Long John Silver

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Bjrn Larsson

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BJRN LARSSON

LONG JOHN SILVER

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ARGUMENTOQuin no recuerda a Long John Silver, el famoso Pata de Palo de La isla del tesoro? Espritu rebelde, audaz y mujeriego, el intrpido marino surc los mares a las rdenes de piratas tan temidos como England o Flint, contrabande en las costas de Francia y fue vendido como esclavo en las Antillas, convirtindose en el personaje ms carismtico y controvertido de R. L. Stevenson. Este hombre seductor, capaz de mil traiciones y siempre dispuesto a pactar para sobrevivir, nos cuenta ahora su intensa vida desde su retiro en la isla de Madagascar: as es como la magia de la letra impresa consigue hacernos llegar una autobiografa imposible y sin embargo tan real como las mejores pginas de la buena literatura. Bjrn Larsson, escritor y navegante, es el autor de este doble salto mortal que nos regala la voz de Pata de Palo para que l mismo nos diga la verdad, y nada ms que la verdad, sobre sus andanzas de hombre y marinero.

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Si en las historias de capitanes piratas hay sucesos o enredos que puedan parecer novelescos, quede claro que no han sido ideados con esa intencin. El escritor no tiene mucha experiencia en la lectura de ese tipo de historias; al contrario, como las encontr muy entretenidas cuando le fueron relatadas, considera que a lo mejor producen el mismo efecto al ser ledas. Capitn Johnson, alias Daniel Defoe, en A General History of the Pyrates, 1724

Con los oficios honrados se come poco y mal, el sueldo es bajo y se trabaja dur; en ste, se disfruta de riqueza y abundancia, de diversiones y placer, de libertad y poder. Y quin no se inclinara hacia este lado cuando el nico peligro que se corre, en el peor de los casos, es una mirada o dos de desprecio cuando a uno le ahorquen? No; mi lema ser vivir poco, pero con alegra. Capitn Bartholomew Roberts, elegido capitn pirata por la gracia de la tripulacin, 1721

Debo decir, amigo mo dice William, muy seri que siento oros hablar as. Los que nunca piensan en la muerte a menudo mueren sin pensarlo. Segu bromeando un rato ms. Por favor dije, no hablis de la muerte. Cmo sabemos si algn da moriremos? A eso no necesito contestaros dice William, no es de mi incumbencia haceros reproches a vos, que sois el capitn de a bordo, pero preferira que hablarais de la muerte de otra forma, porque es una cosa tremenda. Decid lo que queris, William le dije, que no me lo tomar a mal. -4-

Bjrn LarssonMe empezaban a emocionar mucho sus palabras.

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Es porque la gente vive como si nunca fuera a morir dice William con el rostro anegado en lgrimas. Por eso mueren tantos antes de saber vivir. Capitn Singleton, capitn pirata por la gracia de Daniel Defoe, 1720

Barbacoa no es un tipo corriente. Cuando era joven hizo sus estudios, y si quiere puede hablar como un libro abierto. Y es valiente. A Long John no le puede ni un len! Israel Hands, piloto del capitn Teach, llamado Barbanegra, despus miembro de la tripulacin de Flint1.

Todo el mundo sabe que eres una especie de santo. John, pero tambin ha habido otros que saban maniobrar y gobernar los barcos como t. Lo que pasa es que les gustaba la juerga. No eran tan finos y tan serios, pero todos ellos se divertan, porque eran gente alegre. Israel Hands a John Silver

Me horrorizaban tanto su crueldad, su duplicidad y su poder que apenas si pude disimular un escalofro cuando me puso la mano en el hombro. Jim Hawkins sobre John Silver

Los caballeros de fortuna suelen tener poca confianza entre ellos, y puedes jurar que con razn. Pero yo s lo que me hago, de eso puedes estar seguro. Cuando un compaero me la juega, quiero decir uno que conozco, no sigue mucho tiempo en el mismo mundo que el viejo John.

Esta cita y las siguientes estn tomadas de Roben: L. Stevenson, La isla del tesoro. Alianza Editorial, 1980. Traduccin de Fernando Santos Fontenla.

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Algunos le tenan miedo a Pew, otros a Flint, y el propio Flint me tena miedo a m. Me tena miedo, pero tambin estaba orgulloso de m. Long John Silver, apodado Barbacoa, contramaestre de los capitanes England, Taylor y Flint

De Silver no hemos vuelto a saber nada. Por fin ha desaparecido totalmente de mi vida aquel formidable marinero al que le faltaba una pierna, pero estoy seguro de que se reuni con su vieja negra y quiz siga viviendo cmodamente con ella y con el capitn Flint. Supongo que ms vale as, porque me temo que en el otro mundo tiene pocas posibilidades de que le vaya bien. Jim Hawkins

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CAPTULO 1

Ao de gracia 1742. He vivido mucho, eso nadie me lo puede negar. Todos los que he conocido estn muertos. A algunos los he mandado yo mismo al otro mundo, si es que existe, aunque por qu tendra que existir? De veras espero que no exista, porque de lo contrario tendramos que vernos de nuevo las caras all en el Infierno: el ciego Pew, Israel Hands, Billy Bones, el idiota de Morgan, que se atrevi a pasarme el punto negro, y todos los dems, incluido Flint, Dios lo tenga en Su Reino, si es que Dios existe. Y todos me daran la bienvenida; me haran una reverencia y diran que todo vuelve a ser como antes. Pero al mismo tiempo el miedo les saldra a relucir como sale un sol ardiente sobre un plido mar. Miedo a qu?, me pregunto. En el Infierno no pueden temer a la muerte. Si no, qu iba a ser aquello? No, ellos nunca tuvieron miedo a la muerte; por lo general, lo mismo les daba vivir que morir. De todos modos, sospecho que incluso en el Infierno me tendran miedo. Me pregunto por qu. Del primero al ltimo, hasta el propio Flint, que era el hombre ms valiente que he conocido, todos me tenan miedo. A pesar de ello, doy gracias a los cielos porque nunca pudimos recobrar el tesoro de Flint. De lo contrario, s muy bien qu habra pasado. Los dems se habran gastado hasta el ltimo cntimo en pocos das. Y despus habran ido a buscar al viejo Long John Silver, a la nica alma a la que podan recurrir, y le habran suplicado que les diera ms. Siempre era as. No aprenderan nunca. De todas formas he comprendido una cosa. Hay gente que no sabe que est viva. Es como si no se dieran cuenta de que existen. Quizs sa es la diferencia. Yo tena buen cuidado del pellejo que me quedaba en el cuerpo. Mejor condenado a muerte que ahorcarme yo mismo, si es que se puede elegir. Los nudos corredizos no me gustan nada. Era sa la razn de que no me pareciera a nadie? Que yo s saba que estaba vivo? Que yo saba mejor que nadie que uno slo tiene una oportunidad de vivir a

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este lado de la tumba? Por eso asustaba yo a los peores y a los mejores, porque me importaba un bledo la vida que hubiera despus de sta? Puede ser. Pero est claro que yo no se lo pona fcil al que quisiera ser igual que yo, ser mi aliado. Me llamaron Barbacoa desde el da que me cortaron la pierna, y aquella jornada la guardo en la memoria con pelos y seales. S. Si hay algo que recuerde de esta vida es cmo perd la pierna, y por qu y cundo me pusieron este sobrenombre. Cmo podra olvidarlo? Lo tengo presente cada vez que me despierto.

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CAPTULO 2

Todava siento el cuchillo del cirujano de a bordo hundirse en la carne como si fuera mantequilla. Iban a sujetarme entre cuatro hombres, pero les dije que volvieran a sus faenas, que yo me ocupara de hacer bien la ma. Me miraron asombrados, aunque sin atreverse a replicar. El cirujano cambi el cuchillo por la sierra. T no eres un ser humano dijo cuando acab de amputarme la pierna sin que de mis labios hubiera salido ni un quejido. Ah, no? pregunt. Y haciendo acopio de mis ltimas fuerzas esboc una sonrisa que debi de asustarle todava ms. Entonces, qu es lo que soy? aad. A la maana siguiente me arrastr hasta cubierta. Quera vivir. Haba visto a demasiados hombres pudrindose entre los vapores que salan de la carlinga, en medio de vmitos, sangre y gangrena. Recuerdo perfectamente lo que vi cuando saqu la cabeza por la escotilla del camarote de la tripulacin. Todo se interrumpi como si Flint hubiera dado una orden con su voz ronca y penetrante. Algunos, yo lo saba porque no era tonto, tenan la esperanza de que hubiera muerto. A sos los mir fijamente hasta que apartaron la vista o se echaron hacia atrs. Charlie Pichalarga le haban puesto este mote porque tena, sin punto de comparacin, el miembro ms grande de a bordo se levant con tantas prisas que se dio contra la horda y cay al agua haciendo aspavientos con los brazos como si fuera un molino. Entonces solt una carcajada que incluso a m me son como si saliera de debajo de la tierra o de ultratumba. Re hasta que los ojos se me anegaron de lgrimas. Dicen que una buena carcajada alarga la vida. Puede ser... luego, por todos los demonios, que me hagan rer antes de que llegue la hora. Cuando ests tumbado en el banco y te cortan la pierna ya es demasiado tarde. De golpe descubr que nadie ms que yo rea. Treinta terribles piratas estaban en el barco quietos como estatuas, con los ojos tan abiertos que parecan a punto de salrseles de las rbitas. Red, cobardes! rug, y los treinta se pusieron a rer.

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Son como si todas aquellas bocazas quisieran superarse unas a otras. Era tan absurdo que volv a soltar una risotada. En cierto modo, podra decirse que nunca me haba divertido tanto en toda mi vida. Pero al final me hart de sus graznidos. Por todos los diablos! Callaos! les grit, y todas las bocas se cerraron tan de golpe que hasta se oy el ruido al entrechocar los dientes. En ese mismo instante Flint baj del castillo de popa. Lo haba presenciado todo sin mover una pestaa. Se me acerc con una sonrisa socarrona pero a la vez respetuosa. Da gusto verte de nuevo, Silver dijo. No contest. Nunca daba gusto ver a Flint. Se volvi hacia la tripulacin. Necesitamos hombres de veras a bordo! grit. Entonces se agach, me cogi el mun de la pierna y apret para que todos lo vieran bien. Se me nubl la vista, pero no me desmay, y tampoco sali de mi boca un solo gemido. Flint se enderez y mir a sus hombres: paralizados de terror, haban quedado en extraas posturas y hacan muecas de lo ms singular. Lo veis? dijo Flint tranquilamente. Silver es un hombre de verdad. Aquello era lo ms prximo a la amabilidad y al calor humano que estaba al alcance de Flint. Estuve todo el da sentado al sol, tostndome. El dolor iba y vena como un corazn palpitando. Pero yo estaba vivo. Lo nico que importaba era estar vivo. Israel Hands haba sacado una botella de ron, como si el ron fuera la savia de la vida, pero no la toqu en toda la jornada. Nunca he necesitado el ron, y mucho menos aquel da. Por la noche le ped a John, el joven grumete, que trajera una lmpara y tomara asiento a mi lado. Siempre he sentido debilidad por los muchachos. No para tocarlos, no. Al revs. No tengo la menor inclinacin por la figura ni por la piel, sean del cuerpo que fueran, quiz porque a m me queda muy poco de ambas. Cuando me he acostado con mujeres, porque uno tiene que hacerlo a veces si no quiere volverse loco, lo he hecho en un visto y no visto, si se me permite la expresin. Pero los muchachos son otra cosa. Son limpios como un suelo recin fregado, brillantes como el latn pulido, ms inocentes que las monjas. Es como si nada pudiera afectarles, ni siquiera lo peor. Mira Jim, Jim Hawkins, a bordo del Hispaniola. Dispar contra Israel Hands y bien que hizo, y estuvo all mientras los dems moran y gritaban de dolor, y a pesar de todo se port como si no hubiera pasado nada cuando abandonamos aquella isla maldita. El estaba convencido de que tena toda la vida por delante. - 10 -

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John era igual. No se encogi, no se apart de m cuando le pas el brazo por los hombros como a un viejo amigo en la clida noche caribea. Le duele al seor Silver? se atrevi a preguntar. Gracias por preguntar, pens. No supe qu contestar. No poda explicar que me dola un pie que ya no era mo, y que probablemente flotaba no muy lejos del viejo Walrus. A menos que los tiburones se lo hubieran comido. Me arrepent de no haberle pedido al cirujano que me guardara la pierna amputada. Habra podido quitarle la carne y guardarla como recuerdo; eso es lo que debera haber hecho. En cambio, lo que vea con mis propios ojos era el momento en que algn negro la encontrase en la playa sin imaginarse que me haba pertenecido a m, a nadie ms que a Long John Silver. No le dije simplemente a John, el seor Silver nunca siente dolor. Qu iban a pensar los dems? Quin me respetara si lloriquease por tener una pierna de menos? Quin, digo yo? John me miraba con los ojos llenos de admiracin. Vaya si me crea. Ahora quiero que me cuentes la batalla le dije. Pero si el seor Silver estuvo presente! S, estuve presente, pero quiero ortelo contar. Es que no tuve tiempo de ver todo lo que pasaba. Tena las manos ocupadas, por decirlo de alguna manera. Pareca que John lo admita. Naturalmente, no terminaba de entender qu pretenda yo. Capturamos rehenes dijo. Diez. Tambin haba una mujer. Y dnde est ahora? Creo que la tiene Flint. Seguro que s. A Flint las mujeres le volvan loco, no poda quitarles las manos de encima. He estado con muchos capitanes y he navegado con unos cuantos, a cual peor. Pero ninguno, ninguno excepto Flint, se permita apropiarse de una rehn. Muchos haban sido destituidos porque se empearon en disponer de una dama para su uso y disfrute personal. Yo mismo estuve presente cuando aadimos en las disposiciones de a bordo que nadie le pondra la mano encima a una mujer, a menos que esa mujer estuviera al alcance de todos. Pero Flint s poda. Ni siquiera recuerdo qu deca en las normas del Walrus. Probablemente nada. Flint tena sus propias reglas, y con eso bastaba. Vaya, conque la tiene l le dije a John. Y t qu crees que har con ella? El pobre muchacho se sonroj. Era emocionante verlo.

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Y el combate, qu? aad para cambiar de tema. No me ibas a contar cmo fue? Por dnde quiere que empiece, seor Silver? Por el principio. Un relato empieza siempre por el principio. Quera que aprendiera. Cualquier joven tiene que saber contar una historia para que le vaya bien en la vida. Si no, te engaan una y otra vez. El viga divis un barco al amanecer empez John. Haca buen tiempo, as que tena gran visibilidad. Navegbamos a toda vela, pero tardamos ocho campanadas hasta darles alcance. El segundo de a bordo iz la bandera roja. Eso... qu significa? pregunt. Que no habr clemencia contest John con presteza. Y eso... qu quiere decir? John pareca confundido. No lo s con certeza dijo finalmente, avergonzado. Entonces te lo voy a explicar. Significa que se piensa combatir a vida o muerte. Y que el que salga victorioso decidir si los derrotados pueden vivir o si han de morir. Entiendes? S, seor Silver. Contina el relato! Israel Hands dijo que Flint era un capitn implacable. Dijo que el capitn Flint haba procurado que el sol le diera en los ojos al enemigo y quedara parapetado del viento por nosotros. Hands dijo que no tenan ninguna posibilidad, que deberan haberse rendido en lugar de desafiar a una tripulacin como la nuestra. Les rondamos primero por popa y les disparamos de costado. Despus dimos la vuelta rolando con el viento y disparamos de nuevo todos los caones a la vez. Les hicimos un montn de agujeros en el velamen y uno de sus mstiles se cay. Se cay? Era muy poco descriptivo. Una bala haba dado en la base del palo mayor y lo haba hecho astillas, de tal manera que cay derribado por la borda con un ruido ensordecedor. Cuando se rasg la vela mayor, restall como un enorme latigazo. Varios de sus artilleros dieron su ltimo grito cuando la vela los arrastr al mar. S, bueno, se rompi aadi John, como si estuviese mejor dicho. Y despus? dije. Despus, toda la tripulacin del Walrus se aprest en la borda. Todos llevaban mosquetes, sables y ganchos para el abordaje. Todos gritaban. - 12 -

Bjrn LarssonPor qu gritaban?

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Para asustar al enemigo dijo John muy seguro de s mismo. Aquello era algo que crea saber con seguridad. Bien contest. Pero pudiera ser que chillaran como gallinas porque tenan tanto miedo que se estaban cagando encima. John me mir sorprendido. No son valientes todos los del Walrus? pregunt. No le contest. Tambin tena que aprender a pensar por s mismo. Y despus? le pregunt de nuevo. Qu pas despus? John dud. Despus no s exactamente lo que pas. El otro barco vir de pronto antes de que pudiramos lanzarnos al abordaje. Alguien dijo que les hizo virar de proa su mstil cado al agua. Y entonces nos dispararon tambin en un costado. Murieron varios de los nuestros, y al seor Silver le alcanzaron en la pierna. Despus, nosotros nos lanzamos al ataque y todos nuestros hombres saltaron a bordo para luchar cuerpo a cuerpo. No tardaron mucho en arriar la bandera. Espera un poco le interrump. Esto es importante, as que escucha con atencin. Has dicho que todos los hombres del Walrus estaban en el abordaje. Ests seguro de que estaban todos, absolutamente todos? El segundo de a bordo no, el seor Bones. Controlaba el timn y estuvo gobernando el barco en todo momento. S, es verdad. Pero aparte del seor Bones, que estaba en el puente, no haba nadie ms que estuviera en cubierta, detrs de nosotros? Pinsalo bien! No empez John, pero se detuvo. S, en realidad haba uno que no estaba en el abordaje. Quin era? pregunt intentando ocultar lo que senta. Deval, el francs dijo John. Ests seguro? pregunt, aunque yo ya saba que John estaba en lo cierto. El muchacho debi de notar algo en mi voz porque tard un poco en responder. S, estoy seguro aadi despus. Suspir profundamente y lo envolv en un abrazo. As me gusta, como hombres de verdad dije, mientras l resplandeca de orgullo. Luego lo solt y enseguida aad: Ha sido un bonito relato. Ahora vas a or un consejo del viejo Silver, que ha vivido mucho. Aprende a relatar historias.

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Aprende a inventar y a mentir. As, siempre te ir bien. Quedarse callado y sin respuesta es lo peor que le puede pasar a una persona... si es que aspiras a ser una persona, naturalmente. Si no, no tiene demasiada importancia. John asinti con la cabeza. Ahora quiero estar solo un rato continu. Quiero quedarme sentado aqu yo solo y mirar la luna y las estrellas. Te puedes acostar. Hoy has trabajado mucho, tan cierto como que me llamo Silver. Gracias dijo John sin saber en realidad por qu daba las gracias. Le mir y me ech hacia atrs. Supongo que me haba salvado la vida. No s si a la larga hubiera podido soportar no saber quin haba intentado matarme por la espalda. Todos crean que haba sido el costado del barco enemigo el que haba destrozado mi pierna. Slo yo saba que la bala me haba dado despus de golpearme contra el costado del barco enemigo. Fue quiz cuestin de segundos, pero ocurri ms tarde. Deval, esa rata cobarde, ese que una vez quiso ser amigo mo, me dispar por la espalda. Fue una suerte para Long John Silver que el viejo Walrus se inclinara cuando nos lanzamos al abordaje. De lo contrario, hubiera muerto yo y conmigo mi historia, como les ha pasado a tantos de nuestro gremio, por una tontera de nada. Cerr los ojos y esper a que llegara el da.

A la maana siguiente fui cojeando hasta el camarote de Flint y entr sin llamar. Estaba acostado con la dama. Pero bueno, si es Silver! Qu, de paseo? pregunt con su habitual humor macabro. Se hace lo que se puede, Flint me limit a responder. Flint esboz una sonrisa y ech una mirada intencionada a la mujer que estaba a su lado. Silver es el nico de a bordo que tiene lo que hay que tener dijo Flint. Por suerte no sabe de navegacin, sino l sera el capitn y yo el contramaestre. No es verdad, Silver? Quiz. Pero vena para otro asunto que nada tiene que ver con mis excelencias. Flint se dio cuenta de que hablaba en serio y se incorpor en la cama. Su pecho velludo pareca ms bien la piel de un zorro. Le expliqu tranquilamente lo que haba pasado, aunque tuve buen cuidado de que no se me notase la ira. Flint escuch con la misma tranquilidad, mientras la mujer no poda apartar la vista del mun

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enrojecido de mi pierna. La sangre haba vuelto a empapar el vendaje que me haba puesto el mdico aquella misma maana. Pienso castigarlo yo mismo dije para acabar. Con la venia, naturalmente. Claro dijo Flint sin pensarlo, cosa que en l no era de extraar. Claro repiti. Pero cmo? Eso s me gustara saberlo. Vi dibujarse en sus labios una sonrisa esperanzada. Con esa pierna? aadi Flint extraado. No te preocupes! Se trata de un cobarde del que podra dar cuenta sin una pierna y con un solo brazo, si hiciera falta. Estoy seguro dijo Flint sinceramente. Para l no era nada anormal imaginar que una persona pudiera vivir y luchar sin brazos ni piernas. Desembarcamos por la tarde, como estaba previsto? pregunt ms bien afirmndolo. S dijo Flint, tal como se decidi en la reunin. Desembarcamos con toda la comida y el ron que saqueamos del Rose. Y despus comemos y bebemos hasta caernos redondos. Como siempre. Ningn cambio. Bien. Yo me encargo del espectculo. Flint le dio un empujn con el codo a la delgada y desnuda mujer. No te decepcionar le dijo. Te lo prometo. Conozco a mi Silver. Ella segua mirando fijamente mi pierna, aunque lo que de verdad me asombraba fue que no estuviera aterrada por haber pasado la noche con Flint. Quiz tuviera a pesar de todo alguna cualidad. En tal caso sera la nica, aparte de que saba navegar y dirigir como nadie una banda de abordaje. Todava no entiendo cmo pudo aprender navegacin. Flint era astuto, ya lo creo que lo era, pero pensar no era lo suyo, a menos que se tratara de un asunto de vida o muerte.

Desembarcamos a ltima hora de la tarde en tres barcazas y un bote. bamos todos. Para recuperar fuerzas, yo me haba pasado el da tranquilamente tumbado en la cubierta, que baldearon mientras tanto para limpiar la sangre del da anterior. Los cadveres ya haban sido arrojados por la borda. Un grupo se dedic a transportar el botn del Rose of Walrus. Haba un vocero tremendo por cada moneda de oro y por cada joya que llegaba a bordo. Yo estaba tumbado, con los ojos entornados, pero siguiendo todos los movimientos. Deval pas por delante de m varias veces sin querer verme, sin honrarme con una mirada. - 15 -

Bjrn LarssonDeval lo llam una de las veces que pasaba por all cerca.

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Se par y me mir con los ojos llenos de odio. Pero a la vez tena miedo, como suele pasarles a esos individuos que no carecen sin embargo del valor de ser independientes. Buen botn, Deval le dije y le dediqu mi mejor sonrisa, una de esas que pueden fundir el hielo. No contest, sino que sigui su camino. El Rose era un barco con un buen botn, uno de los mejores, aunque el oro y las piastras eran lo ltimo que yo tena en mente. Ni siquiera las piedras preciosas, que eran mi debilidad, podran hacerme variar de rumbo. Lo dispuse de modo que fui en el mismo barco que Deval. Creo que fue Pew quien me ayud, aunque haba perdido la vista con una mecha que le explot en la cara cuando bamos a abordar el Rose. Y no porque yo le importara lo ms mnimo, sino porque l segua siendo tan endemoniado como siempre. Estbamos en cubierta y me baj como si yo fuera un saco de patatas. El bastn que el carpintero de a bordo me haba hecho aquella misma maana lo arroj a la buena de Dios, detrs de m, como si fuera una lanza. De haber sido por Pew, habra perforado el crneo a alguno de los hombres. sa era la idea de la diversin que tena Pew, tanto ciego como cuando vea como un lince. Alguien poda morir antes incluso de que decidiera si vala la pena vivir. Me estir cuanto pude y cog el bastn en el aire. Dicho sea de paso, yo a Pew le haca la vida imposible. A pesar de todo, no me odiaba. Supongo que eso superaba su limitada inteligencia. Cog el bastn con la mano derecha y a Deval, que estaba delante de m, le di un ligero golpe en el hombro. Por poco, Deval dije. Poda haberte dado. Pero hace un buen da, verdad, Deval? No poda haber sido mejor! Sin volverse, gru algo inaudible por toda respuesta. Supongo que no se atreva a mirarme a los ojos. Sospecho que tena miedo de que yo llegara a adivinar qu pas en realidad cuando me dejaron la pierna hecha trizas. Una buena recompensa, con ron en abundancia continu con voz alegre. Un aventurero no necesita mucho ms para pasar un buen da. Qu ms podra desear? Mujeres? S, quiz. Pero el oro y el ron son ms fciles de compartir. Entre compaeros, se entiende. Se oy un murmullo de aprobacin entre los hombres. Estaban contentos, se relaman slo de pensar en la juerga que les esperaba. A los hombres les sonrea la vida. En tierra no exista nada que se llamara disciplina. Cada uno era como le daba la gana, y ni siquiera Flint poda hacer nada al respecto. Ahora iban a demostrar que tenan derecho a vivir como cualquier otro. Siempre la misma cancin desesperada. - 16 -

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Ron y alaridos, vocero y ron, ron y ms gritos, borrachera y ron, ron y diversiones, peleas y ron, todo condenadamente revuelto. Mir hacia el barco de Flint; estaba a proa, a un cable de distancia. l iba en popa con su sombrero rojo sangre, y daba las rdenes a gritos. A bordo de un barco, con la tripulacin, Flint slo tena un tono de voz. Daba lo mismo que se tratase de un bote o de una fragata. Flint tena una bocaza como una bocina. A la rehn la haba dejado a bordo, seal de que todava la quera para l solo durante un par de das ms. Busqu al cirujano. S, tambin estaba all. Su calva, como si fuera un pavo recin desplumado, sobresala dos bancadas delante de Flint. Nunca he entendido a los cirujanos y mucho menos al del Walrus. Qu era lo que les haca mantener con vida a gente como nosotros, si a nosotros, en definitiva, nos daba igual y encima los aborrecamos como a la peste? Nunca me haba encontrado con un marinero al que le importara el mdico. Una vida entre sangre, para qu? En cualquier caso, tampoco eran muy religiosos; no podan pasar por samaritanos compasivos. Entonces, por qu? No lo entenda entonces y sigo sin entenderlo. Adems, eran hombres cultos. En el Walrus, aparte de m, el cirujano era el nico que haba ledo un libro de verdad. Y no me refiero a la Biblia, aunque eso tampoco le habra servido de mucho. En realidad era un diablo siniestro. Ese da por lo menos iba a trabajar para ganarse su parte del botn. Adems, me haba salvado la vida. Quiz me decidiera a darle las gracias. Para variar. Bordeamos la isla por espacio de una milla, hasta llegar al cabo del Nordeste, y en su banda sur amarramos las embarcaciones. No era la primera vez que estbamos all. Los restos de nuestras antiguas hogueras seguan visibles en la playa, igual que las botellas de ron vacas. La arena era blanca y brillaba como los diamantes que los locos del Cassandra rompan en mil pedazos para repartir las piedras a partes iguales. Las cimas de las palmeras formaban grandes y negras sombras estrelladas, que se balanceaban cuando el viento meca las hojas de palma. A veces caa un coco como una bala de can. La ltima vez, a uno de los nuestros le cay un coco en la cabeza y muri en el acto con gran regocijo de todos los dems. Nadie crea que se pudiera morir as. Pero a partir de entonces no han vuelto a sentarse cerca del tronco de las palmeras. En el fondo, no tuvo tanta gracia. Aquel cabo no haba sido elegido al azar. Cuando su propio pellejo estaba en juego, Flint era un capitn precavido, o lo fue al menos hasta que perdi la razn por completo, ya en su ltimo ao. Flint haba descubierto haca tiempo las excelencias de aquel lugar. El cabo se adentraba unas doscientas varas en el mar, como un dedo alargado con la cresta elevada. Desde la cresta se tena una buena vista, tanto hacia el norte como hacia el sur, y se divisaban todos y cada uno de los barcos que se dirigieran a la isla. Adems, el pasaje a travs de los arrecifes llegaba a tal distancia que siempre tendramos tiempo de subir al Walrus y preparar el barco para la batalla... sino estbamos completamente borrachos, claro.

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Apenas saltamos a tierra, unos cuantos hombres agujerearon una cuba de ron. Otros no tenan tanta prisa. Se echaron en la arena con los brazos bajo la cabeza y se quedaron tumbados como si estuvieran muertos. Yo, como pude, fui brincando con mi nica pierna, charlando con todos como el buen camarada que saba ser, slo con proponrmelo, cuando era menester. Repart tanto buen humor como pude, para que nadie olvidara nunca que Long John Silver tena buen corazn y que todo lo haca porque tena sus buenas razones. Algunos empezaron a fanfarronear de sus bravuconadas, como si fueran mayores por aullar como lobos al contarlas. Morgan, que no saba contar ms all de seis, haba sacado los dados e intentaba persuadir a todos y a cada uno de los hombres a jugarse su parte del botn. As era Morgan. Poda poner en peligro su vida con tal de jugar a los dados. Un da le propuse que nos la jugsemos directamente en una partida. Sera ms rpido, le dije. Pero Morgan no entendi la gracia. Pew iba arriba y abajo buscando pelea, como siempre, aunque ms atolondrado de lo normal. Black Dog acechaba a los jvenes recin llegados a la tripulacin. Al primero que cayera borracho se lo llevara con l a los matorrales. Sabe Dios qu placer sacaba con aquello. Teniendo en cuenta su reputacin, Flint estaba sentado como siempre, con un tonelete de ron para l solo, como deba ser. Antes de que llegara la noche se lo habra ventilado. Flint poda beber ron como nadie. Cuando los dems se haban derrumbado, Flint todava segua en pie, con los ojos brillantes, mirando el fuego. Cuanto ms beba ms quieto estaba. Al final no deca ni po y se quedaba sentado, mirando. Y puedo asegurar que yo le he visto en tardes como sas derramar lgrimas que no eran de cocodrilo. Por qu?, le pregunt una vez. Por todos los buenos marineros que han muerto contest lloroso. Por nada aadi. S, pero t y yo seguimos vivos, llenos de vigor le repliqu para animarlo. Y de qu me sirve? contest al viento. Fue la nica vez, creo, que no entend a Flint. Pero el diablo sabr si l mismo se entenda. Aquella tarde vi que se reservaba el ron para ms adelante. Saba lo que estaba esperando, pero no me apresur. Primero tena que salir la comida, que lleg justo despus del anochecer. Job, Johnny y Dirk vinieron con dos cabras a las que haban dado caza antes de que se pusiera el sol. Menudo jaleo se organiz con el vocero y el jolgorio correspondientes a un momento as! A m me fue de perlas, porque as sera ms emocionante lo que yo tena en el pensamiento. Deval! grit Dirk. Viejo cazador de cabras, t sers el maestro asador. Era justo lo que yo estaba esperando. Slo porque era franchute se le consideraba todava como un bucanero de los viejos tiempos. Por eso sera el encargado de asar

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las cabras en la barra, lo que los franchutes llaman barbe-au-cul, en lugar de lo correcto, es decir, barbacoa en el idioma de los indios. Pero no era de extraar que los franchutes hubieran entendido mal, porque en realidad se le cortaba el rabo a la cabra y se le introduca una barra puntiaguda por detrs. A veces, a m me daba la impresin de que a la cabra, con el trozo de rabo que le quedaba, le haba salido barba en el trasero, barbe-au-cul en francs. Bueno, as estaban las cosas, aunque todo eso ya se ha olvidado. Me parece que no quedan muchos que lo sepan, pero mi apodo, Barbacoa, significa barba en el trasero. Deval esboz su sonrisa ms torcida y burlona, como slo l saba hacer. Claro que no tena otra. Despus sac su cuchillo y cort los rabos debidamente. Dirk le dio los espetones y Deval atraves a los animales de un solo tajo. As se haca. Los hombres, como buenos gastrnomos que eran, gritaron de la emocin que sentan. Mientras tanto, Johnny haba hecho unas horquillas a cada uno de los lados de la hoguera y enseguida el aire se llen de un intenso olor a carne de cabra asada. Algunos hombres empezaron a babear como perros. Y no era de extraar. Era la primera carne fresca que vean en muchas semanas. Yo esper hasta que todos estuvieran servidos y la grasa les chorreara por las comisuras de los labios. Me haba colocado detrs de Deval con el mosquete calado. Camaradas! grit. Puedo pedir un poco de atencin para un buen compaero que quiere decir unas palabras? Creo que todos alzaron la mirada, aunque ninguno dej de masticar ni de hacer ruidos con la boca. Estis comiendo buena carne prosegu. Estis fuertes y sanos. Hay ron para todo un escuadrn. Tenis un capitn duro que os puede hacer hombres ricos si de veras lo deseis. Propongo un brindis por Flint! Todos estuvieron de acuerdo en vitorearle con cuerpo y alma. Saban que sin Flint no valan un comino. Todos os lo merecis dije, retomando la palada. Ayer conseguisteis un buen botn. Todos hicisteis lo que debais. Podis estar orgullosos aad tras un instante Je silencio. Todos vosotros. Y aqu de nuevo guard un instante de silencio, pero ms corto. Todos menos uno. Vi por el rabillo del ojo que Flint haba puesto una mano sobre el hacha. Supuso que podra haber pelea si yo me meta con alguien en quien confiaba la tripulacin. Pero una serpiente de cascabel como Deval nunca haba merecido la confianza de nadie.

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Era evidente que haba algunos que no las tenan todas consigo, al menos por la forma en que se removieron y apartaron la vista. En el combate de ayer perd una pierna. Son cosas que pasan cuando se lucha por una causa justa. Incluso puede decirse que tuve suerte, ya que an estoy vivo y todava puedo poner en tierra una pierna por lo menos. Imaginaos si las dos hubieran volado. Qu parecera? Os lo podis imaginar? Por lo visto, todos lo imaginaron, pues ms de uno se ech a rer a carcajadas. Y tengo que reconocer que un Long John Silver sin piernas, que estuviera perorando con el tronco clavado directamente en la arena, habra sido un espectculo bastante divertido para todos menos para m, claro. Porque era precisamente eso lo que estaban imaginando. Su fantasa no llegaba a ms. Propongo un brindis por el cirujano grit en medio del vocero y todos brindaron de nuevo de todo corazn. El cirujano no demostr ninguna alegra nunca lo haca, claro y se sec el sudor de la calva con la mano. Crea que le estaba tomando el pelo y que le acusaba por no haberme salvado la pierna? Si ni siquiera me molestaba. Y por eso al cirujano le vamos a hacer otro encargo de honor. Va a tener que serrar otra pierna con el mismo bro y bravura que demostr con la ma. De repente el miedo asom a sus ojos. Ahora s crea de verdad que le iba a obligar a que se cortara la suya porque yo estaba descontento con sus artes mdicas. Pero en ese mismo momento yo haba sacado mi mosquete de can doble y lo apret contra la cabeza de Deval. Aqu est nuestro honorable asador sin inmutarse dije yo con una voz tal que consigui detener incluso los ruidos del masticar de las bocas. Los aventureros somos socios libres. Repartimos las recompensas y los peligros con todas las de la ley. Hemos escrito en las disposiciones lo importante que es que te corten una pierna, un brazo o incluso un dedo en el combate. Elegimos a nuestros capitanes. Estamos de acuerdo. Si alguien tiene algo que decir, puede pedir deliberacin, como dicta la costumbre. Si alguien guarda algn rencor lo soluciona en tierra. Tenemos nuestros defectos, desde luego, pero a bordo uno est a bordo tanto si llueve como si luce el sol. No es as, camaradas? Se alzaron murmullos de aprobacin aqu y all. Eran almas salvajes y toscas, desde luego, pero tenan sus reglas para que nadie se tomara ciertas libertades, para evitar que uno fuera ms que otro. Sin embargo continu con la misma voz esta rata que tengo a mi lado, llamada Deval, me dispar por la espalda cuando estbamos a punto de abordar al Rose. Qu decs, camaradas?

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Murmuraron de nuevo, pero no demasiado. Ya saba que nadie iba a montar en clera ni a sentir compasin por mi causa, aunque por otra parte a nadie le hace gracia que le disparen por la espalda sin ms ni ms. Pruebas! Era una voz de bocina, la voz de Flint, la que cortaba el aire. Cules son las pruebas? Tpico de Flint. De todas maneras, cuando se trataba de algo importante s tena la cabeza en su sitio. Si yo no hubiera tenido pruebas, todos habran dudado. El Rose nos dispar de banda dije, pero nunca he visto que las balas y el hierro den la vuelta en el aire y regresen al mismo sitio del que salieron. No es as, cirujano? Diles que la bala me entr en la pierna por detrs! El cirujano murmur algo inaudible. Todava estaba muerto de miedo. Lo sabes hacer mejor. Entr la bala por detrs, s o no? grit. S dijo atropelladamente el cirujano. S, sin ninguna duda. Y qu decs ahora? Es suficiente prueba? Unos cuantos gritaron que s y que, por ellos, Deval deba morir. Por lo que dijeron, eso no les quitara el apetito. Cmo sabis que Silver no estaba de espaldas al Rose? Quin ha dicho eso? grit yo enfurecido. Hay alguien que alguna vez haya visto a Long John Silver darle la espalda al enemigo? Se hizo silencio. Todos saban que eso era imposible. Me volv hacia Deval. Qu tienes que decir? le pregunt en tono burln. El odio le sala por los ojos. Nunca haba imaginado que alguien fuera capaz de odiar con tanta pasin, ni siquiera pensando que yo fuera el objeto de su odio. Que fue una pena que slo me llevara la pierna dijo Deval sin pensar en la estupidez que estaba diciendo. Slo tendra que haber preguntado cmo saba yo que era l y no otro el que haba disparado. Pero, por supuesto, Deval no poda saber que yo jams habra llamado a John como testigo. Eso habra significado tarde o temprano la muerte segura de John. Lo siento por ti le dije a Deval, rindome, pero no por nosotros. Cirujano, ven aqu! Muy a su pesar, se acerc. Ahora, seor cirujano orden, vas a ensear a toda la tripulacin del Rose y al capitn Flint cmo se sierra una pierna. As de simple.

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No, eso no gritaba Deval, que se haba puesto plido como un muerto. S, eso s. Pierna por pierna, es lo justo. Dirk, George, venid aqu y sujetad a esta escoria hasta que se desmaye. Porque valor no tiene para aguantar. Dick y George vinieron corriendo. Yo saqu la sierra de la chaqueta, donde la haba tenido escondida desde que me apoder de ella a bordo, mientras el cirujano dorma. Aqu tiene, doctor! Manos a la obra. Una vez puede ser un xito, pero esperemos que no se repita con Deval. Seor Silver, no puedo hacerlo. Este hombre no est herido ni enfermo. Soy un mdico, no un carnicero. Le caan gruesas gotas de sudor por la cara. Doctor contest, acaso no estaba yo sano cuando Deval me dispar por detrs? Segn todas las reglas tengo derecho a rematarlo como a un perro, ya que lo es. Pero yo no voy por ah matando a la gente sin necesidad. As no se gana nada. Qu provecho sacas de un cadver? Adems, mi querido doctor, usted no tiene eleccin. Deval grit cuando el mdico le apret el torniquete, aunque me parece que se desvaneci antes incluso de que el mdico empezara. Qu cabronada! o decir a Black Dog tras de m. As le quita toda la gracia. Tambin not hasta qu punto aborreca el cirujano lo que estaba haciendo. A pesar de todo, tena un punto dbil en su turbia conciencia. Era un descubrimiento que poda ser provechoso algn da. Cuando la pierna de Deval estuvo desprendida de su cuerpo, la levant y fui hacia la hoguera. Todo estaba en silencio, a excepcin del lloriqueo del cirujano. Baj una de las barras del asador y atraves la pierna de Deval de arriba abajo y de un solo golpe, como era costumbre. Pero esta vez ninguno me vitore, a pesar de lo glotones que eran. Despus colgu la pierna sobre el fuego. A esto le llamo yo una buena barbacoa grit. Durante un instante nadie dijo nada, pero despus o de nuevo la voz cascada de Pew, quin si no?, cuando descubri lo que yo haba hecho. Su olfato no haba sufrido dao con el accidente. Viva Silver! voce de buen humor. Viva Barbacoa! Sonaron algunos hurras apagados desde distintos puntos, pero no manifestaban cordialidad, sino temor. Sobre todo tenan miedo. Y no era eso precisamente lo que yo quera? Qu me importaba a m Deval? Podra haberlo matado all mismo. En el fondo, hubiera preferido meterle una bala en el cuerpo. Habra sido ms

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misericordioso para Deval. Pero ahora estaba seguro de que nadie se atrevera a meterse conmigo durante una buena temporada, ni siquiera por la espalda. Me dejaran en paz. As de sencillo. Le ech un vistazo a Flint. Estaba sentado y tenso, con los ojos clavados en la pierna carbonizada. Despus me mir e hizo un gesto de aprobacin, pero sin decir nada. Con todo respeto. Despus de aquel da, mi nombre ha sido Barbacoa. Cuesta imaginar que Trelawney, Livesey, Smollett y compaa creyeran que era debido a mis artes culinarias. Me sent con pesadez en la playa y, cuando al final me dorm, not el olor de carne humana asada y de suela de zapato quemada. Una sola.

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CAPTULO 3

El sol sale por el horizonte y hace que la aguas de la baha de Ranter brillen y resplandezcan como todas las piedras preciosas de Madagascar juntas. Esto es lo que llaman belleza, pero qu me importa a m todo eso? No me quejo porque s, aunque debo aclarar que no me queda gran cosa a lo que dedicar la vida. Llegu aqu en 1737 con Dolores, mi loro, Jack y los esclavos rescatados del invencible pueblo de los sakalava. Me escap hasta aqu, hasta la antigua ciudad asilo de Plantain, despus de la maldita catstrofe de la expedicin en busca del tesoro de Flint. He venido aqu, a la Gran Isla, al antiguo paraso de los aventureros, a naufragar como si fuera el ltimo de mi raza y condicin. Voy a vivir aqu hasta que llegue la hora de que todo acabe. He empezado a escribir mi cuaderno de bitcora; eso es casi todo. He contado muchas historias y he estafado a mucha gente. As fue como llegu a ser alguien en el mundo. Siempre he sabido responder por m. Nadie ms lo haca. Ahora ya no queda nadie a quien estafar. Ni el loro llamado Flint, ni mi mujer, que no s ni cmo se llamaba. La llamaba Dolores, porque de alguna manera tena que llamarse. Dolores y Flint murieron casi a la vez: primero Dolores, sin soltar un gemido, sin avisar, sin dejar rastro de vida tras de s, como una estela en el mar o el roco de la maana. De repente desapareci, como si nunca hubiera existido. Y yo me qued solo como un idiota, sin encontrarle sentido a nada. Al da siguiente se fue Flint, pero lo hizo con bravura. No s qu edad tendra, eso nadie lo sabe. Quiz cien aos. Haba navegado con todos los grandes capitanes, con Morgan, l'Olonnais, al que le llamaban el Sanguinario con toda la razn; con Roberts, con England y La Bouche. Pero Flint fue el ltimo capitn, y adems dio nombre al loro, porque al payaso de Smollett, al mando del Hispaniola, no lo cuento. Durante toda su vida el loro haba cerrado el pico, dicho sea de paso, a medioda, cuando apretaba el calor. Pero aquel da chill y se desgait desde muy temprano hasta - 24 -

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bien entrada la noche. Dijo todas las palabras soeces y las retahlas que saba, que no eran pocas. Recit el nombre de todas las monedas ms extraas que hay en el mundo, y eso que hay unas cuantas. Despus me mir, inclin la cabeza y sus ojos estaban tan tristes que me ech a llorar, yo, Long John Silver, me puse a llorar por un insignificante loro. Al final, el loro enderez la cabeza con sus ltimas fuerzas y susurr, como slo un loro puede susurrar. Quince hombres van en el cofre del muerto. Ja! Ja! Ja! La botella de ron! Y despus se acab. Cien aos o ms de loro a la tumba, como si no hubiera pasado nada de todo lo que l haba vivido. Y yo me qued solo. Solo, con algunos esclavos rescatados y un guardaespaldas que no tena ms vida que guardar que un agrietado casco lleno de riquezas. Es vergonzoso, pero cierto. Yo, que toda la vida he sido yo mismo y san para m, ya no saba ni de qu haba servido. Cont mis monedas sin saber por qu. Me acost con algunas criadas del lugar, pero en m la savia haba dejado de circular para siempre. Deliraba sobre una cosa y otra, pero nadie me escuchaba. Hasta que un da empec a contar mi historia como mejor me pareci, la historia de mi pata de palo y la historia de mi apodo. Quin iba a creer lo que pasara? La aventurera y verdadera historia de John Silver, llamado Barbacoa por sus amigos, si es que tuvo alguno, y por sus enemigos, de los que anduvo sobrado. Se acabaron los juegos, las tonteras y las quimeras. Se acabaron los engaos y las trampas. Por primera vez las cartas estaban boca arriba. Slo la verdad desnuda, sin segundas intenciones y sin trucos. Tal como era y nada ms. Y pensar que iba a ser eso, que slo eso me iba a mantener cuerdo y sano una temporada ms!

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CAPTULO 4

No es del todo imposible que yo naciera en 1685 si, tal como creo, he vivido cincuenta y ocho aos. De cualquier forma fue en Bristol, en una habitacin con vistas al mar o, por lo menos, sobre ese jirn del Atlntico que llamaban canal de Bristol, y que albergaba ms nidos de contrabandistas que cualquier otro cabo del mundo. Pero los que crean que fue el paisaje la razn de que yo me hiciera a la mar estn muy equivocados. Todos los de Bristol se hacan a la mar tarde o temprano, incluido yo, aunque no fuera sa mi intencin. Se deca que mi viejo tena agallas, y es muy probable que fuera verdad. De lo nico que estoy seguro es que, cuando volva de la taberna, no le quedaban muchos arrestos. A veces pareca que le hubieran arrastrado a casa como si fuera un arado, haciendo surcos con la nariz por la grava de la calle. Tena tantas dificultades para distinguir la derecha de la izquierda como para mantenerse en pie. Siempre he pensado que eso fue su suerte y la ma. Su suerte porque muri, y la ma por el mismo motivo. Una noche, cuando volva a casa de la taberna, dobl a la izquierda en lugar de doblar a la derecha y termin dando con el puerto. Lo encontraron dos das despus, arrastrado por la marea hasta una roca, y por una vez en la vida con la nariz al aire; bueno, con lo que le quedaba de nariz. Tena la cara destrozada y estaba hinchado como un sapo. Lo vi cuando iban a cerrar el atad. Quizs hubiera teido agallas, tal como se deca, pero por lo que yo recuerdo no las tuvo ni entonces ni nunca. Fue un alivio que se quitara de en medio y, dicho con todas las letras, que se muriera. Me lo pareci entonces y me lo sigue pareciendo ahora. Si de algo se puede prescindir en la tierra es de los padres, incluso del mismo Dios Nuestro Seor y de todos sus engredos semejantes. Dejadlos que procreen y que despus se emborrachen hasta morir. De todas formas, no es eso lo que suelen hacer?

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No fue ni mejor ni peor que mi progenitor fuera irlands, o que mi madre hubiera nacido en una de las islas de Escocia. No s cmo llegaron a Bristol, pero de lo que no cabe duda es que se enfrentaron con la misma crudeza de una batalla naval. Mi madre era mi madre, y con eso est dicho lo ms importante. Hizo lo que pudo y cul fue el resultado?: Long John Silver, contramaestre del Walrus, un hombre rico y temido por todos, un hombre cuya palabra pesaba all donde l mandaba; un hombre culto, adems, que saba comportarse y hablar latn si haca falta. No tendra que estar contenta? No se poda decir lo mismo de muchos de los grandes hombres que pisaban los suelos del palacio de Westminster o de sus fincas particulares? Mi madre hizo realmente todo lo que pudo, quiz por m, pero desde luego que lo hizo por ella misma. Segn la recuerdo, era una mujer con la cabeza en su "sitio y bien parecida; dos cosas que sirven para mucho, o para bastante, depende de cmo se mire, y que a ella le duraron hasta que se volvi a casar con un comerciante acomodado. l me odiaba, pero como era escocs yo fui a la escuela y por lo menos aprend latn y le la Biblia. Siempre te ser de provecho, deca. Es raro, pero tena razn. Entre los aventureros, a menudo me benefici de los rumores que corran acerca de que era un hombre culto. Se deca que me haban dado una buena educacin en mi juventud y que saba hablar como un libro abierto. Hubiera bastado con el rumor. El hecho de que supiera latn no influa para nada en ese sentido. Porque con quin iba yo a hablar en latn? No s cmo estarn las cosas ahora, pero cuando yo era joven Escocia era el nico sitio donde todos los chavales tenan que ir a la escuela obligatoriamente. Por eso haba tantos mdicos de a bordo procedentes de Escocia entre las bandas de alegres caballeros de fortuna. Se puede decir que era una suerte para nosotros, porque as no tenamos que mezclarnos con los borrachos chapuceros que haban sido despedidos de la flota de Su Majestad. Haba en Glasgow muchos mdicos sin trabajo que se ponan al servicio de gente como nosotros por un sueldo normal, al menos hasta que descubran que no haba en este mundo contrato que los salvara de la horca cuando llegase la hora de la verdad. Despus tambin empezaron a navegar a comisin; la nica diferencia entre ellos y el resto de la tripulacin era que ellos se manchaban las manos de sangre sin remordimientos de conciencia, mientras que la mayor parte de nosotros ni siquiera conoca la existencia de algo llamado conciencia. Yo no iba a ser mdico de a bordo: eso lo supe mucho antes de empezar la escuela. A pesar de los pesares, la sangre nunca haba sido plato de mi gusto; as pues, qu quedaba para elegir? O cura o abogado. Las dos profesiones me gustaban. Ambas ofrecan buenas posibilidades de mentir y de estafar a la gente; a grandes rasgos sa era la idea, aunque ms tarde me di cuenta de que siempre era lo mismo. Se tena que decir lo que estaba dicho, escrito y decidido, ni una palabra ms, ni una palabra menos. Por eso, al final todos crean que decan la verdad.

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Aquello no era para m, porque hasta donde alcanza mi recuerdo yo siempre he mentido, he exagerado y he inventado. Mi cabeza estaba repleta de sueos, y siempre me pareci ms dulce el fruto en terreno prohibido. Mi madre me tach de fantasioso y mi padrastro de embustero, sobre todo despus de haber aireado por toda la ciudad que era un proxeneta, y aunque yo no saba exactamente qu era eso, tampoco ignoraba que era sobradamente malo. Y as empec. Nunca me preocup de quin tena derecho de paso o de quedarse a barlovento en el mundo de las palabras. Por eso, ya en la escuela le di la vuelta a las disposiciones de los cangrejos de tierra e invent otras nuevas. Manipul la Biblia de tal manera que al final ni yo mismo saba qu estaba arriba y qu abajo, ni delante ni detrs. En lo jurdico tuve xito y me agasajaron. Nadie haba estudiado las leyes del todo, y las leyes que yo promulgu en mi habitacin eran tan buenas como las dems. Fue peor con lo de Dios y Su nombre, porque ms de una vez me dieron algunas bofetadas y latigazos. Cuando me cans de repetir su nombre hasta la maldicin, le di la vuelta a la historia. Dej que Judas tomara el mando y orden a Jess que subiera al mstil, all donde, por versin propia, tena que estar. Permut a Adn y a Eva, y dej que todas las mujeres fueran hombres y al revs. Met al Espritu Santo en una botella con tapn, que es donde tienen que estar los espritus, y listos; ya no hubo nadie que hablara de quin iba a ser el prximo papa. Dej que Moiss tropezara por el monte, de manera que las Tablas de la Ley se rompieron en mil pedazos y en un santiamn nos ahorramos los Mandamientos y la conciencia. Y el resto, convertido en un autntico lo. El cuento de nunca acabar. As fueron las cosas hasta el da en que me levant del comedor a la hora de la oracin vespertina, para leer la Biblia, como era costumbre los domingos. Abr el libro sagrado y le los Mandamientos como me dio la gana. Al primero, naturalmente, no se le poda hacer mucho; siempre me haba parecido bien como estaba, con una pequea correccin, para mayor seguridad: No tendr a otro dios ms que a m mismo. De lo que hice con los dems ya no me acuerdo; slo s que iban por el mismo camino, cada cual a su manera, pero ninguno por el sagrado. Quiero creer que el octavo, el ltimo que me dio tiempo a leer, sonaba tal como yo he vivido: Siempre levantars falsos testimonios y mentirs. No llegu a ms. Cuando durante un instante levant la mirada de la Biblia que yo crea estar leyendo, no estuve muy seguro de lo que haba hecho. Pocas veces he experimentado un silencio como aqul. Imagin que era yo quien los haba hecho callar. Cre que haba triunfado.

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Pero entonces se levant despacio el rector y se dirigi hacia m. Todava me parece or el eco de sus pasos sobre las baldosas. Sin pronunciar palabra, me arrebat de las manos la palabra de Dios y mir atentamente la pgina abierta. Cuando ya haba visto lo suficiente se volvi hacia m. No sabe usted leer, John Silver? me pregunt con voz amenazante. Claro que s contest muy animado. No s si fue mi respuesta alegre y descarada lo que le hizo perder la cabeza, pero inmediatamente despus se puso rojo como la cresta de un gallo y grit como un cerdo a medio degollar. Si el seor Silver cree que puede hacer lo que quiera, est muy equivocado! Si el seor Silver se imagina que puede tomarle el pelo a la gente y blasfemar sin recibir su castigo, est equivocado de la misma maldita manera! Fuera de aqu! Si alguna vez vuelvo a verlo por aqu, le coser la boca! Tan cierto como que me llamo Nutsford! Yo estaba aterrado, y no slo por el hecho de que tal vez no pudiera abrir la boca nunca ms. Yo nunca haba visto a Nutsford perder los estribos. Siempre haba sido un hombre corts y callado, en especial cuando tena el placer de ponernos morados a bastonazos. Me qued tan paralizado que Nutsford se vio en la obligacin de sacarme del comedor a patadas, que me propin en el trasero con esa precisin que slo se consigue tras un largo y continuado entrenamiento. Por primera y ltima vez en mi vida tuve autntico miedo. Aprend de una vez por todas qu era sentir miedo por la propia vida, por la piel. Las patadas eran lo de menos. De todas formas, cualquiera se hartaba de recibirlas por todo y por nada. Fue la ira apasionada del rector lo que me aterroriz. Estaba convencido, y quiz con razn, de que si me quedaba all me matara. He visto a Taylor perder los estribos, y tambin he visto a England, aunque siempre se deca de l que era misericordioso; he estado presente cuando sala a la luz la clera de Flint. Os lo juro por mi vida: Nutsford era peor que todos stos, porque todo aquello lo haca en el nombre de la fe y de la salvacin; y he aprendido en la vida que no hay mejores credenciales que stas para identificar a un verdugo. Me salv gracias a que el rector tuvo que volver al comedor para conducir su rebao al redil antes de que ocurriera un desastre. Eso me dio tiempo para recoger mis ahorrillos, algunas monedas que me haba dado mi madre y, a pesar de todo, mis libros. Pero la Biblia la dej. Y no la he echado en falta desde entonces. Me bastaba y me sobraba con mis propios mandamientos. Por lo menos los poda cumplir. Aquella noche, cuando corra entre matorrales y arbustos hacia Glasgow, comprend lo que haba hecho y me percat de que me haba engaado a m mismo. Quiero creer que aprend al menos una leccin, aunque quiz fue algo que comprend despus: cuando uno decide estafar a la gente, no se puede ir de la

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lengua. Y tambin descubr que es preferible encontrar tus propias palabras antes que hacer uso de las ajenas.

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CAPTULO 5

Hoy, cuando me he despertado tras la salida del sol, no poda apartar la vista de mis manos, y eso que he olvidado para qu servan. Mis manos siempre han estado limpias, siempre las he tenido suaves como muslos de mujer. Por la parte de dentro, se entiende, cerca del regazo. Fui a parar a Glasgow, a un antro en Greenock que estaba en el barrio marinero, despus de la descabellada huida de la escuela, y all empec a entender cmo estaba ordenado el mundo; por ejemplo, supe que no haba marinero que no pudiera ser reconocido por sus manos. Cuando llegu a Glasgow ya haba decidido enrolarme. En el mar uno poda estar tranquilo respecto a los de tierra adentro; lo saba bien, o al menos lo intua. All nadie se tomaba muy en serio lo de los Mandamientos. All no era preciso aguantar la ira de los rectores, ni a los padrastros que echaban mano de la vara a la primera de cambio. En el mar haba vida y movimiento, y yo podra dar la vuelta al mundo y visitar lugares en los que nadie me conocera, sitios en los que seguramente se estara muy bien, o al menos bastante mejor que en mi terruo. Eso pensaba yo, pues qu saba yo del mundo y de la Marina? Nada de nada. Pero tampoco quera embarcarme en el primer navo que encontrase. Muchas vueltas haba dado yo en Bristol entre marineros y estibadores, y as haba aprendido una cosa: que haba capitanes que odiaban a los marineros y que haba que huir como de la peste de aquellos que odiaban a la gente. Que los capitanes odiaran a los marineros era lo habitual, ya que los marineros odiaban a los capitanes de la misma manera. Era su privilegio y su obligacin. Yo acababa de traspasar el umbral del antro en cuestin cuando o que una voz rasposa me llamaba como un trallazo.

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Sintate aqu, muchacho. Soy incapaz de matar a una mosca, pero he vivido mucho y me sentara bien un vaso de cerveza. A cuenta de otro, como bien puedes entender y suponer. A mucho ms no llego. Tard unos segundos en acostumbrarme a la poca luz del anochecer, y vi una cara arrugada y cobriza, bien puesta sobre un par de hombros hundidos pero anchos. Dos grandes manos; creo que nunca haba visto unas manos tan grandes y tan llenas de cicatrices, que se movan como para demostrar a las claras lo que eran. As era l, en eso se haba convertido, y con eso se acab. Pero entre todas aquellas arrugas retorcidas brillaban unos ojos bondadosos. Un poco de compaa no hace dao a nadie dijo el viejo, mirando la cerveza. Cavil y llegu a la conclusin de que no tena nada que temer. A mis quince aos, y con un corpachn de la misma edad, lograra hacer frente a un viejo cansado si fuera preciso. No era miedoso, ya lo he dicho. Nutsford, el rector, era el nico, el primer y el ltimo hombre que en algn momento consigui que me flaquearan las rodillas, eso sin contar a unas cuantas mujeres, claro. Tambin me dije que necesitaba hablar con alguien que supiera cmo se llevaba eso de ser marinero y cmo era Glasgow. Y t, cmo te llamas? pregunt el viejo en cuanto me sent y dej el morral en el banco. John, John Silver contest sin avergonzarme. Silver dijo el viejo despacio, masticando cada letra como si fuera tabaco de mascar. No, nunca he conocido a nadie con ese nombre. De dnde eres? De Bristol dije. Y tu padre, qu hace en la tierra? Aqu en la tierra no hace nada que yo sepa. Si acaso, algo estar haciendo debajo de la tierra. Muri en el puerto, y bien empleado que le estuvo. Bien? pregunt el viejo. Por qu? No s. Pero as es. No sacbamos mucho provecho uno del otro aad como aclaracin. De acuerdo, John dijo el viejo. En eso no me meto. T sabrs. Pero de todas maneras, me invitas a una cerveza, no? William Squier! grit el viejo sin esperar respuesta. Cerveza para dos marineros sedientos! aadi con una voz que reson por todo el local. Una cara viva y angulosa, con una boca de labios delgados, apareci al punto tras la cortina que apart hacia un lado. La cerveza no es gratis! dijo el tabernero.

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Ya lo s, avaro. Yo no he vivido nunca de limosnas, no lo olvides, pero aqu mi compaero y yo tenemos recursos. El tabernero me mir fijamente, pero dio media vuelta y desapareci por la trastienda. Verdad que s? pregunt el viejo en voz ms baja. S qu? Recursos para dos cervezas. Claro que s pens, y mucho ms. Tena once libras y diez chelines. Me los haba dado mi madre cuando me fui a Escocia, a escondidas de mi padrastro. Es tu herencia me haba dicho mi madre. De tu autntico padre. Pero nunca podra decirle a nadie que lo tena, y ni siquiera que ese dinero haba existido. En realidad, tu padre nunca tuvo dinero, haba aadido mi madre por toda explicacin. Fue despus cuando comprend que exista dinero que no exista, y que no se puede encontrar en este mundo mejor dinero que el invisible. Estaba seguro de que mi dinero provena del estraperlo y de otros turbios negocios realizados en Lundy Island. All en Glasgow an no lo saba, pero le tom la palabra a mi madre. El dinero no deba ensearse, y por eso haba cosido diez libras en el interior de la cintura del pantaln, mientras que llevaba el resto suelto, en calderilla, repartida por todos los bolsillos y faltriqueras. Claro que s contest. Tengo suficiente para un par de cervezas, pero no para ms. Por eso estoy aqu. Tengo la intencin de enrolarme. T? dijo, como si no creyera lo que oa. Con esa ropa? Si no me engaa la vista, llevas el uniforme del colegio. Y por qu te quieres hacer a la mar? No has odo lo que dicen? Los que se hacen a la mar por gusto deberan ir al mismsimo Infierno a pasar el rato. No quiero hacerme a la mar por gusto repliqu yo. Ah, no? Bien, porque, si no, me habra visto obligado a pensar que no ests cuerdo, y t no pareces uno de sos. Entonces, por qu te quieres enrolar? No ser por dinero? Me miraba con picarda. Acaso no se crea que slo dispona de unas cuantas monedas? Claro que s contest con precaucin, por el dinero que no tengo. El viejo ri y dio un puetazo en la mesa. Es una buena respuesta dijo. De autntico diplomtico. Llegars lejos. El tabernero volvi y sirvi dos jarras de cerveza salpicando con la espuma.

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Has tenido suerte le dijo con enfado a mi compaero de mesa al encontrar a quin dar un sablazo. Cuidado! dijo el viejo con una voz que no era para tomarse a broma. ndate con cuidado, Squier! Seguramente estoy viejo y cansado, pero mira mis manos! Contra su voluntad, el tabernero mir las manos del viejo y... zas! Con una sola mano, y tan deprisa que no alcanc a verlo, el viejo haba agarrado al tabernero por el gaznate y le apretaba. Con una sola mano! El descaro burln del tabernero haba desaparecido como por ensalmo y se haba convertido en miedo. Te podra romper la crisma con tan poco esfuerzo como el que me hara falta para matar una mosca dijo el viejo tranquilamente, pero soy hombre de paz. A mi edad quiero vivir tranquilo, pero no a cualquier precio. Que no se te olvide. Mientras yo siga vivo, aqu nadie maltrata al capitn Barlow. Queda claro? A la vez que hablaba, solt lentamente el cuello del tabernero. Ya ves, John dijo el viejo que se autodenominaba capitn, volvindose hacia m. No soy tan diplomtico como t. Directo al grano, se ha sido mi lema. No haba pensado sablearte, a que no? No dije bien claro y desde el principio qu quera? Directo al grano. Asent con la cabeza. El tabernero se llev la mano al cuello y tosi para recobrar el aliento. Creo que nuestro querido tabernero necesita un poco de nimo dijo el capitn Barlow. T, John Silver, como tesorero de los dos, quiz podras retribuir al seor Squier por su amabilidad y por la molestia que se ha tomado al servirnos estas dos cervezas. Abr los ojos como platos, me rasqu unos chelines del bolsillo y los puse sobre la mesa, pero el capitn Barlow se hizo cargo de uno y lo empuj hacia m. Aqu no hace falta propina, verdad, Squier? El tabernero asinti con un gesto, recogi deprisa lo que le debamos y desapareci del local. Cada uno tiene que hacer lo que debe explic el capitn Barlow, pero nada ms. Yo escuchaba y aprenda. Siempre he sido buen alumno; si no recuerdo mal, me he pasado toda la vida aprendiendo. Nada me entraba por una oreja y me sala por la otra. Creo que cualquier cosa de la que pudiera extraer algn provecho se me quedaba dentro de la mollera. Del capitn Barlow aprend a no pensar que los dems no sirven para nada, a no ser que lo demuestren. Y yo que haba pensado que con mis quince aos le habra vencido si hubiera sido necesario!

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Es usted un capitn de verdad? pregunt a mi compaero de mesa. T... qu crees? pregunt como respuesta, aunque con la misma amabilidad que mostr antes de estar a punto de romperle el cuello al tabernero. No s contest yo honestamente. Sabes una cosa, John Silver? Me caes bien. Seguro que te puedo ensear unas cuantas cosas. He navegado durante veinte aos por los siete mares, he navegado ms que la mayora. No hay muchos marineros que hayan estado por ah tanto tiempo como yo, y menos an que puedan estar en una taberna bebiendo cerveza en grata compaa, caso de que se tenga buena compaa, toma nota. Porque t sabrs escribir. Ya me lo imaginaba. Y leer. Leer es lo primero. Te digo que no hay muchos marineros que sepan escribir, y eso es lamentable, porque luego van y firman cualquier contrato. Creen que van a llevar tabaco desde Charleston hasta quin sabe dnde, pero nadie les dice que primero tienen que ir a recoger un cargamento de esclavos en frica. Y despus se pudren en Accra o en Calabac. Se pueden tardar hasta seis meses en cargar un barco de esclavos. Lo de los esclavos es lo peorcito, John, que no se te olvide. Deserta, hazte pirata, tira al capitn por la borda, cualquier cosa es preferible a eso. Si no, te engaarn y dejars la vida en tierra antes de que te des cuenta. Lo s porque he tenido que arrojar a los tiburones a marineros muertos en los barcos de esclavos. Sin gorigoris ni zarandajas. Los esclavos de da y los marineros de noche, para que los negros no se enterasen de que la tripulacin menguaba con tantas muertes, y as uno tras otro, hasta que fuimos tan pocos que no habramos sido capaces de hacer frente a los negros si se les hubiera ocurrido amotinarse. As es, creme. En esa ruta mueren tantos marineros como esclavos, y eso no lo dice nadie, entiendes? Yo asenta, inseguro. De una parte, nunca haba estado tan cerca de un capitn de barco; de otra, nunca haba odo hablar de ningn capitn que defendiera el bienestar de los marineros. De verdad es usted capitn? pregunt de nuevo con cuidado, y supongo que con no poco respeto. En el fragor de la batalla contest el capitn Barlow. En el fragor de la batalla no haba ningn capitn que me igualara. Por lo dems, yo no era ms que cualquier otro a bordo. La respuesta no me puso nada en claro. Yo fui uno de esos que se eligen aadi el capitn Barlow. No puede ser solt sin pensar. No se puede elegir a uno que va a ser dios. Que el capitn era dios en el barco lo saba todo el mundo, aunque ms bien fuera dios y Satans a la vez, si es que existe alguna diferencia. En la mar, a los marineros Dios no tiene que decirles mucho ms que el Diablo. - 35 -

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Claro que s contest el capitn Barlow, claro que se elige a quien va a ser dios. Si supieras cuntos dioses hay no entenderas nada. Hay montones de ellos en todos los rincones de la tierra. En ese caso quiero que me elijan dios decid. El capitn Barlow apoy su ruda mano sobre mi hombro y me mir profundamente a los ojos. Claro dijo, claro que a uno le puede parecer bueno ser dios a la hora de la verdad. Pero si el seor Silver quiere un buen consejo de alguien que tiene alguna experiencia en casi todo, ser dios no es algo por lo que valga la pena luchar. Adems, uno tiene que navegar con participacin si te van a elegir capitn, y no creo que sea eso lo que t quieres. Con participacin? Y eso qu es? Aventurero, pirata, bandido, bucanero, forajido, corsario, secuestrador, filibustero, hombre de bien, caballero de fortuna... Llmalos como quieras, que slo ellos eligen quin ser su dios a bordo. Y son ellos los que despiden a dios cuando les da la real gana. Y doy fe de que lo hacen. Y entonces ca: el capitn Barlow era capitn pirata, ni ms ni menos. Mi sorpresa iba en aumento. Y lo raro era, o eso me pareci, que no tena el aspecto que yo entonces atribua a un capitn pirata. Por ejemplo, yo no le tena miedo... Bueno, excepto por sus manos. Naturalmente, el capitn Barlow se haba dado cuenta de que yo haba abierto los ojos de par en par, como un navo de guerra cuando abre las portezuelas de los caones al prepararse para la batalla. S, John empez. As es y as ha sido siempre, desde hace mucho tiempo. Pero te voy a decir una cosa: yo no soy peor que cualquier otro por ese motivo. Si lo pienso detenidamente, quiz sea incluso mejor. Ya lo creo. He hecho todo lo que ha estado a mi alcance para vivir tranquilamente en la tierra, y fue como fue. No canto victoria ni tampoco me avergenzo de ello. Sal a la mar con un navo fantstico, el Onslow, sin saber lo que haca. Durante el periplo pusieron a los carpinteros a construir camarotes en cubierta, y tan pronto como estuvieron listos nos dieron la orden de que nos pasramos all. Los que eran perros viejos saban qu se estaba mascando. Hacan sitio para los esclavos. Yo, que era joven, tonto e ignorante, sub hasta donde estaba el capitn y le pregunt directamente qu pasaba. Yo soy as, ya te lo he dicho. Nuestro destino era Charleston, y no Ouidah, en el golfo de Benn, ni cualquier otro agujero inmundo y olvidado de la mano de Dios. El capitn se me qued mirando como si apenas hubiera odo lo que yo le haba dicho, pero de repente pregunt si haba a bordo alguno ms que opinara como yo. Seguramente que s, pero yo no quera comprometer a nadie. Tonto de m, porque en cuanto dije no, seor, yo slo digo lo que pienso, el capitn agarr un gran madero y me dio tal mazazo en la sien que ca rodando por cubierta. Durante semanas estuve mareado - 36 -

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y vomitaba cada vez que tena que subir al palo mayor. No s cuntas veces estuve all arriba, con los brazos y las piernas colgando como las hojas de un lamo, con la cabeza a punto de estallar y con calambres en todas partes, hasta que al final no saba qu estaba arriba y qu abajo. Y si haba infierno allende el mar, te lo digo en serio, John, no poda ser mucho peor que aquello. Y si haba Dios, era ciego, sordo y flojo como una de esas cervezas desbravadas y tibias, como meados de burra. Debajo de m estaba el timonel, que gritaba en cuanto yo recobraba el aliento. Como ves, sobreviv. Gracias a mis manos, ya has visto qu aspecto tienen y lo que pueden conseguir, y tambin porque quera vivir para darle al capitn una leccin que no olvidara en mucho tiempo. Y as fue, porque tir al capitn por la borda, como lo oyes, una noche de tormenta. T qu hubieras hecho? No contest. Cmo iba a saber qu habra hecho en su lugar? Y despus pas lo que pas. Otros se pusieron de mi parte, incluso el segundo de a bordo, aunque no fue con su beneplcito. Poda elegir entre la tabla o nosotros. Despus me ense a navegar y me eligieron capitn. sta es mi historia. Qu te parece, amigo mo? Murmur algo inaudible. Estaba impresionado y no poco orgulloso. Haba conocido a un autntico capitn pirata y estaba sentado con l, bebiendo cerveza y charlando como si furamos viejos amigos. Pero cuidado, muchacho, con todo lo que pasa a tu alrededor. T eres como yo, lo supe desde que te vi. No es tan fcil como parece. Cuando te has convertido en un corsario ya no se puede dar marcha atrs aunque lo desees con toda tu alma, mxime si has sido capitn pirata. Si no tienes suficiente sed de sangre es como caminar por la cuerda floja, junto a un precipicio, con la horca esperando en uno de los cabos de la cuerda y un cuchillo en la espalda. He sido testigo del asesinato de muchos capitanes elegidos por la tripulacin porque no se atuvieron a la decisin del consejo, por muy disparatada que sta fuera. Y hubo otros elegidos, los listos, que renunciaron ala gloria justo a tiempo de que no les dieran ms hachazos por sus servicios. As somos los hombres, lo mismo los piratas que la gente normal. Sin chivos expiatorios no se puede vivir y ser independiente, as que acepta un buen consejo, mi joven amigo: no seas nunca capitn, ni siquiera elegido. Pero usted sigue con vida respond yo. S, en efecto, aunque depende de a qu llamemos vivir. Supongo que tuve suerte. Me acog a la amnista de Morgan. Al fin y al cabo, tuve miedo de que me arrancaran el pellejo. Y aqu estoy. Consegu un trabajo de estibador. Nunca ms me hara a la mar, pues en serio te digo que una vez hayas sido libre en el mar, y libre slo se es como caballero de fortuna, peor que la muerte sera ser primero siervo y luego esclavo. En el fondo, eso es ser lobo de mar de la flota mercante o en la Marina de guerra.

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El capitn Barlow se qued callado unos instantes. Por la expresin de sus ojos vi que tena el pensamiento en otra parte, y que quizs era todo lo feliz que poda llegar a ser. Fue eso, creo, lo que ms me impresion. Yo no saba lo que era la libertad. Quin lo llega a saber nunca? En cambio, s saba qu era la obligacin y en qu consista quedar liberado de ella; si fuera posible, de buena gana dedicara a eso mi vida entera. Eso crea yo, aunque no era exactamente eso lo que yo haba pensado. Si no hubiera visto con mis propios ojos cmo se extraviaba el capitn Barlow en agradables recuerdos, quizs hubiera pesado ms su relato sobre la horrible vida que llevaban los marineros y lo poco que vivan casi todos ellos. Sera mentir y ahora escribo la verdad, por lo menos tal y como yo creo que es si afirmara que decid ser hombre de bien, caballero de fortuna y todo lo que acostumbran llamarse los piratas y corsarios, pero la sola idea de poder vivir, y adems vivir libre de trabas, hizo que el corazn me latiera ms deprisa. Si hay algo en la vida que de veras tenga sentido, lo he comprendido despus, debe de ser no obedecer a las leyes de otros y no estar atado de pies y manos. Y entonces lo de menos es cmo se ha trenzado la cuerda o quin haya hecho el nudo. Lo nico malo es justamente la cuerda. Con ella al final te haces el nudo o te cuelgan los otros. Eso es lo que he pensado, y todava sigo vivo y coleando. Los recuerdos del capitn Barlow se vieron violentamente interrumpidos cuando la puerta de la taberna se abri de una patada y entraron tres hombretones con otro que pareca un avestruz vestido de oficial al mando. Paso a los hombres de la flota grit el oficial. Venimos a apresar a los desertores. Vienen a presionar susurr el capitn Barlow. Djame a m, si no te vers enrolado en la flota antes de que te des cuenta. El oficial se par en medio del local y mir alrededor con asombro, pero sin descubrirnos all sentados en nuestro oscuro rincn. Que me parta un rayo! dijo el oficial a sus hombres. Si esto est vaco. Alguien ha advertido de nuestra llegada. En ese mismo instante asom la cara de Squier por detrs de la cortina. Dnde demonios est la gente, tabernero? Esto est ms tranquilo que una tumba. Parece que todo Greenock ha achicado a los marineros. Esperamos nerviosos, callados como ratones, segn se dice, aunque los ratones, segn mi experiencia, no son en absoluto silenciosos. Squier no dijo nada, no se atrevi por miedo al capitn Barlow, pero mir con intencin hacia nuestro rincn.

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El negocio podra ir mejor dijo Squier. Anteayer estaba lleno, pero ayer fue como si se los hubiera tragado la tierra. Crea que se haban ido todos al puerto para admirar el buque de la Marina. No lo creo dijo cidamente el oficial. Pero hoy no ha ido el negocio como de costumbre continu Squier con una voz insinuante. Slo vienen los viejos y algn chaval. Y al decirlo mir intensamente sobre el hombro del oficial hasta que ste al fin se dio la vuelta y nos descubri. Se le ilumin la cara y tras l vi a Squier deslumbrante de alegra. Todo era por venganza, pens, y aprend que no tiene importancia guardarse bien la espalda contra los que claman venganza. Y hay muchos de esa calaa. Y... quines son ustedes? pregunt el oficial sonriendo, muy seguro de s mismo y completamente convencido de que el capitn Barlow y yo muy pronto bamos a estar en la cubierta de uno de los buques de Su Majestad anclados en los muelles de Glasgow. El capitn Barlow, si se me permite, y a sus rdenes dijo mi compaero con una voz que probablemente lleg hasta la calle. El oficial parpade, pero no perdi su arrogancia. De qu barco, seor? pregunt. De momento, de ninguno. He llegado a la respetable edad en que los jvenes capaces, como usted mismo, deben hallar su sitio en la escala de los ascensos. La adulacin no surti el efecto previsto, porque el oficial todava miraba al capitn Barlow con manifiesta suspicacia, como si estuviera calculando el dao que podra hacerle un capitn retirado y con la mitad del sueldo si el oficial no supiera evaluar la categora, proteccin y carrera del capitn Barlow. Al final decidi que el riesgo era mnimo, teniendo en cuenta el aspecto de Barlow y su presencia en un local como aqul. Muy bien, capitn dijo el oficial mientras me miraba. No tenemos nada contra usted, nada en absoluto. Pero no ser que est usted en mala compaa? Su compaero de mesa es uno de los desertores que buscamos. Mir al oficial, atnito. Era un hombre que sin temblarle el pulso y sin pedir perdn pretenda estafar a la gente. Si no hubiera tenido al capitn Barlow a mi lado, habra estado de acuerdo con lo que haba dicho el oficial slo por ver hasta dnde llegaba. Quiz mi vida se habra desarrollado de una forma totalmente distinta si hubiera seguido mi impulso, slo por algo tan simple, porque as es la vida. El guardia se duerme en el timn quiz slo un minuto; suea con aquella tal Kate que conoci en el ltimo puerto, y un segundo despus el barco encalla y cambia la vida

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de toda la tripulacin. Pero no dije ni mu, cerr el pico por consejo de Barlow, aunque a pesar de todo tengo que admitir que estaba un poco irritado, porque el oficial minti ante mis propias narices cuando hubiera podido preguntarme para que yo le respondiera, aunque no le dijera la verdad. Seor teniente dijo el capitn Barlow como si hablara con un grumete, todos podemos cometer errores, pero no crea yo que los hombres de la Marina Real fueran ciegos como gallinas. Mire las manos del chico. Cree que las han tocado alguna vez el sol o la sal, la polea o la cuerda? Verdad que no? Y mire la ropa del chico. Desde cundo ha empezado la Marina a vestir a sus marineros como espantapjaros, como si hubieran de ir a la escuela o a la iglesia? Sin embargo, el oficial no daba su brazo a torcer y no pareca dispuesto a retractarse. Era evidente que tema quedar mal ante sus subordinados, que, curiosos, esperaban en el fondo. Con todos los respetos, capitn, si usted supiera lo que llegan a hacer los desertores para salirse con la suya! Los he visto quemarse con vitriolo para que pareciera escorbuto, los he visto cortarse las carnes y romperse los huesos con tal de quedar intiles para el servicio. Y nunca se le ha ocurrido pensar en los motivos, teniente? interrumpi el capitn Barlow. El teniente arque las cejas. El capitn Barlow de nuevo haba ido al grano de eso, pese a mi juventud e ignorancia, me di perfecta cuenta, aunque sin percatarse de que lo dicho era una clara apologa de los desertores. Respondo por el chico como si fuera mi propio hijo continu Barlow. Incluso yo comprend que el capitn no entenda a la gente, y me prepar para lo peor. Por qu no haba dicho sencillamente que yo era hijo suyo? Por lo visto, no le gustaba mentir ni siquiera cuando era realmente necesario. Al grano, se era su lema, desde luego, aunque ya me diris qu provecho sacbamos con ello, por muy razonable que fuera. Capitn dijo el teniente, que haba recobrado la seguridad en s mismo, lo corts no quita lo valiente. Si usted responde por el chico ser porque es un esplndido material para la Marina, supongo. El capitn Barlow enderez todo el cuerpo. Quiz comprendi que haba sido manipulado, que haba perdido su posicin a barlovento por culpa de un error. Distingu con toda claridad cmo se abra camino la ira entre todas sus arrugas, cmo se le estiraba la piel alrededor de la boca y se le tensaban las mandbulas. El teniente cometi el error de creer que el resto era una cuestin de mera formalidad. Alarg el brazo hacia m, pero antes de que la mano llegara a rozarme, la mueca del teniente qued sujeta en la presa que le hizo el capitn Barlow; al instante siguiente el brazo

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colgaba desarticulado. De golpe y porrazo estaba quebrado, y un trozo de hueso deba de sobresalir por la manga del uniforme del oficial, porque pareca una tienda de campaa. La expresin del teniente fue todo un espectculo para los dioses. Sorpresa, dolor, incredulidad, rabia, humillacin, miedo, todo a la vez. Seores! dijo el capitn Barlow a los marineros, que no haban tenido tiempo de ver y entender lo que haba ocurrido. El teniente ha sufrido un accidente. Se despist al irse a reclinar sobre la mesa. Por desgracia, es algo que suele ocurrir si no se va con cuidado. Por fin! El capitn Barlow no era peor que otros. Cuando era necesario tambin saba inventarse unas cuantas cosas. Creo que ser mejor que el cirujano de a bordo examine el brazo del teniente. Quin sabe si no ser necesario amputar? El teniente se puso todava ms plido. Capitn Barlow se esforz en decir con los labios sin color, levantar atestado del incidente. Hgalo contest el capitn Barlow alegremente. Ojal pueda escribir con la mano que le queda entera. Por lo dems, poco es lo concedido. Y sobre todo, no olvide decir que tuvo la desgracia de tropezar cuando le iba a estrechar la mano a un anciano de bien y a un chiquillo. Es posible que viera una sonrisa en los labios de los marineros cuando se llevaban al teniente? Los marineros destinados a presionar probablemente haban sido elegidos con cuidado, pero no por eso se privaron de entender y valorar la humillacin y la derrota de un superior. Por poco dijo el capitn Barlow cuando se hubieron alejado. Habra podido salir mal. Mucho tengo que agradecer a mis manos, ms que a mi sentido comn, que la verdad no vale gran cosa. Pero no vamos a huir? le pregunt acalorado. No van a volver? No creo. Qu puede alegar ese pobre teniente en su defensa? Que le venci un pobre viejo como yo y adems con una sola mano? No, no sirve. Y supongamos que a pesar de todo el Estado Mayor quisiera investigar y nos encontrara a ti y a m aqu. Estara obligado a demostrar que t eres un desertor. Y qu pasara con tus manos? Me mir las manos. Qu tenan de raro? El vio mi mirada y solt una carcajada cloqueante. Tus manos son blancas como ovejas, delicadas como el culito de un beb dijo. Ni una cicatriz, un araazo, un callo, ni la menor huella de los libros que habrs llevado arriba y abajo. As no son las manos de un lobo de mar, ni siquiera las de un grumete. Mira las mas!

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Puso sus manos sobre la mesa para mi contemplacin. Y las mir fijamente. Eran un amasijo de cicatrices grandes y pequeas que se cortaban unas a otras, y de curiosos dibujos que componan rizos y hendiduras, colinas y cerros. El color, marrn cobrizo como una piel recin desollada, daba a entender que se las haba quemado con un hierro candente. Esto dijo el capitn Barlow son marcas de quemaduras de un marinero, que nunca se pueden ocultar ni hacer que desaparezcan. En la India llevan una marca en la frente para que se sepa a qu casta pertenece uno y otro y a qu tienen derecho. Nosotros no lo necesitamos. Tenemos nuestras manos. Y el que nos busca nos encuentra. Siempre puede reconocer a un marinero. Por eso, amigo mo, si no llegas a tener al capitn Barlow a tu lado, y no va a ser siempre as, cuando seas marinero has de saber que slo hay un camino. No te emborraches nunca cuando la Marina est cerca y aprtate de ellos. Como marinero ests marcado, no lo olvides, no por la vida, sino por la muerte, incluso aunque haya quien sobreviva, como yo mismo. Todo aquello record yo aquel da cuando empec a mirarme las manos y olvid para qu estaban hechas. Despus de recordarlo todo lo escrib en un papel a la luz de la vieja lmpara de cardn colgada en el camarote del Walrus. Y despus, cuando las ltimas palabras del capitn Barlow quedaron plasmadas por escrito, comprend tambin lo que haba aprendido, lo ms importante de todo: que iba a estar marcado para la vida, no para la muerte. Por eso decid que mis manos nunca me delataran. Me hice a la mar con guantes de piel untados en grasa. Se rieron de m antes de temerme, pero cuando llegaba a tierra era yo quien disfrutaba de libertad. Cuando los dems eran vigilados, cazados y engaados por los delatores, los soplones, los confidentes y los vigilantes, yo me sentaba tranquilamente y saboreaba mi cerveza. Nadie entenda a John Silver, eso era seguro. Ante Dios afirmo que nadie lo ha conseguido nunca.

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CAPTULO 6

As me libr de la presin ejercida por la Marina, y suerte que tuve. La mitad de los que reclutaban no volva. Moran como si nunca hubieran vivido. El resto viva a las rdenes de otros, y eso es peor que la muerte cuando uno quiere vivir, claro est. Si no, da lo mismo. Abandon al capitn Barlow a su suerte, como diran por ah; unas cervezas en una taberna, viejos recuerdos, claros la mayora, y sus manos grandes, recubiertas de cicatrices, que poco a poco iran perdiendo la fuerza. Le dej y no llegu a saber cules eran los capitanes de Glasgow que no odiaban a la gente en general, sino que se contentaban slo con los marineros. Imaginaba que de todas maneras llegara a enterarme. Pero me equivoqu de nuevo, y no hay peor pecado que engaarse a uno mismo. Si hay una leccin que se me ha metido en la mollera a pesar de los pesares es pensar que no todo es bueno, sobre todo las personas, y por encima de todo uno mismo. Durante horas estuve dando vueltas por las callejuelas de Greenock. Como todas las ciudades portuarias, Greenock apestaba a alquitrn, basura y desperdicios. Toda la vida, hasta hoy mismo, he estado rodeado de olores pestilentes: alquitrn, cadveres, sangre, agua podrida y carne corrompida, lana rancia y lona de vela enmohecida, defecaciones de todas las formas y matices, sudor, grasa, ron y muchos otros. El alquitrn era lo peor, porque se pegaba a la memoria y se impona sobre cualquier otro olor, el que fuera. Por culpa del alquitrn, nunca gracias a l, por muy borrachos, adormecidos, afligidos y destrozados que estuvieran, los marineros encontraban el camino del puerto y de sus respectivos barcos, si es que lo deseaban, aunque no lo deseaban nunca, o bien si era sa su obligacin, que era lo normal. La nariz era su brjula, y casi nunca tena que desviarse. El hedor era su norte. Hu de la fetidez de los barrios marineros de Greenock y fui a parar, como corresponde a la gente de orden, al distinguido centro de Glasgow a medida que el mal olor se iba disipando. Cre que all en High Street, a la sombra del Tolbooth, - 43 -

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entre los armadores, los comerciantes barrigudos y otras gentes de alcurnia, podra encontrar informacin sobre los barcos y los capitanes adecuados que necesitaran a alguien como yo. Sin embargo, entre todas aquellas caras que no me dedicaban ni una mirada, como si no existiera, a quin iba yo a preguntar? Me acerqu a hombres grandullones, vestidos con gabanes cubiertos de botones de latn, tricornios y bastones de empuadura dorada, para escuchar qu decan, por si acaso hablaban de los barcos que iban a zarpar. Pero en cuanto me acercaba demasiado, siempre haba alguien que me echaba de un empelln y me daba rdenes como si yo fuera un perro callejero. Fuera de aqu, pilluelo! Aqu no tienes nada que buscar. Por qu no?, pensaba yo con una indignacin que no haba sentido antes. Qu saban aquellos seores de lo que yo andaba buscando? A sus ojos enrojecidos, yo no era ms que un piojo, una mosca, una cucaracha, un gusano en una galleta de barco. Y ellos qu eran? Sapos hinchados que de un momento a otro podan explotar de orgullo. Pero yo era joven, inexperto y demasiado tonto para entender que era tan capaz como ellos. En lugar de entenderlo, mi impotencia aumentaba cada vez que me echaban sin ser escuchado, hasta que al final me qued clavado en el suelo, delante de tres hombres que tampoco queran saber nada de m. Uno de ellos tena unas charreteras que lanzaban destellos cada vez que les daba el sol. Ests sordo? me pregunt el hombre condecorado despus de haberme mandado al infierno. Esfmate! No te quedes ah escuchando hablar a los hombres honrados, que pareces un ladrn dijo otro. Pido perdn, seor respond, pero no puedo ser sordo y andar escuchando a la vez, no? Hubo un silencio. Cre que les haba dado la respuesta que se merecan. De nuevo me equivoqu. Un brazo recubierto de chorreras surc el aire como un aspa de molino y me arre tal bofetn que seguro que me puse rojo hasta las orejas del dolor. Eres un maleducado, pillastre dijo el hombre. No dije yo con una mano en la mejilla caliente. Slo he dicho lo que pienso. Exacto contest amenazador ament. Y crees que lo puedes hacer sin recibir tu justo castigo? Esta vez cerr la boca a la vez que deseaba haber tenido las manos del capitn Barlow y no slo mis palabras. Los conocimientos se caan como manzanas maduras. Haba dicho la verdad para variar, justo lo que pensaba, pero slo saqu de ello un dolor terrible en las sienes, nada ms.

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Venga dij