y las otras obras de arte sobre el Salvador. Parecía como si laExpiación se estuviera convirtiendoen algo real. Una semana más tardeme hallaba en el sur de Utah, el do-mingo de la conferencia general.Durante un momento que quedé asolas, encendí el televisor y oí un dis-curso del presidente Thomas S.Monson, Primer Consejero de laPrimera Presidencia. Al escuchar aese gran hombre, no pude contenerlas lágrimas de culpa y vergüenza.

Aquella tarde subí a uno de lospuntos de observación del parquenacional que estaba visitando y,

mientras caminaba, intenté ver mivida objetivamente. Hallé que el as-censo, que en ocasiones resultaba di-fícil y extenuante, se comparaba a laspruebas de mi vida. Pero como alar-gué el paso y llegué al final de la su-bida, pude contemplar la belleza dela creación y sentirme eufórica.

El espíritu de rebelión no habíadesaparecido por completo de mi co-razón, pero empezaba a sentir cómose derretía la hostilidad. Comencé atener sentimientos de amor, algonuevo, hermoso y extraño en mí.También comencé a saber que podíaser amada; supe que debía cambiarmi vida y arrepentirme de verdad.

Cuando volví a casa, me sentíamuy diferente en mi interior. Estabaempezando a sentir esperanza y

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aprendiendo a orar en busca de guíay perdón. El verdadero arrepenti-miento no tuvo lugar de la noche a lamañana, sino que pasaron muchosmeses antes de que sintiera quehabía sido perdonada. Tomé la deci-sión de volver a asistir a la Iglesia,aunque al hacerlo, lo que más mecostaba era encontrar el valor parallegar hasta la puerta y entrar.

Me maravillo al pensar en el sig-nificado de la expiación delSalvador: “Cuán asombroso es quepor amarme así muriera Él por mí”(“Asombro me da”, Himnos, N° 118).También es asombroso el que dos mi-sioneras llegaran a mi vida en esemomento y compartieran conmigosu amor y ejemplo. No cabía en míde gozo cuando finalmente fui altemplo para recibir mi investiduraacompañada de una de ellas.

Después de años de andar vagan-do, por fin había llegado a casa. �

Mavis Grace Jones es miembro del Barrio

Bristol 1, Estaca Bristol, Inglaterra.

“¡Los encontré!”por Madeleine Kurtz

Mientras servíamos como mi-sioneros regulares en

Filipinas, mi esposo, Robert, y yo via-jamos a Cagayán de Oro para esta-blecer un Centro de HistoriaFamiliar en la Estaca Cagayán deOro Este y llevar a cabo algo de capacitación. También invitamos aunos miembros del Distrito Malay-balay para que nos acompañaran.Sólo a los ciudadanos filipinos se les permite ir a ciertas regiones y

q

peMdelmsrmoeN

Malaybalay era un lugar al que noso-tros no podíamos ir. Durante casi unaño, el Distrito Malaybalay había te-nido el equipo para un Centro deHistoria Familiar, así que todo lo quehacía falta era un poco de capacita-ción para ponerlo en marcha.

Nos pusimos en contacto con elpresidente del Distrito Malaybalay,Leandro Miole, y le pedimos si él ylos santos de Malaybalay podían ir alcentro de estaca de la EstacaCagayán de Oro para tomar parte ennuestro seminario. El presidenteMiole dijo que con mucho gustoirían, aunque ello supusiera manejardurante más de dos horas por carre-teras montañosas. Mi esposo escribióuna carta al presidente Miole paraconfirmarle la fecha, el lugar y lahora de la capacitación.

El día del seminario, mientras yoestaba con mi parte de la capacita-ción, entró un hombre que comenzó ahablar con mi esposo. El hombre sacóuna carta del bolsillo y la abrió paraque mi marido la leyera. Era evidenteue la conversación era muy seria.

Al final de la capacitación, mi es-oso me informó que el hombre eral presidente Miole, del Distritoalaybalay, y que él y diez miembros

e su distrito llevaban esperando enl centro de estaca desde las ocho dea mañana. El presidente Miole había

ostrado a mi esposo la carta dondee le comunicaban los detalles de laeunión, pero para bochorno de miarido, se dio cuenta de que había

lvidado especificar que el lugar seríal centro de estaca de la Estaca Este.os sentimos muy mal por el hecho

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de que esos fieles santos hubieran es-perado durante horas una capacita-ción que nunca llegó, y de buenagana accedimos a desplazarnos hastael centro de estaca de la EstacaCagayán de Oro Oeste para efectuarla capacitación.

Los santos se pusieron felices nadamás al vernos llegar. Comenzamoscon una oración y un himno, y luegodimos paso a la capacitación.

Al comenzar la demostración decómo utilizar el lector de microflmes,me di cuenta de que se había queda-do un filme en la máquina, así que envez de emplear el rollo que yo habíallevado, usé el que ya estaba en lamáquina. Cuando mi esposo avanzóel rollo y yo mostré dónde buscar losnombres en el filme, oí que alguiensollozaba. Levanté la vista y vi que elpresidente Miole estaba llorando. Enseguida le pregunté si había dichoalgo que le hubiera molestado.

Entre lágrimas dijo apaciblemen-te: “¡Los encontré!”. Señalando losnombres de la pantalla, nos dijo quehabía orado y buscado para encon-trar esos nombres, los nombres desus antepasados, durante más detres años; y ahora, allí estaban, enun lector de microfilmes que nodebía haberse utilizado y en unlugar en el que no tendría por quéhaber estado.

Aquel día todos recordamos que“por medio de cosas pequeñas y sen-cillas se realizan grandes cosas”(Alma 37:6). �

Madeleine Kurtz es miembro del Barrio

Fort Macleod 2, Estaca Fort Macleod,

Alberta, Canadá.

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LÍNEA SOBRE LÍNEA

Fe en JESUCRISTO

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Venimos a esta vida terrenalpara cumplir con variospropósitos, entre los que

destacan el obtener un cuerpo físicoy el aceptar a Jesucristo y seguirlo pormedio de la fe. Toda persona quenace en esta vida recibe un cuerpo,pero, lamentablemente, no todosaceptan al Señor Jesucristo ni lo si-guen por medio de la fe. El desarro-llar la fe necesaria depende denosotros. Algunos pueden pensar: Yocreo que Jesucristo es el Salvador, perono estoy seguro de entender lo que sig-nifica tener fe en Él.

El apóstol Pablo enseñó: “Es,pues, la fe la certeza de lo que se es-pera, la convicción de lo que no seve” (Hebreos 11:1). Quizás una his-toria verídica ayude a aclarar esta definición.

Hace varios años, una jovenmadre tuvo varios problemas al ini-cio de su embarazo. Por temor aperder el bebé, pidió a su esposoque le diera una bendición del sa-cerdocio. El marido sabía que debíaexpresar los deseos del Señor en labendición y no los suyos, así que searrodilló en ferviente oración paraconocer Su voluntad. Después deun tiempo, ese joven marido recibió

la clara certeza espiritual de que elbebé viviría.

Se dio la bendición, pero los pro-blemas del embarazo no desaparecie-ron. De hecho, el bebé nació tresmeses antes de lo previsto. La prime-ra noche de vida del bebé, mientraslos médicos profesionales hacían re-petidos pero aparentemente vanosintentos de hacer pasar oxígeno delos pulmones sin desarrollar del niñoal flujo sanguíneo, el joven padre ob-servaba y meditaba en la certeza es-piritual que había recibido conanterioridad. Volvió a orar y recibióotra clara impresión de que el bebéviviría. Aun cuando el médico le co-municó que no había muchas espe-ranzas, el padre se dijo a sí mismo:“Yo sé lo que el Espíritu me ha dicho.Confiaré en el Señor”.

Poco después, los médicos apli-caron un procedimiento que consi-deraron como la última esperanza y,cuando funcionó, el padre no pare-ció sorprendido. Pasaron muchosmeses difíciles y los profesionales dela medicina solían ser pesimistassobre las oportunidades que el bebétenía de estar sano y de llevar unavida normal. Pero en la actualidades un chico sano y activo de 12

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años que acaba de ser ordenadodiácono.

El joven padre tenía fe en que suhijo se pondría bien porque habíarecibido la confirmación divina deque así sería. No podía escudriñarel futuro y ver a un joven sano de12 años repartiendo la Santa Cena,pero sabía lo que le había dicho el Espíritu y ésa era suficiente evidencia.

Cuando obramos según esas con-firmaciones del Señor, estamos ejer-ciendo fe y, a cambio, nuestra fe sefortalece. Entonces podemos recibircertezas aún mayores del Señor yejercer una fe todavía mayor en Él.Jacob explicó que debido a que él yotros profetas de Dios antes que élrecibieron “muchas revelaciones y elespíritu de profecía”, su fe se volvió“inquebrantable, al grado de queverdaderamente [podían] mandar enel nombre de Jesús, y los árboles mis-mos [les obedecían], o los montes, olas olas del mar” (Jacob 4:6).

El principio es el mismo para no-sotros. Cuando recibimos manda-mientos o consejo del Señor a travésde Su profeta, los líderes locales de laIglesia o nuestros padres, podemosobtener un testimonio mediante el

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Espíritu Santo de que esa instrucciónen verdad procede del Señor.Entonces, si obramos con fe basán-donos en esa certeza, permitimos queel Señor nos bendiga a nosotros y aotras personas.

Tal vez nuestro Padre Celestial nonos pida mover montañas, pero po-dría preguntarnos:

“¿Tienes fe suficiente para recibirrespuestas a tus oraciones?

“¿Tienes fe suficiente para pagarel diezmo?

“¿Tienes fe suficiente para salirúnicamente con aquellas personasque te pueden llevar al templo, con-fiando en que yo te proporcionaré al-guien con quien puedas comenzaruna familia eterna?”.

Pero quizás las preguntas más im-portantes que nos haga tengan quever con nuestra disposición paraaceptar al Señor Jesucristo en nues-tra vida y permitir que efectúe uncambio en nosotros:

“¿Tienes fe suficiente en el Señorpara suplicarle que te perdone tuspecados y se efectúe un cambio en tucorazón?

“¿Tienes fe suficiente para guar-dar los mandamientos y obrar comote he pedido?”. �

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El paso siguientepor Jane Forsgren

Tal vez haya que tener ruedas para hacerlo, pero David Eves avanza para hacer realidad sus sueños, que incluyen el servir en una misión.

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El paso siguiente

Cuando él y sus amigos maneja-ban un vehículo recreativo en elsur de Utah el 20 de septiembre

de 1997, David Eves descubrió quela vida puede cambiar súbitamente.

“Le pegamos a un bache y perdi-mos el control”, explica David.“Recuerdo que salí disparado por elaire y al despertar tenía un dolor in-soportable. Cuando vi que mis ami-gos me observaban y les dije que nopodía sentir las piernas, supe quenunca volvería a ser el mismo”.

David fue transportado por aviónal hospital de Salt Lake City, dondese le intervino por el espacio de ochohoras. Luego pasó los siguientes tresmeses luchando por su vida.

David, miembro del Barrio LaVerkin 2, Estaca La Verkin, Utah,había sido una estrella deportiva,pero ahora tenía que enfrentarse anuevos retos. No podía retener losalimentos ni hablar y se encontrabaen un dolor terrible; en dos meses, supeso había bajado de 78 a 45 kilos.

Los días y las noches eran largos ydifíciles de soportar. “Quería dejar detomar los calmantes, pero el dolorera insoportable”, recuerda David.“Le pedía a mi padre que me leyeradel Libro de Mormón y, al hacerlo,ocurrió un milagro. El espíritu dellibro me dio tanta paz que pude des-cansar”.

Pero David no mejoraba. Jill Evesse alarmó por la seria pérdida de pesode su hijo y oró en busca de inspira-ción, y recibió la impresión de llamara un especialista. El nuevo médicoreparó una perforación en el esófagode David, quien regresó a casa delhospital dos semanas después.

El padre de David, Raymond, lehabía enseñado dos secretos impor-

tantes para alcanzar sus metas: en-tregarse por completo y nunca darsepor vencido. David estaba acostum-brado a entregarse por completo, asíque no era de extrañar que regresaraa la escuela el lunes siguiente a su sa-lida del hospital.

“Tenía el cuerpo enyesado y uncollarín”, dice David. “Tenía fe abso-luta en que mejoraría, pero prontome di cuenta de que no era como losotros 800 chicos de mi escuela.Después de una dura primera sema-na, sabía que podría hacer cualquiercosa que me propusiera; tan sólo

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debía encontrar una forma diferentede hacerlo”.

Pocos meses después, su hermanole sugirió que se presentara comocandidato a presidente del cuerpoestudiantil, y una vez más David seentregó por completo y pasó de seruna estrella deportiva a líder estu-diantil. “Aquel año fue fantástico”,dice. “Fue la preparación perfectapara mi misión”.

David se esforzó mucho con la te-rapia física porque había tomado ladeterminación de servir en una mi-sión, aunque algunos de sus amigosdijeron que no hacía falta que lo hi-ciera ya que estaba en una silla deruedas; sin embargo, David no esta-ba de acuerdo. “Sabía que el Señorquería que sirviera”, dice, “así quedecidí hacer todo lo que estuviera ami alcance por lograrlo”.

Al poco tiempo ya podía bañarse yvestirse por sí mismo, manejar suauto y llevar la silla de ruedas a casicualquier parte. De hecho, despuésde que su médico dijera que era im-posible, David incluso aprendió a po-nerse una especie de ortopedia ycaminar con muletas gracias a que sevalía de los hombros para empujar elcuerpo hacia delante. Para alguiensin sentido del equilibrio ni capaci-dad para percibir el suelo bajo suspies, ése fue un hecho increíble.

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Después de una larga

temporada en el hospi-

tal (izquierda), David

Eves descubrió que

puede hacer cualquier

cosa que se precise con

un poco de ayuda de

sus más grandes

apoyos: su madre

(derecha) y su padre

(arriba).

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El élder Eves pasaba las mañanas en las Industrias Deseret

capacitando a los aprendices que se empeñaban en adquirir y

mejorar sus destrezas laborales.

Alternativas para una misión regular

Después de graduarse de la secun-daria, David no veía la hora de cum-plir los 19 años para enviar lospapeles de la misión, a los que su mé-dico adjuntó una nota que confirma-ba su total independencia.

Pero no iba a ser así. En vez de unllamamiento, una carta informó aDavid que no podía servir en una mi-sión regular de proselitismo.

“Me dejó destrozado”, dice. “Mehabía esforzado tanto y de repentetodo desapareció en cuestión de se-gundos”. Pero David no se dio porvencido. En una entrevista en lasOficinas Generales de la Iglesia, se leaseguró que había una misión para él.

Una semana más tarde se le llamóa servir como misionero de bienestaren las Industrias Deseret de St.George, Utah, mientras vivía en casade sus padres. David no estaba prepa-rado para ese llamamiento. “Para sersincero, volví a desanimarme”, dice.Pero recordó la letra de una canciónde la Primaria: “Iré y haré” (“El valorde Nefi”, Canciones para los niños,págs. 64–65). Se dio cuenta de que elSeñor quería que sirviera en lasIndustrias Deseret, una tienda de laIglesia que vende artículos de segundamano y brinda un servicio de prepara-ción laboral. En las Industrias Deseret,David iba a ayudar a personas que es-taban trabajando para adquirir o me-jorar sus destrezas laborales.

“Al pensar ahora en ello me doycuenta de lo necio que fui. No teníani idea de la bendición que iba a re-presentar esta misión”, dice David.

No sólo David ha sido bendecido,sino que su sentido del humor y su

Si eres un joven o una jovencita que no puede servir en una mi-sión regular de proselitismo por razones médicas, y eres capaz devalerte por ti mismo, podrías tener la oportunidad de servir en

una misión de servicio de la Iglesia mientras vives en casa.■ Con el permiso de tus padres, habla con tu obispo o presidente

de rama sobre tu deseo de realizar una misión de servicio en laIglesia.

■ Si tu obispo o presidente de rama piensa que ese tipo de misiónresulta apropiado para ti, él puede buscar oportunidades para que uti-lices ciertas destrezas específicas. Por ejemplo, podrías ser llamado aservir en un Centro de Historia Familiar local, un centro de empleo ode servicio, o un instituto de religión. Se te podría asignar ayudar enel mantenimiento de los edificios y terrenos de la Iglesia o ayudar aotros miembros que precisen algún tipo de asistencia. Se te podríaasignar que ayudes a alguien con sus tareas escolares o que enseñes aleer a una persona. También podrías servir en una organización de ser-vicio de tu comunidad.

■ Tu obispo o presidente de rama, después de consultar contigo ycon tus padres, determinará la duración de tu misión de servicio en laIglesia.

■ Tu presidente de estaca o de distrito te extenderá tu llamamien-to y tu relevo, y te ayudará a determinar qué reglas de una misión re-gular se aplican a ti.

■ Debes estar en contacto regular con tus líderes del sacerdocio.Debería haber un contacto frecuente entre tus líderes del sacerdocioy las personas que supervisan tu trabajo.

■ Si resulta posible, podrías colaborar con los misioneros regulares. �

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El élder Eves pasaba las tardes

trabajando con los misioneros

regulares, y una joven le pidió

que la bautizara.

actitud positiva llegaron al alma demás de 250 personas con las que tra-bajó en los programas de autosufi-ciencia y de desempeño misional delas Industrias Deseret. “Siempre queteníamos un mal día, nos íbamos abuscar al élder Eves”, dice DebbieKelly, una aprendiz en prácticas.“Cuando veíamos lo feliz y positivoque era, a pesar de estar en una sillade ruedas, nos preguntábamos: ‘¿Dequé nos quejamos?’”.

Siendo misionero, el élder Eves sepasaba las mañanas capacitando apersonas que estaban trabajandopara recibir sus certificados de se-cundaria o diplomas equivalentes.“No habría podido aprobar los exá-menes de matemáticas sin su ayuda”,dice Brandy, una madre soltera queestá poniendo mucho empeño enmejorar sus destrezas laborales.

Pero la capacitación que dabaDavid no se limitaba únicamente alas destrezas educativas. Tambiénenseñó las charlas misionales a RitaRoberts, otra de las aprendices. “Meayudó a entender el Evangelio paso apaso”, dice Rita. “Sabía que podíacontar con él para lo que fuese. Él ysu familia me ayudaron a mudarmedos veces. Sería imposible encontrara una persona mejor que él, no sóloen la sala de clase, sino en cualquierparte. Es único”.

Aparte de capacitar a los miem-bros de la plantilla, David fue res-ponsable de muchas reunionesespirituales en las Industrias Deseret.

“Un día le tocó a él dar el mensa-je de la reunión espiritual”, dice lahermana Scott, otra misionera de

bienestar de las Industrias Deseret.“Todos estábamos allí menos él. Llegóen unos minutos, caminando con lasmuletas. No había una persona queno tuviera lágrimas en los ojos en elcuarto mientras él nos hablaba sobrevencer la adversidad y trabajar, po-niendo nuestra mano en la de Diospara alcanzar cualquier meta”.

A David le encantó servir en lasIndustrias Deseret, pero sus esfuerzosmisionales se extendieron más allá.Por las tardes acompañaba a los mi-sioneros regulares, todo lo cual resul-tó en varias conversiones, entre ellasla de una joven que le pidió que labautizara.

“Me figuré que si ella tenía la fesuficiente para pedirme que la bauti-zara, yo tenía fe para encontrar lamanera de hacerlo”, recuerda elélder Eves. Así que el 1 de enero de2000, el élder Eves entró en la pilabautismal, se sentó en la silla que uti-liza para bañarse, pronunció la ora-ción y sumergió a Robin Rasmussenen el agua. Nadie olvidará jamás elespíritu que reinó allí aquel día.

David aporta un sentimiento deesperanza y paz dondequiera que seencuentre, y su sentido del humor

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hace que los demás se tranquilicen.“Si los demás me ven bromeando, sesienten más cómodos al estar conmi-go”, explica. “Cuando ven que soyfeliz gracias al Evangelio y a mis mu-chas bendiciones, todo lo relaciona-do con la silla de ruedas desaparece yme ven como una persona más”.

El élder Eves se concentra en con-tar sus bendiciones. “La cosa que mimisión me enseñó por encima de todoes lo bendecido que soy. Cuando vi losproblemas que tienen algunas de laspersonas de las Industrias Deseret, mepregunté si podría hacer lo que ellos.Yo tengo una familia que me ama,tengo el Evangelio y he tenido la opor-tunidad de servir al Señor en una mi-sión. No podría pedir nada más”, dice.

Actualmente, David asiste a launiversidad con una beca y practicacon su bicicleta y la ortopedia.“Trabajo cada día con las ortopediaspara las piernas para mantenerlas es-tiradas, a fin de que cuando vuelva acaminar, estén listas”, dice. Y lo dicecon la misma confianza con la quecomparte su testimonio.

“Me encanta Doctrina y Con-venios 121:7–8: ‘Hijo mío, paz a tualma; tu adversidad y tus afliccionesno serán más que por un breve mo-mento; y entonces, si lo sobrellevasbien, Dios te exaltará’. Sé que JoséSmith es el profeta de la Restauracióny que Jesucristo es nuestro Salvador ynos ama a cada uno de nosotros. Enocasiones, cuando pasamos por mo-mentos difíciles, parece que estamossolos, pero en realidad no lo estamos.Él está a nuestro lado. Y sabiendo esto,todo lo demás encaja en su sitio”. �

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TEMAS DE ESTE EJEMPLAR

Activación ...............................36, A10Adversidad .....................10, 22, 28, 36Arrepentimiento ........................28, A8Curación ....................................36, 42Discapacidades .................................44Enseñanza.........................................48Espíritu Santo ..............................2, A4Estudio de las Escrituras ...................25Fe ...................................10, 28, 36, 42Historia familiar ...............................36Iglesia mundial...............................A12Integridad .........................................36Jesucristo.............................10, 22, 25,

28, 42, A7, A8, A10, A16Maestras visitantes............................25Noche de hogar ..................................7Obediencia .................................22, 26Obra misional ...................................44Orientación familiar ...........................7Perdón .....................................21, A16Perseverancia....................................36Primaria.........................................A14Profetas ..............................................8Pureza............................................A14Relaciones familiares ........................21Relatos del Nuevo

Testamento....................A7, A8, A10Revelación.............................2, 26, A4Reverencia .......................................A2

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Cómo utilizar la revista Liahona demarzo de 2002

IDEAS PARA COMENTAR

■ “Comunión con el Espíritu Santo”, página 2: Comenten las pautasque da el presidente James E. Faust para recibir revelación e inspiración.¿Cómo pueden usted y su familia beneficiarse al máximo de dichas pautas?

■ “La ley de sacrificio”, página 10: El élder M. Russell Ballard enseñaque “el grado de nuestro amor por el Señor y por nuestro prójimo sepuede medir con lo que estemos dispuestos a sacrificar por ellos”. Alpensar en los sacrificios que hacen por el Señor y por otras personas,¿qué aprenden de ustedes mismos?

■ “Quédense en el tren”, página 26: Comenten la “súplica especial ala juventud” del élder Glenn L. Pace. ¿Cómo pueden encauzar sus ener-gías hacia un camino más positivo como resultado de ese consejo?

■ “ ‘Aun como yo soy’ ”, página A16: El élder Spencer J. Condie diceque a fin de “ser más como Cristo, debemos aprender a perdonar tal

como Él lo hizo”. ¿Qué pueden hacer para de-mostrar que han perdonado a alguien que les

haya herido? ..

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Sacerdocio ........................................36Sacrificio...........................................10Templos y la obra del templo .........A14Testimonio........................................25

ILUSTRACIÓN FOTOGRÁFICA POR CRAIG DIMOND. ..

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INVITACIÓN PARA LAS MUJERES JÓVENES

En la reunión general de las Mujeres Jóvenes celebrada en marzo de2001, la hermana Margaret D. Nadauld invitó a toda mujer joven allevar a otra jovencita a la plena actividad en la Iglesia. Les invi-tamos a que compartan las experiencias que hayan tenido al cum-plir con esa invitación. Sírvanse incluir su nombre completo,edad, dirección, número de teléfono, así como el nombre del ba-rrio y de la estaca (o de la rama y del distrito) a los que perte-nezcan. Tengan a bien enviar su artículo a An Invitation toYoung Women, Liahona, Floor 24, 50 East North Temple Street,Salt Lake City, UT 84150-3223, USA; o por correo electrónico [email protected].

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AmigosPARA LOS NIÑOS DE LA IGLESIA DE JESUCRISTO DE LOS SANTOS DE LOS ÚLTIMOS DÍAS ■ MARZO DE 2002

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NOS HABLAN NUESTROS PROFETAS Y APÓSTOLES

Tomado de un discurso de la Conferencia General de octubre de

1990.

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por el élder L. Tom Perrydel Quórum de los Doce Apóstoles

Hace algunos años, tuve la oportuni-dad de viajar con el Presidente de laIglesia para asistir a varias conferen-cias de área. Nunca olvidaré el con-

traste entre dos conferencias que se realizaron conpocos días de diferencia.

La primera conferencia de área fue en un gran estadio y, desde la plataforma donde nos hallábamos,podíamos notar el constante movimiento de las perso-nas. Por todo el estadio había personas comunicándo-se en voz baja e inclinándose para hablar con losfamiliares y amigos que estaban a su lado. Para no culpar a los miembros por la falta de reverencia, laatribuimos a la clase de edificio donde nos encontrábamos.

Pocos días después asistimos a otra conferencia deárea en otro país, en un estadio similar al primero. Sinembargo, cuando entramos en el edificio, reinó un si-lencio inmediato entre la congregación. Durante las doshoras que duró la sesión, poco era el movimiento que

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se podía notar entre la gente; todos escuchaban conatención, demostrando gran respeto hacia los discursan-tes. Cuando el profeta habló, no se oía ni el vuelo deuna mosca.

Al concluir la reunión, les pregunté a los líderes delsacerdocio qué habían hecho a fin de preparar a losmiembros para la conferencia. Me contestaron quehabía sido muy sencillo; que les habían pedido a los po-seedores del sacerdocio que explicaran, tanto en sus ho-gares como en sus visitas de orientación familiar, que enla conferencia de área tendrían el privilegio de escucharlas palabras del Profeta y de los Apóstoles. Los líderesnos explicaron además que la reverencia que los miem-bros sentían hacia Dios y Sus siervos era la razón parademostrar un comportamiento reverente durante laconferencia.

La reverencia es una actitud hacia Dios y hacia SuHijo, Jesucristo; es un sentimiento personal; es algo quesentimos dentro de nuestro corazón, suceda lo que su-ceda a nuestro alrededor. �

I G O S

2

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Un susurro en mipor Willard Rosander, como se lo contó Alisa McBrideILUSTRACIONES POR MARK ROBISON.

En 1878, el presidente John Taylor llamó a los san-tos a que se establecieran en la parte sur del esta-do de Colorado, en los Estados Unidos. A

principios del siglo diecinueve, mi padre se trasladó consu familia a esa tierra desierta.

La tierra de la nueva granjaestaba llena de piedras y antesde poder ararla tuvimos quequitarlas todas. Mamá y yoechábamos las rocas pequeñas

en una carretilla, pero sólohabía una forma de retirar las rocas

grandes: volarlas con dinamita.Cuando se quitaron todas las pie-

dras pequeñas y ya hubo que empe-zar con las rocas, papá cavabatanto como podía debajo de cada

una y allí ponía la dinamita. Consumo cuidado, ponía las cargas en

los lugares exactos para que la explo-sión quebrara las peñas.

Al final todo estaba listo para que papá encendiera lamecha, mientras mamá se aseguraba de que los niñosno corrieran peligro.

¡Bum!La primera roca explotó en cientos de pedazos y le-

vantó una nube de polvo. Una vez asentado el polvo, laroca había desaparecido; todo lo que quedaba era unagujero en la tierra y muchas piedras pequeñas. Mi tra-bajo consistía en recogerlas y llenar el agujero con tierra.

Repetimos el proceso: Papá encendía la dinamita yyo limpiaba el terreno de trozos. Después de la terceraexplosión, ya estaba cansado de recoger piedras y queríahacer el trabajo “de verdad”: encender la dinamita, asíque me dirigí hacia donde estaba mi padre.

“¡Willard, vuelve!”, gritó mi madre. Yo fruncí elceño, pues con nueve años era el mayor y creía teneredad para ayudar.

Al dirigirme de nuevo a la casa, me embargó un sen-timiento de peligro. Un susurro en el corazón me adver-tía que algo iba mal.

Yo no entendía; no estaba en peligro ya que me ha-llaba lejos del lugar de la explosión. Estando seguro deque me lo había imaginado, me centré en lo que estabahaciendo papá. Quizás se diera cuenta de que yo ya eramayor y podía trabajar con él.

La sensación de que había algún peligro crecía.Recordé la promesa que mi padre me había hecho

cuando me confirmó miembro de la Iglesia: “Te bendigocon el poder de discernimiento. Escucha al Espíritu,pues te guiará y te protegerá del peligro”.

Intenté no hacer caso de la voz, pero no se callaba.No podía seguir fingiendo que no oía aquel insistentesusurro.

Te bendigo con el poder de discernimiento.Las palabras eran tan claras como cuando papá dijo

la bendición hacía más de un año. Si yo no estaba enpeligro, quizás la voz me estaba diciendo que otra perso-na lo estaba. Mamá estaba tendiendo ropa, mi hermanapequeña le tiraba de la falda. Fue entonces que me dicuenta de que no veía al pequeño Hyrum, de tres años.

“¡Hyrum!”, grité. “¡Hyrum!”. Cubriéndome los ojosdel reflejo del sol, miré el horizonte, y entonces lo vi, endirección al campo, con sus piernitas gordinflonas lle-vándole a toda prisa.

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corazón

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Corrí tras él, orando y gritando al mismo tiempo.“¡Papá!”, grité mientras agitaba las manos intentandollamar su atención.

Él estaba de espaldas y no podía ni ver ni oír mis ad-vertencias, y tampoco podía ver a Hyrum que avanzabahacia el desastre.

Alcancé a Hyrum justo en el momento de la explo-sión. Cubrí su cuerpo con el mío y le protegí lo mejorque pude, mientras los pedazos de roca caían sobre mí,golpeándome en la cabeza, la espalda y las piernas.

Hyrum comenzó a moverse. “Pesa”, dijo. “Levanta”.Me aparté, y aunque me dolía todo el cuerpo, no me

importó, sino que comencé a palpar a mi hermano.“¿Estás bien?”, le pregunté.Dio unos pasos y se levantó. Le temblaba la barbilla y

tenía los ojos llenos de lágrimas, pero no estaba herido.“Susto”, dijo.

“Yo también me asusté”, dije mientras le abrazaba.Para entonces papá ya había llegado; las lágrimas le

corrían por la cara llena de polvo y tierra. Nos rodeócon sus grandes brazos, apretándonos fuerte, y mepreguntó: “¿Cómo supiste que tu hermano estabaen peligro?”.

Vacilé un poco, sin saber cómo explicárselo.“Una voz me dijo que algo iba mal”, le dije. “Alprincipio no le presté atención, pero siguió insis-tiendo hasta que le hice caso”. Entoncesadmití la parte que más me atormen-taba. “Si hubiera escuchado la

A M

primera vez, Hyrum no se habría alejado; jamás habríaestado en peligro”.

Papá colocó la mano sobre mi hombro. “Pero sí escu-chaste, y eso es lo importante”. Respiró hondo y prosi-guió. “Willard, fuiste muy valiente”.

“Oré, papá; oré tanto que las palabras casi se meatragantaban”, le dije.

“Yo también, yo también”.Mamá y mi hermana pequeña vinieron corriendo.

Riendo y llorando a la vez, mamá nos abrazó a mí y aHyrum, y al rato todos estábamos abrazándonos y llorando.

Cuando esa noche me arrodillé al lado de la cama,tuve una sensación de paz en mi corazón. Mi oraciónfue más larga de lo acostumbrado, pues di gracias anuestro Padre Celestial por el susurro del Espíritu en micorazón. �

I G O S

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El Salvador quería enseñar a los fariseos que estabanequivocados y para ayudarles a entender por qué esta-ba con los pecadores, les contó tres parábolas (relatos).La primera trataba de una oveja que estaba perdida*.

Lucas 15:3; Enseñanzas del Profeta José Smith, págs. 339–340.

Los fariseos se consideraban hombres buenos y creíanque los hombres buenos no debían hablar conpecadores; y creían que Jesús tampoco debía hacerlo.

Lucas 15:2

RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Un día, Jesús se hallaba comiendo y hablando conunos pecadores, y unos fariseos lo vieron.

Lucas 15:1–2

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* Dos de las parábolas del Salvador se han publicado aquí.Encontrarás la tercera parábola en la sección Amigos delejemplar del mes que viene.

JESÚS RELATATRESPARÁBOLAS

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La tomó, la puso sobre los hombros y se la llevó a casa.Entonces llamó a sus amigos y vecinos para que fuerany se alegraran con él porque había encontrado la ovejaque se había perdido.

Lucas 15:5–6

El pastor dejó a las 99 y se fue a buscar a la que estabaperdida. Cuando la encontró, se puso muy contento.

Lucas 15:4–5

A M I G O S

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LA OVEJAPERDIDAPrimera parábola

RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Un pastor bueno tenía cien ovejas y una de ellas seperdió.

Lucas 15:4

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Del mismo modo que el pastor quería recuperar a laoveja perdida, Jesús quiere salvar a los pecadores.

Marcos 2:17

Jesucristo contó a los fariseos el significado del relato ydijo que los pecadores son como las ovejas perdidas yque habrá gran gozo en el cielo si se arrepiente unpecador.

Lucas 15:7

Es por eso, les dijo, que estaba hablando conpecadores.

Traducción de José Smith, Mateo 18:11; Marcos 2:17

Y del mismo modo que el pastor estaba muy contentocuando encontró a la oveja perdida, Jesús está muycontento cuando los pecadores se arrepienten.

Lucas 15:6–7

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LA MONEDAPERDIDASegunda parábola

RELATOS DEL NUEVO TESTAMENTO

Una mujer tenía diez monedas de plata; perdió una delas monedas y la buscó por toda la casa.

Lucas 15:8

Al final encontró la moneda y estaba tan contenta que llamó a sus amigos y vecinos para decírselo. También ellos sepusieron muy contentos de que hubiera encontrado la moneda perdida.

Lucas 15:9

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Los miembros de la Iglesia son como la mujer del relato, y la moneda perdida es como un miembro de la Iglesia que se ha vuelto menos activo y se halla perdido. Jesús quiere que los miembros de la Iglesia encuentren al hermano o a la hermana perdida, que se preocupen por ellos y los traigan de regreso. Cuando eso sucede, Él se pone muy contento.

James E. Talmage, Jesús el Cristo, 515–516

Los amigos y los vecinos del relato son como los ángeles de Dios. Los ángeles se ponen muy contentos cuando se en-cuentra o se cuida a un miembro perdido de la Iglesia.

Lucas 15:10

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AMIGUITOS DE TODO EL MUNDO

Aracely

Arredondo García,

de 10 años, de la

Rama Alameda,

Estaca Los Mochis,

México, fue bautiza-

da por su padre diez días después de su

octavo cumpleaños. Sabía que debía

bautizarse para seguir el ejemplo de

Jesucristo.

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Joel Cardona, de 12 años, y Alan

Cardona, de 11 años, del Barrio

Burzaco, Estaca Adrogué, Buenos Aires,

Argentina, creen que los momentos

más importantes de sus vidas fueron

sus bautismos. Ahora que han sido

bautizados y confirmados, pueden ser

guiados por el Espíritu Santo y prepa-

rarse para recibir el Sacerdocio

Aarónico.

Los niños del Barrio Los Pinos, Estaca Barquisimeto, Venezuela, demostraron su fe en

Jesucristo al trabajar duro para prepararse para su presentación en la reunión sacramental.

Como parte de su programa, hablaron sobre la fe y sus ejemplos conmovieron a todos los

que los oyeron.

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Andrés Romeu, de 8

años, del Barrio

Quilmes 1, Estaca

Quilmes, Argentina, es

un buen alumno y le

gustan las matemáti-

cas. Tiene un testimonio de la oración y

sabe que le permite hablar con nuestro

Padre Celestial.

A Mikael Peltokorpi, de 8 años, y a

Johanna Peltokorpi, de 6 años, del

Barrio Borlänge, Estaca Estocolmo,

Suecia, les gusta hacer felices a los

demás. Cuando supieron de una fami-

lia necesitada, reunieron sus perte-

nencias para dárselas.

A Javier Ibáñez,

de 8 años, del

Barrio El Dorado,

Estaca Florencio

Varela, Argentina, le

encanta cantar en

la Primaria, especialmente su canción fa-

vorita: “Soy un hijo de Dios”. Quiere ser-

vir en una misión tal como lo hizo su

hermano, quien regresó a casa hace

poco.

Las hermanas líderes de la Primaria del Barrio Lukunga, Estaca Kinshasa, República

Democrática del Congo, planearon una actividad especial para 61 niños, entre ellos

28 que no eran miembros. Durante el verano, celebraron una acampada donde los pe-

queños aprendieron los Artículos de Fe y varios otros pasajes de las Escrituras. Los niños

también prepararon y presentaron pequeñas obras y representaciones.

A los niños de la Rama Lauenburg, Estaca Hamburgo, Alemania, les gusta aprender

y representar relatos de las Escrituras y cantar acerca de ellos. Esta foto es de un día de

una actividad especial de la Primaria en el que invitaron a sus amigos que no son

miembros.

La Primaria de la Rama Sarandi del Yi, Estaca Durazno, Uruguay, tuvo una cele-

bración especial para recordar la creación de la Primaria hace más de 120 años. La

primera Primaria se reunió en Farmington, Utah, en agosto de 1878.

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“…estableced una casa, sí, una casa de oración, una

casa de ayuno, una casa de fe, una casa de instruc-

ción, una casa de gloria, una casa de orden, una casa

de Dios” (D. y C. 88:119).

UNA CASA DE DIOSpor Vicki F. Matsumori

TIEMPO PARA COMPARTIR

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.

§Antes de ir a la Iglesia, te aseas, te peinas yte pones tus mejores ropas. ¿Por qué?Porque quieres mostrar amor y respeto por

tu Padre Celestial y por Jesucristo al ser limpio y tenerun buen aspecto.

El presidente Boyd K. Packer, Presidente en Funcionesdel Quórum de los Doce Apóstoles, relató la experienciade un viaje de seis días que él y los demás miembros de latripulación de su avión hicieron durante la SegundaGuerra Mundial. Hacía calor y no pudieron bañarse nilavar sus uniformes. Cuando entraron en un restaurante,una mujer dijo: “¡Pero que hombres tan sucios!”.

El presidente Packer dijo: “Me sentí muy sucio, incó-modo y avergonzado”.

El presidente Packer se sentía incómodo porque susropas estaban sucias y él no se había aseado, pero sabeque a nuestro Padre Celestial le gusta mucho más queestemos limpios por dentro. Cuando nos arrepentimos denuestros pecados y nos bautizamos, nos volvemos lim-pios. Al guardar los mandamientos y participar de laSanta Cena, renovamos la promesa del bautismo de queseguiremos a Jesucristo. Es como si nos lavásemos denuevo. Podemos estar limpios por dentro porqueJesucristo pagó el precio por nuestros pecados.

El presidente Packer escribió:

Si tan sólo comprendiéramosLo que hemos visto y oído,Sabríamos que no hay don mayorQue ser purificados y limpios.(“Lavados y purificados”, Liahona, julio de 1997,

pág. 11).

Antes de que los miembros de la Iglesia vayan altemplo, muestran su amor y respeto por nuestro PadreCelestial y por Jesucristo por medio de su limpieza.

A M

Cuando seas lo bastante mayor, te sentirás cómodoyendo al templo si estás limpio por dentro y por fuera.

InstruccionesPega la página 15 sobre cartulina gruesa y recorta el

templo por las líneas de puntos. Dobla las lengüetas porlas líneas y pégalas al interior de los muros para formaruna caja (véase la ilustración). Recorta los ladrillos conlas referencias de las Escrituras. Hay ciertas cosas quepuedes hacer para edificar una vida digna de entrar enel templo. Cada día escoge un ladrillo, lee el pasaje ypégalo al exterior del templo.

Ideas para el Tiempo para compartir1. Relate la historia de Jesús y la purificación del templo (véase

Juan 2:14–17). Explique que el templo es una casa de Dios y quedebemos tratarlo con respeto llevando una vida semejante a la deJesucristo. Pida a los niños que aporten palabras que describancómo debemos comportarnos para seguir a Jesús y haga una listacon ellas. Túrnense para completar la frase siguiente con las pala-bras de la lista o con otras que también sean apropiadas: “Voy altemplo y seré _________”. Pida al primer niño que rellene el es-pacio con una palabra; que el segundo niño repita la frase con laprimera palabra y que luego añada otra, y así sucesivamente hastaque todos hayan tenido su turno. Canten una canción o un himnosobre seguir a Jesucristo.

2. Pida a los niños que lean Éxodo 3:1–5 y explique queMoisés fue al monte de Dios y que allí el Señor se le apareció enuna zarza ardiente. Pregúnteles qué le pasó a la zarza (lean losversículos 2–3). Pregúnteles qué dijo Dios (lean el versículo 4).Pregunte por qué Dios pidió a Moisés que se quitara el calzado(lean el versículo 5). Muestre el calzado del templo o hablen de ély explique que en el templo nos ponemos un calzado blanco y lim-pio para mostrar que estamos en un lugar reverente y santo.Cuando vamos a las reuniones de la Iglesia, no nos ponemos elcalzado del templo, pero sí nos comportamos de forma reverente.Pregunte a los niños cómo pueden mostrar reverencia en el centrode reuniones. Explique que en el templo somos reverentes de formamuy parecida. Pida a los niños que dibujen cosas que puedanhacer para mostrar reverencia y muestre los dibujos a un miembrodel obispado o de la presidencia de la rama. �

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1 Corintios 3:16–17.Recuerda que eres un templo de Dios.

Artículos de Fe 1:4.Obedece los primeros principios del

Evangelio.

Salmos 24:3–4.Ten manos limpias y un corazón puro.

Éxodo 20:12.Honra a tu padre y a tu madre.

Éxodo 20:7.No tomes el nombre de Dios en vano.

D. y C. 88:63.Acércate al Señor: busca, pide, llama.

Malaquías 3:10.Paga el diezmo.

Éxodo 20:15.No robes.

Mateo 6:14–15.Perdona a los demás.

Juan 13:34–35.Ama a los demás.

Alma 53:20.Sé fiel en todo

momento.

D. y C. 21:1, 4.Sigue al profeta.

Mosíah 2:22.Guarda los

mandamientos.

D. y C. 89:7–9.Obedece la Palabra

de Sabiduría.

1 Nefi 3:7.Haz lo que mande

el Señor.

Éxodo 20:3.No tengas otros

dioses.

3 Nefi 14:12.Sé amable.

D. y C. 59:9–10.Santifica el día de

reposo.

Ilustración

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Tomado de “The Fall and Infinite Atonement”, Ensign,

enero de 1996, págs. 22–27.

“AUN COMO YO SOY”

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por el élder Spencer J. Condie

de los Setenta

Mientras vivíamos en Alemania, lahermana Condie y yo pudimos cono-cer a un matrimonio maravilloso deSuiza, el hermano Georg Birsfelder ysu esposa Annaroesli, que estaban sir-viendo en el Templo de Francfort,

Alemania. En febrero de 1991, al final de su turno en eltemplo, los hermanos Birsfelder estaban paseando juntospor una de las calles cercanas al templo cuando de repen-te un vehículo conducido por un hombre mayor viró brus-camente en una esquina, se subió al bordillo y de ahí a laacera, y golpeó a la hermana Birsfelder, lanzándola contrala puerta de cristal de una tienda. Se la llevaron deprisa alhospital, donde le diagnosticaron doble fractura de crá-neo, conmoción cerebral y un ojo gravemente dañado.

Estuvo en coma durante siete semanas, ajena a todolo que le rodeaba. Georg permaneció a su lado el mayortiempo posible, tomándola tiernamente de la mano, ha-blándole cariñosamente y dándole ánimo. Al fin abriólos ojos. Dos meses después del accidente, volvió a ha-blar y a tomar alimentos sólidos. Luego pudo ponerse depie, caminar un poco y conversar nuevamente en inglés,francés y alemán. ¡Fue un milagro! Nuestras oracioneshabían sido contestadas.

Todavía tenía grandes dolores y era evidente quehabía perdido la visión del ojo derecho. Tres meses des-pués del accidente, el conductor del vehículo la visitóen el hospital. Lleno de ansiedad y de temor a las con-secuencias legales, preguntó: “¿Me odia por lo que le hehecho?”.

* Posteriormente, los hermanos Birsfelder sirvieron como presidente y

directora de las obreras del Templo de Berna, Suiza, respectivamente.

Él no estaba preparado para la respuesta: “¿Sabequién soy? Soy miembro de La Iglesia de Jesucristo delos Santos de los Últimos Días. En nuestra religiónaprendemos a amar y perdonarnos los unos a losotros. No”, dijo, “no le odio. Le amo y le perdono”.Aquel día el anciano vio cómo se le quitaba un granpeso de encima*.

Nuestro Salvador, al terminar Su breve ministerioentre los nefitas, realizó la siguiente pregunta que noshace pensar en nuestro interior: “…qué clase de hom-bres habéis de ser? En verdad os digo, aun como yo soy”(3 Nefi 27:27).

Es más fácil hablar de los atributos cristianos que po-nerlos en práctica cuando las cosas van mal y la gentenos hiere. Pero si queremos ser como Cristo, debemosaprender a perdonar tal como Él lo hizo. �

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Moisés partiendo el Mar Rojo, por Robert T. Barrett.“Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella

noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas” (Éxodo 14:21).

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SPAN

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Cuando se le preguntó por qué se había mandado a

Abraham ir al monte Moriah y ofrecer como sacrificio su

única esperanza de tener la posteridad que el Señor le

había prometido, el presidente Hugh B. Brown contestó:

“Abraham tenía que aprender algo sobre Abraham”.

El hecho de sacrificarnos nos enseña lo que estamos dis-

puestos a ofrecer al Señor mediante nuestra

obediencia. Véase “La ley de sacrificio”, por el

élder M. Russell Ballard, en la página 10;

véase también “El grosellero”, por el élder

Hugh B. Brown, en la página 22.