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  • Circo Mximo es la historia de Trajano y su gobierno, guerras y traiciones,lealtades insobornables e historias de amor imposibles. Hay una vestal, unjuicio, inocentes acusados, un abogado especial, mensajes cifrados, cdigossecretos, batallas campales, fortalezas inexpugnables, asedios sin fin, dosaurigas rivales, el Anfiteatro, los gladiadores y tres carreras de cuadrigas.Hay tambin un caballo especial, diferente a todos, leyes antiguas olvidadas,sacrificios humanos, amargura y terror, pero tambin destellos de nobleza yesperanza, como la llama de Vesta, que mientras arde preserva a Roma.Slo que hay noches en las que la llama del Templo de Vesta tiembla. Larueda de la Fortuna comienza entonces a girar. En esos momentos, todopuede pasar y hasta la vida del propio Trajano, aunque l no lo sepa, correpeligro. Y, esto es lo mejor de todo, ocurri: hubo un complot para asesinara Marco Ulpio Trajano.

  • Santiago PosteguilloCirco Mximo

    La ira de TrajanoTriloga de Trajano - 2

  • Para Elsa y Lisa,la msica de mi vida

  • AGRADECIMIENTOS

    Gracias a mi mujer y a mi hija por todo lo mucho que me dan cada da y porhacer que todo merezca la pena. Gracias a mis padres, a toda mi familia y a misamigos. Gracias en especial a Javier por hacer de primer lector de CircoMximo.

    Gracias a Purificacin Plaza por su paciencia, profesionalidad y periciacomo editora. Sus consejos son siempre atinados.

    Gracias a un montn de personas que generosamente compartieron suinmenso conocimiento para que de esa forma Circo Mximo se aproxime lo msfidedignamente posible al mundo clsico. En concreto, gracias a AlejandroValio (catedrtico de derecho romano de la Universidad de Valencia), a JuliaGrau (catedrtica de latn y griego del IES Luis Vives de Valencia), a JessBermdez (catedrtico de latn de la Universitat Jaume I), a Rubn Montas(profesor de griego clsico de la Universitat Jaume I), a Ana Elisa Gil (traductorae intrprete jurado de rumano) y a Antonio Piero (catedrtico de filologagriega y experto en filologa bblica trilinge de la Universidad Complutense deMadrid). Si hay aciertos en Circo Mximo se deben en gran parte a lacolaboracin de estas personas, mientras que si hay errores, stos son sloachacables al autor de la novela.

    Gracias tambin a la biblioteca de la Universitat Jaume I y a su servicio deObtencin de Documentos.

    Gracias a la Agencia Literaria Carmen Balcells, en particular a RamnConesa y a Gloria Gutirrez por su constante apoy o.

    Gracias a todo el equipo editorial de Planeta, incluidos los ilustradores ydiseadores grficos.

    Gracias a todos los lectores que, ya sea en Espaa o en Amrica Latina, meescriben mensajes a travs de mi web, Facebook o Twitter para animarme aseguir escribiendo. Son un gran estmulo en todo momento.

    Gracias a Trajano y su mundo, convulso con frecuencia, esperanzador enocasiones. Incluso gracias a Mario Prisco o Pompeyo Colega o Carpophorus ytantos otros ruines, porque si bien la vida sera infinitamente mejor sin laperversin de los malvados, la literatura, sin ellos, sera aburrida.

  • INFORMACIN IMPORTANTE PARA EL LECTOR

    El lector encontrar a lo largo de Circo Mximo algunas ilustraciones ydiagramas para la mejor comprensin del relato. En el caso de las carreras decuadrigas se proporciona con regularidad la clasificacin con la posicin encarrera de cada uno de los aurigas en cada momento de la competicin.

    De forma complementaria, al final de la novela se incluyen unos apndicesdonde se puede consultar durante la lectura un glosario de trminos latinos y otro,ms sucinto, de trminos dacios, as como el rbol genealgico de la familiaimperial de Trajano. Tambin hay en esta seccin adicional de Circo Mximoplanos de Roma y de la Dacia y otros mapas sobre diferentes batallas y asedios;adems de ilustraciones de los militares romanos y guerreros dacios y srmatasimplicados en las guerras dcicas, junto con una bibliografa sobre materialesdocumentales utilizados por el autor en la confeccin del libro. Y, por supuesto, ellector puede consultar tambin la recreacin ilustrada de la Roma imperial delsiglo II d. C. y el mapa del Imperio romano de las guardas de esta edicin.

    Es importante, no obstante, dejar la consulta de la nota histrica que abre losapndices para el momento en el que se haya concluido la novela, pues en estanota se desvelan algunos de los secretos de la trama de Circo Mximo, que ellector disfrutar ms descubriendo por s mismo durante la lectura.

  • DRAMATIS PERSONAE

    Familia imperial

    Marco Ulpio Trajano, Imperator Caesar AugustusPompeya Plotina, esposa de TrajanoPublio Elio Adriano, sobrino segundo de TrajanoVibia Sabina, sobrina nieta de TrajanoMarcia, madre de TrajanoUlpia Marciana, hermana de TrajanoMatidia mayor, sobrina de TrajanoMatidia menor, sobrina nieta de TrajanoRupilia Faustina, sobrina nieta de Trajano

    Legati y senadores del crculo de Trajano

    Cneo Pompeyo Longino, legatus, amigo personal de TrajanoNigrino, legatus, amigo de TrajanoLucio Q uieto, legatus y jefe de la caballera, amigo de TrajanoLucio Licinio Sura, senador hispanoPlinio el Joven, senador y abogadoCelso, senador y legatusPalma, senador y legatusTercio Juliano, legatus de la VII Claudia en Moesia SuperiorFrontino, senador y consejero de TrajanoLaberio Mximo, legatusMenenio, senador y padre de la vestal MeneniaCecilia, esposa de Menenio y madre de la vestal MeneniaOtras personas del entorno de la familia imperial

    Din Coceyo, filsofo griego que en la actualidad es ms conocido con elsobrenombre de Din Crisstomo Critn, mdico del emperador Trajano

    Cayo Suetonio Tranquilo, escritor romano y procurator bibliothecae augustiPublio Acilio Atiano, antiguo tutor de Adriano

    Senadores contrarios a Trajano

  • Mario Prisco, senador y antiguo gobernadorPompeyo Colega, senadorCacio Frontn, senadorSalvio Liberal, senador

    Sacerdotes

    Cicurino, flamen dialis, sacerdote supremo de JpiterSalinator, rex sacrorum

    Vestales

    Menenia, vestalCornelia, Vestal MximaTullia, Vestal MximaClaudia, vestal

    Aurigas del Circo Mximo

    Celer, auriga de la corporacin de los rojosAcleo, auriga de la corporacin de los azulesPulcher, auriga de la corporacin de los verdesTaurus, auriga de la corporacin de los azules

    Caballos del Circo Mximo

    Niger, caballo de la corporacin de los rojosOrynx, caballo de la corporacin de los rojosTigris, caballo de la corporacin de los rojosRaptore, caballo de la corporacin de los rojosTuscus, caballo de la corporacin de los azulesPasserinus, caballo de la corporacin de los azulesPomperanus, caballo de la corporacin de los azulesVictor, caballo de la corporacin de los azules

  • Otros oficiales y/o legionarios del ejrcito romano

    Tiberio Claudio Mximo, duplicarius de la caballera romanaCincinato, tribuno militarCayo, legionario en la frontera del DanubioQ uinto, legionario en la frontera del DanubioDcimo, centurin romano desertorCayo, legionario desertorSecundo, legionario desertor

    Personajes dacios y sus aliados srmatas y roxolanos

    Decbalo, rey de la DaciaDiegis, noble de la DaciaVezinas, noble de la DaciaBacilis, sumo sacerdote de la DaciaDochia, hermana de DecbaloZia, esclava al servicio de DochiaHermilo, esclavo al servicio de LonginoSesagus, rey de los roxolanosAmage, mujer roxolanaMarcio, gladiador mirmillo y guerrero aliado de los srmatas; posteriormente

    conocido con el sobrenombre de SenexAlana, guerrera srmata, antigua gladiatrix, mujer de MarcioTamura, nia srmata, hija de Alana y MarcioAkks, lder srmata

    Personajes del anfiteatro Flavio

    Trigsimo, lanistaCarpophorus, bestiariusMaroboduus, gladiadorVerres, cocinero

    Cristianos

  • Juan, discpulo de CristoIgnacio, obispo de AntioquaEvaristo, obispo de RomaAlejandro, asistente del obispo de RomaMarcin, comerciante de Frigia

    Otros personajes

    Scaurus, ajustador de clepsidrasAtellus, un rufin de la SuburaMalleolus, recaudador de impuestos

    Personajes del Imperio parto

    Osroes, hn h, rey de rey es de PartiaPartamasiris, hermano de Osroes

    Personajes del Imperio kushan

    Shaka, embajador del emperador Kadphises

    Personajes del Imperio han

    Li Kan, guerrero de la caballera hanChi tu-wei, comandante de la caballera han

    Personajes del pasado

    Cayo Julio Csar, senador y dictador romanoTito Flavio Domiciano, Imperator Caesar Augustus

  • PROOEMIUM

    Hora primade las idus de marzo del ao 710 ab urbe condita,

    desde la fundacin de Roma-

    El amanecer del 15 de marzo de 44 a. C.

    Centro de RomaResidencia de Cayo Julio Csar, dictador y Pontifex Maximus

    Julio Csar se llev las yemas de los dedos ndice y pulgar de la mano derecha alos prpados cerrados. Llevaba una hora trabajando en la mesa del tablinum, sudespacho particular en su gran domus del centro de la ciudad. Se reclin haciaatrs y suspir. Luego dej caer la mano derecha sobre la superficie plana de lamesa, encima de uno de los mapas donde haba estado realizando anotaciones. Seinclin de nuevo sobre aquellos planos y sus ojos repasaron las posiciones quehaba sealado para las legiones. Seran suficientes tropas para aquel proyecto?No estaba seguro. Tendra que meditarlo con ms sosiego antes de emprenderaquella marcha hacia Oriente. Quiz los clculos no fueran los adecuados y unerror sobre ese mapa podra suponer una derrota de la que Roma nunca podrarecuperarse. Tena que revisar aquellas cifras de nuevo, pero cuando estuvierams descansado. Aquella noche apenas haba dormido. De lo que estaba seguro,no obstante, era de que el plan poda ejecutarse. se y el que haba preparadocon relacin al Danubio. Todo poda hacerse. Slo haba que hacer bien losclculos sobre las tropas necesarias y disponer de una autntica determinacin,una creencia absoluta en las posibilidades de xito de aquellas empresas,acometindolas con el mismo mpetu con el que inici su conquista de las Galias.Y bien, s, se requera valor. Pero poda hacerse. Deba hacerse. Golpe con elpuo cerrado sobre los planos.

    Sinti algo de fresco. La primavera an no haba llegado a Roma. Se levanty pleg los mapas con cuidado. Le haba costado mucho obtener aquellas copiasfiables de todas las remotas regiones ms all de las fronteras romanas. Una vezenrollados, introdujo los papiros en un cesto grande y lo deposit en unaestantera de su despacho. Tena una reunin pactada con varios senadores.Suspir. Venan con una peticin. Julio Csar sacudi la cabeza. No, no se fiabade ellos, pero no poda dar muestras de temor. No deba dar nunca esa impresin. Slo se debe temer al miedo , pens. Adems, haba acordado con Marco

  • Antonio que ste lo acompaara al encuentro con aquellos senadores.S dijo en el silencio de aquel amanecer de marzo. Era una afirmacin

    para s mismo. Primero resolvera el asunto de aquella incmoda reunin y luegohablara con Marco Antonio sobre sus planes para el Danubio y para Oriente.Cada cosa a su debido tiempo.

    Haba habido malos presagios y su propia esposa Calpurnia le haba insistidoen que no fuera a ese encuentro con los miembros del Senado, pero Cayo JulioCsar sali con resolucin del tablinum. A su espalda quedaron las estanteras conaquel cesto y aquellos mapas. Tena decidido volver sobre ellos esa mismanoche.

    l no poda saberlo, pero veintitrs pualadas impediran que y a nunca mspudiera trazar un plan de conquista.

    El cesto qued olvidado por todos y nadie nunca leera el contenido deaquellas notas.

    Nadie?

  • Libro ILAS CUADRIGAS DE ROMA

    Ilustracin de Trajano extrada de una seccinde la Columna Trajana (Foro de Trajano en Roma)

  • Ao 101 d. C.(Ao 853 ab urbe condita, desde la fundacin de Roma)

    Tiempos del emperador Marco Ulpio Trajano

    (145 aos despus del asesinato de Julio Csar)

    Igitur qui desiderat pacem, praeparet bellum.

    [As que quien desee la paz, que prepare la guerra.]

    VEGECIO

    Epitoma rei militaris (libro III, prefacio)

  • 1

    UNA PETICIN DESESPERADA

    RomaFebrero de 101 d. C.

    Slo t puedes salvarla! Slo el gran Plinio puede conseguirlo! dijo aquelhombre entre sollozos, postrado ante el poderoso senador de Roma, abrazndolelas rodillas en seal de mxima sumisin mientras segua repitiendo aquellaspalabras como una letana de sufrimiento eterno. Slo Plinio puede salvar ami hija! Slo Plinio!

    El viejo Menenio vio cmo Plinio se agachaba y lo coga por los brazos paralevantarlo.

    No es necesario que te postres de esta forma para que entienda tu dolor dijo Plinio mientras acompaaba a su amigo junto a un solium en el que lo invita sentarse, a la vez que l haca lo mismo en una sella que estaba al lado.

    En el atrio de la enorme domus de Plinio en Roma, protegidos por aquel granperistilo porticado, slo se oa el arrullo de la fuente del centro. ste, uno de lossenadores ms poderosos del Imperio, haba podido adquirir aquella residenciatras una exitosa carrera como abogado primero y como senador despus,siempre ascendiendo en los diferentes cargos pblicos del cursus honorum. Erade los pocos supervivientes a los aos de locura de Domiciano y ahora parecabien posicionado con el nuevo emperador Trajano. Menenio, sin embargo,perteneca a una ancestral familia patricia que poco a poco haba perdido fuerza,poder e influencia en Roma, hasta el punto de que ahora su pater familias se veaobligado a humillarse ante un semejante, ante otro senador, para conseguir salvara una hija sobre la que se cerna la ms temible de las sombras.

    Slo t puedes salvarla volvi a insistir Menenio. Ests en buenasrelaciones con el nuevo emperador. Trajano te escuchar. S que si t ladefiendes al menos la muchacha tendr una oportunidad.

    Por todos los dioses, Menenio, tranquilzate respondi Plinio. Segn loque me has contado ni siquiera hay una acusacin formal, y el delito es muygrave. Muy pocos se atreveran a formularla. Una acusacin falsa contra unavestal, si se prueba que han mentido, puede suponer la muerte. En ocho aosnadie ha osado acusar a una sacerdotisa de Vesta.

    Cierto concedi Menenio, aunque en seguida aadi unas palabras queresonaron terribles en el patio de aquella domus; pero en aquel ltimo caso, elde hace ocho aos, la vestal acusada fue condenada y enterrada viva.

  • Silencio. El agua de la fuente segua manando. El ruido del lquido al caersobre el mrmol les recordaba que el tiempo no se detena, aunque en aquelinstante Menenio lo hubiera dado todo por poder pararlo.

    En todo caso insisti Plinio quebrando aquella extraa pausa sigue sinhaber acusacin formal. Slo rumores

    T sabes cmo funciona esto lo interrumpi Menenio. T lo sabesmejor que nadie. Todos lo hemos visto otras muchas veces: primero son losrumores, luego las delaciones.

    Trajano ha promulgado una ley contra las mismas.S, contra las delaciones annimas, pero estoy seguro de que reunirn

    testigos comprados. Mentirn, Plinio, mentirn y mi hija ser enterrada viva.Plinio estir las piernas. Estaba claro que era imposible tranquilizar a su

    amigo. Se levant y pase por el atrio. Suspir. Regres junto a Menenio y, depie, empez a resumir lo que su amigo le haba contado.

    Por Jpiter, veamos: tu hija Menenia fue escogida por el emperadorDomiciano, y a fallecido, para reemplazar a una de las vestales que l mismoconden a muerte por un supuesto crimen incesti, porque se dijo que se habaentregado a otros hombres rompiendo su voto sagrado de castidad. La seleccinde Menenia fue hace unos cuantos aos nueve has dicho, creo. Correcto? Menenio asinti y Plinio prosigui con su relato. Entonces tu hija tena apenasnueve aos tambin, la misma cifra. Fue conducida hasta la Casa de las Vestalesy all se la examin de acuerdo a las costumbres sagradas de las sacerdotisas deVesta, y fue aceptada. El problema radica en que tu hija tena amistad, unaamistad infantil e inocente, con un nio de nombre Celer, el hijo de un liberto detu propia casa con el que jug durante su infancia hasta que fue conducida a laCasa de las Vestales. Era una amistad sincera entre nios y ambos siguieronvindose ocasionalmente, siempre bajo la atenta mirada de las vestales, en actospblicos. Hasta ah todo bien. Contino resumiendo: este nio, Celer, tena un don,un don especial con los animales y en particular con los caballos, de tal formaque t mismo, para ayudarle a que tuviera un medio de vida, influiste para quefuera admitido en una de las cuatro grandes corporaciones de cuadrigas de laciudad, la de los rojos. El muchacho empez como aurigator, como un ay udantede los aurigas, pero muy pronto, con unos trece aos, empez a correr hastaconvertirse en uno de los ms importantes aurigas de Roma. Ha conseguidodecenas de victorias. La relacin entre Celer y tu hija, ya una joven sacerdotisavestal, se ha mantenido mediante cartas y en algunos encuentros siempre enpblico, siempre controlados, pero ha surgido un rumor, un rumor terrible quesientes que pronto puede transformarse en la peor de las acusaciones contra unavestal. Ests convencido de que hay personas, no sabemos quines, que hanextendido el rumor de que tu hija Menenia ha roto su voto de castidad yaciendocon este auriga en secreto. Crees que pronto se formular una acusacin formal

  • de crimen incesti y que, en consecuencia, tu hija ser juzgada. Ests convencidode que habr testigos comprados dispuestos a mentir ante el mismsimoemperador, ante el Pontifex Maximus, y declarar que tal horrendo crimen ha sidoen efecto perpetrado por tu hija, pero no puedes decirme de dnde ha surgido elrumor ni quin puede estar dispuesto a arriesgar tanto comprando a estos testigos.

    As es confirm Menenio.Plinio volvi a sentarse junto a su amigo. Durante un largo rato no dijeron

    nada ninguno de los dos. En el fondo, Plinio comparta la ttrica visin queMenenio tena sobre todo aquel asunto. S, los rumores solan terminar enacusaciones formales ante un tribunal. Era una de las herencias del principado deDomiciano. Trajano se haba esforzado por reducir las causas basadas endelaciones annimas sin base ni pruebas, pero con dinero se seguan comprandotestimonios y segua habiendo condenas injustas. Era difcil revertir en apenasdos o tres aos la perniciosa tendencia que se haba instalado en Roma durante loslargos, lentos y penosos quince aos del gobierno de Domiciano. Torcer a loshombres siempre es ms fcil que enderezarlos. Plinio miraba al suelo. Meneniohaba sido siempre un amigo leal y hombre honesto. Haba tenido que sufrir quesu hija fuera designada por Domiciano como nueva vestal. Aquello no haba sidosino una maniobra ms del emperador para controlar a un hombre honrado. Elmiedo a que le pasara cualquier cosa a su hija, una vestal que como todas lassacerdotisas de Vesta dependa directamente del Pontifex Maximus y emperadordel mundo, haba hecho de Menenio el senador dcil y sumiso que Domicianobuscaba en la ltima poca de su tirana. Asesinado ste, Menenio haba sido unode los hombres ms felices durante un breve intervalo de tiempo, pero ahora, depronto, sin saber muy bien de dnde, surga este rumor de una relacin prohibidaentre su hija y aquel amigo de la infancia que ahora era un gran auriga.

    Si hay acusacin formal, Menenio, yo defender a tu hija dijo al finPlinio rompiendo el largo silencio en el que le haban sumido sus reflexiones.

    Gracias, por todos los dioses, gracias.Menenio estaba a punto de levantarse del solium para volver a arrodillarse

    ante el que ahora sera el abogado defensor de su hija, pero Plinio se lo impidiasindole con un brazo. Menenio desisti y no volvi a humillarse. Hablaronentonces de otras cosas para relajar un poco aquel tenso encuentro. De asuntosintrascendentales para Menenio pero que ay udaban a distraer su mente de lapreocupacin por la seguridad de su hija: las obras de remodelacin yampliacin del Circo Mximo que haba ordenado Trajano, los problemas en elsuministro de agua a la ciudad o el juicio en el Senado a Prisco, uno de lossenadores ms corruptos de la poca de Domiciano a quien Trajano habacondenado a devolver una enorme cantidad de dinero y luego haba enviado aldestierro. Plinio, al final de aquella conversacin, aadi una pregunta que habaaprendido a hacer antes de aceptar la defensa de alguien, pues saba que no haba

  • nada peor que no saberlo todo de sus defendidos.Dime, Menenio, hay algo especial, algn secreto por pequeo que sea,

    que deba saber sobre tu hija Menenia? Sera terrible que los acusadoresaveriguaran algo de tu hija que su defensor no conociera. Hay algo secreto?

    El viejo senador Menenio no respondi de inmediato. Mir al suelo uninstante, como si repasara velozmente la vida de su hija.

    No respondi al fin.Plinio lo observ atento y asinti muy despacio.Que los dioses te prodiguen bondades le dijo Plinio a su amigo mientras

    lo acompaaba a la puerta. Menenio se inclin al despedirse. Iba a marcharsey a, pero se detuvo un instante.

    Es inocente, mi hija es inocente dijo Menenio en un arrebato, en unintento por afianzar an ms el compromiso de su amigo en la defensa de su hija.

    Estoy seguro de ello respondi Plinio en el tono ms tranquilizador quepudo. Menenio sonri levemente en seal de agradecimiento y se perdi,escoltado por cuatro esclavos, entre la multitud que atestaba las calles de Roma,una muchedumbre que se diriga al Circo Mximo. Aquella misma maanahaba carreras y toda Roma acuda a presenciarlas. Plinio frunci el ceo.Correra Celer, el auriga protagonista junto con Menenia de aquellos malditosrumores, prximamente? Tena que ver de nuevo una de esas carreras. Hacatiempo que no se acercaba al Circo Mximo, pero si quera defender bien aaquella vestal, a la hija de su amigo, senta que tena que volver a ver las carrerasdel Circo y prestar mucha atencin a todo lo que ocurriera all. Los esclavoscerraron la puerta y Plinio regres al interior de su domus. Una vez en el atrio desu casa se sent en su solium. Inocente , pens. Seguro que lo era. Siendo hijade Menenio, aquella muchacha sera igual de recta y virtuosa que su padre y sumadre. De eso no tena duda. Pero tambin, seguramente, fueron inocentes lascuatro vestales condenadas a muerte durante la poca de Domiciano. Pliniosuspir profundamente. Le preocupaba que en un juicio en Roma lo menosimportante de todo fuera la inocencia o la culpabilidad de la acusada, pero, porencima de todo, le incomodaba que Menenio le hubiera mentido. Plinio sabacuando alguien menta. se era su don. Y Menenio no haba respondido la verdadcuando le haba preguntado sobre si exista algn secreto en la vida de su hijaMenenia. Y los secretos no eran buenos en un juicio. Por qu habra queridoocultarle algo cuando la vida de su hija estaba en juego?

    Plinio se mantuvo sentado en el centro del atrio.Rumores y secretos dijo en un murmullo casi inaudible. Ser difcil

    ganar este juicio.

  • 2

    UNA MISIN IMPOSIBLE

    RomaFebrero de 101 d. C.

    Apolodoro de Damasco, el arquitecto imperial, esperaba aquel atardecer en elsilencio de un Aula Regia vaca la llegada del Csar, pero el hombre que entr alfin por el fondo de la gran sala del trono de Roma no era el emperador, sino unliberto, seguramente algn funcionario al servicio de los archivos imperiales oquiz un consejero del consilium de Trajano. Era difcil saberlo.

    Sgueme dijo aquel hombre, y el arquitecto empez a caminar justodetrs de aquella sombra sigilosa. Cruzaron los grandes peristilos de la DomusFlavia hasta llegar a las cmaras de la familia imperial. All, frente a una puertade bronce custodiada por media docena de pretorianos, su gua se detuvo. No dijonada ni se volvi para despedirse. No era necesario. La puerta de bronce se abriy los pretorianos se hicieron a un lado. Apolodoro vislumbr la figura del Csaren pie, apoy ado sobre una gran mesa con mapas. El arquitecto entr y lospretorianos cerraron la puerta. Apolodoro se qued junto a la entrada sin saberbien qu hacer. Acercarse sin ser invitado poda ser indecoroso y lo ltimo queuno quera hacer en Roma era indisponerse con el emperador.

    Acrcate, Apolodoro dijo Trajano al fin con voz serena. El arquitecto diounos pasos adelante hasta situarse al otro lado de la mesa. El mapa que habadesplegado y sobre el que se apoyaban las manos del emperador era del nortedel Imperio. Se podan ver las provincias del Rin, Germania Inferior, GermaniaSuperior y luego el Noricum y Raetia para continuar con las provincias limtrofescon el Danubio: Panonia Superior e Inferior y Moesia Superior e Inferior.

    Necesito un puente dijo Trajano, que no era hombre de perder el tiempoa la hora de hablar.

    Un puente? repiti el arquitecto de modo dubitativo; Julio Csar hizoconstruir un puente sobre el Rin, un puente de madera, con troncos, que luegodesmantel a las pocas semanas; Apolodoro estaba convencido de que JulioCsar lo haba construido ms que otra cosa para demostrar a los brbaros delnorte que si Roma quera, Roma poda construir un puente y atacarlos. Quiz elnuevo emperador estuviera pensando en repetir aquello. El Csar desea unpuente sobre el Rin?

    No respondi Trajano tajante. No. Lo que necesito es un puente sobreel Danubio.

  • Sobre el Danubio volvi a repetir Apolodoro mientras desplazaba lamirada hacia el otro extremo del mapa. El Danubio era ms largo, mscaudaloso, ms ancho. Nunca se haba construido un puente sobre el Danubio. Dehecho no se consideraba posible. Aunque quiz. Quiz se podra construir unpuente con barcazas.

    El emperador neg con la cabeza.Para eso no necesito un arquitecto. Para eso me basta con mis zapadores.

    No. Necesito un puente slido, fuerte y permanente sobre el Danubio. Eso es loque necesito. Eso es lo que quiero. Puedes construirlo? Me dijeron que si queraalgo que pareciera imposible, algo que nunca se haya hecho antes porque se creeque no puede hacerse, el nico hombre en Roma capaz de conseguir imposibleseres t. Por Hrcules, cuentan que t mismo le dij iste a Domiciano que podashacer imposibles! Es eso cierto o acaso me informaron mal?

    Apolodoro imaginaba a Rabirius, el viejo arquitecto de Domiciano, o acualquiera de sus compaeros, henchidos de envidia por su gran xito de hacaunos aos con la ampliacin del anfiteatro Flavio, promoviendo aquel rumor deque l se jactaba de poder construir cualquier cosa. Ahora senta como ensecreto, sin tan siquiera mover ni una comisura de los labios, sus enemigossonrean ante el espectculo de aquella arrolladora victoria, pues una cosa eraampliar un edificio como el anfiteatro Flavio y otra muy diferente intentarconstruir un puente imposible. Mientras, el Csar segua mirndolo. Slo habados caminos: humillarse y negar todos aquellos rumores y perder as el favor delnuevo emperador de Roma o Apolodoro dio un paso al frente, alz el rostro y,mirando a Trajano a los ojos, respondi con firmeza.

    Si el Csar quiere construir algo imposible, yo soy su hombre.Trajano sonri.Bien dijo. Partirs hoy mismo. Te proporcionar un salvoconducto que

    te abrir el camino hasta los campamentos de Moesia Superior. Es all dondenecesito el puente. Apolodoro lo escuchaba con la boca abierta, sin apenasrespirar; el emperador segua con sus instrucciones. Quiero que vayas all yque encuentres el emplazamiento idneo para ese puente, y quiero tener en pocotiempo un informe tuyo sobre el lugar que has seleccionado y los recursos quenecesitas para construirlo. Tendrs hombres y todo el material que precises,Apolodoro, pero quiero un puente sobre el Danubio, me entiendes?

    S, Csar.Bien Trajano dej de mirarlo y volvi a fijar sus ojos en el plano.

    Eso es todo.Apolodoro se inclin ante el Csar y se encamin hacia la puerta de bronce.Abrid! dijo Trajano con voz potente sin dejar de mirar el mapa. La

    puerta de bronce se abri y Apolodoro se desliz entre los pretorianos. Elfuncionario que lo haba guiado hasta all volvi a conducirlo a travs de los

  • grandes peristilos del palacio imperial. Se cruzaron con un hombre anciano que,pese a su edad, caminaba muy recto. Vesta con enorme sencillez, con apenasuna tnica blanca sin marca ni ribete ni decoracin alguna. Si Apolodoro hubieraestado ms sosegado se habra dado cuenta inmediatamente de que aquelanciano no encajaba en palacio, pero el arquitecto estaba demasiado atribuladocon sus propios pensamientos. No fue hasta llegar a la escalera de salida de laDomus Flavia que Apolodoro de Damasco se permiti inspirar con fuerza paraintentar relajarse un poco. No lo consigui.

    Es ese anciano, Csar dijo uno de los pretorianos que custodiaban lapuerta de la cmara imperial. Trajano supo en seguida a quin se refera. Lossoldados no se habituaban a la presencia de aquel viejo griego en palacio. Sinduda les pareca una excentricidad, una mana suy a, pero se la toleraban porquesaban que el emperador era un militar recio como ellos. De qu hablaba conese viejo? Seguramente eso es lo que se preguntaran los pretorianos una y otravez. A Trajano le diverta que todava ni siquiera se hubieran esforzado enaprenderse su nombre.

    Te refieres a Din Coceyo de Prusa? pregunt Trajano ms que nadapor poner en evidencia un poco a aquel pretoriano para que de una vez retuvieraen su mente aquel nombre.

    S, Csar respondi el soldado bajando la mirada al suelo. Trajanocomprendi que el pretoriano haba captado su error y lo estaba asimilando parano repetirlo de nuevo. Din Coceyo de Prusa, Csar repiti a modo depenitencia ante su superior.

    Trajano asinti.Que pase y que traigan lucernas. Apenas hay luz aqu.El pretoriano se retir y al momento apareci el anciano de la tnica blanca.

    Din Coceyo era todo un personaje en Roma. Se trataba de un viejo filsofogriego que estaba en la capital del Imperio desde tiempos de Vespasiano. Yaentonces se haba hecho famoso por su impresionante oratoria. Pero tantaelocuencia dej de resultar agradable cuando el emperador Domiciano accedial poder. De hecho, Din se atrevi a criticar a Domiciano en pblico de formadirecta. Fue desterrado de inmediato, pero no slo de Roma, sino de Italia y deBitinia, su tierra natal, tambin. Sus posesiones fueron requisadas y se qued sinnada. Pero Din no se vino abajo, sino que se tom aquello como una prueba:abandon lo poco que le quedaba y, vestido como un mendigo, empez a ir deciudad en ciudad predicando la necesidad de recuperar una vida austera en sucaso ray ando la pobreza absoluta como el mejor modo de encontrar el sosiegode espritu necesario para vivir en paz con uno mismo, a la par que promova larealizacin de buenas acciones de los unos con los otros all por donde pasaba.

  • Visit en aquellos aos de destierro Tracia, Misia, Escitia y otras muchas tierras yciudades. Y por lo general era bien recibido por su honestidad, su humildad y lasabidura de sus palabras y consejos. A Roma llegaron durante aos comentariose historias sobre la peregrinacin de Din por los confines del Imperio, decanque incluso ms all de sus fronteras. Podas estar de acuerdo o no con Din,pero nadie dudaba de que aquel anciano haba viajado mucho, haba visto muchoy saba mucho. Tras el asesinato de Domiciano, el emperador Nerva perdon aDin y le permiti regresar a Roma si lo deseaba. ste acept el perdn, tom elnombre de Coceyo en honor del emperador Marco Coceyo Nerva y regres a lacapital del Imperio. Lo que no hizo ya Din fue retornar a su anterior vida decierta comodidad. En su lugar decidi mantener sus costumbres extremadamenteausteras, aun cuando era invitado a las casas de los ms poderosos de Roma.

    Y es que muchos sentan curiosidad por saber de su vida y de sus opinionessobre todo tipo de situaciones y sucesos, hasta que el propio emperador MarcoUlpio Trajano lo invit a acudir con frecuencia al palacio para departir con l delos ms variopintos asuntos. La presencia del filsofo en el palacio imperialgener la sorpresa de muchos y la incomprensin de algunos, pero como fueraque Din nunca peda nada para s mismo ni pareca influir de forma perniciosasobre el Csar, todos pasaron a considerar aquella extraa relacin como uncapricho peculiar del nuevo emperador que, a fin de cuentas, no haca dao anadie. Ese Din Cocey o, originario de la ciudad de Prusa, era el que seencontraba en ese momento frente al emperador Trajano.

    A qu debo el honor de tu visita? pregunt el Csar sentado ya al otrolado de su mesa de mapas.

    El Csar es demasiado generoso al considerar mi visita como un honor yno como una molestia coment el anciano acercndose un poco hacia la mesa,pero siempre manteniendo una distancia prudencial. No quera dar a entenderque pudiera tener inters por los planos que el Csar estuviera consultando en esemomento. Y como saba que Trajano no era hombre que apreciara largoscircunloquios, Din Coceyo fue directamente al asunto que lo haba trado hastaall. Slo he venido a avisar al emperador.

    Trajano se reclin lentamente en el respaldo de su solium.Un aviso? repiti inquisitivo.S, augusto; creo he estado pensando que quiz el Csar no sea

    plenamente consciente de que ha entrado en guerra.Trajano frunci el ceo. Pens de inmediato en sus planes para atacar a los

    dacios, pero no comprenda cmo aquel anciano poda haber intuido aquello y, loms importante, le preocupaba que si Din Cocey o haba adivinado susintenciones quiz alguien ms lo hubiera hecho, y an era demasiado pronto paradesvelarlo todo. En ese momento se volvieron a abrir las puertas de bronce y unpar de esclavos entraron con varias lucernas encendidas que distribuyeron por la

  • cmara para luego desaparecer de inmediato y dejar solos al emperador y alfilsofo. Las puertas volvieron a cerrarse.

    En guerra contra quin? indag Trajano en un intento por clarificarhasta dnde haba llegado aquel viejo griego en sus conjeturas.

    El Csar ha entrado en guerra contra el dinero y como fuera que Dindetect la sorpresa en el rostro del emperador, decidi ser ms preciso; elemperador ha entrado en guerra contra aquellos que haban hecho mucho dineroen tiempos de Domiciano.

    Sabes que muchas veces no te entiendo pero siempre te respeto y teadmiro porque no adulas y siempre dices lo que piensas, pero necesito queaclares tus palabras comenz el emperador ms relajado toda vez quecomprobaba que el filsofo no se refera a una guerra de verdad contra losdacios o contra ningn otro pueblo de las fronteras del Imperio. Yo slo heatacado, mejor dicho, he ordenado continu Trajano que se juzgue aaquellos que obtuvieron riquezas en poca de Domiciano de forma claramentecorrupta y vil. No he confiscado la riqueza de nadie que se hubiera enriquecidode forma honesta, y a sea como poltico o como comerciante. Slo he actuadocontra los corruptos y me sorprende que t, precisamente t de entre todos loshombres de Roma, puedas ver eso con malos ojos.

    Yo no he dicho que critique los juicios, augusto, ni las condenas contra lossenadores y gobernadores corruptos, slo he venido para advertir que el Csardebe estar atento.

    Las sombras que proy ectaban las luces de los candiles se repartan por toda laestancia como si la cmara imperial estuviera poblada por un ejrcito deguerreros oscuros.

    Atento a qu? pregunt Trajano, que an no acertaba a entender adnde quera llegar Din Cocey o. El anciano mir una de las sellae vacas juntoa la mesa de los mapas. El emperador asinti y el viejo filsofo se sent despaciosobre la misma dejando escapar un largo y lento suspiro.

    Me hago viejo, augusto empez de nuevo Din y, al instante, fij sumirada en la figura del emperador. Tan valiente y tan noble, Csar, sin duda,pero tan ingenuo en ocasiones a veces me pregunto cmo ha podido elemperador sobrevivir a Domiciano con esa simpleza.

    Trajano lo miraba atento. En su faz no se reflejaba incomodidad alguna porla familiaridad con la que el anciano filsofo se diriga a l. De hecho a Trajanole gustaba. Slo su esposa o Longino y, en ocasiones, Lucio Quieto le hablaban deesa forma. El resto siempre se deslizaba con demasiada facilidad hacia laadulacin. Din Coceyo era un alivio en medio de tanto artificio.

    No soy tan ingenuo, Din. Intuyo por dnde vas. Crees que me he labradonuevos enemigos por causa de los ltimos juicios contra los corruptos, no es as?

    El filsofo sonri satisfecho al ver que, en efecto, el emperador no era tan

  • ingenuo despus de todo, pero decidi insistir en la importancia de estar atentos alo que pudiera pasar.

    El dinero, augusto, no se deja atacar sin devolver el golpe. Siempre vuelvey lo hace con fuerza. El Csar es un gran militar. S que puede enfrentarse a losdacios y a los germanos o a los partos y conseguir victorias. Ah el Csar nonecesita consejos, ms all de ser prudente, pero ahora el emperador ha abiertoun frente aqu, en Roma: al llegar al poder, hace tres aos, Trajano pact con elSenado, pero ahora el Csar ha abierto una brecha por donde sus enemigosatacarn. No critico ninguna de las actuaciones del Csar, seguramente esosjuicios y sus condenas eran necesarios, pero el emperador debe comprender quecada accin tiene su reaccin.

    Por eso la mayora de los condenados han sido desterrados, alejados deRoma y esparcidos por el Imperio. No los he matado porque el rencor de susfamiliares alimentara traiciones y venganzas.

    Sin duda, esa contencin por parte del Csar muestra inteligencia ysabidura. No es correcto decir que el Csar es ingenuo, no lo es, es evidente, ahno he estado ajustado en mi forma de expresarme, pero el emperador no debeinfravalorar nunca el tremendo poder del dinero, especialmente de quien lo hatenido y lo ha perdido. El Csar exigi que todos estos condenados devolvieran alEstado grandes cantidades de dinero.

    Era lo justo sentenci Trajano con rapidez.Lo justo repiti el filsofo, s, pero lo justo no agrada nunca a los que

    se acostumbraron a la injusticia, y ms an cuando sta era provechosa paraellos.

    Las llamas de las lucernas laman el aire con la constancia lenta de quienconsume el tiempo sin prisa. En el exterior se oy a los pretorianos hablando.Trajano saba que era la hora del relevo de la guardia.

    Piensas en alguien concreto? pregunt al fin el emperador.Din Coceyo neg despacio con la cabeza.No, no soy quin para dar un nombre, pero, sin duda alguna, quien hay a

    perdido ms dinero ser quien ms odie al Csar.Y call.Las sombras vibraron al abrirse las puertas de bronce. Un centurin habl

    desde el umbral.Slo quera informar al Csar de que la guardia ha sido relevada segn lo

    acordado.Trajano asinti y el centurin cerr de nuevo las puertas de bronce. El

    emperador haba dado orden de ser informado siempre que hubiera un relevo enla guardia. Aquel palacio a veces senta que maquinaban alguna conjura, perono saba quin o quines. Y ahora aquel filsofo con su advertencia. Trajanorecord entonces otro aviso que recibi haca ya tiempo: Estas paredes, Csar,

  • estas paredes estn malditas , le dijo Domicia Longina, la mujer del emperadorDomiciano, refirindose al palacio imperial. sta era una mujer enigmtica,diferente, extraa, pero como hija del general fallecido Corbuln, debaprotegerla para honrar la promesa que su padre hiciera al gran legatus Corbuln,el padre de Domicia, el da de su muerte: proteger siempre a aquella familia. ljur lo mismo a su propio padre y lo seguira cumpliendo. Este palacio estmaldito , dijo la antigua emperatriz. Estaba en lo cierto?

    Din Coceyo se levant.No he querido importunar al Csar dijo el filsofo. Trajano asinti una

    vez ms mientras recordaba tambin que eso mismo aadi Domicia cuando leadvirti sobre aquel palacio imperial: No he querido molestar al Csar. Elfilsofo se inclin y dio media vuelta.

    Abrid! dijo Trajano con fuerza, y las pesadas hojas de bronce volvierona separarse para engullir la figura de aquel enjuto filsofo antes de volver acerrarse con rapidez.

    Marco Ulpio Trajano se qued de nuevo solo en la cmara imperial.Intentaba acordarse de quin era el gobernador o senador que hubiera sidocondenado a devolver ms dinero en los ltimos juicios, pero no pudo recordarlo.Concluy que lo mejor sera preguntar luego a alguno de sus consejeros, pero encuanto sus ojos volvieron a mirar los mapas que tena delante, aquel ltimopensamiento se diluy entre sus planes sobre cmo acometer una campaa alnorte del Danubio contra los dacios. Nuevas calzadas, el abastecimiento de laslegiones, la construccin de un puente su preocupacin por los preparativosnecesarios lo absorbi por completo y nunca pregunt a sus consejeros quinhaba sido condenado a devolver ms dinero. Simplemente, se le olvid.

    , , .

    No entiendo lo que me dices, pero te amo como am mismo , le dijo Trajano a Din Cocey o en unintento por hacer ver a todos que aun cuando no entendasiempre al filsofo lo respetaba y lo admiraba.

    Frase recogida por Filstrato en Vitae sophistarum I,488, 31 del Thesaurus Linguae Graecae

  • 3

    EL DESTIERRO DE UN SENADOR

    Moesia InferiorMarzo de 101 d. C.

    Haca un fro insoportable. Aquel final del invierno cerca de la desembocaduradel Danubio se le estaba antojando el ms inhspito de su vida.

    Mario Prisco, senador de Roma desterrado por orden de Trajano, estabasentado en lo que intentaba ser el atrio de una domus romana en los confines delImperio. Pero ni aquello era un atrio ni tampoco pareca que aquella provinciaestuviera bajo el control efectivo de Roma. Prisco haba visto varias granjasdestruidas y abandonadas una vez que su pequea caravana haba abandonado laseguridad de Tracia. Haba dado un largo rodeo para evitar la peligrosa fronteradel Danubio y por eso desde Dalmacia no cruz Moesia Superior, sino que sedirigi a Macedonia, de ah a Tracia y, por fin, a su destino en Moesia Inferior.Adems aquella ruta le permiti resolver algn asunto pendiente en Tracia; algoque no poda esperar y que haba podido solucionar a plena satisfaccin. Esohaba salido bien, pero ahora el desnimo, en medio de aquella villa casi olvidadapor la civilizacin, se volva a apoderar de su ser.

    Mario Prisco contemplaba las ruinas del edificio que iba a habitar en losprximos meses, quiz aos, quiz el resto de su vida. Sobre Prisco pesaba unaorden de destierro permanente. Haba salvado, no obstante, sus pertenencias yuna pequea parte de su fortuna, pero haba tenido que pagar los setecientos milsestercios de multa que el Senado, bajo la presidencia de un Trajano implacable,le haba impuesto por los delitos as los llamaban supuestamente cometidosdurante su proconsulado en frica. S, era cierto: haba aceptado sobornos detodo tipo para ejecutar a inocentes, pero no hacan eso todos?

    Mario Prisco escupi en el suelo.Un esclavo, uno de los pocos que se haba llevado desde Roma junto con la

    caravana de carros con los que haba transportado todo lo que pudo llevarse de sugran villa prxima a la capital del mundo, se acerc raudo para limpiar la salivade su amo del suelo empedrado de aquel patio de paredes agrietadas.

    Mario Prisco tena el ceo fruncido. Setecientos mil sestercios era muchodinero. S, haba tenido que matar a mucha gente para conseguir aquel oro.Inocentes? Y eso qu importaba? Dbiles al fin y al cabo. Roma era para losfuertes. Los dbiles no servan ms que para la esclavitud, como aquel esclavoque acababa de recoger su saliva, o para morir. Prisco estaba convencido de que

  • si sus enemigos tuvieran una sola oportunidad tambin lo mataran. Con su mujermuerta por unas fiebres en frica, sin hijos y sin concubina, Mario Prisco slotena el resentimiento sin fin como toda compaa. Para satisfacer sus apetitoscarnales dispona de las esclavas. Amigos? Le quedaban Pompeyo Colega,Salvio Liberal y Cacio Frontn en Roma. Los tres senadores, compaeros de losbuenos tiempos, cuando gobernaba Domiciano; lo haban defendido en aquellargo y tedioso juicio en el Senado. Pero ms all de Pompeyo, Salvio y Cacio,no le quedaba nadie.

    Se mordi el labio inferior.Tres largos das de juicio. Del 13 al 15 de enero del ao anterior. Apenas unos

    das despus de las elecciones consulares. Como era costumbre Trajano, elnuevo emperador, haba sido elegido para uno de los dos consulados de aquelperodo, junto con Frontino, uno de sus nuevos amigos. Todos tenan un extraorespeto, casi miedo, al nuevo Csar. Prisco sonri despectivamente al recordarque fue el propio Trajano, en calidad de cnsul recin elegido, quien presidiaquellas tres largas sesiones del Senado en donde se lo juzg y se lo conden.Salvio y Cacio hablaron bien, pero Plinio y Tcito, sus acusadores, querepresentaban a los demandantes de la Btica donde Prisco haba ejercido elconsulado aos antes y tambin representaban a los habitantes delproconsulado de frica, hablaron mejor, con ms poder de persuasin. S, todosse haban puesto de acuerdo en denunciarlo en cuanto el dbil de Nerva falleci.Lo que nunca pens Prisco era que el nuevo emperador, Marco Ulpio Trajano,de la Btica como l mismo, fuera a permitir que se juzgara a un hispano. Aqula sonrisa de Prisco pas del desprecio a una mueca cnica y extraa: s, amboseran de la misma provincia, los dos hispanos, pero uno era emperador del mundoy el otro haba sido condenado a pagar una multa brutal y a alejarse de Romapara siempre. Trajano ni siquiera lo haba dejado ir al sur, clido y tranquilo, sinoque el consilium del emperador le haba ordenado encaminarse a la remota einestable frontera de Moesia Inferior, de veranos asfixiantes e inviernos glidos.Prisco capt el mensaje: Trajano quera que su destierro fuera desagradable eincmodo. Mario Prisco tena claro que el nuevo emperador estaba usndolopara dar ejemplo: aquellos que aceptaran sobornos tendran que enfrentarse a unterrible exilio en alguna de las peores fronteras del Imperio.

    Sea dijo Mario Prisco en el silencio de aquel patio en ruinas. Habaadquirido el hbito de hablar a solas. A falta de confidentes, de consejeros, a faltasiquiera de un esclavo de confianza, Prisco hablaba al viento de Moesia.Recuerdo todo aquel maldito juicio pero, por encima de todo, recuerdo la fazimpasible del emperador Trajano.

    Y aqu call. Lo dems era mejor dejarlo para el espeso silencio de suspensamientos, no fuera que hubiera algn esclavo inoportuno que quisieradesvelar al emperador la profundidad de su resentimiento. Prisco se levant y

  • cruz aquel atrio pisando cascotes y losas sueltas. Necesitara mucho dinero parareconstruir aquella residencia. Dinero. S, todo volva siempre a lo mismo. Aldinero. Qu bien le habran venido ahora esos malditos setecientos milsestercios! El dinero era lo ms importante siempre, pero para urdir una buenavenganza an ms. Porque s, porque Mario Prisco, senador de Roma desterradopor orden de Trajano, acusado de corrupcin y asesinato, juzgado y condenado,tena decidido que iba a vengarse. Era cierto que no saba bien an ni cmo nicundo, pero de igual forma saba que lo primero de todo era reunir la suficientefuerza para devolver el golpe recibido.

    Dinero pronunci de forma categrica mientras paseaba sobre la ruinade su nueva residencia en Moesia Inferior. No tena an un plan definido paravengarse de Trajano, pero s lo tena para recuperar gran parte del dineroperdido. Incluso ms si todo sala bien. Al principio tendra que invertir l parte dela fortuna que an le quedaba, pero los mejores ataques empiezan dando primeroun paso atrs. Mario Prisco sonri enigmticamente entre las sombras de aquelladomus en ruinas.

    S, su plan para recuperar el dinero era bueno. Haba surgido, no obstante, unobstculo inesperado, pero tambin eso estaba en vas de solucin. Trajanolamentara haberlo condenado. Lo lamentara mucho. Trajano lamentara en loms profundo de su ser haber odo alguna vez su nombre: Mario Prisco.

    Se acordara de l el emperador? Volvi a sonrer. Quiz no, quiz ya lohubiera olvidado. Un Csar tiene demasiadas cosas en las que pensar. Ese olvidosera su mejor arma.

    Marius Priscus accusantibus Afris quibus pro consulepraefuit, omissa defensione iudices petiit. Ego et CorneliusTacitus, adesse provincialibus iussi, existimavimus fideinostrae convenire notum senatui facere excessissePriscum immanitate et saevitia crimina quibus dariiudices possent, cum ob innocentes condemnandos,interficiendos etiam, pecunias accepisset.

    Entonces Cornelio Tcito y y o mismo [Plinio], alos que el Senado haba confiado la defensa de losafricanos, consideramos que era nuestro deber informarde que Prisco () haba llegado a recibir dinero paracondenar a inocentes e incluso ejecutarlos.

    PLINIO sobre el carcter de Mario Priscoen su Epistolario, libro II, 11, 2

  • 4

    LAS CUADRIGAS DE ROMA

    Regin IX de la ciudad de RomaMarzo de 101 d. C.

    Celer,[1] el veterano y victorioso auriga de la corporacin de cuadrigas de losrojos, se acerc a las cuadras de Roma situadas entre el Capitolio y el circoFlaminio para comprobar que todo estaba en orden. Su nombre era Cay o, uno delos praenomina comunes en la familia Menenia, que l mismo eligi en honor delsenador que tan bien se haba portado con l y con su padre en el pasado, perotras sus primeras victorias todo el pblico empez a llamarlo Celer por loextremadamente veloces que eran sus caballos, y con ese sobrenombre decidiquedarse. Era veterano pese a sus veinte aos porque haba empezado acompetir, como tantos otros, cuando apenas dejaba de ser nio, en laadolescencia, y era victorioso porque llevaba ms de treinta carreras ganadaspara desesperacin de los patronos del resto de las corporaciones. Los rojos,despus de muchos aos de derrotas, haban vuelto a la gloria con l y aconquistar la simpata de un pblico que haba odiado a otras corporacionesvictoriosas como la de los azules desde el da en que el malogrado emperadorVitelio ordenara asesinar en el mismo Circo a ms de cincuenta personas quehaban abucheado a los azules, su equipo preferido. Pero todo eso haba quedadoen el pasado. La plebe haba aprendido a valorar la tcnica y la velocidad deCeler y sus cuadrigas rojas. Incluso muchos espectadores haban dejado dedesear ver un choque entre diferentes carros accidentes terribles con los que laplebe disfrutaba sobremanera, cuanto ms sangrientos mejor si corra aqueljoven y capaz auriga de los rojos. S, si l corra, el pblico prefera disfrutar deuna buena carrera y, si era posible, incluso de una carrera limpia, sin accidentesni jueces comprados. Y Celer saba todo esto. Estaba en la cima de supopularidad. Pero no se senta seguro. Los rumores de su supuesta relacinsacrlega con la vestal Menenia lo haban puesto nervioso y lo haban hechodesconfiar de todo y de todos. Los rumores eran falsos. Ella y l eran amigos dela infancia. Lo nico cierto era que l, en secreto, la amaba con locura, perosiempre se haba guardado aquel sentimiento. Ella lo saba, pero, al igual que l,callaba. Siempre hablaban de otras cosas y siempre bajo la mirada atenta de laVestal Mxima, siempre vigilados. Celer ni siquiera poda tocar a Menenia,cogerla de la mano y mucho menos abrazarla, como cuando eran nios. Ella eraahora una vestal, era sagrada y nadie poda tocarla. El auriga sacudi la cabeza

  • como si intentara borrar de su mente los recuerdos dulces de la niez que ahorase tornaban amargos ante la imposibilidad de seguir al lado de Menenia.

    Habis dormido aqu toda la noche? pregunt Celer a los aurigatores, susay udantes encargados de velar por la tranquilidad de los caballos la vspera deuna gran carrera.

    S, Celer dijo un muchacho de apenas quince aos. No ha venido nadiea molestar a los caballos y stos han descansado bien.

    El descanso de los animales la velada previa a una gran carrera no era unasunto de menor importancia. Calgula ordenaba que su propia guardia pretorianase ocupara de que nadie hiciera ruido cerca de las cuadras donde se alojaban loscaballos por los que l apostaba.

    Celer asinti mientras acariciaba a uno de aquellos animales, que yaempezaba a piafar presintiendo que el amanecer traa una nueva carrera dondetendra que emplearse a fondo.

    Bien repiti Celer sin dejar de pasar la palma de su mano por el cuellode Niger, el negro, su caballo ms valiente, no el ms rpido, se era Orynx, quecorra por el exterior del tiro. Niger, sin embargo, era el que galopaba por la partede dentro, el que tena que acercar la cuadriga lo mximo posible a la spinacentral del Circo pero sin chocar. Si la cuadriga tocaba el muro de la spina (enocasiones slo rozarlo) poda suponer la muerte para todo el tiro de cuatrocaballos y para el mismsimo auriga.

    Todos dependemos de ti, Niger. T lo sabes. Y Celer puso su frente en elcuello del animal para sentir el calor de aquella bestia repleta de fuerza y controlal mismo tiempo.

    Ah est dijo uno de los aurigatores.Celer se separ de su caballo favorito y mir hacia donde sealaba uno de sus

    ay udantes. Un hombre fornido, con cara de muy pocos amigos, caminaba porentre las diferentes cuadras en direccin al recinto donde estaban los caballos delos rojos.

    Es Acleo dijo el aurigator mayor, el nuevo auriga de los azules.Celer lo mir fijamente a los ojos. Haba odo hablar del nuevo auriga. Se

    haba puesto aquel nombre latino que significaba poco amigable y que, sinduda, lo defina muy bien, pero en realidad era tracio. Qu haca un tracio en lascarreras de Roma? Bueno, el Circo Mximo atraa a los mejores aurigas delmundo y de ste decan que era de lo mejor que se haba visto nunca. Tambinuno de los ms violentos durante la carrera. Celer lo estaba mirando cuandoAcleo se detuvo y le sonri.

    T debes de ser Celer dijo framente. Estaban en la cuadra de los rojos,por la que haba que pasar antes de llegar a la de los azules, y los caballos deCeler ya haban sido aderezados con muchos colgantes y talismanes del color

  • rojo de su equipo. Todos conocan el nombre del auriga principal de aquellacorporacin victoriosa, incluso, por lo que se vea, los aurigas recin llegados.

    S replic Celer con sequedad. No presenta nada bueno de aquelencuentro.

    Hubo un silencio extrao mientras Acleo examinaba con detenimiento loscaballos de los rojos, sus rivales directos, mirando por encima del hombro deCeler. Luego dijo una sola frase:

    Eres hombre muerto, muchacho. Y con esas palabras Acleoreemprendi la marcha sin esperar respuesta. En la cuadra de los rojos todoscallaban; los aurigatores se afanaban en reemprender sus tareas cuando Celer sedirigi al nuevo auriga tracio de los azules en voz alta y potente.

    Eso habr que verlo en la arena del Circo Mximo!A todos los que trabajaban en la cuadra de los rojos les gust la respuesta de

    su lder, pero todos compartan tambin cierto nerviosismo extrao. Aqulpareca un amanecer distinto y ese maldito tracio, algo may or que Celer, venaprecedido de un aura de invicto y violento que a todos atemorizaba. De hecho, lasapuestas, por primera vez en mucho tiempo, no estaban claramente a favor deCeler, sino que se haban igualado en los ltimos das. Haba mucha expectaciny tambin una enorme cantidad de dinero en juego.

    Por su parte, Acleo se alejaba sin volver la mirada atrs. Haba escuchadola respuesta de su competidor, pero en lugar de detenerse se limit a sonrersiniestramente en silencio y a apretar los puos con fuerza.

  • 5

    LA HERMANA DEL REY

    Palacio real de Sarmizegetusa, reino de la Dacia al norte del Danubio, msall de las fronteras del Imperio romano

    Marzo de 101 d. C.

    Dochia lo vio entrar en palacio desde una de las ventanas de su dormitorio. Sabaque Diegis, uno de los nobles ms poderosos del reino, vena para hablar con ella.La pretenda como esposa, como el pileatus Vezinas, como tantos otros. Ella sabaque era una mujer hermosa, pero dudaba sobre el motivo real de aquellos noblespara querer casarse con ella. Intua que lo que realmente la haca atractiva a losojos de todos era el hecho de ser la hermana de Decbalo, el rey de la Dacia, unrey sin esposa ni hijos, lo que haca que casarse con su hermana aproximara acualquiera a la sucesin al trono. Incluso si los dacios elegan en ocasiones a susreyes, estar emparentado con el actual monarca era un arma poderosa enaquella corte al norte del Danubio. Adems, su hermano Decbalo pareca estara gusto y aciendo con esclavas y concubinas y no daba la impresin de que fueraa buscar esposa. Eso converta a Dochia en un objetivo an ms interesante paralos nobles dacios.

    Dochia sali de su habitacin, baj la escalera y se sent en una silla sencillajunto al trono vaco de su hermano, que haba salido de caza aquella maana. Unguardia abri la puerta principal de aquella gran sala y anunci la llegada deaquel visitante.

    El noble Diegis, mi seora dijo el soldado, y se hizo a un lado para dejarpaso a aquel pileatus de la Dacia.

    Diegis se acerc a Dochia hasta quedar a tan slo un par de pasos.Mi seora.Dochia inclin levemente la cabeza como saludo antes de responderle.El noble Diegis siempre es bienvenido a este palacio.S que soy bienvenido por mi rey, pero no estoy seguro de si soy igual de

    bienvenido por su hermana, la hermosa Dochia.Dochia sonri de forma conciliadora. No tema a Diegis y no le molestaba ni

    su presencia en la corte ni sus constantes indirectas, y a veces no tan indirectas, asu supuesta belleza.

    El noble Diegis tambin es bienvenido por m y l lo sabe.Es dulce escuchar esas palabras, pero no estoy tan seguro de que sean

    pronunciadas con la pasin que a m me gustara. Acaso la hermana del rey

  • siente esa pasin que anhelo por otro de los pileati? Quiz por Vezinas?Dochia neg con la cabeza. Vezinas era un ser despreciable para ella, violento

    y servil ante su hermano, pero vil y traicionero en cuanto se le daba la espalda.Aceptaba el poder de su hermano porque Decbalo haba conseguido tantasvictorias sobre Roma que era difcil oponrsele, pero Dochia desconfiaba de l.

    No, no siento esa pasin que mencionas ni por Vezinas ni por ningn otro,pero Dochia saba que alguna vez tendra que casarse con alguien y Diegisera, al menos, noble y leal y atento con ella; no, no lo quera, pero, sin duda, erala mejor opcin.

    Pero? pregunt entre desesperado y nervioso Diegis.Pero contemplo como agradables las visitas del noble Diegis.Agradables repiti el joven pileatus con evidente desnimo, y suspir;

    en cualquier caso me tomar ese agradables como un posible principio dealgo ms importante.

    Dochia se limit a sonrer. Se hizo entonces un silencio. Diegis pase unosinstantes por la sala del trono hasta detenerse frente a las insignias de la legin VAlaudae y la legin XXI Rapax, los trofeos de guerra ms valiosos obtenidosjams por ningn rey de la Dacia. Dochia respet aquel silencio. Presenta queDiegis quera decir algo importante, pero no estaba segura exactamente sobrequ.

    Parto hacia el sur empez al fin el noble. He de ir a Roma, por ordendel rey.

    A Roma? De nuevo? Dochia no ocult su preocupacin. Diegis habaacudido aos atrs para negociar con el emperador Domiciano un tratado de pazpor el cual los romanos pagaban una cantidad importante de oro y plata a losdacios a cambio de que stos no cruzaran el Danubio.

    Es preciso. Los romanos llevan tres aos sin pagar lo estipulado explicDiegis, que recibi la preocupacin de Dochia como un signo esperanzador conrelacin a los sentimientos que sta pudiera tener por l.

    Entiendo dijo Dochia, y baj la mirada pensativa mientras seguahablando; por eso mi hermano ha estado atacando las provincias romanas dePanonia y Moesia, porque llevan tiempo sin pagar

    En efecto la interrumpi Diegis para confirmar el razonamiento de lajoven. Ahora y a saben lo que les espera si no nos entregan el oro quepactamos. Mi viaje es para parlamentar con el nuevo emperador de Roma yofrecerles la paz y una frontera tranquila si vuelve a hacer efectivos los pagosacordados con Domiciano.

    Y qu se sabe de ese nuevo emperador? pregunt Dochia.Diegis volvi a pasear frente a las guilas de los estandartes de las legiones V

    y XXI.No mucho. No est claro que tenga un control frreo en Roma. Parece que

  • las legiones lo respetan, pero seguramente tendr enemigos en el Imperio, en suSenado En cualquier caso, lo esencial para nosotros es que lleva ya tres aosen el poder y no paga lo acordado. Esto debe cambiar o tu hermano declararuna guerra total contra Roma.

    Dochia neg con la cabeza.Diegis saba que la joven estaba en contra de una nueva guerra, incluso

    aunque la anterior terminara bien para los dacios. Ya haba tenido oportunidad deescuchar los motivos que la hermana del rey aduca para evitar una nuevaconfrontacin: los romanos eran ms y al final, en una guerra larga, venceran yeso sera el fin de la Dacia. Ni Diegis ni Decbalo ni ningn noble del reino tenanesa visin del asunto. Dochia, a fin de cuentas, era slo una mujer, una mujerhermosa, eso s, pero slo una mujer, y las mujeres no entendan de guerras.Excepto quiz las de los srmatas, pero stos eran unos bestias algo atrasados queluchaban bien, nada ms. Cualquier comparacin con ellos era absurda. Lossrmatas eran buenos aliados, pero, en el fondo, estaban sometidos a los dacios.La voz de Dochia se filtr de pronto en la cabeza de Diegis.

    Te deseo que tengas un buen viaje y que Zalmoxis te proteja haciendo queese nuevo emperador romano, sea cual sea su respuesta, sea noble y permita turegreso sano y salvo a este palacio dijo Dochia, y se levant de su asiento.Diegis entendi que la visita haba llegado a su fin y estim oportuno no formularuna peticin de matrimonio en ese momento. Adems, a quien deba convencery a quien deba pedir la mano de Dochia era a su hermano, al rey Decbalo,pero le gustara hacerlo cuando supiera que ella iba a acceder de buen grado.

    Gracias, mi seora. Dio media vuelta y sali de la sala del trono real delpalacio de Sarmizegetusa para reunirse con un grupo de j inetes que lo esperaban,armados y dispuestos para marchar hacia el sur.

    Dochia se qued a solas en aquella enorme sala vaca. Regresara Diegisvivo de aquella embajada? Respetara aquel nuevo emperador de Roma su vida?Se dio cuenta de que senta lstima por Diegis, pero la lstima no es amor.Podra ella alguna vez sentir esa pasin de la que Diegis siempre hablaba, la quel pareca sentir por ella? Y si fuera as, sentira ella esa pasin por Diegis o porotra persona, quiz alguien que an no conociera? Los poetas de la corte hablabandel amor, pero realmente exista algo as?

  • 6

    LAS LEGIONES DE ROMA

    Pasadizo subterrneo entre la Domus Flavia (palacio imperial) y el CircoMximo, Roma

    24 de marzo de 101 d. C., hora quinta

    Longino, uno de los hombres de confianza del Csar, haba acudido a aquelpasadizo junto con Lucio Quieto. Ambos estaban expectantes. Era el da siguientea la celebracin del Tubilustrium, la fiesta en la que se purificaban las trompetasde guerra, y los dos saban que Trajano nunca elega fechas al azar.

    El Csar quiere que os unis a l en el pasadizo que conduce al CircoMximo les haba anunciado un tribuno de la guardia pretoriana mientrasdesayunaba con Quieto en uno de los atrios del palacio imperial. Longino intuaque Trajano quera decirles algo importante pero sin llamar en exceso laatencin, por eso no los convocaba a una reunin que no hubiera pasadodesapercibida para nadie de la familia imperial o para los muchos senadores quesiempre se poda encontrar uno por la Domus Flavia. No, el Csar quera hablarcon ellos de algo importante pero sin que nadie se enterara. Longino conoca aTrajano desde la adolescencia, desde que cazaran juntos en las montaas de laBtica, al sur de Hispania. Se llev en ese momento la mano izquierda al brazoderecho medio invlido. Un accidente de caza junto con un entonces jovenTrajano lo dej tullido para siempre, prcticamente inservible para el ejerciciomilitar; sin embargo, el emperador lo haba mantenido en activo y contabasiempre con l en sus campaas, para sorpresa de muchos. Slo unos pocos,como Lucio Quieto, aceptaban la compaa de Longino de buen grado, puessaban de su valor y su lealtad, pero el propio Longino intua que incluso el nobleQuieto, en el fondo, pensaba que Trajano se equivocaba al tener tan prximo a la alguien de limitadas capacidades en el combate. Ni Longino ni Trajanohablaban nunca de aquel accidente de caza.

    Al poco de llegar a la puerta del tnel apareci el emperador con todo susquito. Marco Ulpio Trajano abra la marcha del cortejo imperial seguido por suesposa y su hermana, su sobrina y sobrinas nietas, todas ellas a una prudencialdistancia de l. Longino y Quieto se situaron de inmediato al lado del emperadorcon la aquiescencia de unos pretorianos que, convenientemente aleccionados, sehicieron a un lado para dejar sitio a aquellos oficiales de confianza del Csar.

    Los segua de cerca Suburano, el veterano prefecto del pretorio, atento a quenadie desconocido osara acercarse al emperador mientras cruzaban aquel largo

  • pasadizo subterrneo que una la Domus Flavia con el gran palco imperial delCirco Mximo. En un tnel como el que estaban atravesando en ese momentomataron a Calgula y Suburano no estaba dispuesto a que un asesinato similarvolviera a ocurrir. No con l al mando de la guardia pretoriana. Suburano noquera aquel puesto de jefe del pretorio. Acept por amistad, por haber sido ungran amigo del padre de Trajano. Por amistad y por lealtad. Una vez en elpuesto, como no poda ser de otra forma, se tom la tarea con gran seriedad:reemplaz a la mayor parte de los oficiales pretorianos afines al terribleDomiciano, pero an haba bastantes senadores y ciudadanos romanos que novean con buenos ojos a aquel emperador hispano, aquel emperador extranjero.Muchos an se preguntaban qu haca un provincial al frente del Imperio. Poreso Suburano mantena siempre los ojos bien abiertos. Adems, aquella serie dejuicios contra senadores corruptos haba aumentado peligrosamente la lista deenemigos del emperador. Suburano observ que Trajano departa con susoficiales de confianza. Eso estaba bien. Mientras un emperador estuviera entresus hombres leales no haba peligro. Si Julio Csar no se hubiera separado deMarco Antonio aquella maana no habran podido asesinarlo. Lstima que uno delos hombres de confianza de Trajano fuera un tullido. Pero hablaban. Suburanoralentiz algo ms sus pasos. No quera escuchar una conversacin en la que noestaba invitado.

    Quera comentaros una cosa dijo Trajano a Longino y a Quieto sindetener la marcha camino del Circo Mximo. El emperador hablaba en voz baja.Longino y Quieto se acercaron ms an al Csar.

    S. Qu quiere el emperador? dijo Quieto sin emplear el preceptivo augusto al final de su pregunta. Slo l o Longino se atrevan a tantafamiliaridad y slo en conversaciones privadas como aqulla.

    Quiero reunir varias legiones dijo Trajano sin detenerse.Cuntas? inquiri Longino.Tantas como sea posible reunir en poco tiempo sin dejar desasistidas las

    fronteras. Pero hemos de conseguir agrupar una fuerza importante para poderrealizar una gran ofensiva.

    S, Csar respondi Lucio Quieto contento de que, por fin, su respetadoTrajano quisiera volver a combatir. Tanto l como Longino se sentan deprimidos,asfixiados viviendo en las comodidades y el lujo de Roma y su palacio imperial.Ellos necesitaban de la austeridad militar de un campamento de frontera. Unanueva campaa sera algo magnfico.

    Dnde hay que reunir esas legiones? pregunt entonces Longino,siempre ms atento a precisar qu deba hacerse.

    Trajano le puso la mano izquierda en el hombro derecho mientras todosseguan caminando, en aquel hombro de un brazo partido por una absurdacacera en la lejana adolescencia, en la distante Hispania, de la que el emperador

  • tampoco pareca olvidarse nunca.En Moesia Superior respondi. Siguieron entonces caminando unos

    instantes sin que nadie dijera nada. A sus espaldas se oan las risas inocentes delas jvenes sobrinas nietas del emperador, emocionadas por asistir nuevamente auna de esas apasionantes carreras de cuadrigas. Trajano gir la cabeza uninstante. Rupilia Faustina y Matidia Menor se rean. Vibia Sabina, su sobrina nietafavorita, recin casada con Adriano, no. Caminaba en silencio mirando al suelo.

    Moesia Superior es grande interpuso esta vez Quieto. Dndeexactamente?

    Trajano tard un momento en responder. Volvi a girar la cabeza y,apartando de su pensamiento la mirada triste de Vibia Sabina, mir al legatusafricano.

    En Vinimacium. Necesito varias legiones en Vinimacium para esta mismaprimavera dijo. No podremos retrasarlo mucho ms.

    Nuevamente hubo un breve silencio. Ahora fue Longino el que se atrevi arealizar la pregunta que tanto l como Quieto tenan en mente.

    Retrasar qu?Trajano no los mir al responder. Se limit a darles una explicacin concisa

    de la situacin sin frenar su marcha marcial hacia el palco imperial del CircoMximo.

    Hace tiempo que orden detener los pagos al rey Decbalo de la Dacia, eldinero que Domiciano enviaba al norte del Danubio para que dacios y srmatasy el resto de sus aliados no crucen el gran ro. Decbalo y a ha estado atacandovarias guarniciones de la frontera y realizando saqueos como respuesta a minegativa a seguir pagando y no tardar en responder con una incursin msagresiva. Conocindolo, primero enviar a alguien a parlamentar, pero y a debede estar preparando lo inevitable. Nosotros tambin debemos ir preparando laguerra. El que ataque primero, como siempre, ser el que lleve el mando en lacampaa. Entonces se detuvo en seco y todos lo imitaron; habl en voz muybaja, un susurro apenas audible excepto para Quieto y Longino, pero que stos sescucharon con nitidez perfecta: Nosotros atacaremos primero. Sus incursionesal sur del Danubio nos dan el casus belli para conseguir el apoy o del Senado.Atacaremos primero.

    Y Marco Ulpio Trajano, emperador del mundo, reemprendi la marcha. Laconversacin haba terminado y Longino y Quieto se quedaron all en pie,mientras el resto del cortejo imperial los adelantaba para acceder y a a la luzblanca, casi cegadora, que anunciaba la salida hacia las gigantescas gradas delciclpeo Circo Mximo.

  • 7

    EL MIEDO DE UNA VESTAL

    Atrium Vestae, Roma24 de marzo de 101 d. C., hora quinta

    No debera asistir, Vestal Mxima, no debera hacerlo. Con esas palabras, lajoven Menenia, vestal reclutada haca ms de nueve aos, imploraba, porprimera vez en su vida, a la Vestal Mxima Tullia. Presiento que es un errorque vay a al Circo Mximo esta maana. Es mejor que me quede aqu, ennuestra casa, o que vaya al Templo y permanezca all junto a la llama de Vesta.

    No. La Vestal Mxima fue rotunda en la respuesta. Eso slo hara quelas habladuras crecieran. Tienes que comportarte como si no pasara nada, comosi realmente todo estuviera igual contigo, con todas nosotras, como si esosrumores sobre ti y ese auriga no existieran, como si no mereciese la penaprestarles atencin. Esconderte, Menenia, esconderte slo te har ms culpable alos ojos de todos.

    Ms culpable? repiti Menenia poniendo nfasis en el adverbio.La Vestal Mxima la mir y suspir.Sabes que yo estoy contigo, pequea, sabes que creo en tu inocencia, igual

    que todas. Sabemos que has hablado con ese muchacho, que sois amigos y queno hay nada ms, pero ante gran parte del pueblo, siempre temeroso de todo, conlos dacios y los partos acechando en las fronteras del Imperio, puedes serculpable. Esconderte slo har que stos se reafirmen en su creencia y queaquellos que an tienen dudas se les unan. El emperador, entonces, comoPontifex Maximus, no tendr otra opcin que juzgarte en la Regia y ya soncuatro, cuatro vestales las que hemos perdido en los ltimos aos acusadas decrimen incesti. Acusadas y condenadas sin pruebas.

    Por eso tengo miedo, Vestal Mxima dijo Menenia, y se ech a llorarsentada en la sella en la que se encontraba. Echaba de menos a Cornelia, laanterior Vestal Mxima, la que la recibi en la Casa de las Vestales aquellahorrible noche en la que los pretorianos la arrebataron de casa de sus padres. Slola dulzura de Cornelia tranquiliz entonces los nervios destrozados en su niezpartida. Tullia, por el contrario, que haba sustituido a Cornelia tras su ejecucinpor orden de Domiciano, era una sacerdotisa capaz, recta y respetada por todos,pero no tena nada que ver con la paz que transmita Cornelia. Las lgrimas deMenenia se vertan ahora tambin por el recuerdo de la muerte de Cornelia: elemperador Domiciano la encontr culpable de otro supuesto crimen incesti del

  • que nunca se encontraron pruebas, como haba dicho Tullia, pero por el que, sinembargo, orden enterrarla viva. Las palabras de la Vestal Mxima Cornelia aldespedirse de ella, entonces slo una nia de once aos, an retumbaban en sussienes. Menenia cerr los ojos y su mente viaj al pasado. Ya no estaba all conTullia, sino que, por un instante, era como si escuchara de nuevo la voz suave ytierna de Cornelia:

    Has de ser fuerte, mi pequea Menenia. Un da todo esto cambiar, vendrun emperador ms justo, ms sabio, y t vivirs para verlo y sers entonces, alfinal de todo este sufrimiento, la Vestal Mxima y velars por las nuevas vestales,las nuevas nias que vendrn con el mismo miedo con el que llegaste t, ycuidars de ellas y de las vestales mayores y de la llama de Vesta. T, Menenia,velars por el mismsimo emperador, por Roma entera y, al final de todo, tendrstu premio. Lo he sentido, como si Vesta misma me lo contara palabra porpalabra. No sufras ahora por m, por esta estpida condena. No quiero vertellorar. No quiero despedirme de ti as. Un da vendr ese nuevo emperador y lvelar por ti y t por l, como debe ser, porque el Pontifex Maximus y lasvestales son Roma, la sangre ms sagrada de Roma que, de una forma u otra,estn unidas, caminan unidas.

    Y Menenia record cmo dej de llorar aquella horrible maana mientrasCornelia marchaba hacia su sentencia de muerte. Ahora, aos despus de todoaquello, las palabras de Cornelia parecan vacas y sin fuerza. Menenia senta queestaba atrapada en la madeja pegajosa de una tela de araa, slo que era incapazde ver quin estaba tej iendo aquella trampa y por qu. Y Tullia, la nueva VestalMxima, no se daba cuenta, no lo vea, no era capaz de presentir el horror haciael que caminaban. Menenia volvi al presente y al abrir los ojos encontr denuevo a Tullia hablando:

    Debes acudir conmigo y con el resto de las vestales al Circo Mximo insista Tullia con decisin, con una terquedad que exasperaba a Menenia, pero lajoven saba que la Vestal Mxima nunca cambiaba de parecer, as que no habanada que hacer. No poda desobedecerla. Estuvo a punto entonces de confesar unsecreto: haba visto algo que no debera haber visto nunca y presenta que aquellotendra consecuencias graves contra ella, pero, en el ltimo instante, Menenia nose fi de Tullia y call. Si hubiera sido Cornelia le habra confesado aquelsecreto, pero sin Cornelia all la joven vestal decidi enterrar aquella visin en loms profundo de su mente. Ojal nunca se hubiera asomado. Casi dese serciega. Slo entonces tendra ms posibilidades de sobrevivir. Pens en sus padresy sinti hondamente que fueran a sufrir tanto si las acusaciones finalmente sehacan oficiales. Si no hubiera visto nunca nada y si no hubiera conocido nunca aCeler pero todo se pona en su contra.

    Ser un error acudir hoy al Circo Mximo dijo Menenia an entresollozos, pero se levant dispuesta a seguir a Tullia sin decir nada ms.

  • La Vestal Mxima se levant tambin.Ya vers como es mejor. No pasar nada. Vesta nos proteger.A unos pocos pasos de la Casa de las Vestales, en el gran Templo de Vesta, la

    llama sagrada empez a temblar nerviosa. No se apagaba, pero el fuego parecatener un latido extrao, como si sintiera miedo. La vestal que estaba de guardiano se percat de nada. Slo las ms sensibles, como Menenia, eran capaces desentir cundo la llama de Vesta alertaba a Roma.

  • 8

    LA POMPA DEL CIRCO MXIMO

    Circo Mximo, Roma24 de marzo de 101 d. C., hora quinta

    En el palco imperial

    Marco Ulpio Trajano emergi en el palco imperial del Circo Mximoacompaado por su esposa Plotina y seguido por su hermana Marcia, su sobrinaMatidia Mayor y sus sobrinas nietas Vibia Sabina, Matidia Menor y RupiliaFaustina. La madre del emperador, anciana y con la salud frgil, haba declinadoasistir al Circo por encontrarse mal. Trajano presenta que el final de su madre seacercaba y eso lo apenaba, pero l no poda dejar de acudir a los grandes actospblicos de Roma. Saba que su autoridad an no estaba completamente asentaday que todava eran muchos los que lo consideraban un Csar dbil, como suantecesor Nerva. Era cierto que, para satisfaccin y tranquilidad de todos, tenams controlada a la guardia pretoriana gracias a la frrea mano del viejoSuburano, su jefe del pretorio, pero an haba muchos senadores que dudaban deque un hispano fuera capaz de solucionar la administracin de un Estadoempobrecido y al mismo tiempo mantener a los brbaros alejados de lasfronteras de Roma. El pueblo, que hencha de bullicio las interminables gradas,no obstante recibi a Trajano con un mar de aplausos, y no era para menos: elCirco Mximo resplandeca reluciente tras una profunda rehabilitacin ordenadapor el nuevo emperador. Y es que Domiciano no se haba preocupado durante susltimos aos de reparar los numerosos desperfectos que un incendio dej en granparte de las gradas, muchas de ellas an de madera. Trajano, por el contrario,haba ordenado reconstruir todo lo perdido en aquel desastre con ladrillo ymrmol y tambin mejorar otras partes del gigantesco Circo, y el pueblo se loagradeca ahora con aquel inmenso aplauso. El emperador hispano saludsonriente. Otra cosa sera cmo conseguir dinero suficiente para salir de labancarrota en la que Domiciano haba dejado Roma. Haba an muchas cosaspor reconstruir o rehabilitar en la urbe y en todo el Imperio; sobre todo lepreocupaba el mal estado de muchsimas calzadas y puentes. Sin buenascomunicaciones era imposible el rpido desplazamiento de mercancas y tropas,y eso poda conducir al Imperio al colapso econmico o a la incapacidad deresponder con rapidez a los ataques de los brbaros en las fronteras del norte y de

  • Oriente. Todo eso abrumaba a Trajano: fronteras, finanzas y brbaros, mientrassaludaba al pueblo; pero, al menos, tena un plan.

    La familia imperial se sent y empez el desfile del editor de los juegos enmedio de la arena de la pista del Circo. El editor, cuya cuadriga marchaba yamajestuosa por entre la spina central y el palco imperial, no era otro que LucioLicinio Sura, el viejo y leal Sura, que en su nimo por respaldar a un hispanocomo l mismo como emperador de Roma haba decidido contribuir a lapopularidad de Trajano financiando aquellas carreras, pues era conocedor de losproblemas econmicos del Imperio. Trajano, cuando la cuadriga en la que Sura,engalanado con la toga prpura que se le permita llevar a quien era editor deunos juegos, desfilaba frente al gran palco, tuvo la generosidad de alzarse de subutaca imperial y saludar al viejo senador. Y lo mismo hizo Plotina. Era un gestoque no pas desapercibido para nadie: Sura gozaba por completo del favorimperial. Como la mayor parte de los que rodeaban al Csar en aquella gradarecubierta de mrmol y estatuas: los tribunos Lucio Quieto y Longino, que nodejaban de hablar entre ellos sobre algn asunto que los absorba por completo;Suburano, el jefe del pretorio; los senadores Celso, Palma y Plinio; el tambintribuno Nigrino y el senador Frontino, comagistrado junto con el propioemperador durante varios meses el ao anterior y, por fin, el joven Publio ElioAdriano descendiente de Ulpia, ta paterna de Trajano, que se encarg decabalgar sin descanso para llevarle la noticia de la muerte de Nerva y, enconsecuencia, su ascenso al trono imperial.

    Adriano.Trajano lo mir un instante y su semblante se torn serio, pero no dijo nada.

    En su lugar, mientras el desfile continuaba con los sacerdotes que seguan a lacuadriga de Sura, el emperador mir a Suburano y ste interpret bien aquellamirada: se levant ipso facto y se acerc al Csar.

    Cmo va el asunto de la guardia? pregunt Trajano en voz baja.Bien, augusto respondi el veterano jefe del pretorio. La mayor parte

    de los oficiales que eran leales a los anteriores jefes del pretorio, Norbano yCasperio, ya han sido licenciados. Todos los que estn aqu son nuevospretorianos, seleccionados por m de entre veteranos de las legiones del Rin. Conellos el Csar est seguro y en pocas semanas tendr toda la guardiacompletamente renovada.

    Bien, Sexto respondi Trajano. Te estoy agradecido por tu trabajo.Pronto podrs retirarte y dejar que descanses, tal y como queras.

    Gracias, augusto; siempre al servicio del Csar dijo Sexto Atio Suburano,y se retir de regreso a su sitio.

    Plotina se acerc al emperador y le habl al odo mientras el desfileempezaba a girar por el extremo occidental de la spina central del Circo Mximoentre los vtores del pblico.

  • Crees que es buena idea sustituir ahora a Suburano? Est haciendo unexcelente trabajo asegurando la lealtad de la nueva guardia pretoriana.

    Precisamente respondi Trajano sin dejar de mirar hacia la arena delCirco para contemplar as las imgenes de los diferentes dioses que se exhibanen grandiosas literas. Tras ellas, decenas de sacerdotes cantaban himnos arcanosal tiempo que hacan oscilar viejos incensarios que llenaban todo el espacio deuna fragancia especial. Le promet a Suburano que cuando hubiera aseguradola lealtad de la guardia imperial le dejara retirarse, que es lo que desea hacerdesde hace tiempo. Se lo ha ganado luchando en las fronteras del Imperiodurante aos. Es lo que anhela y es lo que le dar.

    Plotina segua sin estar segura de que aqulla fuera la mejor de las ideas,pero tambin era cierto que Trajano deba honrar la palabra dada. Era as, conhonor, como su marido se haba labrado el respeto de todos cuantos lo apoyabany as deba seguir siendo.

    Has pensado en cmo premiar a Suburano? inquiri Plotina mirandotambin hacia los sacerdotes que desfilaban por la arena del Circo.

    Le har senador y, un ao o dos despus, seguramente cnsul dijoTrajano. Plotina asinti. Era una recompensa merecida y adecuada. Tener unaguardia pretoriana leal era algo que no tena precio. Cualquier compensacinestaba justificada.

    Y has decidido quin ser su sustituto al frente de la guardia? preguntentonces la emperatriz. Trajano se dio cuenta de que Plotina estaba muyinquisitiva aquella maana. Era una circunstancia peculiar. Estaba claro quehaba algo que quera decirle, pero no intua de qu o sobre quin poda tratarse.

    En los carceres del Circo Mximo

    Celer supervisaba que los conditores engrasaran las ruedas de los carros, que lossparsores limpiaran despus bien y que todos los armentarii, los mozos de lascuadras, estuvieran realizando sus tareas convenientemente. Tras l dos de losaurigatores de los rojos llevaban las largas riendas que deban engancharse a losbocados de los caballos. Todo pareca en orden pero Celer estaba nervioso.

    Es la hora del sorteo dijo uno de los aurigatores, y llevaba razn. Celerasinti, dio media vuelta y se encamin al centro de las cuadras del CircoMximo. All ya se encontraba Acleo por los azules, dos aurigas ms de losazules, otros dos de los rojos, como l, tres aurigas por parte de los verdes y tresms de los blancos. Iba a ser una carrera de doce cuadrigas, muy peligrosa,doblemente mortal. Durante aos lo habitual haba sido celebrar carreras decuatro cuadrigas, una por cada corporacin; luego se fue aumentando el nmerode cuadrigas, pero toda vez que el ya fallecido emperador Domiciano cre dos

  • corporaciones ms, los dorados y los prpura, y permiti que corrieran doscarros por cada una de ellas, la plebe se acostumbr a ver correr doce cuadrigasa la vez. Los accidentes se multiplicaron, pero eso en lugar de indisponer a losespectadores pareci gustarles an ms. Aquella decisin haba sido muyalabada por la plebe, pero haba hecho an ms difcil la vida de los aurigas.Nerva y Trajano eliminaron las corporaciones creadas por Domiciano, comotantas otras cosas que deban ser borradas de acuerdo a la damnatio memoriaeemitida por el Senado contra su memoria, pero se decidi mantener las carrerasde doce cuadrigas permitiendo tres por cada una de las cuatro corporacionesclsicas.

    Por Marte, y a estamos todos dijo Acleo con desprecio en cuanto viollegar a Celer al lugar del sorteo para la salida. Ya podemos empezar.

    Celer ignor el comentario y se limit a acercarse a la vasija que sostena unjuez del Circo. Como auriga que acumulaba ms victorias en Roma lecorresponda sacar nmero primero. Extrajo una pequea tablilla y la entreg aljuez.

    El XII dijo ste y, antes de que Celer pudiera decir nada, el juez ech latablilla en otra vasija donde haba muchas ms tablillas con nmeros. Celer noestaba seguro de que el nmero que haba extrado fuera precisamente el XIIpero ahora y a no poda comprobar nada.

    El IV anunci el juez en cuanto Acleo le entreg su propia tablilla. Elauriga de los azules sonri ampliamente. Celer estaba cada vez ms convencidode que todo en aquella carrera estara amaado. Los patronos de la corporacinde los azules, la de Acleo, queran acabar con sus victorias y seguramente no sehabran limitado a traer a un gran auriga de Tracia, sino que adems habraninvertido mucho dinero en asegurar su victoria: el nmero XII que le habacorrespondido a l era el peor carcer o puesto de salida posible porque estabasituado en un extremo, de modo que requera cruzarse con varios carros parapoder enfilar la recta del Circo Mximo prxima a la spina central. sta era laclave para ganar pues, lgicamente, el que giraba cada vuelta prximo a la spinaera el que realizaba el recorrido ms corto y sacaba ventaja al resto. Por elcontrario, el carcer IV de Acleo era el que estaba justo frente a la spina. Elauriga de los azules slo tena que salir lo ms rpido posible en lnea recta ytendra la mejor trazada para realizar el resto del recorrido de la carrera. Acleopas a su lado y lo mir fijamente sin dejar de sonrer.

    Vas a morir le dijo el auriga de los azules. Celer no se inmut. Se limit amantener la mirada con el rostro serio y en silencio. Ya haba participado enotras carreras amaadas, y en muchas de ellas haba conseguido la victoria. Notena sentido quejarse por lo que acababa de ocurrir.

    Han hecho trampa seguro susurr uno de los aurigatores de los rojos al

  • odo de Celer.S, pero si han comprado al juez de la alba linea no tiene sentido quejarse

    replic Celer tambin en voz baja pero con seguridad. El aurigator asinti. Nohaba reparado en ello pero tena razn: el juez de la alba linea, situado justo alprincipio de la recta inicial, tena la potestad de levantar una cuerda parainterrumpir el arranque de la carrera si consideraba que haba habidodemasiadas irregularidades en la salida. No era infrecuente que si lo sobornabaalguna corporacin, por ejemplo la de los azules, levantara la cuerda cuando unade las cuadrigas de ese equipo hubiera conseguido la primera posicin. Celertendra que ganar la carrera desde atrs, poco a poco, vuelta a vuelta. Podancomprar a todos los jueces, pero pasado el primer giro todos eran ya iguales: laarena, los caballos y la muerte o la victoria esperndolos.

    Todos los aurigas se situaron junto al carcer que les corresponda mientras losarmentarii se esforzaban en intentar introducir a unos caballos y a muy nerviosos,que piafaban y relinchaban con estridencia en cada compartimento, para poderengancharlos al tiro de la cuadriga. Celer se concentr en untarse bien con unasustancia oscura que extenda por sus brazos y piernas. Apestaba, pero eranecesaria.

  • Ms estircol grit a uno de sus ayudantes. Los aurigas tenan lacreencia, equivocada, de que el mal olor del estircol de jabal poda evitar queen caso de accidente los caballos los pisaran. Celer mismo no tena claro queaquello funcionara. A la velocidad que corran aquellos animales no se iban adetener por algo de mal olor. Haba visto morir pisoteados a muchos compaerosque se haban untado bien con el estircol, pero era todo tan arriesgado que,como los gladiadores del anfiteatro, los aurigas se aferraban a cualquiersupersticin. A l le haba ido bien untndose con aquella pasta pestilente y noquera entrar en una carrera, y menos en una amaada, cambiando alguno de losrituales acostumbrados. De hecho sus cuatro caballos, el inteligente Niger, a suizquierda, el rapidsimo Orynx, a su derecha, y los dos centrales, Raptore y Tigris,llevaban diferentes amuletos de oro y plata colgados en los petos, adems delucir al cuello cintas del color rojo de la corporacin por la que corran. Losarmentarii se aseguraron de que las crines estuvieran bien trenzadas con losaderezos de piedras semipreciosas que las decoraban y comprobaron que lascolas de los caballos estuvieran bien atadas, de forma que no pudieran enredarsecon las riendas.

    An por detrs del carro, sin subir a l, Celer, en pie, levant los brazososcurecidos por el estircol de jabal para que dos aurigatores lo envolvieran conlas riendas, que as quedaban enrolladas a su pecho. Luego le dieron un cuchillobien afilado que Celer se ci a la cintura. Ojal no tuviera que usarlo: la idea eraque si los caballos enloquecan y quedaban fuer