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Los nuevos campesinos de México. El caso de Yucatán* Othón Baños Ramírez "Un ejido raquítico o miserable es la ne- gación de la Revolución mexicana." Lázaro Cárdenas EN AGOSTO DE 1987 se cumplieron 50 años de reforma agraria integral en Yucatán, es decir, de haberse iniciado el impulso de una política agraria con el fin de estimular el desarrollo econó- mico y social de la entidad. En su aspecto principal, el de la re- distribución de la tierra, la reforma agraria logró efectivamente su meta básica: la distribución de la hacienda "semifeudal" y la abolición del * 'inhumano'' sistema de peonaje. Mas, esos lo- gros han resultado un mero cambio de forma, pues los supues- tos beneficiarios de ella, los campesinos, siguen igual o peor que antes. En Yucatán, como en el resto del país, la reforma agraria ha sido un ejercicio político en prácticamente un sólo sentido, de arriba abajo. Ha pasado por distintas etapas y tenido diver- sas orientaciones. No ha sido, en fin, un proceso planificado de cuyas metas y modalidades los gobernantes tuvieran plena con- ciencia en todo momento. Sin embargo —y esto es lo más im- portante—, ha pautado el comportamiento social de los cam- pesinos. * Una versión preliminar de este trabajo, titulada "Los ejidatarios: nuevos sujetos sociales del agro yucateco", se presentó como ponencia en la Conferencia de Expertos en el Desarrolo Histórico del Moderno Yucatán, celebrada en Mérida, Yucatán, del 31 de marzo al 2 de abril de 1987. 309

Los nuevo campesinos de Méxicos . El cas doe Yucatán*aleph.academica.mx/jspui/bitstream/56789/23791/1/06-017-1988-0309.pdfrro, Raza y tierra, la guerra de castas y el henequén,

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Los nuevos campesinos de México. El caso de Yucatán*

Othón Baños Ramírez "Un ejido raquítico o miserable es la ne­gación de la Revolución mexicana."

Lázaro Cárdenas

EN AGOSTO DE 1987 se cumplieron 50 años de reforma agraria integral en Yucatán, es decir, de haberse iniciado el impulso de una política agraria con el fin de estimular el desarrollo econó­mico y social de la entidad. En su aspecto principal, el de la re­distribución de la tierra, la reforma agraria logró efectivamente su meta básica: la distribución de la hacienda "semifeudal" y la abolición del * 'inhumano'' sistema de peonaje. Mas, esos lo­gros han resultado un mero cambio de forma, pues los supues­tos beneficiarios de ella, los campesinos, siguen igual o peor que antes.

En Yucatán, como en el resto del país, la reforma agraria ha sido un ejercicio político en prácticamente un sólo sentido, de arriba abajo. Ha pasado por distintas etapas y tenido diver­sas orientaciones. No ha sido, en fin, un proceso planificado de cuyas metas y modalidades los gobernantes tuvieran plena con­ciencia en todo momento. Sin embargo —y esto es lo más im­portante—, ha pautado el comportamiento social de los cam­pesinos.

* Una versión preliminar de este trabajo, titulada "Los ejidatarios: nuevos sujetos sociales del agro yucateco", se presentó como ponencia en la Conferencia de Expertos en el Desarrollo Histórico del Moderno Yucatán, celebrada en Mérida, Yucatán, del 31 de marzo al 2 de abril de 1987.

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310 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 El objeto principal del presente trabajo es hacer un perfil po­

lítico de los nuevos campesinos (o ejidatarios) henequeneros de Yucatán durante el periodo poscardenista (1937-1984). Se des­taca, sobre todo, la fuerza estructurante del ejido que ha propi­ciado entre ellos tres tipos de actitudes políticas: la pasiva (de las mayorías), la militante (del partido oficial) y la independien­te (de los autonomistas). Para finalizar, se analizan brevemente las articulaciones económicas de los grupos domésticos de este sector ejidal con las diversas actividades productivas de la región.

I. Situación actual y enfoque El ejido henequenero, salvo contadas excepciones, resiente hoy una profunda crisis económica. En 1984 por cada peso que el Banco Rural desembolsó para financiar la producción ejidal de henequén, sólo recuperó 17 centavos, esto es, 805 millones de los 4 775 millones de pesos entregados como créditos.1 En el de­cenio 1970-1980 la superficie total en explotación descendió de 150 460 a 135 000 hectáreas y la producción cayó de 117 751 a 72 205 toneladas. No obstante, el desplome más dramático co­rresponde a la producción ejidal: de 72 928 ton en 1970 a 25 681 ton en 1982. Además, su valor ha mermado en términos reales. Por ello, y sumado al constante incremento de ejidatarios acre­ditados2 —los que reciben el ''crédito" a cuenta de su produc­ción—, el ingreso por trabajador se ha pulverizado bárbaramente.

En Yucatán hay actualmente alrededor de 60 000 ejidatarios henequeneros acreditados, y como sector rebasan los 300 000 individuos. Sin duda alguna, es el sector de la población que ma-yoritariamente aporta la fuerza de trabajo requerida por la enti­dad. Asimismo, ocupan la base de la pirámide ocupacional, y por ello la crisis general de la sociedad mexicana, que se agudiza día con día, hace más dramática su situación.

Dentro de este cuadro complejo y crítico, los henequeneros están descontentos y se movilizan; lo hacen como ejidatarios,

1 Véase Diario de Yucatán, 20 de abril de 1985. 2 En 1970 eran 74 036, y 90 763 en 1977. Gracias a un programa de depuración

en 1978-1979, el número de acreditados se redujo a 65 000. En 1982 sumaban 59 645. Fideicomiso Henequenero del Banrural Peninsular, Departamento de Organización, 1982.

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 311 aprovechando el único espacio que les reconoce el sistema. Fue­ra de él son simplemente una masa amorfa de trabajadores. Como veremos más adelante, si bien dichas movilizaciones, iniciadas en 1966, han influido en la dinámica política regional, nunca se han planteado, sin embargo, una ruptura con el tutelaje estatal que los aprisiona desde hace más de medio siglo.

De ninguna manera el de los ejidos de Yucatán es un caso aislado. Todos los temas de análisis del campesinado del país con­fluyen en uno solo: el de la intervención del Estado en la agri­cultura y en el medio rural.3 Y esto es fundamental para enten­der a estos nuevos campesinos, surgidos a la sombra del ejido. El ejido introduce diferencias clave en las relaciones capitalistas de propiedad y de producción en el campo. Si se quiere, la estre­cha relación de los ejidos con el Estado distorsiona el comporta­miento social de los campesinos observado en otros contextos y en otras épocas.4

Creo, pues, que una discusión en torno a los ejidatarios, con referencia particular a los henequeneros de Yucatán, es impor­tante no sólo en escala regional sino nacional, ya que, como se ha señalado recientemente, el debate campesinistas-descampesi-nistas se ha estancado en su capacidad de interpretación del cam­pesinado mexicano actual.5 El mismo Warman reconoce que "el ejido no sólo es central como institución básica de enlace entre la clase campesina y el Estado, sino también como campo de lu­cha en el medio rural", que la estructura interna de muchos eji­dos que ya cumplieron sesenta años de existencia, el acceso diferenciado a los recursos y a los apoyos oficiales, y en fin, el comportamiento del ejido en las actividades políticas y electora­les, reflejan una variedad de modelos que conocemos poco.6

3 Véase Alfredo Pucciarelli, "El dominio estatal de la agricultura campesina. Es­tudio sobre los ejidatarios minifundistas de la Comarca Lagunera", en Estudios Socio­lógicos, vol. 3, núm. 9, México, 1985.

4 Véase Sergio de la Peña, "Los prejuicios campesinistas", en Nexos, núm. 74, México, febrero de 1984, p. 33.

5 Véase Federico Reyes Heroles, "Los campesinos y el Estado posrevolucionario: la legislación y el campesinado", en Historias, núms. 8-9, enero-junio de 1985, p. 60. Esteva, por ejemplo, considera que un replanteamiento de dicho debate exige el rescate del ejido y la comunidad del discurso hueco y retórico que los aprisiona. Gustavo Este­va, "Los campesinos existen", en Nexos, núm. 71, México, noviembre de 1983, p. 36.

6 Arturo Warman, "Invitación al pleito", en Nexos, núm. 71, México, noviem­bre de 1983, p. 30.

312 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

Como se le quiera ver, el ejido es algo más que una porción de terreno o una forma de tenencia. En nuestra perspectiva, los ejidos de las llamadas agriculturas estatizadas —como es el caso de Yucatán— son una nueva forma de comunidad. Y los ejida-tarios son por tanto nuevos sujetos de esa comunidad.

II. Emergencia histórica de los ejidatarios como sujetos En la historia de México —y en especial en Yucatán— el pe­riodo presidencial del general Lázaro Cárdenas (1936-1940) re­presenta la coyuntura económico-política más importante para entender los acontecimientos agrarios nacionales posteriores. El reparto de casi 18 millones de Jiectáreas a 814 537 campesinos7

de todo el país provocó que el 47% de las tierras de labor pasa­ran a ser de propiedad ejidal, contra 13% en 1930.8

En la etapa cardenista se planteó que la reforma agraria de­bería ser integral;9 el reparto de las tierras se concebía como una operación estratégica de desarrollo económico y social, encami­nada a romper las trabas que la estructura latifundista imponía el desarrollo capitalista en el campo y principalmente a la indus­trialización.10 Por este motivo se dio vida y fuerza al ejido co-

7 Michel Gutelman, Capitalismo y reforma agraria en México, Ediciones Era, Mé­xico, 1975, p. 109.

8 Jorge A. Calderón S., "Estado, reforma agraria y autogestión campesina en Mé­xico", en Investigación Económica, núm. 176, abril-junio de 1986, p. 183.

9 Es decir, que debería apoyar al ejido en todos sus aspectos para hacerlo autosu-ficiente. Como se sabe, en México la reforma agraria se inicia prácticamente con la lla­mada Ley Agraria de 1915 que recogía de alguna forma los planteamientos de Luis Ca­brera acerca del ejido. Pensaba que el ejido debería simplemente proporcionar un complemento al salario que ganaban los peones en las fincas. Por esa razón durante más de dos décadas sólo se repartieron tierras sin un apoyo adicional del gobierno para hacer­las producir (Gutelman, op. cit.). En Yucatán Ja reforma agraria dio inicio prácticamente en el mismo año de 1915, bajo el gobierno del general Salvador Al varado, con la libera­ción de 60 000 siervos. Pero el verdadero impulsor de una reforma agraria entregando tierras a los pueblos fue Felipe Carrillo Puerto, sólo que la coyuntura económica crítica que vivía la entidad y el país entero no le fue favorable. Véase Moisés González Nava­rro, Raza y tierra, la guerra de castas y el henequén, El Colegio de México, México, 1979.

10 Véase, Gutelman, op. cit., Roger Hansen, La política del desarrollo mexicano, Siglo XXI Editores, México, 1981. En Yucatán el presidente Cárdenas fue muy claro a este respecto cuando se dirigió a los hacendados: "Considero también mi deber —les dijo—, dirigirme a los ciudadanos propietarios que han venido poseyendo las haciendas henequeneras y que van a ser afectados... [para] que antes de sentirse deprimidos, se dediquen a nuevas actividades, seguros de que el gobierno les prestará su más franco

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 313 lectivo. Se pensaba que los ejidatarios (ex peones, ex comune­ros, etc.), organizados deberían realizar las transformaciones revolucionarias que disminuirían las desigualdades sociales pree­xistentes en la sociedad mexicana.11

El presidente Cárdenas deseaba convertir el ejido en el siste­ma básico de la producción agrícola del país. Sin embargo, los gobiernos posteriores no continuaron con esta estrategia en for­ma estricta.12 Por el contrario, se impulsó el desarrollo de em­presas agrícolas capitalistas asentadas principalmente en tierras de riego.13

La llamada política de industrialización "hacia adentro", co­menzó a cobrar forma y para apoyarla se asignó una doble fun­ción al campo. Así, la producción campesina debería proveer de alimentos básicos baratos a los trabajadores urbanos para man­tener bajos los salarios, y los empresarios se dedicarían a la agri­cultura de exportación con el propósito de obtener las divisas re­queridas para pagar la importación de maquinaria y equipos para la planta industrial.

De esta manera, en el periodo 1940-1970 la reforma agraria permitió cubrir dos puntos estratégicos fundamentales: 1) en las áreas de agricultura de subsistencia o de productos básicos, ase­gurar una propiedad comunal a los campesinos, y 2) en las áreas de agricultura comercial, asegurar la tenencia de la tierra y los apoyos tecnológicos y financieros a los empresarios.14

La primera modalidad ha mostrado su capacidad para me­diatizar —aunque no del todo— la lucha de los campesinos por

apoyo, ya que mi gobierno reconoce su deber aprovechar las capacidades de todo el pueblo para el mejor desarrollo de la economía nacional" (discurso del general Lázaro Cárde­nas en la ciudad de Mérida en agosto de 1937).

11 Salomón Eckstein, El ejido colectivo en México, Fondo de Cultura Económi­ca, México, 1966, pp. 58-59.

12 "No deja de sorprender —dice Stavenhagen— [que haya] en las ideas agrarias relativas a la propiedad comunal de la tierra, el vestigio de una concepción elitista, de castas, derivada de la situación colonial. Solamente las ideas del agrarismo socialista que preconizaba la colectivización de la tierra y del trabajo productivo superaron estas incongruencias del agrarismo. Pero estas ideas no llegaron jamás a cristalizarse en una efectiva política agraria del gobierno, a excepción de la creación de algunos ejidos colec­tivos durante la administración del presidente Cárdenas, a los cuales los regímenes ulte­riores retiraron progresivamente su apoyo". Rodolfo Stavenhagen, Neolatifundismoy explotación, Editorial Nuestro Tiempo, México, 1975, p. 15.

13 Gutelman, op. cit., y Stavenhagen, op. cit. 14 Roger D. Hansen, op. cit., p. 112.

314 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 mejores tierras y precios más justos por sus productos. La se­gunda, ha fortalecido notablemente el poder de los empresarios bajo la modalidad del neolatifundio.15 Y por si fuera poco el apoyo económico a los ejidos fue reducido drásticamente al tiem­po que la red de control político armada por el cardenismo se hacía más efectiva y centralizada. Esta tendencia nacional de la política agraria naturalmente adquirió modalidades muy varia­das en el ámbito regional.

Yucatán, después del caso de La Laguna,16 es uno de los ejemplos estelares en materia agraria del gobierno de la Revolu­ción. Para tener una idea de este paso significativo, téngase en cuenta que en 1936 la producción henequenera era ya, desde ha­cía varias décadas, la columna vertebral de la economía local. Pese a la creación de 42 nuevos ejidos henequeneros, la produc­ción se realizaba en 742 fincas henequeneras, y del total de aquélla, los hacendados aportaron alrededor del 90%.17 El reparto de henequenales del año siguiente cambió completamente la estruc­tura agraria y, en consecuencia, la de la producción: puso for­malmente en manos de los ejidatarios poco más de 70% de las tierras cultivables, las cuales a partir de entonces aportan en pro­medio un 65% de la producción anual de la entidad.18

El reparto también modificó las relaciones tradicionales de poder. Para nadie fue más claro esto que para los propios ha­cendados.19 En efecto, al asumir el Banco Nacional de Crédito

15 O sea, grandes propiedades encubiertas bajo nombres falsos o de familiares. "El neolatifundismo no es un fenómeno aislado y no puede ser tampoco atribuido a facto­res circunstanciales [...] El neolatifundismo es simplemente el resultado natural de la actual estructura de poder, o sea, de la estructura de clases en el país" (Stavenhagen, op. cit.y p. 19).

16 En la región norteña de México, conocida como la Comarca Lagunera, en 1936 se expropiaron un poco más de 150 000 ha cultivadas de algodón y granos para entre­garlas a 300 ejidos colectivos, beneficiando a 35 000 campesinos. Iván Restrepo y Salo­món Eckstein, La agricultura colectiva en México; la experiencia de La Laguna, Siglo XXI Editores, México, 1979, p. 29.

17 Informe del gobernador Florencio Palomo Valencia, Diario del Sureste, 2 de ene­ro de 1937, p. 7.

18 Véase J. Brannon y E.N. Baklanoff, Agrarian reform andpublic enterprise in México: Thepolitical economy of Yucatán 's henequén industry, The University of Ala-bama Press, 1987.

19 Con conocimiento de causa, así lo preveían los hacendados aglutinados en la Asociación Defensora del Henequén. Y ése era el argumento que daban a la sociedad local en su lucha contra los funcionarios federales venidos del centro, quienes tomaran el control de la producción de henequén {Diario de Yucatán, enero de 1937).

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 315 Ejidal el control de la producción ejidal, la agricultura del hene­quén se empezó a estatizar. De hecho, el Estado reprimió el pro­ceso de politización que se venía observando entre los trabaja­dores rurales.

En este terreno tampoco el de Yucatán es un caso excepcio­nal. En la región algodonera de La Laguna se hicieron las cosas en forma muy similar.20 Parece ser que el alcance social de la reforma agraria, negativo, se ha hecho más dramático a medida que la agricultura estatizada desempeña un papel de primera im­portancia en la economía regional (hay varios casos, por ejem­plo La Laguna21 y la Chontalpa).22 En estos tipos de ejido, pese a su independencia teórica, en la práctica sus estructuras inter­nas se encuentran de hecho intervenidas por las instituciones agra­rias del Estado y del partido oficial que los "apoyan".

La política de mantener a los ejidatarios dentro del sistema pero fuera de las decisiones económicas y políticas, es el marco institucional que permite la reorganización de las relaciones so­ciales de las comunidades involucradas. Por medio de la refor­ma agraria integral el Estado fija las estructuras de poder que no negocia, e induce una praxis social23 que permite la emergen­cia del ejidatario sujeto, cuyas características en cuanto a pro­ductores participativos en la colectividad están bastante aleja­das de la imagen abstracta de campesino que maneja el agrarismo oficial.

III. En busca de identidad: los viejos sujetos ¿Quiénes eran los ejidatarios henequeneros antes del reparto de henequenales de 1937? Por alguna razón, la historiografía yuca-teca contemporánea ha soslayado la lucha de tipo proletario que

20 Véase Iván Restrepo y Salomón Eckstein, op. cit. 21 Un estudio reciente es el de A. Pucciarelli, op. cit., 1985. 22 Véase A. Bartra, "Colectivización o proletarización: el caso del Plan Chontal­

pa", en Cuadernos Agrarios, año 1, núm. 4, octubre-diciembre de 1976. 23 Por ejemplo, al no controlar cuándo, cómo y qué producir, y mucho menos la

comercialización de sus cosechas, estos ejidatarios sólo trabajan en sus planteles si hay un pago de por medio, les da lo mismo si se consigue o no una buena producción, etc. Véase mi estudio más amplio a este respecto en Yucatán: ejidos sin campesinos, tesis de doctorado, El Colegio de México, 1987 y Pucciarelli, op. cit.

316 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 se desarrolló en el agro de 1917 a 1937.24 No se sabe qué por­centaje representaban, pero había muchos henequeneros que pre­ferían que se les diera trabajo en lugar de tierra.25 Esto se de­bía a sus propias experiencias y a las condiciones históricas que definían su existencia social.

Durante el periodo de auge y decadencia de las haciendas, el trabajo socialmente necesario recayó principalmente en los tra­bajadores del campo, que se subdividían en peones acasillados y libres. Los primeros eran trabajadores fijos que vivían en las propias haciendas, mientras que los segundos eran trabajadores eventuales que residían en los pueblos. La diferencia estaba re­lacionada con la seguridad del trabajo, los alimentos y la vivien­da, pero sobre todo, con la movilidad para contratarse. Sin em­bargo, ambos trabajadores eran sobreexplotados bajo el sistema de peonaje, ya que el simbólico salario fijado a los acasillados servía de base para el pago a los peones libres.

El régimen de la Revolución comenzó a cambiar la situación de los peones y les abrió diferentes horizontes de lucha. La libe­ración formal de los acasillados en 1915, y posteriormente el inicio de los repartos de tierras incultas a los pueblos en 1923, son me­didas muy concretas que provocaron una diferenciación de inte­reses entre acasillados y libres. La reforma agraria impulsada por el gobernador Felipe Carrillo Puerto (1922-1923) entregó tierras incultas exclusivamente a los peones libres radicados en los pue­blos, ya que la Ley de Reforma Agraria vigente no preveía el caso de los acasillados que radicaban en las propias haciendas.

De esta forma y al escasear el empleo —por el declive de la producción henequenera—26 la mayoría de los peones de pue­blo se convirtieron en una especie de campesinos libres. Es de­cir, recibieron una dotación de tierra inculta que destinaron a sus milpas y con base en ella redefinieron durante un largo tiempo sus estrategias de subsistencia. En esas circunstancias, y bajo un clima agrarista favorable, el motivo de su lucha reivin­dicatoría fue la tierra y más tarde de preferencia la cultivada de

2 4 Algunas referencias se encuentran en la obra de Siegfried Askinasy, El proble­ma agrario de Yucatán, Ediciones Botas, México, 1936.

25 S. Askinasy, op. cit., pp. 66-77. 2 6 Véase Francisco Ortega Ruiz, El henequén de Yucatán, Editorial América, Mé­

xico, 1943.

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 317 henequén. Desde temprano estos ejidatarios de pueblo constitu­yeron el ala agrarista de la lucha rural, organizados en las Ligas Locales de Resistencia pertenecientes al Partido Socialista del Sureste.27

Los peones acasillados, por su parte, aunque formalmente liberados de la servidumbre, no pudieron mudarse de inmediato de las haciendas a los pueblos. Resultaba difícil que abandona­ran su hogar en el casco de las haciendas, pues a fin de cuentas era su comunidad. Al quedar excluidos del reparto de tierras su horizonte de lucha fue la organización sindical,28 que por cier­to no estaba tan claramente diferenciada de la de los campesi­nos, incluso en escala nacional.29 De esa forma se configuraron las dos tendencias principales de la lucha política de los trabaja­dores de 1917 a 1937: los que demandaban tierra y los que exi­gían mejores condiciones de trabajo y salariales, prestaciones so­ciales, etcétera.

Los ejidatarios propiamente (los de la reforma agraria inte­gral) que se sumaron al mosaico político de la clase trabajadora aparecieron con los primeros repartos de henequenales que lle­vó a cabo en 1936 la agencia local del Banco Nacional Agrícola. En vísperas del reparto de 1937 eran obviamente más débiles que las tradicionales organizaciones agraristas de los pueblos —sus miembros no se reconocían como ejidatarios—, afiliadas en su mayor parte a la Confederación de Ligas Gremiales de Yu­catán pertenecientes al Partido Socialista del Sureste —por ello se reconocían como socialistas. Sin embargo, los ejidatarios con­taban con el apoyo del Departamento Agrario y del Banco Eji-dal (léase la burocracia política federal).

En su campaña electoral de 1933, el general Cárdenas había prometido repartir los henequenales. Según Askinasy, la "Con-

27 A este respecto véase Gilbert M. Joseph, "El caciquismo y la Revolución: Ca­rrillo Puerto en Yucatán", en D.A. Brading (compilador), Caudillos y campesinos en la Revolución mexicana, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, pp. 252-276.

28 Por ejemplo los sindicatos de trabajadores de la hacienda Sacnicté; el sindicato de obreros y campesinos de la hacienda Xcuyún, y el Sindicato de jornaleros y cortado­res de henequén de la hacienda Dziuché. Demandaban jornadas de ocho horas, el pago del séptimo día, que se les proporcionara o en su caso mejoraran sus viviendas, etc. {Diario del Sureste, enero-marzo de 1987.)

29 Véase Juan Felipe Leal, Agrupaciones y burocracias sindicales en México, 1906-1938, Editorial Terra Nova, México, 1985.

318 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 federación'' no era muy partidaria de los ejidos colectivos, y en lugar de ello sugería el establecimiento de una tarifa gradual de salarios que aumentara en relación con los precios del hene­quén.30 Tampoco apoyaban el reparto de henequenales la Fede­ración Sindical Independiente de Obreros y Campesinos, afi­liada a la CTM, y la Federación General de Trabajadores de Yucatán (de la Confederación General de Trabajadores, CGT). Esta última fue la más radical y presentó una oposición más abierta.31

Ante la natural resistencia de los hacendados y la poca sim­patía de los trabajadores henequeneros por la reforma agraria, los funcionarios del Banco de Crédito Ejidal en la entidad se en­cargaban de promover al ejido como un proyecto exitoso para los henequeneros. Durante los primeros meses de 1937 se lleva­ron a cabo ruidosas ceremonias para entregar las utilidades ob­tenidas por algunos ejidos beneficiados con el crédito de esa ins­titución (entre ellos destacan los de Chuburná, Tixkokob y Dzununcán) sin embargo, lo cierto era que las tareas de la agen­cia del banco para afectar las haciendas, repartir los heneque­nales y organizar las sociedades locales de crédito ejidal eran vistas con muy poco agrado, incluso por la burocracia agraria local.32

Tanto los ex peones de pueblo como los acasillados, caren­tes de una tradición de organización colectiva para la produc­ción, no veían beneficio alguno en el ejido. Como conjunto, el horizonte de lucha de los henequeneros en 1937 era, pues, el de la tierra y el de los salarios. Era una lucha desorganizada pero muy vigorosa. A veces incluso fue confusa porque algunos sin­dicatos en su afán de mantener la fuente de trabajo se conver­tían en aliados naturales de los hacendados que defendían la in­dustria henequenera tal como existía. La violencia no estuvo ausente. En algunos casos esta lucha cobró víctimas.33 Había

30 S. Askinasy, op. cit., p. 61. 31 Ibidem. 32 Primero, por la vieja tradición autonomista de los yucatecos y segundo porque

el Banco Ejidal, dirigido por funcionarios no yucatecos nombrados por el gobierno cen­tral, tendía a convertirse en el epicentro político de la zona henequenera y por tanto de la entidad.

33 Algunos casos sobresalientes son: el enfrentamiento a tiros entre los trabajado­res de la hacienda Xcanatún en 1935, con un saldo de varias personas muertas; el asesi­nato de Rogerio Chalé, líder sindical, en 1936, y el asesinato de dos agraristas de la ha­cienda Temozón en 1937.

BAÑOS. CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 319

duda acerca de qué era mejor para ellos, si permanecer como jornaleros y luchar por un mejor contrato colectivo de trabajo o volverse propietarios de una empresa de éxito dudoso. Pero el gobierno no tenía duda alguna, la Revolución había decidido poner a todos los trabajadores henequeneros cerca del Estado y actuar en nombre de ellos.34

IV. El llamado de la Revolución: los nuevos sujetos Casi dos años de trabajo de las agencias, primero del Banco Agríco­la y posteriormente del Banco Ejidal, habían puesto de mani­fiesto que la tarea del reparto de los henequenales no tendría éxito si continuaba haciéndose en forma parcial. Previo estudio, el go­bierno del presidente Cárdenas consideró: primero, que había que afectar a todas las haciendas afectables de acuerdo con el código agrario; y segundo, que había que eliminar las diferencias entre ex peones libres y acasillados para que ambos tuvieran de­recho a la tierra. En cierta manera con dicho reparto el Estado trazaba un rumbo claro: ¡ ¡tierra para todos los trabajadores he­nequeneros!!35 Con ello, se mataban varios pájaros de un solo tiro: se aniquilaban los reductos autonomistas del Partido So­cialista del Sureste y se desmantelaban las organizaciones sindi­cales de los trabajadores rurales. Indudablemente, el sistema po­lítico se favoreció; el afán estatal de "justicia social" canceló la democracia política preexistente, en proceso de consolidación.

El 8 de agosto de 1937, el Presidente anunció que el progra­ma agrario de Yucatán se sustentaría en el trabajo colectivo de los ejidos henequeneros a los cuales se dotaría de créditos, labo­ratorios de investigación industrial, hospitales y toda clase de ser­vicios sociales básicos. Se trataba de sustituir un orden basado

34 En su discurso del 3 de agosto de 1937, en Mérida, el presidente Cárdenas dijo: "...Para asegurar el éxito del movimiento agrario en Yucatán, es necesario contar con la cooperación decidida y enérgica de ustedes, las organizaciones obreras, magisterial y la juventud revolucionaria [...] Por lo tanto, el primer acto de ustedes es ir a los cam­pos de cultivo a decirles a sus hermanos los peones acasillados que tengan fe en sí mis­mos [...] que la revolución viene a cumplir el sagrado deber que tiene con la gente del campo". Los ejidos de Yucatán y el henequén, Ediciones del Gobierno del Estado, Mé­rida, 1937.

35 Se pensó que un promedio de 4 ha cultivadas de henequén por ejidatarios sería una base suficiente para sostener su economía familiar. De cualquier forma no hubo tierra cultivada para todos, más de 13 000 trabajadores quedaron con derechos a salvo o en espera de sus 4 ha de henequén.

320 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

en la gran propiedad agraria por un sistema ejidal comunitario, y se veía en éste la base para la agroindustrialización.

Desafortunadamente, ese democrático y progresista progra­ma del presidente Cárdenas, se estrelló casi de inmediato con la realidad material y política prevaleciente en torno al henequén: 1) la crítica situación en que se hallaba la mayor parte de los he-nequenales que habían sido sobreexplotados por los hacendados ante la inminente afectación,36 y 2) el poco interés de la buro­cracia local por un programa que les restaba control político. Por otra parte, los nuevos ejidatarios se mostraron apáticos para la negociación de créditos refaccionarios, o sencillamente no co­nocían la organización colectiva del trabajo, ni cómo adminis­trar el ejido. Había, en efecto, un vacío de dirección técnica y administrativa, indispensables para el ejido colectivo.

El banco no pudo dar una respuesta operativa y adecuada a los problemas de toda índole que fueron surgiendo en los ejidos inmediatamente después del reparto de los henequenales. Por ello, y aunque sabían que era poco probable que se diera marcha atrás, los ex hacendados, atacaron el programa dibujado por el presidente Cárdenas. Todo parece indicar que ésas son las ra­zones por las cuales el gobernador Canto Echeverría, muy liga­do a la clase dominante, revivió la antigua cooperativa de los hacendados: "Henequeneros de Yucatán" sería una empresa que aglutinaría a todos los productores privados y ejidales y el presi­dente de la misma sería el gobernador en turno.

Teóricamente Henequeneros de Yucatán (también se le co­noció como "El Gran Ejido") evitaría las inequidades entre los nuevos ejidatarios, surgidas por el desigual estado de producti­vidad de los henequenales. Los 272 ejidos y cerca de 50 000 eji­datarios quedaron formalmente incluidos en ese gran ejido; a cada quien se le pagaría de acuerdo con el trabajo realizado. Con esta empresa los ejidatarios se convirtieron de nuevo en simples tra­bajadores de una gran hacienda, esta vez administrada por la bu-

36 "La directa causa de este catastrófico descenso de las siembras —dice Askinasy, que vio la situación dos años antes del reparto agrario— es el hecho de que los hacenda­dos, por la amenaza de nuevas afectaciones, dejaron de invertir su dinero en el cultivo y la siembra de hijos de henequén y en el chapeo; y mientras subsista este peligro no volverán a hacerlo, pues sus actividades, como es natural suponer, se regulan por el in­terés personal y el afán de lucro, y no por las normas ético-sociales del agrarismo." S. Askinasy, op. cit., p. vm.

BAÑOS.- CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 321 rocracia. La mayor parte de los funcionarios eran ex adminis­tradores e incluso ex hacendados.37 Sin embargo, debemos señalar que, pese a la persistencia de algunas relaciones de pro­ducción anteriores, éstas adquirían otra significación social; por ello se empezaba a procrear un nuevo sujeto social, una especie de peón reformado.

La creación de Henequeneros de Yucatán fue un golpe audaz de la burocracia política local que fortaleció al gobernador den­tro del nuevo orden y canceló la autogestión de las sociedades ejidales. De esta manera, el sistema ejidal henequenero quedó fuera del control del Banco Ejidal.

Estos hechos ponen de manifiesto que la redistribución de la tierra implica también una redistribución del poder. A los tra­bajadores henequeneros se les integró socialmente como desea­ba el presidente Cárdenas, pero conforme a los intereses de la burocracia política local. La administración de "Henequeneros" adoptó el sistema de pagos directo al trabajo y no a la producción.

Es difícil evaluar el retroceso social que para un reencuentro con la autogestión campesina representó la modalidad empresa­rial que se instauró en el agro yucateco durante los primeros 17 años (1938-1955) de la reforma agraria integral. Pero tampoco hay evidencias que nos permitan suponer que la modalidad ban­cada —en vigor desde 1955— hubiera hecho algo sustancialmente diferente en favor de ellos, es decir en favor de una verdadera autogestión ejidal.

Por el contrario la historia está mostrando que la vía del Es­tado —en cualquier modalidad— no es necesariamente "la" vía política de los trabajadores. Tampoco su intervención econó­mica en los asuntos ejidales es la panacea. En sus manos la in­dustria henequenera ha venido de más a menos y se ha trans­formado en un medio miserable de subsistencia. Claro que los ejidatarios no han permanecido pasivos; a pesar de este mono­polio estatal de todo tipo, los ejidatarios han crecido cuantitati­va y cualitativamente. De cara al poder y a la miseria han apren­dido por sí mismos a ser ejidatarios, o sea a sobrevivir dentro del sistema institucional del Estado. Y esto ha modificado pro­fundamente su conducta social.

3 7 Véase, Fernando Benítez, KI: el drama de un pueblo y de una planta. Fondo de Cultura Económica, México, 1973, pp. 137-152.

322 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

Si no fuera por las ambiciones políticas, los teóricos del agra-rismo oficial cometieron el gravísimo error de creer que los peo­nes se convertirían de la noche a la mañana en ejidatarios idea­les. O sea, tal como se les considera teóricamente en los códigos agrarios. La transformación del viejo peón porfíriano en un nuevo campesino o lo que es lo mismo, en ejidatario sujeto, muy lejos del tipo ideal acuñado por el agrarismo oficial, es el resultado de un proceso muy complejo, en el que sobresalen una praxis del po­der y una respuesta a su ejercicio. El ejidatario ideal, el que desea la Revolución, está ausente en Yucatán, y, como en otras partes de México, el propio Estado ha hecho todo lo posible (como veremos más adelante) para reprimir su eventual surgi­miento.

Aparentemente, el Estado no desea ver a los ejidatarios cons­tituidos en verdaderos productores autónomos y dinámicos. Nin­gún programa se ha fijado como meta, capacitarlos técnica y po­líticamente como productores independientes, o tan sólo cambiar su mentalidad peoneril, que justifica el tutelaje estatal. Aque­llos programas que han existido se han orientado solamente a cambiar la forma de explotación, para hacerla más funcional, de acuerdo con el modelo económico político vigente.

V. Expresión política de los ejidatarios sujeto La experiencia y la necesidad de sobrevivir enseñan, en este caso, que las estructuras económicas y el juego político fijan los cau­ces de la lucha de los ejidatarios que permiten incluso la movili­dad social. Existen tres tipos de prácticas políticas de los ejida­tarios henequeneros de Yucatán que expresan al ejidatario sujeto: la más común es la postura pasiva del ejidatario masa; la de los políticos ejidales estrechamente relacionada con la Confedera­ción Nacional Campesina (CNC) y la contestataria o independen-tista de los llamados ejidos autónomos.

1) Como se dijo, la decadencia del campo henequenero es inexorable y total; quizás ello es reflejo del aprendizaje de los antiguos peones a comportarse como ejidatarios, como derecho-habientes de la Revolución. Todos han sido partícipes de la de­clinación de la industria henequenera: unos por abusar y otros por permitir; se puede decir que existe una especie de complici-

BAÑOS.- CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 323

Cuadro 1 Problemas de los ejidatarios henequeneros

Chochóla Pixyah

Tipo de problema Núm. de personas %

Núm. de personas %

Ninguno 28 49 15 68 Falta de organización 3 5 Falta de crédito 6 11 3 14 Irresponsabilidad de los

compañeros en sus tareas 7 12 Desinterés del socio delegado 1 4 Que no se les paga lo justo 6 11 2 9 De índole diversa 7 13 1 4 Total 57 100 22 100 Fuente: datos de campo, Encuesta, 1984.

dad entre los ejidatarios y la burocracia.38 A su manera, los eji­datarios (masa o las mayorías) protestan por la demagogia e ine-ficiencia de sus modernos encomenderos, que se llevan la tajada del león.39

En la zona henequenera la tierra ejidal cultivada de henequén significa crédito, y éste, a su vez, significa injerencia estatal, y ésta significa política (la del partido oficial). La tierra ejidal —cul­tivada de henequén— no es, pues, un recurso para la produc­ción autónoma de los trabajadores. Así ha sido en la práctica y así lo han aceptado los interesados.

Los ejidatarios no sienten que sea necesario cambiar el siste­ma ni la política económica con respecto al ejido. De acuerdo

3 8 "Los ejidatarios, por lo general, saben de la existencia de nóminas falsas, de la existencia de muchos planteles que se cobran (pero no existen) y de muchos ejidata­rios que cobran trabajos que nunca efectúan o efectúan a medias... toda la organización ejidal se siente cómplice/' Eric Villanueva Mukul, "Las condiciones económico-sociales y políticas del trabajador henequenero", en Yucatán: Historia y Economía, año 1, núm. 3, septiembre-octubre de 1977, p. 28.

3 9 "Además de minimizar el tiempo destinado a la ejecución de sus tareas, los eji­datarios, sabiendo que cualesquiera sean los beneficios que ellos no obtengan de los ejidos serán tomados por otros, a menudo ejecutan acciones que saquean a la propiedad común y perjifdican sus funciones económicas." Jeff Brannon, "Derechos de propie­dad y producción colectiva en el Yucatán posterior a la reforma agraria", mecanogra­fiado, 1987.

324 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 con una encuesta levantada en 1984,40 en agosto de ese año, cada ejidatario obtenía en promedio 883.77 pesos por 2.7 jorna­das a la semana en el ejido. La mayoría, el 92.4%, debía reali­zar actividades complementarias, que por su edad buscaban rea­lizar de preferencia en el poblado, siendo principalmente la milpa. Casi todas las esposas se dedican exclusivamente a las labores domésticas, salvo un 12% que las combinan con otras remune­radas, como la hechura de hamacas, bolsas de macramé y bordados.

De las dos comunidades estudiadas, en Chochóla sólo un 33% de los ejídatarios entrevistados dijo tener preferencia por la pro­piedad privada, mientras que en Pixyah sólo respondió así una persona. En su opinión, el ejido es preferible a la propiedad pri­vada porque con el primero tienen asegurado un ingreso fijo. Se les preguntó también qué tipo de problemas detectaban y la mitad de ellos dijo que ninguno, que equivale a decir que hace falta crédito.

Cabe, desde luego, la posibilidad de que la opinión de los entrevistados fuera muy superficial y sesgada, pero existen otros elementos que corroboran el conformismo de la gran mayoría de los ejidatarios henequeneros; por ejemplo, el fracaso cons­tante de los llamados planes de diversificación agropecuaria. La gran mayoría evita mezclarse en los asuntos políticos del ejido, pero no rechaza su participación en ninguno de los planes tem­porales del gobierno, siempre y cuando haya "crédito" de por medio.

La mayor parte de los ejidatarios reconoce que el ejido no les ha permitido mejorar su situación económica familiar; así opi­nó el 70% de los entrevistados de Chochóla y el 68% de Pixyah. Lo atribuyen a que se les paga muy poco por sus labores en los planteles debido a la corrupción que existe entre los funciona­rios del banco. No obstante, hacen muy poco para indepen­dizarse.

Piensan que el gobierno debería darles más créditos y que la sociedad local de crédito, tal como está estructurada y fun­ciona actualmente, no necesita ningún cambio. La opinión ge­neralizada es de que su situación depende en gran parte del go-

4 0 Proyecto de investigación "Las estrategias de sobrevivencia de los ejidatarios he­nequeneros de Yucatán", DEES, C IR , Universidad Autónoma de Yucatán.

BAÑOS.- CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 325 bierno. Y ése es el blanco fundamental de sus reivindicaciones: no tienen ningún interés por más tierras o por mejores precios, demandan principalmente más "crédito". No tienen ninguna idea acerca de cómo recuperar el control de sus tierras.

Sin lugar a dudas, los henequeneros tienen una postura polí­tica frente al ejido pues si se les estudia desde otro punto de vis­ta, como se hará más adelante, demuestran dedicación a su fa­milia y una constante búsqueda de la superación económica y social. Con el ejido simplemente cumplen y buscan la mejor ma­nera de sacar el máximo provecho de su calidad de ejidatarios.41

En ese sentido va dirigida su lucha política o la que hacen en su nombre las corporaciones del partido del gobierno.

2) La lucha política oficializada. En efecto, con motivo del reparto ejidal, el Estado reprogramó la lucha política un tanto desarticulada que se daba en el agro yucateco. Se dio el gran paso: todos y cada uno de los trabajadores rurales de la zona hene-quenera habían sido liberados e integrados socialmente. Muy poco podrían reclamar, puesto que la tierra era suya. Los ejidatarios se convirtieron así en una gigantesca masa de trabajadores uni­dos solamente en lo formal.

Este control político del Estado en el agro henequenero se llevó a cabo en forma también centralizada. El 6 de agosto de 1938 se creó la Liga de Comunidades Agrarias y Sindicatos, como una corporación del partido oficial, en ese entonces Partido de la Revolución Mexicana (PRM). Con ello fueron liquidadas las organizaciones gremiales y sindicales surgidas de la propia base y que buscaban la reivindicación de sus agremiados. Ya de he­cho se habían debilitado cuando entraron a formar parte de la Alianza Popular Yucateca, dirigida por el diputado Pedro Cas­tro Aguilar, misma que se formó para dar respaldo político a la intervención del presidente Cárdenas en 1937. Esa alianza tras­cendió en mucho el simple apoyo a la visita presidencial. De he­cho entregaron su proyecto al gobierno y partido centralizados que representaba el Presidente.

La filiación de la Liga Local a la CNC significaba que la lu­cha política agraria estaría subordinada al aparato de Estado y centralizada, con lo cual los ejidatarios henequeneros quedaron

4 1 Véase C . Kirk, Las haciendas de Yucatán, Instituto Nacional Indigenista, Mé­xico, 1982, pp. 233-282.

326 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 maniatados durante algún tiempo. Esto no quiere decir que las ligas locales hayan dejado de tener una verdadera representación, sino que sus dirigentes, muy probablemente, gastaron muchas energías tratando de adivinar un juego político ajustado desde y para el aparato central del partido.

Parece ser que los antiguos dirigentes campesinos (de las li­gas y sindicatos del Partido Socialista del Sureste) tomaron va­rios puestos importantes en estas nuevas ligas de la CNC y en otros puestos de representación de los ejidatarios; fue el caso en Henequeneros, donde había tres vocales representantes de este sector. Su desempeño ciertamente es muy dudoso; parece ser que estos dirigentes no hicieron contrapeso alguno sino que se ajustaron a los términos del juego arbitrado por las autoridades superiores. El férreo control del gobierno sobre las ligas locales desvirtuó las estructuras ejidales para convertirlas en vehículos de control político, debilitando su capacidad de presión y de movilización autónoma e incluso su democracia interna.42

La etapa más reciente de las movilizaciones políticas de los ejidatarios se inician en 1966 bajo la égida de la CNC local.43 Se plantean reivindicaciones económicas, como aumentos directos al pago de sus labores en los planteles, prestaciones sociales como aguinaldos, derecho al seguro social y reinstalación de depurados.

Cerrada la opción de autonomía frente al banco, y sin un control real de su producción, la lucha de los ejidatarios hene­queneros por la tierra no tiene sentido. Su única lucha para me­jorar sus ingresos es la de negociar un mejor precio para su fuerza de trabajo. No es que se sientan más proletarios que campesinos o viceversa, sino que su lucha es una respuesta objetiva a las con­diciones que imperan en la producción. Va dirigida contra el ban­co porque a través de los años ha quedado claro que es éste el que decide cómo, cuándo y cuánto se debe pagar por su fuerza de trabajo.

Un punto que debe ser destacado es que las tácticas de la lu­cha no se repiten, se dibujan al calor del momento coyuntural,

4 2 Véase Cecilia Lezama, Organización e influencia de la Confederación Nacional Campesina en la zona henequenera, Centro de Investigaciones para el Desarrollo Rural, México, 1980.

43 Véase Eric Villanueva Mukul, Crisis henequenera y movimientos campesinos en Yucatán 1966-1983, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 1985.

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 327 lo cual demuestra que los ejidatarios han empezado a aprender las lecciones del juego político, que incluso su pasividad es polí­tica. Más aún, esta movilización se desarrolla pese a los cerrojos de las corporaciones del partido oficial. El cómo se gestan es una verdadera incógnita y aunque no son espontáneas, tampoco en­cuentran un aparato organizativo que les sea favorable. Las más de las veces, la CNC ha tenido que ponerse al frente de estas mo­vilizaciones cuando ya no las puede parar.44

Esto significa que en la zona henequenera impera una rela­ción de clase que no se caracteriza por la posesión de los medios de producción sino por el control de sus corporaciones campesi­nas. Y por otra parte, no es raro que los ayuntamientos de los municipios henequeneros estén en manos de una especie de cla­se política ejidal. Su fuerza política se basa en las buenas rela­ciones con las cúpulas estatales de la CNC. Por tanto, la mayo­ría de ellos vela más por su futuro dentro del sistema que por el de sus compañeros.

3) La expresión política independentista. Es el caso del mo­vimiento social que dio inicio en abril de 1955 y que se conoció como el de los ejidos autónomos. Unos 2 000 ejidatarios enar-bolaron la bandera de "libertad para los ejidos", querían libe­rarse de la tutela de Henequeneros de Yucatán y más tarde del Banco Ejidal. Fueron reprimidos con la amenaza de que se les despojaría de su parcela y que serían expulsados de sus hoga­res.45 Este movimiento autonomista resurgió en 1978 ante las depuraciones ordenadas por el Banrural, con un éxito relativo, pero perdió fuerza ante una bien coordinada represión institu­cional de toda índole.46 No obstante, independientemente de su porvenir, este movimiento independentista ha propiciado que las autoridades concedan atención a los asuntos de los ejidatarios, y en no pocas ocasiones han modificado sus posturas autoritarias.

4 4 Véase, Pilar Charles Creel, La zona henequenera: movimientos sociales y con­trol estatal, Universidad Iberoamericana, México, s/f.

4 5 Eric Villanueva Mukul, op. cit., pp. 63-64. 4 6 Por falta de espacio no abundaré más en el tema; véase A. Rubio Z. y E. Villa-

nueva M., "La respuesta de los trabajadores henequeneros a la nueva política dé Banru­ral", en Cuadernos Agrarios, año 5, núms. 10/11, diciembre de 1980.

328 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

VI. Modernidad del ejidatario sujeto Estos nuevos campesinos no poseen una tradición de producción colectiva autónoma, pero sí un espíritu de superación individual que les permite sobrevivir y articularse de manera orgánica al sis­tema regional de producción. Es necesario señalar que la trans­formación de los peones acasillados y libres en ejidatarios suje­to, en el sentido de involucrar el crédito oficial en la base de su estrategia de subsistencia, no ocurrió por decreto.

De acuerdo con cifras oficiales, en 1938 había en la zona he-nequenera 31 310 ejidatarios beneficiados con un promedio de 4 hectáreas cultivadas de henequén y unos 13 000 más con dere­chos a salvo o en espera de su correspondiente dotación de he-nequenales.47 Sin embargo, en 1943 Henequeneros de Yucatán sólo reportó la participación de 23 800 ejidatarios y otros 6 000 trabajadores no reconocidos como tales,48 lo cual significa que una tercera parte de los trabajadores teóricamente beneficiados no reclamaron el usufructo correspondiente.

Para muchos trabajadores el henequén representaba una opre­sión del pasado, más que un futuro prometedor. Las dotaciones de tierra durante el gobierno de Carrillo Puerto habían abierto la posibilidad de un resurgimiento de la agricultura de subsis­tencia y a ella se aferraban ante la reducción creciente del traba­jo asalariado por la disminución de las áreas cultivadas de hene­quén. Así, en la década de los cuarenta, el campo y la ciudad estaban bastante diferenciados: los trabajadores rurales no lo eran también de la ciudad, salvo aquellos que estaban muy cerca de ésta. En esta etapa quienes se beneficiaron con la mano de obra ejidal fueron los ex hacendados, que incluso pagaban un poco menos por jornales equivalentes en los planteles ejidales.49

Al áar inicio al nuevo sistema de crédito ejidal en 1955, ba­sado en las sociedades locales de crédito, las condiciones econó­micas y sociales de la década anterior se habían hecho más críti­cas y, naturalmente, la explosión demográfica arrojaba nuevos brazos en busca de trabajo. En 1955 el número de ejidatarios

47 Comisión Agraria Mixta, 1939, Archivo General del Estado de Yucatán. 4 8 Véase Fernando Peraza Medina, "El problema henequenero de Yucatán", en

México Agrario, vol. vi, núm. 4, octubre-diciembre de 1944. 4 9 Véase Francisco Ortega Ruiz, El henequén de Yucatán, Editorial América, Mé­

xico, 1943, pp. 95-103.

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 329 aumentó a 47 249, repartidos en diez jefaturas de zona del Ban­co de Crédito Ejidal.50 Sin embargo, las áreas cultivadas de he­nequén no aumentaron en forma proporcional. En 1938 se re­portaron 90 748 ha, mientras que en 1955 sólo habían aumentado a 132 982 ha. Todo ello provocó que el ingreso por ejidatario disminuyera aún más y con ello que iniciaran su marcha a la ciu­dad en forma más numerosa.

El nuevo sistema ejidal no presentó nada nuevo u original en comparación con el periodo anterior de Henequeneros, sal­vo una forma distinta de centralización y control de la produc­ción. En favor de los ejidatarios se derogaron gravámenes que pesaban sobre la producción ejidal, con lo cual se permitió ca­nalizar más recursos al campo, pero todo ello no fue suficiente para romper la inercia negativa de la agricultura henequenera. Tampoco reanimó la agricultura tradicional que decaía debido a la mala calidad de los suelos y a su superexplotación. La agri­cultura por cuenta propia se combinaba con la del ejido y se com­plementaban, pero poco a poco se volvieron insuficientes. En la década de los sesenta el trabajo social de estos nuevos campe­sinos se proyectó hacia toda la sociedad.

El cuadro ocupacional de la familia de los ejidatarios hene­queneros hoy día es complejo y diversificado, lo que demuestra su estrecho vínculo con todos los sectores de la producción re­gional. De la mencionada encuesta de 1984, se extraen los siguien­tes datos: el 60.4% de la población no tiene ocupación remune­rada alguna (el 25.7% de ellos son menores de 12 años, el 24.3% se dedican a las labores domésticas, un 1.7% no tiene empleo y 8.7% son estudiantes). El otro 39.6% de la población consti­tuye la fuerza laboral activa, cuyas ocupaciones principales son las siguientes: ejidatarios henequeneros, 16.8%; ejidatarios por-cicultores y fruticultores, 7.4%; jornaleros y milpa, 3%; albañi-les, 4.6%; obreros, 3%. El 4.8% restante se ocupa en activida­des diversas (véase el cuadro 2).

De esa población total muestreada, el 29% tiene una ocupa­ción complementaria; la categoría más importante son los eji­datarios (22%) y le siguen las mujeres que maquilan ropa o ha­cen bolsas tejidas en sus propios hogares (el otro 7%). La principal

50 Óscar Soberón Martínez, La industria henequenera en Yucatán, Centro de In­vestigaciones Agrarias, México, 1959, p. 16.

330 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

Cuadro 2 Distribución por actividad principal de la población ejidal

Total % Agropecuaria Ejidatario henequenero 98 16.8 Ejidatario porcicultor 21 3.6 Ejidatario fruticultor 22 3.8 Jornalero 16 2.7 Milpa 2 0.3

159 27̂2 No agropecuaria Albañil 27 4.6 Comercio 3 0.5 Artesanías 10 1.7 Obrero 18 3.0 Profesor de primaria 1 0.2 Doméstica 8 1.4 No especificada 5 0.9

72 7̂ 3 No remunerada Amas de casa 142 24.3 Menores de 12 años 150 25.7 Ninguna 10 1.7 Estudiante 51 8.7

353 6Ö4 n = 584 99̂9

Fuente: Encuesta, 1984.

ocupación complementaria de los ejidatarios "jefes de familia" sigue siendo la milpa y los jornales (cuadro 3), pero el comple­mento de la economía de la familia se consigue con el concurso de la fuerza de trabajo de todos y cada uno de sus miembros. Los ocupados fuera del sector agropecuario por lo general no tienen ocupación complementaria.

Los ejidatarios como sector, incluida naturalmente su fami­lia, obtienen los recursos necesarios para su subsistencia en cua­tro ámbitos diferentes. En el ejido efectúan el 26.5% de sus jor-

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 331

Cuadro 3 Distribución por actividad complementaria de la población ejidal

Total % Agropecuaria Milpa 83 14.2 Jornalero 26 4.4 Milpa y jornales 10 1.7 Porcicultura 5 .9

124 2L2 No agropecuaria Albañil 4 .7 Obrero 1 .2 Artesanías 9 1.6 Panadero 2 .3 Labores domésticas 12 2.0 No especificada 18 3.1

46 Ninguna 240 41 Menores de 12 años 174 29.8

n = 584 99~9 Nota: algunos ejidatarios tienen una actividad complementaria no agropecuaria. Fuente: Encuesta, 1984

nadas; en las actividades productivas que el ejidatario controla o que realiza por cuenta propia —la milpa, las hortalizas, la ma­nufactura de artesanías o el trabajo domiciliario— invierte el 31.6% de sus jornadas anuales; como jornalero o asalariado ru­ral, el 19.2%, y en diversas actividades en la ciudad el 22.7% (cuadro 4).

En términos generales, una cuarta parte de las jornadas de la población rural ejidal se realiza en la ciudad, principalmente por jóvenes que migran temporalmente en busca de empleo pero que terminan fijando ahí su residencia. Esta situación se acen­tuó en la década de los setenta. Así lo refleja el crecimiento de Mérida, el principal centro urbano, cuya población casi se du­plicó, de 241 964 en 1970 pasó a 424 259 en 1980. No existe nin­guna evidencia para suponer que la causa de este crecimiento es­pectacular sea el dinamismo urbano-industrial. Se trata más bien

332 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988

Cuadro 4 Distribución del número de jornadas al año

de los ejidatarios henequeneros (1983) En el En el En la Por cuenta

Actividad ejido medio rural ciudad propia Total Henequenero 13 468 4 368 572 9 828 28 236 Porcicultor 1 764 1 430 0 3 358 6 552 Fruticultor 3 276 780 416 2 444 6 916 Jornalero 0 3 224 312 702 4 238 Albañil 0 728 7 696 0 8 424 Comerciante 0 130 312 152 594 Artesanías 0 0 0 1 570 1 570 Obrero 78 1 950 3 432 0 5 460 Doméstica 0 0 2 496 0 2 496 Ama de casa1 0 176 0 1 656 1 832 Estudiante 78 156 0 728 962 Desempleado 0 0 0 624 624 Pensionado 0 0 0 520 520 Milperp 0 208 0 416 624 No especificado 0 390 780 338 1 508 Total 18 664 13 540 16 016 22 336 70 556 % 26.5 19.2 22.7 31.6 100 1 Sólo trabajo remunerado. Proyecto "Las estrategias de sobrevivencia de los ejidatarios henequeneros de Yucatán", DEES-CIR-UADY. Fuente: Encuesta, 1984.

de una sobrepoblación relativa que ahora es generalizada en el campo y en la ciudad.

La mayoría de los ejidatarios trata, a como dé lugar, de re­solver sus problemas económicos y sus carencias sociales en for­ma individual con el concurso de su familia. Su horizonte de lucha es primeramente el de su vida cotidiana, asegurar los alimentos, la vivienda y el vestido para todos. En esta lucha no hay límites, se recurre a todas las capacidades de la familia con lo cual el grupo doméstico proyecta su trabajo hacia la sociedad que se beneficia de él, sin que logren superar su nivel material de vida, aunque éste se modifica, se moderniza y desafortuna­damente se vuelve más superficial. Los beneficiarios de esta in-

BAÑOS: CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 333 tensificación y extensión del uso de la fuerza de trabajo familiar son los mismos de siempre: las élites económicas y políticas.

Conclusión Medio siglo de vigencia de los ejidos es un lapso que parece sufi­ciente para demostrar que el de los trabajadores henequeneros no era solamente un problema de tenencia de la tierra. Se les con­virtió en campesinos por decreto, pero nunca se les dio la opor­tunidad para que se desempeñaran como tales, sobre todo para que ellos mismos controlaran su organización y su producción colectiva. Pero, al mismo tiempo, como en el resto del país, en Yucatán durante mucho tiempo el problema social del campo fue reducido a la dotación y restitución de tierras como si ésas hubieran sido los motivos casi únicos que dieron origen al movi­miento armado de la Revolución. Sin querer queriendo, se dese­chó la idea de que los henequeneros pudiesen demandar algo más que tierra o, en su defecto, que les interesara algo más que la producción para la subsistencia familiar.

La reforma agraria ha desempeñado un papel favorable para el sistema mas no para los trabajadores; ha institucionalizado la pobreza en el campo y dado continuidad a ciertas relaciones de producción y suprimido otras. Pero sobre todo, ha dado un sentido cualitativamente nuevo a las viejas contradicciones, sin alterar a fondo las formas de dominación. Su éxito institucio­nalizante ha quedado de manifiesto en el hecho de que los ejida-tarios henequeneros de hoy tienen una función importante en tres estructuras sociales diferentes.

El llamado subsido al henequén permite: 1) mantener la es­tructura comunitaria de producción por medio de su agricultura tradicional complementaria. La milpa de los ejidatarios heneque­neros, raquítica si se quiere, es un factor social que se resiste a morir porque los remite a su pasado cultural; gracias a ella se sien­ten en parte campesinos y no de plano asalariados como cualquier obrero urbano; gracias a ella sus salarios pueden permanecer ex­traordinariamente bajos; 2) proveer de fuerza de trabajo barata a la estructura de producción urbano-industrial (gran parte de la zona henequenera es prácticamente una periferia de la ciudad), y 3) fortalecer las estructuras del capitalismo y del poder del Es-

334 ESTUDIOS SOCIOLÓGICOS VI: 17, 1988 tado; por medio del crédito engrosan la clientela política de las corporaciones campesinas del partido oficial (CNC y Central Campesina Independiente, entre otras) y de las instituciones agrarias.

Su participación en estos tres ámbitos de la sociedad, dife­renciados analíticamente, pero unidos de manera inextricable en la realidad, es fundamental para su supervivencia. Estos nue­vos campesinos, estos sujetos sociales producto del régimen de la Revolución, como otros campesinos mexicanos, realizan acti­vidades diversas. La polivalencia de su fuerza de trabajo y de sus relaciones sociales de producción, hacen pasar a los ejidata-rios al mismo tiempo como productores directos, jornaleros, usua­rios de crédito, maquiladores a domicilio, etcétera.

A causa de esas formas diversas de explotación, los ejidata-rios henequeneros no tienen un comportamiento político inde­pendiente y militante, no son una clase social para sí. Hace falta quizás un concepto más adecuado para ellos. Se cometería otro error al considerarlos simplemente como campesinos o proleta­rios. Ni una ni otra cosa por separado; son sujetos sociales cua­litativamente diferentes aquellas categorías. No se trata de obre­ros que no han dejado de ser campesinos o al contrario; se trata de nuevos sujetos sociales surgidos al calor de la contradicción Estado-ejidos. Por eso los hemos llamado ejidatarios sujetos so­ciales.

Los ejidos raquíticos y miserables de la zona henequenera son un buen ejemplo de los sesgos clasistas de la Revolución mexi­cana. Por ello, tal como están las cosas, la defensa del ejido es la defensa del sistema político que lo aprisiona, que se ha apro­piado de él. El caso de la zona henequenera de Yucatán confir­ma la urgencia de hacer un replanteamiento teórico de la cues­tión ejidal, como lo han señalado entre otros, Warman, Reyes Heroles y Gustavo Gordillo.51

Hay que discutir críticamente el empeño del Estado mexica­no en recrear a sus campesinos, muchos de ellos en un nivel de subsistencia miserable, cuando en realidad no tienen ningún por­venir en la sociedad industrial que en forma amplia y predomi­nante promueve y apoya por otro lado. A la luz de los hechos

51 A. Warman, op. cit.; F. Reyes Heroles, op. cit.\ Gustavo Gordillo, "Programa para el ejido", en Cuadernos Políticos, núm. 33, Ediciones Era, México, 1982.

BAÑOS.- CAMPESINOS DE MÉXICO. EL CASO DE YUCATÁN 335 que han sido analizados, se ve que el porvenir de estos nuevos campesinos de México se presenta muy dudoso, que el ejido debe ser reconceptualizado y rescatado por los propios ejidatarios, hoy envueltos por el marasmo político del Estado. Esto enmarcado por un proceso de rescate de la sociedad civil de sí misma. Defi­nitivamente, la miseria social de Yucatán, y de México en gene­ral, no podrá ser superada si no se dan las condiciones para que sus campesinos se superen políticamente.