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PARTE II De Gregorio Vil a Bonifacio VIII (1073-1303) MIRADA PANORÁMICA Razón tenemos para iniciar una segunda parte de la Edad Media.con la subida al trono pontificio de Gregorio VII (1073), fecha que sin dificultad podría adelantarse algún tanto, según expusimos al principio de este libro. Ya Otón de Freissing (f 1158) tenía conciencia de haber entrado en un nuevo período histórico, radiante y prometedor, muy distinto del "nubilosum" que acababa de pasar. Que en el siglo XI se produjo un renacimiento o resurgi- miento tanto en lo espiritual como en lo social, cultural y artís- tico es evidente. Javier Bettinelli, crítico y literato del siglo* xvm, titulaba uno de sus libros, muy apreciado por G. Schlegel, Del visorgimento ú'Italia negli stttdii, nelle aríi e nei costumi dopo il Mille (1775). Tanto o más que Italia resurgían las demás na- ciones del occidente europeo. Ese período, que abarca dos siglos y medio, señala tel triun- fo más rotundo de la Iglesia. La vida moral y religiosa se re- nueva en los países de Europa, y con ella se transforma pro- fundamente el ambiente social. El sentimiento de la fraternidad cristiana empieza a modificar el derecho y a cristianizar el ré- gimen político de los pueblos; la justicia se impone sobre la fuerza bruta, y el orden social triunfa gracias a la fe y a la caridad. El pontificado romano alcanza la cumbre de su flore-, cimiento y de su poder no sólo en lo espiritual, sino en lo tem- poral, ejerciendo una especie de tutela paterna sobre los mo- narcas y los reinos cristianos, los cuales ste organizan en una gran unidad moral bajo la autoridad del Vicario de Cristo. Cuando el papa lo ordena, soldados de todas las naciones se alistan en las Cruzadas contra el gran enemigo de la cristian- dad, el Imperio otomano. A la sombra de la Iglesia, y por crea- ción pontificia, surgen las instituciones de enseñanza que lla- mamos (universidades, y se va fraguando la maravillosa cultura que tiene sus más espléndidas manifestaciones en la teología y filosofía escolásticas, basta recordar la Suma de Santo To- MIRADA PANORÁMICA 340 más: en el Derecho, ahí están las Partidas d'e Alfonso el Sabio y la Colección de las Decretales', en el arte, lo testifica el arte gótico de las catedrales; 'en la poesía, que puede brindarnos poemas como la Chanson de Roland, el Cantar de Mío Cid, el Patzival y la Divina Comedia, y, finalmente, en casi todas las manifestaciones del espíritu humano. Resucitan contemporánea- mente la industria y el comercio, y se va.formando la burguesía o clase media, que la Iglesia tratará de organizar cristianamente con un régimeni de trabajo que ¡producirá excelentes frutos: el de los gremios. Entran en la órbita de la cristiandad pueblos nuevos, como los wendos, los de Pomerania, Prusia y los rosos del Báltico; misioneros católicos penetran entre los mogoles y en la misma China, y no faltan tentativas de misionar el norte de África. En cambio, arraiga cada vez más el cisma de Orien- te, a pesar d'e las esporádicas tentativas de unión. El Imperio, lejos de responder a su primera finalidad de proteger al papa y a la Iglesia, entra frecuentemente en luchas con el Pontifica- do, turbando tristemente los mejores períodos de la Historia. Fuera del círculo imperial empiezan a constituirse, de un modo absolutista y en rivalidad con el Imperio, otras naciona- lidades poderosas, que cambiarán la faz político-eclesiástica de Europa. Mirando más de cerca esta segunda parte de la Edad Me- dia, veremos que el siglo xi es el siglo de las Investiduras y el de la Reforma eclesiástica; el xn, es el dte las Cruzadas (1095 ss) y de los orígenes de la Escolástica, con el fuerte contrapeso de la Mística; siglos de lucha, en pos de los cuales viene la magnífica síntesis del siglo xm, en que todas las corrientes, aun las más opuestas, se armonizan, para que triunfe la Iglesia y campee la civilización cristiana. Tan dichosa época de fe, de unidad, de concordia y pros- peridad se cierra o, por mejor decir, se disuelve—lentamente, como todas las épocas históricas, y por fel desenvolvimiento natural de elementos disolventes que germinaban en su inte- rior—a los comienzos del siglo xrv. La triste muerte de Bonifa- cio VIII (1303) es verdaderamente simbólica.

Llorca, Bernardino - Historia de La Iglesia Catolica 02_02

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MIRADA PANORMICA

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PARTE(1073-1303)

II

De Gregorio Vil a Bonifacio VIII

MIRADA PANORMICA

Razn tenemos para iniciar una segunda parte de la Edad Media.con la subida al trono pontificio d e Gregorio VII (1073), fecha que sin dificultad podra adelantarse algn tanto, segn expusimos al principio de este libro. Y a Otn de Freissing (f 1158) tena conciencia d e haber entrado en un nuevo perodo histrico, radiante y prometedor, muy distinto del "nubilosum" que acababa de pasar. Q u e en el siglo XI se produjo un renacimiento o resurgimiento tanto en lo espiritual como en l o social, cultural y artstico es evidente. Javier Bettinelli, crtico y literato del siglo* xvm, titulaba uno de sus libros, muy apreciado por G. Schlegel, Del visorgimento 'Italia negli stttdii, nelle ari e nei costumi dopo il Mille (1775). T a n t o o ms que Italia resurgan las dems naciones del occidente europeo. E s e perodo, que abarca dos siglos y medio, seala tel triunfo ms rotundo de la Iglesia. La vida moral y religiosa se renueva en los pases de Europa, y con ella se transforma profundamente el ambiente social. El sentimiento de la fraternidad cristiana empieza a modificar el derecho y a cristianizar el rgimen poltico de los pueblos; la justicia se impone sobre la fuerza bruta, y el orden social triunfa gracias a la fe y a la caridad. El pontificado romano alcanza la cumbre de su flore-, cimiento y de su poder no slo en lo espiritual, sino en lo temporal, ejerciendo una especie de tutela paterna sobre los monarcas y los reinos cristianos, los cuales ste organizan en una gran unidad moral bajo la autoridad del Vicario de Cristo. Cuando el papa lo ordena, soldados d e todas las naciones se alistan en las Cruzadas contra el gran enemigo de la cristiandad, el Imperio otomano. A la sombra de la Iglesia, y por creacin pontificia, surgen las instituciones de enseanza que llamamos (universidades, y se va fraguando la maravillosa cultura que tiene sus ms esplndidas manifestaciones en la teologa y filosofa escolsticas, basta recordar la Suma de Santo T o -

ms: en el Derecho, ah estn las Partidas d'e Alfonso el Sabio y la Coleccin de las Decretales', en el arte, lo testifica el arte gtico de las catedrales; 'en la poesa, que puede brindarnos poemas como la Chanson de Roland, el Cantar de Mo Cid, el Patzival y la Divina Comedia, y, finalmente, en casi todas las manifestaciones del espritu humano. Resucitan contemporneamente la industria y el comercio, y se va.formando la burguesa o clase media, que la Iglesia tratar de organizar cristianamente con un rgimeni de trabajo que producir excelentes frutos: el de los gremios. Entran en la rbita de la cristiandad pueblos nuevos, como los wendos, los de Pomerania, Prusia y los rosos del Bltico; misioneros catlicos penetran entre los mogoles y en la misma China, y no faltan tentativas de misionar el norte de frica. En cambio, arraiga cada vez ms el cisma de Oriente, a pesar d'e las espordicas tentativas de unin. El Imperio, lejos de responder a su primera finalidad de proteger al papa y a la Iglesia, entra frecuentemente en luchas con el Pontificado, turbando tristemente los mejores perodos de la Historia. Fuera del crculo imperial empiezan a constituirse, de un modo absolutista y en rivalidad con el Imperio, otras nacionalidades poderosas, que cambiarn la faz poltico-eclesistica de Europa. Mirando ms de cerca esta segunda parte de la Edad M e dia, veremos que el siglo xi es el siglo de las Investiduras y el de la Reforma eclesistica; el xn, es el dte las Cruzadas (1095 ss) y de los orgenes de la Escolstica, con el fuerte contrapeso de la Mstica; siglos de lucha, en pos d e los cuales viene la magnfica sntesis del siglo xm, en que todas las corrientes, aun las ms opuestas, se armonizan, para que triunfe la Iglesia y campee la civilizacin cristiana. T a n dichosa poca de fe, de unidad, de concordia y prosperidad se cierra o, por mejor decir, se disuelvelentamente, como todas las pocas histricas, y por fel desenvolvimiento natural de elementos disolventes que germinaban en su interiora los comienzos del siglo xrv. La triste muerte de Bonifacio VIII (1303) es verdaderamente simblica.

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CAPITULO ILa reforma gregoriana* N o s toca iniciar esta segunda poca medieval con una de las figuras ms nobles'y valientes d e la historia del Pontifica^ do: Gregorio VIL D e l toma nombre la gran reforma eclesistica, que, comenzada por sus antecesores con la ayuda eficaz de santos monjes y de insignes prelados, fu llevada a cabo por sus inmediatos sucesores. Pero el punto ms tenso y culminante d e esa curva reformatoria lo seala Gregorio V I L Por eso se habla de la "reforma gregoriana".I. LAS CAUSAS DEL MAL

1. La investidura laica.Para formarnos idea de las dificultades de la empresa y del valor q u e se necesitaba para acoPontAficum Romanorum vita-e vol. 1; ERICH CASPAR, Das Register Gregors VII (Berln 1920-1923), edicin crtica del Registro original de Gregorio VII, que anula la de Jaff; JAFF, Morvu> menta Gregoriana (Berln 1865), donde estn, despus del Registro, las Epistolae oollectae; BONIZO DE SUTRI, Ad amicum, en MGH, De lite I, 568-620, publicado tambin en Watterich y en Jaff; Guio DE FERRARA, De schismate Hildebrandi, en MGH, De lite I, 532-567; LAMBERTO DE HERSFELD, Anuales, en MGH, SS, V, 152-263; BERTHOLDO DE REICHEAU, Annales ibd. V, 264-236; BRUNO, De bello sxonico ibd. V, 329-384; BERNOLDO, Chronicon ibd. V, 427467; ARNULFO, Gesta episcoporum mediolanensium ibd. VIII, 6-31; LANDULFO,Historia mediolanensis ibd. VTII 36-100; BENNON, Scripta contra Gregorium VII et Urbanum II, en MGH, De lite II, 366422. All mismo pueden verse otros libelli de lite, relativos a la lucha entre el Pontificado y el Imperio. BIBLIOGRAFA.A. FLICHE, La reforme grgorienne. T. 1: La formation des idees- grgoriennes; t. 2: Grgoire VII (Lovaina-Pars 1924-1925); H. X. ARQUILLIERE, Grgoire VII. Essai sur la conception du pouvoir pontifical (Pars 1934); W. M. PBITZ, Das Originalregister Gregors VII im Vatilcanischen Archiv, en "Sitzungsberichte der k. Akademie der Wissenschaften zu Wien", phil. hist. Klasse, t. 165 (1911); O. BLAUL, Studien ssum Regster Gregors VII, en "Archiv fr Urkundenforschung" 4 (1912) 113228; T. OBSTREICH, The Personality and Character of Gregory VII in recent historical researrh, en "The catholic historical review", n. s., I (1921) 35-43; H. GRIBAR, Die Investiturfrage nach ungedrutfcten Schriften Genhrhohs von Reichersberg, en "Zeitschrift fr kath. Theologie" 9 (1885) 536-553; E. BERNHEIM, Investitur und Bischofsioahl im 11. und 12. Jahrhundert, en "Zeitschrift fr Kirchengeschichte" 7 (1885) 303-333.Finalmente, vanse los recientes Studi Gregoriani raccolti da G. B. Borino (Roma, abada de San Pablo, 1948-56, cinco volmenes con las ms acreditadas firmas); para la historia de Espaa, el art. de L. DE LA CALZADA, a proyeccin del pensamiento de Gregorio VII en los reinos de Castilla y Len I, 1-87.* FUENTES.DUCHESNE, Liber Pontificalis, vol. 2; WATTBRICH,

meterla, preciso es describir algunas de las consecuencias morales y cannicas que acarre a la Iglesia el feudalismo, con la intrusin de los prncipes y seores feudales en sus iglesias y monasterios propios, Indicado queda en, otro lugar cmo los monarcas alemanes, sobre todo a partir de Otn I, se apoyan sobre los obispos para combatir las rebeldas y ambiciones de los otros seores feudales. Otn el Grande dio el arzobispado d e Colonia a su hermano1 Bruno; el de Maguncia, a su hijo Guillermo el Bastardo; el de Trveris, a uno d e sus primos; el d e Salzburgo, a uno de sus favoritos; al arzobispo Bruno le confi la cancillera imperial; obispos o abades ejercen los principales cargos de su corte. Otn II perfeccion este sistema, que haca de la Iglesia un eje o pieza esencial d e su gobierno. O t n IIL siguiendo la misma poltica, entrega en feudo condados enteros a los obispos de Wrzburgo, Bremen, Colonia, y se d a a s mismo el ttulo de "servus Christi", casi como un pontfice. Enrique II el Santo utiliza los mismos resortes; tanto o ms que sus antecesores, dispone d e los obispados a su arbitrio, impone a las abadas reales los abades que ms le placen, delimita el territorio de las dicesis, convoca y preside los concilios; no sin razn escribe Ruperto, abad d e Deutz: "non electione, sed dono regis episcopus fiebat". Pero hay que reconocer que estos emperadores, y lo mismo se diga d e Enrique III, amaban a la Iglesia y escogan por lo general personas muy dignas. El sistema, sin embargo, era ten s desastroso p a r a el rgimen de la Iglesia, a la cual esclavizaba; y en manos de otros monarcas, como Enrique I V , se convirti e n ulna fuente de cornupcin x . Cosa idntica suceda en Francia 2 . Slo que en Francia el rey nombraba los obispos en sus dominios directos {provincias eclesisticas d e Sens, Reims, Lyn y Bourges)', mientras que fcn Nocmanda, Bretaa, Gascua y Languedoc los obispos eran nombrados por los duques o condes de los respectivos territoSon terribles las frases con que Geroch de Reichesberg pinta la desvergenza de Enrique IV en vender o regalar los obispados a los cmplices de sus torpezas, y cita versos como stos:"Abbatissarum reginarumque subactor per adulterium suimpsit episcopium."

(Syntagma -le statu ecclesiae: ML 194, 1457.) a ? ? *' ** Enrique IV puede generalizarse y aplicarse otros: "Iste vero iam imperatoria benedictione percepta, aequaem potestatem sibi in spiritualibus ac temporalibus vindicabat. fiam spretis electionibus, is apud eum dignior caeteris episcopatus nonore habitus est, qui ei vel familiarior exstitisset, vel.plus obseHUU aut pecuniae obtulisset" (Ibd. p. 1467-68). _ . Lo demuestra bien claramente, por no citar ms que un Motor clsico, IMBART DE LA TOUR, Les lections episcopales dans. r &glise de France du IX" au XII sicle (Pars 1890),l0 Ue < ce e

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rios. Ellos elegan la persona y ellos le daban las insignias de su cargo. Hay que tener en cuenta, como ya en otro lugar dijimos, que en la alta Edad Media la mayora de las iglesias rurales eran de fundacin privada y, por consiguiente, propiedad de un seor, el cual designaba el sacerdote que deba vivir a su servicio en aquella posesin. El mismo derecho se fueron arrogando los prncipes respecto de los obispados incluidos en sus dominios temporales. Dej de intervenir el pueblo y el clero en el nombramiento de los obispos, para no actuar ms que el seor temporal, confiriendo al candidato la investidura, que implicaba no slo la posesin de los bienes episcopales, sino el ejercicio de las funciones pastorales: "curamque ei bculo committens pastoralem", deca Qtn I en uno de sus documentos 8 . Segn explicamos al tratar del feudalismo, investidura propiamente se deca el acto jurdico por el que el dueo o propietario de una iglesia la confiaba, a ttulo de beneficio, al eclesistico que deba servirla. Sola hacerse por medio de un smbolo, que, cuando se trataba de un obispado, era la entrega del anillo y del bculo pastoral. Vacaba un. obispado? El prncipe o seor temporal buscaba entre sus parientes, o amigos o partidarios, al ms adicto y fiel, no precisamente al ms apto, o bien aguardaba a ver quin le ofreca por el c a r g o mayor suma de dinero. Luego le otorgaba la investidura, entregndolecosa que antes perteneca al metropolitanoel bculo y el anillo, smbolos de la autoridad espiritual, mientras el electo prestaba jurar mento de fidelidad y vasallaje. Con esto empezaba a administrar la dicesis y a disfrutar de sus bienes y posesiones. Slo faltaba la consagracin para el desempeo de sus funciones puramente espirituales. El metropolitano, con los obispos de la provincia, no se haba de negar. 2. Simona y nicolaitismo.Bien comprendi el cardenal Humberto de Silva Candida que la raz d e los desrdenes introducidos en la Iglesia haba que buscarla en la investidura laica. En efecto, la primera consecuencia que de ah se derivaba era 'a simona. Todos cuantos ambicionaban un episcopado prometan de antemano cosas indignas o injustas, o bien lo compraban sencillamente a precio de oro. Esto era tan ordinario, que sola hacerse notariaimente, sin el menoir escrpulo. As vemos que en 1040, viviendo todava el obispo Amiel de Albi, un tal Guillermo aspira a esta sede para cuando el obispo muera; el vizconde Bernardo accede a la peticin y levanta acta notarial, entregndole el obispado a cambio de 5.000 sueldos de oro, "de tal forma que Guillermo' lo posea durante su vida, ora reciba l la consagracin episcopal, ora haga que se consagre oteo en su lugar" 4 . D e hecho, sabemos que Guillermo lleg a ser ML 143, 1149; MGH, IAbri de lite I, 205. ' L. DE LAGGBR, Aperen, de la reforme grgorienne dans Valbis geois, en "Studi Gregoriani" II, 216.

obispo de Albi. De su sucesor, Frotard, consta que pag por el mismo obispado "quince caballos de gran precio" B. El vizconde de Narbona recibi por el nombramiento arzobispal de Guifredo de Cerdea (1079) 100.000 slidos. E n 1016 Adalgero, abad simonaco de Conques, vendi los bienes de su monasterio para poder comprar la sede arzobispal de Narbona. D e igual modo se portaban algunos reyes de Francia, como Enrique I (f 1060) y su hijo Felipe I (f 1108). El obispo que as entraba en la dicesis se adeudaba, y para pagar a su acreedor venda curatos, diaconas y dems beneficios al mejor postor y exiga cantidades injustas de dinero por conferir las rdenes sagradas, administrar los sacramentos, etc., y aun se atreva a vender tablas de pinturas, cruces, relicarios, clices, patenas y otros objetos del culto. El resultado era una cadena interminable de pecados de simona. Esto mismo era frecuente en los que compraban el ttulo de abad, para pagarlo a costa de los monjes, como dice Ruperto de Deutz: "de carne et ossibus monachorum soluturus". La segunda consecuencia de la investidura era el nicolaitismo. Hombres que as entraban en el estado eclesistico non ptopter regnum caelorum, imposible que tuviesen la virtud y austeridad necesarias para guardar el celibato y la continencia. Viviendo, adems, encuadrados en el feudalismo de la poca, participaban de casi todas las taras morales propias de los seores feudales. D e ah lo que se ha llamado nicolaitismo (alusin a los nicolaitas mencionados en el Apocalipsis) o clerogamia. La mayor parte de los clrigos, al menos en Lombarda, Francia y Alemania, vivan con su mujer y sus hijos; en lo cual no hacan sino seguir el ejemplo frecuente de sus obispos, algunos de los cuales se transmitan la dicesis en herencia de padres a hijos y nietos, formando verdaderas dinastas episcopales. "Todos los sacerdotes y levitasexclamaba Anselmo de Luccatienen mujer". San Pedro Damiani lo aseguraba de no Pocos obispos de Italia y protestaba de que algunos lo declarasen lcito a sus clrigos. Los de Miln, duramente combatidos Por los monjes de la Camldula y de Vallombrosa, y luego, por ios patarinos, resistan tenazmente a la "intrusin romana", ^ g a n d o falsamente sus "privilegios ambrosianos". Tenan de s u parte a los nobles, a los valvasores y capitanei, que, gustosos, casaban a sus hijas con personajes del alto clero. Attn de Vercelli lamentbase en carta a sus sacerdotes que muchos viV*an no ya con una mujer o concubina, sino con meretrices. *^n el siglo x hasta los monjes de Farfa tenan sus concubinas, Primero en secreto, despus pblica y paladinamente. Lo mismo consta de los cannigos de Brema y de otros de Alemania en el siglo x y xi. Un manuscrito de Augsburgo (si* Ibid.; p. 217.Historia de la Iglesia 2 12

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glo XI) dice que el clrigo, "en seguida que recibe la uncin sacerdotal, y por indigno que sa, se encarga de una parroquia, lo primero que procura es ut sumt uxocem" '6. N o todo, ni mucho menos, ha de atribuirse a inmoralidad y corrupcin. Quiz influa el ejemplo de la Iglesia griega, en l cual los sacerdotes, diconos y subdiconos no podan, es Verdad, casarse despus de su ordenacin, pero se les permita, como se les permite hoy, vivir matrimonialmente con sus mujeres, si haban contrado matrimonio antes de recibir las rdenes sagradas. Solamente a los obispos s e les exigay exig'e absoluta continencia. D e todos modos, no se entender bien aquel abuso tan) general en todo el Occid'ente si no se recuerda, al menos someramente, la historia de la ley eclesistica sobre el celibato '7. Desde los tiempos apostlicos el celibato fiu estimadsimo y tenido como gala y honor de la Iglesia. Se recomendaba a todos los sacerdotes, mas no se impona. Por Tertuliano y Orgenes vemos que en el siglo ni 'era frecuente, mas no general. Es en el concilio de Elvira, poco despus d'el ao 300, cuando aparece la primera ley obligatoria del celibato o contenencia para los obispos, presbteros y diconos. Esta disciplina que , se impone en Espaa rega tambin probablemente en Roana ya en esa poca, cierto desde el concilio romano de 386, y en la Galia y en frica, en lo cual no hacan esas iglesias sino acomodarse a lo que enseaban los Santos Ambrosio, Jernimo, Agustn y Len I. Hasta el siglo v, y en algunas partes hasta el vil, los subdiconos no estaban incluidos en la ley del celibato. Los que al recibir las rdenes mayores tenan espesa legtima deban separarse de ella, o vivir juntos como hermanos, bajo pena de excomunin, o por lo menos de deposicin. Se habla de diaconissa, pcesbytera, episcopissa, porque siendo esposas del dicono, presbtero u obispo, se les 'permita a veces habitar en la misma casa, tamquatn srores, lo cual no dejaba de constituir un serio peligro. Durante 'el siglo vm experiment una grave crisis' en Francia la disciplina del celibato, pues consta que las cadas eran frecuentes, aunque se castigaban con rigor. Algo semejante debi de ocurrir en la Espaa visigtica de los tiempos de Witiza. Bajo los carolingios el nivel moral se eleva. Los subdiconos son equiparados a los diconos en la ley del celibato. Pero con el declinar d'el siglo IX padece triste * PAUL FOURNIER, Le dcret de Burchard de Worms, en RHB 12 (1911) 672. Del estado lamentable del celibato eclesistico en Alemania, cf. CARI, MIRBT, Die Publizistik im Zeitalter Gregors Vil (Leipzig 1894) p. 251s. ' E. VCANDARr, Les origines du clibat cclsiastique, en "Etudes de critique et d'histoire religieuse" (Pars 1913), serie 1, 121-155; F. X. FUNK, Clibat nnd Priesterehe im christUchen Air : tertum, en "Kirchetigesch. Abhandlungen und Untersuchungen" (Paderborn 1897) I, 121-155.

eclipse la disciplina. N o slo cohabitan, con sus esposas los presbteros y diconos anteriormente casados, sino que aun los otros se casan anticannicamente y viven 'en una especie de concubinato *. Len VII se lamen t a de que los ministros del Seor "publice ducant uxores" . Vctor III dice que lo mismo practican algunos obispos 10. Cuando arzobispos, como los de Rouen, no tenan escrpulo 'en vivir pblicamente con su mujer e hijos, puede imaginarse la conducta del clero sometido a tales autoridades. Como el matrimonio de los sacerdotes, aunque ilcito, no haba sido an declarado invlido, se comprende que muchsimos, viendo que sus obispos n o urgan la prohibicin, viviesen con tranquilidad de conciencia. De la gran extensin del mal no puede dudarse, sobre todo en aquellos tiempos en que ms se degrad el sacerdocio, dedicndose los ministros de Dios a negocios mundanos, a la caza, al com'ercio y a oficios menos honestos, como testifica del norte de Italia el Beato Andrs d'e Vallombrosa en la Vida de San Arialdo y San Brlembaldo r. Muchos, naturalmente, abogaban por que se les concediese el matrimonio legtimo, y trataban de justificar su conducta con textos de San Pablo y del Evangelio o bien con el ejemplo de los sacerdotes del Antiguo Testamento y de la' Iglesia griega, cuando no se refugiaban en la imposibilidad d e vivir riru angelorum. Pero la Iglesia no cesaba d e condenar aquellos desrdenes, y a veces con dureza propia de la poca. As, leemos en el concilio de Augsbrgo (952) un decreto que manda coger a la concubina, azotarla con varas y cortarl'e los cabellos. Y en el de Bourges {1031), una orden de que nadie se case con la hija de un presbtero o dicono. Benedicto VIII legisla en el snodo de Pava (1018) que los hijos e hijas de sacerdotes coheubinarios sean reducidos a esclavitud o servidumbre. Len IX, N i cols II y Alejandro^ II mandan a todos los fieles que eviten el trato con tales sacerdotes, y excomulgan a stos si se atreNo siempre que se habla de concubinas se entiende en el sentido peyorativo actual. En algunos documentos, la palabra concubina significa mujer legitima, pero de inferior categora, sin los derechos y dignidad de uxor. Cf. DUCANGE, Glossarium mediae et infinae latinitatiSj v. Concubina. . Dialogorum liber tertiiifi: ML 149, 1003. Lo repite Bonizon e butri: "Sed ipsi pontfices passim concubinati haberentur, ut 58(T> USUf5 a l > o l e r e t infamiam" (Ad amicum 3: MGH, De lite I, " "Nam alii cum canibus et ancipitribus huc illueque pervagantes, suum venationi lubricae famulatum tradebant, alii tabernan et nequam villici, alii impii usurarii existebant, cuncti fere cum publicis uxoribus sive scortis suara ignominiose ducebant viam... nullus ordo vel gradus haberi posse nisi sic emeretur quomodo emitr pecus" (ML 143, 1441). MANSI, Concilia 18, 379.

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ven a decir una misa, a la cual nadie deber asistir. En lo mismo insistir, como veremos, Gregorio VIL La legislacin cannica sobre el celibato quedar definitivamente trazada ten el concilio de Letrn (1123), estableciendo que el matrimoni de los sacerdotes y de los diconos y subdiconos n o solamente es ilcito, sino invlido.II. E L HOMBRE PROVIDENCIAL

1. Hildebrando.Tanto el nicolaitismo o clerogamia como la simona eran vicios inherentes a la feudalizacin de la Iglesia, porque sta s'e hallaba en aquel rgimen esclavizada y sin libertad para escogerse sms ministros dignos: eran como dos hijos mellizos de la investidura laica. Quin tendr fuerzas y arrestos suficientes para atacarlos de frente y matar la raz de donde proceden? E n la historia de la Iglesia todas las grandes empresas las realizan los santos, capitaneando generalmente a nuevas rdenes religiosas-. Buen augurio poda ser que ya en el siglo x se vieron surgir plyades de santos y nuevos institutos monsticos. Al frente de todos iba Cluny, con una serie de abades venerados por su santidad. Vinieron luego San Nilo de Rossano, con sus ermitaos d e Calabria; San Romualdo, con sus camaldiulenses; San Juan Gualberto, con los de Vallombrosa; San Pedro Damiani y tantos otros santos de Alemania, Espaa, Francia e Inglaterra, que hemos mencionado en otro captulo. Y continuando la l'enta, pero eficaz campaa reformista de los papas Len IX, Vctor II, Esteban IX, Nicols II y Alejandro II, o, ms bien, continuando y reforzando la propia accin reformadora que vena desarrollando en los cinco pontificados anteriores, Hildebrando, paladn de la santidad sacerdotal y de la libertad de la Iglesia. Entr todos los papas providencialmente suscitados por Dios para extirpar abusos, luchar contra las potestades del mundo y hacer cumplir las leyes eclesisticas, ninguno tal vez ha sentido en su conciencia tan imperiosamente la voz del Seor a su profeta: "Ecce constitu te hodie super gentes, et super regna, ut evellas, et destr.uas, et disperdas, et dissipes, et aedifices, et plantes" (Iex. 1, 10). Hildebrando, que en su exterior era de pocas apariencias ("homuncionem exilis staturae", le llama Guillermo de Malmsbury), pero de una inteligencia clara, de un corazn generoso, de un. alma mstica y de una tenacidad indomable, haba nacido en una aldea de Toscana hacia el ao 1020. N o hay que creer al maldiciente Benzo, obispo de Alba y adulador de Enrique IV, cuando canta de Hildebrando: "Natus matre suburbana, de paire caprario, oucullatus fecit nidum in Petri solario", pues ms

bien par'ece que su padre, Bonizo, perteneca a una familia de la nobleza romana 112 . D e nio se educ en el monasterio de Santa Mara en el Aventino, del que era abad un to suyo, teniendo por maestros a Lorenzo, arzobispo de Amalfi, y a Juan Graciano, futuro papa Gregorio V I , a quien seguir siempre con fidelidad admirable. En su juventud vio con horror los escndalos que se sucedan en la Ctedra de San Pedro. U n muchacho de acaso 'dieciocho aos (doc'e, segn algunos) subi al trono pontificio con el nombre de Benedicto IX (1033), iniciando una poca de desrdenes, que pareci tener fin cuando Juan Graciano (Gregorio V I ) adquiri la tiara d e una manera aparentemente simonaca (1045). N o fu slo Hildebrando quien se alegr con el nuevo papa; fu tambin San Pedro Damiani y los monjes de Cluny, que esperaban de l un comienzo d"e reforma. Mas no logr imponer en Roma su autoridad, por lo cual el emperador Enrique III, a fin de restablecer el orden y la paz, lo hizo conducir a Alemania, despus de haberlo depuesto en el snodo de Sutri. "Invitus ulfcra montes cum Domno Papa.Gregorio abii", dir ms tarde Hildebrando. N o sabemos si fu el mismo emperador quien le mand salir de Roma en 1047 para seguir la suerte de su antiguo ma'estro y amigo. T r a t a d o con mucha deferencia por el emperador y por el arzobispo de Colonia, estuvo algn tiempo en esta ciudad y en W o r m s , no mucho, porque, segn Bonizon de Sutri, se fu luego de la muerte de Gregorio V I (1048) a Cluny, en c u y o monasterio "monachus effectus est" 18 .M As, las ltimas investigaciones de G. MARCHETTI-LONGHI, Richerche sulla famiglia di Gregorio VII, en "Studi Gregoriani" H, 287-333. En cuanto a Benzo, sabido es que su Panegiricus rhytmicus Hewrici IV es un polmetro curioso, con mezcla de prosa, en donde la stira se rebaja a groseras, como la ltima de estos versos:

"Saonensis Buzianus est quidem homuntio, ventre lato, crure curto, par podicis nuntio." El as descrito parece ser Hildebrando, saonense, a quien en otros pasajes denomina M&rdiprandus, Stercorentius, diabolicus inonachellus, Ule draco tortuostts anguis de propagine, haereticus, adulter fornicarius, etc. (MGH, SS, XI, 591-681). Si por parte de oadre tenia sangre juda, no aparece del todo claro. Cf. PALUMBO, scisma del MCXXX (Roma 1942) p. 102 s. M La estancia en Cluny es rechazada como leyenda por w. Martens, el cual niega asimismo que Hildebrando fuera jama oonje, y por Fliche; ste, sin embargo, admite la profesin monstica de Hildebrando, sin precisar dnde. Quiz tom la cogulla ya en su adolescencia en Roma, pero no negamos toda probabilidad a la opinin de los que estn por algn monasterio alemn 6 Renania o por Cluny. Que fu monje se prueba por las muchas Veces que los cronistas de la poca lo afirman. Cf. DOM BERLIIRB, Grgoire VII, fut-il moinef, en "Revue bndictine" 10 (1893) a 36 ss. Dom Berlire no cita unas palabras del mismo Grego-

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Lo cierto es qu'e en seguida le vemos ir a Roma con Bruno, obispo de Toul, s'ealado por el emperador para ceir la tiara pontificia llamndose Len IX (1049). "Sed magis invitus cum domino meo papa Leone ad vestram specialem ecclesiam redii", dir en el snodo romano de 1080. Nombrado rector y administrador o ecnomo del monasterio d'e San Pablo, muy necesitado de reforma, Hildebrando restableci el orden y la disciplina claustral, al mismo, tiempo que restauraba la hermosa baslica. E s o le vali el nombramiento de subdicono de la Iglesia romana y el desempeo de una legacin pontificia 'en Francia, donde trabaj con admirable prudencia por la extincin de la hereja d e Berengario y por la reforma de los abusos eclesisticos (snodos de Macn y Lyn, 1056). La misma habilidad para los. negocios demostr en otra legacin que des'empe' en Alemania, muerto Vctor II, con el fin de obtener de la emperatriz Ins la confinmacin del nuevo papa Esteban IX. Arrebatado ste rpidamente por la muerte, negoci Hild'ebrando con la misma emperatriz y con la Curia romana el nombramiento de Nicols I (1058), quien le agradeci sus servicios otorgndole la alta dignidad d e archidicono de la Iglesia romana. Todava en estos aos no alcanzaba probablemente Hildebrando el prestigio y autoridad del cardenal Humberto, pero ya en el siguiente pontificado. lo> vemos en la cumbre ms alta de los honores, al lado del papa, como brazo derecho y ministro omnipotente de Alejandro II. Bien lo expres su amigo y auxiliar Pedro Darniani en aquel dstico hiperblico: Papam rite col, sed te prostratus adoro; Tu facis hunc dorninum, te facit iste deum. Muere Alejandro II el 21 de abril d e 1073. El pueblo, con una calma inusitada, se pone en manos d e Hildebrando, el cual ordena las exequias del difunto y prescribe un ayuno d e tres das y la recitacin de las letanas, a fin de obtener de Dios el acierto en la prxima eleccin. Celebraban el da 22 los funerales en Letrn, cuando de repente se levanta un enorme clamoreo de la multitud: "Hildebrando Hild'ebrando.. obispo! Hildebrando 'es el que San Pedro elige pon sucesor!" Cediendo al entusiasmo casi frentico del pueblo, se renen los cardenales en la iglesia de San Pedro ad Vincula, proclamando al archidicono Hildebrando, por sus muchas virtudes, ciencia y prudencia, pastor y pontfice supremo. "Placet vobis?" La muchedumbre de clrigos y monjes, de hombres y mujeres, all rio VII, que pueden aludir a sus votos monsticos, en carta a Hugo de Cluny: "Eum qui me suis alligavit vinculis et' Romam invitum reduxit... expecto" (Registr. II, 49, p. 190), ni el testimonio del propio Hildebrando, que en el concilio romano de 1059 firma: Hildebrandus monachus.

presentes contestan: "Placet. Vultis eum? Volumus. Laudatis eum? Laudamus". Recibi el presbiterado el 22 de mayo. Fu consagrado obispo y solemnemente entronizado los das 29 y 30 de junio.. E n recuerdo de su maestro y bienhechor, quiso llamarse Gregorio, sptimo de este nombre. Al da siguiente de su eleccin escribe al" abad Desiderio de Montecasino, invitndole a venir a Roma y pidindole oraciones, porque se siente desfallecer bajo el peso que ha cado sobre sus hombros; y al prncipe Gisulfo d e Salerno, con igual fecha, le dice lo mismo, y 'en das sucesivos al arzobispo d e Ravena, a la duquesa Beatriz d e Toscana, al abad d e Cluny, al arzobispo d e Reims, al rey d e Dinamarca, al abad de Mars'ella, les ruega insistentemente que oren y hagan orar a otros para que pueda llevar la carga "quod mihi invito el valde reluctanti impositum est". Y ms adelante dir en ocasin solemne: "Deinde valde invitus cum multo dolore et gemitu ac planetu in throno vtestro. valde indignus sum collocatus" 14 . 2. El alma' mstica de Gregorio VII.Se ha calumniado tanto a este papa, se le ha comprendido, tan mal, pintando su figura con colores chillones y dibujo, caricaturesco, que aun el da de hoy n o faltan quienes, dicindose sus admiradores por lo que tiene de tenaz su carcter y por lo amplio y universal de su visin, no saben contemplarlo ms que desde el ngulo poltico, ignorando las zonas ms ntimas, profundas y amables de su espritu. D e sus ideas poltico-eclesisticas- hablaremos luego. Ahora nos place proyectar un poco de luz sobre su vida sobrenatural y siu piedad mstica, que le merecen un puesto distinguido entre los predecesores de San Bernardo. La feuna 'e vigorosa y ardientellena todos los senos de su alma y le mueve en todas sus empresas; todo lo espera "de Dios omnipotente, de quien proceden todos los bienes", y "del Espritu Santo, que todo lo puede"; siervo de Dios se llama y desea serlo (dicimus et esse cupimus); ve a Dios en todos los acontecimientos y se entrega dcilmente a la divina voluntad. El, tan fiero e intrpido ante los enemigos de la Iglesia y ante los violadores de las leyes morales, se humilla delante d e Dios como un nio desvalido; siente que por s nada puede, y confa ' e n las oraciones de los santos y en la .misericordia infinita de14 Registr. VII, 14a, p. 483. Citaremos siempre el Registro de Gregorio VII por la edicin de Caspar. El P. Peitz demostr sn 1891 que, contrariamente a lo que antes se crea, el manuscrito del Vaticano, es el Registro original, redactado al da por la Cancillera pontificia, salvo el ltimo libro (EX) y el final del III. Y ^n 1912 seal O. Blaul, de todos esos documentos, cules eran obra directa del mismo Gregorio y cules haban sido redactados "ajo su inspiracin por los oficiales de la Cancillera. Son, en realdad, _ muchos los documentos en que se revela la persona y el orazn del papa, muy importantes para conocerle ntimamente.

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Nuestro Seor (u nulla remaneat spes salutis nisi de sola misericordia Christi); sus cartas rebosan sentimientos d e humildad y confianza en la oracin d e los dems; y con la humildad une la caridad; humildad y amor recomienda a Matilde, reina de Inglaterra; al rey d Mauritania le dice: "El Dios omnipotente, que quiere que todos los hombres se salven1 y ninguno perezca, nada aprueba tanto en nosotros como el que nos amemos mutuamente". El amor de Gregorio V I I se extiende a todos, aun a sus mayores enemigos, como Enrique IV, a quien escribe: "Si no te amase como conviene, en vano confiara en la misericordia de Dios por los mritos de San Pedro... Si todava dudas de la sinceridad de mi amor, al Espritu Santo me remito, que todo lo puede, a fin de que l te indique a su modo cunto es lo que te quiero y amo". El celo de las almas le atormenta y consume; por eso dice al rey de Noruega que "nuestro deseo es enviaros algunos misioneros fieles y doctos que os instruyan en la ciencia y doctrina de Cristo Jess", el cualaade poco antes, conforme a la voluntad de Dios, Padre eterno, y con la cooperacin del Espritu Santo, se hizo hombre por la salvacin del mundo y naci de la Virgen inmaculada, reconcili por siu muerte al mundo con Dios, borr nuestros pecados por la redencin, mediante su propia sangre, y, venciendo a la muerte en s mismo, nos convivific y resucit, dndonos la esperanza, viva de una herencia inmarcesible, incontaminada e incorruptible. Efecto del mismo celo es el dolor de los pecados y cismas que ve en la Iglesia (Circumvalta enim me dolor immanis et tristitia universalis, quia orientlis ecclesia instinctu. diboli a cathoca fide dficit, et per sua membra ipse antiquus hotis christianos passim occidit)-, as escribe a Hugo de Cluny, con quien frecuentemente, desahoga su pecho. La devocin tiernsitna a la humanidad de Cristo se transparenta mil veces, partiaularmente cuando trata de la pasin y muerte de Nuestro Seor: "Sed, pues, imitadoresescribe a los de Cartagode aquel que por vosotros quiso ser feamente escupido, puesto en cruz entre ladrones, llagado por vuestras culpas y morir segn la carne para lavaros de vuestros pecados... Si os acontece sufrir entre las armas de los sarracenos, no os asustis, sino alegraos siempre que padezcis por Cristo"; la imitacin de Cristo debe ser la vida del cristiano. La carta pastoral y asctica que dirige a la condesa Matilde de Toscana merecera copiarse ntegra: "ya te indiqu que recibieras la Eucarista freouentemente y te entregaras con plena confianza a la Madre del Seor... Debemos, oh hija!, acudir a este singular sacramento y apetecer esta excelente medicina. T e escribo esto, carsima hija de San Pedro, para que tu fe y tu esperanza crezcan ms y ms al recibir el cuerpo de Cristo... Pues de la M a d r e del Seor, a quien principalmente te encomend y te en-

comiendo y jams cesar de encomendarte hasta que la contemplemos como deseamos, qu te dir? Los cielos y la tierra la. alaban sin cesar y no pueden alabarla como ella se merece. T e n esto por seguro, que cuanto es mejor y ms alta y ms santa que las dems madres, tanto es ms bondadosa y dulce para con los pecadores y pecadoras que se convierten". "Escribe en tu coraznas amonesta a la reina de Hungraque la suprema Reina del cielo, elevada por encima de todos los coros anglicos, es la gloria y el honor de todas las mujeres, ms an, la salvacin y la nobleza de todos los elegidos, porque ella sola mereci, virgen y madre, dar a luz al que es Dios y hombre, vida y cabeza de todos los buenos". C o n el amor a la Eucarista y a la M a d r e de Dios juntaba Gregorio .VII el amor a la Iglesia romana, "mater vestra et totius christianitatis, ut satis, magistra", amor del que dio pruebas bien notorias en toda su vida, y que casi siempre se identificaba con el amor y devocin a San Pedro, prncipe de los apstoles, "qui me ab infantia mea sub alis suis singulari quadam pietate nutrivit et in gremio suae clementiae fovit". Angustiado por tantas calamidades como presenciaba', prorrumpa en suspiros como el de San Pablo: quiero morir y estar con Cristo. "Al cual muchas veces clamo: Apresrate, n o tardes, date prisa, no te detengas; y librtame por amor de la Bienaventurada Virgen Mara y de San Pedro". Esta piedad tan ntima, totalitaria y ferviente se nutra en la meditacin y se fortificaba con la austeridad de vida, de la que testifican varios de sus contemporneos. Gregorio XIII lo canoniz y Benedicto XIII extendi su fiesta a toda la Iglesia. Alimento de su intensa vida espiritual era, como ya indic Fliche, la Sagrada Escritura, particularmente los Salmos y el Nuevo Testamento, mucho ms que la lectura de los Santos Padres, de los cuales debi de tener escaso conocimiento, si exceptuamos a San Gregorio Magno, a quien saluda con los eptetos de sancssimus, mitissimus, humillimus, dulcifluus, egregius, y a quien cita, segn el cmputo de Arquillire, no menos de 58 veces. Conocida ya el alma de aquel intrpido luchador, nos ser ms fcil interpretar sus acciones. 3. El reformador, Nadie ms a propsito que Gregorio VII para emprender desde la Ctedra de San Pedro la reforma moral y religiosa de la cristiandad. Sus embajadas y viajes por diversas naciones, su larga experiencia de gobierno con diversos papas y su conocimiento de las personas y de los problemas le capacitaban maravillosamente para el destino que la Providencia le haba asignado. Amaba la paz y estaba dispuesto a sacrificarse por ella, pero amaba tambin la verdad y la jus-

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ticia, ut vlimus, nolimus, mnibus genibus, mxime christianis, veritatem e iustitiam annutiare compellimur 15 . Claro y definido era el programa de su pontificado: "Magnopere procuravi ut sancta Eoclesia, sponsa Dei, domina et mater nostra ad proprium rediens d'ecus, libera, casta et catholica permaneret" 1G. Devolver a la Iglesia, nuestra madre y esposa de Cristo, su libertad y su hermosura. Tambin pensaba desde el principio ten restablecer la unidad del cristianismo', reconciliando a Bizancio con Roma. El espectculo que presentaba la Iglesia occidental era lamentable. El mismo nos lo describe con trazos sombros y con acento de inconsolable dolor 17. Escribe cartas aprtemianies a los obispos y a los prncipes para que colaboren con l en el empeo de exterminar el nacolaitismo. Rene concilios en Roma que restablezcan los' antiguos cnones relativos a la observancia del celibato. El primero que celebra bajo su inmediata direccin es en la Cuaresma de 1074. Las decisiones tomadas son: que ningn clrigo promovido simonacamente pueda ejercer sus ministerios en la Iglesia; que perder su cargo quien lo obtuvo a precio de dinero; que los incontinentes, sean presbteros, diconos o subdiconos, cesarn ten su oficio y el pueblo deber apartarse de sus funciones, a fin de que aqullos se avergencen y siquiera por la infamia se corrijan. En esto no haca Gregorio V I I ms que repetir lo que. haban ordenado ya sus antecesores. Slo que 'el nuevo papa no se contentaba con palabras. Y para ejecutar estos decretos envi sus legados a todas partes, a fin de que ellos convocasen, otros snodos en hombite del pontfice y destituyesen a los obispos renuentes o los remitiesen a.Roma. En Alemania los legados Gerardo d e Ostia y Huberto de Pr'eneste fueron recibidos favorablemente por Ins, madre de Enrique IV, y por este mismo monarca, el cual, aunque excomulgado por Alejandro II,- quiso ahora reconciliarse con la Iglesia, porque el levantamiento de los sajones le haba puesto en dursimo aprieto. La resistencia se encontr en el clero. Bien es verdad que el celoso Altmann, obispo de Passau, hizo todo lo posible por que stus clrigos se sometiesen a la ley del celibato, pero otros se portaron de manera muy diferente: Liemaro de Brema se neg a promulgar los decretos romanos; Sigfrido de Maguncia blande demasiado con los sacerdotes de su dicesis, y Otn de Constanza dej 'en paz a los sacerdotes casados y permiti casarse a los que no lo estaban. Ms violenta fu la resistencia del clero inferior, pues todos ellosas lo afirma Lamberto de Hersfeld 'en su Crnicabramaron de co15 M

raje contra el decreto del papa, acusando a ste de hereje, pues iba claramente contra las palabras del Seor: " N o todos son capaces de ello" (Mt. 19, 11), y contra las del Apstol: "Mejor es casarse que abrasarse" (1 Cor. 7, 9), y protestaban que antes abandonaran el sacerdocio que el matrimonio 1,8 . N o fu mejor la acogida que se dio en Francia a las. decisiones del concilio romano. El rey F'elipe I, simonaco empedernido, no haca el. menor caso de las leyes eclesisticas. Gregorio VII le ama en carta a los obispos "non rex. sed tyrannus", "que ha manchado toda su vida con pecados y crmentes,, y el infeliz y miserable dirige intilmente el gobernalle del reino", y da psimo ejemplo a sais subditos "con el pillaje dte las iglesias, con adulterios, con rapias nefandsimas, con perjurios y con multmodos fraudes"; reprocha luego a los obispos que "se esconden eru el silencio como perros que no saben ladrar" 19 . Los legados pontificios Hugo de Die y Amadoi de Olero luchan contra la simona tanto como contra la clerogamia. Hugo principalmente rene en Pars un snodo, mas la asamblea, al or qu'e el papa prohiba asistir a la misa de un clrigo simonaco o concubinario, proclama que eso es absurdo e imposible, y San Galterio, abad d e Poiiitoise, que defendi las decisiones pontificias, fu injuriado, atropellado y finalmente encarcelado por los soldados del rtey. Tambin en Cambray los eclesisticos se negaron a obedecer, y en unin con los de N o yn expusieron a Roma sus quejas. Por una carta del papa venimos en conocimiento que ten el mismo Cambray un hombre que habl contra los simonacos y concubinarios fu arrojado a las llamas. De Italia tenemos pocas noticias, pero sabemos que en la misma Roma se form un foco de oposicin a los decretos contra la simona y la clerogamia. Y aunque en Miln los ptaros, agrupados ten torno a su jefe Earlembaldo, redoblaron su actividad, mas no parece que se operase ningn cambio importante en el estado lamentable del clero lombardo. En Inglaterra hubo ciertamente dificultad en acteptar los decretos gregorianos de parte de los clrigos, pero el rey Guillermo se puso de parte del papa, con tal de podter conferir l los obispados, y los obispos, con Lanfranco al frentte, secundaron las iniciativas del pontfice y del monarca. E n Espaa no exista el problema de la simona y el nico18 "Adversus hoc decretum protinus infremuit tota factio clericorum, hominem plae haereticum et vesani dogmatis esse clamitans, qui oblitus sermonis Domini, quo ait: Non omnes capiunt hoc verbum; qui potest capere capiat; et Apostolus: Melius est nubere quam uri, violenta exactione nomines vivere cogeret ritu angelorum... malle se sacerdotium quam coniugium deserere" (MGH, SS, V, 218). Vase tambin MANSI, Concilio, XX, 415-416. " Registr. II, 5, p. 131.

"

Registr. I, 15, p. 23. Pri. JAFF, Monumento, Gregoriana epist. 46, p. 574. Ibd. 573; y Registr. I, 42, p. 64-65.

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laitismo tan agudo como en otras partes; as que Gregorio V I I no tuvo que preocuparse de ello. Solamente en Catalua, por la vecindad de Francia, se senta el contagio; por eso el concilio de Gerona (1078), bajo el legado Amado de Olern, depone y excomulga a los clrigos concubinarios y simonacos. U n segundo concilio romano reuni el papa en noviembre de 1074; es de suponer que con la misma finalidad, mas no s'e han conservado sus actas. Podra -parecer que los esfuerzos de Gregorio V I I resultaban baldos por la oposicin que se levantaba en todas partes; y as cab'e entender, la carta que escribi a Hugo de Gluny el 22 de enero d e 1075, habindole de la gran tribulacin que le acongoja, y deseando que el buen Jess ("pauper lesus, per quem omnia facta sunt") le alargue la mano y, compadecindose de l, le saque d e la presente vida. E n estas efusiones de su alma hallaba consuelo y se confortaba paca proseguir varonil-, mente la lucha. Lamberto d'e Hersfeld asegura que "a pesar de todo, Gregorio insista en su campaa y con asiduas legaciones reprenda la desidia y negligencia de todos los obispos" e 0 . E n efecto, las cartas y los concilios siguientes prueban que la t e nacidad del papa n o ceda ni se doblegaba por un fracaso o por una adversidad. Algo por lo menos haba conseguido, a saber, el sacudimiento de las conciencias aletargadas. . M a s comprendi que los resultados n o seran estables si no se acababa d e una vez con la simona, la cual .radicaba en la investidura laica. Por eso, aunque sigue atacando fuertemente al nicolaitismo, desde 1075 vemos que concentra sus mayores esfuerzos en combatir la simona y las investiduras. N o podra haber un sacerdocio casto y santo si quienes entraban en l iban movidos por el dinero y el inters, y no se obtendra esta reforma del clero mientras no se emancipase al episcopado d e la servidumbre de los seores feudales. Reunido, pues, un nuevo concilio romano en febrero de 1075, despus de excomulgar a varios obispos, entre ellos cinco consejeros del monarca alemn, y lanzar anatema contra Roberto Gulscardo, duque de Apulia, infiel a sus promesas, decreta, si hemos de crear a Hugo de Flavigny, lo siguiente: "Cualquiera que en lo sucesivo reciba un obispado o abada de mano de una persona seglar n o ser tenido por obispo o abad. Perder20

guncia le anima apelando a motivos altamente espirituales, lo cual demuestra que Gregorio VII era algo ms que un legislador: "Multum namque debet nobis videri pudendum quod quilibet saeculares milites quotidie pro terreno principe suo in acie consistunt, et necis perferre discrimina vix expavescunt; et nos qui sacerdotes Domini dicimur, non pro illo nostro Rege pugnemus, qui omnia fecit ex nihilo, quique non abhorruit mortis pro nobis subir dispendium, nobisque promittit meritum sine fine mansurum?" (Registr. n i , 4, p. 250).

LAMBERTO DE HERSFELD, Anales,

1. c. Al arzobispo de Ma-

la gracia de San Pedro y n o podr entrar en el templo. Igualmente, si un emperador, duque, marqus, conde o cualquier otra autoridad osare dar la investidura de un obispado o de otra dignidad eclesistica, sepa que incurre en idnticas penas". Esto era enfrentarse con todos los que esclavizaban a la Iglesia y especialmente con Enrique I V de Alemania. La guerra entre el Pontificado y el Imperio era inminente. N o tardaremos en presenciar las ms dramticas escenas d e lo que se ha llamado "la lucha de las investiduras". 4. Centralizacin eclesistica* Para la ejecucin de sus planes d'e reforma del clero pronto se percat Gregorio V I I de que le era necesario y urgente un rgimen d'e centralizacin eclesistica que estrechara los vnculos de unin de las dicesis con Roma y le permitiera al papa actuar en. todos los pases de una manera directa y eficaz l2 *. A esto contribuy en primer lugar el envo constante d e legados o representantes del pontfice. T o d a la historia de Gregorio V I I se podra estudiar en la historia de sus legados. Unos son estables y permanentes, como Hugo de Die en Francia y Almann de Passau en Alemania; otros llevan una comisin particular y concreta en esos mismos pases, o en Espaa, Inglaterra, en Polonia, en la misma Bizancio. Casi todos ellos renen snodos y promulgan los edictos del papa. Otra medida centralizadora empleada por Gregorio V I I consiste en suprimir, si le es posible, o por lo menos atenuar, las funciones que en cada pas desempeaba el primado nacional. Reducida su jurisdiccin, el arzobispo primado de Cartago, el de Canterbury, el de Toledo y el mismo de Lyn, creado por l en sustitucin del de Sens, apenas son ms que otros tantos metropolitanos, ya que los asuntos ms importantes quedan reservados a la Sede Apostlica. La misma figura de los metropolitanos v a achicndose, por la accin de los legados en los snodos provinciales y por el afn del papa de ponerse en frecuente comunicacin con ellos y de hacerles venir a Roma a recibir el pallium. etc. Rueda esencial en el gobierno de la Iglesia es el obispo. Gregorio V I I lo repetir a menudo, pero los vigilar atentamente, los obligar a frecuentes visitas ad limina, y con objeto de favorecer la reforma claustral, promover la exencin de los monasterios, restringiendo as la jurisdiccin episcopal, al par que aadiendo nuevos resortes al centralismo romano.M * La expone con su maestra reconocida A. FLICHE, La forme Grgorienne et la reconqute chrtienne (p. 1946) t, 8 d "Hist. de l'Eglise", p. 84-109.

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1. La lucha de las investiduras'.Eran los obispos, como ya dijimos, principalmente en Alemania, verdaderos seores temporales con anchos dominios y jurisdiccin,, aunque sometidos al prncipe o a otro seor feudal; por consiguiente, vasallos al par que jerarcas eclesisticos. Parece que nubi'era sido fcil venir a un arreglo o compromiso entre ambos poderes, de suerte que la Iglesia confiriese la dignidad espiritual y el principe o seor en cuyo territorio estaba enclavado el obispado se contentase con dar la investidura del dominio temporal. A esa solucin se llegar con el tiempo, p'ero en tiempo de Gregorio VII a nadie se le ocurri al menos de una manera clara y precisa. Lo espiritual y lo temporal de un obispo les pareca indisoluble. Por tanto, o la Ifllesia nombraba al obispo de tal ciudad y tales dominios con todos los derechos inherentes a 'ese ttulo concreto, o era el prncipe quien lo nombraba como a vasallo suyo, sin que al papa le tocase ms que dar su aprobacin. Cul de los dos poderes haba de prevalecer? N i el papa ni los reyes estaban dispuestos a ceder de sus derechos. Y menos el monarca alemn, de quien dependan todos los' obispados del Imperio y qu'e ya haba visto mermados sus pretendidos derechos .sobre el Pontificado con el decreto de Nicols II acerca de los cardenales. El conflicto 'estall, mas no por culpa de Gregorio VII, que, si bien es cierto que estaba resuelto a llevar a cabo la reforma de la Iglesia, tena suficiente ductilidad y prudencia para amoldaffse en lo posible a las circunstancias y ahorrar cheques itil'es. Bien lo mostr en su poltica con Francia, interviniendo tan slo en casos de flagrante simona, y con Inglaterra, donde o! siquiera hizo promulgar sus decretos, porque de las investiduras que haca el rey no se seguan graves males. Con Alemania intent tambin un arreglo pacfico, pero all reinaba un monarca corrompido, cruel y tirnico, con quien Gregorio VII n o poda avenirse en modo alguno, por ms que quisiera. Subi al trono Enrique I V siendo todava un nio. Desde su juventud se acostumbr a n o tolerar frenos morales. D e su increble disolucin dan testimonio los cronistas coetneos 2 i . N o se le pueden negar ciertas buenas cualidades, actividad y talento, pero su gobierno result desastroso por el desorden * Estn indicados en GFBOERER., Papst Gregor und sein Zeitlter (Schaffhausen 1850-64), cuyos siete volmenes son fundamentales para este perodo. Cf. II, 102-103. El mismo Gfroerer dice que Enrique IV era*"un perfecto calavera", "libertino y cruel", que tena a la vez dos o tres concubinas y no haba doncella ni mujer hermosa que estuviese segura de sus concupiscencias.

administrativo que introdujo, dando los cargos a sus cmplices, g'ente advenediza e irresponsable 22 . De la buena voluntad del papa y de su deseo de vivir en paz con Enrique IV dan claro testimonio las primeras cartas de aqul, "videlicet, ut sacerdotium et imperium in unitate concordiae coniungantur", qu'e son como los dos ojos de la cristiandad. Y efectivamente, vivieron en armona los dos primeros aos, a pesar de las arbitrariedades y crmenes del monarca, reconocidos humildemente.por l mismo 'en carta al papa. Este repeta a sus corresponsales que "ningn emperador dirigi jams palabras tan llenas de dulzura y de obediencia a un pontfice como las que Enrique nos 'escribe a nosotros". Era que Enrique I V an no haba alcanzado la carona imperial, d e la cual necesitaba para presentarse ante los prncipes alemanes con suficiente prestigio y cons'eguir la sumisin de los sajones, que se haban levantado en armas contra l, obligndole a huir y refugiarse en la abada de Hersfeld. Gregorio VII procur la pacificacin de los insurrectos, pero aconsej al monarca no se dejase guiar por malos consejeros. E n carta del 7 de diciembre de 1074 le testifica su sincero amor y le da cuenta de la cruzada que qui'ere emprender contra los mahometanos de Oriente, pidindole su consejo, y aadiendo que, si por fin se decidiera a marchar personalmente, dejara la Igl'esJa romana confiada a la custodia de Enrique I V (si luc ivero, posi Deum tibi Romanam ecclesiam relinquo ut eam cts~ todias). N o poda dajcle mayores muestras de afecto y d e confianza. Con todo ello, sin embargo, no consigui nada. Los decretos del concilio romano de 1075 contra las investiduras produj'eron una irritacin violenta en el monarca alemn, que crey lesionados sus derechos de patronato. Precisamente por entonces empieza a sentirse seguro en el trono, pues ha d'errotado a los sajones, de los cuales ha tomado cruel y sangrienta venganza. P a r a consolidar ms su posicin distribuye las dicesis alemanas a criaturas suyas. Por s y ante s nombra al obispo de Espira, al d'e Lieja, al de Bamberg, al de Espoleto, al de Fermo y se empea en imponer a Colonia un candidato rechazado por el clero y por el pueblo. E n la plaza de Miln cae ases : nado el jefe de los ptaros, Erlembaldo*, los milaneses adversarios de la reforma eclesistica se dirigen a Enrique I V Pidindole un arzobispo, pues se ni'egan a reconocer a Attn, aprobado por Roma; Enrique les da por el gusto, nombrando a Teodaldo, subdicono de aquella iglesia. Tales atropellos de las leyes eclesisticas no podan ser tolerados por 'el Sumo Pontfice, el cual, sin embargo, escribe al monarca en tonos bastan-x te blandos, indicndole la posibilidad de modificar el decretoGFKOERER,

ibd. H, 86-87.

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sobre las investiduras y anuncindole el envo de legados pontificios. Llegaron stos a Goslar el 1 de enero de 1076, y, en nombre del papa, le amonestan a que se arrepienta y cambie de conducta, emp'ezando por echar lejos de s a los excomulgados por Gregorio VII. Viendo la contumacia y deslealtad de Enrique, lo citan a comparecer para dar cuenta de s en el concilio romano de la Cuaresma prxima. Gustbale al rey pasar temporadas con los cannigos de Goslar, corrompidos y disolutos como l, d'e entre los* cuales escoga frecuentemente sus obispos. All se persuadi que buena parte de} clero y aun del episcopado estaba en su favor, con, lo que se atrevi a afrontar las amenazas de Roma. M a s no saba el rey alemn qute tambin se iba consolidando la situacin de Gregorio V I I en Italia. Por lo pronto, tena de su parte, como siempre, todo el poder de la gran condesa Matilde, la Dbora de Italia, dispuesta a empl'ear todas sus fuerzas generosamente en defensa del Pontificado y especialmente de Gregorio VIL Al sur estaba Roberto Guiscardo, sobre el oual pesaba ciertamente una excomunin, pero temeroso del crecimiento del partido imperial en Italia, trataba por aquellos das de reconciliarse con su seor, el pontfice de Roma. En la misma Ciudad Eterna un atentado de que fu objeto Gregorio V I I robusteci ms la autoridad d'e ste. Aconteci que mientras celebraba el papa la misa de Navidad (1075) en Santa Mara la Mayor, un pelotn, de forajidos, capitaneados por Cenco, amigo del antipapa Cadaloo, irrumpe en el templo, llega hasta el altar, maltrata al pontfice y lo arrastra por las caires hasta encerrarlo en una torre. Inmediatamente el pueblo romano, lleno de indignacin, corre tras los criminales, los asedia y exige la liberacin del papa. Cenco se rinde y pide perdn. Gregorio VII, magnnimo como siempre, le perdona, imponindole la penitencia de ir en peregrinacin a Tierra Santa. Y, como si nada hubiera sucedido, vpelve a la baslica y contina la misa. Cenco, por su parte,,sale de Roma, pero no con direccin a Tierra Santa, sino a W o r m s , en Alemania, donde Enrique I V ha reunido una dieta en enero de 1076 con objeto de prevenir al concilio romano de la prxima Cuaresma. Ms que Cenco intrig y llev la voz cantante en la asamblea de W o r m s , delante de numerosos obispos alemanes, el excomulgado cardenal Hugo Cndido, que haba desempeado varias legaciones pontificias en Espaa, y Guillermo, obispo de Utrecht, ardoroso partidario del rey y enemigo del papa. Aquel concilibulo, que se dirige a Hildebrando como a un simple obispo, "Hildebrando fratri", tiene la osada de lanzarle a la cara las ms burdas calumnias, metindose hasta en su vida privada, para notificarle que no le reconoce como verdadero papa, sino como intruso y perturbador de la Iglesia. Los obis-

pos simonacos de Lombarda, movidos por Enrique IV, se adhieren a esta declaracin cismtica del concilibulo de W o r m s . Y el mismo soberano escribe una impudente carta, encabezada por estas palabras: "Enrique, rey no por usurpacin, sino por piadosa ordenacin de Dios, a Hildebrando, n o y a sucesor de San Pedro, sino falso monje". Y cuya conclusin es -de esta forma: "Yo, Enrique, rey por la gracia de Dios, a una con t o dos nuestros obispos, te decimos: Desciende, desciende a ser condenado por todos los siglos" 2S . 2. Solemne anatema y deposicin de Enrique IVEstos documentos fueron presentados ante el concilio romano de la Cuaresma de 1076 por el audaz emisario Rolando d e Parma, el cual habl as: "Mi seor el rey y los obispos de ultramontes y de Italia te mandan bajar dte esa ctedra que has usurpado con simona y violencia". Vuelto a los Padres all reunidos, les notific que el rey los aguardaba para que en Pentecosts eligieran un papa legtimo, que fuera pastor y. no lobo rapaz como ste. Los nobles romanos all presentes se lanzaron indignados contra el emisario real, y mal lo hubiera pasado si el papa con su autoridad no lo hubiera defendido. Se interrumpi la sesin,, mas al da siguiente Gregorio V I I , despus de lanzar contra los conspiradores obispos alemanes e italianos la excomunin, prorrumpi en esta solemne imprecacin y anatema contra Enrique I V . "Oh bienaventurado Pedro, Prncipe de los apstoles, inclina, te nuego, tus piadosos odos hacia m y escucha a tu siervo, a quien criaste desde la infancia y libraste hasta hoy de la mano de los impos, que me han odiado y odian por mi fidelidad para contigo! Testigo eres t y mi seora la Madre de Dios y San Pablo, tu hermano entre todos los santos, de que tu santa Iglesia romana me oblig, rehusndolo yo, a gobernarla; ni sub por codicia a esta tu sede, sino que ms bien dese acabar mi vida en un monasterio (in peregrinaiione)... Por tu favor me ha concedido Dios la potestad de atar y desatar en el cielo y en la tierra. Animado con esta confianza, por el honor y defensa de tu Iglesia, en el nombre de Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espritu Santo, con tu poder y tu autoridad, al rey Enrique, hijo del emperador Enrique, que con inaudita soberbia se alz contra tu Iglesia, le prohibo el gobierno de todo el reino alemn y d e Italia, desobligo a todos los cristianos del juramento de fidelidad que le han prestado o Prestarn, y mando que nadie le sirva como a rey..., y le cargo de' anatemas, a fin de que todas las gentes sepan y reconozcan que t eres Pedro y sobre esta piedra el Hijo d e Dios vivoM

MGH, Z,eg. sect. 4, t. 1, 110-11.1.

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edific su Iglesia, y las puertas del infierno n o prevalecern contra ella" 24 . Esta decisin de Gregorio V I I , por la que el monarca alternan queda desposedo de su reino-, es un hecho trascendental en la Historia. Es la primera vez que un sucesor d'e San Pedro se atreve a enfrentarse con un monarca tan poderoso como Enrique I V para decirle: tus leyes son tirnicas, injustas, anticristianas; por tanto,-ningn cristiano puede en conciencia obedecerlas. Esto es lo mismo que declarar al rey destituido. Pero ntense dos cosas: primera, que esta destitucin no es irrevocable; puede Enrique todava arrepentirse, volver al camino de la justicia.y recobrar sus derechos si no se opone el bien del pueblo; el mismo Gregorio, lejos de aconsejar a los alemanes la eleccin d e un nuevo rey, les escribe diciendo que est dispuesto a usar d e la misericordia y benevolencia si el monarca se arrepiente. Segunda, este poder ejercido por 'el papa en las cosas temporales n o es un poder directo' ni es u n poder poltico. Se trata de un poder espiritual, concedido p o r Cristo a San Pedro como Vicario 1 suyo y 'transmitido a todos sus sucesores (Mt. 16,19; lo. 21,17), y a l apela Gregorio V I I como a fuente y origen de su derecho. Pero-ese poder, que en s fes espiritual y que acta directamente sobre las conciencias, indirectamente puede tener repercusiones en las cosas temporales, caviles y polticas. El papa no puede deponer a un rey directamente, como depone a un obispo; mas cuando lo exige el fin propio de la Iglesia, que es la salvacin de las almas, pu'ede, en virtud de su poder divino de atar y desatar, y como pastor supremo de los cristianos, suspender el gobierno de un monarca y librar a los subditos de la obligacin d e obedecerle 2S. Enrique I V no solamente es depuesto por el papa, sino excomulgado, p sea eliminado del cuerpo de la Iglesia.. Y tambin por este captulo perda el rey su carona, y a que la excomunin sola incluir la prohibicin d e que los cristianos comunicasen con el excomulgado,-lo cual le imposibilitaba a ste el ejercicio de su autoridad. Las mismas leyes civiles ordenaban Registr. III, 10a, p. 270-271. Tales ideas, corrientes en la Edad Media, las formul Surez en esta forma: "Quamvis temporalis princeps eiusque potestas in suis actibus directe non pendeat a.b alia potestate eiusdem ordinis... nihilominus fieri potest ut necesse sit ipsum dirig, adiuvri vel corrigi in sua materia, superiori potestate gubernante homines in ordine ad excellentiorem finem et aeternum; et tune illa dependentia vocatur indirecta, quia illa superior potestas circa temporalia non per se aut propter se, sed quasi indirecte et propter aliud interdum versatur" (Defensio fidei 1. 3, 5,2: "Opera omnia" [ed. Vives, Pars. 1859] t. 24, 224-225). Y el captulo 23 del mismo libro va enderezado a probar "Pontificem summum potestate coercitiva ih reges uti posse, usque ad depositionem etiam a regno, si causa subsistat" (Ibid. p. 314).M a

que, si al cabo d'e un ao el excomulgado n o obtena la absolucin, perda oficio y beneficio' 2G. "Cuando el anatema pontificio lleg a odos del pueblo anota Bosom, todo el o especialmente m , 21, p. 287; III, 19 y 20, p. 285-286; VIH, 1. p. 511-514; I, 1S, p. 29-30.

mana, y unidas las fuerzas de Oriente y Occidente tal vez lograran' arrojar de Tierra Santa a los enemigos de la cristiandad. Desgraciadamente tales perspectivas se oscurecieron muy pronto. Destronado Miguel V I I por el usurpador Nicforo III, cambiaron totalmente las relaciones polticorreligiosas, tanto, que en noviembre de 1078, segn testifica el Lber Pontificalis, el nuevo basileus fu excomulgado por el snodo de Roma. De todos modos, a Gregorio VII le pertenece la' gloria de haber planeado la primera Cruzada contra los turcos. En la historia de los papas su figura se alza con relieve extraordinario. Ms que un poltico fu un apstol y un santo. Lo que le hizo grande y admirable no fu el prestigio humano y temporal que recab para el Pontificado, sino la caridad ardiente y abnegada y el alto espritu sobrenatural que le movi en todas sus empresas. Acaso nadie tuvo un concepto ms claro que l de lo que deba ser la Europa cristiana, y acaso nadie colabor ms eficazmente en la realizacin de aquel catlico ideal, alma de la Edad Media M .

CAPITULO IILos papas gregorianos* Poco antes d e morir Gregorio V I I , a fin de prevenir las turbaciones y cismas que podran sobrevenir a la Iglesia, design tres candidatos, que a su juicio eran los ms aptos paraM Sobre el sentido de la palabra Christianitas, vase, adems del citado Ladner, F. KEMPF, Papsttum und Kaisertum bei Innocentins III: "Miscell. Hist. Pont." 19 (Roma 1954) 184-85. Sobre el significado de gladius viaterialis, A. STICKLER, II potere materiale della chiesa nella riforma gregoriana secondo Anselmo di Lucca: "Studi Gregoriani" II (1947) 235-85; II gladius nel registro di Gregorio VII: "Studi Gregoriani" III (1948) 89-103. * FUENTES.E:-n general, las fuentes narrativas de este captulo se reducen a las Crnicas, con el Liber Pontificalis; las fuentes-documntalos son ms. variadas: cnones conciliares, diplomas pontificios e imperiales, epstolas, etc. Casi todas ellas estn publicadas en la Patrologa de Migne y ms crticamente en "Monumenta Germaniae Histrica". Anotemos algunas mas aportantes. . ^rn-cr PETRUS DJACONUSJ Chronica monasterii CassinensiSj en MGH, Script. VII, 551-844 (tambin en ML 173); HUGO DE FLAVIGNY, Chronicon, en MGH, Script. VIII, 280-503; BENZO DE ALBA., Liber ti Beinricum IV. en MGH, Script. XI, 591-681. Chronicon Bernoldi, en MGH, Script. V, 400-467; EKOSHARDUS DE AURA., Chronicon universale, en MGH, Script. V, 33-267 (tamben en ML 164); Vita Ludovici Grossi: ML 186. , Para la lucha de las investiduras es preciso consultar los trabajos de. Guido de Ferrara, Benon, Bernoldo de Constanza, Hugo de Flfry, Rangerio de Luca, Plcido de Nonantola, dodo-

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gobernar la nave de Pedro en aquellas difciles circunstancias. Probablementepues los cronistas no estn de acuerdo al enumerar los nombreslos tres aludidos fueron Anselmo, obispo de Lucca; Hugo, arzobispo de Lyn, y Eudes, cardenal-obispo de Ostia, no precisamente Desiderio de Montecasino, aunque lo aseveren Guido de Ferrara y Pablo de Bernried. Sin embargo, el que ci la tiara no fu otro que el abad de Montecasino, Desiderio. Largos fueron los trmites de esta eleccin, hasta que al fin'se impuso la fuerza fe influencia del principe normando Jordano de Capua. Acaso por esta manera de proceder, poco conforme al espritu gregorianoaunque exfredo de Vendme, Ivo de Chartres, etc., contenidos en MGH, Libell de lite H. Los epistolarios de Urbano II, Pascual I y Calixto II se vern en MLi 161 y 163. Pero antes consltese JAFF-WATTENBACH, Regesta Pont. Rom. Para Calixto II, v. U. ROBERT, Bullaire du Papae Calixte II (Pars 1891) 2 vols. La Historia Gompostelana, en Las "Constitutiones et acta" de Enrique IV" y Enrique V, en MGH, Leges sect. IV, t. 1. Para los concilios, MANSI, Gonciliorum amplissima collectio. Adems de L'UCHESNE, Lib. Pont., vase para esta poca J. M. MARCH, Lber Pontificalis, prout exstat in cdice manuscripto Durtussensi (Barcelona 1925), y WATTERICH, Pontificum romanorum vitae t. 2, con fragmentos de. los cronistas. BIBLIOGRAFA.Nos limitaremos a unos cuantos trabajos fundamentales, en los cuales se podr hallar ms abundante literatura. Adems de las obras ya citadas de A. Fliche y de H. X. Arquillire, pueden verse: J. GAY, Les Papes du XI sicle et la CJirtient (Pars 1926); F, STERN, Zur Biographie des Papstes Urbana II (Halle 1883); B. LETB, Urban II el l'Orient byzantin, en "Etudes" 212 (1933) 660-680; N. GRIMAI.DI, La Gontessa Matilde e la sua stirpe feldale (Florencia 1928); F, CHALADON, Bistoire de la domination normande en Italie et en Sicile (Pars 1907) 2 vols.; G. MEYBR VON KNONAU, Jahrbcher des deutschen Reichs unter Beinrich TV und Heinrich V (Leipzig 1899 ss) 7 vols.; H. BOEHMER, Kirche und Stxat in England und in der Normandie in XI. und XII. Jahrhundert. Bine historsche Studie (Leipzig 1899); O. SCHUMANN, Die ppstlichen Legaten in Deutschland zur Zeit Heinrichs IV, und Heinrichs V, 1056-1125 (Marburg 1912); G. SAEBEKOW, Die Papsilichen Legationem nach Spanien und Portugal bis zur Ausgang des XII. Jalirhunderts (Berln 1931); P. KEHR, Das Papstum und der katalanische Principat bis zur Vereinigung mit Aragn, en ''Abhandlungen der Berliner Akademie", phil. hist. Classe (1926) fase. 1; ID.J Das Papstum und die Koenigreiche Navarra und Aragn bis zur Mitte des XII. Jahrhunderts: ibd (1928) fase. 4; F. MICHELINI, La lotta delle investidure e Pasquale II (Savigliano 1932); P. FOURNIBR, Bonizon de Sutri, Vrbain II et la comtesse Mathilde, en "Bibliothque de l'Ecole de Chartes" 76 (1915) 265-298; E. BERNHEIM, Zar Geschichte des Wormser Konkordates (Goeticgen 1877); ID., Das Wormser Konkordat und seine Vorurkunden (Breslau 1906); ULYSSE ROBERT, Histoire du Pape Caliste II (Pars 1891); C. MIRBT/ Die Publizistik im, Zeitalter Gregors VII (Leipzig 1894). Para todos los papas gregorianos, como para el mismo Gregorio VII, debe consultarse A. FLICHB, La Reforme grgorienne et la Rconqute chrtienne (P, 1946) t. 8 de la "Hist te l'Eglise" dirigida por Fliche-Martin.FI.REZ, t. 20.

ternamente se salvaron las apariencias cannicas, tuvo escrpulos Desiderio en admitir la suprema dignidad. Al cabo de un ao, en mayo de 1086, el monje protegido por los normandos fu elegido papa, dignidad que no acept hasta diez meses despus, tomando el nombre de Vctor / ] / (1086-1087). Era cardenal desde el pontificado de Nicols II y le unan lazos de amistad con los principales reformadorfes gregorianos, pero su atencin se diriga casi exclusivamente a realzar el esplendor de su abada. La sala capitular, la biblioteca, el dormitorio, la principesca cmara abacial y la fastuosa baslica, ms rutilante que fel templo de Salomn, al decir del poeta Alfano, obras fueron del ilustre abad, en quien la magnificencia competa con el gusto artstico. Apenas consagrado y entronizado en Roma, el nuevo papa, de carcter ms bien tmido y vacilante, abandona la Ciudad Etferna a los secuaces del antipapa Clemente III (Guiberto de Ravena), retirndose a Montecasino. La condesa Matilde viene a saludarlo; le presta filial obediencia y homenaje y le exhorta a volver a Roma, ofrecindole tropas suficientes para apoderarse del castillo de Santngelo y arrojar al intruso de la baslica de San Pedro. As lo hace. Dueo de la ciudad, convoca un concilio en Benevento (agosto 1087), desde dondfe renueva los anatemas contra Enrique IV. Pocas semanas ms tarde mora en su amada abada casinense. En su breve pontificado ocurri la conquista de la ciudad de Mehdia por los psanos, genovfeses, amalfitanos y romanos, a cuyas tropas entreg Vctor III el vexium Sancti Perr, dando a toda la campaa el carcter de cruzada (1087).

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El verdadero continuador de la reforma gregoriana haba de ser Eudes de Chatilln, elegido rpidamente fen Terracina. de Campania, que haba d e hacer inmortal su nombre de Urbano 7/(1088-1099). 1. Primera actuacin.Eudes haba de ser un nuevo Gregorio VII, dotado tal vez de misticismo menos ardiente, pfero de igual energa en la prosecucin de los mismos ideales, de un conocimiento de los hombres ms realista y seguro y dfe una diplomacia que unos llamarn ms dctil y otros ms oportunista. Discpulo del austero San Bruno en las escuelas de Reims, archidicono y cannigo de aquella catedral, monje fervoroso y prior de Cluny, fes nombrado cardenal obispo de Ostia en 1078. En su legacin de Alemania (1084-1085) trabaja por mantener unidos a los adversarios de Enrique IV, y consagra obispo de Constanza a Gebardo. que ser l jefe del partido gregoriano en fel Imperio.

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Apenas elegido papa, en marzo de 1088, comunica a los obispos alemanes su eleccin y sius propsitos con estas palabras: "Confiad en m, lo misino que en el bienaventurado Gregorio, cuyos vestigios seguir exactamente; rechazo todo lo que l rechaz, condeno todo lo que l conden, abrazo con toda el alma todo cuanto l am". Urbano II tuvo que empezar luchando por la posesin de Roma, en donde dominaba el antipapa Clemente III, apoyado por el emp'erador. N o tena fuerzas para 'expulsar al intruso y por otra parte graves proyectos diplomticos le impulsaban a reunirse con Roberto I de Sicilia. Dirigise, pues, a la isla normanda. Habl con aquel prncipe de la reorganizacin de la Iglesia siciliana, le hizo amplsimas concesiones, y ya en esta primera entrevista, segn parece, entabl Urbano, por mediacin de Rogerio, negociaciones con el Imperio bizantino, logrando que el basilaus Al'ejo Coimnenp no se dejase arrastrar por Enrique I V a un acuerdo con el antipapa, y que en los dpticos de Constantinopla se repusiese el nombre del pontfice romano, primer paso hacia la unin de las Igl'esias. Vuelve camino de Roma, y en noviembre de 1088, con ayuda d e los normandos, se apodera de la isla del Tber; a fines de junio de 1089 da un asalto a la ciudad y la arrebata a los imperiales y cismticos, con gran alegra del pueblo x . N o podr sostenerse mucho tiempo, porque el excomulgado emperador Enrique IV, triunfante en Alemania, desciende a Italia en 1090, y aunque la condesa Matilde de Toscana, siempre fidelsima al pontfice, resiste cuanto puede a las tropas del emperador, ste sfe aduea de Mantua y de otras plazas, amenazando a los Estados pontificios. Urbano se retira a la Italia meridional, dejando que en Roma entre el antipapa. N o por eso se desalienta. Con Matilde al norte y los normandos al sur, puede decirse que casi toda Italia est de su parte. E n el concilio de Amalfi recibe el homenaje feudal de R o gerio, duque de Apulia y Calabria,, y se ve rodeado de 70 obispos, que lanzan anatemas contra la investidura laica, contra la simona y contra el matrimonio de los presbteros, diconos y subdiconos. E n Bari consagra la cripta, donde es sepultado el cuerpo de San Nicols, trado poco antes de Mira, ciudad conquistada por los turcos. En el concilio de Benevento (marzo 1091) renueva las excomuniones y censuras contra el antipapa Clem'ente III y sus secuaces. Entre tanto, la intrpida condesa Matilde, casada con el jo1 Vase el relato en la bula de Urbano II, descubierta y publicada por P. Kehr en "Archivio della R. Societ romana di Storia patria", XXII (1900) p. 277-280. Una vida bien detallada de Urbano II os la que compil Dom Ruinart y est publicada en MIJ 151, 9-266. Vase tambin L. FAULOT, VrbaAn II (Pars 1903).

vencito Gelfo, hijo del duque de Baviera, enemigo de Enrique IV, emprende la ofensiva contra el ejrcito imperial, qu'e tiene que replegarse y abandonar lo conquistado. A instancias de Urbano II, se constituye la primera Liga Lombarda (Miln, Cremona, Lodi, Plac'encia) contra los obispos nombrados por el emperador, cuyo hijo Conrado, rebelndose contra su padre, se hace coronar rey d e Italia en Miln 2 . La estrella de Enrique comienza claramente a declinar. Avanzan en Alemania los gregorianos bajo la direccin de Gebardo de Constanza. Y Urbano II entra en Roma, husped al principio de los Frangpani y luego dueo y seor absoluto de toda la ciudad (1093-1094). 2. Legados permanentes y concilios reformadores.Es el momento en que, sintindose fuerte y vencedor,, porque el cisma est a punto de extinguirse, se decide el papa a seguir de veras las huellas de Gregorio V I I . D e la oscuridad en que estaba arrinconado Hugo de Lyn, el antiguo legado de Francia, representante del ms ardiente gregorianismo, lo saca Urbano para nombrarlo otra vez "legado de la Santa Iglesia Romana", como lo era Gebardo en Alemania. Tambin para Espaa escoge un legado permanente en la persona del prim'er arzobispo de Toledo, Bernardo. Y hubiera hecho otro tanto en Sicilia si no se hubiera opuesto a esta institucin el conde Rogerio. De todos modos, se ven resurgir los mtodos y procedimientos gregorianos. Bajo la presidencia de estos legados se congregan snodos y concilios que velan por la pureza de las costumbres y por el mantenimiento exacto de la disciplina eclesistica 3 . El mismo papa quiso celebrar uno de mayor importancia, y para eso, despus de visitar personalmente las iglesias de Pisa, Pistoya, Florencia y Cremona, inaugura el da primero de marzo de 1095 el concilio de Placencia 4 , al cual haban sido invitados, adems de los obispos de Italia, los de Borgoa, Francia y Alemania. Tuvironse las sesiones en pleno campo, ya que en ninguna iglesia haba lugar para tantos participantes: cerca de 4.000 clrigos y ms de 30.000 laicos, segn el cronista Bernoldo. All se present Prxedes, la eslava esposa de Enrique IV, a querellarse pblicamente de su marido, que la obligaba a vergonzosas deshonestidades. A fin de desarraigar en l o posible el inveterado abuso de las ordenaciones simonacas y cismticas, el concilio reprueba y declara irritas las ordenaciones hechas por el pseudopapa Consltese la Crnica de Bernoldo de Constanza, a. 1093, en MGH, Scnp. V, 456. * HEFBLB-IBCLERCQ, Histoire des Oonciles V, 379-388. 4 Nos lo ha narrado Bernoldo de Constanza, a, 1095, en MGi, Script. V, 461-463.2

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Guiberto y por los pseudoobispos que l orden; condena igualmente las ordenaciones hechas por obispos herejes o excomulgados, de manera que en adelante ni los sacerdotes as consagrados ni los que recibieren las rdenes a precio de din'ero podrn ejercer funcin alguna sacerdotal. En otros cnones se anatematiz el nicolasmo y se dictaron normas sobre la administracin de los sacramentos. En Placencia se present tambin una embajada de Alejo 1 Comneno suplicando instantemente "al papa y a todos los fieles cristianos" de Occidente socorro para la defensa de la Iglesia contra los turcos. La Europa latina escuch entonces las penalidades que padecan los cristianos orientales sometidos al yugo islmico, y es de creer que Urbano II, impresionado por aquellos relatos, empez a planear la gran cruzada que predicar en Clermont. D e Placencia se dirigi a Cfemona, a Miln y a otras ciudades lombardas. En agosto de aquel ao lo hallamos en Valence. Probablemente desde que sali de Roma llevaba el propsito de llegarse a Francia, su patria, donde el nicolasmo, la simona de los obispos y otros graves problemas de orden eclesistico reclamaban pronto y decisivo arreglo. Todo ello se complicaba con la situacin matrimonial del rey, que segua en pblico adulterio, a pesar de que ya en Placencia le haba sealado el concilio un plazo fijo para su arrepentimiento y enmienda. Le arrastraba adems al antiguo monje cluniacense la nostalgia de su gran abada. 3. Hacia el gran concilio de Clermont.La fiesta de la Asuncin de la Virgen la pas en Puy, cuyo 'obispo, Ademaro de Moniteil, que haba estado en Tierra Santa, inform al papa del estado de aquel remoto pas. Se hace muy verosmil la cornjetura de Fliche de que, pasando Urbano II por Saint-Giles-, trat con el conde Raimundo IVfuturo hroe de las Cruzadasy con otros caballeros de Pro venza acerca de la posibilid a d de una expedicin militar a Palestina. Sigue peregrinando por diversas ciudades de Francia, atendiendo solcitamente a la reforma de los cabildos y procurando que adopten en todas partes la regla de San Agustn; hasta que el 25 de octubre lo vemos en Cluny consagrando el altar mayor de la gran baslica abacial 6 . P o r medio de aquellos monjes, que tanto influjo tenan en Espaa, recibira, indudablemente, noticias del estado de la Iglesia espaola. Y por fin, el 18 de noviembre la arrogante figura de Urbano, entre centenares de obispos, entre ellos el de Toledo, con 531 proceso verbal de aquel solemne acto puede verse publicado en el Chronicon cluniacense; 'J^ecueil dea historiens de. France" t. 14, 109.8

el de Tarragona y una. multitud inmensa de clrigos, d e caballeros y de gente popular, inaugura el concilio de Clermont y arenga con voz sonora a sus oyentes, invitndolos a tomar las armas para la liberacin de Tierra Santa . La importancia de este' conciliovrtice supremo del pontificado de Urbano IIno consisti slo en dar origen a la primera cruzada. Su labor fu muy intensa y eficaz en otras cuestiones. Resuelve los conflictos existentes entre diversos obispos, ' declara a Lyn sede primacial de Francia, contra las resistencias de Sens; otorga grandes privilegios a numerosos monasteriosentre ellos al de Sahagn, sustrayndolos a la jurisdiccin del obispo y ponindolos bajo la dependencia directa y proteccin de la Santa Sede mediante un censo anual; renu'eva los decretos contra el nicolasmo, castigando con la deposicin y otras penas a cualquier presbtero, dicono o subdicono que viva en concubinato; repite las condenaciones de toda clase de simona, y redobla los golpes contra la investidura laica, fuente de tantos abusos e irregularidades, prohibiendo severamente que ningn eclesistico reciba dignidad alguna de manos de un laico; ningn obispo o sacerdote preste homenaje de vasallo a un rey o seor feudal, y ningn rey o prncipe se arrogue el derecho d'e conceder la investidura de cargos eclesisticos. Tambin ordena a los laicos que no retengan .para s los diezmos ni las rentas de las iglesias o altares, y manda que nadie ose atacar violentamente a los monjes, a las mujeres y a los nios en ningn da d'e la semana, ni guerrear con otro cualquiera en los cuatro das semanales sealados por la Paz o Tregua de Dios. Predicando la Cruzada recorre Urbano II el oeste y medioda de Franciaen el norte no haba que pensar por caer bajo el influjo y dominio directo del excomulgado rey Felipe I; escribe a los caballeros de Flandes, exhortndolos a tomar las armas y unirse con los dems cruzados; d'e Limoges, donde preside un concilio, pasa en enero de 1096 a Poitiers y de all a Burdeos, Toulouse, etc., y, por fin, en los calores del verano sale de Nknes para Italia, atravesando los Alpes. Las ciudades de Pava, de Miln, Cremona, Luca, le tributan a su entrada grandes honores, que manifiestan cunto ha subido el prestigio del papa desde el concilio de Clermont. Acompaado de la condesa Matilde se dirige hacia Roma, donde siguen encastillados los partidarios de Clemente III, y aunque es verdad que hasta 1098 no son expulsados los cismticos del ltimo reducto, pero ya puede decirse que Roma ha vuelto a ser asiento del sucesor de Pedro y corazn de la catolicidad.0 Volveremos sobre esto, al. tratar en otro captulo de las Cruzadas. Vase el discurso del papa en las diversas versiones transmitidas por los cronistas, en B. LEIB, Rome, Kiev et Byzance la fin du XI sicle (Pars 1924) p. 182-185.

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Ya en en'ero de 1097 celebra Urbano II un concilio en la basHca de Letrn, sale al ao siguiente para presidir otro en Bari, rodeado de 185 obispos, y en Pascua de 1099 rene un tercer concilio con 150 obispos y abades en San Pedro, insistiendo en su gran tarea reformatoria contra la simona, el nicolasmo y la investidura laica. El 29 de julio de 1099, en la casa d e Pierleoni, junto al Tber, mora el papa de las Cruzadas, sin saber que quince das antes la ciudad santa d'e Jerusaln haba cado en manos cristianas. 4. Un rey adltero y un reino en entredicho.Cuando Urbano II entregaba a Dios el alma, su competidor Guiberto de Ravena, el antipapa Clemente III, desamparado de casi todos, se haba retirado a su secbe episcopal, donde le alcanz la muerte en 1100. El cisma poda darse por terminado. En Alemania muchos obispos se apartan del excomulgado emperador para obedecer al Romano Pontfice. Tampoco los prncipes seculares, en general, siguen con entusiasmo la poltica amtipapal de Enrique IV. La situacin de la Iglesia en Alemania seguir turbada todava por muchos aos. D e otro carcter era el conflicto suscitado en Francia por Felipe I. Este monarca provoc graves' escndalos al repudiar a siu legtima esposa Berta, para vivir adulterinamente con Bertrada de Monfort, fugitiva d e su marido Fulco, conde de Anjou, fingiendo unirse con sta en matrimonio que bendijo el cortesano obispo de Senlis. Fu entonces el papa Urbano II quien reprendi al episcopado1 de la provincia de Reims (1092) por su cobarda ante el rey adltero. Hugo de Lyn, el austero legado pontificio, pronunci en el snodo de Autun (octubre de 1094) sentencia de excomunin contra Felipe por su crimen de adulterio pblico o de bigamia. El propio papa, dentro de Francia, durante el concilio de Clermont, fulmin igualmente la excomunin contra Felip'e y contra "su maldita mujer" Bertrada, prohibiendo a los fieles todo trato con ellos. El rey dio muestras de arrepentimiento y de querer apartarse de su concubina, tanto que Urbano lo reconcili con la Iglesia en el concilio de Nimes (agosto de 1096); pero pronto reincidi en su pecado, y entonces Hugo de Lyn volvi a lanzar contra l la excomunin, poniendo en entredicho todos aquellos lugares en los que residiese el rey. Cunta eficacia tenan en aquellos tiempos las censuras eclesisticas s'e ve por lo que refiere Orderico Vital. Casi once aos, en los pontificados de Urbano y Pascual, dur el entredicho. E n todo ese tiempo nunca el rey se ci la corona, ni se visti el manto de prpura, ni asisti como soberano a ninguna solemnidad. E n todas las aldeas y ciudades por las que pasaba, apenas llegaba la noticia al clero, cesaban de sonar las campa-

as y se interrumpa el canto del Oficio divino. Mientras el monarca se hallaba en aquel territorio no se celebraba el culto del domingo sino privadamente. Con permiso de los obispos del reino se le concedi al soberano, en atencin a su dignidad, tener un capelln que le dijese la misa en privado 7. Slo en 1104 Felipe I, arrepentido, hubo de presentarse con los pies descalzos ante los obispos reunidos e n un snodo parisiense, y, con la mano sobre los evangelios, jur no volver a tener- tratos ilcitos con Bertrada. Entonces se le concedi la absolucin. 5. U n rey tirnico y un santo.Ms difciles fueron las relaciones de Urbano II con el rey de Inglaterra, quien acaso hubiera seguido los caminos del emperador Enrique I V de no haberse encontrado con una personalidad tan relevante y de tanta autoridad e n el reino como San Anselmo, y con un papa que supo tirar y aflojar mirando al bien ms universal de la Iglesia. A la muerte de Guillermo I 'el Conquistador, entr a sucederle su hijo Guillermo II el Rojo (1087-1100), que se port con la Iglesia despticamente. Empez por declararse neutral en la cuestin del cisma, sin decidirse ni por Guiberto ni por Urbano. Consiguientemente se neg a pagar a Roma el dinero de San Pedro. El arzobispo Lanfranco, que, segn el papa, era "uno de los hijos ms fieles de la Iglesia romana", le amonest, aunque intilmente 7 *. M u e r t o Lanfranco en mayo de 1089, se empe el rey en dejar vacante la sede primacial de Canterbury para disfrutar de sus rentas, despoj de sus bienes a muchos monasterios e iglesias, vendi simon acmente las dignidades eclesisticas y cometi otros brutales atropellos, hasta que, acometido por grave enfermedad, y temiendo la justicia divina, cambi de conducta. Por consejo unnime de los nobles y obispos llam a Anselmo de Bec, que era abad de aquel clebre monasterio, como antes lo haba sido Lanfranco, y le oblig a aceptar el gobierno de la iglesia de Canterbury (1093)', esquilmada y sin pastor desde haca cuatro aos. L a venida de San Anselmo fu una bendicin para la Iglesia d'e Inglaterra. Como telogo y filsofo, no conoca rival en s siglo. Tena un alma pura y santa y un carcter firme e inflexible 8 . ' ORDERICTJS VITALIS, Historia ecclesiastica, III, 19 J ^ ^ 188, 617. Lo mismo cuenta Hugo de Flamigny que sucedi cuando Felipe y Bertrada pasaron quince das en Sens (Chron. J-J-, " MGH, Script. VIII, 493-94). . < th . '* Vase sobre Lanfranco el art. del "Dict. de T h e o l o at^n. y A. ,J. MACDONALD aw/rawc. A study of hus I^fe, worK ana witing (Oxford, Londres 1926). w r ^ p - M Ru8 Sobre la vida y obra de San Anselmo' pueden verse iv^ . M, The Life and Times of St. Anselm 2 vols., J * ^ c u a P. RAGHY, Histoire de Saint Anselme (Pars 1890) y el articulo ae

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Las relaciones que, segn l, deben existir entre los prncipes y la Iglesia han de ser las de los hijos con su madre, no de los amos con su esclava. Escribiendo al rey Balduino de Jerusaln, le deca: "No hay cosa en este mundo que Dios ame ms que la libertad de la Iglesia... Dios quiere a su esposa libre, no esclava" s *. Pronto se vio en' la precisin de amonestar al rey las arbitrariedades que cometa, pues reparta o administraba ..a su talante los bienfcs de las abadas e iglesias, y pona dificultades a que el primado celebrare cada ao un concilio nacional para la reforma de la disciplina y las costumbres. Al mismo San Anselmo, que deseaba ir a Roma a prestar obediencia a Urbano, nico papa legtimo, y recibir d'e sus manos el pallium, se lo prohibi terminantemente. Reunise con esta ocasin la dieta o co