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Puntos de interés: Características de las personas humildes • Características de las personas orgullosas • ¿Qué es ser manso? • La soberbia; ¿hasta dónde nos lleva?
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1 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
Visita Nuestra página web: www.periodicoyosoy.com
Parábola del Fariseo y el Publicano: “a unos que se tenían por justos y despreciaban a los demás les dijo esta parábola: “Dos hombres fueron al templo a orar, uno, era fariseo y el otro publicano. El fariseo, de pie, hacía en su interior esta oración: Dios mío, te doy gracias porque no soy como el resto de los hombres; ladrones, injustos, adúlteros, ni como ese publicano; yo ayuno dos veces por semana y pago los diezmos de todo lo que poseo. El publicano por el contrario, se quedó a distancia y no se atrevía ni a levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho y decía: Dios mío ten
compasión de mí, que soy pecador. Os digo que éste volvió a su casa justificado y el otro no. Porque el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”. Lucas 18, 9-‐14
Quiero demostrarles, que si estamos atentos a la voz de Dios, él diariamente nos habla y nos corrige cuando estamos errados. Conversando con “Martica y Rubén”, sobre un tema que causó polémica, contesté: “ Descubrí que cuando las personas no están a mi ritmo las cosas no funcionan; porque yo estoy en un cuento y ellos están en otro, es algo así como estar hablando del mismo tema, pero en diferente lenguaje”. Al siguiente día prendo la T.V. y cambiando de canales me encuentro con “Enlace” donde en ese instante hablaban de:
“Características de las personas humildes y de las personas orgullosas”. Me llamó la atención y seguí escuchando. De las humildes mencionaron unas cuantas cosas pero fueron suficientes para describir la humildad. Pero ¡oh! Sorpresa la lista de los orgullosos. Y ¡OJO! Vean lo que decía la primera característica: Se quejan de que los demás “NO” están al mismo ritmo suyo…??? Mi corazón se estremeció y de nuevo comprendí que eso era para mí y que Dios nuevamente me corregía, a través de ese medio. Tome nota y cuál sería mi sorpresa al darme cuenta que tenía todas las características de los orgullosos que allí mencionaban. De humilde no tenía ¡nada! Y termina diciendo: “Y esto sucede mucho en los ministerios de las iglesias…???”
Puntos de interés: Características de las personas humildes • Características de las personas orgullosas • ¿Qué es ser manso? • La soberbia; ¿hasta dónde nos lleva?
2 Por: Diana Fernanda Vásquez S. Tel: 315 309 9114 Escríbenos: [email protected] *Ilustraciones: Cortesía de Fano
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“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: —No todo el que me dice “Señor, Señor” entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo. Aquel día, muchos dirán: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y en [...]” Mateo 7, 21-‐27
Los seres humanos nos desarrollamos en zonas comunes como el estudio, el trabajo, prácticas de algún deporte, reuniones sociales, familiares, etc. Y chocamos con otros por la diferencia de temperamentos, por falta de información y conocimiento, e interés por un crecimiento personal y Espiritual. Cometemos errores que afectan nuestras relaciones con los demás y como consecuencia perdemos la paz con nosotros mismos.
Lo peor de todo es que no queremos aceptar que la falla esta en nosotros y tal vez en la otra persona, pero que todos necesitamos pulir nuestro carácter y más si somos seguidores de Cristo. Qué pena decir: “llevo 5, o 10 años convertido al Señor” y portándonos como niños caprichosos de dos años.
La sociedad de consumo nos vende ideas como: “No necesito a nadie”, “puedo solo”, y “si quiero algo, lo consigo por encima de todos y de todo”. Y la realidad es que necesitamos de todos y para todo; sino Dios hubiese construido un mundo para cada uno. La forma de medir nuestro caminar con Dios y si hemos progresado, son las relaciones con los demás. Ese es el mejor termómetro que nos muestra como estamos y como somos por dentro.
En las Iglesias, cualquiera que sea, Católica, pentecostal, Adventista, Evangélica, etc., Existen diversos ministerios en los que participan los que deseamos servir a Dios, pero se convierte a su vez en el núcleo de discusiones y malos entendidos, contradiciendo todo lo que Dios quiere de nosotros y dañamos nuestra comunión con los miembros de nuestra iglesia. Ese es el mejor taller del diablo, porque encuentra gran variedad de defectos y egos, y personas dispuestas a caer en este tipo de manipulación. Creemos estar prestando el mejor servicio y lo que estamos haciendo en nombre de Dios, es dando un testimonio errado y hasta vergonzoso, escondiéndonos detrás de la Biblia, de un rosario o un ministerio. Todo por falta de: “Humildad”.
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Concepto de humildad
Del latín “humilitas”, La humildad es la virtud que consiste en conocer las propias limitaciones y debilidades y actuar de acuerdo a tal conocimiento. Podría decirse que es la ausencia de soberbia. Característica propia de los sujetos modestos que no se sienten más importantes que nadie pese a sus logros.
La humildad es una cualidad o característica humana que es atribuida a toda persona que se considere un ser pequeño e insignificante frente a lo trascendente de su existencia o a Dios según si se habla en términos teológicos. Una persona humilde
generalmente ha de ser modesta y vivir sin mayores pretensiones: alguien que no piensa que él o ella es mejor o más importante que otros. El concepto de la humildad en varias confesiones es a menudo mucho más exacto y extenso. La humildad no debe ser confundida con la humillación, que es el acto de hacer experimentar en algún otro o en uno mismo una vergonzante sensación, y que es algo totalmente diferente.
Desde la perspectiva de la evolución espiritual, la humildad es una virtud de realismo, pues consiste en ser conscientes de nuestras limitaciones e insuficiencias y en actuar de acuerdo con tal conciencia. Más exactamente, la humildad es la sabiduría de lo que somos. Es decir, es la sabiduría de aceptar nuestro nivel real evolutivo. (Concepto tomado de Internet.)
“Hijo mío, lleva tus asuntos con paciencia, y serás amado más que el hombre afable. Cuanto más grande seas, más te has de abajar, y hallarás gracia delante del Señor. Porque grande es la potencia del Señor, es glorificado por los humildes. Lo que sea muy difícil para ti no lo busques, y lo que está sobre tus fuerzas no lo investigues.
Reflexiona sobe lo que te ha sido mandado, y no te preocupes por las cosas ocultas. No te obstines en cosas que rebasan tus fuerzas, pues ya se te ha manifestado más de lo que el hombre puede abarcar”.
Eclesiástico 3, 17-‐23
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Características de las personas humildes
“Hijo mí, honra tu alma con la humildad y apréciala en su justo valor.
¿Quién justificará al que peca contra su alma?
¿Y quién honrará a quien así mismo se deshonra?”
1-‐ Reconoce sus defectos, y sabe que necesita de Dios y de los demás y que cae una y otra vez.
2-‐ Vive sin buscar el aprecio de los demás.
3-‐ Dispuesto a aceptar las observaciones que le hacen sin enojarse.
4-‐ Dispuesto a cambiar cuando sabe que debe cambiar.
5-‐ Sabe callar y hablar en su debido momento.
6-‐ Está dispuesto a pedir disculpas, sin importar quien ocasionó el conflicto. Lo que le importa es estar en paz.
7-‐ Sabe que tiene cualidades, y reconoce que es gracias a Dios y no por mérito propio.
8-‐ No involucra a otros en sus problemas.
9-‐ No manipula a otros para ponerlos a su favor.
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El orgullo
De acuerdo con al diccionario de la Real Academia Española RAE, el orgullo es arrogancia, vanidad o exceso de estimación propia.
La etimología del término nos lleva a dos conceptos: el catalán orgullo y el francés orgueil. El orgullo puede también ser relacionado con la soberbia, que proviene de la palabra latina superbia.
A nivel genérico, el orgullo suele referirse a la valorización del Yo sobre los deseos y logros de otros, con lo que resulta lo opuesto a la humildad.
La soberbia
Apetito desordenado de ser preferido a otros.
El concepto puede relacionarse con la altivez, el engreimiento, la presunción y la petulancia. La soberbia implica la satisfacción excesiva por la contemplación propia, menospreciando a los demás. El soberbio se siente mejor y más importante que el prójimo, a quien minimiza de forma constante. Por eso se comporta de manera arrogante generando rechazo entre el resto de la gente.
Características de los orgullosos
“No guardes rencor al prójimo por ninguna injusticia, ni hagas nada movido por la pasión. La soberbia es odiosa delante del Señor y de los hombres, para los dos la injusticia es un delito. El imperio pasa de unas naciones a otras a causa de la injusticia, el orgullo y la avaricia.
¿De qué se ensoberbecerá el polvo y la ceniza, si ya en vida sus intestinos están llenos de podredumbre? Una larga enfermedad se burla del médico; hoy es el rey, y mañana estas muerto. Al morir el hombre recibe en herencia reptiles, bichos y gusanos. El principio de la soberbia es apartarse del Señor y tener alejado el corazón de su hacedor. Porque el principio de la soberbia es el pecado, el poseído por ella hace llover calamidades. Por
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eso el Señor envió extraños castigos y los redujo a la nada. El Señor arrancó las raíces de las gentes y plantó en su lugar a los humildes. No se creó el orgullo para el hombre, ni la ira furiosa para el nacido de mujer”. Eclesiástico 10, 6-‐18
1-‐ Se quejan de que los demás no están al mismo ritmo suyo, y se irritan con la gente que nos igual a él o (ella).
2-‐ Son muy susceptibles y no toleran ni siquiera la más mínima crítica. Por otro lado, en una reunión, muestran muchas dificultades para pasar desapercibidos y tienen una tendencia a hablar siempre de lo que les pasa, de lo que hicieron y sobre sus planes. De otra forma, pierden el interés de la conversación y participación en el diálogo.
3-‐ Suelen mostrar un desprecio olímpico por cualquier persona cercana que sobresalga en algún aspecto y de la que se pueda escuchar algún elogio. La soberbia además, llega a provocar un error de perspectiva, no permite captar y estimar aquello que otros poseen.
4-‐ Siempre tienen consejos para los demás, pero no les gusta que se los den.
5-‐ Tienen tendencia a obligar a los demás a pensar como el (ella).
6-‐ Le echan la culpa de todo a los demás. 7-‐ Es impaciente. 8-‐ Todos cometen pecados pero él (ella) no. 9-‐ O sus pecados no son nada a comparación
de los pecados del otro.
“Ante estas características, resulta muy complicado intentar conciliar con otra persona. Quien está enfermo de orgullo y de soberbia necesita permanentemente el reconocimiento explícito o implícito de sus cualidades y logros, por lo que resulta imposible la convivencia, ya que “se reclama pleitesía, sumisión y acatamiento en forma permanente”.
Una persona que se considera el centro de atención es incapaz de buscar ayuda o de ver las actitudes positivas del otro. Todo esto hace que se vaya encerrando y alejando cada vez más. Si algo de esto te resulta conocido es importante que reflexiones. Tal vez tu forma de ser no pueda ser catalogada como “orgullosa o soberbia”, sino excesivamente humilde y eso te lleva a someter tu inteligencia y tus preferencias en bien de los que te rodean y a costa de tu propia identidad. En fin, tal vez te ayude a preguntarte algunas cosas acerca de tu propia experiencia y contribuya de algún modo a hacer tu vida más agradable”. (Este artículo y comentario lo tome navegando en internet).
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La mansedumbre
“Bienaventurados los mansos de corazón, porque ellos recibirán la tierra por heredad”. Mateo 5,4.
Bienaventurado significa doblemente feliz. Y el concepto de mansos de corazón lo tome de “Wikipedia” (Internet). Creo que es un concepto sencillo y fácil de entender.
“En la teología cristiana, se define la mansedumbre como el término medio (definición aristotélica de virtud) entre la irascibilidad y la impasibilidad. La mansedumbre, la irascibilidad y la impasibilidad son disposiciones relacionadas con la ira o, como decían antes, con el alma irascible.
La importancia de estas listas de cualidades anímicas es que el cristianismo erige sobre ellas su imagen del hombre y sobre ellas fundamenta su teología moral. Así, el cristiano ha de orientar su vida hacia la caridad, la bondad,... etc, y en concreto
también hacia la mansedumbre, y esta orientación, para ser perfecta, no ha de encontrar resistencia interior por parte alguna del hombre, es decir, ha de ser una disposición natural en el mismo. De este planteamiento se deriva la mística cristiana como camino de perfección interior.
“Dentro de la teología cristiana, la mansedumbre está incluido dentro de lo que se llama el Fruto del Espíritu Santo. En dicha teología, el fruto es un beneficio espiritual que aparece en el alma por la cercanía de ésta a la virtud. Dependiendo ya de si se trata de un cristianismo católico, ortodoxo o protestante se entiende que el fruto es consecuencia de los Dones del Espíritu Santo. La mansedumbre es calidad de manso; es poder bajo el absoluto control y no es debilidad como ocurre con la violencia, o es una violencia contra sí mismo, y que contrarresta la erupción del volcán de la ira que nos deja sin control a expensas de los alfilerazos, maltratos, e insultos.
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La mansedumbre en el Nuevo Testamento
A diferencia de los dones del Espíritu, conocidos y compartidos también por la teología judía, el fruto del Espíritu (Gálatas 5:22-‐23) es un concepto privativo del cristianismo. Aparece acuñado por primera vez en una de las epístolas de San Pablo, en concreto la Epístola a los Gálatas (Gal 5:22). Allí, la mansedumbre aparece junto a las otras cualidades: Amor, Gozo, Paz, Paciencia, Benignidad, Bondad, Fe y Templanza. Existe también otra lista más exigua en Efesios 4,2.
La mansedumbre aparece también en el Nuevo Testamento, presentada como un rasgo distintivo de la predicación de Jesús de Nazaret. Es una de las nueve bienaventuranzas del Sermón de la montaña: «Bienaventurados los MANSOS, porque ellos recibirán la tierra por heredad». En Mateo 11,29 se dice «Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas». Esta mansedumbre que los Evangelios atribuyen a Jesús queda finalmente ejemplificada con la aceptación de su calvario y muerte.
¿Hasta dónde nos lleva la soberbia?
“Porque la presunción ha perdido a muchos, y una pretensión perversa ha pervertido su inteligencia. Un corazón obstinado acabará mal, y quien ama el peligro en él perecerá. Un corazón obstinado se ve cargado de dolores, el pecador acumula pecado sobre pecado. No hay medicina para el mal del soberbio, porque la planta de la maldad echa raíces en él”. Eclesiástico 3, 24-‐28 El orgullo y la soberbia destruyen nuestras relaciones. ¿Cuántas cosas hemos perdido por ese mal carácter? Quizás un trabajo, una buena oportunidad, nuestra pareja, nuestros hijos, buenos amigos, el cariño de nuestros padres. ¿Cuál es tu caso? Pidámosle al Señor nos dé luz y sabiduría para poder identificar nuestros momentos de soberbia y cambiar esa actitud por un corazón manso como él desea que tengamos. Así que es mejor comenzar desde ahora y no cuando ya no tengamos más oportunidades y nos encontremos completamente solos y con el corazón lleno de veneno. Amén.