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El límite suroeste del Señorío de Molina según su Fuero.
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Pág. 1
El límite suroeste del Señorío de Molina según su Fuero.
Los Casares de García Ramírez: Una hipótesis sobre su
ubicación
Joaquín Esteban Cava
RESUMEN:
En el Fuero de Molina de Aragón, que el 21 de abril de 1154
Alfonso VII confirma a sus pobladores, y que había sido otorgado por el
conde don Manrique de Lara, se describen los límites del señorío. Todos
ellos están identificados, excepto uno: los Casares de García Ramírez. Este
lugar, según el fuero, hace mojón entre Huélamo (hoy provincia de
Cuenca) y Armallones (hoy, de Guadalajara). Por otros dos diplomas
posteriores sabemos, además, que, tras la conquista de la vertiente sur del
Alto Tajo, se incorporaron al alfoz de la villa de Beteta; y que entre los
Casares y Armallones, luego de la conquista de Cuenca por Alfonso VIII,
se pobló una nueva villa –Villanueva de Alcorón-, cuyo solar se otorgó a la
Orden de Santiago.
Mediante este trabajo pretendemos ofrecer una hipótesis sobre tres
aspectos poco estudiados del lugar: su posible ubicación, la identidad del
señor que le dio nombre y la evolución de ese poblamiento hasta
convertirse en la aldea de Pinilla.
PALABRAS CLAVE: Señorío de Molina, Casares de García
Ramírez, Beteta, Cuenca, conquista y población del Alto Tajo.
1. Presentación
En un periodo de poco más de treinta años, datados en la segunda
mitad del siglo XII, aparece documentado un pequeño asentamiento
llamado Casares de García Ramírez. El primer texto que lo cita es el Fuero
de Molina en la descripción que hace de los límites de su término, luego
reaparece en otros dos documentos contemporáneos y poco más tarde el
topónimo se pierde para siempre. Aunque los datos son confusos y escasos,
pretendo en este artículo desarrollar una hipótesis con la que proponer su
posible situación e identificar a la persona de la que tomó nombre.
Veamos qué dicen esos diplomas:
El 21 de abril de 1154 Alfonso VII confirma a los pobladores de
Molina el Fuero que unos años antes les habría dado el conde don
Pág. 2
Manrique de Lara. Al comienzo del documento se describen así los límites
del señorío:
A Tagoenz. A Santa Maria de Almalf. A Bestradiel. A Galliel. A
Sisamon. A Jarava, A Cimvalla. A Cubiel. A la laguna de Gallocanta. Al
Poyo de mio Cit. A Penna Palomera. Al Puerto de Escorihuela. A
Cansador. A Damuz. A Cabrihuel. A la laguna de Bernaldet. A Huelamo.
A los Casares de Gaci Ramirez. A los Almallones1
En el año de 1175 –no se especifica fecha-, el concejo de Beteta dona
la finca de los Casares de García Ramírez al abad de Santa María de
Huerta, a petición de éste y del conde don Pedro de Lara, segundo señor de
Molina. El diploma dice así:
Sea sabido por todos los hombres, mayores y menores, que Martín,
por la gracia de Dios abad de Huerta para el honor de Dios omnipotente y
Santa María, y el conde Pedro, vinieron al concejo de Beteta para solicitar
una heredad. Con lo cual el concejo, de buena disposición y voluntad, les
otorgaron una heredad en aquellos casares de García Ramírez. Y
decidieron en el concejo los límites según determinaron los hombres que
fueron enviados por el concejo a esta heredad. Fueron determinadores:
Domingo Maiacon, de San Pedro; Jimeno Lufarre, de Santa María; y don
Domingo, escribano de San Miguel. Estos fueron y delimitaron desde
aquellas peñas que están sobre los casares hasta aquella angostura que está
sobre la gran llanura, y del modo que las aguas vierten; y por la otra parte
descendiendo por el llano del modo que las aguas vierten…2
El 7 de junio de 1185, estando en Talavera, Alfonso VIII dice:
…doy y concedo a Dios y a la Orden de Santiago, y a vos don
Fernando Díaz, maestro de la citada orden, y a vuestros sucesores, y a
todos los hermanos soldados santiagueses, tanto presentes como futuros, la
aldea que llaman Villanueva, antes conocida como Hoyos Redondos, sita
en el término de Cuenca, entre la aldea que llaman Almallones y la otra
que denominan Casares de García Ramírez, para que la poseas
perpetuamente en derecho hereditario, con todo su término y heredades,
con aguas, prados y pastos; y con todas sus demás pertenencias”3.
En el primer diploma citado, el de confirmación del Fuero de la Villa
y Tierra de Molina, por el sur/suroeste se describen unos límites cuyos
términos van de Ademuz al río Cabriel –no dice en qué punto lo cruza-, de 1 Tomado de Mª. ELENA CORTÉS RUIZ, Articulación .jurisdiccional y estructura socioeconómica en la
comarca de Molina de Aragón a lo largo de la Baja Edad Media, Universidad Complutense de Madrid,
año 2000, pág. 199. 2Traducido de José Antonio García Luján, Cartulario del Monasterio de Santa María de Huerta,
Monasterio de Santa María de Huerta, 1981.
Este autor hace una reproducción facsímil del documento citado, y en cuya margen izquierdo aparece una
inscripción, ya en castellano, que dice: “Esta heredad a poco que se pagaua por floxedad se pierde”. 3 Traducido de Julio González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Colección diplomática,
Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Medievales, Madrid, 1960, pág.
751.
Pág. 3
éste a la laguna de Bernaldet
–que se identifica como la
actual Laguna del
Marquesado-, luego a
Huélamo, después a los
Casares de García Ramírez,
después a los Armallones y
finalmente al puente de
Tagüenza.
Lo primero que
debemos decir aquí, contra
la opinión de escritores
antiguos y aún actuales
sobre la historia molinesa,
es que los límites son
exteriores, es decir, que el
alfoz de Molina llegaría
hasta esos términos, pero no
los incluía. (Sorprende que
un autor como Pedro Pérez
Fuentes, quien a mi juicio
ha hecho la historia más
documentada de Molina, sin
justificación alguna dibuje
un mapa, reproducido luego
por otros muchos
historiadores locales, que abarca, para la época del Fuero, toda la Sierra
Alta de Cuenca)4. Y lo segundo, que entre Huélamo y Armallones queda en
medio un lugar desconocido al que se denomina Casares de García
Ramírez. Sobre este último paraje, más allá de alguna tesis poco fundada,
los historiadores pasan de puntillas sin atreverse a identificar ni el paraje en
el que se ubicaban, ni tampoco el señor a quien correspondería la
propiedad5.
4 Pedro Pérez Fuentes, Molina. Reino Taifa. Condado. Real Señorío, Diputación Provincial de
Guadalajara, 1990, pág. 112. 5 Juan José Suárez Jimeno, en Bosquejo histórico de la villa de Beteta, 1991, al citar el Fuero de Molina y
la delimitación que éste hace de su territorio, afirma lo siguiente: “Se deduce de su lectura que Beteta
estaba conquistada al mencionar Los Casares de García Ramírez, que forman parte del término”; pág. 17.
Carlos Solano Oropesa y Juan Carlos Solano Herranz, en Beteta, Alma de la Sierra. 2000 años de
Historia, Diputación Provincial de Cuenca, 2008, en un capítulo que llaman Beteta en el Señorío de
Molina, después de citar igualmente los límites según el fuero, dicen, al referirse a la frontera sur:
“…extendiéndose el Señorío ya por las extensas regiones de bosques y montañas totalmente desertizadas,
hasta Huélamo, Ademud y el río Cabriel, formando una lengua muy prolongada de terreno en la actual
provincia de Cuenca. Luego, englobando Beteta, ascendía a la meseta y llegaba hasta Armallones y el
río Tajo nuevamente…” (La letra negrita también corresponde al original); pág. 71.
Pág. 4
Si relacionamos la cita del Fuero de Molina con la del tercer
documento transcrito más arriba, sabemos que entre los Casares y
Armallones quedaba un lugar llamado Hoyos Redondos, el cual tras la
conquista de Cuenca en 1177, pasó al alfoz de ésta y en cuyo lugar se creó
una población nueva –entonces bautizada con el nombre tan común de
Villanueva y más tarde apellidada de Alcorón-. Este territorio, por tanto,
que se otorgó a la villa de Cuenca y de la que se segregó pocos años
después para entregársela a los santiaguistas, nunca debió estar dentro de
los límites del señorío de Molina.
Lo mismo sucede con otros lugares limítrofes por el sur con la tierra
molinesa, como Albarracín, Huélamo, Tragacete o Beteta. Todos ellos,
cuando en 1154 se confirma el Fuero, pertenecían a Muhammad ibn
Mardanis, rey musulmán de la taifa de Murcia, al que las crónicas
cristianas llaman rey Lope o rey Lobo. Otra cosa es que los Lara
pretendieran anexionarlos, como sucedió algunos años más tarde con parte
de ellos.
2. Poblaciones comprendidas en el límite suroeste del Fuero
Conviene dedicar unos párrafos para resumir lo que sabemos de cada
una de estas poblaciones.
Aunque Albarracín no se cita, trazando una línea recta entre Ademud
y Laguna del Marquesado, cruzaríamos el río Cabriel a la altura de
Salvacañete; y si continuamos al siguiente mojón, Huélamo, la tierra de
Albarracín quedaría incorporada al señorío molinés, lo que desmiente la
historia conocida.
La plaza de Albarracín abría el camino para la conquista de Teruel y,
de ahí, la del reino de Valencia y Murcia. Se la disputaban Navarra, Aragón
y Castilla. Tras la muerte de Alfonso I El Batallador en 1134, el reino
navarro-aragonés se desintegró, volviendo a ser dos reinos distintos, pero
ambos sometidos al vasallaje de Alfonso VII El Emperador. Además,
cuando en 1158 el nuevo imperio africano de los almohades entró en Al-
Andalus con el objeto de reunificar los dominios musulmanes en la
Por su parte, Alfonso Calle, en Noches de Serranía, 2008, que es un libro muy interesante dedicado a las
tradiciones de su pueblo, Carrascosa de la Sierra, en el Prólogo, página 9, escribe lo que sigue: “Todos los
lugares están identificados menos uno, Los Casares de García Ramírez; incluso dibujado está el contorno
de todo el Señorío de aquel tiempo. Pues bien: Dentro del término municipal de Carrascosa, a unos seis
kilómetros al Oeste, se encuentran los restos de un pueblo al que siempre se ha denominado Los Casares;
se ha perdido la memoria histórica del García Ramírez, pero es bien cierto que el apellido García es uno
de los cuatro más abundantes del pueblo, y no sé si esto significa algo. Su ubicación coincide con el
dibujo del contorno, está en línea con Huélamo y el actual Armallones (los Almallones) lugar de salinas
para los árabes, desde donde busca el Tajo el puente de Tagüenza (Tagoenz)”.
Estos tres autores dan por bueno, sin ningún análisis crítico, el mapa que reproducimos de Pedro Pérez
Fuentes.
Pág. 5
península, el rey Lobo estableció pactos de alianza con los cristianos, sobre
todo con Castilla, que era la nación más fuerte, para preservar sus dominios
levantinos.
El caballero navarro Pedro Ruiz de Azagra, que debía estar al
servicio de Castilla, obtuvo la donación de Albarracín, en donde fundó un
señorío hacia finales de 11706. En su confrontación con los intransigentes
almohades, el rey Lobo, que se apoyó en los caudillos cristianos como
hemos dicho, se vio obligado a pagar los servicios prestados con
donaciones como ésta.
Decimos que Pedro Ruiz de Azagra, aún siendo navarro y con
importantes intereses en ese reino, debía estar al servicio de Castilla, pues,
entre otros privilegios, constan dos fechados en noviembre de 1166 por los
que Alfonso VIII le hace unas donaciones en la ciudad y término de
Toledo, en agradecimiento de los servicios prestados y le llama “meo fideli
militi”7.
Es conveniente hacer un paréntesis para señalar que el rey Lobo
murió en 1172 defendiendo el asedio que los almohades habían puesto
sobre su plaza de
Murcia, luego de varias
derrotas previas
infligidas por las
milicias árabes que
acaudillaba su califa
Abu Jacub, en donde
sucumbieron muchos
soldados cristianos que
le apoyaban. Con la
desaparición de
Muhammad ibn
Mardanis, rey Lobo,
sus hijos rompieron los
pactos con los
cristianos y ofrecieron
vasallaje al califa. La frontera natural que hasta hacía poco formaban las
cuencas altas del Tajo y del Cabriel, por la parte oriental de España, 6 Aún en marzo de ese año, Alfonso II de Aragón, que también aspiraba a dominar la plaza, concede al
obispo de Zaragoza los diezmos de Teruel, Cella y Monreal, y las iglesias de Albarracín y su término
cuando “pudiere arrancarlos de manos del pagano”. Jaime Caruana Gómez de Barreda, La reconquista de
Teruel, en “Teruel”, I, pág. 146.
De hecho, a pesar del apoyo del Papa a la reivindicación del obispo de Zaragoza, en Albarracín se
instauró una nueva sede episcopal bajo el argumento erróneo de que se correspondía con la antigua de
Ercávica, que pasó a depender del arzobispado de Toledo. 7 También se le ve con frecuencia siguiendo la corte de Alfonso VIII. Julio González, El reino de
Castilla..., pág. 311.
Pág. 6
resultaba imprescindible reforzar. Para preservar lo repoblado al norte del
sistema ibérico era preciso fortificar la ladera sur de la Sierra de Cuenca.
Hacia 1172 o 1173 se mejorarían las fortalezas de Albarracín y de
Huélamo, y se construirían las torres de Tragacete y Beteta. Y sabemos,
además, que el asedio castellano a la ciudad de Cuenca en 1172 hubo que
abandonarlo ante la llegada del potente ejército de Abu Jacub, que venía de
asediar Huete.
Huélamo permaneció también bajo la administración del caudillo de
la taifa de Murcia, el citado rey Lobo, hasta 1172, aproximadamente, que lo
entregó al caballero Fortún de Tena, o lo ocupó éste dada la debilidad o
muerte del murciano. Tres años más tarde, aquél empeñaría el castillo de
Huélamo, junto con el de Monteagudo, al señor de Albarracín, Pedro Ruiz
de Azagra, quien de esta manera ampliaba sus dominios en la zona.8
Igual suerte debió seguir Tragacete, que se incorporaría al patrimonio
de los Lara por las mismas fechas. Lo único que sabemos de cierto aquí es
que Mafalda, viuda del conde Pedro Manrique, segundo señor de Molina,
vendió la villa de Tragacete a la ciudad de Cuenca en febrero de 1202.
Considerando que Alfonso VIII, tras la conquista de Cuenca en 1177,
atribuye a ésta todas las tierras que llegaban hasta el río Tajo, el hecho de
que Tragacete quedara excluido de esa posesión y debiera ser comprado
pocos años después por el concejo conquense acredita su posesión previa
por los Lara9.
Beteta entra en la historia escrita en el año 1166, con ocasión de un
diploma por el que Alfonso VIII, de 11 años de edad, representado por la
poderosa familia de los Lara, condes de Molina, que ejercían de regentes
del reino de Castilla y tutores del rey niño, concede los derechos sobre
Beteta y las aldeas adyacentes al obispo de Sigüenza10
. Seis años más tarde,
concretamente el 11 de febrero de 1172 –otra vez 1172-, el obispo de
Sigüenza, dueño de Beteta y sus villares, y el conde Pedro Manrique de
Lara, segundo señor de Molina, suscriben un contrato de permuta para
cambiar el monasterio de Santa María de Molina –identificado luego como
8Julio González, El reino de Castilla ..., pág. 312.
9Julio González, El reino de Castilla ..., pág. 280.
10 El diploma, extractado y traducido, dice así: ...yo Alfonso, por la gracia de Dios rey de Toledo, doy y
concedo por las almas de mi abuelo y de mi padre Sancho, rey de buena memoria, y además por la
salvación de mis parientes, y también del alma mía, a Dios y a Santa María de Sigüenza, y a vos, mi
padrino Cerebruno, obispo de la misma iglesia, y a vuestros sucesores, por derecho hereditario, la villa
que llaman Beteta, juntamente con todas sus pertenencias, a saber, con sus pastos y montes, salinas,
pesquerías, con todos los villares cercanos, y con sus entradas y salidas, para tener a perpetuidad.
Traducido de Toribio Minguella, Historia de la diócesis de Sigüenza y sus Obispos, Vol. 1º, diploma
número LXX, Madrid, 1910.
Pág. 7
de la Hoz-, propiedad del conde, por la mitad de Beteta, con todo su
término y especialmente el castillo11
.
Que el documento sobre Villanueva, de 1185, pusiera uno de sus
límites en la aldea de los Casares significa que ésta tenía una identidad
propia, anterior y distinta de Beteta, a cuyo término se incorporaría más
tarde con la ocupación y repoblación efectuada por el obispo de Sigüenza
para su señorío.
11
Este texto dice lo siguiente: “Sepan tanto los presentes como los futuros que yo, el conde Pedro,
permuto con don Joscelmo, obispo seguntino, y con la voluntad y el consenso de todos, la iglesia del
monasterio de Santa María de Molina, con todo lo que tiene actualmente o le corresponda por derecho
hereditario, para que lo posea a perpetuidad, a cambio de la mitad de toda Beteta y especialmente el
castillo y la villa y todo el término y demás derechos que le pertenezcan...” Traducido de Toribio
Minguella, Historia de la diócesis de Sigüenza y sus Obispos, Vol. 1º, diploma número LXXVII.
Interesa destacar que el castillo, que se cita en el segundo documento referido y no en el primero, se debió
edificar con la ocupación cristiana de 1166, momento en que los enemigos se encontraban aún en lugares
tan próximos como Huélamo, Albarracín o Cuenca; y que luego, con la muerte del rey Lobo,
incrementaba su valor estratégico. Por eso Pedro Manrique de Lara, para proteger la frontera sur del Tajo,
necesitaba también la nueva fortaleza de Beteta.
Pág. 8
Insistiendo en el argumento de que la descripción de los límites son
exteriores, pienso que el Señorío de Molina estaba delimitado por el cauce
del río Tajo, probablemente incluyera la actual dehesa de Belvalle -que
linda con el río en su margen sur- y limitara con el nacimiento del río
Guadiela y su vega, en donde hoy llamamos Fuente Pinilla al nacimiento,
San Antón a la vega y Muela Pinilla al monte que la circunda. Aquí opino
que estaban los Casares.
Pues bien, si hacemos una línea recta desde el Tajo –pongamos a la
altura de Fuente García12
, su nacimiento, que está al norte de Huélamo-,
seguimos en dirección noroeste para buscar el puente de Tagüenza sobre el
Tajo13
, pasando por los límites también septentrionales de Tragacete,
Villanueva de Alcorón y Armallones, queda en medio Fuente Pinilla,
o sea, Los Casares de García Ramírez, y más al sur los otros términos
citados. Y debemos recordar que cuando se otorgó el Fuero de Molina,
Albarracín, Huélamo, Tragacete, Beteta, Villanueva, y Armallones seguían
bajo dominación musulmana.
3. El concejo de Beteta dona Los Casares al Monasterio de Santa
María de Huerta, con intermediación de los Lara
He dejado para el último lugar el comentario del segundo de los
diplomas transcritos: ese datado en el año 1175, por el que el conde Pedro
de Lara, segundo señor de Molina -el mismo que en 1166, junto con su
hermano Nuño, concede en nombre del niño Alfonso VIII, del que son
tutores y cuyo reino regentan, Beteta y su término al obispo de Sigüenza-
acompaña a Martín de Finojosa, abad del monasterio de Santa María de
Huerta, a pedir al concejo de la villa que entregue en propiedad una finca a
dicho monasterio. Los Lara, auténticos gestores de la repoblación del
territorio castellano más septentrional, en los límites con los reinos de León
al oeste, de Aragón al norte y del musulmán de Murcia al este y el sur, se
convierten también en protectores de los monasterios que van instalándose
en las nuevas tierras conquistadas.
Antes de continuar con el discurso debemos decir que los Lara,
señores también de Medinaceli, en cuyo alfoz estaba la despoblada ciudad
de Sigüenza –antigua Segontia-, algunos años después de que aquella fuera
arrebatada al caíd de Zaragoza –hacia 1104, por Alfonso VI- pusieron
especial empeño en restaurar la sede episcopal que había sido con los
12
Curiosa la repetición del nombre. 13
Puente que comunica Huertapeayo al sur y Huertahernando al norte del río, ambos municipios de
Guadalajara.
Pág. 9
visigodos14
. Del mismo modo, años más tarde apoyaron también la
fundación del monasterio de Santa María de Huerta, cuyos frailes de la
orden del Cister, que fundó San Bernardo de Claraval, se instalan en Huerta
hacia 1162, a donde se trasladan desde Cantabos, que es un municipio
situado en la provincia de Soria, a unos 25 kilómetros al norte de Santa
María de Huerta, abadía ésta y municipio que aún perduran junto al río
Jalón, y próximos al actual municipio zaragozano de Ariza. El monasterio
comienza a construirse hacia 1164 con cargo a las importantes donaciones
ya recibidas, y consta que Alfonso VIII puso la primera piedra de la iglesia
en el 1179. Sus protectores son muchos y poderosos: los reyes de Aragón,
los de Castilla, importantes linajes nobiliarios, obispos y arzobispos de la
sede toledana, etc. Concretamente, Pedro Manrique de Lara hace
importantes donaciones y ayuda a la comunidad a obtener otras para poder
costear las obras del monasterio y de la iglesia y, además -porque todo
tenía un precio-, un lugar de privilegio que fuera panteón suyo y de sus
sucesores, y en donde se rogara por el eterno descanso de sus almas. Las
donaciones de este linaje a la abadía fueron muy importantes y, entre ellas,
de las primeras con las que poder obtener rentas para iniciar las obras están
los Casares de García Ramírez. Para entonces, como explicaremos más
tarde, el caballero García Ramírez debía haber renunciado a su derecho
sobre el lugar.
El documento de 1175 tiene la virtud de describir los límites del
espacio territorial que se otorga al abad Martín de Finojosa –luego
santificado como San Martín-. La delimitación de la finca se describe así:
“…determinaron de aquellas peñas que están sobre los Casares hasta
aquella angostura que está sobre la gran llanura, y del modo que las aguas
vierten; y por la otra parte descendiendo por el llano del modo que las
aguas vierten…”. De este texto al menos podemos deducir algunas
conclusiones: se trata de una vega fertilizada por una corriente de agua;
esta vega es llana y acaba en un cauce angosto; allí existen unos casares,
que no son aldea en sí sino pequeñas construcciones al servicio de la
explotación de la finca y albergues para los campesinos que las cultivaran o
cuidaran de los ganados; las edificaciones estarían debajo de unas grandes
rocas que determinaban el inicio superior del paraje; paraje que se cierra
abruptamente.
14
El primer obispo de Sigüenza, don Bernardo, fue consagrado en 1121. Julio González, Repoblación de
Castilla la Nueva, Universidad Complutense, pág. 157.
Pág. 10
Contrastando la descripción del lugar con lo que hoy llamamos San
Antón, todo coincide: El Guadiela nace bajo un imponente farallón de
rocas calizas; sigue su cauce en una hondonada llana y fértil, rodeada de
montañas; y concluye en la Rochuela, a unos 1500 metros más abajo, lugar
conocido también como el Estrecho del Majadal.
Sorprende que el escrito de donación no cite el nombre de ese curso
de agua que discurre por la “gran llanura”. Si estamos en lo cierto y se trata
de la huerta rodeada de grandes montes que recorre el río Guadiela
inmediatamente después de su surgencia, en lo que hoy conocemos como
Fuente Pinilla, esta ausencia podría explicarse por el especial celo que los
notarios cristianos ponían en la utilización de la vieja lengua latina frente a
la vulgarización que se extendía entre el pueblo llano, luego de tantos
siglos de dominación de los visigodos –poco cultos ellos, que pronto
asumieron en España la lengua, la cultura e incluso la nueva religión
cristiana del antiguo imperio romano-, y de ocupación árabe -quienes
tampoco fueron capaces de imponer su lengua, pero sí de contaminar las
lenguas romances-. Ese río tenía un nombre en la legua árabe, aún no
bautizado al castellano: Wâdî Selam.
Pág. 11
No hay constancia de la existencia de una carta puebla otorgada al
Ayuntamiento de Beteta –concejo, en la nomenclatura de la época-,
documento que servía para delimitar el término de influencia; ni tampoco
hay referencias en otros textos posteriores que la citen. En realidad, lo
cierto es que esta comarca de la Sierra de Cuenca, que nunca fue camino
fácil para el paso de tropas, ni interesante por sus valores económicos o
estratégicos, debió estar casi siempre al margen de las luchas medievales.
Adquirió cierta relevancia luego de la ocupación y población cristianas; por
eso los documentos acreditan la existencia de un castillo en Beteta después
de pertenecer al señorío del obispo seguntino, pero no antes. Ahora sí es
conveniente defenderla de los árabes que la limitaban al el este con las
fortalezas de Albarracín y Huélamo, y al sur con la de Cuenca. Antes, las
altas sierras del Tajo eran frontera natural; luego, cuando la frontera saltó la
cuenca alta del Tajo, la vega del Guadiela sí era más fácilmente accesible y,
por tanto, al ser también vulnerable, precisaba protección.
Volviendo a los casares propiedad de García Ramírez, opino, como
luego diré, que esta persona tuvo poco tiempo de señorear la vega, por lo
que, cuando más tarde la ocupó y pobló el obispado de Sigüenza, tenía un
dueño que hacía décadas que no ejercía. Por eso los Lara y el obispo don
Pág. 12
Cerebruno de Sigüenza no tuvieron inconveniente en atribuirlo a la tierra
de la villa de Beteta, aunque sus regidores dudaran de a quien correspondía
la auténtica propiedad. Por eso la elegirían como el término más adecuado
para satisfacer una demanda a la que, obviamente, no se podían negar.
4. ¿Quien fue García Ramírez, señor de Los Casares?
La primera conclusión que podemos sacar, por el nombre, es que se
trata de un hidalgo de alguno de los reinos cristianos; la segunda, por las
fechas en que aparecen las citas, que se obtuvo la titularidad del lugar
arrebatándosela a sus anteriores dueños musulmanes en un momento en
que la frontera cristiana avanzaba hacia la cabecera del Tajo por la Sierra
de Cuenca; la tercera, por los documentos conocidos, que sería el primer (o,
tal vez, el segundo) caballero dueño del solar; y la cuarta, también por lo
mismo, que esa tierra debió ocuparse en las primeras tres décadas del siglo
XII.
Para mantener lo dicho en el párrafo anterior, refresquemos antes lo
que conocemos por la historia. Sabemos que el rey de Aragón, Alfonso I el
Batallador -quien por su matrimonio con la hija de Alfonso VI, Urraca, se
consideraba Emperador de la Hispania conquistada y se titulaba, por tal
motivo, también rey de León, de Castilla y de Toledo-, asedió Molina
desde al menos octubre de 1127, hasta apoderarse de ella en diciembre de
1128. Entre los caballeros que le servían se encontraba García Ramírez,
quien pasados los años reinstauraría el reino de Navarra. Aunque no consta
que participara en el asedio, o en acciones militares complementarias, sí
sabemos que era vasallo leal del Batallador, quien le concedió el señorío de
Monzón en 1126, el de Tudela en 1133 y el de Calatayud en 1134. Quien sí
es seguro que acompañó a Alfonso I durante los quince meses de asedio a
Molina fue el conde Rotrón de Perche, padre de Margarita, la primera
mujer de García Ramírez y señor de Tudela en ese momento.
Probablemente, con ocasión de la boda, cedió el señorío de Tudela al
infante de Navarra, razón por la que éste lo incluye entre sus dominios al
menos desde 1133. De hecho, encontrándose Alfonso I en la puebla de
Almazán en el verano de 1128, mientras duraba el asedio de Molina,
concedió al conde Rotrón la villa de Corella, municipio próximo a Tudela.
Pág. 13
Como nadie vino en auxilio de Molina, es evidente que sobraban
tropas para controlar los caminos y evitar que entraran alimentos a la
población refugiada dentro de sus murallas. Dicen las crónicas que los
ejércitos de Alfonso I invadieron las tierras de Cuenca e hicieron grandes
daños a las poblaciones bajo dominio árabe15
.
Cruzando el Tajo por el vado de Peralejos -lugar por el que siempre
ha pasado el ganado trashumante, aún incluso sin necesidad de puente, pues
estamos en un lugar próximo a su nacimiento, en donde el caudal no es
abundante, y subiendo el collado de Rabadán-, nos encontramos con las
fuentes del Guadiela y su fértil vega. Para ese momento la población, o
mejor, los cabecillas musulmanes de la zona, habrían huido por miedo a las
represalias. Las racias ejercidas en toda la tierra molinesa y conquense para
amedrentar a la población y confiscarles riquezas con las que alimentar las
tropas sitiadoras debieron ser importantes: estamos hablando de un periodo
mínimo de quince meses. La población humilde, es decir, vasallos
mozárabes o musulmanes, pudieron huir o no, pero los oligarcas seguro que
escaparon de posibles represalias. Quedaba tierra sin dueño que la
reclamase. Es en ese momento en el que considero que el rey aragonés
otorgó al joven García Ramírez, o al que sería su suegro, el conde Rotrón
15
Según Zurita, este monarca hizo una incursión en 1124 por las fronteras de Cuenca y Molina, ciudades
que le eran ya tributarias, pero no consigue apoderarse de ellas. Jerónimo Zurita, Anales de Aragón, 1560,
libro I, capítulo IL.
Por esos años El Batallador funda un convento para la Orden del Santo Sepulcro en Monte Real
(Monreal), a la que cede, entre otras, la mitad de las rentas de lugares como Molina, Cuenca, Buñol y
Segorbe, ciudades musulmanas tributarias del aragonés. Jerónimo Zurita, Anales de Aragón, libro I,
capítulo XLV.
Pág. 14
de Perche, en pago de los servicios prestados, las propiedades que tomaron
su nombre.
La conquista de Molina, unida a las anteriores de Daroca, Monreal y
otras fortalezas ya ocupadas en la vega del Jiloca, tenía como propósito
más importante para Alfonso I dominar una vía que le permitiera llegar al
mar -lo que era su obsesión, en tanto que cristiano protector y admirador de
las órdenes militares que hacían cruzadas por el Mediterráneo para
recuperar Jerusalén-, pero para entonces ya no tuvo tiempo de ocuparse en
la repoblación de Molina: Alfonso VII, hijo de Urraca en su primer
matrimonio, le disputaba la titularidad sobre estas tierras, y en su reino
aragonés, que no pasaría del millón de habitantes, no había personas
suficientes para poblar el valle del Ebro, su principal vía de avance, más las
tierras del Jalón y Jiloca que había ocupado.
Para justificar la afirmación de que Alfonso I El Batallador no tuvo
tiempo de poblar las conquistas hechas en tierras de Molina, es preciso
traer aquí algunos datos sobre lo que acontecía mientras tanto en Castilla y
León. Retrocedamos, primero, hasta Alfonso VI, rey de León desde 1065,
quien consigue reunificar el antiguo reino de su padre a la muerte de su
hermano Sancho II de Castilla (1072)16
. Poco más tarde, en 1085, ocupa
Toledo y, con él, extiende la frontera castellano-leonesa desde el Duero
hasta el Tajo. Este monarca comienza a soñar con la idea de unificar todos
los reinos peninsulares bajo un mismo liderazgo17
. Sus esperanzas de
sucesión en todos sus dominios y de ampliación de éstos estaban puestas en
su hijo Sancho, nacido del matrimonio con Zaida, la mujer del caíd de
Córdoba, Fatal Mamún, y nuera del rey de Sevilla, Al Mutamid. Pero sus
planes se truncan cuando el infante muere en la batalla de Uclés (1108), un
año antes de su propia muerte. Cuatro años antes, concretamente en 1104,
su hija Urraca había sido casada con el conde francés Raimundo de
Borgoña, de cuyo enlace nacería en 1105 Alfonso Raimúndez, quien más
tarde devendría en Alfonso VII. Aún en vida del conquistador de Toledo,
Urraca queda viuda y legítima heredera de sus reinos. Pero Alfonso VI, que
en sus últimos años había padecido importantes derrotas frente a los nuevos
invasores africanos, los almorávides, muerto Sancho, desconfiando de la
capacidad de su hija para contener el potente ejército musulmán y a la vez
manejar adecuadamente a la ambiciosa nobleza de sus reinos, pacta un
nuevo matrimonio de Urraca con su primo el rey aragonés, Alfonso I El
Batallador, que para entonces ya había acreditado sus dotes de gran
estratega. De este modo, además, toda la España cristiana tendría un sólo
16
Hablamos del Alfonso a quien el Cid Campeador, según el romancero, hizo jurar en Santa Gadea de
Burgos que no había intervenido en conjuras para matar a su hermano Sancho. 17
De hecho, aunque nunca fue coronado Emperador, empezó a titularse “Adefonsus Imperator super
omnes Hispanias naciones constitutus”. Manuel Recuero Astray, Alfonso VII Emperador, pág. 41.
Pág. 15
caudillo, lo que coincidía con su vocación imperial. Pero el conquistador de
Toledo no pudo prever el desastre en que se convirtió esa unión.
Alfonso VI murió en 1109 e inmediatamente después se celebró el
matrimonio entre la sucesora de Castilla y León y el rey de Aragón y
Navarra. Urraca debía tener un carácter soberbio y Alfonso I, además,
debía ser un pésimo amante, a quien las crónicas lo describen como
misógino. De hecho, en este periodo matrimonial dicen los historiadores
que fue un Lara, el conde Pedro González, el verdadero amante de Urraca,
con quien se documenta que tuvo un hijo, Fernando. El hecho es que
Alfonso I no fue capaz de imponerse en Castilla y León, en donde se vivió
una auténtica guerra civil entre sus partidarios, los de Urraca, los señores
que entre sí peleaban por ampliar su poder y los partidarios de Alfonso
Raimúndez, hijo del primer matrimonio de Urraca, quien finalmente
acabaría imponiéndose con el nombre de Alfonso VII. El Papa, presionado
por el arzobispo de Toledo y legado pontificio, Bernardo, declara nulo el
matrimonio por razón de consanguinidad, y El Batallador, obediente a
Roma y harto de las disputas conyugales, repudia a Urraca en 1114: sus
derechos sobre Castilla y León, que sigue reivindicando no obstante bajo la
idea imperial encargada sin duda por su suegro Alfonso VI, se
deslegitimizan aún más frente a sus opositores.
En 1117, con 12 años,
coronan a Alfonso VII como rey
de Toledo. En 1126, tras la
muerte de su madre, se le
proclama rey de Castilla y León:
tiene entonces 21 años. Todavía
el rey aragonés y sus partidarios
no reconocen su legitimidad y El
Batallador se sigue titulando rey
“in Castella et in Aragone sive in
Pampilona”18
. La confrontación
entre el joven Alfonso VII y su
padrastro, El Batallador, empieza
a ser directa y a decantarse por el
primero, que poco a poco va
ganándose la confianza de los
notables del reino: En 1127 los
ejércitos de ambos monarcas,
acampados frente a frente en
tierras de León, rehuyen el enfrentamiento y firman un tratado, acordando
18
Así lo hace aún en 1128, durante el asedio de Molina. A partir de 1129 empieza a desaparecer de sus
diplomas el título de rey de Castilla.
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sus respectivos dominios, en Tamara. Ese mismo año, en otoño, el aragonés
inicia el asedio de Molina, que en el Tratado de Tamara debía corresponder
a su territorio de expansión.
Alfonso I, sin descendencia y ofuscado con su ideal de Cruzada para
conquistar Tierra Santa –el ideal dominante en ese momento en Europa-,
hace testamento de todos sus reinos a las órdenes militares. Éstas tienen sus
vistas puestas en Palestina y les falta capacidad e ilusión para combatir el
frente árabe que existe en España. En realidad, alguna de ellas, como la
Templaria, ve en España un lugar en el que hacer caja para otras empresas,
pero apenas se sacrifica en esta parte del frente antimusulmán. Por eso,
cuando poco después de la estrepitosa derrota que Alfonso I sufre en Fraga
el rey aragonés muere (1134) y su poder se desintegra. A su muerte, los
navarros se independizan de Aragón, proclamando rey a nuestro conde
García Ramírez, al que llamaron García Ramírez V, el Restaurador; y los
aragoneses nombraron rey al hermano de Alfonso I, Ramiro El Monje. Para
entonces Alfonso VII se había convertido en el árbitro del reino del
Batallador, a cuyos nuevos reyes sometió a vasallaje.
Coincide, pues, en el intervalo que va de 1128, el de la ocupación de
Molina, y 1134, el de la muerte del Conquistador, el traspaso de soberanía
hacia el rey castellano de las tierras gobernadas o ganadas por el aragonés
en la zona que va de Soria hasta Teruel, a ambas márgenes del Tajo: el
límite en el Alto Tajo lo pone el señorío de Albarracín, que se integraría
más tarde en el reino de Aragón.
A partir de este momento son el linaje de Lara y el obispo de
Sigüenza, ambos por encargo de Alfonso VII, los más activos en poblar
Molina y las tierras de Cuenca situadas al sur del río. Rápidamente se
producen los acontecimientos, que coinciden, además, con el
debilitamiento del poder almorávide: Manrique de Lara se erige en señor de
Molina, sin que conste que hubiera oposición militar ninguna; don
Cerebruno, obispo de Sigüenza, somete a sus dominios la tierra de Beteta,
en donde tampoco consta que se produjera ninguna clase de oposición; y
los Casares de García Ramírez, cuyo dueño se encontraba para entonces
bastante ocupado en consolidar su reino navarro frente a aragoneses y
castellanos que le disputaban territorios, pasan pacíficamente, por
donación, al monasterio de Santa María de Huerta.
5. De los Casares de García Ramírez a la aldea de Pinilla
Si en el 1185, con ocasión de la entrega que Alfonso VIII hace a la
Orden de Santiago de Villanueva de Alcorón, se citan lo Casares de García
Ramírez por última vez, como hemos visto antes, con el paso de los años se
documenta la existencia de una nueva aldea llamada Pinilla en el mismo
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lugar, o quizás un poquito más abajo de donde estarían aquellos. Sobre este
lugar, hoy también despoblado, del que quedan ruinas visibles a simple
vista en la ladera solana del valle del Guadiela, ya escribimos algo en el
número 2 de la revista Mansiegona19
.
La repoblación la realizarían, sin duda, los frailes de Santa María de
Huerta. Y, como era costumbre, habría desplazamiento de pobladores
traídos de otras tierras del norte ya consolidadas. ¿Y en donde mejor para
buscar los agricultores y pastores necesarios para poner en explotación la
finca recién adquirida que de entre los siervos que tenían en su propio
señorío de Cantavos y Huerta? Julio González transcribe un diploma de
1184 por el que Alfonso VIII confirma y delimita el término del
monasterio, y uno de los parajes citados se identifica como “fontem que
dicitur de la Penela”20
. Pues bien, si echamos un vistazo al mapa de la tierra
bajo jurisdicción del abad de Santa María de Huerta, nos encontramos con
dos municipios de la provincia de Soria con un nombre similar: uno se
llama Fuentepinilla, y el otro Pinilla del Campo, cuyas características
geográficas son parecidas a las de este lugar de la Sierra de Cuenca21
.
¿Vendrían de ahí los nuevos habitantes que fundaron el pueblo y lo
bautizaron con el mismo nombre de su lugar de origen? Obviamente, es
una hipótesis indemostrable, al menos hasta donde yo sé, pero no me digan
que no resulta lógica, considerando que ésta era una práctica habitual en
muchos poblamientos de frontera.
19
Revista Mansiegona, 2007. Edita Asociación Cultural Mansiegona. Masegosa, (Cuenca) 20
Julio González, El reino de Castilla en la época de Alfonso VIII. Colección diplomática, Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. Escuela de Estudios Medievales, Madrid, 1960, pág. 725.
21
Las coordenadas de Fuentepinilla son éstas: 2º 45´ 46´´ Oeste y 41º 34´ 1´´ Norte. Y las de Pinilla del
Campo, éstas: 2º 5´ 3,9´´ Oeste y 41º 43´ 1´´ Norte.
Pág. 18
Después de la famosa batalla de Las Navas de Tolosa, ganada por
Alfonso VIII en 1212, la frontera de Castilla con Al-Andalus se desplazó
definitivamente del valle del Tajo al del Guadiana. Este hecho debió tener
una importancia trascendental para la economía ganadera de Castilla, y por
ende, de quienes aprovechaban los frescos pastos de verano en las sierras
de Molina y Cuenca, que de nuevo podían desplazarse al valle del Alcudia
y a las dehesas de Jaén sin sufrir los inconvenientes del cruce de fronteras.
Al desplazarse el frente militar hasta el Guadiana, y teniendo en cuenta,
además, la despoblación por el miedo reinante en aquellos territorios, que
tantas veces en las últimas décadas habían visto fluctuar la frontera, la
repoblación de las nuevas tierras conquistadas por Castilla debió ser tarea
urgente e imprescindible. Ahora, ciudades como Molina, Cuenca, Huete,
Sigüenza, etc. han prosperado significativamente y se pueden permitir
prestar población para hacer habitables las nuevas plazas. Bajo el Fuero de
Cuenca se consolidaron muchos de los lugares repoblados después de la
batalla de las Navas de Tolosa.
Pues bien, aún a riesgo de que se me tache de temerario, debo decir
que en la Sierra de Cazorla, provincia de Jaén, se localizan los siguientes
topónimos: Cortijo de Fuente Pinilla, arroyo de Fuente Pinilla y Dehesa de
Fuente Pinilla22
. Tendremos que decir que es casualidad porque no
podemos ir más lejos, pero creo que muchas veces denominamos
casualidad a lo que simplemente desconocemos. En todo caso, lo que sí
podemos afirmar con seguridad es que entre esas tierras y las del Alto Tajo
ha habido, hay, y debió de haber desde mucho antes de que la humanidad
reflejara por escrito algunos de sus acontecimientos, infinidad de
intercambios entre familias que se dedicaban a la ganadería trashumante.
22
Sus coordenadas son éstas: 2º 48´ 3´´ Oeste y 38º 13´ 3´´ Norte.