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LETRAS DEL FACE Cuento y Poesía Tomo III Compilado por RICARDO TEJERINA EDITORIAL DUNKEN Buenos Aires 2013

Libro Letras Del Face III

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  • LETRAS DEL FACECuento y Poesa

    Tomo III

    Compilado por

    RicaRdo TejeRina

    EDITORIAL DUNKENBuenos Aires

    2013

  • Hecho el depsito que prev la ley 11. 723Impreso en la Argentina 2013 Autores VariosISBNISBN 978-987-02-6693-8 Obra Completa

    Impreso por Editorial DunkenAyacucho 357 (C1025AAG) Capital FederalTel/fax: 4954-7700 / 4954-7300E-mail: [email protected] web: www.dunken.com.ar

    Los conos utilizados en tapa son marca registrada de Facebook.

    Coordinacin Editorial: Sabrina Mariel [email protected]

    Compiladora: Ricardo TejerinaE-mail: [email protected]: www.ceprofis.blogspot.com.ar

  • PRLOGO

    No puedo ni quiero, ocultar la satisfaccin que me ha dado compilar este tercer volumen de Letras del Face. Como continuidad de sus dos anteceso-res, este libro se incorpora a la convocatoria de autores efectuada por Editorial Dunken a travs de la red social Facebook, donde esta casa editora tambin tiene su Fan Page.

    De tal modo, se ha producido una nueva vuelta de tuerca en el recorrido de lo escrito que lleva cinco mil aos (desde las tablillas de arcilla sumerias hasta la impresin del ltimo best seller global): cientos de autores de la red, con textos digitalizados, pugnaron por ganarse un lugar en las pginas fsicas de un libro tradicional. Enhorabuena!

    Yo crea en esto desde hace bastante tiempo atrs, aun sin tener una com-probacin emprica. En un ensayo que di en llamar Por qu escribimos? Los blogs, la tecnologa y el libro (que integra un volumen bastante ms extenso titulado Replicarte. Hablemos de arte y cultura), sostena que: Cuntos autores han encontrado en los blogs un medio para explorar y volcar su obra o parte de ella? Muchsimos seguramente. Pero no es, a mi criterio, la red un espacio meramente experimental, por el contrario es un disparador de sentido, un puente hacia el libro, al que le brindar tambin sus mejores exponentes. Si entendemos que cuando yo hablaba de blogs, por extensin y crecimiento posterior, ese espacio sera ganado por las redes sociales, podemos asumir sin equvocos que dicho pronstico que result ser una suerte de prognosis se ha cumplido cabalmente. La saga de Letras del Face, lo acredita de modo categrico.

    Y as fue, y as es. La red nos ha brindado a sus mejores exponentes, y ahora sus obras tambin viven sobre el papel, dndole contenido narrativo y potico a un libro que, por todo ello y tambin por su cuidada esttica objetual, resulta completamente bello.

    Quien bucee en las pginas de Letras del Face III hallar obras de sig-nificados y propsitos heterogneos, conducidas hacia una unidad de sentido por la Providencia literaria. Cuentos y poemas se entrelazan para tributar a la escritura. Hay un fluir natural que amalgama las alboradas luminosas de la esperanza y el amor con las ms misteriosas cavilaciones nocturnales de las decepciones y los dolores.

  • 8Autores de laboriosa pluma se dan cita en estas pginas para regocijo de annimos lectores que llegarn a este libro creyendo que lo hacen por casualidad, como quien descubre en plena calle aquel rostro que hasta ayer mismo slo en sueos lo acompaaba. Bueno es saber a tiempo, que nada de eso es mero capricho del destino, simplemente es la vida que, a como d lugar, nos permite sin retaceos ni mezquindades cumplir cabalmente con nuestra leyenda personal.

    El libro ya est escrito, lo dems es porvenir.

    RicaRdo TejeRinaBuenos Aires, diciembre de 2013

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    EN EL MISMO TEMPLO (ROMANCE)

    por issaR Ramon aguileRaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Ayer te vi caminandopor el parque que era nuestroy tus cabellos doradosdanzaban al son del viento,ibas mirando distantecon tus ojos bien abiertos,tal vez alguna distanciaque se te perdi en el tiempoo quizs algn olvidoque se empea en ser muy tercoy que de tanto intentarsacarlo del sentimiento,te dibuj cicatricesen el medio de tu pecho.No quise yo ni acercarme,ni interferir tu silencio,tal vez por no interrumpiresos sagrados recuerdos;me qued slo mirandoel campanario del templo,que repicaba campanasanunciando el casamiento,de dos jvenes igualesa aquellos dos de hace tiempo;esa vez que te busquen el altar de este puebloy al no poder encontrartearroje tu anillo al sueloy me jur por el soly promet por el cielo,no volver nunca jams a esta plaza y a este templo.Pero la vida es as

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    y el mundo es casi un pauelo,tuve que volver aqu;pues desde ayer soy abuelo,de un pequeo morenitoque es el nieto del desprecioo nieto de la mujer que me rob el primer besoy que por seguirte a ti,yo le destroce sus sueos.No saba que era padre,recin es hoy que me entero,y aquella amante morenadescansa sola en el cieloy sa que fuera mi hija,la madre de este moreno,dej la vida en el partopara erigirme en abuelo.Ya ves como es el destino,golpea fuerte al que es bueno;se convierte en agonay es camino de regreso.Es libertad s tu viajas,es ida si ests huyendo.Por eso me has de entenderporque me qued en silencioy no busqu t atencinpara que mires mi pecho,tiene las mismas heridasque tiene tu pecho viejo,ms las otras que adquir,cuando conoc el desprecio.

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    MIS MAANAS

    por RicaRdo aguileRaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Tus doradas palmas que se juntan con las mashacen llorar de alegraa un entristecido cieloque grisceo yace mirndonos desde arribay con sus lgrimas mojatu largo y enredado pelo. Mi mirada se arrastra hasta tus ojos pequeosy baja esparcindose por el resto de tu cuerpoque brotado de luz atraviesa mi almay se convierte en arco irisen el prisma de mis sueos. Tu poder incontrolable hizo mella en mis cimientosdesarmando las razones que me ataban al tiempoy sin pedir excusas se pos en mi camahacindome feliz cada maana si te veo a mi ladocuando recin me despierto.

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    TORMENTA

    por Rossana alicia aicaRdi capRioCiudad Autnoma de Buenos Aires

    De tanto andar dije: Vendr.Lluvia o meloda?Tu mano en mi hombrolo hizo.

  • MILONGA

    por joRge alessandRoCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Nadie lo extra demasiado el da que se fue del barrio cuando al padre lo trasladaron. Slo algunos. Yo fui uno de ellos.

    Ubieta no era de caer simptico, ms bien todo lo contrario. Se haca el canchero decan los pibes, y eso lo haca parecer soberbio.

    Posiblemente por su condicin de hijo del gerente del banco se crea un poco ms que el resto, aunque alguna vez alguien lo coloc en su lugar y tuvo que arrugar. Fue cuando se pele con el Nano, y en esas circunstancias no hubo burocracia bancaria que lo auxiliara.

    En mi caso, la relacin con l -que no lleg a la amistad- fue un poco ms cercana por aquella condicin que se daba cuando jugbamos al ftbol. Realmente nos entendamos muy bien, sobre todo cuando los sbados por la tarde patebamos en la canchita de la estacin de trenes.

    Formbamos una pareja que se fue consolidando con el tiempo. l juga-ba de centro delantero, y la verdad es que era un gusto asistirlo "de rastrn", para que entrara a la carrera, haciendo verdaderas fintas en el rea, o bien "de arriba", para que mandara sus furibundos cabezazos.

    Por la habilidad con la que "bailaba" a los defensores comenzaron a decir-le "Milonga", y se notaba que le gustaba que lo llamaran as.

    "Toque y adentro", me deca, y era como una clave. Ese era el momento en el que yo levantaba la cabeza y, seguro, l ya se haba desmarcado de los defensores contrarios dejando el hueco suficiente para que se la pasara y ter-minara en gol.

    "Toque y adentro" se fue convirtiendo con el tiempo casi como en una contrasea entre nosotros. Un salvoconducto para el gol.

    Los aos pasaron, Yo termin el secundario y me fui del pueblo para in-gresar en la Facultad de Medicina. Cuando me recib hice una especializacin en psiquiatra, y al tiempo comenc a trabajar en un neurosiquitrico.

    Fue un tiempo verdaderamente motivador y rescatable de mi actividad profesional. Junto con varios profesionales ms un grupo de voluntarios ar-mamos un programa innovador y logramos convencer a las autoridades de intentar terapias alternativas para el tratamiento de los pacientes. Desde una recreacin contenida y asistida, que incluy distintos juegos y deportes, hasta

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    el teatro. Incluso llegamos a armar una murga que slo logr actuar entre los internos, porque por cuestiones burocrticas nunca logramos participar de actividades en el exterior.

    Recuerdo que una tarde de primavera en la que se disputaba un partido de ftbol entre los internos me dirig hacia la canchita del fondo. Fui por el camino de piedra bordeado de pltanos y bancos de madera. En esa oportuni-dad alguien, de atrs, me salud diciendo: "Hey, doctor!".

    Al darme vuelta, advert que en uno de aquellos bancos junto a los que haba pasado sin darme cuenta se encontraba un viejo sentado. Su barba, sus ojos claros hundidos, su pelo abundante, le daban la apariencia de un mueco rotoso y por dems frgil.

    Al acercarme no logr reconocer aquellos despojos, aunque su voz todava me resultaba cercana. Y cuando estaba ya casi junto a l, not que con esfuer-zo logr ponerse de pie.

    En ese momento tem decirlo, pero me arriesgue y le pregunt: "Ubieta?".l me respondi negando: "Milonga, doctor, Milonga", repiti. Y agre-

    g: "No me confunda". Y se fue sin siquiera darme la mano, simulando hacer jueguitos con una

    pelota inexistente, que slo l vea.Yo me qued mirndolo, todava perturbado, hasta que lleg al final del

    sendero. Desde all se dio vuelta, alz la cabeza y me dijo: "Toque y adentro, doctor".

    Luego hizo el gesto de hacerme un pase al rastrn, y se fue. Yo, de algn modo, recog aquel baln inexistente y me lo llev debajo

    del brazo.Al llegar a la cancha donde se jugaba el picado entre los internos, varios

    de ellos comenzaron a gritarme: "Eh, doctor!, esa pelota es nuestra". Entonces le pegu de sobrepique y se las devolv.

    Despus me fui pensando: "Lo que es la vida, no?", y ped ver los legajos de los nuevos internos.

  • ESTS AQU

    por adela lvaRezCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Ests aqu...Tu presencia me llena de paz y tempestadescuando estamos uno al lado del otroen la comunicacin tcita del silencio,se amarra a m tu sangrey me bebo alboradas nocturnasdulces como las uvasy frescas como los cerezos semiagrios.Y a veces... aunque quiero decirte muchas cosasno nacen las palabras,huyen como los pjaros sobre la cruz del vientoy florecen muecas y el verbo muere en la gargantaen soledad como triste nufrago.Entonces, estiro mi mano y acaricio tu pelo negro.Ests a mi lado!Me ovillo en tus brazoslos miedos escapanla paz aletea su cantola noche azul est de bruces sobre las sombras de mi alma.

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    PASIONAL

    por veRnica ancaRolaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Tus ojos muestran la pasin del hombre que encierras.Eres fuego humano abrazando tu deidad profunda;y tu divinidad abrazo, cuando mis ojos se apasionan;y te encierran e incendian;la locura interna que nuestros cuerpos desean;y el deseo expresado en temblores y besos robados;y sueos locos de cuerpos ansiados.Brava luna que cabalgas audaz;y que en el cielo enardeces el fuego blanco de los apasionados, fervientes y deseados.Deseados, codiciados, en el cmulo de fuego extracto del infierno y luego,en tu cielo, somos ngeles hirviendo entre sbanas e inventos;galopando en intentos de escapar al amor eterno, de se que nunca te librars.ngel azul de alas blancas.ngel azul de pensamientos rojos, encendidos y extraos.ngel que te vuelves loco por la bravura del campo hmedo.ngel que despliegas vertiginoso tus alas amadas.ngel, que ahondas en la profundidad de tus ojos de fuego,y muestras la verdad terrena del cntaro que quema, que abrasa;y la mentira del final,ya que ni el amor, ni la pasin acabarn jams.

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    LA NOVIA

    por juan abel anglicoCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Recuerdo esa noche, pate a mi perro, l lama mis manos, yo recostado en la mesa dorma mi borrachera con los brazos colgando hacia el suelo y mi cabeza al lado del vaso y la botella de ginebra Llave. S seor, me levant y lo pate descargando en l toda mi impotencia y rabia. Su breve quejido y el sonido al caer de la silla fue uno solo, camin hacia el catre, tropec una o dos veces y ca otras tantas.

    Me acost, pero no poda volver a dormirme, intent distraerme, pensar en otra cosa, pero las mismas cosas que me perturbaban volvan como una pesadilla, los segundos pasaban pero yo segua dando vueltas y vueltas en la cama, hasta que me di cuenta que definitivamente el sueo huyo de m.

    Cuando los gallos comenzaban a cantar, me levant, sal de mi pieza, camin hacia la cocina y me qued apoyado en el marco de la puerta. Escu-chaba solamente a los grillos y cada tanto el galope de algn caballo lejano. Mientras tanto, miraba lejos a travs del alambrado de mi patio a todos los patios de la cuadra.

    Prend un primer cigarrillo, llegaron juntos el alba y el final del atado. Entonces la vi caminando, con su carita de dormida, feliz, hacia el rincn im-provisado de palos y plstico, al lado de las letrinas donde la familia se aseaba.

    Con una mano acicalaba su cabello negro y en la otra llevaba la jabonera, en su hombro la toalla. Acomod jabonera y toalla sobre una descolada silla que serva de soporte al lado de las paredes translcidas. Volvi sobre sus pa-sos y gir en direccin hacia el aljibe, baj el balde lo llen de agua y lo subi con lentitud. La aguda queja de la roldana acompa el movimiento. Llev el balde y carg la latona de chapa del bao, con el agua fresca.

    Yo estaba apoyado en el marco de la puerta de la cocina, en la oscuridad del rancho, no me vea, entr en el improvisado bao. El sol en el horizonte slo dejaba ver los palos y su silueta. Con un movimiento tenue de cadera dej caer la pollera deslizndose por su suave piel morena.

    Luego se desabroch la blusa, en un segundo, con un movimiento de sus brazos estaban pollera y blusa sobre el respaldo de la silla. Ahora slo su silueta con su blanca ropa interior no deba mirar ms, me di media vuelta y me fui, mientras senta el minsculo ruido del broche del corpio al abrirse.

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    Pens en salir del rancho para olvidar mi enojo porque mi hija mayor, la doctora, a la que puse toda mi esperanza mandndola a estudiar a la capital para que cuando se recibiera ayudase a sus hermanos y me pagaba as, ca-sndose con un pueblero que apenas termin sus estudios.

    La sangre me herva, porque yo pensaba en sus hermanos chiquitos a los que les hice faltar cosas para darle a ella, esos, mis hijos pequeos por los que yo soaba que algn da no tengan que trabajar y sufrir como yo, porque su hermana les devolvera todo lo que a ella le di. Cosas de hombre bruto no le parece?

    Volv en m, cuando escuch gritos y llantos. Estaba en el suelo, la mitad de su cuerpo cado fuera del bao, alguien tap su desnudez con la toalla y todava respiraba. Del medio de sus pechos sala una lnea de sangre que co-menzaba en un pequeo orificio. Me mir, movi sus labios como intentando decirme algo, no pudo y cerr los ojos.

    Despus de unos aos, me enter que en el pueblo pronto todo qued en el olvido, nunca se supo quin fue y hace tiempo ya que ninguna vecina piadosa pona una flor en su tumba. Pero yo nunca me pude olvidar, a los dos das tom un par de ropas y me fui. Dej el pueblo, sal de la provincia y recorr el pas, fui obrajero, hachero y cosechero en el Chaco, pen y recolector de peras en el sur, cartonero en Buenos Aires y hasta cultive coca en Bolivia.

    Y ac estoy, en mi ltimo oficio, operario de la fbrica hace ya varios aos, y tal vez porque estoy viejo para seguir peregrinando. Crame que desde aquel da, todas las noches llevo el cao de mi revlver 22 y lo apoyo en mi sien.

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    GOTAS DE VINO

    por anah viviana aRecheCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Como gotas ruedan mi cuerpo desnudo,a su juego su idioma mudo.del racimo,claro y lo oscuro.de solgajos maduros.en mi piel,sin rumbo,mis clulas,al mundo.cares vierten magia fecunda,en alcoholes,empapan e inun-dan.encapsulado.ricos astrosen las viasmi cuerpo santoen mis labioslquidos msticos.psulas de vino,del destino.un dejo de nostalgiaen el paisajenieves y montaastiznes y equipajes.mica exquisitaen mi boca.

    speros taninos al misterio evocan.que enrazanluz en mi pelo.que sen-sualestiendo al suelo.entregada duermoel sueo estival.en el aire,, sensual.vuelvo sarmiento,entrego latente.que me inunde savia incipiente.yema, soy brote,enredadera,, races,mpanos, madera.hechas pulpamis pasosel sendero-mis pies descalzos.

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    PLACER EN LATENCIA

    por miguel ngel aRRa goboCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Quisiera rebalsarte de placer,jugar con la dulzura de tus manos, aguardo que el susurro tan medidome indique el recorrido y los atajos.

    En vano sigo el curso de tus frases,en vano rompo siempre tus silencios,si pules mi ansiedad con la frescuraque envuelve en un instante los deseos.

    Conjugo la razn con la impaciencia,separo la pasin del puro instinto,no dejes que me vaya sin llenarte,no me dejes con tanto amor, insisto...

    La noche se empecina en recordartebuscando penetrar en tus encantos,el beso de los pies a la cabeza,fundido en el terrn de suaves labios.

    Comienzo la aventura por tu cuerpo,esplndida amalgama en sensaciones,saludo a las caricias que estremecen,bebiendo de una vez tus emociones.

    Los dos sabemos cul ser la curapara apagar, al fin, nuestros tormentos,volquemos el placer en los salonesque salga en el mejor de los momentos.

    Combino la delicia con el viento,espiando entre las sbanas, curioso,no dejo que te quedes sin abrazo,y cuido, con recelo, tu reposo...

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    DECIR AMOR

    por alicia maRa augieRBuenos Aires

    Decir amor es no dudar de lo que siento,es contener y calmar el alma a tiempoes la palabra que arrastra en torbellinoes dar sin que me pidan, sin motivo.

    El amor tiene eso de bonitoimpulso sin sentido conocido,es entender qu est sintiendo,es contener y alentar, es dar cobijo.

    El silencio del amor es mar en calma,cuando dos almas se sienten ms unidas,es no callar tambin, cuando quien amasnecesita de ti, o est perdido.

    No se sabe por qu la voz del almate pide o presiente que es preciso,slo es as, es viento fuerteque te lleva al lugar sin un motivo.

    Decir amor es decirlo aun gritandoy que lo escuchen todos, presumido,es libertad y cadenas todo el tiempo,temeroso y voraz, frgil, altivo.

    El amor tiene eso de bonito,no precisa explicar nada, todo entiende,no precisa pedir, ni ser mendigo,slo sabe de dar, porque es muy rico.

    Decir amor, mi amor, es todo eso,es todo y ms, sin orgullo contenido,es la palabra justa que precisas, el camino,para llenar los vacos que han herido.

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    SLO ESTA NOCHE

    por ebe maRa baimaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    El infinito se escurre y ren desbocados los silencios,ojos sin prpados horadan los espaciosall donde el instante gira cambiante y extraviadopor los surcos insaciables de los tiempos.

    Los mismos tiempos que se escurren impacientesentre mis manos desnudas en sus grietas.Las mismas manos fras, fugitivasque en el vientre vaco y descalzo de sueosan acunan tu nombre apagado en olvidos.

    Se agotan las palabrasy caen sin permiso los sonidos sin voz de la impotencia.Y la soledad se apretuja en sus dominios.

    En el invisible camino de la duda naci el intentoque nunca fue escuchadoque se visti de pronto con ropaje incierto.

    Esta noche he transcurrido boca abajotratando de darle la espalda a mi dolor.

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    LA MOSCA CON ESTUDIOS

    por javieR baRRadoBuenos Aires

    Para que luego digan que el saber no es importante y que da igual tener estudios que no tenerlos para desenvolverse en la vida...

    Ella fue la nica mosca de su generacin que lleg a terminar un bachi-llerato y, al parecer, la nica presa de la araa que ha vivido para contarlo. En efecto: habiendo cado en su tela como tantas otras anteriormente, vindola acercarse a toda prisa y sabedora de lo que iba a sucederle por ms que supli-cara, dio en gritar en el ltimo instante: "Salve, oh desgraciada diosa, que te ves as tan slo por la cruel y vengativa Atenea!" Y cuando la araa, estupefac-ta, se par en seco, pudo ya aadir con ms calma -y no menor acojono-: "Que por mucho que digan, nada tienes que envidiarle en el arte de tejer".

    La araa se conmovi, se puso a hacer pucheros y quiso dejar libre a la mosca, no sin antes rogarle que no fuera aireando el secreto, pues eso podra acabar con su sustento.

    Desde entonces caen otros insectos en su red, y por lo visto, la matrcula de Mitologa I entre las moscas ha aumentado una barbaridad.

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    EL VUELO EN EL CREPSCULO

    por oscaR Rogelio blancoBuenos Aires

    Mi jornada de trabajo llegaba ya a su fin. Estaba cansado pero feliz, los msculos algo doloridos por el esfuerzo, pero nada que una buena ducha y unos mates no pudieran quitar.

    La peonada iba llegando, guardaban las herramientas algunos, otros desensillaban sus caballos. Era el momento del da en que todo comienza a aquietarse y el ritmo en las actividades decrece.

    Vi luz en algunas casillas, escuch risotadas, algn comentario subido de tono. Bien entend todo aquello: era el ir y venir de las cosas, era lgico que aquella gente acostumbrada a bajar la cabeza y trabajar duro se permitiera un instante de distensin.

    Poda palpar de cerca el sentir de quienes trabajaban de sol a sol, donde los horarios no existen, sobre todo en poca de cosecha donde cada minuto de sueo es invalorable.

    Me apart un instante del resto del personal, esperando a que mi patrn diera la seal para volver al pueblo, lujo que yo me poda dar todas las tardes. Haba querido la suerte que me contrataran como pen de alambrador por lo que no tena residencia fija en ningn campo en particular.

    Me tom un instante para respirar profundo. El cielo estaba rosado y la forma de las nubes anticipaba que el siguiente sera un da algo ventoso. Ban-dadas de aves cruzaban el cielo en su tpica formacin en ve corta.

    Me llamaron. Subimos rpido a la camioneta que pese a ser vieja y con un uso muy exigido, an responda en su andar.

    Ya la estela de polvo anunciaba nuestra partida hasta el da siguiente, las luces de la estancia se alejaban y el monte, de a poco, ocultaba el casero. Ab-sorto como estaba en mis pensamientos mir hacia un costado y vi un grupo de cigeas levantar vuelo desde un bajo.

    El majestuoso aleteo de esas grandes alas result como un chispazo de ilu-minacin para m. En ese momento comprend y supe. El da es como la vida, todos volamos cuando llega el crepsculo, primero a nuestro nido y despus a nuestro descanso final

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    Y pens en esa gente, que hasta haca relativamente poco no conoca, y pens en esas aves y pens en m. Yo volaba a mi nido, feliz de volver y tener un lugar adnde llegar.

    Cuando mis obligaciones me lleven por otros caminos a otros campos la vida de esta gente seguir igual, inalterable. Quizs algn da volviera y quizs alguno ya no estuviera ah. Por cambio de trabajo, por jubilacin o por muerte.

    Imagin un crepsculo universal en donde todos levantbamos vuelo para volver a casa. Ignoraba adnde exactamente iran esas cigeas que vi. Pero, al menos supe que volaban pese a todo.

    Maana quizs habra viento, no importaba, lo nico que yo deseaba era que hubiera un maana para vivir, para trabajar y para volar de vuelta a mi hogar.

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    ECOS ZEN

    por cecilia buRgosCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Las frutas esperanlabios vidos palpitan.

    Cubiertos tintineantes silenciadosabren pausa cargada de sabor.

    Difana risa irrumpesonora, nia.

    Abiertos los ojos con asombro infinito.

    Los maderos chocanel alma se apronta.

    Volverse hacia dentrontimos siendo puro aliento.

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    VOLVER A SER NIA

    por maRa elviRa cceResCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Tengo un deseo en el almavolver a ser nia otra vezy que mi madre me diga un cuento despus de comer.

    Estar todos a la mesacon pap a la cabecera.A la tarde ir a la plazay jugar a la rayuela.

    En la noche adormecermeen los brazos de mam,con sus besos en mi frenteir feliz a descansar.

    Tengo un deseo en el alma,poder ser nia otra vezy que nunca pase el tiempo,pues ya no quiero crecer!

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    LA CAUTIVA

    por amRico ibn caldeRnCiudad Autnoma de Buenos Aires

    El silencio hera despiadadamente los odos, nada se mova en la inmensi-dad de la pampa. Ni un pjaro, ni una culebra, ni siquiera el viento arrastrado que a diario levantaba nubes de polvo oscureciendo el horizonte. Slo el co-razn de Luca como un bombo solitario retumbaba en su pecho con redobles de miedo y de angustia. El sol se despeda all en el horizonte revoleando un hermoso poncho tejido de rojos, amarillos y naranjas, y fue en ese preciso momento en que vio recortarse en la superficie de la tierra la temible e inde-seada nube de muerte amasada de potros sudorosos, chuzas afiladas, rostros endemoniados y ojos lujuriosos. Luca sinti un nudo en la garganta y musit con un hilo de voz: El maln!

    Una poderosa mano como un garfio la tom de la cintura en medio del humo y las llamas que despeda el rancho, que se consuma irremediable-mente. Se escuchaban gritos, llantos y lamentos mezclados con los relinchos y los gritos de los capitanejos que daban rdenes a los ranqueles de sangre y a los renegados que haban salido en maln a buscar comida, azcar, alcohol y mujeres.

    Esa mano y ese brazo poderoso y fuerte como el acero la levantaron en el aire como un guiapo y la acomodaron en el lomo del potro, que nunca detuvo su marcha, casi en el pescuezo del animal y apretada al cuerpo sudoroso del indio no dndole tiempo a reaccionar. Hizo un gran esfuerzo por deshacerse de ese abrazo terrible que oprima salvajemente su cuerpo impidindole respirar. Intent arrojarse del caballo pero todo fue intil, patale, ara, grit, llor pero el indio apretaba cada vez ms, mientras jadeaba en su nuca y morda sus hombros desnudos con desesperada lascivia.

    En un instante de lucidez Luca se hizo cargo de la terrible situacin que estaba viviendo. Mientras el caballo beba el aire del desierto en un galope desenfrenado, su cuerpo era mancillado y ultrajado por ese salvaje que la lle-vaba hacia sus inmundas tolderas con las ms siniestras y obvias intenciones.

    En un segundo pasaron por su mente recuerdos de su niez cuando sus padres decidieron venir a vivir en el lmite del desierto pampa para cultivar la tierra y criar ganado para construir un futuro para sus hijas y tambin para sus futuros nietos. Durante muchos aos y gracias al cuidado de los soldados se vivi en una aparente paz y tranquilidad, rota de vez en cuando por alguna

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    incursin ranquel en busca de ganado y alcohol. sta era la primera vez en que un maln atacaba de der este modo a un poblado de colonos y haban sido muy crueles y despiadados, mataron a todos los hombres y mujeres viejas y arriaron a las mujeres jvenes y a los nios, y tambin quemaron todos los alimentos que no pudieron llevar.

    Luca acurrucada en una gran cama ranquel, trenzada de cueros y pieles, vio aparecer la imponente figura de su captor que se recortaba en la entrada de la choza. El rostro del indio estaba desfigurado por el alcohol y de sus ojos salan chispas de lujuria que recorran cada centmetro de su cuerpo virgen e indefenso. Rez en silencio pidindole a Dios, a la Virgen y a su madre que la ayudaran ante esa inminente violacin.

    El indio avanz lentamente, seguro de que su presa no huira, se par cerca del camastro y en silencio le ofreci una botella de aguardiente. Luca se encogi entre las pieles y adopt una posicin fetal mientras sus ojos se llenaban de lgrimas salobres y todo su cuerpo comenzaba a temblar involun-tariamente. El indio arroj la botella al suelo con un gesto de rabia, se quit la chaqueta militar que usaba y como posedo se desplom sobre la nia y de un manotazo feroz le arranc la blusa

    En ese momento el tiempo se detuvo y se hizo un silencio espeso. Camila aguz sus odos, baj el volumen de la TV y entonces pudo escuchar clarita, muy clarita, la voz de su madre que desde el dormitorio de abajo le gritaba:

    - Nena! Apag ya ese televisor que son ms de las diez!

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    HOY

    por mnica beaTRiz callegaRiSanta Fe

    Tu delirio me contagiatu presencia se instalarespira en mhace que ests aun en ausencia,y en cada palabrate traigo y te amarro a mi ternura,sofoco las ganaste cubro con besos,me pierdo en tus ojosy habito en tu cuerpo,descanso en el hoytu tiempo y mi tiempo.

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    AUTOR Y PERSONAJE

    por eduaRdo casasCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Corazn de papel.Sangre de tinta.Hlito de palabras.Susurros de silencios.Territorio de sueos.Reino de la imaginacin.

    Presente, pasado y futuro.

    La sola eternidad de un nico instante-siempre fugaz y permanente-me ha convertido en un personaje,uno ms,de mi historia.

    Soy la invencin de mi fantasa:mi propia ficcin.

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    FEDERICO GARCA LORCA

    por luciano caRlos cavidoBuenos Aires

    Aquella dolorosa madrugadade agosto dieciocho fue cautivoy muerto a la sombra de un olivo,en un triste camino de Granada.

    Vulgar su fosa, annima, ignorada,(Me cuesta imaginar lo que describo),su cuerpo silenciado, inofensivo,se consume bajo tierra ensangrentada.

    La luna, el agua, el toro y los metales,la sangre, los jinetes y la hierba,han sido vuestros smbolos, Poeta.

    Eterno ya entre todos los mortales,nos hablas, nos escuchas, nos observas.Nos tocas, nos conmueves, nos inquietas.

  • 33

    AUSENCIA

    por liliana noem ceRanTonioCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Cuando no escuches ms los pjarosy las sombras se hayan llevado los verdes,la brisa traer un lamentode risas que no resuenan.

    El vino, se volver elxir en tu boca,recordando cunto te he amado.Mis caricias clidas,las traer el sol del medioda.

    Busca en aquel paraje los besos que te he dado,me sentirs tan cercacomo en aquella tarde.

  • 34

    EL VESTIDO FLOREADO

    por amalia chingoTToCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Mariana, cabello largo, aparenta unos 30 aos, tiene un vestido amarillo con flores diminutas, mira sin ver por la ventana que da al parque.

    Es otoo, las doradas hojas de los rboles yacen inertes en el csped cor-tado con una prolijidad quirrgica.

    Su hijo, Martn de 9 aos la observa esperando una palabra o un gesto, le recuerda a esa estatua blanca, carcomida hasta la cintura por una hiedra que se encuentra en el jardn del lugar.

    Le toma la mano invitndola a un juego donde los dos son estatuas que tienen vida.

    Mariana lo mira y l gira quedando arrodillado. Ella da unos pasos ex-tendiendo sus brazos y as comienzan a recorrer la habitacin en una danza entrecortada.

    Tres golpes en la puerta. Saba que vendra. Es demasiado pronto.Mariana deja la inmovilidad para ir a abrir.La tela del vestido roza la mejilla del nio como las alas de una mariposa

    y l por un segundo extiende la mano para perpetuar ese instante, es intil.La silueta de un gigante enmarca la entrada, la luz que entra por la ven-

    tana ilumina la figura, es Marcos, su padre. Da unos pasos hasta el centro de la habitacin.

    No est relajado aunque intenta una sonrisa.Su mujer le pide que deje unos minutos ms a Martn pero l pone ex-

    cusas.Mira a su padre y corre hasta su mam-estatua entrelazando sus brazos a

    las piernas, puede sentir la tibieza del cuerpo atravesando el vestido.Marcos insiste en la despedida dicindole que su madre tiene que descan-

    sar, Martn piensa que las estatuas no se cansan.Entrega dcil la mano y por un instante al girar la cabeza ve a Mariana

    imitando a una estatua que le guia un ojo.l imita el gesto.Percibe el olor a desinfectante, no le gusta, le hace arder los ojos y la

    nariz.

  • 35

    EL LTIMO LATIDO

    por juan caRlos colomboCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Cuando se apague el eco del ltimo latidode un corazn amante, cansado de sufrir,no ha de mostrar la luna su plida bellezay el fulgor de la estrella se dejar morir.

    No volar en los cielos con sus alas al vientoesa gaviota errante, salpicada de martal vez mueran los besos de aquel ltimo amantetal vez muera la novia cansada de llorar.

    No ha de tener la reja perfumada de lilasla dulce serenata pletrica de amor,y al extinguir sus sones, morirn las guitarrasy aqul cantor galante acallar su voz.

    La noche ms oscura se cernir en la vida,embozada en un manto de infortunio y de dolor,tal vez un llanto amargo o una cruel despedidaacompae al latido, cuando muera de amor.

  • 36

    NO VOLVER A AMAR EN NOVIEMBRE

    por alejandRo c. colTuRiCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Sinceramente pienso que jams debimos habernos conocido, tengo en consideracin que ciertas situaciones de la vida te brindan experiencias e incluso te convierten en una persona ms madura, pero en cambio otras te retraen, convirtindote tal vez en una persona miedosa, vergonzosa, tmida.

    Aunque yo tampoco estoy muy alejado de la timidez, es ms siempre lo fui, desde muy pequeo, la razn? Es totalmente desconocida, tampoco s porque soy de ese tipo de personas que prefiere estar solo leyendo algn buen libro que estar en medio de una fiesta bebiendo y celebrando

    Por lo que mi vida era simple, no viva situaciones emocionantes, pero de todas formas era feliz a mi manera. Pero esa chica tuvo que aparecer en mi vida y creo que lleg en el mejor momento, en ese tiempo estaba un poco triste por estar tan solo, aunque los libros siempre me haban llenado mucho ms que la compaa de un grupo de personas.

    Todos deseamos a alguien a quien aferrarse, alguien con quien compartir cosas, simplemente porque somos inseguros y necesitamos a alguien que nos brinde seguridad, que nos escuche,alguien a quien cuidar.

    La conoc en una fiesta que haba realizado un compaero de trabajo, ese tipo de fiestas en las que el anfitrin invita a todo el mundo para no quedar mal con nadie, sin importar que no mantena relacin con algunos.

    Quizs yo tuve la culpa, yo la miraba mucho, no pude evitar hacerlo, y creo tambin que ningn hombre podra evitarlo, ya que ella es una mujer hermosa. Jams pens que hablara con ella, sin embargo se acerc a m, me pregunt por qu estaba solo, le respond de una forma muy amable e inclu-so insinu que hablar conmigo era una prdida de tiempo. De todas formas decidi sentarse a mi lado, contarme acerca de su vida y as comenzamos a intercambiar palabras.

    Yo no quera enamorarme pero en tan slo una noche ella lo logr, estuve una semana entera pensando en ella, pensando en dnde la volvera a ver, si ella se acordara de m y todo ese tipo de cosas que tu cerebro te hace pensar cuando ests enamorado.

  • 37

    Decid encontrar una manera de volverla a ver, por lo que ese da no entr al trabajo, simplemente me qued esperando, pas horas y horas, ella tena que entrar, pero no, a la hora del cierre me volv a mi casa.

    Me asombra a veces lo complejo que es el ser humano, pero como todo sistema tiene sus errores, y es en ese momento cuando realmente razon, dndome cuenta de que ella no era una empleada como yo, ella conoca al anfitrin. Por lo que tena que hablarle a Martn. La pregunta era: Qu le dira a una persona que lo nico que le dije desde los 2 aos que la conozco es: feliz cumpleaos?

    Decid decirle que la fiesta estuvo muy buena, a pesar de que ya haba pasado ms de una semana, que me haba gustado una de sus invitadas, la describ, creo que fue lo peor que pude haber hecho, resulto que la chica y l eran ex-novios.

    Pas da a da pensando en ella, hasta que un jueves a la tarde son el telfono, lo que es muy extrao porque no me llamaba nadie. Atend, era ella, acordamos vernos en una plaza que quedaba a pocas cuadras de su trabajo, esper toda la tarde hasta que se hizo de noche, nunca lleg.

    Realmente estaba enamorado de ella o simplemente me aferr a una ilusin? Quizs es la ilusin de tener a alguien con quien compartir el libro, con quien ver una pelcula.

    Creo que es el simple hecho de tener a alguien, todos necesitamos a alguien, ella apareci y yo la vi como perfecta candidata. Me ilusion dema-siado, los chicos no deberan amar de esta forma, los chicos no deben tener el corazn roto, los chicos deberan romper corazones.

    La llam ayer y hablamos, nos veremos el martes, espero que esta vez no me falle.

  • 38

    EROTISMO CENSURADO

    por gina cundaRiCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Nunca s como comenzar, pero siempre imagino el final. Pocas veces me haba detenido a ver la sombra de mis pies en la pared y como estos al juntarse logran formas abstractas, pero que con un poco de imaginacin crean historias. Juego a hacerlos bailar mientras descansan, junto con todo mi cuerpo, de una noche ms. Sera intil describir mi cuarto desordenado, ya que lo he podido hacer en varias oportunidades, trayendo algunas pocas imgenes a sus cabezas que los estimulan a imaginar por su cuenta, sabe quin qu pensamientos oscuros. Y aunque me encante seducirlos con mis palabras que se deslizan por mi lengua, escapando entre mis labios que se despliegan suavemente acercndose a sus odos, y envolvindolos en una sbana blanca de recuerdos que ustedes jams vivieron. Aunque me provoque un placer inex-plicable hacerlo, esta vez extrao mi pasado. Puede ser por el hecho de que me haya cansado el fingir una sensualidad absoluta entre gente que se adhiere a m, teniendo siempre mi mente en blanco. O mi cuerpo me reclame, luego de noches enteras sin parar, un entorno distinto al que habito ahora, donde mis piernas se han acostumbrado a zapatos altos que estilizan mi forma y mi cintura, a ropas ajustadas que se pegan a m como nios a las piernas de sus madres. Tomo una vez ms el papel de mujer libidinosa y acepto sus conse-cuencias que es el morir por dentro mientras ro lujuria, no me quejo, slo extrao. El maquillaje corrido una maana, el pelo revuelto, las ropas sueltas, mayormente tuyas. El caf compartido en una taza desprolija y no el vino caro en copas de cristal. La incomodidad de una cama chica para dos, donde nos abrazbamos para no caer al abismo, y no el solitario somier de dos plazas. Extrao tambin las luchas en el piso, que terminaban en besos, el taparte fuertemente con la almohada mientras te sujetaba con las piernas alrededor de tu cuerpo. Las risas fuertes sin vergenza, las medias sucias, los secretos, el da. Por ltimo, y luego regreso a mi papel, lo que ms extrao y con esto finalizo mi aburrida historia de melancola, es la compaa del mismo hombre que amaba, por ms de dos noches seguidas.

  • 39

    DE UNA VEZ

    por guilleRmina delupiCiudad Autnoma de Buenos Aires

    La dej de una vez, como se deja el cigarrillo,sin claroscuros,sin permitidos, sin de a ratitos.

    La dej de una vez, como se deja la bebida,sin especulaciones,sin medias tintas,sin digresiones.

    La dej de una vez, como se deja lo placentero,sin dubitaciones,sin excusas,sin vacilaciones.

    La dej de un tirn, como se arranca un apsito,sin prembulos,sin miramientos,sin indecisiones.

    La dej de una vez y para siempre,porque es la nica manera de dejar.

  • 40

    VEINTE AOS DESPUS

    por Yoseli n. e. demaTTeiBuenos Aires

    Cansado, temeroso, casi con vergenza, lleg un da, despus de tanto peregrinar por el mundo.

    Se march buscando un futuro que en su ciudad natal, no crea poder encontrar.

    Mas el xito le fue esquivo y volva con las manos y el corazn vacos. La nada, era su acompaante.

    Pens mucho, antes de regresar y cuando tom la decisin, no tuvo a quien darle un beso de despedida. No hubo un Hasta pronto, tampoco un Volver. No haba por qu, ni por quin.

    El vaco total de su alma, se asemejaba a la profundidad del mar, en la no-che ms oscura. Y aqu, solo, meditando hacia el pasado, sus ojos se llenaron de lgrimas. Tampoco tena a quin besar en su retorno, triste, inerme.

    Camin lentamente hacia la casa que lo viera partir, dejando en su interior los ms profundos afectos y una promesa: Pronto te llamo, para que vengas a mi encuentro.

    Nunca pudo cumplirla. La vida se encarg de postergarlo, hasta anular su empuje, sus ilusiones.

    Y ese viaje, concebido en una noche de desazn, cuando se qued sin trabajo, justo dos meses antes de su casamiento, zanj su vida en dos partes, que jams volvieron a unirse.

    Sus cartas, al principio casi diarias, se fueron espaciando de la misma forma que sus quimeras, hasta dejar de existir.

    Nadie acudi a abrirle, cuando indeciso, toc el timbre en la entrada de la vieja casona.

    Tom entonces el llavero que guardaba celosamente, eligi con mucho cuidado y poniendo la llave en la cerradura, abri la puerta, que lo separaba de la parte ms feliz de su vida.

    Escuch sus propios pasos, como si avanzara por una catacumba, quiso detenerse, entonces otros pasos, todos del ayer, acuciaron su mente con un torbellino de proyectos inconclusos.

  • 41

    Sigui caminando, lleg a su dormitorio, entr, su mirada recorri el lugar desandando en el tiempo, como si quisiera volver a lo ya transitado.

    Luego, se dirigi al placard, lo abri con premura y ah lo vio, colgado de una percha de sombras, las mismas de la angustia y el arrepentimiento.

    All estaba, an intacto, el esmoquin negro que ella haba elegido.se, que jams us.

  • 42

    SIN NOMBRARTE

    por edgaRdo donaTo dazCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Cuando llegaba fresca la alborada,pens en este poema sin nombrarte.Y recorr tus valles, sin tocarte.Y te so en mis brazos, extasiada.

    Sediento de pasin desenfrenadapretend con mis ansias alcanzarte,me detuve en tus tus ojos y al mirarte,de pronto me alcanz la madrugada.

    Un destello de luz, en tu mirada,puso freno a estas ansias de besarte,por asirme a tu talle para amarte

    ardiendo en una entrega desbordada.Slo quise escribirte sin nombrarte y se perdi mi letra entre la nada.

  • 43

    LOS AUTOS QUEMADOS

    por luciano sebasTin doTiBuenos Aires

    Nuestras visitas a Villa Udaondo eran frecuentes all por la dcada del 80. Mi familia y yo recorramos sus calles de tierra aun en pleno verano, con el sol pegando sin piedad a la hora de la siesta.

    El ro de la Reconquista era una presencia prxima que se adivinaba al otro lado del cinturn ecolgico; pocas veces nos acercbamos a l. La mayo-ra de los paseos que realizbamos consistan en caminar por el rea conocida como El Jagel. Mientras, las chicharras provean un fondo musical que subjetivamente nos haca sentir ms calor. Hay pan, anunciaba categrica la pizarra de la nica despensa.

    Lo mejor era cuando encontrbamos algn automvil quemado, abando-nado a la vera de cualquiera de esas calles; los chicos nos metamos en l y simulbamos conducir, en el caso de que le hubiera quedado el volante. Tam-bin exista la opcin de darlo vuelta y usarlo como subibaja, una vez que nos aburramos de jugar adentro.

    Por aquel entonces, esa zona de Udaondo, cercana al puente Mrquez, posea grandes extensiones de campo en estado virgen. Los yuyales, donde los perros de raza indefinida se lucan como diestros cazadores de lauchas, cubran la mayor parte del paraje. Uno poda andar varias cuadras sin cruzarse con ninguna persona. Incluso resultaba ms fcil ver gente a caballo que a pie. Y ahora que hablo del caballo, la recuerdo a ella, cabalgando.

    Era la pareja del hombre ms rico del lugar. Notablemente ms joven que l, tanto como para que hubiera comentarios al respecto. Los chicos la veamos pasar al galope, montando como una amazona, y nos quedbamos en silencio; apenas compartamos una mirada cmplice, inmersos en la estela de polvo que dejaba detrs.

    Era muy atractiva, y nosotros, hombres en potencia, lo percibamos. Su edad debera rondar los veinticinco aos. Duea de una belleza agreste, de piel blanca y cabellos castaos, vesta jeans muy ajustados.

    La enorme quinta en la que pasaba los fines de semana junto a su concu-bino tena piscina, y pese a que el cerco verde de ligustrina slo permita ver minsculos fragmentos de su interior, cierta vez o a unas mujeres envidiosas

  • 44

    decir que la haban visto en malla, con un tono de desaprobacin en su voz. Creo que, secretamente, estbamos todos enamorados de ella.

    Una de esas siestas de verano, salimos a dar nuestro habitual paseo. Desde lejos, al costado de una calle que atravesaba un sector en que los retoos de lamos superaban la altura de un hombre, divisamos un auto quemado. El ve-hculo tena un diseo moderno para la poca; un Ford Sierra que no olvidar mientras viva. Intentamos una carrera hasta l. Corrimos entre risas, felices. Faltando poco para llegar, el que llevaba la delantera se fren e hizo un gesto con su mano derecha pidiendo que lo imitramos.

    Hay alguien, dijo. Caminando todos en racimo pasamos por al lado del auto procurando guardar una distancia prudencial, dando una suerte de pequeo rodeo. Miramos por la ventanilla y lo que vimos nos eriz la piel.

    Conmocionados, regresamos con los adultos que haban quedado re-zagados. Les contamos exaltados lo que acabbamos de ver. Describimos escuetamente el horror, con un lenguaje elemental, de nios. Entonces, nos acompaaron a realizar una segunda inspeccin, la cual confirm lo que habamos visto en la primera: se trataba de un cuerpo carbonizado, sin vida.

    Al observarlo con detenimiento, nos percatamos de que era una mujer. Su ropa estaba chamuscada. No obstante eso, pudimos reconocer el jean ajustado, como as tambin unos jirones de cabello castao.

    El concubino fue preso. Dijeron las malas lenguas que lo haban perdido los celos, y con razn.

  • 45

    DUALIDAD

    por diego gasTn doueRCiudad Autnoma de Buenos Aires

    En el abismal silencio del espacio somos slo una voz;en el ensordecedor ruido del planetaslo silencio e injusticia;en nuestro microcosmos interiorslo caos, convulsin y dilema;en la existencia terrenaslo investigadores inexpertos;en alguna fortuita existencia de ultratumbatal vez slo observadores celestiales;somos fuego, aire, tierra y agua,maldicin, demonio, bendicin y bienaventuranza;somos el Rey de la creacin,somos slo polvo y ceniza,somos instinto y razn,sensibilidad y maquinacin homicida.Ms en lo recndito del ser,torbellino de imperfecciones vanasbuscadoras de redencin divina,descubrimos al mirarnos cara a cara que la bondad trasciende a la existenciay el recuerdo a la vida mundana,afirmando, an despus de todo,en cada acto de piedad, en la caricia,en la gratitud o en la ayuda desinteresada,el existir en nuestro ser, amalgamado,un huracn voraz con mpetu divino poblado de humildad y dignidad humana.

  • 46

    IMGENES

    por seRgia ngela dungCorrientes

    Llueve, y otra vez, como tantas, me alegra el sonido de la lluvia cantarina que golpea contra los cristales de la ventana y le pone un halo de gotas al farol de la esquina.

    Y veo la gente correr apurada hacia cualquier lado,y el gorgoteo de la lluvia me retrotrae a otro tiempo, ms feliz quizs, no s. Y sin querer, pienso en mi padre. A l tambin le gustaban los das de lluvia, quizs porque era un romntico incurable, igual que yo.

    Pese a todo,su preocupacin de padre lo superaba cuando yo tena que volver del trabajo y sacarme los zapatos en la esquina para no mojarlos...

    Los recuerdos lejanos se mezclan con los de ahora,los de la nia feliz y los de la mujer adulta y solitaria, como una rara alquimia de la mente, como lo que fui y lo que pretendo ser: la que espera un milagro,que por supuesto no se va a cumplir, la que espera que la recuerden por lo que hizo y no por lo que dej de hacer, la que espera que el da que ya no est no haya flores (las flores son para ahora, para verlas, para sentir su perfume exquisito, para este tiempo de disfrute).

    Quiz todo este tiempo que la vieja mquina de escribir estuvo cerrada, silenciosa, aprend que debo ser ms autntica: rer a carcajadas, o llorar por un recuerdo.

    La prxima vez que escriba quiz sea una historia feliz, o no, no lo s. Mientras tanto, la lluvia me sigue acompaando, sigo soando, pensando, divagando.Y por primera vez leo las palabras de alguien a quien no conozco, tal vez porque nunca la dej salir a la luz: yo misma.

  • 47

    TEMPORAL

    por miguel ngel escudeRoBuenos Aires

    En el fiero temporal de abril, la lluvia torrencial se ha desatado. Viejas escrituras castigan ferozmente al rancho improvisado. La casilla armada con chapas y cartones, asemeja un bote a la deriva, a un castillo de naipe a punto de ser derrumbado. En el msero refugio una madre abraza a sus hijos rezando para que la tormenta pare; para que el agua no siga entrando por debajo de la puerta o por los agujeros del techo. El techo que parece temblar, en realidad est avisando. Ya no puede soste-ner las chapas, que una a una, se irn volando. La madre aprieta sobre su pecho al "Nico, al "Mario y al "Leonardo". Madre nia de sonrisa desdentada, de ojos mansos y asustados. Nia de penurias infantiles y carencias cotidianas. De amor, de alimento, y de ca-ricias esperadas. A la joven ya no le importa el desamor de su infancia. Ve como lo poco que tiene, se lo va llevando el agua. Espera a su hombre, para que venga a buscarla.l sali temprano con el carro, cuando la tormenta se insinuaba. Importa el televisor, la ropa El agua sigue subiendo. La casilla se desarma. Fuerza tremenda, la correntada los arrastra.- Los chicos, los chicos! -grita desesperada.Brazos solidarios que se estiran luchan contra el agua, intentando ayudarla. Confusin, gritos, desesperacin y lgrimas. Pasan las horas despacio, bajan las aguas. Los vecinos deambulan, atur-didos ante la tragedia, nada ser igual maana. En un rincn apartado, la madre nia, mira sin ver. Ya sin lgrimas, y con el pelo embarrado. Aprieta sobre su pecho a los dos tesoros que le quedan. Susurra el nombre, del que el agua le ha quitado.

  • 48

    UN AMOR IMPOSIBLE

    por maRa TeResa Fandio pRezCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Mirando al mar me apetece chapotear en una de sus hermosas playas, en sus eternas aguas del inmenso Ocano Atlntico. Mi mar, tan fresco y suave, juega conmigo, me hace rer a carcajadas, me hace soar con parasos, sus gigantes olas me llevan y me traen, me envuelven, jugando las cruzo buceando y salgo a travs de su espalda; cuando baja la marea, l me acaricia y sentada en la orilla puedo sentir sus frescos y suaves besos en mi piel.

    Mas cuando se enfurece siento respeto, ya no es hora de jugar, sabe ponerse serio, ruge y me aterra su mal humor, es hora de huir, volar como lo hacen las gaviotas, es entonces cuando pienso "un da te abandonar", y sueo con otros lugares del interior donde existen girasoles en los campos y no se escucha gritar a las gaviotas por las maanas enloquecidas cuando llega un barco cargado de pesca, un lugar donde no encuentre una gaviota apoyada en el alfeizar de mi ventana al amanecer, mirndome fijamente, amenazante, con ganas de entrar en mi casa a travs del ventanal, all esperando y gritando.

    Oh, mi ocano Atlntico!, amigo y enemigo, cunto me haces disfrutar y cunto me haces sufrir!, maldito! Cuntas veces pens en abandonarte!

    Mas no lo consigo y siempre regreso a ti, porque cuando no te siento, mi ocano querido!, te aoro, aoro tus besos salados de la maana, aoro el re-flejo del sol en tus aguas, esa luz embrujada, insinuante, que parpadea cuando la desprendes, tu sonido que relaja mi alma como un dulce rumor, tu olor pene-trante a salitre que trae consigo el viento, y el atardecer!, observando tras las dunas como juegan los delfines. Cunto aoro las gaviotas en mi ventana! y sobre todo aoro ese banco del paseo donde me siento a mirarte durante horas y horas, con mi cuadernillo en la mano buscando tu inspiracin, tan cerca de mi hogar, tan cerca de mi corazn.

    Aquella maana observ, plcidamente, la aurora en un da esplndido de primavera, la luz era clara y la brisa suave, el da estremeca por su belleza cuando partamos sin rumbo fijo, y al momento nos encontrbamos en un puerto de montaa. Tortuosa carretera al borde del barranco, vea con malestar la pared de la roca muy pegadita al coche, sudores recorran mi cuerpo y al otro lado se vea el mar, las aguas del norte, cristalinas y traicioneras; conti-nuamos por la estrecha carretera, de pronto apenas caba el ancho del coche.

  • 49

    Imposible dar marcha atrs, el cieno, las curvas. El conductor aceler y camos literalmente en el siguiente tramo, el camino bajaba y llegamos a la playa, entonces el mar ya no estaba a la izquierda sino a mi lado, la marea comenzaba a subir y las olas atacaban las ruedas del coche, se nos echaban encima; temiendo el efecto tsunami, me imaginaba una ola enorme que nos atrapara y nos llevara mar a dentro, esa fiera me asust, cuntas vidas te has cobrado!

    En unos minutos aparecimos en el puerto, estbamos salvados. All apar-camos el coche, angustiados, con el rostro desencajado.

    Era un da de descanso para los pescadores, la gente paseaba, otros des-cansaban tranquilamente en las terrazas de los bares del puerto, se acumulaban las redes de los pescadores y las cajas vacas de pescado; temblando, como salidos de un naufragio subimos a un barco.

    Regres a casa; delante de mi playa, sentada en un banco del paseo marti-mo, mirando al mar y escribiendo estas lneas, disfruto de l mientras le hablo. Eres un amor imposible, le digo, y l me contesta con un suave y amoroso rumor, mientras plcidamente, me inspira, me parece or mi voz dicindole: Nunca me alejar de ti.

  • 50

    PRIMAVERA EN INVIERNO

    por cRisTina elba FasanelliCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Hoy que ha llegado el inviernomis manos no sienten fro,porque acaricia mi piel,la primavera que vivo.

    El sol le prest a juniola ternura de su abrigo,yo, tengo el sol de tu pielcomo leos encendidos.

    Recorriendo las estrellas,sediento mi corazn,descubri latiendo el tuyocon idntica pasin.

    Y sin preguntarme nada,tu voz, tan slo escuch,y me llev calle al cielo,a encontrarme con tu amor.

    Por eso, no tengo froabrigada de pasin;amada, con tus cariciasme siento duea del sol.

    Tu aliento es como la saviade l se nutre mi amor,tu respiras y yo vivo,tu duermes,y sueo yo.

  • 51

    POESA EN DILOGO

    por paula FelgueRasCiudad Autnoma de Buenos Aires

    III

    Te gusta cuando te toco as no?Tengo que decir que s?No, tens que decir la verdad.No, no me gusta.Te encanta.Me vuelve loca.Cerramos en que te enamora?Te enojaste?

  • 52

    YA NO ESTAS

    por RodRigo FioTToCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Como gotas ruedan por mi cuerpo desnudo,jugando a su juego en su idioma mudo.Hijos del racimo,lo claro y lo oscuro.Pintados de sollos gajos maduros.Arden en mi piel,fermentan sin rumbo,derriten mis clulas,eclipsan al mundo.Azcares vierten su magia fecunda,mutan en alcoholes,me empapan e inundan.Brillo encapsulado.Esfricos astrosbrillando en las viasde mi cuerpo santovierten en mis labiossus lquidos msticos.Cpsulas de vino,tragos del destino.Y un dejo de nostalgiadibuja en el paisajede nieves y montaasde tiznes y equipajes.Qumica exquisitarevuelta en mi boca.speros taninos que al misterio evocan.Zarcillos que enrazanla luz en mi pelo.

  • 53

    Gotas que sensualesvan tiendo al suelo.Ya entregada duermoen el sueo estival.Borracha en el aire,desnuda, sensual.Me vuelvo sarmiento,me entrego latente.Dejo que me inunde la savia incipiente.Soy yema, soy brote,soy enredadera,semilla, races,pmpanos, madera.Bayas hechas pulpamatizan mis pasosguiando el senderode mis pies descalzos.

  • 54

    LA LTIMA ENSEANZA

    por seRgio FloRezCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Lo ltimo que recuerdo antes de eso, es que sal volando por el aire y choqu contra algo rgido. Cuando recobr el conocimiento, apenas poda escuchar lo que pasaba a mi alrededor. Slo unas voces lejanas, murmullos ininteligibles que me rodeaban y gente que me llevaba por delante desespe-rada. La cabeza me dola, senta como si me hubiera tomado una botella de whisky entera en tres segundos. Me llev la mano a la cabeza y sent algo viscoso y tibio. Era la sangre que brotaba de mi frente y, en ese preciso ins-tante, cuando todava trataba de entender qu haba sucedido, gir mi mirada y los vi. Los cuatro tipos ms enormes y extraos que jams cruc en toda mi vida. Estaban arriba de unos caballos imposibles, inverosmiles y bajaban de un cielo rojo fuego. Nunca fui muy religioso as que no entend muy bien lo que estaba pasando en ese momento. Slo saba que tena que salir de ah lo antes posible. Hombres, mujeres, nios, viejos, perros, gatos, el mundo entero corra con desesperacin y yo no iba a ser la excepcin. Me levant del suelo y trastabill los primeros pasos. Escuch una fuerte explosin atrs de m, a unos 25 30 metros de distancia. Estaban ah noms, esos cuatro tipos que haban bajado de las nubes ms raras en la historia de la humanidad. Con cada paso sent como mis piernas volvan a recuperar su fuerza original y, de a poco y a codazo puro, fui dejando atrs hombres, mujeres, nios, viejos, perros, gatos, el mundo entero. Recin cuando estuve a varias cuadras de distancia de aquel pandemnium, y con el corazn galopando a mil pulsaciones por segundo, record aquella ltima frase de mi abuelo Ral. Todos pensamos que haba sido un balbuceo, un delirio producto del ACV que finalmente lo llev al ce-menterio, tres das ms tarde. Y entonces entend cunta sabidura encerraba ese destello final de lucidez. El fin del mundo te encuentra en zapatillas. Gracias, abuelo.

  • 55

    A TI

    por sTella maRs FonTanaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    A ti que te di mi amor.A ti que te di mi vida. A ti que te di mi alegra.A ti que te di mis lgrimas.A ti que te di mis labios.A ti que te di mi boca. A ti que te di mi cuerpolleno de pasin y de amor.A ti te pregunto: qu pas?

    A ti que te cont mis miedos.A ti que te cont mis proyectos.A ti que te cont mis secretos.A ti que te cont mis fantasas. A ti que te cont mis deseos.A ti te pregunto: por qu?

    A ti que te crecuando me contaste tu vida.A ti que te segu los pasos.A ti que te entregumi mente, mi alma y mi corazn. Hoy te pregunto: por qu?

    Por qu siento que no fui querida?Por qu siento que no fui mimada?Por qu siento que no fui deseada?Por qu siento que todo fue una mentira?Por qu siento que nunca fui amada?Que no hubo poemas,que no tuvimos canciones,que no tuvimos los mismos sueos.A ti hoy te pregunto: por qu?

  • 56

    EL RELOJ

    por jon holben gallego osoRioCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Despus de varios aos de soledad, decidi darle una nueva oportunidad al amor, el tiempo haba curado ya la herida de la ausencia mal querida del abandono.

    Era un gran partido, un hombre hermoso, rico, educado y prcticamente un prncipe; qu ms se podra pedir?

    l entr por la puerta del restaurante luciendo un elegante traje de famo-so diseador, busc rpidamente con la mirada y con una sonrisa amplia se acerc a ella encantador, descorri un poco su manga para corroborar la hora. Era la pactada.

    Ella ya estaba enamorada, haba sucumbido ante las mieles del amor.Pero al notar su reloj palideci, su sonrisa se desdibuj, lo mir atnita,

    sinti que todo se derrumbaba y no pudo disimular su enorme dolor; quiso correr pero sus piernas temblaban, entonces, impotente, llor amargamente.

    Quera darle algo nico e irrepetible, ella lo amaba ms que a su vida y no le importaba el costo de aquel regalo. l era el hombre que amaba, su alma gemela, la verdad de su vida Eran tan felices! Y la ocasin lo ameritaba.

    Celebraban el triunfo de su amor, la sobrevivencia a la barbarie, el retorno al hogar.

    Ella lo haba comprado para aquella fecha especial, Patek Phillipede oro blanco, nico. Para l, con sus iniciales, no haba otro igual.La ltima vez que se vieron l lo llevaba puesto, nunca se lo quit despus

    de aquel da.Habra sido cierta aquella historia, sera ella?Era una oportunidad nica para l, entrevistar al polmico Prncipe de

    Soria, decan que era un villano, un ser cruel y egocntrico; aunque aparentaba ser un docto intelectual.

    Sera verdad todo lo que decan de l? Era tan brbaro como geman en su reino?

    No volvi a saber de l en varios aos, en vano lo buscaba. Hasta que por casualidad, cuando una tarde ella hablaba de aquel hermoso reloj que le

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    obsequi a su esposo, el marido de una de sus amigas -que haba sido oficial del ejrcito del Prncipe- le cont algo ocurrido que podra ser casualidad.

    Unos hombres haban sido cruelmente fusilados por orden del Prncipe, tirano inderrocable. Gente de su pueblo que pedan sus derechos.

    Nadie pregunt, nadie escuch, nadie sobrevivi a la masacre de aquella madrugada en que la sed de genocidio punzaba en el vientre real.

    El mismo Prncipe estuvo all para dirigir la ejecucin a su orden. Un soldado al levantar los cuerpos observ un hermoso reloj en la mueca de uno de los cados; lo tom y se lo ofreci al soberbio Prncipe como regalo.

    Era tan especial aquel reloj que el Prncipe quiso saber la historia de aquella pieza de arte nica.

    Cuentan que se propuso conquistar a la viuda de aquel cado por su fino gusto para hacerla su reina.

    Aquel elegante Prncipe lo porta en su mueca hasta la fecha con orgullo.(ltimo reportaje de guerra en tiempo real de otro periodista cado).

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    ALFONSINA

    por seRgio omaR gaRcaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    A Alfonsina Storni.

    El cuerpo duele, pero ms duele el alma,cuando grita en silencio rogando la calma.Las noches fras arrebataron tu esencia,durmindote el alma que de tantas penasadelantaron lo vido de tu partida.

    No encontraste razn y te desnudaste en gajos,y a la distancia, entre paisajes lejanos,viste tu figura envuelta en retazos blancos.La paz acariciando tu rostro,y un silencio callando tu voz.

    Ahora tus ojos ya no tienen tristeza,volaron tan lejos como tus golondrinashasta el paisaje de tu Suiza,lleno de montaas con el sabor de tu niez.Tu audacia y tu amor, fueron smbolo de tu tesn,en tus poemas del alma y tus cartas de amor.

    Te enamoraste del mar y su grandeza.Siguiendo a la luna frgil hundindoseen el horizonte arrebol.Entre cielo y marsuspiras perenne en tus versos.

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    LA CONFESIN

    por leda auRea gaRRaFaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    El hombre haca rato que se retorca en ese camastro sucio y desarregla-do. Giraba sobre s sin poder conciliar el sueo. Con los ojos bien abiertos permaneci tendido mirando el techo, pero cada tanto, la necesidad de cubrir su visin lo llevaba a ejercitar un repetido movimiento de sus brazos. As, las manos emulaban a los prpados, luego, un quejido brotaba de su boca. Un instante despus, giraba sobre s para quedar ahora sentado, con las piernas separadas y los codos apoyados en sus rodillas. Nuevamente se repeta la su-cesin de gestos. El tiempo pasaba y las gotas de sudor modificaban el aspecto de su rostro, mientras la noche se deshaca tras su ventana.

    Por la maana, recorri varias veces el camino del lavatorio, y enjuag su cara con agua fresca y la sec con la toalla envejecida y rota que colgaba inerte. Cuando el reloj marc las nueve, se puso la campera y sali, mirando inquieto hacia todos lados. La cabeza inclinada hacia adelante, y un breve mo-vimiento del mentn hacia derecha e izquierda lo acompaaron hasta la iglesia.

    Cerca de la puerta, volvi a mirar a cada lado de la calle desierta. Cuando entr, not que una anciana tpica, de cuerpo pequeo y andar lento, abando-naba el confesionario. Rpidamente, tom su lugar.

    Respondi nervioso a las indicaciones del prroco, y cuando ste le pre-gunt que quera confesar, profiri, lentamente, entre gotas de sudor, el senti-miento de inquietud y el hecho que lo perturbaba: haba matado a "Cgorrin".

    El desdichado haba sido su compaero de juegos cuando nio, pero lo molestaba desde haca mucho tiempo con su sexualidad diferente y cada vez que lo tocaba, entre risas, entre bromas, le produca una irrefrenable sensacin de suciedad que lo atormentaba.

    Durante los ltimos das, se haba sentido expuesto por esta amistad y complicado por la cercana. Nada justificaba el crimen de su amigo, pero l no haba podido tolerar la vergenza, se haba sentido como contagiado y en la mira de todos en el pueblo.

    Por eso, urgido de dar fin a la situacin, urgido de salvar su nombre, de blanquearlo, haba pergeado un plan para matarlo, arma en mano, durante la noche. Los que crean que deba hacerlo, no lo acusaran, guardaran un silencio cmplice en reconocimiento. Los que tenan otro pensamiento, no lo

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    haban visto y estaran ocupados largo tiempo llorando al muerto. Quedaba l, que deba callar a favor de s mismo, mientras lloraba por dentro la prdida de ese "otro significante" enredado con l en los prejuicios del pequeo pueblo.

    El sacerdote por un instante dud, se le escap un gesto, luego un gemido. Tras eso retom la rutina del sacramento, le indic la penitencia acostumbra-da, y culmin la ceremonia como haba aprendido, como deba hacerlo, como Dios manda.

    El hombre se levant, pareca sentirse mejor, y se desplaz con el comn bailoteo de sus piernas hasta el fondo de la iglesia. Se arrodill, y antes de iniciar las oraciones llam su atencin el hecho que el sacerdote no saliera del confesionario aunque ya no haba nadie.

    Comenz en voz muy baja su penitencia, pero el desconcierto de la demo-ra lo distraa. Evoc el momento en que cont lo sucedido, y trajo a la memoria la reaccin del pobre prroco, atizado en su humanidad. Se pregunt si habra retomado la confesin convencido de que deba hacerlo o temeroso de l.

    El cura an no sala del confesionario y l estaba ya casi al fin de su acto penitente. Hizo la ltima oracin y cuando se puso de pie, sinti la necesidad de acercarse al confesionario, de asomarse.

    El sacerdote tambin se asom, y lo mir levantando la mirada con cierto desdn. Sera que el "pinche" padre no guardara el debido secreto de confe-sin? Sera que lo entregara? Quiz el hombre, apenado por la muerte, por el muerto, haba superado el deber ser del cura?

    Entonces, grit:Padre, su bendicin!El sacerdote se puso de pie. Antes de que estirara por completo sus pier-

    nas, el muchacho ya haba disparado por segunda vez el arma que ni siquiera sac de su bolsillo.

    Afuera, tal vez la calle segua desierta.

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    PRESENCIA

    por FloRencia soledad gaTellCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Vivo rodeada de cemento;paredes y pisos revueltos por el tiempo.Vivo en la nota de una melodaque es el silencio.

    Vivo.

    Vives t?

    Te asombra lo clido del da, lo s, como entiendo que te asustael abrazo de mis ojos.

    Digo.

    Qu dices? Lo intentamos?

    Poco callas cuando hablasy te sientes en la obligacinde acortar las centsimasde mi olvido.

    Veo.

    Lo ves t?

    Poco s si has de observarla estela de mi voz arrebujadaen la noche, que es tu refugio.

    Poco.

    Muy poco entiendo

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    sobre ti.

    Pero cada da, sin que te des cuenta,habito en la lejanade tu pensamiento.

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    AQUELLA SOLEDAD

    por Rubn geRvasoniCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Condeno aquella soledad y el escarmientocuando grises mis sueos y secretos.

    Y aun as volv a besar el diario encantode las calles,a acariciar mi cara de lunas.

    En laberintos donde el silencio abruma,donde tropiezo con todos mis latidosno dejo de ver, lejos atrs, pidiendo por el nio aquel de los portazos.

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    GENTE DE LA TIERRA

    por eduaRdo daniel gonzlezMendoza

    Est en la cima del horizonte que es suyoy que pronto ser usurpado; desde all todo lo contempla.Usa plumas como las aves y colores como los del cielo cuando se une a la tierra.Si llueve que el agua bae su penachoy su espalda guerreraque con sumo placer deja. No teme al huinca que coloniza, se que se creeel nuevo Inca, se que es irreverente ladrny sanguinaria bestia.

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    EL PJARO

    por maRa joseFa gonzlezBuenos Aires

    No fue un da comn de esos en los que me dedicaba slo a realizar tareas domsticas, pues el destino me tena preparado algo que jams olvidara.

    Llegu a casa a eso de las siete de la tarde, cuando la penumbra comen-zaba a notarse. En la ventana de la cocina se vea una silueta que me resultaba desconocida. En puntas de pie y en la oscuridad, me acerqu temerosa y des-cubr con asombro, que aquella silueta era la de un pjaro gigante con pecho amarillo y plumas de hojalata.

    l me miraba desafiante, no entenda, por qu. Me limpi los ojos y volv a mirarlo minuciosamente. No haba duda, se

    trataba de un pjaro muy especial. Me pregunt de qu lugar habra venido. Si de la selva misionera, del amazonas o, quizs, de algn lugar lejano de la tierra.

    Tena ganas de verlo ms de cerca, pero me era impedido. Entonces, retro-ced unos pasos y me tropec con algo que mi vista no divisaba correctamente por la oscuridad que haba en la cocina. Encend la luz y pude ver el objeto con el cual haba tropezado, me inclin a recogerlo.

    Era una pluma de hojalata. No saba que las plumas de hojalata caan como las hojas de los rboles cuando comienza el otoo. Mis dedos, al tocar aquella rara pluma, sintieron un gran dolor, como si se transformaran en alas de hojalata de diferentes tamaos. Mi psique viajaba a gran velocidad como nunca lo haba hecho.

    Qu significado tena todo sto? Qu me quera trasmitir el gran pa-jarraco? Tal vez que llegaba el fin de mis das? Mi incertidumbre era total.

    Dos das despus, comprend el significado de aquel episodio. El pjaro extrao haba venido a anunciarme la muerte de mi padre.

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    UN VERANO

    por alicia gonzlez alaRcnSanta Fe

    Haba pasado mil veces por la vidriera de la zapatera. Mil veces conside-r el precio despus de haber decidido que ese par de sandalias negras seran de ella.

    Consider la posibilidad de la compra con su hermana. Para obtener san-dalias, ese verano, el pedido lo hara a su madre.

    El dinero lo traa el padre a casa, l era un laburante de tiempo completo. Pero la madre, ama de casa a full, lo administraba concienzudamente.

    Sin ninguna argumentacin, se dirigi a la madre. Ms que un pedido, era un comentario en donde la decisin estaba tomada por la adolescente. No era comn esa actitud a mediados de los sesenta.

    -Podramos comprarnos unas sandalias que hay en la zapatera de ac a tres cuadras

    -Cunto cuestan?-No s pero-Cmo son?-Negras, con cordoncitos y suela de goma. -Bueno, pero les doy para un par para cada una.-Es que no s cunto valen.Con la hermana se llevaban un ao de diferencia, ya saban que las que

    ella eligi, eran caras. Dinero en mano, caminando casi a las corridas, en pleno verano, llegaron a la zapatera del barrio.

    Fue medrselas, y saber que la estaban esperndola a ella, no a su her-mana. Adems era cuestin de ponerse de acuerdo. Entonces, clav la mirada decidida:

    -No nos alcanza para dos pares.-No pero a m no me gustan, a vos te quedan lindas. Yo quisiera otro color

    y otro modelo.-Y qu hacemos?No haba muchas posibilidades. Salieron rumbo a casa. Ella llevaba la risa

    en la cara y la caja en brazos.

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    Cuando la madre vio una sola caja, le cambi la cara.-Qu pas? -Mir mami, son hermosas, me las compr con toda la plata, ella dice que

    espera al mes que viene, cuando haya otro modelo.La felicidad de ese par de sandalias que tan bien le quedaban, se agri al

    ver el gesto en el rostro de la madre:-Siempre la misma, vos.

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    SIN RETORNO

    por Yamila hamad sucaRiBuenos Aires

    Siento un miedo muy oscuro,tan difcil de explicar.Que corre por mis venas,navegando sin parar.

    Manifiesta sensaciones,que no se pueden olvidary cuestiona esas heridas,que aunque duelan, ya no estn.

    En la cara me sonres,pero lloras por detrslos pauelos en tu armario,siempre secos estarn.

    Si te duele, has vivido.si hoy te duele, sanar.No hay ms cura que el olvido.y el tiempo ayudar.

    Si me dices que has venido,para irte nada msel camino ser se,y despus no hay vuelta atrs.

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    DESATINOS

    por saRRi hawnzCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Pisapapel pisando letrasescaramuza con mis dentrosperpetuidad de malabaresequilibrista malavieso.Arcos en iris tienden puentesde mis mirares alunadosbuscando un sol de amanecerespara pintar parapintando.Brincabordeando las cornisasdesacordarlos deberas...Quien mal empieza mal tropiezaentre decires y poesas.

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    UNA MAJA EN MI MENTE

    por hugo eRnesTo heRediaCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Mi cuerpo lgido desfallece, y nada logra hacer, slo dejar puesto un candado.Si errar, suena a pecado, a un amor abandonado, que piedad he de pedir Dios, por tenerle a mi lado.

    Mi oxgeno se ahoga en piras ardientes, y los mares aun cuando lo intenten no cegarn la idea, que tus ojos como ocanos voraces te defienden, mas tu piel sedosa, maja ma te viste.

    Corriendo de tu boca me descuelgo, y planeo en vuelo como un ave, y me pierdo en tus senos, que se tornan dos panes de azcar modelo...

    Que morir no quiero, menos sin comer tu rosa de candor y fuego, y mira esta simpleza de alma, que por ti se desviste como canalla.

    Seguro estoy en un sueo. No me despertis por Dios os ruego. Que llegar la maja sigilosa, sumndose al ruedo.

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    MIRADAS

    por maRio heRnndez beRTaRioniCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Al fin nos hemos encontrado,en medio de tanta gente que camina errante y no mira a los ojos.Mientras, t y yo, nos miramos fijamente sin decir ni una palabra.Una palabra arruinara el secreto que yace en tu mirada.Ansiada paz que todos pensamos, Pero que slo yo he encontrado en dos ojos de clido caf que encierran aventura.Ahora estamos aqu,anuentes por la palabra que nos destruya opor la mirada que nos una.

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    HISTORIA DONDE DOS TRAZOS COMPARTEN UNA FORMA

    por diego maRTn lanisCiudad Autnoma de Buenos Aires

    El encuentro en la confitera no se hizo esperar. Haban pasado tres ve-ces que l se fue cansado de esperar. Para cuando ella se decidi el ya haba partido. Sola en el caf, garabateaba dibujos sin sentido. Hasta que, se detuvo en uno. Coincidi con su vista levantada y la mirada atenta de quien esto escribe. Chist, chist, chist, mir por la ventana, le digo al personaje. Est por llover. Cmo sabs?, me pregunta. Desaparezco y la desconcierto. Si llor nos vamos a mojar todos. Ahora, s quedo suspendido y oculto. Pierdo el hilo de mis protagonistas. Llora y llora. La servilleta es celeste y le dibujo un sol. Asoman debajo de l dos dientes que son el comienzo de algo distinto. Termina su espera. Lo que haba pedido a medio terminar. Tres croquis deja como toda seal. No, me animo a tomarlos. Los espo. Un crculo dentro de un corazn y una lnea recta como tangente. Es arquitecta, que edificio? Un momento. El corazn dice otra cosa. Esta mujer va a dar a luz. Me alumbra y estoy a oscuras. La lnea es el llamado del amor. Su historia es ms fuerte que mi imaginacin. Se impuso. La vida que da vida y genera alegra. Los trazos que se unen dibujan la historia de cada uno. La de la ilusin para ella. A m la del escritor omnisciente. Que quiere formar parte del juego. Juego?

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    LA CONGOJA

    por joRge albeRTo lavezzaRiCrdoba

    Armando observa el lo de ropa tirado en una silla y en la mesada un montn de vajilla sin lavar. El da es opaco y gris; la llovizna no cesa de llorar sobre su techo, su soledad y su tristeza. Esas claustrofbicas paredes lo obligan a huir y decide aislarse en algn lugar de las montaas.

    Su automvil atraviesa un lugar umbro y una brisa fresca lo acaricia; antes de que amaine aspira profundamente y por un momento parece reconci-liarse con la vida, a pesar de esa angustia que lo oprime.

    Mientras consume el camino, los fantasmas del pasado comienzan a hostigarlo. Laura apareci un da de la nada en su vida y l se enamor per-didamente.

    Recuerda aquel atardecer en el mar. Sus manos exploran frenticamente su cuerpo increble, el sabor de la sal en su piel, potencian sus deseos de amar-la. Despus de un beso largo y apasionado, una ola los arroja sobre la arena donde ruedan jugando como dos chiquilines.

    La ruta se torna sinuosa, a un costado los precipicios son cada vez ms peligrosos pero l los ignora; una sucesin de imgenes, como postales tristes, ocupan caticamente sus pensamientos.

    Ella se despidi un da, tan etrea como cuando lleg. A l se le diluyeron las ilusiones con la desesperanza de su partida. Un tiempo despus, infinita-mente solo, el vaco y la tristeza se aduearon de su deseo de vivir.

    Acaba de arribar a la parte ms alta de los cerros. Extenuado por conte-ner tantas emociones, detiene su coche a un costado del camino y se toma un tiempo para observar la imponente vista que le regala la montaa.

    De un lado le da lmite a la ruta la pared lisa de un tajo hecho por la na-turaleza y del otro se abre una hondonada ancha y profunda, de un valle que sobrecoge por su vastedad y un silencio tan opresivo que lo obliga a meditar.

    Luego de un intenso coloquio interior, Armando cree que lleg el momen-to de tomar una determinacin:

    -Pens que mi mal no tena remedio -se dice con irona y en voz alta. Extasiado observa un rato ms el soberbio paisaje y el abismo. Despus,

    le da arranque al motor de su automvil.

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    NOSTOS

    por maRTa ledRiEntre Ros

    Volvamos despus de mucho tiempocon las velas del alma desgarradas.Quebrantada la quilla de la vida,sin remos por el mar de la nostalgia.

    Regresbamos al puerto de la infanciadel que un da partimos tras quimeras,la taca natal nos asfixiabay zarpamos buscando primaveras.

    Los soles de los das nos tatuaron;el infinito azul borr la costa.Una lcera de sal llag el llamado,y el rito del adis ancl en el muelle.

    Los designios de Eolo dispusieronarrojarnos de la ruta compartida.Un desencuentro de olas dividala promesa inicial de travesa.

    Y qued abandonada en una orillala marea te alejaba irremediable.Fue vano que gritsemos el nombre,el bramido del viento lo acallaba.

    Cada uno sigui viaje por el mundo.Ms pronto comenzaron odiseasen el ponto turbulento de la vida.La tormenta me arroj contra CaribdisEscila me esperaba agazapada.

    Encallada entre cinagas de lotofui tentada por el fruto del olvido.El narctico manjar calm mis ansias

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    y un letargo me sumi en el sinsentido.

    En tanto por la ruta de otros maresPoseidn te condujo hacia Calipso.En la isla de Circe te entregasteal culto de placeres revividos..

    Cuando al fin el decreto de los diosespermiti que concluyeran las ausenciasno encontraste a una Penlope tejiendosino a otra aventurera avejentada.

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    TIEMPOS VERBALES

    por alejandRa elisa lpezRo Negro

    Romn fuma sentado en su silln de ratn. El humo lo envuelve como la niebla de otoo. Desde el balcn del piso 20 mira las barcas nocturnas que cruzan el ro hacia las islas y respira profundo la oscuridad de la noche.

    Pasado. Presente. Futuro. Nunca aprendi las conjugaciones verbales. Para qu?, acaso la vida no es presente continuo? Un eterno ahora?

    Ahora, inmerso en el trabajo. Ahora, mdico prestigioso. La soledad es una necesidad. Nadie debe perturbar el triunfo, el reconocimiento. Ahora, el amor de Luca lo llena todo. La vida cobra un sentido inesperado.

    Otra vez solo. El olvido es presente continuo. No puede recordar cuando estaba con ella porque ahora no est. No la encuentra en la esquina de la cama. No la puede tocar en el borde del deseo. Luca es as. Bella. Impredecible. Lejana...

    Romn Gimnez est indefectiblemente, interminablemente solo, fuman-do, sentado en su silln de ratn. Mira el infinito, los barcos en el puerto, el puente iluminado, el ro que corre bajo la noche silenciosa.

    El humo del cigarrillo escapa hacia las estrellas y piensa que es hora de empezar otra vez. Ahora s, cerca del amanecer quiere, desea profundamente aprender a conjugar su vida en tiempo futuro. Ahora s, tiene la certeza de que podr recobrar, quizs, parte de su pasado.

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    SIN SENTIMIENTO

    por jos R. lpez zambRanoCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Cual ave que pulula en el vientoaleteo, vuelo raudocauteloso el instanteexpresas inquietudesde plumas encarceladasprestadas al tiempo.

    Emociones de alquilerse dispara tu miradadesbordante y frgil serternura y ansiedad,sin sentimientos.

    Delicada piel de asbesto,respiracin ruidosa, espantocirculas por la vida, ausenteperdida, le atinas a la mente.

    Mi pequea ilusin, mi aurora, mi oscuridad,mi miedo, mi tempestad.

    Te escurres en las miradasde extraos amigoscamuflaje, tu integridad, en colores y alegrasfranca devocin de pecadores.

    Me mandas al infiernosonres, no me contengo,hermosa dama, tu pualse clav en mi corazn,sin sentimientos.

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    SIGUE ADELANTE

    por johana anah luna FaRasCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Devastada era la palabra perfecta para definir su estado emocional en aquellos momentos. Todo estaba mal y ya no le quedaban fuerzas para seguir. Esa maana le haban entregado la nota del examen para el que se haba prepa-rado durante dos largas y estresantes semanas, desvelndose durante noches. Ahora poda ver que tanto sacrificio haba sido en vano, ya que frente a sus ojos brillosos por las lgrimas poda ver el 4 que anunciaba su fracaso.

    Eso no era todo, ya que durante esas benditas semanas se haba negado a salir con su novio en varias ocasiones por el estudio. En un principio, l haba entendido sus razones pero luego comenz a insistirle nuevamente para que salieran, para distraerse.

    Como si ella tuviera tiempo para hacer semejante cosa. El hecho de que no la entendiera los haba sumergido en una angustiante discusin por la cual ahora no se dirigan la palabra. No era el mejor momento para pelearse con el que haba sido su mejor amigo durante aos. No ahora cuando su abuela, la nica que le quedaba, luchaba por su vida.

    Haca catorce das desde que la haban internado y las cosas no parecan mejorar. Pero su abuela era una luchadora y no se rendira tan fcil, no sin antes dar pelea. Su abuela siempre haba jugado un papel importante en su vida, le haba enseado mucho y ahora que la vida se empecinaba en tratar de quitrsela, Lourdes senta que estaba muriendo por dentro.

    Pero, no poda darse el lujo de ser dbil, tena que continuar con su vida, con sus estudios para construirse un futuro. Pero cmo poda continuar con su vida cuando toda su vida estaba postrada sobre una cama muriendo? Y qu si no quera un futuro en el que su abuela no estuviera incluida?

    Cuando juntaba las fuerzas suficientes era capaz de reconocer que las razones de su fracaso, de la pelea con su novio y todo lo que estaba mal con su vida conducan al estado crtico de su abuela.

    En el fondo saba que no lo haba conseguido porque mientras memo-rizaba esos aburridos textos, su cabeza y su corazn se encontraban con su abuela. Mientras que por el otro lado, saba que si estaban peleados con su novio era por su culpa, ella haba sido la que lo haba tratado mal. Lo que l no entenda realmente era que ella no poda ser ayudada, no haba nada que l

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    pudiera hacer para acabar con el dolor con el que ella deba convivir a diario. No haba distraccin alguna que pudiera sacar de su cabeza y de su corazn la posibilidad de perderla.

    Mientras caminaba a casa slo poda pensar en una cosa: dormir. Mien-tras dorma era el nico momento del da en que su cabeza dejaba de taladrarle con pensamientos angustiantes. Lleg y fingi una media sonrisa para su madre que la esperaba con la comida preparada.

    -Ests lista? -le pregunt su padre mientras coma.-Para qu? -le pregunt sorprendida.-Iremos a ver a tu abuela, el mdico llam, est mucho mejor de lo que

    cualquiera de ellos hubieran imaginado.Entonces, Lourdes sonri por primera vez despus de catorce intermina-

    bles das. Fue una sonrisa genuina porque ahora tena un verdadero motivo para sonrer; porque haba esperanzas; porque su abuela estaba luchando para permanecer con ellos; porque Dios no haba olvidado a su familia despus de todo, y haba escuchado sus plegarias.

    En ese momento, supo qu hacer. Llam a la primera persona a la que se mora por contrselo, su novio, y al oir su voz supo que todo estara bien.

    Su abuela una vez ms y sin proponrselo le estaba enseando una nueva leccin de vida y sta era: de nada sirve que te quejes por cosas insignificantes y te olvides de vivir; en lugar de concentrarte en lo negativo deberas enfocarte en las razones que la vida te da para sonrer, porque mientras algunos se que-jan de la vida muchos otros luchan para conservarla.

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    AL DESPERTAR EL VIENTO

    por gabRiel maRinoCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Al despertar el vientote arropate disfrazay los nidos se desarmanal or tu vozpasar. En secreto te observaas los rbolesas las floresmuestran sus silenciosen diferentes momentosdel da. Sin cuidado se posa en las ramasentre las hojasentre los pjarosescucha sus lamentosmientras tiende su mano para secar sus lgrimas. Al suspirar las espigas de trigose ondulanse quiebrany los murmullos se pronuncianal caer la nochefurtiva.

  • 81

    DIGO

    por maRTha elena maRTnezCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Las palabras juegan en mi boca,embriagadas, apretadas por salir.Ya quietas, enmudecieron en la tuya.Ay amor!, el dolor viajo con ellas.

    Si las tuyas hieren, aun dormidas,en las mas blsamo encontraras.Entre ellas, en silencio se deslizanpalabras mudas que no pronunciars.

    Si en cada despertar, duele tu ausenciaen mi letargo, imaginarte podry entre recuerdos y mgicos sueosen pensarte mo, amor... no dudar.

  • 82

    CENIZAS

    por pilaR maRTnez-caRRasco pRezCiudad Autnoma de Buenos Aires

    De ti slo me quedanunos calcetines pro-remiendos,la sed de un amor que no ha calado y el alma amoratada por tus golpes.

    No anuncio otro final anticipado,tan slo el apagarse de una llamaque me ha quemado lenta cada poro.

    Caer en los cristales de tu abrazo tropezando con cenizas de recuerdos.

    Pero no quedan minas que explotar en tu camponi miembros que amputarle a mi memoria.

  • 83

    MIS ULTIMAS PALABRAS

    por Rosalia evangelina miRandaTucumn

    Estoy frente a ti para decir mis ltimas palabras.Podra decir: te amo, jams te olvidar.Pero no s si despus de hoy siga amndote y podra hoy mismo empezar a olvidarte.Voy a decirlo, me sudan las manos, me siento muy triste, desencajado.Me tiembla la voz y caigo derrotado.Quizs sea mejor pensarlo.Pensar si te an te amo? Quin ha de creerlo?Tontas excusas de hombre desesperanzado.De alguien que no quiere llorar por fueraPero que por dentro est desarmado.Tengo que decir la verdad; decir que te he visto, que s de tu engao.Decir que aquella tarde ya te alejaste de m, Que no llor entonces lo que hoy lloro aqu.Pero mi amor, ests tan fra que no puedo evitarlo: Mis manos quieren calentar las tuyasy mis labios tocar tus labios.Pequea ma, ya lo he pensadoTe digo que te amo, como nunca he amado.No quiero arruinar nuestra despedida. Estas yndote de mi vida y no puedo hacerte ningn reclamo.

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    FOBIA FSIL

    por miRTa beaTRiz mooReCiudad Autnoma de Buenos Aires

    Mauri y sus benditas patentes! Llevaba aos tratando de pegarla. Aos llenando la piecita del fondo con intentos fallidos de inventos fallidos.

    Su taller no era ms que un gallinero abandonado devenido en galponcito. Y como buen taller, glido en invierno y trrido en verano, porque, al parecer, la amplitud trmica jerarquiza los ambientes donde germina la genialidad.

    Mauri tena ideas de hbitos nocturnos. Ideas celosas, que como buenas amantes, no cedan ante nada y lo seducan sin pudor, hasta llevarlo al taller.

    Si lo habr padecido Mercedes!, su mujer.l se levantaba a cualquier hora, se calzaba un par de ojotas viejas y

    chancleteaba hasta el patio con una linterna en la mano. Una vez en el taller, si haca fro encenda una tmida, casi terica, estufa de cuarzo. Si haca calor, haca girar al viejo ventilador de pie, de esos que slo desparraman tufo.

    Mercedes lo soportaba estoicamente. Le aport una familia. Lleg a su vida con dos chicos, chicos. De otro, naturalmente. Y Mauri los quiso a los tres. Y asumi, sin chistar, el papel de chofer de la casa.

    Tanto batall con sus diseos, que un da lo llamaron de Chile. Queran evaluar sus inventos. Cuando Mercedes se enter, trag saliva. Le cost cele-brar. Este viaje de su pareja servira para exponer uno de sus dficits: que a su