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381 INTRODUCCIÓN El estudio de la ingeniería hidráulica constituye un medio ineludible para profundizar en el conoci- miento de la estructura urbanística de las ciudades romanas y su evolución, además de proporcionar datos de interés para emprender campos de investi- gación tan dispares como son la vida cotidiana, la demografía, la salud e higiene, la administración municipal e incluso la religión. Sin embargo, hasta el momento la investigación arqueológica práctica- mente ha centrado sus miras en las grandes edifica- ciones, como los acueductos, las presas y las termas, marginando otro tipo de construcciones como son las cloacas, las cisternas y las cañerías o tuberías, por ejemplo, olvidándose así de unas evidencias o restos "menores" que, si los tuviéramos en cuenta, nos proporcionarían sin duda un importante caudal de información en aras de una mejor comprensión de la cultura romana. Una muestra de la falta de atención hacia estos temas es, por ejemplo, la escasa bibliografía existente sobre las tuberías de plomo, sin duda los elementos plúmbeos más habituales y conocidos de la hidráuli- ca romana. Lo cierto es que el plomo ha sido un material tradicionalmente relegado a un segundo plano en las investigaciones arqueológicas, a excep- ción de algunos estudios puntuales. Tal vez la razón haya que buscarla en el hecho de que el plomo en el mundo romano ha ejercido siempre como auxiliar de otros materiales, lejos de las creaciones más vistosas y artísticas. En lo que a las tuberías de plomo se refiere, la bibliografía existente es reducida, como hemos indi- cado, de ahí que creamos conveniente comenzar este trabajo haciendo un breve repaso de las obras exis- tentes en referencia a ellas. Hemos de señalar, prime- ramente, que de las tuberías de plomo han interesado sobre todo los sellos, un tema que se ha visto recogi- do ampliamente en la obra Epigrafia della produzione e della distribuzione (1994). Otros trabajos al respecto, enumerados por orden cronológico, son los de Colonna (1960: 363-365), el trabajo básico de Michon (1969: 1146-1149), Eck (1982: 197-209), Priuli (1986: 187-195), la importante obra de Cochet y Hansen sobre los tubos plúmbeos de Vienne (1986), los artículos de Brunn (1992: 3-16), Paparazzo (1994: 61-72), Petrucci (1996: 169-207), y el libro más general de Malissard sobre el agua en Roma (1996), y el reciente estudio de Cochet (2000) sobre los plomos de la Galia romana y sus técnicas de fabricación. En España la bibliografía sobre las tuberías de plomo es aun más exigua. Únicamente se puede des- tacar un breve artículo de Beltrán (1977: 1049-1054) dedicado a un tubo de plomo aparecido en las termas de los Bañales (Zaragoza), un trabajo sobre las tube- rías de plomo que componían el sifón que abastecía Los usos del plomo en la ingeniería hidráulica romana. El caso de Augusta Emerita ANA ISABEL CANO ORTIZ* JESÚS ACERO PÉREZ** [email protected] [email protected] * Licenciada en Historia. Universidad de Extremadura. ** Becario de la Fundación "Fernando Valhondo Calaff".

Los usos del plomo en la ingeniería hidráulica romana.El

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Page 1: Los usos del plomo en la ingeniería hidráulica romana.El

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INTRODUCCIÓN

El estudio de la ingeniería hidráulica constituyeun medio ineludible para profundizar en el conoci-miento de la estructura urbanística de las ciudadesromanas y su evolución, además de proporcionardatos de interés para emprender campos de investi-gación tan dispares como son la vida cotidiana, lademografía, la salud e higiene, la administraciónmunicipal e incluso la religión. Sin embargo, hasta elmomento la investigación arqueológica práctica-mente ha centrado sus miras en las grandes edifica-ciones, como los acueductos, las presas y las termas,marginando otro tipo de construcciones como sonlas cloacas, las cisternas y las cañerías o tuberías, porejemplo, olvidándose así de unas evidencias o restos"menores" que, si los tuviéramos en cuenta, nosproporcionarían sin duda un importante caudal deinformación en aras de una mejor comprensión dela cultura romana.

Una muestra de la falta de atención hacia estostemas es, por ejemplo, la escasa bibliografía existentesobre las tuberías de plomo, sin duda los elementosplúmbeos más habituales y conocidos de la hidráuli-ca romana. Lo cierto es que el plomo ha sido unmaterial tradicionalmente relegado a un segundoplano en las investigaciones arqueológicas, a excep-ción de algunos estudios puntuales. Tal vez la razónhaya que buscarla en el hecho de que el plomo en el

mundo romano ha ejercido siempre como auxiliar deotros materiales, lejos de las creaciones más vistosasy artísticas.

En lo que a las tuberías de plomo se refiere, labibliografía existente es reducida, como hemos indi-cado, de ahí que creamos conveniente comenzar estetrabajo haciendo un breve repaso de las obras exis-tentes en referencia a ellas. Hemos de señalar, prime-ramente, que de las tuberías de plomo han interesadosobre todo los sellos, un tema que se ha visto recogi-do ampliamente en la obra Epigrafia della produzione edella distribuzione (1994). Otros trabajos al respecto,enumerados por orden cronológico, son los deColonna (1960: 363-365), el trabajo básico deMichon (1969: 1146-1149), Eck (1982: 197-209),Priuli (1986: 187-195), la importante obra de Cochety Hansen sobre los tubos plúmbeos de Vienne(1986), los artículos de Brunn (1992: 3-16),Paparazzo (1994: 61-72), Petrucci (1996: 169-207), yel libro más general de Malissard sobre el agua enRoma (1996), y el reciente estudio de Cochet (2000)sobre los plomos de la Galia romana y sus técnicas defabricación.

En España la bibliografía sobre las tuberías deplomo es aun más exigua. Únicamente se puede des-tacar un breve artículo de Beltrán (1977: 1049-1054)dedicado a un tubo de plomo aparecido en las termasde los Bañales (Zaragoza), un trabajo sobre las tube-rías de plomo que componían el sifón que abastecía

Los usos del plomo en la ingeniería hidráulica romana. El caso de Augusta Emerita

ANA ISABEL CANO ORTIZ*JESÚS ACERO PÉREZ**

[email protected]@terra.es

* Licenciada en Historia. Universidad de Extremadura.** Becario de la Fundación "Fernando Valhondo Calaff".

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a Caesaragusta (Vázquez y González, 1988: 36-55), yotro artículo más reciente de Egea Vivancos sobre lastuberías de Carthago Nova (2002a: 167-178). Tambiénexisten otro tipo de obras donde los artefactos deplomo (tuberías principalmente) son tratados dentrodel contexto general de la ingeniería hidráulica roma-na, tal como sucede en la obra ya clásica deFernández Casado (1983), así como en el catálogo dela exposición Artifex sobre la ingeniería romana enEspaña (VV. AA., 2002: 54-113), y en el monográfi-co de la revista Empúries, Nº 53 (2002), dedicado a lagestión del agua en las ciudades romanas de Hispaniay donde figura una serie de artículos que intentandescribir los elementos más definitorios de los siste-mas hidráulicos de varias de estas ciudades. Dentrode este tipo de trabajos habría que situar también laobra de Ventura Villanueva en torno al abasteci-miento de agua Corduba (1996), donde recoge uncapítulo referente a las tuberías de plomo en la capi-tal cordobesa.

También en Augusta Emerita el uso del plomo den-tro de los sistemas de gestión del agua ha sido untema deficitariamente tratado hasta ahora. Lo ciertoes que los trabajos relacionados con el ciclo del aguaen Mérida se han centrado fundamentalmente en laspresas, los acueductos y los baños. Sólo en fechasmuy recientes han aparecido algunos trabajos querecogen otras evidencias distintas de las construccio-nes más monumentales. Así es el caso de un trabajodonde Alba Calzado (2001: 59-78) realiza interesan-tes observaciones sobre los elementos de la red deaguas que se encuentran en conexión con las calles ylas viviendas de la Mérida romana (fuentes, pozos,estanques, tuberías de plomo, caños cerámicos, des-agües, cloacas, etc). En otro artículo, elaborado porvarios autores (Mateos, Ayerbe, Barrientos y Feijoo,2002: 67-88) e incluido dentro del mencionadomonográfico de la revista Empúries, se realiza un sta-tus questionis general en relación a la gestión del aguaen Emerita, completando el conocimiento que hastaahora existía de los sistemas de captación, distribu-ción y evacuación del agua con los últimos hallazgosarqueológicos ocurridos en la ciudad. Pero el únicotrabajo dedicado íntegramente a las fistulae emeriten-ses es el elaborado por Saquete Chamizo en torno alos sellos de las tuberías; lamentablemente a fecha deredacción de nuestro trabajo este artículo aún no ha

sido publicado (Saquete Chamizo, e.p), de modo queno pudimos consultarlo.

Por otra parte, los autores clásicos también nosinforman, a veces con generosidad de detalles, sobrela ciencia de la conducción de las aguas (aquae ductus),de modo que en muchos casos se pueden trasladar alas evidencias arqueológicas las informaciones apor-tadas en los textos clásicos. En este sentido, es dedestacar el libro VIII de Los Diez Libros de Arquitecturade Vitruvio, así como el tratado De aquae ductu UrbisRomae, escrito por Frontino, quien desempeñó lanueva magistratura de responsable de las aguas de laciudad de Roma (curator aquarum) en el 97 d.C., con-densando en esta obra sus experiencias en dichocargo e incluyendo una historia del suministro deagua a la capital romana.

EL PLOMO COMO MATERIAL EMPLEADO EN LAS OBRAS

DE INGENIERÍA HIDRÁULICA

Cuando se trata de la aplicación del plomo enépoca romana, es con la ingeniería hidráulica con laque parece tener una mayor vinculación, sobre todocuando nos referimos a las conducciones de agua enlas ciudades romanas y ciertamente, el uso del plomomás conocido es, sin duda, en las tuberías de plomo.No obstante, como se verá más adelante, su uso eneste ámbito es más amplio yendo más allá de las tube-rías plúmbeas.

No era el plomo el único material empleado porlos ingenieros romanos en la conducción del agua,puesto que conocemos el uso de otros materiales,como la madera (mediante el vaciado de los troncos),la piedra (sillares horadados), las canalizaciones deobra, las tuberías cerámicas o incluso las de bronce.Las conducciones de madera, piedra o cerámica reci-bían el nombre genérico de tubuli, mientras que sereservaba el nombre de fistulae para las de metal, yafueran de plomo (fistulae plumbeae) o de bronce.

Entre las tuberías son las de plomo las más efica-ces y, por ende, unas de las más utilizadas en épocaromana. Las ventajas que conlleva el plomo en com-paración con otros materiales como la cerámica era,principalmente, la maleabilidad y la baja temperaturade fusión de este metal, lo cual permitía su adapta-ción a formas diversas y a los posibles cambios brus-cos en el trazado de las tuberías; de hecho, en

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muchas ocasiones se constata que la fabricación delas tuberías está hecha a medida y según las necesi-dades del sitio exacto en que éstas debían ser colo-cadas. Ello se unía también a la menor complejidadque planteaban a la hora de solucionar las juntas ylos sellados de los tubos, mediante soldadura, a lavez que facilitaban la reparación en caso de fisuras.Finalmente, los tubos de plomo podían soportarelevadas presiones, de ahí la preferencia por estastuberías en aquellos casos en que la presión fueraelevada, tal como sucede con los grandes sifones.Sin embargo, Vitruvio desestimó su uso al conside-rar que el plomo tenía efectos perjudiciales sobre lasalud. Efectivamente, parece ser que del desgastede las tuberías salía el albayalde, un carbonato tóxi-co del plomo, pero también es cierto que sólo algu-nas aguas fuertemente corrosivas eran capaces deprovocar una disolución parcial del plomo, convir-tiéndolas en nocivas cuando la presencia de dichometal era superior a 0,1 mg. por litro (Adam, 1996:277). En realidad el único inconveniente del plomoera el de su elevado coste, no sólo por el valor delmineral en sí, sino porque su manipulación y trans-formación exigía una mano de obra muy especiali-zada. Por ello no resulta extraño que en ocasionesfuera sustituido por otros materiales, principalmen-te por caños cerámicos, que, en opinión deVitruvio, resultaban más económicos, más saluda-bles y no requerían de personal cualificado para lasreparaciones.

La fabricación de las fistulae la desarrollaban losplumbarii, obreros que confeccionaban planchas deplomo para hacer las tuberías, aparte de ser losencargados de su colocación, reparación y manteni-miento. La elaboración de las fistulae se hacía demanera estandarizada, al menos, desde épocaaugustea, estableciendo un calibre en función delcaudal del agua, y una nomenclatura directamenterelacionada con la fabricación de las tuberías, pues-to que definía el calibre según la anchura y el pesode la lámina de plomo antes de darle forma. EsVitruvio el que nos proporciona esta primera clasi-ficación de calibres reglamentada. El calibre básicode estas fistulae era el quinarius, que correspondía auna tubería que tenía un diámetro interior de 5/4de pulgada, es decir, 2,3 cm., y era la tubería demenor dimensión. A partir de este calibre básico se

hacia una progresión regular que iba aumentandode cuarto en cuarto hasta llegar a la fistula vicenaria.Tiempo después Frontino haría notar que el siste-ma era impreciso, puesto que no era posible estarseguro de que dos planchas aun de igual tamaño lle-garan a tener un calibre exacto. Frontino establecióa su vez unas nuevas dimensiones, también basadasen el diámetro interior de las tuberías.

Las fistulae de mayores dimensiones se debíanutilizar casi exclusivamente en los sifones de losacueductos, reservando las de mediano y pequeñotamaño para la distribución urbana. Dentro de lasciudades establecer el calibre de las flstulae era unacuestión importante, desde el punto de vista técni-co y sobre todo económico, ya que el agua se repar-tía por la ciudad y se pagaba en función del diáme-tro de las tuberías, con independencia de la canti-dad de líquido que proporcionasen.

La fabricación de estas fistulae se hacía a partirdel plomo previamente preparado y convertido enlingotes, siendo los plumbarii, los fontaneros deaquel momento, quienes llevaban a cabo su elabo-ración. Éstos preparaban una cama de arena parafundir las planchas de metal en forma rectangular;el lado más largo tenía la longitud que se le queríadar al tramo de tubería. El ancho quedaba fijadopor el diámetro que se quería obtener, y el espesorse elegía en función de la presión a que iba a estarsometida la tubería y a su diámetro (VV. AA., 2002:103-104). Una vez que los fontaneros romanoshabían preparado un lecho o cama de arena con lasmedidas oportunas de ancho y largo, se colocabaenrasada con esta superficie una o varias cartelasque llevaban las inscripciones que se quisieranponer en la superficie exterior de la tubería.Cuando la plancha de metal estaba fundida y enfria-da, se procedía a doblarla sobre un mandril, o cilin-dro de madera u otro tipo de material del diámetrobuscado hasta conseguir una fistula de sección máso menos circular o más bien oblonga. Una vezdoblada sólo quedaba proceder a la soldadura de lasjuntas, que a veces se hacía simplemente medianteun martillado, aunque lo más frecuente era aproxi-mar los dos filos y soldar con plomo fundido (deahí el aspecto piriforme de las tuberías), o bien, comohemos constatado en numerosos casos de Mérida,colocar uno de los extremos a modo de pestaña

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sobre el otro (Lám. 1)1. El acoplamiento entre losdiferentes tubos se hacía por medio de una especie demanguitos cortos que se soldaban por ambos extre-mos garantizando la hermeticidad y resistencia de losmismos.

Como se ha indicado anteriormente, algunas deestas tuberías llevaban grabadas inscripciones ensuperficie, sobre todo aquellas de mayor tamaño.Podían portar diversos nombres, como el del empera-dor o la propia ciudad, el nombre del personaje al queiba destinado el monumento donde aparecía, el nom-bre del fabricante, el taller, etc. (Lám. 2). Para que el

interior del tubo quedara siempre bien liso y no seredujeran los calibres, la marca se hacía en relieve, aña-diendo por fuera las letras (Malissard, 1996: 205).

En Mérida debió existir una importante industrialocal de fundición de plomo, puesto que, aparte de suempleo dentro de la ingeniería hidráulica, el plomo esun material documentado frecuentemente en la cons-trucción para la sujeción de piezas (grapas, ensam-blaje de tambores de columnas...), en la esculturacomo material de relleno y para garantizar contrape-sos, en el mundo funerario (urnas y sarcófagos), y enotros ámbitos como la pesca y la navegación, entreotros (véanse los usos del plomo en Augusta Emeritaen Cano Ortiz, 2003). Una capital provincial delrango de Augusta Emerita demandaría cantidades nadadesdeñables de estos plomos, de ahí la necesaria exis-tencia de los talleres manufactureros.

No obstante, resulta muy difícil encontrar eviden-cias a nivel arqueológico de la existencia de los talle-res donde se fabricarían estos objetos de plomo. EnAugusta Emérita, a partir de las inscripciones de susconducciones sabemos que debieron existir variasindustrias de fundición y elaboración de plomos(Saquete Chamizo, e.p). Lo que no es posible deducirpor el momento, es si habría una especialización den-tro de este tipo de talleres. Cabe la posibilidad de queno hubiese una especialización en función de losmetales trabajados, es decir, que un mismo taller se

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LÁMINA 1Fistula de Mérida. Detalle de soldadura.

1 Las figuras número 1 y 2 corresponden a dos fistulae depositadas en los almacenes del Consorcio de la Ciudad MonumentalHistórico-Artística y Arqueológica de Mérida.

LÁMINA 2Fistula de Mérida con inscripción.

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dedicara a trabajar indistintamente el plomo y elbronce por ejemplo. Todo depende, lógicamente, dela demanda que existiera en la propia ciudad de estetipo de objetos de plomo, algo que no es posiblesaber por el momento. Para el caso de las tuberíasestá claro que los plumbarii debían no sólo fabricarsino también reparar y mantener el sistema hidráuli-co. Parece probable que los talleres metalúrgicos,tanto si los hubo exclusivos del plomo, como si tra-bajaron otros metales, realizarían todo tipo de obje-tos: tuberías, sarcófagos, urnas, ponderales, recipien-tes diversos, apliques, grapas, etc. De cualquier modo,lo que resulta más que probable es que esos talleresde metales se situarían en las afueras de la ciudad paraevitar humos molestos para la población.

También nos encontramos con un problema simi-lar en cuanto a la obtención de la materia prima, yaque tampoco es posible conocer por el momento suprocedencia sin realizar análisis metalográficos tantode las piezas como de las propias minas. Desde luego,está claro que estos talleres no tendrían problema deabastecimiento, ya que la región extremeña era espe-cialmente rica en plomo, documentándose minas endiversos puntos de la región, algunas de ellas muycercanas al perímetro urbano de Augusta Emerita(Domergue, 1987).

EL USO DEL PLOMO EN LA INGENIERÍA HIDRÁULICA

ROMANA

En las ciudades romanas la utilización del aguaconstituía un ciclo que comprendía tres grandes eta-pas: el abastecimiento, la distribución por el interiorde la ciudad y la evacuación o drenaje. A estas etapashabría que añadir también la de consumo y utiliza-ción efectiva del agua. A lo largo del tratamiento quese hace del líquido en todas estas fases se compruebala presencia del plomo en las principales piezas defontanería y conducción de agua, tal como veremosen las páginas siguientes para el caso de los sistemashidráulicos de Augusta Emerita. Sin embargo debemostener en cuenta que el plomo, debido a su facilidad derefundición y reaprovechamiento, ha estado sometidoal expolio ya desde la misma antigüedad, por lo quelos objetos de plomo encontrados en los yacimientosarqueológicos en el presente constituyen una mínimaparte de los que debieron existir en las ciudades en

época romana, de ahí el conocimiento parcial queaún tenemos de estas piezas y de los sistemas de con-ducción del agua.

El abastecimiento

La captaciónLos medios para hacer una captación de aguas, en

época romana, son varios, pero el más fácil y comúnera a partir de manantiales naturales. En muchas oca-siones, si no se disponía de manantiales directos, serecurría a la derivación de ríos y arroyos, dando lugara su almacenamiento en embalses mediante la cons-trucción de presas. El uso del plomo en estas cons-trucciones se puede comprobar, por ejemplo en lapresa de Proserpina, de donde partía uno de los tresacueductos que surtían de agua a Augusta Emerita. Enla década de los noventa, la ConfederaciónHidrográfica del Guadiana llevó a cabo obras derehabilitación y recuperación de esta presa, en eltranscurso de las cuales se dejó al descubierto unaestructura muraria inferior a la conocida hasta elmomento (Martín, Aranda y Sánchez, 2001: 119-127). En este tramo de paramento inferior de aguasarriba, en su parte más baja, se hallaron dos tomasconsideradas romanas a partir de los análisis realiza-dos. Estas tomas están formadas por dos tubos deplomo circulares de 22 cm. de diámetro (equivalentesa una fistula centenaria si seguimos las medidas propor-cionadas por Frontino) que están conectados con elbocín o torre de toma central (Lám. 3). Además, muypróximo a ambos tubos se encontró un tapón tron-cocónico de madera con asa de plomo, también deépoca romana, que encajaba perfectamente en lostubos, habiendo cumplido la función de obturador deuno de ellos.

La conducciónLa presencia del plomo se hizo también destaca-

da en las conducciones que trasportaban el aguadesde los lugares de captación hasta la ciudad. Enépoca romana esta canalización se podía hacer bási-camente mediante dos sistemas: el de circulaciónlibre por canal (con fábricas de mampostería imper-meabilizada) y el de circulación bajo presión, es decir,mediante sifones, donde se empleaban principalmen-te tuberías cerámicas y plúmbeas. Aunque es cierto

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que existió un uso mayoritario de la primera opción(conducción mediante canales de fábrica que seguíanuna pendiente constante), en algunas ocasiones, ladificultad del trazado del terreno por donde discurríael acueducto obligaba a la construcción de sifones, sibien es cierto que éstos se harían únicamente encasos de extrema necesidad (Adam, 1996: 268-269).El sifón se apoya en el principio de los vasos comu-nicantes, y supone un cambio de régimen en la pre-sión del agua. Este sistema consiste en hacer bajar elagua hasta el fondo de un desnivel orográfico (comopuede ser el valle de un río) para que lo atraviese yluego, ya una vez rebasado el declive, recobre por símisma su nivel inicial. Para esto son necesarios dosarquetas o depósitos, una de entrada, que era la másimportante y de mayores dimensiones, y una segundade salida, generalmente más pequeña, que devolvíalas aguas del acueducto a un régimen de canal sinpresión.

Lo que nos interesa en relación a estos sifones esque en ellos se emplearon muy a menudo tuberías deplomo, a pesar de que el material utilizado en sustuberías llegó a ser muy diverso. Rara vez se emplea-ron troncos de madera ahuecados, por su escasaduración, o las conducciones constituidas por blo-ques perforados de piedra (atestiguado en el sifón deGades, por ejemplo). Pero los más recurrentes fueronlos encañados cerámicos (como en el sifón de Sexi yen el de Alcanadre, que abastecía de agua a Calagurris)y los de plomo (Fernández Casado, 1983: 509-521).

Hemos hablado ya de las ventajas de las tuberías deplomo cuando se trata de soportar fuertes presiones.Estas tuberías iban instaladas con frecuencia en elinterior de galerías visitables para poder ser revisadasy reparadas cuando fuera necesario y con el cordónde soldadura (que solía ser el punto débil de la obra)dispuesto a la vista para poder inspeccionarlas y repa-rarlas más fácilmente.

Es cierto que las tuberías de plomo podían llegara soportar fuertes presiones con un grosor adecuado,sin embargo, serían necesarias abundantes cantidadesde metal, no sólo por la longitud que solían recorrer,sino por el grosor que debían tener. El plomo, cierta-mente, no es uno de los materiales más caros, ademásde ser uno de los más abundantes en muchos de losterritorios dominados por Roma, pero la demanda deeste material, exigida por un sifón, debía ser muygrande. Los sifones de los acueductos de Lyon, porejemplo, eran 8 en total, y se estima que la cantidadde plomo requerida para su realización se situó entre12.000 y 15.000 toneladas (Adam, 1996: 315). Estehecho encarecería el coste de la conducción, no sólopor el valor de la materia prima en función de la grancantidad, sino por la dificultad para transportar lastuberías debido a su gran peso. A todo esto hay queañadir la disponibilidad de personal cualificado yespecializado en la fabricación, colocación y soldadu-ra de un sistema de tuberías, que, lógicamente, nopodía tolerar ningún defecto. Por todo esto losromanos evitaron en lo posible la construcción deeste tipo de obras, salvo en casos donde no podíanelegir otra opción mejor.

No precisaron de sifones las conduccioneshidráulicas que abastecían a Augusta Emerita, pero enla Península Ibérica contamos con algunos ejemplosdonde sí fue necesaria su instalación. Así, por ejem-plo, se utilizó un sifón con tuberías de plomo quecruzaba el Ebro para abastecer de agua aCaesaraugusta. (Vázquez y González, 1988: 35-66). Lasflstulae del sifón de esta ciudad tenían una seccióncasi circular, con soldadura a cordón y diámetro inte-rior de unos 38 cm., muy superior a las medidas delos sifones de Lyon, de sólo 27 cm. de diámetro; encuanto a su longitud, cada tubo tenía unas dimensio-nes aproximadas de diez pies romanos, que es elmínimo que recomienda Vitruvio en su tratado. Otroejemplo peninsular con tuberías de plomo es

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LÁMINA 3Tomas de plomo en la presa de Proserpina

(Arenillas Parra, 2002: 135).

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Segobriga, importante enclave industrial en épocaromana. Su sifón de plomo tenía unos 10 cm. de diá-metro y conducía las aguas hasta el castellum, situadoen la parte más elevada de la ciudad (Almagro, 1976:875-902).

Por otra parte, era frecuente en las conduccionesde agua por canal colocar en el tramo final (y en oca-siones en otros puntos intermedios), una piscinalimaria o depósito de decantación que servía para eli-minar las partículas que el agua arrastraba previo a lallegada de la conducción a la ciudad. Una piscinalimaria se conserva en Mérida en la traída de aguasdesde la presa de Proserpina, pero en este casoconectada con un pequeño espacio que, en opiniónde Feijoo Martínez (2000: 19), debe correspondercon una fuente que se abastecía directamente delcanal en este punto. Piscina limaria y fuente actual-mente están comunicadas por una brecha que deberesponder seguramente al robo de la tubería (posi-blemente de plomo) y del caño de bronce que la sur-tía (Lám. 4).

El almacenamientoLa llegada del agua al núcleo urbano, a través de

los acueductos, culminaba en un depósito denomina-do castellum aquae o castellum divisorium, a partir del cualse realizaba la distribución del agua por toda la ciudad.

Lamentablemente en Mérida no tenemos datos segu-ros sobre los castella correspondientes a las tres con-ducciones que surtían de agua a la ciudad. Los restossituados en el cerro del Calvario, tradicionalmenteconsiderados como el castellum aquae donde se distri-buía el agua del acueducto de "Los Milagros" proce-dente de la presa de Proserpina, han sido identifica-dos más recientemente como una fuente monumen-tal o ninfeo que estaba dispuesta de cara al cardusmaximus, y detrás de la cual se han documentado unaspiscinas que posiblemente sí formen parte de lo quefue el castellum aquae (Barrientos Vera, 1997: 27-54) ydesde donde se distribuiría el agua a toda la zona nor-oeste de la ciudad. Este tipo de fuentes públicas, ali-mentadas por acueductos y con una doble función deninfeo y castellum, colocado éste tras la pantalla de lafuente, es conocido también en Roma y en otras ciu-dades norteafricanas (Barrientos Vera, 1997: 40).

Lo cierto es que no disponemos de demasiadasevidencias materiales sobre los castella aquae en otraspartes del Imperio. Los datos más completos son losque nos ofrece la ciudad de Pompeya, a partir de losrestos encontrados, así como las recomendacionesteóricas de Vitruvio. Las formas de los castella seríanmuy diversas pero todas tienen en común una entra-da de agua única, procedente del acueducto, y múlti-ples orificios de salida, en cada uno de los cuales iba

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LÁMINA 4Reconstrucción ideal de la piscina limaria y la fuente (Feijoo Martínez, 2002: 19).

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empotrada una tubería de plomo que distribuía elagua a una zona concreta de la ciudad. Es en el caste-llum de Pompeya donde mejor podemos ver un ejem-plo de este tipo de construcciones y de la presenciadel plomo en ellas. Se trata de un habitáculo queacoge un depósito o estanque de decantación circu-lar. Fijadas al suelo y a las paredes del depósito seanclaban unas rejillas metálicas para filtrar el agua; laprimera de ellas tenía a cada lado una plataforma deservicio, seguida de una segunda reja más fina queatravesaba el estanque por la mitad. A su salida, elagua era retenida por una hoja de plomo de unos 25cm. de altura, que había de rebosar para llegar a tresconductos empalmados al muro de la fachada portres tubos también de plomo (dos de 25 cm. de diá-metro y uno de 30 cm.). En el caso del castellum deNîmes, se repartía un volumen de agua mucho mayora través de diez canalizaciones de 40 cm. de diámetro(Adam, 1996: 273-274).

Desde el castellum divisorium las tuberías discurrirí-an bajo el suelo a no demasiada profundidad y seencaminarían hacia los diversos sectores de la ciudad,subdividiéndose la red mediante la progresiva bifur-cación de las flstulae. Pero existen, además, depósitoso castella secundarios en algunas ciudades romanas,los llamados castella dividicula. Recordemos que a par-tir del 11 a C. se establece una ley por la cual las con-cesiones de agua a los particulares, que anteriormen-te se hacían interceptando las grandes tuberías públi-cas de distribución a su paso cercano por las vivien-das, se debía hacer a partir de una serie de depósitossecundarios, donde se podía controlar mejor tantolos deterioros como los posibles fraudes (VenturaVillanueva, 1996: 83-84). Por tanto, estos depósitos,que estaban conectados entre sí, servían para hacerllegar el agua a los diferentes consumidores de cadabarrio, aunque en el caso concreto de ciudades conuna topografía urbana accidentada estos castella desegundo orden también ayudaban a romper la pre-sión provocada por el fuerte desnivel.

Hasta el momento no se ha hallado ni identifica-do ningún castella secundario en Mérida, aunque locierto es que estos elementos son muy escasos en laPenínsula Ibérica y en todo el Imperio, ya que lamayoría han sido destruidos sistemáticamente a lolargo de la historia para reutilizar el plomo. De hecho,Frontino enumera hasta 247 depósitos de este tipo

para la ciudad de Roma y hoy día apenas se conocenevidencias materiales de ellos. Es nuevamentePompeya la que nos ofrece muestras más claras sobresu red de castella secundarios. Se trata de unos pilaresde ladrillo o sillarejos de planta cuadrada, con alturavariable entre 1 y 7 m., sobre los que va colocado undepósito de plomo cuadrangular abierto en su partesuperior, el castellum plumbeum. Este depósito se abas-tecía a partir de una tubería que ascendía hasta lo altodel contenedor para verter en él las aguas, proceden-te de una derivación desde una fistula pública princi-pal. A su vez, de la parte baja del depósito arrancabanlas diferentes tuberías de abastecimiento que partíanhacia las fuentes o domus, de calibre mucho menorque la que surtía al castellum (Ventura Villanueva,1996: 83-84; Adam, 1996: 278-279). Un ejemplo máscercano de depósito de plomo, encontrado enCórdoba y seguramente perteneciente a un castellumde segundo orden, es descrito por Ventura Villanueva(1996: 86-89 y 93-94). Se trata de un recipiente para-lelepípedo de plomo de 64 x 41 cm. en la base y 29cm. de altura, abierto en la parte superior, y conparedes de 4 mm. de grosor. Se elaboró a partir deuna plancha de plomo, cruciforme, levantando lasparedes y soldando las cuatro aristas verticales resul-tantes, y llevaba decoraciones en sus cuatro carasfrontales, que aparecían impresas en el molde con elque se hizo la plancha. Tenía varias salidas de aguarepartidas entre sus cuatro caras a las que habrían idoempotradas tuberías de distribución.

LA DISTRIBUCIÓN URBANA

Desde los castella, tanto los principales como lossecundarios, se inicia la distribución de agua a toda laciudad, a través de tuberías subterráneas de cerámicao de plomo, siendo éste, tal vez, el uso del plomo másconocido de época romana. Explica Vitruvio que delcastellum aquae deben surgir tres tuberías que conduje-ran el agua a tres destinos principales: las termas obaños públicos, las fuentes públicas y las domus ocasas privadas. En contra de la opinión de algunosinvestigadores, pensamos que la distribución pro-puesta por el tratadista romano parece responder aun esquema más teórico que real. Es cierto que delcastellum de Pompeya arrancan tres conducciones, locual coincide con las recomendaciones de Vitruvio,

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pero también hemos visto que en el castellum deNîmes el agua se repartía a través de diez canaliza-ciones. No somos partidarios de pensar que a lo lardode toda una ciudad la distribución de agua se realiza-se de modo independiente para categoría de consu-midores, tal como indica Vitruvio; es más lógico pen-sar que las tuberías principales saldrían de los castellapara dirigirse a los diferentes barrios de la ciudad,surtiendo cada una de ellas a todos los consumidoresde cada sector (ya sean casas, baños o fuentes). Porotro lado, tampoco serían los destinatarios apuntadospor Vitruvio las únicas categorías de consumidoresexistentes en la ciudad, puesto que se conocen datosde conducciones que abastecían a los pisos bajos dealgunas insulae, lo mismo que otras canalizaciones quesurtían de agua a las industrias, como las tenerías, tin-torerías, lavaderos, factorías de salazón, etc.

Sería muy interesante realizar un estudio topográ-fico de la red urbana de distribución de agua, pro-fundizando así en el conocimiento de la realidadurbanística de Augusta Emerita, pero por desgraciason muy pocos los elementos catalogados relativos ala distribución canalizada del agua en el interior de laciudad. En comparación al volumen original de tube-rías y elementos de fontanería que debieron existir,los restos conservados son exiguos y en muchas oca-siones están fuera de contexto. El saqueo y reaprove-chamiento del metal (ya desde época antigua) hanhecho que se hayan perdido a lo largo de los siglos.Repasaremos a continuación los principales hallazgosde fistulae producidos en el solar emeritense, distin-guiendo aquellas tuberías destinadas a la distribucióndel agua en ámbitos públicos, de aquellas otras quepresumiblemente cumplirían una función relacionadacon el ámbito privado.

Las fistulae en la distribución del agua en ámbitos públicos

CallesSe han documentado algunos tramos de tuberías

discurriendo bajo las vías romanas de Mérida, nor-malmente siguiendo un sentido paralelo al eje de lavía, al menos en época altoimperial, ya sea a un ladode la calzada o por dentro del espacio peatonal por-ticado. Curiosamente, el tramo de mayor entidadencontrado in situ hasta el momento consiste en una

cañería cerámica, conservada en una extensión deunos 8 metros, la cual se encontró embutida en unapequeña zanja longitudinal que marchaba en paraleloa una de las vías de la ciudad, fechándose el hallazgoen el siglo I d.C. (Estévez, 2000: 94-97). En cuanto alos tubos de plomo, se encontró un fragmento detubería (de sección oval, hecho de plancha doblada ysoldada a un lado) junto al pórtico de una calle roma-na bajo la actual calle Suárez Somonte (Álvarez Sáenzde Buruaga, 1974: 186-187), y también otra tuberíaen la vía del área de servicio del Anfiteatro, colocadaa un lado de la vía, detrás de las zapatas de cimentaciónde un pórtico público (Alba Calzado, 2001: 66-67) yque puede ser vista in situ en la actualidad (Lám. 5).Pero no todos los restos encontrados están dispues-tos siguiendo el trazado de las margines de las vías. Aeste respecto es interesante comentar la presencia enla vía de circunvalación del graderío del Teatro, dedos cañerías de plomo superpuestas y protegidas poruna canalización de piezas de mármol reutilizado,cuyo trayecto corta en diagonal a la pavimentación dela vía, evidenciando en este caso concreto una cro-nología bajoimperial (Alba Calzado, 2001: 66-67). Lamayoría de estos tubos de plomos suelen portarimpreso epígrafes que evidencian el carácter oficialde la obra. Además, no son éstos los únicos tramosde tuberías encontrados en Mérida, puesto que tam-bién existen otros fragmentos de fistulae depositadosen el Museo Nacional de Arte Romano, aunque en lamayoría de los casos se desconoce su procedenciaoriginal.

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LÁMINA 5Tubería en el área de servicio del Anfiteatro.

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En cuanto a la cronología de los tubuli y de las fis-tulae, Alba Calzado plantea la hipótesis de que los con-ductos de cerámica, más frágiles, fuesen progresiva-mente sustituidos por las tuberías de plomo conformese produjesen averías en la red de distribución delagua, dadas las evidentes cualidades del plomo para laconducción hidráulica (Alba Calzado, 2001: 67), aun-que se trata ésta de una cuestión que por el momentono se ha podido confirmar a nivel arqueológico. Paraeste autor, además, la desaparición de la red de aguastendría lugar en el siglo V y en época visigoda, moti-vada tal vez por el corte del suministro de agua de losacueductos, dentro de un contexto de ocupacióndonde los sucesivos asedios a la ciudad provocarían lainterrupción y bloqueo del sistema de abastecimientopara forzar así la rendición de Augusta Emerita (AlbaCalzado, 2001: 69 y 76). Ello motivaría el desmantela-miento de la red de tuberías y el aprovechamiento delplomo para otros fines ya en esa misma época, lo cualpuede explicar la escasez de restos significativos quese han conservado hasta nuestros días.

Por otra parte, debemos tener en cuenta que noeran las tuberías los únicos elementos asociados a laconducción de agua urbana, existiendo también otraspiezas en las que se utilizaba el plomo en su elabora-ción. Recordemos, por ejemplo, la presencia de caste-lla secundarios en el interior de las ciudades, que per-mitían suministrar el agua a los diferentes consumi-dores. Asociado a estos depósitos de distribución noshabla Frontino de la existencia de unos tubos debronce calibrados, que él denomina calix y que cum-plirían una función semejante a la de nuestros conta-dores de agua, evitando el extendido fraude consis-tente en agrandar el diámetro de las tuberías deplomo para obtener mayor cantidad de agua. A esterespecto, Vázquez y González (1988: 45-46) se refie-ren a la conservación de dos únicos cálices enHispania, ambos de plomo (Lám. 6), pero VenturaVillanueva (1996: 94) no los considera como tales,sino como simples tuberías o fistulae que arrancan defragmentos de paredes pertenecientes a depósitosdistribuidores secundarios. En opinión de este últimoautor, el calix o contador debe ser de bronce, talcomo relata Frontino, puesto que es un metal másdifícil de alterar por los usuarios que el plomo, yactuaría a modo de precinto en el punto de enganchede la tubería de plomo al castellum secundario.

En ocasiones también se hacía necesario haceruna bifurcación de las tuberías, es decir, pasar de unaa dos o más conducciones en un mismo tramo, paralo cual se disponían elementos que facilitasen estaramificación. En el poblado republicano deValderrepisa (Ciudad Real), se han encontrado restosde las conducciones de agua y uno de estos elemen-tos de bifurcación, consistente en una arqueta hechaen plomo que hace pasar la conducción de una tube-ría a dos (García y Fernández, 1995: 27).

FuentesEn las ciudades romanas las fuentes públicas reci-

birían una importante cantidad de agua de la redurbana, siendo abastecidas fundamentalmente por lasfistulae, como demuestran los ejemplares de Ostia,Pompeya o Herculano (Adam, 1996: 279-283). Sinembargo son pocos y muy dudosos los restos de lacushallados en Augusta Emerita. Eludiendo ahora el enu-merar los casos existentes, en los que no se ha encon-trado hasta el momento ningún fragmento de tuberí-as de plomo, sí nos gustaría referirnos a los restos deuna fuente romana colocada a un lado del decumanusminor en las excavaciones practicadas en el interior dela alcazaba musulmana. De dicha fuente se conservandos gruesos muros de hormigón realizados medianteencofrado. Calle arriba se puede apreciar una estrechay larga zanga que rompió el enlosado pétreo de la vía

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LÁMINA 6Supuesto calix romano perteneciente a la colección Ròmul Gavarró

(VV. AA., 2002: 105).

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para robar, con toda seguridad, la cañería de plomoque nutría a la fuente (Alba Calzado, 2001: 68-69).

Espacios y edificios públicosEl plomo también se relaciona con lo que podrí-

amos denominar la función "lúdica" del agua, y másconcretamente en los edificios de espectáculos roma-nos. Así, en el circo de Mérida apareció un fragmen-to de tubería de plomo de 68 cm de longitud y 6 cm.de diámetro. Esta última medida la aproximaría altipo de fistula duodenaria, según las dimensiones reco-gidas por Frontino. Aunque esta tubería se encontróen contextos revueltos, presumiblemente se asocia aun orificio de entrada de agua descubierto en la zonacentral de la spina hacia el agua del euripus occidental.A partir de estas evidencias el equipo encargado de laexcavación ha deducido el modo en que se abastece-ría de agua a los dos euripi o estanques que formabanla barrera central en la última fase del edificio: unastuberías de plomo conducían al agua mediante unpequeño sifón hasta los extremos de los euripi en elcentro de la barrera, atravesando con una pequeñatrinchera la pista izquierda de la arena del circo(Montalvo, Gijón y Sánchez-Palencia, 1997: 249-251). El desagüe en cambio se aseguraría mediantedos canales documentados, uno en el ángulo noroes-te del euripus occidental y otro en el ángulo surestedel oriental.

Las fistulae en la distribución del agua en ámbitos privados

ViviendasSon varios los medios con los que contaban las

domus emeritenses para abastecerse de agua y almace-narla, como los pozos, estanques, impluvios y cister-nas. Pero también existen indicios de que algunasdomus se hallaban conectadas al servicio público dedistribución de agua. Así, por ejemplo, la denomina-da "Casa de los Mármoles" cuenta en el siglo IV conuna fuente con cañería de plomo (Lám. 7) instaladaen el centro de una habitación absidiada ubicada enel patio y que, a falta de otros medios conocidos enla casa durante esta fase constructiva para abastecerde agua a la fuente, se plantea la posibilidad de queésta se nutriese directamente de la red de distribuciónde agua urbana (Alba Calzado, 2001: 65). También se

documentó un tramo de tubería (con sección oval,sellado superior y un empalme de unión) que discu-rría bajo un decumanus minor en paralelo a la fachadade esta misma casa y en dirección al frigidarium de lastermas privadas que invaden la vía, lo cual permitepensar que, ante la ausencia de una fuente pública eneste lugar que pudiese ser abastecida por esta tubería,tal vez su destino fuese el surtir a estas termas y a unacocina colindante, unas dependencias que habíansido trasladadas de lugar para facilitar su conexióncon la cloaca que discurría bajo el mencionado decu-manus (Alba Calzado, 2001: 65).

Éstos y otros ejemplos de domus en el área deMorería nos colocan ante una situación de venta delagua municipal a los propietarios de grandes vivien-das, aunque, como pudo comprobar Frontino duran-te su experiencia como responsable del servicio deaguas en Roma, no faltaban casos de apropiaciónindebida en los que se desviaba el agua de los con-ductos públicos en provecho de los particulares (sepuede ver un panorama general sobre las concesionesde aguas públicas en Roma y los fraudes cometidosen Malissard, 1996: 281-290). Evidentemente, a tra-vés de la conexión con la red pública de suministro,los grandes propietarios conseguían disponer de uncaudal de agua regular para sus lujosas mansiones(dotadas de baños, fuentes, estanques, jardines...), ytodo ello dentro del contexto de una cultura latina delagua donde el control del líquido elemento se con-vierte en un símbolo de riqueza y prestigio. Por el

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LÁMINA 7Asiento de una fuente con tubería de plomo. "Casa de los

Mármoles" (Mérida).

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contrario, otros sectores de la población menospudientes a penas contarían con un suministro míni-mo de agua, tomándola de las fuentes públicas.

Instalaciones industriales y comercialesEs previsible que las cañerías también surtiesen a

determinadas instalaciones industriales (especialmen-te las de curtido y los batanes o fullonicae, que necesi-tan contar con grandes cantidades de agua) y tambiéna locales comerciales, pero hasta el momento no sehan encontrado en Mérida pruebas sólidas que loconfirmen. Respecto a los locales comerciales, expo-ne Alba Calzado que han aparecido dos tuberías deplomo embutidas en el interior de muros de mam-postería, una en el pórtico de acceso al Teatro(Mateos y Márquez, 1999) y otra en la fachada de la"Casa de los Mármoles", ambas relacionadas a taber-nae, aunque sin pruebas definitivas de que sean sin-crónicas a estos locales, ya que en ambos casos lastuberías podrían ser de cronología más antigua (AlbaCalzado, 2001: 67).

LA EVALUACIÓN

La circulación del agua en las ciudades romanastermina su recorrido a través de la red de alcantarilla-do, existiendo también en el sistema de evacuaciónejemplos de piezas plúmbeas. Augusta Emerita disponíade una red de cloacas que corría bajo las calles y querecogía el agua -sobrante o sucia- procedente de laspropias calles, de las fuentes, de las viviendas y de losespacios y edificios públicos, hasta que, por último,mediante un sistema de pendientes, la mayoría de estascloacas vertía el agua en el río Guadiana. Los sumide-ros o desagües hallados en las domus y vías emeritensesson normalmente de piedra, más concretamente demármol, pero conocemos en otras ciudades hispanasque también existían rejillas de desagües fabricadas enplomo, como es el caso de una rejilla encontrada enuna domus cordobesa (Ventura Villanueva, 1996: 93).En Carthago Nova la conexión entre las viviendas y lascanalizaciones de desagüe se realiza en ocasionesmediante una serie de ánforas embutidas unas en otras,en cuya parte superior se constata el uso de rejillas deplomo, circulares o rectangulares, con varias perfora-ciones en su parte central para permitir el paso delagua (Egea Vivancos, 2002b: 26).

Una placa similar pero de mayor tamaño a lasencontradas en Cartagena y Córdoba se halla deposi-tada en los fondos del Museo Nacional de ArteRomano de Mérida (sin inventariar). Tiene formarectangular y, aunque está doblada a la mitad, calcula-mos sus medidas aproximadas totales en torno a los40 x 54 cm. A pesar de su tamaño notablementemayor en comparación a los ejemplares antes men-cionados, el hecho de que esté perforada por un grannúmero de orificios nos lleva a pensar que funciona-se también como reja de desagüe, tal vez colocada enun sumidero de la vía pública, aunque tampoco pode-mos desechar la idea de que se tratara de una reja dedecantación de agua (Lám. 8).

Los sumideros conectaban con unas canalizacio-nes que vertían el agua directamente a las cloacas. Lasconducciones documentadas en Mérida son de muydistintos tipos, variando en función de la cronologíay del carácter público o privado de la obra: hormigónencofrado, opus incertum, ladrillo, con cubiertas de pie-dra, de materiales reaprovechados, de ladrillo, etc,pero hasta el momento no se ha encontrado canali-zaciones de plomo que viertan directamente a la clo-aca. Esta circunstancia a llevado a Alba Calzado(2001: 68) a distinguir los conductos relacionadoscon las calles emeritenses entre aquellos destinados atransportar el agua limpia (caños cerámicos o deplomo), y aquellos otros que cumplen la función deconducir directamente a las cloacas el agua sobranteo sucia (las canalizaciones de fábrica heterogénea queacabamos de mencionar). De opinión similar es Egea

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LÁMINA 8Reja de plomo. Museo Nacional de Arte Romano de Mérida.

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Vivancos (2002a: 176) cuando afirma que en CarthagoNova las fistulae estaban dedicadas exclusivamente a laprovisión de agua corriente, mientras que para estemismo uso existiría una menor aplicación de las tube-rías construidas en cerámica, relacionadas principal-mente con el transporte de agua al ámbito industrial.

Sin embargo, este tipo de divisiones nunca puedehacerse de modo tajante, ya que se ha documentadola existencia de tuberías de plomo que vierten el aguasobre las cloacas en otras ciudades lusitanas, como esel caso de Cáparra, donde las recientes excavacionessobre un importante tramo de la cloaca que evacua-ba el agua de las termas públicas de la ciudad han per-mitido hallar diversas tuberías de plomo que des-aguan directamente en la cloaca, sin que por elmomento conozcamos cuál es el punto de origen deestas canalizaciones (Lám. 9)2. También dentro deLusitania encontramos otro ejemplo de evacuacióndel agua a través de tuberías plúmbeas en Mirobriga(Santiago do Cacém, Alentejo), donde las tuberíasaún se encuentran in situ en el interior de los alvei delcaldarium y en la piscina del frigidarium de las denomi-nadas "Termas Oeste", dirigiendo de este modo elagua hacia el sistema de evacuación de las termas, queterminaba por desalojar el agua a través de una cloa-ca (Barata, 1998: 92-93). Igualmente se han constata-do canalizaciones cerámicas que cumplen la funciónde evacuación de aguas residuales, como enPompeya, donde las numerosas letrinas instaladas enplantas superiores eran evacuadas mediante estasgrandes cañerías (Adam, 1996: 283-284).

En definitiva, aunque a la luz de las evidenciasarqueológicas las tuberías de plomo y de cerámica seemplearon mayoritariamente para transportar el aguapotable, también desempeñaron un importante papelen su relación con la red de evacuación de las aguas.Este último uso es particularmente extendido dentrode los sistemas de desagües de las termas y baños,como acabamos de ver, pero también en las instala-ciones de carácter industrial como mecanismo paraevacuar el agua de las cisternas y cubetas, trasladar loslíquidos de un depósito a otro, etc., de lo cual tene-mos buenas muestras repartidas por toda Hispania,ya sea con cañerías de plomo o de cerámica. En

Mérida, por ejemplo, la excavación reciente, en lamargen izquierda del Guadiana, de un horno deépoca altoimperial destinado a la fabricación de ladri-llos, tegulae y tejas, sacó a la luz un depósito de aguaasociado a él, en una de cuyas paredes apareció unatubería de plomo que le serviría de desagüe(Bejarano, 2000: 28).

OTROS USOS HIDRÁULICOS DEL PLOMO

Junto a las aplicaciones hasta aquí referidas exis-ten otros usos del plomo relacionado con la redhidráulica, como los grifos, válvulas y llaves de paso,que normalmente eran de bronce, aunque tambiénson conocidos algunos realizados en plomo.

Relacionado también con el aprovechamiento delagua, el plomo se utilizó para la fabricación de unascubetas de plomo que actuarían en las casas romanascomo fuentes o pilones domésticos, comparables anuestros lavabos o fregaderos actuales. No era elplomo el único material utilizado en su elaboración,pues también se hacían de piedra o cerámica, pero ala vista de los numerosos ejemplos hallados en

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2 Agradecemos la información y la cesión de la fotografía al Dr. Enrique Cerrillo Martín de Cáceres, Director Científico de las exca-vaciones de Cáparra, financiadas dentro del proyecto Alba Plata de la Junta de Extremadura.

LÁMINA 9Tubería de desagüe de plomo. Cloacas de Cáparra

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Pompeya es de suponer que serían muy habituales lascubas de plomo. Estos recipientes se colocaban juntoa una columna en la que se encastraba una tubería dealimentación con la correspondiente llave de paso.Normalmente poseían una forma cilíndrica e ibandecoradas con cenefas diversas. En ellas se practica-ban orificios de donde partían fistulae que conducíanel excedente de agua a otras partes de la casa o del jar-dín (Ventura Villanueva, 1996: 122-123).

Por otra parte, durante la excavación de la "Casade los Mármoles"3 en Mérida, se encontró, en unnivel de destrucción fechado en el siglo V, un reci-piente cilíndrico de plomo que probablemente per-teneciera al praefurnium de las termas de las casa(siglo IV), funcionando como termo o cisterna, delos que existen algunos paralelos en Pompeya. Encualquier caso, su estado de conservación es malo,pues sólo se conserva parte de la tapa superior y unfragmento del cuerpo, presentando un aspecto muydeformado, con numerosas concreciones y dandomuestras de haber sido extraído a trozos. La tapa,con un diámetro aproximado de 50 cm., posee unapestaña para adaptarse al cuerpo del recipiente(Lám. 10).

REFLEXIÓN FINAL

Como se ha podido comprobar a lo largo de estetrabajo, la relación del plomo con el agua en épocaromana fue muy habitual. Tal vez su gran resisten-cia a las corrosiones que provoca el medio acuosoen otros metales lo ha convertido en un materialadecuado para formar parte de él. En el ámbito dela ingeniería hidráulica romana lo vemos presenteen cada una de las etapas que comprende el ciclo delagua, el que garantiza el abastecimiento a los núcle-os urbanos, su distribución, así como su evacuacióny vuelta al medio natural. Por otro lado, habría queseñalar que los usos comentados en este trabajoserían los más habituales y generalizados, pero nolos únicos, ya que el empleo del plomo en este ámbi-to sería más amplio de lo que aquí se ha expuesto yde lo que en la actualidad se conoce.

El plomo fue uno de los metales más abundantesy económicos en la Hispania romana. Es de sobraconocido que los romanos aprovechaban y explota-ban a pleno rendimiento las materias primas autócto-nas, logrando adaptarse perfectamente al medio y a loque éste le ofrecía. En este sentido no es extrañopensar que muchas piezas o artefactos realizadoshabitualmente en otros metales, como podría ser elbronce, tuvieran su versión en plomo, sobre todo enaquellas zonas donde este último fuera especialmen-te abundante. Por tanto, es probable que la muestrade plomos que aquí hemos presentado, vinculados alagua y a la ingeniería hidráulica romana, no sean másque eso, una mera muestra que nos permite confir-mar al menos que el plomo tuvo un papel, si no pro-tagonista, sí relevante y, en ocasiones, hasta indispen-sable, en la hidráulica romana.

En pocos casos se aprecia tan claramente lacorrespondencia entre las propiedades de un materialy sus aplicaciones. El plumbum nigrum de los romanosfue elegido por sus cualidades para fines fundamen-talmente prácticos, lejos de funciones decorativas osuntuarias para las que su aspecto externo no le hacíaadecuado. Sería de extrañar que un material de estascaracterísticas escapara a un aprovechamiento ampliopor parte de una civilización tan eminentementepráctica como la romana.

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LÁMINA 10Termo o cisterna de plomo. "Casa de los Mármoles" (Merida).

3 Dirigidas por D. Miguel Alba Calzado, a quien agradecemos esta información.

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