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Los Tigres de Mompracem Por Emilio Salgari

Los Tigres de Mompracem · 2020. 4. 25. · Los Tigres de Mompracem Por Emilio Salgari. I. Sandokán y Yáñez La noche del 20 de diciembre de 1849, un violentísimo huracán se desataba

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LosTigresdeMompracem

Por

EmilioSalgari

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I.SandokányYáñez

La noche del 20 de diciembre de 1849, un violentísimo huracán sedesatabasobreMompracem,islasalvajedesiniestrafama,refugiodeterriblespiratas, situada en el mar de Malasia, a pocos centenares de millas de lascostasoccidentalesdeBorneo.

Impulsados por un viento irresistible y entremezclándose confusamente,negrosnubarronescorríanporelcielocomocaballosdesbocados,ydecuandoen cuando dejaban caer sobre la impenetrable selva de la isla furiososaguaceros;enelmar,levantadastambiénporelviento,olasenormeschocabandesordenadamenteyseestrellabanconfuria,confundiendosusrugidosconlasexplosionesbrevesysecasunasveces,interminablesotras,delosrayos.

Ni en las cabañas alineadas al fondo de la bahía de la isla, ni en lasfortificaciones que la defendían, ni en los numerosos barcos anclados alamparodelosarrecifes,nibajolosbosques,nienlaalborotadasuperficiedelmar se divisaba luz alguna; sin embargo, si alguien que viniera de orientehubieramiradohaciaarriba,habríapodidoverbrillarenlacimadeunaltísimoacantilado cortado a pico sobre el mar dos puntos luminosos: dos ventanasvivamenteiluminadas.

Pero¿quiénpodíavelar,enaquellahorayconsemejantetempestad,enlaisladelossanguinariospiratas?

Enmediodeunlaberintodetrincherasdestrozadas,deterraplenescaídos,de empalizadas arrancadas, de gaviones rotos, al lado de los cuales podíandivisarse todavía armas inutilizables y huesos humanos, se levantaba unaampliaysólidacabañaadornadaensucúspideconunagranbanderaroja,queostentabaenelcentrolacabezadeuntigre.

Una de las habitaciones de la vivienda está iluminada; las paredes estáncubiertasdepesadostejidosrojosydeterciopelosybrocadosdegrancalidad,peroyamanoseados,rotosysucios;yelsueloquedaocultobajounagruesacapadealfombraspersas,relucientesdeoro,perotambiénrotasymanchadas.

Enelcentrohayunamesadeébano,con incrustacionesdemadreperlayadornadaconflecosdeplata,repletadebotellasyvasosdelmáspurocristal;enlosángulossealzangrandesanaqueles,enpartecaídos,llenosdejarronesrebosantes de brazaletes de oro, pendientes, anillos, medallones, preciososornamentossagrados,retorcidosoaplastados,perlasprocedentessindudadelas famosas pesquerías de Ceilán, esmeraldas, rubíes y diamantes, quecentellean como otros tantos soles bajo los reflejos de una lámpara doradasuspendidadeltecho.

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En un rincón hay un diván turco con los flecos arrancados en varioslugares; en otro, un armónium de ébano con las teclas destrozadas y,espaciados alrededor, en una confusión indescriptible, hay alfombrasenrolladas, espléndidos vestidos, cuadros quizá debidos a célebres pinceles,lámparas derribadas, botellas de pie o volcadas, vasos enteros o rotos, yademáscarabinasindiasconarabescos,trabucosespañoles,sables,cimitarras,hachetas,puñalesypistolas.

Enesahabitación tanextrañamentedecorada,unhombreestásentadoenunbutacóncojo:esalto,esbelto,defuertemusculatura,conrasgosenérgicosvaroniles,fieros,ydeunaextrañabelleza.

Largoscabelloslecaenhastaloshombros:unabarbanegrísimaleenmarcaunrostroligeramentebronceado.

Tienelafrenteamplia,sombreadapordosespesascejasdearcosatrevidos;unabocapequeñaquemuestraunosdientesafiladoscomolosdelasfierasyrelucientes como perlas; dos ojos negrísimos, que despiden un fulgor quefascina,queabrasa,quehacebajarlavistaacualquiera.

Llevabasentadounoscuantosminutos,conlosojosfijosenlalámparaylasmanos cerradas nerviosamente alrededor de la preciosa cimitarra que lecolgaba de una larga faja de seda roja, sujeta alrededor de una casaca deterciopeloazulconflecosdeoro.

Unestruendoformidable,quesacudiólagrancabañahastasuscimientos,loarrancóbruscamentedeaquellainmovilidad.Seechóhaciaatrásloslargosyensortijadoscabellos, seaseguróen lacabezael turbanteadornadoconunespléndidodiamante,gruesocomounanuez,yselevantóderepente,echandoa su alrededorunamirada en laque sepodía leerunno séquéde tétricoyamenazador.

—Esmedianoche—murmuró—.¡Medianoche,ytodavíanohavuelto!

Vaciólentamenteunvasollenodeunlíquidocolorámbar,despuésabriólapuerta,seadentróconpasofirmeentrelastrincherasquedefendíanlacabaña,yseparóalbordedelgranacantilado,acuyospiesrugíafuriosamenteelmar.

Sedetuvoallíunosminutosconlosbrazoscruzados,inmóvilcomolarocaque lo sostenía, aspirando por encima del mar revuelto; luego se retirólentamente,volvióaentrarenlacabañayseparódelantedelarmónium.

—¡Quécontraste!—exclamó—.¡Fueraelhuracányyoaquí!¿Quiénesmásterribledelosdos?

Deslizó los dedos sobre las teclas, obteniendo algunos sonidos muyrápidos, que tenían algo de extraño y salvaje; luego fueron disminuyendo,hasta que se perdieron entre el estruendo de los truenos y los silbidos del

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viento.

Depronto,volvióconvivacidadlacabezahacialapuertaquehabíadejadoentreabierta.Sequedóunosmomentosescuchando, inclinadohaciaadelante,con los oídos atentos; luego salió rápidamente, llegando hasta el borde delacantilado.

Al rápido resplandor de un relámpago divisó un pequeño barco, con lasvelascasiarriadas,queentrabaen labahía,confundiéndoseenmediode losotrosbarcosanclados.

Nuestrohombreacercóa sus labiosun silbatodeoroyemitió tresnotasestridentes;unsilbidoagudocontestóunosmomentosdespués.

—¡Esél!—Murmuróconvivaemoción—.¡Yaerahora!

Cinco minutos después, un ser humano, envuelto en una amplia capachorreandoagua,sepresentabadelantedelacabaña.

— ¡Yáñez! —exclamó el hombre del turbante, echándole los brazos alcuello.

— ¡Sandokán! —respondió el recién llegado, con un acento extranjeromuymarcado—.¡Brrr!¡Quénochedeinfierno,hermanomío!

—¡Ven!

Atravesaron rápidamente las trincheras y entraron en la habitacióniluminada,cerrandolapuerta.

Sandokán llenó dos vasos y, ofreciendo uno al extranjero, que se habíadesembarazadode lacapayde lacarabinaque llevabaenbandolera, ledijoconunacentocasiafectuoso:

—Bebe,mibuenYáñez.

—Atusalud,Sandokán.

—Alatuya.

Vaciaronlosvasosysesentarondelantedelamesita.

El recién llegado era unhombredeunos treinta y tres o treinta y cuatroaños,unpocomayorquesucompañero.Demedianaestatura,deconstituciónmuyfuerte, teníalapielblanquísima,lasfaccionesregulares, losojosgrises,astutos,loslabiosfinosyburlones,indiciodeunavoluntaddehierro.Seveíaa primera vista que era europeo y que debía de pertenecer a alguna razameridional.

—Bueno,Yáñez—preguntóSandokánconciertaemoción—:¿Hasvistoalajovendeloscabellosdeoro?

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—No,perosécuántoqueríassaber.

—¿NohasidoaLabuán?

—Sí,perocomprenderásqueenaquellascostas,vigiladasporloscrucerosingleses,nonosresultaráfácildesembarcaragentecomonosotros.

—Háblamedeesajoven.¿Quiénes?

—Puedo decirte que es una criatura maravillosamente hermosa, tanhermosaqueescapazdeembrujaralmásformidablepirata.

—¡Ah!—exclamóSandokán.

—Mehandichoque tiene los cabellos rubios como el oro, los ojosmásazulesqueelmar, lapielblancacomoelalabastro.SéqueAlambra,unodenuestrosmás ferocespiratas, laviouna tardepasearsepor losbosquesde laisla,yquedó tan impresionadoporaquellabelleza,quedetuvosunaveparacontemplarla mejor, con peligro de haber sido destrozado por los crucerosingleses.

—Pero¿aquiénpertenece?

—Algunosdicenqueeshijadeuncolono;otros,que loesdeun lord,yotros,enfin,queesnadamenosqueparientedelgobernadordeLabuán.

—Extraña criatura—murmuró Sandokán oprimiéndose la frente con lasmanos.

—¿Entonces…?—preguntóYáñez.

El pirata no respondió. Se levantó bruscamente, presa de una vivaemoción, y, llegándose hasta el armónium, dejó que sus dedos se deslizaranporlasteclas.

Yáñezselimitóasonreíry,descolgandodeunclavounviejolaúd,sepusoapuntearsuscuerdas,diciendo:

—¡Estábien!Vamosatocarunpoco.

Pero apenas había comenzado a tocar un aire portugués, cuando vio aSandokánacercarsebruscamentea lamesa,apoyando lasmanosenellacontalviolencia,quehizoquesedoblara.

Ya no era el mismo hombre de antes: su frente estaba borrascosamentefruncida, sus ojos despedían sombríos destellos, sus labios, separados,mostraban los dientes convulsamente apretados, y sus miembros seestremecían.EnaquelmomentoeraelformidablejefedelosferocespiratasdeMompracem,elhombrequedesdehacíadiezañosensangrentabalascostasdeMalasia, el hombre que en todas partes había sostenido terribles batallas, elhombreaquiensuextraordinariaaudaciaeindomablecorajelehabíanvalido

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elapododeTigredeMalasia.

— ¡Yáñez! —Exclamó con un tono de voz que ya no tenía nada dehumano—.¿QuéhacenlosinglesesenLabuán?

—Estánfortificándose—contestótranquilamenteeleuropeo.

—¿Quizáestántramandoalgocontramí?

—Esocreo.

— ¡Ah! ¿Lo crees? ¡Que se atrevan a levantar un dedo contra miMompracem! ¡Diles que intenten desafiar a los piratas en su escondrijo! ElTigre los destruirá hasta el último y se beberá toda su sangre. Dime, ¿quédicendemí?

—Queyaeshoradequeseacabeconunpiratatanaudaz.

—¿Meodianmucho?

—Tanto,queconsentiríanperdertodossusbarcoscontaldeahorcarte.

—¡Ah!

—¿Lodudas?Hermanomío,llevasyamuchosañoshaciendounamalayotrapeor.Entodaslascostashayhuellasdetuscorrerías;todoslospueblosytodaslasciudadeshansidoatacadosysaqueados;todoslosfuertesholandeses,españoleseingleseshanrecibidotusbalas,yelfondodelmarestáerizadodenavesquetúhasechadoapique.

—Es verdad, pero ¿quién tiene la culpa? ¿Acaso los hombres de razablanca no han sido inexorables conmigo? ¿Acaso nome destronaron con elpretexto de queme hacía demasiado poderoso? ¿Acaso no asesinaron amimadre,amishermanosyamishermanas,paradestruirmiestirpe?¿Quémalleshabíahechoyoaellos?¡Larazablancanohabíatenidonuncanadacontramí y a pesar de ello quisieron aplastarme! Ahora los odio, sean españoles,holandeses, ingleses o tus compatriotas portugueses; los maldigo y mivenganzaseráterrible:¡lojurésobreloscadáveresdemifamiliaymantendrémijuramento!Sihesidodespiadadoconmisenemigos,esperoquealgunavozselevantaraparadecirqueavecestambiénhesidogeneroso.

—Nouna, sinocientos,milesdevocespuedendecirquecon losdébileshassidohastademasiadogeneroso—dijoYáñez—.Puedendecirlotodaslasmujeres que han caído en tu poder y que has llevado a los puertos de loshombresblancos,conpeligrodequeloscrucerosteecharanapique;puedendecirlo lasdébiles tribusquehasdefendidodelossaqueosdelospoderosos,los pobres marinos privados de sus barcos en la tempestad y que tú hassalvadodelasolasycubiertoderegalos,yotroscientosymilesquesiemprerecordarán tu benevolencia, Sandokán. Pero dime, hermano mío, ¿dónde

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quieresiraparar?

ElTigredeMalasianocontestó.Sepusoapasearporlahabitaciónconlosbrazos cruzados y con la cabeza inclinada sobre el pecho. ¿En qué pensabaaquel hombre formidable?El portuguésYáñez, aunquehacíamucho tiempoqueloconocía,nopodíaadivinarlo.

—Sandokán—dijoalcabodealgunosminutos—,¿enquépiensas?

ElTigresedetuvomirándolofijamente,peronorespondió.

—¿Teatormentaalgúnpensamiento?—ProsiguióYáñez—.¡Bah!Diríasequeteafligesporqueteodiantantolosingleses.

Perotambiénentoncespermanecióelpiratasilencioso.

El portugués se levantó, encendió un cigarrillo y se acercó a una puertaocultaporelcortinaje,diciendo:

—Buenasnoches,hermanomío.

Sandokán,aloíraquellaspalabras,sesobresaltóy,deteniendoasuamigoconunademán,dijo:

—Unapalabra,Yáñez.

—Habla,entonces.

—¿SabesquequieroiraLabuán?

—¡Tú…!¡ALabuán!

—¿Porquétantasorpresa?

—Porqueeresdemasiadoaudazycometerásalgunalocuraenelescondrijodetusmásencarnizadosenemigos.

Sandokánlomirócondosojosquedespedíanllamasyemitióunaespeciedesordorugido.

—Hermano mío —prosiguió el portugués—, no tientes demasiado a lasuerte. ¡Estateenguardia!LahambrientaInglaterrahapuestosusojossobrenuestraMompracemyquizánoesperetumuerteparalanzarsesobretustigresydestruirlos.Estateenguardia,porquehevistouncruceroerizadodecañonesyrepletodearmasrondandopornuestrasaguas,yeseesunleónquesoloestáesperandosupresa.

—¡PeroencontraráalTigre!—exclamóSandokánapretandolospuñosytemblandodepiesacabeza.

—Sí,loencontraráyquizásucumbaenlabatalla,perosugritodemuertellegará hasta las costas de Labuán y otros se moverán contra ti. Morirán

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muchos leones, puesto que tú eres fuerte y terrible, ¡peromorirá también elTigre!

—Yo…

Sandokánhabíadadounsaltohaciaadelanteconlosbrazoscontraídosporel furor, losojoscentelleantesy lasmanosapretadascomosiempuñaran lasarmas.Perofueunrelámpago,sesentóalamesa,apuródeunsolotragounacopaquehabíaquedadollenaydijoconvozperfectamentetranquila:

—Tienesrazón,Yáñez;apesardetodo,mañanairéaLabuán.Unafuerzairresistiblemeempujahaciaesasplayas,yunavozmesusurraquedeboveralajovendeloscabellosdeoro,quedebo…

—¡Sandokán…!

—Silencio,hermanomío,vámonosadormir.

Sin embargo, el formidablepirata, todavía salióunosminutos al exteriorparacontemplarsoñadoramenteelhorizonte,mientrasdabalentaschupadasaunaromáticoydelgadocigarroconfeccionadoconescogidashojasdeBorneo.

II.Fierezaygenerosidad

Aldíasiguiente,unashorasdespuésdeaparecerelsol,salíaSandokándelacabaña,dispuestoaemprenderlaarriesgadaempresa.

Iba vestido de guerra: se había puesto largas botas de piel roja, su colorpreferido, y una espléndida casacade terciopelo también roja, adornada conbordadosyflecos,ylargospantalonesdesedaazul.Llevabaenbandoleraunapreciosa carabina india con arabescos y de largo alcance; a la cintura, unapesada cimitarra con la empuñadura de oromacizoy unkriss, ese puñal dehojaonduladayenvenenadatanapreciadoenaquellaspoblacionesdeMalasia.

Sedetuvounmomentoa laorilladelgranacantilado,recorriendoconsumiradadeáguilalasuperficiedelmar,quesehabíaquedadolisaytersacomounespejo,ymiróaoriente.

—Esallá—murmuró,despuésde algunos instantesde contemplación—.Extraño destino queme empujas allí, ¡dime sime serás fatal! ¡Dime si esamujerde losojosazulesyde loscabellosdeoro,quecadanoche turbamissueños,serámiperdición!…

Movió la cabeza como queriendo ahuyentar un mal pensamiento; luegobajóconpasolentounaestrechaescaleraabiertaenlarocayqueconducíaalaplaya.

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Unhombreloestabaesperandoabajo,eraYáñez.

—Todo está dispuesto —dijo—. He mandado preparar las dos mejoresembarcacionesdenuestraflota,reforzándolascondosgruesasespingardas.

—¿Yloshombres?

—Todas las bandas están formadas en la playa, con sus respectivoscapitanes.Notendrásmásqueescogeralasmejores.

—Gracias,Yáñez.

—Nomedeslasgracias,Sandokán,quizáhayapreparadoturuina.

—Notemas,hermanomío;lasbalastienenmiedodemí.

—Séprudente,muyprudente.

—Loseréyteprometoqueencuantohayavistoaesajovenvolveréaquí.

—¡Condenadamujer!Estrangularíaalpirataquelavioporprimeravezytehablódeella.

—Vamos,Yáñez.

Atravesaronunaexplanadadefendidaporgrandesbaluartes,terraplenesyfososprofundos,yarmadadegruesaspiezasdeartillería,yllegaronalaorillade la bahía, en medio de la cual flotaban doce o quince veleros, de losllamadospraos.

Delantedeunalargahileradecabañasydesólidosedificios,queparecíanalmacenes,trescientoshombresestabanperfectamentealineados,enesperadeuna orden cualquiera para arrojarse a los barcos, como una legión dedemonios,yllevarelterroratodoslosmaresdeMalasia.¡Quéhombresyquétipos!

Habíamalayos,deestaturamásbienbaja,vigorososyágilescomomonos,cara cuadrada y huesuda, color oscuro, hombres famosos por su audacia yferocidad. Los había de Batjan, de color aúnmás oscuro, conocidos por suaficióna lacarnehumana,aunquedotadosdeunacivilización relativamenteavanzada; de dayako, isla próxima aBorneo, de alta estatura, bellos rasgos,célebresporsusestragos,quelesvalieroneltítulode«cortadoresdecabezas»;de Siam, con su rostro romboidal y ojos con reflejos amarillentos; deCochinchina, de color amarillo y con la cabeza adornada por una coladesmesurada;habíatambiénindios,buquineses,javaneses,tagalosdeFilipinasy,enfin,negritosconsusenormescabezasyrasgosrepelentes.

Al aparecer el Tigre de Malasia, un bramido recorrió la larga fila depiratas;todoslosojosparecieronincendiarseytodaslasmanosempuñaronlasarmas.

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Sandokán echó una mirada complacida a sus tigres, como le gustaballamarlos,ydijo:

—Patán,acércate.

Un malayo de alta estatura, poderosos miembros y color aceitunado,vestido con una simple falda roja adornada de plumas, avanzó con esebalanceotípicodeloshombresdemar.

—¿Concuántoshombrescuentatubanda?—lepreguntó.

—Cincuenta,TigredeMalasia.

—¿Todosbuenos?

—Todossedientosdesangre.

—EmbárcalosenaquellosdospraosydejalamitadaljavanésGiro-Batol.

—¿Yadóndevamos?

Sandokán le lanzó una mirada que lo hizo estremecerse por suimprudencia,aunqueeraunodeesoshombresqueseríendelametralla.

—Obedecesinrechistar,siquieresseguirviviendo—ledijoSandokán.

Elmalayosealejórápidamente,llevándosetrasélsubanda,compuestadehombresvalerososhastalalocura,yqueaunaseñaldeSandokánnohabríandudado en saquear el mismísimo sepulcro de Mahoma, aunque eran todosmahometanos.

—Vamos, Yáñez —dijo Sandokán, cuando vio que todos estabanembarcados.

Estabanapuntodellegaralaplaya,cuandofueronalcanzadosporunfeonegrodeenormecabeza,conmanosypiesdeunagrandezadesproporcionada,unverdaderocampeóndeaquelloshorriblesnegritosquepodíanencontrarseenelinteriordecasitodaslasislasdeMalasia.

—¿Quéquieresydedóndevienes,Kili-Dalú?—lepreguntóYáñez.

—Vengo de la costa meridional —contestó el negrito, respirandoafanosamente.

—¿Yquénostraes?

—Una buena nueva, jefe blanco; he visto un gran junco que navegabahacialasislasRomades.

—¿Ibacargado?

—Sí,Tigre.

—Estábien;dentrodetreshorascaeráenmipoder.

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—¿YdespuésirásaLabuán?

—Directamente,Yáñez.

Sedetuvieronanteunasoberbiaballenera,montadaporcuatromalayos.

—Adiós,hermano—dijoSandokán,abrazandoaYáñez.

—Adiós,Sandokán.Cuidadoconhacerlocuras.

—Notemas,seréprudente.

—Adiós,yquetubuenaestrellateproteja.

Sandokánsaltóalaballenera,yenpocaspaladasseacercóalospraos,queestabandesplegandosus inmensasvelas.Desde laplaya sealzóun inmensogrito:

—¡VivaelTigredeMalasia!

—Vámonos—ordenóelpiratadirigiéndosealasdostripulaciones.

Levaron anclas las dos escuadras de demonios, color verde aceituna oamarillo sucio, y las dos embarcaciones, dando dos bordadas, se lanzaron aaltamar,resoplandosobrelasazulesolasdelmarmalayo.

—¿Ruta?—preguntóPatánaSandokán,quesehabíapuestoalmandodelbarcomayor.

—¡DirectosalasislasRomades!—contestóeljefe.Después,dirigiéndosealastripulaciones,gritó:

—¡Tigres,abridbienlosojos;tenemosquesaquearunjunco!

El viento, que soplaba del sudoeste, era bueno, y el mar, ligeramentepicado,nooponíaresistenciaalcursodelosdosbarcos,queenpocotiempoalcanzaronunavelocidadsuperioralosdocenudos,velocidadrealmentepococomúnenlosbarcosdevela,peronoextraordinariaparalosbarcosmalayos,quellevanvelasinmensasysondecascoestrechísimoyligero.

Losdosbarcosconlosqueeltigreibaaempezarlaaudazempresanoerandosverdaderospraos,loscualesordinariamentesonpequeñosysinpuente.

SandokányYáñez, que en lo tocante a cosas delmar no tenían rival entodaMalasia,habíanmodificado todos susvelerosparaatacar conventajaalasnavesqueperseguían.

Habían conservado las inmensas velas, cuya longitud alcanzaba loscuarenta metros, e igualmente los mástiles, gruesos pero dotados de ciertaflexibilidad,yloscabosdefibradegamutyderotang,másresistentesquelasmaromas y más fáciles de encontrar. En cambio, habían dado a los cascosmayores dimensiones, una forma más esbelta a la quilla, y a la proa una

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solidezatodaprueba.

Además, en todos los barcos habían construido un puente y abiertoagujeros en los costados para los remos; habían eliminado uno de los dostimones que llevaban los praos y suprimido los balancines para que nopudierandificultarlosabordajes.

ApesardequelosdospraosseencontrabanaúnaunagrandistanciadelasislasRomades,hacialascualessesuponíaquesedirigíaeljuncodescubiertoporKili-Dalú,apenassecorrió lanoticiade lapresenciadeaquelbarco, lospiratas pusieron enseguidamanos a la obra, para poder estar prestos para elcombate.

Los dos cañones y las dos gruesas espingardas fueron cargados con elmáximo cuidado; dispusieron en el puente una gran cantidad de balas ygranadasparalanzarlasamano,yluegofusiles,hachas,sablesdeabordaje,ycolocaronen laborda losgarfiosdeabordajepara lanzarlossobre las jarciasdel buque enemigo. Hecho esto, aquellos demonios, cuyas miradas ya seencendían de ardiente deseo, se pusieron en observación, unos sobre lasbatayolas,otrossobrelosflechasteyotrosahorcajadassobrelasvergastodosansiososdedescubrireljunco,queprometíaunricosaqueo,puestalesnavesprocedíanordinariamentedelospuertosdeChina.

También Sandokán parecía participar de la ansiedad y excitación de sushombres. Caminaba de proa a popa con paso nervioso, escudriñando lainmensa extensión de agua y apretando con una especie de rabia laempuñaduradeorodesuespléndidacimitarra.

AlasdiezdelamañanaMompracemdesaparecíaenelhorizonte,peroelmarseguíadesierto.

Niunescolloalavista,niunacolumnadehumoqueindicaselapresenciade un piróscafo, ni un punto blanco que señalase la proximidad de algúnvelero.

Unaviva impaciencia empezabaa adueñarsede la tripulaciónde losdosbarcos: loshombressubíanybajabande losaparejosmaldiciendo,artillabanlas baterías con fusiles y hacían destellar las relucientes hojas de sus krissenvenenadosydelascimitarras.

Depronto,pocodespuésdelmediodía,desdeloaltodelpalomayorseoyóunavoz:

—¡Eh!¡Alertaasotavento!

Sandokáninterrumpiósupaseo.Lanzóunarápidamiradasobreelpuentedesupropiobarco,otrasobreelmandadoporGiro-Batol;yluegoordenó:

—¡Tigres!¡Avuestrospuestosdecombate!

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En menos tiempo de lo que se tarda en decirlo, los piratas que habíansubidoalospalosbajaronacubierta,ocupandosuspuestosasignados.

—ArañadeMar—dijoSandokán,volviéndosehaciaelhombrequehabíaquedadodevigíaenelmástil—.¿Quéves?

—Unavela,Tigre.

—¿Esunjunco?

—Eslaveladeunjunco,sinlugaradudas.

—Hubierapreferidounbarco europeo—murmuróSandokán, frunciendoel ceño—.Ningúnodiomeempuja contra loshombresdelCeleste Imperio.Peroquiénsabe…

Reemprendióelpaseoynovolvióahablar.

Pasóunamediahora,durante lacual losdospraosganaroncinconudos.Luego,volvióaoírselavozdeArañadeMar.

— ¡Capitán, es un junco! —gritó—. Tened cuidado, porque nos hadivisadoyestácambiandoderumbo.

—¡Ah!—ExclamóSandokán—.¡Eh,Giro-Batol!Maniobradeformaqueleimpidaslahuida.

Los dos barcos se separaron y, describiendo un amplio semicírculo, sedirigieroncontodaslasvelasdesplegadasalencuentrodelbarcomercante.

Era esta una de esas pesadas embarcaciones llamadas juncos, de formaburdaydedudosasolidez,utilizadasenlosmaresdeChina.

Encuantosepercatódelamaniobradelosdosbarcossospechosos,contralos cuales no podía competir en velocidad, el junco se paró enarbolandoungranestandarte.

Alverelestandarte,Sandokándiounsaltohaciaadelante.

—LabanderadelrajáBrooke,elexterminadordelospiratas—gritó,conunindescriptibleacentodeodio—.¡Tigres!¡Alabordaje!¡Alabordaje!…

Un alarido salvaje, feroz, estalló en las dos tripulaciones, las cuales noignorabanlafamadelinglésJamesBrooke,quesehabíaconvertidoenrajádeSarawak, y era enemigodespiadadode los piratas: ungrannúmerode elloshabíacaídobajosusgolpes.

Patán, de un salto, alcanzó el cañón mientras los demás apuntaban laespingardayarmabanlascarabinas.

—¿Empiezo?

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—Sí,peronodesperdicieslabala.

—¡Estábien!

De pronto, una detonación retumbó a bordo del junco y una bala depequeñocalibrepasóconunagudosilbidoatravésdelasvelas.

Patán seagachósobre sucañónehizo fuego;el efecto fue inmediato: elpalomayordeljunco,rotoporlabase,oscilóviolentamentehaciaadelanteyhaciaatrásycayósobrecubierta,conlasvelasytodosloscordajes.Abordodeldesafortunadojuncosevioaalgunoshombrescorreralcostadodelbarcoydespuésdesaparecer.

—¡Mira,Patán!—gritóArañadeMar.

Unpequeñobote,montadoporseishombres, sealejabadel juncoyhuíahacialasRomades.

— ¡Ah! —Exclamó Sandokán con ira—. ¡Hay hombres que huyen enlugardeluchar!

—¡Patán,hazfuegosobreesoscobardes!

Elmalayo disparó a flor de agua una carga demetralla que destrozó elbote,fulminandoatodoslosqueibanenél.

— ¡Bravo, Patán!—Gritó Sandokán—.Y ahora, déjame ese barco rasocomounabarcaza,puesveoaúnsobreélunanumerosatripulación.¡Despuésloenviaremosarepararalosarsenalesdelrajá,silostiene!

Los dos barcos corsarios reemprendieron la infernal música, lanzandobalas,granadasyráfagasdemetrallahaciaelpobrebarco,destrozandoelpalodel trinquete y desfondando las amuras y los costados, reduciendo sumaniobrabilidad y matando a sus marineros, que se defendíandesesperadamenteatirosdefusil.

— ¡Bravos! —Exclamó Sandokán, que admiraba el valor de los pocoshombresquehabíanquedadoeneljunco—.¡Tirad,tiradaúncontranosotros!¡SoisdignosdecombatircontraelTigredeMalasia!

LosbarcosdeMompracem,cubiertosdeespesanubedehumo,enmediodelacualrelampagueabalaartillería,seibanacercando,pocoapoco,aljuncoyencontadosinstantesestabancolocados,unoababoryotroaestribordelanaveatacada.

—¡Barraasotavento!—gritóSandokán.

Supraoabordóaljuncoporbaborydeinmediatolospiratasarrojaronlosgarfiosyamarraronasíambosbuques.

—¡Alasalto,tigres!—bramóelterriblepirata.

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Se recogió sobre su cuerpo como un tigre que se dispone a dar el saltosobre su presa y enmomentos en que iba a precipitarse sobre la borda deljunco unamano poderosa lo detuvo; se volvió lanzando un alarido, mas elhombrequehabíaosadodetenerlo,seadelantódeunbrincoylecubrióconsucuerpo.

—¡Tú,Arañademar!—gritóSandokánlevantandosobreélsucimitarra,peroeneseprecisoinstantepartiódeljuncountirodefusilyelpobreArañacayófulminadoasuspies.

—¡Ah,graciasmitigre!¡Mehassalvado!

Se encaramó seguidamente sobre un cañón y dando un gran salto cayósobre la cubierta del junco, precipitándose al fiero combate que ya se habíaentabladoallí.

CasitodalatripulaciónenemigaselanzóhaciaSandokánparacerrarleelpaso.

—¡Amí,tigres!—gritó.

Unaquincenadepiratas, encaramándosepor el cordajedel prao cayeronsobre la cubierta del junco en ayuda de su capitán, en tanto que la nave deGiro-Batol, en esemomento, lanzaba los grampines de abordaje y su gentecaíasobreelbuquedelrajahporlaamuradeestribor.

—¡Rendíos!—intimóSandokánalatripulacióndeljunco.Alverlanaveinvadidaportodaspartesycomprendiendoquelaresistenciaerayainútil,unaveintenadehombresarrojaronlasarmassobrelacubierta.

—¿Quiéneselcapitán?—preguntóSandokán.

—Yo—contestóunchino,yseadelantótemblando.

—Eres un valiente y tus hombres son dignos de ti—dijo Sandokán—.¿Adóndevais?

—ASarawak.

Unaprofundaarrugasedibujóenlaampliafrentedelpirata.

—¡Ah!—Exclamóconvozronca—.VasaSarawak.¿YquéhaceelrajáBrooke,elexterminadordelospiratas?

—Nolosé,porquefaltodeSarawakdesdehacevariosmeses.

—Noimporta,peroledirásqueundíairéaecharelanclaasubahíayqueallí esperaré sus barcos. ¡Y veremos si el exterminador de los piratas serácapazdevenceralosmíos!

Después se arrancó del cuello una hilera de diamantes de trescientas o

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cuatrocientasmillirasdevalory,ofreciéndoselaalcapitándeljunco,dijo:

—Tómalos, valiente. Siento haberte destrozado el junco, pero con estosdiamantespodráscomprarteotrosdiez.

—Pero¿quiénsoisvos?—preguntóelcapitán,estupefacto.

Sandokánseleacercóy,poniéndolelasmanosenloshombros,ledijo:

—Míramebien,yosoyelTigredeMalasia.

Yluego,antesdequeelcapitánysusmarinerospudieranreponersedesuasombroyterror,Sandokánysuspiratasyahabíanvueltoasusbarcos.

—¿Ruta?—preguntóPatán.

ElTigrelevantóelbrazoindicandohaciaeleste;luego,convozmetálica,enlaquesenotabaunagranvibración,gritó:

—¡Tigres,aLabuán!¡ALabuán!

III.Elcrucero

Después de haber abandonado el desarbolado y hendido junco, que sinembargonocorríapeligrodeirseapique,almenosporelmomento,losdosbarcos de presa reemprendieron el curso hacia Labuán, la isla habitada poraquellajovendeloscabellosdeoro,alaqueSandokánqueríaveratodacosta.

El viento se mantenía al noroeste y era bastante fresco; el mar seguíatranquilo, favoreciendo el curso de los dos praos, que corrían a diez u oncenudosporhora.

Sandokán,despuésdehabermandadolimpiarelpuente,arreglarlasjarciascortadasporlasbalasenemigas,arrojaralmarelcadáverdeArañaydeotropiratamuertodeunbalazo,ycargarlosfusilesylasespingardas,encendióunespléndidonarguile,procedentesindudadealgúnbazarindioopersa,yllamóaPatán.

Elmalayoseapresuróaobedecer.

—Dime, malayo —dijo el Tigre, clavándole en el rostro dos ojos queinfundíanpavor—.¿SabescómohamuertoArañadeMar?

—Sí—respondióPatán,estremeciéndosealveralpiratatanceñudo.

—Cuandoyovoyalabordaje,¿sabescuálestusitio?

—Detrásdevos.

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—Ytúnoestabasallí,yArañahamuertoentulugar.

—Esverdad,capitán.

—Debería fusilarteporesta falta,pero túeresunvalienteynomegustasacrificar inútilmente a los valientes. Pero, en el primer abordaje, te dejarásmataralacabezademishombres.

—Gracias,Tigre.

—Sabau—exclamódespuésSandokán.

Otro malayo, cuyo rostro estaba cruzado por una profunda herida, seacercó.

—¿Hassidotúelprimeroensaltaral juncodetrásdemí?—lepreguntóSandokán.

—Sí,Tigre.

—Estábien.CuandomueraPatán,túlesucederásenelmando.

Dichoesto,atravesóapasoslentoselpuenteybajóasucamarote,situadoapopa.Duranteeldía,losdospraoscontinuaronnavegandoporaqueltrechodemar comprendido entreMompracemy lasRomades al oeste, la costa deBorneoalesteyalnoroeste,yLabuánylasTresIslasalnorte,sinencontrarningúnbarcomercante.

Lasiniestra famadequegozabaelTigresehabíaesparcidoporaquellosmares,ymuypocosbarcosseatrevíanaaventurarseporaquelloslugares.Lamayor parte huían de aquellos parajes, continuamente transitados por losbarcoscorsarios,y semanteníanal socairede lacosta,dispuestos,alprimerpeligro,alanzarseatierra,almenosparapodersalvarlavida.

Apenas cayó la noche, los dos barcos amainaron las grandes velas paraprotegersecontrainesperadasráfagasdeviento,yseacercaronelunoalotroparanoperdersedevistayestarpreparadosparaayudarsemutuamente.

Hacialamedianoche,enelmomentomismoenquepasabanpordelantedelas Tres Islas, que son los centinelas avanzados de Labuán, Sandokán sepresentóenelpuente.

Seguíapresadeunagranagitación.Sepusoapaseardeproaapopa,conlos brazos cruzados, encerrado en un feroz silencio. Pero, de cuando encuando, se paraba para escudriñar la negra superficie del mar, subía a lasamuradasparaabarcarmejorelhorizonteydespuésseagazapabayseponíaala escucha. ¿Quéesperabaoír? ¿Quizáelgruñidodealgunamáquinaque leindicase lapresenciadeuncrucero,oacasoel ruidode lasolasquese ibanrompiendosobrelascostasdeLabuán?

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A las tres de la mañana, cuando las estrellas empezaban a palidecer,Sandokángritó:

—¡Labuán!

Enefecto,haciaeleste,allídondeelmarseconfundíaconelhorizonte,sepodíadivisarconfusamenteunaestrechalíneaoscura.

—¡Labuán!—repitióelpirata, respirandocomosisehubieraquitadodeencimaungranpesoqueleoprimíaelcorazón.

—¿Tenemosqueseguiradelante?—lepreguntóPatán.

—Sí—respondióelTigre—.Entraremosenelríoqueyaconoces.

La orden fue transmitida aGiro-Batol, y los dos barcos se dirigieron ensilenciohacialasuspiradaisla.

Labuán,cuyasuperficienorebasalos116kilómetroscuadrados,noeraenaquellostiemposelimportantepuertoqueeshoy.

Ocupadaen1847por sirRodneyMandy, comandantedel Iris,porordendelgobiernoinglés,queintentabaaniquilarlapiratería,solocontabaentoncescon un millar de habitantes, casi todos de raza malaya, y unos doscientosblancos.

Porentonceshabíanfundadoapenasunaciudadela,alaquehabíandadoelnombre de Victoria, fortificándola con algunos baluartes, para impedir quefuera destruida por los piratas deMompracem, que ya varias veces habíansaqueadosuscostas.El restode la islaestabacubiertoporespesosbosques,todavíapobladosdetigres,ysoloalgunasfactoríassehabíanconstruidoensusalturasoensuspraderas.

Los dos praos, después de haber costeado durante algunasmillas la isla,entraronsilenciosamenteenunpequeñorío,cuyasorillasestabancubiertasdeuna riquísima vegetación, y lo remontaron unos seiscientos o setecientosmetros,anclandobajolaoscurasombradegrandesárboles.

Uncruceroquehubierabatidolascostasnohabríalogradodescubrirlos,nihabríapodidosospecharlapresenciadeaquellostigres,emboscadoscomolostigresdelassunderbundsindias.

A mediodía Sandokán, después de haber enviado dos hombres a ladesembocaduradelríoyotrosdosalaselvaparanosersorprendido,searmódesucarabinaydesembarcóseguidodePatán.

Habíarecorridoalrededordeunkilómetro,adentrándoseenlaespesuradela selva, cuando se detuvo bruscamente al pie de un colosal durion, cuyodeliciosofruto,erizadodedurísimasespinas,seagitababajolospicotazosdeunabandadadetucanes.

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—¿Habéisvistoalgúnhombre?—preguntóPatán.

—No,escucha—contestóSandokán.

Elmalayoaguzóeloídoyescuchóunoslejanosladridos.

—Hayalguiendecacería—dijo,levantándose.

—Vamosaver.

Reemprendióelcamino,pasandobajolospimenteros,cuyasramasestabancargadas de racimos rojos, bajo los artocarpus o árboles del pan y bajo lasarecas,entrecuyashojasvolabanbatallonesdelagartosvoladores.

Los ladridosdelperroseacercabancadavezmás,yenpocosmomentoslosdospiratasseencontraronenpresenciadeunfeonegro,vestidoconunospantalonesrojosyquellevabaatrailladounmastín.

—¿Adóndevas?—lepreguntóSandokán,cortándoleelpaso.

—Buscolapistadeuntigre—contestóelnegro.

—¿Yquiéntehadadopermisoparacazarenmisbosques?

—EstoyalserviciodelordGuldek.

—¡Estábien!Ahoradime,esclavomaldito,¿hasoídohablardeunajovenquesellamalaPerladeLabuán?

—¿Quiénnoconoceenestaislaaesabellacriatura?EselbuengeniodeLabuán,aquientodosquierenyadoran.

—¿Eshermosa?—preguntóSandokánemocionado.

—Creoqueningunamujerselepuedecomparar.

UnfuertesobresaltoseapoderódelTigredeMalasia.

—Dime—volvióapreguntardespuésdeuninstantedesilencio—,¿dóndevive?

—Adoskilómetrosdeaquí,enmediodeunapradera.

—Mebastaconeso;vetey,siestimasenalgotuvida,nomiresparaatrás.

Lediounpuñadodemonedasdeoroy, cuandoelnegrodesapareció, sesentóalospiesdeungranartocarpus,murmurando:

—Esperamos la noche, y después iremos a echar un vistazo por losalrededores.

Patánloimitó,tumbándosealasombradeunaareca,peroconlacarabinaamano.Seríanlastresdelatarde,cuandounacontecimientoimprevistovinoainterrumpirsuespera.

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Del lado de la costa se oyó un cañonazo, que hizo callar bruscamente atodoslospájarosquepoblabanlosbosques.

Sandokán se puso en pie de un salto, con la carabina entre las manos,completamentetransfigurado.

—¡Uncañonazo!—exclamó—.¡Vámonos,Patán!¡Veosangre!

Yselanzóasaltosdetigreatravésdelaselva,seguidoporelmalayo,que,apesardeserágilcomounciervo,aduraspenaspodíamantenersedetrás.

IV.Tigresyleopardos

En menos de diez minutos, los dos piratas alcanzaron la orilla del río.Todosloshombreshabíansubidoabordodelospraosyestabandesplegandotodaslasvelasaunquehacíamuypocoviento.

—¿Quésucede?—preguntóSandokán,saltandoalpuente.

—Capitán,nosestánatacando—dijoGiro-Batol—.Uncruceronoscierralasalidaenladesembocaduradelrío.

—¡Ah!—DijoelTigre—.¿Vienenaatacarmehastaaquíesos ingleses?¡Puesbien,mistigres,empuñadlasarmas,ynosharemosalamar!¡VamosademostraraesoshombrescómoluchanlostigresdeMompracem!

—¡VivaelTigre!—Gritaronlasdostripulacionesconterribleentusiasmo—.¡Alabordaje!¡Alabordaje!

Uninstantedespués,losdosbarcosbajabanporelríoytresminutosmástardeseencontrabanenplenomar.

A seiscientos metros de la orilla, un gran buque, que rebasaba las milquinientas toneladas, poderosamente armado, navegaba a poco vapor,cerrándoleslasalidadeloeste.

Sobresupuenteseoíanredoblarlostamboresquellamabanaloshombresasuspuestosdecombateyseoíanlasórdenesdelosoficiales.

Sandokán miró fríamente a aquel formidable adversario, y en lugar deasustarsedesusdimensiones,desunumerosaartilleríaydesutripulación,tresocuatrovecesmásnumerosaquelasuya,ordenó:

—¡Alosremos,mistigres!

Los piratas se precipitaron bajo el puente, poniéndose a los remos,mientraslosartillerosapuntabanloscañonesyespingardas.

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—Ahoranostocaanosotros,barcomaldito—dijoSandokán,cuandoviolospraosdispararsecomoflechasbajoelempujedelosremos.

Súbitamenteunchorrodefuegobrillósobreelpuentedelcrucero,yunabaladegruesocalibrepasósilbandoentrelaarboladuradelprao.

—¡Patán!—GritóSandokán—.¡Atucañón!

Elmalayo,queeraunodelosmejoresartillerosdequepudierajactarselapiratería,encendiólamechaasupieza.Elproyectilsealejósilbandoyfueaestrellarseenelpuentedelcomandante,destruyendoalmismotiempoelastadelabandera.

Elbarcodeguerra, en lugardecontestar,diounabordada,ofreciendoelcostado de babor, del cual salían las extremidades de unamedia docena decañones.

— ¡Patán!Nodesperdiciesni un solo tiro—dijoSandokán,mientras uncañonazoretumbabasobreelpraodeGiro-Batol—.Destrozalaarboladuradeesemaldito,rómpelelasruedas,desmontasuspiezasy,cuandoyanotengaspuntería,déjatematar.

En aquel instante, el crucero pareció incendiarse. Un huracán de hierroatravesólosairesyalcanzódellenoalospraos,arrasándoloscomosifueranbarcazas.

Espantosos alaridos de rabia y de dolor se alzaron entré los piratas,sofocadosporunasegundaráfagaquelanzóporlosairesremeros,artilleríayartilleros.

Hecho esto, el barco de guerra, envuelto en remolinos de humo negro yblanco, dio una bordada amenos de cuatrocientosmetros de los praos y sealejóunkilómetro,dispuestoareemprenderelfuego.

Sandokán, que había quedado ileso, aunque derribado por una verga, selevantóenseguida.

— ¡Miserable! —Tronó, mostrando los puños al enemigo—. ¡Huyes,cobarde,perotealcanzaré!

Conunsilbido,llamóasushombresacubierta.

— ¡Rápido, instalad una barricada delante de los cañones! ¡Y después,adelante!

En un momento, a proa de los dos barcos fueron apilados palos derepuesto,barrilesllenosdebalas,viejoscañonesdesmontadosyescombrosdetodogéneroformandounasólidabarricada.

Los veinte hombres más fuertes volvieron a bajar para maniobrar los

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remos,mientras losdemássecolocabandetrásde lasbarricadasempuñandolascarabinasyllevandoentre losdientessuspuñales,quecentelleabanentreloslabiostemblorosos.

—¡Adelante!—ordenóelTigre.

Elcrucerohabíadetenidosumarchahaciaatrásyahoraavanzabaapocovapor,vomitandotorrentesdehumonegro.

—¡Fuegoadiscreción!—aullóelTigre.

Desde ambos lados se reemprendió la música infernal, respondiendodisparopordisparo,proyectilporproyectil,metrallacontrametralla.

Lostresbarcos,decididosasucumbirantesqueretroceder,casinopodíanverse, envueltos como estaban en inmensas nubes de humo, que una calmaobstinadamanteníasobrelospuentes,aunquerugíanconelmismofurorylosrelámpagossucedíanalosrelámpagosylasdetonacionesalasdetonaciones.

Elbuqueteníalaventajadesuvolumenydesuartillería,aunquelosdospraos, que el valeroso Tigre conducía al abordaje, no cedían. Rasos comobarcazas,horadadosencienlugares,hendidos,irreconocibles,conelaguayaenlabodega,llenosyademuertosyheridos,continuabanavanzandoapesardelacontinuatempestaddebalas.

El delirio sehabía apoderadode aquelloshombresquenodeseabanmásquepodersubiralpuentedeaquelformidablebuque,sinoparavencer,porlomenosparamorirencampoenemigo.

Patán, fiel a su palabra, se había dejadomatar detrás de su cañón, peroenseguidaotrohábilartillerohabíaocupadosu lugar.Varioshombreshabíancaído,yotros,horriblementeheridos,conlaspiernasolosbrazoscortados,sedebatíanaundesesperadamenteentretorrentesdesangre.

Un cañón había sido desmontado en el prao de Giro-Batol, y unaespingardayacasinofuncionaba,peroeso¿quémásdaba?

Sobre el puente de, los dos barcos quedaban otros tigres sedientos desangre,quecumplíanvalerosamenteconsudeber.

El hierro silbaba por encima de aquellos valientes, desprendía brazos ydestrozabapechos,regabalospuentes,quebrabalasamuradas,rompíacuantopillaba,peronadiehablabaderetroceder,antesbien insultabanalenemigoyhastalodesafiaban,y,cuandounaráfagadevientodesembarazabaaaquellospobres barcos de los nubarrones que los cubrían, se veían, tras lassemiderruidas barricadas, rostros hoscos y desencajados de furor, ojosinyectadosensangre,quedespedíanfuegoacadarelampagueodelaartillería,y dientes que crujían sobre las hojas de los puñales; y, enmediode aquellahorda de auténticos tigres, su capitán, el invencible Sandokán, que, con la

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cimitarra en lamano, lamirada ardiente, los largos cabellos desparramadosporloshombros,animabaaloscombatientesconunavozqueresonabacomounatrompetaentreelretumbardeloscañones.

La terrible batalla duró veinte minutos; después, el crucero se desplazóunosseiscientosmetros,paranoserabordado.

Un alarido de furor resonó a bordo de los dos praos, ante aquella nuevaretirada. Ya no había posibilidad de luchar contra aquel enemigo, que,aprovechándosedesusmáquinas,evitabatodoabordaje.

PeroSandokánnoqueríaretroceder.

Derribandodeun irresistibleempujóna loshombresque le rodeaban, seagachósobreelcañónqueaúnestabacargado,corrigiólapunteríayencendiólamecha.

Pocossegundosdespués,elpalomayordelcrucero,alcanzadoensubase,se precipitaba al mar, llevándose consigo a todos los tiradores que seencontrabanenlascofasycrucetas.

Mientraselbuquesedeteníaparasalvaraloshombresqueibanaahogarseysuspendíaelfuego,SandokánaprovechóparaembarcarensupropiobarcoalatripulacióndelpraodeGiro-Batol.

—¡Yahoraalacostavolando!—tronó.

El prao de Giro-Batol, que aún se mantenía a flote por un verdaderomilagro,fuedesalojadoenseguidayabandonadoalasolasconsucargamentodecadáveresyconsuspiezasdeartilleríayainservibles.

Velozmente los piratas se pusieron a los remos y, aprovechándose de lainactividad del buque de guerra, se alejaron con rapidez, refugiándose en elrío.

¡No pudo ser más a tiempo! El pobre barco, que hacía agua por todaspartes,apesardelostaponespuestosapresuradamenteenlosagujerosabiertosporlasbalasdelcrucero,sehundíalentamente.

Gemía como un moribundo bajo el peso del agua que lo invadía, yescoraba,tendiendoainclinarseababor.

Sandokán,quesehabíapuestoaltimón,lodirigióhacialaorillapróximayloembarrancóenunbancodearena.

Apenas se dieron cuenta los piratas de que ya no corría peligro dehundirse,irrumpieronsobrecubiertacomounamanadadetigreshambrientos,con las armas en la mano, los rasgos contraídos por el furor, dispuestos arecomenzarlaluchaconigualferocidadyresolución.

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Sandokánlosdetuvoconungesto,yluego,mirandoelrelojquellevabaenlacintura,dijo:

—Sonlasseis:dentrodedoshoraselsolhabrádesaparecidoylastinieblasseapoderarándelmar.Quetodosseponganatrabajarconrapidez,demaneraqueamedianocheelpraoestélistoparavolveralmar.

— ¿Atacaremos al crucero? —preguntaron los piratas, agitandofrenéticamentelasarmas.

—No os lo prometo, pero os juro quemuy pronto llegará el día en quevengaremos esta derrota. Y junto al relampagueo de los cañones, se veráondearnuestrabanderaenlosbaluartesdeVictoria.

—¡VivaelTigre!—gritaronlospiratas.

—Silencio —tronó Sandokán—. Que vayan dos hombres a ladesembocaduradelríoaespiarelcruceroyotrosdosalosbosquesparaevitartodaposiblesorpresa;curadalosheridos,ydespués,todosatrabajar.

Mientraslospiratasseapresurabanavendarlasheridasquehabíansufridosuscompañeros,Sandokán se acercóapopay sequedóalgunosminutos enobservación,dirigiendosumiradahacia labahía,cuyoespejodeaguapodíaverseatravésdeundesgarrón,delaselva.

Intentaba sin duda descubrir el crucero, que al parecer no se atrevía aaproximarse demasiado a la costa, quizá por miedo a encallar en losnumerososbancosdearenaqueseextendíanporaquellugar.

—Sabe conquién se enfrenta—murmuró el formidable pirata—.Esperaquenoshagamosnuevamentealamarparaexterminarnos;peroseengañasicreequevoyamandaramishombresalabordaje.ElTigretambiénsabeserprudente.

SesentósobreelcañónyluegollamóaSabau.

El pirata, uno de losmás valientes, que se había ganado ya el grado delugartenientedespuésdehabersejugadoveinteveceslapiel,acudió.

—PatányGiro-Batolhanmuerto—ledijoSandokánconunsuspiro—.Sehan dejadomatar sobre su prao, a la cabeza de los valientes que intentabanarrojarsecontraesemalditonavío.Elmandotecorrespondeahoraati,yyoteloconfiero.

—Gracias,TigredeMalasia.

—Túserástanvalientecomoellos.

—Cuando mi capitán me mande dejarme matar, estaré dispuesto aobedecerle.

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—Ahora,ayúdame.

Uniendosus fuerzas, empujaronapopael cañóny lasespingardas,y lasapuntaronhacialapequeñabahíaparapoderbarrerlaagolpesdemetralla,encasodequelosbotesdelcrucerointentaranforzarladesembocaduradelrío.

—Ahora podemos estar seguros —dijo Sandokán—. ¿Has enviado doshombresaladesembocadura?

—Sí,TigredeMalasia.Debendeestaremboscadosentrelosbambúes.

—Muybien.

—¿Esperaremosalanocheparasaliralmar?

—Sí,Sabau.

¿Lograremosengañaralcrucero?

—La luna aparecerá bastante tarde y quizá ni se divise. Veo acercarsealgunasnubesdesdeelsur.

—¿TomaremoslarutadeMompracem,capitán?

—Directamente.

—¿Sinvengarnos?

—Somos muy pocos, Sabau, para enfrentarnos con la tripulación delcrucero;yademás,¿cómoresponderasuartillería?Nuestrobarcoyanoestáencondicionesdesostenerunsegundocombate.

—Esverdad,capitán.

—Pacienciaporahora;eldíadelarevanchallegarámuypronto.

Mientras los dos jefes charlaban, sus hombres trabajaban con febrilencarnizamiento. Eran todos valientes marinos, y entre ellos no faltabancarpinterosnimaestrosdelhacha.

En solo cuatro horas construyeron dos nuevos palos, arreglaron lasamuradas,taparontodoslosagujerosyrepusieronlasjarcias,yaqueteníanabordoabundanciadecables,fibras,cadenasygúmenas.

Alasdiez,elbarcopodíanosolohacersedenuevoalamar,sinoinclusoemprenderotrocombate,pueshabíanlevantadotambiénbarricadasformadascontroncosdeárbolparaprotegerelcañónylasespingardas.

Duranteaquellascuatrohoras,ningúnbotedelcrucerosehabíaatrevidoamostrarseenlasaguasdelabahía.

El comandante inglés, sabiendo con quién tenía que luchar, no habíaconsideradooportunocomprometerasushombresenunabatallaterrestre.Por

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otraparte,estabaabsolutamentesegurodeobligaralospiratasarendirseoderechazarlos nuevamente hacia la costa, si hubieran intentado atacarlo olanzarseamarabierto.

Alrededor de las once, Sandokán, que había tomado la resolución deintentarlasalidaalmar,llamóaloshombresquehabíamandadoavigilarladesembocaduradelrío.

—¿Estálibrelabahía?—lespreguntó.

—Sí—contestóunodelosdos.

—¿Yelcrucero?

—Seencuentradelantedelabahía.

—¿Muylejos?

—Amediamilla.

—Tendremosespaciosuficienteparapasar—murmurómuróSandokán—.Lastinieblasprotegeránnuestraretirada.

Después,mirandoaSabau,dijo:

—Enmarcha.

Enseguida, quince hombres se pusieron al banco de los remos y con unpoderosoimpulsoempujaronelpraohastaelrío.

—Que nadie grite, bajo ningún pretexto —dijo Sandokán con vozimperiosa—.Tenedbienabiertoslosojosylasarmaspreparadas.Nosestamosjugandounapartidatremenda.

Sesentójuntoaltimón,conSabauasulado,yguioresueltamenteelbarcohacialadesembocaduradelrío.

Laoscuridadfavorecíalahuida.Nohabíalunaenelcieloynoseveíaunaestrella,nisiquieraesavagaclaridadqueproyectanlasnubescuandoelastrodelanochelasiluminadesdearriba.

Gruesos nubarrones habían invadido la bóveda celeste, interceptandocompletamente cualquier luz. Y la sombra proyectada por los gigantescosdurion, las palmeras y las desmesuradas hojas de los plátanos era tan densaqueSandokánapenassipodíadistinguirlasdosorillasdelrío.

Unsilencioprofundo,apenasrotoporelleverumordelasaguas,reinabasobreaquellapequeñacorrientedeagua.Noseoíanielsusurrodelashojas,dadoquenosemovíaunsoplodevientobajolastupidasbóvedasdeaquellosgrandesvegetales,y tampocosobreelpuentedelbarcosepercibíaelmenorruido.Parecíaquetodosaquelloshombres,agazapadosentrelaproaylapopa,

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habíandejadoderespirar,portemoraperturbarlacalma.

Elpraoestabayamuycercadeladesembocaduradelrío,cuandotrasunlevechoquesedetuvo.

—¿Encallados?—preguntóSandokán.

Sabauseinclinósobrelasamuradasyescudriñóatentamentelasaguas.

—Sí—dijoluego—.Hayunbancodebajodenosotros.

—¿Podremospasar?

—La marea sube rápidamente y creo que dentro de unos minutospodremoscontinuareldescensodelrío.—Esperemos,pues.

La tripulación, aunque ignorabaporqué sehabíadetenidoelprao,no semovió.PeroSandokánhabíaoídoelcrujidocaracterísticodelascarabinasalsermontadas,yhabíavistoalosartilleroscurvarseensilenciosobreelcañónylasdosespingardas.

Pasaronalgunosminutosdeangustiosaesperaparatodos;luegoseoyeronhaciaproaybajolaquillaalgunoscrujidos.Elprao,levantadoporlamarea,quesubíarápida,sedeslizabasobreelbancodearena.

Al poco rato, se había librado de aquel fondo firme, balanceándoselevemente.

—Desplegadunavela—ordenóSandokánaloshombresdemaniobra.

—¿Serásuficiente,capitán?—preguntóSabau.

—Porahorasí.

Unmomento después, una vela latina se desplegó sobre el trinquete. Lahabíanpintadodenegro,paraquepudieraconfundirsecompletamenteconlastinieblasdelanoche.

El prao descendió con rapidez, siguiendo las tinieblas del río. Superófelizmenteelbajío,pasandoentrelosbancosdearenaylosarrecifes,atravesólapequeñabahíaysaliósilenciosamentealmar.

—¿Yelbuque?—preguntóSandokán,poniéndosedepie.

—Allíestá,amediamilladenosotros—contestóSabau.

Enladirecciónindicadasedivisabaconfusamenteunamasaoscura,sobrela cual se levantaban de cuando en cuando pequeños puntos luminosos,indudablementechispasquesalíandelachimenea.Escuchandoconatención,sepodíanoírtambiénlassordasvibracionesdelascalderas.

—Aún tiene las calderas encendidas—murmuró Sandokán—.Así pues,

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estánesperándonos.

—¿Pasaremosinadvertidos,capitán?—preguntóSabau.

—Esoespero.¿Vesalgunachalupa?

—Ninguna,capitán.

—Pasaremosrozandolaplaya,paraconfundirnosmejorconlamasadelosárboles,ydespuésenfilaremoselmarabierto.

Elvientoeradébilyelmarestabatranquilocomosifueradeaceite.

Sandokán mandó que se desplegara una vela más, en el palo mayor;despuéspusorumboalsur,siguiendolassinuosidadesdelacosta.

Comolaplayaestabacubiertadegrandesárboles, loscualesproyectabansobre las aguas su tupida sombra, había pocas probabilidades de que elpequeñobarcocorsariopudieraserdescubierto.

Sandokán, siempreal timón,noperdíadevista al formidableadversario,quedeunmomentoaotropodíadespertarserepentinamenteycubrirelmarylacostadehuracanesdehierroyplomo.

Se disponía a engañarlo; pero en el fondo de su alma, aquel hombresoberbio se lamentaba de tener que dejar aquellos parajes sin tomarse larevancha.HabríadeseadoencontrarseyaenMompracem,perotambiénhabríadeseado otra tremenda batalla. Él, el formidable Tigre de Malasia, elinvencible jefe de los piratas deMompracem, casi se avergonzaba de andarasí,aescondidas,comounladrónnocturno.

Estasolaidealehacíahervirlasangreyhacíaquesusojosllamearanconunacóleratremenda.¡Oh!¡Cómohabríasaludadouncañonazo,aunquefueralaseñaldeunanuevaymásdesastrosaderrota!

Elpraosehabíaalejadoyaunosquinientososeiscientospasosdelabahíaysepreparabaparasaliramarabierto,cuandoapopa,sobrelaestela,aparecióunextrañoresplandor.Parecíacomosimiríadasdepequeñas llamassalierandelasprofundidadestenebrosasdelmar.

—Nosestamostraicionando—dijoSabau.

—Muchomejor—contestó Sandokán con una sonrisa feroz—.No, estaretiradanoeradignademí.

—Esverdad,capitán—contestóelmalayo—.Mejor,morirconlasarmasenlamanoquehuircomocobardes.

Elmarcontinuabavolviéndosefosforescente.Delantede laproaydetrásde la popa del velero, los puntos luminosos semultiplicaban y la estela sehacía cada vezmás luminosa. Parecía que el prao dejaba atrás un surco de

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alquitránardiendo,odeazufrelíquido.

Aquel rastro que brillaba vivamente en la oscuridad que los rodeaba nopodíapasar inadvertidoa loshombresqueestabandeguardiaenel crucero.Deunmomentoaotro,elcañónpodíatronardeimproviso.

También los piratas, tendidos sobre cubierta, se habían percatado deaquella fosforescencia, pero ninguno había hecho ningún gesto, ni habíapronunciado una sola palabra que pudiera traicionar cualquier aprensión.Tampoco ellos podían resignarse a huir sin haber disparado un solo tiro defusil.Unagranizadademetrallahabríasidosaludadaconunalaridodealegría.

Habían transcurrido apenas dos o tres minutos, cuando Sandokán, queteníasiemprelosojosfijosenelcrucero,vioencenderselaslucesdeposición.

—¿Sehandadocuentadenuestrapresencia?—sepreguntó.

—Esocreo,capitán—contestóSabau.

—¡Mira!

—Sí, veo que salenmás chispas de la chimenea. Están alimentando lascalderas.EnuninstanteSandokánsepusodepieempuñandolacimitarra.

—¡Alasarmas!—gritaronabordodelbarcodeguerra.

Lospiratassehabíanlevantadoapresuradamente,mientraslosartillerosseprecipitaban al cañón y a las dos espingardas. Todos estaban dispuestos aemprenderlaluchadefinitiva.

Trasaquelprimergrito,sucedióunbrevesilencioabordodelcrucero;peroluegolamismavoz,queelvientollevabaconclaridadhastaelprao,repitió:

—¡Alasarmas!¡Alasarmas!¡Lospiratashuyen!

Pocodespués,seoyóelredoblardeuntamborsobreelpuentedelanaveinglesa.Estabanllamandoaloshombresasuspuestosdecombate.

Los piratas, apoyados en las amuradas o amontonados detrás de lasbarricadas formadascon troncosdeárbol,no respiraban,pero sus facciones,volviéndoseferoces,traicionabansuestadodeánimo.Susdedosoprimíanlasarmas,impacientesporapretarlosgatillosdesusformidablescarabinas.

El tambor seguía redoblando sobre el puente del barco enemigo. Se oíarechinarlascadenasdelasanclasalpasarporsusguías,ylosgolpessecosdelcabrestante.

El buque se preparaba para desatracar y poder atacar al pequeño navíocorsario.

—¡Atucañón,Sabau!—OrdenóelTigredeMalasia—.¡Ochohombresa

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lasespingardas!

Apenashabíadadoaquellaorden,cuandounallamabrillóenlapopadelcrucero, sobre el castillo, iluminando bruscamente el trinquete y el bauprés.Retumbóunaagudadetonación,acompañadaseguidamentedelruidometálicodelproyectilsilbandoatravésdelosestratosdelaire.

El proyectil cortó la extremidad del palo mayor y se perdió en el mar,levantandounagranmasadeespuma.

Un alarido de furor se oyó a bordo del barco corsario.Ahora había queaceptarlabatalla,yeraesoloquedeseabanaquellosvalientesmarinosdelmarmalayo.

Unhumorojizosalíadelachimeneadelbuquedeguerra.Seoíalasruedasmordervelozmente lasaguas,el roncoborbotearde lascalderas, lasórdenesdelosoficialesylospasosprecipitadosdeloshombres.

Todosseapresurabanasituarseensuspuestosdecombate.

Lasdoslucesdeposiciónsemovieron.Ahoraelbuquecorríaalencuentrodelpequeñobarcocorsario,paracortarlelaretirada.

—¡Preparémonosamorircomovalientes!—gritóSandokán,queyanosehacíailusionessobreelresultadodeaquellatremendabatalla.

Unsoloalaridolecontestó:

—¡VivaelTigredeMalasia!

Sandokán, con un vigoroso movimiento de timón, dio una bordada y,mientrassushombresorientabanrápidamentelasvelas,lanzóelvelerocontrael buque, para intentar abordarlo y arrojar a sus hombres sobre el puenteenemigo.

Bienprontocomenzóelcañoneoporunayotraparte.Sedisparabanbalasymetralla.

—¡Ánimo,mis tigres, al abordaje!—TronóSandokán—. ¡Lapartidanoestáigualada,peronosotrossomoslostigresdeMompracem!

El crucero avanzaba rápidamente, mostrando su agudo espolón yrompiendolastinieblasyelsilencioconunfuriosocañoneo.

Elprao,verdaderojuguetefrenteaaquelgigante,alcuallebastabaunsolochoque para cortarlo en dos y echarlo a pique, avanzaba también con unaaudaciaincreíble,cañoneandolomejorquepodía.

Sinembargo,lapartida,comohabíadichoSandokán,noestabaigualada,omejoraún,eramuydesigual.Nadapodíaintentaraquelpequeñobarcocontraunapoderosanavehechadehierroyfuertementearmada.Elresultadofinal,a

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pesardelvalordesesperadodelostigresdeMompracem,nopodíaserdifícildeadivinar.

No obstante, los piratas no se desanimaban y quemaban las cargas conadmirablerapidez,intentandoexterminaralosartillerosdecubiertayderribaralosmarinosdelasjarcias,disparandofuriosamentesobreelcasco,sobreelcastillodeproaysobrelascofas.

Sinembargo,dosminutosmástarde,subarco,aplastadoporlosdisparosdelaartilleríaenemiga,noeramásqueunmontóndeescombros.

Lospaloshabíancaído,lasamurashabíansidodesfondadas,ynisiquieralas barricadas de troncos de árbol ofrecían protección alguna ante aquellatempestad de proyectiles. El agua entraba ya por los numerosos agujeros,inundandolabodega.

A pesar de ello, nadie hablaba de rendirse. Todos querían morir, peroarriba,sobreelpuenteenemigo.

Lasdescargas,entretanto,sehacíancadavezmástremendas.ElcañóndeSabauestabadesmontado,ymediatripulaciónyacíasobrecubierta,destrozadaoacribilladaporlametralla.

Sandokáncomprendióquehabíasonado laúltimahorapara los tigresdeMompracem.

La derrota era completa.No había ninguna posibilidad de hacer frente aaquelgigante,quevomitabanubesdeproyectilessininterrupción.Noquedabamásalternativaqueintentarelabordaje,unalocura,yaquenisobreelpuentedelcrucerolavictoriapodíaserdeaquellosvalientes.

Noquedabanenpiemásquedocehombres,peroerandocetigres,guiadosporunjefecuyovaloreraincreíble.

—¡Amí,misvalientes!—lesgritó.

Los doce piratas, con los ojos extraviados, espumantes de rabia, con lospuñoscerradoscomo tenazas sobre lasarmas,escudándoseen loscadáveresdesuscompañeros,sepusieronasualrededor.

El buque navegaba a toda marcha hacia el prao, para hundirlo con elespolón;peroSandokán,encuantolovioapocosmetros,conunmovimientode timón evitó el choque, y lanzó su barco contra el costado de babor delenemigo.

El choque fue violentísimo. El barco corsario se hundió hacia estribor,embarcandoaguayarrojandomuertosyheridosalmar.

—¡Lanzadlosgarfios!—tronóSandokán.

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Dosgarfiosdeabordajeseengancharonenlosflechastedelcrucero.

Entonces los trece piratas, locos de furor, sedientos de venganza, selanzaroncomounsolohombrealabordaje.

Ayudándoseconmanosypies,agarrándosea lasgúmenasycuerdasquecolgabande lasbaterías, treparonpor los tamboresde lasruedas,alcanzaronlas amuras y se precipitaron sobre el puente del crucero, antes de que losingleses,asombradosdetantaaudacia,hubieranpensadorechazarlos.

Con el Tigre de Malasia a la cabeza, se arrojaron contra los artilleros,matándolos al pie de sus propios cañones; destrozaron a los fusileros quehabíanacudidoacortarleselpaso,yluego,blandiendolacimitarraadiestraysiniestra,sedirigieronapopa.

Alosgritosdelosoficiales,sehabíanreunidoallíenseguidaloshombresdelabatería.Eransesentaosetenta,perolospiratasnosepararonacontarlos,y se lanzaron furiosamente sobre laspuntasde lasbayonetas,empeñadosenunaluchatitánica.

Golpeando desesperadamente, tronchando brazos y abriendo cabezas,gritando para causar mayor terror, cayendo y volviendo a levantarse, oraretrocediendo, ora avanzando, durante algunos minutos pudieron resistir atodos aquellos enemigos, pero al fin, acosados por los mosquetes de loshombres de las cofas y por los sables de los que estaban a su espalda,hostigadosporlasbayonetas,aquellosvalientescayeron.

Sandokán y otros cuatro, cubiertos de heridas, con las armasensangrentadas hasta la empuñadura, en un esfuerzo prodigioso, se abrieronpasoeintentaronganarlaproaparadeteneracañonazosaquellaavalanchadehombres.

Yaenmitaddelpuente,Sandokáncayóalcanzadoenplenopechoporunabaladecarabina,peroenseguidaselevantógritando:

—¡Matadlos!¡Matadlos!

Los ingleses avanzaban a paso de carga con las bayonetas caladas. Elchoquefuemortal.

Loscuatropiratassehabíanpuestodelantedesucapitánparacubrirlo,ycayeronbajo una descarga de fusil, quedando clavados en el suelo. Pero nosucedióasíconelTigredeMalasia.

Aquel formidable hombre, a pesar de la herida de la que le manabanoleadasdesangre,deunsaltoinmensoalcanzólaamuradebabor,tumbóconla cimitarra tronchada a un gaviero que trataba de detenerlo y se lanzó decabezaalmar,desapareciendobajolasnegrasolas.

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V.Fugaydelirio

Un hombre como aquel, dotado de una fuerza tan prodigiosa, de unaenergíatanextraordinariaydeunvalortangrande,nopodíamorir.

En efecto,mientras el piróscafo proseguía su curso, transportado por losúltimos impulsos de las ruedas, el pirata, de un vigoroso impulso, volvía asubiralasuperficieyseretirabahaciaaltamar,paranosercortadoendosporelespolóndelenemigooalcanzadoporalgúntirodefusil.

Conteniendolosgemidosquelearrancabalaheridayreprimiendolarabiaque lo devoraba, se encogió,manteniéndose casi completamente sumergido,enesperadelmomentooportunoparaganarlascostasdelaisla.

El barco de guerra daba entonces una bordada a menos de trescientosmetros. Avanzó hacia el lugar donde se había hundido el pirata, con laesperanzadedespedazarlobajolasruedas,yluegovolvióavirar.

Sedetuvounmomento,comosiquisieraescudriñaraquelespaciodemaragitadoporél;luegoreemprendiólamarcha,cortandoentodaslasdireccionesaquellaporcióndeagua,mientras losmarinos,descolgándoseen la redparadelfines o colocándose en las bancadas, proyectaban por doquier la luz dealgunosfaroles.

Cuandoseconvencieronde la inutilidaddebúsqueda,por finsealejaronendirecciónaLabuán.

ElTigreemitióentoncesungritodefuror.

—¡Vete,buquemaldito!—exclamó—.¡Vete,perollegaráeldíaenquetedemostrarécuánterribleesmivenganza!

Sepusolafajasobrelasangranteherida,paradetenerlahemorragia,quepodíamatarlo,yluego,haciendoacopiodefuerzas,sepusoanadar,buscandolasplayasdelaisla.

Veinte veces todavía se detuvo aquel hombre formidable para mirar elbarco de guerra que apenas si podía distinguir, y para lanzarle una terribleamenaza.Aveceselpirata,quizámortalmenteherido,quizádemasiadolejosaúndelascostasdelaisla,inclusoseponíaaperseguiralbarcoquelehabíahecho morder el polvo, y lo desafiaba con alaridos que ya ni humanosparecían.

Finalmentevenciólarazón,ySandokánreemprendióelfatigosoejercicio,escudriñandolastinieblasqueleocultabanlacostadeLabuán.

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Nadó así durante mucho tiempo, parándose de cuando en cuando pararecuperar fuerzas y desembarazarse de los vestidos que le impedían losmovimientos;luegoempezóanotarquesusfuerzasdisminuíanrápidamente.

Seleentumecíanlosmiembros,larespiraciónseleibahaciendocadavezmás difícil y, para colmo de desgracias, la herida seguía sangrando,produciéndoledoloresagudosalcontactoconelaguasalada.

Se encogió sobre símismo y se dejó transportar por lamarea, agitandodébilmente los brazos. De esta forma intentaba descansar para recobrar elaliento.

Alpocoratoemitióungolpe.Algolehabíatocado.¿Habíasidoquizáuntiburón?Ante tal idea,apesarde tenerelcorajedeun león,sintióquese leponíalacarnedegallina.

Alargó instintivamente lamanoyagarróunobjetoescabrosoqueparecíaflotarenlasuperficiedelagua.Tiródeélhaciasíyvioquesetratabadeunpecio.Eraun trozode lacubiertadelprao,alcualestabanaúnenganchadosunoscabosyunaverga.

—¡Quéoportuno!—MurmuróSandokán—.Misfuerzasseacababan.

Subiófatigosamentesobreaquelpecio,poniendoaldescubiertolaherida,decuyosbordes,hinchadosyrojosporlaaccióndelaguamarina,aúnmanabaunhilodesangre.

Duranteotrahora,aquelhombrequenoqueríamorir,quenoqueríadarsepor vencido, luchó con las olas, que poco a poco sumergían el pecio; peroseguíaperdiendofuerzas,ysequedópostradosobresímismo,aunqueseguíaconlasmanoscerradasalrededordelaverga.

Empezabaaclarearcuandounchoqueviolentísimo loarrancódeaquellapostración,quecasipodíallamarsedesvanecimiento.

Seincorporófatigosamenteapoyándoseenlosbrazosymiródelantedeél.Las olas se rompían con estruendo alrededor del pecio, enroscándose yespumando.Parecíaqueestabandandovueltassobrebajíos.

Como a través de una niebla ensangrentada, el herido divisó a cortadistanciaunacosta.

—Labuán—murmuró—.¿Arribaréaquí,enlatierrademisenemigos?

Experimentó un momento de duda, pero luego, reuniendo fuerzas,abandonóaquellastablasquelohabíansalvadodeunamuertecasisegura,ysintiendobajosuspiesunbancodearena,avanzóhacialacosta.

Las olas lo golpeaban por todas partes, bramando a su alrededor comoperros dogos furiosos, intentando abatirlo y empujándolo o rechazándolo.

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Parecíaquequeríanimpedirlealcanzaraquellatierramaldita.

Avanzótambaleándoseatravésdelosbancosdearenay,despuésdehaberluchado contra las últimas olas de la resaca, alcanzó la orilla, coronada porgrandesárboles,dejándosecaerpesadamenteenelsuelo.

A pesar de sentirse agotado por la larga lucha sostenida y por la granpérdidadesangre,destapólaheridaylaobservódetenidamente.

Habíarecibidounbalazo,quizádepistola,bajolaquintacostilladelladoderecho, y aquel pedazodeplomo,despuésdehabérseledeslizado entre loshuesos, se había perdido en el interior, pero, al parecer, sin tocar ningúnórgano vital. Quizá aquella herida no era grave, pero podía serlo si no securabapronto,ySandokán,queentendíaunpocodeeso,losabía.

Oyendoabrevedistanciaelmurmullodeunarroyo,searrastróhaciaallí,abrió los labios de la herida, que se había inflamado por el prolongadocontacto con el agua marina, y los lavó cuidadosamente, comprimiéndolosdespuéshastahacersaliraúnalgunasgotasdesangre.

Volvió a juntarlos bien, los vendó con un trozo de su camisa, únicaindumentariaqueaúnllevabapuesta,ademásdelafajaquesosteníaelkriss.

—Me curaré —murmuró cuando terminó la operación, y pronuncióaquellaspalabrascondeterminación, comosi él fueraárbitroabsolutode supropiaexistencia.

Aquel hombre de hierro, a pesar de verse abandonado en aquella isla,donde no podía encontrar más que enemigos, sin refugio, sin recursos,sangrando, sin unamano amiga que lo socorriese, todavía estaba seguro desalirvictoriosodetandesesperadasituación.

Bebió algunos sorbos de agua para calmar la fiebre que comenzaba aapoderarsedeél,yluegosearrastróbajounaareca,cuyashojasgigantescas,dequincepiesdelargoporcincooseisdeanchocomomínimo,proyectabanasualrededorunafrescasombra.

Apenas acababa de llegar, cuando de nuevo sintió que le faltaban lasfuerzas. Cerró los ojos, rodeados de un cerco sanguinolento, y, después dehaberprocuradoenvanomantenerseerguido,cayóentrelashierbas,quedandoinmóvil. No volvió en sí hasta pasadas muchas horas, cuando ya el sol,despuésdehabertocadosucenit,bajabaporoccidente.

Una ardiente sed lo devoraba, y la herida, otra vez calenturienta, leproducíaagudosdoloresinsoportables.

Intentó incorporarse para arrastrarse hasta el riachuelo, pero enseguidavolvióacaer.Entoncesaquelhombre,quequeríasertanfuertecomolafieracuyo nombre llevaba, con un esfuerzo sobrehumano se puso de rodillas,

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gritandocasientonodedesafío:

—¡YosoyelTigre!…¡Amí,misfuerzas!…

Agarrándosealtroncodelárbol,sepusodepiey,manteniéndoseerguidoporunprodigiodeequilibrioyenergía,seencaminóhastalapequeñacorrientedeagua,encuyaorillavolvióacaer.

Apagólased,bañónuevamentelaherida,luegotomósucabezaentrelasmanos y miró fijamente el mar, que venía a romperse a pocos pasos,borbollandosordamente.

—¡Ah!—Exclamó, rechinando losdientes—.¿QuiénhubieradichoqueundíalosleopardosdeLabuánvenceríanalostigresdeMompracem?¿Quiénhubieradichoqueyo,elinvencibleTigredeMalasia,acabaríaaquí,derrotadoy herido? ¿Y cuándo llegará la venganza…? ¡La venganza…! ¡Todos mispraos,misislas,mishombresymistesoros,contaldedestruiralosodiadoshombresblancosquemedisputanestemar!¿Quéimportaquehoymehayanhechomorderelpolvo,cuandodentrodeunmesodosvolveréaquíconmisbarcos y lanzaré sobre estas playas mis formidables bandas sedientas desangre?¿Quéimportaquehoyelleopardoinglésestéorgullosodesuvictoria?¡Será él entonces el que caerámoribundobajomis pies! ¡También entoncestodos los ingleses de Labuán, porquemostraré a la luz de los incendiosmisangrientabandera!

Hablandodeestemodo,elpiratasehabíalevantadodenuevoconlosojosllameantes, agitando amenazadoramente lamanoderecha, como si blandieratodavíalaterriblecimitarra,bramandotremebundodecólera.

Aúnherido,seguíasiendoelindomableTigredeMalasia.

—Paciencia,porahora,Sandokán—prosiguió,volviendoacaerentre lashierbasylosretoños—.Mecuraré,tendréquevivirunmes,dos,tresenestaselva, y alimentarme de ostras y frutas; pero, cuando haya recuperado lasfuerzas, volveré aMompracem, aunque tenga que construirme una barca oasaltarunacanoayconquistarlaagolpesdekriss.

Sequedóvarias horas tendidobajo las largas hojas de la areca,mirandosobriamente las olas que venían a morir casi a sus pies entre miles demurmullos.Parecíaestarbuscandobajoaquellasaguasloscascosdestrozadosde sus dos barcos hundidos en aquellos parajes, o los cadáveres de susdesgraciadoscompañeros.

Entretanto, una fiebre fortísima lo atacaba, mientras sentía oleadas desangre que se le agolpaban en el cerebro. La herida le producía espasmoscontinuos; pero ningún lamento salía de los labios de aquel hombreformidable.

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Alasocho,elsolseprecipitóenelhorizonte,ydespuésdeunbrevísimocrepúsculolastinieblassecernieronsobreelmareinvadieronlaselva.

Aquella oscuridad produjo una inexplicable impresión en el alma deSandokán.¡Tuvomiedodelanoche,él,elfieropirataquenuncahabíatenidomiedoalamuerteyquehabíaafrontadoconvalordesesperadolospeligrosdelaguerraylosfuroresdelasolas!

—¡Lastinieblas!—exclamó,arañandolatierraconlasuñas—.¡Noquieroquecaigalanoche!…¡Noquieromorir!…

Secomprimióconambasmanoslaheridayluegoselevantódeunsalto.Miróalmar,queyasehabíavueltonegrocomosifueradetinta;miróbajolosárboles,examinandosustupidassombras;luego,quizáasaltadodeimprovisoporeldelirio,sepusoacorrercomounloco,adentrándoseenlaselva.

¿Adónde iba? ¿Por qué huía? Ciertamente un miedo extraño se habíaapoderadodeél.Ensudelirio, leparecíaoírenlalejaníaladridosdeperros,gritosdehombres,rugidosdefieras.Quizácreíaqueyalohabíandescubiertoyqueveníanpersiguiéndolo.

Prontoaquellacarrerasehizovertiginosa.Completamente fueradesí, seprecipitaba hacia adelante enloquecido, arrojándose en medio de la fronda,saltandosobretroncosderribados,atravesandotorrentesyestanques,aullando,maldiciendo y agitando locamente el kriss, cuya empuñadura, cuajada dediamantes,despedíafugacesdestellos.

Continuó así durante diez o quinceminutos, adentrándose cada vezmásentrelosárboles,despertandoconsusgritoslosecosdelaselvatenebrosa,yluegosedetuvojadeanteyfatigado.

Tenía los labios cubiertos de una espuma sanguinolenta y los ojosextraviados.Agitólosbrazosydespuéscayóalsuelocomounárbolcortadoporelrayo.

Deliraba; leparecíaque lacabezaestabaapuntodeestallarleyquediezmartillos le golpeaban las sienes.El corazón le saltaba en el pecho como siquisierasalírsele,ydelaheridaleparecíaquebrotabantorrentesdefuego.

Creíaverenemigospor todaspartes.Bajo losárboles,bajo lasmatas,enmediodelaspiedrasyraícesqueserpenteabanporelsuelo,susojosdivisabanhombres escondidos, mientras le parecía ver volar por el aire legiones defantasmasyesqueletos,danzandoentornoalasgrandeshojasdelosárboles.

Sereshumanossurgíandelsuelo,gimiendo,aullando,unosconlacabezasangrando,otrosconlosmiembrostronchadosoloscostadosdescuartizados.Todos reían a carcajadas, como si se burlaran de la impotencia del terribleTigredeMalasia.

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Sandokán, presa de un espantoso acceso de delirio, se revolcaba por elsuelo,selevantaba,caía,tendíalospuñosyamenazabaatodos.

—¡Fueradeaquí,perros!—gritaba—.¿Quéqueréisdemí?…¡YosoyelTigre deMalasia y no os temo!… ¡Venid a atacarme si os atrevéis!… ¡Ah!¿Osreís?…¿Mecreéisimpotenteporquelosleopardoshanheridoyvencidoal Tigre?… ¡No, no tengo miedo!… ¿Por qué me miráis con esos ojos defuego?…¿Porquévenísabailaramialrededor?…¿Tútambién,Patán,vienesaburlartedemí?…¿Tambiéntú,ArañadeMar?…¡Malditos,osharévolveral infiernodedondehabéissalido!…¿Ytú,Kimperlain,quéquieres?…Asíquenohabastadomicimitarraparamatarte…¡Fueratodos,volvedalfondodelmar…,alreinodelastinieblas…,alosabismosdelatierra,uosmataréotraveza todos!¿Y tú,Giro-Batol,quéquieres?¿Lavenganza?Sí, túserásvengado,porque elTigre se curará…¡Volverá aMompracem…,armará suspraos… y volverá aquí para exterminar a los leopardos ingleses, a todos…todoshastaelúltimo!…

El pirata se detuvo, agarrándose los cabellos con lasmanos, los ojos enblanco, las facciones espantosamente te alteradas, y entonces, levantándoseconímpetu,reemprendiósulocacarreragritando:

— ¡Sangre!… ¡Dadme sangre que apaguemi sed!…Yo soy elTigre deMalasia… Corrió durante mucho tiempo, siempre gritando y amenazando.Salióde la selvay seprecipitó a travésdeunapradera, en cuyoextremo leparecióverconfusamenteunaempalizada;despuésvolvióapararseycayóderodillas.Estabadeshecho,jadeante.

Se quedó algunos minutos encogido sobre sí mismo, volvió a intentarlevantarse,peroalpocoratolasfuerzasleabandonaron,unvelodesangrelecubriólosojosycayóalsuelo,exhalandounúltimogritoqueseperdióenlastinieblas.

VI.LaPerladeLabuán

Cuando volvió en sí ya no se encontraba, para su gran sorpresa, en lapequeñapraderaquehabíaatravesadodurantelanoche,sinoenunaespaciosahabitación tapizada con papel floreado de Fung, y estaba acostado en uncómodoysuavelecho.

Alprincipiocreyóqueestabasoñandoyserestrególosojosvariasvecescomoparadespertarse,perobienprontoseconvenciódequetodoaquelloerarealidad.

Seincorporóparasentarse,preguntándoserepetidasveces:

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—Pero¿dóndeestoy?¿Estoyaúnvivooestoymuerto?

Miróasualrededor,peronovioningunapersonaaquiendirigirse.

Entonces se puso a observar minuciosamente la habitación: era amplia,elegante, iluminada por dos grandes ventanas, a través de cuyos cristales seveíanárbolesaltísimos.

Enunánguloviounpiano,sobreelcualhabíaesparcidasunaspartiturasdemúsica;enotro,uncaballeteconuncuadroquerepresentabaunamarina;enelcentro,unamesadecaobarecubiertaconuntapetebordado,sindudaporlasmanosdeunamujer, y al ladode la camaun rico escabel incrustadodeébanoymarfil, sobreelcualSandokánvio,converdaderacomplacencia, sufiel kriss, y al lado un libro entreabierto con una flor marchita entre suspáginas.

Aguzó los oídos, pero no oyó ninguna voz; sin embargo, de lejos lellegaban unas notas delicadas que parecían los acordes de un laúd o de unaguitarra.

—¿Dóndeestoy?—Sepreguntóporsegundavez—.¿Encasadeamigosodeenemigos?¿Yquiénhavendadoycuradomisheridas?

Poco después, sus ojos se detuvieron de nuevo sobre el libro que seencontrabasobreelescabely,empujadoporunairresistiblecuriosidad,alargóunamanoylotomó.Enlacubiertaviounnombreestampadoenletrasdeoro.

— ¡«Marianna»! —leyó—. ¿Qué quiere decir? ¿Es un nombre o unapalabraquenoentiendo?

Volvió a leer y, cosa extraña, se sintió agitado por una sensacióndesconocida.Algodulcegolpeóelcorazóndeaquelhombre,aquelcorazóndeacero,quepermanecíacerradoantelasmástremendasemociones.

Abrió el libro: las páginas estaban impresas con un tipo de letra ligero,eleganteyclaro,peronoconsiguióentenderaquellaspalabrasaunquealgunasse parecían a la lengua del portuguésYáñez. Sin querer, empujado por unafuerzamisteriosa,tomódelicadamenteaquellaflorquepocoanteshabíavistoy la miró largamente. La olió varias veces, procurando no romperla conaquellos dedos que solo habían estrechado la empuñadura de la cimitarra,sintiendoporsegundavezunaextrañasensación,unmisteriosotemblor,unnosé qué en el corazón; después, ¡aquel hombre sanguinario, aquel hombre deguerrasesintiótentadoporunvivodeseodellevárselaaloslabios!…

La volvió a poner casi con disgusto entre las páginas, cerró el libro yvolvió a colocarlo en el escabel. En aquel mismo instante, se movió elpicaporte de la puerta, y entró un hombre caminando lentamente y con larigideztípicadeloshombresderazaanglosajona.

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Erauneuropeo,ajuzgarporelcolordelapiel,unhombrerobustoymásbien alto.Aparentaba unos cincuenta años; tenía la cara enmarcada por unabarba rojiza que empezaba a blanquear, y dos ojos azules, profundos; en suporteseadivinabaqueeraunhombreacostumbradoamandar.

—Me alegro de veros tranquilo: desde hace tres días el delirio no os hadejadounsolomomentodedescanso.

— ¡Tres días!—Exclamó Sandokán con estupor—. ¿Llevo ya tres díasaquí?…¿Entoncesnoestoysoñando?

—No,nosoñáis.Estáisentrebuenaspersonas,queoscuraránconafectoyharánloposibleparaqueosrestablezcáis.

—Pero¿quiénsoisvos?

—LordJamesGuillonk,capitándenavíodeSuMajestad,lareinaVictoria.

Sandokánsesobresaltóysufrenteseensombreció;sinembargoserepusoenseguida y, haciendo un supremo esfuerzo para no traicionar el odio quesentíacontratodoloinglés,dijo:

—Osdoylasgracias,milord,portodoloquehabéishechopormí,porundesconocido,quepodríaservuestromortalenemigo.

—Erami deber acoger en mi casa a un pobre hombre, herido quizá demuerte—contestóellord—.¿Cómoestáisahora?

—Meencuentrobastantefuerteynosientodolores.

—Mealegromucho.Ahoradecidme,sinoosimporta,¿quiénoshadejadode esta forma?Además de la bala que os extraje del pecho, vuestro cuerpoestaballenodeheridasproducidasporarmablanca.

Sandokán,apesardeesperaraquellapregunta,nopudoevitarsobresaltarsefuertemente.Noobstante,nosetraicionóniperdiólacalma.

—Noséquédeciros,porqueyomismoloignoro—respondió—.Hevistocómo algunos hombres asaltaban de nochemis barcos, subían al abordaje ymatabanamismarinos.¿Quiéneseran?Nolosé,puestoquealprimerchoquecaíalmarcubiertodeheridas.

—SindudahabéissufridoelasaltodelospiratasdelTigredeMalasia—dijolordJames.

—¡Delospiratas!…—exclamóSandokán.

—Sí, de los de Mompracem, que hace tres días se encontraban en losalrededoresdelaisla,peroquefuerondespuésdestruidosporunodenuestroscruceros.Decidme,¿dóndeosasaltaron?

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—CercadelasRomades.

—¿Yhabéisllegadoanuestrascostasanado?

—Sí,agarradoaunastablas.Pero¿dóndemehabéisencontrado?

—Tumbadoentrelashierbasypresadeuntremendodelirio.¿Adóndeosdirigíaiscuandofuisteisatacados?

—LlevabaunosregalosalsultándeVarauni,departedemihermano.

—¿Quiénesvuestrohermano?

—ElsultándeShaja.

—¡Entoncesvossoisunpríncipemalayo!—exclamóellordtendiéndolelamano,queSandokán,trasunabreveduda,apretócasiconasco.

—Sí,milord.

—Mesientohonradodehaberosofrecidomihospitalidad,yharé todo loposible para que no os aburráis cuando os hayáis restablecido. Y, si no osmolesta,iremosjuntosavisitaralsultándeVarauni.

—Sí,y…

Se interrumpió, adelantando la cabeza como si intentara escuchar algúnrumorlejano.

Desdefuerallegabanlosacordesdeunlaúd,quizálosmismossonidosquehabíaoídopocoantes.

—¡Milord!—exclamó,presadeunagranagitación,cuyacausaenvanointentabaexplicar—.¿Quiéntoca?

—¿Porqué,miqueridopríncipe?—preguntóelinglés,sonriendo.

—No lo sé, pero tengounverdaderodeseodever a la personaque tocaasí…Sediríaqueesamúsicamellegaalcorazón…ymehaceexperimentarunasensaciónnuevaeinexplicable.

—Esperaduninstante.

Lehizounaseñaparaqueseacostaraysalió.Sandokánpermanecióunosinstantes tendido,aunqueenseguidavolvióa levantarsecomo impulsadoporunmuelle.

La inexplicable emoción que había experimentado poco antes volvía aprenderlo conmayor violencia. El corazón le latía de tal forma que parecíaquerer salírsele del pecho; la sangre le corría furiosamente por las venas yextrañostembloresrecorríansusmiembros.

—¿Quémepasa?—sepreguntó—.¿Esquevuelveaasaltarmeeldelirio?

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Apenashabíapronunciadoestaspalabras,cuandoregresóellord,peronosolo.Detrásdeélavanzabaunaespléndidacriatura,acuyavistaSandokánnopudoreprimirunaexclamacióndesorpresaydeadmiración.

Era una joven de dieciséis o diecisiete años, pequeña, pero esbelta yelegante,deformassoberbiamentemodeladas,conlacinturatanestrechaqueuna sola mano hubiera bastado para rodearla, y la piel sonrosada y frescacomounaflorreciénabierta.

Teníaunacabecitaadmirable,conojosazulescomoelaguadelmar,yunafrente de incomparable precisión, bajo la que resaltaban dos cejasencantadoramentearqueadasyquecasisetocaban.

Unacabellerarubialecaíaenpintorescodesorden,comounalluviadeoro,sobreelblancocorpiñoquelecubríaelseno.

Elpirata,alveraaquellamujerqueparecíaunaverdaderaniñaapesardesu edad, se sintió estremecer hasta el fondo de su alma. Aquel hombre tanfiero, tansanguinario,quellevabael terriblenombredeTigredeMalasia,sesentía por primera vez en su vida fascinado por aquella gentil criatura, poraquellaencantadoraflornacidaenlosbosquesdeLabuán.

Sucorazón,quepocoanteslatíaprecipitadamente,ahoraardía,yleparecíaqueporsusvenascorríanlenguasdefuego.

—Bueno,miqueridopríncipe,¿quéospareceestagraciosajovencita?—lepreguntóellord.

Sandokán no respondió. Inmóvil como una estatua de bronce, mirabafijamente a la jovencita con ojos que despedían relámpagos de ardienteansiedadyparecíaqueyanorespiraba.

—¿Ossentísmal?—preguntóellord,queloobservaba.

—¡No!…¡No!—exclamóvivamenteelpirata,agitándose.

—Entonces, permitidme que os presente a mi sobrina lady MariannaGuillonk.

—¡MariannaGuillonk!…¡MariannaGuillonk!…—repitióSandokánconsordoacento.

— ¿Qué encontráis de extraño en mi nombre?—preguntó la jovencita,sonriendo—.Diríasequeoshaproducidomuchasorpresa.

Sandokán,aloíraquellavoz,sesobresaltófuertemente.Nuncaunsonidotandulcehabíaacariciadosusoídos,acostumbradoscomoestabanaescucharlainfernalmúsicadelcañónylosgritosdemuertedeloscombatientes.

—Nada encuentro de extraño—dijo con voz alterada—.Es que vuestro

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nombrenomeresultadesconocido.

—¡OH!—Exclamóellord—.¿Ydequiénlohabéisoído?

—Lo había leído antes en el libro que podéis ver ahí, y me habíaimaginadoquequienlollevarateníaqueserunaespléndidacriatura.

—Estáis bromeando —dijo la joven lady, sonrojándose. Después,cambiando de tono, preguntó—: ¿Es verdad que los piratas os han heridogravemente?

—Sí,esverdad—respondióSandokánconvozsorda—.Mehanvencidoyherido,peroundíamecuraré,yentonces,¡aydelosquemehanhechomorderelpolvo!

—¿Yosduelemucho?

—No,milady;yahoramenosqueantes.

—Esperoqueoscuréisrápidamente.

—Nuestropríncipeesfuerte—dijoellord—,ynomeasombraríaverlodepiedentrodediezdías.

—Esoespero—contestóSandokán.

De pronto, apartando los ojos de la cara de la joven, que de cuando encuandosesonrojaba,selevantóimpetuosamente,exclamando:

—¡Milady!…

—Diosmío,¿quétenéis?—preguntólaladyaproximándose,sucabelleraparecía un río de oro. Los ojos profundamente expresivos despedíanrelámpagosbajolosnobilísimosarcosdelaspestañas.

—Decidme, vos tenéis otro nombre infinitamente más bello que el deMariannaGuillonk,¿verdad?

—¿Cuál?—preguntaronauntiempoellordylajoven.

—¡Sí,sí!—ExclamóconmásfuerzaSandokán—.¡SólovospodéisserlacriaturaquetodoslosindígenasllamanlaPerladeLabuán!…

Ellordhizounademándesorpresayunaprofundaarrugasurcósufrente.

—Amigomío—dijo con voz grave—. ¿Cómopuede ser que vos sepáisesto,simehabéisdichoqueveníaisdelalejanapenínsulamalaya?

—Noesposiblequeestesobrenombrehayallegadohastavuestropaís—añadióladyMarianna.

—NolooíenShaja—respondióSandokán,quecasisehabíatraicionado—,sinoen las islasRomades,encuyasplayasdesembarquéhaceunosdías.

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Allí me hablaron de una joven de incomparable belleza, de ojos azules ycabellos perfumados como los jazmines de Borneo; de una criatura quecabalgabacomounaamazonayquecazabavalerosamente las fieras;deunavaporosajovencitaalaquemuchastardes,alcaerelsol,seveíaaparecerporlasorillasdeLabuán,fascinandoalospescadoresdelascostas.¡Ah,milady,tambiényoundíaquierooíresavoz!

—¿Todasesasvirtudesmeatribuyen?—respondiólajovenriendo.

—¡Sí,yveoqueloshombresquemehablarondevosnohanexagerado!—exclamóelpirataapasionadamente.

—Adulador—dijoella.

—Queridasobrina—dijo lordGuillonk—.Embrujarás tambiénanuestropríncipe.

—¡Yoestoysegurodeello!—ExclamóSandokán—.Y,cuandodejeestacasa para volver a mi lejano país, diré a mis compatriotas que una jovenblancahavencidoelcorazóndeunhombrequecreíatenerloinvulnerable.

La conversación duró todavía un poco, girando ya sobre la patria deSandokán, los piratas de Mompracem o sobre Labuán; después, llegada lanoche,ellordylajovenseretiraron.

Cuando el pirata se vio solo, permaneció largo tiempo inmóvil, con losojosfijosenlapuertapordondehabíasalidoaquellajovencita.Parecíapresadeprofundospensamientosydeunavivaconmoción.

Quizá en aquel corazón, que nunca hasta entonces había latido por unamujer,estabadesencadenándoseenaquelmomentounaterribletempestad.

Depronto,Sandokán se estremeció, y algo así comoun sonido ronco seagolpó en el fondo de su garganta, pronto a irrumpir, pero los labiospermanecieron cerrados, y apretó los dientes con más fuerza, rechinandolargamente.

Permanecióalgunosminutosasí, inmóvil,conlosojosardiendo,elrostroalterado, la frente perlada de sudor, lasmanos escondidas entre los largos yabundantes cabellos; luego, aquellos labios que no querían abrirse, semovieronydejaronescaparunnombre:

—¡Marianna!

Entonceselpiratayanopudocontenerse.

—¡Ah!—exclamó,casi con rabia,y retorciéndose lasmanos—. ¡Sientoqueestoyenloqueciendo!,¡que…laamo…!

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VII.Curaciónyamor

LadyMariannaGuillonkhabíanacidobajoelhermosocielode Italia,enlas orillas del espléndido golfo de Nápoles, de madre italiana y de padreinglés.

Quedóhuérfanaa losonceañosy,herederadeunaconsiderable fortuna,fuerecogidaporsutíoJames,elúnicoparientequeseencontrabaentoncesenEuropa.

Enaquellostiempos,JamesGuillonkeraunodelosmásintrépidoslobosdemardelmundo,propietariodeunanavearmadayequipadaparalaguerra,queleservíaparacooperarconJamesBrooke,elcualseconvirtiómástardeenrajádeSarawakysededicóalexterminiodelospiratasmalayos,terriblesenemigosdelcomercioinglésenaquelloslejanosmares.

A pesar de que lord James, hosco como todos los marinos, incapaz dealimentar un afecto cualquiera, no sintiera excesiva ternura por su jovensobrina,antesqueconfiarlaamanosextrañas,laembarcóensupropiobarco,conduciéndola a Borneo y exponiéndola a los graves peligros de aquellasdurastravesías.

Durantetresañoslaniñafuetestigodeaquellassangrientasbatallas,enlasquemoríanmilesdepiratas,yquedieronalfuturorajáBrookeaquellatristecelebridadqueconmovióprofundamenteeindignóasuspropioscompatriotas.

Pero un día lord James, cansado de carnicerías y peligros, y tal vezpensando en su sobrina, abandonó el mar y se estableció en Labuán,ocultándoseentreaquellosgrandesbosquesdelcentro.

LadyMarianna,queteníaentoncescatorceañosyqueduranteaquellavidapeligrosa había adquirido una energía y fiereza extraordinarias, a pesar deparecerunafrágilniña,había intentadorebelarsecontra losdeseosdesutío,creyendoquenopodríaacostumbrarseaaquelaislamientoyaquellavidacasisalvaje;peroel lobodemarquenoparecíaalimentarmuchoafectoporella,permanecíainflexible.

Obligada a soportar aquel extraño cautiverio, la joven se había dedicadoenteramente a completar su propia educación, que hasta entonces no habíatenidotiempodecuidar.

Dotada de una tenaz voluntad, poco a poco había ido dominando losinstintosferocesquehabíacontraídoenaquellasdurasysangrientasbatallasylarudezaadquiridaenelcontinuocontactoconlagentedemar.Yasí,sehabíaconvertido en una apasionada cultivadora de lamúsica, de las flores, de las

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bellas artes, gracias a las instrucciones de una antigua amiga de su madre,muertamástardeaconsecuenciadelardienteclimatropical.Conelprogresode la educación, aun conservando en el fondo de su alma algo de aquellaantiguafiereza,sehabíavueltobondadosa,gentilycaritativa.

Nohabíaabandonadolapasiónporlasarmasylosejerciciosviolentos,yamenudo, como una indómita amazona, recorría los grandes bosques,persiguiendo incluso a los tigres, o, semejante a una náyade, se lanzabaintrépidamentea lasazulesolasdelmarmalayo;peroconmásfrecuenciaseencontrabaallídondehabíamiseriaydesventura,llevandosocorroatodoslosindígenasdeloscontornos,aquellosmismosindígenasquelordJamesodiabaamuerte,comodescendientesdeantiguospiratas.

Yasí,aquellajoven,porsuintrepidez,bondadybelleza,sehabíamerecidoelsobrenombredePerladeLabuán,sobrenombrequehabíavoladotanlejosyque había hecho latir el corazón del formidable Tigre de Malasia. Bajoaquellosbosques,casialejadadetodacriaturacivilizada,laniñahabíacrecidocasisindarsecuentadequesehabíahechomujer;pero,cuandovioaaquelfieropirata,habíaexperimentadosinsaberporquéunaextrañaturbación.

¿Quéera?Loignoraba.Perosiempreteníaantesusojos,ydenochevolvíaaverloensueños,aaquelhombredefiguracasifiera,queteníalanoblezadeunsultányqueposeíalagalanteríadeuncaballeroeuropeo;aquelhombredeojoscentelleantes,delargoscabellosnegros,conaquelrostroenelquepodíaleerse claramente un coraje indomable y una energía,más que excepcional,única.

Después de haberlo fascinado con sus ojos, su voz y su belleza, habíaquedadoasuvezfascinadayvencida.Alprincipio intentóreaccionarcontraaquel latido de su corazón que para ella era nuevo, como lo era paraSandokán; pero en vano. Sentía siempre que una fuerza irresistible laempujabaavolveraveraaquelhombre,yquenoencontraba lacalmamásque a su lado; solo se sentía feliz cuando se encontraba junto a su lecho, ycuandolealiviabalosagudosdoloresdelaheridaconsucharla,sussonrisas,suvozincomparableysulaúd.

Y había que ver en aquellos momentos a Sandokán, cuando la joven lecantabalasdulcescancionesdesulejanopaísnatal,acompañándolasconlosdelicadossonesdesumelodiosoinstrumento.

Entoncesdejabade ser elTigre deMalasia, dejabade ser el sanguinariopirata.Mudo,anhelante,empapadodesudor,reteniendolarespiraciónparanoturbarconsualientoaquellavozargentinaymelodiosa,escuchabacomounhombrequesueña,comosihubieraqueridograbarensumenteaquellalenguadesconocidaque loembriagabayque lemitigaba las torturasde laherida;ycuandolavoz,despuésdehabervibradoporúltimavez,moríaconlaúltima

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notadellaúd,seleveíapermanecerlargotiempoenaquellapostura,conlosbrazos tensos, como si quisiera atraer hacia sí a la joven, con su miradallameantefijaenlamiradahúmedadeella,conelcorazónenviloylosoídosatentos,comosiescuchasetodavía.

EnaquellosmomentosyanoseacordabadequeeraelTigre,olvidabasuMompracem,suspraos,sustigres,yalportugués,quequizáenaquellahora,creyéndoloperdidoparasiempre,estabavengandosumuerteacasoconalgunasangrientarepresalia.

Los días pasaban de esta forma volando, y su curación, poderosamenteayudadaporlapasiónqueledevorabalasangre,proseguíarápidamente.

Enlatardedeldecimoquintodía,entróellorddeimprovisoyencontróalpiratadepie,listoparasalir.

—¡Oh,mibuenamigo!—exclamóalegremente—.¡Mealegromuchodeverosdepie!

—No me era posible quedarme más tiempo en el lecho, milord —respondióSandokán—.Por lodemás,me siento tan fuerte comoparapoderlucharcontrauntigre.

—¡Magnífico!Entoncesospondréprontoaprueba.

—¿Dequéforma?

—Heinvitadoaalgunosbuenosamigosalacaceríadeuntigrequevieneporaquíamenudoyandarondandojuntoalosmurosdemijardín.Y,puestoque os veo curado, esta noche iré a advertirles que mañana por la mañanairemosacazarlafiera.

—¡Participaréenlabatida,milord!

—Lo creo; pero decidme ahora: espero que os que daréis algún tiempomás,comohuéspedmío.

—Milord,gravesasuntosmereclaman,ytengoqueapresurarmeadejaros.

— ¿Dejarme? ¡Ni pensarlo! Para los negocios hay siempre tiempo, y osadviertoquenoosdejarépartirantesdealgunosmeses;vamos,prometedmequeosquedaréis.

Sandokánlemiróconojosquedespedíanrelámpagos.Paraélquedarseenaquellaquinta,alladodeaquellajovencitaquelohabíafascinado,eralavida,loeratodo.Nopedíamásporelmomento.

¿QuéleimportabaaélquelospiratasdeMompracemlellorarandándolepor muerto, cuando podía volver a ver durante muchos días más a aquelladivinajoven?¿QuéleimportabasufielYáñez,quequizáloestababuscando

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ansiosamenteenlasorillasdelaisla, jugándosesupropiaexistencia,cuandoMariannaempezabaaamarlo?¿Quéleimportabaaéldejardeoíreltronardelahumeanteartillería,cuandopodíaseguiroyendoladeliciosavozdelamujeramada; o experimentar las terribles emociones de la batalla, cuando ella lehacía experimentar emociones más sublimes? ¿Y qué le importaba, en fin,correr el peligro de ser descubierto, quizá apresado, inclusomuerto, cuandopodíaseguirrespirandoelmismoairequealimentabaasuMariannayvivirenmediodelosgrandesbosquesdondeellavivía?

Lohabríaolvidadotodoporseguirasídurantecienaños:Mompracem,sustigres,susbarcosyhastasussangrientasvenganzas.

—Sí,milord,mequedaréhastaquequeráis—dijoconímpetu—.Aceptolahospitalidadque tancordialmentemeofrecéis,y siundía (noolvidéisestaspalabras,milord) tuviéramosquevolver a encontrarnosnoyacomoamigos,sinocomofierosenemigos,conlasarmasenlamano,sabrérecordarentonceselagradecimientoqueosdebo.

Elingléslomiroestupefacto.

—¿Porquémehabláisasí?—preguntó.

—Quizáundíalosepáis—respondióSandokánconvozgrave.

—No quiero averiguar por ahora secretos —dijo el lord, sonriendo—.Esperaréesedía.Sacóelrelojylomiró.

—Tengo quemarcharme enseguida, si quiero avisar amis amigos de lacaceríaqueemprenderemos.Adiós,miqueridopríncipe—dijo.

Ibayaasalir,cuandosedetuvoyañadió:

—Siqueréisbajaraljardín,encontraréisallíamisobrina,queesperosabráhacerosbuenacompañía.

—Gracias,milord.

EraaquelloloqueSandokándeseaba:poderencontrarse,aunquefueraporunos minutos, a solas con la jovencita, quizá para descubrirle la pasióngigantescaqueledevorabaelcorazón.

Apenas se vio solo, se acercó rápidamente a una ventana que daba a uninmensojardín.

Allí,alasombradeunamagnoliadeChinacuajadadefloresdepenetranteperfume,sentadasobreeltroncocaídodeunaareca,estabalajovenlady.Sehallabasola,enactitudpensativa,conellaúdsobrelasrodillas.

ASandokánleparecióunavisióncelestial.Todalasangreselesubióalacabeza,yelcorazóncomenzóalatirleconunavehemenciaindescriptible.

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Permaneció allí, con los ojos ardientemente fijos en la jovencita,reteniendoinclusolarespiración,comosituvieramiedodeturbarla.

Pero de pronto retrocedió, sofocando un grito, que parecía un lejanorugido.Surostrosealteróespantosamente,adquiriendounaexpresiónferoz.

El Tigre de Malasia, fascinado hasta ese momento, embrujado, sedespertaba de improviso, ahora que se sentía curado. Volvía a ser el piratadespiadado,sanguinario,decorazóninaccesibleacualquierpasión.

—¿Quéibaahacer?—Exclamóconvozronca,pasándoselasmanosporlaardorosafrente—.¿Serárealmenteverdadqueamoaesa joven?¿Hasidounsueñoounainexplicablelocura?¿EsposiblequeyanoseayoelpiratadeMompracem,puesmesientoatraídoporunafuerzairresistiblehaciaesahijade una raza a la que juré odio eterno? ¡Amar yo!… ¡Yo, que no heexperimentadomásqueimpulsosdeodioyquellevoelnombredeunabestiasanguinaria!…¿AcasopuedoolvidarmisalvajeMompracem,amis tigres,amiYáñez,quequizámeestánesperandoansiosamente?¿Acasoheolvidadoqueloscompatriotasdeesajovensoloestánesperandoelmomentopropicioparadestruirmipoder?¡Fueraestavisiónquemehaperseguidodurantetantasnoches,fueraestostembloresindignosdelTigredeMalasia!¡Apaguemosestevolcánqueardeenmicorazónyhagamossurgirensulugarmilabismosentremí y esa sirena hechicera!… ¡Vamos, Tigre, deja oír tu rugido, sepulta elagradecimientoquedebesaestaspersonasquetehancurado;vete,huyelejosdeestoslugares,regresaaesemarquesinquererloteempujóaestasplayas,vuelveasereltemidopiratadelaformidableMompracem!

Hablando así, Sandokán se había puesto de pie ante la ventana con lospuñoscerradosylosdientesapretados,todoéltemblandodecólera.

Leparecíaquesehabíaconvertidoenungiganteyqueoíaenlalejaníalosaullidos de sus tigres, que lo llamaban a la batalla, y el retumbar de laartillería.

Noobstante,permanecióallí,comoclavado,delantedelaventana,sujetoporunafuerzasuperiorasufuror,conlosojossiempreardientementefijosenlajovenlady.

—¡Marianna!—exclamódepronto—.¡Marianna!

Anteaquelnombreadorado,aquelimpulsodeirayodioseesfumócomolanieblaanteelsol.¡ElTigrevolvíaaserhombreycadavezmásenamorado!…

Sus manos se dirigieron involuntariamente hacia el pestillo, y con unrápidogestoabriólaventana.Unsoplodeairetemplado,cargadodelperfumedemilflores,entróenlahabitación.

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Alrespiraraquellasfraganciasbalsámicas,elpiratasesintióembriagadoynotó cómo volvía a despertar en su corazón,más fuerte que nunca, aquellapasiónquehabíaintentadosofocarmomentosantes.

Se apoyó sobre el alféizar y se quedó mirando en silencio, temblando,delirante, a la vaporosa lady.Una fiebre intensa lo devoraba, el fuego se ledeslizaba por las venas hasta ir a parar al corazón, nubes rojas le corríandelantede losojos, pero incluso enmediode ellasveía siempre a laque lohabía embrujado. ¿Cuánto tiempo permaneció allí? Mucho sin duda, pues,cuandovolviódesuensimismamiento,lajovenladyyanoestabaeneljardín,el sol sehabíapuesto, las tinieblashabíandescendidoy enel cielo titilabanmiríadasdeestrellas.

Sepusoapasearporlahabitación,conlasmanoscruzadassobreelpechoylacabezainclinada,absortoenprofundospensamientos.

— ¡Mira!—Exclamó, volviendo hacia la ventana y ofreciendo la frenteardorosaalfrescoairedelanoche—.¡Aquílafelicidad,aquíunanuevavida,aquíunaembriaguez,dulce,tranquila;allíMompracem,unavidatempestuosa,huracanesdehierro, tronardeartillerías,carniceríassangrientas,mis rápidospraos,mistigres,mibuenYáñez!…

—¿Cuáldeestasdosvidaselegir? ¡Ysinembargo, todami sangreardecuandopiensoenesta jovenquehahecho latirmicorazónantesdeverla,ysientoenmisvenascorrerbroncefundidocuandopiensoenella!¡Diríasequeestoy anteponiéndola a mis tigres y a mi venganza! ¡Y pese a ello, meavergüenzo de mí mismo, pensando que es hija de esa raza que odio tanprofundamente! ¿Y si la olvidase? ¡Ah! ¿Sangras, pobre corazón mío, noquieresentonces?¡Anteseraelterrordeestosmares,antesnuncahabíasabidoquéeraelafecto,antessolomegustabalaembriaguezdelasbatallasydelasangre…yahorasientoqueyanadapodrágustarmelejosdeella!…

Calló y se puso a escuchar el susurro de las frondas y el silbido de susangre.

—¿Ysiinterpusieraentremíyesadivinamujerlaselva,luegoelmaryalfinelodio?—prosiguió—.¡Elodio!Pero¿podréodiarla?¡Sinembargotengoquehuir,volveramiMompracem,entremis tigres!…Sicontinuaseaquí, lafiebre acabaría por devorar toda mi energía, siento que se apagaría parasiempre mi poder, que no volvería a ser el Tigre de Malasia… ¡Vamos,andando!

Miróabajo:solotresmetrosloseparabandelsuelo.Aguzólosoídosynooyórumoralguno.

Brincó por encima del alféizar, saltó ligeramente entre las plantas y sedirigióhaciaelárbolbajoelquepocashorasantesMariannaestabasentada.

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—Aquí reposaba ella —murmuró con voz triste—. ¡Oh, qué hermosaestabas, Marianna!… ¡Ya no volveré a verte! ¡No volveré a oír tu voz,nunca…nunca!…

Seagachóbajoelárbolyrecogióunaflor,unarosadelosbosques,quelajovenladyhabíadejadocaer.Laadmiródetenidamente,laoliómuchasvecesy la escondió apasionadamente en su pecho; después se dirigió a buen pasohacialacercadeljardín,murmurando:

—Vamos,Sandokán.¡Todohaterminado!…

Se hallaba junto a la empalizada y estaba a punto de saltar, cuandoretrocedió vivamente, con las manos en los cabellos, la mirada torva,emitiendounaespeciedesollozo.

— ¡No!… ¡No!…—exclamó con acento desesperado—. ¡No puedo, nopuedo!… ¡Que se hunda Mompracem, que maten a todos mis tigres, quedesaparezcamipoder,yomequedo!…

Se puso a correr por el jardín como si tuviera miedo de volver aencontrarsebajolaempalizadadelacerca,ynosedetuvohastaquellegóbajolaventanadesuhabitación.

Vaciló otra vez, y luego, de un salto, se agarró a la rama de un árbol yalcanzóelalféizardelaventana.

Cuandovolvióaencontrarseenaquellacasaquehabíadejadoconlafirmedeterminacióndenovolvermás,unsegundosollozovibróenelfondodesugarganta.

—¡Ah!—exclamó—.¡ElTigredeMalasiaestáapuntodedesaparecer!Alacazadeltigre.

Cuandoalalbael lordvinoa llamarasupuerta,Sandokánaúnnohabíaconseguidopegarojo.

Al acordarse de la cacería, en un abrir y cerrar de ojos saltó del lecho,escondióentrelosplieguesdelafajasufielkrissyabriólapuerta,diciendo:

—Aquíestoy,milord.

—Estupendo—dijo el inglés—.No creía hallaros ya preparado, queridopríncipe.

¿Cómoosencontráis?

—Mesientoconfuerzasparaderribarunárbol.

—Entonces,démonosprisa.Enelparquenosestánesperandoseisbravoscazadores, que ya están impacientes por descubrir al tigre quemis hombrespersiguieronensubatidaporelbosque.

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—Estoylistoparaseguiros.¿VendráconnosotrosladyMarianna?

—Porsupuesto.Creoqueyaestáesperándonos.Sandokánsofocóaduraspenasungritodealegría.

—Vamos,milord—dijo—.Ardoendeseosdeencontraraltigre.

Salieron y pasaron a un saloncito, cuyas paredes estaban tapizadas contodaclasedearmas.AllíSandokánencontróalajovenlady,máshermosaquenunca, fresca como una rosa, espléndida en su traje azul, que resaltabavivamentebajosusrubioscabellos.

Alverla,Sandokánsedetuvodeslumbrado,ydirigiéndose rápidamenteasuencuentro,ledijo,apretándolelamano:

—¿Tambiénvosparticipáisenlabatida?

—Sí,príncipe;mehandichoquevuestroscompatriotassonmuyvalientesenestetipodecacerías,yquieroveros.

—Yomataréaltigreconmikrissyosregalarésupiel.

— ¡No!… ¡No!… —exclamó ella espantada—. Podría sucederos unanuevadesgracia.

—Por vos, milady, me dejaría despedazar; pero no temáis, el tigre deLabuánnollegaráaarrojarmealsuelo.

En ese momento se aproximó el lord, ofreciendo a Sandokán una ricacarabina.

—Tomad,príncipe—dijo—.Unabalaenocasionesvalemásqueunkrissbienafilado.Yahoravámonos,quelosamigosnosesperan.

Bajaron al parque, donde estaban esperándolos cinco cazadores; cuatroerancolonosdeloscontornos,yelquinto,uneleganteoficialdemarina.

Sandokán,alverlo,sinsaberconexactitudporqué,experimentóenseguidauna profunda antipatía hacia aquel joven, pero reprimió aquel sentimiento yestrechólamanoatodos.

Eloficial,porelcontrario,lomiródetenidamenteydeunamaneraextraña;luego,aprovechandounmomentoenquenadiesefijabaenél,seaproximóallord, que estaba examinando la montura de un caballo, y le soltó aquemarropa:

—Capitán,tengolaimpresióndehabervistoantesaesepríncipemalayo.

—¿Dónde?—preguntóellord.

—Nomeacuerdobien,peroestoysegurodeello.

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—¡Bah!Osequivocáis,amigomío.

—Yaloveremos,milord.

—Está bien. ¡A caballo, amigos; todo está preparado!…Tened cuidado,porqueeltigreesmuygrandeytienepoderosasgarras.

—LomatarédeunsolobalazoyofrecerésupielaladyMarianna—dijoeloficial.

—Esperomatarloantesquevos,señor—replicóSandokán.

—Loveremos,amigos—dijoellord—.¡Vamos,acaballo!

Los cazadores montaron los caballos que habían sido conducidos poralgunoscriados,mientrasladyMariannasaltabasobreunbellísimoponiconelpeloblancocomolanieve.

A una señal del lord todos salieron del jardín, precedidos por algunosbatidoresydosdocenasdegrandesperros.

Apenasestuvieronfuera,elpequeñogruposedividió,pararastrearungranbosque que se extendía hasta el mar. Sandokán, que montaba un fogosoanimal,selanzóporunestrechosendero,adelantándoseaudazmenteparaserel primero endescubrir la fiera; los demás tomarondiferentes direcciones ysenderos.

— ¡Vuela, vuela!—exclamó el pirata, espoleando furiosamente al nobleanimal,queibaenposdealgunosperrosqueladraban—.Tengoquedemostraraeseimpertinenteoficialdeloquesoycapaz.No,noseráélquienofrezcalapiel del tigre a la lady, aunque tenga que perder los brazos o dejarmedespedazar.

Enesemomentoresonólatrompaenmediodelbosque.

— ¡Han descubierto al tigre! —Murmuró Sandokán—. ¡Vuela, corcel,vuela!

Atravesó como un relámpago un trecho de selva erizado de durion,palmitos, arecas y colosales alcanforeros, y alcanzó a ver a seis o sietebatidoresquehuían.

—¿Adóndevais?—preguntó.

—¡Eltigre!—exclamaronlosfugitivos.

—¿Dóndeestá?

—¡Cercadelestanque!

Elpiratadescabalgó,atóelcaballoaltroncodeunárbol,secolocóelkrissentre los dientes y, empuñando la carabina, se lanzó hacia el estanque

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indicado.

Sepercibíaenelaireunfuerteolorsalvaje,elolorpeculiarafelino,queperduraalgúntiempodespuésdequehanpasado.

Miró sobre las ramasde los árboles, desde lasque el tigrepodía saltarleencima y siguió con precaución por la orilla del estanque, cuya superficiehabíasidoligeramenteremovida.

—La fiera ha pasado por aquí —dijo—. El ladino ha atravesado elestanquepara hacer perder el rastro a los perros, peroSandokán es un tigremásastuto.

Volvióalcaballoymontódenuevo.Estabaapuntodevolveramarcharse,cuandooyócercaundisparo,seguidodeunaexclamación,cuyoacentolohizosobresaltarse.

Se dirigió rápidamente hacia el lugar donde se había escuchado ladetonación,yenmediodeunapequeñaexplanadavioalajovenlady,sobresuponyblanco,conlacarabinaaúnhumeanteentrelasmanos.

Enuninstanteseleacercó,dandoungritodealegría.

—¡Vos…aquí…sola!—exclamó.

—Y vos, príncipe, ¿cómo os encontráis aquí? —preguntó la jovenruborizándose.

—Seguíaelrastrodeltigre.

—Yotambién.

—¿Contraquiénhabéisdisparado?

—Contralafiera,perohahuidosinhabersidoalcanzada.

—¡GranDios!…¿Porquéexponéisasívuestravida?

—Para impediros cometer la imprudencia de apuñalar a la fiera con elkriss.

—Oshabéisequivocado,milady.Perolafieraestávivatodavíaymikrissestáprontoparaabrirleelcorazón.

—¡Nolohagáis!Soisvaliente,losé,loleoenvuestrosojos,soisfuerte,sois ágil como un tigre, pero una lucha cuerpo a cuerpo con la fiera podríaserosfatal.

— ¡Qué importa! Quisiera que me causara tan crueles heridas, que meduraranunañoentero.

—¿Yporqué?—preguntólajovencita,sorprendida.

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—Milady—dijo el pirata aproximándose aúnmás—, ¿no sabéis quemicorazón estalla cuando pienso que llegará un día en que tendré que dejarosparasiempreynovolveraveros jamás?Siel tigremedestrozara,almenospodría permanecer aún bajo vuestro techo, gozaría otra vez de esas dulcesemocionesexperimentadas,cuandovencidoyheridoyacíasobreellechodeldolor. ¡Sería feliz, muy feliz, si otras crueles heridas me obligaran apermanecer todavía junto a vos, respirar vuestro mismo aire, oír vuestradeliciosa voz, embriagarme convuestramirada y vuestras sonrisas!,milady,vosmehabéisembrujado,sientoquelejosdevosnopodríavivir,novolveríaa tener paz, sería un desgraciado. ¿Qué habéis hecho de mí? ¿Qué habéishechodemi corazón, enotro tiempo inaccesible a cualquierpasión?Mirad:solodeverosestoytemblandoysientoquelasangremequemaenlasvenas.

Anteaquellaapasionadaeinesperadaconfesión,Mariannasequedómuda,estupefacta, pero no retiró las manos que el pirata le había cogido y queapretabaconfrenesí.

—No os enfadéis, milady —prosiguió el Tigre, con voz que descendíacomounamúsicadeliciosahastaelcorazóndelahuérfana—.Noosenfadéissiosheconfesadomiamor,siosdigoqueyo,apesardeserhijodeunarazadecolor,osadorocomoaundios,yqueundíavosmeamaréis.Nosé,perodesdeelprimermomentoenqueaparecisteisantemí,nomehesentidobiensobrelatierra;micabezasehaextraviado,ostengosiempreaquí,fijaenmipensamiento,díaynoche.Escuchadme,milady,¡estanfuerteelamorqueardeenmipecho,queporvoslucharécontratodos,contraeldestino,contraDios!¿Queréissermía?¡Yoosharélareinadeestosmares,lareinadeMalasia!Aunasolapalabravuestra, trescientoshombresmásferocesquelostigres,quenotemenelplomonielacero,surgiráneinvadiránlosestadosdeBorneoparadarosuntrono.Decidmetodoloquelaambiciónoshayapodidosugerirylotendréis.Tengoorosuficienteparacomprardiezciudades,tengonavíos,tengosoldados, tengocañones,y soypoderoso,máspoderosode loqueospodéisimaginar.

—¡Diosmío!¿Quiénsoisvos?—preguntólajovencita,aturdidaporaqueltorbellino de promesas y fascinada por aquellos ojos que parecían despedirllamas.

—¡Quiénsoyyo!—exclamóelpirata,mientrassufrenteseensombrecía—.¡Quiénsoyyo!…

Se acercó más a la joven lady y, mirándola fijamente, le dijo con vozprofunda:

—Hayunastinieblasamialrededor,queesmejornodesgarrarporahora.Sabedquedetrásdeesastinieblashayalgoterrible,tremendo,ysabedtambiénque llevounnombrequeaterrorizano soloa todas laspoblacionesdeestos

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mares, sino que hace temblar al sultán de Borneo e incluso a los mismosinglesesdeestaisla.

—Yvos, tanpoderoso, decís quemeamáis—murmuró la jovencita convozsofocada.

—Tantoqueporvosseríacapazdehacercualquiercosa;osamoconesetipo de amor que hace milagros y comete delitos a un tiempo. Ponedme aprueba:habladyosobedecerécomounesclavo,sinunaqueja,sinunsuspiro.¿Queréisque sea reyparadarosun trono?Loseré. ¿Queréisqueyo,queosamoconlocura,vuelvaalatierradedóndesalí?Volveré,aunquemartiricemicorazón para siempre. ¿Queréis que me mate delante de vos? Me mataré.¡Hablad,quemicabezaseextravía,quelasangremeabrasa,hablad,milady,hablad!…

—Entonces… amadme—murmuró la jovencita, sintiéndose vencida portantoamor.

El pirata lanzó un grito, uno de esos gritos que raramente salen de unagargantahumana.Casialmismotiempooyerondosotresdisparosdefusil.

—¡Eltigre!—exclamóMarianna.

—¡Esmío!—exclamóSandokán.

Clavólasespuelasenelvientredelcaballoypartiócomounrayoconlosojoschispeantesdeardoryelkrissenlamano,seguidodelajovencita,quesesentía atraída hacia aquel hombre, dispuesto a jugarse tan audazmente laexistenciapormantenerunapromesa.

Trescientospasosmásalláestaban loscazadores.Delantedeellos,apie,avanzaba el oficial de marina, con el fusil apuntando hacia un grupo deárboles.

Sandokánsearrojódelcaballo,gritando:

—¡Eltigreesmío!

Parecíaun segundo tigre;daba saltosdedieciséispiesy rugía comounafiera.

—¡Príncipe!—gritóMarianna,quesehabíabajadodelcaballo.

Sandokán no oía a nadie en aquel momento y seguía avanzando a todacarrera.

El oficial de marina, que lo precedía a diez pasos, oyéndolo acercarse,apuntó rápidamente el fusil e hizo fuego sobre el tigre, que se hallaba a lospies de un grueso árbol, con las pupilas contraídas, abiertas sus poderosasgarrasydispuestoasaltar.

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Todavíanosehabíadisipadoelhumo,cuandosevioal tigreatravesarelespacio con un ímpetu irresistible y derribar por tierra al imprudente ydesmañadooficial.

Estabaapuntodesaltarnuevamentey lanzarsesobre loscazadores,peroSandokánnolediotiempo.

Empuñandofuertementeelkriss,seprecipitócontralafiera,yantesdequeesta,sorprendidadetantaaudacia,pensaraendefenderse,laderribóalsuelo,apretándolecontalfuerzalagargantaquesofocabasusrugidos.

—¡Mírame!—dijo—.Yotambiénsoyuntigre.

Luego, rápido como el pensamiento, hundió la hoja serpenteante de sukrissenelcorazóndelafiera,quecayócomofulminadacuanlargaera.

Un ¡Hurra!, fragoroso acogió aquella proeza. El pirata, que había salidoileso de la lucha, lanzó una mirada de desprecio al oficial, que estabalevantándosedelsuelo,yluego,volviéndosehacialajovenlady,quesehabíaquedadomudade terrory angustia, conungestodelque sehubiera sentidoorgullosounrey,dijo:

—Milady,lapieldeltigreesvuestra.

VIII.Latraición

La cena ofrecida por lord James a sus invitados fue una de las másespléndidasyalegresquesehabíandadohastaentoncesenlaquinta.

La cocina inglesa, representada por enormes beefsteaks y colosalespuddings, y la cocina malaya, representada por asados de tucanes, ostrasgigantescas llamadas de Singapur, tiernos bambúes cuyo sabor recuerda losespárragosdeEuropa,yunamontañadefrutaexquisita,fueronsaboreadosyalabadosportodos.

Ni que decir tiene que todo fue rociado con gran número de botellas devino,gin,brandyywhisky,queservíanparabrindarrepetidamenteenhonordeSandokánydelatangentilcomointrépidaPerladeLabuán.

Alahoradelté,laconversaciónsepusoanimadísima,ysehablódetigres,cacerías,piratas,navíosdeInglaterraydeMalasia.SóloeloficialdemarinasemanteníasilenciosoyparecíaocupadoúnicamenteenestudiaraSandokán;enefecto,noloperdíadevistaunsoloinstante,ynosedejabaescaparunasoladesuspalabras,niunosolodesusgestos.

Depronto,dirigiéndoseaSandokán,queestabahablandodelapiratería,le

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preguntóbruscamente:

—Perdonadme, príncipe, ¿hace mucho tiempo que habéis llegado aLabuán?

—Llevoaquíveintedías,señor—respondióelTigre.

—¿PorquérazónnosehavistovuestranaveenVictoria?

—Porquelospiratasmearrebataronlosdospraosenquevenía.

—¡Lospiratas!…¿Voshabéissidoasaltadoporlospiratas?¿Ydónde?

—EnlascercaníasdelasRomades.

—¿Cuándo?

—Pocashorasantesdemillegadaaestascostas.

—Sin duda os equivocáis, príncipe, porque justamente entonces nuestrocruceronavegabaporesosparajesynooímosningúncañonazo.

—Quizá el viento soplaba de levante —respondió Sandokán, quecomenzaba a ponerse en guardia, no sabiendo adónde quería ir a parar eloficial.

—¿Ycómollegasteishastaaquí?

—Anado.

—¿Ynohabéisasistidoauncombateentredosbarcoscorsarios,quesediceibanmandadosporelTigredeMalasia,yuncrucero?

—No.

—¡Quéextraño!

—Señor,¿ponéisendudamispalabras?—preguntóSandokán,poniéndoseenpie.

—¡Diosmelibre,príncipe!—respondióeloficial,conligeraironía.

— ¡Oh! ¡Oh! —exclamó el lord, interviniendo—. Baronet William, osruegoquenoarméisdisputasenmicasa.

—Perdonadme,milord,noeramiintención—respondióeloficial.

—No se hable más, pues. Probemos ahora otro vaso de este deliciosowhisky y luego levantaremos la mesa, porque la noche ha caído ya, y lasselvasdelaislanosonsegurascuandohaymuchaoscuridad.

Losconvidadoshicieronhonorporúltimaveza lasbotellasdelgenerosolord;luegoselevantarontodosysalieronaljardín,acompañadosdeSandokánydelalady.

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—Señores —dijo lord James—. Espero que volvamos a encontrarnospronto.

—Podéisestarsegurodequenofaltaremos—dijeronacoroloscazadores.

—Yesperamosquenoosfalte laocasióndesermásafortunado,baronetWilliam—añadió,volviéndosehaciaeloficial.

—Tirarémejor—respondióeste,dejandocaersobreSandokánunamiradairacunda—.Permitidmeahoraunapalabra,milord.

—Ydostambién,amigomío.

Eloficiallemurmuróaloídoalgoquenadiemáspudooír.

—Estábien—respondióellord—.Yahora,buenasnoches,amigos,yqueDiososguardedemalosencuentros.

Loscazadoresmontaronacaballoysalierondeljardínagalope.

Sandokán,despuésdehabersaludadoal lord,queparecíahabersepuestodeprontodebastantemalhumor,ytrashaberestrechadoapasionadamentelamanoalajovenlady,seretiróasupropiahabitación.

En vez de acostarse, se puso a pasear, presa de una viva agitación.Unavagainquietudsereflejabaensurostroysusmanosapretabanlaempuñaduradelkriss.

Pensaba sin duda en aquella especie de interrogatorio a que lo habíasometido el oficial demarina y que podía esconder una trampa hábilmenteurdida. ¿Quién era aquel oficial? ¿Qué motivos lo habían empujado ainterrogarlodeaquelmodo?¿Acaso lohabíaencontradosobreelpuentedelpiróscafo en aquella noche sangrienta? ¿Había sido reconocido o el oficialsoloteníaunasimplesospecha?¿Acasoseestabatramandoenaquelmomentoalgocontraelpirata?

—¡Bah!—DijofinalmenteSandokán,encogiéndosedehombros—.Sisepreparasealgunatraición,yosabríaahuyentarla,porquesientoquesigosiendotodavíaelhombrequenuncahatemidoaestosingleses.Vamosadescansar,ymañanaveremosloquesedebehacer.

Seechósobreellechosindesnudarse,colocóasuladoelkrissysedurmiótranquilamenteconeldulcenombredeMariannaentreloslabios.

Sedespertóa esodelmediodía, cuandoel sol entrabayapor laventana,quesehabíaquedadoabierta.Llamóauncriadoylepreguntódóndeestabaellord;estelerespondióquehabíasalidoacaballoantesdelalba,endirecciónaVictoria.

Aquellanoticia,queciertamentenoesperaba,lollenódeestupor.

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—¡Sehamarchado!—murmuró—.¿Sehamarchadosinhabermedichonadaanoche?¿Porquérazón?¿Noseestarátramandoalgunatraicióncontramí?¿Ysiestanochevolvieranocomoamigo,sinocomofieroenemigo?¿Quéharé con este hombre queme ha curado como un padre y que es tío de lamujerqueadoro?TengoqueveraMariannaantesdequesepanada.Bajóaljardín con la esperanza de encontrarla, pero no vio a nadie. Sin querer, sedirigió al árbol caído, donde ella solía sentarse, y se detuvo, dando unprofundosuspiro.

—¡Ah,quéhermosaestabas,Marianna,aquella tardeenqueyopensabahuir!—Murmurópasándoseunamanoporlaardorosafrente—.¡Tontodemí,yointentabaalejarmeparasiempredeti,adorablecriatura,cuandotútambiénmeamabas!¡Extrañodestino!¿Quiénhabríadichoqueundíallegaríaaamaraunamujer?¡Ycómolaamo!Tengofuegoenlasvenas,fuegoenmicorazón,fuegoenmicerebroeinclusoenmishuesos,yvacreciendoamedidaquelapasión se agiganta.Sientoquepor esamujer sería capazdehacerme inglés,por ellame vendería como esclavo, abandonaría para siempre la borrascosavida de aventurero, maldeciría a mis tigres y este mar que domino y queconsiderocomosangredemisvenas.

Inclinólacabezasobreelpecho,sumiéndoseenprofundospensamientos,pero poco después volvió a levantarla, con los dientes convulsamenteapretadosylosojosllameantes.

—¿Ysiellarechazasealpirata?—exclamóconvozsilbante—.¡Oh,noesposible, no es posible! ¡Aunque tenga que vencer al sultán de Borneo paradarleuntronooprenderfuegoatodaLabuán,ellaserámía,mía!…

Elpiratasepusoapasearporeljardín,conelrostrodescompuesto,presadeunaviolentísimaagitaciónquelohacíatemblardepiesacabeza.Unavozbienconocida,quesabíaencontrarleelcaminodelcorazóninclusoatravésdelatempestad,lohizovolverensí.

LadyMariannahabíaaparecidoalavueltadeunsendero,acompañadadedosindígenasarmadoshastalosdientes,ylollamó.

—¡Milady!—exclamóSandokán,corriendoasuencuentro.

—Osbuscaba,mivalerosoamigo—dijoellaenrojeciendo.

Luego se llevó un dedo a los labios, como para recomendar silencio, y,tomándolodelamano,locondujoaunpequeñoquioscochino,semisepultadoenunbosquecillodenaranjos.

Losdosindígenassedetuvieronaunaprudentedistancia,conlascarabinasmontadas.

—Escuchad—dijo la jovencita, queparecía aterrada—.Anocheosoí…,

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dejasteis escapardevuestros labiosalgunaspalabrasquehanalarmadoamitío… Amigo mío, me ha asaltado una sospecha que debéis arrancarme delcorazón.Decidme,mivalerosoamigo;silamujeralaquehabéisjuradoamorospidieseunaconfesión,¿laharíais?

Elpirata,quemientrashablabalaladyselehabíaidoaproximando,aloíraquellas palabras se echó bruscamente hacia atrás. Sus facciones sedescompusieronyparecióquevacilababajounfierogolpe.

—Milady—dijo después de algunos instantes de silencio y tomando lasmanosdelajovencita—.Milady,porvosseríacapazdetodo,haríacualquiercosa:¡hablad!Sidebohacerosunarevelación,pormásdolorosaquepuedaserparaentrambos,osjuroquelaharé.

Mariannaalzólosojoshastalosdeél.Susmiradas,ladeellasuplicanteyllorosa,ladelpiratacentelleante,seencontraronclavándoseunaenotralargorato.

Aquellos dos seres estaban poseídos de una inquietud que les dolía aambos.

—No me engañéis, príncipe —dijo Marianna, con voz ahogada—.Quienquiera que seáis, el amor que habéis suscitado en mi corazón no seapagarájamás.Reyobandido,osamaréigualmente.

Unprofundosuspirosaliódeloslabiosdelpirata.

—¿Entonces esminombre,miverdaderonombre, loquequieres saber,criaturaceleste?—exclamó.

—¡Sí,tunombre,tunombre!

Sandokánsepasóvariasveces lamanopor la frente, inundadade sudor,mientras las venas del cuello se le inflamaban prodigiosamente, como siestuvierahaciendounesfuerzosobrehumano.

—Escúchame, Marianna —dijo con acento salvaje—. Aquí tienes unhombrequeimperasobreestemarquebañalascostasdelasislasmalayas,unhombrequeeselazotedelosnavegantes,quehacetemblaralaspoblaciones,ycuyonombresuenacomounacampanafúnebre.

—¿HasoídohablardeSandokán,porsobrenombreelTigredeMalasia?Míramealacara.¡YosoyelTigre!…

Lajovencitadioinvoluntariamenteungritodehorrorysecubrióelrostroconlasmanos.

— ¡Marianna!—exclamó el pirata, cayendo a sus pies, con los brazostendidos hacia ella—. ¡Nome rechaces, no te espantes así!La fatalidadmehizo convertirme en pirata, como fue la fatalidad la que me impuso este

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sanguinario sobrenombre. Los hombres de tu raza fueron implacablesconmigo,quesinembargonohabíahechoanadieningúnmal;fueronelloslosque,desdelasgradasdeuntrono,meprecipitaronenelfango,mequitaronmireino,asesinaronamimadreyamishermanosymeempujaronaestosmares.Nosoypirataporcodicia;soyunjusticiero,elvengadordemifamiliaydemipueblo,nadamás,yahora,sinolocrees,recházameymealejaréparasiempredeestoslugares,paranovolveradartemiedo.

—No, Sandokán, no te rechazo, porque te amo demasiado, porque eresvaliente,poderoso,terrible,comoloshuracanesqueagitanlosocéanos.

—¡Ah!¿Entoncesmeamastodavía?¡Dímelocontuslabios,dímelootravez!

—Sí,teamo,Sandokán,yahoramásqueayer.

El pirata la atrajo hacia sí y la apretó contra su pecho. Una alegría sinlímites iluminabasurostrovaronil,ysobresus labiosvagabaunasonrisadefelicidadsinlímites.

— ¡Mía! ¡Eres mía! —Exclamó delirante, fuera de sí—. Habla ahora,adoradamía, dime qué puedo hacer por ti. Soy capaz de cualquier cosa. Siquieres, iré a derribar a un sultán para darte un reino; si quieres serinmensamenterica,iréasaquearlostemplosdelaIndiaydeBirmania,paracubrirte de diamantes y de oro; si quieres, me haré inglés; si quieres querenuncie para siempre a mis venganzas y que el pirata desaparezca, iré aincendiarmispraos,paraquenopuedanvolverapiratear,iréadispersaramistigres,iréahundirmiscañonesparaquenopuedanvolverarugir,ydestruirémirefugio.Habla,dimeloquequieres;pídemeloimposibleyloharé.Portime sentiría capaz de levantar el mundo y de precipitarlo a través de losespaciosdelcielo.

Lajovencitasealzósonriendohaciaél,ciñéndoleelrobustocuelloconsusdelicadasmanos.

—No, mi valiente —dijo—, no pido más que la felicidad a tu lado.Llévamelejos,acualquierisla,perodondepodamoscasarnossinpeligro,sinansiedad.

—Sí; si tú loquieres, te llevaréauna lejana isla, cubiertade floresydebosques, donde no volverás a oír hablar de tu Labuán, ni yo de miMompracem, una isla encantada del Gran Océano, donde podremos vivirfelicescomodospalomasenamoradas:elterriblepirata,quedejódetrásdesítorrentesdesangre,ylagentilPerladeLabuán.¿Querrás,Marianna?

—Sí,Sandokán,querré.Escúchameahora:unpeligroteacecha,quizáenestos momentos una traición se está tramando contra ti. Tienes que

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obedecerme,Sandokán.

—¿Quédebohacer?

—Tienesqueirtealinstante.

—¡Irme!…¡Irme!…¡Perosiyonotengomiedo!

—Sandokán, huye mientras tengas tiempo. Tengo un funestopresentimiento; temoque te encuentres conalguna terribledesgracia.Mi tíonosehamarchadoporcapricho;debedehaberlollamadoelbaronetWilliamRosenthal, que quizá te ha reconocido. ¡Ah, Sandokán! Vete, vuelve ahoramismoatuislayponteasalvo,antesquelatempestadsedesencadenesobretucabeza.

Envez de obedecer, Sandokán atrajo hacia sí a la jovencita y la levantóentresusbrazos.Sucara,pocoantesconmovida,habíatomadootraexpresión:sus ojos relampagueaban, las sienes le latían furiosamente y sus labios seentreabrían,mostrandolosdientes.

Uninstantedespuésladejóyselanzócomounafieraatravésdelbosque,cruzando arroyos, zanjas y cerca, como si tuvieramiedo o intentara huir dealgunacosa.

No se detuvo hasta llegar a la playa, donde vagó largo tiempo sin saberadóndedirigirseniquéhacer.Cuandosedecidióavolver,habíacaídoya lanocheylalunahabíasalido.

Apenas volvió a la quinta, preguntó si había vuelto el lord, pero lerespondieron que no le habían visto. Subió al saloncito y encontró a ladyMarianna arrodillada ante una imagen religiosa, con el rostro inundado delágrimas.

— ¡Mi adorada Marianna!—exclamó, levantándola—. ¿Lloras por mí?¿Quizá porque soy el Tigre de Malasia, el hombre abominado por tuscompatriotas?

—No,Sandokán.Perotengomiedo;estáapuntodeocurrirunadesgracia.Huye,huyedeaquí.

—Yonotengomiedo;elTigredeMalasianohatembladojamásy…

Sedetuvodegolpe,estremeciéndoseapesarsuyo.Uncaballoacababadeentrareneljardín,deteniéndosedelantedelaquinta.

—¡Mitío!…¡Huye,Sandokán!—exclamólajovencita.

—¡Yo!…¡Huiryo!…

PocodespuésentrabalordJamesenelsaloncito.Yanoeraelhombredeldía anterior; estaba serio, ceñudo, torvo, y vestía el uniforme de capitán de

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marina.

Con un gesto desdeñoso rechazó la mano que el pirata audazmente leofrecía,diciendoconfríoacento:

—Si yo hubiera sido un hombre de vuestra especie, antes que pedirhospitalidadaunenemigoacérrimo,mehubieradejadomatarporlostigresdelaselva.¡Retiradesamanoqueperteneceaunpirata,aunasesino!

— ¡Señor!—Exclamó Sandokán, que, comprendiendo enseguida que lohabíandescubierto,sedisponíaavendercarasuvida—.¡Nosoyunasesino,soyunjusticiero!

—¡Niunapalabramásenmicasa:salid!

—Estábien—respondióSandokán.

Echóunalargamiradaasuprometida,quehabíacaídosobrelaalfombrasemidesvanecida,ehizoelgestodeprecipitarsehaciaella,perosedetuvoy,apasolento,conlamanoderechasobrelaempuñaduradelkriss,lacabezaalta,la mirada fiera, salió de la sala y descendió la escalera, sofocando, con unesfuerzoprodigioso, los latidosde sucorazóny laprofundaemociónque loinvadía.

Sin embargo, cuando alcanzó el jardín se detuvo, sacando el kriss, cuyahojacentelleóalosrayosdelaluna.

Atrescientospasosseextendíaunalíneadesoldados,conlascarabinasenlamano,dispuestosahacerfuegosobreél.

IX.Alacazadelpirata

EnotrostiemposSandokán,aunquecasidesarmadoyfrenteaunenemigocincuentavecesmásnumeroso,nohubieradudadounsoloinstanteenlanzarsesobre laspuntasde lasbayonetas,paraabrirsepasoa todacosta;peroahoraqueamaba,ahoraquesabíaqueeracorrespondido,ahoraqueaquelladivinacriatura quizá lo seguía ansiosamente con la mirada, no quería cometersemejante locura,quepodíacostarleaél lavidayaellaquiénsabecuántaslágrimas.

Noobstante, teníaque abrirsepasopara alcanzar la selvaydesde allí elmar,suúnicasalvación.

—Volvamos—dijo—.Despuésveremos.

Volvióasubirlaescalera,sinserdescubiertoporlossoldados,yvolvióa

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entrarenelsalón,conelkrissenlamano.Ellordestabaaúnallí,ceñudo,conlosbrazoscruzados;lajovenlady,encambio,habíadesaparecido.

—Señor —dijo Sandokán, acercándose a él—. Si yo os hubiesehospedado,siyooshubiesellamadoamigoydespuéshubieradescubiertoenvos un mortal enemigo, os hubiera echado a la calle, pero no os hubieratendido una vil emboscada. Ahí fuera, en elmismo camino que tendré queseguir, hay cincuenta, quizá cien hombres, dispuestos a fusilarme; hacedlosretiraryquemedejenlibreelpaso.

—¿EntonceselinvencibleTigretienemiedo?—preguntóellordconfríaironía.

— ¿Miedo yo?No es eso,milord: aquí no se trata de combatir, sino deasesinaraunhombredesarmado.

—Amíesonomeimporta.Salid,nodeshonréismásmicasa,oporDios…

—No me amenacéis, milord, porque el Tigre sería capaz de morder lamanoquelohacurado.

—Salid,osdigo.

—Hacedprimeroretiraraesoshombres.

—¡Puesvamosaverlo,TigredeMalasia!—gritóellord,desenvainandoelsableycerrandolapuerta.

— ¡Ah! Ya sabía yo que habíais intentado asesinarme a traición—dijoSandokán—.Vamos,milord,abridmepasoomelanzarécontravos.

El lord,envezdeobedecer,descolgódeunclavouncuernoy lanzóunanotaaguda.

— ¡Ah, traidor! —gritó Sandokán, que sintió hervirle la sangre en lasvenas.

—Yaeshora,maldito,dequecaigasennuestrasmanos—dijoel lord—.Dentro de unos minutos los soldados estarán aquí y dentro de veinticuatrohorasserásahorcado.

Sandokánemitióunsordorugido.Conunsaltodefelinoseapoderódeunapesadasillayselanzósobrelamesaqueestabaenelcentrodelasala.Dabamiedo; sus facciones estaban ferozmente contraídas por el furor, sus ojosparecíandespedirllamasyunasonrisadefieralerecorríaloslabios.

Enaquelinstanteseoyófueraunsonidodetrompetayenelcorredorunavoz,ladeMarianna,quegritabadesesperadamente:

—¡Huye,Sandokán!

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—¡Sangre!…¡Veosangre!…—aullóelpirata.

Levantó la silla y la arrojó con fuerza irresistible contra el lord, el cual,golpeado en pleno rostro, cayó pesadamente al suelo. Rápido como elrelámpago,Sandokánselanzósobreélconelkrissenalto.

—Mátame,asesino—agonizóellord.

—Acordaosde loqueosdijehaceunosdías—respondióelpirata—.Osperdono,perotengoquereducirosalaimpotencia.

Dichoesto,conunaextraordinariadestrezalovolvióyleatósólidamentelos brazos y las piernas con la propia faja. Le quitó el sable y se lanzó alcorredor,gritando:

—¡Marianna,estoyaquí!

Lajovenladyseprecipitóentresusbrazos,yluego,llevándoloasupropiahabitación,ledijollorando:

—Sandokán,hevistosoldados.¡Ay,Diosmío,estásperdido!

—Todavíano—respondióél—.Burlaréalossoldados,yaloverás.

La tomó por un brazo y, habiéndola conducido delante de la ventana, lacontemplóunosinstantesalaluzdelaluna,fueradesí.

—Marianna—dijo—.Júramequeserásmiesposa.

—Telojuroporlamemoriademimadre—respondiólajovencita.

—¿Meesperarás?

—Teloprometo.

—Estábien;huyo,perodentrodeunasemanaodosvolveréallevarte,alacabeza de mis valerosos tigres. ¡Ahora a vosotros, perros ingleses! —Exclamó,irguiendofieramentesuelevadaestatura—.YoluchoporlaPerladeLabuán.

Pasórápidamenteporencimadelalféizardelaventanaysaltóenmediodeunfrondosoparterre,queloocultabadeltodo.

Lossoldados,queeransesentaosetenta,yahabíanrodeadoporcompletoeljardínyavanzabanlentamentehaciaeledificio,conlosfusilesenlamano,dispuestosadisparar.

Sandokán,queseguíaemboscadocomountigre,conelsableenladerechayelkrissenlaizquierda,norespirabanisemovía,sinoquesehabíaencogidosobre sí mismo, dispuesto a precipitarse sobre el cerco y a romperlo conímpetuirresistible.

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El único movimiento que hacía era para levantar la cabeza hacia laventana, donde sabía que se encontraba su amada Marianna, que sin dudaesperabaconangustiaelresultadodelasupremalucha.

Prontolossoldadosseencontraronsoloaunospasosdelparterredondeélseguía oculto. Al llegar a aquel punto se detuvieron, como si estuvieranindecisossobreloquehabíaquehacereinquietosporloquepodíasuceder.

—Despacio, jovencitos—dijo un cabo—. Esperemos la señal, antes deseguiradelante.

—¿Teméisqueelpiratasehayaemboscado?—preguntóunsoldado.

—Más bien temo que haya asesinado a todos los habitantes de la casa,porquenoseoyeningúnruido.

—¿Perohabrásidocapazdehacertodoeso?

—Esunbandolero capaz de todo—respondió el cabo—. ¡Ah, cómomealegraríaverlodanzarenelextremodeunaverga,conunmetrodecuerdaalcuello!

Sandokán,quenoperdíaunasolapalabra,dejóoírunsordogruñidoyfijóenelcabounosojosinyectadosensangre.

—Esperaunmomento—murmuró, rechinando losdientes—.Elprimeroencaervasasertú.Enaquelmomentoseoyóelcuernodellorddentrodelaquinta.

—¿Otraseñal?—murmuróSandokán.

—Adelante—ordenóelcabo—.Elpirataestáalrededordelacasa.

Los soldados se acercaron lentamente, lanzando miradas de inquietud atodas partes. Sandokánmidió de un vistazo la distancia, se irguió sobre lasrodillas,yluegodeunsaltoselanzócontralosenemigos.

Abrir el cráneoal caboydesaparecer enmediode la cercana fronda fuecuestióndeunsolomomento.

Lossoldados,sorprendidosportantaaudacia,aterradosporlamuertedesucompañero, no pensaron en hacer fuego instantáneamente. Aquella brevevacilaciónlebastóaSandokánparaalcanzaraescondidaslacerca,atravesarlade un salto y desaparecer del otro lado. Pronto estallaron gritos de furor,acompañados de varias descargas de fusil. Todos, oficiales y soldados, selanzaroncomounsolohombrefueradeljardín,desperdigándoseentodaslasdireccionesydisparandoalgúntiro,conlaesperanzadealcanzaralfugitivo,peroyaerademasiado tarde.Sandokán,quehabíaescapadomilagrosamentedeaquelcercodearmas,galopabacomouncaballo,adentrándoseenlasselvasquerodeabanlafincadelordJames.Libreenelespesoboscaje,dondetenía

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ocasióndedesplegarmilartimañasydeesconderseencualquiersitio,yanotemíaalosingleses.¿Quéleimportabaquelosiguieran,quelocercaranportodas partes, ahora que tenía el espacio por delante y ahora que una voz lesusurrabaaloídosinparar«huyeporqueteamo?».

—Quevenganabuscarmeaquí,enmediodelanaturalezasalvaje—decíasindejarde correr—.Encontrarán al tigre libre, dispuesto a todo, resuelto atodo. Ya pueden surcar con sus humeantes cruceros las aguas de la isla;pueden lanzar a sus soldados a través de los boscajes, llamar en su ayuda atodos loshabitantesdeVictoria:yopasaré igualmenteentre susbayonetasysuscañones.¡Perovolverépronto,ohjovencelestial,telojuro;volveréaquí,ala cabeza de mis valientes, no como vencido, sino como vencedor, y tearrancaréparasiempredeestoslugaresexecrables!

Amedidaquesealejaba,losgritosdesusperseguidoresylosdisparosdefusil fueron haciéndose cada vezmás débiles, hasta que desaparecieron porcompleto.

Se detuvo un momento al pie de un gigantesco árbol, para recobrar elalientoypara elegir el caminoque recorrer a travésde aquellosmillaresdeplantas,acuálmásgrandeeintrincada.

La noche era clara, gracias a la luna que brillaba en un cielo sin nubes,derramando bajo las frondas de la selva sus azulados rayos, de una infinitadulzuraydeunatransparenciavaporosa.

—Veamos—dijo el pirata, orientándosepor las estrellas—.A la espaldatengoalosingleses;delante,haciaeloeste,estáelmar.Sitomoenseguidaestadirección, puedo toparme con cualquier pelotón de soldados, porque ellossupondránqueintentoalcanzarlacostamáspróxima.Serámejordesviarsedelalínearecta,torcerhaciaelsuryalcanzarelmaraunanotabledistanciadeaquí.Vamos,pues,enmarcha,yojosyoídosatentos.

Reuniótodasuenergía,volviólaespaldaalacosta,quenodebíadeestarmuy lejana, y se internó nuevamente en la selva, abriéndose paso entre losmatorrales con mil precauciones, saltando troncos de árboles caídos por sudecrepitudoabatidosporelrayo,ytrepandoporlasplantascadavezqueseencontrabaanteunabarreravegetal tanespesaquehubiera impedidoelpasoinclusoaunmonoparándoseasícaminandodurantetreshoras,cuandoalgúnpájaro espantado por su presencia se levantaba chirriando, o cuando algúnanimalsalvajehuíaaullando,ysedetuvoalfindelantedeuntorrentedeaguasnegras.

Se introdujoenél, lo remontóduranteunoscincuentametros,aplastandomillaresdegusanosdeagua,y,alllegarfrenteaungruesoramo,seagarróaélyseencaramósobreunárbolfrondoso.

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—Conestobastaráparahacerperdermi rastro incluso a losperros—sedijo—.Ahorapuedodescansar,sinmiedodeserdescubierto.

Llevaba allí una media hora, cuando un leve rumor, que se hubieraescapadoaunoídomenosfinoqueelsuyo,sedejóoírabrevedistancia.

Apartólentamenteelfollaje,conteniendolarespiración,ylanzóalatupidasombradelbosqueunamiradainvestigadora.

Dos hombres, curvados hasta casi tocar tierra, avanzaban, mirandoatentamente a derecha e izquierda y hacia adelante. Sandokán reconoció enellosadossoldados.

— ¡El enemigo! —murmuró—. ¿Me he equivocado o es que me hanseguidotandecerca?

Losdos soldados,quealparecerestabanbuscando lashuellasdelpirata,despuésdehaberrecorridoalgunosmetrossedetuvieroncasibajoelárbolqueservíaderefugioaSandokán.

— ¿Sabes, John? —dijo uno de los dos, cuya voz temblaba—. Tengomiedodeencontrarmebajoestososcurísimosboscajes.

—Yyotambién,James—respondióelotro—.Elhombrequebuscamosespeorqueuntigre,capazdecaerdeimprovisosobrenosotrosydespacharnosaambos.¿Hasvistocómohamatadoanuestrocompañero?

—No lo olvidaré jamás, John. No parecía un hombre, sino un gigante,dispuestoahacernospicadillo.¿Creesqueconseguiremosprenderlo?

—Tengo mis dudas, a pesar de que el baronet William Rosenthal hayaprometidocincuentaflamanteslibrasesterlinasporsucabeza.Mientrastodoslo íbamos siguiendo hacia el oeste, para impedirle embarcarse en cualquierprao,quizáélcorríahaciaelnorteohaciaelsur.

—Peromañana,opasadomañana lomás tarde,saldráalgúncruceroy leimpediráhuir.

—Tienesrazón,amigo.Entonces¿quéhacemos?

—Vamoshastalacosta,ydespuésyaveremos.

—¿EsperamosantesalsargentoWillis,quenossigue?

—Loesperaremosenlacosta.

—Confiemos en que no caiga en manos del pirata. ¡Hala!, vamos areemprenderlamarcha,porahora.

Losdossoldadosecharonunaúltimamiradaasualrededorysepusieronacaminarhaciaeloeste,desapareciendoentrelassombrasdelanoche.

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Sandokán, que no había perdido una sílaba de su charla, esperó mediahora,yluegosedejóresbalarlentamentehastaelsuelo.

—Está bien —dijo—. Todos me siguen hacia occidente; yo seguirétorciendohaciaelsur,dondeséqueyanoencontraréenemigos.Sinembargo,estemosatentos.TengoalsargentoWillisalostalones.

Reemprendió la silenciosa marcha, dirigiéndose hacia el sur: volvió aatravesareltorrenteyseabriópasoatravésdeunaespesacortinadeplantas.

Estabaapuntodegiraralrededordeungruesoalcanforeroquelecerrabaelpaso,cuandounavozamenazantelegritó:

—¡Sidaisunpasomás,sihacéiselmenormovimiento,osmatocomoaunperro!

X.Giro-Batol

Elpirata,sinespantarseporaquellabruscaintimación,quepodíacostarlelavida,sevolviólentamente,apretandoelsable,dispuestoaservirsedeél.

A seis pasos de él, un hombre, un soldado, sin duda el sargentoWillis,mencionadopocoantesporlosdosrastreadores,sehabíaalzadodedetrásdeunmatorralyloapuntabafríamente,alparecerresueltoacumpliralpiedelaletralaamenaza.

Lo miró tranquilamente, pero con ojos que despedían extrañosresplandores en medio de aquella profunda oscuridad, y prorrumpió enestrepitosascarcajadas.

—¿Dequéos reís?—preguntó el sargento, desconcertadoy estupefacto—.Meparecequenoesesteelmomento.

—Río porqueme extraña que tú te atrevas a amenazarme demuerte—respondióSandokán—.¿Sabesquiénsoyyo?

—EljefedelospiratasdeMompracem.

—¿Estásbiensegurodeello?—preguntóSandokán,cuyavozsilbabadeunextrañomodo.

—¡Oh!Apostaríaunasemanademipagacontraunpeniqueaquenomeequivoco.

—¡Enefecto,yosoyelTigredeMalasia!

—¡Ah!…

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Los dos hombres, Sandokán burlón, amenazante, seguro de sí, el otroespantadodeencontrarsesoloanteaquelhombre,cuyovalorera legendario,peroresueltoanoretroceder,semiraronensilenciodurantealgunosminutos.

—Vamos,Willis,venaprenderme—dijoSandokán.

— ¡Willis!—Exclamóel soldado, invadidodeun supersticioso terror—.¿Cómosabéisminombre?

—¿Quépuede ignorarunhombreescapadodel infierno?—dijoelTigresonriendoburlonamente.

—Medaismiedo.

—¡Miedo!—ExclamóSandokán—.Willis,¿sabesqueveosangre?…

Elsoldado,quehabíabajadoelfusil,sorprendido,espantado,nosabiendoyasiteníadelanteunhombreoundemonio,retrocedióvivamente,intentandoapuntarlo;peroSandokán,queno loperdíadevista, enunabriry cerrardeojos,secolocóasulado,arrojándoloatierra.

—¡Perdón!¡Perdón!—balbuceóelpobresargento,cuandovioantesí lapuntadelsable.

—Teperdonolavida.

—¿Puedocreeros?

—El Tigre de Malasia nunca promete nada en vano. Levántate yescúchame.

El sargento se irguió, temblando, fijando en Sandokán unos ojosespantados.

—Hablad—dijo.

—Tehedichoqueteperdonolavida,perotienesquerespondermeatodaslaspreguntasquetehaga.

—Decid.

—¿Haciadóndecreenquehehuido?

—Hacialacostaoccidental.

—¿Cuántoshombreshaydetrásdemí?

—Nopuedodecirlo;seríaunatraición.

—Tienesrazón;noteloreprocho:alcontrario,esomegusta.Elsargentolomiroconestupor.

— ¿Qué clase de hombre sois?—le preguntó—. Os creía unmiserableasesino,peroveoquetodosseequivocan.

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—Nomeimporta.Quítateeluniforme.

—¿Quéqueréishacerconél?

—Meserviráparahuirynadamás.¿Haysoldadosindiosentrelosquemepersiguen?

—Sí,loscipayos.

—Está bien; quítatelo y no opongas resistencia, si quieres que nosdespidamoscomobuenosamigos.

Elsoldadoobedeció.Sandokánsevistióeluniformecomopudo,seciñóladagay la cartuchera, sepusoen la cabeza lagorray se echó la carabinaenbandolera.

—Ahoradejadmequeosate—dijoluegoalsoldado.

—¿Queréisquemedevorenlostigres?

—¡Bah!Lostigresnosontannumerososcomocrees.Además,tengoquetomarmismedidasparaimpedirtequemetraiciones.

Tomó entre sus robustos brazos al soldado, que ni siquiera se atrevía aoponer resistencia, lo ató con una sólida cuerda, y después se alejó a pasorápido,sinvolverseamirarparaatrás.

—Apresurémonos —dijo—. Tengo que alcanzar esta noche la costa yembarcar,omañanaserádemasiadotarde.Quizáconeltrajequellevomeseráfácil escapar de mis perseguidores y saltar a bordo de cualquier barco quevaya directo a las Romades. Desde allí podré llegar a Mompracem yentonces… ¡Ah,Marianna, volverás a verme pronto, pero esta vez, terriblevencedor!

Anteaquelnombre,casiinvoluntariamenteevocado,lafrentedelpirataseoscurecióysusfaccionessecontrajerondolorosamente.Sellevólasmanosalcorazónysuspiró.

— ¡Silencio, silencio!—murmuró convozprofunda—.PobreMarianna,quién sabe qué ansiedad agitará a estas horas su corazón. Quizáme creerávencido, herido o encadenado como una fiera feroz, tal vez inclusomuerto.¡Daría todami sangre, gota a gota por volver a verla un solo instante, porpoderdecirlequeelTigreestávivotodavíayquevolverá!¡Vamos,ánimo,queme hace falta! Esta noche abandonaré estas inhóspitas playas, llevandoconmigo su juramento, y volveré a mi salvaje isla. Y después, ¿qué haré?¿Diréadiósamividadeaventurero,amiisla,amispiratasamimar?

Todoestoselohejuradoaella,yporsublime,quehasabidoencadenarelcorazón inaccesible del Tigre de Malasia, todo lo haré. Silencio, no lanombrarémásomevolveréloco.¡Adelante!

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Volvió a ponerse en camino conpaso rápido, apretándose fuertemente elpecho,comosiquisierasofocarloslatidosprecipitadosdesucorazón.Caminótoda la noche, atravesando grupos de gigantescos árboles y de pequeñasflorestas,obienpraderashundidasenprofundosvallesyllenasdetorrentesyestanques,intentandoorientarseporlasestrellas.

Alsalirelsolsedetuvojuntoaunacolosalmatadedurion,paradescansarunpocoytambiénparaasegurarsedequeelcaminosehallabalibre.

Estabaapuntodeocultarseenmediodeunfestónde lianas,cuandooyóqueunavozgritaba:

—¡Eh,camarada!¿Quéandáisbuscandoporahídentro?Tenedcuidado,noestéescondidoporahíalgúnpirata,muchomás terribleque los tigresdevuestropaís.

Sandokán, sin sorprenderse lomásmínimo, segurodeno tenernadaquetemerconeltrajequellevaba,sevolviótranquilamenteyvioacortadistanciadossoldadostendidosenelsuelobajolafrescasombradeunaareca.DespuésdehaberlosmiradoatentamentecreyóreconocerenellosalosdosquehabíanprecedidoalsargentoWillis.

— ¿Qué hacéis aquí? —preguntó Sandokán con acento gutural ydesfigurandoelinglés.

—Estamos descansando un poco —respondió uno de los soldados—.Hemosandadodecazatodalanocheyyanopodíamosmás.

—¿Buscabaistambiénvosotrosalpirata?

—Sí,e inclusoospuedodecir,misargento,quehabíamosdescubiertosurastro.

— ¡Oh! —Dijo Sandokán, fingiendo estupor—. ¿Y dónde lo habéisencontrado?

—Enelbosquequeacabamosdeatravesarahoramismo.

—¿Ylohabéisperdidodespués?

—Nohemos sido capaces de volver a encontrarlo—dijo el soldado conrabia.

—¿Adóndesedirigía?

—Haciaelmar.

—Entoncesestamosperfectamentedeacuerdo.

— ¿Qué queréis decir, mi sargento? —preguntaron los dos soldados,poniéndoseenpie.

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—QueWillisyyo…

—¡Willis!…¿Lohabéisencontrado?

—Sí,hacedoshorasquelohedejado.

—Continuad,misargento.

—QueríadecirosqueWillisyyohabíamosvueltoaencontrarsurastroenlas proximidades de la colina roja. El pirata intenta alcanzar, la costaseptentrionaldelaisla,yanoesposibleequivocarse.

—¡Entonceshemosseguidounfalsorastro!…

—No,amigos—dijoSandokán—.Loquepasaesqueelpiratahajugadohábilmenteconnosotros.

—¿Dequémodo?—preguntóelmásentradoenañosdelosdossoldados.

—Remontando hacia el norte siguiendo el lecho de un torrente. Elmuyladinohadejadosushuellasenelbosque,fingiendohuirhaciaeloeste;peroluegohavueltohaciaatrás.

—¿Quédebemoshacerahora?

—¿Dóndeestánvuestroscompañeros?

—Estánbatiendolaselvaadosmillasdeaquí,avanzandohaciaeloeste.

—Entonces volved inmediatamente atrás y dad la orden de dirigirse, sinpérdidadetiempo,hacialasplayasseptentrionalesdelaisla.Yespabilaos,queellordhaprometidocienlibrasesterlinasyungradoalquedescubraalpirata.

No se necesitaba más para animar a los dos soldados. Recogieronprecipitadamentesus fusiles,semetieronenelbolsillo laspipasqueestabanfumando y, saludando a Sandokán, se alejaron rápidamente, desapareciendodetrásdelosárboles.

ElTigredeMalasia lossiguióconlavistamientraspudo; luegovolvióaintroducirseentrelasmatas,murmurando:

—Mientrasmedespejanel camino,yopuedodormir algunashoras.Mástardeveréloqueconvienehacer.

BebióalgunossorbosdewhiskydelabotelladeWillis,queestaballena,comió algunos plátanos que había recogido en la selva, después apoyó lacabeza sobre una brazada de hierba y se durmió profundamente, sinpreocuparsemásdesusenemigos.

¿Cuánto durmió? Ciertamente no más de tres o cuatro horas, porquecuando abrió los ojos el sol se hallaba todavía alto. Estaba a punto delevantarseparareemprenderlamarcha,cuandooyóundisparodefusilapoca

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distancia,seguidosúbitamentedelgalopeprecipitadodeuncaballo.

— ¿Me habrán descubierto?—murmuró Sandokán, volviendo a dejarsecaerenmediodelosmatorrales.

Montórápidamentelacarabina,apartóconprecauciónlashojasymiró.Alprincipio no vio a nadie; oía sin embargo el galope que se aproximabarápidamente. Creía que se trataba de un cazador lanzado tras las huellas dealgunababirusa,perobienprontosepercatódequesehabíaequivocado.Eraunacazadehombre.

En efecto, un instante después un indígena o unmalayo, a juzgar por elcolornegrorojizodesupiel,atravesóacarreratendidalapradera,intentandoalcanzarunespesoboscajedeplátanos.

Era un hombre bajo, membrudo, casi desnudo: no llevaba más que unfaldellíndesgarradoyungorrodefibraderotang,peroconlamanoderechaempuñabaunnudosobastónyconlaizquierdaunkrissdehojaserpenteante.

Fuesucarrera tanrápidaqueaSandokán le faltó tiempoparaobservarlomejor. Sin embargo lo vio esconderse, de un último salto, enmedio de losplátanosydesaparecerbajolasgigantescashojas.

—¿Quiénserá?—sepreguntóSandokánestupefacto—.Ciertamenteesunmalayo.Deprontounasospechaleatravesóelcerebro.

— ¿Y si fuese uno de mis hombres? —se preguntó—. ¿HabrádesembarcadoYáñezaalgunoparavenirabuscarme?ÉlnoignorabaquemedirigíaaLabuán.

Estaba a punto de salir de las matas para intentar descubrir al fugitivo,cuandoenelbordedelbosqueaparecióunjinete.

EraunsoldadodecaballeríadelRegimientodeBengala.

Parecía furibundo, porque blasfemaba y maltrataba a su caballoespoleándoloyatormentándoloconviolentasdesgarraduras.

Llegóaunoscincuentapasosdelasmatasdeplátanos,saltóágilmentealsuelo, atóel caballoa la raízdeunaplanta,montóelmosquetey sepusoaescuchar,escudriñandoatentamentelosárbolescercanos.

— ¡Por todos los truenos del universo!—exclamó—. ¡No puede haberdesaparecido bajo tierra!… En algún lugar debe de estar escondido y, viveDios,quenoescaparáporsegundavezdemimosquete.BienséquetengoquevérmelasconelTigredeMalasia,peroJohnGibbsnotienemiedo.Ysiestecondenadocaballonosehubieraencabritado,aestashorasnoestaríayavivoelpiratejo.

Hablandoasí consigomismo,el soldadodesenvainóel sabley sedirigió

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haciaunaespesuradearecasymatorrales,apartandoconprudencialasramas.

Aquellosárbolesestabanalladodelboscajedeplátanos,peroeradudosoque lograradescubrir al fugitivo.Este sehabía idoalejando, arrastrándose atravésdelaslianasyraíces,yhabíaencontradounescondrijoqueloponíaalabrigo de cualquier búsqueda. Sandokán, que no había abandonado sumatorral, intentóenvanodescubrirdóndepodíahaberseocultadoelmalayo.Pormásqueseestirabayescudriñabapordebajoyporencimadelasgrandeshojas no conseguía verlo enningún sitio.Sin embargo, se guardababiendeponer al caballero sobre la buena pista, temiendo traicionar a aquel pobreindígenaquehabíasidoperseguidoporsuculpa.

—Vamosaversipodemossalvarlo—murmuró—.PuedeserunodemishombresoalgúnexploradormandadoporYáñez.Tengoquedirigirhaciaotraparteaesesoldadooacabaráporencontrarlo.

Estabaapuntodesalirdesumatorral,cuandoapocospasosvioagitarseunfestóndelianas.

Volviórápidamentelacabezahaciaaquellaparteyvioapareceralmalayo.El pobre hombre, temiendo ser sorprendido, trepaba por aquellas cuerdasvegetales para alcanzar la cimade unmango, entre cuyas hojas espesísimaspodríaencontrarunmagníficoescondrijo.

—¡Muyastuto!—murmuróSandokán.

Esperóaquealcanzaralasramasysevolviera.Encuantopudodescubrirsucara,aduraspenaspudocontenerungritodealegríayestupor.

— ¡Giro-Batol!—exclamó—. ¡Ah, mi bravo malayo!… ¿Cómo es quetodavía se encuentra vivo?… Sin embargo, me acuerdo de haberloabandonado en el prao a punto de irse a pique,muerto omoribundo. ¡Quésuerte!…Estedebedetenerelalmabienclavadaensucuerpo.¡Vamos,hayquesalvarlo!…

Montó la carabina, dio lavuelta a la espesuray aparecióbruscamente almargendelbosque,gritando:

— ¡Eh, amigo!… ¿Qué andáis buscando con tanto encarnizamiento?¿Habéisheridoaalgunababirusa?

Elsoldado,aloíraquellavoz,saltóágilmentefueradelosmatorralesconelmosqueteapuntandodelantedesí,yemitióungritodeestupor.

—¡Toma!¡Unsargento!—exclamó.

—¿Ossorprende,amigo?

—¿Dequéagujerohabéissalido?

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—De la selva.Heoídoun tiro ymehe apresurado a venir para ver quéhabíasucedido.¿Habéisdisparadocontraalgunababirusa?

—Puessí,contraunababirusamáspeligrosaqueuntigre—dijoelsoldadoconmaldisimuladacólera.

—¿Entoncesquéclasedefieraera?

—¿Nobuscáisvostambiénaalguien?—preguntóelsoldado.

—Sí.

—AlTigredeMalasia,¿verdad,misargento?

—Exactamente.

—¿Habéisvistoalterriblepirata?

—No,perohedescubiertosurastro.

—Encambio,yo,misargento,heencontradoalpirataenpersona.

—¡Imposible!

—Hedisparadocontraél.

—Y…¿nohabéisacertado?

—Comouncazadornovato.

—¿Ydóndesehaescondido?

—Me temo que ya estará lejos. Lo he visto atravesar la pradera yesconderseporestosmatorrales.

—Entoncesyanoloencontraréis.

—Eso temo yo también. Ese hombre es más ágil que un mono y másterriblequeuntigre.

—Escapazdemandarnosalosdosalotromundo.

—Ya lo sé, mi sargento. Si no fuera por las cien libras esterlinasprometidaspor lordGuillonk,con lasquecuentopara fundarunafactoríaeldíaquearrojeelsable,nomehubieraatrevidoaseguirlo.

—¿Yahoraquépensáishacer?

—Nolosé.Creoquerebuscandoporestosmatorralesperderéinútilmenteeltiempo.

—¿Queréisunconsejo?

—Decid,misargento.

—Volvedamontaracaballoydadlavueltaalbosque.

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—¿Queréisvenirconmigo?Losdosjuntosnosdaremosvalor.

—No,camarada.

—¿Porqué,misargento?

—¿Queréisdejarescaparalpirata?

—Explicaos.

—Siloperseguimoslosdosporunaparte,elTigrehuiráporlaotra.Dadvoslavueltaalbosqueydejadmeamíelcuidadoderevisarestaespesura.

—Deacuerdo,peroconunacondición.

—¿Cuál?

—Que partamos el premio si tuvierais la suerte de abatir al Tigre. Noquieroperderlascienlibrasdeltodo.

—Accedo—respondióSandokán,sonriendo.Elsoldadoenvainóelsable,volvióasubirenlasilla,colocándoseanteselmosquetemontado,ysaludóalsargento,diciéndole:

—Nosencontraremosenelmargenopuestodelafloresta.

—«Espéramesentado»—murmuróSandokán.

Aguardóaqueeljinetehubieradesaparecidoyluegoseaproximóalárbolsobreelqueseguíaescondidosumalayo,diciendo:

—Baja,Giro-Batol.

Aúnnohabía terminado la frase, cuandoya elmalayohabía caídoa suspies,gritandoconquebrantadavoz:

—¡Ah…,Capitán!…

—¿Tesorprendevolveravermevivotodavía,mivaliente?

—Podéiscreerlo,TigredeMalasia—dijoelpirataconlágrimasenlosojos—.Creíquenovolveríaaverosjamás,puesestabasegurodequelosinglesesoshabíanmatado.

—¡Matado!LosinglesesnotienenhierrosuficienteparallegaralcorazóndelTigredeMalasia—respondióSandokán—.Mehabíanheridogravemente,escierto,perocomovesestoysanoysalvoydispuestoarecomenzarlalucha.

—¿Ytodoslosotros?

—Duermenenlosabismosdelmar—respondióSandokán,conunsuspiro—. Todos los valientes que arrastré al abordaje del maldito buque cayeronbajolosgolpesdelosleopardos.

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—Perolosvengaremos,¿noesasícapitán?

—Sí,ymuypronto.Pero¿aquéafortunadacircunstanciadeboelvolveraencontrartevivo todavía?Recuerdohabertevistocaermoribundoabordodetuprao,duranteelprimercombate.

—Es cierto, capitán.Una descarga demetrallame alcanzó en la cabeza,peronomemató.Cuandovolvíenmí,elpobreprao,quehabíaisabandonadoalasolas,acribilladoporlasbalasdelcrucero,estabaapuntodehundirseenlos abismos.Me agarré a un pecio y avancé hacia la costa.Anduve errantevariashorasporelmar,yluegomedesmayé.Medespertéenlacabañadeunindígena.Aquelbuenhombremehabíarecogidoaquincemillasdelaplaya,mehabíaembarcadoensucanoaytransportadoatierra.Mecuróconafecto,hastaqueestuvecompletamentesano.

—Yahora¿adóndehuías?

—Iba a trasladarme a la costa, para lanzar al agua una canoa que habíaconstruidoyomismo,cuandomeviatacadoporaquelsoldado.

—¡Oh!¿Tienesunacanoa?

—Sí,micapitán.

—¿QuieresvolveraMompracem?

—Estanoche.

—Entoncesiremosjuntos,Giro-Batol.

—¿Cuándo?

—Nosembarcaremosestatarde.

—¿Queréisveniramicabañaadescansarunpoco?

—¡Oh!…¿Tambiéntienesunacabaña?

—Untugurioquemeregalaronlosindígenas.

—Vámonos enseguida.No puedes quedarte aquí sin correr el peligro desersorprendidoporelsoldado.

—¿Volverá?—preguntóGiro-Batolconaprensión.

—Seguramente.

—Huyamos,capitán.

—No tengasprisa.Comoves,mehe convertido en todoun sargentodelRegimientodeInfanteríadeBengala,asíquepuedoprotegerte.

—¿Habéisdespojadoaalgúnsoldado?

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—Sí,Giro-Batol.

—¡Ungolpemaestro!

—Silencio.Enmarcha,otendremosaquíalsoldado.¿Estálejostucabaña?

—Dentrodeuncuartodehoraestaremosenella.

—Vamosadescansarunpocoymástardepensaremosenescapar.

Losdospiratassalierondelaespesuray,despuésdehaberseaseguradodequenohabíanadiepor losalrededores,atravesaronconceleridadlapradera,alcanzandolalindedelasegundafloresta.

Estabanapuntodeadentrarseentrelosaltosvegetales,cuandoSandokánoyóungalopefurioso.

—¡Otravezeseinoportuno!—exclamó—.¡Pronto,Giro-Batol,escóndeteenesosmatorrales!

— ¡Eh,mi sargento!…—gritó el soldado, que parecía furibundo—. ¿Esasí comomeayudáis aprender a esebribóndepirata?…Mientrasyohacíacasireventaramicaballo,vosnooshabéismovido.

Ymientras así hablaba, espoleaba a su corcel, haciéndolo encabritarse yrelinchardedolor.Despuésdehaberatravesadolapradera,sedetuvojuntoaungrupodeárbolesquequedabaaislado.Sandokán,sininmutarse,sevolvióhaciaélylerespondiótranquilamente:

—He vuelto a encontrar el rastro del pirata y he creído inútil seguirlo atravésdelaselva.Asípues,estabaesperándoos.

—¿Habéisdescubiertosurastro?…¡Pormildemonios!…¿Puescuántashuellas ha dejado ese bribón? Yo creo que se ha divertido jugando connosotros.

—Esosupongoyotambién.

—¿Quiénoslohamostrado?

—Loheencontradoyo.

—¡Ya,ya,misargento!—exclamóelsoldadocontonoirónico.

—¿Quéqueréisdecir?…—preguntóSandokánarrugandolafrente.

—Quealgunooslohaindicado.

—¿Yquién?

—Hevistounnegrojuntoavos.

—Loheencontradoporcasualidadymehahechocompañía.

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—¿Estabaisbiensegurodequeeraunisleño?

—Noestoyciego.

—¿Yadóndesehaidoesenegro?

—Sehadirigidohaciaelbosque.Seguíalapistadeunababirusa.

—Habéis hecho mal en dejarlo marchar. Podía habernos suministradopreciosasindicacionesyhacernosganaraúnlascienlibras.

—¡Humm!…Empiezoatemerqueyasenoshaesfumado,camarada.Pormiparte,renuncioymevuelvoalaquintadelordGuillonk.

—Yonotengomiedo,misargento,yseguirépersiguiendoalpirata.

—Comogustéis.

—Felizregreso—gritóelsoldadoconironía.

—Queeldiablotelleve—respondióSandokán.

El soldado se alejó, por fin, espoleando furiosamente a su caballo, y sedirigiódenuevohacialosboscajesquehabíaatravesadopocoantes.

—Vámonos—dijoSandokáncuandodejódeverlo—.Sivuelveotravez,losaludoconunbuentirodecarabina.

SeacercóalescondrijodeGiro-Batoly losdos juntos reemprendieron lamarcha,adentrándoseenlaselva.

Despuésdehaberatravesadootroclaro,semetieronenmediodeespesasplantas,abriéndosepasofatigosamenteentreuncaosdecalamusyderotangsqueseentretejíandemilformas,yenmediodeunaverdaderaredderaíces,queserpenteabanporelsueloenmildirecciones.

Caminaronduranteunbuencuartodehora,vadeandonumerosostorrentes,sobrecuyasriberasseveíanhuellasrecientesdelpasodeloshombres,yluegosemetieron en un boscaje tan frondoso y cubierto que la luz no podía casiatravesarlo.

Giro-Batol se detuvo unmomento a escuchar, y luego dijo, volviéndosehaciaSandokán:

—Enmediodeesasplantasestámicabaña.

—Unrefugioseguro—respondióelTigredeMalasiaconunalevesonrisa—.Admirotuprudencia.

—Seguidme,capitán.Nadievendráamolestarnos.

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XI.LacanoadeGiro-Batol

La cabaña de Giro-Batol se alzaba justamente en medio de aquelfrondosísimoboscaje,entredoscolosalespombos,queconsusenormesmasasdefollajelaprotegíancompletamentedelosrayosdelsol.

Era un tuguriomás que una habitación, apenas capaz de albergar a unaparejadesalvajes,bajo,estrecho,conel techoformadoporhojasdeplátanosuperpuestas por estratos, y las paredes hechas de ramas toscamenteentretejidas.

Laúnicaaberturaeralapuerta:nohabíanirastrodeventanas.

¡El interior no valía mucho más! No había más que un lecho de hojassecas, dos toscas ollas de arcilla mal cocida y dos guijarros que debían deservirparaencenderfuego.

Habíaencambiovíveresenabundancia, frutasde todaclasee incluso lamitad de una babirusa de pocos meses, suspendida del techo por las patastraseras.

—Micabañanovalegrancosa,capitán—dijoGiro-Batol—.Sinembargo,aquípodréisdescansaravuestrogustosintemordesermolestado.Hastalosindígenas de los alrededores ignoran que aquí hay un refugio. Si queréisdormir, puedo ofreceros este lecho de hojas frescas cortadas esta mismamañana;sitenéissed,tengounaollallenadeaguafresca,ysitenéishambre,hayfrutaydeliciosaschuletas.

—No pido más, mi bravo Giro-Batol —respondió Sandokán—. Noesperabaencontrartanto.

—Concededmemediahoraparaasarosunpedazodebabirusa.Entretantopodréis saquear mi despensa. Ahí hay unas excelentes ananás, plátanosperfumados,suculentospomboscomonoloshabéisprobadoenMompracem,fruta del artocarpus de tamaño inverosímil y durion que sonmejores que lacrema.Todoestáavuestradisposición.

—Gracias,Giro-Batol.Voyaaprovecharme,porquetengomáshambrequeuntigreyllevoayunandounasemana.

—Entretantovoyaencenderfuego.

—¿Nodescubriránelhumo?

—¡Oh!…Notemáis,capitán.Losárbolessontanaltosytanespesosqueno lo permitirán. Sandokán, que estaba bastante hambriento a causa de laslargasmarchasatravésdelaselva,atacóunpalmito,quenopesabamenosdeveintelibras,ysepusoaresquebrajaraquellasustanciablancaydulcequele

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recordabaelsabordelasalmendras.

Entretanto el malayo, amontonando ramas secas sobre el fogón, lasencendía,sirviéndosededospedacitosdebambúcortadosporlamitad.

Es bastante curioso el sistema utilizado por los malayos para encenderfuego sin necesidad de fósforos. Toman dos bambúes cortados y sobre lasuperficieconvexadeunodeelloshacenunamuesca.Conelotrocomienzanafrotarsobreesetajo,empleandoelborde,alprincipiolentamenteyluegocadavezmásdeprisa.Elpolvilloproducidoporesefrotamientoseprendepocoapocoycaesobreunpocodeyescadefibradegamut.Laoperaciónesbastantefácilyrápidaynorequiereunaespecialhabilidad.

Giro-Batolpusoaasarunbuenpedazodebabirusaensartadoenunavarillaverde,sostenidapordosramasenformadehorquillafijasenelsuelo; luegoempezóarebuscarbajounmontóndehojasverdesysacódeallíunvasoqueexhalaba un perfume poco prometedor, pero que hacía dilatar las narices alsalvajehijodelaselvamalaya.

—¿Quévasaofrecerme,Giro-Batol?—preguntóSandokán.

—Unplatodelicioso,capitán.

Sandokánmiródentrodelvasoehizounamueca.

—Prefiero la chuleta de babirusa, amigomío.El blaciang no está hechoparamí.Graciasdetodosmodosportubuenaintención.

—Lohabíareservadoparalasocasionesextraordinarias,capitán—dijoelmalayomortificado.

—Sabesbienqueyonosoymalayo.Mientrassaqueotufruta,engulle tufamosoplato.Enelmarseestropearía.

El malayo no se lo hizo repetir dos veces y atacó vorazmente la olla,manifestandoungranplacer.

El blaciang es ávidamente buscado por losmalayos, que, en cuestión dealimentos,puedendarpuntoy rayaa los chinos, losmenosescrupulososdetodos los pueblos. No desdeñan las serpientes, ni los animales ya enputrefacción,nilosgusanosensalsa,ymuchomenoslaslarvasdelastermitasporlasquelleganacometerverdaderaslocuras.

Elblaciang,noobstante,supera toda imaginación.Esunamezcolanzadecangrejos y de pececillos triturados juntos, que se deja corromper al sol yluegosesala.Elolorqueexhalaesapastaestalquenohayquienlosoporte:inclusohaceenfermar.

No obstante, a los malayos y también a los javaneses les gustaglotonamenteeseinmundoplatoyloprefierenalospollosyalassuculentas

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chuletasdebabirusa.

Mientrasesperabanelasado,habíanreemprendidolaconversación.

—Saldremosestanoche,¿no,capitán?—preguntóGiro-Batol.

—Sí,encuantodesaparezcalaluna—respondióSandokán.

—¿Tendremoselcaminolibre?

—Esoespero.

—Siempretemounmalencuentro,capitán.

—Notepreocupes,Giro-Batol.Nosepuedesospechardeunsargentoasícomoasí.

—¿Ysialguienosreconoceinclusoconestetraje?

—Sólomeconocenpoquísimaspersonasyestoysegurodequenomelasencontrarésobremispasos.

—¿Habéistenidoentoncesrelaciones?

—Y con personas muy importantes, con barones y condes —dijoSandokán.

—¡Vos,elTigredeMalasia!—exclamóGiro-Batolestupefacto.

Luego,mirandoaSandokánconciertoembarazo,lepreguntóindeciso:

—¿Ylajovenblanca?

ElTigredeMalasialevantóbruscamentelacabeza,fijóenelmalayounamirada que despedía sombríos resplandores, y luego suspirandoprofundamentedijo:

—Calla,Giro-Batol.¡Nodespiertesenmírecuerdosterribles!

Estuvo algunos instantes en silencio, con la cabeza apretada entre lasmanos y los ojos fijos en el vacío; luego, como hablando consigo mismo,prosiguió:

—Volveremosprontoaquí,aestaisla.Eldestinoserámáspoderosoquemivoluntad,yluego…inclusoenMompracem,entremisvalientes,¿cómopoderolvidarla? ¿No bastaba ya con la derrota? ¡Tenía que dejarme también elcorazónenestamalditaisla!

— ¿De qué habláis, capitán? —preguntó Giro-Batol ciertamentesorprendido.

Sandokánsepasóunamanopor losojoscomosiquisieraahuyentarunavisión,yluego,sacudiéndose,dijo:

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—Nopreguntesnada,Giro-Batol.

—Perovolveremosaquí,¿noescierto?

—Sí.

—Yvengaremosanuestroscompañerosquemurieroncombatiendosobrelasplayasdeestatierraabominable.

—Sí,peroquizáseríamejorparamínovolveravermásestaisla.

—¿Quédecís,capitán?

—DigoqueestaislapodrádarungolpemortalalpoderíodeMompracemyquizáencadenarparasiemprealTigredeMalasia.

—¿Avos,tanfuerte,tanterrible?¡Oh,vosnopodéistenermiedodelosleopardosdeInglaterra!

—Nodeellos,no,pero…¿quiénpuedeleereneldestino?Misbrazossontodavíaformidables,pero¿loserátambiénmicorazón?

—¡Elcorazón!Nooscomprendo,capitán.

—Mejor.Acomer,Giro-Batol.Nopensemosenelpasado.

—Medaismiedo,capitán.

—Calla,Giro-Batol—replicóSandokánconacentoimperioso.

El malayo no se atrevió a continuar. Trajo el asado, que despedía unapetitoso olor, lo colocó sobre una larga hoja de plátano y se lo ofreció aSandokán; luego fueabuscarenun rincóndel tugurioydeunagujerosacóunabotellacasirotaperocuidadosamentecubiertaconuncucuruchoformadoconfibraderotang,hábilmenteentretejida.

—Gin,capitán—dijo,mirandolabotellaconojosardientes—.Hetenidoque trabajar no poco para arrebatársela a los indígenas y la guardaba parareponerfuerzasenelmar.Podéisvaciarlahastalaúltimagota.

—Gracias,Giro-Batol—respondióSandokánconunatristesonrisa—.Lapartiremoscomohermanos.

Sandokáncomióensilencio,nohaciendoalacomidatantoshonorescomoelbravomalayohabíaesperado;bebióalgunossorbosdeginyluegosesentósobrelasfrescashojas,diciendo:

—Vamos a descansar unas horas. En tanto caerá la tarde, y despuéstenemosqueesperaraquedesaparezcalaluna.

El malayo cerró cuidadosamente la cabaña, apagó el fuego y, habiendovaciadolabotella,seacurrucóenunrincón,soñandoqueseencontrabayaen

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Mompracem.

Sandokánencambio,apesardequeestabacansadísimo,despuésdehaberestadocaminandotodalanocheanterior,nofuecapazdepegarojo.

Ynoyaporel temordeversesorprendidodeunmomentoaotroporlosenemigos:noeraposiblequelosencontraranenaquellacabañatanbienocultaa las miradas de todos. Era el pensamiento de la joven inglesa el que lomanteníadespierto.

— ¿Qué le habría sucedido a Marianna después de los últimosacontecimientos? ¿Qué habría ocurrido entre ella y lord James?…¿Y a quéacuerdoshabríanllegadoelviejolobodemaryelbaronetWilliamRosenthal?¿Seguiría en Labuán, y todavía libre a su vuelta? ¡Los celos ardían en elcorazóndelpirata!¡Ynopoderhacernadapor lamujerquerida!¡Nadamásquehuirparanocaerbajolosgolpesdesusodiadosadversarios!

—¡Ah!—PensabaSandokán,agitándosesobreellechodehojas—.¡Daríalamitaddemisangreporvolveraencontrarmeotravezjuntoaaquellajovenque ha sabido hacer palpitar el corazón del Tigre de Malasia! ¡PobreMarianna! ¡Quién sabe qué angustias estarán atormentándola! ¡Quizá mecreerá vencido, herido, inclusomuerto!… ¡Mis tesoros,mis barcos,mi isla,porpoderdecirlequeelTigredeMalasiaestávivotodavíayquelarecordarásiempre!…¡Vamos,ánimo!Estanocheabandonaréestamalditaislallevandoconmigosupromesa,perovolveré,aunquetengaquearrastrarconmigohastael último de mis hombres, aunque tenga que empeñarme en una luchadesesperadacontratodaslasfuerzasdeLabuán;aunquetengaquesufrirotraderrotaycaernuevamenteherido.

Pensando en estas cosas esperó a que el sol se hubiera puesto y luego,cuando las tinieblas hubieron invadido la cabaña y la espesura, despertó aGiro-Batol,queroncabacomountapir.

—Vamos,malayo—ledijo—.Elcielosehacubiertodenubes,asíqueesinútilesperaraquedesaparezcalaluna.Vamos,deprisa,porquesientoque,situvieraquepermanecerunahoramásaquí,todavíamenegaríaaseguirte.

—¿YdejaríasMompracemporestamalditaisla?

—Calla,Giro-Batol—dijoSandokáncasiconira—.¿Dóndeseencuentratucanoa?

—Adiezminutosdecamino.

—Entonces¿estátancercaelmar?

—Sí,TigredeMalasia.

—¿Haspuestovíveresenella?

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—Hepensadoentodo,capitán.Nonosfaltafruta,niagua,nilosremosymuchomenoslavela.

—Andando,Giro-Batol.

Elmalayo tomó un pedazo de asado que había apartado, se armó de unnudosobastónysiguióaSandokán.

—La noche no podía ser más propicia—dijo, mirando al cielo, que sehabíacubiertodenubarrones—.Podremosescaparnossinserdescubiertos.

Una vez atravesada la espesura, Giro-Batol se detuvo unmomento paraescuchar, y luego, seguro del profundo silencio que reinaba en la selva,reemprendiólamarcha,torciendohaciaeloeste.

Laoscuridaderadensísimabajoaquellosgrandesárboles,peroelmalayoveía incluso de noche quizá mejor que los gatos, y además era un buenconocedordeaquelloslugares.

Unasvecesarrastrando lospiesentre lascienmil raícesqueobstruíanelsuelo,otrasalzándoseentrelastupidasredesdeloslarguísimoscalamosydelos nepentes, otras saltando troncos colosales caídos quizá de puro viejos,Giro-Batol seguía avanzando en la tenebrosa selva sin desviarse nunca.Sandokán, sombrío, taciturno, lo seguía de cerca, imitando todas aquellasmaniobras.

Si un rayode lunahubiera iluminado el rostro del fiero pirata, lo habríamostradoalteradoporunintensodolor.

Aaquelhombre,queveintedíasanteshubieradadolamitaddesusangrepor poder encontrarse de nuevo en Mompracem, ahora le resultabainmensamentepenosoabandonarlaislaenlaquedejaba,solaeindefensa,alamujerqueamabaconlocura.

Cada paso que le acercaba al mar repercutía en su pecho como unapuñalada,yleparecíaqueladistanciaqueloseparabadelaPerladeLabuáncrecíaminutoaminutoenormemente.

Avecessedetenía,nosabiendosivolveroseguiradelante;peroelmalayo,quesentíaarderelsuelobajosuspiesynoveíaelinstantedeembarcarse,loincitaba a seguir, haciéndole observar lo peligroso que podría resultar elmínimoretraso.

Llevaban caminandomedia hora, cuandoGiro-Batol se paró de repente,aplicandoeloídoconatención.

—¿Oísesefragor?—preguntó.

—Looigoclaramente:eselmar—respondióSandokán—.¿Dóndeestálacanoa?

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—Aquíallado.

ElmalayoguioaSandokána travésdeunaespesacortinadefollajey lemostróelmar,quegruñíaalrompersecontralosbancosdelaisla.

—¿Veisalgo?—preguntó.

—Nada—respondióSandokán,despuésdehaberrecorridorápidamenteelhorizonteconlosojos.

—Lasuertenosacompaña:loscrucerosduermentodavía.

Bajóalaorilla,removiólasramasdeunárbolymostróunaembarcaciónquesemecíapesadamenteenelfondodeunapequeñaensenada.

Eraunabarcaza,construidadespuésdehabervaciadoafuegoyhachaeltronco de un grueso árbol, semejante a las que usan los indios del ríoAmazonasylospolinesiosdelPacífico.

Desafiar al mar con una barca de formas tan extravagantes era unatemeridad sin igual, porque bastarían pocas olas para volcarla; pero los dospiratasnoerantiposparaamedrentarse.

Giro-Batol fue el primero en saltar dentro de ella y en izar un pequeñomástil, al que había adaptado una pequeña vela de fibra vegetalcuidadosamenteentretejida.

—Venid, capitán—dijo, disponiéndose a tomar los remos—. Dentro depocosminutospodríancortarnoselcamino.

Sandokán,sombrío,conlacabezainclinadaylosbrazoscruzadossobreelpecho, estaba todavía en tierra mirando hacia el este, como si intentasedescubrir, enmediode laprofundaoscuridadyentre losgrandesárboles, lahabitación de la Perla de Labuán. Parecía ignorar que había llegado elmomentodelafugayqueunpequeñoretrasopodíaresultarlefatal.

—Capitán—repitióelmalayo—.¿Queréisdejarosprenderporelcrucero?Venid,oserádemasiadotarde.

—Tesigo—respondióSandokánconvoztriste.Saltóalacanoacerrandolosojosydandounprofundosuspiro.

Elvientosoplabadeleste,demodoquenopodíasermásfavorable.

La canoa, con su vela tendida, bogaba con bastante rapidez, inclinada aestribor, interponiendo entre el pirata, que se sentía extremadamenteconmovido,ylapobreMarianna,elvastomardeMalasia.

Sandokán, sentado a popa, con la cabeza entre lasmanos, no hablaba yseguía con los ojos fijos en suLabuán, que poco a poco desaparecía en lastinieblas; Giro-Batol, instalado a proa, feliz, sonriente, charlaba por diez, y

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seguíaconlosojosfijoshaciaeloeste,allídondedebíaaparecerlaformidableisladeMompracem.

—Vamos,capitán—dijoelmalayo,quenopodíacallarunsoloinstante—.¿Porquéoshabéisquedadotansombrío,ahoraqueestamosapuntodevolveravernuestraisla?SediríaqueañoráisLabuán.

—Sí,laañoro,Giro-Batol—respondióSandokánconvozsorda.

—¡Oh!¿Esqueoshanembrujadoesosperros ingleses?Y,sinembargo,capitán,osperseguíanparacazarosporbosquesyllanuras,ávidosdevuestrasangre. ¡Ah!Tendríais que verlosmañana, cuando se den cuenta de vuestrafuga,morderselosdedosderabia,ytendríaisqueoírlasimprecacionesdesusmujeres.

—¡Desusmujeres!—exclamóSandokán,sacudiéndose.

—Sí,porquenosodianquizámásqueloshombres.

—¡Oh,notodas,Giro-Batol!

—Sonpeoresquelasvíboras,capitán,osloaseguro.

—Calla,Giro-Batol, calla. ¡Si vuelves a decir esas palabras, te arrojo decabezaalmar!

Había tal acento de amenaza en la voz de Sandokán, que el malayoenmudeció de golpe.Miró largamente a aquel hombre, que seguíamirandofijamente a Labuán, oprimiéndose el pecho con ambas manos, como siquisiera sofocar un dolor inmenso, y luego se retiró lentamente a proa,murmurando:

—Losingleseslohanembrujado.

Durante toda la noche la canoa, empujada por el viento del este, bogóvelozmentesinencontrarseconningúncruceroyportándosebastantebien,apesar de las olas que de vez en cuando la embestían, haciéndola escorarpeligrosamente.

El malayo, por miedo de que Sandokán cumpliese la amenaza, habíadejadodehablar;sentadoaproa,escudriñabaatentamentelaoscuralíneadelhorizonte,porversiaparecíaalgunanave.

Encambiosucompañero,tendidoapopa,noapartabasumiradadellugardondedebíadeencontrarselaisladeLabuán,queyahabíadesaparecidoenlassombras de la noche. Llevarían navegando un par de horas, cuando losagudísimos ojos del malayo descubrieron un punto luminoso que brillabasobrelalíneadelhorizonte.

—¿Unveleroounbarcodeguerra?—sepreguntóconansiedad.

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Sandokán, siempre sumido en sus dolorosos pensamientos, no se habíadadocuentadenada.

Elpunto luminosocreció rápidamenteyparecíaque seelevabacadavezmássobrelalíneadelhorizonte.

Aquella luz blanca no podía pertenecer más que a un buque de vapor.Debíadeserunfarolencendidosobrelacimadeltrinquete.

Giro-Batol comenzaba a agitarse; sus inquietudes aumentabanprogresivamente,tantomáscuantoqueaquelpuntoluminosoparecíadirigirsedirectamentehacialacanoa.Prontodebajodelfarolblancoaparecieronotrosdos:unorojoyotroverde.

—Esunnavíodevapor—dijo.

Sandokánnorespondió.Quizánilehabíaoído.

—Capitán—repitió—.¡Unnavíodevapor!

El jefede lospiratasdeMompracemestavez se sobresaltó,mientrasunterriblerelámpagobrillabaensussombríasmiradas.

—¡Ah!…—dijo.

Sevolvióconímpetuymirólainmensaextensióndelmar.

—¿Otravezun enemigo?—murmuró,mientras sumanoderecha corríainstintivamentealkriss.

—Esometemo,capitán—respondióelmalayo.

Sandokán miró fijamente durante algunos instantes aquellos tres puntosluminososqueseaproximabanrápidamente,yluegodijo:

—Parecequevienehacianosotros.

—Esometemo,capitán—repitióelmalayo—.Sucomandantehabrávistoyanuestrobote.

—Esprobable.

—¿Quéhacemos,capitán?

—Dejémosleacercarse.

—Ynosprenderá.

—AhorayonosoyelTigredeMalasia,sinounsargentodeloscipayos.

—¿Ysialgunoosreconoce?

—MuypocoshanvistoalTigredeMalasia.SiesanavevinieradeLabuán,tendríamosrazónparatemer;pero,viniendodealtamar,podremosengañara

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sucomandante.

Sequedócalladoduranteunosinstantes,fijándoseenelenemigo,yluegodijo:

—Tenemosquevérnoslasconunacañonera.

—¿YvienedeSarawak?

—Esprobable,Giro-Batol.Yaquesedirigehacianosotros,esperémosla.

Lacañonera,enefecto,habíaapuntado laproaendireccióna lacanoayaceleraba su marcha para alcanzarla. Viéndola tan lejos de las costas deLabuán,quizácreíaqueloshombresqueibanenellahabíansidoempujadosdeesemodoaaltamarporcualquiergolpedevientoycorríapararecogerlos;peroquizásucomandantequeríacerciorarsedesieranpiratasonáufragos.

SandokánhabíaordenadoaGiro-Batolquevolvieraa tomar los remosypusieraproaendirecciónalasRomades,grupodeislassituadasmásalsur.Aestashorasyahabíatrazadosuplanparaengañaralcomandante.

Mediahoradespués,lacañoneraseencontrabaapocasbrazasdelacanoa.Eraunbarco ligerodepopabaja, armadodeunsolocañónsituadosobre laplataformaposteriorypertrechadodeunsolopalo.Sutripulaciónnodebíadesuperarlostreintaocuarentahombres.

Elcomandante,oeloficialdecuartoquefuera,hizomaniobrardemodoquepasaraapocosmetrosdelacanoa,yluego,habiendoordenadodetenerlostambores,seinclinósobrelaborda,gritando:

—¡Alto,uoshagoiralfondo!

Sandokánselevantóvivamente,diciendoenbueninglés:

—¿Porquémeprendéis?

—¡Oh!—Exclamóeloficialconestupor—.¡Unsargentodeloscipayos!…¿Quéhacéisvosaquí,tanlejosdeLabuán?

—VoyalasRomades,señor—respondióSandokán.

—¿Aqué?

—TengoquellevarunasórdenesalyatedelordJamesGuillonk.

—¿Seencuentralejosdeaquíesebarco?

—Sí,micomandante.

—¿Yvaisenunacanoa?

—Nohepodidoencontrarnadamejor.

—Tenedcuidado,porquehaypraosmalayosquemerodeanporelmar.

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—¡Ah!…—dijoSandokán,refrenandoapenassualegría.

—Ayer por la mañana vi dos de ellos y apostaría que venían deMompracem.Sihubiera tenidoalgúncañónmás,noestaríanaestashorasaflote.

—Meguardarédeesosbarcos,micomandante.

—¿Necesitáisalgunacosa,sargento?

—Nada,señor.

—Buenviaje.

La cañonera reemprendió lamarcha dirigiéndose haciaLabuán,mientrasGiro-BatolorientabalavelaparadirigirseaMompracem.

—¿Hasoído?—lepreguntóSandokán.

—Sí,capitán.

—Nuestrosbarcosestánbatiendoelmar.

—Nosbuscantodavía,capitán.

—Nocreeránenmimuerte.

—Seguroqueno.

—¡QuésorpresaparamibuenYáñezcuandomevea!¡Bravoyafectísimocompañero!

Volvióasentarseapopa,conlamiradasiemprefijaendirecciónaLabuán,ynovolvióahablar.Sinembargo,elmalayoleoyósuspirarvariasveces.

Al alba, solo ciento cincuenta millas separaban a los fugitivos deMompracem,distanciaquepodíansuperarenmenosdeveinticuatrootreintahoras,sieltiemponoempeoraba.

Elmalayosacódeunaviejavasijadetierra,aseguradaauntravesañodelacanoa, algunas provisiones y se las ofreció a Sandokán, pero este, absortosiempreensuscontemplacionesyensusangustias,norespondiósiquiera,niabandonósuposición.

—«Está embrujado —repitió el malayo, meneando la cabeza—. Si esverdad,¡aydelosingleses!…».

Durante el día el viento cayó varias veces, y la canoa, que se zambullíapesadamente con los empujes de las olas, embarcó muchas veces grancantidad de agua. Sin embargo, por la tarde se levantó un viento fresco delsudeste,empujándola rápidamentehaciaeloeste;elvientosemantuvo igualtambiénalamañanasiguiente.

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Al caer el día, el malayo, que seguía de pie sobre la proa, descubriófinalmenteunamasaoscuraqueseelevabasobreelmar.

—¡Mompracem!…—exclamó.

Ante aquel grito, Sandokán, por primera vez desde que había puesto lospiesenlacanoa,semovióalzándosedegolpe.

Yanoeraelhombredeantes:lamelancólicaexpresióndesurostrohabíadesaparecidocompletamente.Susojosdespedíanrelámpagosysusfaccionesyanoestabanalteradasporaquelsombríodolor.

—¡Mompracem!—exclamó,enderezandosualtafigura.

Ypermanecióallí,contemplandosusalvajeisla,elbaluartedesupoder,desugrandezaenaquelmarquenosinrazónllamabasuyo.Enaquelmomento,sentíaquevolvíaelformidableTigredeMalasiadelaslegendariashazañas.

Sumirada,quedesafiabaalosmejorescatalejos,recorríalascostasdelaisla,deteniéndose sobreelaltoacantiladodondeondeaba todavía labanderadelapiratería,sobrelasfortificacionesquedefendíanelpobladoysobrelosnumerosospraosquesemecíanenlabahía.

—¡Ah!…Porfintevuelvoaver—exclamó.

—Estamossalvados,Tigre—dijoelmalayo,queparecíavolverselocodealegría.Sandokánlomirócasiestupefacto.

—¿Entoncesmerezcotodavíaesenombre,Giro-Batol?—preguntó.

—Sí,capitán.

—Y,sinembargo,creíquenovolveríaamerecerlo—murmuróSandokán,suspirando.

Aferrólapagayaqueservíadetimónydirigiólacanoahacialaisla,queiba hundiéndose lentamente en las tinieblas. A las diez los dos piratas, sinhabersidodescubiertospornadie,atracaronjuntoalgranacantilado.

Sandokán, al poner los pies sobre su isla, respiró largamente y quizá enaquel momento no lloraba por Labuán, y quizá, por un momento, inclusoolvidóaMarianna.

Dio lavuelta rápidamenteal acantiladoyalcanzó losprimerosescalonesdelatortuosaescaleraqueconducíaalagrancabaña.

—Giro-Batol—dijo,volviéndosehaciaelmalayo,quesehabíaparado—,vuelve a tu cabaña, advierte amis piratas demi llegada, pero diles quemedejentranquilo,porquetengoquedecirciertascosasaYáñezalláarriba,quedebenserunsecretoparavosotros.

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—Capitán, nadie vendrá a molestaros, si tal es vuestro deseo. Y ahora,dejadmedaroslasgraciasporhabermeconducidoaquíotravezydecirosque,si hay que sacrificar un hombre, aunque sea por salvar a un inglés o a unamujerdesuraza,estarésiempredispuesto.

—¡Gracias,Giro-Batol,gracias…yahoravete!

Yelpirata,volviendoaarrojarhastaelfondodesucorazónelrecuerdodeMarianna, involuntariamente evocado por el malayo, subió las escaleras,elevándoseentrelastinieblas.

XII.Amoryembriaguez

Cuandollegóalacimadelgranacantilado,Sandokánsedetuvoalaorillaysumiradasedirigiólejos,haciaeleste,endirecciónaLabuán.

—¡GranDios!—murmuró—.¡Cuántadistanciameseparadeesacelestecriatura!¿Quéestaráhaciendoaestashoras?¿Mellorarámuertooprisionero?

Unsordogemidosaliódesuslabios,einclinólacabezasobreelpecho.

—¡Quéfatalidad!—susurró.

Aspiró el viento de la noche, como si aspirase el lejano perfume de suamada,y luegoseaproximóapaso lentoasugrancabaña,dondehabíaaúnunahabitacióniluminada.

Miróa travésde los cristalesdeunaventanayvio aunhombre sentadoanteunamesa,conlacabezaentrelasmanos.

—Yáñez…—murmuró, sonriendo tristemente—. ¿Qué dirá cuando sepaqueelTigrevuelvevencidoyembrujado?

Ahogóunsuspiroyabriólentamentelapuerta,sinquesuamigolooyese.

—Bueno,hermano—dijo,despuésdeunosinstantes—.¿HasolvidadoyaalTigredeMalasia?

No había terminado de decir estas palabras, cuando Yáñez ya se habíalanzadoasusbrazos,exclamando:

— ¡Tú! ¡Tú!… ¡Sandokán!… ¡Ah! ¡Y yo que te creía perdido parasiempre!

—Puesno;hevuelto,comoves.

—Pero, desgraciado amigo, ¿dónde has estado durante todos estos días?Hacecuatrosemanasqueteespero,presademilansiedades.¿Quéhashecho

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durantetantotiempo?¿HassaqueadoalsultándeVarauni,otehaembrujadolaPerladeLabuán?Habla,hermanomío,laimpacienciameconsume.

En vez de responder a todas aquellas preguntas, Sandokán se puso amirarlo en silencio fijamente, con los brazos cruzados sobre el pecho, lamiradatorvayelrostrooscurecido.

—Vamos—dijo Yáñez, sorprendido por aquel mutismo—. Habla: ¿quésignificaesetrajequetraespuestoyporquémirasasí?¿Tehaocurridoalgunadesgracia?

— ¡Desgracia! —Exclamó Sandokán con voz ronca—. Pero ¿entoncesignorastodavíaquedecincuentatigresqueconducíacontraLabuán,elúnicosuperviviente esGiro-Batol? ¿No sabes entonces que todosmurieron en lascostasdeesaislamaldita,destripadosporelhierrodelosingleses?,¿queyocaí gravemente herido sobre el puente de un crucero y que mis barcosdescansanenelfondodelmardeMalasia?

—¡Vencidotú!…¡Esimposible!¡Esimposible!

—¡Sí,Yáñez,hesidovencidoyherido,mishombreshansidodestruidosyyovuelvomortalmenteenfermo!

Elpirataarrimócongestoconvulsounasillahastalamesa,vacióunotrasotro tres vasos de whisky, y luego, con voz quebrada o animada, ronca oestridente, alternando gestos violentos e imprecaciones, contó con pelos yseñalestodoloquelehabíasucedido,eldesembarcoenLabuán,elencuentroconel crucero, la tremendabatalla sostenida, el abordaje, laherida recibida,lossufrimientosylacuración.

Sinembargo,cuandoempezóahablardelaPerladeLabuán,todasuiraseesfumó. Su voz, poco antes ronca, destrozada por el furor, tomó ahora otrotono,ysehizodulce,cariñosa,apasionada.

Describió con arrojo poético la belleza de la joven lady, aquellos ojosgrandes, dulces, melancólicos, azules como el agua del mar, que lo habíanconmovidoprofundamente;hablódeaquelloscabelloslargos,másrubiosqueeloro,mássutilesquelaseda,másperfumadosquelasrosasdelosbosques;deaquellavozincomparable,angelical,quehabíahechovibrarextrañamentelascuerdasdesucorazónhastaentoncesinaccesible,ydeaquellasmanosquesabíanarrancarallaúdaquellossonidostansuaves,tandulces,quelohabíanfascinado,quelohabíanencantado.

Pintóconvivapasiónlosmomentosqueridosquehabíapasadoalladodelamujeramada,momentossublimes,duranteloscualesyanoseacordabadeMompracem,nidesustigres,yenlosquellegabaaolvidarhastaqueéleraelTigre de Malasia; y paso a paso llegó a contar todas las aventuras que

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siguieron después, a saber, la caza del tigre, la confesión de su amor, latraición del lord, la fuga, el encuentro con Giro-Batol y el embarco haciaMompracem.

—Óyeme, Yáñez —continuó con acento todavía conmovido—. En elmomentoenqueponíalospiesenlacanoaparaabandonaraaquellacriatura,creí que se me desgarraba el corazón. Antes que abandonar aquella isla,hubierapreferidohundirlacanoayaGiro-Batol,hubieraqueridohacerentrarelmarenlatierrayhacersurgirensulugarunmardefuego,paranopodervolveraatravesarlo.¡Enaquelmomentohubieradestruidosincompasiónmiformidable Mompracem, hundido mis praos, dispersado a mis hombres, yhubieraqueridonohabersidonunca…elTigredeMalasia!

—¡Ah,Sandokán!—exclamóYáñez,entonodereprobación.

—¡Nomeloreproches,Yáñez!¡Sisupierasloqueheexperimentadoaquí,en este corazón que creía de hierro, inaccesible a cualquier pasión!Óyeme:amoaesamujerhastatalpuntoque,sisemepusieradelanteymerogaraquerenegase de mi nacionalidad y que me hiciese inglés…, ¡yo, el Tigre deMalasia,quejuréodioeternoaesaraza…,loharíasinvacilar!…¡Unfuegoindomable corre sin descanso por mis venas y me consume las carnes, meparece que estoy siempre delirando, que tengo un volcán en medio delcorazón;meparecequevoyavolvermeloco,loco!Desdeeldíaenqueviaesacriaturameencuentroenesteestado,Yáñez.Ysiempretengoantemíesavisión celestial. ¡Dondequiera que vuelva la mirada, allí la veo siempre,siempre,geniocentelleantedebellezaquemeabrasaymeconsume!

El pirata se levantó con un gesto brusco, el rostro alterado, los dientesconvulsamente apretados. Dio algunas vueltas alrededor de la habitación,comosi intentasealejaraquellavisiónqueloperseguíaycalmarlaansiedadquelotorturaba;luegosedetuvodelantedelportugués,interrogándoleconlamirada.Estepermaneciómudo.

—No lo creerás—prosiguió Sandokán—, pero he luchado terriblementeantesdedejarmevencerporlapasión.PeronilaférreavoluntaddelTigredeMalasia, ni mi odio por todo lo que sabe a inglés han podido frenar losimpulsosdelcorazón.¡Cuántasvecesheintentadoromperlacadena!¡Cuántasveces,cuandomeasaltabaelpensamientodequeundía,paracasarmeconesamujer,tendríaqueabandonarmimar,ponerfinamisvenganzas,dejarmiisla,perderminombre,delqueundíamesentítanorgulloso,perderamistigres,acuantasvecesheintentadohuir,ponerentremíyaquellosojosfascinantesunabarrerainsuperable!Y,sinembargo,hetenidoqueceder,Yáñez.Meencuentroentredosabismos:aquíMompracemconsuspiratas,entreelrelampagueodesus cien cañones y sus victoriosos praos, allí esa adorable criatura de loscabellosrubiosylosojosazules.Heestadooscilandodurantemuchotiempo,

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vacilante, y al fin me he precipitado hacia esa joven, de la que siento queningunafuerzahumanapodráarrancarme.¡Ah,sientoqueelTigrevadejardeexistir!…

—¡Olvídala,entonces!—dijoYáñez,agitándose.

—¡Olvidarla!…¡Esimposible,Yáñez,esimposible!Sientoquenopodrérompernuncalascadenasdoradasqueellahaechadoalrededordemicorazón.Nilasbatallas,ni lasgrandesemocionesdelavidapirata,nielamordemishombres, ni los más tremendos estragos, ni las más espantosas venganzasserán capaces de hacerme olvidar a esa joven. Su imagen se interpondríasiempreentremíyesasgrandesemocionesyapagaríalaantiguaenergíayelvalor del Tigre. ¡No, no la olvidaré jamás! ¡Ella serámimujer, aunquemecuesteminombre,miisla,mipoder,todo,todo!

Sedetuvoporsegundavez,mirandoaYáñez,quehabíavueltoacaerensumutismo.

—¿Entonces,hermano?—preguntó.

—Habla.

—¿Mehascomprendido?

—Sí.

—¿Quémeaconsejas?¿Quétienesqueresponderme,ahoraque te lohereveladotodo?

—Olvidaaesamujer,yatelohedicho.

—¡Yo!…

—¿Haspensadoen las consecuenciasquepodría acarrear este insensatoamor? ¿Qué van a decir tus hombres cuando sepan que el Tigre se haenamorado? Y además, ¿qué vas a hacer con esa joven? ¿Se casará luegocontigo?Olvídala,Sandokán,abandónalaparasiempre,vuelveaserelTigredeMalasiadecorazóndehierro.

Sandokánselevantódeunsaltoysedirigióhacialapuerta,queabrióconviolencia.

—¿Adóndevas?—lepreguntóYáñez,poniéndosedepie.

—Vuelvo a Labuán —respondió Sandokán—. Mañana dirás a mishombresqueheabandonadoparasiempremiislayqueeressunuevojefe.Novolveránaoírhablardemí,porquenovolveréjamásapisarestosmares.

— ¡Sandokán! —Exclamó Yáñez, aferrándolo estrechamente por losbrazos—. ¿Estás loco para volver solo a Labuán, cuando tienes barcos,cañonesyhombresentregados,dispuestosadejarsematarportioporlamujer

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detucorazón?Yohequeridotentarte,hequeridoversieraposibledesarraigardetucorazónlapasiónquealimentasporesamujer,queperteneceaunarazaquetúdebíasodiarsiempre…

—No,Yáñez,no,esamujernoesinglesa,porquemehahabladodeunmarmás azul ymás hermoso que el nuestro, que lame su lejana patria; de unatierra cubierta de flores dominada por un humeante volcán; de un paraísoterrestredondesehablaunalenguaarmoniosa,quenadatienequeverconelinglés.

—No importa: inglesa o no, ya que tú la amas tan inmensamente, todosnosotros te ayudaremos a hacerla tu esposa, para que seas feliz. Todavíapuedesseguir siendoelTigredeMalasia, inclusocasándotecon la jovencitadeloscabellosdeoro.

Sandokán se precipitó en los brazos de Yáñez, y los dos hombrespermanecieronabrazadoslargorato.

—Yahora—dijoelportugués—,¿quépretendeshacer?

—SalirlomásrápidoposibleparaLabuányraptaraMarianna.

—Tienesrazón.Ellord,sillegaasaberquehasabandonadolaislayhasvuelto aMompracem, puede huir pormiedo a verte volver.Hay que actuarrápidamente,operderemoslapartida.Ahora,veteadormir,porquenecesitasun poco de calma, y déjame el cuidado de prepararlo todo. Mañana laexpediciónestarálistaparazarpar.

—Hastamañana,Yáñez.

—Adiós, hermano—respondió el portugués. Salió y bajó lentamente laescalera.

CuandoSandokánsequedósolo,volvióasentarsedelantedelamesa,mássombríoyagitadoquenunca,haciendosaltarlostaponesdevariasbotellasdewhisky.

Sentía la necesidad de aturdirse, para olvidar almenos por unas horas aaquellajovencitaquelohabíaembrujadoycalmarlaimpacienciaqueloroía.Sepusoabeberconunaespeciederabia,vaciandounotrasotrovariosvasos.

—¡Ah!—exclamó—.¡SipudieradormirmeynodespertarhastaLabuán!Sientoqueestaimpaciencia,queesteamor,queestoscelosmematarán.¡Sola!… ¡Sola en Labuán!… ¡Y quizá, mientras yo estoy aquí, el baronet estaráhaciéndolelacorte!

Selevantó,presadeunviolentoimpulsodefuror,ysepusoapasearcomounloco,arrojandoalsuelolassillas,rompiendolasbotellasamontonadasenlosrincones,despedazandoloscristalesdelosgrandesanaquelesllenosdeoro

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yjoyas,hastaquesedetuvodelantedelarmónium.

—Daríalamitaddemisangreporpoderimitarunadeaquellasadorablesromanzasqueellamecantabacuandomeconsumía,vencidoyherido,en laquintadellord.¡Ynoesposible,nomeacuerdodeninguna!Eralasuyaunalenguaextranjera,unalenguacelestialquesoloMariannapodíaconocer.¡Oh!¡Qué hermosa estabas entonces, Perla de Labuán! ¡Qué embriaguez, quéfelicidad derramabas sobre mi corazón en aquellos momentos, mi queridaniña!

Recorrió las teclas con los dedos, tocando una romanza salvaje,vertiginosa, de un extraño efecto, en la que a veces parecían oírse losestruendosdeunhuracánoloslamentosdegentesmoribundas.

Se detuvo, como si hubiera sido golpeado por un nuevo pensamiento, yvolvióalamesa,tomandounatazallena.

—¡Ah!Veosusojosenelfondo—dijo—.¡Siempresusojos,siempresufigura,siemprelaPerladeLabuán!

Lavació,volvióallenarlaotravezyvolvióamirardentro.

— ¡Manchas de sangre!—exclamó—. ¿Quién ha echado sangre en mitaza? Sangre o licor, bebe, Tigre de Malasia, porque la embriaguez es lafelicidad.

El pirata, que ya estaba borracho, se puso a beber con nuevo ardor,tragandoelardientelíquidocomosifueseagua,alternandolasimprecacionesconestruendosascarcajadas.

Seirguió,perovolvióacaersobrelasilla,lanzandoasualrededortorvasmiradas.Leparecíaversombrascorriendoporlahabitación,fantasmasquelemostraban,riendoburlonamente,hachas,krissycimitarrasensangrentadas.Enuna de aquellas sombras creyó reconocer a su rival el baronetWilliam. Sesintióposeídoporunimpulsodefuroryrechinólosdientesferozmente.

— ¡Te veo, te veo, maldito inglés! —gritó—. ¡Pero ay de ti como teagarre! Quieres robarme a la Perla, lo leo en tus ojos, pero te lo impediré,destruiré tu casa, la del lord, pasaré aLabuán a sangre y fuego, haré corrersangre por doquier y os exterminaré a todos…, a todos… ¡Ah! ¡Ríete!¡Aguarda,aguardaaquevaya!…

Habíallegadoyaalpuntoculminantedesuembriaguez.Sesintióposeídoporunamaníaferozdedestruirlotodo,detirarlotodoportierra.

Después de repetidos esfuerzos se levantó, agarró una cimitarra y,sosteniéndose a duras penas, apoyándose en las paredes, se puso a sacudirgolpesdesesperadosportodaspartes,corriendotraslasombradelbaronetqueparecía escapársele siempre, desgarrando la tapicería, despedazando las

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botellas,lanzandoterriblesgolpessobrelosanaqueles,lamesa,elarmónium,haciendo llover de los vasos rotos torrentes de oro, de perlas y diamantes,hasta que, extenuado, vencido por la embriaguez, cayó en medio de aqueldestrozo,durmiéndoseProfundamente.

XIII.Elcaboinglés

Cuandosedespertó,seencontróacostadoenlaotomana,dondelohabíantransportadounosmalayosagregadosasuservicio.

Losvidriosdespedazadoshabíansidoretiradosdeallí,eloroylasperlashabían sido colocadosdenuevo en los anaqueles y losmuebles habían sidopuestos de pie y arreglados lomejor posible. Sólo se veían las señales quehabía dejado la cimitarra del pirata sobre las tapicerías, que aún colgabandesgarradasdelasparedes.

Sandokánsefrotóvariasveceslosojosysepasómuchasveceslasmanosporlaardorosafrente,comosiintentaseacordarsedeloquehabíahecho.

—Nopuedohabersoñado—murmuró—.Sí,estababorrachoymesentíafeliz,peroahoraelfuegovuelveaarderenmicorazón.¿Esqueyanopodréapagarlojamás?¡QuépasiónhainvadidoelcorazóndelTigre!…

Se arrancó el uniforme del sargento Willis, se puso un nuevo trajecentelleantedeoroyperlas,secolocóenlacabezaunricoturbanterematadoporunzafirogruesocomounanuez,seacomodóentrelosplieguesdelafajaun nuevo kriss y una nueva cimitarra y salió. Aspiró una bocanada de airemarino, que le disipó completamente los últimos vapores de la embriaguez,observó el sol, que ya estaba bastante alto, luego se volvió hacia oriente,mirandoendirecciónalalejanaLabuán,ysuspiró.

—¡PobreMarianna!…—murmuróoprimiéndoseelpecho.

Recorrió elmar con sus ojos de águila ymiró a los pies del acantilado.Tres praos, con sus grandes velas desplegadas, estaban delante del pobladopreparados para hacerse a la mar. Los piratas iban y venían por la playa,ocupados en embarcar armas, municiones y cañones. En medio de ellos,SandokándescubrióaYáñez.

—Buen amigo —murmuró—. Mientras yo dormía, él preparaba laexpedición.

Bajólasescalerasysedirigióhaciaelpueblo.Apenaslovieronlospiratas,seoyóuninmensogrito:

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—¡VivaelTigre!¡Vivanuestrocapitán!

Después, todos aquellos hombres, que parecían haber sido poseídos poruna súbita locura, se precipitaron confusamente alrededor del pirata,ensordeciéndolocongritosdealegría,besándolelasmanos,eltraje,lospies,amenazandoahogarlo.Losmásviejosjefesdelapirateríallorabandealegríaalvolveraverloaúnvivo,cuandoyalohabíancreídomuertoenlascostasdelamalditaisla.

Ningún lamento salía de aquellas bocas, ninguna lágrima por suscompañeros,porsushermanos,porsushijos,porsusparientescaídosbajoelhierrodelosinglesesenladesastrosaexpedición,pero,decuandoencuando,deaquellospechosdebroncesedesbordabangritostremendos:

— ¡Tenemos sed de sangre, Tigre deMalasia! ¡Venganza para nuestroscompañeros!… ¡Vamos a Labuán a exterminar a los enemigos deMompracem!

—Amigos—dijoSandokán,conaquelacentometálicoyextrañoque losfascinaba—.Lavenganzaquereclamáisnotardaráenllegar.Lostigresqueyoconducía aLabuán cayeronbajo los golpes de los leopardos de piel blanca,cienvecesmásnumerososycienvecesmejorarmadosquenosotros,perolapartida no se ha terminado todavía. No, tigres, los héroes que cayeroncombatiendo en las playas de la isla maldita no se quedarán sin venganza.¡Estamosapuntodepartirparaaquellatierradeleopardosy,alllegarallí,lesdevolveremos rugidopor rugido, sangrepor sangre! ¡Eldíade labatalla lostigresdeMompracemdevoraránalosleopardosdeLabuán!

— ¡Sí, sí, a Labuán!—gritaron los piratas, agitando frenéticamente lasarmas.

Yáñez parecía no haber oído. Había saltado sobre la vieja cureña de uncañónymirabaatentamentehaciaunpromontorioqueseprolongababastantehaciaelmar.

—¿Québuscas,hermano?—preguntóSandokán.

—Estoy viendo aparecer la extremidad de un mástil detrás de aquellosarrecifes—respondióelportugués.

—¿Unodenuestrospraos?

—¿Quéotrobarcoseatreveríaaacercarseanuestrascostas?

—¿Nohabíanvuelto todosnuestrosveleros?—Todosmenosuno, el dePisangu,unodelosmásgrandesydelosmejorarmados.

—¿Dóndelohabíasenviado?

—HaciaLabuán,paraquetebuscase.

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—Sí,eselpraodePisangu—confirmóunjefedebanda—.Sinembargo,veounsolomástil,señorYáñez.

— ¿Habrá combatido y habrá perdido el trinquete? —Se preguntóSandokán—.Esperémosle.

¡Quiénsabe!…PuedetraernosalgunanoticiadeLabuán.

Todos los piratas saltaron a los bastiones para observar mejor a aquelvelero,queavanzabalentamentesiguiendoelpromontorio.

Cuandohubodadolavueltaalaúltimapunta,unsologritoseescapódetodoslospechos:

—¡ElpraodePisangu!

Era realmente el velero que Yáñez había mandado tres días antes haciaLabuánparaqueintentaseconseguirnoticiassobreelTigredeMalasiaysusvalientes,¡peroenquéestadovolvía!Delpalodeltrinquetenoquedabamásqueuntroncoastillado;elpalomaestrosemanteníaaduraspenas,sostenidoporunaespesareddeobenquesybrandales.Yacasinohabíaamuradasylosflancos se veían gravemente dañados, erizados de tapones de madera quecerrabanlosagujerosabiertosporlasbalas.

—Esebarcohadebidodeserbienbatido—dijoSandokán.

—Pisanguestanvalientequenotemeatacarinclusoalosgrandesnavíos—respondióYáñez.

—¡Mira!…Meparecequetraeunprisionero.¿Nodistinguesunacasacarojaentrenuestrosbravostigres?

—Sí,ymeparecequeveounsoldadoinglésatadoalpalomaestro—dijoYáñez.

—¿LohabráprendidoenLabuán?

—Desdeluegonolohabrápescadoenelmar.

—¡Ah!…Sipudieradarmenoticiasde…

—Marianna,¿no,hermanomío?

—Sí—respondióSandokánconvozsorda.

—Lointerrogaremos.

El prao, ayudado por los remos, pues el viento era más bien débil,avanzabarápidamente.Sucapitán,unbornésdegranestatura,deespléndidasformas, que semejaba una soberbia estatua de bronce antiguo a causa de sucolor aceitunado, al descubrir a Yáñez y a Sandokán, emitió un grito dealegría,yluego,alzandolasmanos,gritó:

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—¡Buenapresa!

Cincominutosdespuésentrabaelveleroenlapequeñabahía,lanzandoelancla a veinte pasos de la orilla. Echaron enseguida una chalupa al mar yPisanguentróenellajuntoconelsoldadoinglésycuatroremeros.

—¿Dedóndevienes?—lepreguntóSandokánencuantodesembarcó.

—DelascostasorientalesdeLabuán,capitán—dijoelbornés—.Mehabíaempujadolaesperanzadetenernoticiasvuestrasypuedodargraciasdevolveraencontrarmeaquítodavíasano.

—¿Quiéneseseinglés?

—Uncabo,capitán.

—¿Dóndelohicisteprisionero?

—JuntoaLabuán.

—Cuéntamelotodo.

—Estaba explorando las playas, cuando vi un bote, mandado por esehombre, que salía de la desembocadura de un pequeño riachuelo. El bribóndebía de tener compañeros en las dos orillas, porque lo oía frecuentementeemitir silbidos agudísimos. Hice botar enseguida la chalupa y con diezhombres le di caza, esperando que me proporcionara noticias vuestras. Lacaptura no fue difícil, pero, cuando quise abandonar la desembocadura delriachuelo, me encontré con que había sido cerrada por una cañonera. Noslanzamos resueltamente a la lucha, intercambiando balas y metralla enabundancia. Una verdadera tempestad, capitán, que me destruyó mediatripulación y me arruinó el barco, pero que dejó malparada también a lacañonera.Cuandoviqueelenemigoseretiraba,dedosbordadasmehicealamar,volviéndomemásquedeprisa.

—¿YesesoldadovienedirectamentedeLabuán?

—Sí,capitán.

—Gracias,Pisangu.Traeaquíalsoldado.

Aqueldesgraciadohabíasidoyaempujadohastalaplayayrodeadoporlospiratas,quecomenzaronamaltratarloyaarrancarledeencimalosgalonesdecabo.

Eraunjovendeveinticincooveintiochoaños,grueso,deestaturamásbienbaja,rubio,rosadoymofletudo.

Parecíasumamenteespantadodeencontrarseenmediodeaquellasbandasdepiratas,peronosalíaunapalabradesuslabios.

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AlveraSandokán,seesforzóporesbozarunasonrisa,yluegodijoconuntemblorenlavoz:

—ElTigredeMalasia…

—¿Meconoces?—lepreguntó.

—Sí.

—¿Dóndemehasvisto?

—EnlaquintadelordGuillonk.

—Estarásasombradodevermeaquí.

—Escierto.OscreíatodavíaenLabuányyaenmanosdemiscamaradas.

—¿Estabastútambiénentrelosqueibanacazarme?

Elsoldadonorespondió;luego,sacudiendolacabeza,dijo:

—Yatodohaterminadoparamí,¿no,señorpirata?

—Tuvidadependedetusrespuestas—replicóSandokán.

—¿Quiénpuedefiarsedelapalabradeunhombrequeasesinaalagentecomosisebebieraunvasodeginodebrandy?

UnrelámpagodecólerabrillóenlosojosdelTigredeMalasia.

—¡Mientes,perro!

—Comoqueráis—respondióelcabo.

—Yhablarás.

—¡Hum!…

—¡Cuidado!…Tengokrissquepuedencortaruncuerpoenmilpedazos;tengo tenazas candentes para arrancar la carne trozo a trozo; tengo plomolíquidoparaecharsobrelasheridasoparahacérselotragaralosrecalcitrantes.Hablarás,oteharésufrirtantoqueinvocaráslamuertecomounaliberación.

El inglés palideció, pero en vez de abrir los labios los cerró entre losdientes,comositemieraqueseleescapasealgunapalabra.

—Vamos,¿dóndeestabascuandoyodejélaquintadellord?

—Enlosbosques—respondióelsoldado.

—¿Quéhacías?

—Nada.

—¿Quieresburlartedemí?Labuántienemuypocossoldadosparaquetemandenapasearporelbosquesinningúnmotivo—dijoSandokán.

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—Pero…

—Habla,quierosaberlotodo.

—Yonosénada.

—¿Ah,no?Vamosaverlo.

Sandokánsacóelkrissyconun rápidogesto loapoyósobre lagargantadelsoldado,haciendosalirunagotadesangre.

Elprisioneronopudoreprimirungritodedolor.

—Habla o temato—dijo fríamente Sandokán, sin retirar el puñal, cuyapuntacomenzabaaenrojecer.

Elcabotuvoaúnunabrevevacilación,pero,viendoenlosojosdelTigreunrelámpagoterrible,cedió.

—Basta—dijo,sustrayéndosealapuntadelkriss—.Hablaré.

Sandokán hizo a sus hombres una seña para que se alejaran, y luego sesentójuntoaYáñezsobreunacureñadecañón,diciendoalsoldado:

—Teescucho.¿Quéhacíasenelbosque?

—SeguíaalbaronetRosenthal.

—¡Ah!—ExclamóSandokán,mientrasunsombríorelámpagolebrillabaenlamirada—.¡Él!

—Lord Guillonk se enteró de que el hombre que él había recogidomoribundoyquehabíacuradoensupropiacasanoeraunpríncipemalayo,sino el terrible Tigre de Malasia, y de acuerdo con el baronet y con elgobernadordeVictoriapreparólatrampa.

—¿Ycómoseenteró?

—Loignoro.

—Continúa.

—Reunieron cien hombres, y nos mandaron a rodear la quinta paraimpediroslafuga.

—Esoya losé.Dime loquesucediódespués,cuandoconseguíatravesarlaslíneasyrefugiarmeenlosbosques.

—Cuandoelbaronetentróenlaquinta,encontróalordGuillonkpresadeunatremendaexcitación.Teníaunaheridaenlapierna,queselahabíaishechovos.

—¿Yo…?—exclamóSandokán.

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—Quizáinadvertidamente.

—Eso creo, porque, si hubiera querido matarlo, nadie hubiera podidoimpedírmelo.¿YladyMarianna?

—Lloraba. Parecía que entre la bella joven y su tío había ocurrido unaescena violentísima. El lord la acusaba de haberos ayudado a huir… y ellapedíapiedadparavos.

— ¡Pobre joven!—Exclamó Sandokán, mientras una rápida conmociónalterabasusfacciones—.¿Looyes,Yáñez?

—Continúa—dijoelportuguésalsoldado—.Peroprocuradecirlaverdad,porque permanecerás aquí hasta que volvamos de Labuán. Si mientes, noescaparásalamuerte.

—Es inútil que os engañe—respondió el cabo—.Después del resultadoinfructuoso de la persecución, quedamos acampados junto a la quinta, paraprotegerla contra el posible ataque de los piratas de Mompracem. Corríanvocespocotranquilizadoras.Sedecíaqueunostigreshabíandesembarcadoyque el Tigre deMalasia estaba escondido en los bosques, dispuesto a caersobrelaquinta,yraptaralamuchacha.Noséloquehabrásucedidodespués.Sinembargo,tengoquedecirosquelordGuillonktomólasmedidasoportunaspararetirarseaVictoria,conlaproteccióndeloscrucerosydelosfuertes.

—¿YelbaronetRosenthal?

—SecasaráenbreveconladyMarianna.

—¿Quéhasdicho?—gritóSandokán,poniéndoseenpie.

—Queélvaaquitarosalamuchacha.

—¿Quieresengañarme?

— ¿Con qué objeto? Os digo que dentro de un mes se efectuará elmatrimonio.

—PeroladyMariannadetestaaesehombre.

—¿YesoquéleimportaalordGuillonk?

Sandokánlanzóunaullidodefieraheridaysetambaleó,cerrandolosojos.Unespasmotremendohabíadescompuestosurostro.Seaproximóalsoldadoy,sacudiéndolofuriosamente,ledijoconvozsilbante:

—Nomehabrásengañado,¿verdad?

—Osjuroquehedicholaverdad…

—TequedarásaquíynosotrosiremosaLabuán.Sinohasmentido,tedarétupesoenoro.Después,volviéndosehaciaYáñez,ledijoconvozdecidida:

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—Vamos.

—Estoypreparadoparaseguirte—respondiósencillamenteelportugués.

—¿Estátodolisto?

—Nofaltamásqueelegiraloshombresquehandeseguirnos.

—Llevaremosconnosotrosalosmásvalientes,porqueestavezsetratadejugarunapartidasuprema…

—Sin embargo, hay que dejar aquí fuerzas suficientes para defendernuestrorefugio.

—¿Quétemes,Yáñez?

—Los ingleses podrían aprovechar nuestra ausencia para lanzarse sobrenuestraisla.

—Noseatreveránatanto,Yáñez.

—Puesyocreolocontrario.AhorasonenLabuánlobastantefuertescomoparaintentarlalucha,Sandokán.Undíauotrotendráquellegarelencuentrodecisivo.

—Nos encontrarán preparados, y veremos quienes sonmás decididos: silostigresdeMompracemolosleopardosdeLabuán.

Sandokánmandó formar a sus bandas, que contabanmás de doscientoscuarentahombres,reclutadosentrelastribusmásguerrerasdeBorneoydelasislas del marmalayo, y eligió noventa tigres, losmás valientes y robustos,auténticos condenados, que a una seña no hubieran dudado en arrojarseinclusocontralosfuertesdeVictoria,laciudadeladeLabuán.LlamóluegoaGiro-Batoly,mostrándoseloalasbandasquesequedabanadefenderlaisla,dijo:

—Aquí tenéisunhombreque tiene la suertede serunode los jefesmásvalientes de la piratería, el único de todami tripulación que sobrevivió a ladesgraciadaexpedicióndeLabuán.Durantemiausencia,obedecedlecomosifueramipersona.Yahora,embarquémonos,Yáñez.

XIV.LaexpedicióncontraLabuán

Losnoventa hombres se embarcaron en los praos;YáñezySandokán seaposentaron en el más grande y más sólido, que llevaba doble número decañones y unamedia docena de potentes espingardas, y que además estabaprotegidoporgruesasláminasdehierro.

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Levaronanclas,orientaronlasvelas,ylaexpediciónsaliódelabahíaentrelasaclamacionesdelasbandasagolpadasenlaorillaysobrelosbastiones.

Elcieloestabaserenoyelmarlisocomosifueradeaceite;sinembargo,haciaelsuraparecíanalgunasnubecillasdeuncolorparticular,deunaformaextrañayquenopresagiabannadabueno.

Sandokán, que ademásde ser un catalejo excelente era tambiénunbuenbarómetro,olfateóunapróximaperturbaciónatmosférica;noobstante,no seinquietó.

—Si los hombres no son capaces de detenerme, tanto menos lo hará latempestad.Me siento lo suficientemente fuerte comoparadesafiar incluso alosfuroresdelanaturaleza—dijo.

—¿Temesunviolentohuracán?—preguntóYáñez.

—Sí, pero no me hará volver atrás. Antes me será favorable, porquepodremosdesembarcarsinsermolestadosporloscruceros.

—¿Yquéharemosalllegaratierra?

—No lo sé todavía, perome siento capaz de todo, tanto de enfrentarmeincluso con toda la flota inglesa si intentara cerrarme el camino, como delanzaramishombrescontralaquintaparaexpugnarla.

—Si anuncias tu desembarco con alguna batalla, el lord no se quedaráentrelosbosques,sinoquehuiráaVictoriaconlaproteccióndelfuerteydelosnavíos.

—Esverdad,Yáñez—respondióSandokán,suspirando—.Y,sinembargo,es preciso que Marianna sea mi esposa, porque siento que sin ella no seapagarájamáselfuegoquemedevoraelcorazón.

—Razóndemásparaactuarconlamáximaprudenciaypodersorprenderallord.

—¡Sorprenderlo!¿Ycreestúqueellordnoestáenguardia?Élsabequesoycapazdetodo,yhabráreunidoensupatiosoldadosymarineros.

—Puede ser, pero recurriremos a la astucia.Quién sabe…Hay algo queestáyadandovueltaspormicabezayquepuedellegaramadurar.Perodime,amigomío,¿sedejaráraptarMarianna?

—¡OH,sí!Melohajurado.

—¿YlallevarásaMompracem?

—Sí.

—¿Y,despuésdehabertecasadoconella,latendrásallíparasiempre?

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—No lo sé, Yáñez—dijo Sandokán, emitiendo un profundo suspiro—.¿Quieresqueladestierreamisalvajeislaparasiempre?¿Quieresqueellavivasiempreentremistigres,quenosabenmásquetirararcabuzazos,ymanejarelkriss y el hacha? ¿Quieres que presente ante sus dulces ojos espectáculoshorrendos,sangreyestragospordoquier,quelaensordezcaconlosgritosdelos combatientes y el rugido de los cañones y que la exponga a un peligrocontinuo?Dime,Yáñez,¿loharíastúenmicaso?

—Peropiensa,Sandokán, en loque serádeMompracemsin suTigredeMalasia.Contigovolveríaabrillar,hastaeclipsaraLabuányatodaslasdemásislas,yvolveríaahacertemblaraloshijosdeesoshombresquedestruyeronatufamiliayatupueblo.Hayaquímillaresdedayakosydemalayosquesoloesperan una llamada para correr a engrosar la banda de los tigres deMompracem.

—Hepensadoentodoeso,Yáñez.

—¿Yquétehadichoelcorazón?

—Lohesentidosangrar.

—¿Yapesardeellodejaríasperecertupoderíoporesamujer?

—Laamo,Yáñez.¡Ah,querríanohabersidonuncaelTigredeMalasia!…

Elpirata,que, cosa insólita, estabaextremadamenteconmovido, se sentósobre la cureñadeun cañón, cogiéndose la cabeza entre lasmanos como siquisierasofocarlospensamientosquelealborotabanelcerebro.

Yáñez lo miró largamente en silencio, y luego se puso a pasear por elpuente,sacudiendoaintervaloslacabeza.

Entretanto los tres barcos comenzaban a navegar hacia el oriente,empujados por un viento ligero y que soplaba irregularmente, haciendo avecesretardarmucholamarcha.

En vano las tripulaciones, que estaban poseídas por una vivísimaimpacienciaycalculabanmetroametroelcaminorecorrido,añadíannuevasvelas,foques,pequeñaslonasyarrastraderaspararecogermayorcantidaddeviento.Lamarchaibahaciéndosecadavezmáslentaamedidaquelasnubessealzabansobreelhorizonte.Estasituación,sinembargo,nopodíadurar.Enefecto, hacia las nueve de la noche, el viento comenzó a soplar con ciertaviolencia,viniendodeladireccióndondesehabíanlevantadolasnubes,señalevidentedequealgunatempestadestabaalborotandoelocéanomeridional.

Las tripulaciones saludaron con alegres gritos aquellos soplos vigorosos,sin asustarse en absoluto por el huracán que las amenazaba y que podíaresultarfunestoparasusbarcos.Sóloelportuguéscomenzóasentirseinquietoyhubieraqueridoalmenosdisminuirlasuperficiedelasvelas,peroSandokán

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no se lo permitió, ansioso como estaba por alcanzar pronto las riberas deLabuán,queestavezleparecíainmensamentelejana.

Alamañanasiguienteelmarestabarevuelto.Largasoleadas,quesubíandesde el sur, recorrían aquel vasto espacio, chocando unas con otras conprofundos rugidos, y haciendo orzar y encabritarse fuertemente a los tresbarcos.Luego empezaron a correr por el cielo desenfrenadamente inmensosnubarrones,negroscomolapezyconlosbordesteñidosdeunrojofuego.

Por lanocheel viento redobló suviolencia, amenazandocondespedazarlospalos,sinosedisminuíalasuperficiedelasvelas.

Cualquier otro navegante, viendo aquel mar y aquel cielo, se hubieraapresuradoaresguardarseenlatierramáspróxima,peroSandokán,quesabíaqueyaestabaasetentauochentamillasdeLabuányqueantesqueperderunasola hora hubiera perdido voluntariamente uno de sus barcos, ni siquiera lopensó.

—Sandokán —dijo Yáñez, que estaba cada vez más inquieto—. Tencuidado,novayamosacorrerungravepeligro.

—¿Dequétienesmiedo,hermanomío?—preguntóelTigre.

—Temoqueelhuracánnosmandeatodosabeberenlatazagrande.

—Nuestrosbarcossonsólidos.

—Peromeparecequeelhuracánamenazaconsertremendo.

—Noletengomiedo,Yáñez.Sigamosadelante,queLabuánnoestálejos.¿Veslosotrosbarcos?

—Me parece distinguir uno de ellos hacia el sur. La oscuridad es tanprofundaquenosevemásalládecienmetros.

—Silosotrosnospierdendevista,sabránvolveraencontrarnos.

—Perotambiénpuedenperderseparasiempre,Sandokán.

—Noretrocedo,Yáñez.

—Ponteenguardia,hermano.

En aquel momento un relámpago deslumbrante desgarró las tinieblasiluminando el mar hasta los límites más lejanos del horizonte, seguidosúbitamentedeuntruenoespantoso.

Sandokán,que sehabía sentado, se alzódeun salto,mirando fieramentelasnubes,y,extendiendolamanohaciaelsur,dijo:

—¡Huracán,venalucharconmigo:tedesafío!

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Atravesóelpuenteysepusoa lacañadel timón,mientrassusmarinerosaseguraban los cañones y las espingardas, armas que no querían perder porningúnconcepto,echabanencubiertalachalupadedesembarcoyreforzabanlasjarciasfijastriplicandoloscabos.

Ya estaban llegando del sur las primeras ráfagas, con esa rapidez quesuelen alcanzar los vientos durante las tempestades, empujando ante sí lasprimerasmontañasdeagua.

Elprao,conelvelamenreducido,empezóanavegarhaciaelorienteconlarapidez de una flecha, haciendo frente con bravura a los elementos y sindesviarseunasolalíneadesuruta,bajolaférreamanodeSandokán.Durantemediahorahubounpocodecalma,rotasoloporlosrugidosdelmaryporlosestruendos de las descargas eléctricas que crecían en intensidad a cadainstante;perohacialasonceelhuracánsedesencadenócasideimprovisoentodasuterriblemajestad,revolviendodearribaabajocieloymar.

Las nubes, amontonadas ya desde el día anterior, corrían furiosamente atravésdel espacio, unasveces suspendidas en lo alto y otras lanzándose tanbajas que tocaban las olas con sus negros bordes, mientras el mar seprecipitaba con extraño ímpetu hacia el norte, como si fuera una inmensainundación.

El prao, auténtica cáscara de nuez que desafiaba la naturaleza irritada,sofocado por oleadas que lo asaltaban por doquier, se balanceabadesordenadamente,unasvecessobrelascrestasespumosasdelasolasyotrasen el fondo de los abismos movedizos, arrojando al suelo a los hombres,haciendocrujirlospalos,sacudirlosmastelerosycrepitarlasvelascontantafuerzaqueparecíanestarsiempreapuntodereventar.

Noobstante,Sandokán, apesardeaquella furiosaconfusióndeagua,nocedíayguiabasubarcohaciaLabuán,desafiandoimpávidolatempestad.Erahermosoveraaquelhombre,firmejuntoalacañadeltimón,conlosojosenllamas, los largos cabellos sueltos al viento, inamovible en medio de loselementosdesencadenadosquerugíanasualrededor;seguíasiendoelTigredeMalasiaque,nocontentoconhaberdesafiadoaloshombres,desafiabaahoraalosfuroresdelanaturaleza.

Sus hombres no eran menos que él. Agarrados a las jarcias, mirabanimpasibles los embates del mar, dispuestos a ejecutar la más peligrosamaniobra,asílescostaraatodoslavida.

Y entretanto el huracán seguía creciendo en intensidad, como si quisieradesplegartodosupoderparahacerfrenteaaquelhombrequelodesafiaba.Elmarsealzabaenmontañasdeaguaquecorríanalataqueconmilalaridos,milrugidos tremendos, amontonándose las unas sobre las otras y excavando

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profundos abismos, queparecía iban a llegarhasta las arenasdel océano; elviento aullaba en todos los tonos lanzando ante sí verdaderas columnas deagua y revolviendo horriblemente las nubes, dentro de las cuales retumbabaincesantementeeltrueno.

El prao luchaba desesperadamente oponiendo sus robustos flancos a lasolas,quequeríanarrastrarloalnorte.Derivabacadavezmásespantosamente,seenderezabacomouncaballodesbocado,sezambullíaazotandoelaguaconla proa, gemía como si estuviera a punto de abrirse en dos, y en ciertosmomentos orzaba tanto, que hacía temer que no podría volver a ponerse enequilibrio.

Seguirluchandocontraaquelmar,quesevolvíacadavezmásimpetuoso,eraunalocura.Eraabsolutamentenecesariodejarsetransportaralnorte,comoquizáhabíanhecho losotrosdospraos,quedesdehacíavariashorashabíandesaparecido.

Yáñez,quecomprendíacuán imprudenteeraobstinarseenaquella lucha,ibaadirigirseaproapararogaraSandokánquecambiaraderuta,cuandounadetonación,quenopodíaconfundirseconelestruendodeunrayo,seoyóenaltamar.

Un instante después una bala pasaba silbando sobre la cubierta,desmochandolavergadeltrinquete.

Ungritoderabiaestallóabordodelpraoanteaquellainesperadaagresión,quedesdeluegoningunoseesperabaconsemejantetemporalyentancríticosmomentos.

Sandokán dejó la caña a un marinero y se lanzó a proa, intentandodescubriralosadoqueloatacabaenmediodelatempestad.

—¡Ah!—exclamó—.¿Todavíahaycrucerosvigilando?

En efecto, el agresor, que enmedio de aquella formidable confusión delmar había lanzado tan bien aquella bala, era un gran buque de vapor, sobrecuya cúspide ondeaba la bandera inglesa y que en la cima del palo mayorllevabaelgrangallardetedelosbarcosdeguerra.¿Quéhacíaenaltamarconaqueltiempo?¿HacíaelcruceroantelascostasdeLabuánoveníadealgunaislacercana?

—Viremos,Sandokán—dijoYáñez,quesehabíaacercado.

—¿Virar?

—Sí, hermano mío. Ese barco sospecha que somos piratas que nosdirigimosaLabuán.

Unsegundocañonazotronósobreelpuentedelbuqueyunasegundabala

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silbóatravésdelosaparejosdelprao.

Los piratas, a pesar de los violentos balanceos, se precipitaron hacia loscañonesy las espingardaspara responder, peroSandokán losdetuvo conungesto.

En efecto, no era necesario. El gran buque, que se esforzaba por hacerfrentealasolasqueloasaltabanaproa,hundiéndosecasiporcompletobajoelpesodesuconstruccióndehierro,ibasiendoarrastradohaciaelnorteapesarsuyo. En breves instantes se alejó tanto, que no había por qué temer suartillería.

—¡Lástimaquemehayaencontradoenmediodeestatempestad!—DijoSandokánconsombríoacento—.Lohubieraatacadoyexpugnadoapesardesumoleydesutripulación.

—Mejorhasidoasí,Sandokán—dijoYáñez—.Queeldiabloselolleveylomandealfondodelmar.

—Pero¿quéhacíaesebarcoenaltamar,cuandotodosandanbuscandounrefugio?¿EstaremoscercadeLabuán?

—Esomismosospechoyo.

—¿Vesalgodelantedenosotros?

—Nada,exceptomontañasdeagua.

—Y,sinembargo,sientoquemicorazónlatefuerte,Yáñez.

—Elcorazónseengañaaveces.

—Elmíono.¡Ah!…

—¿Quéhasvisto?

—Un punto oscuro hacia el este. Lo he distinguido a la luz de unrelámpago.

—Pero,aunqueestemoscercadeLabuán,¿cómovamosaatracarconestetiempo?

—Atracaremos,Yáñez,aunquetengaquehacerastillasmibarco.

Enaquelmomentoseoyógritaraunmalayodesdeloaltodelavergadeltrinquete:

—¡Tierraaladerechadelastadeproa!

Sandokándioungritodealegría.

—¡Labuán!…¡Labuán!…—exclamó—.Dejadmelacaña.

Volvióaatravesarelpuenteapesardelasolasquelobarrían,ysepusoal

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timón,lanzandoelpraoendirecciónaleste.

Sin embargo, mientras se aproximaba a la costa, parecía que el marredoblabasufuror,comosiquisieraimpediratodacostaeldesembarco.Olasmonstruosas,producidasporelllamadooleajedefondo,saltabanentodaslasdireccionesmientraselvientoredoblabasuviolencia,rompiéndosecontralaselevacionesdelaisla.

Sandokán, sin embargo, no cedía y con los ojos fijos hacia el estecontinuaba impávido su camino, valiéndose de las luces de los relámpagosparaorientarse.Bienprontoseencontróapocasbrazasdelacosta.

—Prudencia,Sandokán—dijoYáñez,quesehabíapuestoasulado.

—Notemas,hermano.

—Tencuidadoconlosarrecifes.

—Losevitaré.

—¿Perodóndeencontrarásunabrigo?

—Yaloveré.

Ados cables sedibujaba confusamente la costa, contra laque se rompíacon indecible furia el mar. Sandokán la examinó durante unos segundos, yluegoconunvigorosomovimientodetimóndoblóababor.

—¡Atención!—gritóalospiratasqueestabanmaniobrandolasvergas.

Lanzóelpraohaciaadelanteconunatemeridadquehubierahechoerizarlos cabellos almás intrépido lobodemar, atravesóun estrechopaso abiertoentredosgrandesacantiladosyentróenunapequeñaperoprofundabahía,queparecía terminarenunrío.Sinembargo,era tanviolenta la resacadentrodeaquelrefugio,queponíaalpraoenungravísimopeligro.Eramejordesafiarlairadelmarabiertoqueintentararribaraaquellasorillasbarridasporlasolas,queserevolvíanyamontonaban.

—Nosepuedeintentarnada,Sandokán—dijoYáñez—.Sisenosocurreacercarnos,haremosastillasnuestrobarco.

—Túeresunhábilnadador,¿verdad?—preguntóSandokán.

—Comonuestrosmalayos.

—Notienesmiedodelasolas.

—Nolastemo.

—Entoncesarribaremosigualmente.

—¿Quévasaintentar?

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Envezderesponder,Sandokángritó:

—¡Paranoa!…¡Alabarra!…

El dayako se lanzó hacia popa, tomando la caña que Sandokánabandonaba.

—¿Quédebohacer?—lepreguntó.

—Arriesgáislavida.

—¡Calla!¡Estadatentosparalanzarlachalupa!¡Ahíestálaola!

La gran ola se aproximaba con la cresta cubierta de espuma blanca. Sedespedazóamediocaminoantelosdosacantilados,yluegoentróenlabahíaprecipitándose sobre el Prao. En un abrir y cerrar de ojos estuvo sobre élenvolviéndoloenuntorbellinodeespumaysaltandoatravésdelasamuras.

—¡Dejadlacaer!—aullóSandokán.

Lachalupa,abandonadaasímisma,fuellevadajuntoconlosdosvalientesque iban en ella. Casi en el mismo instante el prao dio una bordada y,aprovechandounacontraola,salíaalmar,desapareciendodetrásdeunodelosarrecifes.

—Rememos, Yáñez —dijo Sandokán, aferrando un remo—.¡DesembarcaremosenLabuánpesealatempestad!

—¡PorJúpiter!—Exclamóelportugués—.¡Estoesunalocura!

—¡Rema!

—¿Yelchoque?

—¡Chist!¡Atentoalasolas!

Laembarcaciónsebamboleabaespantosamenteentrelascrestas.Lasolassinembargolaempujabanhacialaplaya,lacual,afortunadamente,descendíaconsuavidadyestabalibredearrecifes.

Levantadaporotraola,recorriócienmetros.Subióunacrestaydespuésseprecipitó,sufriendocomoconsecuenciaunchoqueviolentísimo.

Losdosvalientessintieronquelesfaltabaelfondobajolospies.Laquillasehabíahechopedazosdelgolpe.

— ¡Sandokán! —gritó Yáñez, que veía entrar el agua a través de losdesgarrones.

—Noabandones…

Suvozfuesofocadaporotrotremendomaretazo.

—Porahoramantenerelpraodetravésalviento—respondióSandokán—.

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Tencuidadodenometerloentrelosbancos.

—Notemáis,TigredeMalasia.

Sevolvióhacialosmarinerosylesdijo:

—Preparad la chalupa e izadla sobre la amura. Cuando la ola barra elborde,dejadlacaer.

¿Qué intenciones tenía el Tigre de Malasia? ¿Quería intentar eldesembarcoenaquellachalupa,miserablejuguetedeaquellasolastremendas?Sushombres,aloíraquellaorden,semiraronunosaotrosconvivaansiedad,peroseapresuraronaobedecersinpedirexplicaciones.

Alzaron a fuerza de brazos la chalupa y la izaron sobre la amura deestribor, después de haber metido, por orden de Sandokán, dos carabinas,víveresymuniciones.

ElTigredeMalasiaseacercóaYáñez,diciéndole:

—Saltaalachalupa,hermanomío.

—¿Quévasaintentar,Sandokán?

—Quierodesembarcar.

—Vamosaestrellarnoscontralaplaya.

—¡Bah!…Salta,Yáñez.

—Túestásloco…

En vez de responder, Sandokán lo agarró y lo depositó en la chalupa, yluegosaltódentrotambiénél.

Unaolamonstruosaentrabaahoraenlabahía,rugiendoterriblemente.

—¡Paranoa!—GritóSandokán—.Prepárateadarunabordada.

—¿Tengoquesalirotravezalmar?—preguntóeldayako.

—Vuelve a subir hacia el norte, poniéndote a la capa.Cuando elmar sehayacalmado,vuelveaquí.—Estábien,capitán.¿Perovos?…

—Desembarcaré…

La chalupa fue nuevamente levantada. Se bamboleó un instante sobre lacresta de la inmensa ola y luego se precipitó hacia adelante, tocandonuevamente, pero las olas la envolvieron y la empujaron aún más haciaadelante,arrojándolacontraeltroncodeunárbolcontalviolenciaquelosdospiratasfueronlanzadosfuera.Sandokán,quehabíaidoacaerenmediodeunmontóndehojasyramas,selevantóenseguida,recogiendolasdoscarabinasylasmuniciones.

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Unanuevaola subíaotraveza laorilla.Alcanzó lachalupa, laenvolvióduranteunbuentrecho,yluegoladespedazó,sumergiéndoladefinitivamente.

— ¡Al infierno todos los enamorados! —gritó Yáñez, que se habíalevantadototalmentemolido—.Estassoncosasdelocos.

—¿Ah,peroestástodavíavivo?—preguntóSandokánriendo.

—¿Queríasquemehubieradesnucado?

—Nomehubieraconsoladonuncadeello,Yáñez.¡Eh,miraelprao!

—¿Cómo?¿Nosehahechoalamar?

Elvelerovolvíaapasarentoncesdelantedeladesembocaduradelabahía,corriendoconlavelocidaddeunaflecha.

—¡Quécompañerosmásfieles!—DijoSandokán—.Antesdealejarsehanqueridocerciorarsedequehabíamosdesembarcado.

Sequitódeencima la larga fajadeseda rojay ladesplegóalviento.Uninstantedespués,seoíaundisparosobreelpuentedelvelero.

—Yanoshanvisto—dijoYáñez—.Esperemosquesesalven.

Elpraodiounabordada,reemprendiendosumarchahaciaelnorte.

YáñezySandokánpermanecierondepiesobrelaplayaentantopudierondivisarlo,yluegoseocultaronbajolosgrandesvegetalesparaprotegersedelalluvia,quecaíaacántaros.

—¿Dóndevamos,Sandokán?

—Nosé.

—¿Nosabesdóndeestamos?

—Es imposible saberlopor ahora.Noobstante, supongoqueno estamoslejosdelrío.

—¿Dequéríoestáshablando?

—Del que sirvió de refugio a mi prao después de la batalla contra elcrucero.

—¿EstácercadeeselugarlaquintadelordJames?

—Aunasmillas.

—Entonceshayquebuscarprimeroesacorrientedeagua.

—Porsupuesto,Yáñez.

—Mañanaexploraremoslacosta.

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— ¡Mañana! —Exclamó Sandokán—. ¿Crees que puedo esperar tantashorasypermanecerinactivotantotiempo?¿Esquetodavíanosabesquetengofuegoenlasvenas?¿NotehasdadocuentadequeestamosenLabuán,enlatierradondebrillamiestrella?

— ¿Cómo quieres que no sepa que nos encontramos en la isla de loscasacasrojas?

—Entoncesdeberíascomprendermiimpaciencia.

—No comprendo absolutamente nada, Sandokán —respondiótranquilamente el portugués—. ¡Por Júpiter! ¡Estoy aun completamentetrastornado y pretendes que nos pongamos en camino con esta noche deinfierno!Túestásloco,hermanomío.

—Eltiempovuela,Yáñez.¿Noteacuerdasdeloquehadichoelsargento?

—Perfectamente,Sandokán.

—DeunmomentoaotrolordJamespuederefugiarseenVictoria.

—Desdeluegonoloharáconestetiempodeperros.

—Nobromees,Yáñez.

—No tengoninguna gana de bromas, Sandokán.Vamos a ver, hablemosconcalma,hermanomío.¿Túquieresiralaquinta?¿Aqué?…

—Averla,almenos—dijoSandokánconunsuspiro.

—Yluegoacometeralgunaimprudencia,¿no?

—No.

—¡Humm!…Bienmeséyodeloqueerescapaz.Calma,hermanomío.Piensaquesomosdossolosyqueenlaquintahaysoldados.Esperemosaquelospraosvuelvan,yluegoactuaremos.

— ¡Pero si tú supieras lo que experimento cuandome encuentro en estatierra!—exclamóSandokánconvozronca.

—Me lo imagino, pero no puedo permitirte que cometas locuras quepueden resultarte fatales. ¿Quieres trasladarte a la quinta para cerciorarte dequeMariannaestáallítodavía?…Iremos,perodespuésdequehayacesadoelhuracán.Conestaoscuridadyestalluvianopodremosorientarnosniencontrarel río.Mañana,cuandohayasalidoel sol,nospondremosencamino.Ahoravamosabuscarunrefugio.

—¿Ytendréqueesperarhastamañana?

—Nofaltanmásquetreshorashastaelalba.

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—¡Unaeternidad!…

—Unamiseria,Sandokán.Además,enelintervaloelmarpuedecalmarse,elvientodisminuirsuviolencia,ylospraospodránvolveraquí.Venga,vamosa echarnos bajo aquellas arecas de hojas desmesuradas, que nos protegeránmejorqueunatienda,yesperemosaquedespunteelalba.

Sandokán no se decidía a seguir aquel consejo. Miró a su fiel amigo,esperandopersuadirlotodavíaparamarchar;luegocedióysedejócaerjuntoalárbol,dandounlargosuspiro.

La lluvia continuaba cayendo con extrema violencia y el huracán seguíaalborotando tremendamente sobre el mar. A través de los árboles, los dospiratasveíanamontonarse lasolas rabiosamenteyestrellarsecontra laplayaconímpetuirresistible,rompiéndoseyvolviéndosearomper.

Mirando aquellas olas, que en vez de disminuir iban agigantándose cadavezmás,Yáñeznopudoabstenersedepreguntar:

—¿Quéserádenuestrospraosconestatempestad?…Sandokán,¿túcreesquesesalvarán?Sillegarananaufragar,¿quéseríadenosotros?

—Nuestroshombressonunosvalientesmarineros—respondióSandokán—.Sabránsalirdelatolladero.

—¿Ysinaufragasen?…¿Quépodríashacertúsinsuayuda?

—¿Quéharía?…Raptaríaigualmentealamuchacha.

—Corres demasiado, Sandokán. Dos hombres solos, aunque sean dostigresde la salvajeMompracem,nopuedenenfrentarse conveinte, treintaoquizácincuentamosquetes.

—Recurriremosalaastucia.

—¡Humm!…

—¿Mecreeríascapazde renunciaramiproyecto?…¡No,Yáñez!…NovolveréaMompracemsinMarianna.

Yáñeznorespondió.Encendióuncigarrilloy,cerrandolosojos,setendióenmediodelahierbaqueestabacasisecaporquehabíasidoprotegidaporlaslargashojasdelárbol.

Sandokán,encambio,selevantó,dirigiéndosehacialaplaya.Elportugués,quenodormía, lo vio rodear losmárgenesde la selva, unasveces subiendohaciaelnorteyotrasvecesbajandohaciaelsur.

Ciertamente estaba intentando orientarse y reconocer aquella costa quequizáhabíayarecorridodurantesuestanciaenlaisla.

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Cuandovolvió, comenzabaa alborear.La lluviahabía cesadohacíaunashorasyelvientoyanorugíatanfuerteatravésdelosmilárbolesdelaselva.

—Sédóndenosencontramos—dijoaYáñez.

—¡Ah!…—dijoeste,disponiéndosealevantarse.

—Elríodebedeencontrarsehaciaelsuryquizánoestálejos.

—¿Quieresquevayamosabuscarlo?

—Sí,Yáñez.

—Esperoquenoteatreverásaacercartealaquintadedía.

—Peroestanochenadiemedetendrá.

Luegoañadió,con laentonacióndeunapersonaquequisieraexpresar laeternidad:

—¡Docehorastodavía!…¡Quétortura!

—En la selva el tiempo pasa pronto, Sandokán —respondió Yáñez,sonriendo.

—Vamos.

—Estoydispuestoaseguirte.

Se echaron las carabinas a la espalda, semetieron lasmuniciones en losbolsillos y se adentraron en la enorme selva, intentando, sin embargo, noalejarsedemasiadodelaplaya.

—Evitaremoslosprofundosrecodosyensenadasquedescribelacosta—dijoSandokán—.Elcaminoquizáseamenosfácil,peromáscorto.

—Tencuidado,novayasaequivocarte.

—¡Notemas,Yáñez!

La selva no presentaba más que raros pasadizos, pero Sandokán era unverdaderohombredelosbosques,quesabíaarrastrarsecomounaserpienteyorientarseinclusosinsolysinestrellas.Sedirigíahaciaelsur,manteniéndosea poca distancia de la costa, para buscar ante todo el río en que se habíaescondidoenlaexpediciónanterior.Desdeaquelpuntonoeradifícilalcanzarlaquinta,queelpiratasabíaquesehallabaquizáaunpardekilómetros.Sinembargo,elcamino,amedidaqueavanzabanhaciaelsur,ibahaciéndosecadavezmásdifícilacausadelosestragosquehabíahechoelhuracán.Numerososárboles, abatidos por el viento, obstaculizaban el paso, obligando a los dospiratas a hacer arriesgadas escaladas y a dar largas vueltas. Inmensosmontonesderamasdificultabansucaminoymarañasdelianasseenredabanensuspiernas,retardandolamarcha.

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No obstante, trabajando con el kriss, subiendo y bajando, saltando yescalandoárbolesytroncoscaídosportierra,avanzabansintregua,intentandosiemprenoalejarsedemasiadodelacosta.

Haciaelmediodía,Sandokánsedetuvo,diciendoalportugués:

—Estamoscerca.

—¿Delríoodelaquinta?

—De la corriente de agua —respondió Sandokán—. ¿No oyes eseborboteoquerepercutebajoestasfrondosasbóvedasdeverdura?

—Sí —dijo Yáñez, después de haber escuchado un instante—. ¿Es elmismoríoquebuscamos?

—Nopuedoengañarme.Herecorridoestoslugares.

—Sigamosadelante.

Atravesaronlentamenteelúltimobordedelaenormeselvaydiezminutosdespuésseencontraronanteunapequeñacorrientedeagua,quedesembocabaenunahermosabahía,rodeadadeárbolesinmensos.

Lacasualidadloshabíaconducidoalmismolugardondehabíanatracadolos praos de la primera expedición. Todavía se veían allí las vigasabandonadas del segundo, cuando, rechazado por el tremendo cañoneo delcrucero, se había refugiado allí para reparar sus graves averías. En la orillahabíapedazosdevergas,fragmentosdeamuras,retazosdetela,cordajes,balasdecañón,cimitarras,hachasrotasyrestosdediversosaparejos.

Sandokán lanzó una sombría mirada sobre aquellos restos que lerecordaban su primera derrota y suspiró pensando en aquellos valientes quehabíansidodestruidosporelfuegoimplacabledelcrucero.

—Descansan allí, fuera de la bahía, en el fondodelmar—dijo aYáñezconvoztriste—.¡Pobresmuertos,todavíasinvenganza!…

—¿Fueaquídondedesembarcaste?

—Sí, aquí, Yáñez. Entonces yo era el invencible Tigre de Malasia,entoncesnohabíacadenasalrededordemicorazónnivisionesantelosojos.Me batí como un desesperado, arrastrando a mis hombres al abordaje, consalvajefuror,peromeaplastaron.¡Elmalditoquenoscubríadehierroyplomoestaba allí! ¡Me parece estar viéndolo todavía, como en aquella tremendanocheenqueloataquéalacabezademispocosvalientes!…¡Quémomentotanterrible,Yáñez,quéestrago!Todoscayeron,todosmenosuno:¡yo!

—¿Deplorasaquelladerrota,Sandokán?

—Nolosé.Sinaquellabalaquemehirió,quizánohubieraconocidoala

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muchachadeloscabellosdeoro.

Calló y descendió hacia la playa, dirigiendo susmiradas bajo las azulesaguas de la bahía; luego se detuvo con los brazos extendidos, señalando aYáñezellugardondehabíasucedidoeltremendoabordaje.

—Los praos reposan allá —dijo—. Quién sabe los muertos que habrátodavíadentrodesuscascos.

Sesentósobreeltroncodeunárbol,caídoquizádepuroviejo,secogiólacabezaentrelasmanosysesumióenprofundospensamientos.

Yáñezlodejóabsortoensusmeditacionesyseaventuróentrelosarrecifes,rebuscandoenlasgrietasconunbastónacabadoenpunta,porversiconseguíadescubriralgunaostragigante.

Despuésdehaberandadodandovueltasduranteuncuartodehora,volvióalaplayatrayendounatangrandequelecostabatrabajosostenerla.

Encenderunbuenfuegoyabrirlafueparaélcuestióndepocosinstantes.

—Vamos,hermanomío,dejalospraosbajoelaguayalosmuertosenlabocadelospeces,yvenahincareldienteaestaexquisitapulpa.¡Hala!,quepormásquepiensesyvuelvasapensarnovasahacervolveraflotenialosunosnialosotros.

—Es verdad, Yáñez —respondió Sandokán, suspirando—. Aquellosvalientesnovolveránalavidajamás.

Lacomidafueexquisita.Aquellagigantescaostraconteníaunapulpa tantiernaydelicada,quepusodeexcelentehumoralbuenodelportugués,aquienel aire marino unido a la fragancia de la selva le habían aguzadoextraordinariamenteelapetito.

Terminada aquella comida abundantísima, Yáñez se disponía a tendersebajoun soberbiodurion,que sobresalía sobre la riberadel río,para fumarsebeatíficamenteunpardecigarrillos,peroSandokánleindicólaselvaconungesto.

—Laquintaestálejosquizá.

—¿Nosabesexactamentedóndeseencuentra?

—Vagamente,puesrecorríestoslugarespresadeldelirio.

—¡Diablo!

—¡OH,no temas,Yáñez!Yosabréencontrarel senderoqueconducealjardín.

—Vamos, pues, ya que así lo quieres; pero cuidado con cometer

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imprudencias.

—Estarétranquilo,Yáñez.

—Unapalabramás,hermano.

—¿Quéquieres?

—Esperoqueaguardaráslanocheparaentrareneljardín.

—Sí,Yáñez.

—¿Meloprometes?

—Tienesmipalabra.

—Entonces,enmarcha.

Siguieronduranteuntrecholaorilladerechadelrío,ydespuésselanzaronresueltamentealagranselva.

Parecía que el huracán había azotado tremendamente aquella parte de laisla.Numerososárboles, abatidosporelvientoopor los rayos,yacíanenelsuelo;algunossehallabantodavíasemisuspendidos,habiendosidosostenidospor las lianas;otrosestabanenteramente tendidosenelsuelo.Ademáshabíaportodaspartesmatorralesdestrozadosyretorcidos,montonesdehojasydefrutas,ramasdespedazadas,enmediodelascualesaullabanvariosmonosquehabíanquedadoheridos.Apesardelosnumerososobstáculos,Sandokánnosedetenía.Continuóandandohastaquesepusoelsol,sinvacilarjamássobreelcaminoqueseguir.

CaíalanocheyyaSandokándesesperabadeencontrarelrío,cuandollegódeimprovisoanteunlargosendero.

—¿Quéhasvisto?—lepreguntóelportuguésalverlopararse.

—Estamos junto a la quinta—respondió Sandokán con voz ahogada—.Estesenderoconducealjardín.

—¡PorBaco!Québuenasuerte,hermanomío.Vedelante,perocuidadoconhacerlocuras.

Sandokánnoesperóaqueterminaralafrase.Montólacarabinaparanosersorprendido desarmado, y se lanzó por el sendero con tanta prisa que elportuguésseveíamalparaseguirlodecerca.

— ¡Marianna! ¡Divina muchacha!… ¡Amor mío!… —exclamaba,devorando el camino con creciente rapidez—. ¡No tengasmiedo, ahora queestoycercade ti!Enaquelmomentoelpiratahabríaderribadoaunejércitoenteroporalcanzarlaquinta.Yanoteníamiedodenadie,lamismamuertenolohabríahechoretroceder.

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Jadeaba,sesentíainvadidoporunfuegointensoqueleardíaenelcorazóny en el cerebro, agitado pormil temores. Temía llegar demasiado tarde, novolveraencontraralamujertanintensamenteamada,ycadavezcorríamás,olvidando toda prudencia, quebrando y arrancando las ramas de losmatorrales, desgarrando impetuosamente las lianas, superando con saltos deleónlosmilobstáculosqueledificultabanelcamino.

—¡Eh,Sandokán, locoendemoniado!—DecíaYáñez,que trotabacomouncaballo—.¡Esperaunpocoaquetealcance!¡Detente,pormilespingardas,omeharásreventar!

—¡Alaquinta!…¡Alaquinta!…—respondíainvariablementeelpirata.

Noseparóhastaqueestuvodelantedelaempalizadadel jardín,másporesperarasucompañeroqueporprudenciaocansancio.

— ¡Uf!—exclamó el portugués, al llegar hasta él—. ¿Crees que soy uncaballo para hacerme correr así? La quinta no se escapa, te lo aseguro, yademásnosabesquiénpuedeescondersedetrásdeesacerca.

—Notengomiedodelosingleses—respondióelTigre,presadeunavivaexcitación.

—Losé,pero,sidejasquetematen,novolverásaveratuMarianna.

—Peroyonopuedoquedarmeaquí,tengoqueveralalady.

—Calma,hermanomío.Obedeceyveráscómopodrásveralgo.

Lehizounaseñalparaqueseestuvieracallado,yseencaramóalacercaconlaagilidaddeungato,mirandoatentamentealjardín.

—Meparecequenohayningúncentinela—dijo—.Entremos,pues.

Sedejó caer del otro lado,mientrasSandokánhacíaotro tantoy losdosjuntos se adentraron silenciosamente en el jardín,manteniéndose escondidosdetrásdelosmatorralesydelosparterres,conlosojosfijoseneledificio,quesedistinguíaconfusamenteentrelasdensastinieblas.

Habían llegado así a un tiro de arcabuz, cuando Sandokán se detuvo degolpe,apuntandoantesílacarabina.

—Quietoahí,Yáñez—murmuró.

—¿Quéhasvisto?

—Hayunoshombresparadosdelantedelacasa.

—¿NoseráellordconMarianna?Sandokán,aquienlelatíaconfuriaelcorazón, se alzó lentamente y aguzó la mirada, mirando aquellas figurashumanasconprofundaatención.

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—¡Maldición!…—murmuró,rechinandolosdientes—.¡Soldados!…

— ¡Oh, oh! La madeja se enmaraña—refunfuñó el portugués—. ¿Quéhacemos?

—Sihayaquísoldados,esseñaldequeMariannaseencuentratodavíaenlaquinta.

—Esomeparecetambiénamí.

—Entoncesataquémoslos.

—¡Estásloco!…¿Quieresquetefusilen?Nosomosmásquedosyellosquizásondiez,talvezinclusotreinta.

—¡Perotengoqueverla!—exclamóSandokán,mirandoalportuguésconojosqueparecíanlosdeunloco.

—Cálmate, hermano mío —dijo Yáñez, aferrándolo con fuerza por unbrazo,paraimpedirlecometercualquierlocura—.Cálmateyquizálaverás.

—¿Dequémodo?

—Esperemosaquesehagamástarde.

—¿Ydespués?

—Tengounplan.Túmbateaquícerca,frenalosimpulsosdetucorazónynotearrepentirás.

—¿Perolossoldados?

—¡PorJúpiter!Esperoquesevayanadormir.

—Tienesrazón,Yáñez:¡esperaré!

Setendierondetrásdeunfrondosomatorral,deformaquenoperdierandevistaalossoldados,yaguardaronelmomentooportunoparaactuar.

Pasarondos, tres,cuatrohoras, largasparaSandokáncomocuatrosiglos;finalmente los soldados volvieron a entrar en la quinta cerrandofragorosamente la puerta. El Tigre hizo el gesto de lanzarse hacia adelante,pero el portugués lo retuvo rápidamente; después lo arrastró bajo la oscurasombra de un grandísimo pombo y, cruzando los brazos y mirándolofijamente,lepreguntó:

—Vamosaver,Sandokán:¿quéesperashacerestanoche?

—Verla.

—¿Ycreesqueestanfácil?¿Hasestudiadoalgúnplan?

—No,pero…

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—¿Sabelamuchachaqueestásaquí?

—Noesposible.

—Entonceshabráquellamarla.

—Sí.

—Ylossoldadossaldrán,porquenopodemospensarqueesténsordos,ynoscazaránatirosdecarabina.

Sandokánnorespondió.

—Yaves,mipobreamigo,queestanochenopodráshacernada.

—Puedotreparhastasuventana—dijoSandokán.

— ¿No has visto a aquel soldado emboscado junto a la esquina delpabellón?

—¿Unsoldado?…

—Sí,Sandokán.Mira:sevebrillarelcañóndesufusil.

—¿Entoncesquémeaconsejashacer?¡Habla!¡Lafiebremedevora!

—¿Sabesquépartedeljardínsuelefrecuentarlamuchacha?

—Todoslosdíasibaabordarenelquioscochino.

—Magnífico.¿Dóndeseencontraba?

—Estácercadeaquí.

—Llévameallí.

—¿Quéquiereshacer,Yáñez?

—Tenemosqueavisarladequeestamosaquí.

ElTigredeMalasia,apesardequeestabaexperimentandotodaslaspenasdelinfiernoalalejarsedeaquellugar,sedirigióaunpaseolateralycondujoaYáñezalquiosco.

Era un pequeño y hermoso pabelloncito de paredes horadadas, decoradocon vivos colores y rematado en una especie de cúpula de metal dorado,erizadadepúasydedragoneschillones.

Asualrededor seextendíaunbosquecillode lilasydegrandesparterresconrosasdeChinaqueexhalabanpenetrantesperfumes.

Yáñez y Sandokán, después de haber montado las carabinas, ya que noestabansegurosdequeestuvieradesierto,entraronenél.Nohabíanadie.

Yáñezencendióunfósforoyvioencimadeunaligerísimamesauncestillo

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queconteníaencajesehilo,yalladounlaúdincrustadodemadreperlas.

—¿Soncosassuyas?—preguntóYáñez.

—Sí —respondió este con acento de infinita dulzura—. Es su lugarpreferido.Aquíesadivinamuchachavienearespirarelaireembalsamadodelas lilasenflor,aquívieneacantar lasdulcescancionesdesupaísnativo,yaquímejuróamoreterno.

Yáñezsacódeun libritounacuartilladepapel, rebuscóenunbolsilloy,habiendo encontrado un trozo de lápiz, mientras Sandokán encendía otrofósforo,escribiólassiguientespalabras:

Desembarcamosayerduranteelhuracán.Mañanaporlanocheestaremosamedianoche bajo vuestra ventana. Procuraos una soga para ayudar a subir aSandokán.

—Esperoqueminombrenoleresultarádesconocido—dijo.

—¡Oh,no!—RespondióSandokán—.Ellasabequeeresmimejoramigo.

Yáñez dobló la carta y la puso en el cestillo de labor, de modo que sepudieseverenseguida,mientrasSandokán,habiendoarrancadounasrosasdeChina,selasechabaencima.

Los dos piratas semiraron al rostro el uno al otro a la pálida luz de unrelámpago;elunoestabasereno;elotro,presadeunagranemoción.

—Vamos,Sandokán—dijoYáñez.

—Tesigo—respondióelTigredeMalasia,reprimiendounsuspiro.

Cinco minutos después saltaban la empalizada del jardín, volviendo ainternarseenlaselvatenebrosa.

XV.Lacitanocturna

Lanocheeratempestuosa,puesaúnnosehabíacalmadoelhuracán.

El viento rugía y ululaba en mil tonos diferente entre los boscajes,retorciendolasramasdelasplantayhaciendorevolotearporelairemasasdefollaje, de blando y tumbando los árboles jóvenes y sacudiendopoderosamente losañosos.Decuandoencuando, relámpagosdeslumbrantesrompían las espesas tinieblas y los rayos caían abatiendo e incendiando lasmásaltaplantasdelaselva.

Eraunaverdaderanochede infierno,unanochepropiciapara intentarun

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audazgolpedemanoenlaquinta.DesgraciadamenteloshombresdelospraosnoestabanallíparaayudaraSandokánenlatemerariaempresa.

A pesar de que el huracán se recrudecía, los dos piratas no se paraban.Guiadosporlaluzdelosrelámpagos,intentabanllegaralríoparaversialgúnpraohabíapodidorefugiarseenlapequeñabahía.

Sinpreocuparsedelalluviaquecaíaatorrentes,peroguardándosebiendedejarseaplastarporlasgruesasramasqueelvientodesgajaba,trasdoshorasllegaroninesperadamentejuntoaladesembocaduradelrío,mientrasqueparairalaquintahabíanempleadodobletiempo.

—Noshemosguiadomejorenmediodelaoscuridadqueenplenodía—dijoYáñez—.Hasidounaverdaderasuerteenunanochecomoesta.

Sandokán bajó a la ribera y esperó un relámpago para lanzar una rápidamiradasobrelasaguasdelabahía.

—Nada—dijo con voz sorda—. ¿Les habrá ocurrido alguna desgracia amisbarcos?

—Yo creo que no habrán abandonado todavía sus refugios—respondióYáñez—. Se habrán dado cuenta de que amenazaba estallar otro huracán y,como gente prudente, no se habrán movido. Ya sabes que no es fácildesembarcaraquícuandoestánalborotadoslosvientosylasolas.

—Tengovagasinquietudes,Yáñez.

—¿Quétemes?

—Quehayannaufragado.

— ¡Bah! Nuestros barcos son sólidos. Dentro de unos días los veremosllegar.Loscitasteenestapequeñabahía,¿noescierto?

—Sí,Yáñez.

—Vendrán. Busquemos un abrigo, Sandokán. Llueve a chaparrón y estehuracánnosecalmarátanpronto.

—¿Adóndeir?

—TenemoslacabañaconstruidaporGiro-Batoldurantesuestanciaenestaisla,perodudoquepuedaencontrarla.

—Vamos a meternos en medio de aquel bosquecillo de plátanos. Lasgigantescashojasdeesasplantasnosprotegerán.

—Esmejorconstruirunattap,Yáñez.

—No había pensado en eso. Dentro de unos minutos podemos tenerlohecho. Sirviéndose del kriss, cortaron algunos bambúes que crecían en las

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orillasdelríoylosasentaronbajounsoberbiopombo,cuyoespesísimofollajeeracasisuficienteparaprotegerlosdelalluvia.Unavezcruzadoslosbambúescomoelesqueletodeunatienda,loscubrieronconlasgigantescashojasdelosplátanos,superponiéndolasdemodoqueformarandostechosconvertiente.

Como Yáñez había dicho, bastaron pocos minutos para construir aquelabrigo. Los dos piratas se metieron debajo, llevando consigo un racimo deplátanos, y luego, tras una cena compuesta únicamente por aquella fruta,intentarondormirunpoco,mientraselhuracánsedesencadenabaconmayorviolencia,conacompañamientoderelámpagosydetruenosensordecedores.

Lanochefuepésima.VariasvecesYáñezySandokánsevieronobligadosareforzarlacabañucayavolveracubrirlaconramasyhojasdeplátanoparaprotegersedeaquellalluviadiluvialeincesante.Sinembargo,haciaelalbaeltiemposecalmóunpoco,permitiendoalosdospiratasdormirtranquilamentehastalasdiezdelamañana.

—Vamosabuscar lacomida—dijoYáñezcuandosedespertó—.Esperovolveraencontrarotraostracolosal.

Sedirigieronhacialabahía,siguiendolaorillameridionaly,rebuscandoenlos numerosos arrecifes, consiguieron procurarse varias ostras de increíbletamaño y algunos crustáceos. Yáñez añadió plátanos y algunos pombos,naranjasbastantegrandesymuysuculentas.Terminadalacomida,remontaronlacostahaciaelseptentrión,esperandodescubriralgunodesuspraos,peronovieronanadienavegandoporelmar.

—Laborrascanoleshabrápermitidovolverabajaralsur—dijoYáñezaSandokán—.Elvientohasopladoconstantementedelmediodía.

—Sin embargo, estoymuy inquieto por su suerte, amigo—respondió elTigredeMalasia—.Esteretrasoestáhaciendonacerenmígravestemores.

—¡Bah!…Nuestroshombressonunosmarinosmuyhábiles.

Durante gran parte del día estuvieron dando vueltas por la playa, ydespués,hacialapuestadelsol,volvieronaentrarenelbosqueparaacercarsealaquintadelordJamesGuillonk.

— ¿Crees que Marianna habrá encontrado nuestra carta? —preguntóYáñezaSandokán.

—Estoysegurodeello—respondióelTigre.

—Entoncesacudiráalacita.

—Siestálibre…

—¿Quéquieresdecir,Sandokán?

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—TemoquelordJameslavigileestrechamente.

—¡Diablo!

—Sin embargo, nosotros iremos igualmente a la cita,Yáñez.El corazónmedicequelaveré.

—Siempre que no cometas imprudencias. En el jardín y en la quinta esfácilquehayasoldados.

—Deesoestoyseguro.

—Intentaremosnodejarnossorprender.

—Actuaréconcalma.

—¿Meloprometes?

—Sí.

—Entonces,andando.

Avanzando lentamente, con los ojos en guardia, aguzados los oídos,espiandoprudentementeentre lasespesas frondasymatorrales,paranocaerenalgunaemboscada,hacia las sietede la tarde llegarona lasproximidadesdel jardín.Quedabanaúnunospocosminutosdecrepúsculoypodíanbastarparaexaminarlaquinta.

Despuésdehabersecercioradodequenohabíaescondidoningúncentinelaporlosalrededores,seacercaronalaempalizaday,ayudándoseelunoalotro,laescalaron.

Sedejaroncaerde laotrapartey séarrojaronenmediode losparterres,devastados en gran parte por el huracán, y se escondieron en un grupo depeoníasdeChina.

Desde aquel lugar podían observar cómodamente lo que sucedía en eljardíneinclusoenlaquinta,puessoloteníanantesíunoscuantosárboles.

—Veounoficialenunaventana—dijoSandokán.

—Yyouncentinelaquevigilalaesquinadelaquinta—añadióYáñez—.Si ese hombre se queda allí después de que caigan las tinieblas, nos va amolestarnopoco.

—Lodespacharemos—dijoSandokánresueltamente.

—Seríamejorsorprenderloyamordazarlo.¿Tienestúalgunacuerda?

—Tengomifaja.

—Magníficoy…¡Ah,bribones!

—¿Quépasa,Yáñez?

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—¿Novesquehanpuestorejasentodaslasventanas?

—¡MaldicióndeAlá!…—exclamóSandokánconlosdientesapretados.

—Hermanomío,lordjamesdebeconocermuybienlaaudaciadelTigredeMalasia.

—¡PorBaco!¡Cuántasprecauciones!…

—EntoncesMariannaestarávigilada.

—Desdeluego,Sandokán.

—Ynopodráacudiramicita.

—Esprobable—dijoYáñez.

—Perolaveréigualmente.

—¿Dequémodo?

—Escalando laventana.Túyahabíasprevistoestoy lehabíamosescritoqueseprocuraseunacuerda.

—¿Ysinossorprendenlossoldados?

—Lucharemos.

—¿Losdossolos?

—Túsabesquetienenmiedodenosotros.

—Nodigoqueno.

—Yquenosotrosluchamoscomodiezhombres.

—Sí, cuando las balas no nievan demasiado espesas. ¡Eh!… Mira,Sandokán.

—¿Quéhasvisto?

—Ungrupodesoldadosqueabandonalaquinta—respondióelportugués,quesehabíaizadosobreunagruesaraízdeunpombocercanoparaobservarmejor.

—¿Dóndevan?

—Abandonaneljardín.

—¿Noiránavigilarlosalrededores?

—Esometemo.

—Mejorparanosotros.

—Sí,quizá.Yahoraesperemoslamedianoche.

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Encendió con precaución un cigarrillo y se tendió al lado de Sandokán,fumandotranquilamentecomosiseencontrasesobreelpuentedeunodesuspraos.

Sandokán,encambio,roídoporlaimpaciencia,nopodíaestarsequietouninstante. De cuando en cuando se levantaba para escudriñar las tinieblas,intentando averiguar lo que sucedía en la casa del lord o descubrir a lajovencita.Vagostemoresloagitaban.Podríaocurrirquelehubieranpreparadounatrampaenelinteriordelahabitación.QuizálacartahabíasidoencontradaporalguienymostradaalordJamesenvezdeaMarianna.

Nopudiendocontenersemás,continuabapreguntandoaYáñez,peroestefumabasinresponderle.

Porfinllególamedianoche.Sandokánselevantódeunsalto,dispuestoalanzarsehacialacasa,inclusoariesgodeencontrarsedeimprovisofrentealossoldadosdelordJames.

Sinembargo,Yáñez,quetambiénsehabíapuestoenpie,loagarróporunbrazo.

—Despacio,hermanito—ledijo—.Mehasprometidoserprudente.

—Yanotemoanadie—dijoSandokán—.Estoydecididoatodo.

—Seme encoge la piel, amigo.Olvidas que hay un centinela junto a laquinta.

—Puesvamosamatarlo.

—Hacefaltaquenodélaalarma.

—Loestrangularemos.

Dejaron el matorral de peonías y empezaron a arrastrarse entre losparterres escondiéndose detrás de los arbustos y de las rosas deChina, quecrecíanengrannúmero.

Habían llegado a unos cien pasos de la casa, cuando Yáñez detuvo aSandokán.

—¿Vesaesesoldado?—lepreguntó.

—Sí.

—Meparecequesehadormido,apoyadoensufusil.

—Tantomejor,Yáñez.Venyestatedispuestoatodo.

—Tengopreparadomipañueloparaamordazarlo.

—Yyotengoenlamanoelkriss.Sidaungritolomato.

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Searrojaronambosenmediodeunespesoparterrequeseprolongabaendirección al pabellóny, arrastrándose comodos serpientes, llegaron a pocospasosdelsoldado.

Aquel pobre joven, seguro de no sermolestado, se había apoyado en lapareddelacasaydormitabaconelfusilentrelasmanos.

—¿Preparado,Yáñez?—preguntóSandokánconunhilodevoz.

—Adelante.

Sandokán, con un salto de tigre, se arrojó sobre el joven soldado y,aferrándolo estrechamente por la garganta, lo derribó de un empujónirresistible.

Yáñezsehabíalanzadotambién.Conmanorápidaamordazóalprisioneroyleatólasmanosylaspiernas,diciéndoleconvozamenazante:

—¡Cuidado,eh!…Sihaceselmásmínimogesto,tehundoelkrissenelcorazón.

Después,volviéndosehaciaSandokán:

—Ahoraatumuchacha.¿Sabescuálessonsusventanas?

—¡Oh,sí!—exclamóelpirata,queyaestabamirándolasfijamente—.Ahíestán,encimadeeseemparrado.¡Ah,Marianna!¡Sisupierasqueestoyaquí!…

—Ten paciencia, hermanomío, que si el diablo nomete el rabo de pormedio,laverás.

Depronto,Sandokánretrocedió,dandounverdaderorugido.

—¿Quépasa?—preguntóYáñezpalideciendo.

—¡Hancerradosusventanasconrejas!

—¡Diablo!…¡Bah,noimporta!

Recogióunpuñadodepiedrecillasylanzóunadeellascontraloscristales,produciendo un ligero rumor. Los dos piratas esperaron conteniendo larespiración,poseídosdeunavivaemoción.

Ningunarespuesta.Yáñezlanzóotrapiedrecilla,luegootrayenseguidalacuarta.

De improviso se abrieron los cristales, y Sandokán, a la azulada luz delastronocturno,descubrióunaformablancaquereconocióenseguida.

—¡Marianna!—silbó,alzandolosbrazoshacialajovencita,quesehabíainclinadosobrelareja.

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Aquelhombretanenérgico,tanfuerte,vacilócomosihubierarecibidounabalaenmediodelpechoypermanecióallí,comosiestuvieradesvariando,conlosojosmuyabiertos,pálidoytembloroso.

Un ligerogrito sedesbordódel pechode la joven, quehabía reconocidoenseguidaalpirata.

—Ánimo,Sandokán—dijoYáñez,saludandogalantementealajovencita—.Subealaventana,perodespachapronto,porqueaquínosoplabuenvientoparanosotros.

Sandokánselanzóhacialacasa,trepóporelemparradoyseagarróalasrejasdelaventana.

—¡Tú,tú!…—exclamólajovencitalocadealegría—.¡GranDios!

—¡Marianna!¡Oh,miadoradamuchacha!—Murmuróconvozahogada,cubriéndolelasmanosdebesos—.¡Porfinvuelvoaverte!Eresmía,¿verdad?¡Mía,aúnmía!

—Sí, tuya,Sandokán,en lavidayen lamuerte—respondió lavaporosajoven—. ¡Verte otra vez aun después de haberte llorado por muerto! ¡Quéalegríatangrande,amormío!

—¿Entoncescreíasquemehabíanmatado?

—Sí,yhesufridomucho,inmensamente,creyéndoteperdidoparasiempre.

—No, querida Marianna, no muere tan pronto el Tigre de Malasia. Hepasadosinserheridopormediodelfuegodetuscompatriotas,heatravesadoelmar,hellamadoamishombresyhevueltoaquíalacabezadecientigres,dispuestoatodoporsalvarte.

—¡Sandokán,Sandokán!

—Escucha ahora,Perla deLabuán—prosiguió el pirata—. ¿Está aquí ellord?

—Sí,ymetieneprisionera,temiendotullegada.

—Yahevistoalossoldados.

—Sí,yhaymuchossoldadosquevigilandíaynocheen lashabitacionesinferiores.Estoyrodeadapor todaspartes,encerradaentrerejasybayonetas,enlaabsolutaimposibilidaddedarunpasoabiertamente.Mivalienteamigo,temoquenopodréjamásllegaraser tumujer,quenopodréjamásserfeliz,porquemi tío,queahorameodia,noconsentirá jamásenemparentarconelTigredeMalasiayharátodoloposibleporalejarnos,porinterponerentrelosdoslainmensidaddelocéanoylainmensidaddeloscontinentes.

Doslágrimas—dosperlas—cayerondesusojos.

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—¡Lloras!—ExclamóSandokánconamargura—.Nollores,amormío,ome volveré loco y cometeré cualquier locura. ¡Óyeme, Marianna! Mishombresnoestánlejos;hoysonpocos,peromañanaopasadomañanaseránmuchos,ytúsabesquéclasedehombrestengo.Apesardequeellordlevantebarricadas en torno a la quinta, entraremos en ella, aunque tengamos queincendiarlaoderribarsusmuros.YosoyelTigre,yportimesientocapazdepasarahierroyfuegonoyaalaquintadetutío,sinoatodaLabuán.¿Quieresqueterapteestanoche?Nosomosmásquedos,pero,siquieres,romperemoslasrejasquetetienenprisionera,aunquetengamosquepagarconnuestravidatu libertad. Habla, habla, Marianna. ¡Mi amor por ti me vuelve loco y meinfundefuerzasuficienteparaexpugnaryosoloestaquinta!

—¡No,no!…—exclamóella—.¡No,mivaliente!Sitúmueres,¿quéserádemí?¿Creesqueyosobreviviría?Tengoconfianzaenti,sí,túmesalvarás,pero lo harás cuando hayan llegado tus hombres, cuando seas fuerte,suficientementepoderosoparaaplastara losquemetienenprisioneraopararomperlasrejasquemeencierran.

Enaquelinstanteseoyóbajoelemparradounligerosilbido.Mariannasesobresaltó.

—¿Hasoído?—preguntó.

—Sí—respondióSandokán—.EsYáñezqueseimpacienta.

—Quizáhadescubiertounpeligro,Sandokán.Quizáenlassombrasdelanocheseocultaalgograveparati,mivalienteamigo.¡GranDios!¡Hallegadolahoradelaseparación!

—¡Marianna!

—¡Sinovolviéramosavernosmás…!

—Nodigaseso,amormío;yosabréencontrarteencualquierparteadondetelleven.

—Peroentretanto…

—Se trata tan solo de unas pocas horas, amada mía. Quizá mañanallegaránmishombresydestruiránestasmurallas.

Elsilbidodelportuguésvolvióaoírseotravez.

—Vete,minobleamigo—dijoMarianna—.Quizáestáscorriendograndespeligros.

—¡Oh,nolostemo!

—Vete,Sandokán,teloruego,veteantesdequetesorprendan.

—¡Dejarte!…Nosédecidirmeaabandonarte.¿Porquénohabrétraídoa

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mishombresaquí?Habríapodidoasaltardeimprovisoestacasayraptarte.

—¡Huye,Sandokán!Heoídopasosenelcorredor.

—¡Marianna!…Enaquelmomentoseoyóenlahabitaciónungritoferoz.

—¡Miserable!—tronóunavoz.

El lord, porque era precisamente él, cogió aMarianna por los hombros,intentandoarrancarlade las rejas,mientras seoía levantar los cerrojosde lapuertadelaplantabaja.

—¡Huye!—gritóYáñez.

—¡Huye,Sandokán!—repitióMarianna.

Nohabíaunmomentoqueperder.Sandokán,queyaseveíaperdidosinohuía,deunsaltoinmensoatravesóelemparrado,precipitándoseeneljardín.

(LanarracióndeestaobrasigueenLaúltimabatalla).

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