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Libro infinidad de veces editado, Facundo o Civilización y barbarie (que comenzó apublicarse como folleto en 1845), recibe en la presente edición un tratamiento especialgracias al estudio preliminar realizado por el profesor Noé Jitrik, complementado poruna cuidada cronología y la modernización de las grafías correspondientes a la reformaortográfica de Domingo Faustino Sarmiento (Argentina, 1811-Paraguay, 1888),facilitando así su lectura, operación que ha sido realizada con un meticuloso criteriohistórico, lingüístico y sociológico que hace posible la comprensión de las innumerablesalusiones del autor, al tiempo que nos introduce al debate histórico y político en torno alque Jorge Luis Borges ha calificado como el primer libro argentino.

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Domingo Faustino Sarmiento

FacundoBiblioteca Ayacucho: Colección Clásica - 12

ePub r1.1Ninguno 03.07.14

PlanetaLibro.net

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Título original: Civilización y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga. Aspecto físico, costumbres y ámbitos de laRepública Argentina.Domingo Faustino Sarmiento, 1845Retoque de cubierta: Ninguno

Editor digital: NingunoCorrección de imágenes: ebookofiloePub base r1.1

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SOBRE ESTE EBOOK

Este libro electrónico fue adaptado al estándar de ePubLibre/Proyecto Scriptorium a partir delpdf original que distribuye gratuitamente la Biblioteca Ayacucho.

Biblioteca Ayacucho: patrimonio cultural de América Latina.

Biblioteca Ayacucho es uno de los sucesos editoriales de mayor trascendencia en el ámbito cultural latinoamericano.Desde su creación en 1974, ha venido fortaleciendo su propósito fundamental: mantener en permanente actualidad lasobras clásicas de la producción intelectual del continente, desde los tiempos prehispánicos hasta las expresiones másdestacadas del presente.

Esta institución adscrita al Ministerio del Poder Popular para la Cultura, orienta su atención hacia un vínculo con elpasado cultural, examinado desde la perspectiva contemporánea, para registrarlo en un amplio repertorio bibliográfico queevidencia la relación profunda de los pueblos de América Latina a través de su creación artística y literaria, creencias,tradiciones y pensamiento.

Biblioteca Ayacucho asume la misión de asegurar el cabal cumplimiento de un proyecto editorial que garantice lapreservación y difusión de la memoria de esta América, poniendo a disposición de los diferentes públicos lectores, endiversas colecciones y formatos, una mirada rigurosa y exhaustiva sobre un sentido posible del continente.

Biblioteca AyacuchoMinisterio del Poder Popular para la Cultura

Gobierno Bolivariano de Venezuela

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PRÓLOGO:

EL FACUNDO: LA GRAN RIQUEZA DE LA POBREZA

I

«Del centro de estas costumbres i gustos jenerales selevantan especialidades notables, que un diaembellecerán i darán un tinte orijinal al drama i alromance nacional».

SARMIENTO (Fac., Cap. II)

A la extraordinaria profusión de «Prólogos» que se anticipan a todo acercamiento al Facundose añade, a partir de estas primeras palabras, uno nuevo que, es obvio decirlo, intentará como lohan hecho los otros la ambigua tarea de actualizar algo sobre el texto. Los otros: son muchos;pareciera que el Facundo los exige, que en vísperas de cada nueva edición hay que hacerlapreceder por lo que el «prólogo», como institución social, puede implicar. ¿Vitalidad sinrecortes, fuerza de una escritura que todavía problematiza? Pero esa cantidad de «prólogos», sealo que fuere aquello que el texto pide, supone entre todos y en cada uno una pretensión, la deanteponerse a una lectura que debería poderse llevar a cabo por sí misma. Sistema de señales,anuncio autorizado que intenta iluminar pero que acarrea un innegable condicionamiento, el de lalectura.

Esto es general para todo prólogo y todo texto pero cobra una significación particular en elcaso del Facundo; al haber respondido a su presunta exigencia, ¿no será que le estamosreconociendo a priori, o por la fuerza de la tradición, una importancia que nos es impuesta?, ¿noserá que todos los editores y prologuistas temen que si no se llama la atención el texto pueda,librado a su propia suerte, dejar de existir o se convierta en pura arqueología?, ¿no será que

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entendemos y aceptamos su exigencia para ocultarnos que nos hacemos cómplices de unanecesidad social y política de seguirlo proclamando como texto único y fuerte, como unprivilegiado depósito de significaciones que modelan todavía nuestra vida y nuestra sociedad?,¿no será que, mediante los prólogos, queremos impedir su lectura?

Pero hay «prólogo» y «prólogo»: ninguno puede sustraerse a una red de fuerzas en la que, apesar quizás de seguir jugando el juego, se inscribe. Cabe preguntarse por esa red de modo talque se pueda, en la respuesta, determinar en qué sentido se quiere impedir o, en el mejor de loscasos, dirigir la lectura. Trabajo que habría que hacer en cada situación pero que, insinuado comoposibilidad, aquí tiene como finalidad mostrar sobre qué base, en virtud de qué objetivos ycondiciones, este «Prólogo» intentará separarse de los otros.

De este modo, podemos empezar por diferenciar, casi desde el punto de vista de los géneros,entre «estudios», igualmente numerosos, y prólogos. Aquéllos, en principio, por el hecho de estarsueltos, dejan la lectura en libertad, son objeto a su vez de una lectura; por eso esclarecen,informan, producen un saber; el «prólogo», teóricamente, lo sistematiza y de alguna manera lotraduce o lo rehace para cumplir con su finalidad de dirigir la lectura: cada «prólogo» es unbalance de «lo que se sabe» sobre un texto, de modo tal que puede ser —o debería pretenderlo—más importante o más necesario que los anteriores; pero también puede suceder que el «saber»no se haya acrecentado, de modo que el «prólogo» se limita a repetir todo lo que se «sabía»desde los eventuales balances anteriores. Entre estudios y unos y otros prólogos la masa existentesobre el Facundo es abrumadora y, acaso, provoca cierto tedio porque si por un lado se observaun loable deseo de afirmar la existencia de un conocimiento desde un texto, por el otro elconocimiento no progresa, se acumula y se inutiliza o, al menos, no rechaza el imponerse puestoque por su masividad misma ya no puede transmitir. De alguna manera todo esto redunda en unavoluntad de consagración cuyo rasgo más íntimo consistiría en evitar el tener que enfrentar, paraneutralizarlo, un sistema de condiciones de lectura que emanan de un orden previo y, porsupuesto también, el orden previo mismo que, al parecer, todavía se nutre ideológicamente delcontenido explícito, exclamado e históricamente impuesto, del Facundo.

Esta reflexión indica un camino para este prólogo: nos prohibimos tanto completar unainformación como hacer resúmenes de «lo que se sabe»; en estos impedimentos toma formanuestra posibilidad, que se convierte así en nuestro propósito: establecer una relación con unalectura posible pero que no trate de obstaculizarla y, más aún, asumir nuestra propia lectura demanera tal que su movimiento abra a las otras lecturas y no las inmovilice. Prólogo, entonces,que reconoce ser «lectura» y, en consecuencia, gesto históricamente limitado, tributario —comotoda lectura— de determinadas condiciones de producción. Podemos señalar aquí ya la primerade ellas: es subjetiva como por contraste con el marco que crean los «prólogos» anteriores:definimos el Facundo como un texto que nos es impuesto pero, al mismo tiempo, loreconocemos, por experiencias previas, como un objeto característico de nuestra culturalatinoamericana; lo leemos desde esa bivalencia y así queremos que se lo lea, lo cual supone lapresencia y la acción de requerimientos actuales que guían también otras lecturas y otrasacciones. Y, como lectura, fuertemente ideológica en tanto toma distancia respecto de lo másentrañablemente ideológico de otras lecturas, de las que acaso no pueda separarse demasiado por

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limitaciones propias, a las cuales tratará por todos los medios de poner en evidencia.No cabe duda de que esta pretensión se recorta sobre preocupaciones teóricas y críticas que,

si por un lado son muy actuales, también están empezando a recibir el embate de una reacciónque dice, en lo más moderado de sus formulaciones, combatir solamente los «excesos» de unacrítica: demasiada abstracción para latinoamericanos, discurso autónomo que no exalta nicondena la «obra» ni repara en su «valor», determinación de la ideología como fuerza operanteen la construcción de los textos y no más sistema de conceptos representados. A pesar de estasacusaciones, no concebimos como posible ningún «prólogo-lectura» que no surja de dichaspreocupaciones teóricas, que distan de haberse topado con sus límites; un «prólogo», en estaperspectiva, aparecerá —y aparece aquí otro de sus perfiles— como un espacio que se irállenando hacia una finalidad bien definida: ayudar al eventual lector a realizar su propio trabajo—su lectura— sobre el texto y sobre el sistema que permitió tanto producir el texto como laslecturas anteriores y ésta que ahora comienza a organizarse y, ciertamente, la suya propia quedebería venir a continuación.

Pero hay otra escena de la que no se puede prescindir porque sigue reapareciendo en todavoluntad de iniciación de un discurso diferente y es inútil negarlo: todavía son Sarmiento y elFacundo objeto de veneración y de execración ciegas; hablar de uno o de otro, o de ambos,implica un riesgo cierto y un compromiso grave pues según algunos la adhesión a una o a otralínea, ya tradicionales, es insoslayable; Sarmiento está, en ese sentido, privilegiadamente situadoen el cruce de ambas en la medida en que por un lado ciertos sectores políticos argentinos, deextracción conservadora y vocación despótica y hasta cierto punto antipopular, lo reivindicancomo suyo (aunque también, para hacer más difuso el panorama, lo reclaman para sí sectoresque, siendo liberales y aun izquierdistas, de ninguna manera se viven a sí mismos comoopresores actuales o posibles del pueblo), y otros, que cuentan indudablemente en sus filas a loque se puede entender como el «pueblo», se horrorizan a su mera mención, como si siguierasiendo la suma del espanto histórico, el modelo superior de aquello que hay que atacar y destruir.Si para unos constituye la columna vertebral del «sentido» de lo argentino, para los otros dicho«sentido» debe buscarse en otra parte o en otras figuras, esquema en el que la coincidencia sobreun «sentido» marca la gravedad de los enfrentamientos y su perduración. Acaso haya quedespojarse de esa obsesión definitoria para empezar a hacer algo con él, lo que no quita que,precisamente en virtud de ese tironeo que lo tiene como centro, el compromiso sea muy seriopero igualmente ineludible: reclamamos para abordarlo una libertad de hablar de un tema y unobjeto irritantes, lo que implica un indispensable distanciamiento respecto de líneasinterpretativas que en realidad son líneas de presión, formas de lectura cuyos fundamentosideológicos estaríamos ya en condiciones de discernir. Esa perspectiva de libertad nos lleva, enconsecuencia, no a la repetición de autoridades y a la sinopsis de sus argumentos sino a procuraruna mirada nueva y en lo posible fresca que teniendo en cuenta las montañas de lecciones que nonos dejan progresar, nos permita dejarlas de lado para encontrar una zona de trabajo en y connuestros medios propios y en función de objetivos amplios que superan la mera metodología paradar cuenta de una nueva situación cultural.

Una consecuencia se desprende ya de estos aprontes: no consideraremos el Facundo desde su

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racionalidad propia porque eso nos llevaría fatalmente a justificarlo y, por lo tanto, a negarlocomo texto si por «texto» entendemos una situación eminentemente productiva que cesaría en lajustificación: al no poder salir de sus redes, de su «querer decir», lo bloquearíamos en suactividad y nada entonces podríamos hacer con él; por «racionalidad propia» entendemos no suorganización estructural o el orden de ideas que vehiculizan su argumentación sino el «horizonterestringido a la inmanencia del texto», en el cual según algunos se debe permanecer para nofalsear desde una perspectiva actual lo que no pudo ser de otro modo en el pasado: tramaideológica compuesta por el texto como un hecho, la intencionalidad como un motor excluyente,el sistema como una relación con el mundo, y el conjunto, en fin, como algo que a fuerza detener existencia deja de tener significación. De lo que se trataría, en cambio, es de trabajar conesa significación, de advertir cómo se produce, de qué se nutre, cuál es su operación.

Tampoco lo consideraremos desde la racionalidad de sus enemigos, puramente externa, ycuyo pedido es en el sentido de hacerlo desaparecer como obra, lo que implica una dobledesaparición como texto. No nos importa la eficacia de un pedido semejante, sí, en cambio, ladirección que puede querer seguir imponiendo a la lectura, para liberar la cual y actualizarla entenderemos que Facundo tiene algo de texto en estado de producción y, en consecuencia, estodavía capaz de suscitar una percepción de su calidad de texto en estado de producción.

Si, entonces, no se trata de perfeccionar una descripción de lo que Facundo es en sí ni deobtener un juicio condenatorio (el absolutorio es prescindible puesto que viene con ladescripción de lo que es en sí), el camino que se abre es el de una integración del conocimientode su sistema con necesidades nuestras que sólo podemos definir desde la actualidad en el doblesentido de una manera de leer y de una necesidad de comprender esos alcances más amplios, enel plano de nuestra problemática social y política. En la comprensión de ese texto que se nosimpone y/o perdura, se trata de algún modo de comprendernos a nosotros mismos en tantoformamos parte de una cultura —en la que ese texto juega su papel— y la estamos al mismotiempo formando mientras reconocemos y hacemos sus signos, que, después de todo, son losmismos y muy diferentes de los que encuadran el mundo del Facundo. Y esto forma partetambién de la imprescindible otra escena: lo que continúa, lo que regresa, lo que no está resuelto,lo que se ha dicho, lo que se exige y no quiere desaparecer en nosotros aun cuando tratemos depresentar las cosas como si ya estuviéramos viviendo una posibilidad de análisis más allá de todaesta exigencia.

Líneas atrás se habló de «lectura»; quizás convenga seguir: se trata ante todo de la que todo«prólogo» quiere dirigir. Supongo que si por un lado existen condiciones que la canalizan ypermiten, por el otro también existen condiciones que favorecen la producción de un «prólogo»;supongo que a veces hay coincidencia, a veces no; igualmente, conjeturo que con frecuencia,desde la producción de un «prólogo» —dejando de lado su específica forma de ser lectura—, seatiende a lo que es la lectura en curso y se la trata ya de favorecer o confirmar, ya de neutralizar,con lo cual el prólogo deviene a su vez «condición» de lectura.

Habría que preguntarse por lo que hay de común a las condiciones de lectura y de producciónde un prólogo en un momento determinado, quiero decir preguntarse por lo que hay decontradictoriamente común; sea como fuere, dichas condiciones van variando y no podríamos

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ignorar esa modificación: el Facundo fue leído de un modo por los proscriptos de 1845 y de otropor los legisladores que propusieron un Homenaje al «anciano estadista» en 1881; igualmente,son diferentes los prólogos de Alberto Palcos[1] y de Emma S. Speratti Piñero[2], aunque manejenlos mismos elementos conceptuales. En lo que concierne a nuestra época, acaso nos resulte másfácil, contradictoriamente también, salirnos de las condiciones que gravitaban hasta hace poco yno sólo por la fuerza del ritmo impuesto por un afuera implacable sino también en virtud de unadecisión que tiene un piso ideológico; ello nos sería permitido por un doble movimiento dedistanciación, por un lado respecto de dichas condiciones del pasado, por el otro al declarar lasque pueden estar gravitando en la relación misma que queremos establecer entre «prólogo» y«lectura». De todos modos se nos seguiría presentando una misma y obsesiva pregunta, hastacierto punto un enigma: ¿por qué todo aquello y todo esto sobre el Facundo y no sobre otrostextos? Enigma, sí, pero no mito y menos aun dogma: buscarle una explicación supone esaproliferación de prólogos y estudios pero también el dibujo de los términos que lo componen yque, en definitiva, permiten articular un trabajo. Si de este modo lo abordamos, es decir si noshacemos cargo de las lecturas que quieren dirigir y precisamos la que nosotros queremos dirigir,no haríamos más que seguir la memorable incitación de la Introducción: «Sombra terrible deFacundo, voi a evocarte para que, sacudiendo el ensangrentado polvo que cubre tus cenizas,vengas a esplicarnos…», y entrar en lo que todo texto pide que se haga con él. ¿Y cuáles sonesas lecturas, esas explicaciones, esos prólogos, cómo se ordena la proliferación? Disponemos deuna gran cantidad, ya lo dijimos, tan grande y variada casi como las opiniones fundamentalesque tienen curso sobre la historia, la política, la literatura y la sociedad argentinas. Vale la penaclasificarlas:

1) la lectura liberal, para la que la ideología explícita del Facundo constituye todavía laesencia de la ideología que ordena y define y debe ordenar y definir el país; nos pareceanacrónica y violenta ya que surgió —y se mantiene— condicionada por un proyecto que hallegado a sus límites;

2) la lectura del pensamiento «revisionista», cuyo principal mecanismo activo consiste enrechazar esa ideología triunfante para reivindicar otra; su anacronismo reside en que la disputaideológica sólo muy forzadamente y por medio de proyecciones arraiga en conflictos actuales:esa «otra» ideología es contemporánea a Sarmiento e imponerla es sustraer el texto de todo suproceso posterior;

3) la lectura «literaria», que al sacar del texto lo «político» —que, según parece, por serocasional y transitorio, ha perdido interés— presenta una separación apta para liberarse de todaacción ideológica, lo que, a su vez, permite sobrecargar de «valores» y reducir a una zonasagrada lo que es un proceso de producción;

4) la lectura «verdadera», según la cual lo que hay de decisivo en lo literario —el genio, laexpresión, la felicidad de las imágenes— ilumina lo político y se constituye en el revés de lo quese ve en el Facundo;

5) la lectura del «modelo» mental, que consiste en reconocer hasta dónde los artefactosintelectuales presentados en Facundo (Civilización y Barbarie, el más notorio) han entrado en larealidad latinoamericana y están presentes, como categorías indiscutibles, en la literatura y la

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política latinoamericanas del pasado y del actual siglo.Al mismo tiempo que esta somera presentación sugiere una diversidad de prólogos (y de

enfoques o tentativas de explicación) y, correlativamente, de lecturas pasadas y en curso, en suconjunto enuncia las razones que explicarían el apuntalamiento de que goza el Facundo y cómonos es impuesto en el más amplio e inconsciente movimiento de acuerdo social que conozcamos;según este movimiento, para que el Facundo siga suscitando convergen antagonismos que,cuando se manifiestan en otras zonas de conflicto, aparecen como insolubles. Y bien, todos esosprólogos recogen alguna verdad del texto puesto que la están produciendo e intentan condicionarlas lecturas, en cumplimiento de su función: son lecturas sacramentales, así como los prólogossacramentalizan. Si, como lo hemos señalado, trataremos de operar sobre otra base, noinformando ni describiendo, saliéndonos de los esquemas que guían todos esos «prólogos», esdecir, actuando según otras condiciones pero para constituirnos a nuestra vez en condición, esporque estamos suponiendo que existe una nueva lectura, diferente de las anteriores y a la quequeremos llegar. Suponemos que existen cambios que van a modificar la «verdad» del Facundoy otra forma de leer acorde con nuevos pensamientos y nuevas exigencias sociales. A ellosatenderemos pero, naturalmente, atribuyéndoles sus rasgos, pues la lectura no grita las categoríascon las que opera.

Como se desprende de todo esto, intentamos cubrir diversos planos, formular unaracionalidad de registro variado; a lo que llegamos es a definir otra vez el Facundo pero ahoracomo una vertiginosa implicación; si recorriéramos escrupulosamente su enigma prontoveríamos que va apareciendo todo, una escritura y las otras escrituras que suscita, una ideologíaque mueve su escritura y la hace producirse y las ideologías que obedeciendo aparentemente a lasuya o reaccionando contra ella le dan la forma que necesitan darle para confirmarse, una acciónque la realidad ejerció sobre su ideología y la acción ideológica que desde él se implantó en larealidad. Completamos la definición: es el Facundo además una pluralidad respecto de la cual latoma de distancia es un riesgo; pluralidad que está en su forma misma, cruce de planos con quese presenta en su arranque comunicativo mismo. El riesgo comienza a configurarse ahora, en ladificultad de salirse de una red en la que el Facundo permanece casi por decisión estructural (redque está metida en nosotros mismos y contra la que hay que luchar) y de la que hay que sacarlosi deseamos que, impuesto y todo, sea materia viva, conocimiento posible, y no tan sólo se agoteen la imposición.

II

Dos clases de sorpresas depara, creo, una lectura actual del Facundo: ciertas expresiones certerasque se levantan como imágenes tan inesperadas como contundentes («I mientras tanto que seabandona así a una peligrosa indolencia, ve cada dia acercarse el boa que ha de sofocarlo en susredobladas lazadas») y ciertas ideas que si por un lado se anticipan a su aparición dentro desistemas (influencia del medio sobre el carácter, fuerza de la educación, papel del gran hombre,etc.), por el otro revelan una agudeza de observación psicosociológica insólita («Los arjentinos,

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de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer comonación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esta vanidad i se muestranofendidos de su presunción i arrogancia»). La primera tentación sería buscar una unidad entreunas y otras, tentación que no rechazamos pero que si seguimos tal cual nos instalaría en unaperspectiva de «verdad» que surgiría ya de la perfección de la imagen, ya de la validez de laobservación. Señalemos, buscando otro camino, que la sensibilidad a las primeras autorizó yautoriza la «literatura» en una poderosa presencia y la revelación de las segundas sirvió para veren el Facundo el embrión de una sociología nacional nacida de intuiciones extraordinarias, muyanteriores a necesidades del ambiente.

A

1. Las imágenes se nos aparecen diseminadas por todas partes en el texto pero cada una de ellasobedece a un esquema constitutivo acaso diferente; las hay que surgen por antítesis, otras tomanforma en la acumulación, la mayor parte tiene un notable alcance metafórico. Si algo las liga esun ritmo general de elocución para definir el cual se nos ocurre la palabra «empuje»; el mismoSarmiento caracterizó esta estructuración del ritmo cuando señaló que «las intelijencias muyejercitadas, cuando una idea fundamental las ha absorbido largo tiempo, derraman sobre el papeli sin esfuerzo alguno, un libro entero, de una pieza, como la hebra dorada que hila el gusano deseda». Desenvolverse, producir un hilo, he aquí el secreto de su ritmo, que en su empuje se nosocurre muy respirado, pulmonar, amenaza con continuar mientras continúa la vida… o laescritura; nunca como en este texto un ritmo se nos ha hecho tan material: el ritmo se nos aparececomo en estado puro y precisamente en virtud de lo que tiene de respiración cuyas detenciones ycortes son precisamente lo que le da origen. Es como una trama o, si se quiere verlo de otromodo, una estructuración dentro de la cual, aquí y allí, las imágenes están colocadas, acasoimprevisiblemente. En cuanto al ritmo, da idea de totalidad; en cuanto a las imágenes, defragmentarismo. ¿Hay coherencia entre totalidad y fragmentarismo? No es necesario que labusquemos porque, tal como están planteadas las cosas, podemos manejarnos en los dos niveles.En uno de ellos, entonces, el texto es fragmentario, las imágenes son concreciones súbitas, casifugaces, no forman sistema en el sentido de su principio constructivo aunque tiendan todas a unamisma finalidad, que podemos entender como lo más característicamente literario, en el sentidoconvencional, del texto.

2. Pero, por otro lado, el ritmo —un sostenido hecho de cesuras y subidas permanentes luego delas cesuras— no es un puro movimiento; teóricamente su función consistiría en preparar laproducción de una significación, no en el sentido de un mero marco sino en el de una«condición» necesaria para que la significación surja; en ese sentido, el ritmo tiene instancias,planos, materializaciones que aparecen en un doble nivel, como «tematizaciones» y como«estructuras» que le dan forma. Éste es el caso o, mejor dicho, lo que me importa destacar. Creoque para el Facundo la estructura que surge del ritmo es la de un «saber contar» en el sentido

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más primario del concepto. O sea poseer una relación corporal con «lo que se sabe» (el quecuenta, según reflexiona Jean-Pierre Faye, es un gnarus o sea un «narrador»[3]) y se quieretrasmitir, lo que tiene como consecuencia una liberación —o la libertad que otorga estar inscriptoen una dimensión primaria— respecto de convenciones, de conveniencias, de acuerdos«formales».

Este tema es susceptible de ampliación: en el caso del Facundo, lo que «se sabe» se recuestasobre el pasado, considerado como suma de experiencias, tradiciones, lecturas e improvisadosmecanismos de información, pero también se recuesta en un horizonte lingüístico, el saber de lalengua, que supone, concretamente en Sarmiento, el conflicto entre lo heredado, lo colonial, loprovinciano[4], y un proyecto, lo adquirible, un mundo de modelos cuya presencia modifica elpunto de partida y le confiere, en el cruce, esa vibración única y dramática, irreprimible. Si estecruce se muestra en la convivencia de arcaísmos y galicismos —y en consecuencia revela unenrevesado cuadro mental—, también muestra muchas otras ecuaciones que todavía nos siguenocupando y preocupando y que tienen que ver con arduas cuestiones de definición de unaliteratura nacional así como de una política nacional en la relación pasado —que supone laestructura básica y en consecuencia un campo de sentidos conocidos— y futuro —que implicaun sistema de transformaciones y por consecuencia la fijación de un campo de sentidos acasonuevo pero siempre difícil de entender, duro de aplicar y respecto de cuyo fundamento hay quetener una claridad total en cuanto a las determinaciones que operan en él.

De hecho, ese «saber contar» descansa sobre el pasado y se proyecta sobre el futuro,distribución de papeles que si bien se presenta ahora en una tajante separación no supone por esouna escisión sino una necesaria limitación metodológica: en esa perspectiva, el pasado del«contar» supone el caldero inconsciente, aquello que se afirma a pesar de uno mismo y vaguiando una relación que no aparece en lo que se cuenta, en lo aparente; el futuro implica ladimensión ideológica perseguida, aquello por lo que se opta para reducir y canalizar lasexigencias que bullen constantemente en ese desarrollo secreto de lo que se cuenta y que cuenta.

B

Si vemos todo esto en sus consecuencias se nos abre una amplia gama de líneas que nos permitenpensar el Facundo. Las vamos a abordar pero no sin recordar que todo esto nace de unabifurcación de la cual hemos seguido un solo brazo; nos falta recuperar el otro, que concierne alas «ideas» y cuya relación con el otro trataremos de recuperar en el capítulo III.

1. El conflicto entre pasado y futuro (términos ya suficientemente referidos y definidos) semanifiesta en las frases como una fluencia convulsa y mezclada, en la que parece primar unmovimiento de «finalidad» por sobre el de «construcción»; por esta razón, quizás, se podríasuscribir el juicio de Borges, según quien cada frase podría ser corregida y hasta modificada perono suprimida porque si eso sucediera se atentaría contra el impulso general de su escritura[5].Señalemos un reparo ideológico: Borges piensa tal vez desde una cierta idea de «estilo» con

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componentes bien inscriptos en una concepción más amplia de lo que es literatura; por la mismarazón, ciertamente, consideró que Macedonio Fernández había sido mejor conversador queescritor: ajustarse o no ajustarse a un sistema de requisitos; Sarmiento, como Macedonio, losdesborda, es un hecho. En todo caso, lo que queda es que la tensión interna de las frases (en lasque podemos reconocer rasgos tales como los paralelismos, la adjetivación abundante ydesprejuiciada, la adverbiación, la frecuencia de diminutivos, la amplitud del período, lacomparación, la estructura de soliloquio, etcétera) es producto y vehículo de una energía que sedesenvuelve y que, por lo tanto, construye una totalidad. Como se puede ver, llegamos a soldarlas definiciones que en un comienzo se nos aparecían como opuestas, totalidad yfragmentarismo; ahora sabemos que el tipo de fragmentarismo va produciendo una totalidad que,por eso mismo, no se caracteriza por una compulsión formal, por una reducción de locontradictorio.

2. En un segundo momento, la vinculación entre pasado y futuro, entre lo inconsciente y loideológico, engendra un resultado paradojal que traté de examinar en un trabajo anterior[6]. Loideológico aparece en la superficie de la exposición como un definido proyecto, o sea como untendido hacia el futuro; lo inconsciente como lo dominado. Este juego está inscripto en lo másentrañable de la construcción del texto, basada en lo que surge de la acción del concepto de«Civilización y Barbarie» que, de algún modo no muy indirecto, encarna la misma depositaciónde pasado y futuro: en la medida en que dicho concepto va armando el discurso, lo relativo alpasado se va imponiendo por sobre la pretensión de imponerse de lo ideológico.

Pero aclaremos: no en cuanto a una exaltación de la barbarie por sobre la civilización (comosi se tratara de una conversión) sino en cuanto a que el pasado bárbaro es investido de un ordende explicaciones económicas estructurales tales que, finalmente, todo el esquema civilizado sesubvierte y se presenta una perspectiva nueva; para retomar las conclusiones de aquel trabajomío, la barbarie, que tiene su ámbito en la pampa (donde reside), da lugar al concepto de«interior»[7] caracterizado por actividades económicas productivas que han sido históricamenteliquidadas o devoradas por Buenos Aires, donde reside la «civilización». El programa paradojalque se inicia es el de una reivindicación de ese interior expoliado, desde una perspectiva culturalrepresentada por la ciudad pero que la ciudad ha desvirtuado («¿Pudo prever Dorrego i su partidoque las provincias vendrían un día a castigar a Buenos-Aires por haberle negado su influenciacivilizadora; i que a fuerza de despreciar su atraso i barbarie habían de penetrar en las calles deBuenos-Aires, establecerse allí i sentar sus reales en el fuerte?»[8]. Conflicto que no deja de estarpresente en toda formulación que intente programar un rescate de la vida «nacional», cuyaexpresión básica es valiosa —y que debería ser preservada de la contaminación adulterante de unmodelo externo, esencialmente ciudadano— pero a la que se trataría de incorporar a unaactualidad, a un lenguaje que podría darle una relevancia significante, la cifra de una identidadque todavía seguimos persiguiendo.

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3. Es evidente que estas conexiones justifican ciertos análisis que se han hecho tanto de lapersona Sarmiento como de y desde sus escritos. Así, por ejemplo, en el primer caso, la relaciónque se daría entre su conciencia de provinciano, por decir así, de haber nacido en un mediodesfavorable y la voluntad de elevarse hasta las regiones culturales más altas[9]. Espírituencadenado que lucha contra su suelo y mediante instrumentos que le vienen a la cabeza peroque se han fundido ya con el sentido que a sí mismo se atribuye. Podríamos acotar un lugarcomún, a saber que esa fusión se explicaría sobre una identificación que desde temprano hizoentre su persona y el país («¡Yo he nacido en 1811, el noveno mes después del 25 de mayo!»),gesto en el que de todos modos no estaría solo, pues guía la interpretación del mundo quecaracteriza a una capa entera de hombres argentinos, tal como lo ha visto en los memorialistasAdolfo Prieto[10].

Desde otro enfoque, esa relación entre pasado/futuro, inconsciente/ideología, tendría unatraducción en la pareja Romanticismo/Iluminismo que ofrecería otra —y a esta altura ya nosorprendente— inversión: el Romanticismo, que es lo leído (los biógrafos de Sarmiento destacanel papel que cumplió en la formación de sus ideas la biblioteca de Manuel J. Quiroga Rosas,compuesta principalmente de libros y revistas saintsimonianos, utopistas y románticos,formación de la cual las marcas más visibles son los «epígrafes» del Facundo[11]), y, por lo tanto,el instrumental ideológico, canaliza por el contrario todo lo soterrado, es lo que le permite unrescate expresivo de lo dado (a través de los capítulos «costumbristas» —el rastreador, elbaqueano, el cantor, de gaucho malo—) y, en última instancia, la recuperación productiva-económica de lo colonial (la artesanía); el Iluminismo, en este esquema, contradictoriamentetambién, encarna lo inconsciente porque es el sistema que opera, como lo natural mismo, en lapedagogía primera, en los conceptos republicanos que Sarmiento confunde, como lo hemosvisto, con su nacimiento y, por lo tanto, con su destino; esta acción no está de ninguna maneraausente, sobre todo en la estructuración de todo el texto, y se nos aparece, desde las reflexionesde Juan Luis Guerrero[12], bajo la forma de una tripartición (Aspecto físico, Vida de JuanFacundo Quiroga y Gobierno Unitario) que en la primera edición no fue puesta en evidencia (yaque el texto publicado en 1845 no modifica en nada la configuración de folletín con que aparecióen el diario El Progreso, de Santiago de Chile, desde el 1.º de mayo del mismo año), pero que apartir de la segunda cobró estado público[13]. La tripartición, que puede traducirse en términostales como «medio», «hombre», «nación», corresponde a un orden iluminista modificado, peroque ya estaba en Sarmiento en forma de una interpretación espontánea del mundo que medianteesos conceptos se le aparecía en orden; pero más importante que esa acción está la otra, lacontradictoria, la que asume el esquematismo del razonamiento y las explicaciones que, como larelativa al color colorado, han disminuido la profundidad de los aciertos inscriptos siempre en eljuego de inversiones, en la modificación de los instrumentos de pensar[14]. Es casi obvio decirque en esta perspectiva el iluminismo recupera en el texto lo que siempre fue, a saber la incisiónpuramente ideológica, lo que implica, a su vez, una última contradicción, pues si en esa medidaproyecta el futuro, en verdad, como sistema ideológico, pertenece al pasado en el sentido de lo

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anacrónico, de lo que ya no sirve pues dio de sí todo lo que podía haber dado, conclusión quepuede sacarse a partir del enjuiciamiento que se formula sobre Rivadavia y la experienciarivadaviana, de nítida extracción enciclopedista.

Finalmente, penetra en este marco de contradicciones la cuestión de la actitud frente a locolonial: si desde el punto de vista económico-productivo-reivindicativo lo colonial regresa y esrevalorizado (así como instituciones arcaicas, la esclavitud, la eliminación del indio) por sobre lacostra de la «superación» ideológica iluminista, no cabe duda, al mismo tiempo, que el arsenaliluminista (defensa de Bentham y ridiculización de los diecisiete volúmenes en folio delCardenal de Luca, en la descripción de Córdoba) articula una toma de distancia respecto delpasado colonial, tanto y tan eficazmente que el iluminismo puede cubrirlo todo y definir laideología del Facundo. Esta contradicción se daría por un lado entre lo aparente y lo escondido,oposición ya casi obvia, pero tendría una explicación más honda: la triunfante ideología, quecobra su precio por lo que exige y condiciona, es empleada como instrumento de lucha contraalgunos sectores de la propia clase si se acepta que el proyecto básico del texto es crear, como apropósito de los emigrados lo señala Alberto Palcos en el ya mencionado «Prólogo» unadoctrina, «la» doctrina que va a consolidar en un solo haz a los dispersos grupos preburguesesbajo la hegemonía de uno de ellos y que no es, como se puede fácilmente advertir, el no obstanteindispensable grupo ganadero porteño. Aunque finalmente sea el que haya triunfado y Sarmientohaya hecho su política[15].

C

Todo lo que precede configura un paréntesis después de cuyo cierre retomamos la consideraciónde las líneas que se abren desde la posibilidad de percibir un ritmo. La que ahora se nos presentaes la que atañe a una concepción de la literatura como una práctica concreta. Entendemos por«concepción de la literatura» una zona que se incluye, de algún modo, en la «significación» que,como lo señalamos, el ritmo prepara. A la inversa, la «significación» tiene que ver con lo que eltexto ofrece en la zona específica de lo que entiende por literatura.

1. Aun desprendido de este contexto teórico, salta a la vista que el texto está recorrido por unapreocupación acerca de la literatura. Sarmiento la hace explícita y consciente en el «Prólogo a laSegunda Edición», que es la famosa carta a Valentín Alsina. Podríamos sugerir que este gestotiene dos niveles, uno definible como «motivacional y/o de comportamiento literario» y el otrocomo «declarativo». En el primero incluyo el conocido problema de las supresiones con que sepresentan la Segunda y Tercera Edición (eliminación de la Introducción y de los dos capítulosfinales que configuran la tercera parte), explicado en detalle por Palcos en su imprescindibleedición de La Plata. Al parecer, sacrifica el texto a circunstancias políticas, lo que sí por un ladoimplica un acto de subordinación de lo literario a lo político, por el otro supone una magnificadacreencia en el poder de la palabra literaria.

En cuanto a lo «declarativo», me parece importante destacar lo que estampa en la dicha carta

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a Alsina: «Tengo una ambición literaria, mi caro amigo, i a satisfacerla consagro muchas vijilias,investigaciones prolijas i estudios meditados. Facundo murió corporalmente en BarrancaYaco…». En esta frase se advierte el desplazamiento: «escribir» aparece como una actividad quetiende a un fin, de lo metodológico que definiría una «práctica» se pasa al contenido que lajustifica. No es extraño que a continuación se rubrique este pasaje confiriéndole un signoejemplarizante: «Pero hai otros pueblos i otros hombres que no deben quedar sin humillación isin ser aleccionados». Para rematar y sintetizar el sentido declara: «Hai una justicia ejemplar quehacer i una gloria que adquirir como escritor arjentino: fustigar al mundo i humillar la soberbiade los grandes de la tierra, llámese sabios o gobiernos». En todo caso, entre lo «motivacional» ylo «declarativo» parece haber una gran unidad.

2. Pero podemos abordar la cuestion desde otra parte, la remanida cuestión del «género» al quepertenecería el Facundo. Palcos nos hace una exposición detallada de la cuestión: es novela, eshistoria, es poema épico, es ensayo sociológico, etc., pero no puede ser encasillado en ningunode estos cuadros. Sobre esta cuestión razoné en Muerte y Resurrección del Facundo; me parecióentonces que el carácter literario del texto no podía ser definido desde el ángulo de los génerossino, por el contrario, desde el efecto de lectura; en Facundo, concluía, no se trata de demostrarsino de convencer, para lo cual se apela a todos los medios. El hecho es que, según Palcos, en lafusión de tantos aspectos disímiles y en la forma de realizarla radica, en gran parte, el valor y laactualidad permanente del Facundo. Esto permite pensar dos posibilidades; por un lado, existiríacierto manejo libre de categorías vigentes, se advierte de inmediato que el escritor no se dejóconstreñir por las exigencias genéricas, que son, sin duda, canales para organizar unainterpretación de la realidad aunque, claro, esta libertad tiene algo que ver, remotamente, conotro género, los «ensayos» (en la tradición de Montaigne), que de todos modos no teníacirculación ni presencia cultural.

Por el otro lado, acaso esta mezcla o fusión expresa la nerviosidad del expulsado, la urgenciadel marginado por regresar a un orden que aparece como desbaratado, irracionalizado en lamedida en que lo cobra a uno como víctima. Fuente de angustia, no desaparece nunca y devieneeso que se designa habitualmente como «estilo» en el sentido de una marca personal quecaracteriza una expresión.

No quisiera abandonar este tópico sin añadir alguna reflexión; pienso que hay allí unaestructura que se opone, porque es más profunda, a la resolución por el lado de la «originalidad»,concepto que se me ocurre superficial y subjetivo, que encierra y sofoca lo diferente pues no sólono explica su génesis sino que no deja pensarla; no menos asfixiada es la noción de «estilo» queaparece como puramente descriptiva. No obstante, hay algo relativo a la persecución de laoriginalidad como rasgo generacional instalado en el programa vital de toda una época; segúnPedro Henríquez Ureña, esa búsqueda aparece como obsesiva pero no necesariamente enmarcadaen un horizonte individual, como sustituto de satisfacciones tantálicamente pospuestas, sinocomo vehículo de conciencia o, mejor aún, como lo que permite la toma de conciencia[16].También Adolfo Prieto razona en La literatura autobiográfica argentina sobre este movimiento

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psicológico y lo compara con el ideal de la «fama» medieval, aunque para el corpus que examinalos logros de la originalidad radicarían esencialmente en la realización política, no literaria, comolo quería el romanticismo. Desde dicha originalidad podía generarse el sueño de latransformación social. Creo que este esquema, que explicaría una cierta modulación sarmientina,puede situarse en una zona de subconsciente en la medida en que guiada una conducta yconfigurada al mismo tiempo la concepción de un aspecto del texto, de clara fuente ideológica;entre la originalidad como camino y papel que cumple en la historia el «grande hombre» hay unaverdadera superposición cuya fuente única son ciertas ideas, procesadas ciertamente porSarmiento con vistas a una bien determinada finalidad; esa mezcla de elaboración y finalidad eslo que me autoriza ahora a hablar de subconsciente, zona de la mezcla por excelencia.

3 . En cuanto al «estilo», cuya caracterización tiene como telón de fondo la convivencia de«géneros» literarios diferentes, no se agota como problema en el Facundo pero es ahí dondeaparece en toda su dramática complejidad. Sobre su origen no se puede dejar de considerar loque marca Ezequiel Martínez Estrada cuando escribe que la obra de Sarmiento anterior a 1852«refleja un acopio de lecturas, su designio de alcanzar fama en el mismo terreno que Walter Scotty Larra, Fenimore Cooper y Franklin»[17]. Y Esta frase sintetiza, sin duda, nuestra reflexiónanterior relativa a la originalidad, pero el origen que le reconocería a la «mezcla» que da sentidoal «estilo» sería algo unilateral; por otro lado, la «mezcla» se continúa en la obra posterior deSarmiento, umbilicada toda ella por una misma concepción de la «escritura», aunque, desdeluego, aparezca disminuida su persuasividad: el «estilo» (o sea su actitud verbal) sigue siendo elmismo, de igual modo que su ideología, tanto en el sentido político —cuyas proyeccionesempiezan a encarnarse en la realidad— como en el escritural; en ambos casos, hay maticesotorgados por la verificación que impone la realidad.

De todos modos, para lo que nos importa, esa persistencia de la «mezcla», sea cual fuere sufuente, nos estaría definiendo, si no lo que es la literatura en el texto Facundo, por lo menos elcampo que permite el surgimiento de lo que puede considerarse como literario en el Facundo.

4. Está claro que se nos ha impuesto un camino para entender esta línea: la «mezcla», esquemaque no parece agotarse en la cuestión de la convivencia de géneros; si consideramos que elFacundo se recorta además sobre otros cruces (o «mezclas») —como por ejemplo el de«historiografía» y «literatura» característico del eclecticismo en el que se nutre, sin contar conque a su vez el modelo ecléctico es resultado de una serie de acomodaciones y mezclas[18], o elde letra escrita y «acción» que hace que todo lo que se escribe muestre un entrelazado dominadopor la política—, advertiremos que la «mezcla» constituye un rasgo esencial que determina nosólo el aspecto general del texto sino aun la estructura de cada inciso y aun de cada frase[19]. Unexamen de cualquier fragmento nos permitirá hacer esta verificación:

1— «La América entera se ha burlado de aquellas famosas fiestas de Buenos-Aires, i mirádolas como el colmo de ladegradación de un pueblo; pero yo no veo en ellas sino un designio político, el más fecundo en resultados.

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2— «¿Cómo encarnar en una república que no conoció reyes jamás, la idea de la personalidad de Gobierno?

3— «La cinta colorada es una materialización del terror, que os acompaña a todas partes, en la calle, en el seno de la familia;es preciso pensar en ella al vestirse, al desnudarse;

4— «i las ideas se nos graban siempre por asociación: la vista de un árbol en el campo nos recuerda lo que íbamosconversando diez años antes al pasar por cerca de él; figuráos las ideas que trae consigo asociadas la cinta colorada, ilas impresiones indelebles que ha debido dejar unidas a la imajen de Rosas.

5— «Así en una comunicación de un alto funcionario de Rosas he leído en estos días, “que es un signo que su Gobierno hamandado llevar en señal de conciliación i de paz”.

6— «Las palabras Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios son por cierto muy conciliadoras, tanto que sólo enel destierro o en el sepulcro habrá quienes se atrevan a negar su eficacia.

7— «La Mazorca ha sido un instrumento poderoso de conciliación i de paz, sino id a ver los resultados, i buscad en la tierraciudad más conciliada i pacífica que la de Buenos-Aires.

8— «A la muerte de su esposa, que una chanza brutal de su parte ha precipitado, manda que se le tributen honores deCapitán Jeneral, i ordena un luto de dos años a la ciudad i campaña de la provincia, que consiste en un ancho crespónatado al sombrero con una cinta colorada …».

A medida que los párrafos del fragmento son separados, nos tienta la perspectiva deconsiderarlos según el modelo propuesto por Roland Barthes en su libro S/Z; con ese instrumentoveríamos que es según ciertas directrices que el texto circula, códigos diversos que emergen ydesaparecen entretejiéndose sin ocultar su caótica armonización.

Pero no creo necesario seguir ahora esta línea así como tampoco hacer un examen exhaustivode estas relaciones, aunque para que la transcripción del fragmento tenga sentido es preciso, porlo menos, proponer algunos apuntes. En primer lugar, se trata de un fragmento entero, sin puntosy apartes, o sea de un continuo de cierta escansión; los números indican una división desegmentos y, por lo tanto, entre número y número puede destacarse una articulación —quegenera la escansión— que varía constantemente de signo: del 1 al 2, la articulación tiene uncarácter filosófico, del 2 al 3 costumbrista, del 3 al 4 la articulación es científica, del 4 al 5periodística, del 5 al 6 política, del 6 al 7 gramatical (ilativa), del 7 al 8 histórico-anecdótica.Tenemos aquí, al menos, una diversidad de planos articulatorios que nos dan idea de unacorrelativa diversidad de planos semánticos, todos amasados en el susodicho continuo. Si,además, establecemos en cada segmento las unidades frásticas veremos, igualmente, que ladirección constructiva de cada una de ellas difiere de la que le sucede; así, a un inicio objetivo(«La América entera …») sucede una complementación adjetivada y subjetiva («i mirádola comoel colmo…»); lo que sigue es ya una subjetivización lisa y llana («pero yo no veo…») querequiere, finalmente, una complementación objetiva u objetivada. En un solo párrafo, comovemos, hay cuatro niveles que, añadidos a todos los que se pueden registrar en los segmentossiguientes, promueven una imagen de entrecruzamiento y mezcla vertiginosos.

De todo esto podría sacarse, si el examen se hiciera de una manera todavía más ajustada (loque no sería tampoco propio de este «Prólogo»), que el movimiento de «mezcla» es tan notableque puede ser considerado como un polo generador, una fuerza que estando presente en laescritura al mismo tiempo explica cómo se va desencadenando: y puesto que esta escritura sepresenta como un «ritmo», la «mezcla», como fuerza, puede ser definida como un

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«caracterizador» del ritmo, lo que determina su producción. Pero hay también otra dimensión: la«mezcla» no yace como secreta fuerza productiva sino que deviene también designio, unaespecie de ideal estético perseguido y, como tal, proyecto ideológico específico, núcleo a dosniveles (fuerza generadora y esquema mental) de una definición teórica que se procura realizaren la práctica y que marcaría, en este pasaje, de una vez para siempre, una literatura, la que dirigeel Facundo y que, hecha programa de acción, debería gobernar toda producción escrita nacional.En otras palabras, modelo de una literatura posible. Se reúne esta conclusión con lo queconsiderábamos el aspecto «declarativo» de la preocupación por la literatura: «Tengo unaambición literaria».

5. Dejando de lado esta «ambición» que se articula sobre el concepto de «mezcla» y viéndolodesde un probable efecto de lectura, podríamos decir que aparece como una «informidad»[20]

relativa respecto de un conjunto de «formas» por las que circula convencionalmente la literatura,quiero decir la literatura como una actividad comprendida por «escuelas», «estéticas» o juego dereacciones y acciones.

¿Cuál podría ser el origen de esta «informidad», cuál su significación? Por un lado, me estápareciendo que alguna relación tiene con la afirmación que hice sobre el final de la primera partede este prólogo acerca de la «pluralidad» que define el Facundo: sí, la pluralidad (de registros, deplanos, de elementos, de exigencias, etc.) es la fuente de esa «informidad», deseo de tomarlotodo, impulso en cierto modo destructivo dialécticamente negado por la propuesta ideológica, enel plano ideológico. Para gente como Alberdi y Groussac esta informidad obedecería a lagunasculturales en la formación de Sarmiento; en la línea de pensamiento de Martínez Estrada elaspecto informe del Facundo podría vincularse con «esa línea constante de su destino» (op. cit.),que recibe como una herencia impactante de su padre y que se manifiesta en una distorsión, asaber una capacidad de concebir empresas y una imposibilidad de redondearlas, de coronarlas enel sentido doble de la perfección. Por cierto, aunque admitir la perspectiva de discutir si hay o noun legado estructurante tan directo, aun si eso es teóricamente posible, constituye un riesgopositivista, también es cierto que lo que se llama «estilo» —concepto que expresaría esearranque siempre caótico— se inscribe sobre una red personal (integrada por el conjunto demodelos introyectados, vividos y olvidados, pero que no actúa sola ni siquiera entendiendodichos modelos como confundidos con pulsiones todavía más profundas) y una red cultural(integrada por exigencias superyoicas) en un cruce que debería explicarlo. En todo caso, y sinque resulte de aquí una «explicación», este cruce de redes crearía hasta cierto punto las bases deun sistema de determinación que, informe y todo, plural y todo, en Sarmiento fueextraordinariamente productor, casi una segunda naturaleza. Lo que también puede decirse esque trató en ciertas ocasiones de regularlo —sin un éxito absoluto— mediante instrumentosligados a la voluntad y relacionados, a su vez, con responsabilidades inherentes a cuestiones depoder. En todo caso, si la «informidad» es una marca imborrable y al mismo tiempo fuente deactividad y producción, tiene su contrapeso en su más que evidente inclinación por retocar,corregir o suprimir, inclinación que podría perfectamente verse bajo la luz del oportunismo

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político. Pero para sacar de esta palabra su matiz izquierdista podríamos reemplazarla por otramás generosa: su empirismo, en el cual no estaba de ninguna manera aislado y solo aunque en élse manifestara como desgarramiento y conflicto, mientras que en otros se expresó con cálculo yuna más asumida conciencia de clase[21].

6. Vista desde otro ángulo, la «informidad» es también un agitarse, muy romántico, muy Sturmund Drang, contra límites y barreras: individualismo, pero de tipo social dado el singular y altogrado de identificación con el país. Esos movimientos convulsivos explican, en su generalidad, laaparición de vetas muy personales; las rupturas de género (precedidas en el caso del Facundo porla discusión de Santiago sobre gramática y ortografía y sobre la vigencia del romanticismo)[22]

pero también las sumisiones, la convivencia de abundantísimas observaciones, sumamenteagudas, de psicología social con reduccionismos superficiales explican lo que ya hemosafirmado, a saber su ritmo contrastante, que reproduce el contraste que puede darse entre uninconsciente no reprimido y una conceptuación ordenadora, sentida muy sincera y hondamentecomo perspectiva ideal, como la forma futura de una sociedad.

El romanticismo, de todos modos, pasaría a la delantera en tanto, como ya lo hemosseñalado, proveería el modelo actual, una interpretación del mundo hábil para pensar en esefuturo luminoso de una clase construyendo al mismo tiempo el poder, la república y lacivilización; pero, insistiendo, también su predominio se justifica por lo contradictorio, por elvaivén que ofrece entre lo ideológico y lo inconsciente, vaivén que engendra, por fin, unainversión sorprendente al imponerse una racionalidad iluminista que de alguna manera integrabael campo que debía ser superado. A su vez, ¿puede éste jugarse en los modelos y trastornarlos almismo tiempo, tener su origen en el carácter nunca superado de «provinciano» de Sarmiento (osea en el resentimiento), o en la situación del emigrado que, de todos modos, aparececompensada en lo que tiene de depresivo —como lo muestra vehementemente su folleto Midefensa, de 1843[23]— por la perseverancia consciente fundada en una clara idea del «proyecto»nacional y social? De todos modos, la situación del «emigrado» del siglo pasado merecería unareflexión porque, con rasgos y efectos diferentes, se prolonga hasta hoy día: la masividad conque se manifiesta ahora contrasta con la singularidad de los casos de entonces, lo que tiene dosconsecuencias; por un lado, en tanto individuos que emigraban, hallaban más fácil ynaturalmente protección y consideración, lo que permitió reforzar y autorizar el tradicional ylaxo «derecho de asilo» de que América Latina se jacta; por el otro, esa situación mismacanalizaba posibilidades de autoanálisis que favorecían tanto la emergencia de conflictospersonales como la producción de textos considerados como efectivas formas de acción. Segúnpiensa Groussac, afirmándose en esa tradición, mucho daño le hicieron a Rosas los exiliados, loque ratifica tanto la importancia de la situación del exilio como la idea de que el texto esaltamente corrosivo. Según Alberto Palcos, Rosas intentó silenciar a Sarmiento creando unperiódico en Mendoza, La Ilustración Argentina. Podría ligarse a este tema el tan socorrido deque Sarmiento escribió el Facundo para desacreditar a Rosas en la proximidad de la llegada aChile de su embajador, don Baldomero García, que vendría a exigir que el Gobierno contuviera

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la acción de los exiliados; en verdad, también es posible suponer que García concurrió para tratarla vieja cuestión de límites, sempiterno pretexto en las relaciones entre ambos países.

D

Quizás los lectores admitirán que considerar las tres líneas que brotan del primer esquema, asaber de la relación entre pasado y futuro, ha ido dando lugar a reflexiones complementarias que,en total, intentan abrazar lo que llamaríamos el fenómeno Facundo y nos llevan a zonas en lasque nuestro enfoque básico se encuentra, a veces contrapuntísticamente, con abordajes anterioresde este texto. En ese mismo sentido, añadiré un punto que el tema de la concepción de laliteratura implicada en el texto supone; me estoy refiriendo al «intelectual» y al papel que juega opuede jugar.

1. Me parece evidente que la práctica de la literatura, tal como ha sido descripta, estásubordinada a una idea más general de acción por medio de la palabra escrita. El texto lo ratificaexplícitamente y proporciona de paso una imagen que tiene mucho de actual.

No voy a ser muy exhaustivo en esto, pero no quiero dejar de proponer las dos caras de loque creo que, caracterizando al intelectual en el Facundo, caracteriza también al intelectual denuestros días. En la Carta a Alsina («Prólogo» a la Segunda Edición) se exhorta a sí mismo:«Perseveremos, amigo, muramos usted ahí, yo acá; pero que ningún acto, ninguna palabranuestra revele que tenemos la conciencia de nuestra debilidad, i de que nos amenazan para hoi opara mañana tribulaciones i peligros». Y, por otro lado: «El vandalaje nos ha devorado, enefecto, i es bien triste gloria el vaticinarlo en una proclama, i no hacer el menor esfuerzo paraestorbarle». Dos caras: la persistencia, que supone una fe en la legitimidad del trabajo intelectualy que otorga el antídoto para la flaqueza, como si hubiera una misión para el intelectual; y, en elreverso, la inoperancia respecto de los embates de la realidad. Descriptivamente, ésta sería másuna verificación que una definición y/o una propuesta. Yo me imagino que la definición y lapropuesta se dan, en cambio, en una doble función; para el primer aspecto, Tocqueville (LaDemocracia en América) configura un modelo imponente en la medida en que se le atribuye la«ciencia» y la suma de su desarrollo histórico; modelo necesario pues sólo mediante la ciencia sepodrá, como se dice muy imaginativamente en Facundo, «hundir la mirada en las tinieblas de lanoche». Por otro lado, según señala Orgaz (Sarmiento y el naturalismo histórico), Sarmientoposee las características que Tocqueville señaló en los escritores de los siglos de las democracias,esto es el descuido de la forma, la rapidez de la ejecución antes que la perfección de los detalles,y cierta agilidad verbal, hija de la vehemencia de los afectos.

En cuanto al segundo aspecto, no me cabe duda de que la literatura deviene claramentecoadyuvante de la «acción» y tiene que servir a un determinado contenido que puede haber sidopara Sarmiento la construcción de otra sociedad, aunque para algunos de sus lectores sea sólo laconsolidación de una clase; en todo caso, el intelectual tiene, entre ambos aspectos, una vía derealización como tal, lo cual, al conferirle poder, lo confiere en general, inviste a la figura y la

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convierte en modelo: «Preséntame como el único nombre estimado de todos, del gobierno deChile, del del Brasil, con quien estoi en estrecha relación, del ejército, de los federales, de losunitarios, fundador de la política de fusión de los partidos. Si se sigue ese plan “lograremostriunfar“» (Carta a Posse, 10 de abril de 1852).

El intelectual, pues, como situado en la totalidad, como más allá de las clases y como, desdeestas alturas, logrando el éxito, un éxito que a partir de la aspiración personal se proyectaabstractamente: «i si algún día los poderes intelectuales han de tener parte en la dirección de losnegocios de la República Arjentina, muchos i mui completos instrumentos hallará en estaescojida pléyade largamente preparada por el talento, el estudio, los viajes, la desgracia i elespectáculo de los errores i desaciertos que han presenciado o cometido ellos mismos».

E

Nos queda por considerar una cuestión que resulta de los dos temas precedentes: existe, como lohe tratado de mostrar, una preocupación acerca de la literatura que deviene concepción literariapara su propio proyecto; existe, igualmente, una idea sobre el intelectual que por un lado produceun libro y, por el otro, se organiza como un modelo social: ¿existirá también una idea sobre laliteratura en general, esto es sobre la literatura como debe ser? ¿Cuáles serían sus requisitos?

1. Parece bien claro: el Facundo, como le ocurrió a Palcos, puede ser visto como una primitivaepopeya, rasgo con el cual Lugones juzgó también al Martín Fierro en El Payador; si es así,contiene todos los elementos capaces de acompasarse con el hecho principal del nacimiento deuna nación y/o un pueblo, observación que podría también hacerse respecto del poema deHernández por oposición, ya que la muerte del gaucho no sería más que la dolorosa aparición delmundo moderno. La literatura, entonces, podría ser épica y, naturalmente, acumulativa como noslo impone el Facundo, lo que podría quizás verse en particular en el título de los últimos doscapítulos, «Presente i Porvenir», cuyos elementos programáticos (Guerrero ve ahí las ideasbásicas de «educar», «poblar» y «gobernar») son en realidad mínimos. Pero hablar de «épica»nos arrastra y nos confunde; digamos que se trataría de una literatura totalizante y abarcativapero que necesitaría de ciertos mecanismos para cumplirse: «Si un destello de literatura nacionalpuede brillar momentáneamente en las nuevas sociedades americanas, es el que resultará de ladescripción de las grandiosas escenas naturales, i sobre todo, de la lucha entre la civilizacióneuropea i la barbarie indíjena». Descripción e interpretación, naturaleza e historia, el modelo essin duda la literatura norteamericana de la conquista del oeste.

Un paisaje para observar y una doctrina para aplicar serían, entonces, los instrumentos parafundar esa literatura nacional una de cuyas realizaciones es, para Sarmiento, La Cautiva, deEsteban Echeverría. A su vez, la doctrina no es presentada como una mera aplicación de algorecibido ya hecho sino un orden de conceptos que parecen tener encarnaciones precisas en esanaturaleza; se diferenciaría, por lo tanto, de los modelos que la generación anterior, de losneoclásicos, requirió y aplicó y que engendraron una literatura ficticia, asfixiada. Al contrario, la

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relación entre doctrina y naturaleza es explosiva, permite hacer surgir lo que todavía estáimpedido: «existe, pues, un fondo de poesía que nace de los accidentes naturales del país i de lascostumbres excepcionales que enjendra». La literatura, en consecuencia, debe hacerse cargo deeste dinamismo y en su realización debe desarrollar los elementos que se despiertan por el cruceentre naturaleza y doctrina.

¿Cuáles son esos elementos? Ante todo las costumbres; ninguna duda, la salida es elcostumbrismo que necesariamente trata de captar e interpretar tipos curiosos y locales querevelan, en su descripción, lo que pueden ser en función de esos dos factores: esta naturaleza losengendró pero por medio de este aparato intelectual lo podemos advertir; en esta relación, de unoa otro plano, la escritura encuentra su fundamento y su justificación.

Es innegable la presencia y la influencia de Mariano José de Larra en esta veta; es posibleque sea solamente una orientación general ya que los «cuadros» (el rastreador, el baqueano, elcantor, el gaucho malo) constituyen en realidad el núcleo de algo que resulta mucho mayor, labiografía, a cuya función y papel Sarmiento dedica muchas reflexiones además de muchasempresas. A propósito, y de paso, no puede dejarse de señalar que en esos cuadros y en loselementos empleados para trazarlos hay una intuición literaria que le daría la razón al transponertan vigorosamente dicha naturaleza. De ahí el carácter de indicador de un camino que animaríaeste programa, de ahí que haya tenido como otros hombres de su generación una preocupaciónpor cómo debía ser la literatura nacional.

2. Pero el modelo más acabado es el de la biografía, que, como práctica, condensa estos planos.Pero «biografía», tal como lo estamos considerando, en una perspectiva genética, es unainstancia, no un género en el que volveríamos a caer después de haber aceptado la «mezcla» y la«informidad». Encontramos una prueba de ello no sólo en el insólito arranque biográfico con quese inicia el Facundo, sino también en los conceptos que guían su construcción; la empieza, porejemplo, con una «escena» (otra forma de «cuadro») y un episodio y no por una perspectivalineal en la que el género biográfico se justificó siempre y se afirmó inclusive en su variantemoderna, la «biografía novelada», de la que el Facundo sería un precursor tal como lo señalaGuerrero en el trabajo mencionado. La evasión respecto de la linealidad es, por su lado, unconcepto constructivo de esta biografía y se complementa con un mecanismo de selección que sibien actúa igualmente en las biografías clásicas, en ésta permite desplazamientos de acentoesenciales; en realidad produce un montaje, en el sentido moderno de la palabra, del cualEisenstein nos proveería de muchos ejemplos y teorías[24] selección y montaje se articulan y sipor un lado autorizan una cierta discrecionalidad (pues bien puede suponerse que se han dejadode lado situaciones o aspectos importantes), por el otro lado han de constituir el fundamento deuna energía que relativiza una vez más el «género» y brinda un muy rico desconcierto en lalectura.

Esto es quizás lo que podemos leer nosotros sobre la biografía en su producción; Sarmientotenía otra idea; la aceptaba como género y le atribuía enormes consecuencias morales: «es la telamás adecuada para estampar las buenas ideas i quien la escribe ejerce una especie de judicatura,

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castigando el vicio triunfante i alentando la virtud oscurecida», escribía en el Aldao, en 1843.Finalidad moral que da, otra vez, idea de servicio de la literatura pero no en el sentido filosóficosino político, porque de lo que se trata es de construir una sociedad: moral es política paraSarmiento, y literatura, un instrumento que encuentra en la biografía su máxima posibilidad.

Sarmiento fue consecuente con su punto de vista, que, como tratamos de mostrarlo, tratabade generalizarse hasta erigirse en modelo para la literatura nacional; escribió varias biografías y,culminándolas, la suya propia, Recuerdos de Provincia, en la que quien ejerce la judicaturamoral y el objeto sobre el que se ejerce se fusionan. Si prescindimos de su teoría sobre labiografía y nos quedamos en nuestra lectura de cómo surge en el Facundo mismo, en el procesotextual, podríamos perfectamente considerar que lo que pasó después en la literatura argentina(inicio de una novela, del teatro y del ensayo sociológico) constituye una regresión cultural, unaseparación respecto de un movimiento productivo propio —o que por lo menos tuvo unagestación atípica— y una suerte de sumisión a modelos de literatura que, a su vez, se inscribenen otros modelos de sumisión.

Pero si lo que hizo fue «biografía» en el sentido clásico europeo, habría que reconocerle,como ya lo señalamos, que se anticipa a una práctica que en Europa necesitaría del positivismopara hallar un fundamento a su función moderna (puesto que las «vidas» escritas ya existían): la«biografía novelada». De esto podrían desprenderse todavía dos consecuencias; la primera esque, sea desde la teoría explicitada por Sarmiento, sea desde nuestra lectura, el Facundo estaríaproponiendo no sólo un modelo para nuestra literatura sino también para la universal, un desafíoque a partir del creciente colonialismo cultural Latinoamérica habría perdido posteriormente sinhaberlo ganado hasta entonces; la segunda es que, ya de entrada, reducir al género biográfico loque estaba siendo una explosión —que descansaba por otra parte en la voluntad de«originalidad» perseguida por la Generación de 1837— supone un cierre y una adecuación lisa yllana a modelos culturales aceptados y sentidos como un lleno cultural, una cuota necesaria deingreso a la «civilización», con todo lo que eso ambiguamente comporta.

Pero dejemos de lado lo que de aquí podría aún desprenderse (que es básicamente la cuestiónde la producción posible de modelos culturales desde Latinoamérica, en relación de competenciao de sometimiento con los vigentes de la cultura dominante en el mundo, cuestión todavía muyactual) y lo que aquí necesita verificarse; la cuestión de la biografía no está agotada, habiendovarias sugerencias al alcance de la mano; si las seguimos acaso podamos dar algún otro matiz aesta idea de la propuesta que del Facundo surge para indicar un rumbo a la literatura nacional.

3. Veamos ésta: la biografía se realiza, como dijimos, seleccionando, para proponer un orden nolineal, lo contrario de lo que persigue la biografía clásica; del mismo modo se va haciendo la«historia», que parece ser uno de los objetivos del libro, según lo entendió, sin que nadie lorefutara más que parcialmente, Valentín Alsina. En ese entendimiento se basa lo que algunagente supone que hay de «verdad» en el Facundo y que está en el fundamento de la mitologíaliberal. Desde el punto de vista de la construcción, entonces, las conclusiones que hemos sacadopara la biografía nos servirían para la historia, lo que importa menos que reconocer que entre

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biografía e historia existe una relación o, mejor dicho, una común concepción constructiva queacaso se basa en la teoría de la alianza de la literatura con la ciencia, en boga en el pensamientosaintsimoniano. Al mismo tiempo, y por esto mismo, existe un entretejido de ambas: la biografíanecesita de la historia, la historia se realiza a través de la biografía; este entretejido es ya textoque va avanzando, escritura cuyas leyes serían la no linealidad —base de un movimientoreordenativo— y el entretejido —que parece salir de necesidades de ilustración—, que indicaríanuna intuición literaria que, a su vez, procede de una ideología bien precisa: extraer el «secreto»de la naturaleza y del hombre mientras se va construyendo, en esa extracción, un texto.

Es aquí donde el Facundo se nos presenta poniendo en evidencia sus condiciones mínimas deproducción, que, tal como son, generan una metodología que comporta una especie de «realismoamericano», al mismo tiempo campo de trabajo y zona por descubrir y, entre ambos, posibilidadde escritura. A su vez, dichas condiciones nacen de una estructura permanente, la de la acciónnecesaria de modelos para la acción; aquí, en particular, la salida es asumir algunos de ellos, perono necesariamente los que están y son ofrecidos, sino los que corresponden a una idea que setiene de uno mismo como pueblo; el segundo paso consiste en reconvertirlos pero sin hacerlosdesaparecer, estableciendo con ellos una relación no ortodoxa, por lo menos en lo que conciernea la producción de la expresión, aunque desde otro ángulo siempre se pague un precio. Y siasumir de este modo deviene «condición de producción» es porque las ideas —las«ideologías»— son siempre bivalentes, ayudan y sujetan al mismo tiempo aunque en planosdiferentes que acaso no se reúnan en una sola unidad de sentido. Desde esta red se entendería porqué Facundo nos dice mucho todavía como mundo de imágenes y de problemas y poco comocampo de ideas que piden encarnarse en instituciones ideológicas.

4. A esta altura de la reflexión se nos unen varias instancias que han venido surgiendo oproponiéndose: los cuadros constituían para nosotros núcleos que daban lugar a la biografía; ésta,a su vez, nos lleva a la cuestión de los «modelos», los que eventualmente se puede ofrecer, losque se necesita seguir. Si dejamos de lado la sustancia que los modelos intentan imponer yatendemos tan sólo a las exigencias que la relación con ellos plantea, podríamos considerarloscomo instrumentos, elementos referenciales, o sea indispensables para «referir»: son lo conocidode un circuito cuya otra punta es lo que hay que referir y que es ciertamente lo desconocido, o loconocido a medias, o el «secreto» invocado en las páginas iniciales.

Entre «modelos» y «desconocimiento total o parcial (secreto)» se establece, virtualmente,una relación metafórica que tiene consecuencias generales sobre el texto. Lo conocido, en esemovimiento, es formulado, lo desconocido es problematizado; en cuanto a la formulación,también es metaforizada por medio de comparaciones que recorren el texto constantemente, peroque nunca dejan de aplicarse a lo problematizado, a lo que se quiere entender: «Veo (en Bolívar)el remedo de la Europa y nada que me revele la América». Exactamente el mismo papel cumplenlos epígrafes a cada uno de los capítulos y las citas de los libros que los han provisto. Supongoque la pretensión es «revelar» algo, un «secreto»; supongo que muchas lecturas la admiten comosatisfecha: me interesa más poder describir cómo se esquematiza y qué instrumentos requiere,

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cierto, a la vez, de qué esquematización e instrumentos se proyectan sobre el texto entero y dancuenta de su articulación. Comparar, por ejemplo, determina construcciones paratácticas que losestilistas reconocen y aplauden; al mismo tiempo, subordinar engendra la articulación hipotácticaigualmente activa y, entre ambas, toma forma una red que vehiculiza, quizás, ese «saber contar»del que hablábamos más arriba.

Pero hay algo más: comparar es oponer, y oponer supone términos que se oponen; estamosfrente al embrión de la idea central —civilización y barbarie, blanco y negro— que se presentanaturalmente en forma de dilemas y opciones por cierto dirigidas. En Muerte y Resurrección deFacundo traté de destacar el papel constructivo de esa fórmula que encarna de manera bien clarael valor de la oposición; llegué a pensar, incluso, que hay en ella algo así como una matrizproductora, pensamiento que me es respaldado por las implícitas objeciones que al valorgnoseológico del esquema formula Martí en el Manifiesto de Montecristi, según nos lo cuentaJacques Lafaye (op. cit.); si su objeción es buena, no podemos aceptar la fórmula como decontenido válido; nos queda, en cambio y por lo tanto, validada como un desencadenante que,ligado a otros, podría permitirnos imaginar un «origen» del texto metido en el texto mismo, noexterior a él. Como esta cuestión ha sido un objetivo en mi trabajo mencionado, ahora quieroseñalar de qué manera la oposición rige la anatomía textual, en el plano sintáctico organizandocada frase, en el plano semántico enfrentándolas en el sentido de una opción que a su vezdetermina, si no la construcción, por lo menos ciertas estructuras internas de la frase.

5. Pero no quiero volver a internarme en los problemas de la construcción de unidades mínimas;de todos modos ya afirmé varias veces el papel que cumplen la oposición y el contraste en eldinamismo textual. Ahora quiero referirme más bien al «discurso» y tomar un ejemplo deoposiciones entre unidades, oposición de tono que deviene oposición semántica y modelo de la«orientación» que se le pretende dar a la totalidad.

Tomemos por un lado una declaración llamativa: «Todo el tiempo que permaneció allí,habitó bajo un toldo en el centro de un potrero de alfalfa, i ostentó (porque era ostentaciónmeditada) el chiripá. ¡Reto e insulto que hacía a una ciudad donde la mayor parte de losciudadanos cabalgaban en sillas inglesas, i donde los trajes i gustos bárbaros de la campaña erandetestados!». No podemos dejar de advertir ante todo el gesto de escándalo que acompaña laevocación, gesto que lo hace solemne y anticuado, moralmente superficial, criollo pater familias.Una pregunta se le podría formular a este fragmento: ¿en qué habría cambiado el sentido de lapresencia de Facundo si hubiera residido en una casa y vestido de frac? ¿Habría dejado de ser unbárbaro? A pesar de esto, quiero decir que no hay aquí una mera trivialidad debida alapresuramiento por seguir condenando al ya condenado sino una especie de optimismo confusoalrededor de los «signos», lo que suscitaría una lectura estructuralista que no voy a hacer: en susemantización, los signos derivan hacia lo ético lo que es materia política o, lo que es lo mismo,definen una política en función de la acentuación del aspecto semántico de dichos signos.

Frente a este fragmento tomamos otro que se nos aparece en situación de contrastesemántico; se relaciona con Dorrego: «Sin duda que nadie me atribuirá el designio de justificar al

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muerto, a espensas de los que sobreviven por haberlo hecho, salvo quizás las formas, lo menossustancial sin duda en caso semejante». La total ausencia de un juicio legal o meramente correctoque determinara la suerte del gobernante a manos de quienes lo derrocaron es presentada aquícomo «forma» opuesta a una sustancia —el acierto político del derrocamiento—, mientras que lafalta de frac era presentada en el caso de Facundo como una sustancia. Los signos son dirigidosen este mecanismo de oposiciones por polos semánticos que corresponden a una interpretacióndel proceso, lo que hace que la oposición pueda ser vista a su vez de dos maneras totalmenteopuestas, una en la base de la producción textual, muy generativamente, otra como unapredeterminación conceptual que reduce la vertiginosa riqueza del texto a un esfuerzo por ubicarlos signos y hacerlos inequívocos de manera que una política quede, meramente, confirmada.

El Facundo abunda en este tipo de ejemplos; en algunos momentos, inclusive, el sistema quese acaba de describir está encerrado en una frase única, llena de enseñanzas. La siguiente estállena de resonancias actuales: «Los papeles están cambiados: el gaucho toma la casaca, el militarde la Independencia el poncho; el primero triunfa, el segundo va a morir traspasado de una balaque le dispara de paso la montonera. Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 en sillainglesa i con el pabellón francés, hoi estaríamos a orillas del Plata arreglando la navegación porvapor de los ríos, i distribuyendo terrenos a la inmigración europea». Se ve, creo, qué resultadohistórico supone el enfrentamiento de los signos; se ve, asimismo, el intercambio que se produceentre los respectivos aspectos semánticos y la inversión que de allí deriva y, finalmente, cómo seresalta el triunfo de una idea que, por otra parte, constituye el núcleo esencial de una de lasvertientes que ordenan todo el sistema de Sarmiento, la de la cultura europea (el modelo) que nose limita a dirigir una capacidad metaforizante sino la realidad misma. La actualidad sobre la queestas consideraciones se recortan cobra forma en la relación que podemos establecer entre«populismo» y «desarrollismo» por una parte y, por la otra, entre «izquierda» y «populismo»:cuando el populismo —Juan Perón por ejemplo— (lo latinoamericano, la masa, los«descamisados», o sea la montonera en el sentido sarmientino) se hace desarrollista (admiraciónpor el «milagro alemán» o por la europeización «española»), lo que propone es la imposición deuna concepción metropolitana («europea») en el estado actual de las relaciones entreimperialismo e independencia; por su lado, cuando la izquierda (de fundamento marxista, o seaeuropea en el mejor sentido de la palabra) se hace populista (peronismo de izquierda,«montoneros»), es reducida por el populismo que se europeiza (burocracia sindical), aunque nohaya en este caso todavía una batalla decisiva, más aún cuando el golpe militar del 24 de marzo,«occidental y cristiano», se propone el exterminio de esa combinación «montonera», con lo cualno hace sino continuar el enfrentamiento precedente. Si ocurriera otra cosa, si la izquierdapopulista triunfara sobre el desarrollismo (hasta el 23 de marzo populista, después quizás ya no),podríamos tal vez encontrarnos en el ocaso definitivo del esquema sarmientino, podríamosquizás empezar a pensar en una recuperación de los signos y, por lo tanto, en una sociedadestructurada de otra manera.

F

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Estamos, en este punto, en el final de una elaboración sobre el modelo posible de una literaturanacional tal como lo propondría el Facundo. Reconozco que nos hemos ido lejos, movimientoque habría que frenar para no caer en lo que corrientemente se conoce como «análisis de texto»,posibilidad que acecha siempre que se admite una relación entre «frase» y «totalidad»; cadafrase, cada segmento, cada contraste entre frases generaría interpretaciones que reafirmarían unade las ideas centrales de este trabajo, a saber lo que desde el Facundo podemos entender como«actual».

1. Pero conviene hacer una aclaración que va a desencadenar nuevos razonamientos: lo «actual»no es sólo un orden de problemas estructurales que perdura y liga dos sociedades; tampoco esuna posibilidad simbólica de «interpretar» los fenómenos que nos conciernen a la luz defenómenos que dieron lugar al texto. Lo actual es un modo de ver, incluso un modo de ver lostextos que debe ser considerado entre los problemas actuales —y fundamentales— de nuestrasociedad, de nuestro tiempo histórico. Si ese «modo de ver los textos» puede traducirse por elconcepto de «lectura», diría, para resumir, que la «lectura» no es una actividad puramenteintersticial sino un desemboque de la actividad social en un punto en el que el trabajo socialrequiere de códigos y signos para manifestarse en toda su complejidad; de ahí que el «modo dever», o sea el «modo de leer», deba ser incluido entre todo aquello que compone y define laactualidad. En ese sentido, nuestro partido ha sido tomado hace tiempo, lo cual se puede advertiren estas páginas: consideramos la escritura como producción y los textos como momentos de unacadena productiva que tiene estrechas vinculaciones con la cadena productiva social[25]; en esesentido, pensamos que un texto necesitó para producirse de ciertas condiciones de producciónque le atañen, como producción específica, pero que tienen que ver con las condiciones deproducción social en general; determinación posible pero difícil, lo que no la hacenecesariamente objeto de descarte en homenaje a una simplicidad que obedece a una ideologíareduccionista.

Otra aclaración: esa relación que propugnamos no supone el mecanicismo positivista,seudomarxista, de la causa social y el efecto literario, sino el pensamiento de que entre textocomo sistema productivo y sociedad como sistema productivo existe una vinculación en la cualel elemento central es la ideología, necesario fundamento de dos esferas que se incluyen por suintermedio. En este sentido, queremos también ver el Facundo preguntándonos si lo podemospensar a la luz del sistema productivo en general, cuyos fundamentos deberían también ser susfundamentos. Y bien, desde esta perspectiva, el texto se nos aparece en una distorsión no porfrecuente en la historia de la cultura menos sorprendente: si lo entendemos como un texto rico,lleno de fuerza y de consecuencias que todavía nos antagonizan y nos proponen lecturas diversasy aun incompletas, de qué modo podemos ligar esa riqueza con la modestia desértica, económicay social y cultural, en la que se engendró, en el corazón de un esquema patriarcal y sofocado.Quizás por el lado de la contradicción: Buenos Aires ahogó al interior y lo pauperizó; lanecesidad de entender la fuente de esta desgracia crea las condiciones como para revertir, desdela escritura, esa tensión: desde la escritura, una zona empobrecida ofrece un texto rico a una zona

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rica que no puede engendrar más que pobreza. Lo que significa que la relación entre producciónsocial y producción textual no sólo no es lineal sino contradictoria, al punto tal que podríaentenderse la escritura que, sin resultar de determinadas fuerzas sociales, se presenta como unresorte que las pone en acción y les otorga conciencia de sus posibilidades a desarrollar, noactualizadas todavía en su propia esfera práctica.

2. De aquí se sacan varias consecuencias, a mi ver de gran importancia. Ante todo en el ordenintelectual: la relación entre realidad pobre y escritura rica establece los límites de lo quemodernamente se conoce como «antropología de la pobreza», que viene a ser exactamente lomismo; abundancia de observaciones que, a su vez, permiten abstracciones y generalizaciones,realizadas sobre un material escaso y socialmente poco valorado; por otro lado, y para no caervíctima de la tendencia a reconocer en el Facundo un nuevo género del que sería «precursor»,diría que más bien manifestaría y habría captado la «cultura de la pobreza», concepto quepodemos también advertir en el Martín Fierro, en donde la elaboración de esta posibilidadreviste otros pero también sutiles caracteres[26]. (¿Pero no constituirá este desarrollo de la«cultura de la pobreza», tanto en Sarmiento como en Hernández, uno de los rasgos de la culturaoligárquica argentina que tapa con su brillo —y la posesión de instrumentos expresivos— elhecho incontrovertible de una deficiente organización social en la cual la injusta distribuciónconvierte a los desposeídos en meros datos del trabajo cultural, no en actores? ¿No serán tambiénherederos de esta cultura el Lugones de La guerra gaucha, el Larreta de Zogoibi y aun el Borgesdel Evaristo Carriego?).

En segundo lugar, y sin negar lo que el paréntesis podría detener en esta reflexión, podríadecirse que se plantea aquí la posibilidad de considerar que los medios de producción literaria,aunque sea en un único caso, puedan estar más desarrollados que los medios de produccióneconómica; si esto es aceptable, se concluiría que la literatura puede ser vista como modeloposible de un desarrollo productivo en ese instante embrionario, lo que se traduce al campo de laacción ideológica ya que esa riqueza de medios productivos literarios proviene de y engendrauna fuerza ideológica como un proyecto que pronto se encarnará en fuerzas sociales y llevará alas fuerzas productivas económicas a tomar forma según lo que esa ideología le dicte. Estamos,por fin, desde la consideración «literaria», en el campo de la ideología y viendo apuntar lo queefectivamente en la historia ocurrió, a saber el pensamiento liberal que ordena la vida toda de unpaís y acaso de un continente; y ese pensamiento, bueno es repetirlo, se formula vigorosamenteantes de ofrecer sus efectos y resultados.

III

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«Hubiérase entonces esplicado el misterio de la luchaobstinada que despedaza a aquella República: hubiéranseclasificado distintamente los elementos contrarios,invencibles, que se chocan…».

A

¿En qué consiste ese pensamiento, cuáles son sus condensaciones principales? Mediante estaspreguntas entramos en la segunda vertiente de este trabajo, anunciada al comienzo de II, las ideasque el Facundo nos riega con innegable generosidad y respecto de las cuales se responde todavíaen muchos casos con un agradecimiento ideológico, como si fuera imposible dar nuevos pasos opensar la realidad desde otras perspectivas. ¿Qué metodología podremos forjar para entrar eneste terreno sin limitarnos a glosar las excelentes descripciones que han hecho de las ideas RaúlOrgaz, Ezequiel Martínez Estrada, Juan Luis Guerrero, entre otros, y aun Alberto Palcos?

Hemos hablado constantemente de «ideología» y sin duda podríamos definirla o enumerarsus componentes en un sentido corriente: propiciar la inmigración extranjera, otorgarle un valorsupremo a la educación, buscar la organización de instituciones. Al hacerlo, no hacemos más quemanejar un solo plano de la ideología, el de un sistema de propuestas que deviene plan político.Formularlo de este modo supone otros planos que también podemos enunciar y aun enumerar yque sirviendo para preparar el anterior son objeto de un perfilamiento en el Facundo mismo: lainfluencia del ambiente o del medio en el individuo, el papel del grande hombre en la historia, lalucha entre civilización y barbarie, la relación entre determinismo y libertad, la relación entreciencia histórica y literatura.

En este nivel, acaso más que de ideología se trate de «ideas» que, a su vez, proponen eltambién estudiado problema de sus «fuentes»; en este punto acordaríamos de buen grado que hayuna instancia ideológica pero indirecta en cuanto por una parte se trata de definir el alcance deuna «elección» de dichas fuentes y, por la otra, de la gestación misma de esas fuentes en suproceso propio. En esta vía, podríamos señalar (lo que muchos han señalado) que, por ejemplo,la idea de «civilización y barbarie» resulta de una simbiosis de dos conceptos previos, el primerosacado del novelista norteamericano James Fenimore Cooper, comentador de la conquista«civilizadora» del Oeste, el segundo de las tesis sobre «guerra social» formuladas por VictorCousin en su Introducción a la Historia de la Filosofía; en cuanto al «grande hombre» y su papelen la historia, la idea procede de Hegel (Enciclopedia —1817—, Filosofía del Derecho —1821— y Lecciones sobre la Filosofía de la Historia Universal —1837—) a través de la tesis deVictor Cousin sobre la «génesis y función social del hombre representativo o el grande hombre»(1828) que integra su Introducción a la Filosofía de la Historia; sobre la influencia del medio enel hombre, la fuente es Herder, conocida después de las adaptaciones de Victor Cousin, Quinet yJouffroy, y apoyada por las observaciones de Humboldt, de quien Sarmiento cita los Cuadros dela Naturaleza; en cuanto a las otras ideas, beben su forma en las mismas o complementariasfuentes.

Sarmiento conoció todas esas ideas gracias a la tarea de renovación iniciada por la

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Generación de 1837, cuyo corresponsal en San Juan, Manuel J. Quiroga Rosas, con su bienprovista biblioteca, constituía una adecuada correa de trasmisión. Pero, en su lugar de origen,dichas ideas fueron tomando forma en virtud de un proceso social que en el plano filosóficopodemos designar por el nombre de la escuela más exitosa, el eclecticismo, y en el político por elde «Restauración», que es también una forma de eclecticismo entre los intereses del viejorégimen, la monarquía, y la burguesía. De una forma u otra, el eclecticismo encarna una especiede remanso ideológico: el romanticismo pasó y dejó sus huellas pero el pensamiento iluministaanterior exige su cuota y entre ambos se tiende esta pausa, esta acomodación. En cierto sentido,esta filosofía es oportunista y justifícatoria, un buen instrumento para otorgar legitimidad a lanueva violencia que se está imponiendo y que, sin negar totalmente, neutraliza —desarrollandodesde luego una de sus vertientes— lo que implicó la Revolución Francesa. Pero sería injustolateralizar y sugerir una condena de la Generación del 37 por haber descubierto los problemasargentinos desde esta óptica, porque hubo también otra: los últimos emergentes delsaintsimonismo, que introdujeron una preocupación por la «sociedad» y que se hicieronpresentes en el Río de la Plata a través de las lecciones de Pedro Leroux y su RevueEnciclopédyque. Interpretaciones tales como que el proceso histórico sólo puede entenderse enuna confluencia de ética, derecho, filosofía y política se le deben y llegan hasta Sarmientohabiendo incidido en Alberdi, según quien, por ejemplo, la razón individual debe ceder su sitio ala razón colectiva, fórmula típicamente pos-saintsimoniana. Pero, más aún, casi nunca se trató,por lo menos en el plano consciente, de aplicar esas ideas tal cual sino de adaptarlas a un ciertoanálisis de la realidad, a riesgo de formular compromisos políticos peligrosos: «aun habíamuchos jóvenes que preocupados con las doctrinas históricas francesas, creyeron que Rosas, sugobierno, su sistema orijinal, su reacción contra la Europa, eran una manifestación nacionalamericana, una civilización en fin con sus caracteres y formas peculiares» (cap. XV). Se aludeaquí a los esfuerzos del Salón Literario por compatibilizar un cuerpo doctrinario con unamanifestación política concreta, tentativa en la cual seguramente el fervor ecléctico y restaurativodel modelo original aparece como posible en el Río de la Plata; no olvidemos que, después detodo, Rosas era llamado el «Restaurador».

En la elección de este elenco de ideas hay ya una inflexión ideológica que acaso nosotrospodemos situar desde el momento en que esas ideas en su lugar dan origen a la bien determinadacausa del poder burgués. ¿Será que se intuía que podían servir para una similar? En los trabajosde Echeverría se encuentran las bases de una necesidad de acuerdo social, pero, es necesarioaclararlo, entre los grupos preburgueses existentes visto el fracaso de la tentativa rivadaviana decrear una pequeño-burguesía urbana a partir de las finanzas y el ahorro, según un modeloinglés[27] y la promesa de despotismo que podía augurarse en la estrategia rosista, apoyadafundamentalmente en los ganaderos porteños. Una nueva clase podía vislumbrarse en unhorizonte no demasiado lejano y para darle consistencia bueno era emplear los recursosintelectuales que servían para justificarla en otras partes, aunque el pretexto para adoptar esecorpus ideológico se manifestara por medio de un entusiasmo a las nuevas ideas o por el deseode ingresar en el mundo moderno, así fuera tan sólo manejando sus formulaciones, no susrecursos económicos. De todos modos, y salvado el matiz ideológico de la elección, tanto más

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cuanto que en muchos casos no debía haber habido «conciencia» ideológica, el formidablemovimiento de renovación intelectual francés realizado sobre esas bases podía ofrecer una visióncoherente del mundo y quizás instrumentos eficaces para iniciar un trabajo propio que no podría,de todos modos, liberarse de ambigüedades y de imprecisiones.

¿Pero no hubo nada original en las ideas que presentó Sarmiento? ¿Fue un simple seguidor oreproductor de ideas?

En virtud de los estudios que se han hecho sobre el Facundo y del papel histórico quecumplieron las ideas y la obra de Sarmiento, podríamos afirmar —si el concepto tiene todavíainterés— que Sarmiento no se limitó a aplicar esa ideología francesa y, por lo tanto, que existecierta originalidad. ¿En qué consiste? A mi entender, en los emergentes de la refracción de esasideas sobre un fondo propio, sobre una estructura anterior.

Aquí se nos abre un camino que en el Capítulo II de alguna manera hemos rozado al hablarde «pasado» y de «inconsciente»: ¿en qué consiste esa estructura anterior? Siguiendo a Orgaz(op. cit.), podríamos señalar que antes de 1838 las ideas filosóficas que Sarmiento podía poseerno debían desbordar las que corresponden a una formación religiosa elemental: no tuvo la suertede asistir a cursos de doctrina iluminista como los de Alcorta o Alsina, que modelaron a otrosjóvenes de su generación; estaba apto, por lo tanto, para tragar las enseñanzas eclécticas ysaintsimonianas y devolverlas impacientemente, cosa que hizo, antes que en sus libros, en ElZonda, el periódico que publicó en San Juan. Pero, como dice el propio Orgaz, las ideasgenerales de un escritor proceden del temperamento y de la primera educación, que, como yasabemos, se hizo en la dirección de las ideas de la Revolución de Mayo, eminentementeenciclopedistas[28]. Sobre su formación elemental y su avidez, las nuevas ideas tienen unresultado extremadamente generativo. Si a esto unimos el carácter provinciano y familiarmentemodesto, la especie de quiebra en la conciencia aristocrática de su familia (aunque sea en ellinaje) y la tendencia a la aventura y a la experiencia (como si fuera un personaje de Stendhal),podremos entender que las ideas francesas, los modelos de pensamiento, no podían pasar talcual, que debía forzosamente producirse algún choque o, por lo menos, alguna distorsión en suaplicación. Lo que más se destaca en este breve sistema es, creo, la urgencia y el desorden, elrasgo temperamental que trastrueca la imponencia del modelo y a veces lo hace entrar encontradicción consigo mismo. A partir de aquí podemos entender su originalidad, que ha hechoescuela y que marca un campo limitado por un mecanismo de acción (los modelos) y de reacción(cómo se lucha contra ellos).

Y bien, esta dialéctica se traduce en el Facundo, ante todo, en el orden de exposición deltexto; según Juan Luis Guerrero (op. cit.) las tres partes (el medio, el hombre y la nación) sehacen cargo de tres temas de filosofía enciclopedista pero que en su génesis no tenían ese orden:la preocupación por el hombre fue la inicial en el sentido en que fue la primera manifestación delucha entablada por la «razón» contra el espíritu medieval y absolutista; luego vino lapreocupación por el medio y, finalmente, en Rousseau, por la nación. Sarmiento respeta esefondo pero lo desordena según la inspiración romántica y, al hacerlo, se anticipa a las másnotorias tesis positivistas: el determinismo geográfico cuyas manifestaciones más espectacularesserían posteriores a Comte mismo; correlativamente, la perduración del interés filosófico por el

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hombre lo lleva a encontrarse con la idea del «grande hombre», choque que tiene dosconsecuencias: una, la práctica de la biografía, y la segunda, puesto que no había ningúnNapoleón para exaltar o ningún Luis Felipe para justificar, le permite derivar hacia la zonanegativa del «grande hombre» el «jenio del mal», que es, en definitiva, el hombre representativoque existe efectivamente[29]. De ahí, a la vez, se desprende otra consecuencia: una tesis sobre elcaudillismo que seguramente no estaba implicada en las ideas eclécticas; finalmente, en cuanto ala nación, las ideas de Rousseau permitían suponer un vínculo nuevo entre los hombres, el de la«ciudadanía», que alimentó como una esperanza a saciedades que debían corregirse, tal como lopreconizó la Revolución Francesa; en el Facundo (y en el Dogma Socialista) la palabra«regeneración» racionaliza la carencia verdadera, la de una sociedad real; al hablar de «nación»en los capítulos finales del Facundo en verdad se la está constituyendo, se están proponiendo susbases fundamentales, poblar, educar, legislar (que coronan respectivamente las nociones demedio geográfico [vacío o por vaciar —de gauchos e indios—], de hombre a quien se le debedotar de instrumentos para constituir un pueblo moderno, de nación que se debe organizar); deahí que los modelos que le sirven para describir la sociedad preexistente son derrotados todospuesto que la sociedad es un amasijo desde el punto de vista de un funcionamiento orgánico y deuna historia en la que se ha encarnado el «progreso»; lo que surge, entonces, es una imagen de lasociedad como de algo que ha sido destruido, como una entidad que pudo llegar a «rejenerarse»pero que ahora es un desierto en el que hay que hacerlo todo sin medios pero para que existan losmedios; dicho de otro modo, hay que construir una sociedad sin capital pero para crear uncapital.

Abusando mucho de los términos y desde una perspectiva que tendía a considerar como metael proceso burgués, podríamos decir que hay en esta idea, embrionariamente, algo así como unaintuición bastante aproximativa de lo que más tarde se llamó «acumulación primitiva delcapital». Su socialismo, en consecuencia, tiene poco que ver con el «socialismo romántico»aunque un resto importante del utopismo se filtra en cuanto se trata de tener en cuenta unasociedad posible a la que hay que dar forma concretamente, objetivo que al revertirse sobre latentativa de esclarecer lo que lo impide, obliga a hacer confluir experiencias y vivencias que losmodelos de interpretación «científicos», como el de Tocqueville, podían no tener en cuenta.

Precisamente, esta confluencia es un punto central en toda lectura del Facundo porque creauna corriente interna de carácter contradictorio que sugiere que existen nuevos y múltiples planosa considerar. Esto es lo que me impresionó en el momento de escribir mi Muerte y Resurrecciónde Facundo: me pareció que esa irrupción obligaba a los esquemas a desdoblarse a cada instantey a generar contraposiciones muy ricas respecto de las imágenes puramente externas yargumentativas en las que se propone; así, llegué a la conclusión de que al fin de cuentas elconflicto principal en el Facundo podía muy bien no ser entre «Civilización y Barbarie», entredoctores y gauchos, sino entre Buenos Aires como entidad económica invulnerable, el reino delcuero, y el interior, como entidad económica expoliada, destituida por la tiranía de la gran ciudad(«Ella sola en la vasta estensión arjentina, está en contacto con las naciones europeas; ella solaesplota las ventajas del comercio estranjero; ella sola tiene poder i rentas. En vano le han pedidolas provincias que les deje pasar un poco de civilización, de industria i de población europea: una

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política estúpida i colonial se hizo sorda a estos clamores. Pero las provincias se vengaron,mandándole en Rosas mucho i demasiado de la barbarie que a ellas les sobraba». Cap. I).

Pero más que glosar esas posibilidades de lectura, interesa ahora mostrar eso que designécomo «distorsión» en la aplicación de modelos. Daré un solo ejemplo pero con las derivacionesque supongo que deberían hacer pensar en lo que del Facundo todavía significa.

Brevemente, la idea de «nación» que le preocupa tiene su origen en Rousseau; ante todo hayuna primera aceptación que tiene consecuencias prácticas: aquí se trata de organizarla, delegislar, pero también, como igualmente lo propugnaba Alberdi desde el Fragmento Preliminaral Estudio del Derecho, de inflexionar su significado; de todo eso sale, creo, la fundamental ideapara toda la historia argentina de la «nación argentina» como conciencia concreta de un ser y undevenir. Pues bien, vista la deuda a Rousseau, ¿cómo casaría esta presencia ideológica tanimportante con la idea, en Sarmiento fundamental, de la «barbarie», tan reivindicada porRousseau bajo el manto del idealizado «buen salvaje» que modeló a un buen sector delromanticismo ulterior, hasta llegar al indianismo? O bien Sarmiento no conoció el sistema deRousseau, o bien lo desdeñó como imposición homogénea, o bien lo hizo entrar en contradicciónpor una necesidad propia de constituir una ideología. O acaso se aprovechó parcialmente de él,puesto que el concepto de «buen salvaje» sirvió para iniciar un conocimiento concreto de paísesextraños o de residuos históricos, para establecer metáforas entre los descubrimientos realizadosa partir de esa idea y los «malos salvajes» que se veía obligado a entender. Pero si «grandehombre» lleva a «caudillo», tal vez «buen salvaje», al darse vuelta en el «malo», lleve también alcaudillo y refuerce la idea. De lo cual surgiría que la red es compleja y sus fuentes muy variadas,un compendio de un gran conjunto de pensamientos.

No necesariamente como consecuencia del párrafo anterior, pero sí de la idea de «distorsión»en la aplicación de modelos, quiero mostrar otras contraposiciones que me parecen aún másricas. Veamos este trozo: «… formóse una maestranza, en la que se construían espadas, sables,corazas, lanzas, bayonetas i fusiles, sin que en éstos entrase más que el cañón de fabricaciónestranjera… estas fabricaciones, en una provincia interior i con solo el ausilio de artesanos delpaís, es un esfuerzo prodijioso».

Expresión entusiasta, tiene poco que ver con esta otra: «Los diarios de Córdoba de aquellaépoca trascribían las noticias europeas, las sesiones de las cámaras francesas, i los retratos deCasimir Perier, Lamartine, Chateaubriand servían de modelo en las clases de dibujo: tal era elinterés que Córdoba manifestaba por el movimiento europeo».

Si en la segunda hay un sobresalto de admiración por la sumisión a la cultura europea, en laprimera, por el contrario, se exalta el valor de una producción económica nacional a punto talque estaríamos tentados de ver allí, por un lado, un antecedente explícito de lo que podría ser unpensamiento de burguesía nacional y, por el otro, un antecedente de la idea acerca del papel quepuede jugar la industria militar en una propuesta de independencia nacional, idea que en estesiglo tuvo su doctrinario y realizador en el general Savia y se concretó institucionalmente en laArgentina en Fabricaciones Militares: Sarmiento se anticipa también en esto a una corriente depensamiento que, sin embargo, ni lo reivindica ni lo estima.

De este enfrentamiento podríamos sacar también otra conclusión y es que deberíamos

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prevenirnos contra la tendencia, exageradamente frívola, de considerar a Sarmiento como unmero «colonizado mental», tendencia que ocupa un espacio muy sacralizado en los ideólogos delo «nacional», que, preconizando un sistema de abstracciones sobre este concepto, no puedennunca menos que caer en la defensa de su encarnación sobre la tierra, esto es la defensa de laburguesía nacional —concepto a su vez contradictorio e impreciso— y de los militares, su brazoarmado. Si el enfrentamiento de esos dos trozos tiene algún valor ilustrativo, podríamos pensar,por el contrario, que para Sarmiento en 1845 el modelo europeo cumplía dos funciones oimplicaba dos posibilidades: una, proveer los datos o elementos o instrumentos —esencialmenteculturales o formales— para construir un modelo propio; dos, tratar de imponer, con el modelo,intereses económicos respecto de los cuales había que reivindicar fuerzas productivas propias ydenunciar lo que históricamente había llevado a cegarlas. En su primera vertiente, el modeloeuropeo es deseable, debe venir y es un crimen histórico haberlo impedido; precisamente porquese ha cometido ese crimen, Europa nos ha entregado en el plano cultural lo peor como unsustituto que ahora nos cubre: el comercio que liquidó las artesanías e impuso un terror que le erapropio: «Podemos en esto sin embargo consolarnos de que la Europa haya suministrado unmodelo al jenio americano. La Mazorca, con los mismos caracteres, compuesta de los mismoshombres, ha existido en la Edad Media en Francia». Y con esto, al mismo tiempo, advertimosotro anticipo: el de la idea de que la Colonia —de la que ese siglo XIX es emergente— ha sido unperíodo feudal, tesis en la que cierto marxismo fundó sus explicaciones con el objetivo y laesperanza de reconocer en América Latina el esquema ortodoxo del materialismo histórico.

Pero, volviendo al enfrentamiento precedente, observamos que lo que el Facundo nos ofreceal elaborar sus términos no se detiene tampoco aquí, hay una vuelta atrás y, como quizás nopodía ser de otro modo, en la primacía de la sumisión al modelo cultural positivo termina poradmitir la primacía de lo que era negativo en el modelo económico, respecto del cual parecíaexhibir una lucidez profética; en el capítulo final, al hacer una recapitulación, y frente a ladesesperante sensación de abandono por parte del mundo y de un correlativo triunfo rosista,invierte los conceptos y sienta una doctrina que coincide, punto por punto, con la de la «divisióninternacional del trabajo» que hizo de la Argentina hasta cierto punto una factoría del yaconsolidado imperio inglés: «¿Quiere la Inglaterra consumidores, cualquiera que el gobierno deun país sea? ¿Pero qué han de consumir seiscientos mil gauchos, pobres, sin industria como sinnecesidades, bajo un Gobierno que estinguiendo las costumbres i gustos europeos, disminuyenecesariamente el consumo de productos europeos? ¿Habremos de creer que la Inglaterradesconoce hasta este punto sus intereses en América? ¿Ha querido poner su mano poderosa paraque no se levante en el Sud de la América un Estado como el que ella enjendró en el Norte? ¡Quéilusión! Ese Estado se levantará en despecho suyo, aunque sieguen sus retoños cada año, porquela grandeza del Estado está en la Pampa pastosa, en las producciones tropicales del Norte, i en elsistema de ríos navegables cuya aorta es el Plata. Por otra parte, los españoles no somosnavegantes ni industriosos, i la Europa nos proveerá por largos siglos de sus artefactos en cambiode nuestras materias primeras, i ella i nosotros ganaremos en el cambio».

B

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Sin duda que el manejo del concepto de «ideología» ha sido hasta ahora muy parcial porque seha centrado sólo en algunos estratos de su valor como herramienta de trabajo, tal vez los mássocorridos. Es evidente, también, que hemos presentado las cosas como si de uno a otro de esosestratos existiera un pasaje y una transmisibilidad de cada uno, dejando para un después quedifícilmente llegue la intelección del espesor significativo implicado. Para dar un paso másadelante, voy a considerar ahora la acción de la ideología en el terreno mismo de la construcciónde las capas previamente designadas; y como esa construcción ha sido a su vez vehiculizada porun proceso de escritura, se producirán dos consecuencias: la primera, una reunión de este sectordel trabajo con el sector relativo al ámbito más específicamente literario; la segunda, unnecesario retorno al ámbito de la escritura, en cuya articulación gravitan elementos que, al serconsiderados como medios de producción, vamos a describir como ideológicos.

1. Ante todo, el «causalismo», emergente a su vez del «deductivismo» que está en la base de larelación «medio geográfico-caracteres sociales» («Pero la República Arjentina estágeoráficamente situada de tal manera, que ha de ser unitaria siempre …»). De las peculiaridadesgeográficas se desprenden ciertos hábitos que dan cuenta de una sociedad y permiten describirtanto las características como los efectos de la guerra civil. En el medio, pero dentro de estemismo mecanismo, toma forma la teoría del caudillismo, que, como lo habíamos señalado,supone una propuesta ideológica bien definida. Supongo que enunciar meramente el«causalismo» no sólo da idea de su función en la escritura, por cuanto lo que el Facundo tiene deanálisis circula por un carril causalista y deductivista, sino, además, permite establecer unavinculación con un campo filosófico más amplio, el de un historicismo sometido por unracionalismo empirista, en el sentido más tradicional. Sin embargo, junto a eso no se puede dejarde señalar un movimiento antagónico que consiste en abordar hechos parciales y extraerles unasignificación inscripta en un fenómeno más general (tal como ocurre con el análisis del colorcolorado, Cap. VIII, y los trajes, en el mismo lugar: sistemas semióticos se vinculan, sin embargo,con un significado previo, ya establecido y más amplio). Esta forma de «inducir» recorta eldeductivismo pero no lo niega; al contrario, le sirve como un estímulo ya que todo, finalmente,se explica en función de una situación que hay que explicar por razones históricas. Precisamenteeste juego entre una deducción que predomina y una inducción que la pone acaso en cuestiónpermite precisar el carácter prepositivista de la «influencia» del medio, importante matiz dellugar común positivista del «determinismo» geográfico, biológico y social.

2. En segundo lugar, el «constructivismo» que aparece en dos sectores bien diferenciados pero,gracias a él, ligados; por un lado, en el campo de la estructuración, que, como lo hemos visto enel sector anterior, va dando lugar al texto que conocemos (y que se manifiesta igualmente en lasimágenes particulares); por el otro, en una especie de acompañante «moral» en virtud del cual elcontenido de las imágenes tiende a defender un punto de vista constructivo mediante el cualpodría establecerse una comparación, vaga por cierto, con textos como los de Julio Verne.

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Entre estructuración de las imágenes y de todo el discurso y constructivismo del contenido seestablece una relación armónica que emerge como algo efectivamente armado como un«modelo» que Facundo pretende ser, tanto política como social y jurídicamente. Es casi obviodestacar la importancia de este rasgo, que puede vincularse, tanto en Sarmiento como en Verne,con el persistente utopismo industrialista que en la época burguesa es sublimado, en Verne por ellado de la fantasía científica, en Sarmiento por el lado de la creencia en la ciencia como vehículoadecuado de conocimiento de la historia y de la sociedad.

De aquí, otra relación importante: Sarmiento habría visto en Emerson y su escuelapedagógica dos niveles de construcción, uno el del grupo mismo, grupo en pleno funcionamientoy lleno de propuestas originadas en una concepción filosófica similar a la suya y a la de laGeneración del 37; otro, habría visto cómo el país entero, los Estados Unidos, se articulaba sobrelas ideas del grupo capitaneado por Emerson[30]. Quizás por esa relación se explique suentusiasmo por ese país, al que ve como una realización de sus propios ideales e ideas que en laArgentina están sometidos y frustrados; en los Estados Unidos el «progreso» estáconstruyéndose, pero no sólo como el concreto de una abstracción sino como, en lo concreto, unaunidad de clase, una producción de riqueza basada en un desarrollo individual, pedagógico,religioso y político. La Vieja Nueva Inglaterra le dio una idea de lo que podía haber llegado a serla Joven Nueva Argentina y, por lo tanto, al ratificarle su esquema, se le presentó como unaproyección organizada de sí mismo, como un país misión, haciendo consciente su porvenir.

3. Otro de los que aquí llamo «medios de producción» de la escritura es la «ejemplificación»,necesario sustento de la metáfora aunque muy frecuentemente se haga presente como esquemaen sí, muy ligado a lo narrativo. Ejemplificar es, en todos los casos, atravesar zonas descriptivasy llegar al centro del asunto, lo que tiene consecuencias en la articulación del ritmo: «Yo hepresenciado una escena campestre que…». Si bien de ahí se pasa a la comparación («Algunaanalojía encuentra el espíritu entre la Pampa y las llanuras que median entre el Tigris i elEufrates») y, finalmente, queda constituido un impulso general a la metáfora, no es inútil señalarque la acumulación de ejemplos puede ser entendida como el necesario refuerzo a la voluntad deconvencer que sacude eléctricamente el texto y lo pone en una dimensión que desborda la cienciay la historia; al mismo tiempo, convencer supone un campo de nociones que se quieren haceraceptar para consolidar una zona de conocimientos ya existente aunque más débilmente, tantoque no ha conseguido constituirse en instrumento de lucha («Suministrar a los emigrados unadoctrina que les sirviese de interpretación y de incentivo en la lucha y una gran bandera decombate…», en Alberto Palcos, «Prólogo» ya citado). En este circuito se destaca el papel quejuega el que quiere convencer, una misión, un destino, una fuerza que se sitúa en el campoabstracto de la historia. Lo que se liga, desde luego, con la imagen del intelectual y su papel en lahistoria.

Si entendemos por «medios de producción» no necesariamente «recursos» o «formas» sinoherramientas intelectuales con las que el escritor enfrenta los problemas de la articulación de sumaterial y del desarrollo de lo que está implícito en dicho material (de definición igualmente

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compleja, pues «material» es tanto un campo de experiencias como un conjunto de intenciones ytendencias y aun lo que necesita tomar forma en el planteamiento mismo que se puede hacer delas experiencias y las intenciones, sin contar con aquello en que todo eso se inscribe y adquiereun cierto sentido), podremos reconocer el carácter ideológico que las guía, o sea el entronque quetienen con una historia. Esta necesaria precisión me sirve para introducir, formando parte de esteelenco, la noción de «humanismo», que sugiere, ante todo, la diversa consistencia del conceptode ideología en la medida en que decir «humanismo» parece evocar más rápidamente loideológico, que decir, por ejemplo, «ejemplificación». Desde nuestro enfoque, ambos términosremiten a «medios de producción» y, en consecuencia, con todas las particularidades que sepuedan señalar, se nos presentan con una solidez ideológica indudable y común a los dos.

4. El «humanismo» es ante todo un empleo del pronombre personal, yo, que va dirigiendo estediscurso; el «yo», a su vez, es el necesario desemboque de una manera de vincular diferentesfenómenos entre sí, es lo que les confiere racionalidad puesto que les otorga un centro bienpreciso: los fenómenos, los hechos, están ahí pero no podrían ser comprendidos en sí aunqueaparentemente respondan a una causalidad objetiva bien delineada; el yo los refiere y losconcentra y, simultáneamente, los tiñe y en ese proceso constituye el discurso. Es claro que,además, el discurso que este pronombre configura tiene en este texto una presencia externa muymotivada, ligada a un temperamento muy festejado por la mitología («don Yo») pero, de algunamanera, podría ser entendido por una teoría de constitución del discurso que tiene en elpronombre personal un lugar de origen y desde donde se desarrolla[31]. Acaso bajo esta luz, yconsiderando lo que el «yo» va exigiendo para devanarse, se pueda reforzar la idea de «mezcla»de que hablamos largamente en el sector anterior; tal vez esto permita comprender un poco mejorla ruptura que el Facundo supone en la perspectiva del género y su entonación propia, perotambién algo más preciso, los «cuadros de costumbres», que, en definitiva, implican unapersonificación, una reducción a la medida del hombre de las fuerzas no muy fácilmentecognoscibles de la naturaleza.

Es cierto que si todo esto es recuperable en el texto también tiene una procedencia histórica:el hombre como centro y fin del universo, como garantía del sentido sobre la tierra, comoconquistador, de un espacio material del cual la escritura sería, analógicamente, un símilapetecible. No necesito destacar la filiación de esta idea ni su inscripción; sólo diré que,siguiendo a Guerrero, si bien el romanticismo la inflexiona respecto del empirismo y de sucontinuación, el sensualismo, Sarmiento la vuelve a referir con más fuerza, el hombre vuelve aser el héroe de la jornada, el «representante», como quería Hegel, del «espíritu» y, por lo tanto, laencarnación misma del «progreso».

5. Desde aquí, poco cuesta situar tres líneas más que, supongo, serán relativamente fáciles dehallar en el movimiento del texto. La primera, el «optimismo», fuerza que no sólo se manifiestacomo confianza en el triunfo final de una causa santificada por una razón, sino como la sustancia

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que sella necesariamente los intersticios que puede haber entre análisis y análisis; el«optimismo» es lo que da vuelta las conclusiones y permite la acción de una embrionariadialéctica que consiste en sacar lecciones favorables de asuntos desfavorables; si el determinismohistórico, por ejemplo, se trasmuta en «influencia del medio», no cabe duda de que el espesocielo se abre y permite que nuevas entidades puedan ser comprendidas. Facundo es de este modoun tigre en Los Llanos, pero en Buenos Aires se domestica y deja salir de su interioridad «todassus altas dotes de espíritu». El «optimismo», por lo tanto, concurre a la constitución del texto yactúa como una fuerza que reduce mecanismos demasiado rígidos y, al reconvertirlos, deja creceruna energía propia.

6. En segundo lugar el «voluntarismo», que surgiendo evidentemente de la idea de hombre estáen la base del mecanismo compulsivo del «convencer»; me parece que acompaña no sólo elproyecto de escribir el libro, como un proyecto combativo y que surge de la nada («Un interésdel momento, premioso i urjente a mi juicio, me hace trazar rápidamente un cuadro que habíacreído poder presentar un día…»), sino también el sistema adjetival en el cual el«convencimiento» se puede perseguir como un objetivo central.

7. En tercer lugar el «repentismo», que si bien puede ser vinculado con la idea de la«inspiración», reavivada por el romanticismo, en el texto tiene otros niveles: genera imágenes,ciertamente, pero también engendra digresiones y anécdotas que van haciendo cambios de planoargumentales, que, a su vez, resuelven de una manera bastante única la relación entre lo general ylo particular. Romanticismo, inspiración: es decir algo y bastante poco al mismo tiempo. Elhecho es que podemos reconocer el repentismo como un medio de producción de la escritura quesaca su energía de un esquema mucho más amplio, el de un pensamiento que acaso, para precisarmejor el juego ideológico que supone, deberíamos examinar por separado.

8. Finalmente, quiero señalar el «optar» como un instrumento fundamental. Ya señalé en Muertey Resurrección de Facundo el papel que juega, pero vale la pena retomarlo porque viene a ser, ami entender, el reverso del mecanismo dialéctico hegeliano que está en la base de los principalesmodelos que gravitan en diferentes estratos ideológicos del texto. Efectivamente, las cosas seplantean siempre mediante opuestos que se enfrentan y se niegan; empecemos por el másimportante, Civilización y Barbarie; la negación podría dejar pensar en una síntesis que coronarano sólo el método sino el punto examinado, pero en el Facundo esto casi nunca ocurre; encambio, en presencia de los opuestos hay siempre una clara opción por uno de los dos términos,opción inscripta en pulsiones éticas y, las más de las veces, en ideas previas: invariablementeLavalle es más aceptable que Dorrego, Lamadrid que Facundo, y Facundo más que Rosas. Noobstante, más que de «optar» podría hablarse de una «necesidad de optar» que se generaliza yque prepara las condiciones de la opción: es como si el discurso convergiera en situaciones en las

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que dos principios antagónicos fatalmente entran en colisión y, en consecuencia, no queda otrasino elegir uno de ellos. Es en ese sentido que el «optar» muestra su carácter de «medio deproducción», ya que, por otra parte, la «opción» no paraliza ni la irrupción de nuevascircunstancias que deben ser tenidas en cuenta (y que crean nuevos antagonismos) ni eldesdoblamiento de los términos que en un momento dado son objeto de opción. Así, si se trata de«civilización» contra «barbarie», se opta por el primero, pero al encarnarse históricamente ambostérminos, y frente a la necesidad de considerar nuevos elementos, nuevas opciones se producen:por Buenos Aires contra Córdoba pero, en la irrupción de elementos de la campaña contra lagran ciudad, por Montevideo contra Buenos Aires; por otro lado, Facundo se enfrenta en primerlugar a Rivadavía y/o a Paz, por quienes se opta, pero al entrar Rosas en la escena, que tambiénes enfrentado a Paz y a Facundo, se opta por Facundo hasta que el mismo Facundo se desdoblaen dos imágenes antagónicas respecto de las cuales también hay una opción.

Me parece que este mecanismo es uno de los más característicos en el Facundo y su empleoes tan frecuente y abundante que diría que llega al mecanismo si consideramos el dibujo de la redque podría trazarse, y extrapolarse aislando todas sus instancias y momentos. Pero red hundidaen un chisporroteo de argumentos y referencias. Por otro lado, no sería difícil señalar sufiliación: procede del viejo maniqueísmo que tuvo en el romanticismo una especie de explosiónde sutileza; en su enrevesamiento, la mecánica de los antagonismos frente a los cuales se debe(categóricamente) optar aparece como una máquina que avanza aplastándolo todo y difundiendouna sensación de conocimiento de la realidad que ahora se nos presenta como muy condicionada,como muy relativa a una determinada conciencia (alimentada en lo más profundo, justamente,por lo que nutre estos medios de producción ideológicos), como pagando un elevado precio a unsistema que para cumplirse necesitó llevar las opciones a niveles dramáticos, históricamentehablando: el constructivismo que posteriormente se manifestó en obras para un país que surgíatiene su cimiento en la opción por seres humanos que lo emprenderán y se beneficiarán con susresultados: burguesía creada casi ex-nihilo necesita de una serie de exterminaciones (opciones)que tal vez haya que poner en la cuenta del proceso histórico (el ingreso en el capitalismo), talvez sean válida y unánimemente objeto de condena.

IV

Estamos sobre el final del prólogo y sus luces murientes. ¿Habré cumplido con las propuestasque lo abrieron? Problema que siempre habría que plantearse aunque las soluciones puedan noser tajantes. A pesar de ello, podría estar en condiciones de estimar que si bien esta «lectura» noes ninguna de las cinco que pude clasificar en la primera parte, tampoco es un «prólogo» talcomo se supone que debe ser; más bien tiene los alcances de un «estudio», un intento depropuesta de otra manera de leer. Pero también en esto hay una relativa violación de uncompromiso: no repetir autoridades, no formular sinopsis de sus argumentos. Debía quizás, deacuerdo a mis propias concepciones, dejar de lado todo un campo de apoyos críticos, peropareciera que eso no es todavía del todo posible, no me es del todo posible. Igualmente, subsiste

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una cuestión principal: si ésta es una lectura aceptablemente diferente, ¿ha cumplido con suexigencia fundamental, a saber: provocar nuevas lecturas, no bloquear las de los otros quepuedan desencadenarse? ¿Habrá logrado, como lectura, garantizar la nueva lectura quesocialmente debe llegar a producirse en virtud de la presunta existencia de posibilidades nuevas ygeneralizadas de lectura?

De todos modos, el «enigma» que implica el Facundo subsiste; en las páginas que precedentraté de devanar sus términos sin la intención de develarlo, o sea de agotarlo. Tuve que sortear latentación de creer que lo estaba haciendo; no obstante, por lo menos evité no de una maneracasual relaciones demasiado precisas entre precisiones ideológicas y enjuiciamientos políticos ohistórico-políticos que suelen darse para confirmación de lectores que necesitan integrar unalectura como esta en su campo de previas convicciones o adhesiones. La historia —o la lectura—sería de este modo menos perturbadora para ellos, podrían permitirse bloquearla y con ellobloquear y aun cancelar sus propias fuerzas productivas. Y, es claro, no se trató de reivindicar untexto denigrado así como tampoco de refutar aquello con que viene de realzado. La historia y laliteratura son muy importantes para la lucha política a condición de que no partan de su descuidoo de su reducción. Por lo tanto, llamar la atención sobre lo que configuró ese texto evidentementesacralizado prescindiendo de la sacralidad, considerar lo que desde ese texto continúa, dejandode lado la mitología de su calidad de ejemplo a seguir, puede implicar para nosotros una aperturaque, en rigor, aporte un fundamento a la lucha cultural, le dé un sustento que casiinvariablemente las lecturas corrientes y el uso que se ha hecho de ellas han coartado, disminuidoy, finalmente, eliminado.

NOÉ JITRIKEl Colegio de México

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CRITERIO DE ESTA EDICIÓN

El 1.º de mayo de 1845 aparecía en el diario El Progreso de Santiago de Chile el anuncio de laVida de Quiroga. Al día siguiente (2 de mayo de 1845, nº 769) El Progreso inicia la publicaciónen folletín hasta junio; el 21 de julio continúa en suplemento, a causa del cambio de formato delperiódico. También aparece una parte en El Nacional de Montevideo desde octubre de 1845. —Primera edición: Civilización i barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga i aspecto físico,costumbres i ábitos de la República Arjentina. Santiago, Imprenta del Progreso, 1845. 2ª.edición: Civilización i barbarie, vida de Facundo Quiroga, i aspecto físico, costumbres y ábitosde la República Arjentina, seguido de: Apuntes biográficos sobre el jeneral Fray Félix Aldao,por el autor de Argirópolis. —Segunda edición seguida de un examen crítico traducido de laRevista de Ambos Mundos: Santiago de Chile, Imp. de J. Belini Compañía, 1851. Sarmientodedica esta segunda edición a Valentín Alsina y en la carta dirigida a éste —incluida en nuestraedición— explica las modificaciones del texto. Ha suprimido la «Introducción» y los dos últimoscapítulos. —Tercera edición: Facundo; civilización i barbarie en las pampas arjentinas. Cuartaedición en castellano. Nueva York, D. Appleton y Compañía, 1868. Prefacio de la traduccióninglesa de Mrs. Horace Mann; incluye Aldao y El Chacho, último caudillo de la montonera delos llanos. Episodio de 1863. Es ésta la tercera edición de la obra; respecto de la indicación de laportada apunta el profesor Raúl Moglia: «No hay error, como se creía, en esa denominación, sinoredacción deliberada. En un manuscrito de Sarmiento, existente en el Museo Mitre (legajo deSarmiento, carpeta 31) éste habla de la «cuarta edición en prensa», que llama así pues piensa enla edición francesa de 1853» (Moglia, Raúl, en: «Presentacíón» a Facundo o civilización ybarbarie en las pampas argentinas. Fijación del texto, prólogo y apéndices… Buenos Aires,Ediciones Peuser 1955 pág. XIII). Sarmiento suprime en esta edición la dedicatoria y la carta aAlsina. Unas pocas correcciones hechas por el gramático cubano Mantilla, revisor de las pruebasa pedido del autor, diferencian además esta edición de la segunda, cuyas supresiones también semantienen. En 1868 y en Nueva York se edita el Facundo en inglés incluyendo algunos capítulosde Recuerdos de provincia. — Cuarta edición: Facundo o civilización i barbarie en las pampasarjentinas. Cuarta edición en castellano. París, Librería Hachette y Compañía, 1874. Restituye laintroducción y los dos últimos capítulos de la primera edición. El nieto de Sarmiento, AugustoBelin Sarmiento, cuidó la edición. La quinta edición aparece en las Obras completas. Los sietevolúmenes primeros se imprimieron en Chile y estuvieron al cuidado de Luis Montt, hijo delpresidente chileno y amigo de Sarmiento, Manuel Montt. Todos los demás —la edición

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comprende 52 volúmenes y un índice— estuvieron a cargo de Augusto Belin Sarmiento. Elvolumen VII, editado en Santiago de Chile, es de 1888 y lleva como título Civilización ybarbarie. Contiene además El general Fray Félix Aldao y El Chacho, último caudillo de lamontonera de los llanos. En 1889 se edita en Buenos Aires este volumen VII, idéntico al anterior(Buenos Aires, Edición de Félix Lajouane, 1889). No es una edición recomendable, ya que LuisMontt no tuvo en cuenta las correcciones de Sarmiento a la segunda, tercera y cuarta edición.

Entre las ediciones actuales citaremos las siguientes:1: Facundo, Edición crítica y documentada. Prólogo de Alberto Palcos. La Plata (Argentina),

Universidad Nacional, 1938. 2: Facundo. Prólogo y notas del profesor Alberto Palcos. Reediciónampliada de la edición crítica y documentada que publicó la Universidad Nacional de La Plata.Buenos Aires, Ediciones Culturales Argentinas, Ministerio de Educación y Justicia, DirecciónGeneral de Cultura, 1961. (Ninguna de estas dos ediciones registra las variantes textuales.Conservan la grafía y la puntuación original de Sarmiento. Se basan en la cuarta edición). 3:Facundo; o civilización y barbarie en las pampas argentinas. Fijación del texto, prólogo yapéndices de Raúl Moglia. Xilografías de Nicasio. Buenos Aires, Ediciones Peuser, 1955. Sebasa también en el texto de la cuarta edición. Moderniza la grafía y la puntuación. Ésta es laúnica edición que anota las variantes textuales. 4: Facundo. Edición anotada por la profesoraDelia S. Etcheverry. Precedida de un estudio de la señora Inés Cárdenas de Monner Sans.Buenos Aires, Ediciones Estrada, 1940.

Traducciones del Facundo realizadas en vida de Sarmiento:— Facundo. Civilisation et barbarie. El 15 de noviembre de 1846, con este título, y el 15 de

mayo de 1852, con el de Le socialisme dans l’Amérique du Sud, Charles de Mazade comenta ytranscribe pasajes de la obra en la Revue des Deux Mondes. En París se tradujeron algunoscapítulos en L’Investigateur, journal de l’lnstitut Historique, en los años 1850 y 1851. —Civilisation et barbarie. Moeurs, coutumes, caractères des peuples argentins. Facundo Quirogaet Aldao. Traduit de l’espagnol et enrichi de notes par A. Giraud. París, Arthus Bertrand, 1853.— Life in the Argentine Republic in the Days of the Tyrant or Civilization and Barbarism. NewYork, Hurd and Houghton, 1868. Traducción de Mary Mann. — Facundo o civilità e barbarie.Versione all’italiano di F. Fontana de Phillippis, Milano, 1881.

Para el texto se sigue aquí la edición del Facundo publicada por la Universidad Nacional deLa Plata bajo la dirección de Alberto Palcos, con la salvedad de que hemos modernizado la grafía—muy personal en Sarmiento— y la puntuación.

La presente edición, por otra parte, intenta proporcionar al lector notas adecuadas para ubicary valorar al Facundo en el contexto político e ideológico argentino.

Ese objetivo nos ha llevado a desechar las aclaraciones —por lo general copiosas en lasediciones del Facundo— sobre historia universal o sobre mitología clásica, a menudo retóricas yque nada aportan para la comprensión de la obra. Se insiste, en cambio, en las notas de carácter

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histórico, político, económico, geográfico, social y cultural, importantes, a nuestro juicio, parafacilitar una lectura distanciada, no identificatoria con el texto. Estas notas, con frecuenciaextensas, tratan de brindar aquella información que, además de permitir al lector articular unavisión global de la Argentina de la época, susciten también la discusión o revisión del textosarmientino.

Como Apéndice se incluyen las notas de Alsina al Facundo, que hemos escogido entre lasrectificaciones realizadas al texto en su momento, tanto por la difusión que ellas alcanzaroncomo por ser las únicas que se atuvieron a un criterio orgánico.

Las notas del autor llevan asteriscos, en tanto que las notas críticas van numeradas.

NORA DOTTORI y SUSANA ZANETTI

La cronología de este volumen ha sido revisada y completada por el Departamento Técnicode la Biblioteca Ayacucho.

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F A C U N D O

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Advertencia del autor[1]

Después de terminada la publicación de esta obra, he recibido de varios amigos rectificaciones[2]

de varios hechos referidos en ella. Algunas inexactitudes han debido necesariamente escaparseen un trabajo hecho de prisa, lejos del teatro de los acontecimientos, y sobre un asunto de que nose había escrito nada hasta el presente. Al coordinar entre sí sucesos que han tenido lugar endistintas y remotas provincias, y en épocas diversas, consultando un testigo ocular sobre unpunto, registrando manuscritos formados a la ligera, o apelando a las propias reminiscencias, noes extraño que de vez en cuando el lector argentino eche de menos algo que él conoce, o disientaen cuanto a algún nombre propio, una fecha, cambiados o puestos fuera de lugar.

Pero debo declarar que en los acontecimientos notables a que me refiero, y que sirven debase a las explicaciones que doy, hay una exactitud intachable, de que responderán losdocumentos públicos que sobre ellos existen.

Quizá haya un momento en que, desembarazado de las preocupaciones que han precipitado laredacción de esta obrita, vuelva a refundirla en un plan nuevo[3], desnudándola de toda digresiónaccidental, y apoyándola en numerosos documentos oficiales, a que sólo hago ahora una ligerareferencia.

1845.

On ne tue point les idées.[4]

FORTOUL[5]

A fines del año 1840[6], salía yo de mi patria, desterrado por lástima, estropeado, lleno decardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior en una de esas bacanales sangrientas desoldadesca y mazorqueros[7]. Al pasar por los baños de Zonda, bajo las armas de la patria que endías más alegres había pintado en una sala, escribí con carbón estas palabras:

On ne tue point les idées.

El Gobierno, a quien se comunicó el hecho, mandó una comisión encargada de descifrar eljeroglífico, que se decía contener desahogos innobles, insultos y amenazas. Oída la traducción,«¡y bien! —dijeron—, ¿qué significa esto?…».

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Significaba, simplemente, que venía a Chile, donde la libertad brillaba aún, y que meproponía hacer proyectar los rayos de las luces de su prensa hasta el otro lado de los Andes. Losque conocen mi conducta en Chile saben si he cumplido aquella protesta.

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Introducción[1]

Je demande à l’historien l’amour de l’humanité ou dela liberté; sa justice impartiale ne doit pas êtreimpassible. Il faut, au contraire, qu’il souhaite, qu’ilespère, qu’il souffre, ou soit heureux de ce qu’il raconte.

VILLEMAIN, Cours de littérature.

¡Sombra terrible de Facundo[2], voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentado polvoque cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internas quedesgarran las entrañas de un noble pueblo! Tú posees el secreto: ¡revélanoslo! Diez años aúndespués de tu trágica muerte, el hombre de las ciudades y el gaucho de los llanos argentinos[3], altomar diversos senderos en el desierto[4], decían: «¡No, no ha muerto! ¡Vive aún! ¡Él vendrá!».¡Cierto! Facundo no ha muerto; está vivo en las tradiciones populares, en la política yrevoluciones argentinas; en Rosas, su heredero, su complemento: su alma ha pasado a este otromolde, más acabado, más perfecto; y lo que en él era sólo instinto, iniciación, tendencia,convirtióse en Rosas[5] en sistema, efecto y fin. La naturaleza campestre, colonial y bárbara,cambióse en esta metamorfosis en arte, en sistema y en política regular capaz de presentarse a lafaz del mundo, como el modo de ser de un pueblo encarnado en un hombre, que ha aspirado atomar los aires de un genio que domina los acontecimientos, los hombres y las cosas. Facundo,provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires,sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, yorganiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rivalhoy en la tierra, ¿por qué sus enemigos quieren disputarle el título de Grande que le prodigan suscortesanos? Sí; grande y muy grande es, para gloria y vergüenza de su patria, porque si haencontrado millares de seres degradados que se unzan a su carro para arrastrarlo por encima decadáveres, también se hallan a millares las almas generosas que, en quince años de lid sangrienta,no han desesperado de vencer al monstruo que nos propone el enigma de la organización políticade la República. Un día vendrá, al fin, que lo resuelvan; y la Esfinge Argentina, mitad mujer, por

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lo cobarde, mitad tigre, por lo sanguinario, morirá a sus plantas, dando a la Tebas del Plata elrango elevado que le toca entre las naciones del Nuevo Mundo.

Necesítase, empero, para desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiarprolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman, y buscar en los antecedentesnacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos enque están pegados.

La República Argentina es hoy la sección hispanoamericana que en sus manifestacionesexteriores ha llamado preferentemente la atención de las naciones europeas, que no pocas vecesse han visto envueltas en sus extravíos, o atraídas, como por una vorágine, a acercarse al centroen que remolinean elementos tan contrarios. La Francia estuvo a punto de ceder a esta atracción,y no sin grandes esfuerzos de remo y vela, no sin perder el gobernalle, logró alejarse ymantenerse a la distancia. Sus más hábiles políticos no han alcanzado a comprender nada de loque sus ojos han visto, al echar una mirada precipitada sobre el poder americano que desafiaba ala gran nación. Al ver las lavas ardientes que se revuelcan, se agitan, se chocan bramando en estegran foco de lucha intestina, los que por más avisados se tienen han dicho: «Es un volcánsubalterno, sin nombre, de los muchos que aparecen en la América; pronto se extinguirá»; y hanvuelto a otra parte sus miradas, satisfechos de haber dado una solución tan fácil como exacta delos fenómenos sociales que sólo han visto en grupo y superficialmente. A la América del Sur engeneral, y a la República Argentina sobre todo, le ha hecho falta un Tocqueville[6], que,premunido del conocimiento de las teorías sociales, como el viajero científico de barómetros,octantes y brújulas, viniera a penetrar en el interior de nuestra vida política, como en un campovastísimo y aún no explorado ni descrito por la ciencia, y revelase a la Europa, a la Francia, tanávida de fases nuevas en la vida de las diversas porciones de la humanidad, este nuevo modo deser, que no tiene antecedentes bien marcados y conocidos. Hubiérase, entonces, explicado elmisterio de la lucha obstinada que despedaza a aquella República; hubiéranse clasificadodistintamente los elementos contrarios, invencibles, que se chocan; hubiérase asignado su parte ala configuración del terreno y a los hábitos que ella engendra; su parte a las tradiciones españolasy a la conciencia nacional, inicua, plebeya, que han dejado la Inquisición y el absolutismohispano; su parte a la influencia de las ideas opuestas que han trastornado el mundo político; suparte a la barbarie indígena; su parte a la civilización europea; su parte, en fin, a la democraciaconsagrada por la revolución de 1810; a la igualdad, cuyo dogma ha penetrado hasta las capasinferiores de la sociedad. Este estudio que nosotros no estamos aún en estado de hacer pornuestra falta de instrucción filosófica e histórica, hecho por observadores competentes, habríarevelado a los ojos atónitos de la Europa un mundo nuevo en política, una lucha ingenua, francay primitiva entre los últimos progresos del espíritu humano y los rudimentos de la vida salvaje,entre las ciudades populosas y los bosques sombríos. Entonces se habría podido aclarar un pocoel problema de la España, esa rezagada a la Europa, que, echada entre el Mediterráneo y elOcéano, entre la Edad Media y el siglo XIX, unida a la Europa culta por un ancho istmo yseparada del África bárbara por un angosto estrecho, está balanceándose entre dos fuerzasopuestas, ya levantándose en la balanza de los pueblos libres, ya cayendo en la de losdespotizados; ya impía, ya fanática; ora constitucionalista declarada, ora despótica impudente;

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maldiciendo sus cadenas rotas a veces, ya cruzando los brazos, y pidiendo a gritos que leimpongan el yugo, que parece ser su condición y su modo de existir. ¡Qué! ¿El problema de laEspaña europea, no podría resolverse examinando minuciosamente la España americana, comopor la educación y hábitos de los hijos se rastrean las ideas y la moralidad de los padres? ¡Qué!¿No significa nada para la historia y la filosofía esta eterna lucha de los puebloshispanoamericanos, esa falta supina de capacidad política e industrial que los tiene inquietos yrevolviéndose sin norte fijo, sin objeto preciso, sin que sepan por qué no pueden conseguir un díade reposo, ni qué mano enemiga los echa y empuja en el torbellino fatal que los arrastra, mal desu grado y sin que les sea dado sustraerse a su maléfica influencia? ¿No valía la pena de saberpor qué en el Paraguay, tierra desmontada por la mano sabia del jesuitismo, un sabio[7] educadoen las aulas de la antigua Universidad de Córdoba abre una nueva página en la historia de lasaberraciones del espíritu humano, encierra a un pueblo en sus límites de bosques primitivos, y,borrando las sendas que conducen a esta China recóndita, se oculta y esconde durante treintaaños su presa, en las profundidades del continente americano, y sin dejarla lanzar un solo grito,hasta que muerto, él mismo, por la edad y la quieta fatiga de estar inmóvil pisando un suelosumiso, éste puede al fin, con voz extenuada y apenas inteligible, decir a los que vagan por susinmediaciones: ¡vivo aún!, ¡pero cuánto he sufrido!, ¡quantum mutatus ab illo! ¡Quétransformación ha sufrido el Paraguay; qué cardenales y llagas ha dejado el yugo sobre su cuello,que no oponía resistencia! ¿No merece estudio el espectáculo de la República Argentina, que,después de veinte años de convulsión interna, de ensayos de organización de todo género,produce, al fin, del fondo de sus entrañas, de lo íntimo de su corazón, al mismo doctor Francia enla persona de Rosas, pero más grande, más desenvuelto y más hostil, si se puede, a las ideas,costumbres y civilización de los pueblos europeos? ¿No se descubre en él el mismo rencor contrael elemento extranjero, la misma idea de la autoridad del Gobierno, la misma insolencia paradesafiar la reprobación del mundo, con más, su originalidad salvaje, su carácter fríamente feroz ysu voluntad incontrastable, hasta el sacrificio de la patria, como Sagunto y Numancia; hastaabjurar el porvenir y el rango de nación culta, como la España de Felipe II y de Torquemada?¿Es éste un capricho accidental, una desviación mecánica causada por la aparición de la escena,de un genio poderoso; bien así como los planetas se salen de su órbita regular, atraídos por laaproximación de algún otro, pero sin sustraerse del todo a la atracción de su centro de rotación,que luego asume la preponderancia y les hace entrar en la carrera ordinaria? M. Guizot[8] hadicho desde la tribuna francesa: «Hay en América dos partidos: el partido europeo y el partidoamericano; éste es el más fuerte»; y cuando le avisan que los franceses han tomado las armas enMontevideo y han asociado su porvenir, su vida y su bienestar al triunfo del partido europeocivilizado, se contenta con añadir: «Los franceses son muy entrometidos, y comprometen a sunación con los demás gobiernos». ¡Bendito sea Dios! M. Guizot, el historiador de la civilizacióneuropea, el que ha deslindado los elementos nuevos que modificaron la civilización romana yque ha penetrado en el enmarañado laberinto de la Edad Media, para mostrar cómo la naciónfrancesa ha sido el crisol en que se ha estado elaborando, mezclando y refundiendo el espíritumoderno; M. Guizot, ministro del rey de Francia, da por toda solución a esta manifestación desimpatías profundas entre los franceses y los enemigos de Rosas: «¡Son muy entrometidos los

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franceses!». Los otros pueblos americanos, que, indiferentes e impasibles, miran esta lucha yestas alianzas de un partido argentino con todo elemento europeo que venga a prestarle su apoyo,exclaman a su vez llenos de indignación: «¡Estos argentinos son muy amigos de los europeos!».Y el tirano de la República Argentina se encarga oficiosamente de completarles la frase,añadiendo: «¡Traidores a la causa americana!». ¡Cierto!, dicen todos; ¡traidores!, ésta es lapalabra. ¡Cierto!, decimos nosotros; ¡traidores a la causa americana, española, absolutista,bárbara! ¿No habéis oído la palabra salvaje, que anda revoloteando sobre nuestras cabezas?

De eso se trata: de ser o no ser salvaje. ¿Rosas, según esto, no es un hecho aislado, unaaberración, una monstruosidad? ¿Es, por el contrario, una manifestación social; es una fórmulade una manera de ser de un pueblo? ¿Para qué os obstináis en combatirlo, pues, si es fatal,forzoso, natural y lógico? ¡Dios mío! ¡Para qué lo combatís!… ¿Acaso porque la empresa esardua, es por eso absurda? ¿Acaso porque el mal principio triunfa, se le ha de abandonarresignadamente el terreno? ¿Acaso la civilización y la libertad son débiles hoy en el mundo,porque la Italia gima bajo el peso de todos los despotismos, porque la Polonia ande errante sobrela tierra mendigando un poco de pan y un poco de libertad? ¡Por qué lo combatís!… ¿Acaso noestamos vivos los que después de tantos desastres sobrevivimos aún; o hemos perdido nuestraconciencia de lo justo y del porvenir de la patria, porque, hemos perdido algunas batallas? ¡Qué!,¿se quedan también las ideas entre los despojos de los combates? ¿Somos dueños de hacer otracosa que lo que hacemos, ni más ni menos como Rosas no puede dejar de ser lo que es? ¿No haynada de providencial en estas luchas de los pueblos? ¿Concedióse jamás el triunfo a quien nosabe perseverar? Por otra parte, ¿hemos de abandonar un suelo de los más privilegiados de laAmérica a las devastaciones de la barbarie, mantener cien ríos navegables[9], abandonados a lasaves acuáticas que están en quieta posesión de surcarlos ellas solas ab initio?

¿Hemos de cerrar voluntariamente la puerta a la inmigración europea[10] que llama congolpes repetidos para poblar nuestros desiertos, y hacernos, a la sombra de nuestro pabellón,pueblo innumerable como las arenas del mar? ¿Hemos de dejar, ilusorios y vanos, los sueños dedesenvolvimiento, de poder y de gloria, con que nos han mecido desde la infancia, lospronósticos que con envidia nos dirigen los que en Europa estudian las necesidades de lahumanidad? Después de la Europa, ¿hay otro mundo cristiano civilizable y desierto que laAmérica? ¿Hay en la América muchos pueblos que estén, como el argentino, llamados, por lopronto, a recibir la población europea que desborda como el líquido en un vaso? ¿No queréis, enfin, que vayamos a invocar la ciencia y la industria en nuestro auxilio, a llamarlas con todasnuestras fuerzas, para que vengan a sentarse en medio de nosotros, libre la una de toda trabapuesta al pensamiento, segura la otra de toda violencia y de toda coacción? ¡Oh! ¡Este porvenirno se renuncia así no más! No se renuncia porque un ejército de 20.000 hombres guarde laentrada de la patria: los soldados mueren en los combates, desertan o cambian de bandera. No serenuncia porque la fortuna haya favorecido a un tirano durante largos y pesados años: la fortunaes ciega, y un día que no acierte a encontrar a su favorito, entre el humo denso y la polvaredasofocante de los combates, ¡adiós tirano!; ¡adiós tiranía! No se renuncia porque todas las brutalese ignorantes tradiciones coloniales hayan podido más, en un momento de extravío, en el ánimode masas inexpertas: las convulsiones políticas traen también la experiencia y la luz, y es ley de

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la humanidad que los intereses nuevos, las ideas fecundas, el progreso, triunfen al fin de lastradiciones envejecidas, de los hábitos ignorantes y de las preocupaciones estacionarias. No serenuncia porque en un pueblo haya millares de hombres candorosos que toman el bien por elmal, egoístas que sacan de él su provecho, indiferentes que lo ven sin interesarse, tímidos que nose atreven a combatirlo, corrompidos, en fin, que no conociéndolo se entregan a él porinclinación al mal, por depravación: siempre ha habido en los pueblos todo esto, y nunca el malha triunfado definitivamente. No se renuncia porque los demás pueblos americanos no puedanprestarnos su ayuda; porque los gobiernos no ven de lejos sino el brillo del poder organizado, yno distinguen en la oscuridad humilde y desamparada de las revoluciones los elementos grandesque están forcejeando por desenvolverse; porque la oposición pretendida liberal abjure de susprincipios, imponga silencio a su conciencia, y por aplastar bajo su pie un insecto que laimportuna, huelle la noble planta a que ese insecto se apegaba. No se renuncia porque lospueblos en masa nos den la espalda a causa de que nuestras miserias y nuestras grandezas estándemasiado lejos de su vista para que alcancen a conmoverlos. ¡No!; no se renuncia a un porvenirtan inmenso, a una misión tan elevada, por ese cúmulo de contradicciones y dificultades: ¡lasdificultades se vencen, las contradicciones se acaban a fuerza de contradecirlas!

Desde Chile, nosotros nada podemos dar a los que perseveran en la lucha bajo todos losrigores de las privaciones, y con la cuchilla exterminadora, que, como la espada de Damocles,pende a todas horas sobre sus cabezas. ¡Nada!, excepto ideas, excepto consuelos, exceptoestímulos; arma ninguna no es dado llevar a los combatientes, si no es la que la prensa libre deChile suministra a todos los hombres libres. ¡La prensa!, ¡la prensa![11] He aquí, tirano, elenemigo que sofocaste entre nosotros. He aquí el vellocino de oro que tratamos de conquistar.He aquí cómo la prensa de Francia, Inglaterra, Brasil, Montevideo, Chile y Corrientes va a turbartu sueño en medio del silencio sepulcral de tus víctimas: he aquí que te has visto compelido arobar el don de lenguas[12] para paliar el mal, don que sólo fue dado para predicar el bien. Heaquí que desciendes a justificarte, y que vas por todos los pueblos europeos y americanosmendigando una pluma venal y fratricida, para que por medio de la prensa defienda al que la haencadenado! ¿Por qué no permites en tu patria la discusión que mantienes en todos los otrospueblos? ¿Para qué, pues, tantos millares de víctimas sacrificadas por el puñal; para qué tantasbatallas, si al cabo habías de concluir por la pacífica discusión de la prensa?

El que haya leído las páginas que preceden creerá que es mi ánimo trazar un cuadroapasionado de los actos de barbarie que han deshonrado el nombre de don Juan Manuel deRosas. Que se tranquilicen los que abriguen este temor. Aún no se ha formado la última páginade esta biografía inmoral; aún no está llena la medida; los días de su héroe no han sido contadosaún. Por otra parte, las pasiones que subleva entre sus enemigos son demasiado rencorosas aún,para que pudieran ellos mismos poner fe en su imparcialidad o en su justicia. Es de otropersonaje de quien debo ocuparme: Facundo Quiroga es el caudillo cuyos hechos quieroconsignar en el papel.

Diez años ha que la tierra pesa sobre sus cenizas, y muy cruel y emponzoñada debiera

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mostrarse la calumnia que fuera a cavar los sepulcros en busca de víctimas. ¿Quién lanzó la balaoficial[13] que detuvo su carrera? ¿Partió de Buenos Aires o de Córdoba?[14] La historia explicaráeste arcano. Facundo Quiroga, empero, es el tipo más ingenuo del carácter de la guerra civil de laRepública Argentina; es la figura más americana que la revolución presenta. Facundo Quirogaenlaza y eslabona todos los elementos de desorden que hasta antes de su aparición estabanagitándose aisladamente en cada provincia; él hace de la guerra local, la guerra nacional,argentina, y presenta triunfante, al fin de diez años de trabajos, de devastaciones y de combates,el resultado de que sólo supo aprovecharse el que lo asesinó.

He creído explicar la revolución argentina con la biografía de Juan Facundo Quiroga, porquecreo que él explica suficientemente una de las tendencias, una de las dos fases diversas queluchan en el seno de aquella sociedad singular.

He evocado, pues, mis recuerdos, y buscado para completarlos los detalles que han podidosuministrarme hombres que lo conocieron en su infancia, que fueron sus partidarios o susenemigos, que han visto con sus ojos unos hechos, oído otros, y tenido conocimiento exacto deuna época o de una situación particular. Aún espero más datos de los que poseo, que ya sonnumerosos. Si algunas inexactitudes se me escapan, ruego a los que las adviertan que me lascomuniquen; porque en Facundo Quiroga no veo un caudillo simplemente, sino unamanifestación de la vida argentina[15], tal como la han hecho la colonización y las peculiaridadesdel terreno, a lo cual creo necesario consagrar una seria atención, porque sin esto la vida yhechos de Facundo Quiroga son vulgaridades que no merecerían entrar, sino episódicamente, enel dominio de la historia. Pero Facundo, en relación con la fisonomía de la naturalezagrandiosamente salvaje que prevalece en la inmensa extensión de la República Argentina;Facundo, expresión fiel de una manera de ser de un pueblo, de sus preocupaciones e instintos;Facundo, en fin, siendo lo que fue, no por un accidente de su carácter, sino por antecedentesinevitables y ajenos de su voluntad, es el personaje histórico más singular, más notable, quepuede presentarse a la contemplación de los hombres que comprenden que un caudillo queencabeza un gran movimiento social no es más que el espejo en que se reflejan, en dimensionescolosales, las creencias, las necesidades, preocupaciones y hábitos de una nación en una épocadada de su historia. Alejandro es la pintura, el reflejo de la Grecia guerrera, literaria, política yartística; de la Grecia escéptica, filosófica y emprendedora, que se derrama sobre el Asia, paraextender la esfera de su acción civilizadora.

Por esto nos es necesario detenernos en los detalles de la vida interior del pueblo argentino,para comprender su ideal, su personificación.

Sin estos antecedentes, nadie comprenderá a Facundo Quiroga, como nadie, a mi juicio, hacomprendido, todavía, al inmortal Bolívar[16], por la incompetencia de los biógrafos que hantrazado el cuadro de su vida. En la Enciclopedia Nueva he leído un brillante trabajo sobre elgeneral Bolívar, en el que se hace a aquel caudillo americano toda la justicia que merece por sustalentos y por su genio; pero en esta biografía, como en todas las otras que de él se han escrito,he visto al general europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleón menos colosal; pero no hevisto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de laEuropa, y nada que me revele la América.

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Colombia tiene llanos, vida pastoril, vida bárbara, americana pura, y de ahí partió el granBolívar; de aquel barro hizo su glorioso edificio. ¿Cómo es, pues, que su biografía lo asemeja acualquier general europeo de esclarecidas prendas? Es que las preocupaciones clásicas europeasdel escritor desfiguran al héroe, a quien quitan el poncho[17] para presentarlo desde el primer díacon el frac, ni más ni menos como los litógrafos de Buenos Aires han pintado a Facundo concasaca de solapas, creyendo impropia su chaqueta, que nunca abandonó. Bien: han hecho ungeneral, pero Facundo desaparece. La guerra de Bolívar pueden estudiarla en Francia en la de loschouanes: Bolívar es un Charette de más anchas dimensiones. Si los españoles hubieranpenetrado en la República Argentina el año 11, acaso nuestro Bolívar habría sido Artigas[18], sieste caudillo hubiese sido tan pródigamente dotado por la naturaleza y la educación.

La manera de tratar la historia de Bolívar, de los escritores europeos y americanos, convienea San Martín y a otros de su clase. San Martín no fue caudillo popular; era realmente un general.Habíase educado en Europa y llegó a América, donde el Gobierno era el revolucionario, y podíaformar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo y dar batallas regulares, según las reglas dela ciencia. Su expedición sobre Chile es una conquista en regla, como la de Italia por Napoleón.Pero si San Martín hubiese tenido que encabezar montoneras, ser vencido aquí, para ir a reunirun grupo de llaneros por allá, lo habrían colgado a su segunda tentativa.

El drama de Bolívar se compone, pues, de otros elementos de los que hasta hoy conocemos:es preciso poner antes las decoraciones y los trajes americanos, para mostrar enseguida elpersonaje. Bolívar es, todavía, un cuento forjado sobre datos ciertos: Bolívar, el verdaderoBolívar, no lo conoce aún el mundo, y es muy probable que, cuando lo traduzcan a su idiomanatal, aparezca más sorprendente y más grande aún.

Razones de este género me han movido a dividir este precipitado trabajo en dos partes: launa, en que trazo el terreno, el paisaje, el teatro sobre que va a representarse la escena; la otra enque aparece el personaje, con su traje, sus ideas, su sistema de obrar; de manera que la primeraesté ya revelando a la segunda, sin necesidad de comentarios ni explicaciones.

Señor don Valentín Alsina:[19]

Conságrole, mi caro amigo, estas páginas que vuelven a ver la luz pública, menos por lo queellas valen, que por el conato de usted de amenguar con sus notas[20] los muchos lunares queafeaban la primera edición. Ensayo y revelación, para mí mismo, de mis ideas, el Facundoadoleció de los defectos de todo fruto de la inspiración del momento, sin el auxilio dedocumentos a la mano, y ejecutada no bien era concebida, lejos del teatro de los sucesos y conpropósitos de acción inmediata y militante. Tal como él era, mi pobre librejo ha tenido la fortunade hallar en aquella tierra, cerrada a la verdad y a la discusión, lectores apasionados, y de manoen mano, deslizándose furtivamente, guardado en algún secreto escondite, para hacer alto en susperegrinaciones, emprender largos viajes, y ejemplares por centenas llegar, ajados ydespachurrados de puro leídos, hasta Buenos Aires, a las oficinas del pobre tirano[21], a loscampamentos del soldado y a la cabaña del gaucho, hasta hacerse él mismo, en las hablillaspopulares, un mito como su héroe.

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He usado con parsimonia de sus preciosas notas, guardando las más substanciales paratiempos mejores y más meditados trabajos, temeroso de que por retocar obra tan informedesapareciese su fisonomía primitiva y la lozana y voluntariosa audacia de la mal disciplinadaconcepción.

Este libro, como tantos otros que la lucha de la libertad ha hecho nacer, irá bien pronto aconfundirse en el fárrago inmenso de materiales, de cuyo caos discordante saldrá un día,depurada de todo resabio, la historia de nuestra patria, el drama más fecundo en lecciones, másrico en peripecias y más vivaz que la dura y penosa transformación americana ha presentado.¡Feliz yo, si, como lo deseo, puedo un día consagrarme con éxito a tarea tan grande! Echaría alfuego, entonces, de buena gana, cuantas páginas precipitadas he dejado escapar en el combate enque usted y tantos otros valientes escritores han cogido los más frescos laureles, hiriendo de máscerca, y con armas mejor templadas, al poderoso tirano de nuestra patria.

He suprimido[22] la introducción como inútil, y los dos capítulos últimos como ociosos hoy,recordando una indicación de usted, en 1846, en Montevideo, en que me insinuaba que el libroestaba terminado en la muerte de Quiroga.

Tengo una ambición literaria, mi caro amigo, y a satisfacerla consagro muchas vigilias,investigaciones prolijas y estudios meditados. Facundo murió corporalmente en Barranca-Yaco;pero su nombre en la Historia podía escaparse y sobrevivir algunos años, sin castigo ejemplarcomo era merecido. La justicia de la Historia ha caído, ya, sobre él, y el reposo de su tumba,guárdanlo la supresión de su nombre y el desprecio de los pueblos. Sería agraviar a la Historiaescribir la vida de Rosas[23], y humillar a nuestra patria, recordarla, después de rehabilitada, lasdegradaciones por que ha pasado. Pero hay otros pueblos y otros hombres que no deben quedarsin humillación y sin ser aleccionados. ¡Oh! La Francia, tan justamente erguida por su suficienciaen las ciencias históricas, políticas y sociales; la Inglaterra, tan contemplativa de sus interesescomerciales; aquellos políticos de todos los países, aquellos escritores que se precian deentendidos, si un pobre narrador americano se presentase ante ellos como un libro, paramostrarles, como Dios muestra las cosas que llamamos evidentes, que se han prosternado ante unfantasma, que han contemporizado con una sombra impotente, que han acatado un montón debasura, llamando a la estupidez energía; a la ceguedad, talento; virtud a la crápula e intriga, ydiplomacia a los más groseros ardides; si pudiera hacerse esto, como es posible hacerlo, conunción en las palabras, con intachable imparcialidad en la justipreciación de los hechos, conexposición lucida y animada, con elevación de sentimientos y con conocimiento profundo de losintereses de los pueblos y presentimiento, fundado en deducción lógica, de los bienes quesofocaron con sus errores y de los males que desarrollaron en nuestro país e hicieron desbordarsobre otros…, ¿no siente usted que el que tal hiciera podría presentarse en Europa con su libro enla mano, y decir a la Francia y a la Inglaterra, a la Monarquía y a la República, a Palmerston y aGuizot, a Luis Felipe y a Luis Napoleón, al Times y a la Presse[24]: «¡Leed, miserables, yhumillaos! ¡He ahí vuestro hombre!», y hacer efectivo aquel ecce homo, tan mal señalado por lospoderosos, al desprecio y al asco de los pueblos!

La historia de la tiranía de Rosas es la más solemne, la más sublime y la más triste página dela especie humana, tanto para los pueblos que de ella han sido víctimas como para las naciones,

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gobiernos y políticos europeos o americanos que han sido actores en el drama o testigosinteresados.

Los hechos están ahí consignados, clasificados, probados, documentados; fáltales, empero, elhilo que ha de ligarlos en un solo hecho, el soplo de vida que ha de hacerlos enderezarse todos aun tiempo a la vista del espectador y convertirlos en cuadro vivo, con primeros planos palpablesy lontananzas necesarias; fáltale el colorido que dan el paisaje, los rayos del sol de la patria;fáltale la evidencia que trae la estadística, que cuenta las cifras, que impone silencio a losfraseadores presuntuosos y hace enmudecer a los poderosos impudentes. Fáltame, paraintentarlo, interrogar el suelo y visitar los lugares de la escena, oír las revelaciones de loscómplices, las deposiciones de las víctimas, los recuerdos de los ancianos, las doloridasnarraciones de las madres, que ven con el corazón; fáltame escuchar el eco confuso del pueblo,que ha visto y no ha comprendido, que ha sido verdugo y víctima, testigo y actor; falta lamadurez del hecho cumplido y el paso de una época a otra, el cambio de los destinos de lanación, para volver, con fruto, los ojos hacia atrás, haciendo de la historia ejemplo y novenganza.

Imagínese usted, mi caro amigo, si codiciando para mí este tesoro, prestaré grande atención alos defectos e inexactitudes de la vida de Juan Facundo Quiroga ni de nada de cuanto heabandonado a la publicidad. Hay una justicia ejemplar que hacer y una gloria que adquirir comoescritor argentino: fustigar al mundo y humillar la soberbia de los grandes de la tierra, llámensesabios o gobiernos. Si fuera rico, fundara un premio Monthion para aquel que lo consiguiera.

Envíole, pues, el Facundo sin otras atenuaciones, y hágalo que continúe la obra derehabilitación de lo justo y de lo digno que tuvo en mira al principio. Tenemos lo que Diosconcede a los que sufren: años por delante y esperanzas; tengo yo un átomo de lo que a usted y aRosas, a la virtud y al crimen, concede a veces: perseverancia. Perseveremos, amigo: muramos,usted ahí, yo acá; pero que ningún acto, ninguna palabra nuestra revele que tenemos laconciencia de nuestra debilidad y de que nos amenazan para hoy o para mañana tribulaciones ypeligros.

DOMINGO F. SARMIENTO

Yungay, 7 de abril de 1851.

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1. Aspecto físico de la República Argentina y caracteres, hábitose ideas que engendra.

L’étendue des Pampas est si prodigieuse, qu’au nordelles sont bornées par des bosquets de palmiers, et aumidi par des neiges éternelles.

HEAD[1]

El continente americano termina al sur en una punta, en cuya extremidad se forma elEstrecho de Magallanes. Al oeste, y a corta distancia del Pacífico, se extienden, paralelos a lacosta, los Andes chilenos. La tierra que queda al oriente de aquella cadena de montañas y aloccidente del Atlántico, siguiendo el Río de la Plata hacia el interior por el Uruguay arriba, es elterritorio que se llamó Provincias Unidas del Río de la Plata[2], y en el que aún se derrama sangrepor denominarlo República Argentina o Confederación Argentina. Al norte están el Paraguay, elGran Chaco y Bolivia, sus límites presuntos.

La inmensa extensión de país que está en sus extremos es enteramente despoblada[3], y ríosnavegables posee que no ha surcado aún el frágil barquichuelo. El mal que aqueja a la RepúblicaArgentina es la extensión[4]: el desierto la rodea por todas partes, y se le insinúa en las entrañas;la soledad, el despoblado sin una habitación humana, son, por lo general, los límitesincuestionables entre unas y otras provincias. Allí, la inmensidad por todas partes: inmensa lallanura, inmensos los bosques, inmensos los ríos, el horizonte siempre incierto, siempreconfundiéndose con la tierra, entre celajes y vapores tenues, que no dejan, en la lejanaperspectiva, señalar el punto en que el mundo acaba y principia el cielo. Al sur y al norte,acéchanla los salvajes, que aguardan las noches de luna para caer, cual enjambre de hienas, sobrelos ganados que pacen en los campos y sobre las indefensas poblaciones. En la solitaria caravanade carretas que atraviesa pesadamente las pampas, y que se detiene a reposar por momentos, la

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tripulación, reunida en torno del escaso fuego, vuelve maquinalmente la vista hacia el sur, al másligero susurro del viento que agita las yerbas secas, para hundir sus miradas en las tinieblasprofundas de la noche, en busca de los bultos siniestros de la horda salvaje que puede, de unmomento a otro, sorprenderla desapercibida. Si el oído no escucha rumor alguno, si la vista noalcanza a calar el velo oscuro que cubre la callada soledad, vuelve sus miradas, paratranquilizarse del todo, a las orejas de algún caballo que está inmediato al fogón, para observar siestán inmóviles y negligentemente inclinadas hacia atrás. Entonces continúa la conversacióninterrumpida, o lleva a la boca el tasajo de carne[5], medio sollamado, de que se alimenta. Si noes la proximidad del salvaje lo que inquieta al hombre del campo, es el temor de un tigre que loacecha, de una víbora que no puede pisar. Esta inseguridad de la vida, que es habitual ypermanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino, cierta resignaciónestoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los percances inseparables de la vida, unamanera de morir como cualquiera otra, y puede, quizá, explicar, en parte, la indiferencia con quedan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven impresiones profundas y duraderas.

La parte habitada de este país privilegiado en dones, y que encierra todos los climas, puededividirse en tres fisonomías distintas, que imprimen a la población condiciones diversas, según lamanera como tiene que entenderse con la naturaleza que la rodea. Al norte, confundiéndose conel Chaco, un espeso bosque cubre, con su impenetrable ramaje, extensiones que llamaríamosinauditas, si en formas colosales hubiese nada inaudito en toda la extensión de la América. Alcentro, y en una zona paralela, se disputan largo tiempo el terreno, la pampa y la selva; dominaen partes el bosque, se degrada en matorrales enfermizos y espinosos; preséntase de nuevo laselva, a merced de algún río que la favorece, hasta que, al fin, al sur, triunfa la pampa y ostentasu lisa y velluda frente, infinita, sin límite conocido, sin accidente notable; es la imagen del maren la tierra, la tierra como en el mapa; la tierra aguardando todavía que se la mande producir lasplantas y toda clase de simiente.

Pudiera señalarse, como un rasgo notable de la fisonomía de este país, la aglomeración deríos navegables que al este se dan cita de todos los rumbos del horizonte, para reunirse en elPlata[6] y presentar, dignamente, su estupendo tributo al océano, que lo recibe en sus flancos, nosin muestras visibles de turbación y de respeto. Pero estos inmensos canales excavados por lasolícita mano de la naturaleza no introducen cambio ninguno en las costumbres nacionales. Elhijo de los aventureros españoles que colonizaron el país, detesta la navegación, y se consideracomo aprisionado en los estrechos límites del bote o de la lancha. Cuando un gran río le ataja elpaso, se desnuda tranquilamente, apresta su caballo y lo endilga nadando a algún islote que sedivisa a lo lejos; arribado a él, descansan caballo y caballero, y de islote en islote se completa, alfin, la travesía.

De este modo, el favor más grande que la Providencia depara a un pueblo, el gauchoargentino[7] lo desdeña, viendo en él, más bien, un obstáculo opuesto a sus movimientos, que elmedio más poderoso de facilitarlos: de este modo, la fuente del engrandecimiento de lasnaciones, lo que hizo la celebridad remotísima del Egipto, lo que engrandeció a la Holanda y esla causa del rápido desenvolvimiento de Norteamérica, la navegación de los ríos o lacanalización, es un elemento muerto, inexplotado por el habitante de las márgenes del Bermejo,

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Pilcomayo, Paraná, Paraguay y Uruguay. Desde el Plata, remontan aguas arriba algunasnavecillas tripuladas por italianos y carcamanes[8]; pero el movimiento sube unas cuantas leguasy cesa casi de todo punto. No fue dado a los españoles el instinto de la navegación, que poseenen tan alto grado los sajones del norte. Otro espíritu se necesita que agite esas arterias, en quehoy se estancan los fluidos vivificantes de una nación. De todos estos ríos que debieran llevar lacivilización, el poder y la riqueza, hasta las profundidades más recónditas del continente y hacerde Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes, Córdoba, Salta, Tucumán y Jujuy, otros tantos pueblosnadando en riqueza y rebosando población y cultura, sólo uno hay que es fecundo en beneficiopara los que moran en sus riberas: el Plata, que los resume a todos juntos.

En su embocadura están situadas dos ciudades: Montevideo y Buenos Aires, cosechando hoy,alternativamente, las ventajas de su envidiable posición. Buenos Aires está llamada a ser, un día,la ciudad más gigantesca de ambas Américas. Bajo un clima benigno, señora de la navegación decien ríos que fluyen a sus pies, reclinada muellemente sobre un inmenso territorio, y con treceprovincias interiores que no conocen otra salida para sus productos, fuera ya la Babiloniaamericana, si el espíritu de la pampa no hubiese soplado sobre ella y si no ahogase en sus fuentesel tributo de riqueza que los ríos y las provincias tienen que llevarle siempre. Ella sola, en lavasta extensión argentina, está en contacto con las naciones europeas; ella sola explota lasventajas del comercio extranjero; ella sola tiene poder y rentas[9]. En vano le han pedido lasprovincias que les deje pasar un poco de civilización de industria y de población europea: unapolítica estúpida y colonial se hizo sorda a estos clamores. Pero las provincias se vengaronmandándole en Rosas, mucho y demasiado de la barbarie que a ellas les sobraba.

Harto caro la han pagado los que decían: «La República Argentina acaba en el Arroyo delMedio.»[10] Ahora llega desde los Andes hasta el mar: la barbarie y la violencia bajaron a BuenosAires, más allá del nivel de las provincias. No hay que quejarse de Buenos Aires, que es grande ylo será más, porque así le cupo en suerte. Debiéramos quejarnos, antes, de la Providencia, ypedirle que rectifique la configuración de la tierra. No siendo esto posible, demos por bien hecholo que de mano de Maestro está hecho. Quejémonos de la ignorancia de este poder brutal, queesteriliza para sí y para las provincias los dones que natura prodigó al pueblo que extravía.Buenos Aires, en lugar de mandar ahora luces, riqueza y prosperidad al interior, mándale sólocadenas, hordas exterminadoras y tiranuelos subalternos. ¡También se venga del mal que lasprovincias le hicieron con prepararle a Rosas!

He señalado esta circunstancia de la posición monopolizadora de Buenos Aires para mostrarque hay una organización del suelo, tan central y unitaria en aquel país, que aunque Rosashubiera gritado de buena fe: «¡Federación o muerte!», habría concluido por el sistemaunitario[11] que hoy ha establecido. Nosotros, empero, queríamos la unidad en la civilización y enla libertad, y se nos ha dado la unidad en la barbarie y en la esclavitud. Pero otro tiempo vendráen que las cosas entren en su cauce ordinario. Lo que por ahora interesa conocer, es que losprogresos de la civilización se acumulan en Buenos Aires solo: la pampa es un malísimoconductor para llevarla y distribuirla en las provincias, y ya veremos lo que de aquí resulta. Perosobre todos estos accidentes peculiares a ciertas partes de aquel territorio predomina unafacción[12] general, uniforme y constante; ya sea que la tierra esté cubierta de la lujosa y colosal

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vegetación de los trópicos, ya sea que arbustos enfermizos, espinosos y desapacibles revelen laescasa porción de humedad que les da vida; ya, en fin, que la pampa ostente su despejada ymonótona faz, la superficie de la tierra es generalmente llana y unida, sin que basten ainterrumpir esta continuidad sin límites las tierras de San Luis y Córdoba en el centro, y algunasramificaciones avanzadas de los Andes, al norte. Nuevo elemento de unidad para la nación quepueble, un día, aquellas grandes soledades, pues que es sabido que las montañas que seinterponen entre unos y otros países, y los demás obstáculos naturales, mantienen el aislamientode los pueblos y conservan sus peculiaridades primitivas. Norteamérica está llamada a ser unafederación, menos por la primitiva independencia de las plantaciones que por su anchaexposición al Atlántico y las diversas salidas que al interior dan: el San Lorenzo al norte, elMississipí al sur y las inmensas canalizaciones al centro. La República Argentina es «una eindivisible».

Muchos filósofos han creído, también, que las llanuras preparaban las vías al despotismo, delmismo modo que las montañas prestaban asidero a las resistencias de la libertad. Esta llanura sinlímites[13], que desde Salta a Buenos Aires, y de allí a Mendoza, por una distancia de más desetecientas leguas, permite rodar enormes y pesadas carretas, sin encontrar obstáculo alguno, porcaminos en que la mano del hombre apenas ha necesitado cortar algunos árboles y matorrales,esta llanura constituye uno de los rasgos más notables de la fisonomía interior de la República.Para preparar vías de comunicación, basta sólo el esfuerzo del individuo y los resultados de lanaturaleza bruta; si el arte quisiera prestarle su auxilio, si las fuerzas de la sociedad intentaransuplir la debilidad del individuo, las dimensiones colosales de la obra arredrarían a los másemprendedores, y la incapacidad del esfuerzo lo haría inoportuno. Así, en materia de caminos, lanaturaleza salvaje dará la ley por mucho tiempo, y la acción de la civilización permanecerá débile ineficaz.

Esta extensión de las llanuras imprime, por otra parte, a la vida del interior, cierta tinturaasiática, que no deja de ser bien pronunciada. Muchas veces, al salir la luna tranquila yresplandeciente por entre las yerbas de la tierra, la he saludado maquinalmente con estas palabrasde Volney[14], en su descripción de las Ruinas: La pleine lune, à l’Orient s’élevait sur un fondbleuâtre aux plaines rives de l’Euphrate. Y, en efecto, hay algo en las soledades argentinas quetrae a la memoria las soledades asiáticas; alguna analogía encuentra el espíritu entre la pampa ylas llanuras que median entre el Tigris y el Eúfrates; algún parentesco en la tropa de carretassolitaria que cruza nuestras soledades para llegar, al fin de una marcha de meses, a Buenos Aires,y la caravana de camellos que se dirige hacia Bagdad o Esmirna. Nuestras carretas viajeras sonuna especie de escuadra de pequeños bajeles, cuya gente tiene costumbres, idiomas y vestidospeculiares, que la distinguen de los otros habitantes, como el marino se distingue de los hombresde tierra.

Es el capataz un caudillo, como en Asia, el jefe de la caravana: necesítase, para este destino,una voluntad de hierro, un carácter arrojado hasta la temeridad, para contener la audacia yturbulencia de los filibusteros de tierra, que ha de gobernar y dominar él solo, en el desamparodel desierto. A la menor señal de insubordinación, el capataz enarbola su chicote de fierro ydescarga sobre el insolente golpes que causan contusiones y heridas; si la resistencia se prolonga,

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antes de apelar a las pistolas, cuyo auxilio por lo general desdeña, salta del caballo con elformidable cuchillo en mano, y reivindica, bien pronto, su autoridad, por la superior destreza conque sabe manejarlo. El que muere en estas ejecuciones del capataz no deja derecho a ningúnreclamo, considerándose legítima la autoridad que lo ha asesinado.

Así es como en la vida argentina empieza a establecerse por estas peculiaridades elpredominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte, la autoridad sin límites y sinresponsabilidad de los que mandan, la justicia administrada sin formas y sin debates. La tropa decarretas lleva, además, armamento: un fusil o dos por carreta y, a veces, un cañoncito giratorio enla que va a la delantera. Si los bárbaros la asaltan, forma un círculo, atando unas carretas conotras, y casi siempre resisten victoriosamente a las codicias de los salvajes, ávidos de sangre y depillaje.

La árrea de mulas[15] cae, con frecuencia, indefensa en manos de estos beduinos americanos,y rara vez los troperos escapan de ser degollados. En estos largos viajes, el proletario argentinoadquiere el hábito de vivir lejos de la sociedad y a luchar individualmente con la naturaleza,endurecido en las privaciones, y sin contar con otros recursos que su capacidad y maña personal,para precaverse de todos los riesgos que le cercan de continuo.

El pueblo que habita estas extensas comarcas se compone de dos razas diversas, que,mezclándose, forman medios tintes imperceptibles, españoles e indígenas. En las campañas deCórdoba y San Luis predomina la raza española pura, y es común encontrar en los campos,pastoreando ovejas, muchachas tan blancas, tan rosadas y hermosas, como querrían serlo laselegantes de una capital. En Santiago del Estero, el grueso de la población campesina habla aúnla quichua, que revela su origen indio. En Corrientes, los campesinos usan un dialecto españolmuy gracioso. —Dame, general, un chiripá[16] —decían a Lavalle[17] sus soldados.

En la campaña de Buenos Aires, se reconoce todavía el soldado andaluz; y en la ciudadpredominan los apellidos extranjeros. La raza negra, casi extinta ya —excepto en Buenos Aires—, ha dejado sus zambos y mulatos, habitantes de las ciudades, eslabón que liga al hombrecivilizado con el palurdo; raza inclinada a la civilización, dotada de talento y de los más bellosinstintos de progresos.

Por lo demás, de la fusión de estas tres familias ha resultado un todo homogéneo, que sedistingue por su amor a la ociosidad e incapacidad industrial, cuando la educación y lasexigencias de una posición social no vienen a ponerle espuela y sacarla de su paso habitual.Mucho debe haber contribuido a producir este resultado desgraciado la incorporación deindígenas que hizo la colonización. Las razas americanas viven en la ociosidad, y se muestranincapaces, aun por medio de la compulsión, para dedicarse a un trabajo duro y seguido. Estosugirió la idea de introducir negros en América, que tan fatales resultados ha producido. Pero nose ha mostrado mejor dotada de acción la raza española, cuando se ha visto en los desiertosamericanos abandonada a sus propios instintos.

Da compasión y vergüenza en la República Argentina comparar la colonia alemana oescocesa del sur de Buenos Aires[18] y la villa que se forma en el interior: en la primera, lascasitas son pintadas; el frente de la casa, siempre aseado, adornado de flores y arbustillosgraciosos; el amueblado, sencillo, pero completo; la vajilla, de cobre o estaño, reluciente

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siempre; la cama, con cortinillas graciosas, y los habitantes, en un movimiento y accióncontinuos. Ordeñando vacas, fabricando mantequilla y quesos, han logrado algunas familiashacer fortunas colosales y retirarse a la ciudad, a gozar de las comodidades.

La villa nacional es el reverso indigno de esta medalla: niños sucios y cubiertos de haraposviven en una jauría de perros; hombres tendidos por el suelo, en la más completa inacción; eldesaseo y la pobreza por todas partes; una mesita y petacas por todo amueblado; ranchosmiserables por habitación, y un aspecto general de barbarie y de incuria los hacen notables.

Esta miseria, que ya va desapareciendo, y que es un accidente de las campañas pastoras,motivó, sin duda, las palabras que el despecho y la humillación de las armas inglesas[19]

arrancaron a Walter Scott: «Las vastas llanuras de Buenos Aires —dice— no están pobladas sinopor cristianos salvajes, conocidos bajo el nombre de guachos (por decir Gauchos), cuyo principalamueblado consiste en cráneos de caballos, cuyo alimento es carne cruda y agua y cuyopasatiempo favorito es reventar caballos en carreras forzadas. Desgraciadamente —añade el buengringo[20]—, prefirieron su independencia nacional a nuestros algodones y muselinas»[*]. ¡Seríabueno proponerle a la Inglaterra, por ver, no más, cuántas varas de lienzo y cuántas piezas demuselina daría por poseer estas llanuras de Buenos Aires!

Por aquella extensión sin límites, tal como la hemos descrito, están esparcidas, aquí y allá,catorce ciudades capitales de provincia, que si hubiéramos de seguir el orden aparente,clasificáramos, por su colocación geográfica: Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes, alas márgenes del Paraná; Mendoza, San Juan, Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy, casi enlínea paralela con los Andes chilenos; Santiago, San Luis y Córdoba, al centro. Pero esta manerade enumerar los pueblos argentinos no conduce a ninguno de los resultados sociales que voysolicitando. La clasificación que hace a mi objeto es la que resulta de los medios de vivir delpueblo de las campañas, que es lo que influye en su carácter y espíritu. Ya he dicho que lavecindad de los ríos no imprime modificación alguna, puesto que no son navegados sino en unaescala insignificante y sin influencia. Ahora, todos los pueblos argentinos, salvo San Juan yMendoza, viven de los productos del pastoreo; Tucumán explota, además, la agricultura; yBuenos Aires, a más de un pastoreo de millones de cabezas de ganado, se entrega a las múltiplesy variadas ocupaciones de la vida civilizada.

Las ciudades argentinas tienen la fisonomía regular de casi todas las ciudades americanas:sus calles cortadas en ángulos rectos, su población diseminada en una ancha superficie, si seexceptúa a Córdoba, que, edificada en corto y limitado recinto, tiene todas las apariencias de unaciudad europea, a que dan mayor realce la multitud de torres y cúpulas de sus numerosos ymagníficos templos. La ciudad es el centro de la civilización argentina, española, europea; allíestán los talleres de las artes, las tiendas del comercio, las escuelas y colegios, los juzgados, todolo que caracteriza, en fin, a los pueblos cultos.

La elegancia en los modales, las comodidades del lujo, los vestidos europeos, el frac y lalevita tiene allí su teatro y su lugar conveniente. No sin objeto hago esta enumeración trivial. Laciudad capital de las provincias pastoras existe algunas veces ella sola, sin ciudades menores, yno falta alguna en que el terreno inculto llegue hasta ligarse con las calles. El desierto lascircunda a más o menos distancia: las cerca, las oprime; la naturaleza salvaje las reduce a unos

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estrechos oasis de civilización, enclavados en un llano inculto, de centenares de millascuadradas, apenas interrumpido por una que otra villa de consideración. Buenos Aires y Córdobason las que mayor número de villas han podido echar sobre la campaña, como otros tantos focosde civilización y de intereses municipales; ya esto es un hecho notable.

El hombre de la ciudad viste el traje europeo, vive de la vida civilizada, tal como laconocemos en todas partes: allí están las leyes, las ideas de progreso, los medios de instrucción,alguna organización municipal, el gobierno regular, etc. Saliendo del recinto de la ciudad, todocambia de aspecto: el hombre de campo lleva otro traje, que llamaré americano, por ser común atodos los pueblos; sus hábitos de vida son diversos; sus necesidades, peculiares y limitadas;parecen dos sociedades distintas, dos pueblos extraños uno de otro. Aún hay más: el hombre dela campaña, lejos de aspirar a semejarse al de la ciudad, rechaza con desdén su lujo y susmodales corteses, y el vestido del ciudadano, el frac, la capa, la silla, ningún signo europeopuede presentarse impunemente en la campaña. Todo lo que hay de civilizado en la ciudad estábloqueado allí, proscripto afuera, y el que osara mostrarse con levita, por ejemplo, y montado ensilla inglesa, atraería sobre sí las burlas y las agresiones brutales de los campesinos.

Estudiemos, ahora, la fisonomía exterior de las extensas campañas que rodean las ciudades ypenetremos en la vida interior de sus habitantes. Ya he dicho que en muchas provincias el límiteforzoso es un desierto intermedio y sin agua. No sucede así, por lo general, con la campaña deuna provincia, en la que reside la mayor parte de su población. La de Córdoba, por ejemplo, quecuenta 160.000 almas, apenas veinte de éstas están dentro del recinto de la aislada ciudad; todo elgrueso de la población está en los campos, que, así como por lo común son llanos, casi por todaspartes son pastosos, ya estén cubiertos de bosques, ya desnudos de vegetación mayor, y enalgunas, con tanta abundancia y de tan exquisita calidad, que el prado artificial no llegaría aaventajarles. Mendoza, y San Juan sobre todo, se exceptúan de esta peculiaridad de la superficieinculta, por lo que sus habitantes viven principalmente de los productos de la agricultura. Entodo lo demás, abundando los pastos, la cría de ganados es no la ocupación de los habitantes,sino su medio de subsistencia. Ya la vida pastoril nos vuelve, impensadamente, a traer a laimaginación el recuerdo del Asia, cuyas llanuras nos imaginamos siempre cubiertas, aquí y allá,de las tiendas del calmuco, del cosaco o del árabe. La vida primitiva de los pueblos, la vidaeminentemente bárbara y estacionaria, la vida de Abraham, que es la del beduino de hoy, asomaen los campos argentinos, aunque modificada por la civilización de un modo extraño.

La tribu árabe, que vaga por las soledades asiáticas, vive reunida bajo el mando de unanciano de la tribu o un jefe guerrero; la sociedad existe, aunque no esté fija en un puntodeterminado de la tierra; las creencias religiosas, las tradiciones inmemoriales, la invariabilidadde las costumbres, el respeto a los ancianos, forman reunidos un código de leyes, de usos y deprácticas de gobierno, que mantiene la moral, tal como la comprenden, el orden y la asociaciónde la tribu. Pero el progreso está sofocado, porque no puede haber progreso sin la posesiónpermanente del suelo, sin la ciudad, que es la que desenvuelve la capacidad industrial del hombrey le permite extender sus adquisiciones.

En las llanuras argentinas no existe la tribu nómade: el pastor posee el suelo con títulos depropiedad; está fijo en un punto, que le pertenece; pero, para ocuparlo, ha sido necesario disolver

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la asociación y derramar las familias sobre una inmensa superficie. Imaginaos una extensión dedos mil leguas cuadradas, cubierta toda de población, pero colocadas las habitaciones a cuatroleguas de distancia unas de otras, a ocho, a veces, a dos, las más cercanas. El desenvolvimientode la propiedad mobiliaria no es imposible; los goces del lujo no son del todo incompatibles coneste aislamiento: puede levantar la fortuna un soberbio edificio en el desierto; pero el estímulofalta, el ejemplo desaparece, la necesidad de manifestarse con dignidad, que se siente en lasciudades, no se hace sentir allí, en el aislamiento y la soledad. Las privaciones indispensablesjustifican la pereza natural, y la frugalidad en los goces trae, enseguida, todas las exterioridadesde la barbarie. La sociedad ha desaparecido completamente; queda sólo la familia feudal, aislada,reconcentrada; y, no habiendo sociedad reunida, toda clase de gobierno se hace imposible: lamunicipalidad no existe, la policía no puede ejercerse y la justicia civil no tiene medios dealcanzar a los delincuentes.

Ignoro si el mundo moderno presenta un género de asociación tan monstruoso como éste. Estodo lo contrario del municipio romano, que reconcentraba en un recinto toda la población, y deallí salía a labrar los campos circunvecinos. Existía, pues, una organización social fuerte, y susbenéficos resultados se hacen sentir hasta hoy y han preparado la civilización moderna. Seasemeja a la antigua sloboda esclavona[21], con la diferencia que aquélla era agrícola, y, portanto, más susceptible de gobierno: el desparramo de la población no era tan extenso como éste.Se diferencia de la tribu nómade en que aquélla anda en sociedad siquiera, ya que no seposesiona del suelo. Es, en fin, algo parecido a la feudalidad de la Edad Media, en que losbarones residían en el campo, y desde allí hostilizaban las ciudades y asolaban las campañas;pero aquí falta el barón y el castillo feudal. Si el poder se levanta en el campo, esmomentáneamente, es democrático: ni se hereda, ni puede conservarse, por falta de montañas yposiciones fuertes. De aquí resulta que aun la tribu salvaje de la pampa está organizada mejorque nuestras campañas para el desarrollo moral.

Pero lo que presenta de notable esta sociedad, en cuanto a su aspecto social, es su afinidadcon la vida antigua, con la vida espartana o romana, si por otra parte no tuviese una desemejanzaradical. El ciudadano libre de Esparta o de Roma echaba sobre sus esclavos el peso de la vidamaterial, el cuidado de proveer a la subsistencia, mientras que él vivía libre de cuidados en elforo, en la plaza pública, ocupándose exclusivamente de los intereses del Estado, de la paz, laguerra, las luchas de partido. El pastoreo proporciona las mismas ventajas, y la funcióninhumana del ilota antiguo la desempeña el ganado. La procreación espontánea forma y acreceindefinidamente la fortuna; la mano del hombre está por demás; su trabajo, su inteligencia, sutiempo, no son necesarios para la conservación y aumento de los medios de vivir. Pero si nada deesto necesita para lo material de la vida, las fuerzas que economiza no puede emplearlas como elromano: fáltale la ciudad, el municipio, la asociación íntima, y, por tanto, fáltale la base de tododesarrollo social; no estando reunidos los estancieros, no tienen necesidades públicas quesatisfacer: en una palabra, no hay res publica.

El progreso moral, la cultura de la inteligencia descuidada en la tribu árabe o tártara, es aquíno sólo descuidada, sino imposible. ¿Dónde colocar la escuela para que asistan a recibirlecciones los niños diseminados a diez leguas de distancia, en todas direcciones? Así, pues, la

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civilización es del todo irrealizable, la barbarie es normal, y gracias, si las costumbres domésticasconservan un corto depósito de moral. La religión sufre las consecuencias de la disolución de lasociedad; el curato es nominal, el púlpito no tiene auditorio, el sacerdote huye de la capillasolitaria o se desmoraliza en la inacción y en la soledad; los vicios, el simoniaquismo, la barbarienormal[*], penetran en su celda y convierten su superioridad moral en elementos de fortuna y deambición, porque, al fin, concluye por hacerse caudillo de partido.

Yo he presenciado una escena campestre digna de los tiempos primitivos del mundo,anteriores a la institución del sacerdocio. Hallábame en 1838 en la sierra de San Luis, en casa deun estanciero, cuyas dos ocupaciones favoritas eran rezar y jugar. Había edificado una capilla enla que, los domingos por la tarde, rezaba él mismo el rosario, para suplir al sacerdote y al oficiodivino de que por años habían carecido. Era aquél un cuadro homérico: el sol llegaba al ocaso;las majadas que volvían al redil, hendían el aire con sus confusos balidos; el dueño de la casa,hombre de sesenta años, de una fisonomía noble, en que la raza europea pura se ostentaba por lablancura del cutis, los ojos azulados, la frente, espaciosa y despejada, hacía coro, a quecontestaban una docena de mujeres y algunos mocetones, cuyos caballos, no bien domados aún,estaban amarrados cerca de la puerta de la capilla. Concluido el rosario, hizo un fervorosoofrecimiento. Jamás he oído voz más llena de unción, fervor más puro, fe más firme, ni oraciónmás bella, más adecuada a las circunstancias, que la que recitó. Pedía en ella, a Dios, lluvia paralos campos, fecundidad para los ganados, paz para la República, seguridad para los caminantes…Yo soy muy propenso a llorar, y aquella vez lloré hasta sollozar, porque el sentimiento religiosose había despertado en mi alma con exaltación y como una sensación desconocida, porque nuncahe visto escena más religiosa; creía estar en los tiempos de Abraham, en su presencia, en la deDios y de la naturaleza que lo revela. La voz de aquel hombre candoroso e inocente me hacíavibrar todas las fibras, y me penetraba hasta la médula de los huesos.

He aquí a lo que está reducida la religión en las campañas pastoras: a la religión natural; elcristianismo existe, como el idioma español, en clase de tradición que se perpetúa, perocorrompido, encarnado en supersticiones groseras, sin instrucción, sin culto y sin convicciones.En casi todas las campañas apartadas de las ciudades ocurre que, cuando llegan comerciantes deSan Juan o de Mendoza, les presentan tres o cuatro niños de meses y de un año para que losbauticen, satisfechos de que, por su buena educación, podrán hacerlo de un modo válido; y no esraro que a la llegada de un sacerdote se le presenten mocetones, que vienen domando un potro, aque les ponga el óleo y administre el bautismo sub conditione.

A falta de todos los medios de civilización y de progreso, que no pueden desenvolverse, sinoa condición de que los hombres estén reunidos en sociedades numerosas, ved la educación delhombre del campo. Las mujeres guardan la casa, preparan la comida, trasquilan las ovejas,ordeñan las vacas, fabrican los quesos y tejen las groseras telas de que se visten: todas lasocupaciones domésticas, todas las industrias caseras las ejerce la mujer: sobre ella pesa casi todoel trabajo; y gracias, si algunos hombres se dedican a cultivar un poco de maíz para el alimentode la familia, pues el pan es inusitado como mantención ordinaria. Los niños ejercitan susfuerzas y se adiestran por placer, en el manejo del lazo[22] y de las bolas[23], con que molestan ypersiguen sin descanso a las terneras y cabras; cuando son jinetes, y esto sucede luego de

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aprender a caminar, sirven a caballo en algunos quehaceres; más tarde, y cuando ya son fuertes,recorren los campos, cayendo y levantando, rodando a designio en las vizcacheras[24], salvandoprecipicios y adiestrándose en el manejo del caballo; cuando la pubertad asoma, se consagran adomar potros salvajes, y la muerte es el castigo menor que les aguarda, si un momento les faltanlas fuerzas o el coraje. Con la juventud primera viene la completa independencia y ladesocupación.

Aquí principia la vida pública, diré, del gaucho, pues que su educación está ya terminada. Espreciso ver a estos españoles, por el idioma únicamente y por las confusas religiosas queconservan, para saber apreciar los caracteres indómitos y altivos, que nacen de esta lucha delhombre aislado, con la naturaleza salvaje, del racional, del bruto; es preciso ver estas carascerradas de barba, estos semblantes graves y serios, como los de los árabes asiáticos, para juzgardel compasivo desdén que les inspira la vista del hombre sedentario de las ciudades, que puedehaber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar un toro bravío y darle muerte; que no sabráproveerse de caballo a campo abierto, a pie y sin el auxilio de nadie; que nunca ha parado untigre, y recibídolo con el puñal en una mano y el poncho envuelto en la otra, para meterle en laboca, mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido a sus pies. Este hábito de triunfar de lasresistencias, de mostrarse siempre superior a la naturaleza, desafiarla y vencerla, desenvuelveprodigiosamente el sentimiento de la importancia individual y de la superioridad. Los argentinos,de cualquier clase que sean, civilizados o ignorantes, tienen una alta conciencia de su valer comonación; todos los demás pueblos americanos les echan en cara esta vanidad, y se muestranofendidos de su presunción y arrogancia. Creo que el cargo no es del todo infundado, y no mepesa de ello. ¡Ay del pueblo que no tiene fe en sí mismo! ¡Para ése no se han hecho las grandescosas! ¿Cuánto no habrá podido contribuir a la independencia de una parte de la América, laarrogancia de estos gauchos argentinos que nada han visto bajo el sol, mejor que ellos, ni elhombre sabio ni el poderoso? El europeo es, para ellos, el último de todos, porque no resiste a unpar de corcovos del caballo[*]. Si el origen de esta vanidad nacional en las clases inferiores esmezquino, no son por eso menos nobles las consecuencias; como no es menos pura el agua de unrío porque nazca de vertientes cenagosas e infectas. Es implacable el odio que les inspiran loshombres cultos, e invencible su disgusto por sus vestidos, usos y maneras. De esta pasta estánamasados los soldados argentinos, y es fácil imaginarse lo que hábitos de este género pueden daren valor y sufrimiento para la guerra. Añádase que, desde la infancia, están habituados a matarlas reses, y que este acto de crueldad necesaria los familiariza con el derramamiento de sangre, yendurece su corazón contra los gemidos de las víctimas.

La vida del campo, pues, ha desenvuelto en el gaucho las facultades físicas, sin ninguna delas de la inteligencia. Su carácter moral se resiente de su hábito de triunfar de los obstáculos y delpoder de la naturaleza: es fuerte, altivo, enérgico. Sin ninguna instrucción, sin necesitarlatampoco, sin medios de subsistencia, como sin necesidades, es feliz en medio de la pobreza y desus privaciones, que no son tales para el que nunca conoció mayores goces, ni extendió más altossus deseos. De manera que si esta disolución de la sociedad radica hondamente la barbarie, por laimposibilidad y la inutilidad de la educación moral e intelectual, no deja, por otra parte, de tenersus atractivos. El gaucho no trabaja; el alimento y el vestido lo encuentra preparado en su casa;

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uno y otro se lo proporcionan sus ganados, si es propietario; la casa del patrón o pariente, si nadaposee. Las atenciones que el ganado exige se reducen a correrías y partidas de placer. Lahierra[26], que es como la vendimia de los agricultores, es una fiesta cuya llegada se recibe contransportes de júbilo: allí es el punto de reunión de todos los hombres de veinte leguas a laredonda; allí, la ostentación de la increíble destreza en el lazo. El gaucho llega a la hierra al pasolento y mesurado de su mejor parejero,[27] que detiene a distancia apartada; y para gozar mejordel espectáculo, cruza la pierna sobre el pescuezo del caballo. Si el entusiasmo lo anima,desciende lentamente del caballo, desarrolla su lazo y lo arroja sobre un toro que pasa, con lavelocidad del rayo, a cuarenta pasos de distancia: lo ha cogido de una uña, que era lo que seproponía, y vuelve tranquilo a enrollar su cuerda.

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2. Originalidad y caracteres argentinos

Ainsi que l’océan, les steppes remplissent l’esprit dusentiment de l’infini.

HUMBOLDT[1]

Si de las condiciones de la vida pastoril, tal como la ha constituido la colonización y laincuria, nacen graves dificultades para una organización política cualquiera y muchas más para eltriunfo de la civilización europea, de sus instituciones, y de la riqueza y libertad, que son susconsecuencias, no puede, por otra parte, negarse que esta situación tiene su costado poético, yfaces dignas de la pluma del romancista. Si un destello de literatura nacional[2] puede brillarmomentáneamente en las nuevas sociedades americanas, es el que resultará de la descripción delas grandiosas escenas naturales, y, sobre todo, de la lucha entre la civilización europea y labarbarie indígena[3], entre la inteligencia y la materia: lucha imponente en América, y que dalugar a escenas tan peculiares, tan características y tan fuera del círculo de ideas en que se haeducado el espíritu europeo, porque los resortes dramáticos se vuelven desconocidos fuera delpaís donde se toman, los usos sorprendentes, y originales los caracteres.

El único romancista norteamericano que haya logrado hacerse un nombre europeo esFenimore Cooper[4], y eso porque transportó la escena de sus descripciones fuera del círculoocupado por los plantadores, al límite entre la vida bárbara y la civilizada, al teatro de la guerraen que las razas indígenas y la raza sajona están combatiendo por la posesión del terreno.

No de otro modo, nuestro joven poeta Echeverría[5] ha logrado llamar la atención del mundoliterario español con su poema titulado La Cautiva. Este bardo argentino dejó a un lado a Dido yArgia, que sus predecesores los Varela[6] trataron con maestría clásica y estro poético, pero sinsuceso y sin consecuencia, porque nada agregaban al caudal de nociones europeas, y volvió susmiradas al desierto, y allá en la inmensidad sin límites, en las soledades en que vaga el salvaje,en la lejana zona de fuego que el viajero ve acercarse cuando los campos se incendian, halló lasinspiraciones que proporciona a la imaginación, el espectáculo de una naturaleza solemne,grandiosa, inconmensurable, callada; y entonces, el eco de sus versos pudo hacerse oír con

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aprobación, aun por la península española.Hay que notar, de paso, un hecho que es muy explicativo de los fenómenos sociales de los

pueblos. Los accidentes de la naturaleza producen costumbres y usos peculiares a estosaccidentes, haciendo que donde estos accidentes se repiten, vuelvan a encontrarse los mismosmedios de parar a ellos, inventados por pueblos distintos. Esto me explica por qué la flecha y elarco se encuentran en todos los pueblos salvajes, cualesquiera que sean su raza, su origen y sucolocación geográfica. Cuando leía en El último de los Mohicanos, de Cooper, que Ojo deHalcón y Uncas habían perdido el rastro de los Mingos en un arroyo, dije para mí: «Van a taparel arroyo». Cuando, en La pradera, el Trampero mantiene la incertidumbre y la agonía, mientrasel fuego los amenaza, un argentino habría aconsejado lo mismo que el Trampero sugiere al fin,que es limpiar un lugar para guarecerse, e incendiar a su vez, para poderse retirar del fuego queinvade, sobre las cenizas del punto que se ha incendiado. Tal es la práctica de los que atraviesanla pampa para salvarse de los incendios del pasto. Cuando los fugitivos de La praderaencuentran un río, y Cooper describe la misteriosa operación del Pawnie con el cuero de búfaloque recoge: «va a hacer la pelota»[7], me dije a mí mismo; lástima es que no haya una mujer quela conduzca, que entre nosotros son las mujeres las que cruzan los ríos con la pelota tomada conlos dientes por un lazo. El procedimiento para asar una cabeza de búfalo en el desierto es elmismo que nosotros usamos para batear una cabeza de vaca o un lomo de ternera. En fin, milotros accidentes que omito prueban la verdad de que modificaciones análogas del suelo traenanálogas costumbres, recursos y expedientes. No es otra la razón de hallar, en Fenimore Cooper,descripciones de usos y costumbres que parecen plagiadas de la pampa; así, hallamos en loshábitos pastoriles de la América, reproducidos hasta los trajes, el semblante grave y hospitalidadárabes.

Existe, pues, un fondo de poesía que nace de los accidentes naturales del país y de lascostumbres excepcionales que engendra. La poesía, para despertarse (porque la poesía es comoel sentimiento religioso, una facultad del espíritu humano), necesita el espectáculo de lo bello,del poder terrible, de la inmensidad, de la extensión, de lo vago, de lo incomprensible, porquesólo donde acaba lo palpable y vulgar empiezan las mentiras de la imaginación, el mundo ideal.Ahora yo pregunto: ¿Qué impresiones ha de dejar en el habitante de la República Argentina elsimple acto de clavar los ojos en el horizonte, y ver…, no ver nada; porque cuanto más hunde losojos en aquel horizonte incierto, vaporoso, indefinido, más se le aleja, más lo fascina, loconfunde y lo sume en la contemplación y la duda? ¿Dónde termina aquel mundo que quiere envano penetrar? ¡No lo sabe! ¿Qué hay más allá de lo que ve? ¡La soledad, el peligro, el salvaje, lamuerte! He aquí ya la poesía: el hombre que se mueve en estas escenas se siente asaltado detemores e incertidumbres fantásticas, de sueños que le preocupan despierto.

De aquí resulta que el pueblo argentino es poeta por carácter, por naturaleza. ¿Ni cómo ha dedejar de serlo, cuando en medio de una tarde serena y apacible una nube torva y negra se levantasin saber de dónde, se extiende sobre el cielo, mientras se cruzan dos palabras, y de repente, elestampido del trueno anuncia la tormenta que deja frío al viajero, y reteniendo el aliento, portemor de atraerse un rayo de dos mil que caen en torno suyo? La oscuridad se sucede después ala luz: la muerte está por todas partes; un poder terrible, incontrastable, le ha hecho, en un

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momento, reconcentrarse en sí mismo, y sentir su nada en medio de aquella naturaleza irritada;sentir a Dios, por decirlo de una vez, en la aterrante magnificencia de sus obras. ¿Qué máscolores para la paleta de la fantasía? Masas de tinieblas que anublan el día, masas de luz lívida,temblorosa, que ilumina un instante las tinieblas, y muestra la pampa a distancias infinitas,cruzándola vivamente el rayo, en fin, símbolo del poder. Estas imágenes han sido hechas paraquedarse hondamente grabadas. Así, cuando la tormenta pasa, el gaucho se queda triste,pensativo, serio, y la sucesión de luz y tinieblas se continúa en su imaginación, del mismo modoque cuando miramos fijamente el sol nos queda, por largo tiempo, su disco en la retina.

Preguntadle al gaucho a quién matan con preferencia los rayos, y os introducirá en un mundode idealizaciones morales y religiosas, mezcladas de hechos naturales, pero mal comprendidos,de tradiciones supersticiosas y groseras. Añádase que, si es cierto que el fluido eléctrico entra enla economía de la vida humana y es el mismo que llaman fluido nervioso, el cual, excitado,subleva las pasiones y enciende el entusiasmo, muchas disposiciones debe tener para los trabajosde la imaginación, el pueblo que habita bajo una atmósfera recargada de electricidad hasta elpunto que la ropa frotada chisporrotea como el pelo contrariado del gato.

¿Cómo no ha de ser poeta el que presencia estas escenas imponentes:

Gira en vano[8], reconcentrasu inmensidad, y no encuentrala vista en su vivo anhelodo fijar su fugaz vuelocomo el pájaro en la mar.

Doquier, campo y heredades,del ave y bruto guaridas;doquier cielo y soledadesde Dios sólo conocidas,que El sólo puede sondear.

ECHEVERRÍA.

O el que tiene a la vista esta naturaleza engalanada?

De las entrañas de Américados raudales se desatan:el Paraná, faz de perlas,y el Uruguay, faz de nácar.

Los dos entre bosques corren,o entre floridas barrancas,como dos grandes espejosentre marcos de esmeraldas.

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Salúdanlos en su pasola melancólica pava,el picaflor y el jilguero,el zorzal y la torcaza.

Como ante reyes se inclinanante ellos seibos y palmasluego, en el Guazú se encuentran,y le arrojan flor del aire,aroma y flor de naranja;

y reuniendo sus aguas,mezclando nácar y perlasse derraman en el Plata.

DOMÍNGUEZ[9]

Pero ésta es la poesía culta, la poesía de la ciudad. Hay otra que hace oír sus ecos por loscampos solitarios: la poesía popular, candorosa y desaliñada del gaucho.

También nuestro pueblo es músico. Ésta es una predisposición nacional que todos los vecinosle reconocen. Cuando en Chile se anuncia, por la primera vez, un argentino en una casa, loinvitan al piano en el acto, o le pasan una vihuela[10] y si se excusa diciendo que no sabe pulsarla,lo extrañan y no le creen, «porque siendo argentino —dicen— debe ser músico». Ésta es unapreocupación popular que acusa nuestros hábitos nacionales. En efecto: el joven culto de lasciudades toca el piano o la flauta, el violín o la guitarra; los mestizos se dedican casiexclusivamente a la música, y son muchos los hábiles compositores e instrumentistas que salende entre ellos. En las noches de verano, se oye sin cesar la guitarra en la puerta de las tiendas, y,tarde de la noche, el sueño es dulcemente interrumpido por las serenatas y los conciertosambulantes.

El pueblo campesino tiene sus cantares propios.El triste,[11] que predomina en los pueblos del Norte, es un canto frigio, plañidero, natural al

hombre en el estado primitivo de barbarie, según Rousseau.La vidalita,[12] canto popular con coros, acompañado de la guitarra y un tamboril, a cuyos

redobles se reúne la muchedumbre y va engrosando el cortejo y el estrépito de las voces. Estecanto me parece heredado de los indígenas, porque lo he oído en una fiesta de indios en Copiapó,en celebración de la Candelaria; y como canto religioso, debe ser antiguo, y los indios chilenosno lo han de haber adoptado de los españoles argentinos. La vidalita es el metro popular en quese cantan los asuntos del día, las canciones guerreras: el gaucho compone el verso que canta, y lopopulariza por la asociación que su canto exige.

Así, pues, en medio de la rudeza de las costumbres nacionales, estas dos artes queembellecen la vida civilizada y dan desahogo a tantas pasiones generosas, están honradas yfavorecidas por las masas mismas, que ensayan su áspera musa en composiciones líricas y

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poéticas. El joven Echeverría residió algunos meses en la campaña, en 1840, y la fama de susversos sobre la pampa le había precedido ya: los gauchos lo rodeaban con respeto y afición, ycuando un recién venido mostraba señales de desdén hacia el cajetilla[13], alguno le insinuaba aloído: «Es poeta», y toda prevención hostil cesaba al oír este título privilegiado.

Sabido es, por otra parte, que la guitarra es el instrumento popular de los españoles, y que escomún en América. En Buenos Aires, sobre todo, está todavía muy vivo el tipo popular español,el majo. Descúbresele en el compadrito[14] de la ciudad y en el gaucho de la campaña. El jaleoespañol vive en el cielito[15]: los dedos sirven de castañuelas. Todos los movimientos delcompadrito revelan al majo: el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación delsombrero, hasta la manera de escupir por entre los dientes: todo es aún andaluz genuino.

Del centro de estas costumbres y gustos generales se levantan especialidades notables, que undía embellecerán y darán un tinte original al drama y al romance nacional. Yo quiero sólo notaraquí algunas que servirán a completar la idea de las costumbres, para trazar enseguida el carácter,causas y efectos de la guerra civil.

EL RASTREADOR

El más conspicuo de todos, el más extraordinario, es el rastreador. Todos los gauchos delinterior son rastreadores. En llanuras tan dilatadas, en donde las sendas y caminos se cruzan entodas direcciones, y los campos en que pacen o transitan las bestias son abiertos, es preciso saberseguir las huellas de un animal, y distinguirlas de entre mil, conocer si va despacio o ligero,suelto o tirado, cargado o de vacío: ésta es una ciencia casera y popular. Una vez caía yo de uncamino de encrucijada al de Buenos Aires, y el peón que me conducía echó, como de costumbre,la vista al suelo: «Aquí va —dijo luego— una mulita mora muy buena…; ésta es la tropa de donN. Zapata…, es de muy buena silla…, va ensillada…, ha pasado ayer…». Este hombre venía dela Sierra de San Luis, la tropa volvía de Buenos Aires, y hacía un año que él había visto porúltima vez la mulita mora, cuyo rastro estaba confundido con el de toda una tropa en un senderode dos pies de ancho. Pues esto, que parece increíble, es con todo, la ciencia vulgar; éste era unpeón de arrea, y no un rastreador de profesión.

El rastreador es un personaje grave, circunspecto, cuyas aseveraciones hacen fe en lostribunales inferiores. La conciencia del saber que posee le da cierta dignidad reservada ymisteriosa. Todos le tratan con consideración: el pobre, porque puede hacerle mal,calumniándolo o denunciándolo; el propietario, porque su testimonio puede fallarle. Un robo seha ejecutado durante la noche: no bien se nota, corren a buscar una pisada del ladrón, yencontrada, se cubre con algo para que el viento no la disipe. Se llama enseguida al rastreador,que ve el rastro y lo sigue sin mirar, sino de tarde en tarde, el suelo, como si sus ojos vieran derelieve esta pisada, que para otro es imperceptible. Sigue el curso de las calles, atraviesa loshuertos, entra en una casa y, señalando un hombre que encuentra, dice fríamente: «¡Éste es!». Eldelito está probado, y raro es el delincuente que resiste a esta acusación. Para él, más que para eljuez, la deposición del rastreador es la evidencia misma: negarla sería ridículo, absurdo. Se

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somete, pues, a este testigo, que considera como el dedo de Dios que lo señala. Yo mismo heconocido a Calíbar, que ha ejercido, en una provincia, su oficio durante cuarenta añosconsecutivos. Tiene, ahora, cerca de ochenta años: encorvado por la edad, conserva, sinembargo, un aspecto venerable y lleno de dignidad. Cuando le hablan de su reputación fabulosa,contesta: «Ya no valgo nada; ahí están los niños». Los niños son sus hijos, que han aprendido enla escuela de tan famoso maestro. Se cuenta de él que durante un viaje a Buenos Aires le robaronuna vez su montura de gala. Su mujer tapó el rastro con una artesa. Dos meses después, Calíbarregresó, vio el rastro, ya borrado e inapercibible para otros ojos, y no se habló más del caso. Añoy medio después, Calíbar marchaba cabizbajo por una calle de los suburbios, entra a una casa yencuentra su montura, ennegrecida ya y casi inutilizada por el uso. ¡Había encontrado el rastro desu raptor, después de dos años! El año 1830, un reo condenado a muerte se había escapado de lacárcel. Calíbar fue encargado de buscarlo. El infeliz, previendo que sería rastreado, había tomadotodas las precauciones que la imagen del cadalso le sugirió. ¡Precauciones inútiles! Acaso sólosirvieron para perderle, porque comprometido Calíbar en su reputación, el amor propio ofendidole hizo desempeñar con calor una tarea que perdía a un hombre, pero que probaba su maravillosavista. El prófugo aprovechaba todos los accidentes del suelo para no dejar huellas; cuadrasenteras había marchado pisando con la punta del pie; trepábase en seguida a las murallas bajas,cruzaba su sitio y volvía para atrás; Calíbar lo seguía sin perder la pista. Si le sucedíamomentáneamente extraviarse, al hallarla de nuevo exclamaba: «¡Dónde te mi as dir!». Al finllegó a una acequia de agua, en los suburbios, cuya corriente había seguido aquél para burlar alrastreador… ¡Inútil! Calíbar iba por las orillas sin inquietud, sin vacilar. Al fin se detiene,examina unas yerbas y dice: «Por aquí ha salido; no hay rastro, pero estas gotas de agua en lospastos lo indican». Entra en una viña: Calíbar reconoció las tapias que la rodeaban, y dijo:«Adentro está». La partida de soldados se cansó de buscar, y volvió a dar cuenta de la inutilidadde las pesquisas. «No ha salido», fue la breve respuesta que, sin moverse, sin proceder a nuevoexamen, dio el rastreador. No había salido, en efecto, y al día siguiente fue ejecutado. En 1831,algunos presos políticos intentaban una evasión: todo estaba preparado, los auxiliares de fuera,prevenidos. En el momento de efectuarlo, uno dijo: «¿Y Calíbar?». «¡Cierto!», contestaron losotros, anonadados, aterrados. «¡Calíbar!». Sus familias pudieron conseguir de Calíbar queestuviese enfermo cuatro días, contados desde la evasión, y así pudo efectuarse sininconveniente.

¿Qué misterio es éste del rastreador? ¿Qué poder microscópico se desenvuelve en el órganode la vista de estos hombres? ¡Cuán sublime criatura es la que Dios hizo a su imagen ysemejanza!

EL BAQUEANO[16]

Después del rastreador viene el baqueano, personaje eminente y que tiene en sus manos lasuerte de los particulares y de las provincias. El baqueano es un gaucho grave y reservado, queconoce a palmos veinte mil leguas cuadradas de llanuras, bosques y montañas. Es el topógrafo

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más completo, es el único mapa que lleva un general para dirigir los movimientos de sucampaña. El baqueano va siempre a su lado. Modesto y reservado como una tapia, está en todoslos secretos de la campaña; la suerte del ejército, el éxito de una batalla, la conquista de unaprovincia, todo depende de él.

El baqueano es casi siempre fiel a su deber; pero no siempre el general tiene en él plenaconfianza. Imaginaos la posición de un jefe condenado a llevar un traidor a su lado y a pedirlelos conocimientos indispensables para triunfar. Un baqueano encuentra una sendita que hacecruz con el camino que lleva: él sabe a qué aguada[17] remota conduce; si encuentra mil, y estosucede en un espacio de mil leguas, él las conoce todas, sabe de dónde vienen y adónde van. Élsabe el vado oculto que tiene un río, más arriba o más abajo del paso ordinario, y esto en cienríos o arroyos; él conoce en los ciénagos extensos un sendero por donde pueden ser atravesadossin inconveniente, y esto en cien ciénagos[18] distintos.

En lo más oscuro de la noche, en medio de los bosques o en las llanuras sin límites, perdidossus compañeros, extraviados, da una vuelta en círculo de ellos, observa los árboles; si no los hay,se desmonta, se inclina a tierra, examina algunos matorrales y se orienta de la altura en que sehalla, monta en seguida, y les dice, para asegurarlos: «Estamos en dereceras[19] de tal lugar, atantas leguas de las habitaciones; el camino ha de ir al Sur»; y se dirige hacia el mundo queseñala tranquilo, sin prisa de encontrarlo y sin responder a las objeciones que el temor o lafascinación sugiere a los otros.

Si aún esto no basta, o si se encuentra en la pampa y la oscuridad es impenetrable, entoncesarranca pastos de varios puntos, huele la raíz y la tierra, las masca y, después de repetir esteprocedimiento varias veces, se cerciora de la proximidad de algún lago, o arroyo salado, o deagua dulce, y sale en su busca para orientarse fijamente. El general Rosas, dicen, conoce, por elgusto, el pasto de cada estancia del sur de Buenos Aires.

Si el baqueano lo es de la pampa, donde no hay caminos para atravesarla, y un pasajero lepide que lo lleve directamente a un paraje distante cincuenta leguas, el baqueano se para unmomento, reconoce el horizonte, examina el suelo, clava la vista en un punto y se echa a galoparcon la rectitud de una flecha, hasta que cambia de rumbo por motivos que sólo él sabe, y,galopando día y noche, llega al lugar designado.

El baqueano anuncia también la proximidad del enemigo, esto es, diez leguas, y el rumbo pordonde se acerca, por medio del movimiento de los avestruces[20], de los gamos[21] y guanacosque huyen en cierta dirección. Cuando se aproxima, observa los polvos y por su espesor cuenta lafuerza: «Son dos mil hombres» —dice—, «quinientos», «doscientos», y el jefe obra bajo estedato, que casi siempre es infalible. Si los cóndores y cuervos revolotean en un círculo del cielo,él sabrá decir si hay gente escondida, o es un campamento recién abandonado, o un simpleanimal muerto. El baqueano conoce la distancia que hay de un lugar a otro; los días y las horasnecesarias para llegar a él, y a más, una senda extraviada e ignorada, por donde se puede llegarde sorpresa y en la mitad del tiempo; así es que las partidas de montoneras[22] emprendensorpresas sobre pueblos que están a cincuenta leguas de distancia, que casi siempre las aciertan.¿Creeráse exagerado? ¡No! El general Rivera[23], de la Banda Oriental, es un simple baqueano,que conoce cada árbol que hay en toda la extensión de la República del Uruguay. No la hubieran

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ocupado los brasileros sin su auxilio; no la hubieran libertado, sin él, los argentinos. Oribe[24],apoyado por Rosas, sucumbió después de tres años de lucha con el general baqueano, y todo elpoder de Buenos Aires, hoy, con sus numerosos ejércitos que cubren toda la campaña delUruguay, puede desaparecer, destruido a pedazos, por una sorpresa hoy, por una fuerza cortadamañana, por una victoria que él sabrá convertir en su provecho, por el conocimiento de algúncaminito que cae a retaguardia del enemigo, o por otro accidente inapercibido o insignificante.

El general Rivera principió sus estudios del terreno el año de 1804: y haciendo la guerra a lasautoridades, entonces, como contrabandista; a los contrabandistas, después, como empleado; alrey, en seguida, como patriota; a los patriotas, más tarde, como montonero; a los argentinos,como jefe brasilero; a éstos, como general argentino; a Lavalleja[25], como Presidente; alPresidente Oribe, como jefe proscripto; a Rosas, en fin, aliado de Oribe, como general oriental,ha tenido sobrado tiempo para aprender un poco de la ciencia del baqueano.

EL GAUCHO MALO

Éste es un tipo de ciertas localidades, un outlaw, un squatter, un misántropo particular. Es elOjo de Halcón, el Trampero de Cooper, con toda su ciencia del desierto, con toda su aversión alas poblaciones de los blancos, pero sin su moral natural y sin sus conexiones con los salvajes.Llámanle el Gaucho Malo, sin que este epíteto lo desfavorezca del todo. La justicia lo persiguedesde muchos años; su nombre es temido, pronunciado en voz baja, pero sin odio y casi conrespeto. Es un personaje misterioso: mora en la pampa, son su albergue los cardales[26], vive deperdices y mulitas[27]; si alguna vez quiere regalarse con una lengua, enlaza una vaca, la volteasolo, la mata, saca su bocado predilecto y abandona lo demás a las aves mortecinas[28]. Derepente, se presenta el gaucho malo en un pago de donde la partida[29] acaba de salir: conversapacíficamente con los buenos gauchos, que lo rodean y lo admiran; se provee de los vicios[30], ysi divisa la partida, monta tranquilamente en su caballo y lo apunta hacia el desierto, sin prisa, sinaparato, desdeñando volver la cabeza. La partida rara vez lo sigue; mataría inútilmente suscaballos, porque el que monta el gaucho malo es un parejero pangaré[31] tan célebre como suamo. Si el acaso lo echa alguna vez, de improviso, entre las garras de la justicia, acomete a lomás espeso de la partida, y a merced de cuatro tajadas[32] que con su cuchillo ha abierto en lacara o en el cuerpo de los soldados, se hace paso por entre ellos, y tendiéndose sobre el lomo delcaballo, para sustraerse a la acción de las balas que lo persiguen, endilga hacia el desierto, hastaque, poniendo espacio conveniente entre él y sus perseguidores, refrena su trotón y marchatranquilamente. Los poetas de los alrededores agregan esta nueva hazaña a la biografía del héroedel desierto, y su nombradía vuela por toda la vasta campaña. A veces, se presenta a la puerta deun baile campestre con una muchacha que ha robado; entra en baile con su pareja, confúndese enlas mudanzas del cielito y desaparece sin que nadie se aperciba de ello. Otro día se presenta en lacasa de la familia ofendida, hace descender de la grupa a la niña que ha seducido y, desdeñandolas maldiciones de los padres que le siguen, se encamina tranquilo a su morada sin límites.

Este hombre divorciado con la sociedad, proscripto por las leyes; este salvaje de color blanco

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no es, en el fondo, un ser más depravado que los que habitan las poblaciones. El osado prófugoque acomete una partida entera es inofensivo para los viajeros. El gaucho malo no es un bandido,no es un salteador; el ataque a la vida no entra en su idea, como el robo no entraba en la idea delChurriador: roba, es cierto; pero ésta es su profesión, su tráfico, su ciencia. Roba caballos. Unavez viene al real de una tropa[33] del interior: el patrón propone comprarle un caballo de tal peloextraordinario, de tal figura, de tales prendas, con una estrella blanca en la paleta. El gaucho serecoge, medita un momento, y después de un rato de silencio contesta: «No hay actualmentecaballo así». ¿Qué ha estado pensando el gaucho? En aquel momento ha recorrido en su mentemil estancias[34] de la pampa, ha visto y examinado todos los caballos que hay en la provincia,con sus marcas, color, señales particulares, y convencídose de que no hay ninguno que tenga unaestrella en la paleta: unos las tienen en la frente, otros, una mancha blanca en el anca. ¿Essorprendente esta memoria? ¡No! Napoleón conocía por sus nombres doscientos mil soldados, yrecordaba, al verlos, todos los hechos que a cada uno de ellos se referían. Si no se le pide, pues,lo imposible, en día señalado, en un punto dado del camino, entregará un caballo tal como se lepide, sin que el anticiparle el dinero sea motivo de faltar a la cita. Tiene sobre este punto el honorde los tahúres sobre las deudas.

Viaja entonces a la campaña de Córdoba, a Santa Fe. Entonces se le ve cruzar la pampa conuna tropilla de caballos por delante: si alguno lo encuentra, sigue su camino sin acercársele, amenos que él lo solicite.

EL CANTOR

Aquí tenéis la idealización de aquella vida de revueltas, de civilización, de barbarie y depeligros. El gaucho cantor es el mismo bardo, el vate, el trovador de la Edad Media, que semueve en la misma escena, entre las luchas de las ciudades y del feudalismo de los campos, entrela vida que se va y la vida que se acerca. El cantor anda de pago en pago, «de tapera engalpón»[35], cantando sus héroes de la pampa, perseguidos por la justicia, los llantos de la viuda aquien los indios robaron sus hijos en un malón[36] reciente, la derrota y la muerte del valienteRauch[37], la catástrofe de Facundo Quiroga y la suerte que cupo a Santos Pérez. El cantor estáhaciendo, candorosamente, el mismo trabajo de crónica, costumbres, historia, biografía que elbardo de la Edad Media, y sus versos serían recogidos más tarde como los documentos y datosen que habría de apoyarse el historiador futuro, si a su lado no estuviese otra sociedad culta, consuperior inteligencia de los acontecimientos, que la que el infeliz despliega en sus rapsodiasingenuas. En la República Argentina se ven a un tiempo dos civilizaciones distintas en un mismosuelo: una naciente, que, sin conocimiento de lo que tiene sobre su cabeza, está remedando losesfuerzos ingenuos y populares de la Edad Media; otra que, sin cuidarse de lo que tiene a suspies, intenta realizar los últimos resultados de la civilización europea. El siglo XIX y el siglo XII

viven juntos: el uno, dentro de las ciudades; el otro, en las campañas.El cantor no tiene residencia fija: su morada está donde la noche lo sorprende; su fortuna, en

sus versos y en su voz. Dondequiera que el cielito enreda sus parejas sin tasa, dondequiera que se

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apura una copa de vino, el cantor tiene su lugar preferente, su parte escogida en el festín. Elgaucho argentino no bebe, si la música y los versos no lo excitan,[*] y cada pulpería tiene suguitarra para poner en manos del cantor, a quien el grupo de caballos estacionados a la puertaanuncia a lo lejos dónde se necesita el concurso de su gaya ciencia.

El cantor mezcla entre sus cantos heroicos la relación de sus propias hazañas.Desgraciadamente, el cantor, con ser el bardo argentino, no está libre de tener que habérselas conla justicia. También tiene que dar la cuenta de sendas puñaladas que ha distribuido, una o dosdesgracias (¡muertes!) que tuvo y algún caballo o una muchacha que robó. El año 1840, entre ungrupo de gauchos y a orillas del majestuoso Paraná, estaba sentado en el suelo, y con las piernascruzadas, un cantor que tenía azorado y divertido a su auditorio con la larga y animada historiade sus trabajos y aventuras. Había ya contado lo del rapto de la querida, con los trabajos quesufrió; lo de la desgracia y la disputa que la motivó; estaba refiriendo su encuentro con lapartida, y las puñaladas que en su defensa dio, cuando el tropel y los gritos de los soldados leavisaron que esta vez estaba cercado. La partida, en efecto, se había cerrado en forma deherradura; la abertura quedaba hacia el Paraná, que corría veinte varas más abajo: tal era la alturade la barranca. El cantor oyó la grita sin turbarse; viósele de improviso sobre el caballo, yechando una mirada escudriñadora sobre el círculo de soldados con las tercerolas[38] preparadas,vuelve el caballo hacia la barranca, le pone el poncho en los ojos y clávale las espuelas. Algunosinstantes después, se veía salir de las profundidades del Paraná el caballo, sin freno, a fin de quenadase con más libertad, y el cantor tomado de la cola, volviendo la cara quietamente, cual sifuera en un bote de ocho remos, hacia la escena que dejaba en la barranca. Algunos balazos de lapartida no estorbaron que llegase sano y salvo al primer islote que sus ojos divisaron.

Por lo demás, la poesía original del cantor es pesada, monótona, irregular, cuando seabandona a la inspiración del momento. Más narrativa que sentimental, llena de imágenestomadas de la vida campestre, del caballo y las escenas del desierto, que la hacen metafórica ypomposa. Cuando refiere sus proezas o las de algún afamado malévolo, parécese al improvisadornapolitano, desarreglado, prosaico de ordinario, elevándose a la altura poética por momentos,para caer de nuevo al recitado insípido y casi sin versificación. Fuera de esto, el cantor posee surepertorio de poesías populares: quintillas, décimas y octavas, diversos géneros de versosoctosílabos. Entre éstas hay muchas composiciones de mérito y que descubren inspiración ysentimiento.

Aún podría añadir a estos tipos originales muchos otros igualmente curiosos, igualmentelocales, si tuviesen, como los anteriores, la peculiaridad de revelar las costumbres nacionales, sinlo cual es imposible comprender nuestros personajes políticos, ni el carácter primordial yamericano de la sangrienta lucha que despedaza a la República Argentina. Andando esta historia,el lector va a descubrir por sí solo dónde se encuentra el rastreador, el baqueano, el gauchomalo o el cantor. Verá en los caudillos cuyos nombres han traspasado las fronteras argentinas, yaun en aquellos que llenan el mundo con el horror de su nombre, el reflejo vivo de la situacióninterior del país, sus costumbres y su organización.

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3. Asociación - La pulpería

Le Gaucho vit de privations, mais son luxe est laliberté. Fier d’une indépendance sans bornes, sessentiments, sauvages comme sa vie, sont pourtant noblese bons.

HEAD [1]

En el capítulo primero hemos dejado al campesino argentino en el momento en que hallegado a la edad viril, tal cual lo ha formado la naturaleza y la falta de verdadera sociedad enque vive. Le hemos visto hombre, independiente de toda necesidad, libre de toda sujeción, sinideas de gobierno, porque todo orden regular y sistemado se hace de todo punto imposible. Conestos hábitos de incuria, de independencia, va a entrar en otra escala de la vida campestre, que,aunque vulgar, es el punto de partida de todos los grandes acontecimientos que vamos a verdesenvolverse muy luego.

No se olvide que hablo de los pueblos esencialmente pastores; que en éstos tomo lafisonomía fundamental, dejando las modificaciones accidentales que experimentan, para indicar,a su tiempo, los efectos parciales. Hablo de la asociación de estancias, que, distribuidas de cuatroen cuatro leguas, más o menos, cubren la superficie de una provincia.

Las campañas agrícolas subdividen y diseminan también la sociedad, pero en una escala muyreducida: un labrador colinda con otro, y los aperos de la labranza y la multitud de instrumentos,aparejos, bestias que ocupa; lo variado de sus productos y las diversas artes que la agriculturallama en su auxilio establecen relaciones necesarias entre los habitantes de un valle y hacenindispensable un rudimento de villa que les sirva de centro. Por otra parte, los cuidados y faenasque la labranza exige requieren tal número de brazos, que la ociosidad se hace imposible, y losvarones se ven forzados a permanecer en el recinto de la heredad. Todo lo contrario sucede enesta singular asociación. Los límites de la propiedad no están marcados; los ganados, cuanto másnumerosos son, menos brazos ocupan; la mujer se encarga de todas las faenas domésticas yfabriles; el hombre queda desocupado, sin goces, sin ideas, sin atenciones forzosas; el hogar

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doméstico le fastidia, lo expele, digámoslo así. Hay necesidad, pues, de una sociedad ficticiapara remediar esta desasociación normal. El hábito, contraído desde la infancia, de andar acaballo es un nuevo estímulo para dejar la casa.

Los niños tienen el deber de echar caballos al corral apenas sale el sol, y todos los varones,hasta los pequeñuelos, ensillan su caballo, aunque no sepan qué hacerse. El caballo es una parteintegrante del argentino de los campos; es para él lo que la corbata para los que viven en el senode las ciudades. El año 41, el Chacho[2], caudillo de los Llanos, emigró a Chile. «¿Cómo le va,amigo?» le preguntaba uno. «¡Cómo me ha de ir —contestó, con el acento del dolor y lamelancolía— en Chile y a pie!». Sólo un gaucho argentino sabe apreciar todas las desgracias ytodas las angustias que estas dos frases expresan.

Aquí vuelve a aparecer la vida árabe, tártara. Las siguientes palabras de Víctor Hugo parecenescritas en la Pampa: «No podría combatir a pie; no hace sino una sola persona con su caballo.Vive a caballo; trata, compra y vende a caballo; bebe, come, duerme y sueña a caballo» (LeRhin).

Salen, pues, los varones sin saber fijamente adónde. Una vuelta a los ganados, una visita auna cría o a la querencia de un caballo predilecto invierte una pequeña parte del día; el resto loabsorbe una reunión en una venta o pulpería. Allí concurren cierto número de parroquianos delos alrededores; allí se dan y adquieren las noticias sobre los animales extraviados; trázanse en elsuelo las marcas del ganado; sábese dónde caza el tigre, dónde se le han visto los rastros al león;allí se arman las carreras, se reconocen los mejores caballos; allí, en fin, está el cantor; allí sefraterniza por el circular de la copa y las prodigalidades de los que poseen. En esta vida tan sinemociones, el juego sacude los espíritus enervados, el licor enciende las imaginacionesadormecidas. Esta asociación accidental de todos los días viene, por su repetición, a formar unasociedad más estrecha que la de donde partió cada individuo, y en esta asamblea sin objetopúblico, sin interés social, empiezan a echarse los rudimentos de las reputaciones que más tarde,y andando los años, van a aparecer en la escena política. Ved cómo:

El gaucho estima, sobre todas las cosas, las fuerzas físicas, la destreza en el manejo delcaballo, y, además, el valor. Esta reunión, este club diario, es un verdadero circo olímpico, enque se ensayan y comprueban los quilates del mérito de cada uno.

El gaucho anda armado del cuchillo que ha heredado de los españoles: esta peculiaridad de laPenínsula, este grito característico de Zaragoza: ¡Guerra a cuchillo!, es aquí más real que enEspaña. El cuchillo, a más de un arma, es un instrumento que le sirve para todas susocupaciones: no puede vivir sin él; es como la trompa del elefante, su brazo, su mano, su dedo,su todo. El gaucho, a la par de jinete, hace alarde de valiente, y el cuchillo brilla a cadamomento, describiendo círculos en el aire, a la menor provocación, sin provocación alguna, sinotro interés que medirse con un desconocido; juega a las puñaladas, como jugaría a los dados.Tan profundamente entran estos hábitos pendencieros en la vida íntima del gaucho argentino,que las costumbres han creado sentimientos de honor y una esgrima que garantiza la vida. Elhombre de la plebe de los demás países toma el cuchillo para matar, y mata; el gaucho argentinolo desenvaina para pelear, y hiere solamente. Es preciso que esté muy borracho, es preciso quetenga instintos verdaderamente malos, o rencores muy profundos, para que atente contra la vida

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de su adversario. Su objeto es sólo marcarlo, darle una tajada en la cara, dejarle una señalindeleble. Así, se ve a estos gauchos llenos de cicatrices, que rara vez son profundas. La riña,pues, se traba por brillar, por la gloria del vencimiento, por amor a la reputación. Ancho círculose forma en torno de los combatientes, y los ojos siguen con pasión y avidez el centelleo de lospuñales, que no cesan de agitarse un momento. Cuando la sangre corre a torrentes, losespectadores se creen obligados, en conciencia, a separarlos. Si sucede alguna desgracia,[3] lassimpatías están por el que se desgració: el mejor caballo le sirve para salvarse a parajes lejanos, yallí lo acoge el respeto o la compasión. Si la justicia le da alcance, no es raro que haga frente, y sicorre a la partida, adquiere un renombre, desde entonces, que se dilata sobre una anchacircunferencia. Transcurre el tiempo, el juez ha sido mudado, y ya puede presentarse de nuevo ensu pago, sin que se proceda a ulteriores persecuciones; está absuelto. Matar es una desgracia, amenos que el hecho se repita tantas veces que inspire horror el contacto del asesino. El estancierodon Juan Manuel Rosas, antes de ser hombre público, había hecho de su residencia una especiede asilo para los homicidas, sin que jamás consintiese en su servicio a los ladrones; preferenciasque se explicarían fácilmente por su carácter de gaucho propietario, si su conducta posterior nohubiese revelado afinidades que han llenado de espanto al mundo.

En cuanto a los juegos de equitación, bastaría indicar uno de los muchos en que se ejercitanpara juzgar del arrojo que para entregarse a ellos se requiere. Un gaucho pasa a todo escape porenfrente de sus compañeros. Uno le arroja un tiro de bolas, que en medio de la carrera maniata elcaballo. Del torbellino de polvo que levanta éste al caer vese salir al jinete corriendo, seguido delcaballo, a quien el impulso de la carrera interrumpida hace avanzar, obedeciendo a las leyes de lafísica. En este pasatiempo se juega la vida, y a veces se pierde.

¿Creeráse que estas proezas, y la destreza y la audacia en el manejo del caballo, son la basede las grandes ilustraciones, que han llenado con su nombre la República Argentina y cambiadola faz del país? Nada es más cierto, sin embargo. No es mi ánimo persuadir a que el asesinato yel crimen hayan sido siempre una escala de ascensos. Millares son los valientes que han paradoen bandidos oscuros; pero pasan de centenares los que a esos hechos han debido su posición. Entodas las sociedades despotizadas, las grandes dotes naturales van a perderse en el crimen; elgenio romano que conquistara el mundo es hoy el terror de los Lagos Pontinos, y losZumalacárregui, los Mina españoles, se encuentran a centenares en Sierra Leona. Hay unanecesidad, para el hombre, de desenvolver sus fuerzas, su capacidad y ambición, que, cuandofaltan los medios legítimos, él se forja un mundo con su moral y sus leyes aparte, y en él secomplace en mostrar que había nacido Napoleón o César.

Con esta sociedad, pues, en que la cultura del espíritu es inútil e imposible; donde losnegocios municipales no existen; donde el bien público es una palabra sin sentido, porque no haypúblico, el hombre dotado eminentemente se esfuerza por producirse, y adopta para ello losmedios y los caminos que encuentra. El gaucho será un malhechor o un caudillo, según el rumboque las cosas tomen, en el momento en que ha llegado a hacerse notable.

Costumbres de este género requieren medios vigorosos de represión, y para reprimirdesalmados se necesitan jueces más desalmados aún. Lo que al principio dije del capataz decarretas se aplica exactamente al juez de campaña. Ante toda otra cosa, necesita valor: el terror

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de su nombre es más poderoso que los castigos que aplica. El juez es, naturalmente, algúnfamoso de tiempo atrás, a quien la edad y la familia han llamado a la vida ordenada. Porsupuesto, que la justicia que administra es de todo punto arbitraria: su conciencia o sus pasioneslo guían, y sus sentencias son inapelables. A veces, suele haber jueces de éstos que lo son de porvida y que dejan una memoria respetada. Pero la coincidencia de estos medios ejecutivos y loarbitrario de las penas forman ideas en el pueblo sobre el poder de la autoridad que más tardeviene a producir sus efectos. El juez se hace obedecer por su reputación de audacia temible, suautoridad, su juicio sin formas, su sentencia, un yo lo mando y sus castigos, inventados por élmismo. De este desorden, quizá por mucho tiempo inevitable, resulta que el caudillo que en lasrevueltas llega a elevarse, posee sin contradicción, y sin que sus secuaces duden de ello, el poderamplio y terrible que sólo se encuentra hoy en los pueblos asiáticos.

El caudillo argentino es un Mahoma que pudiera, a su antojo, cambiar la religión dominantey forjar una nueva. Tiene todos los poderes: su injusticia es una desgracia para su víctima, perono un abuso de su parte; porque él puede ser injusto; más todavía: él ha de ser injustonecesariamente; siempre lo ha sido.

Lo que digo del juez es aplicable al comandante de campaña[4]. Éste es un personaje de másalta categoría que el primero, y en quien han de reunirse, en más alto grado, las cualidades dereputación y antecedentes de aquél. Todavía una circunstancia nueva agrava, lejos de disminuir,el mal. El gobierno de las ciudades es el que da el título de comandante de Campaña; pero comola ciudad es débil en el campo, sin influencia y sin adictos, el Gobierno echa mano de loshombres que más temor le inspiran para encomendarles este empleo, a fin de tenerlos en suobediencia; manera muy conocida de proceder de todos los gobiernos débiles, y que alejan el maldel momento presente para que se produzca más tarde en dimensiones colosales. Así, elGobierno Papal hace transacciones con los bandidos, a quienes da empleos en Roma,estimulando con esto el bandalaje y creándole un porvenir seguro; así, el Sultán concedía aMehemet-Alí la investidura de bajá de Egipto, para tener que reconocerlo más tarde reyhereditario, a trueque de que no lo destronase. Es singular que todos los caudillos de larevolución argentina han sido comandantes de Campaña. López[5] e Ibarra[6], Artigas yGüemes[7], Facundo y Rosas. Es el punto de partida para todas las ambiciones. Rosas, cuandohubo apoderándose de la ciudad, exterminó a todos los comandantes que lo habían elevado,entregando este influyente cargo a hombres vulgares que no pudiesen seguir el camino que élhabía traído: Pajarito, Celarrayán, Arbolito, Pancho el Ñato y Molina eran otros tantoscomandantes de que Rosas purgó al país.

Doy tanta importancia a estos pormenores porque ellos servirán a explicar todos nuestrosfenómenos sociales y la revolución que se ha estado obrando en la República Argentina;revolución que está desfigurada por palabras del diccionario civil, que la disfrazan y ocultan,creando ideas erróneas; de la misma manera que los españoles, al desembarcar en América,daban un nombre europeo conocido a un animal nuevo que encontraban, saludando con elterrible de león, que trae al espíritu la idea de la magnanimidad y fuerza del rey de las bestias, almiserable gato, llamado puma, que huye a la vista de los perros, y tigre, al jaguar de nuestrosbosques. Por deleznables e innobles que parezcan estos fundamentos que quiero dar a la guerra

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civil, la evidencia vendrá luego a mostrar cuán sólidos e indestructibles son.La vida de los campos argentinos, tal como la he mostrado, no es un accidente vulgar: es un

orden de cosas, un sistema de asociación característico, normal, único, a mi juicio, en el mundo,y él solo basta para explicar toda nuestra revolución. Había, antes de 1810, en la RepúblicaArgentina, dos sociedades distintas, rivales e incompatibles, dos civilizaciones diversas: la una,española, europea, culta, y la otra, bárbara, americana, casi indígena; y la revolución de lasciudades sólo iba a servir de causa, de móvil, para que estas dos maneras distintas de ser de unpueblo se pusiesen en presencia una de otra, se acometiesen y, después de largos años de lucha,la una absorbiese a la otra. He indicado la asociación normal de la campaña, la desasociación,peor mil veces que la tribu nómade; he mostrado la asociación ficticia, en la desocupación; laformación de las reputaciones gauchas: valor, arrojo, destreza, violencias y oposición a la justiciaregular, a la justicia civil de la ciudad. Este fenómeno de organización social existía en 1810,existe aún, modificado en muchos puntos, modificándose lentamente en otros e intacto enmuchos aún. Estos focos de reunión del gauchaje valiente, ignorante, libre y desocupado estabandiseminados a millares en la campaña. La revolución de 1810 llevó a todas partes el movimientoy el rumor de las armas. La vida pública, que hasta entonces había faltado a esta asociaciónáraberromana, entró en todas las ventas, y el movimiento revolucionario trajo, al fin, laasociación bélica en la montonera provincial, hija legítima de la venta y de la estancia, enemigade la ciudad y del ejército patriota revolucionario. Desenvolviéndose los acontecimientos,veremos las montoneras provinciales con sus caudillos a la cabeza; en Facundo Quiroga,últimamente triunfante en todas partes, la campaña sobre las ciudades, y dominadas éstas en suespíritu, gobierno, civilización, formarse al fin el Gobierno central, unitario, despótico, delestanciero don Juan Manuel Rosas, que clava en la culta Buenos Aires el cuchillo del gaucho ydestruye la obra de los siglos, la civilización, las leyes y la libertad.

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4. Revolución de 1810

Cuando la batalla empieza, el tártaro da un gritoterrible, llega, hiere, desaparece y vuelve como el rayo.

VÍCTOR HUGO

He necesitado andar todo el camino que dejo recorrido, para llegar al punto en que nuestrodrama comienza. Es inútil detenerse en el carácter, objeto y fin de la Revolución de laIndependencia. En toda la América fueron los mismos, nacidos del mismo origen, a saber: elmovimiento de las ideas europeas. La América obraba así porque así obraban todos los pueblos.Los libros, los acontecimientos, todo llevaba a la América a asociarse a la impulsión que a laFrancia habían dado Norteamérica y sus propios escritores; a la España, la Francia y sus libros.Pero lo que necesito notar para mi objeto es que la revolución, excepto en su símbolo exterior,independencia del Rey, era sólo interesante e inteligible para las ciudades argentinas, extraña ysin prestigio para las campañas. En las ciudades había libros, ideas, espíritu municipal, juzgados,derechos, leyes, educación: todos los puntos de contacto y de mancomunidad que tenemos conlos europeos; había una base de organización, incompleta, atrasada, si se quiere; peroprecisamente porque era incompleta, porque no estaba a la altura de lo que ya se sabía que podíallegar a ser, se adoptaba la revolución con entusiasmo. Para las campañas, la revolución era unproblema; sustraerse a la autoridad del Rey era agradable, por cuanto era sustraerse a laautoridad. La campaña pastora no podía mirar la cuestión bajo otro aspecto. Libertad,responsabilidad del poder, todas las cuestiones que la revolución se proponía resolver eranextrañas a su manera de vivir, a sus necesidades. Pero la revolución le era útil en este sentido:que iba a dar objeto y ocupación a ese exceso de vida que hemos indicado, y que iba a añadir unnuevo centro de reunión, mayor que el tan circunscrito a que acudían diariamente los varones entoda la extensión de las campañas.

Aquellas constituciones espartanas; aquellas fuerzas físicas tan desenvueltas; aquellasdisposiciones guerreras que se malbarataban en puñaladas y tajos entre unos y otros; aquelladesocupación romana, a que sólo faltaba un Campo de Marte para ponerse en ejercicio activo;

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aquella antipatía a la autoridad, con quien vivían en continua lucha, todo encontraba al fincamino por donde abrirse paso y salir a la luz, ostentarse y desenvolverse.

Empezaron, pues, en Buenos Aires, los movimientos revolucionarios, y todas las ciudadesdel interior respondieron con decisión al llamamiento. Las campañas pastoras se agitaron yadhirieron al impulso. En Buenos Aires empezaron a formarse ejércitos pasablementedisciplinados para acudir al Alto Perú[1] y a Montevideo, donde se hallaban las fuerzas españolasmandadas por el general Vigodet[2]. El general Rondeau[3] puso sitio a Montevideo con unejército disciplinado: concurría al sitio Artigas, caudillo célebre, con algunos millares degauchos. Artigas había sido contrabandista temible hasta 1804, en que las autoridades civiles deBuenos Aires pudieron ganarlo y hacerle servir en carácter de comandante de campaña, enapoyo de esas mismas autoridades a quienes había hecho la guerra hasta entonces. Si el lector nose ha olvidado del baqueano y de las cualidades generales que constituyen el candidato para laComandancia de campaña, comprenderá fácilmente el carácter e instintos de Artigas.

Un día Artigas, con sus gauchos, se separó del general Rondeau y empezó a hacerle laguerra. La posición de éste era la misma que hoy tiene Oribe sitiando a Montevideo y haciendo aretaguardia, frente a otro enemigo. La única diferencia consistía en que Artigas era enemigo delos patriotas y de los realistas a la vez. Yo no quiero entrar en la averiguación de las causas opretextos que motivaron este rompimiento; tampoco quiero darle nombre ninguno de losconsagrados en el lenguaje de la política, porque ninguno le conviene. Cuando un pueblo entraen revolución, dos intereses opuestos luchan al principio: el revolucionario y el conservador;entre nosotros, se han denominado los partidos que los sostenían, patriotas y realistas. Natural esque, después del triunfo, el partido vencedor se subdivida en fracciones de moderados yexaltados; los unos, que querrían llevar la revolución en todas sus consecuencias; los otros, quequerrían mantenerla en ciertos límites. También es del carácter de las revoluciones que el partidovencido primitivamente vuelva a reorganizarse y triunfar, a merced de la división de losvencedores. Pero cuando en una revolución una de las fuerzas llamadas en su auxilio sedesprende inmediatamente, forma una tercera unidad, se muestra indiferentemente hostil a unosy a otros combatientes (a realistas o patriotas), esta fuerza que se separa es heterogénea; lasociedad que la encierra no ha conocido, hasta entonces, su existencia, y la revolución sólo haservido para que se muestre y desenvuelva.

Éste era el elemento que el célebre Artigas ponía en movimiento; instrumento ciego, perolleno de vida, de instintos hostiles a la civilización europea y a toda organización regular;adverso a la monarquía como a la república, porque ambos venían de la ciudad y traían aparejadoun orden y la consagración de la autoridad. ¡De este instrumento se sirvieron los partidosdiversos de las ciudades cultas, y principalmente el menos revolucionario, hasta que, andando eltiempo, los mismos que lo llamaron en su auxilio sucumbieron, y con ellos, la ciudad, sus ideas,su literatura, sus colegios, sus tribunales, su civilización!

Este movimiento espontáneo de las campañas pastoriles fue tan ingenuo en sus primitivasmanifestaciones, tan genial y tan expresivo de su espíritu y tendencias, que abisma, hoy, elcandor de los partidos de las ciudades que lo asimilaron a su causa y lo bautizaron con losnombres políticos que a ellos los dividían. La fuerza que sostenía a Artigas, en Entre Ríos, era la

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misma que, en Santa Fe, a López; en Santiago, a Ibarra; en los Llanos, a Facundo. Elindividualismo constituía su esencia, el caballo, su arma exclusiva, la pampa inmensa, su teatro.Las hordas beduinas que hoy importunan con su algazara y depredaciones las fronteras de laArgelia dan una idea exacta de la montonera argentina, de que se han servido hombres sagaces omalvados insignes. La misma lucha de civilización y barbarie de la ciudad y el desierto existehoy en África; los mismos personajes, el mismo espíritu, la misma estrategia indisciplinada,entre la horda y la montonera. Masas inmensas de jinetes que vagan por el desierto, ofreciendo elcombate a las fuerzas disciplinadas de las ciudades, si se sienten superiores en fuerzas,disipándose como las nubes de cosacos, en todas direcciones, si el combate es igual siquiera,para reunirse de nuevo, caer de improviso sobre los que duermen, arrebatarles los caballos, matarlos rezagados y las partidas avanzadas; presentes siempre, intangibles por su falta de cohesión,débiles en el combate, pero fuertes e invencibles en una larga campaña, en que al fin la fuerzaorganizada, el ejército, sucumbe diezmado por los encuentros parciales, las sorpresas, la fatiga, laextenuación.

La montonera, tal como apareció en los primeros días de la República bajo las órdenes deArtigas, presentó ya ese carácter de ferocidad brutal y ese espíritu terrorista que al inmortalbandido, al estanciero de Buenos Aires, estaba reservado convertir en un sistema de legislaciónaplicado a la sociedad culta, y presentarlo, en nombre de la América avergonzada, a lacontemplación de la Europa. Rosas no ha inventado nada; su talento ha consistido sólo en plagiara sus antecesores y hacer de los instintos brutales de las masas ignorantes un sistema meditado ycoordinado fríamente. La correa de cuero sacada al coronel Maciel, y de que Rosas se ha hechouna manea[4] que han visto agentes extranjeros, tiene sus antecedentes en Artigas y en los demáscaudillos bárbaros, tártaros. La montonera de Artigas enchalecaba a sus enemigos; esto es, loscosía dentro de un retobo de cuero fresco y los dejaba así, abandonados en los campos. El lectorsuplirá todos los horrores de esta muerte lenta. El año 36 se ha repetido este horrible castigo conun coronel del ejército. El ejecutar con el cuchillo, degollando y no fusilando, es un instinto decarnicero que Rosas ha sabido aprovechar para dar, todavía, a la muerte, formas gauchas y alasesino placeres horribles; sobre todo, para cambiar las formas legales y admitidas en lassociedades cultas por otras que él llama americanas y en nombre de las cuales invita a la Américapara que salga a su defensa, cuando los sufrimientos del Brasil, del Paraguay, del Uruguayinvocan la alianza de los poderes europeos, a fin de que les ayuden a librarse de este caníbal queya los invade con sus hordas sanguinarias. ¡No es posible mantener la tranquilidad de espíritunecesaria para investigar la verdad histórica cuando se tropieza, a cada paso, con la idea de queha podido engañarse a la América y a la Europa, tanto tiempo, con un sistema de asesinatos ycrueldades, tolerables tan sólo en Ashanty y Dahomai, en el interior de África!

Tal es el carácter que presenta la montonera desde su aparición; género singular de guerra yenjuiciamiento, que sólo tiene antecedentes en los pueblos asiáticos que habitan las llanuras yque no ha debido nunca confundirse con los hábitos, ideas y costumbres de las ciudadesargentinas, que eran, como todas las ciudades americanas, una continuación de la Europa y de laEspaña. La montonera sólo puede explicarse examinando la organización íntima de la sociedadde donde procede. Artigas, baqueano, contrabandista, esto es, haciendo la guerra a la sociedad

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civil, a la ciudad, comandante de campaña por transacción, caudillo de las masas de a caballo, esel mismo tipo que, con ligeras variantes, continúa reproduciéndose en cada comandante decampaña que ha llegado a hacerse caudillo. Como todas las guerras civiles, en que profundasdesemejanzas de educación, creencias y objetos dividen a los partidos, la guerra interior de laRepública Argentina ha sido larga, obstinada, hasta que uno de los elementos ha vencido. Laguerra de la revolución argentina ha sido doble: 1.º, guerra de las ciudades, iniciadas en la culturaeuropea, contra los españoles, a fin de dar mayor ensanche a esa cultura, y 2.º, guerra de loscaudillos contra las ciudades, a fin de librarse de toda sujeción civil y desenvolver su carácter ysu odio contra la civilización. Las ciudades triunfan de los españoles, y las campañas, de lasciudades. He aquí explicado el enigma de la revolución argentina, cuyo primer tiro se disparó en1810 y el último aún no ha sonado todavía.

No entraré en todos los detalles que requiriría este asunto: la lucha es más o menos larga;unas ciudades sucumben primero, otras después. La vida de Facundo Quiroga nos proporcionaráocasión de mostrarlos en toda su desnudez. Lo que por ahora necesito hacer notar es que, con eltriunfo de estos caudillos, toda forma civil, aun en el estado en que la usaban los españoles, hadesaparecido, totalmente, en unas partes; en otras, de un modo parcial, pero caminandovisiblemente a su destrucción. Los pueblos en masa no son capaces de comparar distintamenteunas épocas con otras; el momento presente es para ellos el único sobre el cual se extienden susmiradas: así es como nadie ha observado, hasta ahora, la destrucción de las ciudades y sudecadencia; lo mismo que no prevén la barbarie total a que marchan, visiblemente, los pueblosdel interior. Buenos Aires es tan poderosa en elementos de civilización europea, que concluirá alfin con educar a Rosas y contener sus instintos sanguinarios y bárbaros. El alto puesto que ocupa,las relaciones con los gobiernos europeos, la necesidad en que se ha visto de respetar a losextranjeros[5], la de mentir por la prensa y negar las atrocidades que ha cometido, a fin desalvarse de la reprobación universal que lo persigue, todo, en fin, contribuirá a contener susdesafueros, como ya se está sintiendo; sin que eso estorbe que Buenos Aires venga a ser, comoLa Habana, el pueblo más rico de América, pero también el más subyugado y más degradado.

Cuatro son las ciudades que han sido aniquiladas ya por el dominio de los caudillos quesostienen hoy a Rosas, a saber: Santa Fe, Santiago del Estero, San Luis y La Rioja. Santa Fe[6],situada en la confluencia del Paraná y otro río navegable que desemboca en sus inmediaciones,es uno de los puntos más favorecidos de la América, y sin embargo no cuenta, hoy, con dos milalmas; San Luis[7], capital de una provincia de cincuenta mil habitantes, y donde no hay másciudad que la capital, no tiene mil quinientas.

Para hacer sensible la ruina y decadencia de la civilización y los rápidos progresos que labarbarie hace en el interior necesito tomar dos ciudades: una, ya aniquilada; la otra, caminandosin sentirlo a la barbarie: La Rioja y San Juan. La Rioja[8] no ha sido, en otro tiempo, una ciudadde primer orden; pero, comparada con su estado presente, la desconocerían sus mismos hijos.Cuando principió la revolución de 1810 contaba con un crecido número de capitalistas ypersonajes notables que han figurado de un modo distinguido en las armas, en el foro, en latribuna, en el púlpito. De La Rioja ha salido el doctor Castro Barros[9], diputado al Congreso deTucumán y canonista célebre; el general Dávila[10], que libertó a Copiapó del poder de los

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españoles en 1817; el general Ocampo[11], Presidente de Charcas; el doctor don Gabriel Ocampo,uno de los abogados más célebres del foro argentino, un número crecido de abogados delapellido de Ocampo, Dávila y García, que existen hoy desparramados por el territorio chileno,como varios sacerdotes de luces, entre ellos el doctor Gordillo, residente en el Huasco.

Para que una provincia haya podido producir en una época dada tantos hombres eminentes oilustrados es necesario que las luces hayan estado difundidas sobre un número mayor deindividuos y sido respetadas y solicitadas con ahínco. Si en los primeros días de la revoluciónsucedía esto, ¿cuál no debería ser el acrecentamiento de luces, riqueza y población que hoy díadebiera notarse, si un espantoso retroceso a la barbarie no hubiese impedido a aquel pobre pueblocontinuar su desenvolvimiento? ¿Cuál es la ciudad chilena, por insignificante que sea, que nopueda enumerar los progresos que ha hecho en diez años en ilustración, aumento de riqueza yornato, sin excluir aún de este número las que han sido destruidas por los terremotos?

Pues bien: veamos el estado de La Rioja, según las soluciones dadas a uno de los muchosinterrogatorios que he dirigido para conocer a fondo los hechos sobre que fundo mis teorías.Aquí es una persona respetable la que habla, ignorando siquiera el objeto con que interrogo susrecientes recuerdos, porque sólo hace cuatro meses que dejó La Rioja[*].

1.ª. —¿A qué número ascenderá, aproximativamente, la población actual de la ciudad de LaRioja?

R. —Apenas a mil quinientas almas. Se dice que sólo hay quince varones residentes en laciudad.

2.ª. —¿Cuántos ciudadanos notables residen en ella?R. —En la ciudad serán seis u ocho.3.ª. —¿Cuántos abogados tienen estudio abierto?R. —Ninguno.4.ª. —¿Cuántos médicos asisten a los enfermos?R. —Ninguno.5.ª. —¿Qué jueces letrados hay?R. —Ninguno.6.ª. —¿Cuántos hombres visten frac?R. —Ninguno.7.ª. —¿Cuántos jóvenes riojanos están estudiando en Córdoba o Buenos Aires?R. —Sólo sé de uno.8.ª. —¿Cuántas escuelas hay, y cuántos niños asisten?R. —Ninguna.9.ª. —¿Hay algún establecimiento público de caridad?R. —Ninguno, ni escuela de primeras letras. El único religioso franciscano que hay en aquel

convento tiene algunos niños.10. —¿Cuántos templos arruinados hay?R. —Cinco: sólo la Matriz sirve de algo.11. —¿Se edifican casas nuevas?

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R. —Ninguna, ni se reparan las caídas.12. —¿Se arruinan las existentes?R. —Cuasi todas, porque las avenidas de las calles son tantas.13. —¿Cuántos sacerdotes se han ordenado?R. —En la ciudad sólo dos mocitos: uno es clérigo cura, otro es religioso de Catamarca. En

la provincia, cuatro más.14. —¿Hay grandes fortunas de a cincuenta mil pesos? ¿Cuántas de a veinte mil?R. —Ninguna; todos pobrísimos.15. —¿Ha aumentado o disminuido la población?R. —Ha disminuido más de la mitad.16. —¿Predomina en el pueblo algún sentimiento de terror?R. —Máximo. Se teme hablar aun lo inocente.17. —La moneda que se acuña, ¿es de buena ley?R. —La provincia es adulterada.

Aquí los hechos hablan con toda su triste y espantosa severidad. Sólo la historia de lasconquistas de los mahometanos sobre la Grecia presenta ejemplos de una barbarización, de unadestrucción tan rápida. ¡Y esto sucede en América en el siglo XIX! ¡Es la obra de sólo veinteaños, sin embargo! Lo que conviene a La Rioja es exactamente aplicable a Santa Fe, a San Luis,a Santiago del Estero[12], esqueletos de ciudades, villorrios decrépitos y devastados. En San Luis,hace diez años que sólo hay un sacerdote, y que no hay escuela ni una persona que lleve frac.Pero vamos a juzgar en San Juan la suerte de las ciudades que han escapado a la destrucción,pero que van barbarizándose insensiblemente.

San Juan[13] es una provincia agrícola y comerciante, exclusivamente; el no tener campaña laha librado, por largo tiempo, del dominio de los caudillos. Cualquiera que fuese el partidodominante, gobernador y empleados eran tomados por la parte educada de la población, hasta elaño 1833, en que Facundo Quiroga colocó a un hombre vulgar en el gobierno[14]. Éste, nopudiéndose sustraer a la influencia de las costumbres civilizadas que prevalecían a despecho enel poder, se entregó a la dirección de la parte culta, hasta que fue vencido por Brizuela[15], jefe delos riojanos, sucediéndole el general Benavides[16], que conserva el mando hace nueve años, noya como una magistratura periódica, sino como propiedad suya. San Juan ha crecido enpoblación a causa de los progresos de la agricultura y de la emigración de La Rioja y San Luis,que huye del hambre y de la miseria. Sus edificios se han aumentado sensiblemente; lo queprueba toda la riqueza de aquellos países, y cuánto podrían progresar si el gobierno cuidase defomentar la instrucción y la cultura, únicos medios de elevar a un pueblo.

El despotismo de Benavides es blando y pacífico, lo que mantiene la quietud y la calma enlos espíritus. Es el único caudillo de Rosas que no se ha hartado de sangre, pero no por eso sehace sentir menos la influencia barbarizadora del sistema actual.

En una población de cuarenta mil habitantes reunidos en una ciudad, no hay hoy un soloabogado hijo del país ni de las otras provincias.

Todos los tribunales están desempeñados por hombres que no tienen el más leve

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conocimiento del Derecho, y que son, además, hombres negados en toda la extensión de lapalabra. No hay establecimiento ninguno de educación pública. Un colegio de señoras[17] fuecerrado en 1840; tres de hombres han sido abiertos y cerrados sucesivamente de 40 al 43, por laindiferencia y aun hostilidad del gobierno.

Sólo tres jóvenes se están educando fuera de la provincia.Sólo hay un médico sanjuanino.No hay tres jóvenes que sepan inglés, ni cuatro que hablen francés.Uno solo hay que ha cursado matemáticas.Un solo joven hay que posee una instrucción digna de un pueblo culto: el señor Rawson[18],

distinguido ya por sus talentos extraordinarios. Su padre es norteamericano, y a esto ha debidorecibir educación.

No hay diez ciudadanos que sepan más que leer y escribir.No hay un militar que haya servido en ejércitos de línea fuera de la República[*].¿Creeráse que tanta mediocridad es natural a una ciudad del interior? ¡No! Ahí está la

tradición, para probar lo contrario. Veinte años atrás, San Juan era uno de los pueblos más cultosdel interior, y ¿cuál no debe ser la decadencia y postración de una ciudad americana, para ir abuscar sus épocas brillantes veinte años atrás del momento presente?

El año 1831 emigraron a Chile doscientos ciudadanos, jefes de familia, jóvenes, literatos,abogados, militares, etcétera. Copiapó, Coquimbo, Valparaíso y el resto de la República estánllenos aún de estos nobles proscriptos, capitalistas algunos, mineros inteligentes otros,comerciantes y hacendados muchos, abogados, médicos, varios. Como en la dispersión deBabilonia, todos éstos no volvieron a ver la tierra prometida. ¡Otra emigración ha salido, para novolver, en 1840!

San Juan había sido, hasta entonces, suficientemente rico en hombres civilizados para dar alcélebre Congreso de Tucumán[19] un presidente de la capacidad y altura del doctor Laprida[20],que murió más tarde asesinado por los Aldao[21]; un prior a la Recoleta Dominica de Chile, en eldistinguido, sabio y patriota Oro[22], después obispo de San Juan; un ilustre patriota, don Ignaciode la Roza[23], que preparó con San Martín la expedición a Chile, y que derramó en su país lassemillas de la igualdad de clases, prometida por la revolución; un ministro, al gobierno deRivadavia[24]; un ministro, a la Legación argentina, en don Domingo Oro[25], cuyos talentosdiplomáticos no son aún debidamente apreciados; un diputado al Congreso de 1826, en elilustrado sacerdote Vera; un diputado a la convención de Santa Fe, en el presbítero Oro, oradorde nota; otro a la de Córdoba, en don Rudecindo Rojo[26], tan eminente por sus talentos y genioindustrial, como por su grande instrucción; un militar al ejército, entre otros, en el coronel Rojo,que ha salvado dos provincias sofocando motines con sólo su serena audacia, y de quien elgeneral Paz[27], juez competente en la materia, decía que sería uno de los primeros generales dela República. San Juan poseía, entonces, un teatro y compañía permanente de actores.

Existen aún los restos de seis o siete bibliotecas de particulares, en que estaban reunidas lasprincipales obras del siglo XVIII y las traducciones de las mejores obras griegas y latinas. Yo nohe tenido otra instrucción hasta el año 36 que la que esas ricas, aunque truncas bibliotecas,pudieron proporcionarme. Era tan rico San Juan en hombres de luces, el año 1825, que la Sala de

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Representantes contaba con seis oradores de nota. ¡Los miserables aldeanos que hoy[*] deshonranla Sala de Representantes de San Juan —en cuyo recinto se oyeron oraciones tan elocuentes ypensamientos tan elevados—, que sacudan el polvo de las actas de aquellos tiempos y huyanavergonzados de estar profanando con sus diatribas aquel augusto santuario!

Los juzgados, el ministerio, estaban servidos por letrados, y quedaba suficiente número parala defensa de los intereses de las partes.

La cultura de los modales, el refinamiento de las costumbres, el cultivo de las letras, lasgrandes empresas comerciales, el espíritu público de que estaban animados los habitantes, todoanunciaba al extranjero la existencia de una sociedad culta, que caminaba rápidamente a elevarsea un rango distinguido, lo que daba lugar para que las prensas de Londres divulgasen porAmérica y Europa este concepto honroso: «… manifiestan las mejores disposiciones para hacerprogresos en la civilización: en el día, se considera a este pueblo como el que sigue a BuenosAires más inmediatamente en la marcha de la reforma social: allí se han adoptado varias de lasinstituciones nuevamente establecidas en Buenos Aires, en proporción relativa; y en la reformaeclesiástica, han hecho los sanjuaninos progresos extraordinarios, incorporando todos losregulares al clero secular y extinguiendo los conventos que aquéllos tenían…».

Pero lo que dará una idea más completa de la cultura de entonces es el estado de la enseñanzaprimaria. Ningún pueblo de la República Argentina se ha distinguido más que San Juan en susolicitud por difundirla, ni hay otro que haya obtenido resultados más completos. No satisfechoel gobierno de la capacidad de los hombres de la provincia para desempeñar cargo tanimportante, mandó traer de Buenos Aires, el año 1815, un sujeto que reuniese, a una instruccióncompetente, mucha moralidad. Vinieron unos señores Rodríguez, tres hermanos dignos derolar[28] con las primeras familias del país, y en las que se enlazaron: tal era su mérito y ladistinción que se les prodigaba. Yo, que hago profesión, hoy, de la enseñanza primaria, que heestudiado la materia, puedo decir que si alguna vez se ha realizado en América algo parecido alas famosas escuelas holandesas descritas por M. Cousin[29], es en la de San Juan. La educaciónmoral y religiosa era acaso superior a la instrucción elemental que allí se daba; y no atribuyo aotra causa el que en San Juan se hayan cometido tan pocos crímenes, ni la conducta moderadadel mismo Benavides, sino a que la mayor parte de los sanjuaninos, él incluso, han sido educadosen esta famosa escuela, en que los preceptos de la moral se inculcaban a los alumnos con unaespecial solicitud. Si estas páginas llegan a manos de don Ignacio y de don Roque Rodríguez,que reciban este débil homenaje que creo debido a los servicios eminentes hechos por ellos, enasocio de su finado hermano don José, a la cultura y moralidad de un pueblo entero[*].

Ésta es la historia de las ciudades argentinas. Todas ellas tienen que reivindicar glorias,civilización y notabilidades pasadas. Ahora el nivel barbarizador pesa sobre todas ellas. Labarbarie del interior ha llegado a penetrar hasta las calles de Buenos Aires. Desde 1810 hasta1840, las provincias que encerraban en sus ciudades tanta civilización fueron demasiadobárbaras, empero, para destruir con su impulso la obra colosal de la revolución de laIndependencia. Ahora que nada les queda de lo que en hombres, luces e instituciones tenían,¿qué va a ser de ellas? La ignorancia y la pobreza, que es la consecuencia, están como las avesmortecinas, esperando que las ciudades del interior den la última boqueada para devorar su presa,

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para hacerlas campo, estancia. Buenos Aires puede volver a ser lo que fue, porque la civilizacióneuropea es tan fuerte allí que a despecho de las brutalidades del gobierno, se ha de sostener. Peroen las provincias, ¿en qué se apoyará? Dos siglos no bastarán para volverlas al camino que hanabandonado, desde que la generación presente educa a sus hijos en la barbarie que a ella le haalcanzado. Pregúntasenos ahora, ¿por qué combatimos? Combatimos para volver a las ciudadessu vida propia.

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5. Vida de Juan Facundo Quiroga

Au surplus, ces traits appartiennent au caractèreoriginal du genre humain. L’homme de la nature, et quin’a pas encore appris à contenir ou déguiser sespassions, les montre dans toute leur énergie, et se livre àtoute leur impétuosité.

ALIX, Histoire de l’Empire Ottoman

INFANCIA Y JUVENTUD

Media entre las ciudades de San Luis y San Juan un dilatado desierto, que, por su faltacompleta de agua, recibe el nombre de travesía.[1] El aspecto de aquellas soledades es, por logeneral, triste y desamparado, y el viajero que viene del oriente no pasa la última represa o aljibede campo sin proveer sus chifles,[2] de suficiente cantidad de agua. En esta travesía tuvo lugar,una vez, la extraña escena que sigue: Las cuchilladas, tan frecuentes entre nuestros gauchos,habían forzado, a uno de ellos, a abandonar precipitadamente la ciudad de San Luis, y ganar latravesía a pie, con la montura al hombro, a fin de escapar de las persecuciones de la justicia.Debían alcanzarlo dos compañeros, tan luego como pudieran robar caballos para los tres.

No eran, por entonces, sólo el hambre o la sed los peligros que le aguardaban en el desiertoaquel, que un tigre cebado andaba hacía un año siguiendo los rastros de los viajeros, y pasabanya de ocho los que habían sido víctimas de su predilección por la carne humana. Suele ocurrir, aveces, en aquellos países en que la fiera y el hombre se disputan el dominio de la naturaleza, queéste cae bajo la garra sangrienta de aquélla: entonces, el tigre empieza a gustar de preferencia sucarne, y se llama cebado cuando se ha dado a este nuevo género de caza, la caza de hombres. Eljuez de la campaña inmediata al teatro de sus devastaciones convoca a los varones hábiles para lacorrería, y bajo su autoridad y dirección se hace la persecución del tigre cebado, que rara vez

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escapa a la sentencia que lo pone fuera de la ley.Cuando nuestro prófugo había caminado cosa de seis leguas, creyó oír bramar el tigre a lo

lejos, y sus fibras se estremecieron. Es el bramido del tigre un gruñido como el del cerdo, peroagrio, prolongado, estridente, y que, sin que haya motivo de temor, causa un sacudimientoinvoluntario en los nervios, como si la carne se agitara, ella sola, al anuncio de la muerte.

Algunos minutos después, el bramido se oyó más distinto y más cercano; el tigre venía yasobre el rastro, y sólo a la larga distancia se divisaba un pequeño algarrobo. Era preciso apretar elpaso, correr, en fin, porque los bramidos se sucedían con más frecuencia, y el último era másdistinto, más vibrante que el que le precedía.

Al fin, arrojando la montura a un lado del camino, dirigióse el gaucho al árbol que habíadivisado, y no obstante la debilidad de su tronco, felizmente bastante elevado, pudo trepar a sucopa y mantenerse en una continua oscilación, medio oculto entre el ramaje. Desde allí pudoobservar la escena que tenía lugar en el camino: el tigre marchaba a paso precipitado, oliendo elsuelo y bramando con más frecuencia, a medida que sentía la proximidad de su presa. Pasaadelante del punto en que ésta se había separado del camino y pierde el rastro; el tigre seenfurece, remolinea, hasta que divisa la montura, que desgarra de un manotón, esparciendo en elaire sus prendas. Más irritado aún con este chasco, vuelve a buscar el rastro, encuentra al fin ladirección en que va, y levantando la vista, divisa a su presa haciendo con el peso balancearse elalgarrobillo, cual la frágil caña cuando las aves se posan en sus puntas. Desde entonces ya nobramó el tigre: acercábase a saltos, y en un abrir y cerrar de ojos, sus enormes manos estabanapoyándose a dos varas del suelo, sobre el delgado tronco, al que comunicaban un temblorconvulsivo, que iba a obrar sobre los nervios del mal seguro gaucho. Intentó la fiera dar un salto,impotente; dio vuelta en torno del árbol midiendo su altura con ojos enrojecidos por la sed desangre, y al fin, bramando de cólera, se acostó en el suelo, batiendo, sin cesar, la cola, los ojosfijos en su presa, la boca entreabierta y reseca. Esta escena horrible duraba ya dos horasmortales: la postura violenta del gaucho y la fascinación aterrante que ejercía sobre él la miradasanguinaria, inmóvil, del tigre, del que por una fuerza invencible de atracción no podía apartarlos ojos, habían empezado a debilitar sus fuerzas, y ya veía próximo el momento en que sucuerpo extenuado iba a caer en su ancha boca, cuando el rumor lejano de galope de caballos ledio esperanza de salvación.

En efecto, sus amigos habían visto el rastro del tigre y corrían sin esperanza de salvarlo. Eldesparramo de la montura les reveló el lugar de la escena, y volar a él, desenrollar sus lazos,echarlos sobre el tigre, empacado[3] y ciego de furor, fue la obra de un segundo. La fiera, estiradaa dos lazos[4], no pudo escapar a las puñaladas repetidas con que, en venganza de su prolongadaagonía, le traspasó el que iba a ser su víctima. «Entonces supe lo que era tener miedo», decía elgeneral don Juan Facundo Quiroga, contando a un grupo de oficiales este suceso.

También a él le llamaron Tigre de los Llanos, y no le sentaba mal esta denominación, a fe. Lafrenología y la anatomía comparada han demostrado, en efecto, las relaciones que existen en lasformas exteriores y las disposiciones morales, entre la fisonomía del hombre y de algunosanimales, a quienes se asemeja en su carácter. Facundo, porque así lo llamaron largo tiempo lospueblos del interior; el general don Facundo Quiroga, el excelentísimo brigadier general don

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Juan Facundo Quiroga, todo eso vino después, cuando la sociedad lo recibió en su seno y lavictoria lo hubo coronado de laureles: Facundo, pues, era de estatura baja y fornida; sus anchasespaldas sostenían sobre un cuello corto una cabeza bien formada, cubierta de pelo espesísimo,negro y ensortijado. Su cara, un poco ovalada, estaba hundida en medio de un bosque de pelo, aque correspondía una barba igualmente espesa, igualmente crespa y negra, que subía hasta losjuanetes, bastante pronunciados, para descubrir una voluntad firme y tenaz.

Sus ojos negros, llenos de fuego y sombreados por pobladas cejas, causaban una sensacióninvoluntaria de terror en aquellos sobre quienes, alguna vez, llegaban a fijarse; porque Facundono miraba nunca de frente, y por hábito, por arte, por deseo de hacerse siempre temible, tenía deordinario la cabeza inclinada y miraba por entre las cejas, como el Alí-Bajá de Monvoisin[5]. ElCaín que representaba la famosa Compañía Ravel me despierta la imagen de Quiroga, quitandolas posiciones artísticas de la estatuaria, que no le convienen. Por lo demás, su fisonomía eraregular, y el pálido moreno de su tez sentaba bien a las sombras espesas en que quedabaencerrada.

La estructura de su cabeza revelaba, sin embargo, bajo esta cubierta selvática, la organizaciónprivilegiada de los hombres nacidos para mandar. Quiroga poseía esas cualidades naturales quehicieron del estudiante de Brienne, el genio de la Francia, y del mameluco oscuro que se batíacon los franceses en las Pirámides, el virrey de Egipto. La sociedad en que nacen da a estoscaracteres la manera especial de manifestarse: sublimes, clásicos, por decirlo así, van al frente dela humanidad civilizada en unas partes; terribles, sanguinarios y malvados, son, en otras, sumancha, su oprobio.

Facundo Quiroga fue hijo de un sanjuanino de humilde condición, pero que, avecindado enlos Llanos de La Rioja, había adquirido en el pastoreo una regular fortuna. El año 1799 fueenviado Facundo a la patria de su padre, a recibir la educación limitada que podía adquirirse enlas escuelas: leer y escribir. Cuando un hombre llega a ocupar las cien trompetas de la fama conel ruido de sus hechos, la curiosidad o el espíritu de investigación van hasta rastrear lainsignificante vida del niño, para anudarla a la biografía del héroe, y no pocas veces, entrefábulas inventadas por la adulación, se encuentran ya en germen, en ella, los rasgoscaracterísticos del personaje histórico.

Cuéntase de Alcibíades que, jugando en la calle, se tendía a lo largo del pavimento paracontrariar a un cochero, que le prevenía que se quitase del paso a fin de no atropellarlo; deNapoleón, que dominaba a sus condiscípulos y se atrincheraba en su cuarto de estudiante pararesistir a un ultraje. De Facundo se refieren, hoy, varias anécdotas, muchas de las cuales lorevelan todo entero.

En la casa de sus huéspedes jamás se consiguió sentarlo a la mesa común; en la escuela, eraaltivo, huraño y solitario; no se mezclaba con los demás niños sino para encabezar en actos derebelión y para darles de golpes. El magister, cansado de luchar con este carácter indomable, seprovee, una vez, de un látigo nuevo y duro, y enseñándolo a los niños, aterrados, «éste es —lesdice— para estrenarlo en Facundo». Facundo, de edad de once años, oye esta amenaza, y al díasiguiente la pone a prueba. No sabe la lección, pero pide al maestro que se la tome en persona,porque el pasante lo quiere mal. El maestro condesciende; Facundo comete un error, comete dos,

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tres, cuatro; entonces el maestro hace uso del látigo y Facundo, que todo lo ha calculado, hasta ladebilidad de la silla en que su maestro está sentado, dale una bofetada, vuélcalo de espaldas, yentre el alboroto que esta escena suscita, toma la calle y va a esconderse en ciertos parrones deuna viña, de donde no se le saca sino después de tres días. ¿No es ya el caudillo que va adesafiar, más tarde, a la sociedad entera?

Cuando llega a la pubertad, su carácter toma un tinte más pronunciado. Cada vez mássombrío, más imperioso, más selvático; la pasión del juego, la pasión de las almas rudas quenecesitan fuertes sacudimientos para salir del sopor que las adormeciera, domínaloirresistiblemente desde la edad de quince años. Por ella se hace una reputación en la ciudad; porella se hace intolerable en la casa en que se le hospeda; por ella, en fin, derrama, por un balazodado a un Jorge Peña, el primer reguero de sangre que debía entrar en el ancho torrente que hadejado marcado su pasaje en la tierra.

Desde que llega a la edad adulta, el hilo de su vida se pierde en un intrincado laberinto devueltas y revueltos, por los diversos pueblos vecinos: oculto unas veces, perseguido siempre,jugando, trabajando en clase de peón, dominando todo lo que se le acerca y distribuyendopuñaladas. En San Juan, muéstranse hoy, en la quinta de los Godoyes, tapias pisadas porQuiroga; en La Rioja, las hay de su mano, en Fiambalá. Él enseñaba otras, en Mendoza, en ellugar mismo en que una tarde hacía traer de sus casas veintiséis oficiales de los que capitularonen Chacón[6] para hacerlos fusilar, en expiación de los manes de Villafañe[7]. En la campaña deBuenos Aires, también mostraba algunos monumentos de su vida de peón errante. ¿Qué causashacen a este hombre, criado en una casa decente, hijo de un hombre acomodado y virtuoso,descender a la condición del gañán, y en ella escoger el trabajo más estúpido, más brutal, en elque sólo entra la fuerza física y la tenacidad? ¿Será que el tapiador gana doble sueldo y que se daprisa para juntar un poco de dinero?

Lo más ordenado que de esta vida oscura y errante he podido recoger es lo siguiente: Haciael año 1806 vino a Chile, con un cargamento de grana[8], de cuenta de sus padres. Jugólo con latropa y los troperos, que eran esclavos de su casa. Solía llevar a San Juan y Mendoza arreos deganado de la estancia paterna, que tenían siempre la misma suerte, porque en Facundo era eljuego una pasión feroz, ardiente, que le resacaba las entrañas. Estas adquisiciones y pérdidassucesivas debieron cansar las larguezas paternales, porque, al fin, interrumpió toda relaciónamigable con su familia. Cuando era ya el terror de la República, preguntábale uno de suscortesanos: «¿Cuál es, general, la parada[9] más grande que ha hecho en su vida?». «Setentapesos», contestó Quiroga con indiferencia; acababa de ganar, sin embargo, una de doscientasonzas. Era, según lo explicó después, que en su juventud, no teniendo sino setenta pesos loshabía perdido juntos a una sota.

Pero este hecho tiene su historia característica. Trabajaba de peón en Mendoza, en lahacienda de una señora, sita aquélla en el Plumerillo[10]. Facundo se hacía notar, hacía un año,por su puntualidad en salir al trabajo y por la influencia y predominio que ejercía sobre losdemás peones. Cuando éstos querían hacer falla para dedicar el día a una borrachera, seentendían con Facundo, quien lo avisaba a la señora, prometiéndole responder de la asistencia detodos al día siguiente, la que era siempre puntual. Por esta intercesión llamábanle los peones el

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Padre.Facundo, al fin de un año de trabajo asiduo, pidió su salario, que ascendía a setenta pesos;

montó en su caballo sin saber adónde iba, vio gente en una pulpería, desmontóse y alargando lamano sobre el grupo que rodeaba al tallador[11], puso sus setenta pesos en una carta: perdiólos ymontó de nuevo, marchando sin dirección fija, hasta que a poco andar un juez Toledo, queacertaba a pasar a la sazón, le detuvo para pedirle su papeleta de conchavo[12].

Facundo aproximó su caballo en ademán de entregársela, afectó buscar algo en el bolsillo, ydejó tendido al juez de una puñalada. ¿Se vengaba en el juez de la reciente pérdida? ¿Quería sólosaciar el encono de gaucho malo contra la autoridad civil y añadir este nuevo hecho al brillo desu naciente fama? Lo uno y lo otro. Estas venganzas sobre el primer objeto que se presentaba sonfrecuentes en su vida. Cuando se apellidaba general y tenía coroneles a sus órdenes, hacía dar ensu casa, en San Juan, doscientos azotes a uno de ellos, por haberle ganado mal, decía Facundo; aun joven, doscientos azotes, por haberse permitido una chanza en momentos en que él no estabapara chanzas; a una mujer, en Mendoza, que le había dicho al paso «Adiós, mi general», cuandoél iba enfurecido porque no había conseguido intimidar a un vecino tan pacífico, tan juicioso,como era valiente y gaucho, doscientos azotes.

Facundo reaparece después, en Buenos Aires, donde en 1810 es enrolado, como recluta, en elregimiento de Arribeños[13] que mandaba el general Ocampo, su compatriota, después Presidentede Charcas. La carrera gloriosa de las armas se abría para él con los primeros rayos del sol demayo; y no hay duda que con el temple de alma de que estaba dotado, con sus instintos dedestrucción y carnicería, Facundo, moralizado por la disciplina y ennoblecido por la sublimidaddel objeto de la lucha, habría vuelto un día del Perú, Chile o Bolivia, uno de los generales de laRepública Argentina, como tantos otros valientes gauchos, que principiaron su carrera desde elhumilde puesto del soldado. Pero el alma rebelde de Quiroga no podía sufrir el yugo de ladisciplina, el orden del cuartel, ni la demora de los ascensos. Se sentía llamado a mandar, a surgirde un golpe, a crearse él solo, a despecho de la sociedad civilizada y en hostilidad con ella, unacarrera a su modo, asociando el valor y el crimen, el gobierno y la desorganización. Más tardefue reclutado para el ejército de los Andes[14] y enrolado en los Granaderos a caballo[15]; unteniente García lo tomó de asistente, y bien pronto la deserción dejó un vacío en aquellasgloriosas filas. Después, Quiroga, como Rosas, como todas esas víboras que han medrado a lasombra de los laureles de la patria, se ha hecho notar por su odio a los militares de laIndependencia, en los que uno y otro han hecho una horrible matanza.

Facundo, desertando de Buenos Aires, se encamina a las provincias con tres compañeros.Una partida le da alcance: hace frente, libra una verdadera batalla, que permanece indecisa poralgún tiempo, hasta que, dando muerte a cuatro o cinco, puede continuar su camino, abriéndosepaso, todavía, a puñaladas, por entre otras partidas que hasta San Luis le salen al paso. Más tardedebía recorrer este mismo camino con un puñado de hombres, disolver ejércitos en lugar departidas e ir hasta la Ciudadela famosa de Tucumán[16] a borrar los últimos restos de la Repúblicay del orden civil.

Facundo reaparece en los Llanos, en la casa paterna. A esta época se refiere un suceso queestá muy valido y del que nadie duda. Sin embargo, en uno de los manuscritos que consulto,

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interrogado su autor sobre este mismo hecho, contesta: «que no sabe que Quiroga haya tratadonunca de arrancar a sus padres dinero por la fuerza» y contra la tradición constante, contra elasentimiento general, quiero atenerme a este dato contradictorio. ¡Lo contrario es horrible!Cuéntase que habiéndose negado su padre a darle una suma de dinero que le pedía, acechó elmomento en que su padre y madre dormían la siesta para poner aldaba a la pieza donde estaban yprender fuego al techo de pajas con que están cubiertas, por lo general, las habitaciones de losLlanos[*].

Pero lo que hay de averiguado es que su padre pidió una vez, al Gobierno de La Rioja, que loprendieran para contener sus demasías, que Facundo, antes de fugarse de los Llanos, fue a laciudad de La Rioja, donde a la sazón se hallaba aquél, y cayendo de improviso sobre él, le diouna bofetada, diciéndole: «¿Usted me ha mandado prender? ¡Tome, mándeme prender ahora!»,con lo cual montó en su caballo y partió a galope para el campo. Pasado un año, preséntase denuevo en la casa paterna, échase a los pies del anciano ultrajado, confunden ambos sus sollozos,y entre las protestas de enmienda del hijo y las reconvenciones del padre, la paz quedarestablecida, aunque sobre base tan deleznable y efímera.

Pero su carácter y hábitos desordenados no cambian, y las carreras, el juego, las correrías delcampo son el teatro de nuevas violencias, de nuevas puñaladas y agresiones, hasta llegar, al fin, ahacerse intolerable para todos e insegura su posición. Entonces un gran pensamiento viene aapoderarse de su espíritu, y lo anuncia sin empacho. El desertor de los Arribeños, el soldado deGranaderos a caballo, que no ha querido inmortalizarse en Chacabuco y en Maipú, resuelve ir areunirse a la montonera de Ramírez[17], vástago de la de Artigas, y cuya celebridad en crímenes yen odio a las ciudades a que hace la guerra ha llegado hasta los Llanos y tiene llenos de espanto alos gobiernos. Facundo parte a asociarse a aquellos filibusteros de la pampa, y acaso laconciencia que deja de su carácter e instintos, y de la importancia del refuerzo que va a dar aaquellos destructores, alarma a sus compatriotas, que instruyen a las autoridades de San Luis, pordonde debía pasar, del designio infernal que lo guía. Dupuy, gobernador entonces (1818), lo haceaprehender, y por algún tiempo permanece confundido entre los criminales que la cárcel encierra.Esta cárcel de San Luis, empero, debía ser el primer escalón que había de conducirlo a la altura aque más tarde llegó. San Martín había hecho conducir a San Luis un gran número de oficialesespañoles de todas graduaciones, de los que habían sido tomados prisioneros en Chile. Seahostigados por las humillaciones y sufrimientos, sea que previesen la posibilidad de reunirse denuevo a los ejércitos españoles, el depósito de prisioneros se sublevó un día, y abrió las puertasde los calabozos de reos ordinarios, a fin de que les prestasen ayuda para la común evasión.Facundo era uno de estos reos y no bien se vio desembarazado de las prisiones cuando,enarbolando el macho de los grillos[18], abre el cráneo al español mismo que se los ha quitado, yyendo por entre el grupo de los amotinados, deja una ancha calle sembrada de cadáveres, en elespacio que ha querido correr. Dícese que el arma de que hizo uso fue una bayoneta, y que losmuertos no pasaron de tres. Quiroga, empero, hablaba siempre del macho de los grillos y decatorce muertos. Acaso es ésta una de esas idealizaciones con que la imaginación poética delpueblo embellece los tipos de la fuerza brutal, que tanto admira; acaso la historia de los grillos esuna traducción argentina de la quijada de Sansón, el Hércules hebreo. Pero Facundo la aceptaba

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como un timbre de gloria, según su bello ideal, y macho de grillos o bayoneta, él, asociándose aotros soldados y presos a quienes su ejemplo alentó, logró sofocar el alzamiento y reconciliarsepor este acto de valor con la sociedad, y ponerse bajo la protección de la patria, consiguiendo quesu nombre volase por todas partes, ennoblecido y lavado, aunque con sangre, de las manchas quelo afeaban. Facundo, cubierto de gloria, mereciendo bien de la patria y con una credencial queacredita su comportación, vuelve a la Rioja y ostenta en los Llanos, entre los gauchos, los nuevostítulos que justifican el terror que ya empieza a inspirar su nombre; porque hay algo deimponente, algo que subyuga y domina, en el premiado asesino de catorce hombres a la vez.

Aquí termina la vida privada de Quiroga, de la que he omitido una larga serie de hechos quesólo pintan el mal carácter, la mala educación y los instintos feroces y sanguinarios de que estabadotado. Sólo he hecho uso de aquellos que explican el carácter de la lucha, de aquellos queentran en proporciones distintas, pero formados de elementos análogos, en el tipo de loscaudillos de las campañas, que han logrado, al fin, sofocar la civilización de las ciudades, y que,últimamente, han venido a completarse en Rosas, el legislador de esta civilización tártara, que haostentado toda su antipatía a la civilización europea, en torpezas y atrocidades sin nombre aún enla Historia.

Pero aún quédame algo por notar en el carácter y espíritu de esta columna de la Federación.Un hombre iletrado, un compañero de infancia y de juventud de Quiroga, que me hasuministrado muchos de los hechos que dejo referidos, me incluye en su manuscrito, hablando delos primeros años de Quiroga, estos datos curiosos: «— que no era ladrón antes de figurar comohombre público — que nunca robó, aun en sus mayores necesidades — que no sólo gustaba depelear, sino que pagaba por hacerlo y por insultar al más pintado — que tenía mucha aversión alos hombres decentes — que no sabía tomar licor nunca — que de joven era muy reservado, y nosólo quería infundir miedo, sino aterrar, para lo que hacía entender a hombres de su confianzaque tenía agoreros o era adivino — que con los que tenía relación, los trataba como esclavos—que jamás se ha confesado, rezado ni oído misa — que cuando estuvo de general, lo vio una vezen misa — que él mismo le decía que no creía en nada». El candor con que estas palabras estánescritas revela su verdad.

Toda la vida pública de Quiroga me parece resumida en estos datos. Veo en ellos el hombregrande, el hombre de genio, a su pesar, sin saberlo él, el César, el Tamerlán, el Mahoma. Hanacido así, y no es culpa suya; descenderá de las escalas sociales para mandar, para dominar,para combatir el poder de la ciudad, la partida de la policía. Si le ofrecen una plaza en losejércitos, la desdeñará, porque no tiene paciencia para aguardar los ascensos; porque hay muchasujeción, muchas trabas puestas a la independencia individual, hay generales que pesan sobre él,hay una casaca que oprime el cuerpo, y una táctica que regla los pasos; ¡todo esto es insufrible!La vida de a caballo, la vida de peligros y emociones fuertes, han acerado su espíritu yendurecido su corazón; tiene odio invencible, instintivo, contra las leyes que lo han perseguido,contra los jueces que lo han condenado, contra toda esa sociedad y esa organización a que se hasustraído desde la infancia y que lo mira con prevención y menosprecio. Aquí se eslabonainsensiblemente el lema de este capítulo: «Es el hombre de la Naturaleza que no ha aprendidoaún a contener o a disfrazar sus pasiones, que las muestra en toda su energía, entregándose a toda

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su impetuosidad. Éste es el carácter original del género «humano»; y así se muestra en lascampañas pastoras de la República Argentina. Facundo es un tipo de la barbarie primitiva: noconoció sujeción de ningún género; su cólera era la de las fieras: la melena de sus renegridos yensortijados cabellos caía sobre su frente y sus ojos, en guedejas como las serpientes de la cabezade Medusa; su voz se enronquecía, y sus miradas se convertían en puñaladas. Dominado por lacólera, mataba a patadas, estrellándoles los sesos a N. por una disputa de juego; arrancaba ambasorejas a su querida porque le pedía, una vez, 30 pesos para celebrar un matrimonio consentidopor él; y abría a su hijo Juan la cabeza de un hachazo porque no había forma de hacerlo callar;daba de bofetadas, en Tucumán, a una linda señorita a quien ni seducir ni forzar podía. En todossus actos mostrábase el hombre bestia aún, sin ser por eso estúpido y sin carecer de elevación demiras. Incapaz de hacerse admirar o estimar, gustaba de ser temido; pero este gusto eraexclusivo, dominante, hasta el punto de arreglar todas las acciones de su vida a producir el terroren torno suyo, sobre los pueblos como sobre los soldados, sobre la víctima que iba a serejecutada, como sobre su mujer y sus hijos. En la incapacidad de manejar los resortes delgobierno civil, ponía el terror como expediente para suplir el patriotismo y la abnegación;ignorante, rodeábase de misterios y haciéndose impenetrable, valiéndose de una sagacidadnatural, una capacidad de observación no común y de la credulidad del vulgo, fingía unapresciencia de los acontecimientos que le daba prestigio y reputación entre las gentes vulgares.

Es inagotable el repertorio de anécdotas de que está llena la memoria de los pueblos conrespecto a Quiroga; sus dichos, sus expedientes, tienen un sello de originalidad que le dabanciertos visos orientales, cierta tintura de sabiduría salomónica en el concepto de la plebe. ¿Quédiferencia hay, en efecto, entre aquel famoso expediente de mandar partir en dos el niñodisputado, a fin de descubrir la verdadera madre, y este otro para encontrar un ladrón? Entre losindividuos que formaban una compañía, habíase robado un objeto, y todas las diligenciaspracticadas para descubrir el ladrón habían sido infructuosas. Quiroga forma la tropa, hace cortartantas varitas de igual tamaño cuantos soldados había, hace enseguida que se distribuyan a cadauno, y luego, con voz segura, dice: «Aquel cuya varita amanezca mañana más grande que lasdemás, ése es el ladrón». Al día siguiente, fórmase de nuevo la tropa, y Quiroga procede a laverificación y comparación de las varitas. Un soldado hay, empero, cuya vara aparece más cortaque las otras. «¡Miserable! —le grita Facundo, con voz aterrante—, ¡tú eres!…». Y, en efecto, élera: su turbación lo dejaba conocer demasiado. El expediente es sencillo: el crédulo gaucho,temiendo que, efectivamente, creciese su varita, le había cortado un pedazo. Pero se necesitacierta superioridad y cierto conocimiento de la naturaleza humana para valerse de estos medios.

Habíanse robado algunas prendas de la montura de un soldado, y todas las pesquisas habíansido inútiles para descubrir al ladrón. Facundo hace formar la tropa y que desfile por delante deél, que está con los brazos cruzados, la mira fija, escudriñadora, terrible. Antes ha dicho: «Yo séquién es», con una seguridad que nada desmiente. Empiezan a desfilar, desfilan muchos, yQuiroga permanece inmóvil; es la estatua de Júpiter Tonante, es la imagen del Dios del JuicioFinal. De repente, se abalanza sobre uno, le agarra del brazo y le dice, con voz breve y seca:«¿Dónde está la montura?». «Allá, señor», contesta, señalando un bosquecillo. «Cuatrotiradores», grita entonces Quiroga.

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¿Qué revelación era ésta? La del terror y la del crimen, hecha ante un hombre sagaz. Estaba,otra vez, un gaucho respondiendo a los cargos que se le hacían por un robo; Facundo leinterrumpe, diciendo: «Ya este pícaro está mintiendo; ¡a ver…, cien azotes…!». Cuando el reohubo salido, Quiroga dijo a alguno que se hallaba presente: «Vea, patrón; cuando un gaucho, alhablar, esté haciendo marcas con el pie, es señal que está mintiendo». Con los azotes, el gauchocontó la historia como debía de ser, esto es, que se había robado una yunta de bueyes.

Necesitaba otra vez, y había pedido, un hombre resuelto, audaz, para confiarle una misiónpeligrosa. Escribía Quiroga, cuando le trajeron el hombre; levanta la cara después de habérseloanunciado varias veces, lo mira y dice, continuando de escribir: «¡Eh!… ¡Ése es un miserable!¡Pido un hombre valiente y arrojado!». Averiguóse, en efecto, que era un patán.

De estos hechos hay a centenares en la vida de Facundo, y que, al paso que descubren unhombre superior, han servido eficazmente para labrarle una reputación misteriosa, entre hombresgroseros, que llegaban a atribuirle poderes sobrenaturales.

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6. La Rioja

The sides of the mountains enlarge and assume anaspect at once more grand and more barren. By little andlittle the scanty vegetation languishes and dies; andmosses disappear, and a red-burning hue succeeds.

ROUSSEL, Palestine

EL COMANDANTE DE CAMPAÑA

En un documento tan antiguo como el año de 1560 he visto consignado el nombre deMendoza con este aditamento: «Mendoza, del valle de La Rioja»[1]. Pero La Rioja actual es unaprovincia argentina que está al norte de San Juan, del cual la separan varias travesías, aunqueinterrumpidas por valles poblados. De los Andes se desprenden ramificaciones que cortan laparte occidental en líneas paralelas, en cuyos valles están Los Pueblos y Chilecito, así llamadopor los mineros chilenos que acudieron a la fama de las ricas minas de Famatina[2]. Más hacia eloriente se extiende una llanura arenisca, desierta y agostada por los ardores del sol, en cuyaextremidad norte y a las inmediaciones de una montaña cubierta hasta su cima de lozana y altavegetación, yace el esqueleto de La Rioja, ciudad solitaria, sin arrabales y marchita comoJerusalén, al pie del Monte de los Olivos. Al sur, y a larga distancia, limitan esta llanura areniscalos Colorados, montes de greda petrificada, cuyos cortes regulares asumen las formas máspintorescas y fantásticas: a veces es una muralla lisa con bastiones avanzados, a veces, créese vertorreones y castillos almenados en ruinas. Últimamente, al sudeste y rodeados de extensastravesías, están los Llanos, país quebrado y montañoso, a despecho de su nombre, oasis devegetación pastosa, que alimentó en otro tiempo millares de rebaños.

El aspecto del país es, por lo general, desolado; el clima, abrasador; la tierra, seca y sin aguascorrientes. El campesino hace represas para recoger el agua de las lluvias y dar de beber a sus

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ganados. He tenido siempre la preocupación de que el aspecto de Palestina es parecido al de LaRioja, hasta en el color rojizo u ocre de la tierra, la sequedad de algunas partes y sus cisternas;hasta en sus naranjos, vides e higueras, de exquisitos y abultados frutos, que se crían donde correalgún cenagoso y limitado Jordán. Hay una extraña combinación de montañas y llanuras, defertilidad y aridez, de montes adustos y erizados, y colinas verdinegras tapizadas de vegetacióntan colosal como los cedros del Líbano. Lo que más me trae a la imaginación estasreminiscencias orientales es el aspecto verdaderamente patriarcal de los campesinos de La Rioja.Hoy, gracias a los caprichos de la moda, no causa novedad el ver hombres con la barba entera, ala manera inmemorial de los pueblos de Oriente; pero aún no dejaría de sorprender, por eso, lavista de un pueblo que habla español y lleva y ha llevado, siempre, la barba completa, cayendomuchas veces hasta el pecho; un pueblo de aspecto triste, taciturno, grave y taimado; árabe, quecabalga en burros y viste a veces de cueros de cabra, como el ermitaño de Enggaddy. Lugareshay en que la población se alimenta exclusivamente de miel silvestre y de algarroba[3], como delangostas San Juan en el desierto. El llanista es el único que ignora que es el ser másdesgraciado, más miserable y más bárbaro; y gracias a esto vive contento y feliz cuando elhambre no le acosa.

Dije al principio que había montañas rojizas que tenían, a lo lejos, el aspecto de torreones ycastillos feudales arruinados; pues, para que los recuerdos de la Edad Media vengan a mezclarsea aquellos matices orientales, La Rioja ha presentado, por más de un siglo, la lucha de dosfamilias hostiles, señoriales, ilustres, ni más ni menos, que en los feudos italianos donde figuranUrsinos, Colonnas y Médicis. Las querellas de Ocampos y Dávilas forman toda la historia cultade La Rioja. Ambas familias, antiguas, ricas, tituladas, se disputan el poder largo tiempo, dividenla población en bandos, como los güelfos y gibelinos, aun mucho antes de la revolución de laIndependencia. De estas dos familias ha salido una multitud de hombres notables en las armas,en el foro y en la industria; porque Dávilas y Ocampos trataron siempre de sobrepasarse, portodos los medios de valer que tiene consagrados la civilización. Apagar estos rencoreshereditarios entró, no pocas veces, en la política de los patriotas de Buenos Aires. La Logia deLautaro[4] llevó a las dos familias a enlazar un Ocampo con una señorita Doria y Dávila, parareconciliarlas. Todos saben que ésta era la práctica en Italia; pero Romeo y Julieta fueron aquímás felices. Hacia el año 1817, el Gobierno de Buenos Aires, a fin de poner término también alos odios de aquellas casas, mandó un gobernador de fuera de la provincia, un señor Barnachea,que no tardó mucho en caer bajo la influencia del partido de los Dávilas, que contaban con elapoyo de don Prudencio Quiroga, residente en los Llanos y muy querido de los habitantes, y que,a causa de esto, fue llamado a la ciudad y hecho tesorero y alcalde. Nótese que, aunque de unmodo legítimo y noble, con don Prudencio Quiroga, padre de Facundo, entra ya la campañapastora a figurar como elemento político en los partidos civiles. Los Llanos, como ya llevo dicho,son un oasis montañoso de pasto, enclavados en el centro de una extensa travesía; sus habitantes,pastores exclusivamente, viven en la vida patriarcal y primitiva, que aquel aislamiento conservatoda su pureza bárbara y hostil a las ciudades. La hospitalidad es allí un deber común, y entre losdeberes del peón entra el de defender a su patrón en cualquier peligro, aun a riesgo de su vida.Estas costumbres explicarán ya un poco los fenómenos que vamos a presenciar.

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Después del suceso de San Luis, Facundo se presentó en los Llanos, revestido del prestigiode la reciente hazaña y premunido de una recomendación del Gobierno. Los partidos quedividían La Rioja no tardaron mucho en solicitar la adhesión de un hombre que todos mirabancon el respeto y asombro que inspiran siempre las acciones arrojadas. Los Ocampos, queobtuvieron el gobierno en 1820, le dieron el título de Sargento Mayor de las Milicias de losLlanos, con la influencia y autoridad de Comandante de Campaña.

Desde este momento principia la vida pública de Facundo. El elemento pastoril, bárbaro deaquella provincia, aquella tercera entidad que aparece en el sitio de Montevideo con Artigas, va apresentarse en La Rioja con Quiroga, llamado en su apoyo por uno de los partidos de la ciudad.Éste es un momento solemne y crítico en la historia de todos los pueblos pastores de laRepública Argentina: hay, en todos ellos, un día en que, por necesidad de apoyo exterior, o por eltemor que ya inspira un hombre audaz, se le elige comandante de campaña. Es éste el caballo delos griegos, que los troyanos se apresuran a introducir en la ciudad.

Por este tiempo ocurría en San Juan la desgraciada sublevación del número 1[5] de los Andes,que había vuelto de Chile a rehacerse. Frustrados en los objetos del motín, Francisco Aldao yCorro emprendieron una retirada desastrosa al norte, a reunirse a Güemes, caudillo de Salta. Elgeneral Ocampo, gobernador de La Rioja, se dispone a cerrarles el paso, y al efecto convocatodas las fuerzas de la provincia y se prepara a dar una batalla. Facundo se presenta con susllanistas. Las fuerzas vienen a las manos, y pocos minutos bastaron al número 1 para mostrar quecon la rebelión no había perdido nada de su antiguo brillo en los campos de batalla. Corro yAldao se dirigieron a la ciudad, y los dispersos trataron de rehacerse, dirigiéndose hacia losLlanos, donde podían aguardar las fuerzas que de San Juan y Mendoza venían en persecución delos fugitivos. Facundo, en tanto, abandona el punto de reunión, cae sobre la retaguardia de losvencedores, los tirotea, los importuna, les mata y hace prisioneros a los rezagados. Facundo es elúnico que está dotado de vida propia, que no espera órdenes, que obra de su propio motu. Se hasentido llamado a la acción y no espera que lo empujen. Más todavía, habla con desdén delGobierno y del general, y anuncia su disposición de obrar, en adelante, según su dictamen y deechar abajo al Gobierno. Dícese que un Consejo de los principales del ejército instaba al generalOcampo para que lo prendiese, juzgase y fusilase; pero el general no consintió en ello, menos,acaso, por moderación que por sentir que Quiroga era ya, no tanto un súbdito, cuanto un aliadotemible.

Un arreglo definitivo entre Aldao y el Gobierno dejó acordado que aquél se dirigiera a SanLuis, por no querer seguir a Corro, proveyéndole el Gobierno de medios hasta salir del territoriopor un itinerario que pasaba por los Llanos. Facundo fue encargado de la ejecución de esta partede lo estipulado, y regresó a los Llanos con Aldao. Quiroga lleva ya la conciencia de su fuerza, ycuando vuelve la espalda a La Rioja ha podido decirle, en despedida: «¡Ay de ti, ciudad! Enverdad os digo que dentro de poco no quedará piedra sobre piedra».

Aldao llegado a los Llanos, y conocido el descontento de Quiroga, le ofrece cien hombres delínea para apoderarse de La Rioja, a trueque de aliarse para futuras empresas. Quiroga acepta conardor, encamínase a la ciudad, la toma, prende a los individuos del Gobierno, les mandaconfesores y orden de prepararse para morir. ¿Qué objeto tiene para él esta revolución? Ninguno;

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se ha sentido con fuerzas: ha estirado los brazos y ha derrocado la ciudad. ¿Es culpa suya?Los antiguos patriotas chilenos no han olvidado, sin duda, las proezas del sargento Araya, de

Granaderos a caballo, porque entre aquellos veteranos la aureola de gloria solía descender hastael simple soldado. Contábame el presbítero Meneses, cura que fue de Los Andes, que después dela derrota de Cancha Rayada[6], el sargento Araya iba encaminándose a Mendoza con sietegranaderos. Íbasele el alma a los patriotas al ver alejarse y repasar los Andes, a los soldados másvalientes del ejército, mientras que Las Heras[7] tenía, todavía, un tercio bajo sus órdenes,dispuesto a hacer frente a los españoles. Tratábase de detener al sargento Araya; pero unadificultad ocurría. ¿Quién se le acercaba? Una partida de sesenta hombres de milicias estaba a lamano; pero todos los soldados sabían que el prófugo era el sargento Araya, y habrían preferidomil veces atacar a los españoles que a este león de los Granaderos. Don José María Meneses,entonces, se adelanta solo y desarmado, alcanza a Araya, le ataja el paso, le recuerda sus gloriaspasadas y la vergüenza de una fuga sin motivo; Araya se deja conmover, y no opone resistencia alas súplicas y órdenes de un buen paisano; se entusiasma en seguida, corre a detener otros gruposde granaderos que le precedían en la fuga, y gracias a su diligencia y reputación vuelve aincorporarse al ejército con sesenta compañeros de armas, que se lavaron, en Maipú, de lamancha momentánea que había caído sobre sus laureles.

Este sargento Araya y un Lorca, también un valiente conocido en Chile, mandaban la fuerzaque Aldao había puesto a las órdenes de Facundo. Los reos de La Rioja, entre los que se hallabael doctor don Gabriel Ocampo, ex ministro de Gobierno, solicitaron la protección de Lorca paraque intercediese por ellos. Facundo, aún no seguro de su momentánea elevación, consintió enotorgarles la vida; pero esta restricción puesta a su poder le hizo sentir otra necesidad. Erapreciso prever esa fuerza veterana, para no encontrar contradicciones en lo sucesivo. De regresoa los Llanos, se entiende con Araya, y, poniéndose ambos de acuerdo, caen sobre el resto de lafuerza de Aldao, la sorprenden, y Facundo se halla, en seguida, jefe de cuatrocientos hombres delínea, de cuyas filas salieron, después, los oficiales de sus primeros ejércitos.

Facundo acordóse de que don Nicolás Dávila estaba en Tucumán, expatriado, y le hizo venirpara encargarle de las molestias del gobierno de La Rioja, reservándose él, tan sólo, el poder realque lo seguía a los Llanos. El abismo que mediaba entre él y los Ocampos y los Dávilas era tanancho, tan brusca la transición, que no era posible, por entonces, hacerla de un golpe; el espíritude ciudad era demasiado poderoso, todavía, para sobreponerle el de la campaña; todavía, undoctor en leyes valía más para el gobierno que un peón cualquiera. Después ha cambiado todoesto.

Dávila se hizo cargo del gobierno bajo el patrocinio de Facundo, y por entonces parecióalejado todo motivo de zozobra. Las haciendas y propiedades de los Dávila estaban situadas enlas inmediaciones de Chilecito, y allí, por tanto, en sus deudos y amigos, se hallabareconcentrada la fuerza física y moral que debía apoyarlo en el gobierno. Habiéndose, además,acrecentado la población de Chilecito, con la provechosa explotación de las minas, y reunídosecaudales cuantiosos, el gobierno estableció una casa de moneda provincial, y trasladó suresidencia a aquel pueblecillo, ya fuese para llevar a cabo la empresa, ya para alejarse de losLlanos y sustraerse de la sujeción incómoda que Quiroga quería ejercer sobre él. Dávila no tardó

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mucho en pasar de estas medidas puramente defensivas a una actitud más decidida, yaprovechando la temporaria ausencia de Facundo, que andaba en San Juan, se concertó con elcapitán Araya para que le prendiese a su llegada. Facundo tuvo aviso de las medidas que contraél se preparaban, e introduciéndose secretamente en los Llanos, mandó asesinar a Araya. Elgobierno, cuya autoridad era contenida de una manera tan indigna, intimó a Facundo que sepresentase a responder a los cargos que se le hacían sobre el asesinato. ¡Parodia ridícula! Noquedaba otro medio que apelar a las armas y encender la guerra civil entre el gobierno y Quiroga,entre la ciudad y los Llanos. Facundo manda a su vez una comisión a la Junta de Representantes,pidiéndole que depusiese a Dávila. La Junta había llamado al gobernador, con instancia, para quedesde allí, y con el apoyo de todos los ciudadanos, invadiese los Llanos y desarmase a Quiroga.Había en esto un interés local, y era hacer que la Casa de Moneda fuese trasladada a la ciudad deLa Rioja; pero como Dávila persistiese en residir en Chilecito, la Junta, accediendo a la solicitudde Quiroga, lo declaró depuesto. El gobernador Dávila había reunido, bajo las órdenes de donMiguel Dávila, muchos soldados de los de Aldao; poseía un buen armamento, muchos adictosque querían salvar la provincia del dominio del caudillo que se estaba levantando en los Llanos yvarios oficiales de línea para poner a la cabeza de las fuerzas. Los preparativos de guerraempezaron, pues, con igual ardor en Chilecito y en los Llanos; y el rumor de los aciagos sucesosque se preparaban llegó hasta San Juan y Mendoza, cuyos gobiernos mandaron un comisionadopara procurar un arreglo entre los beligerantes, que ya estaban a punto de venir a las manos.

Corbalán[8], ese mismo que hoy sirve de ordenanza a Rosas, se presentó en el campo deQuiroga, a interponer la mediación de que venía encargado, y que fue aceptada por el caudillo;pasó en seguida al campo enemigo, donde obtuvo la misma cordial acogida. Regresa al campo deQuiroga para arreglar el convenio definitivo; pero éste, dejándolo allí, se puso en movimientosobre su enemigo, cuyas fuerzas, desapercibidas por las seguridades dadas por el enviado, fueronfácilmente derrotadas y dispersas. Don Miguel Dávila, reuniendo algunos de los suyos, acometiódenodadamente a Quiroga, a quien alcanzó a herir en un muslo antes que una bala le llevase a élmismo la muñeca; en seguida fue rodeado y muerto por los soldados. Hay en este suceso unacosa muy característica del espíritu gaucho. Un soldado se complace en enseñar sus cicatrices; elgaucho las oculta y disimula cuando son de arma blanca, porque prueban su poca destreza, yFacundo, fiel a estas ideas del honor, jamás recordó la herida que Dávila le había abierto antes demorir.

Aquí termina la historia de los Ocampo y de los Dávila, y la de La Rioja también. Lo quesigue es la historia de Quiroga. Este día es también uno de los nefastos de las ciudades pastoras,día aciago que al fin llega. Este día corresponde, en la historia de Buenos Aires, al de abril de1835[9], en que su Comandante de Campaña, su Héroe del Desierto, se apodera de la ciudad.

Hay una circunstancia curiosa (1823) que no debo omitir, porque hace honor a Quiroga. Enesta noche negra que vamos a atravesar no debe perderse la más débil lucecilla: Facundo, alentrar triunfante a La Rioja, hizo cesar los repiques de las campanas, y después de mandar dar elpésame a la viuda del general muerto, ordenó pomposas exequias para honrar sus cenizas.Nombró o hizo nombrar por gobernador a un español vulgar, un Blanco, y con él principió elnuevo orden de cosas que debía realizar el bello ideal del gobierno que había concebido Quiroga;

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porque Quiroga, en su larga carrera, en los diversos pueblos que ha conquistado, jamás se haencargado del gobierno organizado, que abandonaba siempre a otros. Momento grande y dignode atención para los pueblos es siempre aquél en que una mano vigorosa se apodera de susdestinos. Las instituciones se afirman, o ceden su lugar a otras nuevas, más fecundas enresultados, o más conformes con las ideas que predominan. De aquel foco parten muchas veceslos hilos que, entretejiéndose con el tiempo, llegan a cambiar la tela de que se compone laHistoria.

No así cuando predomina una fuerza extraña a la civilización, cuando Atila se apodera deRoma, o Tamerlán recorre las llanuras asiáticas: los escombros quedan, pero en vano iría,después, a removerles la mano de la Filosofía, para buscar, debajo de ellos, las plantas vigorosasque nacieran con el abono nutritivo de la sangre humana. Facundo, genio bárbaro, se apodera desu país; las tradiciones de gobierno desaparecen, las formas se degradan, las leyes son un jugueteen manos torpes; y en medio de esta destrucción efectuada por las pisadas de los caballos, nadase sustituye, nada se establece. El desahogo, la desocupación y la incuria son el bien supremo delgaucho. Si La Rioja, como tenía doctores, hubiera tenido estatuas, éstas habrían servido paraamarrar los caballos.

Facundo deseaba poseer, e incapaz de crear un sistema de rentas, acude a lo que acudensiempre los gobiernos torpes e imbéciles; mas aquí el monopolio llevará el sello de la vidapastoril, la expoliación y la violencia. Rematábanse los diezmos de La Rioja, en aquella época,en diez mil pesos anuales; éste era, por lo menos, el término medio. Facundo se presenta en lamesa del remate, y ya su asistencia, hasta entonces inusitada, impone respeto a los postores.«Doy dos mil pesos —dice— y uno más sobre la mejor postura». El escribano repite la propuestatres veces, y nadie puja más alto. Era que todos los concurrentes se habían escurrido, uno a uno,al leer en la mirada siniestra de Quiroga que aquélla era la última postura. Al año siguiente, secontentó con mandar al remate una cedulilla así concebida: «Doy dos mil pesos, y uno más,sobre la mejor postura.— Facundo Quiroga».

Al tercer año se suprimió la ceremonia del remate, y el año 1831 Quiroga mandaba, todavía,a La Rioja, dos mil pesos, valor fijado a los diezmos.

Pero le faltaba un paso que dar para hacer redituar al diezmo, un ciento por uno, y Facundo,desde el segundo año, no quiso recibir el de animales, sino que distribuyó su marca a todos loshacendados, a fin de que herrasen el diezmo y se le guardase en las estancias hasta que él loreclamara. Las crías se aumentaban, los diezmos nuevos acrecentaban el piño de ganado[10], y ala vuelta de diez años se pudo calcular que la mitad del ganado de las estancias de una provinciapastora pertenecía al Comandante General de Armas y llevaba su marca.

Una costumbre inmemorial en La Rioja hacía que los ganados mostrencos, o no marcados acierta edad, perteneciesen de derecho al fisco, que mandaba sus agentes a recoger estas espigasperdidas, y sacaba de la colecta una renta no despreciable, si bien su recaudación se hacíaintolerable para los estancieros. Facundo pidió que se le adjudicase este ganado, en resarcimientode los gastos que le había demandado la invasión a la ciudad; gastos que se reducían a convocarmilicias, que concurren en sus caballos y viven siempre de lo que encuentran. Poseedor ya departidas de seis mil novillos al año, mandaba, a las ciudades, sus abastecedores, y ¡desgraciado el

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que entrase a competir con él! Este negocio de abastecer los mercados de carne lo ha practicadodondequiera que sus armas se presentaron, en San Juan, Mendoza, Tucumán; cuidando siemprede monopolizarlo en su favor, por algún bando o un simple anuncio. Da asco y vergüenza, sinduda, tener que descender a estos pormenores, indignos de ser recordados. Pero ¿qué remedio?En seguida de una batalla sangrienta que le ha abierto la entrada a una ciudad, lo primero que elgeneral ordena es que nadie pueda abastecer de carnes el mercado… En Tucumán supo que unvecino, contraviniendo la orden, mataba reses en su casa. El general del ejército de los Andes, elvencedor de la Ciudadela, no creyó deber confiar a nadie la pesquisa de delito tan horrendo. Vaél en persona, da recios golpes a la puerta de la casa, que permanecía cerrada, y que, atónitos losde adentro, no aciertan a abrir. Una patada del ilustre general la echa abajo, y expone a su vidaesta escena: una res muerta que desollaba el dueño de la casa, que a su vez cae también muerto ¡ala vista terrífica del general ofendido![*]

No me detengo en estos pormenores a designio. ¡Cuántas páginas omito! ¡Cuántasiniquidades comprobadas, y de todos sabidas, callo! Pero hago la historia del gobierno bárbaro, ynecesito hacer conocer sus resortes. Mehemet-Alí, dueño de Egipto por los mismos medios queFacundo, se entrega a una rapacidad sin ejemplo aun en la Turquía; constituye el monopolio entodos los ramos, y los explota en su beneficio; pero Mehemet-Alí sale del seno de una naciónbárbara, y se eleva hasta desear la civilización europea e injertarla en las venas del pueblo queoprime. Facundo, por el contrario, rechaza todos los medios civilizados que ya son conocidos,los destruye y desmoraliza; Facundo, que no gobierna, porque el gobierno es ya un trabajo enbeneficio ajeno, se abandona a los instintos de una avaricia sin medida, sin escrúpulos.

El egoísmo es el fondo de casi todos los grandes caracteres históricos; el egoísmo es elmuelle real que hace ejecutar todas las grandes acciones. Quiroga poseía este don político en ungrado eminente, y lo ejercitaba en reconcentrar en torno suyo todo lo que veía diseminado en lasociedad inculta que lo rodeaba; fortuna, poder, autoridad, todo está con él; todo lo que no puedeadquirir: maneras, instrucción, respetabilidad fundada, eso lo persigue, lo destruye en laspersonas que lo poseen. Su encono contra la gente decente, contra la ciudad, es cada día másvisible; y el gobernador de La Rioja puesto por él, renuncia, al fin, a fuerza de ser vejadodiariamente. Un día está de buen humor Quiroga, y se juega con un joven, como el gato juegacon la tímida rata: juega a si lo mata o no lo mata; el terror de la víctima ha sido tan ridículo, queel verdugo se ha puesto de buen humor, se ha reído a carcajadas, contra su costumbre habitual.Su buen humor no debe quedar ignorado: necesita explayarse, extenderlo sobre una gransuperficie. Suena la generala en La Rioja, y los ciudadanos salen a las calles armados, al rumorde alarma. Facundo, que ha hecho tocar la generala para divertirse, forma los vecinos en la plazaa las once de la noche, despide de las filas a la plebe, y deja sólo a los vecinos padres de familia,acomodados, y a los jóvenes que aún conservan visos de cultura. Hácelos marchar ycontramarchar toda la noche, hacer alto, alinearse, marchar de frente, de flanco. Es un cabo deinstrucción que enseña a unos reclutas, y la vara del cabo anda por la cabeza de los torpes, por elpecho de los que no se alinean bien; ¿qué quieren?; ¡así se enseña! El día sobreviene, y lossemblantes pálidos de los reclutas, su fatiga y extenuación revelan todo lo que se ha aprendido enla noche. Al fin da descanso a su tropa, y lleva la generosidad hasta comprar empanadas y

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distribuir, a cada uno la suya, que se apresuran a comer, porque ésta es parte de la diversión.Lecciones de este género no son inútiles para ciudades, y el hábil político que en Buenos

Aires[11] ha elevado a sistema estos procedimientos, los ha refinado y hecho producir efectosmaravillosos. Por ejemplo: desde 1835 hasta 1840 casi toda la ciudad de Buenos Aires ha pasadopor las cárceles. Había, a veces, ciento cincuenta ciudadanos que permanecían presos, dos, tresmeses, para ceder su lugar a un repuesto de doscientos que permanecían seis meses. ¿Por qué?,¿qué habían hecho?…, ¿qué habían dicho? ¡Imbéciles!: ¿no veis que se está disciplinando laciudad?… ¿No recordáis que Rosas decía a Quiroga que no era posible constituir la Repúblicaporque no había costumbres? ¡Es que está acostumbrando a la ciudad a ser gobernada!: ¡élconcluirá la obra, y en 1844 podrá presentar al mundo un pueblo que no tiene sino unpensamiento, una opinión, una voz, un entusiasmo sin límites por la persona y por la voluntad deRosas! ¡Ahora sí que se puede constituir una República!

Pero volvamos a La Rioja. Habíase excitado en Inglaterra un movimiento febril de empresasobre las minas de los nuevos Estados americanos: compañías poderosas se proponían explotarlas de México y las del Perú; y Rivadavia[12], residente en Londres entonces, estimuló a losempresarios a traer sus capitales a la República Argentina. Las minas de Famatina se prestaban alas grandes empresas. Especuladores de Buenos Aires obtienen, al mismo tiempo, privilegiosexclusivos para la explotación, con el designio de venderlos a las compañías inglesas por sumasenormes. Estas dos especulaciones, la de Inglaterra y la de Buenos Aires, se cruzaron en susplanes y no pudieron entenderse. Al fin hubo una transacción con otra casa inglesa que debíasuministrar fondos, y que, en efecto, mandó directores y mineros ingleses. Más tarde se especulóen establecer una Casa de Moneda en La Rioja[13], que, cuando el Gobierno nacional seorganizase, debía serle vendida en una gran suma. Facundo, solicitado, entró con un gran númerode acciones, que pagó con el Colegio de Jesuitas, que se hizo adjudicar en pago de sus sueldos degeneral. Una comisión de accionistas de Buenos Aires vino a La Rioja para realizar esta empresa,y, desde luego, manifestó su deseo de ser presentada a Quiroga, cuyo nombre misterioso yterrífico empezaba a resonar por todas partes. Facundo se les presenta en su alojamiento, conmedia de seda de patente, calzón de jergón y un poncho de tela ruin. No obstante lo grotesco deesta figura, a ninguno de los ciudadanos elegantes de Buenos Aires le ocurrió reírse, porque erandemasiado avisados, para no descifrar el enigma. Quería humillar a los hombres cultos, ymostrarles el caso que hacía de sus trajes europeos.

Últimamente, derechos exorbitantes sobre la extracción de ganados que no fuesen los suyoscompletaron el sistema de administración establecido en su provincia. Pero, a más de estosmedios directos de fortuna, hay uno que me apresuro a exponer, por desembarazarme, de unavez, de un hecho que abraza toda la vida pública de Facundo. ¡El juego! Facundo tenía la rabiadel juego, como otros la de los licores, como otros la del rapé. Un alma poderosa, pero incapazde abrazar una grande esfera de ideas, necesitaba esta ocupación ficticia en que una pasión estáen continuo ejercicio, contrariada y halagada a la vez, irritada, excitada, atormentada. Siempre hecreído que la pasión del juego es, en los más casos, una buena cualidad de espíritu que estáociosa por la mala organización de una sociedad. Estas fuerzas de voluntad, de abnegación y deconstancia son las mismas que forman las fortunas del comerciante emprendedor, del banquero y

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del conquistador que juega imperios a las batallas. Facundo ha jugado desde la infancia; el juegoha sido su único goce, su desahogo, su vida entera. ¿Pero sabéis lo que es un tallador que tiene enfondos el poder, el terror y la vida de sus compañeros de mesa? Ésta es una cosa de que nadie hapodido formarse idea sino después de haberlo visto durante veinte años. Facundo jugaba sinlealtad, dicen sus enemigos… Yo no doy fe a este cargo, porque la mala fe le era inútil, y porqueperseguía de muerte a los que la usaban. Pero Facundo jugaba con fondos ilimitados; no permitiójamás que nadie levantase de la mesa el dinero con que jugaba; no era posible dejar de jugar sinque él lo dispusiese; él jugaba cuarenta horas, y más, consecutivas; él no estaba turbado por elterror, y él podía mandar azotar o fusilar a compañeros de carpeta, que muchas veces eranhombres comprometidos. He aquí el secreto de la buena fortuna de Quiroga. Son raros los que lehan ganado sumas considerables, aunque sean muchos los que, en momentos dados de unapartida de juego, han tenido delante de sí pirámides de onzas ganadas a Quiroga: el juego haseguido, porque al ganancioso no le era permitido levantarse, y, al fin, sólo le ha quedado lagloria de contar que tenía ganado ya tanto y lo perdió en seguida.

El juego fue, pues, para Quiroga, una diversión favorita y un sistema de expoliación. Nadierecibía dinero de él en La Rioja, nadie lo poseía, sin ser invitado inmediatamente a jugar y adejarlo en poder del caudillo. La mayor parte de los comerciantes de La Rioja quiebran,desaparecen, porque el dinero ha ido a parar a la bolsa del general; y no es porque no les délecciones de prudencia. Un joven había ganado a Facundo cuatro mil pesos, y Facundo no queríajugar más. El joven cree que es una red que le tienden, que su vida está en peligro. Facundorepite que no juega más; insiste el joven atolondrado, y Facundo, condescendiendo, le gana loscuatro mil pesos y le manda dar doscientos azotes por bárbaro.

Me fatigo de leer infamias, contestes en todos los manuscritos que consulto. Sacrifico larelación de ellas a la vanidad de autor, a la pretensión literaria. Diciendo más, los cuadrossaldrían recargados, innobles, repulsivos.

Hasta aquí llega la vida del Comandante de Campaña, después que ha abolido la ciudad y laha suprimido. Facundo hasta aquí es como Rosas en su estancia, aunque ni el juego, ni lasatisfacción brutal de todas las pasiones lo deshonrasen tanto antes de llegar al poder. PeroFacundo va a entrar en una nueva esfera, y tendremos luego que seguirlo por toda la República,que ir a buscarlo en los campos de batalla.

¿Qué consecuencias trajo para La Rioja la destrucción del orden civil? Sobre esto no serazona, no se discurre. Se va a ver el teatro en que estos sucesos se desenvolvieron, y se tiende lavista sobre él: ahí está la respuesta. Los Llanos de La Rioja están hoy desiertos; la población haemigrado a San Juan; los aljibes que daban de beber a millares de rebaños se han secado. En esosLlanos, donde ahora veinte años pacían tantos millares de rebaños, vaga tranquilo el tigre, que hareconquistado su dominio; algunas familias de pordioseros recogen algarroba para mantenerse.Así han pagado los Llanos los males que extendieron sobre la República. ¡Ay de ti, Betsaida yCorozain! En verdad os digo que Sodoma y Gomorra fueron mejor tratadas que lo que debíaisserlo vosotras.

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7. Sociabilidad (1825)

La société du moyen-âge était composée des débris demille autres sociétés. Toutes les formes de liberté et deservitude se rencontraient; la liberté monarchique du roi,la liberté individuelle du prêtre, la liberté privilégiée desvilles, la liberté représentative de la nation, l’esclavageromain, le servage barbare, la servitude de l’aubain.

CHATEAUBRIAND

Facundo posee La Rioja como árbitro y dueño absoluto: no hay más voz que la suya, másinterés que el suyo. Como no hay letras, no hay opiniones, y como no hay opiniones diversas, LaRioja es una máquina de guerra que irá adonde la lleven. Hasta aquí, Facundo nada ha hecho denuevo, sin embargo; esto era lo mismo que habían hecho el doctor Francia, Ibarra, López,Bustos[1], lo que habían intentado Güemes y Aráoz[2] en el norte: destruir todo derecho parahacer valer el suyo propio. Pero un mundo de ideas, de intereses contradictorios, se agitaba fuerade La Rioja, y el rumor lejano de las discusiones de la prensa y de los partidos llegaba hasta suresidencia en los Llanos. Por otra parte, él no había podido elevarse sin que el ruido que hacía eledificio de la civilización que destruía no se oyese a la distancia y los pueblos vecinos no fijasenen él sus miradas. Su nombre había pasado los límites de La Rioja: Rivadavia lo invitaba acontribuir a la organización de la República; Bustos y López, a oponerse a ella; el Gobierno deSan Juan se preciaba de contarlo entre sus amigos, y hombres desconocidos venían a los Llanos asaludarlo y pedirle apoyo para sostener este o el otro partido. Presentaba la República Argentina,en aquella época, un cuadro animado e interesante. Todos los intereses, todas las ideas, todas laspasiones se habían dado cita para agitarse y meter ruido. Aquí, un caudillo que no quería nadacon el resto de la República; allí, un pueblo que nada más pedía que salir de su aislamiento; allá,un Gobierno que transportaba la Europa a la América; acullá, otro que odiaba hasta el nombre decivilización; en unas partes se rehabilitaba el Santo Tribunal de la Inquisición; en otras sedeclaraba la libertad de las conciencias, como el primero de los derechos del hombre; unos

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gritaban: «Federación»; otros, «Gobierno central»; cada una de estas diversas fases teníaintereses y pasiones fuertes, invencibles en su apoyo. Yo necesito aclarar un poco este caos, paramostrar el papel que tocó desempeñar a Quiroga, y la grande obra que debió realizar. Para pintarel comandante de campaña que se apodera de la ciudad y la aniquila al fin, he necesitadodescribir el suelo argentino, los hábitos que engendra, los caracteres que desenvuelve. Ahora,para mostrar a Quiroga saliendo ya de su provincia y proclamando un principio, una idea, yllevándola a todas partes en la punta de las lanzas, necesito también trazar la carta geográfica delas ideas y de los intereses que se agitaban en las ciudades. Para este fin necesito examinar dosciudades, en cada una de las cuales predominaban las ideas opuestas, Córdoba y Buenos Aires,tales como existían hasta 1825.

CÓRDOBA

Córdoba[3] era, no diré la ciudad más coqueta de la América, porque se ofendería de ello sugravedad española, pero sí una de las ciudades más bonitas del continente. Sita en unahondonada que forma un terreno elevado, llamado Los Altos, se ha visto forzada a replegarsesobre sí misma, a estrechar y reunir sus regulares edificios. El cielo es purísimo, el invierno, secoy tónico; el verano, ardiente y tormentoso. Hacia el oriente tiene un bellísimo paseo de formascaprichosas, de un golpe de vista mágico. Consiste en un estanque de agua encuadrado en unavereda espaciosa, que sombrean sauces añosos y colosales. Cada costado es de una cuadra delargo, encerrado bajo una reja de fierro forjado con enormes puertas en los centros de los cuatrocostados, de manera que el paseo es una prisión encantada, en que se da vueltas, siempre entorno de un vistoso cenador de arquitectura griega. En la plaza principal está la magníficacatedral de orden gótico, con su enorme cúpula recortada en arabescos, único modelo que yosepa que haya en la América del Sur de la arquitectura de la Edad Media. A una cuadra está eltemplo y convento de la Compañía de Jesús, en cuyo presbiterio hay una trampa que da entrada asubterráneos que se extienden por debajo de la ciudad, y van a parar no se sabe todavía adónde;también se han encontrado los calabozos en que la Sociedad sepultaba vivos a sus reos. Siqueréis, pues, conocer monumentos de la Edad Media y examinar el poder y las formas deaquella célebre Orden, id a Córdoba, donde estuvo uno de sus grandes establecimientos centralesde América.

En cada cuadra de la sucinta ciudad hay un soberbio convento, un monasterio o una casa debeatas o de ejercicios. Cada familia tenía entonces un clérigo, un fraile, una monja o un corista;los pobres se contentaban con poder contar entre los suyos un betlemita, un motilón, un sacristáno un monacillo.

Cada convento o monasterio tenía una ranchería contigua, en que estaban reproduciéndoseochocientos esclavos de la Orden: negros, zambos, mulatos y mulatillas de ojos azules, rubias,rozagantes, de pierna bruñida como el mármol; verdaderas circasianas dotadas de todas lasgracias, con más, una dentadura de origen africano, que servía de cebo a las pasiones humanas:todo para mayor honra y provecho del convento a que estas huríes pertenecían.

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Andando un poco en la visita que hacemos, se encuentra la célebre Universidad de Córdoba,fundada nada menos que en el año 1613, y en cuyos claustros sombríos han pasado su juventudocho generaciones de doctores en ambos derechos, ergotistas insignes, comentadores y casuistas.Oigamos al célebre Deán Funes[4] describir la enseñanza y espíritu de esta famosa Universidad,que ha provisto durante dos siglos de teólogos y doctores a una gran parte de la América: «Elcurso teológico duraba cinco años y medio. La Teología participaba de la corrupción de losestudios filosóficos. Aplicada la filosofía de Aristóteles a la Teología, formaba una mezcla deprofano y espiritual. Razonamientos puramente humanos, sutilezas y sofismas engañosos,cuestiones frívolas e impertinentes; esto fue lo que vino a formar el gusto dominante de estasescuelas». Si queréis penetrar un poco más en el espíritu de libertad que daría esta instrucción,oíd al Deán Funes todavía: «Esta Universidad nació y se creó exclusivamente en manos de losjesuitas, quienes la establecieron en su colegio llamado Máximo, de la ciudad de Córdoba». Muydistinguidos abogados han salido de allí; pero literatos, ninguno que no haya ido a rehacer sueducación en Buenos Aires y con los libros modernos.

Esta ciudad docta no ha tenido hasta hoy teatro público, no conoció la ópera, no tiene aúndiarios, y la imprenta es una industria que no ha podido arraigarse allí. El espíritu de Córdobahasta 1829 es monacal y escolástico; la conversación de los estrados rueda siempre sobre lasprocesiones, las fiestas de los santos, sobre exámenes universitarios, profesión de monjas,recepción de las borlas de doctor.

Hasta dónde puede esto influir en el espíritu de un pueblo ocupado de estas ideas durante dossiglos, no puede decirse; pero algo ha debido influir, porque ya lo veis, el habitante de Córdobatiende los ojos en torno suyo y no ve el espacio; el horizonte está a cuatro cuadras de la plaza;sale por las tardes a pasearse, y en lugar de ir y venir por una calle de álamos, espaciosa y largacomo la cañada de Santiago[5], que ensancha el ánimo y lo vivifica, da vueltas en torno de unlago artificial de agua sin movimiento, sin vida, en cuyo centro está un cenador de formasmajestuosas, pero inmóvil, estacionario: la ciudad es un claustro encerrado entre barrancas; elpaseo es un claustro con verjas de fierro; cada manzana tiene un claustro de monjas o frailes; loscolegios son claustros; la legislación que se enseña, la Teología; toda la ciencia escolástica de laEdad Media es un claustro en que se encierra y parapeta la inteligencia, contra todo lo que salgadel texto y del comentario. Córdoba no sabe que existe en la tierra otra cosa que Córdoba; haoído, es verdad, decir que Buenos Aires está por ahí; pero si lo cree, lo que no sucede siempre,pregunta: «¿Tiene Universidad?, pero será de ayer; veamos: ¿Cuántos conventos tiene? ¿Tienepaseo como éste? Entonces eso no es nada».

«¿Por qué autor estudian ustedes legislación allá?», preguntaba el grave doctor Jigena a unjoven de Buenos Aires. «Por Bentham». «¿Por quién dice usted? ¿Por Benthamcito?», señalandocon el dedo el tamaño del volumen en dozavo, en que anda la edición de Bentham. «¡PorBenthamcito! En un escrito mío hay más doctrina que en esos mamotretos. ¡Qué Universidad yqué doctorzuelos!». «¿Y ustedes por quién enseñan?». «¡Hoi!, ¿el cardenal de Luca?… ¿Quédice usted?». «¡Diecisiete volúmenes en folio!…».

En verdad que el viajero que se acerca a Córdoba busca y no encuentra en el horizonte laciudad santa, la ciudad mística, la ciudad con capelo y borlas de doctor. Al fin, el arriero le dice:

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«Vea ahí…, abajo, entre los pastos…». Y, en efecto, fijando la vista en el suelo, y a cortadistancia, vense asomar una, dos, tres, diez cruces seguidas de cúpulas y torres de los muchostemplos que decoran esta Pompeya de la España de la media edad.

Por lo demás, el pueblo de la ciudad, compuesto de artesanos, participaba del espíritu de lasclases altas: el maestro zapatero se daba los aires de doctor en zapatería y os enderezaba un textolatino al tomaros gravemente la medida; el ergo andaba por las cocinas y en boca de losmendigos y locos de la ciudad, y toda disputa entre ganapanes tomaba el tono y forma de lasconclusiones. Añádase que durante toda la revolución, Córdoba ha sido el asilo de los españolesen todas las demás partes maltratados. ¿Qué mella haría la revolución de 1810 en un puebloeducado por los jesuitas y enclaustrado por la naturaleza, la educación y el arte? ¿Qué asideroencontrarían las ideas revolucionarias, hijas de Rousseau, Mably, Raynal y Voltaire[6], si porfortuna atravesaban la pampa para descender a la catacumba española, en aquellas cabezasdisciplinadas por el peripato para hacer frente a toda idea nueva; en aquellas inteligencias que,como su paseo, tenían una idea inmóvil en el centro, rodeada de un lago de aguas muertas, queestorbaba penetrar hasta ellas?

Hacia los años de 1816, el ilustrado y liberal Deán Funes logró introducir en aquella antiguaUniversidad los estudios hasta entonces tan despreciados: Matemáticas, Idiomas vivos, Derechopúblico, Física, Dibujo y Música. La juventud cordobesa empezó, desde entonces, a encaminarsus ideas por nuevas vías, y no tardó mucho en dejarse sentir los efectos de lo que trataremos enotra parte, porque por ahora sólo caracterizo el espíritu maduro, tradicional, que era el quepredominaba.

La revolución de 1810 encontró en Córdoba un oído cerrado, al mismo tiempo que lasprovincias todas respondían a un tiempo al grito de: «¡A las armas! ¡A la libertad!». En Córdoba,empezó Liniers a levantar ejércitos para que fuesen a Buenos Aires a ajusticiar la revolución; aCórdoba mandó la Junta, uno de los suyos y sus tropas, a decapitar a la España. Córdoba, en fin,ofendida del ultraje, y esperando venganza y reparación, escribió con la mano docta de laUniversidad, y en el idioma del breviario y los comentadores, aquel célebre anagrama queseñalaba al pasajero la tumba de los primeros realistas sacrificados en los altares de la patria:

[7]

En 1820, un ejército se subleva en Arequito[8], y su jefe, cordobés, abandona el pabellón dela patria y se establece pacíficamente en Córdoba, que se goza en haberle arrebatado un ejército.Bustos crea un Gobierno colonial, sin responsabilidad; introduce la etiqueta de corte, elquietismo secular de la España, y así preparada, llega Córdoba al año 25, en que se trata deorganizar la República y constituir la revolución y sus consecuencias.

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BUENOS AIRES

Examinemos ahora a Buenos Aires. Durante mucho tiempo lucha con los indígenas que labarren de la haz de la tierra; vuelve a levantarse, cae en seguida, hasta que por los años 1620 selevanta, ya, en el mapa de los dominios españoles lo suficiente, para elevarla a CapitaníaGeneral, separándola de la del Paraguay a que hasta entonces estaba sometida. En 1777 eraBuenos Aires ya muy visible, tanto, que fue necesario rehacer la geografía administrativa de lascolonias para ponerla al frente de un virreinato creado ex profeso para ella.

En 1806 el ojo especulador de Inglaterra recorre el mapa americano y sólo ve a BuenosAires, su río, su porvenir. En 1810, Buenos Aires pulula de revolucionarios avezados en todas lasdoctrinas antiespañolas, francesas, europeas. ¿Qué movimiento de ascensión se ha estadooperando en la ribera occidental del Río de la Plata? La España colonizadora no era nicomerciante ni navegante; el Río de la Plata era para ella poca cosa: la España oficial miró condesdén una playa y un río. Andando el tiempo, el río había depuesto su sedimento de riquezassobre esa playa, pero muy poco del espíritu español, del gobierno español. La actividad delcomercio había traído el espíritu y las ideas generales de Europa; los buques que frecuentabansus aguas traían libros de todas partes y noticias de todos los acontecimientos políticos delmundo. Nótese que la España no tenía otra ciudad comerciante en el Atlántico. La guerra con losingleses aceleró el movimiento de los ánimos hacia la emancipación y despertó el sentimiento dela propia importancia, Buenos Aires es un niño que vence a un gigante, se infatúa, se cree unhéroe y se aventura a cosas mayores.

Llevada de este sentimiento de la propia suficiencia, inicia la revolución con una audacia sinejemplo, la lleva por todas partes, se cree encargada de lo Alto para la realización de una grandeobra. El Contrato Social vuela de mano en mano; Mably y Raynal son los oráculos de la prensa;Robespierre y la Convención, los modelos. Buenos Aires se cree una continuación de la Europa,y si no confiesa francamente que es francesa y norteamericana en su espíritu y tendencias, niegasu origen español, porque el Gobierno español, dice, la ha recogido después de adulta. Con larevolución vienen los ejércitos y la gloria, los triunfos y los reveses, las revueltas y lassediciones.

Pero Buenos Aires, en medio de todos estos vaivenes, muestra la fuerza revolucionaria deque está dotada. Bolívar es todo, Venezuela es la peana de aquella colosal figura; Buenos Aireses una ciudad entera de revolucionarios. Belgrano[9], Rondeau, San Martín, Alvear[10] y los ciengenerales que mandan sus ejércitos son sus instrumentos, sus brazos, no su cabeza, ni su cuerpo.En la República Argentina no puede decirse: «el general tal libertó el país», sino «la Junta, elDirectorio, el Congreso, el Gobierno de tal o tal época mandó al general tal que hiciese tal cosa».El contacto con los europeos de todas las naciones es mayor aún desde los principios, que enninguna parte del continente hispanoamericano: la desespañolización y la europeificación seefectúan en diez años de un modo radical sólo en Buenos Aires, se entiende.

No hay más que tomar una lista de vecinos de Buenos Aires para ver cómo abundan en loshijos del país los apellidos ingleses, franceses, alemanes, italianos. El año 1820 se empieza aorganizar la sociedad, según las nuevas ideas de que está impregnada, y el movimiento continúa

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hasta que Rivadavia se pone a la cabeza del Gobierno. Hasta este momento, Rodríguez[11] y LasHeras han estado echando los cimientos ordinarios de los gobiernos libres. Ley de olvido[12],seguridad individual, respeto de la propiedad, responsabilidad de la autoridad, equilibrio de lospoderes, educación pública; todo, en fin, se cimenta y constituye pacíficamente. Rivadavia vienede Europa, se trae a la Europa; más todavía, desprecia a la Europa; Buenos Aires (y, porsupuesto, decían, la República Argentina) realizará lo que la Francia republicana no ha podido, loque la aristocracia inglesa no quiere, lo que la Europa despotizada echa de menos. Ésta no erauna ilusión de Rivadavia, era el pensamiento general de la ciudad, era su espíritu, su tendencia.

El más o el menos en las pretensiones dividía los partidos, pero no ideas antagonistas en elfondo. ¿Y qué otra cosa había de suceder en un pueblo que sólo en catorce años habíaescarmentado a la Inglaterra, correteado la mitad del continente, equipado diez ejércitos, dadocien batallas campales, vencido en todas partes, mezclándose en todos los acontecimientos,violado todas las tradiciones, ensayado todas las teorías, aventurádolo todo y salido bien en todo:que vivía, se enriquecía, se civilizaba? ¿Qué había de suceder, cuando las bases de gobierno, lafe política que le había dado la Europa estaban plagadas de errores, de teorías absurdas yengañosas, de malos principios; porque sus hombres políticos no tenían obligación de saber másque los grandes hombres de la Europa, que hasta entonces no sabían nada definitivo en materiade organización política? Éste es un hecho grave que quiero hacer notar. Hoy los estudios sobrelas constituciones, las razas, las creencias, la historia, en fin, han hecho vulgares ciertosconocimientos prácticos que nos aleccionan contra el brillo de las teorías concebidas a priori;pero antes de 1820, nada de esto había trascendido por el mundo europeo. Con las paradojas delContrato Social se sublevó la Francia; Buenos Aires hizo lo mismo; Montesquieu distinguió trespoderes, y al punto tres poderes tuvimos nosotros; Benjamin Constant y Bentham anulaban alejecutivo, nulo de nacimiento se le constituyó allí; Say y Smith predicaban el comercio libre,comercio libre se repitió. Buenos Aires confesaba y creía todo lo que el mundo sabio de Europacreía y confesaba. Sólo después de la revolución de 1830 en Francia, y de sus resultadosincompletos, las ciencias sociales toman nueva dirección y se comienzan a desvanecer lasilusiones. Desde entonces empiezan a llegarnos libros europeos que nos demuestran que Voltaireno tenía razón, que Rousseau era un sofista, que Mably y Raynal, unos anárquicos, que no haytres poderes, ni contrato social, etcétera. Desde entonces sabemos algo de razas, de tendencias,de hábitos nacionales, de antecedentes históricos. Tocqueville nos revela, por la primera vez, elsecreto de Norteamérica; Sismondi nos descubre el vacío de las constituciones; Thierry, Michelety Guizot, el espíritu de la historia; la revolución de 1830, toda la decepción delconstitucionalismo de Benjamin Constant; la revolución española, todo lo que hay de incompletoy atrasado en nuestra raza. ¿De qué culpan, pues, a Rivadavia y a Buenos Aires? ¿De no tenermás saber que los sabios europeos que los extraviaban? Por otra parte, ¿cómo no abrazar conardor las ideas generales, el pueblo que había contribuido tanto y con tan buen suceso ageneralizar la revolución? ¿Cómo ponerle rienda al vuelo de la fantasía del habitante de unallanura sin límites, dando frente a un río sin ribera opuesta, a un paso de la Europa, sinconciencia de sus propias tradiciones, sin tenerlas en realidad; pueblo nuevo, improvisado, y quedesde la cuna se oye saludar pueblo grande?

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Así educado, mimado hasta entonces por la fortuna, Buenos Aires se entregó a la obra deconstituirse a sí y a la República, como se había entregado a la de libertarse a sí y a la América,con decisión, sin medios términos, sin contemporización con los obstáculos. Rivadavia era laencarnación viva de ese espíritu poético, grandioso, que dominaba la sociedad entera. Rivadavia,pues, continuaba la obra de Las Heras en el ancho molde en que debía vaciarse un grande Estadoamericano, una República. Traía sabios europeos para la prensa y las cátedras, colonias para losdesiertos, naves para los ríos, interés y libertad para todas las creencias, crédito y BancoNacional para impulsar la industria; todas las grandes teorías sociales de la época, para moldearsu gobierno; la Europa, en fin, a vaciarla de golpe en la América, y realizar en diez años la obraque antes necesitara el transcurso de siglos. ¿Era quimérico este proyecto? Protesto que no.Todas sus creaciones administrativas subsisten, salvo las que la barbarie de Rosas hallóincómodas para sus atentados. La libertad de cultos, que el alto clero de Buenos Aires apoyó, noha sido restringida; la población europea se disemina por las estancias, y toma las armas de sumotu proprio para romper con el único obstáculo que la priva de las bendiciones que le ofrecíaaquel suelo; los ríos están pidiendo a gritos que se rompan las cataratas oficiales que les estorbanser navegados, y el Banco Nacional[13] es una institución tan hondamente arraigada, que él hasalvado la sociedad de la miseria a que la habría conducido el tirano. Sobre todo, por fantástico yextemporáneo que fuese aquel gran sistema, a que se encaminan y precipitan todos los pueblosamericanos ahora, era, por lo menos, ligero y tolerable para los pueblos; y por más que hombressin conciencia lo vociferan todos los días, Rivadavia nunca derramó una gota de sangre nidestruyó la propiedad de nadie, descendiendo, voluntariamente, de la Presidencia fastuosa a lapobreza noble y humilde del proscripto. Rosas, que tanto lo calumnia, se ahogaría en el lago quenunca podría formar toda la sangre que ha derramado; y los cuarenta millones de pesos fuertesdel Tesoro nacional y los cincuenta de fortunas particulares que ha consumido en diez años parasostener la guerra interminable que sus brutalidades han encendido, en manos del fatuo, del ilusoRivadavia, se habrían convertido en canales de navegación, ciudades edificadas y grandes ymultiplicados establecimientos de utilidad pública. Que le quede, pues, a este hombre, ya muertopara su patria, la gloria de haber representado la civilización europea en sus más noblesaspiraciones, y que sus adversarios cobren la suya, de mostrar la barbarie americana en susformas más odiosas y repugnantes; porque Rosas y Rivadavia son los dos extremos de laRepública Argentina, que se liga a los salvajes, por la pampa y a la Europa, por el Plata.

No es el elogio, sino la apoteosis, la que hago de Rivadavia y de su partido, que han muertopara la República Argentina como elemento político, no obstante que Rosas se obstine,suspicazmente, en llamar unitarios a sus actuales enemigos. El antiguo partido unitario, como elde la Gironda, sucumbió hace muchos años. Pero en medio de sus desaciertos y sus ilusionesfantásticas, tenía tanto de noble y grande que la generación que le sucede le debe los máspomposos honores fúnebres. Muchos de aquellos hombres quedan aún entre nosotros, pero no yacomo partido organizado: son las momias de la República Argentina, tan venerables y noblescomo las del Imperio de Napoleón. Estos unitarios del año 25[14] forman un tipo separado, quenosotros sabemos distinguir por la figura, por los modales, por el tono de la voz y por las ideas.Me parece que entre cien argentinos reunidos, yo diría: éste es unitario. El unitario tipo marcha

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derecho, la cabeza alta; no da vuelta, aunque sienta desplomarse un edificio; habla conarrogancia; completa la frase con gestos desdeñosos y ademanes concluyentes; tiene ideas fijas,invariables, y a la víspera de una batalla se ocupará, todavía, de discutir en toda forma unreglamento, o de establecer una nueva formalidad legal; porque las fórmulas legales son el cultoexterior que rinde a sus ídolos, la Constitución, las garantías individuales. Su religión es elporvenir de la República, cuya imagen colosal, indefinible, pero grandiosa y sublime, se leaparece a todas horas cubierta con el manto de las pasadas glorias y no le deja ocuparse de loshechos que presencia. Es imposible imaginarse una generación más razonadora, más deductiva,más emprendedora y que haya carecido en más alto grado de sentido práctico. Llega la noticia deun triunfo de sus enemigos; todos lo repiten, el parte oficial lo detalla, los dispersos vienenheridos. Un unitario no cree en tal triunfo, y se funda en razones tan concluyentes que os hacedudar de lo que vuestros ojos están viendo. Tiene tal fe en la superioridad de su causa, y tantaconstancia y abnegación para consagrarle su vida, que el destierro, la pobreza ni el lapso de losaños entibiarán en un ápice su ardor.

En cuanto a temple de alma y energía, son infinitamente superiores a la generación que les hasucedido. Sobre todo, lo que más los distingue de nosotros son sus modales finos, su políticaceremoniosa y sus ademanes pomposamente cultos. En los estrados no tienen rival, y no obstanteque ya están desmontados por la edad, son más galanes, más bulliciosos y alegres con las damasque sus hijos.

Hoy día las formas se descuidan entre nosotros, a medida que el movimiento democrático sehace más pronunciado, y no es fácil darse idea de la cultura y refinamiento de la sociedad deBuenos Aires hasta 1828. Todos los europeos que arribaban creían hallarse en Europa, en lossalones de París; nada faltaba, ni aun la petulancia francesa, que se dejaba notar, entonces, en elelegante de Buenos Aires.

Me he detenido en estos pormenores para caracterizar la época en que se trataba de constituirla República y los elementos diversos que se estaban combatiendo. Córdoba, española poreducación literaria y religiosa, estacionaria y hostil a las innovaciones revolucionarias, y BuenosAires, todo novedad, todo revolución y movimiento, son las dos fases prominentes de lospartidos que dividían las ciudades todas; en cada una de las cuales estaban luchando estos doselementos diversos que hay en todos los pueblos cultos. No sé si en América se presenta unfenómeno igual a éste, es decir, los dos partidos, retrógrado y revolucionario, conservador yprogresista, representados altamente cada uno por una ciudad civilizada de diverso modo,alimentándose cada una de ideas extraídas de fuentes distintas: Córdoba, de la España, losConcilios, los Comentadores, el Digesto; Buenos Aires, de Bentham, Rousseau, Montesquieu yla literatura francesa entera.

A estos elementos de antagonismo se añadía otra causa no menos grave: tal era elaflojamiento de todo vínculo nacional, producido por la revolución de la Independencia. Cuandola autoridad es sacada de un centro, para fundarla en otra parte, pasa mucho tiempo antes deechar raíces. El Republicano decía el otro día que «la autoridad no es más que un convenio entregobernantes y gobernados». ¡Aquí hay muchos unitarios todavía! La autoridad se funda en elasentimiento indeliberado que una nación da a un hecho permanente. Donde hay deliberación y

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voluntad, no hay autoridad. Aquel estado de transición se llama federalismo[15]; y de todarevolución y cambio consiguiente de autoridad, todas las naciones tienen sus días y sus intentosde federación.

Me explicaré. Arrebatado a la España, Fernando VII, la autoridad, aquel hecho permanentedeja de ser, y la España se reúne en juntas provinciales que niegan la autoridad a los quegobiernan en nombre del rey. Esto es federación de la España. Llega la noticia a la América, yse desprende de la España, separándose en varias secciones: federación de la América.

Del virreinato de Buenos Aires salen, al fin de la lucha, cuatro Estados: Bolivia, Paraguay,Banda Oriental y República Argentina: federación del virreinato.

La República Argentina se divide en provincias, no en las antiguas Intendencias, sino porciudades: federación de las ciudades.

No es que la palabra federación signifique separación, sino que, dada la separación previa,expresa la unión de partes distintas. La República Argentina se hallaba en esta crisis social, ymuchos hombres notables y bien intencionados de las ciudades creían que es posible hacerfederaciones cada vez que un hombre o un pueblo se siente sin respeto por una autoridadnominal y de puro convenio.

Así, pues, había esta otra manzana de discordia en la República y los partidos, después dehaberse llamado realistas y patriotas[16], congresistas y ejecutivistas, pelucones y liberales,concluyeron con llamarse federales y unitarios. Miento, que no concluye aún la lista: que a donJuan Manuel Rosas se le ha antojado llamar a sus enemigos presentes y futuros salvajes,inmundos unitarios, y uno nacerá salvaje estereotipado allí, dentro de veinte años, como sonfederales hoy todos los que llevan la carátula que él les ha puesto.

Pero la República Argentina está geográficamente constituida de tal manera, que ha de serunitaria siempre, aunque el rótulo de la botella diga lo contrario. Su llanura continua, sus ríosconfluyentes a un puerto único, la hacen fatalmente «una e indivisible». Rivadavia, másconocedor de las necesidades del país, aconsejaba a los pueblos que se uniesen bajo unaConstitución común, haciendo nacional el puerto de Buenos Aires. Agüero[17], su eco en elCongreso, decía a los porteños con su acento magistral y unitario: «Demos voluntariamente a lospueblos lo que más tarde nos reclamarán con las armas en la mano».

El pronóstico falló por una palabra. Los pueblos no reclamaron de Buenos Aires el puertocon las armas, sino con la barbarie, que le mandaron en Facundo y Rosas. Pero Buenos Aires sequedó con la barbarie y el puerto, que sólo a Rosas ha servido y no a las provincias. De maneraque Buenos Aires y las provincias se han hecho el mal mutuamente, sin reportar ninguna ventaja.

Todos estos antecedentes he necesitado establecer para continuar con la vida de JuanFacundo Quiroga, porque, aunque parezca ridículo decirlo, Facundo es el rival de Rivadavia.Todo lo demás es transitorio, intermediario y de poco momento: el partido federal de lasciudades era un eslabón que se ligaba al partido bárbaro de las campañas. La República erasolicitada por dos fuerzas unitarias: una que partía de Buenos Aires y se apoyaba en los liberalesdel interior; otra, que partía de las campañas y se apoyaba en los caudillos que ya habían logradodominar las ciudades: la una, civilizada, constitucional, europea; la otra, bárbara, arbitraria,americana.

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Estas dos fuerzas habían llegado a su más alto punto de desenvolvimiento, y sólo una palabrase necesitaba para trabar la lucha; y ya que el partido revolucionario se llamaba unitario, nohabía inconveniente para que el partido adverso adoptase la denominación de federal sincomprenderla.

Pero aquella fuerza bárbara estaba diseminada por toda la República, dividida en provincias,en cacicazgos; necesitábase una mano poderosa para fundirla y presentarla en un todohomogéneo, y Quiroga ofreció su brazo para realizar esta grande obra.

El gaucho argentino, aunque de instintos comunes a los pastores, es eminentementeprovincial: lo hay porteño, santafecino, cordobés, llanista, etc. Todas sus aspiraciones lasencierra en su provincia; las demás son enemigas o extrañas; son diversas tribus, que se hacenentre sí la guerra. López, apoderado de Santa Fe, no se cura de lo que pasa alrededor suyo, salvoque vengan a importunarlo, que entonces monta a caballo y echa fuera a los intrusos. Pero comono estaba en sus manos que las provincias no se tocasen por todas partes, no podían tampocoevitar que al fin se uniesen en un interés común, y de ahí les viniese esa misma unidad que tantose interesaban en combatir.

Recuérdese que al principio dije que las correrías y viajes de la juventud de Quiroga habíansido la base de su futura ambición. Efectivamente: Facundo, aunque gaucho, no tiene apego a unlugar determinado; es riojano, pero se ha educado en San Juan, ha vivido en Mendoza, ha estadoen Buenos Aires. Conoce la República; sus miradas se extienden sobre un grande horizonte;dueño de La Rioja, quisiera, naturalmente, presentarse revestido del poder en el pueblo en queaprendió a leer, en la ciudad donde levantó unas tapias, en aquella otra donde estuvo preso e hizouna acción gloriosa. Si los sucesos lo atraen fuera de su provincia, no se resistirá a salir porcortedad ni encogimiento. Muy distinto de Ibarra o López, que no gustan sino de defenderse ensu territorio, él acometerá el ajeno y se apoderará de él. Así la Providencia realiza las grandescosas por medios insignificantes e inapercibibles, y la Unidad bárbara de la República va ainiciarse, a causa de que un gaucho malo ha andado de provincia en provincia, levantando tapiasy dando puñaladas.

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8. Ensayos

¡Cuánto dilata el día! Porque mañana quiero galopardiez cuadras sobre un campo sembrado de cadáveres.

SHAKESPEARE

Tal como la hemos visto pintada era, en 1825, la fisonomía política de la República, cuandoel Gobierno de Buenos Aires invitó a las provincias a reunirse en un Congreso[1], para darse unaforma de gobierno general. De todas partes fue acogida esta idea con aprobación, ya fuese quecada caudillo contase con constituirse caudillo legítimo de su provincia, ya que el brillo deBuenos Aires ofuscase todas las miradas y no fuese posible negarse, sin escándalo, a unapretensión tan racional. Se ha imputado al gobierno de Buenos Aires, como una falta, haberpromovido esta cuestión, cuya solución debía ser tan funesta para él mismo y para lacivilización; que, como las religiones mismas, es generalizadora, propagandista, y mal creería unhombre si no deseara que todos creyesen como él.

Facundo recibió en La Rioja la invitación, y acogió la idea con entusiasmo, quizá poraquellas simpatías que los espíritus altamente dotados tienen por las cosas esencialmente buenas.

En 1825, la República se preparaba para la guerra del Brasil, y a cada provincia se habíaencomendado la formación de un regimiento para el ejército. A Tucumán vino con este encargoel coronel Lamadrid[2], que, impaciente por obtener los reclutas y elementos necesarios paralevantar su regimiento, no vaciló mucho en derrocar aquellas autoridades morosas y subir él alGobierno, a fin de expedir los decretos convenientes al efecto. Este acto subversivo ponía alGobierno de Buenos Aires en una posición delicada. Había desconfianza en los gobiernos, celosde provincia, y el coronel Lamadrid, venido de Buenos Aires y trastornando un gobiernoprovincial, lo hacía aparecer a aquél, a los ojos de la nación, como instigador. Para desvaneceresta sospecha, el Gobierno de Buenos Aires insta a Facundo que invada a Tucumán y restablezcalas autoridades provinciales. Lamadrid explica al Gobierno el motivo real, aunque bien frívolo,por cierto, que lo ha impulsado, y protesta de su adhesión inalterable. Pero ya era tarde: Facundoestaba en movimiento, y era preciso prepararse a rechazarlo. Lamadrid pudo disponer de un

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armamento que pasaba para Salta; pero, por delicadeza, por no agravar más los cargos que contraél pesaban, se contentó con tomar 50 fusiles y otros tantos sables, suficientes, según él, paraacabar con la fuerza invasora.

Es el general Lamadrid uno de esos tipos naturales del suelo argentino. A la edad de 14 añosempezó a hacer la guerra a los españoles, y los prodigios de su valor romancesco pasan loslímites de lo posible: se ha hallado en ciento cuarenta encuentros, en todos los cuales la espadade Lamadrid ha salido mellada y destilando sangre; el humo de la pólvora y los relinchos de loscaballos lo enajenan materialmente, y con tal que él acuchille todo lo que se le pone por delante,caballeros, cañones, infantes, poco le importa que la batalla se pierda. Decía que es un tiponatural de aquel país, no por esta valentía fabulosa, sino porque es oficial de caballería, y poetaademás. Es un Tirteo que anima al soldado con canciones guerreras, el cantor de que hablé en laprimera parte; es el espíritu gaucho, civilizado y consagrado a la libertad. Desgraciadamente, noes un general cuadrado[3] como lo pedía Napoleón; el valor predomina sobre las otras cualidadesdel general, en proporción de ciento a uno. Y si no, ved lo que hace en Tucumán: pudiendo, noreúne fuerzas suficientes, y con un puñado de hombres presenta la batalla, no obstante que loacompaña el coronel Díaz Vélez poco menos valiente que él. Facundo traía doscientos infantes ysus Colorados de caballería: Lamadrid tiene cincuenta infantes y algunos escuadrones demilicias. Comienza el combate, arrolla la caballería de Facundo, y a Facundo mismo, que novuelve al campo de batalla sino después de concluido todo. Queda la infantería en columnacerrada; Lamadrid manda cargarla, no es obedecido, y la carga él solo. Cierto; él solo atropella lamasa de infantería; voltéanle el caballo, se endereza, vuelve a cargar; mata, hiere, acuchilla todolo que está a su alcance, hasta que caen caballo y caballero, traspasados de balas y bayonetazos,con lo cual la victoria se decide por la infantería. Todavía en el suelo, le hunden en la espalda labayoneta de un fusil, le disparan el tiro, y bala y bayoneta lo traspasan, asándolo, además, con elfogonazo. Facundo vuelve, al fin, a recuperar su bandera negra[4] que ha perdido, y se encuentracon una batalla ganada[5], y Lamadrid muerto, bien muerto. Su ropa está ahí; su espada, sucaballo, nada falta, excepto el cadáver; que no puede reconocerse entre los muchos mutilados ydesnudos que yacen en el campo. El coronel Díez Vélez, prisionero, dice que su hermano teníauna lanzada en una pierna; no hay cadáver allí con herida semejante.

Lamadrid, acribillado de once heridas, se había arrastrado hasta unos matorrales, donde suasistente lo encontró, delirando con la batalla, y respondiendo al ruido de pasos que seacercaban: «¡No me rindo!». Nunca se había rendido el coronel Lamadrid hasta entonces.

He aquí la famosa acción del Tala, primer ensayo de Quiroga, fuera de los términos de laProvincia. Ha vencido en ella al valiente de los valientes, y conserva su espada como trofeo de lavictoria. ¿Se detendrá ahí? Pero veamos la fuerza que se ha suscitado contra el coronel[6] delregimiento número 15, que ha trastornado un Gobierno para equipar su cuerpo. Facundoenarbola en el Tala una bandera que no es argentina, que es de su invención. Es un paño negrocon una calavera y huesos cruzados en el centro. Ésta es su bandera, que ha perdido al principiodel combate, y que «va a recobrar», dice a sus soldados dispersos, «aunque sea en la puerta delinfierno». La muerte, el espanto, el infierno, se presentan en el pabellón y la proclama delGeneral de los Llanos. ¿Habéis visto este mismo paño mortuorio sobre el féretro de los muertos,

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cuando el sacerdote canta A porta inferi?Pero hay más, todavía, que revela desde entonces el espíritu de la fuerza pastora, árabe,

tártara, que va a destruir las ciudades. Los colores argentinos son el celeste y el blanco; el cielotransparente de un día sereno y la luz nítida del disco del sol: la paz y la justicia para todos. Afuerza de odiar la tiranía y la violencia, nuestro pabellón y nuestras armas excomulgan el blasóny los trofeos guerreros. Dos manos en señal de unión sostienen el gorro frigio del liberto[7]; lasciudades unidas, dice este símbolo, sostendrán la libertad adquirida; el sol principia a iluminar elteatro de este juramento, y la noche va desapareciendo poco a poco. Los ejércitos de laRepública, que llevan la guerra a todas partes para hacer efectivo aquel porvenir de luz y tornaren día la aurora que el escudo de armas anuncia, visten azul oscuro y con cabos diversos: visten ala europea. Bien; en el seno de la República, del fondo de sus entrañas, se levanta el colorcolorado[8] y se hace el vestido del soldado, el pabellón del ejército y, últimamente, la cucardanacional, que, so pena de la vida, ha de llevar todo argentino.

¿Sabéis lo que es el color colorado? Yo no lo sé tampoco; pero voy a reunir algunasreminiscencias.

Tengo a la vista un cuadro de las banderas de todas las naciones del mundo. Sólo hay unaeuropea culta en que el colorado predomine, no obstante el origen bárbaro de sus pabellones.Pero hay otras coloradas; leo: Argel, pabellón colorado, con calavera y huesos; Túnez, pabellóncolorado; Mogol, ídem; Turquía, pabellón colorado, con creciente; Marruecos, Japón, colorado,con la cuchilla exterminadora; Siam, Surat, etc., lo mismo.

Recuerdo que los viajeros que intentan penetrar en el interior del África se proveen de pañocolorado para agasajar a los príncipes negros. «El rey de Elve» dicen los hermanos Lardner«llevaba un surtú[9] español de paño colorado y pantalones del mismo color».

Recuerdo que los presentes que el Gobierno de Chile manda a los caciques de Araucoconsisten en mantas y ropas coloradas, porque este color agrada mucho a los salvajes.

La capa de los emperadores romanos que representaban al dictador era de púrpura, esto es,colorada.

El manto real de los reyes bárbaros de Europa fue siempre colorado.La España ha sido el último país europeo que ha repudiado el colorado, que llevaba en la

capa grana.Don Carlos, en España, el pretendiente absoluto, izó una bandera colorada.El Parlamento Regio de Génova,[*] disponiendo que los senadores lleven toga purpúrea,

colorada, previene que se practique así particularmente «in esecuzione di giudicato criminale adeffetto di incutere colla grave sua decorosa presenza il terrore e lo spavento, nei cattivi».

El verdugo, en todos los estados europeos, vestía de colorado hasta el siglo pasado.Artigas agrega, al pabellón argentino, una faja diagonal colorada[10].Los ejércitos de Rosas visten de colorado[11].Su retrato se estampa en una cinta colorada.¿Qué vínculo misterioso liga todos estos hechos? ¿Es casualidad que Argel, Túnez, el Japón,

Marruecos, Turquía, Siam, los africanos, los salvajes, los Nerones romanos, los reyes bárbaros, ilterrore e lo spavento, el verdugo y Rosas, se hallen vestidos con un color proscripto hoy día por

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las sociedades cristianas y cultas? ¿No es el colorado el símbolo que expresa violencia, sangre ybarbarie? Y si no, ¿por qué este antagonismo?

La revolución de la Independencia argentina se simboliza en dos tiras celestes y una blanca,cual si dijera: ¡justicia, paz, justicia!

¡La reacción acaudillada por Facundo y aprovechada por Rosas se simboliza en una cintacolorada, que dice: ¡terror, sangre, barbarie!

La especie humana ha dado, en todos los tiempos, este significado al color grana, colorado,púrpura: id a estudiar el Gobierno en los pueblos que ostentan este color, y hallaréis a Rosas y aFacundo: el terror, la barbarie, la sangre corriendo todos los días. En Marruecos, el Emperadortiene la singular prerrogativa de matar él mismo a los criminales.

Necesito detenerme sobre este punto. Toda civilización se expresa en trajes, y cada trajeindica un sistema de ideas entero. ¿Por qué usamos hoy la barba entera? Por los estudios que sehan hecho en estos tiempos sobre la Edad Media: la dirección dada a la literatura romántica serefleja en la moda. ¿Por qué varía ésta todos los días? Por la libertad del pensamiento europeo;fijad el pensamiento, esclavizadlo, y tendréis vestido invariable: así en Asia, donde el hombrevive bajo gobiernos como el de Rosas, lleva desde los tiempos de Abraham vestido talar.

Hay aún más: cada civilización ha tenido su traje, y cada cambio en las ideas, cadarevolución en las instituciones, un cambio en el vestir. Un traje, la civilización romana, otro, laEdad Media; el frac no principia en Europa sino después del renacimiento de las ciencias; lamoda no la impone al mundo sino la nación más civilizada; de frac visten todos los puebloscristianos, y cuando el sultán de Turquía, Abdul Medjil, quiere introducir la civilización europeaen sus estados, depone el turbante, el caftán y las bombachas para vestir frac, pantalón y corbata.

Los argentinos saben la guerra obstinada que Facundo y Rosas han hecho al frac y a la moda.El año de 1840, un grupo de mazorqueros rodea, en la oscuridad de la noche, a un individuo queiba con levita por las calles de Buenos Aires. Los cuchillos están a dos dedos de su garganta.«Soy Simón Pereira», exclama. «Señor, el que anda vestido así se expone». «Por lo mismo mevisto así; ¿quién si no yo anda con levita? Lo hago para que me conozcan desde lejos». Esteseñor es primo y compañero de negocios de don Juan Manuel Rosas. Pero, para terminar lasexplicaciones que me propongo dar sobre el color colorado iniciado por Facundo, e ilustrar porsus símbolos el carácter de la guerra civil, debo referir aquí la historia de la cinta colorada, quehoy sale ya a ostentarse afuera. En 1820 aparecieron en Buenos Aires, con Rosas, los Coloradosde las Conchas; la campaña mandaba ese contingente. Rosas, veinte años después, reviste, al fin,la ciudad de colorado: casas, puertas, empapelados, vajillas, tapices, colgaduras, etc. etc.Últimamente, consagra este color oficialmente, y lo impone como una medida de Estado.

La historia de la cinta colorada es muy curiosa. Al principio fue una divisa que adoptaron losentusiastas; mandóse después llevarla a todos, para que probase la uniformidad de la opinión. Sedeseaba obedecer, pero al mudar de vestido, se olvidaba. La Policía vino en auxilio de lamemoria: se distribuían mazorqueros por las calles, y sobre todo en las puertas de los templos, ya la salida de las señoras, se distribuían, sin misericordia, zurriagazos con vergas de toro. Peroaún quedaba mucho por arreglar. ¿Llevaba uno la cinta negligentemente anudada? —¡Vergazos!, era unitario. — ¿Llevábala la chica? — ¡Vergazos!, era unitario. ¿No la llevaba?,

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¡degollado por contumaz! No paró ahí ni la solicitud del Gobierno ni la educación pública. Nobastaba ser federal ni llevar la cinta, que era preciso, además, que ostentase el retrato del ilustreRestaurador[13] sobre el corazón en señal de amor intenso, y los letreros «mueran los salvajesinmundos unitarios». ¿Creeríase que con esto estaba terminada la obra de envilecer a un puebloculto y hacerle renunciar a toda dignidad personal? ¡Ah!, todavía no estaba bien disciplinado.Amanecía una mañana, en una esquina de Buenos Aires, un figurón pintado en papel, con unacinta flotante de media vara. En el momento que alguno la veía, retrocedía despavorido, llevandopor todas partes la alarma; entrábase en la primer tienda, y salía de allí con una cinta flotante demedia vara. Diez minutos después, toda la ciudad se presentaba en las calles, cada uno con sucinta flotante de media vara de largo. Aparecía otro día otro figurón con una ligera alteración enla cinta: la misma maniobra. Si alguna señorita se olvidaba del moño colorado, la Policía lepegaba gratis uno en la cabeza ¡con brea derretida! ¡Así se ha conseguido uniformar la opinión!¡Preguntad en toda la República Argentina si hay uno que no sostenga y crea ser federal…! Hasucedido mil veces, que un vecino ha salido a la puerta de su casa y ha visto barrida la partefrontera de la calle: al momento ha mandado barrer, le ha seguido su vecino, y en media hora haquedado barrida toda la calle entera, creyéndose que era una orden de la Policía. Un pulpero izauna bandera por llamar la atención; velo el vecino y, temeroso de ser tachado de tardo por elgobernador, iza la suya, ízanla los del frente, ízanla en toda la calle, pasa a otras, y en unmomento queda empavesada Buenos Aires. La Policía se alarma, inquiere qué noticia tan faustase ha recibido que ella ignora, sin embargo… ¡Y éste era el pueblo que rendía a once milingleses en las calles y mandaba, después, cinco ejércitos por el continente americano a caza deespañoles!

Es que el terror es una enfermedad del ánimo que aqueja a las poblaciones, como el cóleramorbus, la viruela, la escarlatina. Nadie se libra, al fin, del contagio. Y cuando se trabaja diezaños consecutivos para inocularlo, no resisten al fin ni los ya vacunados. ¡No os riáis, pues,pueblos hispanoamericanos, al ver tanta degradación! ¡Mirad que sois españoles, y la Inquisicióneducó así a la España! Esta enfermedad la traemos en la sangre.

Volvamos a tomar el hilo de los hechos. Facundo entró triunfante en Tucumán, y regresó aLa Rioja, pasados unos pocos días, sin cometer actos notables de violencia y sin imponercontribuciones, porque la regularidad constitucional de Rivadavia había formado una concienciapública que no era posible arrostrar de un golpe.

Facundo regresa a La Rioja; aunque enemigo de la Presidencia, Quiroga no sabía qué decirfijamente sobre el motivo de esta oposición a la Presidencia, lo que es muy natural. Él mismo nopodría haberse dado cuenta de ello. «Yo no soy federal —decía siempre—, ¿que soy tonto?».«¿Sabe usted —decía una vez a don Dalmacio Vélez[14]— por qué he hecho la guerra? ¡Poresto!». Y sacaba una onza de oro. Mentía Facundo.

Otras veces decía: «Carril[15], gobernador de San Juan, me hizo un desaire, desatendiendo mirecomendación por Carita, y me eché por eso en la oposición al Congreso». Mentía.

Sus enemigos decían: «Tenía muchas acciones en la Casa de Moneda, y propusieron venderlaal Gobierno Nacional en $ 300.000. Rivadavia rechazó esta propuesta, porque era un roboescandaloso; Facundo se alistó desde entonces entre sus enemigos». El hecho es cierto, pero no

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fue éste el motivo.Créese que cedió a las sugestiones de Bustos e Ibarra, para oponerse; pero hay un documento

que acredita lo contrario. En carta que escribía al general Lamadrid, en 1832, le decía: «Cuandofui invitado por los muy nulos y bajos Bustos e Ibarra, no considerándolos capaces de haceroposición con provecho, al déspota Presidente don Bernardino Rivadavia, los desprecié; pero,habiéndome asegurado el edecán del finado Bustos, coronel don Manuel del Castillo, que ustedestaba de acuerdo con este negocio y era el más interesado en él, no trepidé un momento endecidirme a arrostrar todo compromiso, contando únicamente con su espada, para esperar undesenlace feliz… ¡Cuál fue mi chasco!, etc».

No era federal, ¿ni cómo había de serlo? Qué, ¿es necesario ser tan ignorante como uncaudillo de campaña para conocer la forma de gobierno que más conviene a la República?¿Cuanta menos instrucción tiene un hombre, tanta más capacidad es la suya para juzgar de lasarduas cuestiones de la alta política? ¿Pensadores como López, como Ibarra, como Facundo, eranlos que con sus estudios históricos, sociales, geográficos, filosóficos, legales, iban a resolver elproblema de la conveniente organización de un Estado? ¡Eh!… Dejemos a un lado las palabrasvanas con que, con tanta impudencia, se han burlado de los incautos. Facundo dio contra elGobierno que lo había mandado a Tucumán, por la misma razón que dio contra Aldao[16] que lomandó a La Rioja. Se sentía fuerte y con voluntad de obrar; impulsábalo a ello un instinto ciego,indefinido, y obedecía a él; era el comandante de campaña, el gaucho malo, enemigo de lajusticia civil, del orden civil, del hombre educado, del sabio, del frac, de la ciudad, en unapalabra. La destrucción de todo esto le estaba encomendada de lo Alto, y no podía abandonar sumisión.

Por este tiempo, una singular cuestión vino a complicar los negocios. En Buenos Aires,puerto de mar, residencia de diez y seis mil extranjeros[17], el Gobierno propuso conceder a estosextranjeros la libertad de cultos, y la parte más ilustrada del clero sostuvo y sancionó la ley: losconventos habían sido antes regularizados, y rentados los sacerdotes. En Buenos Aires esteasunto no metió bulla, porque eran puntos estos en que las opiniones estaban de acuerdo; lasnecesidades eran patentes. La cuestión de libertad de cultos es, en América, una cuestión depolítica y de economía. Quien dice libertad de cultos, dice inmigración europea y población. Tanno causó impresión en Buenos Aires, que Rosas no se ha atrevido a tocar nada de lo acordadoentonces, y es preciso que sea un absurdo inconcebible aquello que Rosas no intente.

En las provincias, empero, ésta fue una cuestión de religión, de salvación y condenacióneternas: ¡Imaginaos cómo la recibiría Córdoba! En Córdoba se levantó una inquisición. San Juanexperimentó una sublevación católica, porque así se llamó el partido, para distinguirse de loslibertinos, sus enemigos. Sofocada esta revolución en San Juan, sábese un día que Facundo está alas puertas de la ciudad, con una bandera negra dividida por una cruz sanguinolenta, rodeada deeste lema: ¡Religión o muerte!

¿Recuerda el lector que he copiado de un manuscrito que Facundo nunca se confesaba, nooía misa, ni rezaba, y que él mismo decía que no creía en nada? Pues bien: el espíritu de partidoaconsejó a un célebre predicador llamarlo el Enviado de Dios e inducir a la muchedumbre aseguir sus banderas. Cuando este mismo sacerdote abrió los ojos y se separó de la cruzada

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criminal que había predicado, Facundo decía que nada más sentía, que no haberlo a las manos,para darle seiscientos azotes.

Llegado a San Juan, los principales de la ciudad, los magistrados que no habían fugado, lossacerdotes, complacidos por aquel auxilio divino, salen a encontrarlo, y en una calle forman doslargas filas. Facundo pasa sin mirarlos; síguenle a distancia, turbados, mirándose unos a otros enla común humillación, hasta que llegan al centro de un potrero de alfalfa, alojamiento que elgeneral pastor, este hicso moderno, prefiere a los adornados edificios de la ciudad. Una negraque lo había servido en su infancia se presenta a ver a su Facundo; él la sienta a su lado, conversaafectuosamente con ella, mientras que los sacerdotes y los notables de la ciudad están de pie, sinque nadie les dirija la palabra, sin que el jefe se digne despedirlos.

Los católicos debieron quedar un poco dudosos de la importancia e idoneidad del auxilio quetan inesperadamente les venía. Pocos días después, sabiendo que el cura de la Concepción eralibertino, mandó traerlo con sus soldados, vejándolo en el tránsito, ponerle una barra de grillos,mandándole prepararse para morir. Porque han de saber mis lectores chilenos que por entonceshabía en San Juan sacerdotes libertinos, curas, clérigos, frailes que pertenecían al partido de laPresidencia. Entre otros, el presbítero Centeno, muy conocido en Santiago, fue, con otros seis,uno de los que más trabajaron en la reforma eclesiástica. Mas era necesario hacer algo en favorde la religión, para justificar el lema de la bandera. Con tan laudable fin, escribe una esquelita aun sacerdote adicto suyo, pidiéndole consejo sobre la resolución que ha tomado, dice, de fusilar atodas las autoridades, en virtud de no haber decretado aún la devolución de las temporalidades.

El buen sacerdote, que no había previsto lo que importa armar el crimen en nombre de Dios,tuvo, por lo menos, escrúpulo sobre la forma en que se iba a hacer reparación, y consiguió que seles dirigiese un oficio, pidiéndoles u ordenándoles que así lo hiciesen.

¿Hubo cuestión religiosa en la República Argentina? Yo lo negaría rotundamente, si nosupiese que cuanto más bárbaro y, por tanto, más irreligioso es un pueblo, tanto más susceptiblees de preocuparse y fanatizarse. Pero las masas no se movieron espontáneamente, y los queadoptaron aquel lema, Facundo, López, Bustos, etc., eran completamente indiferentes. Esto escapital. Las guerras religiosas del siglo XV, en Europa, son mantenidas de ambas partes porcreyentes sinceros, exaltados, fanáticos y decididos hasta el martirio, sin miras políticas, sinambición. Los puritanos leían la Biblia en el momento antes del combate, oraban y se preparabancon ayunos y penitencias. Sobre todo, el signo en que se conoce el espíritu de los partidos es querealizan sus propósitos cuando llegan a triunfar, aún más allá de donde estaban asegurados antesde la lucha. Cuando esto no sucede, hay decepción en las palabras. Después de haber triunfadoen la República Argentina el partido que se apellida católico, ¿qué ha hecho por la religión o losintereses del sacerdocio?

Lo único, que yo sepa, es haber expulsado a los jesuitas[18] y degollado cuatro sacerdotesrespetables en Santos Lugares[19][*], después de haberles desollado vivos la corona y las manos;¡poner al lado del Santísimo Sacramento el retrato de Rosas y sacarlo en procesión bajo el palio!¿Cometió jamás profanaciones tan horribles el partido libertino?

Pero ya es demasiado detenerme sobre este punto. Facundo, en San Juan, ocupó su tiempo enjugar, abandonando a las autoridades el cuidado de reunirle las sumas que necesitaba para

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resarcirse de los gastos que le imponía la defensa de la religión. Todo el tiempo que permanecióallí habitó bajo un toldo[20], en el centro de un potrero de alfalfa, y ostentó (porque eraostentación meditada) el chiripá. ¡Reto e insulto que hacía a una ciudad donde la mayor parte delos ciudadanos cabalgaban en sillas inglesas y donde los trajes y gustos bárbaros de la campañaeran detestados, por cuanto es una provincia exclusivamente agricultora!

Una campaña más todavía sobre Tucumán, contra el general Lamadrid, completó el debut oexhibición de este nuevo Emir de los pastores. El general Lamadrid había vuelto al Gobierno deTucumán, sostenido por la provincia, y Facundo se creyó en el deber de desalojarlo. Nuevaexpedición, nueva batalla, nueva victoria. Omito sus pormenores, porque en ellos noencontramos sino pequeñeces. Un hecho hay, sin embargo, ilustrativo. Lamadrid tenía en labatalla del Rincón[21], ciento diez hombres de infantería; cuando la acción se terminó, habíanmuerto sesenta en línea, y excepto uno, los cincuenta restantes estaban heridos. Al día siguiente,Lamadrid se presenta de nuevo a combatir, y Quiroga le manda uno de sus ayudantes, desnudo, adecirle, simplemente, que la acción principiaría por los cincuenta prisioneros que dejabaarrodillados, y una compañía de soldados apuntándoles; con cuya intimación, Lamadridabandonó toda tentativa de hacer aún resistencia.

En todas estas tres expediciones en que Facundo ensaya sus fuerzas se nota, todavía, pocaefusión de sangre, pocas violaciones de la moral. Es verdad que se apodera, en Tucumán, deganados, cueros, suelas, e impone gruesas contribuciones en especies metálicas; pero aún no hayazotes a los ciudadanos, no hay ultrajes a las señoras; son los males de la conquista, pero aún sinsus horrores: el sistema pastoril no se desenvuelve sin freno y con toda la ingenuidad quemuestra más tarde.

¿Qué parte tenía el Gobierno legítimo de La Rioja en estas expediciones? ¡Oh! Las formasexisten aún, pero el espíritu estaba todo en el comandante de campaña. Blanco deja el mando,harto de humillaciones, y Agüero[22] entra en el Gobierno. Un día, Quiroga raya su caballo en lapuerta de su casa, y le dice: «Señor gobernador: vengo a avisarle que estoy acampado a dosleguas con mi escolta». Agüero renuncia. Trátase de elegir nuevo gobierno, y a petición de losvecinos, él se digna indicarles a Galván. Recíbese éste, y en la noche es asaltado por una partida;fuga, y Quiroga se ríe mucho de la aventura. La Junta de Representantes se componía dehombres que ni leer sabían.

Necesita dinero para la primera expedición a Tucumán[23], y pide al tesoro de la Casa deMoneda 8.000 pesos por cuenta de sus acciones, que no había pagado; en Tucumán pide 25.000pesos para pagar a sus soldados, que nada reciben, y más tarde, pasa la cuenta de 18.000 pesos aDorrego[24], para que le abone los costos de la expedición que había hecho por orden delgobierno de Buenos Aires. Dorrego se apresura a satisfacer tan justa demanda. Esta suma se lareparten entre él y Moral, gobernador de La Rioja, que le sugirió la idea; seis años después dabaen Mendoza 700 azotes al mismo Moral, en castigo de su ingratitud.

Durante el gobierno de Blanco se traba una disputa en una partida de juego. Facundo toma delos cabellos a su contendor, lo sacude y le quiebra el pescuezo. El cadáver fue enterrado yapuntada la partida: «Muerto de muerte natural». Al salir para Tucumán, manda una partida acasa de Sárate, propietario pacífico, pero conocido por su valor y su desprecio a Quiroga; sale

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aquél a la puerta, y apartando a la mujer e hijos, lo fusilan, dejando a la viuda el cuidado deenterrarlo. De vuelta de la expedición se encuentra con Gutiérrez[25], ex gobernador deCatamarca y partidario del Congreso, y le insta que vaya a vivir a La Rioja, donde estará seguro.Pasan ambos una temporada en la mayor intimidad; pero un día que le ha visto en la carretera,rodeado de gauchos amigos, lo aprehenden, dándole una hora para prepararse a morir. El espantoreina en La Rioja; Gutiérrez es un hombre respetable, que se ha granjeado el afecto de todos. Elpresbítero Dr. Colina, el cura Herrera, el padre provincial Tarrima, el padre Cernadas, guardiánde San Francisco y el padre prior de Santo Domingo, se presentan a pedirle que, al menos, dé alreo tiempo para testar y confesarse. «Ya veo —contestó— que Gutiérrez tiene aquí muchospartidarios. ¡A ver, una ordenanza! Lleve a estos hombres a la cárcel, y que mueran en lugar deGutiérrez». Son llevados, en efecto: dos se echan a llorar a gritos y a correr para salvarse; a otrole sucede algo peor que desmayarse; los otros son puestos en capilla. Al oír la historia se echa areír Facundo y los manda poner en libertad. Estas escenas con los sacerdotes son frecuentes en elEnviado de Dios. En San Juan hace pasearse a un negro vestido de clérigo; en Córdoba, a nadiedesea coger sino al doctor Castro Barros, con quien tiene que arreglar una cuenta; en Mendozaanda con un clérigo prisionero con sentencia de muerte, y es sentado en el banco para serfusilado; en Antiles hace lo mismo con el cura de Alguia y en Tucumán con el prior de unconvento. Es verdad que a ninguno fusila; eso estaba reservado a Rosas, jefe también del partidocatólico; pero los veja, los humilla, los ultraja, lo que no estorba que todos los viejos y las beatasdirijan sus plegarias al cielo por que dé la victoria a sus armas.

Pero la historia de Gutiérrez no concluye aquí. Quince días después recibe orden de salirdesterrado con escolta. Llegado que hubo a un alojamiento, se enciende fuego para cenar, yGutiérrez se comide a soplarlo. El oficial le descarga un palo; sucédense otros, y los sesos saltanpor los alrededores. Un chasque[26] sale inmediatamente, avisando al gobernador Moral que,habiendo querido fugarse el reo… El oficial no sabía escribir, y entre las provisiones de viaje¡¡había traído, desde La Rioja, el oficio cerrado!!

Éstos son los acontecimientos principales, que ocurren durante los primeros ensayos defusión de la República, que hace Facundo; porque éste es un simple ensayo; todavía no hallegado el momento de la alianza de todas las fuerzas pastoras, para que salga de la lucha lanueva organización de la República. Rosas es ya grande en la campaña de Buenos Aires, peroaún no tiene nombre ni títulos; trabaja, empero, la agita, la subleva. La Constitución dada por elCongreso es rechazada de todos los pueblos en que los caudillos tienen influencia. En Santiagodel Estero se presenta el enviado en traje de etiqueta, y lo recibe Ibarra en mangas de camisa ychiripá. Rivadavia renuncia, en razón de que la voluntad de los pueblos está en oposición; «peroel vandalaje os va a devorar», añade en su despedida. ¡Hizo bien en renunciar! Rivadavia teníapor misión presentarnos el constitucionalismo de Benjamín Constant, con todas sus palabrashuecas, sus decepciones y sus ridiculeces. Rivadavia ignoraba que cuando se trata de lacivilización y la libertad de un pueblo, un Gobierno tiene ante Dios y ante las generacionesvenideras arduos deberes que desempeñar, y que no hay caridad ni compasión en abandonar auna nación, por treinta años, a las devastaciones y a la cuchilla del primero que se presente, adespedazarla y degollarla. Los pueblos, en su infancia, son unos niños que nada prevén, que nada

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conocen, y es preciso que los hombres de alta previsión y de alta comprensión les sirvan depadre. El vandalaje nos ha devorado, en efecto, y es bien triste gloria el vaticinarlo en unaproclama y no hacer el menor esfuerzo por estorbarlo.

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9. Guerra social

Il y a un quatrième élément qui arrive: ce sont lesbarbares, ce sont les barbares, ce sont des hordesnouvelles, qui viennent se jeter dans la société antiqueavec une complète fraîcheur de mœurs, d’âme et d’esprit,qui n’ont rien fait, qui sont prêts à tout recevoir avectoute l’aptitude de l’ignorance la plus docile et la plusnaïve.

LERMINIER

LA TABLADA

La Presidencia ha caído[1], en medio de los silbos y las rechiflas de sus adversarios. Dorrego,el hábil jefe de la oposición en Buenos Aires, es el amigo de los gobiernos del interior, susfautores y sostenedores en la campaña parlamentaria en que logró triunfar. En el exterior, lavictoria parece haberse divorciado de la República; y aunque sus armas no sufren desastres en elBrasil, se siente por todas partes la necesidad de la paz[2]. La oposición de los jefes del interiorhabía debilitado el ejército, destruyendo o negando los contingentes que debían reforzarlo. En elinterior reina una tranquilidad aparente; pero el suelo parece removerse, y rumores extrañosturban la quieta superficie. La prensa de Buenos Aires brilla con resplandores siniestros; laamenaza está en el fondo de los artículos que se lanzan diariamente oposición y Gobierno.

La administración Dorrego siente que el vacío empieza a hacerse en torno suyo; que elpartido de la ciudad, que se ha denominado federal y lo ha elevado, no tiene elementos parasostenerse con brillo después de la Presidencia. La administración Dorrego no había resueltoninguna de las cuestiones que tenían dividida la República, mostrando, por el contrario, toda laimpotencia del federalismo.

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Dorrego era porteño antes de todo. ¿Qué le importaba el interior? El ocuparse de susintereses habría sido manifestarse unitario, es decir, nacional. Dorrego había prometido a loscaudillos y pueblos todo cuanto podía afianzar la perpetuidad de los unos y favorecer losintereses de los otros; elevado, empero, al Gobierno, «¿qué nos importa —decía allá en suscírculos— que los tiranuelos despoticen a esos pueblos? ¿Qué valen para nosotros cuatro milpesos anuales dados a López, dieciocho mil a Quiroga, para nosotros, que tenemos el puerto y laaduana, que nos produce millón y medio, que el fatuo Rivadavia quería convertir en rentasnacionales?». Porque no olvidemos que el sistema de aislamiento se traduce por una frasecortísima: «cada uno para sí». ¿Pudo prever Dorrego y su partido que las provincias vendrían undía a castigar a Buenos Aires, por haberles negado su influencia civilizadora; y que, a fuerza dedespreciar su atraso y su barbarie, ese atraso y esa barbarie habían de penetrar en las calles deBuenos Aires, establecerse allí y sentar sus reales en el Fuerte?[3]

Pero Dorrego podía haberlo visto, si él o los suyos hubiesen tenido mejores ojos. Lasprovincias estaban ahí, a las puertas de la ciudad, esperando la ocasión de penetrar en ella. Desdelos tiempos de la Presidencia, los decretos de la autoridad civil encontraban una barreraimpenetrable en los arrabales exteriores de la ciudad. Dorrego había empleado como instrumentode oposición esta resistencia exterior, y cuando su partido triunfó, condecoró al aliado deextramuros[4] con el dictado de Comandante general de la Campaña. ¿Qué lógica de hierro esésta que hace escalón indispensable para un caudillo su elevación a comandante de campaña?Donde no existe este andamio, como sucedía entonces en Buenos Aires, se levanta ex profeso,como si se quisiese, antes de meter el lobo en el redil, exponerlo a las miradas de todos yelevarlo en los escudos.

Dorrego, más tarde, encontró que el Comandante de Campaña, que había estado haciendobambolear la Presidencia y tan poderosamente había contribuido a derrocarla, era una palancaaplicada constantemente al Gobierno, y que, caído Rivadavia y puesto en su lugar Dorrego, lapalanca continuaba su trabajo de desquiciamiento. Dorrego y Rosas están en presencia el uno delotro, observándose y amenazándose. Todos los del círculo de Dorrego recuerdan su frasefavorita: «¡El gaucho pícaro!». «Que siga enredando —decía—, y el día menos pensado lofusilo». ¡Así decían también los Ocampos cuando sentían sobre su hombro la robusta garra deQuiroga!

Indiferente para los pueblos del interior, débil con su elemento federal de la ciudad y enlucha ya con el poder de la campaña que había llamado en su auxilio, Dorrego, que ha llegado alGobierno por la oposición parlamentaria y la polémica, trata de atraerse a los unitarios, a quienesha vencido. Pero los partidos no tienen ni caridad ni previsión. Los unitarios se le ríen en lasbarbas; se conjuran y se pasan la palabra: «Vacila —dicen—; dejémosle caer». Los unitarios nocomprendían que con Dorrego venían replegándose a la ciudad los que habían querido hacerseintermediarios entre ellos y la campaña, y que el monstruo de que huían no buscaba a Dorrego,sino a la ciudad, a las instituciones civiles, a ellos mismos, que eran su más alta expresión.

En este estado de cosas, concluida la paz con el Brasil, desembarca la primera división delejército mandada por Lavalle. Dorrego conocía el espíritu de los veteranos de la Independencia,que se veían cubiertos de heridas, encaneciendo bajo el peso del morrión, y, sin embargo, apenas

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eran coroneles, mayores, capitanes; gracias si dos o tres habían ceñido la banda de general,mientras que en el seno de la República, y sin traspasar jamás las fronteras, había decenas decaudillos que en cuatro años habían elevádose de gauchos malos a comandantes, de comandantesa generales, de generales a conquistadores de pueblos y, al fin, a soberanos absolutos de ellos.¿Para qué buscar otro motivo al odio implacable que bullía bajo las corazas de los veteranos?¿Qué les aguardaba después de que el nuevo orden de cosas les había estorbado hacer, comoellos pretendían, ondear sus penachos por las calles de la capital del Imperio del Brasil?

El 1º de diciembre amanecieron formados en la plaza de la Victoria[5] los cuerpos de líneadesembarcados. El gobernador Dorrego había tomado la campaña, los unitarios llenaban lasavenidas, hendiendo el aire con sus vivas y sus gritos de triunfo. Algunos días después,setecientos coraceros, mandados por oficiales generales, salían por la calle del Perú, con rumbo ala Pampa, a encontrar algunos millares de gauchos, indios amigos y alguna fuerza regular,acaudillados por Dorrego y Rosas. Un momento después estaba el campo de Navarro[6] lleno decadáveres, y al día siguiente, un bizarro oficial[7], que hoy está al servicio de Chile, entregaba enel Cuartel general a Dorrego, prisionero. Una hora más tarde, el cadáver de Dorrego yacíatraspasado de balazos. El jefe que había ordenado su ejecución anunció el hecho a la ciudad enestos términos de abnegación y altanería:

«Participo al Gobierno Delegado[8] que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusiladopor mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división.

»La Historia, Señor Ministro, juzgará imparcialmente si el señor Dorrego ha debido o nomorir, y si al sacrificarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él puedo haber estadoposeído de otro sentimiento que el del bien público.

»Quiera el pueblo de Buenos Aires persuadirse que la muerte del coronel Dorrego es elmayor sacrificio que puedo hacer en su obsequio.

»Saluda al Sr. Ministro con toda consideración,Juan Lavalle».

¿Hizo mal Lavalle?…[9] Tantas veces lo han dicho, que sería fastidioso añadir un sí en apoyode los que después de palpadas las consecuencias han desempeñado la fácil tarea de incriminarlos motivos de donde procedieron. «Cuando el mal existe, es porque está en las cosas, y allísolamente ha de ir a buscársele; si un hombre lo representa, haciendo desaparecer lapersonificación, se le renueva. César asesinado, renació más terrible en Octavio». Sería unanacronismo oponer este sentir a L. Blanc, expresado antes por Lerminier y otros mil, enseñadopor la Historia tantas veces a nuestros partidos hasta 1829, educados con las exageradas ideas deMably, Raynal, Rousseau, sobre los déspotas, la tiranía y tantas otras palabras que aún vemosquince años después formando el fondo de las publicaciones de la prensa.

Lavalle no sabía, por entonces, que matando el cuerpo no se mata el alma, y que lospersonajes políticos traen su carácter y su existencia del fondo de ideas, intereses y fines delpartido que representan. Si Lavalle, en lugar de Dorrego, hubiese fusilado a Rosas, habría quizáahorrado al mundo un espantoso escándalo; a la humanidad, un oprobio, y a la República, muchasangre y muchas lágrimas; pero, aun fusilando a Rosas, la campaña no habría carecido de

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representantes, y no se habría hecho más que cambiar un cuadro histórico por otro. Pero lo quehoy se afecta ignorar es que, no obstante la responsabilidad puramente personal que del acto seatribuye Lavalle, la muerte de Dorrego era una consecuencia necesaria de las ideas dominantesentonces, y que, dando cima a esta empresa, el soldado, intrépido hasta desafiar el fallo de laHistoria, no hacía más que realizar el voto confesado y proclamado del ciudadano. Sin duda quenadie me atribuirá el designio de justificar al muerto, a expensas de los que sobreviven, porhaberlo hecho, salvo, quizás, las formas; lo menos sustancial, sin duda, en caso semejante. ¿Quéhabía estorbado la proclamación de la Constitución de 1826[10], sino la hostilidad contra ella deIbarra, López, Bustos, Quiroga, Ortiz, los Aldao, cada uno dominando una provincia y algunosde ellos influyendo sobre las demás? Luego, ¿qué cosa debía parecer más lógica en aquel tiempoy para aquellos hombres lógicos a priori por educación literaria, sino allanar el único obstáculoque, según ellos, se presentaba para la suspirada organización de la República? Estos errorespolíticos, que pertenecen a una época más bien que a un hombre, son, sin embargo, muy dignosde consideración; porque de ellos depende la explicación de muchos fenómenos sociales.Lavalle, fusilando a Dorrego, como se proponía fusilar a Bustos, López, Facundo y los demáscaudillos, respondía a una exigencia de su época y de su partido.

Todavía en 1834 había hombres en Francia que creían que haciendo desaparecer a LuisFelipe la República francesa volvería a alzarse gloriosa y grande, como en tiempos pasados.Acaso, también, la muerte de Dorrego fue uno de esos hechos fatales, predestinados, que formanel nudo del drama histórico, y que, eliminados, lo dejan incompleto, frío, absurdo. Estábaseincubando, hacía tiempo, en la República, la guerra civil: Rivadavia la había visto venir, pálida,frenética, armada de teas y puñales; Facundo, el caudillo más joven y emprendedor, habíapaseado sus hordas por las faldas de los Andes y encerrádose, a su pesar, en su guarida; Rosas,en Buenos Aires, tenía ya su trabajo maduro y en estado de ponerlo en exhibición; era una obrade diez años, realizada en derredor del fogón del gaucho, en la pulpería, al lado del cantor.Dorrego estaba de más para todos: para los unitarios, que lo menospreciaban; para los caudillos,a quienes era indiferente; para Rosas, en fin, que ya estaba cansado de aguardar y de surgir a lasombra de los partidos de la ciudad; que quería gobernar pronto, incontinenti; en una palabra,pugnaba por producirse aquel elemento que no era, porque no podía serlo, federal en el sentidoestricto de la palabra; aquello que se estaba removiendo y agitando desde Artigas hasta Facundo,tercer elemento social, lleno de vigor y de fuerza, impaciente por manifestarse en toda sudesnudez, por medirse con las ciudades y la civilización europea. Si quitáis de la Historia lamuerte de Dorrego, ¿Facundo habría perdido la fuerza de expansión que sentía rebullirse en sualma, Rosas habría interrumpido la obra de personificación de la campaña en que estabaatareado, sin descanso ni tregua, desde mucho antes de manifestarse en 1820, ni todo elmovimiento iniciado por Artigas e incorporado ya en la circulación de la sangre de la República?¡No! Lo que Lavalle hizo fue dar con la espada un corte al nudo gordiano en que había venido aenredarse toda la sociabilidad argentina; dando una sangría, quiso evitar el cáncer lento, laestagnación; poniendo fuego a la mecha, hizo que reventase la mina por la mano de unitarios yfederales, preparada de mucho tiempo atrás.

Desde este momento, nada quedaba que hacer para los tímidos, sino taparse los oídos y cerrar

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los ojos. Los demás vuelan a las armas por todas partes y el tropel de los caballos hace retemblarla pampa, y el cañón enseña su negra boca a la entrada de las ciudades.

Me es preciso dejar a Buenos Aires, para volver al fondo de las demás provincias, a ver loque en ellas se prepara. Una cosa debo notar, de paso, y es que López, vencido en variosencuentros, solicita, en vano, una paz tolerable; que Rosas piensa seriamente en trasladarse alBrasil.[*] Lavalle se niega a toda transacción, y sucumbe. ¿No veis al unitario entero en estedesdén del gaucho, en esta confianza en el triunfo de la ciudad? Pero ya lo he dicho: lamontonera fue siempre débil en los campos de batalla, pero terrible en una larga campaña. SiLavalle hubiera adoptado otra línea de conducta, y conservado el puerto en poder de los hombresde la ciudad, ¿qué habría sucedido?… El gobierno de sangre de la pampa, ¿habría tenido lugar?

Facundo estaba en su elemento. Una campaña debe abrirse; los chasques se cruzan por todaspartes; el aislamiento feudal va a convertirse en confederación guerrera; todo es puesto enrequisición para la próxima campaña, y no es que sea necesario ir hasta las orillas del Plata paraencontrar un buen campo de batalla, no: el general Paz, con ochocientos veteranos, ha venido aCórdoba, batido y destrozado a Bustos, y apoderándose de la ciudad, que está a un paso de losLlanos y que ya asedian e importunan con su algazara, las montoneras de la sierra de Córdoba.

Facundo apresura sus preparativos; arde por llegar a las manos con un general manco[11] queno puede manejar una lanza ni hacer describir círculos al sable. Ha vencido a Lamadrid; ¡quépodrá hacer Paz! De Mendoza debe reunírsele don Félix Aldao con un regimiento de auxiliaresperfectamente equipados de colorado, y disciplinados; y no estando aún en línea una fuerza desetecientos hombres de San Juan, Facundo se dirige a Córdoba con 4.000 hombres, ansiosos demedir sus armas con los coraceros del 2 y los altaneros jefes de línea.

La batalla de la Tablada es tan conocida, que sus pormenores no interesan ya. En la Revistade Ambos Mundos[12] se encuentra brillantemente descrita; pero hay algo que debe notarse.Facundo acomete la ciudad con todo su ejército, y es rechazado, durante un día y una noche detentativas de asalto, por cien jóvenes dependientes de comercio, treinta artesanos artilleros,dieciocho soldados retirados, seis coraceros enfermos, parapetados detrás de zanjas hechas a laligera y defendidas por sólo cuatro piezas de artillería. Sólo cuando anuncia su designio deincendiar la hermosa ciudad puede obtener que le entreguen la plaza pública, que es lo único queno está en su poder. Sabiendo que Paz se acerca, deja como inútil la infantería y marcha a suencuentro, con las fuerzas de caballería, que eran, sin embargo, de triple número que el ejércitoenemigo. Allí fue el duro batallar, allí las repetidas cargas de caballería; pero ¡todo inútil!

Aquellas enormes masas de jinetes que van a revolcarse sobre los ochocientos veteranostienen que volver atrás a cada minuto y volver a cargar para ser rechazados de nuevo. En vano laterrible lanza de Quiroga hace en la retaguardia de los suyos, tanto estrago, como el cañón y laespada de Ituzaingó[13] hacen al frente. ¡Inútil! En vano remolinean los caballos al frente de lasbayonetas y en la boca de los cañones. ¡Inútil! Son las olas de una mar embravecida que vienen aestrellarse, en vano, contra la inmóvil y áspera roca: a veces queda sepultada en el torbellino queen su derredor levanta el choque; pero un momento después sus crestas negras, inmóviles,tranquilas, reaparecen, burlando la rabia del agitado elemento. De cuatrocientos auxiliares sóloquedan sesenta; de seiscientos colorados no sobrevive un tercio, y los demás cuerpos sin nombre

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se han deshecho y convertídose en una masa informe e indisciplinada, que se disipa por loscampos. Facundo vuela a la ciudad, y al amanecer del día siguiente estaba, como el tigre enacecho, con sus cañones e infantes; todo, empero, quedó muy en breve terminado, y milquinientos cadáveres patentizaron la rabia de los vencidos y la firmeza de los vencedores.

Sucedieron, en estos días de sangre, dos hechos que siguen, después, repitiéndose. Las tropasde Facundo mataron en la ciudad al mayor Tejedor, que llevaba en la mano una banderaparlamentaria; en la batalla del segundo día, un coronel de Paz fusiló nueve oficiales prisioneros.Ya veremos las consecuencias.

En la Tablada de Córdoba se midieron las fuerzas de la campaña y de la ciudad, bajo sus másaltas inspiraciones, Facundo y Paz, dignas personificaciones de las dos tendencias que van adisputarse el dominio de la República. Facundo, ignorante, bárbaro, que ha llevado, por largosaños, una vida errante que sólo alumbran, de vez en cuando, los reflejos siniestros del puñal quegira en torno suyo; valiente hasta la temeridad, dotado de fuerzas hercúleas, gaucho de a caballo,como el primero, dominándolo todo por la violencia y el terror, no conoce más poder que el de lafuerza brutal, no tiene fe sino en el caballo; todo lo espera del valor, de la lanza, del empujeterrible de sus cargas de caballería. ¿Dónde encontraréis en la República Argentina un tipo másacabado del ideal del gaucho malo? ¿Creéis que es torpeza dejar en la ciudad su infantería y suartillería? No; es instinto, es gala de gaucho; la infantería deshonraría el triunfo, cuyos laurelesdebe coger desde a caballo.

Paz es, por el contrario, el hijo legítimo de la ciudad, el representante más cumplido delpoder de los pueblos civilizados. Lavalle, Lamadrid y tantos otros son argentinos siempre,soldados de caballería, brillantes como Murat, si se quiere; pero el instinto gaucho se abre pasopor entre la coraza y las charreteras. Paz es militar a la europea: no cree en el valor solo, si no sesubordina a la táctica, a la estrategia y a la disciplina; apenas sabe andar a caballo; es, además,manco, y no puede manejar una lanza. La ostentación de fuerzas numerosas le incomoda; pocossoldados, pero bien instruidos. Dejadle formar un ejército, esperad que os diga: «ya está enestado», y concededle que escoja el terreno en que ha de dar la batalla, y podéis fiarle, entonces,la suerte de la República. Es el espíritu guerrero de la Europa, hasta en el arma que ha servido: esartillero, y, por tanto, matemático, científico, calculador. Una batalla es un problema queresolverá por ecuaciones, hasta daros la incógnita, que es la victoria. El general Paz no es ungenio, como el artillero de Tolón, y me alegro de que no lo sea; la libertad pocas veces tienemucho que agradecer a los genios. Es un militar hábil y un administrador honrado, que ha sabidoconservar las tradiciones europeas y civiles, y que espera de la ciencia lo que otros aguardan dela fuerza brutal; es, en una palabra, el representante legítimo de las ciudades, de la civilizacióneuropea, que estamos amenazados de ver interrumpida en nuestra patria. ¡Pobre general Paz!¡Gloriaos en medio de vuestros repetidos contratiempos! ¡Con vos andan los penates de laRepública Argentina! Todavía el destino no ha decidido entre vos y Rosas, entre la ciudad y lapampa, entre la banda celeste y la cinta colorada. ¡Tenéis la única cualidad de espíritu que vence,al fin, la resistencia de la materia bruta, la que hizo el poder de los mártires! Tenéis fe. ¡Nuncahabéis dudado! ¡La fe os salvará y en vos confía la civilización!

Algo debe haber de predestinado en este nombre. Desprendido del seno de una revolución

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mal aconsejada como la del 1.º; de diciembre, él es el único que sabe justificarla con la victoria;arrebatado de la cabeza de su ejército, por el poder sublime del gaucho, anda de prisión enprisión diez años, y Rosas mismo no se atreve a matarlo, como si un ángel tutelar velara sobre laconservación de sus días. Escapado como por milagro, en medio de una noche tempestuosa, lasolas agitadas del Plata le dejan, al fin, tocar la ribera oriental; rechazado aquí, desairado allá, leentregan, al fin, las fuerzas extenuadas de una provincia que ha visto sucumbir, ya, dos ejércitos.De estas migajas, que recoge con paciencia y prolijidad, forma sus medios de resistencia, ycuando los ejércitos de Rosas han triunfado por todas partes y llevado el terror y las matanzas atodos los confines de la República, el general manco, el general boleado, grita desde los pantanosde Caaguazú[14]. «¡La República vive aún!». Despojado de sus laureles[15], por la mano de losmismos a quienes ha salvado, y arrojado indignamente de la cabeza de su ejército, se salva deentre sus enemigos en el Entre Ríos porque el cielo desencadena sus elementos para protegerlo, yporque el gaucho del bosque Montiel no se atreve a matar al buen manco que no mata a nadie.Llegado a Montevideo, sabe que Ribera ha sido derrotado, acaso porque él no estuvo paraenredar al enemigo con sus propias maniobras. Toda la ciudad, consternada, se agolpa a suhumilde morada de fugitivo a pedirle una palabra de consuelo, una vislumbre de esperanza. «Sime dieran veinte días, no toman la plaza», es la única respuesta que da, sin entusiasmo, pero conla seguridad del matemático. Dale Oribe lo que Paz le pide, y tres años van corriendo desdeaquel día de consternación para Montevideo.

Cuando ha afirmado bien la plaza y habituado a la guarnición improvisada a peleardiariamente, como si fuese ésta una ocupación como cualquiera otra de la vida, vase al Brasil, sedetiene en la Corte más tiempo que el que sus parciales desearan, y cuando Rosas esperaba verlobajo la vigilancia de la policía imperial, sabe que está en Corrientes, disciplinando seis milhombres, que ha celebrado una alianza con el Paraguay, y más tarde llega a sus oídos que elBrasil ha invitado a la Francia y a la Inglaterra para tomar parte en la lucha: de manera que lacuestión entre la campaña pastora y las ciudades se ha convertido, al fin, en cuestión entre elmanco matemático, el científico Paz y el gaucho bárbaro Rosas; entre la pampa por un lado, yCorrientes, el Paraguay, el Uruguay, el Brasil, la Inglaterra y la Francia por otro.

Lo que más honra a este general, es que los enemigos a quienes ha combatido no le tienen nirencor ni miedo. La Gaceta de Rosas[16], tan pródiga en calumnias y difamaciones, no acierta ainjuriarlo con provecho, descubriendo, a cada paso, el respeto que a sus detractores inspira;llámale manco boleado, castrado, porque siempre ha de haber una brutalidad y una torpezamezclada con los gritos sangrientos del Caribe. Si fuese a penetrarse en lo íntimo del corazón delos que sirven a Rosas, se descubriría la afección que todos tienen al general Paz, y los antiguosfederales no han olvidado que él era el que estaba siempre protegiéndolos, contra el encono delos antiguos unitarios. ¡Quién sabe si la Providencia, que tiene en sus manos la suerte de losEstados, ha querido guardar este hombre, que tantas veces ha escapado a la destrucción, paravolver a reconstruir la República, bajo el imperio de las leyes que permiten la libertad sin lalicencia y que hacen inútil el terror y las violencias que los estúpidos necesitan para mandar! Pazes provinciano, y como tal, tiene ya una garantía de que no sacrificaría las provincias a BuenosAires y al puerto, como lo hace, hoy, Rosas, para tener millones con que empobrecer y barbarizar

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a los pueblos del interior; como los federales de las ciudades, acusaban al Congreso de 1826.El triunfo de la Tablada abría una nueva época para la ciudad de Córdoba, que hasta

entonces, según el mensaje pasado a la Representación provincial por el general Paz, «habíaocupado el último lugar entre los pueblos argentinos». «Recordad que ha sido —continúa elmensaje— donde se han cruzado las medidas y puesto obstáculos a todo lo que ha tenidotendencia a constituir la nación o esta misma provincia, ya sea bajo el sistema federal, ya bajo elunitario».

Córdoba, como todas las ciudades argentinas, tenía su elemento liberal, ahogado, hastaentonces, por un gobierno absoluto y quietista, como el de Bustos. Desde la entrada de Paz, esteelemento oprimido se manifiesta en la superficie, mostrando cuánto se ha robustecido durante losnueve años de aquel gobierno español.

He pintado antes en Córdoba el antagonista en ideas a Buenos Aires; pero hay unacircunstancia que la recomienda poderosamente para el porvenir. La ciencia es el mayor de lostítulos para el cordobés: dos siglos de Universidad han dejado en las conciencias esta civilizadorapreocupación que no existe tan hondamente arraigada en las otras provincias del interior; demanera, que no bien cambiada la dirección y materia de los estudios, pudo Córdoba contar yacon un mayor número de sostenedores de la civilización, que tiene, por causa y efecto, eldominio y cultivo de la inteligencia.

Ese respeto a las luces, ese valor tradicional concedido a los títulos universitarios, desciende,en Córdoba, hasta las clases inferiores de la sociedad, y no de otro modo puede explicarse cómolas masas cívicas de Córdoba abrazaron la revolución civil que traía Paz, con un ardor que no seha desmentido diez años después, y que ha preparado millares de víctimas de entre las clasesartesana y proletaria de la ciudad a la ordenada y fría rabia del mazorquero. Paz traía consigo unintérprete para entenderse con las masas cordobesas de la ciudad: Barcala, el coronel negro, quetan gloriosamente se había ilustrado en el Brasil, y que se paseaba del brazo con los jefes delejército. Barcala[17], el liberto consagrado, durante tantos años, a mostrar a los artesanos el buencamino, y a hacerles amar una revolución que no distinguía ni color ni clase para condecorar elmérito; Barcala fue el encargado de popularizar el cambio de ideas y miras obrado en la ciudad,y lo consiguió más allá de lo que se creía deber esperarse. Los cívicos de Córdoba pertenecen,desde entonces, a la ciudad, al orden civil, a la civilización.

La juventud cordobesa se ha distinguido en la actual guerra por la abnegación y constanciaque ha desplegado, siendo infinito el número de los que han sucumbido en los campos de batalla,en las matanzas de la mazorca, y mayor aún, el de los que sufren los males de la expatriación. Enlos combates de San Juan[18], quedaron las calles sembradas de esos doctores cordobeses, aquienes barrían los cañones que intentaban arrebatar al enemigo.

Por otra parte, el clero, que tanto había fomentado la oposición al Congreso y a laConstitución, había tenido sobrado tiempo para medir el abismo a que conducían la civilización,los defensores del culto exclusivo de la clase de Facundo, López y demás, y no vaciló en prestaradhesión decidida al general Paz.

Así, pues, los doctores como los jóvenes, el clero como las masas, aparecieron, desde luego,unidos bajo un solo sentimiento, dispuestos a sostener los principios proclamados por el nuevo

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orden de cosas. Paz pudo contraerse, ya, a reorganizar la provincia y a anudar relaciones deamistad con las otras. Celebróse un tratado con López[19], de Santa Fe, a quien don Domingo deOro inducía a aliarse con el general Paz; Salta y Tucumán lo estaban, ya, antes de la Tablada,quedando sólo las provincias occidentales, en estado de hostilidad.

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10. Guerra social

Que cherchez-vous? Si vous êtes jaloux de voir unassemblage effrayant de maux et d’horreurs vous l’aveztrouvé.

SHAKESPEARE

ONCATIVO

¿Qué había sido de Facundo, entre tanto? En la Tablada lo había dejado todo: armas, jefes,soldados, reputación; todo, excepto la rabia y el valor. Moral, gobernador de La Rioja,sorprendido por la noticia de tamaño descalabro, se aprovecha de un ligero pretexto para salirfuera de la ciudad, dirigiéndose hacia Los Pueblos, y desde Sañogasta dirige un oficio a Quiroga,cuya llegada supo allí, ofreciéndole los recursos de la provincia. Antes de la expedición aCórdoba, las relaciones entre ambos jefes de la provincia, el gobernador nominal y el caudillo, elmayordomo y el señor, habían aparecido resfriadas. Facundo no había encontrado tantoarmamento como el que resultaba de los cómputos que podían hacerse, sumando el que existía enla provincia en tal época, más el traído de Tucumán, de San Juan, de Catamarca, etc. Otracircunstancia singular agrava las sospechas que en el ánimo de Quiroga pesan contra elgobernador. Sañogasta es la casa señorial de los Doria, Dávila, enemigos de Facundo, y elgobernador, previendo las consecuencias que el espíritu suspicaz de Facundo deducirá de lafecha y lugar del oficio, lo data de Uanchin, punto distante cuatro leguas. Sabe, empero, Quirogaque es de Sañogasta de donde le escribía Moral, y toda duda queda aclarada. Bárcena, uninstrumento odioso de matanzas que él ha adquirido en Córdoba, y Fontanel, salen con partidas arecorrer Los Pueblos y prender a todos los vecinos acomodados que encuentren. La batida, sinembargo, no ha sido feliz: la caza ha husmeado a los lebreles, y huye despavorida en todasdirecciones. Las partidas volvieron con sólo once vecinos, que fueron fusilados en el acto. Don

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Inocencio Moral, tío del gobernador, con dos hijos, uno de catorce años de edad y el otro deveinte; Ascueta, Gordillo, Cantos (chileno), Sotomayor, Barrios, otro Gordillo, Corro, transeúntede San Juan, y Pasos, fueron las víctimas de aquella jornada. El último, don Mariano Pasos,había experimentado ya, en otra ocasión, el resentimiento de Quiroga. Al salir para una de susprimeras excursiones, había dicho aquél a un señor Rincón, comerciante como él, al ver eldesaliño y desorden de las tropas: «¡Qué gente para ir a pelear!». Sabido esto por Quiroga, hacellamar a ambos aristarcos, cuelga al primero en un pilar de las casas de Cabildo, y le hace dardoscientos azotes, mientras que el otro permanece con los calzones quitados, para recibir suparte, de que Quiroga le hace merced. Más tarde, este agraciado fue gobernador de La Rioja, ymuy adicto al general.

El gobernador Moral, sabiendo, pues, lo que le aguardaba, huyó, pues, de la provincia; bienque más tarde recibió setecientos azotes por ingrato; pues este mismo Moral es el que participóde los 18.000 pesos arrancados a Dorrego.

Aquel Bárcena de que hablé antes fue el encargado de asesinar al comisionado de laCompañía inglesa de minas. Le he oído yo mismo los horribles pormenores del asesinato,cometido en su propia casa, apartando a la mujer y los hijos, para que dejasen paso a las balas y alos sablazos. Este mismo Bárcena era el jefe de la mazorca que acompañó a Oribe a Córdoba, yque en un baile que se daba en celebración del triunfo sobre Lavalle, hacía rodar por el salón lascabezas ensangrentadas de tres jóvenes cuyas familias estaban allí. Porque debe tenerse presenteque el ejército que vino a Córdoba, en persecución de Lavalle, traía una compañía demazorqueros que llevaban, al costado izquierdo, la cuchilla convexa, a manera de una pequeñacimitarra, que Rosas mandó hacer ex profeso en las cuchillerías de Buenos Aires para degollarhombres.

¿Qué motivo tuvo Quiroga para estas atroces ejecuciones? Dícese que en Mendoza dijo a Oroque su único objeto había sido aterrar. Cuéntase que, continuando las matanzas en la campañasobre infelices campesinos, sobre el que acertaba a pasar por Atiles[1], campamento general, unode los Villafañes, le dijo, con el acento de la compasión, del temor y de la súplica: «¿Hastacuándo, mi general?». «No sea usted bárbaro —contestó Quiroga—; ¿cómo me rehago sinesto?». He aquí su sistema todo entero: el terror sobre el ciudadano, para que abandone sufortuna; el terror sobre el gaucho, para que con su brazo sostenga una causa que ya no es la suya;el terror suple a la falta de actividad y de trabajo para administrar, suple al entusiasmo, suple a laestrategia, suple a todo. Y no hay que alucinarse: el terror es un medio de gobierno que producemayores resultados que el patriotismo y la espontaneidad. La Rusia lo ejercita desde los tiemposde Iván, y ha conquistado todos los pueblos bárbaros; los bandidos de los bosques obedecen aljefe que tiene en su mano esta coyunda que domeña las cervices más altivas. Es verdad quedegrada a los hombres, los empobrece, les quita toda elasticidad de ánimo; que en un día, en fin,arranca a los Estados lo que habrían podido dar en diez años; pero ¿qué importa todo esto al Zarde las Rusias, al jefe de los bandidos, o al caudillo argentino?

Un bando de Facundo ordenó que todos los habitantes de la ciudad de La Rioja emigrasen alos Llanos, so pena de la vida, y esta orden se cumplió al pie de la letra. El enemigo implacablede la ciudad temía no tener tiempo suficiente para irla matando poco a poco, y le da el golpe de

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gracia. ¿Qué motiva esta inútil emigración? ¿Temía Quiroga? ¡Oh, sí, temía en este momento!En Mendoza levantaban un ejército los unitarios, que se habían apoderado del Gobierno;Tucumán y Salta estaban al norte, y al oriente, Córdoba, la Tablada y Paz; estaba, pues, cercado,y una batida general podía, al fin, empacar[2] al Tigre de los Llanos.

Facundo había hecho alejar ganados hacia la cordillera, mientras que Villafañe acudía aMendoza con fuerzas en apoyo de los Aldao, y él aglomeraba sus nuevos reclutas en Atiles.Estos terroristas tienen también sus momentos de terror: Rosas también lloraba como unchiquillo y se daba contra las paredes cuando supo la revolución de Chascomús[3], y onceenormes baúles entraban en su casa para recoger sus efectos, y embarcarse una hora antes de quele llegara la noticia del triunfo de Álvarez. ¡Pero, por Dios! ¡No asustéis nunca a los terroristas!¡Ay de los pueblos desde que el conflicto pasa! ¡Entonces son las matanzas de septiembre[4] y laexposición en el mercado de pirámides de cabezas humanas!

Quedaban en La Rioja, no obstante de la orden de Facundo, una niña y un sacerdote: laSevera y el padre Colina. La historia de la Severa Villafañe es un romance lastimero, es uncuento de hadas, en que la más hermosa princesa de sus tiempos anda errante y fugitiva,disfrazada de pastora unas veces, mendigando un asilo y un pedazo de pan otras, para escapar alas asechanzas de algún gigante espantoso, de algún sanguinario Barba Azul. La Severa ha tenidola desgracia de excitar la concupiscencia del tirano, y no hay quien la valga para librarse de susferoces halagos. No es sólo virtud lo que la hace resistir a la seducción: es repugnanciainvencible, instintos bellos de mujer delicada, que detesta los tipos de la fuerza brutal, porqueteme que ajen su belleza. Una mujer bella trocará muchas veces un poco de deshonor propio, porun poco de la gloria que rodea a un hombre célebre; pero de esa gloria noble y alta que paradescollar sobre los hombres no necesita de encorvarlos ni envilecerlos, a fin de que, en medio detanto matorral rastrero, pueda alcanzarse a ver el arbusto espinoso y descolorido. No es otra lacausa de la fragilidad de la piadosa madame de Maintenon, la que se atribuye a madame Roland,y tantas otras mujeres que hacen el sacrificio de su reputación, por asociarse a nombresesclarecidos. La Severa resiste años enteros. Una vez escapa de ser envenenada por su Tigre, enuna pasa de higo; otra, el mismo Quiroga, despechado, toma opio para quitarse la vida. Un día seescapaba de las manos de los asistentes del general, que van a extenderla de pies y manos en unamuralla, para alarmar su pudor; otro, Quiroga la sorprende en el patio de su casa, la agarra de unbrazo, la baña en sangre a bofetadas, la arroja por tierra y con el tacón de la bota le quiebra lacabeza. ¡Dios mío! ¿No hay quien favorezca a esta pobre niña? ¿No tiene parientes? ¿No tieneamigos? ¡Sí tal! Pertenece a las primeras familias de La Rioja: el general Villafañe es su tío;tiene hermanos que presencian estos ultrajes; hay un cura que le cierra la puerta cuando viene aesconder su virtud detrás del santuario. La Severa huye al fin a Catamarca y se encierra en unbeaterio. Dos años después, pasaba por allí Facundo, y manda que se abra el asilo y la superioratraiga a su presencia a las reclusas. Una hubo que dio un grito al verlo y cayó exánime. ¿No eséste un lindo romance? ¡Era la Severa!

Pero vamos a Atiles, donde se está preparando un ejército para ir a recobrar la reputaciónperdida en la Tablada; porque no se trata sino de reputación del gaucho cargador[5]. Dos unitariosde San Juan han caído en su poder: un joven Castro y Calvo, chileno, y un Alejandro Carril.

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Quiroga pregunta al uno: «¿Cuánto da por su vida?». «Veinticinco mil pesos», contestatemblando. «¿Y usted, cuánto da?», dice al otro. «Yo sólo puedo dar cuatro mil; soy comerciantey nada más poseo». Mandan traerse las sumas de San Juan, y ya hay treinta mil pesos para laguerra, reunidos a tan poca costa. Mientras el dinero llega, Facundo los aloja bajo un algarrobo,los ocupa en hacer cartuchos, pagándoles dos reales diarios por su trabajo.

El Gobierno de San Juan tiene conocimiento de los esfuerzos que la familia de Carril hacepara mandar el rescate y se aprovecha del descubrimiento. Gobierno de ciudadanos, aunquefederal, no se atreve a fusilar ciudadanos y se siente impotente para arrancar dinero a losunitarios. El Gobierno intima orden de salir para Atiles a los presos que pueblan las cárceles; lasmadres y las esposas saben lo que significa Atiles, y unas primero y otras después logran reunirlas sumas pedidas, para hacer volver a sus deudos del camino que conduce a la guarida del Tigre.Así, Quiroga gobierna a San Juan con sólo su terrorífico nombre.

Cuando los Aldao están fuertes en Mendoza y no han dejado en La Rioja un solo hombre,viejo o joven, soltero o casado, en estado de llevar armas, Facundo se transporta a San Juan aestablecer en aquella población rica, entonces, en unitarios acaudalados, sus cuarteles generales.Llega y hace dar seiscientos azotes a un ciudadano notable por su influencia, sus talentos y sufortuna. Facundo anda en persona al lado del cañón que lleva la víctima moribunda por las cuatroesquinas de la plaza, porque Facundo es muy solícito en esta parte de la administración; no escomo Rosas, que desde el fondo de su gabinete, donde está tomando mate, expide a la mazorcalas órdenes que debe ejecutar, para achacar después al entusiasmo federal del pobre pueblo todaslas atrocidades con que ha hecho estremecer a la humanidad. No creyendo aún bastante este pasoprevio a toda otra medida, Facundo hace traer un viejecito cojo, a quien se acusa o no se acusa dehaber servido de baqueano a algunos prófugos, y lo hace fusilar en el acto, sin confesión, sinpermitirle una palabra, porque el Enviado de Dios no se cuida siempre de que sus víctimas seconfiesen.

Preparada así la opinión pública, no hay sacrificios que la ciudad de San Juan no esté prontaa hacer en defensa de la federación; las contribuciones se distribuyen sin réplica; salen armas dedebajo de tierra; Facundo compra fusiles, sables a quien se los presenta. Los Aldao triunfan de laincapacidad de los unitarios, por la violación de los tratados del Pilar, y entonces Quiroga pasa aMendoza[6]. Allí era el terror inútil: las matanzas diarias ordenadas por el fraile, de que didetalles en su biografía[7], tenían helada como un cadáver a la ciudad; pero Facundo necesitabaconfirmar allí el espanto que su nombre infundía por todas partes. Algunos jóvenes sanjuaninoshan caído prisioneros; éstos, por lo menos, le pertenecen. A uno de ellos manda hacer estapregunta: «¿Cuántos fusiles puede entregar dentro de cuatro días?». El joven contesta que si se leda tiempo para mandar a Chile a procurarlos y a su casa, para recolectar fondos, verá lo quepuede hacer. Quiroga reitera la pregunta, pidiendo que conteste categóricamente. «¡Ninguno!».Un minuto después llevaban a enterrar el cadáver, y seis sanjuaninos más le seguían a cortosintervalos. La pregunta sigue haciéndose, de palabra o por escrito, a los prisioneros mendocinos,y las respuestas son más o menos satisfactorias. Un reo de más alto carácter se presenta: elgeneral Alvarado[8] ha sido aprehendido. Facundo lo hace traer a su presencia. «Siéntese, general—le dice—; ¿en cuántos días podrá entregarme seis mil pesos por su vida?». «En ninguno,

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señor: no tengo dinero». «¡Eh!, pero tiene usted amigos, que no lo dejarán fusilar». «No tengo,señor; yo era un simple transeúnte por esta provincia cuando, forzado por el voto público, mehice cargo del gobierno». «¿Para dónde quiere usted retirarse?», continúa después de unmomento de silencio. «Para donde S. E. lo ordene». «Diga usted, ¿adónde quiere ir?». «Repitoque donde se me ordene». «¿Qué le parece San Juan?». «Bien, señor». «¿Cuánto dineronecesita?». «Gracias, señor, no necesito». Facundo se dirige a un escritorio, abre dos gavetashenchidas de oro y retirándose le dice: «Tome, general, lo que necesite». «Gracias, señor, nada».Una hora después, el coche del general Alvarado estaba a la puerta de su casa, cargado con suequipaje y el general Villafañe que debía acompañarlo a San Juan, donde a su llegada le entregócien onzas de oro de parte del general Quiroga, suplicándole que no se negase a admitirlas.

Como se ve, el alma de Facundo no estaba del todo cerrada a las nobles inspiraciones.Alvarado era un antiguo soldado, un general grave y circunspecto, y poco mal le había causado.Más tarde decía de él: «Este general Alvarado es un buen militar, pero no entiende nada de estaguerra que hacemos nosotros».

En San Juan le trajeron un francés, Barreau, que había escrito de él lo que un francés puedeescribir. Facundo le pregunta si es el autor de los artículos que tanto le han herido, y con larespuesta afirmativa: «¿Qué espera usted ahora?», replica Quiroga. «Señor, la muerte». «Tomeusted esas onzas y váyase enhoramala».

En Tucumán estaba Quiroga tendido sobre un mostrador. «¿Dónde está el general?», lepregunta un andaluz que se ha achispado un poco, para salir con honor del lance. «Ahí dentro;¿qué se le ofrece?». «Vengo a pagar cuatrocientos mil pesos que me ha puesto de contribución…¡Como no le cuesta nada a ese animal!». «¿Conoce, patrón, al general?». «Ni quiero conocerlo,¡forajido!». «Pase adelante; tomemos un trago de caña». Más avanzado estaba este originaldiálogo, cuando un ayudante se presenta, y dirigiéndose a uno de los interlocutores: «Migeneral…», le dice, «¡Mi general!… —repite el andaluz abriendo un palmo de boca—. Puesqué…, ¿sois vos el general?… ¡Canario! Mi general —continúa hincándose de rodillas—, soy unpobre diablo, pulpero…, ¡qué quiere V. S.!…; me arruina…, pero el dinero está pronto…;vamos…, ¡no hay que enfadarse!». Facundo se echa a reír, lo levanta, lo tranquiliza y le entregasu contribución tomando sólo doscientos pesos prestados, que le devuelve religiosamente mástarde. Dos años después, un mendigo paralítico le gritaba en Buenos Aires: «Adiós, mi general,soy el andaluz de Tucumán, estoy paralítico». Facundo le dio seis onzas.

Estos rasgos prueban la teoría que el drama moderno ha explotado con tanto brillo, a saber:que aun en los caracteres históricos más negros hay siempre una chispa de virtud que alumbrapor momentos y se oculta. Por otra parte, ¿por qué no ha de hacer el bien el que no tiene frenoque contenga sus pasiones? Ésta es una prerrogativa del poder como cualquiera otra.

Pero volvamos a tomar el hilo de los acontecimientos públicos. Después de inaugurado elterror en Mendoza de un modo tan solemne, Facundo se retira al Retamo, adonde los Aldaollevan la contribución de cien mil pesos que han arrancado a los unitarios aterrados. Allí estaba lamesa de juego que acompañaba siempre a Quiroga; allí acuden los aficionados del partido; allí,en fin, es el trasnochar a la claridad opaca de las antorchas. En medio de tantos horrores y detantos desastres, el oro circula allí a torrentes, y Facundo gana, al fin de quince días, los cien mil

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pesos de la contribución, los muchos miles que guardan sus amigos federales y cuanto puedeapostarse a una carta. La guerra, empero, pide erogaciones, y vuelven a trasquilar las ovejas antestrasquiladas. Esta historia de las jugarretas famosas del Retamo, en que hubo noche que cientotreinta mil pesos estaban sobre la carpeta, es la historia de toda la vida de Quiroga. «Mucho sejuega, general», le decía un vecino en su última expedición a Tucumán. «¡Eh!, ¡esto es unamiseria! ¡En Mendoza y San Juan podía uno divertirse! ¡Allí sí corría dinero! Al fraile le ganéuna noche cincuenta mil pesos; al clérigo Lima, otra, veinticinco mil; ¿pero esto?…, ¡éstas sonpij…!».

Un año se pasa en estos aprestos de guerra, y al fin en 1830 sale un nuevo y formidableejército para Córdoba, compuesto de las divisiones reclutadas en La Rioja, San Juan, Mendoza ySan Luis. El general Paz, deseoso de evitar la efusión de sangre, aunque estuviese seguro deagregar un nuevo laurel a los que ya ceñían sus sienes, mandó al mayor Paunero[9], oficial llenode prudencia, energía y sagacidad, al encuentro de Quiroga, proponiéndole no sólo la paz, sinouna alianza. Créese que Quiroga iba dispuesto a abrazar cualquier coyuntura de transacción; perolas sugestiones de la Comisión mediadora de Buenos Aires[10], que no traía otro objeto que evitartoda transacción, y el orgullo de presunción de Quiroga, que se veía a la cabeza de un nuevoejército, más poderoso y mejor disciplinado que el primero, le hicieron rechazar las propuestaspacíficas del modesto general Paz.

Facundo, esta vez, había combinado algo que tenía visos de plan de campaña. Inteligenciasestablecidas en la Sierra de Córdoba habían sublevado la población pastora; el general Villafañese acercaba por el norte con una división de Catamarca, mientras que Facundo caía por el sur.Poco esfuerzo de penetración costó al general Paz para penetrar los designios de Quiroga ydejarlos burlados. Una noche desapareció el ejército de las inmediaciones de Córdoba; nadiepodía darse cuenta de su paradero; todos lo habían encontrado, aunque en diversos lugares y a lamisma hora. Si alguna vez se ha realizado en América algo parecido a las complicadascombinaciones estratégicas de las campañas de Bonaparte en Italia, es en esta vez en que Pazhacía cruzar la Sierra de Córdoba por cuarenta divisiones, de manera que los prófugos de uncombate fuesen a caer en manos de otro cuerpo, apostado al efecto, en lugar preciso e inevitable.La montonera, aturdida, envuelta por todas partes, con el ejército a su frente, a sus costados, a suretaguardia, tuvo que dejarse coger en la red que se le había tendido, y cuyos hilos se movían areloj, desde la tienda del general.

La víspera de la batalla de Oncativo aún no habían entrado en línea todas las divisiones deesta maravillosa campaña de quince días, en la que habían obrado combinadamente en un frentede cien leguas. Omito dar pormenores sobre aquella memorable batalla en que el general Paz,para dar valor a su triunfo, publicaba en el Boletín la muerte de setenta de los suyos, no obstanteno haber perdido sino doce hombres en un combate, en que se encontraban ocho mil soldados yveinte piezas de artillería. Una simple maniobra había derrotado al valiente Quiroga, y tantoshorrores, tantas lágrimas derramadas para formar aquel ejército, habían terminado en dar aFacundo una temporada de jugarretas y a Paz algunos miles de prisioneros inútiles.

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11. Guerra social

Un cheval! Vite un cheval!… Mon royaume pour uncheval!

SHAKESPEARE

CHACÓN

Facundo, el gaucho malo de los Llanos, no vuelve a sus pagos esta vez, que se encaminahacia Buenos Aires y debe a esta dirección imprevista de su fuga salvar de caer en manos de susperseguidores. Facundo ha visto que nada le queda que hacer en el interior; no hay, esta vez,tiempo de martirizar y estrujar a los pueblos para que den recursos sin que el vencedor llegue portodas partes en su auxilio.

Esta batalla de Oncativo, o la Laguna Larga, era muy fecunda en resultados; por ella,Córdoba, Mendoza, San Juan, San Luis, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta y Jujuy quedabanlibres de la dominación de caudillos. La unidad de la República, propuesta por Rivadavia por lasvías parlamentarias, empezaba a hacerse efectiva desde Córdoba, por medio de las armas, y elgeneral Paz, al efecto, reunió un Congreso de agentes de aquellas provincias, para que acordasenlo que más conviniera para darse instituciones. Lavalle había sido menos afortunado en BuenosAires, y Rosas, que estaba destinado a hacer un papel tan sombrío y espantoso en la historiaargentina, ya empezaba a influir en los negocios públicos y gobernaba la ciudad. Quedaba, pues,la República dividida en dos fracciones: una en el interior, que deseaba hacer capital de la Unióna Buenos Aires; otra en Buenos Aires, que fingía no querer ser capital de la República, a no serque abjurase la civilización europea y el orden civil.

La batalla aquella había dejado en descubierto otro grande hecho, a saber: que la montonerahabía perdido su fuerza primitiva, y que los ejércitos de las ciudades podían medirse con ella ydestruirla. Éste es un hecho fecundo en la historia argentina. A medida que el tiempo pasa, las

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bandas pastoras pierden su espontaneidad primitiva. Facundo necesita ya de terror para moverlas,y en batalla campal se presentan, como azoradas, en presencia de las tropas disciplinadas ydirigidas por las máximas estratégicas que el arte europeo ha enseñado a los militares de lasciudades. En Buenos Aires, empero, el resultado es diverso: Lavalle, no obstante su valor, queostenta en el Puente de Márquez[1] y en todas partes; no obstante sus numerosas tropas de línea,sucumbe al fin de la campaña, encerrado en el recinto de la ciudad por los millares de gauchosque han aglomerado Rosas y López; y por un tratado[2] que tiene, al fin, los efectos de unacapitulación, se desnuda de la autoridad, y Rosas penetra en Buenos Aires. ¿Por qué es vencidoLavalle? No por otra razón, a mi juicio, sino porque es el más valiente oficial de caballería quetiene la República Argentina; es el general argentino y no el general europeo; las cargas decaballería han hecho su fama romancesca.

Cuando la derrota de Torata, o Moquegá[3], no recuerdo bien, Lavalle, protegiendo la retiradadel ejército, da cuarenta cargas en día y medio, hasta que no le quedan veinte soldados para darotra. No recuerdo si la caballería de Murat hizo jamás un prodigio igual. Pero ved lasconsecuencias funestas que para la República traen estos hechos. Lavalle, en 1839, recordandoque la montonera lo ha vencido en 1830, abjura toda su educación guerrera a la europea y adoptael sistema montonero. Equipa cuatro mil caballos y llega hasta las goteras de Buenos Aires[4] consus brillantes bandas, al mismo tiempo que Rosas, el gaucho de la pampa, que lo ha vencido en1830, abjura por su parte sus instintos montoneros, anula la caballería en sus ejércitos, y sóloconfía el éxito de la campaña a la infantería reglada y al cañón.

Los papeles están cambiados: el gaucho toma la casaca; el militar de la Independencia, elponcho; el primero triunfa; el segundo va a morir traspasado de una bala que le dispara de pasola montonera. ¡Severas lecciones, por cierto! Si Lavalle hubiera hecho la campaña de 1840 ensilla inglesa y con el paletó francés, hoy estaríamos a orillas del Plata, arreglando la navegaciónpor vapor de los ríos y distribuyendo terrenos a la inmigración europea. Paz es el primer generalciudadano que triunfa del elemento pastoril, porque pone en ejercicio contra él todos los recursosdel arte militar europeo, dirigidos por una cabeza matemática. La inteligencia vence a la materia;el arte, al número.

Tan fecunda en resultados es la obra de Paz en Córdoba y tan alta levanta, en dos años, lainfluencia de las ciudades, que Facundo siente imposible rehabilitar su poder de caudillo, noobstante que ya lo ha extendido por todo el litoral de los Andes, y sólo la culta, la europeaBuenos Aires, puede servir de asilo a su barbarie.

Los diarios de Córdoba de aquella época transcribían las noticias europeas, las sesiones delas Cámaras francesas y los retratos de Casimiro Périer, Lamartine, Chateaubriand servían demodelos en las clases de dibujo: tal era el interés que Córdoba manifestaba por el movimientoeuropeo. Leed la Gaceta Mercantil, y podréis juzgar del rumbo semibárbaro que tomó, desdeentonces, la prensa en Buenos Aires.

Facundo fuga para Buenos Aires, no sin fusilar antes dos oficiales suyos, para mantener elorden en los que le acompañan. Su teoría del terror no se desmiente jamás: es su talismán, supaladín, sus penates. Todo lo abandonará menos esta arma favorita.

Llega a Buenos Aires, se presenta al gobierno de Rosas, encuéntrase en los salones con el

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general Guido,[5] el más cumplimentero y ceremonioso de los generales que han hecho su carrerahaciendo cortesías en las antecámaras de palacio. Le dirige una muy profunda a Quiroga: «¡Qué!me muestra los dientes —dice éste—, como si yo fuera perro». «Ahí me han mandado ustedesuna comisión de doctores a enredarme con el general Paz (Cavia y Cernadas). Paz me ha batidoen regla». Quiroga deploró muchas veces después no haber dado oído a las proposiciones delmayor Paunero.

Facundo desaparece en el torbellino de la gran ciudad; apenas se oye hablar de algunasocurrencias de juego. El general Mansilla le amenaza una vez de darle un candelerazo,diciéndole: «Qué, ¿se ha creído que está usted en las provincias?». Su traje de gauchoprovinciano llama la atención; el embozo del poncho, su barba entera, que ha prometido llevarhasta que se lave la mancha de la Tablada, fija, por un momento, la atención de la elegante yeuropea ciudad; mas luego, nadie se ocupa de él.

Preparábase, entonces, una grande expedición sobre Córdoba. Seis mil hombres de BuenosAires y Santa Fe se estaban alistando para la empresa; López era el general en jefe; Balcarce[6],Enrique Martínez[7] y otros jefes iban bajo sus órdenes; y ya el elemento pastoril domina, perotiene una alianza con la ciudad, con el partido federal: todavía hay generales. Facundo se encargade una tentativa desesperada sobre La Rioja o Mendoza; recibe para ello doscientos presidiariossacados de todas las cárceles, engancha sesenta hombre más en el Retiro[8], reúne algunos de susoficiales y se dispone a marchar.

En Pavón[9] estaba Rosas reuniendo sus caballerías coloradas; allí estaba también López deSanta Fe. Facundo se detuvo en Pavón, a ponerse de acuerdo con los elementos jefes. Los tresmás famosos caudillos están reunidos en la pampa: López, el discípulo y sucesor inmediato deArtigas; Facundo, el bárbaro del interior, y Rosas, el lobezno que se está criando aún, y que yaestá en vísperas de lanzarse a cazar por su propia cuenta. Los clásicos los habrían comparado conlos triunviros Lépido, Marco Antonio y Octavio, que se reparten el imperio, y la comparaciónsería exacta hasta en la vileza y crueldad del Octavio argentino.

Los tres caudillos hacen prueba y ostentación de su importancia personal. ¿Sabéis cómo?Montan a caballo los tres y salen todas las mañanas a gauchear por la Pampa: se bolean loscaballos, los apuntan a las vizcacheras, ruedan, pechan, corren carreras. ¿Cuál es el más grandehombre? El más jinete, Rosas, el que triunfa al fin. Una mañana va a invitar a López a lacorrería: «No, compañero —le contesta éste—; si de hecho es usted muy bárbaro». Rosas, enefecto, los castigaba todos los días, los dejaba llenos de cardenales y contusiones. Estas justas delArroyo de Pavón han tenido una celebridad fabulosa por toda la República, lo que no dejó decontribuir a allanar el camino del poder al campeón de la jornada, el imperio al más de a caballo.

Quiroga atraviesa la Pampa con trescientos adictos, arrebatados, los más de ellos, al brazo dela justicia, por el mismo camino que veinte años antes, cuando sólo era un gaucho malo, hahuido de Buenos Aires, desertando las filas de los Arribeños.

En la Villa del Río 4º encuentra una resistencia tenaz, y Facundo permanece tres díasdetenido por unas zanjas que sirven de parapeto a la guarnición. Se retiraba ya, cuando unjastial[10] se le presenta y le revela que los sitiados no tienen un cartucho. ¿Quién es este traidor?El año 1818, en la tarde del 18 de marzo, el coronel Zapiola, jefe de la caballería del ejército

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chileno-argentino, quiso hacer, ante los españoles, una exhibición del poder de la caballería delos patriotas, en una hermosa llanura que está de este lado de Talca[11]. Eran seis mil hombres losque componían aquella brillante parada. Cargan, y como la fuerza enemiga fuese mucho menor,la línea se reconcentra, se oprime, se embaraza y se rompe, en fin; muévense los españoles eneste momento, y la derrota se pronuncia en aquella enorme masa de caballería. Zapiola es elúltimo en volver su caballo, que recibe a poco trecho un balazo; y cayera en manos del enemigosi un soldado de granaderos a caballo no se desmontara y lo pusiera como una pluma sobre sumontura, dándole a ésta con el sable, para que más a prisa dispare. Un rezagado acierta a pasar,el granadero desmontado, préndese a la cola del caballo, lo detiene en la carrera, salta a la grupa,y coronel y soldado se salvan.

Llámanle el Boyero[12], y este hecho le abre la carrera de los ascensos. En 1820, sacábase unhombre ensartado por ambos brazos en la hoja de su espada, y Lavalle lo ha tenido a su ladocomo uno de tantos insignes valientes. Sirvió a Facundo largo tiempo, emigró a Chile y desdeallí a Montevideo, en busca de aventuras guerreras, donde murió gloriosamente peleando en ladefensa de la plaza, lavándose de la falta de Río 4º. Si el lector se acuerda de lo que he dicho delcapataz de carretas, adivinará el carácter, valor y fuerza del Boyero; un resentimiento con susjefes, una venganza personal lo impulsan a aquel feo paso, y Facundo toma la Villa del Río 4ºgracias a su revelación oportuna.

En la Villa del Río Quinto encuentra al valiente Pringles, aquel soldado de la guerra de laIndependencia que, cercado por los españoles en un desfiladero, se lanza al mar en su caballo, yentre el ruido de las olas que se estrellan contra la ribera hace resonar el formidable grito de¡Viva la patria!

El inmortal Pringles[13], a quien el virrey Pezuela[14], colmándolo de presentes, devuelve a suejército, y para quien San Martín, en premio de tanto heroísmo, hace batir aquella singularmedalla que tenía por lema: ¡Honor y gloria a los vencidos en Chancay!, Pringles muere enmanos de los presidiarios de Quiroga, que hace envolver el cadáver en su propia manta.

Alentado con este no esperado triunfo, se avanza hacia San Luis, que apenas le oponeresistencia. Pasada la travesía, el camino se divide en tres. ¿Cuál de ellos tomará Quiroga? El dela derecha conduce a los Llanos, su patria, el teatro de sus hazañas, la cuna de su poder; allí nohay fuerzas superiores a las suyas, pero tampoco hay recursos; el del medio lleva a San Juan,donde hay mil hombres sobre las armas, pero incapaces de resistir a una carga de caballería enque él, Quiroga, vaya a la cabeza agitando su terrible lanza, el de la izquierda, en fin, conduce aMendoza, donde están las verdaderas fuerzas de Cuyo, a las órdenes del general VidelaCastillo[15]; hay allí un batallón de ochocientas plazas, decidido, disciplinado, al mando delcoronel Barcela; un escuadrón de coraceros en disciplina, que manda el teniente coronelChenaut[16]; milicia, en fin, y piquetes del 2º de cazadores y de los coraceros de la Guardia.¿Cuál de estos tres caminos tomará Quiroga? Sólo tiene a sus órdenes trescientos hombres sindisciplina, y él viene, además, enfermo y decaído… Facundo toma el camino de Mendoza; llega,ve y vence,[17] porque tal es la rapidez con que los acontecimientos se suceden. ¿Qué haocurrido? ¿Traición, cobardía? Nada de todo esto. Un plagio impertinente hecho a la estrategiaeuropea, un error clásico, por una parte, y una preocupación argentina, un error romántico, por

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otra, han hecho perder del modo más vergonzoso la batalla. Ved cómo.Videla Castillo sabe oportunamente que Quiroga se acerca, y no creyendo, como ningún

general podía creer, que invadiese a Mendoza, destaca a Las Lagunas los piquetes que tiene detropas veteranas, que, con algunos otros destacamentos de San Juan, forman, al mando del mayorCastro, una buena fuerza de observación, capaz de resistir a un ataque, y de forzar a Quiroga atomar el camino de los Llanos. Hasta aquí no hay error. Pero Facundo se dirige a Mendoza, y elejército entero sale a su encuentro.

En el lugar llamado el Chacón[18], hay un campo despejado que el ejército en marcha deja asu retaguardia; mas oyéndose a pocas cuadras el tiroteo de una fuerza que viene batiéndose enretirada, el general Castillo manda contramarchar a toda prisa, a ocupar el campo despejado deChacón. Doble error: 1º, porque una retirada a la proximidad de un enemigo terrible hiela elánimo del soldado bisoño, que no comprende bien la causa del movimiento; 2º, y mayor todavía,porque el campo más quebrado, más impracticable es mejor para batir a Quiroga, que no traesino un piquete de infantería.

¿Imaginaos qué haría Facundo en un terreno intransitable contra seiscientos infantes, unabatería formidable de artillería y mil caballos por delante? ¿No es éste el convite del zorro a lagarza? Pues bien: todos los jefes son argentinos, gente de a caballo; no hay gloria verdadera si nose conquista a sablazos; ante todo, es preciso campo abierto para las cargas de caballería: he aquíel error de estrategia argentina.

La línea se forma en lugar conveniente. Facundo se presenta a la vista en un caballo blanco;el Boyero se hace reconocer y amenaza desde allá a sus antiguos compañeros de armas.

Principia el combate, y se manda cargar a unos escuadrones de milicias. Error de argentinosiniciar la batalla con cargas de caballería; error que ha hecho perder la República en ciencombates, porque el espíritu de la pampa está allí en todos los corazones; pues si solevantáis unpoco las solapas del frac con que el argentino se disfraza, hallaréis siempre el gaucho más omenos civilizado, pero siempre el gaucho. Sobre este error nacional viene un plagio europeo. EnEuropa, donde las grandes masas de tropas están en columna y el campo de batalla abraza aldeasy villas diversas, las tropas de élite quedan en las reservas, para acudir a donde la necesidad lasrequiera. En América, la batalla campal se da, por lo común, en campo raso, las tropas son poconumerosas, lo recio del combate es de corta duración; de manera que siempre interesa iniciarlocon ventaja. En el caso presente, lo menos conveniente era dar una carga de caballería, y si sequería dar, debía echarse mano de la mejor tropa, para arrollar de una vez los trescientoshombres que constituían la batalla y las reservas enemigas. Lejos de eso, se sigue la rutina,mandando milicias numerosas, que avanzan al frente; empiezan a mirar a Facundo; cada soldadoteme encontrarse con su lanza, y cuando oye el grito de «¡a la carga!», se queda clavado en elsuelo, retrocede, lo cargan a su vez, retrocede y envuelve las mejores tropas. Facundo pasa delargo hacia Mendoza, sin curarse de generales, infantería y cañones que a su retaguardia deja. Heaquí la batalla del Chacón, que dejó flanqueado al ejército de Córdoba, que estaba a punto delanzarse sobre Buenos Aires. El éxito más completo coronó la inconcebible audacia delmovimiento de Quiroga. Desalojarlo de Mendoza era ya inútil: el prestigio de la victoria y elterror le darían medios de resistencia, a la par que, por la derrota, quedaban desmoralizados sus

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enemigos: se correría sobre San Juan, donde hallaría recursos y armas, y se empeñaría una guerrainterminable y sin éxito. Los jefes se marcharon a Córdoba, y la infantería, con los oficialesmendocinos, capituló al día siguiente. Los unitarios de San Juan emigraron a Coquimbo, ennúmero de doscientos, y Quiroga quedó pacífico poseedor de Cuyo y La Rioja. Jamás habíansufrido aquellos dos pueblos catástrofe igual, no tanto por los males que directamente hizoQuiroga, sino por el desorden de todos los negocios que trajo aquella emigración en masa de laparte acomodada de la sociedad.

Pero el mal fue mayor bajo el aspecto del retroceso que experimentó el espíritu de ciudad,que es lo que me interesa hacer notar. Otras veces lo he dicho, y esta vez debo repetirlo:consultada la posición mediterránea de Mendoza[19], era, hasta entonces, un puebloeminentemente civilizado, rico en hombres ilustrados y dotado de un espíritu de empresa y demejora que no hay en pueblo alguno de la República Argentina: era la Barcelona del interior.Este espíritu había tomado todo su auge durante la administración de Videla Castillo.Construyéronse fuertes al sur, que, a más de alejar los límites de la provincia, la han dejado, parasiempre, asegurada contra las irrupciones de los salvajes y emprendióse la desecación de lasciénagas inmediatas; adornóse la ciudad; formáronse sociedades de Agricultura, Industria,Minería y Educación pública, dirigidas y secundadas todas por hombres inteligentes, entusiastasy emprendedores; fomentóse una fábrica de tejidos de cáñamo y lana, que proveía de vestidos ylonas para las tropas; formóse una Maestranza, en la que se construían espadas, sables, corazas,lanzas, bayonetas y fusiles, sin que en éstos entrase más que el cañón de fabricación extranjera;fundiéronse balas de cañón huecas y tipos de imprenta. Un francés, Charon, químico, dirigíaestos últimos trabajos, como también el ensayo de los metales de la provincia. Es imposibleimaginarse desenvolvimiento más rápido ni más extenso de todas las fuerzas civilizadas de unpueblo. En Chile o en Buenos Aires, todas estas fabricaciones no llamarían mucho la atención;pero en una provincia interior, y con sólo el auxilio de artesanos del país, es un esfuerzoprodigioso. La prensa gemía bajo el peso del Diario y publicaciones periódicas, en las que elverso no se hacía esperar. Con las disposiciones que yo le conozco a ese pueblo, en diez años deun sistema semejante hubiérase vuelto un coloso; pero las pisadas de los caballos de Facundovinieron luego a hollar estos retoños vigorosos de la civilización, y el fraile Aldao hizo pasar elarado y sembrar de sangre el suelo durante diez años. ¡Qué había de quedar!

El movimiento impreso, entonces, a las ideas no se contuvo, aun después de la ocupación deQuiroga: los miembros de la Sociedad de Minería emigrados en Chile se consagraron, desde suarribo, al estudio de la química, la mineralogía y la metalurgia. Godoy Cruz, Correa, Villanueva,Doncel y muchos otros reunieron todos los libros que trataban de la materia, recolectaron de todaAmérica colecciones de metales diversos, registraron los archivos chilenos para informarse de lahistoria del mineral de Uspallata, y, a fuerza de diligencia, lograron entablar trabajos allí, en que,con el auxilio de la ciencia adquirida, sacaron utilidad de la escasa cantidad de metal útil queaquellas minas contienen. De esta época data la nueva explotación de minas en Mendoza, quehoy se está haciendo con ventaja. Los mineros argentinos, no satisfechos con estos resultados, sedesparramaron por el territorio de Chile, que les ofrecía un rico anfiteatro para ensayar suciencia, y no es poco lo que han hecho en Copiapó y otros puntos en la explotación y beneficio y

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en la introducción de nuevas máquinas y aparatos. Godoy Cruz, desengañado de las minas,dirigió a otro rumbo sus investigaciones, y con el cultivo de la morera creyó resolver el problemadel porvenir de las provincias de San Juan y Mendoza, que consiste en hallar una producción queen poco volumen encierre mucho valor.

La seda llena esta condición, impuesta a aquellos pueblos centrales, por la inmensa distanciaa que están de los puertos y el alto precio de los fletes. Godoy Cruz[20] no se contentó conpublicar en Santiago un folleto voluminoso y completo sobre el cultivo de la morera, la cría delgusano de seda y de la cochinilla, sino que, distribuyéndolo gratis en aquellas provincias, haestado durante diez años agitando sin descanso, propagando la morera, estimulando a todos adedicarse a su cultivo, exagerando sus ventajas opimas mientras que él aquí mantenía relacionescon la Europa, para instruirse de los precios corrientes, mandando muestras de la seda quecosechaba, haciéndose conocedor práctico de sus defectos y perfecciones, aprendiendo yenseñando a hilar. Los frutos de esta grande y patriótica obra han correspondido a las esperanzasdel noble artífice: hasta el año pasado había ya en Mendoza algunos millones de moreras, y laseda, recogida por quintales, había sido hilada, torcida, teñida y vendida para Europa, en BuenosAires y Santiago, a cinco, seis y siete pesos libra; porque la joyante de Mendoza no cede en brilloy finura a la más afamada de España o Italia. El pobre viejo ha vuelto, al fin, a su patria adeleitarse en el espectáculo de un pueblo entero consagrado a realizar el más fecundo cambio deindustria, prometiéndose que la muerte no cerrará sus ojos antes de ver salir para Buenos Airesuna caravana de carretas cargadas en el fondo de la América con la preciosa producción que hahecho, por tantos siglos, la riqueza de la China y que se disputan, hoy, las fábricas de Lyon,París, Barcelona y de toda la Italia. ¡Gloria eterna del espíritu unitario, de ciudad y decivilización! ¡Mendoza, a su impulso, se ha anticipado a toda la América española, en laexplotación en grande de esta rica industria![*] ¡Pedidle al espíritu de Facundo y de Rosas unasola gota de interés por el bien público, la dedicación a algún objeto de utilidad; torcedlo yexprimidlo, y sólo destilará sangre y crímenes!

Me detengo en estos detalles porque, en medio de tantos horrores como los que estoycondenado a escribir, es grato pararse a contemplar las hermosas plantas que hemos vistopisoteadas del salvaje inculto de las pampas; me detengo con placer, porque ellos probarán, a losque aún dudaren que la resistencia a Rosas y su sistema, aunque se haya, hasta aquí, mostradodébil en sus medios, sólo la defensa de la civilización europea, la de sus resultados y formas, esla que ha dado, durante quince años, tanta abnegación, tanta constancia a los que, hasta aquí, handerramado su sangre o han probado las tristezas del destierro. Hay allí un mundo nuevo que estáa punto de desenvolverse, y que no aguarda más para presentarse cuan brillante es, sino que ungeneral afortunado logre apartar el pie de hierro que tiene hoy oprimida la inteligencia del puebloargentino. La Historia, por otra parte, no ha de tejerse sólo con crímenes y empaparse en sangre;ni es por demás traer a la vista de los pueblos extraviados las páginas casi borradas de laspasadas épocas. Que siquiera deseen para sus hijos mejores tiempos que los que ellos alcanzan;porque no importa que hoy el caníbal de Buenos Aires se canse de derramar sangre, y permitavolver a ver sus hogares, a los que ya trae subyugados y anulados, la desgracia y el destierro.

Nada importa esto para el progreso de un pueblo. El mal que es preciso remover es el que

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nace de un gobierno que tiembla a la presencia de los hombres pensadores e ilustrados, y quepara subsistir necesita alejarlos o matarlos; nace de un sistema que, reconcentrando en un solohombre toda voluntad y toda acción, el bien que él no haga, porque no lo conciba, no lo pueda ono lo quiera, no se sienta nadie dispuesto a hacerlo, por temor de atraerse las miradas suspicacesdel tirano, o bien porque, donde no hay libertad de obrar y de pensar, el espíritu público seextingue, y el egoísmo que se reconcentra en nosotros mismos ahoga todo sentimiento de interéspor los demás. «Cada uno para sí, el azote del verdugo para todos»: he ahí el resumen de la viday gobierno de los pueblos esclavizados.

Si el lector se fastidia con estos razonamientos, contaréle crímenes espantosos. Facundo,dueño de Mendoza, tocaba, para proveerse de dinero y soldados, los recursos que ya nos son bienconocidos. Una tarde cruzan la ciudad en todas direcciones partidas que están acarreando, a unolivar, cuantos oficiales encuentran de los que habían capitulado en Chacón: nadie sabe el objeto,ni ellos temen por lo pronto nada, fiando en la fe de lo estipulado. Varios sacerdotes reciben,empero, orden de presentarse igualmente; cuando ya hay suficiente número de oficiales reunidos,se manda a los sacerdotes confesarlos; efectuado lo cual, se les forma en fila, y, de uno en uno,empiezan a fusilarlos, bajo la dirección de Facundo, que indica al que parece conservar aún lavida, y señala con el dedo el lugar donde deben darle el balazo que ha de ultimarlo. Concluida lamatanza, que dura una hora, porque se hace con lentitud y calma, Quiroga explica a algunos elmotivo de aquella terrible violación de la fe de los tratados: «Los unitarios —dice— le hanmatado al general Villafañe», y usa represalias. El cargo es fundado, aunque la satisfacción es unpoco grosera. «Paz —decía otra vez— me fusiló nueve oficiales; yo le he fusilado noventa yseis». Paz no era responsable de un acto que él lamentó profundamente, y que era motivado porla muerte de un parlamentario suyo. Pero el sistema de no dar cuartel, seguido por Rosas contanto tesón, y de violar todas las formas recibidas, pactos, tratados, capitulaciones, es efecto decausas que no dependen del carácter personal de los caudillos. El derecho de gentes, que hasuavizado los horrores de la guerra, es el resultado de siglos de civilización; el salvaje mata a suprisionero, no respeta convenio alguno, siempre que haya ventaja en violarlo; ¿qué frenocontendrá al salvaje argentino, que no conoce ese derecho de gentes de las ciudades cultas?¿Dónde habrá adquirido la conciencia del derecho? ¿En la Pampa?

La muerte de Villafañe ocurrió en el territorio chileno. Su matador sufrió ya la pena deltalión: ojo por ojo, diente por diente. La justicia humana ha quedado satisfecha; pero el carácterdel protagonista de aquel sangriento drama hace demasiado a mi asunto para que me prive delplacer de introducirlo. Entre los emigrados sanjuaninos que se dirigían a Coquimbo iba un mayordel ejército del general Paz, dotado de esos caracteres originales que desenvuelve la vidaargentina. El mayor Navarro, de una distinguida familia de San Juan, de formas diminutas y decuerpo flexible y endeble, era célebre en el ejército por su temerario arrojo. A la edad dedieciocho años, montaba guardia como alférez de milicias, en la noche en que, en 1820, sesublevó en San Juan el batallón Nº 1 de los Andes; cuatro compañías forman enfrente del cuartele intiman rendición a los cívicos. Navarro queda solo en la guardia, entorna la puerta y con suflorete defiende la entrada; catorce heridas de sables y bayonetas recibe el alférez y apretándosecon una mano, tres bayonetazos que ha recibido cerca de la ingle, con el otro brazo, cubriéndose

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cinco que le han traspasado el pecho, y ahogándose con la sangre que corre a torrentes de lacabeza, se dirige desde allí a su casa, donde recobra la salud y la vida, después de siete meses deuna curación desesperada y casi imposible. Dado de baja por la disolución de los cívicos, sededica al comercio, pero al comercio acompañado de peligros y aventuras. Al principio introducecargamentos por contrabando en Córdoba; después trafica desde Córdoba con los indios; y,últimamente, se casa con la hija de un cacique, vive santamente con ella, se mezcla en las guerrasde las tribus salvajes, se habitúa a comer carne cruda y beber la sangre en la degolladera de loscaballos, hasta que en cuatro años se hace un salvaje hecho y derecho. Sabe allí que la guerra delBrasil va a principiar, y dejando a sus amados salvajes, sienta plaza en el ejército con su grado dealférez, y tan buena maña se da y tantos sablazos distribuye que, al fin de la campaña, es capitángraduado de mayor y uno de los predilectos de Lavalle, el catador de valientes. En PuenteMárquez deja atónito al ejército con sus hazañas, y después de todas aquellas correrías queda enBuenos Aires con los demás oficiales de Lavalle. Arbolito, Pancho el Ñato, Molina y otros jefesde la campaña eran los altos personajes que ostentaban su valor por cafés y mesones. Laanimosidad con los oficiales del ejército era cada día más envenenada. En el café de la Comediaestaban algunos de estos héroes de la época, y brindaban a la muerte del general Lavalle.Navarro, que los ha oído, se acerca, tómale el vaso a uno, sirve para ambos, y dice: «¡Tomeusted, a la salud de Lavalle!». Desenvainan las espadas y lo deja tendido. Era preciso salvarse,ganar la campaña y por entre las partidas enemigas llegar a Córdoba. Antes de tomar servicio,penetra tierra adentro a ver a su familia, a su padre político, y sabe con sentimiento que su caramitad ha fallecido. Se despide de los suyos, y dos de sus deudos, dos mocetones, el uno su primoy su sobrino el otro, le acompañan de regreso al ejército.

De la acción de Chacón traía un fogonazo en la sien, que le había arreado todo el pelo[21] yembutido la pólvora en la cara. Con este talante y acompañamiento, y un asistente inglés, tangaucho y certero en el lazo y las bolas como el patrón y los parientes, emigraba el joven Navarropara Coquimbo; porque joven era, y tan culto en su lenguaje y tan elegante en sus modales, comoel primer pisaverde; lo que no estorbaba que cuando veía caer una res viniese a beberle la sangre.Todos los días quería volverse, y las instancias de sus amigos bastaban apenas para contenerlo.«Yo soy hijo de la pólvora —decía con su voz grave y sonora—; la guerra es mi elemento». «Laprimera gota de sangre que ha derramado la guerra civil —decía otras veces— ha salido de estasvenas, y de aquí ha de salir la última». «Yo no puedo ir más adelante —repetía, parando sucaballo—; echo de menos sobre mis hombros las paletas[22] de general». «En fin —exclamabaotras veces—: ¿qué dirán mis compañeros cuando sepan que el mayor Navarro ha pisado el sueloextranjero sin un escuadrón con lanza en ristre?».

El día que pasaron la cordillera hubo una escena patética. Era preciso deponer las armas y nohabía forma de hacer concebir a los indios que había países donde no era permitido andar con lalanza en la mano. Navarro se acercó a ellos, les habló en la lengua; fuese animando poco a poco;dos gruesas lágrimas corrieron de sus ojos, y los indios clavaron, con muestras de angustia, suslanzas en el suelo. Todavía, después de emprendida la marcha, volvieron sus caballos y dieronvuelta en torno de ellas, como si les dijesen un eterno adiós.

Con estas disposiciones de espíritu pasó el mayor Navarro a Chile, y se alojó en Guanda, que

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está situada en la boca de la quebrada que conduce a la cordillera. Allí supo que Villafañe volvíaa reunirse a Facundo, y anunció públicamente su propósito de matarlo. Los emigrados, quesabían lo que aquellas palabras importaban en boca del mayor Navarro, después de procurar envano disuadirlo, se alejaron del lugar de la escena. Advertido Villafañe, pidió auxilio a laautoridad, que le dio unos milicianos, los cuales lo abandonaron desde que se informaron de loque se trataba. Pero Villafañe iba perfectamente armado y traía, además, seis riojanos. Al pasarpor Guanda, Navarro salió a su encuentro, y mediando entre ambos un arroyo, le anunció enfrases solemnes y claras su designio de matarlo, con lo que se volvió tranquilo a la casa en queestaba, a la sazón, almorzando. Villafañe tuvo la indiscreción de alojarse en Tilo, lugar distantesólo cuatro leguas de aquél en que el reto había tenido lugar. A la noche, Navarro requiere susarmas y una comitiva de nueve hombres que le acompañan, y que deja en lugar conveniente,cerca de la casa de Tilo, avanzándose él solo a la claridad de la luna. Cuando hubo penetrado enel patio abierto de la casa, grita a Villafañe, que dormía con los suyos en el corredor: «¡Villafañe,levántate!: el que tiene enemigos no duerme». Toma éste su lanza, Navarro se desmonta delcaballo, desenvaina la espada, se acerca y lo traspasa. Entonces dispara un pistoletazo, que era laseñal de avanzar que había dado a su partida, la cual se echa sobre la comitiva del muerto, lamata o dispersa. Hacen traer los animales de Villafañe, cargan su equipaje y marchan en lugar deél a la República Argentina a incorporarse al ejército. Extraviando caminos, llegan al Río Cuarto,donde se encuentra con el coronel Echevarría, perseguido por los enemigos. Navarro vuela en suayuda, y habiendo caído muerto el caballo de su amigo, le insta que monte a su grupa: noconsiente éste; obstínase Navarro en no fugar sin salvarlo, y últimamente se desmonta de sucaballo, lo mata y muere al lado de su amigo, sin que su familia pudiese descubrir tan triste finsino después de tres años, en que el mismo que los ultimó contara la trágica historia ydesenterrara, para mayor prueba, los esqueletos de los dos infelices amigos. Hay, en toda la vidade este malogrado joven, tal originalidad, que vale, sin duda, la pena de hacer una digresión enfavor de su memoria.

Durante la corta emigración del mayor Navarro habían ocurrido sucesos que cambiabancompletamente la faz de los negocios públicos. La célebre captura del general Paz, arrebatado dela cabeza de su ejército por un tiro de bolas, decidía de la suerte de la República, pudiendodecirse que no se constituyó en aquella época, y las leyes ni las ciudades no afianzaron sudominio por accidente tan singular; porque Paz, con un ejército de cuatro mil quinientos hombresperfectamente disciplinados, y con un plan de operaciones combinado sabiamente, estaba segurode desbaratar el ejército de Buenos Aires. Los que le han visto después triunfar en todas partesjuzgarán que no hay mucha presunción de su parte en anticipaciones tan felices. Pudiéramoshacer coro a los moralistas, que dan a los acontecimientos más fortuitos el poder de trastornar lasuerte de los imperios; pero si es fortuito el acertar un tiro de bolas sobre un general enemigo, nolo es que venga de la parte de los que atacan las ciudades, del gaucho de la Pampa, convertido enelemento político. Así, puede decirse que la civilización fue boleada aquella vez.

Facundo, después de vengar tan cruelmente a su general Villafañe, marchó a San Juan apreparar la expedición sobre Tucumán, a donde el ejército de Córdoba se había retirado, despuésde la pérdida del general, lo que hacía imposible todo propósito invasor. A su llegada, todos los

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ciudadanos, federales, como en 1827, salieron a su encuentro; pero Facundo no gustaba de lasrecepciones. Manda una partida que salga adelante de la calle en que estaban reunidos, deja otraatrás, hace poner guardias en todas las avenidas, y tomando él por otro camino entra en la ciudad,dejando presos a sus oficiosos huéspedes, que tuvieron que pasar el resto del día y la nocheentera agrupados en la calle, haciéndose lugar entre las patas de los caballos para dormitar unpoco.

Cuando hubo llegado a la plaza, hace detener en medio de ella su coche, manda cesar elrepique de las campanas y arrojar a la calle todo el amueblado de la casa que las autoridades hanpreparado para recibirle: alfombrados, colgaduras, espejos, sillas, mesas, todo se hacina enconfusa mezcla en la plaza, y no desciende sino cuando se cerciora que no quedan más que lasparedes limpias, una mesa pequeña, una sola silla y una cama. Mientras que esta operación seefectúa, llama a un niño que acierta a pasar cerca de su coche, le pregunta su nombre, y al oír elapellido Roza, le dice: «Su padre, don Ignacio de la Roza[23], fue un grande hombre; ofrezca a sumadre de usted mis servicios».

Al día siguiente amanece en la plaza un banquillo de fusilar de seis varas de largo. ¿Quiénesvan a ser las víctimas? ¡Los unitarios se han fugado en masa, hasta los tímidos que no sonunitarios! Facundo empieza a distribuir contribuciones a las señoras, en defecto de sus maridos,padres o hermanos ausentes; y no son por eso menos satisfactorios los resultados. Omito larelación de todos los acontecimientos de este período, que no dejarían escuchar los sollozos ygritos de las mujeres amenazadas de ir al banquillo y de ser azotadas; dos o tres fusilados, cuatroo cinco azotados, una u otra señora condenada a hacer de comer a los soldados, y otras violenciassin nombre. Pero hubo un día de terror glacial que no debo pasar en silencio. Era el momento desalir la expedición sobre Tucumán: las divisiones empiezan a desfilar, una en pos de otra; en laplaza están los troperos cargando los bagajes; una mula se espanta y se entra al templo de SantaAna. Facundo manda que la enlacen en la iglesia; el arriero va a tomarla con las manos, y en estemomento un oficial que entra a caballo, por orden de Quiroga, enlaza mula y arriero y los saca ala cincha, unidos, sufriendo el infeliz las pisadas, golpes y coces de la bestia. Algo no está listoen aquel momento: Facundo hace comparecer a las autoridades negligentes. Su excelencia elseñor gobernador y capitán general de la provincia recibe una bofetada; el jefe de Policía seescapa, corriendo, de recibir un balazo y ambos ganan las calles de sus oficinas a dar órdenes quehan omitido.

Más tarde, Facundo ve uno de sus oficiales que da de cintarazos a dos soldados que peleaban:lo llama, lo acomete con la lanza; el oficial se prende del asta para salvar su vida; bregan, y alfin, el oficial se la quita y se la entrega respetuosamente; nueva tentativa de traspasarlo con ella;nueva lucha, nueva victoria del oficial, que vuelve a entregársela. Facundo, entonces, reprime surabia, llama en su auxilio, apodéranse seis hombres del atlético oficial, lo estiran en una ventanay, bien amarrado de pies y manos, Facundo lo traspasa repetidas veces con aquella lanza que, pordos veces, le ha sido devuelta, hasta que ha apurado la última agonía, hasta que el oficial reclinala cabeza y el cadáver yace yerto y sin movimiento. Las furias están desencadenadas; el generalHuidobro[24] es amenazado con la lanza, si bien tiene el valor de desenvainar su espada yprepararse a defender su vida.

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Y, sin embargo de todo esto, Facundo no es cruel, no es sanguinario; es el bárbaro, no más,que no sabe contener sus pasiones, y que, una vez irritadas, no conocen freno ni medida; es elterrorista que a la entrada de una ciudad fusila a uno y azota a otro, pero con economía, muchasveces con discernimiento. El fusilado es un ciego, un paralítico o un sacristán; cuando más, elinfeliz azotado es un ciudadano ilustre, un joven de las primeras familias. Sus brutalidades conlas señoras vienen de que no tiene conciencia de las delicadas atenciones que la debilidadmerece; las humillaciones afrentosas impuestas a los ciudadanos provienen de que es campesinogrosero, y gusta por ello de maltratar y herir en el amor propio y el decoro a aquellos que sabeque lo desprecian. No es otro el motivo que hace del terror un sistema de gobierno. ¿Qué habríahecho Rosas sin él, en una sociedad como era antes la de Buenos Aires? ¿Qué otro medio deimponer al público ilustrado el respeto que la conciencia niega a lo que de suyo es abyecto ydespreciable?

Es inaudito el cúmulo de atrocidades que se necesita amontonar, unas sobre otras, parapervertir a un pueblo, y nadie sabe los ardides, los estudios, las observaciones y la sagacidad queha empleado don Juan Manuel Rosas para someter la ciudad a esa influencia mágica quetrastorna, en seis años, la conciencia de lo justo y de lo bueno, que quebranta al fin los corazonesmás esforzados y los doblega al yugo. El terror de 1793 en Francia era un efecto, no uninstrumento; Robespierre no guillotinaba nobles y sacerdotes para crearse una reputación nielevarse él sobre los cadáveres que amontonaba. Era un alma adusta y severa aquella que habíacreído que era preciso amputar a la Francia todos sus miembros aristocráticos para cimentar larevolución. «Nuestros nombres —decía Danton— bajarán a la posteridad, execrados; perohabremos salvado la República». El terror entre nosotros es una invención gubernativa paraahogar toda conciencia, todo espíritu de ciudad, y forzar, al fin, a los hombres a reconocer comocabeza pensadora, el pie que les oprime la garganta; es un desquite que toma el hombre ineptoarmado del puñal para vengarse del desprecio que sabe que su nulidad inspira a un público que lees infinitamente superior. Por eso hemos visto en nuestros días repetirse las extravagancias deCalígula, que se hacía adorar como Dios y asociaba al Imperio su caballo. Calígula sabía que eraél el último de los romanos, a quienes tenía, no obstante, bajo su pie. Facundo se daba aires deinspirado, de adivino, para suplir a su incapacidad natural de influir sobre los ánimos. Rosas sehacía adorar en los templos y tirar su retrato por las calles, en un carro, a que iban uncidosgenerales y señoras, para crearse el prestigio que echaba de menos. Pero Facundo es cruel sólocuando la sangre se le ha venido a la cabeza y a los ojos, y ve todo colorado. Sus cálculos fríos selimitan a fusilar a un hombre, a azotar a un ciudadano: Rosas no se enfurece nunca; calcula en laquietud y en el recogimiento de su gabinete, y desde allí salen las órdenes a sus sicarios.

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12. Guerra social

Les habitants de Tucuman finissent leurs journées pardes réunions champêtres, où à l’ombre de beaux arbresils improvisent, au son d’une guitare rustique, des chantsalternatifs dans le genre de ceux que Virgile et Théocriteont embellis. Tout jusqu’aux prénoms grecs rappelle auvoyageur étonné l’antique Arcadie

MALTE-BRUN

CIUDADELA

La expedición salió, y los sanjuaninos federales, y mujeres y madres de unitarios respiraronal fin, como si despertaran de una horrible pesadilla. Facundo desplegó, en esta campaña, unespíritu de orden y una rapidez en sus marchas que mostraban cuánto lo habían aleccionado lospasados desastres. En veinticuatro días atravesó con su ejército cerca de trescientas leguas deterritorio; de manera que estuvo a punto de sorprender, a pie, algunos escuadrones del ejércitoenemigo, que, con la noticia inesperada de su próximo arribo, lo vio presentarse en la Ciudadela,antiguo campamento de los ejércitos de la patria, bajo las órdenes de Belgrano. Seríainconcebible el cómo se dejó vencer un ejército como el que mandaba Lamadrid en Tucumán,con jefes tan valientes y soldados tan aguerridos, si causas morales y preocupacionesantiestratégicas no viniesen a dar la solución de tan extraño enigma.

El general Lamadrid, jefe del ejército, tenía entre sus súbditos al general López[1], especie decaudillo de Tucumán, que le era desafecto personalmente, y a más de que una retiradadesmoraliza las tropas, el general Lamadrid no era el más adecuado para dominar el espíritu delos jefes subalternos. El ejército se presentaba a la batalla medio federalizado, mediomontonerizado, mientras que el de Facundo traía esa unidad que dan el terror y la obediencia a

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un caudillo que no es causa, sino persona, y que, por tanto, aleja el libre albedrío y ahoga todaindividualidad. Rosas ha triunfado de sus enemigos por esta unidad de hierro, que hace de todossus satélites instrumentos pasivos, ejecutores ciegos de su suprema voluntad. La víspera de labatalla, el teniente coronel Balmaceda pide al general en jefe que se le permita dar la primeracarga. Si así se hubiese efectuado, ya que era de regla principiar las batallas por cargas decaballería, y, ya que un subalterno se toma la libertad de pedirlo, la batalla se hubiera ganado,porque el 2 de Coraceros no halló jamás, ni en el Brasil ni en la República Argentina, quienresistiese a su empuje. Accedió el general a la demanda del comandante del 2; pero un coronelhalló que le quitaban el mejor cuerpo; el general López, que se comprometían al principio, lastropas de élite que debían formar la reserva, según todas las reglas, y el general en jefe, noteniendo suficiente autoridad para acallar estos clamores, mandó a la reserva al escuadróninvencible y al insigne cargador que lo mandaba.

Facundo despliega su batalla a distancia tal que lo pone al abrigo de la infantería que mandaBarcala, y que debilita el efecto de ocho piezas de artillería que dirige el inteligente Arengreen[2].¿Había previsto Facundo lo que sus enemigos iban a hacer? Una guerrilla ha precedido, en la quela partida de Quiroga arrolla la división tucumana: Facundo llama al jefe victorioso: «¿Por qué seha vuelto usted?». «Porque he arrollado al enemigo hasta la ceja del monte»[3]. «¿Por qué nopenetró en el monte acuchillando?». «Porque había fuerzas superiores». «¡A ver, cuatrotiradores!…». Y el jefe es ejecutado. Oíase, de un extremo a otro de la línea de Quiroga, el tintínde las espuelas y de los fusiles de los soldados, que temblaban no de miedo del enemigo, sino delterrible jefe que a su retaguardia andaba, recorriendo la línea y blandiendo su lanza cabo deébano. Esperan como un alivio, un desahogo del terror que los oprime, que se les mande echarsesobre el enemigo: lo harán pedazos, romperán la línea de bayonetas, a trueque de poner algo depor medio entre ellos y la imagen de Facundo, que los persigue como un fantasma airado. Comose ve, pues, campeaba de un lado el terror; del otro, la anarquía. A la primera tentativa de carga,desbándase la caballería de Lamadrid; sigue la reserva, y cinco jefes a caballo quedan tan sólocon la artillería, que menudeaba sus detenciones, y la infantería, que se echaba a la bayonetasobre el enemigo. ¿Para qué más pormenores? El detalle de una batalla lo da el que triunfa.

La consternación reina en Tucumán; la emigración se hace en masa, porque en aquella ciudadlos federales son contados. ¡Era ésta la tercera visita de Facundo![4] Al día siguiente deberepartirse una contribución. Quiroga sabe que en un templo hay escondidos efectos preciosos;preséntase al sacristán, a quien interroga sobre el caso. Es una especie de imbécil, que contestasonriéndose: «¿Te ríes? ¡A ver!… ¡Cuatro tiradores!…», que lo dejan en el sitio, y las listas de lacontribución se llenan en una hora. Las arcas del general se rehinchan de oro. Si alguno no hacomprendido bien, no le quedará duda cuando vea pasar presos, para ser azotados, al guardián deSan Francisco y al presbítero Colombres[5]. Facundo se presenta en seguida al depósito deprisioneros, separa los oficiales y se retira a descansar de tanta fatiga, dejando orden de que se lesfusile a todos.

Es Tucumán[6] un país tropical, en donde la naturaleza ha hecho ostentación de sus máspomposas galas; es el Edén de América, sin rival en toda la redondez de la tierra. Imaginaos losAndes cubiertos de un manto verdinegro de vegetación colosal, dejando escapar por debajo de la

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orla de este vestido doce ríos que corren a distancias iguales en dirección paralela, hasta queempiezan a inclinarse todos hacia un rumbo, y forman, reunidos, un canal navegable que seaventura en el corazón de la América. El país comprendido entre los afluentes y el canal tiene, alo más, cincuenta leguas. Los bosques que encubren la superficie del país son primitivos, pero enellos las pompas de la India están revestidas de las gracias de la Grecia.

El nogal entreteje su anchuroso ramaje con el caoba y el ébano; el cedro deja crecer a su ladoel clásico laurel, que a su vez resguarda bajo su follaje el mirto consagrado a Venus, dejandotodavía espacio para que alcen sus varas el nardo balsámico y la azucena de los campos.

El odorífero cedro se ha apoderado por ahí de una cenefa de terreno que interrumpe elbosque, y el rosal cierra el paso en otras, con sus tupidos y espinosos mimbres.

Los troncos añosos sirven de terreno a diversas especies de musgos florecientes, y las lianasy moreras festonan, enredan y confunden todas estas diversas generaciones de plantas.

Sobre toda esta vegetación, que agotaría la paleta fantástica en combinaciones y riqueza decolorido, revolotean enjambres de mariposas doradas, de esmaltados picaflores, millones de loroscolor de esmeralda, urracas azules y tucanes naranjados. El estrépito de estas aves vocingleras osaturde todo el día, cual si fuera el ruido de una canora catarata. El mayor Andrews[7], un viajeroinglés que ha dedicado muchas páginas a la descripción de tantas maravillas, cuenta que salía porlas mañanas a extasiarse en la contemplación de aquella soberbia y brillante vegetación; quepenetraba en los bosques aromáticos, y delirando, arrebatado por la enajenación que lodominaba, se internaba en donde veía que había oscuridad, espesura, hasta que al fin regresaba asu casa, donde le hacían notar que se había desgarrado los vestidos, rasguñado y herido la cara,de la que venía a veces, destilando sangre, sin que él lo hubiese sentido. La ciudad está cercadapor un bosque de muchas leguas, formado exclusivamente de naranjos dulces, acopados adeterminada altura, de manera de formar una bóveda sin límites, sostenida por un millón decolumnas lisas y torneadas. Los rayos de aquel sol tórrido no han podido mirar nunca las escenasque tienen lugar sobre la alfombra de verdura que cubre la tierra bajo aquel toldo inmenso. ¡Yqué escenas! Los domingos van las beldades tucumanas a pasar el día en aquellas galerías sinlímites; cada familia escoge un lugar aparente: apártanse las naranjas que embarazan el paso, sies el otoño, o bien, sobre la gruesa alfombra de azahares que tapiza el suelo se balancean lasparejas de baile, y con los perfumes de sus flores se dilatan, debilitándose a lo lejos, los sonidosmelodiosos de los tristes cantares que acompaña la guitarra. ¿Creéis, por ventura, que estadescripción es plagiada de Las mil y una noches u otros cuentos de hadas a la oriental? Daosprisa, más bien, a imaginaros lo que no digo de la voluptuosidad y belleza de las mujeres quenacen bajo un cielo de fuego, y que, desfallecidas, van, a la siesta, a reclinarse muellemente bajola sombra de los mirtos y laureles, a dormirse embriagadas por las esencias que ahogan al que noestá habituado a aquella atmósfera.

Facundo había ganado una de esas enramadas sombrías, acaso para meditar sobre lo quedebía hacer con la pobre ciudad que había caído, como una ardilla, bajo la garra del león. Lapobre ciudad, en tanto, estaba preocupada con la realización de un proyecto, lleno de inocentecoquetería. Una diputación de niñas rebosando juventud, candor y beldad se dirige hacia el lugardonde Facundo yace reclinado sobre su poncho. La más resuelta o entusiasta camina adelante;

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vacila, se detiene, empújanla las que le siguen, páranse todas, sobrecogidas de miedo, vuelvenlas púdicas caras, se alientan unas a otras, y, deteniéndose, avanzando tímidamente yempujándose entre sí, llegan, al fin, a su presencia. Facundo las recibe con bondad, las hacesentar en torno suyo, las deja recobrarse e inquiere, al fin, el objeto de aquella agradable visita.Vienen a implorar por la vida de los oficiales del ejército que van a ser fusilados. Los sollozos seescapan de entre la escogida y tímida comitiva; la sonrisa de la esperanza brilla en algunossemblantes, y todas las seducciones delicadas de la mujer son puestas en requisición, para lograrel piadoso fin que se han propuesto. Facundo está vivamente interesado, y por entre la espesurade su barba negra alcanza a discernirse, en las facciones, la complacencia y el contento. Peronecesita interrogarlas una a una, conocer sus familias, la casa donde viven, mil pormenores queparecen entretenerlo y agradarle, y que ocupan una hora de tiempo, mantienen la expectación y laesperanza. Al fin, les dice con la mayor bondad: «¿No oyen ustedes esas descargas?».

¡Ya no hay tiempo! ¡Los han fusilado! Un grito de horror sale de entre aquel coro de ángeles,que se escapa como una bandada de palomas perseguidas por el halcón. ¡Los habían fusilado, enefecto! ¡Pero cómo! Treinta y tres oficiales, de coroneles abajo, formados en la plaza desnudosenteramente, reciben, parados, la descarga mortal. Dos hermanitos, hijos de una distinguidafamilia de Buenos Aires, se abrazan para morir, y el cadáver del uno resguarda de las balas alotro. «Yo estoy libre —grita—; me he salvado por la ley». ¡Pobre iluso! ¡Cuánto hubiera dadopor la vida! ¡Al confesarse había sacado una sortija de la boca, donde, para que no se la quitaran,habíala escondido, encargando al sacerdote devolverla a su linda prometida, que al recibirla dio,en cambio, la razón, que no ha recobrado hasta hoy, la pobre loca!

Los soldados de caballería enlazan, cada uno, su cadáver y los llevan arrastrando alcementerio, si bien algunos pedazos de cráneos, un brazo y otros miembros quedan en la plaza deTucumán y sirven de pasto a los perros. ¡Ah! ¡Cuántas glorias arrastradas así por el lodo! ¡DonJuan Manuel Rosas hacía matar del mismo modo y casi al mismo tiempo, en San Nicolás de losArroyos, veintiocho oficiales, fuera de ciento y más que habían perecido oscuramente!¡Chacabuco, Maipú, Junín, Ayacucho, Ituzaingó! ¡Por qué han sido tus laureles una maldiciónpara todos los que los llevaron!

Si al horror de estas escenas puede añadirse algo, es la suerte que cupo al respetable coronelArraya, padre de ocho hijos: prisionero, con tres lanzadas en la espalda, se le hizo entrar enTucumán a pie, desnudo, desangrándose y cargado con ocho fusiles. Extenuado de fatiga, fuepreciso concederle una cama en una casa particular. A la hora de la ejecución en la plaza,algunos tiradores penetran hasta su habitación, y en la cama, lo traspasan a balazos, haciéndolemorir, en medio de las llamaradas de las incendiadas sábanas.

El coronel Barcala, el ilustre negro, fue el único jefe exceptuado de esta carnicería, porqueBarcala era el amo de Córdoba y de Mendoza, en donde los cívicos lo idolatraban. Era uninstrumento que podía conservarse para lo futuro. ¿Quién sabe lo que más tarde podrá suceder?

Al día siguiente principia en toda la ciudad una operación que se llama secuestro. Consiste enponer centinelas en las puertas de todas las tiendas y almacenes, en las barracas de cueros, en lascurtiembres de suelas, en los depósitos de tabaco. En todas, porque en Tucumán no hayfederales, esta planta, que no ha podido crecer sino después de tres buenos riegos de sangre que

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ha dado al suelo Quiroga, y otro mayor que los tres juntos, que le otorgó Oribe. Ahora dicen quehay federales que llevan una cinta que lo acredita, en la que está escrito: ¡Mueran los salvajes,inmundos unitarios!

¡Cómo dudarlo un momento! Todas aquellas propiedades mobiliarias y los ganados de lascampañas pertenecen, de derecho, a Facundo. Doscientas cincuenta carretas con la dotación dedieciséis bueyes cada una, se ponen en marcha para Buenos Aires, llevando los productos delpaís. Los efectos europeos se ponen en un depósito que surte a un baratillo, en el que loscomandantes desempeñan el oficio de baratilleros. Se vende todo y a vil precio. Hay mástodavía: Facundo en persona vende camisas, enaguas de mujeres, vestidos de niños; losdespliega, los enseña y agita ante la muchedumbre: un medio, un real, todo es bueno; lamercadería se despacha, el negocio está brillante, faltan brazos, la multitud se agolpa, se ahogaen la apretura. Sólo sí empieza a notarse que, pasados algunos días, los compradores escasean, yen vano se les ofrecen pañuelos de espumilla, bordados, por cuatro reales; nadie compra. ¿Quéha sucedido? ¿Remordimientos de la plebe? Nada de eso. Se ha agotado el dinero circulante: lascontribuciones por una parte, el secuestro por la otra, la venta barata, han reunido el últimomedio que circulaba en la provincia. Si alguno queda en poder de los adictos u oficiales, la mesade juego está ahí, para dejar, al fin y a la postre, vacías todas las bolsas. En la puerta de calle dela casa del general están secándose al sol hileras de zurrones de plata forrados en cuero. Ahípermanecen durante la noche, sin custodia, y sin que los transeúntes se atrevan siquiera a mirar.

¡Y no se crea que la ciudad ha sido abandonada al pillaje, o que el soldado haya participadode aquel botín inmenso! No; Quiroga repetía después, en Buenos Aires, en los círculos de suscompañeros: «Yo jamás he consentido que el soldado robe, porque me ha parecido inmoral». Unchacarero se queja a Facundo, en los primeros días, de que sus soldados le han tomado algunasfrutas. Hácelos formar, y los culpables son reconocidos. Seiscientos azotes es la pena que cadauno sufre. El vecino, espantado, pide por las víctimas, y le amenazan con llevar la mismaporción. Porque así es el gaucho argentino: mata porque le mandan sus caudillos robar, y noroba, porque no se lo mandan. Si queréis averiguar cómo no se sublevan estos hombres y no sedesencadenan contra el que no les da nada en cambio de su sangre y de su valor, preguntadle adon Juan Manuel Rosas todos los prodigios que pueden hacerse con el terror. ¡Él sabe mucho deeso! ¡No sólo al miserable gaucho, sino al ínclito general, al ciudadano fastuoso y envanecido, sele hacen obrar milagros! ¿No os decía que el terror produce resultados mayores que elpatriotismo? El coronel del ejército de Chile don Manuel Gregorio Quiroga[8], ex gobernadorfederal de San Juan y jefe de Estado Mayor del ejército de Quiroga, convencido de que aquelbotín de medio millón es sólo para el general, que acaba de dar de bofetadas a un comandanteque ha guardado para sí algunos reales de la venta de un pañuelo, concibe el proyecto de sustraeralgunas alhajas de valor, de las que están amontonadas en el depósito general, y resarcirse conellas de sus sueldos. Descúbresele el robo, y el general le manda amarrar contra un poste yexponerlo a la vergüenza pública; y cuando el ejército regresa a San Juan, el coronel del ejércitode Chile, ex gobernador de San Juan, el jefe del Estado Mayor, marcha a pie por caminos apenaspracticables, acollarado con un novillo: ¡el compañero del novillo sucumbió en Catamarca, sinque se sepa si el novillo llegó a San Juan! En fin: sabe Facundo que un joven Rodríguez, de lo

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más esclarecido de Tucumán, ha recibido carta de los prófugos; lo hace aprehender, lo lleva élmismo a la plaza, lo cuelga y le hace dar seiscientos azotes. Pero los soldados no saben darazotes como los que aquel crimen exige, y Quiroga toma las gruesas riendas que sirven para laejecución, batiéndolas en el aire con su brazo hercúleo, y descarga cincuenta azotes para quesirvan de modelo. Concluido el acto, él en persona remueve la tina de salmuera, le refriega lasnalgas, le arranca los pedazos flotantes y le mete el puño en las concavidades que aquéllos handejado. Facundo vuelve a su casa, lee las cartas interceptadas y encuentra en ellas encargos delos maridos a sus mujeres, libranzas de los comerciantes, recomendaciones de que no tengancuidado por ellos, etc. Una palabra no hay que pueda interesar a la política: entonces preguntapor el joven Rodríguez y le dicen que está expirando. En seguida se pone a jugar y gana miles.D. Francisco Reto y D. N. Lugones han murmurado, entre sí, algo sobre los horrores quepresencian. Cada uno recibe trescientos azotes y la orden de retirarse a sus casas, cruzando laciudad desnudos completamente, las manos puestas en la cabeza y las asentaderas chorreandosangre; soldados armados van a la distancia, para hacer que la orden se ejecute puntualmente. ¿Yqueréis saber lo que es la naturaleza humana, cuando la infamia está entronizada y no hay aquién apelar en la tierra, contra los verdugos? D. N. Lugones, que es de carácter travieso, se davuelta hacia su compañero de suplicio, y le dice con la mayor compostura: «Pásame, compañero,la tabaquera; ¡pitemos un cigarro!». En fin: la disentería se declara en Tucumán, y los médicosaseguran que no hay remedio, que viene de afecciones morales, del terror, enfermedad contra lacual no se ha hallado remedio en la República Argentina hasta el día de hoy. Facundo se presentaun día en una casa y pregunta por la señora a un grupo de chiquillos que juegan a las nueces; elmás atisbado contesta que no está. «Dile que yo he estado aquí». «¿Y quién es usted?». «SoyFacundo Quiroga…». El niño cae redondo, y sólo el año pasado ha empezado a dar indicios derecobrar un poco la razón; los otros echan a correr llorando a gritos; uno se sube a un árbol, otrosalta unas tapias y se da un terrible golpe… ¿Qué quería Facundo con esta señora?… ¡Era unahermosa viuda que había atraído sus miradas y venía a solicitarla! Porque en Tucumán, el cupidoo el sátiro no estaba ocioso. Agrádale una jovencita, le habla y le propone llevarla a San Juan.Imaginaos lo que la pobre niña podría contestar a esta deshonrosa proposición hecha por un tigre.Se ruboriza, y balbuciendo, contesta que ella no puede resolver… Que su padre… Facundo sedirige al padre, y el angustiado padre, disimulando su horror, objeta que quién le responde de suhija; que la abandonarán. Facundo satisface todas las objeciones, y el infeliz padre, no sabiendolo que dice y creyendo cortar aquel mercado abominable, propone que se le haga undocumento… Facundo toma la pluma y extiende la seguridad requerida; pasando papel y plumaal padre para que firme el convenio. El padre es padre al fin, y la naturaleza habla diciendo: «¡Nofirmo, mátame!». «¡Eh, viejo cochino!», le contesta Quiroga, y toma la puerta, ahogándose derabia.

Quiroga, el campeón de la causa que han jurado los pueblos, como se estila decir por allá[9],era bárbaro, avaro y lúbrico, y se entregaba a sus pasiones sin embozo: su sucesor no saquea lospueblos, es verdad; no ultraja el pudor de las mujeres; no tiene más que una pasión, unanecesidad: la sed de sangre humana y la del despotismo. En cambio, sabe usar de las palabras yde las formas que satisfacen a las exigencias de los indiferentes. Los salvajes, los sanguinarios,

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los pérfidos, inmundos unitarios, el sanguinario duque de Abrantes[10], el pérfido Ministerio delBrasil, ¡la federación!, ¡el sentimiento americano!, ¡el oro inmundo de Francia, las pretensionesinicuas de la Inglaterra, la conquista europea! Palabras así bastan para encubrir la más espantosay larga serie de crímenes que ha visto el siglo XIX. ¡Rosas!, ¡Rosas!, ¡Rosas!, ¡me prosterno yhumillo ante tu poderosa inteligencia! ¡Sois grande como el Plata, como los Andes! ¡Sólo tú hascomprendido cuán despreciable es la especie humana, sus libertades, su ciencia y su orgullo!¡Pisoteadla!; ¡que todos los gobiernos del mundo civilizado te acatarán, a medida que seas másinsolente! ¡Pisoteadla!; ¡que no te faltarán perros fieles que, recogiendo el mendrugo que lestiras, vayan a derramar su sangre en los campos de batalla o a ostentar en el pecho vuestra marcacolorada por todas las capitales americanas! ¡Pisoteadla!, ¡oh!, ¡sí: pisoteadla!…

En Tucumán, Salta y Jujuy[11] quedaba, por la invasión de Quiroga, interrumpido odebilitado un gran movimiento industrial y progresivo, en nada inferior al que de Mendozaindicamos. El doctor Colombres, a quien Facundo cargaba de prisiones, había introducido yfomentado el cultivo de la caña de azúcar, a que tanto se presta el clima, no dándose porsatisfecho de su obra hasta que diez grandes ingenios estuvieron en movimiento. Costear plantasde La Habana, mandar agentes a los ingenios del Brasil, para estudiar los procedimientos yaparejos; destilar la melaza, todo se había realizado con ardor y suceso cuando Facundo echó suscaballadas en los cañaverales y desmontó gran parte de los nacientes ingenios. Una sociedad deagricultura publicaba ya sus trabajos y se preparaba a ensayar el cultivo del añil y de lacochinilla. A Salta se habían traído, de Europa y Norteamérica, talleres y artífices para tejidos delana, paños abatanados, jergones para alfombras y tafiletes, de todo lo que ya se había alcanzadoresultados satisfactorios. Pero lo que más preocupaba a aquellos pueblos, porque es lo que másvitalmente les interesa, era la navegación del Bermejo[12], grande artería comercial, que, pasandopor las inmediaciones o términos de aquellas provincias, afluye al Paraná, y abre una salida a lasinmensas riquezas que aquel cielo tropical derrama por todas partes. El porvenir de aquellashermosas provincias depende de la habilitación, para el comercio, de las vías acuáticas; deciudades mediterráneas —pobres y poco populosas— podrían convertirse, en diez años, en otrostantos focos de civilización y de riqueza si pudiesen, favorecidas por un Gobierno hábil,consagrarse a allanar los ligeros obstáculos que se oponen a su desenvolvimiento. No son éstossueños quiméricos de un porvenir probable, pero lejano, no.

En Norteamérica, las márgenes del Mississipí y de sus afluentes se han cubierto, en menos dediez años, no sólo de populosas y grandes ciudades, sino de Estados nuevos, que han entrado aformar parte de la Unión; y el Mississipí no es más aventajado que el Paraná; ni el Ohío, elIllinois o el Arkansas recorren territorios más feraces ni comarcas más extensas que las delPilcomayo, el Bermejo, el Paraguay y tantos grandes ríos que la Providencia ha colocado entrenosotros, para marcarnos el camino que han de seguir más tarde las nuevas poblaciones queformarán la Unión Argentina. Rivadavia había puesto, en la carpeta de su bufete, como asuntovital, la navegación interna de los ríos: en Salta y Buenos Aires se había formado una grandeasociación que contaba con medio millón de pesos, y el ilustre Soria[13] realizado su viaje ypublicado la carta del río. ¡Cuánto tiempo perdido desde 1825 hasta 1845! ¡Cuánto tiempo másaún, hasta que Dios sea servido ahogar el monstruo de la Pampa! Porque Rosas, oponiéndose tan

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tenazmente a la libre navegación de los ríos; protestando temores de intrusión europea;hostilizando a las ciudades del interior y abandonándolas a sus propios esfuerzos, no obedece,simplemente, a las preocupaciones godas contra los extranjeros, no cede, solamente, a lassugestiones de porteño ignorante que posee el puerto y la aduana general de la República, sincuidarse de desenvolver la civilización y la riqueza de toda esta nación, para que su puerto estélleno de buques cargados de productos del interior y su aduana de mercaderías, sino que,principalmente, sigue sus instintos de gaucho de la pampa, que mira con horror el agua, condesprecio, los buques y que no conoce más dicha ni felicidad igual a la de montar un buenparejero para transportarse de un lugar a otro. ¿Qué le importa la morera, el azúcar, el añil, lanavegación de los ríos, la inmigración europea y todo lo que sale del estrecho círculo de ideas enque se ha criado? ¿Qué le va en fomentar el interior, a él, que vive en medio de las riquezas yposee una aduana que, sin nada de eso, le da dos millones de fuertes anuales? Salta, Jujuy,Tucumán, Santa Fe, Corrientes y Entre Ríos serían hoy otras tantas Buenos Aires si se hubiesecontinuado el movimiento industrial y civilizador, tan poderosamente iniciado por los antiguosunitarios, y del que, sin embargo, han quedado tan fecundas semillas. Tucumán tiene, hoy, unagrande explotación de azúcares y licores, que sería su riqueza si pudiese sacarlos a poco costo deflete a las costas, a permutarlos por las mercaderías en esa ingrata y torpe Buenos Aires, desdedonde le viene hoy el movimiento barbarizador, impreso por el gaucho de la marca colorada.Pero no hay males que sean eternos, y un día abrirán los ojos esos pobres pueblos a quienes seles niega toda libertad de moverse y se les priva de todos los hombres capaces e inteligentes quepodrían llevar a cabo la obra a realizar, en pocos años, el porvenir grandioso a que estánllamados por la naturaleza, aquellos países que hoy permanecen estacionarios, empobrecidos ydevastados. ¿Por qué son perseguidos en todas partes, o más bien, por qué eran unitarios salvajesy no federales sabios, toda esa multitud de hombres animosos y emprendedores que consagrabansu tiempo a diversas mejoras sociales: éste a fomentar la educación pública, aquél a introducir elcultivo de la morera, éste otro al de la caña de azúcar, ése otro a seguir el curso de los grandesríos, sin otro interés personal, sin otra recompensa que la gloria de merecer bien de susconciudadanos? ¿Por qué ha cesado este movimiento y esta solicitud? ¿Por qué no vemoslevantarse de nuevo el genio de la civilización europea, que brillaba antes, aunque en bosquejo,en la República Argentina? ¿Por qué su Gobierno, unitario hoy, como no lo intentó jamás elmismo Rivadavia, no ha dedicado una sola mirada a examinar los inextinguibles y no tocadosrecursos de un suelo privilegiado? ¿Por qué no se ha consagrado una vigésima parte de losmillones que devora una guerra fratricida y de exterminio a fomentar la educación del pueblo ypromover su ventura? ¿Qué le ha dado, en cambio de sus sacrificios y de sus sufrimientos? ¡Untrapo colorado! A esto ha estado reducida la solicitud del Gobierno durante quince años; ésta esla única medida de administración nacional, el único punto de contacto entre el amo y el siervo:¡marcar el ganado!

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13. ¡¡¡Barranca-Yaco!!!

El fuego que por tanto tiempo abrasó la Albania, seapagó ya. Se ha limpiado toda la sangre roja, y laslágrimas de nuestros hijos han sido enjugadas. Ahora nosatamos con el lazo de la federación y de la amistad

COLDEN’S, Historia de seis naciones

El vencedor de la Ciudadela ha empujado fuera de los confines de la República a los últimossostenedores del sistema unitario. Las mechas de los cañones están apagadas y las pisadas de loscaballos han dejado de turbar el silencio de la Pampa. Facundo ha vuelto a San Juan ydesbandado su ejército, no sin devolver en efectos de Tucumán las sumas arrancadas por laviolencia a los ciudadanos. ¿Qué queda por hacer? La paz es ahora la condición normal de laRepública, como lo había sido antes un estado perpetuo de oscilación y de guerra.

Las conquistas de Quiroga habían terminado por destruir todo sentimiento de independenciaen las provincias, toda regularidad en la administración. El nombre de Facundo llenaba el vacíode las leyes; la libertad y el espíritu de ciudad habían dejado de existir, y los caudillos deprovincias reasumídose en uno general, para una porción de la República. Jujuy, Salta, Tucumán,Catamarca, La Rioja, San Juan, Mendoza y San Luis reposaban, más bien que se movían, bajo lainfluencia de Quiroga. Lo diré todo de una vez: el federalismo había desaparecido con losunitarios, y la fusión unitaria más completa acababa de obrarse en el interior de la República, enla persona del vencedor. Así, pues, la organización unitaria que Rivadavia había querido dar a laRepública, y que había ocasionado la lucha, venía realizándose desde el interior; a no ser que,para poner en duda este hecho, concibamos que puede existir federación de ciudades que hanperdido toda espontaneidad y están a merced de un caudillo. Pero, no obstante la decepción delas palabras usuales, los hechos son tan claros que ninguna duda dejan. Facundo habla enTucumán, con desprecio, de la soñada federación; propone a sus amigos que se fijen paraPresidente de la República en un provinciano; indica para candidato al Dr. D. José SantosOrtiz[1], ex gobernador de San Luis, su amigo y secretario: «No es gaucho bruto como yo; es

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doctor y hombre de bien —dice—. Sobre todo, el hombre que sabe hacer justicia a sus enemigos,merece toda confianza».

Como se ve, en Facundo, después de haber derrotado a los unitarios y dispersado a losdoctores, reaparece su primera idea antes de haber entrado en la lucha, su decisión por laPresidencia y su convencimiento de la necesidad de poner orden en los negocios de la República.Sin embargo, algunas dudas lo asaltan. «Ahora, general —le dice alguno—, la nación seconstituirá bajo el sistema federal. No queda ni la sombra de los unitarios». «¡Hum! —contestameneando la cabeza—, todavía hay trapitos que machucar[*] —Y con aire significativo añade—:Los amigos de abajo[*] no quieren Constitución». Estas palabras las vertía, ya, desde Tucumán.Cuando le llegaron comunicaciones de Buenos Aires y gacetas en que se registraban los ascensosconcedidos a los oficiales generales que habían hecho la estéril campaña de Córdoba, Quirogadecía al general Huidobro: «Vea usted si han sido para mandarme dos títulos en blanco, parapremiar a mis oficiales, después que nosotros lo hemos hecho todo. ¡Porteños habían de ser!».Sabe que López tiene en su poder su caballo moro sin mandárselo, y Quiroga se enfurece con lanoticia. «¡Gaucho, ladrón de vacas! —exclama—. ¡Caro te va a costar el placer de montar enbueno!». Y como las amenazas y los denuestos continuasen, Huidobro y otros jefes se alarmabande la indiscreción con que se vierte de una manera tan pública.

¿Cuál es el pensamiento secreto de Quiroga? ¿Qué ideas lo preocupan desde entonces? Él noes gobernador de ninguna provincia; no conserva ejército sobre las armas; tan sólo le quedaba unnombre reconocido y temido en ocho provincias y un armamento. A su paso por La Rioja hadejado escondidos en los bosques todos los fusiles, sables, lanzas y tercerolas que ha recolectadoen los ocho pueblos que ha recorrido; pasan de doce mil armas. Un parque de veintiséis piezas deartillería queda en la ciudad, con depósitos abundantes de municiones y fornituras; dieciséis milcaballos escogidos van a pacer en la quebrada de Huaco, que es un inmenso valle cerrado poruna estrecha garganta. La Rioja es, además de la cuna de su poder, el punto central de lasprovincias que están bajo su influencia. A la menor señal, el arsenal aquel proveerá de elementosde guerra a doce mil hombres. Y no se crea que lo de esconder los fusiles en los bosques es unaficción poética. Hasta el año 1841 se han estado desenterrando depósitos de fusiles, y créesetodavía, aunque sin fundamento, que no se han exhumado todas las armas escondidas bajo detierra entonces. El año 1830, el general Lamadrid se apoderó de un tesoro de treinta mil pesospertenecientes a Quiroga, y muy luego fue denunciado otro de quince.

Quiroga le escribía, después, haciéndose cargo de noventa y tres mil pesos que, según sudicho, contenían aquellos dos entierros, que, sin duda, entre otros, había dejado en La Riojadesde antes de la batalla de Oncativo, al mismo tiempo que daba muerte y tormento a tantosciudadanos, a fin de arrancarles dinero para la guerra. En cuanto a las verdaderas cantidadesescondidas, el general Lamadrid ha sospechado después que la aserción de Quiroga fuese exacta,por cuanto habiendo caído prisionero el descubridor, ofreció diez mil pesos por su libertad, y nohabiéndola obtenido, se quitó la vida, degollándose. Estos acontecimientos son demasiadoilustrativos para que me excuse de referirlos.

El interior tenía, pues, un jefe; y el derrotado de Oncativo, a quien no se habían confiadootras tropas en Buenos Aires, que unos centenares de presidiarios, podía ahora mirarse como el

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segundo, si no el primero, en poder. Para hacer más sensible la escisión de la República en dosfracciones, las provincias litorales del Plata habían celebrado un convenio o federación[2], por lacual se garantían mutuamente su independencia y libertad; verdad es que el federalismo feudalexistía allí fuertemente constituido en López, de Santa Fe, Ferré[3], Rosas, jefes natos de lospueblos que dominaban; porque Rosas empezaba ya a influir como árbitro en los negociospúblicos. Con el vencimiento de Lavalle había sido llamado al Gobierno de Buenos Aires,desempeñándolo hasta 1832 con la regularidad que podría haberlo hecho otro cualquiera. Nodebo omitir un hecho, sin embargo, que es un antecedente necesario. Rosas solicitó desde losprincipios ser investido de facultades extraordinarias,[4] y no es posible detallar las resistenciasque sus partidarios de la ciudad le oponían. Obtúvolas, empero, a fuerza de ruegos y deseducciones, para mientras tanto durase la guerra de Córdoba; concluida la cual, empezaron denuevo las exigencias de hacerle desnudarse de aquel poder ilimitado. La ciudad de Buenos Airesno concebía, por entonces, cualesquiera que fuesen las ideas de partido que dividiesen a suspolíticos, cómo podía existir un gobierno absoluto. Rosas, empero, resistía blandamente,mañosamente. «No es para hacer uso de ellas —decía—, sino porque, como dice mi secretarioGarcía Zúñiga, es preciso, como el maestro de escuela, estar con el chicote[5] en la mano paraque respeten la autoridad». La comparación ésta le había parecido irreprochable y la repetía sincesar. Los ciudadanos, niños; el gobernador, el hombre, el maestro. El ex gobernador nodescendía, empero, a confundirse con los ciudadanos; la obra de tantos años de paciencia y deacción estaba a punto de terminarse; el período legal en que había ejercido el mando le habíaenseñado todos los secretos de la ciudadela; conocía sus avenidas, sus puntos mal fortificados; ysi salía del Gobierno, era sólo para poder tomarlo desde afuera por asalto, sin restriccionesconstitucionales, sin trabas ni responsabilidad. Dejaba el bastón, pero se armaba de la espada,para venir con ella más tarde, y dejar uno y otro por el hacha y las varas, antigua insignia de losreyes romanos. Una poderosa expedición[6] de que él se había nombrado jefe, se habíaorganizado durante el último período de su gobierno, para asegurar y ensanchar los límites de laprovincia hacia el sur, teatro de las frecuentes incursiones de los salvajes. Debía hacerse unabatida general bajo un plan grandioso; un ejército compuesto de tres divisiones obraría sobre unfrente de cuatrocientas leguas, desde Buenos Aires hasta Mendoza. Quiroga debía mandar lasfuerzas del interior, mientras que Rosas seguiría la costa del Atlántico con su división. Lo colosaly lo útil de la empresa ocultaba, a los ojos del vulgo, el pensamiento puramente político que bajoel velo tan especioso se disimulaba. Efectivamente: ¿qué cosa más bella que asegurar la fronterade la República hacia el sur, escogiendo un gran río[7] por límite con los indios, y resguardándolacon una cadena de fuertes, propósito en manera alguna impracticable, y que en el Viaje de Cruzdesde Concepción a Buenos Aires había sido luminosamente desenvuelto? Pero Rosas estabamuy distante de ocuparse de empresas que sólo al bienestar de la República propendiesen. Suejército hizo un paseo marcial hasta el Río Colorado, marchando con lentitud y haciendoobservaciones sobre el terreno, clima y demás circunstancias del país que recorrería. Algunostoldos de indios fueron desbaratados, alguna chusma hecha prisionera; a esto limitáronse losresultados de aquella pomposa expedición, que dejó la frontera indefensa como estaba antes ycomo se conserva hasta el día de hoy. Las divisiones de Mendoza y San Luis tuvieron resultados

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menos felices aún, y regresaron, después de una estéril incursión en los desiertos del sur. Rosasenarboló entonces, por la primera vez, su bandera colorada, semejante en todo a la de Argel o ala del Japón, y se hizo dar el título de Héroe del Desierto, que venía en corroboración del que yahabía obtenido de Ilustre Restaurador de las Leyes, de esas mismas leyes que se proponíaabrogar por su base[*].

Facundo, demasiado penetrante para dejarse alucinar sobre el objeto de la grande expedición,permaneció en San Juan hasta el regreso de las divisiones del interior. La de Huidobro, que habíaentrado al desierto por frente de San Luis, salió en derechura de Córdoba, y a su aproximaciónfue sofocada una revolución capitaneada por los Castillo, que tenía por objeto quitar delGobierno a los Reinafé[8], que obedecían a la influencia de López. Esta revolución se hacía porlos intereses y bajo la inspiración de Facundo; los primeros cabecillas fueron desde San Juan,residencia de Quiroga y todos sus fautores, Arredondo, Camargo, etc., eran sus decididospartidarios. Los periódicos de la época no dijeron nada, empero, sobre las conexiones deFacundo con aquel movimiento; y cuando Huidobro se retiró a sus acantonamientos, yArredondo y otros caudillos fueron fusilados, nada quedó por hacerse ni decirse sobre aquellosmovimientos; porque la guerra que debían hacerse entre sí las dos fracciones de la República, losdos caudillos que se disputaban sordamente el mando, debía serlo sólo de emboscadas, de lazos yde traiciones. Es un combate mudo, en que no se miden fuerzas, sino audacia de parte del uno yastucia y amaños por parte del otro. Esta lucha entre Quiroga y Rosas es poco conocida, noobstante que abraza un período de cinco años. Ambos se detestan, se desprecian; no se pierdende vista un momento, porque cada uno de ellos siente que su vida y su porvenir dependen delresultado de este juego terrible.

Creo oportuno hacer sensible, por un cuadro, la geografía política de la República desde 1832adelante, para que el lector comprenda mejor los movimientos que empiezan a operarse:

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López de Santa Fe extendía su influencia sobre Entre Ríos, por medio de Echagüe[9],santafecino y criatura suya, y sobre Córdoba, por los Reinafé. Ferré, hombre de espírituindependiente, provincialista, mantuvo a Corrientes fuera de la lucha hasta 1839; bajo elgobierno de Berón de Astrada[10] volvió las armas de aquella provincia contra Rosas, que con suacrecentamiento de poder había hecho ilusorio el pacto de la Liga[11]. Ese mismo Ferré, por eseespíritu de provincialismo estrecho, declaró desertor, en 1840, a Lavalle, por haber pasado elParaná con el ejército correntino; y después de la batalla de Caaguazú quitó el general Paz elejército victorioso, haciendo, así, malograr las ventajas decisivas que pudo producir aqueltriunfo.

Ferré, en estos procedimientos, como en la Liga Litoral que en años atrás había promovido,estaba inspirado por el espíritu provincial de independencia y aislamiento que había despertadoen todos los ánimos la revolución de la Independencia. Así, pues, el mismo sentimiento quehabía echado a Corrientes en la oposición a la Constitución unitaria de 1826, le hacía, desde1838, echarse en la oposición a Rosas, que centralizaba el poder. De aquí nacen los desaciertosde aquel caudillo y los desastres que se siguieron a la batalla de Caaguazú, estéril no sólo para laRepública en general, sino para la provincia misma de Corrientes; pues, centralizado el resto dela nación por Rosas, mal podría ella conservar su independencia feudal y federal.

Terminada la expedición al sur, o, por mejor decir, desbaratada, porque no tenía verdaderoplan ni fin real, Facundo se marchó a Buenos Aires, acompañado de su escolta y de Barcala, yentra en la ciudad sin haberse tomado la molestia de anunciar a nadie su llegada. Estosprocedimientos subversivos de toda forma recibida podrían dar lugar a muy largos comentarios,si no fueran sistemáticos y característicos. ¿Qué objeto llevaba a Quiroga, esta vez, a BuenosAires? ¿Es otra invasión que, como la de Mendoza, hace sobre el centro del poder de su rival? Elespectáculo de la civilización ¿ha dominado, al fin, su rudeza selvática, y quiere vivir en el senodel lujo y de las comodidades? Yo creo que todas estas causas reunidas aconsejaron a Facundosu mal aconsejado viaje a Buenos Aires. El poder educa, y Quiroga tenía todas las altas dotes deespíritu que permiten a un hombre corresponder siempre a su nueva posición, por encumbradaque sea. Facundo se establece en Buenos Aires, y bien pronto se ve rodeado de los hombres másnotables: compra seiscientos mil pesos de fondos públicos; juega a la alta y baja; habla condesprecio de Rosas; declárase unitario entre los unitarios, y la palabra Constitución no abandonasus labios. Su vida pasada, sus actos de barbarie, poco conocidos en Buenos Aires, sonexplicados entonces y justificados por la necesidad de vencer, por la de su propia conservación.Su conducta es mesurada; su aire, noble e imponente, no obstante que lleva chaqueta, el ponchoterciado y la barba y el pelo enormemente abultados.

Quiroga, durante su residencia en Buenos Aires, hace algunos ensayos de su poder personal.Un hombre, con cuchillo en mano, no quería entregarse a un sereno. Acierta a pasar Quiroga porel lugar de la escena, embozado en su poncho, como siempre; párase a ver, y súbitamente arrojael poncho, lo abraza e inmoviliza. Después de desarmado, él mismo lo conduce a la Policía, sinhaber querido dar su nombre al sereno, como tampoco lo dio en la Policía, donde fue, sinembargo, reconocido por un oficial; los diarios publicaron, al día siguiente, aquel acto de arrojo.Sabe, una vez, que cierto boticario ha hablado con desprecio de sus actos de barbarie en el

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interior. Facundo se dirige a su botica y lo interroga. El boticario le impone y le dice que allí noestá en las provincias para atropellar a nadie impunemente. Este suceso llena de placer a toda laciudad de Buenos Aires. ¡Pobre Buenos Aires, tan candorosa, tan engreída con sus instituciones!¡Un año más, y seréis tratada con más brutalidad de la que fue tratado el interior por Quiroga! LaPolicía hace entrar sus satélites a la habitación misma de Quiroga, en persecución del huésped dela casa, y Facundo, que se ve tratado tan sin miramiento, extiende el brazo, coge el puñal, seendereza en la cama donde está recostado y en seguida vuelve a reclinarse y abandonalentamente el arma homicida. Siente que hay allí otro poder que el suyo, y que pueden meterloen la cárcel si se hace justicia a sí mismo.

Sus hijos están en los mejores colegios; jamás les permite vestir sino frac o levita, y a uno deellos, que intenta dejar sus estudios para abrazar la carrera de las armas, lo pone de tambor en unbatallón hasta que se arrepiente de su locura. Cuando algún coronel le habla de enrolar en sucuerpo, en clase de oficial, a alguno de sus hijos: «Si fuera un regimiento mandado por Lavalle—contesta, burlándose—, ya; ¡pero en estos cuerpos!…». Si se habla de escritores, ninguno hayque, en su concepto, pueda rivalizar con los Varela, que tanto mal han dicho de él. Los únicoshombres honrados que tiene la República son Rivadavia y Paz: «ambos tenían las más sanasintenciones». A los unitarios sólo exige un secretario como el doctor Ocampo, un político queredacte una Constitución, y con una imprenta, se marchará a San Luis, y desde allí la enseñará atoda la República en la punta de una lanza. Quiroga, pues, se presenta como el centro de unanueva tentativa de reorganizar la República; y pudiera decirse que conspira abiertamente si todosestos propósitos, todas aquellas bravatas, no careciesen de hechos que viniesen a darles cuerpo.La falta de hábitos de trabajo, la pereza de pastor, la costumbre de esperarlo todo del terror,acaso la novedad del teatro de acción, paralizan su pensamiento, lo mantienen en una expectativafunesta que lo compromete últimamente y lo entrega maniatado a su astuto rival. No hanquedado hechos ningunos que acrediten que Quiroga se proponía obrar inmediatamente, si noson sus inteligencias con los gobernadores del interior y sus indiscretas palabras repetidas porunitarios y federales, sin que los primeros se resuelvan a fiar su suerte en manos como las suyas,ni los federales lo rechacen como desertor de sus filas.

Y mientras tanto que se abandona, así, a una peligrosa indolencia, ve cada día acercarse elboa que ha de sofocarlo en sus redobladas lazadas. El año 1833, Rosas se hallaba ocupado de sufantástica expedición, y tenía su ejército obrando al sur de Buenos Aires, desde donde observabaal Gobierno de Balcarce. La provincia de Buenos Aires presentó poco después uno de losespectáculos más singulares. Me imagino lo que sucedería en la Tierra si un poderoso cometa seacercase a ella: al principio, el malestar general; después, rumores sordos, vagos; en seguida, lasoscilaciones del globo atraído fuera de su órbita, hasta que, al fin, los sacudimientos convulsivos,el desplome de las montañas, el cataclismo, traerían el caos que precede a cada una de lascreaciones sucesivas de que nuestro globo ha sido testigo.

Tal era la influencia que Rosas ejercía en 1834. El Gobierno de Buenos Aires se sentía cadavez más circunscrito en su acción, más embarazado en su marcha, más dependiente del Héroe delDesierto. Cada comunicación de éste era un reproche dirigido a su Gobierno, una cantidadexorbitante exigida por el ejército, alguna demanda inusitada; luego la campaña no obedecía a la

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ciudad, y era preciso poner a Rosas la queja de este desacato de sus adictos; más tarde, ladesobediencia entraba en la ciudad misma; últimamente, hombres armados recorrían las calles, acaballo, disparando tiros que daban muerte a algunos transeúntes. Esta desorganización de lasociedad iba, de día en día, aumentándose como un cáncer y avanzando hasta el corazón, si bienpodía discernirse el camino que traía desde la tienda de Rosas a la campaña; de la campaña, a unbarrio de la ciudad;[12] de allí, a cierta clase de hombres, los carniceros, que eran los principalesinstigadores. El Gobierno de Balcarce había sucumbido en 1833 al empuje de estedesbordamiento de la campaña sobre la ciudad. El partido de Rosas trabajaba con ardor paraabrir un largo y despejado camino al Héroe del Desierto, que se aproximaba a recibir la ovaciónmerecida: el Gobierno; pero el partido federal de la ciudad burla, todavía, sus esfuerzos, y quierehacer frente. La Junta de Representantes se reúne en medio del conflicto que trae la acefalía delGobierno, y el general Viamont,[13] a su llamada, se presenta, con la prisa, en traje de casa y seatreve aun a hacerse cargo del Gobierno. Por un momento parece que el orden se restablece y lapobre ciudad respira; pero luego principia la misma agitación, los mismos manejos, los grupos dehombres que recorren las calles, que distribuyen latigazos a los paseantes. Es indecible el estadode alarma en que vivió un pueblo entero durante dos años, con este extraño y sistemáticodesquiciamiento. De repente, se veían las gentes disparando por las calles, y el ruido de laspuertas que se cerraban iba repitiéndose, de manzana en manzana, de calle en calle. ¿De quéhuían? ¿Por qué se encerraban a la mitad del día? ¡Quién sabe! Alguno había dicho quevenían…, que se divisaba un grupo…, que se había oído el tropel lejano de caballos.

Una de estas veces, marchaba Facundo Quiroga por una calle, seguido de un ayudante, y alver a estos hombres con frac que corren por las veredas, a las señoras que huyen sin saber dequé, Quiroga se detiene, pasea una mirada de desdén sobre aquellos grupos y dice a su edecán:«¡Este pueblo se ha enloquecido!». Facundo había llegado a Buenos Aires poco después de lacaída de Balcarce. «Otra cosa hubiera sucedido —decía— si yo hubiese estado aquí». «¿Y quéhabría hecho, general? —le replicaba uno de los que escuchándole había—; S. E. no tieneinfluencia sobre esta plebe de Buenos Aires». Entonces Quiroga, levantando la cabeza,sacudiendo su negra melena y despidiendo rayos de sus ojos, le dice con voz breve y seca:«¡Mire usted! Habría salido a la calle, y al primer hombre que hubiera encontrado, le habríadicho: ¡Sígame!, y ese hombre me habría seguido!…». Tal era la avasalladora energía de laspalabras de Quiroga, tan imponente su fisonomía, que el incrédulo bajó la vista, y por largotiempo nadie se atrevió a despegar los labios.

El general Viamont renuncia, al fin, porque ve que no se puede gobernar, que hay una manopoderosa que detiene las ruedas de la administración. Búscase alguien que quiera reemplazarlo;se pide, por favor, a los más animosos que se hagan cargo del bastón, y nadie quiere; todos seencogen de hombros y ganan sus casas, amedrentados. Al fin, se coloca a la cabeza del Gobiernoel doctor Maza[14], el maestro, el mentor y amigo de Rosas, y creen haber puesto remedio al malque los aqueja. ¡Vana esperanza! El malestar crece, lejos de disminuir. Anchorena[15] se presentaal Gobierno, pidiendo que reprima los desórdenes, y sabe que no hay medio alguno a su alcance;que la fuerza de la Policía no obedece; que hay órdenes de afuera. El general Guido, el doctorAlcorta[16], dejan oír, todavía, en la Junta de Representantes, algunas protestas enérgicas contra

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aquella agitación convulsiva en que se tiene a la ciudad; pero el mal sigue, y, para agravarlo,Rosas reprocha al Gobierno, desde su campamento, los desórdenes que él mismo fomenta. ¿Quées lo que quiere este hombre? ¿Gobernar? Una Comisión de la Sala va a ofrecerle el Gobierno: ledice que sólo él puede poner término a aquella angustia, a aquella agonía de dos años. PeroRosas no quiere gobernar, y nuevas comisiones, nuevos ruegos. Al fin halla medio de conciliarlotodo. Les hará el favor de gobernar, si los tres años que abraza el período legal se prolongan acinco y se le entrega la suma del poder público, palabra nueva, cuyo alcance sólo él comprende.

En estas transacciones se hallaba la ciudad de Buenos Aires y Rosas, cuando llega la noticiade un desavenimiento entre los gobiernos de Salta, Tucumán y Santiago del Estero que podíahacer estallar la guerra. Cinco años van corridos desde que los unitarios han desaparecido de laescena política, y dos desde que los federales de la ciudad, los lomos negros,[17] han perdido todainfluencia en el Gobierno; cuando más, tienen valor para exigir algunas condiciones que hagantolerable la capitulación. Rosas, entretanto que la ciudad se rinde a discreción, con susinstituciones, sus garantías individuales, con sus responsabilidades impuestas al Gobierno, agita,fuera de Buenos Aires, otra máquina no menos complicada. Sus relaciones con López de SantaFe son activas, y tiene además una entrevista en que conferencian ambos caudillos; el Gobiernode Córdoba está bajo la influencia de López, que ha puesto, a su cabeza, a los Reinafé. Invítase aFacundo a ir a interponer su influencia, para apagar las chispas que se han levantado en el nortede la República; nadie sino él está llamado para desempeñar esta misión de paz. Facundo resiste,vacila; pero se decide al fin. El 18 de diciembre de 1835[18] sale de Buenos Aires, y al subir a lagalera[19] dirige, en presencia de varios amigos, sus adioses a la ciudad. «Si salgo bien —dice,agitando la mano—, te volveré a ver; si no, ¡adiós para siempre!». ¿Qué siniestros pensamientosvienen a asomar en aquel momento a su faz lívida, en el ánimo de este hombre impávido? ¿Norecuerda el lector algo parecido a lo que manifestaba Napoleón al partir de las Tullerías para lacampaña que debía terminar en Waterloo?

Apenas ha andado media jornada, encuentra un arroyo fangoso que detiene la galera. Elvecino maestre de posta[20] acude solícito a pasarla: se ponen nuevos caballos, se apuran todoslos esfuerzos, y la galera no avanza. Quiroga se enfurece, y hace uncir a las varas, al mismomaestre de posta. La brutalidad y el terror vuelven a aparecer desde que se halla en el campo, enmedio de aquella naturaleza y de aquella sociedad semibárbara. Vencido aquel primer obstáculo,la galera sigue cruzando la pampa como una exhalación; camina todos los días hasta las dos de lamañana, y se pone en marcha, de nuevo, a las cuatro. Acompáñanle el doctor Ortiz, su secretario,y un joven conocido, a quien a su salida encontró inhabilitado de ir adelante por la fractura de lasruedas de su vehículo. En cada posta a que llega hace preguntar inmediatamente: «¿A qué horaha pasado un chasque de Buenos Aires?». «Hace una hora». «¡Caballos sin pérdida demomento!», grita Quiroga. Y la marcha continúa. Para hacer más penosa la situación, parecíaque las cataratas del cielo se habían abierto; durante tres días, la lluvia no cesa un momento, y elcamino se ha convertido en un torrente.

Al entrar en la jurisdicción de Santa Fe, la inquietud de Quiroga se aumenta, y se torna envisible angustia cuando en la posta de Pavón sabe que no hay caballos y que el maestre de postaestá ausente. El tiempo que pasa antes de procurarse nuevos tiros es una agonía mortal para

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Facundo, que grita a cada momento: «¡Caballos! ¡Caballos!». Sus compañeros de viaje nadacomprenden de este extraño sobresalto, asombrados de ver a este hombre, el terror de lospueblos, asustadizo ahora y lleno de temores, al parecer, quiméricos. Cuando la galera lograponerse en marcha, murmura en voz baja, como si hablara consigo mismo: «Si salgo delterritorio de Santa Fe, no hay cuidado por lo demás». En el paso del Río Tercero acuden losgauchos de la vecindad a ver al famoso Quiroga, y pasan la galera punto menos que a hombros.

Últimamente, llega a la ciudad de Córdoba a las nueve y media de la noche, y una horadespués del arribo del chasque de Buenos Aires, a quien ha venido pisando desde su salida. Unode los Reinafé acude a la posta, donde Facundo está aún en la galera, pidiendo caballos, que nohay en aquel momento; salúdalo con respeto y efusión; suplícale que pase la noche en la ciudad,donde el Gobierno se prepara a hospedarlos dignamente. «¡Caballos necesito!», es la breverespuesta que da Quiroga. «¡Caballos!», replica a cada nueva manifestación de interés o solicitudde parte de Reinafé, que se retira, al fin, humillado, y Facundo parte para su destino a las doce dela noche.

La ciudad de Córdoba, entretanto, estaba agitada por los más extraños rumores: los amigosdel joven que ha venido, por casualidad, en compañía de Quiroga, y que se queda en Córdoba, supatria, van en tropel a visitarlo. Se admiran de verlo vivo, y le hablan del peligro inminente deque se ha salvado. Quiroga debía ser asesinado en tal punto; los asesinos son N. y N.; las pistolashan sido compradas en tal almacén; han sido vistos N. y N. para encargarse de la ejecución, y sehan negado. Quiroga los ha sorprendido con la asombrosa rapidez de su marcha, pues no bienllega el chasque que anuncia su próximo arribo, cuando se presenta él mismo y hace abortartodos los preparativos. Jamás se ha premeditado un atentado con más descaro; toda Córdoba estáinstruida de los más mínimos detalles del crimen que el Gobierno intenta, y la muerte de Quirogaes el asunto de todas las conversaciones.

Quiroga, en tanto, llega a su destino, arregla las diferencias entre los gobernantes hostiles yregresa por Córdoba, a despecho de las reiteradas instancias de los gobernadores de Santiago yTucumán, que le ofrecen una gruesa escolta para su custodia, aconsejándole tomar el camino deCuyo para regresar. ¿Qué genio vengativo cierra su corazón y sus oídos y le hace obstinarse envolver a desafiar a sus enemigos, sin escolta, sin medios adecuados de defensa? ¿Por qué notoma el camino de Cuyo, desentierra sus inmensos depósitos de armas a su paso por La Rioja yarma las ocho provincias que están bajo su influencia? Quiroga lo sabe todo: aviso tras de avisoha recibido en Santiago del Estero; sabe el peligro de que su diligencia lo ha salvado; sabe elnuevo y más inminente que le aguarda, porque no han desistido sus enemigos del concebidodesignio. «¡A Córdoba!», grita a los postillones al ponerse en marcha, como si Córdoba fuese eltérmino de su viaje[*].

Antes de llegar a la posta del Ojo de Agua, un joven sale del bosque y se dirige hacia lagalera, requiriendo al postillón que se detenga. Quiroga asoma la cabeza por la portezuela, y lepregunta lo que se le ofrece. «Quiero hablar al doctor Ortiz». Desciende éste, y sabe lo siguiente:«En las inmediaciones del lugar llamado Barranca-Yaco está apostado Santos Pérez con unapartida; al arribo de la galera deben hacerle fuego de ambos lados y matar, en seguida, depostillones arriba; nadie debe escapar; ésta es la orden». El joven, que ha sido en otro tiempo

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favorecido por el doctor Ortiz, ha venido a salvarlo; tiénele caballo allí mismo para que monte yse escape con él; su hacienda está inmediata. El secretario, asustado, pone en conocimiento deFacundo lo que acaba de saber, y le insta para que se ponga en seguridad. Facundo interroga denuevo al joven Sandivaras, le da las gracias por su buena acción, pero lo tranquiliza sobre lostemores que abriga. «No ha nacido todavía —le dice en voz enérgica— el hombre que ha dematar a Facundo Quiroga. A un grito mío, esa partida, mañana, se pondrá a mis órdenes y meservirá de escolta hasta Córdoba. Vaya usted, amigo, sin cuidado».

Estas palabras de Quiroga, de que yo no he tenido noticias hasta este momento, explican lacausa de su extraña obstinación en ir a desafiar la muerte. El orgullo y el terrorismo, los dosgrandes móviles de su elevación, lo llevan, maniatado, a la sangrienta catástrofe que debeterminar su vida. Tiene a menos evitar el peligro, y cuenta con el terror de su nombre para hacercaer las cuchillas levantadas sobre su cabeza. Esta explicación me la daba a mí mismo antes desaber que sus propias palabras la habían hecho inútil.

La noche que pasaron los viajeros de la posta del Ojo de Agua es de tal manera angustiosapara el infeliz secretario, que va a una muerte cierta e inevitable, y que carece del valor y de latemeridad que anima a Quiroga, que creo no deber omitir ninguno de sus detalles, tanto máscuanto que, siendo, por fortuna, sus pormenores tan auténticos, sería criminal descuido noconservarlos; porque, si alguna vez un hombre ha apurado todas las heces de la agonía; si algunavez la muerte ha debido parecer horrible, es aquella en que un triste deber, el de acompañar a unamigo temerario, nos la impone, cuando no hay infamia ni deshonor en evitarla[*].

El doctor Ortiz llama aparte al maestre de posta y lo interroga encarecidamente sobre lo quesabe acerca de los extraños avisos que han recibido, asegurándole no abusar de su confianza.¡Qué pormenores va a oír! Santos Pérez ha estado allí, con su partida de treinta hombres, unahora antes de su arribo; van todos armados de tercerola y sable; están ya apostados en el lugardesignado; deben morir todos los que acompañan a Quiroga, así lo ha dicho Santos Pérez almismo maestre de posta. Esta confirmación de la noticia recibida de antemano no altera en nadala determinación de Quiroga, que después de tomar una taza de chocolate, según su costumbre,se duerme profundamente. El doctor Ortiz gana también la cama no para dormir, sino paraacordarse de su esposa, de sus hijos, a quienes no volverá a ver más. Y todo ¿por qué? Por noarrostrar el enojo de un temible amigo; por no incurrir en la tacha de desleal. A medianoche, lainquietud de la agonía le hace insoportable la cama; levántase y va a buscar a su confidente:«¿Duerme, amigo?», le pregunta en voz baja. «¡Quién ha de dormir, señor, con esta cosa tanhorrible!». «¿Conque no hay duda? ¡Qué suplicio el mío!». «¡Imagínese, señor, cómo estaré yo,que tengo que mandar dos postillones, que deben ser muertos también! Esto me mata. Aquí hayun niño que es sobrino del sargento de la partida, y pienso mandarlo; pero el otro… ¿A quiénmandaré?, ¡a hacerlo morir inocentemente!».

El doctor Ortiz hace un último esfuerzo por salvar su vida y la del compañero; despierta aQuiroga, y le instruye de los pavorosos detalles que acaba de adquirir, significándole que él no leacompaña, si se obstina en hacerse matar inútilmente. Facundo, con gesto airado y palabrasgroseramente enérgicas, le hace entender que hay mayor peligro en contrariarlo allí que el que leaguarda en Barranca-Yaco, y fuerza es someterse sin más réplica. Quiroga manda a su asistente,

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que es un valiente negro, a que limpie algunas armas de fuego que vienen en la galera y lascargue: a esto se reducen todas sus precauciones.

Llega el día, por fin, y la galera se pone en camino. Acompáñale, a más del postillón que vaen el tiro, el niño aquel, dos correos que se han reunido por casualidad y el negro, que va acaballo. Llega al punto fatal, y dos descargas traspasan la galera por ambos lados, pero sin herir anadie; los soldados se echan sobre ella, con los sables desnudos, y en un momento inutilizan loscaballos y descuartizan al postillón, correos y asistente. Quiroga entonces asoma la cabeza, yhace, por el momento, vacilar a aquella turba. Pregunta por el comandante de la partida, lemanda acercarse, y a la cuestión de Quiroga «¿Qué significa esto?», recibe por toda contestaciónun balazo en un ojo que le deja muerto. Entonces Santos Pérez atraviesa repetidas veces con suespada al malaventurado ministro y manda, concluida la ejecución, tirar hacia el bosque la galerallena de cadáveres, con los caballos hechos pedazos, y el postillón, que con la cabeza abierta semantiene aún a caballo. «¿Qué muchacho es éste?», pregunta, viendo al niño de posta, único quequeda vivo. «Éste es un sobrino mío —contesta el sargento de la partida—; yo respondo de élcon mi vida». Santos Pérez se acerca al sargento, le atraviesa el corazón de un balazo, y enseguida, desmontándose, toma de un brazo al niño, lo tiende en el suelo y lo degüella, a pesar desus gemidos de niño que se ve amenazado de un peligro. Este último gemido del niño es, sinembargo, el único suplicio que martiriza a Santos Pérez; después, huyendo de las partidas que lopersiguen, oculto en las breñas de las rocas, o en los bosques enmarañados, el viento le trae aloído el gemido lastimero del niño. Si a la vacilante claridad de las estrellas se aventura a salir desu guarida, sus miradas inquietas se hunden en la oscuridad de los árboles sombríos, paracerciorarse de que no se divisa en ninguna parte el bultito blanquecino del niño; y cuando llega allugar donde hacen encrucijada dos caminos, lo arredra ver venir por el que él deja al niñoanimando su caballo.

Facundo decía también que un solo remordimiento lo aquejaba: ¡la muerte de los veintiséisoficiales fusilados en Mendoza!

¿Quién es, mientras tanto, este Santos Pérez? Es el gaucho malo de la campaña de Córdoba,célebre en la sierra y en la ciudad por sus numerosas muertes, por su arrojo extraordinario, porsus aventuras inauditas. Mientras permaneció el general Paz en Córdoba, acaudilló lasmontoneras más obstinadas e intangibles de la Sierra, y por largo tiempo, el pago de SantaCatalina fue una republiqueta adonde los veteranos del ejército no pudieron penetrar. Con mirasmás elevadas, habría sido el digno rival de Quiroga; con sus vicios, sólo alcanzó a ser su asesino.Era alto de talle, hermoso de cara, de color pálido y barba negra y rizada. Largo tiempo fuedespués perseguido por la justicia, y nada menos que cuatrocientos hombres andaban en subusca. Al principio, los Reinafé lo llamaron, y en la casa de Gobierno fue recibidoamigablemente. Al salir de la entrevista, empezó a sentir una extraña descompostura deestómago, que le sugirió la idea de consultar a un médico amigo suyo, quien informado por él dehaber tomado una copa de licor que se le brindó, le dio un elixir que le hizo arrojar,oportunamente, el arsénico que el licor disimulaba. Más tarde, y en lo más recio de lapersecución, el comandante Casanova, su antiguo amigo, le hizo significar que tenía algo deimportancia que comunicarle. Una tarde, mientras que el escuadrón de que el comandante

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Casanova[21] era jefe hacía el ejercicio al frente de su casa, Santos Pérez se desmonta en la puertay le dice: «Aquí estoy; ¿qué quería decirme?». «¡Hombre! Santos Pérez, pase por acá; siéntese».«¡No! ¿Para qué me ha hecho llamar?». El comandante, sorprendido así, vacila y no sabe quédecir en el momento. Su astuto y osado interlocutor lo comprende, y arrojándole una mirada dedesdén y volviéndole la espalda, le dice: «¡Estaba seguro de que quería agarrarme por traición!He venido para convencerme no más». Cuando se dio orden al escuadrón de perseguirlo, Santoshabía desaparecido. Al fin, una noche lo cogieron dentro de la ciudad de Córdoba, por unavenganza femenil. Había dado de golpes a la querida con quien dormía: ésta, sintiéndoloprofundamente dormido, se levanta con precaución, le toma las pistolas y el sable, sale a la calley lo denuncia a una patrulla. Cuando despierta, rodeado de fusiles apuntados a su pecho, echamano a las pistolas, y no encontrándolas: «Estoy rendido —dice con serenidad—. ¡Me hanquitado las pistolas!». El día que lo entraron a Buenos Aires, una muchedumbre inmensa sehabía reunido en la puerta de la casa de Gobierno. A su vista gritaba el populacho: ¡MueraSantos Pérez!, y él, meneando desdeñosamente la cabeza y paseando sus miradas por aquellamultitud, murmuraba tan sólo estas palabras: «¡Tuviera aquí mi cuchillo!». Al bajar del carro quelo conducía a la cárcel, gritó repetidas veces: «¡Muera el tirano!»; y al encaminarse al patíbulo,su talla gigantesca, como la de Dantón, dominaba la muchedumbre, y sus miradas se fijaban, devez en cuando, en el cadalso como en un andamio de arquitectos.

El Gobierno de Buenos Aires dio un aparato solemne a la ejecución de los asesinos de JuanFacundo Quiroga; la galera ensangrentada y acribillada de balazos estuvo largo tiempo alexamen del pueblo, y el retrato de Quiroga, como la vista del patíbulo y de los ajusticiados,fueron litografiados[22] y distribuidos por millares, como también extractos del proceso, que sedio a luz en un volumen en folio. La Historia imparcial espera, todavía, datos y relaciones paraseñalar con su dedo al instigador de los asesinos.

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14. Gobierno unitario

No se sabe bien por qué es que quiere gobernar. Unasola cosa ha podido averiguarse, y es que está poseído deuna furia que lo atormenta: ¡quiere gobernar! Es un osoque ha roto las rejas de su jaula, y desde que tenga en susmanos su gobierno pondrá en fuga a todo el mundo. ¡Ayde aquel que caiga en sus manos! No lo largará hasta queexpire bajo su gobierno. Es una sanguijuela, que no sedesprende hasta que está repleta de sangre.

LAMARTINE

He dicho en la introducción de estos ligeros apuntes que, para mi entender, Facundo Quirogaes el núcleo de la guerra civil de la República Argentina y la expresión más franca y candorosade una de las fuerzas que han luchado con diversos nombres durante treinta años. La muerte deQuiroga no es un hecho aislado ni sin consecuencias; antecedentes sociales que he desenvueltoantes la hacían casi inevitable: era un desenlace político, como el que podría haber dado unaguerra.

El Gobierno de Córdoba, que se encargó de consumar el atentado, era demasiado subalternoentre los que se habían establecido para que osase acometer la empresa con tanto descaro, si nose hubiese creído apoyado de los que iban a cosechar los resultados. El asesinato de Quiroga es,pues, un acto oficial, largamente discutido entre varios gobiernos, preparado con anticipación yllevado a cabo con tenacidad, como una medida de Estado. Por lo que con su muerte no quedaterminada una serie de hechos que me he propuesto coordinar, y para no dejarla trunca eincompleta, necesito continuar un poco más adelante, en el camino que llevo, para examinar losresultados que produce en la política interior de la República, hasta que el número de cadáveresque cubren el sendero sea ya tan grande que me sea forzoso detenerme, hasta esperar que eltiempo y la intemperie los destruyan, para que desembaracen la marcha. Por la puerta que dejaabierta al asesinato de Barranco-Yaco entrará el lector, conmigo, en un teatro donde todavía no

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se ha terminado el drama sangriento.Facundo muere asesinado el 18 de febrero[1]; la noticia de su muerte llega a Buenos Aires el

24, y a principios de marzo ya estaban arregladas todas las bases del Gobierno necesario einevitable del Comandante General de Campaña, que desde 1833 ha tenido en tortura a la ciudad,fatigándola, angustiándola, desesperándola, hasta que la ha arrancado, al fin, entre sollozos ygemidos, la Suma del Poder público; porque Rosas no se ha contentado, esta vez, con exigir ladictadura, las facultades extraordinarias, etc. No; lo que pide es lo que la frase expresa:tradiciones, costumbres, formas, garantías, leyes, culto, ideas, conciencia, vidas, haciendas,preocupaciones; sumad todo lo que tiene poder sobre la sociedad y lo que resulte será la Sumadel Poder público pedida. El 5 de abril, la Junta de Representantes, en cumplimiento de loestipulado, elige gobernador de Buenos Aires, por cinco años, al general don Juan Manuel Rosas,Héroe del Desierto, Ilustre Restaurador de las Leyes, depositario de la Suma del Poder público.

Pero no le satisface la elección hecha por la Junta de Representantes; lo que medita es tangrande, tan nuevo, tan nunca visto, que es preciso tomarse antes todas las seguridadesimaginables; no sea que más tarde se diga que el pueblo de Buenos Aires no le ha delegado laSuma del Poder público. Rosas, gobernador, propone a las Mesas electorales esta cuestión:¿Convienen en que don J. M. Rosas sea gobernador por cinco años, con la suma del Poderpúblico? Y debo decirlo en obsequio de la verdad histórica: nunca hubo Gobierno más popular,más deseado ni más bien sostenido por la opinión. Los unitarios, que en nada habían tomadoparte, lo recibían, al menos, con indiferencia; los federales, lomos negros, con desdén, pero sinoposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las cruelesoscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como el símbolo de su poder y lahumillación de los cajetillas de la ciudad. Bajo tan felices disposiciones, principiáronse laselecciones o ratificaciones en todas las parroquias, y la votación fue unánime, excepto tres votosque se opusieron a la delegación de la Suma del Poder público. ¿Concíbese cómo ha podidosuceder, que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura la Gaceta, sólohubiese tres votos contrarios al Gobierno? ¿Sería acaso que los disidentes no votaron? ¡Nada deeso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar; los enfermos selevantaron de la cama a ir a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fuesen inscritosen algún negro registro, porque así se había insinuado.

El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aún, todos veían lanube negra y torva que venía cubriendo el cielo dos años hacía. La votación aquélla es única enlos anales de los pueblos civilizados, y los nombres de los tres locos, más bien que animososopositores, se han conservado en la tradición del pueblo de Buenos Aires.

Hay un momento fatal en la historia de todos los pueblos, y es aquél en que, cansados lospartidos de luchar, piden antes de todo el reposo de que por largos años han carecido, aun aexpensas de la libertad o de los fines que ambicionaban; éste es el momento en que se alzan lostiranos que fundan dinastías e imperios. Roma, cansada de las luchas de Mario y de Sila, depatricios y plebeyos, se entregó con delicia a la dulce tiranía de Augusto, el primero queencabeza la lista execrable de los emperadores romanos. La Francia, después del Terror, despuésde la impotencia y desmoralización del Directorio, se entregó a Napoleón, que, por un camino

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sembrado de laureles, la devolvió a los aliados que la devolvieron a los Borbones. Rosas tuvo lahabilidad de acelerar aquel cansancio, de crearlo a fuerza de hacer imposible el reposo. Dueñouna vez del poder absoluto, ¿quién se lo pedirá más tarde?, ¿quién se atreverá a disputarle sustítulos a la dominación? Los romanos daban la dictadura en casos raros y por término corto yfijo; y aun así, el uso de la dictadura temporal autorizó la perpetua, que destruyó la República ytrajo todo el desenfreno del Imperio. Cuando el término del gobierno de Rosas expira, anuncia sudeterminación decidida de retirarse a la vida privada; la muerte de su cara esposa[2], la de supadre, han ulcerado su corazón; necesita ir lejos del tumulto de los negocios públicos, a llorar asus anchas pérdidas tan amargas. El lector debe recordar, al oír este lenguaje en la boca de Rosas,que no veía a su padre desde su juventud, y a cuya esposa había dado días tan amargos, algoparecido a las hipócritas protestas de Tiberio ante el Senado romano. La Sala de Buenos Aires leruega, le suplica que continúe haciendo sacrificios por la patria; Rosas se deja persuadir,continúa tan sólo por seis meses más; pasan los seis meses y se abandona la farsa de la elección.Y, en efecto, ¿qué necesidad tiene de ser electo un jefe que ha arraigado el poder en su persona?¿Quién le pide cuenta, temblando del terror que les ha inspirado a todos?

Cuando la aristocracia veneciana hubo sofocado la conspiración de Tiépolo, en 1300, nombróen su seno diez individuos que, investidos de facultades discrecionales, debían perseguir ycastigar a los conjurados, pero limitando la duración de su autoridad a sólo diez días. Oigamos alconde de Daru, en su célebre Historia de Venecia, referir el suceso:

«Tan inminente se creyó el peligro, dice, que se creó una autoridad dictatorial después de lavictoria. Un Consejo de diez miembros fue nombrado para velar por la conservación del Estado.Se le armó de todos los medios; librósele de todas las formas, de todas las responsabilidades;quedáronle sometidas todas las cabezas.

»Verdad es que su duración no debía pasar de diez días; fue necesario, sin embargo,prorrogarla por diez más, después por veinte, en seguida por dos meses; pero, al fin, fueprolongada seis veces seguidas por este último término. A la vuelta de un año de existencia sehizo continuar por cinco. Entonces se encontró demasiado fuerte para prorrogarse a sí mismodurante diez años más, hasta que fue aquel terrible Tribunal declarado perpetuo.

»Lo que había hecho por prolongar su duración, lo hizo por extender sus atribuciones.Instituido solamente para conocer en los crímenes de Estado, este tribunal se había apoderado dela Administración. So pretexto de velar por la seguridad de la República, se entrometió en la pazy en la guerra dispuso de las rentas y concluyó por otorgarse el Poder soberano»[*].

En la República Argentina no es un Consejo el que se ha apoderado así de la autoridadsuprema: es un hombre, y un hombre bien indigno. Encargado, temporalmente, de las RelacionesExteriores[3], depone, fusila, asesina a los gobernadores de las provincias que le hicieron elencargo. Revestido de la Suma del Poder público en 1835, por sólo cinco años, en 1845 estárevestido aún de aquel poder. Y nadie sería hoy tan candoroso para esperar que lo deje, ni que elpueblo se atreva a pedírselo. Su gobierno es de por vida, y si la Providencia hubiese de consentirque muriese pacíficamente, como el doctor Francia, largos años de dolores y miserias aguardan aaquellos desgraciados pueblos, víctimas hoy del cansancio de un momento.

El 13 de abril de 1835 se recibió Rosas del gobierno, y su talante desembarazado y su aplomo

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en la ceremonia no dejó de sorprender a los ilusos que habían creído tener un rato de diversión,al ver el desmayo y gaucherie del gaucho. Presentóse de casaca de general, desabotonada, quedejaba ver un chaleco amarillo de cotonía. Perdónenme los que no comprendan el espíritu de estasingular toilette el que recuerde aquella circunstancia.

En fin, ya tiene el gobierno en sus manos. Facundo ha muerto un mes antes; la ciudad se haentregado a su discreción; el pueblo ha confirmado del modo más auténtico esta entrega de todagarantía y de toda institución. Es el Estado una tabla rasa en que él va a escribir una cosa nueva,original; él es un poeta, un Platón que va a realizar su república ideal, según él ha concebido; eséste un trabajo que ha meditado veinte años, y que al fin puede dar a luz sin que vengan aestorbar su realización tradiciones envejecidas, preocupaciones de la época, plagios hechos a laEuropa, garantías individuales, instituciones vigentes. Es un genio, en fin, que ha estadolamentando los errores de su siglo y preparándose para destruirlos de un golpe. Todo va a sernuevo, obra de su ingenio: vamos a ver este portento.

De la Sala de Representantes, a donde ha ido a recibir el bastón, se retira en un cochecolorado, mandado pintar ex profeso para el acto, al que están atados cordones de seda coloradosy a los que se uncen aquellos hombres que, desde 1833, han tenido la ciudad en continua alarmapor sus atentados y su impunidad; llámanle la Sociedad Popular, y llevan el puñal a la cintura,chaleco colorado y una cinta colorada en la que se lee: «Mueran los unitarios». En la puerta desu casa le hacen guardia de honor estos mismos hombres; después acuden los ciudadanos,después los generales, porque es necesario hacer aquella manifestación de adhesión sin límites ala persona del Restaurador.

Al día siguiente aparece una proclama y una lista de proscripción en la que entra uno de susconcuñados, el doctor Alsina. La proclama aquélla, que es uno de los pocos escritos de Rosas, esun documento precioso que siento no tener a mano. Era un programa de su gobierno sin disfraz,sin rodeos:

EL QUE NO ESTÁ CONMIGO ES MI ENEMIGO

Tal era el axioma de política consagrado en ella. Se anuncia que va a correr sangre, y tan sólopromete no atentar contra las propiedades. ¡Ay de los que provoquen su cólera!

Cuatro días después, la parroquia de San Francisco anuncia su intención de celebrar una misay Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso, etc., invitando al vecindario a solemnizar, consu presencia, el acto. Las calles circunvecinas están empavesadas, alfombradas, tapizadas,decoradas. Es aquello un bazar oriental en que ostentan tejidos de damasco, púrpura, oro ypedrerías, en decoraciones caprichosas. El pueblo llena las calles, los jóvenes acuden a lanovedad, las señoras hacen de la parroquia su paseo de la tarde. El Te Deum se posterga de undía a otro, y la agitación de la ciudad, el ir y venir, la excitación, la interrupción de todo trabajodura cuatro, cinco días consecutivos. La Gaceta repite los más mínimos detalles de la espléndidafunción. Ocho días después, otra parroquia anuncia su Te Deum: los vecinos se proponenrivalizar en entusiasmo y oscurecer la pasada fiesta. ¡Qué lujo de decoraciones, qué ostentaciónde riquezas y adornos! El retrato del Restaurador está en la calle, en un dosel, en que los

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terciopelos colorados se mezclan con los galones y las cordonaduras de oro. Igual movimientopor más días aún; se vive en la calle, en la parroquia privilegiada. Pocos días después, otraparroquia, otra fiesta en otro barrio. Pero ¿hasta cuándo fiestas? ¿Qué, no se cansa este pueblo deespectáculos? ¿Qué entusiasmo es aquél que no se resfría en un mes? ¿Por qué no hacen todaslas parroquias su función a un tiempo? No: es el entusiasmo sistemático, ordenado, administradopoco a poco. Un año después, todavía no han concluido las parroquias de dar su fiesta; el vértigooficial pasa de la ciudad a la campaña, y es cosa de nunca acabar. La Gaceta de la época está ahí,ocupada, año y medio, en describir fiestas federales. El Retrato se mezcla en todas ellas, tiradoen un carro hecho para él, por los generales, las señoras, los federales netos. «Et le peuple,enchanté d’un tel spectacle, enthousiasmé du Te Deum, chanté moult bien a Nôtre-Dame, lepeuple oublia qu’il payait fort cher tout, et se retirait fort joyeux»[*].

De las fiestas sale, al fin de año y medio, el color colorado, como insignia de adhesión a lacausa; el retrato de Rosas, colocado en los altares primero, pasa después a ser parte del equipo decada hombre, que debe llevarlo en el pecho, en señal de amor intenso a la persona delRestaurador. Por último, de entre estas fiestas se desprende, al fin, la terrible Mazorca, cuerpo depolicía entusiasta, federal, que tiene por encargo y oficio echar lavativas de ají y aguarrás a losdescontentos, primero, y después, no bastando este tratamiento flogístico, degollar a aquellos quese les indique.

La América entera se ha burlado de aquellas famosas fiestas de Buenos Aires y mirádolascomo el colmo de la degradación de un pueblo; pero yo no veo en ellas sino un designio político,el más fecundo en resultados. ¿Cómo encarnar en una República que no conoció reyes jamás laidea de la personalidad de gobierno? La cinta colorada es una materialización del terror que osacompaña a todas partes, en la calle, en el seno de la familia; es preciso pensar en ella al vestirse,al desnudarse, y las ideas se nos graban siempre por asociación. La vista de un árbol en el camponos recuerda lo que íbamos conversando diez años antes, al pasar por cerca de él; figuraos lasideas que trae consigo asociadas la cinta colorada, y las impresiones indelebles que ha debidodejar unidas a la imagen de Rosas. Así en una comunicación de un alto funcionario de Rosas[4],he leído en estos días «que es un signo que su Gobierno ha mandado llevar a sus empleados enseñal de conciliación y de paz». Las palabras Mueran los salvajes, asquerosos, inmundosunitarios son, por cierto, muy conciliadoras; tanto, que sólo en el destierro o en el sepulcro habráquienes se atrevan a negar su eficacia. La mazorca ha sido un instrumento poderoso deconciliación y de paz; y si no, id a ver los resultados y buscad en la tierra ciudad más conciliaday pacífica que la de Buenos Aires. A la muerte de su esposa, que una chanza brutal de su parte haprecipitado, manda que se le tributen honores de Capitán General, y ordena un luto de dos años ala ciudad y campaña de la provincia, que consiste en un ancho crespón atado al sombrero conuna cinta colorada. ¡Imaginaos una ciudad culta, hombres y niños vestidos a la europea,uniformados dos años enteros con un ribete colorado en el sombrero! ¿Os parece ridículo? ¡No!,nada hay ridículo cuando todos, sin excepción, participan de la extravagancia, y sobre todocuando el azote o las lavativas de ají están ahí, para poneros serios como estatuas, si os viene latentación de reíros. Los serenos cantan a cada cuarto de hora: «¡Viva el ilustre Restaurador!¡Viva doña Encarnación Ezcurra! ¡Mueran los impíos unitarios!». El sargento primero, al pasar

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lista a su compañía, repite las mismas palabras; el niño, al levantarse de la cama, saluda al díacon la frase sacramental. No hace un mes que una madre argentina, alojada en una fonda deChile, decía a uno de sus hijos, que despertaba repitiendo en voz alta: «¡Vivan los federales!¡Mueran los salvajes, asquerosos unitarios!»: «Cállate, hijo, no digas eso aquí, que no se usa; yano digas más, ¡no sea que te oigan!». Su temor era fundado, ¡le oyeron! ¿Qué político haproducido la Europa que haya tenido el alcance para comprender el medio de crear la idea de lapersonalidad del jefe del Gobierno, ni la tenacidad prolija de incubarla quince años, ni que hayatocado medios más variados ni más conducentes al objeto? Podemos en esto, sin embargo,consolarnos de que la Europa haya suministrado un modelo al genio americano. La Mazorca, conlos mismos caracteres, compuesta de los mismos hombres, ha existido en la Edad Media enFrancia, en tiempo de la guerra entre los partidos de los Armagnac y del duque de Borgoña. En laHistoria de París, escrita por G. Fouchare La Fosse, encuentro estos singulares detalles: «Estosinstigadores del asesinato, a fin de reconocer por todas partes a los borgoñeses, habían yaordenado que llevasen en el vestido la cruz de San Andrés, principal atributo del escudo deBorgoña, y para estrechar más los brazos del partido, imaginaron en seguida formar unaHermandad bajo la invocación del mismo San Andrés. Cada cofrade debía llevar por signodistintivo, a más de la cruz, una corona de rosas… ¡Horrible confusión! ¡El símbolo de inocenciay de ternura sobre la cabeza de los degolladores!… ¡Rosas y sangre!… La sociedad odiosa de losCabochiens, es decir, la horda de carniceros y desolladores fue soltada por la ciudad, como unatropa de tigres hambrientos, y estos verdugos sin número se bañaron en sangre humana».

Poned, en lugar de la cruz de San Andrés, la cinta colorada; en lugar de las rosas coloradas,el chaleco colorado; en lugar de cabochiens, mazorqueros; en lugar de 1418, fecha de aquellaSociedad, 1835, fecha de esta otra; en lugar de París, Buenos Aires; en lugar del duque deBorgoña, Rosas, y tendréis el plagio hecho en nuestros días. La Mazorca, como los Cabochiens,se compuso en su origen de los carniceros y desolladores de Buenos Aires. ¡Qué instructiva es laHistoria! ¡Cómo se repite a cada rato!…

Otra creación de aquella época fue el censo de las opiniones. Ésta es una instituciónverdaderamente original. Rosas mandó levantar en la ciudad y la campaña, por medio de losjueces de paz, un registro, en el que se anotó el nombre de cada vecino, clasificándolo deunitario, indiferente, federal o federal neto. En los colegios, se encargó a los rectores, y en todaspartes se hizo con la más severa escrupulosidad, comprobándolo después y admitiendo losreclamos que la inexactitud podía originar. Estos registros, reunidos, después, en la oficina degobierno, han servido para suministrar gargantas a la cuchilla infatigable de la Mazorca durantesiete años.

Sin duda que pasma la osadía del pensamiento de formar la estadística de las opiniones de unpueblo entero, caracterizarlas según su importancia, y con el registro a la vista, seguir durantediez años la tarea de desembarazarse de todas las cifras adversas, destruyendo en la persona elgermen de la hostilidad. Nada igual me presenta la Historia, sino las clasificaciones de laInquisición, que distinguía las opiniones heréticas en malsonantes, ofensivas de oídos piadosos,casi herejía, herejía, herejía perniciosa, etc. Pero al fin la Inquisición no hizo el catastro de laEspaña para exterminarla en las generaciones, en el individuo, antes de ser denunciado al Santo

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Tribunal.Como mi ánimo es sólo mostrar el nuevo orden de instituciones que suplantan a las que

estamos copiando de la Europa, necesito acumular las principales, sin atender a las fechas. Laejecución que llamamos fusilar queda desde luego sustituida por la de degollar. Verdad es que sefusila una mañana cuarenta y cuatro indios, en una plaza de la ciudad, para dejar yertos a todoscon estas matanzas, que aunque de salvajes, eran al fin hombres; pero, poco a poco, se abandona,y el cuchillo se hace el instrumento de la justicia.

¿De dónde ha tomado tan peregrinas ideas de gobierno este hombre horriblementeextravagante? Yo voy a consignar algunos datos. Rosas desciende de una familia perseguida porgoda durante la revolución de la Independencia. Su educación doméstica se resiente de la durezay terquedad de las antiguas costumbres señoriales. Ya he dicho que su madre, de un carácterduro, tétrico, se ha hecho servir de rodillas hasta estos últimos años; el silencio lo ha rodeadodurante su infancia, y el espectáculo de la autoridad y de la servidumbre han debido dejarleimpresiones duraderas. Algo de extravagante ha habido en el carácter de la madre, y esto se hareproducido en don Juan Manuel y dos de sus hermanas. Apenas llegado a la pubertad, se haceinsoportable a su familia, y su padre lo destierra a una estancia. Rosas, con cortos intervalos, haresidido en la campaña de Buenos Aires cerca de treinta años; y ya el año 24 era una autoridadque las Sociedades industriales ganaderas consultaban en materia de arreglos de estancias. Es elprimer jinete de la República Argentina, y cuando digo de la República Argentina, sospecho quede toda la tierra; porque ni un equitador ni un árabe tiene que habérselas con el potro salvaje dela Pampa.

Es un prodigio de actividad; sufre accesos nerviosos en que la vida predomina tanto, quenecesita saltar sobre un caballo, echarse a correr por la pampa, lanzar gritos descompasados,rodar hasta que, al fin, extenuado el caballo, sudando a mares, vuelve él a las habitaciones, frescoya y dispuesto para el trabajo. Napoleón y Lord Byron padecían de estos arrebatos, de estosfurores causados por el exceso de la vida.

Rosas se distingue, desde temprano, en la campaña por las vastas empresas de leguas desiembras de trigo que acomete y lleva a cabo, con suceso, y sobre todo, por la administraciónsevera, por la disciplina de hierro que introduce en sus estancias. Ésta es su obra maestra, su tipode gobierno, que ensayará más tarde para la ciudad misma. Es preciso conocer al gauchoargentino y sus propensiones innatas, sus hábitos inveterados. Si andando en la pampa le vaisproponiendo darle una estancia con ganados que lo hagan rico propietario; si corre en busca de lamédica de los alrededores para que salve a su madre, a su esposa querida que deja agonizando, yse atraviesa un avestruz por su paso, echará a correr detrás de él, olvidando la fortuna que leofrecéis, la esposa o la madre moribunda; y no es él sólo que está dominado de este instinto: elcaballo mismo relincha, sacude la cabeza y tasca el freno de impaciencia por volar detrás delavestruz. Si a distancia de diez leguas de su habitación el gaucho echa de menos su cuchillo, sevuelve a tomarlo, aunque esté a una cuadra del lugar a donde iba; porque el cuchillo es para él loque la respiración, la vida misma. Pues bien, Rosas ha conseguido que en sus estancias, que seunen con diversos nombres desde los Cerrillos hasta el arroyo Cachagualefú, anduviesen lasavestruces en rebaños, y dejasen, al fin, de huir a la aproximación del gaucho: tan seguros y

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tranquilos pacen en las posesiones de Rosas; y esto, mientras que han sido ya extinguidos entodas las adyacentes campañas. En cuanto al cuchillo, ninguno de sus peones lo cargó jamás, noobstante que la mayor parte de ellos eran asesinos perseguidos por la justicia. Una vez él, porolvido, se ha puesto el puñal a la cintura y el mayordomo se lo hace notar; Rosas se baja loscalzones y manda que se le den los doscientos azotes, que es la pena impuesta en su estancia, alque lleva cuchillo. Habrá gentes que duden de este hecho, confesado y publicado por él mismo;pero es auténtico, como lo son las extravagancias y rarezas sangrientas que el mundo civilizadose ha negado obstinadamente a creer durante diez años. La autoridad ante todo: el respeto a lomandado, aunque sea ridículo o absurdo; diez años estará en Buenos Aires y en toda laRepública haciendo azotar y degollar, hasta que la cinta colorada sea una parte de la existenciadel individuo, como el corazón mismo. Repetirá en presencia del mundo entero, sincontemporizar jamás, en cada comunicación oficial: «¡Mueran los asquerosos, salvajes,inmundos unitarios!», hasta que el mundo entero se eduque y se habitúe a oír este gritosanguinario sin escándalo, sin réplica, y ya hemos visto a un magistrado de Chile tributar suhomenaje y aquiescencia a este hecho que, al fin, a nadie interesa.

¿Dónde, pues, ha estudiado este hombre el plan de innovaciones que introduce en sugobierno, en desprecio del sentido común, de la tradición, de la conciencia y de la prácticainmemorial de los pueblos civilizados? Dios me perdone si me equivoco, pero esta idea medomina hace tiempo: en la Estancia de ganados en que ha pasado toda su vida, y en laInquisición, en cuya tradición ha sido educado. Las fiestas de las parroquias son una imitación dela hierra del ganado, a que acuden todos los vecinos; la cinta colorada que clava a cada hombre,mujer o niño, es la marca con que el propietario reconoce su ganado; el degüello, a cuchillo,erigido en medio de ejecución pública, viene de la costumbre de degollar las reses que tiene todohombre en la campaña; la prisión sucesiva de centenares de ciudadanos, sin motivo conocido ypor años enteros, es el rodeo con que se dociliza el ganado, encerrándolo diariamente en elcorral; los azotes por las calles, la Mazorca, las matanzas ordenadas son otros tantos medios dedomar a la ciudad, dejarla al fin, como el ganado más manso y ordenado que se conoce.

Esta prolijidad y arreglo ha distinguido en su vida privada a don Juan Manuel de Rosas,cuyas estancias eran citadas como el modelo de la disciplina de los peones y la mansedumbre delganado. Si esta explicación parece monstruosa y absurda, denme otra; muéstrenme la razón porque coinciden de un modo tan espantoso su manejo de una estancia, sus prácticas yadministración, con el gobierno, prácticas y administración de Rosas; hasta su respeto deentonces por la propiedad es efecto de que ¡el gaucho gobernador es propietario! Facundorespetaba más la propiedad que la vida. Rosas ha perseguido a los ladrones de ganado con igualobstinación que a los unitarios. Implacable se ha mostrado su Gobierno contra los cuereadores dela campaña[5], y centenares han sido degollados. Esto es laudable, sin duda; yo sólo explico elorigen de la antipatía.

Pero hay otra parte de la sociedad que es preciso moralizar y enseñar a obedecer, aentusiasmarse cuando deba entusiasmarse, a aplaudir cuando deba aplaudir, a callar cuando debacallar. Con la posesión de la Suma del Poder público, la Sala de Representantes queda inútil,puesto que la ley emana directamente de la persona del jefe de la República. Sin embargo,

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conserva la forma, y durante quince años son reelectos unos treinta individuos que están alcorriente de los negocios. Pero la tradición tiene asignado otro papel a la Sala; allí Alcorta,Guido y otros han hecho oír, en tiempo de Balcarce y Viamont, acentos de libertad y reproches alinstigador de los desórdenes; necesita, pues, quebrantar esta tradición y dar una lección severapara el porvenir. El doctor don Vicente Maza, presidente de la Sala y de la Cámara de Justicia,consejero de Rosas, y el que más ha contribuido a elevarlo, ve un día que su retrato ha sidoquitado de la sala del Tribunal por un destacamento de la Mazorca; en la noche, rompen losvidrios de las ventanas de su casa, donde ha ido a asilarse; al día siguiente escribe a Rosas, enotro tiempo su protegido, su ahijado político, mostrándole la extrañeza de aquellosprocedimientos y su inocencia de todo crimen. A la noche del tercer día se dirige a la Sala, yestaba dictando al escribiente su renuncia, cuando el cuchillo que corta su garganta interrumpe eldictado. Los representantes empiezan a llegar, la alfombra está cubierta de sangre, el cadáver delpresidente yace tendido aún. El señor Irigoyen propone que al día siguiente se reúna el mayornúmero posible de rodados para acompañar, debidamente, al cementerio a la ilustre víctima. DonBaldomero García dice: «Me parece bien; pero… no muchos coches…; ¿para qué?». Entra elgeneral Guido y le comunica la idea, a que contesta, clavándoles unos ojos tamaños y mirándolosde hito en hito: «¿Coches? ¿Acompañamiento? Que traigan el carro de la Policía y se lo llevenahora mismo». «Eso decía yo —continúa García—. ¿Para qué coches?». La Gaceta del díasiguiente anunció que los impíos unitarios habían asesinado a Maza. Un gobernador del interiordecía, aterrado, al saber esta catástrofe: «¡Es imposible que sea Rosas el que lo ha hecho matar!».A lo que su secretario añadió: «Y si él lo ha hecho, razón ha de haber tenido»; en lo queconvinieron todos los circunstantes.

Efectivamente, razón tenía. Su hijo el coronel Maza[6] tenía tramada una conspiración en queentraba todo el ejército, y después, Rosas decía que había muerto al anciano padre por no darle elpesar de ver morir a su querido hijo.

Pero aún me falta entrar en el vasto campo de la política general de Rosas con respecto a laRepública entera. Tiene ya su gobierno; Facundo ha muerto dejando ocho provincias huérfanas,unitarizadas bajo su influencia. La República marcha visiblemente a la unidad de Gobierno, aque su superficie llana, su puerto único, la condena. Se ha dicho que es federal, llámaseleConfederación Argentina, pero todo va encaminándose a la unidad más absoluta; desde 1831viene fundiéndose, desde el interior, en formas, prácticas e influencias. No bien se recibe Rosasdel Gobierno en 1835, cuando declara, por una proclamación, que los impíos unitarios hanasesinado alevosamente al ilustre general Quiroga, y que él se propone castigar atentado tanespantoso, que ha privado a la Federación de su columna más poderosa. «¡Qué! —decíanabriendo un palmo de boca los pobres unitarios al leer la proclama—. ¡Qué!… ¿Los Reinafé sonunitarios? ¿No son hechura de López, no entraron en Córdoba, persiguiendo el ejército de Paz,no están en activa y amigable correspondencia con Rosas? ¿No salió de Buenos Aires Quirogapor solicitud de Rosas? ¿No iba un chasque delante de él, que anunciaba a los Reinafé supróxima llegada? ¿No tenían los Reinafé preparada de antemano la partida que debíaasesinarlo?…». Nada; los impíos unitarios han sido los asesinos, ¡y desgraciado el que dude deello!… Rosas manda a Córdoba a pedir los preciosos restos de Quiroga, la galera en que fue

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muerto, y se le hacen en Buenos Aires las exequias más suntuosas que hasta entonces se hanvisto; se manda cargar luto a la ciudad entera. Al mismo tiempo, dirige una circular a todos losGobiernos, en la que les pide que lo nombren a él juez árbitro para seguir la causa y juzgar a losimpíos unitarios que han asesinado a Quiroga; les indica la forma en que han de autorizarlo, ypor cartas particulares les encarece la importancia de la medida; los halaga, seduce y ruega. Laautorización es unánime, y los Reinafé son depuestos, y presos todos los que han tenido parte,noticia o atingencia con el crimen, y conducidos a Buenos Aires; un Reinafé se escapa y esalcanzado en el territorio de Bolivia; otro pasa el Paraná y más tarde cae en manos de Rosas,después de haber escapado en Montevideo, de ser robado por un capitán de buque. Rosas y eldoctor Maza siguen la causa de noche, a puertas cerradas. El doctor Gamboa, que se toma algunalibertad en la defensa de un reo subalterno, es declarado impío unitario por un decreto de Rosas.En fin, son ajusticiados todos los criminales que se han aprehendido, y un voluminoso extractode la causa ve la luz pública. Dos años después había muerto López en Santa Fe, de enfermedadnatural, si bien el médico mandado por Rosas a asistirlo recibió más tarde una casa de laMunicipalidad, por recompensa de sus servicios al Gobierno. Cullen[7], el secretario de López enla época de la muerte de Quiroga, y que a la de López, queda de gobernador de Santa Fe, pordisposición testamentaria del finado, es despuesto por Rosas y sacado, al fin, de Santiago delEstero, donde se ha asilado, y a cuyo gobernador manda Rosas una talega de onzas o ladeclaración de guerra, si el amigo no entrega a su amigo. El gobernador prefiere las onzas;Cullen es entregado a Rosas, y al pisar la frontera de Buenos Aires encuentra una partida y unoficial que le hace desmontarse del caballo y lo fusila. La Gaceta de Buenos Aires publicabadespués una carta de Cullen a Rosas en que había indicios claros de la complicación delGobierno de Santa Fe en el asesinato de Quiroga, y como el finado López, decía la Gaceta, teníaplena confianza en su secretario, ignoraba el atroz crimen que éste estaba preparando. Nadiepodía replicar entonces que si López lo ignoraba, Rosas no, porque a él era dirigida la carta.Últimamente, el doctor don Vicente Maza, el secretario de Rosas y procesador de los reos,murió, también degollado, en la sala de sesiones; de manera que Quiroga, sus asesinos, los juecesde los asesinos y los instigadores del crimen, todos tuvieron en dos años la mordaza que la tumbapone a las revelaciones indiscretas. Id ahora a preguntar quién mandó matar a Quiroga. ¿López?No se sabe. Un mayor, Muslera, de auxiliares, decía una vez en presencia de muchas personas,en Montevideo: «Hasta ahora he podido descubrir por qué me ha tenido preso e incomunicado elgeneral Rosas durante dos años y cinco meses. La noche anterior a mi prisión estuve en su casa.Su hermana y yo estábamos en un sofá, mientras que él se paseaba a lo largo de la sala, conmuestras visibles de descontento. ¿A que no adivina —me dijo la señora— por qué está así JuanManuel? Es porque me está viendo este ramito verde que tengo en las manos. Ahora verá —añadió tirándolo al suelo. Efectivamente, don Juan Manuel se detuvo a poco andar, se acercó anosotros y me dijo en tono familiar: —¿Y qué se dice en San Luis de la muerte de Quiroga? —Dicen, señor, que S. E. es quien lo ha hecho matar. —¿Sí? Así se corre… Continuó paseándose,me despedí después, y al día siguiente fui preso, y he permanecido hasta el día que llegó lanoticia de la victoria de Yungay[8], en que, con doscientos más, fui puesto en libertad». El mayorMuslera murió, también, combatiendo contra Rosas, lo que no ha estorbado que se continúe

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hasta el día de hoy diciendo lo mismo que había oído aquél.Pero el vulgo no ha visto en la muerte de Quiroga y el enjuiciamiento de sus asesinos más

que un crimen horrible; la Historia verá otra cosa: en lo primero, la fusión de la República en unaunidad compacta, y en el enjuiciamiento de los Reinafé, gobernadores de una provincia, el hechoque constituye a Rosas jefe del Gobierno unitario absoluto, que desde aquel día y por aquel actose constituye en la República Argentina. Rosas, investido del poder de juzgar a otro gobernador,establece en las conciencias de los demás la idea de la autoridad suprema de que está investido.

Juzga a los Reinafé por un crimen averiguado; pero en seguida manda fusilar sin juicioprevio a Rodríguez[9], gobernador de Córdoba, que sucedió a los Reinafé, por no haberobedecido a todas sus instrucciones; fusila en seguida a Cullen, gobernador de Santa Fe, porrazones que él solo conoce, y últimamente expide un decreto por el cual declara que ningúnGobierno de las demás provincias será reconocido válido mientras no obtenga su exequatur. Siaún se duda que ha asumido el mando supremo, y que los demás gobernadores son simplesbajaes, a quienes puede mandar el cordón morado cada vez que no cumplan con sus órdenes,expedirá otro, en el que deroga todas las leyes existentes de la República desde el año 1810 enadelante, aunque hayan sido dictadas por los Congresos generales o cualquiera otra autoridadcompetente, declarando además, írrito y de ningún valor, todo lo que, a consecuencia y encumplimiento de esas leyes, se hubiese obrado hasta entonces. Yo pregunto: ¿qué legislador, quéMoisés o Licurgo llevó más adelante el intento de refundir una sociedad bajo un plan nuevo? Larevolución de 1810 queda, por este decreto, derogada: ley ni arreglo ninguno queda vigente; elcampo para las innovaciones, limpio como la palma de la mano, y la República entera sometida,sin dar una batalla siquiera y sin consultar a los caudillos. La Suma del Poder público de que sehabía investido para Buenos Aires sólo la extiende a toda la República, porque no sólo no se diceque es el sistema unitario el que se ha establecido, del que la persona de Rosas es el centro, sinoque, con mayor tesón que nunca, se grita: ¡Viva la federación; mueran los unitarios! El epítetounitario deja de ser el distintivo de un partido, y pasa a expresar todo lo que es execrado: losasesinos de Quiroga son unitarios; Rodríguez es unitario; Cullen, unitario; Santa Cruz, que tratade establecer la Confederación peruanoboliviana, unitario. Es admirable la paciencia que hamostrado Rosas en fijar el sentido de ciertas palabras y el tesón de repetirlas. En diez años sehabrá visto escrito en la República Argentina treinta millones de veces: ¡Viva la Confederación!¡Viva el ilustre Restaurador! ¡Mueran los salvajes unitarios!, y nunca el cristianismo ni elmahometismo multiplicaron tanto sus símbolos respectivos, la cruz y el creciente, paraestereotipar la creencia moral en exterioridades materiales y tangibles. Todavía era preciso afinaraquel dicterio de unitario; fue primero lisa y llanamente unitarios; más tarde, los impíosunitarios, favoreciendo con eso las preocupaciones del partido ultracatólico que secundó suelevación. Cuando se emancipó de ese pobre partido, y el cuchillo alcanzó también a la gargantade curas y canónigos, fue preciso abandonar la denominación de impíos: la casualidad suministróuna coyuntura. Los diarios de Montevideo empezaron a llamar salvaje a Rosas; un día, la Gacetade Buenos Aires apareció con esta agregación al tema ordinario: mueran los salvajes unitarios;repitiólo la Mazorca, repitiéronlo todas las comunicaciones oficiales, repitiéronlo losgobernadores del interior, y quedó consumada la adopción. «Repita usted la palabra salvaje —

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escribía Rosas a López— hasta la saciedad, hasta aburrir, hasta cansar. Yo sé lo que le digo,amigo». Más tarde se le agregó inmundos; más tarde, asquerosos; más tarde, en fin, donBaldomero García decía en una comunicación al Gobierno de Chile, que sirvió de cabeza deproceso a Bedoya, que era aquel emblema y aquel letrero una señal de conciliación y de paz,porque todo el sistema se reduce a burlarse del sentido común. La unidad de la República serealiza a fuerza de negarla; y desde que todos dicen federación, claro está que hay unidad. Rosasse llama encargado de las Relaciones Exteriores de la República, y sólo cuando la fusión estáconsumada y ha pasado a tradición, a los diez años después, don Baldomero García, en Chile,cambia aquel título por el de Director Supremo de los asuntos de la República.

He aquí, pues, la República unitarizada, sometida toda ella al arbitrio de Rosas; la antiguacuestión de los partidos de ciudad, desnaturalizada; cambiado el sentido de las palabras, eintroducido el régimen de la estancia de ganados, en la administración de la República másguerrera, más entusiasta por la libertad y que más sacrificios hizo para conseguirla. La muerte deLópez le entregaba a Santa Fe; la de los Reinafé, a Córdoba; la de Facundo, las ocho provinciasde la falda de los Andes. Para tomar posesión de todas ellas, bastáronle algunos obsequiospersonales, algunas cartas amistosas y algunas erogaciones del erario. Los Auxiliaresacantonados en San Luis recibieron un magnífico vestuario, y sus sueldos empezaron a pagarsede las cajas de Buenos Aires. El padre Aldao, a más de una suma de dinero, empezó a recibir susueldo de general de manos de Rosas, y el general Heredia[10], de Tucumán, que, con motivo dela muerte de Quiroga, escribía a un amigo suyo: «¡Ay, amigo! ¡No sabe lo que ha perdido laRepública con la muerte de Quiroga! ¡Qué porvenir, qué pensamiento tan grande de hombre!¡Quería constituir la República y llamar a todos los emigrados para que contribuyesen con susluces y saber a esta grande obra!», el general Heredia recibió un armamento y dinero parapreparar la guerra contra el impío unitario Santa Cruz, y se olvidó bien pronto del cuadrograndioso que Facundo había desenvuelto a su vista, en las conferencias que con él tuvo antes desu muerte.

Una medida administrativa que influía sobre toda la nación vino a servir de ensayo ymanifestación de esta fusión unitaria y dependencia absoluta de Rosas. Rivadavia habíaestablecido correos que, de ocho en ocho días, llevaban y traían la correspondencia de lasprovincias a Buenos Aires, y uno, mensual, a Chile y Bolivia, que daban el nombre a las doslíneas generales de comunicación establecidas en la República. Los gobiernos civilizados delmundo ponen, hoy, toda solicitud en aumentar, a costa de gastos inmensos, los correos no sólo deciudad a ciudad, día por día y hora por hora, sino en el seno mismo de las grandes ciudades,estableciendo estafetas de barrio, y entre todos los puntos de la tierra, por medio de las líneas devapores que atraviesan el Atlántico o costean el Mediterráneo, porque la riqueza de los pueblos,la seguridad de las especulaciones de comercio, todo depende de la facilidad de adquirir noticias.En Chile, vemos todos los días, o los reclamos de los pueblos para que se aumenten los correos,o bien la solicitud del Gobierno, para multiplicarlos por mar o por tierra. En medio de estemovimiento general del mundo, para acelerar las comunicaciones de los pueblos, don JuanManuel Rosas, para mejor gobernar sus provincias, suprime los correos, que no existen en toda laRepública hace catorce años. En su lugar establece chasques de gobierno, que despacha él

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cuando hay una orden o una noticia que comunicar a sus subalternos. Esta medida horrible yruinosa ha producido, sin embargo, para su sistema, las consecuencias más útiles. Laexpectación, la duda, la incertidumbre se mantienen en el interior; los gobernadores mismos sepasan tres y cuatro meses sin recibir un despacho, sin saber sino de oídas lo que en Buenos Airesocurre. Cuando un conflicto ha pasado, cuando una ventaja se ha obtenido, entonces parten loschasques al interior, conduciendo cargas de Gacetas, partes y boletines, con una carta al amigo,al compañero y gobernador, anunciándole que los salvajes unitarios han sido derrotados, que laDivina Providencia vela por la conservación de la República.

Ha sucedido en 1843, que en Buenos Aires las harinas tenían un precio exorbitante y lasprovincias del interior lo ignoraban; algunos que tuvieron noticias privadas de suscorresponsales, mandaron cargamentos que les dejaron pingües utilidades. Entonces lasprovincias de San Juan y Mendoza, en masa, se movieron a especular sobre las harinas. Millaresde cargas atraviesan la pampa, llegan a Buenos Aires, y encuentran… que hacía dos meses quehabían bajado de precio, hasta no costear ni los fletes. Más tarde se corre en San Juan que lasharinas han tomado valor en Buenos Aires; los cosecheros suben el precio; suben las propuestas;se compra el trigo por cantidades exorbitantes; se acumula en varias manos, hasta que al fin unaárrea que llega descubre que no ha habido alteración ninguna en la plaza, que ella deja su cargade harina porque no hay ni compradores. ¡Imaginaos, si podéis, pueblos colocados a inmensasdistancias ser gobernados de este modo!

Todavía, en estos últimos años, las consecuencias de sus tropelías le han servido paraconsumar su obra unitaria. El Gobierno de Chile[11], despreciado en sus reclamaciones sobremales inferidos a sus súbditos, creyó oportuno cortar las relaciones comerciales con lasprovincias de Cuyo. Rosas aplaudió la medida y se calló la boca. Chile le proporcionaba lo queél no se había atrevido a intentar, que era cerrar todas las vías de comercio que no dependiesende Buenos Aires. Mendoza y San Juan, La Rioja y Tucumán, que proveían de ganados, harina,jabón y otros ramos valiosos a las provincias del norte de Chile, han abandonado este tráfico. Unenviado ha venido a Chile, que esperó seis meses en Mendoza, hasta que se cerrase la cordillera,y que hasta aquí, hace tres que no ha hablado una palabra, hasta ahora, de abrir el comercio.

Organizada la República bajo un plan de combinaciones tan fecundas en resultados,contrájose Rosas a la organización de su poder en Buenos Aires, echándole bases duraderas. Lacampaña lo había empujado sobre la ciudad; pero abandonando él la estancia por el Fuerte,necesitando moralizar esa misma campaña, como propietario y borrar el camino por donde otroscomandantes de campaña podían seguir sus huellas, se consagró a levantar un ejército, que seengrosaba de día en día, y que debía servir a contener la República en la obediencia y a llevar elestandarte de la santa causa a todos los pueblos vecinos.

No era sólo el ejército la fuerza que había sustituido a la adhesión de la campaña, y a laopinión pública de la ciudad. Dos pueblos distintos, de razas diversas, vinieron en su apoyo.Existe en Buenos Aires una multitud de negros, de los millares quitados por los corsarios durantela guerra del Brasil. Forman asociaciones según los pueblos africanos a que pertenecen, tienenreuniones públicas, caja municipal y un fuerte espíritu de cuerpo que los sostiene en medio de losblancos.

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Los africanos son conocidos por todos los viajeros como una raza guerrera, llena deimaginación y de fuego, y aunque feroces cuando están excitados, dóciles, fieles y adictos al amoo al que los ocupa. Los europeos que penetran en el interior del África toman negros a suservicio, que los defienden de los otros negros, y se exponen por ellos a los mayores peligros.

Rosas se formó una opinión pública, un pueblo adicto en la población negra de Buenos Aires,y confió a su hija doña Manuelita esta parte de su gobierno. La influencia de las negras para conella, su favor para con el Gobierno, han sido siempre sin límites. Un joven sanjuanino estaba enBuenos Aires cuando Lavalle se acercaba en 1840; había pena de la vida para el que saliese delrecinto de la ciudad. Una negra vieja que en otro tiempo había pertenecido a su familia y habíasido vendida en Buenos Aires, lo reconoce; sabe que está detenido: «Amito —le dice—, ¿cómono me había avisado? En el momento voy a conseguirle pasaporte». «¿Tú?». «Yo, amito; laseñorita Manuelita no me lo negará». Un cuarto de hora después la negra volvía con el pasaportefirmado por Rosas, con orden a las partidas de dejarlo salir libremente.

Los negros, ganados así para el Gobierno, ponían en manos de Rosas un celoso espionaje enel seno de cada familia, por los sirvientes y esclavos, proporcionándole, además, excelentes eincorruptibles soldados de otro idioma y de una raza salvaje. Cuando Lavalle se acercó a BuenosAires, el Fuerte y Santos Lugares estaban llenos, a falta de soldados, de negras entusiastasvestidas de hombres para engrosar las fuerzas. La adhesión de los negros dio al poder de Rosasuna base indestructible. Felizmente, las continuas guerras han exterminado ya la parte masculinade esta población, que encontraba su patria y su manera de gobernar en el amo a quien servía.Para intimidar la campaña atrajo, a los fuertes del sur, algunas tribus salvajes, cuyos caciquesestaban a sus órdenes.

Asegurados estos puntos principales, el tiempo irá consolidando la obra de organizaciónunitaria que el crimen había iniciado, y sostenían la decepción y la astucia. La República asíreconstruida, sofocado el federalismo de las provincias, y por persuasión, conveniencia, o temor,obedeciendo todos sus gobiernos a la impulsión que se les da desde Buenos Aires, Rosas necesitasalir de los límites de su Estado para ostentar afuera, para exhibir a la luz pública la obra de suingenio. ¿De qué le había servido absorberse las provincias, si al fin había de permanecer, comoel doctor Francia, sin brillo en el exterior, sin contacto ni influencia sobre los pueblos vecinos?La fuerte unidad dada a la República sólo es la base firme que necesita para lanzarse y producirseen un teatro más elevado, porque Rosas tiene conciencia de su valer y espera una nombradíaimperecedera.

Invitado por el Gobierno de Chile, toma parte en la guerra que este Estado hace a Santa Cruz.¿Qué motivos le hacen abrazar con tanto ardor una guerra lejana y sin antecedente para él? Unaidea fija que lo domina desde mucho antes de ejercer el Gobierno Supremo de la República, asaber: la reconstrucción del antiguo virreinato de Buenos Aires. No es que por entonces concibaapoderarse de Bolivia, sino que, habiendo cuestiones pendientes sobre límites, reclama laprovincia de Tarija: lo demás, lo darán el tiempo y las circunstancias. A la otra orilla del Platatambién hay una desmembración del virreinato: la República Oriental. Allí Rosas halla mediosde establecer su influencia con el gobierno de Oribe, y si no obtiene que no lo ataque la prensa,consigue al menos que el pacífico Rivadavia, los Agüero, Varela y otros unitarios de nota sean

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expulsados[12] del territorio Oriental. Desde entonces, la influencia de Rosas se encarna más ymás en aquella República, hasta que al fin el ex presidente Oribe se constituye en general deRosas, y los emigrados argentinos se confunden con los nacionales, en la resistencia que oponena esta conquista disfrazada con nombres especiosos. Más tarde, y cuando el doctor Franciamuere, Rosas se niega a reconocer la independencia del Paraguay[13], siempre preocupado de suidea favorita: la reconstrucción del antiguo virreinato.

Pero todas estas manifestaciones de la Confederación Argentina no bastan a mostrarlo entoda su luz; necesítase un campo más vasto, antagonistas más poderosos, cuestiones de másbrillo, una potencia europea, en fin, con quien habérselas y mostrarle lo que es un Gobiernoamericano original, y la fortuna no se esquiva, esta vez, para ofrecérsela.

La Francia mantenía en Buenos Aires, en calidad de agente consular, un joven de corazón ycapaz de simpatías ardientes por la civilización y la libertad. M. Roger[14] está relacionado con lajuventud literata de Buenos Aires, y mira, con la indignación de un corazón joven y francés, losactos de inmoralidad, la subversión de todo principio de justicia y la esclavitud de un pueblo queestima altamente. Yo no quiero entrar en la apreciación de los motivos ostensibles que motivaronel bloqueo de Francia sino en las causas que venían preparando una coalición entre Rosas y losagentes de los Poderes europeos. Los franceses, sobre todo, se habían distinguido ya, desde1828, por su decisión entusiasta por la causa que sostenían los antiguos unitarios. M. Guizot hadicho en pleno Parlamento que sus conciudadanos son muy entrometidos: yo no pondré en dudaautoridad tan competente; lo único que aseguraré es que, entre nosotros, los franceses residentesse mostraron siempre franceses, europeos y hombres de corazón; si después en Montevideo sehan mostrado lo que en 1828, eso probará que, en todos tiempos, son entrometidos, o bien quehay algo en las cuestiones políticas del Plata que les toca muy de cerca. Sin embargo, yo nocomprendo cómo concibe M. Guizot que en un país cristiano, en que los franceses residentestienen sus hijos y su fortuna, y esperan hacer de él su patria definitiva, han de mirar conindiferencia el que se levante y afiance un sistema de gobierno que destruye todas las garantíasde las sociedades civilizadas, y abjura todas las tradiciones, doctrinas y principios que liganaquel país a la gran familia europea. Si la escena fuese en Turquía o en Persia, comprendo muybien que serían entrometidos por demás los extranjeros que se mezclasen en las querellas de loshabitantes; entre nosotros, y cuando las cuestiones son de la clase de las que allí se ventilan,hallo muy difícil creer que el mismo M. Guizot conservase cachaza suficiente para no desear,siquiera, el triunfo de aquella causa que más de acuerdo está con su educación, hábitos e ideaseuropeas. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que los europeos, de cualquier nación que sean,han abrazado con calor un partido, y para que esto suceda, causas sociales muy profundas debenmilitar para vencer el egoísmo natural al hombre extranjero; más indiferentes se han mostradosiempre los americanos mismos.

La Gaceta de Rosas se queja, hasta hoy, de la hostilidad puramente personal de Purvis[15] yotros agentes europeos que favorecen a los enemigos de Rosas, aun contra las órdenes expresasde sus gobiernos. Estas antipatías personales de europeos civilizados, más que la muerte deBacle[16], prepararon el bloqueo. El joven Roger quiso poner el peso de la Francia en la balanzaen que no alcanzaba a pesar bastante, el partido europeo civilizado que destruía Rosas, y M.

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Martigny[17], tan apasionado como él, lo secundó en aquella obra más digna de esa Francia idealque nos ha hecho amar la literatura francesa que de la verdadera Francia, que anda arrastrándosehoy día tras de todas las cuestiones de hechos mezquinos y sin elevación de ideas.

Una desaveniencia con la Francia era para Rosas el bello ideal de su Gobierno, y no seríadado saber quién agriaba más la discusión, si M. Roger con sus reclamos y su deseo de hacercaer aquel tirano bárbaro, o Rosas, animado de su ojeriza contra los extranjeros y susinstituciones, trajes, costumbres e ideas de gobierno. «Este bloqueo —decía Rosas frotándose lasmanos de contento y entusiasmo— va a llevar mi nombre por todo el mundo, y la América memirará como el Defensor de su Independencia». Sus anticipaciones han ido más allá de lo que élpodía prometerse, y sin duda que Mehemet-Alí ni Abdel-Kader gozan hoy en la tierra de unanombradía más sonada que la suya. En cuanto a Defensor de la Independencia Americana, títuloque él se ha arrogado, los hombres ilustrados de América empiezan hoy a disputárselo, y acasolos hechos vengan tristemente a mostrar que sólo Rosas podía echar a la Europa sobre laAmérica y forzarla a intervenir en las cuestiones que de este lado del Atlántico se agitan. Latriple intervención que se anuncia es la primera que ha tenido lugar en los nuevos estadosamericanos.

El bloqueo francés fue la vía pública por la cual llegó a manifestarse sin embozo elsentimiento llamado propiamente americanismo. Todo lo que de bárbaros tenemos; todo lo quenos separa de la Europa culta, se mostró desde entonces, en la República Argentina, organizadoen sistema y dispuesto a formar de nosotros una entidad aparte de los pueblos de procedenciaeuropea. A la par de la destrucción de todas las instituciones que nos esforzamos por todas partesen copiar a la Europa iba la persecución al fraque, a la moda, a las patillas, a los peales delcalzón, a la forma del cuello del chaleco y al peinado que traía el figurín; y a estas exterioridadeseuropeas se sustituía el pantalón ancho y suelto, el chaleco colorado, la chaqueta corta, elponcho, como trajes nacionales, eminentemente americanos, y este mismo don BaldomeroGarcía que hoy nos trae a Chile el «Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios», como«signo de conciliación y de paz», fue botado, a empujones, del Fuerte un día en que, comomagistrado, acudía a un besamanos, por tener el salvajismo asqueroso e inmundo de presentarsecon frac.

Desde entonces, la Gaceta cultiva, ensancha, agita y desenvuelve en el ánimo de sus lectoresel odio a los europeos, el desprecio de los cuerpos que quieren conquistarnos. A los franceses losllama titiriteros, tiñosos; a Luis Felipe, guarda chanchos, unitario, y a la política europea,bárbara, asquerosa, brutal, sanguinaria, cruel, inhumana. El bloqueo principia y Rosas escogemedios de resistirlo dignos de una guerra entre él y Francia. Quita a los catedráticos de laUniversidad sus rentas[18], a las escuelas primarias de hombres y de mujeres, las dotacionescuantiosas que Rivadavia les había asignado; cierra todos los establecimientos filantrópicos; loslocos son arrojados a las calles, y los vecinos se encargan de encerrar en sus casas a aquellospeligrosos desgraciados. ¿No hay una exquisita penetración en estas medidas? ¿No se hace laverdadera guerra a la Francia, que en luces está a la cabeza de la Europa, atacándola en laeducación pública? El Mensaje de Rosas anuncia todos los años que el celo de los ciudadanosmantiene los establecimientos públicos. ¡Bárbaro! ¡Es la ciudad, que trata de salvarse de no ser

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convertida en pampa, si abandona la educación que la liga al mundo civilizado! Efectivamente,el doctor Alcorta y otros jóvenes dan lecciones gratis en la Universidad, durante muchos años, afin de que no se cierren los cursos; los maestros de escuela continúan enseñando y piden, a lospadres de familia, una limosna para vivir, porque quieren continuar dando lecciones. LaSociedad de Beneficencia[19] recorre, secretamente, las casas, en busca de suscripciones;improvisa recursos para mantener a las heroicas maestras, que, con tal que no se mueran dehambre, han jurado no cerrar sus escuelas, y el 25 de mayo presentan sus millares de alumnastodos los años, vestidas de blanco, a mostrar su aprovechamiento en los exámenes públicos…¡Ah, corazones de piedra! ¡Nos preguntaréis todavía por qué combatimos!

Diera con lo que precede por terminada la vida de Facundo Quiroga y las consecuencias quede ella se han derivado, en los hechos históricos y en la política de la República Argentina, si,por conclusión de estos apuntes, aún no me quedara por apreciar las consecuencias morales queha traído la lucha de las campañas pastoras con las ciudades, y los resultados, ya favorables, yaadversos, que ha dado para el porvenir de la República.

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15. Presente y porvenir

Après avoir été conquérant, après s’être déployé toutentier, il s’épuise, il a fait son temps, il est conquis lui-même; ce jour-là il quitte la scène du monde, parcequ’alors il est devenu inutile à l’humanité.

COUSIN

El bloqueo de la Francia duraba dos años había, y el Gobierno americano animado delespíritu americano, hacía frente a la Francia, al principio europeo, a las pretensiones europeas. Elbloqueo francés, empero, había sido fecundo en resultados sociales para la República Argentina,y servía a manifestar en toda su desnudez la situación de los espíritus y los nuevos elementos delucha que debían encender la guerra encarnizada, que sólo puede terminar con la caída de aquelGobierno monstruoso. El Gobierno personal de Rosas continuaba sus estragos en Buenos Aires,su fusión unitaria en el interior, al paso que en el exterior se presentaba haciendo frentegloriosamente a las pretensiones de una potencia europea y reivindicando el poder americanocontra toda tentativa de invasión. Rosas ha probado —se decía por toda la América, y aún se dicehoy— que la Europa es demasiado débil para conquistar un Estado americano que quieresostener sus derechos.

Sin negar esta verdad incuestionable, yo creo que lo que Rosas puso de manifiesto es lasupina ignorancia en que viven en Europa, sobre los intereses europeos en América, losverdaderos medios de hacerlos prosperar, sin menoscabo de la independencia americana. ARosas, además, debe la República Argentina, en estos últimos años, haber llenado de su nombre,de sus luchas y de la discusión de sus intereses, el mundo civilizado y puéstola en contacto másinmediato con la Europa, forzando a sus sabios y a sus políticos contraerse a estudiar este mundotrasatlántico, que tan importante papel está llamado a figurar en el mundo futuro. Yo no digo quehoy estén mucho más avanzados en conocimientos, sino que ya están en vías de experimento, yque al fin la verdad ha de ser conocida. Mirado el bloqueo francés bajo su aspecto material, es unhecho oscuro que a ningún resultado histórico conduce; Rosas cede de sus pretensiones, la

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Francia deja pudrirse sus buques en las aguas del Plata, he aquí toda la historia del bloqueo.La aplicación del nuevo sistema de Rosas había traído un resultado singular, a saber: que la

población de Buenos Aires se había fugado y reunídose en Montevideo. Quedaban, es verdad, enla orilla izquierda del Plata las mujeres, los hombres materiales, aquellos que pacen su pan bajola férula de cualquier tirano; los hombres, en fin, para quienes el interés de la libertad, lacivilización y la dignidad de la patria es posterior al de comer y dormir; pero toda aquella escasaporción de nuestras sociedades y de todas las sociedades humanas, para la cual entra por algo, enlos negocios de la vida, el vivir bajo un gobierno racional y preparar sus destinos futuros, sehallaba reunida en Montevideo, adonde, por otra parte, con el bloqueo y la falta de seguridadindividual, se había trasladado el comercio de Buenos Aires y las principales casas extranjeras.

Hallábanse, pues, en Montevideo los antiguos unitarios, con todo el personal de laadministración de Rivadavia, sus mantenedores, dieciocho generales de la República, susescritores, los ex congresales, etc.; estaban ahí, además, los federales de la ciudad, emigrados de1833 adelante; es decir, todas las notabilidades hostiles a la Constitución de 1826, expulsadospor Rosas, con el apodo de lomos negros. Venían después los fautores de Rosas, que no habíanpodido ver sin horror la obra de sus manos, o que, sintiendo aproximarse a ellos el cuchilloexterminador, habían, como Talien y los termidorianos, intentado salvar sus vidas y la patria,destruyendo lo mismo que ellos habían creado.

Últimamente había llegado a reunirse en Montevideo un cuarto elemento que no era niunitario, ni federal, ni ex rosista, y que ninguna afinidad tenía con aquéllos, compuesto de lanueva generación que había llegado a la virilidad, en medio de la destrucción del orden antiguo yla planteación del nuevo. Como Rosas ha tenido buen cuidado y tanto tesón de hacer creer almundo que sus enemigos son, hoy, los unitarios del año 26, creo oportuno entrar en algunosdetalles sobre esta última faz de las ideas que han agitado la República.

La numerosa juventud que el Colegio de Ciencias Morales[1], fundado por Rivadavia, habíareunido de todas las provincias, la que la Universidad, el Seminario[2] y los muchosestablecimientos de educación que pululaban en aquella ciudad, que tuvo un día el candor dellamarse la Atenas americana, habían preparado para la vida pública, se encontraba sin foro, sinprensa, sin tribuna, sin esa vida pública, sin teatro, en fin, en que ensayar las fuerzas de unainteligencia juvenil y llena de actividad. Por otra parte, el contacto inmediato que, con la Europa,habían establecido la revolución de la Independencia, el comercio y la administración deRivadavia, tan eminentemente europea, había echado a la juventud argentina, en el estudio delmovimiento político y literario de la Europa y de la Francia sobre todo. El romanticismo, eleclecticismo, el socialismo, todos aquellos diversos sistemas de ideas tenían acalorados adeptos,y el estudio de las teorías sociales se hacía a la sombra del despotismo más hostil a tododesenvolvimiento de ideas. El doctor Alsina, dando lección en la Universidad sobre legislación,después de explicar lo que era el despotismo, añadía esta frase final: «En suma, señores: ¿quierenustedes tener una idea cabal de lo que es el despotismo? Ahí tienen ustedes el Gobierno de donJuan Manuel Rosas con facultades extraordinarias». Una lluvia de aplausos, siniestros yamenazadores, ahogaba la voz del osado catedrático.

Al fin, esa juventud que se esconde con sus libros europeos a estudiar en secreto, con su

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Sismondi, su Lerminier, su Tocqueville, sus revistas Británica, de Ambos Mundos,Enciclopédica, su Jouffroy, su Cousin, su Guizot, etc., etc., se interroga, se agita, se comunica yal fin se asocia, indeliberadamente, sin saber fijamente para qué, llevada de una impulsión quecree puramente literaria, como si las letras corrieran peligro de perderse en aquel mundo bárbaro,o como si la buena doctrina perseguida en la superficie necesitase ir a esconderse en el asilosubterráneo de las Catacumbas, para salir de allí, compacta y robustecida, a luchar con el poder.

El Salón Literario de Buenos Aires[3] fue la primera manifestación de este espíritu nuevo.Algunas publicaciones periódicas, algunos opúsculos en que las doctrinas europeas aparecíanmal digeridas aún, fueron sus primeros ensayos. Hasta entonces, nada de política, nada departidos; aún había muchos jóvenes que, preocupados con las doctrinas históricas francesas,creyeron que Rosas, su Gobierno, su sistema original, su reacción contra la Europa, eran unamanifestación nacional americana, una civilización, en fin, con sus caracteres y formaspeculiares. No entraré a apreciar ni la importancia real de estos estudios ni las fases incompletas,presuntuosas y aun ridículas que presentaba aquel movimiento literario: eran ensayos de fuerzasinexpertas y juveniles que no merecerían recuerdo si no fuesen precursores de un movimientomás fecundo en resultados. Del seno del Salón Literario se desprendió un grupo de cabezasinteligentes, que, asociándose secretamente, proponíase formar un carbonarismo que debía echaren toda la República las bases de una reacción civilizada contra el Gobierno bárbaro que habíatriunfado.

Tengo, por fortuna, el acta original de esta asociación a la vista, y puedo, con satisfacción,contar los nombres que la suscribieron. Los que los llevan están hoy diseminados por Europa yAmérica, excepto algunos que han pagado a la patria su tributo, con una muerte gloriosa en loscampos de batalla. Casi todos los que sobreviven son, hoy, literatos distinguidos, y si un día lospoderes intelectuales han de tener parte en la dirección de los negocios de la RepúblicaArgentina, muchos y muy completos instrumentos hallarán en esta acogida pléyade, largamentepreparada por el talento, el estudio, los viajes, la desgracia y el espectáculo de los errores ydesaciertos que han presenciado o cometido ellos mismos.

«En nombre de Dios —dice el acta—, de la Patria, de los Héroes y Mártires de laIndependencia Americana; en nombre de la sangre y de las lágrimas inútilmente derramadas ennuestra guerra civil, todos y cada uno de los miembros de la asociación de la joven generaciónargentina:

C R E Y E N D O

«Que todos los hombres son iguales»;«Que todos son libres, que todos son hermanos, iguales en derechos y deberes»;«Libres en el ejercicio de sus facultades para el bien de todos»;«Hermanos para marchar a la conquista de aquel bien y al lleno de los destinos humanos»;

C R E Y E N D O

«En el progreso de la humanidad; teniendo fe en el porvenir»;«Convencidos de que la unión constituye la fuerza»;

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«Que no puede existir fraternidad ni unión sin el vínculo de los principios»;«Y deseando consagrar sus esfuerzos a la libertad y felicidad de su patria y a la regeneración

completa de la sociedad argentina»,

J U R A N

«1º Concurrir con su inteligencia, sus bienes y sus brazos a la realización de los principiosformulados en las palabras simbólicas[4] que forman las bases del pacto de alianza»;

«2º Juran no desistir de la empresa, sean cuales fueren los peligros que amaguen a cada unode los miembros sociales»;

«3º Juran sostenerlos a todo trance y usar de todos los medios que tengan en sus manos, paradifundirlos y propagarlos»;

«4º Juran fraternidad recíproca, unión estrecha y perpetuo silencio sobre lo que puedacomprometer la existencia de la Asociación».

Las palabras simbólicas, no obstante la oscuridad emblemática del título, eran sólo el credopolítico que reconoce y confiesa el mundo cristiano, con la sola agregación de la prescindenciade los asociados de las ideas e intereses que antes habían dividido a unitarios y federales, conquienes podían ahora armonizar, puesto que la común desgracia los había unido en el destierro.

Mientras estos nuevos apóstoles de la República y de la civilización europea se preparaban aponer a prueba sus juramentos, la persecución de Rosas llegaba ya hasta ellos, jóvenes sinantecedentes políticos, después de haber pasado por sus partidarios mismos, por los federaleslomos negros y por los antiguos unitarios. Fueles preciso, pues, salvar, con sus vidas, lasdoctrinas que tan sensatamente habían formulado, y Montevideo vio venir, unos en pos de otros,centenares de jóvenes que abandonaban su familia, sus estudios y sus negocios, para ir a buscar ala ribera oriental del Plata un punto de apoyo para desplomar, si podían, aquel poder sombrío quese hacía un parapeto de cadáveres y tenía de avanzada una borda de asesinos legalmenteconstituida.

He necesitado entrar en estos pormenores para caracterizar un gran movimiento que seoperaba, por entonces, en Montevideo y que ha escandalizado a la América, dando a Rosas unapoderosa arma moral para robustecer su Gobierno y su principio americano. Hablo de la alianzade los enemigos de Rosas con los franceses que bloqueaban a Buenos Aires, que Rosas haechado en cara eternamente como un baldón a los unitarios. Pero en honor de la verdad históricay de la justicia, debo declarar, ya que la ocasión se presenta, que los verdaderos unitarios, loshombres que figuraron hasta 1829, no son responsables de aquella alianza; los que cometieronaquel delito de leso americanismo; los que se echaron en brazos de la Francia para salvar lacivilización europea, sus instituciones, hábitos e ideas en las orillas del Plata, fueron los jóvenes;en una palabra: ¡fuimos nosotros! Sé muy bien que en los Estados americanos halla eco Rosas,aun entre hombres liberales y eminentemente civilizados, sobre este delicado punto, y que paramuchos es todavía un error afrentoso el haberse asociado los argentinos a los extranjeros paraderrocar a un tirano. Pero cada uno debe reposar en sus convicciones, y no descender ajustificarse de lo que cree firmemente y sostiene de palabra y de obra. Así, pues, diré endespecho de quienquiera que sea, que la gloria de haber comprendido que había alianza íntima

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entre los enemigos de Rosas y los poderes civilizados de Europa nos perteneció toda entera anosotros. Los unitarios más eminentes, como los americanos, como Rosas y sus satélites, estabandemasiado preocupados de esa idea de la nacionalidad, que es patrimonio del hombre desde latribu salvaje y que le hace mirar, con horror, al extranjero. En los pueblos castellanos estesentimiento ha ido hasta convertirse en una pasión brutal, capaz de los mayores y más culpablesexcesos, capaz del suicidio. La juventud de Buenos Aires llevaba consigo esta idea fecunda de lafraternidad de intereses con la Francia y la Inglaterra; llevaba el amor a los pueblos europeos,asociado al amor a la civilización, a las instituciones y a las letras que la Europa nos habíalegado, y que Rosas destruía en nombre de la América, sustituyendo otro vestido al vestidoeuropeo, otras leyes, a las leyes europeas, otro gobierno, al gobierno europeo. Esta juventud,impregnada de las ideas civilizadoras de la literatura europea, iba a buscar, en los europeosenemigos de Rosas, sus antecesores, sus padres, sus modelos; apoyo contra la América, tal comola presentaba Rosas: bárbara como el Asia, despótica y sanguinaria como la Turquía,persiguiendo y despreciando la inteligencia como el mahometismo. Si los resultados no hancorrespondido a sus expectaciones, suya no fue la culpa; ni los que les afean aquella alianzapueden, tampoco, vanagloriarse de haber acertado mejor; pues si los franceses pactaron, al fin,con el tirano, no por eso intentaron nada contra la Independencia argentina y si por un momentoocuparon la isla de Martín García[5], llamaron luego un jefe argentino que se hiciese cargo deella. Los argentinos, antes de asociarse a los franceses, habían exigido declaraciones públicas departe de los bloqueadores de respetar el territorio argentino, y las habían obtenido, solemnes.

En tanto, la idea que tanto combatieron los unitarios al principio, y que llamaban una traicióna la Patria, se generalizó y los dominó y sometió a ellos mismos, y cunde hoy, por toda laAmérica y se arraiga en los ánimos.

En Montevideo, pues, se asociaron la Francia y la República Argentina europea para derrocarel monstruo del americanismo hijo de la pampa; desgraciadamente, dos años se perdieron endebates y cuando la alianza se firmó, la cuestión de Oriente requirió las fuerzas navales deFrancia, y los aliados argentinos quedaron solos en la brecha. Por otra parte, las preocupacionesunitarias estorbaron que se adoptasen los verdaderos medios militares y revolucionarios paraobrar contra el tirano, yendo a estrellarse, los esfuerzos intentados, contra elementos que sehabían dejado ser más poderosos. M. Martigny, uno de los pocos franceses que, habiendo vividolargo tiempo entre los americanos, sabía comprender sus intereses y los de Francia en América,francés de corazón, que deploraba todos los días los extravíos, preocupaciones y errores de esosmismos argentinos a quienes quería salvar, decía de los antiguos unitarios: «Son los emigradosfranceses de 1789: no han olvidado nada, ni aprendido nada». Y efectivamente: vencidos en1829 por la montonera, creían que todavía la montonera era un elemento de guerra, y no queríanformar ejército de línea; dominados, entonces, por las campañas pastoras, creían, ahora, inútilapoderarse de Buenos Aires; con preocupaciones invencibles contra los gauchos, los mirabanaún como sus enemigos natos, parodiando, sin embargo, su táctica guerrera, sus hordas decaballería y hasta su traje en los ejércitos.

Una revolución radical, empero, se había estado operando en la República, y el haberlacomprendido a tiempo habría bastado para salvarla. Rosas, elevado por la campaña y apenas

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asegurado del Gobierno, se había consagrado a quitarle todo su poder. Por el veneno, por latraición, por el cuchillo, había dado muerte a todos los comandantes de campaña que habíanayudado a su elevación, y sustituido, en su lugar, hombres sin capacidad, sin reputación,armados, sin embargo, del poder de matar sin responsabilidad. Las atrocidades de que era teatrosangriento Buenos Aires habían, por otra parte, hecho huir a la campaña a una inmensa multitudde ciudadanos que, mezclándose con los gauchos, iban obrando, lentamente, una fusión radicalentre los hombres del campo y los de la ciudad; la común desgracia los reunía; unos y otrosexecraban aquel monstruo sediento de sangre y de crímenes, ligándolos, para siempre, en un votocomún. La campaña, pues, había dejado de pertenecer a Rosas, y su poder, faltándole aquellabase y la de la opinión pública, había ido a apoyarse en una horda de asesinos disciplinados y enun ejército de línea. Rosas, más perspicaz que los unitarios, se había apoderado del arma queellos, gratuitamente, abandonaban: la infantería y el cañón. Desde 1835 disciplinabarigurosamente sus soldados, y cada día se desmontaba un escuadrón para engrosar los batallones.

No por eso Rosas contaba con el espíritu de sus tropas, como no contaba con la campaña nilos ciudadanos. Las conspiraciones cruzaban, diariamente, sus hilos que venían de diversosfocos, y la unanimidad del designio hacía, por la exuberancia misma de los medios, casiimposible llevar nada a cabo. Últimamente, la mayor parte de sus jefes y todos los cuerpos delínea estaban implicados en una conjuración, que encabezaba el joven coronel Maza, quien,teniendo en sus manos la suerte de Rosas durante cuatro meses, perdía un tiempo precioso encomunicarse con Montevideo y revelar sus planes. Al fin sucedió lo que había de suceder: laconspiración fue descubierta, y Maza murió, llevándose consigo el secreto de la complicidad dela mayor parte de los jefes que continúan, hoy, al servicio de Rosas. Más tarde, no obstante estecontraste, estalló la sublevación en masa de la campaña, encabezada por el coronel Cramer[6],Castelli y centenares de hacendados pacíficos. Pero aun esta revolución tuvo mal éxito, ysetecientos gauchos pasaron por la angustia de abandonar su pampa y su parejero y embarcarsepara ir a continuar, en otra parte, la guerra. Todos estos inmensos elementos estaban en poder delos unitarios; pero sus preocupaciones no les dejaban aprovecharlos; pedían, ante todo, queaquellas fuerzas nuevas, actuales, se subordinasen a nombres antiguos y pasados. No concebíanla revolución sino bajo las órdenes de Soler[7], Alvear, Lavalle u otro de reputación, de gloriaclásica; y mientras tanto sucedía en Buenos Aires lo que en Francia había sucedido en 1830, asaber: que todos los generales querían la revolución, pero les faltaba corazón y entrañas; estabangastados, como esos centenares de generales franceses que, en los días de julio, cosecharon losresultados del valor del pueblo, a quien no quisieron prestar su espada para triunfar. Faltáronnoslos jóvenes de la Escuela Politécnica, para que encabezasen a una ciudad que sólo pedía una vozde mando para salir a las calles y desbaratar la Mazorca y desalojar el caníbal. La Mazorca,malogradas esas tentativas, se encargó de la fácil tarea de inundar las calles de sangre y de helarel ánimo de los que sobrevivían a fuerza de crímenes.

El Gobierno francés, al fin, mandó a M. Mackau a terminar a todo trance el bloqueo, y conlos conocimientos de M. Mackau sobre las cuestiones americanas, se firmó un tratado que dejabaa merced de Rosas el ejército de Lavalle, que llegaba, en aquellos momentos mismos, a lasgoteras de Buenos Aires y malograba para la Francia las simpatías profundas de los argentinos

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por ella y de los franceses por los argentinos; porque la fraternidad galoargentina estabacimentada en una afección profunda de pueblo a pueblo, y en tal comunidad de intereses e ideasque aún hoy, después de los desbarros de la política francesa, no ha podido, en tres años,despegar de las murallas de Montevideo a los heroicos extranjeros[8] que se han aferrado a ellas,como al último atrincheramiento que a la civilización europea queda en las márgenes del Plata.Quizá esta ceguedad del ministerio francés ha sido útil a la República Argentina: era preciso quedesencantamiento semejante nos hubiese hecho conocer la Francia poder, la Francia gobierno,muy distinta de esa Francia ideal y bella, generosa y cosmopolita, que tanta sangre ha derramadopor la libertad, y que sus libros, sus filósofos, sus revistas nos hacían amar desde 1810. Lapolítica que al Gobierno francés trazan todos sus publicistas, Considerant, Damiron y otros,simpática por el progreso, la libertad y la civilización, podría haberse puesto en ejercicio en elRío de la Plata sin que por eso bambolease el trono de Luis Felipe, que han creído acuñar con laesclavitud de la Italia, de la Polonia y de la Bélgica; y la Francia habría cosechado, en influenciasy simpatías, lo que no le dio su pobre tratado Mackau, que afianzaba un poder hostil, pornaturaleza, a los intereses europeos, que no pueden medrar en América sino bajo la sombra deinstituciones civilizadoras y libres. Digo lo mismo con respecto a la Inglaterra, cuya política en elRío de la Plata haría sospechar que tiene el secreto designio de dejar debilitarse, bajo eldespotismo de Rosas, aquel espíritu que la rechazó en 1806 para volver a probar fortuna cuandouna guerra europea u otro gran movimiento deje la tierra abandonada al pillaje, y añadir estaposesión a las concesiones necesarias para firmar un tratado, como el definitivo de Viena, en quese hizo conceder Malta, El Cabo y otros territorios adquiridos por un golpe de mano. Porque,¿cómo sería posible concebir de otro modo, si la ignorancia en que viven en Europa de lasituación de América no lo disculpase?, ¿cómo sería posible concebir, digo, que la Inglaterra, tansolícita en formarse mercados para sus manufacturas, haya estado durante veinte años viendo,tranquilamente, si no coadyuvando en secreto, a la aniquilación de todo principio civilizador enlas orillas del Plata, y dando la mano para que se levante, cada vez que le ha visto bambolearse altiranuelo ignorante que ha puesto una barra al río[9] para que la Europa no pueda penetrar hasta elcorazón de la América a sacar las riquezas que encierra y que nuestra inhabilidad desperdicia?¿Cómo tolerar al enemigo implacable de los extranjeros que, con su inmigración a la sombra deun Gobierno simpático a los europeos y protector de la seguridad individual habrían poblado, enestos últimos veinte años, las costas de nuestros inmensos ríos y realizado los mismos prodigiosque, en menos tiempo, se han consumado en las riberas del Mississipí? ¿Quiere la Inglaterraconsumidores, cualquiera que el Gobierno de un país sea? Pero ¿qué han de consumir seiscientosmil gauchos, pobres, sin industria, como sin necesidades, bajo un Gobierno que, extinguiendo lascostumbres y gustos europeos, disminuye, necesariamente, el consumo de productos europeos?¿Habremos de creer que la Inglaterra desconoce, hasta este punto, sus intereses en América? ¿Haquerido poner su mano poderosa para que no se levante en el sur de la América un Estado comoel que ella engendró en el norte? ¡Qué ilusión! Ese Estado se levantará, en despecho suyo,aunque sieguen sus retoños cada año, porque la grandeza del Estado está en la pampa pastosa, enlas producciones tropicales del norte y en el gran sistema de ríos navegables cuya aorta es elPlata. Por otra parte, los españoles no somos ni navegantes ni industriosos, y la Europa nos

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proveerá, por largos siglos, de sus artefactos, en cambio de nuestras materias primeras; y ella ynosotros ganaremos en el cambio: la Europa nos pondrá el remo en la mano y nos remolcará ríoarriba, hasta que hayamos adquirido el gusto de la navegación.

Se ha repetido, de orden de Rosas, en todas las prensas europeas, que él es el único capaz degobernar en los pueblos semibárbaros de la América. No es tanto de la América tan ultrajada queme lastimo, sino de las pobres manos que se han dejado guiar para estampar esas palabras. Esmuy curioso que sólo sea capaz de gobernar aquél que no ha podido obtener un día de reposo, yque después de haber destrozado, envilecido y ensangrentado su patria se encuentra que, cuandocreía cosechar el triunfo de tantos crímenes, está enredado con tres Estados americanos: con elUruguay, el Paraguay y el Brasil, y que aún le quedan a su retaguardia Chile y Bolivia, conquienes tiene todas las exterioridades del Estado de guerra; porque, por más precauciones que elGobierno de Chile tome para no malquistarse con el monstruo, la malquerencia está en el modode ser íntimo de ambos pueblos, en las instituciones que los rigen, las tendencias diversas de supolítica. Para saber lo que Rosas pretenderá de Chile, basta tomar la Constitución del Estado;pues bien: ahí está la guerra; entregadle la Constitución, ya sea directa o indirectamente, y la pazvendrá en pos, esto es, estaréis conquistados para el Gobierno americano.

La Europa, que ha estado diez años alejándose del contacto con la República Argentina, se vellamada, hoy, por el Brasil, para que lo proteja contra el malestar que le hace sufrir la proximidadde Rosas. ¿No acudirá a este llamado? Acudirá más tarde, no haya miedo; acudirá cuando laRepública misma salga del aturdimiento en que la han dejado los millares de asesinatos con quela han amedrentado, porque los asesinatos no constituyen un Estado; acudirá cuando el Uruguayy Paraguay pidan que se haga respetar el tratado hecho entre el león y el cordero; acudirá cuandola mitad de la América del Sur se halle trastornada por el desquiciamiento que trae la subversiónde todo principio de moral y de justicia. La República Argentina está organizada, hoy, en unamáquina de guerra que no puede dejar de obrar sin anular el poder que ha absorbido todos losintereses sociales. Concluida en el interior la guerra, ha salido, ya, al exterior; el Uruguay nosospechaba, ahora diez años, que él tuviese que habérselas con Rosas; el Paraguay no se loimaginaba, ahora cinco; el Brasil no lo temía, ahora dos; Chile no lo sospecha todavía; Bolivia lomiraría como ridículo; pero ello vendrá por la naturaleza de las cosas, porque esto no depende dela voluntad de los pueblos ni de los gobiernos, sino de las condiciones inherentes a toda fazsocial. Los que esperan que el mismo hombre ha de ser primero, el azote de su pueblo, y elreparador de sus males, después; el destructor de las instituciones que traen la sanción de lahumanidad civilizada y el organizador de la sociedad, conocen muy poco la Historia. Dios noprocede así: un hombre, una época para cada faz, para cada revolución, para cada progreso.

No es mi ánimo trazar la historia de este reinado del terror, que dura desde 1832 hasta 1845,circunstancia que lo hace único en la historia del mundo. El detalle de todos sus espantososexcesos no entra en el plan de mi trabajo. La historia de las desgracias humanas y de losextravíos a que puede entregarse un hombre, cuando goza del poder sin freno, se engrosará enBuenos Aires de horribles y raros datos. Sólo he querido pintar el origen de este Gobierno yligarlo a los antecedentes, caracteres, hábitos y accidentes nacionales que, ya desde 1810, veníanpugnando por abrirse paso y apoderarse de la sociedad. He querido, además, mostrar los

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resultados que ha traído y las consecuencias de aquella espantosa subversión de todos losprincipios en que reposan las sociedades humanas. Hay un vacío en el gobierno de Rosas que porahora no me es dado sondar, pero que el vértigo que ha enloquecido a la sociedad ha ocultadohasta aquí. Rosas no administra; no gobierna, en el sentido oficial de la palabra. Encerradomeses en su casa, sin dejarse ver de nadie, él solo dirige la guerra, las intrigas, el espionaje, lamazorca, todos los diversos resortes de su tenebrosa política; todo lo que no es útil para laguerra, todo lo que no perjudica a sus enemigos, no forma parte del Gobierno, no entra en laadministración.

Pero no se vaya a creer que Rosas no ha conseguido hacer progresar la República quedespedaza, no; es un grande y poderoso instrumento de la Providencia que realiza todo lo que alporvenir de la patria interesa. Ved cómo. Existía antes de él y de Quiroga el espíritu federal enlas provincias, en las ciudades, en los federales y en los unitarios mismos; él lo extingue, yorganiza en provecho suyo el sistema unitario que Rivadavia quería en provecho de todos. Hoy,todos esos caudillejos del interior, degradados, envilecidos, tiemblan de desagradarlo y norespiran sin su consentimiento. La idea de los unitarios está realizada; sólo está de más el tirano;el día que un buen Gobierno se establezca, hallará las resistencias locales vencidas y tododispuesto para la unión.

La guerra civil ha llevado a los porteños al interior, y a los provincianos, de unas provincias aotras. Los pueblos se han conocido, se han estudiado y se han acercado más de lo que el tiranoquería; de ahí viene su cuidado de quitarles los correos, de violar las correspondencia y vigilarlosa todos. La unión es íntima.

Existían, antes, dos sociedades diversas: las ciudades y las campañas; echándose lascampañas sobre las ciudades se han hecho ciudadanos los gauchos y simpatizado con la causa delas ciudades. La montonera ha desaparecido con la despoblación de La Rioja, San Luis, Santa Fey Entre Ríos, sus focos antiguos, y hoy los gauchos de las tres primeras corretean los llanos y lapampa, en sostén de los enemigos de Rosas. ¿Aborrece Rosas a los extranjeros? Los extranjerostoman parte en favor de la civilización americana, y durante tres años burlan, en Montevideo, supoder y muestran a toda la República que no es invencible Rosas, y que aún puede lucharsecontra él. Corrientes vuelve a armarse, y bajo las órdenes del más hábil y más europeo generalque la República tiene, se está preparando, ahora, a principiar la lucha en forma, porque todos loserrores pasados son otras tantas lecciones para lo venidero. Lo que ha hecho Corrientes lo han dehacer, más hoy, más mañana, todas las provincias, porque les va en ello la vida y el porvenir.

¿Ha privado a sus conciudadanos de todos los derechos y desnudádolos de toda garantía?Pues bien: no pudiendo hacer lo mismo con los extranjeros, éstos son los únicos que se paseancon seguridad en Buenos Aires. Cada contrato que un hijo del país necesita celebrar, lo hace bajola firma de un extranjero, y no hay Sociedad, no hay negocio en que los extranjeros no tenganparte. De manera que el derecho y las garantías existen en Buenos Aires bajo el despotismo máshorrible. «¡Qué buen sirviente parece este irlandés!», decía a su patrón un transeúnte en BuenosAires. «Sí —contestaba aquél—; lo he tomado por eso: porque estoy seguro de no ser espiadopor mis criados y porque me presta su firma para todos mis contratos. Aquí, sólo estos sirvientestienen segura su vida y sus propiedades».

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¿Los gauchos, la plebe y los compadritos lo elevaron? Pues él los extinguirá: sus ejércitos losdevorarán. Hoy no hay lechero, sirviente, panadero, peón, gañán ni cuidador de ganado que nosea alemán, inglés, vasco, italiano, español, porque es tal el consumo de hombres que ha hechoen diez años, tanta carne humana necesita el americanismo, que al cabo la población americanase agota y va toda a enregimentarse en los cuadros que la metralla ralea desde que el sol salehasta que anochece. Cuerpo hay, al frente de Montevideo, que no conserva, hoy, un soldado, ysólo dos oficiales, de los que lo compusieron al principio. La población argentina desaparece, yla extranjera ocupa su lugar, en medio de los gritos de la Mazorca y de la Gaceta: ¡Mueran losextranjeros! Como la unidad se realiza gritando: ¡Mueran los Unitarios! Como la federación hamuerto gritando: ¡Viva la federación!

¿No quiere Rosas que se naveguen los ríos? Pues bien: el Paraguay toma las armas para quese le permita navegarlos libremente; se asocia a los enemigos de Rosas, al Uruguay, a laInglaterra y a la Francia, que todos desean que se deje el tránsito libre para que se exploten lasinmensas riquezas del corazón de la América. Bolivia se asociará, quiera que no, a estemovimiento, y Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Corrientes, Jujuy, Salta y Tucumán lo secundarándesde que comprendan que todo su interés, todo su engrandecimiento futuro depende de que esosríos, a cuyas riberas duermen hoy en lugar de vivir, lleven y traigan las riquezas del comercio,que, hoy, sólo explota Rosas con el puerto, cuya posesión le da millones para empobrecer a lasprovincias. La cuestión de la libre navegación de los ríos que desembocan en el Plata es hoy unacuestión europea, americana y argentina a la vez, y Rosas tiene en ella guerra interior y exterior,hasta que caiga y los ríos sean navegados libremente. Así, lo que no se consiguió por laimportancia que los unitarios daban a la navegación de los ríos, se consigue hoy por la torpezadel gaucho de la pampa.

¿Ha perseguido Rosas la educación pública y hostilizado y cerrado los colegios, laUniversidad y expulsado a los jesuitas?

No importa: centenares de alumnos argentinos cuentan en su seno, los colegios de Francia,Chile, Brasil, Norteamérica, Inglaterra y aun España. Ellos volverán luego a realizar en su patrialas instituciones que ven brillar en todos esos Estados libres, y pondrán su hombro para derrocaral tirano semibárbaro. ¿Tiene una antipatía mortal a los Poderes europeos? Pues bien, los Podereseuropeos necesitan estar bien armados, bien fuertes en el Río de la Plata, y mientras Chile y losdemás Estados libres de América no tienen sino un cónsul y un buque de guerra extranjero en suscostas, Buenos Aires tiene que hospedar enviados de segundo orden, y escuadras extranjeras, queestán a la mira de sus intereses y para contener las demasías del potro indómito y sin freno queestá a la cabeza del Estado.

¿Degüella, castra, descuartiza a sus enemigos para acabar de un solo golpe y con una batallala guerra? Pues bien: ha dado ya veinte batallas, ha muerto veinte mil hombres, ha cubierto desangre y de crímenes espantosos toda la República; ha despoblado la campaña y la ciudad paraengrosar sus sicarios, y al fin de diez años de triunfo su posición precaria es la misma. Si susejércitos no toman a Montevideo, sucumbe; si la toman, quédale el general Paz con ejércitosfrescos; quédale el Paraguay, virgen; quédale el Imperio del Brasil; quédanle Chile y Bolivia,que han de estallar al fin; quédale Europa, que lo ha de enfrenar; quédanle, por último, diez años

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de guerra, de despoblación y pobreza para la República, o sucumbir: no hay remedio.¿Triunfará? Pero todos sus adictos habrán perecido, y otra población y otros hombresreemplazarán el vacío que ellos dejen. Volverán los emigrados a cosechar los frutos de sutriunfo.

¿Ha encadenado la Prensa y puesto una mordaza al pensamiento para que no discuta losintereses de la patria, para que no se ilustre e instruya, para que no revele los crímenes horrendosque ha cometido, y que nadie quiere creer, a fuerza de ser espantosos e inauditos? ¡Insensato!¿Qué es lo que has hecho? Los gritos que quieres ahogar cortando la garganta, para que por laherida se escape la voz y no lleguen a los labios, resuenan, hoy, por toda la redondez de la tierra.Las prensas de Europa y América te llaman a porfía el execrable Nerón, el tirano brutal. Todostus crímenes han sido contados; tus víctimas hallan partidarios y simpatías por todas partes, ygritos vengadores llegan hasta tus oídos. Toda la prensa europea discute, hoy, los interesesargentinos como si fueran los suyos propios, y el nombre argentino anda, en tu deshonra, en bocade todos los pueblos civilizados. La discusión de la prensa está, hoy, en todas partes, y paraoponer la verdad a tu infame Gaceta están cien diarios que desde París y Londres, desde el Brasily Chile, desde Montevideo y Bolivia, te combaten y publican tus maldades. Has logrado la famaa que aspirabas, sin duda; pero en las miserias del destierro, en la oscuridad de la vida privada,no cambiarán tus proscriptos, una sola hora de sus ocios, por las que te da tu celebridadespantosa; por las punzadas que de todas partes recibes; por los reproches que te haces a timismo, de haber hecho tanto mal inútilmente. El americano, el enemigo de los europeoscondenado a gritar en francés, en inglés y en castellano: ¡Mueran los extranjeros! ¡Mueran losunitarios! ¡Eh! ¿Eres tú, miserable, el que te sientes morir, y maldices en los idiomas de esosextranjeros, y por la prensa, que es el arma de esos unitarios? ¡Qué Estado americano se ha vistocondenado, como Rosas, a redactar, en tres idiomas, sus disculpas oficiales para responder a laprensa de todas las naciones, americanas y europeas, a un tiempo! Pero ¿adónde llegarán tusdiatribas infames, no esté revelando la mano sangrienta e inmortal que las escribe? que elexecrable lema:

¡Mueran los salvajes, asquerosos, inmundos unitarios!

no esté revelando la mano sangrienta e inmortal que las escribe?De manera que lo que habría sido una discusión oscura y sólo interesante para la República

Argentina lo es, ahora, para la América entera y la Europa. Es una cuestión del mundo cristiano.¿Ha perseguido Rosas a los políticos, a los escritores y a los literatos? Pues ved lo que ha

sucedido. Las doctrinas políticas de que los unitarios se habían alimentado, hasta 1829, eranincompletas e insuficientes para establecer el Gobierno y la libertad; bastó que agitase la pampapara echar por tierra su edificio, basado sobre arena. Esta inexperiencia y esta falta de ideasprácticas remediólas Rosas en todos los espíritus, con las lecciones crueles e instructivas que lesdaba su despotismo espantoso: nuevas generaciones se han levantado, educadas en aquellaescuela práctica, que sabrían tapar las avenidas por donde un día amenazaría desbordarse denuevo el desenfreno de los genios como el de Rosas; las palabras tiranía, despotismo, tan

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desacreditadas en la prensa por el abuso que de ellas se hace, tienen en la República Argentinaun sentido preciso, despiertan en el ánimo un recuerdo doloroso; harían sangrar, cuando llegasena pronunciarse, todas las heridas que han hecho en quince años de espantosa recordación. Díavendrá que el nombre de Rosas sea un medio de hacer callar al niño que llora, de hacer temblaral viajero en la oscuridad de la noche. Su cinta colorada, con la que hoy ha llevado el terror y laidea de las matanzas hasta el corazón de sus vasallos, servirá, más tarde, de curiosidad nacional,que enseñaremos a los que de países remotos visiten nuestras playas.

Los jóvenes estudiosos que Rosas ha perseguido se han desparramado por toda la América,examinando las diversas costumbres, penetrado en la vida íntima de los pueblos, estudiado susgobiernos y visto los resortes que en unas partes mantienen el orden, sin detrimento de la libertady del progreso, notado, en otras, los obstáculos que se oponen a una buena organización. Losunos han viajado por Europa[10], estudiando el derecho y el gobierno; los otros han residido en elBrasil; cuales en Bolivia, cuales en Chile, y cuales otros, en fin, han recorrido la mitad de laEuropa y la mitad de la América, y traen un tesoro inmenso de conocimientos prácticos, deexperiencia y datos preciosos que pondrán, un día, al servicio de la patria, que reúna en su senoesos millares de proscriptos que andan hoy diseminados por el mundo esperando que suene lahora de la caída del Gobierno absurdo e insostenible, que aún no cede al empuje de tantas fuerzascomo las que han de traer necesariamente su destrucción.

Que en cuanto a literatura, la República Argentina es hoy mil veces más rica que lo fue jamásen escritores capaces de ilustrar a un Estado americano. Si quedara duda, con todo lo que heexpuesto, de que la lucha actual de la República Argentina lo es sólo de civilización y barbarie,bastaría a probarlo el no hallarse del lado de Rosas un solo escritor, un solo poeta de los muchosque posee aquella joven nación. Montevideo ha presenciado, durante tres años consecutivos, lasjustas literarias del 25 de mayo[11], día en que veintenas de poetas, inspirados por la pasión de lapatria, se han disputado un laurel. ¿Por qué la poesía ha abandonado a Rosas? ¿Por qué nirapsodias produce hoy el suelo de Buenos Aires, en otro tiempo tan fecundo en cantares y rimas?Cuatro o cinco asociaciones existen, en el extranjero, de escritores que han emprendido compilardatos para escribir la historia de la República, tan llena de acontecimientos, y es verdaderamenteasombroso el cúmulo de materiales que han reunido de todos los puntos de América:manuscritos, impresos, documentos, crónicas antiguas, diarios, viajes, etcétera. La Europa seasombrará un día, cuando tan ricos materiales vean la luz pública y vayan a engrosar lavoluminosa colección de que Angelis[12] no ha publicado sino una pequeña parte.

¡Cuántos resultados no van, pues, a cosechar esos pueblos argentinos desde el día, no remotoya, en que la sangre derramada ahogue al tirano! ¡Cuántas lecciones! ¡Cuánta experienciaadquirida! ¡Nuestra educación política está consumada! Todas las cuestiones sociales, ventiladas:Federación, Unidad, libertad de cultos, inmigración, navegación de los ríos, Poderes políticos,libertad, tiranía: todo se ha dicho entre nosotros, todo nos ha costado torrentes de sangre. Elsentimiento de la autoridad está en todos los corazones, al mismo tiempo que la necesidad decontener la arbitrariedad de los poderes la ha inculcado hondamente Rosas con sus atrocidades.Ahora no nos queda que hacer sino lo que él no ha hecho, y reparar lo que él ha destruido.

Porque él, durante quince años, no ha tomado una medida administrativa para favorecer el

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comercio interior y la industria naciente de nuestras provincias; los pueblos se entregarán conahínco a desenvolver sus medios de riqueza, sus vías de comunicación, y el Nuevo Gobierno seconsagrará a restablecer los correos y asegurar los caminos que la Naturaleza tiene abiertos paratoda la extensión de la República.

Porque en quince años no ha querido asegurar las fronteras del sur y del norte por medio deuna línea de fuertes, porque este trabajo y este bien hecho a la República no le daba ventajaalguna contra sus enemigos, el Nuevo Gobierno situará al ejército permanente al sur y aseguraráterritorios para establecer colonias militares que, en cincuenta años, serán ciudades y provinciasflorecientes.

Porque él ha perseguido el nombre europeo, y hostilizado la inmigración de extranjeros, elNuevo Gobierno establecerá grandes asociaciones para introducir población y distribuirla enterritorios feraces a orillas de los inmensos ríos, y en veinte años sucederá lo que enNorteamérica ha sucedido en igual tiempo: que se han levantado, como por encanto, ciudades,provincias y Estados en los desiertos, en que poco antes pacían manadas de bisontes salvajes;porque la República Argentina se halla, hoy, en la situación del Senado romano, que, por undecreto, mandaba levantar de una vez quinientas ciudades, y las ciudades se levantaban a su voz.

Porque él ha puesto a nuestros ríos interiores una barrera insuperable, para que seanlibremente navegados, el Nuevo Gobierno fomentará, de preferencia, la navegación fluvial;millares de naves remontarán los ríos e irán a extraer las riquezas que hoy no tienen salida nivalor hasta Bolivia y el Paraguay, enriqueciendo en su tránsito a Jujuy, Tucumán y Salta,Corrientes, Entre Ríos y Santa Fe, que se tornarán en ricas y hermosas ciudades, comoMontevideo, como Buenos Aires. Porque él ha malbaratado las rentas pingües del puerto deBuenos Aires y gastado en quince años cuarenta millones de pesos fuertes que ha producido enllevar adelante sus locuras, sus crímenes y sus venganzas horribles, el puerto será declarado elbien en toda la República, que tiene derecho a ese puerto, de que es tributaria.

Porque él ha destruido los colegios y quitado las rentas a las escuelas, el Nuevo Gobiernoorganizará la educación pública en toda la República, con rentas adecuadas y con Ministerioespecial, como en Europa, como en Chile, Bolivia y todos los países civilizados; porque el saberes riqueza, y un pueblo que vegeta en la ignorancia es pobre y bárbaro, como lo son los de lacosta de África, o los salvajes de nuestras pampas.

Porque él ha encadenado la prensa, no permitiendo que haya otros diarios que los que tienedestinados para vomitar sangre, amenazas y mueras, el Nuevo Gobierno extenderá por toda laRepública el beneficio de la prensa, y veremos pulular libros de instrucción y publicaciones quese consagren a la Industria, a la Literatura, a las Artes y a todos los trabajos de la inteligencia.

Porque él ha perseguido de muerte a todos los hombres ilustrados, no admitiendo paragobernar sino su capricho, su locura y su sed de sangre, el Nuevo Gobierno se rodeará de todoslos grandes hombres que posee la República, y que hoy andan desparramados por toda la tierra, ycon el concurso de todas las luces de todos hará el bien de todos en general. La inteligencia, eltalento y el saber serán llamados, de nuevo, a dirigir los destinos públicos, como en todos lospaíses civilizados.

Porque él ha destruido las garantías que en los pueblos cristianos aseguran la vida y la

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propiedad de los ciudadanos, el Nuevo Gobierno restablecerá las formas representativas yasegurará, para siempre, los derechos que todo hombre tiene de no ser perturbado en el libreejercicio de sus facultades intelectuales y de su actividad.

Porque él ha hecho del crimen, del asesinato, de la castración y del degüello un sistema degobierno; porque él ha desenvuelto todos los malos instintos de la naturaleza humana paracrearse cómplices y partidarios, el Nuevo Gobierno hará de la Justicia, de las formas recibidas enlos pueblos civilizados, el medio de corregir los delitos públicos, y trabajará por estimular laspasiones nobles y virtuosas que ha puesto Dios en el corazón del hombre, para su dicha en latierra, haciendo de ellas el escalón para elevarse e influir en los negocios públicos.

Porque él ha profanado los altares, poniendo en ellos su infame retrato; porque él hadegollado sacerdotes, vejádolos o hécholes abandonar su patria, el Nuevo Gobierno dará, alculto, la dignidad que le corresponde, y elevará la Religión y sus ministros a la altura que senecesita para que moralice a los pueblos.

Porque él ha gritado durante quince años «Mueran los salvajes unitarios», haciendo creer queun Gobierno tiene derecho de matar a los que no piensen como él, marcando a toda una nacióncon un letrero y una cinta, para que se crea que el que lleva la marca piensa, como le mandan, aazotes, pensar, el Nuevo Gobierno respetará las opiniones diversas, porque las opiniones no sonhechos ni delitos, y porque Dios nos ha dado una razón que nos distingue de las bestias, librepara juzgar a nuestro libre arbitrio.

Porque él ha estado continuamente suscitando querellas a los Gobiernos vecinos y a loseuropeos; porque él nos ha privado del comercio con Chile, ha ensangrentado al Uruguay,malquistándose con el Brasil, atraídose un bloqueo de la Francia, los vejámenes de la marinanorteamericana, las hostilidades de la inglesa, y metídose en un laberinto de guerrasinterminables y de reclamaciones, que no acabarán sino con la despoblación de la República y lamuerte de todos sus partidarios, el Nuevo Gobierno, amigo de los poderes europeos, simpáticopara todos los pueblos americanos, desatará, de un golpe, ese enredo de las relaciones extranjerasy establecerá la tranquilidad en el exterior y en el interior, dando a cada uno su derecho ymarchando por las mismas vías de conciliación y orden en que marchan todos los pueblos cultos.

Tal es la obra que nos queda por realizar en la República Argentina. Puede ser que tantosbienes no se obtengan de pronto, y que después de una subversión tan radical como la que haobrado Rosas cueste, todavía, un año o más de oscilaciones, el hacer entrar la sociedad en susverdaderos quicios. Pero, con la caída de ese monstruo, entraremos, por lo menos, en el caminoque conduce a porvenir tan bello, en lugar de que bajo su funesta impulsión nos alejamos, más ymás cada día, y vamos a pasos agigantados retrocediendo a la barbarie, a la desmoralización y ala pobreza. El Perú padece, sin duda, de los efectos de sus convulsiones intestinas; pero, al fin,sus hijos no han salido a millares, y por decenas de años, a vagar por los países vecinos; no se halevantado un monstruo que se rodee de cadáveres, sofoque toda espontaneidad y todosentimiento de virtud. Lo que la República Argentina necesita antes de todo; lo que Rosas no ledará jamás, porque ya no le es dado darle, es que la vida, la propiedad de los hombres, no estépendiente de una palabra indiscretamente pronunciada, de un capricho del que manda; dadasestas dos bases, seguridad de la vida y de la propiedad, la forma de gobierno, la organización

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política del Estado, la dará el tiempo, los acontecimientos, las circunstancias. Apenas hay unpueblo en América que tenga menos fe que el argentino en un pacto escrito, en una Constitución.Las ilusiones han pasado ya; la Constitución de la República se hará sin sentir, de sí misma, sinque nadie se lo haya propuesto. Unitaria, federal, mixta, ella ha de salir de los hechosconsumados.

Ni creo imposible, que a la caída de Rosas se suceda inmediatamente el orden. Por más que ala distancia parezca, no es tan grande la desmoralización que Rosas ha engendrado: los crímenesde que la República ha sido testigo han sido oficiales, mandados por el Gobierno; a nadie se hacastrado, degollado ni perseguido sin la orden expresa de hacerlo. Por otra parte, los pueblosobran siempre por reacciones; al estado de inquietud y de alarma en que Rosas los ha tenidodurante quince años, ha de sucederse la calma necesariamente; por lo mismo que tantos y tanhorribles crímenes se han cometido, el pueblo y el Gobierno huirán de cometer uno solo, a fin deque las ominosas palabras ¡Mazorca!, ¡Rosas!, no vengan a zumbar en sus oídos, como otrastantas furias vengadoras; por lo mismo que las pretensiones exageradas de libertad que abrigabanlos unitarios han traído resultados tan calamitosos, los políticos serán, en adelante, prudentes ensus propósitos, los partidos, medidos en sus exigencias. Por otra parte, es desconocer mucho lanaturaleza humana creer que los pueblos se vuelven criminales, y que los hombres extraviadosque asesinan cuando hay un tirano que los impulse a ello son, en el fondo, malvados. Tododepende de las preocupaciones que dominan en ciertos momentos, y el hombre que hoy se cebaen sangre, por fanatismo, era ayer un devoto inocente, y será mañana un buen ciudadano, desdeque desaparezca la excitación que lo indujo al crimen. Cuando la nación francesa cayó, en 1793,en manos de aquellos implacables terroristas, más de millón y medio de franceses se habíanhartado de sangre y de delitos, y después de la caída de Robespierre y del Terror, apenas sesentainsignes malvados fue necesario sacrificar con él, para volver la Francia a sus hábitos demansedumbre y moral; y esos mismos hombres que tantos horrores habían perpetuado, fueron,después, ciudadanos útiles y morales. No digo en los partidarios de Rosas, en los mazorquerosmismos hay, bajo las exterioridades del crimen, virtudes que un día deberían premiarse. Millaresde vidas han sido salvadas por los avisos que los mazorqueros daban, secretamente, a lasvíctimas que la orden recibida les mandaba inmolar.

Independiente de estos motivos generales de moralidad que pertenecen a la especie humana,en todos los tiempos, y en todos los países, la República Argentina tiene elementos de orden deque carecen muchos países en el mundo. Uno de los inconvenientes que estorba aquietar losánimos, en los países convulsionados, es la dificultad de llamar la atención pública a objetosnuevos que la saquen del círculo vicioso de ideas en que vive. La República Argentina tiene, porfortuna, tanta riqueza que explotar, tanta novedad con que atraer los espíritus después de unGobierno como el de Rosas, que sería imposible turbar la tranquilidad necesaria para ir a losnuevos fines. Cuando haya un gobierno culto y ocupado de los intereses de la nación, ¡qué deempresas, qué de movimiento industrial! Los pueblos pastores, ocupados de propagar losmerinos que producen millones y entretienen a toda hora del día a millares de hombres; lasprovincias de San Juan y Mendoza, consagradas a la cría del gusano de seda, que con apoyo yprotección del Gobierno carecerían de brazos en cuatro años, para los trabajos agrícolas e

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industriales que requiere; las provincias del Norte, entregadas al cultivo de la caña de azúcar, delañil que se produce espontáneamente; las litorales de los ríos, con la navegación libre, que daríamovimiento y vida a la industria del interior. En medio de este movimiento, ¿quién hace laguerra? ¿Para conseguir qué? A no ser que haya un Gobierno tan estúpido como el presente, quehuelle todos estos intereses, y en lugar de dar trabajo a los hombres, los lleve a los ejércitos ahacer la guerra al Uruguay, al Paraguay, al Brasil, a todas partes, en fin.

Pero el elemento principal de orden y moralización que la República Argentina cuenta hoy esla inmigración europea, que de suyo, y en despecho de la falta de seguridad que le ofrece, seagolpa, de día en día, en el Plata, y si hubiera un Gobierno capaz de dirigir su movimiento,bastaría, por sí sola, a sanar en diez años, no más, todas las heridas que han hecho a la patria losbandidos, desde Facundo hasta Rosas, que la han dominado. Voy a demostrarlo. De Europaemigran, anualmente, medio millón de hombres al año, por lo menos, que, poseyendo unaindustria o un oficio, salen a buscar fortuna, y se fijan donde hallan tierra para poseer. Hasta elaño 1840, esta inmigración se dirigía, principalmente, a Norteamérica, que se ha cubierto deciudades magníficas y llenado de una inmensa población a merced de la inmigración. Tal hasido, a veces, la manía de emigrar, que poblaciones enteras de Alemania se han transportado aNorteamérica, con sus alcaldes, curas, maestros de escuela, etc. Pero al fin ha sucedido que en lasciudades de las costas el aumento de población ha hecho la vida tan difícil como en Europa, y losemigrados han encontrado allí el malestar y la miseria de que venían huyendo. Desde 1840 seleen avisos en los diarios norteamericanos previniendo los inconvenientes que encuentran losemigrados, y los cónsules de América hacen publicar en los diarios de Alemania, Suiza e Italiaavisos iguales para que no emigren más. En 1843, dos buques cargados de hombres tuvieron queregresar a Europa con su carga, y en 1844, el gobierno francés mandó a Argel veintiún mil suizosque iban, inútilmente, a Norteamérica.

Aquella corriente de emigrados que ya no encuentran ventaja en el Norte han empezado acostear la América. Algunos se dirigen a Tejas; otros, a México, cuyas costas malsanas losrechazan; el inmenso litoral del Brasil no les ofrece grandes ventajas, a causa del trabajo de losnegros esclavos, que quita el valor a la producción. Tienen, pues, que recalar al Río de la Plata,cuyo clima suave, fertilidad de la tierra y abundancia de medios de subsistir los atrae y fija.Desde 1836 empezaron a llegar a Montevideo millares de emigrados, y mientras Rosasdispersaba la población natural de la República con sus atrocidades, Montevideo se agrandaba enun año, hasta hacerse una ciudad floreciente y rica, más bella que Buenos Aires y más llena demovimiento y comercio. Ahora que Rosas ha llevado la destrucción a Montevideo, porque estegenio maldito no nació sino para destruir, los emigrados se agolpan a Buenos Aires y ocupan ellugar de la población que el monstruo hace matar, diariamente, en los ejércitos, y ya en elpresente año, propuso a la Sala enganchar vascos para reponer sus diezmados cuadros.

El día, pues, que un gobierno nuevo dirija a objetos de utilidad nacional los millones que hoyse gastan en hacer guerras desastrosas e inútiles y en pagar criminales; el día que por todaEuropa se sepa que el horrible monstruo que hoy desola la República y está gritando,diariamente, «muerte a los extranjeros» ha desaparecido, ese día la inmigración industriosa de laEuropa se dirigirá en masa al Río de la Plata; el Nuevo Gobierno se encargará de distribuirla por

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las provincias: los ingenieros de la República irán a trazar, en todos los puntos convenientes, losplanos de las ciudades y villas que deberán construir para su residencia, y terrenos feraces lesserán adjudicados, y en diez años quedarán todas las márgenes de los ríos cubiertas de ciudades,y la República doblará su población con vecinos activos, morales e industriosos. Éstas no sonquimeras, pues basta quererlo y que haya un gobierno menos brutal que el presente paraconseguirlo.

El año 1835 emigraron a Norteamérica quinientas mil seiscientas cincuenta almas; ¿por quéno emigrarían a la República Argentina cien mil por año, si la horrible fama de Rosas no losamedrentase? Pues bien: cien mil por año harían en diez años un millón de europeos industriososdiseminados por toda la República, enseñándonos a trabajar, explotando nuevas riquezas yenriqueciendo al país con sus propiedades; y con un millón de hombres civilizados, la guerracivil es imposible, porque serían menos los que se hallarían en estado de desearla. La coloniaescocesa que Rivadavia fundó al sur de Buenos Aires lo prueba hasta la evidencia: ha sufrido dela guerra, pero ella jamás ha tomado parte, y ningún gaucho alemán ha abandonado su trabajo, sulechería o su fábrica de quesos para ir a corretear por la pampa.

Creo haber demostrado que la revolución de la República Argentina está ya terminada y quesólo la existencia del execrable tirano que ella engendró estorba que, hoy mismo, entre en unacarrera no interrumpida de progresos que pudieran envidiarle, bien pronto, algunos pueblosamericanos. La lucha de las campañas con las ciudades se ha acabado; el odio a Rosas ha reunidoa estos dos elementos; los antiguos federales y los viejos unitarios, como la nueva generación,han sido perseguidos por él y se han unido. Últimamente, sus mismas brutalidades y sudesenfreno lo han llevado a comprometer la República en una guerra exterior en que el Paraguay,el Uruguay y el Brasil lo harían sucumbir necesariamente, si la Europa misma no se vieseforzada a venir a desmoronar ese andamio de cadáveres y de sangre que lo sostiene. Los que aúnabrigan preocupaciones contra los extranjeros pueden responder a esta pregunta: ¿Cuando unforajido, un furioso, o un loco frenético llegase a apoderarse del gobierno de un pueblo, debentodos los demás gobiernos tolerarlo y dejarlo que destruya a su salvo, que asesine sin piedad yque traiga alborotadas diez años a todas las naciones vecinas?

Pero el remedio no nos vendrá sólo del exterior. La Providencia ha querido que, aldesenlazarse el drama sangriento de nuestra revolución, el partido tantas veces vencido, y unpueblo tan pisoteado, se hallen con las armas en la mano y en aptitud de hacer oír las quejas delas víctimas. La heroica provincia de Corrientes tiene, hoy, seis mil veteranos que a esta horahabrán entrado en campaña bajo las órdenes del vencedor de la Tablada, Oncativo y Caaguazú, elboleado, el manco Paz, como le llama Rosas. ¡Cuántas veces este furibundo, que tantos millaresde víctimas ha sacrificado inútilmente, se habrá mordido y ensangrentado los labios de cólera alrecordar que lo ha tenido preso diez años y no lo ha muerto, a ese mismo manco boleado que hoyse prepara a castigar sus crímenes! La Providencia habrá querido darle este suplicio decondenado, haciéndolo carcelero y guardián del que estaba destinado desde lo Alto, a vengar laRepública, la Humanidad y la Justicia.

¡Proteja Dios tus armas, honrado general Paz! ¡Si salvas la República, nunca hubo gloriacomo la tuya! ¡Si sucumbes, ninguna maldición te seguirá a la tumba! ¡Los pueblos se asociarán

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a tu causa o deplorarán, más tarde, su ceguedad o su envilecimiento!

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APÉNDICE

Agregado en la 2ª edición

Las proclamas que llevan la firma de Juan Facundo Quiroga tienen tales caracteres deautenticidad, que hemos creído útil insertarlas aquí, como los únicos documentos escritos[1] quequedan de aquel caudillo. Campea en ellas la exageración y ostentación del propio dolor, a la pardel no disimulado designio de inspirar miedo a los demás. La incorrección del lenguaje, laincoherencia de las ideas y el empleo de voces que significan otra cosa que lo que se proponeexpresar con ellas, o muestran la confusión o el estado embrionario de las ideas, revelan en estasproclamas el alma ruda aún, los instintos jactanciosos del hombre del pueblo y el candor del que,no familiarizado con las letras, ni sospecha siquiera que haya incapacidad de su parte para emitirsus ideas por escrito.

¿Qué significa, en efecto, «opresores y conquistadores de la libertad»; «ninguna resolución esmás poderosa que la invocación de la patria»; «vengo a haceros partícipes de los auspicios que osextienden las provincias litorales»; «elevad fervorosos sacrificios, dictad leyes análogas alpueblo?». Todo esto es barbarie, confusión de ideas, incapacidad de desenvolver pensamientospor no conocer el sentido de las palabras. Es, sin duda, ingenuo aquel «libre por los principios ypor propensión, mi estado natural es la libertad»; frase que sería una manifestación de lavoluntariedad de su espíritu si tuviese sentido.

En las gacetas de Buenos Aires se registra un comunicado virulento, obra suya, escrito contrael Gobierno por haber dictado una providencia sobre fondos públicos que menoscababa el interésde los tenedores, siéndolo él de algunos millones. Más tarde, mejor aconsejado, dió unasatisfacción al Gobierno por otro comunicado. Algunas cartas de Quiroga han visto la luzpública; pero creo que, como sus proclamas, no merecen conservarse sino como curiosidades ymonumentos de la época de barbarie.

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La primera de estas proclamas, sin fecha, pertenece, sin duda, al año 1829, cuando despuésde haberse rehecho de la derrota de la Tablada vino a San Juan y a Mendoza. La segunda estádatada de San Luis, de letra manuscrita, y la traía impresa desde Buenos Aires para irlaesparciendo por los lugares de su tránsito. La tercera precedió a la salida del ejército destinado acombatir al general Lamadrid en Tucumán, y alude a la reciente muerte de Villafañe.

Al pie de un decreto de la Junta de Representantes de Mendoza, en que se permitía circularen la provincia papel moneda de Buenos Aires, Facundo Quiroga hizo publicar la siguienteposdata, que tiene todos los caracteres de sus anteriores proclamas: la jactancia, el enredo de lafrase y su prurito de aterrar.

«El Infrascrito —dice—, en vista del proyecto de ley que antecede, protesta por lo mássagrado de los cielos y de la tierra que el papel moneda no circulará en las provincias del interiormientras él permanezca en ellas o partidarios de tan detestable plaga pasen por su cadáver; puesque, viendo la justicia de su parte, no conoce peligro que lo arredre ni lo haga desistir debuscarla, como lo hizo por sí solo y a su cuenta en los años 26 y 27, contra todo el poder delpresidente de la República, don Bernardino Rivadavia, cuando quiso ligar las provincias al carrodel despotismo por medio de los Bancos subalternos de papel moneda, y con el santo fin de abrirun vasto campo a los extranjeros para que extrajesen de ellas el dinero metálico. — San Juan,septiembre 20 de 1833. — JUAN FACUNDO QUIROGA».

P R O C L A M A

Pueblos de la República: Destinado por el general que os dieron los RR. Nacionales a servir dejefe de la segunda división del Ejército de la Nación, ningún sacrificio he omitido pordesempeñar tan alta confianza. Los enemigos de las leyes, los asesinos del encargado del Podernacional, los insurrectos del Ejército y sus vendidos secuaces ningún medio omiten paraemponzoñar los corazones y prevenir a los incautos que no me conocen. La perfidia y ladetracción es la bandera de ellos, mientras la franqueza y el valor es nuestra divisa.

Argentinos: Os juro por mi espada que ninguna otra aspiración me anima que la de lalibertad. A nadie se le oculta que mi fortuna es el patrimonio y el sostén de los bravos quemando, y el día que los pueblos hayan recuperado sus derechos será el mismo de mi silencio ymi retiro. Nada más aspira un hombre que no necesita ni cortejar el Poder ni al que manda. Librepor principios y por propensión, mi estado natural es la libertad; por ella verteré mi sangre y milvidas, y no existirá esclavo donde las lanzas de La Rioja se presenten.

Soldados de mi mando: El que quiera dejar mis filas puede retirarse y hacer uso de mi oferta,que os hago por tercera vez. Mas el que quiera enristrar la lanza contra los opresores y oprimidos(sic), quedad al lado mío. Los enemigos ya saben lo que leéis y os tiemblan.

Opresores y conquistadores de la libertad: Triunfaréis acaso de los bravos riojanos, porquela fortuna es inconstante; pero se legará hasta el fin de los siglos la memoria de mil héroes queno saben recibir heridas por la espalda.

Oprimidos: Los que deseéis la libertad o una muerte honrosa, venid a mezclaros con vuestros

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compatriotas, con vuestros amigos y con vuestro camarada. — JUAN FACUNDO QUIROGA.

EL GENERAL QUIROGA

A los habitantes de las Provincias Interiores de la República Argentina

Mis compatriotas: Ninguna resolución es más poderosa que la invocación de la patria,anunciando a sus hijos la ocasión de domar el orgullo de los opresores de los pueblos. Habíaformado la decisión de no volver a aparecer como hombre público; mas mis principios hansofocado tales propósitos. Me tenéis ya en campaña para contribuir a que desaparezcan esosseres funestos que osadamente han despedazado los vínculos entre el pueblo y las leyes.

Las provincias litorales, después de un largo sufrimiento de humillaciones muy marcadas enobsequio de la paz, y de haber perdido todas esperanzas de una reconciliación fraternal ybenéfica que consultase la libre existencia de todas, han puesto en acción sus recursos paraguardar sus libertades y salvar las vuestras. Fieles y consecuentes a la amistad, han jurado que lasarmas que han empuñado no las depondrán hasta no dejar salva la patria, libres y en tranquilidadlos pueblos oprimidos de la República Argentina.

Los instantes de crisis que apuntan el término de la existencia de los pérfidos anarquistas del1.º de diciembre, que os han sumido en los males que os agobian, se dejan sentir yamanifiestamente.

Ejércitos respetables marchan en diferentes direcciones para combatir y destruir en todospuntos a los anarquizadores. El excelentísimo señor gobernador de Santa Fe, brigadier donEstanislao López, es el jefe que manda las fuerzas combinadas de los Gobiernos litorales aliadosen perpetua federación, y que ya están en campaña. Una división de este ejército, a las órdenesdel general don Felipe Ibarra, se interna a Santiago a engrosar las fuerzas que operan por esaparte, y el excelentísimo señor gobernador de la provincia de Buenos Aires, general don JuanManuel de Rosas, se halla situado a los confines de su territorio por el Norte con un fuerteejército de reserva. En fin: todo anuncia que ya podéis contaros en el número de los hijos de lalibertad.

Estoy, pues, en campaña, mis amigos, al frente de una división del ejército combinado y a lasórdenes del excelentísimo señor general en jefe, para redimiros del cautiverio. Marcho aprotegeros y no a oprimiros. Vengo a haceros partícipes de los auspicios que os extienden lasprovincias litorales para aliviar vuestras desgracias, y a serviros de apoyo contra la crueldad yperfidia de vuestros opresores.

No trato de sorprenderos ni de llamaros en mi auxilio; lo primero sería engañaros; losegundo, un insulto a la decisión con que constantemente se han mantenido las provincias por lacausa de la libertad. Esta verdad se encuentra plenamente comprobada en el hecho mismo de quehabéis formado tres ejércitos de hombres puramente voluntarios para sostener los derechos de lospueblos, sin haber tenido enganche que os halagase, ni la más remota esperanza del miserablecelo del saqueo; la moral fué vuestra guía, y la seguisteis[*] hasta la conclusión de los dos últimos

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ejércitos, que fueron tan desgraciados como feliz el primero. Si bien que vive vuestro amigo. —San Luis, marzo 22 de 1831. — JUAN FACUNDO QUIROGA.

P R O C L A M A

El General de la Division de los Andes a todos los habitantes de las Provincias de Cuyo

Ministros del santuario: Elevad al Ser Supremo fervorosos sacrificios, y pedidle con la efusiónde vuestros piadosos corazones que suspenda el azote de la guerra fratricida en que yace laRepública Argentina.

Honorables RR. de las legislaturas provinciales: A vosotros toca el deber sagrado de dictarleyes análogas y benéficas al pueblo que os honró con tan alto cargo. La generosidad de losGobiernos litorales, de esos padres de la República, que sin reparar en sacrificios os han puestoen plena libertad para ejercer vuestras funciones, no entre el estruendo de las armas, sino en elsilencio y reposo de la más perfecta tranquilidad.

Jefes Militares: Respetad y obedeced la autoridad civil; estad siempre en vigilia parasostenerla contra todo aquél que intente derrocarla; éste es vuestro deber.

Ciudadanos Todos: Respetad la religión de nuestros padres y sus ministros, las leyes que nosrigen y las autoridades constituídas. Si así lo hiciereis, seréis felices y no tendréis motivo dearrepentimiento.

La división auxiliar de los Andes se retira de vuestro territorio, no al descanso de una vidaprivada, sino a continuar sus tareas contra los enemigos implacables de la libertad y de las leyes.Ella marchará de frente, pues no conoce peligro que la arredre; se ha propuesto dar libertad a lastres provincias oprimidas en el Norte o dejar de existir. Ella os deja libres del poder militar de losasesinos del 1.º de diciembre, y en esto mismo ha recibido la más grata recompensa a sus débilesesfuerzos. Que las tres provincias de Cuyo se mantengan en unión indisoluble y se sostenganmutuamente contra toda tentativa de los enemigos de su libertad es la aspiración y el másardiente deseo del que os habla.

Enemigos de la libertad nacional: Sabed que desde el 23 de mayo del presente año, en quetuve pleno conocimiento de que vuestros partidarios cometieron el más horrendo, alevoso ynegro crimen de asesinar al benemérito general don José Benito Villafañe, desenvainé mi espadacontra vosotros, protesté que la justicia ocuparía el lugar de la misericordia, convencido que losdelitos tolerados mil veces han sacrificado más víctimas que los suplicios ejecutados a su tiempo.

Temblad, de cometer el más leve atentado. Temblad, si no respetáis las autoridades y lasleyes. Y temblad, si no desistís de ese loco empeño de cautivar la libertad de los pueblos,mientras exista.—JUAN FACUNDO QUIROGA. — San Juan, septiembre 7 de 1831.

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Documentos del autor sobre Facundo

Carta al profesor don Matías Calandrelli,autor de un Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana

Mi estimado señor:

Tengo el gusto, para satisfacer a su pedido, de enviarle un ejemplar de la Vida de FacundoQuiroga, reputado generalmente como el escrito más peculiar mío.

En cuanto a lenguaje, revisó esta última edición el hablista habanero Mantilla[*], hallandopoco que corregir de los anteriores, y, según dijo, llamándole la atención la ocurrencia frecuentede locuciones anticuadas, pero castizas, que atribuía a mucha lectura de autores castellanosantiguos.

No siendo ésta la verdad, indiquele como causa que habiéndome criado en una provinciaapartada y formándome sin estudios ordenados, la lengua de los conquistadores había debidoconservarse allí más tiempo sin alteraciones sensibles, lo que corroboraba yo con muchoshechos, y aceptaba él como plausible, bien así como los ingleses insulares de hoy han hallado enNorteamérica locuciones que atraía Johnson y no conserva Webster en su Diccionario.

La corrección de pruebas de mis Viajes la hizo don Juan M. Gutiérrez, de la Academia de laLengua; y don Andrés Bello, igualmente académico, que gustaba mucho de Recuerdos deprovincia como lenguaje y como recuerdos de costumbres americanas, rechazaba por infundadasmuchas de las correcciones de Villergas que la echaba de hablista y que encontró en la Habana aquien parler en achaque de lengua castellana; pues es hoy un hecho conquistado que los mejoreshablistas modernos son americanos, hecho reconocido por la Academia misma, acaso porquenecesitan más estudios de la lengua los que viven fuera del centro que la vivifica, y están másinfluídos por los elementos extranjeros y extraños a su origen, que tienden a incorporársele.

Es lo más breve que puedo decirle para su dirección en el uso que quiera hacer de misescritos, agradeciéndole cordialmente su buen deseo.

Tengo con este motivo el gusto de suscribirme su afectísimo amigo

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D. F. SARMIENTO.

Buenos Aires, agosto 12 de 1881.

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NOTAS DE VALENTÍN ALSINA AL LIBRO

CIVILIZACIÓN Y BARBARIE[*]

NOTA 1

Pág. 27 - renglón 41. - «En Corrientes, los campesinos»… etc. - Puede Ud. añadir, encomprobación de los renglones anteriores, que en Corrientes, aunque se habla castellano, todas,todas las clases, hablan también el guaraní. De ahí viene que las clases bajas, al hablar castellano,usen sólo del pronombre tú, y no del usted, desconocido en el guaraní.

NOTA 2

47 - 42. - «En aquel momento, ha recorrido en su mente, diez mil estancias de la pampa»…etc. - Ante todo, una advertencia indispensable, que servirá como de introducción.

Al tirar estas Notas, amigo mío, ha sido en el concepto de que Ud. me ha de permitir la máscompleta franqueza en la exposición de mis juicios, sean ellos exactos o desacertados. ¿Meengaño en aquel concepto? Pues entonces no siga adelante, y haga pedazos desde ahora estepapel. ¿No me engaño? Pues entonces le diré que en su libro, que tantas y tan admirables cosastiene, me parece entrever un defecto general —el de la exageración: creo que tiene mucha poesía,sino en las ideas, al menos en los modos de locución—. Ud. no se propone escribir un romance,ni una epopeya, sino una verdadera historia social, política y hasta militar a veces, de un períodointeresantísimo de la época contemporánea. Siendo así, forzoso es no separarse en un ápice —encuanto sea posible— de la exactitud y rigidez histórica; y a esto se oponen las exageraciones.Éstas tienen que ser en Ud. una necesidad: ¿sabe por qué? porque creo —aunque puedo estarmuy engañado— que es Ud. propenso a los sistemas; y éstos, en las ciencias sociales como enlas naturales, no son el mejor medio de arribar al descubrimiento de la verdad, ni al rectoexamen, ni a la veraz exposición de ella. Desde que el espíritu esté ocupado de una idea anterior,y se proponga hacerla triunfar en la demostración, se expone a equivocaciones notables, sinpercibirlo. Entonces el escritor, en vez de proceder analíticamente, en vez de examinar cadahecho en sí mismo, para ver lo que de él se deduzca, y de este conjunto de deducciones y

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observaciones sacar, recién a lo último, una deducción general, o resultado; en vez de esteproceder, emplea el sintético: esto es, sentada una idea jefe, recorre cuantos hechos se lepresentan, no para examinarlos filosóficamente y en sí mismos, sino para alegarlos en prueba desu idea favorita, para formar con ellos el edificio de su sistema. De aquí nace naturalmente que,cuando halle un hecho que apoye sus ideas, lo exagere y amplifique; y cuando halle otro que nose encuadre bien en su sistema, o que lo contradice, lo hace a un lado, o lo desfigura o lointerpreta: de aquí nacen las analogías y aplicaciones forzadas; de aquí los juicios inexactos oparciales acerca de los hombres y sucesos; de aquí las generalizaciones con que, de un hechoindividual, y tal vez casual o insignificante en sí mismo, el escritor deduce una regla o doctrinageneral. Todo eso es una necesidad en los sistemas: hay que tributarles muchos sacrificios. Ud.se propone mostrar la lucha activa entre la Civilización y la Barbarie; la lucha cuyos gérmenesvenían de largos años atrás, y la cual, de largos años atrás, existía sordamente: la lucha entre lascampañas y las ciudades, y en la que, por una ley necesaria, y casi por una especie de fatalismo,aquéllas triunfaron y debían triunfar. —Creo que algo de exacto hay en el fondo de esta idea, sinque en mi humilde opinión lo sea en todo. Más adelante, algo diré sobre esto. Aquí anticiparéque tal vez ese resultado no se ha debido tanto a un orden dado de cosas, de ideas o sentimientosen las campañas, cuanto a mil acasos y accidentes, a hechos en sí insignificantes, a la ignoranciae inestudio de nuestro estado social, y a multitud de errores políticos y militares. Digo esto aquí,únicamente por explicar mi pensamiento acerca del efecto que en las inquisiciones históricasproducen las exageraciones, consecuencias necesarias de los sistemas previos. Así: lo que Ud,expone sobre el gaucho baqueano, malo, rastreador, etc., aunque sea necesario al sistema de Ud.,tal vez no sea exacto en la latitud y generalidad que Ud. lo presenta. De ningún modo digo queesos hechos no sean exactos, y especialmente los prodigios (no merecen otro nombre) delrastreador; bien que yo jamás había oído cosa ni medio parecida. Digo solamente que en Europa,al leer esas páginas, y aun al leerlas en América quien no sea argentino, creerán que esascalidades son generales, o al menos comunes, en el gaucho argentino; en rigor, son excepciones,rarezas. Ud. hace de esos caracteres excepcionales una especie de clase, y esto es lo que creo noser exacto; y después, en los detalles, las necesidades de su sistema le arrastran a lasexageraciones. Sirvan de ejemplo las palabras que hacen el texto de la presente Nota: «En aquelmomento (vaya Ud. contando las hipérboles) ha recorrido en su mente diez mil estancias de lapampa: ha visto y examinado todos los caballos que hay en la provincia, con sus marcas, colores,señales particulares, y convencídose de que no hay ninguno que tenga una estrella en lapaleta»… Lo de Napoleón, que Ud. añade, es tan cuento tártaro como tantas otras cosas: no seríalo más asombroso la memoria de Napoleón, cuanto que hubiese tenido ocasión, motivo, interés y18 o 20 años desocupados, para oír, una a una, las historias de 200.000 hombres: y con todo, másfácil sería que un general conociese a 200 y la historia de cada uno, que el que un gaucho —a noconvertirlo Ud. en viento— sepa lo que Ud. dice, cuando a cada instante nacen y se marcananimales; y en fin, aunque esto fuese humanamente posible, sería una excepción estupenda.Repito que sólo por vía de muestra me he fijado en esta pequeñez. De todos modos: en lahistoria, no me gustan los prodigios, aunque sean ciertos; y yo suprimiría el mil. Considere Ud.que sobrado admirable sería el gaucho que en un momento hiciera todo eso, respecto de los miles

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de caballos que, al menos en la provincia de Buenos Aires, pueden contener diez estancias: yconsidere también que una pampa en que hubiese 100 estancias (no las hay en la provincia) yano sería pampa.

NOTA 3

«Rosas aún hoy… corre sobre dos caballos, alza un peso fuerte del suelo, en la velocidad dela carrera»… —Así será: pero yo jamás he oído de Rosas, ni de nadie, esa gran prueba, y desearaverlo para creerlo. El maximum que he oído es alzar, en la velocidad de la carrera, un sombrero.Pero sea de ello lo que sea, no es cierto que aún hoy (en 1845, ni después) Rosas haga esaspruebas. Desde 1835, lo más que se le ha visto es galopar un poco, al ir o volver de la quinta.

NOTA 4

61 - 8. - «eran otros tantos bandidos comandantes»… —Pancho, envenenado por Rosas, noera comandante, sino coronel de un cuerpo veterano (blandengues, de Bahía Blanca). Celarrayán,su sucesor, ídem; ninguno de los dos era bandido, y aun Celarrayán, que más bien era hombredecente, murió de resultas de la conspiración en que estaba contra el tirano. — Molina mandauna división de indios cuando Rosas lo hizo envenenar. No sé si Pajarito y Arbolito tenían eltítulo de comandantes, pero no tenían mando. De todos modos, aunque esos cinco hombreshubieran sido comandantes, bueno fuera advertir que no eran comandantes de campaña (cosamuy distinta), como se creerá al leer eso, pues de comandantes de campaña va Ud. hablando allí.Por lo demás, en tiempo de Rosas éste no ha dado el cargo de comandante general de campaña ahombres vulgares, ni no vulgares: no lo ha habido: lo más que ha habido, en cortos intervalos, hasido comandantes del sud o del norte: nunca uno general, como él.

NOTA 5

«de Rivadavia, que creó el Banco Nacional, y que en su lenguaje pomposo decía: dentro de 6años, deberemos 60 millones: lo que no estorbó que al año siguiente de renunciar la presidencia,estuviese a punto de morirse de hambre en Europa»… — Desearía mucho una explicación deUd. sobre esto. No entiendo absolutamente el sentido de esas palabras de Rivadavia, que yoignoraba. Tampoco entiendo si, con lo de lo que no estorbó, etc., ha querido Ud. significar que élrobó —lo que sería falso— y que eso no estorbó su ulterior pobreza. En lo demás, advertiré doscosas. Una, que Rivadavia, al año siguiente de renunciar la presidencia, esto es, en 1828, noestaba en Europa sino en Buenos Aires, de donde salió en 1829, en mayo creo; y en Europa,ignoro que estuviese a punto de morirse de hambre, aunque creo que padeció apuros, por incuria,o lo que sea, de sus apoderados; era hombre de regular fortuna heredada. — La otra, que él nocreó el Banco Nacional. En su primera administración, de 1821 a 24, esto es, en la delgobernador Rodríguez, y cuando él era ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores, donManuel José García, de Hacienda, y el general don Francisco Cruz, de Guerra, se creó el BancoProvincial o de Descuentos; y mucho después, en principios de 1825, el Congreso convirtió a ese

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Banco o lo fundió en el Nacional que creó: pero a esa fecha don Bernardino estaba en Europa.Una digresión, ya que toco esta ausencia. — Rivadavia se fue a Europa apenas dejó de serministro por el cese legal de Rodríguez, y de paso, se le dio una misión extraordinaria cerca delos gobiernos de Inglaterra y Francia (llevando de secretario a don Ignacio Núñez). A Rodríguezsucedió Las Heras, con quien siguió García de ministro de Gobierno, Relaciones Exteriores yHacienda. Rivadavia se negó obstinadamente a seguir por un motivo, no sé si acertado, pero quele honra. Estando al concluir el período de Rodríguez, emitió la doctrina, y la hizo sostener en elCentinela, diario oficial, que entonces daba dicho Núñez, doctrina que la oposición apoyó, deque para consolidar las instituciones, y hacer prácticos los principios, Rodríguez debía no serreelecto, o renunciar si lo era, y que todo el gobierno debía ceder su puesto a otros. Por eso noquiso seguir. Siento tener que añadir que, a mi juicio, no por eso debió irse a Europa, donde yahabía estado lo bastante, de 1814 a mediados de 1821. Ese inútil viaje fue tal vez un deplorabledesacierto. ¿No cree Ud. que, si en vez de ir a Europa, va a recorrer las provincias, a adquirirrelaciones personales, a hacerse conocer y amar personalmente (y lo hubiera logrado, pues, pormás que Ud. oiga, era en su trato privado, franco, festivo, atractivo), y en fin, a estudiar yconocer el país, que no conoció nunca, otra, y muy otra, hubiera sido la suerte de su posteriorpresidencia? — Siempre, siempre lo he creído así.

NOTA 6

107 - 20. - «no tiene aún diarios»… —Esto arroja la idea de que, hasta 1845, en que Ud.escribe, Córdoba no había tenido diarios todavía, y no es así. Desde 1826 tuvo la… de oposicióna la presidencia, dado por el sobrino de Bustos. En 1830 y 31, bajo Paz, tuvo la Aurora. A lacaída de Paz, tuvo a Córdoba Redimida, y otros, aunque fugaces. ¿No sería mejor decir: no tienehoy, hace 15 años, diarios?

NOTA 7

«La Universidad es un claustro, en que todos llevan sotanas y manteos»… —Si esto hasucedido bajo los federales, nada digo. Pero cuanto a lo pasado, eso no es cierto, ni aun respectode un tiempo (1817 adelante). En tiempos muy antiguos, los estudiantes de afuera concurrían, medicen, a la Universidad con ciertas capas cortas —por lo que se les llamaba capistas—; pero enmi tiempo, y aun creo que desde la revolución, concurrían vestidos como les daba la gana. Loscolegiales, de los dos colegios, concurríamos de opa, beca y bonete clerical: pero en el colegio—al menos los de Montserrat— vestíamos como y del color que queríamos: para la calle el trajeera negro: mas era levita, corbata, sombrero como cualquier ciudadano, etc. Jamás vi allí talessotanas ni manteos. — Por lo demás: la Universidad no era, ni podría ser, un claustro, ya se tomeesta voz en el sentido figurado, ya en el recto. Tal vez Ud. confunde a la Universidad con losColegios (en los cuales había ciertas instituciones realmente claustrales): pero son cosas muydistintas.

NOTA 8

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108 - 10. - «cúpulas y torres de los muchos templos»… — Podría creerse que son más de losque son. Yo recuerdo 7: Catedral, San Ignacio, San Roque, dos conventos de frailes y dos demonjas; y aun estos últimos, sólo eran capillas sin torres.

NOTA 9

108 - 27. - «Hacia los años de 1816»… hasta música. — Confusión — Cuando en 1809 sequitó la Universidad a los frailes, y se dio a los clérigos, el Deán Funes fue Rector de aquélla ydel Colegio de Montserrat (cargos muy distintos). Las reformas que hizo en la Universidad, en1810 (época en que mi hermano estaba en Montserrat), por medio del reglamento que leencomendó el claustro, fueron casi insignificantes: al menos no fueron las que Ud. le atribuye ensus Recuerdos de Provincia. Las matemáticas se reducían a la aritmética; y no hubo la cultura delas bellas letras, que dice el Deán en su Ensayo. En el Colegio de Montserrat, sí, las hizo muybuenas (y de entonces data el levita). — Años después, estando él en Buenos Aires, presentó elgobierno —no sé si por encargo de éste o espontáneamente— un nuevo plan de estudiosuniversitarios, que fue aprobado y que se empezó a ejecutar en 1816. En él entraban, es cierto,matemáticas y física experimental (la anterior siempre se había enseñado allí), que yo estudié;pero no entraban, como Ud. lo dice, los idiomas vivos, el derecho público, ni la música (nimenos la esgrima, como Ud. dice también en los Recuerdos). Quien informó a Ud, equivocó lasespecies. — En 1818, un francés transeúnte dio en el Colegio de Montserrat (que siempre debeUd. no confundir con la Universidad) unas cuantas lecciones particulares, a unos pocoscolegiales (entre ellos, a Pascual Echagüe) de esgrima, y a otros de piano; y aun todo eso sóloduró unos pocos días. Esto es cuanto hubo a este respecto. — Y añadiré una reflexión: — Ud.,cuando trata de deprimir a Córdoba, deprime a la Universidad hasta los suelos, hasta suponerlaun claustro, y vestida de sotana y manteo; y cuando trata —especialmente en los Recuerdos— deexaltar al Deán, supone a la Universidad un establecimiento casi europeo: ¿No hay contradicciónen esto? Ni una ni otra cosa es cierto. — En fin: en la Universidad jamás se enseñó ni idiomasvivos, ni derecho público, ni dibujo, ni esgrima, ni música, al menos hasta 1819: ignoro loposterior. Lo único que sé es que, años después, por 1824 o 25, se introdujo en Montserrat elgusto y estudio de la música. Lo atribuyo al Rector del Colegio, el muy respetable doctor donJosé María Bedoya, que es de una familia orgánicamente música. Él y su hermano Elías —concolega mío— creo están hoy en Chile, y puede Ud. informarse de ellos… Y ya que nombro aldoctor Bedoya, permítame Ud. que consagre aquí un renglón en justo honor de él. En mi tiempoera vice-rector de mi colegio y catedrático de matemáticas y física en la Universidad. Es de loshombres más beneméritos de la República, por cuanto consagró su vida a la enseñanza de lajuventud. Se formó en esas ciencias por sí solo casi. Hombre de talento y estudiosísimo, habíanacido para aquel destino; y su emigración es una de las varias grandes pérdidas que el país debeal régimen actual de la barbarie. Nunca olvidaré que el doctor Bedoya me distinguió, ni tampocoel oportunísimo regalo de un capote, que me hizo en un invierno.

NOTA 10

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«Córdoba que no ha tomado parte en la revolución». — Con dureza trata Ud. a esa pobreciudad de Córdoba, e inmerecida; al menos Ud. no cita hechos que justifiquen su severo y hartogeneral aserto. Recordar el crimen posterior de Bustos, en 1820, sería una impertinencia; esecrimen prueba otras cosas pero no aquello. — Que en 1810, Liniers y otras categorías, casi todasespañolas, obraran como tales, no es extraño; y el que entonces se concentrasen en Córdoba, nodebe imputarse a godismo del Pueblo, como tampoco el que apareciera el acróstico, que Ud.copia, y que pudo ser obra de un solo individuo. Esas pruebas son indignas de la circunspecciónde la historia, para justificar una acusación, tan positiva o general. Lo que Ud. refiere en susRecuerdos, acerca de los resultados que en aquellos primeros días obtuvo la influencia del ilustrepatriota Deán Funes, está diciendo que, aun entonces, podían allí más los patriotas que los godos.Había familias godas, como las hubo en todas las provincias, sin excluir Buenos Aires, y eranatural. Después de libertada de Liniers y compañía, ¿cuál hecho ha revelado oposición, odisidencia de Córdoba, respecto a la revolución? Lo ignoro y desearía saberlo. ¿Qué hizoCórdoba de menos que cualquier otra provincia de aquellas donde no llegaron los ejércitosespañoles? ¿Qué hicieron éstas más que Córdoba? Ella recibió con decisión al primer ejércitopatrio, y presentó cuanto pudo. Desde 1810, dio numerosos soldados: desde 1810 dio muchoshombres jóvenes, que llegaron a ser excelentes oficiales: dio a Vélez, que murió heroicamente enel Desaguadero, a Leí va, a Bustos, a Julián y José Ma. Paz, a J. G. Echavarría (muerto por lalibertad en 1831, como lo dice Ud. más adelante), a mi defendido coronel Rojas, que empezó desoldado, a Dehesa y otros que ahora no recuerdo. Córdoba envió sus diputados a la primeraJunta, y los envió después a todos los cuerpos nacionales. ¿De qué otro modo quiere Ud. que unaprovincia tomase parte en la revolución? ¿De qué otro modo la tomaron las demás? Creo queaquel aserto sería inexacto aun respecto de las tres provincias del Paraná; y note Ud. una cosa enque quizás nadie se ha fijado aún, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes son las que menos soldadosdieron a la guerra de la libertad e independencia: ninguna de ellas produjo tampoco un hombresobresaliente en los ejércitos, en las letras, ni en los congresos. Y aun así, ¿osaría Ud. decir queno tomaron parte en la revolución? ¡Y lo dice de Córdoba! Crea Ud. que este aserto me habríaasombrado si no viera en él el efecto de los sistemas. Era necesario en su plan deprimir a ladoctoral y clerical Córdoba.

NOTA 11

109 - 35. - «Robespierre y la Convención (son en Buenos Aires al principio de la revolución)los modelos»… — Este concepto demanda la idea de que Buenos Aires acudió al resorte delterror; y esto no es así, — Jamás un pueblo hizo una revolución tan grande con menos violencias.Si las hubiera habido entonces, quizás Rosas no se hubiese afianzado después. — Me explicaré:— La República Argentina tiene altísimas glorias militares y especialidades que la diversificande los demás Estados de América. Ha sido el único Estado que ha tenido tres guerras seriasexteriores (inglesa, española, brasilera), saliendo en todas con honor: el único de cuyo seno hanbrotado otros Estados: el único que llevó sus armas a mil leguas de distancia (pues aunquedespués Colombia le imitó, Colombia no era un Estado, sino tres): el único que no ha recibido ni

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pedido auxilio a otros: el único que ha sitiado por años una verdadera plaza fuerte, y tomádola: elúnico que ha dado y ganado verdaderas batallas navales (contra españoles y brasileros): el únicoque no ha visto a hijos suyos figurar entre las notabilidades de los ejércitos españoles (adiferencia de Bolivia, Perú, Ecuador, Nueva Granada y México, que han tenido primerosmagistrados, que antes figuraron en aquéllos, más o menos tiempo: v. g.: Santa Cruz, Gamarra,Flores, Obando, Herrán, Mosquera, Iturbide, Santa Ana, etc.): el único que no ha visto deprisionero a ningún general en jefe suyo, aunque ha hecho prisioneros a algunos del enemigo: elúnico que no ha visto su territorio subyugado, y mucho menos a su capital ocupada por las armasespañolas. Esta última circunstancia es la que hace más directamente a mi objeto actual. Enefecto: si antecedentes tan gloriosos infundieron la loca presunción de que, en un país tanpatriota y belicoso, eran imposibles la tiranía y los tiranos, el haberse visto libre siempre devenganzas españolas y de reacciones cruentas, hizo de Buenos Aires un niño miedoso, cuando lesonó la hora de presenciarlas y sufrirlas — Ud. sabe los fusilamientos, horrores y represalias quetenían lugar en otras partes, en los primeros años de la revolución, con motivo de las ocupacionesy reocupaciones sucesivas del país y de las capitales, por parte de los realistas y de los patriotas.Si Buenos Aires hubiera pasado por esa desgracia, o por la del imperio feroz de algún gobierno ocaudillo indígena, menos sensación le habrían causado los posteriores horrores de Rosas. EnBuenos Aires no hubo jamás un solo día de terror: no vio una sola ejecución verdaderamenterevolucionaria, y menos horrible. La de Liniers y compañía fue muy lejana, casi en la pampa. EnBuenos Aires se persiguió a los españoles con prisiones, o destierros o multas; pero no hubonunca persecución sanguinaria. La única ejecución numerosa fue la de Álzaga y demásconspiradores, en 1812: pero eso no era persecución, ni sistema, y aun siéndolo, su objeto seríaaterrar a españoles; mas la Convención y Robespierre acerraban a sus compatriotas. ¿Halla Ud.analogía entre una y otra cosa? A esa ejecución precedió la convicción del crimen y audiencia ensumario; y Ud. sabe que lo que aterra son los fusilamientos arbitrarios, no los actos de unaevidente justicia. Después se fusiló a dos españoles más (Viola y Telechea), acusados deconspiración — aunque creo que esto no se les probó acabadamente. Éstos fueron los últimosfusilamientos de españoles. De un pueblo así, no puede decirse que tenía por modelo aRobespierre. Esto hasta cuanto al punto de esta Nota: pero seguirá en cuanto a lo que he indicadode que en Buenos Aires nunca hubo, hasta Rosas, terror. Las demás ejecuciones que hubo porefecto de nuestras disensiones fueron, respectivamente, bien pocas. En 1815 se fusiló injusta eilegalmente al extranjero pero patriota Payardel. En 1818, se fusiló, previo juicio, a dosfranceses, Robert y Lapresse. En 1823» a un conspirador y a un revolucionario a mano armada(García y Peralta), también previo público juicio por los tribunales ordinarios. En 1828, aDorrego, sin juicio. En 1829, al teniente coronel Mesa, tomado en armas, previo juicio. — Así:en todas las indicadas ejecuciones políticas, desde 1810, la mayor parte legales y justas, deindividuos, no de masas, la mayor parte con observancia de formas, no amontonadas tampoco,sino diseminadas en el largo espacio de 18 años, no había ciertamente motivos de terror ni actosferoces y brutales. Muchos se admiran de que Buenos Aires haya temblado y degradádose tantoante el puñal de Rosas: pero no reflexionan que, según lo que dejo indicado, ese pueblo ni nociónverdadera tenía de lo que era terrorismo: y por eso dije que si él hubiera presenciado en la

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revolución escenas de sangre y de barbarie, quizá Rosas no se hubiera afianzado; pues el terror—que ha sido gran resorte y sostén de éste— no habría producido efectos tan intensos.

NOTA 12

110 - 20. - «El año 20 se empieza a organizar la sociedad… y el movimiento continúa hastaque Rivadavia se pone a la cabeza del gobierno»… — En 1820, y gran parte del 21, no seempezó ninguna organización, ni hubo movimiento alguno. Lo único que hubo o se obtuvo,desde octubre de 1820, con el triunfo del gobernador Rodríguez, fue quietud y orden; pero sesiguió vegetando, hasta agosto de 21, en que aquél formó el indicado ministerio Rivadavia-García-Cruz.

NOTA 13

Id - 22. - «Hasta este momento, Rodríguez y Las Heras, han estado echando los cimientos»…— ¿Hasta cuál momento? ¿Hasta el en que Rivadavia se pone a la cabeza del gobierno, esto es,hasta el en que entró de ministro en 1821? — Ud. ve, por lo que acabo de decir, que, hasta 21, nohabía cimientos echados por Rodríguez, y menos por Las Heras. Y si Ud. aludiese con aquellaexpresión al momento en que se puso, en 1826, a la cabeza del gobierno nacional, tampoco seríaexacto; pues era él mismo, y no aquellos dos gobernadores, quien había echado los cimientos. —En una palabra: la administración Rodríguez, y su dicho ministerio, empezó la obra, en 1821hasta 24, en que la continuó la administración Las Heras-García. A fines de 25, se declaró alBrasil la guerra, cuya dirección encargó el congreso al gobierno provincial de Las Heras, que laempezó. Después, en febrero de 26, el congreso nombró de Presidente del Estado a Rivadavia, yno pudiendo funcionar allí dos gobiernos distintos a un tiempo, hubo que hacer cesar —un pocoilegalmente— el provincial antes de vencer Las Heras sus tres años. — Durante la presidencia,continuaron, a pesar de la guerra, el mismo movimiento e ideas iniciadas en 1821. RenuncióRivadavia en julio de 27, y el congreso nombró un Presidente provisorio (el doctor VicenteLópez), que sólo duró dos o tres semanas, entrando entonces el gobierno provincial de Dorrego,del modo y por los motivos que diré en la Nota 26.

NOTA 14

«Voltaire había desacreditado el cristianismo: se desacreditó también en Buenos Aires». —Ha largos años que acerca de esto, como de ciertas doctrinas filosóficas, enseñadas en BuenosAires, he oído muchas absolutas, muchas pedanterías, muchas exageraciones y muchas tonterías,proferidas con aire de magisterio. — Ud. se refiere a los primeros tiempos de la revolución, a losanteriores, a 1820. — Veamos. — No creo aluda Ud. a opiniones individuales que hubiese enBuenos Aires como en todas partes: eso no justificaría su aserto. Precisamente ha de haberaludido o a hechos públicos, o bien a actos gubernativos. ¿Y cuáles fueron? Los ignorototalmente. Ninguna ley, decreto, ni medida de las autoridades, podrá invocarse en apoyo deaquel tan extraño aserto. Tampoco se citará ningún libro o publicación hecha allí, destinada a

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desacreditar al cristianismo, — Cuanto a la enseñanza en el Seminario, único establecimiento deella entonces, nos educaba más bien, para la Iglesia. — Cuanto a Córdoba, excusado es decirque, en los estudios universitarios, nada había de anti-católico y menos aun de anti-cristiano. En1819, es verdad, el ilustrado cordobés Lafinur dictó en Buenos Aires una ideología, afectada decabanismo; pero también fue acremente impugnado. ¿Hay en todo esto algo que importedescrédito del cristianismo? Tan lejos de poder decirse que en aquellos años imperaban las de unultra-catolicismo. ¿Quién, por ejemplo, osaba hablar entonces de libertad de cultos? ¿Sabe Ud. ladoctrina que en 1819 se me enseñó a mí, acerca de esta materia, al dictarse Ethica o FilosofíaMoral, del padre jesuita Jacquier, que escribió en Roma, autos designados por el Deán Funes, enel plan de estudios de 1816? Pues oiga esta tesis: Impiísima atque etiam humane societatiperniciossima est cujus cumque false relijionis… tolerantia. ¿Creerá Ud. que en 1817 o 18, avirtud del dictamen o censura del anciano clérigo y patriota boliviano, doctor Iriarte, elDirectorio prohibió el libro Celibato de los Clérigos?…

Aunque lo dicho basta al objeto preciso de esta Nota, añadiré que tampoco en los tiemposposteriores al año 20, hubo tal desacreditamiento. En 1822, se hizo la reforma eclesiástica, queno puede mirarse como descrédito del cristianismo, ni aun del catolicismo. Ignoro las opinionesindividuales de Rivadavia: pero en sus actos públicos prestó siempre el más constante homenajea las ideas religiosas: lo manifestó el restablecimiento del Seminario o Colegio de Estudioseclesiásticos, las Conferencias del clero que decretó y otros varios actos; y ello es que jamásestuvo el culto más extendido y atendido que después de la reforma eclesiástica. En 1824, entiempo no de Rivadavia, sino de García, el clérigo español doctor don Manuel Agüero dictó en laUniversidad una ideología más audaz que la de Lafinur, y en la que llamaba a Jesucristo elfilósofo de Nazareth. El gobierno no se mezclaba en eso, porque, con razón o sin ella, entendíade ese modo la libertad de enseñanza; y en esta libertad estaba el antídoto. Así es que el Rectorde la Universidad (doctor Sáenz), que también era catedrático, y otros, combatían a Agüero, y ladiscusión se entablaba. ¿Cómo pudo haberse desacreditado el cristianismo desde los primerosaños de la revolución, cuando recién en 1825 fue posible que la Sala de la provincia de BuenosAires sancionase, para la provincia, la libertad de cultos? ¿cuando recién en 25 también el doctordon Julián S. de Agüero, en El Nacional (periódico que él y otros y yo dábamos), pudo abogar defrente en favor de la tolerancia religiosa en la República, por medio de artículos que el Times deLondres aplaudió? Rivadavia y Agüero no osaron nunca, aunque lo deseaban, promover ladisminución de días festivos (hecha después por Rosas), por no chocar ciertas ideas. Juzgue Ud.,pues, si en tal país pudo haberse desacreditado desde el principio, ni de hecho ni por sistema,nada menos que el cristianismo, al menos con actos públicos y menos gubernativos: asertosingular, que equivale a decir que se acreditó el ateísmo o el deísmo; pues es claro que, si BuenosAires combatía al cristianismo, no había de ser para sustituirle el bramismo, ni el hebraísmo, ni elislamismo.

NOTA 15

«las tomó de Pradt»… — La canción fue compuesta en principios de 1813, cuando aún no

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había escrito Pradt. — Sus Seis Meses, su Europa y América, fue lo primero que se conoció ytradujo en Buenos Aires en 1818, creo.

NOTA 16

111 - 33. -«Rivadavia, pues, continuaba la obra de Las Heras»… — Esto demanda unarectificación o aclaración, que Ud. hará fácilmente en vista de las Notas 12 y 13.

NOTA 17

113 - 4. - «Un unitario no cree en tal triunfo» etc., etc. — Al menos cuanto a lo pasado de1831 a 1841, esto es ciertísimo por lo que he observado en otros y en mí mismo. — Despuéscreo haber curado de esa manía y estar en guardia contra su reaparición.

NOTA 18

119 - 1. - «era en 1825, cuando el gobierno de Buenos Aires invitó a las provincias a reunirseen Congreso»… — Esa invitación no fue en 1825, sino en 1823. — Podría limitar a esto lapresente Nota: pero quiero consignar aquí ciertas noticias correlativas. — Después de la tormentageneral de 1820, todas las provincias, incluso la de Buenos Aires, que tenía la manía de que uncongreso era un sánalo todo, convinieron formarlo; y en 1821, se empezó a reunir en Córdoba, yfueron allá los diputados de Buenos Aires (uno de ellos Juan Cruz Varela). Entró Rivadavia deministro; y uno de sus primeros pasos fue proponer a la Sala de R. R. que Buenos Aires noconcurriese a ese congreso. Su idea fundamental era que primero debía Buenos Aires, y todas lasprovincias, tratar de organizarse, formar sus rentas, darse instituciones, etc. (y observe Ud., paralo que diré más adelante, que esto era apoyar el federalismo), y después vendría por sí mismo elmomento de reunirse. Hubo en la Sala larguísima discusión y grande oposición: pero al fin,ayudado Rivadavia de la elocuencia y luces del diputado doctor don Julián S. de Agüero (quedesde 1820 había empezado a distinguirse en la Sala), triunfó. — Los diputados de Buenos Airesfueron retirados, y esto trajo la dispersión de los demás: cada provincia encargó a Buenos Aireslas relaciones exteriores, y varias de ellas procuraron arreglarse imitando a Buenos Aires. En1823, Rivadavia despachó una misión especial (al respetable Deán, doctor Zavaleta, llevando desecretario al doctor Francisco Jil) a fin de que fuese por las más de las provincias a ver si queríanya congreso, cuáles eran sus ideas de organización nacional, etc., etc.: todas pidieron congreso.Después, en tiempo de Las Heras, además de decretar el pago por Buenos Aires del viático ydietas de todos los diputados provinciales, García pasó circulares a los gobiernos, deprevenciones, advertencias, consejos, etc. — Se hizo todo, en fin, para que la nueva reuniónfuese debidamente hecha y fructífera. De estas resultas fue que, con la mejor cordialidad, unión eintención, y bajo los más bellos y prometedores auspicios, se abrió el congreso el 16 dediciembre de 1824. La invitación al efecto, pues, no pudo ser hecha en 1825. — … Concluiréesta Nota con un recuerdo, aunque extraño al asunto de ella, justísimo. — Mi amigo elmencionado doctor Jil, colegial conmigo en el Seminario en 1815, era uno de los mejores

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talentos que Buenos Aires haya producido. Después de aquella misión pasó a Europa; y cuandoRivadavia y don Ignacio Núñez regresaron de allá y se ratificó el tratado con la Inglaterra, él fuenombrado Encargado de Negocios y vino a ser el primer agente público de la Repúblicareconocida, que cruzase sus manos con el rey de la Gran Bretaña. Poco después casó allí con unainglesa; y muy joven murió en 1829, de una enfermedad hereditaria, que acabó en Buenos Aírescon toda su numerosa familia. Crea Ud. que el país hizo una gran pérdida. — Para en todotiempo, bueno es saber que entre los papeles de mi amigo, el dicho don Ignacio Núñez (otrotalento: escribió el libro Las Provincias del Río de la Plata y ahora tres o cuatro años, murió enBuenos Aires, de resultas del bárbaro tratamiento de Rosas y de pesadumbre por el estado delpaís), se ha de hallar manuscrita, pues no se ha publicado, la extensa Biografía que escribió deldoctor Jil. En 1831 me la pasó y yo le hice varias correcciones y adiciones.

NOTA 19

119 - 15. - «A esta sazón se preparaba la, república para la guerra del Brasil»… — A estasazón se refiere a la época de dicha invitación; y entonces, en 1823, no se preparaba la Repúblicapara esa guerra. Se preparó en fines de 1825, mucho después de constituido el congreso.

NOTA 20

123 - 10. - «En 1820, aparecieron en Buenos Aires con Rosas los Colorados de lasConchas»… — El cuerpo con que Rosas apareció, en efecto, el 5 de octubre, y que existía desdemuchos años antes, era el 5° Regimiento de milicias de campaña, compuesto de las de Cañuelas,Ranchos, Monte y Lobos: su mando lo dio entonces Rodríguez a Rosas: vistió de colorado: deahí su nombre de colorados de Rosas; pero ese color era entonces indiferente y accidental, sinsignificado alguno y usado por otros. Los colorados de las Conchas era otro cuerpo muy distinto:eran milicias de Conchas, San Isidro, etc. Desde muchos años antes de 1820 vestían de colorado.Fue el mejor y más valiente cuerpo de milicias de campaña que tuvo Buenos Aires, y el único deellos que se distinguiese en las guerras contra Santa Fe: el único de milicias también que hiciesela campaña del Brasil: de ahí la gran amistad de Lavalle con su coronel, y que éste fuera tambiénde los de 1° de diciembre. Su coronel era Vilela, el que fue después sorprendido en San Calá, yasesinado por Oribe en Tucumán con Avellaneda y otros.

NOTA 21

123 - 16. - «Al principio fue una divisa»… etc. — En los renglones siguientes se confundenalgo las épocas, — Muy a principios de 1832, dio Rosas un Decreto diciendo que, concluida yala guerra civil en la República, se usase la cinta como signo de uniformidad o unión, etc.: ellatenía únicamente «Viva la federación»: pero el Decreto, redactado con moderación y sin odios niinsultos, no la imponía a todos, sino solamente a empleados y a ciertas clases, abogados,médicos, etc. Era muy chiquita; idéntica a la de la legión de honor francesa; de ojal a ojal delfraque, y no en el sombrero. En ese año mismo, ya empezó la cinta a caer en desuso, Rosas tenía

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tolerancia. Podría referir a Ud. un pasaje que me ocurrió con él, con quien yo, sin cinta, me hallésúbitamente hombro con hombro. Lo prudenció, y se limitó a volver a publicar el Decreto. —Concluido su gobierno, la cinta casi desapareció en 1833 y 1834. — Cuando iba a volver algobierno en 1835, él o sus palaciegos la renovaron y empezaron a usarlas colgantes, larguitas —así las llamaban— y en esos mismos días en que él iba a entrar, empezaron a aparecer, porprimera vez, los chalecos colorados. Durante su gobierno, la cinta, como el chaleco, se hizouniversal, aumentó sus dimensiones, se extendió al sombrero, y se le añadió el retrato y losmueras… Lo de los vergajazos que Ud. dice, no sucedió entonces sino en 1839, al fin de cuyoaño, también, empezó recién a usarse la voz salvajes.

NOTA 22

«Facundo… enemigo de la presidencia, que lo ha comisionado para deponer a Madrid». —No extraño el error de Ud. al atribuir esa orden a la presidencia; pues el mismo Madrid habíacaído en él. Madrid ha escrito sus Memorias desde 1811 a 1847 (y en ellas impugna asertos deUd). Yo he sido el único que las he leído aquí; y eso ha sido una gran fortuna para él; porque lashe castigado de muchos errores, omisiones, confusión de datos, etc. — Ha oído y aceptado, conla más completa docilidad, todas mis correcciones, observaciones y hasta reprobaciones. Éltambién decía que la presidencia dio aquella orden. No es así: fue García, en el gobierno de LasHeras. — Madrid se quejaba mucho en sus Memorias de aquella orden; pero creo le convencí desu justicia y de la absoluta necesidad de ella. Lo envía el gobierno a levantar el 15 de caballeríade línea para la guerra al Brasil: llega a Tucumán, y lo primero que hace, por razones buenas omalas (malas, según sus mismas Memorias), es derribar al gobierno legal de López y entrar en sulugar. Ese atentado —que tantas complicaciones y males trajo— comprometía altamente algobierno de Buenos Aires, a quien desde antes, y siempre, se acusaba de querer dominar a lasprovincias, y forzosamente creerían todos que era mandado para eso. El gobierno tuvo que daruna satisfacción al país, y desvanecer esos conceptos en una Circular en que condenófuertemente el hecho e invitó, no a Facundo individualmente, sino a las provincias circunvecinasa Tucumán, a contener a Madrid. — Esto fue lo que hubo. Estoy ciertísimo de ello; pues conmotivo de la guerra al Brasil, el congreso acababa de establecer oficinas — además de lasprovinciales — del interior y de relaciones exteriores; y yo, que desde 1821 estaba en elMinisterio de Hacienda, pasé a la nueva y nacional del interior, y en este carácter, redacté laCircular mencionada. Ahora, bien. Esto fue en fines de 1825, y en esa época aún no existía lapresidencia… Esto, sin embargo, no quita que después fuese Facundo enemigo de ésta, y que,habiéndose declarado Tucumán y Madrid por ella, Facundo volviese otra vez contra Madrid.

NOTA 23

125 - 14. - «Por este tiempo, una singular cuestión… hasta y rentados los sacerdotes».Confusión. — Por este tiempo fue, no la cuestión, muy distinta y muy posterior, de libertad decultos, sino de supresión de los conventos: supresión que era una parte de la reforma eclesiásticapropuesta por Rivadavia a la Sala y sancionada en 1822, época en que Facundo era cero. La

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reforma trajo grandes discusiones; pero apoyada, entre otros, por altas notabilidades eclesiásticas(por el Deán Zavaleta, el canónigo don Valentín Gómez, el cura de la Catedral, don JuliánSegundo de Agüero), fue adoptada por la Sala… Haré aquí una digresión. — La reforma notrajo, en efecto, bulla ni desorden alguno en Buenos Aires: pero después dio pretexto al bribón deRosas para una asonada armada contra el gobierno. En la noche del 19 de marzo de 1823,Buenos Aires fue invadido por las milicias de Cañuelas, al mando de su comandante HilariónCastro, compadre de Rosas, por instigación de éste, el cual (el astuto bribón) se fue días antes,con ciertos pretextos, a Santa Fe, a esperar allí el resultado. El grito de los sublevados era: ¡Vivala religión! Llegaron hasta la plaza mayor, y fueron rechazados, muriendo algunos yprendiéndose después a algunos complicados que fueron pública y solemnemente juzgados (y deaquí procedió el fusilamiento de Peralta, indicado en la Nota 11). — Y ya que toco esto, añadiré,de paso, que en tiempo de la presidencia, en 1826, Rosas armó otra sublevación en la campaña, ytambién se fue antes a Santa Fe; pero se le desgració, porque reventó desordenadamente enLujan, y el coronel Izquierdo la sofocó a sablazos: los cabecillas corrieron a guarecerse en laestancia de Rosas. El gobierno anduvo muy negligente, o miró esto con desprecio… Vuelvo a miasunto. Cuanto a la libertad de cultos, ella fue propuesta por el gobierno de Las Heras a la SalaProvincial en 1825. La oposición —liberal en todo el país— fue quien la resistió, pero fuefácilmente vencida en la discusión, y la ley se sancionó, por supuesto, para sólo la provincia deBuenos Aires. En el mismo año, el congreso aprobó el tratado con Inglaterra, en que se otorgó alos británicos esa libertad, por supuesto en toda la República. Todo esto no trajo la menornovedad, y el bajo pueblo vio con indiferencia la construcción del primer templo protestante.Esto es lo que hay a este respecto; y con arreglo a ello, puede Ud. rectificar los renglones quehacen el asunto de esta Nota. No hay ley nacional, que conceda en general esa libertad.

NOTA 24

135 - 1. - «La Presidencia ha caído en medio de los silbos y rechiflas de sus adversarios». —Todo lo contrario. Cayó, o más propiamente, quiso desaparecer, llenando de asombro y derespeto a sus adversarios. Dejemos a un lado el examinar si la renuncia fue o no un pasoacertado: pero Rivadavia fue movido a ella por el más puro patriotismo, tal vez mal entendido.Nadie, nadie sospechaba de tal renuncia. Yo mismo me retiré ese día de la oficina, y a la noche,en mi casa, vine a saberla. No la esperaba nadie, porque el gobierno era fuerte. Teníagobernadores enemigos; pero también los tenía amigos, entre ellos, el respetable de Salta,general Arenales. En la provincia de Buenos Aires todo marchaba en orden, regularidad yprogreso, y hasta los recientes triunfos de Rauch sobre los indios habían consolidado más algobierno. Contaba con la gran mayoría del congreso. No sólo todos los cuerpos de la guarnición,sino todo el ejército en campaña contra el Brasil, lo apoyaba: la escuadra al mando de Brown,por supuesto. Durante ese gobierno, y sólo durante él, es que se habían obtenido los triunfosterrestres y navales. En este estado, rechaza con indignación y energía la Convención de Paz quehabía firmado en el Janeiro el plenipotenciario argentino (el ex-ministro García), faltandoabiertamente a todas sus instrucciones: el congreso lo apoya unánimemente; y acto continuo,

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dice Rivadavia: ahora es preciso hacer nuevos esfuerzos para continuar la guerra, y que para elloconcurran los contingentes de todas las provincias; y puesto que muchas de éstas se hallan endisidencia, y dicen que por mí no concurren; y puesto que hay ciudadanos que tienen influjo enellas, vengan a ocupar mi puesto, sígase con rigor la guerra, y sálvese el honor nacional. —Había en este hecho, amigo mío, mucho de nuevo entre nosotros, para que no sorprendiese: habíaen sus motivos mucho de noble y magnánimo, para que pudiera excitar silbos y rechiflas.

NOTA 25

«Desde los tiempos de la presidencia… los coroneles Suárez y Necochea, mandados alMonte, a levantar sus regimientos», etc.… — El fondo del pensamiento de que, desde esostiempos, empezó a haber en el Monte otra autoridad, etc., es ciertísimo; pero no lo es queNecochea fuese mandado nunca allí. No salió de Buenos Aires, se formó allí un cuerpo cuyomando se le dio; pero después, en tiempo de Dorrego —con quien no estaba conforme—, en1828, habiéndose dado una ley que quitaba el voto a los soldados, pasó a la Sala una notafuertísima: no le hicieron caso; se indignó, renunció y se fue a Chile. — En cuanto a Suárez,cierto es que se le envió al Monte como al coronel Lavalle a Chascomús — a formar sus cuerpos:pero esto fue no sólo mucho antes de los tiempos de la Presidencia, sino aun antes de la guerrabrasileña. En los tiempos de la presidencia, estos dos jefes jamás estuvieron en la provincia deBuenos Aires, sino en el ejército de campaña.

NOTA 26

136 - 32. - «Dorrego… trata de atraerse a los unitarios a quienes ha vencido… Los unitariosse le ríen en sus barbas» etc., etc.… — Prescindo de que el modo con que Rivadavia dejó lapresidencia, y otras cosas que indicaré más abajo, muestran que Dorrego no venció a nadie, sinoque espontáneamente se le dejó el campo. — Voy a otra cosa más importante, y que me hallamado mucho la atención: pero tendré que tomar las cosas de bien atrás, y que tocar muchospuntos. — Esta nota, pues, no será corta: pero ella mostrará a Ud. la completa falsedad de aquelaserto en sus dos partes: la atracción y la repulsa.

No sé si Rivadavia la acertó o no en renunciar: pero estoy convencido de que, de renunciar,la erró en el modo de hacerlo. Pudo hacerlo de modo que, muy legalmente, y sin oposición ni aunde la oposición, habría dado garantías al país, e impedido la exaltación de Dorrego: esaexaltación que fue causa o al menos ocasión de todas las desgracias posteriores, y que Ud.atribuye a una victoria de él. Me explicaré. — Cuando Rivadavia subió a la presidencia, suprimer paso fue proponer la ley de capitalización, que, tras prolongados debates, fue sancionadapor el congreso. Por ella, la ciudad de Buenos Aires se declaró capital del Estado; y deconsiguiente, al puerto, con siete leguas a la redonda, se declararon nacionales; formándose delresto de la provincia dos provincias, al sud y norte. Cesaron, pues, en Buenos Aires la salaprovincial y el gobierno provincial. El grito constante de la oposición contra la presidencia, sugran caballo de batalla, había sido esa ley de capitalización. A las provincias les decía laoposición que la ley daba a Buenos Aires la preponderancia: a la provincia de Buenos Aires le

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decía, por el contrario, que ella había sido despedazada, muerta y enterrada; que habíadesaparecido, a pesar de que una ley anterior del congreso (la cual es cierta) había declarado que,mientras no se diese la constitución (y no estaba dada cuando se dictó esa ley), cada provinciaseguiría rigiéndose por sus propias instituciones. Bien pues. Ya que esa ley era tan mala, siRivadavia, puesto que creyó de su deber renunciar, propone previamente el restablecimiento delorden de cosas existentes antes de esa ley, y que, de consiguiente, se reinstalase la misma juntaprovincial que había entonces, y el mismo gobernador provincial Las Heras, u otro que aquéllaeligiese, claro es que la oposición, lejos de poder decir no, hubiera tenido, a pesar suyo, queapoyar la proposición, y hasta aplaudirla como una victoria de ella. Mas aquella junta y aquelgobierno eran opuestos al partido de Dorrego: y de consiguiente, por este arbitrio, tan leal ylógico, Dorrego no hubiera arribado al gobierno. Mas Rivadavia no hizo esto: renunció, sinadoptar una sola medida preparatoria que desviase los males e inconvenientes del cambio súbitoque debió prever operaría su renuncia. Siempre he creído —y buenas polémicas he sostenidosobre esto— que ése fue uno de los errores más trascendentales de aquel hombre, por otra partetan ilustre, tan digno de ser querido y venerado. No hizo sino retirarse a la vida privada, y dejartodo montado sobre un pie que era insostenible desde su renuncia. Así es que todo se derrumbóinstantáneamente, desordenadamente y sólo de hecho. El congreso, después de admitir larenuncia, y de establecer el efímero e insostenible gobierno presidencial provisorio del doctorLópez, y viendo que su constitución era desechada por varias provincias a pesar de cuantasconcesiones y medidas decretó (entre ellas enviar, a cada provincia disidente, miembros de suseno, respetables acreditados, conciliantes, para explicar la constitución, persuadir, aconsejar, oíry desvanecer objeciones y recelos, etc., etc.), el congreso, repito, se disolvió, decretando lareunión de una Convención en Santa Fe. — Naturalmente hubo que procederse en la provinciade Buenos Aires a elecciones generales para formar su Sala. En estas elecciones, los unitarios nose ingerieron [sic] en lo menor, ni directamente, ni por la prensa; no se hallará ni un solo renglónde ellos de entonces; porque, amigo mío, la resolución de dejar franco el campo al otro partido,era, se lo afirmo a Ud., leal, decidida y sincera. Ni era lógico tampoco que los unitariosintentasen entonces hacer una oposición sin objeto alguno; pues el objeto de toda oposición esdesviar a sus adversarios, para ocupar el poder; y los unitarios no podían ambicionar un poder,que en esos mismos días habían abandonado. Así es que las elecciones se hicieron muypacíficamente, y por supuesto, salieron electos (entre ellos, mi suegro), no los del partido deDorrego, que propiamente no lo tenía, sino los adversarios de todos los matices que tenía elsistema anterior; y esta junta eligió de gobernador (agosto 1827) a Dorrego, encargándoseledespués por las provincias la dirección de las relaciones exteriores (como se había hecho con losanteriores gobiernos provinciales), la dirección de la guerra brasileña, etc.…

Haré aquí una digresión acerca de este personaje. — Dorrego era un valiente que habíapeleado y derramado su sangre por la independencia, y poseía además cualidadesrecomendables: pero carecía de antecedentes políticos. De resultas de los sucesos del año 20 —en los cuales, siendo gobernador interino 2 o 3 meses, no hizo un papel muy lucido,especialmente saqueando espantosamente a San Nicolás de los Arroyos. — De resultas de esossucesos, estaba fuera del país, y regresó en virtud de la ley de olvido, que en 1822 propuso e hizo

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aceptar Rivadavia. En 1823, con motivo de la asonada de 19 de marzo, de que he hablado en laNota 23 (el gobierno residía en esos días en los ministros, por delegación de Rodríguez, quehabía salido a una expedición al sud, contra los indios), Rivadavia puso en él su confianza, y ledio el mando de una fuerza para perseguir y capturar en el norte de la campaña a ciertoscómplices notorios de la asonada. Salió Dorrego, y más bien favoreció la evasión de aquéllos:hecho que en un particular es loable, pero no en un subordinado que pudo no encargarse de lacomisión, si ella no era de su agrado, en vez de aceptarla para burlarla. — Desde entonces, seechó Dorrego en la oposición, que ya empezaba a existir como entidad. Esta oposición se formóno sólo de los descontentos que hace todo gobierno (el doctor Gamboa, por ejemplo, a virtud deuna fuerte exposición del Rector de la Universidad, contra un acto de insubordinación escolar deél, el gobierno ordenó su expulsión —opositor desde entonces), sino principalmente de los muynumerosos que naturalmente hicieron las tres grandes reformas de 1821 y 22 —la civil, laeclesiástica y la militar. — Esos hombres eran favorecidos en su muy peligrosísima oposiciónpor la plenísima libertad y completas garantías que allí imperaban. Algunos eran opositores poramor propio, por novelería, por figurar. De este número era un excelente talento, el jovenSaravia, concolega mío en el Seminario, que daba el Teatro de la Opinión (que continuó despuésel apreciable don Agustín Wright, opositor también, el mismo que, representante de Rosas en1838, hubo de ser degollado de resultas de la cuestión francesa). — Por sentado, Saravia fueposteriormente federal. Pero hizo un viaje a algunas provincias: vio, palpó las cosas; regresó, yen la Academia de Jurisprudencia trabajó una disertación para probar que la federación eraimposible, ruinosa, etc. Era como gala el ser opositor, como muestra de independencia yliberalismo; ¡sentimientos que después, bajo Rosas, cuando hubieran sido oportunos, justos y deaplicación, no han dado síntomas de vida! Esa oposición en aquellos años —1821 a 25— era unaridiculez: era un partido sin doctrina, sin un gran principio que se propusiese hacer triunfar; eraoposición a personas, y nada más. Por fin, después, cuando se echó sobre la carpeta la cuestión¿unidad o federación? ya fue otra cosa: ya entonces pudo esa oposición proclamar algo,dignificarse algo, señalarse un rumbo, y darse existencia moral, diciendo federación. Pero en losaños anteriores la tal oposición era un guirigai, un conjunto de aspiraciones, odios yresentimientos personales. En esos años, ni aun las voces unidad, federación, federales,unitarios, se oían en Buenos Aires: no las hallará Ud. en ningún diario de entonces. Todas lascuestiones rodaban sobre asuntos de la provincia: ninguna se refería al resto de la república, ni aorganización nacional. Los dos partidos se designaban únicamente por ministerial y deoposición; entrando en el primero lo principal del comercio, del clero, de la milicia, de loshombres de letras, y además, la inmensa mayoría de los jóvenes, que siempre se entusiasma porlo nuevo y bueno. Cuando después el congreso empezó a tratar la cuestión de unidad ofederación, aquella denominación desapareció para sustituirla la que ha prevalecido hasta hoy —la de unitarios y federales. Los ministeriales dijeron unidad, y, por consecuencia forzosa, losopositores dijeron federación; si aquéllos hubieran proclamado federación, éstos, no lo dude Ud.,habrían gritado unidad. Esto es natural: está en la esencia de los partidos y del corazón. En esaoposición, pues, de 1823, en esa oposición sin bandera ni programa —a no serlo a oponerse atodo, todo, como constantemente lo hizo, hasta a la libertad de cultos—, se lanzó Dorrego. — Yo

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creo que en esto no hizo sino ceder a una necesidad irresistible de su organismo; era vivo, activo,fogoso, inquieto y conocido, aun como militar, por díscolo. Pero sea de esto lo que sea, entródespués a la Sala, y tenía por socios al doctor Díaz Vélez, al doctor Ugarteche, a Moreno y aotros hombres no vulgares. Dorrego no tenía instrucción para poder ser cabeza de un partidoparlamentario, aunque, gracias a un destierro en Estados Unidos, la tenía mayor que la común ennuestros militares. Tenía una elocuencia fácil e impetuosa, pero deslucida por las chocantesmuecas de una gesticulación sumamente movible, y por ese hablar precipitadísimo que puedeimponer al soldado, pero que en un parlamento toma el aire de lo que llamamos charlatanería olocuacidad… No me fijo en que esa oposición siempre fue batida: eso no es extraño, pues estabaen gran minoría. Después se fue Dorrego a Bolivia, como Ud. sabe, a intrigar con Bolívar, y ensu tránsito de ida y vuelta, se puso de acuerdo con los gobiernos de algunas provincias paraoponerse al sistema o gobierno de sus adversarios. Vino al congreso, como diputado porSantiago, y su conducta allí fue cual había sido en la Junta. Pero jamás, ni en el congreso, ni en laJunta, hizo Dorrego un discurso notable, ni presentó un proyecto, una idea original, una altaconcepción de aquellas que revelan al hombre político o al verdadero jefe de un partido político.A excepción de su verbosidad, nunca sobresalió en nada del común de los opositores o federalesdel congreso. ¿Cree Ud. que un hombre así pudiera vencer parlamentariamente a la presidencia,es decir, al partido unitario? Pues nada más que ésos, amigo mío, eran los fastos o antecedentespolíticos del coronel Dorrego, cuando subió al gobierno provincial… Cierro aquí esta digresióny continúo.

El principal ministro que entonces nombró Dorrego fue Moreno, para gobierno y relacionesexteriores; hombres de luces, pero de pasiones profundamente rencorosas. El primer paso delnuevo gobierno fue una Circular reservada a las provincias, repitiendo contra la presidenciavulgaridades e imputaciones que parecían artículos de diario. Yo, que en esos días hacía deoficial mayor de gobierno, por haber renunciado don Ignacio Núñez, que lo era bajo lapresidencia, al ver eso, renuncié. Pero al fin esa circular era ignorada. Mas lo malo fue que,repentinamente, el 27 de septiembre pasó el gobierno a la Sala un famoso Mensaje, reproducciónextensísima de la circular, y que no era sino una furiosa acusación del congreso, de la presidenciay de su partido. ¿Qué remedio entonces? Los unitarios, que, con la mejor buena fe, dejabandesocupado el campo, que en nada se ingerían, que nada trataban, que no habían escrito ni unrenglón, que ni periódico tenían, que veían rotas así las paces o armisticio, o especie detransacción celebrada, y que se sentían súbitamente acometidos, ¿qué quería Ud. que hiciesen?¿se dejarían calumniar? ¿No debían defenderse en la vía legal? — Provocados, pues, pública yoficialmente alzaron el guante, y armados de hechos y razones, bajaron a la arena de la polémica.Empezaron vindicándose ante el país, en una larga Refutación (obra del doctor Agüero) delMensaje. El diario oficial, el Correo [que daba Cavia (a) Don Magnífico, a quien Moreno habíallevado de oficial mayor a su ministerio], emprendió a refutar, con diez veces más extensión, laRefutación. Estaba en su derecho; pero ya tiene Ud. renovada ahí la lucha entre ambos partidos;y como un error trae otro, y un exceso otro exceso, esa lucha, que empezaba por la pluma, queenconaba los ánimos y que forzaría al partido que tenía el poder a recurrir a medidas injustas, esalucha vendrá a acabar con la lanza y con el entronizamiento de un Rosas. ¿No ve Ud. aquí la

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marcha constante de todos los partidos? ¿la explicación naturalísima de los sucesos posteriores,que, iniciados en sólo el recinto de aquel pueblo, se repercutirían después en sus consecuenciaspor todos los ángulos de la República? ¿Y quién arrojó la primer piedra? ¿Fueron acaso losunitarios? — Pero adelante.

Al mismo tiempo que Dorrego rompía tan injusta e impolíticamente con los unitarios,empezaba a malquistarse con Rosas, y con cierto partido o círculo de éste. Esta desinteligenciasolapada fue creciendo, hasta el extremo de revelarse en la prensa: y el Correo empezó a hablarfuertemente hasta contra los Anchorenas, llamándolos de ideas antiguas, avaros, etc.; al mismotiempo que Dorrego, con su irreflexión y violencia característica, no se recataba de proferiramenazas contra el pícaro gaucho. He ahí ya tres partidos pugnando ¿por algún principio oteoría? No: por… por qué sé yo. En esta época ya no se trataba ni aun mencionaba la federaciónni la unidad; ya no había sobre ello cuestión alguna en la república: por odios personales, porpasiones, por efecto de una política indiscreta. Esa desinteligencia entre los federales habríallegado —como la posterior de 1833— a rompimiento armado si el incidente que ahoramencionaré no hubiera venido a forzarles a unirse.

Entre tanto: empeñada la batalla entre federales y unitarios (sigo usando de estas voces sólopor brevedad y no como propios, hablándose de esta época) por la prensa, aquéllos debían servencidos y lo fueron; no tenían plumas comparables a las de éstos. Al paso que el Tiempo(periódico serio que entonces entabló y siguió Juan Cruz Varela) los atacaba con el raciocinio, elGranizo los despedazaba del modo más temible para un partido, esto es, por el ridículo. ElDiablo Rosado, el Hijo Mayor de él, el Hijo Menor y una cáfila de Diablos fueron apareciendo.Y sepa Ud. que cada periodiquín de éstos que los unitarios emitían contra Dorrego, era unmotivo de loco júbilo para Rosas; él mismo, estregándose las manos de gusto, me lo dijo enmarzo de 1828. — No pudiendo los federales competir por la prensa con los unitarios, acudieronal poder que poseían. Promovieron que se diese ¡y al fin la dieron! una ley restrictiva de lalibertad de imprenta, y destinada principalmente a estorbar ese ridículo que los mataba. Apenasse supo o asomó esta idea, creció la indignación de los unitarios. ¿Y cómo no? Sus contrarioshabían gozado la más amplia libertad y ahora en el poder, esos hombres que habían llamadomalvados, tiranos, déspotas a todas las liberalísimas administraciones precedentes, restringían elejercicio de un gran derecho, porque no podían resistir en la pugna que habían tenido lairreflexión de abrir. Una medida de éstas causaba entonces cuarenta veces más excitación yescándalo, que causan hoy cuarenta asesinatos de Rosas: tal era la fuerza de las ideas y hábitosde liberalidad contraídos en los ocho años precedentes.

Sin embargo, quedaba a los unitarios otra vía legal, y acudieron a ella. Se acercaban lasfamosas elecciones de 4 de mayo (1828), y se propusieron trabajar. Lo hacían con tal éxito, quelos divididos federales se alarmaron; y éste fue el incidente que les hizo volver a unirse, parapoder contener al enemigo común. Pero a pesar de esa unión, y a pesar de los grandes recursos yresortes que en tales casos posee la autoridad, y que fueron puestos todos en acción, era tannumeroso y poderoso el partido unitario que la autoridad tuvo que acudir a las más escandalosasilegalidades y tropelías para impedir su derrota. Grandes excesos se cometieron en aquel día. —Lavalle, que casualmente había venido con licencia del ejército, y que ya era coronel mayor o

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general, presenció uno de ellos en la parroquia del Colegio, y hasta hubo de patear a un capitánde cívicos que quiso asaltar la mesa que los federales habían perdido. Dorrego le ordenó regresarinmediatamente al ejército. Obedeció: pero calcule Ud. qué ideas se formaría él de laadministración de Dorrego; calcule cómo iría el corazón de ese joven, entonces tan altivo;calcule los sentimientos que llevaría al ejército… Todavía quedaba otra vía legal —el derecho depetición— y se acudió a ella. Por primera vez se vio en Buenos Aires ejercer ese derechosolemnemente, ordenadamente, públicamente y sólo por hombres que sabían lo que hacían.Cuando el proyecto de capitalización de 1826, Rosas promovió en la campaña, y como aescondidas, una representación al congreso contra el proyecto, y envió comisionados a variospartidos a conquistar firmas: pero esta representación raquítica de firmas, unas desconocidas, yotras de hombres sin discernimiento, en nada es comparable a la de 1828… Recordaré, con estemotivo, que un juez de 1ª instancia de Chascomús (doctor Campana, camarista después enMontevideo), creyendo absurdamente que eso era ilegal y anárquico, prendió al comisionado deRosas y dio cuenta. El gobierno lo levantó por las tres Marías y le hizo sentir su atentado contraun acto perfectamente legal y lícito. Y con aviso en los diarios. — Se elevó a la Sala la respectivapetición que está en el Tiempo —con más de quinientas firmas de sólo la ciudad; figuraba lo másrespetable de todas las clases: todas las firmas eran conocidas, y no se admitió ningúnpeticionario que no supiese firmar. ¡La Sala la miró con el mayor desprecio y hasta con encono!

Poco después se ofreció una elección parcial de dos diputados en la parroquia de laConcepción; la ganaron los unitarios; y en el acto la anuló la Sala. Se ofreció otra parcial de dostambién en la campaña, en San Pedro (y en este instante no recuerdo si fue en ésta o en la de laConcepción que los candidatos unitarios eran el doctor Gallardo y el ilustrado presbítero donValentín San Martín, muerto emigrado en Montevideo, en 1843, creo) la ganaron los unitarios;pero en la Sala, el fraile Grela sacó una carta que dijo ser de San Pedro, y en la que se decía quese habían cometido ilegalidades, y esto bastó para frustrar la elección.

Después hizo la Sala en la ley electoral ciertas alteraciones que creyó convenirle; y fueentonces que Necochea le pasó la nota indicada en la Nota 25.

La indignación y exasperación habían llegado a su colmo, y se agravaron con escenasocurridas en las calles y cafés, que sería largo referir. — Periodista unitario hubo uno que dabaEl Liberal, costeado por el general Alvear, a quien súbitamente le echaron en la calle un puñadode ají en los ojos. Extráñese, pues, que en este estado de cosas, estado que, comparado con elactual de Rosas, sería envidiable, pero que, comparado con el de las administracionesprecedentes, como entonces se comparaba, y sólo con él podía entonces compararse, venía a sero a aparecer de insoportable opresión; extráñese que, en este estado de fermentación, y cuandose cerraban así todas las vías legales a un partido pujante, y que algunos merecimientos teníapara el país; extráñese, digo, que regresando entonces de la Banda Oriental el primer cuerpo delvictorioso ejército nacional, al mando de Lavalle, y esparciéndose además el rumor de queDorrego iba a disolverle, temeroso de él, extráñese que amaneciera el día 1º de diciembre, paraalumbrar una revolución, destinada a derribar a Dorrego y su partido…

Así, es preciso, amigo mío, juzgar a esa revolución: no mirarla aisladamente y sólo enrelación con las leyes que violaba, sino también en relación con los antecedentes, con los hechos,

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con las violaciones de ley y de derechos que la provocaron, o que al menos le dieron pretextosmuy plausibles. Por mucho menos se hace una revolución.

La de 1º de diciembre era justificada; mas no por esto osaré decir que fue conveniente. Talvez si los unitarios tienen la virtud de sufrir dos meses más sin salir del terreno legal, Dorrego,combatido legalmente por ellos y hostilizado sordamente por Rosas, sin apoyo ni prestigio, caepor sí mismo, y cae para siempre, porque cae entre el desprecio y el ridículo de tener queconfesar su nulidad. La revolución le dio importancia. Su gobierno no la tenía, no había echadoraíces, no había contraído méritos para con el país. En su tiempo, no se proclamó ningúnprincipio, no se planteó ni intentó ninguna reforma, ninguna mejora, ninguna institución. Gloriasmilitares, ninguna, absolutamente ninguna procuró a la república; pues todos, todos los triunfosnavales y terrestres, fueron del tiempo de la presidencia. La celebración en agosto de la paz conel Brasil, con la que tontamente se ha metido tanta bulla, queriéndola presentar como unaconquista de Dorrego, se debió a esos triunfos anteriores y a las atenciones europeas que habíansobrevenido al emperador. Dorrego no tuvo en eso más parte que la material de nombrar losplenipotenciarios, pues hasta la base —independencia de la Banda Oriental— fue la misma que,a indicación de la Inglaterra, había sentado Rivadavia en las instrucciones que meses antes habíadado a García, y que éste desatendió de un modo tan extraordinario e inaudito. — La revolución,además, vino a alarmar y adunar a todos los enemigos de los unitarios y… Pero observo que mehe distraído. Basta ya de esa revolución, y torno al objeto de esta Nota.

Tal es, mi amigo, la historia oficial del gobierno de Dorrego, en su relación con los unitarios,desde el instante de su instalación en 1827, hasta la aurora de diciembre en 1828. — Y preguntoal buen juicio de Ud. ¿ve Ud. en esa conducta, o política, o sistema, o como Ud. quiera llamarle,algo que sea tratar de atraerse a los unitarios? ¿No ve, por la inversa, la guerra más fuerte ytenaz? ¿Se atrae así a un partido? Tan cierto es el tal atraimiento, como la tal risa de los unitariosen sus barbas. No es esto decir que los unitarios no se le hubieran reído, ni tampoco que se lehubieran reído, si Dorrego hubiera procurado eso, no lo sé: es decir únicamente que es falso, ycien veces falso que lo procurase. Puede ser que haya procurado atraerse a Pedro, Juan o Diego(y aun eso lo ignoro), pero eso sería atraerse individualidades, y aquí hablamos del partido, quees cosa muy distinta.

Mi amigo: muchos años después de estos sucesos, estando aquí en Montevideo, oí porprimera vez esa singular especie de que Dorrego buscó a los unitarios y que éstos le repelieron:me llené de sorpresa, y no he podido atinar con el origen de semejante cuento. Mucho después,hablando aquí de cosas pasadas con nuestro común amigo el doctor don Vicente F. López, merepitió eso mismo y procuró sostenérmelo; pero no pudo. La cuestión, cual yo la siento, essencillísima, a saber: sáqueseme un hecho público ¡uno solo! que revele en Dorrego esa política,y además, concílieseme con ésta todos los que dejo mencionados. Esto dije al doctor López. —Puede ser que, como su padre fue ministro de Dorrego en los últimos meses, concibiese esa idea,nada extraña por cierto en un hombre moderado y de luces, y que nada había tenido de federal, yque de ahí brotase lo de que ella se llevó a ejecución. A ejecución digo, porque tampoco bastaríaprobar que existió ese pensamiento; pues Ud. no habla de un nuevo pensamiento o intento, sinoque afirma que él se realizó, desde que afirma que los unitarios se le rieron a Dorrego. Puede ser

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también que éste, u otro que no sea el doctor López, tuviese esa idea: puede ser todo lo que sequiera a este respecto. Lo que yo digo decididamente es que esa idea, si existió, no se tradujo enhecho alguno; y que, por el contrario, ahí están todos esos hechos numerosos, notorios, oficiales,para deponer de la acerba y jamás interrumpida hostilidad que el gobierno del coronel donManuel Dorrego creyó deber declarar y sostener, de todos modos y bajo todos aspectos, contraese partido unitario, al que se dice que trató de atraerse.

NOTA 27

137 - 13. - «salían 700 coraceros, mandados por 14 oficiales generales»… No es así. — Ud.ve que además de que quizás ni en toda la república existiría tal número de oficiales generales,un oficial general no había de mandar hombres. — Salieron el coronel mayor Lavalle, y suscinco o seis coroneles y comandantes de escuadrón. Iban de aficionados, pero sin mando alguno,el brigadier Martín Rodríguez, único oficial general, y el general Madrid.

NOTA 28

137 - 33. - «¿Hizo mal Lavalle?» — Desde el primer instante que yo supe por mi suegro elfusilamiento de Dorrego, lo reproché, y he permanecido en este juicio. Por supuesto que conarreglo a la justicia común, eso no admite cuestión: fue la justicia política lo que consultóLavalle. El publicista Beccaria, que con tanto ardor levantó la voz contra la pena capital, sólo doscasos exceptúa; y el primero es precisamente un caso análogo al en que se halló Lavalle, a quienel grande asesino Rosas osa llamar asesino. Pero la aplicación de esa justicia, que en rigor no essino el cálculo de la conveniencia pública, exige esencialmente exactitud y acierto en ese cálculo:si esto falla, falta la justicia. Esto sucedió a Lavalle. En este oficio modelo que pasó —pues enlaconismo, fuerza y dignidad en el decir, yo no he conocido entre nosotros una plumacomparable a la de Lavalle—, en que echa sobre sí solo la sangre de su víctima, a la que, muy alrevés de Rosas, se guarda de insultar, en ese oficio, apelando a la historia, no viene a hacer otracosa que invocar la justicia política, la conveniencia política. Pero en esto se engañó. Creyó queacabando con la persona de Dorrego, desviaba el único óbice al bien público, tal cual él loentendía; y su cálculo falló en esto. Si en vez de fusilarle, le suelta, y le envía a reunirse en SantaFe con Rosas, con quien estaba malísimamente, Rosas habría quedado a un lado. No sólo habríaasí Lavalle neutralizado la resistencia sino imposibilitádola. Dorrego, presentándose en Santa Fe,solo, derrotado, y debiendo su libertad a la generosidad de su enemigo, habría caído, no sólo endescrédito sino en ridículo: y entonces hubiera sido facilísimo obtener de él, en un arreglo,cuanto se hubiese creído conveniente en pro de esa conveniencia pública. Mas su inútil ejecuciónhizo de él un mártir, y casi un héroe; manchó una revolución justificada; bonificó la causacontraria; aumentó el número de enemigos y libró a Rosas de un rival, o al menos de un superiorincómodo e intolerable para él. — En fin, acerca de ese hecho, bueno es repetir siempre que élfue personalísimo de Lavalle, por su orden: nadie se lo aconsejó. — Cuando se publiquen lasdichas Memorias en Madrid, Ud. verá, entre muchos interesantes detalles sobre este suceso, queLavalle ni siquiera hizo saber su intención a ninguno de los que lo rodeaban, y que, después de

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muerto Dorrego, recién les dijo algo sobre ese particular.

NOTA 29

138 - 21. - «allanar (con la muerte de Dorrego) el único obstáculo que, según ellos (losunitarios), se presentaba para la suspirada organización de la república»… — Mi convicción esque, ni al hacerse la revolución del 1º de diciembre, ni, por consiguiente, al matar a Dorrego,pensó nadie en la organización de la república. Se miró a Dorrego como a un mal gobernante dela provincia de Buenos Aires, y de ahí únicamente nacieron aquellos dos hechos. Nadie acordóentonces de unidad ni federación: en los diarios de aquellos días no hallará Ud. esas palabras, nilo de organizar la república: no hubo un solo grito de ¡viva la unidad o los unitarios! Algo mástarde, cuando la lucha empezó a formalizarse, empezaron a aparecer las voces federales yunitarios. El Manifiesto (obra, creo, del doctor Gallardo) que se dio para justificar la revolución,y que es donde debe buscarse los motivos y objetos de ésta, no recuerdo que dijese que ella sehacía con fines de organización general: todo lo que en él se alegaba, concernía a intereses ycuestiones exclusivamente de la provincia. — Esto no quita, sin embargo, que, si la revolucióntriunfa, se hubiese facilitado o aproximado esa organización: mas ésta, de todos modos, sólohabría sido entonces uno de los resultados, pero no el objeto de la revolución. Ésta parecíaafectada —permítame Ud. la expresión— de una especie de egoísmo provincial. — Éste es almenos el juicio que yo, partidario de ella, he formado.

NOTA 30

139 - 19. - «Vencido en varios encuentros (López solicita en vano una paz tolerable… Rosaspide se le permita trasladarse al Brasil, Lavalle se niega a toda transacción…» — Muchasinexactitudes hay en esto. Rosas, es verdad, estaba en Santa Fe, amilanado, acobardado yocupado en leer comedias; y sin los estímulos de López, a nada se hubiera movido: no osó venir,como debió, a ponerse a la cabeza de las montoneras del Sud, y sólo regresó a la sombra deLópez. También es verdad que, si se le hacen proposiciones, hubiera entrado por todo: pero entretanto, yo ignoro que él propusiera transacción alguna, y, por consiguiente, que Lavalle ladesechase: para trasladarse al Brasil, no necesitaba permiso de nadie. — Cuanto a López, ni en laprovincia de Santa Fe, ni en la de Buenos Aires, hubo con él encuentros ningunos, a excepciónde la batalla del Puente de Márquez. Antes de esta batalla, no solicitó paz ninguna: después deella, hizo aberturas; y Lavalle no se negó a toda transacción, sino que exigió que preliminarmentesaliese del territorio de la provincia.

NOTA 31

139 - 21. - «¿No veis al unitario todo entero?» — Muy cierto es que Lavalle y demásardientes jóvenes que estaban con él, despreciaban al gaucho como soldado, y no dudaban deltriunfo. Razón tenían para creer que con aquellos escuadrones, aunque diminutos, pero tansuperiores como fieles y entusiastas, se llevarían a todos por delante, como en efecto sucedió, y

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hubieran triunfado definitivamente, a no ser por causas que más adelante apuntaré. Pero noconvengo en que ese orgullo y confianza fuesen una peculiaridad del unitario. Esos sentimientos,amigo mío, en circunstancias como las de aquellos jóvenes, eran naturalísimos: los mismoshabría tenido un federal, un monarquista, un francés o un turco: son los del militar, sea o nounitario.

NOTA 32

139 - 24. - «Si Lavalle hubiera… conservado el puerto en poder de los hombres de laciudad»… — No entiendo absolutamente esto. Tocante al puerto y demás, todo siguióprovincialmente, como en tiempos de Dorrego, sin la más pequeña alteración en nada. Ya dijeque al hacerse la revolución no se pensó en nada nacional; ni aunque se hubiese pensado, todoeso no era para aquellos días.

NOTA 33

141 - 42. - «rechazado aquí (el general Paz), desairado allá»… — Completamente falso. Elgeneral Paz llegó escapado, a la Colonia, el 3 o 4 de abril de 1840. Yo en mi tránsito deMontevideo al ejército de Lavalle en Entre Ríos. Salía yo de una gravísima enfermedad, que casime llevó. La Comisión Argentina, de que yo hacía parte, y Mr. Martigny me exigieron que fueraen una comisión. No me paré en sacrificios y fui. Hallé a Lavalle al frente de Echagüe, a quienhabía antes batido en Don Cristóbal, y a quien tenía sitiado y acorralado entre los zanjones yasperezas del Sauce Grande. Llegué a la Colonia el 7. Estuve con él y me dio carta para Lavalle,ofreciendo sus servicios. Estuve con Lavalle en su tienda de campaña, del 3 al 4 de mayo, como20 horas, y regresé a Montevideo en comisión. Lavalle le contestó inmediatamente y conefusión, y me leyó la carta, tan lacónica y bien escrita como todo lo que escribía: «Venga Ud., miquerido amigo (recuerdo que le decía), a ocupar el puesto que merece». Este puesto era el de jefede Estado Mayor. A Lavalle le vino como caída del cielo la evasión de Paz; pues, precisamente,jefe de Estado Mayor era lo que no tenía, y de ello se me quejó mucho esa misma noche quedormí con él (durante la cual, por esa falta, ocurrió allí un incidente). Entre tanto: el buque devela en que yo venía a Montevideo y que debía tocar en la Colonia, para dar la carta al general,tuvo malos vientos: pero nos alcanzó una ballenera a remo, en que venían del ejército paraMontevideo varios individuos. Era tal mi ansiedad por hacer llegar pronto la carta al general Paz,y por que partiese pronto, para el ejército, pues venía yo penetradísimo de la gran falta que allíhacía, que, por ganar días, me desprendí de la carta y la recomendé a uno de aquellos (Azcazubí)para que, tocando la ballenera en la Colonia, se la diese. — Mi buque ya no tuvo que tocar allí.Llegué aquí el 17, y supe que no se halló al general en la Colonia, pues hacía días que había ido aMercedes, a presentarse al Presidente Rivera; pero que su hermano, el señor don Julián, habíarecibido la carta, y encargádose de remitírsela. La recibió en efecto el general (y debeconservarla). Volvió a la Colonia: le escribí yo, volviendo a manifestarle los deseos de Lavalle, yrogándole fuese pronto: nos canjeamos algunas cartas, que conservo. Pero el general teníaalgunos inconvenientes, que su excesiva delicadeza le impedía exponer netamente (falta de

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fondos para su tan trabajada y desvalida familia). Cuando penetramos esto, la ComisiónArgentina se apresuró a vencer en lo posible el inconveniente, y no contenta con esto, otro de susmiembros, el anciano y respetable doctor Agüero, se embarcó para la Colonia, a fin de arrancarde allí al general, y acompañarle él mismo al ejército, y así se hizo. ¡Con toda esta decisión ysacrificios nos hemos conducido en todo aquí! La desgracia fue que en todas estas andanzas sehabían perdido dos meses; y cuando Paz y Agüero llegaron a Punta Gorda (12 leguas más abajode la Bajada), hallaron que se acababa de dar la acción del Sauce Grande (16 de julio), y queLavalle estaba embarcando su ejército para caer sobre la provincia de Buenos Aires. En estanueva situación y cuando Lavalle debía o fracasar en la intentona, o si lograba desembarcar yhacerse de caballos, obrar rápidamente sobre Buenos Aires (¡al menos así se creyó y debiócreerse!), ya no era tiempo, ni lugar, ni se trataba de organizar el ejército. Entonces Paz, no sóloera menos necesario en el ejército, sino que era indispensable en Corrientes. Llegaba lo más apropósito imaginable, para templar o consolar a Ferré, gobernador de Corrientes. Hacía mesesque éste estaba mal con Lavalle, pues se oponía a que en ningún caso pasase el ejército el Paraná,y hasta se había venido al efecto (por agua) al puerto de la Bajada, y allí estaba, desde fines demarzo, en un buque francés (de lo cual nació que se me enviase a mí en abril a verme con ellos,por la relación que con ambos tenía, Ferré es primo hermano carnal mío: es hijo de una hermanade mi padre). Aunque por motivos largos de referir, Lavalle creyó inconveniente que yo pasasehasta el puerto de la Bajada, y más útil que regresara en el acto con cierto encargo. La oposiciónde Ferré al tránsito del Paraná era tan fuerte, que Ud. sabe que cuando, no obstante, el tránsito severificó, declaró desertor a Lavalle: disparate e injusticia, que yo fui el único que impugné aquíen Montevideo por la prensa, a pesar de mi relación con Ferré. Crea Ud. que sí sucedió elmilagro de que no obstante la oposición de su gobernador y su presencia allí cerca, no quedaseun correntino que, con el mayor gusto, no se embarcase en Punta Gorda y no siguiese a Lavalleal otro lado. Esto se debió únicamente al ciego entusiasmo y pegazón a su persona, que estehombre tenía el don especial de saber inspirar siempre a sus soldados. Entre tanto: como aquellaoposición de Ferré se fundaba (y cuanto a esto no dejaba de tener razón) en que el tránsito dejabaa Corrientes descubierta, indefensa, y a merced del ejército de Echagüe existente en Entre Ríos(quien en efecto la invadió dos meses después, y tuvo que retroceder ante los reclutas de Paz), espor eso que el arribo de Paz a Punta Gorda, en las circunstancias indicadas, era una gran fortuna:es por eso que venía a ser mucho más útil y hasta indispensable en Corrientes, para organizar allífuerzas, defenderla, como lo hizo, y contentar o satisfacer a Ferré —que le recibió con los brazosabiertos— y de todo esto nació que allí conviniesen ambos generales en que mientras el unoinvadía a Buenos Aires, el otro pasara a Corrientes… Hé bien: en todo esto ¿dónde está elrechazo y los desaires? ¿cuándo? ¿cómo? ¿por quién? — Borre Ud. eso, amigo mío: porque amás de ser una mentira, es una ingratitud y una injusticia. No sé contra quién se dirija ella: perocontra alguno o algunos ha de ser; pues claro es que alguno o algunos han de haber sido losrechazantes y desairantes.

NOTA 34

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141 - 43. - «que ha visto sucumbir ya dos ejércitos»… — Cuando, como acabo de decirlo,pasó Paz a Corrientes, esta provincia no había perdido hasta entonces sino un ejército —el dePago Largo.

Nota 35142 - 22. - «la cuestión… se ha convertido al fin en cuestión… entre la Pampa por un lado, y

Corrientes, el Paraguay, el Uruguay, el Brasil, la Inglaterra y la Francia por otro: debido todoesto a un pobre proscrito, que ha andado quince años mendigando por todas partes el permiso deganar una batalla»… — Mi amigo: esto ya pasa de hipérbole, — El esclarecido general Paz, aquien pocos aprecian y respetan tanto como yo, tiene en sí mismo y en sus hechos, sobradasglorias y méritos para que sea necesario atribuirle lo que no haya sucedido. Dejemos a un ladoque en 1845, época en que Ud. escribe eso, el Brasil no obraba nada contra Rosas. Pero no escierto tampoco que la intervención de Inglaterra y Francia, que en efecto tuvo lugar ese año,fuese debida, y debida exclusivamente, al general Paz: y eso es lo que Ud. sienta, desde que diceque todo esto fue debido a él. Tal vez quiso Ud. decir que todos esos sucesos vinieron a coincidircon la nueva posición que acababa de asumir en Corrientes el general; a combinarse del modomás feliz, y tal que, sin los funestos errores de Madariaga, el hábil general habría redimido alpaís (como, sin los de Ferré, lo habría hecho antes, en 1842). Esto sería verdad: pero esto es muydistinto de aquello; pues el general no tuvo parte en la producción de esos sucesos. — No la tuvoen que se realizase la intervención europea. — Cierto es que en 1845, el Paraguay firmó unaalianza debida a Paz: pero desde años antes, y sin intervención de éste, se contaba con elParaguay. — El Uruguay, sabe Ud. que declaró la guerra a Rosas en 1839, cuando Paz estabaaún detenido en Buenos Aires. — Si Corrientes estaba en acción en 1845, se debía a Madariaga,que triunfó y la redimió en 1843, estando Paz en Montevideo… No es menos hiperbólico lo delos quince años mendigando el permiso, etc, — Esto es olvidar que el general estaba en libertadsólo desde abril de 1840; y es contradecirse con lo que Ud. mismo acaba de sentar, y con razón,en la página anterior; esto es, que anduvo diez años de prisión en prisión (desde mayo de 1831),— No pudo, pues, escribirse en 1845, que, a esa fecha, hacía 15 años que andaba mendigando elpermiso de ganar una batalla. ¿Dónde? ¿ante quién?

NOTA 36

142 - 31. - «castrado» — Castrador es como le llamaba el bestia de Rosas. Probablemente, oa él mismo le ha repugnado esta salvaje e insulsa tontería, pues hace años que ya no la dice; overía que la tal voz no hallaba aceptación.

NOTA 37

149 - 18. - «las matanzas de septiembre», de octubre de 1840 y de abril de 1842.

NOTA 38

158 - 4. - «Lavalle no obstante su valor, que ostenta en el Puente de Márquez, y en todas

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partes, no obstante sus numerosas tropas»… Debo hablar de esta batalla, que es tan comúnsuponer perdida por Lavalle: lo cual creo nace en las provincias. 1º Del bombástico y falso parteque López dirigió a Santa Fe, y en que contaba, el necio, que había triunfado, y que Lavalle sehabía refugiado en las quintas de Buenos Aires, etc.: parte que circuló en las provincias, donde,por la total incomunicación con Buenos Aires, no había cómo ir a la otra parte. Cuando despuésde bastante tiempo, se conoció en Buenos Aires ese parte, Ud. no puede figurarse la sorpresa quecausó la imprudencia de López. — Uno de los jefes de Lavalle, el coronel Frolé, francés, oficialcientífico, publicó en el acto unas observaciones, marcando los desatinos y sandeces de López. 2ºDe que, como la causa se perdió, y al enemigo le convenía atribuirse ese triunfo, siguió ésterepitiendo la expresión derrota del Puente de Márquez, que quedó consagrada, sin que nadiepudiese o se cuidase de levantar la voz en contrario; pues después de Frolé, nadie se ha tomadoel trabajo de escribir sobre esto. Lo haré yo brevemente y sentaré hechos. — Las fuerzas deLavalle no eran numerosas: serían 1.500 hombres de las tres armas; y las de López y Rosas,8.000. La pérdida fue la de la caballada, que dejó a retaguardia; pues aquellas nubes de cosacoslo rodearon por todas partes, y la arrebataron, desordenando, allí, a los Húsares, los cuales sereplegaron sobre las quintas de San José de Flores, y no tuvieron parte en la acción. Se peleótodo el día: un solo escuadrón de Lavalle no fue desordenado: cargas sobre cargas, en todasdirecciones: se llevaban todo por delante: pero las nubes se abrían, vagaban en todo, y si se poníaa tiro, las otras dos armas las alejaban en el acto. Ésa fue la batalla del Puente de Márquez, a sieteleguas de Buenos Aires: — y primer hecho: Lavalle quedó en el campo de batalla, — Segundohecho: Lavalle no tuvo prisioneros, ni pérdidas de hombres: al menos oficiales, creo que nomurió uno solo; lo cual no sucede en una derrota. — Tercer hecho: el vencedor López envía enseguida un parlamento (que entró de noche hasta el fuerte de Buenos Aires, y en cuya comitivaiba el entonces muchachón, hermano de López y después gobernador de Santa Fe), proponiendola paz y el derrotado le responde que, ante todo, abandone el territorio de la provincia. — Cuartohecho; sea por esto, o porque temió que una división que se mandaba por el Paraná le tomase laretaguardia, o cayera sobre su Santa Fe, se retira de la provincia, quedando solo Rosas con lasmilicias o gauchaje de Buenos Aires. — Quinto hecho: Lavalle, que se había situado, no en lasquintas, y mucho menos en el recinto de la ciudad (donde Ud., renglones más abajo, le suponeencerrado), sino en los Tapiales, a cuatro leguas, permanece allí durante los meses ulteriores,hasta que celebra la paz; sin que los tales vencedores osaran, no digo buscarle allí y acabarle, locual les sería muy fácil, puesto que lo habían derrotado en el Puente, pero ni siquiera acercarsejamás. Durante todo este tiempo y desde que Lavalle salió de Buenos Aires contra Dorrego, enprincipios de diciembre de 1828, residió en Buenos Aires un Gobierno Delegado por Lavalle, elcual era gobernador provisorio, nombrado por la ciudad el 1º de diciembre. Los gobernantesdelegados fueron, primero, Brown, y después, Rodríguez. Los principales ministros de ellos,fueron el doctor Díaz-Vélez, el general Paz, S. Carril y el general Alvear. — Sexto hecho: elamericano Rosas, después de vencer en el Puente, implora el auxilio de la marina militarfrancesa, para que ataque a sus enemigos, entre el Paraná, etc., etc. — Séptimo hecho: como enBuenos Aires, sitiado y circundado por las montoneras, no había carne para el consumo, Lavalle,por varias veces, tomaba su caballería, se internaba algunas leguas, los vencedores le abrían

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cancha, juntaba ganado, especialmente de la Estancia de Rosas, sita en el Pino, a nueve leguas deBuenos Aires. Pero esto no era saqueo ni confiscación. No. Esos ganados se entregaban enBuenos Aires a una comisión (uno de sus miembros, doctor Lino Lagos, estuvo ahora poco enValparaíso, ido de aquí). Ésta corría con su distribución y venta, y el dinero se entregaba a losdueños. La mujer de Rosas recibió muchas cantidades. Rosas hacía así un buen negocio; pues sintrabajo, ni costos, vendía haciendas al buen precio consiguiente al estado de sitio. Así notará Ud.que a pesar de tantos insultos que posteriormente Rosas vertía contra Lavalle, no osó decir queéste hubiera robado, saqueado, ni atacado la propiedad de nadie. Y la traía con mucha calma aBuenos Aires. ¿Qué mejor ocasión para cargar y ultimar hombres ya vencidos, en campo raso, yenteramente separados de su infantería y artillería? Pero basta de esto: hasta fastidio me causahablar de semejante cuento.

NOTA 39

158 - 6. - «sucumbe al fin de la campaña»… — Esto necesita largas explicaciones; porqueaquí hay verdad en el fondo de la idea, e impropiedad o equívoco en la palabra. Muchas ideas ysucesos se enlazan con esto; y esta Nota será, probablemente, la más extensa de todas.

Renglones antes observa Ud., con exactitud, los efectos que produjeron en Facundo «tropasdisciplinadas y dirigidas por las máximas estratégicas, que el arte europeo ha legado a losmilitares de las ciudades». Bien: pues Lavalle, en 1829, no peleó jamás gauchamente, nimontoneramente, sino según el arte estratégico europeo, empleado en Ituzaingó, y siempre contropas disciplinadas. El inesperado desenlace que tuvo la cuestión no debe, pues, buscarse ennada de eso, ni, por consiguiente, en que Lavalle fuese oficial de caballería, como conjetura Ud.renglones más abajo: lo mismo habría sucedido, aunque lo hubiese sido de otra arma. Tampocodebe buscarse en esa especie de ley oculta, que, según el sistema de Ud., debía a la larga dar eltriunfo a las campañas pastoras sobre las ciudades. Yo no creo en tal fatalismo, al menos en lageneralidad en que Ud. parece reconocerlo. Que a la corta o a la larga debía haber colisión entreambas fuerzas, sí; pero no que precisamente, ni aun probablemente, debiese vencer el gaucho.Algunas veces pueden triunfar las campañas sobre las ciudades, del mismo modo que algunasveces, entre dos ejércitos, vence aquel que menos probabilidad tenía de vencer; sin que de talessucesos, explicables por causas o diferencias accidentales, pueda deducirse una regla general.Creo, por el contrario, que si alguna regla pudiera establecerse en esto, es la de que, por locomún, deben triunfar, tanto a la corta como a la larga, las ciudades sobre las campañas: habloespecialmente, no de las ciudades mediterráneas, sino de las riberanas. Los grandes resultadosobtenidos en 1829 y 30 por el hábil Paz en Córdoba, a pesar de ser ciudad mediterránea, estándeponiendo contra la teoría de Ud.; y si esa causa se perdió allí en 1831, esto se debióexclusivamente: 1º A los accidentes e ineptitud de jefes que facilitaron los triunfos de Quiroga enlos ríos 4º y 5º y en Rodeo del Medio. 2º Al accidente extraordinarísimo de la boleadura delgeneral: y 3º A que se dirigieron sobre Paz las fuerzas, no meramente de las campañas pastoras,sino las de las ciudades litorales, especialmente las de la ciudad de Buenos Aires; Rosas enviótropas veteranas y jefes veteranos. Si la guerra fuera hoy lo que era en los antiguos tiempos,

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pudiera tal vez sostenerse la teoría de Ud.; mas en el estado actual de aquel arte, lo natural es quela ciencia, la civilización, los recursos triunfen, a la corta y a la larga, de las campañas que nadade eso tienen. El poder de las ciudades marítimas es inmenso; y una prueba ilustre de ello, es laactual resistencia de la heroica e inimitada Montevideo; y eso que no es gauchaje ni montoneralo que Montevideo tiene a su frente. Además: para poder sentarse la teoría de Ud. como doctrinageneral y segura, sería preciso que en esa lucha obrasen, de un lado, exclusivamente lascampañas, y del otro exclusivamente las ciudades: y esto ni ha sucedido, ni sucederá jamás.Siempre hubo a favor de las ciudades, hombres de las campañas o gauchos; y a favor de lasmontoneras, hombres y elementos de las ciudades: la tercerola, la lanza del montonero, son unproducto de las ciudades, un producto de las artes, de la civilización. Mas si los grandes poderesde ésta no son aprovechados, y si, por el contrario, se obra de un modo que parece dirigido ainutilizarlos, entonces se rompe el equilibrio de las pasiones; entonces la ciudad ya no obra comociudad; y si cae, no por eso puede decirse que cae a virtud de una ley necesaria, sino a virtud desu inhabilidad, o de sus errores, o de su incuria. Entre tanto: el escritor lejano, que no está, nipuede estar, al cabo de los detalles, sólo ve el hecho en grande, sólo ve el resultado. ¿Quiéntriunfó? la campaña: y sobre este dato levanta el edificio de su sistema, atribuyendo el resultado,no a las causas, que, para producirlo, han venido encadenándose en progresión, sino a ciertasideas, al poder de la barbarie, y a otras. No niego que éstas concurran y coadyuven; pero no sonesencialmente determinantes, ni principales.

La causa del 1º de diciembre sucumbió porque no bastaba, para su triunfo, el valor, ni aun labuena dirección meramente militar (admitiendo que haya habido): se necesitaba, además, querery saber aprovechar sus inmensos recursos; se necesitaba buena dirección política y gubernativa;se necesitaba constancia, firmeza y otras calidades que Lavalle no poseía. Este hombre, cuyamemoria es para mí muy querida, tan valiente, tan desinteresado, tan buen padre de familia, detantos servicios, de deseos tan puros y patrióticos, de sentimientos tan caballerosos, de buentalento, de buena dicción, no tenía, sin embargo, otras varias dotes, indispensables para constituirun hombre público, una cabeza de gobierno o de revolución, y mucho menos en circunstanciasdifíciles. A veces era dócil, pero generalmente obraba por sí solo y a despecho de sus amigos: sise le hacían observaciones, decía que se le quería trabar o dominar: se aburría o amilanaba antelas dificultades o contrastes: sobre todo —y éste era, a mi juicio, su más visible y más funestodefecto—, no tenía perseverancia, ni fijeza en sus planes y resoluciones, que variaba de un día aotro, con admirable facilidad. En 1839, aquí en Montevideo, cuando se trataba de queemprendiese el obrar contra Rosas, como al fin lo emprendió con tanto mérito y heroísmo, y ledoy este nombre porque el 2 de julio en que aquí se embarcó, fue, a mi ver, el más meritorio yglorioso de Lavalle, más que el de Riobamba —cuando de eso se trataba, repito, Lavalle era,poco más o menos, el mismo hombre de 1829, con la misma versatilidad en sus resoluciones. Talvez nadie, aquí, estaba tan al cabo, como yo, de sus ideas y secretos. El mismo hombre encontréen Entre Ríos, cuando en 1840 fui a conferenciar con él: y esto explicará a Ud. su conductaposterior en la provincia de Buenos Aires y en las interiores. Ahora no puedo sino hacer estasindicaciones: la prueba de todas ellas necesitaría muchos pliegos de papel. Si llego a escribir misApuntes Biográficos, que he prometido a Ud., entraré probablemente en menudencias y

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explicaciones, sobre cosas y puntos ignorados de Ud. y de casi todos, y los cuales no le dejaránduda de la verdad de lo que aquí siento. Sólo anticiparé, respecto de la grande empresa iniciadaen 1839, que ella fue de tanta más abnegación cuanto que Lavalle la acometió sin ninguna fe enel éxito. ¡Qué había de resultar! La acometió, como indicaré después, por compromiso de honory patriotismo, cual el que sabe que va al sacrificio: la acometió de súbito, sin elementos ycontrariado por la autoridad: la acometió en una volcánica erupción de los más nobles ygenerosos sentimientos excitados con la noticia del asesinato de los Mazas, que recibió el 1º dejulio: noticia que le hizo llorar como no he visto jamás llorar a un hombre… Pero me distraigo.En mis apuntes biográficos, si soy tan feliz que pueda organizados, se hallarán muchos detalles,no sólo acerca de puntos y materias que ya he tocado y tocaré en las presentes Notas, sinotambién acerca de muchos otros, que no pueden encuadrarse ni aun mencionarse en éstas. EsosApuntes y estas Notas contendrían entonces porción de noticias e informes, que explicaríanmuchas cosas de la historia de los últimos treinta años. Esos detalles, o son ignorados por loshombres que hoy viven, o están olvidados o confundidos. Sea por ignorancia, o por incuria, o porlo tedioso de esta tarea, o por no renovar recuerdos penosos, el hecho es que nadie ha cuidado nicuida de consignarlos al papel: y entre tanto, estoy muy penetrado de que, sin ellos, la historia seexpone a formar juicios grandemente equivocados.

No era fácil, pues, que saliese avante una causa, que estaba en las manos, exclusivamente deun hombre así. Pero sigamos.

Sea por no comprometer el secreto, o porque Lavalle, conociendo bien el estado de laopinión, no dudase que el pueblo le aprobaría, o porque creyese no necesitar de nadie para haceruna revolución, sobrándole con sus jefes y soldados, en lo que tenía razón, si en una revoluciónno hubiese que buscar sino el éxito material y del primer día, ello es que muy contados, quizá niuna docena, estaban en el secreto: yo no supe una palabra hasta después de hecha. No apruebo nirepruebo ese modo de proceder: él tendría sus ventajas, pero también tenía un inconveniente, quefue necesario y perjudicial. En efecto: esa famosa revolución de 1º de diciembre, amigo mío, sehizo sin más objeto, al menos por entonces, que el vago y general ¡abajo Dorrego! Se hizo, perosin ninguna idea política fija —no se asombre Ud.—, sin ningún plan formado, sin haber antescombinado ni convenídose en una marcha, principio, ni administración. El naturalísimo ¿y quéhacemos en seguida? parece que no entró en las previsiones de nadie. No dude Ud. de esto: lehablo por lo que mis ojos vieron muy adentro.

Advierta Ud. que en la mañana del 2 de diciembre, Lavalle, a quien yo no conocía aún, ni éla mí, me envió a llamar a mi casa, para que, mientras se nombraban ministros, me encargase, encalidad de oficial mayor, del despacho de todos los ministerios. Me resistí muchísimo, entreotros motivos, por mi posición especialísima (yo vivía con mi suegro, que era enteramente delotro coronel, como dice Moratín): pero tanto hizo, que cedí, aunque advirtiéndole que sólo seríapor pocos días. Así verá Ud. en el Registro Oficial y diarios de la época, que los primerosdecretos o actos del gobierno de Lavalle sólo llevan la firma de éste y la mía. En esa mismanoche del 2, ya vi en el Fuerte una cosa (omito detalles que sólo en mis Apuntes pueden entrar)que me volteó el alma a los pies.

Al fin: se nombró de Ministro General al doctor Díaz-Vélez (el que había figurado en la

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oposición). Esta elección se me debió a mí: ella fue muy acertada y muy desacertada: tengo lafirme convicción de que hice con ella mucho mal y un gran servicio. Estas paradojas, sólo en misApuntes pueden tener la larguísima explicación que necesitan. Anticiparé únicamente que esaelección llegó a ser inevitable; porque —tampoco se asombre Ud.— ¡no había a quien nombrar!Esto solo ¿no le envía ya a Ud. la idea de un completo desacuerdo, de un completo desquicio,efecto de la ninguna combinación previa? Pues esto, como digo a Ud., sucedía ya en la noche del2. — En fin: el 4 o 5, vi en Lavalle cierta cosa que me acabó de desazonar: y así es que el 10,apenas llegó la noticia de la victoria de Navarro, y cuando mi retirada del Fuerte no podía yaatribuirse a temor, tomé mi sombrero, y callado, me fui a mi casa; sin que las cartas, ruegos ypromesas de Díaz-Vélez porque no le abandonase, fuesen parte a moverme. Pero ya Ud.comprenderá si en esos ocho días habría yo podido ver y observar lo bastante para formar eljuicio que he emitido.

Este desconcierto y falta de plan con que se inició la nueva administración, prosiguió sininterrupción hasta el fin, hasta el desenlace. ¿Debía esperarse algo bueno? No es esto sólo. SaleLavalle a campaña, dejando de delegado a Brown; vence en Navarro el 9; fusila a Dorrego el 13;hace una inútil y larga correría por el sud; vuelve a Buenos Aires; se prepara y emprende su nomenos inútil campaña contra Santa Fe, dejando de delegado a Rodríguez mientras a su espalda,en la provincia de Buenos Aires, empiezan a pulular las montoneras (a las cuales sólo el coronelSuárez había logrado antes darles un excelente golpe en las Palmitas); es totalmente inútil esacampaña a Santa Fe, pues López es intangible como sombra fugaz, y no se le puede pillar a tiro;las montoneras que crecen en la campaña de Buenos Aires, y que obtienen algunas ventajas,inducen a Lavalle a desprenderse de los Húsares de Rauch, que retrocede, y por una fatalidad, esdeshecho y muerto en Polvaredas; obliga este contraste a Lavalle a retroceder desde Santa Fe,separándose allí de Paz, que sigue para Córdoba, con el 2º cuerpo del ejército nacional; vieneLavalle a Buenos Aires; sale a campaña; logra pillar en la Matanza al cuerpo principal de lamontonera, al mando de Prudencio Rosas, y en número de 4.000 hombres, y en el acto la carga ydeshace, aunque ella va a reunirse por ahí; llegan después de Santa Fe López y Rosas, quereúnen entonces bajo su mando todas las montoneras; síguese inmediatamente la dicha accióndel Puente de Márquez; y poco después, como he dicho, retírase López a Santa Fe, quedandoRosas en la campaña y Lavalle en los Tapiales. — Hé bien: desde mediados de abril, en quesucedió esto último, hasta el 24 de junio en que se firmó la primera Convención, ¿qué hizoLavalle o el gobierno delegado? ¿qué proyectaron? ¿qué plan o combinación formaron? No sehizo más que enviarse a los Húsares por agua, no sé a qué, a San Nicolás de los Arroyos, yenviarse la división que he mencionado en la Nota anterior, división de enganchados en su mayorparte, y la cual, aunque debía atacar o amenazar la ciudad de Santa Fe, no hizo más quedesembarcar en un pueblo de la provincia de Buenos Aires y saquearlo. ¡Pobre causa!

Lavalle, a mi ver, estaba, o desanimado de la empresa, al mirar a toda la campaña sublevaday cuánto había que trabajar para domarla; o estaba fastidiado y cansado de aquel género deguerra, nuevo para él. Su inacción, de que participaba el gobierno, y que era necesariamente letalen guerras de ese carácter, no se explica, como lo pretenden algunos, con la falta de la caballadaperdida en el Puente de Márquez. No tendría caballos para hacer una campaña: pero para alguna

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operación suelta, para un golpe de mano sobre Rosas, cuyo cuartel general estaba generalmente asólo 4 o 5 leguas de los Tapiales, los tenía, como lo muestran las incursiones y arreos de ganadosque hacía. Sobre todo: si no las tenía, ¿qué hacía él o el gobierno para procurárselos, cuando nofaltaba el dinero al efecto? Nada. Si no podía procurárselos en la provincia, muy fácil era hacerloen la Banda Oriental, mucho más cuando Lavalle tenía entonces grande amistad con Rivera.

Había otro árbitro. — El armamento de la mayor parte del gauchaje no nacía de ideas, ni depasiones, ni de sistema, ni de amor a Rosas, sino que sucedió lo que era natural. La campañaquedó entregada a sí misma; se armaron al principio algunos centenares, que tal vez lo haríanimpulsados de aquellos sentimientos; pero la mayor parte se armaron o acudieron despuésporque se les ordenó, por novelería, por la regla de ¿dónde vas, Vicente?, porque, en fin, nohabía entonces otra cosa en qué ocuparse en la campaña. Era la primera vez que ésta se declarabacontra la ciudad; pero entonces no mediaba ese espíritu de venganza, esas pasiones enconosas,que después supo criar Rosas, y que pueden suplir en el soldado la falta de paga y de todo otroestímulo, e inducirle a sufrir con firmeza los trabajos y privaciones. Así es que, en junio, losgauchos empezaban a aburrirse de una guerra tonta, monótona y reducida a correrías y griterías.Además: sufrían ya muchas privaciones, resultado de la interdicción del tráfico con la ciudad:estaban bloqueados: los vicios se habían concluido en la campaña: no había trabajo ninguno enella: el gauchaje que vive de salarios, estaba pobrísimo. Todas estas circunstancias hacían fácil elganarse a cualquiera de los muchos caudillejos que rodeaban de cerca a la ciudad, y con loscuales se estaba casi al habla: ganarlo para que proporcionase caballos, o al menos ganado. ¡Peroni siquiera se intentó!

Un solo caudillejo que se le hubiera defeccionado a Rosas, lo habría hecho temblar; pues ladesconfianza es una de las calidades más pronunciadas de su carácter. Rosas conocía lo penoso ycrítico de su posición: no divisaba desenlace alguno favorable para él: hubiera entrado porcualquier arreglo prudente, que salvase, con los suyos, su persona y su amor propio: cuanto a losbienes, no había que hablar; no corrían riesgo alguno. Él vivía mártir, temiendo defecciones,temiendo sorpresas o golpes de mano, con el alerta en la boca, y lleno de precauciones ycautelas. Y tenía razón, pues nunca pudo él esperar tan incomprensible y prolongada inacción eincuria de sus contrarios, que tenían tantos elementos y medios de dañarle. Toda la ciudad estabapronunciada, y algunos encuentros de sangre sostuvieron los aficionados. Todos estaban sobrelas armas, hasta franceses y españoles, mulatos y negros libres, compadritos, artesanos,hacendados, propietarios, comerciantes, etc.; y todos con la mejor buena fe y decisión, dispuestosy prontos para todo. En una ciudad tan populosa, fácil era haber hecho enganchamientos paraaumentar la caballería con algunos escuadrones; más fácil aun era sacar, sin tocar a laesclavatura, dos o tres mil infantes que no serían por entonces veteranos, pero que en breve (o sino, véase lo hecho en Montevideo en 1843) podrían batirse, y que, sobre todo, tales cualesentonces eran, eran muy capaces de hacer frente a montoneras indisciplinadas y malamentearmadas. ¿No sacó Rosas de Buenos Aires, en 1831, a los cívicos, y los envió nada menos quehasta Córdoba? Había entusiasmo, había hombres, había fondos, había los grandes recursos deun Buenos Aires, estaba libre el puerto, las costas dominadas, se contaba con una marina militar,fuerte y decidida, ¿No cree Ud. que había sobrado? Pero nada se hizo, nada se proyectó, nada se

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aprovechó: se vegetaba, se iba con el día. ¿Qué más? Actualmente hace dos años que el asediadoMontevideo se provee del ganado del Brasil: cien veces más fácil y pronto era proveer a BuenosAires de ganado de la Banda Oriental, comprándolo en la Colonia o Vacas, sin tener para ello elgobierno que hacer otra cosa que estimular el interés individual. Pues ni en esto se pensó; y envez de eso, tenía Ud. al gobernador y general del ejército, que debía ocuparse de batir alenemigo, convertido en abastecedor.

De este modo, ¿cómo no se había de perder la causa, amigo mío? ¿Y cómo atribuir esapérdida a un poder oculto, creciente, invasor y barbarizado, inherente a las campañas pastoras,cuando se están tocando las muy diversas causas de ella? Sin embargo: tan robusta era lavitalidad de esta causa, que ella, aun en junio, no estaba, ni remotamente, perdida. Para perderla,era todavía preciso que Lavalle saliera de su inacción, a fin de obrar, no por ella, sino contra ella,aunque sin preverlo ni quererlo. — Estaban en Buenos Aires don Manuel J. García, don TomásGuido, don Mariano Sarratea y otros hombres de respeto (Rivadavia y Agüero, disgustados de loque veían, se habían ido a Europa, desde abril, creo). Aunque la mayor parte de ellos no eranamigos de la causa por motivos que sería largo explicar (entre ellos, ilusiones que se formabanacerca de lo que era el buen paisano de Rosas), con todo, tampoco eran verdaderos enemigos; ya ellos se agregaban algunos que lo eran realmente, como Álzaga, Arana, etc. Los principalescomponían un círculo medio, casi una tercera entidad. Quizás conociendo el estado moral deLavalle y el de Rosas, o quizás por sugestión de éste, con buena o con mala fe, ello es queemitieron la idea de transacción. Lavalle la adoptó, con la imprudencia de no ocultar su ansia porella, al punto de no querer comisionados al efecto, sino hacerlo por sí mismo: se rodeó de esosindividuos; no consultó con sus amigos de la ciudad, ni aun con ninguno de los jefes de suejército; tomó sólo su escolte, y fue y se metió en el cuartel general Rosas (estancia de Miller),donde ya habían ido los individuos dichos. — Rosas sabía que Lavalle iba: y el miedoso osuspicaz gaucho, quién sabe si no temió a Lavalle con sólo su escolta; o si no desconfió algúnlazo de aquellos mismos individuos. Ello es que no le esperó: había ido, decían, no sé a quédiligencia. — Lavalle se echó a dormir, tal vez en la misma cama de Rosas, y durmió con latranquilidad que en su casa. — Vino Rosas; y cuentan que se paró y estuvo contemplando en susueño a aquel hombre singular. ¡No lo haría yo! (estaría tal vez diciendo entre sí). — Hay en eserasgo de Lavalle, en esa confianza, algo de característico, de noble e imponente. Allí se redactó yfirmó prontamente, el 24 de junio, entre «el general don Juan Lavalle, gobernador y capitángeneral provisorio de la provincia de Buenos Aires, y el comandante general de campaña, donJuan Manuel de Rosas», esa convención que Ud., por no estar en pormenores, dice que teníatodos los vicios de una capitulación. También Madrid había escrito en sus Memorias que Lavallecapituló, sin otro fundamento, según me ha explicado, que el de que así lo oyó decir en lasprovincias. ¡Así se propagan y arraigan los falsos testimonios históricos! Lo esencial de esepacto fue que se harían elecciones generales para representantes (los cuales, consiguientemente,nombrarían al gobernador propietario); que ambas partes se someterían, con sus fuerzas, alnuevo gobierno; y que nadie sería molestado por sus hechos u opiniones, siendo inexorables enesto las autoridades, etc. — Lo demás era subalterno.

Vino Lavalle a Buenos Aires y vino muy creído de la buena fe de Rosas, y muy alucinado

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por él, muy persuadido también de que iría él, Lavalle, a dar una sableada a López, a quien teníaganas. Rosas posee admirablemente el don de engañar: bien que esto es muy fácil, respecto decaracteres abiertos y nobles, que todo lo revelan y que miden a los demás por sí mismos. A lascorporaciones que fueron a felicitarle, les dijo que había hecho la paz, porque de seguir la guerra,sería preciso que una mitad de la población degollase a la otra, con otras hipérboles, así. En suproclama dijo que había desdeñado una victoria, que habría completado la ruina pública: quehabía consentido en todo lo que se le había pedido, si ello no le alejaba del objeto por que habíapeleado: que había jurado olvidarlo todo (vea Ud. si puede decirse que capituló quien así hablabaa presencia de Rosas): que, en fin, en sus enemigos (en Rosas) sólo había encontrado porteñosverdaderos. ¡A fe que el gaucho —que se reiría grandemente de aquella candidez— se haguardado siempre de hacer ni el más pequeño elogio de su magnánimo enemigo!

Entre la convención y las elecciones, medió un mes. En este intermedio, Lavalle no quiso oíra sus amigos, y se aisló enteramente. Hizo más. Tan creído estaba del cumplimiento de laconvención por Rosas, y tan lo miraba ya como amigo, que, antes de ver si la cumplía, le abrió elparque y le proveyó de armamento. El guachaje, con sus divisas y plumas, entraba y salíalibremente de Buenos Aires y se proveía de todo. El descontento era grande, en la ciudad y en elejército. Las clases inferiores vieron todo concluido, y empezaron a salirse y reunirse a Rosas.Éste, además, se apresuró, en ese intermedio, a formar, con la esclavatura de la campaña (que enla ciudad había sido tan respetada), un numeroso cuerpo de infantería de línea, al mando de unexcelente jefe —el coronel J. Olazábal. Éste fue uno de los jefes del 1º de diciembre, pero mesesdespués excitó fuertes sospechas —no me consta si justas o no—, le quitaron el mando delcuerpo, y se pasó a Rosas. Allí estuvo sin destino, pues Rosas no tuvo infantería hasta la épocade que voy hablando. — Después, en 1833, fue uno de los principales enemigos de Rosas, ymurió emigrado aquí, en 1841.

Aquel descontento nacía, a mi juicio: 1º De que en la persuasión que había de que se podíavencer totalmente a Rosas, y en las exageraciones de que siempre adolecen los partidos, todaconcesión se miraba como perjudicial e indebida: se quería mucho más de lo obtenido; 2º De quela mala impresión que causó el primer conocimiento que se tuvo de la convención, y la conductade Lavalle en ella, retraída, personal y arbitraria, fue ásperamente agravada después con lalejanía en que se puso del partido, y con sus demás procederes; 3º De que no se vio, o al menosno se quería decir, que la convención era, en sí, buena. — No sé si yo fui el primero en verlo:pero sí sé que fui el primero que tuvo el coraje de decirlo por la prensa. Era tal el disgusto y tal lamanía de que todo estaba perdido, que lo de las elecciones sólo causaba risa y desprecio; semiraban con total indiferencia, y nadie pensaba en eso, sino en dejar el campo libre al partido deDorrego, o sea de Rosas, el cual, engreído, se ponía en agitación. Este desaliento medesesperaba. — Escribí, pues, un largo comunicado (que publicó El Tiempo y que conservo).Quizás hice un mal: quizás abrí algo los ojos a Rosas sobre la importancia real de lo que habíafirmado, y produje o robustecí su resolución de no cumplirlo. ¿Pero qué otro medio había desacudir los ánimos que el de la prensa? Manifesté, sin herir en lo menor a Rosas, que en laconvención no había concesión más importante a éste que el reconocerle el carácter decomandante general de campaña, que investía en tiempo de Dorrego; pues lo de que él nombraría

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(mientras se elegía al gobernador) a los empleados policiales en la campaña; lo de que sereconocerían los grados de sus oficiales, y los documentos que él había firmado para el sostén desus fuerzas, todo eso (además de ser una confesión de que la superioridad y legitimidad noestaban de su parte, pues en tal caso serían redundantes esas concesiones) era, respectivamente,pequeño y subalterno: Que entre tanto: en todo lo demás, en lo concerniente a la cuestiónpolítica, que era lo importante, no había obtenido nada de lo que pretendía —castigar a losdecembristas, vengar la muerte de Dorrego, restablecer las cosas sobre el pie antiguo, y, porconsiguiente, la Junta vieja (la que había el 1º de diciembre): Que, al contrario, reconocía lajusticia de la revolución, desde que reconocía al gobernador de la provincia, nombrado en aqueldía: Que el objeto de la revolución fue ¡abajo Dorrego! y establecer otra administración; y esteobjeto estaba enteramente salvado en la convención, desde que se pactaba que se hicieranelecciones: Que así venía a estar en nuestras manos el que hubiese una buena Sala, la que elegiríaal gobernador, y hubiese, por consiguiente, la apetecida buena administración: Que, por lomismo, lejos de abandonamos a los brazos de la muerte, era entonces que debíamos huir delmortífero ¿qué me importa? que se predicaba y ponernos todos en pie, y trabajar ardientementeen las elecciones, etc., etc, — Esto, que dije extensamente, lo dije, no meramente por animar yestimular, sino, además, con la misma íntima convicción en que aún hoy me hallo, de que aquellaconvención, lealmente ejecutada, era honrosa y útil. ¡Ni cómo adivinar que Lavalle consentiríasu infracción y pactaría otra cosa! — Pero no anticipemos.

Esta publicación fue de grande efecto. Los hombres empezaron a reflexionar y a sacudir suletargo y apatía… Hice más. En mi estudio (que tenía en sociedad con mi querido y único amigode mi vida, el distinguido y finado doctor Belgrano. Pocos hombres han reunido más bellascalidades que este amigo de mi corazón. El apreciable doctor Aberastain puede informar a Ud. sime equivoco. ¡Oh! Entre los muchos contrastes de mi vida, figura principalmente el de supérdida. Si llego a escribir mis Apuntes, muchos renglones consagraré a su digna memoria) conel doctor Roig, mendocino, y con Lorenzo Torres (hoy tan federal), convoqué, y se empezaron ahacer las reuniones previas, todas las posteriores, que se fueron aumentando. Allí se discutió,organizó y dispuso todo; los hombres fueron entrando en calor; y a los pocos días, por medio delas comisiones subalternas o parroquiales que instituimos, tuvimos a todo Buenos Aires enmovimiento. Formada nuestra lista, enviamos a Lavalle una comisión (en que figuraba suhermano don José, que hoy está aquí), para mostrársela y saber si podríamos contar con lacooperación de la autoridad, por medio de la policía y demás. Contestó que deseabatriunfásemos; pero que él, a virtud de lo convenido con Rosas, no podía apoyar lista alguna, ysería neutral en la lucha. ¿Ha oído Ud. cosa igual? A pesar de ese abandono por parte delgobierno, y de que, llegado el día de las elecciones, Rosas inundó con sus cosacos armados lasparroquias de los suburbios, con todo, en todas ellas, les ganamos muy lejos las elecciones.

La causa, pues, estaba así salvada, o al menos no estaba perdida. Pero Rosas, a pesar de quetenía seguro el equilibrar la Sala por medio de las elecciones de la campaña, donde, por supuesto,se nombraría a quienes él quisiese, sin embargo, se alarmó con aquel resultado y con todo lo queél significaba: refunfuñó, amenazó con renovar las hostilidades y al fin, al cabo de muchos días,declaró que no pasaba por el resultado de aquellas elecciones. Bien conocía él las disposiciones

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de Lavalle, y bien sabía que tanto como él había ganado en ese intermedio, moral ymaterialmente, otro tanto había perdido Lavalle. — Con todo, aun así, si Lavalle sacude susopor, vuelve a sus amigos, forma una resolución vigorosa y, afianzado en esa escandalosaviolación de un pacto tan solemne y tan reciente, da un grito enérgico de guerra, no dudo de quela ciudad y el ejército hubieran vuelto a seguirle; mucho más cuando, desde julio, se había sabidola victoria de Paz en la Tablada; la lucha habría sido entonces más difícil, pero no dudoso suresultado, si se aprovechaban los elementos que he indicado, que siempre existían, y que, si eranecesario, podrían aumentarse con la esclavatura, imitando a Rosas.

¡Pero no era Lavalle el hombre de las circunstancias! Estaba materialmente hastiado yrabiando por zafar a todo trance de su posición y no tuvo dificultad en firmar el 24 de agosto unasegunda convención, por la cual, dejándose a un lado las elecciones hechas, ambos contendientesnombraron por sí un gobernador provisorio —el general Viamont—, el cual, al cabo de untiempo, debía convocar a elecciones, etc…

Entonces sí que el descontento subió de punto, y se dio todo por perdido, y empezó laemigración. Los jefes del ejército pateaban de ira; y crea Ud. que, a no ser el poder de ladisciplina y del respeto, hubieran ocurrido sucesos bien serios.

Con todo, aun había un remedio, pero no de paliativos, sino heroico: había un gran plan —cuyas ideas supe después eran las mismas de Alvear, y que sería largo explicar. Años después, en1834, Quiroga oía, abriendo tamaños ojos, la exposición de ese plan; y a Prudencio Rosas, queinterrumpió al expositor para impugnar el plan, le dijo: «Cállese Ud., só m… Ud. entiende deesto tanto como su hermano. Dice bien el señor. Si hacen eso c… nos j… y jamás levantamoscabeza». Pero necesitaba una voluntad firme. Se le presentó a Lavalle por escrito, yanónimamente (de letra mía desfigurada); no hizo sino sonreír.

Instalado Viamont, que nombró de ministros a los dichos García y Guido y al coronelEscalada, ambas partes pusieron a su disposición las respectivas fuerzas; y ya Ud. calculará lasinceridad con que lo haría Rosas. El nuevo gobierno tenía el carácter de moderado yconciliador, y además, por su personal, era bueno: pero sea simpatía o necesidad, tenía queinclinarse algo hacia el otro partido y que contentar al incontentable Rosas. Lavalle seguía en laciudad al mando de los mismos cuerpos que antes; lo cual siempre era una garantía, aunquedébil: pero sea intención o no, el gobierno hacía cositas que le iban disgustando y exasperando;hasta que, habiendo sido estropeado uno de sus soldados por varios soldados de Rosas, pasó algobierno una nota de queja, en la que además renunció, y acto continuo, abandonó el país y sevino a la Colonia, donde se fijó. Los cuerpos de caballería fueron disueltos y los jefes emigraron.

Entonces concluyó todo. El partido contrario, dueño del campo, empezó a gritar (claro es quepor sugestión de Rosas) ¡nada de elecciones! (como estaba pactado) ¡junta vieja! ¡junta vieja! Elgobierno quería ser fiel al pacto, que era el título de su creación, y resistió: pero al fin, sin fuerzaalguna propia, tuvo que decir amén: y en efecto, el 1º de diciembre, volvió a reunirse la Junta deDorrego, la cual, el 8, nombró gobernador a Rosas…

¡Así terminó por entonces, amigo mío, la vida pública de don J. Lavalle! ¡Así se cerró, al añoexacto, el período abierto el 1º de diciembre de 1828! ¡Así se inició la vida gubernativa de donJuan Manuel Rosas!…

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A vista de todo lo que precede, Ud. dirá si es exacta y propia la expresión Lavalle sucumbe,en el sentido militar en que Ud. la emplea: y, lo que es más importante, podría apreciar lasverdaderas causas de un desenlace, tan más allá de todas las previsiones.

Excusado es decir que el nuevo poder —que proclamó que los tratados sólo son trampas paraatraer y agarrar tigres— naturalmente interpretó las convenciones y los sucesos como le dio lagana. Dijo que el olvido, pactado respecto de todos, era un generoso perdón a los decembristas:dijo que ganaron completamente la batalla del Puente de Márquez: dijo… ¡Qué no dijo! esascosas, dichas y repetidas cien veces, sin que hubiese ni pudiese haber allí una sola voz que sealzase públicamente para protestar o desmentirlas, miradas después con indiferencia, u olvidadasentre el cúmulo de los eventos posteriores, pasaron al fin a figurar en el catálogo de estos hechoshistóricos e irrecusables, que, juntamente con las falsas creencias que producen, se fijanperdurablemente en la conciencia y en las tradiciones de los pueblos.

et voilà justement comme on écrit l’histoire!

NOTA 40

159 - 13. - «Me ha batido en regla». — Esto es cierto. — Rosas procuró neutralizar laprofunda impresión que causó la noticia de la gran victoria de Paz en Oncativo, diciendo que ladebió a una felonía; y por eso, no sólo hizo que su Comisión Mediadora (Cernadas y Cavia)publicase una exposición en este sentido, sino que preparó a Quiroga fugitivo un granrecibimiento público; cual si hubiese vencido. — Quiroga extrañó y se disgustó de esa recepcióntriunfal. Los adulones, creyendo complacerle, le dijeron que había sido vencido sólo por elproceder desleal de Paz. A eso contestó con aquellas palabras, y las repetía con ardor. El grandefensor que tuvo Paz fue Quiroga. Esto es tan honroso al defensor como al defendido.

NOTA 41

159 - 16. - «El general Mansilla le amenaza». — No oí jamás de tal suceso, ni lo creo porparte de Mansilla. Lo que sí hubo fue que, no entonces tampoco, sino mucho después, en 1834,ocurrió el pasaje con el boticario (Bosch), que usted menciona más adelante (en la página sinnúmero, anterior a la 243). — El boticario —que le impuso— le dijo, entre otras cosas, ¿qué seha creído Ud., que está en La Rioja?

Nota 42160 - 11. - «En la Villa de Río Cuarto…» etc., etc. — En esta página está invertido el orden

cronológico y geográfico. — Naturalmente, primero sucedió la toma de esa Villa, y después laderrota de Pringles.

NOTA 43

160 - 30. - «y Lavalle lo ha tenido a su lado…» — ¿Pero cómo fue que ese traidor en 1831,vino después a estar con Lavalle en 1840, y a morir gloriosamente en Montevideo? — Parallenar este notable vacío acerca del coronel Prudencio Torres, bueno sería indicar que, concluida

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la guerra en las provincias, vino a Buenos Aires. Allí, cuando quebraron entre sí los federales, en1833, Torres perteneció a los de Balcarce. Por supuesto que pertenecería no por convicción, nipor opinión, pues en esto era un dromedario, tan grandote como valiente, sino por algo personal,o porque lo emplearían. Cayó como valiente, y emigró como tantos otros. Ahí me lo tiene Ud. yaenemigo de Rosas. Se perdió en la obscuridad; pero cuando en 1839 trató Lavalle de atacar aRosas, estuvo pronto. Siguió con él la caravana toda, con la mayor fidelidad y cariño; puesLavalle tenía un no sé qué, que hacía que sus subalternos se le pegasen. Muerto Lavalle, volvióaquí. Sobrevino la invasión de Oribe; y bajo Paz, peleó aquí con admirable arrojo. Murió en1843, de un balazo en la frente.

NOTA 44

185 - 18. - «la organización unitaria que Rivadavia había querido dar a la República»… —Mi amigo: en éste y en otros varios asertos análogos, que no son de Ud. solo, sino de muchos, yque, aun hoy mismo, y aquí en Montevideo, oigo usar y repetir, hay grande inexactitud:inexactitud que produce en la mente una falsa representación de uno de los hechos másprominentes de nuestra historia política. Sea por error, o porque Rivadavia figuró tannotablemente en el partido unitario, o porque, como Presidente, tuvo que llenar su obligación, osea por evitar circunloquios, ello es que existe la costumbre de personificar a la unidad deRivadavia, y hasta es común el mencionar una supuesta unidad de Rivadavia. Esto podríatolerarse sólo como modismo de lenguaje, como figura retórica. Yo no dudo que la opiniónindividual de Rivadavia sería por la unidad, aunque casualmente nunca le oí hablar sobre esto:pero sería la opinión de uno de tantos. — Mas cuando se dice que él quería dar una organizaciónunitaria, ¿no se arroja con esto el concepto de que él era el único, o al menos el principal, de losque eso querían? ¿no se arroja el de que la idea de unidad era nueva, o que fue importada por él,o de que él la promovió? ¿no se arroja el de que él impuso, o pretendió imponer, su opinión a lanación? ¿no arroja el de que él era un jefe de partido, o al menos un entusiasta, un apóstol de esadoctrina? Indudablemente: y sin embargo no es así. — Voy, según mi costumbre, a los hechos.

Si alguna idea existió siempre, y estaba arraigada en el país, era la de unidad. Ud. sabe que,hasta el año 20, la República no tuvo otra clase de gobierno. Ese sistema admite modificaciones:mas la idea general — unidad no era nueva: lo que sí lo era, era la de federación, cuyomecanismo —aunque algunos gritaban federación— era desconocida de la inmensa mayoría.

Ya dije que el primer paso de Rivadavia, en 1821, fue el de oponerse a la reunión de uncongreso y predicar el aislamiento por algunos años. ¿Puede Ud. conciliar este hecho con elconcepto que aquellos asertos hacen formar de Rivadavia? — Siguió gobernando; y durante lostres años de su ministerio, jamás los diarios de Buenos Aires hablaron de unidad ni federación,jamás. — Despachó la misión Zavaleta, de que he hablado en la nota 18, a informarse, a saber, aallanar tropiezos: pero el gobierno de Buenos Aires no abrió opinión alguna sobre la forma degobierno, ¿Procedería así un promotor de la idea? Concluye Rodríguez: y Rivadavia, como hedicho, se va a Europa, precisamente al reunirse el congreso, y cuando era la ocasión de trabajarpara la adopción de la idea. ¿Es conciliable esto con aquello? — Reunido en congreso

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constituyente, a fines de 1824, empeñó en 1825 la cuestión, con motivo de que la comisiónencargada de redactar un proyecto de constitución propuso, con mucho juicio, y el congresodecidió, que, para no trabajar una constitución que quizás sería inútil, si después en su discusiónresultaba desechada la base sobre que ella se hubiese levantado, era mayor que antes el congresodiera la base; esto es, que discutiese y decidiese previamente la cuestión aislada ¿unidad ofederación? Así se hizo. La discusión fue solemne, y se decidió la unidad. ¿Se hizo esto acasopor sugestión, por influencia, o al menos en virtud de razones alegadas por Rivadavia? No: puesentonces hacía meses que él estaba en Europa.

Muy posteriormente, cuando Rivadavia ya había regresado y estaba de Presidente, lacomisión concluyó su trabajo, su proyecto de constitución unitaria. A esa fecha, el personal delcongreso se había aumentado considerablemente, casi doblado. — Las Heras había propuesto yel congreso adoptado este aumento. Era el cuerpo nacional más numeroso que jamás tuvimos: elmás respetable e ilustrado. Muchos diputados provinciales, que llegaban medio retobados ycomo mirando de soslayo» llenos de desconfianzas, tonterías, y preocupaciones contra BuenosAires, se fueron despejando, viendo, tocando y desengañando. Otros (entre ellos el respetablecanónigo de Salta, Dr. Gorriti), que a la abertura del congreso por novelería, o por sistema, o porconvicción, o por efecto de aquellas preocupaciones, eran opositores, se declararon después porla unidad; como también se declararon — y no recuerdo ahora una sola excepción — todos losde Córdoba. — He bien. Constituido así el congreso, y presentado el mencionado provecto deconstitución, la oposición salió con que se discutiese otra vez la base. Esto era impropio e ilegal,desde que ya estaba sancionada: pero la mayoría, aunque hizo esta misma observación, con todo,no opuso dificultad, Se abrió, pues, una segunda discusión. Ésta fue mucho más encarnizada yprolongada que la primera y concluyó por la unidad.

¿Qué hacía entre tanto el furibundo unitario Rivadavia, el supuesto padre, el supuestopatriarca de la unidad? ¿Qué sostenía? Su ministro Agüero dijo en el congreso: «Lo que másconviene a la República es el sistema de unidad de régimen: si el congreso cree lo mismo, debeproclamarlo así: pero si las provincias contestan ¡federación, federación! ¿qué remedio? entoncesdebemos repetir ¡federación, federación!» — En estas ideas, moderadas y sensatas, ¿reconoceUd. a un entusiasta protagonista político? ¿A un jefe de partido?

Pero más. En medio de aquella ardiente discusión, he aquí que la Presidencia aparecesúbitamente presentando un proyecto de adición al de la comisión: proyecto que, estableciendolos Consejos de Administración provinciales y sus atribuciones, daba a los intereses locales todala protección que pudieran tener en un sistema federativo. Él fue aceptado por ambos lados delcongreso e incorporado en la constitución, formando uno de sus capítulos. De este modo, larigidez centralista del congreso fue moderada, en todo lo posible y adaptada a nuestro estado deatraso, por el pensamiento federal de Rivadavia, resultando de todo una organización templada ymixta.

Ésa fue la constitución que dio el congreso, compuesto de 72 diputados, y que fue sujetaademás a la revisación y aprobación individual de las provincias. Rivadavia no hizo más acercade ella que llenar su obligación como poder ejecutivo, cual lo hubiera hecho sin dificultad si elcongreso hubiese votado la federación. Ella fue obra del congreso, no de él; sin que esto quite

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que él opinara y procurara lo que el congreso: y ella hubiese hecho el bien de la República o almenos nos hubiese librado de las dictaduras y de todos los desastres ulteriores, si en la oposicióny en algunos gobernadores hubiese habido buena fe y verdadero deseo de organización nacional.

Pero, en fin: a vista de todo esto, ¿por qué se ha de decir que Rivadavia quiso dar unaorganización unitaria, en vez de decir que lo quiso el congreso, esto es, que lo quiso la nación,desde que del modo más público, solemne, meditado y libérrimo, lo quisieron sus representanteslegítimos?

¿Por qué se ha de decir que era de Rivadavia una forma de gobierno nacional, que estaba enlos hábitos, en las tradiciones, en los intereses de la nación y en el pronunciamiento de susrepresentantes? ¿No es esto injuriar de cierto modo a la nación, y amenguar y rebajar laimportancia y conveniencia de esa forma de gobierno, personificándola y reduciéndola a losestrechos límites del saber y patriotismo de un solo individuo? Así me parece.

Ya que he hablado de esto, agregaré que otra locución, también muy común, sobre la cualtampoco se ha reflexionado, y que igualmente arroja una idea falsísima, es la empleada cuando,queriendo atacar a Rosas, se dice, por ejemplo, que nadie es más unitario que él, que él harealizado la unidad, etc., etc, ¿Por qué principio de verdad ni de justicia se ha de decir que Rosases unitario (y hasta en el capítulo 9º lo titula Ud. así), en vez de sólo proclamar que es absoluto ydespótico? ¿Sería exacto ni conveniente el decir a nuestros pueblos que en Rusia, Turquía,Marruecos, etc,, impera la unidad, y que aquellos gobiernos son unitarios? En nuestros pueblosesas voces tienen ya una acepción determinada y concreta: ellos, al oírlas, traen al momento a lamemoria la unidad y unitarios que han conocido: viene forzosamente a su espíritu el sistema degobierno nacional de los unitarios. Sírvase Ud. reflexionar un instante, y verá que el decir queRosas ha realizado la unidad de Rivadavia, o no es decir nada o es asegurar que lo queRivadavia, el congreso, el partido unitario, querían plantear en la República, era ese mismosistema que después ha planteado Rosas: no hay medio. ¡Y cuánta falsedad, injusticia eingratitud no envuelve semejante aserción!

NOTA 45

«Facundo, después de haber derrotado a la Presidencia»… Eso mismo dijo Ud. antes, deDorrego. — Cuanto a Quiroga, sus hechos en 1827 tuvieron sin duda grave importancia para lasuerte de la República: pero creo que lo que dejo dicho en varias Notas, y especialmente en la 24,convencerá a Ud. de que Quiroga no derrocó a la Presidencia. Su triunfo sobre Madridcontribuiría a la resolución de Rivadavia; pero por sí solo, eso era pequeño para producirla.

NOTA 46

187 - 21. - «desempeñándolo hasta 1832 con la regularidad» etc., etc.… En toda esta páginahay muchos errores. — 1º Rosas no solicitó las extraordinarias desde los principios, sino despuésde mediados de 1830, a pretexto de la próxima guerra con Paz. — 2º Sus partidarios de laciudad, ni de la campaña no opusieron a éstos resistencia alguna, al menos pública y sabida. —3º No empleó para ello ruegos, ni seducciones: no lo necesitaba: bastaban el espíritu e interés de

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partido: era vivo el odio a los unitarios, y graves los cuidados que inspiraba el victorioso Paz: selas dieron con la mejor voluntad. — 4º Concluida la campaña, nadie le exigió se desnudase de lasextraordinarias: lo que hizo la Sala fue darle el grado de brigadier. — 5º Tampoco al vencerse lostres años, hubo tal exigencia expresa para que diese cuenta del uso que había hecho de ellas, ni ladio nunca, ni, por consiguiente, pudo esa supuesta cuenta satisfacer a todos. — Se equivocan talvez las especies. Pidió facultades extraordinarias en 1830, y la Sala de sus amigos se las dio conmucho gusto: concluyó la campaña, pero nadie se acordó de pedirle dicha cuenta, ni menos depedir su cese: él tampoco se acordó de devolverlas espontáneamente, mas se acordó muchísimode procurar continuasen por más años. Así: en fines de 1832, al vencerse sus tres años, pasó a laSala una nota exponiendo que, para hacer las reformas y arreglos que el país necesitaba, eranecesario fortificar la acción del gobierno (no decía la mía sino en general; pero al buenentendedor), que tuviese más duración y fijeza, etc. — Esta Nota se pasó a una comisión, la cualpresentó un osado proyecto que, en rigor, establecía por cinco años la dictadura (Quizás sería enesa ocasión que Rosas diría lo del chicote y demás que Ud. refiere) — (la que después seestableció en 1835). — Entonces se abrió la memorable discusión en que, por primera vez, tuvola Sala el mérito y coraje de hablar medio claro, y de repeler in totum el proyecto. Rosas se volópero tuvo que tragarla. Se le reeligió, y no quiso, y se fue a la expedición del Sur a fin de tenersiempre un ejército y ved venir: entonces se eligió a Balcarce, y siguió lo demás que Ud. sabe. —Hay también otro grande error al sentar que fue prudente y moderado el uso que hizo de ladictadura. Lo fue si Ud. lo compara con lo que ha hecho en su segunda dictadura, pero no lo fueasí de un modo absoluto. Prescindo de varios hechos e incidentes: pero ¿y el bárbarofusilamiento en San Nicolás y el Salto de tantos oficiales prisioneros y aun ciudadanos? ¿y elfusilamiento arbitrario, sin sombra de juicio, de Cos, en San José de Flores? ¿y la gran multitudde desterrados, presos y empontonados, en 1831? ¿y los 19 hombres a quienes la justiciaordinaria seguía causa, arrebatados a los jueces, conducidos a Flores y fusilados todos juntos porsu orden? ¿Y el atroz y felónico fusilamiento de Montero? Y note Ud. la agravante circunstanciade que, cuando se cometió a sangre fría este gran crimen, recién empezaba su gobierno, fue enenero de 1830, cuando todavía no tenía facultades extraordinarias. Así es que Ud. debe testar lode que gobernó con la regularidad que podría haberlo hecho otro cualquiera. Jamás ningún otrohabía hecho todo eso, ni la vigésima parte de eso; y si alguno lo hubiera hecho, habría sido enello tan despótico y asesino como Rosas lo fue.

NOTA 47

191 - 18. - «Facundo acierta a pasar» etc.… — No fue exactamente así ese pasaje, acaecidomuy cerca de donde yo me hallaba, y el cual no me parece que se publicó en los diarios. Unhombre con cuchillo en mano no quería entegarse a un sereno (no a cuatro celadores): pasaQuiroga, embozado, como siempre, en su poncho, se para a oír o ver; y súbitamente arroja suponcho, y, sin dar tiempo al hombre, se echa sobre él, lo abraza e inmoviliza. Desarmado, élmismo lo conduce a la policía, sin haber querido dar su nombre al sereno (era de noche), comotampoco lo dio en la policía: pero un subalterno de allí lo conoció, y por ahí se supo.

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NOTA 48

192 - 11. - «No han quedado hechos ningunos que acrediten que Quiroga», etc., etc. —Nohan quedado hechos públicos o impresos, ni eso era posible ni prudente en Buenos Aires,tratándose de algo contra Rosas: pero han quedado muchos, privados, de los cuales unos sonsabidos, y otros no. Estoy al cabo de varios: pero tal vez ni en mis Apuntes Biográficos podría yorevelar secretos, que, además de poder comprometer a algunos, no son míos. — En la grantertulia de juego — donde ocurrió el incidente mencionado con Prudencio Rosas, sobre el granplan de 1829 — menos se ocupa a veces Quiroga del juego que de política, y frecuentemente sele escapaban expresiones contra Rosas, y contra los que habían derribado a Balcarce. No sonsabidas las ideas con que fue y las con que volvió del viaje que hizo al Sur a verse con Rosas. —Pidió y se le facilitó la constitución del congreso de 1827, que decía no conocer, aunque se habíadeclarado contra ella; como pidió y se le facilitaron los diarios de sesiones del congreso. Seanovelería, inquietud de carácter, antipatía o rivalidad con Rosas, convicción, originalidad, deseode figurar siempre, o lo que sea, ello es que se preparaba a hacer que las provincias — queproclamarían antes una amnistía plena — promoviesen la idea de organización nacional — a laque Rosas se le había opuesto en 1832 resucitando la constitución de 1827, etc. Pero no crea Ud.que Quiroga obraba en esto por sí solo, — No. En Buenos Aires había personas que habíanlogrado atraerle primero y después dominarle, fascinarle. En esto no había ni podía haber engañoni hipocresía por parte de él; porque eso no habría tenido objeto, ni entraba en su carácter. Eradirigido y se dejaba dirigir. La gran dificultad estaba en contener o remediar los efectos de susarranques, de sus jactancias, de sus imprudencias (no hubiese perecido si hubiese seguidohaciendo caso de lo que se le decía): pero, en general, él oía mucho, deseaba imponerse de todo,y sobre todo, seguía los consejos con admirable docilidad. Un ejemplo. El gobierno dictó acercade los fondos públicos —que él había comprado en gran cantidad— cierta medida que le dañaba;y en el primer ímpetu, y sin consultar con quienes debía, hizo escribir y envió a la Gaceta unfuerte comunicado —que se dio— contra el gobierno: imprudencia que dichas personas lereprocharon, y que él reconoció… Pero antes de seguir adelante, amigo mío, detengámonos aquíun momento para contemplar ese fenómeno. El absolutísimo Gran Señor de las Provincias,avezado a dictar sin contradicción sus voluntades, ¡no acude ahora a su habitual ultima ratio,sino a los medios de la razón y civilización! ¡acude, por primera vez de su vida, a la prensa, a laopinión pública, para defender, bajo su firma, sus derechos o intereses individuales! ¿Es unarevolución que han sufrido sus ideas? ¿Es la fuerza del ejemplo y de la civilización que le rodea?No lo sé: pero ahí está el hecho, — Sigo… El comunicado llamó mucho la atención y alarmó algobierno (era el de mi suegro), tanto más cuanto que él ponía al claro lo que todos se decían envoz baja y los rosistas negaban; es decir, que Quiroga estaba mal con ellos. — El jefe de Policía,Mansilla, se afanó por neutralizar ese efecto; rogó y suplicó a Quiroga para que diese, al menos,cuando no una retractación de ciertos conceptos, una explicación, etc… Lo echó a pasear: perohabiendo informado de esto a dichas personas, éstas no sólo se lo desaprobaron también, sinoque se apresuraron a aconsejarle que lo hiciera, y pronto, y le manifestaron las razones. Élrefunfuñó: pero se sometió y obedeció y lo hizo todo ad pedem littere. Vio a Mansilla, dijo que

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lo había pensado más en calma, etc. En fin; Mansilla redactó lo que quiso, y se publicó. ¡UnQuiroga dando satisfacción por la prensa! Ante pruebas prácticas así, ¿cómo dudar de su buenafe? — Por lo demás: dejemos a un lado al tonto de Mansilla, que quedó más orondo que un pavoreal, creyendo que aquello era un triunfo de su influencia o habilidad diplomática sobre elindomable Quiroga; y preguntemos ¿qué poder es ése que ha convertido en cera a un bronce? Eltiempo lo dirá quizás. Baste con esto para el objeto de la presente nota. — Sólo me resta advertirque lo dicho en ella no es, como ya Ud. lo alcanzará, para publicarse, por ahora es sólo aquí paraentre los dos, y para guía de Ud.

NOTA 49

«desde su campamento en la Matanza…» — En varias producciones de Ud. he vistomencionar eso de un campamento, unas veces en la estancia de Rosas, del Pino (sita en el Partidode la Matanza, a nueve leguas de Buenos Aires), y otras en Flores (a una legua). — No es cierto—. A su regreso del Sur, disolvió el ejército, esto es, los veteranos fueron a las fronteras, y lasmilicias a sus casas; y ¿1 se vino solo, y se estuvo en su estancia del Pino primero, y en Floresdespués, en casa de su compadre y exsocio Terreros —y note Ud. que, al decir yo esto, prescindode lo que se me aseguró, sobre que lo más de ese tiempo estuvo en la ciudad, oculto en su casa,en que había un Altillo, donde tenía su mesa de escribir, y sus comunicaciones las databa del AltoRedondo, como indicando algún punto de la campaña. ¡En qué no ha mentido, y con qué no se hadivertido este hombre! — Entre tanto: aquello no quita que sea muy cierto y notorio lo que Ud.dice sobre la anarquía que desde el Pino fomentaba en la ciudad y sobre la obsesión y coacciónque ejercía en el gobierno. Aquí para entre los dos. Supe por mi suegro que ella llegó a tal grado,que ni él mismo pudo al fin soportarla, y quebró con Rosas, ¡élí Mediaron los Anchorenas, y enbreve se reconciliaron en Flores. Todo esto fue muy reservado e ignorado. Yo revelé algo deello, después de muerto mi suegro, en una publicación que hice aquí, en principios de 1839,probando que fue Rosas quien asesinó a Quiroga… Aprovecharé la ocasión para decir que misuegro y yo estuvimos siempre encontrados en opiniones. Yo le veía casi todas las noches: peroni entonces, ni aun cuando vivimos juntos, aunque hablábamos de política, jamás tuvimos elmenor disgusto, ni aun una simple disputa. A veces — v. gr.: en elecciones — trabajábamos cadacual por su aquel. Vez hubo (en 1834 con motivo de la venida de Rivadavia a Buenos Aires, y desu instantánea expulsión, arbitraria e ilegal, ordenada por el gobierno de Viamont), en quesostuvimos una polémica por la prensa; pero en el trato privado, nada. ¿No es esto singular?Creo que no se dará otro caso igual. Quiere decir que no es imposible que sean buenos amigosdos personas, divididas profundamente en política; pero que se conocen, se aprecian y serespetan, con tal de que haya prudencia, y observancia de las conveniencias. Siempre hubo entreambos no sólo excelente inteligencia, sino mutuo y verdadero cariño, acreditado con hechos porambos varias veces. Era un excelente hombre. Lo que hay es… Dejemos eso… En los últimostiempos de mi residencia en Buenos Aires, ya él solía hacerme lo que jamás había hecho, esto es,algunas confianzas, algunos desahogos. Pero la exactitud demanda no decir que tuviese talcampamento (voz que Ud. repite pág. 193, reng. 42). No lo necesitaba: bien sabía él que su

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campamento era toda la campaña: no tenía más que dar una orden.Diré también aquí que fue por este tiempo que se organizó la Sociedad Popular

Restauradora. Ignoro si fue invención de Rosas: lo cierto es que en el acto se aprovechó de ella;siendo singular que en esos días (mediados de 1834), don Nicolás Anchorena la atacase yestigmatizase por la prensa. Tomó el sobrenombre de Más Horca; a cuyo respecto, lo que tengopor más auténtico es que un joven (Ochoteco), natural de Buenos Aires, criado en España, queacababa de llegar de allí (y que en sus gracejos, modales, y en todo, era un verdaderoandaludllo), dio la idea de tal nombre, o refirió — tal vez de buena fe y sin intención — que,cuando la exaltación en España en 1822 o 23, cuando la época del período terrorista el Zurriago,se formó allí, o hubo de formarse, una sociedad con ese lema; y que entonces los restauradoresde Buenos Aires se lo apropiaron. Como en la pronunciación vulgar, se confunde con mazorca, ycomo, además, a pocos podría ocurrirse que hubiese la ferocidad de llamarla Más Horca, creoque de ahí nació que tantos creyesen y escribiesen mazorca, y que, de consiguiente, hallasen laplausible explicación de la unión. No es indiferente el uso de estas voces. Nada tendría dereprobable ni horrible una sociedad cuyo emblema fuese el inocente de la unión: ipero cuánto nodice por sí solo el grito — ¡quiero más horca!

NOTA 50

193 - 32. - «todos se encogen de hombros…». Creo útil se advierta, pues es circunstanciaagravante — que todos se excusaban, esto es, te* mían a Rosas, a pesar de ser íntimos amigossuyos. Pacheco, su subalterno, que acababa de acompañarle al Sur; su compadre Terreros, supariente F. Anchorena, etc. — Bueno es también advertir que al fin se acudió al doctor Maza, nocomo a doctor Maza, sino únicamente en su carácter de Presidente de la Sala. Se encargóprovisoriamente el gobierno al Presidente.

NOTA 51

Somos 29 de octubre de 1850. — Mi amigo: — Desgraciadas están estas Notas. — Me laspidió Ud. y se las ofrecí en enero de 1846; pero poco después sobrevino aquí una revolución, ylas cosas siguieron empeorando tanto, que jamás estuvo el espíritu en aptitud de contraerse anada de esto. En junio de 1848, empecé con el Comercio: menos entonces, — Lo que precede, loescribí en julio último, en que me procuré unas semi-vacaciones: pero tuve que suspender —como ignoro cuándo podré continuarlas y concluirlas, y se presenta hoy tan segura ocasión deenviarlas, allá van. — Aún me falta mucho.

He omitido — y lo mismo haré eir lo que me falta, varias pequeñeces, pues sería nuncaacabar. — Espero se dignará Ud. disculpar, ahora y después, ya mi prolijidad — indispensablepara rectificar ideas —, ya la rigidez con que no he querido dejar pasar errores — al menos losreputo tales — acerca de los hechos como acerca de los juicios. Ya dije que creía que Ud. noquería escribir un romance, sino una historia; y para escribir históricamente, para reformar sulibro como Ud. piensa hacerlo, es inevitable todo aquello.

No conozco a nadie que quiera o pudiera escribir estas Notas; es decir, que esté tan al cabo

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de tantos pormenores (y aun los expuestos, y que expondré, son pocos respecto de los queentrarán en mis Apuntes Biográficos), o al menos, que los tenga tan presentes.

Es posible, sin embargo, que, acerca de menudencias o detalles, yo también haya incurrido enalgunos errores; pues cuanto dejo escrito, y escriba después, lo he escrito y escribiré, sin registrarun solo papel, y fiado únicamente en mi excelente memoria; pero juzgo que serán pocos. — Detodos modos: ruego a Ud. que al menos, en cuanto a mí sinceridad, a mi buena fe, a mi intención,me haga la justicia de no abrigar género alguno de duda.

VALENTÍN ALSINA

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CRONOLOGÍA

1811:15/II: «Yo he nacido en 1811, el noveno mes después del 25 de mayo, y mi padre se había

lanzado en la revolución, y mi madre palpitado todos los días, con las noticias que llegaban pormomentos sobre los progresos de la insurrección americana» (Recuerdos de Provincia).

«He nacido en una familia que ha vivido largos años en una mediocridad muy vecina de laindigencia, y hasta hoy es pobre en toda la extensión de la palabra» (Mi defensa).

Es el quinto hijo de Paula Albarracín y Oro y de José Clemente Sarmiento Funes.Nombre de bautismo: Faustino Valentín Sarmiento.Asume el del santo de la familia: Domingo.

1816:«Balbuciente aun, empezaron a familiarizar mis ojos y mi lengua con el abecedario, tal era la

prisa con que los colonos, que se sentían ciudadanos, acudían a educar a sus hijos, según se ve enlos decretos de la junta gubernativa y los otros gobiernos de la época» (R de P). «De edad decinco años entré a una escuela, que cuando he leído las obras de M. Cousin, he visto en ella undechado de perfección… Se enseñaba a leer muy bien, a escribir, aritmética, álgebra y losrudimentos de religión» (MD). Ingresa, efectivamente, a la Escuela de la Patria, el 22 de abril, enSan Juan. Su padre acompaña al ejército de San Martín, que cruza los Andes para atacar a losespañoles en Chile.

1817:Tras la victoria de Chacabuco, José Clemente Sarmiento es elegido para volver con la noticia

y los prisioneros de guerra. Es objeto de una manifestación popular.

1821:Domingo Faustino viaja con su padre a Córdoba, para ingresar en el Seminario de Loreto,

pero regresa al no lograr su propósito.

1823:Por una proclama, Rivadavia anuncia que el gobierno central costeará la educación de seis

jóvenes de cada provincia en colegios porteños. Enviada la lista de San Juan, Sarmiento ocupa el

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primer lugar en la clasificación escolar de la Escuela de la Patria. Pero las autoridades cambian elprocedimiento y sortean diez nombres: Sarmiento no resulta favorecido. «…Una rara fatalidad hapesado siempre sobre mí, que parecía cerrarme las puertas de los colegios» (MD). Su padresolicita para Domingo una vacante en el Colegio de Ciencias Morales. La petición no es tomadaen cuenta.

1825Sarmiento se emplea con Víctor Barreau, ingeniero francés al que se le había encomendado

el trazado de un plano de la ciudad de San Juan. Se convierte en su ayudante y aprendiz,recibiendo conocimientos de ingeniería y agrimensura. José Félix Aldao llega de Mendoza consu ejército de gauchos y derriba al gobierno de Maradona. Asume la gobernación José Navarro,con poderes dictatoriales, y destierra a los jefes de una reciente revuelta. Uno de los desterradoses José de Oro, tío de Sarmiento. El muchacho parte con él, y ambos se instalan en la pequeñaaldea de San Francisco del Monte, en la provincia de San Luis, donde viven más de un año.«Introdujimos flores y legumbres que nosotros cultivábamos, pasando horas enteras en derredorde un alhelí sencillo, el primero que nos nació» (R de P). José enseña a Sarmiento latín ydoctrinas bíblicas; éste organiza una escuela y enseña a leer a pobladores de la comarca. «¡Porqué rara combinación de circunstancias mi primer paso en la vida era levantar una escuela ytrazar una población, los mismos conatos que revelan hoy mis escritos sobre Educación populary colonias!» (R de P).

1826:«En 1826 entraba tímido dependiente de comercio en una tienda, yo, que había sido educado

por el presbítero Oro en la soledad que tanto desenvuelve la imaginación, soñando congresos,guerra, gloria, libertad, la república, en fin» (R de P). «Desde la temprana edad de quince años hesido el jefe de mi familia. Padre, madre, hermanas, sirvientes, todo me ha estado subordinado, yesta dislocación de las relaciones naturales ha ejercido una influencia fatal en mi carácter. Jamáshe reconocido otra autoridad que la mía, pero esta subversión se funda en razones justificables»(MD).

1827:Vuelve a San Juan debido a los cambios políticos imperantes (José Sánchez en el gobierno) y

pasa a trabajar en el comercio de su tía Ángela Salcedo. Sánchez es derrotado y Facundo Quirogadomina la situación política.

1828:Lo nombran subteniente de la Segunda Compañía del Batallón de Infantería Provincial de

San Juan, El gobernador Gregorio Quiroga lo nombra alférez de un batallón de la miliciaprovincial. Después de la tercera guardia renuncia y es arrestado. Se lo somete a un consejo deguerra pero el tribunal abandona la causa. Sarmiento pide perdón al gobernador Quiroga y espuesto en libertad. «A los dieciséis años de mi vida entré a la cárcel y salí de ella con opinionespolíticas, lo contrario de Silvio Pellico, a quien las prisiones enseñaron la moral de la resignación

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y del anonadamiento» (R de P).

1829:«…Me informé de las tendencias y objetos de los partidos, y no me fue difícil escoger el que

me convenía. Veía en uno a los viejos retrógrados, a los antiguos godos, y a los gauchosignorantes; en otro a los jóvenes, a los antiguos patriotas y a los que abogaban por la libertad.Nada más necesitaba, fui unitario desde entonces» (MD). Participa en el combate de Niquivil ylucha en el combate de Pilar. Los unitarios son derrotados, Sarmiento cae prisionero pero al pocotiempo recupera la libertad, «Pero la guerra, con todas las ilusiones que engendra, y el humo dela gloria que ya embriagaba a un capitán de compañía, no me ha dejado impresiones más dulces,recuerdos más imperecederos que aquella campaña de Mendoza, que concluyó en la tragediahorrible del Pilar. Fue para mí aquella época la poesía, la idealización, la realización de mislecturas» (R de P). Permanece en San Juan, con la «casa por cárcel y el estudio del francés porrecreo». Traduce doce volúmenes, entre ellos las Memorias de Josefina.

1830:Reanudada la lucha entre unitarios y federales, Sarmiento y un grupo de jóvenes unitarios

cruzan los Andes y pasan a Chile. San Juan se rebela contra el gobierno federal: Juan Aguilar,gobernador. Enterado del triunfo unitario, vuelve Sarmiento. Se lo nombra ayudante delEscuadrón de Dragones de la Escolta y es promovido a tercer ayudante del primer escuadrón dela milicia de caballería provincial.

1831:Facundo Quiroga entra en Mendoza, cae el gobierno de San Juan y Sarmiento emigra a

Chile. Con su padre, se aloja en casa de un primo de éste, gobernador de la población fronterizade San Antonio de Putaendo. Pasan luego a Santa Rosa de los Andes; Domingo se hace cargo dela escuela municipal. Adopta el nuevo método de enseñanza lancasteriana y establece una seriede reformas de los textos. Pronto es destituido y abandona la localidad.

1832:Llega con su padre a Pocura, pequeña aldea dos leguas al sur de los Andes. Organiza una

pequeña escuela. Instala también un bodegón barato. El 18 de julio nace su primera bija, EmiliaFaustina, la identidad de cuya madre no ha sido demostrada, si bien podría tratarse de María deJesús del Canto, cuya casa frecuentaba Sarmiento. A fines de ese año deja Pocura y viaja aValparaíso.

1833:«En 1833 estuve de dependiente de comercio en Valparaíso, ganaba una onza mensual, y de

ella destiné media para pagar al profesor de inglés Richard, y dos reales semanales al sereno delbarrio para que me despertara a las dos de la mañana a estudiar mi inglés. En 1833 yo pudecomprobar en Valparaíso que tenía leídas todas las obras que no eran profesionales, de las quecomponía un catálogo de libros publicados por Mercurio. Estas lecturas, enriquecidas por la

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adquisición de los idiomas, habían expuesto ante mis miradas el gran debate de las ideasfilosóficas, políticas, morales y religiosas, y abierto los poros de mi inteligencia para embeberseen ellas» (R de P). Viaja al centro minero de Copiapó. Su ex-jefe militar, gral. Vega, lo empleaen su mina El Colorado, Dos años después asciende a capataz.

1834:Escribe un folleto sobre un plan para colonizar el valle del río Colorado con emigrantes de

San Juan y Mendoza.

1835:Enferma gravemente. El diagnóstico es fiebre tifoidea. Atraviesa una crisis de melancolía,

postración, tristeza, extrema debilidad, delirios. Sus amigos solicitan permiso al gobernadorBenavídez para que regrese a San Juan.

1836:«…en 1836 regresé a mi provincia, enfermo de un ataque cerebral, destituido de recursos y

apenas conocido de algunos, pues con los desastres políticos, la primera clase de la sociedadhabía emigrado» (R de P). Se hace amigo de Manuel Quiroga Rosas, portador de las nuevasideas del mundo literario y filosófico francés. Juntos leen las obras de Villemain, Schlegel,Lerminier, Guizot, Cousin, Leroux. Con un grupo de jóvenes se reúne en la biblioteca deQuiroga; organiza también una sociedad teatral.

1837:Escribe un poema satírico contra el tratado de Pancarpata entre Chile y la Confederación

Peruano-Boliviana.

1838:Envía a Juan Bautista Alberdi un poema descriptivo, «Canto a Zonda», en el que reconoce la

influencia de Byron y Lamartine.

1839:Publica un folleto titulado Prospecto de un establecimiento de educación para señoritas

dirigido por D. Domingo F. Sarmiento. Logra el apoyo de las personas más importantes de lasociedad sanjuanina para la fundación del colegio, el que se inaugura el 9/VII: Colegio de SantaRosa de América. El 20/VII aparece el primer número de su periódico El Zonda. Benavídez leimpone una fuerte multa, ya que no la clausura, que lo obliga a suspender la impresión. «Laprovincia de San Juan (…) es la que más hondamente ha caído porque Benavídez le ha impresosu materialismo, su inercia, su abandono de todo lo que constituye la vida pública, que es lo queel despotismo exige. Coman, duerman, callen, rían si pueden, y aguarden tranquilos, que enveinte años más… sus hijos andarán en cuatro pies» (R de P).

1840:Viaja a Chile, visita numerosas escuelas y compra material para su colegio. En noviembre,

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una revolución unitaria derriba en Mendoza al gobernador Correas y coloca a Pedro Molina.Bcnavídez ordena la detención de todos los unitarios, entre ellos Sarmiento. La multitud incita alos guardias de la prisión a lancear a Sarmiento: «Mueran los salvajes unitarios». La mediacióndel gobernador lo salva y marcha como desterrado a Chile. Al pasar por los baños de Zondaescribe la célebre frase: «On ne tue point les idées».

1841:Radicado en Santiago en compañía de Manuel Quiroga Rosas, vende libros para subsistir.

Conoce a Manuel Montt, uno de los jefes del partido conservador. El 14 de febrero publica en ElMercurio, de Valparaíso, un artículo sobre la batalla de Chacabuco, que recibe el inmediatoapoyo de Montt y Las Heras. «Mi curiosidad, mi aislamiento, me anonadaban menos que lanovedad del teatro, y esta masa enorme de hombres desconocidos que se me presentaban a laimaginación cual si estuvieran todos esperando que yo hablase para juzgarme» (R de P). Ingresacomo redactor en El Mercurio, apoya a los conservadores, dirige El Nacional, apoya lacandidatura presidencial de Bulnes.

1842:Con su iniciativa se crea en Santiago la primera Escuela Normal de Sudamérica, de la que es

nombrado rector. Inicia este año una de las más famosas polémicas de la literatura chilena, através de El Mercurio. Su contrincante es Andrés Bello y, después de retirarse éste, uno de susdiscípulos, José María Núñez, «…Los gramáticos son como el senado conservador, creado pararesistir a los embates populares, para conservar la rutina y las tradiciones»; por eso, «…cuandosintáis que vuestro pensamiento a su vez se despierta, echad miradas observadoras sobre vuestrapatria, sobre el pueblo, costumbres, las instituciones, las necesidades actuales, y en seguidaescribid con amor, con corazón, lo que os alcance, lo que se os antoje, que eso será bueno en elfondo, aunque la forma sea incorrecta; será apasionado, aunque a veces sea inexacto; agradará allector, aunque rabie Garcilaso; no se parecerá a lo de nadie, pero bueno o malo, será vuestro,nadie os lo disputará. Entonces habrá prosa, habrá poesía, habrá defectos, habrá bellezas». Laoposición se hace violenta. Es llamado «extranjero» y «devorador de pan». Un golpe afortunadopara Sarmiento pone fin a la polémica, al revelar que sus ideas provienen de Larra.

Abandona El Mercurio y funda su propio diario, El Progreso, así como El HeraldoArgentino, con Vicente Fidel López, del que aparecen sólo dos números. «Si a alguna escuelapertenecía, es a la socialista, que no escribe para escribir como la romántica, ni para imitarmaquinalmente como la clásica, sino para servir los intereses de la sociedad».

1843:En enero publica una hoja suelta, defendiéndose de las calumnias de Domingo Godoy, ex-

cónsul chileno en San Juan. El 25 le entabla pleito por libelo criminal, en febrero publica Midefensa, en marzo queda absuelto de las acusaciones y la ley castiga a Godoy: «…Mis pobresestudios han sido pues desordenados e incompletos; pero a este desorden mismo debo grandesventajas, pues, que no teniendo maestros ni más guía que mi propio juicio, yo he sido siempre eljuez más bien que el admirador de la importancia de un libro, sus ideas, sus principios, De esta

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falsa posición ha nacido la independencia de mi pensamiento, y cierta propensión a crearmeideas propias sin respetar la autoridad de los otros». Se lo designa miembro fundador de laFacultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile, a la cual propone su plan dereforma ortográfica. Con V. F. López abre una escuela privada para niños de familias ricas deSantiago.

1844:Interviene en otra notoria polémica, apoyando a Francisco Bilbao (liberal y anticlerical). Los

padres retiran a sus hijos de la escuela, que debe cerrar.

1845:Presenta a la Universidad su Método de lectura gradual. Comienza a publicar en El Progreso

un folletín con la biografía de Aldao, inmediatamente después de la muerte del fraile-caudillo, yque rápidamente se populariza. Se inicia en El Progreso el folletín Civilización y Barbarie, Vidade Juan Facundo Quiroga, a lo largo de tres meses. Es editado como libro el 28 de julio. Enoctubre, Sarmiento se embarca en el paquebote Enriqueta, rumbo a Montevideo, a donde llega endiciembre. Allí conoce a Bartolomé Mitre y Florencio Varela, y establece gran amistad conEsteban Echeverría.

1846:Llega en febrero a Río de Janeiro, donde permanece dos meses. Conoce allí a José Mármol.

En mayo desembarca en Le Havre. Visita al general San Martín en Grand Bourg; lo decepcionala admiración con que éste se refiere a Rosas. Conoce y entrevista a Thiers y a Guizot. Trabaamistad con Julio Belin, futuro marido de Faustina. En octubre, la Revue des Deux Mondespublica un extenso artículo en el que Charles de Mazade elogia el Facundo. Parte hacia España:Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca.

1847:«Tengo una curiosidad insaciable, inextinguible; nadie habrá visto más que yo, aunque

muchos habrán viajado más» (Carta a Posse). En Italia: Roma, Bolonia, Florencia, Padua,Venecia, Milán. En Suiza y Alemania estudia métodos docentes, considerando los de Prusia losmás avanzados de Europa. Visita también los Países Bajos. Vuelto a París, lo nombran miembrocorrespondiente del Instituto Histórico de Francia, donde lee una disertación sobre las relacionesentre San Martín y Bolívar. En setiembre llega a Norteamérica: Montreal, Quebec y, después,Boston, donde visita a Horace Mann y su escuela práctica para maestros de East Newton.Obtiene de Mann cartas de presentación para docentes, intelectuales y políticos del país. VisitaFiladelfia, Baltimore, Washington, Pittsburgh, Nueva Orleans. En noviembre llega a La Habana;en Panamá, cruza el istmo a caballo y desciende por el Pacífico hasta Lima, Arica y Valparaíso.

1848:Aparece La Tribuna: Sarmiento, redactor responsable; su yerno, editor. El 19 de mayo se

casa con la sanjuanina Benita Martínez Pastoriza, viuda de Castro y Calvo, y adopta a

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Dominguito, nacido en 1845. La mayoría de los biógrafos atribuyen a Sarmiento la paternidad.Muere su padre a los setenta años, en San Juan.

1849:Funda en Santiago La Crónica. Se publica De la educación popular, bajo la influencia de las

ideas de Mann y basado en el informe oficial presentado al gobierno chileno a su regreso.En abril, Rosas reclama la extradición de Sarmiento, que reiterará en julio. Así establece

Sarmiento el paralelo entre ambas personalidades: «Ambos son testarudos. Rosas se proponellevar adelante sus antojos por medio de la tenacidad, la astucia, la intriga y la opresión; el otrolleva adelante sus ideas a la luz del día, por la prensa, por los libros, por los periódicos, por ladiscusión (…). Ambos son envidiosos. Rosas le envidia a su enemigo la mansa y quietareputación que se ha hecho entre los argentinos de querer el bien para su país. (…) Sarmiento leenvidia el puesto admirable que ocupa, y si pudiera suplantarlo, lo que se promete para dentro dediez años, se forma mil castillos de todas las grandes cosas que realizaría con el concurso detodos sus compatriotas» (La Crónica).

En abril aparece el primer volumen de sus Viajes en Europa, Africa y América.

1850:Se interrumpe la publicación de La Crónica. Aparece en Santiago Recuerdos de Provincia,

«documento de un pasado irrecuperable y, por lo mismo, grato, ya que nadie soñaba que susrigores pudieran regresar y alcanzarnos… Negador del pobre pasado y del ensangrentadopresente, Sarmiento es el paradójico apóstol del porvenir. Cree, como Emerson, que en el centrodel hombre está su destino; cree, como Emerson, que la evidencia de que se cumplirá ese destinoes la esperanza ilógica» (J. L, Borges, prólogo).

Se publica también, en la misma ciudad, Arigirópolis, ensayo de propuesta de un programade acción concreto para sustituir a la confederación rosista.

1851:Comienza a publicar el periódico Sudamérica. Sarmiento ayuda al Ministro Varas a redactar

un decreto contra la rebelión militar que estalla en ese momento. Tras el triunfo de Montt, seembarca con Bartolomé Mitre y otros militares rumbo a Montevideo, para incorporarse alejército de Urquiza, quien lo nombra cronista militar.

1852:El 3 de febrero participa en la batalla de Caseros, Ese mismo mes es condecorado en

Petrópolis por Pedro II. Comienza a organizar la oposición a Urquiza y emprende el regreso aChile, donde publica su Campaña del Ejército Grande. Abre así la polémica con Alberdi e iniciasu violento ataque público a Urquiza. «Soldado, con la pluma o la espada, combato para poderescribir, que escribir es pensar, escribo como medio y arma de combate, que combatir es realizarel pensamiento…». Es elegido representante de San Juan en el Congreso Constituyente deParaná.

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1853:Alberdi le remite sus Cuatro cartas sobre la prensa y la política militante en la República

Argentina, escritas en Quillota. «Lo presenta como un caso típico de inadaptación al ordenposterior a la caída de Rosas. A fuerza de pelear contra la tiranía, no sabe hacer otra cosa. Es uncaudillo de la pluma, “producto natural de la América despoblada” (…). Libre como el centaurode nuestros campos, embiste a la Academia española con tanto denuedo como a las primerasautoridades de la República» (Alberto Palcos: Sarmiento).

Sarmiento responde con la serie de artículos Las ciento y una: «Yo me rebajaré poniendoescritos inmundos contra usted».

1854:Llega a Mendoza con toda la familia y es detenido, acusado de conspiración, y absuelto. A

mediados de año vuelve a Chile, donde emprende una campaña para aumentar el número debibliotecas públicas.

1855:Procedente de Chile, y tras una breve estadía en San Juan, se instala en Buenos Aires con su

familia. Bartolomé Mitre, ministro de Guerra y Marina, lo nombra Director del diario ElNacional. El gobernador Obligado le da un puesto en el consejo consultivo del gobierno. Se lenombra profesor de derecho constitucional de la Universidad de Buenos Aires.

1856:Es miembro del Concejo Municipal. Como jefe del Departamento de Escuela crea 36

escuelas nuevas. Hace traducir obras sobre doctrina religiosa, ortografía, gramática, aritmética,etc. Inicia la enseñanza de idiomas extranjeros en las escuelas públicas (-61), «Y a estaeducación que tiene por base el haber sido estimulado a leer bien y mucho cuando chico, midecidida persuasión de que, reformando los métodos y sistemas de educación primaria, puedecivilizarse un pueblo más bien que con colegios y universidades».

1857:Enfrenta al famoso orador y poeta José Mármol sobre la enmienda constitucional que éste

propone. Patrocina tres disposiciones legislativas sobre educación: dos procuran fondos paraconstruir escuelas (venta de propiedades municipales, multas, impuestos a las herencias,loterías); la tercera atañe a la jubilación de los maestros.

1858:Redacta la ley para la construcción de nuevas escuelas. Renuncia a la dirección de El

Nacional para dedicar su tiempo a las actividades políticas y pedagógicas. Es nombrado Jefe deEstado Mayor del Ejército de Reserva de la provincia de Buenos Aires y Segundo Jefe de laslíneas de fortificación en las afueras de la capital.

1859:

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Tras la Batalla de Cepeda, «aquel día de desazones, Don Domingo, lleno de indignación,recorre las calles de la ciudad, salta al balcón de alguna de esas casas y arranca el símboloforastero. Esta conducta aumenta su fama de loco, pero contribuye a devolver la calma a laciudad nerviosa» (AP: S).

1860:«…Esos señores (los opositores) son tan puros como el agua que contiene este cristal, pero

por la sencilla razón que ellos no han servido para nada. A los hombres que han vivido al sol dela revolución y en la polvareda de las luchas políticas, de la lucha y del destierro, ¿es a los que seviene a decir, nosotros estamos puros? Un poco de polvo en los vestidos y alguna vez las manosun poco sucias, he aquí lo que pueden echarnos en cara, pero se las lava uno para volver aprincipiar de nuevo» (Discurso en el Parlamento).

1861:Renuncia a su puesto como Ministro en el gobierno de Buenos Aires. Muere su madre a los

93 años.

1862:Se le designa gobernador interino y luego gobernador constitucional de San Juan. En febrero

reaparece El Zonda. Funda una Quinta Normal de Agricultura para mejorar y perfeccionar losmétodos agrícolas. En junio, en su mensaje a la Asamblea Legislativa Provincial, propone variosproyectos: sistema de canales de riego y represas para controlar los ríos, mejor explotación detierras hasta entonces no utilizadas productivamente. Patrocina leyes para fundar coloniasagrícolas con inmigrantes extranjeros.

1863:Sarmiento es acusado del sangriento asesinato del Chacho, pero declara no haber ordenado su

ejecución. «Desde ese día (en que, derrotado en Córdoba, va a refugiarse a La Rioja) principia elacto más heroico, más romanesco que las crónicas de la montonera, tan intangible, tan rápida yfugaz, recuerdan. Alguna cualidad verdaderamente grande debía de haber en el carácter de aquelviejo gaucho, si no era nativa estolidez, como la terquedad brutal que a veces pasa plaza deconstancia heroica» (El Chacho).

Rawson, ministro del Interior de Mitre, señala que es inconstitucionalmente irregular que ungobernador declare el estado de sitio. Enconada polémica, las relaciones entre los gobiernosnacional y provincial se hacen muy tensas. «Doctor, tiene usted la inteligencia de un sabioalemán, el corazón sano, pero rotos los brazos. Ud. no hará nada en su vida». Mitre, vistas lasdificultades de Sarmiento, le da una oportunidad de abandonar airosamente el cargo: lo nombraenviado extraordinario y Ministro en los EE.UU.

1864:Renuncia ante la Asamblea Legislativa; se lo nombra Ministro Plenipotenciario ante Chile y

Perú. En Chile, se pronuncia con vehemencia contra la flota española que ataca las Islas Chincha.

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También en el Congreso Americano, reunido en Lima, reitera su posición contra la agresiónespañola, yendo más allá de las instrucciones otorgadas por su gobierno. Mitre y Elizalde,Ministro de Relaciones Exteriores, protestan enérgicamente por su conducta.

1865:A instancias de su gobierno, abandona el Congreso y parte para Nueva York, donde es

recibido por el presidente Andrew Johnson. Funda un periódico propio, Ambas Américas, através del cual defiende la posición de su país en la Guerra de la Triple Alianza. Afirma respectoal poderío norteamericano: «Me creo llamado a fijar la opinión de los Estados Unidos sobre laAmérica del Sur, y me considero el único de sus hijos que se halla preparado para contener losprogresos y tentativas de despotismo imperial (…). Me dará aquella colosal empresa pábulo a lanecesidad de acción inteligente que me consume; y el género de gloria a que puedo con másderecho aspirar. Irradiar la libertad, la educación y el gobierno sobre toda la América» (Carta aMitre).

1866:Muere su hijo Dominguito en la Guerra del Paraguay. «De una arcilla generosa yo había

moldeado una estatua, según bello ideal que había formado».Visita a la viuda de Horace Mann, conoce a Emerson, George Ticknor, Longfellow. Bartolito

Mitre, hijo del presidente, es su secretario y constante compañero.

1867:Traduce y edita Vida de Horace Mann. Viaja a París, a la Exposición Internacional. Se

entrevista con Thiers. Conoce, a su vuelta en N. York, a Ida Wickersham, con quien vive unromance y mantiene luego una prolongada correspondencia. Le escribe a Juan Carlos Gómez:«Montevideo es una miseria, Buenos Aires una aldea, la República Argentina una estancia. LosEstados del Plata reunidos son un casco de potencia de primer orden, un pedazo del mundo, unfrente de la raza enfrenada en América, la tela para grandes cosas».

1868:La Asamblea Legislativa de San Juan lo elige para el senado nacional. Tras la muerte de Paz,

Mitre acepta la renuncia de su gabinete y nombra a Sarmiento Ministro del Interior, cargo queéste rechaza. Nombrado Doctor Honoris Causa de la Universidad de Ann Arbor, vuelve aBuenos Aires al mes siguiente. El Congreso Nacional lo nombra Presidente de la RepúblicaArgentina por 79 votos de 131. El 12 de octubre se hace cargo de la presidencia.

1869:«Sarmiento, carente de partido propio, no se pliega al alsinismo ni al mitrismo. Destaca su

autoridad y desinterés político. Atacado alternativamente por una y otra agrupación, a medidaque va produciendo sus actos, o por ambos a la vez, si no puede más bien, la contemporización;lo guía el agudo sentido de la realidad» (AP: S).

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1870:«¿Quién en fin, sin injusticia, dará el nombre de asesinato a actos cometidos en medio de la

exaltación ardiente de una larga y prolongada lucha de partidos?».

1871:«Soy un ente raro. Otros lo son mucho más, sin apercibirse de ello. Soy un intermediario

entre dos mundos distintos. Empecé a ser hombre entre la colonia española que había concluidoy la República que aún no se organizaba; entre la navegación a vela y el vapor que comenzaba.Mis ideas participan de esos dos ambientes. Yo soy el único que quedó todavía gritando:¡mueran los godos! Pertenezco a los viejos revolucionarios de la independencia, y voy con lateoría de entonces y la práctica norteamericana, contra lo que queda de la vieja colonia» (Diariodel Merrimac).

1872:«Aquí continúo con las tareas de Presidente, trabajo de mula. Mas lastimosa cuenta tengo que

darte de tu pedido tan cariñoso, tan de amigo, de venir unos días a pasarlos conmigo, en micuarto, para hablar de cama a cama. Ven, si quieres aceptar esta precisa condición, pues en lacasa en que vivo no hay una sola pieza de que disponer. Mi sirviente sale a dormir a la calle. Heaquí a un Presidente en condiciones bien estrechas» (C a P).

1873:Es objeto de un atentado programado por López Jordán, en plena ciudad, y del que sale ileso.

«En las dos cámaras nadie levanta la voz para condenarlo y algunos opositores lo atribuyen a unamaniobra política. Los propios ejecutores materiales son los que señalan el hecho, cuando, añosdespués, le escriben a Sarmiento pidiéndole que interponga su influencia a fin de que se lesconmute la pena» (AP: S).

1874:Entrega la presidencia a Nicolás Avellaneda.«He quedado sordo rematado, con ocho meses de tensión cerebral, requerida por Jordán,

Segovia, los integrantes del Congreso, los enfants terribles de la prensa, etc.» (C a P).

1875:El gobierno alsinista de la provincia de Buenos Aires lo nombra Director General de

Escuelas de la Provincia. Funda una revista pedagógica, La Educación en la Provincia deBuenos Aires. Representa a San Juan ante el Congreso Nacional, después de la muerte de JoséMaría del Carril. Sarmiento es el encargado de redactar el informe de amnistía a losrevolucionarios del 74. Polémica con Rawson, quien le enrostra la responsabilidad de la muertedel Chacho y la instigación a violar la Constitución, de que hizo objeto al Presidente Mitre desdeWashington

1876:

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«Asistiendo a la inauguración del ferrocarril a Tucumán advierte, de golpe, muy sorprendido,cómo las piernas se le hinchan: acaba de declarársele la enfermedad cardíaca que, poco a poco,minará su organismo y lo llevará a la tumba» (AP: S).

1877:Desarrolla su teoría del Poder Ejecutivo fuete como impugnación a un proyecto de Rawson,

que es finalmente rechazado. Ataques en la prensa y en las Cámaras. «Cuando me operaba elmédico sentía el escalpelo, manejado por mano culta y profesional. Esta vez era el alfajor deldesollador del saladero que sentía correr por mis costillas».

1878:«Tengo una enfermedad de desencanto de nuestro país y de nuestra capacidad gubernativa

que, al aplicarla y fundarla, te haría caer las alas del corazón. No creas que es la vejez» (C a P).

1879:Avellaneda le ofrece el cargo de Ministro del Interior y jefe de su gabinete. Renuncia a su

banca en el Senado y acepta el nuevo nombramiento, pero en octubre lo abandona.

1880:La Asociación de Jóvenes para la Unión Nacional proclama su candidatura para la

presidencia.

1881:El gobierno nacional lo designa Inspector General de Escuelas.

1882:Al llegar la noticia de la muerte de Darwin, el Círculo Médico Argentino lo invita a disertar

sobre su obra, junto a Eduardo Ladislao Holmberg. Sarmiento retoma y desarrolla losargumentos que en 1876 habían motivado su fantasía científica Dos partidos en lucha.

1883:Escribe el primer volumen de Conflictos y armonías de las razas en América. Es propuesto

para la elección del Concejo Municipal de la Capital Federal.

1884:Solicita a Roca lo envíe a los países vecinos, con el objeto de suscribir un convenio

internacional para trabajar conjuntamente en la traducción de las principales obras de lacivilización occidental.

1885:Funda, en diciembre, el diario El Censor, como forma de fustigar a Roca y las amenazas de

candidatura oficial de Juárez Celman.

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1886:Publica Vida y escritos del coronel don Francisco J. Muñiz y Vida de Dominguito. Con

motivo de la epidemia de cólera, se le designa presidente de la Comisión Nacional de Ayuda alInterior. Cumple 75 años. Ésta es su respuesta ante una felicitación: «¡Pero que vengan a mí adecirme ahora que yo he muerto! ¡A mí que recibo en este día los honores que no siempre meprodigaron en mejores tiempos; a mí que tengo todavía en la mano, a falta de espada que nosustentaría ya mi débil brazo, el buril, la pluma y el látigo que fijan las ideas, cuando no sea másque para dar fe de hallarme en mi puesto, cuando las andan buscando para encadenarlas!».

1887:«En el último año de su existencia se afilia a la Liga Internacional de la Paz y la Libertad,

organización que acaba de descubrir y cuya sede reside en Ginebra» (AP: S).

1888:Acompañado de su hija y su nieta María Luisa viaja a Asunción, donde muere el 11 de

setiembre.

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DOMINGO FAUSTINO SARMIENTO (San Juan, Provincias Unidas del Río de la Plata, 1811 -Asunción, Paraguay, 1811).

El 15 de febrero de 1811 nació en el Carrascal, uno de los barrios más pobres de la ciudad de SanJuan, Domingo Faustino Sarmiento. Los primeros «maestros» de Domingo fueron su padre JoséClemente Sarmiento y su tío José Eufrasio Quiroga Sarmiento, quienes le enseñaron a leer a loscuatro años. En 1816, ingresó a una de las llamadas «Escuelas de la Patria», fundadas por losgobiernos de la Revolución, donde tuvo como educadores a los hermanos Ignacio y JoséRodríguez, éstos sí maestros profesionales.

Cuando terminó la primaria, su madre, Doña Paula Albarracín, quiso que estudiara parasacerdote en Córdoba, pero Domingo se negó y tramitó una beca para estudiar en Buenos Aires.No la consiguió y tuvo que quedarse en San Juan donde fue testigo de las guerras civiles queasolaban la provincia. Marchó al exilio en San Francisco del Monte, San Luis, junto a su tío, Joséde Oro. Allí fundaron una escuela que será el primer contacto de Sarmiento con la educación.

Poco después, regresó a San Juan y comenzó a trabajar en la tienda de su tía. «La Historia deGrecia la estudié de memoria, y la de Roma enseguida…; y esto mientras vendía yerba y azúcar,y ponía mala cara a los que me venían a sacar de aquel mundo que yo había descubierto paravivir en él. Por las mañanas, después de barrida la tienda, yo estaba leyendo, y una señora pasabapara la Iglesia y volvía de ella, y sus ojos tropezaban siempre, día a día, mes a mes, con este niñoinmóvil insensible a toda perturbación, sus ojos fijos sobre un libro, por lo que, meneando lacabeza, decía en su casa: “¡Este mocito no debe ser bueno! ¡Si fueran buenos los libros no losleería con tanto ahínco!”».

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En 1827, se produjo un hecho que marcará su vida: la invasión a San Juan de los montoneros deFacundo Quiroga. Decidió oponerse a Quiroga incorporándose al ejército unitario del GeneralPaz. Con el grado de teniente, participó en varias batallas. Pero Facundo parecía por entoncesimparable: tomó San Juan y Sarmiento decidió, en 1831, exiliarse en Chile. Se empleó comomaestro en una escuela de la localidad de Los Andes. Sus ideas innovadoras provocaron lapreocupación del gobernador. Molesto, se mudó a Pocura y fundó su propia escuela. Allí seenamoró de una alumna con quien tendrá su primera hija, Ana Faustina.

En 1836, pudo regresar a San Juan y fundar su primer periódico, El Zonda. Pero al gobiernosanjuanino no le cayeron nada bien las críticas de Sarmiento y decidió, como una forma decensurarlo, aplicarle al diario un impuesto exorbitante que nadie podía pagar y que provocó elcierre de la publicación en 1840. Volvió a Chile y comenzó a tener éxito como periodista y comoconsejero educativo de los sucesivos gobiernos.

«¿Qué es pues un periódico? Una mezquina hoja de papel, llena de retazos, obra sin capítulos,sin prólogo, atestada de bagatelas del momento. Se vende una casa. Se compra un criado. Se haperdido un perro, y otras mil frioleras, que al día siguiente a nadie interesan. ¿Qué es unperiódico? Examinadlo mejor. ¿Qué más contiene? Noticias de países desconocidos, lejanos,cuyos sucesos no pueden interesarnos. (…) Trozos de literatura, retazos de novelas. Decretos degobierno. (…) Un periódico es el hombre. El ciudadano, la civilización, el cielo, la tierra, lopasado, lo presente, los crímenes, las grandes acciones, la buena o la mala administración, lasnecesidades del individuo, la misión del gobierno, la historia contemporánea, la historia de todoslos tiempos, el siglo presente, la humanidad en general, la medida de la civilización de unpueblo». D. F. Sarmiento, El Zonda Nº 4.

En Chile, Sarmiento pudo iniciar una etapa más tranquila en su vida. Se casó con Benita, viudade Don Castro y Calvo, adoptó a su hijo Dominguito y publicó su obra más importante:Facundo, Civilización y Barbarie. Eligió el periodismo como trinchera para luchar contra Rosas.Fundó dos nuevos periódicos: La Tribuna y La Crónica, desde los que atacó duramente a DonJuan Manuel.

Entre 1845 y 1847, por encargo del gobierno chileno, visitó Uruguay, Brasil, Francia, España,Argelia, Italia, Alemania, Suiza, Inglaterra, EEUU, Canadá y Cuba. En cada uno de estos países,se interesó por el sistema educativo, el nivel de la enseñanza y las comunicaciones. Todas estasimpresiones las volcó en su libro Viajes por Europa, África y América. A fines de 1845 conocióen Montevideo a Esteban Echeverría, uno de los fundadores de la generación del ’37 y como él,opositor a Rosas y exiliado. Estando en Francia, en 1846, tuvo un raro privilegio: conocerpersonalmente al general San Martín en su casa de Grand Bourg y mantener una larga entrevistacon el libertador.

De regreso a Chile, incrementó su actividad periodística contra Rosas, lo que motivó que elgobernador de Buenos Aires solicitara dos veces la extradición de Sarmiento para juzgarlo porcalumnias, cosa a la que el gobierno chileno se negó. Sarmiento pensaba que el gran problema dela Argentina era el atraso que él sintetizaba con la frase «civilización y barbarie». Como muchos

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pensadores de su época, entendía que la civilización se identificaba con la ciudad, con lo urbano,lo que estaba en contacto con lo europeo, o sea lo que para ellos era el progreso. La barbarie, porel contrario, era el campo, lo rural, el atraso, el indio y el gaucho. Este dilema, según él, sólopodía resolverse con el triunfo de la «civilización» sobre la «barbarie». Decía: «Quisiéramosapartar de toda cuestión social americana a los salvajes por quienes sentimos sin poderloremediar, una invencible repugnancia». En una carta le aconsejaba a Mitre: «no trate deeconomizar sangre de gauchos. Éste es un abono que es preciso hacer útil al país. La sangre es loúnico que tienen de seres humanos esos salvajes». Lamentablemente el progreso no llegó paratodos y muchos «salvajes y bárbaros» pagaron con su vida o su libertad el «delito» de habernacido indios o de ser gauchos y no tener un empleo fijo.

La obra literaria de Sarmiento estuvo marcada por su actuación política desde que escribió en1845: «¡Sombra terrible de Facundo, voy a evocarte, para que, sacudiendo el ensangrentadopolvo que cubre tus cenizas, te levantes a explicarnos la vida secreta y las convulsiones internasque desgarran las entrañas de un noble pueblo! (…) Facundo no ha muerto ¡Vive aún!; está vivoen las tradiciones populares, en la política y las revoluciones argentinas; en Rosas, su heredero,su complemento. (…) Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado porRosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él, (…) tirano sin rival hoy en la tierra». Estospárrafos del Facundo nos muestran el estilo de Sarmiento. Facundo, a quien odia y admira a lavez, es la excusa para hablar del gaucho, del caudillo, del desierto interminable, en fin, de laArgentina de entonces, de todos los elementos que representan para él el atraso y con los que hayque terminar por las buenas o las malas.

Sarmiento desde Chile alternó su actividad periodística con la literaria y educativa. En su libroViajes (1849) se reflejan mucho más que las impresiones de un viajero atento y observador; allíse ocupó de lo que lo maravilla de los países que visita y que quisiera ver en su tierra. Pone elacento en el progreso industrial, el avance de las comunicaciones y de la educación.

En su libro Argirópolis (1850) dedicado a Urquiza, expresó un proyecto para crear unaconfederación en la cuenca del Plata, compuesta por las actuales Argentina, Uruguay y Paraguay,cuya capital estaría en la Isla Martín García. El modelo de organización era la Constituciónnorteamericana y proponía fomentar la inmigración, la agricultura y la inversión de capitalesextranjeros.

Mantuvo fuertes polémicas con políticos y escritores de su tiempo, como Juan Bautista Alberdi,con quien no coincidía en apoyar a Urquiza. Esta polémica se expresó a través de sus libros.Alberdi escribió Complicidad de la prensa en las guerras civiles de la República Argentina yCartas Quillotanas y Sarmiento le respondió con Las ciento y una, Época preconstitucional yComentarios a la Constitución de la Nación Argentina.

En 1862 el general Mitre asumió la presidencia y se propuso unificar al país. En estascircunstancias asumió Sarmiento la gobernación de San Juan. A poco de asumir dictó una LeyOrgánica de Educación Pública que imponía la enseñanza primaria obligatoria y creaba escuelaspara los diferentes niveles de educación, entre ellas una con capacidad para mil alumnos, el

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Colegio Preparatorio, más tarde llamado Colegio Nacional de San Juan, y la Escuela deSeñoritas, destinada a la formación de maestras.

En sólo dos años Sarmiento cambió la fisonomía de su provincia. Abrió caminos, ensanchócalles, construyó nuevos edificios públicos, hospitales, fomentó la agricultura y apoyó lafundación de empresas mineras. Y como para no aburrirse, volvió a editar el diario El Zonda.

En 1863 se produjo en la zona el levantamiento del Chacho Peñaloza y Sarmiento decretó elestado de sitio y como coronel que era, asumió personalmente la guerra contra el caudillo riojanohasta derrotarlo. El ministro del interior de Mitre, Guillermo Rawson, criticó la actitud deSarmiento de decretar el estado de sitio por considerar que era una decisión exclusiva del poderejecutivo nacional. Sarmiento, según su estilo, renunció. Corría el año 1864.

A pedido del presidente Mitre, en 1864 viajó a los EE. UU. como ministro plenipotenciario de laArgentina. De paso por Perú, donde se hallaba reunido el Congreso Americano, condenó elataque español contra Perú, a pesar de las advertencias de Mitre para que no lo hiciera.

Sarmiento llegó a Nueva York en mayo de 1865. Acababa de asumir la presidencia AndrewJohnson en reemplazo de Abraham Lincoln, asesinado por un fanático racista. Sarmiento quedómuy impresionado y escribió Vida de Lincoln. Frecuentó los círculos académicosnorteamericanos y fue distinguido con los doctorados «Honoris Causa» de las Universidades deMichigan y Brown.

Mientras Sarmiento seguía en los Estados Unidos, se aproximaban las elecciones y un grupo depolíticos lo postuló para la candidatura presidencial. Los comicios se realizaron en abril de 1868y el 16 de agosto, mientras estaba de viaje hacia Buenos Aires, el Congreso lo consagrópresidente de los argentinos. Asumió el 12 de octubre de ese año.

Cuando Sarmiento asumió la presidencia todavía se combatía en el Paraguay. La guerra iba allevarse la vida de su querido hijo Dominguito. Sarmiento ya no volvería a ser el mismo. Unprofundo dolor lo acompañaría hasta su muerte.

Durante su presidencia siguió impulsando la educación fundando en todo el país unas 800escuelas y los institutos militares: Liceo Naval y Colegio Militar.

Sarmiento había aprendido en los EE. UU. la importancia de las comunicaciones en un paísextenso como el nuestro. Durante su gobierno se tendieron 5000 kilómetros de cablestelegráficos y en 1874, poco antes de dejar la presidencia pudo inaugurar la primera líneatelegráfica con Europa. Modernizó el correo y se preocupó particularmente por la extensión delas líneas férreas. Pensaba que, como en los EE. UU., el tren debía ser el principal impulsor delmercado interno, uniendo a las distintas regiones entre sí y fomentando el comercio nacional.Pero éstos no eran los planes de las compañías británicas inglesas, cuyo único interés era traerlos productos del interior al puerto de Buenos Aires para poder exportarlos a Londres. En lugarde un modelo ferroviario en forma de telaraña, o sea interconectado, se construyó uno en formade abanico, sin conexiones entre las regiones y dirigido al puerto. Éste es un claro ejemplo de laslimitaciones que tenían los gobernantes argentinos frente a las imposiciones del capital inglés. La

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red ferroviaria pasó de 573 kilómetros a 1331 al final de su presidencia.

En 1869 se concretó el primer censo nacional. Los argentinos eran por entonces 1.836.490, delos cuales el 31% habitaba en la provincia de Buenos Aires y el 71% era analfabeto. Según elcenso, el 5% eran indígenas y el 8% europeos. El 75% de las familias vivía en la pobreza, enranchos de barro y paja. Los profesionales sólo representaban el 1% de la población. Lapoblación era escasa, estaba mal educada y, como la riqueza, estaba mal distribuida. Sarmientofomentó la llegada al país de inmigrantes ingleses y de la Europa del Norte y desalentó la de losde la Europa del Sur. Pensaba que la llegada de sajones fomentaría en el país el desarrolloindustrial y la cultura. En realidad los sajones preferían emigrar hacia los EE. UU. donde habíapuestos de trabajo en las industrias. La argentina de entonces era un país rural que sólo podíaconvocar, lógicamente a campesinos sin tierras. Y, para tristeza de Sarmiento, la mayoría de losinmigrantes, muchos de nuestros abuelos, serán campesinos italianos, españoles, rusos yfranceses.

Entre las múltiples obras de Sarmiento hay que mencionar la organización de la contaduríanacional y el Boletín Oficial que permitieron a la población en general, conocer las cuentasoficiales y los actos de gobierno. Creó el primer servicio de tranvías a caballo, diseñó losJardines Zoológico y Botánico. Al terminar su presidencia 100.000 niños cursaban la escuelaprimaria.

Al finalizar su mandato apoyó la candidatura del tucumano Nicolás Avellaneda.

El 22 de agosto de 1873 Sarmiento sufrió un atentado mientras se dirigía hacía la casa de VélezSarsfield. Cuando transitaba por la actual esquina de Corrientes y Maipú, una explosión sacudióel coche en el que viajaba. El sanjuanino no lo escuchó porque ya padecía una profunda sordera.Los autores fueron dos anarquistas italianos, los hermanos Francisco y Pedro Guerri queconfesaron haber sido contratados por hombres de López Jordán. El atentado falló porque aFrancisco Guerri se le reventó el trabuco en la mano. Sarmiento salió ileso del atentado y seenteró porque se lo contaron después.

Al finalizar su mandato en 1874, Sarmiento se retiró de la presidencia pero no de la política. En1875 asumió el cargo de Director General de Escuelas de la Provincia de Buenos Aires ycontinuó ejerciendo el periodismo desde La Tribuna. Poco después fue electo senador por SanJuan.

En esa época vivía con su hermana, su hija y sus nietos en la calle Cuyo, actual Sarmiento 1251.

En 1879 asumió como ministro del Interior de Avellaneda, pero por diferencias políticas con elgobernador de Buenos Aires, Carlos Tejedor, renunció al mes de haber asumido.

Durante la presidencia de Roca ejerció el cargo de Superintendente General de Escuelas delConsejo Nacional de Educación. En la época en que Sarmiento fomentaba la educación popular,el índice de analfabetos era altísimo. En el campo había muy pocas escuelas porque la mayoríade los estancieros no tenían ningún interés en que los peones y sus hijos dejaran de serignorantes. Cuanta menos educación tuvieran más fácil sería explotarlos.

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Pero Sarmiento trataba de hacerles entender que una educación dirigida según las ideas y losvalores de los sectores dominantes, lejos de poner en peligro sus intereses, los reproducía yconfirmaba. «Para tener paz en la República Argentina, para que los montoneros no se levanten,para que no haya vagos, es necesario educar al pueblo en la verdadera democracia, enseñarles atodos lo mismo, para que todos sean iguales… para eso necesitamos hacer de toda la repúblicauna escuela».

De todas formas le costó muchísimo convencer a los poderosos de que les convenía la educaciónpopular y recién en 1884, logró la sanción de su viejo proyecto de ley de educación gratuita,laica y obligatoria, que llevará el número 1420.

Una de sus últimas actuaciones públicas data de 1885. El presidente Roca prohibió a los militaresemitir opiniones políticas. Sarmiento, que no podía estar sin expresar su pensamiento, decidiópedir la baja del ejército, y opinar libremente a través de las páginas de su diario El Censor.

En el invierno de 1888 se trasladó al clima cálido del Paraguay junto a Aurelia Vélez, la hija deDalmacio Vélez Sarsfield, autor del Código Civil. Aurelia fue la compañera de Sarmientodurante los últimos años de su vida. Murió el 11 de septiembre de ese año, en Paraguay, como suhijo Dominguito.

Pocos años antes había dejado escrito una especie de testamento político: «Nacido en la pobreza,criado en la lucha por la existencia, más que mía de mi patria, endurecido a todas las fatigas,acometiendo todo lo que creí bueno, y coronada la perseverancia con el éxito, he recorrido todolo que hay de civilizado en la tierra y toda la escala de los honores humanos, en la modestaproporción de mi país y de mi tiempo; he sido favorecido con la estimación de muchos de losgrandes hombres de la Tierra; he escrito algo bueno entre mucho indiferente; y sin fortuna quenunca codicié, porque era bagaje pesado para la incesante pugna, espero una buena muertecorporal, pues la que me vendrá en política es la que yo esperé y no deseé mejor que dejar porherencia millones en mejores condiciones intelectuales, tranquilizado nuestro país, aseguradaslas instituciones y surcado de vías férreas el territorio, como cubierto de vapores los ríos, paraque todos participen del festín de la vida, de que yo gocé sólo a hurtadillas».

Felipe Pigna

Fuente: http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/s/sarmiento.php

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NOTAS

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Notas del «Prólogo» (edición)

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[1] Alberto Palcos, «Prólogo» al Facundo, La Plata, Universidad Nacional, 1938. <<

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[2] Emma S. Speratti Piñero, Introducción y notas al Facundo, México, Nuestros Clásicos,U. N. A. M., 1957. <<

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[3] Jean-Pierre Faye, «Théorie du récit», en Change N° 1, París, 1969. <<

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[4] Sarmiento, «Carta a Calandrelli», del 12/8/81 (en Facundo, ed. cit.): «…habiéndome criadoen una provincia apartada y formándome sin estudios ordenados, la lengua de los conquistadoreshabía debido conservarse allí más tiempo sin alteraciones sensibles». <<

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[5] Jorge Luis Borges, «Prólogo» a Recuerdos de Provincia, Buenos Aires, Emecé, 1943. <<

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[6] Noé Jitrik, Muerte y Resurrección de Facundo, Buenos Aires, CEAL, 1968. <<

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[7] «¿Creeráse que tanta mediocridad es natural a una ciudad del interior? ¡No! Ahí está latradición para probar lo contrario». (Cap. IV). <<

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[8] Facundo, cap. IX. <<

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[9] Enrique Anderson Imbert, «El historicismo de Sarmiento», Cuadernos Americanos, Año IV,N° 5, México, 1945. <<

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[10] Adolfo Prieto, La literatura autobiográfica argentina, Rosario, Facultad de Filosofía yLetras, 1963. <<

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[11] Alberto Palcos, El Facundo, Buenos Aires, Editorial Elevación, 1945; Allison Bunkley, Vidade Sarmiento, Buenos Aires, Eudeba, 1965. <<

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[12] Juan Luis Guerrero, Tres temas de Filosofía argentina en las entrañas del Facundo, BuenosAires, 1945. <<

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[13] Alberto Palcos, «Prólogo» a Facundo, ed. cit. <<

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[14] En este sentido puede entenderse la Nota Segunda de Valentín Alsina; le señala en ella unacierta «propensión a los sitemas» o, lo que es lo mismo, a la superposición de un sistema sobre larealidad. <<

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[15] Jacques Lafaye (Sarmiento on Martí A propos de «D. F. Sarmiento, éducateur et publiciste,entre 1839 et 1852», de Paul Verdevoye. Sobretiro de Langues Néo-Latines, Mai 1965, N° 172)sostiene que el grupo contra el que Sarmiento lucha es la «aristocracia», en cuya descripciónconvergen nociones variadas: modo de producción, origen racial, costumbres, valores,pretensiones, etc. La guerra entre Dávilas y Ocampos, en La Rioja, ejemplificaría esadesignación que resulta, sin embargo, calcada de otros conflictos entre clanes, recogidos por laliteratura. Más propio sería considerar que su toma de distancia respecto de grupos en el interiorde la misma clase tiene un fundamento económico y que se centra, finalmente, en la oposiciónentre grupos preburgueses del interior y sectores ya más burgueses de Buenos Aires. <<

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[16] Pedro Henríquez Ureña, «Perfil de Sarmiento», Cuadernos Americanos, Año IV, N° 5,México, 1945. <<

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[17] Ezequiel Martínez Estrada, Meditaciones Sarmientinas, Santiago, Editorial Universitaria,1968. <<

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[18] Raúl Orgaz, Sarmiento y el naturalismo histórico, Córdoba, Imprenta Rossi, 1940. <<

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[19] Y de la manera misma de componer descripta en la «Advertencia a la Primera Edición»: «Alcoordinar entre sí sucesos que han tenido lugar en distintas i remotas provincias, i en épocasdiversas, consultando a un testigo ocular sobre un punto, rejistrando manuscritos formados a lalijera, o apelando a las propias reminiscencias…». <<

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[20] Pedimos la palabra al mismo Sarmiento en la Carta a Alsina, «Prólogo» a la SegundaEdición: «por retocar obra tan informe, desapareciese su fisonomía primitiva, i la lozana ivoluntariosa audacia de la mal disciplinada concepción». <<

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[21] Todo el episodio de las notas de Alsina y las correcciones a que dan lugar, así como las yabien estudiadas razones de las supresiones en las ediciones segunda y tercera, muestra por unlado la fuerza que podía ejercer sobre su actitud textual, por decir así, la lucha política; haceconcesiones a Alsina en medio de una general tendencia al utopismo pero que contrarresta —yeso es lo que indica esta concesión— mediante una voluntad de inscripción en un campo real;creo que, contrariamente a lo que se piensa —como mito burgués encubridor—, Sarmientoexaminaba fuerzas concretas, sobre todo políticas, y negociaba con ellas (su opción por elPartido Conservador chileno cuando todos esperaban que se decidiera por el Liberal), nopretendía inventarlo todo pero tampoco renunciaba a que ese «todo» no se encaminara a algunaparte; de ahí el juego entre oportunismo e independencia, la finalidad era superior, la finalidadera, repito, constituir una clase y un país simultáneamente. Si lo comparamos con Echeverría,que se mantiene dentro de un enclaustramiento de fundador conceptual, o con Alberdi, que eligecon similares criterios morales y políticos pero equivocando tal vez la oportunidad, concluiremosque en la acción de Sarmiento no está ausente cierto ideal del éxito. <<

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[22] Norberto Pinilla, La polémica del Romanticismo en 1842, Buenos Aires, América lee, 1943.<<

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[23] Línea permanente en Sarmiento: en el «Prólogo» a la Primera Edición, en cuyo primerpárrafo emplea la palabra «desterrado», dice al final: «Los que conocen mi conducta en Chile,saben si he cumplido aquella protesta». <<

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[24] E. M. Eisenstein, «Structure, Montage, Passage», en Change N° 3, París, Scuil. 1968. <<

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[25] Noé Jitrik, Producción literaria y producción social, Buenos Aires, Sudamericana, 1975. <<

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[26] Noé Jitrik, «El tema del canto en el Martín Fierro», en El fuego de la especie, Buenos Aires,Siglo XXI, 1972. <<

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[27] Sergio Bagú, El plan económico del grupo rivadaviano, Rosario, Facultad de Filosofía yLetras, 1966. <<

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[28] Recordar la escuela de los hermanos Rodríguez, en San Juan, y el papel que jugó en laformación de la personalidad de Sarmiento; los niños eran llamados «ciudadanos», y los premioseran esencialmente republicanos. Cf. Recuerdos de Provincia y Facundo, final del Cap. IV. <<

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[29] Cf. Cap. V: «Toda la vida pública de Quiroga me parece resumida en estos datos. Veo enellos el hombre grande, el hombre de jenio a su pesar, sin saberlo él, el César, el Tamerlán, elMahoma». <<

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[30] José Ingenieros, Hacia una moral sin dogmas, Buenos Aires, Talleres Gráficos de L. J.Rosso, 1937. <<

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[31] Julia Kristeva, La révolution du langage poétique (B, III, «Instances du discours et altérationdu sujet»), París, Scuil, 1974. <<

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Notas de la «Advertencia del autor» (edición)

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[1] La «Advertencia del autor» fue suprimida por Sarmiento en la 2, 3 y 4 ediciones. La incorporónuevamente en el vol. VII de las Obras. <<

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[2] Sarmiento alude a las observaciones sobre hechos registrados en el Facundo y a las críticassobre el esquemático sistema a priori (civilización y barbarie) que organiza el proceso argentino.Respecto de la rapidez con que la redactó, es indudablemente cierto que la llegada del enviado deRosas ante el gobierno chileno —Baldomero García— precipitó su publicación. Sin embargo,desde e año anterior pensaba en Juan Facundo Quiroga como personaje ejemplificador de suconcepción de la barbarie, tal lo revela su artículo de El Progreso el 28 de agosto de 1844.Asimismo indica ese proyecto la carta a Anselmo Rojo: «…Pienso recolectar datos para labiografía de Quiroga, éste será un cuadro brillante y ésta y la de Aldao mandarlas a la Revista deAmbos Mundos para que se publiquen» (22 de febrero de 1845), y el pedido de información a suamigo y comprovinciano Antonio Aberastain. El anuncio del folletín en El Progreso del 1.º demayo de 1845 señala ya la urgencia de la redacción («Un interés del momento, premioso yurgente a mi juicio, me hace trazar rápidamente un cuadro que había creído poder presentaralgún día, tan acabado como me fuese posible. He creído necesario hacinar sobre el papel misideas tales como se presentan, sacrificando toda pretensión literaria a la necesidad de atajar unmal que puede ser trascendental para nosotros»), insiste en la carta al general José María Paz (22de diciembre de 1845) con el envío de la obra («Remito a S. E. un ejemplar del Facundo que heescrito con el objeto de favorecer la revolución y preparar los espíritus. Obra improvisada, llenade inexactitudes a designio a veces, no tiene otra importancia que la de ser uno de tantos mediospara ayudar a destruir un gobierno absurdo y preparar el camino a otro nuevo»), en Recuerdos deprovincia y en la carta a Alsina.

Muchos son los errores señalados a Sarmiento. Entre las correcciones hechas por suscontemporáneos citaremos sólo las de Alsina (véase nota y Apéndice), las de Juan BautistaAlberdi (véase nota) y las de Bartolomé Mitre en su ejemplar del Facundo, por su valortestimonial dada la relevancia política de sus autores. En 1903, en un curso en la Facultad deFilosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, David Peña inicia la lista de rectificadoresde la visión sarmientina de Facundo Quiroga. El lector interesado en este problema puedeconsultar Archivo del Brigadier General Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, Facultad deFilosofía y Letras, 1957; Barba, Enrique, Correspondencia entre Rosas, Quiroga y López,Buenos Aires, Hachette, 1958; Cárcano, Ramón, J., Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires,Roldán, 1933; Peña, David, Juan Facundo Quiroga, Buenos Aires, Ed. Americana, 1953. En lasúltimas décadas, la significación de Rosas y Quiroga en el proceso histórico argentino ha sidovalorada por la corriente historiográfica argentina revisionista, coincidente en su juicio negativosobre la figura de Sarmiento. Las notas de esta edición no registran tales correcciones ydiscusiones, pues su inclusión haría particularmente extensa y engorrosa la lectura, escapando,por otra parte, a la finalidad de esta Biblioteca. La obra, es evidente, persigue un objetivo políticoy no histórico y ese carácter le ha dado el mismo Sarmiento (recuérdese «las inexactitudes adesignio a veces» de la carta a Paz). Creemos que las notas aclaratorias son suficientes paraubicar al lector en el proceso argentino. <<

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[3] Si bien es cierto que Sarmiento corrigió y suprimió partes del texto en las sucesivas ediciones,llevado casi siempre por razones políticas, nunca rehizo la obra. Cuando planea corregirlaconsulta a Dalmacio Vélez Sarsfield y a su hija Aurelia Vélez, que disienten en el consejo. Elprimero le recomienda en carta de octubre de 1865: «Me parece que el Facundo mentira(subrayado en el original) será siempre mejor que el Facundo verdadera historia», y Sarmientodecide en carta a la segunda: «No tocaré con mis trémulas manos de viejo al Facundo porcomplacerla a usted, cuyo juicio y cariñosa tutela respeto y acato». <<

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[4] Ambas sentencias fueron suprimidas en la 2, 3 y 4 ediciones. Reaparecen en el vol. VII de lasObras. <<

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[5] El crítico Paul Groussac afirma que la frase es de Volney (Crítica literaria, Buenos Aires,1924, pág. 255). Sin embargo, el investigador francés Paul Verdevoye no la ha hallado ni enFortoul ni en Volney. Considera en cambio que Sarmiento, asiduo lector de la RevueEncyclopédique, pudo recordar una frase de Diderot («On ne tue pas de coups de fusil auxidées»), acápite de un artículo de Charles Didier —«Les doctrines et les idées», t. LV, julio-set.1832, pág. 346—, a quien nuestro autor cita frecuentemente por estos años. La hipótesis parececorroborarse si se la relaciona con la frase de Sarmiento en un artículo de El Progreso (21 demarzo de 1844, XIII, 359): «No se fusilan ni degüellan las ideas», en que ambas aparecenfundidas (Paul Verdevoye, Domingo Faustino Sarmiento; éducateur et publiciste (entre 1839 et1852), París, Impr. Jouve, 1963, pág. 76/77, nota 160). <<

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[6] Todo este texto aparece en la 1 y 2 edición y en el t. VII de las Obras. En la Segunda se tituló«Prólogo». <<

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[7] Miembros del ala extrema de la Sociedad Popular Restauradora, encargados de someter a laoposición mediante actos de terror. La Sociedad se creó a fines de 1833 y la integrabanindividuos de las más diversas clases sociales. El nombre popular de Mazorca proviene delemblema, una mazorca de maíz que indicaba unión. La palabra aparece en la segunda edición delFacundo con la grafía de «mashorqueros», así también la escribe E. Echeverría en El Matadero,pues ella permitía destacar la función terrorista mediante la clara alusión a la horca. Sarmiento daen la Crónica del 23 de diciembre de 1849 la siguiente explicación del origen del término:«Sociedad Popular, que después se llamó Mazorca, por un regalo que le hizo Rosas de unamazorca de maíz llena de cintas coloradas para que se la metiesen a los salvajes (la bastardilla esde Sarmiento) unitarios, palabras textuales del mensaje con que acompañaba el general Rosas eldon». Véase además la nota 49 de Alsina en el Apéndice. <<

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Notas de la «Introducción» (edición)

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[1] Esta Introducción aparece en la primera y cuarta edición, y en el tomo VII de las Obras (enésta lleva el título: «Introducción a la edición de 1845»). <<

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[2] Juan Facundo Quiroga (1788-1845), perteneció a una poderosa familia de grandespropietarios rurales de La Rioja. Desde joven ayudó a su padre a conducir arrias de mulas. Fuevoluntario del Regimiento de Granaderos a caballo. En 1816 regresó a su provincia natal,colaborando activamente con el ejército del Norte —al que proveía de ganado y tropas— en lalucha contra los españoles. Su preponderancia comienza en 1820 con el cargo de jefe militar delas milicias de los Llanos. Desde 1822 domina la política de La Rioja —ya que goza de unenorme ascendiente sobre la población rural de la región, como lo confirma el carácter casilegendario adquirido por su figura, avalado, por ejemplo, por un nutrido cancionero popular—,en la que se ha iniciado al calor de las luchas por la hegemonía entre familias rivales. Amediados de 1826, La Rioja es una de las pocas provincias que se pronuncia por la soluciónunitaria en el Congreso, pero ante el fracaso de la política andina y porteña, Quiroga abraza laopuesta. Otra razón para este hecho es el conflicto con las minas riojanas. Junto con otrosgobernantes opuestos a la política centralista de Rivadavia, que culmina con la constituciónunitaria, se levantó en armas enarbolando su lema «Religión o muerte». Su lucha contra losunitarios, rápida y triunfal, apoyada por su notable eficacia militar y su prestigio entre las masascampesinas, había comenzado al derrotar a Lamadrid en el Tala (26/X/1826) y Rincón deValladares. En pocos meses, las victorias de Quiroga cambian el equilibrio del Interior, ya quemediante ellas obtiene el poder efectivo. Estos triunfos consolidan un bloque de provinciascentrales (Cuyo, La Rioja, Córdoba, Santiago del Estero). Derrotado por Paz en La Tablada yOncativo, llega a Buenos Aires en 1830, donde es recibido con fervor. A raíz del tratado de paz yauxilio recíproco que Guido firma con Paz, Quiroga debe vérselas solo frente a sus enemigos.Con la prisión de Paz, la Liga del Interior cae, y Quiroga derrota por completo a las fuerzasunitarias, ahora al mando de Lamadríd, en la Ciudadela de Tucumán (4/XI/31), al frente delejército federal. Participa en la etapa preparatoria de la campaña al desierto realizada por Rosas,y luego permanece durante un tiempo en Buenos Aires. A pedido de Maza y del mismo Rosas,parte para intervenir como mediador en un conflicto entre Salta y Tucumán. Cumplida su misióny de regreso a Buenos Aires, desoye advertencias que dan como cierto su próximo asesinato.Éste se produce en Barranca Yaco (10/2/35). <<

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[3] El habitante de los llanos de la provincia de La Rioja. Véase más adelante las notas de laspágs. 67 y 87. <<

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[4] Se denominaba así hasta el siglo XIX en la Argentina a las áreas baldías de población cristianao europea, a menudo ocupadas por los indígenas no sometidos, especialmente los pampas yaraucanos que hacían de ellas el escenario de sus correrías. <<

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[5] Juan Manuel de Rosas (1793-1877), porteño, perteneció a una acaudalada familia de la claseterrateniente, de prestigiosa inserción colonial. Se inicia tempranamente en las actividadesganaderas. Sus severos hábitos de trabajo (compendiados más tarde en sus Instrucciones a losmayordomos de estancias), su férrea autoridad y un certero instinto de lo económico le permitenconvertirse, de administrador de campos de los Anchorena, en propietario de Los Cerritos. Unrápido incremento de sus propiedades hace que éstas totalicen 327.000 hectáreas. Con Terrero yLuis Dorrego instala cerca de Quilmes Las higueritas, establecimiento saladeril dedicado alentonces próspero negocio del tasajo y su exportación, que cuenta con puertos y una flotillapropia. «En 1836 su fortuna, según declaraciones para los impuestos, sobrepasaba los cuatromillones de pesos plata, y no tenía similar en la provincia. Los bienes alcanzaban valor análogoal de todos los productos que la campaña bonaerense y algunas provincias vecinas exportaban enun año». (Horacio C. E. Giberti, Historia económica de la ganadería argentina, Buenos Aires,Solar/Hachette).

Rosas se inicia en la actividad política apoyando al partido directorial: ante la sublevación deTagle, Martín Rodríguez llama a los Colorados del Monte: capitaneados por Rosas, restauran elorden establecido. Rosas cuenta con el apoyo decidido de su clase, que necesita asegurarse elorden necesario para seguir desarrollando su próspera actividad económica. Vuelve a intervenirante el pedido de auxilio de Dorrego, con quien tiene algunas disidencias. En 1829, las miliciasde López y Rosas vencen a Lavalle en Puente Márquez. El 6/XII/ del mismo año, la Legislaturaelige a Rosas para el cargo de gobernador de la provincia de Bs. As. otorgándole facultadesextraordinarias. Rosas recibe el apoyo de diversos sectores sociales de la pcia. de Bs. As.(fundamentalmente del sector ganadero), entre los que se incluyen las capas populares, adictas alfederalismo. Instrumenta políticamente al Partido Federal para lograr un retorno a la unidad en lapcia. Contra la conspiración unitaria apela al Pacto Federal (1831), por el cual logra un principiode alianza entre Sta. Fe, Bs. As. y E. Ríos. Durante su primer gobierno, no logra la totalrecuperación económica y financiera, pero contiene el proceso de deterioro, reduciendo losgastos públicos y estabilizando la moneda. La campaña al desierto (1833-4) asegura las fronteraspor largos años.

Según las circunstancias Rosas se acercará a un mayor o menor grado de proteccionismo, que noexcederá, en ningún caso, según Julio Irazusta, a un «librecambismo mitigado». Rosas mantieneen todo momento la hegemonía porteña, que irá desplazando paulatinamente al doctrinarismofederal.

A partir de 1836, la enfiteusis —que afianza el régimen latifundista de tenencia de la tierra,manteniendo la hegemonía de los grandes hacendados— es reemplazada por la venta de tierraspúblicas. Ni esta medida ni la donación de tierras implica un cambio en el orden social.

Rosas sale victorioso del conflicto con Francia: logra conservar intacta la soberanía de la

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Argentina y su integridad territorial, defendiendo con éxito el principio de autodeterminación enel continente americano, pero manteniendo en sus aspectos esenciales la dependencia económicaya existente. Su política económica, netamente conservadora, logra no obstante duplicar el valorde las exportaciones pecuarias del país hacia fines de siglo (con respecto a las de la épocacolonial). Derrotado por Urquiza en 1853, se refugia en Inglaterra. <<

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[6] El pensamiento del francés Alexis C. E. Tocqueville influyó en la denominada generación del37 y aun antes, ya que Bernardino Rivadavia traduce parte de La democracia en América durantesu destierro. Especial gravitación tuvo en Sarmiento, quien lo cita a menudo. <<

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[7] El Dr. Gaspar Rodríguez de Francia gobernó el Paraguay con mano férrea durante 26 años(1814-1840). Apoyándose en las masas campesinas, aplastó a la oligarquía paraguaya, lo quepermitió la concentración de los resortes económicos fundamentales en manos del Estado: unEstado omnipotente y paternalista, que suprimió las libertades públicas. Impidió, en cambio, lapenetración del capital extranjero, tendiendo a un desarrollo económico autónomo. Durante sugobierno, Francia nacionalizó la propiedad rural y fabril y el comercio. La riqueza pecuaria semultiplicó y los cultivos se diversificaron, llegándose al autoabastecimiento agrario e industrial.La renta paraguaya se cuadruplicó, sin que se contrajeran deudas con el exterior. Se erradicaronel analfabetismo y la desocupación. El precio de esta experiencia autárquica fue el aislamientodel pueblo paraguayo. <<

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[8] A pesar de la presión de Thiers y otros opositores, François Guizot, autor de Historia de lacivilización de Europa y Revolución de Inglaterra, entre otras obras, por entonces primerministro de Francia, mantiene una acción moderada frente a los sucesos del Río de la Plata,negándose a intervenir si Rosas respeta los términos del tratado celebrado en 1840 (Mackau-Arana). En 1843, Pichón, el cónsul francés de Montevideo, se opone a que los francesesresidentes en la ciudad constituyan una «legión francesa» de apoyo a Rivera y Guizot ordena quela misma se disuelva. Sarmiento deja en Viajes el testimonio de su entrevista con Guizot en1847. <<

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[9] La libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata fue sostenida por los integrantes de lageneración del 37 (Echeverría, Alberdi, Sarmiento). Los unitarios emigrados en Montevideotambién hicieron de ella una de sus banderas políticas: Florencio Varela le dedica numerososartículos en el Comercio del Plata. Sarmiento pondrá como acápite de su obra dedicada a Justo J.de Urquiza, Argirópolis (1850), las palabras «navegación, inmigración». La libre navegación delos ríos fue reclamada por las provincias litorales (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes), por elParaguay y por Francia e Inglaterra. Rosas sostuvo siempre la limitación del comercio exterior alpuerto de Buenos Aires y durante el conflicto armado con Francia e Inglaterra se negósistemáticamente a considerar propuestas de paz que no reconocieran al Paraná y al Uruguaycomo ríos interiores de la Confederación Argentina.

El conflicto respondía a diferentes intereses en pugna. Francia e Inglaterra veían en los ríos de lacuenca del Plata una vía barata para llegar con sus mercaderías al interior del territorio, ganandomercados prácticamente vírgenes. La exigencia de este derecho parecía olvidar que en Europa lalibre navegación de los ríos interiores para buques de todas las banderas apenas comenzó aconcretarse a mediados del siglo XIX (Escalda, 1839; Elba, 1844, y Danubio, 1856). Diferente erala situación para Paraguay y las provincias litorales. El Paraguay, concluido el aislamientoimpuesto por Rodríguez de Francia, necesita la libre navegación del Paraná para lograr un accesoal Atlántico. Desde 1845, el presidente Carlos Antonio López reclama a Rosas el reconocimientode su independencia y la libre navegación. La negativa de Rosas lo lleva a aliarse con Corrientescontra el gobierno de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1845. Entre las provincias litorales fueCorrientes la que, desde 1830, encabeza el reclamo de la libre navegación junto con la protecciónpara ciertos productos nacionales. Evidentemente, el monopolio porteño del comercio exteriormarcó la dependencia de esas provincias a la de Buenos Aires. <<

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[10] También fue bandera política de la generación del 37 la necesidad de aumentar la escasapoblación del país recurriendo a la inmigración de europeos. Echeverría la postula en el Dogmasocialista, Juan B. Alberdi hará famosa su frase «Gobernar es poblar» y Sarmiento dedicará buennúmero de páginas a esta cuestión, que se relaciona directamente con su ideología respecto de lascaracterísticas que atribuye a la población de la Argentina de entonces (desprecio del gaucho,rechazo racial del indio, influencia negativa del español). Las esperanzas de progreso que poneen la inmigración —especialmente de sajones— tanto en el Facundo como en Campaña en elEjército Grande o Argirópolis, así como en múltiples artículos periodísticos, se diluyen hacia elfinal de su vida, como lo demuestran sus artículos reunidos en Conflictos y armonías de las razasen América, cuando el país ha recibido ya un caudaloso aporte inmigratorio. <<

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[11] Desde su primer gobierno, Rosas ejerció un firme control de la prensa porteña. A comienzosde 1832, la clausura de El Clasificador o El Nuevo Tribuno y El Cometa Argentino, tímidamenteopositores, y el decreto sobre obligatoriedad de permiso para la edición de periódicos, dieron eltono de la política oficial en esta materia. A partir de 1835, el ya escaso número de periódicosporteños se reduce prácticamente a cuatro: la oficiosa Gaceta Mercantil, el oficial ArchivoAmericano, El Diario de la Tarde y The British Packet, semanario destinado a la colectividadinglesa, sobre todo a los sectores comerciales. El periodismo militante se refugió en el exterior,especialmente en los países limítrofes. En una primera etapa, Uruguay será la tribuna de laprensa unitaria. Voceros de las ideas de la generación del 37 serán El Iniciador (1837), quepublicó el Dogma socialista de Echeverría, El Nacional (segunda época), aparecido en 1838 ydirigido en sus comienzos por Andrés Lamas y Miguel Cané —también directores delmencionado más arriba— al que se incorpora más tarde Juan B. Alberdi. Este último y Canéfundan en 1839 la Revista del Plata. En el año de publicación del Facundo aparece uno de losdiarios más importantes, por su calidad, de la prensa de esa época: el Comercio del Plata, deFlorencio Varela (1.º de octubre de 1845). Sarmiento fundará el primer diario de Santiago, ElProgreso, y hará de El Mercurio el principal exponente de la oposición a Rosas, seguido por ElNacional, El Heraldo Argentino, La Tribuna, la Revista de Valparaíso, Sud América, etcétera,que contaron con las plumas de Vicente F. López, Juan B. Alberdi, Bartolomé Mitre, Juan MaríaGutiérrez, entre muchos otros. <<

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[12] Sarmiento alude al Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo, periódico oficialdestinado a generar o consolidar el apoyo a Rosas en el extranjero. Se publicó entre 1843 y 1851.Su redactor fue Pedro de Angelis, bajo la supervisión directa de Rosas. Tenía alrededor de 200páginas y se editaba en lengua española, inglesa y francesa. No había habido hasta entonces enBuenos Aires una empresa periodística de tal envergadura. Sus artículos en defensa de laindependencia americana y de la navegación de los ríos interiores, así como la hábil imagen delgobierno rosista presentada al extranjero, especialmente en momentos de la intervenciónanglofrancesa en el Plata, cosechó numerosos defensores del régimen en América y en Europa.<<

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[13] Sarmiento y muchos otros opositores, de entonces y posteriores, vieron en Rosas alinstigador del asesinato de Facundo Quiroga. Esta tesis es hoy desestimada por completo. <<

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[14] Reinafé, gobernador de Córdoba, organizó la muerte de Quiroga y por tal causa fue juzgado.<<

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[15] Escribía Sarmiento en El Mercurio del 20 de marzo de 1842: «La biografía de un hombre queha desempeñado un gran papel en una época y país dados, es el resumen de la historiacontemporánea, iluminada con los animados colores que reflejan las costumbres y hábitosnacionales, las ideas dominantes, las tendencias de la civilización, o la dirección especial que elgenio de los grandes hombres puede imprimir a la sociedad». Estas ideas, que pueden rastrearseaún antes de la fecha citada, provienen de la concepción hegeliana adaptada por Victor Cousin ensu teoría del hombre representativo. <<

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[16] Sarmiento comprende con justicia el carácter americano de Simón Bolívar y de su empresalibertadora. Hasta el final del capítulo destaca la peculiaridad en que se inscribe la acciónbolivariana, si bien Sarmiento parece considerar presente aún la existencia de la Gran Colombia.Limita, en cambio, las cualidades de caudillo americano del general San Martín cuando escribeel Facundo, seguramente influido por el decidido apoyo que el prócer brinda a Juan Manuel deRosas en cuanto defensor de la independencia americana ante la agresión de Francia e Inglaterra.<<

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[17] Prenda de vestir de origen araucano. Muy adecuada para montar a caballo, pues permitecualquier tipo de movimiento, al par que protege del viento y de la lluvia y sirve de manta por lasnoches. <<

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[18] Sarmiento se incluye entre los difusores de la «leyenda negra» sobre Artigas. Larevalorización de su figura, iniciada por F. Bauzá y C. M. Ramírez, culmina en 1909 con elAlegato histórico de Eduardo Acevedo. José Gervasio de Artigas nació en Montevideo en 1764,en una familia perteneciente a la clase alta oriental. El negocio del cuero y el arreo de ganado enque ocupa sus años mozos, su actuación en el Cuerpo de Blandengues (1797-1811) —creadopara perseguir el contrabando y el robo en la campaña uruguaya— le proporcionan cabalconocimiento de su tierra y un creciente prestigio entre gauchos, indios, peones y hacendados. Sucontacto con el comisionado español F. de Azara (1800-1801) le brinda un caudal de ideas,evidentes en las soluciones económicas y sociales que propone en 1815. En 1811 se une a lacausa revolucionaria: triunfa en Las Piedras, arrincona a los realistas en Colonia y Montevideo,cuyo sitio se inicia poco después al mando de Rondeau. El armisticio (7-X-1811) con el virreyElío y el abandono del sitio llena de descontento al pueblo oriental, que sigue a Artigas en masa(Éxodo Oriental) hasta el campamento en el Ayuí. Desde entonces aumentará la influencia deArtigas en el Litoral, así como las disensiones con el gobierno porteño. En el congreso general desu provincia, que reúne (5-IV-1813), precisa su ideario: soberanía popular, independencia,confederación, libertad civil y religiosa, libre circulación de productos entre las ProvinciasUnidas. El Protector de los Pueblos Libres, así se lo llama, va obteniendo el consenso en lasprovincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Córdoba, perjudicadas por la hegemoníaeconómica y política de Buenos Aires. El litoral es invadido repetidas veces. Artigas se muestradispuesto siempre a la conciliación y a la unidad, pero basada en los principios de república yfederación. En 1815 elabora el «Reglamento provisorio para el Fomento de la Campaña ySeguridad de los Hacendados»: propone la recuperación económica y el ordenamiento social dela campaña uruguaya con medidas que procuran el asentamiento rural, combatiendo el latifundioimproductivo y efectivizando la subdivisión de la tierra con la entrega de tierras fiscales y deemigrados a los criollos pobres y hacendado, lesionando la hegemonía de Artigas en la BandaOriental. Se abre además un nuevo frente de lucha: connivencias secretas del gobierno porteño,unidas a la presión española, alientan una nueva invasión portuguesa, que ocupa Montevideo(20-I-1817). Se inician tres largos años de luchas contra el invasor portugués, en tanto Artigasprocura la declaración de guerra de las Provincias Unidas, cuyo gobierno insiste en una políticacentralista a pesar del ideario federal propugnado por muchas de ellas. El partido directorialtriunfará finalmente. El Pacto del Litoral, firmado en 1820, resta a Artigas el apoyo de lasdevastadas provincias litorales, en momentos en que ha sido derrotado totalmente enTacuarembó por los portugueses. Ramírez, su antiguo lugarteniente, lo derrota finalmente enagosto de 1820. Artigas se exilia en Paraguay, donde muere en 1850.<<

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[19] La carta aparece en la segunda edición y en el t. VII de las Obras. En este último se titula«Carta-prólogo de la edición de 1851». Valentín Alsina (1802-1869) se inició en la políticaporteña apoyando al presidente Rivadavia, de quien fue secretario del Ministerio de RelacionesExteriores. Se había destacado ya por su actividad profesional como abogado: dio un curso sobreDerecho Natural y de Gentes en la Universidad de Buenos Aires y redactó el Código Rural de laprovincia de Buenos Aires. Emigró a Montevideo con el ascenso de Rosas, a quien combatedesde el periodismo uruguayo. Regresa a Buenos Aires luego de Caseros, convirtiéndose enfigura principal del Partido Autonomista porteño. Es uno de los jefes de la revolución contraUrquiza el 1 de setiembre de 1852. El triunfo del autonomismo lo lleva al cargo de gobernador,que volverá a ocupar en 1857 hasta el nuevo enfrentamiento con el presidente de laConfederación en Cepeda (1859). Compañero de fórmula de Sarmiento, es vicepresidente de laRepública desde 1868 hasta su muerte. <<

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[20] En Montevideo (1846), Valentín Alsina había prometido a Sarmiento la lista de los erroresque había advertido en la primera edición del Facundo. Las notas fueron publicadas en 1901 porvez primera en la Revista de Derecho, Historia y Letras, dirigida por Estanislao Zeballos (t. X yXI). Véase Apéndice. <<

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[21] «Sarmiento se valió de algunas personas que de Chile venían a la República Argentina parahacer circular su Facundo; y él mismo me ha referido que Rozas, recorriendo un ejemplar, lesdeclara a sus íntimos: “Pero, señores, a ustedes les consta cómo ha pasado esto: es una imposturade Sarmiento”. Y lo tengo de allegados de Rozas que, como alguno no le diese al libro mayorimportancia, Rozas habíale respondido de mal talante: “El libro del loco Sarmiento es de lomejor que se ha escrito contra mí: así es como se ataca, señor; así es como se ataca: ya verá ustedcómo nadie me defiende tan bien, señor”». (Saldías, Adonfo, Historia de la ConfederaciónArgentina, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1973, 2.ª ed. v. III, pág. 193).<<

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[22] Las modificaciones textuales tanto como la publicación del Facundo respondieron siempre arazones políticas, salvo, por supuesto, las correcciones de vocabulario errores, erratas. Sarmientoafirma en la primera edición que si su obra concluyera con la muerte de Quiroga, criterio queahora dice adoptar por consejo de Alsina —consejo que, por otra parte, siguió según su gustocomo vemos al comparar las objeciones del amigo y las atendidas por Sarmiento—, la obraquedaría trunca. La segunda edición aparece cuando se busca la unión entre los contrarios aRosas en la figura de Urquiza, olvidando los resentimientos entre unitarios y federales. Estehecho explica las supresiones señaladas por Sarmiento. Del mismo modo, la tercera edición(1868) se edita en momentos en que Sarmiento es candidato a la presidencia y Alsina, sucompañero de fórmula, jefe del Partido Autonomista. En la parte suprimida Sarmiento sostenía lacapitalización de Buenos Aires, idea que ya no comparte. Este cambio hace posible que dichopartido lo proclame como candidato, ya que los autonomistas eran enemigos acérrimos de lafederalización de su ciudad. <<

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[23] Afirma sin embargo en la Campaña en el Ejército Grande: «Para mí no hay más que unaépoca histórica que me conmueva, afecte e interese, y es la de Rosas. Éste será mi estudio único,en adelante, como fue combatirlo mi solo estimulante al trabajo, mi solo sostén en los díasmalos. Si alguna vez hubiera querido suicidarme, esta sola consideración me hubiera detenido,como a las madres, que se conservan para sus hijos» (ob. cit., págs. 71/72). <<

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[24] Alude a quienes propiciaron una política moderada en la intervención anglofrancesa entre1844 Y 1850 en los asuntos del Río de la Plata. Lord Palmerston, a través del diario de supropiedad, The Morning Chronicle, apoyó al gobierno de Rosas; por su parte Le Courrier duHavre, pero sobre todo La Presse dirigida por Emile de Girardin, cumplieron igual papel enFrancia. <<

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Notas del «Capítulo 1» (edición)

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[1] El texto citado por Sarmiento pertenece a Humboldt (Tableaux de la nature, t. I, París, 1808,pág. 21). En la concepción de la influencia del medio y de la raza expresada en el Facundo se haseñalado su coincidencia con el determinismo de H. Taine. Sin embargo, la misma era corrienteen el pensamiento europeo de la época. Michelet, Humboldt, Tocqueville y especialmente Herderseñalaron y cuidaron describir en sus obras la presencia del medio natural, de la geografía, enrelación con el hombre. Estos autores eran conocidos por Sarmiento y aparecen citados en elFacundo, con excepción de Herder, a quien es posible haya leído Sarmiento en la traducciónfrancesa de Quintet de Ideas sobre la filosofía de la historia. <<

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[2] Sarmiento, y nuestra cronología, da diferentes nombres a la actual República Argentina. Lapalabra argentina se fue difundiendo lentamente durante el Virreinato y después de 1810,especialmente con valor de adjetivo. Su origen se relaciona con la denominación de Plata, al ríodescubierto por Solís, siendo usada por primera vez por Martín del Barco Centenera y es títulode la crónica de Ruy Díaz de Guzmán. La Argentina recibió diversos nombres oficiales duranteel siglo pasado. En 1810 se la denomina Provincias del Río de la Plata; el Acta de laIndependencia de 1816, Provincias Unidas de Sud América; en 1825 el Congreso decide el usode Provincias Unidas del Río de la Plata. Por entonces se la empieza a llamar RepúblicaArgentina y Nación Argentina, continuando los tres nombres en el primer gobierno de Rosas.Confederación Argentina comienza a usarse en 1835, y convive con otros similares hastaimponerse durante todo el período rosista. <<

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[3] El país sufría un serio déficit poblacional. Para 1839, Diego de La Fuente calcula 768.000habitantes en todo el país (no se incluye en ese momento la población al margen de las fronterasinteriores: Chaco y Patagonia), distribuidos de la siguiente manera: 180.000 en Buenos Aires y580.000 en las restantes provincias. Mirón Burguin (Aspectos económicos del federalismoargentino, Bs. As., Solar / Hachette, 1969) considera abultadas estas cifras y calcula unapoblación de 450.000 habitantes en 1826 para las 13 provincias argentinas; sumando BuenosAires, el total apenas alcanzaría a unos 600.000. La distribución es puntual, se concentra en lospueblos y en el área rural que los circunda, separados par vastas extensiones de despoblado enlas que apenas hay una que otra posta. Buenos Aires y Córdoba reúnen 1/3 del total de lapoblación. <<

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[4] Debemos entender esta afirmación desde el punto de vista de la escasa población y de sudispersión en un amplio territorio deficientemente comunicado. En esas tierras baldías, difíciles ycaras eran las comunicaciones. Las tropas de carretas y las arrias de mulas transportaban lasmercancías entre las distintas zonas del país, ya que la navegación fluvial se limitaba al litoral,asiento de la cuenca del Plata. Proyectos de navegación de otros ríos pertenecientes a ella, fueronimpracticables. Carretas y mulas atravesaban enormes regiones, con agua y pastos escasos, alacecho de los malones, con el solo refugio de postas miserables. Los viñateros de San Luisobtenían menos de la mitad del precio pagado en el mercado de Buenos Aires, y las mermas seacentuaban para los productores de vino de Cuyo y Tucumán. Menos ventajoso era aún el envíode productos para exportación. Sólo el cuero, la lana y la cerda, productos no perecederos y quepodían, por lo tanto, sufrir los largos viajes, proporcionaban alguna ganancia, aunque siempremenor en un 20 o un 30% de la obtenida por los ganaderos porteños. <<

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[5] Carne conservada por medio de salazón, en seco. La exportación del tasajo —en tantoalimento de marinos y esclavos— comienza en 1785. Las cantidades exportadas crecensostenidamente, de 13.925 quintales en 1787, se llega a 200.000 en 1803. Esta industria adquierenotable importancia en el país después de 1810. Según el testimonio de Félix de Azara, en 1801existían 30 saladeros, con un personal superior al millar de hombres. Pese a su rudimentariaestructura, significó un avance técnico y económico de primera magnitud, a pesar de dificultadespropias del momento: escasez de sal, de difícil obtención. A mediados de la década del 10, elconsumo de ganados de los saladeros supera el de los mataderos de Buenos Aires (pese alabrumador consumo de carne que se realiza en esta ciudad). <<

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[6] El río de la Plata y sus tributarios constituyen la Cuenca del Plata, una de las tres grandescuencas fluviales de América del Sur (3.000.000 km2). El Uruguay y el Paraná, con su tributarioel Paraguay, son los grandes colectores que concurren a la formación del Plata, que vierte susaguas en el Océano Atlántico. Por su afluente el Paraguay, llegan al Paraná las aguas delPilcomayo y el Bermejo, cuyas cabeceras septentrionales se encuentran en tierra boliviana. <<

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[7] A mediados del siglo XVIII, tanto la valorización del cuero como la desaparición del ganadosalvaje determina el fin de la vaquería y la instalación de muchos hacendados en sus estanciascon el fin de controlar firmemente su ganado. Por entonces comienzan a solicitar a la autoridad elcontrol de los pobladores de la campaña carentes de tierras, que se siguen surtiendo librementede ganado: son los «vagos y malentretenidos». La palabra gaucho comenzó a usarse en elUruguay en la segunda mitad del siglo XVIII y «sirve para denominar a un sector de la poblaciónhábil en el empleo del caballo, sin medios de fortuna y que se emplea como contrabandista deganado; posteriormente denominarán así a todos los pobladores rurales sin fortuna» (Ricardo E.Rodríguez Molas, Historia social del gaucho, Buenos Aires, Ediciones Marú, 1968, pág. 70-71).Hacia principios del siglo XIX el término comienza a utilizarse en la campaña de Buenos Aires.<<

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[8] En el área del río de la Plata se designaba así especialmente a los genoveses. <<

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[9] El puerto de Buenos Aires monopolizaba el tráfico internacional; las clases dominantesporteñas se erigían en reguladoras del ingreso de mercancías atentas sólo a sus intereses ydesconociendo las necesidades del resto del país. Las rentas producidas por la aduana de BuenosAires beneficiaban exclusivamente a esa provincia. De todas las áreas coloniales, fue el Río de laPlata la región más perjudicada en su crecimiento por el monopolio comercial impuesto porEspaña. La tímida libertad comercial otorgada a partir de la segunda mitad del siglo XVIII

provocó un rápido florecimiento económico del puerto de Buenos Aires y su campaña, en tantocomenzaba a insinuarse el deterioro económico del interior, que no podía competir con lamercancía importada. Con la revolución de 1810, se acentuará la división territorial del trabajo yel desarrollo regional desigual heredado del Virreinato. La libertad de comercio postulada por losrevolucionarios de 1810, necesaria para los comerciantes no monopolistas y ganaderos porteñosque veían menguadas sus ganancias y frenando su desarrollo a causa del estancamientoeconómico de España, arruinará lentamente a las provincias del interior acentuando sudependencia de Buenos Aires. <<

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[10] Límite natural de la provincia de Buenos Aires con la provincia de Santa Fe. <<

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[11] Sistema de gobierno centralizado que convertía las provincias en simples distritosadministrativos, según puede comprobarse en las Constituciones de 1819 y 1826. Los unitariosconstituían un grupo minoritario, homogéneo y su programa sostenía los principios delliberalismo. Rivadavia fue el jefe del grupo, integrado por intelectuales provenientes sobre todode los sectores comerciales porteños, que hallaron apoyo en sectores similares del interior.Propugnaban un plan de modernización y europeización, basado en la libertad de comercio y enla existencia de una mano de obra capacitada y abundante. Buscaron crear un mercado nacionalunificado, a través de la unificación monetaria, la nacionalización de las rentas de aduana y lafederalización de Buenos Aires, la eliminación de las aduanas provinciales y la creación delBanco Nacional, programa concretado durante la gestión rivadaviana. <<

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[12] Arcaísmo. «Figura y disposición con que una cosa se distingue de otra» (Real AcademiaEspañola). El ámbito cuyano en que creció y se formó Sarmiento, alejado de la influenciarenovadora del litoral, explica el uso frecuente de arcaísmos en sus textos. Noramala, ganapán,venta, cuidar, etcétera, eran ya anticuados en las vecindades del Plata. Dice el mismo Sarmiento:«En cuanto al lenguaje, revisó esta última edición (la de 1868 de Facundo) el hablista habaneroMantilla, hallando poco que corregir de las anteriores y, según dijo, llamándole la atención laocurrencia frecuente de locuciones anticuadas pero castizas» (Carta a Matías Calandrelli, 1881).<<

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[13] Sarmiento exagera cuando prolonga la pampa hasta Salta. Ya desde el norte de Córdoba lallanura aparece revestida de vegetación arbórea, contradiciendo la definición de «espacio llano ysin árboles», según la voz quichua pampa y según la acepción de entonces para la llanura porantonomasia de la Argentina: la región pampeana. Está refiriéndose más bien a la llanurachacopampeana, que llega hasta el límite con Bolivia y Paraguay. El camino no es llano desdeSalta a Buenos Aires, si bien era posible el tránsito de carretas a través de los valles.

La región pampeana —las pampas a que alude Sarmiento en este capítulo— era en ese momentola zona ganadera por excelencia. En la actualidad se define por la posibilidad de rotar agriculturade cereales a la ganadería e involucra también a otros sectores, como el sur de la provincia deEntre Ríos. Comprende la provincia de Buenos Aires, de Santa Fe, este de Córdoba, este de SanLuis, y la provincia de La Pampa hasta el río Desaguadero. Sarmiento describe la llanurapampeana sin conocerla. Así lo confiesa en el conocido fragmento de la Campaña en el EjércitoGrande: «A caballo, en la orilla del Paraná, viendo desplegarse ante mis ojos en ondulacionessuaves pero infinitas hasta perderse en el horizonte, la Pampa que había descrito en el Facundo,sentida, por intuición, pues la veía por la primera vez de mi vida». <<

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[14] A pesar de la influencia de la literatura francesa en los románticos latinoamericanos, Volneytuvo pocos seguidores. Su eco se advierte en el poeta José María Heredia y en la María de JorgeIsaacs. En la Argentina, Juan B. Alberdi confesó su temprano entusiasmo por Las ruinas dePalmira (Escritos póstumos, XV, pág. 275) y queda su presencia en la Memoria descriptiva delTucumán (1834). <<

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[15] Ultracorrección por arria. Las arrias o recuas de mulas constituyeron uno de los másimportantes medios de transporte de mercancía entre Buenos Aires y el Perú, el Alto Perú yCuyo, especialmente en las áreas montañosas. <<

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[16] Prenda genuina de la vestimenta gaucha que consiste en un paño burdo que se pasa por entrelas piernas sobre el calzoncillo, y se sujeta a la cintura con un cinturón de cuero. Se trata de unavoz guaraní. En la actualidad, el guaraní es una lengua hablada por el pueblo y por las clasesaltas (pero en la vida familiar) en la provincia de Corrientes. A mediados del siglo XIX, el guaraníera también una lengua de uso corriente en la zona septentrional de la provincia de Entre Ríos(donde ya no se la habla). El uso del español era patrimonio casi exclusivo de las clases altas:con frecuencia, el pueblo no entendía este idioma. <<

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[17] Juan Lavalle (1797-1841), uno de los más importantes jefes militares del partido unitario,encabezó la revolución del 1° de diciembre de 1828 que depuso a Dorrego, a quien mandó afusilar. Su carrera militar se inicia en el Regimiento de Granaderos a caballo en 1812. En 1814combate en la Banda Oriental, y en el Ejército de los Andes entre 1816 y 1823. Cuando estalla laguerra con el Brasil (1827), se incorpora al ejército nacional: lucha en Bacacay, en Ituzaingó.Firmada la paz, regresa a Buenos Aires con sus tropas. Se subleva entonces contra el gobernadorDorrego, como apuntamos más arriba, debiendo finalmente pactar con Rosas ante una campañadispuesta a invadir Buenos Aires y ante el repudio de buen número de provincias del interior ydel litoral. Vuelve a cobrar importancia su acción militar en 1839, cuando con el apoyo de losunitarios emigrados en Montevideo y los franceses cruza a la provincia de Entre Ríos, iniciandosu nueva campaña contra Rosas. En su avance hacia el interior del país será vencido por Echagüe(Sauce Grande, 1839), por Oribe (Quebracho Herrado, 1840) y nuevamente por éste, ya enterritorio tucumano, en la batalla de Famaillá (1841). Su acción, unida a la del general Paz y elgeneral Lamadrid, sostuvo la unión antirrosista denominada Coalición del Norte, que concluyecon la derrota de Famaillá. Lavalle sigue camino hacia el norte, llegando a Jujuy el 8 de octubre.Al día siguiente una avanzada federal lo mata. <<

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[18] Alude a la primera colonia de alemanes llegados al país en 1826 y establecida en solares ychacras de la Chacarita de los Colegiales (hoy Capital Federal). También se inscribe en losproyectos de inmigración de Rivadavia el acuerdo del Estado con los Robertson. Éstos trajeron einstalaron en tierras de su propiedad en Monte Grande, al sur de Buenos Aires, 220 inmigrantesescoceses en 1825. Se dedicaron a la horticultura, agricultura y lechería; la explotación se basabaen el trabajo remunerado y el arrendamiento. La colonia se disolvió definitivamente en 1829, apesar de su éxito inicial. <<

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[19] En 1806 y 1807 los ingleses invaden Buenos Aires. En ambas oportunidades, y luego de unabreve ocupación, se ven obligados a capitular ante la resistencia de las milicias y la población.<<

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[20] En la época del Facundo significaba extranjero, no hablante de español, y especialmenteinglés, como en el resto de América Latina. En el área del Río de la Plata y a partir de la granafluencia inmigratoria registrada desde la década de 1860, integrada sobre todo por españoles eitalianos, se produce un cambio semántico del término que pasa a designar a los italianos. <<

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[21] Primitiva organización política —tribal y pastoril— de los antiguos habitantes de Eslavonia yEsclavonia (hoy Yugoslavia). Sloboda, en eslavo, significa «villa, aldea rural». <<

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[22] Soga de cuero trenzado y engrasado, de unos doce metros, con un anillo de hierro en unextremo por el cual se hace pasar el otro. Se utiliza para cazar vacunos, caballos, etc. <<

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[23] O boleadoras. Instrumento utilizado para la caza por los indios de la Patagonia y de la regiónpampeana, adoptado por el gaucho. Consiste en varios ramales de cuero, en cuyo extremo tienencada uno una esfera de piedra, forrada de cuero. Los ramales se unen entre sí en el extremoopuesto, por una argolla. El gaucho tomaba de esta argolla o del nudo de unión, las hacía girarpor sobre su cabeza y las lanzaba apuntando a un caballo, un venado, un avestruz, etc. El gauchollevaba por lo general las boleadoras en la cintura mientras ataba el lazo a la silla de su caballo.<<

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[24] Cuevas profundas y grandes hechas por las vizcachas, peligrosas para las cabalgaduras puesal enganchar sus patas en ellas podían manquearse. La vizcacha es un mamífero roedor de pelajepardo, muy abundante en la pampa. <<

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[25] Lucio N. Mansilla (1792-1871), inicia su carrera militar en las invasiones inglesas; integraluego el Ejército de los Andes (1814-1820), lucha en la guerra con el Brasil y en 1852 combatecon las fuerzas rosistas en Caseros. Sin duda es su acción en el combate de Vuelta de Obligado(1845), así como la organización de las defensas del Paraná ante el avance de la expediciónanglofrancesa, su acción más destacada. Su participación en las guerras civiles del litoralartiguista, representando los intereses de las clases dominantes porteñas, le valieron el gobiernode la provincia de Entre Ríos entre 1821-1824. Su casamiento con la hermana de Rosas lointroduce en el partido federal, siendo miembro de la Sala de Representantes desde 1832 hasta1844. Se alejó del país después de la caída de Rosas. <<

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[26] O yerra. Marcar el signo de propiedad al ganado con un hierro candente. <<

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[27] Caballo veloz, adiestrado para correr carreras. <<

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Notas del «Capítulo 1» (autor)

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[*] Life of Napoleon Buonaparte, tomo II, cap. I. (Nota de la 1ª edición). <<

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[*] En el año 1826, durante una residencia de un año en la sierra de San Luis, enseñé a leer a seisjóvenes de familias pudientes, el menor de los cuales tenía veintidós años. (Nota de la 1ªedición). <<

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[*] El general Mansilla[25] decía en la Sala, durante el bloqueo francés: «¿Y qué nos han de haceresos europeos que no saben galoparse una noche?»; y la inmensa barra plebeya ahogó la voz delorador con el estrépito de los aplausos. (Nota de la 1ª edición). <<

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Notas del «Capítulo 2» (edición)

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[1] La influencia del barón de Humboldt en América Latina tuvo especial relevancia tanto en laactividad científica como en la filosófica y literaria. En el caso concreto de Sarmiento es evidentesu presencia, junto a la de Herder y a la de Michelet, en las ideas que sostiene en cuanto a larelación entre el medio natural y el hombre. Todos ellos, como Sarmiento en el Facundo,describieron el marco geográfico como base imprescindible para comprender al hombre actor yautor de la historia. <<

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[2] En el capítulo II de los Viajes…, Sarmiento vuelve a exponer su concepción de la literaturanacional y a referirse a la obra realizada especialmente por sus contemporáneos. Destaca lapoesía gauchesca de Hilario Ascasubi y sobre todo la de Bartolomé Hidalgo, citando buennúmero de versos de su «Diálogo patriótico interesante entre Jacinto Chano, capataz de unaestancia en las islas del Tordillo, y el gaucho de la Guardia del Monte» (1821). También cita inextenso El Ángel caído de Echeverría y comenta la importancia de éste entre los intelectualesargentinos, así como su función en la literatura nacional. Tal comentario desagradó vivamente aEcheverría —a quien Sarmiento llama «manso varón»—, como lo revela su correspondencia. <<

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[3] En un artículo de El Mercurio del 7 de octubre de 1842, Sarmiento propone por primera vez laantítesis «civilización y barbarie» con esas palabras, aunque tal dicotomía ya comenzaba a ser eleje para interpretar el proceso histórico argentino en sus textos de 1841. <<

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[4] Raúl Orgaz, en su «Sarmiento y el naturalismo histórico» (en op. cit., señala que la idea de laantítesis civilización/barbarie se puede rastrear en la obra de Feinmore Cooper. <<

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[5] José Esteban Antonio Echeverría (1805-1851), porteño, viajó en 1825 a París, donde siguiócursos privados de química, geografía y dibujo. Las circunstancias políticas y sociales favorecíanla incorporación romántica y el nacimiento del socialismo utópico. Por razones económicasregresó a Buenos Aires en 1830. Publica, en 1832, Elvira o la novia del Plata; en 1833, LaDiamela y el Adiós al Río Negro; en 1834 publica Los consuelos, primer libro de poemas editadopor un poeta argentino en Buenos Aires y en 1837 aparece La cautiva (en él añade, al elementoromántico, los escenarios nacionales) encabezando su libro Rimas. Se agrupan en torno suyoGutiérrez, Alberdi, Cané, Quiroga Rosas, Frías, Vicente Fidel López, Carlos Tejedor (losintegrantes de la generación del 37).

Las dos Lecturas que Echeverría hace en el Salón Literario (1837-38) implican un análisis de lasituación intelectual y un análisis económico, y postulan una superación de la antinomiaunitarios-federales, un incremento de la industria y la producción, y una síntesis entre la culturaeuropea y nuestros propios elementos: la unidad nacional a través de una burguesía unificada.

En 1838 funda la Asociación de Mayo, de carácter político, clandestina. Echeverría redacta losprincipios de la entidad: las llamadas Palabras Simbólicas, Credo, Catecismo, Creencia de laJoven Argentina y el Código. Las Palabras y la Ojeada retrospectiva constituyeron el DogmaSocialista (1846), primer intento orgánico de formular un ideario nacional y base ideológica delliberalismo argentino. Hacia 1838 escribe El matadero, que no publica, y asiste desde Luján a lainsurrección de Chascomús, que canta en La insurrección del Sud. En 1840 emigra aMontevideo. Entre otras obras, publica El ángel caído (1846) y el Avellaneda (1849) y escritosde costumbres como la Apología del matambre y otros sobre estética y literatura. Urquiza seinteresa por sus trabajos (especialmente el Dogma) y Rosas hace salir a De Angelis a polemizar.Muere en Montevideo. <<

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[6] Juan Cruz Varela (1794-1839), poeta, periodista y dramaturgo argentino. Unitario militante yamigo de Rivadavia y su más brillante portavoz. Sus prumeras composiciones poéticas siguen alos neoclásicos españoles. Las posteriores se asocian a acontecimientos contemporáneos, yexaltan especialmente las reformas rivadavianas.

Florencio Varela (1807-1848), unitario, integrante del grupo rivadaviano. Tenaz opositor deDorrego y de Rosas, emigró a Montevideo en 1829. Integró, en 1839, como secretario, laComisión Argentina, destinada a combatir a Rosas. Firme defensor de la intervención europea enlos asuntos del Plata, representó al gobierno oriental en su pedido de ayuda en Londres y París(1843). A su regreso fundó en Montevideo el Comercio del Plata, que se constituyó en elperiódico antirrosista más hábil de la época. En literatura, abrazó la estética del neoclasicismoespañol, posición que modifica más tarde con la aceptación de Echeverría, Gutiérrez y Mármol.Fue asesinado en Montevideo. <<

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[7] «Especie de cajón que se improvisa de un cuero duro o de la carona misma del recado y sirvede embarcación para pasar un río de poca anchura o un arroyo, tirando de ella otra persona»(Segovia). <<

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[8] Gira en vano…: segunda estrofa de «El desierto», primer canto de La cautiva, de Echeverría.<<

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[9] Luis Domínguez (1819-1898), poeta argentino de escasa obra, nacido en Buenos Aires yfallecido en Londres, donde se desempeñaba como diplomático. En 1839 emigra a Montevideo,donde se incorpora al grupo de lucha contra Rosas. Regresa al país luego de Caseros. Fuediputado provincial y nacional y Ministro de hacienda durante la presidencia de Sarmiento.Compartió el segundo premio del certamen poético celebrado en Montevideo en 1841; su poemamás conocido, «El ombú», fue escrito dos años más tarde. En 1848 publicó una Historiaargentina. <<

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[10] Instrumento de seis cuerdas, de mayor tamaño que la guitarra. Era por entonces el preferidode las clases altas, mientras que la guitarra —de cuatro cuerdas— era un instrumento popular. <<

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[11] Canto popular conocido desde el Alto Perú hasta el Plata. Se acompaña con guitarra y notiene una forma musical definida porque las estrofas utilizadas para la letra fueron diferentes,obligando a la melodía a adaptarse a cada una de ellas. <<

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[12] Canto popular argentino. Se trata de un villancico similar a los guainos, yaravíes y tristesamericanos. El motivo musical proviene del huayno quichua, en compás de dos por cuatro. Suscuartetas de seis sílabas se caracterizan por el estribillo «vidalita» después del primer y tercerverso. En la región pampeana es sentimental y monótono. <<

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[13] «Así llaman el gaucho y el compadrito al joven culto y presumido que vive en las ciudades»(Segovia). <<

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[14] Este sustantivo denomina a un personaje porteño que, con matices variados, alcanza lasprimeras décadas del siglo XX. El término tiene todavía vigencia en la Argentina. Entre losdiferentes testimonios y referencias al compadrito, elegimos como más adecuado para la épocadel Facundo el dado por Jorge Luis Borges en Evaristo Carriego: «Hará bastante más de cienaños los nombraban así a los porteños pobres, que no tenían para vivir en la inmediación de laPlaza Mayor, hecho que les valió también el nombre de orilleros… Las connotacionesdesbancaron más tarde la idea principal: Ascasubi, en la revisión de su Gallo número doce, pudoescribir: compadrito: mozo soltero, bailarín, enamorado y cantor… Compadrito, siempre, es elplebeyo ciudadano que tira a fino; otras atribuciones son el coraje que se florea, la invención o lapráctica del dicharacho, el zurdo empleo de palabras insignes…». (Obras completas, BuenosAires, Emecé, 1974, págs. 132/133). <<

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[15] Nombre del canto, música y danza, proveniente del estribillo «cielo, cielito, cielo». Líricos ysentimentales eran los cielitos antes de la revolución de 1810, luego sus versos toman carácterpolítico. Los primeros cielitos militantes surgen durante el primer sitio de Montevideo (1812) yse atribuyen al poeta Bartolomé Hidalgo. Las fuerzas criollas los difunden en Chile, Alto Perú yPerú. <<

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[16] Ultracorrección por bauiano. Tulio Halperín Donghi anota en su edición de Campaña delEjército Grande (ob. cit., pág. 167) que «a mediados del siglo XIX la ortografía era vacilante, yen su Campaña Sarmiento prefirió casi sistemáticamente la forma vaqueano. <<

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[17] Sitio donde hay agua potable por acumulación de lluvias o por vertiente. Fueron de granimportancia para la actividad ganadera y como bebida para la población hasta la instalación deaguacates y molinos, y luego de los motobombeadores y la existencia de trépanos para lasperforaciones a profundidad. <<

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[18] Ciénago, formas regionales de ciénaga (también ciénaga) registradas en la Argentina. <<

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[19] Directamente frente a. Este modo adverbial proviene de derecera: derechura (Real AcademiaEspañola). <<

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[20] Se refiere al ñandú, como se lo denomina en el área pampeana, o al suri, según el nombredado en el área de influencia quichua. Es de menor tamaño que el avestruz africano, de colorceniciento, y tiene tres dedos en cada pie. La carne de los ejemplares jóvenes servía de alimento,así como los huevos. Las plumas eran vendidas en las pulperías por gauchos e indios. <<

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[21] Llamado comúnmente venado. Mamífero rumiante del grupo de los ciervos. En la actualidades una especie en extinción, a causa de la caza desmedida. <<

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[22] Se designa con este nombre a la tropa comandada por los caudillos rurales, tanto de BuenosAires como del interior del país, que combatieron en las guerras de la Independencia («lasmontoneras» de Güemes) y sobre todo en las guerras civiles. Las montoneras se caracterizabanpor la adhesión a su jefe, así como por la vestimenta, el armamento y los modos de lucha. Seinsistía en oponer estos últimos al de los ejércitos disciplinados al estilo europeo aunque, enrealidad, la carencia de armas y otros pertrechos llevó a los ejércitos nacionales durante la gestarevolucionaria a apelar al cuchillo, la boleadora u otros instrumentos de uso cotidiano entre lospobladores rurales. En todo el proceso revolucionario se asiste a una rápida militarización delpaís. Las necesidades de la guerra llevan a los sucesivos gobiernos a delegar parte de su poderentre los hacendados de las áreas rurales, quienes deben proveer de hombres y provisiones —ganado, etc.— a los ejércitos. Estos sectores rurales van adquiriendo así poder político yprestigio entre sus tropas. Tal es el origen de los caudillos. <<

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[23] Fructuoso Rivera (1788-1854), montevideano, importante terrateniente del sur oriental. Seinicia combatiendo junto a Artigas a favor de la independencia (1811). Participa de los dos sitiosde Montevideo. Lucha contra los portugueses (1815-20). En 1822 se pronuncia por laincorporación al Brasil e interviene en la lucha a favor del Imperio, obteniendo un títulonobiliario imperial. Como segundo jefe del ejército patriota triunfa en Sarandí. Perseguido porsus ideas federales, busca refugio en Santa Fe junto a López, a quien convence de laconveniencia de una acción enérgica sobre las Misiones Brasileñas. Obtiene la adhesión de laspoblaciones guaraníes, incautándose a su favor de ganados entrerrianos; establece una base enSão Borja. En 1830 es elegido presidente constitucional de la República Oriental del Uruguay.Derrota a Lavalleja y establece una alianza con los franceses y los emigrados argentinos contraRosas. Se bate contra Echagüe y Urquiza. Vence en Cagancha a las tropas argentinas. A larenuncia de Oribe se hace cargo de la presidencia por segunda vez. En 1842 es derrotado enArroyo Grande; deja de ser presidente al año siguiente. Resiste hasta 1845; al año siguienteintenta un retorno al poder. Derrotado, se refugia en Brasil. <<

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[24] Manuel Oribe (1772-1857), montevideano, lucha en los dos sitios de Montevideo. Actúa bajolas órdenes de Artigas y luego de Rivera. Lucha en Cepeda (1820); participa en la expedición delos 33 Orientales (1825) y en el asedio de Montevideo. Incorporado en 1826 al ejército deAlvear, lucha en Ituzaingó y Camacuá. Lucha contra Rivera, y recién entonces Rosas estableceuna alianza con él, enviándole dinero y armas. Presidente en 1835, renuncia y marcha a BuenosAires, donde Rosas lo recibe como presidente legal del Estado Oriental. Enviado por Rosas,Oribe conquista el interior como comandante de las fuerzas porteñas, sometiendo a los vecinos auna dura represión. Derrota a Lavalle en Quebracho Herrado y Famaillá, y vence a Juan PabloLópez de Santa Fe (1842). Vuelve al Uruguay y establece su cuartel general en el Cerrito.Capitula en 1851. <<

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[25] Juan Antonio Lavalleja (1876-1853), oriental, combate desde 1811 junto a Artigas contra losespañoles, el directorio porteño y los portugueses. Cae prisionero de las tropas invasorasportuguesas en 1818. Con un reducido grupo de compatriotas, los famosos Treinta y TresOrientales, invade desde Buenos Aires la Banda Oriental, dispuesto a desalojar de su tierra alinvasor brasileño. Rivera se une a la rebelión. Rápidamente las tropas patriotas ganan la campañae inician el cerco de Montevideo. Lavalleja convoca a una Asamblea General, que lo designagobernador y capitán general de la provincia, y declara la independencia de la Banda Oriental,incorporada al Brasil, y se une, en cambio, a las Provincias Unidas del Río de la Plata. Argentinaentra entonces en la guerra. Lavalleja lucha en Bacacay, Ombú e Ituzaingó, aunque distanciadode los jefes argentinos. Concluida la guerra con la independencia del Uruguay, Lavalleja seenfrenta sin éxito a Rivera, elegido presidente constitucional en 1830. Se une luego a Oribe, yaen la presidencia, quien vence a Rivera. En 1838, derrotado Oribe, invade junto con Echagüe laBanda Oriental desde Entre Ríos, con el fin de derrocar a Rivera, pero son vencidos enCagancha. Desde 1843 hasta 1851 participa en el sitio de Montevideo. Muere en 1853, siendomiembro del triunvirato integrado por Venancio Flores y Rivera, luego de la derrota delpresidente Giró. <<

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[26] El cardo de Castilla, planta invasora de la región pampeana. Fue casi el único combustible enla pampa, pobre en madera. Cardales gigantescos señoreaban la pampa, proporcionando refugioal ganado, al bandolero, y a veces a los habitantes de los poblados como escondite ante el malónindígena. <<

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[27] Mamíferos desdentados, de unos 30 centímetros de largo. Cubre su cuerpo una caparazónescamosa. Su carne se consume y es muy apetitosa. <<

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[28] Aves que se alimentan de carroña. <<

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[29] Grupo armado establecido por las autoridades. <<

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[30] Todo lo que no constituye el alimento fundamental del gaucho, es decir, la carne. Comprendepor lo tanto el tabaco, la yerba, la galleta, la ginebra. Los adquiría normalmente en las pulperías.<<

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[31] Caballo de carrera «de color leonado, cuyo pelo es intermedio entre el “doradillo” y el zaino.Tiene partes más claras» (Segovia). <<

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[32] Chilenismo: cuchillada, tajo. <<

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[33] Lugar donde ha acampado una tropa de ganado. <<

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[34] Establecimiento de campo dedicado especialmente a la ganadería (propio por entonces de laregión pampeana). La ganadería fue la principal fuente de riqueza en la región del Río de laPlata. Cuando el sistema de las vaquerías (incursiones por los campos para caza del ganadocimarrón) pareció agotar la enorme riqueza de ganado por la matanza antieconómica que sepracticaba del mismo, con el solo objeto de aprovechar los cueros, al valorizarse éstos por elaumento de las exportaciones, nace la estancia colonial (s. XVIII). En la estancia colonial, típica,el propietario delega el mando en mayordomos y capataces. La mano de obra está integrada poresclavos. En la época colonial, la unidad mínima era la llamada «suerte de estancia», de unas1875 hectáreas, capaz de admitir unos 900 vacunos. La liberación comercial borbónica (y elcontrabando) constituyen sucesivos estímulos en la producción de cueros, sebo, astas y otrosproductos ganaderos. La progresiva extinción del ganado cimarrón corre paralela con laexpansión de la estancia: la posesión de la tierra se convierte ahora en la base de una explotaciónganadera estable desarrollada en las primitivas estancias de la colonia. Al amparo de estascondiciones —y con la aparición en 1721 de los navíos de registro—, con el consiguienteaumento de las exportaciones legales, el proceso de concentración de la propiedad rural seagudiza. Todo esto condujo al latifundio en gran escala: hacia finales del s. XVIII, había unamedia docena de propietarios rurales que poseían centenares de miles de leguas cuadradas,adquiridas por poco dinero e indivisibles merced a la ley de mayorazgo. Los progresos de laganadería posteriores a 1810 crean un interés mucho mayor por la posesión de la tierra. Con laindependencia política y el desarrollo ganadero, la tierra pasa a desempeñar un papelpreponderante. A fines del s. XVII, merced a franquicias aduaneras y al abaratamiento de la sal,aparece en el Río de la Plata el saladero; la verdadera industria bonaerense del tasajo surge con ellibre comercio. A partir de 1824 la enfiteusis favorece a la clase terrateniente. Desde 1760 sehabía ido constituyendo en la campaña un sistema de defensa de fronteras sobre la base de tropasregulares. La revolución y sus necesidades obligaron a descuidar las fuerzas militares de lacampaña: la tendencia de las milicias a reemplazarlas se agudizó cada vez más, con lo que laestructura de éstas se apoya crecientemente en la de las estancias ganaderas. «Su hegemoníamilitar en la campaña es la de los hacendados a menudo por medio de sus subordinados; soncapataces y mayordomos los que suelen capitanear las milicias regladas» (T. Halperín Donghi,op. cit.). Así los terratenientes adquieren un directo poder militar. Ejercen además un poderrepreseivo y omnipotente sobre asalariados y población marginal de la campaña. <<

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[35] Tapera es el rancho abandonado, en ruinas, pero también el rancho en cuanto vivienda pobre;el galpón o los galpones sirven en las estancias para guardar herramientas o para almacenamientode productos. <<

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[36] Ataque de los indígenas no sometidos a los poblados cristianos. El malón irrumpía porsorpresa, casi siempre durante la noche, dando peculiares alaridos para infundir terror. Elpropósito fundamental del malón era apropiarse del ganado, solía también tomar cautivos;obtenido el botín huía confiado en la velocidad y resistencia de sus cabalgaduras. <<

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[37] Coronel alemán llegado a Buenos Aires en 1819. Se destacó en la lucha contra el indio en ladécada de 1820, sosteniendo el avance de la frontera sur de la provincia de Buenos Aires.Participó en la revolución del 1° de diciembre de 1828. Fue vencido y muerto en el combate deLas Vizcacheras (1829), por las fuerzas de Rosas. <<

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[38] Arma de fuego de la época, un tercio más corta que la carabina. <<

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Notas del «Capítulo 2» (autor)

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[*] No es fuera de propósito recordar aquí las semejanzas notables que representan los argentinoscon los árabes. En Argel, en Oorán, en Mascara y en los aduares del desierto vi siempre a losárabes reunidos en cafés, por estarles completamente prohibido el uso de los licores, apiñados enderredor del cantor, generalmente dos, que se acompañan de la vihuela a dúo, recitandocanciones nacionales, plañideras como nuestros tristes. La rienda de los árabes es tejida de cueroy con azotera, como las nuestras; el freno de que usamos es el freno árabe, y muchas de nuestrascostumbres revelan el contacto de nuestros padres con los moros de la Andalucía. De lasfisonomías, no se hable: algunos árabes he conocido que jurara haberlos visto en mi país. (N. delA.) <<

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Notas del «Capítulo 3» (edición)

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[1] El inglés Francis Bond Head recorrió la República Argentina desde Buenos Aires a Mendozapara hacerse cargo del puesto de administrador de la Asociación Minera del Río de la Plataformada por Rivadavia para explorar las minas mendocinas de Uspallata. Como la explotaciónno pudo concretarse pues dichas minas habían sido consideradas como propias por el gobiernode Buenos Aires y en su nombre había actuado Rivadavia, Head regresa a Inglaterra y denunciael hecho en su libro Rough notes during some Rapid Journeys across the Pampas and the Andes(1826), muy leído en su patria. <<

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[2] General Ángel Vicente Peñaloza, caudillo nacido en los Llanos de La Rioja, de una familiatradicional (1796-1863). Combate junto a Juan Facundo Quiroga en diversas campañas. Luchacontra Rosas integrando la Liga del Norte, como consecuencia de lo cual debe refugiarse enChile. Vuelve a La Rioja antes de Caseros, para incorporarse al movimiento antirrosista. Despuésde Caseros es nombrado gobernador en La Rioja. Tras la caída de Urquiza, se levanta contraMitre e invade San Juan, cuyo gobernador es Sarmiento. Pese a su disposición a pactar, esasesinado en Olta (La Rioja) por las fuerzas nacionales, y por instigación de Sarmiento, quienescribe su Vida del Chacho. José Hernández denuncia el hecho en una serie de artículosperiodísticos luego reunidos en libro. <<

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[3] Muerte violenta. De ella deriva el verbo desgraciarse: matar a alguien. <<

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[4] Autoridad militar designada directamente por el gobierno, cuya función era reclutar tropas —las famosas levas que perseguían al hombre de la campaña—, para enrolarlas en los ejércitos dela independencia, las guerras civiles o la lucha contra el indio. <<

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[5] Estanislao López, caudillo santafesino (1786-1838) empeñado durante toda su gestión en lapacificación del país y la organización del mismo bajo el sistema federal. Participa con Belgranoen la expedición al Paraguay. En 1816 es nombrado comandante de armas de su provincia, y en1818, gobernador de Santa Fe, cargo que desempeña hasta su muerte. En 1919 sanciona elEstatuto (primera constitución provincial de corte federal). Integra la Liga de los Pueblos Libres,enfrentada al centralismo directorial: junto a Ramírez vence a Rondeau en Cepeda (1820). Firmael Tratado del Pilar, del Cuadrilátero y el Pacto Federal (1831). Vence a Dorrego (Cañada de laCruz y Gamonal), a Lavalle (Puente de Márquez), y a Ramírez, a quien expulsa del territoriosantafesino. Federal, se alía a Bustos, Ibarra, Quiroga y Rosas. La dirección del federalismolitoral recae en sus manos, pero Santa Fe, en tanto es la provincia más pobre y despoblada dellitoral, no puede encabezar el complejo sistema de alianzas inter-provinciales.

En 1831 es nombrado jefe de las fuerzas federales, mientras Rosas comanda la reserva.Derrotado Paz, se constituye un triunvirato de jefes regionales victoriosos: Quiroga, Rosas yLópez. Este último cuenta con el consenso de Córdoba, Sgo. del Estero, Entre Ríos, Corrientes ySalta. Pero esta vez la correlación de fuerzas revierte a favor de Rosas. López debe renunciar asus viejas aspiraciones de lograr la autonomía santafesina, y acepta la disolución propuesta porRosas, de la Comisión Representativa. Merced a su rivalidad con Quiroga, algunos le atribuyeronhaber instigado su asesinato. <<

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[6] Juan Felipe Ibarra (1787-1851), caudillo santiagueño, perteneciente a un antigua familiaterrateniente. En 1806 se alista como voluntario para luchar contra el invasor inglés. Lucha almando de Belgrano en Tucumán y Salta (1813). Integra el Estado Mayor de San Martín. Secundaa Rondeau en el Alto Perú, a Belgrano (1816) y es Comandante General de la Frontera deSantiago del Estero (1817). En este cargo conquista un auténtico prestigio entre las masascampesinas del interior santiagueño, y el respeto de los terratenientes —a quienes defiende delataque indígena— y de los grupos urbanos. En 1820 es elegido Gobernador con el consenso detodas las clases sociales de Santiago. Rompe la dependencia con Tucumán, y juntamente conotros gobernadores federales, adopta medidas proteccionistas para las artesanías locales, creaaduanas interiores, y acuña por primera vez monedas de plata para la provincia.

En 1830, bloqueado por la Liga Unitaria, solicita el auxilio de López. Obtiene también el deRosas, que le envía hombres y dinero. Lucha contra la Liga Unitaria. Ante la posibilidad de serdepuesto por los unitarios (frente a los asesinatos de Quiroga y la Torre), llama a las basespopulares en su apoyo y disuelve la legislatura, asumiendo el poder absoluto. Apoya a Rosas yejerce la primera magistratura de la provincia hasta su muerte (1851). <<

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[7] Martín Güemes (1785-1821), salteño, perteneciente a una de las familias más poderosas detoda la región. Lucha durante las Invasiones Inglesas, y adhiere a la Revolución del 10.Interviene en la batalla de Suipacha con un cuerpo de voluntarios reunido por él. Auxilia aPueyrredón en Huaqui. Participa del 1° sitio de Montevideo. En 1814 se incorpora la cuerpoauxiliador al mando de San Martín, destinado a reforzar el ejército del Norte. Después de losreveses de Vilcapugio y Ayohúma, éste le confía la organización y dirección de las partidasgauchas para contener el avance de los realistas. Durante años, Güemes defiende la frontera nortede la Argentina contra las tropas españolas. Obtiene un enorme ascendiente sobre el pueblosalteño, al que integra sus partidas gauchas, haciendo recaer el peso económico de la guerra encomerciantes y terratenientes, muchos de ellos aliados de los españoles del Alto Perú. En 1815 loeligen gobernador de Salta. Entra en un prolongado conflicto con el general en jefe de las fuerzasnacionales, Rondeau. Por todo ello, es combatido duramente por grupos que reciben el apoyo deBernabé Aráoz, gobernador de Tucumán. El gobierno de Güemes cumple la función esencial dedefender la frontera, ya que anualmente Salta sufre una invasión realista, que termina en retirada,pues las guerrillas gauchas dominan la campaña. Los grupos partidarios de Aráoz acceden alpoder tras la muerte de Güemes, a manos de una partida española proveniente del Altiplano. <<

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Notas del «Capítulo 4» (edición)

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[1] Integraba el Virreinato del Río de la Plata con las provincias de Cochabamba, La Paz, Potosí yLa Plata. Sarmiento se refiere a la expedición enviada por la Primera Junta de 1810, al mando deFrancisco Ortiz de Ocampo, revelado luego por Antonio González Balcarce. El triunfo deSuipacha (7-XI-1810) significó el momentáneo control revolucionario del Alto Perú, área degran importancia económica ya que hasta esa fecha de allí provenía el 80% de las exportacionesde Buenos Aires, especialmente las valiosas cargas de metálico. <<

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[2] El mariscal español Gaspar Vigodet era gobernador de Montevideo cuando la ciudad fuesitiada por Artigas y el ejército porteño y tomada por el general Alvear. <<

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[3] José Rondeau (1773-1844), argentino, tuvo actuación en Montevideo: contra los indios, endefensa de las fronteras uruguayas durante las invasiones portuguesas, en las inglesas, en los dossitios de Montevideo, etc. Las autoridades de Buenos Aires subordinan a Artigas a la autoridadde Rondeau, ya que éste es un fiel representante de la política del Directorio. En 1812, Artigas yRondeau firman un documento que proclama la confederación de la Provincia Oriental con lasPcias. Unidas del Río de la Plata. Nombrado Director del ejército del Norte en reemplazo de SanMartín, es derrotado en Sipe-Sipe (1815). Es designado Director Supremo dos veces (tras elderrocamiento de Alvear y por la renuncia de Pueyrredón). Intenta (sin éxito) la captura deGüemes, pero debe reconocer, por el pacto de Cerrillos, la legitimidad del gobierno del caudillosalteño. Para impedir el avance de las fuerzas federales del litoral, pide el apoyo de losportugueses. Es derrotado en Cepeda (1820). Posteriormente ocupa cargos diversos: gobernadorinterino de Buenos Aires, gobernador y capitán general de la República Oriental del Uruguay(1828-30), etc. <<

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[4] Tira de cuero para trabar las manos del caballo. <<

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[5] El bloqueo francés del puerto de Buenos Aires entre 1838 y 1840 fue consecuencia —talesfueron las razones oficiales— de la situación de varios súbditos franceses residentes en BuenosAires y de la negativa de Rosas a excluir a los franceses instalados en el país del servicio militar,como ocurría con los ingleses luego del tratado de 1825. La Convención Mackau-Arana, quepone fin al conflicto, firmada el 29 de octubre de 1840, estipula que hasta la conclusión de untratado los ciudadanos franceses que residan en la Confederación Argentina, así como losargentinos en Francia recibirán el trato de súbditos de las naciones más favorecidas. <<

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[6] Diego de la Fuente calcula para toda la provincia una población de 22.480 habitantes en 1839y de 19.720 para 1849. Woodbine Parish le atribuye en 1847 20.000 habitantes. La provincia deSanta Fe se dedicaba fundamentalmente a la explotación ganadera. La cría y comercialización demulas destinadas a las ferias de Salta y Jujuy para abastecer el mercado altoperuano, de granimportancia para la provincia durante la época colonial, disminuyó considerablemente con lasguerras de independencia y civiles. Como la Banda Oriental, Santa Fe vio arrasados sus camposy saqueados sus ganados con una intensidad no sufrida por ninguna otra provincia argentina. Aeste hecho se sumaban las luchas continuas contra los indígenas chaqueños. Los ganados pedidospor E. López en 1820 contribuyeron a repoblar la pampa santafesina, aunque su recuperación fuelenta. <<

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[7] De la Fuente calcula su población en 29.421 habitantes para 1839 y 35.865 para 1849.Woodbine Parish estima una población de 20.000. La ganadería era la actividad económicafundamental, pues cuenta con excelentes campos para el inverne del ganado que se criaba en lallanura colindante. Dicho ganado abastecía al mercado cuyano. Poseía también madera enabundancia. <<

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[8] Dice J. O. French, quien estuvo en Famatina entre 1826 y 1828: «Se elaboran aquí anualmentealrededor de 7.000 barriles de vino de 10 galones cada uno y 100 de coñac; se cultiva unapequeña cantidad de algodón y maíz, no se cultiva trigo, pero se siembra un poco de cebada parael alimento del ganado vacuno y caballar. Sin embargo, sólo unos pocos caballos de montar yvacas para ordeñar, pueden subsistir en los alrededores, debido a la falta de suficientes camposde pastoreo. El ganado vacuno de consumo se compra principalmente en el departamento de LosLlanos, donde se adquiere anualmente alrededor de 16.000 cabezas». <<

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[9] Pedro Ignacio de Castro Barros (1777-1849), sacerdote y doctor en teología, representó a suprovincia natal, La Rioja, en la Asamblea General Constituyente y en el Congreso de Tucumán,adhiriendo a una organización monárquica. Combatió la reforma eclesiástica porteña. Siendorector de la Universidad de Córdoba (1825-1829) colaboró con el gobierno de José María Paz. Ala caída de éste y luego de una detención breve en Buenos Aires, emigra a Montevideo (1833) yposteriormente a Chile (1841), donde muere ocho años más tarde. Sarmiento escribió sunecrología en la Crónica de 13, 27 de mayo y 10 de junio de 1849, comienzo de una biografíaque no concluyó (Obras completas, III). <<

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[10] General Dávila (1798-1823). Tomó posesión en 1817 de la provincia chilena de Coquimbocon las fuerzas de Zelada. De regreso a La Rioja, su provincia natal, luchó contra Quiroga. Murióen el encuentro de El Puesto. <<

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[11] Francisco Ortiz de Ocampo (1771-1840), riojano, perteneciente a una importante familia.Intervino en las invasiones inglesas. Tuvo el mando del primer ejército patriota, destinado al AltoPerú (1810), que debió abandonar por negarse a fusilar a Liniers. Presidente de Charcas (una delas ocho provincias en que Belgrano dividió el Alto Perú) hasta las derrotas de Vilcapugio yAyohúma; gobernador de Córdoba en 1811 y 1814. Actuó a las órdenes de San Martín cuandoéste preparaba el Ejército de Los Andes. Gobernador de Mendoza en 1815; de La Rioja a finesde 1816, y en 1820, al deponer al gobernador Gregorio González. Derrocado por Quiroga, pasa aBuenos Aires. Cae prisionero en Córdoba (revolución de 1826), habiendo sido reincorporado almando de su ejército al triunfar Paz. En 1831 cae prisionero de Quiroga. Obtenida su libertad, seretira de la vida pública. <<

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[12] De la Fuente estima unos 73.360 habitantes para 1839 y unos 89.430 para 1849 en toda laprovincia. Para Woodbine Parish la población total asciende a unos 50.000 habitantes. La ciudadde Santiago del Estero tuvo gran importancia en la época colonial. Paso obligado hacia el AltoPerú y provista de abundante mano de obra indígena, pudo desarrollar una economíadiversificada y autosubsistente: ganado, cereales y algodón constituían los productosfundamentales; la lana y el algodón eran la materia prima para la fabricación de tejidos. Ladecadencia del mercado potosino y las guerras sumieron a Santiago del Estero, como a muchasotras provincias del interior, en la pobreza y el estancamiento. <<

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[13] La provincia de San Juan presenta en esta época una agricultura muy diversificada,especialmente en el oasis sanjuanino propiamente dicho, con gran difusión del cultivo de trigo,además de los tradicionales viñedos y plantaciones de higueras y durazneros para la preparaciónde frutas desecadas (orejones, pelones, pasas). Cobra importancia el cultivo de las forrajeras,sobre todo en los valles integrados a las rutas de Chile —por los diferentes pasos cordilleranos,como Los Patos, Aguanegra o los que remontan el río Blanco hasta el paso de Comecaballos—,destinadas a alimentar mulas y vacunos para el área minera chilena. De la Fuente calcula unos33.070 habitantes en 1829 y 40.340 en 1839 para toda la provincia. Woodbine Parish hacedescender esta cifra a 25.000. <<

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[14] Martín Yanzón gobernó la provincia de San Juan desde el 27 de abril de 1834 hasta el 27 deenero de 1836, en que fue depuesto por la legislatura luego de su derrota por Tomás Brizuela enFiambalá. Benavides lo sucede a partir del 8 de mayo de 1836. <<

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[15] Desde joven interviene Tomás Brizuela en las guerras civiles. En 1831 depone al gobernadorVillafañe en su provincia natal. Federal, sigue la política rosista, pero al organizarse la Liga delInterior, adhiere al movimiento disidente, del cual es elegido su director (1840). La derrota deQuebracho Herrado precipita la caída de la Liga. Brizuela debe abandonar la ocupada ciudad deLa Rioja. Vencido por Benavides, muere a consecuencia de las heridas recibidas (1841). <<

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[16] Nazario Benavides (1805-1858), federal, combate con Quiroga en 1831 en las campañassobre Tucumán y Salta, y con Aldao en la campaña al desierto organizada por Rosas en 1833. Esgobernador de su provincia natal, San Juan, con breves intervalos, desde 1836 hasta 1854.Seguirá una política moderada, contando entre sus colaboradores a hombres cultos de la ciudadadictos al liberalismo unitario o al ideario de la generación del 37. Sarmiento es uno de ellos: enRecuerdos de provincia (cap. «La vida pública») lo define como «caudillo manso». Integra lasfilas federales y en ellas lucha contra Brizuela, Lamadrid y Peñaloza. En 1851 adhiere alpronunciamiento del general Urquiza contra Rosas y al año siguiente, mientras se halla reunidoen San Nicolás, un movimiento provincial lo depone de su cargo, en el cual es repuesto porUrquiza. En 1858, encarcelado luego de resistir la elección del gobernador Gómez Rufino, esasesinado. Este hecho alcanza importante repercusión nacional. <<

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[17] Lo había fundado Sarmiento y su hermana Bienvenida. <<

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[18] Guillermo Rawson (1821-1890). Médico sanjuanino amigo de Sarmiento. Partidario deMitre, fue su Ministro de Interior, pero al romper políticamente con éste se quebró también laamistad con Sarmiento. <<

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[19] Declaró la independencia argentina el 9 de julio de 1816. <<

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[20] Francisco Narciso de Laprida (1786-1829), abogado sanjuanino. Como diputado por suprovincia presidió el Congreso de Tucumán cuando declaró la independencia (1816-1818). Alproducirse el motín del Regimiento N° 1 de los Andes interviene para lograr que Mendizábal seanombrado gobernador de San Juan. A pesar de ello, Mendizábal lo arresta, consiguiendo Lapridahuir a Mendoza. Es diputado en el Congreso Constituyente de 1824. Vuelve a San Juan a la caídade Rivadavia. Emigra a Mendoza ante los avances de Quiroga, donde contribuye a organizartropas de defensa. En el potrero de Pilar lo ataca Aldao y huye, pero una partida lo alcanza y leda muerte. <<

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[21] Se refiere a José Félix, Francisco y José Aldao. <<

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[22] Fray Justo Santa María de Oro (1772-1836), actuó como diputado por San Juan en elCongreso de Tucumán, pidiendo consulta de los pueblos antes de decidir la adopción de lamonarquía como forma de gobierno para las Provincias Unidas. Su participación en la políticasanjuanina lo lleva al destierro entre 1818 y 1828. En 1830 es obispo de San Juan. <<

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[23] Teniente gobernador de San Juan en 1820. <<

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[24] Salvador María del Carril (1798-1883), abogado perteneciente a la clase alta sanjuanina.Gobernó su provincia entre 1823 y 1825, tratando de implantar medidas de corte liberal (Carta deMayo), como la libertad de prensa y la libertad religiosa, hecho que provoca reacciones que lollevan a pedir el auxilio de José Aldao, que restablece a los liberales en el poder. Es Ministro deHacienda de Rivadavia en 1826 y aliado de Lavalle y Paz durante todo el período rosista. Integrael Congreso Constituyente de 1853 y secunda como vicepresidente al general Justo José deUrquiza. <<

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[25] Domingo Oro (1800-1879), cumplió una misión diplomática ante Bolívar durante lapresidencia de Rivadavia. Fue ministro de guerra de Dorrego, aunque no integraba sus filas.Actuó como consejero de Estanislao López en Santa Fe y en su provincia natal fue ministro deYanzón, pero acusado de conspirar es desterrado a Chile. Regresa al país luego de la caída deRosas, incorporándose a los partidarios de Bartolomé Mitre. <<

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[26] Fue ministro de Salvador María del Carril cuando era gobernador de San Juan. <<

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[27] José María Paz (1791-1854), cordobés, estudió en el Seminario de Loreto y en laUniversidad. Participó en las batallas de Tucumán, Salta, Vilcapugio, Ayohúma y en Sipe-Sipe.Tomó parte en la sublevación de Arequito contra el gobierno nacional. Firmada la paz con elBrasil, depuso a Bustos —siendo gobernador de Córdoba ese año (1828)— y derrotó a Quirogaen Oncativo y La Tablada. Encabezó la coalición de nueve provincias investido con el SupremoPoder Militar, constituyendo la Liga del Interior; en 1831 fue capturado por tropas santafesinas,y en 1835 entregado a Rosas. Escapó al Uruguay en 1840. Al año siguiente, al frente de tropascorrentinas, venció a Echagüe en Caaguazú, siendo nombrado gobernador en 1842. Ese mismoaño, como jefe militar en Montevideo, organizó la resistencia al sitio. Llamado por Madariaga,dirigió la resistencia contra Rosas. Urquiza derrota a los correntinos en Laguna Limpia (1946) yPaz se encamina al Paraguay y luego a Brasil (1847). Escribe sus Memorias (1849). En 1853, devuelta a Buenos Aires, dirige la resistencia porteña contra el sitio del urquicista Lagos. Muere alaño siguiente. <<

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[28] «Andar, mezclarse y tratar con las primeras familias del país» (Segovia). <<

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[29] Víctor Cousin influyó en la generación del 37 y era muy leído en Chile durante el exilio deSarmiento. Raúl A. Orgaz en su Sociología Argentina (ob. cit.) señala que la octava palabrasimbólica del Dogma socialista de Echeverría proviene de la influencia de Cousin; también tuvoespecial importancia en la concepción de la historia de Vicente F. López y, respecto deSarmiento, no escapó al primer comentador del Facundo, el anónimo crítico de El Siglo de Chile,quien afirma que el interés de la obra radica especialmente en la manera en que allí se utiliza laconcepción de Cousin, Montesquieu, Herder y Vico. Orgaz considera que la concepción delcaudillo de Sarmiento parte de las ideas de Cousin sobre la génesis y la función social del«hombre representativo», cuya base es, a su vez, el pensamiento de Hegel. El Curso de historiade la filosofía de Cousin, citado por Sarmiento en el último capítulo de Facundo, se comenzó apublicar por entregas, traducido por José Tomás Guido y Alfredo G. Bellamare, en Buenos Airesen 1834. Este dato muestra el interés que el autor despertó en los jóvenes del 37, quienes mástarde rechazaron el rumbo tomado por su pensamiento. <<

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Notas del «Capítulo 4» (autor)

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[*] El doctor don Manuel Ignacio Castro Barros, canónigo de la catedral de Córdoba. (Notaagregada a la 2ª. edición). <<

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[*] «Desde 1845 en que se escribió este libro hasta la fecha, ha habido en la provincia de SanJuan una reacción saludable. Hay hoy un colegio de hombres, otro de señoras y la honorableJunta de Representantes acaba de declarar la educación primaria para ambos sexos instituciónpública de la provincia. Más de veinte jóvenes estudian en Buenos Aires, Córdoba, Chile, paradedicarse a las carreras de abogado o médico. La música y el dibujo se han generalizadonotablemente en ambos sexos, y los artesanos y otras clases de la sociedad gustan llevar paletó,tuin o levita, lo que indica una buena educación del espíritu público a mejorar de condición. Loshombres de acción han sido anulados por el tiempo y su propia ineptitud, viéndose obligado elgobierno a poner en los empleos personas de viso, que sin ser salvajes, tienen aversión a laviolencia y el vasallaje». (Nota de la 2ª. edición). <<

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[*] 1845. (N. del A.). <<

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[*] (N. del A.) Detalles sobre el sistema y organización de este establecimiento de educaciónpública se encuentran en Educación Popular, trabajo especial consagrado a la materia y fruto delviaje a Europa y Estados Unidos hecho por encargo del Gobierno de Chile. <<

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Notas del «Capítulo 5» (edición)

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[1] Tradicionalmente se llamó travesía a la región desértica que se extiende en el límite de lasprovincias de San Luis, Mendoza y San Juan. A esta travesía se refieren las noticias que tenemosde la época de la conquista. En los siglos posteriores de la colonización, la voz se usa comonombre de la región, y también con un sentido especial de desierto, pero aludiendo directa oindirectamente a ella. La travesía es una llanura desértica, sin agua superficial y con escasavegetación xerófila, adaptada a condiciones de suelo salobre. En la travesía señalada en el texto,se distinguieron más tarde sectores desprovistos totalmente de agua, a los cuales se aplicó enparticular el nombre de travesía (travesía del Zanjón, de la Mogna, de Matagusanos). <<

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[2] Recipiente para conservar el agua, hecho con un asta de venado. Se colocaba una base demadera en el extremo hueco en tanto el otro se agujereaba y se le ponía un tapón para evitar elderrame de agua. <<

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[3] El animal, especialmente el caballo, que resiste firmemente el acoso sin ceder terreno. <<

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[4] Aprisionada por un lazo que rodea el pescuezo y por otro que ciñe las patas, tirando en sentidocontrario del primero. <<

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[5] August Raimond Quinsac Monvoisin nació en Burdeos en 1790. Estudió con Guérin en París,siendo condiscípulo de Delacroix. Expuso su obra en París, entre los años 1827 y 1842, fecha enque emprendió viaje a América del Sur invitado por el gobierno chileno para fundar unaacademia en Santiago. Sólo tres meses permaneció en Buenos Aires, dejando varios cuadros detema argentino. Visitó también Perú y Brasil. Luego de esta primera estadía en Chile (1843), seinstaló allí entre 1848 y 1857, año en que regresó a su país natal, donde murió en 1870. En Chilepintó al sultán de Egipto Mehemet Alí, citado por Sarmiento. <<

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[6] Triunfo de Quiroga sobre el general Videla Castillo (28 de marzo de 1831). <<

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[7] Gobernador de La Rioja en 1825, de Catamarca en 1836. Partidario de Quiroga. <<

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[8] La sustancia tintórea producida por la grana o cochinilla, que se criaba naturalmente en lostunales (cactus opuntia de Santiago del Estero, constituía un artículo importante en la economíaprovincial de entonces, tanto como producto de exportación —se lo enviaba a Chile y Perú—como por su uso en la industria textil. <<

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[9] Apuesta en el juego. <<

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[10] Lugar vecino a la ciudad de Mendoza. Allí preparó San Martín el Ejército de los Andes en1816. <<

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[11] El jugador que en el juego de naipes tiene la banca y da cartas. <<

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[12] Con la disminución del ganado cimarrón comienza a reclamarse el control de los pobladoressin tierras de la campaña. Desde el siglo XVIII se impone al habitante de la campaña la obligacióndel certificado que atestigua que es peón y que tiene trabajo estable en un establecimiento rural.Este documento se denomina «papeleta» y quien no lo posee recibe diferentes castigos, entreellos, el de la leva para integrar los servicios de la frontera con el indio. El cambio revolucionariode 1810 no modifica esta disposición ni las condiciones de vida del gaucho. Vedado su acceso ala propiedad de la tierra desde los tiempos coloniales, no se dictan leyes —salvo el caso deArtigas— que modifiquen esa situación—. Las condiciones económicas y sociales de su trabajocomo peón de estancia son igualmente miserables. Por ello prefiere recorrer permanentemente lapampa, empleándose temporariamente, seguro de que en ella encontrará alimento. En 1815, elgobierno de Buenos Aires dicta disposiciones similares a las establecidas en la colonia para elcontrol de la población rural. «Establecen (artículo primero) que todos los pobladores de lacampaña sin “propiedad legítima” deben ser considerados “de la clase de sirviente”, pudiendo losinteresados apelar a tal denominación sólo por una vez. Así denominado y calificado, el peóndebe estar permanentemente munido de una “papeleta” firmada por el estanciero para quientrabaja y por el juez del partido, “sin cuya precisa calidad será inválida”, debiéndola renovartrimestralmente. “Todo individuo de la clase de peón que no conserve este documento seráreputado por vago”… “quien transite por la campaña aunque posea su papeleta pero sin laautorización o licencia del Juez de Paz será reputado por vago”». (Ricardo E. Rodríguez Molas,ob. cit., pág. 198-99). Estas disposiciones continuaron vigentes hasta la caída de Rosas. <<

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[13] A raíz de la invasión inglesa en 1806, el Cabildo de Buenos Aires resolvió crear variosregimientos de defensa. Ese año crea el de Arribeños, así llamado porque los hombres que loformaban habían nacido en las provincias de «arriba», es decir, del norte del virreinato. <<

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[14] Fue organizado entre 1816 y 1817, en la provincia argentina de Mendoza, por el general Joséde San Martín para liberar los territorios de Chile y Perú en poder de los realistas. <<

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[15] Cuerpo de caballería creado por San Martín en Buenos Aires en 1812, con el cual triunfó enel combate de San Lorenzo. <<

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[16] El general José de San Martín, en el breve período en que dirige el Ejército del Norte, haceconstruir un recinto amurallado en las afueras de Tucumán, consciente de que esa ciudad es vitalpara detener el avance realista hacia el litoral (1814). En ese lugar Gregorio Aráoz de Lamadrid,jefe del ejército de la Liga Unitaria, es derrotado por el general Quiroga (4 de noviembre de1831). <<

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[17] Francisco Ramírez (1786-1821) caudillo entrerriano nacido en Concepción del Uruguay.Gracias a sus esfuerzos, Rondeau, Artigas y otros logran expulsar a los españoles de Entre Ríosen momentos en que éstos amenazaban cortar las comunicaciones con las fuerzasexpedicionarias de Belgrano. Contribuye activamente a la lucha contra los portugueses quehabían ocupado la Banda Oriental. Lugarteniente de Artigas, sostiene el ideal político de la Ligade los Pueblos Libres. Participa en la derrota del ejército que invade Entre Ríos, enviado por elDirector Pueyrredón. Triunfante en el campo de batalla, se convierte en el verdadero gobernantede Entre Ríos (aunque reconoce a Artigas como el Protector de los Pueblos Libres). En 1820, enalianza con las fuerzas santafesinas, vence a los porteños en Cepeda y firma con los vencidos elTratado del Pilar. Disgustado Artigas porque no se declara la guerra a los portugueses, invadeEntre Ríos, pero es derrotado por Ramírez y debe pasar al Paraguay. Ramírez, dueño de lasituación de la Mesopotamia, se proclama Jefe Supremo de la República de Entre Ríos y Generalen Jefe del Ejército. Como consecuencia del Tratado de Benegas, rompe con López. Circundadopor cuatro ejércitos, es derrotado en Coronda (1821). Muere en Río Seco ese mismo año. <<

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[18] Perno, barra de hierro de los grillos carcelarios antiguos. <<

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Notas del «Capítulo 5» (autor)

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[*] (Nota de la 1ª. edición, completada en la 2ª.) Después de escrito lo que precede, he recibido,de persona fidedigna, la aseveración de haber el mismo Quiroga contado en Tucumán, anteseñoras que viven aún, la historia del incendio de la casa. Toda duda desaparece antedeposiciones de este género. Más tarde he obtenido la narración circunstanciada de un testigopresencial y compañero de infancia de Facundo Quiroga, que le vio dar a su padre una bofetada yhuirse; pero estos detalles contristan, sin aleccionar, y es deber impuesto por el decoro apartarlosde la vista. <<

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Notas del «Capítulo 6» (edición)

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[1] En la provincia de La Rioja se distinguen dos tipos de paisaje: el de las sierras y valles por unlado y el de los llanos por otro. El primero está constituido por una serie de cordones montañososorientados de norte a sur, que delimitan valles longitudinales difícilmente comunicados entre sí:impera el clima árido, una agricultura de oasis alimentada por las aguas que bajan de las altascumbres. Es también zona minera, en la que se explotaban esporádicamente oro y plata desde lostiempos prehispánicos. En los valles se cultiva alfalfa y otras forrajeras para alimento del ganadoen tránsito (Chile, Alto Perú), y los cultivos para subsistencia. Por su importancia se destaca elcultivo de la vid, seguido por el olivo y el nogal.

Los Llanos son la planicie encerrada entre las sierras. Constituyen una zona relativamentehúmeda con lluvias de tipo torrencial durante el verano. Hay una importante vegetación arbórea,con corpulentos ejemplares de quebracho blanco, chañar, brea, piquillín, mistol, caldén, ralastalas y algarrobos. La recolección de sus frutos da lugar a la importante fiesta regional de lachaya. Fue zona ganadera y continúa siéndolo, complementada por minúsculos oasis de cultivo,aunque la baja densidad de ganado lleva a un alto grado de dispersión de la población. Sólo laciudad de La Rioja, núcleo inicial de la colonización, ha podido prosperar merced a la actividadcomercial pues era escala obligada entre Tucumán y Cuyo. Se denomina llanisto (o llanista,como dice Sarmiento) al poblador de los Llanos, vestido con los típicos guardamontes yguardacalzones de cuero para protegerse de las espinas. Trabajaba en las grandes propiedadesrurales —en manos de unos pocos dueños, en continua disputa, como los Ocampo o los Villafañe— o como arriero y tropero. Al reabrirse el mercado chileno en 1817 se revitalizó la economíaandina desde Mendoza hasta Salta: vacunos para los saladeros de Valparaíso, mulas para lasáreas mineras. De la Fuente estima 24.130 habitantes para 1839 y unos 30.136 para 1849. Elempadronamiento dio en 1855 un total de 34.431, con 4.985 para la ciudad de La Rioja. <<

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[2] En la década del 20, el mercado británico de capitales se interesa por América Latina. Ungrupo de comerciantes porteños, por cuenta de una compañía riojana —con el apoyo de Quiroga— propició una compañía minera británica para explotar el cerro Famatina, al que se presentabacomo un nuevo Potosí. También Rivadavia patrocinó una compañía minera riojana. <<

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[3] Fruto del algarrobo, que sirve como alimento para el hombre y el ganado. Con la dulcealgarroba, molida, se prepara el patay y por fermentación la aloja, bebida alcohólica tambiénllamada chicha de algarrobo. El algarrobo es un frondoso árbol que alcanza los doce metros dealtura, con flores amarillas en espigas alargadas. Su madera es usada en carpintería, pavimentos,etc. En el centro del país constituye el árbol por antonomasia y se lo denomina «el árbol». <<

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[4] Como otras logias americanas, filiales de la organizada por Miranda en Europa, se crea enBuenos Aires la Logia Lautaro a mediados de 1812. Entre sus miembros figuran José de SanMartín, Carlos M. de Alvear y Bernardo Monteagudo. Su objetivo fundamental era laindependencia de América. <<

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[5] El regimiento número 1 de los Andes, integrante del Ejército Libertador del general SanMartín, cruza la cordillera desde Chile con el objeto de reclutar nueva tropa para la campaña alPerú en 1820. Ya en suelo argentino, se subleva bajo las órdenes de Francisco del Corro, elteniente Morillo y el capitán Mendizábal. Sarmiento relata el episodio en El general Fray FélixAldao. <<

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[6] El ejército al mando del general San Martín es derrotado por los españoles en Cancha Rayadael 19 de marzo de 1820. <<

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[7] Gregorio de Las Heras (1780-1866) fue uno de los colaboradores más importantes de laempresa libertadora del general San Martín. Su acción en la batalla de Maipú determinó en buenamedida el triunfo criollo. Antes de integrar el Ejército de los Andes había luchado con loschilenos en 1813 (Cucha Cucha, El Membrillar, etc.). Acompañó a San Martín en sus campañasen Chile y en el Perú, regresando en 1821 a Buenos Aires con el grado de mariscal.Representante del partido directorial, ocupa el cargo de Director Supremo entre 1824 y 1825.Retirado de la vida pública, se instala en Chile hasta su muerte. <<

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[8] Manuel Corbalán (1774-1847), mendocino, gobernó San Juan en 1814, designado por elDirector Posadas. Prestó su ayuda al general San Martín cuando organizaba el Ejército de losAndes. Como diputado al congreso de 1826, defendió la organización del país bajo el sistemafederal. Apoyó la gestión de Dorrego. Fue diputado por Mendoza a la Liga Federal de 1830.Contó con la confianza de Juan Manuel de Rosas, con quien luchó contra Lavalle y en lacampaña al desierto (1833). Fue nombrado su edecán en 1829. <<

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[9] Se refiere al 13 de abril de 1835, fecha en que Rosas asume por segunda vez el gobierno deBuenos Aires. <<

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[10] Sustantivo caído en desuso, significa conjunto de vacunos u ovinos. <<

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[11] Rosas. <<

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[12] Bernardino Rivadavia (1780-1845), porteño, jefe del partido unitario, fue hijo de unfuncionario virreinal; su actividad política cobra relevancia como Secretario de Guerra y luegode Gobierno y de Relaciones Exteriores del primer Triunvirato (1811-1812). Intervienedirectamente en la firma del Tratado con el virrey Elio, que significa el abandono de la lucha enla Banda Oriental y el Éxodo encabezado por Artigas, así como la disolución de la JuntaConservadora. Éstos y otros hechos generan un descontento que provoca la caída del Triunvirato,en la que participa San Martín. Enviado en misión diplomática a Europa (1815-1821), realiza,junto con Belgrano, gestiones para el establecimiento de una monarquía en el Plata y unasolución negociada del conflicto con España. Vuelve al primer plano político como Ministro deGobierno y Relaciones Exteriores de Martín Rodríguez, poniendo en práctica los principios delliberalismo en el plano económico, político y cultural. Su resultado es un ordenamientoadministrativo y financiero, unido al fomento de la cultura y la educación en la provincia deBuenos Aires: Banco de Descuentos, Registro Estadístico, universidad, reforma eclesiástica, etc.Influido en parte por su enemistad con San Martín, niega la ayuda pedida por éste para continuarsu campaña en el Perú. Impulsa el empréstito con la casa inglesa Baring Brothers, concretado en1824, de desastrosas consecuencias para la Nación. Concluido el gobierno de Martín Rodríguez,viaja a Londres en carácter de enviado oficial: allí promueve la creación de sociedades deinmigración y de explotación minera en el Plata. Nuevamente en su patria en 1826, ocupa larecién creada presidencia de la nación retomando su programa anterior. Da categoría de ley a laenfiteusis, arrendamiento de la tierra pública que persiguió fundamentalmente fines fiscales, y nosociales, y a sus campañas de inmigración —que fracasaron—. Crea el Banco Nacional,nacionaliza la Aduana, federaliza la ciudad de Buenos Aires. El pacto firmado por su ministroGarcía en Río de Janeiro, para poner fin a la guerra con Brasil, provoca el repudio general y elrechazo del mismo Rivadavia, que renuncia a su cargo. Se aleja de la escena política. Se instalaen Europa entre 1829 y 1834; en Uruguay hasta 1836, cuando lo expulsa Oribe; en Río deJaneiro y en Cádiz, donde muere en 1845. <<

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[13] Al crearse el Banco Nacional se le concedió el monopolio de la emisión de metálico,chocando con las aspiraciones de la provincia de La Rioja que había organizado una sociedad deminas y un banco de rescate y emisión para la explotación de esa riqueza, contando con elrespaldo de Buenos Aires. Brittain, presidente de la comunidad mercantil inglesa; Lezica,importante comerciante porteño; y Braulio Costa, comerciante y especulador, socio y amigopersonal de Facundo Quiroga, por inspiración de éste, reúnen capitales e influencias, y desplazana una sociedad análoga creada por el gobernador de la provincia para la acuñación de moneda.<<

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Notas del «Capítulo 6» (autor)

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[*] Registro oficial de la provincia de San Juan:

A consecuencia de la presente ley, el gobierno de la provincia ha estipulado con S. E. el señorgeneral don Juan Facundo Quiroga los artículos siguientes, conforme a su nota de 14 deseptiembre de 1833:

«1º;. Que abonará al Excmo. Gobierno de Buenos Aires la cantidad que ha invertido en dichashaciendas.

»2º. Que suplirá cinco mil pesos a la provincia sin pensión de rédito, para la urgencia en que sehalla de abonar la tropa que tiene en campaña, dando tres mil pesos al contado, y el resto, delproducto del ganado, a cuyo pago quedará afecto exclusivamente el ramo de degolladuras.

»3º. Que se le ha de permitir abastecer por sí solo, dando al pueblo a cinco reales la arroba decarne, que hoy se halla a seis de mala calidad, y a tres al Estado, sin aumentar el precio corrientede la gordura.

»4º. Que se le ha de dar libre el ramo degolladura desde el 18 del presente hasta el 10 de eneroinclusive, y pastos de cuenta del Estado al precio de dos reales al mes por cabeza, que abonarádesde el 1º de octubre próximo. - San Juan, septiembre 13 de 1833. - Ruiz. — Vicente Atienzo».<<

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Notas del «Capítulo 7» (edición)

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[1] Juan Bautista Bustos (1779-1830), cordobés, gran propietario rural, luchó en las InvasionesInglesas, adhirió a la revolución de 1810 y combatió en el ejército del Norte. Belgrano locomisionó para que combatiera la sublevación de Borges en Santiago del Estero (1816) y paraque ocupara Córdoba militarmente a raíz de los sucesos del litoral. En 1818 luchó contra Lópezen Fraile Muerto. Jefe del Estado Mayor del Ejército del Norte, se sublevó contra el gobiernocentral en 1820, y marchó hacia Córdoba, donde tomó el poder, manteniéndose en el gobiernodurante ocho años. Como decidido defensor del sistema federal intentó la institucionalización delpaís, propiciando la reunión de un congreso constituyente que no logró concretar. Se opuso a larevolución de Lavalle en 1818, y fue el primero en condenar el asesinato de Dorrego. Derrotadopor Paz en San Roque, debió huir a La Rioja, donde se unió a Quiroga, junto a quien luchó en LaTablada (1829). Luego marchó a Santa Fe, donde encontró la muerte en 1830. <<

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[2] Bernabé Aráoz (1782-1824), pertenecía a una poderosa familia tucumana, de gran influenciaen la política regional. Combate junto a Belgrano en las batallas de Salta y Tucumán, gobierna suprovincia natal desde 1814 y en 1819 proclama la «República de Tucumán», secesión queanuncia la caída del poder central y la desintegración de 1820. Intenta sostener la hegemoníatucumana en el norte del país, enfrentándose por ello a Güemes, gobernador de Salta, y a Ibarra,gobernador de Santiago del Estero. La revolución encabezada por Francisco Javier López lodepone en 1823; éste ordena su fusilamiento al año siguiente. <<

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[3] La ciudad y la provincia constituyeron un centro económico, político y cultural defundamental importancia durante la dominación española. Con la fundación del Virreinato delRío de la Plata y la implantación de libertades comerciales, su poder será eclipsadopaulatinamente por Buenos Aires, pues era fundamentalmente un centro comercial crecido alamparo de su función y de nudo de comunicaciones hacia el Alto Perú y Chile. La agricultura, laganadería y las artesanías eran la base económica de la sierra; la ganadería utilizabaespecialmente las pampas de altura y el sector de los llanos lindantes con La Rioja, y hacia eleste el pie de las sierras y del área pampeana consolidada sobre la frontera del Río Cuarto. Loscensos consignan una población de 102.248 habitantes para toda la provincia, de los cuales14.187 en la capital. De la Fuente calcula unos 130.800 como población total para 1849. <<

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[4] Deán Gregorio Funes (1749-1829), cordobés, doctor en Teología y Derecho, tuvo importanteactuación en la política revolucionaria y en la educación universitaria. Encabezó a los diputadosdel interior incorporados a la Junta Grande (1810), defendiendo sus derechos a la intervencióndirecta de la gestión revolucionaria. En 1811 redactó el Reglamento, primer ensayoconstitucional de la República. Fue diputado al Congreso Nacional de 1824. Su labor intelectualse cifra en libros, como el Ensayo de la historia civil del Paraguay, Buenos Aires y Tucumán(1816-17), así como en su plan de estudios para la Universidad de Córdoba, de la que fue rectordesde 1808. Conocedor de las corrientes de la filosofía del siglo XVIII, Funes prepara un planrenovador que tiene en cuenta las nuevas ideas sin aceptarlas enteramente, pero que se aparta delescolasticismo imperante en la universidad cordobesa. <<

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[5] La cañada del río Mapocho, que atraviesa la ciudad de Santiago de Chile. <<

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[6] El Facundo participa de la concepción del movimiento revolucionario de 1810 propia de lageneración del 37. Sarmiento, como los miembros de la Asociación de Mayo, sentía que habíanacido con la patria. Mayo era el grito de libertad y de igualdad frente al absolutismo español,consecuencia de las ideas de los liberales franceses e ingleses que habían circulado muchas vecesclandestinamente en el Plata. Escribe Echeverría en el Dogma socialista: «¿Qué quiere decirMayo? Emancipación, ejercicio de la actividad libre del pueblo argentino, progreso; ¿por quémedio?. Por medio de la libertad, la fraternidad, por medio de la Democracia». El 25 de mayofue celebrado con gran solemnidad desde su primer aniversario y el fervor por las llamadasFiestas Mayas continuó hasta 1835, en que cobra importancia el festejo del 9 de julio, día de laindependencia argentina. Rosas en su discurso del 25 de mayo de 1836, interpreta el movimientorevolucionario de mayo como de leal vasallaje al rey Fernando VII. Algunos historiadores nieganal movimiento de 1810 los ideales mencionados por Echeverría así como la influencia decisivadel pensamiento francés, destacando en cambio la presencia de la tradición española y del jesuitaFrancisco Suárez. <<

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[7] El acróstico citado por Sarmiento está formado por las iniciales de los sublevados en Córdobacontra la autoridad de la Junta de Buenos Aires, fusilados en Cabeza de Tigre. El héroe de lareconquista de Buenos Aires en la segunda invasión inglesa y virrey impuesto por voluntadpopular hasta la llegada de Cisneros, había sido internado en la provincia de Córdoba. En laciudad de Córdoba, Liniers y las autoridades coloniales deciden resistir a la Junta de BuenosAires. El 20 de julio de 1810 juran lealtad al Consejo de Regencia y organizan tropas paraenfrentar al gobierno criollo. Derrotados por el ejército al mando de Antonio González Balcarce,son fusilados en el camino hacia Buenos Aires. <<

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[8] El Director Supremo Rondeau, enfrentado a Ramírez y a López, ordena que el Ejército delNorte, al mando de Belgrano, envíe tropas en su auxilio. En la Posta de Arequito (provincia deSanta Fe), las divisiones enviadas se sublevan comandadas por el general Bustos, AlejandroHeredia y José M. Paz (8 de enero de 1820), pues se niegan a participar en la guerra civil. Elgeneral Francisco Fernández de la Cruz, al mando del ejército, entrega la dirección a Bustos, quese encaminará a Córdoba. <<

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[9] Manuel Belgrano (1770-1820), porteño, abogado, estudioso de las teorías de la fisiocracia ydel liberalismo, trató de influir en una transformación de las condiciones económicas del Platadesde su cargo de secretario del Consulado (1793). Fue secretario de la Junta de 1810 y dirigiólos ejércitos patriotas en el Paraguay y en el Alto Perú. La primera empresa fracasó en elenfrentamiento de Tacuarí (1811) pero dio frutos como semilla independentista. Enfrentó a laspoderosas tropas realistas, venciéndolas en Tucumán (1812) y Salta (1813) e impidiendo suavance hacia el Plata. Derrotado en Vilcapugio y Ayohúma encabeza la dolorosa retirada haciaJujuy y Tucumán. Para la organización institucional del país propuso una monarquía quecoronara a un descendiente de los Incas. Declarada la independencia (1816), vuelve al mando delEjército del Norte, luchando en acuerdo con Güemes en la guerra de defensa. Obedeciendoórdenes del gobierno central baja a Santa Fe, tratando de lograr la paz con Estanislao López.Agravada su salud, abandona el cargo, muriendo en Buenos Aires en 1820. <<

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[10] Carlos María de Alvear (1789-1852), regresa a Argentina, su tierra natal, en 1812, junto conel general San Martín, con quien organiza la Logia Lautaro, distanciándose posteriormente de él.En 1815 es nombrado Director Supremo. Durante su gestión, impopular y aristocratizante,dispone el reemplazo de San Martín en la gobernación de Cuyo y llega a ofrecer a Gran Bretañael Protectorado de las Provincias Unidas, que a su pesar no llega a concretarse. Estos hechosprovocan su caída. En 1820 intenta conseguir la gobernación de Buenos Aires, pero es derrotadopor Manuel Dorrego en San Nicolás. Como ministro de Guerra de Rivadavia comanda lasfuerzas argentinas en la guerra con el Brasil. Logra victorias importantes, entre ellas la deItuzaingó. Producida la revolución del 1º de diciembre de 1829, es Ministro de Guerra deLavalle, por breve tiempo. Desde 1838 es ministro plenipotenciario en los Estados Unidos,donde muere. <<

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[11] Martín Rodríguez (1771-1845), porteño, actuó en las invasiones inglesas dirigiendo elEscuadrón de Patricios. Luchó junto a Belgrano en el Paraguay, participando del levantamientodel 5 de abril. Incorporado en 1812 a las tropas de Belgrano, fue derrotado en Venta y Media ySipe-Sipe. En 1820 sus tropas, con apoyo de las milicias rurales, eliminan las amenazas derebelión. Tras la derrota de Dorrego es nombrado gobernador y capitán general de la provincia,designando a Rivadavia y Manuel García como sus ministros. En su gobierno se instauran lasreformas (militar, eclesiástica, de justicia), se crea la Universidad, se suprime el déficit fiscal, secrea el Banco de Descuentos, etc. Ejerce la magistratura hasta 1824 con la adhesión de las clasesaltas. Entre 1825-7 es jefe del ejército sobre el uruguay y contra el Brasil, batiéndose en Navarro.Vencido Lavalle, emigra al Uruguay. <<

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[12] Sancionada en 1822 por iniciativa de Rivadavia, permitió el retorno a Buenos Aires de losalejados de ella por actuación política, lo que benefició a Dorrego, Pagola, Alvear, Sarratea, elpadre Castañeda, etc. <<

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[13] El Banco Nacional fue creado, por iniciativa de Manuel García, en 1826, para funciones dedescuentos y emisión, absorbiendo el Banco de Descuentos creado por el gobierno de MartínRodríguez. No logró convertirse en parte orgánica de las economías provinciales o nacional, ychocó con los intereses de La Rioja debido a su monopolio para emisión en metálico. En 1836Rosas lo disolvió, respondiendo a motivos económicos y políticos. <<

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[14] Las críticas de Sarmiento a los unitarios coinciden con las de Echeverría (edición de 1846 delDogma socialista), quien afirma que los unitarios de Montevideo se distinguen por su«desconocimiento de la realidad, estrechez de miras, sectarismo y apego excesivo a conceptospuramente formales, esterilidad programática». <<

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[15] Los federales sustentaron una organización republicana del país, respetando las autonomíasprovinciales. No tenían principios homogéneos, como los unitarios, adecuándose a las demandasde las circunstancias. Disponían de firme base política en las clases populares y medias rurales yurbanas. Hay diferencias entre los federales del litoral o del interior del país y los de BuenosAires: éstos eran celosos defensores de su autonomía provincial y por lo tanto de los derechos deaduana del puerto de Buenos Aires. <<

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[16] Realistas y patriotas: partidarios de la dominación española y criollos o revolucionarios.Congresistas y ejecutivistas: partidarios del Congreso de 1824-6 y del Director SupremoPueyrredón. Pleucones y liberales: conservadores y liberales, según denominación propia deChile, que casi no se usó en Buenos Aires. <<

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[17] Julián Segundo de Agüero (1796-1851), sacerdote porteño, adhirió a la Revolución de Mayoy en 1821 fue diputado a la Legislatura de Buenos Aires. Apoyó la reforma eclesiástica comopresidente de la Junta de Representantes. Fue ministro de Rivadavia y jefe del partido unitario.Apoyó la revolución de Lavalle (1828) marchando con Rivadavia al extranjero luego de PuenteMárquez. Murió en 1851 en Montevideo. <<

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Notas del «Capítulo 8» (edición)

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[1] El Congreso Nacional, convocado durante el gobierno de Martín Rodríguez, se instala el16/XII/1824. <<

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[2] Gregorio Aráoz de Lamadrid (1795-1857), pertenecía a una poderosa familia tucumana.Luchó en el Ejército del Norte hasta 1818. En 1821 combatió contra los caudillos del Litoral,López y Ramírez, enfrentándose luego a los del Interior, para ser vencido por Quiroga. Regresóde su destierro en Bolivia en 1828, combatiendo con Paz en la Liga Unitaria. La derrotadefinitiva de La Ciudadela lo lleva nuevamente a Bolivia. Reconciliado con Rosas, es enviadopor éste en misión a Tucuman en 1840, circunstancia que conduce a un nuevo cambio de partido:se une a los unitarios de la Coalición del Norte y combate hasta ser derrotado en Rodeo delMedio, Chile, donde se alía a los emigrados. Bolivia y Montevideo son sus sucesivos lugares deexilio. Incorporado al Ejército Grande de Urquiza, lucha en Caseros, esta vez entre lostriunfadores, que deponen a Rosas. En sus Memorias intenta justificar su acción y rectificar losjuicios vertidos por el general Paz. <<

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[3] Galicismo (carré): fornido, categórico, entero. <<

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[4] Bandera que Quiroga llevaba en sus campañas: tenía una calavera, tibias cruzadas (en algunoscasos ensangrentadas) y la inscripción Rn. o M. (Religión o Muerte). Parte de la campaña militarde Facundo contra el unitarismo rivadaviano se apoyó en la reivindicación de ciertas formas dereligiosidad arraigadas en las masas campesinas del norte. <<

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[5] Facundo Quiroga derrota a Lamadrid en El Tala, el 27/X/1826. <<

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[6] Lamadrid. <<

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[7] Se refiere al Escudo Nacional Argentino. <<

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[8] Durante su segundo gobierno, Rosas convierte al rojo en color oficial. Una cinta roja o unmoño en el vestido o en el sombrero, con diferentes inscripciones basadas en el lema «¡Viva laFederación! ¡Mueran los unitarios!», profusamente adjetivado, que se denomina el «cintillofederal» o «la divisa punzó», es de uso obligatorio para empleados, maestros y estudiantes enuna primera etapa, imponiéndose rápidamente al resto de la población. El 22/V/1835, decreta quelas notas oficiales se encabecen con el lema «¡Viva la Federación!» «en señal de fidelidad a lacausa del orden y del bienestar», y aconseja a los caudillos del interior la imposición de ambasdivisas. El celeste, considerado el color de los unitarios —también el verde—, es reemplazado enla bandera nacional por el azul.

En la Campaña del Ejército Grande, Sarmiento insistirá en señalar el uso de la divisa punzó —como signo federal— conservado por el general Urquiza como un modo más de igualarlo aRosas. <<

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[9] Galicismo, por sobretodo o gabán. <<

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[10] La bandera de los «Pueblos Libres», creada por Artigas en 1815, tenía una banda blancacentral, dos azules a ambos lados «y en medio de éstos unos listones colorados, signos de nuestragrandeza, de nuestra libertad e independencia». <<

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[11] Rosas contaba en 1820 con un cuerpo de milicianos integrado por peones de la campaña,destinado a guardar la seguridad de la frontera. Son los llamados Colorados del Monte. Con ellossecunda a Martín Rodríguez en 1820. Los famosos Colorados vestían chiripá, casaca y gorro demanga rojo e iban armados con sable, tercerola, boleadoras y lazo. <<

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[12] Juan Bautista Alberdi (1810-1884), es una de las figuras más interesantes y solitarias de lageneración del 37. Abogado, se inicia en la filosofía del derecho con Fragmento preliminar delestudio del Derecho (1837) así como en la discusión sobre la institucionalización del país y lacultura nacional en sus discursos del Salón Literario. Seguidor de Larra en la crítica decostumbres, publicó artículos de igual tono en el periódico La Moda (1837-38), del que fuefundador. En 1838 emigra a Montevideo. Continúa allí en el periodismo, combatiendo a Rosas,pero teniendo como meta fundamental la elucidación de los problemas argentinos y la búsquedade las soluciones adecuadas a su realidad. Redacta el punto 13 («Confraternidad de principios»)del Dogma socialista. En 1841 sostiene una polémica con Florencio Varela defendiendo losprincipios del romanticismo. En 1845 se radica en Chile. Continúa su labor política yperiodística. Sus Bases… aparecieron en 1852. Ellas constituyeron un aporte relevante para losconstituyentes de 1853. Brinda decidido apoyo al vencedor de Rosas, el general Urquiza.Responde a los ataques de Sarmiento contra Urquiza en sus célebres Cartas Quillotanas. Urquizalo nombra enviado extraordinario de la Confederación ante Francia e Inglaterra (1854) y luegoministro plenipotenciario en París, Londres, Madrid y Roma (1856). Aunque Mitre prescinde desus servicios en 1861, continúa en Europa, donde publica varias obras (Organización política yeconómica de la Confederación Argentina, etc.). Fue severo crítico de la guerra contra elParaguay (El crimen de la guerra, etc.). En 1878 regresa a Buenos Aires como diputado alCongreso Nacional. Tres años más tarde abandona definitivamente el país y vuelve aestablecerse en París, donde muere.

Alberdi refutó las ideas expuestas por Sarmiento en el Facundo en varias oportunidades. En lasBases, en la tercera carta Quillotana y en el ensaño Facundo y su biógrafo, escrito al aparecer laedición de 1874. En el capítulo XIV de las Bases rechaza la antítesis entre hombres de la ciudad yhombres de la campaña como representantes de la civilización y la barbarie, considerando que laúnica división válida es entre hombres del litoral y hombres del interior: «Esta subdivisión esreal y profunda. El primero es fruto de la acción civilizadora de la Europa de este siglo, que seejerce por el comercio y por la inmigración en los pueblos de la costa. El otro es obra de laEuropa del siglo XVI, de la Europa del tiempo de la Conquista, que se conserva intacto como enun recipiente, donde lo colocó España con el objeto de que se conservase así. De Chuquisaca aValparaíso hay tres siglos de distancia: y no es el Instituto de Santiago el que ha creado estadiferencia en favor de esta ciudad. No son nuestros pobres colegios los que han puesto el litoralde Sud-América trescientos años más adelante que las ciudades mediterráneas. Justamente carecede universidades el litoral. A la acción viva de la Europa actual, ejercida por medio del comerciolibre, por la inmigración y por la industria, en los pueblos de la margen, se debe su inmensoprogreso respecto de los otros». <<

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[13] Días después de haber asumido Rosas como gobernador, es presentado a la Legislatura(18/XII/1829) un proyecto para declararlo «Restaurador de las leyes e instituciones de laProvincia de Buenos Aires». Después de largos debates en los cuales se oponen losrepresentantes Irigoyen y García Valdez, el proyecto es aprobado el 25/I/1830. Rosas habíadeclinado otros homenajes propuestos (grado de brigadier y condecoración con un sable y unamedalla de oro y brillantes). <<

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[14] Dalmacio Vélez Sarsfield (1800-1875), abogado cordobés, partidario de los unitarios, fuediputado al Congreso Nacional (1824-1827). Con el triunfo federal vivió desterrado en Córdoba,aunque por breve tiempo, pues volvió a instalarse en Buenos Aires en 1830, dedicado a suprofesión. En su prestigioso estudio conoció a Facundo Quiroga. Alejado nuevamente de BuenosAires se radicó en Montevideo, de donde regresó en 1846. Con frecuencia asesoró a Rosas enasuntos de su especialidad. Luego de Caseros, integró las filas porteñas. Desde su banca en laLegislatura de Buenos Aires impugnó el Acuerdo de San Nicolás (1825). Fue redactor, conTejedor, del proyecto de Constitución para Buenos Aires (1854) y del Código de Comercio paraesa provincia, más tarde nacionalizado, con E. Acevedo. Fue ministro de Hacienda de B. Mitre(1862) y Ministro del Interior de Sarmiento (1868), a quien lo unía una profunda amistad. Suobra fundamental es el Código civil argentino, que comienza a regir en 1871. <<

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[15] Salvador María del Carril (1798-1883), unitario, perteneciente al grupo rivadaviano,gobernó su provincia natal, San Juan, entre 1823 y 1825. Sancionó la Carta de Mayo, de corteliberal. Ministro de Rivadavia, consejero de Lavalle luego de 1828 —influyó en la decisión deLavalle de fusilar a Dorrego— y su Ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores; abandonó elpaís con el triunfo federal, instalándose en Montevideo. Formó parte de la denominada ComisiónArgentina, luchó junto a Lavalle y junto a Paz en el sitio de Montevideo. Después de Caserosapoyó a Urquiza, con quien compartió la fórmula presidencial en carácter de vicepresidente. <<

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[16] Félix Aldao (1775-1845), sacerdote capellán del Ejército de los Andes, luchó en GuardiaVieja, Chacabuco, Curapaligüe, Cancha Rayada, etc. Combatió junto a las fuerzas federales almando de Pacheco y Oribe. Fue gobernador y comandante de armas en Mendoza. Apoyó aRosas. Se lo denomina comúnmente como «fraile Aldao» y de él escribió Sarmiento unabiografía. <<

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[17] En la década de 1820 se registra un marcado incremento de la población extranjera enBuenos Aires, que, según los cálculos oscila entre 15.000 y 20.000 habitantes. Hacia mediadosde la década del 30 se calculan unos 30.000 extranjeros, distribuidos de la siguiente forma: 8.000ingleses, 6.000 italianos, 5.000 franceses, 4.000 españoles y portugueses y 3.000 alemanes. <<

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[18] En 1840, Rosas decretó la expulsión de los jesuitas. <<

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[19] Cuarteles de Rosas situados a 17 Km. de la ciudad de Buenos Aires. <<

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[20] Vivienda de los indígenas de las regiones pampeana y patagónica (pampas, ranqueles,araucanos, etc.) confeccionada con varios cueros cocidos sostenidos por ejes de madera. Lasencillez del toldo permitía trasladarlo fácilmente de un sitio a otro en busca del ganado, laaguada, el alimento. <<

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[21] Triunfo de Quiroga sobre Lamadrid (16/VII/1827). <<

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[22] Agüero fue gobernador de La Rioja. Fundó la Casa de Moneda en la cual tenía accionesFacundo Quiroga. <<

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[23] Culmina en El Tala, con la derrota de Lamadrid en 1826. Quiroga parte de Catamarca y,vencido Lamadrid, entra en la ciudad de Tucumán. <<

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[24] Manuel Dorrego (1787-1829), adhirió al movimiento revolucionario en Chile, donde sehallaba estudiando Derecho. En 1811 regresó a la Argentina para incorporarse a las fuerzaspatriotas. Luchó en el Ejército del Norte (Suipacha, Salta, Tucumán) y luego contra la disidenciaartiguista del Litoral, siendo derrotado en Guayabos (1815). El Director Supremo Pueyrredón lodestierra a Estados Unidos, donde toma contacto directo con el federalismo norteamericano.Regresa al país en 1820 y es elegido gobernador de Buenos Aires el 4 de julio. Combate conéxito contra Alvear y Carrera en San Nicolás y contra Estanislao López en Pavón, pero esvencido por éste en Gamonal. Superado el conflicto con el Litoral, es desplazado del poder por elpartido directorial, que impone a Martín Rodríguez. Entre 1823 y 1827 defiende el federalismotanto desde su tribuna parlamentaria como desde el periodismo, en tanto crece su popularidadentre los gauchos en la campaña porteña, a favor de quienes había presentado el proyecto desupresión de levas. En 1827 es elegido gobernador de Buenos Aires, encarnando durante sugestión el intento de continuar la guerra con el Brasil para impedir que quede en manosbrasileñas. Presionado por hacendados y comerciantes, perjudicados por el bloqueo, y por losingleses, carente de recursos y en medio de una seria crisis económica, con prensa adversa,Dorrego pacta finalmente la independencia del Uruguay. Intenta sofocar, con el auxilio de Rosas,la revolución de las tropas que regresan de la Banda Oriental al mando de Lavalle (1°/XII/1828),pero es vencido en Navarro y fusilado. <<

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[25] Manuel Antonio Gutiérrez, comandante de armas y caudillo de Ancasti, reemplazó algobernador de Catamarca, Ruzo. Mostró signos de independencia frente a Ruzo y a la legislaturaque éste controlaba, disolviéndola. Ruzo se refugió en La Rioja, bajo la protección de Quiroga.Éste derribó a Gutiérrez en 1826, reemplazándolo por su enemigo, el coronel Figueira Cáceres.Pero Gutiérrez, apoyado por el gobernador de Tucumán, Aráoz de Lamadrid, reconquistó supuesto e hizo fusilar a su rival. <<

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[26] Portadores de correspondencia, mensajes y dinero. Desempeñaban este oficio veloces yarriesgados jinetes, capaces de sortear los innumerables peligros de los solitarios caminos. <<

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Notas del «Capítulo 8» (autor)

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[*] El señor Alberdi[12] me suministra este dato, tomado en su viaje a Italia. (N. del A.). <<

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[*] Estos sacerdotes fueron el cura Villafañe, de la provincia de Tucumán, de setenta y seis añosde edad.

Dos curas Frías, perseguidos, de Santiago de Estero, establecidos en la campaña de Tucumán, eluno de sesenta y cuatro años, y el otro, de sesenta y seis.

El canónigo Cabrera, de la catedral de Córdoba, de sesenta años. Los cuatro fueron conducidos aBuenos Aires y degollados en Santos Lugares, previas las profanaciones referidas. (Nota de la 1ªedición). <<

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Notas del «Capítulo 9» (edición)

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[1] se refiere al fin de la presidencia de B. Rivadavia, quien renuncia a su cargo el 28/VI/1827. <<

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[2] Luego del triunfo patriota en Ituzaingó (1827), el enfrentamiento con el Brasil parecía derivaren una larga guerra de desgaste, cuyas consecuencias económicas, a raíz del bloqueo del puertode Buenos Aires, eran la crisis ganadera y la paralización del comercio ultramarino. Lacontinuación de la guerra era resistida por hacendados y comerciantes, especialmente ingleses.Dorrego, empeñado en evitar la pérdida de la Banda Oriental, encuentra en su gestión la firmeresistencia de la Legislatura —que limita los gastos de guerra—, de los financieros, que lecierran el crédito, y del enviado de la corona británica, lord Ponsonby. <<

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[3] Se inició su construcción a fines del siglo XVI para fortificar el puerto de Buenos Aires. En élresidieron los virreyes y el gobierno nacional desde 1810 hasta que Rosas hizo de su quinta deSan Benito de Palermo sede también de la autoridad. Recobró su antigua función luego deCaseros, pero por poco tiempo. En la década del ochenta lo reemplaza la actual «Casa Rosada»,sede del ejecutivo de la República Argentina. <<

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[4] Juan M. de Rosas. <<

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[5] La actual Plaza de Mayo, centro cívico de Buenos Aires, se hallaba dividida en dos plazas porla llamada Recova Vieja (arquería formada por un arco central y 24 arcadas): una, hacia el este,la plaza 25 de Mayo, y la otra, hacia el oeste, llamada Plaza de la Victoria. <<

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[6] En las inmediaciones de Navarro —provincia de Buenos Aires— Lavalle dispersó a las tropasreunidas por Dorrego (9/XII/1828). <<

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[7] Era el comandante Bernardino Escribano y el mayor Mariano Acha. <<

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[8] El almirante Guillermo Brown, a cargo del gobierno de Buenos Aires durante la campaña deLavalle. <<

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[9] El fusilamiento de Dorrego, consumado sin juicio militar ni ordinario, fue condenado por lasprovincias y por las clases populares de Buenos Aires, donde tenía hondo arraigo. A pesar de ladeclaración de Lavalle asumiendo totalmente el hecho, como resultado de una decisión personal,está comprobado que fue aconsejado por los unitarios Juan Cruz Varela y Salvador María delCarril. <<

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[10] Constitución unitaria aprobada por el Congreso Constituyente el 24/XI/1826. Las disidenciasde algunos caudillos del interior, partidarios del sistema federal, impulsaron al Congreso a enviarcomisionados especiales a sus provincias, para presentar la constitución, pero ninguna tuvo éxito.Esta constitución tuvo como modelo la de 1819, aunque modera su centralismo. <<

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[11] En el combate de Venta y Media (21/X/1815) el sargento mayor José María Paz fue heridode bala en el brazo derecho, que le quedó inutilizado. <<

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[12] Se trata de «La bataille de La Tablada. Episodes des guerres civiles de Buenos Ayres»,artículo de Théodore Lacordaire aparecido en la Revue de Deux Mondes (agosto de 1832) queinfluyó en el Facundo en cuanto a la imagen de Quiroga y en cuanto a la interpretación de lasituación interna argentina. <<

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[13] José María Paz, que había participado en el famoso triunfo de Ituzaingó contra las fuerzasbrasileñas (20/II/1827). <<

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[14] En los esteros de Caaguazú se enfrentan los ejércitos de Pascual Echagüe, gobernador deEntre Ríos, y del general José M. Paz. El rotundo triunfo de Paz significa la pérdida de lainfluencia rosista en la Mesopotamia (provincias de Entre Ríos, Corrientes y la actual Misiones)así como en Santa Fe, pues su gobernador, Juan Pablo López, se alía a Corrientes contra Rosas.<<

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[15] Paz consigue que la legislatura provincial lo nombre gobernador de Entre Ríos, contando conel apoyo del ejército correntino. Desinteligencias con Ferré llevan a éste a retirarle las tropas,hecho que obliga a Paz, que no cuenta con el apoyo de la población, a retirarse a Montevideo. Enese momento Oribe derrota a Juan Pablo López, recuperando para el rosismo la provincia deSanta Fe. La legislatura entrerriana comunica a Urquiza que lo espera el cargo de gobernador deEntre Ríos. <<

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[16] La Gaceta Mercantil expresaba la política oficial del gobierno rosista. Apareció el1.º/X/1823 y concluyó el 31/I/1852. Varios fueron sus redactores: el irlandés Santiago Kiernan(su primer director), Nicolás Mariño, Pedro de Angelis, Rivera Indarte, Manuel de Irigoyen,Cavia. Su tono se adecuó a las circunstancias. El laconismo y circunspección de su primera yúltima época, se quiebra durante la intervención francesa de 1838 en una prédica combativa ymilitante dirigida especialmente a los emigrados y extranjeros de Montevideo. <<

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[17] Lorenzo Barcala (1795-1835), hijo de esclavos africanos, se inició en las armas en su ciudadnatal de Mendoza, en los «Cívicos Pardos». Luego de combatir en la guerra contra el Brasil,lucha con el general Paz en San Roque, La Tablada y Oncativo y contra Quiroga en Rodeo delChacón y La Ciudadela. Desaparecido Quiroga de la escena política, se retira a San Juan. Allíconspira contra Aldao, que domina la provincia de Mendoza, quien lo ejecuta al descubrirse laconspiración. <<

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[18] Sarmiento denomina así a los combates de La Tablada, ocurridos el 22 y 25 de junio, pues enellos se celebra la festividad de San Juan.<<

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[19] Las tratativas entre Estanislao López y el general Paz se hicieron a través de la llamadamisión Amenábar-Oro —Domingo de Oro era secretario de López—. En ellas López intentóconservar sin éxito la Comisión Nacional reunida en Santa Fe, con miras a lograr la organizacióndel país. Luego del triunfo de La Tablada y disuelta la Convención, el gobernador López firmócon los enviados de Paz a Santa Fe un tratado para resolver el libre tránsito entre el interior y ellitoral. <<

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Notas del «Capítulo 9» (autor)

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[*] Tengo estos hechos de don Domingo de Oro, quien estaba por entonces al lado de López, yservía de padrino a Rosas, muy desvalido para con aquél en aquellos momentos. (Nota de la 2ªedición). <<

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Notas del «Capítulo 10» (edición)

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[1] Lugar del campamento de Facundo, en La Rioja, donde se conserva el enorme algarrobo acuya sombra se dice que descansaba Quiroga. <<

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[2] Segovia: «se aplica… al jaguar o tigre, que acosado por los perros u otros enemigos, se poneenfurecido y se resiste a pie firme». <<

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[3] En octubre de 1839 varios distritos del sur ganadero se alzaron contra el gobernador, en otroresquebrajamiento del otrora sólido bloque federal. Grupos de peones, comandados porhacendados, fueron sofocados por las milicias de la frontera en la provincia de Buenos Aires.Los jefes de la conspiración fueron ajusticiados por orden de Rosas. Otros insurrectos serefugiaron en la Banda Oriental y por lo menos mil acompañaron a Lavalle. <<

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[4] Alsina rectifica la fecha en su nota 37: «De octubre de 1840 y abril de 1841». El historiadorHalperín Donghi (en Argentina. De la revolución de independencia a la confederación rosista,Buenos Aires, Paidós, 1972) dice: «Presentado como explosión espontánea de la cólera popular,el terror estuvo sin embargo a cargo de un pequeño número de funcionarios, en su mayoríapoliciales, y se ejerció con demasiado cuidado de no provocar dificultades a la política delgobierno para que sea verosímil que la selección de las víctimas haya sido obra de la ciega cólerapopular…». «Y en lo inmediato las carnicerías de 1840 causaban grave daño político al sistemaque acababa de vencer sobre adversarios tan poderosos. Así lo entendió Mandeville; luego decuarenta días de terror en las calles indicó sobriamente a Rosas que la situación debía cesar deinmediato: el Restaurador se explayó en frases truculentas (…) pero las matanzas cesaron esamisma noche. La gestión, aunque discreta, no permaneció sin embargo desconocida, y si amuchos indignó la tardanza de Mandeville en intervenir, a todos pareció que los hechosrevelaban qué poder era en Buenos Aires mayor que el del todopoderoso Restaurador…». <<

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[5] «La caballería que conduce la carga en una marcha». (Segovia). <<

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[6] El triunfo de Paz en La Tablada provoca la sublevación de los unitarios de Mendozaencabezados por J. A. Moyano. deponiendo al gobernador federal Corvalán. Pero Villafañe,segundo de Quiroga, venció a los sublevados en el Pilar, devolviendo a éste el dominio sobre SanJuan y Mendoza. <<

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[7] Es José Félix Aldao, el sacerdote capellán del Ejército de los Andes. <<

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[8] Rudecindo Alvarado (1792-1872), fue guerrero de la Independencia. Luchó en el Ejército delNorte junto a Belgrano y realizó las campañas de Chile y Perú a las órdenes de San Martín. Fuegobernador de Mendoza y Salta en 1831, depuesto por la victoria de Quiroga en La Ciudadela.Emigró del país hasta 1848. Fue Ministro de Guerra y Marina de Justo José de Urquiza en 1854y ocupó el cargo de gobernador de su provincia natal, Salta. <<

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[9] Wenceslao Paunero (1805-1871), porteño, luchó en la guerra con el Brasil y posteriormentejunto al general Paz. Como emigrado, pasó a Bolivia y a Chile. Apoyó a Mitre. Fue jefe delEstado Mayor de Buenos Aires (1859-61), y Ministro de Guerra de la Nación (1868). <<

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[10] Misión enviada por Rosas a Córdoba con fines de pacificación. Los comisionados PedroFeliciano de Cavia y Juan José Cernadas llegaron a la ciudad de Córdoba en enero de 1830. <<

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Notas del «Capítulo 11» (edición)

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[1] Derrota de Lavalle por López y Rosas (25/VI/1829). <<

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[2] Se refiere a la Convención de Cañuelas (24/VI/1829), celebrada entre Lavalle y Rosas y a laconvención de Barracas (24/VIII/1829); en esta última ambos convienen que Viamonte seagobernador de Buenos Aires. <<

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[3] Los realistas vencieron en Torata y Moqueguá a las tropas enviadas por San Martín hacia laciudad de La Paz (1822). <<

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[4] Los alrededores, las afueras (americanismo). <<

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[5] Tomás Guido (1788-1866), porteño, guerrero de la independencia, cooperó en la campaña quepreparaba San Martín para Chile. Secretario de éste, lo acompaña al Perú. Luego actúa junto aBolívar y Sucre, ocupando cargos de importancia. Regresa en 1826. Diputado de la Sala deRepresentantes (1828) de Buenos Aires. Como ministro plenipotenciario en Brasil, firma eltratado de paz (1828). Entre 1840-51 representa al gobierno de Rosas en Río de Janeiro. Tras lacaída del gobierno rosista presta su apoyo a Urquiza. Ministro plenipotenciario de laConfederación ante Paraguay y Uruguay, y vice-presidente del Senado. <<

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[6] Juan Ramón Balcarce (1773-1836), porteño, tuvo actuación destacada durante las invasionesinglesas, en 1810 y en la lucha contra los realistas en el Norte. Luchó en Cepeda enfrentando aLópez y Ramírez. Representó a Buenos Aires en el Congreso Nacional de 1824. Fue Ministro deGuerra y Marina de Dorrego y de Rosas (en su primer gobierno); como tal, combatió a Paz. En1832 fue elegido gobernador de Buenos Aires. La política que desarrolló, grandemente influidapor su primo, el general Enrique Martínez, disgustó a Rosas y a su partido. La Revolución de losRestauradores lo destituyó, por lo que debió huir a Concepción del Uruguay en 1833. <<

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[7] Enrique Martínez (1789-1870), montevideano, intervino en la campaña de la Banda Orientalque triunfó en 1814. Luchó en el ejército de los Andes en Chile y Perú. En 1829 fue comandantegeneral de armas de Buenos Aires. En 1830 es vocero del sector de oficiales partidarios de unadepuración a sangre y fuego. Ministro de Guerra de Balcarce en 1833 (sobre quien tiene unanotoria influencia), después de la Revolución de los Restauradores es dado de baja del ejército dela provincia de Buenos Aires. Emigra a la Banda Oriental, luchando junto a Rivera (de quien fueconsejero y Ministro de Hacienda). <<

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[8] Hoy Plaza San Martín. En la Plaza del retiro se hacían las corridas de toros hasta 1822, en quese prohibieron. Allí se constituyeron los llamados cuarteles del Retiro. <<

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[9] Campamento militar establecido por Rosas en la frontera con Santa Fe para instrucción ymaniobras. <<

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[10] Por «hastial». <<

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[11] Cancha Rayada: allí fue derrotado el general San Martín el 19/III/1820. <<

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[12] El boyero era el peón, generalmente un muchacho, encargado de cuidar los bueyes de lacarreta. <<

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[13] Juan Pascual Pringles (1795-1831), nacido en San Luis, participó de la expedición al Perú almando de San Martín. Luchó en Ayacucho y Junín. Combatió junto al general Paz en Oncativo yLa Tablada. <<

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[14] Joaquín de la Pezuela, virrey del Perú cuando la expedición libertadora de San Martín. <<

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[15] Videla Castillo, general del ejército de Paz. Enviado por éste a Mendoza después de Oncativoal frente del batallón de infantería, un escuadrón de salteños y otro de milicias de Córdoba, fuenombrado gobernador de esa provincia (1830). <<

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[16] Indalecio Chenaut (1808-1871), mendocino, militar, participó en la guerra con el Brasil, yluego en los ejércitos unitarios de Lavalle y Paz. Emigró a Chile, donde conoció a Sarmiento,que cumplía allí su primer destierro. Al mando del contingente de San Juan, se unió a las fuerzasdel gobernador Videla Castillo. Pasó luego al Brasil y tras el pronunciamiento de Urquizamarchó a Entre Ríos. <<

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[17] Se refiere a la victoria que Quiroga obtuvo el 28/III/1831 en Chacón o «Rodeo de Chacón»sobre las fuerzas de Videla Castillo. <<

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[18] El 28 de marzo de 1831 Quiroga vence al general Videla Castillo en Chacón. Luego entra enMendoza. <<

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[19] La provincia de Mendoza, como San Juan, poseía una agricultura muy diversificada antes dededicarse al monocultivo de la vid. Cuando las guerras de independencia y los bloqueos cierranlas puertas a los vinos y aguardientes importados, Mendoza gana los mercados del Litoral, queperderá al reabrirse nuevamente el tráfico internacional. Con la apertura del mercado chileno sereactiva su economía. Los cultivos dominantes son entonces los alfalfares, destinados a invernedel ganado en tránsito. Población estimada por De la Fuente: 1839, 34.580 habitantes, y 40.520para 1849. Woodbine Parish: de 35 a 40.000 para 1836/37. <<

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[20] Godoy Cruz (1791-1852), mendocino, colaboró con el general San Martín en la preparacióndel Ejército de los Andes, siendo además vocero del libertador en el Congreso de Tucumán alsostener la necesidad de declarar la Independencia. Fue diputado al Congreso reunido en BuenosAires en 1824-1827. Como gobernador de Tucumán (1820-22 y 1830) combatió a los caudillos.Emigra a Chile luego del triunfo de Quiroga en Rodeo del Chacón. En el país vecino se dedica ala minería y a la cría del gusano de seda. Para desarrollar estas mismas actividades lo llama a suprovincia natal el general Aldao, a pesar de ser su enemigo político. Durante su destierro redactóun manual sobre la cría del gusano de seda y sus ensayos con esa industria tuvieron éxito. <<

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[21] El verbo arrear está usado aquí en el sentido de llevarse violentamente el ganado ajeno. <<

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[22] Está formada sobre palas con el cruce del francés èpaulettes (Moglia, ob. cit., pág. 286). <<

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[23] José Ignacio de la Roza, teniente gobernador de San Juan en 1820. <<

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[24] José Ruiz Huidobro (1802-1842), de origen español, fue uno de los jefes militares queestuvieron al mando de Quiroga y su hombre de confianza. A la muerte de éste, fue eliminado delas filas del ejército por Rosas, quien lo reincorporó en 1839. <<

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Notas del «Capítulo 11» (autor)

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[*] El éxito final no ha justificado tan halagüeñas esperanzas; la industria de la seda languidecehoy en Mendoza, y desaparecerá por falta de fomento. (Nota de la 2ª edición). <<

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Notas del «Capítulo 12» (edición)

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[1] Javier López fue gobernador de Tucumán. Después de Oncativo, logró destituir a Ibarra,gobernador de Santiago del Estero (1830). Junto con Lamadrid, fue derrotado en La Ciudadelapor Quiroga. <<

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[2] Juan Arenareen, militar alemán o sueco. En la Argentina integra las fuerzas del general Paz yluego de Lamadrid. Muere en la batalla de La Ciudadela en 1831. <<

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[3] «Bosque en forma de lista o borde de un bosque que en la planicie, a la distancia, aparececomo una banda, semejante a una gran ceja. El nombre ha sido dado por semejanza, y es antiguoen América; se dice también en Cuba, Méjico, Bolivia y el Perú; monte está usado en el sentidode “bosque” o de “selva”» (Berta E. V. de Battini, ob. cit., pág. 440) <<

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[4] Quiroga entra en Tucumán en 1826, luego de deponer al gobernador de Catamarca y devencer a Lamadrid en El Tala. Nuevamente se apodera de la ciudad, recuperada por Lamadrid,luego de derrotar a éste en El Rincón el 6 de julio de 1827. Por tercera vez ocupa Tucumán,luego de vencer a Lamadrid en La Ciudadela, el 4 de noviembre de 1831. <<

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[5] El presbítero José Eusebio Colombres (1778-1859) es recordado especialmente por el impulsoque dio a la explotación de la caña de azúcar y al uso de trapiches, en su provincia natal deTucumán. Tuvo actuación política importante en su provincia. Fue Ministro de Gobierno deBernabé Aráoz y estuvo al lado de los unitarios en la Coalición del Norte. La derrota de esta ligalo obligó a emigrar a Bolivia, regresando al país luego de Caseros. <<

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[6] La provincia de Tucumán integra el Noroeste argentino, en la Colonia de gran vitalidadeconómica por su vinculación con el mercado potosino. Goza de un clima tropical serrano queposibilita su vegetación, cuyo principal exponente es la majestuosa selva tucumano-boliviana. Enla época de publicación del Facundo presentaba una economía diversificada que incluía cultivostropicales —arroz, tabaco, azúcar—, cereales —trigo—, pasturas —alfalfa—, así como maíz,naranjas, hortalizas y legumbres. La selva le proporcionaba la materia prima para la fabricaciónde carretas —una de sus industrias más importantes— y de finos muebles. Los dos bloqueossufridos por Buenos Aires le permitieron vender importantes cargamentos de azúcar yaguardiente al litoral. El Censo provincial de 1845 da sobre un total de 57.876 habitantes, 16.822para el departamento Capital. <<

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[7] El capitán Joseph Andrews, fuerte accionista de la Asociación Minera Chilena y Peruana,recorrió el territorio argentino en 1825, camino a Potosí y Arica. A su regreso a Inglaterrapublicó Journey from Buenos Ayres through the Provinces of Córdoba, Tucumán and Salta(1827), cuya traducción integral fue hecha en la colección La Cultura Argentina en 1919, con eltítulo Viaje de Buenos Aires a Potosí y Arica. <<

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[8] Manuel Gregorio Quiroga fue electo gobernador de San Juan el 17/I/1827, ante la huida dePedro del Carril a causa del avance de Facundo. <<

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[9] En Buenos Aires. Sarmiento escribe el Facundo en Chile. <<

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[10] Fracasadas las negociaciones entre la Confederación y el Brasil para llegar a un acuerdodefensivo y ofensivo contra el partido riverista uruguayo y los revolucionarios del Río Grande, elImperio cambia su alianza política. Se une a Paraguay y a Corrientes luego de romper relacionescon la Argentina en 1843. Al año siguiente envía a Europa al vizconde de Abrantes con el objetode conseguir la intervención armada de Inglaterra y Francia en el Río de la Plata. Aunqueinicialmente promovió la intervención, las potencias europeas migraron a Brasil, que tendráentonces una política neutral. <<

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[11] Ambas provincias del noroeste argentino crecen y prosperan en la época colonial al amparode la ruta al Alto Perú, especialmente ocn el tráfico de mulas para la minería potosina (30.000cabezas anuales entre 1800 y 1808). Dueños de forrajes y potreros, se enriquecían con el tráfico,que movilizaba la colocación de otros productos del área. Al cierre del mercado con el Alto Perú(1815 a 1825) se sumó la requisa de animales y la leva de hombres para la guerra, así como ladevastación provocada por los continuos avances y retrocesos de la disputada frontera norte. Elcultivo básico de la región era el maíz para la alimentación, al que se unía el trigo y la viticulturaen las haciendas; también se cultivaba la caña de azúcar, sin alcanzar la trascendencia que tendráal finalizar el siglo. Los tejidos del área, que utilizan la abundante mano de obra indígena,alcanzan un amplio mercado. De la Fuente calcula para Jujuy una población de 22.262 habitantesen 1839 y de 27.146 en 1849 (Woodbine Parish: 20.000). Las cifras estimadas para Salta son de48.970 y 59.750, respectivamente, en tanto que Woodbine Parish anota 60.000. <<

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[12] Datan de comienzos del siglo XIX los proyectos de convertir en vías de circulación a lostributarios del Paraná que atraviesan el Chaco. La navegación del Bermejo permitiría eldesarrollo de la vasta región del Chaco, en los actuales territorios de Paraguay, Argentina yBolivia. Entre estos intentos se destaca el emprendido por la Sociedad del Río Bermejo en 1824,al cual hace referencia Sarmiento. La explotación fue realizada por Nicolás Descalzi, quienpublicó mapas y material informativo. El desconocimiento del área alentó proyectos como éste,renovados a la caída de Rosas, que se desvanecieron cuando nuevas exploraciones revelaron lasreales posibilidades tanto del Bermejo como del Pilcomayo y Salado del Norte. <<

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[13] Se refiere a la asociación a que se alude en la nota anterior. Pablo Soria había remontado elBermejo «dede sus fuentes hasta Nembucú», siendo prisionero en el Paraguay durante cincoaños. El British Packet del 7/I/1832 (N° 281) publica el aviso de la venta del mapaconfeccionado por Soria y del relato de su viaje. <<

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Notas del «Capítulo 13» (edición)

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[1] José Santos Ortiz había sido gobernador de la provincia de San Luis en 1821; acompañabacomo secretario a Quiroga cuando se produce el crimen de Barranca Yaco. <<

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[2] Los representantes de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos firman en la ciudad de Santa Fe el4/I/1831 el Pacto Federal. Es una alianza ofensiva y defensiva contra ataques del exterior ointerior, comprometiéndose a no realizar acuerdos aislados con las demás provincias. Crea una«Comisión Representativa de los gobiernos de las Provincias litorales» para convocar uncongreso federativo, sujeto a la ratificación de las restantes provincias. Los habitantes de lasprovincias firmantes tenían libertad recíproca de circular con sus buques y cargas por puertos yríos de cada una de ellas, amén de otras ventajas económicas. El gobernador de Corrientes, PedroFerré, adhiere recién el 31/XI/1831. La amenaza de la Liga Unitaria, por una parte, y laposibilidad de luchar por estos principios desde la Comisión Representativa, unida a la falta derecursos para obligar de otro modo a Rosas, llevó a Santa Fe primero y a Corrientes después aaceptar las propuestas porteñas triunfantes en el pacto. <<

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[3] Pedro Ferré (1788-1867), estuvo vinculado a la industria naviera de su provincia natal,Corrientes, que prosperó merced a la madera de los bosques misioneros y al progreso de lospuertos fluviales sobre el Paraná y el Uruguay. Diputado al Congreso de 1824, fue varias vecesgobernador de Corrientes: 1824-1826, 1830-1831 y 1839-1842. Federal y más tarde antirrosista,luchó contra la hegemonía de Buenos Aires. En 1831 adhiere al Pacto Federal, luego de defenderfirmemente el proteccionismo absoluto de algunos productos, la libre navegación de los ríos y lanecesidad de un congreso que institucionalizara al país bajo el sistema federal. En la década de1840 lucha contra Rosas, aliándose al Paraguay y actuando con Rivera. Pone las tropascorrentinas bajo la dirección de Paz. Triunfantes éstas en Caaguazú, hubieran permitido laelaboración de alianzas positivas, que no se logran debido a los desacuerdos con Paz. El desastrede Arroyo Grande lo obliga a emigrar al Brasil. En 1851 secunda la campaña de Urquiza contraRosas, preparando el paso del Ejército Grande por Diamante. Al año siguiente es diputado alCongreso Constituyente reunido en Santa Fe y maś tarde senador nacional. <<

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[4] El plan de reconquista de los españoles y el avance del general Paz son invocados en la reciénrestaurada Legislatura de Buenos Aires el 5/XII/1830, para otorgar facultades extraordinarias algobernador que deberá elegirse. Ese mismo día Rosas es elegido gobernador de Buenos Aires.La derrota de Paz y el fin de la guerra civil hacen que muchos consideren innecesarias esasfacultades, por lo cual Rosas renuncia a ellas el 7/V/1832. Las facultades extraordinariassuprimían los derechos individuales. El 7/III/1835 Rosas inicia su segundo gobierno con la Sumadel Poder Público «durante todo el tiempo que a juicio del gobernador electo fuese necesario»,con las únicas limitaciones de «conservar, defender y proteger la religión católica» y «la causanacional de la federación». Rosas considera necesario un plebiscito para refrendar tan importantemedida. Se vota en la ciudad de Buenos Aires el 26-28/III y de 9.720 votantes sólo 7 lo hacenpor la negativa. <<

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[5] Látigo. <<

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[6] El 22/III/1833 parte de la estancia de Rosas, Los Cerrillos, la división izquierda de laexpedición, para asegurar la frontera del sur del país. Por entonces dos españoles, los hermanosPincheira, acaudillaban a pampas y araucanos, y dirigían enormes arreos de ganado hacia susprincipales reductos en el sur de Chile. Rosas, interesado en alejarse de la escena política porteñaen momentos de fuertes enfrentamientos entre facciones, obtiene del gobernador Balcarce elapoyo financiero necesario para poner en marcha un plan cuyo éxito aumentaríaconsiderablemente su prestigio y que consiste en el ataque conjunto de todas las provinciasfronterizas y del gobierno chileno. Sólo cumple totalmente su objetivo la división Rosas, quealcanza la isla de Choele Choel, en el río Negro, importante punto de comunicación entre lospampas y los araucanos chilenos. Rosas realiza además una serie de alianzas con los indígenas,consiguiendo la seguridad de la frontera sur por casi veinte años. La Legislatura premió al«Héroe del Desierto» con la propiedad de la isla Choele Choel, que Rosas cambió por 60 leguascuadradas de tierras públicas. <<

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[7] El río Negro. <<

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[8] Los cuatro hermanos Reinafé, cordobeses, José Vicente (1782-1837), Francisco Isidoro(1796-1840), José Antonio (1798-1835), Guillermo (1799-1837), integraron un prestigioso ypoderoso clan, al cual se imputó el asesinato de Quiroga. José Vicente llegó a ser gobernador deCórdoba en 1831. López, al hallarse también bajo sospecha del asesinato de Facundo, lo entregóa Rosas. José Vicente y Guillermo fueron ahorcados en la Plaza Mayor de Buenos Aires comoconsecuencia del juicio a que se les sometió. Francisco Isidoro, perseguido por este crimen,intervino en las campañas contra Rosas, en tanto que Francisco Isidoro murió en la cárcel. <<

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[9] Pascual Echagüe (1797-1867), santafesino, gobernador de Entre Ríos en 1832, con el apoyode Estanislao López. Buscó el apoyo de los caudillos de la Banda Oriental, comprometidos en larevolución unitaria del 30, y dio refugio a antiguos colaboradores de Paz. Bajo la égida deEchagüe —«Restaurador del sosiego público»—, Entre Ríos inicia su reconstrucción ganadera.Gobernador de Santa fe en 1845. Después de Caseros, huyó del país. Volvió para brindar suapoyo a la Confederación de Urquiza: fue Ministro de Guerra, senador e interventor en Mendoza.<<

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[10] Genaro Berón de Astrada es gobernador de Corrientes en 1838. A raíz del conflicto conFrancia, trata de llegar a un entendimiento con el gobernador de Santa Fe, D. Cullen —ya muertoE. López—, hecho que Echagüe, gobernador de Entre Ríos, pone en conocimiento de Rosas.Berón de Astrada firma un tratado de alianza con la Banda Oriental y la Comisión Argentina el31/XII/1838. Echagüe invade Corrientes por orden de Rosas y lo derrota en Pago Largo, el31/III/1839, muriendo en la batalla. <<

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[11] Se refiere al Pacto Electoral de 1831. <<

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[12] Donde vive la esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra, quien dirigía la política de los federalesadictos a Rosas, ausente entonces de Buenos Aires. <<

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[13] Juan José Viamonte (1774-1843), porteño, intervino en las invasiones inglesas. Participó enSuipacha, Huaqui y Rincón. Más tarde el gobierno de Álvarez Thomas lo envió contra Santa Fe,ciudad que tomó en 1815. En 1819 fue designado presidente del Congreso. En 1821 se le designagobernador provisorio de la provincia de Buenos Aires, en ausencia de Martín Rodríguez; en1824, representante por la ciudad, y en 1827, por la campaña. Gobernador provisorio en 1829, ymás tarde, titular. Federal moderado, fue electo gobernador el 4/XI/1833, renunciando en octubredel año siguiente. Su gobierno, ejercido bajo la severa vigilancia de la Sociedad Popular,enfrentó numerosas dificultades. Dictó numerosos decretos tendientes a regularizar las finanzas,sobre mejoras en obras públicas, sobre buques de cabotaje, empleados públicos, etc. <<

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[14] Manuel Vicente Maza, (1779-1839), porteño amigo de Rosas desde 1818, será su Ministro deGracia y Justicia durante el primer gobierno. El 1°/X/1834 se hace cargo del gobierno de laprovincia de Buenos Aires, en su carácter de presidente de la Sala de Representantes. Esasesinado por la Mazorca, al descubrirse la conjuración de su hijo Ramón contra Rosas. <<

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[15] Tomás Manuel de Anchorena /1783-1847), federal neto, amigo y pariente de Rosas,pertenece a una de las más poderosas familias de la clase terrateniente porteña. Durante el primergobierno de Rosas fue Ministro de Gobierno y de Relaciones Exteriores, retirándose luego de losprimeros planos de la política. <<

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[16] Diego Alcorta (1801-1842), médico y profesor de filosofía en la Universidad de BuenosAires, difusor del pensamiento de la Ideología. Ejerció influencia en los integrantes de la llamadageneración del 37 como Juan M. Gutiérrez, Juan B. Alberdi y Vicente F. López. Como miembrode la Sala de Representantes de Buenos Aires se opuso a conceder a Rosas las facultadesextraordinarias. <<

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[17] Los federales «lomos negros» o «cismáticos» eran los federales moderados que, durante elgobierno de Balcarce, tendieron a un acercamiento con los elementos moderados del partidounitario (1833). Estas denominaciones nacen en oposición a los federales apostólicos, queapoyan a Rosas, también llamados «federales netos». <<

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[18] La fecha correcta es 18/XII/1834. <<

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[19] Carruaje para transporte de pasajeros, carga liviana y correspondencia. Lo tiraban diezcaballos. Lo conducía un mayoral y dos o más postillones. <<

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[20] El encargado de la atención de una posta. Carretas, arrias de mulas y jinetes hallaban en laspostas, ubicadas a lo largo de las rutas, remuda de animales, comida y descanso para hombres. Elvirrey Vértiz había organizado en 1782 este servicio, de vital importancia para lascomunicaciones del territorio. La posta era por lo común uno o varios ranchos y corrales.Muchas de ellas fueron la base de pueblos e importantes ciudades del interior del país. <<

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[21] El comandante Sixto Casanova tenía a su cargo investigar y perseguir a los asesinos deQuiroga. La misión le había sido encomendada por el gobernador interino de Córdoba, PedroNolasco Rodríguez. <<

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[22] Se refiere a la litografía de Andrea Bacle, esposa de H. Bacle, de 1836, donde aparecen lostres ejecutados: Vicente y Guillermo Reinafé y Santos Pérez. <<

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Notas del «Capítulo 13» (autor)

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[*] Frase vulgar tomada del modo de lavar de la plebe golpeando la ropa; quiere decir que todavíafaltan muchas dificultades que vencer. (Nota de la 1ª edición). <<

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[*] Pueblos de abajo, Buenos Aires, etc., de arriba, Tucumán, etcétera. (Nota de la 1ª edición). <<

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[*] Estancieros del sur de Buenos Aires me han asegurado, después que la expedición aseguró lafrontera, alejando a los bárbaros indómitos y sometiendo muchas tribus, que han formado unabarrera que pone a cubierto las estancias de las incursiones de aquéllos, y que, a merced de estasventajas obtenidas, la población ha podido extenderse hacia el sur. La geografía hizo tambiénimportantes conquistas, descubriendo territorios desconocidos hasta entonces y aclarandomuchas dudas. El general Pacheco hizo un reconocimiento del Río Negro, donde Rosas se hizoadjudicar la isla de Choelechel y la división de Mendoza descubrió todo el curso del río Saladohasta su desagüe en la laguna de Yauquenes. Pero un gobierno inteligente habría asegurado deesta vez, para siempre, las fronteras del sur de Buenos Aires. El Río Colorado, navegable desdepoco más abajo de Cobu-Sebu, cuarenta leguas distante de Concepción, donde lo atravesó elgeneral Cruz, ofrece en todo su curso, desde la cordillera de los Andes hasta el Atlántico, unafrontera, a poca costa, impasable para los indios. Por lo que hace a la provincia de Buenos Aires,un fuerte establecido, en la laguna del Monte, en que desagua el arroyo Guaminí, sostenido porotro, a las inmediaciones de la laguna de las Salinas hacia el sur, otro en la sierra de la Ventana,hasta apoyarse en el Fuerte Argentino, en Bahía Blanca, habrían permitido la población delespacio de territorio inmenso que media entre este último punto y el Fuerte de la Independencia,en la sierra del Tandil, límite de la población de Buenos Aires al sur. Para completar este sistemade ocupación, requeríase, además, establecer colonias agrícolas en Bahía Blanca y en laembocadura del Río Colorado, de manera que sirviesen de mercado para la exportación de losproductos de los países circunvecinos; pues, careciendo de puertos, toda la costa intermediariahasta Buenos Aires, los productos de las estancias más avanzadas al sur se pierden, no pudiendotransportarselas lanas, sebos, cueros, astas, etc., sin perder su valor en los fletes.

La navegación y población del Río Colorado adentro traería, a más de los productos que puedehacer nacer, la ventaja de desalojar a los salvajes, poco numerosos, que quedarían cortados haciael Norte, haciéndolos buscar el territorio al sur del Colorado.

Lejos de haberse asegurado de una manera permanente las fronteras, los bárbaros han invadido,desde la época de la expedición al sur, y despoblado toda la campaña de Córdoba y de San Luis;la primera, hasta la margen misma del Río Tercero y la segunda hasta San José del Morro, queestá en la misma latitud que la ciudad. Ambas provincias viven, desde entonces, en continuaalarma, con tropas constantemente sobre las armas, lo que, con el sistema de depredación de losgobernantes, hace una plaga más ruinosa que las incursiones de los salvajes. La cría de ganadosestá casi extinguida, y los estancieros apresuran su extinción para librarse, al fin, de lasexacciones de los gobernantes, por un lado, y de las depredaciones de los indios, por otro.

Por un sistema de política inexplicable, Rosas prohíbe, a los gobiernos de la frontera, emprenderexpedición alguna contra los indios, dejando que invadan periódicamente el país y asolen más dedoscientas leguas de frontera. Eso es lo que Rosas no hizo, como debió hacerlo, en la tandecantada expedición al sur, cuyos resultados fueron efímeros, dejando subsistente el mal, que ha

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tomado, después, mayor agravación que antes. (Nota de la 1ª edición). <<

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[*] En la causa criminal seguida contra los cómplices en la muerte de Quiroga, el reo Cabanillasdeclaró en un momento de efusión, de rodillas, en presencia del doctor Maza —degollado por losagentes de Rosas—, que él no se había propuesto sino salvar a Quiroga; que el 24 de diciembrehabía escrito a un amigo de éste, un francés, que le hiciese decir a Quiroga que no pasase por elmonte de San Pedro, donde él estaba aguardándole con veinticinco hombres para asesinarlo pororden de su Gobierno; que Toribio Junco —un gaucho de quien Santos Pérez decía: «Hay otromás valiente que yo: es Toribio Junco»— había dicho al mismo Cabanillas que, observandocierto desorden en la conducta de Santos Pérez, empezó a acecharlo, hasta que un día lo encontróarrodillado en la capilla de la Virgen de Tulumba con los ojos arrasados de lágrimas: que,preguntándole la causa de su quebranto, le dijo: «Estoy pidiéndole a la Virgen que me iluminesobre si debo matar a Quiroga, según me lo ordenan; pues me presentan este acto comoconvenido entre los gobernadores López de Santa Fe y Rosas, de Buenos Aires, único medio desalvar la República». (Nota de la 2ª edición). <<

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[*] Tuve estos detalles del malogrado doctor Piñero, muerto en 1846, en Chile, pariente del señorOrtiz, compañero de viaje de Quiroga, desde Buenos Aires hasta Córdoba. Es triste necesidad,sin duda, no poder citar sino los muertos, en apoyo de la verdad. (Nota de la 2ª edición). <<

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Notas del «Capítulo 14» (edición)

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[1] La fecha correcta es 16/II/1835. <<

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[2] Encarnación Ezcurra de Rosas, como su hija Manuelita, aunque con otro estilo, secundóhábilmente la acción de Rosas, contribuyendo en buena medida al triunfo de su línea políticasobre los federales doctrinarios, que culminará con la elección para su segundo gobierno.Encarnación Ezcurra murió el 19/X/1838. <<

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[3] Desaparecido el gobierno nacional, la nación conservó su calidad de tal sobre la base de lospactos interprovinciales y la delegación que las provincias hicieron en el gobierno de BuenosAires de las relaciones con los países extranjeros. <<

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[4] Baldomero García, ministro plenipotenciario ante Chile del gobierno de Rosas cuando lapublicación del Facundo. Nacido en Buenos Aires en 1799, ocupó diversos cargos durante losgobiernos de Rosas. En 1853 presidió la convención para revisar la Constitución Nacional de1853 y al año siguiente es miembro de la Corte Suprema de Justicia. Intervino en 1858 en lasolución del conflicto con la provincia de San Juan. Ocupó los últimos años de su vida en lacarrera diplomática. Murió en 1870. <<

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[5] Alude a los gauchos que desollaban los vacunos para luego vender su cuero. <<

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[6] Ramón Maza (1810-1839), militar, participó en la campaña al Desierto de Rosas en 1833,siguiendo en servicio en la frontera sur de la provincia de Buenos Aires. En 1839 llega a lacapital para dirigir la conjura organizada contra Rosas. Descubierto el plan por una infidencia, esfusilado el 28/V/1839. <<

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[7] Domingo Cullen (1791-1839), procedía de las Islas Canarias, pero de origen irlandés. Seradicó en Santa Fe de haber residido en Montevideo, dedicándose a la ganadería. Era cuñado deEstanislao López, y también su ministro. Al entrar Rosas en conflicto con Francia, Cullen fueenviado por López para tratar de limitar los alcances del conflicto. Durante el transcurso de estamisión, López murió, y Cullen fue elevado al rango de gobernador. Rosas no lo reconoció, yordenó la invasión de la provincia. Cullen huyó a Santiago del Estero, bajo la protección deIbarra, el gobernador. Tras diversos avatares políticos, Ibarra juzgó sensato entregar a su amigoCullen a Rosas, quien lo hizo fusilar (1839). <<

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[8] El triunfo de Chile en Yungal, Perú, marca el fin de la confederación peruanoboliviana(20/I/1839). <<

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[9] Pedro Nolasco Rodríguez fue elegido gobernador interino de Córdoba por influencias de losReinafé. Pero a poco de asumir el poder dispone la prisión de éstos, siguiendo instrucciones deRosas y López. Sin embargo, debe renunciar a su cargo el 7/VIII/1835, pues Rosas no loreconoce como gobernador legal. <<

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[10] Alejandro Heredia (1788-1838), guerrero de la independencia, combatió en la defensa de lafrontera norte del país en Tucumán, Salta, Vilcapugio, Ayohúma, Venta y Media y Sipe-Sipe.Fue uno de los jefes de la sublevación de Arequito en 1820. Desde entonces comienza a crecer suprestigio y poder en Tucumán, su provincia natal, y en las provincias vecinas. Fue gobernador deSalta en 1831 y al año siguiente de Tucumán. Enviado por Rosas, Facundo Quiroga resuelve en1834 los conflictos surgidos entre el gobernador de Salta, Pablo Latorre, y Heredia, quienprotegía a los unitarios salteños, con el propósito de afianzar su dominio en la región. Rosasdelegó en Heredia la acción contra la Confederación peruanoboliviana, hecho que socavó suprestigio por el alto costo impuesto a la población. Fue asesinado en Lules en 1838. <<

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[11] Desde los tiempos coloniales y a pesar de la barrera de los Andes, Cuyo mantenía estrecharelación económica con Chile. Esta vinculación, interrumpida hasta la liberación de Chile delpoder español, se restituyó con los gobiernos criollos, especialmente a partir del momento en queValparaíso es decretado puerto franco por Portales. En 1835, las provincias de San Juan yMendoza, firman con Chile un tratado que disgusta al gobierno porteño. En el texto Sarmientohace referencia a las reclamaciones de Chile ante Rosas, en su carácter de encargado de lasrelaciones exteriores de la Confederación, a raíz del trato dado en Mendoza a sus compatriotas ypor el incumplimiento de algunas cláusulas del tratado con Mendoza y San Juan. Rosas envíarecién en 1845 a Baldomero García para considerar el problema, cuando ya hacía tres años queChile había cerrado el tráfico comercial con las provincias andinas. <<

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[12] Fueron desterrados en 1836 a la isla de Santa Catalina. Rivera permitió el regreso deRivadavia en 1838. <<

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[13] El 25/XI/1842 el Soberano Congreso General extraordinario del Paraguay declara laindependencia, ratificando la declaración de 1813. El presidente Carlos A. López comunica aRosas el hecho y pide el reconocimiento de la Confederación Argentina. Al año siguiente(26/IV/1843) Rosas le responde que no puede satisfacer su solicitud, aduciendo los problemasinternos y las dificultades de la Argentina. En 1844 autoriza la navegación de embarcacionesprovenientes del Paraguay a Buenos Aires, pero las condiciona a las necesidades de la guerra.Conflictos surgidos entre Paraguay y Corrientes a causa del enfrentamiento de ésta con Rosas,fueron allanados con la firma de un tratado el 2/XII/1844. López requiere entonces la librecirculación de barcos paraguayos por el Paraná, pero ahora tanto Rosas como Oribe lo vetan.Negándose a quebrar su acuerdo con Corrientes, Paraguay da por concluidas las conversacionesy el 11/XI/1845 firma la alianza con Corrientes. El 4/XII declara la guerra a Rosas. <<

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[14] Aimé Roger, vicecónsul francés en Buenos Aires cuando se produce la intervención francesaen el Plata de 1838-1840. <<

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[15] El jefe naval inglés Purvis llega al Plata el 7/II/1843. Rosas dispone se haga efectivo el sitiode Montevideo, con el acuerdo de los ministros extranjeros, el 1°/IV de ese año, pero Purvis loimpide al recordar al almirante Guillermo Brown, al mando de la escuadra argentina, susobligaciones de neutralidad como súbdito inglés. El problema se resuelve con intervención delministro inglés Mandeville: ante la insistencia de Purvis en reconocer el bloqueo, comunica algobierno de la Confederación que el jefe de la escuadra inglesa actúa de manera personal, sinatender a las instrucciones recibidas en Gran Bretaña. <<

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[16] Hipólito Bacle (1815-1838), francés establecido en la Argentina, es uno de los más valiososartistas con que contó el país en el siglo XIX. Su empresa de litografía y pintura (1828) seconvertirá en impresora del Estado en 1829. Funda varios periódicos, entre los que se destaca elDiario de Anuncios y Publicaciones Oficiales de Buenos Aires (1835), el primero ilustrado delpaís, así como su colección de litografías coloreadas costumbristas: Trajes y costumbres de laprovincia de Buenos Aires (1833). La gestión oficiosa para ocnseguir la salida del país haciaChile de algunos adversarios de Rosas le vale la cárcel por seis meses. Resentida su salud yaprecaria, muere poco después (1838). La prisión de Bacle, en cuanto ciudadano francés, fue unade las causas aducidas por Francia para la intervención en el Plata. <<

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[17] En 1836 muere el encargado de negocios francés de Buenos Aires, Vis de Paysac. Francia loreemplaza por su representante en Bolivia, Bouchet de Martigny. Llega a Buenos Aires en 1837,pero parte casi enseguida a Francia. Regresa a Montevideo en noviembre de 1838, coninstrucciones de conseguir el derrocamiento de Rosas aunque sin intervenir directamente nideclararle la guerra, sino apoyando a los enemigos de Montevideo. Martigny continuará esteapoyo en 1840, a pesar de las nuevas órdenes de París, de conseguir la paz con Rosas y de nocomprometerse conlas cuestiones locales de Rivera y los unitarios. <<

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[18] Razones de economía aduce Rosas a cuasa de la guerra contra Bolivia y el bloqueo franćespara excluir del presupuesto de gastos de la provincia a la Universiada (27/IV/1838). Losprofesores deberían exigir una cuota a los padres de los estudiantes para cubrir sus sueldos y losgastos del personal administrativo. <<

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[19] Entidad creada por Rivadavia, como ministro de Martín Rodríguez, en 1823. Estaba formadapor mujeres de la clase alta porteña, a quienes se confió la dirección de los establecimientosbenéficos existentes y la educación femenina. <<

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Notas del «Capítulo 14» (autor)

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[*] Histoire de Venise: tomo I, libro VII, p. 84. (Nota de la 1ª edición). <<

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[*] Chronique du moyen âge. (Nota de la 1ª edición). <<

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Notas del «Capítulo 15» (edición)

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[1] Sobre la base del Colegio de la Unión del Sur, el ministro Rivadavia creó en 1823 el Colegiode Ciencias Morales con el fin de formar alumnos para la Universidad. En 1830 fue disuelto.Este colegio becaba a estudiantes de la ciudad y de las provincias, de allí la referencia deSarmiento. <<

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[2] El Colegio de San Carlos había tomado este nombre en 1813. Fue absorbido luego por elColegio de la Unión del Sur creado por el director Pueyrredón. <<

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[3] Institución creada por el librero Marcos Sastre, con fines culturales; se inauguró en 1837 y enél participaron Juan B. Alberdi, Juan M. Gutiérrez, Manuel Quiroga Rosas, Félix Frías, EstebanEcheverría, Vicente F. López, Carlos Tejedor, etc. Sus socios, obtenidos por suscripción,contaban con una buena biblioteca en el Salón y con las reuniones semanales donde se leían sustrabajos y se discutían temas culturales, económicos, etc., cuya fuente eran el socialismo utópicoy el romanticismo literario. Se advierte en los discursos la presencia de Quintet, Jouffroy,Michelet, Tocqueville, Mazzini, así como de Saint-Simon y Leroux. Los conceptos sobreliteratura y cultura nacional tenían su fuente en los trabajos de Villemain, Sainte Beuve, Fortouly Schlegel y en las obras de Chateaubriand, Hugo, Vigny, Lamartine o Byron, a los que sesumaban los españoles Larra y Espronceda. El primer discurso del Salón fue pronunciado por sufundador: «Ojeada filosófica sobre el estado presente y la suerte futura de la Nación Argentina»,la segunda disertación correspondió a Alberdi —«Civilización propia y nacional»— y la terceraa Juan M. Gutiérrez, quien señaló el atraso español como fuente del atraso argentino, y del cualdeberíamos independizarnos de la misma manera que se había hecho en el plano político,mediante la adopción de las realizaciones logradas por los países más adelantados de Europa,adaptadas a nuestro desarrollo social. Echeverría, de quien se leyó La Cautiva, aún inédita, enuna de las reuniones, fue el jefe ideológico del grupo. El Salón debió cerrarse a principios de1838, merced a algunas insinuaciones de Rosas y de amenazas policiales. <<

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[4] Las Palabras Simbólicas fueron publicadas en El Iniciador de Montevideo el 1°/I/1839, porAlberdi. Habían surgido de la discusión en la Asociación de la Joven Argentina, luego llamadaAsociación de Mayo (1846), fundada por Echeverría al desaparecer el Salón Literario. Integranel Dogma socialista redactado por Echeverría. <<

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[5] Ocupada la isla por los franceses, éstos entregaron su control a Lavalle. Esta isla tenía interésestratégico pues controlaba el acceso al Paraná y al Uruguay. <<

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[6] Ambrosio Cramer muere en el combate de Chascomús el 7/XI/1839. <<

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[7] Miguel Soler (1783-1849), se inicia muy joven en la carrera de las armas. Combate en lasinvasiones inglesas, en el sitio de Montevideo y en el Ejército de los Andes. Regresa al país en1820. Impuesto por las fuerzas de caballería de la campaña de Buenos Aires al cargo degobernador, dura en él apenas una semana (23-30/VI/1820), al ser derrotado por EstanislaoLópez en Cañada de la Cruz. Participa luego en la guerra con el Brasil (1825-1827). <<

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[8] En Viajes (cap. «Montevideo»), Sarmiento proporciona los siguientes datos sobre el númerode extranjeros en Montevideo: «En octubre de 1843 daba el padrón estos curiosos resultados:Habitantes de la ciudad: orientales: 11.431; americanos: 3.170; europeos: 15.252; africanos(libres): 1.344». <<

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[9] Alude a las defensas colocadas por el general Mansilla en el río Paraná, en el lugardenominado Vuelta de Obligado, para impedir el avance de la expedición comercial y de guerraanglofrancesa, que contaba con una artillería muy superior a la de la Confederación. Mansillamontó baterías y atravesó el Paraná con cadenas y pontones desde una costa a otra. La batalla,librada el 29/XI/1845, no pudo detener el avance de la escuadra extranjera, que cortó las defensasplaneadas por Mansilla. <<

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[10] Los unos han viajado por Europa: alude a Alberdi. Los otros han residido en el Brasil: JoséMármol, poeta unitario, autor de Los cantos del peregrino y de la novela política Amalia (1851-54); cuales en Bolivia: Zuviría, entre otros; cuales en Chile: Vicente F. López, Tejedor,Bartolomé Mitre, Peña, el mismo Sarmiento. <<

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[11] Concursos literarios celebrados en Montevideo en el aniversario de la Revolución. El másimportante de ellos fue el de 1841, donde resultaron premiados J. M. Gutiérrez, Luis A.Domínguez y J. Mármol, desconocido por entonces. La importancia de este Certamen Poético —tal fue su nombre— radica no tanto en la calidad de las obras premiadas sino en la polémica deJuan B. Alberdi con Florencio Varela, uno de los jurados, a raíz del rechazo que aquél hace delos fundamentos del dictamen, circunstancia que le permite exponer y defender los presupuestosdel romanticismo literario. <<

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[12] Pedro de Angelis (1784-1859), intelectual liberal de origen napolitano, debió abandonar supaís por su actuación política. Rivadavia lo conoció en París y lo invitó a establecerse en BuenosAires. Cumplirá en el país dos importantes funciones, aunque de muy diferente signo moral. Suinnegable capacidad periodística será puesta sucesivamente al servicio de Rivadavia, deViamonte y de Rosas, con quien llega a sostener una relación francamente servil. Esta condiciónde intelectual adocenado contribuyó a empañar la enorme importancia de su otra actividad, la desus trabajos de recopilador de importantes documentos del pasado argentino, de sus estudios delas lenguas indígenas, tanto como las propias de un hombre de su cultura en el ambienteintelectual limitado del Buenos Aires de entonces: Echeverría, Gutiérrez y muchos otrosencontraron en de Angelis, en la etapa de su formación, la palabra orientadora y el acceso a subiblioteca, la más valiosa del país en cuanto al material sobre historia. En 1835 comienzan aaparecer quincenalmente los cuadernillos que integrarán los seis volúmenes de la Colección deobras y documentos relativos a la historia antigua y moderna del Río de la Plata (incluye lasobras de Ruy Díaz de Guzmán, U. Schmidl, Martín del Barco Centenera, etc.). Entre sus otrasobras sólo citaremos: Recopilación de leyes y decretos promulgados en Buenos Aires desde el 25de mayo de 1810 hasta el fin de diciembre de 1835 (1837), Ensayo histórico sobre la vida delExmo. Sr. D. Juan Manuel de Rosas, Proyecto de Organización para la industria pública de laprovincia de Buenos Aires. <<

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Notas del «Apéndice» (edición)

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[1] La documentación conservada de Facundo Quiroga integra los Archivos del BrigadierGeneral Facundo Quiroga, en vías de publicación. <<

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Notas del «Apéndice» (autor)

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[*] Seguistes: Corresponde «seguisteis». <<

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[*] Es decir, corrigió las purebas de la edición de 1868; pues al hacer esta reimpresión y compararesa edición con la de 1845, no hemos encontrado otra diferencia que la que resulta de la mejorcorrección de pruebas. - Nota de Luis Montt, editor de los primeros tomos de las Obras deSarmiento. <<

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Notas de «Notas de Valentín Alsina al libro» (edición)

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[*] Publicadas por primera vez en la Revista de derecho, historia y letras, dirigida por EstanislaoS. Zeballos, tomos X y XI, año 1901. Escritas en 1846 en Montevideo, según promesa hecha aSarmiento de señalarle los errores de su libro. <<