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APÓCRIFA EN 1096, ALREDEDOR DE UNAS CIEN MIL PERSONAS ABANDONARON SUS HOGARES Y POSESIONES EN EUROPA PARA EMBARCARSE EN UNA ARRIESGADA AVENTURA QUE SUPUESTAMENTE LES IBA A CONDUCIR HASTA LAS PUERTAS DE JERUSALÉN. LOS CRISTIANOS QUE PARTICIPARON EN LA I CRUZADA FUERON TESTIGOS DE UNA SERIE DE ASOMBROSOS PRODIGIOS QUE SE PRODUJERON EN LOS CIELOS Y QUE FUERON INTERPRETADOS COMO SEÑALES DIVINAS. L a mañana del 27 de noviembre de 1095, el papa Urbano II se presentó ante las miles de personas que se habían concentrado a las afueras de la ciudad francesa de Clermont. Se había anunciado que el pontífice iba a comunicar un mensaje de trascendental importancia para toda la Cristiandad. En medio de un solemne silencio, Urbano II pronunció un discurso histórico en el que hizo un llamamiento a toda la Cristiandad para que uniese sus fuerzas en una lucha por recuperar Tierra Santa de la dominación musulmana. Tras pronunciar su discurso, la multitud entusiasmada se ofreció para partir inmediatamente hacia Tierra Santa al grito de “¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!”. Se fijó como fecha de partida de la Primera Cruzada el 15 de agosto de 1096. Pero poco después, muchos de los que en un principio habían manifestado su expreso deseo de unirse a la expedición empezaron a arrepentirse de su decisión. Mientras los nobles y obispos empezaban a mostrarse dubitativos, el pueblo llano, junto con algunos caballeros que no tenían nada que perder, se mostraron impa- cientes por partir hacia los Santos Lugares. En febrero de 1096 se celebró una reunión en París para concretar algunos de los aspectos organizativos de la Primera Cruzada. Presidida por Hugo de Vermandois, hermano menor del rey Felipe I de Francia, se trataron temas relacionados con la logística y los objetivos de la expedición. Sin embargo, a esas alturas la idea de Cruzada había perdido gran parte de su encanto y muy pocos confiaban en que un puñado de aventureros y místicos exaltados pudieran alcanzar Tierra Santa . Dejando al margen las cuestiones terrenales, unos y otros iban a ser testigos de los prodigios que iban a tener lugar en el cielo de París durante la noche del 11 de febrero de 1096.

Luces del Apocalipsis (Enigmas)

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Temores ante un apocalipsis definitivo

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APÓCRIFA

EN 1096, ALREDEDOR DE UNAS CIEN MIL PERSONAS ABANDONARON SUS HOGARES Y POSESIONES EN EUROPA PARA EMBARCARSE EN UNA ARRIESGADA AVENTURA QUE SUPUESTAMENTE LES IBA A CONDUCIR HASTA LAS PUERTAS DE JERUSALÉN. LOS CRISTIANOS QUE PARTICIPARON EN LA I CRUZADA FUERON TESTIGOS DE UNA SERIE DE ASOMBROSOS PRODIGIOS QUE SE PRODUJERON EN LOS CIELOS Y QUE FUERON INTERPRETADOS COMO SEÑALES DIVINAS.

La mañana del 27 de noviembre de 1095, el papa Urbano II se presentó ante las miles de personas que se habían concentrado a las afueras de la ciudad francesa de Clermont. Se había anunciado que el pontífice iba

a comunicar un mensaje de trascendental importancia para toda la Cristiandad. En medio de un solemne silencio, Urbano II pronunció un discurso histórico en el

que hizo un llamamiento a toda la Cristiandad para que uniese sus fuerzas en una lucha por recuperar Tierra Santa de la dominación musulmana. Tras pronunciar su discurso, la multitud entusiasmada se ofreció para partir inmediatamente hacia Tierra Santa al grito de “¡Dios lo quiere! ¡Dios lo quiere!”.

Se fijó como fecha de partida de la Primera Cruzada el 15 de agosto de 1096. Pero poco después, muchos de los que en un principio habían manifestado su expreso deseo de unirse a la expedición empezaron a arrepentirse de su decisión. Mientras los nobles y obispos empezaban a mostrarse dubitativos, el pueblo llano, junto con algunos caballeros que no tenían nada que perder, se mostraron impa-cientes por partir hacia los Santos Lugares.

En febrero de 1096 se celebró una reunión en París para concretar algunos de los aspectos organizativos de la Primera Cruzada. Presidida por Hugo de Vermandois, hermano menor del rey Felipe I de Francia, se trataron temas relacionados con la logística y los objetivos de la expedición. Sin embargo, a esas alturas la idea de Cruzada había perdido gran parte de su encanto y muy pocos confiaban en que un puñado de aventureros y místicos exaltados pudieran alcanzar Tierra Santa . Dejando al margen las cuestiones terrenales, unos y otros iban a ser testigos de los prodigios que iban a tener lugar en el cielo de París durante la noche del 11 de febrero de 1096.

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LUNAS ENSANGRENTADASCon las primeras sombras del atarde-cer pudieron observar cómo la Luna llena fue desapareciendo poco a poco y la aureola que quedó de ella adquirió un resplandor rojizo. Mientras Hugo de Vermandois y sus acompañantes contemplaban el espectáculo celeste con una mezcla de fascinación y temor, la Luna fue tomando poco a poco un tono más oscuro e intenso hasta que finalmente se tiñó de un terrorífico color sangre. Los caballeros y prelados reunidos estuvieron durante toda la madrugada observando el cielo. Con las primeras luces del amanecer, la Luna recuperó su color y forma habi-tuales, pero los testigos pudieron ver cómo se formaba a su alrededor una espectacular aureola de brillante luz que desapareció con la llegada del día.Según los textos de algunas profecías cristianas, en los Últimos Días previos al Juicio Final, la Luna se tornaría de un color rojo sangre tras la apertura del sexto sello por los ángeles celestiales. Estos anuncios estaban tomados de los textos del Libro de Joel, considerado uno de los profetas menores del Anti-

guo Testamento. Según sus palabras, “…El Sol se convertirá en tinieblas y la Luna en sangre, antes que llegue el Día del Señor, día grande y terrible”. Durante la Alta Edad Media, la gente vivía con el convencimiento de la fra-gilidad del mundo y de su inmediato

final. En ese contexto, prodigios como el de la luna ensangrentada en el cielo de París eran interpretados como manifestaciones de la ira divina.

Ante acontecimientos de ese calibre,a la mañana siguiente nobles y clérigos franceses hicieron cola para alistarse en las huestes que Hugo de Verman-dois estaba reuniendo para partir haciaTierra Santa. Pero la capital parisina no fue el único escenario en donde los cristianos temerosos de Dios pudieron observar extraños fenómenos celestes.

ESPADAS FLAMÍGERAS Los cronistas de la época se hicieroneco de muchos de estos avistamientos.Así, nos encontramos con el relato dela aparición de un cometa que cruzólos cielos dejando una larga estela conforma de espada. También pudie-ron verse nubes de color sangre queavanzaron al mismo tiempo desde eleste y el oeste hasta chocar entre síen medio de un gran estruendo quehizo temblar el suelo. Muy parecidoa este prodigio fue el observado por

Durante la Primera Cruzada también se extendieron los relatos que hablaban de la presencia de caballeros o ejércitos fantas-males que ayudaban a los cruzados en su lucha contra los sarracenos. Entre los más conocidos se encontraba el que afirmabaque el legendario emperador Carlomagno, fundador del Sacro Imperio Romano Germánico y muerto casi trescientos añosantes, había regresado desde el mundo de los muertos dispuesto a conducir a los ejércitos cristianos hasta Jerusalén.Durante la última batalla por la conquista de Antioquía, los cruzados estuvieron a punto de ser derrotados. Según el relato demuchos de los combatientes cristianos, cuando estaban a punto de ceder en sus posiciones, hizo su aparición un ejército for-mado por jinetes espectrales. Entre sus filas se encontraban los santos Teodoro, Demetrio y Jorge, liderando unas huestes enlas que algunos identificaron los rostros de cruzados muertos anteriormente en otras batallas. Junto a ellos cabalgaban unosjinetes blancos y resplandecientes a los que en otras ocasiones se había visto descender de un misterioso campamento situadoen las colinas que rodeaban la ciudad para luchar al lado de los cruzados. Mientras, los santos Pedro y Pablo rezaban por lossoldados. Con esta ayuda espectral y guiados por la Lanza Sagrada, los cruzados obtuvieron la victoria en Antioquía.

EJÉRCITOS FANTASMALES

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AbcPedro el Ermitaño: Clérigo francés, líder religioso de la conocida como “Cruzada de los Pobres”, una peregrinación armada a Tierra Santa a finales del siglo XI que tras ser rechazada sirvió de preludio de la Primera Cruzada. El Santo Sepulcro: Situado en la ciudad vieja de Jerusalén se encuentra este santuario que correspon-de, según los Evangelios, al punto exacto de la Crucifixión, enterramiento y Resurrección de Jesucristo.

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un sacerdote llamado Sigerio. Un día,mientras caminaba por el campo, vioa dos jinetes celestiales cargar el unocontra el otro y entablar combate congran ruido de entrechocar de armas.Uno de ellos llevaba una enormecruz con la que golpeó hasta lamuerte a su enemigo.

Las espadas resultaronser un elemento recurrentea la hora de describir losprodigios. Un sacerdoteanónimo acompañado de

dos amigos paseaban por un bosque cuando pudieron ver una espada gigantesca que una mano sobrenatural blandía en el aire.

Más espectacular si cabe fue la visión que un grupo de viajeros pudo contemplar mientras descan-saban después de una larga jornada cabalgando por solitarios y peligrosos caminos. Cuando daban de beber a los caballos, en el cielo de la tarde di-visaron un enorme objeto volante que se asemejaba a una ciudad resplan-deciente en la que entraban multi-tudes etéreas que despedían una luz sobrenatural. Aquellos extraños seres ingrávidos pugnaban por entrar en las puertas de aquella ciudad suspendida en el aire. Cuando todos hubieron cruzado sus puertas, se desvaneció. Creyeron haber tenido una visión de la Jerusalén celestial.

A medida que se aceleraban lo preparativos para la salida de los diferentes contingentes de cruzados, se incrementaron los testimonios que hablaban de prodigios en los cielos. Los historiadores de la Edad Media los incluían en sus crónicas con la convic-ción de que eran pruebas que demos-traban el apoyo divino a la expedición. En medio de esa oleada, destacó el que tuvo lugar en la población francesa de Beauvais. Ante la mirada de varios cientos de testigos y en presencia del obispo de la ciudad, el cielo nublado se abrió sobre ellos y apareció una cruz en llamas que durante varios minutos permaneció suspendida sobre su verti-cal. La visión de la cruz fue interpreta-da como una señal divina enviada para guiarlos hasta Jerusalén.

CAMINO EQUIVOCADOTras atravesar media Europa y después de llegar a Constantinopla, el ejército

cruzado se dirigió hacia Tierra Santa. Pero las ambiciones de sus comandan-tes y las disensiones internas hicieron que una gran parte del contingente tomase el camino que llevaba hasta Antioquía. La próspera ciudad, situada a orillas del río Orontes, había pertene-cido al Imperio Bizantino y en aquella época estaba en manos de los turcos selyúcidas. Atraídos por sus riquezas, los cruzados estaban decididos a conquistarla, aunque no contaron con la resistencia de sus fuertes murallas. Comenzó así uno de los asedios más largos y sangrientos de toda la cam-paña, batalla en la que los caballeros cristianos sufrieron más calamidades que los sitiados.

El 29 de diciembre del año 1097 se produjo una escaramuza ante los muros de la ciudad en la que los cruzados sufrieron una humillante derrota. Cuando parecía que el fracaso de la Primera Cruzada era inevitable, un nuevo prodigio los hizo cambiar de opinión. La noche del día siguiente después de su última derrota, el cielo fue adquiriendo una tonalidad rojiza que lo hacía brillar como si estuviera amaneciendo antes de tiempo. Todo el ejército cruzado fue testigo del fenó-meno al mismo tiempo que sentían un fuerte temblor de tierra bajo sus pies. Muchos de los cristianos, aterrorizados ante lo que pensaban que eran señales de la cólera divina, se arrodillaron y comenzaron a rezar pidiendo por el perdón de sus pecados.

Fue entonces cuando en medio de aquel cielo de color rojo intenso, pudieron distinguir una gran cruz blanca y brillante que se desplazaba a gran velocidad en dirección este hasta que desapareció en el horizonte. Los sacerdotes y visionarios que acom-pañaban a la expedición no tardaron

Aquellos extraños seres ingrávidos pugnaban por entrar en las puertas de aquella ciudad suspendida en el aire

La catedral de Notre Dame, en París. Sería en Francia, en la región de la Auvernia, donde el papa Urbano II instaría a las multitudes a dirigirse a combatir al enemigo musulmán en nombre de Dios.

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autoridad de los comandantes, que nose mostraron dispuestos a renunciaral botín de Antioquía. Aquel portentoque sobrecogió a los cruzados quemalvivían frente a las murallas de laciudad turca también fue visible enEuropa. En aquellas mismas fechasen muchas localidades de Normandíala gente pudo contemplar un fenóme-no parecido. Al ver el cielo nocturnoenrojecido muchos pensaron que era elreflejo del fuego y la sangre derramadaen los combates en Tierra Santa.

Durante el sitio de Antioquía de ibaa producir otro suceso sorprendenterelacionado con la aparición de la cruzluminosa y voladora sobre la ciudad.Coincidiendo con este portentoceleste, hizo acto de presencia en elcampamento cristiano un peregrinohambriento llamado Pedro Bartolomé.Tras aquella agitada noche intentódescansar en una modesta chozaque había levantado en el perímetroexterior del campamento cristiano.Impresionado por lo que acababa de

ver, tardó en conciliar el sueño, perocuando por fin estaba profundamen-te dormido, se despertó sobresaltadoen medio de la madrugada. Alabrir los ojos descubrió aterradoa dos desconocidos que perma-necían de pie frente a él. Unoera un anciano de pelo blancoy tupida barba. El otro eramucho más joven y de unabelleza extraordinaria.

Después de unossegundos angustiosos, elmás mayor se dirigió aél preguntándole quehacía. El peregrino,todavía asustado,le contestó pregun-tando quiénes eran. Aquel inesperado visitante nocturno le respondió que era el apóstol san Andrés. Después le explicó que había venido para encargarle una importante misión de la cual podía depender la supervivencia del ejército cruzado. Pedro se mostró dispuesto a

en dar una explicación. Los cruzadoshabían abandonado el camino aJerusalén por culpa de la ambición y lacodicia de unos pocos, por lo que Diosles había enviado una señal reveladoraindicándoles la dirección que debíanretomar sin pérdida de tiempo. Otrosen cambio acudieron a la Biblia, y másconcretamente al Libro del Apocalip-

sis, para dar una interpretación mássombría del fenómeno.

Siguiendo la lectura del texto sagra-do, la ruptura del Sexto Sello vendráacompañada de un gran terremotoque sacudirá toda la Tierra. El sol sevolverá completamente negro y laLuna quedará cubierta de sangre. Losque prestaron oídos a los sermones de aquellos que atendiendo a las señales que aparecían en los cielos anunciaban el inminente fin del mundo, decidie-ron que había llegado el momento de partir cuanto antes hacia Jerusalén para esperar allí la nueva venida del Señor. Pero pasada la conmoción de los primeros momentos se impuso la

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Al ver el cielo nocturno enrojecido muchos pensaron que era el reflejo del fuego y la sangre derramada en los combates

El anhelo por conquistar Tierra Santa llevó a miles de personas a embarcarse en una cruzada místico-militar que sería el comienzo de auténticas masacres en Jerusalén y otras ciudades sagradas tanto para cristianos como para musulmanes.

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escucharle. El santo le pidió que con-vocase una reunión de todos los jefes de la Cruzada para reprenderles en su nombre por su actitud. Para que le cre-yeran, se mostró dispuesto a entregarleuna prueba que no les hiciera dudar de su mensaje.

San Andrés cogió entonces de la mano a su asustado interlocutor y lo condujo al interior de la ciudad volan-do por encima de las murallas. Juntos llegaron a una antigua iglesia que los musulmanes habían transformado en mezquita. San Andrés guió entonces a Pedro hasta una columna cerca del al-tar mayor donde le pidió que esperase. A continuación, el visitante nocturno se agachó y sus manos se hundieron en el suelo de la iglesia para extraer milagrosamente una larga lanza. El pobre peregrino permaneció junto a la columna, incapaz de moverse.

El santo se acercó hasta él y se la entregó solemnemente. Fue entonces cuando le dijo que se trataba de la lanza con la que el centurión romano

Longinos había atravesado el costado de Cristo durante la Crucifixión, una de las reliquias más veneradas de la Pasión. Pedro Bartolomé, impresionado por el hallazgo de aquel tesoro que tenía entre sus mandos, prometió llevársela al conde Raimundo, uno de los jefes de la Cruzada. Sin embargo, san Andrés le dijo que todavía no había llegado el mo-mento de entregársela. Pedro tendría que esperar a que los cruzados tomasen la ciudad. Tan sólo entonces podría llevar al conde Raimundo, al obispo Ademar y a doce hombres escogidos, hasta el interior de la iglesia. Si cavaban en el lugar exacto la encontrarían y con ella podrían derrotar a los ejércitos sarracenos hasta conquistar Jerusalén.

Después de darle esas instrucciones, san Andrés cogió la lanza y la volvió a enterrar, para regresar de nuevo al cam-pamento cristiano volando por encima de las murallas, donde el anciano y su silencioso compañero lo dejaron con-fundido y asustado. Pedro se despertó entonces aturdido, sin saber muy bien si

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su experiencia había sido real o se tra-taba tan sólo de un vívido sueño. Tras contemplar su mísero aspecto, decidió guardarse el secreto.

Tuvieron que pasar varios meses y producirse un total de cuatro visitas más de aquellos dos misteriosos personajes para que Pedro se deci-diera a dar el paso. Durante la última aparición se presentaron vestidos con harapos. Fue entonces cuando el más joven se identificó como san Pedro, explicándole que querían que los viera con ese aspecto porque así era como se presentaban ante Dios. En ese mo-mento, se transformaron en unos seres envueltos en una luz hermosísima en la que desaparecieron. Aquella última visita terminó convenciendo a Pedro, que entonces no tuvo vergüenza de presentarse con sus ropas raídas ante los jefes de la expedición.

LA LANZA DEL DESTINO No sabemos cómo Pedro Bartolomé consiguió ser recibido por el conde

Raimundo y el obispo Ademar. Lo cierto es que se presentó ante ellos y les habló de la Lanza Sagrada. El obispo no dio crédito a su increíble historia, pero Raimundo sí le prestó atención, hasta el punto de tomarlo bajo su protección. El relato del peregrino coincidía en algunos puntos con el de otros visionarios de la Cruzada, espe-cialmente con el del sacerdote Esteban de Valence, al que unas noches antes se le había aparecido un ser luminoso que se presentó como Jesucristo.

Cuando las murallas de Antioquía cayeron, los cruzados emprendieron la búsqueda de la reliquia prometi-da. Como si se tratase de una señal que confirmase el relato de Pedro, la víspera de la excavación el ejército cristiano y sus jefes fueron testigos de la aparición de un nuevo prodigio en los cielos. Procedente de Occidente, un objeto brillante cruzó el cielo noctur-no, desapareciendo tras las lomas en donde estaba situado el campamento de los turcos que aún resistían. En

algunas de las crónicas de la época lo describieron como una gran estrella que permaneció sobre Antioquía du-rante toda la noche. En un momento determinado, se dividió en tres partes que se precipitaron sobre el suelo. Mu-chos testigos lo interpretaron desde un doble punto de vista religioso y militar, creyendo que Dios estaba lanzando fuego sobre los turcos. En todo caso, después de contemplar ese prodigio los cruzados estaban convencidos de que les anunciaba el hallazgo de la reliquia.

Al día siguiente, el pequeño grupo de elegidos comenzó las excavaciones en el lugar exacto de la iglesia donde el supuesto san Andrés había extraído la lanza con sus propias manos. Después de varias horas de trabajo, Pedro Bar-tolomé se introdujo en el agujero que habían excavado y rezó a Dios. Todos los presentes siguieron su ejemplo y después de reiniciar el trabajo y cavar un poco más apareció entre la tierra la ansiada reliquia. El visionario pere-grino la cogió entonces para mostrarla

Arriba, la Lanza del Destino que localizó el peregrino Pedro Bartolomé y que actualmente se exhibe en el museo Manougian de la catedral de la ciudad armenia de Echmiadzin.

Los cruzados fueron testigos de múltiples fenómenos celestes que ellos interpretaron como sobrenaturales y divinos

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al ejército cruzado. Lo que ocurrió a partir de entonces escribió las páginas de los últimos capítulos de la Primera Cruzada. El 15 de julio de 1099, los caballeros cruzados procedentes de Occidente conquistaban Jerusalén.

INTERPRETACIONESHay que señalar que la Lanza del Des-tino encontrada por Pedro Bartolomé no es la misma que se conserva en las colecciones del Tesoro Imperial en el Palacio de Hofburg de Viena. La localizada por el peregrino se exhibe en el museo Manougian de la catedral de la ciudad armenia de Echmiadzin. En manos de Raimundo de Aguiliers, cronista del obispo Ademar, la Lanza Sagrada de Antioquía guió al ejército cruzado en su última batalla por ex-pulsar a los sarracenos de la ciudad.

Los textos de la época describen cómo ante la visión de la lanza el terror se apoderó de los turcos, empren-diendo una huida en desbandada que permitió la victoria cruzada.

Sirviéndonos de los conocimientos científicos de los que disponemos hoy en día resulta fácil encontrar una explicación lógica para algunos de los portentos avistados por los cruzados. Si estudiamos con detenimiento las crónicas, encontramos descripciones que por sus características coinciden con las que presentan las observa-ciones de eclipses lunares, lluvias de meteoritos, el paso de cometas, o en el caso de las apariciones nocturnas de extraños visitantes, con las alucinacio-nes y visiones místicas de presuntos iluminados con algún problema mental. Sin embargo, un análisis más detallado nos permite encontrar casos que no pueden ser encuadrados dentro de esas categorías y que presentan sorprendentes similitudes con avis-tamientos de OVNIs modernos. En el asunto relativo a las continuadas visitas de los seres bañados en luz que interrumpieron el sueño de Pedro Bar-tolomé, sus aspectos más llamativos coinciden sorprendentemente con los

relatos contados por los abducidos o los descritos por los que afirman que han sufrido la aparición de los llama-dos visitantes de dormitorio.

Las trayectorias seguidas por algunos de los objetos que se vieron en los cielos apuntan a que detrás de ellos existía una mano inteligente. Las visi-tas de los seres de luz se producían en zonas apartadas del campamento cru-zado, coincidiendo con la aparición en de los misteriosos fenómenos celestes. En aquel entonces, las extrañas luces se describían como espadas flamígeras o cruces de fuego, objetos relacionados con supuestos mensajes divinos. Hoy en día se habla de esferas luminosas, platillos volantes e incluso naves extra-terrestres. ¿Acaso los cruzados fueron testigos de una oleada de avistamien-tos cómo las que se producen hoy en día? ¿Tuvieron relación aquellos fenó-menos celestes con los acontecimientos que en esos momentos tenían lugar en Tierra Santa? Son preguntas que, de momento, quedan sin respuesta.

Los extraños fenómenos de los que fueron testigos los caballeros y peregri-nos de la Primera Cruzada no se limitaron a los numerosos avistamientos de extrañas luces en el cielo. Las crónicas también hablan de toda una amplia serie de prodigios que sobrecogieron a las gentes de la época. Así, se cuenta el caso de una mujer que estuvo embarazada durante dos años y que dio a luz a un hijo que hablaba. Las noticias del nacimiento de otros niños con dos cabe-zas o con varias extremidades también fueron muy comunes. De la misma forma, cientos de hombres y mujeres afirmaron que Cristo había marcado sus cuerpos con estigmas en forma de cruz, aunque la inmensa mayoría de los casos se trataba de burdos tatuajes o heridas auto infligidas.Durante todo el año 1096, y mientras los cruzados se prepa-raban para partir, muchos de los potros que habían paridolas yeguas en los últimos meses presentaban unos dientesextraordinariamente desarrollados, como si se tratase decaballos completamente adultos. Parecía como si todo elmundo estuviese dispuesto a ver señales divinas en acontecimientos que no pasaban de ser hechos insóli-tos y algunos avispados intentaron sacar provecho de la situación. Predicadores con pocos escrúpulos, far-santes y estafadores, se sirvieron de la ingenuidad del pueblo para obtener donativos en su propio beneficio. En estesentido, algunos llegaron a venerar a una cabra que supuesta-mente había sido iluminada por el Espíritu Santo, aunque elcaso más conocido fue el de una oca cuya propietaria afirma-ba que el ave le indicaba el camino hacia Jerusalén.

PRODIGIOS, IGNORANCIA Y FANATISMO

Sobre estas líneas, el asedio de la ciudad santa de Jerusalén durante la Primera Cruzada, lanzada por el pontífice Urbano II en 1095.