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Lucrecia Martel: la realidad cuestionada. La presencia de lo siniestro como elemento desestabilizador Marta Noemí Rosa Casale Licenciada en Artes, orientación Artes Combinadas (U.B.A.); Profesora de Filosofía (U.C.A.) [email protected] Resumen: Este trabajo se propone abrir paso a una lectura global de la filmografía de Lucrecia Martel a la luz de las posibles marcas estilísticas y claves de interpretación rastreables en los tres largometrajes que la directora cuenta en su haber hasta el momento: La ciénaga (2001), La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008). Dos conceptos aparecerán como especialmente fecundos a la hora de encarar el análisis: 1) el concepto de extrañamiento, tal como fue concebido por los formalistas rusos, en especial por Víktor Shklovski; y 2) el sentimiento de lo siniestro a partir de la caracterización que de éste hizo Sigmund Freud, pero extendiendo su aplicación a lo fantástico, lo sobrenatural, lo maravilloso en el sentido del tó deinón griego. Estas nociones nos permitirán pensar “la realidad” en Martel como una construcción precaria, atravesada casi siempre por un elemento inquietante –aunque no en todas las ocasiones el mismo- que la desestabiliza. A la luz de esta dialéctica entre lo racional y lo irracional, lo fantástico y lo real, plantearemos la necesidad de repensar la categorización de sus películas dentro del naturalismo/realismo, sobre todo en base a ciertas distinciones efectuadas por Raúl Filippelli entre realismo estético y realismo ideológico. Por último, nos proponemos una lectura política de sus films basada, por un lado, en la presencia de lo siniestro como elemento desintegrador y, por el otro, en el trabajo sistemático de la realizadora sobre la distorsión de la percepción, para lo cual nos serviremos de las reflexiones de Jacques Rancière sobre la división de lo sensible. Palabras clave: cine - extrañamiento - lo siniestro - distorsión de la percepción 1

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Lucrecia Martel: la realidad cuestionada. La presencia de lo siniestro como elemento

desestabilizador

Marta Noemí Rosa Casale

Licenciada en Artes, orientación Artes Combinadas (U.B.A.); Profesora de Filosofía

(U.C.A.)

[email protected]

Resumen:

Este trabajo se propone abrir paso a una lectura global de la filmografía de Lucrecia

Martel a la luz de las posibles marcas estilísticas y claves de interpretación rastreables

en los tres largometrajes que la directora cuenta en su haber hasta el momento: La

ciénaga (2001), La niña santa (2004) y La mujer sin cabeza (2008).

Dos conceptos aparecerán como especialmente fecundos a la hora de encarar el análisis:

1) el concepto de extrañamiento, tal como fue concebido por los formalistas rusos, en

especial por Víktor Shklovski; y 2) el sentimiento de lo siniestro a partir de la

caracterización que de éste hizo Sigmund Freud, pero extendiendo su aplicación a lo

fantástico, lo sobrenatural, lo maravilloso en el sentido del tó deinón griego. Estas

nociones nos permitirán pensar “la realidad” en Martel como una construcción precaria,

atravesada casi siempre por un elemento inquietante –aunque no en todas las ocasiones

el mismo- que la desestabiliza. A la luz de esta dialéctica entre lo racional y lo

irracional, lo fantástico y lo real, plantearemos la necesidad de repensar la

categorización de sus películas dentro del naturalismo/realismo, sobre todo en base a

ciertas distinciones efectuadas por Raúl Filippelli entre realismo estético y realismo

ideológico. Por último, nos proponemos una lectura política de sus films basada, por un

lado, en la presencia de lo siniestro como elemento desintegrador y, por el otro, en el

trabajo sistemático de la realizadora sobre la distorsión de la percepción, para lo cual

nos serviremos de las reflexiones de Jacques Rancière sobre la división de lo sensible.

Palabras clave: cine - extrañamiento - lo siniestro - distorsión de la percepción

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Lucrecia Martel: la realidad cuestionada. La presencia de lo siniestro como elemento

desestabilizador

Introducción

Lucrecia Martel es una de las realizadoras paradigmáticas de lo que se ha convenido en

llamar el Nuevo Cine Argentino (NCA). Su primer corto, Rey muerto (1995), integra

Historias breves, película coral que se considera el puntapié inicial del movimiento. Un

poco por este carácter de pionera pero en mayor medida por su originalidad, su obra ha

sido objeto de estudio en innumerables ocasiones, tanto desde la crítica especializada

como por parte de la Academia. La abundante producción, sin embargo, se concentra en

gran medida en su primer largometraje, La ciénaga (2001), y en menor proporción en el

segundo, La niña santa (2004). Son casi inexistentes las reflexiones que se propongan

abordar un corpus fílmico más completo buscando marcas de estilo o claves de lectura

globales, quizás porque los tres largometrajes que hasta ahora cuenta la directora en su

haber son, tanto desde el punto de vista temático como estético, diversos. Este trabajo se

propone, precisamente, abrir paso a una lectura en ese sentido.

Dos conceptos aparecerán como especialmente fecundos a la hora de encarar el análisis:

1) la noción de extrañamiento, tal como fue concebida por los formalistas rusos, en

especial por Víktor Shklovski; y 2) el sentimiento de lo siniestro a partir de la

caracterización que de éste hizo Sigmund Freud, pero extendiendo su aplicación a lo

fantástico, lo sobrenatural, lo maravilloso en el sentido del tó deinón griego. Estas

claves de interpretación nos permitirán pensar “la realidad” en Martel como una

construcción precaria, atravesada casi siempre por un elemento inquietante –aunque no

en todas las ocasiones el mismo- que la desestabiliza. A la luz de esta dialéctica entre lo

racional y lo irracional, lo fantástico y lo real, plantearemos la necesidad de repensar la

categorización de sus películas dentro del naturalismo/realismo, sobre todo en base a

ciertas distinciones efectuadas por Raúl Filippelli entre realismo estético y realismo

ideológico. Una última instancia del trabajo abordará una posible lectura política de sus

films.

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Procedimientos estéticos en “La ciénaga”

La ciénaga fue el primer largometraje de Martel luego de varios cortos -algunos de

corte étnico- que le abrieron la posibilidad de entrar al mundo del cine mediante

premios y otros incentivos. La película, que rápidamente alcanzó amplia difusión por su

manejo de los tiempos y una renovada concepción del “realismo”, aborda la vida

cotidiana de una familia salteña en el doble ámbito de la ciudad y el campo, ámbitos que

la autora tiende a contraponer sutilmente. La historia se detiene en pequeños hechos de

la vida diaria, sin trascendencia aparente, buceando en la idiosincrasia de los personajes

y sus relaciones. En la monotonía de un discurrir sin demasiados sobresaltos –salvo

algún corte que termina con una sutura en el hospital-, ni demasiadas ilusiones –

prácticamente la única de las protagonistas es un viaje siempre pospuesto a Bolivia-, se

va tejiendo un drama menor que, sin embargo, termina con una muerte terrible: la del

benjamín de la familia. Tali y Mecha, las primas que protagonizan esta historia, se

debaten entre el trajín familiar y el aplastante clima de provincia, tratando de resolver

pequeños problemas mientras los grandes dilemas existenciales pugnan por salir.

Desde el punto de vista estético, el film recurre a procedimientos novedosos en su

reiteración que ponen de manifiesto la instancia narrativa, subrayando el carácter de

construcción y enrareciendo los climas. El resultado es una “realidad” estilizada, y por

momentos amenazante, característica ésta que más adelante conectaremos con lo

siniestro. Si la narración clásica se caracteriza por la transparencia lograda mediante el

cumplimiento de una serie de reglas, fundamentalmente en cuanto al encuadre y el

montaje, el film de Martel opera de un modo totalmente opuesto, constituyendo a la

cámara como una presencia ostensible, punto de partida de una mirada inquisitiva sobre

una escena casi siempre extraña, extrañada –en gran parte- por la transgresión

sistemática de las reglas de transparencia. Los procedimientos más frecuentes son el uso

del desencuadre; las tomas “subjetivas” no atribuibles a un personaje; la violación de la

ley de los ciento ochenta grados; violación de la escala de planos; el acople arbitrario de

la banda sonora y la trasgresión de la alternancia plano-contraplano en los diálogos.

En cuanto al uso del desencuadre, éste –en general- privilegia los torsos sin cabeza, pero

pueden quedar también fuera de cuadro los miembros, o alguna parte ser tomada en

forma parcial o separada, revistiendo de este modo cierta “independencia”. En todo

caso, mediante su uso las “personas” de la diégesis quedan convertidas en “cuerpos”;

privadas de unicidad -y algunas veces de movimiento- les falta vida. El plano casi

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cenital que muestra los cuerpos que rodean la pileta asoleándose, demasiado quietos

antes del accidente, es un ejemplo paradigmático de este procedimiento. La condición

“cuerpos” que adquieren los personajes se ve subrayada desde la puesta en escena por la

gran cantidad de tiempo que los protagonistas pasan tirados en la cama, desde donde,

incluso, toman importantes decisiones.

Por otra parte, las tomas “subjetivas” no atribuibles a ningún personaje son una marca

estilística notable de la realizadora. Se trata de la construcción de un punto de vista

colocado más atrás y al costado de los protagonistas, de modo que la cámara se

convierte en un personaje más de la escena. Otro rasgo igualmente personal es el uso

frecuente de primeros planos que aíslan del contexto y, desde ellos, el paso sin

transición a planos de conjunto muy generales, a veces con gran profundidad de campo,

lo que también bifurca la escena en un adelante y un atrás. Esta violación de la regla de

la escala de planos pone de manifiesto la instancia narrativa a la vez que provoca un

achatamiento del espacio percibido.

Otro procedimiento que transgrede las reglas de transparencia es la inobservancia de la

ley de los ciento ochenta grados. En La ciénaga los saltos de eje son frecuentes y,

muchas veces, la cámara se posiciona en lugares imposibles –por ejemplo, donde se

supone debería haber una pared- o muy difíciles de reconocer, lo que dificulta la

comprensión del espacio total aludido.

Por último, el acople arbitrario de la banda sonora constituye quizás uno de los rasgos

más propios de la poética de Martel y el elemento que, conjuntamente con el fuera de

cuadro, más contribuye al extrañamiento, sobre todo en la forma de sonido de fondo. En

este punto son incontables los recursos empleados –hay trabajos académicos de

envergadura que sólo desarrollan este tema-. Citaremos a modo de ilustración

únicamente la reiteración injustificada de ruidos muchas veces inidentificables, la

inversión de la relación primer plano/fondo en la banda sonora y el sonido de fondo

como contrapunto o subrayado de una escena. Así –y esta es una característica muy

significativa de La ciénaga- desde la banda sonora amenaza permanentemente tormenta

aunque sólo en un momento efectivamente llueve.

El extrañamiento como resultado de la puesta en escena

La noción de extrañamiento ha sido desarrollada por los formalistas rusos,

principalmente a propósito de la literatura. Víktor Shklovski lo definió como un proceso

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en el que el objeto se singulariza de tal modo que pareciera ser percibido por primera

vez. Se trata de un proceso de desautomatización por el cual objetos de la vida cotidiana

pueden mostrarse, en primera instancia, despojados de las redes significativas en las que

están inmersos, desfamiliarizados. El término extrañamiento refiere fundamentalmente

a una experiencia irreductible con facilidad a palabras puesto que se basa en una

apertura de sentido. El mismo Shklovski lo relacionó en alguna oportunidad1 con el

relato fantástico, relación que nosotros también proponemos al subrayar en el

“realismo” de Martel cierta propensión a lo fantástico, lo sobrenatural, lo siniestro. Por

otra parte, las reflexiones de Shklovski habilitan la correlación propuesta en este trabajo

entre la fragmentación, resultado del desencuadre, y el extrañamiento de la “realidad”

en los films analizados. “Un rasgo infrecuente, desplazado -afirma el autor-, no sólo

sustituye al todo sino da un nuevo carácter a la percepción del todo y renueva la forma

de colocar el todo en el centro de atención”. (Shklovski, 1973: 67-68).

También Todorov2 coincide en esta característica y destaca el extrañamiento como

rasgo propio del género fantástico, subrayando a su vez el carácter alusivo, sugerido, de

lo maravilloso en este tipo de ficción. Si bien la realización de Martel indudablemente

no pertenece a dicho género, la noción sirve como clave de lectura para ciertos

elementos con los que la directora modula su “realismo”. Todos los procedimientos

detallados en el anterior apartado de este trabajo obran en este sentido. En la misma

dirección opera la afectación de la temporalidad, producida en el relato por dilatación de

los tiempos mediante la falta de nudos dramáticos y sobreabundancia de planos

descriptivos. Por otra parte, el tiempo, aunque transcurre con mucha lentitud y por

momentos es difícil de reconstruir debido a las elipsis, está construido linealmente.

El extrañamiento también aparece en el film ligado a lo sobrenatural en la supuesta

aparición de la Virgen en el tanque de agua de una casa del pueblo. Las imágenes que

intentan registrar el milagro aparecen en la película transmitidas por un noticiero de

televisión que ha recogido testimonios en el lugar. Este relato mediatizado, cuya calidad

de imagen difiere del resto –otro color, falta de nitidez y rayado del material dan pauta

de un registro documental-, cruza en varias ocasiones la narración principal. Aquí el

extrañamiento aparece, además, como resultado de la concentración del relato televisivo

en los primeros planos de los rostros de las personas presentes en el sitio, rostros que

miran con gran expectativa fuera de campo hacia el techo de la vivienda, un lugar vacío.

1 Sucintamente en Sur la Théorie de la prose (1973). Lausanne: Editions L’Age d’ Homme2 Todorov, Tzvetan (1981). Introducción a la literatura fantástica. México: Premiá.

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La desfamiliarización de lugares y objetos se da asimismo en el film por la aparición de

un elemento inusual que modifica las condiciones habituales. Este elemento insólito a

veces se halla justificado desde la diégesis, aunque aún así se produce el efecto

mencionado. Como ejemplo podemos citar la secuencia en la que Luchi, el hijo más

pequeño de Tali –una de las primas en cuyas familias se centra el relato-, debe ser

suturado en el hospital a raíz de un corte producido por una caída. Toda la escena –en la

que participa un doctor, una enfermera, la madre y alguno de los chicos- se realiza a la

luz de un farol, casi a oscuras. También Mecha, la otra prima, es cocida al mismo

tiempo en otra ala del edificio. Martel construye la escena de modo tal que es posible

ver, a través de las ventanas y el tragaluz de la sala en la que se encuentra Tali, a una de

las hijas de Mecha en otra habitación igualmente en penumbras, alumbrada por otro

farol. La escena en estas condiciones tiene una rareza singular, un matiz del orden de lo

irracional. Aunque la iluminación normal retorna sólo un instante y se vuelve a ir,

alcanza para dar a entender desde la diégesis que se trata de un desperfecto temporario,

perfectamente “natural”. Aún así el efecto perdura. Los fuertes repiques de tambores

tribales como sonido de fondo de una conversación entre Tali y su marido en el

comedor de su casa obran en el mismo sentido.

Otro elemento que coadyuva al extrañamiento es la recurrente estilización de la puesta

en escena que le da un aire artificial, irreal, a algunos momentos: posturas afectadas de

los personajes en la cama; uso de superficies reflectantes que repiten o deforman la

imagen; personas agrupadas en raras formaciones geométricas – por ejemplo, el modo

en que los invitados forman una especie de línea alterna que se extiende hacia el fondo

del cuadro en la escena de la pileta al inicio del film o, después, en el momento en que

Mecha se corta, el modo en que todos se dirigen a la casa en una especie de prolija fila

india-.

El tratamiento de la banda sonora en forma independiente también apunta a la

desfamiliarización. Así es posible notar cómo el sonido de fondo muchas veces

sobredimensiona algún ruido o la puesta invierte la relación primer plano/fondo.

Numerosos ruidos, aunque en apariencia inofensivos y cotidianos, se transforman por

este procedimiento en amenazantes (el chirrido de la cama; algo que cae al suelo; los

truenos constantes; el sonido de algunos animales, afuera, en el monte). Otras veces la

sensación de extrañeza es producida por un breve desfase entre la banda imagen y la

sonora que se adelanta o atrasa.

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Los recursos estilísticos que producen extrañamiento son los mismos que permiten

hablar de lo siniestro como elemento desestabilizante en tanto que la imagen no

recupera su familiaridad sino precariamente. En este sentido Pascal Bonitzer afirma “el

desencuadre es una perversión […] Habría que decir en términos deleuzianos que el arte

del desencuadre, el desplazamiento del ángulo, la excentricidad radical del punto de

vista que mutila y vomita los cuerpos fuera del cuadro y focaliza sobre las zonas

muertas, vacías, estériles del decorado es irónico-sádico.” (2005: 104) El autor vincula

más adelante expresamente este procedimiento con lo siniestro. De igual modo,

Domènec Font señala “El desencuadre, los desplazamientos de ángulos, la excentricidad

del punto de vista, el trabajo sobre el campo vacío y el fuera de campo constituyen

aspectos de la quiebra de la representación y de sus límites estéticos…” (2002: 359)

Sin embargo, es necesario aclarar que esta vinculación sobrepasa la teoría de Shklovski

ya que para él el extrañamiento caracteriza la percepción de toda obra de arte, pero es

sólo un momento de la recepción pasado el cual ésta se “normaliza”.

La presencia de lo siniestro como marca estilística de “La ciénaga”

El extrañamiento constante que propone Martel desde la puesta en escena adquiere en

La ciénaga las características de lo siniestro en tanto se constituye como presencia

permanente y ominosa. En uno y otro caso se trata de efectos que impactan en la

recepción como resultado del uso de determinados procedimientos estéticos o núcleos

temáticos por parte del artista3. Freud habla del “sentimiento de lo siniestro” (1974:

2491) ligándolo a la sensibilidad y dejando claro que el grado de impacto producido

depende en gran medida del receptor. En su artículo de 1919 distingue dos formas

fundamentales en que puede darse lo siniestro. La primera se vivencia cuando los

complejos infantiles reprimidos son reanimados por una impresión exterior. La segunda

– a la que nos remitiremos en este trabajo- aparece “cuando convicciones primitivas

superadas parecen hallar una nueva confirmación” (id.: 2503). En este segundo sentido,

lo siniestro está ligado a la superstición: se trata de temores atávicos, creencias

irracionales o convicciones animistas a las que se les ha negado el estatuto de realidad y,

sin embargo, aparecen en determinado contexto reclamándolo. Lo siniestro se

manifiesta, entonces, allí donde “se desvanecen los límites entre fantasía y realidad,

3 En cuanto a lo siniestro, Freud menciona explícitamente este carácter en varios pasajes de su artículo. Por ejemplo, con referencia a un cuento aparecido en la revista Strand dice: “El cuento era bastante tonto, pero el efecto siniestro había sido logrado magistralmente”. (1974: 2500)

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cuando lo que habíamos tenido por fantástico aparece ante nosotros como real” (id.:

2500). Esta particularidad de lo siniestro es especialmente importante en el ámbito de la

ficción ya que su efecto depende del marco de “realidad” en que la obra se instala, es

decir, de las convenciones a las que se ciñe: de este modo, no es lo mismo una obra

realista que otra inscripta en el género fantástico en el que los componentes irracionales

pueden ser absorbidos por el relato. En el caso de La ciénaga hablamos de lo siniestro

precisamente porque se trata de una obra encuadrada dentro de los parámetros del

“realismo” en la que, sin embargo, aparecen insinuados elementos conectados con

antiguas creencias o supersticiones que no se hallan justificados desde la diégesis,

además de otros factores que contribuyen al sentimiento de lo siniestro.

Un núcleo temático que según Freud logra este efecto y sobre el que el autor se detiene

en varios pasajes del artículo citado es el que se relaciona con la muerte ya que

“difícilmente haya otro dominio en el cual nuestras ideas y nuestros sentimientos se han

modificado tan poco desde los tiempos primitivos, en el cual lo arcaico se ha

conservado tan incólume bajo un ligero barniz…” (id.: 2498). A propósito de este tema,

es necesario mencionar un tópico ineludible al abordar el cine de Martel: los tiempos

muertos. A menudo la crítica ha dado a entender que éstos se relacionan con la

morosidad propia de las localidades de provincia, colocándolos en función de un

costumbrismo no exento de acción subterránea a la manera de Chéjov4. Sin embargo,

debido a esta presencia ominosa que la directora construye a veces con deliberación,

otras probablemente de modo inconsciente, la lectura naturalista no parece ser

adecuada. En todo caso, los suyos son tiempos muertos, con todo lo que de sobrenatural

acompaña en el imaginario a la muerte.

En La ciénaga lo siniestro aparece también ligado a la fragmentación de los cuerpos

como resultado de los procedimientos analizados más arriba, principalmente del

desencuadre y los constantes close ups: torsos sin cabeza ni extremidades (éstas quedan

fuera de campo), órganos aislados del cuerpo, personajes fuera de foco o tomados de

espalda. El efecto producido puede asimilarse al que Freud determina para “los

miembros separados, una cabeza cortada, una mano desprendida del brazo […]

especialmente si […] conservan actividad independiente.”(Id.: 2499), aunque desde ya

el impacto es menor ya que los cuerpos no se encuentran efectivamente mutilados sino

4 Así lo entendió, por ejemplo, su productora, Lita Stantic: “Pero a veces me pasa, como me pasó con La ciénaga, que yo veía a La ciénaga más Chéjov que lo que es La ciénaga”. Citado por Marcela Ojea en “El padre de las películas (ideas, números, tareas y algunas paradojas)” en Wolf, Sergio (comp.) (2009). Cine argentino. “Estéticas de producción”. Buenos Aires: BAFICI

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sometidos a un procedimiento estético. Es necesario notar que en el caso de Martel lo

siniestro no está casi nunca puesto en escena sino que es aludido.

También las tomas “subjetivas” no atribuibles a un personaje producen este efecto.

Otros recursos habituales como los sonidos sobredimensionados, pequeños

acontecimientos sin explicación que se reiteran5 y ambientes desfamiliarizados obran en

el mismo sentido y adquieren un cariz amenazante al propiciar el sentimiento de estar en

presencia de fuentes misteriosas, secretas.

Otras formas de lo siniestro se manifiestan en la historia misma y en los personajes del

film en tanto se cuentan leyendas de seres informes (el perro con dos filas de dientes,

por ejemplo) o algún personaje aparece mutilado (un niño ha perdido un ojo y otro tiene

sucesivos accidentes de poca monta hasta que muere). En el primer caso se trata de

supersticiones ligadas a la etnia, historias locales mitificadas que siguen circulando –

sobre todo entre los niños, los más propensos al pensamiento primitivo- y tienen un

lugar en el imaginario colectivo.6 En cuanto a la pérdida de un ojo, el mismo Freud da a

ese órgano un papel importantísimo en su análisis al afirmar7: “el sentimiento de lo

siniestro es inherente a la figura del arenero, es decir, a la idea de ser privado de los

ojos” (id.: 2491). Como sucede con cada toma que propicia ese sentimiento, la pérdida

de este órgano no ocupa un lugar central en el relato sino aleatorio.

También la lenta agonía de un animal gimiendo en el barro podría ser leída desde este

ángulo, aunque sea un acontecimiento cotidiano para los personajes que –se supone- a

menudo cazan en el monte. El hecho de que sea un animal de gran porte y que el

proceso sea observado por un grupo de niños pequeños impávidos subraya esta

sensación Aquí es necesario marcar, también en relación con lo analizado más arriba

acerca de la muerte, el hecho de que el film se inicia con una muerte (la del animal) y

finaliza con otra (la del benjamín de la familia). Esta última –si bien sucede fuera de

cuadro- se conecta especialmente con lo siniestro ya que la muerte de un niño tiene algo

de irracional y remite a temores muy primitivos.

Por último cabe destacar que el film trabaja insistentemente sobre la incertidumbre y la

premonición como modos de producir el efecto de lo siniestro, aunque este no se da de

lleno, como un sentimiento angustiante identificable sino más bien de sesgo.

5 Freud menciona como una de las causas del sentimiento de lo siniestro la repetición involuntaria que, precisamente por no estar justificada racionalmente, adquiere un carácter premonitorio.6 Freud se refiere a ellas como “pertenecientes a la prehistoria individual y colectiva” (id.: 2500)7 La palabra “ojos” es mencionada veintiocho veces en su breve artículo de veintitrés páginas.

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Los procedimientos estéticos en “La niña santa”. Su relación con el tó deinón griego

Este segundo largometraje de Martel aborda de lleno la cuestión religiosa, temática que

ya había aparecido de soslayo tanto en Rey muerto como en La Ciénaga. La trama

recoge las experiencias de un grupo de jóvenes adolescentes que está recibiendo

instrucción cristiana en el momento en que la catequesis encara el tema del “llamado”

divino, es decir, de la vocación como aquello que da sentido a la existencia. El film hace

hincapié en las distintas formas en que estas muchachas vivencian esa búsqueda, al

mismo tiempo que rastrea su despertar sexual. La línea argumental se bifurca en dos

frentes: por un lado, se centra en dos de las muchachas y su entorno familiar; por el

otro, sigue las vicisitudes de un congreso de otorrinolaringología que tiene lugar en el

Hotel en el que una de ellas, Amalia, vive con su madre y su tío. El Hotel, propiedad de

la familia, es un ámbito que analizaremos más adelante a propósito de su relación con

los tópicos de este trabajo.

Si bien La niña santa conserva potentes marcas de estilo, formalmente difiere en gran

medida de La ciénaga ya que está construida sobre todo en base a primeros planos; aún

así es posible notar la reiteración de ciertos procedimientos utilizados en su film

anterior. En menor medida, el relato vuelve a recurrir a las tomas cercanas desde atrás

(más próximas en este caso); la profundidad de campo; los reflejos y el desencuadre,

aunque en este último la fragmentación es menor y, en general, sólo deja fuera de

cuadro parte de la cabeza, a menudo como resultado de una cámara que “espera” por los

personajes en posición algo más baja de la necesaria para el encuadre al comienzo de la

acción. Es necesario aclarar que el primer plano y, sobre todo, el plano detalle (en el

film hay varios de orejas, precisamente porque se trata, por un lado, de un llamado

divino y, por el otro, de un congreso de otorrinolaringología) son, igualmente, formas

de desencuadre, y así los trata Bonitzer cuando menciona “la monstruosidad del primer

plano” (2005: 102), apreciación que nos permite conectarlo tanto con el extrañamiento

como con lo siniestro en sentido lato.

Por otra parte, la apelación constante a lo divino tanto a nivel temático como en cuanto

a la puesta en escena (aquí también como recurso de extrañamiento), incorpora lo

sobrenatural al relato o, por lo menos, lo inusual, lo extraordinario. Hay una primera

desestabilización de la realidad en cuanto percibida desde que existe un “llamado” a

escuchar e interpretar que viene de más allá de lo sensible, o, por el contrario, se pueden

escuchar ruidos y voces provenientes de un más acá del mundo exterior (si se tiene el

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síndrome de Menière). Aparece de este modo un hiato –también en las historias que las

chicas traen a clase para ejemplificar el llamado divino- entre lo visto y lo oído, y “la

realidad”8. Así sucede en la experiencia que relata una de las muchachas acerca del

bombero que ve/escucha a una mujer que llama pidiendo auxilio y luego la encuentra

muerta junto a su bebé en un auto accidentado. Esta aparición de un muerto (esta

presencia de lo que debería estar ausente) puede ser tomada en un sentido divino pero

también siniestro.9 Este doble cariz de las vivencias en las que se detiene el film –y que

no pueden ser asimiladas a uno u otro sentido sin ser violentadas- tienen real cabida en

el término con que los griegos denominaban lo maravilloso: tó deinón. En todo caso, se

trata de una experiencia de los bordes.

En La niña santa, lo que podríamos llamar “distorsión de la percepción” no ha sido

trabajada sistemáticamente, aunque existe en varios pasajes; por ejemplo, en la escena

en las que las tres chicas se bajan del autobús en el monte para ver el sitio de la

“aparición” y la cámara las va persiguiendo entre la maleza dando siempre la impresión

de que algo -¿siniestro?, ¿divino?- va a suceder. Por el contrario, en La mujer sin

cabeza (2008) esta distorsión es constitutiva del relato.

Finalmente, dos elementos son significativos desde la puesta en escena en cuanto al

extrañamiento: el secreto y el Hotel como espacio nunca reconstituible en totalidad. En

el primer caso, los diálogos en voz baja, en la máxima intimidad de lo compartido sin

testigos, crean una atmósfera enrarecida al establecer un circuito de información

secundario, vedado a casi todos, y, también, por su capacidad sonora misma como

elemento de extrañamiento10. En segundo lugar, el Hotel como un gran espacio, con

muchos recovecos, se muestra como una totalidad difícil de integrar. Sus pasillos,

rincones, la cocina, el ascensor, el hecho de que sea “la casa” de Amalia, producen

cierta extrañeza. Por otra parte, un detalle -casi fuera de foco pero reiterado y sin

justificación- sugiere un aspecto siniestro: personal de limpieza echa continuamente un

desinfectante o aromatizador en las habitaciones, estén estas ocupadas o no. Aquí

8 El thereminvox como instrumento musical crea el mismo tipo de efecto: alguien lo “toca” extrayendo de él música, pero en realidad no toca el instrumento, sino el aire, creando de este modo el sonido. Se puede decir que -al igual que lo que sucede con el “llamado” divino- la fuente sonora permanece no revelada provocando un efecto “mágico o inquietante” (Aguilar citando a Chion, 2010:103)9 Sobre esta ambigüedad dice Martel: “Hay algo entre la medicina y la santidad que me interesa. Los cuerpos enfermos y los cuerpos sanos. Las lepras de Job, donde se esconden Dios y el Demonio […] Los enfermos tan enfermos que parecen monstruos. Me gusta pensar en los monstruos. En la antigüedad la aparición de un monstruo, alguien físicamente contrahecho, era una señal divina.” Entrevista, sito oficial de La niña santa (www.laninasanta.com). Consultado el 2/2/1210 “En La niña santa , los murmullos y los diálogos a media voz crean una dimensión sonora significante que no tiene nada que ver con el sentido de las palabras” (Aguilar, 2010: 95)

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nuevamente aparece la alusión a algo que está oculto y es nocivo, ya que se debe

combatir.

“La mujer sin cabeza”: de la presencia de algo que debería estar ausente a la ausencia

de algo que debería estar presente

Este tercer largometraje de Martel parte de un confuso accidente para desarrollar un

relato lleno de ambigüedades e incertidumbres. El film se inicia con unos chicos

jugando con un perro al borde de la ruta, escena a la que le sigue, en montaje paralelo,

la despedida de Vero -la protagonista- de una concurrida reunión social. Los siguientes

planos permiten verla subirse al auto e iniciar lo que suponemos es el camino de

regreso. De pronto, suena su celular, la mujer intenta atenderlo, choca con algo, sigue

un poco, se detiene y mira hacia atrás intentando descubrir qué produjo el impacto.

Evidentemente se llevó por delante algo. La mirada a través de la luneta trasera no

alcanza a identificar el bulto sobre el asfalto. Quizás sea un perro, tal vez algo peor. A

partir de allí la confusión se apoderará de Verónica y de la narración que jugará con esta

ambigüedad primera, con este dato escamoteado. La mujer no se baja a constatar qué ha

pasado y, a medida que transcurren los días, ningún cuerpo aparece para confirmar la

peor de sus sospechas: pudo haber sido un chico. El relato instala la premisa de que sin

cuerpo no hay delito, sin cuerpo no hay muerte. Las coincidencias de este planteo con la

situación de los desaparecidos durante la última dictadura no son azarosas sino el

resultado de una lectura alegórica buscada por la directora11. Por esta razón, quizá éste

sea el film de Martel más “cerrado” en cuanto a sentido12, característica un tanto

paradójica para un relato que trabaja sistemáticamente –como hemos sostenido más

arriba- sobre la distorsión de la percepción.

Esta alteración de la percepción es un procedimiento constitutivo de la puesta en escena

que surge de la elección de focalizar la narración en el personaje de la mujer, elección

que hace que en gran parte del relato percibamos como ella.: también para nosotros las

redes de objetos/situaciones en las que estamos inmersos pierden inteligibilidad (para

ella, en cuanto vive un trance postraumático; para los espectadores, al comienzo, por

carecer de un conocimiento previo que permita orientarse). Mediante distintos recursos

11 “El desaparecido no tiene entidad, no está, ni muerto, ni vivo, está desaparecido”. Jorge R. Videla. Diario Clarín, 14 de diciembre de 1979.12 Y esto es así porque en última instancia no importa si efectivamente fue un chico o un perro, sino lo que la posibilidad de que haya sido un chico desata, es decir: las dudas, la cadena de encubrimientos, etc.

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estéticos se produce un sostenido estado de extrañamiento por el cual los vínculos que

sostienen estas redes se debilitan. La percepción de la “realidad” se vuelve más y más

precaria, al mismo tiempo que el relato plantea una cadena de complicidades que, en la

medida que va borrando rastros, aumenta la indecibilidad.

En la construcción de la narración Martel echa mano a los procedimientos propios de su

poética: planos fragmentarios, profundidad de campo, inversión de la relación primer

plano/fondo, iluminación con sentido dramático, ambientes opresivos, diálogos

inaudibles y tomas de espalda muy próximas. Lo ominoso en el film ya no tiene que ver

con la presencia de un elemento desfamiliarizante que transfigura la realidad cotidiana,

sino todo lo contrario: lo desfamiliarizante es la ausencia. Ausencia de un cuerpo,

ausencia de registro de su paso tanto por el hospital como por el hotel en el que estuvo

hospedada luego del accidente; en fin, ausencia de certezas.

El problema del realismo y su relación con lo siniestro

Mucho se ha debatido acerca del “realismo” en el nuevo cine argentino en general y en

el de Lucrecia Martel en particular. Si bien en el momento de dividir las aguas parece

haber cierta coincidencia en colocar a la directora salteña del lado opuesto al de los “no-

realistas” -cuya nómina incluiría a realizadores tales como Rejtman, Acuña, Lerman y

Villegas 13-, persiste la discusión sobre la posibilidad de una división tajante (aún en el

caso de estos últimos), y, en última instancia, acerca del sentido del término (Aguilar,

2010:36-37). A propósito de la cuestión afirma Gonzalo Aguilar: “El cine realista, […]

debe su existencia al hecho de que asomó entre sus ruinas [las del mundo ligado por

relaciones causales]: en ese momento en el que nada parece sostenerse, el cine se vale

de sus huellas para trazar líneas, esbozar afecciones y establecer recorridos” (2010:71).

En el mismo sentido, resulta oportuna la aclaración de Rafael Filippelli: “las

posibilidades de la representación realista no están ligadas a los contenidos temáticos

sino a poéticas” (2000: 1) y su distinción entre realismo ideológico y estético (id.:5).

Ahora bien, a la luz de esta distinciones y tomando en cuenta la puesta en escena de los

films de Martel, debemos concluir que sus películas no pueden ser consideradas

“realistas” sino en el sentido que detalla Aguilar. La serie de procedimientos estéticos

13 Emilio Bernini y otros en “Los no realistas. Conversaciones con Ezequiel Acuña, Diego Lerman y Juan Villegas” (Kilómetro 111, Nº 5, Noviembre 2004) apoyan esta nómina de realizadores no-realistas. Por su parte, Oubiña (200/) acuerda con la condición realista de Martel, aunque con salvedades. En la misma dirección, Esteban Di Paola en “Crítica de la representación estética: realismos y nuevo cine argentino” (Imagofagia Nº 1, Abril 2010) consigna esta oposición que coloca del lado de los realistas a la directora.

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sobre la que nos hemos detenido a lo largo de este trabajo así parece demostrarlo. A

través de ellos la “realidad” aparece como una construcción precaria, atravesada casi

siempre por un elemento inquietante –aunque no en todas las ocasiones el mismo- que

la desestabiliza. La misma Martel no deja lugar a dudas al afirmar: “En general me

identifico con cualquier puesta en que haya una descalificación de la idea de realidad”14.

Así los mundos de Martel no están sostenidos por una red de causalidades que los haga

comprensibles; los acontecimientos no se “desenvuelven” linealmente; no existe una

escala jerárquica de causas-efectos ni las líneas narrativas pueden ser seguidas sin

sobresalto. La trama progresa “sinuosamente, gracias a un sistema de pivotes”, anclando

en “motivos que pueden tener mayor o menor persistencia”, precisa Oubiña (2007:2)15.

En estos relatos, las atmósferas priman sobre los acontecimientos y un elemento

característico en ellas es la presencia de lo siniestro. Así lo hace notar Aguilar a

propósito de La ciénaga cuando afirma: “hay una fuerza oscura e indefinida que tira a

los personajes permanentemente hacia los pozos” (2010:49). El mismo sentido parece

orientar su comentario acerca de la “otredad” del pueblo en el film, otredad que él

califica como “amenazante y siniestra” (20110:153). Nada más siniestro, más falto de

familiaridad en su cotidianidad que el “otro” cuando lo vemos radicalmente diverso.

Esta amenaza constante, esta desfamiliarización, nos obliga a echar una mirada más

aguda sobre lo cotidiano en tanto cuestiona el mundo construido en el mismo momento

en que lo presenta. La distorsión de la percepción opera en igual sentido.

Las posibilidades de una lectura política

Mucho se ha escrito sobre la posibilidad de una lectura política de La ciénaga, menos

sobre La niña santa y casi ninguna reflexión se aboca a ésta en el caso de La mujer sin

cabeza, quizás el film que más deliberadamente se acerca a un tema que puede ser

interpretado en este sentido: el cuerpo desaparecido, las complicidades, la corrupción.

Sin embargo, es precisamente a la luz de lo siniestro y del enrarecimiento de la

percepción –dos claves de la poética de Martel- que se pueden encontrar las llaves para

una exégesis política abarcadora. Así lo cree la misma directora cuando afirma a

propósito de La mujer sin cabeza: “Sinceramente yo creo […] que la domesticación de

la percepción es el camino para el conservadurismo político. En cambio, cualquier

14 García Jorge y Eduardo Rojas (2004). “Desbordes del deseo. Entrevista con Lucrecia Martel” en El Amante Nº 145, mayo de 200415 El comentario se refiere a La Ciénaga pero puede ser extendido a todo el corpus estudiado

14

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distorsión de la percepción –ésta es mi ilusión enfermiza– lo que genera es un disturbio

en el entorno y eso permite quizá, no digo siempre, otra manera de concebir la

realidad”16 (aquí se ve claramente la relación entre realismo -extrañamiento/presencia

de lo siniestro- lectura política).

No es en otro sentido en el que Rancière habla de la necesidad de nuevos dispositivos de

ficción que discutan “los esquemas perceptivos adheridos a las identidades específicas”

(2005: 76). Dice el filósofo francés: “el problema consiste en crear formas de

intervención que no se limiten a suministrar otros datos, sino que cuestionen esta

distribución de lo dado y de sus interpretaciones, de lo real y de lo ficticio” (2005: 77).

En atención a este carácter político de la distorsión de la percepción y del papel de lo

siniestro en este proceso es que la directora afirma contundentemente: “Me parece que

el propósito fundamental de la educación debería ser que las cosas tiendan a ser

siniestras (en el sentido freudiano)”.17

De este modo, creemos que los films de Martel, más allá de que aludan

sintomáticamente a la realidad nacional –precarizada, en descomposición –, son

políticos en tanto que la presencia de lo siniestro y los procedimientos estéticos de

extrañamiento proponen -deliberadamente a veces, otras, tal vez, más

inconscientemente- un nuevo modo de encarar la realidad. Quizás este sea un sentido de

lo político difuso si se lo compara con el cine más abiertamente comprometido o

militante pero, como sostiene Aguilar: “El hecho de que al hablar de la política en las

películas en el nuevo cine argentino se desemboque en su negación (como prepolítica o

despolitización) nos lleva a preguntarnos si no se trata de redefinir su estatuto.” (2010:

136)

Conclusiones

El análisis de los procedimientos y marcas estilísticas en la filmografía de Lucrecia

Martel ha permitido aislar algunas constantes representativas. Entre ellas se destaca el

extrañamiento como recurso poético más sobresaliente que nuclea casi todas las

recurrencias estéticas detectadas. Está destinado a mostrar una “realidad”

desfamiliarizada y, por lo tanto, propiciar una mirada distinta sobre hechos

aparentemente cotidianos. Esta desfamiliarización, sin embargo, no es sólo una

instancia de la recepción. A través de la cámara y el montaje, la directora va más allá, 16 Radar, Página 12, 17 de Agosto de 2008. Entrevista de Mariana Enriquez.17 Revista Ñ, 13 de Setiembre de 2008.

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construyendo una presencia permanente y amenazante, asimilable con el concepto

freudiano de lo siniestro, aunque en algunas oportunidades en un sentido lato –que la

lectura freudiana habilita- relacionado con lo maravilloso, con el tó deinón griego. Así,

si bien los personajes y la trama pueden apuntar a una visión “realista”, la puesta en

escena artificiosa propone mundos atravesados por fuerzas irracionales, sobrenaturales o

malignas que llevan al cuestionamiento de la “realidad” tal cual es percibida. En esta

característica, precisamente, puede fundarse una lectura política de la obra de Martel

que pretenda tener en cuenta un corpus fílmico más abarcativo.

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