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EL JUEGO CERVANTINO DE LOCURA-LUCIDEZ Y LA VARIEDAD DE INTERPRETACIONES DEL QUIJOTE Lourdes Simó Goberna Cada siglo, cada época, cada momento de la sensibilidad humana han aportado nuevos puntos de vista, nuevas interpretaciones sobre la obra maestra de Cervan- tes. El Quijote, como una mina inagotable, ha suscitado siempre nuevos descubri- mientos. Parece como si estuviera compuesto de una multitud de capas super- puestas que se van revelando unas tras otras conforme la sensibilidad de los lectores va buscando y encontrando nuevas significaciones. No vamos a tratar aquí de la multiplicidad de estudios que ha generado la novela (sería ardua tarea), sino que vamos a tomar una parcela del aserto anterior. Tal y como afirmamos en el título de la presente comullÍcación, nuestra tesis --que desarrollaremos a lo largo de las páginas que siguen- consiste en demos- trar que es precisamente la locura del protagonista, Don Quijote, lo que ha susci- tado (y afortunadamente, no ha dejado de suscitar) un gran abanico crítico en torno al sentido último de la novela. Es decir: posiblemente, sólo detrás del juego locura-cordura, de ese «engaño a los ojos» o de esa «realidad oscilante» de que habló don Américo l residen las distintas interpretaciones en profundidad del Qui- jote. Tal punto de partida no es nuevo: Juan Valera, en 1864, no acertó a ver en la novela una acción en el riguroso sentido de la palabra. La unidad que tiene el libro, vino a decir, no está en la acción, sino en el pensamiento, y ese pensamien- to es Don Quijote y Sancho unidos por la locura. Helmut Hatzfeld afirmó que es el juego de locura y cordura lo que posibilita la variedad de interpretaciones del Quijote y, recientemente, Edward C. Riley recuperaba la idea con las siguientes palabras: «la locura de Don Quijote es el punto de partida para todo lo que suce- de en el libro y es absolutamente fundamental para la comprensión de éste». En efecto, el gran número de estudios aparecidos a lo largo de los años lo demues- tra. 2 Nuestra pretensión se resume, pues, en sintetizar los distintos puntos de vista mostrados y también ofrecer el estado actual en torno al tema. l. A. Castro, El pensamiento de Cervantes, Barcelona, Noguer, 1980, 82 ss. 2. J. Valera, «Sobre el Quijote y sobre las diversas maneras de comentarle» (1864), en Obras Completas, lIT, Barcelona, Aguilar, 1947', 1.065-1.086; H. Hatzfeld, «El Quijote como obra de arte del lenguaje», CSIC, Anejo 227

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EL JUEGO CERVANTINO DE LOCURA-LUCIDEZ Y LA VARIEDAD DE INTERPRETACIONES DEL QUIJOTE

Lourdes Simó Goberna

Cada siglo, cada época, cada momento de la sensibilidad humana han aportado nuevos puntos de vista, nuevas interpretaciones sobre la obra maestra de Cervan-tes. El Quijote, como una mina inagotable, ha suscitado siempre nuevos descubri-mientos. Parece como si estuviera compuesto de una multitud de capas super-puestas que se van revelando unas tras otras conforme la sensibilidad de los lectores va buscando y encontrando nuevas significaciones. No vamos a tratar aquí de la multiplicidad de estudios que ha generado la novela (sería ardua tarea), sino que vamos a tomar una parcela del aserto anterior.

Tal y como afirmamos en el título de la presente comullÍcación, nuestra tesis --que desarrollaremos a lo largo de las páginas que siguen- consiste en demos-trar que es precisamente la locura del protagonista, Don Quijote, lo que ha susci-tado (y afortunadamente, no ha dejado de suscitar) un gran abanico crítico en torno al sentido último de la novela. Es decir: posiblemente, sólo detrás del juego locura-cordura, de ese «engaño a los ojos» o de esa «realidad oscilante» de que habló don Américo l residen las distintas interpretaciones en profundidad del Qui-jote. Tal punto de partida no es nuevo: Juan Valera, en 1864, no acertó a ver en la novela una acción en el riguroso sentido de la palabra. La unidad que tiene el libro, vino a decir, no está en la acción, sino en el pensamiento, y ese pensamien-to es Don Quijote y Sancho unidos por la locura. Helmut Hatzfeld afirmó que es el juego de locura y cordura lo que posibilita la variedad de interpretaciones del Quijote y, recientemente, Edward C. Riley recuperaba la idea con las siguientes palabras: «la locura de Don Quijote es el punto de partida para todo lo que suce-de en el libro y es absolutamente fundamental para la comprensión de éste». En efecto, el gran número de estudios aparecidos a lo largo de los años lo demues-tra.2 Nuestra pretensión se resume, pues, en sintetizar los distintos puntos de vista mostrados y también ofrecer el estado actual en torno al tema.

l. A. Castro, El pensamiento de Cervantes, Barcelona, Noguer, 1980, 82 ss. 2. J. Valera, «Sobre el Quijote y sobre las diversas maneras de comentarle» (1864), en Obras Completas, lIT,

Barcelona, Aguilar, 1947', 1.065-1.086; H. Hatzfeld, «El Quijote como obra de arte del lenguaje», CSIC, Anejo

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Caracterización física de Don Quijote

Iniciamos la investigación caracterizando físicamente a Don Quijote según la" teorias de los galenos de la época_ El aspecto físico del hidalgo manchego fue tempranamente estudiado por la critica y todos coinciden en afirmar que éste presenta una complexión que el Examen de Ingenios de Juan Huarte de San Juan (1575) califica propia del hombre colérico.3

Las cualidades esenciales del hombre que goza de tal temperamento pueden resumirse del siguiente modo:

a) Sequedad, que Cervantes cuida de mantener en su protagonista a lo largo de toda la novela.4 Decía Huarte que «la vigilia de todo el día deseca y endurece el cerebro, y el sueño lo humedece y fortifica». A nuestro hidalgo ...

[ ... ] se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turoío en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el cerebro, de manera que vino a perder el juicio [1, 1, p. 23].

Parece ser que Don Quijote sufre una lesión en la Imaginativa, facultad que, según Luis Vives, sirve para relacionar los objetos que se ven con su impresión en el cerebro.5 De este modo, su locura consiste en un error de los sentidos: el mo-

83, Revista de Filología Hispánica, 1966', p. 18; E.e. Riley, Introducción al "Quijote», Crítica, Barcelona, 1990, 64 ss.

Sobre el tema de la locura en el Quijote, debemos destacar los siguientes trabajos; A. Navarro González; «La locura quijotesca», Anales Cervantinos, 1 (1951), 273-294, donde se muestra que la locura es transflguradora de la realidad; de J.B. Avalle Arce citamos dos estudios fundamentales en los que interpreta la novela por medio de la locura quijotesca; «La locura de vivir», en El «Quijote» como forma de vida, Madrid, Castalia/Fundación Juan March, 1976, y "Don Quijote o la vida como obra de arte», en Nuevos deslindes cervantinos, Barcelona, Ariel, 1975, John J. A1len explica la técnica narrativa de la obra desde el de locura y cordura; Don Quijote, hero A study il1 narrative technique (Parts J ami 2). University Press, Humanities

1919,IV,46, 1979. El profesor Riley ofrece, en el volumen citado, una amplia y actnalizada bibliografía sobre el Quijote. 3. Juan Huarte de San Juan, Examen de Ingenios para las ciencias (ed. de Esteban Torre), Madrid. Editora

Nacional, 1977. Sobre la cOInp]lexi:ón qnijotesca y la influencia de Huarte de San Juan en CeIVank'S son clásicos los estn-

dios de; Rafael Un gran inspirador de Cervantes. El Dr. Juan Huarte y su Examen de Ingenios para las sciencias, 1905; de Iriarte: "El examen de ingenios y El ingenioso en El tU>ctor Huar/e de San Juan y su «Examen de ingenios", contribución a la historia de la psicología Madrid, CSIC, 1948', 311-332; Miguel de Unamuno; «La vida de Don Quijote y Sancho», en Obras Completas, vol. IV, Barcelona, Vergara, 1958,65-386, quien asimila el temperamento quijotesco al de san Ignacio de Loyola. Más modemos son 1(>$ de Martine Bigeard «La folie dans Don Quichone», en In folie et les fous littéraires en Espagne 1550-1650, 1972, 20, Y c.B. Johnson: Madness and Lust. A psychoanal.ytical aproach to Don QuLwte, ealífomia University Press, 1983. La tesis doctoral inédita de Deborah Kong aporta nueva luz al temperamento qnijotesco: en efecto, éste es un colérico qne ha devenido melancólico ya que sus cualidades pasan de ser cálidas y secas a f.rías y secas (<<Don Quijote, Melancholy Knight», en A study of the medical theory of the humours ami as applicatíon to selected Spanish literature in the Golden Age, Edimburgo, 1980,234).

4. En efecto la acción, tanto de la Primera Parte como de la Segunda, transcurre presumiblemente en verano (Pedro Ramírez Molas, Tiempo y narración, Madrid, Gredos, 1978, 10-14). En la Primera Parte, la única vez que llueve Don Quijote se cubre con la bacía de barbero (cap. 21). En la Segunda Parte sólo se moja una vez, en la aventura del barco encantado (cap. 29).

5. «[ ... ] et quemadmodum in altIice facultate vidac est inesse vim qnandam, quae cibum redpiat, aliam quae contineat, aliam ql.lae conficiat, qnaque distribuat et dispenset, ita in animis, et hominum et brutorum, est functio, qnae imagines sensibles impressas recipit, qnae inde Imaginativa dlcitur [ ... ] imaginative actio est in animo quae oculi in corpore, recipere imagines intnendo, estque velut oIificíum qnoddam vasís, qnod est

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rrión es celada; el rocín, caballo; las ventas, castillos; las busconas, doncellas y el ventero, alcaide. Siguiendo el mismo proceso, los molinos de viento se transfor-man en gigantes, los rebaños de ovejas en ejércitos y la bacía de barbero en yelmo de Mambrino.

Don Quijote, tal como demuestran las teoría,> de Huarte, de vuelta de sus aventuras sólo pide que le dejen dormir:

[ ... ] hiciéronIe a Don Quijote mil preguntas, y a ninguna quiso responder otra cosa sino que le diesen de comer y le dejasen dormir, que era lo que más le importa-ba [1. 5, p. 109].6

[ ... ] en tanto que el ama y sobrina de Don Quijote le recibieron, y le desnudaron, y le tendieron en su antiguo lecho [1, 52, p. 603].

Antes de íniciar su tercera salida, en la segunda parte del libro, Don Quijo-te se encuentra descansando por un periodo de un mes, en el cual parece recu-perado:

[ ... ] y habló Don Quijote con tanta discreción en todas las materias que se toca-ron, que los dos esaminadores [el cura y el barbero] creyeron índubitadamente que estaba del todo bueno yen su entero juicio [II, 1, p. 42].

A su vuelta, nuestro personaje recobra el juicio después de un ataque de fiebre (ll, 74, p. 586) efecto que, según Huarte de San Juan, trasmuta el cerebro'?

b) Ingenio. El hidalgo manchego es calificado por su creador como de «inge-nioso», esto es, dotado de ingenio, término que encontramos definido en varios autores de la época como maestría en cualquiera de las artes, liberales o mecáni-cas.a El ingenio en sí mismo es sutil o boto: de esta última especie es el ingenio de

memoria: phantasia vero conjungit, et disjungit ea, quae singula et simplicia imaginatio acceperat» (apud Juan Luis Vives: «De anima et vira», en Opera omnÚl red de Gregorio Mayans y Sisear], 1782-1790. vol. III, cap. I. 10. pp. 326-327).

Alonso López Pinciano se hizo eco de las pelturbaciones que puede ocasionar la lectura de libros de caballetias. En la Philosophía Antigua Poética se refiere al caso de su amigo Valerio. quien quedó sumido en un profundo desmayo tras leer el capítulo de la supuesta muerte del héroe en el Amadl, de Caula (Alonso López Pinciano, Philosophia Antigua Poética red. de Alfredo Carballo Picaro]. vol. 1. Madrid, instituto Migue! de Cer-\'antes. 170-172).

6. Las citas del Quijote proceden de la edición de LA. Murillo (F::1 Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, 2 vols., Madrid, Castalia, 1982).

7. «Si e! hombre cae en alguna enfermedad por la cual el cerebro de repente muda su temperatura, como es la manía, melancolía y frenesía, en un momento acontece perder, si es prudente, cuanto sabe. y dice mil disparates, y si es necio. adquiere más y habilidad que anles tenía» (Huarte, op. cit .. cap. IV, p. 107).

8. Así por ejemplo, J.L. Vives lo romo «UIúversi vis mentís nostrae» (Mauricio de Iriarte, op. cit., nota 3, p. 192); Huarte de San Juan como "lo mismo que fecundidad de la inteligencia [ ... ] capacidad de engendrar conceptos o figuras representativas de la naturalc7.a de las cosas. con carácter científico» (apud lriarte, op. cit., 208-209); Herrera: «aquella fuerza y potencia natural y aprehensión rncil y nativa en nosotros. por la cual somos dispuestos a las operaciones peregrinas y la noticia sutil de las cosas altas» (apud Cejador, La lengua de Cervantes, S.v. «ingenio»). Por último, Sebastián de Covarrubias en su Tesoro de la l"ngua castellana o española [ed. de M. de Riquer], Barcelona, Alta Fulla, 1987. 737 b, Biblioteca. Serie Lengua y Literatura, 3) define ingenio como «una fue"" natural de entendimiento, investigadora de 10 que IX)I' razón y discurso se puede alcan¡;ar en todo género de ciencias. disciplinas, artes liberales y mecánicas. sutilezas. invenciones y engaños. «También define "ingenioso" como "el que tiene sutil y delgado ingenio"» (Ioc. cit. supru).

Sobre el «ingenio» quijotesco podemos destacar los estudios de Harald Weinrich: Das ingenium Don Quijo-tes. Ein Beitrag 2MY lilerarischen ChamkterkuruJe, Munster, Aschendorff. 1956; OlÍs H. Green: «El ingenioso

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Sancho (cit., 1, 25). Don Quijote es <<ingenioso» porque su ingenio es «sutil y delgado».

e) Monomanía. Huarte dice que «por maravilla se halla un hombre de muy subido ingenio que no pique algo en manía, que es una destemplanza caliente y seca del cerebro».9 Tomás de Iriarte, en su estudio del Examen de Ingenios y su relación con Don Quijote, concluye que el hidalgo era ingenioso «porque era ca-liente y seco de temperamento [ ... ] y de subido ingenio, con su tanto de manía, primero por la caza, y después por la lectura; hasta que recalentándose y desecán-dosele el cerebro vino a dar en la monomanía delirante».1O

Rasgos de la locura quijotesca y su influencia en la intención de la obra

La crítica ha caracterizado la locura de Don Quijote de muy diversas mane-ras. Entre el hidalgo de la Primera Parte y el caballero de la Segunda media una evolución que los hace distintos. Sin embargo, existen ciertos rasgos capitales de nuestro personaje que se mantienen a lo largo de la novela. Estos rasgos son:

1. Don Quijote es un «loco entreverado de lúcidos intervalos», como afirma el hijo de Don Diego de Miranda, el Caballero del Verde Gabán, en n, 18, p. 173. En efe<...1:o, la locura de Don Quijote sólo se desata en lo que atañe a caballería. Por lo demás es un caballero discreto:

Pues otra cosa hay en ello -dijo el cura- que fuera de las simplicidades que este buen hidalgo dice tocantes a su locura, si le tratan de otras cosas, discurre con bonísima-; razones y muestra tener un entendimiento claro y apacible en todo; de tal manera que, como no le toquen en sus caballerías, no habrá nadie que le juzgue sino por de muy buen entendimiento [1, 30, p. 381].

¿Quién oyera el pasado razonamiento de Don Quijote que no le tuviera por persona muy cuerda y mejor intencionada? Pero. como muchas veces en el progreso desta grande historia queda dicho, solamente disparaba en tocándole en la caballería, y en los demás discursos mostraba tener claro y desenfadado entendimiento [ ... ] [TI, 43, p. 360].

Idénticos ejemplos encontramos en I, 38, p. 471 (discurso de las Armas y las Letras); 1, 49, p. S77 (conversación sobre libros con el canónigo) y en n, 17, p. 166 (aventura de los leones).

Para quienes le conocen, Don Quijote actúa como un loco y piensa como un cuerdo. En los consejos que da a Sancho para el gobierno de su ínsula, el narra-dor se lamenta:

[ ... ] a cada paso desacreditaban sus obras su juicio, y su juicio sus obras [H, 43, p.360].

hidalgo», Hispa"ic Revie:w, 25 (1957). 175-193. Y Leland H. Chambers: «Idea and the concept of character in Do" Quijo/e», K.H. Komer und Klaus Rühl (eds.), Studia lberica. Festschrifi für Hans Flasche, BernalMunich, Francke, 1973.

9. Huarte, ap. cit., segundo proemio al lector. 10. marte, ap. cit., 317.

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Él mism.o 1.0 rec.onoce ante el Caballero del Verde Gabán:

¿Quién duda, señor don Diego de Miranda, que vuestra merced no me tenga en su opinión por un hombre disparatado y loco? Y no sería mucho que así fuese, porque mis obras no pueden dar testimonio de otra cosa [n, 17, p. 166].

Erasm.o de R.otterdam, en su Moria .o Elogio de la locura también presenta el cas.o de un argiv.o cuya locura se mezcla c.on la lucidez:

y tampoco resultó desagradable aquel varón de Argos, que estaba loco hasta el punto de consumir los días sentado en el teatro, riendo, aplaudiendo y divirtiéndose, porque creía que allí se estaban representando maravillosas tragedias, cuando en rea-lidad nada se representaba; además de observar una conducta adecuada en las obli-gaciones de su vida, se mostraba jovial con los amigos, afable hacia su esposa, capaz de perdonar a sus siervos y no se enojaba porque se le destapara una botella [XXXVIn]. II

Siguiend.o la idea erasmista «s.olí simplices ac veridici sun!» (l.os l.oc.os S.on quienes poseen la verdad) Cervantes creó un ampli.o abanic.o de locos literarios, la may.oria de l.os cuales aparecen en el Quijote: Cardeni.o, el loc.o que hinchaba perros y el que l.os aplastaba, ellicenciad.o de Osuna ... Entre tod.os, destaca el que da n.ombre a una Novela ejemplar, el licenciad.o Vidriera, quien enl.oquece tras una terrible fiebre adquiriend.o a la vez «grandísima agudeza de ingeni.o».12

El «ingeni.o» de l.os loc.os cervantin.os, en especial D.on Quij.ote, permite a Cervantes emitir juici.os critic.os s.obre vari.os temas, reflej.o de su ideari.o respect.o al arte, la literatura, la m.oral y la vida. L.os critic.os defienden la raigambre humanista de tal ideario, aunque existen sect.ores que ab.ogan por el c.ontrarre-f.ormism.o del aut.or. 13 Observam.os tópic.os renacentistas en el discurs.o de la Edad de Oro (1, 11, p. 155), en el discurso de las Armas y las Letras (1. 28, pp. 468-47l) d.onde el hidalg.o mancheg.o defiende las armas -Cervantes se sen-tía .orgull.oso de ser un s.oldado--, y en l.os c.onsej.os a Sanch.o para el g.obiern.o de su ínsula, en l.os que se refleja el ideal renacentista de g.obernante, t.omad.o del ejemplo clásico (Isócrates).

2. D.on Quij.ote se mueve por un afán desmedid.o de impartir justicia. Es 1.0 que Riley ha dado en llamar la «cara pública» de su l.ocura. En la Segunda Parte,

11. «Neque perperam sensit Argivus ille, qui hactenus insaniebat, ut totos dies solus desideret in thealro rídens, plaudens, gaudens, quod crederet illíe miras agi tragoedias, cum nihil omnino ageretur, cum in caeteris vitae officis probe sese gereret, jucundus amicis, comis in uxorem, posset qui ignaseere servís, et signo laesae non insanire lagenas» (Erasmo de Rotterdam, Elogio de la locura, Stultiae l.o.us, Erasmo, Barcelona, Bosch, 1976, XXXVIII, 190-192). El ejemplo procede de Horado, Epístolas, libro Il, cap, Il. w. 128-140.

12. Ellicenci.ado Vidriera, en NCNe1as ejemplares, vol. Ir, Madrid, Castalia, 1986', 117. 13. Marcelino Menéndez y Pelayo fue el primero en señalar el humanismo erasmista de Cervantes ("Cultu·

ra literaria de Miguel de Cervantes y la elaboración del Quiiote», en &rudins y discursos de crítica histórica y literaria, 2 vols., Santander, CSIC, 1941, vol. 1: 323-356). Américo Castro (<<Erasmo en tiempo de Cervantes., en Hacia Cervantes, Madrid, TaUIUs, 1967',222-261 yop. cit., nota 1). Antonio Vilanova ("Erasmoy Cervantes», en Emsmo y Cervantes, Barcelona, l.umen, 1989, 7-47) Y Maree! Bataillon (.El erasmismo de Cervantes., en Eras-mo y &paña, México, FCE, 1966',777-801) desarrollaron en toda. su extensión esta idea. Helmut Hatzfeld (op. cit., nota 2, pp. 131-150) Y C. De l.o11is (cervantes reavcmano, Fratelli Treves, Roma, 1924) defendían un Cervan-tes tridentino.

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tanto por él mismo como por boca de Sancho se expresa su intención de no hacer mal a nadie:

Mis intenciones siempre las enderezo a buenos fines, que son de hacer bien a todos y mal a ninguno [ ... ] [II, 32, p. 265].

[Habla Sancho] [ ... ] digo que no tiene nada de bellaco; antes tiene una alma como un cántaro: no sabe hacer mal a nadie, sino bien a todos, no tiene malicia alguna: un niño le hará entender que es de noche en la mitad del día [ ... ] [I1, 13, p. 131].

Su celo reformista le pone frecuentemente en conflicto con la sociedad y en ocasiones lo convierte en una amenaza pública. El choque más espectacular se produce en el episodio en que liberta a los galeotes (1, 22, pp. 265 ss.). La critica romántica vio aquí un Don Quijote paladín de la libertad y adversario de la tira-nía.14 Unamuno se entusiasmó ante su sentido de la justicia.1s M. de Riquer, sin embargo, opina que no hay nada de ello: Don Quijote, en su locura, yerra en su concepción de lo que es o no justO. 16 América Castro matiza el alcance de este episodio: el error físico o de los sentidos es visible en la obra, pero el «error moral" es escurridizo y en ocasiones falsO. 17 Lo cierto es que Don Quijote siempre sale malparado cuando intenta ayudar a los menesterosos. Algunos autores han querido ver aquí una muestra de la ironía cervantina: sólo desde la locura es posible mantener una actitud moral inviable en la sociedad española del XVII.

Don Quijote está defendiendo una cualidad innata en el ser humano: la vo-luntad, concepto cuya definición moral proporcionó Luis Vives en los siguientes términos:

Es pues la voluntad aquella facultad o energía del alma por la cual deseamos lo bueno y aborrecemos lo malo, guiados por la razón. lB

Entendiendo que la voluntad pertenece al orden del intelecto y que la razón es una facultad atribuida al hombre por medio de la cual se ha distinguido de los demás miembros de la serie animaL

Del episodio al que nos referimos podemos sacar diversas citas:

14. Entre la multiplicidad de escritos al respecto, destacan los surgidos del Romanticismo alemán. en especial Schelling (J,J.A. Bertmnd: Cervantes el le romantisme al1e.nzand. Paris. Felix A1cam. 1914) e inglés. cuyo ejemplo más destacable es lord Byon (véa.-;e César Real de la Riva: «Historia de la critica e interpretaciones de la obm de Cervantes», Revista de Filología Española. 32 [1948J, 107-150).

15. Citado por Miguel de Unamuno, op. cit., nota. 3. 159·167. 16. «Lo cierto es que Don Quijote revela en este episodio un desquiciamiento del concepto de la justicia,

pues defiende no causas justas sino las más injustas que darse puedan, como es la libertad a seres socialmente peligrosos. y que luego. al apedrear a Don Quijote y a Sancho, pondrán de manifiesto la vileza de su condición. La aventura de los galeotes constituye una de las mayores "quijotadas" de Don Quijote, dando a la palabra el sentido que ha adquirido en españo¡' (M. de Riquer, Aproximación al «Quijote», Barcelona, Salvat, 1970. B7, RTVE).

17. «Con ciertas reservas hay. pues, que hablar de error en este episodio. ya que lo err"Óneo confina con lo problemático. ¿Tiene mzón la justicia al condenar a los galeotes? ¿La tienen los guardas? ¿O los galeotes? ¿O Don Quijote mandándoles ír con sus cadenas a los pies de Dulcinea? ¿Yelmo? ¿Bacla' ¿Baciyelmo' La técnica es la misma» (A. Castro.op. cit.. nota 1. 126).

lB .• Est igitur voluntas. Facultas seu vis animi, quae bonum expetimus, malum aversamur. duce ratione» (Luis Vives, .De anima et v1ta», en Opera Onmia, op. cit., vol. liT, cap. XJ. 382).

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[ ... ] que es libre nuestro albedrio, y no hay yema ni encanto que le fuerce [p. 269].

[. .. ] aunque os han castigado por vuestras culpas, las penas que vais a padecer no os dan mucho gusto, y que vais a ellas muy de mala gana y muy contra vuestra voluntad [ ... ] porque me parece duro caso hacer esclavos a quien Dios y naturaleza mm libres [p. 273].

El sentido quijotesco de la justicia es universal, natural y cristiano: Dios hizo a los hombres libres, ¿por qué, pues, esclavizarlos? Sin embargo, la realidad es muy otra, y el pretendido libertador resulta maltrecho.

Con todo, Don Quijote decidirá ser quien es ya desde el inicio de la novela. En el primer capítulo, de las tres opciones que se ofrecen al protagonista (ser un hidalgo de aldea, ser escritor o ser caballero andante) él escoge la última. «Yo sé quién soy» (1, 5, p. 106), proclama Don Quijote. Es consciente de su condición, asumida desde la fantasía, de caballero andante:

Yo valgo por ciento [1, 15, p. 191].

[ ... ] de mí sé decir que después que soy caballero andante soy valiente, medido, liberal, biencriado, generoso, cortés, atrevido, blando, paciente, sunidor de trabajos, de prisiones, de encantos [1,50, p. 586].

Y responde a las reprensiones del canónigo:

[ ... ] caballero soy y caballero he de morir si place al Altísimo [Il, 32, p. 283].

Escogiendo esta última opción, decide imitar los modelos literarios, con el fin de aproximar su vida lo más posible a una cota elevada de perfección, dentro del destino optado. Para Avalle Arce, es entonces cuando Don Quijote hace de su vida una obra de arte. 19

3. La locura de Don Quijote se presenta como una evasión hacia la felicidad. Es otra caracteristica de raigambre erasmista que cobra, tanto en la Primera como en la Segunda Parte, gran importancia.

Erasmo hace exclamar a su argivo cuando es devuelto a la cordura: Por Pólux, que me habéis matado, amigos. No habéis hecho un bien a una perso-

na a la que habéis quitado así el placer arrebatándole por fuer7.a un gratísimo desva-río de la mente.

y añade Era..<¡mo:

y hablaba con razón: pues eran ellos realmente los que desvariaban y más nece-sidad tenían de eléboro, por haber decidido que convenía expulsar con brebajes una locura tan feliz y gozosa.20

19. J.B. Avalle Arce: "Don Quijote o la vida como obra de arte», en Nuevos deslindes cervantinos, op. cit., 344.

20. «'PoI. me occidisti arnlci. Non servalís, alt, cuí sic extorta voluptas. El demptus per vim mentís gratis-simus error". El merito qUidem: errabant ením ¡psi, atque elleboro magls opus habebant, qui tam felicem ac jucundam insaniam, ceu malum aliquod exlstimarent potioníbus expellendam» (Erasmo de Rotterdam, /OC. cit., nota 9).

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Un ejemplo similar aparece en el Examen de Ingenios de Huarte, repetido a su vez por Jerónimo de Mondragón en su Censura de la locura humana i exrelen-cias della (1598). Ambos cuentan el caso de un paje que se volvió loco, y al serle retomada la cordura, se quejaba en los siguientes términos:

Señor Doctor, yo os beso las manos por tan grande merced como me habéis hecho, en haberme vuelto mi juicio, pero yo os doy mi palabra, a fe de quien soy, que en alguna manera me pesa de haber sanado, porque estando en mi locura, vivía en las más altas consideraciones de! mundo y me fingía tan gran señor que no había rey en la tierra que no fuese mi feudatario. y que fuese burla y mentira, ¿qué importaba, pues gustaba tanto de ello como si fuera verdad? Harto peor es ahora, que me hallo de veras que soy un pobre paje, y que mañana tengo de comenzar a servir a quien estando en mi enfermedad no le recibiera por mi lacayo.21

Tales exclamaciones resultan semejantes a las de Don Quijote cuando es rescata-do de la cueva de Montesinos y despertado de su sueño:

Dios os lo perdone amigos; que me habéis quitado la más sabrosa y agradable vida y vista que ningún humano ha visto ni pasado. En efecto: ahora acabo de cono-cer que todos los contentos desta vida pasan como sombra y sueño, o se marchitan como la flor del campo [11, 22, p. 210].

Don Quijote se evade por medio de la literatura. Así imitará los modelos novelescos (los libros de caballerias en este caso). Cervantes sigue de cerca la estética de la imitatio renacentista. Prueba de ello, y rasgo primordial para la comprensión de la novela es que Don Quijote no existe al comenzar ésta. Es la creación de la mente calenturienta de un hidalgo manchego de nombre y pro-cedencia indeterminados (¿Alonso Quijada, Quesada, Quejana?) y que dejará de existir en cuanto el, en la Segunda Parte, llamado Alonso Quijano el Bueno reco-bre la razón:

Yo fui loco, y ya soy cuerdo; fui Don Quijote de La Mancha, y soy agora como he dicho, Alonso Quijano el Bueno [11, 74, p. 590].

Don Quijote es, pues, fluto de una ilusión, un personaje que se irá haciendo a lo largo de la novela, pues cuando ésta comienza, no está determinado ni por sus origenes ni por su apellido, al contrario de otros géneros en boga en aquella época: la novela picaresca y los libros de caballerias. La ilusión se desvanecerá en cuanto éste se vuelva cuerdo, pero la lección de ello es que nuestro hidalgo mori-rá irremisiblemente.

Cuando Don Quijote debe abandonar el ejercicio caballeresco por un año, tras la derrota infligida por el Caballero de la Blanca Luna, decide evadirse hacia otra fantasía novelesca, la pastoril:

Este es e! prado donde topamos a las bizarras pastoras y gallardos pastores que en él querian renovar e imitar a la pastoral Arcadia, pensamiento tan nuevo como

21. Hum"te, op. cit., cap. V, 125: Mondragón, Censura de la locura humana i exceleru:Ú1s della, Madrid, Selecciones Bibliófilas, 1949, cap, 34, pp. 70 abo

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discreto, a cuya imitación, si es que a ti te parece bien, quema, ¡oh, Sancho!, que nos convirtiésemos en pastores, siquiera el tiempo que tengo de estar recogido [II, 67, p. 548].

Al igual que en su momento adoptó la actitud y el lenguaje empleado en los libros de caballerias, se recrea en la ficción de las novelas pastoriles:

Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio serán necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz y tú el pastor Pancino, nos anda-remos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos. Dárannos con abundantísima mano de su dulcísimo fruto las encinas, asiento los troncos de los durísimos alcornoques, sombra los sauces, olor las rosas, alfombras de mil colores matizadas los estendidos prados, aliento el aire claro y puro, luz la luna y las estrellas, a pesar de la escuridad de la noche; gusto el canto, alegria el lloro, Apolo versos, el amor conceptos, con que podremos hacernos eternos y famosos, no sólo en los presentes, sino en los venideros siglos [II, 67, p. 548].

Serrano Plaja y Navarro González no creen en la locura de Don Quijote e interpretan su evasión literaria como un hecho consciente: Don Quijote se auto-engaña a sabiendas de que así huye de la vulgaridad y chatura de la vida cotidia-na: si no, ¿por qué ese deseo de salir, en la Primera Parte, sin ser visto?22

Igual tesis, pero desde distinto punto de vista, mantienen Vicente Gaos y Gonzalo Torrente Ballester. Ambos consideran que la actitud de Don Quijote ante la vida es lúdica. El hidalgo cervantino no ha perdido con la edad su capacidad de juego. Es, al parecer de Riley, la «cara privada" de su locura. En efecto, el hidalgo cervantino presenta con frecuencia signos de encontrarse en infantil esta-do mental.23

Por otro lado, tal evasión, aunque querida por Don Quijote hará que éste tope constantemente con su entorno. Es decir, la FICCIÓN novelesca choca con la REALIDAD. Buena parte de la comicidad de la obra surge de este hecho. La risa se consideró durante mucho tiempo como la intención última de Cervantes al escri-bir su novela. Algunos criticos contemporáneos abogan por recuperar la idea, restando trascendentalidad a la obra.24

La locura quijotesca cambia los valores que eran habituales en su tiempo: a la OPINlÓN, tan frecuente en la España de la Contrarreforma, se opone la REALIDAD MULTIFORME Y en última instancia, la REAUDAD VOLUNTARIA que se ha forjado Don Quijote en su mente.

Aquí entraríamos en la discusión, magníficamente propuesta por Américo Castro, sobre la relatividad del entorno. La realidad, en efecto, no es absoluta:

22. A SelTIlno Plaja, «La Primera Parte de Don Quijote», en Realismo mágico en Cervantes, Madrid, Gre-das. 1967, ll8 ss,; A. Navarro González, arto cit., supra, p, 281.

23, G. Torrente Ballester, El «Quijote» como juego, Barcelona, Destino, 1984; V. ('",os, Claves de literatura vol. 1. Madrid. Guadarrama, 1974,213,

Peter E. RusseH, .Don Quijote o la risa a carcajadas», en Temas de «w Celestina», Barcelona, Anel, 1978, 409-440; H. Ziomek, «1.0 grotesco en el Quijote», en Estudios literarios [",j dedicados a He/mut Hat'l/eld con motivo de su 80 aniversario, Barcelona, Hispam, 1974, 239-247.

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[ ... ] eso que a ti te parece bacía de barbero me parece a mí el yelmo de Mambri-no, y a otro le parecerá otra cosa [1, 25, pp. 306-307].

Tanto lo que es percibido por los sentidos como los juicios de valor son relativos. Cervantes se hace eco de una idea platónica que desarrolló la filosofía del Renacimiento y que también tuvo sus repercusiones en la literatura de la época,25

Diferencias enlre la Primera y Segunda Parte según el sentido de la novela

Existen ciertas diferencias, como se ha apuntado, que han permitido hablar de un Don Quijote renacentista en la Primera Parte y un Don Quijote barroco en la Segunda. El ingenioso hidalgo, al igual que Cervantes, no es el mismo. Aunque para el personaje ha transcurrido un mes. para su creador han sido diez años. Existe bibliografía abundante con respecto a estas diferencias.26

Primera Parte

1. Don Quijote se presenta entero, de una pieza. Él es quien hace de la realidad ficción. Al margen de ese error físico, de los sentidos ("y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba. veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído»; 1, 2, p. 82), siempre está presente en la Primera Parte de la novela el «engaño a los ojos», provocado por la imaginación de nues-tro hidalgo. Sólo una vez los demás transforman la realidad al margen de la voluntad de Don Quijote (1, 29-30. episodio de la infanta Micorrlicona).

25. Américo Castro (op. cit., nota 1, 82-90 Y notas) cita varios autores en cuyas obras se refleja este pensamiento que también aparece en (;en,antes: Pietro Bembo, Gli Asolani (Castro se sirve de una traducción anónima editada en Salamanca, 1555, Los Asolanas, Madrid. Biblioteca Nacional, R 15.039: los fragmentos que cita se encuentran al comienzo del libro III); Erasmo de Rotterdam. del que cita pasajes del Elogio de la locura, del Coloquio de los religiosos (apud Menéndez Pelayo. Origenes de la Novela, IV, 18la) y de Los Silenos de Akibúu1es (Adagiorum Collectanea, Amberes, 1530, fol. 304v); Baltasar de Castiglione: El Cortesano, en la traduc-ción de Juan Boscán. (Se sirve de una edición de «Libros de Antaño», p. 50, aunque nosotros podemos aducir una edición de Valladolid de 294 fols .. realizada en la imprenta de Francisco Fernández de Córdova en 1569.)

26. Son partidarios de considerar la novela y su personaje principal como renacentistas M. BataiUon, Américo Castro y A. VUanova. que enfocan el erasmismo de autor y personaje.

El renacentismo literario lo pone de manifiesto Rafael (<<Góngora y Cervantes: coincidencia de temas y contraste de actitudes», en De la Edad Media a nues!rOs Madrid, Gredas, 1967, 219-241). Final-mente, sobre el renaeentismo del caballero Don Quijote babia A. Alonso en un artículo respuesta a otro de H. Hatzfeld, partidario del barroquismo de la obrd: "Don no a..'iCeta pero ejemplar caballero y cristia-no», en Mf¡¡eria y forma en poesÚl, Madrid, Gredos, 1955,

Como se ha apuntado más aniba. son partidarios de un barroquismo en la obra Helmut Hatzfeld en varios trabajo." amén del cit. supra, el que motivó la contestaeión de A. Alonso: «Don Quijote ¿asceta?», Nueva Revista de Filología Hispánica, II (1948), 57-70; «The baroque of CelVantes and the baroque of Góngora exemplified by the motif '1as bodas"», Anales Cervantinos, III (1953), 89-119. El barroquismo literario lo defiende J. Casalduero: Sentidn y fonna del «Quijote», Madrid, Ínsula, 1966. Y el barroquismo religioso P.M. Descouzis: Cervantes a nueva luz. I. El «Quijote» y el Concilio de Trento. Francfort, V. Klostennann, 1966. y n, Con la iglesia hemos dado, Sancho, Iberoamericana, 1973.

Américo Castro se refiere a las dos partes de la obra remitiéndose a otros autores (op. cit., 83). Desde otro ángulo diferencian dos partes en la novela Alberto Navarro González (<<Las dos partes del Quijote», Anales Cervantinos, 16 [1977], 1-32) Y Colbert I. Nepaulsingh (,,(;en,antes. Don Quijote, the unity of the action», Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 2 11978]. 239-257).

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Don Quijote, como afirma Arturo Serrano Plaja,27 no se muestra tranquilo hasta que los que le rodean no entran en su juego:

El lenguaje, no entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ellos la risa y en él el enojo, y pasara muy adelante si a aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico, el cual, viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales como eran la brida, lanza, adarga y coselete, no estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de su contento. Mas, en efecto, temiendo la máquina de tantos pertre-chos, determinó de hablarle comedidamente [ ... ] [1. 2, pp. 83-84].

Y así, las «mozas de partido» le dan de comer, el ventero lo arma caballero: El ventero que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenia algunos ba-

rruntos de la falta de juicio de su huésped [. .. ] por tener que reír aquella noche determinó seguirle el humor [1, 3, p. 88].

Incluso Sancho, en su primera aventura con Don Quijote, sale con él en la clan-destinidad:

[ ... ] sin despedirse Panza de sus hijos y mujer, ni Don Quijote de su ama y sobrina, una noche salieron del lugar sin que persona los viese; en la cual caminaron tanto, que al amanecer se tuvieron por seguros de que no los hallarian aunque los buscasen [l, 7, pp. 126-127].

2. Don Quijote, pese a considerarse un caballero andante al estilo de los que recorrian la Europa medieval, está dotado de todas las virtudes con que Erasmo adornaba el caballero cristiano en su Enehiridion. Tales virtudes no pueden des-prenderse de la fama de «hombre bueno» de la que goza nuestro hidalgo en la Segunda Parte (véase loe. cit, supra n, 13, p. DI, Y n, 32, p. 265). El profesor A. Vilanova ha demostrado que son tres los puntos de unión entre el Manual erasmiano y los rasgos que concurren en Don Quijote:

a) Su condición paradójica de loco-cuerdo y de necio-sabio. b) Su afán de hacer el bien. e) Su fracaso en este afán justiciero.28

3. Don Quijote, en fin, es en esta Primera Parte un hombre lleno de entu-siasmo. Se auto justifica cuando los demás le quieren hacer ver que se ha equivo-cado (1, 19, p. 233, episodio del Cuerpo Muerto):

No todas las cosas [ ... ] suceden de un mismo mcxlo. El daño estuvo, señor bachi-ller Alonso López. en venir, como veniades. de noche, vestidos con aquellas sobrepelli-

27, Op. cit" 122, 28. En la ponencia presentada al ID Coloquio Internacional de la Asociación de Cervantistas, el profesor

Vilanova profundiza en el tema (<<Don Quijote y el ideal erasmista del pedecto caballero cristiano., Actas del Tercer Coloquio Internacional de CClVantistas. Barcelona. Anthropos. 69-87), Una visión más apasionada y con menos rigor científico la ofrece Amado Alonso en su artículo: «Don Quijote, no asceta pero ejemplar caballero y cristiano., en Materia y forma en poesía, Madrid, Gredas, Biblioteca Románica Hispánica, 1986 (3.' reimp.), 159-200,

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Lnurdes Simó Gobema III-ClAC 1990

ces, con las hachas encendidas, rezando, cubiertos de luto, que propiamente semejá-bades cosa mala y del otro mundo; y así, yo no pude dejar de cumplir con mi obliga-ción acometiéndoos. y os acometiera aunque verdaderamente supiera que érades los mesmos satanases del infierno, que por tales os juzgué y tuve siempre.

Segunda Parte

1. Don Quijote se presenta como un personaje más rico en matices y variado en sus reacciones y comportamientos, hasta llegar a su muerte, cuando recobra la razón. Destacan tres elementos en su personalidad:

a) La realidad propiamente dicha se opone a la profesión caballeresca, fruto de su locura. El punto de vista es distinto al de la Primera Parte ya que son los demás quienes transfonnan la realidad al margen de la voluntad de Don Quijote:

- n, 10, pp. 108-113. Sancho quiere hacer creer a Don Quijote que tres rústicas labradoras son Dulcinea y sus dos doncellas:

A esta sazón ya se había puesto Don Quijote de hinojos junto a Sancho, y miraba con ojos desencajados y vista turbada a la que Sancho llamaba reina y señora, y como no descubría en ella sino una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era carirredonda y chata, estaba suspenso y admirado, sin osar despegar los labios.

ll, 14-15. pp. 134 ss. Encuentro con el Caballero del Bosque. - n, 31, p. 276. En casa de los duques:

Con estos razonamientos, gustosos a todos sino a Don Quijote, llegaron a lo alto, y entraron a Don Quijote en una sala adornada de telas riquísimas de oro y de brocado; seis doncellas le desannaron y sinrieron de pajes, toda industriadas yadver-tidas del duque y de la duquesa de lo que habían de hacer, y de cómo babían de tratar a Don Quijote para que imaginase y viese que le trataban como caballero an-dante.

Las ventas son ventas (ll, 24; 59) Y los rebaños, rebaños (ll, 59). En la Prime-ra Parte, al confundir Don Quijote dos rebaños de ovejas con dos ejércitos, San-cho observa:

-No oigo otra cosa [ ... ] sino muchos balidos de ovejas y carneros [1, 18, p. 223].

En esta Segunda Parte, cuando Sancho le dice que viene Dulcinea con sus doncellas, responde Don Quijote:

-Yo no veo, Sancho [ ... ], sino a tres labradoras sobre tres borricos [TI, lO, p. 109].

b) Las dudas íntimas de su idoneidad para tal quehacer. Convenciendo a los demás se convence a sí mismo. Observamos que, en esta Segunda Parte, Don Quijote va perdiendo la seguridad de manera progresiva. Ello es debido, como apunta Salvador de Madariaga,29 a que los demás le siguen la comente (Sancho, los duques, los caballeros barceloneses ... ). El clérigo de la casa de los duques,

29. Salvador' de Madariaga, Guía del lector del "Quijo/e», Madtid, Espasa-Calpe, 1978', Austral, 105-111.

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dudando de él, le devuelve el fervor y le da la posibilidad de autoconvencerse en un apasionado parlamento (II, 32, pp. 282-283).

e) La constatación final de su propia locura. Cuando se vuelve cuerdo obser-vamos que entonces es Sancho quien quiere hacerle recuperar la ilusión perdida:

[Habla Don Quijote.] -Perdóname, amigo, la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, hacién-

dote caer en el error en que yo he caído, de que hubo y hay caballeros andantes en el mundo.

-¡Ay! -respondió Sancho, llorando--. No se muera vuestra merced señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, ni otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire no sea perezoso, sino levántese desa cama y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: qui-zá tras de alguna mata hallaremos a la señora Dulcinea desencantada, que no haya más que ver [H, 74, pp. 589-590].

2. Es un Quijote barroco, que ve cómo su mundo se va desintegrando cada ve-z más. En efecto, ya cuando Sancho le presenta a la "Dulcinea encantada», dice:

Sancho, ¿qué te parece cuán mal quisto soy de encantadores? Y mira hasta dón-de se estiende su malicia y la ojeriza que me tienen, pues me han querido pn-IIar del contento que pudiera darme ver en su ser a mi señora. En efecto, yo nací para ejem-plo de desdichados, y para ser blanco y terrero donde tomen la mira y asiesten las flechas de la mala fortuna [I1, lO, pp. 111-112].

Don Quijote ha empezado, con este lamento, a reconocer que no puede do-minar el mundo que le rodea, y de aquí a la desintegración del mismo sólo hay un paso. Riley afirma la progresiva decepción de Don Quijote:

[ ... ] puede incluso describirse como un lento proceso de autoeducación que, si-guiendo el curso evolutivo de las ideas del siglo xvr, termina con la austera lección del desengaño. 3o

Resulta clave, para comparar el Don Quijote de la Primera Parte con el de la Segunda el episodio de las Cortes de la Muerte (II, 11) frente el del Cuerpo Muer-to (1, 19), ya comentado. En efecto, observamos en el primero una lección de desengaño:

Por la fe de caballero andante [ ... ] que así como vi este carro imaginé que alguna grande aventura se me ofrecía; y ahora digo que es menester tocar las apariencias con la mano para dar lugar al desengaño [JI, 11, p. 117].

Este esencial rasgo barroco resulta cada vez mayor a medida que avanza esta Segunda Parte:

¡Basta! [ ... ] Aquí será predicar en desierto querer reducir a esta canalla a que por ruegos haga virtud alguna. Y en esta aventura se deben de haber encontrado dos

30. E.C. Riley, Teorúl de la novela en Cervantes, Madrid, Taurus, 1971. 259.

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valientes encantadores, y el uno estorba lo que el otro intenta: el uno me deparo el barco, y el otro dio conmigo al través, Dios lo remedie; que todo este mundo es máquinas y trazas, contrarias unas de otras. Yo no puedo más [H, 58, p. 267, Aventu-ra del barco encantado].

Ellos conquistaron el cielo a fuerza de brazos [se refiere a las imágenes de los retablos] y yo hasta agora no sé lo que conquisto a fuerza de mis trabajos [Il, 58, p. 473, Aventura de las Imágenes].

Culmina cuando es apresado por el bandolero Roque Guinart: No es mi tris'teza [ ... ] haber caído en tu poder [ ... ] sino por haber sido tal mi

descuido, que me hayan cogido tus soldados sin el freno, estando yo obligado, según la orden de la andante caballería, que profeso, a vivir contino alerta, siendo a todas horas centinela de mí mismo [H, 60, p. 495].

A partir de este capítulo, Don Quijote se convierte en mero espectador. Frente a las auténticas aventuras del bandolero catalán, la caballería quijotesca es literaria. Se aproxima el fin de Don Quijote.

3. Por último, pierde gradualmente el entusiasmo. La evolución de su locura marca la evolución del personaje. Salvador de Madariaga llama a este proceso «sanchificación» de Don Quijote. aunque nosotros no lo consideremos exacta-mente así. En efecto. el comportamiento del Don Quijote de la Segunda Parte difiere del de la Primera, como apunta el autor citado:

a) Pacta con exigencias materiales: viaja con dinero y provisiones. Paga los gastos en las ventas como una persona corriente y, lo que es más, reconoce y compensa los desperfectos que causa. Por ejemplo en n, 7, p. 91:

En resolución, en aquellos tres día" Don Quijote y Sancho se acomodaron de lo que les pareció convenirles; [ ... ] sin que nadie lo viese sino el bachiller, que quiso acompañarles media legua del lugar. se pusieron en camino del Toboso, Don Quijote sobre su buen Rocinante, y Sancho sobre su antiguo rucio, proveídas las alforjas de cosas tocantes a la bucólica, y la bolsa de dineros que le dio Don Quijote para lo que se ofreciese.

Incluso cuando se refugia en la novela pastoril, el Don Quijote de la Segunda Parte ya no piensa en transformar la realidad y fabricarse él mismo los instru-mentos necesarios, como hace en la Primera Parte, donde convierte el morrión en celada y el rocín en caballo, sino que piensa en comprarlos, tal y como se ve en n. 47, p. 548: "yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pasto-ral ejercicio son necesarias».

b) No concede excesiva importancia a las leyes de caballeria, algo impensa-ble en el Quijote de la Primera Parte. Madariaga pone el ejemplo de la loanza de la bella Quiteria, en las bodas de Camacho:

Oyendo lo cual Don Quijote, dijo entre sí: -Bien parece que éstos no han visto a mi Dulcinea del Toboso; que si la hubie-

ran visto, ellos se fueran a la mano en las alabanzas desta su Quiteria [ll, 20, p. 189].

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En la Primera Parte Don Quijote se hubiera enfurecido, como en la Aventura de la infanta Micomicona, cuando Sancho afinna que ésta es más bella que Dul-cinea (1,30, p. 377).

e) Obra con más cautela antes de emprender una aventura. Por ejemplo, antes de su tercera y última salida pide consejo al bachiller Sansón Carrasco y éste lo anima a seguir adelante:

[ ... ] Don Quijote [ ... ] determinó de hacer de allí a tres o cuatro días otra salida; y declarando su intento al bachiller, le pidió consejo por qué parte comenzaría su jor-nada; el cual [ ... ] alabóle ser honradísima y valentísima su determinación [Il, 4, pp. 69-70].

Poco a poco, y Cervantes parece recrearse en la progresiva desintegración del personaje, Don Quijote ve desmoronarse todo aquello en lo que había creído. Su actitud es cada vez más de una pasividad absoluta. Acepta las circunstancias, pues se siente impotente para reordenar el mundo. Ese sentimiento de impoten-cia llevará al caballero a una desilusión que, como se ha dicho más arriba, lo matará, no sin antes haber hecho una renuncia fonnal en los siguientes ténninos:

[ ... ] ya yo no soy Don Quijote de la Mancha, sino Alonso Quijano, a quien mis costumbres me dieron renombre de Bueno [Il, 74, p. 588].

El profesor Avalle Arce matiza el alcance de tales palabras:

Al deponer su nombre, Don Quijote ha renunciado a su voluntad,31

Conclusiones

No discutiremos aquí qué pretendía Cervantes al escribir su obra maestra, el Quijote. Parece comúnmente aceptado que la intención era «parodiar los libros de caballerías». En la actualidad intenta tomarse este aserto en toda su extensión y se defiende la risa a carcajadas como clave de la obra, tal como -se supone-- la entendieron los contemporáneos de Cervantes.

Sin embargo, otros sectores consideran que el autor va más allá, en ocasio-nes intencionadamente, otras «sin querer". Algunos críticos han querido ver en la obra cervantina rasgos propios del erasmismo (Vilanova, Castro), otros interpre-tan las peripecias del personaje principal a la luz de la fina ironía de su creador (Madariaga, Avalle Arce). Porque la novela no es sólo una parodia. Contiene de-masiados elementos, que no escaparon antes ni escapan hoy al público lector.

Desde la locura pueden defenderse puntos de vista impensables en la España de la Contrarrefonna, tales como la justicia, la libertad, la voluntad. También un loco puede dar su opinión sobre cualquier tema, gozando de una peculiar lucidez. Los discursos y parlamentos de Don Quijote a lo largo de la obra reflejan, al menos parcialmente, el ideario cervantino sobre la vida, el arte Y la literatura. La locura, además, proporciona ilusión al individuo y lo hace feliz. De igual manera,

31. J.B. Avalle An::e, .Don Quijote o la vida como obra de arte», en Nuevos deslindes cervantinos, op. cit .. nota 2, 375.

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wurdes Simó Goberna IIl·CIAC 1990

sólo la falta de juicio puede posibilitar el desarrollo de un pensamiento sobre la relatividad de las cosas y la ausencia de valores absolutos, tanto reales como fmgidos.

Pero Don Quijote no podía vivir eternamente y es en la Segunda Parte donde empezamos a ver una lección de desengaño. Sigue la ideología anterior pero falta el entusiasmo, desfallece el protagonista, se desengaña su creador. Don Quijote debe morir al igual que un año después lo hará Cervantes; debe morir porque ha perdido la ilusión al recuperar la cordura. Al entusiasmo del Renacimiento sucede el desencanto barroco. Don Quijote ya no se muestra activo, no «muere», «se deja morir» como bien dice Sancho entre sollozos. Pero incluso aquí, Cervantes hace que su criatura deponga su nombre. Quien muere es Alonso Quijano el Bueno, no Don Quijote de la Mancha, en una sabia lección no exenta de melancolía de que la fantasía no muere nunca y Don Quijote pervivirá --como lo ha hecho-- en las mentes de los lectores a lo largo de los tiempos.

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