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E N el año 2002 aparecía en Francia el libro Llamada al orden. Encuesta sobre los nue- vos reaccionarios 1 firmado por Daniel Lindenberg, profesor de ciencias políticas en París y miembro del Consejo de redacción de la revista Esprit. El «libro» (94 páginas de afirmaciones mal razona- das y extrapolaciones chapuceras, en tono de denuncia) mete en el índice a toda una retahíla de autores franceses acusa- dos de transgredir impunemente los códi- gos de la «decencia» progresista, y poner en cuestión los dogmas sagrados del mejor de los mundos posibles en el que vivi- mos. ¿Y cuales son esos «tabúes» tan impú- dicamente puestos en cuestión? Daniel Lindenberg ofrece una lista: la cultura de masas, la libertad de costumbres, los inte- lectuales, Mayo del 68, los Derechos del Hombre, el mestizaje, el islam y la idea de igualdad. El mismo título y tono del libro reve- la esa vocación de «policía del pensamien- to» y ese afán depurador característicos de la nueva izquierda «moral» y «buenis- ta» que, instalada en el confort de la ide- ología oficial, ha hecho dejación de la Rodrigo Agulló ¿Primeros signos de descomposición de la hegemonía del «pensamiento único» de la «izquierda divina» instalada en el aparato mediático-cultural? ¿O tempestad en un vaso de agua? La polémica sobre los «nuevos reaccionarios» que se abrió hace unos pocos años en Francia deja al menos entrever una evolución en el panorama intelectual europeo en el que el cuestionamiento de las verdades oficiales de los evangelios del progresismo apoltronado está dejando de ser patrimonio de extremistas marginales, ultraconservadores nostálgicos y otros «malos oficiales» del sistema. Los nuevos reaccionarios 1 reaccionarios Los nuevos «Para el escritor y ensayista Philippe Muray, el imperativo de “ser absolutamente moderno” es la consigna de los nuevos esclavos.» 1. Daniel Lindenberg, le Rappel à l’ordre. Enquête sur les noveaux réactionnaires. Seuil, París, 2002.

Los Nuevos Reacionarios

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EN el año 2002 aparecía enFrancia el libro Llamada alorden. Encuesta sobre los nue-vos reaccionarios 1 firmado por

Daniel Lindenberg, profesor de cienciaspolíticas en París y miembro del Consejode redacción de la revista Esprit. El «libro»(94 páginas de afirmaciones mal razona-das y extrapolaciones chapuceras, en tonode denuncia) mete en el índice a todauna retahíla de autores franceses acusa-dos de transgredir impunemente los códi-gos de la «decencia» progresista, y poneren cuestión los dogmas sagrados del mejorde los mundos posibles en el que vivi-mos. ¿Y cuales son esos «tabúes» tan impú-dicamente puestos en cuestión? DanielLindenberg ofrece una lista: la cultura demasas, la libertad de costumbres, los inte-lectuales, Mayo del 68, los Derechos delHombre, el mestizaje, el islam y la ideade igualdad.

El mismo título y tono del libro reve-la esa vocación de «policía del pensamien-to» y ese afán depurador característicosde la nueva izquierda «moral» y «buenis-ta» que, instalada en el confort de la ide-ología oficial, ha hecho dejación de la

Rodrigo Agulló

¿Primeros signos de descomposición de la hegemonía del «pensamiento único» de la «izquierda divina»instalada en el aparato mediático-cultural? ¿O tempestad en un vaso de agua? La polémica sobre los«nuevos reaccionarios» que se abrió hace unos pocos años en Francia deja al menos entrever una evoluciónen el panorama intelectual europeo en el que el cuestionamiento de las verdades oficiales de los evangeliosdel progresismo apoltronado está dejando de ser patrimonio de extremistas marginales, ultraconservadoresnostálgicos y otros «malos oficiales» del sistema.

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«Para el escritor y ensayistaPhilippe Muray, el imperativo de “ser absolutamente moderno”es la consigna de los nuevos esclavos.»

1. Daniel Lindenberg, le Rappel à l’ordre.Enquête sur les noveaux réactionnaires. Seuil,París, 2002.

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función crítica propia de toda actividadintelectual que se precie de serlo, y ade-más se permite trazar las líneas de lo per-misible y lo no permisible. Ello pone demanifiesto la auténtica función social deesa intelligentsia progresista: la legitima-ción ideológica del orden de cosas impe-rante, el aplastamiento de cualquier atis-bo de pensamiento crítico y disidente, yel embalsamamiento de nuestras socie-dades en las delicias de la sociedad delespectáculo, feliz y post-histórica en laque vivimos.

¿Y quienes son los denunciados? Setrata de una miscelánea de intelectuales,historiadores de las ideas, filósofos y escri-tores que, lejos de constituir un grupo

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El novelista Michel Houellebecq (aquí en compañía de Fernando Arrabal) «explora el universo de este hombrecontemporáneo que es el primer espécimen de una mutación antropológica inédita en la historia: la del hombre encerrado en su pura contingencia material, sin ningunadimensión de trascendencia, religiosa o profana».

Jean-Marie Le Pen… o el diablo personificado,según ha decretado el Sistema.

Otros «nuevos reaccionarios». Abajo, a la izquierda: el politólogo Pierre-André Taguieff. En la segunda columna, arriba (a la derecha),Samuel Trigano; abajo (a la izquierda), el filósofo Alain Badiou.

organizado o un movimiento conscien-te de serlo, se caracterizan por sus dife-rencias de formación y de enfoque, porsus distancias generacionales y por lo hete-róclito de la producción de algunos deellos. Muchos proceden de la izquierdao incluso de la extrema izquierda, y suobra está lejos de poner en cuestión elfundamento básico de la forma políticay sistema de convivencia de las socieda-des occidentales, esto es, la democracia.

Dicho esto, conviene poner de relie-ve que entre ellos se encuentran algunasde las mejores cabezas en el panoramaintelectual francés. No se trata precisa-mente de «marginales» publicados en edi-toriales de catacumba, sino de intelec-tuales, académicos y escritores interna-

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cionalmente reconocidos. Entre estos«nuevos reaccionarios» se encuentran figu-ras como los filósofos Alain Finkielkraut,Marcel Gauchet y Alain Badiou, los poli-tólogos Pierre Manent y Pierre-AndréTaguieff, el historiador y sovietólogo AlainBesançon, el escritor yensayista Philippe Muray,el sociólogo SamuelTrigano, los novelistasMichel Houellebecq yMaurice Dantec, los perio-distas Élisabeth Lévy yPhilippe Cohen, el lingüis-ta Jean-Claude Milner, elescritor Régis Debray ymuchos otros. La lista eslarga. ¡Se incluye hasta unextraño rastreo de los «atis-bos reaccionarios» en una«vaca sagrada» del 68 comoGuy Debord! Buen traba-jo para 94 páginas. Cuandode lo que trata es de denun-ciar, sobran los análisis.

Más allá del contextoen el que se inscribe el pan-fleto de Lindenberg —esatradición tan francesa dedenuncias estilo «J’accuse»,de búsqueda de publici-dad mediática y de ajustesde cuentas entre vedettesintelectuales— el libro, ymucho más que el libro,la polémica posterior gene-rada en torno al mismo,ponen de relieve que «algose mueve» en el remanso autocompla-ciente de lo «políticamente correcto».Algo que revela una tendencia que, deconsolidarse, podría significar el princi-pio del fin de la hegemonía incontesta-da de esa «ideología orgánica» (valga eltérmino gramsciano) que se sirve comopitanza espiritual para nuestras socieda-des. El principio del fin del discurso deesa nueva izquierda que ya hace tiempoevacuó todos sus valores revolucionariosoriginarios, para inflarse de sentido moraly de humanitarismo soft. Esa izquierdaque, tras acelerar la desvalorización detodos los valores, se ha sumado al nuevodogma relativista, dogma que viene afavorecer la inercia de nuestras socieda-des frente al proceso de hibridación de

pueblos y culturas en el seno del merca-do global y del «mundo feliz».

La llegada del Frente Nacional a lafase final de las elecciones presidencialesfrancesas en 2002 dio en el país vecinola primera señal de alarma seria de que

«algo falla» en el seno de la ciudad alegrey confiada. Algunos empezaron a pre-guntarse qué. Quizá fuese que en todasesas fiestas… se estaba quedando fuerael pueblo. Pero la contestación a estosaguafiestas no podía ser, evidentemente,acusar al pueblo de «reaccionario» —almenos todavía no—, sino más biendenunciar al «populismo», la nueva «bes-

tia negra» de los biempensantes. Habíaque señalar culpables —y ahí se sacó aescena a los «nuevos reaccionarios». Laacusación principal dirigida contra ellosera la de haber favorecido, con sus ata-ques a los fundamentos sagrados de nues-

tras democracias avanza-das, los avances —¡oh, cie-los!— de la bestia inmun-da del populismo de extre-ma derecha, de la exclu-sión y de la xenofobia.

Lo cierto es que granparte de la reflexión demuchos de esos «nuevosreaccionarios» se dirige aexplorar las líneas de frac-tura entre la realidad ofi-cial y la realidad «real»,líneas de fractura que expli-can sobresaltos como el delas elecciones presidencia-les francesas de 2002. Yello no con el objetivo depromover un

modelo antidemo-crático —todos estos autores están muyalejados de lo que comúnmente se con-sidera «extrema derecha»—, sino en elejercicio de algo que se supone constitu-ye un elemento esencial del auténticoorden democrático: el pensamiento crí-tico.

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El escritor Regis Debray en 1975, pocos añosdespués de haber participado en accionesterroristas con la guerrilla del Che en Bolivia.

A la derecha: Regis Debray en la actualidad, el «nuevo reaccionario» para quien «no hay sociedad sin una idea de lo trascendenteo sacro que la cohesione».

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Por un retorno de la política

La sorpresa electoral en Francia, los resul-tados negativos de los referendos sobrela Constitución europea y la prolifera-ción de partidos populis-tas son señales significati-vas de una tendencia delos ciudadanos europeos ano seguir acatando con dis-ciplinada docilidad lasdecisiones que otros tomanpor ellos. El aparato mediá-tico-cultural europeo, enla línea de las élites trans-nacionales favorecidas porla globalización, suminis-tra un discurso legitima-dor al servicio de ese pro-yecto de mercado globalde consumidores que hacetabla rasa de culturas, iden-tidades o valores, y que ins-tala definitivamente aEuropa en la post-histo-ria.El mérito de estos «nue-vos reaccionarios» consis-te en «reaccionar» contralas convenciones de ese«pensamiento débil»,nómada y desarraigado, yasea en su vertiente «pro-gresista» o en su vertiente«neoliberal», para pasar acuestionar los fundamen-tos de nuestras sociedadesy analizar las preocupacio-nes reales de los ciudadanos.

Y entre esas preocupaciones, que seencuentran en las raíces del alejamientoentre gobernantes y gobernados, seencuentra lo que en Francia se ha veni-do en llamar la creciente sensación deuna «triple expropiación» de las liberta-des ciudadanas, ocasionada por tres fenó-menos: la inmigración, la tecnocracia bru-selense y la globalización neoliberal.

Los «nuevos reaccionarios» reaccio-nan contra esa idea, propagada por lanueva izquierda post-marxista, que entien-de la democracia como la dictadura dealgunas minorías (inmigrantes, homose-xuales, antiglobalizadores…) que, con elapoyo mediático, imponen su voluntada la mayoría. Por el contrario, redefinen

la democracia como participación en elproceso de toma de decisiones, confor-me a las reglas dictadas por la mayoría.Los «nuevos reaccionarios» reaccionan,entre otras cosas, contra ese ejercicio maso-quista de denigración sistemática del pasa-

do y la cultura europeas, contra la degra-dación de la escuela y la educación, con-tra la disolución de las identidades y con-tra la alienación de la cultura de masas.

Y en primer término, varios de estosautores reivindican un retorno fuerte dela política frente a la dominación de lalógica económica y frente a la tecnocra-cia.Apuestan por la democracia —enten-dida como participación organizada delpueblo en las decisiones comunes— fren-te a ese despotismo ilustrado softque prac-

tican las oligarquías reinantes adeptas alliberalismo economicista.

Durante las últimas décadas se havenido acentuando en Europa el declivede lo político. El poder político se para-liza ante la toma de decisiones que pue-

dan implicar desgastes elec-torales o costes sociales. Laeconomía y la gestión téc-nica desplazan a la políti-ca, en un enfoque asépticoque recuerda más a la direc-ción de una empresa osociedad anónima que a lade una nación. Los Estadosnacionales europeos cedensus poderes frente a las gran-des fuerzas económicas dela globalización, así comofrente a los regionalismosy otros intereses particula-res. El Estado pierde pro-gresivamente su carácter deportador de un sentidocomunitario que supere ala mera agregación de indi-viduos. El Estado ya notiene nada que proponer,ni que ofrecer, aparte de ser-vicios sociales y del nivel debienestar suficiente para«comprar» las próximaselecciones. Por otra parte,el proceso de construcciónpolítica europea se estancao se diluye, y se perpetúaasí el estatus de la UniónEuropea como gigante eco-

nómico y enano político.La política implica en primer térmi-

no la voluntad de tomar las decisionesnecesarias para el bien común, aun lasmás difíciles o dolorosas. Implica unaasunción realista del carácter conflictivode las sociedades humanas. Implica sobretodo un sentido trascendente de servicioa la comunidad, entendida como algomás que una mera suma de los indivi-duos que la componen. Ésta es una inter-pretación fuertedel hecho político, defen-dida por algunos de los pensadores denun-ciados, en un ejercicio calificado —nopodía ser menos— como eminentemen-te reaccionario.

De entre los pensadores denunciadospor Lindenberg, quizás el que cuenta con

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Guy Debord en un aula universitaria italiana.Incluso una «vaca sagrada» de Mayo 68 como el fundador de la Internacional Situacionista y detractor de «la sociedad del espectáculo» es considerado un «nuevo reaccionario».

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la más veterana trayectoria neo-reaccio-naria es el antiguo comunista y conseje-ro de Estado de la era Miterrand, RégisDebray. Ya en fecha tan temprana como1978 Debray arremetía contra la «leyen-da dorada» de Mayo de 1968, al señalarque este acontecimiento fue en realidad«la cuna de la nueva sociedad burguesa»,mercantil, individualista y despolitizada.Debray se interesa especialmente por elestudio de las creencias colectivas en elámbito de los grupos humanos. ParaDebray no hay sociedad sin una idea delo trascendente que la cohesione.Trascendencia que no tiene por qué impli-car necesariamente confesionalidad reli-giosa: el ateísmo no excluye forzosamen-

te todo sentido de lo sacro. Este sentido,como se ha demostrado históricamente,puede referirse también a elementos noconfesionales, tales como el culto a loshéroes, a los orígenes míticos de la comu-nidad, a una cierta idea de la nación o dela misión de la misma. 2

En el terreno del pensamiento polí-tico, el autor más destacado del grupo essin duda Pierre Manent. Manent —dis-

cípulo de Raymond Aron, y uno de losprincipales filósofos políticos europeosen activo— es un liberal en sentido clá-sico. Pero es el suyo un liberalismo máspolítico que económico, tan cercano aTocqueville como alejado de los «neoli-berales» al uso. Manent desarrolla el aná-lisis político de Tocqueville, que parte dela defensa del principio democrático paraadvertir a continuación de los peligrosque conlleva la aplicación absoluta de eseprincipio: erosión de los valores que cohe-sionan el cuerpo social, y exacerbaciónigualitaria. Para Pierre Manent, la demo-cracia es viable en la medida en que elprincipio de igualdad formal se conjugacon el mantenimiento de determinados

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El escritor Maurice Dantec (exiliado en el Canadá por su denuncia de «la islamización de Francia») anuncia su exilio en un club nocturno de París.

2. Régis Débray, Modeste contribution auxdiscours et ceremonies officielles du dixièmeanniversaire, Maspero, París, 1978. Unavibrante reivindicación del patriotismo repu-blicano francés se encuentra en À demain DeGaulle, Gallimard, París, 1992.

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valores que se sitúan por encima del dic-tado de las leyes. El principio democrá-tico debe, entonces, establecer compro-misos con «las necesidades de la vidasocial, con los contenidos morales here-dados de las épocas predemocráticas». 3

Manent denuncia la meliflua visiónirénica que renuncia a asumir la realidaddel conflicto. Reivindica la política en loque conlleva de capacidad de mando y

de toma de decisiones. Invoca la perma-nencia del Estado y de la nación comoagentes esenciales de la realidad política.Se rebela contra la pérdida del sentidotrascendente de la función del Estado ycontra la «desacralización» de la nación.Sus denuncias contra la futilidad de inten-tar unificar Europa en torno a valoresuniversales abstractos, contra la entradade Turquía en la Unión Europea y sobrela incompatibilidad esencial del islam conla identidad europea han levantado ampo-llas en la intelligentsia biempensante.

Una parte de la obra del muy emi-nente neorreaccionario Marcel Gauchet—Director de Estudios en la École deshautes études en sciences sociales y redac-tor jefe de la revista le Débat— se inscri-be dentro de esa preocupación. ParaGauchet no son los intercambios econó-micos los que aseguran la cohesión social,sino la política. Sin embargo —subrayaGauchet—, «la hegemonía de la com-prensión económica del movimiento delas sociedades está anclada de tal formaen el espíritu de los dirigentes que todareflexión política cae en un abandonocada vez más pronunciado». 4

Este autor denuncia el cosmopolitis-mo de la clase dirigente francesa, queasume «un discurso neoliberal, transna-cional, post-nacional, que […] no casacon la herencia y el genio histórico deFrancia». Para Gauchet, esa clase dirigen-te, cegada por sus intereses a corto plazo,hace dejación del servicio a los interesesde la nación y de los ciudadanos. Gauchetdenuncia el proceso de disolución delpueblo francés —asumida como inevi-table por las clases dirigentes— en nom-bre del universalismo «buenista», en lacorriente de la globalización.

Ése es un punto esencial que explica elabismo de incomprensión que se abre entrelas «élites, desconectadas de la realidad, y

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Es el retrato de unasociedad que

en su fuero interno se auto-odia, reniega

de su pasado, se suicida

demográficamentey terminará gritando«¡Osama, mátanos!»

3. P. Manent, «Tocqueville et la nature de ladémocratie»: «Para amar bien la democracia,es preciso amarla moderadamente». Citadoen Pierre Manent et la question de l’homme.Daniel Tanguay. Universidad de Ottawa.Politique et Societés, vol 22, n.º 3, 2003.

4. Marcel Gauchet, «Les élites perdent la tête».Entrevista en La revue pour l´intelligence dumonde, n.º 6, enero/febrero de 2007 (traduc-ción del autor). Una interesante síntesis dealgunos aspectos del pensamiento de MarcelGauchet se encuentra en el artículo de JacquesGevaudan «Marcel Gauchet, le fossoyeur desillusions», 29 de noviembre 2003: http://www.polemia.com.

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las expectativas de los pueblos, desorien-tados y en busca de sentido». Porque, paraGauchet, «es un gran error creer que lospueblos están dispuestos, a ese precio, arechazar su historia y su cultura».

En su obra La democracia contra símisma, Gauchet analiza el papel centralde la ideología de los derechos del hom-bre en la consagración del «individuorey», irresponsable y titular de todos losderechos, desarraigado y sin puntos dereferencia colectivos. Los derechos huma-nos —advierte Gauchet— no son en símismos una política. Identificar la esen-cia de la democracia con el mero respe-to de los derechos humanos es un error:ese enfoque no proporciona por sí sololos medios para cumplir con la vocaciónesencial de toda construcción política,que es asegurar la cohesión del cuerposocial. Para asegurar esa cohesión es nece-sario proponer metas comunes que hagande contrapeso frente al individualismo,frente a un individualismo alimentadopor la consagración de la «religión» de

los Derechos del Hombre como valorsupremo.

«La capacidad de anticipación de nues-tras sociedades es muy débil, y la de nues-tros dirigentes es nula.» Deserción de lapolítica y de la voluntad frente a proce-sos considerados inevitables: la globali-zación es inevitable…, la inmigración esinevitable… ¿Cuáles serán los resultadosfinales, para Europa, de tanta inercia? 5

Solo una crisis grave marcará la horadel despertar. No se puede ignorar impu-nemente la política, tal parece ser la lec-ción de Gauchet. Reivindicación de lavoluntad política, y búsqueda de un sen-tido colectivo… Indudablemente, nosencontramos más cerca de Carl Schmitty de Heidegger que de Mayo del 68.

La crítica de la modernidadParecida crítica a la ideología de los dere-chos del hombre —que él denomina «lareligión de la humanidad»— se encuen-tra en la obra de otro neorreaccionarioilustre, Alain Finkielkraut. Este pensa-dor judío-francés se sitúa por méritos pro-pios a la cabeza del palmarés neorreac-cionario, por cuanto su obra tiene comohilo conductor la crítica sistemática dela modernidad. El análisis de la crisis dela educación, que desarrolla a partir desu obra La derrota del pensamiento, se ins-cribe entre las preocupaciones centralesde Finkielkraut. Para éste, la educación

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5. Marcel Gauchet, «Les élites perdent la tête».En esta entrevista —que no tiene desperdi-cio— señala Gauchet: las élites «vuelven suagresividad contra este pueblo que no quie-re ser como los otros —mientras que ellos,nuestros brillantes sujetos, se han sabido hacercooptar por la nueva internacional de losbiempensantes y de los bien provistos. […]Ello nos permite designar la urgencia, masallá de la derecha y de la izquierda, de unareforma del discurso y del proyecto públicos.Pero para actualizar el modelo nacional, seríapreciso comenzar por reconocer que la glo-balización no es el fin del Estado-nación».

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se entiende como transmisión de unaherencia, como nexo de continuidad entrelas generaciones, como proyección desdeel pasado hacia el futuro. Esta dimensiónes esencial, y sin embargo queda en nues-tros días relegada por el enfoque pragmá-tico que concibe la educación como merapreparación para un mundo hipertecni-ficado. Retomando los análisis deHeidegger sobre la Técnica, Finkielkrautalerta sobre el riesgo de desaparición dela cultura general, para ser sustituida poruna razón instrumental al servicio de lasnecesidades de la Técnica. 6

La defensa del estudio y del esfuerzo,el vínculo con la tradición, la reivindica-ción de una cierta idea de sabiduría, todoello entra en confrontación directa con

las teorías de la «nueva pedagogía», la dis-criminación positiva, el igualitarismo yel culto a la novedad «per se» en la escue-la. La educación se ha convertido en ungran campo de experimentación de lasteorías del progresismo a la moda, quehan convertido a buena parte de los sis-temas educativos en una grotesca «máqui-na de descerebrar». 7

En la estela de Heidegger, de HannaArendt, de Leo Strauss y de Nietzsche,Finkielkraut estudia la génesis y el des-arrollo de la modernidad, y sus conse-cuencias para el espíritu y para la tierra.De Heidegger y Hanna Arendt retoma lareflexión sobre el desenvolvimiento de larazón instrumental, la erosión de las tra-

diciones y la cultura, el dominio de laTécnica sobre el hombre, y los riesgos queello entraña para la supervivencia delmundo. Con Leo Strauss coincide en lareivindicación de los pensadores antiguos.En la línea de Nietzsche, aborda la críti-ca de la fase final en la evolución de lamodernidad: el advenimiento del nihilis-mo.

La crítica de la modernidad y la disec-ción de su elemento central, la idea deProgreso, está en el centro de la obra delfilósofo y politólogo P.-A Taguieff. Eldiagnóstico de Taguieff sobre nuestraépoca es que sufre de una crisis colecti-va de depresión o de melancolía. Sumidosen el relativismo y la indiferencia, loshombres pierden la voluntad de actuar yde ejercer sus responsabilidades. Esta fati-ga de vivir es la desastrosa consecuenciapsicológica del hundimiento de la ideade progreso heredada de la Ilustración.Al hundirse los dos pilares —el culto alFuturo y la fe en el Progreso— sobre losque reposa la religión civil de la moder-

6. Alain Finkielkraut, La derrota del pensa-miento, Anagrama, Barcelona, 1987. Para unadisección del sentido de la modernidad: Nousautres, modernes, Ellipses/École Polytechnique2005.

7. La revista francesa Éléments en su núme-ro 104 (marzo 2002) incluye un interesantedossier sobre la crisis del sistema educativo:«la Machine à décerveler? L´École est-elle àvendre?». Igualmente la revista El Manifiesto,en su número 5 (junio 2006), «Juventud: elhundimiento».

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Manifestación dolorida en París con ocasión del entierro del cura de los pobres, el abatePierre. O cuando la caridad está de moda.

A la derecha, Alain Finkielkraut, uno de los más ilustres «neorreaccionarios», hablando en Jerusalen.

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del resentimiento, y que constituyen un«opio psíquico» y como tal esencialmen-te incapacitadas para transformar elmundo. Entre esas utopías, incluye al«inmigracionismo» como «la última uto-pía de los biempensantes». 9

Sobre las ruinas de la utopía progre-sista,Taguieff apela a edificar un «conser-vadurismo alternativo» que no violenteni el pasado de la humanidad ni su natu-raleza, y que responda a exigencias mora-les y espirituales. Semejante llamada a sus-traerse a ese nihilismo relativista de lasélites, semejante incitación a asumir elpatrimonio del pasado para reinstaurar

un sentido y dotarse de un proyectocomún, no podía sino sonar a oídos «pro-gresistas» como algo eminentemente reac-cionario o, lisa y llanamente, fascista.

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nidad, sólo queda la duda y la angustia,de la que el hombre de nuestros días tratade escapar instalándose en un presentecontinuo, en un presentismo sin finali-dad ni sentido. El hombre posmodernotrata de llenar su vacío interior aturdién-dose en la pléyade de sensaciones que leofrecen las sociedades del capitalismo glo-balizado. Pero se trata de un vano inten-to de escapar del aburrimiento. Este agi-tarse sin sentido, esta idolatría por las«novedades» cada vez más «nuevas», esapuerilización generalizada constituyen lacaricatura posmoderna de la idea moder-na de progreso. Taguieff lo denomina

«bougisme» (podría traducirse algo asícomo «movimentismo») y llama a la resis-tencia contra ello. 8

A la par, Taguieff denuncia las «uto-pías azucaradas» de la nueva izquierda yde los movimientos antiglobalización,nacidas —según él— de la decepción y

Deconstruyendo el «mundo feliz»

El pensamiento de estos autores parte deun enfoque claramente antiutópico. Pocoslugares comunes más caros al pensamien-to progresista que la arrebolada invoca-ción —con suspiros y ojos en blanco—a la utopía, como sueño irrealizable perodeseable, cuya sola mención ya otorga unmarchamo de superioridad moral. Perolos «nuevos reaccionarios» no están porlas cursiladas, como veremos.

Phillipe Muray, novelista y autor deuna inclasificable obra crítica de estilo

Es en Houellebecqdonde verdaderamente

«tocamos fondo» en la expresión de la sordidez

de la falta de perspectivas

del hombre occidental

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El mundo de Houellebecq es siniestro. Y lo es, sobre todo, porque no alberga ninguna esperanza. Disturbios en París.

8. Pierre-André Taguieff. Résister au bougis-me. Démocratie forte contre mondialisationtechno-marchande, Mille et une nuits, París,2001. Le Sens du progrès. Une approche his-torique et philosophique, Champs-Flammarion,París, 2004, págs 328 y ss.

9. Pierre-André Taguieff. «L´inmigrationnis-me, dernière utopie des bien-pensants».Publicado en le Figaro, 9 de mayo de 2006.En este texto Taguieff denuncia «la instru-mentalización de la compasión por los pobresy de la indignación frente a la miseria huma-na». Este «gran chantaje de los biempensan-tes» […] «desarma a las naciones democráti-cas frente a las nuevas amenazas».

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sardónico y panfletario, combate elmundo moderno en todos sus aspectos.Para Muray, el imperativo de «ser abso-lutamente moderno» es la consigna delos nuevos esclavos. Muray acuña la expre-sión «homo festivus» para designar al pro-totipo de hombre de la post-historia, pro-ducto del igualitarismo de la cultura demasas y de la sociedad del espectáculo,que vive en un eterno presente de felici-dad festiva y de sonrisa tonta, privado desentido y vacío de proyectos. Auténticaepítome del nihilismo, se trata en reali-dad del «último hombre» que anuncia-ba Nietzsche, y que se manifiesta en la

forma de un turista bronceado y en ber-mudas. Para Muray, vivimos en el «impe-rio del bien», donde lo virtual ha susti-tuido a lo real, y lo políticamente correc-to ha aplastado la libertad crítica. El «mal»ha sido oficialmente proscrito, y quienno se someta es arrojado a las tinieblasexteriores por los nuevos inquisidores. Laobra de Muray es una corrosiva diatribacontra los dogmas y fetiches de las socie-dades contemporáneas, desde el neo-len-guaje políticamente correcto hasta la reli-gión de los derechos humanos, desde laomnipresencia reivindicatoria de las mino-

rías hasta la «tolerancia» como supremovalor. El culto a la imagen, el turismo,los «rebeldes» de diseño, la solidaridadde pacotilla, la obsesión del cambio porel cambio, el feminismo, la caza de «fobias»(homofobia, xenofobia…), el multicul-turalismo, la apología del mestizaje, el

pacifismo, el «arte» contemporáneo, el«buen rollito»… Todo un catálogo demojigaterías contemporáneas que pasapor la criba de un autor que no duda engritar que el rey está desnudo. 10

Si el retrato del «último hombre» tienesu expresión crítica en Phillipe Muray, es

en la obra del novelista MichelHouellebecq donde encuentra su defini-tiva plasmación literaria. Es enHouellebecq donde verdaderamente«tocamos fondo» en la expresión de lasordidez de la falta de perspectivas delhombre occidental. Provocador oportu-nista para algunos, gran escritor paraotros, Houellebecq es sin duda el granfenómeno literario europeo de los últi-mos años. En sus novelas Las partículaselementales, Ampliación del campo de bata-lla, Plataforma y La posibilidad de unaisla, Houellebecq explora el universo deeste hombre contemporáneo que es, sin

saberlo, el primer espécimen de una muta-ción antropológica inédita en la historia,esto es, la del hombre encerrado en supura contingencia material, sin ningunadimensión de trascendencia, ya sea reli-giosa o profana, inerme en su inconsis-tencia, desprovisto de voluntad y de sen-tido. La del hombre cosificado, rebasa-do por la ciencia y por la técnica, antecuya realidad no presenta mucha masrelevancia que la que presentaría un insec-to.

El mundo de Houellebecq es sinies-tro. Y lo es, sobre todo, porque no alber-

Alain de Benoist: no pocos enfoques de los«nuevos reaccionarios»convergen con los análisisdesarrollados por la «nueva derecha» francesa a lo largo de tres décadas.

Malos tiempos, en la patria

de la Ilustración, paralos espíritus libres

10. Philippe Muray, Après l´Histoire, I et II,les Belles Lettres, 1999 y 2000. Exorcismesspirituels, cuatro volúmenes, id., 1997-2005.Festivus Festivus, Fayard, París, 2006. PhilippeMuray falleció en 2006.

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ga ninguna esperanza. Desprovisto deartificio literario y de enfoques morales,con la frialdad del escalpelo de un ciru-jano, nos desentraña la miseria de ese tris-te pelele que intenta sobrellevar su vidacon un poco más de placer. Es el retratode una sociedad que en su fuero internose auto-odia, reniega de su pasado, se sui-cida demográficamente y terminará gri-tando «¡Osama, mátanos!». En realidad,toda la obra de Houellebecq puede leer-se como un largo ajuste de cuentas conel proceso puesto en marcha por Mayodel 68: con ese proceso de desvaloriza-ción de todos valores de una civilizaciónpara, en último término, sustituirlos porel vacío de un mundo aséptico configu-rado como un gigantesco supermercado.La obra de Houellebecq puede sinteti-zarse en una constatación escueta quedice: «¡esto es lo que hay!». 11

Y es que estos autores, de un modou otro, prestan su voz a una melancolíasubyacente, callada o reprimida por elhombre contemporáneo. Lo hacen allevantar acta de la pérdida definitiva delsentido de lo sagrado, del desencanta-miento del mundo; al deplorar la susti-tución de la razón simbólica por la merarazón instrumental; al hacer el inventa-rio de la gran aventura de la moderni-dad, y de su implosión final en la edaddel vacío; al diseccionar el nuevo hom-bre del nihilismo y la «perfección» ano-dina de su mundo. ¿Nostalgia de la imper-fección de las épocas anteriores, de susverdades simples y de sus valores «fuer-

pecho del acusado, y condena final a pur-gar los pecados en el ostracismo, todoello en un clima de delación generaliza-do. En caso contrario, el reo se arriesgaa comenzar un peregrinaje por los tribu-nales de justicia, donde afrontará las con-secuencias de sus crímenes de pensamien-to y de sus ofensas a minorías varias. Ytal vez algo peor. ¿A que tipo de conde-na equivale, en la Europa de nuestrosdías, la acusación de islamófobia?

Las campañas de difamación, el hos-tigamiento sistemático y el acoso judicialestán a la orden del día para quien se atre-va a abordar ciertos temas intocables, talescomo la inmigración o la presencia delislam en Europa. Tal ha sido el caso deMaurice Dantec —escritor «de culto», acaballo entre la novela negra y el cyber-punk, hoy expatriado en Québec— alreferirse a la islamización de Francia. Oel caso de Houellebecq, por referirse crí-ticamente al islam en una de sus novelasy en declaraciones públicas. La lista seríalarga…

Malos tiempos, en la patria de laIlustración, para los espíritus libres. Sinembargo, el exceso de celo y la torpezadel comisario político Lindenberg hicie-ron que el libro produjera, en cierto modo,un efecto contrario al que sus promoto-res esperaban. La lista de acusados erademasiado larga, la importancia de losmismos demasiado grande, la maniobrademasiado burda y el «libro» demasiadomalo… Excesivos fallos. Por otra parte,estos «nuevos reaccionarios» no resulta-ron ser presa fácil, y demostraron no estardispuestos a dejarse intimidar. En con-secuencia, en el país vecino se produjouna cierta reacción de solidaridad con losperseguidos en esta nueva «caza de bru-jas». Y lo que es más importante, se pro-dujo una novedosa toma de concienciasobre el «matonismo» intelectual del esta-blishment progresista, así como sobre lascrecientes cortapisas al debate público enel seno de nuestras modélicas democra-cias. 12

reaccionariosLos nuevos

Los «nuevosreaccionarios»

reaccionan contra la democracia

entendida como la dictadura

de algunas minorías(inmigrantes,homosexuales,

antiglobalizadores…)que, con el apoyo

mediático, imponen su voluntad a la mayoría

El Estado ya no tienenada que proponer

ni ofrecer, salvoservicios sociales

y el bienestarsuficiente para

«comprar»las próximas

elecciones

11. Michel Houellebecq: «El mundo comosupermercado y como burla» (http://biblio-web.sindominio.net). En este artículoHouellebecq analiza la imposibilidad del hom-bre contemporáneo para hacerse portador deuna Voluntad: « La lógica del supermercadoinduce […] a la dispersión de los sentidos; elhombre de supermercado no puede ser orgá-nicamente un hombre de voluntad única […].De ahí viene cierta depresión del querer enel hombre contemporáneo […] no es quedeseen menos; al contrario, desean cada vezmás; pero sus deseos se han teñido de algoun tanto llamativo y chillón […] son en granparte un producto de decisiones externas […]publicitarias. Nada en esos deseos que evo-que la fuerza orgánica y total, tercamenteempeñada en su cumplimiento, que sugierela palabra «voluntad».

12. A poco de aparecer el libro de Lindenberg,varios de los denunciados (Alain Finkielkraut,Marcel Gauchet, Pierre Manent, PhilippeMuray, Pierre-André Taguieff, Samuel Triganoy Paul Yonnet) firmaron en el semanarioL’Express, en noviembre de 2002, un

tes»? La obra de estos autores puede tam-bién leerse como un homenaje póstumoal viejo mundo…

Cuando el pensar es un oficio de riesgo

En el libro de Lindenberg se manifiestael reflejo totalitario de cierta izquierdaque no busca sino la intimidación y eleventual aplastamiento del disidente. Elmismo método elegido —la lista de nom-bres y de crímenes cometidos, acompa-ñada de calificativos bien sonoros— tieneun claro sabor estalinista. El proceso esconocido: campaña de denigración sis-temática, arrepentimientos y golpes de

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¿Nuevasconvergenciaspara el futuro?

En realidad, no cabeasignar a este conjuntode autores, agrupadosbajo la etiqueta perio-dística de «nuevos reac-cionarios», las caracte-rísticas de grupo o decorriente identificablecomo tal dentro de las«familias de pensamien-to». Se trata de autorescon notable disparidadde intereses y de enfo-ques, con diferente for-mación y con marcadasdistancias generaciona-les. Entre ellos se dantomas de posición socialy políticas contrapues-tas, y sus puntos de coin-cidencia tal vez nuncahubieran llevado adesignarlos con un ape-lativo común, de nohaber sido porLindenberg y la amal-gama realizada en sulibro-denuncia. 13

Pero en todos estos autores, de unmodo u otro, asoma un estado de ánimocomún. Una estado de ánimo que se mani-fiesta en la crítica de la deriva que, desde

hace unas décadas, hantomado nuestras socie-dades. Deriva que ellosanalizan sin detenerseante los tabúes impues-tos por la correcciónpolítica. De ahí sus con-vergencias. Y ahí residesu fuerza: en la denun-cia sistemática delsecuestro de la realidadpor la ideología, de loreal por lo virtual; en elestar a la escucha de losciudadanos y de sus pre-ocupaciones reales.Porque, cuando la ide-ología oficial al serviciode las élites transnacio-nales quiere forzar larealidad a encajar en sumodelo de mundo feliz,la realidad no siemprese somete. ¿Es la reali-dad reaccionaria?

Es en Francia dondesiempre aparecen losprimeros signos de lastormentas venideras.Francia es el laborato-rio de las ideas que han

incendiado Europa. ¿Fue solamente lapolémica sobre los «nuevos reacciona-rios» una nueva trifulca en los salones,siempre agitados, de la inteligencia pari-sina? Tal vez sí. ¿Puede haber sido el sín-toma de fuerzas mas profundas que tra-bajan en el seno de la conciencia euro-pea? En ese caso, tal vez estemos ante losprimeros signos de que, más allá de lavieja división entre la izquierda y la dere-cha, se dibujan nuevas convergencias queapuntan al futuro. Cuando la reacción sehace más subversiva que conservadora,de la reacción a la revolución no hay másque un paso. La Historia siempre estáabierta. 14 �

Rodrigo Agulló es licenciado en Derecho y diplomado en Relaciones Internacionales.Simultanea su trabajo en una consultoríainternacional con la crítica literaria y de ensayos en diversos medios nacionales y extranjeros.

«Manifiesto por un pensamiento libre». Eneste texto los autores reivindicaban su dere-cho a inquietarse «de la indiferencia crecien-te de las élites que abandonan al pueblo a susuerte», y añadían que «esta caza de brujassustituye la vana agitación denunciadora a lareflexión sobre los fundamentos y finalidadesde la acción política en el mundo actual».También denunciaban el intento de los biem-pensantes de «militarizar la vida del espírituy recuperar la calurosa mediocridad del anti-fascismo estalinista y sus mentiras». Citadoen Jean-Claude Marin: «Fièvre épuratrice dansl’intelligentsia». Dossier en la revista Élémentsn.º 108, abril de 2003 (págs. 34-42). Para unapequeña historia de las prácticas en Franciade esta nueva «policía del pensamiento», lesMaîtres Censeurs, J. C. Lattès, 2002. En España,el dossier de la revista Hespérides: «La nuevaInquisición», otoño de 1996.

13. Muchos de estos autores (la mayoríaprocedentes de la izquierda o extrema izquier-da) se sitúan hoy en un arco ideológico quevaría desde la izquierda socialdemócrata clá-sica a posiciones liberal-conservadoras, si bienla crítica radical que realizan de los fundam-

entos de nuestras sociedades les sitúan cuan-do menos en una posición «extravagante» conrespecto a esas etiquetas ideológicas. Un puntode desencuentro importante entre muchosde estos autores son sus posiciones en políti-ca internacional: así en lo referente al pesode los Estados Unidos en el mundo, la polí-tica exterior norteamericana o la del Estadode Israel.

14. Se echa de menos una mayor presen-cia de todos estos temas —que podemos cali-ficar en propiedad como «el tema de nuestrotiempo»— en el debate público español. Talvez cuando acabemos de dilucidar si Españaexiste o no existe, o cuando finalice el enési-mo recuento de los muertos en la guerra civil.

Cartel electoral de la izquierda según el cual votar a Sarkozy equivale a votar a Jean-Marie Le Pen.

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