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Se pueden considerar paisajes de la indus- trialización aquellos territorios que, confor- mados a lo largo del tiempo como con- secuencia del desarrollo de actividades industriales o en relación con ellas, conser- van elementos y rasgos suficientes para ilus- trar las aportaciones de aquel proceso histó- rico. El movimiento social, económico y cultural de la industrialización muestra en estos paisajes su modelo de organización es- pacial, la materialización a gran escala de su ideario y, desde luego, su interacción con los procesos y mecanismos del ambiente y la naturaleza. La aproximación al paisaje cultural debe ser necesariamente compleja, pues involucra aspectos y consideraciones de muy diversa naturaleza. En el caso de los paisajes que re- sultaron de la industrialización, la compleji- dad se multiplica por las especiales condicio- nes que determinan el entendimiento de aquel proceso cultural. Partiendo de estas premisas, este artículo intenta establecer unas bases claras de referencia en este sentido. Para ello, parte de una revisión breve de las diferentes organizaciones territoriales que produjo la industrialización y de cómo se percibieron estas realizaciones, es decir, los paisajes. Luego se considera el ideario que subyace detrás de estas manifestaciones y que sostuvo una determinada aproximación esté- tica y paisajística del fenómeno. Ya en el ámbito del patrimonio indus- trial se destaca el papel que hoy en día tienen los rasgos que permanecen de la in- dustrialización, tales como los propios arte- factos e instalaciones industriales, y otros aspectos que han definido un territorio con una identidad propia, determinada por las características particulares del medio natu- ral, el proceso desarrollado y, en definitiva, por la relación establecida entre el ser hu- mano y el medio físico. Estos elementos son claves útiles para desentrañar los paisa- jes a los que pertenecieron y con ellos las ideas y actitudes que los generaron. Tam- bién se plantean las especiales condiciones 119 Los paisajes de la industrialización LINAREJOS CRUZ PÉREZ Instituto del Patrimonio Histórico Español IGNACIO ESPAÑOL ECHANIZ Experto del Consejo de Europa para Paisaje e Infraestructuras Figura 1. Conjunto del paisaje minero de Sierra Menera, Ojos Negros (Te- ruel). Diversas cortas de extracción de mineral a cielo abierto se extienden es- calonadamente sobre la sierra, la plata- forma del ferrocarril a Sagunto al pie de las cortas, los poblados mineros al pie de la sierra (cartografía con efecto tri- dimensional elaborada por Servigis, S.L., a partir de datos y fuentes pro- pias).

Los paisajes de la industrialización · jaron de estructurar los elementos del territo-rio a su alrededor, condicionándolos, aunque los resultados fueran, quizás, más modestos

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Se pueden considerar paisajes de la indus-trialización aquellos territorios que, confor-mados a lo largo del tiempo como con-secuencia del desarrollo de actividadesindustriales o en relación con ellas, conser-van elementos y rasgos suficientes para ilus-trar las aportaciones de aquel proceso histó-rico. El movimiento social, económico ycultural de la industrialización muestra enestos paisajes su modelo de organización es-pacial, la materialización a gran escala de suideario y, desde luego, su interacción conlos procesos y mecanismos del ambiente y lanaturaleza.

La aproximación al paisaje cultural debeser necesariamente compleja, pues involucraaspectos y consideraciones de muy diversanaturaleza. En el caso de los paisajes que re-sultaron de la industrialización, la compleji-dad se multiplica por las especiales condicio-nes que determinan el entendimiento deaquel proceso cultural. Partiendo de estaspremisas, este artículo intenta establecer unasbases claras de referencia en este sentido.Para ello, parte de una revisión breve delas diferentes organizaciones territorialesque produjo la industrialización y de cómose percibieron estas realizaciones, es decir, lospaisajes. Luego se considera el ideario quesubyace detrás de estas manifestaciones y quesostuvo una determinada aproximación esté-tica y paisajística del fenómeno.

Ya en el ámbito del patrimonio indus-trial se destaca el papel que hoy en día

tienen los rasgos que permanecen de la in-dustrialización, tales como los propios arte-factos e instalaciones industriales, y otrosaspectos que han definido un territorio conuna identidad propia, determinada por lascaracterísticas particulares del medio natu-ral, el proceso desarrollado y, en definitiva,por la relación establecida entre el ser hu-mano y el medio físico. Estos elementosson claves útiles para desentrañar los paisa-jes a los que pertenecieron y con ellos lasideas y actitudes que los generaron. Tam-bién se plantean las especiales condiciones 119

Los paisajes de la industrialización

LINAREJOS CRUZ PÉREZ

Instituto del Patrimonio Histórico Español

IGNACIO ESPAÑOL ECHANIZ

Experto del Consejo de Europa para Paisaje e Infraestructuras

Figura 1. Conjunto del paisaje minerode Sierra Menera, Ojos Negros (Te-ruel). Diversas cortas de extracción demineral a cielo abierto se extienden es-calonadamente sobre la sierra, la plata-forma del ferrocarril a Sagunto al piede las cortas, los poblados mineros al piede la sierra (cartografía con efecto tri-dimensional elaborada por Servigis,S.L., a partir de datos y fuentes pro-pias).

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de los paisajes de la industrialización en elcaso español.

Finalmente, se incluyen unas considera-ciones, a modo de conclusión, sobre cómose puede asumir el paisaje industrial comoun recurso más del patrimonio y en quésentido se puede plantear este entendimien-to, contemplando las aportaciones que nosproporciona la lectura de estos paisajes.

La dimensión territorial de la industrialización

La revolución económica y social de la in-dustrialización modificó las pautas territo-riales sobre las que hasta entonces se habíaorganizado la sociedad europea. Esta modi-ficación se llevó a cabo de formas diversas,en unos casos adaptando a sus necesidadesterritorios ya definidos con anterioridad, yen otros, generando algunos escenarios quefueron enteramente nuevos de partida.

Cada sector de la industria generó un tipode organización territorial, tanto a escala do-méstica como a escala comarcal y regional.Se organizó internamente para los procesos

de producción y, a mayor escala espacial,también se estableció una relación entre losdiversos elementos del conjunto industrial,tales como los propios poblados de los tra-bajadores, el transporte y los diversos equi-pamientos y servicios a la industria.

La extracción de materias primas a granescala en las cuencas mineras modificó elrelieve, reorganizó las redes de caminos eintrodujo nuevas vías de comunicación máscapaces, como el ferrocarril y los canales,aprovechó los cursos de agua y reorganizólos asentamientos poblacionales, generan-do como consecuencia muchos núcleos depoblación de nueva planta. Las cuencas mi-neras adoptaron una organización territo-rial diferenciada, producto de la necesidadde sistematizar la extracción del mineral,tratarlo y transportarlo a los centros de pro-ducción.

Las primeras grandes plantas industrialesse organizaron en territorios abiertos, ocu-pándolos con sus diversas instalaciones y ar-tefactos y organizándolos a partir de la ne-cesidad de conseguir su funcionamientoeficaz. Las plantas industriales se localizaronpróximas a las fuentes de energía, a las ma-terias primas o a los mercados de produc-ción o consumo, atrayendo mano de obra aestos complejos o engrosando las ciudadesque crecían rápidamente de la mano de laindustrialización.

La siderurgia levantó sus vistosas instala-ciones de aspecto monumental coordinan-do la producción de energía para el altohorno con la entrada y distribución de lasmaterias primas (carbón, pirita, etc.) y conla producción y el tratamiento de las piezasbásicas y de sus acabados, creando un com-plejo sistema logístico que abarcaba grandesespacios, a menudo de dimensiones paisa-jísticas. El conjunto industrial se completa-ba con viviendas sociales para los trabajado-

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Figura 2. Vista de las minas de RíoTinto (Huelva). Muestran con eviden-cia la ortogonalización del relieve típicade la sistematización de la extracción demineral. Se impone así una estética dela sistematización y de la eficacia a granescala (fotografía: Ignacio Español).

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res y los equipamientos de éstos, los accesosy las infraestructuras de transporte que leservían y que frecuentemente se extendía aámbitos comarcales o regionales, al involu-crar elementos de producción, aprovisiona-miento o transporte diferenciados.

Otras industrias, como las textiles, las ma-nufacturas o la producción cerámica, no de-jaron de estructurar los elementos del territo-rio a su alrededor, condicionándolos, aunquelos resultados fueran, quizás, más modestosen términos escenográficos y monumentales.

Otro ejemplo de relevancia paisajísticafueron los astilleros navales, que se desarro-llaron en espacios interiores del litoral, talescomo bahías, rías o estuarios. En estos en-claves, las condiciones ribereñas irregularesles permitían contar con dársenas protegi-das de las inclemencias del mar abierto y almismo tiempo poder desarrollar sus traba-jos de construcción y ensamblaje. Las bue-nas condiciones portuarias llevaron apareja-das el desarrollo de territorios industriales asu alrededor, pues la industrialización esta-ba ligada estrechamente a las comunicacio-nes y el transporte que les suministraba ma-terias primas y mercados.

En efecto, la mayor revolución territorialque trajo la industrialización vino de la ma-no de los nuevos sistemas de transporte co-mo el ferrocarril y la navegación transoceá-nica a vapor. Estos nuevos modos utilizabanla máquina de vapor consiguiendo mayorescapacidades de transporte y, sobre todo,mayores velocidades. Las grandes dársenasnaturales extendieron sus instalaciones pararecibir ahora a los grandes paquebotes quesurcaban el mar y requerían una mayor ca-pacidad para sus grandes calados, organi-zándose en sus puertos los primeros grandessistemas logísticos de almacenado y transfe-rencia.

El ferrocarril requería la disposición delos raíles con muy poca pendiente para quelos trenes pudieran ascender. La geometríapaciente y tendida del ferrocarril se exten-dió sin dificultad por las zonas más llanas,pero fue abriéndose paso con esfuerzo através de las grandes barreras geográficasque separaban los centros de producción ylos mercados. Los itinerarios de la tracciónanimal se vieron superados en capacidadpor estos otros itinerarios alternativos másveloces, pero que recorrían el paisaje as-

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Figura 3. Puerto de Cartagena (Murcia). Las condiciones de puerto natural que ofreceesta bahía fueron aprovechadas desde la antigüedad para establecer uno de los puertosmás relevantes en el comercio mediterráneo. Estas características también sirvieron alpropósito industrializador, generando en su entorno numerosas instalaciones industriales(fotografía: Linarejos Cruz).

Figura 4. Poblado ferroviario de Almorchón (Badajoz). El trazadode las vías del ferrocarril discurre por terreno llano, evitando los des-niveles de la zona montañosa (fotografía: Linarejos Cruz).

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cendiendo con cuidado y adecuándose alas formas del relieve para poder ganar al-tura, saltando sobre los valles estrechos através de puentes metálicos o adentrándo-se en túneles profundos para atravesar lasmontañas.

Si la organización racional y eficiente dela minería, de la industria o de los grandespuertos había ordenado las actividades a sualrededor sobre los territorios donde se lo-calizaba, las líneas de ferrocarril iban a tra-zar itinerarios con la aplicación de criteriosgeométricos sencillos que se iban dibujandosobre el relieve.

Así, desde los distintos conjuntos de laindustrialización, se introdujo una organi-zación territorial que, sobre la base de lamatriz natural de los paisajes rurales, se re-gía por la aplicación de una cierta racionali-dad y eficiencia al servicio de la extracción,la producción industrial y el transporte.

El paisaje de la industrialización iba aconstruirse con base en la percepción de es-ta suerte de nuevo orden funcional que es-taba inspirado por una idea de progreso in-novador, decidido y transformador.

Percepción, escenografía y estéticadel paisaje de la industrialización

Otros procesos de cambio territorial ante-riores a la mecanización adquirieron formasescénicas, intencionadas o no, que encerra-ban un cierto orden escenográfico. Así ocu-rrió con la renovación de la ciudad barroca,que la convirtió en un escenario vistoso yteatral, o con las revoluciones agrarias, quetransformaron la composición originalmen-te artesanal del paisaje rural en grandescomposiciones organizadas de sistemas ex-tensivos. La industrialización, sin embargo,preocupada por satisfacer sus necesidadesde eficiencia y producción, se decantó porla organización funcional sin considerar ex-plícitamente un orden escénico, aunque re-percutiendo profundamente sobre él.

La percepción de la organización territo-rial de la minería, de los conjuntos indus-triales o de las instalaciones portuarias en lasgrandes dársenas naturales no encontró unaconsideración escénica o formal en sus rea-lizaciones. Sin embargo, estas realizacionesde la industrialización no estuvieron exentasde contenidos de intención formal, que setraducen en la génesis de un cierto carácterestético y paisajístico.

La eficiencia, la funcionalidad y una pri-mera noción de estandarización están en labase de la estética de la industrialización.Arriesgándose a una simplificación excesiva,se puede decir que el elemento clave de suestética es la pieza de hierro fundido quecompone las grandes estructuras funciona-les de la industria, el transporte o la mine-ría. También lo son, aunque en menor me-dida, los elementos de ladrillo industrial, lospavimentos adoquinados y empedrados yotras piezas constructivas. El uso de estoselementos estandarizados, como unidadesestructurales básicas, construye un notorio

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Figura 5. Plaiko Zubixe (la pasarelade la playa) de Ondarroa, inauguradaen mayo de 1927, es un testigo de laúltima industrialización en el PaísVasco. Convertida hoy día en símbolode la ciudad pesquera, reproduce la es-tética hoy arcaica de la funcionalidady el progreso característica de los paisa-jes de la industrialización (fotografía:Ignacio Español).

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carácter estético compuesto y muy articu-lado. Como en otras de sus aportaciones,también en esto la industrialización antici-pa y sienta las bases de las premisas actualesde nuestros paisajes contemporáneos quetanto deben a la utilización recurrente desoluciones y materiales estandarizados.

La idea de modernidad y renovación,sentida entonces y contemporánea de aque-llos procesos de cambio, hace que la estéti-ca industrial se deje influenciar por las ten-dencias de las nuevas corrientes artísticas.Las grandes piezas de la industrialización re-flejan la influencia de los estilos revolucio-narios que buscaban un nuevo orden, comoel modernismo y los «neos».

Paradójicamente, la apreciación actual delas realizaciones de la industrialización vie-ne teñida de una cierta nostalgia por ununiverso más amable y artesanal, muy dife-rente de la percepción que pudieron tenerde ella en su momento. Este sentimientodescansa sobre el entendimiento de la mo-destia y la sencillez de las realizaciones de lasprimeras industrias, a partir de la constata-ción de las capacidades actuales de la indus-tria de transformación. Las formas de aquelprimer progreso son vistas como arcaicas,torpes e incluso disfuncionales desde la ac-tual estética de lo funcional y productivo,una estética en esencia más abstracta, asép-tica y limpia. El tiempo ha invertido elaprecio por la primera gran industria: de laadmiración por el progreso de entonces hapasado a la condescendencia por un pasadolimitado e incapaz.

Para sus contemporáneos, la percepcióndel paisaje de la industrialización fue decontraste entre las formas funcionales, cons-truidas sobre elementos estandarizados y re-currentes, y las formas orgánicas de los es-pacios en los que se situaban. La naturalezairregular y masiva de los macizos mineros

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Figura 6. El carácter estético de la explotación minera de Sierra Menera (Ojos Negros, Teruel) haservido como fuente de inspiración para el desarrollo del proyecto «Arte, industria y territorio». Enesta imagen se puede apreciar una instalación del land art en el contexto de cortas a cielo abierto,escombreras y talleres, de la mina. En el valle, el poblado minero (fotografía: Linarejos Cruz).

Figura 7. Altos Hornos de Vizcaya. La mole de las instalaciones siderúrgicas de Sestao se recortaen el cielo, imprimiendo un marcado carácter industrial al paisaje de la ría del Nervión (foto-grafía: Linarejos Cruz).

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recibía los artefactos metálicos de las bocasde las minas y los puentes de mineral. Lasbahías naturales de orillas irregulares se or-togonalizaron en los muelles de los astille-ros, donde las grandes grúas metálicas se le-vantaban contra el cielo, mientras los altoshornos, junto a los ríos, extendían sus ins-talaciones hasta la linde del bosque orgáni-co y frondoso.

El choque del contraste entre ambas esté-ticas y composiciones no se relaja con ele-mentos intermedios, sino que es brusco ydirecto, como lo es la propia relación de losprocesos industriales con los procesos natu-rales y con sus formas. La división campo-ciudad se traduce ahora en la confrontaciónartefacto-naturaleza.

Una mirada nueva al paisaje.El ideario del paisaje

La mirada que la industrialización proyec-tó sobre su paisaje fue una mirada produc-tivista y selectiva que buscaba la eficienciadel aprovechamiento intensivo de los re-cursos naturales, de la provisión de energíay de la capacidad de transporte masivo. És-tos eran los criterios que regirían la modifi-cación directa del paisaje, exigidos por lasactividades propias de la industrialización.Además, la mecanización y los cambios so-ciales, económicos y territoriales introduci-dos iban a repercutir en una revisión delentendimiento que hasta entonces se habíahecho del paisaje.

Las dimensiones sociales del cambio y lanecesidad de una respuesta a las nuevas for-mas de vida colectiva, asociadas a las explo-taciones mineras e industriales, se traduje-ron en la creación de un poblamiento denueva planta asociado a los nuevos paisajesproductivos. Así fueron surgiendo poblados

mineros, conjuntos de viviendas para losobreros de las fábricas, poblados ferroviariosasociados a la construcción y mantenimien-to del ferrocarril. Estos conjuntos se situa-ron junto a las grandes instalaciones indus-triales y, como ellas, contagiaron el espaciode habitación de un cierto espíritu raciona-lista, utilitarista y moralizante. Mientras enla ciudad el higienismo urbanista construíauna manera de entender las nuevas condi-ciones del paisaje urbano, los grandes con-juntos industriales y mineros ordenabanfuncionalmente la vida colectiva de sus tra-bajadores. Los poblados industriales sonpor esto elementos clave para entender la vi-sión que la industrialización tuvo del medioy de su forma de ocupación por los sereshumanos.

La revolución en las comunicaciones, ba-sada en la mayor velocidad y capacidad detransporte, trajo, además de los cambios te-rritoriales, una nueva aproximación al pai-saje al plantear unas condiciones nuevas dela percepción del entorno. El transporte rá-pido y eficiente proporcionó una nueva re-lación del individuo con el paisaje más dis-tanciada y superficial. La contemplación delpaisaje desde el ferrocarril, de paso y casipuramente visual y estética, se impuso fren-te a la implicación directa con el sitio quetenían los habitantes de cada localidad. Acambio de la superficialidad de esta aproxi-mación visual, casi fotográfica, el ferrocarrilproporcionó al observador una mayor can-tidad y variedad de paisajes que podría con-siderar como experiencia propia.

La visión del viajero, iniciada algún tiem-po atrás, fue así cogiendo más y más cuerpofrente a la relación del habitante con su me-dio. Si bien pocos podían hacer entonces unuso frecuente de estos medios de transpor-te, el viaje en ferrocarril tenía la capacidadde estimular esa idealización del paisaje aje-

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no, la visión distanciada propia de los viaje-ros románticos introducía así el germen dela futura contemplación alienada de paisajesde paso, tan actual, y la actitud de hoy díafrente a los paisajes entrevistos en los me-dios visuales de comunicación.

Allí donde la industrialización prosperóse dieron grandes cambios territoriales.Como otros cambios operados con ante-rioridad, éstos llevaron emparejados unsentimiento de idealización del paisajeque iba dejando de existir debido a lasmodificaciones (Cosgrove, Denis y Ste-phen Daniels, 1988). La modernizaciónde la vida revitalizaba la idealización de lorural y la mecanización activa estimulabael naturalismo romántico. Por un lado, seaceptaba la necesidad de los graves paisa-jes de la industrialización, reconocidos co-mo áreas de deterioro, pero justificadospor eficientes, y, por otro, se exaltaban lospaisajes tradicionales y pintorescos «dor-midos en el tiempo» y los paisajes «intac-tos» no afectados por la sacudida del pro-greso. En España, pronto surgirían losprimeros parques nacionales con un obje-tivo originalmente paisajístico. Se consoli-daban así las bases de la disociación, hoydía asumida, entre paisajes apreciables yevocadores y lugares deteriorados peroproductivos y sociales.

Es curioso comprobar cómo, en muchossentidos, los procesos culturales de la indus-trialización sientan, o al menos consolidan,las bases de las premisas del actual entendi-miento del paisaje. Algunos ejemplos son eldistanciamiento entre el observador y la rea-lidad del paisaje, el coleccionismo de expe-riencias, aunque meramente visuales de pai-sajes numerosos y diversos, o la disociaciónentre áreas eficaces y productivas sin calidad(centros de actividad) y áreas intocadas, sanasy respetadas (paisajes naturales).

Las claves del paisaje de la industrialización: artefactos e instalaciones

El valor del paisaje como patrimonio resideen su capacidad de lectura e interpretación.Los cambios sociales y económicos que su-cedieron a la industrialización han afectadoa sus manifestaciones territoriales de diver-sas maneras. El abandono, en algunos casos,ha sumergido los conjuntos industriales,portuarios y mineros en un progresivo dete-rioro y marginalización que ha afectado a laconservación de sus principales rasgos y ele-mentos. En otros casos, la propia evoluciónde la actividad industrial ha conducido auna progresiva sustitución de las instalacio-nes originales por otras nuevas de funcionessimilares o destinadas a otras finalidades.Las grandes instalaciones industriales quefueron motor del crecimiento urbano hanquedado ahora situadas en los centros físi-cos de las áreas urbanas, ocupando terrenosde extensión considerable. Estas instalacio-nes, ya obsoletas, con frecuencia están abo-cadas a desaparecer bajo la amenaza de lapresión urbanística. No obstante, en algu-nos casos se destinan a una nueva orienta-ción productiva o son objeto de programasde transformación, en busca de una mejora

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Figura 8. En El Astillero (Cantabria)el Cargadero de Los Ingleses. Situadojunto al puerto deportivo, a un recien-te parque sobre el túnel de la autovía,los hoteles y una iglesia, tiene una fun-ción clave para entender el paisaje dela industrialización que subyace entrelíneas en esta escena (fotografía: Igna-cio Español).

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ambiental o de nuevos usos que permitanmantener su integridad.

Estos procesos de transformación de losespacios de la industrialización y con ellosde sus paisajes obligan a considerar el inte-rés de los rasgos y los elementos que semantienen aún de aquellos conjuntos ini-ciales, es decir, sus claves de lectura.

Las infraestructuras de todas las épocas,cuando son consideradas en términos de surelación con el contexto territorial en el quese sitúan, se convierten en unas ricas clavessemánticas para la interpretación históricadel paisaje. La funcionalidad y el servicio deestos elementos territoriales delatan indirec-tamente las estructuras básicas de aquellaorganización territorial del pasado, hoy par-cialmente desaparecida o simplemente des-virtuada por las nuevas condiciones.

Si la extracción minera construye un pai-saje propio, las nuevas infraestructuras deltransporte, principalmente, el ferrocarril ytambién en las grandes líneas de navega-ción, proporcionan una lectura renovada delos territorios que atraviesan. Las líneas deferrocarril, muchas de ellas aún en uso yotras desmanteladas, recorren el territoriocon su plataforma que se abre paso con pen-diente suave sobre las laderas. Los elemen-tos de la plataforma, muros de fábrica, te-rraplenes, trincheras excavadas, puentes,túneles son piezas clave que al ser entrevis-tas delatan la estrecha relación del itinerariodel tren con el relieve que recorre. La visiónnunca es completa, porque el ferrocarril seesconde de las miradas y serpentea por laescena, de manera que cuesta entender surecorrido en conjunto. Sin embargo, las cla-ves están ahí y pueden ser detectadas e in-terpretadas.

De la misma manera, las primeras in-fraestructuras industriales sirven eficazmen-te a la lectura e interpretación certera de las

organizaciones territoriales que generaronlos procesos de industrialización. Los obje-tos del patrimonio industrial poseen estevalor añadido si se les considera en estesentido.

Los grandes artefactos que hicieron posi-ble la extracción, el tratamiento y el trans-porte de las materias primas, su disposiciónespacial respecto al relieve y a las grandesvetas originales de mineral, explican congran claridad escénica cómo se planteó encada ámbito el aprovechamiento del mine-ral. A partir de la oferta original de recursosnaturales de un valle minero, los frentes detrabajo ordenaban la extracción sucesiva delmaterial, las líneas de tratamiento y el aco-pio, organizaban la salida, la selección y elamejoramiento de éste y, finalmente, lasinstalaciones de transporte local los dirigíanhacia los centros de producción.

Así, la pieza unitaria del frente de extrac-ción a cielo abierto, la mina, suavizadas hoydía sus formas por la erosión, delata la ma-nera de entender el recurso natural. Es unamanera muy sistemática, organizada básica-mente por los planteamientos de la meca-nización, con un procedimiento selectivo,determinado por el rendimiento de unas de-terminadas técnicas de extracción. Se puededecir así que las tecnologías disponibles encada momento diseñan morfologías dife-rentes de los frentes de excavación y reser-van formaciones minerales, que se abando-nan o retoman según la tecnología permitaque su aprovechamiento sea rentable.

Ese paisaje tan espectacular de la gran mi-nería a cielo abierto, que se podría interpre-tar como el resultado de formas caprichosasy arbitrarias, no es sino el paisaje que ha idomodelando la eficacia de la tecnología deextracción.

A una escala mayor que la proporciona-da por la escena directa, a escala de la

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cuenca minera, los restos de instalacionesque se hayan conservado de aquel periodonos permiten entender la organización dela vida en torno a estos aprovechamientosy centros de transformación. La disposi-ción de las distintas unidades de extrac-ción vistas en su conjunto y en relacióncon los demás elementos, como los aco-pios de rechazo, las infraestructuras detransporte, los poblados de trabajadores ylos equipamientos sociales; todos estoselementos, a su vez superpuestos sobre lamatriz natural del sistema, muestran lamanera tan singular en la que la industria-lización ordenó su propio paisaje bajo loscriterios de la mecanización.

La organización de las primeras grandesplantas industriales, notablemente la side-rurgia, pero también los astilleros y las ma-nufacturas textiles, se abrieron paso congrandes dimensiones en el paisaje, relacio-nadas con las instalaciones mineras o conlas infraestructuras del transporte o con

ambas. Los paisajes rurales previos se trans-formaron en grandes conjuntos de proce-sos, frecuentemente al aire libre, que se do-minaban desde fuera mostrando susestructuras verticales y piezas. En algunoscasos, los elementos materiales han desapa-recido total o parcialmente y, en ocasiones,sólo quedan algunas piezas, a modo de tes-timonio, que dan indicaciones sobre aquelpaisaje de la industrialización. Tambiénpuede suceder que conserven su especialubicación como un gran espacio vacío a re-llenar entre las áreas residenciales que pos-teriormente los han rodeado.

Las claves de interpretación no se limitan,por tanto, a la presencia de objetos, artefac-tos o instalaciones, sino que también abar-can otras referencias y rasgos espaciales quepuedan servir en este sentido. Claro está quelos conjuntos mejor conservados en toda sucomplejidad contienen discursos completossobre aquella manera de hacer, pero estos ca-sos no nos deben hacer despreciar aquellos

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Figura 9. La renovación del ámbito industrial de la ría de Bilbao ha encon-trado una orientación revitalizadora en la implantación de centros de arte ycongresos que se aprovechan del valor emblemático de la ubicación de este pai-saje. Pese a la sustitución de instalaciones, aún permanecen rasgos, aunque su-tiles, del carácter del paisaje previo de la industrialización (fotografía: IgnacioEspañol).

Figura 10. Puente Vizcaya. Fue construido en 1893 para establecer la nece-saria comunicación entre el núcleo de población de Portugalete, de marcadocarácter industrial, y la zona residencial de Getxo. Representó no sólo un hi-to tecnológico, sino también un elemento de articulación espacial de la ríaIbaizabal, y constituye un símbolo de la industrialización del País Vasco. Enjulio de 2006 fue incluido en la lista de Patrimonio Mundial de la UNES-CO (fotografía: Linarejos Cruz).

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otros sistemas industriales de los que sólo seconservan algunos aspectos de menor presen-cia física y que se hayan visto subsumidos porla transformación o el abandono. La evolu-ción de esos paisajes y cómo la industrializa-ción participó en un determinado períodopueden y deben ser interpretados adecuada-mente recurriendo a la lectura del sitio.

Lo interesante de la industrialización noson tanto sus artefactos físicos, frecuente-mente valiosos en sí mismos, como realiza-ciones tecnológicas y sociales, sino las ideasque aportó aquel movimiento. La realiza-ción de aquellas aportaciones y puntos devista puede ser entendida gracias a los testi-gos materiales que se hayan conservado osimplemente a través de los rasgos más suti-les de aquella realidad, que se mantienen di-bujados bajo el paisaje actual.

Los rasgos de los paisajes de la industrialización en España

Como los propios procesos de industrializa-ción, sus paisajes presentan unas condicio-nes específicas en el caso español.

Son numerosas las manifestaciones que laextracción mecánica de minerales produjo alo largo del siglo XIX en España, un fenóme-no que produjo paisajes de gran interés y ri-queza cultural al combinar elementos muydiversos (poblamiento, transporte, instala-ciones de tratamiento, etc.) en diversas mo-dalidades (minería a cielo abierto, minassubterráneas, etc.). La presencia de empresaspromotoras extranjeras en estos procesosprodujo elementos de gran interés cultural,que reside en el contraste que en algunos ca-sos se reprodujeron en sus paisajes. En algu-nas regiones y muchas comarcas, la especia-lización minera concedió a estos paisajes unmarcado carácter identitario, pues, habien-

do sido el sostén socioeconómico de esas co-munidades, los paisajes mineros alcanzaron,en esos casos, tal carácter cultural añadido.

La precoz industrialización de Andalucíafue debida fundamentalmente a su enormepotencial de recursos mineros, algunos yaconocidos y explotados desde época proto-histórica. El desarrollo temprano de la in-dustria siderúrgica (de la que aún se conser-va un elocuente testimonio en Marbella),las grandes explotaciones mineras de Huel-va, Sierra Morena o Almería, y los astillerosfueron los principales impulsores de esteproceso de industrialización que arrancócon mucha fuerza, pero que, debido a lascircunstancias sociopolíticas, no tuvo la de-bida continuidad, cediendo el protagonis-mo a Asturias y al País Vasco.

Los paisajes generados por esta actividadfueron, en muchos casos, espectaculares, tan-to por la dimensión territorial y los procedi-mientos aplicados como por el carácter cul-tural de los procesos. Desafortunadamente,el escaso desarrollo en el tiempo de algunasde estas implantaciones y el excesivo creci-miento del sector terciario en Andalucía hancontribuido a borrar parte de sus huellas.

La industrialización del País Vasco fue re-sultado de un largo y continuado proceso,que finalmente se desarrolló en el siglo XX,generando paisajes que fueron elaboradosen muy distintas fases y que involucrarontanto actividades extractivas como plantasindustriales y conjuntos portuarios de pri-mer orden. Las realizaciones territoriales deestos paisajes superponen los elementos yorganización de cada fase mostrando hoydía entramados complejos en los que el pa-pel de las claves de interpretación del con-junto y cada fase es primordial.

Cataluña, asociada históricamente al sec-tor textil, presenta un desarrollo uniformede la actividad industrial, que inicialmente

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consistió en actualizar mediante la mecani-zación los procesos artesanales que se lleva-ban a cabo con anterioridad y que continuócon la implantación de grandes instalacionesfabriles. Así, encontramos paisajes generadosen torno a la fábrica. Se trata de colonias tex-tiles con espacios productivos diferenciados,zona de poblado y diversas obras ingenieri-les, que ofrecen una organización territorialcoherente y de clara interpretación.

En otras zonas, los procesos de industriali-zación marcaron una época determinada, for-mando así el carácter de un período que evo-lucionó de maneras diversas en cada caso.Algunos procesos de industrialización partici-

paron de la consolidación de entramados ur-banos de las ciudades que se desarrollaron a suabrigo, encontrándose numerosos ejemplosde «barrios industriales» que son interesantespaisajes urbanos de gran valor histórico.

Muchos otros casos de industrializaciónsurgieron asociados a la explotación agrariay ganadera generando paisajes específicos deun carácter mixto, pues sus manifestacionesterritoriales aparecen muy influenciadas porsu asociación con las explotaciones agrícolas(el tabaco de La Vera, bodegas de Jerez,Montilla y Málaga, etc.), de manera que nose puede hablar de paisajes producto pura-mente de la industrialización, pues compo-

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Figura 11. Paisaje del tabaco de LaVera (Cáceres). Tras un laborioso pro-ceso de plantación y transcurrido eltiempo necesario para su crecimiento,las hojas de tabaco son recogidas y de-positadas en instalaciones específicas,construidas para esta finalidad. El pro-ceso se completa con el embalado y tras-lado a los centros de procesado (foto-grafías: Linarejos Cruz).Figura 11.1. Plantación de tabaco eninvierno. Las hojas de la planta ya hansido recogidas.Figura 11.2. Secaderos de tabaco.Figura 11.3. Transporte de las hojasde tabaco, ya secas y embaladas.Figura 11.4. Fábrica de tabaco.

Figura 11.1

Figura 11.3

Figura 11.2

Figura 11.4

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nen escenas en las que los usos agrarios des-empeñan un papel relevante.

Los paisajes del transporte de la industria-lización cuentan con numerosos ejemplosportuarios y ferroviarios, manteniéndose enuso gran parte de estas infraestructuras. Algu-nas de las antiguas líneas ferroviarias desman-teladas se han adaptado como «vías verdes».

Consideraciones finales

Según los procesos que los originaron y laspautas territoriales que siguieron, los paisa-jes de la industrialización se pueden agruparen unos tipos básicos de referencia, tales co-mo el paisaje de la extracción minera, el pai-saje de los conjuntos siderúrgicos, el paisajede las grandes instalaciones fabriles, el pai-saje portuario, el paisaje del ferrocarril.

La extracción de minerales presenta un pai-saje específico de una morfología espectacularque surge de la racionalización de sus procesosde extracción, tratamiento, logística y trans-porte. Algunas pautas generalizables de este fe-nómeno se relacionan con la relevancia de losejemplos en España, teñidos de influencias co-loniales, o el proceso de evolución desde orí-genes antiguos hasta recibir el impulso de lamecanización para finalmente desdibujarsecon el abandono o la modernización.

Los paisajes de la industrialización quedescansan sobre el desarrollo de los conjun-tos de la gran industria tradicional, como lasiderurgia o las instalaciones fabriles, pre-sentan orígenes diversos y evoluciones, pau-tas y valores paisajísticos específicos. Tienenuna realización diferenciada y muy irregularen España.

Los grandes paisajes portuarios de la in-dustrialización son también un tipo de refe-rencia, aunque con un desarrollo y conser-vación muy irregular en España. Aúnan lasadecuadas condiciones naturales del litoral

con un desarrollo de la actividad portuariapesquera y comercial, generando a su alre-dedor complejos paisajes que involucran eldesarrollo de otras grandes industrias, asti-lleros, siderurgia, etc.

El paisaje del ferrocarril tiene unas carac-terísticas muy singulares, ya que se basa enla presencia de una infraestructura lineal ycómo ésta se relaciona e integra en el medioque atraviesa.

Las aportaciones de la lectura de los pai-sajes de la industrialización son numerosasy tienen que ver con la dimensión territorialy ambiental de aquel proceso. En muchasocasiones, los paisajes de la industrializa-ción dan los primeros pasos de la construc-ción de los paisajes contemporáneos y, enmuchos sentidos, sientan las bases de suideario. Su principal aportación puede resu-mirse en torno a su concepto de progreso ya su materialización en paisaje.

El progreso, entendido de una maneradeterminada por la industrialización, esta-blece las primeras premisas territoriales ytambién la manera de percibirlas que regi-rán la percepción del medio en la sociedadpostindustrial globalizada.

La disociación hoy día esencial entre áreasproductivas, a las que no se les demanda ca-lidad paisajística, y áreas intocadas, que sonreservas de paisaje de calidad, es una de susconsecuciones frente, por ejemplo, a los mo-delos agrarios previos que no se planteabanesta dicotomía.

Las grandes dimensiones físicas de lasinstalaciones industriales, generadas comoconsecuencia de la mecanización, se tra-ducen espacialmente en la concentracióny congestión de instalaciones, productos ypersonas, que han pasado a ser grandiosasen las metrópolis actuales.

Los primeros balbuceos de la sistematiza-ción y estandarización levantan las escenas

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de la industrialización y sus paisajes. Peque-ñas piezas de metal o de cerámica son la ba-se de grandes artefactos e infraestructuras,antepasados de la actual estandarización ycanalización de nuestros paisajes.

La eficiencia y la funcionalidad de losprocesos de transformación supeditan losdemás elementos del paisaje, su entendi-miento y su aprecio. Las dársenas naturalesse ortogonalizan, las laderas de las minas acielo abierto se escalonan y el paisaje de lasociedad del progreso impone sus esquemasde funcionalidad, que tanto habrán dearraigar en el universo contemporáneo.

La consolidación de conexiones interte-rritoriales alejadas se consigue gracias al de-sarrollo de las capacidades del transporte ytambién a la conexión entre paisajes geográ-ficamente distanciados pero económica-mente ligados. La mezcla y/o interacción depersonas, productos y actitudes de distintoorigen, que es la esencia del proceso de glo-balización, se muestra ya en estos paisajes dela industrialización.

La forma en que la sociedad empieza aafrontar la gran variedad de paisajes, a losque se accede, aunque con una experienciasuperficial de ellos, construye una actitudque posteriormente encontrará en los me-dios visuales de comunicación un energéti-co impulso.

Como en otros paisajes, los valores pa-trimoniales de los paisajes de la industria-lización descansan sobre la capacidad deinterpretación y lectura de las condicionesactuales. En este sentido, el papel de los arte-factos e instalaciones de la industrializaciónes fundamental, no tanto como objetos dela mecanización en sí mismos, sino por lasideas que demuestran al ser considerados enrelación a su entorno, a su paisaje. Es decir,

por la manera en que se relacionan con laorganización territorial generada por la in-dustrialización, cómo ilustran el espaciosocial del fenómeno (lugares de produc-ción, de intercambio, de habitación) y có-mo nos permiten revisar la interacción dela industrialización con el medio y susconsecuencias. Por todo esto, la perma-nencia de las claves es importante. Se tratadel variado conjunto de objetos, elemen-tos, rasgos, relaciones y aspectos que en ca-da caso puedan ilustran la materializaciónterritorial de la industrialización y sus pro-cesos, es decir, su paisaje.

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