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Los Tesoros De Oscuridad “Te daré los tesoros escondidos (de oscuridad), y los secretos muy guardados,” (Isaías 45:3) La luz penetra las tinieblas cuando la gloria de la resurrección del Cristo que vive en nosotros es revelado en y a través de nosotros. Nuestra preciosa humanidad es entonces ungida con la justicia que proviene de Dios, mediante la fe. Publicado por:

Los Tesoros De Oscuridad - The Liberating Secret Tesoros de... · confirmación de Su sello sobre la obra que estamos haciendo. ... Secretario General de La ... Mi oración es que

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Los Tesoros

De Oscuridad

“Te daré los tesoros escondidos (de oscuridad),

y los secretos muy guardados,”

(Isaías 45:3)

La luz penetra las tinieblas cuando la gloria de la resurrección del Cristo que vive en nosotros es

revelado en y a través de nosotros. Nuestra preciosa humanidad es entonces ungida con la

justicia que proviene de Dios, mediante la fe.

Publicado por:

Ministerios Cristo, Nuestra Vida

Derechos Reservados (en inglés) 2001

Sylvia D. Pearce

Los derechos de esta obra estan designados para preservar la integridad de

la misma. Se prohibe cualquier cambio o revisión.

Sin embargo, se permite cualquier duplicación exacta de este libro que no

altere su contenido.

Publicado por: Ministerio Cristo Nuestra Vida

Apartado Postal 43268

Louisville, Kentucky 40299

Estados Unidos de America

First Edition

First Printing 500 February 2002

ISBN 0-9714381-1-0

Copias adicionales pueden ser adquiridas.

Mire la hoja posterior para la información necesaria.

Índice Reconocimientos Prologo Prefacio

Capitulos

1. ¿QUÉ ES EL HOMBRE? ......................................................................................................................... 10

2. Mi Amigo Encuentra La Respuesta .................................................................................................... 13

3. La Vida Eterna Es Una Persona........................................................................................................... 18

4. Dos Liberaciones Disponibles en la Cruz ............................................................................................ 21

5. Jesucristo, el Humano! ....................................................................................................................... 24

6. El Cuerpo de Muerte (“Muertos al Pecado”) ..................................................................................... 27

7. Romanos Siete (“Muertos a la Ley”) .................................................................................................. 30

8. “No Soy Yo, Sino El pecado” ............................................................................................................... 34

9. El Nacimiento de una Nueva Conciencia ........................................................................................... 40

10. Una Misericordia Severa ................................................................................................................. 47

11. El Origen de la Mentira ..................................................................................................................... 55

12. Las Tentaciones de Jesús .................................................................................................................. 58

13. Debilidades Diarias ........................................................................................................................... 61

14. La Tentación ...................................................................................................................................... 63

15. “Ingenuos para el Mal” ..................................................................................................................... 66

16. ¡Viendo A Través Del Mal A Dios Solamente! ................................................................................... 69

17. Llamando a Existencia Aquello que No Existe .................................................................................. 72

18. El Significado del Sufrimiento ........................................................................................................... 81

19. El Sufrimiento es Amor Disfrazado ................................................................................................... 84

20. “La Participación de Sus Padecimientos” .......................................................................................... 88

21. Mi Tío Bill .......................................................................................................................................... 92

22. Intercesión ........................................................................................................................................ 97

23. El Amor de Dios Puede Mover Montañas ....................................................................................... 102

24. Reyes y Sacerdotes.......................................................................................................................... 107

25. Prisioneros de Esperanza ................................................................................................................ 111

26. “Preciosas Semillas” ........................................................................................................................ 115

27. El Frasco de “Gozo” de Diane.......................................................................................................... 118

28. Susan, Mi Carro de Fuego ............................................................................................................... 121

Unidid

Posdata

Reconocimientos

El Espíritu frecuentemente nos da sorpresas especiales en nuestras vidas que nos dan confirmación de Su sello sobre la obra que estamos haciendo. El haber conocido a Liz Larios fue una de estas sorprendentes confirmaciones. Hace varios años, mi compañera de obra y amiga, Margaret Lester y yo hablamos una palabra de fe, creyendo que mi libro, Los Tesoros de La Oscuridad, sería traducido al Español. La palabra de fe vino a nosotros después de una gran desilusión. Un misionero, conocido nuestro, se había negado a traducirlo. Posiblemente esta verdad era demasiado radical para él, o talvez él tenía temor de asociarse con los que estaban trayendo esta verdad al mundo cristiano, no sabemos en realidad, pero a la hora de la hora no importa. Lo importante es que fue un golpe fuerte para ambas. ¿Porqué es importante el golpe? Es porque Margaret y yo conocemos los caminos de Dios y sabíamos que la necesidad es la misma evidencia de la provisión, y la fe creativa nace de este tipo de situaciones negativas, así es que nosotros, por fe, creímos y recibimos un traductor al Español. Uno que tuviera la revelación y la pasión por el mensaje que está escrito en el libro. Para Margaret y yo, la fe es suficiente, así es que simplemente lo creímos y lo olvidamos. Un año después Liz Larios entró en nuestras vidas. Ella es la persona perfecta para hacer la

traducción. Si Margaret y yo la hubiéramos escogido por nosotras mismas, no hubiéramos podido

encontrar a una mejor. Pero no, no fuimos Margaret y yo las que la escogimos, fue Dios Mismo. Ella era

perfecta en todo sentido. Ella vino a mi casa por un mes, durante el cual trabajó diligentemente y

profesionalmente. A menudo citaba una porción de la Escritura en Mateo 11:30 – “Mi yugo es fácil, y mi

carga ligera.” Liz no solamente ha entrado en mi casa, sino que también ha entrado en mi corazón.

Liz Larios, Hondureña por nacionalidad, vive actualmente en Apex, Carolina del Norte. Ella

siempre sintió que lo que el Espíritu le estaba enseñando era diferente a lo que la mayoría de cristianos

entendían como verdad, sin embargo nunca pudo soltar lo que el Espíritu le había revelado. Un día ella

encendió su radio con la esperanza de oír a alguien enseñar las mismas verdades que ella había creído.

¡Qué confirmación fue esto para su corazón! El Espíritu inmediatamente le dijo que un día estaría

trabajando con la señora que estaba hablando por la radio. Ella me escribió y compartió como Dios

había usado el programa radial, The Liberating Secret (El Secreto Libertador), para confirmar lo que el

Espíritu le había estado enseñando por años. Y entonces agregó, “Sería para mí un honor traducir su

libro al español, porque yo quiero que mi gente conozca las mismas verdades que me han hecho libre a

mí.” Esto me pareció sumamente interesante porque ella ni aún había leído mi libro. ¡Qué fe! Yo

estaba emocionada al recibir esa carta tan maravillosa, pero ella ni se imaginaba que su carta era una

confirmación a mi corazón de que Dios estaba usando el programa radial para liberar y confirmar a Su

pueblo, y que Dios sí quería, como Margaret y yo habíamos creído, que el libro, “Los Tesoros de La

Oscuridad,” fuera traducido al español.

Ahora es nuestro privilegio el mantenernos firmes en la fe de que esta traducción al español

será una revelación que cambiará las vidas y los corazones de muchas personas de habla hispana.

Oramos para que esta revelación encienda un fuego y dé libertad plena al precioso pueblo de Dios.

Gracias, Liz, por tu parte en hacer que este milagro se lleve a cabo.

PROLOGO

Estas tremendas verdades Bíblicas, las cuales están expuestas aquí no son conocidas por la mayoría de creyentes que han nacido de nuevo, mucho menos por los que aún están sin Cristo. Esta enseñanza se convertirá en parte de su ser interior por medio de la palabra de Dios, y mediante el testimonio del Espíritu, si usted está entre los hambrientos que sienten que tienen que encontrar una respuesta total y plena. Usted estará entre aquellos quienes, como Apolos, fueron tomados aparte por Aquila y Priscilla y “ensenado en el camino de Dios mas perfectamente. Ese camino “mas perfecto” sera suyo así cuando la luz del Espiritu ilumine plenamente en usted aquellas areas oscuras que aún existen en usted. Es la “plenitud de entendimiento.” Pablo le escribió a los Efesios en relacion a esto, “alumbrando los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis...cuales son las riquezas de la gloria de su herencia en los santos” (1:8). Las Escrituras dan respuesta clara a las preguntas que hay profundamente dentro de todos nosotros: ¿Qué es el hombre?; ¿Quién soy yo?; y ¿cómo he de funcionar en la manera que debo?; ¿Adonde me encuentro yo entre aquellos que producen mucho fruto y cuyo fruto permanece, que Jesús dejo es el producto normal de un pampano en su vina (Juan 15:16)? Es necesario entender que el valor pleno de esta enseñanza es para aquellos en cuyas vidas Juan 3:16 se hecho una realidad. Ellos, como Jesús dijo, “han nacido de nuevo”, y pueden “ver el Reino de Dios”. Ahora, sabiendo que son una “nueva creación” en Cristo y el Espiritu produciendo Su fruto, ellos están preocupados por esas áreas de fracaso y aun de pecado en sus vidas. Estas enseñanzas, por lo tanto, son para aquellos quienes “dejando ya los ruimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfeccion.” (Hebreos 6:1). Sus pecados han sido borrados por la fe en la sangre derramada de Cristo y son justificados por Su resurrección. Pero ahora, lo que les preocupa es la abundancia de reacciones descordantes en su vida propia y su vivir diario. Así es que léalo, medite en ello, y busque las referencias en la Escritura. Y así conforme esa plenitud de luz libertadora le ilumine por medió de la Palabra y el Espiritu, usted se encontrará entre aquellos que no podian callar, como las prefetas de antaño. Usted tendrá que estar entre nosotros, quien quienes somo “obligados” por el Espíritu para compartir nuestro “tesoro” con todos los que están a nuestro alcance, y aun más allá, porque lo que tenemos le pertenece a todo miembro redimindo del cuerpo de Cristo, y definitivamente a todos aquellos que aún no forman parte del cuerpo, así como respondan a la luz. He aquí este pedazo de “tesoro celestial”, que Sylvia por si misma busco, aprendio y recibio con plenitud de luz, combinado con su don especial de poder ensenar tan claramente lo que es en primer lugar su propia “perla de gran precio.” Por: Norman P. Grubb

(Misionero, Autor y Fundador- Secretario General de La Cruzada Mundial de Evangelización)

PREFACIO

“Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy,

para mantener en vida a mucho pueblo.” (Génesis 50:20)

En este mundo, hay dos problemas no resueltos prevalecientes que confrontan a la humanidad: el hombre se odia a sí mismo y el hombre odia el sufrimiento. Irónicamente, Dios ama al hombre y ama el sufrimiento del hombre. La mayoría de nosotros nos pasamos la vida tratando de mejorarnos a nosotros mismos en nuestros seres imperfectos o tratando de protegernos de lo que pensamos nos causará dolor y sufrimiento. Hasta que podamos ver como Dios ve, conocer como Dios conoce, y reconciliarnos a nosotros mismos tanto como nuestros sufrimientos de regreso en Dios, andamos vanamente a tientas en la oscuridad sin la luz que verdaderamente nos puede hacer libres. Sabemos que Dios ama al hombre. ¿Pero porqué no se ama el hombre a sí mismo? ¿Y qué es lo que creemos en relación a nuestro sufrimiento? ¿Cómo puede alguien decir que Dios se agrada del sufrimiento cuando la mayoría de nosotros lo odiamos tanto? ¿Cómo reconciliamos la agonía que hay en este mundo con un Dios totalmente amoroso “que hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:11)? Estas preguntas fueron hechos en los corazones de muchos filósofos y buscadores de la verdad desde la creación del mundo. Se sobrendiende que el mundo sin Cristo no puede responder a estas preguntas, pero disafortunadamente estas preguntas no son contestadas aun entre los cristianos. En “Los Tesoros De La Oscuridad”, quiero compartir lo que Dios a revelado a mi corazón sencillo, pero hambriento. Por años he buscado hasta la agonía, esfuerzos procurando encontrar respuestas a estas preguntas por mí misma. Mi esperanza es que las verdades reveladas en este libro darán respuesta a algunas de las mismas preguntas para usted. Lo que realmente destroza mi corazón, y lo que precipitó la escritura de este libro, es ver cristianos abrumados y derrotados por circunstancias nocivas en sus vidas. En la mayoría de los casos, los cristianos, estamos haciendo una de dos cosas, o nos estamos golpeando a nosotros mismos por nuestra falta de fe, o por nuestra falta de control sobre nuestras naturalezas “pecaminosas”. Vamos hacia abajo como un espiral con formas interminables de auto-examinación, enfocando toda nuestra atención en nuestro ser fracasado y miserable. Este auto-análisis nos deja derrotados, desesperados, e impotentes. Mi oración es que los cristianos podamos aprender el secreto de cómo podemos poner nuestro sufrimiento, tanto como nuestro propio ser fracasado y desilusionado, de nuevo dentro de Dios por medio de la fe. Solamente entonces es que El puede transformar nuestro dolor en gloria y nuestro “ser fracasado” en gloriosos hijos liberados de Dios.

La humanidad conoce la separación, la ira, y el juicio, y con toda razón, porque estas son las consecuencias de nuestro estado desobediente y caído. Pero si hemos de llegar al punto de enfocar nuestras vidas correctamente y vivir como personas cristianas liberadas, tendremos que ver todas las cosas como parte de Dios, y Su plan amoroso con un propósito especifico para nuestra vidas. Si no es así, siempre estaremos atrapados en la trampa del doble ánimo y somos “inconstantes en todos nuestros caminos.” (Santiago 1:8) Cuando conocemos el secreto de ver que todas las cosas provienen de la mano de nuestro amoroso Padre Celestial, la vida se convierte en una aventura emocionante viendo los caminos misteriosos de Dios, en los cuales El siempre está encaminando el mal para nuestro bien (Genesis 50:20). Si nosotros nos atrevemos a reclamar nuestra justa herencia comprada por la sangre preciosa y el cuerpo de Jesucristo, nuestra conciencia de doble-animo será transformada en el ojo singular de fe. Me he sentido obligada por una carga incesante a compartir estos maravillosos secretos

libertadores que a mí me han dado libertad. Al leer este libro, no intente entenderlo intelectualmente.

Si lo intentara hacer, perderá de vista el corazón o sea el significado profundo que estoy procurando

impartir. Léalo con su corazón, pues ha sido escrito con mi corazón. Permita que el Espíritu Santo le

hable con Su voz tierna y quieta, porque SOLAMENTE EL LE PUEDE IMPARTIR ESTAS VERDADES A

USTED.

1.

¿QUÉ ES EL HOMBRE?

“¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? Le has hecho poco menor que los ángeles (Elohím), y lo coronaste de gloria y de honra. Le hiciste señorear sobre las obras de Tus manos...” (Salmos 8:.4-6)

El hombre, tal como el Hijo del hombre, es un simple contenedor, tal como una taza de café.

Nuestra humanidad es la taza, y Cristo es el café, y estos dos son una taza de café. Vea como el Nuevo

Testamento describe nuestra humanidad: Somos llamados templos, no la deidad (I Corintios 6:19,20);

vasos, no el contenido de ellos (Romanos 9: 22,23); pámpanos, no la vid (Juan 15:1,2); (Romanos 6: 21-

22); cuerpos, no la cabeza (Efesios 1:22-23 & Colosenses 1:18); esclavos, no el señor (Romanos 6:17-18)

; y esposas, no el marido (Romanos 7:2-4). Veamos cual es la función de estas ilustraciones: Los

templos son Su lugar de habitación; Los vasos ofrecen el líquido que contienen; Los pámpanos

reproducen la vida y el fruto de la vid; Los cuerpos son manejados por la cabeza; Los esclavos hacen la

obra de su dueño; Las esposas reciben la semilla de sus esposos.

El problema comienza cuando confundimos la función de los dos. Pensamos que nosotros, “el

templo”, debemos actuar como la deidad: que debemos producir “fruto” aparte de la “Vid”. Entonces

somos semejantes al caballista sin cabeza, un “cuerpo” actuando aparte o separado de la “cabeza”.

Creemos que tenemos libertad independiente de Dios para “hacer nuestra propia voluntad”, y entonces

pensamos que debemos producir hijos aparte de la semilla de nuestro Marido. Estas son las mentiras

que nos infiltran y posan o se muestran como la verdad. La verdad es que el ser humano no tiene la

habilidad en sí mismo para ejecutar justicia, sin embargo, los cristianos pasamos años procurando ser

buenos y agradar a Dios con nuestro propio esfuerzo. No es asombro que somos tan impotentes, tan

faltos de poder! (2 Corintios 12:9)

Si solamente pudiéramos alcanzar un vistazo de la verdad de “¿Qué es el hombre?” entonces

veríamos la verdad real con relación a nuestra preciosa humanidad y el velo cubriendo nuestros ojos

sería quitado. Somos la gloriosa creación de Dios, creados a Su propia imagen. Los Fariseos tomaron

piedras cuando Jesús testificó de la gloria del hombre. Pero Jesús declaró, sin equivocación, que aún la

misma ley de ellos daba testimonio del hecho que el hombre es realmente un dios: “...Vosotros sois

dioses.” (Salmos 82:6).

¿Qué significa este versículo? Nosotros, los cristianos, le tenemos tanto temor a nuestra

humanidad, que pensamos y se nos enseña, que es perniciosa en sí misma, porque tenemos carne

pecaminosa, o por otro lado, que es buena (o sea, como Dios) por sí misma, que es lo que enseña la

Nueva Era. Por el hecho de haber sido tan inundados de mentiras, desechamos esta porción de la

Escritura (ese versículo) juntamente con las mentiras. ¿No entendemos que Satanás solamente puede

pervertir la verdad?; él no puede crear algo nuevo, porque él no es el Creador. “Vosotros sois dioses”,

es la verdad de Dios. Sin embargo Satanás pervierte esta verdad engañándonos a los humanos para que

creamos que nosotros, por nosotros mismos, somos, o debemos ser, el contenido de la taza. Por lo

tanto, nosotros (la taza) debemos tratar de ser buenos, o, si pecamos, nosotros (la taza) debemos tener

el poder de guardarnos del pecado. Entonces nos aferramos a una de estas dos: o somos orgullosos y

nos auto-justificamos por hacer el bien, o nos condenamos y culpamos por haber fallado. Las dos son

mentiras. El humano no es ni bueno, ni malo, en sí mismo, porque como el templo y el vaso, el humano

es un ser neutral y no tiene su propia naturaleza independiente.

Nosotros éramos malos o nocivos cuando no éramos salvos solamente por el hecho de que

Satanás estaba en nosotros y nos hacía expresar su naturaleza mala y nociva (Efesios 2:2-3; y Juan 8:44).

La Cruz de Cristo nos ha hecho libres de esa naturaleza nociva y la ha intercambiado con la propia

naturaleza santa de Cristo. Es por eso que Pablo declara en Colosenses 1:28, “A quien anunciamos,

amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar

perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.” No es suficiente saber que tenemos a un Cristo perfecto en

nosotros y no saber que el hombre fue hecho perfecto también.

No le tema a la verdad, porque la verdad le hará libre. Cuando Jesús dijo, “Vosotros sois

dioses”, Él no estaba diciendo que nosotros somos el mismo Divino Creador o el contenido de la taza. Lo

que sí estaba diciendo es que nosotros hemos sido creados como pequeños dioses, como un derivado

de Dios nuestro Padre, así como Pablo lo declara en Hechos 17:29, “linaje de Dios”, o sencillamente Su

medio para la expresión de Su naturaleza de deidad.

Dios ama de tan gran manera Su creación humana que no se puede medir, porque Él lo declaró

como “muy bueno”. Él no creó ni aún dos cosas iguales, porque Dios ama la variedad, eso se ve

claramente en la naturaleza. Él ama la forma de nuestros cuerpos, enteramente diferente en su estilo,

su color y su tamaño. Él ama nuestra variedad de personalidades: unos dulces, otros duros; unos

pasivos, otros enojados; unos tímidos, otros intrépidos; y todos los demás. Porque Dios no puede

expresar Su persona a través de la naturaleza. Un árbol no puede expresar Su naturaleza de amor hacia

los demás: solamente la más alta creación de Dios y corona de gloria, el hombre, puede unirse con Su

Espíritu divino y expresar Su naturaleza de amor.

Satanás le ha robado a Dios Su creación para formar para sí mismo un reino de siervos,

expresando su naturaleza de dirigir todo esfuerzo del ser hacia su propia persona, o sea, sí mismo-para-

sí mismo. La rebelión satánica “yo seré” que al principio pervertió a Lucifer, infectó a la humanidad en

el Jardín del Edén y es el mismo “yo seré” con el cual Pablo luchó, al tratar de no codiciar en Romanos

Siete. Y es la misma, “no mí voluntad, sino la Tuya”, a la cual Jesucristo renuncia en el jardín. Este

satánico “yo seré” es, a Dios gracias, el mismo “yo” que fue crucificado con Cristo (Gálatas 2:20) en la

Cruz hace dos mil años, derrotando el dominio satánico sobre la humanidad.

Mediante la Cruz, Jesús, nuestro Sumo Sacerdote, ha ganado nuestra libertad pagando el precio

máximo, Su propia vida. “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres”(Juan 8:36). Él no

solamente nos representó como pecado, muriendo al pecado y reemplazándolo con Su justicia (II

Corintios 5:17), sino que también adquirió la libertad para nuestra humanidad. Romanos 6:6 dice,

“Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del

pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado.”

Hay dos liberaciones proclamadas en este versículo. La primera es un intercambio de Espíritus,

la vieja naturaleza pecaminosa fuera y Cristo, la nueva naturaleza, dentro. Entonces, en segundó lugar

(y es importante tomar nota, que este es el punto clave del versículo), “para que el cuerpo del pecado

sea destruido.” ¿Cuál es el “cuerpo del pecado?” Es el mal empleo de nuestra humanidad expresando

toda forma de pecado. Este mal empleo o mal uso fue quitado en la Cruz de Cristo, liberándonos de

toda forma de adicción corporal. Si una persona es cristiana, esta persona ya está libre de alcoholismo,

co-dependencia, adicción al sexo, y toda forma de perversión, sea que lo sepa o no. Como cristianos

somos realmente libres y tenemos una gran herencia libertadora en Cristo. Sin embargo, vivimos como

prisioneros, atados, esperando la segunda venida, pensando que solamente hasta entonces podremos

ser libres.

No es suficiente que Dios sepa que estamos posicionalmente libres, nosotros tenemos que

saberlo también. Dios puede estar satisfecho con la sangre de Cristo, pero nosotros no estamos

satisfechos hasta que nosotros sabemos que estamos totalmente liberados. Sin este reconocimiento,

vivimos la vida como alguien que tiene millones de dólares en el banco pero solamente utiliza los

centavos, como mendigos. Nuestro problema está ubicado en el malentendido con relación a nuestra

preciosa humanidad. Nosotros, la taza, pensamos que debemos ser más victoriosos, en vez de

reconocer que nuestra única función es la de un contenedor impotente de Otro que ya ganó la batalla.

Ese Otro es el poder del universo y el gran “Yo Soy.”

2.

Mi Amigo Encuentra La Respuesta

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios, porque

es necesario que el que se acerca a Dios

crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan”

(Hebreos 11:6)

Tengo un amigo muy apreciado que conocí hace 15 años de una reunión. Inmediatamente

nuestros corazones fueron unidos. A través de los años, nuestras familias se han unido en amor, al

visitar y compartir juntos en muchas ocasiones desde entonces. El es un perfeccionista, y como Pablo,

tenía que resolver su problema de su propia persona, o moriría. Quiero compartir con usted su

asombrosa historia.

Mi amigo se había empeñado en una búsqueda insaciable de perfección que empezó hace

veinte anos en Campus Crusade (Cruzada de Campo.) El decidió que si él podía memorizar tres

versículos diarios que entonces podría memorizarse todo el Nuevo Testamento dentro de siete años. Al

cumplir esta hazaña, en su mente, significaría que él habría alcanzado la perfección. Después de haber

memorizado la tercera parte del Nuevo Testamento, se sintió abrumado y se dio por vencido.

Entonces la obligación que lo impulsaba a la perfección propia volvió a surgir en otras formas. El

fue a seminarios cristianos una y otra vez en el intento de cambiarse a sí mismo. Los patrones que

presentaban para la vida cristiana lo mataron. El trató con todas sus fuerzas de vivir conforme a los

principios y hacer restitución por sus pecados pasados. Mucho de lo que él aprendió era muy bueno,

pero como él dice, “la mayoría de ellos era un tanto morboso.” Su búsqueda por ser el hombre perfecto

de Dios lo llevó al seminario, donde diligentemente estudió griego y hebreo. Sin embargo, porque el no

podía vivir una vida que estuviera a la altura de sus propios ideales, partió después de un año y medio,

enojado y deprimido. El, como todo cristiano sincero, tenía una gran pasión y sentido de obligación por

justificación, y con toda razón, porque yo creo que es el clamor común del corazón de todo aquel que

ama al Señor.

Las enseñazas que él había recibido no estaban erradas en sí mismas, pero mientras una

persona tiene a Cristo y un “yo” que necesita ser perfeccionado, entonces tiene un ser falso que lo

llevará a convertir toda enseñanza externa la ley. Toda enseñanza tiene la posibilidad de convertirse en

ley para nosotros. ¿No es cierto que la misma Biblia parece ser ley para algunos, y gracia para otros?

Hasta que nosotros sabemos lo que significa estar “muertos a la ley” (Romanos 7: 1-4) siempre

estaremos atados por alguna enseñanza externa.

Finalmente él oyó la verdad liberadora de quien él es en Cristo, y empezó a apartarse realmente

del perfeccionismo. Él empezó a aprender el caminar por fe y a experimentar soltura. Sin embargo la

verdad final referente a su humanidad aún le era desconocida. El sabía que Cristo vivía en él, ¿pero y

qué de su forma humana? ¿Cuál es su responsabilidad como humano? La respuesta estaba clara cuando

él comprendió cual era la función del contenedor, el humano.

Mi amigo me hizo recordar a Pablo en Romanos 7 – su deseo era correcto, pero no-tenía la

habilidad de llevarlo a cabo, él solamente podía querer, “pero no el hacerlo.” Después de unos cuantos

años, mi amigo empezó a volver a poner su atención en Satanás y el pecado. “Si estoy en pecado,

¿talvez eso es incredulidad?” Él volvió su atención hacia sí mismo (egocéntrico) lo cual lo llevó a

deprimirse mientras procuraba resolver sus sentimientos de insatisfacción y enojo. Su búsqueda lo llevó

a un grupo cristiano que propagaba el programa de 12 pasos de AA (Alcohólicos Anónimos), Co-

Dependencia, Hijos Adultos de Alcohólicos, y otros programas relacionados como parte de su respuesta

para alcanzar rehabilitación y progreso. Él dio vueltas y vueltas como un torbellino de auto-análisis –

“Talvez si mi padre no nos hubiera dejado cuando éramos niños, entonces yo no sería como

soy…¿Cuáles fueron las disfunciones en mi familia?… Mi temperamento esta fuera de control, talvez si

creo con suficiente fuerza e ímpetu puedo ser libre…Tengo fuertes deseos sexuales, talvez soy adicto al

sexo, ¿será ese mi pecado escondido? ¿Cómo puedo librarme yo mismo de este pecado?”

Él empeoro´ en vez de mejorar porque el recreo un mundo falso que ya había sido crucificado en

Cristo. Entre más veía cuan disfuncional su familia había sido, más odiaba y aborrecía su pasado y a su

persona. Esta forma de restauración no sanaba para nada, porque re-creaba una realidad falsa. La

verdad es que Cristo ha redimido nuestro pasado y lo diseñó para que trabajara juntamente para

nuestro bien, no para nuestra destrucción. Los programas de 12 pasos son un tanto espirituales en su

naturaleza, pero mi amigo simplemente los convirtió en otra formula. Él empeoró más y más al tratar

de hacer que los 12 pasos le dieran el resultado que buscaba al analizarse una y otra vez a sí mismo.

Finalmente, en desesperación y angustia, él contempló el suicidio.

Hay un tiempo predestinado por el Padre para que cada uno de nosotros sea introspectivo y nos

examinemos a nosotros mismos, porque es en el nivel de identidad que hemos sido tan engañados. Y

es aquí mismo en nuestro ser donde descubrimos nuestra verdadera identidad. Ese es un tiempo radical

y de gran valor para que el Espíritu nos enseñe quienes no somos, lo cual nos capacita para ver quienes

realmente somos. La misma naturaleza de esta oscuridad generalmente nos aísla de nuestros familiares

y amistades. Solamente en oscuridad y soledad es que Dios puede unir nuestra conciencia dividida de

un ser separado en lucha esforzada, a una libre soltura, que solamente un ser correcto puede

experimentar. Yo aprendí hace muchos años que no debía interferir en este tiempo sagrado y santo,

porque es una misericordia severa. Los grandes místicos lo llamaban, “La soledad con Él solamente.”

Esto es algo muy lejano a los que se nos ofrece a través de la psicología.

Me asombra la gran inundación de sicología como un medio de perfección dentro de la iglesia

cristiana. Hace poco escuche´ a un hombre de Dios decir, “La psicología es una desviación del salto de

fe.” Su llamado era para que cristianos regresaran a la fe sencilla de nuestros Padres: Abraham, Isaac,

Jacob, David, Pedro y Pablo. La psicología deja a la gente especializada en sus problemas, en vez de

saltando hacia la solución. Cristo resucitado como nosotros es nuestra única esperanza, sin embargo

nosotros, el pueblo cristiano, estamos poniendo nuestra esperanza en respuestas carnales falsas.

Solamente hay una esperanza, y esa es Cristo en nosotros (Colosenses 1:27).

La forma más alta de mentalidad humana es el entendimiento racional, y la psicología eleva el

entendimiento como una solución para sanidad interior. Si nos entendemos a nosotros mismos

podemos descubrir como lograr dominarnos a nosotros mismos. Esto todavía es la carne procurando

dominarse a sí misma mediante su propio esfuerzo. Dios desmenuza nuestras falsas esperanzas al decir,

“...la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios...” (I Corintios 15:50). Porque es: “No con

ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6).

Una amiga mía de Inglaterra, Barbara Rodgerson, me escribió esto en una carta: “Entre más

escarbaba y exploraba a un nivel psicológico, más evasiva se hacía la raíz de mi problema. Yo era como

una cebolla con un sin fin de cáscaras y sin un final a la vista. Solamente rompía otra capa y más olores

fuertes aparecían, y ese olor, en la mayoría de los casos, apestaba a vergüenza. Al fin tuve que

abandonarlo todo al dar lugar a la obra terminada de la Cruz, donde finalmente encontré mi lugar de

descanso.”

Mientras que la psicología nos puede ayudar a acercarnos lo suficiente para poder oír la verdad, no puede satisfacer nuestros corazones vacíos. La fe nos exige dejar atrás el entendimiento y que tomemos un salto en Cristo como el redentor de nuestro pasado, y la perfección de nuestra vida en el presente. Una amiga mía, Sharon, que es cristiana y trabajadora social, me dijo el otro día, “Un salto de fe requiere una muerte de nuestro entendimiento, mientras que la psicología explica tanto al entendimiento que nos aleja de la fe.” Si la fe y solamente la fe fue suficiente para Jesús, Pablo, Juan, y Martín Lutero, entonces es suficiente para mí. Aunque el programa de 12 pasos tiene en sí cierta verdad, no puede ser nuestro libertador.

Porque algunas personas están haciendo de la sicología su nueva religión y libertador sustituto. No

exaltemos más al proceso que a la persona de Cristo. ¿Cómo podemos analizar la creación de Dios?

Somos demasiado complejos como para dividirnos en compartimentos. “¿Qué es el hombre, para que

te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites? Le hiciste un poco menor que Dios, le

coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos.” (Hebreos 2:6-7). Hemos sido

hechos a Su imagen, sin embargo como un copo de nieve, ninguno de nosotros es igual. En realidad,

solamente el Creador conoce Su creación. ¿No podemos confiar en el Dios que nos creó para que ponga

los pedazos fragmentados de nuestro psique en su lugar? “Si Jehová no edificare la casa, en vano

trabajan los que la edifican” (Salmo 127:1).

Es interesante ver que la Biblia nos dice que, “El cuerpo del pecado ha sido destruido” (Romanos

6:6) y, “los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Sin

embargo tratamos de hacer por nosotros mismos lo que la Cruz cumplió hace dos mil años. No es de

asombrarse que Pablo llama necios a los Gálatas y fascinados por tratar de perfeccionarse a sí mismos

mediante su propio esfuerzo (Gal.3:1).

Lo que necesitamos es un enfoque fresco de cómo esta verdad se puede convertir en una

realidad viva en nosotros hoy en día. Solamente cuando nos atrevemos a “poseer nuestras posesiones,”

mediante un salto cuántico de fe, creyendo que somos justos tal y como somos, es que podemos decir

con David, “Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto: cantaré y trovaré salmos”

(Salmo 57:7).

Sin embargo todos luchamos como lo hizo mi amigo, y en cierto sentido tenemos que luchar,

porque la muerte de la lucha nos prepara para ver la liberación final de nuestra preciosa humanidad.

¿Podemos atrevernos a aceptar que nosotros tenemos una humanidad correcta y atrapar la gloria de ser

la ventaja de Dios en vez de Su desventaja? Mi amigo lo ha hecho, pero requirió una gran muerte a su

camino de perfección, su entendimiento racional, y sus ingeniosos poderes de razonamiento. ¿No nos

alegramos de que Dios es más ingenioso que nosotros?

Finalmente, después de procurarse liberar de su supuesto pecado mediante la psicología y auto-análisis, mi amigo terminó en una sala psiquiátrica al punto de un colapso nervioso. Poco después de eso, me comuniqué con él mediante el teléfono. Sus primeras palabras después de cinco años de no tener comunicación conmigo fueron, “Yo no puedo contristarme lo suficiente delante del Señor.” El sonido de su voz era tan débil que yo temía que se fuera a desmayar con el solo esfuerzo de hablarme. Simplemente le hice varias preguntas. “¿Realmente crees que estás en pecado? Talvez la razón por la cual no te puedes contristar lo suficiente es porque realmente no has pecado. ¿Qué te dice tu corazón?” “¿Mi corazón?” dijo, “No estoy seguro – he estado en mi cabeza por tanto tiempo que no sé.” Entonces le hice una pregunta más que de veras lo hizo pensar: “¿No te has escudriñado lo suficiente para ver si hay pecado; no has escudriñado ya cada fibra de tu

cuerpo?”

Poco después de eso, él me vino a visitar y el Espíritu no se tardó mucho en iluminarlo con la

verdad: “Agradó a Dios, que lo apartó desde el vientre de su madre, y lo llamó por su gracia, para revelar

a su Hijo en él” (Gálatas 1:15 –16). El pasado de mi amigo fue perfectamente diseñado por Dios y

ordenado como el perfecto respaldo negativo para sacar a luz la verdad real y revelar el mismo Hijo de

Dios en la preciosa humanidad de mi amigo.

En realidad, él había sido guardado todo el tiempo. La fidelidad de Dios lo había guardado del

pecado, pero no de la tentación. Me pregunto, cuantos de nosotros estamos confesando pecado

porque nos sentimos tan condenados, cuando todo el tiempo lo que estamos experimentando es

tentación, ropaje de sepulcro es la culpa falsa que tomamos porque creemos tener un “yo” que falla y

que necesita ser mejor.

Mi amigo finalmente aprendió la diferencia entre pecado y tentación. Él estaba asumiendo que reacciones negativas no podían estar en la vida de Dios, y por lo tanto eran pecado. ¿No dijo Jesús, “Mi alma está contristada hasta la muerte,” sin embargo sabemos que Él nunca pecó? La buena noticia que vino a mi amigo después de años de auto-humillación fue que negativos tal como debilidades y tinieblas son correctos, y no incorrectos como él había supuesto anteriormente. Finalmente, él era capaz de aceptarse a sí mismo como un ser correcto con debilidades correctas. Cuando él se sentía deprimido, yo le decía, “Bueno, puedes sentirte deprimido.” Entonces

cuando él aceptaba y no luchaba ni trataba de analizarse a sí mismo, él experimentaba una gran

libertad. Cuando nosotros abarcamos nuestros negativos, esto le quita el filo a las tentaciones de

Satanás. Lo que peleamos, nos pelea a nosotros. Lo que maldecimos, nos maldice. Lo que bendecimos,

nos bendice. Cuando alabamos al Señor y nos aceptamos como correctos y descansamos, la palabra

interna del Señor viene en forma natural y fácilmente.

Mi amigo ciertamente ha caminado a través del valle de la sombra de muerte, pero ahora ya no

le teme al mal. Dios lo ha ungido con las buenas nuevas de que él es un ser correcto y lo es, por fe ya es

perfecto en Cristo. “Porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”

(Hebreos 10:14). Vino a él una gran libertad, la cual trajo descanso a su alma y poderosamente vivificó

su espíritu. Su vida es un tremendo testimonio del poder de resurrección del Espíritu que es nuestro

solamente por fe.

3.

La Vida Eterna Es Una Persona

“ El que tiene al Hijo, tiene la vida;” ( 1 Juan 5:12)

El nombre que le doy al libro de Juan es el libro “Yo soy”. Jesús nunca dijo que nos daría un

pedacito de sí mismo llamado “el camino, la verdad, y la vida.” El nunca dijo que nos daría un poquito

de pan y eso sería vida para nosotros. El nunca dijo que nos daría resurrección, o vida, o agua viva, y

que esto nos ayudaría a alcanzar más de Dios. No, lo que él sí declaro fuerte y enérgicamente es lo

siguiente: “Yo soy el Verbo, Yo soy la Luz del mundo, Yo soy el Agua Viva, Yo soy el Pan de Vida, Yo

soy la Resurrección y la Vida, Yo soy el Camino, Yo soy la Verdad, y Yo soy la Vida Eterna.” El nombre

de Dios siempre ha sido “YO SOY,” no, “Yo lo tengo y lo puedo dar.” No tenemos a un Dios a distancia,

regalándonos a los humanos pedacitos de sí mismo para vivir de ello. No, Él nos ha dado la plenitud de

sí mismo.

El misterio del evangelio es, “Cristo en vosotros, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27). Él es la deidad en el templo, Él es el contenido del vaso, Él es la vid del pámpano, Él es el esposo de la

esposa, y Él es la cabeza del cuerpo. El anunció firmemente a toda Su creación, “A otro no daré mi

gloria” (Isaías 42:8). Por lo tanto, la salvación es una Persona, el Amor es una Persona, la Verdad es una

Persona, la Paz es una Persona, la Justicia es una Persona, y la Vida Eterna no es solamente un lugar

donde vamos después de la muerte, sino que es una Persona! Su plan desde el principio fue el de crear

una familia de hijos que pudieran contener y expresar con plena libertad Su naturaleza divina a través

de la eternidad (2 Pedro 1:4).

Nuestro ego tiene que recibir un gran golpe para que realmente sepamos que nosotros

solamente somos las ollas de barro y no la gloria del contenido. Cristo es el contenido, y Él es el que

llena el templo. Sin embargo se nos ha enseñado erradamente que nosotros somos los que tenemos

que cumplir la ley y procurar llenar nuestros templos con buenas obras. La esencia de toda idolatría es

tratar de ser lo que solamente Dios es. Esto también es la esencia del legalismo. El tratar de ser

buenos deja nuestros corazones vacíos y clamando para recibir más. Porque es Cristo el que puede

cumplir la ley en nosotros, y es El quien quiere la gloria. Nosotros somos Su habitación, no nuestra

propia habitación.

¿Podría ser esta la razón por la cual los cristianos se sienten tan desdichados? Nosotros, de

entre todas las personas, quienes sabemos que nuestros pecados han sido perdonados y que nuestra

destinación futura es el cielo, debemos vivir en el gozo del Señor la mayoría del tiempo. ¿Pero es esto

una realidad en nosotros? Me atrevo a decir que si somos honestos, la mayoría de nosotros

experimentamos lo opuesto. Yo creo que la mayoría de nosotros vivimos vidas llenas de condenación y

frustración, procurando hacer frente con lo que tenemos y preguntándonos ¿porqué la fe no nos da

resultado? Esa es la razón por la cual tantos cristianos están clamando a Jesús, “Ven pronto Señor

Jesús,” mientras esperan ansiosamente ser liberados de su miseria mediante la segunda venida de

Cristo.

Nuestra salvación y entrada al reino de Dios es maravillosa, pero no es suficiente el simple

conocimiento de que nuestros pecados han sido perdonados. ¿Qué diremos en relación al día de hoy?

¿Y qué del tiempo presente? ¿Porqué amamos al Jesús que nos salvó, pero detestamos a la persona

humana que El salvó? ¿Haría El solamente la mitad de la obra? Posiblemente nos estaremos acercando

más a nuestra respuesta al observar ese punto. Pensamos que nosotros tenemos la responsabilidad de

terminar o perfeccionar la otra mitad de lo que no aparenta estar completo, o sea, nosotros. ¡Qué

tarea!

Se nos enseña que oremos más, que leamos nuestras Biblia más, que asistamos a la iglesia más, que diezmemos más, y que luchemos por ser más como Jesús. Además está el problema del mundo: debemos mantenernos alejados de pensamientos mundanos y no permitirnos el lujo de deleitarnos en placeres mundanos tales como comer, tomar, fumar y andar en fiestas. Después se presentan nuestros defectos personales: mal genio, celos, orgullo, y pecados secretos. La lista es interminable. Pero ante todo tenemos que tener una buena apariencia ante el mundo y guardar nuestras reputaciones y la reputación de Dios respetable porque tenemos que ser obligatoriamente buenos testigos. De nuevo repito, “¡Qué tarea!” ¿Porqué es que el cristianismo no da resultado? Yo no soy feliz y no estoy satisfecho – Dios está

satisfecho porque Él ve a su Hijo en mí, pero yo no estoy satisfecho. Casi siempre me parezco a Pablo

en Romanos 7:18-19 – “Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Porque

el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”

Siendo que el problema es presentado en Romanos, capítulo siete, entonces la solución

completa, que es el eslabón perdido en la cristiandad, también está escondido allí. El verdadero

problema y pecado escondido del cristiano es el auto-esfuerzo o sea, su propio esfuerzo. “Yo debo

hacer esto o aquello. Yo debo mejorar mediante mi propio esfuerzo.” Sin embargo, es muy sutil

porque aparenta ser lo correcto y algo bueno, pero en realidad es el mismo meollo de nuestro

problema. La ley continuamente provoca el auto-esfuerzo porque creemos que podemos y que

debemos hacerlo. No estamos creyendo en Dios, sino que en nosotros mismos. Colosenses 1:27 dice,

“A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que es

Cristo en vosotros, la esperanza de gloria.” El misterio del Evangelio es “Cristo en vosotros,” sin

embargo creemos mas en en nuestro propio rendimiento o ejecución que en Cristo en nosotros. Esa es

la razón por la cual la tercera persona de la Trinidad (el Espíritu Santo) es el menos conocido para la

mayoría de los cristianos. El que nos provee la vida de Cristo es el Espíritu Santo, sin embargo luchamos

con nuestros propios esfuerzos para ser esa vida.

Pablo advirtió con denuedo a los Gálatas en contra del legalismo en su iglesia. Ellos empezaron

su caminar cristiano solamente por fe, pero poco después, agregaron todo tipo de leyes para vivir en

conformidad a ellas. Por lo tanto, Pablo clamó, “¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no

obedecer a la verdad. Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley,

o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la

carne” (Gálatas 3:1-3)? La impetuosa advertencia de Pablo, “¿Quién os fascinó?” , implica que el diablo

está trabajando. Es satánico el tratar de convertirse en lo que solamente Dios mismo es.

Sin embargo, comprendamos que la ley no es mala en sí misma, porque es el cuadro perfecto de

la naturaleza santa de Dios. Nuestro problema no es el cuadro de Dios mismo, el problema está en

como ser igual a ese cuadro o ilustración. Nunca podemos ser como Dios mediante nuestro propio

esfuerzo, sin embargo Dios quiere que lleguemos al fin de creer que “nosotros” podemos hacerlo. La

única forma en que podemos llegar al fin de creer que podemos es que continuemos tratando de

hacerlo. Pero no haga el esfuerzo a medias. Trate de hacerlo con todo su corazón. Trate de hacerlo

hasta el punto que la sangre fluye del gran esfuerzo.

La mayoría de cristianos se acomodan en un lugar intermedio; un poquito de Jesús, un poquito

de mí mismo, un poquito de la ley, un poquito de justicia, un poquito del diablo, un poquito de pecado,

“¡Hay, hay, hay! Bueno, de todos modos, Dios no espera que yo sea perfecto.” Por lo contrario, Jesús

demanda perfección, “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es

perfecto” (Mateo 5:48). Jesús dice que tiene que ser todo o nada. Es mejor hacer el esfuerzo hasta que

ya no podamos más, que acomodarnos en un lugar intermedio.

Esta es la razón por la cual Jesús dijo a la iglesia de Laodicea en el libro de Apocalipsis que, por el

hecho de que ellos eran tibios y no eran ni fríos ni calientes, los vomitaría de Su boca (Apocalipsis 3:15-

16). Dios quiere que el auto-esfuerzo o esfuerzo propio sea reconocido como extremadamente

pecaminoso. Dios quiere que te sientas realmente desesperado, tan desesperado que vas a dejar de

hacerlo. Entonces es que te sentirás más que feliz al reconocer que tu justificación no depende de ti. Es

un corazón desesperado, pero agradecido, que reconoce que la justicia o rectitud y la Vida eterna son

ambos una persona, y esa persona es Cristo, el que vive en nosotros.

4.

Dos Liberaciones Disponibles en la Cruz

“Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida” (Romanos 5:10).

Hay un sector en el libro de Juan que atrae mucho mi atención. Es el sector donde Jesús dice,

“Yo soy el pan de vida: el que viene a mí nunca tendrá hambre; y el que cree en mí jamás tendrá sed.”

También está el pasaje de la Epístola a los Efesios: “Y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo

conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios” (Efes. 3:19). Estos dos pasajes nos

retan como cristianos a conocer la liberación total y la plena realización en nuestras vidas hoy en día.

Sin embargo, si somos realmente honestos, la mayoría del mundo cristiano tendría que decir que esto es

solamente una aspiración que jamás se puede alcanzar aquí y ahora. Porque estamos equivocadamente

convencidos de que la liberación total y realización total solamente se pueden alcanzar en nuestro

futuro hogar celestial.

¿Porqué es que Jesús nos prometió realización si eso es solamente como una zanahoria

guindada de un palo diseñado para fastidiarnos? Hay una cosa que todos conocemos de la naturaleza

de Dios y eso es que “Dios no miente” (Tito 1:2). Así es que, si Jesús lo prometió, entonces plena

satisfacción está a nuestra disposición hoy en día. Esa es la razón por la cual Pablo ora por nosotros en

la Epístola a los Efesios: “Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu

de sabiduría y de revelación en el conocimiento de él, alumbrando los ojos de vuestro entendimiento,

para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha llamado, y cuáles las riquezas de la gloria de su

herencia en los santos” (Efes. 1:17,18). Pablo está diciendo que tenemos una herencia en Cristo que

aún no hemos visto y mucho menos experimentado.

Lo que no reconocemos es que hay dos liberaciones a nuestro alcance por medio de la Cruz de

Cristo. Nosotros, los cristianos, entendemos la primera liberación de nuestros pecados del pasado,

mediante la fe en la sangre de Cristo. Reconocemos el perdón de nuestros pecados pasados, sabemos

que nuestro futuro está seguro, y con

confianza vemos hacia el cielo como nuestro hogar eterno. Esto nos da paz en relación al pasado y

seguridad en relación al futuro, pero qué diremos en cuanto a nuestra experiencia del tiempo presente?

¿Podemos estar de acuerdo en cuanto al hecho que la mayoría de nosotros vivimos una vida de sube y

baja, al tratar de alcanzar y fallar, sin poder alcanzar de ninguna forma lo que Jesús prometió en Juan

6:35 (nunca tendrá hambre, no tendrá sed jamás)?

¿Qué significa liberación total? Yo creo que el Evangelio es más profundo y amplio de lo que la

mayoría de cristianos reconocen. Solamente hemos escuchado la mitad del Evangelio, la provisión de la

sangre preciosa. Nunca escuchamos que hay liberación en el precioso cuerpo de Cristo. A menudo

escucho cantos cristianos que proclaman “hay poder, poder, asombroso poder, en la sangre del

Cordero,” pero nunca he escuchado que alguien diga o cante, “hay asombroso poder en el cuerpo del

Cordero.”

¡Pero sí lo hay! Jesús saca a luz ambos aspectos del evangelio cuando él hace esta declaración provocativa en

Juan 6:53-57; “De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su

sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le

resucitaré en el día postrero. Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. Como me envió el Padre viviente,

y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá (diariamente) por mí.”

Sabemos que el comer y el beber son metáforas para la fe. La fe recibe lo que está a nuestra

disposición, y lo que nosotros tomamos, como comida, nos toma y se convierte en nosotros. Dios se

satisface cuando por fe tomamos (bebemos) la sangre de Su Hijo, porque “sin el derramamiento de

sangre no puede haber remisión de pecados.” Si nosotros no recibimos esa provisión aún seguimos en

nuestros pecados.

¿Porqué seguimos nosotros, los cristianos, tan insatisfechos en nuestro diario vivir? Yo creo que

es porque nunca hemos entrado en esa segunda liberación provista para nosotros mediante la muerte

corporal de Cristo y Su resurrección; “A menos que comas de mi carne, no tenéis vida en vosotros.” El

hecho de comer su carne significa que tomamos la provisión de Su muerte corporal y resurrección como

nuestra liberación en el tiempo presente (diaria). La sangre de Cristo satisface a Dios, y el cuerpo de

Cristo nos satisface a nosotros. Cuando Dios y el hombre están ambos satisfechos, entonces nunca

más tendremos hambre ni jamás tendremos sed.

¿Cuáles son las provisiones disponibles en la “Sangre y el Cuerpo” de Cristo? Estos dos

aspectos están simbolizados en la cena del Señor: el vino y el pan. La Sangre de Cristo, simbolizada por

el vino, es ofrecida para los pecadores culpables y sin esperanza como una provisión por sus pecados.

Jesucristo tomó nuestros pecados sobre sí mismo y cargó con toda la pena mortal. Este sacrificio

ofrecido a Dios fue suficiente para satisfacer la justicia de Dios, por lo tanto haciéndonos libres del

pecado. Entonces, mediante el milagro de la resurrección, Jesús fue levantado de entre los muertos

para nuestra justificación, de esa manera, dándonos vida eterna. La sangre nos da paz con Dios, el

perdón de nuestros pecados pasados, y seguridad para nuestro destino futuro.

En segundo lugar, el Cuerpo de Cristo, simbolizado por el pan, es ofrecido para santos

incapaces como nuestra liberación para el tiempo presente. El elemento más profundo del evangelio es

que Jesús se convirtió en la misma naturaleza de pecado, que es Satanás expresándose a sí mismo

como nosotros (II Corintios 5:21). Jesús se convirtió en pecado y entonces murió al pecado, y en su

resurrección nosotros somos hechos uno solo con su justicia. Hay un intercambio de naturalezas, mediante el cual intercambiamos nuestra conciencia de un ser separado, luchando y auto-suficiente,

que es la naturaleza y mente de Satanás, a la propia vida de Cristo tal y como nosotros. Cristo no vino

para hacernos mejores, El vino para reemplazarnos.

La Cruz (la muerte corporal) intercambia la naturaleza egocéntrica de pecado con la naturaleza

de Cristo de “amor al otro”. Intercambia la conciencia de separación de pecado con la propia mente de

unidad de Cristo. Finalmente, intercambia la operación de pecado que lucha por sí mismo en auto-

esfuerzo con la propia operación de fe de Cristo, haciendo que conozcamos unidad con Cristo.

Veamos más profundamente al significado pleno del Cuerpo de Cristo. Podemos empezar al dar

respuesta a la siguiente pregunta, “¿Qué es el Cuerpo de Cristo?” El Cuerpo de Cristo es su humanidad

o su condición como humano. Mi buena amiga, Linda Bunting, dice, “Los judíos niegan la divinidad de

Jesús, mientras que nosotros los cristianos negamos Su humanidad.” Sabemos que la Biblia dice que El

era Dios en la carne, pero para la mayoría de personas eso significa una conciencia omnisciente sin

debilidades y limitaciones humanas. Por alguna razón, pensamos que debilidad y humanidad son

pecaminosas e incorrectas en sí mismas, y de esa manera negando la humanidad de Jesús de la misma

forma en que negamos la nuestra. Tenemos que ver más profundamente en la vida de Cristo para saber

que cuando Dios se hizo carne, él se hizo débil y capaz de experimentar flaquezas humanas, emociones,

y deseos tal y como nosotros : El realmente se hizo como nosotros.

5.

¡Jesucristo, el Humano!

“Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote”

(Hebreos 2:17)

Hebreos 5:8 dice, “Jesús, por lo que padeció aprendió la obediencia.” El aprendizaje es un

proceso de desarrollar iluminación combinado con experiencias. Cuando Jesús partió del hogar celestial

y tomó sobre sí mismo limitación humana, Él dejó atrás su conciencia omnisciente de Dios. Filipenses

2:6-9 dice, “El cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,

sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en

la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de

cruz.” Nos podríamos hacer la siguiente pregunta, “¿Pero no era ilimitado en su operación como la

segunda persona de la Trinidad – Él podía caminar sobre las aguas y levantar a los muertos?” Si, Dios

operaba a través de Él y Él era Dios, pero Él era Dios en forma humana o sea “en la carne” Juan 1:14.

Dios tenía que identificarse de tal manera con el hombre, que Él sería tal y como nosotros. Él tenía que

experimentar nuestros sentimientos y pensar como nosotros pensamos para poder conocerse

plenamente en la forma de hombre.

Como un niño, Jesús creció tal y como todos los demás niños Hebreos. Yo creo que Él se

sorprendió tanto como los Escribas cuando el tuvo conocimiento y entendió las escrituras y habló con

gran sabiduría y autoridad en el templo a la edad de doce años. Entonces, cuando Él le dijo a su madre,

“En los negocios de mi Padre me es necesario estar,” Él definitivamente no tenía la misma confianza

que manifestó cuando declaró “Yo soy el camino, la verdad y la vida.” Hubo una evolución

(desarrollo) en la conciencia de Jesús, tal y como lo hay en nuestra conciencia.

A veces me pregunto qué ocurriría durante esos primeros treinta años de vida de Jesús cuando él estaba escondido del mundo. Me pregunto si Él pensaba dentro de sí, “¿Será carpintería lo único que voy a estar haciendo? ¿Es esto lo que significa ser Hijo de Dios?”; o aún “¿Seré realmente el Hijo de Dios?” Yo creo que cuando Él empezó a oír de Juan el Bautista, Él fue a escucharlo con asombro y curiosidad. Es posible que cuando Jesús empezó a escuchar a Juan, su corazón fue traspasado por el Espíritu. Esa es la razón por la cual Él fue al lugar donde Juan estaba bautizando. Al descender al agua ese día, Él fue humillado más allá de la expresión de palabras cuando Su espíritu se unió al de Juan en reconocimiento. Entonces la Trinidad completa se unió en acuerdo pleno y confirmó que Él era el amado Hijo de Dios. Finalmente, Él sabía sin duda alguna quien era en realidad. (Mateo 3:17) Sin embargo, aún el Hijo de Dios no podía vivir con solamente revelación. Él tenía que saber

cómo iba a operar como el Hijo de Dios en forma humana, y eso requería que hubiera prueba. Esa es la

razón por la cual el Espíritu lo llevó al desierto para ser tentado por Satanás. El tenía que aprender la

lección crucial (decisiva) en relación a su humanidad. Y esa lección tenía que ser aprendida mediante

sufrimiento. Jesús aprendió que su humanidad no tenía poder alguno en sí misma y que era totalmente

incapaz en sí misma. Satanás lo provocó a hacer trucos o ejecutar milagros mientras Jesús esperaba en

un estado de debilidad hasta que el Espíritu respondiera a las demandas de Satanás. “El autor (o el

Capitán) de la salvación de ellos fue perfeccionado por aflicciones” (Hebreos 2:10). El aprendió lo que

significaba de funcionar como hombre y Dios en perfecta unidad como uno solo, “No con ejército, ni con

fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Zacarías 4:6). Entonces, después de que

las tentaciones habían terminado, su humanidad fue ungida por el Espíritu de Dios, plenamente

equipado para su ministerio. (Vea el capítulo que tiene el título “Las Tentaciones de Cristo.”)

Me llama la atención que en el evangelio de Juan, entre los capítulos 4 y 14, Jesús hace énfasis

en forma continua sobre el mismo tema, “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5: 19, 30). Él lo

repite 36 veces en una forma u otra a través de estos capítulos. Esto pudo haber sido a través de un

período de dos años. Yo sé que en cuanto a mí se refiere, cuando el Señor me da revelación sobre algo,

generalmente lo repito en todo lugar donde voy y cuantas veces se me da la oportunidad de hacerlo.

Cada vez que lo digo, se vuelve más fuerte en mí y lo veo más claramente. Yo creo que Jesús

experimentó exactamente lo mismo. En Juan 14:9, Él estaba tan establecido en la función de su

humanidad que enfáticamente declaró, “Si me habéis visto a mí, habéis visto al Padre.” El había

aprendido que el ser humano no tiene poder en sí, pero el poder de otro toma residencia en el ser

humano, el cual era Su vida. El, “nada,” perfecto conteniendo y expresando El Todo Perfecto, Dios.

Como Jesús conocía el secreto de quién era y cómo operaba como Dios-Hombre, él podía

compartir ese mismo secreto con sus discípulos. Primero enseñó y predijo lo concerniente a la

residencia o morada del Espíritu en nosotros en Juan 14. Entonces en Juan 15 él les dio un ejemplo de

una relación funcional unida; “Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; separados de mí nada podéis hacer,

como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid.” Un pámpano no tiene

vida propia, y permanece recibiendo su vida de la vid. Jesús sabía que sus discípulos no iban a entender

hasta después, después de haber recibido al Espíritu Santo. Entonces El, el Espíritu Santo, les revelaría

todas las cosas.

Finalmente, cuando ya estaba listo para ir a la Cruz, Él estaba en un estado de gran fe al orar por

la unidad que aún había de venir—primero en sus discípulos y luego en futuras generaciones, “Para que

todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que

sean uno, así como nosotros somos uno” (Juan 17:21 y 23). Cristo pagó un gran precio para traer esta

plenitud a su cuerpo.

Este fue el proceso evolutivo que hizo que Jesús supiera quién era y cómo funcionaba como

hombre. I Juan 2:12-14 nos dice que este mismo proceso evolutivo se desarrolla en nosotros: Hijitos saben que sus pecados han sido perdonados, Jóvenes encuentran su verdadera identidad y aprenden a

funcionar como una persona en el Espíritu venciendo los ataques de Satanás, mientras que los Padres

cooperan en la obra redentora del Espíritu de acuerdo a los eternos propósitos de Dios.

Martín Lutero dijo en una ocasión:

“La intención de Dios era tener una raza de Cristos. Nada

menos que esto es verdadera santidad y el Evangelio en

operación. Santidad significa Cristo en vosotros, la

plenitud del Espíritu Santo, el bautismo del Espíritu e

identificación con Cristo en Su muerte y resurrección.”

6.

El Cuerpo de Muerte (“Muertos al Pecado”)

“Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos

aún en él?”

(Romanos 6:2)

Dios se convirtió en un ser humano al tomar la forma de Su hijo, Jesucristo (Juan 1:14).

Jesús tenía que tomar la forma de carne porque se requiere un ser humano para liberar a la

raza humana. Los sacrificios de animales nunca podrían proveer una liberación final para el ser

humano; porque no es posible que la sangre de cabras y becerros quiten del todo los pecados.

Dios declara que, “sacrificio y ofrenda no quisiste; mas me preparaste cuerpo” (Hebreos 10:5-6).

Su cuerpo humano era el vaso sin pecado adecuado para la obra de sacrificio de reconciliación.

“Que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los

hombres sus pecados” (II Corintios 5:19).

La palabra “reconciliar” significa “cambiar de un estado a otro” o sea intercambiar.

¿Qué necesita ser intercambiado? Jesús le dijo a Nicodemo que él tenía que nacer de nuevo del

Espíritu de Dios. Cuando Nicodemo nació él heredó un espíritu pecaminoso que tenía que ser

repuesto por un Espíritu santo y justo. Sin la residencia o habitación del Espíritu Santo en él, era

imposible que él comprendiera lo que Jesús estaba diciendo. El no podía aprender las cosas de

Dios sin el Espíritu Santo. ¡Tenía que haber un intercambio de espíritus! El vaso humano cuyo

nombre era Nicodemo no era el problema, era una naturaleza caída, satánica que ocasionaba su

ceguera y pecaminosidad. Nicodemo, igual a todo aquel que nace en el mundo, tiene que tener

un intercambio en su lugar de espíritu, porque solo este intercambio de espíritus nos puede

reconciliar con Dios y producir en nosotros la “nueva creación” (II Corintios 5:17), la cual es

nuestra nueva identidad.

Mediante la caída, fuimos llenos (o hechos la habitación de) una naturaleza satánica que

nos hacía cometer pecado. Romanos 6:17 dice que éramos“esclavos del pecado”, o sea que

estábamos atados por el Sr. Pecado. Este espíritu de pecado está tan profundo en nuestra

conciencia que aparenta ser nuestra propia naturaleza. Efesios 2:1-3 nos da claridad bíblica en

cuanto a nuestra condición caída, “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la

corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora

opera en los hijos de desobediencia.” Este pasaje está diciendo que Satanás expresa su

naturaleza pecaminosa a través de nosotros, engañándonos y haciéndonos pensar que somos

nosotros mismos.

Jesús le dijo a los Fariseos que ellos eran “de su padre el diablo,” porque ellos

expresaban la lujuria del diablo como si fueran ellos (Juan 8:44). Así es que en nuestro estado

caído hemos heredado una naturaleza satánica que nos hace esclavos en nuestro centro

espiritual, y nos hace pecar.

Mediante la obra redentora de la Cruz, Dios ha provisto un camino para que sus hijos

sean liberados de su dominio satánico y regresados a Él. Dios envió a su Hijo Jesucristo para

tomar nuestro lugar en la Cruz, en sustitución por nosotros se convirtió en lo que nosotros

éramos, con el fin de que nosotros nos convirtiéramos en lo que él es. “Así que, por cuanto los

hijos participaron de carne y sangre, él (Jesús) también participó de lo mismo, para destruir por

medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos

(nosotros) los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a

servidumbre” (Hebreos 2:14-15).

¿Ahora, cómo es que Dios, por medio de su Hijo Jesucristo, logró esto? II

Corintios 5:21 nos da la clave. “Al (Jesucristo) que no conoció pecado, por nosotros lo hizo

pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” Empecemos con observar y

definir lo que la Biblia llama “pecado”. Hay dos usos gramáticos para “pecado”: uno es

“pecados” (un verbo), y el otro es pecado (un nombre). “Pecados” son la acción del productor

Pecado. La palabra “pecado” en II Corintios 5:21 y en muchos versículos en el libro a los

Romanos está en forma de nombre: El Diccionario Critico y Concordancia al Nuevo Testamento

en Inglés y Griego (Critical Lexicon and Concordance to the English and Greek New Testament)

por Ethelbert W. Bullinger dice, “Pecado no es solamente, sin embargo, la calidad de una acción,

pero un principio manifestándose a sí mismo en la actividad de un sujeto, el “hombre de

pecado,” (II Tesalonicenses 2:3), la incorporación personal de pecado.”

Por lo tanto, “pecado” es una persona (Satanás) expresándose a sí mismo a través de

nuestra humanidad. Entonces “pecados” son las formas de manifestación que Pecado toma,

como si fuera raíz y fruto. Si un jardinero tuviera mala hierba en su jardín, él no saldría todos los

días para cortar la parte superficial (pecados) de la mala hierba, él eliminaría la mala hierba

permanentemente cortando la raíz (Pecado). La Cruz ha provisto esa liberación permanente del

problema del pecado. Juan Bautista declara que Jesús, el cordero de Dios, quita el pecado (no

pecados) del mundo” (Juan 1:29) y lo hace poniendo una hacha a la raíz” (Mateo 3:10). ¿Ahora,

cómo es que Dios liberó a la humanidad?

Dios hizo que el humano Jesús, sin pecado en Si mismo, se hiciera pecado, porque

solamente un vaso perfecto podía contener el pecado indirectamente morir al pecado por

otros. Es sumamente atrevido decir que Jesús se hizo pecado, porque significa que se vistió de

Satanás. La única forma en que Dios podía liberar a la humanidad era convirtiéndose en lo que

nosotros éramos y morir a ello. Sabemos que al morir el espíritu sale del cuerpo. De la misma

forma, el espíritu de Satanás salió del humano Jesús, el cual representaba a toda la humanidad.

El cuerpo muerto de Jesús estuvo en la tumba sin espíritu por tres días, dando a conocer que

estaba completamente muerto. Entonces el Espíritu Santo de Dios entró en ese cuerpo muerto

y lo levantó de entre los muertos, y no solamente a Él, porque nosotros fuimos levantados

juntamente con Él también (Romanos 8:11).

Esta verdad de la cual Pablo escribe, como dice Pedro, “es difícil de entender” (II Pedro

3:16), así es que permítame reiterar: Cristo murió en nuestra semejanza “hecho pecado”,

expresando como nosotros la naturaleza de pecado. Por lo tanto, en esa muerte, salió de

nuestros cuerpos la falsa naturaleza para siempre (Romanos 6:6&10). Entonces Cristo, en ese

cuerpo resucitado, representándonos a nosotros, nos levantó con Su propia naturaleza de

santidad. ¡Cristo reemplazó a Satanás en nosotros¡ Con el fin de decirlo en una forma más fácil

de entender o sea más sencilla; Jesús fue unido al Señor Pecado (Satanás en nosotros) en su

muerte, para que nosotros estuviéramos unidos al Señor Justicia (Jesús en nosotros) en su

resurrección.

La sangre de Cristo cubre el producto del pecado, lo cual eran los pecados; mientras que la

muerte del cuerpo reemplaza al productor del pecado. Romanos 5:10 dice que “Porque si siendo

enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados,

seremos salvos por su vida.” Cuando éramos pecadores sin esperanza y enemigos de Dios fuimos

salvos por su muerte, pero ahora como santos incapaces seremos salvos diariamente por su vida

resucitada, en nosotros y como nosotros.

¡Hubo un gran intercambio de espíritus! Esa es la razón por la cual el misterio del

Evangelio es “Cristo en vosotros” la única esperanza de gloria (Colosenses 1:27). Ahora mediante la

Cruz, nosotros somos Cristo en nuestra forma humana única.

7.

Romanos 7 le (“Muerto a la y”)

“Así también vosotros, hermanos míos, habéis muerto a la

ley mediante el cuerpo de Cristo, para que seáis de otro,

del que resucitó de los muertos, a fin de que llevemos

fruto para Dios”

(Romanos 7:4)

Siendo que somos libres de la antigua naturaleza pecaminosa, la cual es Satanás en nosotros,

mediante el cuerpo de muerte, entonces porqué aún pecamos? Esta pregunta es exactamente a lo que

se dirige Pablo en Romanos siete. Técnicamente, estamos “muertos al pecado” por medio de la muerte

corporal y resurrección de Cristo (Romanos 6:2). Sin embargo en lo que se refiere a la experiencia, no

parece dar muy buen resultado, porque aún hay una lección final de suma importancia por aprender, y

tiene que ver con nuestra supuesta auto-suficiencia. Esa es la razón por la cual Pablo saca a luz el

segundo hecho estableciendo que mediante la muerte corporal, también estamos “muertos a la ley”.

Porque la ley externa presupone que tenemos una vida propia con el poder de vivir y guardar la ley

mediante nuestro propio esfuerzo. Dios tiene que exponer esta mentira, así es que El usa la ley para

llevar a cabo ese propósito.

Patrones propios de auto-suficiencia corren profundamente en nuestra conciencia. Estos

patrones falsos fueron puestos en la humanidad por Satanás en la caída. Realmente es la mentalidad de

él. Cuando Romanos 6:6 dice, “Sabiendo esto, que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente

con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado,” significa

que la vieja naturaleza satánica fue puesta a muerte con Cristo, soltando mi espíritu del espíritu

satánico. El versículo continúa y dice que el propósito pleno de esta soltura es la destrucción del

“cuerpo del pecado,” que es ese satánico auto-esfuerzo expresado en mi humanidad. ¿No es cierto que

la mayoría de los cristianos nos decimos lo siguiente a nosotros mismos: “Yo lo haré mejor la siguiente

vez, eso es, si pongo más esfuerzo.”?

El satánico “Yo lo haré” infectó a la humanidad en la Caída (vea: “El Origen de la Mentira”).

Esta infección está tan profunda en nuestra conciencia que falsamente creemos que el contenedor

humano puede por su propia voluntad hacer las obras de Dios. “Yo haré las obras de Dios, o yo seré como Jesucristo, o aún yo me guardaré a mí mismo del mal.” Estas son mentiras, falsedades conforme

a las cuales la mayoría de cristianos viven y operan. Esa es la razón por la cual es absolutamente

necesario que el Espíritu Santo de a conocer esta falsedad. Jamás llegaremos a conocer la gloria de ser

un perfecto nada hasta que esto se ha dado a conocer o ha sido expuesto.

El misterio empieza a desenvolverse en Romanos 6:14, “el pecado no se enseñoreará de

vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia.” Ahora si le damos vuelta a este versículo

veremos lo que está diciendo: ¡El pecado tendrá dominio sobre ti si estás bajo la ley! Un ser propio que

trata de guardar la ley (yo debo hacer, funcionar) por medio de un esfuerzo propio opera de un falso

poder ilusorio. I Corintios 15:56 dice, “el poder del pecado es la ley.” Entre más nos esforzamos, más

nos grita la ley para que hagamos más. Así es que, el esforzarse por hacer el bien se convierte en el

mayor pecado del creyente. Eso es muy sutil porque parece ser bueno. Sin embargo el mismo Satanás

no estaba procurando ser malo cuando dijo, “Seré semejante al Altísimo” (Isaías 14:14). Él estaba

tratando de ser bueno como Dios. Así es que como Pablo en Romanos 7:19, el tratar de ser bueno se

convirtió en su maldad.

El desempeño humano basado en auto-suficiencia es una mentalidad de la esfera satánica que

invade nuestra conciencia mediante la Caída y continúa manteniéndonos atados siempre y cuando

vivamos de ella. Hay una porción de la Escritura en Hebreos 9:14 que nos promete que mediante la Cruz

seremos limpiados en nuestras conciencias: “Limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que

sirváis al Dios vivo.” Otra vez en Hebreos 10:2, “Limpios una vez, no tendrían ya más conciencia de

pecado.” Nosotros, los cristianos, estamos más concientes del “pecado” que concientes de “Cristo”. La

Escritura es clara, a los cristianos se les ha provisto un medio a través de la Cruz para ser limpiados de

pecado, y además de una conciencia de condenación a causa del pecado, y Romanos 7 nos muestra

como.

El factor desconocido en el cristiano es que el humano es, y siempre ha sido, un instrumento de

otro. Sin embargo en Romanos 7, el que manipula a Pablo es Satanás. “El mal que no quiero, eso hago.

¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:19&24). Nuestro

problema es que aún no hemos descubierto el secreto concerniente a nuestra humanidad, y el camino

que nos lleva a este descubrimiento es el dilema del sube y baja de procurar y fallar.

El hombre tiene que ser quebrantado bajo la atadura de Satanás porque él tiene que ver el

simple hecho de que solo es un vaso. En Romanos 7 Pablo está siendo controlado por Satanás, cuando

él es actualmente un hijo de Dios. ¡Que opuestos! El cielo y el infierno en el mismo cuerpo. Esta es la

situación más radical en la cual un hombre (o mujer) se puede encontrar. El ser propio es desmenuzado

en un millón de pedazos. Todos los ídolos falsos del “Yo puedo” se derrumban. El falso orgullo que está

fundamentado en la falsa bondad cae de cara ante el mandamiento de “No pondrás otros dioses delante

de Mí.” Debemos quedar desnudos y totalmente desvestidos de toda idea vana de auto-mejoramiento;

entonces veremos toda nuestra incapacidad total. Antes de ser cristiana yo tuve que verme a mí misma

totalmente falta de esperanza sin Cristo, y ahora me tengo que ver a mí misma totalmente incapaz y

débil como una persona nacida de nuevo. Pecadores sin esperanza y santos incapaces. ¡Ambos son

necesarios!

La débil humanidad es y siempre será un vaso, una simple olla de barro, nada más que un contenedor incapaz que pertenece a otro. La Iglesia Cristiana realmente no se puede unir en plena unidad con su verdadero esposo, Cristo, mientras ella todavía piense que aún puede hacer algo de bien. La verdad es que nosotros (el humano) nunca hemos podido producir ni tan solo una onza de bien, ni una sola onza de mal separados de nuestro esposo o compañero. Porque la humana (la hembra) es un contenedor neutral y no produce su propio contenido. Este es el misterio más grande del universo y solamente lo podemos ver desde su forma

opuesta, mal usada, primero. “A menos que hayamos visto claramente una vez y por todas que nuestro

problema era Satanás y no nosotros, y que nuestra libertad está en Cristo y no en nosotros, tropezaremos en vez de “levantando alas como las águilas” (Isaías 40:31) y corriendo sin cansancio y

caminando sin desmayar.” (Grubb, Norman; The Law of Opposites –La Ley de Los Opuestos).

Dios le da mandato a Satanás que haga su ultimo y final labor en nosotros los cristianos. Esta desmantelada radical es hecha en el tiempo definido de Dios, porque solamente él sabe como limpiar su vaso creado. Dios dice en Deuteronomio 32:39, “Ved ahora que yo, yo soy, Yo hiero, y yo sano.” Tal y como en Job, Dios dice de nuevo, “¿Has (dirigiéndose a Satanás) considerado a mi siervo Job?” Dios usa a su siervo conveniente, Satanás, para hacer la obra final de demoler todo el remanente de falsa suficiencia y exponer el hecho que la auto-suficiencia no es producida por nosotros, sino por Satanás. “Ahora, la Cruz tiene que ser real antes de que pueda haber una realización estable o firme de la

resurrección. Es una verdadera experiencia de muerte, y probablemente tiene que haber un tiempo

cuando estamos más concientes de haber muerto con Él, que del hecho de haber resucitado con El. No

hay otra forma mediante la cual podemos ser siervos de Cristo que tienen entendimiento.

Necesariamente tenemos que haber saboreado las actividades auto-derrotadoras del ser independiente

en nuestras vidas redimidas y realmente habernos hastiado de ellas. Tenemos que haber llegado a

algún punto final de desesperación para haber aprendido con plena finalidad que esta forma de vida, de

nosotros sirviendo a Cristo en vez de El sirviéndose a sí mismo en y a través de nosotros, es algo que ha

sido derramado en nuestras nuevas vidas procedente de la gran maldición de la Caída, el engaño de la

auto-suficiencia. Tiene que ser una revelación—que la forma máxima de pecado es un mal uso del ser,

tal y como entonces se puede convertir en una revelación personal que el mal uso del ser es lo que fue

quitado en la cruz y es por lo tanto quitado en nosotros.” (Grubb, Norman P. God Unlimited; -Dios Sin

Límite – pg. 63).

8.

“No Yo, Sino El pecado”

“Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; De manera que ya no soy yo quien hace aquello,

sino el pecado que mora en mí.” (Romanos 7:22&17)

Es obvio que el cristiano no puede producir el bien, pero no es tan obvio que el cristiano no

puede producir el mal. La mayoría de los cristianos dirían que el bien que hago es Cristo, pero el mal

que hago es mi carne pecaminosa. Si la carne humana puede producir el mal en sí misma, entonces

esto implica que la carne también puede producir el bien en sí misma! Ese es el pecado sutil de auto-

justificación. Esa es la razón por la cual esta mentira tiene que ser expuesta. Pablo descubre en

Romanos 7:17 que el mal que él hacía era Satanás disfrazado como su persona y operando como tal.

Satanás lo tenía dominado, simplemente porque Pablo fue engañado para pensar que él era el que

tenía que poseer el poder, y tenía que vencer su codicia mediante su propio esfuerzo.

Auto-justicia y auto-esfuerzo son sus pecados escondidos.

Quiero volver a representar la agonía de Pablo en Romanos 7:7-25. El empieza haciendo esta penetrante pregunta, (Voy a parafrasear):

¿Qué me ocurre? No puedo dejar de codiciar las posesiones de otras personas. Me estoy esforzando como todo buen cristiano debe hacerlo, pero no estoy mejorando. ¿Porqué no puedo dejar de codiciar? ¿Qué me ocurre? ¿Es mi problema la ley de Dios? Entre más me esfuerzo por guardarla, más fallo y termino en la dirección opuesta. ¿Me daría Dios esto con el simple propósito de atormentarme? Porque entre más me esfuerzo por guardarla, más pecaminoso me hago. Si la ley no estuviese allí torturándome, yo estaría mucho mejor. Sin embargo, yo sé que ese no es el caso, la ley es un cuadro de la santidad de Dios. ¿Cómo puedo culpar a Dios por darnos este estandarte? Dios definitivamente usó la ley para quebrantarme en el principio cuando yo fui salvo. Me mostró cuan totalmente falto de esperanza me encontraba y cuan pecaminoso era sin Cristo. La considero ser mi mejor maestra. ¿Será posible que Dios la está usando por segunda vez para mostrarme algo? De todos modos, no puedo echarle la culpa a la ley, o a Dios, porque yo soy el culpable, soy yo el que no puedo vivir en conformidad a ella. Amo el guardar la ley, porque amo hacer lo que Dios quiere que yo haga. Si eso es correcto, la ley no es mi problema porque yo sé que es Santa, Justa y Buena. Estoy tan frustrado, entonces qué es? Aquí estoy de nuevo conmigo mismo – todos los caminos terminan aquí conmigo la persona culpable, lleno de condenación. Pero permítame tomar una mirada más profunda en mi mismo y en mis motivos.

Si soy realmente honesto conmigo mismo, yo no quiero hacer las cosas que termino haciendo—aún estoy de acuerdo con la ley que no debo hacerlo. Porque yo sé que no debo codiciar, pero como tener el poder para dejar de hacerlo está más allá de mi alcance. Hay un yo que no quiere pecar. Ah, entonces veo, ese yo debe estar en lo correcto. ¿Entonces que pasa, cual es el problema conmigo? Por favor Dios, dime. ¡Pero espera un minuto! ¿Hay otro algo, o alguien dentro de mí usándome, o mejor dicho, haciendo mal uso de mí? Ahora, veo que no soy yo el que está produciendo mis pecados. Es el pecado (Satanás) aún morando en mis miembros carnales. Él me está engañando, haciéndome pensar que yo soy el que estoy produciendo el pecado, cuando es él disfrazado de mí. ¡Que engañador! Todo este tiempo él me estaba hablando en primera persona. Él me estaba diciendo que yo me tenía que esforzar más, y entonces me acusaba por no poder hacerlo. Él es un mentiroso, y el Padre de esta mentira. Ahora veo, el ser humano no puede producir pecados. Yo sabía que yo no podía producir justicia, pero pensaba que yo podía producir pecados. Esa es la razón por la cual yo me condenaba tanto. Esa es una mentira. Si hubiera la posibilidad de que yo pudiera producir el mal, entonces tengo la habilidad de producir el bien. Yo sé que eso no es así porque eso sería auto-justificación. Pero el pensar que puedo hacer el mal es igualmente orgulloso. Esta mentira inició porque la ley me gritaba que no codiciara, y el ser auto-suficiente, que es Satanás, automáticamente operaba en mí esforzándose con

ímpetu por no codiciar. ¿Ahora cómo puedo dejar de esforzarme cuando es tan fácil? Heme allí otra vez, esforzándome por dejar de esforzarme. ¡Esto es una verdadera muerte! ¿Cómo me salgo de esto? ¡Estoy atrapado! ¿Quién me puede liberar de este cuerpo de muerte? Hay, Dios, por favor ayudame. Espera un momento, “tratando, esforzando” es obras, y yo soy una persona de fe. Lo único que puedo hacer es tomar un salto dentro de la persona de Cristo en mí, y confiar en él para que produzca Su justicia en mí. Este “yo esforzado,” que lucha con tanto esfuerzo, murió con Cristo hace dos mil años. Si, aún estoy vivo, hablando humanamente, pero mi vida no es yo viviendo; es Cristo viviendo en mí. Lo único que puedo hacer es vivir por fe y ni aún mi propia fe, pero lo hago mediante la fe del Hijo de Dios. En cuanto a Satanás, él fue vencido en la Cruz y la fe le quita todo poder en mí ahora mismo. La Cruz es el poder de Dios para la completa Salvación, y nuestra palabra de fe es la poderosa espada del Espíritu. Mi verdadera identidad es Cristo en mí y ya no tengo mi propia vida. Ahora veo claramente que la única función del cristiano es la de creer. Jesús mismo dijo, “De mí mismo no puedo hacer cosa alguna.” Sin embargo, creo que traté de hacerme más grande que Jesús, pensando que yo podía hacer el bien. ¡Que orgullo! Estoy tan agradecido con mi Salvador por haberme librado de esta mentira. Le rindo todo mi ser a Él, el que me levantó con Jesús hace dos mil años, y ahora me hará conocer el poder de Su vida resucitada. Yo estaré en acuerdo con él en que yo ya he sido

levantado con él sin importar cual sea mi apariencia, o cuanto tiempo se tarde en manifestarse. En esta transformación yo no levantaré ni un dedo para llevarlo a cabo; es un hecho que yo simplemente seré quien soy, sin importar lo que eso signifique. Yo he sido tan farsante en mi esfuerzo, que yo me pregunto cómo seré yo en realidad. Será maravilloso el darme cuenta. Yo ahora me puedo aceptar como un ser correcto.

Para Pablo, tanto como para nosotros, la expectación del desempeño siempre ha sido la

responsabilidad del ser humano. Pablo malentendió totalmente como él funcionaba como un receptor

humano. El equivocadamente pensó que él era el productor de su propia vida, y debía tener el poder de

controlarse a sí mismo. Operando en esta mentira nos obliga a hacer la misma cosa que no queremos

hacer, y nos atrapa en el intento y caemos en la atadura del pecado. Esta trampa nos deja con un

sentido abrumador de condenación, falla, culpa y más que todo, odio propio (odiándonos a nosotros

mismos). Terminamos amando al Señor y odiando al humano que él salvó. Algo está mortalmente

equivocado con este cuadro.

Cuando Pablo descubrió que era (“no soy yo, sino el pecado que mora en mí”) lo que moraba en

él, finalmente fue libre, porque su verdadero problema había sido expuesto. Él, al final comprendió

correctamente al yo humano. El ser humano no puede producir el bien o el mal, porque el yo humano

es nada más que un contenedor neutral que alberga el contenido de la deidad. Los vasos no son

productores de su propia vida, sino que simples receptores de la vida de otro. Los humanos somos

semejantes a una computadora con maravillosas capacidades y facultades, pero como la computadora,

no podemos operar sin un programador. Fuimos mal programados por Satanás, y ahora por medio de

Cristo, somos bien programados. La definición bíblica de nosotros es: vasos, pámpanos, templos,

esclavos, esposas, y cuerpos.

La buena noticia es que Pablo no era el miserable que pensaba – el pecado en él no era él, era

Satanás. Por lo tanto él tenía la autoridad de fe para decir, “apártate de mí Satanás.” Por medio de un

salto de fe, Pablo regresó a la Cruz, y puso el espíritu de pecado que moraba en él y lo controlaba sobre

Jesús. Porque Jesús se convirtió en ese pecado – Satanás en la Cruz. Entonces en la resurrección de

Cristo, su justicia, que es la vida de Cristo, fue transferida a Pablo como si fuera su vida. “Al que no

conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”

(II Corintios 5:21).

Louis Tucker, un buen amigo mío, me hizo la siguiente pregunta en una ocasión: “¿Cómo hago

para que el Cristo que está en mí, se exprese a Sí mismo a través de mí?” Yo sencillamente le respondí,

“Diga que ya es hecho.” Diga lo que Dios dice en cuanto a su persona, no lo que usted piense, o sienta,

o vea. Diga, “¡Yo estoy resucitado con El, y estoy totalmente completo y no me falta nada!” ¡ATRÉVASE

A SER INTRÉPIDO, Y DÍGALO! Después Louis me escribió en una carta, “Ya no tenemos que

mantenernos parados en la ribera tormentosa del Jordan viendo con añoro hacia la bella tierra de

Canaan. Ahora podemos cruzar al otro lado.”

9.

El Nacimiento de una Nueva Conciencia

(Romanos 8)

“Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.”

(Romanos 8:1)

¿Cómo pueden palabras expresar la gloria que llenó el corazón de Pablo al saltar su espíritu en

acuerdo con la Vida del Espíritu que estaba en él? El Espíritu de Cristo lo había hecho libre de la fuerza

arrastradora de la ley del pecado y de la muerte que lo mantenía atado a su carne. Pablo, en Romanos

Siete, termina con un grito de libertad, “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro. Así que, yo

mismo con la mente sirvo a la ley de Dios, mas con la carne a la ley del pecado” (Romanos 7:25).

Pablo finalmente tenía el discernimiento para ver que existían dos dimensiones dentro de él.

Una era la dimensión de la carne, de la cual había estado consciente toda su vida, y la otra era la

dimensión del Espíritu, la cual era para él una nueva realidad. Le era imposible operar en ambas

conciencias al mismo tiempo. Una de las realidades tenía que ser severamente desarraigada y una

radical repuesta por otra. Pablo dice en Filipenses 3:8 “Estimo todas las cosas como pérdida por la

excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo

por basura, para ganar a Cristo.” Y Jesús dijo que “todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo

el que pierda su vida por causa de mí, la hallará” (Mateo 16:25).

El trato de Dios con la nación judía en el Río Jordán es un cuadro vívido de cómo Dios trata con

Pablo. Si nos podemos imaginar el Río Jordán fluyendo entre los últimos versículos de Romanos Siete y

el primer versículo de Romanos Ocho, veremos el dilema de Pablo. El está de pie en el desierto viendo

al otro lado del Río Jordán al lugar de descanso prometido. La pregunta obvia aparece. “¿Me quedaré

en el desierto desdichado pero acomodadamente familiar y dejaré de recibir mi herencia, o tomaré un

salto arriesgándome a lo desconocido y recibiré lo que Dios me ha prometido?”

Esto nos ilumina, y también nos reta hoy. ¿En cual conciencia vamos a operar? Aquí en

Romanos Siete, nos mantendremos con una conciencia necesitada, y condenada, “yo me tengo que

arreglar a mí mismo” y operar en ella, o tomaremos un salto a la dimensión del Espíritu y operaremos

por fe como “perfectos y cabales, sin que nos falte cosa alguna” (Santiago 1:4). No podemos tener

ambos mundos. Porque “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (I Corintios 15:50).

Hay gloriosa libertad esperando a los hijos de Dios al entrar a la nueva tierra prometida en la

que no hay condenación. Sin embargo me atrevo a decir que este es el mismo lugar donde la mayoría

de cristianos tropiezan y aún son detenidos. Nunca hemos escuchado que Cristo regresó dentro de

liberandonos de un ser esforzado al darnos su propia vida de descanso. El pueblo de Israel no entró al

descanso por causa de su incredulidad. Ellos pagaron un gran precio como ejemplo para nosotros.

Demos honor a su sufrimiento aprendiendo de su ejemplo.

Dios tiene fuertes advertencias en relación a este lugar radical. “Temamos, pues, no sea que permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado” (Hebreos 4:1). “Los que hemos creído entramos en el reposo” (Hebreos 4:3), comparados con los Israelitas que no pudieron entrar a causa de su incredulidad. Aquí en Romanos 8, alcanzamos el Río Jordán en nuestra conciencia y la pregunta penetrante aparece, ¿creemos que lo que Dios dice es verdad, o creemos lo que aparenta (al nivel de sentimientos y pensamientos) ser verdad? Los Israelitas afligieron al Espíritu Santo porque erraron en sus “corazones llenos de incredulidad” (Hebreos 3:7-19). ¿Es lenguaje fuerte verdad?, sin embargo es un asunto muy serio, porque estamos entre la

atadura de un yo infernal, y la libertad de un nuevo “yo” como Cristo. Detrás de nosotros está el

desierto de Romanos Siete de un ser esforzado que es muerte, sin embargo delante de nosotros está la

aparente imposibilidad de gigantes que no pueden ser conquistados. ¿Cómo es posible que yo herede

totalmente el descanso prometido, cuando mi alma parece tan maniática un minuto y el próximo

minuto baja a las profundidades de la desesperación? Mi corazón es consolado por el conocimiento de

la escritura que esta guerra espiritual es normal. Nuestro mismo Señor experimentó ataques satánicos

en el desierto. La carta a los Hebreos dice en 10:32, “después de haber sido iluminados, sostuvisteis

gran combate de padecimientos.” Y en 4:11, “procuremos, pues, entrar en Su reposo.” Esta lucha y

esta labor son el simple salto de fe. Sin embargo todo el infierno te dice que esto no es verdad.

Esa es la razón por la cual Romanos Ocho pone énfasis en caminar en el Espíritu y no en la carne.

Porque no tenemos condenación alguna si “no andamos conforme a la carne, sino conforme al

Espíritu.” Si Pablo anda en quien él es en Cristo, él no tiene condenación alguna, pero si se esfuerza por

ser algo mediante esfuerzo propio, él está condenado y bajo la ley.

Andando en la carne es temporalmente volviendo a visitar Romanos Siete al caer en la trampa

de creer que yo “debo”, yo tengo la obligación de “procurar” de alguna manera mejorarme a mí mismo,

defenderme, o guardarme del mal. El “yo” ilusorio ha vuelto a aparecer y este “yo” está sujeto a la ley

externa que no puede guardar. Siempre estamos tentados a descender con asaltos que nos atraen otra

vez al auto-esfuerzo: “sea más paciente, no pierda su cordura, líbrese de sus malos pensamientos, luche

contra su lujuria, resuélvase a sí mismo, y procure arreglar a los demás.” “Yo soy una persona

necesitada así es que yo tengo que hacer, hacer, hacer para salvarme a mí mismo.” ¡Esta es una

mentira!

Porque estoy tan acostumbrado a tomar cargo de mi propia vida y de tratar de controlarme a mí

mismo, fácilmente vuelvo a caer en el dilema de esfuerzo y fracaso de Romanos Siete. Dios nos pone a

través de un proceso doloroso de aprendizaje para aprender como caminar en el Espíritu. La forma de

caminar en el Espíritu es siempre por fe. Eso significa que siempre regresamos a la verdad en relación a

nosotros: ¡siendo que el mismo Espíritu que levantó a Jesús de entre lo muertos mora en ti, Él, el

Espíritu Santo, vivificará tu carne mortal! Porque tú realmente no eres un ser carnal, eres un ser

Espiritual (Romanos 8:9-11). La carne no señorea sobre la carne, pero el Espíritu señorea sobre la carne.

Alguien dijo en una ocasión que todos pensamos “nosotros éramos seres humanos en un viaje

espiritual, pero en realidad somos seres Espirituales en un viaje humano.”

La verdad es que la ley del Espíritu de y Vida que es Cristo como nosotros, nos ha hecho libres

de la ley del pecado y de la muerte (la atadura de Satanás al nivel de nuestra carne). Ya es hecho.

Porque lo que nosotros no podíamos hacer por nosotros mismos, Cristo lo hizo “condenando el pecado

en la carne” (Romanos 8:3), y así librándonos para que seamos unidos a nuestro verdadero esposo,

Cristo, que cumple “la justicia de la ley en nosotros” (8:4).

La Cruz derrotó todo el reinado satánico en nuestra carne condenando a Satanás y poniéndolo

tras las rejas de la prisión, de esa forma dejándolo sin poder. Satanás está atado pero no amordazado,

porque todavía puede gritar acusaciones contra nosotros detrás de las rejas, lo cual hace continuamente

(Apoc. 12:10). Esta es la razón por la cual tenemos que aprender a caminar en el Espíritu y no en las

mentiras acusadoras de Satanás.

Tenemos que aprender a no ver lo que está a la vista, porque Satanás quiere que pongamos

nuestra atención en nuestra apariencia carnal, lo cual es “la mente puesta en la carne.” Si lo hacemos,

Dios nos promete que moriremos (Romanos 8:6ª). Pero si nos atrevemos a ver hacia lo que no está a la

vista y fijamos nuestra mirada allí, estamos ocupando nuestras mentes “en el Espíritu”. El ocupar

nuestras mentes en el Espíritu nos promete vida y paz (8:6b). Gritemos la victoria antes de que se

manifieste externamente. Ahora podemos reclamar nuestro derecho de no ser condenados, ya no

recibiremos más esa mentira. Sin importar cual sea nuestra apariencia, hay “ahora, (tiempo presente)

pues, ninguna condenación.” (Romanos 8:1).

Nosotros luchamos al no luchar, tal como Josafat el rey, “No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová “ (II Crónicas 20:17). Ahora la carga u

obligación está sobre Dios, porque nosotros no podemos detener nuestro esfuerzo. Dios es el que hace

que nos mantengamos firmes en la fe en nuestra carne. Sin embargo, no vamos a estar viendo para ver

que suceda, porque eso sería “el ocuparse de la carne” otra vez. En cuanto a lo que nosotros concierne,

nos vamos a aceptar a nosotros mismos como seres correctos, “enteros, completos sin falta de nada.”

Eso es el “ocuparse del Espíritu.”

Dios nos promete lo siguiente: “Andad en el Espíritu, y no vas a satisfacer los deseos de la carne”

(Gálatas 5::16)*. ¿Cómo caminamos en el Espíritu? Solamente tenemos que “ser” nosotros mismos y

esperar que el Espíritu nos hará caminar en los caminos de Dios, “y hacerlos.” “Pondré dentro de

vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por

obra” (Ezequiel 36:26-27).

El Evangelio es un intercambio de dioses, no un intercambio de carne. No había tan sola una

cosa mala con la carne de Pablo, de hecho, nunca lo hubo. Es el maluso de la carne lo que ha estado

malo todo el tiempo, no la carne en sí. Jesús anduvo en “la carne,” pero sin pecar. Cristo ganó la victoria

sobre Satanás en la humanidad de Pablo, en la Cruz (Romanos 6:6). Por lo tanto la lucha ya terminó.

Ahora podemos dar un salto en la persona de Cristo como nuestro Vencedor, y nuestro Salvador, y

nuestra Vida. Dejamos de esforzarnos por ser nuestro propio salvador y no podemos tocar nuestro

rescate. Confesamos con Dios que es “no con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho

Jehová” (Zacarías 4:6). Cuando sabes la verdad y te pones de acuerdo con Dios, la mentira se desvanece

porque pierde su falso poder. “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:32).

Esta operación es la obra total del Espíritu Santo que da la luz a nuestras conciencias de una

auto-aborrecedora a una auto-amadora y de auto-aceptación, de auto-esfuerzo a una que cree en el

Espíritu. Nosotros no podemos tocar este proceso. Es una metamorfosis, semejante a como la

mariposa sale de su capullo. Hay una transformación que se está llevando a cabo en nosotros mientras

todas estas falsas realidades mueren en el resplandor de Cristo, “la estrella de la mañana,” levantándose

en nosotros, como nosotros. Igual a la mariposa, desechamos nuestro ropaje mortuario de falsa

creencia en un ser falso. Cada mentira es desechada con el capullo en la gloria de Su venida.

Cuando esto sucede no perdemos nuestro ser humano único con todas sus facultades y

capacidades. El ropaje mortuario no es nuestra humanidad, sino que las mentiras que hemos creído en

relación a nuestra humanidad. Nosotros nunca fuimos incorrectos, fuimos la morada de un dios falso,

que mal usó nuestra preciosa humanidad. Lo que sí perdemos es la ilusión de un ser independiente en

el cual creíamos. Lo que ganamos es la gloria del Espíritu de Cristo y mi espíritu, uniéndose juntos en un

solo ser espiritual. Es una interpenetración de espíritus. De tal manera que nosotros no sabemos

adonde uno termina y el otro comienza.

La mayoría de cristianos pueden decir que Cristo vive en ellos, pero confesar a Cristo como

nosotros es otra cosa. En una ocasión mi amiga, Linda, dijo que “la forma máxima de amarnos a

nosotros mismos” es el decir que Cristo es como nosotros. Tenemos que tomar un salto de fe para

decirlo, porque no parece ser verdad. Pero hasta que tomamos ese salto y decimos, “Cristo como

nosotros,” no estamos aceptando la forma que Cristo está tomando en nosotros, y ultimadamente no le

estamos creyendo a Dios, porque Efesios 1:5-6 dice que Él “en amor habiéndonos predestinado para ser

adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, para alabanza de la

gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado.” Dios nos ha aceptado, por lo tanto, por

fe nosotros hemos de aceptarnos a nosotros mismos.

Sin embargo, el decir la verdad nos hará sufrir, porque al nivel de apariencia no parece ser verdad. Pablo sufrió para llegar a conocer plenamente quién era. Nosotros también sufriremos, tal como sufre la mariposa cuando surge hacia su gloria. Este sufrimiento es la única condición de ser hijos. “Coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él” (Romanos 8:17). El perfecto Dios-hombre, Jesucristo, fue forzado a perfección mediante las cosas que sufrió (Hebreos 2:10). De la misma forma es apropiado que nosotros también aprendamos la obediencia de la fe por medio de las cosas que sufrimos. Mediante toda esta metamorfosis, lo único que tenemos es nuestra palabra de fe, porque todo

lo que Dios tiene es Su Palabra. De hecho Su Palabra constituyó el universo (Hebreos 11:3). Jesús es

llamado el Verbo. Somos santificados por medio de “la Palabra de verdad” (Juan 17:17). Jesús le dijo

al centurión que tenía gran fe cuando le pidió a Jesús que sanara a su siervo con solamente decir la

palabra (Mateo 8:8). Jesús también dijo, “por tus palabras serás justificado, y por tus palabras serás

condenado” (Mateo 12:37). Y finalmente, Apocalipsis 12 se refiere a la gran guerra en el cielo cuando

Satanás, el engañador de todo el mundo, es echado fuera. ¿Cómo es que los santos lo vencieron? Por

medio de la sangre del Cordero y de la palabra del testimonio de ellos, y menospreciaron sus vidas

hasta la muerte. Los santos vencieron a Satanás porque ellos pusieron su fe en la obra terminada de la

Cruz y se mantuvieron firmes en su palabra de fe solamente.

¡Esta es la declaración de emancipación del ser humano! ¡Es revolucionario! Todo el infierno

nos grita como si fuésemos mentirosos. Nosotros luchamos al no luchar, y estando en la persona de

Cristo, quien es nuestro descanso. Satanás es el mentiroso y el padre de ilusiones, pero nosotros no

juzgamos por medio de lo que aparenta ser, pero juzgamos con juicio recto y caminamos por fe.

La fe es sustancia, y la sustancia está dentro de nosotros sobrenaturalmente. La fe no se edifica

en la razón, es edificada en hecho. El hecho es que nosotros estamos completos en Cristo, sin que falte

nada (Colosenses 2:9-10). Todo lo que tenemos es nuestra palabra de fe, sin embargo la fortaleza no

proviene de nuestra palabra. La fortaleza proviene de Cristo, aquel en el cual estamos poniendo nuestra

fe. Nuestra palabra puede ser sumamente débil, aún pareciendo tan pequeña como una semilla de

mostaza. ¿Pero no era pequeña la fe de Abraham en el principio? El solamente podía tener esperanza

cuando todo aparentaba estar falto de toda esperanza (Romanos 4:18). Tenemos que fortalecernos

¿internamente, porque habrá algo demasiado difícil para Dios?

Segunda de Corintios 3:18 nos muestra como ser transformados por el Espíritu. Empieza en el

versículo 17 diciendo, “El Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.” Este

versículo está diciendo que el Espíritu Santo hará la obra. Esto nos hace libres del esfuerzo por

santificarnos a nosotros mismos. Entonces continúa diciendo en el versículo 18, “Por tanto, nosotros

todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria

en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (II Corintios 3:17-18).

Nuestra única parte en todo este proceso es simplemente ver en un espejo. La pregunta es;

¿simplemente me veo solo? ¿O me atrevo a ver, por fe, la gloria del Señor en mi forma humana? Con el

simple hecho de mirar en el espejo de mi verdadera identidad, yo soy cambiado de gloria en gloria por

medio del Espíritu del Señor.

Parece sencillo, pero el infierno te grita diciendo lo opuesto. Esa es la razón por la cual el salmista dice, “El te prepara mesa en la presencia de tus enemigos.” La mesa de Dios está llena, llena del alimento celestial de verdad, pero tu tienes que comerlo frente al dedo acusador de nuestro enemigo. Él hace esto con un propósito, porque es su forma de arreglarnos. La oposición nos obliga a decir la verdad. Si no lo hacemos, morimos bajo el peso de la falta de esperanza. Aún cuando estamos tan débiles que parece imposible decir la verdad, podemos depender de su palabra en II Timoteo 2:13, “Si fuéremos infieles, Él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” La gloria del Señor finalmente se manifiesta cuando Dios “unge mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa de Jehová moraré por largos días” (Salmo 23:5&6). Mi esposo, Scott, dijo algo interesante el otro día referente a la fe. El dijo, “La fe se tarda

demasiado tiempo para la mayoría de las personas, por eso es que procuramos averiguar formas para

ayudarle a Dios a deshacerse de nuestros males.” En estos días cuando vivimos con micro-ondas y todo

es instantáneo, creemos que necesitamos respuestas instantáneas. Pero Santiago dice, “Mas tenga la

paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna.” Así es que

es al no ver que en realidad aprendemos a tener fe.

Sin embargo, la fe si se disuelve en saber. Porque la fe se convierte en un hecho establecido en

nosotros, más seguro que nuestra realidad externa. Esa es la razón por la cual Jesús le dijo a Pedro,

“Sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.” La

revelación interna es inconmovible. Porque lo que tomamos por fe se convierte en una realidad viviente

en nosotros.

Este proceso de fe es un milagro. Cristo se convierte en tu nueva persona, libre y espontánea.

No podrás explicar como es que esto ocurre porque esta nueva vida proviene del otro lado (el Espíritu).

Un día volverás a ver hacia tu pasado y te preguntarás qué sucedió con el yo que se detestaba tanto a sí

mismo. Así como te levantas, lo antiguo pasa y la muerte ya no tiene aguijón, porque ya no tienes lucha.

Finalmente eres libre para amar y aceptarte a ti mismo.

Dios tiene que desenmascarar a Satanás trayéndolo al primer plano en Romanos 7. Entonces,

después del desenmascaramiento y derrota de Satanás en nosotros, apenas lo podemos reconocer en el

trasfondo, porque al fin ha sido puesto bajo los pies de Jesús (Hebreos 10:13). Nuestra conciencia ha

cambiado de una conciencia dividida entre pecado-y-diablo a una unida que ve solamente a Dios.

Nunca más volvemos a ver a Satanás como un enemigo al cual temer. Lo hemos vencido por la sangre

del Cordero y la palabra de nuestro testimonio (Apocalipsis 12:11). Ahora, somos como Pablo dice en

Romanos 16:19, “ingenuos para el mal,” porque vemos como esto forma parte de todo el propósito de

Dios.

Caminamos en las aguas invisibles de la verdad. El milagro es que lo que nosotros tomamos

tiene que tomarnos a nosotros, y regresa como un eco dentro de nuestra conciencia siendo un testigo

que da testimonio (I Juan 5:10). Eso es cuando nosotros clamamos como Pablo lo hizo en Romanos 8,

“Abba, Padre.” El hijo ha tomado posesión de sus posesiones y regresa a casa al Padre dentro de él. El

clamor demuestra la esperanza que estaba en Job, “Aún en mi carne he de ver a Dios,” corre a través del

tiempo y brota manifestándose en nosotros hoy en día.

La conciencia dividida de Pablo al fin esta unida en la unidad de la mente de Cristo. Porque es la

misma mente de Cristo manifestándose en la mente de Pablo. Ahora Pablo puede empezar a reconocer

que “las aflicciones del tiempo presente” no son dignas de ser comparadas “con la gloria venidera que

en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18). Aún en la caída fuimos sujetos a sufrimiento y

“vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza” (8:20). Ninguno de

nosotros quería sufrimiento, pero ahora podemos ver que Dios nos sujetó a ello, porque la única forma

en que podemos conocer la gracia de Dios y su gloria es en comparación a nuestro pecado y sufrimiento.

Aún en la nueva vida de resurrección de Pablo, él tenía sufrimiento. Porque la agonía es

correcta, y el lado opuesto de la autoridad de la fe. Ahora es un hijo de confianza. Porque él a

regresado como un ser correcto. Dios le puede confiar a él las intercesiones de otros. Aún nuestro

gemir y nuestras debilidades son correctas y parte del precio que pagamos como intercesores. Sufrimos

dolores de parto y gemimos dentro de nosotros “con gemidos indecibles.” En nuestras debilidades no

sabemos ni cómo orar, pero el Espíritu nos ayuda en nuestras debilidades (8:26-27).

La gloria de todo esto está en “que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien,

esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.” Todo significa absolutamente todo, bueno o

malo, trabajando junto como el plan perfecto de Dios para que seamos “hechos conformes a la imagen

de su Hijo” (8:28-29).

Finalmente, Pablo termina este capítulo reconociendo que ha heredado la misma naturaleza de

Dios, que se da totalmente a sí misma. Su actitud es espontánea como la de Cristo. “Por causa de ti

somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas

somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (Romanos 8:36-37). El interés de Pablo

se dirige instantáneamente hacia los demás y cómo se cumplirán a través de él los propósito redentores

de Dios. Sin importar cual sea el costo, la vida de Pablo es para los demás. Si significa peligro,

tribulación, hambre, espada, o aún muerte, no importa. Porque nada lo puede separar de Dios y Su

amor por él. Cristo ha regresado de nuevo en Pablo para dar su vida en sacrificio por otros.

Pablo nos deja en Romanos Ocho en una victoriosa unión con Cristo, y con suficiencia en todas

las cosas, sin importar qué pruebas vengan a nuestra vida. Su conciencia cambia de doble ánimo,

inestable, a un solo eje, estable, que ve a Dios solamente.

Así es que ahora tenemos a un Cristo total en un ser humano total y completo. Como dice

Pablo, “Así es que, Cristo fue una vez ofrecido para cargar con los pecados de muchos; y para aquellos

que le buscan aparecerá por segunda vez (como nosotros) sin pecado en completa salvación.” ¡Aleluya,

qué Salvador!

10.

Una Misericordia Severa (Mi propia oscuridad atesorada)

“Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares

torcidos; quebrantaré puertas de bronce, y

cerrojos de hierro haré pedazos; Y

te daré los tesoros de oscuridad, y los secretos

muy guardados, para que sepas que Yo soy

Jehová, el Dios de Israel, que te pongo nombre.”

Isaías 45:2-3

Yo antes me veía como el siguiente cuadro: una bola de hilo torcida, llena de nudos, enredada, y

enrollada bien apretada. Yo siempre anhelaba ser libre, pero mis temores me hacían aferrarme a la

única vida que conocía. Todos los nudos de mi vida fueron dolorosa pero bondadosamente

desenredados con amor, y puestos a los pies de mi Maestro. Solamente mi Creador, el que me hizo,

pudo sanar tal desorden y volverme a crear de nuevo.

Solamente Dios pudo quebrar los cerrojos de hierro que me ataban. Sin embargo, es en

oscuridad que el Maestro hace su mejor obra. Esa es la razón por la cual amo esos versículos de

promesa en Isaías 45:2-3, “Yo iré delante de ti, y enderezaré los lugares torcidos; quebrantaré puertas

de bronce, y cerrojos de hierro haré pedazos; Y te daré los tesoros de oscuridad (otra traducción lo

denomina: tesoros escondidos), y los secretos muy guardados, para que tú sepas que Yo soy Jehová, el

Dios de Israel, que te pongo nombre.”

La oscuridad se ha convertido en mi mejor amiga, porque me desmanteló y me hizo humilde y

débil. Entonces mi Jesús podía corregir todo lo que a mi concernía. Y el ser corregido por Jesús es el

lugar de descanso más dulce y refrescante en todo el universo.

Sin embargo, no siempre he estado conciente de estar en lo correcto. Porque algunos de mis

primeros recuerdos son de cuanta antipatía tenía para conmigo misma. Como niña, yo me detestaba a

mí misma; siempre pensaba que era tonta y terriblemente inadaptada. En realidad tenía una

incapacidad de aprendizaje que se llama dislexia. Pero mis concepciones erradas de mi persona

posiblemente eran responsables de mi baja auto-estima y además la razón por la cual me consideraba

una persona estúpidamente inadaptada.

Como niña, yo hacía el esfuerzo por leer mis lecciones escolares a mi mamá, pero porque no

podía leer muy bien, ella me daba bofetadas y me decía que era tonta. En esos días, mi madre, ella

misma, también vivía en auto-aborrecimiento que, por supuesto, se engendra a sí mismo. El auto-

aborrecimiento es tan insidioso. Lo que nosotros aborrecemos u odiamos de nosotros mismos lo

desahogamos sobre otros. La mayoría de mi niñez la pasé escuchando a mi madre predicándome. De

alguna forma, todo lo que yo hacía estaba mal hecho, y eso hizo que yo la aborreciera. Sin embargo el

aborrecerla me hacía sentirme culpable. El horror de todo ello era que me dejaba sintiéndome

despreciable, tonta, rechazada, y muy temerosa.

Como adolescente peleaba constantemente con mi madre y me prometía a mí misma que jamás

sería como ella. Irónicamente, años después solamente tendría la esperanza de ser exactamente como

ella (lea capítulo 20). Pero en aquellos días mi único sueño era salir de mi casa. A la edad de dieciséis

años huí de mi casa y me casé con el primer varón que se me presentó. Eso fue un desastre total

porque regresé a casa dentro de solo tres meses, abandonada por mi esposo, y embarazada. Esto

multiplicó mi infierno. No solamente tenía una madre que me decía cuan terrible era, sino que ahora yo

me lo estaba repitiendo a mí misma también. El fracaso y el rechazo inundaron mi alma agonizante. Sin

embargo, qué puedr hacer uno en ese estado de ignorancia espiritual, más que procurar soportarlo.

De alguna manera terminé mis estudios de secundaria, sufriendo la desgracia de estar sin un

esposo, y habiendo tenido mi bebé a solas cuando apenas tenía 17 años de edad. En esos días y en ese

tiempo era una gran desgracia ser divorciado y estar criando a un niño, especialmente a una edad tan

joven. En Isaías 53:3 dice lo siguiente de Jesús, “despreciado y desechado entre los hombres, varón de

dolores, experimentado en quebranto.” Jesús no tenía pecado, y yo era pecadora, sin embargo él tuvo

los mismos sentimientos de rechazo que yo experimentaba. Eso me consuela, el saber que mi Salvador

conoció los mismos sufrimientos que yo conocí.

Mi único consuelo era ir a la escuela y procurar alcanzar la mejor educación posible. Así es que

inicié entrenamiento para técnica de rayos-X. Durante el segundo año de mi curso de dos años, empezé

a salir con el que es ahora mi esposo, Scott. Mi mamá insistía en separarnos, lo cual a la larga nos

acercó mas el uno al otro. Cuando ella se dio cuenta que yo era tan inflexible como ella, me corrió de la

casa otra vez. Al salir tomé a mi hijo, David. Ella no se quedaría con él. Esto la enfureció, porque para

entonces, estaba bien encariñada con él y consideraba a David como suyo propio.

Scott nos llevó a la casa de su madrastra. Fue allí donde mi primer esposo (al que le habían

pagado mis padres para que secuestrara a David) recogió al niño para una “visita.” Varias horas

después me di cuenta que lo habían sacado de la ciudad. Yo estaba del todo abrumada.

Mis padres estaban planeando quitarme a David con el intento de probar que yo era una madre

incapaz. Finalmente, la tensión se disipó cuando mi padre vino a mí con lágrimas en sus ojos, habiendo

llegado a la conclusión que era incapaz de hacerme cosa semejante. Ellos entonces me devolvieron a mi

criatura. Ahora yo al fin me había escapado de mi tormento. ¿O era ese el caso? Si no resolvemos

nuestros problemas en Dios, entonces no los podemos dejar atrás. Volverán a aparecer en otras formas,

porque nuestro verdadero problema está en nuestra propia incredulidad.

Scott y yo nos casamos poco después de eso. Nos habíamos enamorado y yo soñaba de

felicidad y realización mediante mi matrimonio con él. Mi amiga Harriet lo denomina el “Síndrome de la

Cenicienta.” Yo estaba decidida a hacer que este matrimonio tuviera éxito, sin importar cual fuera el

precio. Jamás volvería a casa de mi madre para vivir con ella otra vez. No se tardó mucho tiempo en mi

matrimonio para que mis sueños se estrellaran porque mi príncipe azul no cabía en mi ideal de felicidad.

Ocho años de matrimonio y dos niñas después, yo estaba fracasando miserablemente otra vez.

Nunca podemos huir de nuestros problemas, porque nuestros verdaderos problemas están dentro de

nosotros. Mis inseguridades y temores de otro divorcio me forzaron a buscar y encontrar refugio en

Cristo. Aunque yo creo que fui salva en una Crusada de Billy Graham a la edad de 18 años, yo nunca

supe que Cristo vivía dentro de mí hasta que estaba de nuevo en un estado de desesperación a la edad

de 28 años. En ese tiempo, estaba dando a luz a mi tercera criatura en el hospital cuando conocí a Linda

Bunting, que me guió al conocimiento de Cristo viviendo Su vida en mí. Conociendo a Cristo llenó mi

vida vacía y mi corazón con una paz que por mucho tiempo había añorado.

Tan pronto como pude, fui a casa de mi madre para compartir a Cristo con ella. Puedo recordar

estando de pie en su cocina diciéndole que si no tenía a Cristo en su vida, que iba a ir al infierno.

(Siempre tuve el deseo de decirle que se fuera para el infierno, pero nunca me imaginé que sería en esta

forma.) Mi forma fervorosa de abordar el asunto fue un tanto abrumador para ella, así es que me volvió

a correr de su casa.

Por tres días ella se paseaba de un lado a otro mientras desarrollaba su caso en contra mía, sin

saber que en realidad estaba luchando con Dios. “Cómo es que Sylvia me pudo decir semejante cosa,

ella debe haber enloquecido, yo soy una buena persona.” Después de tres días de estar bajo fuerte

convicción por el Espíritu, mi madre descendió al sótano para planchar una ropa. Mientras planchaba,

ella luchaba fuertemente con el Espíritu.

De repente sintió y reconoció la presencia del Señor. El Señor le dijo, “Todo lo que Sylvia dijo es

verdad, tú vas a ir al infierno sin mí, ya estás allí.” En ese mismo instante cayó de rodillas, al lado de su

mesa de planchar, arrepentida y recibió a Cristo. El milagro entre todos los milagros, mi madre había

gloriosamente nacido de nuevo. La conversión de mi padre siguió poco después. Inmediatamente me

llamó por teléfono para darme a conocer la experiencia que había tenido. Por primera vez en nuestras

vidas nuestros corazones se tocaron en amor. Esto solamente fue el principio de la restauración de Dios

en nuestras vidas. El promete restauración, “Os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el

revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros” (Joel 2:25).

La conversión de mi madre fue maravillosa, pero no curó mis inseguridades en relación a mí

persona o mis resentimientos hacia ella. Aún los llevaba profundamente dentro de mí como ropaje de

sepulcro del pasado. Finalmente, razoné con el Señor, “Si ella me pidiera perdón ahora que es salva,

entonces talvez me sentiría más segura en cuanto a mi misma.” ¡Qué auto-justificación! Yo no quería

ver mi parte en nuestra relación infernal. Eso convenientemente me dejaba sin responsabilidad alguna.

Pero por supuesto, el Señor no iba a permitir que yo me saliera con la mía.

Finalmente, un día el Señor me dijo, “¿Porqué es necesario que ella pida perdón por aquello

que Yo llamo perfecto? Yo cavé esos huecos de inseguridades y temores en ti, para poderlos llenar

con Mi propia persona, para que entonces en realidad me conozcas a Mí y al poder de Mi vida

resucitada en ti.” Yo luché con el Señor; “¿Quieres decir que fue Tu propósito todo este infierno en mi

vida? ¿Fuiste realmente Tú el que cavó estas profundas cicatrices de temor y auto-aborrecimiento, y

todo eso era una forma de tu perfecto amor para mí?” De repente recordé la historia de José en la

Biblia. El también fue maltratado por sus hermanos, sin embargo al final él les dice, “vosotros

pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien” (Genesis 50:20). La palabra “encaminó o

intentó” es sumamente fuerte. No dice permitido para bien, sino que “encaminado o intencionado para

bien”.

La verdad es que mi vida entera había sido diseñada por Dios. Todas mis cicatrices e infiernos

fueron lo que El intencionó o encaminó para mí como mi perfecto pasado y trasfondo para ver la verdad

y conocerlo a Él como mi realización total. El Salmo 139:8 &13 dicen: “Porque tú formaste mis

entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre.” “Si subiere a los cielos, allí estás tú; Y si en el Seol

hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás.”

A veces pienso que si yo hubiera buscado a un psicólogo en ese tiempo, me hubiera vuelto loca

tratando de analizarme a mí misma y mi situación. Si, yo definitivamente era una victima y prisionera de

mi propio auto-aborrecimiento y auto-compasión, pero mi madre también lo era. Ella también tuvo un

horrible pasado, y también fue hecha victima. Si Dios no hubiese puesto punto final a la cadena de

pecado en nuestra familia, yo hubiera tratado a mis hijos de la misma forma en que ella me trató a mí.

Su tratamiento cruel hacia nosotros, sus hijos, solamente era una reflexión de su propio auto-

aborrecimiento y atadura. Doy gracias a Dios por la palabra que Él me dio ese día; sin esa palabra yo

todavía estaría echándole la culpa a ella y odiándome a mí misma. La verdad es clara y sencilla cuando

se oye de parte de Dios, y sana instantáneamente.

Yo simplemente me puse de acuerdo con Dios ese día. “Tu, Padre lo intencionaste todo para mi

bien.” El razonamiento carnal no me podía decir eso, pero la sabiduría del Espíritu sí me lo pudo decir.

Aún estaría en el desierto de psicoanálisis si no hubiese encontrado la verdad del Espíritu. Aunque no

fue fácil para mí decirlo, porque tenía que morir para poderlo decir. Ya no podía sentir lástima por mí

misma, o culpar a mi madre por mi desgracia. Yo creo que las personas adquieren toda su identidad del

hecho de ser víctimas, a lo cual llamo “el complejo de víctima.” Yo sé que yo lo hice. Tan perverso

como era, me encantaba ser la persona que había sido herida, porque daba apoyo a mi auto-

justificación haciendo que otra persona fuese el problema en vez de mí. Auto-compasión se convirtió en

mi identificación. Yo podía esconder mis propios pecados debajo de mis sentimientos heridos mientras

apuntaba un dedo acusador hacia mi madre. Es insidioso porque yo no aparentaba ser una mala

persona, yo era una pobre víctima. Ella era la que parecía ser mala, y una parte de mí se deleitaba en

que ella apareciera con esa imagen. Pero en verdad, mi auto-compasión y actitud de juicio hacia ella

eran tan pecaminosas como lo que ella aparentaba ser.

Un milagro me ocurrió ese día, porque Dios cambió mi corazón hacia mi madre. Yo realmente la

amé y la perdoné, lo cual entre todas las cosas, me sanó a mí. Su actitud hacia mí cambió de inmediato.

Desde entonces me he preguntado, ¿Quién cambiaría primero, ella o yo? ¿O sería mi perspectiva la que

cambió? De alguna forma pienso que fue mi nueva manera de apreciar las cosas lo que me transformó

a mí tal como a ella. He visto desde entonces que mantenemos atadas a las personas, y estamos atados

nosotros mismos porque no perdonamos a otros.

Cristo transformó su auto-aborrecimiento en auto-amor. Entonces de allí creció en amor por

otras personas. Jamás olvidaré cuando ella dijo, “¡Dios me ama a mí!” Parece ser algo tan sencillo y

elemental, pero eso definitivamente la transformó. Ella se convirtió en la persona más positiva y

afirmativa que yo jamás había conocido. De tal manera que ella no me permitía que yo dijera tan solo

una palabra de condenación en cuanto a mi persona. ¡Qué transformación! Vale decir que, nos

convertimos en amigas íntimas. Ella jamás morirá en mi corazón porque en realidad nos tenemos la una

a la otra por toda la eternidad. (El resto de la historia de mi madre está expuesta en el capítulo que

tiene por titulo: “El Compañerismo de Sus Sufrimientos.”)

El Espíritu me aclaró con mi madre, pero y ¿qué de mis inseguridades y temores?

¿Desaparecieron instantáneamente? ¡No! Yo operaba subconscientemente en esta falsa identidad

como si fuera la verdad. “¿Quién es Sylvia Pearce? Bueno, ella es una persona temerosa, insegura, llena

de condenación que está luchando y esforzándose por mejorarse a sí misma.” ¿Cómo iba yo a librarme

de mí misma? La tarea era demasiada grande. Ya no le podía echar la culpa a mi madre, ahora ¿me iba

a culpar a mí misma? El hecho de haber perdonado a mi madre y verla correctamente, todavía me

dejaba con el gran problema de mí misma. Eso no me ponía en una relación correcta conmigo misma. Espiritualmente, yo veía que tenía a Cristo como mi Salvador y que El estaba viviendo en mí, pero yo

tenía a Cristo y a mi persona, y la parte de “mi persona” estaba fallando desesperadamente otra vez.

Mi primer amor y la paz recibida en mi conversión me satisfizo por un tiempo, pero no era lo suficiente para que yo estuviera totalmente satisfecha conmigo misma. Mis celos y temor de perder a mi esposo empezaron a abrumarme de nuevo. Procuré esconderlos, pero tenían formas de manifestarse y empeoraba la situación. Mi primer pensamiento era que yo debería tener la capacidad de controlarme a mí misma; yo no debería de actuar de esa manera. Yo estaba de acuerdo, pero entre más procuraba vencerme a mí misma, peor me ponía. Me enfermé más y más al paso de las semanas. Finalmente me convertí en una persona solitaria, escondiéndome en mi dormitorio todo el tiempo que me era posible hacerlo.

¿Cómo podía volver a ver de frente a mis amistades cristianas? Yo era una vergüenza para mí

misma y por supuesto para ellos. Aquí estaba yo, una maestra de Biblia y consejera, sin embargo yo era

un desorden total en mi hogar con mi esposo y mi familia. Lo único que podía hacer era esconderme.

Mi imaginación era tan salvaje que soñaba de escenarios que eran pura vanidad. Cuando

confrontaba a Scott con estas falsas acusaciones, él se encolerizaba y me acusaba de estar loca.

Entonces me odiaba a mí misma por estar loca. Yo daba vueltas y vueltas en el infierno al procurar

controlarme a mí misma y fallando, con el único resultado de volver otra vez al auto-aborrecimiento. La

única forma en que Dios nos comprueba que nosotros nunca hemos estado en control de nosotros

mismos es permitiéndonos experimentar lo que es estar fuera de control.

Yo procuré el ejercicio de confesar mis pecados, lo cual hacía continuamente. Le rogaba a Dios que se los llevara, pero nada daba resultado. Dios no me iba a quitar mi loquera solamente porque yo confesaba pecado. Mi identidad total estaba basada en una mentira, y esa era la verdadera raíz de mi problema. La misericordia de Dios lo estaba sacando todo a la vista, porque esa mentira estaba escondida en lo profundo de mi conciencia. Aunque era doloroso, yo tenía que verlo tal y como era, para que finalmente yo pudiera ser liberada. Mi locura finalmente me llevó a una depresión total. En un estado de desesperación me

encontré golpeándome la cabeza contra la pared de mi armario, gritando, “Por favor Dios, permíteme

morir, solamente déjame morir.” Lloré por horas. Entonces, de repente, la dulce voz del Espíritu Santo

traspasó Su silencio y habló a mi conciencia resecada. “¡Tú ya estás muerta!” “¿Muerta?”, pensé. El

Espíritu entonces me hizo una pregunta, “¿Qué puede hacer una persona muerta?” Ah, ahora puedo

ver lo que Dios me quiere decir. “Nada, le respondí, ¡una persona muerta no puede hacer cosa alguna!

Una persona muerta no tiene vida. Una persona muerta no tiene el poder para controlarse a sí misma,

no puede hacer nada por mejorarse a sí misma, y no tiene vida propia.” Hubo una gran vacilación,

entonces el Señor dijo, “Ahora, Yo soy tu verdadera persona.” Mediante la liberación que fue ganada a

favor mío hace dos mil años en la Cruz, yo fui crucificada con El, y yo (el ser al cual yo aborrecía) ya dejó

de vivir, pero Cristo vive como mí persona (Gálatas 2:20).

Yo me había identificado con un ser que estaba fallando, fuera de control, inmundo y desgraciado. Dios ahora me estaba obligando a que me identificara con su medida, no con la mía. Dios me ve en unión con Cristo; perfecta, entera y completa (Colosenses 1:22). Ahora pude empezar a verme a mí misma como siendo participe de la misma nueva identidad (Cristo como yo). Mi problema no era que yo estaba siendo tentada a imaginar cosas vanas, mi problema era que

yo equivocadamente pensaba que debía tener el poder para conquistar mis pensamientos y

sentimientos. Mi lucha por conquistar mediante auto-esfuerzo y procurando controlarme a mí misma

era mi verdadero pecado. Los patrones de auto-suficiencia y auto-esfuerzo corren profundamente en

nuestra conciencia, tan profundamente que requiere un gran golpe a nuestros egos el comprobarnos

que nosotros los humanos no somos nada más que simples vasos. Yo pensaba falsamente que yo era

la que debía hacer el bien. Eso es una mentira. La Sylvia humana no tiene el poder para producir el

bien, ni el mal. El poder proviene de lo que hay en el vaso, y no del vaso en sí.

Esas fueron buenas nuevas que llegaron a mi persona ese día en mi armario, porque al fin oí con

mis oídos Espirituales y vi con mis ojos Espirituales. La única y tan sola función del ser humano es

simplemente creer, simplemente estar de acuerdo con Dios. Dios dice que yo estoy muerta y que otro

vive mi vida (Colosenses 3:3-4), así es que yo tengo que decirlo. Yo apenas lo creía, pero le obedecí a

Dios y lo dije de todos modos.

Siempre continúo recibiendo nueva interpretación al correlacionar mi tiempo oscuro con la

experiencia de Pablo en Romanos 7. No hay tal cosa como recurso humano o actuación humana. Yo no

tenía el poder para levantarme a mí misma de entre los muertos, pero pude hablar la palabra de fe --- yo

le pude decir a Dios, “Cristo es mi liberación, mi rescate, y mi verdadera persona.” La luz inundó mi

alma ese día, sin embargo tenía que aprender como Practicar la Presencia de Dios, que es el título que el

hermano Lawrence le dio a su libro. Dios me obligó a hablarle diariamente a mi oscuridad, y declarara lo

opuesto. Es lo que Pablo dice en relación a Abraham en Romanos 4:17, “Llama las cosas que no son,

como si fuesen.” Dios lo llamó su amigo, porque Abraham operaba tal y como Dios mismo opera,

“mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz” (II Corintios 4:6) en la creación.

Hubo un tiempo en el cual parecía que yo tenía una personalidad dividida. Recuerdo un día

cuando estaba caminando con Scott y gritando acusaciones en contra de él. Me detuve en medio de

una frase y dije, “Esta no soy yo, yo realmente soy Cristo, y Cristo no es una persona alocada, así es que

tampoco lo soy yo.” Diez minutos después yo le estaba gritando otra vez. Es una maravilla que él no me

pidió el divorcio; a Dios gracias por Su poder guardador. Es mucho más grande de lo que nosotros

sabemos.

El milagro de fe es que lo que tú tomas por fe, te toma a ti. Tal y como cuando estudiamos para

aprender una profesión, entonces, un día, la profesión da la vuelta, nos toma y se convierte en nuestra

conciencia; no decimos “yo he aprendido a ser un doctor,” decimos, “Soy doctor”. Lo que nosotros

tomamos, nos toma a nosotros. Lo único que hacemos es afirmar la verdad y Dios lo confirma dentro de

nosotros.

Al tomar la verdad por fe, mis inseguridades y temores se desvanecieron. Una nueva persona

apareció. Una persona a la cual yo amaba asombrosamente, y en quien podía confiar, y realmente

tenerle aprecio. Sin embargo es chistoso, apenas me di cuenta cuando todo esto sucedió. Lo único que

hice fue caminar por fe, y rehusé mirar mi apariencia carnal.

Un nuevo sentido de auto-aceptación apareció en mi conciencia. Aún empecé a aceptar mis reacciones negativas como correctas, sin tratar de evitarlas. Empecé a ver que mi humanidad era correcta, aún reacciones carnales como celos, enojos y reacciones temperamentales. Pensé un día, “¿Dios es celoso, verdad? ¿Dios tiene un mal genio, no es así? ¿Dios odia y se enoja, verdad?” Hay un uso correcto para todos estos deseos fuertes. Gálatas 5:24 dice, “Los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos,” y

Colosenses 2:11 dice, “Fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el

cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo.” Esto simplemente significa que en la Cruz de

Cristo el mal uso de nuestra carne, que era Satanás en nuestros miembros, fue desvanecido. Y por fe,

podemos creer la verdad en cuanto a nosotros mismos y atrevernos a aceptarnos a nosotros mismos.

Lo que Dios declara que es limpio, nosotros no podemos llamar impuro o inicuo, eso sería llamar

mentiroso a Dios.

Yo empecé a ver que mi carne era usada correctamente por el Espíritu. Por medio del milagro

del Cristo resucitado en mí, el Espíritu transmutó mi carne en uso-Espiritual-correcto, lo cual es

verdadera justicia o (justo-uso-de).

Ahora mis tendencias carnales son redirigidas. Ya no procedo de una necesidad por ser

realizada, porque ya conozco mi propia plenitud. Así es que ahora mis debilidades, y celos están

dirigidos hacia las necesidades de otros. Mis debilidades, son una señal que me hace saber que el

Espíritu está trabajando. En la mayoría de los casos, Dios usa mis reacciones para atraer mi atención. A

menudo pienso, “Dios, ¿qué estás haciendo en esta situación – qué puedo creer a favor de ellos?”

Todas las cosas que yo aborrecía de mí misma y consideraba mis desventajas realmente son mis

mayores ventajas. Milagrosamente, mis actitudes cambiaron de, “¿Qué es lo que anda mal conmigo?” a

“¿Qué es lo que anda bien conmigo?”

En una ocasión Soren Kierkegaard dijo, “La vida solamente se puede entender al revés, pero se tiene que vivir hacia delante.” En forma retrospectiva, yo puedo ver que no soy la misma persona que era antes. No me aborrezco a mí misma, en verdad puedo decir que me amo y me acepto a mí misma, y al amarme a mí misma, puedo amar y aceptar a otros. ¡Eso es un milagro! Yo estoy eternamente agradecida con mi Padre que me obligó a traspasar tal oscuridad y

agonía. ¿Cómo es que puedo estar agradecida por oscuridad y depresión? Puedo hacerlo, porque sé

que fue la misericordia de Dios, Su “Misericordia Severa.” Solamente Dios me pudo amar de tal manera

que “en lugares de delicados pastos me hizo descansar.” Porque fue mediante el fracaso, al tratar de

vencerme por mí misma, que aprendí mis lecciones más grandiosas.

Jesús dijo, “El que pierda su vida, la hallará” (Mateo 16:25b). Al perder mi vida de auto-

aborrecimiento, esforzándome y desgraciada, finalmente pude encontrar mi verdadera vida. Yo estoy

agradecida por haber perdido las mentiras que habían regido la mayoría de mi vida, y haberlas

cambiado por la verdad de quien soy en realidad. “Gracias Padre por haberme devuelto mi persona de

nuevo.”

11.

El Origen de la Mentira

Lucifer dijo: “Sobre las alturas subiré,

Y seré semejante al Altísimo.”

(Isaías 14:14)

La mentira se originó en Lucifer (Lucero) antes de la creación del hombre. Lucifer (Lucero) fue

creado para ser “hijo de la mañana, querubín grande, protector, eras el sello de la perfección, lleno de

sabiduría, y acabado de hermosura” (Isaías 14:12; Ezequiel 28:2-18). El fue creado por Dios con la

capacidad de utilizar y expresar todo el poder de la eterna gloria de Dios. Y él lo hizo así hasta que

maldad fue encontrada en él, porque él dijo en su corazón, “seré semejante al Altísimo,” (Isaías 14:14)

o sea “Yo no dependeré de ninguno; en cambio seré un ser totalmente independiente, tal y como el

Altísimo.” Al hacer esto, la decisión de su corazón dio a luz a Satanás, un dios falso. El diccionario de

Webster (en inglés) da la siguiente definición de la palabra falsificación: “una copia fraudulenta cuyo

propósito es engañar. Esta falsificación también toma en sí o representa una apariencia falsa o

engañadora.” ¿Qué interesante, verdad? Apocalipsis 12:9 nos da en un tan solo versículo todos los

nombres bíblicos de Satanás. “Y fue lanzado fuera el gran dragón, la serpiente antigua, que se llama

diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados

con él.”

La criatura Satanás, como toda la creación, es creado para contener y expresar la vida de Dios.

Pero he aquí la criatura toma una decisión espiritual mortal, “Yo seré.” Imagínese el orgullo en esa

criatura al decir, “Yo tengo una voluntad y vida separada de la de Dios y yo me apropiaré de ella.” Este

es el primer pecado, y el pecado original. Ahora, Satanás no solo pensó que tenía una voluntad

independiente propia, pero entonces dijo, “Yo seré semejante a.” Si yo me dijera a mí misma que voy a

ser como Billy Graham, por ejemplo, yo tendría no solamente que probar, sino que tendría que

esforzarme fuertemente para llevarlo a cabo. Mis mejores esfuerzos por imitarlo solamente harían de

mí una persona falsificada con una apariencia engañadora. Satanás solamente presume ser como Dios

cuando es un hecho que él es un mentiroso, engañador, una imagen de espejo falsificada. Aunque me

parece interesante que Satanás no estaba tratando de ser malo, él estaba y aún está esforzándose por

ser bueno como Dios, pero al hacerlo, se convierte en un diablo. Eso me hace recordar a Pablo en

Romanos 7:21, “Queriendo yo hacer el bien, hallo esta ley: que el mal está en mí.”

Satanás estaba enamorado con su propia belleza, sabiduría y forma – su manifestación externa.

El se engañó a sí mismo haciéndose creer que su forma creada era Dios. Satanás intercambió la verdad

por una mentira y adoró su forma creada en vez de adorar al Creador (Romanos 1:25). Es interesante

notar que Dios dice, “Yo soy,” mientras que Satanás dice, “Yo seré semejante a.” ¡No requiere esfuerzo

alguno para ser, pero requiere gran esfuerzo ser semejante a alguien! He aquí las diferencias entre ser

/confiando y haciendo /auto-esfuerzo.

Satanás se imaginó que él era un dios independiente con poderes independientes propios. El

uso todas sus capacidades dadas por Dios para exaltar su trono sobre las estrellas de Dios e imitar al

Altísimo. El invirtió el poder de auto-entrega de Dios en un poderoso reino oscuro de sí mismo-para-sí

mismo, creyendo falsamente que él era un poder independiente. Pero lo que él no sabía es que Dios es

el único ser verdaderamente independiente. Como resultado, Satanás cayó de su posición exaltada con

la tercera parte del reino angelical. Engañado como él está, no puede ver que él es realmente el siervo-

tonto de Dios, el opuesto necesario, y agente conveniente, porque nada puede estar separado del único

Dios todo poderoso en el universo. Pablo le predicó ese mensaje a los inconversos de Atenas cuando les

dijo “en él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28).

Y entonces nuestro antiguo padre, el diablo, en la Caída, ingeniosamente nos impartió su

conciencia auto-suficiente y auto-activa. Esto nos hizo creer en nosotros mismos y produjo una falsa

identidad. Esta conciencia está tan arraigada en nosotros que mora en nuestro subconsciente. Por

consiguiente, operamos naturalmente como seres auto-suficientes, aún después de ser cristianos. ¿No

es cierto que todos hemos pensado que amamos tanto a Jesús que anhelamos servirle en cualquier

forma que pudiéramos hacerlo? Nuestro poco conocimiento en ese nivel de inmadurez no nos permite

reconocer que aún el esfuerzo por ser como Jesús es realmente un ser independiente operando como si

nosotros tuviéramos el poder en nuestra humanidad para agradar a Dios. Esta mentira ha penetrado

nuestra conciencia mediante la caída, y es la mentira más grande en el universo.

Pablo nos presenta un cuadro muy claro en Efesios 2:2-3 de la condición caída de la raza

humana. El declara, “En los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo,

conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne y de los

pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” La naturaleza de

Satanás, que es sí mismo-para-sí mismo, obra en nosotros haciéndonos vernos a nosotros mismos

falsamente como seres independientes con poderes propios.

La caída de Satanás quedó fija en su espíritu porque él quería sustituir a Dios. Adán no quería

sustituir a Dios, él solo quería hacerlo a su manera. Él quería a Dios, y también quería hacerlo a su

manera, lo cual, por supuesto, produce pecado. Pero su decisión dividida dejó lugar para que hubiera

redención, mientras que la decisión de Satanás fue final.

12.

Las Tentaciones de Jesús

“Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.”

(Mateo 4:1)

Jesús fue confirmado como el Hijo de Dios en el Río Jordán y establecido como el hijo del

hombre por sus experiencias de tentación en el desierto. El hijo del hombre, como a menudo se le

refiere en la Biblia, aprendió la obediencia de fe por medio de las cosas que él sufrió, Hebreos 5:8. Y en

Hebreos 2:10; “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas

subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la

salvación de ellos.” Cristo, nuestro verdadero ejemplo, tuvo que ser confrontado por el diablo, siendo

que el Espíritu lo llevó al desierto para ser probado. Después de cuarenta días sin comida, el diablo vino

a tentarlo en su momento más vulnerable y débil. Él fue tentado en todos los tres niveles humanos:

cuerpo, alma y espíritu. Los deseos de la carne (cuerpo); los deseos de los ojos (alma); y la vanagloria de

la vida (espíritu) I Juan 2:16.

El diablo tentó a Jesús por medio de sus apetitos corporales para que deseara suficiencia

externa para satisfacerse a sí mismo como si él fuera una persona externa, necesitada: “Di que estas

piedras se conviertan en pan.” (Mateo 4:3). Jesús respondió de llenura interna, no como si él solamente

fuese un alma y cuerpo con necesidades externas. Su carne y provisión interna era la verdad de lo que

Dios dice. En segundo lugar, el diablo tentó a Jesús en su alma, al nivel intelectual y de actuación.

Satanás hizo que aparentara ser solamente lógico, mientras manipulaba su deseo carnal por actuar: “Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, en sus manos

te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra.” Esta es siempre la forma como el diablo

razona: “Si lo que dices es verdad, entonces tú tienes que comprobarlo mediante la acción.” Jesús

simplemente respondió diciendo, “No tentarás al Señor tu Dios.” En otras palabras, él era quien decía

ser, y Él no tenía que comprobarlo con acción.

Finalmente, el diablo lo tentó al nivel de su espíritu, con el deseo por obtener poder y dominio.

Satanás en realidad le ofreció los reinos de este mundo. ¿Cómo podía reclamar todos los poderes

mundanos como propios? Está claro que Dios le ha dado dominio sobre todos los sistemas del mundo,

porque en I Juan 5:19 dice, “el mundo entero está bajo el maligno.”

Al presentarse la ultima exposición de Satanás, Jesús no estaba dispuesto a verse separado de

Dios. Satanás se expuso a sí mismo cuando dijo “póstrate y adórame.” En otras palabras, “Jesús, tu

carne (o tu forma creada) es señor y dueño, ríndele servicio y me servirás y adorarás a mí.” Ahora Jesús

vio lo que el tentador realmente quería alcanzar. El quería que el humano Jesús se convirtiera en el hijo

de Satanás, en vez del hijo de Dios. Como hijo de Satanás él operaría como Satanás, y se convertiría en

un sí mismo-para-sí mismo. Su centro espiritual entonces se convertiría en ego-céntrico, salvándose a sí

mismo y negándose a morir en la Cruz. Con la exposición del verdadero propósito de Satanás, Jesús

pudo decir con denuedo, “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo

servirás.” El aquí está diciendo “Yo adoraré al Señor mi Dios, y a él sólo serviré.”

Dios usó a su agente necesario, Satanás, para confrontar a Su Hijo, y finalmente establecerlo en

el conocimiento propio de su posición como hijo. Entonces y solamente entonces es que el Espíritu

pudo ungir su humanidad con el poder para llevar a cabo su ministerio por los próximos tres años. Lucas

4:13, dice que el diablo “se apartó de él por un tiempo,” aclarando que Jesús fue acosado por Satanás

por probablemente el resto de su vida. Hebreos 2:17&18, dice, “Debía ser en todo semejante a sus

hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar

los pecados del pueblo. Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a

los que son tentados.”

Luego vino la tentación final cuando él se estaba preparando para su muerte. Solamente

póngase a pensar: él había profetizado sobre su muerte venidera y resurrección durante todo su

ministerio, sin embargo a la hora final fue subyugado en gran temor, fue tal que aún sudó grandes gotas

de sangre. Mateo y Lucas nos dicen que su alma estaba sobremanera angustiada aún a punto de morir.

Él clamó a su Padre para que lo salvara, “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi

voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42).

Tome nota del hecho que en una tentación somos forzados a ver una separación. Hacía poco él

le había dicho a Felipe, “Él que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). Ahora él se sentía

acosado sintiendo que tenía dos voluntades. Yo creo que en realidad él estaba diciendo, “no lo que yo

me siento tentado a desear desde un nivel de alma, pero más bien, lo que realmente quiero es lo que mi

Padre quiere para mí en el nivel espiritual donde estamos unidos como uno solo.” Obviamente, esto era

contrario a todos sus sentimientos al nivel del alma, mientras él discernía la diferencia entre sus deseos

a nivel del alma y la verdadera realidad del espíritu.

También tome nota del hecho que su única defensa contra los ataques de Satanás era la de declarar su palabra de fe. Nosotros simplemente hablamos la verdad y la mentira perderá su fortaleza falsa. Por el contrario, si peleamos, creemos en ello como una realidad separada y le damos falsos poderes. Cuando entramos a un cuarto oscuro, no peleamos contra la

oscuridad, la aceptamos. Porque contra lo que peleamos, le damos poder. La respuesta es sencillamente encender la luz y la oscuridad, que es solamente la ausencia de luz, es quitada, o deja de existir. El Señor me mostró esto hace algunos años en una reunión donde había mucha confusión.

Siendo que yo era la siguiente persona en la lista para hablar, le pedí al Señor que me diera sabiduría. La

respuesta vino claramente: “No trates de desenredar la mentira; habla la verdad y la mentira se

desenredará sola. Pero si procuras aclarar la confusión, vas a terminar enredándote a ti misma.” Jesús

no peleó con su tentación, El sencillamente reconoció Su unidad con la voluntad de Su Padre.

¿Por lo tanto, se salió Jesús de ese jardín con la intención de ir a realizar la voluntad de Su

Padre? No, él sencillamente se mantuvo firme en su débil palabra de fe y esperó recibir la fortaleza que

tragaría su debilidad, tal y como la luz se traga su opuesto necesario, la oscuridad. El negativo pone

pasión y fortaleza detrás del empuje positivo hacia delante. Yo siempre lo comparo a una honda; el tirar

negativo le da fuerza al positivo. Hebreos 9:14 dice, “Mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo

sin mancha a Dios.” Así es que, el Espíritu Santo se levantó en Cristo con fuerza victoriosa, y él fue a la

Cruz como un rey. “No con ejército, ni con fuerza, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos”

(Zacarías 4:6).

Fue totalmente necesario que Jesús fuera tentado por Satanás en el desierto, así como en el

jardín. Estas tentaciones le mostraron a Jesús que como humano él no tenía poder alguno para operar

fuera del Padre que moraba internamente. Esa es la razón por la cual él pudo decir dos veces en un

capítulo, “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:19&30).

13.

Debilidades Diarias

“Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en

persecuciones, en angustias; porque cuando soy

débil, entonces soy fuerte.”

(II Corintios 12:10)

La oscuridad es la ausencia de luz y el terreno adecuado para nuestro ser, porque tiene gran anhelo por su opuesto – luz, tal y como la debilidad es el opuesto, pero compañero necesario, de la fortaleza. Sin ello no conoceríamos la fe. Siendo que continuamente somos tentados en la vida diaria, por supuesto que también somos continuamente débiles. Se refiere a la debilidad en la vida diaria en II Corintios 12 como la gloria de Pablo. Es un hecho, que fue a Satanás a quien Dios usó en la carne de Pablo, como el “aguijón en la carne.” El Señor no tenía intención alguna de liberar a Pablo de esa tentación, porque Satanás sirvió

como ayudante de Dios para hacer que Pablo reconociera la debilidad de su carne. Pablo había recibido

gran revelación, y juntamente con gran revelación vienen grandes debilidades. Porque “a todo aquel a

quien se haya dado mucho, mucho se le demandará” (Lucas 12:48). La debilidad es la herramienta de

Dios para guardarnos a salvo. II Corintios 1:9 dice, “tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte,

para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios.” Esta sentencia de muerte está diseñada

para hacernos ver que nosotros no somos “suficientes en nosotros mismos para pensar que somos cosa

alguna en nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia proviene de Dios” (II Corintios 3:5). Cualquiera

de nosotros podría ser tentado a enorgullecerse como si fuese algo en sí mismo. Si Dios no nos hubiera

bendecido con debilidades como Su forma de guardarnos a salvo, todos caeríamos en la trampa del

orgullo de recibir el mérito. Pero aún persiste la pregunta, ¿cómo hemos de manejar nuestras

debilidades?

Pablo no se quedó corto, como lo hacen muchos cristianos, al tratar de luchar contra Satanás, el

mensajero designado de Dios. ¡No! Al contrario, él se glorió en sus debilidades como el llamado de

atención de Dios para ejercer la fe. El vio que la gracia de Dios es hecha perfecta en debilidad (II

Corintios 12:10). El alcanzó la gloria en sus debilidades, en enfermedades, en afrentas, en necesidades,

en persecuciones, en angustias, porque: “cuando soy débil, entonces soy fuerte.” El Nuevo Testamento

Interlinear Griego-Inglés realmente dice lo siguiente: “Porque yo soy débil, entonces soy poderoso.”

Nuestra debilidad es realmente el poder de Dios al inverso. La única forma en que el poder de Dios

puede ser reconocido o expresado en esta dimensión es mediante la debilidad. Porque nada puede

darse a conocer a menos que sea mediante su opuesto. Esa es la ley del ser. La fortaleza entonces, se

traga a su opuesto necesario, la debilidad, y se expresa a sí misma como el poderoso poder de Dios.

La debilidad es el punto de contacto para que lo positivo (Dios) pueda fluir, porque el dolor

proclama su venida. La mayoría de las personas quieren salir de su dolor y temores, cuando en

realidad Dios requiere estos mismos canales negativos para manifestar Su positivo. La respuesta es

auto-aceptación. Abrace su negativo en vez de esforzarse por librarse de ello, y usted encontrará su

liberación.

La prueba decisiva de la fe está en II Corintios 13:4-5. Pablo nos amonesta a examinarnos a

nosotros mismos y veamos si estamos en la fe. Entonces nos da a Cristo como el ejemplo: “Porque

aunque fue crucificado en debilidad, vive por el poder de Dios. Pues también nosotros somos débiles en

Él, pero viviremos con él por el poder de Dios.” Pablo claramente está diciendo aquí que la debilidad

está “en Él” y que es la misma prueba de fe en el cristiano, porque sin debilidad nunca tendríamos la

necesidad de creer.

Yo amo las grandiosas escrituras en I Corintios 1:18-29, nos dice que la predicación de la Cruz es

locura para los hombres entendidos de este mundo. Sin embargo lo insensato y débil de Dios es Su Hijo

crucificado, e irónicamente, el Hijo resucitado es el mismo poder de Dios para aquellos que creen.

Nosotros, los necios, ni por cerca sabíamos, “que lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo

débil de Dios es más fuerte que los hombres.” Porque la debilidad de Dios es el Hijo crucificado, lo cual

manifiesta el poder más grande del universo, el Hijo resucitado y ascendido en nosotros. Aún hoy,

nuestro Señor muere en debilidad mediante los miembros de su cuerpo, para poder de esa manera

levantarse de nuevo y adquirir intercesión por su pueblo que aún está atado.

14.

La Tentación

“Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque

cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de

vida, que Dios ha prometido a los que le aman.”

(Santiago 1:12)

Nosotros, los seres humanos, somos tripartitos: espíritu, alma y cuerpo (I Tesalonicenses 5:23). Dios se une a nuestro espíritu (creado a Su imagen), porque El es Espíritu (Juan 4:24). Los dos se convierten en una sola union que es mi “Yo soy” (I Corintios 6:17). El alma y el cuerpo son el medio mediante el cual se expresa el “Yo soy,” su ropaje. Nuestro espíritu (“Yo soy”) es la sede del deseo (corazón), conocimiento (mente), y capacidad de escoger (voluntad). El amor se expresa a través del corazón. Es uno de dos, o el amor satánico de sí mismo-para-sí mismo, o el amor desinteresado de Cristo, de auto-entrega. Nosotros sabemos en nuestros espíritus, cualquiera de los dos, o la sabiduría de este mundo (mente satánica), o la sabiduría de Dios (la mente de Cristo). Nuestra voluntad escoge nuestro destino bajo la dirección de nuestro corazón y mente. Nuestro espíritu es el centro de control para el resto de nuestro ser. Tenemos cualquiera de los dos, al Espíritu Santo unido a nuestros espíritus, deseando sus deseos (Proverbios 11:23), conociendo su sabiduría (I Corintios 2:16) y escogiendo sus acciones (Filipenses 2:13), o contenemos el espíritu de este mundo (Satanás) Efesios 2:2-3, expresando la naturaleza opuesta. Nuestra alma es nuestra personalidad única e individual con la capacidad de pensar (razón y lógica) y sentir (gustos y disgustos emocionales). En el jardín del Edén “el hombre fue hecho un alma viviente.” Él era un ser creado con vida, sin embargo esta vida no fue creada para operar de sí misma. Esa es la razón por la cual los ejemplos que Pablo da del ser humano se caracterizan con simples vasos (Romanos 9:22,23). Esta vida nuestra del alma está continuamente pensando ideas, sintiendo disposiciones emocionales, o planeando estrategias razonables. Nuestras almas son como un espejo de dos caras y reflejan nuestro interior hacia afuera o tambien puede recibir influencias externas. Y nuestros cuerpos son la casa de nuestra alma y espíritu y crean un medio para expresión externa.

Romanos 12:2 dice “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” El mundo nos echa chorros desde afuera. Nosotros no nos hemos de conformar a esto (sentimientos del alma), sino que hemos de renovar nuestras mentes de acuerdo a lo que Dios dice (conocimiento del espíritu) en relación a la situación. De tal modo que nuestra alma no es nuestro termómetro para la verdad, nuestro conocimiento del espíritu es nuestro guía a la verdad. Esto es una fuente de tanta confusión en los cristianos. A menudo confundimos nuestros sentimientos del alma por la realidad del Espíritu. Hace un tiempo, alguien me llamó y me preguntó si se podía hospedar conmigo por un mes. No sentí que yo estaba capacitada para hacerlo (no sentí culpabilidad o condenación). Así es que tomé la libertad de tratar de evitar esa situación. Al pasar el tiempo, pude ver que había un propósito en ello, así es que tuve que renovar mi mente a la verdadera realidad de la situación. Le dije al Señor, “No me siento capáz de hacer esto y ni estoy segura de sentir agrado por la persona que ha de venir (sentimientos del alma), pero Tu eres amor y Tu vives en mí, así es que yo soy amor para él (espíritu), y espero experimentarlo tan pronto como lo vea.” El amor incondicional de Dios se manifestó, y el hombre fue bendecido en gran manera. Las reacciones de nuestras almas provienen de nuestras respuestas humanas a estímulos externos y son neutrales en sí mismos. Una respuesta negativa o positiva no constituye algo que el espíritu haya escogido, porque es en nuestros espíritus que escogemos pecado o rectitud. He aquí donde nosotros, los cristianos, estamos tan confundidos. La mayoría de nosotros creemos que nuestra reacción o respuesta a la influencia de Satanás son malas y pecaminosas en sí mismas. Pero si nosotros, como personas, no tuviéramos un lugar para examinar posibilidades, no seríamos personas libres, seríamos robots o autómatas. Tenemos que tener libertad en nuestras reacciones carnales, de otra manera pensaríamos continuamente de nosotros mismos como pecadores. Esta es la razón por la cual escucho a tantos cristianos decir que son “pecadores salvos.” ¡Eso no es la verdad! Dios no llama a sus hijos preciosos comprados con sangre, pecadores, Él nos llama Sus santos. Es la intención de Dios que nosotros seamos totalmente humanos y tengamos reacciones honestas, de otra manera siempre estaríamos suprimiendo nuestra humanidad correcta. Nosotros, los cristianos, nos frustramos al tratar de mantener nuestras reacciones bajo control, y como resultado generalmente terminamos siendo farsantes. Muchas veces los cristianos entran en profundas depresiones simplemente porque suprimen sus respuestas humanas normales. He escuchado decir a psicólogos, por ejemplo, que la depresión es enojo suprimido, invertido. Personalmente, yo estaba tan aferrada a una mentalidad de pecado que confesaba pecado continuamente, tratando de librarme de mis reacciones humanas suprimidas (¡las cuales no son pecado)! Finalmente, después de ver que estaba confesando cosas que ni aún eran verdaderas, con el simple propósito de deshacerme de mis sentimientos de culpa, me di por vencida. Esto me llevó a hacer un pacto con Dios. Le dije al Señor, “Yo simplemente voy a ser quien soy, y no le voy a poner pecado por nombre a ninguna cosa (exceptuando a lo obvio) a menos que tu me lo digas.” Yo sabía que Dios era lo suficientemente grande como para tomar un martillo o almádena y golpearme en la cabeza si él quería que yo supiera. Por lo demás, yo iba a vivir libremente en la luz verde, no cautelosamente en el amarillo, o detenida por el rojo. Jesús definitivamente nunca suprimió su humanidad, porque El era totalmente verdadero para consigo mismo. Cuando él estaba enojado con los Fariseos (Mateo 23) él sabía que su enojo era correcto. Pero cuando él estaba clamando a Dios en el jardín, “quita de mí esta copa,” el sabía que estaba siendo tentado. El punto que estoy explicando aquí es que simplemente sea quien es y confíe en Dios para recibir el discernimiento. ¡La tentación no es pecado! Y nosotros tenemos que reconocer la diferencia. Santiago 1:14 dice, “Cada uno es tentado, cuando sus propios malos deseos lo arrrastran y seducen.” Los deseos no

son malos en sí, porque son deseos dados por Dios. Pero Satanás procura atraernos por medio de ellos para que creamos que nosotros realmente queremos lo que no deberíamos tener. Este período de atracción no es pecado, sino que tentación. Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto al ofrecerle todos los reinos del mundo, tuvo que existir algo en Jesús que anhelaba tener estos reinos o no hubiese sido una tentación. Sin embargo, Jesús no les puso “pecado” por nombre a estas atracciones satánicas. El siguiente versículo continúa, diciendo, “luego, cuando el deseo ha concebido, engendra el pecado; y el pecado, una vez que ha sido consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:15). La cosa que la mayoría de los cristianos no entienden es que el pecar (concepción por la voluntad) es algo realmente difícil de hacer. Es algo semejante a violar su propia naturaleza; usted tiene que ir contra su propio corazón y darle la espalda al poder guardador de Dios. Pecar es posible, pero no probable. Pero si la tentación sí se convierte en pecado, el cristiano temporalmente se une a Satanás en un amorío adúltero que da a luz pecado. Pero podemos dar alabanza a Dios por su provisión, la sangre derramada de Su Hijo, y fe en ese hecho nos limpiará totalmente. La tentación es nuestra dieta diaria, mientras que el pecado es poco común. La tentación es una atracción para querer hacer el mal, mientras que el pecar es una decisión de espíritu, “Lo haré.” Resistimos el mal al no luchar contra él, sino que reemplazando la mentira con la verdad de quienes realmente somos. Cristo en nosotros es deseo puro, no concupiscencia mal usada o deseo pervertido. Este acto de rendirse a Dios, por fe, como nuestro guardador hace que Satanás huya de nosotros (Santiago 4:7). A veces la tentación me hace sentir atormentada y oscura por dentro. Mis sentimientos de alma me hacen recordar los movimientos arremolinados y la oscuridad de un tornado. Jesús también se sintió así, “Mi alma está extremadamente angustiada hasta la muerte.” Si yo lucho contra estas reacciones, entonces yo quedo atrapada en la oscuridad sin claridad. Pero si me atrevo a aceptar mis sentimientos atormentados como que fue por la intención de Dios, y sigo hacia delante con ellos, entonces alcanzaré la claridad para ver que en realidad hay un lugar de perfecta calma, de paz, dentro de mí, lo cual está en el ojo del tornado. Esto es un buen cuadro de la diferencia entre mis reacciones atormentadas de alma y mi verdadero ser espiritual que es pacífico. No importa cuan atormentada se ponga mi alma, la tormenta no puede tocar la perfecta paz del ojo, que es el lugar donde yo realmente vivo. Si me confundo, pensando que mis tormentas del alma son mi ser, entonces estoy atrapada. Pero si me atrevo a tomar un salto hacia la verdad de quien soy, descansaré en medio de mi tornado. Si nos odiamos a nosotros mismos por nuestras reacciones de alma, somos como el soldado que

está saliendo a la batalla, pero luchando contra la causa equivocada. El aborrecer neciamente nuestras

reacciones de alma es como luchar contra el campo de batalla. Ningún soldado haría eso. Nuestras

almas son el campo de batalla donde Satanás ataca, y no el enemigo. Sin embargo, los cristianos

pasamos nuestro tiempo aborreciéndonos a nosotros mismos (nuestras almas) por sentir o pensar

malos pensamientos, en vez de reconocer que el verdadero mal no proviene de nosotros, sino que de

Satanás. Me ayuda recordar que Satanás está puesto sobre nosotros pero no dentro o en nosotros.

Nuestra liberación final viene cuando podemos poner estas tentaciones satánicas en su perspectiva

correcta y de nuevo en Dios como su terreno de entrenamiento negativo que es necesario para

nosotros, y nuestra oportunidad para ejercer fe.

15.

“Ingenuos para el Mal”

“Quiero que seáis sabios para el bien,

e ingenuos para el mal.”

(Romanos 16:19)

Quiero citar dos versículos de la Biblia que son muy poderosos para mí: el primero es uno que

Pablo usa al final de su epístola a los Romanos, y el segundo está en el antiguo testamento; “Quiero que

seáis sabios para el bien, e ingenuos para el mal” (Romanos 16:19) y, “Nunca más verás el mal”

(Sofonías 3:15).

Cuando cito estas escrituras, la gente piensa que mi punto de vista en relación al mal es

semejante al de Scarlet O´Hara (en la película “Lo que el viento se llevó”) cuando ella dice, “Mañana

pensaré sobre eso”. Ellos creen que estoy negando la misma existencia del mal. Pero cuando Jesús les

dijo a sus discípulos que fueran “astutos como serpientes y mansos como palomas,” él no se estaba

refiriendo a una comprensión del mal conforme a “Nueva Era”, o sea, no viendo más el mal mediante la

negación de su existencia.

“Sabios como serpientes” significa que tenemos un entendimiento pleno de la misma naturaleza

del mal sin darle falso mérito al creer en ello, como si fuera un poder separado e independiente de Dios.

Fe en la soberanía suprema de Dios significa que no negamos la existencia del mal, pero sí negamos su

poder o autoridad al aparentar estar separado de Dios. Si el mal puede actuar separadamente de Dios,

entonces tiene una existencia apartada de los propósitos de Dios. ¡De ninguna manera! Porque si este

fuera el caso, todos estaríamos faltos de esperanza.

Significa que aunque vemos el mal como una realidad en nuestro mundo externo, también

vemos como cabe el mal, tanto como el bien, dentro de la única persona en el universo, Dios, el que lo

llena Todo en Todo. Por lo tanto, el mal es visto como el siervo necesario de Dios quien lo usa

intencionalmente y “hace todas las cosas según el designio de su voluntad” (Efesios 1:11).

Personas de fe a menudo son llamados “personas que ven a-través-de, en vez de personas que

ven-hacia.” Como uno que ve a-través-de (lo cual es lo mismo que tener un “solo ojo” de fe) podemos

entonces realmente alcanzar la gloria y la aventura de la fe en el tiempo presente, al ya no ver el poder

falso del mal.

El secreto de ver “solamente a Dios” une nuestra conciencia dividida y llena plenamente nuestro

cuerpo de luz: “Si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz” (Mateo 6:22). ¿Cómo es que esto

opera? ¿Es natural que nosotros veamos solamente a Dios? ¡No! Empezamos viendo el mal o doble,

porque mediante la Caída hemos comido del fruto dividido del bien y del mal. Nuestro antiguo señor,

Satanás, nos impartió una conciencia dividida que vanamente lucha con opuestos que guerrean, una

conciencia que es fruto del conocimiento del bien y del mal.

¿Pero, y no es cierto que la Biblia tambien nos dice que Dios es el que nos sujetó a este dominio

satánico? Si, porque dice, “La creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa

del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de

corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios” (Romanos 8:20&21).

De hecho, Dios nos entregó, bebés inocentes, directamente en las manos del sutil Satanás.

¿Porqué haría Dios cosa semejante? Dios sabe que la naturaleza esencial del ser es libertad de escoger.

Por lo tanto un ser o persona tiene que ser confrontado con alternativas opuestas, que era lo que el

espíritu de error tenía para ofrecer, y entonces la persona puede escoger entre las alternativas. Si no

ejercitamos esta parte esencial de nosotros mismos, no somos personas maduras. Nosotros, como

padres, todos queremos que nuestros niños maduren y actúen como adultos. Por lo tanto un hijo de

Dios, para poder heredar su herencia, tiene que ser confrontado por opuestos.

Nada puede ser conocido como una realidad conciente a menos que sea expuesto por su

opuesto. Caliente no tiene significado alguno para nosotros sin su comparativo opuesto, frío. Lo suave

no se puede experimentar sin su contraparte opuesta, duro, y así sucesivamente. En fotografía, el

trasfondo negativo manifiesta el primer plano positivo. Si yo tomara la fotografía de un oso polar en

una tormenta de nieve, sería difícil y posiblemente imposible, ver al oso. Sin embargo, si el oso polar

tuviera un contraste oscuro como trasfondo, estaría a vista de todos.

La Biblia dice, “Que lo mortal sea absorbido por la vida” (II Corintios 5:4). “Sorbida es la muerte

en victoria” (otra traducción dice “Sorbida es la muerte en vida”) I Corintios 15:54. “Mandó que de las

tinieblas resplandeciese la luz” (II Corintios 4:6); y “Las cosas invisibles de él, se hacen claramente

visibles, siendo entendidas por medio de las cosas hechas” (Romanos 1:20). Todo en la vida es conocido

por opuestos. Todo en el universo opera mediante pares de opuestos, el uno adquiriendo definición y

conocimiento por medio de su opuesto necesario. Entonces el opuesto utiliza al otro para manifestarse

a sí mismo. Esta es la ley de manifestación.

Adán y Eva no tenían más que una conciencia infantil de sí mismos y realmente no se hubieran

podido conocer a sí mismos, tal y como un niño no se conoce a sí mismo y no se ha desarrollado a la

plenitud de su potencial. Así es que, en cierto sentido, teníamos que conocer separación como nuestra

realidad, y también experimentar plenamente sus consecuencias, para poder buscar internamente,

encontrar, y entonces conocer plenamente nuestra unión con Dios.

En el mismo sentido, los ángeles en el cielo no pueden conocer el significado pleno de la gracia

porque ellos no lo pueden contrarrestar con el pecado. Nosotros conocemos la gracia y el amor de Dios

porque primero conocemos lo que significa ser un pecador. El pecado le da definición a la gracia.

Nuestro Padre sabe que nosotros tenemos que conocer las mentiras de una auto-suficiencia

satánica en las profundidades de nuestro ser, tal y como la mentira de las falsas promesas de Satanás de

una realización plena aparte de Dios. El también sabía, en Su sabiduría, que el primer hombre tenía que

experimentar vanidad como un falsa realidad, desarrollarla como una falsa identidad independiente, y

sufrir la plena consecuencia de la incredulidad. Entonces y solamente entonces es que él estaría

acondicionado para recibir el reino opuesto, de Dios, y conocer su verdadera identidad como Cristo con

conocimiento adquirido por medio de experiencia plena, que tiene su base en la vida de otro viviendo

en nosotros, como nosotros.

Cuando nos hemos sumergido a estas grandes profundidades satánicas, podemos, por fe en la

Cruz de Cristo, saltar de nuestra conciencia dividida del bien y del mal, a las alturas de ver a Dios

solamente. Este es el fruto del árbol de la Vida, y dicha vista llena todo nuestro ser con luz que ilumina.

Como está escrito en Mateo 6:22,23, “si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz; pero si tu

ojo es maligno, todo tu cuerpo estará en tinieblas. Así que, si la luz que en ti hay es tinieblas, ¿cuántas

no serán las mismas tinieblas?” (La palabra traducida como “bueno”, está en otras traducciones como

“singular”). Tome nota del hecho que el opuesto de singular es doble, por lo tanto la palabra “maligno”

en este versículo realmente ha de significar doble. Doble significa ver el mal como separado de Dios y

sus propósitos, lo cual nos hace experimentar angustia en vez de paz.

Yo personalmente aprendí el secreto de Dios solamente mediante la muerte de mi madre. El día que yo le dije que tenía cáncer, ella me respondió inmediatamente diciéndome, “Sylvia, no le vamos a dar al diablo ni un poquito de gloria en cuanto a esto. Este cáncer es de parte de Dios – ¡nosotros le daremos alabanza a El por este cáncer!” De hecho, uno de sus versículos favoritos era “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (I Tesalonicenses 5:18). Ella entonces me explicó porqué su cáncer no podía realmente matarla: “Cómo me puede

matar esto a mí, ¡yo ya estoy muerta! La vida que tu ves aquí no soy yo, es Cristo, porque Él está

viviendo como mi persona. Así es que no llores por mí; ¡esto no me está sucediendo a mí, le está

sucediendo a Cristo!” Porque ella rehusó ver el mal y vivió en alabanza en vez de auto-compasión, su fe

trascendió su dolor. Su cuerpo falleció en debilidad, pero su espíritu se remontó en victoria

16.

¡Viendo A Través Del Mal A Dios Solamente!

“Jehová ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos; Jehová es Rey de Israel en medio de ti;

nunca más verás el mal.”

(Sofonías 3:15)

La mayoría de nuestros problemas provienen de nuestra corta vista al no ver a través de

nuestras circunstancias negativas o “mal” para reconocer los propósitos de Dios. Jesús hace una

poderosa declaración en Mateo 11:27 al decir, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre.”

¿Porqué no dijo que la cruz venía de parte de su enemigo, el diablo? ¿No era la cruz del diablo? Si, lo

era. ¡Sin embargo Jesús la abrazó como la “copa de su Padre!” ¡Jesús vio a través de Satanás

reconociendo la copa del Padre! Jesús aún saludó a Judas llamándolo amigo cuando Judas vino con los

soldados al jardín de Getsemaní. La fe de Cristo transformó a su enemigo en su amigo. Entonces

cuando Pedro reaccionó al luchar en contra del enemigo, Jesús lo reprendió diciendo, “La copa que mi

Padre me ha dado, ¿no la he de tomar?” Jesús le había dicho anteriormente a Pilato, “Mi reino no es de

este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a

los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). La conciencia de Jesús había cambiado de dos

voluntades en el jardín (no mi voluntad, sino la vuestra) a ver solamente a Dios. ¡El llamó amigo a su

enemigo, y a la cruz del diablo le llamó la copa de su Padre!

Cuando estuvo frente a Pilato por segunda vez, Pilato se encolerizó por su silencio. Pilato le dijo,

“¿No sabes que yo tengo autoridad para crucificarte?” (Juan 19:10). Jesús le respondió diciendo,

“Ninguna autoridad tendrías contra mí, si no te fuese dada de arriba” (Juan 19:11). En realidad Jesús

estaba diciendo que Pilato no tenía autoridad independiente para hacer cosa alguna contra él si no le

era dada de parte del Padre para hacerlo. Autoridad (o poder terrenal) es ordenado desde arriba. Jesús

estaba diciendo que solamente hay un poder en el universo, y ese es el poder de su Padre.

No ocurre cosa alguna que esté fuera de los propósitos de Dios. ¿Quiere decir con eso que Dios

causa el mal? No. Dios usa el mal porque tiene la intención de liberar al hombre, y el mal es el enredo

natural de libertad mal usada. El sabía que la libertad iba a ser mal usada. El también intencionó las

consecuencias negativas de ese mal uso. En la sabiduría de Dios El entonces convenientemente usa

estas consecuencias negativas para infundir auto-conocimiento. Con este auto-conocimiento, se espera

que podamos ver lo que nos causa la muerte y lo que en realidad no deseamos. Un niño pequeño

aprende que si toca una estufa caliente, esta lo quemará. El sabe esto porque la ha tocado

anteriormente y se quemó.

Romanos 13:1 dice, “Sométase toda persona a las autoridades superiores; porque no hay

autoridad sino de parte de Dios, y las que hay, por Dios han sido establecidas.” Así es que Jesús,

nuestro patrón perfecto, abrazó su Cruz en vez de perder su tiempo peleando una guerra inútil contra el

diablo. El simplemente vio a través de las circunstancias hacia la copa de Su Padre. ¿No es esto a lo que

se refiere Sofonías 3:15 cuando dice, “Jehová ha apartado tus juicios, ha echado fuera tus enemigos;

Jehová es Rey de Israel en medio de ti; nunca más verás el mal?” Esto significa que el Señor ha quitado

mis falsos juicios de separación, porque a través de la Cruz, Satanás (el Sr. Ser-independiente) es echado

fuera. Ahora tengo una nueva conciencia, que es la mente de Cristo, y mis juicios no están separados al

ver dos poderes. Ahora veo un poder en el universo, y ya nunca más veré el mal separado de Dios.

Los cristianos de la iglesia primitiva lo vieron. Pedro declara en su primer sermón, “A éste,

entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios, prendisteis y matasteis por

manos de inicuos, crucificándole” (Hechos 2:23). Viendo a Dios solamente no quita el peso de

responsabilidad por el pecado del pecador. Luego, en Hechos 4:10, Pedro, en su propia defensa ante el

juicio impuesto por el Sanedrín, explica que ellos eran responsables por la crucifixión de Jesús. Después

del juicio, Pedro fue azotado y echado en la cárcel. El siguiente día se dirigió a los creyentes: “Porque

verdaderamente se unieron en esta ciudad contra tu santo Hijo Jesús, a quien ungiste, Herodes y Poncio

Pilato, con los gentiles y el pueblo de Israel, para hacer cuanto tu mano y tu consejo habían antes

determinado que sucediera” (Hechos 4:27-28). ¿Ahora, porqué lo presentó en forma diferente? A los

inconversos él les dijo que ellos habían crucificado a Jesús. Pero a los que eran salvos, Pedro lo recibió

todo de parte de la mano de Dios, y no le dio mérito alguno al diablo.

La Biblia dice que existe el “misterio de iniquidad.” Dios ha escondido el hecho que Satanás es

el verdadero perpetrador de maldad y es el agente conveniente de Dios. Dios ha escondido esto del

pecador porque él usaría esta verdad para justificarse a sí mismo. Toda la humanidad tiene que ser

culpable delante de Dios, porque Dios usa la culpabilidad para traer a la humanidad al arrepentimiento.

Si nosotros pudiéramos justificarnos a nosotros mismos y echarle la culpa de nuestro pecado a Dios, eso

es lo que haríamos, y esto nos impediría el confrontar nuestros pecados en verdadero arrepentimiento

hacia Dios.

Si el día más oscuro y lleno de maldad en la historia, que fue el día en que Jesús fue puesto en la

cruz, fue determinado por Dios Padre, y visto por el Hijo como la copa de Su Padre, ¿cómo es que

podemos dar otro nombre a males menores? Satanás realmente fue derrotado allí en la cruz. Jesús dijo

en Juan 12:31, “Ahora es el juicio de este mundo; ahora el príncipe de este mundo será echado fuera.”

¿Porqué le damos tanto mérito con nuestra boca a un enemigo derrotado? ¡Jesús no lo hizo! Lo más

fuerte que podemos hacer es vivir en la alabanza y de ver a Dios solamente e ignorar al diablo y sus

engaños. ¡Esto es lo que lo hace huir! Dios revela a Satanás al ponerlo en primer plano en Romanos 7.

El propósito de esta revelación o desenmascaramiento es la derrota de su dominio en nosotros,

poniendo su falsa autoridad bajo la obra terminada de Cristo. Ahora, Dios lo usa a Su conveniencia y

apenas es visible en el trasfondo.

Job, el libro más antiguo en la Biblia, da testimonio de los propósitos de Satanás en la

santificación de la humanidad. Dios llamó la atención de Satanás hacia Job, el hombre perfecto de Dios,

y entonces le permitió a Satanás que hiciera de las suyas contra él. Sin embargo Job nunca vio el mal

proviniendo hacia el cómo de parte de Satanás: “¿Recibiremos el bien de la mano de Dios, y no el mal?”

En todo esto Job no pecó con sus labios. Su ojo singular (“bueno”) vio a través de lo visible hacia el

Unico en quien él estaba creyendo, por fe. La ultima parte de la vida de Job fue mejor que el principio,

porque su conciencia inmadura fue limpiada del mal de auto-suficiencia. El aprendió que él era el nada,

y Dios es todo. Todo esto vino mediante un ojo singular, interno de revelación. “De oídas te había oído;

más ahora mis ojos te ven” (Job 42:5).

17.

Llamando a Existencia Aquello que No Existe

“Te he puesto por padre de muchas gentes,

delante de Dios, a quien creyó, el cual da

vida a los muertos, y llama las cosas que

no son, como si fuesen.”

(Romanos 4:17)

Harriet Wearren es una de las personas de fe más fuerte que conozco. Quiero compartir su asombrosa y valiente historia de fe. Es pura gloria y “Tierra Santa.” No hay forma en que yo pudiera empezar a relatarlo, así es que le pedí a Harriet que escribiera este capítulo en el libro.

Yo crecí en una familia amorosa con una hermana menor, una madre espiritual fuerte, y un

padre que era un buen hombre: una persona inteligente, interesante, pero un alcohólico. Yo amaba a

mi familia, pero estaba muy enojada y decepcionada con mi padre.

Cada domingo íbamos a la Iglesia Presbiteriana y yo oraba pidiéndole a Dios que cambiara a mi

padre para que nuestras vidas fueran normales – como la demás gente. Supongo que siempre tuve

expectativas altas y grandes para los miembros de mi familia y para mí misma, y siempre estaba

buscando que algo cambiara ¡para que yo pudiera ser totalmente feliz! Poco después de haber

terminado mis estudios de secundaria, conocí a un joven bien parecido y divertido y me enamoré.

Cortejamos por dos años y nos casamos después de mi segundo año de universidad. En mi mente yo

pensé, “La cenicienta ha encontrado a su príncipe azul, y vivirán felices para siempre.” Me mantuve en

la escuela para adquirir mi título, pero mi mayor ambición era ser una buena esposa y llegar a ser una

buena madre.

El fracaso vino casi inmediatamente. ¿Quién podía actuar con conformidad a mis

expectaciones? Yo no podía hacerlo y Wade tampoco. ¡Qué gran carga para ponerle encima a otra

persona! Yo estaba extremadamente frustrada. Había un vacío en mi vida que solamente Dios podía

llenar, pero en ese tiempo, yo pensaba que si me esforzaba más, y Wade ponía más de su parte, todo

saldría bien.

Las cosas no se hicieron más fáciles. Nos graduamos de la universidad y nuestra hija, Beth, nació

en Septiembre. Nos encantaba ser padres, pero esto agregó a mi frustración, porque ahora, no solo

estaba demandando tiempo para mí misma con Wade, sino que también con la bebé. Yo quería que

tuviéramos “la vida familiar perfecta.” Cuatro años después de haber nacido Beth, nació nuestro hijo,

Scott, y luego después de unos cuantos años tuvimos a Andrew. Se hacía más y más difícil hacer todas

las cosas necesarias para mantener la familia fluyendo tranquilamente. Wade tenía un empleo que lo

mantenía fuera de la ciudad por cinco días a la semana y regresaba a casa los fines de semana. Durante

toda la semana esperaba con ansias el momento de su regreso, pero lo encontraba en la puerta cargada

con todas mis frustraciones, y lo regañaba continuamente! El era un gran padre y hacía muchas cosas

con los niños, pero nunca era lo suficiente para satisfacerme a mí.

Wade, por supuesto, no se sentía realizado en lo más mínimo tampoco. Él empezó a retraerse

en cosas pequeñas, y entonces empezó a buscar realización en todo lugar excepto en nuestra casa. Esta

situación me estaba volviendo loca, pero no podíamos hablar de ello porque Wade nunca pudo hablar

de problemas personales y procurar arreglarlos. ¡Estábamos listos para divorciarnos!

Una noche cuando no podía dormir porque me sentía tan desesperada, yo sabía que estaba a un

paso de tener que ir a “Our Lady of Peace” (un hospital mental en Louisville). Abrí mi Biblia y puse mi

dedo sobre la pagina para ver si Dios podía o estaría dispuesto a mostrarme algo. En realidad, apenas

creía que esto daría resultado, pero cuando vi para ver donde había puesto mi dedo, estaba en Mateo

11:27, “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre.” De alguna manera yo supe que esto era

para mí directamente de Dios y lo creí.

Yo estaba asistiendo a un pequeño estudio bíblico en ese tiempo, procurando recoger los

pedazos de mi vida y volverlos a unir, y un día leí, “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de

Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (I Tesalonicenses 5:18). Reconocí que todo lo que sucedía en mi

vida provenía de Dios, lo bueno y lo malo. La Biblia dice, “Dios es amor” (I Juan 4:16), así es que todo lo

que viene en la vida, proviene de Su mano amorosa. Aunque no siempre lo puedo ver, hay una razón y

un propósito constructivo en todo.

Nuestra situación no cambió en cuanto empecé a aprender estas cosas, pero la forma en que yo

veía la situación sí cambió. ¡Era un milagro! Por mal que anduvieran las cosas entre Wade y yo, sentía

que Dios me empujaba a decir que todo en mi vida provenía de El y que yo diera gracias por todo.

Sentía que Dios me empujaba a creer que Wade encontraría su realización en Dios y que nuestro

matrimonio estaba entero y completo, aunque esto parecía estar lejos de la verdad. Pero yo tenía que

creer que Dios “encontraría” a Wade, aunque él no estaba buscando de Dios a sabiendas. Dios es un

Dios grande, mucho más grande de lo que nuestras mentes finitas pueden imaginar. ¿Hay algo

demasiado grande o difícil para Él?

Romanos 4:17 fue impreso en mi corazón cuando el Espíritu Santo me reveló Su verdad.

“Nosotros llamamos las cosas que no son, como si fuesen.” Esta es la historia de Abraham, que

simplemente le creyó a Dios, y es llamado el “padre de nuestra fe” a causa de ello. Dios le dijo a

Abraham cuando era un hombre viejo que él sería padre de muchas naciones, que sus descendientes

serían en número como las estrellas en los cielos y como la arena del mar. Sara, su esposa, era

demasiado vieja para concebir, así es que era algo de reírse al pensar que tal cosa pudiera acontecer.

Pero en su tiempo, Isaac nació, porque Abraham había creído y confiado en Dios. Dios me impresionó

en mi corazón que hiciera lo mismo con mi situación.

Mientras todo esto se estaba llevando a cabo, nuestros tres niños estaban creciendo. El de en

medio, Scott, estaba en primer grado cuando nos dimos cuenta que nuestro brillante y precioso hijo no

podía aprender a leer. Nos dimos cuenta que tenía un severo problema de aprendizaje que se llama

dislexia, y yo me volví sumamente protectiva de él. Él pasaba tan feliz los fines de semana, pero era un

infierno los Lunes por la mañana cuando tenía que regresar a la escuela. ¡Casi me volví loca! En una

ocasión, pensé que me gustaría llenar la casa de dinamita con todos adentro y simplemente estallarnos

a todos. Yo estaba en un grave aprieto. ¡Yo tenía un título en educación primaria y no le podía ni

ayudar a mi propia criatura!

Finalmente, cuando Scott estaba en el segundo grado, encontré la escuela “DePaul School”, una

escuela para niños con dislexia, y fui a verla. Era tan estructurada y disciplinada que me pareció

horrible. Discutí con Dios durante todo el camino a casa. Le dije que yo amaba demasiado a Scott como

para sujetarlo a esa escuela severa, eso acabaría con él. Siendo que había buscado en todas partes y

este era el único lugar que había podido encontrar, yo sabía que Dios me estaba preguntando si lo

amaba lo suficiente como para darle esta oportunidad. Yo estaba aprendiendo acerca del amor de Dios.

No es un amor protectivo que te guarda totalmente escondido, en una caja, pero es un amor que te

empuja hacia lo desconocido. Bueno, sacudida de sacudidas, el lugar que yo pensé que acabaría con

Scott, fue el mismo lugar donde él floreció.

Aproximadamente en este mismo tiempo, un misionero vino a visitar a la señora que enseñaba

nuestro estudio bíblico y un grupo de nosotros fuimos a escucharlo. Él nos dijo que solamente había

Una persona en el universo. Al principio esto era para mí como un rompecabezas, pero poco a poco

empecé a comprender el significado de lo que él decía. Todo en este mundo es una forma(expresión) de

Dios. El es amor derramado por Su universo creado. Él habló de Galatas 2:20, que dice, “Con Cristo

estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí.” Que consolación la que esto trajo

a mi vida cuando por fin lo comprendí.

La buena noticia para mí era – “No soy yo la que estoy viviendo aquí, pero Cristo es él que está

viviendo mi vida.” Si yo estoy lavando trastos, manejando el carro, etc., es Cristo él que está viviendo en

mí, él que está haciendo todas las cosas que yo hago.

Mientras estaba aprendiendo esto, me sentía esquizofrénica la mitad del tiempo. Las cosas que

hacía que parecían ser buenas eran fáciles llamarlas de Dios, pero con mi fogoso mal genio, las cosas

que hacía que no se veían tan buenas me mantenían sumamente confundida. Finalmente, un día,

cuando estaba bañando a mis hijos, Beth hizo algo que me enojó en gran manera. La saqué de la tina

dándole un tirón del pelo e inmediatamente sentí un horroroso remordimiento. Pensé que era odioso

que yo me atreviera a decir que Cristo estaba en mí, viviendo mi vida, y actuando de esa manera tan

horrible. Al ir caminando hacia el pasillo me dije a mí misma, “Lo que yo estoy creyendo es verdad

siempre o nunca.” Yo tenía que decir, “Me atrevo a creer que tu estás aquí, viviendo mi vida sin

importar cual sea la apariencia.” Fue un cambio radical para mí el mantener mis ojos puestos en Dios y

no en mi propia apariencia.

Llegué a reconocer que la semilla de Cristo está en todo hombre. Nacemos con ella, pero tiene

que dar a luz (nacer) en nosotros. Porque había nacido en mí, yo podía ver a todos esos amados que

necesitaban conocer esto por sí mismos. Empecé con el versículo en I Corintios 7:14, “Porque el marido

incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido.” Entonces de allí a Judas 24, “Y a

aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran

alegría.”

Hice lo mismo por Wade que había hecho anteriormente por mí misma. Yo dejé de ver su

apariencia y simplemente continué afirmando lo que Dios ya había hecho en él. En la mayoría de los

casos parecía una situación sin esperanza, y cuando le decía esto a Dios, Él me hacía saber que Él estaba

haciendo su parte y yo debería hacer la mía. Mi parte era la de simplemente creer por fe, y Su parte era

la de cambiar a Wade de adentro hacia fuera.

Después de años de lucha, llegamos al conocimiento de que todo lo que ocurre en nuestras

vidas, ocurre por alguna razón. Todo el pasado de Wade era perfecto para que él llegara a reconocer

que la vida no es suya propia. Al fin vio que era un “O” (cero), pero que Dios era el “todo” dentro de él.

Que alivio fue ese para Wade, que pensaba que él tenía que hacerse una mejor persona y cambiarse a sí

mismo – cuando lo único que tenía que hacer era confiar en que Dios lo estaba haciendo todo. Dios

estaba esperando que Wade llegara al final de su lucha, esfuerzo propio. Dios le ha dado a Wade tal

discernimiento, sabiduría e identificación por las personas que se encuentran en los problemas más

severos y Él tiene Su manera de traer estas personas a la vida de Wade.

Todo lo que sucedió en mi vida antes del 27 de Julio, 1982 fue la preparación perfecta de mi

espíritu para lo que sucedió ese día.

Me levanté temprano esa mañana, como siempre, y desperté a Wade y a Scott, ahora siendo un

joven de 17 años de edad, para que se fueran al trabajo. Scott regresó a casa como una hora después

buscando un radio para la camioneta, que estaba dando como pago inicial ese día por una carro “nuevo”

usado. Él estaba tan emocionado. Poco después de haber salido, Linda Bunting, mi buena amiga y

vecina, llegó exclamando a gritos que había ocurrido un terrible accidente y Scott había sido trasladado

al hospital. Fui al segundo piso y me vestí porque aún estaba con mi bata. Al entrar a mi cuarto, este

pensamiento me vino, “Yo sé que soy una persona fuerte de fe, pero ¿será mi fe lo suficientemente

grande para esto?” ¡El temor me agarró en forma abrumadora! Vino a mi mente el versículo en II

Timoteo 2:13, “Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo.” (La traducción

del inglés dice: “Aún si no creemos, Él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo”). ¡Qué

alivio! Ni aún era mi fe, era la fe de Él. No dependía de mi persona. Yo sabía que Dios nos daría la

fortaleza para soportar lo que venía por delante, y Él lo haría a Su manera.

Linda fue a recoger a Sylvia Pearce, nuestra otra amiga y vecina, en camino al hospital. Yo me

quedé asombrada de estar tan tranquila. Se me vino a la mente un amigo nuestro que había tenido una

severa condición cardíaca que requería cirugía de corazón abierto. Parecía como si él no iba a

sobrevivir, pero Dios me dio un versículo para él, Romanos 4:18, “Creyó en esperanza contra

esperanza,” y yo sabía en mi corazón que él iba a sobrevivir, y así fue. En camino al hospital para ver

como iba lo de Scott, yo presenté el mismo versículo para él, pero yo sabía que no era adecuado. El

versículo que vino a mi mente fue, “Jehová quiso quebrantar a Su Hijo” (Isaías 53:10). Solamente le pedí

una cosa a Dios—que no permitiera que Scott quedara como un vegetal. Yo pensé que él había luchado

lo suficiente todos esos años con dislexia y él aborrecería estar en una condición en la cual ni aún

pudiera cuidar de sí mismo. Así es que le dije a Dios que yo estaba dispuesta a entregárselo, pero que

esperaba—no, yo demandaba ver vida surgir de su muerte. Entonces mi mente se dirigió hacia

donación de órganos y todas las cosas que yo había pensado a través de los años que eso sería lo mejor

que se podría hacer, si él no iba a sobrevivir.

Cuando llegamos al hospital, Scott aún estaba vivo, pero apenas. Yo les dije inmediatamente

que no quería que lo mantuvieran vivo con el apoyo de máquinas, pero me dijeron que él estaba vivo

por sí solo. El esposo de Linda, John Bunting, es cirujano. El se reunió allí con nosotros y estaba con

Scott. Cuan dulce el amor de Dios al poner a una persona que lo amaba tanto como nosotros, para que

estuviera con él. Llamé a nuestros otros dos hijos, Beth y Andrew, para decirles que Scott aún estaba

vivo. Beth había hecho llamadas telefónicas para comunicarse con algunos de nuestros amigos

cristianos alrededor del país para que supieran lo que estaba aconteciendo. Yo le llamo a eso reuniendo

a los fieles, porque lo que necesitábamos en ese momento era oración – ¡la recibimos de todas partes!

No habíamos estado mucho tiempo en el cuarto de emergencia cuando John vino para decirme

que Scott había empeorado. Sus heridas a la cabeza habían sido severas. Le dije al doctor que yo

deseaba donar cualquiera de sus órganos, pero eso requería el consentimiento de ambos padres.

Cuando le preguntamos a Wade, el cual nunca había pensado en eso anteriormente, estaba tan afligido

y angustiado que no quería hacerlo. Poco después, cambió de pensar, pero era demasiado tarde para

todo con la excepción de las corneas de Scott. Eso fue el principio de la vida que surgiría de la muerte

de Scott. Es un principio de Dios. Otra persona tendría su vista porque Scott perdió la suya. Luego

llamé a los muchachos y les dije que Scott había fallecido. Les dije que podíamos sentirnos

verdaderamente tristes por nosotros mismos, pero teníamos que sentirnos felices por Scott porque ¡era

su cumpleaños en el cielo!

Cuando nuestros hijos nacen, pensamos que nos pertenecen, pero la verdad es que ellos son un

regalo de parte de Dios. “El tiene en sus manos las llaves de la vida y la muerte” y nosotros vemos a la

muerte en forma diferente que Dios. La muerte es simplemente un traslado al siguiente escalón de la

vida eterna – un nuevo comienzo, no un fin. Nosotros estamos más familiarizados con la parte física de

nosotros mismos que la espiritual, pero es el espíritu el que no muere.

Salimos del hospital y nos fuimos a casa para hacer preparativos fúnebres y para hacer frente a

una vida que jamás nunca volvería a ser igual. Es increíble. ¡Como magia—un minuto Scott estaba aquí

y nuestras vidas eran normales, el próximo minuto él ya no estaba con nosotros! Y nuestras vidas

cambiaron para siempre.

Empecé a ver que hay un tiempo, dado por Dios, en que cada uno de nosotros morirá. Dios

sabe mejor que nosotros lo que mas nos conviene. Yo estaba agradecida que mi papa, que amaba

tantísimo a Scott, había muerto dos años antes. Él estaba allí en el cielo esperando a Scott, igual que

todos los otros seres amados que habían muerto.

Nuestros amigos y familiares vinieron a nuestra casa para ofrecer su amor y apoyo. Fue tan

significativo para nosotros tenerlos allí. Algunos de los que vinieron a vernos habían atravesado este

camino antes que nosotros. Ellos fueron una ayuda muy especial. Me quedaba maravillada al ver que

estas personas que habían perdido a un hijo o hija, aún estaban funcionando y continuando con sus

vidas. ¡Bienaventurados sean sus corazones por haber estado allí con nosotros cuando los

necesitábamos!

Yo estaba en perfecta paz, y decidí que a lo mejor estaba en un estado de choque mental.

Cuando yo le dije esto a mi cuñada, ella me voltio a ver un poco raro y dijo, “¿Es esto un estado de

choque mental o es tu fe?” Yo sabía que ella estaba en lo correcto—¡la fe de Dios se había levantado en

mí!

Yo había estado en un estudio bíblico por varios años con mujeres que habían perdido a sus

hijos. Ellas habían fundado un grupo en Louisville llamado “Compassionate Friends” (Amigos/amigas

Compasivos) para padres que han perdido a un hijo. A través de los años yo les había dicho algunas

cosas muy duras, tales como, “Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros

en Cristo Jesús” (I Tesalonicenses 5:18). Cuando yo dejaba a estas mujeres me sentía terrible y me decía

yo misma, “¿Y qué si esto te sucediera a ti? ¿Te gustaría oír eso?” Yo solamente podía creer que eso era

exactamente lo que yo desearía escuchar, y me di cuenta que ese era el caso en verdad. Mi corazón

saltaba al oír las verdades del Espíritu.

Nuestros maravillosos amigos, Barbara y Dan Stone, vinieron a pasar un tiempo con nosotros.

Dan dirigió el servicio fúnebre. Fue bellísimo, y él dijo todo lo que yo hubiera deseado decir.

En la casa fúnebre, una amiga me dio un poema que ella había encontrado en el periódico. Fue

maravilloso y continúa siendo un gozo para mí cada vez que lo leo:

Estoy de pie en la playa. Un barco extiende sus velas hacia La brisa matutina e inicia su viaje hacia el mar.

Yo estoy de pie observando, hasta que se pierde en el horizonte,

Y alguien a mi lado me dice,

Ella se fue. ¿Se fue? ¿Para donde?

La pérdida de vista está en mí, no en ella. En el mismo Momento en que alguien dice que ella se fue, hay otros

Que están esperando su llegada. Otras voces

Levantándose en gritos de júbilo,

¡Allí Viene!

Y eso es morir.

La razón por la cual amo tanto ese poema es que afirma que la vida no termina con la muerte,

¡simplemente es cambiada! Pero, nosotros estamos en la dimensión física, y por lo tanto no podemos

ver la dimensión del Espíritu.

No me imaginaba, el día después del funeral, que días más difíciles estaban por delante.

Después de que todo se calmó y la gente regresó a su diario vivir, quedamos solos para encontrar un

nuevo tipo de normalidad para nosotros, porque nuestras vidas jamás volverían a ser iguales. Me

quedaba asombrada de ver cuan difíciles eran las tareas del diario vivir: despertándome cada mañana

para sentir de nuevo el golpe de esas palabras en mi mente, “Scott está muerto”; ir al supermercado y

sentirme sobrecogida de dolor al pasar por donde estaba la sidra de manzana que siempre compraba

por galón porque le encantaba a Scott; aún el sentarme a la mesa en la cocina era difícil, porque era

obvio que una persona no estaba presente. Yo sabía que los días de fiesta serían difíciles, pero no sabía

cuan difícil el vivir diario sería.

Inmediatamente después del accidente de Scott, que ocurrió como a una milla y media de

nuestra casa, decidí que nunca manejaría por ese lugar otra vez. Yo no me podía imaginar como lo

podría soportar. Esto iba a presentar una incomodidad porque era el camino más conveniente para ir y

venir de nuestra casa. Finalmente decidí que hay un tiempo definido por Dios en que todos moriremos

y el lugar y las circunstancias es asunto aparte. ¡El punto de importancia es que es el tiempo definido

por Dios para la persona! Yo sabía que no necesitaba estar atada en cuanto a ese lugar en la carretera,

así es que le pedí a una amiga que me llevara por allí mientras yo cerraba los ojos. Despues decidí

manejar por mí misma, apartando la vista, y finalmente pude manejar por allí y aún voltear a ver el sitio.

Era un lugar tan bello, con una vista tan benigna que era difícil imaginar que un evento tan

transformador ocurrió allí.

Tuvimos días buenos y días malos, y reconocí que esto era normal. Un día particularmente

difícil, yo estaba tan deprimida que apenas me podía mover. Yo tenía que ir a la galería de tiendas

(“mall”) y llegué antes de que las tiendas habían abierto sus puertas. Mientras estaba allí sentada,

viendo pasar a la gente, empecé a sentir una profunda lastima por mí misma. Todo mundo aparentaba

estar tan lleno de paz y feliz, y yo resentía el hecho de que sus vidas eran maravillosas y la nuestra era

un caos. Las puertas de la tienda se abrieron, y mientras me levantaba para entrar en la tienda, vi mi

imagen en el espejuelo de la ventana y me quedé asombrada de ver que yo me veía igual a todos los

demás. No podía creer que me veía tan normal. De la manera que me sentía, yo debería tener

cicatrices por todo mi rostro, pero ese no era el caso. Entonces volví a ver hacia la gente que me

rodeaba quienes aparentaban ser tan “normales” y me pregunté qué tipo de cicatrices tendrían ellos

que no estaban a la vista. ¡Eso definitivamente me quitó la atención de mi misma!

Se tardó un poco, pero al fin ordenamos una lápida para marcar la tumba de Scott. Creo que

era difícil enfrentar la finalidad de ver su nombre escrito en una lápida con fechas de nacimiento y

muerte. Yo había pensado bastante en cuanto a que versículo poner sobre la lápida y al fin me fue dado

lo perfecto: II Corintios 4:18: “Las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas.”

Eternas – sin principio ni fin. El espíritu de Scott Hampton Wearren era y será eternamente. “¡El no es

una memoria del pasado, sino que una presencia viviente!”

P.D. de Sylvia

Mi esposo, Scott Pearce, estaba aconsejando a un hombre muy intelectual en una ocasión, y

durante la sesión Scott le preguntó qué significaba para el la fe. El hombre pensó por un momento, y

entonces citó un versículo de la escritura. Scott le dijo, “Eso es verdad, pero ¿qué significa la fe para

usted personalmente?” El hombre no podía responder. Scott continuó, “Bueno, permítame decirle lo

que significa para mí la fe. El verano en que falleció Scott Wearren, yo estaba en un estado de

depresión. Entonces, cuando supe de su muerte, me entristecí aún más. Así es que le rogué al Señor.

“¿Porqué te llevaste a este joven tan precioso, y me dejaste a mí aquí? Yo soy la que estoy sufriendo.

Porque no me llevastes a mi?” ¿Después de un corto silencio, el Señor me dio esta asombrosa

respuesta, “Fue a causa de ti que yo me llevé a Scott Wearren, ¡porque él pagó el precio de su vida por

ti!” Yo me sentí quebrantado y humillado más allá de lo que las palabras pueden expresar. Poco

después de eso, yo compartí este incidente con Harriet. “¿Quiere saber cuál fue su respuesta?” “Sí,”

dijo el hombre. Harriet dijo, “¡Bueno, Scott, tú vales la pena!” Ella estaba diciendo que yo valía la pena

por la muerte de su hijo. Ahora eso, mi amigo, es lo que fe significa para mí.”

18.

El Significado del Sufrimiento

“Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de

manifestarse.” (Romanos 8:18)

A ninguno nos gusta el sufrimiento, sin embargo ¡no podemos escapar! Podemos hacernos la pregunta, “¿Porqué es que todos no están saludables, prósperos, y sabios?” O por lo menos, ¿No deberían los cristianos vivir en prosperidad, siendo que somos los hijos de Dios y legítimos herederos del reino? Yo creo que esta es una de las mayores misconcepciones (concepciones erradas) que existen en la cristiandad Americana. La Biblia dice muy poco con relación a la prosperidad externa para el cristiano. Al contrario, Jesús demandó lo opuesto. Él dice en Mateo 16:24&25, “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Y en Lucas 14:27 dice, “Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” Esto sencillamente significa que si nosotros no tomamos nuestra porción de sufrimiento, ni aún podemos ser sus discípulos. ¿Esto es fuerte verdad? Sin embargo el capítulo de victoria más glorioso en la Biblia, Romanos 8, está lleno de sufrimiento. Toda la cristiandad reconoce que si podemos vivir y caminar en Romanos 8 como una realidad

en el tiempo presente, hemos alcanzado el cenit o pináculo del vivir cristiano. Sin embargo, lo que no

reconocemos es que sus calles de oro están forradas con sufrimiento. Pablo empieza en el versículo 17,

diciendo que no podemos conocer nuestra gloriosa posición como coherederos con Cristo a menos que

padezcamos juntamente con él. No podemos reinar en la vida o conocer Su gloria sin sufrimiento.

Porque el reinar y la gloria van mano o mano con el dolor y el sufrimiento; son los lados opuestos de la

misma cosa. Pero cobre ánimo, porque él continúa diciendo que los sufrimientos (aflicciones) “no son

comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.”

El sufrimiento y el gemir (versículo 22) están en toda la creación, porque espera ser soltada de la

atadura para entrar en su gloriosa liberación. De allí Pablo continúa diciendo que aún nosotros, las

primicias entre muchos hermanos, estamos siendo conformados a la imagen del Hijo mediante las cosas

que sufrimos. Pablo nos dice que no somos librados del mal, sino entregados al mal, como “ovejas de

matadero” (versículo 36). Pero mientras estamos en medio de este sufrimiento “somos más que

vencedores” (versículo 37). Y en el versículo 32 dice, “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo

entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?” “Todas las cosas” no

solamente se refiere a la parte positiva de la vida, se refiere a ambos extremos, tanto el positivo como el

negativo, porque no puede conocer la gloria sin haber traspasado el sufrimiento. Se nos han designado

nuestras cruces diarias, y una verdadera vida victoriosa es resurrección en nuestros espíritus en medio

de sufrimientos externos.

El libro de II Corintios está lleno de ejemplos de los sufrimientos de Pablo, “Porque de la manera

que abundan en nosotros las aflicciones de Cristo” (1:5). Pablo estaba atribulado en gran manera en

Asia y escribió lo siguiente, “Hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos

sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que

aun perdimos la esperanza de conservar la vida” (1:8). “Tuvimos en nosotros mismos sentencia de

muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios” (1:9); “No tuve reposo en mi

espíritu” (2:13); “ningún reposo tuvo nuestro cuerpo, sino que en todo fuimos atribulados; de fuera,

conflictos; de dentro, temores” (7:5). Y entonces en el capítulo 4, Pablo dice, “atribulados...en

apuros...perseguidos...derribados...llevando en el cuerpo la muerte de Jesús...siempre estamos

entregados a muerte...de manera que la muerte actúa en nosotros” (versículos 8-12). ¿Así es que,

porqué hemos de esperar, como cristianos, una vida libre de sufrimiento?

En un repaso de la obra “Tierras de Sombra” (un historial de la vida de C. S. Lewis), Kristina

Halvorson escribió, “¿Cómo es que uno empieza a reconciliar lo que aparenta ser la injusticia del

sufrimiento con un Dios vivo?” El autor, mundialmente reconocido, erudito, y apologista cristiano, C.S.

Lewis parecía tener una respuesta: “El dolor es la bocina de Dios para despertar a un mundo sordo.”

“De acuerdo a su doctrina personal, el dolor es lo que nos despierta de un sueño de que todo

anda bien en el mundo. El sufrimiento es un regalo de Dios para mantenernos alertas y listos, para

guardarnos sin que nos durmamos en nuestras vidas diarias. Dios nos envía a cada uno dolor y

sufrimiento para sacudir nuestro egoísmo y la ilusión de que todo anda bien. Porque es solamente

después de que esta ilusión es aplastada, que las personas buscarán activamente la salvación en Dios,

sabiendo que el verdadero bien está en otro mundo, y este mundo presente no es más que tierra de

sombras.”

Al ver la película “Tierras de Sombra”, fui sumamente impresionada con ciertas declaraciones

hechas por Anthony Hopkins, el actor que representaba a C.S. Lewis. “Dios nos ve como un gran pedazo

de granito. Cada golpe de la vida es el cincel de Dios para esculpir la imagen que él desea.”

“Dios quiere que maduremos—Él quiere que salgamos de la guardería infantil. Algo tiene que

obligarnos a salir de la guardería infantil y de nuestro propio egocentrismo, y ese algo es sufrimiento.”

Su ultima declaración en la película fue, “Yo he sufrido grandemente dos veces en mi vida: Una vez

como joven, y escogí la seguridad, y una vez como hombre, y escogí el sufrimiento.” Como joven lo

único que podía buscar era ponerse a salvo a sí mismo, y entonces después de eso edificó una vida de

auto-protección. Como hombre aprendió que el sufrimiento es una parte muy viable de la vida, así es

que lo abrazó, y fue bendecido en gran manera.

Dios no nos puede permitir estar satisfechos en este mundo porque nuestro hogar verdadero

“no es de este mundo.” Somos seres eternos, no solamente seres carnales, sensoriales. Dios nos tiene

que amoldar para la eternidad. El sufrimiento incomoda nuestra felicidad terrenal y nos obliga a

extendernos hacia otra dimensión para alcanzar fortaleza y satisfacción. Este extendimiento nos da a

conocer a Dios, que es Espíritu, y a nosotros mismos que somos creados a su imagen como seres

espirituales, en vez de meros seres carnales. Jesús le dijo a la mujer que estaba en el pozo que “los

verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Juan 4:23). Sin embargo, a menos

que experimentemos algún tipo de separación de este mundo, estaríamos satisfechos con solo adorarlo

en edificios seguros, terrenales, llenos de fantasías y falsedades con relación a Dios.

19. El Sufrimiento es Amor Disfrazado

“Porque el Señor al que ama, disciplina, y azota a todo el que recibe por hijo.”

(Hebreos 12:6)

Nada ocurre en el universo que no sea parte del amor redentor de Dios. Siendo que “Cristo es el todo y en todos” (Colosenses 3:11) entonces nada puede estar separado de Él y Sus propósitos de amor para nosotros. El pequeño versículo en I Juan 4:16, “Dios es amor” tiene un significado muy poderoso: Dios no puede ser ni darnos cosa alguna que no sea amor. Eso es lo que hace que cada tragedia de la vida sea terreno seguro, porque tiene escondido dentro de sí el insondable amor de Dios. Un buen amigo mío, Marty Latter, escribió en una ocasión: “Solamente podemos alcanzar un vistazo de la inmensidad del amor de Dios. Es demasiado alto. El tapiz terminado se sujeta totalmente a Dios en su gloria elevada. Yo alabo a mi Dios, porque Su constante Amor perdura para siempre y Su fidelidad a todas las generaciones.” Por lo tanto, podemos estar seguros que el sufrimiento es una faceta del eterno amor, fiel y misericordiosamente constante, de Dios. Veamos más de cerca dentro de nosotros para observar qué es lo que sucede en nosotros cuando sufrimos. La verdad escondida detrás de todo sufrimiento es esta: el problema no está en lo que nos sucede, sino la forma en que nosotros lo recibimos. Una persona puede vivir tras las rejas de una prisión y estar gloriosamente libre interiormente. De la misma forma, podemos tener cuerpos quebrantados, y sin embargo vivir libres, dando alabanza y adoración a Dios en nuestros espíritus. El filósofo, Soren Kierkegaard, dice que toda realidad y verdad son subjetivas, no objetivas. Él dice que la objetividad nos miente, porque cambia continuamente, mientras que la subjetividad es constante, verdadera, y nuestra verdadera realidad. En realidad, lo único que tenemos es nosotros mismos, es cómo recibimos lo que nos ocurre. Esa es la razón porqué, si alguna vez hemos de recibir respuesta a nuestros sufrimientos, tiene que encontrarse dentro de nuestro ser, o nuestro centro espiritual, y no pacificado por cambios logísticos. Hace poco hubo un artículo en “LA GRABADORA,” un periódico local producido por la Iglesia Católica. El título del artículo era, “El Papa recuperándose de un hueso quebrado.” El reportaje del artículo era sobre la recuperación del Papa después de haber sufrido de una pierna quebrada. Lo que a mí me llamó la atención estaba en la

segunda mitad del artículo, titulado, “El Papa conoce bien la naturaleza del sufrimiento.” Quiero citar la mayoría de lo que la segunda parte del artículo dice: “Al recuperarse de la cirugía que reemplazó parte del hueso del muslo derecho con una prótesis metálica, el Papa Juan Pablo II posiblemente recuerde algunas de sus propias palabras y escritos sobre la naturaleza del sufrimiento y su significado para los cristianos. En su audiencia general, el día antes de caerse, el 29 de Abril, cuando se quebró la pierna, el Papa dijo: “El Evangelio de Sufrimiento está escrito por aquellos que sufren juntamente con Cristo, unidos a Él en su misión mesiánica.” “La aceptación de las pruebas libremente y con obediencia confiando en la voluntad del Padre, completa lo que falta de los sufrimientos de Cristo a favor de su cuerpo, la iglesia,” el Papa Juan Pablo citó parte de esto de la primera carta de Pablo a los Corintios. Él agregó que mediante nuestros sufrimientos, los creyentes podemos darnos como un regalo total a Dios y alcanzar el más alto nivel de amor. En su mensaje para El Día Mundial de los Enfermos del año 1994, él dijo que el sufrimiento y enfermedad del humano puede ser una fuente de sacrificio amoroso en vez de un castigo de parte de Dios. “Todas las tribulaciones de la vida se pueden convertir en señales y promesas de gloria en el futuro.” Juan Pablo dijo que nunca es fácil discernir los diseños y el amor de Dios en el sufrimiento de uno, pero con los ojos de la fe, la gente puede encontrar paz y gozo a pesar de su dolor. “El sufrimiento terrenal, cuando es aceptado en amor, es como una nuez amarga que encubre la semilla de vida nueva.” Sin embargo, su discurso más notable sobre el sufrimiento fue dado en una carta apostólica sobre sufrimiento en 1984, en la cual el Papa incitó a los cristianos a ver sus infortunios y dolor como un medio de acercarse más a Dios, no como alguna retribución a causa del pecado. “La pasión de Cristo es la clave al entendimiento de un individuo con relación a porqué sufrimos,” decía la carta. La muerte de Cristo dio punto final al “sufrimiento definitivo” o la pérdida de vida eterna. Con el sacrificio de Cristo, él dijo, el sufrimiento “entró a una dimensión completamente nueva y a un nuevo orden, porque ha sido unido al amor.” Es suficientemente fácil para nosotros, los cristianos, comprender porqué sufrimos antes de haber nacido de nuevo, porque sin el sufrimiento nunca hubiésemos reconocido nuestra necesidad de Cristo. Sufríamos porque no estábamos a cuentas con Dios, e inconscientemente buscábamos realización en cosas, personas, posiciones en la vida, dinero, sexo, etcétera. A este sufrimiento se le ha llamado “un vacío con forma de corazón” en nuestros corazones anhelando ser llenado. A mí me gusta llamarlo “un hambre insaciable deseando ser satisfecho.” Sufrimos porque fuimos creados para contener al Creador, y en vez de eso, contenemos la naturaleza satánica, que silenciosamente nos forza y rapta con violencia por medio de la expresión de su naturaleza mediante nosotros en la forma de pecado. El resultado de esta agonía es como dice la Biblia, “muerte.” “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). Irónicamente, sin esta agonía nunca buscaríamos a Dios. Al fin y al cabo, Dios nos sujetó a esta vanidad, con la esperanza de que volviéramos

(Romanos 8:20). Así es que Dios considera este sufrimiento muy necesario en la preparación y condicionamiento del pecador para que encuentre a su Salvador. En segundo lugar, vemos a través del Nuevo, y del Antiguo Testamento, la necesidad del sufrimiento para purificar y santificar al vaso nacido de nuevo y escogido. Aún Jesús recibió su entrenamiento en la vida por medio del sufrimiento, como ya vimos anteriormente en Hebreos 5:8. Job es el mejor ejemplo en el Antiguo Testamento, “Aunque Él me matare, en Él esperaré” (Job 13:15). Juan el Bautista profetizó de un bautismo de fuego que purificaría al cristiano, y I Corintios 3:13 reitera, “La obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.” En el libro de Apocalipsis, Juan da a conocer como somos envestidos con el lino fino de justicia: “Yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas” (Apocalipsis 3:18). Y en Juan 15, Jesús enseña sobre la vid y el pámpano. Allí él nos da una metáfora de la madurez cristiana con las tres diferentes etapas de podar. Nosotros, el pámpano, tenemos que soportar reducción severa mediante la poda para producir fruto exitosamente. La purificación mediante el fuego es la herramienta necesaria y amorosa de Dios para acondicionar al cristiano para la vida eterna que empieza aquí y ahora. “Eterna” significa exactamente eso, que no es temporal. Somos seres eternos, funcionando y actuando como si fuésemos seres carnales, temporales. Nuestros sentidos naturales han sido nuestro termómetro de la realidad. Pero ahora vemos que nuestro hogar es la eternidad, que es el ahora eterno en el Espíritu. Tenemos que saber como manejar las cosas que no se ven, no las cosas que sentimos mediante nuestros sentidos naturales. El bautismo de fuego lleva eso a cabo. Entonces en tercer lugar, el sufrimiento es visto en la parte del intercesor, que significa que nuestro sufrimiento es para otros, no para nosotros mismos. II Corintios da testimonio de las agonías intercesoras de Pablo, lo cual la Biblia llama “nuestro adoración racional” (Romanos 12:1). II Corintios 4:8-18 resume todo esto y nos da el propósito, la gloria detrás de nuestro sufrimiento: “Siempre estamos entregados a muerte por causa de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestra carne mortal. De manera que la muerte actúa en nosotros, y en vosotros la vida, aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día.” Así es que si podemos ver la gloria detrás del sufrimiento, entonces se convierte en una aflicción leve, y obra a favor nuestro un mucho más excelente, eterno peso de gloria. Nosotros somos personas del Espíritu que adoramos a Dios en el Espíritu y no ponemos nuestra confianza en las apariencias carnales. Estas apariencias solamente son temporales y pasajeras. Como personas del Espíritu vemos las cosas que no se ven como nuestra realidad. El sufrimiento es la herramienta necesaria de Dios para despertarnos de un mundo de sueños de ilusión. Esto sacude nuestro mundo natural, el cual satisface a nuestra carne, y nos obliga a introducirnos al mundo invisible del Espíritu, el cual es la única realidad, y nos acondiciona para vernos como quienes realmente somos en Cristo.

Todo esto es un trasfondo sano que da a luz en nosotros la real verdad de Cristo, él que es nuestra vida. Con la verdad establecida en nosotros, estamos entonces equipados para, “Sobrellevar los unos las cargas de los otros, y cumplir así la ley de Cristo” (Gálatas 6:2).

20.

“La Participación de Sus Padecimientos”

“A fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la

participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte.”

(Filipenses 3:10)

Yo compartí la ultima parte con relación a la vida de mi Madre en un capítulo previo (“Una Misericordia Severa”) pero hay mucho más. Ella se convirtió en cristiana cuando tenía aproximadamente sesenta y cinco años de edad. Ella tenía artritis aguda por años antes de su conversión. Después de su conversión, ella asistía a un grupo de las Asambleas de Dios. Ella pensaba que Dios con seguridad sanaría su cuerpo. Puedo recordar que ella iba a todo culto de sanidad en la ciudad y algunos fuera de la ciudad. Después de aproximadamente dos años, ella buscó al Señor para que Él le diera una respuesta para su cuerpo que no había sido sanado. Estoy tan agradecida porque ella no se condenó a sí misma por su falta de fe, como lo hacen muchos cristianos. En vez de eso, ella le pidió al Señor que Él le diera una respuesta con relación a su enfermedad. La respuesta se manifestó tan claramente en ella; la sanidad no tiene nada que ver con nuestros cuerpos temporales, porque son secundarios a la sanidad real de nuestros espíritus. El Señor quería que ella realmente supiera quien era en Cristo. Ella vio que la escritura en Isaías 53, “por su llaga fuimos nosotros curados” se refería, no solamente a la sanidad externa del cuerpo, sino que, con mayor importancia, da provisión para la sanidad interior del corazón. Liberación total significa que usted conoce plena unidad o unión con Cristo. Jesús hizo esa oración en Juan 17, “para que sean uno, así como nosotros.” Obviamente, este fue un paso más en su sanidad total del hombre interior. Ella asombró a su iglesia un día en un culto de sanidad. Levantando sus manos lisiadas, ella exclamó: “¡Miren mis manos! ¿Dicen que no estoy sanada porque ven que aún están lisiadas? Yo les digo que la verdadera sanidad no está en mis manos, sino que en el hombre interior del corazón. Dios me ha dado la revelación de quien soy, y ahora ni me importa si mis manos están lisiadas o no. A Cristo le agrada vivir en mi cuerpo lisiado. Le da gloria a Él.” Lo que el hombre desprecia, Dios glorifica. La Cruz de Cristo fue así. Una vez, ella fue al frente cuando hubo un llamado para ir al altar. La gente estaba orando de rodillas para que sus necesidades fueran suplidas. Ella se mantuvo de

pie entre ellos, externamente aparentaba ser una de las que tenía mayor necesidad entre todos. Entonces, en el poder del Espíritu Santo, ella demandó la atención de todos ellos. “¡Levántense! Ustedes no tienen necesidades. Si usted tiene a Jesús, él ya le ha dado todo lo que usted necesita, dándose a sí mismo. Así es que levántense, ustedes están haciendo una oración de incredulidad.” Vale decir que, lo hicieron. En otra ocasión fue al hospital para una reposición de cadera. Mientras estaba allí ella guió a una monja a los pies del Señor mediante su espíritu de alabanza. Ella no creía en derrota; ella creía en Dios solamente en cada situación. Eso es sanidad interior total. Todo el resto de su vida fue una oportunidad para alabanza. Para cuando ella llegó al “gran final” en su vida, ella era como Abraham, “una amiga de Dios.” Ella era amiga de Dios porque ella podía “llamar las cosas que no son como si fuesen.” Yo lo llamo el “gran final” porque el cáncer tomó su vida. ¿Pero fue el cáncer el que lo hizo? Ella hubiera dicho, “¡No! Mi vida no soy yo, es Jesús, y en Él jamás moriré.” Ella me dejó totalmente asombrada aquel día en el hospital cuando tuve que decirle que tenía cáncer. Ella respondió diciendo, “No le vamos a dar al diablo ni un poquito de mérito por esto, ¡este cáncer proviene de Dios! De todos modos, en realidad no me puede tocar porque yo estoy muerta y resucitada en Cristo. Así es que, Sylvia, no llores por mí, dale la gloria a Dios y simplemente mantente dándole las gracias y la alabanza a Jesús.” En una ocasión vinieron tres ministros de su iglesia para imponerle manos para que recibiera sanidad. Todos ellos eran muy altos en comparación a su pequeña estatura de 4 pies con 11 pulgadas. Ella les dio un sermón ese día que yo jamás olvidaré, diciendo, “No me impongan manos para sanidad; yo tengo cáncer y me voy a morir. Oh, pero este cáncer no me puede matar, yo ya estoy muerta en Cristo. Cuando yo veo en el espejo no veo a Leona, veo a Jesús; Él ha sido levantado de entre los muertos como mi persona.” Esos tres ministros cayeron bajo el poder del Espíritu ese día. Nunca habían escuchado algo tan poderoso. Yo me mantuve a su lado día y noche, porque la gloria del Señor me iluminaba de tal manera que yo lo consideraba “Tierra Santa.” Entonces al final, el Señor me dio el tesoro más grande de mi vida. Ella tenía mucho dolor, así es que yo tenía que estar con ella, dándole inyecciones para contrarrestar el dolor, porque mi padre no podía hacerlo. Esa noche ella agonizó con gran dolor toda la noche. Yo la inyectaba cada cuatro horas según las instrucciones. Esa noche yo luché con el Señor. ¿Cómo es que él podía permitir que ella estuviera con tanto dolor cuando ella no había hecho nada más que alabarlo a través de toda su enfermedad? Si en esto consistía Él, entonces yo quería desaparecer: “¡Táchame del Libro de la Vida del Cordero!” La siguiente mañana cuando fui a verla, ella estaba de nuevo en su estado normal, y le pregunté, “Mamá, ¿recuerdas cuanto dolor sentiste anoche?” “Nooo”, dijo ella. “¿Ay, Sylvia, lo olvidaste? ¡Esto no me está ocurriendo a mí, le está ocurriendo a Jesús!” ¡¡Su fe había trascendido su dolor!! Yo lo había olvidado, pero jamás lo volveré a olvidar. Esa declaración ha hecho más impacto en mi vida que cualquier cosa jamás podría hacerlo. Ella falleció ese día con su dedo dirigido hacia arriba en alabanza a nuestro Padre que hace todas las cosas bien hechas.

¿Habría tenido tal impacto su vida si ella hubiera recibido sanidad exterior? No creo. Las personas olvidan la sanidad exterior pero esta historia nunca será olvidada. La palabra que vino a mí cuando me di cuenta que ella tenía cáncer provino de Romanos 8:18: “Tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Esta palabra se cumplió frente a mis ojos en la vida de mi madre. Aún hoy sus “frutos la siguen,” al ver todo lo que ella pidió del Señor llevándose a cabo. En Juan 15:16, Jesús les está hablando a sus discípulos con relación a una nueva relación de unión con Dios. Él dijo que un amigo de Dios llevará fruto que permanezca. Fruto que permanece no se refiere a liberaciones temporales de sanidad. Tampoco se puede referir a echar fuera demonios. Todos vamos a morir, así es que sanidad externa no puede ser permanente, o el “fruto que permanece.” El fruto que permanece tiene que ser fruto que perdure por la eternidad. Mi Madre pagó un precio que Dios tuvo que honrar. Talvez alcancemos las respuestas a nuestras oraciones, pero definitivamente tenemos que recibir aquello por lo cual intercedemos. Esto me hace recordar un versículo en Hebreos 11:35: “no aceptando el rescate (otra traducción dice liberación), a fin de obtener mejor resurrección.” Ella se negó a recibir sanidad exterior en la carne para que hubiera resurrección espiritual de unión con Dios para toda su gente. Antes de que mi Mamá muriera, ella levantó sus manos lisiadas y contó en sus dedos lo que ella quería de parte del Señor. Ella no le pidió al Señor, ella lo tomó por hecho que recibiría todo lo que quería: la sanidad interior de mi hermano por el abuso recibido cuando era niño; la salvación de mi hermano menor; la salvación de mi hermana; mi David restaurado al Señor; la consolación de mi padre al tiempo de su muerte; y muchas otras demandas. ¡Pero nada para mí! Me pregunté, ¿porqué? Después de su muerte, fui atormentada por la memoria de haberla visto vomitar durante sus ultimas horas de vida. Aborrecía aquello, entonces el Espíritu me dijo, “¿Qué fue lo que ella dijo con relación a sí misma?” Pensé, entonces dije, “Ella siempre citaba, “De mí fluirán ríos de agua viva.” Yo reemplacé el horror de lo que había visto con su escritura, y eso me ayudó. Entonces, dos días después, el Espíritu me dijo, “¡Fue a través de la muerte intercesora de tu madre que ahora salen de ti ríos de agua viva!” Yo estaba totalmente asombrada. ¡Ella fue un cordero para mí! De su muerte, Dios estaba trayendo resurrección en mí. Ella siempre decía, “mi vida no es mía, es de Jesús.” Jesús había venido en su cuerpo y entregó su vida en ella, por mí. Me quedé sin habla, estaba totalmente pasmada. Mi madre había rendido su vida por mí. Solamente un Dios de gran sabiduría y amor podía cambiar el dolor y la agonía que mi madre y yo habíamos sufrido la una con la otra en una grandiosa y maravillosa historia de amor. Yo estoy eternamente agradecida. Mi hermana Ruth murió inesperadamente unos pocos años después mientras esperábamos que su esposo, mi cuñado, muriera de cáncer. Seis meses después, él falleció. Ambos fallecieron en el Señor, un fruto de la intercesión de mi madre. De estas muertes ha venido vida espiritual para mis sobrinas, y una puerta abierta para una clase bíblica en su iglesia liberal Presbiteriana. Muchos fueron traídos al Señor y a la revelación resplandeciente de quienes son.

Cada petición o, mejor dicho, demanda que mi madre presentó ante el Señor, yo las he visto cumplidas. Ni una tan sola ha quedado sin cumplir. Como dice la escritura, “Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen” (Apocalipsis 14:13).

Así es que aquí estoy, una tonta, alabando a Dios por el cáncer de mi mamá, por las

muertes de mi hermana y cuñado, por la drogadicción de mi hijo, por una ex- nuera que se hizo bailarina

de club nocturno, por la esposa que abandonó a mi otro hijo, por el cuerpo gordo de mi hija, por dolor,

por sufrimiento, y por el agente conveniente de Dios, Satanás, a quien Dios usa grandemente para

nuestro bien. Todas estas cosas comprueban que nosotros somos “más que vencedores,” y que la Cruz

es realmente nuestra amiga y no nuestro enemigo.

21.

Mi Tío Bill

“Ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de

alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre.” (Hebreos 13:15)

Mi Tío Bill estaba casado con la hermana de mi madre, Irene. Ellos no tenían hijos, así es que el Señor me dio el privilegio de amarlos como a mis propios padres. Mi tía Irene había sido espiritualmente iluminada mediante la muerte de mi madre. Ella nunca había sabido que Dios vivía en las personas hasta que ella experimentó lo que sucedió al ver morir a mi madre la muerte gloriosa que ella tuvo. Irene realmente vio la gloria del Señor que resplandecía mediante los sufrimientos de mi madre. Ella me dijo un día, “Sylvia, yo no veo a Nona tendida allí, muriendo de cáncer. Yo veo a Jesús allí recostado, transformando el sufrimiento en gloria.” Yo sabía que sangre y carne no le habían revelado esta gloriosa verdad – era una revelación pura. Desde ese día en adelante, yo le hablé como si ella conociera todas las verdades espirituales que yo conocía. Cosa divertida, ella siempre se elevaba al nivel de lo que yo le estaba diciendo. Ella no tenía las palabras, pero su espíritu saltaba ante mis palabras. Su gran dolor en la vida era que su esposo, Bill, no conocía al Señor. Mi Tío Bill vivió toda su vida profesando ser ateo. Él era racista e intolerante, y él y mi tía batallaron la mayoría de sus 55 años de matrimonio, aunque mi tía Irene lo amaba entrañablemente. Entonces, hace aproximadamente dos años, estábamos sentadas en la sala de mi casa hablando de su condición espiritual, cuando el Señor me dio una palabra de fe. Las luces se encendieron cuando le dije a Irene, “Oremos por él mediante una palabra de fe. ¡Creamos que Bill no es un ateo! No me importa qué sea lo que él diga con su boca, nosotros vamos a creer que en realidad él es un creyente en su corazón.” Entonces continué diciéndole que Jesús dijo que, “Si dos de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca de cualquiera cosa que pidieren, les será hecho por mi Padre que está en los cielos” (Mateo 18:19). Irene y yo hicimos un pacto con Dios ese día. Pasaron dos, posiblemente tres meses, cuando mi tío Bill fue diagnosticado con cáncer del colon. Se originó en su vesícula biliar. La auto-suficiencia, que cree poder manejar cualquier cosa, no puede soportar la debilidad. Así es que él empezó a hablar de Dios. Esto solamente fue el principio de una larga batalla con el Espíritu mientras Dios lo preparaba para recibir el perdón de sus pecados que está en Cristo. Durante ese

tiempo él desahogó todas sus frustraciones sobre mi tía. Ella se mantuvo fuerte en la fe, sin tambalear en su palabra de fe a favor de él. Años antes, Irene había aprendido mediante su propia lucha con diabetes, que la auto-compasión sería su verdadero enemigo. El problema nunca está en lo que nos sucede a nosotros; el verdadero problema o la solución está en lo que nosotros hacemos con ello. Irene aprendió que aceptando su enfermedad y confiando en Dios, ella podía aprender a vivir con eso. Pero si ella hubiera continuado sintiendo lástima por sí misma y luchando en contra de la enfermedad, en vez de aceptarla, ella hubiera sido sepultada a causa de eso. Ella sabía que lo mismo se aplicaría a la vida de Bill, así es que ella jamás sentía lástima por él ni tampoco permitía que él sintiera lástima por sí mismo. Ella era tosca y áspera, pero yo creo que eso fue lo que lo empujó a buscar de Dios, en vez de auto-compadecerse. Todo esto fue muy duro para Irene, así es que ella se consolaba a sí misma al ir al jardín y dar de comer a los pajaritos. Uno de ellos se volvió sumamente manso, ayudándole a llenar esos días oscuros con amistad y amor. Yo la llamo a ella, San Francisco de Asís. Un día ella me contaba como su pajarito la esperaba y bajaba para comer de su mano. Mientras escuchaba, le pregunté qué clase de pájaro era. Cuando ella me dijo que era un sinsonte, me reí a carcajadas. “¿No sabes que él tiene un mensaje para ti de parte de Dios?,” le dije. “¿Qué es lo que Él me está diciendo?,” me preguntó. “¡El sinsonte es el único pájaro que conozco que canta de noche! Él te está diciendo que simplemente sigas cantando alabanzas a Dios, sin importar cuan oscuras se pongan las cosas. Simplemente continúa cantando.” Y eso fue lo que ella hizo. Su fe se remontó a las alturas durante esos dos años cuidando a Bill, mientras simplemente se mantenía alabando a Dios. Yo no tenía ninguna verdadera evidencia externa de que mi Tío Bill estuviera respondiendo al llamado del Espíritu. Pero la fe, como nosotros la conocemos, es su propia evidencia y no tiene necesidad de ninguna señal externa. Pero el Espíritu fue generoso conmigo con una palabra sorpresiva. Esta vino a mí cuando estaba visitando a mi padre en el hogar de ancianos. Él tiene la enfermedad de Parkinsons, y sus facultades mentales no siempre están bien claras. Yo generalmente le sigo la corriente en sus imaginaciones, aunque siempre escucho para recibir un mensaje de parte del Espíritu. Un día él me dijo, “Bill me vino a visitar.” “¿Él vino?,” le pregunté. “¡Sí, él me dijo que te ama a ti tanto como ama a Jesucristo!” Esto me asombró, pero me puso a pensar. Más tarde, durante ese día, abrí mi Biblia y mis ojos se dirigieron a un pasaje en los Evangelios. Jesús les estaba diciendo a sus discípulos, “El que a vosotros recibe, a mí me recibe; y el que me recibe a mí, recibe al que me envió” (Mateo 10:40). Lo tomé por fe, que mi Tío Bill estaba realmente recibiendo a Cristo al recibirme a mí. Aunque sumamente débil, Bill vino a mi casa en el Día de Acción de Gracias, como siempre lo había hecho. Cuando iba saliendo, me volteó a ver y me dijo, “Ya no voy a vivir por mucho más tiempo.” Yo lo voltee a ver y le dije, “¿Estás cómodo con eso Tío Bill?” “Sí,” me dijo, “cuando sea que el buen Señor me quiera llevar.” Entonces le pregunté, “¿Quieres que te visite y hable contigo con relación a eso?” “Sí, me gustaría,” él dijo.

Los últimos dos años fueron misericordia de Dios, mientras el Espíritu lo preparaba para la eternidad. Dios es eternamente amoroso e incesante con sus presiones. Solamente Él sabe como quebrantar a una persona que está excesivamente arraigada en auto-suficiencia. El día que fui para hablar con él, me confesó todos sus pecados mientras yo compartía con él del poder que hay en la sangre purificadora de Cristo. Que privilegio nos es concedido al traer a nuestros seres amados las Buenas Nuevas del Evangelio. Entonces algo precioso ocurrió. Él me pidió que yo fuera la portavoz en su funeral, diciendo, “Sabes que yo no tengo un predicador -- ¿Serás tú mi predicador?” Esto me hizo sentir una profunda humildad, y le dije, “Por supuesto que lo haré.” Nuestra sencilla palabra de fe en el poderoso brazo salvador de Dios estaba siendo manifestado delante de mis ojos. ¿Hay algo o alguien demasiado difícil para Dios? El día antes de la Navidad, el 24 de Diciembre, mi Tío Bill falleció temprano en la mañana sin jamás haber sentido dolor. ¡Aleluya! Irene ha estado alabando al Señor continuamente. Ella ha bendecido a toda persona que la conoce. “Mas a Dios gracias, el cual nos lleva siempre en triunfo en Cristo Jesús, y por medio de nosotros manifiesta en todo lugar el olor de su conocimiento” (II Corintios 2:14). El funeral no se llevó a cabo hasta el Lunes por la mañana. La noche antes, aún no había preparado cosa alguna para el servicio. A media noche desperté sudando y empecé a tratar de poner en orden una lista de versículos. El Espíritu me dijo, “Regresa a la cama; esto te vendrá tan fácil como los acontecimientos de cualquier día normal.” Lo hice, y me dormí profundamente. Me desperté como a las 7:00 A.M. y empecé a pensar en semillas. Todo el poder del universo está escondido en una diminuta semilla. Cuando usted toma una semilla en su mano, usted está viendo la promesa de una nueva vida bajo su cáscara dura. Porque cuando usted mira una bellota, usted realmente está viendo un roble plenamente maduro, produciendo miles de semillas propias. Yo empecé el funeral diciéndoles que Dios había prometido la semilla, que es Cristo, que esa semilla sería sembrada en cada hombre (Génesis 3:15 & Juan 1:9). Dios es el jardinero, Cristo es la semilla, y nosotros somos el jardín. El jardinero es el que prepara la tierra (por el Espíritu Santo) para el crecimiento de la semilla. Entonces el Espíritu Santo, como el aficionado del cielo, está incesantemente preparando el jardín. Todo lo que viene a nosotros, sea bueno o malo, viene a nosotros de parte de la mano amorosa de nuestro Padre, quien hace que todas las cosas trabajen juntamente para nuestro bien. El cáncer de Bill fue la misericordia de la preparación de Dios para nueva vida y esa nueva vida era Cristo naciendo en él. Mi Tío Bill fue cristiano por solamente dos semanas antes de fallecer. ¿Fue su vida un desperdicio? No en los ojos de Dios. Recuerde, Dios ve un roble. Mateo 20:1-16 cuenta una historia de Jesús cuando iba caminando con sus discípulos y les decía que: “El reino de los cielos es semejante a un hombre que salió temprano por la mañana a la plaza para contratar obreros para su viña. Encontró obreros y los contrató por un denario, que era el salario de un día. Más tarde, en ese mismo día, a la tercera hora, decidió que necesitaba más obreros. Así es que contrató más obreros y les dijo que les daría lo que era justo, y coincidieron. Él repitió la misma cosa en la hora sexta, y

aún hasta la hora undécima. Encontró a unos en la plaza desocupados, y les preguntó, “¿Porqué estás aquí todo el día desocupados? Él les dijo: “Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo.” Ahora, cuando el día de trabajo había terminado, los obreros vinieron a él para que les pagara el jornal. El dueño de la viña les dio a cada uno el mismo jornal o salario, un denario por su trabajo. Los que habían sido contratados temprano por la mañana murmuraron y dijeron, “Estos postreros han trabajado una sola hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos soportado la carga y el calor del día.” Pero él les respondió, “Amigo, no te hago agravio; ¿no conviniste conmigo en un denario? Toma lo que es tuyo, y vete; pero quiero dar a este postrero, como a ti. ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O tienes tú envidia, porque yo soy bueno?” “Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros.” Lo que es primero y supremo en el corazón de Dios es el hombre que sabe que él no merece recibir el jornal o salario entero, pero igualmente lo recibe. Ese hombre realmente conoce la gracia de Dios, mientras que los otros son santurrones y falsamente creen que merecen y necesitan más. Ese hombre es postrero en el reino de Dios. Mi Tío Bill era una persona de la hora undécima que solamente trabajó una hora, sin embargo recibió el mismo jornal como todos nosotros. ¿Y cual es el trabajo que él hizo? Jesús dijo que la obra de Dios es sencillamente creer en Él (Juan 6:29). ¡Qué Dios! La muerte de mi Tío Bill está produciendo mucho fruto como dice la promesa, “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (Juan 12:24). Existe un principio y promesa del universo, y este es que la vida tiene que surgir de la muerte. La vida comienza en la muerte, porque Jesús dijo en Mateo 16:24&25, “Todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” Él está diciendo que a menos que pierdas tu vida, no la hallarás. Lo que perdemos es una vida falsa e independiente que está en acuerdo con Satanás, “Seré como el Altísimo.” Solamente póngase a pensar en el orgullo del ser creado que cree que al estar separado él tiene una voluntad propia, y se esfuerza por ¡ser como el Creador! En nuestro engaño, no reconocemos que realmente somos una falsificación como Satanás. Porque nadie puede ser como Dios, aparte de ser Dios. La única forma de ser como Dios es sometiéndonos en una muerte a nuestros egos satánicos, llenos de impetuoso auto-esfuerzo, y humildemente descansar en la vida de Cristo como nosotros. Yo siempre recordaré la vida de mi precioso Tío Bill, porque representa a toda persona perdida en todo lugar, esperando que alguien crea lo imposible a favor de él o ella. Todo el poder del universo está contenido en una diminuta semilla, y esa semilla de Cristo esta en cada persona, esperando nacer. Permitámonos todos “reírnos ante lo imposible y gritemos ¡SERÁ HECHO!” Este fue el clamor de fe declarado por C. T. Studd mientras él entraba a la jungla Africana compartiendo a Cristo. Su deseo era ver a “Jesús corriendo por todas partes en cuerpos negros.” El fruto de su labor de fe aún habla hoy como un testimonio de su credulidad, fe en medio de lo imposible. Una semilla de mostaza es muy pequeña,

sin embargo, Jesús dijo que esa es toda la fe que necesitamos. ¿Podemos atrevernos a creer? Porque, “Al que cree todo le es posible” (Marcos 9:23).

22.

Intercesión

“Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor

a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne.” (Romanos 9:3)

¿Qué es intercesión? La definición del diccionario de Webster en inglés (un acto de interceder; con una oración por misericordia) palidece ante la gran definición bíblica de intercesión ejemplificada por nuestro Señor, y grabado en Isaías 53: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores” (versículos 4,5,12). Nuestro Padre celestial no podía soportar abandonar su creación máxima, el hombre, en sus consecuencias justas, merecidas por el pecado. Porque estas consecuencias significarían muerte espiritual y física que nos separarían eternamente de nuestro hacedor. El propósito de Dios desde el principio de la creación fue el de proveerse a sí mismo de un intercesor, porque Apocalipsis 13:8 dice que Cristo es el “Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.” Me parece curioso que este versículo dice que Dios conoció de antemano nuestra condición caída e hizo provisión antes de que el primer pecado fuese cometido. Isaías 59:16 dice que Dios buscó a un hombre que se interpusiese, y no encontró a ninguno. Por lo tanto, Él envió a su Hijo unigénito, el Cordero de Dios para ser sacrificado, para interponerse e interceder por el pecado del mundo entero. Él sufrió por nosotros convirtiéndose en lo que nosotros éramos (pecado) para que nosotros pudiéramos ser hechos lo que él es (justo). Tomando el lugar de otro para alcanzar o ganar su libertad es la definición más sencilla de intercesión. La misma naturaleza de Dios es sacrificada, porque Jesús es llamado, “El Cordero de Dios” por Juan el Bautista. Solo póngase a pensar, el Dios omnipotente es llamado un cordero. Un cordero está entre los animales más incapaces e indefensos que conozco, sin embargo Dios es llamado un cordero. Esto habla en voz alta de la misma naturaleza de Dios – Él iría al infierno, dispuesto a tomar nuestro lugar, con el fin de alcanzar la restauración y liberación de Su creación. Esta es la Naturaleza Divina a la cual se refiere Pedro en su segunda epístola, “Por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la Naturaleza Divina” (II Pedro 1:4). Esta Naturaleza es Cristo mismo viviendo

Su vida en y a través de nosotros. Esta naturaleza produce en nosotros sabiduría, justicia, santificación, y redención, porque es Cristo mismo. Esta es la misma unidad que Pablo experimentó al final de Romanos Ocho, “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero. Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” Me parece sumamente interesante que en el capítulo nueve de Romanos, Pablo inmediatamente torna hacia las necesidades de otros, es decir, hacia sus hermanos los Judíos. Solamente escuche lo que él dice, “Tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. Porque deseara yo mismo ser anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne” (versículos 2-3). Él acababa de decir en el capítulo ocho que nada lo podía separar de Cristo, sin embargo ahora está clamando por el infierno si esto pudiese salvar a su parentela. Esa es la misma naturaleza de Dios, ese es el clamor del corazón de Dios mismo – al infierno conmigo, para poder ganar la liberación de los demás. Ahora esa es la misma naturaleza que Dios ha implantado en nosotros como coherederos con Cristo. Quiero compartir una preciosa historia que considero que ilustra lo que Pablo quiso decir en la gran declaración intercesora de Romanos 9:3, “Deseara yo mismo ser anatema por amor a mis parientes.” Mi yerno, Daniel, me hace recordar a David, el joven pastor de ovejas, que Samuel ungió con aceite aquel día en la casa de Isaí. David era el menor de los hijos de Isaí, y cuando el hombre de Dios vino a ungir a un rey, Isaí ni aún se acordó de su hijo menor, David, que solamente era un joven pastor, inadvertido, obedientemente atendiendo a las ovejas. El espíritu de Samuel no le dio testimonio con los otros hermanos, los cuales eran obviamente mayores y más fuertes. “No, estos no, ¿tienes otro hijo?” Vacilante, Isaí dijo, “Sí, pero él está fuera en el campo.” “Tráelo,” ordenó Samuel. El Señor le había dado a Samuel ordenes específicas: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón” (I Samuel 16:7). Yo, como Isaí, estaba indecisa con relación a Daniel. Daniel es el menor de dos hermanos mayores y dos hermanas. Su padre, el cual es muy adinerado y un señor de mucho éxito, no lo toma en cuenta y lo considera el menos capaz de llegar a alcanzar el éxito algún día por sí mismo. Diferente a su padre tiránico, Daniel no tiene una mentalidad centrada en el negocio o en el dinero. Su corazón y su mente se mantienen puramente solo en el Señor. Él es un hombre de campo, y si usted lo viera, tendría que ver más allá del lodo y las manchas de hierba para alcanzar un vistazo de su espíritu. Cuando mi hija, Diane, quería casarse con él, yo no estaba muy segura en cuanto a eso. No solamente era desarreglado, era, yo pensaba, un tanto disparatado. Eso me dejó a mí con la necesidad de encontrar mi paz de parte del Señor – viendo que Diane estaba totalmente comprometida a casarse con él. Un día mientras él estaba a la par del lavaplatos en mi cocina, platicando, sobrenaturalmente percibí la luz del Espíritu ungiendo su cabeza. El Señor me

estaba diciendo que Daniel era su hombre, y yo no me tenía que interponer contra lo que Dios había ordenado. Desde entonces, él ha sido como un hijo precioso para mí. Quiero darle algo de trasfondo con relación a mi Daniel, porque Dios definitivamente lo ha ungido, como David de antaño, con amor incondicional. Un día él estaba manejando hacia el centro para recoger unas piezas para el horno de su hermana. La casa donde estaban las piezas estaba en el sector del ghetto de Louisville y mientras él conducía en el centro de la ciudad, vio a una niña pequeña. Ella estaba sucia y llorando porque su madre la estaba tironeando del brazo. Inmediatamente el corazón de Daniel se extendió hacia la niña. El siguiente día él regresó por la misma calle solo para tratar de verla otra vez. Esta vez él notó que tenía un ojo afectado y moretes en sus piernas y brazos. Inmediatamente se preguntó si habría sido golpeada violentamente. Entonces vino la pregunta, “¿Porqué es que Dios no hace algo con relación a esto?” Él salió de allí ese día desconsolado. Pasaron una semana o dos, y su padre lo mandó al centro a la casa de las piezas. Daniel estaba decidido a encontrar a la niña otra vez, al conducir por la misma calle. Mientras pasaba por una línea de casas de ghetto, tipo proyecto, él la vio sentada en la puerta con su supuesta madre, gorda y de apariencia sucia. A la par de ella estaba un hombre viejo, sucio y borracho, con el cuerpo encorvado y recostado contra una pared. La niña tenía una mirada entumecida sobre su rostro. Ella estaba en un estado en el cual se negaba a responder a causa del abuso y negligencia. El corazón de Daniel fue llenado de compasión mientras volvía a dar vuelta por la calle, solo para poder verla a los ojos. Mientras él pasaba, ella levantó la mirada por un momento y lo volteó a ver, al mismo tiempo que él le sonreía, pero entonces ella volvió a bajar la mirada en desesperación. El corazón de Daniel clamó a Dios por respuestas mientras continuaba, en angustia, hacia la casa donde estaban las piezas. “¿Cómo es que Dios puede permitir tal sufrimiento? Yo puedo entenderlo cuando se dirige a los culpables, pero no dirigido a los niños, ¡ellos son tan inocentes! Si ella tuviera un mejor lugar donde vivir y padres que la amaran, eso ayudaría. Pero aún eso solamente es temporal. Ella necesita conocer a Dios, pero ¿cómo llegará a conocerlo? ¿Quién le dirá? ¿Qué puedo hacer yo? Yo podría averiguar donde está la misión más cercana y presentarme como voluntario allí, con la esperanza de que ella venga algún día. ¡Pero todo aparenta ser como un caso perdido!” Para cuando él estaba llegando cerca de su casa, había amenaza de una gran tormenta en las nubes, pero no tan poderosa como la tormenta que estaba a punto de explotar dentro de él. Él se desvió a una carretera de tierra y para entonces estaba temblando mientras clamaba a Dios. “Está bien que ella no tenga juguetes, y está bien que no tenga un traspatio en el cual jugar – aún está bien que ella sea pobre. Está bien que su padre y madre no la aman, y aún está bien que ella no tenga ni una amiga o amigo en el mundo. Pero Dios, no está bien que ella no te tenga a Ti. ¿Porqué no puedes tener la decencia de darle la esperanza de conocerte a Ti? ¿Qué clase de Dios diría, “Tened fe,” sin darle nada en lo cual tener fe? ¿Qué clase de Dios diría “Tened esperanza,” sin darle cosa alguna por la cual tener esperanza?” “Así es que si así es como va a ser, entonces toma mi traspatio, toma mi dinero, toma mi hogar, toma mi familia, toma mi hija. Sí, aún toma mi unión con Cristo. Porque si esta es la manera que va a ser, entonces toma lo que yo más quiero. ¡Toma mi salvación! ¡Porque si ella no te puede tener, entonces yo no te quiero!”

En ese momento una gran oscuridad atormentadora vino sobre Daniel. En cuanto a él respectaba, él había perdido su salvación. Aún en la peor oscuridad hay una semilla de fe que Dios está allí, pero en esta oscuridad, él experimentó una falta total de esperanza y separación de Dios. Él dijo que él sabía que había un Dios, pero él estaba separado de él, y eso, para Daniel es Infierno, y oscuridad total. Días pasaron con la oscuridad inundando su alma. A estas alturas él se detuvo directamente en medio de una carretera principal en su camioneta porque ni aún podía poner presión sobre el acelerador. Yo estaba fuera de la ciudad, así es que yo no sabía lo que le había acontecido. Mientras yo estaba fuera, él estaba en tal desesperación que procuró llamarme para contarme lo que había ocurrido, pero no podía ni hablar con relación a ello. Inmediatamente recibí una carga de oración por él en mi espíritu, pero yo no tenía ni idea de lo que había acontecido. Pasó una semana y yo regresé a casa, pero pensé que esperaría a que Daniel se me acercara con relación a su problema. El Martes por la noche fui al estudio Bíblico, y en camino a mi casa decidí ir a la casa de ellos. Entré y Daniel se estaba preparando para entrar a darse un baño. Yo pude ver que él no quería hablar conmigo, porque ni aún me podía voltear a ver. Me fui al otro cuarto para compartir con Diane y mi nieta, Rebekah. Después, él entró al cuarto muy aturdido con una Biblia en su mano. “¿Qué estás buscando?” le pregunté. “Carol (nuestra amiga) me dijo algo en relación a Moisés y Pablo, pero no lo puedo encontrar.” Daniel tiene muy poco conocimiento de la Biblia así es que procuré ayudarle. De repente, sin qué ni para qué, le dije, “¿Es donde ambos, Moisés y Pablo, dijeron que estarían dispuestos a perder su salvación por sus hermanos?” “¿Qué?” él exclamó. “Sí, está aquí en Romanos 9:3 y en algún lugar en el Antiguo Testamento.” Entonces lo volteé a ver y le dije, “Daniel, ese es Jesús, sabes, porque la naturaleza de Dios es la de abandonar el cielo y tomar el infierno por otros.” Él me miró fijamente con los ojos muy abiertos, pero no dijo cosa alguna. En su mente él estaba pensando, “¿Es correcto esto? ¿Realmente experimentaron estos hombres de Dios lo mismo que yo?” Dos días después, él entró corriendo a mi casa con una apariencia de gloria sobre su rostro. “Siéntese,” demandó. “Usted no sabe lo que dijo la otra noche, verdad?” “No,” le respondí, un tanto vacilante. “Usted dijo “La disposición de perder nuestra salvación es Jesús.” Eso me hizo libre, porque yo pensaba que había perdido mi salvación. Dios sacó mi alma del infierno y ahora sé sin lugar a duda que la niña lo conocerá a Dios. ¡Ella conocerá a Dios! No estoy ni aún tan seguro de mi propia salvación como estoy de seguro que ella conocerá a Dios y Su amor por ella.” “Yo pagué el precio de intercesión. Yo fui al infierno por ella. Nada en la vida tiene significado alguno a menos que Dios nos use en esta forma. Entregando nuestras vidas por otros es el significado de la vida, ¿no es así?” Yo no pude agregar ni una tan sola cosa a esa declaración. Porque verdaderamente ese es el significado de la vida y ejemplifica lo que Jesús dijo en Juan 15:13, “Nadie tiene mayor amor que este, que el dar su vida por sus amigos.” Cristo en la forma de Daniel tuvo que venir para hacer lo que David clamaba en los Salmos, “Porque él librará al menesteroso cuando él

clamare, y al pobre también, y al que no tuviere quien le socorra” ( Salmos 72:12 –esto está traducido directamente de la traducción en inglés KJV). Después Daniel me dijo, “Sylvia, ¿como es que yo puedo voltear a ver mis pies y decir, “Pies muévanse,” y se mueven? ¿De donde proviene esta voz que le habla ahora? ¿Qué es esto, de lo cual estoy conciente ahora? ¿Puede alguien explicar esta concientización? ¿Quién, en este mundo, soy yo? “Talvez, solamente talvez, Dios está tan lejos que ni vale la pena conocerlo ni tenerlo como un Dios, o talvez está tan cerca, tan extremadamente cerca, que no lo podemos ver, o no lo reconocemos como nuestros pies, manos o voz. O talvez, solamente talvez, si él está así de cercano, entonces él está pasando por exactamente por lo que nosotros estamos pasando. Solamente talvez, Él es mucho más nosotros de lo que nosotros sabemos.” ¿Cómo es que Daniel sabe todo esto, siendo que él no es un estudiante de la Biblia? Él nunca ha oído de la declaración que Jesús hizo en Juan 17:21-23, que dice, “Para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste. La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad.” Sin embargo, Daniel es asombrosamente iluminado por el Espíritu. Dos años después el Señor le dio la respuesta final al clamor del corazón de Daniel con relación al dilema de la niña: “Daniel, ahora te diré la clase de Dios que soy. Yo soy la clase de Dios que ama de tal manera al mundo que Yo te entregaría a ti a esa oscuridad como un sacrificio vivo, porque mediante la muerte, la vida vendría a esa pequeña niña, y la luz resucitada de tu posición como hijo nacería en ti. Su gran necesidad Me atrajo para sacar la solución de ti. Yo estoy en la niña pequeña, así como lo estoy en ti. Ambos son sacrificios vivos en Mis ojos. Ella pagó un precio por ti, y tu pagaste un precio por ella. Su gran necesidad era necesaria, porque llamó a la Cruz que está en ti, para que el poder resucitado de la Cruz en ti entonces soltara el poder de la oscuridad en ella, y toda la experiencia entonces daría a luz dentro de tu concientización el verdadero significado de ser hijo legítimo.” “¿Ahora, Daniel, ves qué clase de Dios soy?” (Juan 3:16). Dios no hace acepción de personas – esa niña pequeña de Daniel, y los muchos miembros de la nación Judía de Pablo. Nada es demasiado pequeño o demasiado grande para ser abrazado por el amor insondable de Dios. Como Daniel, aún estamos en agonía. Porque nosotros, con Dios, esperamos la manifestación

de muchos hijos de Dios entrando en su libertad gloriosa. Con nuestra propia plenitud en Cristo

asegurada, nuestros corazones se tornan hacia las necesidades de los demás. “¿Señor, y qué de mi

esposa o esposo, mis hijos, mis compañeros de trabajo, mis vecinos?” ¡Nuestro deseo entrañable y

continuo es que todos tienen que saber!

23.

El Amor de Dios Puede Mover Montañas

“Porque de cierto os digo que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que

será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” (San Marcos 11:23)

Yo tengo una preciosa amiga, la conozco hace más de veinte años. La primera vez la conocí en una conferencia en Louisville, en 1974. Yo apenas estaba saliendo de mi “gran depresión,” y aún me sentía sumamente incomoda en círculos sociales, así es que me aferré a la persona más consoladora que podía encontrar. Mi amiga definitivamente era apta para mi necesidad, porque estar con ella es como ser consolado con el “bálsamo de Galaad.” Después de que ella me habló de sí misma y su “noche oscura del alma,” yo la consideré una experta en el tema. Le pregunté, “¿Tendré que pasar por más tiempos de oscuridad, o es esto lo último?” Ella me volteó a ver con una fortaleza que proyectaba plena seguridad y tranquilidad, y dijo, “No, esto es lo último.” Eso vino directamente de la boca de Dios. Y, ella estaba en lo correcto. Tuve unas pequeñas mini oscuridades, pero mi gran tribulación había terminado. Ella y yo hemos tenido una amistad muy cercana desde entonces. Su gran paz y amor es transmitido hacia otros y, yo creo, que transforma a cada persona que ella conoce. En los últimos años ella ha pasado por una intercesión en su matrimonio. Al caminar juntas a través de esto, su gran fe y el poder de su “palabra de fe” me han bendecido grandemente. Yo le he pedido que comparta su historia en este capítulo, aunque ella desea permanecer anónima. Aquí está su historia. ***************************************** Yo crecí en un precioso hogar cristiano. Toda la comunidad reverenciaba a mis padres como pilares de fe, tanto como por ser vecinos amorosos y caritativos. Aunque había tenido una buena crianza, aún así yo me odiaba a mí misma y deseaba de alguna forma ser diferente. Creo que parte de mi auto-aborrecimiento vino del hecho que mi crianza fue un tanto rigida en

todas sus formas religiosas y nunca pude actuar en conformidad con ellas. Sin embargo, todo en nuestras vidas tiene propósito conforme al diseño perfecto de Dios. Después de haberme graduado de una Universidad Bautista, acepté una posición como maestra en una ciudad pequeña y pronto conocí al hombre que sería mi esposo. Dos años después, nos casamos. Dentro de seis años yo tenía tres hijos. Mi vida demandaba mucho de mí, era aburrida, y definitivamente no concordaba con mis planes bien intencionados. Yo no podía alcanzar satisfacción interna o hacer que mi vida me diera resultado. Lo único que quería era ser una buena cristiana, una madre amorosa, y una maravillosa esposa para mi esposo --- pero yo estaba fallando miserablemente en todas estas áreas. Estaba llena de sentimientos de culpabilidad e insuficiencia, y a causa de mis frustraciones les gritaba a mis hijos y constantemente le echaba la culpa a mi esposo por mi descontento e infelicidad. Dios, en Su amorosa misericordia, había dispuesto que yo fallara. Él me estaba mostrando que la única respuesta estaba en conocerle a Él. Solamente Él podía llenar el vacío en mi corazón. Le doy gracias a Dios que aprendí eso siendo joven, porque entonces busqué de Dios con todo mi corazón. Empecé a relacionarme con cristianos nacidos de nuevo y descubrí que Jesús era real y que Él vivía dentro de mí. Al fin mi viaje espiritual había comenzado. Las cosas parecían estar bien por un tiempo. Yo podía atravesar las dificultades con la ayuda de Dios, pero el gran vacío dentro de mí, que solamente había sido parcialmente satisfecho, me empezó a carcomer de nuevo y yo no tenía paz. Así es que, a mi manera y en la mejor forma que yo podía, me entregué a Dios y le pedí a Él que tomara control. Yo no estaba preparada para lo que vino después. Él tomó mis palabras con seriedad y me puso en gran oscuridad tal y como lo había hecho con Abraham. Génesis 15:12b dice lo siguiente: “Y he aquí que el temor de una gran oscuridad cayó sobre él.” Yo pensé que me estaba volviendo loca y nadie tenía respuestas que darme ... ni mi ministro, ni mi familia, ni aún mis amistades cristianas nacidos de nuevo. Finalmente, Dios me guió a una conferencia cristiana y uno de los oradores dio una explicación que habló a mi corazón. No, yo no me estaba volviendo loca, Dios me estaba estableciendo en Sí mismo y Él me estaba llevando por Su camino perfecto. El mensaje del orador no solamente habló directamente a mi corazón, sino que él había sido misionero en el Congo de Belga, en África. Eso me asombró porque siempre quise ser una misionera para el Congo de Belga. Así es que lo invité a la ciudad donde nací y crecí. Él me enseñó verdades que jamás había escuchado en mi ambiente cristiano. Él me enseñó como amarme a mí misma, porque me enseñó quien yo realmente era. Él me empezó a decir que yo era real, y que tenía validez, y que tenía integridad. Yo jamás había conocido esto anteriormente. Mi amigo misionero desechó todas las doctrinas que yo pensaba que tenía que tener, y todas las reglas y regulaciones. Lo que él dijo fue esto, “Tu tienes una Persona dentro de ti y eso es todo lo que necesitas.” Él no me dijo qué tenía que hacer y qué no tenía que hacer. Lo único que dijo fue, “Solamente escucha a esa Persona interna, dentro de ti,” y eso es lo que he hecho desde entonces. En ese momento no lo reconocí, pero Dios me estaba preparando para el próximo capítulo oscuro en mi vida. Cuando nos convertimos en cristianos y aprendemos la verdad, aprendemos que somos personas de fe. Entonces Dios nos obliga a comprobarlo. Él nos obliga a mostrárselo a Él y también comprobarlo a nosotros mismos que somos personas de fe. Hace varios años, mi esposo de 37 años decidió que ya no aguantaba más. Yo me había mantenido por años en fe

por él. Nuestro matrimonio fue difícil desde el principio, pero tuvimos tres hijos, y yo iba a soportar lo que fuera porque yo creía en el matrimonio. Yo creía que una vez que se ha hecho un pacto ante Dios y el hombre, tú estás en ese matrimonio por el resto de tu vida. No importaba que sucediera en mi matrimonio, yo no me iría aunque hubieron muchas ocasiones en las cuales fue realmente difícil. Le doy gracias a Dios por su poder guardador, porque si eso no hubiese sido arraigado en mí por Él, yo me hubiese ido hace mucho tiempo. Superficialmente, nuestro matrimonio se veía normal. Pero, debajo de la superficie, era un cuento diferente. Yo pasé muchos días solitarios y fines de semana en soledad mientras mi esposo me excluía de la mayoría de sus actividades. Vivíamos nuestras pequeñas vidas de fantasía, con la mayoría de mi tiempo dedicado al esfuerzo por satisfacerlo a él en la mejor forma posible, mientras que él siempre estaba por salir de viaje. Durante esos años de soledad, aprendí como ver a Dios en todas las circunstancias de mi vida. Estoy eternamente agradecida con Dios, como con mi esposo, por esos años, porque aprendí lecciones de valor inestimable de cómo ver a Dios solamente. Esos fueron mis días de colegiatura. ¿Pero, y qué de mi esposo? El clamor de mi corazón por mi esposo era para que él conociera a Dios, y conociera quien él realmente es en Cristo. Entonces un día Dios me guió a hacer algo que nunca había hecho en nuestro matrimonio. Lo que Él me pidió que hiciera iba directamente en contra de los deseos de mi esposo. Dios me estaba pidiendo que agregara un cuarto nuevo a nuestra casa. Esto, sépalo, sería una vergüenza para mi esposo, porque él era constructor. Él no lo deseaba, ni lo construiría. Así es que busqué a otro constructor para hacer la obra. Yo sabía que el hacer esto sería riesgoso, pero Dios me estaba guiando, por lo tanto lo hice en el valor del Señor. Él se enfureció e inmediatamente decidió irse, pero me di cuenta después, que él estaba planeando irse de todos modos y usó el cuarto nuevo como una excusa. Por un mes yo pensé que era culpa mía. Entonces me di cuenta de sus indiscreciones, y todos los huecos empezaron a llenarse, y todas las preguntas sin respuesta fueron contestadas en aproximadamente 5 segundos. Me di cuenta que él había vivido una doble vida por 20 años o más. Yo había tenido mis sospechas, pero era tan ingenua y confiaba tanto en él que nunca averigüé si eran realmente verdaderas o no. Recibí una llamada anónima a principios de los años 70 que sugería que había infidelidad. Después de la llamada me senté al lado de la cama y dije, “Dios, si es verdad, lo perdono esta vez y por cualquier otra vez que haya ocurrido.” Dios me obligó a comprobar la veracidad de lo que había hablado con mi boca y caminé ese trecho este año pasado. Un día la muchacha que me arregla el pelo dijo, “¿Si él regresa, sería capaz de perdonarlo?” Yo le dije, “Ya lo hice. Él ya está perdonado.” ¿Cómo podría yo negarme a perdonarlo cuando Jesucristo me perdonó a mí? Nosotros tenemos que perdonar, y no es ni nuestro perdón tampoco. Es la vida de Cristo en nosotros perdonando a otros.” Cuando me di cuenta de su doble vida, fui a su oficina y lo insulté enfurecida. Él me describió correctamente al decir que lo insulté como un marinero, y fue así como lo hice. Di portazos violentos e hice todas las otras cosas que no había hecho a través de los años y que posiblemente debí haber hecho. Pero terminé diciéndole quién él era. Le dije, “Ese no es quien eres, tú realmente eres Jesucristo en tu forma.” Y cada vez que se lo decía, me daba la espalda porque tenía lágrimas en sus ojos.

Yo le dije, “No es posible que yo deje de amarte porque es el amor de Dios. No me importa lo que hayas hecho, es el amor de Dios que continúa fluyendo a través de mí hacia ti.” Por supuesto que yo me sentía torturada y experimentaba gemidos indecibles. Solamente por el hecho de ser una persona de fe, no significa que usted no se sentirá torturada. La tortura o la agonía es la presión de Dios para poner pasión en nuestra fe, porque el creer es su única libertad o alivio. Yo me mantuve firme en una promesa de I Corintios 13:8 que dice, “El amor nunca deja de ser.” Yo amo eso, porque dice que el amor de Dios nunca falla, porque no puede fallar. El amor y el perdón aparentan ser la forma débil, pero de hecho es la forma más poderosa, pero como Dios dice, “Nunca puede fallar.” A menudo me apartaba para ir y compartir con Sylvia. Fue durante una de esas visitas que Dios me dio mi palabra de fe. Era la siguiente: Él regresará a casa por causa de Cristo. Yo simplemente me mantuve en fe y ejercité mi autoridad de fe como estipula San Marcos 11:23, “Lo que digas te será hecho.” Ahora, yo no quiero que él regrese a casa hasta que Dios haya terminado Su obra en él, y Dios está haciendo esa obra. Lo que yo creo ya es hecho en la eternidad, está siendo llevado a cabo en tiempo y está en el proceso de llevarse a cabo en él. ¿Sabía usted que “el marido incrédulo es santificado en la mujer” (I Corintios 7:14)? Mi esposo no puede tener fe por sí mismo, pero yo me puedo poner en la brecha y tener fe a favor de él. Yo estoy creyendo que él ha “muerto al pecado, y vive para justicia.” Yo creí que él era el hombre de Dios y que el regresaría a casa, no por causa de mí, sino por causa de Cristo. Yo empecé a decírselo. Le dije que él estaba limpio de pecado y que ya estaba libre de las cosas que lo habían atrapado. Le dije que yo lo sabía, y que Dios lo sabe, y que él lo sabría también, muy pronto. Es que mire, la fe es decirle a la montaña que usted ve un llano antes de que el llano aparezca. El amor de Dios es tan grandioso. Jamás dejará ir a las personas. Dios ama tanto a mi esposo que Él me haría pasar una vida entera creyendo a favor de él. Sí, he pasado por años de soledad, pero no desearía que fuera de otra manera. Valió la pena. Si fuese posible, aún pasaría otra vida entera esperando y creyendo por él. El amor de Dios es así, no se puede detener. En una ocasión, cuando estaba bien decaída, el Señor me dio estos tres versículos de II Crónicas 20:15-17. Fue cuando Josafat, el Rey de Judá, estaba siendo invadido por los hijos de Moab. Él tenía mucho temor, pero sabía donde ir para encontrar su respuesta. Cuando él le pidió dirección al Señor, el Señor le dijo lo siguiente: “Jehová os dice así: No temáis ni os amedrentéis delante de esta multitud tan grande, porque no es vuestra la guerra, sino de Dios. No habrá para qué peleéis vosotros en este caso; paraos, estad quietos, y ved la salvación de Jehová. No temáis ni desmayéis; salid mañana contra ellos, porque Jehová estará con vosotros.” Esto habló directamente a mi corazón. La batalla que yo estaba peleando era demasiado grande y abrumadora para mí. No solamente se había ido mi esposo, pero nuestra familia estaba dividida en su respuesta a la separación. Dios continuamente tomó la responsabilidad de resolver la situación, y me hizo descansar en Él. Ahora lo único que me tocaba hacer era permitir que Dios peleara, y yo simplemente quedarme quieta y ver a Dios. Eso es exactamente lo que hice. Yo me quedé quieta y dije “mi palabra.” La dije cuando estaba animada, la dije cuando estaba desanimada. Les dije a mis amistades en la comunidad, “El regresará a casa, solo vean y

observen.” Tres maravillosos amigos y mi preciosa hija se mantuvieron a mi lado. El resto eran escépticos incrédulos. Eso no tenía importancia, porque yo estaba firmemente plantada en la promesa de Dios de San Marcos 11:23, “Cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar, y no dudare en su corazón, sino creyere que será hecho lo que dice, lo que diga le será hecho.” Mientras atravesaba este tiempo de intercesión, leí todo lo que podía encontrar con relación a ello. Leí cada capítulo que mi amigo misionero había escrito sobre ello, y también leí mi Biblia. Pero creo que el libro que me ayudó más y el que leí con más frecuencia fue el de Doris Rusco sobre intercesión. En el libro ella dice que la intercesión es un camino a través del cual el Espíritu Santo lo lleva a uno. Usted no lo podría hacer por medio de sus propios esfuerzos, porque es el Mismo Espíritu Santo entregando Su vida en usted por la otra persona. Usted jamás sale de una intercesión de la misma forma en que entra a ella. Es una persona diferente. La intercesión es primordialmente por otra persona, y secundariamente para el intercesor. Así es que Dios tenía que hacer una obra limpiadora en mí y digo de nuevo, Él tenía que hacerlo, porque yo no podía ser un canal sin obstrucción hasta que Él me limpiara. Entonces Su Palabra y Su Espíritu podían fluir a través de mí hacia la situación y por las personas por las cuales yo estaba intercediendo. Me duele ver a mi marido, así es que me propuse no hacerlo. Pero Dios ha tenido otros planes. No le puedo decir cuantas veces lo veo en un cruce de carretera o saliendo de su carro en la oficina. Y Dios me dijo que el propósito de esto es que cada vez que lo vea, yo he de decir, “Allí va Cristo en la forma de mi esposo.” Y sí lo digo, otra y otra y otra vez. Y él sí regresará a casa, y él sí va a saber lo que yo sé, porque él es hombre de Dios. Todos estos meses, Dios estaba trabajando silenciosamente en el corazón de mi esposo. Catorce meses después de que mi esposo me abandonó y estaba decidido a divorciarse de mí, Dios cambió su corazón e hizo que él sintiera el deseo de regresar a casa. Yo estaba emocionada, pero vacilante al mismo tiempo. ¿Estaba esto correcto? Solo Dios me podía mostrar si era el tiempo correcto. Pasaron seis meses – era importante que yo no permitiera que mi esposo regresara a casa hasta

que el Señor me mostrara que estaba bien. Durante ese tiempo, Dios estaba haciendo una obra de

suma importancia en el corazón de mi esposo. Finalmente llegó el día glorioso cuando el Señor me dio

la soltura o confirmación que tanto había esperado. Era tiempo para su regreso a casa. Dios había

cumplido Su promesa para conmigo y dio a luz Su propia palabra de fe, la que Él me había dado meses

antes. Esta batalla era demasiado para mí. Pero yo, como el Rey Josafat, puse mi confianza en el Dios

vivo, y no era demasiado para Él. Yo estoy regocijándome continuamente y dando gracias al Señor por

Su fidelidad porque Él ha hecho que mi esposo regrese a casa como un hombre nuevo. Él en verdad

“regresó a casa por causa de Cristo.”

24.

Reyes y Sacerdotes

“Vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os

llamó de las tinieblas a su luz admirable.” (I Pedro 2:9)

Estamos unidos con Dios en su propósito mundial único, el de restaurar a Su preciosa creación, el hombre, a la armonía pura de la gloria del Jardín del Edén. Él nos sujetó a vanidad (Romanos 8:20) esperando entrenarnos en lo que no es la verdad, y entonces liberarnos de esta vanidad mediante la Cruz de Cristo, y ahora darnos a conocer nuestra liberación y gloriosa libertad. Así es que, nosotros, como co-salvadores y co-creadores, tenemos el mismo corazón que Dios tiene, el cual es siempre y eternamente dirigido al bien de los demás. Yo creo que la mayoría de los cristianos hemos horrorosamente equivocado lo que significa ser un ministro del Señor. El sufrimiento, no la prosperidad, es la señal verdadera de un ministro, porque “si sufrimos (con Cristo), también reinaremos con él” (II Timoteo 2:12). II Corintios 6:1-4 nos da a conocer claramente cuales son los credenciales de un verdadero ministro de Dios. Somos aprobados o recomendados como ministros de Dios “en mucha paciencia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces;” “Como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo.” En todas estas cosas, somos mas que vencedores, siendo que Él siempre nos hace triunfar en Cristo. La gloria sale del sufrimiento de la misma forma en que la luz resplandece de la oscuridad, II Corintios 4:6. Esa es la razón por la cual, como hijos, no como niños, no somos liberados de pruebas y tentaciones (Santiago 1:2&3) sino que somos entregados a ellas. Porque al hacer esto podemos llevar los sufrimientos de otros como co-salvadores y co-creadores con Dios. Pedro nos llama “real sacerdocio” en I Pedro 2:9: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”

Somos llamados “real” porque como Reyes reinamos con Cristo sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, porque el diablo y todas sus fuerzas malignas ya están bajo los pies de Jesús, aunque nosotros no lo veamos todavía (Efesios 1:21; Hebreos 2:8b). Nosotros conocemos para nosotros mismos “el poder de su resurrección” y tenemos las “llaves del reino.” Con este conocimiento, nos atrevemos a desarraigar las ataduras que encadenan a nuestros hermanos a mentiras y falsas identidades. Hacemos esto al hablar “la palabra.” Jesús básicamente dijo, “Di a ese monte, quítate y échate en el mar, porque tendrás lo que digas. Por tanto, te digo, que todo lo que pidas orando, creed que lo recibirás, y te vendrá” (San Marcos 11:23-24). También se nos llama “sacerdotes” porque presentamos nuestros cuerpos como sacrificios vivos, y el hacerlo es nuestro adoración racional. Eso simplemente significa que nos entregamos nosotros mismos a nuestras cruces negativas, en vez de luchar contra ellas. Nuestros cuerpos no nos pertenecen a nosotros mismos, le pertenecen a Cristo. “Habéis sido comprados por precio.” Hay un descanso que se manifiesta cuando usted finalmente acepta su situación como de parte del Señor y como “la copa del Padre.” Porque al hacer esto, entramos en lo que son los propósitos eternos de Dios por los demás. No podemos experimentar sufrimiento sin su contraparte positiva, la gloria. “Nos lleva siempre en triunfo” (II Corintios 2:14); “Las aflicciones no son comparables con la gloria” (Romanos 8:18); “Esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria” (II Corintios 4:17). El sufrimiento y la gloria son diferentes formas de la misma cosa, como el lápiz tiene una punta a un lado y un borrador al otro. Son extremos opuestos de la misma cosa. De la misma manera la vida de Cristo se manifiesta en formas unificadas pero opuestas: un cordero para el sacrificio, un león conquistador, y ambos descansan juntos como amigos armoniosos. La escritura profética se cumple, “El león se descansará junto al cordero” (Isaías 11). Todos tenemos un ministerio, y ese es “el ministerio de reconciliación” (II Corintios 5:18). Ninguno de nosotros puede descansar plenamente hasta que todo el cuerpo de Cristo haya entrado a “la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo. De quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor” (Efesios 4:13&16). La batalla ya fue ganada en Cristo. El grito de combate de los guerreros en Efesios (6:14) es simplemente de estar firmes en fe y en la verdad de quienes somos en realidad. Jesús en nosotros no tiene que luchar contra el mal, él ya derrotó a Satanás. Cuando conocemos el secreto de Cristo sufriendo como nosotros, vemos todo sufrimiento como, “leve tribulación momentánea que produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria. No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (II Corintios 4:17-18). Nosotros, los cristianos, invertimos todo nuestro tiempo en alcanzar liberaciones externas y pasamos por alto las verdaderas liberaciones espirituales a favor de nuestros seres amados, eso viene mediante el privilegio de entregar nuestras vidas por otros. Quiero terminar este capítulo con esta poderosa carta que fue escrita por Margo Sanders, mi buena amiga:

“Somos “reyes y sacerdotes”. Y Él “nos hizo reyes y sacerdotes para Dios” (Apocalipsis 1:6). ¡Nos ha sido dado PODER PARA MANDAR! “Así dice JEHOVÁ, el Santo de Israel, y su Formador: Preguntadme de las cosas por venir; mandadme acerca de mis hijos, y acerca de la obra de mis manos” (Isaías 45:11). Así es que nosotros no decimos suavemente, ni en forma fatalista, “Está bien, la voluntad de Dios.” ¡Por supuesto que la voluntad de Dios se llevará a cabo pero nosotros hemos de involucrarnos en la voluntad de Dios! ¿Recuerda como Moisés hizo que Dios se arrepintiera o sea que cambiara Su forma de pensar? “Dijo más JEHOVÁ a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz. Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande. Entonces Moisés oró en presencia de JEHOVÁ su Dios, y dijo: OH JEHOVÁ, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo. Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre” (Exodo 32:9-13). “Entonces JEHOVÁ se arrepintió (cambió su forma de pensar) del mal que dijo que había de hacer a su pueblo” (Exodo 32:14). ¿Recuerda cuando Jacob luchó con Dios? “Así se quedó Jacob solo; y luchó con él un varón hasta que rayaba el alba. Y cuando el varón vio que no podía con él, tocó en el sitio del encaje de su muslo, y se descoyuntó el muslo de Jacob mientras con él luchaba. Y dijo; Déjame, porque raya el alba. Y Jacob le respondió: No te dejaré, si no me bendices. Y el varón le dijo: ¿Cuál es tu nombre? Y él respondió: Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque como un príncipe has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido” (Génesis 32:24-28). Cuando ardemos con el deseo de Dios, hablamos la palabra y es hecho. Talvez no veamos la manifestación externa. Talvez tengamos que sufrir por y con aquellos por quienes hemos orado, pero descansamos en la fe aún mientras nuestra carne carga con las agonías de la persona que Dios nos ha dado. Los sufrimientos que estamos dispuestos a llevar sobre nosotros mismos son una parte de nuestro real sacerdocio. Nosotros intercedemos, cargamos a otros, sufrimos con ellos, morimos con ellos, y resucitamos con ellos. No hemos sido llamados a ser espectadores que observan con actitud desinteresada. Somos participantes activos y fieles en la voluntad de Dios, considerándonos a nosotros mismos como ovejas para el matadero, tal y como Cristo fue el Cordero para el matadero. La muerte obra en nosotros para que podamos llamar a que se levante Vida en otras personas (II Corintios 4:12). La muerte final en nosotros es que hayamos muerto a nuestro propio ser independiente y hemos sido resucitados en Cristo y vida nueva. ¿Estamos dispuestos a morir una y otra y otra y otra vez ....por otros, para que ellos puedan llegar a conocer lo que nosotros tenemos el privilegio de conocer? ¿Estamos dispuestos a darnos a nosotros mismos a la esclavitud otra vez para que otro pueda ser liberado? Tenemos que entrar en su infierno para poder rescatarlos. El costo es tremendo, pero ¡también lo es la victoria final! Nosotros tenemos las llaves del reino. Podemos atar o vendar a la gente (cuando necesitan ser atados o vendados) o les podemos dar libertad.

Romanos 8:16-18 dice, “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados. Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.” Romanos 8:19 dice, “Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de Dios.” Yo declaré: “Levántate y sal fuera,” y pagué un precio. Ahora es tiempo de que usted invoque que se levante la vida y salga fuera de la muerte.”

25.

Prisioneros de Esperanza

“Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble.”

(Zacarías 9:12)

Quiero compartir con ustedes algunas de mis propias aventuras personales de fe. Porque si todo lo que he compartido hasta ahora fuere solamente teoría, que me fue enseñada por mis maestros de Biblia, entonces estaría hablándole solamente de un conocimiento adquirido intelectualmente en lugar de algo real que haya sucedido en mis propias experiencias en la vida. Permítame empezar con mi hijo, David, porque nuestros hijos posiblemente sean el instrumento que Dios usa con mayor frecuencia para enseñarnos fe. David se convirtió en cristiano a la edad de diez años. Cristo era tan real en su vida que voluntariamente fue ante nuestra iglesia para dar su testimonio. “Yo he sido pecador por diez años, pero ahora he recibido a Jesús, y él ha perdonado todos mis pecados.” ¡Ese fue un testimonio bastante atrevido para un niño de diez años! A la edad de trece años los niños de nuestro vecindario lo llamaban “el predicador,” porque él les predicaba el evangelio a sus amiguitos. Era asombroso, porque algunos de ellos recibieron a Cristo y fueron salvos. Al final de sus años de colegiatura, él había perdido su primer amor y estaba desesperado en una búsqueda de sí mismo. David siempre ha sido el más inseguro entre mis hijos, y parecía ser que todo lo que procuraba hacer le fallaba. Su auto-estima estaba sumamente baja y probablemente sea la razón por la cual constantemente procuraba con tanto ímpetu impresionar a las personas. Él fue a la Naval a los diecisiete años y lo encontró ser demasiado exigente, entonces fingió como si estuviera caminando dormido para que lo corrieran. Él entonces iba partiendo de empleo en empleo y finalmente terminó como conductor de camiones. Para entonces ya estaba tomando drogas en gran escala. Él me contó después que estaba inhalando cocaína, fumando mariguana, tomando Quaaludes, viajando alto con LSD y bebiendo fuertemente. ¡Cuantas cosas hace la gente por calmar sus desdichas! Hubieron ocasiones cuando pasaron meses sin que yo supiera donde se encontraba. Yo aprendí a confiar en lo invisible al sencillamente poner mi confianza en mi Padre, que hace todas las cosas bien hechas. En una ocasión me sentí desalentada cuando escuché su canción favorita en la radio. “¿Señor, puedo pedirte solamente una cosa?” le pregunté. “¿Me podrías dar a conocer si está vivo o muerto?” Unas pocas horas después mi hijo, Danny, entró y lanzó mi correo sobre la mesa de la cocina. Allí entre las cartas había una citación de California dirigida a David. Al abrirla, el Señor me dijo, “Ya ves, él está vivo y en mis manos.”

Después él regresó a casa anunciando su matrimonio con una muchacha, la cual, me di cuenta con el tiempo, ella se convierto en bailarina de strip tease. Cuando Heather entró a mi vida, yo me preguntaba si esta joven apareció del espacio exterior. Yo no conocía a nadie en este planeta que pensara de la forma en que pensaba ella, pues yo nunca había conocido a una persona con mentalidad de la calle. Ella probablemente sería diagnosticada como una persona antisocial. El mentir era algo tan común en su vida que ella ni conocía la diferencia entre la verdad y la mentira, y no le importaba. Cuando la conocí por primera vez, estaba embarazada y casada, pero no con el padre de su hijo que estaba por nacer, y ella estaba deseando salir con mi hijo. Ella pensaba que eso era normal. Jamás olvidaré la noche que David me llamó para decirme que él y Heather se habían casado. Le dije lo siguiente, “Me da pesar, y no quiero que lo hagas, pero tengo que decirte que Dios ha destinado este matrimonio para bien.” Luché con Dios por meses con esa situación. Finalmente el Señor me quebrantó mientras leía un versículo sencillo, Juan 3:16. Heather no era diferente a cualquier otra persona en este mundo sin Cristo, y Dios amó al mundo de tal manera que dio a Su Hijo unigénito para ser crucificado. Y siendo que yo era Cristo viviendo en mi forma, yo también la amaba con la misma intensidad, y yo también podía darle a mi hijo. Dios había cambiado el odio en mí en un amor que se da a sí mismo – tal amor que hubo un momento en el cual clamé, reclamándola para el Señor, y le dije a Dios que yo estaría dispuesta a ir al infierno antes de ver que ella terminara allí. David se iba poniendo peor y peor: más drogas, más historias de desdicha que me contaba, y alejándose más y más del Dios de su niñez. Entre más hacía por él, peor se ponía. Entonces llegó el día cuando el Señor me dijo que se lo entregara al diablo: “No hagas absolutamente nada por él externamente.” Por medio de la gracia de Dios, yo sabía que le tenía que dar la espalda. El próximo día, él estuvo en una explosión que lo puso en el hospital y casi lo mató. Fui a verlo pero el Señor me dio palabra, diciéndome que no hiciera cosa alguna, que ni aún regresara al hospital. Así es que ese día le di la espalda, sabiendo que se lo estaba entregando al diablo. ¿Pero, era el diablo? No, yo sabía que Cristo, el Sr. Resurrección, era el que realmente estaba en él, y Dios no podía dejar a su hijo en el infierno. Dios lo sacaría del infierno a Su manera, y yo no tenía el derecho de interferir. ¿Sería que yo ya no estaba viendo el mal? ¡Téngalo por seguro! Eso fue lo que me dio la fortaleza para soportar hasta el final. Si yo hubiese pasado mi tiempo luchando en contra de y reprendiendo a Satanás, yo no hubiera reconocido la gloria del Libertador del tiempo presente que hace todas las cosas conforme al consejo de Su voluntad. Además de eso, hubiera concentrado toda mi atención en el problema en vez de ponerla en la solución. Recuerde la historia en el Antiguo Testamento en Número 21:5-9. Es la que se refiere al pueblo de Israel cuando desobedecieron y el Señor envió juicio de serpientes venenosas para que los mordieran. Pero mire el remedio que el Señor les proveyó. Moisés hizo una serpiente ardiente de bronce y la puso sobre una asta. Cuando una serpiente los mordía, ellos tenían que voltear a ver al asta y vivirían. Al voltear a ver a la mordida de la serpiente era muerte, pero voltear a ver hacia arriba al asta era la forma de ser salvo. Si yo hubiese visto hacia abajo a las circunstancias de David y hacia la serpiente que aparentemente lo tenía atado, al diablo, yo hubiera muerto. Pero, como yo estaba viendo a la serpiente en el asta, eso me salvó. ¿No es eso a lo que se refiere cuando dice nunca más verás

el mal? (Sofonías 3:15) De hecho, en Juan 3:14-15, Jesús se compara a sí mismo en la Cruz con esa serpiente en el asta. ¿No vencemos el mal de la misma forma que lo hizo Jesús, muriendo a ello? Morimos al poder falso que aparenta tener y nos levantamos a la operación de la fe en Dios, que venció al poder de la muerte al levantar a Jesús de entre los muertos. El infierno no tiene poder alguno, la muerte no tiene aguijón. Jesús dejó a Satanás sin poder en el Calvario, y él solo tiene el poder falso que nosotros le damos al creer en sus mentiras engañosas. Pasó un año y, de repente, David apareció un día. Por medio de sus palabras él procuró convencerme que estaba mejor, pero mi corazón me dijo que solamente era otro truco para hacerme sentir lástima y ayudarle, pero me negué hacerlo. Le dije al Señor, “¡David solo está medio cocido! Yo no quiero que él regrese a medias, sino hasta que la obra ya esté terminada. ¡Envíalo de regreso al fuego!” Entonces, después de dos años, apareció a mi puerta siendo ahora un hombre quebrantado, tan quebrantado que el Señor me dijo, “Recíbelo; ahora le puedes ayudar.” Solamente dos semanas previo a esto, el Señor me había dado un versículo de Zacarías 9:12, “Volveos a la fortaleza, oh prisioneros de esperanza, hoy también os anuncio, que os restauraré el doble.” Eso era exactamente lo que yo era, una prisionera de esperanza, y esta era mi promesa para David y para Heather, porque ambos eran mi doble porción. Pasé meses dándole consejería mientras derramaba delante de mí lo más profundo de su corazón. Pasaron meses antes de que él tuviera la capacidad de escuchar la verdad de Dios, así es que no le di respuestas espirituales, solamente escuché. Entonces una noche, como a las tres de la mañana, sentado en mi cocina, el volteó a ver una placa sobre mi pared que tenía inscrito el versículo de Gálatas 2:20. Las lágrimas empezaron a fluir sobre su rostro mientras él se identificaba con Cristo en la Cruz muriendo como él. Aquel antiguo David estaba muerto, y el que realmente estaba viviendo en él era Cristo. Esta era la identidad que él había buscado durante toda su vida. Él realmente era Cristo en su forma de David. Su forma fue creada correcta y era aceptable delante de Dios tal y como era. Él no tenía que hacer nada más que creer. ¿Cómo podría hacer otra cosa a este punto? Su vida entera había sido el trasfondo necesario para traerlo a este lugar de revelación. Yo estaba viendo el cumplimiento de un pacto que yo había hecho con Dios cuando mis hijos estaban aún pequeños. Le dije a Dios que yo no quería que mis hijos fueran adultos que solamente se sentaran en los bancos de la iglesia, actuando como si fueran cristianos pero realmente siendo insensibles a Dios. Yo quería que ellos realmente conocieran a Dios en la misma forma en que yo lo conocía, y yo sabía que sería necesario atravesar un infierno para acondicionarlos para este conocimiento. Requirió diez años de adicción a drogas, un divorcio, y mucha angustia e infierno para que David llegara a ese punto. Yo digo, juntamente con Dios, que de ninguna otra manera hubiera podido ver, más que atravesando los fuegos del infierno y ser rescatado por la resurrección interna del Espíritu. Alabo a Dios por cada minuto de infierno y doblo mi rodilla al que encaminó la vida de David y planificó la senda por la cual él iría. El Salmo 139 resume la vida de David de la mejor manera: “Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; alto es, no lo puedo comprender. ¿Adónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia? Si subiere a los cielos, allí estás tú; y si en el Seol hiciere mi estrado, he aquí, allí tú estás. Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre.”

Hoy, David es un hombre restaurado que realmente sabe quien es. El Señor le ha dado una preciosa esposa cristiana, Susan, y una vida completamente nueva. Es maravilloso ver a mi hijo restaurado externamente, pero me siento realmente bendecida por lo que él percibe por dentro, y eso solamente lo pudo alcanzar mediante el infierno. Un día él me dijo, “Mamá, en un tiempo yo pensaba que no podía entender como una persona era capaz de pasar todo un día sin endrogarse, ahora no comprendo como una persona puede atravesar todo un día sin el Señor.” Otro día, yo le dije, “Sabes, David, tú eres un milagro.” Él me respondió rápidamente, diciendo, “El Señor es el milagro, yo solamente soy un recipiente.” ¿Y qué de Heather? La veo a menudo porque ella está eternamente unida a nuestra familia por su hija, Maghanne, mi nieta. Heather está dentro de mí, la amo como una hija. Estoy viendo pequeños cambios, pero nada monumental todavía. Eso está bien porque no me glorío en las apariencias, me glorío en la verdad. Dios me la ha prometido. En cuanto a lo que a mí se refiere, ella ya es salva porque está sellada mediante Su promesa en mí. La realidad se manifestará en ella, pero yo no necesito verlo. Para mí, ya es un hecho. La vida está embarazada con posibilidades infinitas, deseando ser llenas con Cristo. El nombre

que les damos a estas oportunidades doradas es “problemas.” Veamos, ahora, que nuestros problemas

son realmente las maravillosas oportunidades de Dios buscando cumplimiento o realización. San

Marcos 11:23 dice que cualquier cosa que usted desea, créalo y lo recibirá. Esta es una tremenda

promesa y tiene la capacidad de enfrentar cualquier problema. Nada es imposible, así es que empiece a

creer lo ridículo y a reírse de lo imposible.

26.

“Preciosas Semillas”

“Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla, mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas.

Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican.” (Salmos 126:6; 127:1)

Nuestro hijo, Danny, ha pasado por el infierno con su esposa. Después de cinco años de matrimonio, ella lo abandonó diciendo que necesitaba libertad para encontrarse a sí misma. Ella era el amor de su vida y por lo tanto lo destrozó por completo. Sin embargo, a causa de su dolor, él a descubierto quien él es como Cristo y se está convirtiendo en un gigante de la fe. Cuando su esposa, Cheri, lo dejó, al principio le pidió al Señor que la volviera a traer a casa. Entonces el Señor le mostró lo que él realmente quería. Ahora él dice que por fe ella regresará a casa internamente y descubrirá quien es como una persona de Cristo. Si ella regresa físicamente a su hogar, eso solamente será secundario y no el punto primordial. Danny me dijo el otro día que, en cierto sentido, ella tenía que hacer esto porque cómo iba a descubrir quién era en realidad hasta descubrir quién no era. Estamos alabando a Dios por lo que Él está haciendo en Danny y Cheri por medio de este sufrimiento. Cheri no regresó a su hogar con Danny y esto destrozó su corazón. La única forma de sobrevivir ese tipo de dolor es recibiéndolo de la mano de Dios. Era una Cruz para él, pero él está totalmente resuelto en cuanto a ello ahora. Yo he visto a muchas personas en su misma posición viviendo en culpabilidad, amargura, falta de perdón, y resentimiento. No veo ni tan solo una de esas cosas en Danny. Viendo a Dios solamente en cada situación siempre nos sanará, y eso es lo que hizo en él. Esa es la razón por la cual Jesús ponía tanto énfasis cuando dijo, “Si alguno quiere venir en pos de mí, tome su cruz” (Mateo 16:24). Esto sencillamente quiere decir que nosotros, como Danny, abracemos nuestras circunstancias negativas como de parte de Dios. Si nos estamos aferrando a (mi vida, mis derechos) o culpando a otra persona por habernos herido, entonces es que no queremos someter nuestras vidas. No fue fácil, pero Danny recibió todo esto como de parte de su Padre. “Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre” (Mateo 11:27). Eso significa todo – aún esposos y esposas difíciles y matrimonios imposibles. Los matrimonios están perfectamente diseñados para sacar a luz toda forma de egocentrismo. Dios hace eso, dándonos a nuestro opuesto. Maneras de ser opuestas (yo

quiero las cosas a mi manera, y él lo quiere a su manera), pensamientos opuestos (yo pienso que esto es correcto, y él piensa que aquello es correcto), y deseos opuestos (yo quiero esto, y él quiere aquello). ¡Qué truco! Por si fuera poco, Dios nos atrapa con una promesa de pacto en los votos matrimoniales. ¡Que plan más perfecto! ¿Cómo es que pueden dos personalidades opuestas, pensando en su propio interés, vivir y amarse el uno al otro? ¡Imposible! Está diseñado para que no pueda ser hecho. A todos nos encanta el bello cuadro del matrimonio en Efesios 5:21-33. A menudo lo leemos en ceremonias matrimoniales y con toda razón. Es lo más alto que Dios tiene para nosotros. Básicamente dice lo siguiente: “Esposas, sujétense a sus esposos, y esposos amen a sus esposas de tal manera que están dispuestos a entregar sus vidas por amor a ellas.” Eso es un perfecto intercambio de amor, ¿no es así? ¿Pero cómo es que este patrón perfecto se puede manifestar en nuestras vidas cuando están tan llenas de tantos opuestos que luchan entre sí? ¿Y porqué no da resultado? Creo que la respuesta se empieza a manifestar en otro grupo de escrituras, en las cuales Jesús dijo: “¿Pensáis que he venido para dar paz en la tierra? Os digo: No, sino disensión. Porque de aquí en adelante, cinco en una familia estarán divididos, tres contra dos, y dos contra tres. Estará dividido el padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra” (Lucas 12:51-53). Un momento, Jesús, tú nos dices que nos amemos el uno al otro en una ocasión y entonces das la vuelta ¿y solamente nos prometes guerra y división? ¿Parece confuso, verdad? Sin embargo, si conocemos los caminos de Dios, podemos empezar a comprender. El pasaje en Efesios 5:21 es el cuadro perfecto del matrimonio, sin embargo, nada está seguro hasta que haya ido a la Cruz. Eso significa una verdadera muerte al ser (ego) falso que piensa que quiere las cosas a su manera, y que la muerte se lleva a cabo en ambas personas. Pero al principio solamente se requiere que una persona muera y se levante en Cristo, entonces esa persona puede declarar por fe que lo mismo se lleve a cabo en la otra persona. La armonía no se puede manifestar en un matrimonio donde el egocentrismo reina en las personas. Tiene que salir a luz. Las personas tienen que ser heridas para llegar a la raíz del egocentrismo, que ha sido cuidadosamente encubierto por una falsa justificación. Dios nos hiere, entonces nos venda, pero primero la herida tiene que ser severa y muy radical o no tendrá un resultado que permanezca, porque pronto nos volvemos a encubrir con auto-justificación. Nuestra identidad tiene que ser transformada. Tenemos que encontrarnos como formas de Dios, y Dios tiene que encontrarse como nosotros. Eso requiere un trasplante de corazón, que produce un cambio total en nuestra conciencia. Porque solamente con el amor incondicional expresado por Cristo, a través de nuestro ser vacío e incapaz, es que podemos tener la esperanza de amar a nuestros compañeros de hogar. El problema es que, a este punto, demasiadas personas le huyen al dolor (como lo hizo Cheri) en vez de abrazarlo. Nuestros compañeros inflexibles y obstinados han sido perfectamente diseñados por Dios para sacar a luz cualquier aspecto de egocentrismo y la vida del ser independiente. Los matrimonios cargados de problemas están diseñados para obligarnos a confiar en el poder del Sanador invisible, que en Cristo ya ha resuelto todas las oposiciones que guerrean y puede unirlas de nuevo en armonía.

Solamente Cristo morando y reinando dentro de las personas puede sanar, enmendar relaciones quebrantadas, y restaurar la destrucción de vidas arruinadas. Porque Dios ha prometido en Isaías 53 que el castigo de nuestra paz fue sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados, porque estamos confiando en Él para que señoree sobre nosotros, y también sobre nuestros compañeros de hogar. Esa es la razón por la cual somos consolados por Isaías 9:6&7; “Hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite.” Danny perdió su matrimonio externamente, pero ganó su matrimonio interno con Cristo para sí

mismo, y, por fe, por Cheri también. El otro día fui a la casa vacía de Danny solamente para

encontrarme con la plenitud que había en su corazón. Hay un cuadro con un versículo escrito, sobre la

pared. Diane, su hermana, se lo hizo amorosamente con una puntada decorativa. Dice lo siguiente,

“Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Irá andando y llorando el que lleva la preciosa

semilla, mas volverá a venir con regocijo, trayendo sus gavillas” (Salmos 126:5-6). El gozo del Señor ha

realmente bendecido a Danny con preciosas semillas para Cheri. Siendo que él tomó la Cruz y sufrió la

pérdida, entonces ella experimentará un avance espiritual, ¡esa es una promesa! Lea Juan 12:24.

27.

El Frasco de “Gozo” de Diane

“Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales,

sin que os falte cosa alguna.” (Santiago 1:2-4)

Permítame compartir el tesoro de la vida de mi hija, Diane. Diane era una niña sin inhibiciones, por naturaleza. Ella conoció al Señor siendo aún muy pequeña, y le empezaron a salir sus dientes espirituales comiendo de las verdades de quien ella era en Cristo. Ella era una joven muy bella y se casó poco después de cumplir veinte años. Poco después de su matrimonio empezó a aumentar de peso. Aunque no era su preocupación primordial, ella comenzó un programa para bajar de peso y adelgazó. Poco después de eso se dio cuenta que estaba embarazada. Por supuesto, su embarazo no ayudó con su problema relacionado con exceso de peso. Así es que volvió hacer el esfuerzo, esta vez con otro programa para adelgazar. En poco tiempo esto se convirtió en un patrón en su vida; subía de peso, y luego perdía peso. Después de muchas ocasiones de estarse esforzando y fallando, se dio por vencida. Yo vi claramente que esto iba a ser su experiencia de Romanos Siete, “Porque lo que hago, no lo entiendo; pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco, eso hago” (Romanos 7:15). Yo estaba agradecida pero al mismo tiempo sufría. Pero yo sabía que no era mi lugar involucrarme en esto. Después de darse por vencida, auto-aborrecimiento empezó a inundarla. Por primera vez en su vida, ella empezó a odiarse a sí misma. Esto la afectaría tan profundamente que ella comería y dormiría tanto como le fuera posible procurando ahogar su depresión. Ya se puede imaginar como eso afectó su auto-imagen, como también su cuerpo. Ella decidió no hablarme sobre ese asunto, y yo respeté su decisión, porque sabía que el Espíritu le mostraría Su palabra con relación a la situación. Nosotros, los padres, no podemos ser el Espíritu Santo en las vidas de nuestros hijos. Aún siendo niña, el Espíritu le enseñó en una forma pura. Ella sabía cómo, a su manera ella lo explica así: “levantar un rollo de papel y ver a Dios al otro lado.” Ella sabía que manteniendo sus ojos puestos en Jesús le daría lo necesario para atravesar cualquier problema que jamás se presentara en su vida. ¿Pero, y qué de este problema? Ella continuó manteniendo levantado su rollo de papel imaginario y simplemente enfocándose en Jesús, pero

entonces ella dijo, “Dios lo está perforando con hoyos.” Ella se resistía a voltear a ver a la derecha o la izquierda porque lo único que podía ver era su desagradable gordura, lo cual aumentaba aún más el auto-aborrecimiento. Entonces un día el Señor le preguntó, “Diane, ¿qué ves cuando miras a través de los hoyos en el rollo de papel?” Ella respondió, “Me veo a mí misma, y aborrezco lo que veo.” Él le respondió inmediatamente, “No, mira de nuevo, ¡me estás viendo a Mí! ¡Lo que tú aborreces es realmente una expresión de Mi persona! ¡El aborrecerte a ti misma es realmente aborrecerme a Mí!” Eso la quebrantó, las lágrimas llenaron sus ojos. De repente recordó una historia que un muchacho extraño le había dado en el colegio. Ella nunca la había entendido plenamente, pero en su corazón sentía que era verdadera, así es que la mantuvo guardada en su Biblia. La historia se desenvuelve de la siguiente manera: “El otro día, mientras mi hija de seis años me observaba mientras yo me afeitaba, de repente me preguntó, “Papito, ¿dónde vive Dios?” “En un pozo,” le respondí sin pensarlo. “¡Ay Papito!” dijo Debbie con repugnancia al escuchar una respuesta tan ridícula. Al estar desayunando mi esposa preguntó, “¿Qué es esto que le has estado diciendo a Debbie con relación a que Dios vive en un pozo?” “¿En un pozo?” respondí, frunciendo el rostro. ¿Ahora, porqué habré dicho eso? Entonces, de un solo, una escena vino a mi mente que había estado escondida en mi memoria por más de treinta años. Había sucedido en el pequeño pueblo de Kielce, en el sureste de Polonia, donde me crié siendo niño. Una bandada de gitanos pasajeros se había detenido frente al pozo de nuestro patio. Yo debo haber tenido como cinco años de edad en ese tiempo. Un gitano en particular, un hombre gigantesco, me fascinó. Él había sacado un cubo lleno de agua del pozo y estaba allí, de pie, con sus piernas separadas, bebiendo. Parte del agua corría por su barba, fogosa y cortada muy corta, y sus manos musculosas sostenían aquel balde de madera frente a sus labios como si no pesara más que una taza de té. Cuando había terminado, se quitó su pañuelo de ceda de muchos colores y se limpió el rostro con él. Entonces se agachó y volvió a ver dentro del pozo. Curioso, yo procuré levantarme por el borde de piedra del pozo para ver lo que él observaba con atención. El gigante me vio y me tomó en cuenta. Se sonrío y me levantó en sus brazos. “¿Sabes quién vive allí abajo?” me preguntó. Respondí que no, con mi cabeza. “Dios vive allí”, me dijo. “¡Mira!” y me levantó para ver sobre el borde del pozo. Allí, en el agua quieta, semejante a un espejo, vi mi propio reflejo. “¡Pero ese soy yo!” “Ah,” dijo el gitano, mientras amablemente me bajaba al suelo, “Ahora sabes donde vive Dios.” (Autor desconocido.) Lágrimas fluían sobre su rostro mientras leía la historia. ¿Será verdad? El cuerpo gordo que ella aborrecía era realmente una forma de Dios. La gloria de Dios llenó su corazón ese día. Este fue el principio del milagro de auto-aceptación para ella. El milagro más grande en el universo es que las personas realmente se amen a sí mismas como formas de Cristo y experimenten la libertad de auto-aceptación. El mundo entero camina en auto-aborrecimiento, pero mi preciosa hija alcanzó la gloria de Cristo en sí misma ese día. Escuché una canción por Evie Turnquist hace algún tiempo y esta línea me llamó la atención, “Puedes buscar a Dios en la Biblia, o en la Iglesia, pero hasta que encuentres a Dios en el espejo, no lo has encontrado en realidad.” Durante su depresión, el Espíritu la consoló con estos versículos: “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra

fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Santiago 1:2-4). Ella mantiene un frasco de líquido para lavar platos cuyo nombre de marca es “Joy” (que en español significa “gozo”), en su fregadero en la cocina. Esto le hace recordar que “tenga todo por sumo gozo” cuando empieza a sentirse mal con relación a sí misma. Ella, por decirlo así, le hecha un poco de “Joy” as su desorden y lo limpia totalmente. Tan sencillo, pero tan cierto. Su fe considera su tentación “sumo gozo,” porque le hace recordar el opuesto, que es lo que ella dice con relación a sí misma por fe. Ella pasó por su tiempo de entrenamiento en la fe tal y como practicamos algo hasta que se convierte en parte de nuestra conciencia. Así es con el terreno de entrenamiento de la fe. Pero como en los días escolares en el mundo, al fin llega el día de graduación. Hoy, la auto-aceptación se ha manifestado en ella. Finalmente llegó el día cuando volvió a poner su frasco de Joy debajo del fregadero. Ya no lo necesitaba. La tentación de aborrecerse a sí misma había sido reemplazada por un amor por sí misma que le daba satisfacción. ¡Si pierde peso o se mantiene pasada de peso ya no es un punto de mayor importancia! Lo primordial es que ella sabrá para siempre que su cuerpo es precioso en los ojos del Señor, porque es una expresión de Él. A él le agrada expresarse por medio de cuerpos gordos, cuerpos delgados, y todos los intermedios. Colosenses 1:22 dice, “En su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros (a vosotros) santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.” Auto-aceptación es el verdadero milagro y es mucho más importante descubrirlo que perder peso. Perdida de peso siempre es algo temporal y secundario al punto primordial. Le hice una pregunta el otro día, “¿Qué es mejor: que pierdas peso, o que te ames a ti misma tal

y como eres, habiendo adquirido la habilidad de ayudar a otros a encontrar el milagro de auto-

aceptación?” Sin vacilación respondió, “Es mejor ayudar a otros.”

28.

Susan, Mi Carro de Fuego

“No mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son

eternas. Porque por fe andamos, no por vista.” (2 Corintios 4:18&5:7)

Yo creo que mi hija, Susan, es la que más se parece a mí, entre todos mis hijos. Ella es fogosa, independiente y difícil de instruir. Me alegro de haber tenido mi propia vida como un punto de referencia para criarla, porque eso por lo menos me dio entendimiento. Sin embargo, el Señor me ha enseñado algo nuevo sobre la fe por medio de ella. Al nacer, Susan tuvo numerosos ataques de gravedad. Su doctor me dijo que probablemente sería retardada mental. Ese fue un golpe duro, pero recuerdo muy bien cual fue mi respuesta, “Yo no te pediré liberación externa, Señor, que sea hecha Tú voluntad porque solamente Tú sabes el tipo de gloria que cosecharás de su vida.” Mi madre me vino a visitar al hospital poco después de eso, y su respuesta fue muy diferente. Ella dijo, “¿Tú no puedes pedir? Está bien, pero yo si puedo.” Y así lo hizo. Susan terminó teniendo solamente un poco de daño nervioso y no ha vuelto a tener ataques desde entonces. Aún su doctor judío se quedó asombrado. Un día, cuando Susan solamente tenía seis años de edad, Pat Boone estaba en la televisión hablando de Jesús. Susan se metió el dedo en la boca y dijo, “¡Me da náuseas, yo aborrezco eso!” Fue devastador para Scott, mi esposo, y yo. Scott me dijo, “Con razón ella aborrece a Jesús, ¡eso es de lo único que tú hablas!” Mi alma fue al infierno. La misma cosa que yo anhelaba que ella tuviera le era repulsiva y yo posiblemente era la causa. Por aproximadamente una semana, me volví loca por dentro. Entonces el Señor me dijo, “Si tú crees que vas a ser una piedra de tropiezo para ella, entonces eso es lo que vas a producir, porque lo que crees es lo que recibirás.” Si yo me atrevo a creer que le estoy testificando de Jesús a ella en mi silencio, entonces eso es lo que yo haré que suceda. Me aferré a esa palabra y mantuve mi boca cerrada con relación a Jesús cuanto pude. Yo creí que ella aprendería a amar a Jesús en su propio tiempo y a su propia manera, y yo no podía involucrarme en su educación cristiana. Eso definitivamente fue diferente a la forma en que crié a mis otros hijos. Pero definitivamente estiró mi fe, lo cual era el propósito.

Para cuando se acercaba a su adolescencia, ella era sumamente radical, no tenía pelos en la lengua, loca por los varones, bien parecida (pero insegura) y tenía dislexia. ¡Qué combinación! Si yo la regañaba demasiado, ella amenazaba con irse de la casa. Era muy activa, así es que no quería perderse nada (a no ser la escuela). Yo la llevaba a fiestas que estaba segura que no me gustarían, pero si yo no la llevaba, sabía que ella iría de todos modos. Así es que decidí que era mejor si la llevaba yo. Yo la iba a dejar y oraba, “Señor, tú poder guardador es mucho más grande de lo que yo puedo ver, y te estoy alabando por ello.” Lo repetía una y otra vez. Esto me daba una medida de paz. Suficiente, por lo menos, para sostenerme hasta llegar a la otra etapa de su vida. Entonces el Señor me dio un método para tratar con ella que parecía ridículo, pero lo hice. Él me dijo que le dijera a ella que yo confiaba en ella. Yo sabía que eso era absurdo, pero vi la sabiduría detrás de ello. Ella se iba a rebelar en contra mía sin importar qué le dijera. El confiar en ella pondría la responsabilidad sobre ella y quitaría la atención de mí, diciéndole qué era lo que tenía que hacer. Entonces el Señor me mostró que lo que realmente estaba haciendo era declarando su posición de confianza por fe para que se llevara a cabo en la realidad. En el Monte Carmelo, Elías declaró que habría lluvia y llovió cuando no había ni una nube en el cielo. Él envió un mensajero a la playa siete veces para que buscara la nube de lluvia. Parecía ser locura, pero él seguía diciendo, “allí está, ve otra vez a la playa y búscala.” Después de la séptima vez, había una pequeña nube lejana en la distancia. Elías dijo, “Allí está, baja de la montaña inmediatamente porque viene una gran lluvia.” Llovió tan fuertemente que casi los derrumbó de la montaña. El Señor me mostró la misma cosa con relación a Susan. Yo insistí que la posición de confianza realmente estaba dentro de ella, y yo iba a creerlo hasta verlo hecho. Yo le dije, “Yo voy a confiar en ti. Eso significa que no voy a vigilar todo lo que haces. Si el Señor quiere que yo sepa lo que estás haciendo, entonces Él me lo mostrará.” Eso dio resultado. Yo sabía que ella me estaba mintiendo en muchas ocasiones, pero siempre dije que confiaba en ella. Ella empezó a madurar y a mentir menos y menos. Aproximadamente un año después, ella me dijo que hubiera terminado en “Maryhurst” (un hogar para muchachas jóvenes problemáticas) si no me hubiese tenido a mí como madre. Yo no recibí mérito alguno. El Señor la crió, no yo. Entonces ocurrió algo precioso. En su retiro de último año, durante el tiempo destinado para que todos compartan algo, su padre y yo estábamos sentados en primera fila pensando, ¿qué irá a decir esta joven? Ella se puso de pie delante de doscientas personas con lágrimas en sus ojos. El retiro realmente le había tocado el corazón. En el retiro, su mejor amiga, la cual estaba deprimida, le dijo que su forma de hablar era igual a “mí.” Ella se puso de pie en el retiro y les dijo a doscientas personas, y especialmente a mí, que durante toda su vida ella nunca había querido ser como su madre, pero ahora se ha dado cuenta que realmente es como yo. Así es que ahora ella quería que todos supieran que ella estaba escogiendo seguir el mismo camino que yo había escogido para mi vida. No estoy segura si otra persona en ese lugar sabía lo que eso significaba, pero yo sí sabía. Yo estaba totalmente sorprendida, pero pensé en mi interior, “Ella no puede hacer se esa palabra que haga realidad, solo el Señor puede hacer eso, así es que yo esperaré hasta que Él lo haga y no esperaré que ella sea diferente por ahora.”

Susan ya tiene diecinueve años de edad. Todavía le falta madurar, pero está aprendiendo a

creerle a Dios en cada situación. Me siento orgullosa de ella. Amo su fogosidad, yo no desearía que ese

aspecto de su ser cambiara de ninguna manera. Dios la hizo así. El único cambio será una nueva

dirección de su fuego a Su manera, en vez de a la manera de ella.

Unidad Por: Jacob Boehme

Cuando el Espíritu de Amor Divino pasa por mi espíritu, entonces mi humanidad y la divinidad forman un tan solo ser, una sola concepción, y una sola luz. Una cosa que es “uno” no tiene ni mandamiento ni ley. Por lo tanto, todo aquello que ha de subsistir en Dios tiene que ser libre de su propia voluntad. No puede tener un fuego individual ardiendo en ello; sino que el fuego de Dios tiene que ser su fuego. Su voluntad tiene que estar unida a la voluntad de Dios, para que Dios y la voluntad y el espíritu del hombre puedan ser uno solo. Porque aquello que es uno no tiene enemistad consigo mismo, porque solamente tiene una voluntad. Donde sea que vaya, o sea lo que haga, todo es uno solo con ello. Dios vive dentro de todas las cosas; y nada lo comprende a Él, a menos que sea uno solo con

Él. Pero si sale del uno, sale de Dios para entrar en sí mismo, y es otro fuera de Dios, y se separa a sí

mismo. Y he aquí donde la ley se levanta, para que pueda proceder de nuevo, saliendo de sí mismo y

entrando al Uno, o de otra manera permanecer separado del Uno. Y de esta manera puede ser

conocido lo que es el pecado, o cómo es el pecado. Es decir, cuando la voluntad humana se separa de

Dios a una existencia propia, y despierta a su propio ser, y arde en su propio fuego, que no es capaz

del Fuego divino.

Posdata

Terminaré este libro de la misma forma en que lo empecé: “En este mundo, prevalecen dos problemas que no han sido resueltos confrontando a la humanidad: el hombre se aborrece a sí mismo y el hombre aborrece el sufrimiento.” Estos dos problemas plagan a la humanidad y parecen no tener respuesta. Tengo la esperanza de que el Espíritu ha empezado a darle Sus respuestas a estos problemas antiguos. En este ultimo capítulo simplemente voy a reiterar en forma capsulada o resumida, lo que yo creo que es la respuesta a estos problemas. Cristianos por todo el mundo están realmente hambrientos por conocer el misterio de “Cristo en usted.” Es una asombrosa bendición saber que tenemos un maravilloso Salvador viviendo dentro de nosotros. Sin embargo, es una verdad mucho más profunda el saber que nosotros tenemos un ser igualmente total y completo, que contiene y expresa a nuestro Salvador. Aunque es aquí donde la mayoría de los cristianos tropiezan y aún se detienen. La mayoría de nosotros amamos y adoramos al Salvador que nos salvó, pero aborrecemos al ser humano que Él salvó. Hay algo definitivamente errado con esta contradicción. Pablo nos da claridad en cuanto a esto en Colosenses 1:27-28. Nos dice que tenemos a un Cristo pleno viviendo Su vida en nosotros. Continúa en el versículo 28, diciendo que él (Pablo) enseña y amonesta a todo hombre en toda sabiduría; para poder presentar a todo hombre perfecto en Cristo Jesús. ¡Un Cristo perfecto en un hombre perfecto! ¡Qué revelación! Ahora, ¿cómo podemos hacer tal declaración con relación a nosotros mismos, cuando casi siempre sentimos que hay un Cristo total en nosotros, sin embargo parece haber un yo condenado que siempre me está fallando? He aquí la raíz escondida de nuestro problema: el yo condenado y que me falla es la mentalidad falsa del ser independiente que todos heredamos en la caída. Esta mentalidad errada (obrando en nosotros como si fuera la verdad), es la fuente de nuestro fracaso. Somos cristianos comprados con sangre, salvos por gracia, con Cristo viviendo en nosotros. Sin embargo, todavía tenemos los engaños de Satanás, nuestro amo previo. Nuestro engaño está al nivel de identidad de nuestra conciencia, “¿quién soy?” En forma errada pensamos que tenemos un ser fuerte y vivo, capaz de actuar conforme a sus propios recursos. Por lo tanto, cuando la Biblia dice, “Sed santos como yo soy santo,” procuramos serlo con todas nuestras fuerzas. Si somos sinceros, tenemos que reconocer que estamos fallando en la mayoría de los casos y este fracaso inunda nuestra conciencia con una falsa imagen de un yo condenado y que falla continuamente. Pablo tuvo el mismo dilema nuestro cuando el clamó en Romanos 7:24, “¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” La luz vino a Pablo cuando él vio que el ser humano no puede producir ni bien ni mal en sí mismo. El humano no es un productor, sino simplemente un receptor. El humano también es un ser neutral y no auto-producente. Esta energía auto-suficiente era el pecado viviendo en los miembros carnales de Pablo. La buena noticia es que no era Pablo, el humano, sino que Satanás disfrazado como él. Por fe Pablo pudo finalmente tomar un salto de fe en la verdad de quien él realmente era. El se podía ver en la cruz, eso es; “muerto al pecado/Satanás, y vivo a la justicia/Cristo.” Él

reclamó su liberación en la “muerte corporal y resurrección de Cristo,” lo cual es la segunda obra de la cruz. Él fue crucificado con Cristo, y él, Pablo, ya no vivía mas, pero Cristo vivía en él. Entonces la vida de Cristo podía expresarse por medio de él, en la forma humana de Pablo. Lo que la mayoría de los cristianos no saben es que hay una segunda operación de la cruz que nos libera totalmente de esta mentira insidiosa que falsamente nos mantiene en cautiverio. Colosenses 1:20 declara que la sangre de Cristo nos reconcilia con Dios, y nos limpia de todos nuestros pecados y nos da paz con Dios. Sin embargo, en el versículo 22, Pablo saca a luz la segunda operación de la Cruz: “en su cuerpo de carne, por medio de la muerte, para presentaros (a vosotros) santos y sin mancha e irreprensibles delante de él.” Es una cosa saber que somos perdonados por fe en su sangre preciosa, pero es un nivel mucho más profundo de conocimiento, el saber que nosotros somos santos, enteros y completos. La cruz de Cristo ya nos ha hecho libres de auto-condenación (Romanos 8:1), y nos hizo partícipes de la “naturaleza divina” (II Pedro 1:3-4). Y mediante un acto sencillo de fe, abrazando estas promesas, nosotros podemos entrar a esta unidad prometida. No queda cosa alguna que nosotros hagamos, solamente creer estas promesas por medio de la fe. I Tesalonicenses 5:24 dice, “Fiel es el que os llama, el cual también lo hará.” Milagrosamente, podemos empezar a aceptar nuestras reacciones negativas como correctas y no tratar de evadirlas. Podemos empezar a fluir con nuestras negatividades en vez de procurar conquistarlas, sabiendo que son correctas y sencillamente un impulso para la fe. Todas las cosas que hemos aborrecido con relación a nosotros mismos y considerado como defectos ahora se convierten en nuestros mayores beneficios. La cruz transmuta nuestra carne al uso correcto del espíritu. La Unidad perfecta que Jesús declaró proféticamente en Juan 17:21-23, “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad,” irrumpe convirtiéndose en realidad viviente en nosotros hoy. Nosotros ahora entendemos que es mediante el sufrimiento que heredamos las promesas. II Timoteo 2:12 dice, “Si sufrimos, también reinaremos con él.” Hebreos 6:12 dice, “por la fe y la paciencia heredan las promesas.” Y, I Pedro 5:10 dice, “Después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” El capítulo de victoria más grandioso en la Biblia es Romanos Ocho. Sin embargo, está lleno de sufrimiento. La victoria y el sufrimiento son los extremos opuestos de la misma cosa ... tal y como la luz y la oscuridad, la vida y la muerte, el caos y la calma. Toda realidad tiene dos extremos en naturaleza, manifestándose por su opuesto escondido. Es imposible que la victoria de “sin condenación” de Romanos 8 se manifieste como una realidad viviente en nosotros, a menos que sea mediante el sufrimiento de Romanos Siete. Ambos son extremos opuestos necesarios de la misma realidad. Si podemos atrevernos a aceptar el hecho de que Dios dispone el mal, y lo usa con el propósito de nuestro bien, empezaremos a ver que solamente hay una Persona en el universo, y esa Persona es el Dios de amor infinito e incondicional. Entonces todos los aspectos negativos en nuestras vidas los experimentamos como actos de amor y de naturaleza redentora. Los opuestos no resueltos son resueltos en el ojo singular de ver a Dios Solamente. I Corintios 13:10 dice que cuando venga lo perfecto, entonces lo que es en parte se acabará. Cuando vemos en parte, somos simplemente eso, parciales. Pero cuando vemos todo como un entero amoroso, entonces lo perfecto ha venido y estamos en casa dentro de nosotros mismos.

Permítame terminar diciendo que yo estoy orando para que Dios le revele a usted estos

secretos liberadores, a usted, porque Él promete, “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.”

Que Dios le bendiga y mi amor está con todos y cada uno.

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Sylvia Pearce

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