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1) Los primeros homínidos penetraron a la Pangea desde un continente nebuloso en días perdidos, allí se encontraron con la civilización de los zal-naggu quienes dominaban prácticamente el mundo. Sus pirámides y templos dominaban junglas y desiertos y las piras dedicadas a sus dioses elevaban el fuego impío a la gran oscuridad y sus enigmáticos astros brillantes como perlas. 2) “Uno de los engranajes argumentales centrales es el de que, sin saberlo, los zal-naggu y sus esbirros han cosechado cultos intolerantes, ídolos falsos y falacias religiosas para poner a los hombres unos contra otros y, así, poder realizar el retorno a la superficie. Esto no se desentraña hasta los últimos días de la Era Tiburia, cuando se descubre que los verdaderos enemigos no son ni tiburios ni abydossios ni kamurios, sino que los diversos cultos que se han expandido por Zharvaj y Valgraa. Esto porque la religión de Netra y los Grandes Cultos de los Reinos Escarlata están bajo el control de la Logia, compuesta por aquellos que preparan la vuelta de los zal-naggu” 3) “La gran batalla final no se librará entre los diversos reinos en litigio, ni entre dinastías en liza, ni entre los credos en conflagración; sino que será la épica contienda final entre los hombres y los antiguos amos de la Pangea, los reyes-serpiente.” 4) “Siglos de incredulidad, fanatismo religioso y oscurantismo hipócrita han radicalizado el eterno choque entre barbarie y civilización y las luchas de poder entre reyes y usurpadores. La fervorosa y ciega cruzada de Tiburia por el mundo marcan solamente el inicio del fin. La primera señal profética de que el fin de los tiempos está cerca. El Akmagarut volverá, y con él, los abominables reyes-serpiente” 5) Cuando el Dios Único reemplazó al ancestral culto de los Adhari en Tiburia, los que permanecieron fieles al politeísmo fueron expulsados del país. Desde entonces se les conoce como annaveos, puesto que sus profecías decían que cuando despertaran los reyes-serpiente de su forzado letargo, el portador del Manto Seráfico guiaría a los Fieles hacia una tierra al oeste donde todos los devotos, en los fatigosos caminos de su éxodo, depositarían una piedra hasta dar forma a los muros de la prometida Nargalon, la Ciudad de los Fieles . Los annaveos vagaron como una tribu-secta por todos los reinos y civilizaciones de la Pangea, siempre leales a los preceptos de los Adhari. Pero repudiados y cazados, aquí y allá, los annaveos se vieron en la obligación de convertirse en guerreros para proteger a los suyos. Quinientos años transcurrieron en el que los Fieles preservaron las profecías de la prometida Annavar y peregrinaron al lugar sagrado donde, durante siglos, depositaron las piedras en los muros de Nargalon. 6) Al inicio del Segundo Akmagarut, se revelaron muchas de las verdades sobre los agtharianos y de cómo ellos habían adorado, unos a los zal-naggu, otros a los Adhari, y de cómo aquel conflicto les llevó a la total destrucción de su civilización. Al llegar a las tierras de Valgraa y Xorgaroth sellaron los templos de la serpiente, puesto que éstos eran aberturas a los refugios de las profundidades de la tierra donde dormían los zal-naggu por una Era de la Tierra. Pero en Sal’Adhur, donde los agtharianos se rindieron a la pleitesía demoníaca, sobrevivió la Logia Viperina, quiénes rindieron culto a los reyes- serpiente en las templos sellados y aprendieron a leer y escribir la escritura pagana de los amos de la ponzoña. Fue así como comenzaron a conspirar para preparar la vuelta de sus señores, puesto que sabían que éstos retornarían a reclamar sus tierras ancestrales. Se reveló además, en los días posteriores a la gran Guerra de los Cultos, que devastó países enteros a su paso, de que los zal-naggu se beneficiaron de las acciones de la Logia Viperina, que debilitaron a los hombres y les permitió a los saurianos invadir sus reinos con mayor facilidad, no obstante, luego de que los reyes-serpiente destruyeran Tiburia y Sal’Adhur, erradicaron a la Logia como insignificantes siervos inservibles. Pues el propósito de los zal- naggu no es el de esclavizar a la humanidad, sino erradicarla.

Los Reyes Serpiente

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1) Los primeros homínidos penetraron a la Pangea desde un continente nebuloso en días perdidos, allí se encontraron con la civilización de los zal-naggu quienes dominaban prácticamente el mundo. Sus pirámides y templos dominaban junglas y desiertos y las piras dedicadas a sus dioses elevaban el fuego impío a la gran oscuridad y sus enigmáticos astros brillantes como perlas.

2) “Uno de los engranajes argumentales centrales es el de que, sin saberlo, los zal-naggu y sus esbirros han cosechado cultos intolerantes, ídolos falsos y falacias religiosas para poner a los hombres unos contra otros y, así, poder realizar el retorno a la superficie. Esto no se desentraña hasta los últimos días de la Era Tiburia, cuando se descubre que los verdaderos enemigos no son ni tiburios ni abydossios ni kamurios, sino que los diversos cultos que se han expandido por Zharvaj y Valgraa. Esto porque la religión de Netra y los Grandes Cultos de los Reinos Escarlata están bajo el control de la Logia, compuesta por aquellos que preparan la vuelta de los zal-naggu”

3) “La gran batalla final no se librará entre los diversos reinos en litigio, ni entre dinastías en liza, ni entre los credos en conflagración; sino que será la épica contienda final entre los hombres y los antiguos amos de la Pangea, los reyes-serpiente.”

4) “Siglos de incredulidad, fanatismo religioso y oscurantismo hipócrita han radicalizado el eterno choque entre barbarie y civilización y las luchas de poder entre reyes y usurpadores. La fervorosa y ciega cruzada de Tiburia por el mundo marcan solamente el inicio del fin. La primera señal profética de que el fin de los tiempos está cerca. El Akmagarut volverá, y con él, los abominables reyes-serpiente”

5) Cuando el Dios Único reemplazó al ancestral culto de los Adhari en Tiburia, los que permanecieron fieles al politeísmo fueron expulsados del país. Desde entonces se les conoce como annaveos, puesto que sus profecías decían que cuando despertaran los reyes-serpiente de su forzado letargo, el portador del Manto Seráfico guiaría a los Fieles hacia una tierra al oeste donde todos los devotos, en los fatigosos caminos de su éxodo, depositarían una piedra hasta dar forma a los muros de la prometida Nargalon, la Ciudad de los Fieles. Los annaveos vagaron como una tribu-secta por todos los reinos y civilizaciones de la Pangea, siempre leales a los preceptos de los Adhari. Pero repudiados y cazados, aquí y allá, los annaveos se vieron en la obligación de convertirse en guerreros para proteger a los suyos. Quinientos años transcurrieron en el que los Fieles preservaron las profecías de la prometida Annavar y peregrinaron al lugar sagrado donde, durante siglos, depositaron las piedras en los muros de Nargalon.

6) Al inicio del Segundo Akmagarut, se revelaron muchas de las verdades sobre los agtharianos y de cómo ellos habían adorado, unos a los zal-naggu, otros a los Adhari, y de cómo aquel conflicto les llevó a la total destrucción de su civilización. Al llegar a las tierras de Valgraa y Xorgaroth sellaron los templos de la serpiente, puesto que éstos eran aberturas a los refugios de las profundidades de la tierra donde dormían los zal-naggu por una Era de la Tierra. Pero en Sal’Adhur, donde los agtharianos se rindieron a la pleitesía demoníaca, sobrevivió la Logia Viperina, quiénes rindieron culto a los reyes-serpiente en las templos sellados y aprendieron a leer y escribir la escritura pagana de los amos de la ponzoña. Fue así como comenzaron a conspirar para preparar la vuelta de sus señores, puesto que sabían que éstos retornarían a reclamar sus tierras ancestrales.Se reveló además, en los días posteriores a la gran Guerra de los Cultos, que devastó países enteros a su paso, de que los zal-naggu se beneficiaron de las acciones de la Logia Viperina, que debilitaron a los hombres y les permitió a los saurianos invadir sus reinos con mayor facilidad, no obstante, luego de que los reyes-serpiente destruyeran Tiburia y Sal’Adhur, erradicaron a la Logia como insignificantes siervos inservibles. Pues el propósito de los zal-naggu no es el de esclavizar a la humanidad, sino erradicarla.

7) Los valientes héroes que, haciéndose pasar como miembros de la Logia, son conducidos al Palacio Abismal, tienen la misión de traer la cabeza de la Reina de las Serpientes, con lo que la moral de las gigantescas legiones zal-naggu se derrumbarían en un abrir y cerrar de ojos. La aventura que aquellos guerreros protagonizan es parte esencial del engranaje argumental.

8) Mientras la Guerra de los Cultos provocaba la ruina de naciones enteras y el antiguo poder de Sulam, Tiburia y Sal’Adhur se derrumbaba gradualmente, los annaveos recordaban sus viejas profecías y se dirigían al oeste, allí donde se había previsto que los hombres

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conseguirían herir brutalmente a las legiones de los reyes-serpiente, que invertiría la balanza y le daría la última esperanza a las gentes de Auratia.La línea de los Herederos la conformaban aquellos que descendieran de Hailor, el príncipe derrocado, quién se ganó la enemistad de los adoradores de Netra en Tiburia, debido a que éste permaneció fiel a las enseñanzas de los Adhari y se negó a convertir a la religión del Dios único en el culto oficial del gran reino. Fue apoyado por muchos que, siguiendo a sus corazones, entendieron que debían mantenerse fieles, pues solo así lograrían los hombres imponerse al retorno de los reyes-serpiente de los antiguos y terribles mitos agtharianos. Los que se unieron a Hailor lo siguieron considerando “Heredero al Trono” y ese se convirtió en el título de todos sus hijos en tanto que los exiliados erraron por el mundo. Pero había una vieja historia de que Hailor viajó primero al sur de Tiburia, a las vastas tierras inhóspitas y salvajes que se encontraban entre Tiburia y Kamuria (Sal’Adhur) y allí, depositó una piedra gris en una planicie elevada, vaticinando de que aquella sería la primera piedra de las Murallas de Nargalon, la Ciudad Prometida, la que se convertiría en la residencia de los Reyes de Annavar, el reino en el que se decidiría el destino de los hombres y donde morarían los annaveos, los Fieles a los Adhari, los exiliados de Tiburia.Pues los annaveos prosperaron como pueblo nómada, sin patria ni hogar, vivieron entre los barbudos guerreros de Sulam, entre los hombres escarlata de Sal’Adhur y Abydossia e incluso en la lejana Hatia-Umphur. Predicando las virtudes y sabidurías de los Adhari, entre razas exóticas y dioses arcanos. Aunque en muchos lugares fueron perseguidos por los profusos enemigos que hicieron en su éxodo, fueron tolerados durante prácticamente toda la Era Tiburia y se multiplicaron. Todo annaveo peregrinaba al lugar sagrado de Nargalon y depositaba una piedra del tamaño acorde a las faltas a la virtud y pecados que había perpetrado en su vida, la búsqueda espiritual y la resolución que implicaba semejante aventura y flagelación convertía a los annaveos en hombres de integridad y disciplina. Mientras los tiburios se convertían en fanáticos religiosos y promovían la evangelización de todos los Reinos de Auratia, así como la erradicación de los cultos demoníacos, los annaveos hablaban de tolerancia y unión entre los hombres, el honor como código de vida. Ese código moral contrastaba con mucho de lo que era habitual en esos días en las tierras de Valgraa y Xorgaroth. Sangre, horror, pecado, traición, eran la prédica de los decadentes hombres del mundo civilizado. Brillantes reinos eran motivo de codicia y conjuras, magníficos monumentos eran erigidos en reverencia a dioses caprichosos y tan megalómanos como los soberanos, que bajo pesadas coronas y cetros de opulencia, expandían sus dominios y esclavizaban a los débiles.La tierra prometida de Annavar, no obstante, no era solamente un sueño de libertad e igualdad entre los hombres, pues además fue el escenario de las incontables contiendas entre tiburios y kamurios, en el sangriento choque entre el Dios Único, Netra, y los Señores Demoníacos de La Llama. Y nadie imaginaba que aquellas gentes habían sido engañadas y enemistadas por oscuras mentes que promovían los odios y las estigmatizaciones. Esas mentes provenían de Abydossia, el país donde el culto de las serpientes se había convertido en una tradición ritualística, los sacerdotes y cultistas recibían a los Viperinos de Sakri como a hermanos de una tierra lejana. Sin embargo, tampoco los abydossios eran aquellas mentes oscuras, pues nada sabían de la Logia Viperina y cómo ésta intentaba poner unos contra otros para que cuando llegasen los zal-naggu encontrasen a los hombres debilitados y a sus reinos agonizantes. Sólo los annavarin o annaveos sabían de La Logia y de sus pérfidas maquinaciones apocalípticas, pues Lammot, el profeta errante, antes de desaparecer en el este, les había advertido de los escalofriantes propósitos de aquellos servidores clandestinos del “Terror de los Agtharianos” (como llaman los eruditos a los reyes-serpiente) y les había revelado que, basándose en la antigua leyenda, adoraban a los zal-naggu para salvarse de la aniquilación que éstos desatarían sobre los hombres que habían proliferado en sus tierras y, eventualmente, servirles como esclavos, si así fuera necesario. Pues el poder y la furia de los saurianos no podían ser contenidas, eran el horror y la ruina en una sola palabra, la encarnación del caos y el sinónimo de la desesperación. No solo eso, Lammot le dijo a los Annavarin de que había descubierto, bajo las ciudades subterráneas de los darkassar, profundos túneles que conducían al Nido Abisal, el abominable lugar mítico donde dormían los zal-naggu y que, pese a que ya casi nadie creía en que los reyes-serpiente volverían, la Logia Viperina sabía la verdad.En torno a los enormes templos piramidales repartidos por las tierras del Lujatán, Xorgaroth y Valgraa occidental la Logia controlaba a los cultos viperinos y organizaba los rituales a los Dioses Serpiente. Los zalkarith, los poseídos, enemigos encarnizados de los Viperinos de Sakri, luchaban frecuentemente por dominio e influencia, así mismo como los Nigromantes de Aranuk, los subordinados a La Sombra, sostenían su eterno enfrentamiento contra los Matadioses, el grupo de choque de los adoradores de Netra que, como verdaderos cruzados, erraban por los Reinos de Valgraa, combatiendo a la Llama y a la Sombra, por igual. Pues aquellos días eran los de la Gran Intolerancia, la antesala a la brutal Guerra de los Cultos, que

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marcaron el episodio final de la historia de Auratia, antes de las crónicas viperinas y el cumplimiento de las profecías de Lammot.

Los días anteriores a la Gran IntoleranciaLa Era Tiburia, tras las brumas barbáricas que se extendieron desde las migraciones númedhas hasta la aparición de los reinos de Tiburia, Sulam, Korvala y Hadussa, fue un tiempo de prosperidad y genialidad, las desvencijadas civilizaciones de Sal’Adhur y Hatia-Umphur rejuvenecieron con la llegada de aquellos extraños hombres aguerridos del este, que se mostraban tan diestros para la batalla como para el comercio. Más aún cuando los extranjeros adoptaron los dioses y sabidurías de los antiguos habitantes del Mar Escarlata y de Valgraa, el intercambio comercial permitió que surgieran rápidamente los reinos que brillarían durante miles de años hasta el inicio de la Gran Intolerancia. Las tribus de pastores arhani, que migraron al este, transformando a Hatia-Umphur en un imperio conquistador, fueron además hacia el oeste, y se mezclaron con númedhas más civilizados, provenientes de la tierna Hadussa, dando forma al reino de Sulam. Fue en ese reino donde surgió la gente más vigorosa y disciplinada, pero así mismo, la más cruel y despiadada con los extranjeros. Esto porque sus fronteras orientales chocaban con la de los reyes de reyes de Hatia-Umphur, las occidentales con las Murallas Hamarianas, desde donde llegaban incontables peligros salvajes y los Matadioses de Tiburia, en tanto que las meridionales colindaban con interminables países semi áridos que desembocaban en el temido Desierto del Zahal. Por el norte, los sulamitas tenían a los hadussinos, hombres de paz dedicados al comercio y las caravanas, a éstos protegían de las pretensiones de Hatia-Umphur y mantenían vivas las rutas mercantiles de la Senda Pródiga, que enriquecía reinos y ciudades enteras. Así fue que los sulamitas vivían bajo el constante peligro del gran imperio oriental, los bárbaros del oeste y el sur, y las traiciones y confabulaciones de las célebres Urbes Mercantes del Mar Escarlata. Éstas estaban ubicadas en una estrecha franja costera de opulentas ciudades-estado que hacían por mar lo que Hadussa hacía por tierra, pues las caravanas hadussinas no se atrevían a cruzar el Zahal por miedo a los trácidas y a otros horrores, y el intercambio comercial entre Hatia-Umphur y Hadussa con los Reinos Escarlata tenía que realizarse a través de las aguas escarlata.Tiburia, la nunca desafiada, comerciaba con los pueblos de Xorgaroth, pues sus continuos intentos por someter a Hadussa, le valieron la desconfianza de los caravasares del norte de Auratia. Durante los días benévolos, el puerto de Hircanda trocó con los brillantes muelles de Sal’Adhur y Abydossia, y, fuera de los conflictos político-religiosos, hubo fluido comercio y traspaso de riquezas y esclavos. Pero en esos días, antes de la Guerra de los Cultos, nadie desafiaba a las legiones de Tiburia. Solamente los sulamitas habían conseguido frustrar la conquista de Hadussa, pero el precio que pagaron fue muy alto. El mundo temía a los matadioses, pero la cultura de aquella gente era difundida por todo Auratia e influenciaba a los pueblos bárbaros de las periferias ignotas. Para cuando los reyes-obispos de Tiburia proclamaron la cruzada contra La Llama y La Sombra, no quedaban más de cien años para el fin de la Era y todas tribulaciones y grandes eventos relatados en los Anales de Auratia.Abydossia, un reino que había surgido en extrañas circunstancias, fue la morada de diversas tribus urbanas que intentaban sacudirse el yugo kamurio y rechazar a los temidos uludrin de los desiertos de Edrinia. Solamente cuando Inugas, El Harúdra de las arenas hirientes del sur, consiguió unificar los asentamientos más ricos y poblados, se le comenzó a dar forma a un nuevo reino. Bajo el nombre de Sucultes I, fundaría una gran capital en Amageles, que rivalizaría con la propia Tusa en Sulam.Los abydossios pronto se unieron a las rutas de caravanas que los hadussinos intentaban extender por las vastas regiones de Valgraa y allí entraron en contacto con una infinidad de cultos y ordenes arcanas que convirtieron rápidamente al país en una tierra cosmopolita, con una cultura un tanto opulenta y blasfema como la de Sal’Adhur. El culto a los reyes-serpiente y a sus enormes templos piramidales convirtió a este reino en un nido de sectas viperinas y en un hogar predilecto para los miembros incógnitos de la Logia para esconder sus oscuras pretensiones.Amageles está construida sobre dos grandes templos en ruina que pertenecen a la perdida civilización sauriana de Zigal-Zakir1 y sus mitos le atribuían a Amageles un origen mucho más antiguo del que los archivos y crónicas le adjudicaban, no menos irracional por basarse en un mito como por su aceptación como una verdad sagrada pese a que los antiguos libros eran 1 Esto no se revela hasta los eventos de la Guerra de los Cultos y el Akmagarut, pues los fundadores de Amageles desconocían el origen de esos enormes templos y pensaban que habían sido levantados por los dioses serpiente a los cuales rendían culto desde tiempos primigenios. No los atribuían a los perdidos zal-naggu, pues ya en los días finales de la Era Tiburia nadie creía seriamente en que hubieran existido más que en las leyendas de los pueblos antiguos. No obstante, los cultos viperinos, que fueron gradualmente dominados por la Logia, restauraron los templos piramidales allí donde los encontraban.

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explícitos acerca de cómo Sucultes I guió su construcción. No obstante, sus dos templos son muestra de que alguna vez allí hubo emplazada una enorme ciudad o complejo religioso levantada por gente desconocida en las brumas impenetrables del pasado. Así mismo, en la práctica de las artes arcanas, la ciudad se ha convertido en refugio de sectarios en busca de secretos cósmicos y ciencias geománticas, pero en esto y en todo lo referente a lo oculto, el resto de ciudades portentosas, como Hofarka u Osipala, no se quedan atrás. El gremio de conjuradores en Amageles es uno de los más antiguos del Medio Oriente Lujatano y las sabidurías basadas en el estudio de los jeroglíficos entre las ruinas de los Dioses Serpiente.Los mercantes de la exótica y lejana Sul-Sagok llegan tan frecuentemente a los muelles de coral de Keskalon y a los puertos de piedra musgosa de Korvala como los corsarios y fuerzas invasoras a Abydossia a combatir, por razones aún desconocidas, al culto viperino que controla el país2.Luego de que, por siglos, los sal’adhi considerasen a los adoradores de serpientes de Abydossia como bárbaros inferiores y les hicieran la guerra, terminaron por estrechar lazos cada vez más estrechos en materia de cultura y comercio, y como se aprecia en los relatos de los Grandes Conflictos de los Reinos Escarlata3, en lo militar también.

2 Los eruditos annaveos descubren que las gentes de la distante Sul-Sagok son descendientes de sobrevivientes agtharianos que repudiaban al bando del dragón que dividió al reino. Era por ello que combatían a los adoradores de los zal-naggu, allí donde los encontrasen.3 Libro sobre la historia de Sal’Adhur y Abydossia y sus guerras, antes de que los dos reinos fueran corrompidos y sacudidos por las negras confabulaciones de la Logia Viperina.