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Resumen: En la presente ponencia nos proponemos aproximarnos a los nuevos campos de intervención profesional del Trabajo Social, problematizando algunos aspectos de la inserción e intervención disciplinar en los llamados “movimientos sociales”, así como su relación con la formación en el ámbito académico desde la perspectiva del campo de lo grupal. Nos interesa discutir los múltiples atravesamientos y dimensiones que se ponen en juego en esos espacios, considerando la interrelación de aspectos históricos, políticos y económicos, así como biográficos y subjetivos, que dan sentido a las conformaciones grupales. Es interesante pensar en la fuerza de los procesos colectivos que posibilitan vivencias y experiencias y generan aprendizajes que pueden ser transferidas a otros ámbitos de la vida social. Asimismo, nos interesa debatir las formas en que estos procesos interpelan la formación académica/ profesional para nuestra disciplina.
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XXVII Congreso Nacional de Trabajo social. 11, 12 y 13 de septiembre de 2014
LOS MOVIMIENTOS SOCIALES COMO ESCENARIOS DE INTERVENCIÓN
PROFESIONAL: REFLEXIONES E INTERROGANTES SOBRE LA CONSTRUCCIÓN
DE LO GRUPAL
EJE: Nuevos campos de intervención: demandas a la formación.
Altavilla, Daniela1
Marcone, María Laura2
Pratto, Lorena3
Resumen: En la presente ponencia nos proponemos aproximarnos a los nuevos campos de
intervención profesional del Trabajo Social, problematizando algunos aspectos de la
inserción e intervención disciplinar en los llamados “movimientos sociales”, así como
su relación con la formación en el ámbito académico desde la perspectiva del campo
de lo grupal.
Nos interesa discutir los múltiples atravesamientos y dimensiones que se ponen en
juego en esos espacios, considerando la interrelación de aspectos históricos, políticos
y económicos, así como biográficos y subjetivos, que dan sentido a las
conformaciones grupales. Es interesante pensar en la fuerza de los procesos
colectivos que posibilitan vivencias y experiencias y generan aprendizajes que pueden
ser transferidas a otros ámbitos de la vida social. Asimismo, nos interesa debatir las
formas en que estos procesos interpelan la formación académica/ profesional para
nuestra disciplina.
Introducción: Algunos puntos de partida Este trabajo se inscribe en un proceso más amplio desarrollado como equipo de
cátedra de la materia “Trabajo Social, Procesos Grupales e Institucionales” de la
Facultad de Ciencias Sociales dela Universidad de Buenos Aires4, en el cual hemos
venido desarrollando un análisis activo de las nuevas configuraciones grupales en el
contexto actual. Nuestro punto de partida se halla en la concepción de los escenarios
de intervención como construcciones sociohistóricas dinámicas, que nos exigen por
tanto de un proceso permanente de reflexión, análisis y debate.
1Lic. en Trabajo Social. Ayudante de Primera de la materia “Trabajo Social, Procesos Grupales e Institucionales”. Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales. UBA. [email protected] 2Lic. en Trabajo Social. Ayudante de Primera de la materia “Trabajo Social, Procesos Grupales e Institucionales”. Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales. [email protected] 3Lic. en Trabajo Social. Ayudante de Primera Ad Honorem de la materia “Trabajo Social, Procesos Grupales e Institucionales”. Carrera de Trabajo Social. Facultad de Ciencias Sociales. UBA. [email protected] 4 A cargo de la Profesora Graciela Ferrari.
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En este sentido, desde hace varios años se inició un proceso reflexivo al interior de la
Cátedra de los contenidos teórico-metodológicos que se desplegaban en las aulas en
torno a pensar los nuevos escenarios colectivos de intervención. Esto llevó a la
realización de una investigación5que pretendía conocer las modalidades actuales de
intervención grupal como parte del trabajo profesional en los contextos institucional,
barrial y/o comunitario, teniendo en cuenta las nuevas características en que algunas
modalidades de lo grupal se manifiestan en nuestra sociedad. El propósito central era
realizar un aporte para mejorar la formación académica en relación a las demandas
actuales de trabajo grupal. De ello se pudo desplegar la aparición de nuevos
escenarios grupales donde el Trabajo Social comienza a explorar su quehacer y
posibilita nuevos espacios de inserción: los movimientos sociales cobran centralidad
como uno de estos nuevos escenarios de la intervención6.
Es así que desde la cátedra que participamos se inició un camino de búsqueda de
dichas experiencias, que implicaron tanto la indagación y revisión bibliográfica así
como la aproximación a tales organizaciones. En relación con esto último, en los
últimos años hemos desarrollado distintas mesas abiertas de encuentro con colegas
que se desempeñan en estas organizaciones, buscando generar un ámbito de
intercambio y reflexión sobre el quehacer profesional en tales espacios colectivos.
En las siguientes páginas buscaremos dar cuenta de algunas perspectivas de
pensamiento y líneas de análisis a partir de las cuales concebimos la inserción y la
intervención profesional en el espacio de los movimientos sociales, especialmente en
el marco de los denominados “movimientos piqueteros”7. No se trata de brindar
respuestas acabadas, sino más bien de aportar algunas concepciones y elementos
que abran el debate acerca de las formas posibles de desarrollar procesos de
trabajodesde/con estos colectivos8. Para ello, partiremos de una breve introducción al
desarrollo de los movimientos sociales en Argentina, para puntualizar luego sobre los
5“¿Utopía Académica o estrategias concretas de Intervención?” Investigación desarrollada durante el año 2010-2012 en el marco del Programa de Reconocimiento Institucional de Investigaciones de la Universidad de Buenos Aires. 6 Si bien continúan constituyendo espacios minoritarios de inserción, en los últimos años la participación de colegas en tales ámbitos ha posibilitado la apertura de nuevas demandas y propuestas concretas hacia la profesión. En consonancia con ello, se destaca la inserción sostenida de estudiantes que realizan sus prácticas pre-profesionales en diversos movimientos sociales lo que plantea nuevos desafíos a la formación teórico-metodológica. Pero además, es necesario señalar que muchos/as trabajadores/as sociales que se desempeñan en instituciones “tradicionales” construyen cotidianamente formas de articulación con organizaciones sociales de diversa índole, y por ende, las reflexiones en torno a la relación entre Trabajo Social y movimientos sociales atañen al quehacer de una parte significativa del colectivo profesional. 7 Consideramos que estos espacios constituyen uno de los ámbitos organizacionales que en la actualidad han mostrado mayor relevancia en relación con la inserción de trabajadores/as sociales. 8 Cabe aclarar que la discusión respecto a los modos concretos en que se efectiviza la inserción de los/as trabajadores/as sociales en los movimientos sociales (como “asalariados”, como “militantes”) excede los objetivos de esta ponencia. Sin embargo, recuperamos los planteos de Capelli, M, Mamblona, C y Redondi, V (2008)cuando sostienen que “la falsa dicotomía “trabajo social en las instituciones” y “trabajo social con los movimientos sociales”, evidencia un obstáculo entendido como limitación de nuestra profesión en la comprensión de los cambios ocurridos en la dinámica social y en la aparición de “nuevos actores sociales”.
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denominados “movimientos piqueteros” y las formas de configuración de lo grupal que
tienen lugar en estos espacios. Nos interesa finalmente vincular estos planteos con la
formación académica y las demandas que allí se nos plantean.
Los movimientos sociales: una breve introducción
Partiremos de la concepción de movimiento social desde un paradigma
latinoamericano, teniendo en cuenta su diferenciación con los movimientos de otras
regiones, dado que en América Latina adquieren su particularidad vinculados a los
patrones de acumulación del capital como así también a la constitución de sus
procesos políticos, culturales, e identitarios.
Gohn(1997) define a los movimientos sociales como “acciones sociopolíticas
construidas por actores sociales colectivos pertenecientes a distintas clases y capas
sociales, articulada en ciertos escenarios de la coyuntura política y económica de un
país creando un campo político de fuerza social en la sociedad civil”.Según Ansaldi
(2006) los movimientos sociales fueron históricamente desde fines del siglo XIX hasta
fines del siglo XX, expresiones sentidas de los/las trabajadores/as, campesinos/as y
clases medias urbanas. La denominación de Movimientos Sociales surge en la década
del 80, estableciéndose dos momentos de análisis, uno de ellos vinculado al final de la
dictaduras y la transición a la democracia, conformado por movimientos con
características plurales en términos de clase, con elementos distintivos en cuanto a la
reivindicación específica de una demanda, como ser movimientos de jóvenes, de
género y de derechos humanos. El segundo momento es el de movimientos sociales
que combinan una doble pertenencia clasista y étnica asociados a la resistencia de la
expansión de las políticas neoliberales y a la consolidación de nuevos patrones de
acumulación de capital. Éstos últimos se han producido bajo regímenes democráticos
consolidados en contextos de precariedad, son movimientos de resistencia a cambios
regresivos de la estructura social generado por políticas neoliberales. Se trata de
formas reactivas de lucha que se transformaron en políticas (Ansaldi, 2006).
Existen en Latinoamérica diversos movimientos sociales, como ser El Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, de México, el Movimiento de los sin Tierra en Brasil,
Movimientos de Bolivia, y los Movimientos Sociales Argentinos, entre otros. Estos
movimientos desde el paradigma latinoamericano tienen en común:
“laterritorialización, es decir su pertenencia a espacios físicos recuperados o
conquistados a través de diversas luchas, la reubicación de los sectores populares en
nuevos territorios ubicados en los márgenes de la ciudad y de la zonas de producción,
la búsqueda de autonomía, material y simbólica respecto al Estado, la revalorización
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de la cultura y la afirmación de la identidad, el desarrollo de prácticas con forma de
organización que reproducen la vida cotidiana, familiar y comunitaria, donde los
sujetos se instituyen generando un espacio, apropiándoselo simbólica y
materialmente” (Ansaldi, 2006).
La conformación de lo grupal en el marco de los movimientos piqueteros: tensiones e
interrogantes
Svampa y Pereyra (2003) señalan el surgimiento de los movimientos piqueteros a
mediados de la década de 1990, en el marco de la profunda crisis social, política y
económica que tuvo lugar en nuestro país y que se cristalizó en el estallido de
diciembre de 20019. El principal elemento de visibilidad de las acciones de dichos
movimientos lo constituyeron los cortes de ruta. Como sostiene Manzano (2004) “La
noción de movimiento piquetero engloba organizaciones diversas y líneas políticas
divergentes que tienen en común la competencia por una misma base social
compuesta por trabajadores « desocupados »”. En este sentido, puede sostenerse que
se trata de organizaciones que nuclean a sujetos atravesados por diversas formas de
desigualdad social, particularmente en términos de clase social. En el contexto de
surgimiento de estas organizaciones, las prácticas y acciones tomaron como principal
problemática a abordar la cuestión de la desocupación. Sin embargo, desde allí, los
caminos recorridos no han sido lineales e incluyen desde la gestión de planes
gubernamentales asistenciales y el desarrollo de diferentes emprendimientos
productivos (panadería, carpintería, etc.), hasta espacios que buscan dar respuesta a
las necesidades educativas (bachilleratos populares, espacios de formación política),
de alimentación, de violencia y desigualdad de género, entre otros.
Ahora bien ¿cómo pensar lo grupal en el marco de un movimiento social? Cuando
los/as trabajadores/as sociales buscamos emprender acciones grupales en el marcode
estas organizaciones –ya sea vinculadas a la salud, la educación, la problemática de
la vivienda, u otras- ¿cómo pensamos a estos sujetos? Quirós (2006) sostiene que si
bien la literatura académica sobre “piqueteros” constituye un campo heterogéneo,
existe un elemento común a la mayoría de las producciones. Esto es, que “el objeto de
análisis suele ser el movimiento, o los movimientos: objetos que devienen sujetos que
piensan, conciben, dicen, plantean, consideran, aceptan, rechazan, juzgan (…) Como
resultado, y con raras excepciones (…) las organizaciones piqueteras tienden a ser
aisladas, no sólo del contexto social del que forman parte, sino por sobre todo, de la
vida de quienes los integran”. ¿Por qué retomamos estos planteos? Intentaremos
9 Se hace referencia a los acontecimientos ocurridos el 19 y 20 de diciembre, que derivaron en la renuncia del entonces Presidente de la Nación Fernando de la Rúa.
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esbozar algunas respuestas en línea de aportar a las intervenciones del Trabajo
Social.
En primer lugar, la inserción profesional en un movimiento social no puede ser
pensada como un proceso sin conflicto. Una mirada “romantizada” sobre esta cuestión
nos tentaría a pensar que allí los sujetos que forman parte constituyen un “todo
homogéneo” con idénticos intereses, expectativas, motivaciones, percepciones,
sentidos y prácticas en torno a los problemas que los atraviesan. Los planteos de
Quirós resultan esclarecedores en este sentido: no podemos pensar “el movimiento”
como cosa dada, como entidad en sí misma. Por el contrario, retomamos estos
desarrollos para considerar la posibilidad de abordar estos espacios tomando en
cuenta a las personas que forman parte de los mismos, con sus diferencias y
particularidades. Apuntar la cuestión en esta perspectiva, entonces, nos sitúa en un
escenario en constante tensión, en el cual la construcción de lo grupal no puede ser
concebida como un a priori, es decir, presuponiendo que allí donde encontramos
sujetos formando parte de un ámbito colectivo encontramos indefectiblemente “un
grupo”.
Pero además, siguiendo nuevamente a Quirós (2006), los discursos alrededor de la
participación de los sujetos en los movimientos sociales ha tendido a reducir esta
participación a dos tipos de razones: Por un lado, las razones materiales, que indican
que “la gente va a los piquetes a cambio de un plan” (Quirós, 2006) deslizando una
ecuación entre “piquetero” y “vago” -con las connotaciones moralmente negativas que
ello presupone-. Y por otra parte, las razones ideológicas, que buscan destacar su
oposición a las primeras al enfatizar que “los piqueteros luchan por un cambio social”
(Quirós, 2006). Estas últimas tienden a destacar que los planes constituyen un aspecto
subsidiario de los movimientos sociales, detrás de la cual descansan las “verdaderas”
demandas (Quirós, 2006). Según la autora, ambos tipos de presupuestos implican
miradas normativas respecto del fenómeno10. En este sentido, además de separar
taxativamente a los sujetos en dos tipos de categorías irreconciliables, implican
nuevamente miradas homogeneizantes que simplifican la complejidad de prácticas y
sentidos de quienes forman parte de tales espacios.
Nuestra perspectiva de análisis apunta a pensar las intervenciones del Trabajo Social
en el marco de un movimiento social recuperando estos planteos. Así, creemos
10 Afirma Quirós “El debate esconde, no obstante, un consenso en el disenso, pues ambas posiciones presuponen que no es aceptable movilizarse políticamente por un plan (…) Ambas comparten una jerarquización entre lo intelectual y lo material: mientras unos censuran a través de la denuncia –el manejo de planes por parte de los movimientos es “clientelar”-, los otros censuran a través del tabú –los planes constituyen un aspecto subsidiario, una demanda meramente reivindicativa de los movimientos, detrás de la cual descansan las auténticas (y más elevadas) demandas” (Quirós, 2006, pp 29).
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necesario trascender estas miradas normativas para dar lugar a la diversidad y
complejidad de lo social, escapando a los reduccionismos o las miradas
estereotipadas. Más que suponer que el movimiento social funciona como una entidad
que explica por sí misma las prácticas y sentidos de los sujetos, creemos que posibilita
un marco de trabajo donde estas personas, en sus aspectos singulares y particulares,
pueden realizar experiencias significativas que se enlazan con otras experiencias de la
vida cotidiana de las mismas. Este planteo implica no reducir las acciones de los
sujetos a su significación como “revolucionarias” o “conservadoras”, sino por el
contrario, atender a las prácticas cotidianas que posibilitan vivencias, aprendizajes y
formas de construcción que pueden ser transformadoras de lo social. Así, el
movimiento social cobra sentido como espacio estructurante de la acción y constituye
por tanto un marco particular, donde lo político cobra centralidad.
En relación con esto último, entendemos que el espacio de los movimientos sociales
se estructura alrededor de una politicidad ligada a la vida cotidiana de los sujetos: la
participación en un movimiento enlaza a las personas en una trama de relaciones que
implica muchas veces la construcción de demandas, reivindicaciones y construcciones
colectivas. Por este motivo, consideramos que si bien la participación en un
movimiento social no puede ser explicada a priori, sí es posible pensar que entraña la
posibilidad de una apropiación –no sin conflicto, por supuesto- de lo político en la vida
cotidiana. En este sentido, se instituye como un lugar de constitución de nuevas
subjetividades y experiencias, muchas veces transformadoras. La inserción del
Trabajo Social en estas instancias abre el interrogante acerca de cómo acompañar los
procesos de transformación que toman lugar en estos escenarios.
Algunas dimensiones relevantes en el análisis de lo grupal
Como se mencionó anteriormente, desde la Cátedra donde participamos se ha ido
generando la posibilidad de revisión bibliográfica, que se vio profundizada en la etapa
de cambio del Plan de estudios de la Carrera de Trabajo Social. Allí, pensando lo
grupal como campo de intervención, y desde la perspectiva profesional, se hace
necesario un abordaje que contemple las dimensiones teórico-metodológicas y
sociopolíticas de nuestro desarrollo disciplinar. Se trata de buscar entender estos
nuevos fenómenos sociales, posibilitando espacios de reflexión crítica a partir de los
emergentes concretos de la realidad, a fin de identificar los alcances de la intervención
profesional, en la dinámica contradictoria de la sociedad actual.
Nuestras consideraciones en torno al análisis de lo grupal se despliegan en una
perspectiva ligada en primer término al análisis de la complejidad. Recuperamos los
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planteos de Morín (1990)al entender que hablar de complejidad implica contemplar el
orden y el desorden, partiendo de caracterizar el análisis de la realidad como
multidimensional y multirreferencial. Esto supone una lectura plural, heterogénea y
dialéctica de los entramados grupales, que escape a lecturas simplistas o
reduccionistas de los fenómenos y problemáticas que buscamos abordar. En
consonancia con ello, y para resumir lo planteado hasta aquí, consideramos que la
construcción de lo grupal en el marco de un movimiento social implica recuperar los
aspectos sociohistóricos que estructuran la participación de los sujetos en los mismos
(sus condiciones de vida, los procesos diversos que han ido constituyendo el devenir
de determinados colectivos sociales, etc.) así como la singularidad de las personas
que forman parte de los mismos, evitando subsumir cualquiera de estas dimensiones a
la otra. En este sentido, lo grupal se configura precisamente en la interrelación entre
los aspectos históricos, políticos y económicos, con aquellos biográficos y subjetivos,
que imprimen un sentido específico y particular a las distintas conformaciones
grupales. Así, creemos que toda intervención en lo grupal parte necesariamente de
una lectura en torno a sus configuraciones, condicionamientos y particularidades,
donde lo contextual atraviesa la realidad del grupo, posibilitando la aparición de lo
nuevo. En este sentido nos apartamos de cualquier “receta metodológica” que
pretenda deshistorizar los procesos de trabajo y/o plantear la existencia de “los
grupos” como dimensiones estáticas y cosificadas.
Como sostiene Sartre, “el grupo no es. (…) Es un proceso en marcha, una marcha que
(…) es dialéctica. Es decir, que lo que se intenta describir es al grupo como un devenir
y no como una cosa” (Rosenfeld, 1972). Ahora bien, en este devenir como proceso,
existe la posibilidad de generar aprendizajes y experiencias colectivas, así como
también de “volver a la serie”11 y por tanto de dispersión de los sujetos. Este último
planteo se enlaza en el desarrollo del autor con la noción de alienación, la que aparece
como dimensión inscripta en la misma praxis humana. Y menciona que desde su
nacimiento el sujeto está en situación de alienado, y es por esto que también el grupo
está en una lucha constante contra la misma (Rosenfeld, 1972). Dados estos planteos,
nuestra perspectiva apunta a recuperar la fuerza de los procesos colectivos, buscando
acompañar desde el quehacer profesional el fortalecimiento de espacios grupales en
los cuales se posibiliten aprendizajes y experiencias transformadoras de lo social.
Estos ámbitos resultan espacios privilegiados donde pueden ponerse en marcha
11Rosenfeld, tomando a Sartre señala que la serie es un tipo de relación humana que se establece entre los individuos que la componen, donde cada miembro es sustituible por otro, indiferenciado, son pluralidades de soledades.
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procesos de construcción de reciprocidades, y por tanto de “lucha contra la serialidad y
la alienación” (Rosenfeld, 1972).
Es en este sentido que consideramos de importancia los aprendizajes que se generan
en el interior de los grupos, ya que la toma de conciencia de la fuerza de los procesos
colectivos posibilitan vivencias y experiencias que pueden ser transferidas a otros
ámbitos de la vida, siendo lo grupal el espacio indudable de inclusión y de re-
subjetivación de lazos sociales. Entendemos al aprendizaje como cambio, como
acción transformadora. Siguiendo a Bauleo (1970) es poner en juego la información, la
emoción y la producción. Aprendizaje implica cambios, modificar conductas, mejorar y
optimizar conocimientos y actuar creativamente promoviendo el descubrimiento de
nuevas potencialidades y la construcción de nuevos saberes. Para Freire (2007)el
aprendizaje es praxis que significa la acción y la reflexión de los hombres y las
mujeres sobre el mundo para transformarlo desde una perspectiva de la educación
liberadora, que parte de reconocer el carácter histórico y la historicidad de los
hombres y las mujeres como sujetos con conciencia y capacidad crítica, creativa y
transformadora.
Reflexiones finales
En el presente trabajo hemos buscado plasmar algunas líneas y conceptualizaciones
que entendemos centrales para abordar la relación entre Trabajo Social y Movimientos
Sociales. Nos interesaba centralmente poner de relieve el entramado de
complejidades que juegan en la configuración de lo grupal en estos ámbitos, así como
los desafíos que se presentan para nuestro campo disciplinar al momento de
pensarnos insertos y/o articulando con los sujetos que forman parte de estas
organizaciones.
La perspectiva adoptada en relación con los fenómenos grupales busca recuperar un
análisis crítico tanto de la realidad de los fenómenos abordados, así como de la propia
inserción de los/as trabajadores/as sociales en estos procesos. Ello supone poner en
primer plano la dimensión política de nuestra intervención, cuestionando aquellos
planteos que buscan instituirla como un mero saber técnico y neutral, negándole su
propia historicidad y sus mismas contradicciones. Esto va de la mano con sostener
tanto en nuestro desarrollo profesional como en la formación académica una lectura
activa de los procesos históricos, buscando aproximarnos a los mismos a través de la
construcción permanente de nuevos saberes teórico-metodológicos.
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En relación con estos planteos, creemos que la formación académica no puede
mantenerse ajena a las transformaciones que van tomando lugar en el campo socio
político. Por ello consideramos que es necesario mantener abierto el debate acerca de
los modos de relación entre los ámbitos académicos y los espacios sociales donde se
están jugando activamente procesos políticos que atañen a la vida de los sujetos y
colectivos con los que trabajamos. Si la información académica recibida no cuenta con
esta amplitud de miradas y de posicionamientos, la universidad, o los colegios
profesionales y los propios involucrados, deberíamos sentirnos interpelados ante el
desafío de pensar estrategias para transformar y/u optimizar los contenidos
curriculares, en pos de mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje.Partiendo de
una relación vincular entre estudiantes y docentescomo protagonistas de dicha
construcción.
Como equipo de cátedra, creemos que estas posibilidades de construcción activa y
crítica nos imponen un desafío central en la formación académica: reflexionar en torno
a los modos en que se construyen los saberes en el mismo espacio del aula. ¿Cómo
fortalecer este espacio áulico en tanto ámbito de debate crítico? ¿A través de qué
procesos favorecer una apropiación colectiva de las herramientas teórico-
metodológicas que consideramos centrales en la intervención?
Nuestra apuesta apunta precisamente a desplegar en el espacio del aula procesos de
construcción grupal de saberes y conocimientos. Creemos que el grupo constituye el
escenario propicio para poder trabajar estos interrogantes entendiendo a los mismos
como espacios tácticos donde se visualiza la producción de efectos singulares e
inéditos, donde los grupos no son islas ya que tienen inscripciones institucionales
reales o imaginarias.
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