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Los Géneros LiterariosPrimera parte
Lengua Castellana y Literatura Cristina Hernández González IES
Miguel Fernández
Los Géneros Literarios
Los textos no aparecen de
manera aislada, sino que se
inscriben en lo que denominamos
género literario, un espacio en el
que la obra se sitúa en relación con
otras obras por una serie de
características más o menos
2
Lengua Castellana y LiteraturaIES Miguel Fernández
Ilustración 1
perceptibles. Pero los géneros se ubican en el seno de múltiples
encrucijadas abiertas por el desarrollo teórico a lo largo del tiempo.
Ya en la Poética de Aristóteles encontramos la idea de que la
literatura es susceptible de ser descompuesta en unidades menores y
en distintos niveles jerárquicos. Esto sólo implica que un género
literario constituye un sistema articulado y atravesado por categorías
históricas, estéticas, ideológicas, antropológicas, y en constante
tensión entre la necesidad tipológica y el rechazo ante el
establecimiento de fronteras al uso. Por otra parte, como señala
Claudio Guillén, los géneros literarios no son fijos ni inmutables, sino
que pueden variar o desaparecer con el paso de los siglos. De la
tríada tradicional (Épica, Lírica, Dramática) hemos llegado a
aproximaciones más atentas a la vida histórica de las modalidades
literarias y a sus transformaciones, a la negación de su existencia
(Croce), a la distinción entre género histórico y género teórico
(Todorov), a la inclusión de un todavía incómodo cuarto género (el
Didáctico) o a la cautela de opiniones que se inclinan por hablar de
modelos híbridos y no puros. Parece que, en cuanto a la cuestión de
los géneros, todo es posible. Pensemos en la teoría de los géneros de
N. Frye, según la cual cuatro categorías se asociarían
metafóricamente con las cuatro estaciones del año: romance-verano,
tragedia-otoño, comedia-primavera, sátira-invierno.
Pese a todas estas discusiones, parece que, al menos, podemos
distinguir tres orientaciones a la hora de intentar definir en qué
consiste un género literario: 1) la teoría clásica o clasicista, basada en
formas miméticas y cuyos orígenes han de buscarse en la teoría
platónico-aristotélica de la triple clasificación; 2) la teoría arquetípica,
fundamentada en categorías demasiado abstractas (géneros) frente a
fenómenos concretos (subgéneros); 3) la teoría taxonómica,
interesada en las múltiples manifestaciones literarias para distinguir
ciertas constantes (los géneros) no sometidas a un esquema
excesivamente rígido, dada la diversa naturaleza de los géneros y a
su carácter histórico.
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Según Lázaro Carreter:
Los géneros tienen un origen conocido que puede ser
descubierto
Los géneros surgen cuando prosiguen un modelo anterior ya
existente
Los géneros tienen una estructura con rasgos diferenciados
Estos rasgos pueden ser alterados o directamente suprimidos,
por lo que los géneros pueden verse renovados o extinguidos
Las obras han de mostrar unos rasgos análogos para formar
parte de un género
Los géneros tienen una vigencia más o menos corta, incluso
pueden llegar a desaparecer
Lo que debe quedarnos claro es que el sistema de los géneros
resulta ante todo un instrumento de ordenación, de organización de
la materia literaria, algo estrictamente virtual que dependerá siempre
de los contextos culturales e históricos. Por otra parte, no debemos
olvidarnos de que los géneros son una convención, es decir, son
creados y recreados por el sujeto social y, por tanto, no se
caracterizan por la atemporalidad o la inmutabilidad. Los géneros, en
este sentido, son dinámicos y no estáticos, podrán transformarse o
surgirán otros nuevos, se combinarán entre sí o quedarán obsoletos.
Se trata, pues, de categorías sumamente complejas que, por puro y
simple didactismo, estudiaremos como tres grandes géneros.
La lírica
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El término procede de lira, el
instrumento del que se servía el cantor
para subrayar rítmica y melódicamente las
palabras. Puede decirse, por tanto, que la
música y la poesía están hermanadas.
Como género, se caracteriza por su
peculiar forma de enunciación, lo que ha
conducido a interpretarlo como
manifestación o expresión de lo subjetivo,
de lo personal, de lo emotivo, de lo más
privado. No obstante, nunca debemos
confundir entre autor, yo o voz poética. Cuando nos encontremos
ante el comentario –o la simple y gratificante lectura- de un texto
lírico, siempre hemos de referirnos a la voz poética, la voz de ese
discurso personalísimo, el sujeto de la enunciación. Quizás esta
particularidad de la lírica explique el hecho de que, cuando aplicamos
las funciones del lenguaje a la literatura, se le atribuyan la función
emotiva y la función poética (a veces, también encontramos la
apelativa). Como en ocasiones el lenguaje poético y el lenguaje
literario parecen resultar intercambiables, la lírica se caracteriza por
la ambigüedad, el extrañamiento, la plurisignificación, la connotación,
etc.
El poema, como forma concreta sobre la que se vuelcan los
rasgos del género lírico, está atravesado por una condensación de
significados múltiples cuya interpretación dependerá del acervo
cultural y de la peripecia del interpretador. No cabe duda de que en el
poema concurren símbolos, tópicos y temas más o menos universales
(el amor, la muerte, el tiempo, el sexo) que irán edificando y
codificando un discurso que, paradójicamente, también está sometido
por el devenir histórico. Asimismo, el poema puede ajustarse a las
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leyes de la métrica y enriquecerse con la técnica de los distintos
recursos expresivos, embelleciendo y complicando aún más el
discurso de la voz poética.
Subgéneros líricos
Canción Popular
En su sentido originario, la palabra canción servía para designar a
cualquier texto poético que pudiera ser cantado. Sus temas eran
principalmente amorosos y religiosos o sacros, aunque también
conocemos versiones satíricas. Con frecuencia se sirve del monólogo
y, alguna vez, del diálogo. El vocabulario y la sintaxis se caracterizan
por su sencillez, mientras que la métrica adquiere mayor variación,
con predominio del verso de arte menor. P. ej.: jarchas, villancicos,
cantigas de amigo. La influencia de la lírica provenzal hizo que el
término canción quedara desplazado por el de cantiga. Alrededor del
siglo XV, la canción estableció parentesco con otras formas como la
danza y la balada, de tal modo que llegó a albergar contenidos muy
diversos y dispares.
Canción Petrarquista
Descendiente de la cansó provenzal, alcanzó éxito de la mano de los
grandes Dante y Petrarca. A España llegará en el siglo XVI gracias a
Garcilaso y Boscán. Aborda prácticamente los mismos temas que la
canción popular, pero adoptando un tono más culto, subjetivista o
individualista. En cuanto a la métrica, puede oscilar entre cinco y diez
estancias (agrupación de seis versos heptasílabos y endecasílabos
con rima consonante), cerradas con una estrofa de “envío”.
Experimentará un renacer con poetas contemporáneos como Juan
Ramón Jiménez o Federico García Lorca.
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Égloga
Sus orígenes hay que buscarlos en la poesía helenística (siglo III a.C.)
y en Teócrito. Con Virgilio y sus Bucólicas, la naturaleza se idealizará
al máximo, rozando una atmósfera casi utópica. La égloga presenta la
vida del campo como situación edénica, como nostalgia de un paraíso
ya perdido, don de bellos pastores dialogan sobre sus asuntos
amorosos. Ej.: las tres Églogas de Garcilaso de la Vega.
Himno
En la antigua Grecia era una composición dedicada a ser cantada
coralmente, en honor de un dios o de un héroe. Debido a la fuerza del
cristianismo, en la edad Media experimentó un nuevo impulso (himno
litúrgico). Los poetas románticos lo recuperan pero le incorporan
sentimientos patrióticos, asuntos políticos y temas civiles. P. ej.:
Himno al Sol, de Espronceda.
Epigrama
Originalmente tenía un carácter votivo o funerario. En la poesía
griega se caracterizaba también por el tono reflexivo, exhortativo e
incluso amoroso. Después, en Roma, el epigrama adopta un carácter
más político, a veces irónico y otras, risueño. Será con nuestros
poetas barrocos (Góngora, Quevedo) cuando oscile entre lo funerario
y la alabanza, entre lo satírico y lo sorprendente.
Elegía
Anteriormente denominado plantum (> llanto), la elegía procedía de
ceremonias fúnebres y actos plañideros. Con el tiempo, adquiere un
tono más culto y trascendente, dejando espacio incluso a los
sentimientos de amor desdichado. La elegía pretende transmitir el
sentimiento de dolor contenido, a veces austero, pero cargado de un
extraño equilibrio entre tristeza y melancolía, dulzura y belleza. En
nuestra literatura abundan los ejemplos: el planto del Arcipreste de
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Hita por la muerte de Trotaconventos, las Coplas de Jorge Manrique, o
el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías, de García Lorca.
Oda
Al poeta latino Horacio debemos el haber recogido y ampliado las
odas griegas, cuya vital influencia se notará en el Renacimiento. La
oda se dedica a grandes personalidades, a paisajes hermosos, a la
vida contemplativa. Así, por ejemplo, podemos deleitarnos con las
odas de Garcilaso y Fray Luis de León. En el siglo XX aún perdura,
aunque optando por versos más breves y temas en apariencia
insignificantes, como la Oda al tomate de Pablo Neruda.
Madrigal
Composición de origen italiano, se hallaba muy ligada a la música y al
canto. En principio, el tema suele ser amoroso, de sentimientos
delicados, de gran éxito entre los cortesanos; en el siglo XVII empezó
a perder relevancia, pero en el XX vuelve a ser recobrado con
temáticas más libres. Ej.: el Madrigal de Gutierre de Cetina.
La Narrativa
Entendemos por género narrativo el
conjunto de textos caracterizados por la
existencia de un narrador que relata una historia
ficticia, una sucesión o secuencia de
acontecimientos conectados experimentados por
una serie de actores-personajes igualmente
ficticios. Tales sucesos y tales actores son
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situados en un mundo posible. Al tratarse de la narración de una
subjetividad más o menos ajena, presenta las funciones referencial y
poética. En el centro de esas secuencias ficcionales, se sitúa al menos
un personaje dotado de unas cualidades. Para que la narración exista,
se suele considerar que debe haber un proceso de transformación
que modifique las cualidades o la situación inicial de dicho personaje.
Sobra decir que el personaje-sujeto de la acción narrativa puede ser
individual o colectivo, antropomórfico o no, inspirado en la realidad o
no.
Subgéneros narrativos
Poema Épico
Narración extensa en verso que aborda las hazañas de un héroe,
unido al destino de su pueblo. Aunque desde una perspectiva
occidental la hacemos originar de Grecia (la Ilíada y la Odisea de
Homero), la épica se remonta a un antiguo patrimonio de mitos y
leyendas. Así, el Poema de Gilgamesh mesopotámico, de
aproximadamente el 2000 a.C., el Ramayana y el Mahabbaratha de la
India o las leyendas egipcias de El Libro del Rey constituyen los
auténticos antecedentes del poema épico. Por otra parte, la épica
latina recibe el influjo de la helenística, como la Eneida de Virgilio. La
Europa medieval, con su estructura social feudal y su ideología
sacralizante, hereda el discurso épico adaptándolo a los tiempos. Así,
las baladas son narraciones épicas que mezclan elementos históricos
y legendarios, mientras que las sagas, generalmente anónimas, se
destinan a cantar las hazañas de ciertas familias nobiliarias. Las
sagas, con su origen islandés, se extenderán por la parte norte del
continente: Cantar de los Nibelungos, Beowulf, los Eddas. En el
ámbito románico se imponen los cantares de gesta, organizados en
ciclos narrativos, como el ciclo grecorromano (Alejandro, Tebas,
Troya), el ciclo bretón (Arturo, Perceval, Lancelot) o el ciclo carolingio
(Carlomagno, Fierabrás, Roland), destacando principalmente los
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cantares de gesta hispánicos (Cantar de Mío Cid) y las chansons galas
(Chanson de Roland).
Romance
Composición en verso, de rima asonante en los pares quedando libres
los impares, con frecuencia de verso octosílabo, el romance tiene
claramente un origen folklórico y estaba muy unido al canto y a la
música. El romance ha tenido una vida muy rica en la literatura
española desde la Edad media. En los siglos XIV y XV se distingue ya
entre Romancero Tradicional o Viejo y Romancero Clásico o Nuevo.
Para Menéndez Pidal, su origen y formación ha de buscarse en los
mismos textos épicos, pro su estructura y su temática. Los romances
medievales suelen clasificarse por su temática en carolingios,
moriscos, fronterizos, mitológicos, bíblicos, amorosos, y por su
estructura en novelescos y por escenas. En el Siglo de Oro fueron
cultivados por poetas de gran altura como Lope deVega o Luis de
Góngora. En el siglo XX, y de la mano de los autores del Grupo
poético del 27, el romance cobra vital importancia, incorporándose a
las nuevas tendencias poéticas e intelectuales. Esta recuperación o
restauración del romance se debe a la estilización de lo popular y al
homenaje de la figura de Góngora, como se sabe. Lorca, por ejemplo,
utiliza el romance en su Romancero gitano para construir el mundo
mítico del gitano del Sacramonte, intentando que lo particular sea
universal. De manera similar hacen Alberti –con menor fortuna- y
Gerardo Diego.
Fábula
Composición breve, en prosa y en verso, cuyos protagonistas suelen
ser animales o seres inanimados, con un propósito moral o ideológico
(moraleja), explícito o implícito. Su origen en Occidente se encuentra
en Esopo y Fedro, cuya notable influencia llegará a la Edad Media,
pero no puede en absoluto obviarse la articulación con la tradición
oriental, tan rica de sabiduría. A veces constituyen exempla que se
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intercalan en otros relatos. Ejs.: Disciplina clericales, Calila e Dimna,
Libro de Buen Amor. En el XVII se vuelve a cultivar en Francia
(LaFontaine), así como en el XVIII español (Samaniego, Iriarte).
Mito
El mito constituye un verdadero nudo articulador de las culturas,
codificaciones y explicaciones del mundo escritas en un tiempo
antiquísimo (in illo tempore), atravesado siempre por lo sagrado y la
impronta de las hierofanías. Ha pervivido en la literatura de mil
maneras posibles y aún hoy conseguimos disfrutar con la lectura de
los mismos. Referido a héroes y dioses, el mito parece que puede ser
susceptible de descomponerse en una serie de elementos comunes,
los mitemas, cuya estructura se define por oposición y relación (Lévi-
Strauss). Así, por ejemplo, el relato alegórico del descenso a los
infiernos puede rastrearse en la cultura mesopotámica (El descenso
de Inanna a los infiernos), en la egipcia (Isis y Osiris), en la
grecolatina (El mito de Orfeo y Eurídice, El rapto de Perséfone) o en la
japonesa (Izanagi e Izanami).
Cuento
Conviene, en primera instancia, distinguir entre cuento popular y
cuento literario, dos formas básicas opuestas por su temática, su
desarrollo histórico, el modo de transmisión y la autoría. El cuento
popular es una forma narrativa ficcional y breve, de carácter anónimo
y transmitida oralmente. Esto ha dado lugar a diversas versiones de
un mismo relato, si bien a veces el producto resultante en poco
recuerda a la original (Caperucita Roja). Su procedencia se halla en el
mito y la leyenda y su presente se ubica en las distintas
compilaciones realizadas por diferentes autores en diferentes épocas:
Perrault, los hermanos Grima, Andersen, Afanasiev. S. Thompson los
clasificó en cuentos de hadas o maravillosos, reales, heroicos,
cuentos etiológicos, de animales, fábulas morales y chistes. El análisis
narratológico de los cuentos más conocido resulta, sin duda, la
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Morfología del cuento (1928) de V. Propp. El cuento literario, por su
parte, tiene sus raíces en el cuento popular, pero carece de variantes,
pertenece al mundo de la autoría conocida y su transmisión es
escrita. La escritura del cuento –literario- constituye hoy mismo un
arte que sólo unos pocos pueden ostentar: Quiroga, Borges, Cortázar,
Quim Monzó.
Microrrelato
El microrrelato o microcuento constituye una forma narrativa breve
en grado extremo. El cuento se adelgaza hasta llegar a su mínima
expresión, de tal modo que los rasgos quedan especialmente
singularizados. Se trata de una modalidad ligada a los medios de
comunicación de masas y electrónicos, a la prosa visual y al
epigrama. Adquiere prestigio en el siglo XX con escritores como
Monterroso, Italo Calvino, Cortázar o Max Aub. Su tremenda brevedad
exige al autor un dominio absoluto de las técnicas narrativas, un
reforzamiento de las técnicas de alusión transtextual, un rico
repertorio de recursos estilísticos y un extremado final, casi
sorprendente, a veces rotundamente circular. El microrrelato más
famoso hasta la fecha: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía
estaba allí” (A. Monterroso).
La Novela
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La lejana raíz de la novela se encuentra en la riquísima
literatura oriental y en la tardo-helenística. De las principales novelas
griegas que han sobrevivido, fechables casi todas ellas en el siglo II
d.C., Dafnis y Cloe de Longo es quizás la más conocida. La intriga de
este tipo de novelas, así como sus elementos, suelen seguir siempre
el mismo patrón fijo: un joven y una muchacha se enamoran; su amor
se ve dificultado por varias desgracias; los enamorados, separados,
deben afrontar peligros cada uno por su cuenta; logran vencerlos y
finalmente se casan. En la novela latina, por otra parte, destacan El
Satiricón de Petronio y El Asno de Oro de Apuleyo.
En la edad Media aparece, junto a la novela en prosa, la novela
en verso. Se inscriben en la ideología del amor cortés y de cultura
caballeresca. Ejs.: la Cárcel de amor de Diego de San Pedro, el
Amadís de Garci Rodríguez de Montalvo o el Lancelot de Chrétien de
Troyes. La literatura italiana de los siglos XIII y XIV encadenará y
enmarcará cuentos en una estructura más extensa, como puede
comprobarse en el Decamerón de Boccaccio.
Durante el Renacimiento siguen vigentes los libros de
caballería, pero aparecen modalidades nuevas como la novela
pastoril (Los siete libros de Diana, de Jorge de Montemayor). Resurge
la veta satírica y paródica, como en Gargantúa y Pantagruel de
Rabelais. Nace la mal llamada novela picaresca con El Lazarillo de
Tormes, con continuaciones menos amables como El Buscón de
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Quevedo o El Guzmán de Mateo Alemán. La notable influencia de la
novela moderna de Cervantes y de la picaresca se dejará sentir en la
novela dieciochesca: Los viajes de Gulliver, de Swift; Tristan Shandy,
de Sterne; Robinson Crusoe, de Defoe; Tom Jones, de Fielding,… y
capítulo aparte merecerían las novelas del Marqués de Sade. Esta
línea de lo que ha venido a llamarse “literatura del pobre” prosigue
en la novelística decimonónica, si bien se impone el espejo no tan
deformado de la burguesía decadente, con autores como Dickens,
Stendhal, alzac, Flaubert, Zola, Tolstoi, Clarín, Galdós, y un larguísimo
etcétera.
En el siglo XX, la novela protagoniza una importante renovación
técnica y expresiva: el monólogo interior, el flujo de conciencia, la
reconstrucción del orden lógico, la complicación del discurso
narrativo, la dilatación del espacio de la conciencia y del inconsciente,
el experimentalismo lingüístico, la mezcla y el collage expresivo. Sólo
así se comprende la existencia de joyas imprescindibles como las de
Marcel Proust, James Joyce, Virginia Woolf, Franz Kafka, Thoman
Mann, Italo Svevo, William Faulkner, por citar tan sólo algunos
autores.
Características de la novela
Personajes
Construcción mental y concepto estructuralista, el personaje es
el sujeto humano o simbólico que se encuentra en el seno de la
secuencias narrativas. Pueden ser estáticos, es decir, que no varían
en el transcurso del relato (el avaro, el soldado fanfarrón), o
dinámicos, sujetos a cambio, evolución y transformación. Los
primeros suelen ser llamados también personajes tipo. Se clasifican
igualmente en principales y secundarios, dependiendo de la situación
que ostenten en el relato, y en individuales y colectivos. Los
opositores o antagonistas son aquellos personajes que determinan el
conflicto fundamental de la historia y provocan los obstáculos para el
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protagonista o personaje central; constituyen la maquinaria de la
acción.
El personaje, además, puede presentarse en la novela de
múltiples formas: 1) por sí mismo (en primera persona); 2) por otro
personaje; 3) por un narrador extradiegético, (en tercera persona,
desde fuera de la acción); 4) presentación mixta, combinando las
distintas presentaciones para ofrecer un retrato más completo.
Según Greimas, el protagonista es el sujeto de la acción,
provocada por un deseo, una necesidad o un temor; el antagonista se
encarga de obstaculizar; el objeto (también sujeto) es la fuerza de
atracción, deseo o temor; el destinador es el agente influye en el
objeto, una especie de árbitro que puede inclinar la balanza hacia un
personaje u otro; el adyuvante es el que se encuentra al servicio del
protagonista o del antagonista; y el destinatario es el beneficiario de
la acción, que puede coincidir con el mismo protagonista, con el
objeto o con el destinador, según el relato.
Narrador
Cuando hablamos de narrador, no debemos confundirlo con el
autor, ya que aquél es la entidad responsable de la narración de la
historia. Existen muchas clasificaciones de narradores y, para ello, ha
de tenerse en cuenta lo que en narratología se denomina perspectiva
y foco.
Perspectiva “por detrás”: el narrador lo sabe todo acerca de los
personajes; como un demiurgo, ve los hilos que mueven a la
marioneta, lee en el corazón de sus criaturas, sabe sus secretos
más íntimos, incluso lo que los propios personajes no saben de
sí mismos o no se atreven a saber. Ej.: la novela realista del XIX.
Perspectiva “con”: el narrador sabe lo mismo que los
personajes; es frecuente la narración en primera persona, en la
que el yo narrador es un personaje como los demás; pero
también puede adoptar la tercera persona, de tal modo que el
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narrador sólo conoce los sucesos desde el punto de vista de un
personaje; en la novela, el punto de vista “con” puede centrarse
en un único personaje o puede variar de uno a otro,
produciéndose la plurivocidad y la perspectiva múltiple.
Perspectiva “desde fuera”: el narrador sabe menos que los
personajes, sólo se limita a describir lo que ve, a ser un mero
testigo de los hechos; se trata de la perspectiva naturalista del
XIX, pero también la de la novela behaviorista del siglo XX, el
de la objetividad total.
Focalización cero: nunca se toma el punto de vista de los
personajes, como en la épica clásica.
Focalización interna: punto de vista de los personajes; es fija
cuando se centra en un personaje; variable, cuando alterna
personajes distintos, y múltiple, cuando los mismos hechos son
narrados por diferentes personajes.
Focalización externa: los personajes actúan ante el narrador sin
que éste sepa sus sentimientos o pensamientos.
La focalización, además, puede ser progresiva, empezar en el foco
cero, luego acudir al foco interno, más tarde combinarse con la
externa, etc.
La historia
Se entiende por historia la concatenación de acciones, con un
orden más o menos causal y temporal, realizadas por los personajes
en un tiempo y un espacio determinados. El espacio puede ser único
o diverso, inspirado en la realidad o fantástico y es el que suele
ocupar el grueso de las descripciones y digresiones del narrador. En
cuanto al tiempo, solemos hablar de una estructura fija:
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planteamiento, nudo o conflicto y desenlace. Sin embargo, la manera
en que éstos son articulados en el texto narrativo puede variar. Esto
nos lleva a distinguir entre prolepsis (adelanta acontecimientos
futuros) y analepsis (movimiento de retrospección, especie de
flashback). Estos movimientos permiten que la narración pueda
comenzar en el mismo nudo, regresar al inicio y culminar en el
desenlace (in media res), o comenzar en el desenlace y volver hacia
atrás (in extremis res).
Tipos de discurso
En la novela o en cualquier texto narrativo podemos encontrar
distintos tipos de discurso: 1) referencial: para narrar objetivamente
los hechos; 2) descriptivo: para las pausas descriptivas
pormenorizadas; 3) poético: en consonancia con el referencial y el
descriptivo; 4) monólogo interior: para expresar la subjetividad de los
personajes; 5) valorativo: para realizar alabanzas, críticas, juicios de
valor; 6) universal: expresión de una generalización a partir de un
incidente determinado; 7) discurso directo o dramático: los
personajes dialogan en estilo directo, reproduciéndose literalmente
las emisiones; 8) discurso indirecto: el narrador reproduce lo dicho
por los personajes mediante verbum dicendi; 9) discurso indirecto
libre: el narrador transcribe las palabras y los pensamientos de los
personajes incorporando sus formas expresivas.
BIBLIOGRAFÍA
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ILUSTRACIONES
GEORGE BARBIER (1882-1932)
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