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  • Dostoievski escribi Los demonios, su novela deliberadamente poltica, entre1871 y 1872. Tomaba como punto de partida una noticia aparecida en laRusia contempornea: uno de los grupos nihilistas terroristas de la poca,La venganza del pueblo, comandado por un tal Nechaev, asesinaba a unode sus miembros, acusado de sopln y, muy probablemente, pordesobedecer las directivas del lder.Dostoievski, en esta ficcin, calificada por la crtica como el libro de lagran ira, se lanza con toda la vehemencia de la que es capaz a combatirla existencia de estos grupos revolucionarios. Profetiza a su vez sobre lasorganizaciones del terror que el siglo siguiente conoci en sus msperversas y variadas versiones.En los aos 50, Albert Camus dijo que los argelinos que enfrentaban a losmilitares franceses le recordaban a los nihilistas de Los demonios. Mediosiglo ms tarde, cuando cayeron las Torres Gemelas, volvieron acorporizarse los personajes de Dostoievski, esta vez como los terroristasislmicos que se inmolaron dentro de aquellos aviones. Los demonios tieney seguir teniendo ese efecto porque retrata como ninguna otra novela loms electrizante, terrorfico y paradigmtico de toda conjura: ese lugardonde la fe se cruza con el fanatismo, los fines se cruzan con los medios ylos posedos se topan con los vulgares mortales.La noticia de que un grupo nihilista de Mosc haba asesinado a uno de susmiembros hizo que Dostoievski se sentara a escribir Los demonios, unanovela que es un terrible ajuste de cuentas, tanto con los jvenes quequeran hacer la revolucin en la Rusia de 1870 como con el pasado comorevolucionario del propio Dostoievski, que haba sido enviado a Siberia veinteaos antes. Mximo Gorki dijo alguna vez: Los demonios es el msperverso, y el ms talentoso, de todos los intentos por difamar elmovimiento revolucionario de la dcada del 70.Es la tercera incursin de Fedor Dostoievski en la novela trgica. Las dosanteriores fueron Crimen y castigo y El idiota. Al poco tiempo suimaginacin afiebrada, militante y perseguida por acreedores completara elconjunto con El adolescente y Los hermanos Karamazov.J. M. Coetzee pone en boca de Dostoievski esta sentencia que bien puededar una clave para ingresar a sus demonios: Escribo perversiones de laverdad. Escojo los caminos ms tortuosos, me llevo a los nios a losrincones oscuros. Sigo la danza de la pluma. La lectura consiste en ser elbrazo y ser el hacha y ser el crneo que se parte; la lectura es entregarse,rendirse, no mantenerse distante ni burln. La verdad puede llegarnos por

  • caminos tortuosos, llenos de misterio.Algunos dirn que Los demonios es una novela panfleto, otros lafestejarn como una de las ms macabras y a la vez sarcsticasinvenciones del genio ruso. Nadie puede negarle su vigencia.

  • Fedor DostoievskiLos demonios

  • PRLOGOHermanados por el terror

    por Juan Forn

    En 1869, Dostoievski y Mara Grigorievna recibieron en su exilio en Dresde lavisita del hermano menor de Mara. El joven Snitkin, estudiante de agronoma enMosc, hechiz a Dostoievski con sus relatos sobre el movimiento nihilista en lasuniversidades rusas. Por esos das una noticia de la capital rusa escandalizaba alos socialistas de Europa: uno de aquellos grupsculos secretos, comandado porun tal Nechaev y autobautizado La Venganza del Pueblo , haba ajusticiado auno de sus miembros, por considerarlo un sopln de la polica. El cadver delestudiante Ivanov haba aparecido flotando en el Reservorio de Mosc, con lasmanos y los pies atados, cuatro balazos en el pecho y uno en la frente (el tiro degracia).

    Snitkin, que haba conocido bien a Ivanov, le asegur a Dostoievski que no lohaban matado por sopln sino por cuestionar las ideas de Nechaev. El episodiotermin de decidir a Dostoievski a hacer un ajuste de cuentas con su propiopasado revolucionario. En los cuadernos de notas de Los demonios dice que fue supropia generacin, con su europesmo libertario de juventud, la que habaengendrado a la joven generacin terrorista. Y que en su novela confluirn losrelatos del joven Snitkin, la cobertura de prensa del asesinato de Ivanov y suspropios recuerdos de la clula que integr en 1849. Lo que escribo estendencioso. Transmite sin ambages mi opinin a la juventud actual. Que mellamen retrgrado y vociferen contra m, pero voy a expresar con fuego cuantopienso , escribe en una carta de 1870.

    Es tan intenso y personal el duelo que libra Dostoievski contra Nechaevdurante la escritura de Los demonios, que en ninguno de los borradores del librofigura el nombre que le dara despus al protagonista (Piotr Verhovenski):siempre lo nombra como Nechaev, directamente. Esto llev al Nobel sudafricanoJ. M. Coetzee a escribir la novela El maestro de Petersburgo, donde el estudianteasesinado no es Ivanov sino Pavel Isaev (aquel hijo adoptado por Dostoievski ensu primer matrimonio), y Nechaev y su grupo cometen el crimen con el

  • propsito de atraer a Dostoievski hacia ellos: hacerlo abandonar su exilio, lograrque entre clandestinamente en Rusia y que acepte convertirse en el lder de todaslas facciones nihilistas rusas. Recordemos que Crimen y castigo y Memorias delsubsuelo eran parte del combustible que inclin al nihilismo a muchos de losjvenes pobres que desde 1865 haban logrado acceder a la universidad,llamados con sorna el proletariado del pensamiento .

    Lo cierto es que ningn otro escritor ruso de la poca dio a aquellosgrupsculos nihilistas la importancia que les daba Dostoievski. Ni siquieraTurgueniev, que era quien haba acuado el trmino nihilista en su novelaPadres e hijos, adjudicaba la menor capacidad de cambiar al mundo a aquellosjvenes conspiradores. Dostoievski, en cambio, sostena que, as como Occidentehaba perdido a Cristo por culpa del catolicismo, Rusia iba a perderse por culpade los nihilistas. Y los grandes culpables eran esos liberales en pantuflas, esosmiopes que se acercan al pueblo sin entenderlo , todos aquellos intelectualesterratenientes que simpatizaban con los jvenes extremistas, con Turgueniev ala cabeza. (Aunque Padres e hijos es ms ambigua que favorable al fenmenonihilista, Dostoievski hace una parodia feroz de Turgueniev en Los demonios: lopinta como un autor de moda de espesa melena, voz dulzona y vestuarioimpecable, que escribe nicamente para lucirse y que, relatando un naufragioque ve frente a la costa inglesa, dice: Miradme mejor a m, cmo no pudesoportar la vista de aquel nio muerto en brazos de su madre muerta ).

    La publicacin de Los demonios recibi crticas hostiles de gran parte de laprensa rusa: el furibundo ataque contra las ideas liberales les pareca doblementeinaceptable por provenir de un ex presidiario poltico que se haba pasado albando contrario. Y las dimensiones y el extremismo que dio Dostoievski a losconjurados de su novela les parecieron, a todos sin excepcin, excesivos,exagerados, inverosmiles.

    S: excesivos, exagerados, inverosmiles. A pesar de que en el juicio a losasesinos de Ivanov que fue contemporneo a la publicacin de Los demoniosse supo, por ejemplo, que el propsito oculto de Nechaev al ordenar el crimenfue unir ms al grupo a travs del terror. Tambin se cit profusamente de Elcatecismo del revolucionario, un panfleto redactado a medias por Nechaev y elmismsimo Bakunin en Ginebra un ao antes, que dice cosas como sta: Elrevolucionario es un hombre sin intereses propios, sin sentimientos, sin hbitos ysin propiedades; no tiene siquiera nombre. Todo en l est absorbido por un solopropsito: la revolucin .

    En aquel juicio se conden a casi la totalidad de los procesados (ochenta ycuatro estudiantes) al exilio en Siberia. Nechaev no estaba entre ellos: fue elnico de los asesinos que logr huir de Rusia (capturado en Ginebra a los pocosmeses, permaneci una dcada en prisiones suizas). En el juicio en Mosc, sus

  • reclutas contaron que una de las primeras tareas que tenan al ingresar en lasociedad secreta era memorizar un poema dedicado a la muerte del granrevolucionario Nechaev.

    Por esa clase de paralelismos entre los nihilistas de carne y hueso y losinventados por Dostoievski, Mximo Gorki escribi en 1906 (cuando Dostoievskillevaba ya veinticinco aos muerto y no era nada fcil en Rusia agenciarse unejemplar de la novela): Los demonios es el ms perverso, y el ms talentoso, detodos los intentos por difamar el movimiento revolucionario de la dcada del70 .

    Lo cierto es que aquella burguesa ilustrada que haba respondido conescarnio a aquel pronstico de Dostoievski en 1870 es la misma que, en 1917,huy al extranjero y all se sent a esperar el fin de la pesadilla bolchevique,jurando que Dostoievski lo haba vaticinado en su novela (tal como habaanunciado su advenimiento): Los demonios no permanecern en el cuerpo quehan penetrado. Llegar el da en que Dios los expulsar , se recitaban unos aotros.

    Cuarenta aos despus, Albert Camus dijo que los argelinos que enfrentabana los militares franceses le recordaban a aquellos nihilistas de Los demonios.Medio siglo ms tarde, cuando cay eron las Torres Gemelas, volvieron acorporizarse los personajes de Dostoievski, esta vez como los terroristas islmicosque se inmolaron dentro de aquellos aviones. Los demonios tiene y seguirteniendo ese efecto porque retrata como ninguna otra novela lo ms electrizante,terrorfico y paradigmtico de toda conjura: ese lugar donde la fe se cruza con elfanatismo, los fines se cruzan con los medios y los posedos se topan con losvulgares mortales (a propsito, Los posedos y Los endemoniados son los otros dosttulos que ha recibido esta novela en su traduccin a nuestro idioma).

  • PRIMERA PARTE

  • COMO INTRODUCCIN:Algunos entretelones de la vida del querido Stepan Trofimovich Verhovenski.

  • 1

    Puestos a dar comienzo al relato de los recientes y muy particulares sucesosocurridos en nuestra ciudad que hasta el momento no ha recibido ni hamerecido el mote de notable, considero oportuno, por falta de pericia,retroceder hasta una poca algo anterior y aportar ciertos detalles biogrficos apropsito del querido e ingenioso Stepan Trofimovich Verhovenski. Estos datosdeben ser entendidos como una introduccin a la crnica que aqu se ofrecemientras queda para ms adelante la historia que me propongo referir.

    Dicho sin rodeos: Stepan Trofimovich siempre haba desempeado entrenosotros un rol en cierto modo especial y, por as decirlo, cvico; rol quedisfrutaba con pasin, hasta un punto tal que me atrevo a decir que sin l nohabra podido vivir. No quiero decir con esto que fuera un histrin; Dios no lopermita, y a que le tengo un gran respeto. Es posible que todo sea cuestin decostumbre o, mejor dicho, de una propensin suya, tan notable como pertinaz, afantasear, desde la infancia y con agrado, sobre lo bello y lo cvico de suposicin. Por dar un ejemplo, se vanagloriaba siempre de su condicin de perseguido y, si se permite la expresin, de exiliado . Estas dos palabritasencierran cierto fulgor clsico que lo haba deslumbrado de una vez para siemprey que, elevndolo gradualmente en la opinin que de s mismo tena, terminubicndolo en un pedestal tan alto como lisonjero para su vanidad. Hay unaescena en cierta novela satrica inglesa del siglo pasado, en el que un tal Gulliver,que antes ha estado en el pas de los liliputienses donde los habitantes no pasabande tres pulgadas y media de altura, al volver a su tierra lleg a considerarsecomo un gigante hasta el punto de que, caminando por las calles de Londres,gritaba maquinalmente a los transentes y los carruajes que se quitasen dedelante y cuidasen de que no los atropellase, imaginndose que l segua siendogigante y los otros liliputienses. Por eso se convirti en el hazmerrer y en objetode tremendos improperios. Ms de un cochero zafio midi con su ltigo lasespaldas del gigante. Eso estaba bien? Hasta qu extremos puede conducirnos lacostumbre? La costumbre llev a un lugar similar al pobre Stepan Trofimovich,pero de un modo ms inocente e inofensivo, si as cabe decirlo, porque se tratabade un buen hombre.

    Yo me inclino a creer que hacia el final todos y en todas partes le olvidaron;

  • y, sin embargo, no cabe decir que antes fuera enteramente desconocido. No hayduda de que tambin l comparti algn tiempo el glorioso ideal de algunosprohombres de nuestra generacin precedente y de que en cierto momento aunque slo en un breve instante muchos irreflexivos de aquella pocapronunciaban su nombre casi a la par de los de Chaadayev, Belinski, Granovski yHerzen ste ltimo acababa de irse a vivir al extranjero. Ahora bien, laactividad de Stepan Trofimovich concluy casi en el minuto mismo en que habaempezado, como consecuencia, por as decirlo, de un torbellino decircunstancias coincidentes . Bueno, y qu? Pues que, como luego se vio, noslo no hubo torbellino sino ni siquiera circunstancias , al menos en esaocasin. Con gran asombro mo, pero de fuente absolutamente fidedigna, supehace das que Stepan Trofimovich no slo no viva entre nosotros, en nuestraprovincia, en calidad de exiliado, como solamos creer, sino que nunca estuvovigilado. Despus de esto, jzguese de lo vigorosa que es la propia fantasa!Durante toda su vida crey con sinceridad que era temido en ciertas esferas,continuamente, que sin pausa se le seguan y contaban los pasos, y que cada unode los tres gobernadores que en nuestra provincia se haban sucedido en losltimos veinte aos ya traa consigo, al llegar a ella para ocupar el cargo, ciertaopinin preconcebida respecto de l, sugerida desde arriba al drsele posesindel gobierno. Si alguien hubiese asegurado entonces a Stepan Trofimovich quenada tena que temer, se habra ofendido sin duda. Era, no obstante, hombre deaguda inteligencia y dotes sobresalientes, hombre de ciencia, si cabe definirlo as,aunque, bien mirado, en ciencia, bueno, para decirlo de una vez, en ciencia nohaba hecho gran cosa, y segn parece, nada en absoluto. Pero as sucedebastante a menudo con los hombres de ciencia aqu en Rusia.

    Regres del extranjero y consigui distinguirse como profesor de una ctedrauniversitaria hacia fines de la dcada de los cuarenta. No lleg a explicar msque unas pocas clases, aparentemente sobre los rabes; pero alcanz a defenderuna brillante disertacin sobre la creciente importancia civil y hansetica de laciudad alemana de Hanau entre los aos 1413 y 1428, as como sobre los motivososcuros y singulares de que tal importancia no llegase a cuajar. La mentadadisertacin fue un sutil y punzante ataque contra los eslavfilos de entonces, entrelos cuales se gan al punto un sinfn de enemigos acrrimos. Ms tarde despusde perder la ctedra logr publicar (en cierto modo por venganza y parahacerles ver lo que se haban perdido) en una revista progresista mensual, queimprima traducciones de Dickens y artculos de propaganda de George Sand, elcomienzo de un estudio sumamente profundo sobre las causas, al parecer, de lainslita rectitud moral, o algo por el estilo, de ciertos caballeros de no s qupoca. En fin, que desarrollaba conceptos de alto vuelo y excelencia nadacomn. Andando el tiempo se dijo que la continuacin del estudio haba sidoprohibida deprisa. Tal vez haya sido as y tambin es posible que la revista misma

  • hubiera sido perseguida por haber publicado la primera mitad. Pensemos que enaquellos tiempos todo era posible. Pero en el caso presente lo ms probable esque no fuese eso lo ocurrido, sino que el autor mismo, por pura pereza, no llegaraa concluir el ensayo. Puso fin a sus lecciones de ctedra sobre los rabes porquealguien (por lo visto uno de sus enemigos retrgrados) haba interceptado, no sesabe cmo, una carta a no se sabe quin, en la que se exponan ciertas circunstancias en virtud de las cuales alguna persona le peda explicaciones.No s si es cierto, pero se afirmaba adems que en Petersburgo haba sidodescubierta por esas fechas una sociedad subversiva y antigubernamental degran alcance, compuesta de unas trece personas, dispuesta a quebrantar loscimientos del Estado. Tambin se deca que haban proyectado traducir inclusolas obras del mismsimo Fourier. Sucedi que por aquel entonces fue interceptadoen Mosc un poema de Stepan Trofimovich, escrito unos seis aos antes enBerln, en su primera juventud, que circulaba manuscrito entre dos aficionados yun estudiante. Ese poema lo tengo ahora en mi mesa. Lo recib este ao pasado,manuscrito de puo y letra del propio Stepan Trofimovich, con una dedicatoriasuya y bellamente encuadernado en marroqu rojo. Por lo dems, no carece delrica y hasta se vislumbra cierto talento; poema extrao, pero entonces (a saber,en los aos treinta) era parte del estilo. Me resulta difcil explicar el argumento,porque, a decir verdad, no lo comprendo. Se trata de una especie de alegora enforma lrico-dramtica que recuerda la segunda parte de Fausto. La escena seabre con un coro de mujeres, al que sucede un coro de hombres, seguido a su vezde un coro de cierta clase de espritus y, al final, de todo un coro de almas que noviven an, pero que tienen ganas de vivir. Todos estos coros cantan de algoindefinido, por lo general de la maldicin para algunas personas, pero con unosmatices muy graciosos. La escena cambia de pronto y se inicia un Festival dela Vida , en el que hay hasta insectos que cantan, aparece una tortuga conciertas palabras sacramentales latinas y, si mal no recuerdo, tambin canta sobreno s qu un mineral, quiero decir, algo an enteramente inanimado. En general,todos cantan a ms y mejor, y si hablan es para injuriarse vagamente, pero,repitmoslo, con cierto matiz de algo muy significativo. Por ltimo, la escenacambia una vez ms: aparece un lugar agreste y entre los riscos pasa corriendoun joven civilizado que arranca y chupa unas hierbas y que preguntado por unhada por qu chupa esas hierbas, responde que, sintindose rebosante de vida,busca el olvido y lo encuentra chupando esas hierbas, pero que su deseo principales el de perder cuanto antes la razn (tal vez tambin un deseo superfluo).Entonces aparece de pronto un mancebo de belleza indescriptible montado en uncorcel negro y seguido de la imponente muchedumbre de todos los pueblos. Elmancebo representa la Muerte y todos los pueblos van tras ella con ansia. Y, porltimo, en la escena final surge la torre de Babel y unos a modo de atletas quecompletan su arquitectura entre cantos de nueva esperanza; y cuando la han

  • terminado hasta la cpula misma, el seor (supongo que del Olimpo) se fuga dela manera ms ridcula y la humanidad, que adivina lo que pasa y ocupa supuesto, inicia enseguida una nueva vida con una nueva mirada. Ese poematambin fue tildado de peligroso entonces. Yo propuse el ao pasado a StepanTrofimovich que lo publicara, dado que ahora sera considerado absolutamenteinofensivo, pero l rechaz la propuesta con evidente desagrado. La opinin deque el poema era completamente inofensivo no le gust, y a ella achaco ciertafrialdad que me mostr durante un par de meses. Bueno, y qu? Puesinopinadamente, y casi cuando yo le propona que lo publicase aqu, lopublicaron all, esto es, en el extranjero, en una de las coleccionesrevolucionarias y sin decirle a Stepan Trofimovich. Tuvo miedo al principio, fuemuy asustado a encontrarse con el gobernador y escribi a Petersburgo unacarta dignsima de justificacin que me ley dos veces, pero que no envi por nosaber a quin dirigirla. En resumen, que anduvo preocupado un mes entero; peroy o estoy seguro de que en las recnditas entretelas de su corazn se sentaextraordinariamente halagado. Casi dorma con el ejemplar de la coleccin quese haba procurado y de da lo esconda bajo el colchn, sin permitir siquiera quela criada le hiciese la cama; y que aunque de un da para otro esperaba la llegadade un telegrama de Dios sabe dnde, miraba a todo el mundo por encima delhombro. Ningn telegrama lleg. Se amig conmigo entonces y dej demostradasu falta de rencor y la bondad infinita que guardaba en su corazn.

  • 2

    No estoy diciendo que no sufriera. Slo que ahora tengo la plena seguridad deque hubiera podido seguir hablando de los rabes cuanto hubiera querido acambio de dar las explicaciones necesarias. Pero entonces se subi a la parra ycon ligereza singular se persuadi de una vez para siempre de que su carrerahaba sido desbaratada para toda la vida por el torbellino de las circunstancias .Pero, la verdad sea dicha, la causa real de la interrupcin de la carrera seencuentra en la delicada propuesta, seguida antes y reiterada ahora, que le hizoVarvara Petrovna Stavrogina, esposa de un teniente general y conocidaricachona, de encargarse de la educacin y el desarrollo intelectual de su nicohijo, en calidad de supremo profesor y amigo y casi sin honorarios. Se lo habapropuesto primero en Berln, para cuando Stepan Trofimovich haba enviudadopor vez primera. Su primera mujer haba sido una muchacha frvola de nuestraprovincia. Se haban casado muy jvenes; y, segn parece, no lo haba pasadobien con ella joven agraciada, por lo dems por falta de medios paramantenerla, amn de otros motivos algo delicados. Falleci en Pars (estuvo losltimos tres aos separada del marido), y le dej un hijo de cinco aos, fruto deun primer amor, gozoso y an limpio , como dijo el mismo Stepan Trofimovichen un arranque de congoja. Al nio lo enviaron en seguida a Rusia, donde se crien lugar apartado bajo el cuidado de unas tas lejanas. Stepan Trofimovichrehus la propuesta hecha entonces por Varvara Petrovna y volvi a casarse enseguida, en menos de un ao, con una berlinesa taciturna y, lo ms curioso, sinque mediara necesidad de hacerlo. Surgieron, sin embargo, otros motivos paraque renunciara a su puesto de profesor. Lo subyugaba en esa poca la famaclamorosa de un profesor inolvidable, y l, a su vez, vol a la ctedra, para la quese prepar con el fin de probar en ella sus propias alas de guila. Y he aqu que,despus de quemarse las alas, se acord naturalmente de la propuesta que unavez lo haba hecho dudar de aceptar o no. Con su segunda esposa no alcanz avivir un ao: ella muri de pronto, hecho que termin de resolver la cosa. Lo dircon elegancia: las cosas se resolvieron con viva simpata y gracias a la valiosa clsica, podra decirse amistad que le profes Varvara Petrovna, si es que aspuede hablarse de la amistad. l se arroj en brazos de tal amistad, que se fuefortaleciendo durante ms de veinte aos. He usado la expresin se arroj en

  • brazos de tal amistad , pero Dios perdone a quien piense en algo deshonesto osuperfluo esos abrazos hay que entenderlos slo en un sentido altamente moral. Un vnculo sumamente sutil y delicado una a estos dos notabilsimos seres y los una para siempre.

    Tambin acept el puesto de profesor porque la finca muy pequea quele haba quedado en herencia de su primera esposa estaba al lado de Skvoreshniki,magnfica hacienda cercana a la ciudad que los Stavrogin tenan en nuestraprovincia. As, pues, en el silencio del despacho y sin tareas universitarias, cabaconsagrarse al cultivo de la ciencia y enriquecer el saber patrio con las msprofundas investigaciones. Esas investigaciones nunca se produjeron, pero s laposibilidad de considerarse el resto de su vida ms de veinte aos como unaespecie de reproche en persona ante la patria, segn la expresin de un poetapopular:

    Como reproche en personate erguiste ante la patria,

    oh, idealista liberal!

    Tal vez la persona a quien se refiere el poeta popular tuviera derecho apretender estar, si as lo deseaba, con esa postura erguida, por ms aburrido quele resultara. Ahora bien, nuestro Stepan Trofimovich no pas de un imitador encomparacin con persona semejante; la postura erguida lo cansaba y se acostabaa cada rato. Pero aun tirado, la personificacin del reproche se conservaba enposicin yacente hay que decirlo en justicia tanto ms cuanto que ellobastaba a la sociedad provinciana. Si lo hubieran visto ustedes cuando se sentabaa jugar a las cartas en el club! Su aspecto entero deca: Cartas! Me siento ajugar con ustedes a las cartas! A esto he llegado? Quin es el responsable deesto? Quin ha destruido mi carrera y la ha modificado en una partida de cartas?Ah, perezca Rusia! . Y con dignidad ganaba una mano con el as de copas.

    Y de veras que se desviva por jugar a las cartas, lo que le caus yltimamente ms que nunca frecuentes y enojosas escaramuzas con VarvaraPetrovna, mayormente porque perda una vez y otra tambin. Pero qudese estopara ms tarde. Dir slo que era un hombre escrupuloso (mejor dicho, de vezen cuando) y que por ello se entristeca a menudo. Durante los veinte aos deamistad con Varvara Petrovna caa regularmente tres o cuatro veces al ao en loque nosotros solamos denominar melancola cvica , o ms sencillamente,abatimiento, pero la frasecilla sa agradaba a la muy respetable VarvaraPetrovna. Ms adelante, adems de caer en esa melancola, se zambull en elchampn, porque la vigilante Varvara Petrovna lo protegi siempre de lastentaciones vulgares. Y la verdad es que andaba necesitado de alguien que lo

  • protegiese, porque a veces se pona muy raro: en medio de la melancola msrefinada soltaba de pronto a rer del modo ms ordinario. A veces hastaempezaba a hablar de s mismo en tono zumbn. Ella era la mujer clsica, lamujer-Mecenas, que obraba slo guiada por los ms altos pensamientos. Cardinalfue la influencia que durante veinte aos ejerci esta excelente dama sobre supobre amigo. A ella hay que consagrar un comentario especial y a eso voy.

  • 3

    A veces existen unas amistades muy particulares en las que da la impresin deque un amigo quiere devorar al otro y viceversa, pasan as casi toda la vida y, sinembargo, nunca se separan. Peor, la separacin resulta inconcebible: el primerode los amigos que se enfada y rompe el vnculo cae enfermo y acaso muerecuando ello ocurre. S muy bien que algunas veces, despus de las ms ntimasconfidencias con Varvara Petrovna, cuando sta se retiraba, Stepan Trofimovichse levantaba de un salto del divn y empezaba a dar puetazos a la pared.

    As como lo cuento, suceda, hasta el punto de que una de esas veces hizosaltar el estuco de la pared. Tal vez alguien quiera saber cmo puedo conocer undetalle tan nimio. Y qu, si yo mismo fui testigo? Y qu, si el propio StepanTrofimovich llor ms de una vez apoyado en mi hombro mientras describa envivos colores sus secretos? (Lo que no me contara!). Pero he aqu lo que pasabacasi siempre despus de esos arrebatos: al da siguiente estaba dispuesto acrucificarse a s mismo por su ingratitud. Me mandaba llamar aprisa y corriendoo vena volando a verme con el solo fin de hacerme saber que Varvara Petrovnaera un ngel de honorabilidad y delicadeza y l justamente lo contrario . Noslo vena corriendo a verme, sino que con frecuencia se lo deca a ella mismaen cartas elocuentes, con su firma y todo. Le confesaba que la vspera, sin ir mslejos, haba dicho a algn pongamos por caso amigo que ella lo retena porvanidad y lo envidiaba por su sabidura y talento; ms an, que lo odiaba y queno se atreva a manifestar abiertamente su odio por miedo a que l se fuera, conlo que perjudicara la reputacin literaria de la dama; que como consecuencia deesto se despreciaba a s mismo y haba decidido darse muerte violenta y queesperaba de ella una palabra final que lo resolviera todo, etc, etc, y as por elestilo. Dicho lo cual, no resulta gran trabajo imaginarse hasta qu punto dehisteria llegaban a veces los ataques de este hombre, el ms inocente de todos losadolescentes de cincuenta aos. Yo mismo le en cierta ocasin una de esasmisivas, escrita a raz de un altercado entre ambos por un motivo balad, pero quefue envenenndose gradualmente. Qued aterrado y le supliqu que no enviasela carta.

    Imposible, es ms honorable, el deber, me muero si no le confiesotodo, todo! respondi casi enfebrecido. Y envi la carta.

  • All estaba la diferencia entre ambos. Varvara Petrovna nunca habramandado carta semejante. Es cierto que a l le gustaba con pasin escribir, queaunque viva bajo el mismo techo que ella le escriba, y en momentos de histeriahasta dos cartas al da. S de buena fuente que ella lea las cartas con grandsimaatencin, hasta cuando reciba dos al da, y despus de leerlas las encerraba enun cofrecillo especial pulcramente anotadas y clasificadas; adems, lasapreciaba en alto grado. Luego, sin responderle nada a su amigo en todo el da,volva a reunirse con l como si tal cosa, como si el da anterior no hubieraocurrido nada de particular. Con el tiempo lleg a domesticarlo de tal modo queni l mismo se atreva a aludir a la vspera, limitndose a mirar a su amigafijamente durante algn tiempo. Ella no olvidaba y l olvidaba a vecesdemasiado pronto, y adems, alentado por la calma que ella mostraba, volva, aveces el mismo da, a las risotadas y a los tumbos bajo los efectos del champn sivenan amigos de visita. Con qu ojos cargados de veneno lo miraba ella en talesocasiones! Y l segua sin darse por aludido. Tal vez una semana ms tarde, o unmes, o a veces hasta seis meses, en un momento dado, recordando de prontoalguna frase de la susodicha carta y despus la carta entera en todos sus detalles,se senta morir de vergenza y su tormento llegaba a producirle ataques degastritis. Estos ataques, tpicos en l, eran a menudo la consecuencia natural de sutensin nerviosa y un rasgo peculiar de su complexin fsica.

    A decir verdad, lo probable es que Varvara Petrovna lo aborreciera bastante amenudo. l, sin embargo, nunca lleg a percatarse de que haba acabado porconvertirse en hijo de ella, en su creacin, cabe decir que en su adquisicin; quese haba hecho carne de su carne, y que no era slo por envidia de su talentopor lo que ella lo mantena consigo. Cun ofendida se habr sentido! Ellaencubra, por lo visto, un amor intolerable por l, mezclado con odio continuo,celos y desprecio. Lo resguardaba de todo grano de polvo, actu como su nieradurante veintids aos, y no habra pegado los ojos noches enteras si hubieracredo que su fama de poeta, de erudito y de prohombre pblico corra peligro.Era ella quien lo haba inventado y era la primera en creer su propia invencin.Era algo as como un sueo suyo. Pero a cambio de ello exiga de l demasiado,a veces hasta esclavitud. Era rencorosa a ms no poder. A propsito de estoltimo voy a compartir aqu un par de ancdotas.

  • 4

    Cuando los rumores de que se liberara a los siervos comenzaron a circular porRusia, visit a Varvara Petrovna un barn que vena de Petersburgo, hombremuy relacionado en la alta sociedad y muy cercano al gran acontecimiento.Varvara Petrovna apreciaba mucho tales visitas, porque desde la muerte de sumarido sus contactos con la alta sociedad haban ido languideciendo y habanacabado por interrumpirse por completo. El barn estuvo tomando el t con ella.Estaban solos, salvo por Stepan Trofimovich, a quien Varvara Petrovna habainvitado y deseaba exhibir. El barn ya haba odo hablar algo de l o fingi haberodo, pero durante el t habl poco con l. Stepan Trofimovich quiso, porsupuesto, quedar bien, amn de que sus modales eran exquisitos. Aunque defamilia no muy encopetada, segn parece, tuvo la suerte de criarse desde laniez en una casa humilde de Mosc y, por consiguiente, con bastante esmero.Hablaba francs como un parisiense. De este modo, el barn debi decomprender desde el primer momento de qu clase de gente se rodeaba VarvaraPetrovna aun en el aislamiento de la provincia. Pero no fue as. Cuando elvisitante confirmaba sin reservas la absoluta autenticidad de los primerosrumores que entonces empezaba a circular sobre la gran reforma, StepanTrofimovich no pudo contenerse, grit de pronto Hurra! e hizo con la manoun gesto de entusiasmo. No fue un grito muy agudo ni careci de decoro. Tal vezel entusiasmo fuese premeditado y el gesto ensayado ante el espejo media horaantes del t; pero algo debi de fallarle, porque el barn se permiti una ligerasonrisa aunque, al momento y con exquisita cortesa, se puso a hablar de laemocin general y natural que embargaba todos los corazones rusos ante elmagno acontecimiento. Poco despus se despidi, sin olvidar al marcharsealargar un par de dedos a Stepan Trofimovich. De regreso a la sala, VarvaraPetrovna se qued callada unos minutos como si buscara algo en la mesa hastaque de pronto mir a Stepan Trofimovich, plida y con ojos centelleantes, y ledijo en voz baja:

    Nunca le perdonar lo que ha hecho!Al siguiente da se reuni con su amigo como si nada hubiera pasado. Nunca

    aludi a lo ocurrido. Pero trece aos despus, en un momento trgico, lo recordy se lo reproch de nuevo, palideciendo como trece aos antes cuando lo haba

  • dicho por vez primera. Slo dos veces en la vida le haba dicho Nunca leperdonar lo que ha hecho! . Lo del barn era ya la segunda; pero la primerafue a su modo tan caracterstica y vino, por lo visto, a significar tanto en eldestino de Stepan Trofimovich que he decidido referirme a ella.

    Ello sucedi en la primavera de 1855, en el mes de mayo, justamentedespus de recibirse en Skvoreshniki la noticia del fallecimiento del tenientegeneral Stavrogin, viejo frvolo, muerto de una afeccin al estmago cuando ibacamino de Crimea para incorporarse al servicio activo. Varvara Petrovna quedviuda y se puso de luto riguroso. Verdad es que no debi de sentir mucho dolorporque, por incompatibilidad de caracteres, llevaba cuatro aos separada delmarido, a quien vena pasando una pensin (el teniente general contaba slo concentenar y medio de siervos y la paga militar, adems de una alta graduacin yrelaciones, porque todo el dinero, as como Skvoreshniki, perteneca a VarvaraPetrovna, hija nica de un rentista riqusimo). Ello no obstante, quedimpresionada con lo inesperado de la noticia y determin vivir en completasoledad. Ni que decir tiene que Stepan Trofimovich fue su compaeroinseparable.

    Mayo estaba a pleno. Los atardeceres eran maravillosos. Florecan loscerezos silvestres. Los dos amigos se reunan a ltima hora de la tarde en eljardn y, sentados en el cenador hasta entrada la noche, compartan sus ideas ypensamientos. Haba momentos poticos. Afectada por el cambio de vida,Varvara Petrova hablaba ms que de ordinario. Pareca querer apretarse contrael corazn de su amigo y as transcurrieron varios das. De pronto se le ocurri aStepan Trofimovich un pensamiento extrao: No contaba con l la viudainconsolable y no esperara de l una propuesta de matrimonio al cabo del ao deluto? . Era un pensamiento cnico, pero cuando ms excelso es un espritu tantoms contribuye a la preferencia por los pensamientos cnicos, tal vez slo por lasmltiples posibilidades que ofrecen. Empez a examinar el asunto detenidamentey lleg a la conclusin de que as pareca ser. Se deca s, es una haciendaenorme, pero . En realidad, Varvara Petrovna no tena pizca de hermosa. Eraalta, amarilla de tez, huesuda, de rostro desmesuradamente largo con un no squ caballuno. Stepan Trofimovich vacilaba cada da ms, lo atormentaba laduda y hasta llor de indecisin un par de veces (lloraba con bastantefrecuencia). Sin embargo, a la cada de la tarde, su semblante empez a reflejaralgo equvoco e irnico, una pauta de coquetera al par que de altivez. Estosucede a menudo sin querer, involuntariamente, y es tanto ms perceptiblecuanto ms honrado es un hombre. Quin sabe cmo juzgar el caso, pero lo msprobable es que en el corazn de Varvara Petrovna no hubiera nada quejustificase las sospechas de Stepan Trofimovich. Por otra parte, ella no habramodificado el apellido Stavrogina por el de l, por muy famoso que ste fuera.Tal vez todo se redujo a un pasatiempo de parte de Varvara Petrovna, la

  • revelacin de una inconsciente exigencia de mujer, muy natural en algunascircunstancias excepcionales. Pero no puedo poner las manos en el fuego porello. Hasta hoy sigue siendo un misterio el corazn femenino. Pero contino conmi relato.

    Es posible suponer que ella, ms observadora y sagaz, adivin enseguida pordetrs de la extraa expresin del semblante de su amigo, que con frecuenciademostraba una inocencia excesiva. No obstante, los encuentros vespertinosseguan su curso acostumbrado y los coloquios eran igual de lricos e interesantes.Ocurri que en cierta ocasin, despus de un dilogo animado y potico, sesepararon llegada la noche, dndose un cordial apretn de manos a la puerta dela casita en donde resida Stepan Trofimovich. Los veranos se instalaban en esadependencia, situada casi en el jardn de la enorme mansin seorial deSkvoreshniki. Acababa de entrar en su vivienda y, en desabrida meditacin, sedispona a encender un cigarro y, sin encenderlo an, se haba detenido vencidopor el cansancio, paralizado ante la ventana abierta, mirando las nubes blancas ytenues como plumn de ave que se desliza en torno a la brillante luna. De pronto,un ligero susurro lo sobresalt. All estaba otra vez Varvara Petrovna, de quien sehaba separado slo cuatro minutos antes. El rostro amarillo de la dama habatomado un matiz casi azulado y le temblaban las comisuras de los labiosapretados. Durante diez segundos por lo menos le clav la mirada, en silencio,con mirada dura e implacable, y de pronto musit con rapidez:

    Jams le perdonar lo que ha hecho!Cuando transcurridos diez aos de esta escena Stepan Trofimovich me

    contaba su melanclica historia en voz baja y a puerta cerrada, juraba que fuetal la impresin que aquello le produjo que no vio ni oy desaparecer a VarvaraPetrovna. Dado que ms tarde ella no aludi jams a lo ocurrido y las cosassiguieron como antes, lleg a pensar que todo haba sido una alucinacin, unamago de dolencia, tanto ms cuanto que esa misma noche cay en efectoenfermo y lo estuvo quince das, lo que muy a propsito vino a interrumpir lasentrevistas en el cenador.

    Pero lejos de pensar en una alucinacin, todos los das de su vida aguard lacontinuacin o, si se prefiere, el desenlace de este acontecimiento. No crea quepudiese terminar as. Y si as termin, motivo tuvo para mirar de reojo a suamiga ms de una vez.

  • 5

    El traje que llev siempre se lo haba diseado ella. Era elegante y con estilo:levita negra de amplios faldones abrochada casi hasta el cuello, pero que lesentaba muy bien; sombrero blando (en verano de paja) de alas anchas; corbatablanca de batista con nudo grueso y puntas colgantes; bastn con puo de plata; y,como si esto fuera poco, cabello hasta los hombros. Era de pelo castao oscuroque slo en los ltimos aos haba empezado a encanecer. Siempre afeitado porcompleto. Me han dicho que cuando era joven era muy buen mozo, y segn miopinin, aun en la vejez resultaba de veras impresionante. Quin dice vejez a loscincuenta y tres aos? Pero por cierta coquetera de hombre pblico no slo nopresuma de joven, sino que hasta haca alarde de la solidez de sus aos. Alto,delgado, con su traje y el cabello hasta los hombros, se pareca a un patriarca, o,mejor an, al retrato del poeta Kukolnik, litografiado all por los aos treinta conmotivo de cierta edicin, sentado en un banco del jardn un da de verano, bajoun lilo en flor, con las manos apoyadas en el bastn, un libro abierto a su lado yentusiasmado poticamente ante la puesta de sol. En cuanto a libros dir queltimamente tena la lectura algo abandonada, pero slo ltimamente. Lo que leasin descanso eran peridicos y revistas, a los que en gran nmero estaba suscriptaVarvara Petrovna. Se interesaba tambin de continuo por los xitos de laliteratura rusa, pero sin perder un pice de su dignidad. Hubo un momento en queestuvo a punto de entusiasmarse por el estudio de nuestra alta polticacontempornea, de nuestros asuntos interiores y exteriores, pero pronto abandonla idea con un gesto de desdn. Ocurra a veces que sala al jardn con un libro deTocqueville y llevaba oculto en el bolsillo otro de Paul de Dock. Pero esto no tienegran importancia.

    Agregar un parntesis acerca del retrato de Kukolink. Varvara Petrovna seencontr por primera vez con esa litografa cuando, todava muy joven, residaen un distinguido pensionado de Mosc. Se enamor del retrato en el acto, comoes costumbre entre jvenes pensionistas, que se enamoran de lo primero que sepresenta y, en particular, de sus profesores, sobre todo de los de caligrafa ydibujo. Pero lo curioso no es la mana de las muchachas, sino que, ya en lacincuentena, Varvara Petrovna conservaba an esa litografa entre sus alhajasms preciadas, de modo que tal vez por eso dise para Stepan Trofimovich un

  • traje algo semejante al del retrato. Pero, claro, esto tambin es nimiedad.En los primeros aos, o, ms precisamente en la primera mitad de su

    residencia con Varvara Petrovna, Stepan Trofimovich pensaba an en algunaobra y todos los das se dispona seriamente a escribirla. Pero hacia la segundamitad pareci olvidar hasta las cosas ms sabidas. Con creciente frecuencia nosdeca: Estoy, segn creo, dispuesto para el trabajo, tengo reunidos losmateriales. No hago nada . Y bajaba la cabeza en seal de gran preocupacin.No hay duda de que esto lo engrandeca ante nuestros ojos como un mrtir de laciencia, pero l pensaba en otra cosa. Me han olvidado; nadie me necesita! ,exclamaba ms de una vez. Esta pronunciada melancola lo gobern sobre todoal final de la dcada de los cincuenta. Varvara Petrovna lo advirti cuando elasunto y a era grave. Adems, no poda tolerar la idea de que su amigo hubierasido postergado y olvidado. Para conseguir distraerlo e incluso hacer reverdecersus laureles lo llev entonces a Mosc, donde ella contaba con algunas amistadesentre eruditos y hombres de letras; pero, por lo visto, la visita a Mosc tampocoresult satisfactoria.

    Era aqulla una poca singular. Despuntaba algo nuevo, algo en nada anlogoa la calma anterior, algo raro, perceptible por doquier, incluso en Skvoreshniki.Circulaban rumores de toda clase. Los hechos eran, por lo general, ms o menosconocidos, pero era evidente que iban acompaados de ciertas ideas y, lo que eraan ms significativo, en cantidad muy considerable. Lo desconcertante era queno haba medio de acomodarse a esas ideas, de enterarse de en qu consistanprecisamente. Varvara Petrovna, por su condicin de mujer, ansiaba averiguar elsecreto. Psose a leer por su cuenta peridicos y revistas, publicacionesextranjeras prohibidas, y hasta proclamas revolucionarias que a la saznempezaban a aparecer (pudo agenciarse todo ello), pero slo consiguicalentarse la cabeza. Decidi entonces escribir cartas, pero recibi pocasrespuestas. Cuanto ms tiempo pasaba, ms incomprensible resultaba todo ello.Invit solamente a Stepan Trofimovich a que le explicara todas esas ideas deuna vez para siempre, pero qued muy descontenta con sus explicaciones. Laopinin de Stepan Trofimovich sobre la totalidad del movimiento fue arroganteen extremo: todo se reduca a que l haba sido olvidado y a que y a nadie lonecesitaba. Lleg por fin la hora de que hasta de l se acordaban, primero enpublicaciones extranjeras, como de un mrtir exiliado, y despus en Petersburgo,como antigua estrella de una constelacin conocida. Llegaron a compararlo conRadischev, vaya uno a saber por qu. Luego dijo alguien en letras de molde queya haba muerto y prometi publicar su necrologa. Stepan Trofimovich resucital instante y levant la cresta. La altivez con que miraba a sus contemporneos seesfum como por ensalmo y en su lugar surgi el ardiente afn de sumarse almovimiento y patentizar sus fuerzas. Varvara Petrovna recobr al punto suconfianza y comenz a traj inar sin descanso. Qued acordado que se trasladaran

  • sin demora a Petersburgo para ponerse al corriente de todo lo tocante almovimiento, examinar las cosas personalmente y, de ser posible, entrar enaccin en cuerpo y alma, indivisiblemente. Entre otras cosas, Varvara Petrovnase declar dispuesta a fundar su propia revista y consagrarle, desde luego, su vidaentera. Al ver hasta dnde iban las cosas, Stepan Trofimovich se mostr an msque arrogante y, ya en camino, empez a tratar a Varvara Petrovna casi concondescendencia, lo que ella grab en su corazn para no olvidarlo. Pero es elcaso que ella tena otro motivo relevante para hacer el viaje, a saber: lareanudacin de relaciones con la alta sociedad. Era necesario, en la medida de loposible, hacerse recordar en el mundo, o al menos intentarlo. El pretexto quevena a cuento era que el viaje se hara por su necesidad de ver a su nico hijo,que por entonces terminaba sus estudios en el liceo de Petersburgo.

  • 6

    En Petersburgo pasaron todo el invierno. Pero al llegar la Pascua deResurreccin todo se deshizo como una irisada pompa de jabn. Los sueos seesfumaron y la confusin, lejos de despejarse, se acentu. Para empezar, lasrelaciones con la alta sociedad no pasaron de mero conato, como muchodigamos que fueron escasas y a costa de esfuerzos humillantes. Ofendida,Varvara Petrovna se entreg de cuerpo y alma a las nuevas ideas y abri unsaln. Hizo un llamamiento a los literatos y acudi una muchedumbre de ellos.Luego acudieron sin que nadie los llamara; unos traan a otros. Nunca haba vistoella a literatos como sos. Eran increblemente vanidosos, pero a caradescubierta, como cumpliendo una obligacin. Otros (aunque no todos, ni muchomenos) llegaban borrachos, pero como si reconocieran en ello un encantosingular descubierto slo la noche antes. Eran excesivamente orgullososabsolutamente todos. En sus rostros se lea que acababan de hallar algn secretode fenomenal importancia. Rean entre s, tenindolo a mucha honra. Difcil eraaveriguar qu era precisamente lo que escriban: haba crticos, novelistas,dramaturgos, satricos, denunciadores de abusos. Stepan Trofimovich consiguiingresar en el ms alto de sus crculos, cabalmente en el que llevaba la direccindel movimiento. Se le hizo muy difcil llegar a esas alturas, pero lo recibieron conalborozo, aunque nadie, en realidad, saba nada de l, ni haba odo decir nada del, sino que representaba una idea . l se las arregl para invitarlos, a pesar desus aires olmpicos, al saln de Varvara Petrovna un par de veces. Eran personasmuy serias y corteses, de porte muy decoroso. Los dems visiblemente lestenan miedo, pero bien se notaba que no tenan tiempo que perder. Tambin sepresentaron dos o tres figuras literarias notables de aos atrs que se hallaban porcasualidad en Petersburgo y con quienes Varvara Petrovna mantena desde hacatiempo muy finas relaciones. Pero, con asombro de la dama, a estas genuinas eindudables notabilidades no les llegaba la camisa al cuerpo; algunas de ellas notenan reparo en hacer la rueda a esa nueva chusma y adularla de maneravergonzosa. Al principio le fue bien a Stepan Trofimovich; se aduearon de l yempezaron a exhibirlo en reuniones literarias pblicas. La primera vez que subia la tribuna en uno de los recitales literarios para leer algo, fue una ovacin delpblico que dur unos cinco minutos. Nueve aos ms tarde se acordaba de esta

  • escena con lgrimas en los ojos, aunque ms por lo artstico de su pose que por sugratitud. Juro y apuesto me confes l mismo (pero slo a m y en secreto) que en todo ese pblico no haba una sola persona que supiera realmente dem! . Confesin interesante, porque bien se ve que el hombre tenaentendimiento agudo si en aquella ocasin, en la tribuna, se dio tan clara cuentade su posicin, a pesar del arrobamiento que debi de sentir; y, por otra parte,bien se ve que careca de entendimiento agudo: aos despus no poda recordarestos hechos sin experimentar un sentimiento de agravio. Le reclamaron quefirmase dos o tres protestas colectivas (sin que supiera contra qu se protestaba)y firm. A Varvara Petrovna tambin la conminaron a firmar contra cierta accin abominable , y ella tambin firm. Esto no quitaba que la mayora deesa gente nueva que visitaba a Varvara Petrovna se creyera obligada por algnmotivo a mirarla con desprecio y a rerse de ella en su mismsima cara. Luegode unos aos, me dio a entender Stepan Trofimovich que ella le haba tenidoenvidia desde entonces. La dama saba, por supuesto, que le era imposiblealternar con esas gentes, pero segua recibindolas con ansia, con histricaimpaciencia femenina y esto es lo principal esperaba sacar algn provechode ello. En las reuniones de su casa hablaba poco, aunque habra podido hacerlo,pero prefera escuchar. All se charlaba de la abolicin de la censura y lareforma de la ortografa, de la sustitucin del alfabeto ruso por el latino, deldestierro de Fulano de Tal ocurrido el da antes, de algn escndalo en las galerasdonde estaban las tiendas de lujo, de la conveniencia de desmembrar a Rusia encomarcas tnicas con libre organizacin federal, de la abolicin del ejrcito y lamarina, de la reestructuracin de Polonia hasta el Dniper, de la reforma agrariay propaganda revolucionaria, de la abolicin de la herencia, la familia, los hijosy el clero, de los derechos de la mujer, de la casa de Krayevski, cuyasuntuosidad nunca se le perdonar a Krayevski, etc., etc. Era evidente que en esacaterva haba muchos pcaros, pero tambin, sin duda, muchas personashonradas, ms an, encantadoras, no obstante las sorprendentes diferencias decarcter. Las honradas eran ms incomprensibles que las perversas y groseras,pero nadie saba quin manipulaba a quin. Cuando Varvara Petrovna declar suintencin de fundar una revista, el nmero de visitantes aument, pero tambin escierto que al poco tiempo comenzaron a acusarla de capitalista y explotadora deltrabajo. El descaro de las acusaciones corra parejo con lo inesperado de ellas. Elanciano general Ivn Ivanovich Drozdov, antiguo amigo y compaero de serviciodel difunto general Stravrogin, hombre dignsimo (aunque a su manera) y a quientodos conocamos aqu, pero sobremanera terco y atrabiliario, glotn consumadoa quien espantaba el atesmo, ri en una de las reuniones en casa de VarvaraPetrovna con un conocido joven. ste, a la primera de cambio, exclam: Por loque dice, se ve que usted es general , queriendo significar que no haba insultomayor que se. Ivn Ivanovich se encoleriz en grado sumo: S, seor, soy

  • general, teniente general, y he servido a mi soberano, y t eres un mocoso y unateo! . Se produjo un escndalo impresionante. Al da siguiente apareci elsuceso en letras de molde y se procedi a la redaccin de una queja colectivacontra la conducta abominable de Varvara Petrovna por no haber expulsadoen el acto al general. Una revista ilustrada public una caricatura en la que, juntoa un maligno retrato satrico de Varvara Petrovna, figuraban el general y StepanTrofimovich como tres amigos retrgrados. Acompaaban al dibujo unos versosde un poeta popular, escritos ex profeso para tal coy untura. Yo aadir por miparte que hay, en efecto, muchas personas en el generalato que tienen la ridculacostumbre de decir: He servido a mi soberano , esto es, como si no tuvieranel mismo soberano que nosotros, simples sbditos, sino uno especial para ellos.

    Era, por supuesto, imposible continuar en Petersburgo, tanto ms cuanto queStepan Trofimovich sufri un descalabro final. Sin poder contenerse, empez aperorar sobre los derechos del arte, con lo que la gente, por su parte, empez arerse ms ruidosamente de l. En su ltima conferencia decidi recurrir a laoratoria cvica, crey endo tocar por este medio el corazn de sus oyentes ycontando con el respeto a su condicin de perseguido . Se mostr desde luegoconforme con la inutilidad y comicidad de la palabra patria y con loperjudicial de la religin, pero afirm enrgica y sonoramente que un par debotas vale mucho menos que Pushkin, mucho menos. Lo silbaron sin piedad,hasta el extremo de que all mismo, ante el pblico, sin bajar de la tribuna,rompi a llorar. On ma trait comme un vieux bonnet de coton! , balbuceabacon desvaro. Ella lo atendi toda la noche y hasta el amanecer estuvo repitiendoen su odo: Usted es til todava. Ya volver a la tribuna. Lo van a apreciarcomo se merece en otro lugar .

    A primera hora de la maana siguiente se presentaron en casa de VarvaraPetrovna cinco literatos, tres de ellos enteramente desconocidos y a quienesnunca haba visto. Con semblante severo le hicieron saber que haban estudiado elasunto de la revista y llegado a un acuerdo. Por cierto Varvara Petrovna nuncahaba encargado a nadie que estudiara ni acordara nada acerca de su proy ecto.El acuerdo consista en que, una vez fundada la revista, la seora se la entregaraa ellos con el capital correspondiente, a ttulo de libre asociacin, y ella semarchara a Skvoreshniki, sin olvidarse de llevarse consigo a Stepan Trofimovich,que estaba pasado de moda . Por delicadeza, convenan en reconocerle elderecho de propiedad y en enviarle anualmente la sexta parte de los beneficiosnetos. Lo ms conmovedor de todo era que cuatro de los cinco literatos no tenanprobablemente inters mercenario en el asunto y se aprestaban a la tarea slo ennombre de la causa comn .

    Nos fuimos como atontados contaba Stepan Trofimovich. Yo no podapensar en nada, y recuerdo que iba repitiendo unos versos sin sentido al compsdel traqueteo rtmico del vagn. No s qu diablos era, slo que as fui hasta

  • Mosc. No volv en m hasta llegar a Mosc, como si efectivamente fuera aencontrar algo diferente all. Ay, amigos mos! exclamaba a veces, comoinspirado, en nuestra presencia. No pueden figurarse la rabia y melancola quese apodera del espritu cuando una idea grande, que uno viene venerandosolemnemente de antiguo, es arrebatada por unos necios y difundida por esascalles entre otros imbciles como ellos. Y uno tropieza inopinadamente con ellaen un baratillo, toda desfigurada, cubierta de lodo, en ridculo atavo, de travs,sin proporcin ni armona, juguete de una chiquillera estpida. No, no era as ennuestro tiempo! No era a eso a lo que aspirbamos! No, no era eso, enabsoluto! No reconozco nada Nuestro tiempo intentar una y otra vez apuntalartodo lo que se bambolea. De lo contrario, qu ser del mundo?

  • 7

    Al poco tiempo de haber regresado de Petersburgo, Varvara Petrovna decidienviar a su amigo al extranjero a descansar , ya que era evidente quenecesitaba ausentarse por algn tiempo. Stepan Trofimovich parti con granalegra. Voy a resucitar all! deca a los cuatro vientos. Me podrconcentrar en mis estudios! . Pero ya en las primeras cartas que envi desdeBerln empez a entonar la cancin de siempre: Tengo el corazn destrozado escribi a Varvara Petrovna. No puedo olvidar nada. En Berln todo merecuerda a mi pasado, mis primeros entusiasmos, mis primeras penas. Dndeestar ella? Dnde estarn las dos ahora? Dnde, mis dos ngeles que jamsmerec? Dnde est mi hijo, mi hijo idolatrado? Dnde en fin, estoy y o, y omismo, mi yo de antes, fuerte como el arco cuando hoy da un Andreyevcualquiera, un bufn barbudo y ortodoxo, peut briser mon existence en deux, etc.,etc.? . En cuanto al hijo, Stepan Trofimovich lo haba visto en total dos veces ensu vida: la primera cuando naci, y la segunda no haca mucho en Petersburgo,donde el joven se preparaba para ingresar en la Universidad. Como ya quedaapuntado, el muchacho se haba criado desde su nacimiento en casa de unas tasen la provincia de O* (a costa de Varvara Petrovna), a setecientas verstas deSkvoreshniki. En cuanto a Andreyev, era sencillamente un comerciante, nuestrotendero local, un tipo raro, arquelogo autodidacta, coleccionista apasionado deantigedades rusas, que a veces discuta con Stepan Trofimovich por cuestionesde erudicin y, principalmente, por cuestiones de ideologa. Este respetablemercader, de barba gris y grandes anteojos de plata, deba an a StepanTrofimovich cuatrocientos rublos por la tala de unas hectreas de arbolado en lafinca de ste lindante con Skvoreshniki. Aunque al enviar a su amigo a BerlnVarvara Petrovna le haba provisto generosamente de fondos, Stepan habacontado especialmente con esos cuatrocientos rublos para el viaje, seguramentepara sus gastos secretos, y estuvo a punto de llorar cuando Andrey ev le rog queaguardara un mes, prrroga a la que, de otro lado, tena derecho, porque habapagado los primeros plazos casi con medio ao de antelacin para ayudar aStepan Trofimovich, que entonces andaba necesitado de dinero. vidamenteley Varvara esta primera carta y, despus de subray ar con lpiz la frase Dnde estn las dos ahora? , le puso un nmero y la meti en el cofre. l, por

  • supuesto, se refera a sus dos mujeres difuntas. En la segunda carta recibida deBerln la cancin se haba modificado: Trabajo doce horas por da (si almenos hubiera dicho once, protest Varvara), hurgo en las bibliotecas, compulsodatos, tomo notas, corro de la ceca a la meca. He visitado a los profesores. Hevuelto a entablar relaciones con la excelente familia Dundasov. Qu encanto,incluso ahora, es Nadezhda Nikolayevna! Le manda a usted saludos. Su jovenmarido y sus tres sobrinos estn todos en Berln. Las noches las pasamos dechchara con la gente joven, hasta el alba; son casi noches ticas, pero slo porsu belleza y refinamiento; todo se hace como Dios manda: mucha msica,motivos espaoles, rehabilitacin de la humanidad entera, idea de la eternabelleza, la madonna de la Capilla Sixtina, luz con estras de tiniebla, pero tambinmanchas en el sol. Oh, amiga ma! Noble y fiel amiga! Con el corazn estoyjunto a usted, de una vez para siempre, en tout pay y hasta dans le pays de Makaret de ses Meaux, del que recordar usted que hablbamos estremecidos enPetersburgo antes de la partida. Lo recuerdo con una sonrisa. Aqu en elextranjero me siento a salvo, sensacin nueva, extraa, por vez primera al cabode tantos aos , etc., etc.

    Todas tonteras! dijo Varvara guardando tambin esta carta. Cundohaba escrito esto? Bebido? Y cmo se atreve esa Dundasova a mandarmesaludos? Bueno, que se divierta

    La frase Dans le pays de Makar et de ses Meaux quera decir A dondeMakar no llev nunca a sus carneros (esto es, Siberia). Stepan traduca a vecesal francs, adrede y tontamente, dichos y refranes rusos, aunque sin duda podaentenderlos y traducirlos mejor; pero lo haca por darse tono y crey ndolo cosade ingenio.

    Pero no se divirti mucho. Al cabo de cuatro meses no pudo resistir ms yvolvi corriendo a Skvoreshniki. Sus ltimas cartas no fueron otra cosa que unaefusin del ms sentido amor por la amiga ausente y llegaban literalmentehumedecidas por las lgrimas de la separacin. Hay personalidades tan caserasy apegadas al hogar como slo llegan a estarlo los perros caseros. Los amigosvolvieron a reunirse con entusiasmo. Al cabo de dos das todo volvi a ser comoantes, incluso ms fastidioso que antes.

    Amigo mo me dijo como quien guarda un secreto, unas semanas mstarde. Amigo mo, he descubierto algo terrible de m: je suis un simplegorron et rien de plus! Mais r-r-rien de plus!

  • 8

    A todo esto le sigui un lapso de prosperidad que se extendi durante los ltimosnueve aos. Los arranques de histeria y llanto, apoy ado en mi hombro, que sesucedan a intervalos regulares, no alteraron nuestro contento en lo ms mnimo.Me extraa que Stepan no engordara durante ese tiempo, pero s se le puso unpoco colorada la nariz y aument su pachorra. Un grupo de amigos que ibacreciendo constituy su apoyo. En esos das poco a poco se fue apiando en tornode l un pequeo grupo de amigos. A Varvara, aunque apenas tena contacto conel grupo, la reconocamos todos como nuestra patrona. Despus de la leccin dePetersburgo vino a instalarse definitivamente en nuestra ciudad, pasando elinvierno en una casa que en ella tena y el verano en su finca de las cercanas.Nunca logr tanto ascendiente e influencia en nuestra sociedad como en losltimos siete aos, esto es, hasta que fue nombrado el que es ahora nuestrogobernador. El gobernador anterior, el inolvidable y apacible Ivn Osipovich, erapariente cercano de ella y de ella haba recibido en el pasado ddivasconsiderables. Su esposa temblaba nada ms que de pensar en que no podracomplacer en algo a Varvara, y la adoracin de la sociedad provinciana lleg alextremo de parecer pecaminosa. Ello, por consiguiente, favoreci tambin aStepan. Era socio del club, perda con dignidad a las cartas, y se haca merecedorde respeto, a pesar de que muchos lo consideraban slo un erudito . Msadelante, cuando Varvara le permiti vivir en otra casa, todos nos sentimos mslibres. Nos reunamos con l un par de veces por semana y lo pasbamos bien,sobre todo cuando no escatimaba el champn. El vino se compraba en la tiendadel susodicho Andreyev. La cuenta la saldaba Varvara cada seis meses y el dadel saldo era casi siempre da de rabieta.

    El ms antiguo del grupo era Liputin, empleado de la administracinprovincial, gran liberal, hombre maduro en aos, con fama de ateo en la ciudad.Estaba casado en segundas nupcias con una joven bonita que le haba aportadouna dote. Tena adems tres hijas crecidas. Educaba a toda la familia en elencierro y el temor de Dios, era sobremanera avariento, y con lo ahorrado delsueldo haba comprado una casita y juntado algn capital. Era hombre inquieto,no muy adelantado en su carrera. En la ciudad se lo estimaba poco y no erarecibido en la mejor sociedad. Era, por aadidura, un chismoso impenitente,

  • castigado ms de una vez, y castigado duramente, en una ocasin por un military en otra por un terrateniente, respetable padre de familia. Pero nosotrosaprecibamos su agudo ingenio, su curiosidad, su buen humor teido de malicia.Varvara no lo estimaba, pero l se las arreglaba para darle gusto.

    No era de su estima tampoco Shatov, que ingres en el grupo slo este ltimoao. Shatov haba sido antes estudiante, expulsado de la Universidad a raz deciertos disturbios. De nio fue discpulo de Stepan. Haba nacido siervo deVarvara, hijo de su difunto ayuda de cmara Pavel Fiodorov, y la seora le habadispensado su proteccin. No lo estimaba por su orgullo e ingratitud, no podaperdonarle el que, al ser expulsado de la Universidad, no acudierainmediatamente a ella; peor an, no contest siquiera a la carta que ella leescribi sobre el particular, prefiriendo entrar al servicio de cierto comercianteilustrado como profesor de sus hijos. Con la familia del comerciante hizo un viajeal extranjero, ms como niero que como profesor, pero ya entonces con vivosdeseos de ver mundo. Para atender a los nios haba tambin una institutriz rusa,muchacha lista que haba entrado en la casa poco antes de la partida, dispuesta atrabajar por poco salario. Un par de meses despus el comerciante la despidipor librepensadora . Tras ella sali tambin Shatov y se casaron al pocotiempo en Ginebra. Vivieron juntos unas tres semanas, al cabo de las cuales sesepararon como personas libres, sin vnculo entre s; y tambin, por supuesto, porfalta de medios. Durante algn tiempo anduvo Shatov vagabundeando porEuropa, viviendo Dios sabe cmo. Se deca que haba trabajado comolimpiabotas callejero y como estibador en no s qu puerto. Por fin, har cosa deun ao recal por aqu, su nido natal, y fue a vivir con una ta anciana a la que diosepultura al cabo de un mes. Con su hermana Dasha, criada tambin porVarvara, considerada por sta como favorita y tratada como una igual, Shatovslo tena relaciones ligeras e infrecuentes. Entre nosotros se mostraba por locomn sombro y taciturno; pero de tarde en tarde, cuando le tocaban a las ideas,montaba en clera y revelaba una notable soltura de lengua: A Shatov hay queatarlo primero y discutir con l despus , dijo una vez en broma Stepan, pero apesar de ello lo estimaba. En el extranjero Shatov cambi radicalmente algunade sus antiguas ideas socialistas y pas a tener otras diametralmente opuestas.Era uno de esos rusos idealistas de quienes se apodera de pronto una generosaidea que acaba por esclavizarlos para siempre. Son incapaces de sobreponerse aella, la abrazan con pasin y pasan el resto de su vida como en las ltimasconvulsiones bajo un peasco que se ha desplomado sobre ellos y los tiene medioaplastados. En su aspecto fsico, Shatov corresponda exactamente a susconvicciones: era desmaado, velludo, rubio y crespo de pelambre, corto detalla, ancho de hombros, grueso de labios, hirsuto y blancuzco de cejas, fruncidode frente, hosco de mirada, que tena siempre baja como avergonzado de algo.Un mechn nunca dcil al peine asomaba en punta entre sus cabellos. Tendra

  • veintisiete o veintiocho aos. No me choca que le diera esquinazo su mujer ,dijo en cierta ocasin Varvara mirndolo fijamente. Haca lo posible por vestircon decencia, pese a su pobreza. Una vez ms decidi rehuir la ay uda deVarvara y se las arregl como pudo, trabajando para los comerciantes. Una vezse coloc de dependiente en una tienda; otra determin ir como ayudante de unviajante de comercio en un vapor fluvial, pero cay enfermo en la vspera de lapartida. Era increble su aguante para la pobreza; sencillamente haba dejado depensar en ella. Cuando Varvara se enter de su enfermedad le mand, en secretoy annimamente, cien rublos. l, no obstante, adivin el secreto, medit el caso,acept el dinero y fue a dar las gracias a su bienhechora. sta lo recibi consimpata, pero l la decepcion: estuvo slo cinco minutos, sentado en silencio,con los ojos clavados en el suelo y sonriendo estpidamente. De improviso, sinescuchar hasta el final lo que ella le deca, y en lo ms entretenido de laconversacin, se levant como aturdido, se inclin un poco torcidamente como sifuera chueco, tropez en la mesa de trabajo cubierta de incrustaciones de laseora, la desbarat con estrpito, y sali ms muerto que vivo. Liputin lo colmms tarde de reproches por no haber devuelto con desprecio los cien rublos,donativo de su antigua y desptica ama, y no slo por haberlos aceptado, sino porhaber ido arrastrndose a dar las gracias. Shatov viva solo, en un extremo de laciudad. No le gustaba que ninguno de nosotros fuera a visitarlo. Asistapuntualmente a las reuniones vespertinas en casa de Stepan y le peda prestadoslibros y peridicos.

    Tambin asista a esas reuniones un joven de apellido Virginski, funcionariolocal, que recordaba un poco a Shatov, aunque de aspecto fsico completamentediferente en todo respecto. Pero l tambin era hombre hogareo . Se tratabade un joven aunque, en realidad, haba cumplido y a treinta aos parco depalabras y digno de lstima, bien educado aunque principalmente autodidacta.Era pobre, estaba casado, trabajaba en la administracin pblica y mantena unata y una cuada. Su mujer, mejor dicho, las tres seoras, profesaban las ideasms avanzadas, pero todo en ellas resultaba algo burdo, una idea con la que setropieza en la calle , como dijo Stepan alguna vez y con otro motivo. Lo sacabantodo de los libros, y al primer rumor que llegaba de cualquier grupo progresistade Petersburgo o Mosc estaban dispuestas a echarlo todo por la ventana si as selo aconsejaban. Madame Virginskaya trabajaba de comadrona en nuestraciudad. Antes de casarse haba vivido largo tiempo en Petersburgo. El propioVirginski era hombre de inslita pureza de espritu; raras veces he visto un fervoremocional ms acendrado. Nunca, nunca abandonar estas luminosasesperanzas , deca siempre con voz apagada, con dulzura, en un semimurmulloque pareca sugerir un secreto. Era bastante alto, pero flaco y estrecho dehombros, y de cabello muy ralo, de matiz roj izo. Reciba con mansedumbre lasburlas que, con tono de superioridad, haca Stepan de algunas de sus opiniones; a

  • veces le objetaba con mucha seriedad y a menudo lo dejaba aturdido. Stepan,que a todos nos trataba con cierta paternidad, lo miraba tambin con afecto.

    Todos ustedes son los de medio pelo deca en broma a Virginski,todos los que son como usted, aunque en usted, Virginski, no he notado laestrechez de miras que hall en Petersburgo chez ses sminaristes. No obstante,son ustedes los del medio pelo . Shatov bien quisiera ser de pelo entero ,pero l tambin es de los de medio pelo .

    Y y o? pregunt Liputin.Usted representa slo el justo medio, que se encuentra a gusto en todas

    partes, a su manera.Liputin se ofendi.Se contaba de Virginski y era, por desgracia, digno de crdito que su

    esposa, sin haber pasado un ao de vivir con l en coy unda legal, le anunci derepente que quedaba cesante y que ella prefera a Lebiadkin. Este Lebiadkin, depaso en nuestra ciudad, result despus ser un sujeto muy sospechoso. No erasiquiera capitn ay udante, como se titulaba. Todo lo que saba era retorcerse elbigote, emborracharse y decir las sandeces ms desagradables que puede unoimaginarse. Con una falta de delicadeza poco comn, este hombre se instal encasa de los Virginski, contento de vivir a costa ajena; coma y dorma all, yacab por tratar con altivez al dueo de casa. Se aseguraba que, al declararle sumujer que quedaba cesante, Virginski le contest: Querida, hasta ahora slo teamaba; ahora te respeto , pero, a decir verdad, parece que no fue pronunciadatal frase, propia de un romano clsico; muy por el contrario, se dice que rompia llorar a lgrima viva. En otra ocasin, unos quince das despus de la cesanta,todos ellos, en familia , fueron, en compaa de unos amigos, a merendar a unbosque de las afueras. Virginski se hallaba en un estado de alegra febril, o algosemejante, y tom parte en el baile; pero de sbito, sin altercado previo dealguna clase, agarr del pelo con ambas manos al gigante Lebiadkin, que estabadando zapatetas por su cuenta, lo oblig a agacharse y empez a arrastrarlo entrepatadas, chillidos y lgrimas. El gigante estaba tan acobardado que ni siquiera sedefenda y guard completo silencio mientras lo arrastraban; pero ms tarde,despus del arrastre, se defendi con todo el fervor que puede esperarse de unhombre pagado de su honra. Virginski estuvo toda la noche de rodillas pidiendoperdn a su mujer, pero su splica no fue atendida porque se neg a presentarexcusas a Lebiadkin.

    Fue acusado, adems, por su corta imaginacin y por su notable estupidez,demostrada en el episodio en que se haba puesto de rodillas cierta vez para darexplicaciones a su mujer. El capitn ayudante desapareci en un tris y no volvia aparecer en nuestra ciudad hasta hace poco, cuando lleg en compaa de unahermana y con nuevos planes; pero de l se hablar ms adelante. Nada deextrao tiene que nuestro hombre hogareo se desahogara con nosotros y

  • hubiera menester de nuestra compaa. De sus asuntos domsticos, sin embargo,nunca hablaba en nuestra presencia. Slo en una ocasin, volviendo conmigo devisitar a Stepan, empez a aludir vagamente a su situacin, pero, de pronto,agarrndome del brazo exclam con ardor:

    Eso no tiene importancia. No es ms que un asunto privado que de ninguna,repito, de ninguna manera afecta a la causa comn .

    Al grupo acudan tambin visitantes casuales: iba el judo Liamshin, iba elcapitn Kartuzov. Asisti durante algn tiempo un anciano aficionado a hacerpreguntas, pero muri. Liputin trajo a un sacerdote polaco, un tal Sloczewski, quefue recibido por una cuestin de principios pero con quien despus de un tiempodejamos de tratarnos.

  • 9

    Hubo una poca en la que cundi por la ciudad el rumor de que nuestro grupo eraun foco de librepensamiento, depravacin y atesmo; y fue corriendo de boca enboca. Pero, la verdad, lo que reinaba entre nosotros era una palabrera liberalmuy ingenua, amable y alegre, a la vez que muy rusa. El liberalismo dealtura y el liberal de altura , el liberal sin objeto de ninguna ndole, sonposibles nicamente en Rusia. Como todo hombre de ingenio, Stepan necesitaba aalguien dispuesto a escucharle y convencerlo de que cumpla con el deber depropagar ideas. Necesitaba adems, por supuesto, a alguien con quien beberchampn y con quien, entre trago y trago, cambiar las consabidas impresioneshalageas sobre Rusia y el alma rusa , sobre Dios en general y el Diosruso en particular; y repetir por centsima vez esas historietas escandalosasrusas que todos conocen y todos repiten. Tampoco tenamos nada que objetar alos chismes que circulaban por la ciudad, aunque de vez en cuando nospermitiramos los ms severos juicios morales. Discurramos sobre cuestionesrelativas a la humanidad en general; meditbamos gravemente sobre el destinofuturo de Europa y del gnero humano; pronosticbamos dogmticamente que,despus del cesarismo, Francia bajara rpidamente al nivel de una potencia desegundo orden y estbamos, en efecto, convencidos de que ello poda sucederfcil y apresuradamente. Al Papa, desde tiempo atrs, le habamos profetizado elpapel de simple arzobispo en la unificacin de Italia, y estbamos plenamentepersuadidos de que ese problema milenario resultaba slo trivial en nuestro siglode humanitarismo, industria y ferrocarriles. Pero, como es sabido, el liberalismo ruso de altura ve las cosas un poco a la ligera. Stepan hablaba aveces de arte, y muy bien por cierto, aunque de un modo un tanto abstracto.Haca mencin de vez en cuando de los amigos de su mocedad todos ellospersonajes notables de la historia de nuestro progreso; los recordaba conternura y veneracin, pero tambin con algo as como envidia.

    Si la reunin resultaba aburrida, el judo Liamshin (empleado de correos depoca categora), cumplido pianista, se sentaba a tocar y, entre pieza y pieza,haca imitaciones del cerdo, de una tormenta, de un parto en el primer grito derecin nacido, etc., etc. Slo para eso se lo invitaba. Si se haba bebido mucho y ello ocurra, aunque no a menudo el entusiasmo se adueaba de nosotros, y

  • hasta lleg a suceder que en una ocasin cantsemos La Marsellesaacompaados al piano por Liamshin, aunque no s si result bien. El gran da del19 de febrero, el de la emancipacin de los siervos, lo recibimos con jbilo ymucho antes de su llegada empezamos a brindar por l. De esto hace ya muchotiempo, cuando an no haba venido Shatovni Virginski, y cuando Stepan viva encasa de Varvara. Algn tiempo atrs, antes del gran da, Stepan tom lacostumbre de murmurar para sus adentros unos versos tan conocidos comoinapropiados, escritos acaso por algn liberal de vieja cepa:

    Van los campesinos con hachas en la mano,Algo tremebundo sin duda pasar.

    O algo as, segn parece; no recuerdo exactamente. Varvara lo oy una vez yexclam: Tonteras, tonteras! , y se larg furiosa. Liputin, que por casualidadestaba presente, dijo con sarcasmo a Stepan:

    Sera una lstima que los antiguos siervos dieran un disgusto a los seorespropietarios a la hora del triunfo.

    Y se pas la punta del dedo ndice por el cuello.Cher ami apunt Stepan con dignidad, crame que eso y repiti el

    gesto del dedo ndice en el cuello no ser de ninguna utilidad a nuestrosterratenientes ni, en general, a ninguno de nosotros. Sin cabeza no podremosconstruir nada, aun teniendo presente que son nuestras cabezas las que por locomn nos impiden comprender las cosas.

    Debo sealar que en la ciudad muchos sospechaban que el da de laproclamacin ocurrira algo inaudito, por el estilo de lo que vaticinaba Liputin; yeran, dicho sea de paso, los que se consideraban peritos en asuntos delcampesinado y del Estado. Por lo visto, tambin Stepan comparta esa sospecha,hasta el punto de que casi en vsperas del gran da empez a pedir permiso aVarvara para ir al extranjero; en suma, empez a intranquilizarse. Pero pas elgran da, pas algn tiempo ms, y una sonrisa altiva apareci de nuevo en loslabios de Stepan. Ante nosotros expuso algunas ideas capitales sobre el carcterdel hombre ruso en general y del campesinado ruso en particular.

    Como gente apresurada que somos, hemos obrado con demasiada prisa enlo que respecta a nuestro campesinado dijo, terminando con este aluvin degrandes ideas; lo pusimos de moda y, desde hace algunos aos, todo un sectorliterario lo trata como si fuera una piedra preciosa. Hemos coronado de laurelcabezas piojosas. En mil aos la aldea rusa no nos ha dado ms que la danza deKomarinski. Un conocido poeta ruso, nada falto de ingenio, viendo por vezprimera en escena a la famosa Rachel, dijo, exaltado: No cambio a Rachelpor un campesino ruso! . Yo estoy dispuesto a ir ms lejos. Yo dara ycambiara a cada uno y todos los campesinos rusos por una sola Rachel. Ya es

  • hora de ver las cosas sobriamente y de no confundir el alquitrn de nuestra tierracon bouquet de limpratrice.

    Liputin asinti al instante, pero hizo notar con hipocresa que elogiar a loscampesinos haba sido un modo de proceder indispensable a la buena marcha delmovimiento; que incluso las damas de la alta sociedad haban lloradoemocionadas ante la novela de Grigorovich El desgraciado Antn y que algunasde ellas haban escrito a sus administradores desde Pars recomendando que enadelante trataran a los campesinos con la may or humanidad posible.

    Como a propsito, despus de los rumores sobre el caso de Antn Petrov,sucedi que en nuestra provincia, y a slo quince verstas de Skvoreshniki, hubo unalboroto, y en la agitacin del momento fue enviado all un pelotn de soldados.Esta vez la alarma de Stepan fue tan grande que hasta a nosotros nos asust. Dijoa gritos en el club que hacan falta ms soldados y que deban ser llamados deotro distrito por telgrafo; corri a ver al gobernador para asegurarle que l no sehaba metido en nada; pidi que no se le implicara por lo de antao en el asuntode ahora; y propuso escribir en el acto a quien fuera menester en Petersburgodando explicaciones. Por fortuna, todo ello pas y qued en nada, pero confiesoque me maravill entonces la conducta de Stepan.

    Tres aos ms tarde, como es notorio, se empez a hablar de nacionalismo ysurgi la opinin pblica . Stepan se rea mucho.

    Amigos mos nos aleccionaba, nuestro nacionalismo, si efectivamenteha nacido, como ahora aseguran por ah los peridicos, est todava en la escuela,en alguna Peterschule alemana, con un manual alemn delante, repitiendo sueterna leccin alemana; y el maestro alemn lo pone de rodillas cuando le place.Para el maestro alemn no tengo sino alabanzas. Pero es casi seguro que no hasucedido nada ni ha nacido nada, y que todo sigue como antes, es decir, comoDios quiere. A mi modo de ver, eso es bastante para Rusia, pour ntre sainteRussie. Adems, todos esos paneslavismos y nacionalismos, todo eso esdemasiado viejo para ser nuevo. Entre nosotros, el nacionalismo, con permiso deustedes, no ha existido nunca sino en forma de pasatiempo de club de postn,mejor an, de club moscovita. No hablo, por supuesto, de los tiempos del prncipeIgor. Bien mirado, todo resulta de la ociosidad. Aqu todo resulta de la ociosidad,lo bueno tanto como lo bello. Todo resulta de nuestra sociedad aristocrtica,amable, culta y antojadiza. Vengo repitindolo desde hace treinta mil aos. Nosabemos vivir de nuestro trabajo. Y qu es eso de armar barullo con esa opininpblica que ha surgido ahora, as de repente, en un santiamn, como algollovido del cielo? Es que no se dan cuenta de que para tener opinin se necesitaante todo trabajar, el trabajo propio, la propia iniciativa, la propia experiencia?Nada se obtiene de balde. Trabajemos y tendremos opinin propia. Pero comono trabajaremos nunca, quienes tendrn opinin sern los que hasta ahora vienentrabajando en nuestro lugar, esto es, toda esa Europa, todos esos alemanes,

  • nuestros maestros de doscientos aos a esta parte. Encima de todo, Rusia es unproblema demasiado confuso para que podamos resolverlo nosotros solos, sinalemanes y sin trabajo. Ya son veinte aos los que llevo tocando a rebato yllamando al trabajo! He consagrado mi vida a ese llamamiento y, como locoque soy, tena fe! Ahora y a no lo tengo, pero sigo tocando a rebato y tocar hastael fin, hasta la tumba. Seguir tirando de la cuerda hasta que doblen las campanaspor mi funeral.

    Ay! Nos limitbamos a hacer coro. Aplaudamos a nuestro maestro, y conqu fervor! Bueno, seores, acaso no se oy en ahora, y con frecuencia a veces,esas mismas majaderas, tan agradables , tan ingeniosas , tan liberalesy tan sempiternamente rusas?

    Nuestro maestro crea en Dios.No entiendo por qu todos me toman aqu por ateo deca alguna vez.

    Creo en Dios, mais distinguons, creo en l como en un ser consciente de s mismoslo en m. Yo no puedo creer a la manera de mi criada Natasya, ni a la de unbuen seor que cree por si las moscas , o como cree el bueno de Shatov,pero, no, Shatov no entra en la cuenta. Shatov cree a la fuerza, como un defensorde la esclavitud de Mosc. En lo tocante al cristianismo, no obstante mi sincerorespeto por l, no soy cristiano. Soy ms bien un pagano de antao, como el granGoethe, o como un griego antiguo. Por otra parte est el hecho de que elcristianismo no ha comprendido a la mujer, cosa que George Sand hademostrado magistralmente en una de sus novelas geniales. En cuanto al culto,los ay unos y todo lo dems, no entiendo a quin puede importarle lo que hago. Apesar de las maquinaciones de nuestros soplones locales, no aspiro a ser jesuita.En 1847 Belinski mand a Gogol desde el extranjero aquella famosa carta en laque le reprochaba vivamente creer en cierta especie de Dios . Entre nous soitdit, no puedo imaginar nada ms cmico que el momento en que Gogol (elGogol de entonces!) ley esa frase y toda la carta. Pero, risas aparte, y puestoque estoy de acuerdo con lo esencial del caso, dir y probar que esos eranhombres. Saban amar a su pueblo, saban sufrir por l, saban sacrificarlo todopor l, y saban al mismo tiempo mantener la distancia cuando era menester, sincortejar sus favores en ciertas materias. Cmo poda Belinski buscar la salvacinen el aceite de Cuaresma o en los rbanos con guisantes?

    Ah salt Shatov.Los hombres que menciona jams amaron al pueblo, ni sufrieron por l, ni

    le sacrificaron cosa alguna, aunque as lo imaginasen para su propia tranquilidadde nimo murmur sombramente, bajando los ojos y removindose conimpaciencia en la silla.

    Cmo que no amaban al pueblo? vocifer Stepan. Oh, cmo amabana Rusia!

    Ni a Rusia ni al pueblo! grit tambin Shatov con ojos chispeantes.

  • Es imposible amar lo que no se conoce, y ellos no saban ni jota del pueblo ruso!Todos ellos, sin exceptuar a usted, hacan la vista gorda en todo lo tocante alpueblo ruso. Y sobre todo Belinski; su misma carta a Gogol lo demuestra. Belinski,como el curioso de la fbula de Kry lov, no vio al elefante en el museo y sefij nicamente en los insectos socialistas franceses. De ah no pas. Y eso queera tal vez el ms inteligente de todos ustedes. A ustedes no les bast con daresquinazo al pueblo; ustedes lo trataron con repugnante desprecio; y slo porqueentendan por pueblo nicamente al francs, mejor dicho, el parisiense, y lesdaba vergenza que el pueblo ruso no fuera como l. Eso es as! Y quien notiene pueblo, no tiene Dios! Que quede claro que aquellos que se alejan de supueblo tambin se alejan de la fe paterna y acaban siendo ateos o indiferentes.Digo la verdad! Est demostrado. Es la razn por la cual todos ustedes, y ahoratodos nosotros, somos viles ateos o simple canalla depravada y escptica! Ustedtambin, Stepan! Sepa usted que no lo excluyo y que lo que he dicho lo he dichopor usted!

    De ordinario, tras monlogo semejante (y ello aconteca a menudo), Shatovcoga la gorra y se lanzaba a la puerta, plenamente convencido de que todo habaconcluido y de que haba roto para siempre sus relaciones amistosas con Stepan.Pero ste lograba detenerlo a tiempo.

    Pero, Shatov, no vamos a hacer las paces despus de esta amablediscusin? propona alargndole la mano desde el silln.

    El desmaado y tmido Shatov no reaccionaba ante blanduras. Su tosquedadde aspecto ocultaba, al parecer, gran delicadeza de espritu, y aunque a veces sepasaba de la ray a, era el primero en sufrir las consecuencias. Murmurando algoentre dientes en respuesta al ruego de Stepan y arrastrando los pies como un oso,se sonrea levemente, inesperadamente, se quitaba la gorra y volva a su silla y aclavar de nuevo los ojos en tierra. Debo acotar que en esas veladas aparecaentonces el vino ante el cual siempre Stepan propona un brindis acorde con lascircunstancias, por ejemplo, a la memoria de alguno de los prohombres deantao.

  • SEGUNDO CAPTULO:El Prncipe Harry. La casamentera

  • 1

    Varvara estaba tan ligada a Stepan como a otra persona en este mundo: su nicohijo, Nikolai Vsevolodovich Stavrogin. Fue para ste para quien Stepan fueinvitado como profesor. El muchacho tena entonces ocho aos, y elirresponsable de su padre, el general Stavrogin, viva ya entonces separado de lamadre, de modo que el chico se cri enteramente bajo el cuidado de sta. Hayque ser justo con Stepan: supo ganarse la adhesin de su discpulo. Y el secretoestaba en que l era tambin un nio. Hasta el momento yo no haba hecho mientrada en escena y l necesitaba en todo momento un amigo de verdad. Nodud entonces en convertirse en amigo en cuanto la criatura hubo crecido unpoco. No haba diferencia entre ellos. Ms de una vez durante la nochedespertaba a su amiguito de diez u once aos con el solo objeto de desahogar conl sus sentimientos lastimados o revelarle algn secreto domstico, sin pararmientes en que no deba ser tal cosa. Se abrazaban y lloraban. El muchacho sabaque su madre lo quera mucho, pero l no la quera tanto a ella. Ella hablaba pococon l y raras veces lo estorbaba en lo que haca, pero lo segua fijamente con lamirada, lo que produca en el chico una sensacin de malestar. Ahora bien, entodo lo concerniente a la educacin de ste y a su desarrollo moral la madre loconfiaba plenamente en Stepan, en quien an crea a pies juntillas. Es inevitablepensar que el pedagogo afect en alguna medida el sistema nervioso de sudiscpulo. Cuando al cumplir los diecisis aos lo llevaron al liceo era un chicoplido y endeble, excesivamente callado y abstrado (ms adelante se destacpor su extraordinaria fuerza fsica). Cabe suponer, asimismo, que los amigoslloraban en la noche, abrazados, y no slo por causa de alguna desavenenciadomstica. Stepan supo pulsar las ms recnditas fibras del corazn de su amigoy despertar en l un temprano, y aun indefinido, sentimiento de ese eterno ysagrado anhelo que, una vez gustado y conocido, los espritus selectos jamscambiarn por una satisfaccin vulgar. (Hay tambin los que dan a ese anhelo unvalor superior al de una satisfaccin completa, suponiendo que sta fueraposible). Pero, en todo caso, fue conveniente que maestro y discpulo acabaranpor separarse aunque no lo bastante pronto.

    En sus dos primeros aos de liceo el joven volvi a casa de vacaciones.Cuando Varvara y Stepan estuvieron en Petersburgo asisti algunas veces a las

  • tertulias literarias de su madre, y en ellas escuchaba y observaba. Hablaba pocoy segua siendo silencioso y reservado. Trataba a Stepan con la cariosaconsideracin de antes, pero ahora con un poco de encogimiento: estaba claroque rehua hablar con l de temas edificantes y de recuerdos del pasado.Despus de concluir los estudios, por deseos de la madre, sent plaza y fue prontoaceptado en uno de los regimientos de guardias montados ms prestigiosos. Novino a ver a su madre vestido de uniforme y raras veces escriba desdePetersburgo. Varvara le enviaba dinero sin regatear, a pesar de que con laemancipacin de los siervos las rentas de su hacienda haban mermado hasta elpunto de que al principio no perciba ni la mitad de lo de antes. Gracias, sinembargo, a grandes economas haba ahorrado un capital de consideracin. Leinteresaban mucho los triunfos de su hijo en la alta sociedad de Petersburgo: loque ella nunca pudo conseguir lo haba conseguido el joven oficial, rico y conesperanzas de serlo ms. l hizo amistades con las que ella ni siquiera habrapodido soar, y era recibido en todas partes con satisfaccin. Pero muy prontoempez Varvara a or rumores harto extraos. El joven comenz de improviso avivir escandalosamente. No se trataba de jugar o beber demasiado, se hablaba decierto desenfreno salvaje, de personas atropelladas por los caballos que montaba,de su conducta brutal con una dama de la buena sociedad con quien haba estadoen relaciones y a quien despus haba insultado pblicamente. Algo repugnantehaba, sin duda, en este asunto. Como si ello no fuese bastante, se afirmaba queera un matn que insultaba y provocaba a la gente por el mero gusto de insultar.Varvara estaba preocupada y triste. Stepan le deca que sos eran slo losprimeros arranques impetuosos de una naturaleza demasiado pujante, que lanaturaleza se calmara y que todo ello haca pensar en la mocedad del prncipeHarry y sus francachelas con Falstaff, Poins y mistress Quickly, segn nos laspinta Shakespeare. Esta vez Varvara no exclam Tonteras, tonteras! , comosola hacer ltimamente cuando hablaba con Stepan; al contrario, escuch atenta,pidi ms detalles y ella misma ley puntualmente en Shakespeare la crnicainmortal. Pero ni la crnica la tranquiliz ni hall mucha semejanza entre los doscasos. Con ansiedad esperaba respuesta a unas cartas suyas, que no se hizoesperar. Pronto lleg la cruel noticia de que el prncipe Harry se haba batido enduelo dos veces, en rpida sucesin, que en ambas haba sido el culpable, quehaba dado muerte en el acto a uno de sus adversarios y mutilado al otro, y que aresultas de tales fechoras haba sido procesado. El proceso concluy con sudegradacin a soldado raso, prdida de derechos civiles y traslado, en calidad dedestierro, a un regimiento de infantera de lnea. Y aun eso fue muestra especialde clemencia.

    En 1863 tuvo ocasin de distinguirse: se le concedi una cruz y fue ascendidoa suboficial, y poco despus a oficial. Durante ese tiempo Varvara escribi hastaun centenar de cartas a Petersburgo con ruegos y splicas. En tan inslita

  • situacin no le importaba humillarse un tanto. Despus del ascenso, el joven pidiinopinadamente el retiro, pero tampoco esta vez regres a