Literatura y Turismo

Luis Arias Argüelles-MeresManuel Herrero Montoto

Marta Magadán DíazArmando Murias Ibias

Jesús Rivas GarcíaAntonio Valle Cobreros

Literatura y Turismo

Índice

Presentación ................................................................ 7Marta Magadán Díaz

El legado literario y la creación de espacios turísticos .............. 11Marta Magadán Díaz / Jesús Rivas García

Cuando viaja la palabra ................................................. 23Luis Arias Argüelles-Meres

Huellas de tinta ............................................................41Manuel Herrero Montoto

El fetichismo en la literatura ........................................... 59Armando Murias Ibias

Mitos, conmoción y locomoción ...................................... 69Antonio Valle Cobreros

Geografía literaria ........................................................77

PresentaciónMarta Magadán Díaz

Si le preguntamos a un teórico de la Economía en qué puede invertir su tiempo un individuo, no lo dudará ni un instante: o al trabajo o al ocio. Y es la segunda opción, la del ocio, la que nos interesa y de la que trata esta obra. El tiempo de ocio puede dedicarse a una gran variedad de actividades entre las cuales se encuentra el turismo. El viaje y todo lo que conlleva será nuestro destino final, nuestro punto de llegada pero nuestro origen, nuestro punto de partida será la literatura. Analizaremos como una forma de ocupar el ocio —la literatura— puede provocar el deseo de disponer de más tiempo libre para invertirlo en otra forma de ocuparlo: el turismo. Ambas combinaciones, literatura y turismo, dan lugar al fenómeno del turismo literario.

El primero de los cinco ensayos, «El legado literario y la creación de espacios turísticos», aferrándose a la reflexión económica nos da cuenta de la importancia del legado literario en la construcción de un espacio turístico susceptible de ser explotado económicamente. Desde ahí

Presentación

| 8 |

avanzamos por una profunda y sugerente reflexión en el segundo ensayo, «Cuando viaja la palabra», sobre el papel de la palabra como detonante y propulsor del impulso viajero: el camino y la posada, el turismo fugitivo, las atalayas viajeras y el peregrino literario son algunas de las paradas obligadas en su lectura. En el tercer ensayo, «Huellas de tinta», se trata el asunto —nada baladí—: de cómo no se debe confundir a turista y a viajero y de qué manera la literatura que viaja por nosotros a modo de guía aventurera, de diarios personales sobre experiencias maravillosas en territorios ignotos es capaz de alimentar la imaginación a la par que el deseo. Un deseo experimentado vivamente por quien escribe este tercer ensayo y nos regala, a modo de prueba, su doble experiencia: la literaria y la viajera. El cuarto ensayo, «El fetichismo en la literatura», hace una original propuesta en torno al papel fetichista de la literatura: de cómo ésta ha evolucionado dentro de su papel social a lo largo de la Historia y toma como punto de partida la Edad Media para hablar de algo parecido al fenómeno del turismo literario. El último ensayo, «Mitos, conmoción y locomoción», a modo de provocación, nos conduce por —como señala su autor— una clasificación (falsa) de escritores, viajeros, turistas, libros y propaganda: de cómo se crean mitos, se producen conmociones y se estimulan locomociones. Con testimonio personal incluido.

Para dar remate a esta breve presentación, recordamos al lector que la obra más vendida y rentable de Mark Twain en vida fue Guía para viajeros inocentes —The innocents abroad—.

Marta Magadán Díaz

| 9 |

Lo cual no deja de producir cierto asombro, perplejidad y sorpresa. Una prueba más de esa retroalimentación de literatura y turismo que, en este autor concreto, además de fama, dio buen sustento. Y ello a pesar de las cosas que dice. Baste como muestra lo escrito sobre el Gran Bazar de Estambul:

«...El Gran Bazar de Estambul es uno de los lugares que merece la pena ver. Está lleno de vida, movimiento, negocios, suciedad, mendigos, burros, vendedores que gritan, porteadores, derviches, compradoras de la clase alta turca, griegos, y mahometanos de curioso aspecto y vestimentas extravagantes, procedentes de las montañas y de las lejanas provincias... y la única cosa que no huele cuando se está en el Gran Bazar, es algo que huela bien».