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Los Gobiernos Socialistas de Anahuac

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Primera edición, mayo de 1978.

Segunda edición marzo de 1988

Diseñó y dirigió la edición

IGNACIO ROMEROV ARGAS E YTURBIDE,

Doctor en Derecho.

Derechos reservados conforme a la Ley Prohibida su reproducción total o parcial Copyright by "Romerovargas Editor, S.A." México, D. F.

Printed and made in México. Impreso y hecho en México.

1 9 8 8.

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~ ~ 1 ~ ~

El Autor. señor Doctor en Derecho, don Ignacio Romero· vargas lturbide, insigne historiador poblano, defensor

de los Pueblos de Anáhuac.

....

INDICE

Advertencia General .................................... . Orgauización Política Anahuaca ......................... . Organizaciones Territoriales: El Calpulli Rural ........... . Las personas del Calpulli ............................... . Régimen de bienes del Calpulli .......................... .

1 El Calpulli Urbano ..................................... . La Región o Icniuyotl de Calpontin. Amistad de Calpullis .. . Los Tecuyotl, el Señorío ................................. . El Estado Independiente. Hueytlatocayotl ................ . La Federación de Estados ............................... . Instituciones y Jerarquías del Estado ..................... . La Jerarquía tradicional o primitiva ..................... . La Educación, fündamento de las jerarquías políticas

de Anáhuac ........................................ . Los Calmécac. Hilera de Casas .. , ........................ . Los Telpochcalli. Casa de Jóvenes ....................... . La Escuela Superior: El Cuicacalli La Casa del Canto ..... . Métodos fundamentales de enseñanza .................... . Organización religiosa ................................... . Gremios industriales .................................... . La Sociedad de Tetecuhtin, Señores ...................... . La Jerarquía o Poder Administrativo ......... ; .......... . Tequíyotl. Los Servicios Públicos ........................ . Tetlazontequilica, Los Tribunales ........................ . La Jerarquía Ejecutiva del Tlatoani ..................... . El Gobierno Femenino de Anáhuac ....................... . La Jerarquía de Asambleas ............................. . Función de las Jerarquías, Dignatarios y Princi1)ales ...... . Sistema Jurídico de Anáhuac ............................ . Fuentes de derecho Anahuaca ........................... . Características del derecho indígena ..................... . Método de aplicación del derecho ........................ . Sistema Legal .......................................... . Sentido de justicia en la aplicación de la Ley .............. . Sentido equitativo del derecho autóctono en la economía ... . Objeto y cometido de la ciencia del derecho en Anáhuac .... . Eficacia del derecho .................................... .

13 19 23 25 29 33 35 37 39 51 53 57

59 G3 67 71 75 81 87 89 91 97 99

105 117 119 123 129 131 133 137 139 141 143 145 147

11 ! 1'1

LOS GOBIERNOS SOCIALISTAS DE ANAHUAC

Estudio basado en las fuentes histórica..~

por

IGNACIO ROMEROVARGAS E YTURBIDE

Doctor en Derecho, en Filosofía, Ciencias Sociales, Teología

e Historia.

Director del Instituto de Investigaciones de lci Cultura de

Anáhuac.

Catedrático de Historia en la Facultad de Altos Estudios de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Miembro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. Presidente de la Academia de Derecho de Anáhuac en la Asociación de Abogados de México. Primer premio del Senado en el certamen hostórico­político concertado por el misnio, Etc. Etc . ..

Tenochtitlan - México.

1988.

,111

A mi amado pueblo mexicano que supo comprender los altos

valores de la cultura.

PROLOGO

Esta segunda edición del libro "Los ·Gobiernos Socialistas de Anáhuac", se lleva. a cabo para rendir el mas cálido homenaje de admiración, de profunda y sincera gratitud y de fervoroso rlecono­cimiento al talento, a la inteligencia, a la constancia en el estudio, a la actitud patriótica y al fruto maduro de todas estas virtudes, que se concreta en el Mensgje de Cultura que nos legó el insigne ·in'L'estigador poblano, de/ ensor de la Cultura de los Pueblos de Anáhuac, señor Doctor en Derecho, don Ignacio Romerovargas lturbide, creador y Director del Instituto de Investigaciones de la Cnltum de Anáhuac, Critedrát'ico de Historia en lci Facultad de Altos Estudios de lci Universidad Michoacana de San Nicolás de llidcilgo; rniernbro de la Sociedad Mexicana de Geografía y Esta­dística y Presidente de la Academia de Derecho de Anáhuac en la Asociación de Abogados de México.

El libro "Los Gobiernos Socialistas de Anáhuac" es una her­mosa síntesis, expuesta en lenguaje llcrno, sencillo, desprovisto de toda presunción literaria, del maravilloso· tratcido "La Orgnniza­r.ión Política de los Pueblos de Anáhuac", que rnereció Mención Honorífica en 1957, "Año de la Consb"tución y del Pensamiento Liber·al"; y fue prendado con una estatua de mcirfil por el promi­nente político chino Mao Tse-tung.

La Cultura de Anáhucic, la de Grecia y la China, forman el friángulo en el que se sustenta la Cultura Universal.

No obstante, la Cultura de los Pueblos de Anáhiwc es una ··' cultura original. Es una cultura de esfuerzo y de servicio cuya

base territorial, agrícola, c01nercial, política, cultural, rez.igiosa. y militar, fue el calpulli 11ústico y urbano, forniando, con un coninn­to de ca.lpulb:s, una unidad regional autosuficiente, autónoma Y autárquica y con un con.iunto de regfones la suverestructura f ede­ral e interestatal política, educativa, científica y cultural: Lci Fede­rrición de los Pneblos de Anáhuac -de Cal'ifornia a Nicamgua--,

...

con bienes comunoles y trabafo social, tequíyotl, que permitió cimentar, por encima del individuo pasa,jero en su vida, lci socie­dad anahuaca de existencia perenne. Un socialismo basado en la tlamanaliztli, la costumbre, "lo que debe permanecer porque a na­die hace daño", las normas de vida c01nún positivas, que se sedi-

~. ·mentaron en el hogar y trascendieron a la sociedad. Una sociedad donde el valor del hombre se estimaba en base al servicio prestado a la sociedad y donde la mujer alcanzó el respeto como persona, el libre ejercicfo profesional y la activa participación en el Cihua­tlathoque -gobierno de mujeres-, muy por encirna de lo que en la actualidad aun no ha logr•ado y con un encausamiento en armo­nía con la función de la mujer; pero no en competencia co<n el hombre como erróneamente lo conciben las mujeres que hoy lucha:a por su liberación.

l

Si después de cuatrocientos años de haber sufrido las conse­cuencias brutales de la invasión española, no hemos' podido recupe­rar nuestra verdadera independencia polítfoa, económica, social y sobre todo cultural, es porque, en vez de estudiar lo nuestro y 1wlver a lo nuestro considerando la realidad nacional, nos hemos dedicado a querer adoptar el pensamiento extranjero creado con otros propósitos 11 para otros fines en un esfuerzo vano de asimilcr­ción mal digerida que sólo nos puede llevar C!l mundo risible de la caricatura.

Es tiempo ya de abandonar espejismos y de no incubar ilusio­nes .. preciso es volver a recuperarnos nosotros mis1nos, retornemo8 a ser lo que somos sin tenior n la verdad; dejemos a un lado el convencionalismo va,no que consiste en creer que mucho alcanzare­mos fingiendo ser lo que no somos. La única forma de progresar es reconocer la realidad y seguirla con valor.

Sólo p11etenden reqhazar su propio ser los descastados y los que menosprecian su propia naturaleza, los que trllicioncin, los ser11iles ....

No hay que olvúlmr que pertenecemo<S a un pueblo viejo y sabio a quien por ignorancin hemos impuesto el castigo de ingre­sar a la escuela prirnaria de Europa.

La organización política y el sistema de gobierno en los pue­iJlos de A náhunc no corresponde a un tipo ideal, considerando lcis

cosas según estimamos que debiera ser, como lo hacen los europeos, sino que constituye un ve~dader·O prototipo, en el que se conside· mn los hechos conforme a su ineludible realidad, adaptadas a las circunstancias económiccis, geográficas y sociales de dichos pue­l·los, y en el que se ven combinados en forma sorprendente y emi­nentemente práctica, elementos que solemos llamar: liberales, de­tlemocráticos (gobierno del pueblo), aristocráticos (gobierno de los mejores), oligárquicos (gobierno de pocos) y monárquicos ( go­'bierno de uno solo), propios de la Cultura Occidental, sin que pri­vara ninguno de ellos, presentando además características propias y muy diversas". Son estos conceptos que el autor formula en sus conclusiones a esta su investigación histórica que es luz en el destino de México.

Es también propósito de esta segunda edición, en honor a su autor y al alto valor histórico del rescate de la Cultura de los Pueblos de Anáhuac, donde indiscutiblemente están nuestras raí­ces, difundir el meritorio trabajo que durante veinte largos años de su vida logró hacer el señor Licenciado Ignacio Romerovargas Jturbide, entre todos los mexicanos, padres de familia, jóvenes es­tudiantes, pero de manera muy especial entre los señores catedrá­ticos de las universidades, del magisterio y de las autoridades que tienen bajo su responsabilidad la enseñanza en todos sus niveles 71 entre aquello<S mexicanos que simpatizan con las ideas socialistas, pero que quizá por falta de in/ ormación han recurrido en busca de ellas a otras latitudes, muy ajenas a nuestra realidad histórica, o, nuestra idiosincrasia. Aquí encontraremos todos los mexicanos nuestro patrimonio cultural basado en nuestras propias raíces. Este es nuestro camino.

Licenciado Andrés Fernández Gatica.

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! .-Advertencia General

"Y en las más sabias repúblicas, escribe el P. J. Acosta, como fueron la romana y la ateniense, vemos ignorancias dignas de risa,

' por cierto si las repúblicas de los mexicanos y de los incas se re­firieran en tiempo de romanos o griegos, fueran sus leyes y gobier­nos, estimados. Mas como sin saber nada de esto entramos por la espada sin oirles ni entenderles, no nos parece que merecen repu tación las cosas de los indios, sino como de caza habida en el monte y traídas para nuestro servicio y antojo. Los hombres más curiosos y sabios que han penetrado y alcanzado sus secretos, su estilo y gobierno antiguo, muy de otra suerte lo juzgan, maravillándose que hubiese tanto orden- y razón entre ellos".

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"El otro fin que puede conseguirse con la noticia de las leyes y costumbres, y policía de los indios, dice el autor, es ayudarlos y regirlos por ellas mismas ... pues deben ser gobernados confor­me a sus fueros, que son como sus leyes municipales, por cuya ig­norancia se han cometido yerros de no poca importancia, no sabien­do los que juzgan ni los que rigen, por dónde han de juzgar Y 'r egir sus súbitos; que además de ser agravio y sinrazón que se les hace, es en gran daño, por tenernos aborrecidos como a hom­bres que en todo, así en lo bueno como en lo malo, les somos y hemos sido contrarios". (Historia Natural, Lib. VI, Cap. 1)

Nada comprenderemos de los pueblos de Anáhuac si preten­demos encontrar en ellos los principios básicos de la cultura occi­dental, que en muchos aspectos estaba y está atrasada con respec­to a la evolución lograda por aquellos en el momento de su des­piadada destrucción. Se requiere un gran esfuerzo de comprensión y de adaptación para vislumbrar la verdad contenida en el sin número de mentiras que escribieron los desconcertados vencedores que pretendieron hacer de nuestra historia un vertedero de igno­minia, por obvias razones, ya que por su falta de comprensión, no podían escribir sino lo que entendieron e inventaron, adulterando 1 0~ hechos con interpretaciones muy suyas y a menudo mal inten­cionadas por razones económicas, políticas y religiosas.

En el estudio de las instituciones anahuacas, para no mal in­terpretarlas, ante todo hay que tener siempre presente el hecho evidente de que se trata de una cultura original, diferente de la occidental, cuyo desarrollo obedece a un principio integral y que procede de distinta economía, cultura en la que se funde en un todo armonioso e imposible de deslindar (porque sus elementos se im­plican unas a otros) lo que para el occidental sería: ciencia, reli­gión, derecho, costumbres, milicia, comercio, fisco, administración,

1vida social y Estado.

A esta dificultad de carácter técnico más que otra cosa, habrá­'se de añadir la necesidad de doblegarse a los principios rectores de la mentalidad indígena, ya de carácter filosófico, religios.o o jurí­dico, para aquilatar las consecuencias prácticas a que dieron lugar en sus propias instituciones.

De hecho, en el territorio de Anáhuac, existía diversidad de lenguaje, pero entre todos los idiomas autóctonos, como entre los

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europeos, había entre sí equivalencia de sentodo, mas 1'.ntre el len­guaje de los europeos y el de los anahuacas NO existe esa equiva­lencia, es decir, que no habiendo identidad de pensar<iiento, tam­poco puede haber traducción exacta. Ambos responden a dos des­arrollos diferentes de la cultura, cuyo co ntenido, sobr~ todo en ma­teria política, completamente varía, aunque los términos pudieran t ener traducción Uternl.

Es de suyo impropio usar términos idénticos para fenómenos que se registraron en pueblos y épocas diferentes, pero se agrava la dificultad tratándose de dos culturas distintas. Sin embargo, dicha dificultad se allana conservando, en lo posible, los nombres originales; o con el empleo de vocablos que los substituyan, pero siempre con la debida reserva, aclarando diferencias y similitu­des de fondo y aún de matiz, tomando siempre en cuenta su signi­ficado ideológico particular.

Existe además una característica, tanto en el sistema político como en el idioma de los pueblos autóctonos: que todo en ellos era funcional, dinámico y relativo en materia humana, observando ellos siempre una estricta jercirquía de valores entre todas las personas; descartaban lo absoluto y consideraban a todo el universo animado.

Basta hacer un estudio comparativo de sus lenguas en contras­te con las europeas, para comprender: la riqueza de su léxico; la dulzura de sus expresiones; el purito de precisión que se manifiesta en el uso constante de sinónimos y dobletes; la frecuencia casi ininterrumpida del uso del verbo y del presente; el uso limitado del pasado y del futuro; su carencia de "futurismos" y del "si" condicional; el empleo constante de interrogativos, tratándose del más allá o de las cosas no vistas o no comprobadas; el afán de

, manifestar con fórmulas de respeto las jerarquías de personas. casas y lugares; la movilidad en la construcción de sus palabras, ,, su e'Ctraordinario dinamismo con la tendencia a hacer verbos. Todo ello traduce el carácter de su cultura esencialmente objetivr1. y positiva.

Considerando el carácter integral y dinámico de esta alta cul­tura, se explica el que las divisiones y clasificaciones que nosotros establecemos, hasta cierto punto arbitrariamente, sean más bien para entenderlos nosotros y para tratar de comprenderlos, pero

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que no deben tomarse como expresión de una realidad absoluta, ya que de sí, para ellos la realidad era esencialmente variable, cam­b iante, de acuerdo con las circunstancias que se presentaban en el momento histórico. De hecho, cada institución y agrupación tenía sus propias normas y procesos diferentes.

Los dos grandes conceptos de la cultura humana, tiempo y espacfo, también difieren de significado en ambas culturas. Pues mientras para la cultura occidental son más bien conceptos teóricos lY abstractos, para los anahuacas son de contenido práctico y con­creto.

Desde luego en náhuatl ni siquiera existe un término equiva­lente a la palabra espacio; su modo de expresión es por medio de los vocablos centlamanían, lugar donde están todas las cosas; cen­tlapanían, lo que está afuera de las cosas, o yeyan, estancia, siem­pre acompañado del lugar especfico que se quiere referir, como decir: estancia del Sol o de Venus o de la 'fierra, etc.

En cuanto a la noción de tiempo, para los anahuacas era uno de los cinco elementos fundamentales de la existencia y de la vida, y cáhuitl, tiempo, consistía para ellos en el orden y medida del mo­vimiento., el ritmo, por lo que señalan sus tradiciones que antes que hubiera tiempo, para que hubiera vida humana y cultura, que en este caso se identifica con el conocimiento calendárico, precedieron cuatro etapas o soles, en los que los elementos fecundantes: agiw. dento y fuego, buscaron su acomodo y equilibrio en la tier1·a, en conjunción con el movimiento de los astros. Con el Quinto Sol n2ce el calendario y la cultura; por ello toda la organización política y social está en íntima relación con los calendarios y la astronomía.

Hablar de instituciones de un pueblo que practica el derecho consuetudinario, como el náhuatl o el inglés, es referirse al conjun­t ) de toda una organización política, que de hecho y sobre todo. t~mbién de derecho, se va desarrollando y modificando.

O sea, que hay que considerar dichas instituciones en su fun­cionamiento, sin pretender exigirlas formuladas en textos explíc:­tos o en cuerpos de leyes y decretos, sino haciendo el estudio de hs costumbres repetidas, observadas, modificadas o desarraigadas, qne constituyen la tradición y desarrollo mismo de la historia de

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)

ese pueblo. En efecto, para ellos, la costumbre, tlamaniliztli, las cosas como están, significa la realidad concreta.

La organización política y el sistema de gobierno en los pue­blos de Anáhuac (desde California a Nicaragua), no corresponden a un tipo ideal, considerando las cosas según estimamos que debie­ran ser, como lo hacen los europeos, sino que constituyen un ver­dadero prototipo, en el que se consideran los hechos conforme a su ineludible realidad, adaptadas a las circunstancias económicas, geográficas y sociales de dichos pueblos, y en el que se ven combi­nados en forma sorprendente y eminentemente práctica, elementos que solemos llamar: liberales, democráticos (gobierno del pueblo), aristocráticos (gobierno de los mejores), oligárquicos (gobierno de pocos) y monárquicos gobierno de un sólo), propios de la cul­tura occidental, sin que privara ninguno de ellos, presentando ade­más características propias y muy diversas.

Como la organización política en su conjunto presenta nota­ble analogía entre todos estos pueblos, aunque cada pueblo haya tenido sus particularidades, podemos referirnos, para mayor bre­vedad, al sistema de gobierno mejor conocido por la historia, o sea, el gobierno interestatal de México-Tenochtítlan (ombligo de la luna o del maguey lugar de Ténoch, gran nopal), Tetzocóco-Acol­huácan (lugar de arbustitos, de los de abolengo que viven cerca del agua), y Tlacópan-Tecpanohuáyan (sobre las jarillas, lugar de los palaciegos) .

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11.-0rganización política anahuaca

P rimero hay que determinar los principios fundamentales de su organización para poder comprenderla. Así como el pensamiento y las creencias de los pueblos son fruto de la observación y de la elucubración humana, la organización política está en íntima re~ lación con el pensamiento económico, científico, filosófico y reli-

' gioso de los pueblos.

Del concepto matemático, astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas, mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y superándola también, establecieron un orden político y social adecuado a las condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fun-

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damental de promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal suerte un alto grado de cultura y conoci­miento, tanto de la naturaleza de la Tierra como del Universo. Sólo mediante esta forma colectivista de organización de la actividad humana (que es la cultura), integrando grupos por servicios de trabajo activo y la ocupación total del territorio productivo, pu­dieron vencer las dos grandes deficiencias que habían en el país: la carencia de bestias de tiro y de carga, y la falta de cereales panificables.

Por ello, aunque lograron realizar grandes adelantos en ma­teria política, científica y artística, por no tener bestias de tiro J de carga no sintieron la necesidad de buscar el hierro, por lo que estaban atrasados en mecánica y en instrumentos de guerra. Y por la falta de alimentos panificables, su desarrollo estaba íntimamen­te unido al cultivo de la tierra, y expuesto a fuertes conmocionE>s causadas por el hambre y la peste, en teniendo varios años de pér­dida de las cosechas. Todo ello manifiesta el error de aquellos que quieren establecer un orden comparativo de evolución por edades (de la piedra, bronce y hierro) señalando grados de evolución si­milares en el Viejo Mundo a los del Nuevo. Profundo error.

Por estas causas económicas, los principios fundamentales de la organización política en Anáhuac fueron diferentes de los de Europa, donde privó una cutlura indi11idualista y de ahorro basada en el atesoramiento y formación de peculios e intereses particula­res que dan margen al despojo y a la provocación ininterrumpida de guerras, justificando la usurpación, por convenir así a sus in­tereses.

Así se explica que, en tanto que en Europa los intereses eco­nómicos y los perjuicios raciales, también europeos, determinaran sus formas de gobierno, desde la antigüedad clásica hasta la fecha, en Anáhuac en cambio, con su cultura colectivista de esfuerzo y de servicio, privara la organización económica por tequíyotl, oficies

' u ocupaciones, tomando en cuenta la agrupación por servicios en colectividades autosuficientes. De aquí, el carácter particular de sns instituciones cuyos principios fueron fundamentalmente los siguientes:

1.-La ocupación total del territorio aprovechable económica­mente, por lo que establecieron el sistema de calpóltin, caseríos,

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rurales de casas dispersas, bienes comunes y trabajo, tequíyotl, faena, por riguroso turno.

2.-La base fundamental económica era la agricultura, por lo que se estructuró una organización política, social y litúrgica basa­da en los ciclos calendáricos de los diversos productos agrícolas, combinándolos y sujetándolos a la producción de las diversas re­giones del país. Por eso estudiaron y conocieron admirablemente los ciclos de producción de toda la fauna y la flora del país.

3.-Por la razón anterior, establecieron como principio fun­damental la distribución de productos y reparto de ellos por medio de un doble sistema, ya con una organización admirable de comer­ciantes y del comercio, o con la administración, recolección y redis­tribución de impuestos o tributos en todo el país, realizando un in­tercambio extraordinario entre las zonas de producción agrícola y los centros manufactureros.

4.-Siendo la agricultura y la manufactura las bases econó­micas, para darles estabilidad y firmeza, establecieron e integra­ron zonas económicamente autosuficientes, autónornas (que se nor­man a sí mismas) y autotárquicas (que se dan su propio gobierno) por medio de pactos de amistad, vínculos matrimoniales, o en úl­timo caso por tratados de paz, estableciéndose el respeto de costum­bres, estatuto jurídico y economía, locales y regionales, por porte de las federaciones.

5.-Establecieron una superestructra de carácter federal e in­terestatal en materia política, educativa, científica y cultural con un sistema impositivo o tributario, antes mencionado, adecuado a i ~ s necesidades tanto del gobierno como de las diversas entidades <le la federación, ya para subvenir a los gastos públicos o para la redistribución de la producción de unas regiones a otras en com­binación con dicha organización especial en materia mercantil.

Dados estos principios fundamentales podemos distinguir dos clases de organizaciones:

A.- Las territoriales, que eran: l.- El calpúlli rural (autó­nomo y disperso); 2.- El ccilpúlli urbano (autónomo y concen­trado a manera de bnrrio) ; 3.- La región o icniúhtli de calpóltin. hermandad, fraternidad, gru110 de amistad de caseríos ( enticl::i.il

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regional autónoma) llamado tlatocáyotl, go)::>ierno; 4.- Los terri· torios o señoríos del Estado (autónomos, pero la autoridad depen­día del Estado) llamados tecúhyotl, señorío; 5.- El Estado (inde­pendiente llamado hueytlahtocáyotl, gran gobierno; y 6.-:- La fe­deración de Estados llamada tlatacaicniuhyotl, hermandad o amis­tad de gobernantes, o tecpíllotl, conjunto de principales o palacie­gos.

B.-Las institucionales, ferarquías centralizadas de gobierno, que podían ser: locales (la organización religiosa, los gremios in­dustriales, las sociedades de señores) o federales (las jerarquías educativa, administrativa, fiscal, judicial, gubernamental o políti­ca, la comercial y la militar) .

El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como insti­tucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación. "Nada se hacía, afirman los cronistas, sin consultar en asamblea". Esta in­variablemente era encabezada por dos jefes, cuyos puestos gene­ralmente eran vitalicios; uno era administrador y otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho de sucesión, y. el otro más joven, era elegido por la asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. La asamblea se lla­maba in cohuáyotl, círculo o a manera de serpiente.

Los criterios de distinción, de agrupación o de separación de la población eran: la icniúhyotl, amistad, basada en pactos o en parentesco; la yáoyotl, enemistad, causada por el estado de guerra: o In. tf'qníyotl, ocupación u oficio, constituído por la división del trabajo, por lo que la mayoría de los nombres de agrupación son rreog-ráficos o se refieren a sus ocupaciones e industrias, y no como muchos autores han establecido, a principios raciales, étnicos. Co­mo ejemplo podemos señalar a Tetzcóco, lunar de arbustitos, y a

) hs nztéca, los alados, especialistas en la industria plumaria, por lo que dieron tanta importancia al comercio de la pluma.

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llt.-Organizaciones territoriales. El calpúlll rural

El calpúlli 1 urnl (municipio rural) constituía la unidad territorial, militar, económica, política y religiosa de la sociedad anahuaca. Desde el punto de vista territorial, eran pueblos de casas disper­sas, unidas por veredas hacia un centro llamado calpúlco, lugar del

l calpúlli, del cual dependían y donde estaban ubicados: el tecálli o tecuhcálU, casa de señores o de gobierno; el teocálco, templo del calpúlli; el petlacálco, almacén de abastecimiento común y prisión; el calpixcacálli, almacén y casa de recaudación de tributos; el dhuálli, patio del teocálco para los bailes, fiestas y actos públicos (liturgfa); el tlacxítlan, juzgado de primera instancia; el tlacoch­rálco, casa de las jabalinas, el arsenal, etc.

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....

Cada calpúlli, formado por un grupo de familias fundadoras que participaban de ciertos intereses y costumbres comunes, ocu­paba ciertas extensiones de tienas llamadas calpullálli, tierras del ralpúlli, o altepetlálli, tierras del pueblo, reconocidas por la tradi­ción o por el Estado.

Todos los calpoltin tenían su propio gobierno regido por una asamblea llamada cohuáyotl, presidida por <los autoridades: el cal­púleh (administrador del calpúlli) o chinancáleh (si era un calpúlli pequeño) y a su lado el teachcáuh, hermano mayor, ejecutor e ins­tructor de la juventud, llamado también tecúhtli, señor. Cada gru-110 gozaba de leyes, costumbres y tradiciones particulares y sus miembros tenían el privilegio de ser guzgados conforme a ellas. Sistema que solemos llamar estatuto perso.nal, aunque en este caso debiera decirse estatuto del calpúlli. Por consiguiente, gozaba de autonomía en su vida propia, interna, y en su religión.

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IV.-Las personas del calpúlli

La base primoxdial de su organización era la familia, la que servía de modelo para la organización total del Estado. La m'ujer

1 era considerada la administradora de la familia, y el hombre, el

· ejecutor; según su capacidad económica el hombre podía tener va­rias mujeres; todas eran legítimas y sus hijos nacían libres y le­gítimos también. Las costumbres determinaban escrupulosamente los hechos y obligaciones de cada cual, hasta en el más pequeño detalle, para evitar posibles conflictos en la familia. El adulterio era severamente condenado.

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Las familias organizadas en calpúlli eran de dos categorías: pUtin o tepílhuan, principales o ini.vilegiados, considerados así en atención a sus méritos o a los de sus antepasados, y mace­huáltin, sufridos, el pueblo común. Tal división no corresponde en absoluto a la europea de nobles y plebeyos, como muchos lo creen.

Aunque todo hombre nacía libre. por cleterminadas circuns­tancias que no es del caso referir, podí::t ;:.cr vcüdido por sus pa­dres u obligarse a prestar un servicio estipulado, quedando como familiar de su amo, tlacóhtli, comprado, y a su vez podía tener tlacóhtin, comprados, mal llamados esclavos, no sujetos a su amo. Esta servidumbre difiere profundamente de la esclavitud que se conoció en otros continentes; no eran considerados como "cosa" sino que estaban obligados a prestar servicios y para ello eran mantenidos como familiares de la casa y eso, sólo temporalmente.

El hombre nacía libre, aunque fuera hijo de tlacóhtli, compra­do; pero siendo nwrtal, transitorio, relativo, su vida en función de la permanencia de la colectividad, debía desarrollarse de acuer­do con su posición social de origen, con su lugar en la jerarquía existente, con los signos de su augurio y atendidos sus méritos particulares. Posición social que él mismo podía variar por su es­fuerzo personal realizado a beneficio de la colectividad, o enaje­nando sus servicios a otra persona.

La mal llamada esclavitud no era propiamente una institución del Estado sino simplemente un vínculo de servicio estipulado .en­tre personas.

Cada hombre era una norma viva, con su estatido personal, cuyos usos y costumbres de su calpúlli lo acompañaban donde fue­ra, de modo que, al realizar sus funciones establecidas por la tra­dición, obrada de tal manera que parecía que el derecho, el orden jerárquico, las costumbres y los individuos actuaban y se desarro­llaban concomitantemente en la vida pública, siendo las circuns­tancias del momento las que iban determinando las modalidades y lineamientos generales del orden jerárquico aceptado histórica-mente como tradicional.

La persona no era considerada como "ens", ente individual capaz de derechos y obligaciones, y todos iguales ante la ley; sino que era un funcionario de la colectividad, un vehículo de realiza­ciones colectivas, un servidor de la comunidad, es decir, un medfo

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en función de la misma, pudiendo desarrollar su pesonalidad con relación y en proporción a los servicios prestados a la colectividad, dentro de los límites consagrados por la tradición, y, por consi­guiente, sus privilegios no podían ser transferidos por herencia, excepto el de la sangre, el nacimiento. Sus derechos y obligaciones tampoco podían ser iguales ante la ley, sino relativos a su posición social: a mayores privilegios mayor responsabilidad.

El punto de partida para la determinación jerárquica era el nacimiento. De éste dependía la posición y la función del individuo en la sociedad. La mejor protección del hombre dentro de su ca­tegoría era, como se ha dicho antes, la costumbre unánimemente aceptada y respetada por todos. Las insignias y distinciones en el adorno y vestido eran municiosamente reglamentadas, estrict:t­mente observadas (y escrupulosamente castigada la infracción de sus normas con penas graves) para poder raconocer inmediata­mente la posición, méritos y oficio de cada cual con rew ecto n la comunidad. La voluntad individual se fundía en el "querer colec­tivo", "la costumbre", y no consistía en el deseo raprichoso del occidental.

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V.-Régimen de bienes del calpúlli

La justa observación de que la existencia de las cosas no coin­cide con la de los individuos, determinó el carácter de la posesión. El hombre posee los bienes, pero los abandona voluntariamente o con la mu€rte. El derecho establece un vínculo entre las personas con respecto a los bienes, y por ende varía totalmente en ambas culturas; no se debe pues calificar de precario o no, un derecho simplemente distinto. Los bienes, para el indígena, responden a las :necesidades de la colectividad, por lo que ésta es la que deterrmina su destino de acuerdo con el principio económico de conveniencia social e individual. Por consiguiente, el derecho de propiedad, en

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toda su plenitud y a través de todos los tiempos, pertenece a b colectividad; a los individuos corresponde tan sólo la posesión, con las modalidades establecidas por la tradición, pudiendo los particu­lares acrecentar sus posesiones en proporción a b bonanza de cosechas y trabajo desempeñado en una industria o a los servicios prestados a la comunidad.

El régimen agrario era la base de la orgauiiación anahuaca. El agricultuor, arraigado a la tierra, dedicado exclusivamente a su labor, al margen de intromiciones políticas extrañas, gozaba de cierta independencia en la vida social, protegido por su derecho o costumbres locales, aunque dependiendo en cierta forma de los núcleos centralizados del Estado, por razón de la política tributaria.

El sistema de 1·eparto era el título habitual de la posesión entre los indígenas. Los tlacuilóhque, pintores de glifos, en el re­gistro "clara e individualmente establecían lo que a cada uno tocaba".

Todo miembro activo del calpúlli tenía derecho a una parcela o milpa proporcionada a sus necesidades, que obtenía por sorteo, designación y decisión de la asamblea de representantes del ccilpúlli. Si no la cultivaba dos años consecutivos, se consideraba libre o abandonada y pasaba a poder de nuevas familias por designación de las autoridades del calpúlli.

El jacal y terreno sobre el cual estaba fincado, se consideraba como patrimonio personal. Generalmente se encontraba alejado de la milpa o parcela que correspondía trabajar a su poseedor. Las tierras particulares tenían casi siempre cercos y linderos. Los pro­ci uctos de la tierra e industria eran personales, pero con la corres­pondiente obligación de pagar el tributo consiguiente por grupo.

Además de las milpas de particulares, existían las tierrcis del calpúlli, que comprendían ciertas extensiones, con las aguas, bos­ques y pastales, reservados al servicio de la comunidad y se lla­maban altepetlálli, tierras del pueblo. No tenían cercos y eran la­bradas por riguroso turno llamado teq'll'iyotl o faena, de acuerdo con las normas establecidas por la tradición local y decisiones de la autoridad del cal7Júlli. Dicha labor era considerada como derecho de los miembros del calpúlli y como obligación de todos sus habi­t ante:;. Los productos ele estas tierras ernn de beneficio colectlv0,

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reservándose una parte a los enfermos, ancianos y caminantes; se guardaban en el almacén petlacálco, del calpúlco. Estas tierras co­munes de labor, por razón del impuesto y de los beneficiarios, eran divididas en varias categorías:

a.-Tlahtocatlálli, tierras del gobernante, para gastos del Es­tado; sus productos se entregaban y guardaban en el calpixcacálli, almacén de recaudación, sujeto al poder administrativo del cihua­cóhuatl, literalmente mujer serpiente, cuate administrativo, en rea­lidad el administrador supremo, y el consejo supremo del Tlahtó­ccin, gobierno.

b.-Pillálli, tierras de píltin, principales del calpúlli, o concedi­das por el huey tlahtoani, gran ministro de la palabra o gobernante, por determinación del Tlahtócan, gobierno, Estas eran cultivadas por colonos y mayéque, braceros de la tierra.

c.-Teotlálpan, tierra divina, eran dedicadas a cubrir los gas­tos del culto y el sostenimiento de sacerdotes o sabios.

d.-Mitl chimálli, flecha y escudo, o cacalornílli, tierra del cuervo, eran las dedicadas a gastos de guerra y al mantenimiento de jefes guerreros.

Los mayéque o braceros de la tierra, nacidos para el trabajo a beneficio propio y de la comunidad entera, arraigados a la tierra y absortos en el trabajo agrícola, no intervenían en las funciones J)OJíticas del Estado.

El gobierno del ealpúlli actuaba siempre por medio de comi­~iones y tenía a su cargo tanto las obras públicas como la educación impartida en cuatro escuelas diferentes, cuando menos: dos tel­pochcálli casas de jóvenes, una de hombres y otra de mujeres; y dos cnlrnécac, hilera de casas, escuelas superiores para hombres y mujeres. Tenían un nemachtilóyan, donde se estudia, escuela de danza y música, donde todos participaban.

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Vl.-EI calpúlli urbano

Desde el punto de vista jurídico era semejante al anterior pues aunque en su estructura fuese a manera de "barrio", poseía tierras fuera de la ciudad, las cuales eran administradas por el calpúleh, administrador del calpúlli; anualmente elegían a sus jueces, técuh­tlis, y a los centectlalíxque "encargados de vigilar cierto número de familias" y dar cuenta diaria al juez de lo que ocurría entre ellas, el cual a su vez tenía que informar diariamente a la autori­<lad suprema de lo que acontecía en el "barrio". En cuanto a lo demás, su estructura era similar a la del calpúlli rural.

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Vll.-La reglón o icniúhyotl de Calpóltin, amistad de calpúllis

La región o icniúhyotl (grupo de nmistad) de calpóltin. Un grupo de calpólti'.n icniúhtli (amigos, hermanos) ya rurales o urbanos, se federaban como señoríos regionales a su vez autónomos y autár­quicos, teniendo al frente de ellos una asamblea de representantes de los calpóltin llamada tecuhnechicólli, junta de señores, presidi­da por un cihuacóhuatl, administrador, y un altépetl, pueblo, tam­bién llamado tlahtoáni, el que ordena, y tecúhtli, señor, que era el ejecutor. Su organización, aunque similar a la del calpúlli, tenía mayor incremento en cuanto al comercio, la industria, la educa­ción, milicia, la ciencia y el arte. Constaba además de calpóltin urbanos en la cabecera y de calpóltin rurales, a los que protegía y

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asociaba; generalmente tenían costumbres y derecho similares y ~us jefes eran representantes y miembros del consejo supremo de la federación en el tla,htocanechicólli, asamblea de gobernantes. Sus obligaciones con respecto al Estado eran fundamentalmente: prestar ayuda militar o de hombres de servicio en caso necesario; dar y pedir información de cuanto ocurriese; contribuir para el sostenimiento del gobierno en los términos estipulados en el mo­mento de su incorporación a la federación; no hacer traición, ni pactar independientemente con otros Estados; no impedir la liber­tad de comercio, y, respetar las normas de su propia tradición, especialmente tratándose de la legitimidad de los gobernantes; a cambio de protección militar, ayuda económica en el intercambio ele productos y en el reparto de botín de guerra, así como en el logro de privilegios y dignidades en el gobierno del Estado.

Tenían sus particulares ritos y sacerdotes, y a menudo goza­ban en ciertas fiestas del derecho de realizar algunas funciones religiosas en las capitales de la federación.

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Una de las cualidrtefes requeridas en los tlahtoanis era el que fuesen bue­nos oradores. Aqúí está representado un tlahtoani dirigiendo la palabra

·a sus princípal::s. Códice Florentino, Lib. IV, Cap. 7.

Vlll.-Los tecuhyotl, el señorío

Los tecúhyotl o señoríos dependientes del Estado, cuya organiza­ción era igual a la anterior, con la diferencia de que el tecúhUi, señor !!jecutor, era puesto directamente por las autoridades supre­mas od Estado; su puesto no era electivo. Estos señoríos eran otorgados como premio o medio de ascenso en la jerarquía guber­namental; a menudo eran simples guarniciones militares disemi­nadas por los pueblos fronterizos para garantía de la paz; a la vez eran un medio para adiestrar y probar a los futuros gober­nantes en el ejercicio del poder. La casa de estos señoríos se llama­ba teccálti, casa del señor, y estaba prohibido llamarla técpan, pala­cio. El tecúhtli, señor, debía estar en constante relación y contacto con el gobierno supremo y ejecutar las órdenes recibidas del tlah­toáni, gobernante correspondiente, sea de Mexico, Tetzcóco o Tla­cópan.

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Consejo de los dos gobernantes supremos, el tlahtoani, gran ejecutor, y el cihuacóhuatl , gran administrador, confere nciando, sentados sobre un tapete de plumas en figura de águila . Códice Florentino, L ib. IV, Cap . 38.

l IX.-EI estado Independiente

hueytlahtocáyotl

El Estado independiente, hueytlahtocáyotl. En su régimen interno y territorio particular, su gobierno era igual al regional véase No. VII.-) del icniúhyotl de calpóltin. En el caso particular de M exíco­Tenochtítlan en su organización tradicional constaba de siete gran­des calpóltin de los siguientes grupos: 1.-Los tlacatecpanéca, gen­te palaciega; 2.-Los cihuatecpanéca, mujeres palaciegas, en reali­dad gente palaciega de la administración; 3.-Los tlacochcálca, los de la casa de las jabalinas, el arsenal, cuyo símbolo era el ataúd de los tlahtoánis, gobernantes, que así se llamaba; 4.-Los huitzna­huáca, los de la biznaga, los del sur, especialmente encargados de la educación; 5.-Los yopíca, los yopis, siendo principalmente orfe-

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bres; 6.-Los chalrneca, pulidores de piedras preciosas, comercian­tes; 7.-Los itzquiteca, los del país del esquite, maíz tostado, pul­queros encargados de la magueyera.

Estos siete calpóltin se dividían cada uno en dos, como puede verse en toda la organización, resultando catorce calpóltin llamados también distritos o parcialidades, base de su administración judi­cial, religiosa y educativa.

Estos llevaban los siete nombres anteriores y los siguientes: 8.-Los atempanéca, los de la ribera; 9.-Los tzonmolóa, cabezas de mole, guardianes del juego. 10.-Los tlamatzínca, los que curan; 11.-Los moyocóxqne, los comedidos; 12.-Los nonoálca, los esta­blecidos en la tierra y milnahuáca, los de las milpas circundantes; 13.-Los cocohuaxoxóuhque, los serpiente azul; 14.-Los aticpáque, los que están sobre el agua.

Cada uno de estos tlaxillacáltin, barrios pequeños, tenía su calpúlco, centro del calpúlli, con todas las características antes des­cr itas: t eocálco, templo; tlíllan tlapállan, donde se pinta, archivos, registro público, etc.

Cada año los píltin, principales, de cada parcialidad se reunían en asamblea para elegir: un chinancáleh, encargado de mirar por las tierras de la parcialidad, que estaban fuera del lago; un téuhctli o juez encargado de resolver los conflictos internos de la parciali­dad y daba cuenta diaria a los gobernantes de lo que ocurría, resol­viendo los casos ya en su calpúlco o en el tlacxítlan, juzgado, del técpan, palacio; y los centectlalíxque encargados de vigilar cierto número de familias por grupos de 4, 10, 20, 40, 80, etc.

En cada parcialidad se elegía un tecuhtlahtóque, señor gober­nante, miembro del consejo supremo del Tlahtócan, lugar de los gobernantes, que regía los destinos del hueytlahtocáyotl, el Estado,

' sumando catorce: doce miembros, más los dos gobernantes: el ci­huacóhuatl, administrador, y el tllihtoáni, ejecutor.

Sobre esta organización tradicional, anterior a la fundación ele la ciud:ld, al sedimentarse en México se adoptó la distribución eiásic;i, y de significado astronómica tradicional de planificación previa, y aun en esto se adelantaron a nuestros tiempos en que gracias a los estudios urbanísticos Ge ha llegado a la conclusión de la necesidad de hacer dicha planificación previa; de allí la expli­cación de la existencia de "planos reguladores" para remediar los

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errores de lo ya construido. Aquél sistema, lo podemos comprobar en las fuentes que hablan de la fundación de Cuauhtítlan, al pie de los árboles, Tóllcm, el tular y Colhuácan, donde viven los de abolengo; consistía en la distribución material de la ciudad en cuatro grandes sector es, llamados también huey calpóltin, que para evitar ccnfnsi0n llamaré cuarteles, que nos recuerdan las cuatro graneles fue rzns o potestades de su pensamiento, de su física y de su astronomía.

Estos cuarteles eran demarcados por dos líneas trazadas ima­ginariamente en cruz sobre el medio del templo mayor, quedando cada cual frente a la esquina de la pirámide, o sea que podemos pensar en una cruz imaginaria formada más o menos por una línea que p~sara por donde ahora son las calles ele Argentina y Semina­rio de norte a sur, y su intersección por otra que iría de las calles de Tacuba a Guatemala de poniente a oriente.

Llamábanse los cuarteles: 1.-Técpan, palacio o Teópan, en lo supremo, o Xochimílco, lugar de los que cultivan flores, que después se llamó San Pablo, al sureste del templo; 2.-Moyocox­ratítl<in, lugar de los comedidos, estaba al suroeste del templo; después se llamó San Juan; 3.-Atzacuálco, donde está el dique o compuertas de agua, al noreste del templo; después se le nombró San Sebastián; y 4.-Cuepóhpan, sobre la calzada, o Tlaquenchiúh­<'an . donde hacen vestidos, después barrio de Santa María la Re­don<la. al noroeste.

Cada uno de estos grandes calpóltin estaba territorialmente dividido en cinco pequeños calpóltin, siendo en suma veinte, com­binación matemática de aquellos cuatro factores, más el tiempo, símbolo de la vida: Huitzilopóchtli , el habilísimo; Tezcatlipóca, espejo resplandeciente; Quetzalcóhuatl, el fecundador; y Páynal, el activo, en combinación con Xólotl, el feo, poseedor de la vida humana, representado por el Tlahtócan, centro gubernamental. Respectivamente: la voluntad, la memoria, la inteligencia y la actividad mecánica en conjunción con el cuerpo humano y sus cinco sentidos. Los elementos de integración de la vida: X iuhtecúhtli; el fnego; Echeccitecúhtli, el aire; Tláloc, el agua; y Cipactónal, el tiempo, en conjunción fecundando a Cohuatlícue, la tierra. Asi­mismo consideraban la marcha del sol, las fases de la luna y el movimiento de los astros y estrellas en interdependencia reg·ulnr,

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medicina, la gente iba 2llí a consulta y por medicina; la alberca de Tlikipan, sobre el agua negra, con la que curaban a niños; la casa de los servidores de Mixcóhuatl, león serpiente, nube, o Ca­máxtli, símbolo de las trombas y protector de los cazadores; el altar de Chicomecóhuatl, 7 serpiente, fecha calendárica considerada afor­tunada; en ella se festejaba a Cintéotl, señor del maíz, llamado t:1mbién Xilónen, jilote y Chalchiucíhuatl, mujer esmeralda, sím­bolo del regocijo, de los mantenimientos y de la fertilidad, repre­sentados por los frutos de la tierra, el maíz y las aguas de la tierra ; el altar de Ome tóchtli, 2 conejo, Tezcatzóncatl, el de la casa techada de espejos, señor principal del maguey y del pulque; el 2 cone.io ua fecha calendárica de fiesta y de año en esa fiesta se celebraba principalmente a Itzquitécatl, el de maíz tostado, patrón del calpúlli de los pulqueros, era símbolo de la borrachera y del juego.

En el cerco también estaba el cuai¿hxicálli Xócotl, jícara de Jos corazones de águilas y el cuahxicalli ixniomóztli, jícara de águi­las del altar delantero, también calendárica, frente al hueyteocálli, templo mayo;r, así como el apétlac, petate de agua, pequeña plata­f ormada donde caían los cuerpos de los sacrificados, y arriba de la pirámide el téchcatl, la piedra, verde, de un metro, medio pun­tiaguda, para el sacrificio.

El recinto sagrado estaba, siguiendo una línea imaginaria del eje central de la catedral hacia el norte hasta las calles de González Obregón y San Ideofonso siguiendo hasta el Carmen; al este, las calles del Carmen y Correo Mayor hasta la acera norte de palacio, y al sur, de allí hasta el atrio, al eje central de catedral. Tenían cuatro entradas con un tlacochálc.o, arsenal, a cada lado de cada una de ellas. Al poniente la puerta nombrada Cuauhquiáhuac, lluvia de águilas, que daba a la Plaza de las Aguilas y al centro del gran teocálli, templo, frente a la calzada de Tacuba, entonces mncho más ancha que nuestra actual cqlle de ese nombre; al oriente, también :· 1 e-entro del templo, la puerta Huitznáhuac, la del de bisnaga, señor de los comprados, que daba a la calzada que conducía a Tetlamazól­co, lugar del sapo de piedra, el desembarcadero de Te tzcóco, bgar de ar bustitos; un poco r emetida frente a la f :=tchada del achrn l pabcio nacional, estaba la puerta divina de Tezcaquiáhnac, espejo de llu­via, que daba al ithuálli, patio, actualmente Plaza de la Constitución y dab3. acceso a una calle que ])asaba al pie del gran tcocáll i por

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el sur y al norte desembocaba por la puerta llamada Acatlyacápan, en la caña delantera.

Fuera de esta ciudad de lo supremo, en lo que fuera la "traza" de la ciudad, estaba la ciudad gubernamental con las casas de los fu ncionarios y gobernantes, lugares públicos y dependencias del gobierno.

Entre el costado poniente del cohuatepántli, bandera de ser­pientes, que pasaba en medio de la acutal catedral, y costado oriente de las actuales calles de Brasil y Monte de Piedad, estaban de norte a sur el altar de Xiuhtecúhtli, señor del fuego; la Plaza de las Agui­las; sobre lo que hoy es Avenida Guatemala y antes Escalerillas, estaba el Teotkichco, el lugar del juego de pelota divino, donde se encontró la estátua de Macuilxóchitl, 5 flor, fecha calendárica de buena suerte; era símbolo del amor casto y protector de los pala­ciegos y jugadores de patólU, frijol; cuando caía en el mes de Xo­cohuátzi, caída de la fruta, se hacía gran fiesta llamada xochílhuitl. fiesta de la flor. También allí estaba el hueytzompánfü, gran arma­zón de calaveras; al sur de estos el Cuanhcálli, casa de águilas. donde se reunían los guerreros de este grado; en él estaba el tribu ­nal de tlacatécatl, jefe del cuartel, primer jefe en la guerra y jefe de hueycalpúlli, cuartel, quien con el tlacochcálccitl, jefe de asenal y de cuartel, el pochtéca tlailótlac, comerciante que regresó, jefe ndministrador de comerciantes, y el cuauhnóchtli, tuna o corazón de águila, jefe de ejecutores de órdenes, juzgaba a los guerreros y constituía el consejo de guerra. Al sur ele aquél estaba el pilcálli, cnsa de principales; seguía la pirámide de Yopíco, de los yopis, donde se veneraba a Xípe Tótec, falo nuestro señor, símbolo de h veneración y de la vida, con un patio llamado de cucmhxicálco, lugar de la jícfl ra de las águilas; y finalmente. donde está la torre oeste de catedral estaba el templo de Tonátiuh el sol, con 40 gradas.

Al poniente de estos edificios estaban de norte a sur, el técw1n <lcl tlacatecúhtli, señor del personal, mal llamado casa de Cwmh­témoc, Agiiilci descendente o Sol de la tarde, donde es la plaza de Santo Domingo. Entre las calles de Tacuba, Monte ele Pied i:l cl. l '~ de Septiembre e Isabel la Católica, estaban los palacios viejos: el palacio de Ax(lyácatl, oxnyacatl (cara de agua), doncle estaba el t esoro de los señores llamado teocuitlatiapiálU, donde se guarda el or o, al cuidado del teocuWapíxtli, el tesoro. También allí esta-

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ba el lugar de recepción de los jefes y sus aposentos, donde se alojó Cortés con todo su ejército; el Tlacxítlan, lugar de comparecencia, trib:mal donde jueces y magisfrados con el altépetl, pueblo o señor, al frente, resolvían las causas de los principales, píltin, instruídas rn el calpúlco, y las causas de jurisdicción voluntaria de los mace­huáltin, instruídas en el Teccálli, casa de gobernante, que estaba en otro cuerpo del mismo edificio. En el Tlacxítlan, el tlahtoáni, gobernante, asistido de cuatro jueces mexicanos ventilaba las cau­sas de Tenochtitlan, y dos jueces de cada región de la federación juzgaban de acuerdo con sus propias leyes y costumbres a los que no eran de Tenochtitlan; sentenciaba el tlahtoáni. Algunas causas como las de genealogía se remitían a Tetzcóco, también estaban allí los aposentos de los jueces. Este edificio estaba entre Tacuba, Mon­te de Piedad, 5 de Mayo y Palma.

Hacia el sur estaba el técpan, palacio, de Motecuhzóma Ilhuica­mína, señor augusto, el flechador del cielo, donde estaban el Tec­pilcálli, casa del señor y de los principales, donde el tlahtoáni, go­bernante ejecutor, y los principales, juzgaban a los tecúhtin, se­ñores gobernantes; allí mismo se reunían el tlahtocanechicólli, junta de tlahtoaníme, que constituía el poder supremo de la federación intm:establ, integrada por todos los representantes de todas las r egiones autónomas, asesorados por los seis cabezas de los tres gobiernos. En esta sala probablemente fue aprendido Moctecuhzó­ma Xo coyótzin, señor augusto el menor, con todos los gobernantes (treinta y ocho) por Cortés, en el momento de su llegada. También estaba en este edificio el Achcauhcálli, casa de primeros capitanes, donde se tomaban los acuerdos del Estado Mayor. Este edificio estaba entre el anterior y la Av. Madero.

Trns est os dos palacios entre Tacuba, Isabel la Católica y Madero, estaba primero cerca de Tacuba el Tza,páme íncal, casa cte enanos, y el Tlaccice méle íncal, casa de contrahechos, asilos de gente baldada o lisiada. No se trataba de enanos bufones, como acostumbraban tener los reyes europeos, sino era un cuidado es­pecial del Estado el velar por seres tarados, incapacitados por la naturaleza, que no podían realizar una vida igual a la de los demás mÍiemros de la colectividad. Además tenían un gran asilo de an­cianos y hospital para enfermos en Colhuácan (veáse Clavijero Lib. V. Cap. 3), que causó admiración a los frailes por sus dimensiones

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Y por el cuidado que ponían en los ~rmos, lo que entonces ape­nas se conocían en Europa y medio se practicaba en las hospederías de los monasterios. Junto a cada palacio había unas de esas casas vigiladas directamente por los gobernantes.

En seguida hacia el sur estaban los Totolcacálli, las casas de las aves, con sus diez estanques, unos de agua salada y otros po­table, donde había colección de cuanta ave pudiera haber en el país, clasificadas cuidadosamente de acuerdo con sus hábitos, y con lo que comían; fué el primer parque zoológico que hubo en el mundo, que causó espanto y admiración a los invasores. Había en él un palacio con columnas de mármol, teccáli, administrado por el huey­amánqui, gran amanteca, y el hueytoltcatl, el gran artífice, jefes de multitud de joyeros, entalladores, fabricantes de la industria plumaria, y de muchos mayordomos que cuidaban de las aves y estudiaban sus costumbres; tenían veterinarios y peritos en el des­plume, tratamiento, conservación de colores y arreglo de las plu­mas. Era el oficio principal y arte supremo de los azteca.

Al sur del edificio de Huéhue (viejo) Motecuhzóma, señor au­gusto, entre la plaza principal, Ithuálli, patio, la gran acequia (16 de Septiembre) y La Palma, estaban en la planta baja el Petlacal­co, almacén del pueblo, que a la vez servía de teilpilóyan, el ata­dero, prisión de delincuentes leves; el Calpixcacálco, casa del cal­píxque, recaudador, que servía de cuauhcálli, casa de palo, cárcel, de delincuentes mayores; y el Malcálli, casa de cautivos, donde es­taban los prisioneros de guerra, que recibían muy buen trato. En la parte superior de este edificio estaban las casas del arte supre­mo: Cuicaclli, casa de canto, donde toda la juventud practicaba el cnnto, el baile, la oratoria y la poesía; en este edificio el tlahtoán'i: diariamente tenía junta con los telpochtlatóque, jefes de jóvenes. para disponer el trabajo manual que se debía hacer; finalmente estaba el Mixcohuacálli, casa de Mixcóhuac, león serpiente o dra­p:ón, símbolo de la nube, la vía láctea y la voz del viento, verdadero coliseo donde se rec:reaban los señores y el pueblo de las fatigas de su intenso trabajo cotidiano; allí se reunían tanto los de Mexíco como los de Tlatelólco para bailar, ensayar y oir cantares antiguos o nuevos, o escuchar piezas de oratoria y poesía, de acuerdo con las disposiciones de los gobernantes.

Tras este edificio, entre la gran acequia (16 de Septiembre),

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la casa de las aves (Madero) y la gran acequia transversal (San Juan de Letrán), estaba la casa de las fieras, Tecuancálli, donde se coleccionaba cuanto animal pudiera haber, se les alimentaba y estudiaba sus costumbres y si eran comestibles, venenosos o tera­péuticos; como en la casa de las aves, tenían muchos mayordomos para su cuidado, veterinarios, etc.

Al poniente de la casa de las aves estaba el Jardín Botánico, antes de que en Europa hubiera este tipo de jardines de estudio y aclimatación, donde se cultivaba cuanta variedad de árboles (no los frutales, que eran considerados propios para gente del pueblo), flores y plantas medicinales había en el país. En terapéutica esta­ban mucho más adelantados que cualquier pueblo europeo de en­tonces; hasta la fecha nuestros laboratorios siguen descubriéndo productos medicinales cuyos resultados ya eran conocidos por los indígenas y aún poseen medicamentos que la ciencia moderna no ha logrado descubrir; como un ejemplo, el producto para curar la rabia declarada, cuyo secreto los yaquis de Sonora conocen y guar­dan escrupulosamente, y usan de tiempo inveterado el moho de las tortillas para curar las heridas, lo que actualmente conoc.emos por penicilina.

Al oriente del recinto sagrado, entre las calzada de Tetlamat­zólco, lugar del sapo de piedra, (Guatemala y Moneda), estaban otras casas de reclusión de enanos y contrahechos, y el hospital de lisiados. Hacia el sur estaban otras casas de aves y otras de fieras. Al sur de estas casas, tras el palacio nuevo del gran Motecuhzóma X ocoyótzin, y la gran acequia (Corregidora) estaba otro gran jar­dín botánico llamado "Jardines de Motecuhzóma", semejante al anteriormente descrito.

Donde está el Palacio Nacional, pero con la fachada remetida unos treinta metros hacia el oriente, porque el Ithuálli, patio, era

1 mucho más grande que nuestra actual Plaza de la Constitución, estaba la sede o residencia de las familias del tlahtoáni, gran eje­r.ntor y del cihuacóhuatl, el gran administrador; en él había nume­rosas habitaciones, más de cien baños, que fué lo primero que des­truyeron los españoles, por no acostumbrarlos, y una sala enorme donde tenían los tronos de oro, itepotzoícpal, de los dos gobernan­tes, y los doce itolícpal, asientos de los tecuhtlatóque; allí era el

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verdadero Tlahtócan, lugar de gobernantes, desde donde se regía tinicamente el Estado mexicano.

Los demás lugares dentro de la ciudad gubernamental, llama­da después "traza" de la ciudad, estaban ocupados, por los palacios de los diversos funcionarios del Estado, cada cual según su come­tido, por lo que se mudaban de ellos al cambiar de funciones.

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X.-La federación de estados, hueytlahtocáyotl lcniúhyotl

Fraternidad de grandes Estados. La federación tenía una estrtuc­tura particular, pues aunque todos los Estados federados o anexa­dos participasen en la autoridad suprema del Estado, enviando un rep1'esentante al tlahtocanechicólli, junta de tlahtoanis, gobernan­tes, sih embargo, cada cual reconocía por cabecera a una de las tres capitales de la federación, aunque las tres hubieran interve­nido en la anexión, siguiendo para ello las normas de una antigua tradición habida entre los antiguos señoríos y federaciones, y <le acuerdo con ciertas costumbres y reglas geneológicas hasta ahora difíciles de desentrañar.

Treinta y ocho grandes señoríos regionales y las tres cabece-

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ras con sus particulares señoríos, formaban la federación. Los pri­meros tributaban por región, correspondiendo una quinta parte a Tlacopan, y del resto la mitad a Tenochtítlan y la otra a Tetzcóco, y en las segundas, cada pueblo y gremio tributaba a su respectiva cabecera. Desde el punto de vista militar no se podía hacer nin­guna guerra sino con acuerdo mutuo, y desde el punto de vista político, la elección de los tlahtoáni debía ser propuesta a los otros dos y confirmada por ellos.

El gobierno de los tres Estados no era el de una simple con­federación, sino el de una verdadera federación con funciones pro­pias correspondientes a cada una de las cabeceras. A Tenochtítlan correspondía la ejecución militar en todo el territorio, la dirección del comercio y correos, las grandes celebraciones de la liturgia oficial y en cuanto a gobierno, sólo el de su propio señorío.

A Tetzcóco tocaba la dirección y ejecución de obras públicas en todo el territorio: caminos, presas, acueductos, albarradas, edi­ficios: llevar el archivo y registro de genealogías; convocar a jun­tas de sabios, generalmente en Teotihuacan, lugar de los poseedo­res de lo supremo; formular el derecho común de toda la federa­dón; impartir justicia en casos complicados y en los conflictos dinásticos de los distintos señoríos.

Cada año se reunían en Teotihuácan, los sabios para determi­nar las fechas de fiestas del año, las cuales eran proclamadas por los tahtoánis para la determinación del ciclo litúrgico, consideran­do las concurrencias y divergencias de los ciclos solar, lunar, vital, eclíptico temporal y agrícola.

A Tlacópan, lugar de jarilla, incumbía la ejecución de monu­mentos, obras de arte, joyas e indumentaria y la organización de trabajadores al servicio de la federación. Además cada u;r¡.a de las regiones cooperaba con lo que fuera de su propia especialidad a solicitud de la federación (como entrega de piedras labradas, vigas, algodón, envío de animales raros, plantas y árboles, enanos y con­trahechos, etc.).

Tal fue en suma, la organización territorial de los pueblos de Anáhuac.

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XL-Instituciones y jerarquías del estado

Es indispensable conocer el funcionamiento del orden jerárquico del Estado para comprender su organización. No puede hacerse aquí un estudio detallado y fundamentado en las fuentes como en mi libro "Organización Política de los Pueblos de Anáhuac" del que éste es un resumen; sólo expondré aquí los principios genera­les.

Todas aquellas autonomías territoriales no vivían aisladas y abandonadas a su propio destino, sino que estaban articuladas, ar­monizadas, relacionadas e integradas al Estado, ,a través de insti­tuciones jerárquicas que en su conjunto constituían en cada estado dos grandes poderes: el poder administrativo cuyo jefe supremo ora el cihuacóhuatl, literalmente mujer serpiente, ideológicamente

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administrador supremo gemelo del tlahtoáni en lo concerniente a l::i. mujer (Administrar) que regía, con derecho a sucesión de pa­dre a hijo; y el poder ejecutivo, cuyo jefe era el tlahtoáni, literal­mente el que habla, ideológicamente el que ejecuta, manda o go­bierna, era puesto de elección entre los miembros de una familia procedente de los soberanos más remotos, poseedores de la tierra; pero no sucedían de padre a hijo, sino primero entre los hermanos y luego entre los sobrinos, naturalmente con excepción del primero que fue Acamapíctli manojo de cañas.

Aparentemente era a manera de diarquía gobierno de dos, (des­pués veremos que no lo era) similar a la inglesa en cuanto a tener dos gobernantes, uno hereditario ( el rey o el cihuacóhuatl) y otro electivo (el primer ministro o el tlahtoáni) . uno administrador y el otro ejecutor, a diferencia de que en Inglaterra uno reina y el otro gobierna, o sea que uno ostenta y el otro administra y ejecuta unidos los poderes, en tanto que en Tenochtítlan uno administraba y gobernaba en sus particulares funciones administrativas siem-1we con el consejo supremo del Tlahtócan. gobierno, y el otro eje­cntaba el mando y ostentaba el gobierno, pues ambos en unión ya con el Tlahtócan, tratándose de asuntos de su propio Estado, ya con el Tlahtocanechicólli, junta de tlahtoaníme. en casos concer­nientes a los tres gobiernos del Estado supremo, o bien con el Tlahtocaicniúhyotl, asamblea de amistad de gobernantes, refirién­dose a asuntos relativos a toda la federación.

Esquemáticamente formularé las principales instituciones je­rárquicas, todas las cuales se regían por jerarquía de asambleas y hábilmente se integraban en grupos numéricos de pares: un eje­cutor y un administrador, siendo aquellos de 1600 en 1600; o <le 800 en 800; de 400 en 400; de 100 en 100; de 80 en 80; de 40 en 40; de 20 en 20; de 4 en 4; hasta llegar a la unidad doble de los jefes <le cada .ierarquía, quedando reducidas en forma sorprendente y

, extraordinariamente ingeniosa en nna combinación de 20 funf'io nes e11 poder de 12 funcionarios del Tlahtócan, gobierno, llamados tecuhtlcdóque, señores gobernantes, presididos ya por el cihuacó­huatl, administrador supremo, tratándose de lo administrativo, ya por el tlahtoáni, ejecutor supremo, en materia ejecutiva. o por am­bos, en asuntos de interés general. Regularmente el dhnacóhuatl iniciaba el parlamento exponiendo el caso: seguía la discusión la

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asamblea procediendo por eliminación de problemas y terminaba el tlahtoáni interpretando la voluntad de la asamblea. El tlahtócan procedía en pleno, todos reunidos, o por comisiones: cinco de cua­tro miembros más uno de los dos gobernantes.

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Xll.-La jerarquía tradicional o primitiva

Agrupación por familias vigiladas y asistidas de 4 en 4, de 20 en 20 etc., por los centectlalixque, guardianes de un lugar, elegidos por ellas, jerarquía básica de la organización territorial, adminis­trativa y política, cuya característica era la elección; constaba de los siguientes grados de la base a la cúspide:

a.-Los tlacóhtin, comprados, los mayéque, braceros de la tie-rra, los macehuáltin, sufridos o gente del pueblo.

b.-Los píltin, principales o privilegiados, que podían ser: 1.-Simples ciudadanos, hijos de principales. 2.-Miembros de la asamblea del calpulli. 3.-Teachcáuh, primero, ejecutor, o calpúleh o chinancáleh,

::idministrador de calpúlli parcialidad o distrito.

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4.-Tecúhtin, señores, gobernantes, ejecutores o cihuacóhuatl, administrador de señoríos, formando la orden de gobernantes, y los tecuhtlatóque, gobernantes, miembros del Tlahtócan, gobierno su­premo.

5.-Huehuepipíltin, hijo de los antiguos, descendientes de fa­milias sobernas de la región, de quienes procedían los hueytlah­toáni, grandes ejecutores, y los cihuacóhuatl, administrador, alte­pctl, señores-pueblo, ambos soberanos supremos cuyo puesto era vitalicio, representantes de la vida, uno del sol f ecundante y el otro de la tierra fecunda, pues a todo respecto su cultura respondía a un concepto astronómico de la vida, como se ha visto al tratar de la división y disposición de la ciudad en su calpóltin, hueycal­póltin, cuarteles; tlahtócan, ciudad gubernamental, y en el recinto sagrado.

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Xlll.-La educación, fundamento de las jerarquías políticas de Anáhuac

1 Admirable edificio es el del Estado que sienta sus bases sobre la sabiduría, la virtud y la pericia humana, para el progreso y desa­rrollo de la vida! Así lo concibió Platón en su "República", con­siderando el arte de gobernar cil pueblo desde la cuna como un 'ideal, y así lo realizaron los pueblos de Anáhuac. Mucho tenemos r,ún que aprender los mexicanos, de la organización de nuestros pueblos autóctonos, para perfeccionar nuestras instituciones.

Ningún pueblo de la tierra se sabe que haya puesto mayor énfasis, empeño y cuidado, hasta en la actualidad (exceptuando quizás a Rusia y China), como los nahuas pusieron en la educación.

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"Ninguna cosa, afirma el P. Acosta, más me ha admirado, ni pa­recido más digna de alabanza y memoria, que el cuidado y orden que en criar a sus hijos tenían los mexicanos". En sus escuelas "tenían ayos y maestros que les enseñaban e industriaban en loa­bles ejercicios: a ser bien criados, a tener respeto a los mayores; a servir y obedecer, dándole~ <locnmentos para ello ... " "Cuando estaban ya criados, consideraban mucho h inclinación que en ellos había" para dedicarlos a una profesión apropiada a su vocación. "Grande y concierto era éste de los mexicanos. . . En efecto, di­fícilmente se hallara nación que en tiempo de su gentilidad haya puesto mayor diligencia en este artículo de la mayor importancia para el estado". (Historia Natural y Moral, Lib. VI., Cap. 27, p. 505 ss.).

A tal grado llegó a tener importancia la educación en la es­tructura del Estado Mexicano, que sin temor pudiera decirse, que nada sabe de los pueblos autóctonos de Anáhuac, quien desconoce el cometido de su sistema educativo, pues de éste dependía toda e:rganización jerárquica y estatal. Porque enseñanza y educación propendían fundamentalmente al conocimiento y al cumplimiento exacto de las costumbres que constituían su derecho, para su in­corporación plena a la vida de la comunidad, o sea del Estado. Así, desde pequeños, los anahuacas no sólo quedaban iniciados en el conocimiento de las normas jurídicas y de la ciencia, sino que además se veían envueltos en el engranaje de la organización po­lítica del Estado, que los utilizaba con ventaja a beneficio de la colectividad, de acuerdo con las circunstancias personales y de he­cho, que constituyen la realidad.

Con creces demostraron los anahuacas que la tranquilidad so­cial que pretende el derecho, sólo se alcanza mediante un sistema educativo estricto, en perfecto acuerdo con los ideales del Estado.

Básicamente la administración docente estaba dividida, por razón del sexo, en tres grandes categorías, genéricamente llamadas nexcatilóyan, donde se aprende:

1) .-Escuelas de hombres, de cada calpúlU y de la ciudad sa­grada, una de cada grado: a.-Telpochcálli, casa de jóvenes, y la del recinto sagrado llamada hueytelpochcálli; gran casa de jóve­nes; b.-Calmecác, hilera de casas, escuela superior, la del recinto

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sagrado llamada Tlíllan calmécac, hilera de casas de los escritos (biblioteca).

2.-Escuela de muchachas, ichpochcálli, casa de las jóvenes, paralela a las anteriores.

3.-Escuelas mixtas, de hombres y mujeres, en lo concerniente a lo que consideraban el conocimiento supremo de la colectividad como tal y eran llamadas nemachtilóyan, lugar de estudio, escuela de baile de cada calpúlco, cabecera del calpúlli; la del centro era llamada Cuica,cálli, casa del canto, centro de las instituciones edu­cativas, donde se practicaba la danza, el canto, la poesía y la ora­toria; Mixcohuacálli, casa de Mixcóhuatl, símbolo de la voz del viento, verdadero coliseo, donde se recreaban los señores y princi­pales; allí se reunían cantores, artistas y cirqueros de extraordi­naria habilidad, poetas y oradores profesionales tanto de M exíco como de Tlatelólco para deleite de aquéllos.

"En ninguna parte, afirma el padre Acosta, hubo tanta cu­riosidad de juegos y bailes como en la Nueva España, donde hoy día se ven indios volteadores, que admiran, sobre una cuerda; otros sobre un palo alto derecho, puestos de pies. danzan y hacen mil mudanzas; otros con las plantas de los pies, y con las corvas, me­nean y echan en alto, y revuelven un tronco pesadísimo, que no parece cosa creíble, si no es viéndolo; hacen otras mil pruebas de rntileza, en trepar, saltar, voltear, llevar grandísimo peso, sufrir golpes, que bastan a quebrantar hierro, de todo lo cual se ven prue­bas harto donosas. Más el ejercicio de recreación más tenido de los mexicanos, es el solemne mitote que tenían por tan autorizado, qne entraban a veces en él los reyes, y no por fuerza como el Rey D. Pedro de Aragón con el Barbero de Valencia, Hacían este baile e mitote, de ordinario en los patios de los templos y de las casas reales, que eran los más espaciosos: Ponían en medio del patio dos instrumentos: uno de hechura de atambor, y otro de forma de barril, hecho de una pieza, hueco por dentro y puesto sobre una figura de hombre o de animal, o de una columna. Estaban ambos templados de suerte que hacían entre sí buena consonancia. Ha­cían con ellos diversos sones, y eran muchos y varios los canta­res: todos iban cantando y bailando al son, con tanto concierto, que no se discrepaba el uno del otro, yendo todos a una, así en las voces como en el m:wer los pies con tal destreza, que era de ver.

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En estos bailes se hacían dos ruedas de gente: en medio estaban cdos instrumentos, se ponían los ancianos y señores y gente más grave, y allí cuasi a pie, quedo, bailaban y cantaban. Alrededor de éstos, bien desviados, salían de dos en dos los demás, bailando en coro con más ligereza y haciendo diversas mudanzas y ciertos sal­tos a propósito, y entre sí venían a hacer una rueda muy ancha y espaciosa. Sacaban en estos bailes las ropas más preciosas que tenían, y diversas joyas, según que cada uno podía. Tenían en esto

, gran punto, y así desde niños se enseñaban a este género de dan­zas": (Historia Natural, Lib. VI, Cap. 28, p. 507 ss.).

Desde el punto de vista jerárquico, administrativo, docente y educativo, había dos grandes jerarquías, a través de las cuale'l todo individuo debía pasar para incorporarse como miembro y funcionario de la colectividad y del Estado: una, de los calmécac, hilera de casas, (administrativa) y otra, la de los tel7Jochcálli, casas de jóvenes.

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XIV.-Los Calmécac, hilera de casas -

Eran escuelas patrocinadas por Quetzalcóhuatl, el fecundador, sím-, bolo de la inteligencia y de la humana sabiduría, con fondencias

francamente administrativas, escuelas para aprender la tlahtoca­mecayomachtilíztli ciencia de gobernar, donde los sabios, tlamati­níme, artífices, toltéca y reverentes tlamacázque, enseñaban las ciencias, las tradiciones y las artes, con un sistema disciplinario muy estricto, a los hijos de quienes tuviesen deseos de entregarlos a esa casa de la sabiduría, ya por motivos personales o en atención a los agüeros, ya por razones de oficio si se trataba de hijos de gobernantes o de pochtéc.a, comerciantes. Los estudiantes de estos planteles eran llamados rnornachtíque, alumno; la enseñanza era

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colectiva e individual, la colectiva impartida por sabios, peritos y ancianos, y la individualidad era en cadena de mayor a menor, el de 20 años enseñaba al de 19 y éste al de 18 y así sucesivamente. Cada grupo de enseñanza era dirigido por dos jefes: el momach­ticaUáhto, jefe de alumnos y el momachticachcáuh, alumno prin­cipal, uno ejecutivo y el otro administrador. Los maestros encar­gados de la enseñanza eran llamados temachtiáni, maestros; ade­más de los tlamatiníme, sabios, huehuétque, ancianos y artistas, tolteca, enseñaban algunos teachcáhuan, principales o capitanes.

Los ichpochcálli, casas de las jóvenes, tenían la misma estruc­tura en su organización. Los grupos de alumnas eran encabezados por las ichpochtlahtóque, gobernantes de muchachas, ejecutoras; las ichpochachcáuh, alumnas principales y las cihuatlcimachtiáni, maestras, impartían la enseñanza. Esta estructura parece dem~s­

trar que paralelamente a la organización jerárquica de los hon1-bres, existió una organización de mujeres en materias concernien­tes a ellas y al culto, como puede comprobarse en materia come1·­cial, gremial y la existencia de cihuateocálli, templos de mujer'es. donde ingresaban por voto temporal o vitalicio, conforme a su vo­luntad, y las cihuatlahtóque, mujeres gobernantes, en cada barri o, índice de un adelanto extraordinario en materia política, pues se daba ingerencia directa a la mujer en lo concerniente a las activi­dades propias de su sexo y de sus profesiones, tomando parte en el gobierno, cosa que apenas se está perfilando en nuestros t iem­pos.

El calmécac, era considerado por los anahuacas como "casa de llanto y tristeza, donde los que allí se crían son labrados y aguje­rados, como piedras preciosas, y brotan y florecen como rosas. De allí que salen como piedras preciosas y plumas ricas. sirviendo n Nuestro Señor, de allí reciben sus misericordias". (Sahagún, Lib. VI, Cap. 40). Lo que caracterizaba al calmécac era la forma claus­tral, de encierro, y su tendencia intelectual, científica y religiosa. a la vez que artística en la enseñanza. Tanto varones como muje­res, cada cual según las funciones sociales que después desempe­ñaría, que integraban a estas escuelas anexas a los templos, de­bían llevar una vida ejemplar de mortificación y estudio, sus tra­bajos manuales estaban fundamentalmente relacionados con el ser­vicio del templo: cosechar púas de maguey para el autosacrificio,

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traer agua ,leña y copa! : form ::lban grupo especial en las ceremo­nias públicas y en la grnrra. Tenían ayunos rotativos, baños fre­cuentes, alimentación mesurada, se les enseñaba a tener profundo respeto a los superiores, n los mayores y a las costumbres, el de­recho, r etórica y modo de hablar con propiedad (oratoria), así como la práctica de la urbanidad y se iniciaban en el estudio de las ciencias, artes y economía y otras m:iterias que con prosperi­dad se enunciarán, que se impartían por selección de alumnos de acuerdo con el adelanto y talento de cada cual.

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XV.-Los telpochcalll, casa de los jóvenes

Casas de jóvenes ,eran escuelas patrocinadas por Tezcatlipóca, es­pejo resplandeciente, el siempre joven, símbolo del poder y de la

, principales, teniendo habilidad para gobernar y regir a la gente memoria, con tendencias francamente ejecutivas, de acción, tam· hién consideradas como "casa de penitencia y lloro, donde se crían y salen ya hombres valientes", "porque en este lugar se merecen los tesoros de Dios, orando y haciendo penitencia, y pidiendo que les haga misericordia y la merced de darles victorias para que sean baja". "Por tanto, humildemente rogamos, decían les padres, le recibáis para que entre y viva con los niños de otros de los prin~ cipales, y demás gente que se crían en este telpochcálli" (Sahagún, Ap. del Lib. III, Cap. IV).

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Eran jóvenes educados estrictamente, debían dormir en el tel­pochcálli; a diferencia de los anteriores, comían en sus respectivas casas. Los alumnos se llamaban telpóchtli, joven. Recibían una educación similar a aquellos en cuanto a respeto a los mayores, a obediencia, urbanidad, conocimiento de las tradiciones y costum­bres y práctica del derecho, pero fundamentalmente estudiaban y hacían ejercicios de táctica y estrategia militar. Por ser menos severas estas escuelas, los egresados generalmente adquirían gra­dos en el ejército, o salían a practicar una industria, más para ocupar un puesto de gobierno, lo cual también ocurría en atención a sus méritos y valor comprobados en sus funciones.

La educación también era colectiva e individual en cadena de mayor a menor, formando grupos encabezados por dos jefes: el teachcáhuan, principal o capitán, administrador, y el telpochtla­tnque, gobernante de jóvenes, ejecutor, escogidos entre los m{ts diestros y cumplidos alumnos.

Las mujeres tenían casas similares, donde aprendían los ofi­cios y trabajos propios de su sexo, siendo menos estrictas que en l~s anexas a los templos; también tenían dos superioras: una ad­miniestradora y otra ejecutora, frente a los grupos de alumnas.

Los jóvenes "iban todos juntos a trabajar donde quiera que tenían obra, escribe Sahagún, a hacer barro (adobes), o edificios, labranza de tierra o zanjas o acequias. Para hacer estos trabajos iban todos juntos o se repartían o iban todos unidos a tomar leña a cuestas, de los montes, que era necesario para la casa de cuica· cálco (casa del canto) y telpochcálli (casa de jóvenes) y caundo hacían algunas obras de trabajo cesaban de él un poco antes de la puesta del sol. Entonces iban a sus casas y bañábanse, y untábanse con tinta todo el cuerpo"; poníanse sus atavíos, según era su grado o dignidad e iban al cuicacálco. "Era costumbre, prosigue Saha­,r:ún, que a la puesta del sol todos los mancebos iban a bailar y danzar a la casa que se llamaba cuicacálco, cada noche". Ponían lnmbre en la casa de cuicacálco los mancebos. "Y comenzaban a bailar y danzar todos, hasta pasada la media noche, y no tenían otras mantas, sino las dichas chalcaáyatl (ayate de Chalco), que andaban casi desnudos; y después de haber bailado todos iban a las casas de telpochcálli a dormir en cada barrio, y así lo hacían cada noche". Si querían salir de esta escuela para casarse tenían

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que pedir permiso y pagar su rescate, o si requerían permanecer en el telpochcálli pasada la edad, sólo salían por orden de los go­bernantes". (Sahagún, Ap. de Lib. III, Cap. IV a VI).

La organización y administración de la educación de los ca­mécac formaban la base del poder administrativo del cihuacóhuatl en tanto que las de los telpochcálli dependían del poder ejecutivo del tlahtoáni.

Al Tlíllan calmécac, escuela con biblioteca, y al Hueytelpoch­cálli, gran casa de jóvenes, del recitnto sagrado, eran llevados los más av.entajados de las demás casas de estudio y los hijos de los g-obernantes de la ciudad y de los de la federación. Así fue como Cuauhtémoc vino a estudiar al Tlíllan calmécac.

La educación era obligatoria para todos y sin .excepción o dis­tinción de persona. Todos · debían cooperar en ella: padres de fa­milia, guerreros, escritores, sabios y filósofos, astrónomos, maes­tros en artes y oficios, quienes ya en los centros educativos o con el ejemplo y vigilancia en los hogares y en los lugares públicos, estaban obligados a velar por el respeto del derecho, de las cos-tumbres y tradiciones. ·

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La danza y la música consideradas como elementos fundamentales de la cultura náhuatl. Códice Florentino, Lib. VIII, Cap. 14.

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Otra escena de danza )' mus1ca con los instrumentos musicales llamados áuéhuctl )' tcjwnaztli como en la figura anterior. Códice Florentino,

Lib. IV, Cap. 7.

XVl.-La escuela superior, el cuicacalli, casa de canto

Los anahuacas veían,en el arte las aspiraciones supremas del hom· bre, de la colectividad y de lo divino, y por ello centraron en el cuicacálli la dirección de las obras públicas, de la enseñanza y de la educación.

En el ámbito de la estética, de lo bello, es menester el concurso de hombres y mujeres; por ello los anahuacas, no obstante ser tan estrictos en materia sexual, practicaron la coeducación en el arte.

Por la mañana, en asamblea de directores de escolares, los go­bernantes en el cuicacálli, casa del canto, determinaban diariamente la realización. de las obras públicas en las que toda la juventud tomaba parte activa. Por las tardes, desde pequeños, se adiestra-

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ban en el canto, la danza, y el ceremonial de sus fiestas. El arte unía y disciplinaba a la colectividad, para solaz de todos y espe­cialmente en materia divina. El cuicacálli era el centro en torno al cual giraban las instituciones educativas, que se regían por las normas estéticas del arte.

Las ichpochtlahtóque, gobernantes de muchachas, siempre es­taban presentes para vigilar y cuidar de la honestidad, en todas las funciones que se hacían diariamente al ponerse el sol, en cada calpulco en el nemachtilóyan, donde se estudia, escuelas de danza, y los más diestros en el cuicacálli, casa de canto, del centro.

Ya vimos que además tenían el coliseo llamado MixcohuacálU, junto al cuicacálli, y dentro del recinto sagrado anexo al Tlíllan calmécac, el teatro. Así también en el centro del mercado de Tla­telólco había un momóxtli, pirámide pequeña con cuatro escaleras y plataforma superior, donde se hacían representaciones teatra­les, comedias y danzas para el pueblo.

"Al terminar su enseñanza escolar, escribe O. de Mendizábal, los hombres a los 21 años y las mujeres a los 18, iniciaban sn ingreso a la vida social con el matrimonio, que se verificaba, con­certado por los padres, al dejar los educandos el instituto, pues, siendo extremadamente rígidas las costumbres y las leyes, por lo que a la moral de las relaciones sexuales atañía, previsoramente poníales a salvo de incurrir en falta por necesidad fisiológica·'. (Obras Completas, T. II, p. 72).

Sobre esta base sólida, el anahuaca iniciaba su carrera jerár­quica inspirado por sus propios ideales, ya realizando labores agrí­colas o industriales, o siguiendo las etapas que requiere el perfec­cionamiento político, religioso o militar. De todas suertes era guia­do hacia los intereses comunes del pueblo, que se confundían en Pl derecho con los del Estado. De aquí que, con estudiar el desarro­lh 0e las jerarquías del Estado, completaremos el cuadro de la e·incación ::::quí apnntado, a la vez que servirá de base para com­rrencler la organización judicial del Estado, que parte del pueblo al poder soberano, en acción mutua de intereses y del poder mismo,

. limitado por las costumbres y supeditado a ellas.

Hemos de advertir que las jerarquías en Anáhuac no eran meramente verticales, como se quisiera ver para facilidad de com-

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prensión, pues como para ellos el Estado constituía, como la cultu­ra, una unidad integral, no haciéndose distingos por materia sino ·por elevación en categoría dentro de los dos grandes poderes, por lo que eran más bien espirales, entreveradas y complejas, como lo es la vida (no partían de un esquema lógico, prefabricado, sino de la vida práctica tal como se presenta), pasando por tamices, a tra­vés de consejos, asambleas y autoridades, íntimamente unidas en­tre sí. Así por ejemplo, por la milicia se adquirían grados en jerar­quía religiosa y por ésta se podía ascender a funciones en la admi­nistración, por ésta al fisco, de éste otra vez a la milicia en grado más alto, y luego al gobierno, etc. Por consiguiente las jerarquías trazadas en seguida, no hay que tomarlas como algo fijo, sino en constante cambio, dependiendo de la particularidad de personas y circunstancias que intervenían en el momento histórico.

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XVll.-Métodos fundamentales de enseñanza

Los analrnacas transmitían las enseñanzas, ya tradicionales o de observación experimental, por medio de pinturas y glifos explica­dos verbalmente y memorizados de g.eneración en generación. Sus métodos de investigación eran sumamente ingeniosos, colmados de paciencia y perspicacia. Como para ellos todo tenía su razón de ser, el mundo era todo movimiento y vida, investigaban acuciosa­mente el objeto, constitución o costumbres de animales, plantas, minerales, cosas y lugares, dándoles nombre sumamente apropiado a su condición física o mental. Podemos señalar como ejemplo, que es el único pueblo del mundo que haya registrado y analizado cuan­to vegetal comestible hubiera en su territorio, pues no hay planta

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comestible que hubiese en Anáhuac, que no la hubieran clasificado, puesto nombre y hecho de ella un manjar; no hay planta venenosa o curativa de que no hubieran averiguado sus efectos, ni hay animal de esta tierra del que no hubiesen estudiado sus costumbres o pro­bado para saber sus cualidades nutritivas, medicinales o intoxican­tes (Véanse las obras de Francisco Herrera y el Códice Badiano).

Su religión era la ciencia, por lo que cualquier descubrimiento o invención era objeto de culto, principalmente en materia astro-

• nómica, que es lo que estaba más allá del alcance del hombre de entonces. Los elementos contenidos en la tierra, el fenómeno de la germinación, crecimiento, vida, movimiento y fenómenos men­tales, fueron fielmente observados por ellos, por lo que la ense­ñanza era fundamentalmente de investigación práctica y positiva de cuanto veían en la naturaleza. "No solamente se sirvieron aque­llas naciones, afirma Clavijero; de la tradición, de las pinturas y de los cantores para perpetuar la memoria de los sucesos, sino también antiguamente de hilos de diversos colores y diferentemente anudados que los peruanos llaman quipu y los mexicanos nepo­hualtzítzin", instrumento para llevar cuentas (Lib. VII, Cap. 49) verdaderas calculadoras y a la vez libros abiertos.

"Son quipos, escribe el P. Acosta, unos memoriales o registros hechos de ramales, en que diversos ñudos y diversos colores, signi­fican diversas cosas. Es increíble lo que en este modo alcanzaron, porque cuanto los libros pueden decir de historia, y leyes y cere­monias, y cuentas de negocios, todo eso suplen los quipos tan pun­tualmente, que admira. Había para tener estos quipos o memoria­les, oficiales diputados que se llaman hoy día quipo camayo (en Peru, y tlcipóuhque en Anáhuac), los cuales eran obligados a clm· cuenta de cada Cüe!a, como los escribanos públicos acá, y así se le::: había de dar entero crédito. Porque para diversos géneros como de guerra, de gobierno, de tributos, de ceremonias, de tierras, había diversos quipos o ramales. Y a cada manojo de éstos, tantos ñudos y ñudicos, y hilillos atados; unos colorados, otros verdes, otros azu­les, otros blancos, y finalmente tantas diferencias, que así como nosotros de veinte y cuatro letras guisándolas en diferentes mane­ras sacamos tanta infinidad de vocablos, así éstos de sus ñudos y colores, sacaban innumerables significaciones de cosas".

Y para todo registro y contabilidad, "hecha la averiguacil5n

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allí al pie de la obra con cuantidad de ñudos y manojos de cuerdas que dan por testigos y escritura cierta. Yo vi, prosigue el P. Acosta, un manojo de estos hijos, en que una india traía escrita una confe­sión general de toda su vida y por ellos se confesaba, como yo lo hiciera por papel escrito, y aún pregunté de algunos hilillos que me parecieron algo diferentes, y eran ciertas circunstancias que requería el pecado para confesarle enteramente". (Historia Natu­ral, Lib. VI, Cap. 8).

"Fuera de estos quipos de hilo, prosigue Acosta, tienen otros de pedrezuelas, por donde puntualmente aprenden las palabras que quieren tomar de memoria. Y es cosa de ver a viejos ya caducos con una rueda hecha de pedrezuelas, aprender el Padre Nuest ro .. . y no hay más que verlos enmendar cuando yerran, y toda enmienda consiste en mirar sus pedrezuelas, que a mí para hacerme olvidar cuanto sé de coro, me bastará una rueda de aquellas". (Ibid).

Muchos de estos sartales de piedras que en realidad eran sus memoriales, los arqueólogos los toman por collares. Para sumar, restar, multiplicar y dividir, tenían además unos nepohualtzítzin. aparato para llevar cuentas, verdaderas calculadoras con hilitos de diversos colores y cuentas de oro o de piedras ensartadas en dis­tintos lugares, que al torcerlos sacaban la cuenta exacta; desgr::,­ciadamente como en Anáhuac fueron de oro desaparecieron; aún se conserva uno sin las cuentas en el museo de El Salvador.

"Pues verles otra suerte de quipos que usan de granos de maíz, es cosa que encanta. Porque una cuenta muy embarazosa, escribe el P. Acosta, en que tendrá un muy buen contador que hacer por pluma y tinta, para ver a cómo les cabe entre tantos, tanto de con­tribución, sacando tanto de acullá y añadiendo tanto de acá, con otras cien retartalillas, tomarán estos indios sus granos y ponían uno aquí, tres acullá, ocho no sé donde pasarán un grano d~ 11quí, trocarán tres de acullá, y en efecto ellos salen con su cuenta puntualísimamente, sin errar un tilde; y mucho mejor se saben ellos poner en cuenta y razón de lo que cabe a cada uno de pagar o dar, que sabrer1ws nosotros dárselo por pluma y tinta averiguado. Si esto no es ingenio y si estos hombres son bestias, júzg-c· e] o qnie!1 quisiere, que lo que yo juzgo de cierto, es que en aquello a que f!f'

r;plican nos hacen grandes ventajas". (Historia Natural, Lib. VI, Cap. 8).

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El hecho de que ninguno de los "civilizados" invasores hubie­se aprendido esas "retartalillas" y modo de manejar esas calcula­doras y su sistema de calcular tan perfecto como lo demuestra su l)ropio calendario, más preciso que el nuestro actual, pone en evi­dencia la calidad inferior de los que vinieron, carente de interés científico y manifiesta su propia barbarie, y explica el por que hayan destruido y arrasado impíamente lo que sobrepasaba a sus pobres mentes y a su piedad escasa e intolerante.

Con esos instrumentos llevaban cuenta y estadística tan pun­tualmente que afirman los cronistas que el tlahtoáni podía saber al instante el número exacto de habitantes, y el cihuacóhuatl las existencias de los almacenes y lo que estaba por recaudar. Para ellos eran libros abiertos de gran utilidad, . en tanto que para nos­otros misterio insondable, gracias al espíritu destructor, codicioso, ignorante y soberbio, que tanto admiran algunos, de la decantada 'civilización' occidental a la que pretenden 'incorporarnos' ¡ los indigenistas!

Las materias que enseñabnn en las escuelas eran fundamental­ment e: la tlcipohualíztli, ·ciencia de las cuentas o matemáticas; la úhuicatlamachtiliztli, conocimiento del cielo y de los astros, astro­nomía; el estudio acucioso del ilhuitlapóal amóxtli , libro de la cuen­ta de los días; el tonalámatl, libro de los días; la nepilahtolmachti­lóni , arte de hablar con elegancia como los piltin, principales; la chicoquíztiuh tlaxtlahuilíztli, ciencia de los censos o estadística la tlahtoeamecayomachtilíztli, ciencia de gobernar; la tlahtocamecach­tilíztli, conocimiento de las genealogías, heráldica; la pahnamach­i ilíztli, conocimiento de medicinas, la farmacopea; pnhmachtilíztli, conocimiento de la medicina, el cual tenía varias especialidades: tepáhti, el que cura; tlámah, médico; tícitl, partero; texpáti, oculis­ta,tenacazpáti, especialista en oídos; la teotlamachtilíztli, conoci­miento de reverenciar lo supremo, teología y liturgia; el cahuitla­machilíztli, conocimiento de la historia; yehuecauhtlatóltin, histo-1·ia de las cosas antiguas; huehuetlatóltin, los dichos de los ancia­nos; tlacuilolíztli, el arte de pintar y representar en glifos, toyolia­rnachtilíztli, la ciencia del impulso o ímpetu vital, el alma; qufriuh t la:: olmachtilíztli, el arte de ahuyentar y conocer las lluvias, etc.

Conforme los alumnos iban avanzando en sus estudios, de acuerdo con sus aptitudes personales, eran incorporados a las di-

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versas jerarquías del Estado. Unos seguían la carrera sacerdotal, teopixcáyotl, guardían de lo divino; otros eran preparados para gobernar, les enseñaban la tlahtoc.atlamachilíztli, ciencia de gober­nar; o para alguna carrera especial de las ya señaladas: magistra­tura, medicina, arquitectura, astronomía, censos, poesía, etc., o para artesanos y artistas, aprendían el toltecáyotl arte manual, artesanía. Todos debían salir nehmatcatlatoaníme, personas pru­dentes en el hablar.

Fundadas sobre estas dos jerarquías, la tradicional y la edu­cativa, estaban las instituciones locales: religión, gremios indus­triales y sociedades de señores, y las instituciones federales: admi­nistración, fisco, justicia, gobierno común, comercio y milicia, que a continuación consideraremos brevemente en este mismo orden.

XVlll.-Organización religiosa

Dice con razón Clavijero que "por lo dicho se deja entender que los sumos sacerdotes de México, eran jefes de la religión solamen­te respecto de la nación mexicana, y no de las conquistadas, que aún después de sujetas en la política al rey de México, conservaron su sacerdocio independiente". (Historia Antigua, Lib. VI, Cap. 14).

A diferencia de los españoles, los anahuacas obraron con sabi­duría, pensando como Agamemnón de Esquilo: "Si respetan los templos y los dioses de los vencidos, los vencedores se salvarán".

En efecto, en nada fueron tan denigrados, por razones obvias, los anahuacas como en materia religiosa, que nunca entendieron los invasores, tanto frailes como españoles, ya para justificar l:.t

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usurpación e invasión o por convenir a sus particulares intereses y sobre todo por ignorancia y fanatismo. Por lo cual en esta mate­ria es donde reina más la contradicción y el engaño, al grado de que ningún autor hasta la fecha ha logrado ni siquiera empezar a desentrañar el conocimiento de la religión, y sin embargo consti­tuye el nudo Gordiano de la cultura de Anáhuac, y difícil es ha­cerlo por no estar traducidas y sometidas a acuciosa crítica las fuentes de información histórica, ni han sido estudiadas con crite­rio propio sino con errado juicio occidental, tan contrario al pen­samiento anahuaca, fundado en las mal intencionadas versiones que los frailes dieron, informados a su vez, no por testigos presen­ciales y autorizados, los cuales se negaron a hablar, sino por indí­genas ya catequizados, de pervertido o adulterado pensamiento in­fluenciado por lo occidental y ninguno propiamente fue tenochca. De aquí que "versifiquen" todos los que han escrito sobre religión de Anáhuac; si saben algo de religión la denigran y los que nada saben de teología inventan bordando teorías mágicas, indignas de crédito para gente sensata. El señor Plancarte, con todo y ser obispo católico, es el único que hasta ahora ha producido las mejo­re3 investigaciones al respecto, porque las investigaciones de Seler y las interpretaciones hechas en sus traducciones no responden al pensamiento indígena, por ser demasiado nibelungas o griegas.

Fácil es incurrir en espejismos y errores de discernimiento en una materia como ésta, en la que el propio juez, el que la estudia, toma inconscientemente parte en la contienda por medio de sus propias convicciones, aferradas a su corazón, difíciles de desvincu­lar de sí mismo, íntimamente unidas a su propia existencia, y aún anteriores a ella, por tradición social; a pesar de ello, nada puede mejor contribuir a la comprensión del "fenómeno" religioso, que el estudio del pueblo mexicano, a este respecto.

El proceso evolutivo religioso pudiera expresarse de la suer­te: n mayor ignorancia, mayores absurdos para explicar lo desco­nocido, con sencillas enseñanzas; en tanto que a mayor conocimien­to cientfico, mayor complicación en los absurdos, con apariencia; natural, y mayores los actos de culto para encubrir con el misterio, la pomba de oropel y vanos formulismos, la realidad de su prop1:a 'ignorancia, sabiendo el sacerdocio que no hay mejor ignorancia para él y peor para los demás, que la ignorancia ignorada. De aquí

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el temor a Sócrates y a su espíritu que sabe que nada sabe, y que con eso tiene ventaja sobre todos los demás, que siquiera posee conciencia y honradez intelectual al saber que nada sabe.

La religión en Anáhuac, como su derecho, no obedeció -como en Europa- a campañas de ideas, ergotismos, torturas mentales,

' torneos oratorios, y, a eliminación y sublimación de iluminados, sino que se limitó a su estricto cometido social: "dar una concep­ción hipotética de la vida con una actitud ética correspondiente", apegarse a los descubrimientos científicos y fomentarlos, y, final­mente, estructurar a la sociedad de acuerdo con sus propias con­vicciones y provecho propio.

Algunos conocimientos esotéricos eran cultivados por el grupo reducido de tlamatiníme, sabios; tlaixtlamatíni, expertos, y tlama­cázque, reverentes, mientras el pueblo permanezca fiel al culto astrornómico de fácil comprensión, y adicto a la multitud de pres­cripciones relacionadas fundamentalmente con la cíclica astronó­mica de eclipses, rotación de los astros y períodos agrícolas de las diversas plantas: maíz, frijol, maguey, etc.

En religión hay que distinguir dos órdenes jerárquicos: el eclesiástico o sea el de la asamblea organizada, la administración que llamamos iglesia, y el 01'Clen litúrgico (acción pública) que difiere de aquél según las personas que intervienen en las ceremo­nias y que actúan como ministros, ya diciéndose representantes de la divinidad o del pueblo.

En Anáhuac la organización eclesiástica era- de carácter a la vez civil y autónomo. Civil en cuanto las principales funciones es­taban reservadas a los gobernantes, funcionarios públicos, altos guerreros y grandes comerciantes, y los dos jefes del Estado gober­naban, ordenaban, transformaban y ejecutaban en lo tocante a religión y culto; a la vez que eran elegidos considerábanlos repre­sentantes de la divinidad, por lo que tan puede decirse que todo el Estado era una administración religiosa como que la iglesia era un órgano del Estado. El hecho es que todo anahuaca, de acuerdo con las costumbres, tenía un cometido religioso y una función que ejercer en el culto, de acuerdo con sus méritos perso­nales y el turno de su servicio, lo cual difícilmente concibe un occidental.

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E:structura similar a las anteriores, formada por el mismo sistema de agrupación, de 2 en 2, de 4 en 4, etc., de administradores y ejecutores, ya de hombres o de mujeres, las cihuate.ohuátzin del ci­huateocálli, mujeres encargadas de lo divino que vivían en el tem­plo de mujeres. Al frente de esta organización estaban los dos su­mos sacerdotes, ministros: uno de Huitzilorpóchtli, símbolo del poder de la voluntad y del sol fecundante, llamado también Tótec, Nuestro Señor,, era el quetzalcóhuatl-Tótec-tlamacázqui; no hay que perder de vista que Quetzalcóhuatl era símbolo de la sabiduría humana y no del sacerdocio a manera occidental, pues el concepto de sacerdocio (el consagrado, el ungido, el apartado) no es anahua­ca; en cuanto a tlamacázqui, literalmente el reverente, envuelve b valabra un matiz de adulación; este jerarca sería el ejecutor de órdenes de su agrupación. El otro era el quetzalcóhuatl-Tláloc-tla­macázr¡ui; Tláloc, el qne está en la tierra, era considerado señor de tlaltícpac, la Tierra, y símbolo de los elementos fecundantes de b tierra, los fenómenos físicos, principalmente el aguci. Este jerar­cci sería el administrador.

De ellos dependían cuatro grandes funcionarios, siempre por }1ares, ejecutor y administrador, los cuales eran: 1.-El huitzná­huatl, bisnaga, señor del sur, que atendía la casa de Huitznáhuatl, patrón de los comprados, y era director general de los calmécac, eru administrador; 2.-El tecpanteohuátzin, el que cuida de lo supremo de palacio, compañero del anterior como ejecutor; 3.-El Ometóchtli Itzquitécatl, 2 conejo el de Itzquítlan, país de las pa­lomitas de maíz tostado, encargado del Señor del pulque y del Cui­cacálli, casa del canto, y con ello de los telpochcálli, casas de jóve­nes, era ejecutor; y 4.-El mexícatl teohuátzin, el mexicano, en­cargado de lo supremo, administrador en jefe de todos los templos. Cada templo tenía su organización con dos tlaniacázque, reverentes, ni frente y asistidos por tlamacaztóton, pequeños reverentes, y los teopíxque, guardianes de lo divino, en turno.

En cuanto al orden litúrgico, cada fiesta tenía su ritual y par­ticipaba del carácter de esta cultura, por lo que no eran fiestas meramente religiosas, como se las quiere ver, pues aunque todo era considerado en ellas como religioso, eran más bien actos públicos

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En cuanto a su carácter autónomo, era una organización de en los que entraba en juego toda la cultura en sus diversas mani­festaciones de actividad, por lo que en ellos intervenía: el arte, la destreza, juegos, simulacros de guerra, danzas, banquetes, actos de astronomía, circo, teatro, procesiones, carreras de antorchas, burlas, piropos y actos trágicos de reverencia, cantares, poesía, oratoria, batallas de flores, música, baños públicos, travesuras, voladores, palo ensebado, distribución de trofeos, donativos, reunio­nes familiares alternando momentos de profundo silencio con otros de algarabía, verdaderas funciones fenomenales en las que partici­paban todas las agrupaciones del Estado y toda la sociedad, gober­nantes y pueblo; era en suma la cultura en movimiento manifiesta en forma patente.

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~-------- .. _., ____ .._. .. -.... _____ ___________ _ T!;itica t l:;!rnilizt li. r:onju ros con música r agua. Códice Florentino .

L ib. Il , Apéndice.

XIX.-Gremios industriales

Ya vimos que uno de los principios básicos de la solidaridad entre bs anahuacas era h agrupación por oficios; pueblos enteros se dedicaban a un oficio, cuyo nombre generalmente llevaban, así cc.mo los bD.rrios se agrupaban por actividades, tequíyotl, oficio. La organiz:~ción de cada gremio tamién era autónoma, tenían igual­mente su asamblea de gobernantes y sus dos jefes al frente, quie­nes juzgaban a sus miembros y tenían sus estatutos y fiestas par­ticulares, entregando por grupo el tributo estipulado, en especie, tetlayecólti, a diferencia del tributo en trabajo personal llamado tequítque, difiriendo el monto de acuerdo con la calidad del pro­ducto manufacturado. Todos ellos estaban centralizados en Méxi ..

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co, dirigidos por su propia asamblea presidida por el hueyamán­qui, gran amanteca, plumario, de los pochtéca, los de PóchUan, lugar de las ceibas, comerciantes y el hueytoltécatl, gran artífice, jefes de plumarios y joyeros, servidores de Xipe Tótec, falo Nues­tro Señor, símbolo de la fecundidad y de la vida.

Los gremios estaban en íntima relación con la organización de los pochtéca, los de póchtlan, lugar de las ceibas ,comerciantes guerreros que realizaban el intercambio de productos manufactu­rados y materia prima.

Los anahuacas practicaban la especialización del trabajo en cada profesión. Cada hombre, aunque por voluntad propia podía cambiar de oficio, generalmente seguía la profesión familiar es­pecializada. Los conocimientos eran considerados como el más pre­ciado patrimonio familiar; de aquí el secreto tan grande con que se guardan aún ciertas fórmulas y procedimientos, especialmente medicinales o de técnica . . Se hacía la distinción entre aprendices y maestros, y entre éstos últimos celebraban las asambleas del gremio para establecer las normas que debían obedecer los agremia­dos.

La organización de los gremios también era local y no fede­ral, estaba supeditada al poder administrativo, en cuanto a los tributos, y al ejecutivo en cuanto a la distribución de productos.

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Motccuhzoma Xocoyotzin, gran tlahtoani (ejecutor) de Tenochtitlarr l'n el momento en que Alvaraáo uno áe sus verdugos lo inmoviliza sujetándole

los pies con clavos. Códice Florentino. Lib. XII, Cap. 21.

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XX.-La sociedad de tetecuhtln, señores

Señores o gobernantes. Eran "señores" que no sólo por razón del linaje, sino por sus méritos personales (pericia, inteligencia, cono­cimiento, valor y virtud), puestos al servicio de la colectividad sometidos a duras pruebas y con la aprobación de las autoridades militares y religiosas, elegidos por los tlahtoaníme, eran iniciad<M públicamente en una ceremonia o fiesta, pudiendo pasar' a la cate­goría de gobernantes, tetecúhtin o tlahtoaníme, regir en señorfos, Dsí como emparentar con las familias soberanas, huehuepipíltin, descendientes de los antiguos soberanos.

Esta sociedad de señores también era local, o sea propia de <:ada señorío. Las siguientes instituciones eran de carácter federal o común.

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XXl.-La jerarquía o poder administrativo

Esta tenía tres grandes ramos, centrados en el cihuacóhuatl, admi­nistrador supremo: A.-Teáxca tetlátqui, la propiedad de todos, o sea la hacienda pública; B.-Tequíyotl, los servicios públicos; y C.-Tetlazontequilíca, los tribunales.

A.-TEAXCA TETLATQUI, la propiedad de todos o Hacienda Pública : el fisco. Distinguían los anahuacas la hacienda pública que se constituía del conjunto de bienes del Estado, para poder realiz::i.r sus atribuciones, y cuya administración tenía por objeto la recaudación de impuestos y tributos que los gremios y las dis­tintas autonomías locales (conforme a lo estipulado en el momento de la anexión) debían entregar para el sostenimiento del Estado,

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a cambio de ciertos servicios públicos que les conferían tranquili­dad y orden, así como defensa en sus intereses individuales y co­lectivos, del teocuitlatiapiálli, tesoro público, que eran alhajas y joyas de los gobernantes, que cuidaba el teocuitlapíxtli, guardián del oro, el tesorero.

Había dos formas de tributa1·: el téquitl, trabajo personal y el tetlayecólti, entrega de algo en especie llamado tlacalcuilli, lo que entra a la caja.

La tasación del tributo se hacía por comunidad de calpúlli o de región, o señorío, o por gremio, así como por concepto de recauda­ción de productos de las tierras del Estado.

Es de notar el carácter esencialmente colectivo del impuesto en estos pueblos .. La capitación, impuesto por cabeza, fue otro de los grandes desaciertos de la administración española.

Los impuestos o tributos se entregaban del calpúlli a la re­gión bajo la inspección de los calpíxque, guardianes de la casa, recaudadores, y de la región o señorío se llevaban a la capital, según su naturaleza, cada 20, 40 u 80 días si eran productos indus­triales, o 2 ó 3 veces al año (según los pactos) o cada año al termi­nar las cosechas.

Los tributarios, sujeto pasivo del tetlayecólti, tributo en espe­cie, controlados por los calpíxque, debían llevar el tributo, como se dijo, a las capitales de los Estados, en proporción a lo estipulado con la federación del Valle de México.

Algunas regiones y señoríos tributaban directamente a cada Pno de los tres miembros de la federación, pero cuando se refería a conquistas hechas por los tres grandes, los productos se llevaban a .Tenochtítlan, donde se repartían entre los tres Estados de acuer­do con las normas estipuladas entre sí, señaladas anteriormente.

Había calpíxque, recaudadores, especiales para la recaudación de impuestos especiales.

El hueycalpíxqui, gran guardián de la casa, jefe del calpix­cacálco, casa de recaudación, bajo las órdenes del cihuacóhuatl, administrador general, recibía los tributos de los calpíxque, por orden riguroso, mientras el petlacálca.tl, almacenista, recibía los productos cosechados por los calpóltin; aquél enviaba al teocuitla-·

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tiapiálli, tesoro público, al frente del cual estaba el teocuitlapíxtli, el guardián del oro, encargado de las joyas y obras de arte, cuanto recibía a este respecto; las armas que recibiera por concepto de tributo las enviaba al tlacochcálcatl, señor de la casa de las jabali­nas, el arsenal, así como mandaba lo que perteneciera al templo al tlaquimiloltecúhtli, señor de los envollorios, encargado de b hacienda del hueyteocálli, templo mayor, y al Tlíllan cálcatl, el de· la casa de lo negro, el blibliotecario, que era el tesorero de dicho templo. Todos ellos llevaban estricta contabilidad de las existen­cias teniendo a su cargo diversos ayudantes, entre ellos: los pre­sos, para almacenar las existencias: los tlacuilos, pintores, encar­gados de llevar las cuentas en glifos, y los tlapóuhque, contables, que llevaban el registro con nepohualtzítzin, instrumento de cuen­tas.

En el calpixcacálli, casa de recaudación, se reunían los recau­dadores, "trayendo, dice Sahagún, cada uno la cuenta de los tribu­tos que tenía a su cargo para dar cuenta y razón de ellos al señor cuando se la pidiese; y así cada día tenía cada uno aparejado el tributo que era a su cargo" (Lib. 8, Cap. 14, No. 6). Los agentes fiscales, calpíxque, vigilaban las cosechas y cultivos para el con-trol de la producción. -

Por cuanto se refiere al grupo central mexicano, ya se dijo que había 20 calpíxque, uno de cada barrio, quienes rendían cuen­ta al hueycalpíxqui, gran recaudador, teniendo cada cual a sus órdenes calpíxque de 100 tributarios, "centuriones", quienes a su vez tenían a su cargo "cuadragenarios" encargados de 40 familias causantes, y éstos, "vigenarios" de 20, y éstos tenían macuiltepam­píxque, guardianes de 5, y finalmente centepampíxque, guardianes de I, que el padre Durán llama "mandoncillos", y así tenían repar­tida toda la ciudad y todos los barrios, porque el que tenía por súbditos y repartía entre ellos aquellas cien casas para que aque­llos, a las veinte casas o quince que les cabían, las guiasen y man­dasen y cuidasen con los tributos y hombres de servicio a las co­sas públicas, y así eran los oficiales de las repúblicas tantos y t an innumerables que no tenían cuenta". (Cap. 41).

El cihuacóhuatl asistido del Tlahtócan, gobierno, y ayudado yJor la multitud de funcionarios antes expresados, era quien en definit iva hacía el reparto de productos de acuerdo con las nece-

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sidades administrativas e informaba al tlahtoáni, ejecutor, del .estado general de la hacienda pública para el efecto de la redistri­bución de impuestos y conocimiento de la situación financiera del Estado.

Toda esta administración, como se puede apreciar, estaba profundamente centralizada, y obedecía a las actividades directas del Estado. La administración de la hacienda pública, fuera de la ciudad, dependía de la división territorial política, pero centraliza-

'·1 da en el cihuacóhuatl, gran administrador, en cuanto a las regio­nes dominadas por los tres, y perseguía una política hacendaria que a continuación veremos, con un sistema qr e impedía el enri­quecimiento desmesurado y el pauperismo en los particulares, dan­do, en cambio, extraordinaria fuerza al poder colectivo de la sociedad.

Parece simple a primera vista, el estudio de la tributación de los indígenas, mas, una vez en contacto con las fuentes históricas, se puede apreciar la complejidad extraordinaria de dicho sistema tributario .

Uno de los nexos principales entre la federación y las regio­nes o señoríos federados fue la organización fiscal. Cada pueblo o gremio tenía su propio sistema de recaudación, de acuerdo co~1 la costumbre y en atención a las circunstancias particulares de sus miembros.

Los anahuacas practicaron una verdadera política tributaria o fiscal, a pesar de las deficencias que naturalmente presenta, para 'losotros, el hecho de poseer ellos un incipiente sistema monetario ( rned:"ts de cuero, mantas, tiras bordadas, semillas de cacao, etc.) deficiencia más aparente que real.

Los fundamentos del impuesto varían con la historia; por ello cnda Estado tiene los suyos, ya que el impuesto consiste en una relación económica y jurídica entre las necesidades del gobierno y : . ,, 1 r,c;i bilichl c1es de los individuos e instituciones, miembros del I>.bdo. Vimos que el fundamento primordial para la constitución de un Estado, estriba en la solución del problema económicc qllc plfmtea la vida humana en un grupo o región, de donde brota con pujanza la vida polítfra y moral que determina la actividad cle1 Est(lrlo.

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Tres fon:nas principales revistió el impuesto en la federación del Valle de :México:

a.-Tetlanemácfü, el don gratuito u homenaje; b.-Tequíyotl, los servicios personales; y c.-Tetlayecólti, el tributo en especie y colectivo. No hago el

análisis de cada uno de ellos por falta de es1mcio.

Los pueblos incorporados debían: a.-Pagar tributo territorial y de servicio personal (faenas ')

funciones) , de acuerdo con los pactos de paz o de guerra b.-Pagar en especie a manera de renta para el sostenimiento

del Estado; y c.-Reconocer la supremacía de la federación en b distl'ibct­

ción territorial.

La influencia del tributo fue tan grande, que puede obser­v~u-se como causa determinante en toda la historia de los pueblos de Anáhnac. La organización territorial manifiesta claramente haberse hecho para los efectos del impuesto, desde la distríbución de la tierra y modo de cultivarla.

Tal política fiscal dió por resultado una distribución unifor­me de la población sobre la tierra: densidad uniforme y ocupación de lugares apartados.

Para ser justos, debemos reconoce1· que las instituciones jurí­dicas de los anahuacas, respondían armoniosamente a los anhelos y exigencias de su cultura, y, que sepamos, ning-nna otra organizn­ción produjo con posterioridad, mejores resultados parn e1 deJarro­llo social de aquellos pueblos, que se adelantaron con mucho a Rii­sia y a China en su organización colectivi<>ta. Aunqne tampoco podemos desconocer que la aparición repentina del blanco con la r:anadería, el cultivo del arroz y del trigo, la explotación minera, el desarrollo de la mecánica, etc., de suyo tenía que ocasionar el derrumbe y el desquiciamiento de aquella organización singular, construida sobre otras bases.

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=======----:-- ------- -------- ---- --- _-=..7::-.- - -=::·_ -- ------El cultivo del maíz, arduo, con el cuáhuitl, por falta de semillas panifica­bles estaba a la base de la economía )' régimen agrario de los pueblos

de Anáhuac. Códice Florentino, Lib. IV, Cap. 38.

~ \::7e oee

En la religión tenían importancia primordial los ciclos de la producci6n agrícola. Aquí vemos una escena de ofrendas presentadas por hombres

y mujeres en la fiesta del maíz. Códice Florentino, Lib. JI, Cap. 23.

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XXll.-Tequíyotl, los servicios públicos

Todo hombre, por razón de su existencia, estaba sujeto a la pres­tación de servicios públicos en la comunidad, al menos que por <:nfermedad, fuerza mayor, por razón de su oficio o la realización de otras fnnciones de mayor importancia para la sociedad, estu­viese exento del mismo.

En la prestación de esos servicios ordinarios, la sociedad élctnaba l)Or comisiones de vecinos en las qne todos, bn.io el mrrndo de jefes designados en la asamblea o por la autoridad, operaban por riguroso turno rotativo ,cuyo número variaba en relación con !:'. obra o servicio que debía ejecutarse.

Estas cuadrillas se integraban, como sicm1we. de gruJ)OS rle 5, 20, 40, 80, 400, 800, etc., personas o familias según el caso, dirigidas por dos: un tequitláhto, ejecutor, encarg·ado del trabajo y tributo y un tlayacánqui, guía de cuadrilla; también había io]Ji­léhque, alguaciles, encargados del orden público.

Es de señalar como servicios públicos que tenían organi7.a<los: <>1 de limpia, arreglo de caminos, calzadas, calles y canales; el 7;aynáni, el rápido, correo que traía noticias y llevaba órdenes ::i

todas direcciones del país; los tequihuáhque, embajadores, etc.

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XXlll.-Tetlatzontequilíca, los tribunales

Tetlazontet¡uilícci, dondó ~e dicé lrt t'1ltim~ pnlabra, los tii)11nles. La organización jucUcicil. En una sociedad regida por costurnb¡-e.c;, el derecho local esencialmente debe ser respéltado y por ello co11-duce necesariamente a un federalismo; pero también es una socie­dad unida 1)01' un poder .ie1'árquico compiicado (porque intervienen diferentes categorías y distintos pu11tos de visb), que reg'ula la:i distintas localidades imponiendo u'n orden cornún; así nace espon­taneamente el deredio común, estableciendo normas y costumbres generales dentró de su esfera de competencia a través de las je­rnrquías aludidas. En dicho sistema, la organización de los tribu­nales constituye el nexo más fuerte de unión en la federación de a utc>notnías del Estado.

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Esqurma general de la organización y funcionamiento de los tribunaless

I.-Los tribunales Menores y de Menores: juzgado de parciali­dad o distrito, y de cada calpúlU rural. Estos eran:

1.-Tribuncllcs de jurisdicción ordinaria, territorial: meno­res.

a.-Urbanos: La ciudad estaba dividida en 14 distrito:,; judiciales.

b.-Fodmeos: En cada calvúlli rural. 2.-Tribunalcs de rnenores:

a.-En cada calmécac, de muchachos y muchachas y en el Tlíllan calmécac central estaba el juez supremo, el Huitznáhnatl.

b.-En cadn telpochcálli de jóvenes y de señoritas y e~1

el Hueytelpochcálli central, el Itzquitécatl era el jnez principal.

II.-Tribunales Mnyores de Pr1:mera Insfoncicr:

a.-Su f1rncionamiento ordinario: Diariamente, en los días y horas hábiles (de luz) que no fuera día de fiesta o de mercado, los jueces y magistrados admi­nistraban justicia en tribunales colegfados.

b.-Puncionamiento extraordinario: Cada 20 y 80 días, se celebraban nsambleas ele todos los jueces urbanos y foráneos, para ventilar las causas pendientes. La napphualtlahtólli, discusión de 80, era de mayor im­portancia. Los tribunales eran los siguientes:

1.-Tribunales comunes de jurisdicción ordinaria territorial:

a.-Urbanos: 1.-píltin, principales, acudían al Tlac­xítlan, juzgado, de su distrito o cal­pólco, lugar del calpúlli.

2.-Los macehuáltin, el pueblo, iban al Teccálli, casa de los señores en el Técpan, palacio.

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b.-Foráneos: en el juzgado ele cada calpúlco, lugar del calpúlli.

2.-Tribunales de comvetencia especial o extraordinaria: De fuero propio.

1 )-El tr ib~rnal rnilitar y Consef o de Guerra, llamado del tlacatécatl, jefe del cuartel, que por vía punitiva o de queja en materia militar, tenía efecto en el tequihuacacálli, casa de embajadores, llamada tam­bién Cuauhcálli, cnsa de águilas. Cuatro eran los jueces.

2)-El tribunal de los píltin, principales, señores y go­bernantes: cuya sede era el Tecpilcálli, casa de prin­cipales, en el Técva11, palacio, donde juzgaba el tlahtoáni, ejecutor, con 4 jueces miembros del Con­sejo de Guerra.

3 )-T1"'ibunciles de comercio. Estaban en Tlaltelrílco, montón de tierra, bajo la dirección de los dos jefes de los pochtéca, comerciantes: el pochtéca tlailótlac, el comerciante que regresó, administrador, y el acxotécatl o más bien nacxotécatl, el 4 de pies, ejp­cutivo diligente.

Operaban tres graneles consejos o tribunales:

a.-El pochtécn tlahtocáyotl, gobierno de los comer·· ciantes, qne conccrhba y realiz;:cba l;:i,s empresas del grupo; entre éstos h~.bfa algmrns mnjeres.

b.-El Mixcóhua tlaylótlac, Jos qve reg::csa1·on del norte o serpiente de nube que regresó, conse.io de 5 magistrados que regí:m el mercado y vig i­laban precios, pesas y medidas, veían por el oT­den y por la justicia económica. -

c.-El 7; orhtéra tlahtócan, o tribunal de los Doce. n .i efes de parcialidad ele Tlatelolco juzgaban de tod.'1 infracción comercial y podían hasta im­poner la pena de muerte.

4)-Tribunales de los gremios. Cada gremio tenía nn consejo de maestros con sus dos jefes: ejecutivo y

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administrador, que juzgaba a sus miembros. Lo3 jefes principales de los indtistriales eran el hue yn­mánqui, gran plumario, administrador, y el hney­toltécatl, el gran artífice.

III.-El Tlohtócan. lu~wr r1c g'0hern:mtec;, fürr1ado fam11ién: Tri­bunal Superior. de Apel:lción. de Segunda Jnstancifl. rlPl Ci­huacóhucttl, de Electores y Consejo Ordinario del Tlahtoá~ii. integrado por 12 tecnhtlnhtnrt'W. presidido nor lnc; dns c;r1]y•­ranos quien presidiera se llamaba hueytlahtoáni, gran mi­nistro de la palabra. Generalmente r11anteaba el prohlem:c el cihuacóhuatl. discutían todos por eliminación de problem::is y el tlahtoáni decía la última pabhra conformándose a la voluntad de la asamblea.

Funcionamiento:

1.-En pleno: los 13 ó 14 miembros reunidos.

2.-Por salas o comisiones: combinaban 20 funciones en 12 individuos, qne operaban de 4 en 4, siempre presididas por un hueytlaht.oáni.

Las cinco grandes comisiones eran:

1 )-Los 4 hnéhuey tetccúhtin, los grandes jefes: religiosn­militar.

2)-Los 4 hueycnlpoléhr¡uc, jefe de población de los 4 cuarteles.

3 )-Los 4 Cicihuacúhuci, los grandes ac1ministrado 1 e~.

li )--Los 4 czwcuachictin, cabezas rapadas, grandes jefes militares.

G )-El yaotlaJitolúyan, Consejo de Guerra, con 4 miem­bros.

IV.-Los magistrados supremos: el cihuacóhimtl, gran administra­dor, y el tlnhtoáni, el ejecutivo, Aunque éstos fuesen los so­beranos ,no puede pensarse en una diarquía, porque nunca obraban por voluntad propia sino en conjunción con l::>, asam­blea del tlnhtócan o de las as::tmbleas supremas que a conti· irnación señalaremos.

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'l.-El gob ierno de lci federación, tlahtocancchicólli, junta de tlahtoanfme. Era la reunión de los seis soberanos de las tres cabeceras de la federación: Mexíco-Tetzcóco-Tlacópan, que se reunían para tratar asuntos concernientes a la federación.

Vl.-El consejo supremo de la federación, tlahtócaicniúhyotl, fra­ternidad de gobemantes; era constituído por la asamblea de representantes de los 38 Estados autónomos, encabezados por la junta de tlahtoaníme, gobernantes, y se reunían para tra­tar asuntos interesantes o de problemas comunes de toda la federación. Fue la asamblea que Cortés encarceló al llegar a la ciudad de México, matando a todos "a garrote" el día de

"' Nuestra Victoria y de su Noche Triste.

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P.-· '"-·---~~-..~--~~---~

Cañones y ball8stas de brtntce y acero contra flechas y jabalin41 de o tate. Códice Florentino, Lib. Xll, Cap. 17.

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XXIV .-La jerarquía ejecutiva, del tlahtoáni

La jerarquía ejecutiva p:ropia del tlahtoáni, ejecutivo, era federal o común y constaba de dos ramos fundamentales:

A.-Los pochtéca, comerciantes guerreros; y

B.-Los yoaquízque, los que salen a la enemistad, guerreros, ambos de primordial importancia en la vida del Estado.

A.-"-Los pochtéca.

La institución del comercio entre los anahuacas es otra mara­villa de esta cultura que asombra a cuantos investigan en ella. Los mexicanos, he dicho, fueron verdaderos genios de organización 1f

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de métodos; su expansión no se debió como vulgarmente se dice, a que fueran guerreros, sino en realidad a su astucia económica, semejante a la inglesa, y a su visión política realizada con extrema paciencia, combinando todos los métodos de integración política (parentesco, amistad, alianzas, pactos, libertad, autonomía, centra­lización, conveniencia económica, amenazas, guerra, etc.) para lograr sus propósitos de unificación y armonía.

Los pochtéca, de Póchtlan, lugar de ceibas, comerciantes, que algunos traducen por ricos y otros por zurdos, formaban una or­ganización singular dentro de la federación; su sede principal es­taba en Tlatelólco, gozaba de autonomía y de grandes privilegios; tenía señoríos propios y constituía un V!Ínculo económico de pri­mordial importancia para la federación, sujeto a la autoridad del tlahtoáni de Tenochtítlan.

Organizados militarmente en sus expediciones, guiados por un comerciante experimentado, el pochtecatlahtóque, gobernante, y un jefe militar, el cnauhpoyohuáltzin, águila prieta o capitán, ob­sevaban un orden jerárquico en la marcha; salían en formación, por intinerarios predeterminados, de acuerdo con cierto orden ro­tativo; partían por lugares diferentes de los de regreso, en cara­vanas, y si preveían dificultades, marchaban de noche y acampa­ban de día; si se veían perseguidos, tomaban las armas y presen­taban batalla. (Sahagún, Lib. IX).

Tenían a su cargo los correos, que se llamaan paynáni, los ve­loces, distribuídos en todo el país, con sus respectivos lugares de relevo llamados techialóyan, lugar de espera.

Si iban a tierra extraña, buscaban intérpretes, principalmente entre los tlacóhtin, comprados, y se disfrazaban; entonces eran llamados náhual oztoméca, nahual de la hilera de cuevas ( disfra­zado).

Sumamente precabidos en sus negocios, ocultaban la mercan­cía, y si otros la veían, les decían que no era de ellos sino de los pochtecatla.Jitóque, gobernantes de mercaderes, de Tlatelólco; cu­brían perfectamente la mercancía en las barcas, y desembarcaban de noche para que no los viesen. Al terminar el vi::i.je iban a da<'

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cuenta a sus jefes, del resultado de sus empresas y de cuanto ha­bían observado; se seguían banquetes y fiestas, por el feliz término de la expedición.

En extremo desconfiados, nunca paraban en sus casas, sino con otros vecinos. En ciertos lugares, de jornada a jornada, tenían sobre el camino dispuestas grandes galeras para descansar. Tenían escondites en los montes, y hacían grandes hoyos cubiertos de ra­mas y tierra, donde se ocultaban de los enemigos.

Hacían planos de los caminos, fortalezas, costas y accidentes del terreno, de los diferentes lugares del país. "Otras pinturas -afirma Clavijero-, eran topográficas o corográficas que servían no solamente a representar la extensión y límites de las posesiones del campo, sino también la situación de los lugares, la dirección de las costas y el curso de los ríos". (Lib. VII, Cap. 47).

Tenían el cometido diplomático-militar al iniciar las guerras, de reconocer las posiciones enemigas, proporcionar los datos sobre los accidentes geográficos y obras de defensa del enemigo, recabar datos demográficos y económicos de los países desconocidos; con el carácter interestatal de embajadores, gozaban de inmunidad y de fuero, tanto en el país de origen como en el extranjero. Al llegar a una región, llevaban siempre obsequios al señor del lugar, entre­gándolos de parte del M exícatl, de México.

Es dato importante para el estudio de la organización mexi­cana, el que los pochtéca, comerciantes, tuvieran acceso a los pri­vilegios militares a través de su propia organización y usasen di­visas particulares y nombres o títulos de acuerdo con sus propias hazañas, lo que significa el reconocimiento de su grande importan­cia con respecto al Estado y la comprobación del desarrollo armó­nico, de todas las actividades (militares, religiosas, económicas: etc.) de éste, fundidas en una unidad perfecta: el Estado y la cul­tura.

Sn administración comprendía tres organismos importantes desde el punto de vista económico:

a.-El tianquiztli, los mercados.

El mercado interestatal más importante fue el de Tlatelólco, m::mtén de tic:·ra, y le seguía Xicalánco, lugar de abundancia de

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Jlcaras, donde se hacía el intercambio de productos entre náhua y los maya, quiché, etc. Ningún mercado del mundo de entonces, al menos del occidental, les era comparable; fue motivo de asombro para los europeos ver tanta mercadería, industria y mercaderes reunidos. ¡Ni Constantinopla, ni Venecia, vieron entonces tanto mercader y comerciante reunido, ni tal variedad de mercaderías!.

De acuerdo con las costumbres, estaba estrictamente prohibido , contratar o vender fuera de los mercados, lo cual nunca entendieron

los frailes, entre ellos Motolinía, quien se admira de que no le quesiesen vender en la calle y lo citaran al mercado para realizar la venta, juzgándolos por ello de tontos, siendo que acataban en realidad una medida sabia.

Los mercaderes, mientras no salían, se dedicaban a la orfebre­ría. Tenían mercados especializados de acuerdo con las riquezas regionales: mantas, jícaras, orfebrería, alfarería, etc. Azcapotzál­co, chipote de hormigas, hormiguero, e Itzócan (Izúcar), lugar de obsidiana, tenían principalmente comercio de trabajadores, tla­cóhtin, comprados. En las distintas regiones, tenían organizados en cadena rotativa los mercados, tocando a cada población el con­curso de mercaderes de la región, uno de los cinco días de la quin­quena.

b.-El transporte de mercancía.

Este se hacía por medio de tarnéme, cargadores, quienes tenían sus propias normas acerca de las distancias que debían andar y el peso máximo que debían cargar. La distribución de la mercancía era concertada por los grandes mercaderes, atendiendo a la ley de la oferta y la demanda y a las disposiciones de los gobernantes.

c.-Los paynani.

Los paynáni, veloces, correos, a base de relevos, tenían dohle carácter: económico y político-militar; los gobernantes eran quie­nes más los utilizaban para recibir información y transmitir órde·· nes ; también estaban organizados de acuerdo con normas de ter-· minadas.

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Los tamcne a las órdenes de los pochteca distribuían la riqucta fJOr todo el paí.<. Códice Florentino, Lib. IX.

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Transporte a pie por carencia de animales de carga.. Códice Florentino, Lib. IV, Cap. 32. (Algunos lo interpretan por "ladrones''.) Estaban

exentos de ejecutar trabajos públicos.

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Or·ganización social de los 27ochtéca.

Los 1;ochtéca se agrupaban por barrios y pueblos: Sahagún nombra siete en Tenochtítlan y prácticamente casi todo Tlatelól­co; poseían tierras y pueblos propios, estaban exentos del tributo o servicio personal del calvúlli, tequ'Íyotl, faena. Tenían su Tlahtó­can, lugar de gobernantes, asamblea integrada por doce pochtew­tlahtóque, mercaderes gobernantes, encabezada por dos jefes su­premos: el pochtéca tlailótlac, comerciante que regresó, experimen­tado, administrador, y el nacxotécatl, el de cuatro pies, el ligero o activo, ejecutor; en este consejo participaban algunas mujeres go­bernantes. Al organizar una empresa recibían del gobierno de Mé­xico gran cantidad de productos manufacturados para canjearlos por materia prima (algodón, plumas, oro, piedras preciosas, etc.).

Seguían los náhual oztoméca, nahuales de la hilera de cuevas, ricos o principales, que viajaban y tenían cometido económicc­militar, pudiendo hacer el comercio de tlacóhtin, comprados; entre .'.lquellos se diferenciab::m los tealtianíme, ( ?) los tecoaníme, com­pradores de gente; los teyahualohuáni, los sitiadores y los yáhque, los idos a una parte o caminantes, que eran considerados como verdaderos pochtéca, en tanto que otros eran considerados apren­dices del oficio. En la guerra ocupaban las avanzadas, eran los guías del ejército, operaban por su propia cuenta bajo el mando de sus cuauhpoyohuáltzin, águila prieta, capitán, quienes los diri.­gfan y a su vez recibían órdenes directas del tlaccitécatl, jefe del cuartel, capitán general del ejército.

Aparte eran considerados los tlanamacázque, vendedores de los mercados, y los que tenían tlanaquilizcálli, casa de venb.s en el mercado.

Frente al mercado los vochtéoa de Tlcitelólco tenían un técpan, palacio, donde se administraba el comercio e impartía la justicia. Un consejo de cinco jueces llamado Mixcóhua tlailótlac, los qt10

regresaron del norte, regía el tianquíztli, mercado, fijaba precios a las mercancías y sostenía un cuerpo numeroso de topiléque, al­guaciles, para vigilar el orden y mirar por el justo precio, pesas y medidas.

Un tribunal de comercio con doce miembros, ya mencionado,

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Consejo de mujeres gobenumtes. C6dice Florentino. Lib. X .

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era competente para juzgar de toda infracción a los reglamentos, deudas comerciales, arreglo de transacciones, a veces complicadas dado el sistema de trueque, quiebras, etc. Tenían sus propias pri­siones y plena facultad para ejecutar sus sentencias, pudienrlo aplicar hasta la pena de muerte.

Tenían los pochtéca, comerciantes, almacenes comunes p~,ra depositar las mercancías.

Todo producto estaba sujeto al impuesto local de cada mer­cado. El mercado estaba dividido en secciones, en las que operaban distintos gremios de artesanos o toltecas, y cada sección tenía asig­nado un comercio especial. El regateo y la venta se hacían con el mayor silencio posible.

El mercado tenía tal influencia política, que la mayor protesta del pueblo consistía en el cierre del tianquíztli y la paralización de la vida comercial, como lo hicieron para protestar contra Co1'­tés por la prisión de Moctecuhzóma y demás gobernantes con sus familiares, así como por haber ejecutado aquél la horrible carni­cería y traición en el Ithuálli, patio, del Templo Mayor.

Los pochtéca tenían intervención directa en ciertas fiestas litúrgicas en el Templo Mayor, tenían templos es11eciales disemi­nados en el país y su principal centro religioso estaba en Choló­lla.n, lugar de los refugiados, donde veneraban a Quetzalcóhu:atl en su aspecto de Yahcatecúhtli, señor caminante, patrón de los caminantes.

B.-Los yaoquizque, jerarquía militar.

Los yaoquízque, salidos a la guerra, constituían el órgano prin­cipal de ejecución del tlcihtoáni, ejecutivo. La guerra, yáoyoll, esb­do de enemistad o falta de fraternidad, tenía doble carácter: uno caballeresco y religioso, la xochiyáoyotl, enemistad florida, que se pactaba entre dos federaciones independientes, más bien amigas (pues no deseaban eliminarse o anexarse), con el objeto de hacer cautivos de guerra y tener víctimas pm·a el sacrificio, y otro de­fensivo de verdadera enemistad, cmmdo algún señorío hubiera infringido las reglas de la hospitalidad debida a embajadores y c~mel·cümtes o quisiera usurpar el poder de algún Estado.

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Las guerras entre estos pueblos, como lo afirman tcstir.1onios desinteresados y fidedignos como Pomar y Zorita, eran muy raras, y nunca provocadas por la federación. En cuanto a los sacrificios, dejando a un lado las exageraciones interesadas y risibles de frai­les e invasores, se reducían a sentencia:dos a muerte y a enemigos cautivados en guerra y sólo en contadas solemnidades; puedo afir­mar sin temor a equivocarme, que en Anáhuac, en todos los siglos hubo menos personas sacrificadas que asesinatos hiciera Cortés con sus soldados en medio día, ya en la matanza de la fiesta de Tóxcatl en la Plaza Mayor o en la que hizo en Cholóllan.

Si bien pudieron haberse impresionado los invasores españo­les por los tzom.pántli, armazones de calaveras, sin embargo, Cor­tés en su Segunda Relación, afirma no haber visto ningún sacri­ficio humano desde que desembarcó hasta después de su derrota, o sea en más de catorce meses, y en realidad, nunca vio un sacri­ficio humano, ni tampoco lo vio ninguno de sus soldados; los pue­blos agrícolas como los anahuacas nunca han sido militaristas; sin embargo, los españole0, con el deseo de justificar su propia barbarie ante su rey y ante las naciones extranjeras, no titubearon en acumular cuanto falso testimonio y calumnias pudieron inventar para darse fama y nombradía, interpretando a su modo los desig­nios de aquella ambiciosa reina Isabel la Católica, creadora del extraño 'derecho de usurpación' llamado "Legislación Indiana" que dio margen a la fundación de imperialismos y colonialismos que son vergüenza de nuestro tiempo, por lo que no tuvieron em­pacho en declarar, a quienes ni siquiera conwrendían, por poseer los anahnacas una cultura superior a la de ellos, que ernn pueblos tradicionalmente levantiscos y guerreros, como en realidad lo eran los eS(}aíiolcs, y afirmar que los indígenas vivían devorándose unos a otros, que eran sodomitas, siendo que estaba más penado que en Europa ese delito; que eran bestiales, siendo que el delito nefando de la bestialidad no se conocía en Anáhuac por versión unánime de los cronistas; en cambio, es frecuente entre los europeos, como se sabe por sus novelas y como lo comprueba la teología m'.>ral católica. En la guerra los anahuacas no mataban por matar, como los europeos lo h:m hecho en todos los tiempos; sólo pretendían hacer cautivos para ofrendarlos a la divinidad, razón por la que causó tal deE:conciei·to entre ellos esa guerra a "sangre y fuego",

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de exterminio, sin causa alguna que la provocara, si no era el hurto, el pillaje y la usurpación, que los españoles hipócritamente llamaron "pacificación y guerra justa", para conformarse a las falaces órdenes de la reina "católica", dadas a provecho propio Y de la Iglesia Católica. Mas considerando detenidamente los hechos, nada es más contrario que ello a la realidad, como lo hemos podido aquilatar al estudiar la cultura indígena, que más bien era aficio­nada a la paz, a las lágrimas compasivas que a la crueldad, como todos los misioneros así lo reconocen, incluyendo al P. Landa, obispo de Yucatán, feroz perseguidor de los indígenas, a quien, al decir de su biógrafo Héctor Pérez Martínez, "el sayal le hizo el guía de una cuadrilla de frailes escandalosos, animados por la con­ducta de su jefe". (Introducción a la Relación de Landa, p. 9). Basta para convencernos el meditar los poemas que nos quedan de los anahuacas, a sabiendas de que brota de la boca lo que abun­da en el corazón.

La milicia para los anahuacas existía fundamentalmente para garantía del orden y de la paz, y era de carácter jurídico y místico, no para luchas de religión, puesto que todos tenían la misma, con divergencias locales o nominales pero respetadas por todos; no tenía la guerra el sentido que ha tenido en Europa y que actual­mente tiene, lucha de exterminio, de usurpación o imposición de criterios y doctrinas dándole un sesgo ya sea religioso: ¡defensa del cristianismo! o del pensamiento democrático, ya el de un:1 mística racista, o por los principios de una falsa democracia impe­rialista y dictatorial sentada sobre una plataforma de pueblos de ilotas, llamados "subdesarrollados" llámese aquellos: Iglesia Cató­lica, Inglaterra, Alemania, Francia, Estados Unidos de América o Rusia, quienes intervengan en ella, con provecho propio y sin derecho.

En la jerarquía militar dos elementos determinaban la posi­ción del guerrero: la tradición y el esfuerzo personal, que inter­venían turnándose con mayor o menor preponderancia una y otra. según estaba el ejército en receso o en campaña, teniendo en cier­ta forma mayor influencia política el elemento consuetudinario en tiempos de paz, en tanto que en guerra tenían mayor importancia los grados alcanzados con el esfuerzo personal y el valor. El mismo nombre de ltítulo casi siempre indica su origen; si por méritos

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administrativos, los nombres manifiestan algo honorífico o divino, como hueytecúhtli, gran señor o huitznáhuatl, nombre de la divini­dad de los comprados; y si por méritos en 1a guerra, los nombres manifiestan hazaílas guerreras realizadas por el interesado, como ezhuahuácatl, el que hace sangrar, o naquitlamáni, cautivador de cuatro. Esto nos lleva a comprender, al estudiar la historia, la repetición de títulos en un momento dado, en distintas personas, ya en tiempo de paz o de guerra, tal como por ejemplo podemos comprobar con el título de tlacatécatl, jefe del cuartel (jefe de calpúlli, jefe de hueycalpúlli, jefe del ejército en campaña), sim­ple capitán, o capitán extranjero.

Cuando salía el tlahtoáni a campaña, tomaba el no~bre de su guardia: Cuáuhtli Océlotl, señor de águilas y ocelotes, quedan­do el título de tlacatécatl a su primer ejecutor de la acción. El segÚndo en la guerra era el tezcacóhuatl, serpiente espejo, aunque otro pudiera ser su título en tiempo de paz.

El tlahtoáni, ejecutor supremo, tenía 4 grandes cuacMctin, rapados, valientes, como asistentes personales: el tlacatecúhtli, señor del personal, ejecutor; el tlacochtecúhtli, señor de los dardos, administrador; el tlacatécatl, jefe del cuartel, ejecutor, y del tla­cochcálcatl jefe de la casa de los dardos, administrador.

Decidida la guerra por el consejo supremo de la federación, los soberanos lo comunicaban y discutían en el Tlahtócan, consejo del Estado; luego el tlahtoáni, ejecutivo, daba órdenes a los jefes de los cuatro cuarteles o huey cCllpóltin, quienes organizaban el ejército. Estos eran:

1.-El huitznahuácatl, a la vez jefe de los calmécac, sacerdote y ejecutor, y tres guerreros; ·

2.-El tlacochcálcatl, jefe del arsenal y de las armas de los telpochcálli, casas de jóvenes, administrador;

3.-El tlacuiltécatl, el del lugar de los escribanos, jefe de ejecutores de órdenes, ejecutor; y

4.-El tecoyohuácCltl, el de la piedra perforada, asistente del tlacochcálcatl, administrador de la gue;rra y aprovisionamiento.

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...1111

Por su parte el cihuacóhuatl, administrador supremo, tenía 4 grandes cuachíctin, rapados, valientes, como asistentes:

1.-El cuauhnóchtli, corazón de águila, jefe de guerreros águi­la, ejecutor ;

2.-El yopícatl, el de los yópi, uno de los calpóltin y jefe de artesanos, administrador;

3.-El huitznahuácatl, sacerdote de Huitznáhuatl, jefe de hueycalpulli y de los calmécac;

4.-El Itzquitécatl, sacerdote de ltzquitécatl, señor del lugar de las palomitas de maíz, jefe de calpúlli, de tlachiqueros y encar­gado de la casa de canto y de los jóvenes.

Representan, tanto éstos como aquéllos, las diferentes tenden­cias administrativas con relación a los dos grandes poderes: el ad­ministrativo y el ejecutivo. Se puede observar el ingenio en com­binarlas en forma intrincada para evitar el abuso de autoridad y establecer el equilibrio entre los dos poderes.

Seguían los e.iecutores de órdenes de cada cuartel, bajo el man­do del tlacuiltécatl, el de los escribanos y eran 4 también:

1.-El cuauhnóchtli, corazón de águila, ejecutor; 2.-El atempanécatl, el de la ribera, jefe del calpúlli de ese

nombre, embajador extraordinario, administrador; 3.-El ezhuahuácatl, el ensangrentador, ejecutor ;y 4.-El tlillancálcatl, el bibliotecario.

La organización interna del ejército estaba a cargo del tlacoch­cálcatl, de la casa de los dardos, quien a su vez se entendía con el tecoyohuácatl, el de la piedra perforada. jefe de aprovisionamiento de víveres, con el petlacálcatl, almacenista de la población, con el calpixcacálcatl, admacenista del gobierno, quien daba órdenes a los calpíxque, guardianes de la caja, recaudadores, de los distintos barrios (organizados por número de ciudadanos: vigenarios, cua­dragenarios, etc.) y calpóltin por donde iba a pasar el ejército, quien a su vez debían distribuir las vituallas y llevar cuenta de los gastos y también con el teocuitlapíxtli, el tesorero. Los calpíxque, recaudadores, locales, daban órdenes a los almacenistas, quienes se encargaban de la distribución directa de los guerreros, ayuda­dos de taméme, cargadores, que llevaban el matalotaje.

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Por su parte el hiútznahuácatl, sacerdote de los calrnécac, dis· tribuía a los jóvenes de las escuelas entre los guerreros para que aprendiesen el arte de la guerra o sea el modo de cautivar, y junto con el tlacochcálcatl, del arsenal, tenía el encargo de contar Y ase­gurar a los prisioneros durante la batalla y después de ella.

El cuerpo del ejército estaba organizado por legiones de 800 o de 1600 guerreros, bajo el mando de los generales, jefes de par­cialidad cuyos títulos -y dignidades veremos, y eran 14 menores, 7 mayores y 2 supremos, en suma 23, o sea las 21 dignidades que después se determinarán, más los dos jefes supremos.

Cada general tenía a su mando a los telpochtlahtóque, jefes de jóvenes, de su parcialidad, con sus oficiales llamados achcacáuthin, principales o primeros capitanes, organizados en escuadrón, quie­nes a su vez distribuían a sus hombres en escuadrillas de cinco, guiados todos por los tequihuáhque, embajadores, y pochtéca, co­merciantes, que iban al frente del ejército.

Los ohtómitl, jefes de flecheros, iban a la vanguardia; los águilas, ocelotes, leones, serpientes y pardos, al centro, formaban la guardia del generalísimo, y los valientes cuachíctin, rapados, sin armas ,iban a la retaguardia, dedicados a asegulrar a los pri­sioneros para que no escapasen.

Para no aumentar esta relación, me abstengo de explicar en detalle las leyes de la guerra, las causas, cómo se hacía la declara­ción de guerra, la estrategia (habilidad en el manejo ele la acción) y la táctica (selección del lugar y distribución de las fuerzas), así como los métodos empleados en la guerra. Basta decir que ni aúu en este ramo descuidaban el arte y el orden los anahuacas. Inva­sores como Bernal Díaz, describen admirados la belleza y el orden que observacan en la marcha: al son de tambores, música de ca­racoles, flautas, iban bailando y cantando, reYestidos con sus co­razas de algodón, ataviados con primor y con grandes penachos de plumas y oro, y al llegar en contacto con el enemigo, proferían gritos espantosos y aullidos aterradores para causar pavor, pero sin abandonar el orden; mientras en el antiguo continente se mar­chaba desordnenadamente, sólo hasta el siglo XVII fué cuando Colbert en tiempo de Luis XIV y Federico de Prusia adoptaron el orden en la marcha, el uso de tambores y la banda de música,

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para ritmar el paso, infundir ánimo y regularidad en los movi­mientos militares. Una vez más los anahuacas aparecen a la de­lantera en el desarrollo de la cutlura humana.

La constante interferencia del elemento militar con el civil y religioso en toda la organización anahuaca, tanto en el mando cuanto en los motivos y resultados de las gu~rras, se muestra pal­pable. No envenenaban las flechas, a pesar de saberlo hacer, por­que el triunfo no se medía por la muerte de enemigos, sino por el número de cautivos reservados a la divinidad. "Creían tener de­recho de quitar la vida a sus enemigos, afirma Mendizábal; hubie­ran podido matarlos en el calor de la acción como los eu,ropeos a los suyos. ¿Por qué, pensaban ellos, no reservarlos para honrar a los dioses con su muerte?". Los invasores, al matar infieles, sabían con pertinencia, de acuerdo con sus creencias, que los mandaban a su infierno o a su limbo a padecer eternamente, tal era su cris­tiana caridad, mientras los indígenas reservaban a sus enemigos para transformarlos, si con valor querían morir, en habitantes de su cielo; aun en esto que causa tanto escándalo a los ignorantes, no son comprobables las miras de los bárbaros invasores con el pensamiento superior de los anahuacas, aunque siempre sea con­denable la guerra, en una u otra forma.

Además de contribuir todos los militares al fasto de las cere­monias y fiestas, así como para hacer observar la disciplina y ha­cer cumplir el orden y el derecho en toda la federación, se puede decir que todos los jefes militares y los privilegiados desempeña­ban un cargo administrativo-religioso en tiempo de paz y otro mi­litar en tiempo de guerra. He aquí, una vez más, la dificultad para nosotros, de desentrañar las jerarquías unas de otras, sencillamente porque ellos no pensaban como nosotros y obraban de aceurdo con sus propias convicciones, como ningún otro pueblo en la historia: la guerra y la vida era para ellos tan sagrada, como profana nos l)arece a nosotros su religión, y ésta era tan militar como sagrado nos parece su ejército, colmado de sacerdotes, y evitando matar, para procurar víctimas para los altares. Y es que: derecho, ciencia, Teligión ,tratados de guerra y de paz, arte y justicia, todo era uno: la vida de la comunidad del Estado llena de amor por la tradición de la patria.

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- . JJL_ v.,,. ;y v,;,1 _2:1?

Consejo o gobierno de señores tccuhtlatoque y gobierno de señoras cihuatlatoque. Códice Florentino. Apéndice del Cap. IV, Lib. Ill.

.....

Los hdadoJ y tejidos, importante oficio de las mujeres. C6dice Florentino , Lib. X.

,. XXV.-EI gobierno femenino, de Anáhuac

El gobl.erno de Tenochtitlan, y probablemente de los demás gobiernos de Anáhuac, de quienes carecemos de datos, se adelan­taron con cinco sigfos a los pueblos occidentales en torno a la libe­

. ración de la mujer, que ahora está tan de moda.

Paralelo al Tlahtocan que concernía al gobierno general del · Estado, existía un Consejo Supremo para gobernar a las mujeres

llamado Cihuatlahtocan, integrado por catorce mujeres nombradas también por elección popular, entre estas doce llamadas cihuatlah­toque, mujer gobernante, encabezadas por dos jefas; una cihua­tlahtoani, mujer que habla, gran ejecutora de órdenes, y una ci­huacohuatl, mujer serpiente, gran administradora, quienes gober­naban en forma suprema a todas las mujeres del Estado Tenochc:::i ..

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Tal Consejo Supremo tenía bajo su dependencia a las jueces de los tribunales de mujeres, quienes eran juzgadas independiente­mente de los hombres.

El Consejo Supremo que tenían gobernaba también a los gre­mios de mujeres, como las hilanderas y tejedoras, a los grupos de mujeres comerciantes que operaban principalmente en Tlatelolco; a las escuelas de jóvenes llamadas ichpocacalli anexas a los calpol­tin; alas tícitl o parteras, se encargaban de la educación de las princesas llamadas tecuichpo; vigilaban en el Cuicacalli, casa de canto y en el Mixcohuacalli, Casa de baile, a las jóvenes para que los bailes se realizaran con entero orden y honestidad; tenían es­cuelas de danzas en cada calpúlli y parcialidad, para enseñar a bailar y cantar a las niñas y jovenzuelas ; veían y cuidaban para que hubiera respeto mutuo entre los maridos y sus esposas.

Tenían además las mujeres la obligación de guardar el orden en sus hogares, educar a sus hijos desde su tierna edad y contribuir con su trabajo en preparar la comida, las tortillas, los tamales y satisfacer todas las necesidades de comestible y servicios en los banquetes y fiestas públicas del Estado.

Igualmente debían hacer el pinole y prepar los bastimentos de los guerreros cuando iban a la guerra.

Debían practicar en las danzas públicas. en ciertas fiestas, pre­parar sartales de palomitas de maíz en las celebraciones del pul­que, etc.

Esta organización por órdenes de Moctezuma el Magnífico fue respetada y apoyada por los poderes del Estado y eran severamente castigados los que infringieran por cualquier concepto el decoro y respeto que se les debe a las mujeres.

Por ello Moctezuma el Magnífico declaró en repetidas oca­siones:

"A la mujer hay que tratarla bien y honrarla mucho. La mu­jer no tiene más valor del que el hombre le da; pero debe apreciarse que se debe mucho a las mujeres por el trabajo que en el parir y criar padecen y como compañeras del hombre en vida." ( Cer­vantes de Salazar, Cap. 5 t. II, p. 239).

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XXVl.-La jerarquía de asambleas

A diferehcia del sistél'tla éUl'OpM, éfi el que la voluntad per'r"SOrwl usurpa o suplanta el querer colectivo, mediante el aparato de una rlección, p:roduciendo la ficción }urídica denominada representa· ción, eh la que el representanté, después de la elección, actúa en ei

., :futuro por su propia cuenta a su guisa y antojo, pero a nombre ajeno, o sea désprovisto de verdadera :responsabilidad, en el siste­)1ia ánahuaca en cambio, la voluntad personal se uhe y disuelve en él querer colectivo, los casos se resuelven de acuerdo co:n la tra­dición y la desarrollan; el individuo no es el representante del pue­hlo; la asamblea es la que representa y es el querer colectivo cuyos lniomhr os; definen y formulan dicha voluntad, como custodios y de-

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:f.ensores decididos de las costumbres de la comunidad. Es la co­munidad jurídica manifestada en acto. Prácticamente toda deter­minación se tomaba en asamblea y siempre de acuerdo con el sentir general y la tradición.

Así consideradas, las asambleas constituían un verdadero sis­tema de organización social totalmente diverso del de occidente. pues funcionaban como cerebro colectivo, atento a los hechos de

• la historia y rastreándolos. Sistema que contraponían y armoniza­ba a la vez las actividades de las distintas jerarquías, como verda­deros filtros de control, en el movimiento espasmódico de contra­dicción y apoyo de unas jerarquías con otras frente a la autoridad.

No por sutil que aparezca la diferencia, se crea inverosímil este sistema, pues responde a una realidad, que para el pensamien­to indígena no requiere ni esfuerzo ni estudio para comprenderlo; basta para ello seguir el desarrollo de su idiosincrasia y dejarse llevar por los impulsos de sus propios designios.

No es de extrañar que algunos autores busquen y encuentren en dicho sistema elementos democráticos (al estilo de Atenas), absolutistas (a modo de Luis XIV), faraónicos, constitucionalistas (como en Inglaterra), racistas (a manera:r nazi) , y qué sé y o ... En realidad, fue tan sólo un sistema original, un prototipo de la cultura humana, que respondió admirablemente al medio en que se desarrolló y que no puede, ni confundirse con otro, ni reprodu­cirse integralmente habiéndose interrumpido su armónica evolu­ción; pero que se fue transformando y adaptando a las condiciones de la existencia y cuyo estudio puede aportar, al menos, grandes luces para comprender nuestra historia y para conocer nuestra realidad actual, además de contribuir grandemente al desarrollo de las ciencias políticas. Sin embargo, en nuestra Facultad de De­recho ni siquiera se da un curso sobre esta materia y se pretende enseñar Derecho Canóniéo con todo y ser contrario a nuestra Cons­titución, ¡ así está nuestra casa máxima de estudios, ahora en sus aristocrf.ticos edificios! ¡Bella sucursal del coloniaje espiritual europe0!.

Vimos que nada se hacía sin consultarse en asamblea, por pe­queña que ésta fuera; que se actuaba por eliminación de proble­mas; que generalme::ite sus miembros ocupaban un puesto vitalicio

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(no eran asambleas mercenarias sino obligatorias y honoríficas), condición indispensable para su eficacia por la experiencia Y tra­dición que significaba, y que la autoridad se transformaba en in­térprete de la voluntad común con toda la fuerza y el respaldo de una determinación colectiva, es decir, con el carácter impositivo de

, la ley.

Este proceder, aunado al sistema de derecho consuetudinario, por espejismo, naturalmente lleva a la creencia de estar en presen­cia de un simple absolutismo con elementos aparentemente demo­crático. En efecto, el proceso de desarrollo de las instituciones ju­rídicas en las sociedades de derecho consuetudinario difiere total­mente, en el curso de su evolución, del que tienen las instituciones de derecho impuesto.

Mientras en las sociedades de derecho consuetudinario el pro­ceso se inicia en el pueblo, paulatinamente por fuerza de la cos­tumbre se va restringiendo la necesidad de emitir el pueblo su vo­luntad de acatar las determinaciones, ya universalmente acepta­das, y de la su~rte, poco a poco se va reduciendo en número la au­toridad, concentrada en menos personas, en aparente absolutismo; en tanto que en las sociedades de derecho escrito, al partir de un esquema ideal, siempre hay que tratar de acomodarse a él y siem­pre se ve destruído el esquema por la acción misma de la vida; así la deniocracia escrita se ve constantemente contradicha por el absolutismo de la práctica.

La constitución jurídica de un Estado de derecho consuetudi­nario iniciada por un plebiscito, en sus futuros desarrollos, por razón misma de la costumbre, la repetición de los actos y el acata­miento del orden establecido, no requiere, salvo cataclismo, la re­petición del acto plebiscitario para establecer determinaciones, re­cayendo las decisiones o actos de dominio en pequeños grupos or­ganizados. asambleas u órganos del Estado, y estos también por igual motivo de rutina y la teoría del precedente (que tiene la vir­tud de dispensar a la gente de pensar en lo sucesivo a ese respec­to) , se esfratifican; y al mismo tiempo se ven cada vez más reE".­tringidas las necesidades de intervención personal de la autoridad, al grado de concentrar en pocas manos el movimiento y control de todo el funcionamiento del Estado, de común acuerdo, sin por

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ello caer en el absolutismo, sujeto el gobernante a la esfera de su acción determinada por los usos y el respeto de las costumbres colectivas.

No es menester señalar el orden jerárquico de las asambleas, pues sería prolongar demasiado este capítulo; basta saber lo que ~lemos podido apreciar en estos párrafos, para aquilatar la influen­cia profunda que tuvo el elemento colectivo en la organización po­lítica de los pueblos de Anáhuac. Puede advertirse que a cada es­labón de toda y cada una de las jerarquías, entreveradas unas con otras estaba una asamblea para regular el movimiento ascendente o descendente de las mismas, y determinar o circunscribir los im­pulsos individuales, todo admirablemente dispuesto para el des­arrollo del Estado, dentro del respeto a la tradición y a un orrden de derecho.

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XXVll.-Funcionmiento de las jerarquías, dignatarios, y principales

Se ha visto que las anteriores jerarquías formaban una trama abi· garrada integrando una unidad perfecta dentro de la cultura y del Estado, y ya que el ascenso era a modo de espiral y dependía de las cualidades y méritos personales, no se puede establecer un escala­fón jerárquico simplista.

Vimos además, que los nombres de dignidades y funcionarios ' no eran siempre personales sino que variaban según el cometido

que estuviera desempeñando el personaje en el momento mismo, por lo que algunos tenían varios apelativos, según la función que estuvieran cumpliendo, lo cual complica mucho su estudio.

A la cúspide de toda esta organización estaba un conjunto de dignatarios y funcionarios que es preciso considerar para com-

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prender el funcionamiento del Estado, antes de hacer estudio d1~ su sistema de derecho.

No hay que identificar funcionario con dignatario, pues mien­tras el primero presupone siempre acción unida a un cargo públi­co, generalmente de importancia, la de dignatario representa una posición honorífica o título eminente, que puede ser o no inherente al desempeño de un cargo público de importancia. Tal distinción, por lo sutil, es difícil captar, ya que de por sí el ser funcionario indica una posición honorífica dentro de una sociedad, y que los anahuacas siempre veían en los cargos públicos una pesada obli­gación que satisfacer con respecto a la cole~tividad y no concebían una dignidad sin cargo inherente, aunque éste pudiera variar de importancia.

Los miembros del Tlahtócan, donde se gobierna, eran 1'2 tecuhtlahtóque, señores gobernantes, y 2 hueytlahtoáni, grandes gobernantes: el cihuacóhuatl, administrador supremo y el tlah­toáni, supremo ejecutor.

Había 21 dignidades ordinarias y dos extraordinarias.

a.-Las dignidades extraordinarias eran asistentes del tlah­toáni: 1.-El tlacatecúhtli, señor del personal, ejecutor. 2.-El tlacochtecúhtli, señor de la jabalina, administrador.

b.-De las 21 dignidades, las cuatro primeras eran señaladas como de los cuatro grandes, en combinación con las an­teriores. Eran las siguientes:

1.--El tlacochcálcatl, señor del arsenal y jefe de calpúlli, admi­nistrador.

2.-El tlacatécatl, señor del cuartel, jefe de calpúlli, ejecutor. 8.-El füllrtncálcatl, señor de la casa de lo negro, blibliotecario,

administrador. 4.-El ezhuahwicatl, el que hace sangrar, ejecutor. G.-El tezcacóhuatl, serpiente espejo, segundo jefe del ejército y

jefe de parcialidad, administrador. G.-El tlac1,tiltécatl, el del lugar de la pintura, jefe de ejecutores.

El registro. 7.-El acolnahuácatl, el habitante de !ns cercanías de los acólhuas

(linajudos cerca del agua).

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8.-El hueytecúhtli, el gran señor, administrador. 9.-El temillótzin, señor de las milpas de las gentes, jefe de cal­

púlli, administrador. 10.-El atempanécatl, el encargado del régimen de aguas o de la

ribera, jefe de calpúlli, y embajador extraordinario, adminis­trador.

11.-El calmimilólcatl, habitante del lugar de casas que ruedan. 12.-El mexícatl tecúhtli, señor mexicano, sacerdote, administrador.

' 13.-El huitznáhuatl, el del lugar de bisnagas o del Sur, jefe de calpúlli, de cuartel y de los calmécac, hilera de casas, admi­nistrador.

14.-El tecpantecúhtli, señor de los palacios, jefe de calpúlli, tec­panteohuátzin, sacerdote de palacio, jefe de calpúlli, admi­nistrador sacerdotal.

15.-El quctzalcóhuatl, serpiente emplumada, sumo sacerdote. 16.-El teuctlamacázqui, señor reverente, sumo sacerdote, jefe del

calpúll,i Tlatnatzínco y de los estudiantes de religión del cal­mécac.

17.-El tlapaltécatl, el de Tlapállan o biblioteca. 18.-El ci¡,auhyahuácatl, el que rodea los bosques, guarda bosques. 19.-El cohuatécatl, señor serpiente, jefe de la orden de fa serpiente. 20.-El pantécatl, el de Pántlan, lugar de banderas. 21.-El huehcamécatl, el mecate largo, el que va al frente de filas.

En diversas asambleas de gobierno, estos señores encabezaban <le dos en dos o de cuatro en cuatro. Podemos comprobar tres gran­des principios que regían las actividades del Estado organizado en dos poderes, independientes entre sí, pero en constante relación y armonía:

1.-El principio organizador ascendente, o sea la preparación de la decisión, que llamamos poder organizado.r o administrativo del cihuacóhuatl, que partía del pueblo en organización espiral de antoridades hacia el ' gobierno soberano.

2.-La autoridad suprema <lel Tlahtócan, en el que el alministra­dor exponía el caso, todos los discutían por eliminación de problemas, sin votación, y el tlahtoáni formulaba la decisión tomada por la asamblea.

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3.-Su cumplimiento o ejecución, realizado por el poder ejecutivo del tlahtoáni, obrando en forma descendente de la cima sobe­rana al pueblo.

Como puede comprobarse, tal organización es esencialmente dinámica. Una vez en posesión de esos principios, en realidad sen­cillos, podemos comprender con claridad la disposición orgánica de estas jerarquías y su modo de actuar ,o sea su funcionamiento, pues como toda realización o cumplimiento sirve de preparación a una nueva actuación, se engendra un movimiento rotativo. ince­sante y correlativo, del pueblo a la autoridad y de ésta a aquél. En ello podemos descubrir el secreto de esa potencia política extra­ordinaria que poseyó la federación del Valle de México, como se ha dicho: que los ánahuacas fueron vercladero.'3 gen'ios de orden y de método, que de no conocer tal secreto, resulta aquélla inexpli­cable, o se explica falsamente, como lo hacen los ignorantes ,a base de un;-" idea terrorista y absolutistci del poder, cosa que en realidad no existió.

Estudiando bien los hechos de nuestra historia, sin prejuicios y con justicia, la organización la política de los anahuacas fue una obra de a1-te suprema de la humanidad, llena de aciertos dignos de tomarse en cuenta aún en la actualidad. Sus principios políticos son dignos de llamar la atención en el mundo entero y son suscep­tibles de causar una verdadera revolución en la ciencia política.

Lrrs instituciones, el aparato de la oYganización, el mecanismo del derecho, las formas de gobierno, en suma, la dogmática y la técnica especulativa y práctica del derecho, pueden ser motivo ele acucioso estudio; mas ¿quién nos podrá revelar ese misterioso im­vulso que aparece en todos los pueblos, que la política cuidadosa­mente oculta y que nunca revela ni en los engañosos discursos par­lamentarios, ni en los informes presidenciales, ni en la primera plana de los diarios, donde sólo se sirve sopa de letr:ts y números. ni en los estudios de derecho, ni en los Congresos Constituyentes; pero cuya presencia está latente en el arte de gobernar y se ma­nifiesta por la continuidad, como tradición, a pesar ele los cambios de personas y de formas de gobierno? Ese es el punto esencial y que hay que inquirir ante todo para desarrollar un verdadero pro­g rum u de gobierno. Este aspecto imponderable del derecho público

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es el que nos queda por ver, y que el derecho anahuaca, hasta cierto punto, nos la revela.

Desde luego, surge para nosotros un misterio; ¿Cómo explicar el que las divinas utopías del Viejo Mundo: las leyes, lci justicia y la libertad, pugnasen siemprn por las real'idades supremas de la ·virtu,d y de la fuerza, y siempre se encontrasen de hecho en la his­toria recubierta de tiranías, de depravación y de ignominia; mien­tras los vituperados pueblos de Anáhuac lograban, como por ins­tinto, realizar el suspirado anhelo que los genios de Europa sólo entre sueños perfilaban?.

De no exponer con energía nuestra historia ¿cómo disculpar­nos del delito de simulación, afectando ignorancia crasa, rodeán·· dola de silencio criminal y encubridor, tratándose de lo nuestro? El conocimiento de la verdad nunca puede afectar a quien tiene el corazón bien puesto. Sólo el espíritu avieso y envidioso se pu­diera conturbar y contristar con el conocimiento de nuestra pasada grandeza, digna de mejor suerte, que con orgullo podemos colocar por encima de las glorias helénicas y que aún está a la base de nuestra futura grandeza. Si es que recapacitamos y en vez de seguir el proceso asesino de nuestra cultura que proclaman "rna­linchistas e indigenistas" para transformarnos en apéndice de otro apéndice de Europa, nos ponemos todos con vigoroso esfuerzo a penetrar y sublimar lo nuestro sin desfallecer, lograremos llegar a la delantera de la cultura humana y ocupar el lugar esplendoroso que por tradición nos corresponde en el consorcio de las naciones. Si difícil es legislar en México, es porque lo queremos hacer con leyes importadas, que deseamos amoldar a un pueblo cuyo princi­pal carácter es la inteligencia; por consiguiente hay materia prima para lograr aquello.

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XXVlll.-Sistema jurídico de Anáhuac

Al entrar en contacto con los anahuacas por medio del estudio de sus instituciones, nada llama tan poderosamente nuestra atención como la fe profunda y sincera, que aquellos tenían en su justicia y en la eficacia de sus métodos de organización política, que con­trasta grandemente con el escepticismo político que trasciende e impera en toda la civilización occidental, para cuya comprobación podemos tomar al azar cualquier obra de derecho público, ya en el diálogo entre Alcibíades y Pericles, acerca de la justicia de la ley, o en el Prefacio del Espíritu de las Leyes de Montesquieu, ya al escudriñar el pensamiento de cualquier ordenamiento legal de los pueblos de derecho escrito.

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• Hay que reconocer desde luego, que toda perspectiva europea falla al enfocar su mira hacia nuestras instituciones jurídicas in · dígenas, por lo que no deben equipararse éstas a ninguna forma política de gobierno. creada en otros continentes. La tircinía, ausen­cia de derecho, en cualquiera de sus formas, sentará sus reales en México mienti·as no reconsideremos nuestros conceptos acerca de In democracia y de nuestras instituciones, y no tratemos de adap­tarlos a nuestra realidad, para su armónico desarrollo entre nosc­tros. Así no faltan hombres que se digan "sabios" que pretenden, sin saberlo, perfeccionar la obra destructiva de Cortés solapados en el indigenismo, y que creyéndose muy demócratas y hasta libera­les o de ideas avanzadas, pontifican acerca de los indígenas, dicta­minan y decretan sobre ellos sin consultarles, e inventan palabras rimbombantes para deslumbrar a incautos, como por ejemplo: Me­soamérica, incorporar al indio, por no decir destruirlo, aculturarlo, horizontes a.1·queológicos, etc. El problema es grave, porque los mismos que se declaran protectores de los indígenas son sus mayo­res enemigos, sólo anhelan la destrucción de la cultura anahuaca para ofrecerles ¿qué? ser parias de la cultura que con safia los ha venido aniquilando; tal es la decantada labor indigenista de algn­nos que se hacen pasar por revolucionarios sin serlo.

El Estado no se forma de esquemas ideológicos prefabricados, sino que estos deben proceder de la vida del pueblo. En el derecho indígena tenemos una fuente inagotable de enriquecimiento para el estudio de nuestro Derecho Constitucional, que de ninguna manera debemos desestimar, y antes bien, por el contrario sublimar, pues es nuestra herencia, nuestro patrimonio y diadema de nuestr11 corona, que nos hace inmortales, a pesar de las vicisitudes de la historia, así como Grecia será Grecia a pesar de todas las invasio­nes que sufriere. ¡He aquí por qué nnnca se hablará de Tenochtí­tlan sin calificarla, aunque sea en el pensamiento, de grande, lo que no siempre ocurre al hacerlo de nuestra ciudad de México!

Para poder justipreciar un sistema de derecho es menester analizarlo en sus fuentes, determinar sus característfoas particula­res, conocer su método de aplicación, y finalmente su eficacia en su cometido y aplicación. Tales puntos analizaremos brevemente a continuación.

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XXIX.-Fuentes del derecho anahuaca

Llámase fuente del derecho toda actividad humana tendiente a la determinación de clases de acciones, ya de carácter económico (útiles) o moral (universales), para normar la conducta y convi­vencia de los hombres entre sí.

En el derecho autóctono sus principales fuentes fueron: la tradición, las costumbres; la jurisprudencia, tradición de los tribu­nales; las autonomías territoriales e institucionales del Estado; las alianzas matrimoniales de los miembros de las familias soberanas; los pactos colectivos; la organización del trabajo; la amistad o enemistad entre los pueblos, y el Estado mismo.

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XXX.-Característica del derecho Indígena

El derecho autóctono presentó ante todo las características propias de un derecho consuetudinario clásico y adecuado a la idiosincrasia dE' los pueblos que lo desarrollaron, que supo sortear con acierto todas las dificultades económicas y desarrollar el progreso moral y político de dichos pueblos, en consonancia con los adelantos de su ciencia y de su particular pensamiento filosófico.

Todo, en la vida de estos pueblos, se regía armoniosamente por la costumbre, que se amolda espontáneamente a las necesidades humanas, y era considerada inviolable, porque responde siempre al interés concreto y general de la colectividad.

La costumbre, voluntad suprema que rige los destinos de la sociedad, unánimemente aceptada, de todos conocida, respetada y

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amada desde la más tierna edad (por cruel que ahora nos pudiera parecer), adquiere tal fuerza y eficacia, que la hace parecer viva, espontánea y anhelada al imponer un otden en la sociedad.

El derecho, producto de la convivencia humana, en cuyo con­tenido ideológico está la tradición cultural, adquiere a la vez el carácter indispensable y rígido de lo necesario y de lo conveniente, así como participa del carácter fluyente, acomodaticio y dinámico, de la vida misma de la sociedad en que rige.

Los ideales tradicionales transformados en una voluntad ()olec­tiva superior, común y polifacética, de constante realización prác­tica, aplicados al presente, .Y el presente vuelto de inmediato tradi­ción, tornándose hacia el futuro en constante anhelo de supera­ción y asimilación, producen una dinámica vigorosa dentro del ordenamiento aparentemente estático, aceptado por dicha tradición como ley fundamental.

Otras de las características del derecho autóctono son el ser funcional y relativo. Dada la idiosincrasia de los pueblos de Aná­huac, el derecho se veía afectado por el concepto que tenían del hombre, considerado como funcionario de la colectividad, lo cnal involucra una noción dinámica de servicio y relativa a cada indivi­duo. El derecho no podía, pues, revestir el carácter absoluto del derecho romano, ni clasificar todo por cosas, res, o por seres inde­pendientes, ens, ni establecer categorías abstractas de derechos: civil, penal, administrativo, obligaciones, contratos, etc., actit'ud que corresponde a un concepto estático e individualista de la vida, que se mueve mecánicamente por "entidades".

Los conceptos de persona, de autoridad y de jerarquía, que hemos estudiado, manifiestan claramente en el anahuaca una idea transitoria, fugaz, esencialmente perecedera y móvil, relati1;a, de la vida concreta del hombre en función de la colectividad, mientras que ésta sí reviste los caracteres de lo absoluto, permanente y sobe­rano.

De aquí, la necesidad que sentían ellos de colocar al hombre dentro de ciertas jerarquías sujetas a los dos grandes poderes, administrativo y ejecutivo, que lo impulsaban hacia la realización de los destinos del Estado o sea de la colectividad, como engrane de un inmenso rodaje, que no podía dejar fuera de sí a ninguno

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de sus miembros. Todo estaba hecho y previsto para la realización del cometido social, de acuerdo con el derecho, cada hombre en fun­ción de los demás y todos los hombres sometidos unos a otros bajo la idea directriz y soberana del bienestar común y de los designios tradicionales y futuros de la comunidad entera.

Esta movilidad aparente del derecho es lo que constituía la base de su firmeza y estabilidad, pues como declara Cicerón: "No hay causa de revolución donde cada cual está firme en su puesto,

r y no ve bajo sí un hueco vacío donde pudiera caer". (de Re Públi­ca, Lib. I, Cap. 45).

Si analizamos con detenimiento la organización de la federa­ción del Valle de México, vanamente buscaremos en ella el punto neurálgico o el talón de Aquiles, donde hubiera podido iniciarse una revuelta interna. Si sucumbió, como después veremos, fue por un principio de disolución social traído de España. Sucedió como con una maquinaria perfecta y precisa que sólo podía descompo­nerse con la introducción de cuerpos extraños a ella que no podían ser previstos; así todo este organismo se desbarató con los princi­pios de disolución importados por Cortés; la mentira, la traición, Ja felonía, la deslealtad, impuestas a sangre y fuego con máscara de cristiana santidad; fue el desquiciamiento total.

En el derecho anahuaca se aceptaba el principio jerárquico de las costumbres, por lo que, con el carácter relativo de la ley, siendo más estricta con quienes más poderes tenían, hacía que se estable­ciese un régimen de verdadera justicia inmanente, individual y colectiva.

Finalmente, a diferencia de los principios de la "Legislación de Indias" y del "derecho colonial" europeo, basados en principios contrarios al derecho, como son: el despojo, la usurpación y el reconocimiento del der·echo ¿? de la fuerza, que aún siguen impe­rando en el mundo (Suez, Marruecos, Argel, Chipre, Panamá, Guatemala, etc.), el derecho anahuaca en cambio, vinculado por alianzas matrimoniales a derecho supremo de los pueblos sobera­nos que primero ocuparon la altiplanicie, hizo que los anahuacas se considerasen herederos legítimos, huehuepipíltin, de esa rel2,­ción de poder qne es la soberanía, y no por vía de conquista, como falsamente escribieron Cortés y sus secuaces.

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Quien tiene conciencia firme de la legitimidad de su derecho, actúa sin ambages y por determinación propia; por ello los ana­huacas nunca buscaron argumentos justificatorios de su derecho, traídos con desatino y ocultando la ponzoña con visos de santidad o de cultura, convencidos como lo estaban de ser poseedores legí­timos de sus derechos, en tanto que la virtud de las llamadas "Le­yes de Indias" consistió en bellas sentencias escritas en buen pa­pel, que según frase consagrada desde Colón en Santo Domingo, se proclamaban diciendo: "¡ Acátense pero no se cumplan; al archivo!".

La rectitud observada por los indígenas en la aplicación del derecho, la fe que tenía en sus instituciones, se debieron principal­mente a esa conciencia firme de ser legítimos poseedores de una soberanía propia, ganada por herencia, común acuerdo o esfuerzo propio, acorde con sns ~reencias que se desarrollaban junto con los adelantos de la ciencia.

A tal actitud responde la contestación digna y firme que los ancianos de México dieron a los frailes militares al ser requeridos de abandonar sus costumbres y creencias: "Conviene con mucho acuerdo, dijeron los ancianos, y muy despacio mirar este negocio, señores nuestros; nosotros no nos satisfacemos ni nos persuadimos de lo que nos han dicho, ni entenderemos ni damos crédito a lo que de nuestros dioses se nos ha dicho. Pena os damos, señores y pa­dres, en hablar de esta manera; presentes están los señores que tienen el cargo de regir el reino y repúblicas de este mundo (Cortés y compañía); de una manera sentimos todos: que basta con haber perdido, basta que nos han tomado la potencia y jurisdicción real; en lo que toca a nuestros dioses, antes moriremos que dejar su servicio y adoración: Esta es nuestra determinación; haced lo que quisiéredes. Lo dicho basta en respuesta y contradicción de lo que nos habéis dicho: no tenemos más que decir, señores nuestros". (Coloquio de los Doce, Cap. 7, G.). Y lo cumplieron, pues podemos comprobar en nuestras fuentes históricas que ningún tenóchca dio información alguna a frailes y españoles; todo comentario a este relato es inútil, por lo evidente, en él se ve claramente quiénes eran los salvajes y quienes los bárbaros.

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XXXl.-Método de aplicación del derecho

El derecho vivido en las costumbres no requiere el aparato Mhl.• plicado que exigen las proclamas declamatorias de grandes prin­cipios jurídicos y de esquemas artificiales e impuestos, propios del derecho escrito. Lo fundamental es el procedirniento explícito, efec• tivo e inmediato para la aplicación del derecho en caso de infrac­'ción, ya sea por parte de la autoridad o de los particulares. Para ello vimos que tenían una extensa red de tribunale:;, con amplios poderes de acción y ejecución; entre los anahuacas se hacía efectivo el derecho en todo lugar y en todo momento.

Para clasificación de su derecho hay qué toma!' como base el carácter de la acción en el procedimiento que se inicia:

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a.-A petición de parte, por vía contenciosa contra particula· res, o de queja contra las autoridades, semejante a nuestro actual amparo, pero más efectivo y rápido.

b.-De oficio, cuando la acusación era de orden público, de carácter represivo o punitivo. Tales eran las dos formas de juris­dicción en el derecho.

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XXXll.-Sistema legal

Las leyes podían ser:

a.-Locales de calpúlli: que regían pertenencias y personas del calvúlli, por lo que practicaban el sistema llamado en Europa del estatuto personal, ya que cada persona debía ser juzgada de acuerdo con los usos y costumbres de su grupo, ya territorial o de su gremio en tanto que en el régimen de cosas se observaba el estatuto real del lugar, como puede comprobarse en materia mercantil y tributaria en el Códice Mendocino.

b.-Los fueros o derechos particulares. Independientemente de la organización territorial existía un sistema de derecho autónomo,

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basado en las instituciones del Estado: sociedades gremiales de artesanos y comerciantes, agrupaciones escolares, militares, sacer­dotales, científicas y de gobernantes, tecúhtin, cuyas normas eran reconocidas y respetadas por el Estado.

c.-El derecho común y lcis leyes comunes o universales. Las normas de la región tenían mayor ámbito que las anteriores, pero eran de derecho común de la región. La jurisprudencüi de los tri­bunales constituía el primer grado de aplicación general del de­recho común del Estado. Cada Estado cabecera de la federación tenía leyes propias comunes a su agrupación.

Finalmente, en Tetzcóco, lugar de arbustitos, donde estaban los archivos genealógicos de la federación, se legislaba para todo el régimen gubernativo de la federación; de aquí el famoso cuerpo de leyes comunes y universales llamado "Ochenta Leyes" nombra­das de N ezahualcóyotl, coyote ayunador.

Fuera de esas Leyes Fundamentales, la legislación de las ca­pitales no era tan generalmente aceptada en todas las provincias incorporadas, dando margen a una variedad considerable de leyes y costumbres; pues así como los mexicanos no obligan a los pue­hlos anexados a hablar su lengua, ni a adoptar sus creencias par­ticulares, tampoco los obligaban a aplicar todas sus leyes, por lo que florecían las instituciones y brillaba con pujanza la libertad junto con el derecho.

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XXXlll.-Sentido de justicia en la aplicación de la ley

Donde hay que buscar el criterio indígena, no es la formulación de sus leyes, sino en su modo de aplicación, en su p?'Ocedimiento, que es en la realidad lo que limita la acción, que es el derecho en acto, es decir, aplicado y cumplido.

La ley no era como en occidente, interpretada rígidamente a manera de "lecho de Procusto", con los principios antitéticos que han prevalecido: "La ley igual para todos'', germen de grandes injusticias, o su contrario el de la casuística, propio de la Legisla­ción española de Indias, "La ley diferente para cada caso particu­lar", que viene a ser la negación del derecho mismo y es propio de los absolutismos y tiranías que dispensan la justicia al antojo.

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Los anahuacas resolvieron el problema al considerar la igual­dad relativa de los hombres entre sí, sometidos a una ley flexible, sujeta al arbitrio judicial, la que con firmeza, en caso de conflicto, determinaba la justicia en lo concreto, mediante la sentencia, con­siderado que a Il}ayor grado jerárquico en la sociedad, mayor, res­ponsabilidad y mayor rigor en la aplicación del derecho; de allí la importancia fundamental que tenía la jurisprudencia de los tribu­nales y el amplio arbitrio judt'.cial.

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XXXIV.-Sentido equitativo del derecho autóctono en la economía

En cuanto al régimen de bienes, sistema de remuneración y distri­bución de la riqueza pública, coincidía nada menos que con el rea­lizado por los discípulos de Cristo en la primitiva iglesia de Jeru­salén ,a :raíz de la crucifixión, antes de que la Iglesia adoptase como base el sistema de explotación del imperialismo romano: "No había entre ellos quien considerase como suyo lo que poseía, sino que tenía todas las cosas en común. No había entre ellos persona necesitada", pues todos traían sus bienes, y " dábase a cada cual según sus necesidades" (Hechos de los Apóstoles, II, I; IV, 32, 34).

El espíritu evangélico venía mejor al indígena que a sus pre­suntuosos "maestros'', según testimonio unánime de los v.erdade-

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ros cronistas, los que afirmaban que en materia de virtud, conti­nencia, sobriedad, pobreza, sufrimiento, sacrificio, paciencia y desprendimiento, los frailes nada tenían que enseñar a los nativos, en cambio sí mucho qué aprender de ellos.

Dar a cada cual según sus propias necesidades y méritos, no fue como en Europa simple fórmula, sino palpable realidad en los anahuacas, a diferencia de la fórmula de la justicia romana de "dar a cada cual lo suyo", principio absoluto del individualismo egoísta, y es porque para los indígenas la propiedad era patrimo­nio de la colectividad y no del individuo.

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XXXV.-Objeto y cometido de la ciencia del derecho en Anáhuac

Desde las escuelas, que como vimos eran verdaderas escuelas de derecho, donde les enseñaban a vivir las costumbres teóricas y practicamente, "comenzaban a enseñarles, refiere el Huehuetlah­tólli, enseñanzas de los antiguos, cómo han de vivir, cómo han de respetar a las personas, cómo se han de entregar a lo conveniente, in cuállotl, a lo recto, inyécyotl, lo conveniente, han de evitar lo malo, huyendo con fuerza de la maldad, la perversión y la avidez".

El objeto del derecho era el conocimiento de la vida en su doble aspecto, individualidad y colectivo, y conformar la conducta humana a sus determinaciones, obrando lo conveniente (economía, utilidad) y lo recto (ética, moral), evitar el mal, hacer el bien,

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....

huir de la maldad y, desde el punto de vista social, el respeto a los demás y estar al servicio de lo que conviene a la colectividad. Tal concepto del derecho conserva toda su lozanía para nosotros.

La mayor recompensa que anunciaban a todo buen ciudadano que observaba el derecho, era la estimación general: "Obrando bien, serás estimado por ello, se dirá acerca de tí lo conveniente, lo recto." "Con lo cual serás bien estimado y podrás convivir con la gente." (Huehuetlahtólli).

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t: XXXVl.-Eficacia del derecho

El testimonio unánime de los cronistas, la consideración de múl­tiples anécdotas que nos refiere la historia y la observación actual de pueblos apartados, de indígenas que aún se rigen por sus tra­diciones y costumbres particulares, nos inducen al convencimiento de la eficacia extraordinaria que tuvo el derecho autóctono. Esta eficacia no está sujeta a duda, pero lo que nos interesa sobre todo, es determinar las razones de su virtud, para provecho nuestro.

Desde luego, los tlamatiníme, sabios anahuacas, no dejaron de proclamar la grandeza del derecho, que es la ciencia de la vida y el arte de vivir de acuerdo con b naturaleza y las enseñanzas de la tradición.

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.....

El derecho, en armonía con la religión, la ciencia, las costum­bres y la historia, era el principal vehículo para producir ese con­vencido sentimiento de unidad de destinos en los miembros del Estado, que es la patria.

A mayor abundamiento, la enseñanza encaminada al conoci­miento y a la práctica y justificación del derecho, contribuía pode­rosamente a formar el hábito de bien y la disciplina en el hombre, a beneficio de la colectividad. Con el conocimiento se crea la fe en el derecho y ésta se traduce en convencimiento y voluntad firme de realizarlo o cumplirlo sin mayor averiguación.

Pero además de estos factores espirituales, habitualmente dis­puestos para la realización eficaz del derecho, existe la particula­ridad de que el derecho mismo en su estructura, en su contenido, en su funcionamiento y en su aplicación, se adaptaba, conformada y seguía íntimamente a la constitución e impulsos de la naturaleza humana y no a esquemas artificiales. El derecho indígena no puso el acento sob,re el régimen de las cosas, ni se fundó sobre catego­rías abstractas y un tanto deshumanizadas del mismo. El derecho autóctono puso el acento sobre la naturaleza misma del hombre; para los anahuacas la dinámica de la tradición fluyente de la co­lectividad es lo estable, lo que queda, lo que permanece, por eso se presenta: comprensivo, respecta las autonomías e instituciones humanas; elástico, flexible, se adapta a toda situación de hecho que pudiera surgir, y, humano, porque fue creado esencialmente por el hombre y p[\ra el hombre, sin mayor justificación que la observación de su naturaleza y la actitud asumida por él a través de la tradición en la historia.

Este sistema jurídico relativo, dúctil y flexible, se vio perfec­cionado mediante procedimientos de justicia rápidos, único medio de dar eficacia al derecho, porque sólo la acción contradice y li­mita a la acción, y no las abstracciones por bellas que parezcan. He aquí en suma, las razones principales de la eficacia que tuvo el derecho indígena, que contribuyó subremanera a realizar el desarrollo y progreso, tan admirado, del Estado federal del Valle de México.

"Preguntando a un indio principal de México, escribe Zorita, qué era la causa porque ahora se habían dado tanto los indios a

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pleitos y andaban tan viciosos, dijo: "Porque ni vosot,ros nos en­tendéis, ni nosotros os entendemos, ni sabemos qué queréis. Ha­béisnos quitado nuestra buena orden y manera de gobierno, y la que nos habéis puesto no la entendemos, e ansí anda todo confuso y sin orden y concierto. Los indios hanse dado a pleitos porque los habéis vosotros impuesto en ellos, y síguense por lo que les decís, e ansí nunca alcanzan lo que pretenden, porque vosotros sois la ley y los jueces y las partes y cortáis en nosotros por donde que­réis, y cuándo y cómo se os antoja. Los que están apa,rtados que no tratan con vosotros, no traen pleitos y viven en paz; y si en tiempo de nuestra gentilidad había pleitos, eran muy pocos, y se trataba mucha verdad e se acababan en breve porque no había dificultad para averiguar cuál de las partes tenía justicia, ni sa­bían poner las dilaciones y trampas de ahora". (p. 101). Así es como los bárbaros de España destruyeron la cultura.

El derecho protegia y determinaba al grupo, y dentro de éste cada cual ejercía sus derechos individuales, de manera que de he­cho el hombre, con el estatuto personal, era protegido en la esfera de su acción para su desarrollo material y espiritual, pero siempre en función del bien colectivo.

Si la organización política anahuaca difiere y se asemeja a las formas políticas de la antigüedad clásica, a su vez participa de gran semejanza con algunos sistemas políticos modernos; pero en muchos aspectos, se manifiesta más progresista que éstos y de una eficacia incomparable.

En efecto, el derecho constitucional anahuaca presenta un fe­deralismo en toda su pureza, como armonía económica de lo vario, realizando la unidad en la diversidad cultural de los grupos incor­porados al Estado. Régimen de pluralidad cultural y de autonomías regionales e institucionales, dentro de la unidad fiscal y económi­ca; por ello hemos afirmado que se trata de un federalismo puro,, pero además de gran perfección política, ya que garantiza en grado sumo, el orden y la libertad, y de una eficacici comprobada en la historia, digna de tomarse en cuenta.

La perfección de este sistema es patente. La combinación del federalismo estatal con el federalismo interestatal, que iniciaron los anahuacas, constituye en la actualidad un ideal que se intenta,

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pero q<Je aun no se ha cumplido, en los llamados g_rupos de "la comunidn.d inglesa", la "federación federal de Repúblicas Soviéti­cas, la decantada 'hispanidad franquista' y la 'Organización de Naciones Unidas', las que tarde o temprano llegarán a formar la federación federal de Estados del universo, una vez que se llegue a b convicción de que es vano fundar la organización política so­bre empirismos mitológicos de lengua, raza, creencias o persona­lismos, como ,resulta vano el creer que quien no hable inglés deba s·ar laeayo, que el que no sea católico deba ser proscrito, que el que no piense como Marx deba ser sobajado, o que el Estado que no sea de los grandes no merezca protección, porque tales conceptos no son del humanismo.

En cuanto al funcionamiento del sistema anahuaca, mutatis mutandis, es extraordinario el parecido que tiene con el inglés, padre del constitucionalismo moderno; por esto, examinando de cerca los hechps, no es de extrañar la semejanza que existe en los ,resultados prácticos obtenidos por ambos pueblos en la vida políti­ca y en el modo de anexar a otros pueblos, para lograr su propia hegemonía (los ingleses sobre los pueblos europeos y los náhua sobre los pueblos de Anáhuac). En ellos no es la fuerza la que pri­va, como en los romanos y españoles, sino el espíritu de orden y el genio de organización de la libertad, aprovechando todos los medios, principalmente económicos, y métodos de selección técnica, para lograr sus propósitos; pues no basta ostentar o adoptar una forma de gobierno, para que como sacramento, se piense que es un "Sésa­mo ábrete" del éxito político, sino que hay que buscar el mejor medio para que el manejo de la cosa públ'icci recaig.a en las manos más aptas, competentes y justas. Y en esto, como podemos com­probar, los anahuacas fueron verdaderos maestros.

La perfección de esta máquina política se comprueba, sobre t odo, al observar su dest,rucción; un pequeño tropiezo imprevisible podía paralizarla; bastó con la presencia del principio de disolución social importado de Europa, para que toda esa maravilla se desin­t egrara. Tal explica el que tan sólo veinte ingleses atrevidos logra­sen adueñarse de la India, y el que Cortés, con unos cuantos milla­res de europeos, se apoderase de Anáhuac. No fue el genio, ni el valor de unos y otros lo que les dio la victoria, sino el principio o virus de la disolución social a través del oro y de la intriga, que

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introdujo subrepticiamente la traición y el propio aniquilamiento en organismos innocuos y expuestos a virulento contagio social.

Naciones adelantadas protegen a sus pueblos minoritarios y les impulsan a conservar sus costumbres y su organización mejo­rándoles sus condiciones de vida, pero sin quitarles el idioma, por considerar que es para esas grandes naciones un enriquecimiento cultural, mientras nuestros indigenistas y malinchistas pretenden como programa nacional ¿? asesinar a nuestras comunidades au­tóctonas so pretexto de la mal llamada "incorporación y acultura­ción" de las mismas.

La visién ele nuestra pasada grandeza y la hecatombe que se eirnió sobre nuestra patria desde la invasión de Cortés hasta nues­tros días, debe impulsarnos a recoger los despojos de este naufra­gio. ¡ Salvar la cultura indígena es salvarnos a nosotros mismos y reconstruir nuestra grandeza!

"TIHUI TIHUI"

México, D. F., 30 de Mayo de 1978

IGNACIO ROMEROVARGAS YTURBIDE,

doctor en Derecho.

151

...1111

INDICE ONOMASTICO

A

Acamaplctll, 14 Aca tlyacApan, 45 "colhu~an. 1, Acos ta P. .J., GO, 61, '16, ,, Ac hcaucalll, H Agamemnon, 81 A lciblades, 129 Alemania, 11!! An:\huae. passlm Aquiles , U 5 Arge ntina, 41 At enas, 120 Atzacua\lco, 41 Azcapotza\lco, 108 A xa cya\catl, 4G

Ha d iano, '16 Hrnsil , 45

B

e

('al p i<'hcac(•lll: 47, 92, 93 Calmo'c·u.c: 60, 62, 6'1, 6!1, 8-l, 100, 115,

125 ('umaxtll: 43 ( ':irnwn : 44 ('C'rvan tc·~ de Salazar; 118 ( 'i1•e.rón : 135 ('ihuat l'O<'ll.lli, 6-l, 34 ( ' ihnatlahto<'an, 117 t'inkotl, U <' i¡mctónal, 41 ('lavij.-ro: 41i, 7•i ~ 1, 107 ( 'údi<'c ~kndoclno, 139 f'ohuatlleuc, 41 ( :ohuatPpantll, 45 f'olbcrt, 116 (' olhut\can . 41, 46 f' olón , 136 Colo1¡ulo d e los DoN\ 136 Congrl'SOS ('on~tltuycntl's, UI

152

Constantinopla, 103 Constltucl6n, l:t Co~s; 48, IOS, 110. 130, 1:1;;, ISG. 130 Corregidora, &8 Correo mayor, 44 Cristo, 14S Cuauhcalll, H . n. 101 Cuanhqulahuae, &4 Cuauh~oe. 45 Cuahtttlan, :n euanhtlloeelotl. ns Cuanhxlcalll, 44 Cut"pohpan, 41 Culcaralll, n , 61, '11, 'l '!, ll-1, 118

OB

('balt"hiuhcfhuatl, &4 f'h ieomt"C6hu atl, 44 ('hi-. 59, 95 C'h iptt, 135 C'hol611an. 110

D

o .. rt'clto can6nleo, UO Dl'rt'<'ho ronstltuclonal, lSO l>f'recho romano, lM Díaz llt•mal, 113 Distrito }'f'df'ral, 4'! nura\n, 91

B

l-:l'hc•1•at1•r11htll. 41, EinstPin, • 4~ El Saln 1dor, 'n l :spaiia, 1:15, U9 t :stado, passlm ~:stiLdo!l l'nldos de A. 11! Europa, 127, 1S9, lü, UO

F

F:u-n ltl\d tll.• Dt'ttcho, U O

\'

\

Federico de Prusia, 11:1 Francia, lU

o

Gonza\les Obrec6n, H Gordiano, 8Z Grecia, lSO Guatemala, '1, 45, '8, 135

R

Hechos de los Ap6atoles, 148 H errera. 78 Historia Anticua., 81 Historia Natural, 14, 60, 62', n Huchuetlaht6lli, 14ó, 148 Hueyamanqul, 4 7 Hueyteoca\lll, « Hueytlahtoca\yotl, 51 Iloytzompantll, 45 Jlultzilop6chtll, 41, 43, 84 lluitznáhuac, 44, 84

I

Ichpochcálll, 61, 64, 118 Iglesia Cat61lca, 112, 143 India, 150 Inglaterra., 54, 112, 120 Isabel la Cat6llca, 45, 46, 111 Ithualll, 44, 47, 48, 110 Itz6can, 108 Iltzquitécatl, U, 84, 100, 114 Ixmom6ztll, H lxtllllan, 4S Ixtlllton, 4S

J

Jerusalén, 148

L

Landa, 112 Lcglslacl6n de Indlae, 185, 188, ISO Luis XIV, 115, IZO

M

lllacullx6chltl, U Made.ro, 48, 48 Marx, 150 Marruecos, 185 Mendlza\bal, ,2, 118 Mcsoamérlca, 180 Me:dcatl, 84

México, Paa•lm Moneda, '8 Monte de l'ledacl, &5 Montellqnleu, 119 Motecuhzoma Dhnlcamlna, &8, n Moteeuhzoma Xocoy6tzln, 46, &8, 110, Motollnfa, 108 Moyoeoxcatltlan, 41 Mlxcoaea\lll, U, 61, 72, 118 Mlxe6hua Tlayl6tlac, 101, 109 Mlxc6huatl, H, U .

N

Naciones Unldall, 149 Neza hua.lc6yot.t 140 Nueva Espafia., 61 Nuevo Mundo 20

o

Ochenta Leyes, 140 Orne Acatl, 43 Orne Tochtll, 44, 84

p

Palacio Nacional, 48 Panamá, 135 Palma, 46, 47 rantla\n, 135 Pay nal, &l P edro tic Arag6n, 61 Pér ez !\lartinez Héctor, lU Perieles, 129 Perú, 76 Petlacaleo, 47, 92 Plancarte 82 Platón, 59 Plaza de la Constitución, 44, &8 Pochteca tlahtoct\yotl, 101, 109 Pochth\n, 88, 108 Pomar, 85

Q

llS Quinto Sol, 18 Quctzalc6huat.t, 41, 43, es. 8& lit

• Rusia, 59, 95, 112, 119

s-

Snhagún. 64, 67, 88, 69 93, 100, lH

153

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... ...,. ... " ... ~&1 ... 6-- .. Leida, " .......... ª a.ata Jf.arfa La Redonda, '1 ..... Demlllp.U 86Mr1U• 11 &el.U a.-.." s.-. l.U

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~u.n.1tt ~ ltt. ltJ.. ltl ......... ~17 ~ ... 101 Tet¡inD--.111, ltl Teelalalo;,an. lM ~UpU07-. " T~ paubn ,_oda. 17 Ten<>ohlttJan. paubn Teoca.ltlaplalU, .. Teopan. Cl

'hotlh"UacU. 'ª TeotMclaeo, "' Tebo6ee. PllUlnl TetiamatsaltlO, ''• H Tetlaaontequlltea. 99 'l'eseaqwüuao. u T-Wp6ea. U, ·~ 8'1 Teacata6nea&I, U Tluu1ufllt11, 10'1, 109, 110 'l'fcna, 18, JO T~lncal, '8 Tlacateo6Jltu, " TlacOr.-n, Tacuba pa1111lm TlaoldWa, f8, 100 TlahMean, Sl, 40, U, U, f9, • . • .• . U, 58, 93, 102, lOS, 111, ••.

llT, 111, DI 'l'lalteu. .. 'l'laquenehluhcan, u Tlaoaquillacalll, 109

154

TWoe, u. 0. I& Tlatel61ce, &7

~" Tllllanclloo, ta Tllllan Caim&ao, 'l. •J. ... 1M T6ol, .. T61Jan. '1 Tonatluh, 'ª• U T6iec. 8' Tot-0lcac6111, &7 T6xcatl, '8, 111 T qpAme lncal, ..

u

Universidad, U , 'ª Universo, ! O

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Valle. de 1'16xlco, 93, .ue, 111, H8 Venecia, 108 Venua, 18 VleJo Mundo, to

XI~, 1t8 Xll6nen, "

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Xfpe T6tec, '5, 88 Xluhtecdhtu, '1, '5 Xocohu6b l, H X6cotl, " XochHhultl, l'1 Xochbnfloo, U X61otl, U

~

Yahcatec6htll, 110 l!oploo, '5 YucatAn, 113

z Zorita, 111, 148

Este libro se terminó de imprimir el día 23 de enero de

1988 en los talleres de Artes Gráficas Padel, instalados en

la Calle 7 Oriente número 1808, local L de la Ciudad de

Puebla.

N!! 777

,.

EN ESTA OBRA EL DR. IGNACIO ROMEROV ARGAS

I ITURBIDE, AUTOR DE SETENTA OBRAS SOBRE LA

l HISTORIA DE MEXICO, EXPLICA CUAL FUE LA

ORGANIZACION SOCIALISTA DE LOS PUEBLOS DE

ANAHUAC, Y SEÑALA LOS PUNTOS CLAVE EN LOS

QUE SE APOYO EL SISTEMA ECONOMICO QUE DIO

ORIGEN AL PODERIO DE LOS NAHUAS.

LA HISTORIA UNIVERSAL CITA DOS CULTURAS

EXTRAORDINARIAS: LA EGIPCIA Y LA CHINA; SIN

EMBARGO, HASTA AHORA SE EMPIEZA A DESCU­

BRIR LA VERDADERA GRANDEZA DE LA CULTURA

DE ANAHUAC, VERTICE DEL TRIANGULO QUE-SOS­

TUVO LA SINGULAR CULTURA MUNDIAL, DE UNA

GRAN EPOCA .

...