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Oro%co - "mentiras acorazadas en másca,ras horrendas"
* Se trata de una charla ante un grupode argentinos. U. de M. la recoge con el doblereconocimiento de su calidad intrínseca y deque atañe a comunes problemas hispanoamericanos.
Thoreau y que perfeccionaron Tolstoiy Gandhi: la desobediencia civil.
Sobre todo sabe ahora'quiénes son susenemigos, en qué trincheras están y hastacon qué uniformes de soldados de la república se disfrazan. Sabe nuestro pueblo, y cada día 10 sabe mejor, que puedenegarse a servir de instrumento a la ambición, al atropello y al crimen, que. puede cruzarse de brazos si se lo obhga amanejar la cuchilla de la guillotina; quepuede decir no. Pero la verdad es que todavía teme declarar que se le ha reveladoel secreto de su fuerza, que antes era sudebilidad, y de la debilidad del enemigo,que antes era su fuerza.
Al descubrir la quiebra de los valoresen que se fundaban el respeto y la obediencia; al ver que divinidades que se leenseñó a venerar como sagradas: la escuela, el libro, las leyes, la tradición, eranídolos fabricados como los antiguos depiedra para sojuzgarlo y atemorizarlo, seencontró a sí mismo. Encontró al menosel camino para liberarse de esos prejuicios, que ya Lord Bacon denominó "~~o
los de tribu", para su autorrecuperaClOl1.N uestro pobre pueblo ,se halló a sí mismo cuando fue engañado y abandonado,porque entonces sintió que estaba solopero también que era fuerte. Comprendióque sus guías y mentores 10 entregabanatado de pies y manos a sus expoliadoresy amaestradqres, a los que detentaban lospoderes de la riqueza, la ley, la fuerza yla educación. Porque así como se le había demostrado con tal ferocidad comopara que no pudiera dudar, que los institutos del orden eran patíbulos inquisitoriales, así que sus instructores eran instrumentos de la misma opresión aunquemás disimulados. Fue en la cárcel dondeaprendió a leer y a escribir. Aunque todavía silabeando, sabe cómo leer libros yperiódicos que se imprimen para ofus-
Por Ezequiel MARTINEZ ESTRADA
LOS 'IDOLOS DE LA~ TRIBU~
UNlVERSID40 DE MEXICO
UNO DE LOS SíNTOMAS auspiciosos deque se inicia una nueva concienciasocial en nuestro país, es el des
pertar del espíritu de solidaridad, hastahace poco adormecido y desfigu:ad~ enla noción cabal., de qué es la sohdar~dadhumana. Sentimiento que muy poco tIeneque ver con' el que se le ~r~dicaba al p;leblo al incu1carle un espmtu de rebano;un 'espíritu de cuartel, de sacristía, de co-mité y de campo de deportes. .
¿Cuáles han sido las causas determl.nantes de ese despertar? Son muchas, y. entre las principales l~ violencia brutalque los poderes públicos, por sus órganosinstitucionales, han ejercido sobre el pueblo. La brutal represión de ideas y demanifestaciones de repudio contra la arbitrariedad, han encendido la llama de lajusticia. Así sucede siempre, como nos 10enseña la historia que los gobernantesdesconocen. Así sucedió con Ja bárbararepresión de 1905 en Rusia, que no haservido de ejemplo, y cuyo capítulo finalse cierra en 1917.
Hoy el pueblo, la masa de la ciudadanía col1)o para el caso se la designa también, sabe que tiene derechos y deberes,que no son los de los códigos ni los catecismos. Lo sabe, aunque todav}a no se leha -revelado con franqueza y lealtad hastaqué punto muchos de sus derechos consisten en decir sí y muchos de sus deberesen decir no. El derecho de exigir, que espositivo, y el de negarse y' aun rebelarseque es negativo. Mejor dicho, que es undeber. El deber de no prestar obedienciaa la opresión, a la violencia ni a la indignidad. Nuestro pueblo, decepcionado dejueces, líderes y maestros, va adquiriendopor sí, por sus sacrificios, conciencia desus debilidades y sus fuerzas. Una de susdebilidades es su obligada obediencia;pero precisamente la obediencia al d,eberde conciencia de no someterse al mal descubre en él su fuerza efectiva, la únicaarma que tiene mayor poder que las armasautomáticas y hasta que las armas atómicas. Arma que descubrió Henry David
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piedad doméstica. Las virtudes de Asunción, en este punto, superaban l~s de todos sus ancestros. Ella fue la pnmera enmandarse arreglar un oratorio privado,durante los años de la persecución religiosa, y era cosa de asombro escu~har undía al licenciado 'Ba1cárcel despotrIcar, enpleno Jardín de la Unión, cont.ra ~l complot de los curas, y ver, al slgtllente, adoña Asunción metiendo imágenes de laPurísima a la gran casa de cantera. Locierto es que el señor Ba1cárcel nuncadejaba de asistir a los rosarios que, todaslas tardes y de ac\terdo con la costumb\e introducida en la familia por Guillenntna Montañez, celebraba su esposa. La heredera de tantas virtudes cristianas recordaba, con horror, que su abuelita, la andaluza Machado, se reía mucho de estasceremonias y decía que a Dios se le honraba por dentro, no por fuera. ¡Estabatan chocha la pobre! La contradicciónentre las actitudes pública y privada desu marido, por 10 contrario, nunca alarmaron a Asunción. Aquí se trátaba -yella lo comprendía- de una cuestión política, de hombres, en la que las mujeresno tenían por qué meterse. Más allá deesta justificación, sabía también que lacorrecta posición política había definidosiempre la bonanza económica de la. familia, y ella no era tan torpe como parasacrificar el bienestar del más acá porel del más allá, sobre todo cuando podíanasegurarse ambos. ¿N o debían los Ceba1I0s su fortuna a la buena voluntad delGobernador Muñoz Ledo y a la del Gobernador Antillón, no la habían incrementado merced a la del General Díaz? ¿ Porqué, ahora, habíall de enajenarse la delGeneral Calles? O la del General Cárdenas, cuan'do demostró 'que no sería unpelele. O, por fin, la del General AvilaCamacho, durante cuya ,presidencia JorgeBa1cárcel se permitió el lujo de sincronizar sus creencias privadas con sus declaraciones públicas. De esta manera, el tíopudo ser, sucesivamente, diputado local,director del Banco del Estado y, a partirde 1945, próspero rentista.
Fernando Ceballos continuó atendiendo el comercio de San Diego, Tuvo queimplantar algunas reformas, principalmente la venta de trajes hechos. Dejó devender las ricas mercancías que los parroquianos de antaño adquirían, cuandola vida' social de la ciudad era más selecta, y se especializó en un muestrariomediano de casimires y gabardinas baratos, estampados y telas de algodón. Tratóde recoger el hilo de su despreocupadavida juvenil, pero ya no le fue posible.Darse tonos de riguroso hombre de hogartampoco tenía !¡entido, sin Adelina. Elbuen hombre quedó suspendido en un término medio de simplicidad e inhibición,qceiltuado por el desplante social con quelos' Barcárcel conducían sus vidas. Pen~~ba; a veces, en Adelina. En alguna ocasIón la vio, de lejos, en la iglesia, y sintióculpa'y vergüenza. La mujer espigadase "hal}~ desencajado, era puro hueso.Fernando, de buena gana, le hubiese llevado al chico más de una vez. Pero esascosas- 'se van dejando pasar, y el comerciante nunca tuvo la decisión suficientepara arrancarlo a la estricta vigilanciade Asunción, y menos la necesaria para
. hablarle a Jaime de su madre.Esta fue la tradición heredada por Jai
me Ceballos, y este el ambiente dentro delcual' creció.
UNIVERSIDAD DE MEXICO13
"El pueblo sabe ya qltiénes lo embaucan"
:'nuNtro pueblo :humillado y castigadQ" _
propaganda en el sentido de que se trataba de cumplir la ley. Aumentó el cebotentador y algunos infelices se ofrecierona servir la ley, a estrangular y decapitar.En la necesidad de mayor número de servidores de la justicia, elevó aún los es,.tipendios y destacó más el honor de esaobediencia. Ocurrió entonces que tantoscomparecieron, que tuvo que ponerse condiciones embarazosas para limitar la admisión de postulantes a verdugos.
Cuando el ser humano vive una existencia saludable, casi no percibe que vive.Es necesario el dolor para qué despierteal sentido profundo de la vida. Esta ideaes de Dostoiewski, otro de mis maestros,más que Tolstoi. Y cuando se siente atropellado, \r.ejado y expoliado percibe lanecesidad del apoyo mutuo, tanto de losotros para sí cama de sí para los otros.El sentimiento de la solidaridad humana,que entre nosotros despertó tardíamentey que aunque no se ha organizado bien. esde los más puros y nobles instintos de laespecie y yo no siento ningún escrúpuloen est;mularlo hasta sus últimas posibilicddes. Se lo posee como don natural,pero se aguza y se exacerba 'con las dificultades que se le oponen, y en razón delgrado de esas dificultades. Como toda dificultad, ella misma sugiere la forma devencerla. Esta es la fuerza creadora dela libertad. aue no puede ser jamás unaconquista individual sino colectiva. Puesbastaría que hubiera un solo ser privadode ella para que no existiera realmente.Dostoiewski hace decir a Ivan Karamazoff, ,conversando con Aliocha, que le bastaría saber que en alguna parte del l11undoun criatura sufre castigo o cualquier clasede violencia para no poder creer en Dios.N o es un mero concepto literario, sinoun precepto filosófico y jurídico. El artículo 34 de la Declaración de los Derc~
chos del Hombre y del Ciudadano de laConvención Nacional Francesa, establecióel precepto de que ','Hay opresión contr,ael cuerpo social cuando uno solo de su"miembros es oprimido." Y también /puedo citar el caso del capitán Dreyfus, parano ensañarme con nosotros;' todo el mundo sabía que era' inocente del delito detraición por el que se le había degradadoy condenado, pero el tribunal de los representantes del honor y la justi<;ia de supaís falló en el sentido de qu.e era preferible sacrificar a un hombre lllocente quepermitir el desprestigio de una institu~
ció:1. Esta monstruosidad hizo comprelider al pueblo sano, a la conciencia huma-
mandato más imperativo que el de la ley,y que es el de mi conciencia. Este con flicto C:;C poderes, que Sófocles planteó en sutragedia Antígona, lo aprendí de dosde mis mayores maestros: Thoreau yTolstoi. De Thoreau en su Desobediencia civil,. de Tolstoi en su panfleto tÍtulado: N o puedo callarme.
.iste panfleto es una carta abierta di~
rigida al zar y escrita en 1905, poco después de fracasar la revolución estalladaa raíz de la derrota de la guerra rusojaponesa. Ocurrió que la represión delgobierno fue atroz. Las condenas a muerte eran tantas que se demoraba la ejeCltc:ón de las sentencias por falta de verdugo!' Porque ningún ciudadano, ni elmás m¡'serable, ni el que desfallecía dehambre, se degradaba hasta aceptar oficio tan infame. El gobierno ofreció mayor sueldo y premios 3. los v~rdugos ,: hizo
carla y reducirlo a impotenci.a por desánimo y por pavor. Sus gl1ardIanes le enseñaron a descifrar los jeroglíficos de losescribas y fariseos. El pueblo sabe yaquiénes lo embaucan y cómo, quién~s lotraicionan y cómo. Le falta descub~lr elprocedimiento para no pagar ese tnbut.ode sudor y lágrimas a los ídolos sangUInarios.
Pero todavía tiene miedo de manifestarsu repudio, aparte de que no tiene dóndehacerlo, porque ello exigiría nada menosque una revolución de barricada. Paraayudarlo en esa tarea es que nos hemosreunido. Los trabajadores manuales y losintelectuales, que somos el pueblo y nohay otro, vamos a buscar la forma dedesenmascarar a nUllstros enemigos. Loque tenemos que procurar ante todo esque el pueblo crea en su verdad, en S11derecho, en sus deberes que son correlativos. en su buen sentido común, aunquehaya de negar la casi totalidad del credoque se le ha hecho respetar y acatar. Entre las mentiras que le han inculcado paraque mantenga con ·su sudor y su s~ngre ;L
sus jurados enemigos, a los que (llsponen(~e su jornal, de su honra y de S11 ·I)az.aquellas mentiras acorazadas en máscaras horrendas. Tenemos que colaborar.con otros obreros de la libertad ~\ q11: elpuehlo, si no puede librarse ya de suscarceleros, adquiera conc;encia de que está prisionero de su debilidad y de S11 :niedo, y que su debilidad y su miedo <:'5 loque constituye la fuerza'y el valor de susenemigos. Pues tan acostumbrado está ala obediencia pasiva, que hasta palabrastan innocuas como las que acabo de pronunciar pueden pa~ecer sediciosas a :nuchos corazones sanos como va lo parf'cíeron a muchos cerebros enfermos. Perotambíén yo cumplo (('¡n el santo deber de
'la desobedíencia en cuanto cumplo un
figura la sociedad. Es una estructura convencional, artificial, a cuyo sostenimientodeben atender con vigilancia insomne lasinstituciones político-jurídicas. Y aquellaotra que se constituye espontánea e instintivamente, por necesidad de convivencia, como la familia, las tribus y los clanes, las hermandades, logias y artesaníasy que configura la comunidad. Es ~.ma
estructura natural, específica, que se sostiene erigida y eterna por la condición humana del hombre. Entre nosotros son aúndébiles y por igual el sentimiento de sociedad y el de comunidad, y este últimomuchísimo más débil por vicísitudes étnicas e históricas.
Esa confusión de términos y de <;onceptos ha dado lugar al malentendido, queya se explota con fines demagógicos, deque unión es igual a comunión. Se predica la unión de los argentinos, sin decirpara qué, ni si se trata de una sociedadanónirria por acciones o de una superordenación espiritual. Lo que yo quiero esla solidaridad humana que hace del individuo un elemento vivo de un todo orgánico y no la unidad de una suma. la fichade un prontuario policial. Quiero la comunidad de los hombres libres, dentro ofuera de la cárcel, V no la reunión de losciudadanos en recua; la cooperación parala defensa de los derechos humanos mucho antes y muy por encima de la defensade los derechos ciudadanos: la cohesión vu"o el amontonamiento en el corral ni e~el arreo; quiero que diferenciemos la sociedad anónima capitalista de la comunidad filantrópica en que cada cual entregalo que es capaz de dar y recibe lo que necesita. Si esto se obtiene aquÍ, donde '~sta
mas, o se hubiera obtenido en las aulasuniversitarias que se 'nos negaron,' en elrecinto del Congreso o en la plaza pública, me sería absolutamente indiferente.Lo que quiero es que tengamos conciencia clara de por qué y para qué nos hemos reunido con el propósito de no separarnos más. Nos hemos reunido parasentar las bases de una comunidad o soli·daridad humana continental, y no paraque nos encuentren ,¡untos si vienen a llevamos. Y además, para esto que deboconfesar: para defendernos contra los impostores, contra los instructores, recaudadores del fisco que son los sediciosos consuetudinarios contra el orden social; parahablar en voz alta y a la luz del' día, sipodemos, o en voz baja y a oscuras si,como tantas otras veces, no nos 10 permiten.
"atropellado, vejado y expoliado"
UNIVERSIDAD DE MExtco
a pagar; desobedeció. Alegó que se reconocía obligado a -pagar impuestos paraescuelas y obras de adelanto, pero quenada podía obligarlo a que lo pagara parala guerra. Lo pusieron preso. Y estandoen la cárcel descubrió esto: que él, encar··celado, era un hombre libre, y que lo~
que transitaban por la calle, en la lib"rtad porque habían pagado el impuesto, noeran libres. Como en un relámpago se leiluminó e! mundo. El pertenecía a la ,clasede hombres decentes, a la clase propensaa ser humillada y encarcelada. Lo mismodescubrió Dostoiewski estando preso enSiberia pocos años después: que la mejorgente de Rusia estaba en la cárcel. Thoreau nunca se rebeló contra el Estado, sesintió desobligado del contrato de obediencia por razones de dignidad. Yo y los quepiensan como yo tampoco estamos contrae! Estado, pero tampoco estamos con él.Estamos sin él y con nosotros, pues enel supuesto caso de que lo hubiéramosperdido la verdad es que nosotros noshemos encontrado,
Para celebrar este encuentro estovaquí, y para servir en 10 que pueda a losque padecen por no haber pagado el tributo de la indignidad. No para que estemos juntos, como en una sala de espectáculos, sino ligados por vínculos de sangre; no para estar unidos como estánapretados los pasajeros de un ómnibus,sino para tener conciencia de que somoshermanos y con un mismo ideal. .
Y este es el último punto a que deseoreferirme .:
Deseo recordar,' porque estamos por olvidarlo, que hay dos formas de solidaridad, según ha especificado y analizadoel sociólogo Ferdinand Tonnies: la quese constituye racionalmente, por interesf:sy conveniencias deferminadas y que con-
Van Gogh. Líbertadf:-""verdades que se 'adquieren en las cárceles"
na contra e! código militar, que se 10 engañaba, que el verdadero desprestigio estaba en la impostura y la injusticia. Yentonces Francia salvó otra vez, no a unhombre, sino a la especie humana. Y todos los días y en todas partes del mundoocurre lo mismo; todos los días se incitaal pueblo a que sostenga con sus hombros y su paciencia el honor de los quese deshonran públicamente.
También a mí me ha bastado saber quemuchos compatriotas sufrían castigo yhumillaciót:I, inmerecidos por supuesto,·para no poder seguir creyendo en los ídolos de! derecho y la libertad. Y por esose me acusa,de iconoclasta y apóstata. Yael mas ingenuo hombre de la calle sabeque se lo engaña con las palabras sacramentales y con los objetos de! culto, comoasimismo que se lo martiriza con los artefactos de la justicia. Ese d~sengaño unánime en nuestro pueblo humillado y castigado es hoy uno de los puntales másfirmes en que se asienta su nueva fe deincrédulo, su fe en sí mismo. Comprende10 que antes aceptaba irreflexivamente,por ejemplo' que está solo y que precisamente porque está solo no debe pactarcon e! adversario, ni unirse a los que reclutan soldados para las fábricas y obreros para las tropas. Sabe que es más frecuente encontrar' la inocencia, la libertady la justicia en los condenados' que en Josjueces. Esta, que es otra de las terriblesverdades que se adquieren en las cárceles,la aprendí de un transgresor sistemáticoqe la ley, en Thoreau. Resultó que a mediados del siglo pasado, cuando los Estados Unidos, su patria, declararon la guerra a México para tener pretexto de robarle la mitad de. su territorio, el gobierno impuso una gabela de un dólar y medio a cada ciudadano. Thoreau se negó