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“NO CREO QUE LOS QUE HABLAN DE ENDURECER LA MANO CON LOS CHICOS QUE ROBAN QUIERAN MAS SEGURIDAD” DARIN EL AMOR, LOS MIEDOS, EL PAIS Y LA INFANCIA OLVIDADA SEGUN LE CORBUSIER, EL PINTOR LA OTRA CARA DE UN ARQUITECTO GENIAL VIVIR EN JAPON SORPRESAS COTIDIANAS EN LA FASCINANTE CULTURA ORIENTAL DOCUMENTO POR QUE CUATRO DE CADA DIEZ ARGENTINOS HABITAN EN CASAS PRECARIAS LN R LA NACION REVISTA 23 DE AGOSTO DE 2009

LNR REVISTA 23-8

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Revista dominical de La Nación, de Buenos Aires, del 23 de agosto de 2009

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“no creo que los que hablan de endurecer la mano con los chicos

que roban quieran mas seguridad”

darin

el amor, los miedos,

el pais y la infancia

olvidadasegun

le corbusier, el pintorla otra cara de un arquitecto genial

vivir en japonsorpresas cotidianasen la fascinante cultura oriental

documentopor que cuatro de cada diez argentinos habitan en casas precarias

LN

R

la nacionrevista

23 de agostode 2009

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P O R LEONARDO BL ANCO F OTO S DANIEL PESSAH

EL HOMBRE EN BUSCA DE EQUILIBRIO

Nota DE TAPA

U na calurosa noche de noviembre del año pasado, tres hombres y una mujer asaltaron la residencia de Darín. Una

veintena de periodistas de radio y televisión se apelotonaron en la puerta de la casa con sus móviles para escuchar el descargo violento, rabioso, indignado del actor.

No hubo descargo violento, rabioso e indig-nado. Con una musculosa blanca y una gorrita de béisbol, toqueteando nervioso con el índice de la mano izquierda el ojo del mismo lado –el gesto inconsciente que hace cuando todo cons-pira para que el equilibrio sea roto–, Darín salió a poner paños fríos. Se atrevió a pedir más oportunidades para jóvenes como los que acababan de reducir a su mujer y a su hija, y se habían escapado con su dinero.

–Agradecí que no hubieran maltratado a

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P O R LEONARDO BL ANCO F OTO S DANIEL PESSAH

EL HOMBRE EN BUSCA DE EQUILIBRIO

Nota DE TAPA

U na calurosa noche de noviembre del año pasado, tres hombres y una mujer asaltaron la residencia de Darín. Una

veintena de periodistas de radio y televisión se apelotonaron en la puerta de la casa con sus móviles para escuchar el descargo violento, rabioso, indignado del actor.

No hubo descargo violento, rabioso e indig-nado. Con una musculosa blanca y una gorrita de béisbol, toqueteando nervioso con el índice de la mano izquierda el ojo del mismo lado –el gesto inconsciente que hace cuando todo cons-pira para que el equilibrio sea roto–, Darín salió a poner paños fríos. Se atrevió a pedir más oportunidades para jóvenes como los que acababan de reducir a su mujer y a su hija, y se habían escapado con su dinero.

–Agradecí que no hubieran maltratado a

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Darín, que lo obliguen a ser algo que no es. –Ya soy un muchacho grande como para

andar posando y haciéndome la linda. No explota. Se ríe. Lanza el chascarrillo y se

ríe. Con la risa –cómplice, entradora– aparece el Darín que uno conoce.

Más tarde aparecerán otros. Menos lumino-sos. Igualmente entrañables.

Hace rato ya que Ricardo Darín no es el chi-co de la humorada permanente. Que no abusa de sus chistes a repetición y que dejó atrás al actor –muchas veces menospreciado– de la mueca fácil.

Hace rato ya que se convirtió en un actor de culto. Que hace de sus principios un culto.

En El secreto de sus ojos, la última pe-lícula del director Juan José Campanella, interpreta a un hombre que se le anima al pasado. Darín sabe cuánto de lo que es hoy le debe al suyo. Y –como Benjamín Espósito, su personaje en la película– se hace cargo de las consecuencias.

Papá le enseñó a volar. Mamá, a tener los

pies en la tierra. La vida, a mantener el eje: las alas equilibradas.

***Era noche de Reyes y no había plata para

regalos. Después de una virulenta discusión familiar, papá –Ricardo Andrés– había vuelto a la casa tarde, muy tarde, con un gatito que había encontrado en un baldío como único re-galo para sus hijos. Mamá –Reneé Rohuana–, que era actriz y sentía que su matrimonio se parecía a una película de terror, puso el grito en el cielo. Estalló, como nunca. La pelea, una vez más, tomó ribetes peligrosos. Ricardito, que no podía sacar los ojos de la cara de pá-nico de su hermana, juntó todo el valor que un chico de doce años puede juntar y se clavó delante de su padre.

–Papá, te tenés que separar.En la puerta del departamento estaban Ri-

cardito –esmirriado y fuerte– y Ricardo –gi-gante y doblegado–. David y Goliat.

–¿Estás seguro?–Sí, te tenés que separar. No seas boludo.El padre bajó la vista, empapado por el bal-

dazo de sentido común que su hijo de doce años le acababa de dar, y se fue para no volver. Sus hijos lo volvieron a ver un año después.

–El viejo era loco… Si hay algo que yo le tengo que agradecer es que a lo único que se dedicó fue a estimularme la confianza en mí mismo. Siempre.

El "viejo” era escritor, periodista, poeta, actor… Una especie de Saint-Exupéry, un tipo genial. Era un anarquista que decía que las leyes fueron escritas por tipos que uno no conoce, y hace mucho tiempo. Y que antes de acatarlas, hay que pensar.

–Lo único que me pedía era: “Pensá”. Ricardo Darín, el hombre que creció en

público, se acerca y baja la voz, como si fue-ra a contar algo muy íntimo. Cuenta algo muy íntimo.

–Papá era muy raro… pero muy coherente.

Decía que la propiedad privada no existe y que dedicar una vida a acumular cosas no tiene ningún sentido. Que había que andar muy li-gero de equipaje. Era un tipo con el que tenías que tener cuidado porque si le elogiabas, por ejemplo, un saco que él tuviera puesto, te lo tenías que llevar puesto vos.

Se le entristece la mirada. Los ojos le brillan. Sin secretos. Por una frac-ción de segundo está frente a su padre.

–Yo lo conocía bien, pero suponía que entre la teoría y la realidad había una distancia. Cuando murió, fuimos con mis dos hermanas a su departamento, alquilado, para recoger sus cosas. Y no tenía nada. Cuando te digo na-da es… nada. Tenía lo mínimo: una cacerola, una pava. Cosas esenciales. Nada superfluo. Para nosotros fue un shock. Nos quedamos los tres sentados al borde de la cama, diciendo: “¡Qué nivel de coherencia!”. Todo lo que había en su casa nos lo llevamos en una cajita de zapatos en la que tenía sus anotaciones, sus cuadernos, algunas fotos nuestras… (se frena). Te iba a decir que eran tonterías. Pero lo que había en esa caja no eran tonterías…

Darín ensaya una risa triste. Nada más tris-te que su risa triste.

***–Mamá también es voladora, pero al lado

de mi viejo es más terrenal. Nosotros nunca llegamos al punto de no tener para comer, gracias, básicamente, a mi vieja. Mi madre es una mujer increíble, extraordinaria. Es de esa clase de personas a las que le das un peso y consigue que morfe una familia entera. Y vos decís: “¿Cómo hizo?”. Es una guerrera incansable.

Darín hace una pausa cinematográfica. Pero no actúa.

–La vida suele ser injusta en el reparto de ro-les. Cuando yo hablo de mi viejo se me llenan los ojos de lágrimas, no sólo porque no esté, sino porque le adjudico el rol del que nos infló

SECRETOS COMPARTIDOS

mi mujer y a mi hija, que son las cosas más preciadas que tengo en esta vida. Y agradecí que no nos hubieran tocado unos pibes jodi-dos, resentidos. Yo no pido la guillotina para esos tipos. Pido mejores oportunidades. Uno de los pibes estaba encerrado en el cuarto con mi hija y le decía: “No te pongas nerviosa, yo hago esto porque no me queda otra, no porque quiero; quedate tranquila que tengo una her-mana de tu edad. No te voy a hacer nada, ni te miro”. Ese tipo no es un asesino, pero nadie se ocupa de esta gente. No sé… yo trato de ver más allá de mi pequeña vida y de funcionar coherentemente con eso que pienso.

***La descomunal espalda de su papá lo cubría

casi todo. Agazapado detrás de esa rocosidad, él, Ricardito, tenía que adivinar el cielo en el que estaban flotando y la tierra que se alejaba, abajo. Con sus chapas trepidando, el avión de doble comando surcaba las alturas de un paisaje tenso y al pequeño Ricardo, de 7 años, le alcanzaba con tener la espalda de su papá ahí, cerca.

Palanca para la derecha. Palanca para la izquierda. Mantener el eje.

–Lo estás haciendo bien Ricardito…Palanca a la derecha. Palanca a la izquierda.

Mantener el eje.–Andá, si sos vos…Palanca a la derech…Por detrás de la mole que lo tapaba, Ri-

cardito vio emerger las dos manos de su papá, cubriendo los únicos huecos de cielo que quedaban.

***Darín tiene barba de dos días y cara de pocos

amigos. Mira el piso con sus manos refugiadas en los bolsillos de la campera y acumula fasti-dio mientras Daniel, el fotógrafo, intenta pho-toshopearle una sonrisa en vivo. Parece que fuera a explotar. Que lo hagan posar es, para

PERFIL

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Darín, que lo obliguen a ser algo que no es. –Ya soy un muchacho grande como para

andar posando y haciéndome la linda. No explota. Se ríe. Lanza el chascarrillo y se

ríe. Con la risa –cómplice, entradora– aparece el Darín que uno conoce.

Más tarde aparecerán otros. Menos lumino-sos. Igualmente entrañables.

Hace rato ya que Ricardo Darín no es el chi-co de la humorada permanente. Que no abusa de sus chistes a repetición y que dejó atrás al actor –muchas veces menospreciado– de la mueca fácil.

Hace rato ya que se convirtió en un actor de culto. Que hace de sus principios un culto.

En El secreto de sus ojos, la última pe-lícula del director Juan José Campanella, interpreta a un hombre que se le anima al pasado. Darín sabe cuánto de lo que es hoy le debe al suyo. Y –como Benjamín Espósito, su personaje en la película– se hace cargo de las consecuencias.

Papá le enseñó a volar. Mamá, a tener los

pies en la tierra. La vida, a mantener el eje: las alas equilibradas.

***Era noche de Reyes y no había plata para

regalos. Después de una virulenta discusión familiar, papá –Ricardo Andrés– había vuelto a la casa tarde, muy tarde, con un gatito que había encontrado en un baldío como único re-galo para sus hijos. Mamá –Reneé Rohuana–, que era actriz y sentía que su matrimonio se parecía a una película de terror, puso el grito en el cielo. Estalló, como nunca. La pelea, una vez más, tomó ribetes peligrosos. Ricardito, que no podía sacar los ojos de la cara de pá-nico de su hermana, juntó todo el valor que un chico de doce años puede juntar y se clavó delante de su padre.

–Papá, te tenés que separar.En la puerta del departamento estaban Ri-

cardito –esmirriado y fuerte– y Ricardo –gi-gante y doblegado–. David y Goliat.

–¿Estás seguro?–Sí, te tenés que separar. No seas boludo.El padre bajó la vista, empapado por el bal-

dazo de sentido común que su hijo de doce años le acababa de dar, y se fue para no volver. Sus hijos lo volvieron a ver un año después.

–El viejo era loco… Si hay algo que yo le tengo que agradecer es que a lo único que se dedicó fue a estimularme la confianza en mí mismo. Siempre.

El "viejo” era escritor, periodista, poeta, actor… Una especie de Saint-Exupéry, un tipo genial. Era un anarquista que decía que las leyes fueron escritas por tipos que uno no conoce, y hace mucho tiempo. Y que antes de acatarlas, hay que pensar.

–Lo único que me pedía era: “Pensá”. Ricardo Darín, el hombre que creció en

público, se acerca y baja la voz, como si fue-ra a contar algo muy íntimo. Cuenta algo muy íntimo.

–Papá era muy raro… pero muy coherente.

Decía que la propiedad privada no existe y que dedicar una vida a acumular cosas no tiene ningún sentido. Que había que andar muy li-gero de equipaje. Era un tipo con el que tenías que tener cuidado porque si le elogiabas, por ejemplo, un saco que él tuviera puesto, te lo tenías que llevar puesto vos.

Se le entristece la mirada. Los ojos le brillan. Sin secretos. Por una frac-ción de segundo está frente a su padre.

–Yo lo conocía bien, pero suponía que entre la teoría y la realidad había una distancia. Cuando murió, fuimos con mis dos hermanas a su departamento, alquilado, para recoger sus cosas. Y no tenía nada. Cuando te digo na-da es… nada. Tenía lo mínimo: una cacerola, una pava. Cosas esenciales. Nada superfluo. Para nosotros fue un shock. Nos quedamos los tres sentados al borde de la cama, diciendo: “¡Qué nivel de coherencia!”. Todo lo que había en su casa nos lo llevamos en una cajita de zapatos en la que tenía sus anotaciones, sus cuadernos, algunas fotos nuestras… (se frena). Te iba a decir que eran tonterías. Pero lo que había en esa caja no eran tonterías…

Darín ensaya una risa triste. Nada más tris-te que su risa triste.

***–Mamá también es voladora, pero al lado

de mi viejo es más terrenal. Nosotros nunca llegamos al punto de no tener para comer, gracias, básicamente, a mi vieja. Mi madre es una mujer increíble, extraordinaria. Es de esa clase de personas a las que le das un peso y consigue que morfe una familia entera. Y vos decís: “¿Cómo hizo?”. Es una guerrera incansable.

Darín hace una pausa cinematográfica. Pero no actúa.

–La vida suele ser injusta en el reparto de ro-les. Cuando yo hablo de mi viejo se me llenan los ojos de lágrimas, no sólo porque no esté, sino porque le adjudico el rol del que nos infló

SECRETOS COMPARTIDOS

mi mujer y a mi hija, que son las cosas más preciadas que tengo en esta vida. Y agradecí que no nos hubieran tocado unos pibes jodi-dos, resentidos. Yo no pido la guillotina para esos tipos. Pido mejores oportunidades. Uno de los pibes estaba encerrado en el cuarto con mi hija y le decía: “No te pongas nerviosa, yo hago esto porque no me queda otra, no porque quiero; quedate tranquila que tengo una her-mana de tu edad. No te voy a hacer nada, ni te miro”. Ese tipo no es un asesino, pero nadie se ocupa de esta gente. No sé… yo trato de ver más allá de mi pequeña vida y de funcionar coherentemente con eso que pienso.

***La descomunal espalda de su papá lo cubría

casi todo. Agazapado detrás de esa rocosidad, él, Ricardito, tenía que adivinar el cielo en el que estaban flotando y la tierra que se alejaba, abajo. Con sus chapas trepidando, el avión de doble comando surcaba las alturas de un paisaje tenso y al pequeño Ricardo, de 7 años, le alcanzaba con tener la espalda de su papá ahí, cerca.

Palanca para la derecha. Palanca para la izquierda. Mantener el eje.

–Lo estás haciendo bien Ricardito…Palanca a la derecha. Palanca a la izquierda.

Mantener el eje.–Andá, si sos vos…Palanca a la derech…Por detrás de la mole que lo tapaba, Ri-

cardito vio emerger las dos manos de su papá, cubriendo los únicos huecos de cielo que quedaban.

***Darín tiene barba de dos días y cara de pocos

amigos. Mira el piso con sus manos refugiadas en los bolsillos de la campera y acumula fasti-dio mientras Daniel, el fotógrafo, intenta pho-toshopearle una sonrisa en vivo. Parece que fuera a explotar. Que lo hagan posar es, para

PERFIL

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el espíritu. Pero soy muy injusto con mi vieja, que es la que se ocupó de que comiéramos, y de que fuéramos al colegio…

De ambas cosas supo aprender. Del es-píritu inflado y de la panza llena. De la ge-nerosidad para el afuera y de la fidelidad para el adentro. De ese tipo de equilibrios parece estar hecho. De la búsqueda, per-manente y pese a todo, de su propio eje.

Un día, Darín fue a hablar con los padres de Florencia, su nueva novia. Pero no para pedir su mano. Florencia tenía 20 años; él, 31, y querían hacer un viaje soñado. El pa-dre de la chica fue contundente.

–Casate. Si te casás, no le tenés que pregun-tar nada más a nadie.

Como si actuara una escena de las que ac-tuaba en televisión, Darín, el atorrante, apro-vechó el pie y miró a Florencia.

–¿Te querés casar conmigo?–le dijo. –Nooooo… Fin del capítulo.Aunque no le costó mucho convencerla.

Darín es de esas personas a las que es difícil decirles que no. No porque se imponga, sino porque se expone.

Como se expone cuando reconoce, des-carnado, la importancia que han tenido algunas mujeres en su vida. De su mamá, la leona. De sus parejas y amigas, entre las que figura, como caso simbólico, Susana Gimé-nez –que le compró su primer departamento sacándole parte del dinero que él ganaba y no ahorraba porque “era un tipo desordena-do”–. De Florencia Bas, con quien se casó, viajó a la Polinesia y tuvo dos hijos.

Darín se desgarra cuando habla de Flo-rencia.

–Ella es increíble. Es conmovedor lo que hizo con la casa, con los chicos, con lo que es llevar una familia adelante. Con cubrirme las espaldas a mí. Porque yo soy un tipo que tiene problemitas… Soy un retrasado dental (dental, así lo dice, y sonríe).

–Tuviste varias mujeres que te cubrie-ron las espaldas.

–Mi vida se la debo toda a las mujeres con las que me he cruzado. Son mi cable a tierra y mi contención. Soy como una especie de hijo perenne.

Se ríe, y su risa es también un suspiro.

***Ya no tenía que darle explicaciones a na-

die. Ya era un actor respetado. Hacía cine (El mismo amor, la misma lluvia), teatro (Art) y televisión (La mujer del presidente), pero la escena que más se repetía era la de las madrugadas: llegaba a su casa, después de otra función de teatro, y Florencia lo espe-raba con la comida en la mesa. Lo esperaba, dormida, en la mesa.

–Flor, no me esperes. Dejame la comida y acostate.

–Si no te espero, no nos vemos nunca…Se esperaban. Se amaban. Y se desgastaban.

La relación se fraternalizó. Y perdió pasión. Ricardo y Florencia toleraban, estoicos, el desgaste. Hasta que un día se miraron.

–Esto no era así, ¿no? –No.

***Fue una fiesta. Para los adoradores de los

títulos catástrofe fue una fiesta: “Ricardo Darín y Florencia Bas, separados”.

–Fue una tragedia. Para recuperar lo que nos había unido teníamos que extrañarnos. Coincidimos y nos separamos. Pero fue una tragedia griega. No sabés. Cuando tuvimos que contarles a los chicos, que tenían 6 y 10 años, fue tremendo. Me acuerdo como si fuera hoy de la cara de los dos.

La tristeza de Darín es honda, pero no es oscura. Cualquiera que se asoma siente que ya estuvo ahí. Y lo entiende.

–Florencia, una vez más, fue tan generosa que aun en la separación no me abandonó, no me dejó solo, me ayudó a armar una casa, me ayudó con los chicos. Y así se confirmó lo que pensamos: nos empezamos a extra-

“Estamos eligiendo mal los temas para revisar. Yo no puedo creer que los que hablan de endurecer la mano con los chicos que estAn afanando quieran mas seguridad"

ñar. Cuando me traía a los chicos, en vez de quedarme yo solo con ellos, comíamos los cuatro juntos.

–Final feliz…–Tuve suerte –piensa–; yo soy un tipo muy

afortunado. Porque Flor se podría haber empacado y haber dicho: “Este quién carajo se cree que es. A ver si se cree que es Ricardo Darín…”. Se podría haber cruzado con un tipo que, siendo mucho menos notorio, la podría haber contenido, ayudado o querido más… Ella habría agarrado otro camino, yo me habría quedado solo, y en este momento no estaríamos hablando porque yo, seguro, hubiera terminado en el Churruca, con una sobredosis de Tupungato.

Se ríe. Darín celebra su increíble habilidad para descomprimir.

–Florencia no existe. Es de esas mujeres que... (se interrumpe). Yo tengo amigos que están enamorados de mi mujer (risas). Por-que es una mina de fierro. Es muy buena compañera. Si te hace falta alguien en el ar-co, ella va y ataja. Y con los chicos, ni hablar. No es una madre, es como una hermana.

–Es una madre joven…–Sí, eso es una gran ventaja. Tuvo su

(nuestro) primer hijo de joven. Que es el sueño que tenía yo. Yo quería tener 40 años y un hijo de 20. Lo que quería, en realidad, era tener un amigo (risas).

–¿Te faltaban amigos?–No, pero quería uno incondicional (risas). –¿Y por qué no lo tuviste antes?–Porque no se dio. Tampoco estaba tan mal

de la cabeza, porque no se trataba sólo de tener un hijo. Yo sabía que hacían falta un par de requisitos indispensables. Básicamente, que apareciera ella.

–Ella.–Ella.

***Si uno pudiera meterse en la intimidad de

la familia Darín, pongamos, un domingo a la mañana, la escena sería más o menos así:

Dormido, “con la buzarda descontrolada y la peluca revuelta”, Ricardo Darín baja las es-caleras. De repente, los bocadillos del entorno se suceden…

–Miralo a Ricardito Darín, cómo se tiró a la marchanta.

Risas.–El ocaso de una estrella.Más risas. –Se desbarrancó la promesa.Carcajadas.Imagen congelada. Títulos. Fin del ca-

pítulo.

***Los desbalances. El problema son los desba-

lances. Y pocas cosas desbalancean tan grave-mente como la fama.

–Puede hacer mucho daño. Al protagonista y a todo su entorno. Si bien en mi familia cada integrante disfruta de los logros de los demás, con Flor hemos tenido mucho cuidado con los desbalances. Si te toca la desgracia de tener que convivir con una figura del espectáculo, la pasás mal. El hecho de que en el colegio, en la calle, en la verdulería, todo el mundo sepa cómo se llama, dónde vive, quiénes son sus amigos, sus enemigos, cómo se llama su mujer, qué día nacieron sus hijos, cuál es su color favorito, genera una sobrecarga de atención focalizada en un miembro de la familia, y eso es un desajuste nocivo.

–¿Y cómo se hace para balancear?–Tomándole el pelo a Darín. Nos reímos

mucho, mucho, de Ricardo Darín. Y nos reí-mos porque es gracioso. No podés tener un freak en la familia, un fenómeno del que todo el mundo opina.

***Dice Ricardo Darín que tiene sus días

malos…–¿Cómo es un día malo? –Es muy malo, porque soy muy ciclotímico.

Si me voy abajo, me voy abajo, y para sacarme me tenés que sacar con un submarino nuclear. Cuando eso me pasa, me guardo, porque no soy un ser recomendable. El tema es que, co-mo hay cosas que me importan más que yo mismo, existen rescates.

–¿Qué cosas?–Mis hijos, mi mujer, mis amigos, mis so-

brinos, mi hermana, mi vieja. El mundo de uno se encarga de decirte: “Tampoco tenés

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el espíritu. Pero soy muy injusto con mi vieja, que es la que se ocupó de que comiéramos, y de que fuéramos al colegio…

De ambas cosas supo aprender. Del es-píritu inflado y de la panza llena. De la ge-nerosidad para el afuera y de la fidelidad para el adentro. De ese tipo de equilibrios parece estar hecho. De la búsqueda, per-manente y pese a todo, de su propio eje.

Un día, Darín fue a hablar con los padres de Florencia, su nueva novia. Pero no para pedir su mano. Florencia tenía 20 años; él, 31, y querían hacer un viaje soñado. El pa-dre de la chica fue contundente.

–Casate. Si te casás, no le tenés que pregun-tar nada más a nadie.

Como si actuara una escena de las que ac-tuaba en televisión, Darín, el atorrante, apro-vechó el pie y miró a Florencia.

–¿Te querés casar conmigo?–le dijo. –Nooooo… Fin del capítulo.Aunque no le costó mucho convencerla.

Darín es de esas personas a las que es difícil decirles que no. No porque se imponga, sino porque se expone.

Como se expone cuando reconoce, des-carnado, la importancia que han tenido algunas mujeres en su vida. De su mamá, la leona. De sus parejas y amigas, entre las que figura, como caso simbólico, Susana Gimé-nez –que le compró su primer departamento sacándole parte del dinero que él ganaba y no ahorraba porque “era un tipo desordena-do”–. De Florencia Bas, con quien se casó, viajó a la Polinesia y tuvo dos hijos.

Darín se desgarra cuando habla de Flo-rencia.

–Ella es increíble. Es conmovedor lo que hizo con la casa, con los chicos, con lo que es llevar una familia adelante. Con cubrirme las espaldas a mí. Porque yo soy un tipo que tiene problemitas… Soy un retrasado dental (dental, así lo dice, y sonríe).

–Tuviste varias mujeres que te cubrie-ron las espaldas.

–Mi vida se la debo toda a las mujeres con las que me he cruzado. Son mi cable a tierra y mi contención. Soy como una especie de hijo perenne.

Se ríe, y su risa es también un suspiro.

***Ya no tenía que darle explicaciones a na-

die. Ya era un actor respetado. Hacía cine (El mismo amor, la misma lluvia), teatro (Art) y televisión (La mujer del presidente), pero la escena que más se repetía era la de las madrugadas: llegaba a su casa, después de otra función de teatro, y Florencia lo espe-raba con la comida en la mesa. Lo esperaba, dormida, en la mesa.

–Flor, no me esperes. Dejame la comida y acostate.

–Si no te espero, no nos vemos nunca…Se esperaban. Se amaban. Y se desgastaban.

La relación se fraternalizó. Y perdió pasión. Ricardo y Florencia toleraban, estoicos, el desgaste. Hasta que un día se miraron.

–Esto no era así, ¿no? –No.

***Fue una fiesta. Para los adoradores de los

títulos catástrofe fue una fiesta: “Ricardo Darín y Florencia Bas, separados”.

–Fue una tragedia. Para recuperar lo que nos había unido teníamos que extrañarnos. Coincidimos y nos separamos. Pero fue una tragedia griega. No sabés. Cuando tuvimos que contarles a los chicos, que tenían 6 y 10 años, fue tremendo. Me acuerdo como si fuera hoy de la cara de los dos.

La tristeza de Darín es honda, pero no es oscura. Cualquiera que se asoma siente que ya estuvo ahí. Y lo entiende.

–Florencia, una vez más, fue tan generosa que aun en la separación no me abandonó, no me dejó solo, me ayudó a armar una casa, me ayudó con los chicos. Y así se confirmó lo que pensamos: nos empezamos a extra-

“Estamos eligiendo mal los temas para revisar. Yo no puedo creer que los que hablan de endurecer la mano con los chicos que estAn afanando quieran mas seguridad"

ñar. Cuando me traía a los chicos, en vez de quedarme yo solo con ellos, comíamos los cuatro juntos.

–Final feliz…–Tuve suerte –piensa–; yo soy un tipo muy

afortunado. Porque Flor se podría haber empacado y haber dicho: “Este quién carajo se cree que es. A ver si se cree que es Ricardo Darín…”. Se podría haber cruzado con un tipo que, siendo mucho menos notorio, la podría haber contenido, ayudado o querido más… Ella habría agarrado otro camino, yo me habría quedado solo, y en este momento no estaríamos hablando porque yo, seguro, hubiera terminado en el Churruca, con una sobredosis de Tupungato.

Se ríe. Darín celebra su increíble habilidad para descomprimir.

–Florencia no existe. Es de esas mujeres que... (se interrumpe). Yo tengo amigos que están enamorados de mi mujer (risas). Por-que es una mina de fierro. Es muy buena compañera. Si te hace falta alguien en el ar-co, ella va y ataja. Y con los chicos, ni hablar. No es una madre, es como una hermana.

–Es una madre joven…–Sí, eso es una gran ventaja. Tuvo su

(nuestro) primer hijo de joven. Que es el sueño que tenía yo. Yo quería tener 40 años y un hijo de 20. Lo que quería, en realidad, era tener un amigo (risas).

–¿Te faltaban amigos?–No, pero quería uno incondicional (risas). –¿Y por qué no lo tuviste antes?–Porque no se dio. Tampoco estaba tan mal

de la cabeza, porque no se trataba sólo de tener un hijo. Yo sabía que hacían falta un par de requisitos indispensables. Básicamente, que apareciera ella.

–Ella.–Ella.

***Si uno pudiera meterse en la intimidad de

la familia Darín, pongamos, un domingo a la mañana, la escena sería más o menos así:

Dormido, “con la buzarda descontrolada y la peluca revuelta”, Ricardo Darín baja las es-caleras. De repente, los bocadillos del entorno se suceden…

–Miralo a Ricardito Darín, cómo se tiró a la marchanta.

Risas.–El ocaso de una estrella.Más risas. –Se desbarrancó la promesa.Carcajadas.Imagen congelada. Títulos. Fin del ca-

pítulo.

***Los desbalances. El problema son los desba-

lances. Y pocas cosas desbalancean tan grave-mente como la fama.

–Puede hacer mucho daño. Al protagonista y a todo su entorno. Si bien en mi familia cada integrante disfruta de los logros de los demás, con Flor hemos tenido mucho cuidado con los desbalances. Si te toca la desgracia de tener que convivir con una figura del espectáculo, la pasás mal. El hecho de que en el colegio, en la calle, en la verdulería, todo el mundo sepa cómo se llama, dónde vive, quiénes son sus amigos, sus enemigos, cómo se llama su mujer, qué día nacieron sus hijos, cuál es su color favorito, genera una sobrecarga de atención focalizada en un miembro de la familia, y eso es un desajuste nocivo.

–¿Y cómo se hace para balancear?–Tomándole el pelo a Darín. Nos reímos

mucho, mucho, de Ricardo Darín. Y nos reí-mos porque es gracioso. No podés tener un freak en la familia, un fenómeno del que todo el mundo opina.

***Dice Ricardo Darín que tiene sus días

malos…–¿Cómo es un día malo? –Es muy malo, porque soy muy ciclotímico.

Si me voy abajo, me voy abajo, y para sacarme me tenés que sacar con un submarino nuclear. Cuando eso me pasa, me guardo, porque no soy un ser recomendable. El tema es que, co-mo hay cosas que me importan más que yo mismo, existen rescates.

–¿Qué cosas?–Mis hijos, mi mujer, mis amigos, mis so-

brinos, mi hermana, mi vieja. El mundo de uno se encarga de decirte: “Tampoco tenés

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derecho a quedarte deprimido tres días…”.–¿Qué cosas no le permiten ser feliz a

alguien que lo tiene todo?–No sé… A mí me pasa que cuando cubro

las necesidades básicas de mi familia –educa-ción, salud, heladera suficientemente llena– me empiezo a sentir como el culo por todos los que no pueden hacerlo. Siento que tengo un lugar de exagerado privilegio. Es algo que me mata, me mata.

–¿Te enoja con vos o con la sociedad?–Yo estoy muy enojado con nosotros como

comunidad, porque estamos haciendo las co-sas mal. Estamos eligiendo mal los temas para revisar. Yo no puedo creer que los que hablan de endurecer la mano con los chicos que están robando quieran más seguridad. Porque la seguridad la tenemos que conseguir revisando lo que hace que haya tantos pibes que, en vez de ir al colegio, salgan a afanar.

Darín se indigna. Piensa. Trata de explicar su furia. Lejos, muy lejos de los famosos que salieron en atronadora estampida a pedir ma-no dura (entre ellos, su incondicional Susana Giménez) Darín elige, silencioso y solitario, el camino más difícil. Y se indigna.

–Esa gente lo que quiere es matarlos. Y yo querría que pensaran si, puestos a tomar la decisión y con un arma en la mano, ellos los ejecutarían. ¿Qué harían si tuvieran que ma-tar a alguien que tiene la edad de su hijo, su nieto o su sobrino? A un chico que no tuvo ninguna posibilidad…, un pibe que desde que nació miró para adelante y nunca vio un ca-rajo, nunca vio a nadie laburar en su familia, nunca sintió que la vida le ofreciera nada, ¿por qué va a valorar la vida de los demás? Lo que tenemos que corregir es lo que pasa antes.

Y sigue...–Mirá que es gente inteligente la gente que

dice eso. No son boludos. No lo puedo creer. Es-tán dañados emocionalmente. Es entendible que cuando a vos te matan a alguien querido te conviertas en un energúmeno. En ese mo-mento te querés comer a la humanidad. Pero cuando te baja la adrenalina y podés razonar un poco, tenés que descubrir que matando a la humanidad no resolvés nada.

***La escena pertenece a la película Sin tes-

tigos, de Nikita Mijalkov. Como si la hubiera

actuado él mismo, Darín se sabe el parlamento de memoria.

–Todos los seres tenemos una nota que sue-na muy suave en nuestro interior; ésa es la nota de nuestra identidad, la de nuestra indivi-dualidad. Si la musicalidad, la sonoridad total de ese ser, no está de acuerdo con esa nota, ese ser nunca podrá ser feliz.

Darín es feliz y sufre. La sensibilidad que aplica a sus personajes es la que usa para vivir. Y eso lo vuelve vulnerable. Y fuerte.

–Creo que uno va y viene de su eje. Pero no tiene que olvidar quién es y cuáles son sus principios. No tiene que dejarse atropellar. Porque hay muchas cosas que te pueden co-rrer. En nuestro trabajo, con tanta exposición pública, es muy fácil salirse de eje porque es muy fácil que te digan que sos un fenómeno, y es muy fácil creértelo. Los mismos que un día te dicen que sos un fenómeno, te dicen que sos un idiota después. Pero ésos son resultados. Y yo trato de vivir la vida sin perseguir los resultados. ¿De qué sirve que yo me plantee determinados resultados si ahora, mientras tanto, soy una mierda de persona, si me cago en lo que le ocurre a la gente que me rodea y está sufriendo? A eso yo lo llamo no dejarse correr del eje.

***De pibe de barrio a galancito. De galancito

a comediante. De comediante a actor de culto. De actor de culto a intérprete con proyección internacional… Un camino lleno de riesgos el de Darín. Si hay algo que aprendió es a arries-gar. Se lo enseñó su papá.

–Siempre me decía: “¿Qué es lo peor que puede pasar…?, ¿que salga mal?. Y que te salga mal…, seguro que vas a aprender un huevo de eso”. Eso me decía... Y eso a mí me ayudó mucho.

El celular de Darín suena. –Hola chabón…Es su hijo. Parece que le ofrecieron un tra-

bajo. Todo un desafío.–Tranquilo, hijo. No pasa nada. ¿Qué es lo

peor que puede pasar? Que salga mal. Y aprender. ✖

[email protected]

Agradecemos a Galería Ernesto Catena. Fotografía Contemporánea

El actor con su mujer, Florencia, y sus dos hijos. Ellos son su grupo de "rescate" en días difíciles

Video. para Ver mas sobre esta nota http://Videos.lanacion.com.ar/

“mi papa era muy raro... pero muy coherente. decia que dedicar una vida a acumu-lar cosas no tiene sentido. que habia que andar muy ligero de equipaje"

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el espíritu. Pero soy muy injusto con mi vieja, que es la que se ocupó de que comiéramos, y de que fuéramos al colegio…

De ambas cosas supo aprender. Del es-píritu inflado y de la panza llena. De la ge-nerosidad para el afuera y de la fidelidad para el adentro. De ese tipo de equilibrios parece estar hecho. De la búsqueda, per-manente y pese a todo, de su propio eje.

Un día, Darín fue a hablar con los padres de Florencia, su nueva novia. Pero no para pedir su mano. Florencia tenía 20 años; él, 31, y querían hacer un viaje soñado. El pa-dre de la chica fue contundente.

–Casate. Si te casás, no le tenés que pregun-tar nada más a nadie.

Como si actuara una escena de las que ac-tuaba en televisión, Darín, el atorrante, apro-vechó el pie y miró a Florencia.

–¿Te querés casar conmigo?–le dijo. –Nooooo… Fin del capítulo.Aunque no le costó mucho convencerla.

Darín es de esas personas a las que es difícil decirles que no. No porque se imponga, sino porque se expone.

Como se expone cuando reconoce, des-carnado, la importancia que han tenido algunas mujeres en su vida. De su mamá, la leona. De sus parejas y amigas, entre las que figura, como caso simbólico, Susana Gimé-nez –que le compró su primer departamento sacándole parte del dinero que él ganaba y no ahorraba porque “era un tipo desordena-do”–. De Florencia Bas, con quien se casó, viajó a la Polinesia y tuvo dos hijos.

Darín se desgarra cuando habla de Flo-rencia.

–Ella es increíble. Es conmovedor lo que hizo con la casa, con los chicos, con lo que es llevar una familia adelante. Con cubrirme las espaldas a mí. Porque yo soy un tipo que tiene problemitas… Soy un retrasado dental (dental, así lo dice, y sonríe).

–Tuviste varias mujeres que te cubrie-ron las espaldas.

–Mi vida se la debo toda a las mujeres con las que me he cruzado. Son mi cable a tierra y mi contención. Soy como una especie de hijo perenne.

Se ríe, y su risa es también un suspiro.

***Ya no tenía que darle explicaciones a na-

die. Ya era un actor respetado. Hacía cine (El mismo amor, la misma lluvia), teatro (Art) y televisión (La mujer del presidente), pero la escena que más se repetía era la de las madrugadas: llegaba a su casa, después de otra función de teatro, y Florencia lo espe-raba con la comida en la mesa. Lo esperaba, dormida, en la mesa.

–Flor, no me esperes. Dejame la comida y acostate.

–Si no te espero, no nos vemos nunca…Se esperaban. Se amaban. Y se desgastaban.

La relación se fraternalizó. Y perdió pasión. Ricardo y Florencia toleraban, estoicos, el desgaste. Hasta que un día se miraron.

–Esto no era así, ¿no? –No.

***Fue una fiesta. Para los adoradores de los

títulos catástrofe fue una fiesta: “Ricardo Darín y Florencia Bas, separados”.

–Fue una tragedia. Para recuperar lo que nos había unido teníamos que extrañarnos. Coincidimos y nos separamos. Pero fue una tragedia griega. No sabés. Cuando tuvimos que contarles a los chicos, que tenían 6 y 10 años, fue tremendo. Me acuerdo como si fuera hoy de la cara de los dos.

La tristeza de Darín es honda, pero no es oscura. Cualquiera que se asoma siente que ya estuvo ahí. Y lo entiende.

–Florencia, una vez más, fue tan generosa que aun en la separación no me abandonó, no me dejó solo, me ayudó a armar una casa, me ayudó con los chicos. Y así se confirmó lo que pensamos: nos empezamos a extra-

“Estamos eligiendo mal los temas para revisar. Yo no puedo creer que los que hablan de endurecer la mano con los chicos que estAn afanando quieran mas seguridad"

ñar. Cuando me traía a los chicos, en vez de quedarme yo solo con ellos, comíamos los cuatro juntos.

–Final feliz…–Tuve suerte –piensa–; yo soy un tipo muy

afortunado. Porque Flor se podría haber empacado y haber dicho: “Este quién carajo se cree que es. A ver si se cree que es Ricardo Darín…”. Se podría haber cruzado con un tipo que, siendo mucho menos notorio, la podría haber contenido, ayudado o querido más… Ella habría agarrado otro camino, yo me habría quedado solo, y en este momento no estaríamos hablando porque yo, seguro, hubiera terminado en el Churruca, con una sobredosis de Tupungato.

Se ríe. Darín celebra su increíble habilidad para descomprimir.

–Florencia no existe. Es de esas mujeres que... (se interrumpe). Yo tengo amigos que están enamorados de mi mujer (risas). Por-que es una mina de fierro. Es muy buena compañera. Si te hace falta alguien en el ar-co, ella va y ataja. Y con los chicos, ni hablar. No es una madre, es como una hermana.

–Es una madre joven…–Sí, eso es una gran ventaja. Tuvo su

(nuestro) primer hijo de joven. Que es el sueño que tenía yo. Yo quería tener 40 años y un hijo de 20. Lo que quería, en realidad, era tener un amigo (risas).

–¿Te faltaban amigos?–No, pero quería uno incondicional (risas). –¿Y por qué no lo tuviste antes?–Porque no se dio. Tampoco estaba tan mal

de la cabeza, porque no se trataba sólo de tener un hijo. Yo sabía que hacían falta un par de requisitos indispensables. Básicamente, que apareciera ella.

–Ella.–Ella.

***Si uno pudiera meterse en la intimidad de

la familia Darín, pongamos, un domingo a la mañana, la escena sería más o menos así:

Dormido, “con la buzarda descontrolada y la peluca revuelta”, Ricardo Darín baja las es-caleras. De repente, los bocadillos del entorno se suceden…

–Miralo a Ricardito Darín, cómo se tiró a la marchanta.

Risas.–El ocaso de una estrella.Más risas. –Se desbarrancó la promesa.Carcajadas.Imagen congelada. Títulos. Fin del ca-

pítulo.

***Los desbalances. El problema son los desba-

lances. Y pocas cosas desbalancean tan grave-mente como la fama.

–Puede hacer mucho daño. Al protagonista y a todo su entorno. Si bien en mi familia cada integrante disfruta de los logros de los demás, con Flor hemos tenido mucho cuidado con los desbalances. Si te toca la desgracia de tener que convivir con una figura del espectáculo, la pasás mal. El hecho de que en el colegio, en la calle, en la verdulería, todo el mundo sepa cómo se llama, dónde vive, quiénes son sus amigos, sus enemigos, cómo se llama su mujer, qué día nacieron sus hijos, cuál es su color favorito, genera una sobrecarga de atención focalizada en un miembro de la familia, y eso es un desajuste nocivo.

–¿Y cómo se hace para balancear?–Tomándole el pelo a Darín. Nos reímos

mucho, mucho, de Ricardo Darín. Y nos reí-mos porque es gracioso. No podés tener un freak en la familia, un fenómeno del que todo el mundo opina.

***Dice Ricardo Darín que tiene sus días

malos…–¿Cómo es un día malo? –Es muy malo, porque soy muy ciclotímico.

Si me voy abajo, me voy abajo, y para sacarme me tenés que sacar con un submarino nuclear. Cuando eso me pasa, me guardo, porque no soy un ser recomendable. El tema es que, co-mo hay cosas que me importan más que yo mismo, existen rescates.

–¿Qué cosas?–Mis hijos, mi mujer, mis amigos, mis so-

brinos, mi hermana, mi vieja. El mundo de uno se encarga de decirte: “Tampoco tenés

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{ELMUNDO}

T E XTO Y F OTO S M ARIANA TRIGO VIERA

MI VIDA EN

JAPON

CUCHARA PARA FRASCOS CARTEL DE UN BAÑO PUBLICO MEDIAS Y MAS MEDIAS

PROHIBIDO FUMAR

ESE EXTRAÑO OBJETO DE DESEO

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COCA-COLA PLUS CON TE VERDE

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{ELMUNDO}

T E XTO Y F OTO S M ARIANA TRIGO VIERA

MI VIDA EN

JAPON

CUCHARA PARA FRASCOS CARTEL DE UN BAÑO PUBLICO MEDIAS Y MAS MEDIAS

PROHIBIDO FUMAR

ESE EXTRAÑO OBJETO DE DESEO

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COCA-COLA PLUS CON TE VERDE

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MatECha Todos me decían: "Allá vas a conseguir de todo, ¡hasta yerba!". En la ciudad de Nagoya, en una casa de produc-tos importados, encontré estas cajitas. Al principio creí que se trataba de yerba, pero en realidad eran saquitos de mate coci-do. Cuestan 609 yenes (6 dólares) los 100 gramos. ¡Menos mal que me traje varios kilos de Buenos Aires!

¡a saCarsE LOs zapatOs! En Japón no podés tener las medias rotas. En todas las casas, en algunos restaurantes o, como en este caso, a las puertas de un templo, la consigna es sacarse los zapatos antes de entrar. En algunos casos hay estantes para dejarlos; en otros, simplemente se dejan a la entrada.

EL “artUritO” NipON Una máquina expendedora de para-guas. ¿No es parecido a Arturito, el robot de La guerra de las galaxias? En los meses de verano, en especial durante julio, el clima de Japón se puede resumir en una palabra: lluvia. Pode-mos encontrar este tipo de máquinas en la calle. Por la módica suma de 500 yenes, o 5 dólares, te comprás un típico paraguas transparente. En una de ésas, cuando “Arturito” entre en liqui-dación, quizá nos venda 2 al precio de 1.

COrazON CON agUjEritOs En una de mis clases de cocina me crucé con este ingrediente. A simple vista parecía una papa, pero cuando la corté y vi su interior, me di cuenta de que no. En realidad, se llama renkon, y es la raíz de loto. Este tubérculo es muy común en la cocina japonesa, pero lo que más me llamó la atención fueron sus orificios. ¡Realmente exóticos!

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Para seguir a Mariana Trigo Viera: http://blogs.lanacion.com.ar/vivir-en-japon/

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