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EL ESTUDIANTE PRESENTE CORPORACIÓN SOLIDARIA UTE-USACH

Libro Goyo 30.01.2013 (1pxh)

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Libro Goyo Actualizado

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EL ESTUDIANTE PRESENTE

CORPORACIÓN SOLIDARIA UTE-USACH

Corporación Solidaria UTE-USACH

Diseño y Edición :Ignacio Rivera V.Compilador: Juan Rivera M.

2013, Santiago Chile

EL ESTUDIANTE PRESENTECORPORACIÓN SOLIDARIA UTE-USACH

Santiago de Chile, 2013

“Nosotros, los jóvenes que estamos lu-chando por construir un futuro mejor,

más digno y justo, esperamos que vuestro compromiso sea un ejemplo para nosotros

y que por supuesto, sea un compromiso que asumieron para toda la vida.”

Alejanda Placencia, Presidenta de la Federación de Estudiantes

de la Universidad de Santiago de Chile, FEUSACH , 2000

Indice

Introducción 11

BIOGRAFÍA 13Gregorio Mimica Argote 14

MEMORIAS 17Nunca dejarás de estar conmigo. Marietta Blaisse 18Mi compromiso con Goyo. Patricio Soza 32Las Muchachas de la la UTE. Alicia Salinas 34Significado y legado de Goyo. Juan M. Rivera 37Testimonio del 11 de Septiembre en la UTE. Erika Osorio 43Estimado Goyo. Emilio Daroch 48Yo también lo conocí. Violeta Bagnara 53Goyo en la Universidad y detenido en el Estadio. Víctor Seguel 55Testimonio sobre Goyo. Mireya Montero 60Goyo realiza trabajos voluntarios. Tebni Pino 66Goyo, el alto de amaranto. Lucrecia Brito 69Mi nieto Goyo. Luis Cifuentes 71¡Uf….Qué amigo este Gregorio! Marcela Lizana 73Mi amigo el Goyo. Pollo Galaz 75

FOTOGRAFÍAS 79

DISCURSOS y CARTAS 85Acto en Memoria de Goyo. Alejandra Placencia 86Discurso entrega del Premio Gregorio Mimica 2008. Emilio Daroch 89Condolencias. Juan Manuel Zolezzi 93Carta Condolencias. Julio Palestro 95Un estudiante Digno de Homenaje. Juan Manuel Zolezzi 97Presentación “Memorias de la República”. Mario Valdovinos 102Intervención en la romería de Goyo. Juan Manuel Rivera 106Inauguración Monolito Gregorio. Emilio Daroch 110

COMENTARIOS 115

Introducción

Gregorio Mimica Argote, dirigente estudiantil de la Universidad Técnica del Estado en los tiempos de la Unidad Popular, ejecutado político de la dictadura militar chilena. Sus compañeros le rinden un homenaje póstu-mo a quien fuera un hombre excepcional, un líder genuino, una referen-cia necesaria para las nuevas generaciones.

Este libro es un homenaje a Gregorio Mimica y a todos los estudiantes héroes y heroínas del siglo 20. También es un homenaje a los estudiantes del siglo 21, que siguen levantando las ideas de eliminación de de las des-igualdades sociales, económicas y educacionales, y siguen luchando por una sociedad más justa.

Una sociedad que realmente sea solidaria, no solo para las catástrofes que todos los años sufre nuestro país, porque queremos dejar de lado la hi-pocresía y queremos levantar a las nuevas generaciones, porque tenemos la tarea de ser los impulsores de las transformaciones sociales que anhe-lamos.

No podemos esperar que estas transformaciones lleguen de la nada, no podemos esperar a que lleguen tiempos mejores para poder generarlas, esa es nuestra responsabilidad, desde ahora tenemos que seguir constru-yendo.

BIOGRAFÍA

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Gregorio Mimica Argote

Gregorio (Goyo) Mimica nació en Argentina el 20 de Diciembre de 1950. Luego que su familia se trasladara a Chile, hizo su enseñanza media en el Liceo No. 6 de Santiago (hoy, Liceo Andrés Bello) y más tarde ingre-só a estudiar Ingeniería Mecánica a la Universidad Técnica del Estado (UTE, Sede Santiago). Durante sus estudios se destacó como dirigente estudiantil y llegó a ocupar la presidencia del Centro de Alumnos de la Escuela de Ingenieros de Ejecución. Su personalidad jovial, amisto-sa, generosa y solidaria le atrajo a Mimica afecto entre sus coetáneos. Ante el Golpe de Estado en Chile de 1973 (11 de septiembre), Mimica decidió quedarse en la UTE como parte de un grupo de aproximadamen-te mil estudiantes, funcionarios y académicos encabezados por el rector de la universidad, don Enrique Kirberg. Al día siguiente fueron toma-dos prisioneros por las fuerzas militares que rodearon, balearon, caño-nearon y asaltaron la universidad. Fue llevado al Estadio Chile junto al resto de los detenidos en la UTE; poco después fue dejado en libertad. El 14 de septiembre de 1973 fue detenido por segunda vez, en su hogar y en presencia de su familia, por una patrulla militar de 14 hombres y permaneció en condición de detenido-desaparecido hasta el año 2011. El año 1994 los restos de Goyo fueron encontrados y erróneamente identifi-cados como pertenecientes al académico de la Universidad de Chile Enrique París, también desaparecido en 1973. La familia París enterró los restos en ceremonia pública y Goyo continuó en calidad de detenido desaparecido. El año 2000 se conoció el testimonio del ex-militar Pedro Rodríguez, quien señaló que Mimica fue interrogado y asesinado de un balazo en una sala del segundo piso del histórico edificio de la Escuela de Artes y Oficios (EAO), que pertenecía a la UTE y que es Monumento Nacional (Av. Ecuador 3659,

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Santiago). De común acuerdo entre un grupo de ex-alumnos de la UTE, la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile y las au-toridades de la USACH, se decidió entonces colocar una placa recordato-ria en la sala donde se cree fue asesinado Mimica. La placa fue descubierta en septiembre de 2000, en presencia del Rector de la USACH, durante un acto multitudinario efectuado en el patio de la EAO donde se encuentra la sala. Este acto dejó de manifiesto la relevancia de Mimica tanto para el movimiento estudiantil chileno como también para el mundo académico. El 7 de abril de 2011, tras 38 años de desconocerse su paradero, el Juez Alejan-dro Solís, tras una investigación iniciada por el juez Juan Guzmán, identificó los restos de Goyo mediante exámenes de ADN. Su familia pudo entonces proceder a sepultarlo en el patio 26 del Cementerio General de Santiago.

El año 2012 se realizó un monolito en recuerdo de Grego-rio en el patio oriente de la Facultad de Ingeniería de la Universi-dad de Santiago, ex Escuela de Artes y Oficios de la Universidad de Santiago, edificio declarado Monumento Histórico Nacional.

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MEMORIAS

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Nunca dejarás de estar conmigo. Marietta Blaisse

Tuve la oportunidad de conocer y querer más que a nada en el mundo, a un ser maravilloso: Gregorio Mimiça, un hombre noble, lleno de virtu-des y con un corazón capaz de abarcar todo el sufrimiento; un hombre fuerte, lleno de vida y de grandes ideales. Amaba la música, el deporte, el teatro y las artes plásticas, el teatro. Le gustaba disfrutar al aire libre, re-cuerdo cuánto gozaba caminando sobre las hojas secas, oyéndolas crujir bajo nuestros pies. Disfrutaba como un niño al pisar las hojas de otoño mientras me hablaba del enorme cariño que sentía por su familia y de su esperanza por encontrar un futuro con igualdad de condiciones para todos. No necesito esforzarme para recordarlo, él ha estado presente en todos los momentos de mi vida, siempre estuvo y estará conmigo en los momentos más difíciles y en mis grandes decisiones. Tal como me lo dijo más de una vez: “Nunca dejarás de estar conmigo”. “Me vio, se puso de pie y me dio el asiento”

Vi por primera vez a Goyo en el año 1972, mientras acompañaba a uno de mis primos a una actividad que se realizaba en la Universidad Técnica del Estado de Chile (UTE), yo aún estudiaba en el liceo. Un año después ingresé a Pedagogía en Artes Plásticas en la misma Universidad y empecé a verlo con mucha frecuencia, sólo nos cruzábamos miradas sin inter-cambiar palabras. Fue a fines de marzo de 1973, cuando nos hablamos por primera vez. Yo iba a clases, tomé la micro “Colón - El Llano” y vi que Goyo iba sentado. Me vio, se puso de pie y me dio el asiento. Como era tan alto y la micro tan baja, tuvo que viajar con la cabeza inclinada. Sin saberlo, hacíamos el mismo trayecto porque vivíamos muy cerca: él en San Ignacio, en el paradero diez y yo en el paradero seis. Más tarde o más temprano nos íbamos a encontrar. Conversamos y el nexo se produjo de inmediato: si él me ubicaba, si yo lo ubicaba, cuál era mi número de teléfono y cómo nos contactamos. Desde ese día nunca nos separamos.

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Gregorio tenía 22 años. Resultó que mi papá también lo conocía, subían a la misma micro y con el mismo diario, se ubicaban; entonces la entrada de Goyo a mi casa fue natural, mis padres lo aceptaron en la familia con mucha alegría y lo quisieron profundamente. Si yo estaba con él, se que-daban tranquilos. Quizás esa abierta demostración de confianza de parte de mis padres, despertó en Goyo un fuerte sentido de responsabilidad, que él asumió en cada actividad que hicimos. Diariamente nos juntába-mos en la Universidad, en una sala chiquita que había cerca del Tattersall. Ahí me reunía, después de clases, con el grupo que pintaba y con los que guitarreaban, ahí era donde Gregorio me iba a buscar. Desarrolló una ac-titud muy sobreprotectora, se quedaba conmigo y todas las noches me iba a dejar a mi casa. Estaba al tanto de todo lo que yo hacía y se sentía res-ponsable de cuidarme y de que nada me pasara, se hacía tiempo incluso para ir a buscarme a las clases de natación. Yo lo veía observar las prácti-cas desde el segundo piso en la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA). “Compartíamos el día completo”

Comenzó una relación de pareja muy dulce y llena de ideales. Grandes compromisos volvieron muy intensos nuestros momentos: el estudiante de Ingeniería de Ejecución Mecánica, miembro del Consejo de Facultad, posteriormente Presidente del Centro de Alumnos de la Escuela de Inge-niería de Ejecución; estaba lleno de actividades y, aunque nuestra relación fue muy breve, fue también muy intensa. Compartíamos el día completo. Además de estudiar y de las actividades propias de la Universidad, visitá-bamos el Museo de Bellas Artes, íbamos al cine y almorzábamos en el res-taurante “Pimpilinpaucha”, en el que se sentía muy cómodo y disfrutaba la comida. Nos gustaba ir a ver pequeñas obras de teatro universitario que a veces se representaban al aire libre. También íbamos a una Peña muy en-tretenida, que no terminaba muy tarde, donde tocaban música folklórica. Recuerdo que esa Peña quedaba en el centro de Santiago, pero he olvi-dado el nombre del lugar. A Goyo le gustaba cantar y tararear, le gustaba mucho el contenido de las canciones de Víctor Jara. Una de sus preferidas era “Las casitas del barrio alto” y en mi recuerdo tengo grabada su imagen cuando él la cantaba. Goyo era muy divertido, caminábamos por las calles comprándonos imaginariamente cuanta cosa ridícula vendieran. “Te voy

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a comprar esos zapatos” -me dijo un día, mientras caminábamos cerca de la Estación Central- y me mostró unos zapatos usados enormes, raros y feos. Jugábamos y nos reíamos mucho en esos recorridos. Era muy ge-neroso y siempre tuvo algo que darme, siempre, todos los días: una barra de chocolate, flores, siempre un detalle, era increíble. Como era tan alto, cuando me tomaba en brazos y me daba vueltas, yo le decía: un día de es-tos, me vas a soltar y voy a quedar arriba de un árbol y no me voy a poder bajar nunca más, esa sensación me daba. Respeto, cariño y amor fue lo que recibí de Goyo en todo momento.

“Ayudaba a su padre en la carnicería”

En nuestras conversaciones, siempre estaba presente su familia, la histo-ria de inmigrante de su padre, la dulzura de su madre, el cariño de su tía y el de sus hermanos. Gregorio admiraba mucho a su papá y sentía un gran afecto por él, por lo esforzado y trabajador que siempre había sido. Le impactaba la experiencia traumática que su padre y su tío vivieron: habían perdido familiares durante la guerra, vivieron situaciones muy inhumanas y tuvieron el valor de emigrar a un país desconocido desde Yugoslavia. Ambos hermanos llegaron juntos a Chile, conocieron a dos hermanas y se casaron con ellas. Eso siempre le llamó la atención. Goyo era uno de los pocos estudiantes de la Universidad que trabajaba. Ayuda-ba a su padre a atender la carnicería, iba casi de madrugada al matadero y compraba la carne para que se hicieran las ventas. ¿Cómo resistes? -le dije en más de una ocasión- me vienes a dejar a la casa a las dos de la mañana, te vas a la tuya y luego te levantas tan temprano a comprar todas esas co-sas. “Hay que tener energía para todo -respondía- cuando puedo duermo un poquito”. Hacía ese trabajo con mucho agrado, se sentía contento de poder ayudar a su papá. Tenía mucha energía y el trabajo lo tenía muy bien incorporado.

“Quería buscar sus raíces”

Muchas veces nos sentamos en algún banco a planificar el futuro, Gre-gorio lo veía lleno de grandes satisfacciones y siempre se expresaba con optimismo. Quería conocer el mundo, quería salir, ver otra gente, otras

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culturas, otras costumbres, quería buscar sus raíces. Soñaba con viajar y conocer Yugoslavia, el país de sus ancestros. También soñábamos con nuestro futuro. Íbamos a viajar juntos, pero nos faltaba tiempo, enton-ces sacaba cuentas: cuánto tiempo le quedaba para terminar su carrera, en cuánto tiempo más terminaría Ingeniería Civil y en cuánto tiempo podríamos reunir el dinero para viajar, “Estoy trabajando con mi papá -decía- atiendo la carnicería así es que tenemos que darnos un tiempo de ahorro”, luego agregaba: “Y nos titulamos y vamos a poder viajar, vamos a salir, vamos a ir donde mi hermano que está en Australia, es un lugar lindo con playas lindas, mi hermano tiene una casa frente al mar, está casado con una australiana, así es que vamos a viajar porque tenemos dónde llegar”.

“Que nunca más haya gente pobre”

Gregorio deseaba ver un mundo distinto, un Chile con igualdad de con-diciones. Ese deseo le brotaba a flor de piel. Le hacía sentir muy mal la pobreza que había en Chile, esta diferencia tan grande de clases que él palpaba, se daba cuenta que mucha gente no tenía derechos. “Yo quiero llegar a dónde pueda, para lograr justicia social en mi país, que nunca más haya gente pobre” -dijo tantas veces. Estaba lleno de mucha ternura. Cuando veía a un niño pidiendo en la calle, se conmovía, le conversaba y le daba lo que tuviera: una galleta, dinero, dulces o una fruta y si podía comprar en la calle algo para dárselo, se lo daba. Nunca dijo “no” a quién se le acercaba, siempre trató de ayudar con lo que pudiera a quién lo ne-cesitara. Era tremendamente bondadoso.

“Vamos a tratar de ayudar”

Gregorio estaba muy ilusionado con el gobierno del Presidente Salvador Allende. Vibraba de una manera increíble y tenía el convencimiento de que, en algún momento, el resto de Chile se iba a dar cuenta que el gobier-no servía y que se iban a lograr grandes cosas. La situación del país se tor-naba difícil y esto lo preocupaba constantemente. A través de las noticias, cada día nos enterábamos de cómo se entorpecía la labor del gobierno: acaparamientos de alimentos, paros, desórdenes en las calles. “Vamos a

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tratar de ayudar -decía- va a llegar un momento en que se van a dar cuen-ta de que esto vale, de que esto sirve” y participábamos en trabajos vo-luntarios. Muchas veces fuimos a trasladar sacos de harina porque había escasez y los repartíamos en distintas panaderías. Recuerdo haber estado arriba de un camión, junto a él, tirando sacos que apenas me podía.

“No pasó nada, aquí no pasó nada”

Llegó el día del “tancazo” y parte de las Fuerzas Armadas (FFAA) mostra-ron su descontento. Desde la Universidad se organizó una marcha hasta La Moneda para apoyar al gobierno de la Unidad Popular. Recuerdo a Goyo dirigiendo consignas con su gran vozarrón. En un momento estaba cerca y en el siguiente lejos, era imposible perderlo de vista: alto y con su pelo dorado, sobresalía del resto del alumnado, inyectando energía y pasión a través de cada palabra que salía de su boca. Durante la prolon-gada caminata, se acercaba con una sonrisa o una palabra de aliento y hacía desaparecer mi cansancio. Traspasaba fuerza para continuar en la actividad que fuera. Desfilamos hacia “La Moneda” cantando canciones de Víctor Jara, Quilapayún, Inti Illimani. Las canciones de esa época eran parte de nuestra vida cotidiana, las cantábamos siempre: después de cla-ses, cuando nos juntábamos a guitarrear y en las marchas, después de las consignas. Recuerdo a Goyo en esa marcha, con qué alegría gritaba las consignas. En algunos momentos se acercaba y me decía: “no pasó nada, aquí no pasó nada” porque el “tancazo” me produjo mucho temor. “Es imposible que pase una cosa así en Chile -decía- no hay historia de que eso ocurra en nuestro país, los militares no podrían hacer algo así.” Después de permanecer en “La Moneda” demostrando nuestra adhesión al gobierno de Salvador Allende, regresamos cantando a la Universidad y todo fue un reunirse a guitarrear y a seguir cantando.

“¡Cómo estás Gregorio!”

Era estimulante caminar por la Universidad junto a él. Antes de ser alum-no de Ingeniería de Ejecución, primero ingresó a la Escuela de Artes y Oficios de la UTE. Cursó los últimos años de la enseñanza secundaria en la misma Universidad, entonces la gran mayoría de las personas lo

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conocía: lo saludaban, lo detenían para hacerle una pregunta, le recor-daban reuniones o simplemente le hacían alguna broma acerca de mí. Era un muchacho sano, risueño y querendón con toda la gente. A veces caminábamos por la Universidad y nos topábamos con el rector, con don Enrique Kirberg y me decía “Ahí viene el Tata”, luego le decía “¡Hola Tata, cómo está!” -después yo le preguntaba ¿pero cómo le dices Tata? El rector se detenía y le contestaba el saludo “¡Cómo estás Gregorio!” Nunca pasó de largo, conversaba con Goyo y después seguía su camino. A mí me lla-maba la atención esta relación tan amigable con el rector y, en general, con toda la gente de la Universidad, aunque fueran de otros colores po-líticos. Había mucha gente que lo estimaba, lo saludaba o le echaba una talla. A Goyo le gustaba mucho el deporte, le gustaba jugar fútbol con sus amigos y tenía muy buenas piernas. Siempre estaba hablando de sus amigos. “Te gusta el pantalón que tengo -me dijo un día- lo encargué, un amigo me trajo este blue jean.” No eran fáciles de conseguir en ese tiempo y le gustaban porque eran de una tela gruesa y durables, así podía ponér-selos todas las veces que quisiera y no les pasaba nada. Los meses transcu-rrieron llenos de vida entre manifestaciones políticas, estudio, guitarreos, trabajos voluntarios, cuidar nuestra Universidad o pintar consignas.

“Goyo Mimiça candidato”

Sabíamos de los militares por las noticias, andábamos con radio, escu-chábamos lo que estaba pasando, entre todos comentábamos y un día tomamos la determinación de proteger nuestra Universidad. Muchos grupos comenzaron a quedarse por temor a que pudieran atacarla o que pudieran tomarse la Radio de la UTE. Al comienzo yo no podía que-darme durante la noche porque mi padre era un poco estricto y yo tenía que llegar a dormir a mi casa, no importaba si a la una, a las dos o a las tres de la mañana, pero tenía que llegar. A partir de julio del 73 yo ya no quería volver a la casa, me quedaba en las noches ayudando a pintar en la Universidad o en sus alrededores, dormíamos en saco de dormir y en la mañana nos levantábamos para ir a clases. Cuando llegó “el once”, aún estaban los carteles de “Goyo Mimiça candidato” pegados en las pareces de la Universidad. Gregorio asumió el cargo muy cerca de septiembre, alcanzó a estar muy poco tiempo ejerciendo como Presidente del Centro

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de Alumnos de la Escuela de Ingeniería.

“Nos iríamos a Copiapó”

Aunque el clima político en el país estaba muy tenso y encrudecía con las protestas y los cacerolazos de la oposición, nosotros empezamos a notar que el invierno estaba a punto de terminar. Se acercaba septiembre, len-tamente los días se hacían más cálidos, pequeños brotes anunciaban la primavera, tendríamos unos días de vacaciones para las Fiestas Patrias y podríamos salir de Santiago. Nació la idea de viajar al norte con un amigo que era pareja de mi prima hermana, nos iríamos a Copiapó. Nos dimos tiempo para estar felices planificando cuándo partiríamos, qué ha-ríamos y cuánto dinero necesitábamos. Goyo estaba entusiasmado y muy decidido a salir por algunos días al norte, podríamos disfrutar juntos co-nociendo parte de nuestro país. Nos tentaba la idea de visitar Caldera y Bahía Inglesa; sin embargo, en algún momento las noticias tomaron una dimensión distinta y nuestros deseos nunca llegaron a realizarse. Goyo compartió conmigo su preocupación, comenzaba a manifestarse un in-quietante movimiento en las Fuerzas Armadas, quizás se podría esperar algo complicado; entonces empezó el temor en mí. Sinceramente creo que a él nunca se le pasó por la mente que estábamos a punto de vivir algo tan drástico y tan brutal. Nunca lo vi atemorizado o quizás mi propio temor -que era muy grande- me impidió darme cuenta si él sentía temor o no.

“Decidí quedarme con él”

Martes 11 de septiembre de 1973: me levanté temprano, tomé la liebre “Colón/El Llano”, eran las 7:30 a.m., me bajé en Teatinos con Alameda, atravesé la calle y esperé -frente a La Moneda- la micro que me lleva-ba a la Universidad. Las noticias de la madrugada ya habían anunciado desplazamientos militares en algunos sectores de la ciudad. Alrededor de La Moneda había muchos policías, pero no vi nada que en verdad me preocupara. Llegué a la Universidad, todos mis compañeros de cur-so estaban presentes, entonces un profesor nos informó que las clases se suspendían porque algo muy serio estaba ocurriendo en el país. Escucha-mos en absoluto silencio, percibí mucha tensión y tristeza entre mis com-

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pañeros. Desde ese momento todo transcurrió confusamente, yo estaba desorientada. Goyo llegó a buscarme muy pronto, me contó lo que estaba sucediendo y me comunicó su decisión de quedarse en la Universidad. Decidí quedarme con él. Poco a poco las noticias fueron llegando y nos dimos cuenta que todo era mucho más delicado de lo que pensábamos. Comencé a ver preocupación en muchos rostros. Nos trasladamos a la Escuela de Artes y Oficios, junto a muchos otros alumnos, esa era nuestra manera de repudiar lo que estaba pasando y esa era nuestra manera de demostrar nuestro apoyo al gobierno. Gregorio llamó a su casa: “Estoy en la Universidad” -avisó. También se comunicó con mi familia y a través de él se enteraron que yo estaba en la Universidad.

“Gregorio estaba preocupado por todos”

Al atardecer repartieron café en el casino mientras compartíamos lo que cada uno sabía y escuchábamos las noticias en una radio a pilas; eran desoladoras. Después del café, muchos de nosotros comenzamos a trasla-dar colchonetas hacia la Escuela de Artes y Oficios. La luz del crepúsculo nos bañaba mientras llevábamos las colchonetas sobre nuestras cabezas y cantábamos la “Cantata Santa María de Iquique”. Hasta ese momento aún cantábamos. La noche cayó sobre nosotros muy rápido, porque aún era temprano cuando tuvimos que encender las luces en el casino de la Es-cuela de Artes y Oficios. Gregorio estaba preocupado por todos, buscaba la posibilidad de que comiéramos o que tomáramos café, aprovechando lo que había en el mismo casino. Lo vi hacer muchas cosas. Se reunió con otros dirigentes estudiantiles en reiteradas ocasiones.

“Preguntó si alguien tenía armas”

En plena noche empezaron a disparar hacia la Universidad. Ese fue el primer aviso real de que algo demasiado grave se había desatado y recién en ese momento me di cuenta de la verdadera dimensión de todo. Jamás había oído disparos reales, sólo los había oído en el cine o en la televisión. Me aterré, todos estábamos alterados, alguien me dijo que tratara de cal-marme. Me di cuenta que no podríamos salir tan tranquilos de lo que estaba pasando. Las horas transcurrieron vertiginosamente en medio del

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descontrol, algunos gritaban que había que tirarse al suelo y protegerse. Se cortó la luz y el pánico se apoderó de mí. Gregorio llegó a mi lado y logró calmarme, se quedó junto a mí, sin dejar de cubrir mi cabeza. En-tonces preguntó si alguien tenía armas y si era así, pidió que la entregara inmediatamente. Sin embargo, no recuerdo a nadie con armas, nunca vi un arma entre las personas allí reunidas.

“¡No sigan disparando, no tenemos armas!”

Imaginé que en algún momento podríamos salir de la Universidad, de-seaba que llegara el día, quizás nos dejarían salir sin necesidad de dispa-rar, conté los minutos, las horas. Estábamos demasiado expuestos en el casino, permanecer allí era peligroso así es que teníamos que cambiarnos de lugar. Goyo me dijo que nos iríamos a una sala, que no tuviera mie-do, que nos cambiaríamos con mucho cuidado. Nos fuimos trasladando poco a poco a una sala que estaba más protegida de los disparos y del frío. Permanecimos abrazados, sin decir palabras, no sé por cuánto tiempo. Un ruido infernal nos volvió a la realidad. Amanecía, balas, vidrios rotos, gritos, tenemos que salir, ¡no sigan disparando, no tenemos armas! ¡Nos van a matar a todos! ¿Quién tiene algo blanco? -gritó alguien- y vi salir a uno de los alumnos con las manos en alto, llevaba algo blanco entre las manos. Los militares habían ingresado a la Universidad disparando como locos. Gregorio estuvo hasta el último instante protegiéndome, gracias a él pude vivir ese momento.

“¡Los hombres a este lado y las mujeres por acá!”

Me aferré a Gregorio como a la vida misma mientras nos separaban con un grito feroz: ¡Los hombres a este lado y las mujeres por acá! Nos deja-ron amontonadas en una sala y después nos hicieron salir. Un militar me obligó a sacar todo lo que tenía en mi bolso, no encontró lo que buscaba; sólo mis cuadernos, una toalla y mi traje de baño, ese día tenía clase de natación. No alcancé a guardar mis cosas porque otro grito nos obligó a ponernos en fila, salimos de la Escuela de Artes y Oficios caminando ha-cia la Estación Central. No sabíamos dónde nos llevaban, todo estaba tan desolado, sólo vi militares y oí disparos. Nos obligaron a permanecer de

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pie durante largo rato, apoyadas contra la pared, en la calle Ecuador, justo antes de llegar a la Estación Central. Tuve tiempo para mirarlos: esos mi-litares también eran jóvenes, muy jóvenes como nosotras, ellos también tenían el miedo en el rostro como nosotras, también estaban nerviosos; sin embargo, ellos estaban armados y nos apuntaban, nosotras ni siquiera podíamos movernos y casi no respirábamos. No sé en qué momento nos hicieron subir -custodiadas- a unas micros que se detuvieron frente al Ministerio de Defensa. No sabíamos por qué ni para qué nos mantenían en ese lugar. Nuevamente las balaceras, el miedo nos arrojó al piso, pero los militares se enfurecieron, a gritos nos obligaron a sentarnos. No sé cuándo las micros comenzaron a trasladarse a otro lugar. Pronto sabría-mos que se trataba del Estadio Chile. Antes de llegar, vi hileras de hom-bres con rostros tristes y miradas perdidas.

“Busqué el rostro de Goyo y su pelo dorado, pero no lo encontré”

Nos pusieron en fila a la entrada del Estadio Chile, llegó mi turno, mi nombre, mi carné de identidad. ¿Así que soi comunista? ¿Tu familia tam-bién? ¿Cómo se llama tu padre, tu madre? Respondí sintiendo el eco de mis palabras. Se quedaron con mi carné y me llevaron al lugar donde estaba la gran mayoría de las mujeres, sentadas en las graderías. Sólo el centro del estadio estaba iluminado, frente a nosotras muchos hombres permanecían de pié, busqué el rostro de Goyo y su pelo dorado, pero no lo encontré. Trataban con mucha crueldad a los hombres que teníamos al frente, no podía creer lo que veía, sentía que estábamos atrapados en una pesadilla horrible. Los uniformados nos hablaban con palabras hirien-tes, groseras, déspotas y acusadoras. Había perdido la noción del tiempo, pero por la forma en que caía la luz del sol, supe que era el atardecer de ese miércoles 12, cuando decidieron dejarnos libres. ¡Las que viven hacia la zona sur, se bajan en Avenida Matta! -me grabé esta frase y no recuerdo en qué otros lugares dejaron al resto de las mujeres. Mientras nos sacaban del Estadio Chile, vi una fila interminable de hombres con las manos en la nuca. Mis lágrimas caían sin esfuerzo. Cansada, caminé junto al grupo de mujeres desde Av. Matta hasta mi casa, algunas patrullas militares nos de-tuvieron cuando íbamos por San Ignacio, fue una caminata eterna. En mi casa se quedaron algunas muchachas que vivían lejos porque tenían mie-

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do de continuar. Junto a mi madre y mis hermanos me sentí protegida. Mi papá no estaba, no sabían nada de él, tampoco de Goyo. El tormento duró toda la noche hasta que al amanecer logramos tener noticias de mi padre. ¿ Y dónde estaba Goyo?

“Vuelvo luego”, esas fueron las últimas palabras que oí de él”

El día que se levantó el toque de queda, el viernes 14 de septiembre, antes del mediodía al fin pude ver a Goyo. Su hermano lo había ido a sacar del Estadio Chile. Goyo quería saber de mí, así es que pasaron primero por mi casa. Goyo bajó del auto, entró a mi casa, nos abrazamos con fuerza, tomó mi cara, me miró hondo. “Vengo directo del Estadio -dijo- recién me fueron a buscar” y luego me preguntó qué me habían hecho, qué me había pasado. “Ahora estoy tranquilo -agregó- ahora sé que estás bien en tu casa”. Lo vi muy demacrado y pensé que lo habían golpeado, me acuer-do que le pregunté, pero él me dijo que no. Le pedí que se quedara conmi-go un rato más, en mi casa, pero él aún estaba preocupado por sus padres, “No, porque mis padres tienen que verme para que estén tranquilos, ne-cesito que mis padres me vean, si no mis padres se me van a enfermar, van a pensar que algo más grave me pasó. Voy a volver. En cuanto me vean mis padres y converse con ellos yo vuelvo para acá” -me dijo. Nos despe-dimos con un largo abrazo y un beso, tomó mi cabeza como lo hizo siem-pre y sonrió. “Vuelvo luego”, esas fueron las últimas palabras que oí de él. Estaba ojeroso y pálido. Lo vi alejarse con su chomba amarillo pálido, sus jeans azules, su chaqueta verde oscuro a cuadros. Lo vi alejarse y subir al auto de su hermano que lo esperaba frente a mi casa. Él vendrá -pensé. “Nuestra mayor esperanza era encontrarlo en el Estadio Nacional” Gregorio llegó a su casa muy agotado, sólo quería descansar, su madre le sirvió un vaso de leche. Estaba compartiendo con su familia cuando, fuertes golpes en la puerta interrumpieron la intimidad familiar. Abrie-ron y un grupo de militares irrumpió en la casa buscando a Goyo. Ante la desesperación de la familia, se lo llevaron sin decir a dónde. Sobre la mesa quedó el vaso de leche abandonado a la mitad. Goyo alcanzó a es-tar con los suyos sólo escasos minutos. Junto a su hermano y algunos de sus amigos, fuimos a buscar a Gregorio. Sabíamos que del Estadio Chile, los detenidos habían sido enviados al Estadio Nacional. Permanecimos

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semanas y semanas en las afueras del Estadio Nacional, enviando car-tas, preguntando, viendo salir gente. Todo era confuso porque algunos no decían lo que habían visto, otros decían que Goyo estaba en el Estadio Nacional porque lo habían nombrado por los altoparlantes y otros decían que lo habían trasladado a otro lugar de detención. Nuestra mayor espe-ranza era encontrarlo en el Estadio Nacional, pero no estaba allí. Fuimos al Regimiento Tacna, en ese lugar era muy difícil obtener información, había que tratar con los militares casi suplicándoles para obtener algún dato que nos permitiera saber dónde estaba Goyo.

“Yo no creí que Gregorio estuviera muerto”

La mamá de Gregorio hizo gestiones para saber el paradero de su hijo, como resultado de esas gestiones le dijeron que ya no investigara más porque su hijo estaba muerto, le informaron que a Goyo lo habían fusi-lado. Recuerdo que uno de los hermanos de Goyo me lo comunicó, me abrazó y lloramos como dos niños, de puro dolor por su hermano. La familia de Goyo estaba sufriendo muchísimo. Yo no creí que Gregorio estuviera muerto, creí que le habían dicho eso a su mamá para que no si-guiera investigando. Decidí continuar la búsqueda y recorrí otros centros de detención y en todas partes me decían que él no estaba y mandé cartas y lo describí y lo busqué por años y años hasta que -en mi delirio- llegué a imaginar que lo podrían tener en Colonia Dignidad. Incluso me dijeron que a lo mejor había salido del país. Eso nunca lo acepté. Gregorio no tenía nada que esconder, nada que ocultar, ¡nada! Y si él hubiera decidido salir del país, no me cabe duda que primero habría encontrado la forma de comunicarse con sus padres y conmigo. Repartí por toda mi casa, la única foto que tenía de Goyo. Quería que todas las personas de mi entor-no mantuvieran viva su imagen para que, si alguna vez lo veían, lo reco-nocieran de inmediato. Recordaba que habían encontrado a un conocido nuestro de esa manera, ¿por qué no a Goyo? Sentía que en cualquier mo-mento podría aparecer. Ese dieciocho de septiembre y esas Fiestas Patrias fueron las más amargas de mi vida.

“Algo me fue diciendo que Goyo realmente no estaba vivo”

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Con el correr del tiempo, la madurez de los años y los acontecimientos desencadenados, algo me fue diciendo que Goyo realmente no estaba vivo y que sería muy difícil llegar a saber qué había pasado exactamente. Quedaba atrás nuestro anhelo de disfrutar juntos la vida, nuestra alegría de compartir y nuestros deseos de viajar. La familia de Goyo no quiso ningún tipo de contacto, nunca. La experiencia había sido demasiado traumática, los padres temían que les fueran a llevar a todos sus hijos. A la madre trataban de evitarle cualquier noticia dolorosa para no aumentar su sufrimiento. El padre estaba enfermo del corazón y los hijos temían que se agravara. Seguramente todo eso influyó en el distanciamiento. Un familiar me pidió reiteradamente “No hagas nada, respeta el dolor de nuestra familia”. Personas de la Universidad, de diferentes colores políti-cos, organizaron una misa para Goyo, en una iglesia que está en la calle Bernal del Mercado. Invité a la familia a través de uno de sus hermanos, pero dijo que no asistirían. Me dio mucha pena su respuesta, quería com-partir este gesto de amor con ellos, que eran lo más cercano a Goyo que aún me quedaba. A pesar de mi dolor, entendí su negativa. Años después, cuando se hizo un homenaje a Goyo en el Estadio Chile, Osiel Nuñez me pidió antecedentes y yo le dije: esto es todo lo que sé, esto es lo que puedo dar, no me atrevo a ser vanguardia de algo que siento que la familia de Gregorio me está pidiendo que evite. Llegué a conocer mucho mejor a la familia de Gregorio, en los momentos de más sufrimiento, aprendía a quererlos a la distancia, con un profundo respeto por su dolor.

“Yo estaba impregnada de Goyo de pies a cabeza”

Se ha dicho que los militares necesitaban un mártir como Goyo porque era representativo de los estudiantes en forma universal y porque tenía todas las características de ser un gran líder. Quizás la historia de su pa-dre y de su tío, que sufrieron tanto en la guerra civil en Yugoslavia y en la Segunda Guerra, pudo haber influido en Gregorio para que abrazara ideales revolucionarios y sociales. Quizás fue su enorme amor a la vida, lo que lo impulsó a asumir el compromiso político con tanta entrega. Quizás porque tenía 22 años y tenía un futuro increíble por delante, Gregorio fue capaz de vivir tan apasionada e intensamente la vida hasta el último momento. No lo sé, ahora simplemente creo que él trascendió mucho más

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allá. Todo el mundo lo quería, todos los que tuvimos la suerte de conocer-lo. Yo estaba impregnada de Goyo, de pies a cabeza y por mucho tiempo le encendí velas a su fotografía. Yo quería saber qué fue lo que pasó y lo vine a saber ahora, veintisiete años después, cuando leí la información que se publicó. Para mí fue muy fuerte. Intenté ponerme en su lugar en ese mi-nuto, cuando enfrentó la inminencia de su propia muerte: ¿Pensó algo? ¿Qué sintió? ¿Alcanzó a tener miedo? Lo esperé ese 14 de septiembre de 1973 y todos los días que siguieron, durante meses y años. Nunca llegó... La vida ha pasado y el dolor siempre ha estado aquí. ¿Por qué? ¿Con qué derecho? Lo buscamos incansablemente, lo lloré y lo seguiré llorando, le quitaron la vida cobardemente y aplastaron la mía. Por ti escribo, Gre-gorio, por el Amor que traspasa el tiempo. Tu espíritu está conmigo y lo estará siempre. Eres mi ángel.

Tu Marietta. Marzo de 2001.

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Mi compromiso con Goyo. Patricio Soza

La presente tal vez, cumple una necesidad de expresarte un sentimiento no manifestado y que ha estado ahí por mucho tiempo.

Me pides que hable de un hecho que marcó y aún repercute de mane-ra fundamental en mi vida. El sólo intentar tratarlo con la seriedad que amerita, significa referirme al sentido de la existencia.

La muerte de Goyo Mimica encierra todo aquello por lo cual he pasado años tratando de comprender. No sólo ese absurdo de la muerte de un hombre cuya vida fue truncada tan injustamente, sino que inevitable-mente, a plantearme el sentido de ese sacrificio.

Este planteamiento fundamental es el que me lleva a renovar un compro-miso con Goyo.

He logrado entender a lo largo de estos años, después de un recorrido del espíritu por un camino no sembrado precisamente de pétalos de rosa, que el amor por tus seres queridos, el amor por las cosas que haces, la solidari-dad con tus iguales y por los menos favorecidos, tus ideales por ser una persona útil a tus semejante, el respeto por ti mismo y por tu dignidad y el respeto por la dignidad del ser humano le dan contenido a tu existencia y por lo tanto sentido a tu vida.

Pero también he descubierto que para que el sacrificio del Goyo tenga sentido debemos a comprometernos además de llevar nosotros la vida con dignidad, a luchar porque nunca más suceda lo que a él le sucedió. Si logramos eso su sacrificio tendrá sentido, no habrá sido en vano.

La condena a Pinochet y a sus cómplices debe cumplir principalmente

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con darle sentido a la muerte brutal de Gregorio junto a muchos otros. La justicia debe tener como objetivo principal, en este caso, impedir que vuelva a suceder el genocidio. Ay, si supieran los que de buena fe defienden al general, que la justicia que reclaman los muertos es para que en el futuro a ellos mismos no les toque llorar a sus propios hijos, como nosotros hemos llorado a nuestros muertos y desaparecidos!

Ah, pero también, y he aquí la parte más dolorosa, debemos darnos cuenta que la responsabilidad que achacamos a los que estaban en el otro bando es compartida por no pocos que estaban en el nuestro y que aún no han hecho su necesario sacrificio para terminar con la confusión. Esto también es parte de la justicia que necesitan nuestros muertos. Aclarar esto también es parte de nuestra responsabilidad.

Gregorio, hermano, amigo. Los que te conocimos y aprendimos a que-rerte, los que supimos de tu generosidad y conocimos la belleza de tu espíritu, sabemos lo que tú esperas de nosotros. No te defraudaremos.

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Las Muchachas de la la UTE. Alicia Salinas

El día 12 de septiembre del 73, estábamos en la UTE, no nos dejaron salir el 11 del recinto. Éramos muchos los que nos quedamos esa noche. Había un grupo grande de jóvenes, muy jóvenes con apenas 17 (yo era una de esas). Nos sacaron a gritos y patadas, aprovecharon de registrarnos muy bien nuestro interior. Nos humillaron, y nos metieron en una micro hacia el Estadio Chile.

‘Al Estadio Chile’, nunca he podido sacarlo de la mente. En cualquier ins-tante aparecen los cuerpos de nuestros compañeros, parándose y sentán-dose, parándose y sentándose, en las gradas. Había algunos que se arras-traban por las escalinatas, punto y codo, había silencios tremendos, había terror y hacía mucho frío... Siga leyendo los testimonios o entregue su opinión en comentarios.

En algún momento, luego de unos extraños interrogatorios se dio la or-den de dejarnos o acercarnos hacia nuestros hogares. Un grupo vivíamos en San Miguel, nos dejaron en Blanco Encalada con San Ignacio (había toque de queda).

Aquella vez, corrimos como locas, creíamos que llegando a nuestras casas habría terminado todo, como un mal asunto. A pesar de lo vivido no ima-ginamos jamás que el dolor, la prisión y la desesperanza se incrustarían en nuestro país y en nuestros huesos, tan fieramente.

En el grupo iba Marietta, la Polola del Goyo, quien por esos días había iniciado un romance con él y era muy feliz...

Marietta de todas era la cabizbaja, las demás nos dábamos ánimo, apresu-rábamos el paso, y ella iba triste. Quedaban encerrados en el Estadio Chi-

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le, nuestros seres queridos, amigos, compañeros, y en el caso de Marietta su pololo, sin saber su destino, sin saber cuándo lo volvería a ver, y que le haría, lo torturarían, como a Víctor Jara...Por aquellos años estábamos preocupadas de un sin fin de cosas bue-nas, trabajos voluntarios, repartiendo parafina, arreglos de plazas en las poblaciones, estudiar bien poco, actos, cantos, celebraciones, el corazón ocupado; repleto de romances...

Entonces florecieron casi sin darnos cuenta los aromosTodo pasocada delicia de tus labiospermitíanque amarillearansin temor sobre mi cuerpodelgado y moreno.Los niños que éramosjugábamos a ser grandesRepartíamos todo lo posiblee importaba ser buenos con la patria de entoncesesa que amábamos tanto...

Los años han pasado por Chile, por nuestros hogares y nuestros sueños. Somos madres, o no pero estamos. Hemos egresado de algo, hemos vuel-to de quizás donde, hemos añorado tanto. Gregorio aun no parte, está bajo nuestro alero, hasta que no se cumpla la sentencia...

“El mayor Moren Brito me ordenó colocarle en el centro del pecho (al estudiante Gregorio Mímica) un círculo de papel rojo con un alfiler, el que significaba el lugar en donde debía llegar el impacto. Cuando volví al lugar de mi asiento, vi pararse al mayor Moren y solamente sentí un fuerte disparo, al darme vuelta me percaté que el joven yacía más menos a un metro y medio del lugar donde estaba con su silla todavía entre su cuerpo”...

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Alguien, ese día, se preocupaba en una fría sala de la universidad des-alojada, colocar en su pecho, una redondela roja, como creyendo que el Goyo, ese grandote que conocimos todos, un papelito como ese, borraría todo lo que fueron para ti esos años maravillosos, en que crecimos, creí-mos y fuimos plenos.

Hoy, 11 de septiembre del 2000, frente a esos años, escribo a rostro descu-bierto, como fue todo hace tanto y tan poco.

Hoy, ya no corro como aquellos años. Ya no amo a tantos a la vez, solo uno ocupa el lugar perfecto y cuatro hijos, mis abrazos. Aunque aún, cuando doblo alguna esquina, los rostros de los compañeros que se sientan y pa-ran en las gradas del Estadio Chile reviven y el Estadio aquel, por más que intento, sigue para mi siendo el lugar donde debía llegar el Goyo, aunque hubiera sido arrastrándose punto y codo por las escaleras...

A Marietta no la vi más, con las otras de tanto en tanto nos abrazamos. Además de los recuerdos y los dolores aún tengo en mi boca el dejo amar-go de 30 carnet con cotizaciones al día, que tuve que comer el 12 de sep-tiembre del 73.

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Significado y legado de Goyo. Juan M. Rivera

Tus amigos y compañeros de la vida han querido dejar un testimonio escrito y celebrar el privilegio de haberte conocido. Recogiendo y conti-nuando tu legado. Queremos decirte “gracias” por tu amistad, compañe-rismo y solidaridad, por tu colaboración a construir un patria nueva, con el trabajo voluntario junto al pueblo de Chiloe, al minero de Chuquica-mata, a los pobladores de Pudahuel, en el temporal de invierno de 1971, junto a los vecinos de la Ligua en el Terremoto de 1971.

Tus compañeros de Ingeniería recuerdan con admiración la energía que trasmitías en todo lo que hacias, en tu trabajo en la tienda de tu padre, como deportista y en el grupo de estudio. Tu perseverancia como estu-diante se refleja en las muchas veces que nos quedamos estudiando hasta la madrugada, para preparar los trabajos de investigación y los exámenes de las asignaturas. Agradecemos tu ayuda en la resolución de los ejercicios preparatorios a las pruebas de matemáticas y física Apreciamos tu afecto y cariño a tus compañeros de curso y de generación. Tu compresión y amor por las mujeres estudiantes. Gracias por invitarnos a compartir las fiestas y malones de tus amigos del Liceo 6 Andres Bello y vecinas del barrio de la Gran Avenida.

Como dirigente estudiantil eras respetado y admirado. Fiel representante de nuestras reindivicaciones políticas y estudiantiles. Eras un entusiasta jugador de baby fútbol y tambien de ajedrez.

Gracias por tu apoyo al deporte y aporte la creación de la asignatura de-portiva. Tu tenacidad logra también la construcción y habilitación de lo-gias exclusivas para estudiar en grupo.

Eras un ejemplo y líder: de los Trabajos Voluntarios en Chuquicamata,

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para elevar la producción en la mina a tajo abierto más grande del mun-do; en la ayuda a los damnificados en los temporales de Invierno en las poblaciones de Pudahuel; en la descarga de alimentos en la Estación Cen-tral, para asegurar el abastecimiento para el pueblo; en la comuna de la Ligua para el terremoto de 1972 y decenas de otros trabajos voluntarios en la ciudad y el campo, en el Norte y el Sur de Chile.

Nos lideraste invitándonos a vivir en plenitud, sentirnos actores de nues-tro destino y ser protagonistas de la historia, aportando nuestro grano de arena por construir un mundo mejor.

Gracias por ayudarnos a sentir la felicidad practicando los valores de la justicia, igualdad, solidaridad y fraternidad.

Fuiste líder en la construcción de hechos políticos y sociales que permi-tieron avanzar en la transformación hacia una sociedad más justa.

Nos ayudaste a descubrir y construir nuestro sentido de vida. Tus conse-jos y conocimientos lo recibimos en diferentes tiempos y formas, con tu ejemplo, en discursos, otras veces en acalorados diálogos, en los cuales entregabas fundamentos y herramientas para la comprensión de la his-toria.

Tu esfuerzo por lograr una Universidad para Todos, permitió que acce-dieran a las Instituciones de Educación Superior cientos de jóvenes, hijos de padres de escasos recursos económicos, hoy día todos profesionales. Posteriormente te eligieron Presidente del Centro de Alumnos de Inge-niería de Ejecución y representante estudiantil en el Consejo de la Facul-tad de Ingeniería.

Tus profesores del Liceo de Hombres Nº6 Andrés Bello y de la Universi-dad Técnica del Estado se enorgullecen del privilegio de haber tenido un alumno tan destacado y solidario. Tus compañeros de curso te recuerdan por tu saludo cariñoso con palmadas en el hombro, por haber compar-tido alegremente las aulas de clases y la ilusión ser un profesional de la Ingeniería.

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Tu sueño de conocer la historia y origen de la inmigración de tu abuelo croata, hoy día se hace realidad, Expresamos gratitud hacia ellos por ha-ber escogido a Chile. Honramos a tus padres por haber criado un joven de valores y sentimientos tan nobles y haber respetado tu entrega a la causa de las personas oprimidas.

Hago público el sentimiento de orgullo de tu padre, hacia ti, por el ab-negado y eficiente trabajo que realizabas en su negocio. Los sabados te levantabas a las 5 de la madrugada a comprar carne para abastecer el su-permercado, además trabajabas cuando no tenías clase o actividad como dirigente y todos los sábados con él, a pesar que aún tenías tu responsa-bilidad de estudiante.

Transmito el cariño y admiración de tu madre por su hijo, quien nos ex-presó “nunca dio problemas, era un niño tranquilo”, “se dedicaba a traba-jar junto a su padre y a estudiar Ingeniería Mecánica en la Universidad”. Eras un hombre de paz, conciliador, bonachón, tenias alma de niño, en-tregabas amor, alegría y solidaridad.

Goyo, te entregamos este reconocimiento y agradecimiento algo atrasado, pero afortunadamente a tiempo en términos históricos, cuando próxima-mente debieras cumplir más de medio siglo de vida, que sólo fueron 22. Fuiste durante 28 años un joven estudiante detenido desaparecido.

Después de haberte secuestrado de tu casa, el 14 de septiembre de 1973, eufemísticamente le dijeron a tu madre “se lo llevamos por un momento para un interrogatorio, después se lo traemos señora”.

Este hecho lo recordó nuevamente tu madre cuando fuimos a verla, para conmemorar los 50 años de tu nacimiento, el 20 de diciembre de 2000. Ese día además de llevarle nuestro saludo y demostrarle nuestro cariño y admiración por su hijo Goyo le lleve un ramo de flores, gladiolos rojos. Saludamos y acompañamos al dolor de tu familia, quien sin comprender tus ideales políticos sufrió la pérdida de su tesoro más preciado.

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Tu Madre encabezó tu búsqueda junto a tus hermanos y compañeros en decenas de campos de prisioneros por todo Chile.

Agradecemos la ayuda que entregó un amigo uniformado para investigar tu detención y paradero.

Un hermano tuyo viajó desde un lejano continente para saber de ti y acompañar a tus padres a mitigar esta tragedia. También envió una de-legación de monjas para que recorrieran los centros de detención para preguntar por ti en el Estadio Nacional, Talagante, Chacabuco, Rancagua, Chillán. Comprendemos la amargura y desesperanza de tu familia al no encontrar los restos de su hijo, hermano, primo, sobrino y tío.

Fuiste uno de los primeros detenidos desaparecidos conocido por miles de ciudadanos de Chile y el mundo que se apostaban a la entrada del Estadio Nacional a partir del 14 Septiembre de 1973 preguntando por familiares y amigos detenidos.

Tu temprana desaparición alertó a cientos de chilenos para que conocie-ran o escaparan de la crueldad de los golpistas. Esta situación y el hecho de tu reserva, lealtad, valentía y heroísmo en tu interrogatorio, al no en-tregar nombre de personas conocidas, amigos o dirigentes, permitió que decenas de ellos salvaran sus vidas o se evitaran padecer torturas, exilio, relegaciones, detenciones y privaciones de los derechos humanos estable-cidos en la declaración universal.

Sólo después de 28 años se sabe algo de tu desaparición. ¡Si¡ a raíz del proceso de desafuero de Augusto Pinochet se descubre el autor material de tu crimen, lo revela un oficial del ejército, quien fue testigo de tu ase-sinato, por parte de quien también fue homicida en la llamada caravana de la muerte.

Debido a la indignación causada por el alevoso crimen que cometieron contigo es que la actual Federación de Estudiantes, la Asociación de Aca-démicos y un gran número de dirigentes de la época, amigos y ex compa-ñeros de la Universidad Técnica del Estado y de los actuales estudiantes

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y profesores de la Universidad de Santiago de Chile, continuadora de la UTE y del Liceo de Hombres N°6 Andrés Bello, emprendimos la misión de investigar, recopilar y escribir tu biografía y los valores y acciones de los jóvenes de tu generación.

Tu nombre y tus circunstancias lo ha convertido en un “caso especial”. La certeza de tu detención, desaparición y asesinato fue solo conocida públi-camente 28 años más tarde, en Febrero del año 2001, como resultado de la Mesa de Diálogo entre Civiles y Militares.

Tu tragedia esta junta a los 65 o más estudiantes, profesores y funciona-rios, miembros todos de la comunidad universitaria de la UTE que fueron detenidos, desaparecidos y asesinados por la dictadura durante los años 1973 a 1989, todos símbolos de la represión de la dictadura de Pinochet. Goyo, por tu trayectoria y tus méritos como hijo, hermano, alumno, compañero, dirigente estudiantil, trabajador, pololo, novio y por tu com-promiso a la causa de la solidaridad, tu lealtad, valentía y tu entrega por construir una patria más libre, más justa, más humana, más solidaria, si-lenciaron tu voz y corazón, asesinándote.

¡Eres un mártir Te has convertido en héroe¡ tu nombre y legado se agi-ganta día a día.

Tus hermanos, tu padre, tu madre, tus primos, tu familia, tus mujeres, tus vecinos, amigos y compañeros te recuerdan con profunda emoción, te han llorado y aún te lloran después de 28 años. Todos tienen la frente en alto, se sienten orgullosos de haberte conocido y haber compartido algu-na época de tu vida o haber desempeñado algún rol en conjunto.

No te olvidan, llevan el calvario por casi tres décadas, sin que tu cuerpo aparezca. Todavía tu espíritu y alma está vivo para ellos y para nosotros. A la fecha de hoy todavía no podemos hacerte un funeral y brindarte una digna sepultura.

Tu madre y nosotros no podemos ir al cementerio a dejarte un ramo de flores porque no se sabe dónde estas. Para el Registro Civil e Identifica-

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ción de Chile tu aún sigues vivo porque no hay constancia legal de tu muerte y por tanto certificado de defunción.

Queremos agradecer a tu novia Marieta que abrió su corazón e intimidad y entregó su testimonio conmovedor. Ella develó también ante nosotros tu personalidad y generosidad infinita. Agradecemos a cada uno de los ciento quince personas entrevistadas que te conocieron y entregaron su testimonio develando tus valores, acciones, virtudes y defectos. Gracias de antemano a los otros testimonios futuros que vendrán, enri-quecerán y ampliarán tu biografía. Te has convertido en símbolo de la generación que dio su vida por un mundo mejor, por una sociedad más justa, más democrática, más humana, más solidaria. Queremos que se haga justicia y que llegue la paz y reconciliación en tu madre, hermanos y toda tu familia.

Anhelamos que la paz y la reconciliación florezca en tus amigos, tus com-pañeros de curso e ideales, en los actuales y futuros jóvenes estudiantes. Deseamos que la paz y reconciliación se construya con la verdad y practi-que en el día a día entre todos los ciudadanos Chilenos.

Goyo tu legado vive en nosotros.

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Testimonio del 11 de Septiembre en la UTE. Erika Osorio

Este día 11 de septiembre de 1973 es un día especial, las primeras noticias de la mañana hablan de un alzamiento de las Fuerzas Armadas, de Golpe de Estado. La verdad es que no entendemos lo que está pasando.

Como muchos otros estudiantes, hoy llegué a la Universidad a las 8:00 a.m., inquieta por saber qué pasa y cual es la situación de la Universidad y del país. Como dirigente comprometida con muchas causas, vine a bus-car alguna información que nos señale lo que tenemos que hacer en este momento.

Mientras permanecemos aquí, nos decimos unos a otros “esto va a pasar, en nuestro país no puede pasar algo tan grave”; sin embargo acaban de decir en la radio que La Moneda está siendo bombardeada.

Dicen que Allende se suicidó. Todo esto es muy serio, hay mucho descon-cierto, no sabemos qué hacer, los dirigentes no logran obtener informa-ción concreta y entre un “permanezcan en la Universidad” y un “es me-jor que se retiren” hay miedo a salir, incertidumbre; entonces decidimos quedarnos aquí porque nos sentimos seguros, sobre todo después de ver cómo algunos compañeros que intentaron dejar la Universidad, vuelven muy asustados.

Hay disparos, la Universidad está rodeada y todo se complica. Aunque nadie lo manifiesta sabemos que estamos asustados. Algunos se trasladan a la Escuela de Artes y Oficios, otros a la Casa Central de la Universi-dad, nosotros nos quedamos en el subterráneo, aquí donde está la sala del Centro de Alumnos de la Escuela de Artes y Oficios junto al “casino de la China” o el “che-ratón”.

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Es tarde, no hay luz, el teléfono suena incansablemente y la pregunta es la misma “¿Qué hacemos compañeros? ¿Hay armas? ¿Qué está pasando?”. Oscurece, no hay respuestas, no sabemos lo que está pasando, no hay ar-mas, nadie tiene armas.

La noche transcurre larga y, en medio de la oscuridad, los disparos, la incertidumbre y el temor.

Acaba de llegar un compañero que trató de salir por el lado del estadio de la Universidad, nos dice que hirieron al “salvaje”, a Hugo Araya, creo que es fotógrafo. Ahora uno de nuestros compañeros, Juan Carlos Ruiz, sale con alguien más para tratar de ayudar. Traen a Hugo al gimnasio, “cabros, estamos cagados, la cosa es grave, el salvaje está mal herido” –nos dice Juan Carlos...

Sin la atención especializada, desangrándose, Hugo Araya acaba de morir.

Para que la noche no sea tan lenta en medio del temor, las balas, los gritos; cantamos y bromeamos hasta el amanecer.

Es muy temprano, vamos saliendo, todo está en silencio, ya es el 12 de septiembre, vamos al casino, nos encontramos con otros compañeros, to-mamos una taza de té y volvemos.

Vamos bajando al subterráneo y comienza el caos, carreras, disparos, gri-tos, “¡al suelo mierda! ¡dispara!”, “¡no huevón, qué vai a hacer!, ¡aquí hay pura gente joven como tú!, ¡conche’ tu madre, deja eso, no hay armas acá!” . Es uno de nuestros compañeros, le grita a un soldado que trata de tirar una granada por la ventanilla que da al patio, la del sector poniente del subterráneo.

...son los segundos más largos de mi vida... impávidos, sin entender mi-ramos cómo grita nuestro compañero, los militares entran corriendo, nos rodean, nos golpean, nos obligan a sacarnos las chaquetas, a vaciar nues-tros bolsillos, las carteras de las mujeres, a culatazos nos quitan todo lo de valor, anillos, lapiceros, dinero. Muy rápido nos hacen subir al costado del

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gimnasio, a la multicancha. Sé que este es el principio de la pesadilla. Nos tiran al suelo con las manos en la nuca. Un militar, no sé que rango tiene, no entiendo de eso, dice muchas cosas, pero una de sus frases sobresale “este muro está especial para los fusilamientos, empecemos de a uno”. Nos ponemos de pié, creo que sólo somos mujeres, parece que a los hombres los llevaron al patio de Artes y Oficios. Ahí viene el militar a cargo, “los fusilamos al tiro, ¡prepárense!”, pero ahora se va.

Una compañera y yo hablamos con el soldado que está más cerca, dice que vienen del norte, que no han comido nada desde el día anterior, que no han dormido, que tienen órdenes de matar, “si yo tengo un hermano comunista tengo que matarlo –dice- es mi vida o la de él”.

Nos llevan al Estadio Chile, no sé qué hora es, veo a mis compañeros en una larga fila para ingresar al Estadio Chile.

Estoy sentada en la galería del costado sur-poniente con otras compa-ñeras y con personas que fueron traídas de alguna fábrica, mujeres casi todas. Al frente están los hombres. Esto es dantesco, allí arriba hay un trípode con una metralleta de la que cuelga una larga tira de balas, en el otro lado hay otra y allá otra más.

Un vozarrón retumba, es un militar muy gordo que se dirige a nosotros, “¡Cómo están las cloacas humanas, porque eso son ustedes, lo último de la escoria, ¿saben lo que es una cloaca?, eso son ustedes, cloacas humanas y como tal van a ser tratados, porque no merecen más, no merecen vivir, así es que vamos a pensar en cómo eliminarlos. Miren bien, al frente de ustedes hay un arma muy poderosa, la reineta, las balas cortan como una sierra y dispara –no sé cuántas- balas por segundo, así es que en poquito tiempo nos podemos deshacer de todos, así es que obedezcan y quizás tengan alguna oportunidad de salir con vida!”.

No sé cuánto rato ha pasado, ahí viene de nuevo”¡Ya! Todas las cloacas humanas agáchense, las manos en la cabeza, ahora vamos a disparar!”. Una y mil veces nos dice lo mismo.

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Creo que llegó la noche, no hemos dormido ni un minuto por temor a que en cualquier momento nos disparen. Hemos perdido la noción del tiempo.

Por un altoparlante están llamando a nuestro compañero Gregorio Mimi-ca Argote, también a muchos otros.

Creo que ya llegó el 13 de septiembre, llevamos dos días sin probar boca-do, sin tomar agua, pedimos permiso para hacerlo, vamos de a tres, ahora me toca ir a mí, en el hall del estadio veo a mucha gente sin ropa, tendidos, con los brazos y las piernas abiertas, entre ellos reconozco a profesores de la Universidad; un militar muy joven, debe tener unos dieciocho años, está golpeándolos con un linchaco. Bajamos por un pasillo, creo que estos son camarines, allí hay una puerta entreabierta, está muy oscuro, vamos al baño, tomamos agua, conversamos y subimos, hay una oficina muy iluminada donde conversan unos hombres, supongo que son militares, en el hall el escenario es el mismo, siento que me voy a desmayar, llego a mi lugar y me siento. Hay tanta bulla, alguien grita ¡agáchense!, disparan, me van a matar, tengo miedo a morir. Hay un niño allá, tiene unos trece años, va por el pasillo de las galerías del sector poniente, parece trastornado, camina haciendo figuras y cosas, un militar se le acerca y luego retrocede, el niño camina hacia él, el militar le dice algo, el chico no se detiene y a tres pasos lo mata, lo mira desconcertado. Se hace un gran silencio.

El militar gordo viene diciendo “tú, tú y tú”, me ha indicado también a mí. “¡Acompáñenme!”. Bajamos, no sé a dónde llevan a las otras mujeres, pero a mí me hacen bajar por el pasillo oscuro, Dios, hay personas muertas allí, no sé si es baño o camarín, pero allí están, golpeados, ensangrentados. Entro a una pieza chica, hay dos militares, “¡Cómo se llama!, ¡Dónde la detuvieron!, ¿Tenían armas?, ¡La vamos a volver a llamar!”

Quién sabe cuánto tiempo ha pasado. Algo está pasando allá arriba, un hombre sube a la estructura del cielo y se lanza desde lo alto para caer sobre las butacas de la platea. Una exclamación sorda. El silencio. El vo-zarrón repitiendo una y otra vez: “la cabeza sobre las piernas, vamos a disparar, no se muevan porque les puede llegar una bala” .

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Por los parlantes continúan llamando a nuestro compañero GREGORIO MIMICA ARGOTE. Hoy sabemos que es la mañana del día 14 de sep-tiembre porque nos están repartiendo algo parecido al té o al café. Este día transcurre igual que los anteriores: disparos, muertes y amenazas de fusilamiento.

Una persona pasa señalando a otras personas y se las lleva. No todas las que son llevadas, vuelven. Una de las mujeres que ha estado cerca de mí, volvió llorando; mataron a la mujer que iba con ella al interrogatorio, le dispararon porque sí y le dijeron que pensara muy bien lo que iba a decir porque le podía pasar lo mismo. No la volvieron a llamar y está saliendo conmigo hoy día, sábado 15 de septiembre por la mañana, junto a muchas mujeres.

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Estimado Goyo. Emilio Daroch

Han pasado más de 28 años de aquel día en que nuestros sueños de jóve-nes se vieron violentamente quebrados por una mancha verde caqui, que cubrió con su estela de odio y muerte nuestro largo y ancho país. Han pa-sado tantas cosas desde entonces, que quienes participamos activamente en aquel entonces, nos sentimos a veces insignificantes y muchas veces molestos de no haber sido tal vez más experimentados, tal vez más inteli-gentes, o tal vez menos incrédulos o tal vez más desconfiados de cómo se presentaban los acontecimientos.

Fuimos confiados al enfrentar el futuro, nos entregamos por entero a la causa “revolucionaria”. Éramos jóvenes, soñadores, queríamos alcanzar las estrellas. Y han pasado tantos años, y tantos nombres que guardamos en la memoria, tantos que se nos han olvidados y tantos que nunca más los vimos, sin embargo hay uno que no se olvida, que no podemos olvi-dar, aunque nunca más lo vimos. Eres tú, Gregorio Mimica Argote, que hace unas semanas atrás has cumplido 50 años, y que no te veo desde el 14 de Septiembre de 1973, cuando abandonaste el Estadio Chile, con rumbo a tu casa donde posteriormente fuiste detenido y nunca más te vimos.

Somos pares de la época, nos conocimos por los años 71, cuando te des-tacabas en la Organización Política y Estudiantil a la cual pertenecíamos, y no tan solo por tu estatura, sino más bien por tu actitud de respeto, de entrega, de esfuerzos y de comprensión a los tiempos que se vivían. Tenías el carisma que muchos se arrogan pero no la tienen, la fuerza que a otros les cuesta pero que en ti brotaba con la naturaleza de una fuente de agua pura. Siempre nos encontrábamos en las reuniones, en las salidas a traba-jo, sobre todo porque por aquellos días, la sedición, la mentira, la traición ya rondaban con mucha fuerza, y nos obligaba como estudiantes compro-metidos con un proceso a salir a apoyar los intentos de organización que

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nuestro pueblo necesitaba..

Siento que no fui tu amigo, ni tu confidente, ni tu compañero de carretes, pero eras atento, amable respetuoso, siempre alegre. Falto tiempo para conocerte ya que nunca más te vimos.

Por los inicios de 72, cuando trabajabas en Centro de Alumnos de Inge-niería de Ejecución, viajamos juntos a los trabajos de Verano, en el Mi-neral de Chuquicamata, y pude conocer de tu compañerismo, de tus ca-pacidades de Dirigente estudiantil, de tu capacidad de liderazgo, siempre dispuesto a ayudar, a tender una mano amiga a quien la necesitaba.

Por los años 73, en una oportunidad, fui a debatir tu posición política, durante un acto que se transformo en una pelotera , donde ya no solo las palabras bastaron para intercambiar ideas, pero con tu actitud de respeto, de firmeza, me tratabas de explicar que tus convicciones eran tremen-damente consistentes con tus actuaciones, y estabas dispuestos a dar las explicaciones necesarias, pero que de nada te arrepentías y además “ que quiere que le haga compañero, mi corazón puede tanto como mis pensa-mientos”.

En el fondo de mi, estaba admirado de este Goyo, que era capaz de hacer lo que muchos otros no nos atrevíamos a hacer. Debo reconocer que me retiré con la sensación de haber aprendido una buena lección, aunque la severidad de mi postura no cambió, Éramos jóvenes, soñadores, entusias-tas, serios.

El aciago día 11 de Septiembre, me tocó realizar las primeras asambleas, luego de haber escuchado la voz serena del Presidente Allende que llama-ba a la resistencia pacifica, a no dejarse provocar por la sedición. Tempra-no militares golpistas comenzaron una operación de rodear a la Univer-sidad.

Allende iba a visitar ese día la Universidad en el marco de las jornadas an-tifascista que la Federación de Estudiantes había organizado, montando una gran exposición, se decía que el Presidente haría anuncios importan-

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tes para lograr detener la asonada Golpista.

Intercambiamos pocas palabras ese día, tú sabías qué hacer, fuiste a tu escuela, la Escuela de Artes y Oficios a ordenar al movimiento estudiantil, para que no se hicieran provocar, para que ordenadamente esperaran los acontecimientos que estaban ocurriendo.

Nuestra confianza que los sediciosos no completarían sus planes todavía estaba latente, los estudiantes íbamos a defender el Gobierno de Salvador Allende. ¡Con qué nos preguntábamos! Con nuestros cuerpos si fuese ne-cesario nos decíamos.

Cuando hoy después de tantos años, miro hacia atrás, y me veo en aquel día junto a mis compañeros, armados solo con nuestro ideales, con la fuerza de nuestros pensamientos, y enfrentados a una maquinaria bélica, armada hasta los dientes, que nos tenía rodeados, nos sentimos impoten-tes.

Ni en los peores golpes de estado, las Universidades habían sido atacadas. Nos sentíamos seguros, la autonomía Universitaria pesaría. Nada podía-mos hacer. Ya pasado el mediodía, no había posibilidades de retirarse de la Universidad. Decididos a quedarnos y esperar, la Moneda había sido bombardeada, el Presidente Allende había muerto.

Nos volvimos a encontrar varias veces, estabas tranquilo, tomamos me-didas para que los alumnos, profesores, funcionarios de la escuela, no se expusieran a la balas de los militares que a ratos disparaban sobre la Escuela, como método de amenaza, como para que no lo olvidáramos, que ellos estaban afuera armados y nosotros adentro, desarmados, ya al caer la noche, la ráfagas de ametralladoras se intensificaban, ordenamos a los que estaban, que no se expusieran, que se acomodaran en las salas de clases, que al otro día sería diferente, que nada nos podría pasar, ya nada hacíamos, solo ser consecuentes con nuestros principios.

Un joven alumno había sido herido, en la zona de los talleres, fuimos a tratar de parlamentar con los carabineros de la 13 Comisaria, pedimos

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ilusoriamente una ambulancia, nos dispararon y nada pudimos hacer, Logramos llevar al estudiante herido a una sala de primeros auxilios que tenia la Escuela de Artes, donde compañeras con solo cariño y fuerza tra-taron de aminorar los daños que este tenía.

No recuerdo haberte visto, con seguridad estabas con tus compañeros tratando de pasar la noche dentro de lo que era posible pasar la noche.

Por la mañana muy temprano sentimos explosiones que provenían desde la casa central, no concentramos en el casino central a esperar que pasa-ba, de pronto se informo que los militares habían entrado a la Escuela, salimos al patio, nos gritaron que nos pusiéramos en el suelo, manos en la nuca, sin levantar la cabeza, sin mirar, disparando casi por encima de nuestros cuerpos. Gritos y amenazas para quienes no teníamos más ar-mas que nuestras convicciones. Pensé que nos iban a matar a todos, No te vi cerca de mí, pero sabía que estabas, como estábamos todos, tirado en el piso. Nos llevaron a la cancha de Baby Fútbol, allí nos dieron agua y más amenazas gritos y balazos y golpes.

Nos condujeron en Microbuses hacia el estadio Chile. Nos volvimos a encontrar, “sacándole trote” con las manos en la nuca, a la entrada, justo cuando nuestras compañeras en un gesto “honorable” de los Militares las habían dejado en libertad, luego de haberlas humillado y denigrado.

Te vi saltando, como todos. Paciencia te dije, ya pasará, tu gesto fue de alegría, de confianza, de fuerza. Nos tenían detenidos, tal vez asustados, pero estábamos enteros, vivos, pensando en que íbamos hacer en el futu-ro, cuando esta infamia pasara. No te volví a ver, nos hacían movernos, trasladarnos de sector, pasaron las horas, un día tal vez, por los parlan-tes pronunciaron tu nombre, sabíamos que habías salido, no estaba claro como, pero no estabas prisionero, estábamos alegres. Nunca más te vi, cuando salí del Estadio Nacional, ya se comentaba tu desaparecimiento, te habían detenido en tu casa, te llevaron con destino desconocido y nunca más te vimos.

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Todos estos años te hemos recordado en mil formas, en las reuniones clandestinas, en las reuniones públicas, en las conversaciones oficiales, en los homenajes oficiales, siempre, porque con tan poco tiempo dejaste una huella que no se olvida. Se han conocido muchas versiones de tu situa-ción, mas ninguna se acerca mas a las declaraciones del oficial que incul-pa a Marcel Moren Brito, creo que te asesinaron en la Escuela de Artes.

Hoy después de 28 años hemos concretado un sueño largamente desea-do, junto a compañeros y compañeras de tu generación, hemos creado una Organización llamada Corporación solidaria UTE-Usach, quisimos ponerle tu nombre, pero un tecnicismo legal nos impide hacerlo, sin em-bargo haremos lo necesario para tener tu nombre en la Corporación. He-mos impulsado el reconocimiento de la Universidad a tu nombre, hemos apoyado toda iniciativa que tenga por objeto incorporar tu ejemplo a las nuevas generaciones, hemos impulsado una querella contra Augusto Pi-nochet y sus secuaces, para lograr esclarecer la verdad, y recuperar la jus-ticia en nuestro país. Los que truncaron tu vida llena de anhelos, cariño, y deseos de entrega deben pagar por su crimen. Nunca más en nuestro país debe pasar por una situación semejante.

Los hombres pasan a la historia con sus ejemplos, se les recuerda por sus grandes obras, por el legado que dejan a través de los años, tú tenías 22 años, eras joven, lleno de vida, dispuesto a dejar una herencia maravillo-sa, no te dejaron, te asesinaron, trataron de que se olvidaran de ti, pero la verdad siempre se impone, varias generaciones de estudiantes de la UTE y también las nuevas generaciones de la USACH te conocen, te recuerdan, te han levantado en sus banderas de lucha. No te han olvidado, yo no te he olvidado, nadie te ha olvidado, aunque nunca más te vimos.

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Yo también lo conocí. Violeta Bagnara

“Te espero cuando la noche se haga día, Suspiros de esperanzas ya per-didas “Mario Benedetti. A Gregorio Minica Argote: Yo también lo con-ocí. Por supuesto, y como habría podido no fijarme en él, buen mozo y dicharachero como era, asiduo al casino de Artes y Oficio donde hacía matinée, vermouth y noche. Recién llegada a Santiago desde Contulmo, apenitas con diecisiete, mi tía me trajo a trabajar como garzona en el casi-no. Fue así como lo conocí. Pero yo sé que a mí nadie me recuerda. Claro, no era estudiante y nunca milité en los partidos.

Tampoco podría haberlo hecho, porque mi tía me había prohibido la amistad con los chiquillos upelientos, como los llamaba ella y me contro-laba los horarios de salida poco menos que con uslero. El Goyito llegaba temprano a organizar sus reuniones y ha estudiar, instalado en la última mesa frente a la ventana. Y bueno, yo me adelantaba a servirle su rico café con leche y un sanguche de pollo con palta con harta yapa, que cancelaba ceremoniosamente por las tardes.

Después, como las reuniones se alargaban durante el día, me las arreglaba para ir a servirle café o té, a la propia oficina del centro de alumnos que estaba al frente de la puerta del casino.

Esa mañana el Goyito la sabía y me la agradecía con un cerradita de ojo acompañada de esa sonrisa tan linda que tenía.

Claro que lo quería. Cómo no iba a amarlo. ¿Pero qué posibilidad tenía yo, entre tantas señoritas lindas y cultas?

Como les decía, él era muy tierno conmigo y en más de una oportunidad me regaló panfletos que yo escondía, como cartas de amor, entre mis po-

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cos bártulos; pero nada más, además yo no aspiraba a nada más tampoco.

Recuerdo que en uno de sus panfletos se hablaba de “Educación para To-dos” y eso me gustó, me quedé pensando varios días en ir al liceo, porque yo apenas había llegado a primero de humanidades. Un día, me envalen-toné y me acerqué para decirle que quería seguir estudiando y le pregunté a dónde podía ir. Él me felicitó, me invitó a sentarme en su mesa, buscó en su bolso una libreta y con letra bien bonita me escribió una dirección. Queda cerca, por Estación Central, matricúlate ahora mismo y después me cuentas, me dijo.

Y así lo hice, sin pedir permiso a mi tía, aproveché mi tarde libre de lunes y me inscribí para la jornada vespertina. Llegué al día siguiente al casino muy ansiosa, para contarle mi gran noticia.

Extrañamente, esa mañana nadie llegó. Por las ventanas se veían los pa-tios desiertos. Todo era tan raro... De pronto, la chinita, mi patrona, la dueña del casino encendió la radio y se puso a llorar.

Corrí a socorrerla. Ella me abrazó muy fuerte. “Hay golpe de estado”, me dijo. Corre a tu casa y ponte a rezar.

Me fui angustiada. A la semana siguiente volví al trabajo a esperarlo.

La vida se reorganizó muy lentamente en los patios. Pero Goyo, mi amor secreto, nunca más volvió.

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Goyo en la Universidad y detenido en el Estadio. Víctor Seguel

Estábamos en la Universidad Técnica del Estado de Chile - UTE hoy USACH. Por una cuestión de conciencia nos quedamos, para ver qué iba a suceder, registrando los hechos durante el día. Todos pensamos que sólo iba a ser un conato aislado, nunca pensamos en la magnitud que tendría, por eso nos quedamos el 11 de Septiembre de 1973. Ya era casi el fin del día cuando nos vinimos a dar cuenta, y cuando dicen que el toque de queda es a las tres de la tarde, ¿Dónde te vas? No había alternativa, solo quedarse en la Universidad, esperando que se levantara el toque de queda para irse al día siguiente.

En la noche nosotros nos fuimos al sector donde estaban los talleres de reparación de los muebles de la Universidad. Esto estaba, más o menos, frente a la Comisaría de Carabineros de la Avenida Ecuador, por ahí es-taban estos talleres. En la noche comenzaron a sentirse unas ráfagas, nos asustamos, eran bombas lacrimógenas. Entonces, ocultándonos, logra-mos llegar a la Escuela de Ingeniería de Ejecución, antigua Artes y Oficios y nos refugiamos en la guardería de equipos. Había varios compañeros de la Universidad, compañeros de carrera y había muchas niñas también. En ese grupo estaba Goyo Mimica, en todo momento estuvo ahí con no-sotros.

Toda la noche balas, sirenas, balas aisladas, de repente más fuertes, al-gunos dormían en el suelo de la Universidad, otros no, todos asustados esperando la mañana del día siguiente, que se levantara el toque de queda para irse a la casa. Entre todas estas cosas, estaba yo tendido al lado de una amiga, no recuerdo muy bien su rostro, pero era relativamente joven, una carita de unos dieciocho años, vaya a saber uno, yo en ese momento tenía veintiuno. Y me pregunta si tengo armas. Le dije que no, que yo no tenía armas, ella muy asustada me decía que si encontraba una, que por

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favor la botara porque podía ocurrir un accidente. Yo le dije que se que-dara tranquila porque, por el conocimiento que yo tenía, sabía que nadie tenía armas.

Después me empezó a preguntar cosas más personales, qué hacía, qué estudiaba, al final me toma la mano y me pregunta el nombre, yo le pre-gunté su nombre, no recuerdo lo que dijo, pero fue algo así como Eleo-nora, por ahí va la cosa, no recuerdo más allá. Me pregunta si yo estoy pololeando y yo le digo que sí, con cierta tristeza porque el padre de mi polola de aquella época, era militar, y yo me había hecho la imagen de que todos los militares estaban en contra del pueblo, por lo tanto podríamos estar en bandos contrarios. Entonces ella me dice, “no importa, no te pre-ocupes, no sabemos qué va a pasar, ¿Por qué no pololeamos hasta cuando sea necesario?”

Así que esa noche pololeé con ella hasta que llegaron los milicos y nos sacaron, al día siguiente. De ahí nunca más la vi, tampoco yo traté de ave-riguar quién era ni cómo era sino que estaba más preocupado de lo que nos pudiera suceder. Al día siguiente, nos sacaron al patio, nos tendieron boca abajo con las manos en la nuca. Recuerdo que me tocó tenderme en el patio que daba al sector oriente de la Escuela de Artes y Oficios. Había dos patios, el patio oriente y el patio poniente. En el patio poniente está el teatro y en el patio oriente estaba la salida hacia la avenida sur, hacia el gimnasio. Esa noche hubo varios casos dramáticos, se sentían gritos, lamentos.

Posteriormente nos llamaron a la cancha de baby fútbol, frente al gimna-sio, debe haber sido casi mediodía. El día había amanecido con bastante sol, no sabíamos lo que iba a suceder con nosotros, nos separaron a los hombres de las mujeres, a ellas se las llevaron, ni siquiera sabíamos qué les pasaría, no me lo he preguntado y no me lo voy a preguntar ahora tampo-co. Han sucedido cosas terribles, pero quisiera ignorarlas. Posteriormente nos sacan de la Universidad como a las dos o tres de la tarde y, en unas micros que no eran de recorridos de Santiago, nos llevan al Estadio Chile. Había una micro que tenía un recorrido rural, que estaba relacionada con la ciudad de La Serena, Ovalle, por lo que decían algunos compañeros

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que conocían estos recorridos.

En el Estadio Chile nos hicieron trotar, yo tomé la hora, llegamos como a las tres de la tarde al Estadio Chile y nos han hecho trotar, con las manos en la nuca, hasta las seis y media de la tarde, hora en que nos ingresan al Estadio, al grupo en que yo estaba. De ahí nos registran nuestros nombres y nos quitan las cédulas de identidad. En la fila en que yo estaba, atrás mío iba el Goyo y, por esas razones de la vida, estuvimos casi siempre en el mismo lugar.

Una vez en el Estadio, agotados, pudimos ir al baño, pudimos tomar agua. En el Estadio fue muy trágico, vi morir gente que nunca supimos por qué los mataron, los mataron delante nuestro. Me llamó mucho la atención el hecho dramático que ocurre frente a donde estábamos. Nosotros fuimos sentados en las graderías del costado sur, en el costado norte había gente del sindicato de Sumar, había mujeres también. En un momento el co-mandante a cargo del Estadio, comienza a decirnos que hay que guardar orden, que hay una metralleta llamada “la reineta”, que le llamaban “la sierra de Hitler”, pero más parece serrucho, por el daño que causa el corte, que ante cualquier indicio de protesta iban a disparar. Todos callados, ob-viamente. En eso se para un compañero, no sé de qué industria sería, esta-ba en la gradería norte, y comienza a decir que por qué se nos trataba tan mal, que teníamos hambre y le quita el fusil a un soldado que estaba cerca de él, me atrevería a decir que era un fusil mauser, y este lo comienza a golpear en la cabeza, en todas partes, hasta que lo tiró al suelo y después se llenó de las protestas nuestras y en eso se escucha un disparo al aire. Yo pensé que la tragedia ahí se desataba, pero no fue así sino que todos guardamos silencio y al individuo se lo llevaron, no sé si iba muerto. En otra oportunidad, había un muchacho joven, de unos veinte años, tal vez menos, que tenía cierto retardo mental, él estaba sentado cerca nuestro y para ir al baño los tenientes habían dispuesto una orden, la orden era que había que pararse con manos en la nuca y caminar hacia los baños.

Este muchacho, que al parecer tenía ciertas taras mentales, no era normal, ya llega un momento dado en que no obedece y el milico que está apos-tado de guardia, en uno de los extremos, en el extremo sur poniente del

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Estadio, hablemos a nivel del piso de la calle, le apunta con su arma y el muchacho se siente quizás acosado, se da vuelta y golpea con su mano el cañón del fusil. Ese parece que era un fusil sic . El milico, no sabemos qué sucede, no vacila y le dispara por la espalda, el cabro camina dos, tres pa-sos, abre la boca, sale una bocanada de sangre y cae al suelo y se lo llevan. Otro caso es el de un dirigente sindical que cuando está hablando, me parece que era Espinoza, no sé si será el mismo Espinoza que condenaron por el caso Letelier, pero es un Espinoza que fue el comandante del campo de detenidos del Estadio Nacional también, estaba diciendo sus arengas, tratándonos de marxistas traidores; y este hombre se levanta y dice “el fascismo no pasará”, lo toman preso y nunca más supimos de él.

En el Estadio todo fue dramático porque no sabíamos la hora, estaba todo oscuro, había unas luces encendidas, por lo tanto veíamos el reloj que marcaba las cuatro, pero no sabíamos si eran las cuatro de la tarde o las cuatro de la madrugada. Estábamos totalmente desorientados. Durante esos días, pasaron quizás dos días y yo pregunto ingenuamente qué había sucedido y me dicen que Allende murió y recogemos un diario, una hoja de un diario y precisamente allí se contaba la muerte de Allende.

Esto debe haber sido el día catorce y ese mismo día, no sé si fue el catorce o el quince, pero por ahí fue, por los parlantes llaman a Gregorio Mimiça. Ya teníamos un acuerdo, que el primero que saliera se llevaría nuestros teléfonos para avisar a las casas porque hasta ese momento nosotros no sabíamos si en nuestras casas sabían o no. Creo que el drama más grande para nosotros era esa inquietud, ¿cómo estarían nuestros padres o her-manos en sus casas si ellos no saben lo que nos está pasando o lo que nos pasó? Eso nos daba una amargura tremenda. Llaman a Goyo y Goyo se va. Goyo nos dijo “pásenme los teléfonos” y yo le paso mi número telefó-nico y él se lo lleva.

Pasan los días, nos llevan al Estadio Nacional y pasó el tiempo, los días, meses. Al final fuimos, poco a poco, recobrando nuestra libertad. En el Estadio Nacional también habían dos peligros y se nombró a Gregorio Mimiça y se dijo “Gregorio Mimiça, presentarse al disco negro”. Esto debe haber sido el día dieciocho o veinte de septiembre, por ahí. A los pocos

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días después de que fuimos trasladados del Estadio Chile al Estadio Na-cional. Esa fue la última vez que oí hablar de Gregorio Mimiça en forma oficial por los milicos. Bueno, recuperamos todos nuestra libertad o algu-nos, no lo sé. Yo me reincorporo a la Universidad.

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Testimonio sobre Goyo. Mireya Montero

Corre brisa, las hojas de los árboles se mecen, el aire se torna entre fresco y tibio. Es el bosque tropical que con su verdor trae consigo esperanza, y mucha vida. Hay silencio, sólo se escucha el trinar de los pájaros. Es cuando vienen a mi memoria muchos recuerdos, unos tristes y otros agradables, que se entrelazan y no se pueden separar. Es difícil ordenar-los, aunque trato de hacerlo. Es un momento complicado. Por estos días, las noticias sobre detenidos desaparecidos nuevamente nos golpean muy duro.

Conocí a Goyo el verano de 1972, impulsada por un grupo de amigos y el deseo de participar en trabajos voluntarios. Decidí ese verano ir a Chuquicamata, lugar designado para este grupo de compañeros de In-geniería. La travesía para llegar al mineral fue una gran odisea, ya que nuestras condiciones de viaje no eran las mejores, pero igual nos invadía la felicidad que se siente como jóvenes de sentirse útiles a esa nueva socie-dad; en construcción, hacer algo por nuestro país era un desafío impor-tante para nosotros, además de crecer como futuros profesionales. Para entonces yo era estudiante de Ingeniería Química de la Universidad Téc-nica del Estado, ahora Universidad de Santiago de Chile.

Se nos presenta esta oportunidad de trabajar en investigación en los lab-oratorios de la mina de cobre a tajo abierto más grande del mundo; lo encontré increíble, aprender a aplicar nuestros conocimientos, tener con-tacto directo con la industria. Es algo que ocurre con poca frecuencia a los estudiantes.

No podía desperdiciar esto y decidí participar. La llegada al mineral de Cobre me afectó mucho, debido a la altura a que se encuentra Chuqui-camata; pasé una noche en el hospital. Me llamó la atención la cantidad

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de recursos con que este contaba. Debo señalar que el cobre había sido nacionalizado hacía aproximadamente un año.

Me encontraba ahí en el hospital, tratando de restablecerme, cuando Goyo aparece en mi vida. Él, como Presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería, se encontraba junto a nosotros como coordinador, siem-pre pendiente a lo sucedido. Quería saber cómo me sentía; yo no sabía hasta ese momento quién era; no lo conocía. Me sentía tan mal que ni cuenta me daba de su presencia. Se quedo ahí hasta que yo me recuperé. Le pregunté quién era; lo vi tan cansado, que creo que él estaba peor que yo. El viaje había sido muy largo y la responsabilidad mucha; el grupo de estudiantes era muy grande.

Entre mis recuerdos de ese momento, viene a mi mente el encontrarme con este muchacho alto, de sonrisa dulce, de mirada muy especial, y ver en sus ojos una gran ternura. Desde ese instante me sentí protegida; algo importante me había pasado.

Comenzó entre nosotros una amistad, nos buscábamos mutuamente, los días transcurrieron, y nos hicimos pololos. No recuerdo el momento; todo se dio muy natural: nos veíamos después de nuestros trabajos, dis-frutábamos de esos atardeceres en el desierto, tan llenos de magia, jamás los he olvidado, conversábamos mucho. Siempre me llamó la atención su preocupación por su familia, especialmente su compromiso con su padre, pues creo que él era su principal apoyo.

Nuestro trabajo en los laboratorios consistió en tratar de conocer las can-tidades de algunos metales que venían junto al cobre en su extracción. Si las cantidades eran considerables, se podrían recuperar produciendo un beneficio adicional. Específicamente trabajamos en recuperación de litio, un metal estratégico, algo muy interesante de gran importancia y valor.

Los fines de semana durante ese verano fueron increíbles. Conocimos muchos lugares juntos, todo era tan mágico –el desierto, los colores de las montañas, su compañía– todo era un gran escenario donde nosotros nos sentíamos los actores.

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Recuerdo San Pedro de Atacama, el Valle de la Luna, algunos compañe-ros corrían con los brazos abiertos como pájaros, todo era muy gracioso. Ahora pienso que nos sentíamos libres de soñar como jóvenes, con esper-anzas de lograr metas que no habían logrado nuestros padres, de tener un país mejor, con menos diferencias sociales.

El tiempo transcurrió normal, lo mismo que nuestra relación. Regresa-mos a Santiago, a la universidad, a nuestras obligaciones, que para él eran muchas. Tenía una fortaleza increíble. Nunca, que yo recuerde, mencionó estar cansado, aunque a veces se delataba ya que se sentaba y se dormía –creo que muchos lo recordarán.

Nos veíamos a diario, los fines de semana debía ayudar a su padre, y es-pecíficamente los sábados, en las tardes iba a mi casa. Mi hermano se divertía mucho con él ya que ambos eran muy buenos para las bromas. También íbamos a casa de amigos; siempre había alguien que tocaba gui-tarra, cantábamos, hablábamos de temas relacionados con la universidad, y también sobre las cosas que estaban sucediendo en el país.

Recuerdo una anécdota; algo que ocurrió en la boda de un primo mío. Como él era alto en comparación con el chileno promedio de aquel tiem-po, al lanzar mi primo el lazo o liga (no recuerdo exactamente qué era), él la agarró con mucha facilidad lo que hizo que todo el mundo le hiciera bromas. Había timidez en él, se puso rojo, yo le dije “no te preocupes que yo no he agarrado el ramo.” Nos reímos mucho. Cabe mencionar de paso que era un pésimo bailarín.

Así transcurrieron como dos meses, luego de lo cual nuestra relación co-menzó a cambiar. Se hacía difícil compartir más horas juntos. Yo siempre era la que iba en busca de él a la Escuela de Artes y Oficios, ya que nuestros sitios de estudio no eran los mismos. Almorzábamos juntos, cuando se podía, en muchas ocasiones abandonaba el almuerzo porque lo llama-ban para resolver algún problema, cosa que me molestaba muchísimo. Quería entender todos estos compromisos, pero se me hacía muy difícil. Tratábamos de planificar nuestro tiempo libre, que no era mucho, debido

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a las múltiples obligaciones estudiantiles que ambos teníamos, además de las políticas.

Ese año el otoño trajo consigo mucha lluvia y como consecuencia inun-daciones, especialmente en nuestra capital, y por supuesto que los más afectados siempre eran, son y serán los mismos: nuestra clase marginada. Nosotros en la universidad nos organizamos para ir en su ayuda. Junto a Goyo y a un gran número de compañeros llegamos hasta esas poblacio-nes.

Trabajamos incansablemente ese fin de semana y el que le siguió. Yo ob-servaba a Goyo metido en el barro, mientras continuaba lloviendo. El tiempo no nos ayudaba mucho pero él impulsaba al resto a seguir coope-rando con estos compañeros que tanto necesitaban nuestra ayuda. Él me miraba, sonreíamos, había mucha dulzura en esa mirada; nos queríamos mucho.

Todos los que participamos, vivimos una experiencia enriquecedora. Hicimos nuestra la realidad que viven muchas personas con pocas o nin-guna posibilidad en la vida, pero nosotros pensábamos que si los cambios venían, estos compañeros podían tener un futuro mejor para ellos, para sus hijos, y eso nos impulsaba a seguir estudiando y trabajando con mu-cha fuerza.

Mi familia tenía casa en la playa, y aprovechando Semana Santa, lo con-vencí para que tomara un descanso. Esos días junto al mar me traen her-mosos recuerdos. Solíamos caminar por la arena, sentir el ruido de las olas, y el viento frío de la época rozaba nuestras caras. Sentados sobre las rocas recordábamos nuestros días en Chuqui y lo extraño de nuestro en-cuentro; reíamos (su risa era muy contagiosa), conversábamos, y a veces se quedaba en silencio.

Parecía estar siempre con alguna preocupación, un poco inquieto, como anticipando la avalancha de problemas que surgirían en tiempos no muy lejanos. Regresamos un poco más relajados, pero él siempre mantenía su intranquilidad. Pasó un mes quizás dos; las cosas para nuestro país se

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fueron deteriorando, y también nuestra relación.

Él se mantenía siempre ocupado entre las clases, reuniones y resolver cu-anto problema surgía. Nos veíamos cada vez menos. Empezaron las mar-chas y concentraciones, y nos juntábamos al final de ellas. “Tenemos que hablar,” me dice un día. “Está bien,” le respondí, y mi corazón latió como presagiando el fin. Al día siguiente nos juntamos en los jardines frente al decanato de ingeniería. Recuerdo ese momento como si fuera hoy. Sen-tados sobre la grama nos planteamos nuestra situación, la que era difícil para ambos.

Su compromiso como dirigente estudiantil y político era más fuerte que nuestra relación. Nuestra separación era inminente, ya que nos estábamos haciendo daño mutuamente. Yo quería tener una relación normal y él no podía brindármela. Fue muy difícil para mí, y quizás para él también. Pero era lo mejor. Estuvimos horas en aquel lugar, y recuerdo mucha tristeza en su cara. Nos despedimos con un último beso. “¡Amigos!” dijo. “¡Amigos!” respondí. En ese momento le dije “tu corazón está con ellos. Nunca me perteneció. Quiero que cuentes siempre conmigo.” Cuando se alejó aquella tarde, mi dolor fue mucho. Me quedé un instante tratando de recuperarme de aquel golpe que yo sabía que venía.

La debilidad de mujer surge siempre en esas situaciones, pero el destino debía ser ése. Mas nuestra amistad permaneció por siempre.

Su recuerdo está siempre presente, como un ser lleno de nobleza y gener-osidad, de gran respeto por todos, independientemente de lo que pensa-ban, hacían o decían. Por eso se supo ganar el cariño de quienes tuvieron la suerte de conocerlo.

La dictadura no supo darle la oportunidad de concretar sus sueños, la de formar su propia familia, ser esposo, padre y un profesional al servicio de su país.

Actualmente estoy casada, con casi 27 años de matrimonio. Tengo un es-poso y tres maravillosos hijos, y soy muy feliz. Me gradué de ingeniero

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químico, y tengo una maestría en tecnología de alimentos.

Trabajé por un período corto en mi profesión, porque la mayor parte de mi vida la he consagrado a mi familia, y a la formación de mis hijos.

Quiero agradecer la oportunidad que me han dado, de revivir aquellos dulces días de mi vida universitaria junto a Goyo. Las imágenes del recu-erdo que se grabaron en mi alma, se han conservado a través del tiempo. Ustedes ahora son partícipes de este testimonio.

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Goyo realiza trabajos voluntarios. Tebni Pino

Los estudiantes fueron en ayuda de los damnificados por el Terremoto. Corría el mes de julio del año 1971 cuando ya casi cerrando el día, Santia-go sentía los efectos de un terremoto que, galopando en sus casi 8 grados, dejaba en el suelo gran parte de las provincias de Petorca, La Ligua y al-rededores. Iba a ser la gran prueba de fuego del gobierno popular cuando recién completaba 8 meses de gestión y las prioridades se centraban en la equidad, el derecho a la educación superior a los trabajadores y sus hijos, el cumplimiento de las primeras 40 medidas ofrecidas al pueblo luego del histórico triunfo del 4 de septiembre del 70.

En medio del caos que provocó el movimiento telúrico en la zona central, muchos trabajadores, alumnos regulares de un humilde liceo nocturno en Lo Valledor Norte, la mayoría jotosos, imaginábamos la tragedia en el lugar del epicentro, a esas horas una verdadera incógnita dada la escasez de comunicación con las localidades más afectadas. No sería, entre tanto, obstáculo para que la Federación de Estudiantes de la Universidad Técni-ca del Estado hiciera prontamente un llamado a la juventud a plegarse a la caravana que, al día siguiente y con una organización poco conocida en el país, movilizaría en micros que, de mirarlas, parecían no llegarían nunca al destino, precisamente a La Ligua y Petorca.

El llamado convocaba a los estudiantes a inscribirse y participar de traba-jos voluntarios que tenían como fundamento evaluar en terreno el estado de las viviendas, entregar alimentos y ropa para enfrentar, además, el cru-do invierno de ese 1971. Así y sin pensarlo demasiado, muchos fuimos los que, sin tener mayor acercamiento a la Universidad, colocamos nuestros nombres en la larga lista de voluntarios y partimos alegremente con la única función de servir, sin saber a lo cierto en qué circunstancia y menos qué sería de provechoso de nuestras inútiles humanidades luego que la

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preparación técnica o profesional, por estos lados, escaseaba.

Fue en esas circunstancias que conocí al Goyo. Sin prejuicios por tratarse de un estudiante de 4° medio, me acogió como uno más de los suyos, embarcados en un micro que llevaba a estudiantes de la Escuela de Inge-niería de Ejecución. Luego de varias horas de viaje por caminos devasta-dos por la fuerza del terremoto, entramos a La Ligua, ciudad que estaba prácticamente en el suelo, con la torre de la iglesia a medio caer, símbolo inequívoco que la naturaleza, allí, se había ensañado con crueldad inne-cesaria.

Pero no sería aquello que iría a desanimar la caravana de la UTE ni menos la alegría que los jóvenes, liderados por Goyo, entregarían en medio a la incertidumbre, al qué ocurrirá mañana o quizás en un par de horas. Dis-puestos en grupos técnicos de acuerdo a la carrera que se estudiaba, los “obreros”, o sea nosotros, los no alumnos de carreras ingenieriles, las em-prendimos cerro arriba para primero encuestar la población, saber de sus carencias, sus necesidades y qué tipo de ayuda era la más urgente y luego entregar los recursos o ponerle el hombro a las tareas requeridas. Crece ahí la figura de nuestro personaje que, sin dar muestras de cansancio, no sólo organiza, como es el puntal más importante a la hora de levantar una viga, encumbrarse por entre calles (¿calles?) polvorientas con un saco al hombro, mostrar con su ejemplo que antes de dirigente, es el más entu-siasta, el más comprometido, el más revolucionario.

También el más revoltoso a la hora de distender ambientes, evadir te-mores, soltar la talla e, incluso, acostarse por las noches de espaldas y empujar con sus pies la débil cabaña de madera que resguardaba del frío nuestros huesos entumecidos, haciéndonos pensar que se trataba de un nuevo temblor, de esos que a cada 10 o 15 minutos sacudía el polvo de la devastada ciudad. Su risotada, fuerte y clara era el prenuncio de carreras atrás del bromista, pero al que se le perdonaba todo porque entendíamos que la verdadera intención era mostrar que, a pesar de la tragedia que se vivía, la alegría no podía estar ausente de las tareas…. porque el país lo requería, porque se empezaba a perfilar el hombre nuevo, porque Chile comenzaba a construir una historia en donde los hombre como Goyo

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serían fundamentales.

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Goyo, el alto de amaranto. Lucrecia Brito

Desde los ventanales del Pedagógico, aledaños al Paraninfo, le veo…, es el inicio del año académico del 72. Estamos todos muy excitados por la competencia de mechones y, la verdad es que no atendemos al profesor de gramática que nos presenta su programa. Él con su camisa amaranto se destaca, va sonriendo a las muchachas de minifalda que llevan rosas frescas para adornar el escenario de la competencia. Su gran porte no contradice la ternura de sus gestos. Todos sentimos confianza en él.

Aquel día de Marzo todo era risa, sus dientes blancos resplandecían de tanto hablar. Desde allí supimos que no podría faltar en los próximos encuentros y, así fue; y si bien él estudiaba ingeniería, siempre andaba en nuestro sector, donde se debatía y cantaba, en los prados, en la cafetería, allí junto a Carlos Puebla y Víctor Jara, cerca del patio de las rosas, lugar de encuentros y palabras al oído.

Ser militante en la UTE, era lo evidente, los jóvenes comunistas eran ma-yoritarios pero, junto a los Socialistas mantenían la radio y los programas culturales. Goyo tenía una voz melodiosa, incluso en la orden del día. En realidad lo que me gustaba de él era su sencillez, su llegada y receptividad. Cómo olvidar aquella vez en la que los del MUI nos tomamos una sala de castellano para tener una sede. Era grave, nos iban a expulsar, habría sido la solución para quitarnos de encima. Sin embargo, allí estuvo el Goyo para defendernos como representante de los alumnos que era.

No tendría más de 22 para ese fatídico día once. Él se quedó en nuestra UTE junto a muchos otros que, como él, creyeron que podrían derrotar al golpe mostrando su voluntad de demócratas, y ése fue un bello sacrificio que nos impidió el volver a verlo, como tampoco pudimos ver de nuevo a Hugo Araya, el fotógrafo, ni tampoco a Víctor. Cuánto los hemos llorado,

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y seguiremos recordando.

Lucrecia, Marzo 2005

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Mi nieto Goyo. Luis Cifuentes

Querido Goyo:

Te conocí en la UTE en febrero o marzo de 1973. Tú ya eras un destacado dirigente estudiantil y yo, académico joven de la UTE, venía regresando de hacer un posgrado en Alemania.

Tu primera frase se quedó para siempre en mi memoria. Te retrató por completo como la persona generosa, modesta, íntegra y amistosa que fuiste.

Me dijiste: “¿Tú eres Lucho Cifuentes? ¡Yo vengo siendo nieto tuyo!” y me diste un cordial abrazo.

Sonreí sorprendido y, seguro, con cara de pregunta, puesto que eras sólo 4 años menor que yo. De inmediato te explicaste:

“Lo que pasa es que yo me considero hijo de Pato Soza, quien ha sido mi maestro en lo político y gremial, además de un muy querido amigo, y Pato me ha contado que se considera hijo tuyo, luego... ¡eres mi abuelo!”. Reíste alegremente y volviste a abrazarme.

Y así quedamos, unidos por la sangre etérea de tu generosidad. Conver-samos varias veces durante los pocos meses restantes de tu vida, siempre con gran cordialidad, iluminados por esa frecuente, ancha y sincera son-risa tuya que te abría puertas, mentes y corazones.

Confieso que no recuerdo cuándo te vi por última vez, pero debe haber sido el 12 de septiembre en la UTE. No creo haberte visto en el Estadio Chile.

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Meses después, al salir yo de Chacabuco, Pato me contó de tu desapari-ción.

Por meses mantuve la esperanza de que estuvieras preso en alguno de los muchos centros de detención de la dictadura y de que luego sabríamos de tu liberación. La llamita verde fue apagándose con el correr del tiempo.

Pasaron demasiados años hasta que tus restos mortales fueron identifi-cados, pero tu presencia física ya era irrelevante. Quedó para siempre tu recuerdo, tu calidad humana, tu condición de joven dispuesto a jugarse la vida por sus ideales. Te has convertido en inspiración de miles, en testigo inmortal de un movimiento estudiantil multitudinario que dejó su huella en la historia, como también de ese otro, y más grande, movimiento por construir un Chile mejor, un mundo mejor.

En los días que corren, en que ha renacido en gran número, fuerza y crea-tividad el movimiento estudiantil, saliendo en defensa de la educación chilena y pronunciándose una vez más por un mundo más humano, tú has estado presente en cada marcha, en cada movilización, en cada velada de creatividad y alegría, como siempre lo hiciste, como siempre lo harás.

Para mí, seguirás siendo el joven transparente que, sin conocerme, me dirigió un saludo que me honrará de por vida: “¡yo vengo siendo nieto tuyo!”.

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¡Uf….Qué amigo este Gregorio! Marcela Lizana1

Hola, buenas noches. Me llamo Marcela. Ya estoy por cumplir los 60 y soy madre. Tengo 3 hijos.

Al mayor de ellos, elegimos con su padre llevara el nombre de Gregorio. Elegimos este nombre, no por el nombre nada más, sino por la tremenda persona que conocimos, una persona tan bella como nadie, de risa fácil, de amistades rápidas y profundas.

Pero Goyo desapareció y lo empezamos a buscar, golpeamos puertas, miramos por las ventanas y hasta entramos por ellas, preguntamos en las calles.

Cierta vez unos hombres de mucho poder, con tremendos uniformes y hasta con brillantes en sus pechos, nos pararon y nos corrieron de allí.

Me dijeron…. que el hijo que llevaba en mi vientre podía pasar igual suer-te, que era mejor me fuera, tan lejos como pudiera y que no saliera de allí, me dijeron que mi hijo ni siquiera alcanzaría a tener un nombre si otro día me veían pasar o decir siquiera ese nombre prohibido.

Salí caminando mirando la nada y vi que el río que atraviesa mi ciudad ya no era aquel que arrastra tierra de la montaña, ésta que nos guarda y aísla de tanto mundo.

El río llevaba en su lecho sangre, dolor de espanto, color rojo profundo, atrocidades pertenecientes tan solo de una dictadura.

1 Intervención realizada en la entrega del Premio Derechos Humanos, versión 2012. Liceo Andrés Bello, San Miguel..

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Me fui a casa y esperé a mi hijo que llegara, le pondría por nombre Grego-rio. Canté para él hermosas canciones, cada una de ellas con nubes, estre-llas y soles. Todas con mensajes de esperanza de volver a decir el nombre de Gregorio sin temor alguno, decir el nombre con fuerza y valentía, con dolor y convertirlo en una paradoja lleno de alegría.

El hijo ya es un adulto, hizo un viaje a un país del norte, todos lo despedi-mos, todos sabíamos lo que llevaban sus manos.

Ayer jueves lo fuimos a recibir.

Hoy ha llegado, no sabemos lo que sus manos son capaces de realizar, no sabemos lo que pueden construir, ni tampoco lo que trae en su equipaje.Pero sabemos algo, que él tiene esa risa fácil, que hace amistades rápidas y profundas, que sin haber conocido a mi amigo Goyo, sin haberlo visto ni un solo día,que solo ha tenido y conocido la presencia de nuestros recuerdos. Él tiene de lo mismo: Ojos dulces, carita de luna, corazón que late lleno de amor por los demás, leal hasta siempre, luchador con espada y a rostro descubierto, piernas fuertes que suben cerros y montañas.

Yo me pregunto, que hay de esto, que hay, que en tan sólo otorgar un nombre signifique tanto, que hay de éste hombre que siendo tan joven decidió por su ingenio ser estudiante de ingeniería, que por su carisma y carácter párvulo, fue abrazado por todos los colores de su universidad.Hoy ya tengo mis 60, lo extraño y a veces creo que lo veo y estoy con él.

Que tanto ingenio ha tenido que aparece sin balas en su cuerpo ni rostro quemado, sino lleno de risa, él está otra vez insistiendo buscando la feli-cidad no sólo mía sino la de todos, las igualdades, el respeto la dignidad y el cariño. Está presente, deseoso de abrazarnos con optimismo, alegría y fuerza.

Yo soy una agradecida de su compañía, me ha regalado lo más preciado que tiene una persona, su nombre, y para un hijo mío, lo nombro las veces que quiero, lo acompaño y admiro le digo siempre que lo amo y quiero de verdad.

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Mi amigo el Goyo. Pollo Galaz

Que difícil ha sido escribir, porque no puedo, después de más de 37 años, aceptar el asesinato de Goyo. Han transcurrido los años y me sigo sin-tiendo culpable. Si hubiese sido yo el presidente del centro de alumnos de ingeniería de ejecución, él estaría aquí. Fueron solo meses antes que le entregue el cargo a mi amigo y camarada Gregorio Mimica.

Éramos jóvenes revolucionarios, pertenecíamos a la Jota, teníamos es-peranza de una patria mejor, sin tanta desigualdad, donde los hijos de los trabajadores tuvieran una educación digna, democrática e igualitaria. Que los derechos de los trabajadores fueran respetados que la distribu-ción de los ingresos fuera para todos y no solo para los poderosos. Que los grandes usurpadores del capital nos dejaran progresar, que el imperia-lismo no siguiera metiendo sus manos en nuestro país.

No fue posible, se coludieron las fuerzas fascistas, rompieron a sangre y fuego, terminaron con la esperanza de tantos y tantas.

Al Goyo lo conocí el año 1971, cuando ingresé a la Escuela de Ingeniería. Nos hicimos amigo de inmediato y quién no era amigo del Goyo, joven espontáneo, bonachón, de amplia sonrisa, de mirada directa, siempre dispuesto a escuchar y dialogar, firme en sus posiciones. Estuvo en mi matrimonio el año 1972, estuvo conmigo en el nacimiento de mi primer hijo, fue mi gran amigo y le entrego el cargo solo meses antes, para que el fascismo le quitara la vida, que dolor siento hasta hoy.

El 11 de Septiembre, al igual que todos los que cumplimos, me presen-té ante el Goyo, me puse a sus órdenes, era dirigente de la Universidad, miembro del Consejo Superior, joven revolucionario, miembro orgulloso de la Jota. Ese día el diario El Siglo titulo: “Todos a sus puestos de comba-

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te” y nosotros estuvimos en el nuestro, juntos pasamos ese día y la fatídi-ca noche, soportamos el baleo, el asalto a la Universidad, nos sacaron al patio con las manos en la nuca, nos tendieron boca abajo, sin importar si eran hombres o mujeres, algunas de ellas embarazadas.

Juntos llegamos al Estadio Chile, juntos entramos, nos sentamos juntos, fui sacado por familiares, a los pocos días me entero de su desaparición. Voy a su casa, converso con su madre, no lo vimos nunca más.

La lucha de los jóvenes universitarios de hoy, son las mismas por las cua-les luchamos muchos. Hay recuperar los principios de la Reforma Univer-sitaria, lucha que encabezaron jóvenes valientes como el Goyo.

Gregorio Mimica detenido desaparecido, asesinado en la Escuela de Ar-tes y Oficios de la Universidad Técnica del Estado, recién el 2011 sus res-tos fueron encontrados en el Cementerio General, y su familia le dio una justa sepultura 28 de abril, nosotros sus compañeros nos volvemos a con-mover y a recordar a este gran dirigente.

El martirio de Gregorio Mimica no será olvidado, como tampoco serán olvidados todos los que entregaron su vida por recuperar la democracia, para que nuestros hijos y nietos puedan gozar de una patria mas libre, hijos y nietos que el fascismo no le permitió al Goyo disfrutar.

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FOTOGRAFÍAS

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DISCURSOS y CARTAS

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Acto en Memoria de Goyo. Alejandra Placencia1

Primero quisiera saludar a todos los que están presente, principalmente a quienes nos convocan, los compañeros y amigos de Gregorio Mimica, a todos los miembros de la Comunidad Universitaria que hoy día asisten y a todos los que están acá, porque sienten una ligazón importante con lo que fue nuestra universidad, por lo que es hoy día y por supuesto por su historia.

La Federación de Estudiantes, FEUSACH, de alguna manera, hace de an-fitriona en este encuentro, y nos sentimos muy orgullosos de tener ex alumnos de la generación de los setenta, gente como ustedes aquí presen-te, porque realmente estamos orgullosos de lo que ha sido nuestra histo-ria. Como una organización enmarcada dentro de una universidad como ésta.

Su historia y lo que fue la Universidad Técnica del Estado en creatividad, es en parte lo que nosotros hoy día queremos que vuelva a ser nuestra universidad, una universidad que siempre ha estado comprometida con el desarrollo de nuestro país y por sobre todo en la lucha por una socie-dad más justa con la activa participación de la Comunidad Universitaria, eso es lo que hoy día nos hace falta y por eso, es que también estamos levantando esta iniciativa, porque nos permite recuperar nuestra historia, nuestra memoria.

Como bien decía quienes me precedieron en este acto, eso es lo que a veces nos hace falta, es por eso, que hoy día estamos aquí para recordar a Gregorio Mimica y a todos los héroes y mártires de nuestra generación, pero también a los que siguen levantando estas ideas, a los que siguen

1 Presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Santiago de Chile 2000. Acto en Memoria de Goyo en la Universidad de Santiago de Chile.

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luchando por una sociedad más justa.

Una sociedad que realmente sea solidaria, y no solo para las catástrofes que todos los años sufre nuestro país, porque queremos dejar de lado la hipocresía y queremos levantar a las nuevas generaciones, porque tene-mos la tarea de ser los impulsores de las transformaciones sociales que anhelamos.

No podemos esperar que estas transformaciones lleguen de la nada, no podemos esperar a que lleguen tiempos mejores para poder generarlas, esa es nuestra responsabilidad, desde ahora tenemos que seguir constru-yendo y por eso le agradecemos a todos los que hoy día nos convocaron, a los que nos incentivaron para que hiciéramos este acto, a que invitáramos a la gente, a la gente que no solo es de la universidad, sino que también tiene un nexo bastante importante con esta construcción de país distinto.

Les agradecemos a todos ustedes, pero también quisiera con todo el res-peto que me merecen hacerles ver la enorme responsabilidad que ustedes mismos tienen cuando un día asumieron este compromiso en sus vidas, y quisiera decirles que no debieran asumirlo sólo como una etapa que ya pasó, nosotros, los jóvenes que estamos luchando por construir un fu-turo mejor, más digno y justo, esperamos que vuestro compromiso sea un ejemplo para nosotros y que por supuesto, sea un compromiso que asumieron para toda la vida.

Eso es lo que necesitamos, de lo contrario, no va haber esas transforma-ciones de las que les estamos hablando y que ustedes saben cuáles son, porque no van a poder llegar a su concreción si ustedes faltan.

En realidad es bastante emotivo estar acá en estos momentos, me pare-ce que nadie mejor que ustedes saben lo que significó todo ese período de construcción y posteriormente de una lucha incansable para lograr la libertad de las personas de todo nuestro país y por supuesto hacerla extensiva al resto de los países de Latinoamérica, que vivieron muchos atropellos a los derechos humanos.

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Esto tiene tanto significado para nosotros, que en realidad nuestro anhelo es que homenajes como este, como el que estamos haciendo ahora en ho-nor a Gregorio Mimica y otros homenajes que vendrán en honor a todos los compañeros que cayeron en el período de la dictadura de Pinochet, tenga un real sentido, pero para lograr ese sentido, tenemos que asumir y decir que esta lucha es un presente y no un pasado. Ese es el compromiso que nosotros estamos adquiriendo como Feusach y todos estamos llama-dos a sumarnos.

Gracias por estar acá, enseñándonos nuestra historia y a recuperar nues-tra memoria.

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Discurso entrega del Premio Gregorio Mimica 2008. Emilio Daroch1

Respetado Director del Liceo Andrés Bello Don Alejandro Jara Estimados Profesores, Padres, Apoderados, Queridos Alumnos:

Agradecemos la oportunidad de entregar un saludo en nombre de la Cor-poración UTE-USACH y de los ex alumnos del Liceo con motivo de la entrega del Premio Gregorio Mimica, Nuestra institución representa a un grupo de más de 200 ex estudiantes de la Universidad Técnica del Estado, en la cual participan una docena de ex alumnos de este Liceo, muchos de los cuales fueron compañeros de curso de Goyo Mimica. A esta agrupa-ción también pertenecen profesores, y funcionarios que trabajaron y que aun se desempeñan en la Universidad de Santiago de Chile.

Nuestra corporación, es una asociación, creada para entregar ayudas so-lidarias, a quienes por diferentes motivos la necesitan. Quiso llamarse Corporación Gregorio Mimica Argote, pero por razones de tecnicismo legal, no pudo hacerlo. Sin embargo desde el inicio esta Corporación ha desarrollado múltiples actividades, entre ellas el recuerdo y homenaje de este valeroso muchacho que en 1967, egresara del Liceo de Hombre N°6 Hoy Liceo Andrés Bello, ingresando a la Universidad Técnica del Estado, a estudiar Mecánica, donde gracias a su liderazgo, carisma y entrega de servicio al prójimo, llego hacer elegido por mayoría, como Presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería de Ejecución.

Hablar de Gregorio Mimica Argote, será fácil, es hablar de la vida la espe-ranza de un mundo mejor, hablar de un muchacho que amo la vida, que

1 Discurso pronunciado en la entrega del Premio Gregorio Mimica, versión 2008. Liceo Andrés Bello, San Miguel. Este premio se entrega anualmente a los estudiantes del Liceo Andrés Bello por su trayectoria en la defensa activa de los derechos humanos y su aporte a la comunidadm que representan los valores de Gregorio Mimica.

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amo a su familia, que amo sus compañeros, que amo a sus semejantes. El represento siempre valores universales, valores de servicio al desarrollo de las personas y la humanidad. Han pasado más de 35 años de ser un detenido desaparecido, y parece que fue ayer que lo vimos por última vez.

Muchas Instituciones siempre premian a los mejores en diferentes áreas. Quisiéramos tener muchos premios Gregorio Mimica. Ojalá que en cada Liceo no solo de esta comuna, sino en todo nuestro país, se levanten se premien a los jóvenes que transitan por los caminos de los muchos Goyos Mimicas que existen, porque levantar los valores solidarios, los valores de libertad, justicia, democracia, las personas, los valores que no se miden en dinero, que no se transan en el mercado, pero que sin duda son lo me-jor que tenemos los seres humanos. ¿Y cuáles son estos valores que hoy premiamos?

- Ser solidarios con la comunidad, su gente, con los más necesitados, los que sufren injusticias. - Ser cuidadoso del medio ambiente, protegiendo la sobreexplotación de los recursos naturales. - Defensor de los derechos del niño y de los seres humanos. - Respeto al prójimo, amor a la vida y la alegría. - Buen compañero, solidario, cultivar la amistad y sembrar la confianza.- Calificaciones satisfactorias. Ser buen estudiante, preocupado, respon-sable.- Hacer deportes porque es sano, porque ayuda a la mente y porque te hace feliz.- Tener sensibilidad social y disposición a la construcción de un país y un mundo mejor.

Con estos valores, y en conjunto con la dirección del Colegio y vuestros profesores, con sus ex compañeros de curso, se ha permitido instituir el premio Gregorio Mimica, representado en alumnos de los Octavos Años de Enseñanza, elegido por ellos, que simboliza el legado de Goyo y que será entregado anualmente. El cual se complementa con el sitio web en su Memoria y Homenaje, al igual que un campeonato anual de Baby Futbol Copa Gregorio Mimica, y otras actividades, como adopta un hermano.

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Queridos alumnos, profesores, madres, padres y apoderados, ex com-pañeros, amigos, Gregorio Mimica fue también nuestro compañero en la Universidad, lo conocimos en todas sus dimensiones, fue siempre un buen muchacho, siempre atento a solucionar problemas, ayudando a su prójimo, sin pedir nada a cambio, fue a los trabajos voluntarios, trabajo en la minas de cobre, fue a las poblaciones llevando una mano amiga y solidaria. Lucho por sus ideales dentro de la universidad, con pasión y con respeto, Esto lo prestigio ante sus adversarios y lo hizo querido por sus compañeros.....

Fue un hijo regalón que amo a su madre y ayudo todos los días a su padre para atender los fines de semana el negocio familiar.Sus compañeros de Universidad agrupados en la Corporación Solidaria UTE-USACH, siempre lo hemos recordado, está vivo en nuestra memo-ria, porque jóvenes como Goyo, nunca mueren, son eternos en la memo-ria de su gente.

Hoy queridos muchachos, han sido premiados con su recuerdo, hoy uste-des también entran en nuestra memoria, hoy ustedes recogen una peque-ña estrella y les pedimos que la levanten con orgullo, con firmeza, porque la estrella que tienen en sus manos es una luz de esperanza, porque su luz simboliza la solidaridad, la amistad, la paz, la búsqueda de los caminos que permitan, desde cualquier frontera ideológica, religiosa, política, ha-cer de este Chile un Chile mejor.

Queremos entregar nuestro reconocimiento al alumno del Octavo Año A Javier Valenzuela Apablaza, quien ha sido propuesto por sus propios compañeros haciéndose merecedor al Premio Gregorio Mímica, versión 2008. Solicitamos a Iris Aceitón y a Juan Manuel Rivera, compañero de ideales y de carrera en la Universidad Técnica, que entregue esta distin-ción.

Saludamos y brindamos nuestro aprecio al alumno del Octavo año B, re-conocido por sus propios compañeros, como merecedor también del Pre-mio Gregorio Mímica, versión 2008 a Cesar Valenzuela Castillo, solicita-

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mos que entregue este premio Erika Osorio y Mario Álvarez, compañero de curso y ex alumno de este Liceo, que entregue esta distinción. Gracias a toda la comunidad del Liceo Andrés Bello, por permitirnos ex-presar nuestros sentimientos y participar con ustedes en este recuerdo y en esta entrega del Premio Gregorio Mimica Argote.

Emilio Daroch Fernandez, Presidente de la Corporación UTE-USACH

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Condolencias. Juan Manuel Zolezzi1

Estimada FamiliaMIMICA ARGOTEPresente.

Con profundo dolor y emoción hago llegar a nombre de la Universidad de Santiago de Chile, nuestras más sentidas condolencias ante el hallaz-go e identificación de los restos de quien fuera vuestro hijo, hermano, primo-hermano, tío y tío abuelo Gregorio Mimica Argote, ex alumno de la Universidad Técnica del Estado. En abril de 2011, tras una extensa investigación realizada, en primera ins-tancia, por el juez Juan Guzmán y, posteriormente, por el ministro Ale-jandro Solís, fue encontrado e identificado su cuerpo, luego de rigurosos exámenes de ADN, por parte del Instituto Médico Legal. Este hallazgo fue el resultado de una larga lucha llevada a cabo por uste-des y sus familiares por más de 37 años, como también por sus amigos y agrupaciones de derechos humanos, lo que sumado al esfuerzo desplega-do por los jueces mencionados, permitió que Gregorio haya dejado de ser un estudiante detenido desaparecido. Gregorio Mimica fue una autoridad y líder en la Universidad Técnica del Estado. Fue integrante del Consejo de la Facultad de Ingeniería y Presi-dente del Centro de Alumnos de Ingeniería de Ejecución. Fue un hombre íntegro, consecuente con sus ideales, ciudadano defen-sor de la paz. Entregó su vida por un mundo mejor, por la libertad, la

1 Rector Universidad de Santiago de Chile.

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igualdad, la justicia y la democracia. Luchó por una Universidad abierta a los trabajadores y a sus hijos, luchó por una educación gratuita y por la formación integral de los futuros profesionales.

Demostró como alumno hombría y valentía, entregando su vida al próji-mo y a la Humanidad, en los trabajos voluntarios y su vocación de servi-cio público. Junto a su liderazgo, altruismo, su amor a la vida y a la alegría.

La noticia de su hallazgo e identificación conmueve a los miembros de la comunidad universitaria de la UTE-USACH, pues devela las atrocidades cometidas en la historia reciente del país. El resultado de esta investiga-ción, es un aporte a la memoria histórica, a la reflexión y a la formación de profesionales comprometidos con los principios y valores de los Derechos Humanos.

Gregorio Mimica es un héroe de la democracia. Su ejemplo de valentía y entereza y las acciones que realizó constituyen un valioso legado que perdurará en la memoria de quienes lo conocieron, especialmente de los académicos, estudiantes y funcionarios de la Universidad de Santiago de Chile.

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Carta Condolencias. Julio Palestro1

SeñoresDirector, Profesores y alumnos del Liceo Andrés BelloE Integrantes de la Comunidad Universitaria Ute-Usach

Con profunda tristeza y conmoción hago llegar a nombre de la Ilustre Municipalidad de San Miguel, nuestras más sentidas condolencias ante el hallazgo e identificación de los restos de quien fuera nuestro vecino, ex alumno del Liceo 6 Andrés Bello y de la Universidad Técnica del Estado de Chile.

Este hallazgo fue el resultado de una larga lucha llevada a cabo por ust-edes desde el 14 de Septiembre de 1973, donde fue secuestrado, desde su casa en San Ignacio con Blanco Viel, sin mostrar orden judicial de deten-ción alguna.

Su desaparición y búsqueda fue dramática para todos sus familiares y amigos por más de 37 años, junto a las agrupaciones de familiares de de-tenidos desaparecidos y ejecutados políticos. Quienes han denunciado la violación de los derechos humanos y el terrorismo de estado. Se ha unido al esfuerzo de esclarecer los hechos la justicia, desplegado por los jueces Guzmán y el Ministro Alejandro Solis, quienes han permitido que Grego-rio Mimica haya dejado de ser un vecino detenido desaparecido.

Gregorio fue un joven, que participaba activamente de las actividades de Liceo y del barrio. Fue un precursor del cuidado de la naturaleza y del medio ambiente, deportista, integrante del equipo de Baby Futbol. Su personalidad jovial, amistosa, generosa y solidaria le atrajo a Mimica afecto entre sus coetáneos.

1 Alcalde Ilustre Municipalidad de San Miguel. Carta informativa Gregorio Mimica-FEUT, Y FEUSACH Publicado por Liceo Andrés Bello, San Miguel. 27 de Abril de 2011.

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Ayudaba a su padre en su local comercial. Vivió toda su niñez y adoles-cencia en San Miguel. Su historia se encuentra profundamente ligada a mejorar la calidad de vida de los trabajadores chilenos, en especial de las familias de las más pobres y vulnerables.

Entregó su vida por las transformaciones sociales, por la libertad, la igual-dad, la justicia social y una verdadera democracia. Su muerte junto a la de más de 3.500 héroes y heroínas ha significado el acrecentamiento de las desigualdades sociales en Chile en todos los ámbitos, en especial en la magra distribución del ingreso y la acumulación de la riqueza, la privati-zación de la salud, educación, del sistema de previsión y jubilación, de las empresas de agua, electricidad, teléfono, transporte, puertos, aeropuertos y una decena de servicios básicos y empresas estratégicas para el desar-rollo sustentable del país.

La noticia de su hallazgo e identificación conmueve a los vecinos de San Miguel, a la miembros de la comunidad del Liceo Andrés Bello y de UTE-USACH, en especial a los integrantes de sus Centro de Alumnos y Fed-eraciones de Estudiantes, FEUT, y FEUSACH, pues devela las atrocidades cometidas en la durante la dictadura de Pinochet durante 1973 a 1990.

El resultado de esta investigación, es un aporte a la memoria histórica, a la reflexión y a la formación de jóvenes ciudadanos comprometidos con los principios de ética y moral. Defensores de la paz y de los valores uni-versales de los Derechos Humanos.

Gregorio Mimica es un héroe de la democracia. Su ejemplo de valentía y entereza, junto a las acciones que realizó, constituyen un valioso legado que perdurará en la memoria de quienes lo conocieron y un ejemplo para las nuevas generaciones de ciudadanos y estudiantes en especial del Liceo Andrés Bello, de la Universidad de Santiago de Chile y de la comunidad de San Miguel.

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Un estudiante Digno de Homenaje. Juan Manuel Zolezzi1

Hablar de Gregorio Mimica no es una tarea sencilla. En primer lugar, por-que su vida fue apenas un chispazo de lo que pudo ser, tras ser interrum-pida un día de septiembre de 1973 por miembros del Ejército de Chile que vieron en él, presidente del Centro de Estudiantes de Ingeniería de la UTE y militante de las Juventudes Comunistas, la vía directa e inequívoca de informar qué podía sucederle a quien se opusiera a sus planes. En segun-do lugar, porque el violento modo en que fue apartado del mundo opacó sus más bellos recuerdos: su vida previa a ese instante final, en su papel de hijo, hermano, pololo y compañero de universidad o de partido. En tercer lugar, porque la potencia de nuestras palabras apenas es un paliativo para las décadas de desdicha sin saber qué había sido de él.

En aquella época la Universidad Técnica del Estado -hoy Universidad de Santiago de Chile (Usach)- estaba en el centro del torbellino político so-cial que vivía el país. Para el 11 de septiembre se esperaba que, desde nuestro plantel, el Presidente Salvador Allende anunciara a la ciudadanía la realización de un plebiscito, para preguntar, probablemente, respecto del proyecto de la Ley Hamilton-Fuentealba que abordaba las tres áreas de la economía -pública, mixta y privada- cuyo resultado iba a leerse como el veredicto popular acerca de los planes progresistas del gobierno. Pero ese llamado nunca se realizó porque fue precedido por los primeros compases del Golpe Militar, que llevaron al Jefe de Estado a permanecer en La Moneda buscando controlar la situación. En la UTE lo esperaron profesores y estudiantes, que al ocaso aún permanecían en el casino de la Escuela de Artes y Oficios. Uno de esos jóvenes era Gregorio Mimica.

1 Rector Universidad de Santiago de Chile. Discurso pronunciado para el lanzamiento del libro “Memorias de la República”, novela que relata las vicisitudes de la vida de Gre-gorio Mimica y su amigo Mario Valdovinos, autor del texto. 28 de Junio del 2011, Casa Central de la Universidad de Santiago de Chile.

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“La vida antes de septiembre de 1973”

En aquellos tiempos, ser dirigente estudiantil de la UTE no era fácil. Ha-bía que responder a la tradición de ser un factor de cambio. Sólo un caso para ilustrar esta idea: en 1947, por el empuje de la Federación de Estu-diantes Mineros e Industriales, encabezados por Enrique Kirberg (quien más tarde se convertiría en uno de los rectores más célebres de esta Casa de Estudios), se había creado la UTE. Él fue uno de los redactores del estatuto que unió a la Escuela de Artes y Oficios, la Escuela de Ingenieros Industriales y al Instituto Pedagógico Técnico de Santiago, y las Escuelas de Minas de Antofagasta, Copiapó y La Serena e Industriales de Concep-ción, Temuco y Valdivia. Otro gran dirigente había sido Guido Castilla, luego diputado de la Democracia Cristiana. Desde mediados de los 60 el elenco de dirigentes en su mayoría pertenecía a las Juventudes Comunis-tas.

Gregorio no escapaba a esa tradición de líderes que elegían a la UTE como vía de entrada a la política, desde donde podían desplegar sus anhelos de progreso e igualdad social. A cada paso, los patios de la Universidad les recordaban este imperativo. En esos mismos espacios solía encontrarse con Enrique Kirberg, convertido ya en rector, quien había sido puesto a la cabeza de la UTE en una elección directa, al calor de la reforma universi-taria y al final de una serie de pugnas y tomas que llevaron a la instalación de un claustro conformado en un 65 por ciento por académicos; 25 por estudiantes y 10 por ciento por administrativos.

“Así fue la vida hasta cuando la primavera se anunciaba en septiembre de 1973”

Nunca estará de más volver a mencionar los orígenes de Gregorio, mues-tra de esperanza y empuje familiar. Si bien nació en Argentina, el 20 de diciembre de 1950, pasó la mayor parte de su vida en Chile. Su padre y su tío eran un par de yugoslavos que habían abandonado su país luego de la Segunda Guerra Mundial. El padre de Gregorio tenía una carnicería, en el

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Paradero 10 de Gran Avenida. Su hijo lo ayudaba recogiendo la carne en el Matadero Franklin cada mañana antes de irse al Liceo Nº6, actual Liceo Andrés Bello, enclavado en el corazón de San Miguel. Allí estaba su casa y allí había terminado sus años de educación secundaria antes de ingre-sar a la Escuela de Ingeniería en Ejecución de la UTE. En esas latitudes de Santiago, también se había destacado como jugador de ajedrez y baby fútbol. Y por ahí también había pasado con sus pantalones de mezclilla, a prueba del paso del tiempo, para estudiar matemáticas o física con sus compañeros o abrazado de su última pareja, vecina suya. También fue en ese sitio donde el 12 de septiembre estuvo entre quienes mantuvieron la calma mientras los militares entraban disparando en busca de armas que nunca hallaron. La misma calma que le había permitido acoger a sus compañeros afectados por la altura de Chuquicamata tras hacer su prácti-ca en el principal mineral de cobre del país. A su casa lo fueron a buscar el 14 de septiembre de 1974. Dejó un vaso de leche a medio beber. La tardía investigación judicial asegura que poco después fue asesinado de un ba-lazo en una de las salas de la Escuela de Artes y Oficios.

“A favor de la educación pública”

A Gregorio no lo conocí. Sólo puedo acercarme a su semblante valiéndo-me de los testimonios de aquellos que fueron sus compañeros o quienes compartieron con él sus últimas horas, en la reclusión del Estadio Chile. “Cuando será el día que a esta Universidad lleguen todos por su capaci-dad y no por la capacidad económica de sus padres”, fue la idea que uno de ellos le escuchó decir en una de las salas de la UTE. Defendía este pensamiento pero no de modo virulento, otra coincidencia entre todos sus antiguos compañeros. Era con ellos con quienes compartía largas se-siones de estudio, pese a eventuales diferencias políticas. Cosa notable, dicen sus conocidos, Gregorio era un estudiante sobresaliente, quizá para seguir la lección que el Presidente Allende dio en Concepción y Guadala-jara: “El mejor estudiante de izquierda es el primero de su clase”.

“Fue también un destacado dirigente de trabajos voluntarios”

Participó en la ayuda a los damnificados de los temporales en poblaciones

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de Pudahuel, la descarga de alimentos en Estación Central para abastecer a la población y en la zona de La Ligua tras el terremoto de 1972. La suya no era una actividad política de salones o cámaras partidarias, sino una destinada a entregar beneficios a los más desposeídos. Fue en esas labores donde conoció a algunas de sus parejas. Su figura alta y su cabellera rubia resaltaban entre la confusión. Su futuro tenía todo para ser promisorio. Sin embargo, la historia diría otra cosa.

Aquí no voy a reiterar la declaración judicial de un soldado sobre los úl-timos minutos de Gregorio ni tampoco voy a mencionar el nombre de su asesino. No merecen estar en el mismo texto porque no están a su altura. Sí tiene derecho propio a ser recordados, su familia, su hermano que vino de Australia a buscarlo, su madre o su padre que sufrieron con recogimiento, y sus cercanos. No quiero pasar en alto esos días previos en los centros de detención, en los que Gregorio volvía a imponerse como una persona ejemplar, sobreponiéndose a la violencia de sus celadores. En ese contexto, aparece el recuerdo de otros de sus ex compañeros, que por muchos días estuvieron privados de libertad sin claridad sobre las acusaciones en su contra y que pese a la angustia guardaron recuerdos del espigado dirigente que compartía con ellos la prisión arbitraria.

“El primero de una lista macabra”

Aunque él nunca lo supo, Gregorio Mimica sería el primero de una lista de 65 estudiantes, académicos o funcionarios de la UTE que fueron ase-sinados o hechos desaparecer por las Fuerzas Armadas. Como los otros hombres apresados en la UTE el 12 de septiembre fue conducido al Esta-dio Chile, desde donde fue liberado dos días después. Cuando se informó de su salida por los parlantes del recinto, él se ofreció a recibir números de teléfono para llamar a los parientes de quienes dejaba atrás. Pero su salida duró sólo unas horas, porque una patrulla pasó a recogerlo a su casa y se lo llevó para siempre. Su nombre fue oído por algunos prisioneros en el Estadio Nacional. Algunos precisan que eso debe haber ocurrido entre el 18 y el 20 de septiembre. Hasta ahí llegan los recuerdos. Lo demás son afirmaciones difusas durante 28 años.

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Durante estos años, múltiples han sido las maneras en que su nombre ha sido recordado. Desde torneos de baby fútbol hasta programas de asis-tencia social. A lo mejor su modestia habría encontrado injusto que estas iniciativas lo hicieran ocupar un papel protagónico. Pero entre quienes apreciamos su legado, estas palabras son un pequeño pero justo recuer-do, para resaltar que su martirio no fue en vano; y dejar en claro que sí es posible generar, a pesar de la violencia y la injusticia, una respuesta de fraternidad. Y, mejor aún, destacar que la Universidad que dejó hace tan-tos años, hoy a vuelto a parecerse a aquella donde él se formó; una en la que comparten estudiantes de variado origen social, siempre procurando construir un mejor país.

Hace poco nos hemos enterado que una investigación judicial, 37 años después, ha logrado su identificación entre las personas enterradas en el Patio 29 del Cementerio General. Ha sido un camino larguísimo por co-nocer la verdad, pero ya la desdicha es menor. Quienes determinaron su muerte pretendieron que su vida se extinguiría un día de septiembre de 1973. Pero estaban profundamente equivocados. Gregorio Mimica con-tinuó habitando en el recuerdo de sus amigos y se ha hecho más fuerte con los años. Y es precisamente este libro el que acredita que su legado como gran estudiante y dirigente de nuestra Universidad, seguirá vivo para siempre.

“Premio Gregorio Mimica”

Es de gran significación, la creación del Premio Gregorio Mímica, en su memoria y homenaje, para recordar la historia del ex alumno del Liceo Andrés Bello, y de la Universidad Técnica del Estado, hoy USACH. Este reconocimiento se entregara todos los años. El año pasado se entregó en la ceremonia de graduación del 2008, para Claudio Barros del 8vo A en el Auditórium del Liceo y el Lunes 29 de Diciembre 2008 a las 19:00 en el Teatro Municipal de San Miguel, a los alumnos, que mejor representaron los ideales y valores de Goyo Mímica, ex-alumno del Liceo.

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Presentación “Memorias de la República”. Mario Valdovinos1

Los éxtasis y los horrores que hemos vivido en nuestro país son estricta-mente humanos y no hay garantías que nos protejan de volver a crear los monstruos que nos van a devorar. Lo único irreversible es el olvido; lo demás, creo, es todo reversible.

Quizás una cultura del respeto a la vida que surja en la familia, en los colegios, en las universidades, en los lugares de trabajo, en los medios de comunicación y, esencialmente, se instale en las mentes y los corazones de quienes componemos la sociedad, nos pueda mantener relativamente inmunes.

No voy a hablar de mí, el ser más lejano de lo que podría llamarse un militante político, sino del protagonista de la novela. Tampoco quiero idealizar esos años, porque originaron demasiados dolores que aún arras-tramos. Éramos egocéntricos y manipuladores; cimarreros y beatlema-níacos; rebeldes y enamoradizos; huelguistas y perezosos; descomedidos y chascones; encorbatados por obligación y vulnerables; inmortales y ensimismados. Ninguno de nosotros envejecería. Las flores eran las del hippismo y no las que muchos años después adornarían nuestras tumbas.

Nadie nos trancaría el paso; tampoco perderíamos el pelo. El amor sería eterno y la revolución, perpetua.

“Hotel de las nostalgias”, O. Hahn p.49.

Raptábamos a las alumnas del Liceo de Niñas número 8 para llevarlas a

1 Discurso pronunciado para el lanzamiento del libro “Memorias de la República”, en Museo de la Memoria y los DDHH, por su autor Mario Valdovinos. 30 de Agosto del 2011.

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las huelgas y, tras la lucha con los pacos, al Parque Forestal, a los viejos cines del centro de Santiago, a las pizzas de Ravera en la Plaza de Armas.

Conocí a una chica en una calle de la Gran Avenida, para impresionarla, y como el tema político dominaba las relaciones humanas, le dije que yo pertenecía al FER (Frente de estudiantes revolucionarios), el grupo de estudiantes insurrectos más radical que existía. No logré conmoverla, porque me respondió que ella era del MAPSA. Ante mi cara de interro-gación, porque no registraba esa sigla entre las que incluía el variado es-pectro político de la izquierda, señaló: -¿No lo conoces? El MAPSA es el Movimiento Antipololeo Solamente Atraque.

Desde ese día, hasta hoy, soy parte de ese movimiento. Esa debe ser mi más tenaz militancia.

He querido darle al inicio de esta intervención un carácter menos lúgu-bre, porque el protagonista de mi novela era un hombre alegre, de sonrisa frecuente y sentido del humor ingenuo. Se reía y nos reíamos con fre-cuencia, esa bandera, la de haberlo conocido y querido mucho, es la que me permite pararme en este recinto sin temor, con la certeza de haber escrito sobre un amigo, sobre un compañero de ruta que nos dejó muy temprano solos, en contra de su voluntad y de la nuestra.

Gregorio fue mi compañero de banco en los años de la escuela básica, en el colegio “Patria”, en ese nombre solemne y profético estaba nuestro des-tino, ya que los profesores que teníamos, los viejos maestros que habían estudiado en la Escuela Normal de Preceptores José Abelardo Núñez y que eran radicales, socialistas y comunistas, nos formaban para ser hom-bres y mujeres útiles a la patria.

Todavía me pregunto: ¿Quién es la patria? ¿Nadie, como lo dice Borges en un poema?

Yo me senté al lado suyo porque era tan tímido como el Goyo. Después

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nos fuimos, por caminos separados, al Liceo de Hombres N. 6 Andrés Bello, cuyo rector era don Manuel Villaseñor, un viejo maestro de latín y autor secreto de romances.

“Mi caballo de palo”

Y nos volvimos a topar en el mismo curso, en la misma sala, con la misma profe jefe, a sentarnos juntos, codo con codo, en bancos de madera barni-zada y llenos de graffities.

Cuando me enteré de su asesinato me provocó lo que a todos, horror, miedo y deseo de venganza, por partes iguales. No consumé la última actitud y pese a la nostalgia de los años en que la muerte nos separó para siempre, sobrevivimos, si bien no soy el único que lo recuerda. Él es un poco el hombre que siempre va conmigo. Gregorio no envejeció, se es-condió como en esos juegos terroríficos de la infancia o como en el poe-ma “La pieza oscura”, de Enrique Lihn: Cuando ellos entraron al comedor, allí estábamos los ángeles sentados a la mesa, hojeando nuestras revistas ilustradas –los hombres a un extremo, las mujeres al otro- , en un orden perfecto, anterior a la sangre…

No sé si mi novela, en términos literarios, está a la altura del joven que la provocó. Es una elegía, y se los recuerdo por deformaciones de profesor, una elegía es un homenaje a un muerto ilustre. Puedo afirmar que me de-moré tanto en terminarla porque el tema no encontraba su forma, como Gregorio durante tanto tiempo no logró dar con sus huesos. La posterga-ba y postergaba, sin que en medio haya dejado de escribir y publicar otras cosas.

El camino hasta su publicación fue the long and winding road, como en la canción de Los Beatles, hasta que la editorial de la universidad donde él estudiaba, y era presidente del Centro de Alumnos de Ingeniería, la acogió. La USACH.

Me habría gustado que Gregorio hoy estuviera aquí y nos hubiésemos reunidos tal vez para mostrarnos a nuestros hijos, a nuestras mujeres,

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quizás a los pequeños nietos, a comprobar cómo nos había tratado a cada uno el dios Cronos, si los ideales que sustentábamos seguían o no intactos en nosotros.

Sobre la mesa yo dejaría un libro de nombre “Memorias de la República” que le habría traído a él, pero con todas las páginas en blanco.

Gregorio, Goyo, Goyito, Cabezón, es para ti. Escríbelo tú, y cuenta en él los años de vida que nos quedan.

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Intervención en la romería de Goyo. Juan Manuel Rivera1

Venimos a verte Gregorio Mimica Argote. Acompañar a nuestro amigo, al hermano, primo, tío, sobrino, a compartir la odisea de nuestro com-pañero de Ingeniería, de generación e ideales por un mundo mejor, a re-cordar a nuestro exalumno del Liceo 6 Andrés Bello y de la Universidad Técnica, a recoger tu legado de tus virtudes de solidaridad, altruismo, tu pasión por la vida y la alegría. A rendirte un homenaje como estudiante y dirigente que diste tu vida por defender la democracia, la soberanía sobre nuestras riquezas básicas: del cobre, salitre, por la construcción de una sociedad con mayor justicia social, con equidad, dignidad, participación, libertad y democracia.

Goyo en sus estudios primarios en la escuela Patria, se formó con el sig-nificado y transcendencia de la independencia de la nación y los valores republicanos, y la formación de servicio al prójimo y la entrega a la Patria. Al continuar sus estudios en Liceo 6 Andrés Bello, cultivó los valores de libertad, igualdad y fraternidad. Posteriormente ingresa a la Universidad Técnica del Estado, donde juega un rol destacado en la construcción de la patria nueva, como dirigente y Presidente del Centro de Alumnos de In-geniería en: estimular y motivar la elevación del rendimiento estudiantil; en colocar la universidad al servicio de los trabajadores y el desarrollo na-cional, en especial el área social de la economía, cooperando en la elevar los niveles de producción a través de los trabajos voluntarios, en la gran minería del cobre, salitre, carbón, industria y el agro y mejorar las con-diciones de vida en los campamentos marginales del país. Y ayudar a los pobladores de la Ligua y Petorca damnificados por el terremoto de 1971.

Su asesinato producto del golpe de estado del 11.09.1973, junto a los 3500

1 Intervención en la romería al Cementerio General. 30 de Julio del 2011.

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detenidos desaparecidos, los más de 50 mil torturados y 300 mil exone-rados de sus fuentes de trabajo, destruyeron los valores y la institucional republicana, el cierre del congreso nacional, la cámara de diputados el senado, la independencia del poder judicial, la supresión de los parti-dos políticos, las redes ciudadanas. Las libertades de expresión, reunión, asociación y organización sindical, gremial, estudiantil, y ciudadana, la instalación del toque de queda. Todos estos elementos han significado disminuir el número y nivel de las organizaciones sociales. Factores que han determinado que Chile sea el país miembro de la OCDE con mayores desigualdades entre su población en términos de ingresos, y el tercero en lo que se refiere a la proporción de pobres. Según informe que reciente-mente emitieron.

Hasta las máximos representantes del poder ejecutivo y legislativo reco-nocen que el “malestar” y empoderamiento de la juventud y de los ciu-dadanos, que se están manifestando este año es determinado por “Las extremas desigualdades en Chile, ya que son excesivas, inmorales, e in-tolerables”.

Goyo vivió y sufrió muchas de las violaciones a los derechos humanos, que ejerció la dictadura, para establecer un modelo institucional y econó-mico que favorezca al gran capital nacional y transnacional en desmedro de los derechos y conquistas de los trabajadores y trabadoras. Estas viola-ciones, fueron denunciadas y repudiadas por todo el mundo. Y en Chile registradas y certificada por la comisión Rettig y Valech. Estos meses son recordados también exhibidas a través de serie de tv denominada “Los archivos del Cardenal”, que se trasmitieron durante el año 2011 en Tele-visión Nacional de Chile, la cual describe y denuncia los crímenes de la dictadura. Recién hace tres meses después de solicitar copia del expediente de su causa al Ministro de la Corte de Apelaciones Alejandro Solís, pudimos conocer la verdadera historia de tu odisea y calvario. A Goyo después que se le secuestro de su casa el 14 de Septiembre de 1973, por una patrulla militar, se le llevó a la universidad: Se le torturó en todo su cuerpo, su cara y piernas fueron quemadas, según se especifica en la autopsia, al parece

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con soplete, o quemados en el horno de la metalurgia de la universidad.

Goyo al afirmar la verdad, que en la universidad no había armas, su cuer-po fue torturado. Sabiendo que lo iban a matar pide escribir una carta a su madre, la cual se lo impiden. Posteriormente es acribillado a balazos, primero en las piernas, después en el tórax y posteriormente en la cabeza. Después de ser asesinado, fue arrojado al rio Mapocho. Fue encontrado a la altura del puente Bulnes. De ahí fue recogido y trasladado al Institu-to Médico Legal. Donde no hubo voluntad ni capacidad de identificarlo, dados los cientos de muertos. Lo sepultaron junto a centenas N.N o dete-nidos hechos desaparecer para ocultar el cuerpo del delito en el Patio 29. Hoy declarado Patrimonio Histórico Nacional. Este hallazgo nos impactó.

Nunca nos podíamos imaginar, que después de más de 37 años se pudie-ran identificar sus osamentas a través de los ADN de sus familiares, su ma-dre y 3 hermanos. No podíamos creer su aparición. La cual fue producto de la exigencia y lucha que realizaron los abogados de derechos humanos y la Agrupación de Familiares de Detenidos Desaparecidos (AFDD) y la Agrupación de Familiares de Ejecutados Políticos, para el Gobierno con-tratara servicios de expertos interdisciplinarios internacionales de primer orden a nivel mundial. Ya que el año 2006 el Instituto Médico Legal re-conoció los errores en la identificación del año 1990 de los cadáveres del patio 29. Cuando se realizó la campaña de recolección de muestras le pedí a uno de sus hermanos que fuera hacerse la muestra de ADN.

Nunca pensamos que fuera encontrado su cuerpo, por eso de se le man-tenía vivo su recuerdo y legado a través de su blog http://goyomimica.blogspot.com/, que reúne artículos y testimonios de las personas que lo conocieron o que supieron de su historia y de una novela en el que el personaje principal es Goyo, titulada “Memorias de la Republica”, narrada por su compañero del Liceo el escritor Mario Valdovinos.

Hacia el año 1991, su cuerpo fue exhumado de la sepultura en el Patio 29 y reconocido erradamente como si fuera el Doctor Enrique Paris, es decir, se reencarnó en uno de los principales asesores del Presidente Allende, su ídolo, por quien dio su vida por defender su Gobierno, el de la Unidad

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Popular. El cuerpo de Goyo recibe una sepultura de gran envergadura, el año 1993.

Goyo, esta vez como es tradicional, no te diremos descansa en paz. Te agradeceremos, lo que has hecho por nosotros, en mantenernos unidos en la Corporación Ute Usach, la cual quiso denominarse con tu nombre pero por razones legales no se pudo hacer. Pero lo más importante nos has mantenido unidos y organizados por más de 7 lustros, a pesar del tiempo, de los distintos caminos que han emprendido los compañeros de tu generación, de las preocupaciones laborales o las diferencias políticas.

Lo más importante gracias a que tú has permanecido vivo, no han podi-do ocular la evidencia de tu asesinato, has resucitado y has levantado el recuerdo, la memoria y la historia de los 66 héroes y heroínas de la de-mocracia, integrantes de la comunidad universitaria de la Ute-Usach, a la cual has motivado a que se le brinde un homenaje especial y titulación de su profesiones posmorten, se levante un sitio web y un próximo libro en tu memoria que recogerá tu historia.

Goyo eres un héroe de la democracia, Eres un detenido desaparecido por 17 años. Eres un ejecutado Político, eres un mártir, un luchador social que nosotros no olvidaremos, tampoco nuestros hijos, nietos y bisnietos. Los héroes no se olvidan mientras haya un pueblo, un país, una juventud y una familia que no los olvide.

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Inauguración Monolito Gregorio. Emilio Daroch1

Jóvenes estudiantes:

Por estos patios universitarios, alegres como hoy, donde las demandas juveniles, afloran a cada instante, donde las palabras brotan con fuerza en torno a las materias, en torno a las pololas, también en torno a las realida-des políticas, sociales, bullían como ahora por los años 73.

Un grupo de jóvenes soñaba con el mañana, soñaba con la posibilidad de ver a su pueblo, asumiendo roles importantes en la vida, soñaban con una universidad comprometida con la lucha social, con el avance tecnológico, con el aporte a la cultura y al bienestar de todo un pueblo que se levanta-ba con muchos problemas, pero con la fuerza que entrega la verdad y la justicia.

Jóvenes como los de ahora, jóvenes que desde sus respectivas posiciones ideológicas, hacen esfuerzo para que el pueblo se organizara, estrechara su unidad, para poder vencer a la amenaza fascista que se acercaba, por-que la derecha, no estaba dispuesta por aceptar que un gobernante socia-lista tratara de hacer la revolución “con sabor a empanada y vino tinto”.

Y muchos de estos jóvenes, caminaban por estos patios, organizaban en estos patios, sufrían en estos patios… amaban en estos patios….

Gregorio Mímica Argote era uno de esos jóvenes, alto, con entereza, con humildad, con paciencia, con firmeza, desarrollaba su labor de hijo, en su familia ayudando a su padre todos los días, antes de venirse a la Univer-

1 Discurso del Presidente de La Corporación Solidaria UTE-USACH al inaugurar el monolito en memoria de los héroes de la democracia en el Patio de la Escuela de Artes y Oficios. 8 de Noviembre del 2012.

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sidad, estudia sus materias de Ingeniería mecánica, dentro de los tiempos que le quedaban, participaba activamente en la lucha diaria por contener a quienes trataban por todos lo medio de derribar la esperanza social, de lo que fue en parte el Gobierno de la Unidad Popular, amaba el deporte, la vida como ninguno otro, cada día salía a repartir parafina a la pobla-ciones, a realizar la tarea en política en la Villa Portales. Este joven, que desde su posición de Presidente del Centro de alumnos de la Escuela de Ingenieros de Ejecución, enfrentó ese negro día en la historia de la nues-tro país, cuando el fascino se adueño del país quebrando la constitución y arrasando a un pueblo indefenso.

Y este patio el 12 de septiembre de 1973, boca abajo, manos en la nuca fue pisoteado, humillado por tropas que ocuparon a la Universidad con fuego y metralla. Llevado junto a un millar de jóvenes, funcionarios, docentes, que permanecían en la Universidad pacíficamente, al entonces estadio Chile, donde permanece detenido uno días, para luego desaparecer.

Años más tarde, por informes de cuadernos secretos del Juez Guzmán, aparece la primera señal que habría sido asesinado en el Patio de la EAO, en una sala del segundo piso, por el entonces oficial de ejército, que ocupó la Universidad; Marcel Moren Brito y no hace mucho en Abril del 2011, sus restos fueron identificados en el Patio 29, logrando cerrar un ciclo de pena y dolor para su familia, y por cierto también a quienes fuimos sus compañeros y amigos.

La Corporación de estudiantes de la UTE formada en los años 2000, trato de llevar su nombre, razones técnica lo impidieron, pero desde sus inicios el nombre de Goyo estuvo, está y estará en nuestra mente y corazón….

“Michelle Peña Herreros”

Detenida Desaparecida desde el 28 de junio de 1975 por agentes de la DINA, fue vista en Villa Grimaldi, de ahí se pierde su rastro al igual que el del hijo que llevaba por 8 meses y medio en su vientre.

Había nacido el 27 de julio de 1947 en Toulouse, Francia, durante el exilio

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de sus padres y abuelos españoles, de nacionalidad española, llega a Chile en 1952, estudió en el Liceo Nº 1, después ingresó a Medicina, por su pasión por Freud, pero sus habilidades matemáticas pudieron más y se cambió a estudiar Ingeniería en la Universidad Técnica del Estado, cursa-ba 3er año al momento de su detención. Militaba en el Partido Socialista.

Al momento de ser detenida en Villa Japón, sector de Las Rejas, la acom-pañaba Ricardo Lagos Salinas, su compañero, quien al igual que ella, era militante del Partido Socialista, y también se encuentra desaparecido has-ta el día de hoy.

“Ricardo Rioseco”

Ejecutado Político, tenía 22 años al momento del golpe de estado, soltero, estudiaba Pedagogía en Santiago en la Universidad Técnica del Estado.

Enterado de las noticias y del carácter del golpe, decide viajar desde San-tiago a la ciudad de Angol, al domicilio donde vivía su familia, y donde también funcionaba una sede del Partido Comunista, al que adscribía toda su familia y también él, quien militaba en las Juventudes Comunis-tas de Chile.

Fue detenido en el domicilio de sus padres por una patrulla del Regimien-to de Angol, el 5 de octubre del mismo año fue ejecutado junto a otra persona por agentes del Estado, ametrallado y mutilado. Sus restos nunca fueron entregados a sus familiares.

“Rafael Madrid Gálvez”

23 años, Estudiante del Instituto Pedagógico, mención Castellano, Vocal de la Federación de Estudiantes. Asesinado el 4 de Octubre de 1973, lue-go de haber sido detenido en su casa, en un allanamiento efectuado por los Militares. Es llevado a los caminos cercanos al Túnel Lo prado, se les obliga a correr siendo acribillados junto a otros jóvenes.

“Mario Martínez Rodríguez”

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Dirigente de la Feusach, Secretario de la Confech , Demócrata Cristiano, sale de su casa el 2 de Agosto de 1986, encontrado Muerto el 4 de Agosto en la playa de las ocas de santo Domingo. Causa de la Muerte, Asfixia por inmersión. Sin embargo, investigaciones de la Justicia revelaron la presen-cia de un Helicóptero militar en la zona, antes de que fuera encontrado su Cuerpo. No ha sido aclarada aun las causas verdaderas de su muerte.

Podríamos hablar horas y Horas, sobre nuestros héroes de la democracia, mártires… son muchos los Jóvenes cuyas vidas fueron truncadas, cuyos sueños fueron apagados por la tortura, y la metralla de quienes no sopor-taban la entereza y valentía de estas mujeres y hombres que entregaron sus vidas, al combatir la barbarie fascista.

A estos jóvenes dedicamos este homenaje, a estos jóvenes simboliza este monolito, que ha sido confeccionado en acero, por el acero metal noble, que simboliza la fuerza y la firmeza de las convicciones que hicieron de estos jóvenes nuestros mártires, que los recordamos por siempre y que queremos que ustedes jóvenes, estudiantes de esta universidad, sepan que cuando pasen por estos patios, pasan por lugares que simbolizaron un sueño esperanzador de un puñado de valientes que les toco enfrentar la peor parte. Entregar sus vidas. Pero estamos seguros que lo hicieron con alegría.

Hoy estos patios, que nunca deben dejar de ser alegres, donde recorre un nuevo sueño esperanzador, que aúna nuevas fuerzas para mejorar la Universidad, para la mejorar la educación en nuestro país, jóvenes que como ustedes están forjando una férrea unidad de convicciones y polí-ticas para lograr un cambio radical en las concepciones estructurales de nuestro país. Nosotros, hoy no tan jóvenes, sobrevivientes de un sueño, jamás hemos perdido las esperanzas, que renacerá un Chile mejor, más justo y más solidario. Hemos crecido, pero estamos vivos, y aquí estamos No olvidamos a nuestros caídos, no los olvidaremos jamás… con la fuer-za de nuestras convicciones.

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COMENTARIOS

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Sentimientos expresados por hallazgo de Goyo Mimica1

“Me imagino que los sentimientos habrán volado por los cielos y se han sumergido también en aguas profundas y claras, mientras la pena la rabia y la impotencias dejan paso solo a los sentimientos hacia nuestro compa-ñero y hacia nuestra causa.Amigos de Goyo estoy a vuestra disposición para lo que venga respecto a esta gran tarea que nos viene, y que nuestro compañero se merece.Cariños, un abrazo Erica”

Erica

“Goyo Mimica , tus compañeros y camaradas de la UTE-Concepción es-tamos contigo y tu ejemplo perdurará en nosotros. Goyo Presente! ahora y siempre!

Fernando Wenger

“Querido Goyo que emocionante es esta noticia de saber que te resca-tamos de la noche que cayo sobre tantos amigos y compañeros recibe nuestro homenaje familia”

Zamorano Flores

“Estimadas(os):Con emoción y satisfacción recibo la noticia de que nuestro Goyo no es más un desaparecido y que su familia podrá darle sepultura.Vuelven a mi memoria recuerdos de Goyo, sobre todo de su generosidad humana, de su modestia y respeto por todos.

1 Comentarios provenientes de blog de goyo: http://goyomimica.blogspot.com/

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Querido Goyo: eres y serás un héroe inmortal del movimiento estudian-til, un digno ejemplo del joven que la UTE quiso crear.”

Luis Cifuentes

“Lo supimos anoche, de un sopetón. Después de 38 años de búsqueda, de interrogantes jamás contestadas, de diligencias abortadas, de rumores improbables. Allí, en el tristemente célebre Patio 29, del Cementerio Ge-neral, junto a otros, junto a tantos; estabas. Allí silencioso, expectante. Tu anciana madre podrá por fin llorarte en la tumba que te acogerá en su re-gazo, quizás sus ojos secos ya no tengan lágrimas; tal vez esperaba callada por el dolor y la súplica de no saber tu paradero. Sus manos temblorosas por fin sostendrán una flor la que llenará de aroma tu entorno y adorna-rá tu casa. Inolvidable Goyo, nosotros tus hermanos, tus hermanos de la UTE, por fin tendremos un referente físico, donde recordar tu nombre, donde rendirte los honores, donde decirte: ‘Jamás te olvidaremos’.”

Iris Aceitón

“Qué emoción y sentimientos encontrados me produce la noticia, inevi-tablemente volví a los años más maravillosos de mi vida como estudiante de la gloriosa UTE y la gran figura,entre otras, de Goyo. A vuestra dispo-sición para participar en los homenajes pertinentes al gran GOYO.”

Antonio Zúñiga Senra

“Querido Goyo, acabo de recibir esta impactante noticia. Para ti y tu fa-milia va mi fuerte y emocionado abrazo. Tú sigues viviendo en el corazón de todos nosotros.”

Alejandro Yáñez

“Estoy muy impactada y emocionada por el hallazgo de las osamentas de Goyo. Creo que hay que rendirle un gran homenaje, el vuelve a nosotros y tenemos que estar a su altura.”

Cristina

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“El saber que los restos de Gregorio Mimica han sido por fin encontrados me ha dejado con un confuso sentimiento de tristeza, indignación y con-suelo. A pesar de la diferencia de edad aprecie a Goyo como un amigo y aprendí a respetarlo como dirigente estudiantil. Nos vimos por última vez el 11 de Septiembre de 1973. Hago llegar mis sinceras condolencias a la familia Mimica con quienes quiero compartir este emocionado recuerdo a la memoria de Goyo.”

Juan H. Vera. Juan H. Vera Ex-Decano de la Facultad de Ingeniería UTE

“Que emocionante noticia saber que estas de regreso, de nuevo con noso-tros, quisieron hacerte desaparecer para siempre y no lo han conseguido.Que felicidad me embarga, es como si hubieses renacido para vivir para siempre. Me has hecho recordar de un solo golpe esos cuatro años en la UTE, hasta ese día fatídico en que nos arrastraron por miles a las prisio-nes. Un abrazo por nuestro reencuentro y también para todos a quienes amaste. Goyo, has vencido a la muerte. Serás un ejemplo a seguir, de con-secuencia, lucha y alegria, como fue tu vida, para nuevas generaciones.”

Lolo

“Gracias amigos por vuestra lucha u constancia para que se esclareciera el asesinato de Goyo y se pudiera encontrar y reconocer su osamentas.Goyo ha vuelto a nosotros, está en nuestras vida y en los estudiantes de la Ute.Para mi siempre ha sido difícil tocar el tema de el, pues se me presenta de inmediato la evidencia que en determinadas circunstancias el ser huma-no es capaz de mostrar su lado mas oscuro y tenebroso.Esa crueldad que demostraron los los que abatieron la vida de esa persona magnifica que fue nuestro amigo, del que tuvimos el privilegio de com-partir parte de su vida y de sus ideales.Dile a los amigos que estoy con uds en este instante, que reciban mi cari-ño y mi recuerdo, que asi como no olvido a mi amigo martir, tampoco lo hago de todos con los que compartí.Al mismo tiempo estoy contento porque siento que su sacrificio no fue

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en vano, pues hoy se le esta rindiendo un homenaje mas que merecido, pues el valor de su ejemplo, sigue irradiando, no solo a los que tuvimos la fortuna de conocerlo sino a las generaciones actualesEn algún lugar estará Goyo sonriéndonos con esa sonrisa limpia, ancha y generosa que tenia la virtud de rendirlo a uno.Un fuerte abrazo fraternal para ti, sus hermanos y para todos”

Pato Soza

“Para el Colectivo Memoria PUC es una gran noticia la confirmación del reconocimiento de los restos de Gregorio Mimica, asesinado brutalmen-te, de acuerdo a los testimonios existentes, en la propia Universidad por Marcelo Morel Brito. Esta gran noticia, que permite a su familia y sus compañeros cerrar su duelo, nos debe comprometer a no rendirnos en la busqueda de todos los asesinados por la dictadura que permanecen como Detenidos Desaparecidos.”

Colectivo Memoria PUC

“Goyo vuelvecon nosotroscon su esencia su ADNsu entregasu valentíasu liderazgoen la Universidaden el Barrioen su equipoen la jota

su amor a la vidaa la alegríasu cariño a sus pololassu pasión por deporteal futboll, el baby, basket.

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al apoyo a su familiacon su madrugadaspara abastecer y atenderel negocio de su padre

vueve con su consecuenciafiel a sus principioslegados y actualizados a la década del 70 de la Revolución Francesa delibertadigualdad fraternidadjusticiabien comúneducación sin privilegios

equidad en todoen especial en ladistribuciónde los ingresosvetando la concentraciónde la riqueza y la opulencia

igualdad de oportunidadesempleo y salario digno

su heroísmolo hizo inmortalmártir de la democracialo recordaremos y recordaranpor lustro de generaciones

Tu historia quedara en la retinaen miles de jóvenes chilenos.

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como ejemplo de sacrificioentrega a tu puebloal país, a la humanidad

Te fundes con la historiacon los hombres notablesjunto a sus héroes y mártires como Presidente Allendea Víctor Jaraa Mario MartinezBlanca CarrascoMichelle Peñaque entregaron su vidapor la igualdad y bienestar del próximo por una sociedad mas justa.”

Juan Rivera

“Un gran impacto, alivio inmenso, pena y alegría fundidas. Al fin estás con nosotros, Goyito, al fin apareciste, no pudieron borrarte. Al fin vuel-ves a tu familia. Regresas sonriendo tal como te recordamos, lleno de fuerza y propósitos, pleno de Vida, la que permanece latiendo en cada uno de nosotros, quienes tuvimos el privilegio de conocerte y quienes te han conocido durante tu ausencia.Bienvenido Goyito nuestro.”

Sonia Pérez

“Tuve la emotiva e importante posibilidad de participar del acto en ho-menaje a Gregorio en la Usach el año 2000 cuando era presidenta de la FEUSACH... en este momento me entero de la noticia y vuelvo a sentir que las luchas por verdad y justicia valen la pena... que la verdad tan dura del Chile del pasado vuelve porque es imprescindible, parte de la realidad que debemos asumir como sociedad para reconstruirnos como país. Escuchar y leer tantos testimonios es muestra concreta que Gregorio

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nunca desapareció... siempre estuvo presente como tantos y tantas... Gracias por no olvidar y enseñarnos que la vida es intensa, en luchas y emociones... gracias por compartir con nosotros el recuerdo y el legado de Gregorio.”

Alejandra Placencia Cabello

“La noticia de la identificación de los restos de Goyo me ha impactado, porque me ha hecho recordar muchas cosas de el, y de cada uno de noso-tros, sus compañeros de la UTE, a lo largo de todos estos añosLa mezcla de sentimientos que despierta esto en mi es enorme, pensando en una vida desperdiciada.Quiero presentarles mis respetos a su familia y a toda la ‘familia UTE’”

Maria Lisham

“Son muchos los recuerdos y es difícil organizarlos. Quiero mencionar a los jóvenes que participaron activamente en los últimos años de la UTE. Entre los más destacados dirigentes estudiantiles de ese período recuerdo con afecto a Goyo Mimica, a quien conocí bien. Lo estimé mucho como líder estudiantil y mantuve contacto con él hasta que lo asesinaron, lo hicieron desaparecer y hoy se encuentran sus restos, y vuelve a la luz. Les envio mis condolencias a su familia, a sus amigos y comunidad universi-taria Ute-Usach.”

Juan Humberto Vera GandulfoAcadémico y Decano Asociado Investigación

de la Facultad de Ingeniería de la Universidad McGill, Canadá

“He encontrado un amigo después de 37 años, por mucho tiempo man-tuve la esperanza de que podría estar con vida, pero los porfiados hechos me decían lo contrario, hasta que supe que había sido asesinado por Mar-celo Morén Brito, en una de las aulas de nuestra Universidad y su cuerpo hecho desaparecer.Ahora que le hemos encontrado podremos al fin decirle, “ADIOS AMI-GO, FUISTE DE LOS MEJORES”

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Víctor Seguel

Le envio mis condolencias a su familia, que las heridas abiertas puedan sanar algún día, si ya justicia no hubo, esperemos que la memoria de los trágicamente perdidos se recupere con el tiempo.Saludos de un liceano y estudiante de la Usach, la memoria de los que hicieron algo por esta tierra no se perderá bajo los papeles polvorientosEspero su familia encuentre la paz.”

Ex liceano y estudiante Usach

Gregorio Mimica Argote, dirigente estudiantil de la Universidad Técnica del Estado en los tiempos de la Unidad Popular, ejecutado político de la dictadura militar chilena. Sus compañeros le rinden un homenaje póstu-mo a quien fuera un hombre excepcional, un líder genuino, una referen-cia necesaria para las nuevas generaciones.

“Pasaron demasiados años hasta que tus restos mortales fueron identifi-cados. Quedó para siempre tu recuerdo, tu calidad humana, tu condición de joven dispuesto a jugarse la vida por sus ideales. Te has convertido en inspiración de miles, en testigo inmortal de un movimiento estudiantil mul-titudinario que dejó su huella en la historia, como también de ese otro, y más grande, movimiento por construir un Chile mejor, un mundo mejor.”

Luis Cifuentes