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CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 75, SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2015 25 ARMANDO V. FLORES SALAZAR * * Universidad Autónoma de Nuevo León. Contacto: [email protected] ANDAMIAJES Cuando el destino deseado no se podía señalar con una dirección lineal, se acudió a su señalización con el dedo o cualquier objeto a la mano, dibujando en el suelo blan- do y moldeable la dirección a seguir y los elementos intermedios como caminos, ríos, montañas, bosques, etc. De las superficies fijas se pasó en cierto momento a las móviles: cortezas vegetales, cueros de animales y tablillas de barro, lo que dio origen a los documentos transporta- bles. Esta técnica se desarrolla en paralelo al devenir del hombre, en tanto su característica de movilidad perma- nente o nomadismo. A esta práctica cultural se le conoce en nuestros días como cartografía, ciencia especializada en el estudio de los mapas y planos geográficos y territoriales, los cuales clasifica como generales, cuando cubren el interés de planos de Monterrey planos de Monterrey planos de Monterrey planos de Monterrey planos de Monterrey La modernidad La modernidad La modernidad La modernidad La modernidad en dos en dos en dos en dos en dos En nuestros días, generalmente, se acepta que el origen de lo que llamamos mapas y planos comenzó con el brazo y el dedo índice de una persona extendidos para indicar el rumbo a seguir pretendido por un tercero extraviado. una amplia demanda; y temáticos, para demandas de grupos particulares o específicos. A la vez, se diferencian como topográficos a las descripciones formales de un sitio, y topológicos a los que alteran o modifican la escala y graficación de los elementos descritos. La calidad cartográfica se mide en cuanto al contenido equilibrado de lo analítico y lo sintético de los datos tratados, los cuales cubren de ordinario temas espaciales, sociales y culturales. Se sabe por los egiptólogos que los faraones del anti- guo Egipto, al querer conocer sobre la extensión y límite de su reino, o para la recolección de impuestos, utiliza-

LORES ALAZAR La modernidad - cienciauanl.uanl.mxcienciauanl.uanl.mx/.../la-modernidad-en-dos-planos-de-monterrey.pdf · una amplia demanda; y temáticos, para demandas de grupos particulares

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CIENCIA UANL / AÑO 18, No. 75, SEPTIEMBRE-OCTUBRE 2015 25

ARMANDO V. FLORES SALAZAR*

* Universidad Autónoma de Nuevo León.Contacto: [email protected]

ANDAMIAJES

Cuando el destino deseado no se podía señalar con unadirección lineal, se acudió a su señalización con el dedo ocualquier objeto a la mano, dibujando en el suelo blan-do y moldeable la dirección a seguir y los elementosintermedios como caminos, ríos, montañas, bosques, etc.De las superficies fijas se pasó en cierto momento a lasmóviles: cortezas vegetales, cueros de animales y tablillasde barro, lo que dio origen a los documentos transporta-bles. Esta técnica se desarrolla en paralelo al devenir delhombre, en tanto su característica de movilidad perma-nente o nomadismo.

A esta práctica cultural se le conoce en nuestros díascomo cartografía, ciencia especializada en el estudio delos mapas y planos geográficos y territoriales, los cualesclasifica como generales, cuando cubren el interés de

planos de Monterreyplanos de Monterreyplanos de Monterreyplanos de Monterreyplanos de Monterrey

La modernidadLa modernidadLa modernidadLa modernidadLa modernidaden dosen dosen dosen dosen dos

En nuestros días, generalmente, se acepta que el origen de lo quellamamos mapas y planos comenzó con el brazo y el dedo índice de una

persona extendidos para indicar el rumbo a seguir pretendidopor un tercero extraviado.

una amplia demanda; y temáticos, para demandas degrupos particulares o específicos. A la vez, se diferenciancomo topográficos a las descripciones formales de unsitio, y topológicos a los que alteran o modifican la escalay graficación de los elementos descritos. La calidadcartográfica se mide en cuanto al contenido equilibradode lo analítico y lo sintético de los datos tratados, loscuales cubren de ordinario temas espaciales, sociales yculturales.

Se sabe por los egiptólogos que los faraones del anti-guo Egipto, al querer conocer sobre la extensión y límitede su reino, o para la recolección de impuestos, utiliza-

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ron a súbditos medidores de tierras, o geómetras, para sudemarcación física y registro gráfico. Otro tanto se sabede la cultura mesopotámica por los registros que se con-servan al respecto en tablillas de barro.

La cartografía científica tiene sus orígenes en la cul-tura griega antigua y se le atribuye a Anaximandro (s. VIa. C.) la graficación del primer mapamundi topológico(un círculo de tierra subdividido en tres partes irregula-res separadas por afluentes acuosos y circundado por unanillo hídrico); y a Tolomeo (s. II a. C.), el padre de losmismos, quien estableció en ellos el sistema de coordena-das (meridianos y paralelos) como principio rector deéstos.

La cartografía moderna se desarrolla aceleradamentecon la navegación trasatlántica, el descubrimiento delcontinente americano por los europeos y el registro ygraficación de los cada vez más temerarios viajes ultrama-rinos.

El florentino Américo Vespucio entendió, a partirde sus viajes trasatlánticos y su graficación en mapas, quela tierra recién descubierta y visitada por osados marine-ros era un continente desconocido para los europeos; adiferencia de su descubridor, el genovés Cristóbal Co-lón, quien la entendió como la buscada costa de las In-dias Orientales, para facilitar el comercio de especias delos europeos. Debido a ello, el cartógrafo alemán MartínWaldseemuller, en su Mapamundi de 1507, registró a

Este fascinante mapa fue diseñado porJodocus Hondius (versión latinizada deJoost de Hondt), un artista holandés,grabador y cartógrafo. Es conocido porhaber hecho algunos de los primerosmapas del Nuevo Mundo y de Europa.Ayudó a establecer Ámsterdam comocentro de la cartografía en Europa en elsiglo XVII.

La cartografía científica tiene susorígenes en la cultura griega

antigua, y se le atribuye aAnaximandro (s. VI a. C.) la

graficación del primermapamundi topológico.

ese cuarto continente o “mundo nuevo” como la tierrade Américo, o América, y establecieron así el nombre lossubsecuentes cartógrafos. Ese registro, un tanto injustoante los méritos inigualables del descubrimiento de Cris-tóbal Colón, fue irreversible a partir de ese hecho y, aunhabiéndose intentado su corrección, los resultados fue-ron infructuosos.

Así como la cartografía ha generado hechos asimétri-cos como el anterior, también los ha generado de grantrascendencia; un ejemplo: conocemos las característicasgenerales y particulares de la Gran Tenochtitlan, capitaldel imperio Azteca, gracias al plano con su registro queordenó Hernán Cortés en 1521, a pesar de su lamenta-ble destrucción cuatro años después, en 1525.

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La cartografía en Monterrey es escasa en el periodocolonial, y gran parte de ella desapareció con el maltratode los archivos históricos por las posturas anticlericalesde los liberales y su irracional desprecio hacia los objetosde carácter religioso, entre ellos los archivos.

Aunque la “Vista de Ojos” que elaboró Juan deÁbrego, a petición del gobernador Martín de Zavala, esuna descripción fidedigna de la ciudad de Monterrey, asu llegada en 1626, al no haberse dibujado (y si se hizose desconoce) no entra en la categoría cartográfica. Lomismo sucede con las muchas memorias de las visitasque hicieron los gobernadores coloniales y describieronlos poblados del Nuevo Reyno de León, por su sistemaescrito de registro.

La referencia conocida más antigua de un plano dela ciudad es el Plano del Presidio y Ciudad de MonterreyCapital del Nuevo Reyno de León situado en 26 grados y 4minutos de Latitud boreal y 271 y 25 de Longitud conta-da desde el Meridiano de Tenerife, que realizó, en 1768,Joseph de Urrutia, subteniente del Regimiento de In-fantería de América, quien lo delineó como levantamientode la ciudad cuando ésta fue considerada como Presidio,dentro del sistema de defensas fronterizas de la NuevaEspaña. Luego, en 1791, por órdenes del gobernadorManuel Bahamonde, se dibujó el Mapa de la situaciónde la ciudad de Monterrey en el Nuevo Reyno de León,mismo que sirvió como parte de la documentación paratramitar la sede definitiva del obispado regional a favorde la ciudad. La firma en el mapa del tutelar del conven-to franciscano, fray Cristóbal Bellido y Fajardo, ha sidocuestionada como firma de trámite más que de su autoría,misma que aún se desconoce. Considerado este mapacomo el más bello del periodo, sobresale en éste la repre-sentación en alzado de sus construcciones, el contextogeográfico y el equipamiento como norias, acequias ypresas, entre otras más.

La presencia en la ciudad del maestrante o arquitectopráctico Juan Bautista Crouset, a partir de 1793, fuepor la invitación del tercer obispo de la diócesis, donAndrés Ambrosio de Llanos y Valdés, como su asistentepara atender las necesidades en materia de arquitectura yurbanismo de la diócesis. De esa relación se generarondos planos: el Plan de la nueva ciudad de Monterrey, de1796, en que se diseña el crecimiento de la ciudad haciael norte en un tablero regular de 11 por 13 manzanas,con nuevo sitio para las sedes de los gobiernos político yreligioso; y el Plan que demuestra la situación de solares

fabricados y sin fabricar de la ciudad de Monterrey delNuevo Reyno de León, de 1798, en el que registra el cen-tro histórico de la ciudad y las edificaciones, tanto las delcentro histórico como las iniciadas en el nuevo trazo ha-cia el norte.

Estos cuatro planos coloniales a escala, el primero entoesas francesas y los siguientes tres en varas castellanas,1

se categorizarían como temáticos y topológicos; y regis-tran la traza (calles, callejones, manzanas), el entorno(montañas, ríos, arroyos, ojos de agua) y el equipamien-to urbano (presas, acequias, norias, plazas), los diferentestipos de construcciones, las calles sin registro de nom-bres, los caminos a los poblados vecinos, los edificiosprincipales, la cantidad y calidad de las construcciones,las técnicas constructivas y sus respectivos cuadrosenmarcados; contienen datos de referencia y explicanlos indicadores alfabéticos y numéricos usados en ellos.

Durante la invasión norteamericana, a la ciudad y alpaís, de 1846 a 1848, sobresale la producción de mapasy planos de la ciudad, la mayoría de éstos realizados porlos soldados norteamericanos pertenecientes al Cuerpode Ingenieros Militares, cuyo destino fue formar partede los reportes oficiales rendidos al Departamento deGuerra en Washington. La mayoría de dichos planosson topográficos y registran, como en el Plan of Monterey,its fortifications, and positions of the American troops onthe morning of the twenty first September, 1846, dibuja-do por el arquitecto prusiano Adolphus Heiman, unvoluntario del Regimiento de Tennessee, aparte de laciudad bien trazada, tanto las posiciones de las fuerzasinvasoras que participaron en la batalla como las fortifi-caciones construidas para la defensa por los soldadosmexicanos.2

Con el tratado de Guadalupe-Hidalgo, en julio de1848, salieron las tropas invasoras de Monterrey y delpaís, disminuido territorialmente, y se dio comienzo a lareconstrucción con encendido espíritu nacionalista. Unadécada después, la nueva Constitución Política de 1857,como bandera de los liberales positivistas, abrió las puer-tas del territorio nacional a extranjeros de diversas nacio-nalidades y prácticas culturales “craquelando” la sólidaunidad cultural del periodo colonial, aceptadas en arasde abrirse al mundo y a las hipnóticas promesas plantea-das desde el espíritu del tiempo: la modernidad y elmodernismo.

Dos planos nos han legado el registro de dicho pe-riodo: en el primero se aprecia la etapa incipiente y en el

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segundo el dominio contundente del fenómeno aludi-do, es decir, el inicio de la industrialización en la ciudady su rápida expansión y contundencia como nuevomodelo económico, en el corto periodo de tiempo decasi treinta años.

El ingeniero alemán Isidoro Epstein es el autor delprimer mapa. Egresado de la Universidad de Marburgo,llegó a México en 1851 para desempeñar trabajos detopógrafo, profesor de matemáticas y editor, tanto enAguascalientes como en el Valle de México y en Zacate-cas, de donde vino a Monterrey en 1864 para ocupar elpuesto de ingeniero de la ciudad y de profesor de mate-máticas y filosofía en el Colegio Civil del estado. Comoevidencia de sus oficios, levantó el Plano de la ciudad deMonterrey y sus egidos (sic) en 1865,3 para lo cual ejecutópreviamente el trabajo topográfico, la alineación de ca-lles, plazas y predios, la colocación de los nombres en lascalles y la numeración de los predios para facilitar laidentificación de los mismos.4

El plano topográfico de formato cuadrado lo impri-mió la Compañía Mayer de Nueva York, la escala gráfica

fue en metros, presenta la traza urbana existente connombres en calles y plazas y diferencia por color a latrama planificada para el futuro crecimiento, ésta, ca-rente de datos. Registra la orografía y la hidrografía, loscaminos vecinales a los poblados inmediatos, un recua-dro con los nombres y la ubicación de 15 edificios nota-bles y cuatro grabados litográficos que representan sitiosy edificios importantes de la ciudad, uno en cada esqui-na del plano.

La incipiente modernidad se percibe en la impresiónlitográfica del plano en una empresa extranjera, en el usode la escala métrica en el dibujo, en las 47 calles identifi-cadas con nombre propio y en el recuadro de edificiosdonde sobresalen los dos palacios de gobierno, el muni-cipal y el estatal, en sustitución de las Casas Reales comoforma de gobierno; el Hospital Civil y el Colegio Civil,desplazando los respectivos servicios bajo tutela religio-sa; el Campo Santo o Cementerio como institución civily fuera de los templos, en la amplia Alameda Nueva con16 manzanas de extensión, en la “Maestranza” comofundición y forjado de metales para uso militar y preám-

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bulo de las subsecuentes fundiciones; y en la litografíasuperior derecha con la imagen del edificio de una fábri-ca de azúcar, como primicia de la actividad industrial enla región. Dos años después, en1867, se instalará la fá-brica de hilados y textiles “La Fama de Nuevo León”,considerada el inicio formal de la industrialización regio-nal.

El ingeniero Florentino Arroyo, autor del segundoplano, egresado del Colegio Militar de la Ciudad deMéxico con grado de mayor, vino a Monterrey por invi-tación del general Bernardo Reyes para atender la de-manda en su campo profesional de una ciudad en plenocrecimiento. Entre otras tareas atendió, en 1894, la soli-citud del alcalde Pedro C. Martínez para hacer un planoactualizado de la ciudad “fijando por triangulación lospuntos de referencia y por coordenadas los detalles”.5

Con el nombre de Plano de Monterrey, Nuevo León.1894.,6 fue impreso ese mismo año en la imprenta localde Ramón Díaz con crédito de editor, por lo que tam-bién se conoce como el Plano de Arroyo y Díaz.

El plano, en formato de rectángulo vertical, contie-ne sólo la parte urbana de la ciudad, tanto la pobladacomo la que está en proceso de población y la expansivazona industrial, que casi la duplica hacia el norte. Tieneescala gráfica en metros, indicador de los puntos cardi-nales y el norte magnético, una cartela con el listado de68 edificios destacados, siete litografías de edificios rele-vantes en las zonas baldías del plano, al parecer de inser-ción pagada, y un enmarcado publicitario con anunciosde casas comerciales en la localidad.

En este plano realizado 30 años después que el deEpstein, la evidente modernidad ya se manifiesta con-

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tundente: la ostensible mitad norte de la ciudad con usode suelo eminentemente industrial, con la amplia Cer-vecería y tres fundiciones de metales en opreación, en sucentro la colonia-jardín Bella Vista como primer satélitehabitacional de la ciudad; dos estaciones de ferrocarrilque cubren el territorio nacional, una amplia red de tran-vías que facilitan la movilidad interurbana y en el recua-dro de edificios aparecen nuevas tipologías arquitectóni-cas: cinco hoteles, tres instituciones bancarias, las ofici-nas consulares de Alemania, Italia, España y Estados Uni-dos de América; una zona de cuarteles militares, conhospital, un arzobispado, una biblioteca pública, unaiglesia bautista, un teatro, un casino, un mercado gene-ral de productos (Mercado Colón) que sustituyó el nom-bre de Parián (voz filipina que significa mercado de te-las, zapatos, perfumes, etc.), un rastro municipal para elsacrificio controlado de animales comestibles, un bal-neario de aguas termales con servicio de hotel y restau-rante, una penitenciaría construida en cuatro hectáreas,una fábrica de ladrillos, un hospicio y oficinas que admi-nistran servicios públicos de energía eléctrica, telefonía,telegrafía y servicios postales, entre otros.

El plano de Epstein de 1865 registra el rezago de lasexperiencias bélicas que aún están en proceso, con laciudad tomada por los invasores franceses, pero tambiénuna etapa que se inicia como germen de la nueva Cons-titución política y del espíritu del tiempo, que sólo pare-cen vislumbrar el futuro. Sus evidencias son el ordena-miento de la traza urbana, la planeación de su creci-miento y la aplicación de las reformas constitucionalesque marcan rumbo hacia un nuevo sistema de economíasustentado en la producción, distribución y consumode mercancías: la fábrica de azúcar es la evidencia y pri-micia contundente del nuevo rumbo.

El Plano de Arroyo de 1894, que satisface la deman-da de las autoridades municipales de actualizar la ima-gen de la ciudad, sólo conserva inalterable el centro his-

tórico y su periferia duplicada con el mismo patrón ur-bano de origen, llamando fuertemente la atención elamplio crecimiento al norte, personalizado por las exten-sas naves industriales en una trama determinada por lasvías férreas: la ciudad industrial ya es en sí una evidenciacontundente y con ella la nueva categoría laboral deobrero que desplaza a la de jornalero.

Los planos y mapas son herramientas al servicio delhombre para el registro sincrónico de tiempos determi-nados y, además, en su más importante dimensión, sondocumentos históricos que preservan en su lenguaje co-dificado buena parte de la biografía humana. En dichosdocumentos el objeto arquitectónico, en cualquiera desus múltiples formatos: casa, templo, fábrica, calle, pla-za, puente, etc., es protagónico por su función principalde preservar, como ningún otro, la vida y el desarrollohumano.

REFERENCIAS

1. La toesa es una antigua medida francesa que equivale a1.946 metros y la vara castellana que equivale a .836 me-tros.

2. Ahmed Valtier M., “El teniente Adolphus Heiman y suPlano de Monterrey”, en Actas, No. 4, julio-diciembre de2003.

3. El Plano de Epstein en copia facsimilar del INEGI seencuentra en el Archivo General del Estado de NuevoLeón (AGENL).

4. Los informes que elaboró el ingeniero Epstein los dirige al“Muy Ylustre Ayuntamiento del Imperio Mexicano”, pueseran tiempos de la invasión francesa. José P. Saldaña repro-duce un informe al respecto en Historia y tradiciones deMonterrey, Impresora Monterrey, 1942, pp.165-68.

5. Archivo Municipal de Monterrey, Ramo Civil, Cuaderno4 (1894-1907), legajo 3.

6. El Plano de Arroyo y Díaz en copia facsimilar del INEGIse encuentra en el Archivo General del Estado de NuevoLeón (AGENL).

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Las posibilidades de lectura de los planos urbanosANTONIO GARZA MARTÍNEZ

Observar detenidamente los planos urbanos de la ciu-dad no sólo constituye un registro del crecimiento urba-no, sino también un reflejo inconsciente de la situacióncultural, económica, política y social de aquel momento.En eso yace la riqueza que se puede encontrar en unplano urbano, que aporta un nuevo conocimiento deacuerdo a la lectura que el observador entrenado hacedel documento. Estas interpretaciones de la informa-ción permiten conocer las posibilidades de usar la infor-mación para contribuir a la generación de nuevas per-cepciones de la historia.

Los documentos históricos como los planos urbanoscontienen información cifrada en puntos, líneas y pla-nos bidimensionales que, una vez conocidos los signifi-cados de la simbología, es fácil interpretar su informa-ción contenida. Este tipo de información me sirvió en sumomento para armar una ponencia titulada “La trans-formación urbanística y arquitectónica de Monterreydurante el gobierno del general Bernardo Reyes”, pre-sentada en el Quinto Congreso Internacional de Histo-

ria, dictada en el Colegio Civil, en noviembre de 2014.En esa ponencia el periodo que abordé cubría desde1767 hasta 1909.

A partir de los planos y fotografías de edificios de laépoca reyista expuse un recuento de los cambios en lamorfología de la ciudad al paso del tiempo. Observé laciudad colonial, hasta aquélla con un componente auto-ritario presente en su morfología y reforzada con la pre-sencia de los cuerpos de las fuerzas armadas. Asimismo,cuando relacioné este crecimiento de la ciudad con laarquitectura del periodo, procuré presentarla como gé-neros en la arquitectura que contribuyeron a formar unaimagen y referente urbano. De igual forma, la moderni-dad quedó expuesta no sólo en los géneros, sino en losmateriales y técnicas constructivas empleadas en algu-nos de estos edificios.

Como fuente de información, los planos de la ciu-dad aportan mucha riqueza a los estudios urbanos, por-que implícitamente reflejan el ideal de orden de la épocaen cuestión, registran la morfología urbana, así como elcontexto social de la época. En los planos urbanos que-dan registradas las intenciones de aspirar a una moderni-dad de una época en específico, ya sea por trazo urbano,

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disposiciones de ordenamiento del territorio e intencionesde crecimiento. Por lo tanto, al entender las claves del planourbano, y complementándolo con fuentes bibliográficas,es posible hacer una mejor interpretación de la época.

Al interpretar la época reyista, se entiende que lamodernidad fue una aspiración a lograr de la sociedadporfiriana, además que está circunscrita en el progresomaterial impulsado en el régimen. Este discurso de aspi-raciones ha sido la base sobre la cual se han impulsadocambios tanto en la ciudad como en la arquitectura y laimagen urbana. Al entrar en materia, la modernidad ydemás ideas se pueden encontrar codificadas en las abs-tracciones gráficas de documentos como los planos de laciudad de Monterrey de 1865 y 1894. Una comparati-va entre estos dos planos permite observar e interpretarmuestras de modernidad por medio de la morfologíaurbana propuesta para el ensanche de la ciudad en laépoca del Segundo Imperio, y que 25 años después fueretomado como propuesta base para continuar con di-cho proyecto de crecimiento.

Al estudiar el plano de 1865, se observa que el en-sanche propuesto contemplaba el norte y sur de la ciu-dad. La implementación de una trama de reticulada de-nota una aspiración a un orden racionalizado, que sibien no es nueva en el continente europeo, y se habíaempleado ya desde el ordenamiento de las tropas delejército romano, en Monterrey significó la posibilidadde crecer ordenadamente a largo plazo.

En el plano de 1894, se puede hacer una lectura delos conceptos progreso material y orden que, a nivel local,resulta interesante. Se puede entender por progreso ma-terial el sector económico representado por comerciantes

y empresarios y su efecto manifiesto en las industrias ycomercios, en tanto que el orden se puede interpretarpor el ejercicio administrativo del estado, representadopor la figura del general Bernardo Reyes, y sus efectosmanifiestos en las políticas públicas, legislaciones y de-cretos por una parte, y el uso de la fuerza pública omilitar a discreción según el caso, por otra parte.

Asimismo, la tendencia de crecimiento urbano fuepautada por las vías ferroviarias al norte de la ciudad quefungieron como fronteras artificiales que enmarcaron elcuadrante del territorio para su futura expansión. En elinterior, el tendido ferroviario de los tranvías comunicóal resto de la ciudad por medio de rutas que iban denorte a sur y de oriente a poniente. A lo largo de las rutas,a partir de la calle Washington hacia el sur de la ciudad,se concentraron comercios, como evidencia del impactode las políticas públicas en el asentamiento de indus-trias, empresas, comercios, que contribuyeron a la gene-ración de una nueva dinámica de ocupación y uso de laurbe.

Un ejemplo de todo lo que se ha abordado es estamisma adenda, la cual fue posible elaborar “leyendo” losplanos urbanos y apoyándome en las fuentes bibliográ-ficas para estar en contexto con la época reyista. Esto conobjeto de identificar los componentes codificados en elplano y así generar la lectura de la época integrando lacrónica historiográfica, el plano como documento histó-rico y la fotografía como apoyo visual de la época enespecífico. Lo anterior permite reinterpretar los hechoshistoriografiados y formular una reconstrucción de laépoca a través de nuevas lecturas que integran los planoscomo documentos históricos.