Los Testimonios o Las Narrativas

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    Medelln, enero-junio de 2008: pp. 85-115

    Los testimonios o las narrativas de la(s) memoria(s)*Testimonies or Narratives of Memory(ies)

    Elsa Blair Trujillo**

    Resumen: El artculo desarrolla una reflexin terica sobre uno de los ejes centrales dela problemtica de las vctimas: el testimonio o las narrativas de la(s) memoria(s). En un primermomento aborda algunos aspectos que ayudan a esclarecer las posibilidades y limitacionesde estas narrativas desde sus antecedentes, que pasan por el acto de testimoniar hastaesclarecer su potencial poltico y su lugar en el mbito de lo pblico. En la segunda parte,apoyada fundamentalmente en Ricoeur, se hace una anlisis en torno al carcter narrativo deltestimonio. Y en la tercera, y ltima parte, sobre la base del trabajo de tres autoraslatinoamericanas, E. Jelin, C.Feld y L. Da SilvaCatela, sepropone una construccin metodolgicadel acto de testimoniar en contextos marcados por la guerra y la violencia.

    Palabras clave: MemoriaColectiva; Testimonios;Vctimas de Guerra;Memoria Histrica.

    Cmo citar este artculo: Blair Trujillo, Elsa. (2008, enero-junio). Los testimonios o lasnarrativas de la(s) memoria(s). Estudios Polticos, 32, Instituto de Estudios Polticos, Universidadde Antioquia, 83-113.

    Abstract: This article develops a theoretical reflection on one of the central axes of theproblems of victims: testimony or the narratives of memory(ies). In a first moment it addressessome aspects that help to clarify the possibilities and limitations of these narratives since theirantecedents, which pass from the act of testifying to clarifying their political potential and theirplace in the public arena. In the second part, supported fundamentally by Ricoeur, the authorpresents an analysis on the narrative character of testimony. In the third and last part on thebasis of work done by three Latin-American authors, E. Jelin, C. Feld and L. Da Silva Catela, theauthor proposes a methodological construction of the act of testifying in contexts marked bywar and violence.

    Keywords: Collective Memory; Testimonies; War Victims; Historical Memory.

    Estudios Polticos ISSN 0121-5167 N 32, Medelln, enero-junio de 2008: pp. 85-115

    * Este artculo hace parte de la investigacin De Memorias y De Guerras, desarrollada losmiembros del grupo de investigacin Cultura, Violencia y Territorio del Instituto de EstudiosRegionales (INER) de la Universidad de Antioquia en tres barrios de Medelln: La Sierra, Villa Lilliamy el 8 de Marzo. La investigacin se realiz en alianza con el Programa de Vctimas de la Secretarade Gobierno Municipal entre febrero de 2007 y febrero de 2008 y cont con el apoyo del IDEA,COLCIENCIAS y la Alcalda, en el marco de la Convocatoria Agenda ciudad de Medelln: estudios deciudad. Artculo recibido: marzo 20, 2008. Aprobado: abril 21, 2008.** Sociloga, PhD. en Sociologa de la Universit Catholique de Louvain, Louvain-La- Neuve,Blgica, 1996. Docente-Investigadora del Instituto de Estudios Regionales de la Universidad deAntioquia. Medelln, Colombia. [email protected]

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    * Este artculo no hubiera podido escribirse sin la colaboracin permanente de todo el equipo deinvestigacin involucrado en el proyecto: Natalia Quiceno, Isabel Cristina de los Ros, Ana MaraMuoz y Marisol Grisales. A todas ellas mis agradecimientos.

    Introduccin*

    La problemtica de las vctimas en la ciudad y en el pas, ha hecho queel tema de las vctimas gane actualmente relevancia en la agenda acadmica ypoltica. Como un aporte a esa discusin, y en tanto creemos que el problemadel testimonio o las narrativas de la(s) memoria(s) es un aspecto central en eltratamiento y la atencin a las vctimas, desarrollaremos una reflexin tericaque ayude a entender la complejidad de las narrativas producidas en contextosde guerra y de violencia. En ella abordamos varios aspectos: en primer lugar, ya modo de antecedentes, lo que segn algunos autores instala la era deltestimonio (Cf. Wieviorka, 1998) y que tiene su asiento en un fenmeno comoAuschwitz en el marco de la Segunda Guerra Mundial; en segundo lugar, ycomo fruto de una reflexin mucho ms reciente, introduciremos algunos delos elementos fundamentales con relacin a los testimonios o, a lo que msprecisamente podemos llamar, el acto de testimoniar: sus posibilidades ypotencialidades, sus limitaciones y sus condiciones de posibilidad. Aqu nosdetendremos en la importancia de testimoniar, as como en sealar algunos delos problemas que enfrenta el testimonio en situaciones de violencia y de guerra,particularmente, con relacin a las vctimas y los testigos de estas situacionesy trataremos de esclarecer aspectos como los siguientes: Qu es el testimonioy quin es el testigo? Quin da el testimonio? Quin escucha y para qu setestimonia? En tercer lugar, analizaremos el potencial poltico del acto detestimoniar y su lugar en el mbito de lo pblico. Finalmente, proponemosuna construccin metodolgica del acto de testimoniar en contextos marcadospor la guerra y la violencia, que ha sido construida sobre la base del trabajo detres autoras latinoamericanas.

    1. El testimonio

    1.1 Antecedentes del testimonio

    El testimonio no puede ni debe slo dar cuenta,es necesario que d vida,que al testimoniar haga presente la historia,la humanice

    Ester Cohen

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    Muchos de los autores que trabajan actualmente el tema de la memoria(Cf. Jelin, 2002, A. Wieviorka, 1998, Cohen, 2006, M. Wieviorka, 2004)coinciden en considerar que Auschwitz ocupa un lugar importante, ya queste se ha constituido en un smbolo con relacin a la memoria y a la posibilidadde testimoniar, que no en vano ha suscitado enormes reflexiones. A partir deobras como las de Primo Levi o Jorge Semprn, los especialistas han desarrolladouna serie de reflexiones en torno al testimonio mismo para rescatar susposibilidades y potencialidades, as como para nutrir su propia reflexin sobrelos testimonios en situaciones de violencia ms contemporneas. De ste modo,Enzo Traversa, por ejemplo, seala el ao de 1961 (ao del proceso de Eichmannen Jerusaln) como el ao de la emergencia del testigo, cuando se mira eltestimonio como un proceso teraputico donde por primera vez el que logrvolver pudo pronunciarse y relatar su historia (Traversa citado por Cohen,2006, p. 48). Tambin para Annette Wieviorka esta fecha es la que instala laera del testimonio, que ser reproducida a gran escala en los aos 80 y 90(Cf. 2002). Al igual que Elizabeth Jelin, quien, siguiendo a sta ltima (Cf.Wieviorka,1998), plantea que el origen de las reflexiones y el debate sobre laposibilidad o imposibilidad de testimoniar, sobre la verdad, los silencios ylos huecos, as como sobre la posibilidad de escuchar, deben su origencontemporneo y su potente impulso a la experiencia nazi y al desarrollo delos debates que se han dado a partir de ella (2002, p. 79). No obstante, paraotros autores, como Esther Cohen, es slo hasta fines de los aos 70 del sigloXX que emerge de manera consciente la figura del testigo. Si bien antes de estafecha ya se haba hablado de los campos de exterminio, el testimonio como talno haba ocupado hasta entonces un lugar determinante en la respuesta colectivaal fenmeno; ste es pues el momento en el que el testigo adquiere fuerza y unlugar indiscutible en la historia (Cf. 2006, p. 49).1

    Podra parecer un tanto abrupto querer asociar a Auschwitz o algenocidio judo con cualquiera de las formas de violencia ms recientes;2

    sin embargo, la enorme literatura que se publica actualmente, con el fin derepensar el fenmeno de Auschwitz, pone en evidencia la fuerza de suconstruccin como smbolo testimonial y lo que ste ha nutrido la reflexincontempornea sobre la memoria y, ms concretamente, sobre la posibilidad,

    1 Aunque admite que un testimonio como el de Primo Levi, sin duda el testimoniante por excelencia, seubica antes, un tanto intempestivamente, de la era del testigo, en tanto escribe en 1947 su obra Siesto es un hombre. Un acto intrpido, casi pico de resistencia, lucido, austero, y consciente(Cohen, 2006:51).2Con todo, vale la pena sealar que muchos autores que vienen reflexionando sobre la conflictividadcontempornea consideran el Holocausto como un evento de profunda actualidad con relacin a lo quesucede hoy. Zigmunt Bauman, por ejemplo, no descarta la posibilidad de otro holocausto en el marcode la conflictividad contempornea (Cf. Bauman, 1996; Agamben, 2001).

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    el sentido y los efectos del acto de testimoniar. Al seguir esta vertiente, lapresente reflexin se dirige a indagar el potencial poltico del acto detestimoniar, es importante anotarlo porque el momento histrico de susurgimiento y su discusin actual pone en evidencia los aspectos msrelevantes de la problemtica ligada a los testimonios, y permite ver de maneramuy clara cmo se relacionan con experiencias histricas concretas quedelinean sus propias expresiones y sus posibilidades polticas. Sin duda, bajoel contexto de violencias extremas vividas en la segunda mitad del siglo XX yen los inicios del siglo actual, es preciso reactualizar la pregunta por elpotencial poltico que tienen los testimonios de la violencia.

    Como muestra Jelin, a partir de los estudios culturales norteamericanossobre Amrica Latina, en los aos 90 se gener un intenso debate sobre eltestimonio y su relacin con la literatura. Este se centr, por lo general, en ladiscusin de textos elaborados con la colaboracin de un testimoniante(generalmente de una categora social desposeda) y un mediador(proveniente de otra categora social ms privilegiada) (Cf. Jelin, 2002, p. 89).Para Hugo Achugar, desde la perspectiva de los estudios poscoloniales, enAmrica Latina la institucionalizacin del testimonio se da en los aos 60,luego de la Revolucin Cubana, pues con sta ltima se reconoce que eltestimonio ocupa un lugar legtimo en la lucha por el poder dentro de la esferapblica. Segn el autor, si se asume efectivamente que ste es un gnerodisputado por la antropologa y la literatura, que recoge modalidades propiasde la narrativa y del discurso histrico, entonces debemos conceder que eltestimonio ha ganado un espacio propio; un espacio o formacin discursivadeterminada por la propia situacin histrica de su enunciado y por la posicinque el sujeto asume en la sociedad (Cf. Achugar, 1992, p. 52).

    Por lo anterior, el sentido poltico del testimonio se construye comomodo alternativo de narrar la historia, en relacin con el discurso monolgicode la historiografa del poder, ya que es ms plural y busca el respeto porotras identidades. La presencia del testimonio en la esfera pblica se ha vueltoun espacio compartido, donde se intenta construir o buscar una identidadnueva. El carcter que tiene el testimonio de historia otra o de historiasalternativas slo parece posible cuando los silenciados o excluidos de lahistoria oficial intentan acceder a la memoria o al espacio letrado (Cf. Achugar,1992, pp. 55-56).

    Segn Achugar, el testimonio tiene dos elementos fundamentales: lafuncin ejemplarizante o la denuncia y la autorizacin letrada decircunstancias, vidas y hechos que no son patrimonio de la historia oficial o

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    que han sido ignorados por la historia y la tradicin vigente y hegemnica entiempos anteriores. El testimonio, la mayora de las veces, es tambin unadenuncia por su atencin al otro y a la historia otra: denuncia los excesosdel poder, denuncia la marginacin, denuncia el silencio oficial. (Cf. Achugar,1992, p. 62). Particularmente, en la transcripcin del testimonio del iletradoes donde se juegan algunos de los elementos centrales de esta narrativa, asaber: el registro de la voz del otro (Achugar, 1992, 60). Adems, esta escentral por otra razn: su contribucin al llamado efecto de realidad o efectode oralidad/verdad, como lo llama Achugar. Este ltimo aspecto nos parecemuy importante en tanto, como plantea el autor, hay una credibilidad asociadaa la huella de la oralidad que lo hace ver como un testimonio autntico,donde la ficcin no existe o existe en un grado casi nulo que no afecta laverdad de lo narrado y esta confianza natural es esencial en el testimonio(Cf. Achugar, 1992, pp. 65-66).

    1.2 El testimonio y el acto de testimoniar en los contextos deviolencia ms recientes

    El testimonio ha sido objeto de anlisis desde distintas disciplinas ysaberes: la antropologa, la literatura, la historia, entre otras; estudios que hanproducido resultados distintos segn su perspectiva. En el mbito de la literatura,concretamente, de los gneros literarios, se apela a la literatura testimonial.Desde la disciplina jurdica existe tambin una reflexin (o al menos unaconcepcin) sobre los testimonios, que est enmarcada en lo que se entiendejurdicamente por verdades judiciales. Vamos a recoger en este apartadoalgunas de estas perspectivas en la voz de autores clsicos para mostrar ladiscusin que se ha venido dando al respecto.

    Mara Moliner define testimonio (del latn Testimoniun) como servirde, dar, ofrecer. Cosa que sirve para dar seguridad de la existencia de ciertohecho, la verdad de cierta noticia. En otra acepcin dice: declaracin de untestigo. Testigo, por su parte, lo define como persona que ha presenciadouna cosa y puede dar a otras seguridad sobre qu ha ocurrido y cmo haocurrido. Persona que est presente mientras ocurre cierta cosa con o sinintencin de dar fe de ella (Moliner, 1998, p. 1222). A partir de esta definicines posible establecer la diferencia entre el testimonio propiamente dicho(como fruto o producto de la palabra de alguien) y la persona que lo ofrece(el testigo). En otras palabras, lo que queda claro es que el testimonio es lanarracin que da alguien de un hecho, segn el caso, sera el testigo o eltestimoniante. Esta diferenciacin es, como lo veremos a lo largo del texto,muy importante a la hora de reconstruir la memoria de las vctimas de la

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    violencia y, de manera particular, a la hora de potenciar la fuerza polticade la memoria del sufrimiento (Cf. Restrepo, 2000), dado que no todos lostestimonios provienen de las vctimas ms directas (muertas y/o desaparecidas)y el testigo (sobreviviente de la tragedia) es quien da testimonio. Adems,hay otro testigo o testimoniante de los hechos, el acadmico o el investigadorque reconstruye sobre su palabra, cuenta otra verdad y motiva la posibilidaddel reconocimiento, potenciando con ello su fuerza poltica.

    Paul Ricoeur, consciente de los mltiples usos del testimonio y de lasdiferencias entre el testimonio judicial y el historiogrfico, seala que, de estosmltiples usos, el uso corriente que se despliega en la vida cotidiana y ordinariaes el que mejor expresa los rasgos esenciales del acto de testimoniar (Cf. 2003,pp. 210 y ss.). Al aislar los rasgos comunes a la mayora de los usos o empleosdel testimonio va a sealar aspectos como los siguientes: a) su fiabilidad, segnla cual el testimonio sera expresin verbal de una escena vivida en la narracindonde el narrador est implicado. Se supone que la factualidad atestiguadamarca una frontera entre la realidad y la ficcin, aunque Ricoeur seala elcarcter problemtico de la memoria para establecer dicha frontera; b) sucondicin autoreferencial, por cuanto hay una estrecha relacin entre el hechode la realidad que se enuncia y la auto designacin del sujeto que atestigua:yo estaba all; c) el carcter dialgico, en tanto la auto designacin se inscribeen un intercambio que instaura una situacin dialogal. El testigo testimoniaante alguien la realidad de una escena a la que dice haber asistido y con ellopide ser credo. No se limita a decir yo estuve all, aade, creedme (Cf.2003, 214), as el testimonio no slo es certificado sino tambin acreditado,con lo que instaura la posibilidad de la sospecha; d) esta posibilidad de sospechase confronta en el espacio pblico (el testimonio de otros), si no me creis,preguntad a algn otro; e) la capacidad del testigo para reiterar su testimoniode la misma manera y mantenerlo en el tiempo, responder por sus afirmacionesa cualquiera que se las pida, esto es, la dimensin moral de certificar sufiabilidad; f) esta disposicin a atestiguar hace del testimonio un factor deseguridad, de garanta en el conjunto de las relaciones constitutivas del vnculosocial que descansa en la confianza de la palabra del otro. El crdito otorgadoa la palabra del otro hace del mundo social un mundo intersubjetivamentecompartido, el cual, no obstante, puede ser afectado por las polticas corruptasque instauran un clima de vigilancia y delacin, donde las prcticas del embustesocavan desde su base la confianza en el lenguaje (Cf. 2003 pp. 213 y ss.).

    Jelin, por su parte, quien comparte con Ricoeur su concepcin sobreel carcter dialgico del testimonio, seala algunos elementos que constituyenel aspecto mediado del mismo, esto es, la mediacin de quien edita similar

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    al papel de quien escucha los testimonios directos de los sobrevivientes;su carcter plural3 y, finalmente, su carcter dialgico, que pese a lacomplicidad que suscita en el lector no invita a la identificacin sino aldilogo. Son, pues, diversas las posibilidades en las que se manifiesta lanarrativa personal sobre la realidad misma. stas narrativas combinandiferentes estrategias de enunciacin y diversas modalidades de expresinde la subjetividad (Cf. 2002, pp. 82-83).

    Felman, adems, (como se cita en Feld, 2002, p. 40) seala el carcternico del testimonio, sobre esto afirma: es uno de los actos ms personalesque se puedan realizar, ya que ser testigo es ocupar una topografa nica, unlugar que no puede ser reemplazado ni reproducido y dar testimonio escomprometerse ante los dems. El testimonio, en relacin con la memoria, seda, segn Feld, a diferentes niveles: como narrativas de los hechos y losrecuerdos de ese pasado; como sentimientos recordados y como sentimientosgenerados en el acto de rememoracin [] como formas de transmisinintergeneracional [] como reflexiones sobre lo vivido, en funcin del momentodel curso de la vida en que se vivi, y las miradas actuales sobre ese pasado,como reflexin sobre el propio lugar de cada uno en el mundo y sobre lapropia responsabilidad social (Feld, 2002, 40 citando a Jelin y Kaufman).

    Margareth Randall seala que no hay ninguna referencia, gnero o funcindenominado testimonio en la literatura. Sencillamente no existe. Sostiene, sinembargo, que cada vez se habla ms de literatura del testimonio, la cualconstituye una de las ramas de la literatura latinoamericana actual. Qu espor tanto el testimonio? Si partimos en busca de su etimologa vemos que seenlaza con la de testigo que, por su parte, remite a la literatura jurdica (Cf.1992, p. 23). Las obras literarias que llamamos testimonios, contina la autora,excluyen toda posible confusin con el ensayo, la narrativa histrica oautobiografa. El testimonio introduce una diferenciacin con este testigo deprimera mano, al asumir que el autor del testimonio puede ser periodista oescritor puede ser el participante, el autor principal o secundario del hechoreal que se relata o, simplemente, un intermediario en aras de que el testimoniohaga llegar sus palabras al pblico oyente o lector. El testimonio es, pues, en laperspectiva de la autora, un gnero nuevo que no debe ser definido de maneraexcluyente. Se habla del testimonio en s, que incluye toda la literaturatestimonial, semejante a la del periodismo, y los discursos en general quetienen un alto valor testimonial. Igualmente, se habla del testimonio para s,

    3 A diferencia de la autobiografa, el testimonio representa un sujeto plural y un escenario de luchaspolticas.

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    pero ste ltimo parece ser, segn la autora, el verdadero testimonio (ungnero distinto a los dems gneros) y que debe basarse en los siguienteselementos: el uso de fuentes directas, vale decir, la entrega de una historia, noa travs de las generalizaciones que caracterizan los textos convencionales,sino a travs de las particularidades de la voz o las voces protagonistas de unhecho y la inmediatez; el uso de material secundario de apoyo, como unaintroduccin, otras entrevistas, documentos, material grfico, cronologas ymateriales adicionales que ayudan a conformar un cuadro vivo y, finalmente,una alta calidad esttica (Cf. 1992, p. 25). Dejando de lado esta ltimacaracterstica, la cual no compartimos, los otros rasgos coinciden, en buenamedida, con los sealados por otros autores.

    1.3 La etimologa de la palabra testigo

    Quiz por la estrecha asociacin entre el trmino testigo y el contextojudicial, varios de los autores apelan a la etimologa de la palabra testigopara desarrollar sus reflexiones y tratar de aprehender el asunto deltestimonio. Segn Giorgio Agamben, el latn tiene dos palabras para referirseal testigo. La primera testis, de donde viene nuestro testigo, significa,etimolgicamente, aquel que se sita como tercero (terstis) en un procesoo litigio entre dos contendientes. La segunda, superstest, hace referencia alque ha vivido una determinada realidad, ha pasado hasta el final por unacontecimiento y est, pues, en condiciones de ofrecer un testimonio sobrel (Agamben, 2003, p. 17).

    Achugar, por su parte, dice que originariamente testimonio viene delgriego mrtir: aquel que da fe de algo y supone el hecho de haber vivido opresenciado un determinado hecho. Entre los griegos, sin embargo, el uso demrtir no connota sufrimiento o sacrificio, y atiende, bsicamente, al hecho deser fuente de primera mano. Al pasar al latn y, sobre todo, con el advenimientode la era cristiana, mrtir adquiere el significado, an vigente, de aquel que datestimonio de su fe y sufre o muere por ello (Cf. 1992, p. 61).

    Jelin habla de dos sentidos de la palabra testigo: quien vivi unaexperiencia y puede narrarla en un momento posterior, dar testimonio. Sinembargo, seala que desde esta primera acepcin testigo-participe hayacontecimientos y vivencias de los que no es posible testimoniar porque no haysobrevivientes. Seala como, en efecto, nadie ha vuelto de la cmara de gas delos campos o del vuelo de la muerte en Argentina. Estas son las vivencias queno sepueden testimoniar pues nadie les sobrevivi. Para este tipo de testimonios,

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    la autora usa la expresin de agujero negro en la vivencia personal, un huecohistrico que marca un lmite absoluto para la capacidad de narrar (Cf. 2002).4

    En este ltimo punto, la autora parece darle la razn a Agamben, quien,frente a estos casos, sostiene su tesis sobre la imposibilidad de testimoniar.El testimonio comporta siempre una laguna que cuestiona el sentido mismodel testimonio y con l la identidad y la credibilidad de los testigos. El testimoniovale esencialmente por eso que le falta, lleva en su corazn eso intestimoniableque priva a los salvados de toda autoridad para testimoniar. Segn este autor,los verdaderos testigos, los testigos integrales, son aquellos que no testimonian,que no habran podido hacerlo, son aquellos que han tocado fondo. Lostestimoniantes hablan en su lugar (testimonian de un testimonio faltante). Quiense encarga de testimoniar por ellos, sabe que deber testimoniar la imposibilidadde testimoniar, lo cual altera irremediablemente el valor del testimonio y obligaa buscar su sentido en una zona imprevista que hara posible hablar de loindecible, lo inenarrable, lo intestimoniable (Cf. 2003, p. 36).

    Sin embargo y al margen de esta imposibilidad, Jelin seala otra nocinde testigo con la que alude a un observador, a quien presenci unacontecimiento desde el lugar del tercero, que vio algo aunque no tuvoparticipacin directa en el mismo. Su testimonio sirve para asegurar o verificarla existencia de cierto hecho. En esta categora se ubica el testimoniantedelegativo.5 Este testimoniante se ubica en el campo del deber de memoriay con l se instala el primer llamado moral a la accin de recuperacin de lasmemorias, lo cual es sumamente importante porque rescata la posibilidad dehablar por otros que no han podido hablar. Por eso, para Jelin el punto departida del testimonio en los contextos de violencia es la huella testimonialque queda en los sobrevivientes, quienes asumen su palabra como un debersocial, tico y poltico.

    Es claro, y todos los autores concuerdan en este hecho, que el testigoes quien con su palabra puede dar cuenta de un hecho, de ser fuente deprimera mano y de certificar de alguna manera la ocurrencia de lo acontecido.Pero su compromiso con la fidelidad y su condicin de ser fuente de primeramano, pone en problemas el testimonio de la violencia de aquellos sujetos/vctimas que no pueden testimoniar. Sin embargo, los contextos de violencia,presentes durante todo el siglo XX, son los que han hecho imposible la palabra

    4 Este tipo de testimonio (o su ausencia), es bien importante en los contextos de violencia como el quetrabajamos en la investigacin.5 Cuya labor se orienta por cuenta de terceros frente a los que no sobrevivieron.

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    del testigo directo y han potenciado el papel del testigo delegativo. Si bienpara Agamben la desaparicin del testigo directo slo revela la imposibilidadde testimoniar (Cf. 2003), para otros autores es justo el momento de potenciarel papel de esos otros testigos: el testigo-sobreviviente de la tragedia, quienen razn de su sobrevivencia puede dar cuenta del hecho violento en smismo, y el testigo delegativo de la palabra de otro, quien recoge sta ltima.Son ellos los que pueden tomar la palabra del otro y potenciarla en laesfera de lo pblico.

    1.4 Quin narra y quin es el testigo?

    El testimonio se constituye en la posibilidadde darle la palabra a esos muertosque [] no descansarn en pazsi no surge la voz capaz de darles humanasepultura

    Esther Cohen

    En lo que respecta al testimonio, particularmente en contextos deviolencia, vemos que se trata de tres tipos de testigos distintos: el testigo,estrictamente hablando, quien, en la mayora de los casos, no puedetestimoniar, lo cual evidencia las lagunas de la palabra; el testigo-vctima-sobreviviente, que da cuenta del hecho desde su propio lugar y eltestigo-delegativo, quien narra para contar la palabra del otro. Son estosltimos, sin duda, los que constituyen el recurso ms importante con el finde hacer viable la posibilidad de la palabra para las vctimas y el acto detestimoniar como un acto poltico y moral de deber hacia stas por parte delos testigos (Cf. Reyes Mate, 2003, p. 115).

    En el caso concreto de los testimonios de la violencia quedan las lagunasde quien no puede testimoniar. Se pierde con ello su palabra, el dolor y elsufrimiento padecidos, o existe la posibilidad de recuperarla? Esta es la preguntaque sostiene la reflexin de muchos autores, que en contextos de violenciapotencia el papel del testimonio-delegativo. Este, por su parte, puede ser untestigo-sobreviviente que asume la palabra del otro y la narra, y/o un mediador(investigadores, periodistas, historiadores u otros) que la recogen paratestimoniar. El testigo delegativo y el testigo-vctima-sobreviviente apuntan enla misma direccin, a recuperar el habla negada por la violencia (Cf. Cohen,2006), pero lo hacen de diferentes maneras y se enfrentan a retos diferentes.En primer lugar, el testigo-sobreviviente da cuenta del hecho y su palabra es

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    una lucha contra la tirana del silencio. En cambio, el testigo-delegativo cuentauna historia que no es del orden de la vctima, ni del testigo-sobreviviente delhecho violento. Pero ambos pueden potenciar la enorme fuerza poltica delsufrimiento del otro a travs de la puesta en pblico de su palabra. En efecto,hay que confiar en el testigo, el nico capaz de indignar al espectador, estoes, de convertirle a la vez en testigo (Reyes Mate, 2003, p. 119). Esta es tambinla apuesta de Esther Cohen cuando potencia la enorme fuerza del testimoniodado por otro, sobre ello afirma: en buena medida el relato de la segundamitad del siglo XX est marcado por el testimonio [...] es tomar la palabra delotro, hablar en su lugar y a diferencia del hroe o del testigo judicial, quienescribe da voz a quienes en su momento estuvieron imposibilitados para hablaro incapacitados para hacerse or. Pero, sobre todo, el que testimonia recuperauna dimensin poltica y social del relato (Cohen, 2003, p. 51).

    Este es el testimonio que interesa para la presente reflexin, porque puedepermitir esa puesta en pblico de la palabra de las vctimas y recuperar conella otras verdades que no son del orden de lo judicial, sino ms bien verdadessociales (y en algunos casos histricas). Est claro, pues, que en situaciones deviolencia, donde los testigos no pueden testimoniar, las verdades sociales ehistricas, ms que las judiciales, deben ser rescatadas pues ellas son la memoriade la violencia.

    1.5 El potencial poltico del testimonio o la fuerza poltica de lamemoria del sufrimiento6

    1.5.1 La escucha

    Dar testimonio es recuperar el habla []toda palabra arrancada a la sofocacines una victoria sobre la barbarie

    Esther Cohen

    La posibilidad de testimoniar y reconstruir historias distintas o alternasa la llamada Historia Oficial, sobre todo en contextos de guerra, es unaalternativa empleada en muchos pases, fundamentalmente porque existenotras voces que son silenciadas en el discurso oficial, que cuenta la historia

    6 La expresin es tomada de un artculo bajo la autora de Beatriz Restrepo en el peridico de ElColombiano (Cf. 2000).

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    de los vencedores. Sin duda, la palabra de las vctimas cuenta lo que Achugarllama historias otras (1992) sobre la guerra, que no son las aceptadas y/olegitimadas por quienes detentan el poder. La posibilidad de la palabrapara quienes no han sido escuchados es lo que le da fuerza al testimonio; deah su carcter poltico.

    Aunque el testimonio tiene distintas acepciones, casi todos los autoresaluden a la figura del testigo desde su acepcin jurdica, segn la cual steemite en tanto es considerado como el garante de la prueba testimonial quese despliega en el terreno de los tribunales y que si bien es importante en lamedida en que permite el acceso a verdades jurdicas y, en el mejor de loscasos, conduce al castigo de los culpables, despoja a las vctimas de suderecho a ser escuchadas desde su dolor y su sufrimiento, y al hacerlo, despojatambin a las memorias de la violencia de uno de sus principales componentes:el de la subjetividad. Una subjetividad que no tiene espacio en los tribunales,pero es un componente central de la memoria, la constituye.7 Un ejemplo deesta mutilacin de los componentes subjetivos en el recuento de la historiaoficial es el que trae Claudia Feld en el contexto del juicio a los militaresargentinos. All seala que en los testimonios presentados, las emociones, lasinterpretaciones, la pertenencia de los testigos a cualquier tipo de identidadcolectiva fue descartado; las condiciones del juicio se basaron en la evidenciade los hechos y dejaron por fuera toda la subjetividad (Cf. 2002).

    El componente emocional y de subjetividad que encierran los testimonioses importante, adems, porque es condicin imprescindible de la calidad dela escucha; del respeto por la subjetividad del Otro y de un contexto deproduccin y recepcin claro del relato que ayude a comprender y a darlesentido a la narracin, as como a sus dimensiones polticas. El aspecto de laescucha es importante porque slo cuando se abre el dilogo entre quienhabla y quien escucha, stos comienzan a nombrar, a dar sentido, a construirmemorias (Jelin, 2002, p. 84). Todos estos testimonios son procesos deconstruccin social con base en la subjetividad, por lo cual es difcil establecerel lmite entre la realidad y la ficcin. En ellos, el eje de la consideracin fctica(el hecho en s), se desplaza a la narrativa subjetivada, que trasmite las verdadespresentes en los silencios, en los miedos y en los fantasmas de quien ha vividola situacin traumtica (Cf. Jelin, 2002).

    7 En efecto, no es lo mismo el testimonio judicial rendido ante un juez que el que se hace ante unhistoriador o ante una comisin de la verdad para producir verdades histricas y sociales. Son estasltimas, ms que las judiciales, las que es preciso rescatar como testigos de las memorias de laviolencia. Este es el testimonio que nos interesa porque nos puede permitir esa puesta en pblico dela palabra de las vctimas y recuperar con ella otras verdades (con todo y sus componentes subjetivos),que no son exclusivamente del orden de lo judicial.

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    La escucha resalta la dimensin moral que la problemtica de lasvctimas comporta. Sobre este hecho evidenciamos en Colombia una enormeindiferencia social ante la problemtica. No hay, pues, la suficiente condenamoral que el drama exige. Por lo general se ignora la problemtica y si sereconoce se jerarquiza el sufrimiento, esto es, se consideran a las vctimascomo de primera y/o de segunda categora, en una carrera competitivaentre vctimas que es macabra, intil y profundamente injusta (Cf. Reyes Mate,2003). Como lo seala Reyes Mate, la sola existencia de las vctimas deberaser el mayor reto poltico de la sociedad, debe instaurar el deseo de que elhorror que han vivido estas personas no se repita, debe ser la primera de lasexigencias morales. Las vctimas, no pueden seguir siendo slo un problemaa resolver (Cf. Reyes Mate, 2003), sino una voz con la suficiente autoridadmoral para determinar el proceso de una futura comunidad poltica reconciliada.Esta dimensin moral es, por lo dems, el centro de la discusin sobre lastensiones entre la necesidad de la justicia por parte de las vctimas y la necesidadde paz y reconciliacin de la sociedad. El equilibrio entre ambas no es siempreposible pero es en l, donde se deciden las posibilidades.

    1.5.1 El carcter narrativo del testimonio

    Las guerras se luchan pero tambin se relatan.Kimberly Theidon

    La memoria corporal puede ser actuadacomo todas las dems modalidades de hbito[...]pero las pruebas, las enfermedades, las heridas,los traumatismos del pasadoinvitan a la memoria corporal a fijarse enincidentes precisosque apelan fundamentalmente a la memoriasecundaria,a la rememoracin e invitan a crear su relato.

    Paul Ricoeur

    Otro componente que estructura la memoria es el relato, porque lanarracin es, no slo la forma de construccin de la memoria, sino tambinsu mejor expresin. En efecto, es por la va de la reconstruccin de los relatospor donde se ha implementado la puesta en pblico del dolor y elsufrimiento de las vctimas de situaciones de guerra (Cf. Blair, 2002). Por

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    esta razn, quisimos explorar el carcter narrativo de la memoria entendidocomo el mecanismo privilegiado de la construccin de sta ltima. Para elloformulamos las siguientes preguntas: es posible atribuirle un carcterexclusivamente narrativo a la memoria?, es el relato, el elementodiferenciador entre el recuerdo y la memoria?

    Para algunos autores, en efecto, la memoria no existe si no es narrada(Cf. Vsquez, 2001). Marc Aug afirma al respecto que un recuerdo comoimpresin, como huella amnsica, an no constituye la memoria. Al recuerdoprivado le hace falta la palabra, el relato para construir memorias. Incluso,plantea Aug, que cuando habla de relatos no alude solamente a las formasliterarias consagradas, sino tambin a los relatos que adornan cada vivenciaindividual, cada vida en trance de vivirse y de narrarse (Cf. 1998, p. 61). Poreso nos parece ms acertado el concepto de re-memorar, utilizado por Ricoeur,que une el recuerdo a la memoria; la impresin con el relato que se construyesobre ella, relato o narracin que, por lo dems, da al recuerdo su dimensinpblica (Cf. 2003, p 169). Esto se puede concluir de la apreciacin del autorsobre lo que llama la memoria declarativa del testimonio la cual consideracomo lo mejor para asegurarnos de que algo ocurri (2003, pp. 191-192).Dice Ricoeur: hay un momento de inscripcin del testimonio recibido porotro: ese momento es aquel en el que las cosas dichas pasan del campo de laoralidad al de la escritura (Ricoeur, 2003, p. 192). De hecho, plantea que laactividad de testimoniar revela la misma amplitud y el mismo alcance que lade narrar, en virtud del claro parentesco entre ambas actividades (Cf. 2003,pp. 212-213). Asimismo, para Jelin la memoria o el acontecimiento memorablese expresa en una forma narrativa. De ah su afirmacin segn la cual, lasvivencias pasadas que no pueden ser integradas narrativamente y que conllevangrietas en la capacidad narrativa son huecos en la memoria (Jelin, 2002, pp.27-28), es decir, silencios, traumas.

    Existe un acuerdo entre los autores sobre la importancia de la narrativapara la memoria. Con todo y este acuerdo en que la forma narrativa y elrelato parece ser la expresin privilegiada de la memoria, es decir, que noexistira la memoria sin relato, la reflexin en este terreno no resulta paranada simple. Para no ampliar mucho el debate, sealaremos uno de losaspectos fundamentales del problema, el cual tiene que ver con el podercomunicativo de los relatos y/o las narrativas en su doble dimensin comoacto de narrar y como producto (el enunciado narrativo), al igual quecon sus significaciones y resignificaciones y, finalmente, con los usos y losefectos sociales, simblicos y cognitivos de esas narrativas (Cf. Mumby citadopor Contursi y Ferro, 2000, p.100). Lo que de ellas pueda derivarse para

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    efectos del desarrollo de ejercicios de la memoria, y de la posibilidadde producir actos de habla y recuperar los testimonios presentes enesos relatos; con la posibilidad tambin, en trminos de significaciones,de resemantizar a travs de ellos ese pasado violento en tanto se tratade la memoria, como ejercicio de resignificacin del sentido de ese pasado(Ricoeur, 2003), y con los usos polticos, o las perspectivas de futuro,que reviste una importancia fundamenta l en la construcc in yreconstruccin de la(s) memoria(s) producidas en contextos de guerra.

    Sin duda, este carcter narrativo es reconocido hoy como la forma porexcelencia de construccin y de la expresin de las memorias de las guerras.Sin embargo, la complejidad de esas narrativas no es puesta en evidencia:Qu son esas narrativas? Cmo se construyen? De qu estn hechas? Cules su pertinencia a la hora de recordar y hacer memoria? Puede existir unamemoria sin palabras?

    Ahora bien, si el testimonio puede ser una narrativa, lo cual no esclaro hasta el momento, antes debemos responder otras preguntas tales como:Qu es una narrativa y cmo se construye? Qu le da el carcter de narrativaal discurso oral propio de un relato? Qu especificidades tienen las narrativasque se construyen en torno a la violencia? Cul es su carcter poltico? Acontinuacin, problematizaremos la construccin de estas narrativas,interrogaremos por su naturaleza y su expresin como mecanismo deelaboracin de las memorias de la guerra. Para empezar, queremos hacer unaaproximacin inicial sobre la naturaleza o el carcter de las narrativas conbase en la interpretacin de Ricoeur, que nos ayude a precisar sus contornospara desentraar si, en trminos de las narrativas, los testimonios de las vctimaspueden ser asumidos como tales y potenciar as sus posibilidades analticas.

    El anlisis de Ricoeur sobre las narrativas tiene como fundamento eldiscurso histrico y la literatura de ficcin. Un primer elemento que permitirahacer el trnsito del relato a la narrativa es el que da Ricoeur al sealar quehay un momento de inscripcin del testimonio recibido por otro: ese momentoes aquel en el que las cosas dichas pasan del campo de la oralidad al de laescritura (Ricoeur, 2004, p. 192). Un segundo elemento se establece cuandoplantea que la actividad de testimoniar revela la misma amplitud y el mismoalcance que la de narrar, en virtud del claro parentesco entre ambas actividades(Ricoeur, 2003, pp. 212-213).

    Uno de los problemas que se presenta con los testimonios de laviolencia es que, generalmente, estos son producidos por la demanda

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    del investigador, quien muchas veces modifica, sustancialmente, laintencionalidad del testimoniante. En otras palabras, al testimonianteconvocado no lo asiste la misma intencin que puede asistir al historiadorcuando construye la narrativa histrica, como tampoco al escritor cuandoconstruye la narrativa literaria. Con todo, muchos de los puntos de anlisisde la narrativa con sus tres momentos, que se abordarn en el siguienteapartado, estn presentes en los testimonios que de la oralidad pasan a laescritura. Estos testimonios son una representacin de la accin que conoceun momento pre-narrativo, produce un texto trascrito del testimonio oral(que puede ser objeto de anlisis o de configuracin) y, finalmente, seconfronta con el oyente o con el lector, esto es, se pone en pblico, esepblico que remata la trama (Uribe y Lpez, 2006, p.14).

    2. Los tres momentos de la narrativa: la perspectiva de Ricoeur

    El tiempo se hace tiempo humano en la medidaen que se articula de modo narrativo

    Paul Ricoeur

    En La memoria, la historia, el olvido, Ricoeur introduce algunoselementos de anlisis sobre la narrativa en funcin del tema de la memoria,pero es en su obra Tiempo y narracin donde entra de lleno a una de suspreocupaciones tericas ms importantes: el asunto de la narrativa, sus tramasy sus relaciones con la temporalidad y la historia. En una aproximacin inicialy rpida de su obra,8 vamos a sealar algunos de los aspectos que nos resultanms tiles para el abordaje del tema de las narrativas y a seguirle la pista a suanlisis de los tres momentos de la produccin de la narracin: mmesis 1, laprefiguracin; mmesis 2, la configuracin y mimesis 3, la refiguracin.Anlisis que constituye el ncleo de su teora sobre la narracin.

    La mimesis o representacin de la accin en la narracin es el puntode partida del anlisis de Ricoeur. Quiz el mejor aporte de este autor sea supropuesta de anlisis de las narrativas, no solamente desde el anlisis deltexto mismo como lo hace el anlisis estructural, sino tambin a partir

    8 Sin duda, la obra de Ricoeur dara la clave para explicar muchas de las implicaciones del anlisis de lasnarrativas; sin embargo esto exigira un estudio de mucha ms profundidad que no podemos hacer aqu.Para decirlo en trminos de Ricoeur: En este estadio de la investigacin slo puede tratarse de unesbozo que exige todava desarrollo, critica y revisin (Cf. Ricoeur, 2004, p. 113).

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    de los momentos previos y posteriores al texto, vale decir, las experienciaspre-narrativas que lo anteceden, los contextos de accin (sus estructurasinteligibles, simblicas y temporales), y los momentos posteriores que loenfrentan al lector y/o al oyente (la puesta en pblico de la narracin quemoldea el mundo de la experiencia), despus de haberse construido la tramay (el texto mismo en el proceso de configuracin) y en una dinmica queslo puede ser aprehendida en la circularidad de esos tres momentos (Cf.Ricoeur, 2004, pp. 113 168). Una circularidad que, como l mismo lo plantea,no es viciosa sino ms bien una espiral sin fin que vuelve a pasar por losmismos puntos aunque a una altura diferente (Cf. Ricoeur, 2004, p. 141).

    La tesis de la mimesis II o la configuracin del texto y del relatoconstituye el eje del anlisis de Ricoeur. El autor insiste, sin embargo, en queel sentido mismo de la configuracin, constitutiva de la construccin de latrama (mimesis II), resulta de su funcin de intermediacin o de su posicinintermedia entre las dos operaciones que se producen de manera previa(mimesis I: la prefiguracin) y de manera posterior (mimesis III: la refiguracin),esto es, en un antes y un despus. En esta circularidad de los tresmomentos, Ricoeur estara oponiendo el anlisis hermenutico al anlisisestructural o a la semitica del texto, que hace el anlisis de las narrativasteniendo en cuenta solamente la estructura interna sin considerar el antes yel despus (Cf. Ricoeur, 2004, p.114). Seguimos pues el paso de un tiempoprefigurado a otro refigurado por la mediacin de uno configurado (Ricoeur,2004, p. 115).

    2.1 Mmesis I. La pre-figuracin o el antes del texto

    La pre-figuracin es, para Ricoeur, un momento de experienciaprctica, esta es la pre-comprensin del mundo de la accin, de susestructuras inteligibles, de su carcter simblico y de su carcter temporal(Cf. Ricoeur, 2004, p. 116). Las acciones prefigurativas que la constituyenson, primero, del orden de la identificacin de la accin y sus diferentesconexiones lgicas o, ms directamente, del qu, quin, dnde, para qu,en cules circunstancias, cmo, con quin, contra quien?9 Segundo, del ordendel conocimiento de los recursos simblicos sobre el campo prctico, estoes, considerar qu aspectos del hacer, del poder hacer y del poder-saber-hacer, se van a considerar en la configuracin de la trama. Si la accin puedecontarse, es porque ya est articulada en signos, reglas, normas, es decir, est

    9 En trminos de un anlisis de las memorias del conflicto, esta prefiguracin puede ser asumida en losmomentos preblico, blico y posblico (Cf. Uribe y Lpez, 2006, p. 14).

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    mediatizada simblicamente.10 Estoes importante para Ricoeur porque le permitesealar que el simbolismo no est en la mente de alguien, no es una operacinpsicolgica destinada a guiar la accin, sino una significacin incorporada a laaccin y descifrable por los dems actores del juego social (Cf. Ricoeur, 2004, p.120), cuyos smbolos, adicionalmente, cobran significacin en un contextoparticular de descripcin, pues, un smbolo slo adquiere sentido en el contextoen el que se produce.11 Tercero, el aspecto relacionado con la intratemporalidadpropia de las narraciones que superan la representacin lineal del tiempo (unasucesin de ahoras) y lo sustituyen por tiempos complejos (mticos, pasados,imaginarios y futuros), que tienen la virtud de hacer presente momentosdiferentes e incluso tiempos abstractos (Cf. Uribe y Lpez, 2006, p. 12). Estasnarraciones recrean la yuxtaposicin de tiempos sociales que desarrollaHalbwachs (1997).

    2.2 Mmesis II. La con-figuracin o la mediacin entre el antesy el despus del texto

    La mimesis II es una imitacin o representacin de la accin que necesitadel momento previo de prefiguracin (o del mundo de la accin). Es exactamenteel momento de la composicin de los eventos y los acontecimientos en unatrama con sentido, en el cual se seleccionan, entre muchos acontecimientos,aquellos que tienen significacin para el relato. Este momento se caracteriza,bsicamente, por su funcin de mediacin. Lo que Ricoeur quiere mostrar conesto es que el momento de configuracin de la trama se hace inteligible ensu facultad de mediacin, que consiste en transfigurar el antes en despuspor su poder de configuracin (Cf. Ricoeur, 2004, p. 114).

    El elemento central de la configuracin es la trama, la cual tiene variascaractersticas: en primer lugar, media entre acontecimientos e incidentesparticulares, dispersos, diferenciados en el tiempo y en el espacio, y laconstruccin de una historia con sentido tomada como un todo, es decir, extraeuna historia legible, verosmil e inteligible de una multitud de eventos

    10 Vale la pena anotar que el contenido de la dimensin simblica que estructura Ricoeur en este trabajoest apoyado en la concepcin simblica de Cassirer, para quien las formas simblicas son procesosculturales que articulan toda la experiencia, como tambin en la concepcin de Clifford Geertz sobreel carcter pblico de la significacin, segn la cual: la cultura es pblica porque la significacin lo es(Ricoeur, 2004, p. 120).11 Un proceso que ha sido explorado ampliamente por la antropologa simblica, muy esclarecedory que trae de nuevo Ricoeur, es el de la significacin de un gesto segn el contexto en el que seproduce. Levantar el brazo, por ejemplo, puede significar un saludo, llamar un taxi o votar (Cf.Ricoeur, 2004, p. 121).

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    diferenciados y dispersos. La trama est guiada por un propsito que es pblicoy que busca convencer o conmover al auditorio. Una historia, dice Ricoeurdebe ser ms que una sucesin de acontecimientos en serie, ella debeorganizarlos en una totalidad inteligible de modo que se pueda conocer acada momento el tema de la historia. As, la construccin de la trama es laoperacin que extrae de la simple sucesin de los hechos, la configuracin(Cf. Ricoeur, 2004, p. 132).

    En segundo lugar, la trama es la sntesis de lo heterogneo, esto es,que en tanto mediadora debe tener la capacidad para integrar, articular y poneren relacin factores totalmente heterogneos (actores, fines, propsitos,intenciones, medios, circunstancias, resultados, etc.) (Cf. Ricoeur, 2004, p.132), para extraer de esa heterogeneidad una historia con sentido, es decir,legible, creble, verosmil. Finalmente, la trama concierne a las dimensionestemporales. Unas son cronolgicas y constituyen la dimensin episdica dela narracin o la historia hecha de acontecimientos, mientras que otras no loson. Estas ltimas son las que constituyen la dimensin configurantepropiamente dicha, que es la accin mediante la cual los acontecimientos oeventos se convierten en historias.

    La dimensin episdica de la narracin lleva al tiempo narrativo dellado de la representacin lineal (del tiempo que conocemos como una sucesinde unos hechos antes y despus de otros). La dimensin configurante, encambio, transforma la sucesin de acontecimientos en una totalidad significante(Ricoeur, 2004, p. 134). Esta ltima corresponde al tiempo narrativo querompe con la sucesin de eventos unos despus de otros para instaurar losencadenamientos lgicos (Uribe y Lpez, 2006, p. 14).12 Como veremos enel anlisis propiamente dicho, esta es la dimensin temporal ms recurrentede la memoria, la cual nos interesa, no tanto por los acontecimientos en smismos (como sera la historia), sino por el significado que ellos tienen.Significado que cambia el orden o la temporalidad de los mismos y se tejedesde lo significativo de la experiencia del narrador, pues, como afirma White:El narrador ordena en la narrativa de la memoria los eventos y lugares conformea una trama que los dota de sentido en relacin con sus deseos, temores,sueos y ensueos (citado en Piazzini, 2006b).

    12 Aunque esta frase es producto del acercamiento que tienen Uribe y Lpez a los textos de Ricoeur,creemos, sin embargo, que la palabra lgica no sera la ms acertada, puesto que esa temporalidad seteje desde referentes no necesariamente lgicos sino significados. En cambio, consideramos, como loplantea Clifford Geertz, que en el terreno de las significaciones la palabra lgica es una palabratraicionera (Cf. 1997).

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    2.3 Mmesis III. La re-figuracin o el despus del texto

    Es el momento donde, segn Ricoeur, la narracin tiene pleno sentido,porque es restituida al tiempo del obrar y el padecer. La mimesis III tiene sucumplimiento en el oyente o en el lector, pues, ella marca la interseccin delmundo del texto y del mundo del oyente o del lector. Es el momento donde latrama tiene la capacidad de modelar la experiencia (Cf. Ricoeur, 2004, p.139),es la puesta en pblico de la narracin, que de cara al oyente o al lector,puede verse como la interseccin entre el mundo configurado por lo narrado yla accin efectiva de los lectores u oyentes, pues, en ltimo trmino, este pblicoser objeto del convencimiento o de la exposicin de sentimientos. El acto delectura o de audicin constituye la refiguracin propiamente dicha, refigura elmundo bajo la influencia de la trama, es decir, produce impactos omodificaciones diferenciales en la experiencia cotidiana porque los lectores uoyentes no son receptores pasivos de la trama, hacen interpretaciones subjetivas,toman partido. Son ellos quienes, en ltimas, rematan la trama (Cf. Uribe yLpez, 2006, p. 14). En este momento se recobran los factores pre-narrativosdel mundo de la accin y se proyecta sobre ellos el sentido constituido a travsde la narrativa, modelando o transformando as la experiencia de los sujetos(Cf. Piazzini, 2006).13

    3. Silencios, puesta en escena, verdad y momentos deltestimonio: una propuesta analtica del testimonio encontextos de violencia y de guerra

    La literatura sobre el tema de la(s) memoria(s) en contextos de guerra hasupuesto tambin, ms all de sus reflexiones tericas y/o polticas, el desarrollode una serie de propuestas metodolgicas o de aproximacin al anlisis de lasnarrativas de la memoria.Como ejemplo de ello tenemos los trabajos de tresautoras latinoamericanas, los cuales hacen enormes aportes en el terrenometodolgico frente a lo que supone la aproximacin o el acceso a lostestimonios, su tratamiento y sus exigencias en el terreno tico. Aunque no setrata de que las autoras hagan una propuesta metodolgica precisa deaproximacin al anlisis de los testimonios. Ha sido trabajo nuestro elestructurarlas como propuestas metodolgicas y operacionalizables para elanlisis. Los tres trabajos son el de Elizabeth Jelin, el de Claudia Feld y el deLudmila Da Silva Catela, que, por efectos de la estructuracin que hemos

    13 Para otras aproximaciones de las narrativas en los contextos de guerra y violencia recomendamosespecialmente el texto de Uribe y Lpez, 2006 y el de de Piazzini, 2006a.

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    reconstruido a partir de sus textos, los hemos llamado: Los silencios deltestimonio y el problema de la escucha, en el caso de Jelin; Narracin,puesta en escena y verdad, en el caso de Feld; y Los lugares y los momentosdel testimonio en el caso de Da Silva Catela.14

    3.1 Los silencios del testimonio y el problema de la escucha:Elizabeth Jelin

    Qu pueden decir o contar quienes vivieronesas situaciones invivibles?

    Elizabeth Jelin

    Con esta pregunta Jelin introduce su reflexin sobre los testimonios.Su reflexin tiene como ejemplo principal el caso de Auschwitz, y se apoyaen autores como Laub y Pollack; a partir de all, la autora quiere situar lareflexin ms contempornea sobre la memoria y las posibilidades deltestimonio. Su propuesta analtica se puede re-construir desde varios aspectos:los obstculos o trabas del testimonio, esto es, las dificultades para suproduccin, para que quienes vivieron y sobrevivieron la situacin-lmitehayan podido relatar lo vivido. En este punto se ubica la imposibilidad denarrar y los huecos simblicos de lo traumtico, es el problema del silencio.15

    Al silencio se agregan aspectos que la autora ubica en el testimoniopropiamente dicho, pero que tambin contribuyen a reforzarlo: los huecos yvacos que se producen, lo que se puede y no se puede decir, lo que tiene yno tiene un sentido y, finalmente, la cuestin de los usos, efectos e impactosdel testimonio sobre la sociedad: el entorno en el que se manifiesta, elmomento en el que se narra, las apropiaciones y sentidos que distintospblicos pueden darle a lo largo del tiempo (Cf. Jelin, 2002, pp. 79-80).

    Con todo esto, la autora aborda uno de los aspectos ms importantesfrente al tema de la memoria en contextos de guerra, el que tiene que vercon las dificultades o incluso las imposibilidades de narrar que estas

    14 Estos anlisis sobre la construccin de memorias en torno a la violencia tienen el mrito de estarapoyadas en diferentes trabajos empricos. Jelin y Feld toman por caso concreto la dictadura Argentina;Da Silva Catela, por su parte, analiza tres casos: los sobrevivientes de Auschwitz, los desaparecidosargentinos y los archivos de la represin poltica en el Brasil.15 En este punto la autora retoma a Pollack (1990) y a Heinich (1986), para sealar que el silencio, adiferencia del olvido, puede funcionar como modo de gestin de la identidad que resulta del trabajo dereinsertarse en el mundo de la vida. Puede tambin expresar la dificultad de hacer coincidir el testimoniocon las normas de la moral imperante o la ausencia de condiciones sociales favorables que autorizan,solicitan o abren la posibilidad de escucha (Cf. Jelin, 2002, p. 80).

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    situaciones-lmite traen consigo, esto es, el problema de los silencios y,por otro lado, el problema de la escucha. En efecto, cuando se trata delas memorias de guerra y, en consecuencia de experiencias traumticas,muchas son las limitaciones. No basta con vivir un hecho violento y querercontarlo (Jelin, 2002). La imposibilidad de la palabra ha sido evidenciadaen mltiples situaciones histricas; algunas tienen que ver con el testigomismo, otras con el contenido de lo que se relata y otras, finalmente, conla posibilidad y la calidad de la escucha.

    3.1.1 El silencio

    Frente al tema de los silencios que se producen en la narracin, Jelin vaa insistir en varios aspectos. En primer lugar, el del silencio que se producecomo efecto de situaciones traumticas que las personas no pueden superar.Estos constituyen huecos traumticos que son los ms extendidos en lassituaciones de violencia. En efecto, el sufrimiento traumtico puede privar a lavctima del recurso al lenguaje, de su comunicacin. Pero hay tambin otrossilencios que no son debidos a los traumas, sino al intento de resguardar laintimidad de las personas que han padecido el sufrimiento, espacios deintimidad que no tienen porque ser expuestos a la mirada de otros (Jelin,2002, p. 96). En ambos casos se refleja la subjetividad de quienes pueden o nodar un testimonio y el carcter de sus silencios. Sus silencios no siempre sonsilencios en sentido estricto, algunas veces se puede contar sin subjetividad(sin implicarse en el relato) o ser repeticiones ritualizadas del sufrimiento oincluso pueden evidenciar la falta de recursos para saldar la brecha entre lavivencia y la ausencia de marcos narrativos para decirla (Cf. Jelin, 2002, p.96). Otras razones del silencio estn asociadas a los usos, efectos e impactosdel testimonio sobre la sociedad. De hecho, no se sabe muy bien cuales sernlos usos posteriores de las palabras y ese peligro, invita al silencio.

    El silencio puede estar relacionado, y de manera muy importante, con laimposibilidad de la escucha. El testigo debe callar (incluso ante su necesidadde hablar), por la imposibilidad de encontrar odos receptivos a su palabra.Esto lo sumerge en el dilema de querer contar y sin embargo callarse paraconservarse en su comunidad, de la cual no puede desligarse. Esto lleva a laautora a ampliar su reflexin en trminos, ya no del testimonio mismo y susposibilidades por parte de las vctimas sino de los receptores, que nombracomo el problema de la escucha. Con ello va a sealar los desafos ticos ypolticos que enfrentan los testimonios de las vctimas y las exigencias quesemejante trabajo supone.

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    3.1.2 La escucha

    Cmo se genera la capacidad de escuchar? De esta manera instala Jelinla pregunta por la escucha en contextos de guerra, al situar al testigodelegativo en la escena de la narracin. Aqu se parte de la consideracinsegn la cual los modos, en que el testimonio es solicitado y producido, noson ajenos al resultado que se obtiene,16 para desarrollar su reflexin desde laposibilidad de reconstruir memorias sociales, distintas de las verdades judiciales,marcadas por la relacin que se establece entre quien narra y quien escucha.En el caso de las memorias sociales se necesita, por ejemplo, un otro queest por fuera de la situacin de violencia que se narra y de la comunidadafectada. Al respecto, afirma Jelin que no se trata de la escucha interna dequienes comparten una comunidad y un nosotros; se requieren otros concapacidad de interrogar y expresar curiosidad por un pasado doloroso,combinada con la capacidad de compasin y empata. Por eso, cuando no seda empata con el otro que escucha, la narracin puede transformarse en unvolver a vivir, en un revivir el acontecimiento donde no hay alivio sino unareactualizacin de la situacin traumtica. Se requieren entoncesemprendedores de la memoria, personas comprometidas a preservarla yatentas a los procesos subjetivos de quien narra. Sin embargo, es necesario unequilibrio entre la cercana y la distancia, debe producirse la empata necesariapero no la identificacin, ya que la alteridad en el dilogo ms que laidentificacin ayuda en esa construccin (Jelin, 2002, p. 86). Si no se tiene lacapacidad de escuchar se aniquila el relato y esto constituye, dice la autoraretomando a Laub, el golpe mortal, la aniquilacin de la narrativa.

    Otro aspecto que se resalta de esa capacidad o labor de escucha es lanecesidad de recursos simblicos, en virtud de los cuales las narracionesde las que se es testigo pueden hacerse inteligibles y llenarse de sentido.Por consiguiente, se necesitan marcos interpretativos culturalmentedisponibles para que lo escuchado tenga sentido (Cf. Jelin, 2002, p. 83), deeste modo, el pacto entre quien narra y quien escucha se basa en unapresencia no obstructiva u obstruyente pero visible y activa de quien escucha(Cf. Jelin, 2002, p. 84).

    Uno de los desafos ms importantes de la escucha tiene que ver conlos juicios morales. La vctima est situada en un lugar de vulnerabilidadabsoluta: no slo vivi o experiment las situaciones de la guerra, sino que

    16 Aqu se incluyen, por supuesto, los testimonios judiciales desde la demanda del juez o elfuncionario judicial.

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    est obligada al silencio. De esta forma, hay que estar atentos al peligro de losjuicios morales frente a los testimonios. No se trata de comprender o entenderlas causas, pues en este caso es ms importante reconstruir que explicar.Reconstruir la historia a travs de los relatos debera bastar para no caer en elhueco de los juicios morales (Cf. Jelin, 2002).

    Finalmente, Jelin introduce otro aspecto fundamental: la subjetividadde los relatos. Todos los testimonios son procesos de construccin socialsubjetiva y en ellos es difcil establecer el lmite entre la realidad y la ficcin; eleje de la consideracin fctica (el hecho en s), se desplaza a la narrativasubjetivada, que trasmite las verdades presentes en los silencios, en los miedosy en los fantasmas de quien ha vivido la situacin traumtica. De ah que seapreciso el respeto por la subjetividad del otro y un contexto de produccin yrecepcin claro del relato que ayude a comprender, a darle sentido a la narraciny a sus dimensiones polticas.

    El aspecto de la escucha en Jelin es de vital importancia, esto seconcluye de su afirmacin segn la cual la escucha marca la posibilidad deconstruir memorias. Slo cuando se abre el dilogo entre quien habla yquien escucha, stos comienzan a nombrar, a dar sentido, a construirmemorias (2002, p. 84). No obstante, con todo y la importancia de lostestimonios, la escucha no es suficiente para resarcir el dao y solucionarla problemtica de las vctimas. En sus propias palabras la importanciapersonal e individual de hablar y encontrar una escucha no debe remplazar,ocultar u omitir los otros planos de trabajos de la memoria. La ola testimonialno puede remplazar la urgencia de respuestas polticas, institucionales yjudiciales a la conflictividad del pasado, adems de las personales, lassimblicas y las morales o ticas (2002, p. 98).

    3.2 Narracin, puesta en escena y verdad: Claudia Feld

    Pese a compartir algunos elementos de anlisis con Jelin, esta autoracentra el suyo en otros tres aspectos muy importantes, con lo cual aportaenormes contribuciones a las metodologas de anlisis de testimonios. Feldelabora una propuesta segn la cual el anlisis de las memorias implicatener en cuenta, al menos, tres dimensiones: una dimensin narrativa, enla que importa quien cuenta el relato, cmo y para quin. Ella remite,directamente, a los dispositivos narrativos puestos al servicio de laconstruccin de sentidos sobre el pasado y los mecanismos por los cualesse seleccionan, jerarquizan y renen diversas voces o testimonios.

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    Dispositivos que en el terreno de la memoria obligan a considerar Cmonarrar lo ocurrido? Qu lenguajes pueden dar cuenta de la magnitud delcrimen? Qu lenguajes son capaces de condenar y a la vez mantener vivoel recuerdo del horror? (Cf. 2002, p. 7).

    Un segundo elemento tiene que ver con la escenificacin de lamemoria. Concretamente, una puesta en escena que la autora nombra comola dimensin espectacular, en la que toman relevancia los lenguajes y loselementos usados para la escenificacin. En efecto, sta ltima no se produceen el vaco, sino en un contexto particular que requiere de ciertas condiciones.No se trata solamente de situaciones de contexto que permiten situar esapalabra, sino tambin de condiciones propicias al relato: espacios o escenariosde la memoria. Sobre esto afirma la autora: El trabajo de la memoria no slorequiere de actores, es decir, de personas o instituciones encargadas de elaborarel recuerdo y construir representaciones sobre el pasado. Necesita, adems,espacios o escenarios de la memoria en donde una presentacin de y undiscurso sobre el pasado sea posible. Estos espacios tienen sus reglasespecficas y sus lenguajes, que determinan, a su vez, la produccin de esosrelatos (Feld, 2002, p. 5).

    Como escenario de la memoria se entiende el espacio en el que sehace ver y or a un pblico determinado un relato verosmil sobre el pasado.Ms que un lugar, que los canales o los vectores de la memoria, el escenariode la memoria de Feld refiere a una puesta en escena y a los dispositivosnarrativos que ah se construyen, lo cual nos parece un gran acierto frente alas propuesta de otros autores que simplemente hablan del espacio de lanarracin en cuanto tal.

    Por ltimo, encontramos la dimensin veritativa, la produccin deuna verdad en la que importa el tipo de verdad que se construye sobre elpasado y su lucha con otras verdades (Cf. Feld, 2002, pp. 5-6). Esta dimensinveritativa es tomada por la autora de Paul Ricoeur, a la que agrega laconcepcin de verdad de Michel Foucault, esto es, una concepcin de verdadconforme a la cual sta es producida gracias a mltiples imposiciones y conefectos reglamentados de poder. Sin duda dice Feld citando a Foucault,cada sociedad tiene su poltica general de la verdad, es decir, establecelos tipos de discurso que ella acoge y hace funcionar como verdaderos, losmecanismos y las instancias que permiten distinguir los enunciadosverdaderos o falsos, la manera de sancionar unos u otros, las tcnicas y losprocedimientos que son valorizados para la obtencin de la verdad, el estatutode aquellos encargados de decir qu es lo que funciona como verdadero

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    (2002, p. 6). Esta verdad, en contextos de violencia, se vuelve muyproblemtica debido a su componente poltico, que la hace, como dira Jelin,una lucha de memorias contra memorias (2002, p. 6).

    3.3 Los lugares y los momentos del testimonio: Ludmila DaSilva Catela

    Ludmila Da Silva Catela, con un excelente anlisis de tres casos en elmarco de diferentes experiencias histricas,17 condensa una serie de desafosque enfrenta el trabajo con testimonios y deja ver los aspectos constantes quese producen en el acto de testimoniar en situaciones-lmite como la guerra. Aligual que Jelin y otros autores, Da Silva Catela insiste en el problema de lossilencios y de la escucha como un componente importante del acto detestimoniar en dichos contextos, e introduce otros elementos que, segn ella,le son caractersticos. A nuestro modo de ver, estos elementos lograncomplementar la puesta en escena que constituye la produccin deltestimonio.18 Estos elementos son: a) la importancia de los lazos sociales quese crean entre entrevistador y entrevistado, b) la importancia del lugar y losespacios pblicos o privados donde la entrevista se produce y c) losmomentos del relato (Cf. Da Silva Catela, 2004).

    3.3.1 Los lazos sociales entre entrevistador y entrevistado

    Con respecto a este punto, la autora seala varios aspectos de sumaimportancia: El acceso inicial a los testigos por la va de contactos personaleso institucionales; ella sugiere, en el primer caso, que debe existir cierta afinidaden juego, cuando se trata del acceso por medio de las instituciones, estasdeben ser consideradas conforme a su respetabilidad y/o por los objetivosque llevaron a la entrevista, entre los cuales seala el inters acadmico. Contodo, insiste en que los lazos se construyen despus de verse cara a cara,pues la proximidad social y la familiaridad aseguran dos de las condicionesde una comunicacin no violenta (Da Silva Catela, 2004, pp. 5-6). Estassituaciones se van acentuando con el tiempo y el trabajo mismo hasta producirmayores niveles de confianza. Cabe resaltar la insistencia con la que la autoraseala la precariedad de dicha confianza o, ms precisamente, su carcter deconfianzas negociadas y frgiles (Cf. Da Silva Catela, 2004, p. 4) que pueden

    17 Los tres casos son: familiares de los desaparecidos durante la dictadura militar argentina, losarchivos del rgimen militar en el Brasil y los testimonios de los sobrevivientes a la Shoah (Cf. Da SilvaCatela, 2004).18 Ellos estuvieron presentes en la experiencia que tuvimos durante nuestra investigacin.

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    variar en diferentes momentos del proceso. Este ltimo aspecto es evidenciadoen un momento posterior de devolucin de los testimonios que la autoraconsidera un acto tico frente a la donacin de sus palabras. En efecto, laspersonas hablan, pero al leerse o al temer ser puestas en pblico desdicen osolicitan no ser citadas. Hay mltiples situaciones de arrepentimiento o devuelta atrs de estos testigos. Este autocontrol se traduce en la peticin desupresin de algunas de las afirmaciones.19 Es en estas supresiones ycorrecciones que se decide la negociacin con los entrevistados. Este segundomomento, el de la devolucin, revela los lmites entre lo decible y lo silenciable,entre los olvidos y las estrategias de autocontrol (Da Silva Catela, 2004, p. 8).

    3.3.2 La importancia de los espacios pblicos y/o privados

    Apoyada en Pierre Bourdieu, la autora seala un segundo elemento de laproduccin de estos testimonios, los efectos de los intercambios lingsticosque en la esfera privada tienen consecuencias muy diferentes a los de la esferapblica (Bourdieu citado por Da Silva Catela, 2004, 2). Esa esfera privada tieneen las nociones de casa, intimidad y familia sus rasgos ms significativos, poroposicin a los peligros de lo dicho en la esfera pblica que remite a la calle ya la comunidad (Cf. Da Silva Catela, 2004, p. 1); aunque la autora admite que lasfronteras entre ambas son fluidas, resalta los procesos de transformacin de laspalabras dichas cuando van a ser difundidas, sobre todo, en los casos donde lostestimonios remiten a situaciones-lmite producidas por la violencia.

    Al interior de este marco entre los espacios privados y pblicos, la autoraintroduce su reflexin sobre los silencios. En la produccin de narrativasdestinadas a hablar de experiencias-lmite se observa un factor comn: el espacioreservado al silencio, a lo no dicho, que debe diferenciarse claramente delolvido (Da Silva Catela, 2004, p. 19). Si bien, y de manera similar a Jelin, DaSilva Catela habla de algunos silencios inconscientes del orden de loproducido por la imposibilidad de narrar que generan los traumas (Cf. Jelin,2002), ella va a insistir sobre todo en los silencios estratgicos y conscientesauto impuestos por los mismos entrevistados. Esos silencios, que ubica comolo no dicho, lo silenciado, lo corregido, estn estrechamente ligados alsignificado que asume el trnsito de la palabra privada al mundo de lo pblico,dadas las incidencias de los condicionamientos sociales, culturales y polticossobre las historias singulares de quienes las narran, que sealan una arbitrariedadentre lo enunciable y lo silenciable (Cf. Da Silva Catela, 2004, p. 2).

    19 En nuestra investigacin pas repetidamente con el testimonio de una pobladora que empez aretractarse a partir de la primera publicacin e incluso retir una foto ofrecida como evidencia.

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    3.3.3 Los momentos o el tiempo de los relatos

    Un ltimo elemento y uno de los aspectos ms importantes de supropuesta, es el que tiene que ver con los momentos del testimonio. Ellos seencuentran delimitados, no slo por la experiencia personal y la voluntad dehablar de cada individuo o la institucin que lo encuadra, reproduce y legitima,sino tambin por los acontecimientos sociales y culturales desde donde seenuncian y publicitan las memorias (Cf. Da Silva Catela, 2004, p. 7).

    Una primera temporalidad que resalta es la social y que est relacionadacon los momentos de la sociedad en los que el testimonio se produce. Lasensibilidad para instaurar en lo pblico una temtica como la de las vctimasdepende, sin duda, de que estos momentos sociales la hagan posible. Estatemporalidad de la palabra, que en su reverso se constituye en la temporalidadde los silencios, est dada en funcin del vnculo y el momento que el temaocupa en la esfera pblica y el grado de legitimidad social que ha logrado enlas esferas individuales y estatales; depende de los momentos sociales querescata en su propio trabajo. Para el caso de la dictadura en Argentina, entrelos aos de 1995 y 1996, se mostr una gran sensibilidad social frente al temade los desaparecidos, la llegada de un momento de confesin de lostorturadores en el que hubo reconocimiento de los militares sobre los horrorescometidos y un momento simblico importante porque, adicionalmente, secumplan 20 aos del golpe militar de 1976. Llama la atencin este ltimodato porque las conmemoraciones alrededor de fechas especficas se constituyenen unas fechas muy significativas en el terreno de la memoria, es el momentodonde, segn Da Silva Catela, aparecen en escena los hijos de los desaparecidos,aportando testimonios y sensibilidades inditas.

    Hay otra temporalidad ligada al paso del tiempo o, ms concretamente,a la distancia temporal que separa los hechos violentos de sus momentos dereconstruccin, la cual no es menos importante y ha determinado procesosdesatados en mltiples situaciones histricas.20 Este momento es reconstruidosolamente despus de un lapso de tiempo generalmente largo, donde se suponeque las heridas han sanado y que ya se puede hablar del pasado sin desatarvenganzas o imposibilidades para narrar los hechos y los horrores de lo quese quiere hablar. Tambin en el caso del Brasil, analizado por Da Silva Catela,

    20 La condena al Estado chileno y a Pinochet, el juicio a los militares argentinos posterior a la dictadurao, incluso, el rescate de cuerpos en fosas comunes producidas por la Guerra Civil Espaola, despusde varias dcadas, son algunos ejemplos de esa distancia temporal entre el acontecimiento y sureconstruccin en trminos de memorias.

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    haban pasado 20 aos de la dictadura militar en el momento en que ellaanaliza los archivos de la represin poltica (Cf. Da Silva Catela, 2004, p. 7).Esta es la temporalidad de la que habla Jelin al referirse a Auschwitz, dondeseala cmo fue necesario toda una generacin de postguerra para empezar ahablar, ya que los testimonios no pudieron ser transmitidos en el momento enque se produjeron los hechos (Cf. Jelin, 2002).

    Otro aspecto de la temporalidad o de los momentos de las memoriasest ligado a las experiencias de personas que pertenecen a distintos gruposetreos donde se pueden apreciar diferencias generacionales. Por ejemplo, elinters en ciertos valores morales propio de los ms adultos y que no compartenlos jvenes, como es el deseo de hablar al final de su vida (Cf. Da SilvaCatela, 2004). Adems, es fcil asociar a los viejos con la memoria, pero no alos jvenes, pues, como lo seala Martn Barbero, no es claro cmo puedenjuntarse las palabras jvenes y memoria (2006, p. XVII).

    Un ltimo aspecto de la temporalidad o de los momentos del testimonioes nombrado por la autora como los momentos frtiles del campo, segn loscuales hay temporalidades y espacialidades especficas que le marcan unmomento a la memoria. Estos momentos muestran que la construccin de lasmemorias y los silencios, no est dada de una vez y para siempre, sino queobserva temporalidades y espacialidades especficas (Da Silva Catela, 2004).

    Conclusin

    Pese a la importancia de los testimonios que, como deja ver el texto,tienen una enorme fuerza poltica, esta ltima solo se potenciar cuando lasociedad asuma la condena moral necesaria ante los hechos que han vulneradoa sus integrantes y les ha puesto en el lugar de vctimas. Por esto pensamosque deben continuarse los esfuerzos en el pas por la puesta en pblico delos testimonios y por el acceso de las vctimas a sus derechos. Verdad, justiciay reparacin para las vctimas!, slo ellas permitiran darle a las vctimas untratamiento desde la perspectiva de sujetos polticos y de sujetos de derecho.Pero para esto es preciso quebrar la indiferencia social y reconocer que lacondena moral al drama vivido por estas poblaciones en la ciudad y en el pas,debe preceder a cualquier reivindicacin poltica. No hay que olvidar que elNunca Ms se instala donde lo ha hecho no slo como respuesta alsufrimiento, sino tambin como consecuencia de la condena moral de lassociedades implicadas y de los actos que emergen de dicha condena.

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