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Universidad Nacional de La Plata Literatura latinoamericana I Año 2015 Segundo parcial domiciliario Alumno: Bertoni, Valeria Legajo: 101429/4 Profesor: Henao, Simón Comisión: Jueves 14-16 hs.

Libertadores de América

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Page 1: Libertadores de América

Universidad Nacional de La Plata

Literatura latinoamericana I

Año 2015

Segundo parcial domiciliario

Alumno: Bertoni, Valeria

Legajo: 101429/4

Profesor: Henao, Simón

Comisión: Jueves 14-16 hs.

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Libertadores de América: el poeta sencillo y el niño que reía poco.

El sable en las letras.

“Unámonos, paisano mío…”

Carta de San Martín a Estanislao López,

Marzo de 1819.

“¡mejor en la ceja oscura,

cara a cara al enemigo”

José Martí, Para modelo de un dios,

de Versos sencillos.

A partir de la lectura de los escritos San Martín y Tres héroes en consonancia

con el prólogo, incluidos en Nuestra América, este trabajo pretende entrelazar la lucha

por la independencia americana en el deseo de estos hombres que combatieron al

enemigo imperialista y opresor con la acción, con la escritura, con la palabra.

José Martí y José de San Martín quedan unidos en la historia por la admiración

que siente el uno hacia el otro, que ya no está, pero que dejó gestando bien hondo la

semilla del deseo de ser libres, y porque ambos son hijos del exilio. San Martín ha

luchado contra un enemigo visible, palpable (Europa), y Martí comienza a ver cómo ese

otro enemigo que crece imperceptible desde las sombras (Estados Unidos) va

desplegando las fauces sobre una América de adolescente independencia.

Martí escribe en el marco de lo que más tarde se llamaría Modernismo, un

movimiento que se manifestó en Latinoamérica por el despertar de la sensibilidad de

todo un continente, de toda una raza llena de vigorosas energías que se apoderó del

maravilloso instrumento de expresión: el idioma; y sintió la necesidad de hacer brillar

su carácter. El Modernismo se llenó de ideas europeas, pero estos hombres jóvenes

sintieron la originalidad crecer con seguridad.

Entonces, América adquirió conciencia de su libertad y de su valor frente a lo

que ocurría en el viejo mundo. No renegó de su idioma ni de la tradición. El

Modernismo se proyecto hacia fuera y descubrió su propia originalidad.

Martí comienza el aprendizaje de libertador junto a su maestro Mendive siendo

muy joven, y descubiertos como conspiradores por la libertad de Cuba, son apresados y

luego exiliados a España (paradojas, si las hay).

No sólo es un hombre de palabras, el cubano se involucra activamente en las

luchas sociales, lo que va a empujarlo de país en país, México, Guatemala, Venezuela,

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Estados Unidos, nuevamente España, y finalmente, la definitiva instalación en campo

enemigo (Nueva York). Desde estas tierras americanas pero extrañas, no descansa por la

libertad de Cuba, vive sin tregua alrededor de diez años, agita fomenta y dirige, da la

voz de partir, va al campo de batalla. Corre distinta suerte que el gobernador cuyano,

éste muere en el destierro del exilio en el viejo continente, Martí, en su Cuba en

combate.

Como poeta de transición, a Martí le preocupaba demasiado el hombre y el

sentido de la vida, el amor a la patria, la coherencia exacta entre la prédica y la acción.

Él es el “hombre sincero”, el más universal de los hombres, el que es con la

naturaleza, el que enseña que la sensibilidad no menoscaba ni anula la virilidad.

Para Martí y el santo de la espada, de la unión dependía el triunfo: “Unámonos,

paisano mío, para batir a los maturrangos que nos amenazan: divididos, seremos

esclavos; unidos, estoy seguro que los batiremos: hagamos un esfuerzo de patriotismo”

(Galasso: 2007; 285). Como bien señala Noel Salomón acerca de los intelectuales del

siglo XIX, no sólo fueron hombres de letras sino también hombres de acción, y Martí se

va configurando como el continuador de los legados sanmartinianos y bolivarianos.

La conciencia e identidad latinoamericanas comienzan a tomar verdadera forma.

La democracia norteamericana ejerce su atracción con sus industrias, sus medios de

comunicación, su capitalismo arrasador que procede a fragmentar y a desintegrar y que

poco a poco traiciona los valores que le dieron origen, como una especie de Dr. Jekyl y

Mr. Hyde. La sensibilidad de Martí capta inmediatamente este proceso y advierte sobre

la amenaza eventual de soltar a un opresor para caer en manos de otro mucho más

rapaz.

Martí alza la voz y reclama que “de ese espíritu necesitamos en América”

(Martí; 1977: 14) y deja bien claro qué valores persigue, qué ideales lo llaman, cuando

dice de don José que “legó a las generaciones por venir el más alto quizás y más útil

ejemplo de abnegación patriótica que han presenciado en siglos” (Ibíd.). El espíritu

americano no va a oscurecerse de águilas, va a embellecerse del vuelo de cóndores.

El cubano reivindica a nuestro “pro-hombre argentino” y su palabra se convierte

espada latinoamericana. En el breve relato describe a hombre, al militar, al héroe y narra

con la prosa más hermosa el Cruce sobre los Andes, el ejército que con paisanos, locos,

vagos llegan a seis mil hombres, luchan y vencen al godo liberando a Chile y

asegurando a América la libertad. Y creo que cuando Martí escribe estas palabras se

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identifica con la persona de San Martín, se siente parte actuante de esta batalla por los

libres.

El hilo rojo que hilvana Nuestra América es claro: los latinoamericanos tenemos

las condiciones necesarias para clamar por nuestra identidad y liberarla de las ataduras

del pasado colonial y de un futuro que se perfila imperialista. Martí lo cree tan

fervientemente como lo creyó San Martín: “Todo lo vence, y clava cada día su pabellón

más alto, nuestra América capaz e infatigable” (Martí; 1977: 24). Sabe que el camino no

es fácil, que puede haber deslumbramientos con los falsos brillos de la prosperidad

como alguna vez los conquistadores llamaron la atención de nuestros indios con

espejitos de colores.

Lo que me interesa destacar es el poder de la palabra que discursivamente va

construyendo la libertad. Como reza el Zohar “las palabras no caen al vacío”.

Documentos legales, diarios de viajes, todo el flujo epistolar de los americanos,

ensayos, poesías, todo va conformando la literatura de América. San Martín teje todo su

plan libertador con cartas, a amigos, a enemigos, a funcionarios extranjeros; arma su

Logia Lautaro: un grupo que discute sus mejores ideas y las lleva a la acción:

“Nuestra lucha no era una guerra de conquista y gloria, sino enteramente de

opinión, guerra de principios modernos y liberales contra los prejuicios, el

fanatismo y la tiranía” (Galasso; 2007:59)

Martí, escribe: ensayos, prólogos, poesías, crónicas, cartas. También forma un

grupo de resistencia que va a iniciar la revolución que liberará a Cuba. Son hombres de

acción en la palabra, de palabra en la acción.

Para Martí “Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra” (Martí;

1977: 26) y de eso, no nos cabe ninguna duda. La primera acción de los gobiernos

opresores es la expulsión de los intelectuales fuera del territorio (en el mejor de los

casos, porque cuando no, la muerte o la prisión). Las lecturas críticas para Martí dan

nacimiento al hombre real en América, cuya salud es criticarse y a la libertad mejor es

la que se conquista con las propias manos.

Martí se inserta en los Estados Unidos como alguna vez San Martín se insertó en

España, pero “la sangre tira”, y estos hombres lucharon por su Madre americana. David

Lagmanovich señala, tras la lectura de Nuestra América, que la estructura verbal del

ensayo envuelve a la temática del mismo con la “llamada de atención frente al peligro

que corren los pueblos americanos” (Lagmanovich; 239) y que es toda una interpelación

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hacia la acción futura, cargada de exigencias que marcan el camino que va a salvar a

América.

Este poeta/hombre/político apuesta por el libre albedrío humano: el hombre debe

reconquistarse, en la sencillez, en la naturaleza; posibilita un discurso que da cuenta del

aquí y el ahora como buen exponente del hombre de su tiempo. Hace emerger

fuertemente la idea de colectivo imaginario, de obligación ética de inclusión del

indígena que es también americano. Pulsión patriótica que celebra y ataca a la

modernidad.

Para Noel Salomón, Martí es el primero que elabora discursivamente una

ideología de valores humanos; son lógicos entonces los adjetivos laudatorios y sus

elogios y admiración hacia los grandes hombres de América: San Martín y Bolívar, este

“padre ansioso” de las naciones americana” (Salomón: 229).

¿De qué están hechos los hombres sino de la pasión por la libertad? “Tomaron

ora la espada, ora la pluma…” (Gracilaso de la Vega; 1962:8).

En Tres héroes, Martí define mejor sus ideas al decir: “Libertad es el derecho

que todo hombre tiene a ser honrado, y a pensar y a hablar sin hipocresía” (Martí;

1977:206); más adelante, sobre San Martín, Bolívar, Hidalgo:

“Cuando hay muchos hombres sin decoro, hay siempre otros que tienen en sí el

decoro de muchos hombres. Esos son los que se rebelan con fuerza terrible

contra los que les roban a los pueblos su libertad, que es robarle a los hombres su

decoro. En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va la

dignidad humana. Esos hombres son sagrados. Estos tres hombres son sagrados:

Bolívar, de Venezuela; San Martín, del Río de la Plata; Hidalgo, de México. Se

les deben perdonar sus errores, porque el bien que hicieron fue más que sus

faltas”. (Martí; 1977:207)

Por su parte, allá a lo lejos por 1848, San Martín le escribía una carta al

presidente de Perú en donde expresaba que durante su carrera pública desde que arribó

al Río de la Plata:

“en diferentes mandos y estados, la política que me propuse seguir fue

invariable…mirar a todos los Estados americanos en que las fuerzas de mi

mando penetraron como Estados hermanos interesados todos en un santo y

mismo fin” (Galasso; 2007: 562)

Entonces, ¿qué importa si Martí, San Martín, Bolívar o Hidalgo son ambiguos en

algún punto? ¿Qué importa si Martí escribe desde tierras enemigas? ¿Qué importa ya si

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celebra y al mismo tiempo ataca al modernismo? Si en última instancia todo lo conducía

a un mismo fin, a la misma meta y lucha que sus ancestrales hermanos americanos. Ser

libres.

Pienso en el título de un libro de Abelardo Castillo, El que tiene sed. Pienso en

la sed de estos hombres: tenían sed de identidad, libertad, democracia, hermandad. Y en

estos tiempos de coyuntura, ¿no será que tenemos la misma sed pero que nos faltan

estos hombres de acción y de palabra?

Y para terminar, me quedo reflexionando con las últimas palabras de Martí en

Tres héroes y avivando el mismo deseo que forjaran los Pepes (José) para esta, nuestra

época:

“Quisieron algunas veces lo que no debían querer; pero ¿qué no le perdonará un

hijo a su padre? El corazón se llena de ternura al pensar en esos gigantescos

fundadores. Esos son héroes; los que pelean para hacer a los pueblos libres, o los

que padecen en pobreza y desgracia por defender una gran verdad. Los que

pelean por la ambición, por hacer esclavos a otros pueblos, por tener más

mando, por quitarle a otro pueblo sus tierras, no son héroes, sino criminales”

(Martí; 1977:209)

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Bibliografía

CARPENTIER, Alejo. El siglo de las luces. Editorial Galerna, Buenos

Aires; 1980.

GALASSO, Norberto. Seamos libres y lo demás no importa nada. Vida

de San Martín. Editorial Colihue, Grandes biografías, Buenos Aires;

2007.

LAGMANOVICH, David. Lectura de un ensayo: “Nuestra América”,

de José Martí.

MARTÍ, José. Nuestra América. Biblioteca Ayacucho, Venezuela; 1977.

MARTÍ, José. Versos sencillos. Versión online:

http://www.josemarti.info/downloader/versos_sencillos.pdf (última visita

viernes 13 de noviembre de 2015)

ROJAS, Rafael. Martí en las entrañas del monstruo.

SALOMON, Noël. José Martí y la toma de conciencia latinoamericana.