LIBRO IGUALDAD + PORTADAS (solo pruebas) 5/10/09 08:51 ...web.logro-o.org/mujer/documentos/LIBRO CUENTOS.pdfrecreación de una realidad distinta, tamizada por la dulzura, por la magia

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Cuentosconelmismopapel


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Cuentos con el mismo papel

© De los textos: Azucena Escalona, Antonio de Benito y Ester Lorente© De la edición: Ayuntamiento de Logroño© Diseño e ilustraciones: Manuel Romero

Dep. Leg.: SO-92/2009

Maqueta e Imprime: Arteprint, S.L.


PrólogoLeer, soñar; comprender, pensar;sentir, imaginar.

Los cuentos nos hacen soñar. Se dirigen a nuestraimaginación, a la fantasía, al afecto. Tambiénprovocan nuestra sonrisa. Son a la vez fruto de larecreación de una realidad distinta, tamizada porla dulzura, por la magia y que tienen la versatilidadde acercarnos al mundo que llena nuestros sue-ños. Leer cuentos, escuchar cuentos, hablar de loscuentos es y será siempre una forma lúdica dereflexión y aprendizaje sobre las cosas sencillas,pero a la vez trascendentes. Los personajes, loslugares, los ambientes empapan nuestra mente.¿Te sucedió a ti alguna vez?

Con esta recopilación de cuentos queremos con-tribuir a que eso suceda. Tengas la edad que ten-gas, encontrarás en esta publicación un pequeñoescondite para tus pensamientos, para tus refle-xiones y sentimientos. Sentirás que tus emocio-nes son compartidas y tus sentimientos se hacenrealidad.

Lee, oye, escucha, habla, ríe y sueña; atrévete apensar que otro mundo es posible. Bucea en ésteque te ofrecemos en el que la igualdad entre las


personas es real, en el que la tolerancia y el respe-to dominan el mundo, en el que las oportunidadesson las mismas para todos los seres humanos.

Si al finalizar tu lectura has logrado encontrar esehueco de fantasía contenido en los cuentos, hascomprendido que la igualdad es un sueño cadavez más cercano del que querrás formar parte. Sies así, habremos conseguido trasmitir aquello quedeseábamos. . .

. . .QUE LA IGUALDAD ENTRE LAS PERSONASES UN SUEÑO DESEADO Y COMPARTIDO YQUE JUNTOS HAREMOS REALIDAD.

Esta publicación es una recopilación de los relatos ganadoresdel I Certamen Nacional de Literatura “Con el mismo papel”organizado por la Concejalía de Igualdad y la Concejalía deDerechos Sociales del Ayuntamiento de Logroño.

Tomás Santos MunillaALCALDE DE LOGROÑO

Concepción Arribas LlorenteCONCEJALA DE IGUALDAD


El espacioasideigualAzucena Escalona



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El espacio asideigualEn el barrio de Lunaespaña, en loalto de una montaña, vive la señoraLuna en su tienda de campaña y estanoche como es luna nueva, de allí ala señora Luna no hay quien lamueva, bien sentadita en su butacanueva va tejiendo de muy buenagana una preciosa manta de lana,mientras sin perder la atención sigueel programa de televisión.

Galactodiario es el programa másentretenido de Espaciovisión y estanoche Tolomeo Astrolabio, el presenta-dor, aparece sonriente ante el televisorvistiendo un traje de Dalmacio Prior.

- ¡Buenas noches, mi querida audien-cia! -saluda. ¿Cómo ha ido el día



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hoy, he sido muy feliz o he tenidoarrugada la nariz? Ya sabes que sinos lo quieres contar sólo tienes quellamar y contigo empezaremos acharlar.

- Piticlín, piticlín, –empieza el telé-fono a sonar.

- ¡Hola!, aquí Tolomeo Astrolabio,presentador de Galactodiario, ¿conquién tengo el placer de hablar?

- ¡Hola!, soy Orión, el de la constela-ción.

- ¡Hola Orión! –saluda TolomeoAstrolabio–, cuéntanos… ¿Cómoha ido tu día hoy, has sido muyfeliz o has tenido arrugada lanariz?


- Pues, mira yo… he tenido arrugadala nariz porque estoy cansado de serel mejor cazador del espacio, a míme gustaría ir más despacio y olvi-

darme de Artemisa, quesiempre está metiéndo-

me prisa para atra-par al Centauro.Yo lo que quiero


es regalarle mis flechas a Sagitario,montarme en el carro de La OsaMayor y volar hasta la Tierra mon-tado en Pegaso para ver el Sol poner-se al ocaso.

- Mi querido Orión –continúa Tolo-meo Astrolabio–, creo que tienesmucha razón, deberías olvidarte de


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Artemisa y seguir a toda prisa elrumbo de tu corazón, sólo así podrásllegar feliz a tu destino.

- Piticlín, piticlín –sigue el teléfonoparlanchín.


- ¡Hola!, soy Venus, el planeta máshermoso de todo el sistema solar.

- ¡Hola Venus! –responde TolomeoAstrolabio–, ¿cómo ha ido tu díahoy, has sido muy feliz o has tenidoarrugada la nariz?

- Pues sí, mi preciosa nariz está bastan-te arrugada, y es porque estoy como


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una tonta enamorada de un planetataciturno llamado Saturno, y mientrasotros planetas hacen fila rogando demis ojos una mirada, yo aquí, comouna tonta espero mi turno para serdesposada con el anillo de Saturno.

- Querida Venus –continúa TolomeoAstrolabio–, sin duda eres muy afortu-nada por haber sido con la belleza obse-quiada, pero no pierdas la composturay muestra tu verdadera hermosura,piensa por un momento que todos ennuestro interior tenemos algún talento.

De pronto, la señora Luna deja detricotar, coge su teléfono y comien-za a marcar…

- Piticlín, piticlín -sigue el teléfonojadeante.


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La señora Luna está un poco nervio-sa y responde titubeante:

- ¡Hola!, yo soy el astro de lanoche… yo soy la Luna.

- ¡Hola, señora Luna! –saluda Tolo-meo Astrolabio–, ¿cómo ha ido tudía hoy, has sido muy feliz o hastenido arrugada la nariz?

- Pues, yo… tengo un poco arruga-da la nariz, pero sólo un poco -insis-te la señora Luna bastante turbada.Yo soy muy feliz en la noche, perome encantaría, aunque sólo fuesepor un día, cambiarle el puesto al


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Sol y ver amanecer un nuevo día,escuchar a los pájaros cantar conalegría, ver cómo se abren las floresy disfrutar de sus colores, acompa-ñar a los niños a la escuela, verlosjugar en el recreo, oír tocar las cam-panas, asomarme por las ventanasy aspirar el aroma de la comidarecién servida y, después de unatarde de lluvia, ver salir de entre lasnubes airoso y reconfortante aljovial Arco Iris.

- Mi querida Luna –dice TolomeoAstrolabio–, qué idea tan optimistaver la realidad desde otro punto devista, ser receptiva y ver el mundodesde otra perspectiva. Pero, dinos,¿cómo lo harías? Tú sola no podrías,para brillar necesitas la luz solar.



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- Bueno, eso es verdad pero, tambiéntengo a mis amigas las estrellas, ellasbrillan como centellas y me podríaniluminar –contesta animada la seño-ra Luna.

- Mi querida Luna, me parece unaidea fantástica, espero que prontoconsigas hacerla realidad y que nosvuelvas a llamar para todos juntospoderlo celebrar.

La señora Luna cuelga el auricular ymuy satisfecha vuelve a tricotar.

- Piticlín, piticlín –vuelve el teléfonoa sonar.



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- ¡Hola!, yo soy el Sol –contesta unapotente voz.

- ¡Hola señor Sol! –saluda TolomeoAstrolabio–, ¿cómo ha ido tu díahoy, has sido muy feliz o has tenidoarrugada la nariz?

- Bueno, yo en realidad soy muyfeliz y afortunado aunque, darle laluz al día para que todos vivan enarmonía supone tener mucha ener-gía, por eso la idea de la señora Luname parece muy oportuna, poder des-cansar un día no me vendría mal yun paseo por la noche me sentaríafenomenal.

- Pero, ¿cómo lo harás, para estardespierto y no brillar? –preguntaintrigado Tolomeo Astrolabio.


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- Les diré a las nubes negras de lanoche que formen un círculo a mialrededor y que tapen mi resplandor–responde decidido el Sol.

- Realmente me parece una ideaadmirable –continúa Tolomeo As-trolabio–, saber que no soy indispen-sable, que todos tenemos habilida-des para hacer un montón de activi-dades y que si contamos con losdemás, nuestras cualidades, no sólose verán sino que brillarán y nosmostrarán el camino hacia la felici-dad.

Así que mi querido Sol –continúaTolomeo Astrolabio–, creo que tie-nes que hablar con la Luna urgente-mente y mostrarnos a todos unespacio diferente.


Al día siguiente amanecióde forma especial, la Luna ysus doncellas, las estrellas, se habíanpuesto a trabajar y del cielo veníauna luz singular.



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Los primeros en darse cuenta fue-ron los pájaros que comenzaron acantar con alegría, después seabrieron las flores mostrando susdiferentes colores, los niños queiban a la escuela miraban sonrien-tes hacia el cielo y en el recreo can-taron canciones muy bellas para laLuna y las estrellas. Al atardecer,comenzó a llover, una lluvia sutil yrepentina que hizo a los árbolescrecer. Poco a poco fue despejandoy de pronto la luz de las estrellas sereflejó sobre las gotas de lluvia yun Arco Iris muy especial alegró elcielo.

La Luna se sintió feliz y sonrió conganas, mientras comenzaban a sonarlas campanas anunciando su despe-dida.


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Llegó la noche y le tocó al Sol actuar. Camuflado entre sus nubes soldadocomenzó a admirar maravillado elfirmamento.

En lo más alto brillaba la EstrellaPolar iluminando a dos grandesOsas, una Mayor y otra Menor,cerca de ellas un gran Dragón lerugía a Casiopea y a lo lejos se veíael brillo insistente de Venus atra-pada en el anillo de Saturno.También vio el Sol correr a Arte-misa llamando a Orión, que pasómontado en Pegaso sin hacerle elmenor caso.

El Sol sonreía entusiasmado, nuncase hubiera imaginado que en lanoche hubiera tanta actividad, paraél la noche significaba serenidad.


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Y poco a poco fue pasando el tiempoy las nubes soldado se hicieron a unlado y el Sol se levantó sonrientemostrando un nuevo amanecer.

Mientras, en el barrio de Lunaespa-ña, en lo alto de una montaña, duer-me la señora Luna en su tienda decampaña.


AnkayelDidyeridúAntonio de Benito



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Anka y el DidyeridúCreo que me he quedado dormida enmitad de clase de lengua. Y eso queson las nueve y media de la mañana.Quizá haya sido una cabezadita denada porque don Matías ni se haenterado. Me ha dado tiempo asoñar con una familia que no cam-biara de ciudad cada dos años, omenos. En mis nueve años de exis-tencia he vivido en tres continentes,cuatro países diferentes y creo queen siete ciudades. Os podéis imagi-nar que mi vida es una maleta, perouna maleta vacía. Cada vez quehago amigos, mi madre decide quedebemos cambiar de país: mi madrees antropóloga, una especie de cien-tífica del comportamiento de laspersonas en las diferentes culturas.


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Lo del sueño debe ser consecuenciadel llamado “jet lag”, que me duradesde hace dos semanas, al abando-nar Australia. Sí, has leído bien, enAustralia estudié cuarto de primariay ahora empieza quinto de unamanera inesperada para mí. Soy bas-tante abierta, una chica que haceamigos fácilmente, bueno, amigoscon minúsculas porque me duranmeses. Pero estas dos semanas seestán convirtiendo en una auténticapesadilla. Desde que pisé mi nuevocolegio. Mejor dicho, desde que porun maldito traspié pisé a Richi.Hubiese preferido pisar al señorChof, como llaman al conserje, o ami tutor, don Matías. Mi profe medisculparía si le ofreciera la mejor demis sonrisas y me acariciaría lacabellera diciéndome “no tiene


importancia, pequeña Anka”. Inclu-so hubiera sido mejor pisar a ladirectora del colegio, que es unaauténtica directora de colegio, parca


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en palabras y en gestos. Una señoramuy seria.

Pero pisé a Richi, el peleón de laclase, que además es el cabecilla delgrupo. “Niña, la has cagado”. Es loúnico que me dijo. Y desde enton-ces, entre que soy nueva, Richi queintenta sacarme de mis casillasconstantemente, que me acabande poner gafas porque soy algomiope... el caso es que estoy fatal.En los colegios anteriores he for-mado parte del coro, del equipo dehockey, del grupo de teatro, inclu-so en Australia formé parte delgrupo de danzas local... pero ahorasiento que estoy en el equipo de losmarginados, esos que llaman rari-tos del cole. En el patio hablo conpocos chicos o chicas, no me dejan


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ponerme de portera de fútbol, quees mi verdadera especialidad, por-que precisamente Richi es porteroy manda más que Casillas en elReal Madrid.

Anoche lloré, no lo hacía desde lamuerte de Hamilton, mi hámster,cuando viví en Londres. Lloré des-consoladamente, empapé dos hojasdel libro que tengo que leer este tri-mestre. Si esto continúa así, he pen-sado ponerme enferma. Como últi-ma solución he decidido llevarme aclase mi didyeridú, que es un instru-mento australiano enorme, unaflauta típica de aquel país, que midemás de dos metros. Por eso, mi padreme ha traído al colegio un cuarto dehora antes, me ha acompañado aldespacho de la directora para dejar


allí el didyeridú y darle una sorpresaa don Matías y a todos mis compa-ñeros. Creo que mi padre sabe queestoy triste.


Y ahora son casi las diez de la maña-na y me arrepiento horrores dehaber traído el digderidoo –que tam-bién sé escribirlo así–. Igual ni digonada y a la salida me lo llevo a casa,como si se me hubiera olvidado.

Pero cuando todos estos pensamien-tos me agotaban, don Matías diodos palmadas y dijo que nos fuéra-


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mos preparando para bajar a la salade profesores, que nos iban a poneruna vacuna. El alboroto era enorme,el profe tuvo que dar más de diezpalmadas y al menos cuatro vocespara intentar calmarnos. Bajamoslas escaleras mirándonos unos aotros, nos cogíamos del brazo, nosíbamos remangando las camisas ner-viosamente. Pensé que aquel era elúnico momento en el que unos yotras pensábamos lo mismo: desapa-recer. Los raritos de la clase y los noraritos, los listos y los torpes, losrepetidores, los que se iban de vaca-ciones al Caribe y los que se iban alpueblo de al lado... A todos, chicas ychicos, nos sudaban las manos másque en un control final. Como noscolocaron por orden alfabético,Richi iba delante de mí. Parecía


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haberme dado una tregua durante labajada y los diez o quince minutosque tuvimos que esperar en el pasi-llo. Ni me enseñó los dientes, ni mepuso caras raras, ni siquiera me escu-pió en los zapatos. Creo que lasmanos le sudaban tanto como a mí.Fueron entrando y saliendo los com-pañeros: Rubén, que tiene síndromede Down, salió haciéndose el forzu-do; Mónica, que le faltan los cuatrodientes centrales, sacó la lengua porel hueco; Daniella salió con lamisma sonrisa que entró y Danielcambió la sonrisa por exageradosgestos de dolor.

“Siguiente, Anka”. Es la primera vezque entro a una sala de profesores;esperaba ver exámenes por la mesa,ordenadores y mapas, y, sobre todo,


profesores, pero lo único que soycapaz de ver es una gran bata blancaesperándome y ofreciéndome latemible jeringuilla. Richi pasó pormi lado. Al llegar a mí, me enseñódébilmente los dientes... ¡y se des-plomó! Por un instante pienso quequiere escupirme en los zapatosdesde el suelo, pero no, Richi estámás blanco que la batadel doctor. “No pasanada, chaval”, escu-cho. Y lo sacande la sala. Conla impresión dever al gran Richia mis pies, ni meentero de que meponen la vacuna.“¿Ya está?”, pre-gunto. Y salgo de la


sala de profes con la firme decisiónde actuar. Ahora o nunca.

La puerta del despacho de la directo-ra se encuentra entreabierta. Dis-tingo las voces de la directora, dedon Matías y también la voz entre-cortada de Richi. Ylo que apreciomuy bien es el


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colorido didyeridú que reposa sobreuna pared del despacho. Entro y doylos buenos días, como si no supieranada del desmayo de Richi. “Vengo apor el didyeridú, don Matías, paratocarlo después del recreo... ¡ah, holaRichi! ¿Qué ha pasado?

Richi ya no estaba blanco, un pocoamarillo, quizá. Estará pensando que essu fin. La nueva, es decir, yo, lo habíavisto desmayarse, desvanecerse como aun guiñapo a sus pies, estaba perdido.Yo podía anunciarlo durante el recreo,quizá hacer un dibujo de la escena yentregarlo a todos cuando entraran aclase, podía hacer tantas cosas... Ladirectora decide que subamos a clase.Don Matías se adelanta unos metros eindica a Richi que me ayude a trans-portar mi didyeridú australiano.


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Caminamos sin hablar, sin atrevernosa mirarnos. Creo que él se siente des-concertado ante aquel extraño instru-mento que jamás ha visto. Antes deentrar a clase, le echo una sonrisa comodiciéndole “ha llegado tu hora, Richi”.Esta vez no me enseña los dientes.

“Ahora, chicos, antes de salir alrecreo, Anka nos enseñará un instru-mento”.

Les explico que el didyeridú es uninstrumento de madera, que los abo-rígenes australianos dejaban unarama de eucalipto en el suelo paraque las termitas devorasen la made-ra de su interior y así la dejaranhueca. Que era lo mismo que unaflauta para nosotros. Y al final, antesde soplar la embocadura, hablo:


“dedico esta música a todos los quenos hemos vacunado y de formamuy especial a Richi, que ha espera-do amablemente hasta el final paraayudarme a subir el didyeridú.Muchas gracias, Richi, todo un deta-lle”.

Y la clase se queda muda, mientraslos ojos de Richi se abren enorme-mente y don Matías me echa unasonrisa de complicidad. Soplo contodas misfuerzas einterpre-to mi temapre fe r ido“La esca-ladora deríos”, que


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es lo que significa mi nombre, Anka.Al terminar, Richi comienza aaplaudir tímidamente. Le sigue todala clase: los que todavía pensaban enla vacuna; los que se les inflamó elbrazo, y a los que no; los que habíanllorado porfuera,


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los que habían llorado por dentro;los raritos de la clase y los que creenque no lo son; los valentones a losque les habían sudado las manos ydijeron que era agua; los que seempujaron en la fila para no pensaren la jeringuilla, los que al ver la batablanca pensaron en mamá, los quepensaron en echar a correr...

Al regresar a mi sitio, pienso que noes tan malo tener una madre antro-póloga, ni ir de ciudad en ciudad, nitener una flauta australiana de dosmetros... Pienso también en que mehe ganado el puesto de portera deuno de los equipos. Richi estaráenfrente, en la otra portería, pero noenfrentado. A Richi, como a mí, nosvolverán a sudar las manos más deuna vez.


TresprincesasreinventadasEster Lorente



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Tres princesasreinventadas

Hace unos días tuve el placer deconocer a la mujer de Walt Disneyque, recientemente, se acababa dedivorciar. No soportaba el machis-mo de su marido, y me contó la ver-dadera historia de tres de los cuentosque éste nos había transmitido...

La bella durmiente abrelos ojos

Aurora abre los ojos. Se encuentra aun príncipe un poco cursi, que leacaba de dar un beso en los labios.He roto el hechizo, te he salvado,ahora serás mi esposa.


Perdona, pero ni siquiera me hasdicho cómo te llamas. ¿Qué te

crees? ¿Que llevocien años durmien-do para al fin des-

pertarme, casarmecontigo, que mellenes de hijos yconvertirme en

tu sirvienta?¿Felices para siem-pre no?



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No, guapo, las cosas no son así. Lafelicidad no llega sola, por arte demagia, ni es lo mismo para ti quepara mí. Primero tengo que descu-brir qué es lo que yo deseo para serfeliz, y luego buscar mi camino parapoder conseguirla, aunque me cues-te esfuerzos e implique derrotas.

¿Pero no quieres venir conmigo a micastillo, que te saque de la miseria,ocuparte solamente de las tareasdomésticas, criar un par de niños...?

Déjame tu teléfono y no sé, ya te lla-maré...

El príncipe la quiere llevar en sucaballo a casa, pero ella decide irpaseando para así poder reflexionarpor el camino. Y decide que quiere ir


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a la Universidad, aprender, y en elfuturo poder conseguir un trabajobien remunerado. Quiere ser unamujer independiente, comprarse unpiso, recuperar la relación con susamigas tras todos estos años desueño profundo y salir con ellas.

Después reflexiona acerca del amor.Sí, le gustaría encontrarlo, pero nose quiere conformar con el primerpríncipe que venga. No necesita quetenga muchas tierras o posesiones,prefiere que sea una persona inteli-gente y de gran calidad humana, quela quiera y respete. Le gustaría podertener conversaciones interesantescon él y que la hiciese reír.

Su familia estaba orgullosa de ella;era una chica fuerte, buena y con


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mucha personalidad. Y la princesafue feliz, pero no siempre, porque lascosas no son tan fáciles como en loscuentos de hadas. Y vivió buenas ymalas rachas, rió, lloró, tuvo ilusio-nes, desengaños, alegrías...

La sirenita y su vozAriel había caído prendada delos encantos de Eric. Pero lacosa estaba complicada. Aparte de porque era unasirena y él un humano,porque los últi-mos años sehabía aban-donado bas-tante y noera el tipo dechica que le gusta-


ba al príncipe. Llevaba el pelo corto,no se arreglaba mucho y habíaengordado unos cuantos kilos. Suamiga Aurora, que salió con él un

par de veces,se lo había

advertido,d ic ién-

d o l e


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que era un tipo muy superficial, queen una mujer sólo buscaba belleza ysumisión.

Pero Ariel era bastante cabezona yquiso comprobarlo por sí misma.Así que fue a visitar a Úrsula, que ledijo que la única posibilidad de con-quistar a Eric era con el silencio, estan-do calladita, y que por eso si ella leentregaba su voz se la cambiaría porun par de piernas. Se lo estuvo pensan-do unos días, sopesando pros y con-tras, pues ella era una chica muy dicha-rachera, le gustaba hablar y lo hacíamuy bien; todos en el mar elogiaban suamena y divertida conversación.

Finalmente se arriesgó y dio el paso,así que fue a conocer a Eric. Sólonecesitó escucharle hablar diez


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minutos para darse cuenta de que nopodría salir con un hombre tanengreído, vacío e insensible.Ariel ya había perdido la voz, así que sededicó a escribir y escribir. Y resultó seruna de sus habilidades que desconocíay que se le daba muy bien. Ganó el pre-mio Planeta y cosechó muchos éxitos.Ningún hombre consiguió satisfacersus expectativas, así que decidió que-darse soltera. Y tan contenta.

Cenicienta tenía novioCenicienta y Blanca Nieves habíanquedado para ir juntas a una fiesta.Se estaban arreglando cuando, derepente, apareció el Hada Madrina yobsequió a Cenicienta con un vesti-do lleno de tules y volantes, de color


rosa. Ella fingió alegría, abrazó alHada, le dio las gracias y cuandoésta se marchó, decidió ponerse elpantalón y la camisa que se habíacomprado en Zara con su amiga.

Llegaron a la fiesta y el prín-cipe se acercó a ella,bailaron juntos unrato, rieron, charla-ron con el restode la gente... ycuando cerra-ron el bar,Cenicienta ledijo que semarchaba. Elpríncipe le pre-guntó que adónde se ibatan pronto,



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y ella le respondió que a su casa, consu novio. La trató de convencer deque con él iba a tener una vidamucho más cómoda, pero ella leargumentó que era muy feliz con supareja, que compartían las tareasdomésticas, tenía valores muy sóli-dos y le aportaba muchas cosas bue-nas. También le explicó que no con-sideraba que el tamaño de su piefuese motivo suficiente para enamo-rarse de ella.

El príncipe se quedó charlando conBlanca Nieves, se dieron el teléfonoy terminaron sintiendo algo especialel uno por el otro. Él aceptó que ellano supiese cocinar, que tuviese lospies grandes y que se llevase a lossiete enanitos a vivir con ellos. Y aella, como le quería, no le importó


que a los pocosaños de estar juntosse le empezase acaer el pelo y lesaliese barriga, de-jando de ser supríncipe idílico.


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Y conocer estas historias ytransmitírselas a los niños y niñas

de todo el mundo supusodar un nuevo paso para lograr

la igualdad de género.

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Cuentosconelmismopapel

El espacio asideigual . . . . . . . . . . . . 5

Anka y el Didyeridú . . . . . . . . . . . . . . 25

Tres princesas reinventadas . . . . . . . 43





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