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REVISTA MENSUAL JUNIO DE 2008 AÑO VII Nº 96 2 PESOS ISSN 1669-9122 Los conflictos por los frutos de la tierra, en todas partes y al mismo tiempo

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REVISTA MENSUAL

JUNIO DE 2008

AÑO VII • Nº 96

2 PESOS

ISSN 1669-9122

Los conflictos por los frutos de la tierra, en todas partes y al mismo tiempo

REVISTA MENSUAL JUNIO DE 2008

AÑO VII • Nº 96 ISSN 1669- 9122

Equipo de trabajo: Claudio Adrianzen, Sebastián Juncal, Julián Kan, Sebastián Ortiz, Mariano Ronzoni, Diego Tavormina, Fabián Ulmann, Inés Van Peteghem, Alejandro Viegas, Martín Yuchak. Dibujo de tapa: colectivo Furgón. Responsable de la publicación: Alejandro Viegas. Fuentes consultadas: EE.UU.: Wall Street Journal (WSJ), New York Times (NYT); Washington Post (WP); Usa Today (UT). – Francia: Le Fígaro (LF); Le Monde (LM) – Gran Bretaña: The Economist (TE); BBC News (BBC) – España: El País (EP); suplemento Nueva Economía de El Mundo (NEEL) – México: La Jornada de México (LJdM) – Venezuela: El Universal (EUn) – Colombia: El Tiempo (ET) – Bolivia: Los Tiempos de Cochabamba (LTC) – Perú: La República (LR) – Brasil: Folha de Sao Paulo (FSP); O estado do Sao Paulo (OSP); Folha da Tarde-Folha de Sao Paulo (FDT-FSP) – Argentina: Clarín (C); La Nación (LN); Página 12 (P/12) Página web: www.analisisdecoyuntura.com.ar Para contactarnos: [email protected]

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En este número Quienes hacemos el Análisis de Coyuntura comenzamos a introducir cambios que entendemos necesarios para profundizar nuestro trabajo y alimentar a lo lectores en su práctica política cotidiana. La principal manifestación de ese cambio es la eliminación de la separación en regiones. Obviamente, dicha arbitraria segmentación de un proceso global se relacionaba con la organización de las tareas concretas necesarias para llevar adelante una publicación de este tipo. La decisión, fruto de discusión colectiva en la cuál el aporte de los lectores resultó, como siempre, fundamental, recién comienza a implementarse. Es lógico, por ende, que aún subsistan desacoples en el relato que sólo la experiencia y la práctica pueden perfeccionar. En definitiva, es la expresión misma de la permanente necesidad de evolución y transformación de toda producción intelectual que pretende dar cuenta de la realidad desde y para una práctica política. La oportunidad no puede ser más propicia. Los eventos recientes que exponemos en el presente número como un todo más coherente, resaltan los diversos ámbitos en que la lucha de los pueblos se despliega de manera simultánea y concatenada. En ese sentido, nuestro país parece haberse transformado en una especie de laboratorio donde los conflictos internos condensan situaciones nacionales, regionales y mundiales. Es probable, sin embargo, que a cada persona comprometida con lo que sucede en la sociedad donde resida y que, por ende, utilice un ojo crítico para observar la realidad, le suceda lo mismo respecto de su país. La “globalización de los conflictos”, categoría que merece una discusión crítica profunda para no caer en el maniqueísmo que los medios promueven para ocultar la esencia de los procesos, es quizás lo que da consistencia a esa sensación de multiplicidad de actores simultáneos en diversos planos y que se conjuga en todos y cada una de las personas que actúan para modificar sus condiciones de existencia. Con seguridad estamos más cerca de un cambio radical para la humanidad, necesariamente global, pero se requiere una mayor comprensión y análisis de las mediaciones para la acción concreta sobre el territorio que la aplicación de nuevas relaciones sociales necesita. Esa circunstancia las aleja un tanto. El cambio que proponemos para el Análisis es justamente trabajar sobre esa distancia a partir de la empatía que se observa en los procesos en la mayor parte del globo.

4 Una Lima de Cumbres 4 Algunos entredichos que antecedieron los encuentros 10 La reconquista 11 Poder blando y duras realidades 12 El caso mexicano como paradigma de la “integración” 13 Política exterior de la Europa integrada: ¿estigma o solución práctica? 15 Todos los caminos conducen a Doha 17 Para construir hay que romper, y para reconstruir hay que destrozar 19 De la fluidez de las alianzas a la compartimentación y el abroquelamiento 20 Dime cómo repartes y te diré cómo debes producir 23 Porque no todos somos iguales 23 Integración regional y crecimiento de la “otra” industria 25 Fin de la tregua: “Se van caldeando los ánimos” 26 La economía en riesgo para el imperio (o el boicot externo) 26 Manual de Grondona I: el nuevo modelo económico agroindustrial exportador 27 Copamiento y neutralización del Partido Justicialista 29 Llamado al repliegue de la protesta terrateniente: hacia el armado del partido agroindustrial 29 Manual de Grondona II: Constitución del Partido Agroindustrial Exportador 30 El hecho político del 25 de mayo

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Los conflictos por los frutos de la tierra, en todas partes y al mismo tiempo

Cumbre de Lima: discusiones en las alturas por lo que pasa aquí abajo Una Lima de Cumbres

A mediados de mayo, se desarrolló en la ciudad de Lima la V Cumbre de América Latina, Caribe y Unión Europea, cuya agenda consistió principalmente en las temáticas pobreza, desigualdad e inclusión. Allí, cin-cuenta jefes de estado se reunieron en una ciudad valla-da, custodiada por 50 mil efectivos de las fuerzas de se-guridad. Esta quinta reunión –la primera fue celebrada en Río de Janeiro en 1999–, al igual que las cuatro ante-riores, ha transitado más por la formalidad y los deseos de acercamiento –comercial, sobre todo– que por avan-ces concretos en los temas sustanciales. Al día siguiente de finalizar el evento, tuvo lugar la cumbre entre el MERCOSUR y la UE.

Mientras que la primera de las cumbres mencionadas arrojó buena cantidad de floreados discursos, sin dema-siada trascendencia, sobre los tópicos en cuestión, en la segunda tuvieron lugar polémicas de importancia geo-política. El acuerdo comercial entre ambos bloques se encuentra estancado desde hace años, reflejando el es-tado por el que transitan las negociaciones internaciona-les sobre comercio agrícola, igualmente detenidas. Días más tarde tendrían lugar las conversaciones de la Ronda de Doha propiamente dicha, donde las barreras arance-larias y los subsidios volvieron a ser el eje central de las discusiones comerciales. En ese sentido, las cumbres mencionadas sirvieron para sintonizar las diferentes po-siciones, atenuando los efectos mediáticos de un inelu-dible fracaso, e intentar delinear posibles preacuerdos para facilitar la engorrosa tarea en el seno de la OMC.

Pero volviendo a los encuentros de Lima, hubo en los días previos cruces entre algunos líderes políticos de ambas regiones que perfilaron los posicionamientos que

los diferentes países y bloques manifestarían en las cumbres. Hay que destacar que simultáneamente a la V Cumbre –como ya es costumbre ante este tipo de even-tos en la región– se desarrolló la “Contracumbre”, o Cumbre de los Pueblos, en donde se reunieron repre-sentantes de movimientos sociales, sindicatos, partidos políticos, movimientos indígenas y organizaciones no gubernamentales de varios países de la región. La mis-ma contó con la presencia del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el de Bolivia, Evo Morales. Se aguarda-ba la presencia del presidente ecuatoriano Rafael Correa y del recientemente electo de Paraguay, Fernando Lugo, pero finalmente no asistieron. Uno de los objetivos principales de esta Cumbre de los Pueblos fue la insta-lación de un tribunal permanente de los pueblos para controlar a las 26 transnacionales europeas que funcio-nan en América Latina. El seguimiento a las empresas implicaría un juzgamiento por prácticas de violaciones a los derechos humanos, el no respeto a los derechos la-borales y de contaminación ambiental.

Algunos entredichos que antecedieron los encuentros

Venezuela. Los antecedentes políticos regionales ti-ñeron las noticias sobre la V Cumbre más que lo que se dijo sobre ella misma. Y esto no constituye novedad al-guna siguiendo de cerca la coyuntura latinoamericana reciente. Algunos de los sucesos previos incidieron en el contenido que finalmente tendría. Los recorremos para esclarecer el contenido político de la misma.

Más de una semana antes de realizarse el encuentro, la presidenta de Argentina, Cristina Fernández de Kirch-ner, reafirmó otra vez el vínculo entre su gobierno y el de Hugo Chávez, solicitando nuevamente la definitiva

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integración de Venezuela al Mercosur: “Tenemos que inte-grar fuertemente al Mercosur y también apoyar la integración de Venezuela al Mercosur, porque estaríamos cerrando una ecuación muy importante en materia de alimentos y energía (...) que van a regir la política internacional del siglo XXI” (LN 10/05). Remarcamos que todavía sigue trabada en Brasil la en-trada de Venezuela al bloque a raíz de la presión de los industriales de San Pablo sobre los representantes de la región en el Senado.

Merkel y la región. Justamente el presidente de Ve-nezuela se vio en otra polémica con los europeos, esta vez bajo la voz de la canciller alemana, Angela Merkel. El fuego inicial provino de la representante germana, en una entrevista antes de comenzar su gira, previa a la Cumbre de Lima, por México, Colombia y Brasil. En una entrevista con la agencia alemana de noticias DPA afirmó que “un único país no puede dañar por mucho tiempo las relaciones entre la UE y América Latina. El Presidente Chávez no habla por América Latina (…). Cada país tiene su propia voz, con la que persigue sus propios intereses. El mismo pueblo venezolano ha tomado partido con su rechazo del referén-dum de enero” (LN 11/05). En una polémica con fuerte contenido político ideológico –que muchos creían pe-rimida luego de la caída del Muro y de la desaparición de la Unión Soviética–, la mandataria alemana atacó formas estatales de planificación o de regulación eco-nómica, señalando, en referencia al “socialismo del siglo XXI”, que: “No creo que las economías dirigidas por el Estado puedan dar respuestas mejores y sostenibles a los problemas urgen-tes. Más bien creo que alejan a los países del desarrollo económico positivo y dificultan la cooperación y la participación (…). A lar-go plazo, los gobiernos latinoamericanos deberán ser evaluados se-gún cómo resuelvan los problemas sociales (…). En algunos paí-ses observamos populismos de izquierda” (LN 11/05).

Para marcar aún más las diferencias con los regímenes que fueron objeto de sus críticas, destacó: “al viajar a Brasil y México visité a los socios comerciales más importantes en América latina, pero eso no significa que los otros países latinoa-mericanos no sean significativos para mí” (LN 11/05). Con respecto a Colombia, quedó claro su posicionamiento: “Nosotros apoyamos los esfuerzos del gobierno colombiano para alcanzar una solución al drama de los rehenes” (LN 11/5).

Desde Venezuela, Hugo Chávez respondió fuerte-mente a las críticas de Merkel, en una actitud opuesta a la que tuvo posteriormente en la Cumbre, en donde no fue la voz cantante de la región y la prensa lo trató de “moderado”. Fue todo un cambio respecto de otras cumbres, sobre todo de la última Cumbre Iberoameri-cana, donde respondió duramente al “por qué no te callas!” del Rey Juan Carlos de España.

Las primeras respuestas de Caracas llegaron desde cancillería donde advirtieron que las declaraciones de Merkel “alteran la relación bilateral”, pidiendo a Berlín “respeto recíproco”. “Sus declaraciones no sólo alteran la relación bilateral, sino que también pone en entredicho la intención del go-bierno alemán de querer estrechar los lazos de amistad con todos los países latinoamericanos y caribeños”. Luego, el propio Chávez entró en escena. En su programa dominical

“Alo Presidente” afirmó que la canciller pertenecía a la “misma derecha alemana que apoyó a Hitler y al fascismo. Seño-ra Canciller, váyase usted a... porque es una dama no voy a decir nada más.” Con respecto al rol de Venezuela en la re-gión, respondió: “Venezuela ni en el pasado ni el presente ha sido factor de perturbación en América latina, Europa o el mun-do, y se satisface al saber que la canciller Merkel no es la única voz en la UE. Y un solo país no podrá alterar las relaciones en-tre Venezuela y la UE ni las relaciones birregionales (…). Si voy a Lima a lo mejor la veo y de repente le digo algo y se pone brava (…). Como es una dama, no digo más nada. Ojalá que Europa entienda lo que está pasando en América latina” (todas las citas de LN 14/05).

En medio del entredicho entre Merkel y el gobierno venezolano, el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, se posicionó del lado de Merkel. Du-rante una conferencia sobre las relaciones entre la UE y América latina en México, antes de partir a la cumbre de Lima, advirtió que “a veces, en algunos discursos de América latina, me parece ver un neonacionalismo populista muy negativo desde un punto de vista de desarrollo político y cultural en la mo-dernidad” (LN 14/05).

Desde América Latina, la intervención de otros go-biernos en el entredicho fue nuevamente por interme-dio del presidente de Brasil, Lula Da Silva, quien afirmó que “Chávez no ejerce ni remotamente la influencia que se le atribuye (…). Chávez es el mejor presidente que ha tenido Vene-zuela en los últimos cien años. Europa no necesita tener miedo a la izquierda en América latina” (LN 15/05). Defensa que fue agradecida públicamente por Chávez.

Colombia vs. Venezuela (y Ecuador). En los días previos a la cumbre volvió a subir la tensión entre Ve-nezuela y Colombia, lo que, sumado a la situación con-flictiva entre el gobierno de Uribe y Ecuador, hacía pre-ver una cumbre problemática para los miembros locales. La polémica de fondo entre Caracas y Bogotá osciló en torno a la relación de ambos con EE.UU. y los planes de éste último para la región. Durante su programa de radio y televisión “Aló Presidente”, Chá-vez afirmó que “el gobierno de Colombia es capaz de provocar una guerra contra Venezuela para justificar la intervención de Estados Unidos en Venezuela. ‘Presidente Uribe, piense muy bien hasta dónde es capaz de llegar’.”

A través de la cadena televisiva de alcance nacional, Chávez lanzó una advertencia: “Alerto al continente, al pueblo venezolano, a las fuerzas armadas, acerca de la intención del gobierno de Colombia de provocarnos para una guerra.” Fue categórico en torno a la figura de Uribe, a quien catalo-gó como “peligroso, irresponsable, embustero y manipulador”, acusándolo de liderar un “narcogobierno de derecha.” “No sé cómo es presidente de un país”, remató. También se refirió a los planes de EE.UU. de invadir la región mediante un conflicto bélico que desencadenaría el gobierno colom-biano, sustentado en las supuestas pruebas halladas en las computadoras del asesinado líder de las FARC, José Reyes, que probarían la conexión entre Venezuela y Ecuador con la guerrilla: “Creo que Uribe quiere una guerra, porque está jugando el juego que le mandan desde EE.UU. Y

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Bush está desesperado porque acaba su mandato y se va directo a las letrinas de la Historia. Es un plan del imperio. Ahora busca-ron otra computadora para decir que en Venezuela estamos apo-yando el terrorismo, buscando cualquier excusa para eliminar a Chávez, de cualquier manera. Desde Washington pretenden par-tir a Venezuela, quitarle Zulia y Táchira, y eso sería causa de guerra. Es todo o nada, porque a Venezuela no le quitarán ni un milímetro más.”

Chávez ya había afirmado hace varias semanas pre-suntos planes separatistas del rico estado petrolero del Zulia, que fueron inmediatamente desmentidos por el gobernador, el líder opositor Manuel Rosales. Sin em-bargo, Chávez reiteró sus denuncias: “La única forma de que le arranquen al Zulia o cualquier otra parte a Venezuela es que haya una guerra de secesión.” En este contexto, señala-mos que, al cierre de esta edición, el gobierno venezola-no realizaba la prueba de sus flamantes misiles KH-59 y de los aviones Sukhoi comprados recientemente. Luis José Berroterán, comandante de la Fuerza Área, declaró al respecto: “Cuando tienes una alta potencia apetecible para potencias extranjeras, tú tienes la obligación con tu pueblo para resguardarla” (todas las citas de LN 12/05).

La discusión de fondo: el librecomercio. Para el día siguiente a la finalización de la V Cumbre estaba programada una reunión específica entre el Mercosur y el bloque de 27 países europeos para discutir sobre las suspendidas negociaciones del acuerdo comercial entre ambos y la cuestión de la liberalización comercial mun-dial que se trataría poco después en la Ronda de Doha. En su intervención en la cumbre, la presidenta argentina discutió en duros términos con el titular de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, quién pidió más “realismo” al Mercosur. Durão Barroso le reclamó al bloque sudamericano que abra sus mercados de indus-tria y servicios si quiere más penetración de sus produc-tos agrícolas y agroindustriales en Europa. Cristina Fer-nández de Kirchner le respondió: “Esto se está planteando

como si fuera un maniqueísmo, de un sí o un no. La cuestión está en el quántum (…). Hay que reconocer las asimetrías, las dife-rencias de desarrollo de los bloques. Si no, este ejercicio diplomáti-co que hicimos ayer durante 24 horas de hablar de pobreza e in-equidad, habría sido inútil porque al final terminamos discutiendo condiciones que traerán más pobres y más víctimas.”

El representante europeo replicó en forma tajante: “Los países del Mercosur tienen mucho que ganar en agricultura, pero no van a ganar eso si no hacen concesiones en el ámbito in-dustrial y de servicios. Eso debe quedar claro.” La presidenta Cristina Fernández respondió de la siguiente forma, ex-presando el interés de la región y recordando la comple-ja relación que unió al continente europeo con las actua-les tierras americanas: “En cualquier negociación, si alguien reduce de un lado, se reduce del otro. Esto pasa incluso cuando uno negocia espejitos de colores. Yo te doy uno y el otro da otro. Nunca hay una negociación a cambio de nada, señor Barroso. Se-ría absurdo que planteáramos que no vamos a dar nada en lo in-dustrial, pero que nos den en agricultura. (…) lo importante es ver qué está entregando uno y otro. Aparentemente, puede parecer que los dos entregan lo mismo, pero hay que ver cuánto representa eso para cada parte, según los tamaños de las economías y las condiciones sociales. La pobreza no vino a América latina como el viento y la lluvia, sino por la desapropiación de recursos desde que fue descubierta, más allá de los errores de las dirigencias locales. No está en la UE la mayor cantidad de pobres, sino que la ma-yoría está en América Latina” (todas las citas de LN 18/05). Más adelante retomaremos las implicancias de este debate en el interior de la Argentina.

Corresponde observar cuál es el la envergadura de los intereses de la UE en la región en términos estadísticos para comprender el grado de virulencia alcanzado du-rante las reuniones. Puesto que es digno de destacar que las cuatro anteriores, si bien mostraron la misma inca-pacidad de mostrar avances sustanciales, no tuvieron es-te nivel de reproches mutuos.

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Los intereses del Norte que se defienden en el Sur Es lugar común la idea de que la UE, y dentro de ella

España, ingresaron como inversores fuertes en el tradi-cional “patio trasero” de EE.UU. Algunos datos respec-to de las inversiones acumuladas en los últimos años efectivamente lo corroboran, aunque por supuesto hay importantes diferencias entre los diferentes países.

En efecto, es evidente el gran peso de las inversiones europeas, que superan la mitad de los montos recibidos en Brasil, Perú y Argentina. Por otro lado, el dominio de EE.UU. es claro en el caso de México, y su peso no deja de ser importante en el resto de los países.

Observando los datos en el tiempo, para estos mis-mos países (que concentran el 90% de la IED hacia la región), vemos marcadas divergencias entre países que atraen crecientes montos de inversión frente a los que la han visto descender.

No casualmente las diferencias coinciden con la firma o no de Tratados de Libre Comercio (TLC) con EE.UU. Estos países pueden ofrecer a los inversores el acceso a la explotación de recursos naturales y de mano de obra barata con miras a exportar al mayor mercado de consumo del mundo. Por otro lado, aquellos países cuyos gobiernos expresan alianzas sociales con otro tipo de metas de integración regional sufrieron una desinver-sión acelerada. La expresión política de ello fue la derro-ta del ALCA y la negativa a aceptar la estrategia de avance estadounidense mediante pactos bilaterales. Es-tos mismos tres países también han detenido, y en casos puntuales revertido, el proceso de privatizaciones de empresas estatales que atrajera durante los años noventa sobre todo a empresas europeas.

Estas cuestiones pueden verse a la luz del peso de es-tas inversiones en las economías de la región. Las ventas de las 12 mayores transnacionales (excluidas las finan-cieras) sumaron en 2006 casi 190.000 millones de dóla-res. Para tener un dato de referencia, el producto bruto argentino de ese mismo año fue de 210.000 millones. De las 60 mayores transnacionales que operan en Amé-rica Latina, 25 son estadounidenses, 24 de la UE (de-ntro de las cuales hay 5 alemanas, 5 francesas, 4 españo-las y 3 inglesas), 5 son asiáticas (3 de Japón, una de Corea y otra de India), 4 latinoamericanas (Telmex, Pe-trobrás, Techint y Cencosud) y 1 anglo-australiana. Si consideramos las ramas en que actúan tenemos a 30 en la industria, 13 en los servicios (comercio, telecomuni-caciones y electricidad), 9 en la transformación de pro-ductos agrícolas y 8 en la extracción de minerales e hidrocarburos.

Las diferentes ramas en que actúan estas transnacio-nales ilustran los diferentes motivos que justifican los desembolsos a la hora de invertir. Las ganancias que as-piran obtener pueden estar vinculadas principalmente a la búsqueda de recursos naturales (petróleo, gas y mine-ría), de mercados locales o regionales (servicios y algu-nas industrias) o bien de bajos costos de producción pa-

ra responder a la demanda de mercados de países desarrollados (la industria en los casos de México y el Caribe). ¿Qué significa esto para los países que reciben las inversiones? Bastante menos de lo que prometen las voces que reclaman a gritos el mejoramiento del clima inversor para salir del subdesarrollo. La explotación de cualquiera de es-tas fuentes de ganancias por empresas monopóli-cas conlleva riesgos innegables de perpetuación del atraso. En el caso de los recursos naturales porque las actividades tienden a tomar carácter de enclaves que no dinamizan al conjunto de la eco-nomía nacional, con muy bajo grado de eslabo-namientos con otras ramas. A esto agreguemos efectos ambientales adversos en el caso de la mi-

Porcentaje de Inversión Extranjera Directa (IED)

Origen Destino (período)

EE.UU. UE

(sin España)

Espa-ña

Venezuela (1994-2004) 21% 11% 8%

México (1996-2006) 62% 17% 9%

Chile* (1996-2006) 21% 22% 27%

Argentina (1994-2004) 16% 25% 35%

Colombia** (1994-2003) 12% 27%

Perú (1994-2004) 17% 32%*** 29%

Brasil (1996-2004) 27% 46% 21%

Otros inversores de importancia: * 16% - Canadá ** 35% - Antillas y Centroamérica *** 19% - Gran Bretaña

Fuente: www.econolatin.com

Flujos de Inversión Extranjera Directa (IED) Período Destino

1993-1997 1998-2002 2003-2007 Dif. % entre

últimos quinquenios

Colombia 2.410 2.290 6.094 166%

Perú 2.443 1.539 2.864 86%

Chile 3.332 5.000 8.056 61%

México 10.681 18.946 20.594 9%

Brasil 8.015 26.463 19.345 -27%

Argentina 5.629 9.202 4.360 -53%

Venezuela 2.111 3.408 1.234 -64%

Total 7 países 34.621 66.848 62.547 -6% Total Latinoa-mérica y Caribe 38.342 74.310 72.254 -3%

Fuente: La inversión extranjera en América Latina y el Caribe, CEPAL, 2007.

8 El obstinado retorno de la Unión Europea al “patio trasero”

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nería y el petróleo. Si observamos el caso de la búsqueda de mercados

nacionales y regionales, la instalación de empresas del mundo desarrollado en mercados de menor escala y mayor protección ha estado lejos de llevar la produc-ción de servicios al nivel internacional. Además, las condiciones regulatorias y de competencia ha menudo se han tornado objeto de litigio, como lo muestra la cantidad de demandas de empresas transnacionales en tribunales internacionales: 74 demandas (entre comple-tas y pendientes) en el CIADI, 37 de ellas contra Argen-tina. Para los países receptores de la inversión, esto re-sultó en costos financieros directos y en pérdidas concretas de capacidad de acción soberana.

Finalmente, en el caso de la producción para merca-dos desarrollados también son varias las promesas rotas. La transferencia y asimilación de tecnologías, los nuevos encadenamientos productivos y la capacitación de re-cursos humanos locales han sido mucho menos de lo que se esperaba. El ejemplo de la maquila mexicana muestra una alta dependencia de las importaciones de insumos (lo que atenta contra la posibilidad de desarro-llar cadenas de valor locales) y una explotación sistemá-tica de la barata mano de obra local para operaciones limitadas al ensamble de piezas.

A fin de cuentas, se trata de capitales excedentarios de los países centrales, capitales que no encuentran espa-cios de inversión lucrativa en sus países y que buscan acrecentar sus beneficios en la periferia incorporada al mercado mundial, ávida de capital y generosa en brazos y materias primas mucho más baratas. Que en esto se

basen esperanzas de solución a los masivos problemas de las poblaciones de la región hablará, en unos casos, de mirada interesada y en otros de miopía. Basta consta-tarlo para reconocer la necesidad de adoptar otros ca-minos.

En torno al peso específico de la UE en el continente americano, observamos que es el principal socio comer-cial del MERCOSUR, dando cuenta del 23% del co-mercio exterior del bloque (en 2007 se registraron 18.200 millones de euros de importaciones de la UE y 24.100 millones de exportaciones), y principal fuente de Inversión Extranjera Directa (IED) con más de 17.000 millones de euros anuales. Respecto de la Comunidad Andina de Naciones (CAN), integrada por Bolivia, Co-lombia, Ecuador y Perú, la UE también es el principal inversor (25% de la IED regional) y representa el 12,3% de su comercio exterior. El caso de América Central es algo diferente. La cercanía de los países del CAFTA (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nica-ragua y Panamá) con EE.UU. lo transforma en el prin-cipal actor económico en la región. Por añadidura, el pequeño tamaño de sus economías lo convierten prin-cipalmente en proveedor de mano de obra barata más que mercados o destinos de inversión (quizás la única excepción sea el turismo, que tiene sus peculiaridades como rama dentro de los servicios). Dicha situación só-lo puede ser aprovechada por EE.UU. porque Europa dispone de regiones similares más cercanas a sus pro-pios mercados. De esta manera, las conversaciones con el Caribe y Centroamérica tienen más importancia polí-tica que económica para la UE.

Mayores empresas/grupos transnacionales no financieros, según ventas consolidadas en América Latina, 2006

Empresa País Sector Ventas Principales subsidiarias General Motors EE.UU. Automotriz 26.430 México, Brasil, Colombia, Argentina

Wal-Mart EE.UU. Comercio 24.882 b México, Brasil, Guatemala, Costa Rica, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Argentina

Telefónica de España España Telecomunicaciones 23.166 Brasil, Argentina, Chile, México, Perú, Colombia, Ecuador

Volkswagen Alemania Automotriz 17.884 México, Brasil, Argentina

Repsol-YPF España Petróleo/Gas 16.900 Argentina, Brasil, Bolivia

Telmex/América Movil a México Telecomunicaciones 15.400

Brasil, Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, Ecuador, Perú, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, República Dominicana

DaimlerChrysler EE.UU. Automotriz 15.111 México, Brasil, Argentina

Ford EE.UU. Automotriz 11.170 Brasil, México, Argentina

Nestlé Suiza Alimentos 9.768 México, Argentina, Brasil, Chile

Royal Ducth-Shell

Países Bajos/Reino Unido

Petróleo/Gas 9.757 c Brasil, Argentina, Venezuela

Cargill EE.UU. Agroindustria 9.609 Brasil, Argentina

Endesa España Energía 8.920 Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú a Empresa con origen en México, la cifra corresponde a ventas en América Latina pero fuera de su país de origen.

b Corresponde a ventas en Brasil, México, Guatemala y Argentina.

c Corresponde a ventas en Brasil y Argentina.

Fuente: La inversión extranjera en América Latina y el Caribe, CEPAL, 2007.

Los conflictos por los frutos de la tierra, en todas partes y al mismo tiempo 9

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El obstinado retorno de la Unión Europea al “patio trasero” La penetración del capital europeo en América Latina

fue el factor fundamental de la inserción de esta región en el esquema de división internacional del trabajo que se consolidó con renovado impulso a partir de media-dos del siglo XIX. En rigor, esa división del trabajo es la conformación en la práctica del mercado mundial, en donde el lugar ocupado por cada territorio se basa en las condiciones naturales pero que se desarrolla en defi-nitiva por las relaciones de fuerza políticas. En esas dé-cadas, las inversiones europeas se canalizaron hacia las actividades consideradas clave para el desarrollo del modelo exportador, correspondiente al rol de productor de materias primas para abastecer el mercado interno del núcleo de países industrializados de Europa. Las ac-tividades accesorias para desarrollar las producciones agropecuarias y mineras se convirtieron así en esenciales para su expansión. Fundamentalmente, el grueso de la inversión extranjera fluyó a las ramas de transportes (en especial ferrocarriles) y de servicios bancarios.

Como una suerte de resabio de los vínculos comercia-les neocoloniales establecidos a principios de la etapa independentista, básicamente con Inglaterra, y debido al carácter todavía incipiente del capitalismo estadouni-dense, hasta principios del siglo siguiente las empresas europeas ostentaron una influencia casi indiscutida en materia de inversiones y acceso a los mercados y bienes latinoamericanos, con la excepción de la áreas de in-fluencia más sensibles de los EE.UU.: es el caso de México y ciertas áreas del Caribe. En esos países, el rit-mo y la secuencia de la expansión del capital norteame-ricano era más un efecto casi natural de derrame de una porción del capital acumulado que una estrategia impul-sada por el gobierno federal. Hasta el desarrollo de la “Doctrina Monroe”, la ampliación de los límites del mercado interno norteamericano no requería de meca-nismos coercitivos estatales como sí sucedía con el transplante de formas productivas y relaciones sociales de producción en territorios de ultramar que debía rea-lizar Europa, en donde su hinterland se encontraba desde hacía siglos densamente ocupado. La diferencia en la velocidad de intercambio entre el espacio cautelado por EE.UU. y el que correspondía a Europa, en una época en la cual las distancias tenían una fuerte incidencia so-bre los costos, comenzaría a hacerse sentir en la acumu-lación. La figura del movimiento del fuelle del acordeón puede utilizarse para representar el flujo de capital: la absorción centrípeta de materias primas y fuerza de tra-bajo, la metabolización productiva de las mismas, y la centrifugación hacia los mercados donde debían reali-zarse las mercaderías. El movimiento para el caso del capital estadounidense tenía un compás más acelerado que para el europeo, donde había una pausa en el largo viaje. Esa diferencia se compensaba con una combina-ción de mercados más próximos y una mayor producti-

vidad. Pero a la larga sucumbirían necesariamente ante el colosal mercado interno norteamericano que suscita-ría el llamado consumo masivo.

La crisis económica mundial de fines de la década de 1920 que indudablemente contribuyó a la adopción del llamado “modelo de sustitución de importaciones”, su-mado a la creciente expansión del capital estadouniden-se en áreas antes casi indisputadas al capital europeo (el caso paradigmático fue la expansión del transporte au-tomotor), y la misma crisis política de los distintos “im-perialismos europeos” que derivó en sendas guerras mundiales, lesionaron la capacidad de las empresas de Europa occidental para competir en la región con las es-tadounidenses. Las inversiones extranjeras directas (IED), estratégicamente diseñadas para capturar los mercados interiores de las relativamente “cerradas” economías latinoamericanas, fueron lideradas por em-presas transnacionales norteamericanas. Recién a partir de la década de 1950 el reconstruido capital europeo comenzó a hacerse presente en ramas como la automo-triz (Fiat, Citröen, Renault, Volkswagen), proceso de alimentos (Nestlé, Danone, Unilever) y químicos (BASF, Bayer, Merck, en rigor presentes desde la última etapa del “modelo agroexportador”). La lenta consoli-dación política del bloque y el eclipse relativo del capita-lismo estadounidense en beneficio de sus socios-adversarios europeos y asiáticos dio impulso a las pri-meras iniciativas políticas comunes tendientes a lograr mejores condiciones de acceso a los mercados latinoa-mericanos. Las décadas de 1970 y 1980 presenciaron la proliferación de los llamados “acuerdos de primera” y “segunda” generación, en general limitados a ciertos bienes específicos. El ingreso de España –y, en menor medida, de Portugal– proveyó al bloque europeo de nuevas instancias de “diálogo” privilegiado con América Latina.

Sería recién en la década de 1990, bajo el impulso de la oleada de privatizaciones y de la desregulación co-mercial y financiera en las naciones de América Latina, cuando el capitalismo europeo recuperó su antaño pro-tagonismo en la región, hecho que se manifiesta en los crecientes flujos de IED:

Elaboración propia en base a UNCTAD, noviembre de 2007.

IED anual en América Latina, promedio en

millones de dólares

0

20.000

40.000

1991-1995 1996-2000 2001-2006

EE.UU.

UE

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A principios de 2000, el Banco Mundial y la Comisión Económica para América Latina presentaban sendos in-formes en los que se destacaba la creciente penetración europea en el “patio trasero” estadounidense: “Los años de historia no se borran de un plumazo. Las compañías estadou-nidenses siguen predominando en América Latina por sus activos acumulados, pero hay ‘al menos dos indicadores que sugieren que las europeas ya están superando a las de EE.UU.’ en inversión directa. Este anuncio fue hecho la semana pasada durante la pre-sentación, en México y en Washington, del informe de 223 pági-nas Inversión Extranjera en América Latina y el Caribe de la CEPAL y del Banco Mundial. A diferencia de Asia, cuya crisis provocó una caída de la inversión directa, Latinoamérica ha man-tenido su atractivo hasta el punto de que en 1998 obtuvo 76.727 millones de dólares, es decir, el 41% de los flujos destinados a paí-ses en desarrollo. El porcentaje es similar al destinado a Asia, un continente mucho más poblado (…). El dinamismo europeo con relación al sur del continente americano tiene una explicación: España, el país europeo que más invierte en la región. Un dato, entre otros, lo ilustra: de las privatizaciones efectuadas en la región en 1998 y 1999, la participación española fue del 8,7%. Se situó así en segundo lugar, justo por detrás de EE.UU., que acaparó el 14,8%. Por ventas consolidadas, las grandes empresas españolas no financieras ocupan, con un 10% del mercado, el tercer lugar entre las compañías extranjeras, lejos de las de EE.UU., que co-pan el 43,1%, pero justo detrás de las de Alemania (10,6%), a las que probablemente no tardarán en alcanzar. Pero donde los inversores españoles ganan por goleada es en el sector financiero. Los bancos españoles representan el 32,5% de los activos totales de los 20 bancos extranjeros más grandes de América Latina, por delante de los estadounidenses, que no llegan al 30%. El grueso de la inversión española correspondió, según el informe, ‘a unas pocas empresas transnacionales, y se destinó a servicios como las telecomunicaciones, la generación y distribución de energía (electri-cidad, gas y petróleo) y servicios financieros’. ¿Por qué ese interés español por América Latina? Las empresas españolas se expan-den con dificultad dentro de Europa y con más dificultad todavía en el mercado mundial más competitivo. Su interés por América Latina es aprovechar sus ventajas competitivas –culturales, lin-güísticas, conocimiento del sistema legal y administrativo– en esa región, en el contexto de la apertura de las economías latinoameri-canas y la desregulación de los servicios.” (EP 27/01/00).

La reconquista El comentario de entonces del diario español El País

permite abordar un par de aspectos relevantes de las iniciativas de “integración”1 hacia nuestro continente por parte del bloque europeo. En primer lugar, el papel de liderazgo que jugó España en este proceso, aun cuando es una potencia de segundo orden en la UE. El acervo cultural común, derivado de la experiencia de la colonización, posibilita a este país el acceso a espacios propios de “diálogo” (ejemplo, las Cumbres Iberoame-ricanas), en los que frecuentemente se dirimen proyec-tos políticos. “Los presidentes de las Organizaciones Empresa-riales de Iberoamérica (OEI) –de la que forma parte la patronal empresarial CEOE– lanzaron ayer una declaración conjunta en la que expresan su ‘profunda preocupación por el aumento de la inseguridad jurídica y política, así como los ataques a la iniciativa privada en algunos países. Es imprescindible el pleno respeto a la propiedad privada así como la creación de marcos políticos, econó-micos y jurídicos estables’, explica Antonio Peñagolosa, secretario general de la OEI. Una línea precisamente contraria a las políti-cas de nacionalización de sectores estratégicos implantadas por Hugo Chávez en Venezuela y Evo Morales en Bolivia” (Ex-pansión

12/11/07). El comunicado de la patronal española se produjo una semana después del altercado entre el pre-sidente venezolano y el rey de España, en la última cumbre iberoamericana. El liderazgo español deriva en gran medida del peso de sus intereses económicos en la región. “Iberoamérica es uno de los principales destinos de la re-ciente internacionalización de la economía española. Grandes compañías como Repsol YPF, Gas Natural, Endesa, Santander, BBVA, Iberdrola, Telefónica, Agbar, ACS o FCC, entre otras, han encontrado en el continente sudamericano un buen lugar para ampliar su mercado. Así, en la última década, España ha inver-tido más de 150.000 millones de dólares en esta región de mun-do” (Expansión 12/11/07). Entre 1996 y 2003, el flujo de IED proveniente de este país promedió los 11.000 millones de dólares anuales, casi un 30% más que la suma de las tres principales potencias del bloque, Ale-mania, Francia y Reino Unido (UNCTAD 11/2007).

Por otra parte, las inversiones españolas se han cen-trado en los sectores de telecomunicaciones, energía y servicios bancarios. Esto explica, probablemente, que la Comisión Europea (CE) haya fijado estas áreas como 1 Las comillas son indispensables. Compárese la reciente normativa europea, que establece penas de prisión para los inmigrantes ilegales –muchos de ellos latinoamericanos– con los reiterados compromisos asumidos por el bloque europeo en diferentes cumbres entre ambas regiones. Por ejemplo, en la Cumbre de Guadalajara (2004), el documento final “establece un compromiso para abordar el tema de la migración desde una perspec-tiva de respeto de los derechos humanos, sin importar el estatus de los migrantes.” Dos años después, en la Cumbre de Viena (2006), se estipulaba que “se reconoce la necesidad de ampliar los beneficios de la migración para ambas regiones así como para los migrantes. Se señala el compromiso para avanzar en el diálogo integral sobre migración me-diante la intensificación de la cooperación y entendimiento mutuo sobre todos los aspectos de la migración en ambas regiones. Asimismo, se des-taca el compromiso birregional para proteger eficazmente los derechos humanos de todos los migrantes.”

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objeto de sus “metas estratégicas”. En junio de 2006, la CE dio a conocer un documento en el cual se fijan las pautas que deben orientar las negociaciones comerciales del bloque, en consonancia con la llamada “Agenda de Lisboa” (2000), la cual establecía políticas para mejorar la competitividad de las empresas europeas operando sobre el entorno normativo de los países receptores de inversiones. “La Comisión propone un programa de acción pa-ra incrementar la competitividad exterior de la UE y hacer frente a los desafíos globales. A tal fin, en el plan de acción se establecen las prioridades y los métodos necesarios (…). La contratación pú-blica de terceros países debería estar abierta a los proveedores eu-ropeos. La Comisión iniciará una acción dirigida a reducir las prácticas restrictivas discriminatorias. Si procede, se mantendrán determinadas restricciones específicas en el caso de terceros países recalcitrantes, con objeto de fomentar la apertura recíproca de los mercados (…). La industria europea debería poder tener acceso a los recursos cruciales, como la energía, las materias primas, los metales y la chatarra, y dicho acceso sólo debería restringirse por motivos medioambientales o de seguridad. En este sentido, tenien-do en cuenta que el acceso a la energía es fundamental para la UE, ésta debería poner en práctica una política coherente para garantizar un abastecimiento energético diversificado, competitivo, seguro y sostenible, tanto dentro de la Unión Europea (mercado competitivo, promoción de una combinación de energía sostenible, eficiente y diversa), como fuera de ella (condiciones no discrimina-torias de tránsito y de acceso de terceros países, y ayuda a terceros países para la mejora de sus capacidades e infraestructuras) (…). Los acuerdos han de ser completos, ambiciosos y amplios, de modo que incluyan una amplia gama de ámbitos que abarquen los ser-vicios y las inversiones, así como los derechos de propiedad intelec-tual.” (CE, “Global Europa: competing in the World” 27/06/06).

Aunque hay menciones vagas a la concertación de re-bajas arancelarias y a la eliminación de cuotas, los aspec-tos puramente comerciales de los futuros tratados ocu-pan un lugar subordinado en el planteo de la CE. Puede razonarse que un énfasis en estos últimos temas resulta especialmente urticante en el marco de la política inter-na de la UE. De hecho, los aranceles y las barreras no tarifarias son instrumentadas por el bloque europeo pa-ra proteger su protección textil (frente a la de países como China) y agropecuaria (frente a países de América Central, la CAN y el MERCOSUR).

Por otra parte, los intercambios comerciales entre ambas regiones han aumentado sustancialmente menos que los flujos de inversión en la última década: 50.600 millones de dólares en 1995, 81.000 millones en 2006 (datos del BID). América Latina representa actualmente no más del 5% del total del comercio exterior de la UE, pero las inversiones europeas en Latinoamérica repre-sentan un 12% de su IED total. Por otra parte, los ba-lances comerciales han tendido a ser deficitarios para los países latinoamericanos: mientras las exportaciones de esta región han crecido en la última década un 25%, las importaciones provenientes de Europa han aumentado un 105%. Casi el 70% de las importaciones de Europa son bienes de capital –maquinaria, equipos de transpor-

te y productos químicos–, que los países latinoamerica-nos no pueden sustituir ni desalentar sin poner en ries-go de colapso sus débiles estructuras industriales.

En cuanto a sus objetivos en materia de energía, debe recordarse que el bloque europeo depende en más del 75% del petróleo importado para su consumo (prove-niente en su mayoría de Medio Oriente, el centro asiáti-co y África) y en más del 50% del gas importado (fun-damentalmente de Rusia y Argelia), dependencia que se incrementa año tras año conforme se agotan las reser-vas del Mar del Norte. El aprovisionamiento barato de energía es, obviamente, una premisa clave para el proce-so de acumulación del capitalismo europeo, pero desde el punto de vista de las empresas también está en juego el mantenimiento de tasas aceptables de ganancia y la garantía sobre las inversiones, que parecen amenazadas por la ola “populista” latinoamericana. “Las empresas energéticas son, junto con los bancos, las empresas españolas más expuestas a los vaivenes de Latinoamérica. Dos ejemplos para-digmáticos son, del lado de las petroleras, Repsol YPF, y del lado de los grupos eléctricos, Endesa. El 70% del negocio de Rep-sol/YPF está concentrado en Latinoamérica (incluyendo la zona del Caribe y México). Precisamente, uno de los objetivos de su próximo plan estratégico será reequilibrar este fuerte peso, con más inversiones en otras áreas, como Canadá y Oriente Medio. En concreto, en Venezuela, Repsol ya sufrió los efectos de la renacio-nalización parcial del sector energético introducida por Hugo Chá-vez. A diferencia de hace unos años, en los que era propietario de sus actividades de exploración y producción en Venezuela, ahora las tiene que compartir al 50% con el grupo estatal del país (…). Aerolíneas Argentinas, controlada por el grupo Marsans desde el año 2001, ha sido uno de los puntos conflictivos en el panorama inversor nacional en Latinoamérica. El gobierno de Néstor Kirchner congeló durante años las tarifas en las rutas aéreas na-cionales, controladas casi totalmente por Aerolíneas Argentinas, compañía que, a diferencia de sus competidoras en todo el mundo, se vio imposibilitada para trasladar el encarecimiento del combus-tible a las tarifas (…). Telefónica está sufriendo en sus propias carnes el populismo que se está extendiendo por América Latina con medidas proteccionistas que van en contra de sus intereses. En Ecuador, el Gobierno de Rafael Correa ha prometido que endure-cerá las condiciones de la licencia de móviles que posee Telefónica, mientras que Hugo Chávez ha rebajado un 20% las tarifas de la venezolana CanTV, el principal rival del operador español. En Argentina, las tarifas de Telefónica, como las del resto de empre-sas de servicios públicos, están congeladas desde 2002” (Expan-sión 13/11/07).

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Poder blando y duras realidades La ola de regulaciones, nacionalizaciones y limitacio-

nes a la tasa de ganancia obligan al bloque europeo a multiplicar sus tentativas de intervención política en la región. El objetivo general es asegurar las mejores con-diciones para la acumulación de capital de sus empresas con asiento productivo en Latinoamérica. La táctica consiste, generalmente, en explotar las grietas al interior de los incipientes procesos de integración en la región, dividiendo aguas entre propios y extraños. Al respecto resulta bastante ilustrativa la reciente gira de la canciller alemana por la región: Merkel recaló en México, Co-lombia, Perú y Brasil. México fue el primer país lati-noamericano que suscribió un Acuerdo de Asociación con el bloque europeo; los gobiernos de Uribe y García presionan, dentro de la CAN, por un acuerdo regional con la UE; el gobierno de Brasil representa a una eco-nomía de tal envergadura que puede plantearse una po-sición con contrastes respecto de la “discola” Venezue-la. En marzo del año pasado, la secretaria de Estado de España para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, sorpren-dió al Parlamento Europeo sugiriendo que se debían abandonar las empantanadas negociaciones con el MERCOSUR: “Si no somos capaces de articular una relación consistente entre la UE y el MERCOSUR, ¿por qué no tratar de buscar una relación más estrecha con Brasil?” (EFE 7/03/07). Los roces en la creciente Cumbre Iberoame-ricana generaron sugestiones similares en la prensa de negocios española. La reciente Cumbre UE-América Latina fue precedida por un documento de los partidos conservadores alemanes (CDU-CSU) en el cual se re-clama una fuerte iniciativa política para enfrentar a los “gobiernos populistas latinoamericanos” (LF 18/05).

Dicha iniciativa política no ha estado ausente desde que, a mediados de la década del ‘90, comenzaron a ne-gociarse los llamados “acuerdos de cuarta generación”, que sumaban al carácter masivo de las negociaciones sobre rebajas de aranceles la llamada “cláusula democrá-tica”, que condicionaba los compromisos asumidos por el bloque a su aprobación de los procesos políticos del país suscriptor del tratado2. La “cláusula democrática” también consta como requisito para el mantenimiento del “Sistema Generalizado de Preferencias” (SGP), que tanto la UE como EE.UU. aplican en forma unilateral desde la década de 1970 para integrar a las “economías en desarrollo”. El SGP consiste básicamente en prefe-rencias arancelarias para ciertos productos de países subdesarrollados, una “ayuda” que fácilmente se puede instrumentar para presionar en negociaciones difíciles.

Más específico de las instancias negociadoras del capi-tal europeo son los sendos Acuerdos de Asociación Económica (EPAs, por sus siglas en inglés, Economic Partnership Agreement), en los que las estipulaciones con-

2 No hubo aplicación de la “cláusula democrática” tras el triunfo electoral fraudulento de Felipe Calderón en México, país con el cual la UE tiene un Acuerdo de Asociación desde 2000.

tenidas en los clásicos Tratados de Libre Comercio (TLC) se combinan con rasgos de “poder blando” –conceptuosas declaraciones a favor de “la cohesión so-cial”, “la integración”, “la sociedad del conocimiento”– que en cierto modo diluyen en el debate los objetivos estratégicos perseguidos por los negociadores europeos. Entran en esta categoría todos los acuerdos –sea en proceso o ya concretados, con países individuales o con bloques– entre la UE y Latinoamérica. Este tipo de ne-gociaciones se iniciaron a mediados de la década del ‘90, con el propósito expreso de anexar, a los avances en materia de rebaja de tarifas en el seno de la Organiza-ción Mundial del Comercio, los llamados “temas de Singapur” (normas internacionales obligatorias sobre comercio e inversión, políticas comerciales y competen-cia, transparencia en la contratación pública y facilita-ción del comercio). El fracaso de la Ronda Doha se vincula justamente con la obstinación de EE.UU. y la UE en incluir estos temas en las negociaciones relativas a la liberalización del comercio agrícola, razón por la cual los EPAs cobran un interés renovado para el blo-que europeo. En palabras de Peter Mandelson, Comisa-rio de Comercio Europeo, “en el caso de nuestros objetivos de competitividad, necesitamos ir mas allá del nivel actual de lo que puede ser logrado en el marco de la OMC en términos de la pro-fundidad de la reducción de aranceles. Y es crítico incluir temas que no forman parte de la agenda de la OMC o que aún no han sido cubiertos suficientemente por la misma: barreras no arancela-rias, reglas sobre competencia, inversiones y compras del estado, mayor liberalización de los servicios, tan importantes para la eco-nomía europea y para el crecimiento de los países en desarrollo” (LF 20/10/06).

El caso mexicano como paradigma de la “integración”

Como vimos, las negociaciones entre bloques en la región se encuentran empantanadas. Únicamente quizás el acuerdo de naciones del Pacífico (que involucra a al-gunas naciones de la región) es el que continúa estructu-rándose, pero se trata de un caso peculiar sustentado principalmente por las naciones asiáticas. Por el lado del MERCOSUR, las negociaciones iniciadas en 1999 en la Cumbre de Río se estancaron en octubre de 2004 y ac-tualmente enfrentan las vicisitudes que señalamos en apartados anteriores. En América Central, la negocia-ción de un EPA entre la UE y los países del CAFTA (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nica-ragua y Panamá) se frenó en 2007 cuando Costa Rica rechazó seguir con las negociaciones bajo las pautas de la UE (que pretendía una apertura de los mercados cen-troamericanos al 90% de sus productos, a cambio man-tener el SGP). En mayo se firmó un nuevo protocolo para reanudar las negociaciones, que deberían culminar con un EPA para 2009. Por el lado de la Comunidad Andina de Naciones (CAN) (Bolivia, Colombia, Ecua-dor y Perú), donde la UE es el principal inversor en la región (25% de la IED regional) en 2003 se firmó un acuerdo de diálogo político que debía conducir a un

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acuerdo de asociación. En la Cumbre de Lima se co-menzó a trabajar en la idea de un “Plan B”, consistente en una integración “a diferentes velocidades” (Colom-bia y Perú), con el agregado que Ecuador y Bolivia de-nunciaron recientemente que la UE pretende incluir el SGP como factor de negociación. Como en el caso del MERCOSUR, el punto conflictivo es la apertura del mercado europeo a los bienes agrícolas. El principal motivo del fracaso de la Ronda de Doha (subsidios agrícolas de los países desarrollados) se repite aquí: sólo el CAFTA escapa, aunque no completamente, a esa tra-ba. Las producciones agrícolas principales de la región no compiten en el mercado con las europeas, salvo al-gunas excepciones (como puede ser el caso de la caña de azúcar con la remolacha azucarera).

Diferente derrotero sufrieron los tratados bilaterales celebrados por la UE con países de la región. En el caso chileno, las negociaciones llevadas a cabo entre 1999 y 2002 culminaron con la firma de un Acuerdo de Aso-ciación. Entre la firma de este tratado y 2008, el comer-cio bilateral entre Chile y la UE aumentó un 250%. El acuerdo es similar al primer acuerdo celebrado con paí-ses de la región, el tratado mexicano, con el agregado de disponer acceso al mercado de servicios, liberalización de las inversiones y la no restricción de los retornos por ganancias.

El caso de México merece un tratamiento aparte, no sólo por haber sido el primero, sino por sus efectos. Las negociaciones realizadas entre 1997 y 2000 culminaron con un acuerdo que en la práctica es un TLC. Los arre-glos acerca de tarifas se vieron facilitados porque en ge-neral los productos agropecuarios mexicanos exporta-bles no compiten con la producción subsidiada de la UE. El acuerdo final incluyó un calendario para alcan-zar el libre comercio de mercancías, no discriminación hacia empresas europeas en compras del sector público, consultas sobre derechos de propiedad intelectual y un mecanismo de solución de controversias. En el primer año de vigencia, la IED europea a México aumentó más de un 100% (de 11.000 a 24.000 millones de euros, da-tos del BCE, abril de 2001). Pero se empiezan a hacer sentir en México efectos semejantes a los derivados del NAFTA. “De acuerdo con información proporcionada a la BBC por la Agencia de Estadísticas de la Comunidad Europea (Eu-rostat), el comercio bilateral aumentó de 24.026 millones de dóla-res en 1999 a 50.713 millones en 2007. Pero contrario a lo pre-visto en su momento por los negociadores mexicanos, el acuerdo no disminuyó el déficit comercial con los europeos, sino aumentó, pa-sando de 8.715 millones a 13.920 millones entre 1999 y 2007. La inversión de los europeos también se incrementó, así como la llegada de empresas europeas al país, actualmente unas 7.700, con lo cual la Unión Europea se ha posicionado como la segunda fuente de inversión directa, acumulando más de 47.000 millones de dólares en los últimos 12 años. Pero según un documento entre-gado al Parlamento Europeo por el senador del Partido de la Re-volución Democrática, Pablo Gómez, la inversión no es de buena calidad, pues un 40% está invertido en el sector servicios (...). ‘El comercio intrafirma y las grandes trasnacionales europeas han re-

sultado ser las principales ganadoras de la creación de la zona de libre cambio, sostiene un estudio publicado por Movimiento Mun-dial por el Desarrollo (...). A través de un amplio rango de indus-trias, con diferentes necesidades de inversión, tecnología y capaci-dades, el acuerdo entre la UE y México parece haber resultado en una vía de un solo sentido: un gran aumento de importaciones provenientes de la UE. Y esta vía no lleva ni a la prosperidad ni al desarrollo’. Según el análisis, con el tipo de acuerdo establecido, México renunció a su capacidad de regular cómo las empresas eu-ropeas deben operar en el territorio y perdió la oportunidad de promover la transferencia tecnológica, el uso de proveedores nacio-nales, la creación de empresas conjuntas y la reinversión de cierta parte de las ganancias. El documento estima que las ganancias anuales sacadas del país por parte de las compañías europeas pa-saron de 2.400 millones a 4.500 millones de dólares, entre 1990 y 2005. Tan sólo en el sector turismo, se estima que el 92% del dinero generado por las compañías italianas y españolas que ope-ran en la Ribera Maya es enviado a Europa.” (BBC 14/05).

Política exterior de la Europa integrada: ¿estigma o solución práctica?

En ambos casos (Chile y México) el objetivo fue más bien defensivo: contrarrestar TLCs semejantes que da-ban a EE.UU. acceso abierto a estos mercados. Recor-demos que en 1994 se firma el NAFTA y en 2003 se aprueba el TLC entre EE.UU. y Chile. Por otra parte, hay que agregar que a partir de 2010 comenzará a regir el área de libre comercio de las naciones del Pacífico, donde entran tanto México como Chile. Ese reflejo de-fensivo, derivado del carácter contradictorio de la rela-ción entre los bloques del NAFTA y la UE, favorece, en teoría, el despliegue de propuestas con mejores condi-ciones para los países de la región con los cuales se rea-lizan negociaciones. Decimos en teoría porque es perti-nente considerar que la UE, a los efectos de conseguir la reducción de las barreras políticas al librecambio (propias de la contradicción entre forma nacional y esencia mundial del capitalismo) debe ofrecer algunas ventajas respecto de la forma de integración que propo-ne EE.UU. con el ALCA y los tratados bilaterales tipo TLC. Porque justamente este último país tiene una ma-yor urgencia y necesidad de promover una agenda glo-bal de liberalización y en ese punto goza de una pre-eminencia en materia de recursos que le permite desplegar una conducta imperial, con todo lo que ello implica en materia de herramientas de disuasión para llevarla a cabo. Es decir, puede y debe encontrar un cauce para la abundancia de capital acumulado en su es-pacio. Pero la innegable asociación entre fracciones de capital europeas y norteamericanas (efecto de la pro-fundización de las formas financieras de la gestión de un capital global permanentemente optimizado en la es-fera productiva) da la pauta que en rigor puede tratarse más bien de una complementariedad de vías de mayor integración que de una competencia. En términos del capital global es necesariamente así, pero en las relacio-nes concretas de las distintas fracciones existe para to-das y cada una la imperiosa necesidad de anticiparse a

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los avances del adversario-socio y constituirse en la ma-yor usufructuaria del proceso, en términos de tasa y ma-sa de ganancia, oportunidad y anticipación. En ese sen-tido, la posibilidad de ofrecer ciertas condiciones para que fracciones que se encuentran al filo de la tasa media de ganancia en las ramas que se desempeñan (o direc-tamente por debajo) es tanto una prédica para los esta-dos con los que se negocia como una receta de muchas de las propias fracciones de capital asentadas en la UE.

El caso de España es muy representativo para Ibe-roamérica. Es mucho más probable que estados como el español se encuentren en sintonía con los llamados “populismos” latinoamericanos, que llevan adelante una receta económica expansiva que con aquellos gobiernos que establecen modelos restrictivos, puesto que el in-cremento de la base monetaria representa la condición de posibilidad de que sectores y ramas ineficientes en el mercado mundial se reproduzcan. Por supuesto, todo tiene un límite, llegado el cual se precisa recomponer la tasa de ganancia media. Dicha expansión entonces se estructura alrededor de los ciclos económicos globales: llegado el momento propicio, el propio capital europeo en su conjunto abandonará la alianza con los gobiernos de América Latina que continúen eludiendo el llamado “enfriamiento de la economía”. Que no es otra cosa que una restricción del circulante que permita la corrección de los sectores ineficientes y haga explícito el reparto del valor socialmente producido.

Vale la pena establecer el contraste con otros dos paí-ses europeos participantes. Por distintos motivos, Ale-mania e Inglaterra desplegaron una política exactamente opuesta. Es un dato significativo que mientras Merkel fue la vocera que arremetió contra el sector más radica-lizado de la alianza política interestatal que sustenta al bloque del Mercosur, la delegación de Inglaterra pasó prácticamente desapercibida. Es preciso tener en cuenta varios aspectos para entender la posición germana. En primer lugar, dispone de estrechas relaciones con Espa-ña. En ese sentido, puede haber hecho hincapié en aquellas materias que el gobierno de Madrid no consi-dera oportuno señalar. Sin embargo, las relaciones al in-terior de una Europa integrada desde hace varios años (o décadas en algunas materias) puede haber disuelto el excesivo celo respecto de inversiones puntuales en tal o cual país: hay un desarrollo de capitales de gran enver-gadura ya propiamente europeos que relativiza relacio-nes de país a país en la materia. Por ello hay que consi-derar las implicancias políticas al respecto e indagar en las razones estructurales que motivaron esta inusual in-

continencia verbal del gobierno alemán. En ese sentido, quedan pocos candidatos de peso que pudiesen haber ejercido ese rol. Sarkozy hubiese tenido dificultades pa-ra realizar negocios con Venezuela para la industria bé-lica francesa, además de neutralizar sus intenciones de continuar mediando en el conflicto colombiano. Italia aún se encuentra en plena transición de gobierno e In-glaterra no cuenta por las razones que veremos en el pá-rrafo siguiente. Un poco por descarte la responsabilidad tuvo que caer en Merkel. Pero de ahí a aceptarla y llevar adelante la tarea encomendada por el bloque de manera tan conspicua hay un trecho. Es posible considerar que la razón de ello se encuentre en el lugar productivo que ocupa Alemania. La recesión norteamericana aún no arribó a Alemania: la retracción del consumo comienza por el sector 2 (bienes de consumo final) y luego, con demora, llega al sector 1 (producción de maquinarias). El inevitable golpe que sufrirá el principal productor de maquinaria de alta tecnología del mundo, por una mer-ma en la demanda de instrumentos para incrementar la productividad industrial, motivó una posición aguerrida de los habitualmente reservados alemanes.

Por su parte, Inglaterra ocupa una posición híbrida dentro de la UE. No pertenece a la zona del euro, lo que le permite disponer de una política monetaria pro-pia y así manejar los ciclos económicos de acuerdo a su situación interna, sin depender de la tutela directa de un organismo paneuropeo que pueda limitar la reproduc-ción de sus sectores ineficientes. A esa situación se su-ma una alianza priviliegiada con EE.UU. De hecho, en ambos países la cumbre no tuvo ningún tipo de cober-tura en los grandes medios, salvo tangencialmente cuando tuvo lugar el intercambio verbal entre Chávez y Merkel. Es evidente que la discreción británica es mu-tuamente consentida: Washington y Londres no desean expedirse sobre el particular y Bruselas tampoco desea que lo hagan puesto que no comparte totalmente la suerte del bloque. Las cláusulas de excepción que bene-fician a Inglaterra le permiten eludir compromisos pero al mismo tiempo limita su capacidad de intervención en la escena europea (véase Análisis… Nº 90). EE.UU. su-ple esa carencia, al tiempo que ambos pueden tomar parte por intermedio del gobierno inglés, en calidad de oyentes, de las iniciativas de la UE. A ello hay que agre-gar, por supuesto, que a lo largo de la historia Inglaterra no sembró ni lo necesario ni lo suficiente en la región como para cosechar simpatías ni adhesión. Excepto quizás para el llamado “partido del extranjero”, estre-chamente vinculado al modelo exportador.

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EE.UU.: colateralizar los costos de las tareas de todos En la Cumbre de Mar del Plata de noviembre de 2005

el gobierno de Bush y su interlocutor de habla hispana, el entonces Presidente de México Vicente Fox, intenta-ron motorizar el ALCA entre los gobiernos sudameri-canos, los cuales se mostraban testaduramente escépti-cos frente a las propuestas que descendían en sentido norte-sur. El resultado puso término (con seguridad provisoriamente) a las iniciativas emanadas desde Was-hington en torno a la integración regional en el Conti-nente Americano. Fue el último intento de modificar las pautas comerciales en bloque. Previamente a dicho fra-caso, hacia fines de julio de 2005, el Congreso nortea-mericano aprobó por la mínima diferencia (en Repre-sentantes la votación finalizó 217-215 y en el Senado 54-45) el TLC con el CAFTA (El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y la República Domi-nicana). Ese triunfo complicado y estrecho puso a las claras que las iniciativas librecambistas comenzaban a ser cuestionadas por importantes sectores del Partido Demócrata y un puñado de legisladores republicanos. Inclusive, debió quedar en suspenso hasta que Costa Rica aprobó la celebración del mismo en un referén-dum. En octubre de 2007, pese a las mayores moviliza-ciones en la historia reciente de ese país (la manifesta-ción principal convocó unas 100.000 personas en un país habitado por 4,1 millones), la aceptación del trata-do se impuso con un 51,5% de los votos. La victoria requirió una importante movilización de recursos por parte de la mayor parte del establishment. La secuencia de un triunfo tan pírrico con el CAFTA e inmediatamente después el resonante fracaso del ALCA puso en eviden-cia la necesidad de implementar la bilateralidad para im-pulsar la agenda librecambista.

Por cierto, esta vía no era novedosa. Negociar en blo-que o de forma bilateral habían convivido durante todo el gobierno de Bush, a quien, como es habitual, el Con-greso había dado autoridad plena (el llamado “Fast Track”) para negociar acuerdos comerciales de manera temporaria: hasta el final de su segundo mandato. Este camino fue bastante productivo, ya que Australia, Sin-gapur, Chile, Corea del Sur, Jordania y Marruecos firma-ron TLCs con Washington. A ellos se sumó Perú re-cientemente, y estuvo a punto de hacerlo Colombia pero fue rechazado por el Congreso norteamericano (véase Análisis… Nº 94). El impulso gubernamental a la apertura y celebración de nuevas negociaciones se vio neutralizado en el Congreso. La victoria de la oposición demócrata en las elecciones legislativas de noviembre de 2006 puso en jaque cualquier avance en la agenda. La crisis económica que comenzaba a manifestarse en el país, principalmente en aquellas ramas políticamente sensibles por estar afectadas por la pérdida de empleos derivada de la deslocalización (traslado de unidades productivas a regiones con costos inferiores), llevó a

una afluencia de votantes al Partido Demócrata. Sin mucho esfuerzo ni habilidades retóricas excepcionales, éste pudo aprovechar el desencanto y poner punto final al impulso unilateral de las prioridades del gobierno. A partir de entonces, todas las iniciativas tuvieron que ser trabajosamente estructuradas en el Congreso para poder superar una mayoría opositora dispuesta a sacar rédito de la debilidad del Ejecutivo.

Todos los caminos conducen a Doha La habitual predisposición negativa respecto de

EE.UU. en América Latina –variable según los diferen-tes países pero siempre importante en el imaginario de los pueblos– tuvo una mayor receptividad por parte de los sectores dominantes y de los gobernantes de la re-gión. La respuesta al desaire de Mar del Plata fue con-gruente con la actitud confrontativa del sector republi-cano que se expresa en el gobierno de Bush y que devino en el completo abandono de cualquier iniciativa para destrabar el diferendo comercial. La política hacia la región quedó poco menos que congelada en un en-frentamiento de alto contenido ideológico pero poco desarrollo fuera de la retórica. La demonización del “populismo de centroizquierda” fue prácticamente la única postura, la cual se combinaba con la exaltación de gobiernos como los de Chile, Perú y, por supuesto, Co-lombia. La variante ensayada hacia Uruguay como ariete para fragmentar el Mercosur quedó fosilizada en la esfe-ra comercial, con pocos avances para disponer de un aliado efectivo en el plano político.

En este punto, las negociaciones con la UE mostra-ron permanentemente otro temperamento. La falta de acuerdos concretos, las engorrosas negociaciones y las concesiones obligadas para poder mantener el diálogo interbloque no pusieron en riesgo en ningún momento el abandono del trabajo conjunto, aun cuando en varios pasajes quedó circunscripto a expresiones de voluntad de mantener con vida las negociaciones. Es probable que la heterogénea política exterior del bloque europeo sea una de las razones de este derroche de energía apa-rentemente inconducente. En este punto se compren-den ciertas manifestaciones ya recurrentes de la mayor parte de los miembros de la UE, exclusivamente, diría-mos, los de la zona Euro. El jefe de gobierno austríaco, el socialdemócrata Alfred Gusenbauer, visitó Buenos Aires para sellar una serie de acuerdos bilaterales. El mismo día de las declaraciones de Merkel afirmó que “la tarea más importante para Europa en los años que vienen es hablar con una sola voz al mundo” (LN 11/05). Dichas ex-hortaciones, no casualmente, provienen de países con menor peso político (y económico) dentro del bloque. En ese sentido hay notables diferencias entre la política exterior de la UE, muy lejos de estar unificada, y la del NAFTA, en donde en rigor la homogeneidad equivale a

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subordinación absoluta de Canadá y México por parte de EE.UU. En temas comerciales, sólo hay una política del bloque comercial norteamericano: la que maneja Washington. La llamada a la concertación en materia de política exterior por parte de Austria es la manifestación de que, en rigor, hay un reclamo por diluir una subordi-nación que puede ser más elegante, pero que no por eso deja de serlo.

Vale como ejemplo tomar la reciente independencia de Kosovo: al interior de la UE, España no la reconoció en función de no dar argumentos a los movimientos del País Vasco y de Cataluña, mientras que la troika Inglate-rra-Alemania-Francia fue vital en la iniciativa kosovar. Por otra parte, Canadá no pudo esgrimir sus argumen-tos en el mismo sentido que Madrid respecto del fuerte movimiento autonomista francófono del Quebec como podría haber sido de su interés. Para hacerlo hubiese si-do necesario contrariar al principal impulsor de la inde-pendencia de Kosovo, EE.UU. El Mercosur, por in-termedio de Argentina (pensando en su reclamo por las Islas Malvinas), expresó también su rechazo como ma-nera de apuntalar al gobierno de Evo Morales frente a los impulsos autonómicos de sus provincias ricas (Santa Cruz de la Sierra, Chuquisaca, Tarija, Cochabamba, Beni y Pando). En ese sentido, para los gobiernos de centro izquierda de la región, los cuales podríamos afirmar que, con sus variantes, conforman una fuerza progresista, la cuestión de la autodeterminación de los pueblos como principio filosófico ético-político es gris respecto del verde movimiento de la realidad. Las consideraciones tácticas del momento actual estimulan el abandono de ese principio. Hay que reconocer, no obstante, que las posturas políticas mencionadas nunca han defendido explícitamente la utilización de mecanismos propios de la democracia para poner en acto el cuestionamiento del estado que le da soporte a la misma.

Este mero ejemplo pone de manifiesto el realismo con que los bloques y los países que estos contienen se conducen en materia de política exterior. Dicho térmi-no, propio de la jerga de las relaciones internacionales, realmente no dice nada más que ser lo opuesto a la pos-tura que supone un sólido y determinante contenido ideológico que fija el enfoque internacional para todos los temas, lo cual es extremadamente dudoso que algu-na vez haya existido en la historia. En realidad, el actual realismo, llamémoslo así, es una aproximación que tiene en cuenta, quizás como nunca antes en este grado y ex-tensión, la estructuración de fuerzas internas y su articu-lación con la dinámica global. EE.UU. y la UE tienen prioridades concurrentes en tanto constituyen los blo-ques comerciales más interrelacionados. Aun cuando destacamos diferencias, lo cierto es que el libre comer-cio es una necesidad para el capital global, y en ese sen-tido las semejanzas y diferencias se orientan hacia un fin único. En la historia se hunden las causas de las mismas. En constituirse como el principal usufructuario de los dividendos derivados de las labores de conducción, en

el sentido político práctico, los argumentos para sobre-llevar el esfuerzo que dicha conducción significa.

Ciertamente, el gobierno de Bush intentó utilizar me-canismos de mercado mucho más impersonales para seducir a las fuerzas antagónicas a su proyecto en la re-gión. La política energética referida a la expansión de los biocombustibles en EE.UU. produjo un incremento de los precios de los bienes agrícolas que hizo vacilar a las férreas posturas en torno al levantamiento de los subsidios agrícolas de los países de Europa y de EE.UU. Por añadidura, la medida lanzada por Bush si-multáneamente se hizo acreedora de una calurosa acep-tación por parte del importante componente rural en numerosos estados, decisivos a la hora de definir dispu-tas electorales. Fue un buen intento de cosechar volun-tades, que fue resistido, no sin costos, y simultáneamen-te usufructuado por los países de Sudamérica, principalmente Argentina y Brasil. El primero por el au-ge de precios derivado de una mayor demanda para res-ponder al aumento de la producción de biocombusti-bles. Los efectos de ello fueron interesantes para una agenda librecambista, puesto que contribuyó a revitali-zar políticamente a sectores que impulsan recetas res-trictivas y empujarlos a la acción a partir de las organi-zaciones representativas del sector agropecuario. Para el segundo, además del efecto vía precios, un importante sector industrial se vio estimulado por un flujo mutuo de inversiones entre los dos principales productores mundiales de Etanol, Brasil y EE.UU. El intento permi-tió que la alianza expresada en el gobierno de Lula se doble pero no se rompa. El descubrimiento de inmen-sos yacimientos de crudo en la cuenca de Santos permi-tió aligerar la presión interna sobre las fuentes de ener-gía (con lo cual los productores de biocombustible de caña de azúcar podían mantener el flujo de inversiones necesario para poder dar cuenta del auge de la demanda externa sin lesionar la matriz energética del país) pero alimentó otros peligros. Potencialmente más riesgosos para la región pero más desactivables, no sólo en tanto se producen en una coyuntura de mayor solidez del bloque sino porque se activan en un límite donde es di-fícil reconocer en qué medida la forma de la respuesta de EE.UU. al hallazgo responden a razones de Estado, de Gobierno o de un sector de la alianza que comanda a éste último. Es probable que, en esencia, simultánea-mente responda a los tres planos. Pero la forma en que se despliegue esa ambición de acceder a dichas fuentes energéticas en la práctica puede pasar a confundir a im-portantes sectores dominantes en ese país: comienza a percibirse que lo que es bueno para Texas no necesa-riamente lo es para EE.UU.

El ataque colombiano a las FARC en territorio de Ecuador puede ser visto como la primera de una serie de medidas de rediseño de la política exterior norteame-ricana hacia la región. El evidente cambio de perspecti-va se confirmó a partir del informe 2007 del US Sout-hern Command (Comando Sur de las Fuerzas Armadas con jurisdicción sobre Sudamérica). En él “se revela el

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plan estratégico más ambicioso que haya concebido en años una agencia oficial estadounidense respecto a la región. Brillan allí por su ausencia tanto los instrumentos –el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) y la Junta Interamericana de De-fensa (JID)– como los organismos multilaterales (la OEA y la ONU). Pero también las instancias políticas internas (Departa-mento de Estado, Justicia y Tesoro) de interacción con el hemisfe-rio se han evaporado en el documento” (LMDiplomatique 6/2008). La principal medida práctica en lo inmediato es el re-despliegue de la IV Flota norteamericana al mando del Almirante Joseph Kernan a partir del 1º de julio próximo. El único momento en que esa escuadra de la Armada con jurisdicción sobre Sudamérica estuvo en operaciones fue entre 1943 y 1950. En este contexto debemos entender la reciente exhortación de Chávez a las FARC para abandonar la lucha armada (desactivan-do el único argumento válido para la injerencia militar norteamericana en la región, pues son consideradas or-ganizaciones terroristas) y las pruebas misilísticas reali-zadas por Venezuela como demostración del poderío alcanzado mediante las ingentes compras de material bélico a Rusia y Francia, entre otros países. Otro tanto sucede con Brasil: el empuje con que impulsa actual-mente el Consejo Sudamericano de Defensa, las recien-tes medidas para restringir la adquisición de tierras en la Amazonia por parte de extranjeros y los proyectos de cooperación firmados con Argentina para desarrollo nuclear y fabricación de armamento.

Para construir hay que romper, y para reconstruir hay que destrozar

Hay que destacar que la nueva postura hacia Sudamé-rica es parte de una profundización del avance del inter-vencionismo norteamericano en regiones estratégicas del planeta para sus intereses. De hecho, es la última de las estrategias implementadas –probablemente por la falta de argumentos para llevarla a cabo y la poca urgen-cia respecto de otros casos– que muestran cuál es el es-cenario que la actual alianza social representada por el gobierno de Bush desea dejar a su sucesor. Dicha cues-tión la abordaremos más adelante. Realizando un breve repaso de las últimas novedades en el farragoso terreno de Medio Oriente, podemos constatar que el realismo en el manejo exterior de Washington sólo es guiado por un único principio: avanzar lo más posible para fijar condiciones que se consideran propicias. Para ello se re-curre a mecanismos que no dejan de sorprender –aunque por estos días la capacidad de espantarse esté bastante anestesiada– y que dan cuenta de la decisión de “marcar la cancha” a la medida buscada.

En Irak, la aparente sumisión a las fuerzas de ocupa-ción de los sectores shiítas más radicalizados, activos y mejor organizados –aquellos que responden al clérigo Moktada al-Sadr–, duró bastante poco. Pese a que fue-ron desactivados temporariamente como milicia, tal como mencionamos en el Análisis… Nº 95, volvieron a manifestarse masivamente en las calles en contra de la propuesta de “pacto de seguridad de largo plazo que extendería

la presencia militar norteamericana en el país. El acuerdo pro-puesto por EE.UU. proveería respaldo legal a las tropas para permanecer luego del 31 de diciembre próximo, cuando expira el mandato de la ONU. Sadr sostiene que el pacto es una vulnera-ción de la soberanía irakí. Su principal rival shiíta, Abdul Aziz al-Hakim, que conduce el Consejo Supremo Islámico de Irak e integra la coalición gobernante de Maliki, también lo denunció. También hizo lo propio el más influente clérigo, el Ayatollah Ali Sistani. Sadr propone que cualquier pacto se someta a referén-dum, así sus seguidores pueden ‘recolectar millones de firmas’ para rechazarlo” (WP 31/05).

El diario británico The Independent afirmó que EE.UU. retiene en el Banco de la Reserva Federal de New York 50.000 millones de dólares pertenecientes al Estado Irakí para presionar al gobierno de ese país a firmar el acuerdo que prolongaría indefinidamente la ocupación. “Patrick Cockburn informa que la Reserva Federal sigue manteniendo las reservas financieras de Irak como legado de las sanciones internacionales contra Saddam Hussein. Los nego-ciadores estadounidenses están amenazando con tomar miles de millones de dólares del dinero de Irak para resolver fallos judicia-les pendientes de la década del ’80, a menos que Irak acepte el acuerdo militar tan controvertido. Este acuerdo le permitiría a Estados Unidos mantener más de cincuenta bases militares en Irak de forma permanente. Las fuerzas estadounidenses también podrían seguir arrestando a ciudadanos irakíes y llevando a cabo campañas militares sin consultarle previamente al gobierno irakí. Los soldados y los contratistas estadounidenses gozarían de inmu-nidad legal” (The Independent 9/06). Primera vía: com-binación de soborno y coacción. Resultado: incierto.

Respecto del plan nuclear iraní –que en rigor es un argumento válido para neutralizar su creciente ascen-dente en la región, puesto que también se señala su inje-rencia en Líbano y en Irak como motivos para una esca-lada contra ese país–, hubo pocas novedades significativas. La Agencia Internacional de Energía vol-vió a dar sus alertas, a las que nos tiene acostumbrados la ONU, y volvieron a soplar vientos de guerra. Pero desde el plano retórico se levantaron dos voces que pu-sieron un cierto freno a la actitud de los halcones del Pentágono. El primero de ellos fue el mismísimo secre-tario de Defensa estadounidense, Robert Gates, lo que demuestra la diversidad de la propia alianza: “EE.UU. debería estructurar una combinación de incentivos y presión para lograr que Irán acate las normas internacionales. ‘Si va a haber discusión, entonces ellos necesitan algo. No podemos ir a un diálo-go y ser absolutamente demandantes, sin mostrar que ellos necesi-tan algo de parte nuestra. En mi opinión, debemos buscar formas por fuera del gobierno para abrir canales y que haya un flujo de personas entre los países’. Gates sostuvo públicamente que deberí-an establecerse conversaciones con Irán antes de asumir en su ac-tual puesto hacia fines de 2006. En 2004, escribió un reporte del Council on Foreign Relations titulado ‘Irán: tiempo de una nueva estrategia’. También fue miembro del grupo bipartidista Iraq Study Group, que proponía conversaciones con Irán. Renunció cuando el Presidente Bush lo nominó como Secretario de Defensa en noviembre de 2006, el reporte fue publicado el 6 de diciembre, día en que fue confirmado por el Congreso” (WP 15/05).

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Es evidente que la intención de Bush y sus acólitos era neutralizar las presiones de un Congreso refractario a una política excesivamente beligerante mediante la cooptación de un conspicuo miembro de los servicios de inteligencia. Temporariamente, fue una medida efec-tiva; no obstante tuvo efectos sobre la capacidad de los sectores militares de imponer medidas, las cuales co-menzaron a sufrir una triple negociación. Pero también se sumó recientemente la advertencia Joschka Fischer, canciller alemán durante el anterior gobierno de Schroeder, quien advirtió que Israel atacaría –a instan-cias de EE.UU.– las instalaciones nucleares que posee Irán. Segunda vía: amenaza militar. Resultado: indeter-minado.

Es interesante tener en cuenta la hipótesis de Fischer, que en definitiva supone que EE.UU. utilizaría a Israel para promover medidas que resultan estratégicas para ambos, en vista de los recientes sucesos respecto del histórico enfrentamiento de este último país con Siria. Fue toda una sorpresa –al parecer inclusive para EE.UU.– el anuncio de que ambos países “iniciaron nego-ciaciones para un tratado de paz definitivo por intermedio de me-diadores turcos, una señal de que Israel desea detener la influencia de Irán, el aliado más importante de Siria. No han negociado tan seriamente en ocho años. Los motivos sirios son claros: desea recu-perar las Alturas del Golán, capturadas por Israel en la guerra de 1967, y restablecer sus relaciones con EE.UU., que supone puede lograr por intermedio de Jerusalén. Para Israel –que obser-vó con preocupación el avance de Hamas en Gaza y Cisjordania y la demostración de poder de Hezbollah en Líbano–, un esfuerzo para reducir la influencia de Irán sobre Siria puede tener amplios beneficios. El reciente anuncio del acuerdo de paz que otorga a Hezbollah poder de veto sobre las decisiones del gobierno libanés agregó urgencia al asunto” (NYT 22/05). Hay sobrados mo-tivos para el escepticismo. En primer lugar, EE.UU. afirmó públicamente no estar de acuerdo con las nego-ciaciones aunque dio luz verde en función de que Israel está decidido a hacerlo. Más allá de lo sospechoso del gambito norteamericano –es poco probable que Jerusa-lén no concerte con Washington su política en la re-gión–, esa declaración pública contribuye a solidificar las posiciones de la población de Israel: dos tercios re-chazan la devolución de las tierras ocupadas. En segun-do lugar, Olmert se encuentra en su momento más débil por los escándalos de corrupción que lo involucran di-rectamente –un empresario norteamericano declaró en una corte de ese país haberle pagado coimas. La coali-ción gobernante se sostiene con una ínfima mayoría, en donde el partido religioso de derecha Shas cumple una función de sostén irremplazable. Por último, miembros del ejército se mostraron refractarios a entregar el Go-lán. Tercera vía: promesa de negociaciones. Resultado: indeterminado.

El levantamiento de Hezbollah en Líbano finalizó con la aceptación por parte de las fuerzas políticas del país de otorgar poder de veto respecto de las decisiones del gabinete a esa organización política, militar y social. El acuerdo “fue forjado por mediadores árabes en Doha, Katar,

e involucró negociaciones diplomáticas de último minuto entre las potencias regionales, incluidas Siria, Irán y Arabia Saudita. An-tes del acuerdo, los funcionarios iraníes aseguraron a los sauditas que no desean confrontar con las naciones árabes. Irán utilizó su influencia para prevenir a Hezbollah de entrar en las áreas sunni-tas del Libano” (NYT 22/05). Tal como desarrollamos en el Análisis… Nº 95, el conflicto se originó en un intento del gobierno de clausurar las redes de comunicaciones y desplazar autoridades de Hezbollah. La operatoria reali-zada tiene todas las características de una acción pro-movida por la CIA, aunque implementada por una parte del gobierno. Cuarta vía: conspiración. Resultado: nega-tivo.

Lo que ocurre en la indómita frontera entre Afganis-tán y Pakistán, reducto principal de Al-Qaeda, aparece cada vez más confuso. Por un lado, el Comandante sa-liente de las fuerzas de la OTAN en Afganistán, Gene-ral Dan McNeill, se mostró preocupado porque “Pakis-tán no cumplió sus promesas de neutralizar a las milicias de su lado de la frontera, y en meses recientes detuvo su cooperación con sus pares de la OTAN y Afganistán. Atribuyó los problemas a los cambios políticos en Pakistán desde la elección de febrero pa-sado. El gobierno actual dejó en claro que no continuará con las tácticas de Musharraf contra los militantes sino que llevará ade-lante el dialogo, el involucramiento político y el desarrollo económi-co de las regiones tribales” (NYT 30/05). Pero, por otro la-do, “menos de un año después de alertar contra nuevas amenazas de una resurrecta red Al-Qaeda, el Director de la CIA Michael Hayden, afirmó que la organización terrorista está prácticamente derrotada en Irak y Arabia Saudita y se encuentra a la defensiva en la mayor parte del planeta, incluyendo lo que se califica como su fortaleza, la frontera entre Afganistán y Pakistán. Aunque advirtió que sigue siendo una amenaza seria, subrayó que Osama Bin Laden está perdiendo la batalla ideológica por ganar las men-tes y los corazones del mundo islámico y ha visto reducirse su habilidad de explotar la guerra en Irak como argumento para re-clutar adherentes. Hayden declinó hacer comentarios acerca de los nuevos acuerdos, si hay alguno, formalizados con las nuevas auto-ridades de Pakistán, pero dijo que ‘estamos cómodos con las auto-ridades que tenemos’” (WP 30/05). Estas contradicciones son propias de un gobierno que se encuentra en retira-da, pero fundamentalmente son posibles por el cambio de las condiciones en Pakistán, que trastocaron las ca-pacidades de imponer líneas de intervención por parte de EE.UU. Quinta vía: indefinida. Resultado: indeter-minado.

El realismo que muestra la política exterior también se evidencia en la falta de capacidad de efectivizar las transformaciones que la alianza gobernante en EE.UU. requiere para alcanzar el diseño geopolítico que le es propio. De hecho, los otrora incondicionales aliados como los sauditas comienzan a actuar en un escenario post-Bush: no sólo contribuyeron a sellar el acuerdo que consagró a Hezbollah como la fuerza política más sólida de la región, sino que se permitieron declinar en parte el pedido de Bush de incrementar la producción de crudo para frenar el vertiginoso incremento de pre-cios. La decisión de aumentar su producción en 300.000

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barriles por día es tan modesta, que sólo simbólicamen-te puede decirse que respondieron afirmativamente a un pedido –significativamente mayor– del mandatario nor-teamericano que visitó personalmente al Rey Abdullah para tal fin.

El proceso de transición política y su evidentes nexos con el ciclo de acumulación del capital comenzó hace al menos un año a mostrar las características propias de una transición. De la finalización de unas formas y el nacimiento de otras. A continuación, observaremos cómo se comportan las fuerzas políticas internas –en un momento en que se encuentran dirimiendo cuál de las alianzas sociales que las mismas representan se alza con la cúspide del gobierno del estado–, intentando distin-guir los movimientos que las trascienden.

De la fluidez de las alianzas a la compartimentación y el abroquelamiento

Hace exactamente un año, en el Análisis… Nº 84, destacamos que comenzaba a hacerse observable un proceso de deserciones dentro del gobierno norteameri-cano, en diversas posiciones de jerarquía. No había de momento un patrón claro acerca de cómo se desarro-llaba el mismo. Evidentemente, a juzgar por la ofensiva descripta en apartados anteriores, no hubo afectación de la capacidad en materia de política exterior, tanto en su vertiente diplomática como en la esfera securitaria y militar. Podemos decir que esa sostenida actividad es un claro indicio de lo que acontece: el éxodo de funciona-rios se relaciona con el mayor o menor grado de perte-nencia a la alianza social que respalda al gobierno de Bush.

En ese sentido, el Departamento de Defensa y los servicios de inteligencia no tuvieron ninguna disfunción derivada de estos cambios. Ciertamente, no podrían hacerlo en un escenario en el cual el país se encuentra comprometido militarmente en numerosas regiones: muchos de ellos podrían enfrentarse con el escarnio so-cial al suponérselos “traidores a la causa”. Pero lo cierto es que en esas áreas del gobierno es donde el núcleo du-ro del sector de Bush ocupa de manera directa los pues-tos políticos de decisión. En un segundo anillo, se en-cuentran aquellos de los servicios de inteligencia, que continúan en sus funciones pero que tienen interés en frenar los impulsos más belicosos: los ejemplos de Ga-tes –un transplantado de la CIA al Pentágono– y Hay-den, que señalamos anteriormente, son lo suficiente-mente gráficos.

En un tercer anillo, aquellos sectores del gobierno con los cuales las relaciones son de carácter técnico o son ocupados por outsiders a la propia alianza, la situa-ción comienza a mostrar signos de acefalía en las ins-tancias de decisión.

Las principales áreas afectadas son la Administración de Servicios Generales (GSA) y los Departamentos de Salud (DHHS), Vivienda y Desarrollo Urbano (DHUD), Justicia (DOJ) y Tesoro (DOTT). Esto co-menzó a reflejarse en la inquietud de ciertos sectores de

expertos con influencia en la gestión: “A casi ocho meses de la finalización del mandato de Bush, un buen número de fun-cionarios están corriendo a las salidas, dejando cerca de la mitad de los puestos políticos más altos vacantes o ocupados por personal temporario, según mostraron las estadísticas federales. Más de 200 nominaciones pendientes yacen en el Congreso, estancadas en la pelea entre los demócratas y la Casa Blanca. Al mismo tiempo, algunas agencias comenzaron a prepararse para el nuevo gobierno, incluyendo la instalación de personal de carrera en puestos jerár-quicos en el Departamento de Seguridad Interna (DHS). La Ca-sa Blanca también dio el inusual paso de ordenar a las agencias federales que dejen de proponer nuevas regulaciones. ‘Casi dos años de puro caos’, afirma Paul Light, un experto en gestión pú-blica federal de la Wagner School of Public Service de la Univer-sidad de New York. ‘Los funcionarios no saben a quién deben dirigirse. No reciben directivas. El Congreso no es interpelado. El Presidente no está haciendo realmente nada. Es un momento ver-daderamente vulnerable para llevar adelante un gobierno’” (WP 28/05).

Pero allí no se termina la cosa, puesto que ocurre lo propio con la Reserva Federal (FED), cuando debe li-diar con las turbulencias financieras que describimos en Análisis… anteriores (Nº 82, 87, 89 y 92): “El Presidente Bush nominó a dos nuevos gobernadores de la FED más de un año atrás, los banqueros de Virginia Elizabeth Duke y Larry Klane, y volvió a nominar a Randall Kroszner, que continúa en servicio mientras aguarda la confirmación senatorial. El comité senatorial que regula la actividad bancaria no motorizó las mis-mas. Muchos demócratas prefieren mantener los puestos vacantes para que sean llenados por un posible presidente demócrata en enero y se mostraron preocupados por que los nominados favorez-can a los bancos en lugar de a los consumidores” (WP 29/05).

Se trata de una práctica habitual en las transiciones gubernamentales de todo el mundo –probablemente con sus diferencias–, que como vimos no afecta prácti-camente en nada al accionar de las fuerzas armadas y de seguridad. Pues el tipo de tareas que llevan a cabo estos funcionarios está menos ligado a la gestión pública y a mecanismos burocráticos que el caso de otras áreas. De esta forma, el núcleo duro del gobierno de Bush no se inmuta ante la última medida al respecto, mediante la cuál “las áreas del gobierno tienen hasta el 1º de junio para pro-poner nuevas regulaciones. La Casa Blanca declaró también que no permitirá ninguna implementación de regulaciones luego del 1º de noviembre, cerca de tres meses antes de que Bush deje el poder. Mientras afirma que los lineamientos son ‘simplemente buen go-bierno’, algunos especialistas legales afirman que esta medida ase-gura que las normas que el gobierno desea que formen parte del le-gado de Bush estén menos sujetas a reversión por parte de su sucesor. Muchas regulaciones no tienen efecto antes de los 60 días de haber sido establecidas, por lo que el nuevo presidente puede posponerlas o revisarlas. Luego de que Bush asumió en 2001, por ejemplo, interrumpió muchas regulaciones pendientes que había es-tablecido su antecesor, Bill Clinton. Este, por su parte, impuso una suspensión similar para las establecidas por Bush padre. Mu-chos funcionarios fueron tomados por sorpresa por la orden del 9 de mayo. Fue establecida en un memorando del Jefe de Gabinete

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de la Casa Blanca, Joshua Bolten, y enviada a los titulares de ca-da repartición sin anuncio público” (NYT 31/05).

Aún cuando esta práctica también es bastante habitual en el país, hay que establecer un matiz muy importante, a la hora de vincular dicho proceso a la actual contienda electoral, ahora sí, entre Obama y McCain. La última transición de Clinton a Bush estuvo jalonada de hechos que representaron un giro importante en materia de po-lítica exterior. Recordemos que Clinton emprendió ac-ciones militares contra Yugoslavia que transformarían el escenario geopolítico y arrastrarían ulteriormente a Ru-sia al paulatino abandono del neoliberalismo a ultranza. El cambio de comienzos de 1998 representaría más una prioridad de los sectores neoconservadores que de la propia alianza representada por Clinton (ver Análisis… Nº 83 y Nº 89). Es posible considerar que dichas tareas respondían más a una prioridad de estado que de gobierno, más aún si tenemos en cuenta que no existía un candi-dato en el propio partido que llevase adelante una polí-tica exterior no belicista –como podría considerarse a Obama actualmente. Con sus diferencias, su vicepresi-dente Al Gore expresaba continuidad más que cambio.

En ese punto, las actuales iniciativas militaristas que describimos tienen similitudes con la última transición, pero también diferencias.

En primer lugar, no hay un sucesor absolutamente encolumnado con Bush. McCain no muestra diferencias apreciables en torno a Medio Oriente, pero sí, por ejemplo, respecto de Rusia: “Se distanció de la administra-ción Bush al señalar que colaboraría más estrechamente con Rusia en torno al desarme nuclear y a la eliminación de armas tácticas nucleares en Europa. En lo que se anunció como el discurso prin-cipal de campaña sobre política de seguridad nuclear, McCain aseguró que apoya la celebración de un acuerdo entre las dos na-ciones que reemplace los requisitos de verificación establecidos en el Tratado de Reducción de Armas Estratégicas (START), que expira en 2009” (NYT 28/05).

En segundo lugar, se acaba de confirmar que la opo-sición demócrata presentará un candidato con el cual el actual gobierno prácticamente no tiene puntos en co-mún. De hecho, constantemente se busca degradar sus posiciones en materia de política internacional, para presentarlo como un candidato débil frente a los desafí-os que presenta el terrorismo y el populismo. El ejem-plo más concreto de ello fue la alevosa descontextuali-zación de los dichos del mismo, respecto de su posición hacia el Estado de Israel, llevada a cabo por los líderes republicanos de la Cámara de Representantes, John Boehner de Ohio y Eric Cantor de Virginia, dos cons-picuos miembros del lobby judío. Es pertinente recalcar que para el Partido Demócrata resulta fundamental –y ha sido así desde los ’60 por lo menos– contar con el voto del electorado judío para proclamarse ganador en las elecciones de noviembre.

De todas maneras, hay que establecer una distinción entre las razones de estado que se esconden en una y otra escalada militar –contra el “terrorismo” y el mal

llamado “populismo” respectivamente. Nos interesa aquí destacar los efectos de la segunda.

En tanto responde a una necesidad del capital global, podemos decir que el impulso para alcanzar acuerdos de librecambio, principal motivación de las políticas hacia Latinoamérica, se incluye dentro de ellas por encima de cualquier facción política. Observaremos en el próximo apartado cuál es el motivo específico que la genera. Pe-ro de cualquier manera, las recientes medidas de carác-ter securitario para la región son potenciales elementos favorables para cualquier negociación. El retiro de cual-quiera de ellas puede ser entregada como concesión, muestra de buena voluntad y/o señal de predisposición al diálogo, a cambio de avances sustanciales en la agen-da librecambista. Aún cuando no se exija contrapartida inmediata, esa modificación, al discurrir por canales di-plomáticos, muchas veces tiene efectos muy significati-vos sobre la actitud de gobiernos presionados por la co-rrelación interna de fuerzas. Resta evaluar si los efectos originarios de las medidas en el bloque de países del Mercosur no neutralizan a posteriori la efectividad de este artilugio en la negociación. En ese sentido, el aprendizaje de los pueblos puede sorprender siempre.

Dime cómo repartes y te diré cómo debes producir

Todas las formas concretas en que se desarrolla el ca-pitalismo –local, regional, nacional y supranacional– ne-cesitan encontrar cauce para su expansividad. Los regí-menes políticos que actúan como vehículo de ese despliegue de relaciones sociales de producción, siste-máticamente agregativo en términos productivos, no puede no responder a esa necesidad. Puede hacerlo de diversas maneras, pero siempre el resultado será en de-finitiva el mismo: la búsqueda de un incremento cuanti-tativo del valor socialmente producido. Esa ecuación entre fines y medios se manifiesta en cualidades concre-tas de desarrollo que pueden ser observadas a través de indicadores de la estructura económica de cada unidad analizada: composición orgánica del capital, procedencia de inversiones, estructura del comercio exterior, carac-terísticas de la infraestructura productiva, etc. Esa com-binación es la manera como cada formación económi-co-social intenta dar respuesta a las necesidades insatisfechas de la población que la compone y/o a aquellas nuevas necesidades que la sociedad sanciona como tales.

La capacidad de generar permanentemente nuevas necesidades y reforzar la complejidad de las existentes es lo que mantiene activo al capitalismo. Ineludiblemen-te, todas esas formas, en simultáneo, buscan apropiarse de una mayor proporción del valor producido social-mente en todo el mundo, a la vez que contribuyen y promueven permanentemente que en su territorio se in-cremente esa masa de bienes y servicios disponibles por la vía de un aumento de la productividad del trabajo, de una manera específica. En la actualidad, no hay probabi-lidades de que ningún régimen político escape a este

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principio: es preciso intentar garantizar una mayor pro-ducción para dar cuenta no sólo de las nuevas necesida-des derivadas del mero incremento de la población, sino de las que arrastran insatisfacción previa. La cuestión está en ver cómo resuelven ese dilema en cada territorio en que se despliegan relaciones capitalistas de produc-ción, más aún en las escasas regiones donde el capita-lismo subordina modos de producción previos. La esencia mundial del capitalismo no es más que la simul-taneidad con que cada forma nacional –en tanto es el marco privilegiado por la historia para su desarrollo, mas no el único– persigue esta expansión. La amplia-ción de la escala productiva para responder a la necesi-dad de incrementar los mercados, intrínseca del capital, es en lo que se sustenta la competencia como medida y medio. Que constituyen determinantes predilectos con que se perfecciona el equilibrio inestable entre las for-mas concretas.

En definitiva, entonces, Venezuela, Argentina, Brasil, España, Alemania, México, Colombia, Inglaterra y EE.UU. –por nombrar aquellos países que hemos abordado– no escapan a la necesidad de que sus unida-des optimicen la producción y la distribución de bienes y servicios para su población. Las particularidades que adopta cada una de las sociedades, al realizar las tareas concretas necesarias para ello, tienen relación con su historia, sus características naturales y la complejidad de las formas en que se interrelacionaron interna y exter-namente. Entre todas perfeccionaron un diseño de la división internacional del trabajo que era resultado y ex-presión de la agregación, yuxtaposición e interrelación, y por ende choque, de las divisiones del trabajo social propias de cada territorio. En ese punto los grupos so-ciales responden a esa necesidad articulando una res-puesta que se sustenta en la forma en que cada uno de ellos se reproduce como clase. Decimos esto último porque supone una autoconciencia de cómo es y lleva implícito un deber ser, que se manifiesta en las expecta-tivas, los hábitos, las costumbres, etc. Esa combinación de necesidades globales y particulares termina dando como resultado la manera en que cada clase, fracción y agrupamiento, luego de medir fuerzas entre sí, “acepta” el reparto social de los bienes y servicios, en sentido amplio, que la sociedad en su conjunto genera. Pero ahí se termina la semejanza. De hecho, ese principio que ac-túa como sustrato ha derivado en formas tan intrincadas de manifestarse que muchas veces no se reconoce lo que le da fundamento: la enajenación resultante de la división del trabajo.

Lo que resta agregar al razonamiento anterior es que toda la masa de bienes y servicios lleva consigo la po-tencia de generar una ganancia cuando se realiza. La forma en que ella se reparte es el elemento principal que nos permite taxonomizar a las formaciones económico-sociales: depende las proporciones en que ello ocurra entre las diferentes clases nos va a dar la pauta principal que las caracteriza.

En ese arco de posibilidades observamos a Venezuela como un país cuyo régimen se propone destinar el grue-so de la misma a los trabajadores, capas medias y pe-queña burguesía. EE.UU., por su parte, como expresión cúlmine del capital global, se encuentra siempre predis-puesto a que sea el capital financiero quien marque el ritmo del reparto y regule su distribución hacia el resto de la sociedad –con importantes matices en cómo esto debe llevarse a cabo. Entre medio de esas formas “ex-tremas” hacia uno y otro lado, existen numerosas for-mas que hibridan mecanismos resultantes de la propia historia de las sociedades. En la agenda de los diferentes gobiernos se rotulan con ampulosos nombres como “combate a la pobreza”, “redistribución del ingreso”, etc.

En el Análisis… Nº50 abordamos las implicancias de la liberalización del comercio a nivel mundial en cuanto a sus efectos sobre la producción y la circulación. Con-cluímos que el levantamiento de barreras de carácter político sobre el movimiento de bienes y servicios era parte del proceso de optimización permanente de la productividad del trabajo. Se trataba, en definitiva, de una necesidad del capital global. Pero en las formas concretas que este adopta –entre las cuales EE.UU. se yergue como paradigma y asume por ello su representa-ción– las relaciones que las articulan pueden llegar a de-tener su inexorable destino. En la capacidad de resolver el conflicto en las regiones donde este se presenta, se juega la evolución necesaria del capitalismo. Esto no quiere decir, por supuesto, que no existan fracciones del capital que por su conformación histórica aprovechen esta pausa en las tareas históricas del conjunto.

En ese punto, cabe preguntarse acerca de las diferen-cias entre España, Alemania y EE.UU. –como tres ca-sos particulares– en torno a la liberalización del comer-cio. Las empresas multinacionales habitualmente buscan nichos de inversión en territorios, por tres motivos principales: abastecimiento de materias primas, suminis-tro de mano de obra y búsqueda de mercados. Muchas veces se combinan entre sí –el capital siempre busca ex-traer todo el jugo de cualquier fruto–, dando como re-sultado una complejización de los intereses en la región del país del que provienen. Algunas cuestiones son evi-dentes: mercados como el brasilero o el chino son for-midables para cualquier empresa. Si además tienen bajos costos de reproducción de la fuerza de trabajo, como ocurre en ambos casos, se transforma en un nicho de inversión predilecto. En el caso de Brasil se suma que constituye un reservorio importantísimo de materias primas.

En este punto, cabe preguntarse entonces qué tipo de motivo es el predominante en las relaciones de esos tres países con Latinoamérica. Pero teniendo en cuenta que comienza a registrarse un desacople entre la oferta y la demanda, los recursos naturales comienzan a resultar escasos en numerosos rubros, lo cual impacta en el peso de las prioridades y, por ende, en las formas políticas concretas en las que se lleva a cabo su satisfacción. Para

22 EE.UU.: colateralizar los costos de las tareas de todos

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ello, hay que observar los datos sobre las inversiones de las empreas en la región y los mercados a los que se di-rige su producción. España tiene una multiplicidad de intereses superpuestos que sólo en el caso de la energía se refiere a materias primas. El grueso parece estar rela-cionado con servicios que por la envergadura de capita-les –muy grande para Latinoamérica pero pequeña para Europa– sólo puede aplicarse en ultramar. Allí se vale de la utilización de lazos históricos como condición de posibilidad para hacerlo. La asociación con otros capita-les europeos disponibles que necesitan encontrar sitios donde invertir es una oportunidad para ampliar la escala pero un problema para que la región pueda “digerirlos” políticamente, puesto que pese a que los gobiernos cla-man por inversiones, habitualmente vienen con recla-mos en el portafolio.

Alemania, por su parte, ocupa un rol técnico en el mundo que sólo puede ser emparentado con el de Ja-pón, aunque sus capacidades productivas en ingeniería pesada no son emuladas. En este sentido, su reclamo se asienta en la necesidad de aligerar mercados en donde sus filiales tienen presencia, bajo el argumento de que son sus máquinas las que permanentemente optimizan la producción del conjunto. Asume de esta manera la representación de toda industria, para que no se detenga la búsqueda de incrementar la producción vía incorpo-ración de tecnología. Su interés pasa por eliminar todo obstáculo que afecte los mercados de consumo. La oportunidad en que se realiza un reclamo –poco habi-tual por parte de su gobierno– en torno de la Ronda de Doha, se relaciona con establecer las condiciones del próximo ciclo expansivo. Aún cuando no se conoce cómo será el mismo –hay indefinición acerca de las ra-mas que establecerán su dinámica–, lo cierto es que re-

querirá el levantamiento de barreras artificiales. El hecho de que EE.UU. y la UE debieran absorber los efectos de la crisis financiera reciente actuó como una lección categórica.

EE.UU., por su parte, combina todas las formas en su excesiva plétora de capital, que se asienta principalmen-te en la hegemonía de su moneda. Pero actualmente lo que tracciona el comportamiento de su gobierno es la búsqueda de garantizarse el acceso a materias primas que alimenten un esquema productivo desparramado por todo el globo para satisfacer su mercado interno primero y al resto después. Los argumentos y las formas en que ese orden de prioridades se despliega se observa en las regiones donde interviene: Medio Oriente, África, Sudamérica y Asia Central.

La estructuración descripta –que no es más que la forma concreta como evoluciona el mercado mundial– tiene a nuestro país ocupando una particular posición. La permanente colisión entre un desarrollo que se basa en las capacidades desarrolladas primigeniamiente en nuestro territorio por sus condiciones naturales y por la naturaleza de las relaciones establecidas con las socieda-des que lo forjaron, por un lado, y el que propone tras-cender desde dicha base hacia un desarrollo diversifica-do, por otro, se encuentra inserta en el proceso antes descrito. Ante esto, de inmediato surge una pregunta: ¿Cuáles son las condiciones que permitieron llegar a una situación en la cual esa expansividad productiva para sa-tisfacer necesidades crecientes puede ser interrumpida en seco, y aún ser presentada esa acción como una de-fensa del interés del conjunto de las clases sociales que habitan nuestro país? De ello tratan los apartados si-guientes.

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Argentina. La globalización de las discusiones: en todos lados los mismos argumentos

La situación internacional y los episodios de las cum-bres entre la región y Europa descritas hasta aquí reper-cuten de manera particular en la Argentina, atravesada además por una coyuntura interna de fuerte confronta-ción entre dos fuerzas sociales. Una, acaudillada por la Sociedad Rural (SRA), histórica corporación terrate-niente organizadora del país a partir de sus intereses en torno a la producción de materias primas –básicamente granos y carnes–, y al posterior desarrollo de la industria agroalimentaria, siempre con fuertes vínculos con el ca-pital financiero internacional, principalmente británico y norteamericano. Otra, aquella conducida por sectores industriales, también altamente concentrados, que re-quieren de la distribución de la pomposa renta diferen-cial de la pampa húmeda para desarrollarse, en alianza con la mayoría del movimiento obrero organizado y del pueblo en general, que encuentra en la misma la posibi-lidad de su existencia, a partir de la necesidad de mano de obra local calificada, con el consecuente desarrollo de un mercado interno fuerte. Esta segunda fuerza es la que conduce el gobierno nacional desde 2002, primero en su versión “duhaldista” y desde mayo de 2003 en su etapa “kirchnerista”.

Debemos tener en cuenta para nuestro análisis que en la actual coyuntura internacional de altos precios de los alimentos, y de la consecuente crisis alimentaria en di-versos puntos del planeta –como han mostrado los mismos discursos oficiales en la cumbre ya analizada–, nuestro país –apoyado en la enorme productividad de su pampa húmeda a partir de las condiciones climáticas y de fertilidad del suelo excepcionales– produce actual-mente 135 millones de toneladas de alimentos básicos, cifra capaz de satisfacer las necesidades alimentarias de 450 millones de personas; es decir, una población 12 veces más grande que la que ocupa los suelos argenti-nos.

Sin embargo, como sucede en el resto del mundo, a partir de una producción cada vez más socializada y una distribución de lo producido cada vez más concentrada, en la Argentina más de dos millones de personas no pueden consumir los nutrientes imprescindibles, al tiempo que, debido a los altos precios internacionales y a la imposibilidad de venderle a la población local ali-mentos a dichos precios, en el país sólo queda el 8,3 por ciento de lo producido, exportándose el resto (P12 18/05, elaboración propia del diario con datos de la Se-cretaría de Agricultura y del área de investigación de la Facultad de Agronomía de la UBA).

Porque no todos somos iguales Cristina Fernández de Kirchner comenzó su discurso

en la Cumbre América Latina-Unión Europea plantean-do el problema alimentario como una cuestión a resol-verse en el plano de las relaciones sociales, frente a quienes postulaban soluciones de carácter puramente técnico. La diferencia entre ambos planteos es central, ya que la primera de las explicaciones requiere entender el carácter histórico de los fenómenos, frente a la se-gunda que, sin tener en cuenta ello, parte en sus argu-mentos de la naturalización de lo existente como dado y eterno: “La problemática social suele ser vista en los encuentros que mantenemos como si de repente se tratara de un fenómeno cli-mático, o sea que no pudiéramos explicar por qué muchas veces llegamos a situaciones en las cuales nuestro continente por ejemplo, América latina, no es el más pobre, pero sí el más desigual. Es entonces insoslayable, y sin ánimos de plantear polémicas, anali-zar por qué un continente con recursos humanos naturales, muy ricos y muy variados, es tal vez hoy el continente con mayor grado de desigualdad”.

Estas palabras no podían menos que generar, preci-samente, polémica. El encargado de llevarla adelante fue el titular de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, quien le reclamó al bloque sudamericano la apertura de sus mercados a la industria y los servicios foráneos a cambio de permitir mayor penetración de los agroalimentos en los mercados europeos. La respuesta de Cristina Kirchner, presidenta además durante este semestre del Mercosur, fue la siguiente: “Lo importante es ver qué está entregando uno y otro. Aparentemente, puede parecer que los dos entregan lo mismo, pero hay que ver cuánto representa eso para cada parte, según los tamaños de las economías y las condiciones sociales. La pobreza no vino a América latina como el viento y la lluvia, sino por la desapropiación de recursos desde que fue descubierta, mas allá de errores de dirigencia locales (…). No-sotros queremos una negociación equilibrada” (P12 y LN 18/05).

A pesar de haber sido mencionados en función de la relación entre América Latina y Europa, es importante que retengamos ambos argumentos, porque como ve-remos en seguida, los mismos van a repetirse tranqueras adentro de la Argentina, entre las dos fuerzas sociales en disputa.

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Integración regional y crecimiento de la “otra” industria

Pero no sólo en el plano discursivo las posturas tien-den a ser cada vez más regionales. La necesidad de inte-gración que plantea la urgencia y la magnitud de los problemas a resolverse es cada vez más palpable y nues-tro país, con las contradicciones internas que este pro-ceso genera, continuó durante este mes ese camino en diferentes planos.

Por un lado, la “cuestión energética” continúa siendo la matriz de dicho proceso, para lo cual el papel jugado por la Venezuela de Hugo Chávez resulta esencial. Por ello, ya a comienzos de mayo, horas después de firmar un acuerdo bilateral en Caracas para ampliar la asisten-cia energética y financiera venezolana a la Argentina, la presidenta Kirchner volvió a presionar en pos de lograr la rápida inclusión de ese país al Mercosur, tal como mencionamos anteriormente. Unos días más tarde, el 22 de mayo, se anunciaba la compra por parte del gobierno venezolano de otros 1.000 millones de dólares en títulos de la deuda argentina Boden 2015, sumando en total ya 7.416 millones de dólares en los últimos tres años y me-dio, ante la complicada situación financiera del país, producto de la disputa interna y de los intentos de des-estabilización financiera en el mercado local.

Por otro lado, los acuerdos también involucran a Bra-sil, país que comenzó durante este mes a enviarle a la Argentina electricidad, situación que se extenderá du-rante el invierno.

Estas acciones, como ya señalamos, se dan en el mar-co de un fuerte enfrentamiento interno que describire-

mos a continuación. Como veremos, el eje de la disputa está puesto en qué utilidad se le da a los amplios márge-nes ofrecidos por la renta diferencial de la tierra, obte-nidos a partir de la exportación de granos y carnes. Los números nos dan un indicador claro de la disputa: los subsidios para energía, alimentos, transporte y empresas públicas sumaron en el primer trimestre del año 4.588 millones de pesos, lo que implica un aumento del 132% respecto del mismo periodo de 2007. Dichos subsidios se distribuyen entre el transporte público y las tarifas eléctricas de los hogares, el consumo de gas, la compra de fuel oil para las centrales térmicas, la contención de los precios de algunos alimentos básicos como pan, aceites, leche, pollos y carne vacuna, y el financiamiento de diversas empresas estatales. Estos mismos fondos ya habían sufrido un aumento entre 2006 y 2007 del 125%.

Los resultados de la aplicación de dicho plan están a la vista: aún con el lock out del agro conducido por la SRA, la industria manufacturera creció en el primer cua-trimestre del año 7,2%, por encima del 6,7% de igual periodo en el año precedente. Dicha expansión estuvo sustentada, según la consultora Economía & Regiones, en seis sectores: la producción automotriz (29,4%), los metales básicos (9% más de acero y 40% más de alumi-nio), el tabaco (10,1%), la producción de insumos para la construcción (8%), y la industria textil (7,1%).

Pero como veremos a continuación, existe otro plan estratégico, con el corazón puesto en la producción de agroalimentos, que apuesta a la desestabilización del ac-tual modelo y que fue logrando plantear su programa tanto en términos económicos como políticos.

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El proyecto agroindustrial-exportador: de la protesta a la formulación del plan estratégico Fin de la tregua: “Se van caldeando los ánimos”

Luego de la primera etapa de lock out, cortes de ruta y desabastecimiento iniciada en el mes de marzo, abril había sido el mes del aplazamiento. Las cuatro entidades agropecuarias (Sociedad Rural, Confederaciones Rurales Argentinas, Coninagro y Federación Agraria) desactiva-ban momentáneamente la protesta y junto a la primera línea del Gobierno formaban la denominada Mesa del Diálogo. Pero todo hacía pensar que la Mesa no iba a ser capaz de destrabar la negociación entre complejas alianzas sociales cuyo antagonismo parece profundizar-se cada vez más.

De hecho, y a modo de simple ejemplo, el titular de CRA, Mario Llambías, reconocía a principios de abril que tras levantar el desabastecimiento a las ciudades había sugerido a los propietarios del campo “no entregar mercadería hasta que la negociación establezca un precio razona-ble. No se puede entregar la mercadería a un precio menor de lo que estimamos correcto” (P12 6/04).

Por su parte, cerrando ese mes, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner arengaba: “La gran batalla que viene es por la redistribución del ingreso, por una sociedad más justa, y a ella deben contribuir los que más tienen” (P12 29/04).

Con todo esto, a una semana de haber comenzado el mes de mayo, las cuatro entidades agropecuarias reini-ciaban el boicot y el desabastecimiento a las ciudades. Llamaban a no comercializar granos y a movilizarse a la vera de las rutas. Así, a lo largo del país, fundamental-mente en las provincias de Bs.As., Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, La Pampa, Salta, Formosa y San Luis se desplegaron alrededor de unos 200 hechos de protesta como cortes de ruta totales o parciales –que afectaron a los transportes de granos y ganado–, asambleas, tracto-razos en algunas ciudades y escraches a funcionarios. Fracasadas las reuniones entre el ministro de Economía y el jefe de Gabinete, Carlos y Alberto Fernández res-pectivamente, y los titulares de las cuatro entidades agropecuarias, la lucha recomenzaba, en una nueva fase.

Al mismo tiempo, los ruralistas rechazaban de plano la medida del Gobierno a favor de los pequeños propie-tarios y arrendatarios, que establecía la devolución de retenciones y de costos de flete –a partir de los 400km de distancia de los puertos de salida internacional– para aquellos que cosechan hasta 500 toneladas, es decir, quienes explotan hasta 150 hectáreas. ¿Por qué? Porque el trámite del reintegro, que debe realizarse a través de la Oficina Nacional de Control Comercial Agropecuario (ONCCA), desnudaría la situación de comercio en negro que prima fuertemente en la actividad. De esta manera, de los 62 mil pequeños productores a los que se les

ofrecieron las compensaciones, sólo 120 se presentaron al ONCAA para participar de las mejoras.

Como respuesta al reinicio de la protesta ruralista, el gobierno reforzó el control sobre la exportación de car-nes, exigiendo a los frigoríficos –de nuevo a través del ONCAA– la existencia de reservas mínimas antes de vender al exterior. En rigor, la nueva disposición habili-ta a los exportadores a comerciar en el mercado externo sólo el 15% de la totalidad de su stock, dejando un 75% en disponibilidad, a modo de “encaje bancario”, para ser arrojado en el mercado interno.

Por su parte, las entidades agropecuarias, desbordadas o no por las denominadas “bases”, utilizaban la verba amenazante del dirigente rural de la FAA de Gualeguay-chú, Alfredo De Angeli, para agitar: “No va a quedar otra cosa que una medida de fuerza dura” (P12 7/05); “Llamo a los intendentes, diputados y gobernadores. ¡No sean gallinas! ¡Hinca-dos de rodillas nunca, van a tener que matarnos de pie!” (P12 9/05).

En el camino de acumulación de fuerza, y por lo tan-to superando el reclamo corporativo sectorial, las entidades sumaban a su favor la presión de las ramas de la industria vinculadas al agro. Desde la Cámara Argen-tina de Fabricantes de Maquinaria Agrícola (CAFA), Manuel Borrego afirmó que “si para fines de mes este tema no se resuelve, las fábricas van a tener que despedir gente” (LN 9/05).

También comenzaban a organizarse movilizaciones y actos en distintas ciudades chicas del país, como prepa-ración de lo que sería un hecho político significativo: el acto del 25 de mayo que se realizaría en Rosario, donde confluirían todas las fuerzas políticas y corporativas en-columnadas detrás del proyecto agroindustrial exporta-dor de la SRA, evento que será descrito más adelante.

En la ciudad de Roque Sáenz Peña (provincia de Chaco), los cuatro titulares de las entidades agropecua-rias encabezaban un acto político que convocó a unos 6.000 propietarios. Cabe señalar que allí la conducción de la protesta retomó la línea de estructurar un parti-do opositor único que cohesione a las gobernaciones e intendencias más fácilmente manejables por las entida-des rurales. En palabras del titular de la Sociedad Rural, Luciano Miguens:“Vamos a federalizar la protesta hablando con intendentes y gobernadores porque las provincias son las más perjudicadas por la entrega de la riqueza al poder central” (LN 10/05).

Dicho y hecho, las entidades rurales ponían en mo-vimiento a favor suyo a los jefes comunales propios o mandaban a sus bases a hostigar a los más o menos ali-neados con el kirchnerismo. Estos dispositivos políticos de primer nivel que son las intendencias aparecían en escena presionando, por voluntad o por necesidad, al

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gobierno nacional en las provincias de Bs.As., Córdoba y Entre Ríos. Tras haber sido víctima de un furibundo escrache por parte de los chacareros de Pergamino, el intendente Héctor Gutiérrez, un radical K, advirtió: “Los ánimos se van caldeando” (C 14/05).

El día 15, unos 8.000 propietarios y arrendatarios (se-gún las entidades agropecuarias) se concentraron frente a la Casa de Gobierno de Santa Fe, donde los dirigentes de la SRA, CRA, Coninagro y FAA fueron recibidos por el gobernador Hermes Binner. Tras la reunión, Mi-guens, Biolcati, Llambías, Gioino y Buzzi posaban en el balcón de la gobernación en una preparada postal que recorrería el país en los matutinos La Nación y Clarín.

Frente a la andanada de hechos de protesta encabeza-dos por los chacareros, los dirigentes de las organiza-ciones populares alineadas con el proyecto de distribu-ción de la riqueza –Federación de Tierra y Vivienda (FTV), Movimiento Evita y Barrios de Pie– anunciaban “volver a las rutas”, según las palabras de Emilio Pérsico. Luis D’Elía, de la FTV, advertía a los intendentes y go-bernadores del país: “Ojo con dejarse apretar” (C 14/05). Simultáneamente, el titular de la CGT, Hugo Moyano, amenazaba con la posibilidad de movilizar en las rutas a un millón de trabajadores. Las fuerzas se polarizaban, de cara a un enfrentamiento directo.

Dentro de esta misma fuerza, se habían alineado pre-viamente el Frente Nacional Campesino, integrante del Movimiento Campesino de Santiago del Estero (MO-CASE), el Movimiento Campesino de Formosa (MO-CAFOR) y los Movimientos Campesinos de Jujuy y Mi-siones, sectores histórica y actualmente enfrentados con las entidades agrícolo-ganaderas. Uno de sus represen-tantes, Omar Romero, señaló, reclamando ser incluido en la mesa de discusión sobre el modelo de producción agropecuaria, que “no apoyamos las medidas conspirativas co-ntra el pueblo argentino, estamos del lado de la democracia, del diálogo y este sector mayoritario del campo también tiene que estar incluido en la agenda del Gobierno y trabajar en políticas diferen-ciadas para este sector.” (P12 9/05).

La economía en riesgo para el imperio (o el boicot externo)

Quien también intervino en la disputa de fuerzas so-ciales en la Argentina fue el capital más concentrado a escala mundial, claramente del lado de las entidades agropecuarias. Desde la médula del capital angloameri-cano, los operadores –denominados analistas– de los bancos y fondos de inversión alertaron sobre la inmi-nente caída de la economía del país.

Así, el JP Morgan estimó que la Argentina crecería los años 2008 y 2009 bastante por debajo de la performan-ce que ha venido sosteniendo en el último quinquenio. Mientras los analistas de Lehman Brothers planteaban que los inversores estarían a punto de desprenderse de sus activos porque “piensan que hay una chance elevada de otro default en un futuro no muy lejano”, como resultado de que “las políticas de la Argentina pueden conducir a una crisis, más allá de los actuales indicadores fiscales positivos”.

Para el Morgan Stanley, el peligro económico reside en “el salto en las expectativas inflacionarias” en los próximos doce meses (LN 16/05).

Pero a la guerra psicológica de los interesados análisis macroeconómicos de la fracción más concentrada del capital financiero viene a sumarse otra forma de boicot más directa y prolongada: la reducción de las inversio-nes en el país. Así, en un informe de la Comisión Eco-nómica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se consignó que en 2007 las inversiones extranjeras en la Argentina cayeron del 12,4% al 5,4%, del año 1997 al 2007, en relación al total invertido en la región. La Co-misión refirió que esta reducción del ingreso de capita-les foráneos tenía una de sus causas en “los problemas que han tenido las empresas extranjeras sobre todo en lo referente a los contratos y la fijación de tarifas en el sector de los servicios públi-cos” (C 9/05).

Manual de Grondona I: el nuevo modelo económico agroindustrial exportador

Como en todos los momentos claves de la historia ar-gentina reciente, donde las fuerzas sociales históricas se disponen a un enfrentamiento, Mariano Grondona apa-reció en la arena política como el gran articulador de la línea dura liberal de la oligarquía terrateniente, y del proyecto de país del imperialismo angloamericano. De manera brillante, Grondona logra funcionar como me-diación entre distintas fracciones de clase y grupos so-ciales, sintetizando un discurso que expresa los intereses de cada uno de estos a partir del interés del país oligár-quico financiero.

Así, de cara a la polarización y radicalidad de la ubica-ción de los actores en el campo de fuerzas nacional, Mariano Grondona –desde su columna dominical en el órgano político La Nación– exponía y justificaba la ne-cesidad de cambiar el esquema de política económica de los gobiernos kirchneristas por un nuevo modelo económico –y por lo tanto de país– encabezado por los grandes te-rratenientes, los pools de siembra y la gran industria ali-menticia.

Dada la claridad del planteo, cabe citar largos pasajes del texto:

“La única manera de salir del conflicto actual será entonces elaborar un nuevo modelo económico que diseñe otro futuro para todos los argentinos, tanto los que viven en el campo como los que viven en las grandes ciudades como los sectores populares que so-breviven en la periferia. Un nuevo modelo económico capaz de re-emplazar al viejo modelo, que ha empezado a agonizar.”

“¿Cuáles tendrían que ser los rasgos constitutivos del nuevo modelo? Quizá contra el modelo moribundo de la clausura indus-trial, podríamos bautizarlo como un modelo de apertura agroin-dustrial.”

“(…) El nuevo modelo deberá ser ‘agroindustrial’ y no sola-mente ‘industrial’ porque ha cesado de regir la vieja división de la actividad económica en un sector ‘primario’ o ‘primitivo’ (los ali-mentos y las materias primas) y otro ‘secundario’ (la industria), debido a que hoy, habida cuenta de la revolucionaria sofisticación que ha alcanzado la producción rural, es forzoso concluir que tan-

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to el campo como la industria son ‘secundarios’ por cuanto ambos requieren un altísimo componente tecnológico.”

“Lo segundo que habría que aclarar es que la apertura de la Argentina en dirección de una intensa ofensiva exportadora en el mundo no ha de hacerse impulsivamente. Nuestro país abrió va-rias veces su economía a la competencia internacional de manera abrupta, irreflexiva, lo cual no le permitió a la industria adaptar-se a tiempo al torneo de las naciones.”

“Hay un nuevo consenso entre el agro y la industria, por lo tan-to, en ciernes. Queremos un país agroindustrial que salga al mun-do a invadir mercados mientras se sigue protegiendo a la industria actual por el tiempo que resulte necesario. El campo y la industria están llamados a ser socios, no rivales. Así, aunando nuestros es-fuerzos, los argentinos nos iremos convirtiendo poco a poco en un país que, por sus altos índices de productividad, podrá pagar a sus trabajadores salarios cada vez más próximos a los de los países desarrollados. Hasta que esta meta se alcance, empero, el campo tendrá que diseñar una estrategia que, a la vez que le permita vol-car en el mundo sus generosos excedentes, también lo lleve a subsi-diar el consumo popular hasta que el enriquecimiento general lo vuelva innecesario. Un país así ordenado atraería inmediatamente a los ingentes capitales que no vienen y que nos hacen falta, en-viando a la buhardilla de la historia el Estado concentrador y as-fixiante contra el cual se está rebelando un número creciente de ar-gentinos” (LN 18/05).

Cabe aquí la siguiente glosa. El programa de país libe-ral que presenta Grondona expresa la síntesis de los in-tereses de la tradicional oligarquía terrateniente argentina, de los grandes fondos de inversión enclavados en el agrone-gocio –cuya expresión más reciente son los pools de siembra–, de los grandes capitales vinculados al mismo como acopiadores y exportadores y como ramas de la industria –alimenticias y fábricas de maquinarias e insumos para la producción agropecuaria, por ejemplo– y, por último, del capital angloamericano imperialista. Esos intereses se realizan en el proyecto agoindustrial exportador, a tra-vés de la conquista de determinados nichos en el merca-do mundial –al decir del intelectual ultraliberal y usina en sí mismo del menemismo, Jorge Castro–, en donde se es competitivo en esa escala. Esto supone, como contraparte, la apertura total, en el mediano plazo, de las barreras comerciales, lo que significa servir la mesa del mercado interno a los productos industriales y servi-cios del capital multinacional más concentrado.

En palabras de Grondona, en la Argentina la industria es el campo; el desarrollo es la agroindustria alimentaria; y la consolidación de este proyecto implica que paso a paso se vayan abriendo las barreras arancelarias para que las industrias locales no competitivas e ineficientes dejen el lugar a las genuinamente viables (los monopolios ex-tranjeros).

El sustento ideológico del que echa mano para hacer presentable un proyecto de país que se propone margi-nar a millones de personas, mediante la quiebra de toda la línea de los capitales pequeños, medios y grandes que no entran en el juego agroexportador, no es otro que una aggiornada teoría del derrame, poco creíble para los

sectores que fueron brutalmente vejados por las políti-cas neoliberales de la década pasada.

Como vemos, estos mismos argumentos estaban en boca del titular de la Comisión Europea, José Manuel Durao Barroso, frente a la postura encabezada por la Presidente de los argentinos, en la Cumbre reseñada más arriba.

Copamiento y neutralización del Partido Justicialista

El día 14, en medio del conflicto agropecuario, se rea-lizó el acto partidario del PJ donde se presentaron las nuevas autoridades, entre las cuales se destacó la de Néstor Kirchner como presidente del mismo. Allí, so-bresalieron las alocuciones de la presidenta de la Na-ción, Cristina Fenández de Kirchner, quien fundamen-talmente hizo una nueva convocatoria al diálogo a las entidades agropecuarias, aunque defendiendo el esque-ma de política económica oficial; y las de algunos fla-mantes vicepresidentes del partido que, sin medias tin-tas, llamaron a alinear las fuerzas en el proyecto nacional expresado por el Gobierno.

El dirigente camionero Hugo Moyano, nombrado vi-cepresidente 2º del PJ, denunció fuertemente a las enti-dades agropecuarias y advirtió que “son los mismos que amenazan permanentemente, dejan a la sociedad sin alimentos y producen sin ninguna duda más inflación, que perjudica a los más necesitados. Puedo asegurar que si el movimiento obrero decide lle-var un millón de trabajadores a las rutas, los tendrá”.

También el vice 1º y gobernador del Chaco, Jorge Capitanich, hizo mención a la historia reciente ubicando a la oposición política y a las entidades rurales como “la misma alianza que fundió al país en el 2001” (C 15/05).

Quedaba en evidencia el objetivo de la operación del kirchnerismo en torno al viejo partido: coparlo en sen-tido estricto, “tomar por asalto” a la maquinaria partida-ria para neutralizarla y evitar la tendencia que se venía desarrollando en su seno. ¿De qué tendencia estamos hablando? Ni más ni menos que del rearmado del duhaldismo, o incluso de una línea más liberal –que po-dríamos asociar con el menemismo– capaz de utilizar al PJ como herramienta que, aunque profundamente des-compuesta y deteriorada, sigue siendo apta para movili-zar y desestabilizar al gobierno de turno.

Con esto, el forzado asenso de Néstor Kirchner a la presidencia del PJ permitió alinear o domesticar, aunque momentáneamente, a una para nada despreciable serie de legisladores, gobernadores e intendentes detrás del proyecto oficial.

Por el contrario, ni Juan Schiaretti de Córdoba, Oscar Jorge de La Pampa, Carlos Reutemann de Santa Fe, Jorge Busti de Entre Ríos, Juan Carlos Romero de Salta, ni el “Momo” Venegas, dirigente del gremio de peones rurales y titular de las 62 Organizaciones Peronistas, participaron del cónclave, dando cuenta de su alinea-miento con el programa de las entidades rurales.

28 El proyecto agroindustrial-exportador: de la protesta a la formulación del plan

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Llamado al repliegue de la protesta terrateniente: hacia el armado del partido agroindustrial

En el mes de mayo, habiéndose desplegado nueva-mente el torrente de medidas de protesta que agitaron a todas las fuerzas políticas y sindicales del país, varias expresiones alineadas con la posición de las entidades agropecuarias llamaron a replegar la acción directa de la lucha: el desabastecimiento a través del boicot y los cor-tes de ruta.

En la provincia de Santa Fe, donde es muy fuerte el sector de chacareros ricos, el gobernador del PS Her-mes Binner inauguró el período de sesiones de la Legis-latura convocando al repliegue ordenado de las fuerzas en movimiento y llamando a pensar“no en la próximas elecciones sino en nuestra cultura y en nuestra historia. La coyun-tura pasa por la pacificación, a través del diálogo y el consenso en-tre el Estado, el mercado y la sociedad. Lo urgente no es encontrar vencedores ni vencidos, lo urgente es defender la Nación” (P12 2/05).

El órgano político de la SRA, el diario La Nación, fue quien trazó la línea de acción en uno de sus editoriales: “Sería deseable que los representantes de las asociaciones rurales que encabezan la protesta de estos días se condujeran en adelante con especial prudencia y cautela. Es menester que, de no hallar respuestas a sus demandas en el Gobierno, los productores agrope-cuarios agudicen su imaginación para encontrar formas de llevar adelante sus reclamos, que no perturben el funcionamiento de la economía y que sean tanto o más efectivas para doblegar la tozu-dez del Poder Ejecutivo” (LN 10/05).

Muy cerquita lo siguió con llamativa coincidencia el diario Clarín, el gran agitador de las jornadas de lucha de las entidades agropecuarias, expresión en su sección rural de los intereses de los concentrados grupos que participan en el negocio agrícola bajo la forma de pools de siembra. En un largo editorial, Clarín llamaba a “una reversión de la política de confrontación que ha caracterizado al actual y al precedente gobierno, y que alcanzó un punto culminan-te en su enfrentamiento con el agro. Esta forma de hacer política y de gestionar los asuntos del Estado (…) ha promovido un clima de crispación y enfrentamiento que ha reflotado viejos antagonis-mos, perimidos en el orden de lo real, pero que siguen siendo ali-mentados en el orden de lo simbólico y lo político”.

“El ambiente de tensión que se ha generado es un caldo de cul-tivo para los intolerantes y crea el peligro de que alguna disputa o enfrentamiento llegue a mayores, creando una escalada de conse-cuencias impredecibles” (C 13/05).

Pocos días después, el editor general de este matutino, Ricardo Kirschbaum, reforzaba esta posición en la co-lumna titulada “Del editor al lector”, cuestionando dura-mente, incluso, el comportamiento de las entidades agropecuarias: “Lo dirigentes rurales actuaron en espejo con el Gobierno. Pidieron negociación y cuando la tuvieron hubo un ma-nejo que no pareció inocente. Consecuentemente, mataron al diálo-go al nacer. El Gobierno inesperadamente cambió de táctica y ha ofrecido diálogo. Fue una sorpresa positiva, una señal de concilia-ción que necesitaba simétricamente otro gesto de inteligencia.”

“La respuesta del campo fue, por el contrario, seguir con el pa-ro. Esta es una decisión tan importante que los dirigentes, segu-ramente, la habrán evaluado con serenidad antes de adoptarla. Es imposible, porque es una irresponsabilidad, creer que ha sido pro-ducto de la inercia de la protesta y del temor a la reacción de sus representados.

“Los efectos de esta puja han sido –y son– muy serios (…). En la vigorización de disputas que siguen crispando a la gente, las consecuencias van a afectar a toda la sociedad.”

“Los dirigentes rurales debieran medir todo esto con cuidado. Han ganado importantes batallas ante la opinión pública pero es-ta puede, como ya lo experimenta el Gobierno, comenzar a expe-rimentar cansancio” (C 16/05).

En síntesis, durante todo el mes fue extendido por los distintos canales de comunicación el llamado a desacti-var la protesta. El mismo tuvo que ver con la propues-ta de profundizar el armado de una estructura política que pueda articular un discurso opositor al gobierno na-cional y tener consenso social como para aplicar el pro-yecto agroindustrial exportador: en síntesis, el armado del partido agroindustrial exportador.

En este mismo sentido, desactivar las aristas más ra-dicales de la lucha del agro se presentaba como una ne-cesidad, dada la reacción de una parte del movimiento obrero y de las organizaciones sociales dispuestas a mo-vilizarse y a aumentar el voltaje político del enfrenta-miento. La situación de crisis política que ha venido desarrollándose en el país, y cuya manifestación más vi-rulenta fueron las jornadas acontecidas entre diciembre de 2001 y junio de 2002, no descartan la posibilidad de que un enfrentamiento abierto entre fuerzas sociales desmiembren el tejido social, llevando a un grado más elevado aún la lucha social, donde se profundice el ca-rácter de clase de la misma.

Resulta esclarecedor al respecto el editorial del matu-tino La Nación, publicado en la misma fecha que las lí-neas del diario Clarín recién citadas, en el que solicita ante el agravamiento del enfrentamiento social la inter-vención de “terceros” en tanto mediadores, ejemplifi-cando su propuesta, una vez más, con el papel que en otros momentos ha jugado la Iglesia Católica Argentina: “La colisión entre el gobierno nacional y el campo ha repercutido en los más diversos ámbitos y actividades del país. Ha afectado la producción agropecuaria, pero se ha extendido con sus derivaciones negativas al comercio, la industria y las finanzas. Con ello ser grave, en nada supera como inquietud nacional a los riesgos que se abren ante la posibilidad de que el país retorne a un siniestro pro-ceso de violencia entre argentinos. (…) La Argentina ha sufrido demasiado desde hace bastante más de medio siglo, y no sólo en los años setenta, las consecuencias de la intolerancia, del odio fomen-tado por el resentimiento indigno y por utopías perversas. (…) Si las partes enfrentadas no han encontrado después del prolongado conflicto un punto, siquiera uno, demostrativo de aptitud para las concesiones y, por lo tanto, para el acuerdo, debe instárselas a que se abran, con un soplo de ánimo negociador, a la intervención de terceros. Hace falta un mediador, un gestor de buenos oficios.” (LN 16/05).

Los conflictos por los frutos de la tierra, en todas partes y al mismo tiempo 29

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Manual de Grondona II: Constitución del Partido Agroindustrial Exportador

Exactamente una semana después de su estratégica columna en La Nación, Mariano Grondona enunciaba allí mismo el qué hacer, o qué pasos dar en el sentido práctico, para la constitución de un único partido en condiciones de desplegar a nivel nacional el nuevo modelo económico agroindustrial exportador, cuyos lineamientos más generales habían sido trazados por él mismo. Cabe leer con detenimiento los pasajes más sustanciosos del artí-culo de Grondona, aunque esto haga, de nuevo, más te-dioso el recorrido de este apartado.

“Según las encuestas serias, no encargadas por el Gobierno, la presidenta Fernández de Kirchner se ha vuelto decididamente mi-noritaria. ¿Esto quiere decir que si mañana hubiera elecciones se-ría vencida? No necesariamente porque, para pronunciar este dic-tamen, haría falta lo que todavía no ocurre: que algún representante de la oposición gozara de una aprobación mayorita-ria. La oposición, sumada en el papel, ya ‘venció’ ajustadamente a Cristina en las elecciones de octubre, por cuanto ésta obtuvo menos de la mitad de los votos. Hoy, la diferencia de votos entre la oposi-ción sumada y el oficialismo ha de haber aumentado sustancial-mente en función del desmoronamiento de Cristina. Sin embargo, como la oposición sigue fraccionada, aún un oficialismo más mino-ritario que antes podría vencerla.”

“El pensador ‘maquiavelista’ Gaetano Mosca sostuvo en su en-sayo ‘La Clase Dirigente’ que, en política, una minoría organi-zada vence a una mayoría desorganizada. Pese a un desgaste que empieza a notarse, bajo la férrea conducción del ex presidente Kirchner, el oficialismo es todavía una ‘minoría organizada’.

”La oposición continúa siendo una ‘mayoría desorganizada’. Si ya se hubiera unido bajo un solo liderazgo, el triunfo de la oposi-ción sería cuestión de tiempo. Pero esto, aún, no está ocurriendo. La única condición que deben llenar los opositores para vencer al kirchnerismo es encontrar el único líder que los represente. ¿Está entonces la oposición en condiciones de darse un único líder de aquí a las elecciones de 2009? ¿Puede adquirir el país en los próximos meses un jefe de la oposición?

”Los regímenes políticos más exitosos de nuestro tiempo son ‘bipartidarios’ (…). Es que el continuismo, aunque dure algunos años, nunca puede asegurar las décadas que necesita el desarrollo. Sólo la continuidad entre dos partidos que se alternen periódica-mente en el poder sin alterar el rumbo fundamental del Estado garantiza el éxito de los regímenes políticos.

”El mecanismo que genera el éxito de las democracias biparti-darias es sencillo. En el comienzo, gana la elección un partido cu-yo jefe empieza a gobernar. Con el tiempo, inevitablemente, sobre-viene el desgaste. Cuando el partido del gobierno se desgasta, el partido de la oposición se prepara para reemplazarlo. El jefe del gobierno es sustituido oportunamente por el jefe de la oposición hasta que a esta, ya en el gobierno, también le llega el desgaste y, con él, la sustitución en favor de su antiguo vencido, que, casi siempre, ha renovado su propio liderazgo. El papel del pueblo es asignar los turnos de los gobernantes y de los opositores pero, como esos turnos llegan pacíficamente en medio de la estabilidad institu-cional, ambos partidos terminan por asegurar la continuidad de las políticas de Estado que apuntan al desarrollo económico y so-cial.”

“Pero también hay factores que trabajan contra la convergencia de los opositores. Quizás el principal de ellos es que tiende a pre-valecer el particularismo en vez del espíritu de unión. ¿Piensan al-gunos opositores en obtener la conducción exclusiva del disenso? ¿Piensan otros en elaborar acuerdos apresurados y superficiales como el que frustró a la Alianza en 1999?” (LN 25/05).

En el mismo sentido en que se expresaba el gran arti-culador y mediador del proyecto agroindustrial exporta-dor, otro de los “cuadros propios” de esta línea política, Ricardo López Murphy, desnudaba el sentido del des-abastecimiento agropecuario, y proclamaba: “La patria necesita que la oposición haga un esfuerzo de unidad para derro-tar al kirchnerismo en 2009. Hay que terminar con esta pesadi-lla” (C 9/05).

Retomando la línea de intervención del editorial de La Nación que analizamos en la última edición del Análi-sis…(Nº 95, p.34), que caracterizaba a las políticas ofi-ciales como desafiantes de la propiedad privada, Ricar-do López Murphy anotaba, en una columna de opinión del diario Clarín, el siguiente comentario: “El otro tema que está en discusión es el de la tributación excesiva. En toda nuestra legislación y en la base de la sociedad pluralista está el de-recho de propiedad; que no es simplemente la posibilidad de disfru-tar de su uso y de no perder su posesión, sino que tiene que ver con los impuestos que una sociedad admite como tolerables” (C 12/05).

El mes pasado, al calor de la radicalización de la pro-testa agropecuaria, diversos dirigentes y partidos de to-do el arco político opositor se fueron perfilando en fun-ción del plan maestro que explicitaba Mariano Grondona, posicionándose claramente como voceros de los intereses de la SRA y cía.

En la CC, Lilita Carrió, quien se ha venido moviendo como la posible cabeza de la oposición política nacional al Gobierno, describía los núcleos centrales de las partes en pugna para tomar partido claramente por una de ellas: por un lado, “el unitarismo más feroz, de negocios, que es el matrimonio Kirchner, es el acto de los gobernadores cobardes, que entregan su dignidad por unas monedas, de la UIA sin in-dustria y del presidente de la Unión Argentina de la Construc-ción, casi un testaferro de Kirchner”; del otro, “el campo, la raíz más profunda del pueblo” (P12 11/05).

En un documento público, la UCR de Córdoba con-cluía, a principios de mes, que “la genuina gente del campo, productores agropecuarios, trabajadores, tienen razón: el campo es la solución, no el problema. La UCR exige que se derogue el úl-timo aumento de las retenciones”. Al tiempo que denunciaba al ex presidente Néstor Kirchner de “llevar a la confronta-ción al pueblo contra el pueblo” (C 10/05).

También el Partido Comunista Revolucionario (PCR) confirmó su adhesión al desabastecimiento de la oligar-quía, en las palabras de uno de sus dirigentes históricos, Otto Vargas: “Todos tenemos que ser chacareros e ir por el ar-gentinazo” (C 2/05).

Desde el PJ, una facción opositora al kirchnerismo –de la que participan Ramón Puerta, Francisco De Nar-váez y Miguel Ángel Toma, entre otros– llamó “a los compañeros de todo el país a rebelarse contra el miedo y la dicta-

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dura de la caja y sumarse a esta lucha por recuperar nuestra iden-tidad” (C 9/05), al tiempo que instaban a Eduardo Duhalde a que retorne a la política activa. Ese mismo día, apenas lanzado el segundo boicot agropecuario, Duhalde intervenía categóricamente a favor de este úl-timo: “Sería injusto no reconocer lo que hizo el campo en los momentos más difíciles del país. Los argentinos tenemos que ser agradecidos con el campo. No es que siempre tengan razón, pero hoy la tienen” (LN 9/05).

Observábamos en la última edición del Análisis… (Nº 95) la profundización de una fisura en los PJ provincia-les, sobre todo en aquellas provincias con fuerte pre-dominio del sector agropecuario. Son los casos de Cór-doba, Entre Ríos, La Pampa y Santa Fe, donde los gobernadores y/o los legisladores pejotistas están alta-mente vinculados a los intereses de los dueños de la tie-rra y de los grandes pools de siembra. Por caso, el titular del PJ santafesino, Norberto Nicotra, decía en medio del boicot rural: “Hay que defender el sistema agroproductivo argentino. No hay crecimiento sin el campo”. Desde el mismo espacio, Carlos Reutemann reapareció como figura me-diática, participando en varios actos de protesta. En uno de estos manifestó a los ruralistas: “Yo también me siento perjudicado. El campo va a dar pelea hasta el final. No hay ga-nas de aflojar” (C 10/05).

De la misma manera se expresó el cordobés Juan Schiaretti, cuando el boicot llevaba cinco días, hipote-cando su participación en el intento de reconfiguración del PJ con Néstor Kirchner a la cabeza y jugando firme del lado del armado político del “campo”. Pocos días antes de recibir a los representantes de las entidades agropecuarias, Schiaretti dijo, a contrapelo del gobierno nacional: “Es evidente que deben producirse modificaciones en el esquema de retenciones. Tienen que disminuir” (C 12/05).

Ese mismo día y en esa misma provincia, tras el en-cuentro con el gobernador Schiaretti, los cuatro caballe-ros del agro, Miguens, Buzzi, Gioino y Roulet, eran re-cibidos por los dirigentes políticos Mario Negri (UCR), Luis Juez (Frente Cívico), Ruben Giustiniani (PS de Santa Fe) y Griselda Baldatta (Coalición Cívica). Se iban amontonando los cuerpos.

En este contexto llegábamos al primer hecho de en-vergadura, en cuanto a la realización de la unidad de la oposición política al gobierno. Senadores y diputados de los cuatro partidos citados, más el macrismo (PRO), el Frejuli de Rodríguez Saa, el MNP de Sobisch, duhal-distas (la propia “Chiche” Duhalde) y el grupo ultra-

ruralista Pampa Sur se autoconvocaron junto a los di-rigentes de la SRA, CRA, Coninagro y FAA en el Sa-lón Azul del Congreso. Allí, todos juntos repudiaron el esquema político-económico del gobierno nacional y propusieron recolectar un millón de firmas para presen-tar un proyecto de ley que derogue la resolución 125, de retenciones móviles. Del amontonamiento, pasaban a diagramar una acción conjunta, en el camino de la pre-paración de un acto masivo, organizado por las entida-des agropecuarias y en el que participarían todas las ex-presiones políticas aquí citadas.

El hecho político del 25 de mayo El día 25 de mayo las cuatro entidades agropecuarias

realizaron una masiva manifestación de protesta, en la ciudad de Rosario, mientras el acto oficial en conmemo-ración de la fecha patria se realizaba en la provincia de Salta.

En Rosario, además de la SRA, CRA, Coninagro y FAA, dieron el presente representantes de las fuerzas políticas citadas en el apartado reciente: CC, UCR, PRO, peronistas duhaldistas y no kirchneristas, Pampa Sur, Frente Cívico, PS, y otros personajes como Juan Carlos Blumberg.

La concentración de más de 100 mil personas (300 mil para los ruralistas), en un evento que estuvo marca-do por un enérgico discurso opositor, y que contó ade-más con la presencia de un variopinto arco de represen-taciones políticas, hacen de la misma un hecho político esencial como momento necesario en la conformación de un partido agroalimentario exportador en proceso de constitución.

El evento arroja otro dato central: si las entidades agropecuarias habían iniciado la lucha con un discurso que expresaba ante todo el interés económico corporativo, es decir, el interés en tanto grupo agropecuario, ahora el discurso que logró articular a todas las fuerzas políticas opositoras tiene un contenido político de mayor nivel que el económico sectorial: logra la identificación de una parte más amplia de la sociedad que, por derecha y por iz-quierda, despliegan la estrategia agroalimentaria expor-tadora.

Esto significa que la oligarquía terrateniente argentina logró colocar su interés particular como interés general, ganando la adhesión a su causa, incluso, de un sector del movimiento obrero y de algunas organizaciones po-pulares.