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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 138 LUCIANO OBRAS III TRADUCCIÓN Y NOTAS POR JUAN BOTELLA ZARAGOZA SOBRE LA MUERTE DE PEREGRINO Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL. Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por PILAR MARTÍNEZ LASSO. © EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1990. Depósito Legal: M. 14026-1990. ISBN 84-249-1416-3. Impreso en España. Printed in Spain. Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1990. - 6334. EDITORIAL GREDOS

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BIBLIOTECA CLÁSICA GREDOS, 138

LUCIANO

OBRAS III

TRADUCCIÓN Y NOTAS POR

JUAN BOTELLA ZARAGOZA

SOBRE LA MUERTE DE PEREGRINO

Asesor para la sección griega: CARLOS GARCÍA GUAL. Según las normas de la B. C. G., la traducción de este volumen ha sido revisada por

PILAR MARTÍNEZ LASSO.

© EDITORIAL GREDOS, S. A. Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1990.

Depósito Legal: M. 14026-1990. ISBN 84-249-1416-3.

Impreso en España. Printed in Spain.

Gráficas Cóndor, S. A., Sánchez Pacheco, 81, Madrid, 1990. - 6334.

EDITORIAL GREDOS

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino

ÍNDICE GENERAL*

Págs.

44. Sobre la diosa siria ...................................................................................... 7 45. Sobre la danza ........................................................................................... 42 46. Lexífanes ................................................................................................... 81 47. El eunuco .................................................................................................. 97 48. Sobre la astrología .................................................................................. 105 49. Amores .................................................................................................... 116 50. En pro de los retratos .............................................................................. 159 51. El falso razonador o Sobre el término «apophrás» .................................. 177 52. La asamblea de los dioses ....................................................................... 198 53. El tiranicida ............................................................................................. 210 54. El desheredado ....................................................................................... 224 55. Sobre la muerte de Peregrino ............................................................. 247 56. Los fugitivos ........................................................................................... 273 57. Tóxaris o Sobre la amistad ...................................................................... 291 58. Encomio de Demóstenes ........................................................................ 338 59. Cómo debe escribirse la historia ............................................................. 367 60. De las dipsadas ........................................................................................ 409 61. Las Saturnales ......................................................................................... 414 62. Heródoto o Etión .................................................................................... 440 63. Zeuxis o Antíoco .................................................................................... 445 64. Sobre una falta cometida al saludar ... .................................................... 453 65. Apología de los que están a sueldo .... .................................................... 462 66. Harmónides ............................................................................................ 473 67. Diálogo con Hesíodo ............................................................................. 478 68. El escita o el cónsul ........................... .................................................... 483 69. ÍNDICE DE NOMBRES PROPIOS ...................................................... 493

Textos griegos de Luciano: http://sites.google.com/site/ancienttexts/gk-l2

Obras de Luciano en inglés: http://www.sacred-texts.com/cla/luc/fowl/index.htm

* La numeración corresponde al libro original [Nota del escaneador]

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino

55

SOBRE LA MUERTE DE PEREGRINO Es el relato de la vida y muerte de un filósofo cínico que se pasó por algún tiempo al cristianismo en su

juventud y fue practicante, hasta el punto de que lo encarcelaron durante un gobierno muy tolerante; después de volver al cinismo se enamoró en su vejez hasta tal extremo de las creencias de la India, que se inmoló por cremación en Olimpia, inmediatamente después de los Juegos Olímpicos del año 165, como había hecho Cálano en Susa en presencia de Alejandro Magno y Zarmaro en Atenas después de ser iniciado en los misterios, ante Augusto.

La obra fue escrita no mucho después del suceso, del que Luciano fue testigo, tal vez a continuación de Fugitivos. Hay indudables semejanzas entre Peregrino y Alejandro; más que proximidad de fecha, ello muestra que Luciano utilizaba métodos parecidos para víctimas parecidas.

Aunque no es una obra maestra de invectiva, como El falso razonador, ni muestra el resentimiento personal del Alejandro, probablemente ha causado mayor impresión que ninguna otra obra suya, especialmente por su famosa discusión sobre el cristianismo, que nos permite contrastar las observaciones de Luciano con los abundantes testimonios de sus contemporáneos.

La obra está dirigida a un tal Cronio, al que trata como viejo amigo, capaz de compartir una broma a propósito de un charlatán cuyos trucos estarían viendo ambos. El efecto es llevar a los futuros lectores de Luciano a un círculo interior de cordura, que excluye a criaturas «patéticas» o «descarriadas» como Peregrino, sus seguidores cínicos y los cristianos (Per. 1-3).

Aunque convierte en tema principal de su historia lo que ocurrió en Olimpia, describe incidentalmente la vida anterior de Peregrino, en un discurso atribuido por Luciano a alguien cuyo nombre no conocía, pero que era evidentemente el propio Luciano.

Luciano cree que está descubriendo a un impostor, cuyo afán no buscaba en absoluto la verdad, sino únicamente el aplauso y la fama. Pero muchos notables críticos modernos, entre ellos Zeller y Wilamowitz disienten de esta interpretación, distinguiendo en Peregrino un fervoroso buscador de la verdad, porque para ellos la sed de gloria no es una explicación adecuada de su acto final. Hay escritores griegos que reconocen este objetivo como posible explicación de la conducta de Cálano y Zarmaro. En nuestro caso, Luciano no sólo conocía al hombre, sino a otros que también lo conocían, por ejemplo Demonacte. Seguramente la interpretación que da no es la única. Tal vez no esté tan equivocado. Desde luego aquí hay auténticos rasgos distintivos, como el intento de Proteo (Peregrino) de recuperar la herencia a la que había renunciado para dársela a su ciudad natal, lo que hace imposible ver en él al hombre «serio y constante» que Aulo Gelio veía.

Después de un sumario rápido, empieza una larga narración. Luciano ha llegado a Élide y permite que un cínico llamado Teágenes hable en su nombre. En el relato se entera con sorpresa, por un vecino en la multitud, que Peregrino se propone cremar-se, plan que había anunciado en una obra publicada después de la última Olimpíada, de modo que el suceso no podía haber cogido a Luciano por sorpresa. En Olimpia Luciano oye con indiferencia a Proteo (Peregrino) contando su vida pasada e invitando a la gente a ser testigos de su muerte. Esta indiferencia se cruza con una descripción detallada de esta muerte, contradicción que resuelve alegando que no puede abandonar Olimpia por falta de vehículo.

Luciano es el único testimonio de una buena parte de la trayectoria de Peregrino. Algunas de las acusaciones que lanza contra él son tan trilladas que parece que están pensadas para provocar más diversión que indignación. Se puede suponer que se mezclan ficción y realidad y que ésta es mayor cuando no está en juego el propio Peregrino.

Luciano se interesa por los cristianos principalmente como las víctimas inocentonas de Peregrino. Su conocimiento, a pesar de ser adquirido, es en algunos puntos sorprendentemente exacto. Tenía noticias de Jesús de Nazaret y de su crucifixión, del amor fraterno de los cristianos y de la importancia de sus «libros sa-grados». Lo que dice de la ayuda manifiesta que prestaban a sus hermanos encarcelados y la de la comunicación entre las iglesias de Asia y Siria está ilustrado exactamente por textos como las Cartas de San Ignacio y las Actas de los mártires de Lyon. El detalle de que a Peregrino se le dé el título de «nuevo Sócra-tes» es especialmente llamativo, pues aunque se ha creído que era un simple cliché, debe más bien equipararse a los pasajes de los apologistas en los que la muerte de Sócrates prefigura la persecución de Jesús y de sus discípulos. Sin embargo, Luciano ve el cristianismo con ojos griegos y tiene algunos

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino conceptos equivocados: el fundador introdujo una «nueva forma de iniciación» y Peregrino no es simplemente un «profeta» sino un «tiasarca» y «convocante», títulos que no existen en el cristianismo primitivo. En esta obra y en el Alejandro, que también menciona a los cristianos, es mucho menos hostil a su credo que alguno de sus contemporáneos, como Frontón, y su información es relativamente completa.

La autoinmolación de Peregrino, anunciada ya en los Juegos Olímpicos del 161, es el centro del ensayo de Luciano. Todo el arte satírico del autor se emplea para reducir el hecho a simple bufonada y aquí es muy difícil separar realidad y ficción. Según Luciano, la motivación de Peregrino era enseñar a los hombres a «despreciar la muerte y ser constante en los infortunios», invocando a Heracles, héroe de los cínicos, como modelo y guía. Esto concuerda con la bien conocida doctrina cínica, especialmente la versión refinada que había dado de ella Epicteto una generación antes, y el suicidio en tiempos antiguos estaba sancionado por ejemplos tales como el de Diógenes.

Hay también indicios de que Peregrino intentó algo más ambicioso, la fundación de un nuevo culto. El nombre de Proteo, adoptado el 161, tiene varias connotaciones. La transformación en fuego y el poder de la profecía eran conocidos por cualquier lector de Homero, pero Proteo había llegado a ser considerado como un dios o daimón. El nombre Fénix también es elocuente, puesto que evocaba no sólo la sabiduría india, sino también la destrucción por el fuego y la regeneración mística.

Al poner la muerte de Peregrino como tema de su sátira, Luciano no está simplemente haciendo destacar un divertido detalle de noticias. Su panfleto más bien parece pertenecer a un completo debate de su época, como el Alejandro, aunque los otros participantes puedan ser oídos ahora tan sólo parcialmente. La iniciativa la dieron probablemente los propios escritos del protagonista. Luciano le adjudica en su fase cínica dos discursos o folletos, el primero de los cuales es una defensa o apología de su conducta ante la siguiente Olimpíada, y las cartas abiertas enviadas justo antes de su muerte. Una lista de libros del s. III nos daría una referencia precisa a Apologías de Peregrino, aunque podrían haber sido escritas en su defensa por otros. Más tarde, en el mismo siglo, su Elogio de la pobreza fue bastante conocido para ser recomendado por Menandro el Rétor. Teágenes se convirtió más tarde en un predicador famoso en Roma y Galeno conserva un curioso relato de su muerte, con la que habría extendido el evangelio de su maestro.

Las alusiones contemporáneas a Peregrino casi siempre tienen tono combativo, como si sus autores estuvieran afectados por un tópico muy sensible. Frente a la opinión de Aulo Gelio, que oyó a Peregrino en Atenas y lo llama «hombre serio y valiente», Pausanias en su descripción de Olimpia habla de un vencedor que se quemó vivo y comenta que tales acciones son más propias de locura que de valor.

Los escritores cristianos tienen sentimientos mezclados sobre Peregrino. Taciano habla de él con aparente respeto, que más bien puede interpretarse como impresión de persona parásita e hipócrita. Atenágoras habla en términos neutrales sobre su estatua en Parion y el mismo tono tienen cristianos como Eusebio. A finales de la Antigüedad pagana, Amiano Marcelino comenta que Simónides, un filósofo condenado a la hoguera por practicar la teurgia, se había inspirado en el ejemplo de Peregrino.

El relato de Luciano sobre Peregrino da la impresión de menor ferocidad que sus ataques a enemigos personales como El falso razonador y el Alejandro. El tono comparativamente imparcial de Luciano y la malicia evidente de alguna de las acusaciones no convierten a su panfleto en algo literario o escolástico. Peregrino no era una figura menor a la que Luciano sacara de la oscuridad para convertirlo en blanco de una burla erudita, sino un cínico de cuyas pretensiones políticas, filosóficas y religiosas debía opinar cualquier persona culta.

Luciano a Cronio, ¡Salud!1 1 Al desdichado Peregrino, o, como al mismo le agradaba llamarse, Proteo, le ocurrió

exactamente lo mismo que al Proteo2 homérico; después de convertirse en todo por afán de gloria, y de adoptar innumerables formas, al final también se ha convertido en fuego; hasta tal punto le poseía la pasión por la fama.

Y ahora ahí tienes a este hombre excelente reducido a carbonilla, como Empédocles3, con la única diferencia de que éste intentó pasar desapercibido cuando se precipitó en el cráter, mientras que aquel noble varón estuvo pendiente de la concentración más numerosa de Grecia, levantó una

1 Fórmula de saludo muy corriente en las cartas de Platón. 2 Cf. Odisea IV 418. 3 Filósofo presocrático que murió arrojándose al Etna, según la tradición.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino pira enorme y se lanzó sobre ella eN presencia de muchísimos testigos, después de pronunciar ante los griegos un discurso defendiendo esta decisión pocos días antes de su hazaña.

2 Sí, ya me parece verte reír a carcajadas por la estupidez del viejo, y más aún oírte lanzar las exclamaciones lógicas del caso, como «¡Qué insensatez! ¡Qué arrogancia!» y otros comentarios que solemos expresar ante actos parecidos. Pero tú lo dices de lejos y en uN lugar muy seguro, mientras que yo lo comento junto a la pira misma y ante una gran multitud de espectadores, algunos de los cuales estaban molestos, en especial los que se asombraron ante la locura del viejo, aunque también había algunos que se burlaban de él. Lo cierto es que yo estuve a punto de ser despedazado por los cínicos, como le pasó a Acteón con los perros y a su primo Penteo con las Ménades4.

3 Tal fue todo el preparativo de la representación. Al poeta ya lo conoces, sabes cómo era y cómo estuvo representando a lo largo de toda su vida un drama superior a los de Sófocles y Esquilo. En lo que a mí se refiere, tan pronto como hube llegado a Élide, mientras paseaba por el gimnasio oí a un cínico que proclamaba a voz en grito sus preceptos habituales, invocaba la virtud de la calle y, en una palabra, despotricaba contra todo el mundo; al final sus voces se dirigieron a Proteo. Voy a tratar de hacer memoria de todo lo que dijo, en lo que pueda, aunque, sin duda, tú ya lo conocerás porque muchas veces te has encontrado con tales voceros.

4 «¿Hay quien se atreva a afirmar» —decía— «que Proteo es un fatuo, ¡oh tierra, oh sol, oh ríos, oh mar, oh antepasado Heracles! Proteo, que fue detenido en Siria, que entregó a su patria 5.000 talentos, que fue expulsado de la ciudad de Roma, él, que es más famoso que el Sol y que puede competir con el mismísimo Olímpico? Y porque decidió abandonar la vida por medio del fuego, algunos lo atribuyeron a fatuidad. Porque ¿no hizo Heracles5 lo mismo? ¿No lo hicieron también Asclepio y Dioniso con el rayo? ¿No fue, en último término lo que hizo Empédocles en un volcán?»

5 Después de expresarse de esta manera Teágenes —porque así se llamaba aquel vocinglero—, pregunté a uno de los espectadores qué significaba aquello del fuego y qué relación tenían Heracles y Empédocles con Proteo. Y él me contestó: «Es que dentro de poco Proteo se va a tirar a una hoguera en Olimpia». «¿Cómo? —pregunto yo— ¿Por qué motivo?», y ya se disponía a decírmelo, pero el cínico seguía gritando tan fuerte que era imposible oír a otra persona, de modo que tuve que escuchar el resto de su chorro de palabras y las maravillosas exageraciones que contaba sobre Proteo. Ya no le consideraba digno de comparación ni siquiera con el de Sínope6 o con su maestro Antístenes, ni con el propio Sócrates, sino que invocaba para la comparación, al mismísimo Zeus. Sin embargo, al final decidió mantenerlos más o menos en un plano de igualdad y terminó así su discurso: 6 «La vida humana —decía— ha contemplado únicamente dos obras perfectas, el Zeus de Olimpia y Proteo; sus autores y modeladores han sido, del primero Fidias y, del segundo, la naturaleza. Pero ahora esta maravilla se marchará de los hombres a los dioses sobre el fuego y nos dejará huérfanos».

Después de decir esto, con muchos sudores se puso a llorar de modo muy ridículo y se tiraba de los pelos, con mucho cuidado de no tirar demasiado fuerte, y al final se lo llevaron deshecho en lágrimas unos cínicos que trataban de consolarle.

7 Inmediatamente después subió a la tribuna otra persona sin esperar a que se disolviera la multitud, sino que vertió las libaciones sobre las cenizas del anterior sacrificio. Al principio se estuvo riendo durante largo rato, y era evidente que obraba así de corazón; luego empezó con estas palabras más o menos: «Puesto que el maldito Teágenes puso fin a su desvergonzadísimo discurso con las lágrimas de Heráclito, yo, por el contrario empezaré con la risa de Demócrito7». Y volvió a reír largo rato, de modo que nos contagió también a muchos de nosotros.

8 Después, cambiando de tono, continuó diciendo «Porque ¿qué otra cosa hay que hacer, amigos, al oír argumentos tan ridículos y ver que unos hombres ancianos, por una fama ridícula están poco menos que contorsionándose en público? Para que veáis qué clase de maravilla es lo que se va a quemar, prestad atención desde el principio, a quien como yo estudió su pensamiento y

4 Acteón fue devorado por su propia jauría. A Penteo lo descuartizaron vivo las Ménades. 5 Heracles es el héroe de los cínicos. 6 Diógenes, fundador de la escuela cínica. Antístenes es un precursor. 7 Según la tradición, Heráclito contemplaba la vida humana con lágrimas, y Demócrito con risas.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino siguió de cerca su evolución. Una parte de mi información la conseguí de sus propios paisanos y de personas que tenían que conocerle muy bien.

9 »Porque esa formación de la naturaleza, esa obra maestra, canon de Policleto, tan pronto se vio entre hombres hechos, fue condenado en Armenia por adulterio, recibió por ello una buena cantidad de azotes y al final consiguió escapar saltando desde un tejado, no sin que antes le me-tieran un rábano en el trasero8. Más tarde sedujo a un bello muchacho y pudo comprarlo al precio de 3.000 dracmas para que los padres del mozo, que eran muy pobres, no le llevaran ante el gobernador de Asia.

10 »Voy a pasar por alto tales hechos y otros parecidos, porque aún era barro sin formar y todavía no se había convertido en estatua hecha y derecha. Pero sí que merece la pena que oigáis lo que le hizo a su padre. Aunque es seguro que todos los sabéis y habéis oído contar que estranguló al viejo porque no podía seguir soportando su vejez, que se prolongaba ya por encima de los sesenta años9. Y cuando lo ocurrido se hizo público, se condenó a sí mismo al destierro, y anduvo errante cambiando de un sitio a otro.

11 »Fue precisamente entonces cuando conoció la admirable doctrina de los cristianos10, al encontrarse en Palestina con sus sacerdotes y escribas. Y ¿qué creéis que pasó? En poco tiempo los hizo parecer como niños descubriendo que él era únicamente el profeta, sumo sacerdote, conductor, todo en suma. Interpretaba y explicaba una parte de los libros sagrados, muchos los escribió él mismo. En resumen, lo tenían como a un ser divino11, lo utilizaban como legislador y le daban el título de jefe. Después, por cierto, de aquel a quien el hombre sigue adorando, que fue crucificado en Palestina por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres.

12 »Detenido por esta acusación, Proteo fue a parar a la cárcel, lo que confirmó su prestigio aún mayor para su vida posterior, con vistas a la fama de milagrero que estaba anhelando. Pues bien, tan pronto como estuvo preso, los cristianos consideraron esto una desgracia y movieron todos sus recursos para conseguir su libertad. Al final, como esto era imposible, tenían al menos con él toda clase de atenciones, no al azar, sino con el mayor interés. Y desde el amanecer se podía ver junto a la cárcel esperando grupos de ancianos, viudas y huérfanos y, hasta los jerarcas cristianos dormían con él en la cárcel después de sobornar a los guardianes. Luego eran introducidos manjares variados, se pronunciaban discursos sagrados y el excelente Peregrino, ya que todavía se llamaba así, era calificado por ellos de nuevo Sócrates12.

13 »Más aún, hasta desde algunas ciudades de Asia llegaron enviados por las comunidades cristianas para ayudar, defender judicialmente y consolar a nuestro hombre. Y es que se manifiesta un interés increíble cada vez que se hace público un suceso de este tipo. Para decirlo en pocas palabras, renuncian a todo. Y efectivamente, también entonces fue a parar a manos de Peregrino, con el pretexto de su prisión, mucho dinero procedente de esta gente y con ello se consiguió una aportación más importante. Ocurre que los infelices están convencidos de que serán totalmente inmortales, y que vivirán eternamente, por lo que desprecian la muerte e incluso muchos de ellos se entregan a ella voluntariamente13. Además, su primer legislador14 les convenció de que todos eran hermanos y así tan pronto como incurren en este delito reniegan de los dioses griegos15 y en cambio adoran a aquel sofista crucificado y viven de acuerdo con sus preceptos. Por ello desprecian igual todos los bienes que consideran de la comunidad, aunque admiten estos principios sin una total certidumbre, pues si se los presenta un mago cualquiera, un hechicero o un individuo que sepa aprovecharse de las circunstancias, se hace rico en muy poco tiempo y deja con la boca abierta a esos hombres tan simples. 8 Cf. ARISTÓFANES, Pluto 168, a propósito de este suplicio 9 Los sesenta años se consideraban el umbral de la vejez. 10 Según algunos críticos, el cuadro que traza Luciano de los cristianos no es enteramente falso. 11 Este pasaje parece alterado. 12 La comparación con Sócrates es natural ya que en esta época se le empezaba a comparar con Cristo. 13 Desprecio por la muerte admitido incluso por los enemigos del cristianismo. Cf. JUSTINO, Apolog. II 4, 1, y TERTULIANO, Ad. Scap. 5. 14 Cristo como legislador. Cf. MATEO, XXIII 8, y LUCAS, XVI 7 15 Es uno de los grandes temas de discusión en la polémica paganismo-cristianismo.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino

14 »Lo cierto es que Peregrino fue puesto en libertad por el entonces gobernador de Siria, hombre aficionado a la Filosofía, quien se dio cuenta de la locura de aquél, y viendo que aceptaría la muerte16 para aceptar póstuma gloria lo soltó sin considerarlo siquiera digno de castigo. Peregrino volvió entonces a su tierra y se encontró con que lo del asesinato de su padre todavía estaba candente y que muchos se mostraban propensos a acusarlo. La mayor parte de su hacienda se había disipado durante su ausencia y sólo le quedaban unos campos cuyo valor era de unos 15 talentos. Porque el total de la herencia que había dejado el viejo estaba valorada en 30 talentos y no como decía el insensato de Teágenes en 5.000. Pues ni siquiera se habría podido vender por tanto dinero la ciudad entera de los parianos incluyendo en ella las cinco ciudades vecinas, con todos sus habitantes, ganados y demás bienes en general.

15 »El caso es que todavía estaba viva la acusación y la posibilidad de querella y daba la impresión de que en cualquier momento alguien podría demandarle. El pueblo estaba especialmente irritado contra él, según afirmaban los que le habían conocido, porque deploraban que un anciano hubiera muerto de modo tan impío. Pero fijaos qué salida encontró el sabio Proteo a todo aquel embrollo y cómo consiguió librarse del peligro: compareció ante la asamblea de los parianos —llevaba ya una larga cabellera, vestía un sucio manto, iba provisto con alforjas y tenía un bastón en la mano—; en resumen, se había equipado con todo un atuendo trágico. Se presentó pues con este disfraz y les dijo que dejaba en herencia a la comunidad todos los bienes que había recibido de su padre de santa memoria. Cuando el pueblo oyó sus palabras, gentes sin recursos siempre atentas a los repartos de tierras, lo proclamaron al punto único filósofo, único patriota, único seguidor de Diógenes y Crates17. Sus enemigos quedaron silenciados y si uno solo hubiera intentado mencionar el asesinato al punto lo habrían lapidado.

16 »Salió pues por segunda vez a recorrer mundo, con los cristianos como único viático, gracias a cuya protección no carecía de nada. Así vivió algún tiempo, pero más tarde, por haber cometido alguna falta contra ellos (se le vio al parecer comiendo alimentos prohibidos)18, se encontró desamparado al no facilitar ellos ninguna ayuda y pensó que no tenía más remedio que retractarse y reclamar los bienes a su ciudad; envió, en efecto, un memorandum en el que pedía la entrega de los bienes por orden del emperador. La ciudad a su vez también envió una embajada y aquél no consiguió nada, sino que se le instó a mantenerse en su primera decisión, a la que nadie le había obligado.

17 »El tercer viaje después de los citados fue a Egipto, a la escuela de Agatobulo19, donde practicó su maravilloso adiestramiento, con la mitad de la cabeza afeitada, el rostro cubierto de barro, masturbándose ante una gran cantidad de público y poniéndose como ejemplo de lo que ellos llaman «acto indiferente». Luego se azotaba y se hacía azotar el trasero con una palmeta y se entregaba a otras mil extravagancias indecentes.

18 »Desde allí, después de recibir esta preparación, zarpó hacia Italia, y nada más desembarcar se puso a insultar a todo el mundo y especialmente al emperador, ya que sabía que era muy apacible y tolerante, de modo que su audacia no le ponía en peligro alguno. Al emperador, en efecto, como era lógico, le importaban muy poco las críticas y no le parecía digno de él castigar por simples palabras a quien se había entregado a la Filosofía y sobre todo a un individuo que había hecho de la censura su oficio. Con ello y a partir de ahí comenzó a crecer su fama. Al menos era famoso entre los ignorantes por su extravagancia, hasta que el prefecto de la ciudad, un hombre inteligente, le expulsó porque se estaba pasando demasiado, comentando que la ciudad no necesitaba para nada un filósofo como él. Lo que ocurrió es que esto le hizo famoso y su nombre andaba en boca de todos como el filósofo que había sido expulsado por hablar con demasiada libertad y audacia. En esto se parecía a Musonio, a Dión, a Epicteto y a cuantos se encontraron en circunstancias parecidas20.

16 El ansia de morir entrará más tarde también en una parte de los herejes. 17 La donación de bienes era una práctica cínica, pero tal vez Peregrino ya era cristiano cuando hizo la suya. 18 Alimentos, ofrendas religiosas que se llamaban «cenas de Hécate». 19 Maestro de Demonacte. 20 Sobre las expulsiones de filósofos, cf. Luis GIL Censura en el mundo antiguo, Madrid, Revista de Occidente, 1961, pág. 251 y ss.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino

19 »En vista de ello se marchó a Grecia y nada más llegar ya estaba insultando a los eleos o tratando de convencer a los griegos de que se levantaran en armas contra los romanos; otras veces difamaba a un hombre culto y que destacaba por su prestigio, y porque entre otros buenos servicios que había prestado a Grecia había traído el agua a Olimpia, con lo que había conseguido que dejaran de morirse de sed los que acudían a presenciar los juegos. Hablaba mal de él diciendo que había afeminado a los griegos, ya que los espectadores de Olimpia según sus palabras debían soportar valerosamente la sed e incluso ¡por Zeus! muchos de ellos debían morir de las terribles enfermedades que hasta entonces, a causa de la sequedad del país, eran tan frecuentes entre las grandes multitudes. Y decía tales cosas al tiempo que bebía de aquella misma agua. Y cuando todos cayeron sobre él y estuvieron a punto de matarle a pedradas, consiguió refugiarse en el templo de Zeus y librarse de la muerte aquel noble varón.

20 »A continuación, durante cuatro años estuvo redactando un discurso para la próxima Olimpíada y presentó a los griegos un elogio del que les había traído el agua y una disculpa por su anterior persecución. Pero ya nadie le hacía caso ni tenía la fama de antes, pues todas sus gracias estaban ya muy vistas y no podía inventar ya nada que pudiera sorprender ni maravillar a sus oyentes ni convertirse en el blanco de su atención (que es lo que deseaba desde el principio con toda su alma); se le ocurrió por último esta proeza de la pira y al punto hizo correr la voz entre los griegos de que al año siguiente, inmediatamente después de la última Olimpíada, se lanzaría a las llamas.

»Y ahora está preparando su teatro, como se dice, cavando un hoyo, acarreando leña, y prometiendo una entereza tremenda. 21 Aunque en mi opinión lo que debería21 hacer es más bien aguardar la muerte y no escapar de la vida. Pero, si de todos modos tenía decidido marcharse, no debía utilizar el fuego ni esos recursos del teatro, sino escoger una de las muchas maneras que hay de morir, y retirarse por el foro. Y si le gusta el fuego por ser algo heraclíteo, ¿por qué no elegir, sin que nadie se entere, un monte bien espeso y quemarse él solo, teniendo como compañía a un Filoctetes, como por ejemplo al tal Teágenes?22. Pero no, él se asará en escena, cuando Olimpia esté de bote en bote, cosa que por otra parte se merece, ¡por Heracles!, si efectivamente los parricidas y los ateos deben sufrir el castigo por sus delitos. En este sentido da la impresión de que lleva a cabo este acto con mucho retraso, porque ya hace tiempo que debía haberse arrojado al toro de Fálaris para sufrir un digno castigo, y no abrir sencillamente la boca ante las llamas y morir en un instante. Porque también me ha dicho esto mucha gente, que no hay forma más rápida de morir que el fuego: sólo hay que abrir la boca y enseguida se muere uno.

22 »Ahora se está imaginando probablemente el impresionante espectáculo que nos va a dar de un hombre quemado en un lugar sagrado, donde la religión ni siquiera permite enterrar a los muertos23. Habéis oído contar, me imagino, que antiguamente un individuo que quería hacerse famoso, como no podía conseguirlo de otra manera, incendió el Artemision de Éfeso24. Pues una cosa así está intentando hacer nuestro hombre: tan grande es el deseo de gloria que le consume.

23 »Aunque él asegura que lo hace por el bien de la humanidad, para enseñarles a despreciar la muerte25 y ser fuertes en los sufrimientos. A mí me agradaría preguntar, no a él, sino a vosotros, si os gustaría que los malhechores se hicieran imitadores suyos en esa clase de fortaleza, en ese desprecio a la muerte y a la hoguera y a suplicios semejantes. Estoy seguro de que no os haría gracia. Y siendo así ¿cómo va a hacer la distinción Proteo, ayudando a los buenos sin hacer a los malvados más temerarios y atrevidos?

24 »Aunque es posible que a esta pregunta sólo sean capaces de enfrentarse los que miran el tema por su utilidad. Pero quiero haceros otra pregunta: ¿admitiríais que vuestros hijos imitaran a un hombre así? Seguro que no. Pero ¿a qué hacer esta pregunta, cuando ni siquiera le imitaría ninguno de sus discípulos? Y en cuanto a Teágenes, se le podría reprochar especialmente que

21 Según AMIANO MARCELINO (XXIX 1, 39), Peregrino se construyó él mismo la pira. 22 Filoctetes acompañó a Heracles en su último momento. 23 Para evitar la contaminación religiosa. 24 Eróstrato. 25 Principio cínico fundamental.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino imitándolo en general no siga al maestro ni acompañe en su tránsito a Heracles —como dice él— a pesar de que en un momento podría ser felicísimo con sólo tirarse de cabeza al fuego. Porque la auténtica imitación no consiste en la alforja, el bastón, el manto, que todo eso es seguro y fácil para cualquiera, sino que lo que hay que imitar es lo último y más importante, hacer una pira con ramas de higuera lo más verdes posibles y dejarse asfixiar totalmente por el humo. Porque el fuego en sí no es exclusivo de Heracles y Asclepio sino que también es propio de sacrílegos y homicidas, quienes puede verse que sufren este castigo a consecuencia de una condena. De modo que lo mejor es la muerte por el humo, pues ese sería un procedimiento exclusivamente vuestro.

25 »Por otra parte, Heracles, si efectivamente llevó a cabo una hazaña así, lo hizo movido por el dolor producido por la sangre del Centauro, según cuenta la tragedia26. Pero este individuo, ¿por qué motivo se precipita a las llamas? ¡Por Zeus!, para poner en evidencia su fortaleza, como los brahmanes27. Porque con ellos es con quienes Teágenes creía que había que compararle, como si no hubiera también entre los hindúes individuos insensatos y pretenciosos. Pero en todo caso, que les imite de verdad; porque ellos no se lanzan al fuego, como afirma Onesícrito28, el piloto de Alejandro que vio arder a Cálano, sino que una vez que han levantado la pira, se colocan al lado sin moverse y así se dejan asar poco a poco; luego se suben a ella y en la misma postura se van quemando sin moverse en absoluto de su posición horizontal. En cambio, éste ¿qué hazaña importante va a hacer, si en cuanto caiga en la hoguera morirá arrebatado por el fuego? Sin descartar la esperanza de que vuelva a salir medio asado, a no ser que (como dice alguno) se las haya ingeniado para que la pira sea honda y esté colocada en un hoyo.

26 »Hay quienes aseguran que ha cambiado de idea y que ha tenido un sueño en el que Zeus le ha dado a entender que no permitirá que se contamine un lugar sagrado. Pero en este sentido podéis estar tranquilos, que yo personalmente estoy dispuesto a garantizar bajo juramento que ningún dios se va a encolerizar porque el infame Peregrino tenga una muerte infame. Tampoco le resultará fácil salir, porque los «perros»29 que le acompañan, le incitan y le empujan hacia el fuego, enardeciendo su moral sin dejar que se acobarde; si al caer al fuego arrastrase consigo a dos de ellos, sería la única cosa graciosa que haría.

27 »He oído decir que ya ni siquiera le gusta que lo llamen Proteo, y que ha tomado el nombre de Fénix, porque también el fénix30, ese pájaro de la India31, cuando ha llegado a una vejez avanzada, se echa a las llamas, según dicen. Además compone discursos y cuenta oráculos ya antiguos según los cuales está escrito que se convertirá en una divinidad nocturna. Lo cierto es que pone en evidencia su afán de que se le dediquen altares y tiene la esperanza de que se le van a erigir estatuas de oro.

28 »Y ¡por Zeus!, no sería nada extraño que entre tantos imbéciles como hay se encontrara a quienes afirmaran que por su intercesión se han librado de las calenturas cuartanas o que se han encontrado por la noche con esta divinidad nocturna. Me parece incluso que esos malditos discípulos suyos urdirán un oráculo y un santuario junto a la hoguera, alegando también que el famoso Proteo32, hijo de Zeus, antepasado suyo de nombre, era un adivino. Y seguro que nombrarán sacerdotes encargados de las flagelaciones, de las quemaduras y de otros prodigios parecidos, o que ¡por Zeus! establecerán alguna iniciación nocturna en su honor y una procesión de antorchas en torno a esta pira.

29 »Hace poco tiempo Teágenes —según me informó uno de sus camaradas— dijo que la Sibila había emitido un oráculo relativo a estos sucesos, y recordaba el siguiente texto:

Pero cuando Proteo, el más grande de todos los cínicos, después de encender una pira en el

26 Las Traquinias, de Sófocles. 27 Conocidos en Grecia desde Alejandro. 28 Acompañó a Nearco en su expedición contra Persia. 29 Es decir, los cínicos. 30 Es el testimonio más antiguo sobre la creencia de que el ave fénix muere echándose al fuego. 31 Sólo ELIO ARÍSTIDES (XLV 107, 6, II), antes que Luciano, habla de la procedencia india de esta ave. 32 Cf. Odisea IV.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino recinto del tonante Zeus se haya lanzado a las llamas y llegue al anchuroso Olimpo, en ese

momento que todos los que comen el fruto de la tierra, así lo ordeno, honren al héroe noctívago

excelso que comparte el trono con Hefesto y el soberano Heracles.

30 »Tal es el texto que Teágenes afirma haber oído a la Sibila. Pero yo voy a comunicarle sobre

este tema un oráculo de Baquis. Así se expresa Baquis, con estas sabias palabras33: Pero cuando el cínico de mil nombres haya saltado

34 a la enorme pira estimulado por un deseo

frenético de gloria, en ese momento todas las zorras35

que siguen sus huellas deben tener el mismo

destino que el lobo desaparecido36

. Y si alguno por cobarde trata de escapar del fuego de

Hefesto37

, que todos los aqueos lo ataquen al punto con piedras, no vaya a ocurrir que aun siendo

glacial intente hablar con ardientes palabras, después de cargar en su alforja el oro conseguido

con su usura, puesto que tiene en la hermosa Patras tres veces cinco talentos.

»¿Qué os parece, amigos? ¿Acaso el oráculo de Baquis es menos fiable que el de la Sibila? De modo que es ocasión para que vean estos admirables contertulios de Proteo, dónde se van a evaporar, que así es como llaman a la cremación».

31 Después de estas palabras todos los presentes se pusieron a gritar: «A la hoguera ya que son dignos de las llamas». Y él bajó de la pira riendo y dijo: «Pero a Néstor37bis —es decir a Teágenes— no le pasó desapercibido el griterío», y en cuanto oyó las voces, se acercó a nosotros y destacándose se puso a dar gritos y a lanzar mil improperios contra el que había bajado de la pira, un buen hombre cuyo nombre ignoro. Yo lo dejé que reventara con sus voces y me alejé para ver a los atletas, pues corría la voz de que los Helanodicas ya estaban en el gimnasio.

Ahí tienes lo que ocurrió en la Élide. 32 Cuando llegamos a Olimpia, el opistódomo ya estaba lleno de personas que criticaban a

Proteo o aplaudían su decisión, con tanta vehemencia que muchos de ellos incluso llegaron a las manos, hasta que compareció el propio Proteo seguido de una gran multitud que le escoltaba detrás del emplazamiento de los heraldos y pronunció un discurso hablando de la vida que había llevado, contando los peligros que había corrido y cuántas calamidades había soportado a causa de la Filosofía.

Su discurso fue largo, pero yo pude oír poco, a causa de la multitud de asistentes. Finalmente por temor a verme aplastado en medio de aquella muchedumbre, como veía que les estaba ocurriendo a muchos, me alejé de allí no sin decir adiós a aquel sofista que estaba deseando morirse y pronunciaba su propio discurso fúnebre antes de fallecer.

Únicamente pude oír este fragmento: decía que se proponía culminar con áurea corona su ya áurea existencia, pues quien había vivido como Heracles debía también morir como Heracles y mezclarse con el éter. «Quiero —decía— ser útil a la humanidad indicándole cómo se debe despreciar la muerte. Por ello, todos los hombres deben ser mis Filoctetes»; los más estúpidos se ponían entonces a llorar y decían: «Sálvate por el bien de los griegos», mientras los más valerosos le incitaban a gritos: «Acaba de decidirte a cumplir tu propósito». Con estas palabras el viejo se sentía no poco desconcertado, porque esperaba que todos lo sujetarían y evitarían que se echara al fuego, y que contra su voluntad tendría que seguir viviendo. Pero lo de «decídete a cumplir tu propósito» le cayó muy inesperadamente y le hizo ponerse todavía más pálido —aunque ya tenía aspecto cadavérico— y hasta le hizo temblar, ¡por Zeus! de modo que puso fin a su discurso.

34 En cuanto a mí, pienso que puedes imaginarte cómo me estaba riendo. Porque no era digno de compasión un hombre tan morbosamente ansioso de gloria que aventajaba a cuantos se dejan

33 Baquis es el nombre de un héroe tebano. 34 Cf. ARISTÓF., Caballeros 197; Ilíada XXI 333. 35 Ilíada XV 403; Od. XIV 361; II. XI 228. 36 Odisea XIV 8. 37 Od. VIII 359. 37bis Il XIV 1.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino impulsar por este castigo.

Le escoltaba, sin embargo, una gran multitud y él se dejaba llevar contemplando a aquella muchedumbre que lo admiraba por su fama, sin darse cuenta, el desgraciado, que también a los que van a ser crucificados o son conducidos por el verdugo les sigue una multitud todavía mayor.

35 Por fin terminaron los Juegos Olímpicos, los más hermosos de cuantos he presenciado yo, que ya he visto cuatro. Como no era fácil conseguir un vehículo, pues muchas personas se marchaban a la vez, tuve que quedarme contra mi voluntad. Entretanto, él, en sucesivos aplazamientos, había fijado para una noche la presentación pública de su propia cremación. Uno de mis amigos se presentó a recogerme, me levanté a media noche y me dirigí hacia Harpina, donde estaba levantada la pira, a 20 estadios de Olimpia, hacia el Este, saliendo del hipódromo. Tan pronto como llegamos nos encontramos con una pira levantada sobre un hoyo, como de una braza de profundidad38. En su mayor parte se habían amontonado teas y sarmientos para que prendiera rápidamente.

36 Cuando salió la luna, porque también ella tenía que contemplar la hermosísima hazaña, apareció él disfrazado en su manera habitual, y con él las autoridades del cinismo, y en lugar destacado, empuñando una antorcha, el nobilísimo hombre de Patras, un comparsa perfecto. Tam-bién Proteo portaba una antorcha. Varias personas se acercaron por distintos sitios y encendieron una hoguera inmensa, teniendo en cuenta que la formaban teas y ramas secas. Entonces él —préstame ahora mucha atención— se quitó la alforja y el manto y aquella maza como de Heracles39 y se quedó de pie, envuelto en una sábana completamente sucia. Pidió a continuación incienso para arrojarlo al fuego; alguien se lo dio, vertió una parte y dirigiendo su mirada al Sur —porque también esto era parte de la tragedia— dijo: «Espíritus maternos y paternos, acogedme con benevolencia». Dicho esto, se arrojó al fuego y ya no se le vio más, pues las enormes llamas que se levantaron lo envolvieron.

37 Me parece ver que te estás riendo otra vez, hermoso Cronio, por el desenlace de esta representación. Por mi parte ¡por Zeus!, yo no le eché en cara excesivamente el que hubiera invocado los espíritus maternos, pero cuando también invocó a los paternos, al recordar lo que se había dicho de la muerte de su padre, no pude contener la risa. Por el contrario, los cínicos, colocados en torno a la hoguera, no lloraban, sino que dejaban constancia de su pena en silencio mirando al fuego hasta que yo, sintiéndome asfixiar les dije: «Vámonos ya, estúpidos, que no es un espectáculo agradable el ver como se asa un viejo mientras nosotros nos empapamos de una maldita peste a chamusquina. O acaso estáis esperando que venga un pintor y os retrate como pintan a los amigos de Sócrates en la cárcel».

Ellos entonces se enfurecieron y empezaron a insultarme, y algunos incluso echaron mano de su cayado. Pero cuando les hube amenazado con coger a alguno y echarlo al fuego para que acompañaran a su maestro, se callaron y estuvieron quietos.

38 A mi regreso, querido amigo, iba dándole vueltas y considerando conmigo mismo qué es la gloria, hasta qué punto es la única pasión de la que no se libran ni siquiera los que parecen más admirables, no sólo este individuo, que por lo demás había llevado una vida de loco y descabellada que le hacía merecedor de la hoguera.

39 Más tarde me encontré con muchos que salían para verle con sus propios ojos, pues esperaban encontrarlo todavía vivo, ya que el día antes había corrido el rumor de que al salir el sol se despediría —como dicen que hacen también los brahmanes— y luego subiría a la pira. A la mayoría de ellos les hice volverse cuando les dije que ya todo había terminado, salvo a los que no les preocupaba esto, sino que querían ver el lugar y recoger alguna reliquia suya40. Entonces, amigo mío, tuve un trabajo enorme para informar a todos, contestar a sus preguntas y a las solicitudes de detalles exactos. Si veía a alguno de aspecto educado, le contaba escuetamente como a ti lo ocurrido, pero a los tontos y a los que se quedaban con la boca abierta al oírlo, les añadía algo dramático de mi propia cosecha, como por ejemplo que cuando se prendió la hoguera Proteo se 38 Aproximadamente 1,50 metros. 39 Heracles siempre lleva una maza. 40 El culto a las reliquias ya era practicado por los antiguos paganos.

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Luciano de Samósata Sobre la muerte de Peregrino lanzó a ella y primero ocurrió un gran temblor de tierra acompañado de gemidos y que luego un buitre había surgido de en medio de las llamas y se había dirigido al cielo, diciendo con voz humana y muy alto: «Dejé la Tierra, me voy al Olimpo»41. Ellos entonces se quedaban atónitos, caían de rodillas atemorizados y me preguntaban si el buitre se había dirigido a levante o a poniente; yo les contestaba lo primero que se me ocurría.

40 Al volver a la asamblea me encontré con un hombre de aspecto canoso, cuyo rostro, ¡por Zeus!, a juzgar por su barba y otras señas de seriedad, parecía digno de confianza. Estaba contando entre otras cosas, acerca de Proteo, que le había visto después de arrojarse a las llamas, vestido de blanco y que acababa de dejarlo paseando resplandeciente, y coronado con un ramo de oliva por el pórtico de las siete voces42. Luego les soltó a todos lo del buitre, jurando que lo había visto con sus propios ojos salir volando de la pira —el buitre que yo poco antes había hecho volar como burla de los tontos y papanatas—.

41 Ya puedes imaginarte todo lo que lógicamente va a ocurrir en adelante, basándose en nuestro hombre, cuántas abejas no aparecerán en aquel lugar43, cuántas cigarras no cantarán, cuántas cornejas no le sobrevolarán, como si fuera la tumba de Hesíodo44, y otras cosas parecidas. Sé que muy pronto se van a erigir muchas estatuas de parte de los propios eleos y de otros pueblos griegos, a quienes decía que había enviado cartas. Cuentan que había mandado epístolas a casi todas las ciudades importantes, que contenían disposiciones, consejos y leyes. Incluso nombró para este cometido como enviados a algunos de sus amigos llamándoles «mensajeros de la muerte» y «correos del infierno».

42 Éste fue el final del infeliz Proteo, un hombre que, para resumirlo en pocas palabras, nunca tuvo su mirada puesta en la verdad, sino que siempre habló y actuó para la fama y el aplauso del vulgo, hasta el punto de tirarse al fuego cuando ya ni siquiera iba a disfrutar de esos aplausos puesto que no iba a percibirlos.

43 Voy a terminar no sin contarte antes todavía un pequeño detalle, para que puedas seguir riéndote un buen rato:

Tú ya sabes hace tiempo, porque me lo oíste contar a mi regreso de Siria, que yo navegué con él desde la Tróade y conoces la buena, vida que se pegó durante la travesía, lo del guapo mozo que había convertido al cinismo, para tener también él su propio Alcibíades45, y cómo nos vimos alterados durante una noche en medio del Egeo; cuando el mar se cubrió de tinieblas y surgieron unas olas tremendas, el hombre admirable se puso a llorar con las mujeres, el que pasaba por ser superior a la muerte.

44 Y un poco antes de su muerte, ocho o nueve días más o menos, por haber comido más de la cuenta se puso a vomitar por la noche y le entró una fiebre muy violenta. Esto me lo contó Alejandro el médico a quien mandaron llamar para que lo tratase. Me dijo que se lo había encon-trado revolcándose por el suelo y sin poder aguantar la calentura, y que le pedía agua fría con mucha ansia pero que él no se la dio, aunque me contaba que le había dicho que si de todos modos deseaba la muerte ésta acudiría por su propia cuenta a la puerta, de modo que era muy fácil acompañarla sin necesidad de fuego. Y que él le había contestado: «Es que entonces ya no sería una manera de morir famosa al ser como la de todo el mundo»46.

45 Hasta aquí, Alejandro. En cuanto a mí, yo le vi hace pocos días untándose los ojos con un ungüento picante, para provocar las lágrimas. ¿Te das cuenta? Al parecer Éaco no admite a los que tienen los ojos enfermos. Es lo mismo que si uno que va a ser crucificado se preocupa de un golpe en un dedo. ¿Qué crees tú que haría Demócrito si viera esto? Con razón se reiría de nuestro hombre. Aunque, ¿de dónde iba a sacar aquél tanta risa?

Y tú amigo mío, ríete también, sobre todo cuando oigas a alguien sentir admiración por él.

41 Trag. Adesp. 290 A (SNELL). 42 Ev. S. Mateo 28, 3; Ev. S. Lucas 24, 4. 43 Sería un indicio de que Peregrino se ha convertido en dios. 44 Cf. PAUSANIAS, IX 38, 3. 45 Vuelve a comparar a Peregrino con Sócrates, que intentó convertir a la Filosofía a Alcibíades. 46 Insiste de nuevo en su pretensión de hacerlo todo para alcanzar la gloria.