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7/30/2019 Ludwig Feurbach, Engels
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F. Engels
LUDWIG FEUERBACH
Y EL FIN DE LA FILOSOFIA
CLASICA ALEMANA
De las OBRAS ESCOGIDAS
(en tres tomos)
de C. Marx y F. Engles Editorial Progreso -- Moscú, 1981
Tomo 3, págs. 353-95.
Preparado © para la Internet por Rafael Masada, [email protected] <mailto:[email protected]> (Septiembre de
1999)
pág. 353
LUDWIG FEUERBACH
Y EL FIN DE LA FILOSOFIA
CLASICA ALEMANAINDICE Nota preliminar para la edición de 1888 353
I. 355
II. 363III. 372
IV. 379
NOTA PRELIMINAR PARA LA EDICION DE 1888
En el prólogo a su obra Contribución a la crítica de la Economía política (Berlín, 1859), cuenta
Carlos Marx cómo en 1845, encontrándonos ambos en Bruselas, acordamos <<contrastar conjuntamente nuestro punto de vista>> -a saber: la concepción materialista de la historia, fruto
sobre todo de los estudios de Marx- <<en oposición al punto de vista ideológico de la filosofía
alemana; en realidad, a liquidar con nuestra conciencia filosófica anterior. El propósito fuerealizado bajo la forma de una crítica de la filosofía posthegeliana. El manuscrito -dos gruesos
volúmenes en octavo- llevaba ya la mar de tiempo en Westfalia, en el sitio en que había de
editarse, cuando nos enteramos de que nuevas circunstancias imprevistas impedían su
publicación. En vista de ello, entregamos el manuscrito a la crítica roedora de los ratones, muyde buen grado, pues nuestro objeto principal: esclarecer nuestras propias ideas, estaba ya
conseguido>>[*].
Desde entonces han pasado más de cuarenta años, y Marx murió sin que a ninguno de los dos se
nos presentase ocasión de volver sobre el tema. Acerca de nuestra actitud ante Hegel, nos
hemos pronunciado alguna que otra vez, pero nunca de un modo completo y detallado. DeFeuerbach, aunque en ciertos aspectos representa un eslabón intermedio entre la filosofía
hegeliana y nuestra concepción, no habíamos vuelto a ocuparnos nunca.
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[*] Véase la presente edición, t. 1, pág. 519. ( N. de la Edit.)
pág. 354
Entretanto, la concepción marxista del mundo ha encontrado adeptos mucho más allá de las
fronteras de Alemania y de Europa y en todos los idiomas cultos del mundo. Por otra parte, la
filosofía clásica alemana experimenta en el extranjero, sobre todo en Inglaterra y en los países
escandinavos, una especie de renacimiento, y hasta en Alemania parecen estar ya hartos de la bazofia ecléctica que sirven en aquellas Universidades, con el nombre de filosofía.
En estas circunstancias, parecíame cada vez más necesario exponer, de un modo conciso y
sistemático, nuestra actitud ante la filosofía hegeliana, mostrar cómo nos había servido de punto
de partida y cómo nos separamos de ella. Parecíame también que era saldar una deuda de honor,
reconocer plenamente la influencia que Feuerbach, más que ningún otro filósofo posthegeliano,ejerciera sobre nosotros durante nuestro período de embate y lucha. Por eso, cuando la
redacción de Neue Zeit [1] me pidió que hiciese la crítica del libro de Starcke sobre Feuerbach,
aproveché de buen grado la ocasión. Mi trabajo se publicó en dicha revista (cuadernos 4 y 5 de1886) y ve la luz aquí, en tirada aparte y revisado.
Antes de mandar estas líneas a la imprenta, he vuelto a buscar y a repasar el viejo manuscrito de1845-46[*]. La parte dedicada a Feuerbach[**] no está terminada. La parte acabada se reduce a
una exposición de la concepción materialista de la historia, que sólo demuestra cuán
incompletos eran todavía por aquel entonces, nuestros conocimientos de historia económica. En
el manuscrito no figura la crítica de la doctrina feuerbachiana; no servía, pues, para el objetodeseado. En cambio, he encontrado en un viejo cuaderno de Marx las once tesis sobre
Feuerbach[***] que se insertan en el apéndice. Trátase de notas tomadas para desarrollarlas más
tarde, notas escritas a vuelapluma y no destinadas en modo alguno a la publicación, pero de unvalor inapreciable, por ser el primer documento en que se contiene el germen genial de la nueva
concepción del mundo.
Londres, 21 de febrero de 1888Federico EngelsPublicado en el libro: F. Engels. << Ludwig
Feuerbach und der Ausgang der klassischen
deutschen Philosophie>>, Stuttgart, 1888.
Se publica de acuerdo con el der texto dellibro. Traducido del alemán.
[*] C. Marx y F. Engels, La ideología alemana. ( N. de la Edit.)
[**] Véase la presente edición, t. 1, págs. 11-81. ( N. de la Edit.)[***] Véase allí mismo, págs. 7-10. ( N. de la Edit.)
pág. 355
LUDWIG FEUERBACHY EL FIN DE LA FILOSOFIA
CLASICA ALEMANA
I
Este libro[*] nos retrotrae a un período que, separado de nosotros en el tiempo por una
generación, es a pesar de ello tan extraño para los alemanes de hoy, como si desde entonces
hubiera pasado un siglo entero. Y sin embargo, este período fue el de la preparación de
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Alemania para la revolución de 1848; y cuanto ha sucedido de entonces acá en nuestro país, no
es más que una continuación de 1848, la ejecución del testamento de la revolución.
Lo mismo que en Francia en el siglo XVIII, en la Alemania del siglo XIX la revoluciónfilosófica fue el preludio del derrumbamiento político. Pero ¡cuán distintas la una de la otra!
Los franceses, en lucha franca con toda la ciencia oficial, con la Iglesia, e incluso no pocas
veces con el Estado; sus obras, impresas al otro lado de la frontera, en Holanda o en Inglaterra,
y además, los autores, con harta frecuencia, dando con sus huesos en la Bastilla. En cambio losalemanes, profesores en cuyas manos ponía el Estado la educación de la juventud; sus obras,
libros de texto consagrados; y el sistema que coronaba todo el proceso de desarrollo, el sistemade Hegel, ¡elevado incluso, en cierto grado, al rango de filosofía oficial del Estado monárquico
prusiano! ¿Era posible que
[*] Ludwig Feuerbach, por el doctor en Filosofía C. N. Starcke. Ed. de Ferd. Encke, Stuttgart,
1885.
pág. 356
detrás de estos profesores, detrás de sus palabras pedantescamente oscuras, detrás de sus tiradaslargas y aburridas, se escondiese la revolución? Pues, ¿no eran precisamente los hombres a
quienes entonces se consideraba como los representantes de la revolución, los liberales, los
enemigos más encarnizados de esta filosofía que embrollaba las cabezas? Sin embargo, lo queno alcanzaron a ver ni el gobierno ni los liberales, lo vio ya en 1833, por lo menos un hombre;
cierto es que este hombre se llamaba Enrique Heine[2].
Pongamos un ejemplo. No ha habido tesis filosófica sobre la que más haya pesado la gratitud de
gobiernos miopes y la cólera de liberales, no menos cortos de vista, como sobre la famosa tesis
de Hegel:
<<Todo lo real es racional, y todo lo racional es real>>[3].
¿No era esto, palpablemente, la canonización de todo lo existente, la bendición filosófica dadaal despotismo, al Estado policíaco, a la justicia de gabinete, a la censura? Así lo creía, en efecto,
Federico Guillermo III; así lo creían sus súbditos. Pero, para Hegel, no todo lo que existe, ni
mucho menos, es real por el solo hecho de existir. En su doctrina, el atributo de la realidad sólocorresponde a lo que, además de existir, es necesario.
<<la realidad, al desplegarse, se revela como necesidad>>;
por eso Hegel no reconoce, ni mucho menos, como real, por el solo hecho de dictarse, una
medida cualquiera de gobierno: él mismo pone el ejemplo <<de cierto sistema tributario>>. Pero
todo lo necesario se acredita también, en última instancia, como racional. Por tanto, aplicada alEstado prusiano de aquel entonces, la tesis hegeliana sólo puede interpretarse así: este Estado es
racional, ajustado a la razón, en la medida en que es necesario; si, no obstante eso, nos parece
malo, y, a pesar de serlo, sigue existiendo, esta maldad del gobierno tiene su justificación y suexplicación en la maldad de sus súbditos. Los prusianos de aquella época tenían el gobierno que
se merecían.
Ahora bien; según Hegel, la realidad no es, ni mucho menos, un atributo inherente a una
situación social o política dada en todas las circunstancias y en todos los tiempos. Al contrario.
La república romana era real, pero el imperio romano que la desplazó lo era también. En 1789,
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la monarquía francesa se había hecho tan irreal, es decir, tan despojada de toda necesidad, tan
irracional, que hubo de ser barrida por la gran Revolución, de la que Hegel hablaba siempre con
el mayor entusiasmo. Como vemos, aquí lo irreal era la monarquía y lo real la revolución.
pág. 357
Y así, en el curso del desarrollo, todo lo que un día fue real se torna irreal, pierde su necesidad,
su razón de ser, su carácter racional, y el puesto de lo real que agoniza es ocupado por unarealidad nueva y vital; pacíficamente, si lo caduco es lo bastante razonable para resignarse a
desaparecer sin lucha; por la fuerza, si se rebela contra esta necesidad. De este modo, la tesis deHegel se torna, por la propia dialéctica hegeliana, en su reverso: todo lo que es real, dentro de
los dominios de la historia humana, se convierte con el tiempo en irracional; lo es ya, de
consiguiente, por su destino, lleva en sí de antemano el germen de lo irracional; y todo lo que es
racional en la cabeza del hombre se halla destinado a ser un día real, por mucho que hoy choquetodavía con la aparente realidad existente. La tesis de que todo lo real es racional se resuelve,
siguiendo todas las reglas del método discursivo hegeliano, en esta otra: todo lo que existe
merece perecer [*].
Y en esto precisamente estribaba la verdadera significación y el carácter revolucionario de la
filosofía hegeliana (a la que habremos de limitarnos aquí, como remate de todo el movimientofilosófico iniciado con Kant): en que daba al traste para siempre con el carácter definitivo de
todos los resultados del pensamiento y de la acción del hombre. En Hegel, la verdad que trataba
de conocer la filosofía no era ya una colección de tesis dogmáticas fijas que, una vez
encontradas, sólo haya que aprenderse de memoria; ahora, la verdad residía en el procesomismo del conocer, en la larga trayectoria histórica de la ciencia, que, desde las etapas
inferiores, se remonta a fases cada vez más altas de conocimiento, pero sin llegar jamás, por el
descubrimiento de una llamada verdad absoluta, a un punto en que ya no pueda seguir avanzando, en que sólo le reste cruzarse de brazos y sentarse a admirar la verdad absoluta
conquistada. Y lo mismo que en el terreno de la filosofía, en los demás campos del
conocimiento y en el de la actuación práctica. La historia, al igual que el conocimiento, no
puede encontrar jamás su remate definitivo en un estado ideal perfecto de la humanidad; unasociedad perfecta, un <<Estado>> perfecto, son cosas que sólo pueden existir en la imaginación;
por el contrario: todos los estadios históricos que se suceden no son más que otras tantas fasestransitorias en el proceso infinito de desarrollo de la sociedad humana, desde lo inferior a lo
superior. Todas las fases son necesarias, y por tanto, legítimas para la época y para las
condiciones que las engendran; pero todas caducan y pierden su razón de ser, al surgir
condiciones nuevas y superiores, que van madurando poco a poco en su
[*] Palabras parafraseadas de Mefistófeles en la tragedia de Goethe Fausto, Parte I, escena III
( Despacho de Fausto). ( N. de la Edit.)
pág. 358
propio seno; tienen que ceder el paso a otra fase más alta, a la que también le llegará, en su día,
la hora de caducar y perecer. Del mismo modo que la burguesía, por medio de la gran industria,la libre concurrencia y el mercado mundial, acaba prácticamente con todas las instituciones
estables, consagradas por una venerable antigüedad, esta filosofía dialéctica acaba con todas las
ideas de una verdad absoluta y definitiva y de estados absolutos de la humanidad, congruentes
con aquélla. Ante esta filosofía, no existe nada definitivo, absoluto, consagrado; en todo ponede relieve lo que tiene de perecedero, y no deja en pie más que el proceso ininterrumpido del
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devenir y del perecer, un ascenso sin fin de lo inferior a lo superior, cuyo mero reflejo en el
cerebro pensante es esta misma filosofía. Cierto es que tiene también un lado conservador, en
cuanto que reconoce la legitimidad de determinadas fases sociales y de conocimiento, para su
época y bajo sus circunstancias; pero nada más. El conservadurismo de este modo de concebir es relativo; su carácter revolucionario es absoluto, es lo único absoluto que deja en pie.
No necesitamos detenernos aquí a indagar si este modo de concebir concuerda totalmente con el
estado actual de las Ciencias Naturales, que pronostican a la existencia de la misma Tierra unfin posible y a su habitabilidad un fin casi seguro; es decir, que asignan a la historia humana no
sólo una vertiente ascendente, sino también otra descendente. En todo caso, nos encontramostodavía bastante lejos de la cúspide desde la que empieza a declinar la historia de la sociedad, y
no podemos exigir tampoco a la filosofía hegeliana que se ocupase de un problema que las
Ciencias Naturales de su época no habían puesto aún a la orden del día.
Lo que sí tenemos que decir es que en Hegel no aparece desarrollada con tanta nitidez la
anterior argumentación. Es una consecuencia necesaria de su método, pero el autor no llegó
nunca a deducirla con esta claridad. Por la sencilla razón de que Hegel veíase coaccionado por la necesidad de construir un sistema, y un sistema filosófico tiene que tener siempre, según las
exigencias tradicionales, su remate en un tipo cualquiera de verdad absoluta. Por tanto, aunqueHegel, sobre todo en su Lógica, insiste en que esta verdad absoluta no es más que el mismo proceso lógico (y, respectivamente, histórico), vese obligado a poner un fin a este proceso, ya
que necesariamente tenía que llegar a un fin, cualquiera que fuere, con su sistema. En la Lógica
puede tomar de nuevo este fin como punto de arranque, puesto que aquí el punto final, la ideaabsoluta -que lo único que tiene de absoluto es que no sabe decirnos absolutamente nada acerca
de ella- se <<enajena>>, es decir, se transforma en la naturaleza, para recobrar más tarde su ser
en el espíritu,
pág. 359
o sea en el pensamiento y en la historia. Pero, al final de toda la filosofía no hay más que un
camino para producir semejante trueque del fin en el comienzo: decir que el término de lahistoria es el momento en que la humanidad cobra conciencia de esta misma idea absoluta y
proclama que esta conciencia de la idea absoluta se logra en la filosofía hegeliana. Mas, conello, se erige en verdad absoluta todo el contenido dogmático del sistema de Hegel, en
contradicción con su método dialéctico, que destruye todo lo dogmático; con ello, el lado
revolucionario de esta filosofía queda asfixiado bajo el peso de su lado conservador
hipertrofiado. Y lo que decimos del conocimiento filosófico, es aplicable también a la prácticahistórica. La humanidad, que en la persona de Hegel fue capaz de llegar a descubrir la idea
absoluta, tiene que hallarse también en condiciones de poder implantar prácticamente en la
realidad esta idea absoluta. Los postulados políticos prácticos que la idea absoluta plantea a suscontemporáneos no deben ser, por tanto, demasiado exigentes. Y así, al final de la Filosofía del
Derecho nos encontramos con que la idea absoluta había de realizarse en aquella monarquía por estamentos que Federico Guillermo III prometiera a sus súbditos tan tenazmente y tan en vano;es decir, en una dominación indirecta limitada y moderada de las clases poseedoras, adaptada a
las condiciones pequeñoburguesas de la Alemania de aquella época; demostrándosenos además,
por vía especulativa, la necesidad de la aristocracia.
Como se ve, ya las necesidades internas del sistema alcanzan a explicar la deducción de una
conclusión política extremadamente tímida, por medio de un método discursivo absolutamente
revolucionario. Claro está que la forma específica de esta conclusión proviene del hecho de que
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Hegel era un alemán, que, al igual que su contemporáneo Goethe, enseñaba siempre la oreja del
filisteo. Tanto Goethe como Hegel eran, cada cual en su campo, verdaderos Júpiter olímpicos,
pero nunca llegaron a desprenderse por entero de lo que tenían de filisteos alemanes.
Mas todo esto no impedía al sistema hegeliano abarcar un campo incomparablemente mayor
que cualquiera de los que le habían precedido, y desplegar dentro de este campo una riqueza de
pensamiento que todavía hoy causa asombro. Fenomenología del espíritu (que podríamos
calificar de paralelo de la embriología y de la paleontología del espíritu: el desarrollo de laconciencia individual a través de sus diversas etapas, concebido como la reproducción
abreviada de las fases que recorre históricamente la conciencia del hombre), Lógica, Filosofíade la naturaleza, Filosofía del espíritu, esta última investigada a su vez en sus diversas
subcategorías históricas: Filosofía de la Historia, del
pág. 360
Derecho, de la Religión, Historia de la Filosofía, Estética, etc.; en todos estos variados campos
históricos trabajó Hegel por descubrir y poner de relieve el hilo de engarce del desarrollo; ycomo no era solamente un genio creador, sino que poseía además una erudición enciclopédica,
sus investigaciones hacen época en todos ellos. Huelga decir que las exigencias del <<sistema>>
le obligan, con harta frecuencia, a recurrir a estas construcciones forzadas que todavía hacen poner el grito en el cielo a los pigmeos que le combaten. Pero estas construcciones no son más
que el marco y el andamiaje de su obra; si no nos detenemos ante ellas más de lo necesario y
nos adentramos bien en el gigantesco edificio, descubrimos incontables tesoros que han
conservado hasta hoy día todo su valor. El <<sistema>> es, cabalmente, lo efímero en todos losfilósofos, y lo es precisamente porque brota de una necesidad imperecedera del espíritu
humano: la necesidad de superar todas las contradicciones. Pero superadas todas las
contradicciones de una vez y para siempre, hemos llegado a la llamada verdad absoluta, lahistoria del mundo se ha terminado, y, sin embargo, tiene que seguir existiendo, aunque ya no
tenga nada que hacer, lo que representa, como se ve, una nueva e insoluble contradicción. Tan
pronto como descubrimos -y en fin de cuentas, nadie nos ha ayudado más que Hegel a
descubrirlo- que planteada así la tarea de la filosofía, no significa otra cosa que pretender queun solo filósofo nos dé lo que sólo puede darnos la humanidad entera en su trayectoria de
progreso; tan pronto como descubrimos esto, se acaba toda filosofía, en el sentido tradicional deesta palabra. La <<verdad absoluta>>, imposible de alcanzar por este camino e inasequible para
un solo individuo, ya no interesa, y lo que se persigue son las verdades relativas, asequibles por
el camino de las ciencias positivas y de la generalización de sus resultados mediante el
pensamiento dialéctico. Con Hegel termina, en general, la filosofía; de un lado, porque en susistema se resume del modo más grandioso toda la trayectoria filosófica; y, de otra parte,
porque este filósofo nos traza, aunque sea inconscientemente, el camino para salir de este
laberinto de los sistemas hacia el conocimiento positivo y real del mundo.
Fácil es comprender cuán enorme tenía que ser la resonancia de este sistema hegeliano en unaatmósfera como la de Alemania, teñida de filosofía. Fue una carrera triunfal que duró décadasenteras y que no terminó, ni mucho menos, con la muerte de Hegel. Lejos de ello, fue
precisamente en los años de 1830 a 1840 cuando la <<hegeliada>> alcanzó la cumbre de su
imperio exclusivo, llegando a contagiar más o menos hasta a sus mismos adversarios; fue
durante esta época cuando las ideas de Hegel penetraron en mayor abundancia, consciente oinconscientemente, en las más
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pág. 361
diversas ciencias, y también, como fermento, en la literatura popular y en la prensa diaria, de las
que se nutre ideológicamente la vulgar <<conciencia culta>>. Pero este triunfo en toda la líneano era más que el preludio de una lucha intestina.
Como hemos visto, la doctrina de Hegel, tomada en conjunto, dejaba abundante margen para
que en ella se albergasen las más diversas ideas prácticas de partido; y en la Alemania teóricade aquel entonces, había sobre todo dos cosas que tenían una importancia práctica: la religión y
la política. Quien hiciese hincapié en el sistema de Hegel, podía ser bastante conservador enambos terrenos; quien considerase como lo primordial el método dialéctico, podía figurar, tanto
en el aspecto religioso como en el aspecto político, en la extrema oposición. Personalmente,
Hegel parecía más bien inclinarse, en conjunto -pese a las explosiones de cólera revolucionaria
bastante frecuentes en sus obras-, del lado conservador; no en vano su sistema le había costadoharto más <<duro trabajo discursivo>> que su método. Hacia fines de la década del treinta, la
escisión de la escuela hegeliana fue haciéndose cada vez más patente. El ala izquierda, los
llamados jóvenes hegelianos, en su lucha contra los ortodoxos pietistas y los reaccionariosfeudales, iban echando por la borda, trozo a trozo, aquella postura filosófico-elegante de
retraimiento ante los problemas candentes del día, que hasta allí había valido a sus doctrinas latolerancia y la protección del Estado. En 1840, cuando la beatería ortodoxa y la reacción feudal-absolutista subieron al trono con Federico Guillermo IV, ya no había más remedio que tomar
abiertamente partido. La lucha seguía dirimiéndose con armas filosóficas, pero ya no se luchaba
por objetivos filosóficos abstractos; ahora, tratábase ya, directamente, de acabar con la religión
heredada y con el Estado existente. Aunque en los Deutsche Jahrbücher [4] los objetivos finalesde carácter práctico se vistiesen todavía preferentemente con ropaje filosófico, en la Rheinische
Zeitung [5] de 1842 la escuela de los jóvenes hegelianos se presentaba ya abiertamente como la
filosofía de la burguesía radical ascendente, y sólo empleaba la capa filosófica para engañar a lacensura.
Pero, en aquellos tiempos, la política era una materia espinosa; por eso los tiros principales se
dirigían contra la religión; si bien es cierto que esa lucha era también, indirectamente, sobretodo desde 1840, una batalla política. El primer impulso lo había dado Strauss, en 1835, con su
Vida de Jesús. Contra la teoría de la formación de los mitos evangélicos, desarrollada en eselibro, se alzó más tarde Bruno Bauer, demostrando que una serie de relatos del Evangelio
habían sido fabricados por sus mismos autores. Esta polémica se riñó bajo el disfraz filosófico
pág. 362
de una lucha de la <<autoconciencia>> contra la <<sustancia>>; la cuestión de si las leyendas
evangélicas de los milagros habían nacido de los mitos creados de un modo espontáneo y por latradición en el seno de la comunidad religiosa o habían sido sencillamente fabricados por los
evangelistas, se hinchó hasta convertirse en el problema de si la potencia decisiva que marca el
rumbo de la historia universal es la <<sustancia>> o la <<autoconciencia>>; hasta que, por último,vino Stirner, el profeta del anarquismo moderno -Bakunin ha tomado muchísimo de él- ycoronó la <<conciencia>> soberana con su <<Unico>> soberano[6].
No queremos detenernos a examinar este aspecto del proceso de descomposición de la escuelahegeliana. Más importante para nosotros es saber esto: que la masa de los jóvenes hegelianos
más decididos hubieron de recular, obligados por la necesidad práctica de luchar contra la
religión positiva, hasta el materialismo anglofrancés. Y al llegar aquí, se vieron envueltos en unconflicto con su sistema de escuela. Mientras que para el materialismo lo único real es la
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naturaleza, en el sistema hegeliano ésta representa tan sólo la <<enajenación>> de la idea
absoluta, algo así como una degradación de la idea; en todo caso, aquí el pensar y su producto
discursivo, la idea, son lo primario, y la naturaleza lo derivado, lo que en general sólo por
condescendencia de la idea puede existir. Y alrededor de esta contradicción se daban vueltas ymás vueltas, bien o mal, como se podía.
Fue entonces cuando apareció La esencia del cristianismo (1841) de Feuerbach. Esta obra
pulverizó de golpe la contradicción, restaurando de nuevo en el trono, sin más ambages, elmaterialismo. La naturaleza existe independientemente de toda filosofía; es la base sobre la que
crecieron y se desarrollaron los hombres, que son también, de suyo, productos naturales; fuerade la naturaleza y de los hombres, no existe nada, y los seres superiores que nuestra
imaginación religiosa ha forjado no son más que otros tantos reflejos fantásticos de nuestro
propio ser. El maleficio quedaba roto; el <<sistema>> saltaba hecho añicos y se le daba de lado.Y la contradicción, como sólo tenía una existencia imaginaria, quedaba resuelta. Sólo habiendo
vivido la acción liberadora de este libro, podría uno formarse una idea de ello. El entusiasmo
fue general: al punto todos nos convertimos en feuerbachianos. Con qué entusiasmo saludó
Marx la nueva idea y hasta qué punto se dejó influir por ella -pese a todas sus reservas críticas-, puede verse leyendo La Sagrada Familia.
Hasta los mismos defectos del libro contribuyeron a su éxito momentáneo. El estilo ameno, aratos incluso ampuloso, le aseguró a la obra un mayor público y era desde luego un alivio,
después de tantos y tantos años de hegelismo abstracto y abstruso.
pág. 363
Otro tanto puede decirse de la exaltación exagerada del amor, disculpable, pero no justificable,
después de tanta y tan insoportable soberanía del << pensar duro>>. Pero no debemos olvidar queestos dos flacos de Feuerbach fueron precisamente los que sirvieron de asidero a aquel
<<verdadero socialismo>> que desde 1844 empezó a extenderse por la Alemania <<culta>> como
una plaga, y que sustituía el conocimiento científico por la frase literaria, la emancipación del
proletariado mediante la transformación económica de la producción por la liberación de lahumanidad por medio del <<amor >>; en una palabra, que se perdía en esa repugnante literatura y
en esa exacerbación amorosa cuyo prototipo era el señor Karl Grün.
Otra cosa que tampoco hay que olvidar es que la escuela hegeliana se había deshecho, pero la
filosofía de Hegel no había sido críticamente superada. Strauss y Bauer habían tomado cada uno
un aspecto de ella, y lo enfrentaban polémicamente con el otro. Feuerbach rompió el sistema ylo echó sencillamente a un lado. Pero para liquidar una filosofía no basta, pura y simplemente,
con proclamar que es falsa. Y una obra tan gigantesca como era la filosofía hegeliana, que había
ejercido una influencia tan enorme sobre el desarrollo espiritual de la nación, no se eliminaba por el solo hecho de hacer caso omiso de ella. Había que <<suprimirla>> en el sentido que ella
misma emplea, es decir, destruir críticamente su forma, pero salvando el nuevo contenidologrado por ella. Cómo se hizo esto, lo diremos más adelante.
Mientras tanto, vino la revolución de 1848 y echó a un lado toda la filosofía, con el mismo
desembarazo con que Feuerbach había echado a un lado a su Hegel. Y con ello, pasó también a
segundo plano el propio Feuerbach.
I I
El gran problema cardinal de toda la filosofía, especialmente de la moderna, es el problema de
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la relación entre el pensar y el ser. Desde los tiempos remotísimos, en que el hombre, sumido
todavía en la mayor ignorancia acerca de la estructura de su organismo y excitado por las
imágenes de los sueños[*], dio en creer que sus pensamientos y sus sensaciones no eran
funciones
[*] Todavía hoy está generalizada entre los salvajes y entre los pueblos del estadio inferior de la
barbarie la creencia de que las figuras humanas que se aparecen en sueños son almas queabandonan temporalmente sus cuerpos; y, por lo mismo, el hombre de carne y hueso se haceresponsable por los actos que su imagen aparecida en sueños comete contra el que sueña. Así lo
comprobó, por ejemplo, Jm Thurn en 1848, entre los indios de la Guayana.
pág. 364
de su cuerpo, sino de un alma especial, que moraba en ese cuerpo y lo abandonaba al morir;
desde aquellos tiempos, el hombre tuvo forzosamente que reflexionar acerca de las relacionesde esta alma con el mundo exterior. Si el alma se separaba del cuerpo al morir éste y sobrevivía,
no había razón para asignarle a ella una muerte propia; así surgió la idea de la inmortalidad del
alma, idea que en aquella fase de desarrollo no se concebía, ni mucho menos, como un
consuelo, sino como una fatalidad ineluctable, y no pocas veces, cual entre los griegos, como uninfortunio verdadero. No fue la necesidad religiosa del consuelo, sino la perplejidad, basada en
una ignorancia generalizada, de no saber qué hacer con el alma -cuya existencia se había
admitido- después de morir el cuerpo, lo que condujo, con carácter general, a la aburrida fábulade la inmortalidad personal. Por caminos muy semejantes, mediante la personificación de los
poderes naturales, surgieron también los primeros dioses, que luego, al irse desarrollando la
religión, fueron tomando un aspecto cada vez más ultramundano, hasta que, por último, por un proceso natural de abstracción, casi diríamos de destilación, que se produce en el transcurso del
progreso espiritual, de los muchos dioses, más o menos limitados y que se limitaban
mutuamente los unos a los otros, brotó en las cabezas de los hombres la idea de un Dios único yexclusivo, propio de las religiones monoteístas.
El problema de la relación entre el pensar y el ser, entre el espíritu y la naturaleza, problema
supremo de toda la filosofía, tiene pues, sus raíces, al igual que toda religión, en las ideaslimitadas e ignorantes del estado de salvajismo. Pero no pudo plantearse con toda nitidez, ni
pudo adquirir su plena significación hasta que la humanidad europea despertó del prolongado
letargo de la Edad Media cristiana. El problema de la relación entre el pensar y el ser, problemaque, por lo demás, tuvo también gran importancia en la escolástica de la Edad Media; el
problema de saber qué es lo primario, si el espíritu o la naturaleza, este problema revestía,
frente a la Iglesia, la forma agudizada siguiente: ¿el mundo fue creado por Dios, o existe desdetoda una eternidad?
Los filósofos se dividían en dos grandes campos, según la contestación que diesen a esta
pregunta. Los que afirmaban el carácter primario del espíritu frente a la naturaleza, y por tantoadmitían, en última instancia, una creación del mundo bajo una u otra forma (y en muchos
filósofos, por ejemplo en Hegel, la génesis es bastante más embrollada e imposible que en la
religión cristiana), formaban en el campo del idealismo. Los otros, los que reputaban lanaturaleza como lo primario, figuran en las diversas escuelas del materialismo.
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Las expresiones idealismo y materialismo no tuvieron, en un principio, otro significado, ni aquí
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las emplearemos nunca con otro sentido. Más adelante veremos la confusión que se origina
cuando se le atribuye otra acepción.
Pero el problema de la relación entre el pensar y el ser encierra, además, otro aspecto, a saber:¿qué relación guardan nuestros pensamientos acerca del mundo que nos rodea con este mismo
mundo? ¿Es nuestro pensamiento capaz de conocer el mundo real; podemos nosotros, en
nuestras ideas y conceptos acerca del mundo real, formarnos una imagen refleja exacta de la
realidad? En el lenguaje filosófico, esta pregunta se conoce con el nombre de problema de laidentidad entre el pensar y el ser y es contestada afirmativamente por la gran mayoría de los
filósofos. En Hegel, por ejemplo, la contestación afirmativa cae de su propio peso, pues, segúnesta filosofía, lo que el hombre conoce del mundo real es precisamente el contenido discursivo
de éste, aquello que hace del mundo una realización gradual de la idea absoluta, la cual ha
existido en alguna parte desde toda una eternidad, independientemente del mundo y antes de él;y fácil es comprender que el pensamiento pueda conocer un contenido que es ya, de antemano,
un contenido discursivo. Asimismo se comprende, sin necesidad de más explicaciones que lo
que aquí se trata de demostrar, se contiene ya tácitamente en la premisa. Pero esto no impide a
Hegel, ni mucho menos, sacar de su prueba de la identidad del pensar y el ser otra conclusión;que su filosofía por ser exacta para su pensar, es también la única exacta, y que la identidad del
pensar y el ser ha de comprobarla la humanidad, transplantando inmediatamente su filosofía delterreno teórico al terreno práctico, es decir, transformando todo el universo con sujeción a los principios hegelianos. Es ésta una ilusión que Hegel comparte con casi todos los filósofos.
Pero, al lado de éstos, hay otra serie de filósofos que niegan la posibilidad de conocer el mundo,o por lo menos de conocerlo de un modo completo. Entre ellos tenemos, de los modernos, a
Hume y a Kant, que han desempeñado un papel considerable en el desarrollo de la filosofía. Los
argumentos decisivos en refutación de este punto de vista han sido aportados ya por Hegel, en
la medida en que podía hacerse desde una posición idealista; lo que Feuerbach añade dematerialista, tiene más de ingenioso que de profundo. La refutación más contundente de estas
extravagancias, como de todas las demás extravagancias filosóficas, es la práctica, o sea, el
experimento y la industria. Si podemos demostrar la exactitud de nuestro modo de concebir un proceso natural reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo como resultado de sus mismas
condiciones, y si, además, lo
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ponemos al servicio de nuestros propios fines, damos al traste con la <<cosa en sí>> inaprensible
de Kant. Las sustancias químicas producidas en el mundo vegetal y animal siguieron siendo
<<cosas en sí>> inaprensibles hasta que la química orgánica comenzó a producirlas unas tras
otras; con ello, la <<cosa en sí>> se convirtió en una cosa para nosotros, como por ejemplo, la
materia colorante de la rubia, la alizarina, que hoy ya no extraemos de la raíz de aquella planta,sino que obtenemos del alquitrán de hulla, procedimiento mucho más barato y más sencillo. El
sistema de Copérnico fue durante trescientos años una hipótesis, por la que se podía apostar cien, mil, diez mil contra uno, pero, a pesar de todo, una hipótesis; hasta que Leverrier, con losdatos tomados de este sistema, no sólo demostró que debía existir necesariamente un planeta
desconocido hasta entonces, sino que, además, determinó el lugar en que este planeta tenía que
encontrarse en el firmamento, y cuando después Galle descubrió efectivamente este planeta[7],
el sistema de Copérnico quedó demostrado. Si, a pesar de ello los neokantianos pretendenresucitar en Alemania la concepción de Kant y los agnósticos quieren hacer lo mismo con la
concepción de Hume en Inglaterra (donde no había llegado nunca a morir del todo), estos
intentos, hoy, cuando aquellas doctrinas han sido refutadas en la teoría y en la práctica desde
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hace tiempo, representan científicamente un retroceso, y prácticamente no son más que una
manera vergonzante de aceptar el materialismo por debajo de cuerda y renegar de él
públicamente.
Ahora bien, durante este largo período, desde Descartes hasta Hegel y desde Hobbes hasta
Feuerbach, los filósofos no avanzaban impulsados solamente, como ellos creían, por la fuerza
del pensamiento puro. Al contrario. Lo que en la realidad les impulsaba eran, precisamente, los
progresos formidables y cada vez más raudos de las Ciencias Naturales y de la industria. En losfilósofos materialistas, esta influencia aflora a la superficie, pero también los sistemas idealistas
fueron llenándose más y más de contenido materialista y se esforzaron por conciliar panteísticamente la antítesis entre el espíritu y la materia; hasta que, por último, el sistema de
Hegel ya no representaba por su método y su contenido más que un materialismo que aparecía
invertido de una manera idealista.
Se explica, pues, que Starcke, para caracterizar a Feuerbach, empiece investigando su posición
ante este problema cardinal de la relación entre el pensar y el ser. Después de una breve
introducción, en la que se expone, empleando sin necesidad un lenguaje filosófico pesado, el punto de vista de los filósofos anteriores, especialmente a partir de Kant, y en la que Hegel
pierde mucho por detenerse el autor con exceso de formalismo en algunos
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pasajes sueltos de sus obras, sigue un estudio minucioso sobre la trayectoria de la propia
<<metafísica>> feuerbachiana, tal como se desprende de la serie de obras de este filósoforelacionadas con el problema que nos ocupa. Este estudio está hecho de modo cuidadoso y es
bastante claro, aunque aparece recargado, como todo el libro, con un lastre de expresiones y
giros filosóficos no siempre inevitables, ni mucho menos, y que resultan tanto más molestoscuanto menos se atiene el autor a la terminología de una misma escuela o a la del propio
Feuerbach y cuanto más mezcla y baraja términos tomados de las más diversas escuelas, sobre
todo de esas corrientes que ahora hacen estragos y que se adornan con el nombre de filosóficas.
La trayectoria de Feuerbach es la de un hegeliano -no del todo ortodoxo, ciertamente- que
marcha hacia el materialismo; trayectoria que, al llegar a una determinada fase, supone unaruptura total con el sistema idealista de su predecesor. Por fin le gana con fuerza irresistible la
convicción de que la existencia de la <<idea absoluta>> anterior al mundo, que preconiza Hegel,
la << preexistencia de las categorías lógicas>> antes que hubiese un mundo, no es más que un
residuo fantástico de la fe en un creador ultramundano; de que el mundo material y perceptible por los sentidos, del que formamos parte también los hombres, es lo único real y de que nuestra
conciencia y nuestro pensamiento, por muy transcendentes que parezcan, son el producto de un
órgano material, físico: el cerebro. La materia no es un producto del espíritu, y el espíritumismo no es más que el producto supremo de la materia. Esto es, naturalmente materialismo
puro. Al llegar aquí, Feuerbach se atasca. No acierta a sobreponerse al prejuicio rutinario,filosófico, no contra la cosa, sino contra el nombre de materialismo. Dice:
<<El materialismo es, para mí, el cimiento sobre el que descansa el edificio del ser y del saber
del hombre; pero no es para mí lo que es para el fisiólogo, para el naturalista en sentido estricto,
por ejemplo, para Moleschott, lo que forzosamente tiene que ser, además, desde su punto devista y su profesión: el edificio mismo. Retrospectivamente, estoy en un todo de acuerdo con
los materialistas, pero no lo estoy mirando hacia adelante>>.
Aquí Feuerbach confunde el materialismo, que es una concepción general del mundo basada en
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una interpretación determinada de las relaciones entre el espíritu y la materia, con la forma
concreta que esta concepción del mundo revistió en una determinada fase histórica, a saber: en
el siglo XVIII. Más aún, lo confunde con la forma achatada, vulgarizada, en que el
materialismo del siglo XVIII perdura todavía hoy en las cabezas de naturalistas y médicos ycomo era pregonado en la década del 50 por los predicadores de feria Büchner, Vogt, y
Moleschott.
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Pero, al igual que el idealismo, el materialismo recorre una serie de fases en su desarrollo. Cadadescubrimiento trascendental, operado incluso en el campo de las Ciencias Naturales, le obliga
a cambiar de forma; y desde que el método materialista se aplica también a la historia, se abre
ante él un camino nuevo de desarrollo.
El materialismo del siglo pasado era predominantemente mecánico, porque por aquel entonces
la mecánica, y además sólo la de los cuerpos sólidos -celestes y terrestres-, en una palabra, la
mecánica de la gravedad, era, de todas las Ciencias Naturales, la única que había llegado encierto modo a un punto de remate. La química sólo existía bajo una forma incipiente, flogística.
La biología estaba todavía en mantillas; los organismos vegetales y animales sólo se habían
investigado muy a bulto y se explicaban por medio de causas puramente mecánicas; para losmaterialistas del siglo XVIII, el hombre era lo que para Descartes el animal: una máquina. Esta
aplicación exclusiva del rasero de la mecánica a fenómenos de naturaleza química y orgánica en
los que, aunque rigen las leyes mecánicas, éstas pasan a segundo plano ante otras superiores a
ellas, constituía una de las limitaciones específicas, pero inevitables en su época, delmaterialismo clásico francés.
La segunda limitación específica de este materialismo consistía en su incapacidad para concebir el mundo como un proceso, como una materia sujeta a desarrollo histórico. Esto correspondía al
estado de las Ciencias Naturales por aquel entonces y al modo metafísico, es decir,
antidialéctico, de filosofar que con él se relacionaba. Sabíase que la naturaleza se hallaba sujeta
a perenne movimiento. Pero, según las ideas dominantes en aquella época, este movimientogiraba no menos perennemente en un sentido circular, razón por la cual no se movía nunca de
sitio, engendraba siempre los mismos resultados. Por aquel entonces, esta idea era inevitable.La teoría kantiana acerca de la formación del sistema solar acababa de formularse y se la
consideraba todavía como una mera curiosidad. La historia del desarrollo de la Tierra, la
geología, era aún totalmente desconocida y todavía no podía establecerse científicamente la
idea de que los seres animados que hoy viven en la naturaleza son el resultado de un largodesarrollo, que va desde lo simple a lo complejo. La concepción antihistórica de la naturaleza
era por tanto, inevitable. Esta concepción no se les puede echar en cara a los filósofos del siglo
XVIII tanto menos por cuanto aparece también en Hegel. En éste, la naturaleza, como mera
<<enajenación>> de la idea, no es susceptible de desarrollo en el tiempo, pudiendo sólo
desplegar su variedad en el espacio, por cuya razón exhibe conjunta y simultáneamente todaslas fases del desarrollo que guarda en su seno y se halla condenada a la repetición perpetua delos mismos procesos. Y este
pág. 369
contrasentido de una evolución en el espacio, pero al margen del tiempo -factor fundamental de
toda evolución-, se lo cuelga Hegel a la naturaleza precisamente en el momento en que se
habían formado la Geología, la Embriología, la Fisiología vegetal y animal y la Químicaorgánica, y cuando por todas partes surgían, sobre la base de estas nuevas ciencias, atisbos
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geniales (por ejemplo, los de Goethe y Lamarck) de la que más tarde había de ser teoría de la
evolución. Pero el sistema lo exigía así y, en gracia a él, el método tenía que hacerse traición a
sí mismo.
Esta concepción antihistórica imperaba también en el campo de la historia. Aquí, la lucha contra
los vestigios de la Edad Media tenía cautivas todas las miradas. La Edad Media era considerada
como una simple interrupción de la historia por un estado milenario de barbarie general; los
grandes progresos de la Edad Media, la expansión del campo cultural europeo, las grandesnaciones de fuerte vitalidad que habían ido formándose unas junto a otras durante este período
y, finalmente, los enormes progresos técnicos de los siglos XIV y XV: nada de esto se veía.Este criterio hacia imposible, naturalmente, penetrar con una visión racional en la gran
concatenación histórica, y así la historia se utilizaba, a lo sumo, como una colección de
ejemplos e ilustraciones para uso de filósofos.
Los vulgarizadores, que durante la década del 50 pregonaban el materialismo en Alemania, no
salieron, ni mucho menos, del marco de la ciencia de sus maestros. A ellos, todos los progresos
que habían hecho desde entonces las Ciencias Naturales sólo les servían como nuevosargumentos contra la existencia de un creador del mundo: y no eran ellos, ciertamente, los más
llamados para seguir desarrollando la teoría. Y el idealismo, que había agotado ya toda susapiencia y estaba herido de muerte por la revolución de 1848, podía morir, al menos, con lasatisfacción de que, por el momento, la decadencia del materialismo era todavía mayor.
Feuerbach tenía indiscutiblemente razón cuando se negaba a hacerse responsable de ese
materialismo: pero a lo que no tenía derecho era a confundir la teoría de los predicadores deferia con el materialismo en general.
Sin embargo, hay que tener en cuenta dos cosas. En primer lugar, en tiempos de Feuerbach las
Ciencias Naturales se hallaban todavía de lleno dentro de aquel intenso estado de fermentaciónque no llegó a su clarificación ni a una conclusión relativa hasta los últimos quince años: se
había aportado nueva materia de conocimientos en proporciones hasta entonces insólitas, pero
hasta hace muy poco no se logró enlazar y articular, ni por tanto poner un orden en este caos dedescubrimientos que se sucedían atropelladamente. Cierto es que Feuerbach pudo asistir todavía
en vida
pág. 370
a los tres descubrimientos decisivos: el de la célula, el de la transformación de la energía y el de
la teoría de la evolución, que lleva el nombre de Darwin. Pero, ¿cómo un filósofo solitario podía, en el retiro del campo, seguir los progresos de la ciencia tan de cerca, que le fuese dado
apreciar la importancia de descubrimientos que los mismos naturalistas discutían aún, por aquel
entonces, o no sabían explotar suficientemente? Aquí, la culpa hay que echársela única yexclusivamente a las lamentables condiciones en que se desenvolvía Alemania, en virtud de las
cuales las cátedras de filosofía eran monopolizadas por pedantes eclécticos aficionados asutilezas, mientras que un Feuerbach, que estaba cien codos por encima de ellos, se aldeanizabay se avinagraba en un pueblucho. No le hagamos, pues, a él responsable de que no se pusiese a
su alcance la concepción histórica de la naturaleza, concepción que ahora ya es factible y que
supera toda la unilateralidad del materialismo francés.
En segundo lugar, Feuerbach tiene toda la razón cuando dice que el materialismo puramente
naturalista es
<<el cimiento sobre el que descansa el edificio del saber humano, pero no el edificio mismo>>.
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En efecto, el hombre no vive solamente en la naturaleza, sino que vive también en la sociedad
humana, y ésta posee igualmente su historia evolutiva y su ciencia, ni más ni menos que la
naturaleza. Tratábase, pues, de poner en armonía con la base materialista, recontruyéndola sobre
ella, la ciencia de la sociedad; es decir, el conjunto de las llamadas ciencias históricas yfilosóficas. Pero esto no le fue dado a Feuerbach hacerlo. En este campo, pese al <<cimiento>>,
no llegó a desprenderse de las ataduras idealistas tradicionales, y él mismo lo reconoce con
estas palabras:<<Retrospectivamente, estoy en un todo de acuerdo con los materialistas, pero no lo estoy
mirando hacia adelante>>.
Pero el que aquí, en el campo social, no marchaba <<hacia adelante>>, no se remontaba sobre
sus posiciones de 1840 ó 1844, era el propio Feuerbach; y siempre, principalmente, por elaislamiento en que vivía, que le obligaba -a un filósofo como él, mejor dotado que ningún otro
para la vida social- a extraer las ideas de su cabeza solitaria, en vez de producirlas por el
contacto amistoso y el choque hostil con otros hombres de su calibre. Hasta qué punto seguía
siendo idealista en este campo, lo veremos en detalle más adelante.
Aquí, diremos únicamente que Starcke va a buscar el idealismo de Feuerbach a mal sitio.pág. 371
<<Feuerbach es idealista, cree en el progreso de la humanidad>> (pág. 19). << No obstante, la
base, el cimiento de todo edificio sigue siendo el idealismo. El realismo no es, para nosotros,más que una salvaguardia contra los caminos falsos, mientras seguimos detrás de nuestras
corrientes ideales. ¿Acaso la compasión, el amor y la pasión por la verdad y la justicia no son
fuerzas ideales?>> (pág. VIII).
En primer lugar, aquí el idealismo no significa más que la persecución de fines ideales. Y éstos
guardan, a lo sumo, relación necesaria con el idealismo kantiano y su <<imperativocategórico>>; pero el propio Kant llamó a su filosofía <<idealismo trascendental>>, no porque, ni
mucho menos, girase también en torno a ideales éticos, sino por razones muy distintas, como
Starcke recordará. La creencia supersticiosa de que el idealismo filosófico gira en torno a la feen ideales éticos, es decir sociales, nació al margen de la filosofía, en la mente del filisteo
alemán que se aprende de memoria en las poesías de Schiller las migajas de cultura filosófica
que necesita. Nadie ha criticado con más dureza el impotente <<imperativo categórico>> de Kant
-impotente, porque pide lo imposible, y por tanto no llega a traducirse en nada real-, nadie se ha burlado con mayor crueldad de ese fanatismo de filisteo por ideales irrealizables, a que ha
servido de vehículo Schiller, como (véase, por ejemplo, la Fenomenología), precisamente,
Hegel, el idealista consumado.
En segundo lugar, no se puede en modo alguno evitar que todo cuanto mueve al hombre tenga
que pasar necesariamente por su cabeza: hasta el comer y el beber, procesos que comienzan conla sensación de hambre y sed, sentida por la cabeza, y terminan con la sensación de satisfacción,
sentida también con la cabeza. Las impresiones que el mundo exterior produce sobre el hombre
se expresan en su cabeza, se reflejan en ella bajo la forma de sentimientos, de pensamientos, de
impulsos, de actos de voluntad; en una palabra, de <<corrientes ideales>>, convirtiéndose en
<<factores ideales>> bajo esta forma. Y si el hecho de que un hombre se deje llevar por estas
<<corrientes ideales>> y permita que los <<factores ideales>> influyan en él, si este hecho le
convierte en idealista, todo hombre de desarrollo relativamente normal será un idealista innato y¿de dónde van a salir, entonces, los materialistas?
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En tercer lugar, la convicción de que la humanidad, al menos actualmente, se mueve a grandes
rasgos en un sentido progresivo, no tiene nada que ver con la antítesis de materialismo e
idealismo. Los materialistas franceses abrigaban esta convicción hasta un grado casi fanático,
no menos que los deístas[8] Voltaire y Rousseau, llegando por ella, no pocas veces, a losmayores sacrificios personales. Si alguien ha consagrado toda su vida a la << pasión por la
pág. 372
verdad y la justicia>> -tomando la frase en el buen sentido- ha sido, por ejemplo, Diderot. Por
tanto, cuando Starcke clasifica todo esto como idealismo, con ello sólo demuestra que la palabramaterialismo y toda la antítesis entre ambas posiciones perdió para él todo sentido.
El hecho es que Starcke hace aquí una concesión imperdonable -aunque tal vez inconsciente- a
ese tradicional prejuicio de filisteo, establecido por largos años de calumnias clericales, contrael nombre de materialismo. El filisteo entiende por materialismo el comer y el beber sin tasa, la
codicia, el placer de la carne, la vida regalona, el ansia de dinero, la avaricia, el afán de lucro y
las estafas bursátiles; en una palabra, todos esos vicios infames a los que él rinde un cultosecreto; y por idealismo, la fe en la virtud, en el amor al prójimo y, en general, en un <<mundo
mejor >>, de la que baladronea ante los demás y en la que él mismo sólo cree, a lo sumo,
mientras atraviesa por ese estado de desazón o de bancarrota que sigue a sus excesos
<<materialistas>> habituales, acompañándose con su canción favorita: <<¿Qué es el hombre?
Mitad bestia, mitad ángel>>.
Por lo demás, Starcke se impone grandes esfuerzos para defender a Feuerbach contra losataques y los dogmas de los auxiliares de cátedra que hoy alborotan en Alemania con el nombre
de filósofos. Indudablemente, para quienes se interesen por estos epígonos de la filosofía clásica
alemana, la defensa era importante; al propio Starcke pudo parecerle necesaria. Pero nosotrosharemos gracia de ella al lector.
I I I
Donde el verdadero idealismo de Feuerbach se pone de manifiesto, es en su filosofía de la
religión y en su ética. Feuerbach no pretende, en modo alguno, acabar con la religión; lo que élquiere es perfeccionarla. La filosofía misma debe disolverse en la religión.
<<Los períodos de la humanidad sólo se distinguen unos de otros por los cambios religiosos. Un
movimiento histórico únicamente adquiere profundidad cuando va dirigido al corazón delhombre. El corazón no es una forma de la religión, como si ésta se albergase también en él; es
la esencia de la religión>> (citado por Starcke, pág. 168).
La religión es, para Feuerbach, la relación sentimental, la relación cordial de hombre a hombre,
que hasta ahora buscaba su verdad en un reflejo fantástico de la realidad -por la mediación de
uno o muchos dioses, reflejos fantásticos de las cualidades humanas- y ahora la encuentra,directamente, sin intermediario,
pág. 373
en el amor entre el Yo y el Tú. Por donde, en Feuerbach, el amor sexual acaba siendo una de las
formas supremas, si no la forma culminante, en que se practica su nueva religión.
Ahora bien; las relaciones de sentimientos entre seres humanos, y muy en particular entre los
dos sexos, han existido desde que existe el hombre. El amor sexual, especialmente, ha
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experimentado durante los últimos 800 años un desarrollo y ha conquistado una posición que
durante todo este tiempo le convirtieron en el eje alrededor del cual tenía que girar
obligatoriamente toda la poesía. Las religiones positivas existentes se han venido limitando a
dar su altísima bendición a la reglamentación del amor sexual por el Estado, es decir, a lalegislación matrimonial, y podrían desaparecer mañana mismo en bloque sin que la práctica del
amor y de la amistad se alterase en lo más mínimo. En efecto, desde 1793 hasta 1798, Francia
vivió de hecho sin religión cristiana, hasta el punto de que el propio Napoleón, para restaurarla,no dejó de tropezar con resistencias y dificultades; y, sin embargo, durante este intervalo nadie
sintió la necesidad de buscarle un sustitutivo en el sentido feuerbachiano.
El idealismo de Feuerbach estriba aquí en que para él las relaciones de unos seres humanos con
otros, basadas en la mutua afección, como el amor sexual, la amistad, la compasión, el
sacrificio, etc., no son pura y sencillamente lo que son de suyo, sin retrotraerlas en el recuerdo auna religión particular, que también para él forma parte del pasado, sino que adquieren su plena
significación cuando aparecen consagradas con el nombre de religión. Para él, lo primordial, no
es que estas relaciones puramente humanas existan, sino que se las considere como la nueva,
como la verdadera religión. Sólo cobran plena legitimidad cuando ostentan el sello religioso. La palabra religión viene de <<religare>> y significa, originariamente, unión. Por tanto, toda unión
de dos seres humanos es una religión. Estos malabarismos etimológicos son el último recursode la filosofía idealista. Se pretende que valga, no lo que las palabras significan con arreglo aldesarrollo histórico de su empleo real, sino lo que deberían denotar por su origen. Y, de este
modo, se glorifican como una <<religión>> el amor entre los dos sexos y las uniones sexuales,
pura y exclusivamente para que no desaparezca del lenguaje la palabra religión, tan cara para elrecuerdo idealista. Del mismo modo, exactamente, hablaban en la década del 40 los reformistas
parisinos de la tendencia de Luis Blanc, que no pudiendo tampoco representarse un hombre sin
religión más que como un monstruo, nos decían: << Donc, l'athéisme c'est votre religion!>>[*]
Cuando Feuerbach se empeña en encontrar la
[*] <<¡Por tanto, el ateísmo es vuestra religión!>> ( N. de la Edit.)pág. 374
verdadera religión a base de una interpretación sustancialmente materialista de la naturaleza, es
como si se empeñase en concebir la química moderna como la verdadera alquimia. Si la religión
puede existir sin su Dios, la alquimia puede prescindir también de su piedra filosofal. Por lodemás, entre la religión y la alquimia media una relación muy estrecha. La piedra filosofal
encierra muchas propiedades de las que se atribuyen a Dios, y los alquimistas egipcios y griegos
de los dos primeros siglos de nuestra era tuvieron también arte y parte en la formación de ladoctrina cristiana, como lo han demostrado los datos suministrados por Kopp y Berthelot.
La afirmación de Feuerbach de que los << períodos de la humanidad sólo se distinguen unos de
otros por los cambios religiosos>> es absolutamente falsa. Los grandes virajes históricos sólohan ido acompañados de cambios religiosos en lo que se refiere a las tres religiones universales
que han existido hasta hoy: el budismo, el cristianismo y el islamismo. Las antiguas religiones
tribales y nacionales nacidas espontáneamente no tenían un carácter proselitista y perdían todasu fuerza de resistencia en cuanto desaparecía la independencia de las tribus y de los pueblos
que las profesaban; respecto a los germanos, bastó incluso para ello el simple contacto con el
imperio romano en decadencia y con la religión universal del cristianismo, que este imperioacababa de abrazar y que tan bien cuadraba a sus condiciones económicas, políticas y
espirituales. Sólo es en estas religiones universales, creadas más o menos artificialmente, sobre
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todo en el cristianismo y en el islamismo, donde pueden verse los movimientos históricos con
un sello religioso; e incluso dentro del campo del cristianismo este sello religioso, tratándose de
revoluciones de un alcance verdaderamente universal, se circunscribía a las primeras fases de la
lucha de emancipación de la burguesía, desde el siglo XIII hasta el siglo XVII, y no se explica,como quiere Feuerbach, por el corazón del hombre y su necesidad de religión, sino por toda la
historia medieval anterior, que no conocía más formas ideológicas que la de la religión y la
teología. Pero en el siglo XVIII, cuando la burguesía fue ya lo bastante fuerte para tener también una ideología propia, acomodada a su posición de clase, hizo su grande y definitiva
revolución, la revolución francesa, bajo la bandera exclusiva de ideas jurídicas y políticas, sin
preocuparse de la religión más que en la medida en que le estorbaba; pero no se le ocurrió poner una nueva religión en lugar de la antigua; sabido es cómo Robespierre fracasó en este empeño.
La posibilidad de experimentar sentimientos puramente humanos en nuestras relaciones conotros hombres se halla ya hoy bastante mermada por la sociedad erigida sobre los antagonismos
pág. 375
y la dominación de clase en la que nos vemos obligados a movernos; no hay ninguna razón para
que nosotros mismos la mermemos todavía más, divinizando esos sentimientos hasta hacer de
ellos una religión. Y la comprensión de las grandes luchas históricas de clase se halla yasuficientemente enturbiada por los historiadores al uso, sobre todo en Alemania, para que
acabemos nosotros de hacerla completamente imposible transformando esta historia de luchas
en un simple apéndice de la historia eclesiástica. Ya esto sólo demuestra cuánto nos hemos
alejado hoy de Feuerbach. Sus << pasajes más hermosos>>, festejando esta nueva religión delamor, hoy son ya ilegibles.
La única religión que Feuerbach investiga seriamente es el cristianismo, la religión universal delOccidente, basada en el monoteísmo. Feuerbach demuestra que el Dios de los cristianos no es
más que el reflejo imaginativo, la imagen refleja del hombre. Pero este Dios es, a su vez, el
producto de un largo proceso de abstracción, la quintaesencia concentrada de los muchos dioses
tribales y nacionales que existían antes de él. Congruentemente, el hombre, cuya imagen reflejaes aquel Dios, no es tampoco un hombre real, sino que es también la quintaesencia de muchos
hombres reales, el hombre abstracto, y por tanto, una imagen mental también. Este Feuerbachque predica en cada página el imperio de los sentidos, la sumersión en lo concreto, en la
realidad, se convierte, tan pronto como tiene que hablarnos de otras relaciones entre los
hombres que no sean las simples relaciones sexuales, en un pensador completamente abstracto.
Para él, estas relaciones sólo tienen un aspecto: el de la moral. Y aquí vuelve a sorprendernos la
pobreza asombrosa de Feuerbach, comparado con Hegel. En éste, la ética o teoría de la moral es
la filosofía del Derecho y abarca: 1) el Derecho abstracto; 2) la moralidad; 3) la Etica, moral práctica, que, a su vez, engloba la familia, la sociedad civil y el Estado. Aquí, todo lo que tiene
de idealista la forma, lo tiene de realista el contenido. Juntamente a la moral se engloba todo elcampo del Derecho, de la Economía, de la Política. En Feuerbach, es al revés. Por la forma,Feuerbach es realista, arranca del hombre; pero, como no nos dice ni una palabra acerca del
mundo en que vive, este hombre sigue siendo el mismo hombre abstracto que llevaba la batuta
en la filosofía de la religión. Este hombre no ha nacido de vientre de mujer, sino que ha salido,
como la mariposa de la crisálida, del Dios de las religiones monoteístas, y por tanto no vive enun mundo real, históricamente creado e históricamente determinado; entra en contacto con otros
hombres, es cierto, pero éstos son tan abstractos como él. En la filosofía de la religión, existían
todavía hombres y mujeres; en la ética, desaparece hasta esta última diferencia. Es cierto que en
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Feuerbach nos encontramos, muy de tarde en tarde, con afirmaciones como éstas:
<<En un palacio se piensa de otro modo que en una cabaña>>; <<el que no tiene nada en el
cuerpo, porque se muere de hambre y de miseria, no puede tener tampoco nada para la moral en
la cabeza, en el espíritu, ni en el corazón>>; <<la política debe ser nuestra religión>>, etc.
Pero con estas afirmaciones no sabe llegar a ninguna conclusión; son, en él, simples frases, y
hasta el propio Starcke se ve obligado a confesar que la política era, para Feuerbach, unafrontera infranqueable y
<<la teoría de la sociedad, la Sociología, terra incognita>>.
La misma vulgaridad denota, si se le compara con Hegel en el modo como trata la contradicción
entre el bien y el mal.
<<Cuando se dice -escribe Hegel- que el hombre es bueno por naturaleza, se cree decir algo muy
grande; pero se olvida que se dice algo mucho más grande cuando se afirma que el hombre es
malo por naturaleza>>.
En Hegel, la maldad es la forma en que toma cuerpo la fuerza propulsora del desarrollo
histórico. Y en este criterio se encierra un doble sentido, puesto que, de una parte, todo nuevo
progreso representa necesariamente un ultraje contra algo santificado, una rebelión contra lasviejas condiciones, agonizantes, pero consagradas por la costumbre; y, por otra parte, desde la
aparición de los antagonismos de clase, son precisamente las malas pasiones de los hombres, la
codicia y la ambición de mando, las que sirven de palanca del progreso histórico, de lo que, por ejemplo, es una sola prueba continuada la historia del feudalismo y de la burguesía. Pero a
Feuerbach no se le pasa por las mientes investigar el papel histórico de la maldad moral. La
historia es para él un campo desagradable y descorazonador. Hasta su fórmula:
<<El hombre que brotó originariamente de la naturaleza era, puramente, un ser natural, y no unhombre. El hombre es un producto del hombre, de la cultura, de la historia>>;
hasta esta fórmula es, en sus manos, completamente estéril.
Con estas premisas, lo que Feuerbach pueda decirnos acerca de la moral tiene que ser, por fuerza, extremadamente pobre. El anhelo de dicha es innato al hombre y debe constituir, por
tanto, la base de toda moral. Pero este anhelo de dicha sufre dos enmiendas. La primera es la
que le imponen las consecuencias naturales de nuestros actos: detrás de la embriaguez, viene ladesazón, y detrás de los excesos habituales, la enfermedad. La segunda se deriva de sus
consecuencias sociales: si no respetamos el mismo anhelo de dicha de los demás éstos se
defenderán y perturbarán, a su vez,
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el nuestro. De donde se sigue que, para dar satisfacción a este anhelo, debemos estas encondiciones de calcular bien las consecuencias de nuestros actos y, además, reconocer la
igualdad de derecho de los otros a satisfacer el mismo anhelo. La limitación racional de la
propia persona en cuanto a uno mismo, y amor -¡siempre el amor!- en nuestras relaciones paracon los otros, son, por tanto, las reglas fundamentales de la moral feuerbachiana, de las que se
derivan todas las demás. Para cubrir la pobreza y la vulgaridad de estas tesis, no bastan ni las
ingeniosísimas consideraciones de Feuerbach, ni los calurosos elogios de Starcke.
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El anhelo de dicha muy rara vez lo satisface el hombre -y nunca en provecho propio ni de otros-
ocupándose de sí mismo. Tiene que ponerse en relación con el mundo exterior, encontrar
medios para satisfacer aquel anhelo: alimento, un individuo del otro sexo, libros, conversación,
debates, una actividad, objetos que consumir y que elaborar. O la moral feuerbachiana da por supuesto que todo hombre dispone de estos medios y objetos de satisfacción, o bien le da
consejos excelentes, pero inaplicables, y no vale, por tanto, ni una perra chica para quienes
carezcan de aquellos recursos. El propio Feuerbach lo declara lisa y llanamente:<<En un palacio se piensa de otro modo que en una cabaña; el que no tiene nada en el cuerpo,
porque se muere de hambre y de miseria, no puede tener tampoco nada para la moral en lacabeza, en el espíritu ni en el corazón>>.
¿Acaso acontece algo mejor con la igualdad de derechos de los demás en cuanto a su anhelo dedicha? Feuerbach presenta este postulado con carácter absoluto, como valedero para todos los
tiempos y todas las circunstancias, Pero, ¿desde cuándo rige? ¿Es que en la antigüedad se
hablaba siquiera de reconocer la igualdad de derechos en cuanto al anhelo de dicha entre el amo
y el esclavo, o en la Edad Media entre el barón y el siervo de la gleba? ¿No se sacrificaba a laclase dominante, sin miramiento alguno y << por imperio de la ley>>, el anhelo de dicha de la
clase oprimida? -Sí, pero aquello era inmoral; hoy, en cambio, la igualdad de derechos estáreconocida y sancionada-. Lo está sobre el papel, desde y a causa de que la burguesía, en sulucha contra el feudalismo y por desarrollar la producción capitalista, se vio obligada a abolir
todos los privilegios de casta, es decir, los privilegios personales, proclamando primero la
igualdad de los derechos privados y luego, poco a poco, la de los derechos públicos, la igualdad jurídica de todos los hombres. Pero el anhelo de dicha no se alimenta más que una parte mínima
de derechos ideales; lo que más reclama son medios materiales, y en este terreno la producción
capitalista se cuida de que la inmensa mayoría de los hombres
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equiparados en derechos sólo obtengan la dosis estrictamente necesaria para malvivir; es decir,
apenas si respeta el principio de la igualdad de derechos en cuanto al anhelo de dicha de lamayoría -si es que lo hace- mejor que el régimen de la esclavitud o el de la servidumbre de la
gleba. ¿Acaso es más consoladora la realidad, en lo que se refiere a los medios espirituales dedicha, a los medios de educación? ¿No es un personaje mítico hasta el célebre <<maestro de
escuela de Sadowa>>[9]?
Más aún. Según la teoría feuerbachiana de la moral, la Bolsa es el templo supremo de lamoralidad... siempre que se especule con acierto. Si mi anhelo de dicha me lleva a la Bolsa y,
una vez allí, sé medir tan certeramente las consecuencias de mis actos, que éstos sólo me
acarrean ventajas y ningún perjuicio, es decir, que salgo siempre ganancioso, habré cumplido el precepto feuerbachiano. Y con ello, no lesiono tampoco el anhelo de dicha del otro, tan legítimo
como el mío, pues el otro se ha dirigido a la Bolsa tan voluntariamente como yo, y, al cerrar conmigo el negocio de especulación, obedecía a su anhelo de dicha, ni más ni menos que yo almío. Y si pierde su dinero, ello demuestra que su acción era inmoral por haber calculado mal
sus consecuencias, y, al castigarle como se merece, puedo incluso darme un puñetazo en el
pecho, orgullosamente, como un moderno Radamanto. En la Bolsa impera también el amor, en
cuanto que éste es algo más que una frase puramente sentimental, pues aquí cada cual encuentraen el otro la satisfacción de su anhelo de dicha, que es precisamente lo que el amor persigue y
en lo que se traduce prácticamente. Por tanto, si juego en la Bolsa, calculando bien las
consecuencias de mis operaciones, es decir, con fortuna, obro ajustándome a los postulados más
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severos de la moral feuerbachiana, y encima me hago rico. Dicho en otros términos, la moral de
Feuerbach está cortada a la medida de la actual sociedad capitalista, aunque su autor no lo
quisiese ni lo sospechase.
¡Pero el amor! Sí, el amor es, en Feuerbach, el hada maravillosa que ayuda a vencer siempre y
en todas partes las dificultades de la vida práctica; y esto, en una sociedad dividida en clases,
con intereses diametralmente opuestos. Con esto, desaparece de su filosofía hasta el último
residuo de su carácter revolucionario, y volvemos a la vieja canción: amaos los unos a los otros,abrazaos sin distinción de sexos ni de posición social. ¡Es el sueño de la reconciliación
universal!
Resumiendo. A la teoría moral de Feuerbach le pasa lo que a todas sus predecesoras. Está
calculada para todos los tiempos, todos los pueblos y todas las circunstancias; razón por la cualno es aplicable nunca ni en parte alguna, resultando tan impotente frente a la realidad como el
imperativo categórico de Kant. La
pág. 379
verdad es que cada clase y hasta cada profesión tiene su moral propia, que viola siempre que
puede hacerlo impunemente, y el amor, que tiene por misión hermanarlo todo, se manifiesta enforma de guerras, de litigios, de procesos, escándalos domésticos, divorcios y en la explotación
máxima de los unos por los otros.
Pero, ¿cómo fue posible que el impulso gigantesco dado por Feuerbach resultase tan infecundoen él mismo? Sencillamente, porque Feuerbach no logra encontrar la salida del reino de las
abstracciones, odiado mortalmente por él, hacia la realidad viva. Se aferra desesperadamente a
la naturaleza y al hombre; pero en sus labios, la naturaleza y el hombre siguen siendo meras palabras. Ni acerca de la naturaleza real, ni acerca del hombre real, sabe decirnos nada concreto.
Para pasar del hombre abstracto de Feuerbach a los hombres reales y vivientes, no hay más que
un camino: verlos actuar en la historia. Pero Feuerbach se resistía contra esto; por eso el año
1848, que no logró comprender, no representó para él más que la ruptura definitiva con elmundo real, el retiro a la soledad. Y la culpa de esto vuelven a tenerla, principalmente, las
condiciones de Alemania que le dejaron decaer miserablemente.
Pero el paso que Feuerbach no dio, había que darlo; había que sustituir el culto del hombre
abstracto, médula de la nueva religión feuerbachiana, por la ciencia del hombre real y de su
desenvolvimiento histórico. Este desarrollo de las posiciones feuerbachianas, superando aFeuerbach, fue iniciado por Marx en 1845, con La Sagrada Familia.
I V
Strauss, Baur, Stirner, Feuerbach, eran todos, en la medida que se mantenían dentro del terreno
filosófico, retoños de la filosofía hegeliana. Después de su Vida de Jesús y de su Dogmática,Strauss sólo cultiva ya una especie de amena literatura filosófica e histórico-eclesiástica, a lo
Renán; Bauer sólo aportó algo en el campo de la historia de los orígenes del cristianismo, pero
en este terreno sus investigaciones tienen importancia; Stirner siguió siendo una curiosidad, aun
después que Bakunin lo amalgamó con Proudhon y bautizó este acoplamiento con el nombre de
<<anarquismo>>. Feuerbach era el único que tenía importancia como filósofo. Pero la filosofía,
esa supuesta ciencia de las ciencias que parece flotar sobre todas las demás ciencias específicas
y las resume y sintetiza, no sólo siguió siendo para él un límite infranqueable, algo sagrado eintangible, sino que, además, como filósofo, Feuerbach se quedó a mitad de camino, por abajo
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era materialista y por arriba idealista; no liquidó críticamente
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con Hegel, sino que se limitó a echarlo a un lado como inservible, mientras que, frente a la
riqueza enciclopédica del sistema hegeliano, no supo aportar nada positivo, más que una
ampulosa religión del amor y una moral pobre e impotente.
Pero de la descomposición de la escuela hegeliana brotó además otra corriente, la única que ha
dado verdaderos frutos, y esta corriente va asociada primordialmente al nombre de Marx[*].
También esta corriente se separó de filosofía hegeliana replegándose sobre las posiciones
materialistas. Es decir, decidiéndose a concebir el mundo real -la naturaleza y la historia- tal
como se presenta a cualquiera que lo mire sin quimeras idealistas preconcebidas; decidiéndose asacrificar implacablemente todas las quimeras idealistas que no concordasen con los hechos,
enfocados en su propia concatenación y no en una concatenación imaginaria. Y esto, y sólo
esto, es lo que se llama materialismo. Sólo que aquí se tomaba realmente en serio, por vez primera, la concepción materialista del mundo y se la aplicaba consecuentemente -a lo menos,
en sus rasgos fundamentales- a todos los campos posibles del saber.
Esta corriente no se contentaba con dar de lado a Hegel; por el contrario, se agarraba a su lado
revolucionario, al método dialéctico, tal como lo dejamos descrito más arriba. Pero, bajo su
forma hegeliana este método era inservible. En Hegel, la dialéctica es el autodesarrollo del
concepto. El concepto absoluto no sólo existe desde toda una eternidad -sin que sepamosdónde-, sino que es, además, la verdadera alma viva de todo el mundo existente. El concepto
absoluto se desarrolla hasta llegar a ser lo que es, a través de todas las etapas preliminares que
se estudian por extenso en la Lógica y que se contienen todas en dicho concepto; luego, se
<<enajena>> al convertirse en la naturaleza, donde, sin la conciencia de sí, disfrazado de
necesidad natural, atraviesa por un nuevo desarrollo, hasta que, por último, recobra
[*] Permítaseme aquí un pequeño comentario personal. Ultimamente, se ha aludido coninsistencia a mi participación en esta teoría; no puedo, pues, por menos de decir aquí algunas palabras para poner en claro este punto. Que antes y durante los cuarenta años de mi
colaboración con Marx tuve una cierta parte independiente en la fundamentación, y sobre todo
en la elaboración de la teoría, es cosa que ni yo mismo puedo negar. Pero la parte másconsiderable de las principales ideas directrices, particularmente en el terreno económico e
histórico, y en especial su formulación nítida y definitiva, corresponden a Marx. Lo que yo
aporté -si se exceptúa, todo lo más, dos o tres ramas especiales- pudo haberlo aportado tambiénMarx aun sin mí. En cambio, yo no hubiera conseguido jamás lo que Marx alcanzó. Marx tenía
más talla, veía más lejos, atalayaba más y con mayor rapidez que todos nosotros juntos. Marx
era un genio; nosotros, los demás, a lo sumo, hombres de talento. Sin él la teoría no sería hoy, ni
con mucho, lo que es. Por eso ostenta legítimamente su nombre.
pág. 381
en el hombre la conciencia de sí mismo; en la historia, esta conciencia vuelve a elaborarse a
partir de su estado tosco y primitivo, hasta que por fin el concepto absoluto recobra de nuevo su
completa personalidad en la filosofía hegeliana. Como vemos en Hegel, el desarrollo dialéctico
que se revela en la naturaleza y en la historia, es decir, la concatenación causal del progreso queva de lo inferior a lo superior, y que se impone a través de todos los zigzags y retrocesos
momentáneos, no es más que un cliché del automovimiento del concepto; automovimiento que
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existe y se desarrolla desde toda una eternidad, no se sabe dónde, pero desde luego con
independencia de todo cerebro humano pensante. Esta inversión ideológica era la que había que
eliminar. Nosotros retornamos a las posiciones materialistas y volvimos a ver en los conceptos
de nuestro cerebro las imágenes de los objetos reales, en vez de considerar a éstos comoimágenes de tal o cual fase del concepto absoluto. Con esto, la dialéctica quedaba reducida a la
ciencia de las leyes generales del movimiento, tanto el del mundo exterior como el del
pensamiento humano: dos series de leyes idénticas en cuanto a la esencia, pero distintas encuanto a la expresión, en el sentido de que el cerebro humano puede aplicarlas conscientemente,
mientras que en la naturaleza, y hasta hoy también, en gran parte, en la historia humana, estas
leyes se abren paso de un modo inconsciente, bajo la forma de una necesidad exterior, en mediode una serie infinita de aparentes casualidades. Pero, con esto, la propia dialéctica del concepto
se convertía simplemente en el reflejo consciente del movimiento dialéctico del mundo real, lo
que equivalía a poner la dialéctica hegeliana cabeza abajo; o mejor dicho, a invertir ladialéctica, que estaba cabeza abajo, poniéndola de pie. Y, cosa notable, esta dialéctica
materialista, que era desde hacía varios años nuestro mejor instrumento de trabajo y nuestra
arma más afilada, no fue descubierta solamente por nosotros, sino también, independientemente
de nosotros y hasta independientemente del propio Hegel, por un obrero alemán: JosephDietzgen[*].
Con esto volvía a ponerse en pie el lado revolucionario de la filosofía hegeliana y se limpiaba almismo tiempo de la costra idealista que en Hegel impedía su consecuente aplicación. La gran
idea cardinal de que el mundo no puede concebirse como un conjunto de objetos terminados,
sino como un conjunto de procesos, en el que las cosas que parecen estables, al igual que susreflejos mentales en nuestras cabezas, los conceptos, pasan por una serie ininterrumpida de
cambios, por un proceso de génesis y caducidad, a través
[*] Véase Das Wessen der menschlichen Kopfarbeit, von einem Handarbeiter , Hamburg,
Meissner ( La naturaleza del trabajo intelectual del hombre, expuesta por un obrero manual, ed.
Meissner, Hamburgo).pág. 382
de los cuales, pese a todo su aparente carácter fortuito y a todos los retrocesos momentáneos, se
acaba imponiendo siempre una trayectoria progresiva; esta gran idea cardinal se halla ya tan
arraigada, sobre todo desde Hegel, en la conciencia habitual, que expuesta así, en términosgenerales, apenas encuentra oposición. Pero una cosa es reconocerla de palabra y otra cosa es
aplicarla a la realidad concreta, en todos los campos sometidos a investigación. Si en nuestras
investigaciones nos colocamos siempre en este punto de vista, daremos al traste de una vez parasiempre con el postulado de soluciones definitivas y verdades eternas; tendremos en todo
momento la conciencia de que todos los resultados que obtengamos serán forzosamente
limitados y se hallarán condicionados por las circunstancias en las cuales los obtenemos; peroya no nos infundirán respeto esas antítesis irreductibles para la vieja metafísica todavía en boga:de lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo, lo idéntico y lo distinto, lo necesario y lo
fortuito; sabemos que estas antítesis sólo tienen un valor relativo, que lo que hoy reputamos
como verdadero encierra también un lado falso, ahora oculto, pero que saldrá a la luz más tarde,del mismo modo que lo que ahora reconocemos como falso guarda su lado verdadero, gracias al
cual fue acatado como verdadero anteriormente; que lo que se afirma necesario se compone de
toda una serie de meras casualidades y que lo que se cree fortuito no es más que la forma detrásde la cual se esconde la necesidad, y así sucesivamente.
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El viejo método de investigación y de pensamiento que Hegel llama <<metafísico>> método que
se ocupaba preferentemente de la investigación de los objetos como algo hecho y fijo, y cuyos
residuos embrollan todavía con bastante fuerza las cabezas, tenía en su tiempo una gran razón
histórica de ser. Había que investigar las cosas antes de poder investigar los procesos. Habíaque saber lo que era tal o cual objeto, antes de pulsar los cambios que en él se operaban. Y así
acontecía en las Ciencias Naturales. La vieja metafísica que enfocaba los objetos como cosas
fijas e inmutables, nació de una ciencia de la naturaleza que investigaba las cosas muertas y lasvivas como objetos fijos e inmutables. Cuando estas investigaciones estaban ya tan avanzadas
que era posible realizar el progreso decisivo consistente en pasar a la investigación sistemática
de los cambios experimentados por aquellos objetos en la naturaleza misma, sonó también en elcampo filosófico la hora final de la vieja metafísica. En efecto, si hasta fines del siglo pasado
las Ciencias Naturales fueron predominantemente ciencias colectoras, ciencias de objetos
hechos, en nuestro siglo son ya ciencias esencialmente ordenadoras, ciencias que estudian los procesos, el origen y el desarrollo de estos objetos y la
pág. 383
concatenación que hace de estos procesos naturales un gran todo. La fisiología, que investiga
los fenómenos del organismo vegetal y animal, la embriología, que estudia el desarrollo de unorganismo desde su germen hasta su formación completa, la geología, que sigue la formacióngradual de la corteza terrestre, son, todas ellas, hijas de nuestro siglo.
Pero, hay sobre todo tres grandes descubrimientos, que han dado un impulso gigantesco a
nuestros conocimientos acerca de la concatenación de los procesos naturales: el primero es eldescubrimiento de la célula, como unidad de cuya multiplicación y diferenciación se desarrolla
todo el cuerpo del vegetal y del animal, de tal modo que no sólo se ha podido establecer que el
desarrollo y el crecimiento de todos los organismos superiores son fenómenos sujetos a una solaley general, sino que, además, la capacidad de variación de la célula, nos señala el camino por
el que los organismos pueden cambiar de especie, y por tanto, recorrer una trayectoria superior
a la individual. El segundo es la transformación de la energía, gracias al cual todas las llamadas
fuerzas que actúan en primer lugar en la naturaleza inorgánica -la fuerza mecánica y sucomplemento, la llamada energía potencial, el calor, las radiaciones (la luz y el calor radiado),
la electricidad, el magnetismo, la energía química- se han acreditado como otras tantas formasde manifestarse el movimiento universal, formas que, en determinadas proporciones de
cantidad, se truecan las unas en las otras, por donde la cantidad de una fuerza que desaparece es
sustituida por una determinada cantidad de otra que aparece, y todo el movimiento de la
naturaleza se reduce a este proceso incesante de transformación de unas formas en otras.Finalmente, el tercero es la prueba, desarrollada primeramente por Darwin de un modo
completo, de que los productos orgánicos de la naturaleza que hoy existen en torno nuestro,
incluyendo los hombres, son el resultado de un largo proceso de evolución, que arranca de unoscuantos gérmenes primitivamente unicelulares, los cuales, a su vez, proceden del protoplasma o
albúmina formada por vía química.
Gracias a estos tres grandes descubrimientos, y a los demás progresos formidables de las
Ciencias Naturales, estamos hoy en condiciones de poder demostrar no sólo la trabazón entre
los fenómenos de la naturaleza dentro de un campo determinado, sino también, a grandes
rasgos, la existente entre los distintos campos, presentando así un cuadro de conjunto de laconcatenación de la naturaleza bajo una forma bastante sistemática, por medio de los hechos
suministrados por las mismas Ciencias Naturales empíricas. El darnos esta visión de conjunto
era la misión que corría antes a cargo de la llamada filosofía de la naturaleza.
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Para poder hacerlo, ésta no tenía más remedio que suplantar las concatenaciones reales, que aún
no se habían descubierto, por otras ideales, imaginarias, sustituyendo los hechos ignorados por figuraciones, llenando las verdaderas lagunas por medio de la imaginación. Con este método
llegó a ciertas ideas geniales y presintió algunos de los descubrimientos posteriores. Pero
también cometió, como no podía por menos, absurdos de mucha monta. Hoy, cuando los
resultados de las investigaciones naturales sólo necesitan enfocarse dialécticamente, es decir, ensu propia concatenación, para llegar a un <<sistema de la naturaleza>> suficiente para nuestro
tiempo, cuando el carácter dialéctico de esta concatenación se impone, incluso contra suvoluntad, a las cabezas metafísicamente educadas de los naturalistas; hoy, la filosofía de la
naturaleza ha quedado definitivamente liquidada. Cualquier intento de resucitarla no sería
solamente superfluo: significaría un retroceso.
Y lo que decimos de la naturaleza, concebida aquí también como un proceso de desarrollo
histórico, es aplicable igualmente a la historia de la sociedad en todas sus ramas y, en general, a
todas las ciencias que se ocupan de cosas humanas (y divinas). También la filosofía de lahistoria, del derecho, de la religión, etc., consistía en sustituir la trabazón real acusada en los
hechos mismos por otra inventada por la cabeza del filósofo, y la historia era concebida, enconjunto y en sus diversas partes, como la realización gradual de ciertas ideas, que eransiempre, naturalmente, las ideas favoritas del propio filósofo. Según esto, la historia laboraba
inconscientemente, pero bajo el imperio de la necesidad, hacia una meta ideal fijada de
antemano, como, por ejemplo, en Hegel, hacia la realización de su idea absoluta, y la tendencia
ineluctable hacia esta idea absoluta formaba la trabazón interna de los acontecimientoshistóricos. Es decir, que la trabazón real de los hechos, todavía ignorada, se suplantaba por una
nueva providencia misteriosa, inconsciente o que llega poco a poco a la conciencia. Aquí, al
igual que en el campo de la naturaleza, había que acabar con estas concatenaciones inventadas yartificiales, descubriendo las reales y verdaderas; misión ésta que, en última instancia, suponía
descubrir las leyes generales del movimiento que se imponen como dominantes en la historia de
la sociedad humana.Ahora bien, la historia del desarrollo de la sociedad difiere sustancialmente, en un punto, de la
historia del desarrollo de la naturaleza. En ésta -si prescindimos de la reacción ejercida a su vez por los hombres sobre la naturaleza-, los factores que actúan los unos sobre los otros y en cuyo
juego mutuo se impone la ley general, son todos agentes inconscientes y ciegos. De cuanto
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acontece en la naturaleza -lo mismo los innumerables fenómenos aparentemente fortuitos que
afloran a la superficie, que los resultados finales por los cuales se comprueba que esas aparentescasualidades se rigen por su lógica interna-, nada acontece por obra de la voluntad, con arreglo
a un fin consciente. En cambio, en la historia de la sociedad, los agentes son todos hombres
dotados de conciencia, que actúan movidos por la reflexión o la pasión, persiguiendodeterminados fines; aquí, nada acaece sin una intención consciente, sin un fin deseado. Peroesta distinción, por muy importante que ella sea para la investigación histórica, sobre todo la de
épocas y acontecimientos aislados, no altera para nada el hecho de que el curso de la historia se
rige por leyes generales de carácter interno. También aquí reina, en la superficie y en conjunto, pese a los fines conscientemente deseados de los individuos, un aparente azar; rara vez acaece
lo que se desea, y en la mayoría de los casos los muchos fines perseguidos se entrecruzan unos
con otros y se contradicen, cuando no son de suyo irrealizables o insuficientes los medios deque se dispone para llevarlos a cabo. Las colisiones entre las innumerables voluntades y actos
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individuales crean en el campo de la historia un estado de cosas muy análogo al que impera en
la naturaleza inconsciente. Los fines que se persiguen con los actos son obra de la voluntad,
pero los resultados que en la realidad se derivan de ellos no lo son, y aun cuando parezcan
ajustarse de momento al fin perseguido, a la postre encierran consecuencias muy distintas a lasapetecidas. Por eso, en conjunto, los acontecimientos históricos también parecen estar
presididos por el azar. Pero allí donde en la superficie de las cosas parece reinar la casualidad,
ésta se halla siempre gobernada por leyes internas ocultas, y de lo que se trata es de descubrir estas leyes.
Los hombres hacen su historia, cualesquiera que sean los rumbos de ésta, al perseguir cada cualsus fines propios con la conciencia y la voluntad de lo que hacen; y la resultante de estas
numerosas voluntades, proyectadas en diversas direcciones, y de su múltiple influencia sobre el
mundo exterior, es precisamente la historia. Importa, pues, también lo que quieran los muchosindividuos. La voluntad está movida por la pasión o por la reflexión. Pero los resortes que, a su
vez, mueven directamente a éstas, son muy diversos. Unas veces, son objetos exteriores; otras
veces, motivos ideales: ambición, << pasión por la verdad y la justicia>>, odio personal, y
también manías individuales de todo género. Pero, por una parte, ya veíamos que las muchasvoluntades individuales que actúan en la historia producen casi siempre resultados muy
distintos de los perseguidos -a veces, incluso contrarios-, y, por tanto, sus móviles tienen unaimportancia puramente secundaria
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en cuanto al resultado total. Por otra parte, hay que preguntarse qué fuerzas propulsoras actúan,a su vez, detrás de esos móviles, qué causas históricas son las que en las cabezas de los hombres
se transforman en estos móviles.
Esta pregunta no se la había hecho jamás el antiguo materialismo. Por esto su interpretación de
la historia, cuando la tiene, es esencialmente pragmática; lo enjuicia todo con arreglo a los
móviles de los actos; clasifica a los hombres que actúan en la historia en buenos y en malos, y
luego comprueba, que, por regla general, los buenos son los engañados, y los malos losvencedores. De donde se sigue, para el viejo materialismo, que el estudio de la historia no arroja
enseñanzas muy edificantes, y, para nosotros, que en el campo histórico este viejo materialismose hace traición a sí mismo, puesto que acepta como últimas causas los móviles ideales que allí
actúan, en vez de indagar detrás de ellos, cuáles son los móviles de esos móviles. La
inconsecuencia no estriba precisamente en admitir móviles ideales, sino en no remontarse,
partiendo de ellos, hasta sus causas determinantes. En cambio, la filosofía de la historia, principalmente la representada por Hegel, reconoce que los móviles ostensibles y aun los
móviles reales y efectivos de los hombres que actúan en la historia no son, ni mucho menos, las
últimas causas de los acontecimientos históricos, sino que detrás de ellos están otras fuerzasdeterminantes, que hay que investigar lo que ocurre es que no va a buscar estas fuerzas a la
misma historia, sino que las importa de fuera, de la ideología filosófica. En vez de explicar lahistoria de antigua Grecia por su propia concatenación interna, Hegel afirma, por ejemplo,sencillamente, que esta historia no es más que la elaboración de las <<formas de la bella
individualidad>>, la realización de la <<obra de arte>> como tal. Con este motivo, dice muchas
cosas hermosas y profundas acerca de los antiguos griegos, pero esto no es obstáculo para que
hoy no nos demos por satisfechos con semejante explicación, que no es más que una frase.
Por tanto, si se quiere investigar las fuerzas motrices que -consciente o inconscientemente, y
con harta frecuencia inconscientemente- están detrás de estos móviles por los que actúan los
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hombres en la historia y que constituyen los verdaderos resortes supremos de la historia, no
habría que fijarse tanto en los móviles de hombres aislados, por muy relevantes que ellos sean,
como en aquellos que mueven a grandes masas, a pueblos en bloque, y, dentro de cada pueblo,
a clases enteras; y no momentáneamente, en explosiones rápidas, como fugaces hogueras, sinoen acciones continuadas que se traducen en grandes cambios históricos. Indagar las causas
determinantes de sus jefes -los llamados
pág. 387
grandes hombres- como móviles conscientes, de un modo claro o confuso, en forma directa o bajo un ropaje ideológico e incluso divinizado: he aquí el único camino que puede llevarnos a
descubrir las leyes por las que se rige la historia en conjunto, al igual que la de los distintos
períodos y países. Todo lo que mueve a los hombres tiene que pasar necesariamente por sus
cabezas; pero la forma que adopte dentro de ellas depende en mucho de las circunstancias. Losobreros no se han reconciliado, ni mucho menos, con el maquinismo capitalista, aunque ya no
hagan pedazos las máquinas, como todavía en 1848 hicieran en el Rin.
Pero mientras que en todos los períodos anteriores la investigación de estas causas propulsoras
de la historia era punto menos que imposible -por lo compleja y velada que era la trabazón de
aquellas causas con sus efectos-, en la actualidad, esta trabazón está ya lo suficientementesimplificada para que el enigma pueda descifrarse. Desde la implantación de la gran industria,
es decir, por lo menos, desde la paz europea de 1815, ya para nadie en Inglaterra era un secreto
que allí la lucha política giraba toda en torno a las pretensiones de dominación de dos clases: la
aristocracia terrateniente (landed aristocracy) y la burguesía (middle class). En Francia, se hizo patente este mismo hecho con el retorno de los Borbones; los historiadores del período de la
Restauración[10], desde Thierry hasta Guizot, Mignet y Thiers, lo proclaman constantemente
como el hecho, que da la clave para entender la historia de Francia desde la Edad Media. Ydesde 1830, en ambos países se reconoce como tercer beligerante, en la lucha por el Poder, a la
clase obrera, al proletariado. Las condiciones se habían simplificado hasta tal punto, que había
que cerrar intencionadamente los ojos para no ver en la lucha de estas tres grandes clases y en el
choque de sus intereses la fuerza propulsora de la historia moderna, por lo menos en los dos países más avanzados.
Pero, ¿cómo habían nacido estas clases? Si, a primera vista, todavía era posible asignar a la gran
propiedad del suelo, en otro tiempo feudal, un origen basado -a primera vista al menos- en
causas políticas, en una usurpación violenta, para la burguesía y el proletariado ya no servía esta
explicación. Era claro y palpable que los orígenes y el desarrollo de estas dos grandes clasesresidían en causas puramente económicas. Y no menos evidente era que en las luchas entre los
grandes terratenientes y la burguesía, lo mismo que en la lucha de la burguesía con el
proletariado, se ventilaban, en primer término, intereses económicos, debiendo el Poder políticoservir de mero instrumento para su realización. Tanto la burguesía como el proletariado debían
su nacimiento al cambio introducido en las condiciones económicas, o más concretamente, en elmodo de
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producción. El tránsito del artesanado gremial a la manufactura, primero, y luego de ésta a lagran industria, basada en la aplicación del vapor y de las máquinas, fue lo que hizo que se
desarrollasen estas dos clases. Al llegar a una determinada fase de desarrollo, las nuevas fuerzas
productivas puestas en marcha por la burguesía -principalmente, la división del trabajo y lareunión de muchos obreros parciales en una manufactura total- y las condiciones y necesidades
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de intercambio desarrolladas por ellas hiciéronse incompatibles con el régimen de producción
existente, heredado de la historia y consagrado por la ley, es decir, con los privilegios gremiales
y con los innumerables privilegios de otro género, personales y locales (que eran otras tantas
trabas para los estamentos no privilegiados), propios de la sociedad feudal. Las fuerzas productivas representadas por la burguesía se rebelaron contra el régimen de producción
representado por los terratenientes feudales y los maestros de los gremios; el resultado es
conocido: las trabas feudales fueron rotas, en Inglaterra poco a poco, en Francia de golpe; enAlemania todavía no se han acabado de romper. Pero, del mismo modo que la manufactura, al
llegar a una determinada fase de desarrollo, chocó con el régimen feudal de producción, hoy la
gran industria choca ya con el régimen burgués de producción, que ha venido a sustituir a aquél.Encadenada por ese orden imperante, cohibida por los estrechos cauces del modo capitalista de
producción, hoy la gran industria crea, de una parte, una proletarización cada vez mayor de las
grandes masas del pueblo, y de otra parte, una masa creciente de productos que no encuentransalida. Superproducción y miseria de las masas -dos fenómenos, cada uno de los cuales es, a su
vez, causa del otro- he aquí la absurda contradicción en que desemboca la gran industria y que
reclama imperiosamente la liberación de las fuerzas productivas, mediante un cambio del modo
de producción.
En la historia moderna, al menos, queda demostrado, por lo tanto, que todas la luchas políticasson luchas de clases y que todas las luchas de emancipación de clases, pese a su inevitableforma política, pues toda lucha de clases es una lucha política, giran, en último término, en
torno a la emancipación económica. Por consiguiente, aquí por lo menos, el Estado, el régimen
político, es el elemento subalterno, y la sociedad civil, el reino de las relaciones económicas, lo principal. La idea tradicional, a la que también Hegel rindió culto, veía en el Estado el elemento
determinante, y en la sociedad civil el elemento condicionado por aquél. Y las apariencias
hacen creerlo así. Del mismo modo que todos los impulsos que rigen la conducta del hombre
individual tienen que pasar por su cabeza, convertirse en móviles de su voluntad, para hacerleobrar, todas las necesidades de la sociedad civil
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-cualquiera que sea la clase que la gobierne en aquel momento- tienen que pasar por la voluntad
del Estado, para cobrar vigencia general en forma de leyes. Pero éste es el aspecto formal del problema, que de suyo se comprende; lo que interesa conocer es el contenido de esta voluntad
puramente formal -sea la del individuo o la del Estado- y saber de dónde proviene este
contenido y por qué es eso precisamente lo que se quiere, y no otra cosa. Si nos detenemos a
indagar esto, veremos que en la historia moderna la voluntad del Estado obedece, en general, alas necesidades variables de la sociedad civil, a la supremacía de tal o cual clase, y, en última
instancia, al desarrollo de las fuerzas productivas y de las condiciones de intercambio.
Y si aún en una época como la moderna, con sus gigantescos medios de producción y de
comunicaciones, el Estado no es un campo independiente, con un desarrollo propio, sino que suexistencia y su desarrollo se explican, en última instancia, por las condiciones económicas devida de la sociedad, con tanta mayor razón tenía que ocurrir esto en todas las épocas anteriores,
en que la producción de la vida material de los hombres no se llevaba a cabo con recursos tan
abundantes y en que, por tanto, la necesidad de esta producción debía ejercer un imperio mucho
más considerable todavía entre los hombres. Si aún hoy, en los tiempos de la gran industria y delos ferrocarriles, el Estado no es, en general, más que el reflejo en forma sintética de las
necesidades económicas de la clase que gobierna la producción, mucho más tuvo que serlo en
aquella época, en que una generación de hombre tenía que invertir una parte mucho mayor de
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su vida en la satisfacción de sus necesidades materiales, y, por consiguiente, dependía de éstas
mucho más de lo que hoy nosotros. Las investigaciones históricas de épocas anteriores, cuando
se detienen seriamente en este aspecto, confirman más que sobradamente esta conclusión; aquí,
no podemos pararnos, naturalmente, a tratar de esto.
Si el Estado y el Derecho público se hallan gobernados por las relaciones económicas, también
lo estará, como es lógico, el Derecho privado, ya que éste se limita, en sustancia, a sancionar las
relaciones económicas existentes entre los individuos y que bajo las circunstancias dadas, sonlas normales. La forma que esto reviste puede variar considerablemente. Puede ocurrir, como
ocurre en Inglaterra, a tono con todo el desarrollo nacional de aquel país, que se conserven engran parte las formas del antiguo Derecho feudal, infundiéndoles un contenido burgués, y hasta
asignando directamente un significado burgués al nombre feudal. Pero puede tomarse también
como base, como se hizo en continente europeo, el primer Derecho universal de una sociedad productora de mercancías, el Derecho romano, con su
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formulación insuperablemente precisa de todas las relaciones jurídicas esenciales que pueden
existir entre los simples poseedores de mercancías (comprador y vendedor, acreedor y deudor,
contratos, obligaciones, etc.). Para honra y provecho de una sociedad que es todavía pequeñoburguesa y semifeudal, puede reducirse este Derecho, sencillamente por la práctica
judicial, a su propio nivel (Derecho general alemán), o bien, con ayuda de unos juristas
supuestamente ilustrados y moralizantes, su puede recopilar en un Código propio, ajustado al
nivel de esa sociedad; Código que, en estas condiciones, no tendrá más remedio que ser tambiénmalo desde el punto de vista jurídico (Código nacional prusiano); y cabe también que, después
de una gran revolución burguesa, se elabore y promulgue, a base de ese mismo Derecho
romano, un Código de la sociedad burguesa tan clásico como el Código civil [11] francés. Por tanto, aunque el Derecho civil se limita a expresar en forma jurídica las condiciones económicas
de vida de la sociedad, puede hacerlo bien o mal, según los casos.
En el Estado toma cuerpo ante nosotros el primer poder ideológico sobre los hombres. Lasociedad se crea un órgano para la defensa de sus intereses comunes frente a los ataques de
dentro y de fuera. Este órgano es el Poder del Estado. Pero, apenas creado, este órgano seindependiza de la sociedad, tanto más cuanto más se va convirtiendo en órgano de una
determinada clase y más directamente impone el dominio de esta clase. La lucha de la clase
oprimida contra la clase dominante asume forzosamente el carácter de una lucha política, de
una lucha dirigida, en primer término, contra la dominación política de esta clase; la concienciade la relación que guarda esta lucha política con su base económica se oscurece y puede llegar a
desaparecer por completo. Si no ocurre así por entero entre los propios beligerantes, ocurre casi
siempre entre los historiadores. De las antiguas fuentes sobre las luchas planteadas en el seno dela república romana, sólo Apiano nos dice claramente cuál era el pleito que allí se ventilaba en
última instancia: el de la propiedad del suelo.
Pero el Estado, una vez que se erige en poder independiente frente a la sociedad, crea
rápidamente una nueva ideología. En los políticos profesionales, en los teóricos del Derecho
público y en los juristas que cultivan el Derecho privado, la conciencia de la relación con los
hechos económicos desaparece totalmente. Como, en cada caso concreto, los hechoseconómicos tienen que revestir la forma de motivos jurídicos para ser sancionados en forma de
ley y como para ello hay que tener en cuenta también, como es lógico, todo el sistema jurídico
vigente, se pretende que la forma jurídica lo sea todo, y el contenido económico nada. El
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Derecho público y el Derecho privado se consideran como dos campos
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independientes, con su desarrollo histórico propio, campos que permiten y exigen por sí mismos
una construcción sistemática, mediante la extirpación consecuente de todas las contradicciones
internas.
Las ideologías aún más elevadas, es decir, las que se alejan todavía más de la base material, de
la base económica, adoptan la forma de filosofía y de religión. Aquí, la concatenación de lasideas con sus condiciones materiales de existencia aparece cada vez más embrollada, cada vez
más oscurecida por la interposición de eslabones intermedios. Pero, no obstante, existe. Todo el
período del Renacimiento, desde mediados del siglo XV, fue en esencia un producto de las
ciudades y por tanto de la burguesía, y lo mismo cabe decir de la filosofía, desde entoncesrenaciente; su contenido no era, en sustancia, más que la expresión filosófica de las ideas
correspondientes al proceso de desarrollo de la pequeña y mediana burguesía hacia la gran
burguesía. Esto se ve con bastante claridad en los ingleses y franceses del siglo pasado, muchosde los cuales tenían tanto de economistas como de filósofos, y también hemos podido
comprobarlo más arriba en la escuela hegeliana.
Detengámonos, sin embargo, un momento en la religión, por ser éste el campo que más alejado
y más desligado parece estar de la vida material. La religión nació, en una época muy primitiva,
de las ideas confusas, selváticas, que los hombres se formaban acerca de su propia naturaleza y
de la naturaleza exterior que los rodeaba. Pero toda ideología, una vez que surge, se desarrollaen conexión con el material de ideas dado, desarrollándolo y transformándolo a su vez; de otro
modo no sería una ideología, es decir, una labor sobre ideas concebidas como entidades con
propia sustantividad, con un desarrollo independiente y sometidas tan sólo a sus leyes propias.Estos hombres ignoran forzosamente que las condiciones materiales de la vida del hombre, en
cuya cabeza se desarrolla este proceso ideológico, son las que determinan, en última instancia,
la marcha de tal proceso, pues si no lo ignorasen, se habría acabado toda la ideología. Por tanto,
estas representaciones religiosas primitivas, comunes casi siempre a todo un grupo de pueblosafines, se desarrollan, al deshacerse el grupo, de un modo peculiar en cada pueblo, según las
condiciones de vida que le son dadas; y este proceso ha sido puesto de manifiesto en detalle por la mitología comparada en una serie de grupos de pueblos, principalmente en el grupo ario (el
llamado grupo indo-europeo). Los dioses, moldeados de este modo en cada pueblo, eran dioses
nacionales, cuyo reino no pasaba de las fronteras del territorio que estaban llamados a proteger,
ya que del otro lado había otros dioses indiscutibles que llevaban la batuta. Estos dioses sólo podían seguir viviendo en la mente de los hombres mientras existiese su nación, y morían al
mismo tiempo que ella. Este ocaso
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de las antiguas nacionalidades lo trajo el Imperio romano mundial, y no vamos a estudiar aquílas condiciones económicas que determinaron el origen de éste. Caducaron los viejos diosesnacionales, e incluso los romanos, que habían sido cortados simplemente por el patrón de los
reducidos horizontes de la ciudad de Roma; la necesidad de complementar el imperio mundial
con una religión mundial se revela con claridad en los esfuerzos que se hacían por levantar altares e imponer acatamiento, en Roma, junto a los dioses propios, a todos los dioses
extranjeros un poco respetables. Pero una nueva religión mundial no se fabrica así, por decreto
imperial. La nueva religión mundial, el cristianismo, había ido naciendo calladamente, mientrastanto, de una mezcla de la teología oriental universalizada, sobre todo de la judía, y de la
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filosofía griega vulgarizada, principalmente de la estoica. Qué aspecto presentaba en sus
orígenes esta religión, es lo que hay que investigar pacientemente, pues su faz oficial, tal como
nos la transmite la tradición sólo es la que se ha presentado como religión del Estado, después
de adaptada para este fin por el Concilio de Nicea[12]. Pero el simple hecho de que ya a los 250años de existencia se la erigiese en religión del Estado demuestra que era la religión que
cuadraba a las circunstancias de los tiempos. En la Edad Media, a medida que el feudalismo se
desarrollaba, el cristianismo asumía la forma de una religión adecuada a este régimen, con sucorrespondiente jerarquía feudal. Y al aparecer la burguesía, se desarrolló frente al catolicismo
feudal la herejía protestante, que tuvo sus orígenes en el Sur de Francia, con los albigenses[13],
coincidiendo con el apogeo de las ciudades de aquella región. La Edad Media anexionó a lateología, convirtió en apéndices suyos, todas las demás formas ideológicas: la filosofía, la
política, la jurisprudencia. Con ello, obligaba a todo movimiento social y político a revestir una
forma teológica; a los espíritus de las masas, cebados exclusivamente con religión, no habíamás remedio que presentarles sus propios intereses vestidos con ropaje religioso, si se quería
levantar una gran tormenta. Y como la burguesía, que crea en las ciudades desde el primer
momento un apéndice de plebeyos desposeídos, jornaleros y servidores de todo género, que no
pertenecían a ningún estamento social reconocido y que eran los precursores del proletariadomoderno, también la herejía protestante se desdobla muy pronto en un ala burguesa-moderada y
en otra plebeya-revolucionaria, execrada por los mismos herejes burgueses.
La imposibilidad de exterminar la herejía protestante correspondía a la invencibilidad de la
burguesía en ascenso. Cuando esta burguesía era ya lo bastante fuerte, su lucha con la nobleza
feudal, que hasta entonces había tenido carácter predominantemente
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local, comenzó a tomar proporciones nacionales. La primera acción de gran envergadura sedesarrolló en Alemania: fue la llamada Reforma. La burguesía no era lo suficientemente fuerte
ni estaba lo suficientemente desarrollada, para poder unir bajo su bandera a los demás
estamentos rebeldes: los plebeyos de las ciudades, la nobleza baja rural y los campesinos.
Primero fue derrotada la nobleza; los campesinos se alzaron en una insurrección que marca el punto culminante de todo este movimiento revolucionario; las ciudades los dejaron solos, y la
revolución fue estrangulada por los ejércitos de los príncipes feudales, que se aprovecharon deeste modo de todas las ventajas de la victoria. A partir de este momento, Alemania desaparece
por tres siglos del concierto de las naciones que intervienen con propia personalidad en la
historia. Pero, al lado del alemán Lutero estaba el francés Calvino, quien, con una nitidez
auténticamente francesa, hizo pasar a primer plano el carácter burgués de la Reforma yrepublicanizó y democratizó la Iglesia. Mientras que la Reforma luterana se estancaba en
Alemania y arruinaba a este país, la Reforma calvinista servía de bandera a los republicanos de
Ginebra, de Holanda, de Escocia, emancipaba a Holanda de España y del Imperio alemán[14] ysuministraba el ropaje ideológico para el segundo acto de la revolución burguesa, que se
desarrolló en Inglaterra. Aquí, el calvinismo se acreditó como el auténtico disfraz religioso delos intereses de la burguesía de aquella época, razón por la cual no logró tampoco su plenoreconocimiento cuando, en 1689, la revolución se cerró con el pacto de una parte de la nobleza
con los burgueses[15]. La Iglesia oficial anglicana fue restaurada de nuevo, pero no bajo su
forma anterior, como una especie de catolicismo, con el rey por Papa, sino fuertemente
calvinizada. La antigua Iglesia del Estado había festejado el alegre domingo católico,combatiendo el aburrido domingo calvinista; la nueva, aburguesada, volvió a introducir éste,
que todavía hoy adorna a Inglaterra.
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En Francia, la minoría calvinista fue reprimida, catolizada o expulsada en 1685; pero, ¿de qué
sirvió esto? Ya por entonces estaba en plena actividad el librepensador Pierre Bayle, y en 1694
nacía Voltaire. Las medidas de violencia de Luis XIV no sirvieron más que para facilitar a la
burguesía francesa la posibilidad de hacer su revolución bajo formas irreligiosas yexclusivamente políticas, las únicas que cuadran a la burguesía avanzada. En las Asambleas
nacionales ya no se sentaban protestantes, sino librepensadores. Con esto, el cristianismo
entraba en su última fase. Ya no podía servir de ropaje ideológico para envolver las aspiracionesde una clase progresiva cualquiera; se fue convirtiendo, cada vez más, en patrimonio privativo
de las clases dominantes,
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quienes lo emplean como mero instrumento de gobierno para tener a raya a las clases inferiores.
Y cada una de las distintas clases utiliza para este fin su propia y congruente religión: losterratenientes aristocráticos, el jesuitismo católico o la ortodoxia protestante; los burgueses
liberales y radicales, el racionalismo; siendo indiferente, para estos efectos, que los señores
crean o no, ellos mismos, en sus respectivas religiones.
Vemos pues, que la religión, una vez creada, contiene siempre una materia tradicional, ya que la
tradición es, en todos los campos ideológicos, una gran fuerza conservadora. Pero los cambiosque se producen en esta materia brotan de las relaciones de clase, y por tanto de las relaciones
económicas de los hombres que efectúan estos cambios. Y aquí, basta con lo que queda
apuntado.
Las anteriores consideraciones no pretenden ser más que un bosquejo general de la
interpretación marxista de la historia; a lo sumo, unos cuantos ejemplos para ilustrarla. La
prueba ha de suministrarse a la luz de la misma historia, y creemos poder afirmar que esta prueba ha sido ya suministrada suficientemente en otras obras. Pero esta interpretación pone fin
a la filosofía en el campo de la historia, exactamente lo mismo que la concepción dialéctica de
la naturaleza hace la filosofía de la naturaleza tan innecesaria como imposible. Ahora, ya no se
trata de sacar de la cabeza las concatenaciones de las cosas, sino de descubrirlas en los mismoshechos. A la filosofía desahuciada de la naturaleza y de la historia no le queda más refugio que
el reino del pensamiento puro, en lo que aún queda en pie de él: la teoría de las leyes del mismo proceso de pensar, la lógica y la dialéctica.
* * *
Con la revolución de 1848, la Alemania <<culta>> rompió con la teoría y abrazó el camino de la
práctica. La pequeña industria y la manufactura, basadas en el trabajo manual, cedieron el
puesto a una auténtica gran industria; Alemania volvió a comparecer en el mercado mundial; elnuevo imperio pequeño-alemán acabó, por lo menos, con los males más agudos que la
profusión de pequeños Estados, los restos del feudalismo y el régimen burocrático ponían como
otros tantos obstáculos en este camino de progreso. Pero, en la medida en que la especulaciónabandonaba el cuarto de estudio del filósofo para levantar su templo en la Bolsa, la Alemania
culta perdía aquel gran sentido teórico que había hecho famosa a Alemania durante la época de
su mayor humillación política: el interés para la investigación puramente científica, sin atender
a que los resultados obtenidos fuesen o no aplicables prácticamente y atentasen o no contra lasordenanzas de la policía.
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Cierto es que las Ciencias Naturales oficiales de Alemania, sobre todo en el campo de las
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investigaciones específicas, se mantuvieron a la altura de los tiempos, pero ya la revista
norteamericana Science observaba con razón que los progresos decisivos realizados en el campo
de las grandes concatenaciones entre los hechos aislados, su generalización en forma de leyes,
tienen hoy por sede principal a Inglaterra y no, como antes, a Alemania. Y en el campo de lasciencias históricas, incluyendo la filosofía, con la filosofía clásica ha desaparecido de raíz aquel
antiguo espíritu teórico indomable, viniendo a ocupar su puesto un vacuo eclecticismo y una
angustiosa preocupación por la carrera y los ingresos, rayana en el más vulgar arribismo. Losrepresentantes oficiales de esta ciencia se han convertido en los ideólogos descarados de la
burguesía y del Estado existente; y esto, en un momento en que ambos son francamente hostiles
a la clase obrera.
Sólo en clase obrera perdura sin decaer el sentido teórico alemán. Aquí, no hay nada que lo
desarraigue; aquí, no hay margen para preocupaciones de arribismo, de lucro, de proteccióndispensada de lo alto; por el contrario, cuanto más audaces e intrépidos son los avances de la
ciencia, mejor se armonizan con los intereses y las aspiraciones de los obreros. La nueva
tendencia, que ha descubierto en la historia de la evolución del trabajo la clave para comprender
toda la historia de la sociedad, se dirigió preferentemente, desde el primer momento, a la claseobrera y encontró en ella la acogida que ni buscaba ni esperaba en la ciencia oficial. El
movimiento obrero de Alemania es el heredero de la filosofía clásica alemana.
Escrito a comienzos de 1886. Publicado el
mismo año en la revista Die Neue Zeit , N°N° 4 y
5, y editado en folleto aparte, en Stuttgart, en1888.
Se publica de acuerdo con el texto de la
edición de 1888. Traducido del alemán.
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Apuntes sobre el texto abajo
NOTAS
[1] Die Neue Zeit (<<Tiempos nuevos>>); revista teórica de la socialdemocracia alemana,aparecía en Stuttgart de 1883 a 1923. De 1885 a 1894 publicó varios artículos de F. Engels.-354
[2] En 1833-1834, Heine publicó sus obras Escuela romántica y Contribución a la historia de
la religión y de la filosofía en Alemania, en las que defendía la idea de que la revoluciónfilosófica en Alemania, cuya etapa final era entonces la filosofía de Hegel, era el prólogo de la
inminente revolución democrática en el país.- 356
[3] Véase Hegel, Filosofía del Derecho. Prefacio.- 356
[4] Deutsche Jabrbücher für Wissenschaft und Kunst (<<Anales Alemanes de Ciencia y Arte>>):revista literario-filosófica de los jóvenes hegelianos; se publicó con ese nombre en Leipzig
desde julio de 1841 hasta enero de 1843.- 361
[5] Rheinisehe Zeitung für Politik, Handel und Gewerbe (<<Periódico del Rin para cuestiones de política, comercio e industria>>): diario que se publicó en Colonia del 1 de enero de 1842 al 31
de marzo de 1843. En abril de 1842, Marx comenzó a colaborar en él, y en octubre del mismo
año pasó a ser uno de sus redactores; Engels colaboraba también en el periódico.- 361
[6] Trátase del libro de M. Stirner Der Einzige und sein Eigenthum (<<El único y su
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propiedad>>), publicado en 1845 en Leipzig.- 362
[7] Se refiere al planeta Neptuno, descubierto en 1846 por el astrónomo alemán J. Galle.- 366
[8] Deísmo: doctrina filosófico-religiosa que reconoce a Dios como causa primera racional
impersonal del mundo, pero niega su intervención en la vida de la naturaleza y la sociedad.- 371
[9] Expresión extendida en la publicística burguesa alemana después de la victoria de los prusianos en Sadowa (véase la nota 241), que encerraba la idea de que la victoria de Prusia
había sido condicionada por las ventajas del sistema prusiano de instrucción pública.- 378
[10] Restauración: período del segundo reinado de los Borbones en Francia en 1814-1830.- 387
[11] Aquí y en adelante, Engels no entiende por Código de Napoleón únicamente el Code civil (Código civil) de Napoleón adoptado en 1804 y conocido con este nombre, sino, en el sentido
lato de la palabra, todo el sistema del Derecho burgués, representado por los cinco códigos
(civil, civil-procesal, comercial, penal y penal-procesal) adoptados bajo Napoleón I en los añosde 1804 a 1810. Dichos códigos fueron implantados en las regiones de Alemania Occidental y
Sudoccidental conquistadas por la Francia de Napoleón y siguieron en vigor en la provincia del
Rin incluso después de la anexión de ésta a Prusia en 1815.- 390
[12] Concilio de Nicea: el primer concilio ecuménico de los obispos de la Iglesia cristiana del
Imperio romano, convocado en el año 325 por el emperador Constantino I en la ciudad de Nicea(Asia Menor). El concilio determinó el símbolo de la fe obligatorio para todos los cristianos.-
392
[13] Albigenses (de la ciudad de Albi): miembros de una secta religiosa difundida en los siglosXII-XIII en las ciudades del Sur de Francia y del Norte de Italia. Se pronunciaban contra las
suntuosas ceremonias católicas y la jerarquía eclesiástica y expresaban en forma religiosa la
protesta de la población artesana y comercial de las ciudades contra el feudalismo.- 392
[14] En el período de 1477 a 1555, Holanda formaba parte del Sacro Imperio RomanoGermánico (véase la nota 178), viéndose después de la división de éste bajo la dominación deEspaña. Hacia fines de la revolución burguesa del siglo XVI, Holanda se liberó de la
dominación española y se constituyó en república burguesa independiente.- 393
[15] Se alude a la <<revolución gloriosa>> en Inglaterra. Véase la nota 79.- 393
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