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Luis Gusmán El frasquito y otros relatos

Luis Gusmán - El Frasquito

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Cuentos cortos

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Luis Gusmn

Luis Gusmn

El frasquito

y otros relatos

1973, 1984, 1986, 1996, Luis Gusmn

De esta edicin:

1996, Aguilar, Altea, Taurus, Alfaguara S. A.

Beazley 3860. 1437 Buenos Aires

Santillana S.A.

Juan Bravo 38. 28006 Madrid

Aguilar Chilena de Ediciones Ltda.

Pedro de Valdivia 942. Santiago

Editorial Santillana, S.A. (ROU)

Javier de Viana 2350. 11200 Montevideo

ISBN: 950-511-247-5

Hecho el depsito que indica la ley 11.723

Diseo:

Proyecto de Enric Satu

Cubierta:

Helena Homs

Foto: Silvio Fabrykant

Impreso en la Argentina. Printed in Argentina

Primera edicin: Agosto de 1996

A Jorge Jinkis Prlogo

Transcurre el ao 1977 y trabajo en una librera de la calle Corrientes. A partir de este momento los acontecimientos parecen precipitarse y cada hecho se desencadena como respondiendo a una lgica fantstica. Los nombres y los libros que aqu irn apareciendo comienzan a formar parte de una circulacin extraa. Acaba de entrar a la librera Cecilia Absatz que viene a regalarme su libro Feiguele, que acaba de aparecer. Nunca nos hemos visto antes, pero al recibirlo tengo ganas de regalarle un libro mo. Me acerco a una de las mesas y tomo un ejemplar de Brillos. Esas manos de mujer casi reducidas a unos guantes verdes, la boca roja de la fiera borrosamente abierta que ilustra la tapa, parecen salir de ella para entrar decididamente en la ancdota. Aunque Cecilia me agradece el regalo, me dice que en realidad le interesa leer El frasquito. Por estos aos, el libro como tantos otros ha comenzado a circular de manera casi secreta, y no por razones de venta ha desaparecido misteriosamente de exhibicin en las libreras. Mezclado oscuramente con las tribulaciones de Justine y de Grushenka, aparece en los lugares ms inslitos. Se habla de que El fiord ha sucumbido en un improvisado Farenheit. Yo mismo lo he guardado en un estante que lo oculta a las miradas indiscretas, pero en este momento decido sacar un ejemplar y entregarlo a quien me lo ha pedido. No siempre el cazador oculto guarda las formas de ese libro maravilloso, a veces suele metamorfosearse hasta aparecer transformado en una seora respetable, surgida de entre los otros compradores que hay en el local. Exhibe un carnet en que puede leerse que pertenece al comit de moralidad de la Municipalidad, trabajadora ad-honorem va liga de madres de familia me exige, ante la sorpresa de Cecilia y la ma, que le entregue El frasquito. Hace meses que lo estoy buscando!, exclama. Le informo que el libro no est a la venta, que es de mi propiedad personal y que lo estoy regalando. Indignada, me responde que si est en el negocio debo entregrselo. Ante una nueva negativa de mi parte, profiere una amenaza que alcanza para convencerme cuando puedo entender claramente que est dispuesta a llamar a la fuerza pblica para lograr su cometido. La situacin no deja de tener algo de ridculo y de pattico. Hasta este momento ella ignora que soy yo quien ha escrito el libro. Intentando apelar a la persuasin le repito que lo estoy regalando. Esta vez es definitiva: Buena porquera regala. Acto seguido labra un acta de infraccin por tener un libro de exhibicin prohibida: Monte de Venus, de Reina Roff. Y me recuerda, de manera recriminatoria, la necesidad de leer todos los das el boletn municipal para estar al tanto de las prohibiciones. Mientras tanto, sigue ignorando que yo me he convertido, y no por la fatalidad, en el personaje de Stevenson, en ese Dr. Jekyll, y no por haber ingerido el contenido de El frasquito sino por haberlo escrito. Ante mi insistente requerimiento sobre el destino que le aguarda al libro, la inspectora no hace ms que contestar de manera automtica: Pregntele a Medina. Se refiere, sin duda, al autor de Las tumbas, uno de los escritores que ms ha sido objeto de censura. Por estos tiempos, creo que se trata de Slo ngeles. La imaginacin de la mujer llega al lmite de lo creble al expresarme que Enrique Medina se dedica en ese momento a escribir libros para nios slo para engaar a la comisin de censura y tambin a ella. (Graciosamente, aos despus alguien acusa indirectamente a Medina y a los escritores en general de autocensurarse, justamente a l que tena varios libros prohibidos. Por supuesto que no se trata de elevar una prohibicin a una categora esttica, sino de describir los efectos reales de una prohibicin. Tambin es cierto que esto ltimo al transformarse en un valor delimita lugares arbitrarios: prohibido - no prohibido, haciendo de la transgresin otra moral.) A esta altura de los acontecimientos, la mujer me sigue respondiendo de manera sistemtica: Pregntele a Medina. Es tal vez por escuchar que cada libro tiene un autor, que me decido a decirle que soy el autor del mencionado El frasquito, el infrascripto. A lo que ella contesta, sin titubear: Buena porquera escribi. Seguramente que la ancdota, vista a la distancia, resulta nimia, tan nimia como esa inspectora de provincia, pero no era nimio, sin embargo, el hecho de que tuviera poder y era difcil sustraerse a los efectos de una amenaza real como lo que significa apelar a las fuerzas del orden. En ese momento, record una frase: La nica pasin de mi vida ha sido el miedo, pero en este destino sudamericano el miedo no es una pasin. La mquina del terror hizo sentir sus efectos directamente sobre los cuerpos. El asunto es que como ltimo recurso para eludir la prohibicin, acudo a la comparacin entre los dos libros que tengo en mano. En nombre de una apelacin a la buena letra le sugiero que lea cmo ha cambiado mi estilo de un libro a otro. En un rapto de buena voluntad, la mujer toma Brillos y al azar abre una de sus pginas. Con voz firme lee la siguiente frase: El tigre Milln tiene marcas en la cara. Deja de leer, me mira a los ojos y dice: Usted es un degenerado. Esta vez se trata de un juicio esttico pero dirigido a mi persona. Por supuesto que no son pocas para ganar un juicio sino ms bien para perderlo. La mujer ya ha labrado el acta de infraccin, ha conseguido el ejemplar, ya ha hecho su trabajo. Le pido que se vaya. Pasados algunos das La Razn (que poco despus del golpe militar haba reproducido una elogiosa nota sobre Brillos aparecida en un diario de Mxico con el rimbombante y coyuntural ttulo de Brillos Argentinos) publicaba la informacin por la cual la Secretara de Comunicaciones prohiba la circulacin por los servicios postales de El frasquito y la de la revista de historietas Killing y la sensacionalista Casos. La noticia estaba extractada del decreto municipal del 24 de enero de 1977, calificando el libro de inmoral, por lo cual no poda ser exhibido, circular o estar en depsito en ningn local o librera sin correr el riesgo de ser retirado por la fuerza pblica. La prohibicin de este libro forma parte de la historia de una censura que por sus actos tuvo efectos virtuales y reales. La ancdota de su prohibicin parece pertenecer, en cambio, al campo de la ficcin; al menos, ese es el sentimiento que me produjo volver a recordarla. Que haya sucedido de la manera que la relat confirma que la historia suele sobrepasar los lmites de la pesadilla. A casi quince aos de su escritura el libro sigue permaneciendo, al menos para su autor, intacto en su estilo. Una puntuacin jadeante, una sintaxis violentada, un peso exacto de las palabras. A ms de diez aos de su publicacin acaecida en los ardores contestatarios previos a la eleccin de 1973 me viene a la memoria el comentario de Oscar Masotta despus de leer el libro: su sorpresa de no encontrar ah nada reivindicatorio. Hoy, que descreo de una literatura maldita que encuentra su razn de ser en la intencionalidad, pienso que la historia de este libro tiene que ver con el lugar en que sus propias palabras lo han situado. La ancdota slo adquiere su valor por su lugar de prueba. Si la economa de la escritura no ha logrado borrar cierta subjetividad del relato es simplemente por una cuestin de estilo. Una cuestin de estilo que se fue imponiendo en mis libros posteriores. Creo que una frase que debo a la amistad es la que mejor ha definido esa mitologa personal: la nostalgia de un lujo que nunca existi. El agradecimiento deja de ser un tpico cuando ha existido algn acto. Es en ese sentido que aparecen los nombres de Alberto Alba, a cuyo entusiasmo se debe la primera edicin en 1973; de Ricardo Piglia que lo prolog en esa ocasin y que forma ya parte de la historia de este libro; de Osvaldo Lamborghini y Germn Garca porque a la conviccin de su apuesta se debe en gran parte su publicacin. Con el transcurso de los aos, la deuda se ha transformado en agradecimiento. El prlogo se detiene en el instante justo en que el estilo siempre le impone un lmite a lo confesional. Luis Gusmn

Enero de 1984

Nota para esta edicin

Los personajes que en El frasquito aparecen condensados, reducidos a su mnima expresin, se fueron desplegando en libros posteriores. Esta ocasin me pareci la adecuada para buscar una continuidad ficcional, con el ttulo de: El frasquito y otros relatos. Algunos de los cuentos publicados han sido corregidos para esta edicin siguiendo una indicacin de Henry James: En ninguna parte he tenido escrpulos de volver a escribir una frase o un pasaje si lo he juzgado susceptible de un giro mejor. En algn momento Luis Chitarroni defini el universo narrativo de El frasquito como un pequeo idioma. Sin duda, no se refera nicamente a las operaciones lingsticas o estilsticas del texto sino a la manera en que esos personajes estn en el mundo en que viven. Podramos decir, personajes pequeos por la vida que llevan, pero que forman parte de una mitologa mayor que viene de los dioses, est en la tragedia y contina en el drama: padre, madre, hermano, hermana, to, ta y, alterando el orden natural de las generaciones, abuelo, abuela. Personajes pequeos que de pronto se vuelven inesperadamente grandes por su manera de hablar construyendo la saga de un pequeo idioma hecho de grandes palabras. Un mundo donde la palabra se vuelve violenta en el sexo, potente en la magia amorosa, cruel en los juegos infantiles, concisa en la injuria, murmullo en el rezo, y pica cuando se trata del recuerdo. L.G.

El frasquito

DECME NENA CUNTAS VECES TE DIJE VAS A QUEDAR... A VOS TE PARECE QUE POR UN MINUTO DE PLACER TE IBA A DEJAR CON UN HIJO.

La polica me pega por haber matado al mellizo, me pega con cinturones negros de hebillas anchas y plateadas. Quieren que les cuente la historia del mellizo muerto. Policas violadores con todo ese correaje sagrado, con ese olor a cuero, quieren que cante, que declare cmo mat al mellizo. Ah est la madrecita mirndome, mi padre, el paraguayo, todos rodendome, me torturan y me gritan asesino. Le sonro al polica y le sealo al paraguayo con el dedo y le digo l es el culpable por glotn. Pero me ponen la luz en los ojos y me preguntan dnde escond el cuerpo del mellizo muerto, entonces les cuento lo que me cont la abuela, de que est en la Chacarita, el ltimo nicho empezando a contar de la derecha, cerca de la tumba de Gardel, tan alto que nunca alcanc a ponerle flores.

Yo no lo conoc al muerto, cuando l muri yo no haba nacido todava, slo s que eran dos varones, uno no resisti la inyeccin y muri, muri porque llevaba la sangre del padre, el otro, el que llevaba la sangre de la madre se salv.

Inmvil, insobornable, desde la silla nos vigila el cinturn de Don Pedro el polica. l duerme, ms tarde se va a levantar, tomar unos mates como todas las tardes, mientras se coloca la chaquetilla azul frente al espejo, se ajusta el cinturn y la cuarenta y cinco de servicio, su mujer desde atrs con el mate listo le saca las pelusas, le acomoda el correaje.

Se desprende del correaje, saca la cuarenta y cinco y la coloca sobre la oveja que tiene cerca, no se saca los pantalones sino que solamente abre la bragueta y la saca para violar, ella baja el cierre de los pantalones blancos y se tira en el pasto esperando ser violada por la mala leche policial.

Subimos en un auto y vamos a la Chacarita, durante el viaje pido si me pueden aflojar un poco las esposas y un cigarrillo. Cerca de la tumba de Gardel est el nicho, el ltimo empezando a contar de la derecha, la abuela nunca miente le digo a un polica, otro coloca una escalera y sube, miro para arriba y me doy cuenta de que ahora tampoco alcanzara a ponerle flores aunque quisiera. Lo abren, un cajoncito blanco y vaco, ni cenizas, la madrecita grita hay que matarlo, lo mat porque quera las dos tetas para l, por angurria, ahora que va a querer matarme el paraguayito, las pagar todas juntas, maldito coyote, gritan los policas y se abalanzan sobre m para pegarme.

Yo espero que Don Pedro el polica se duerma, pero l no se duerme nunca, fuma y lee novelas policiales toda la noche, cuando amanece recin apaga la luz pero sigue fumando, los policas nunca duermen estn siempre despiertos para velar por el sueo de los dems me dice y ojo con la Pirula, cuidado con la Pirula, si te veo con la Pirula te marco con el cinturn.

El cinturn de Don Pedro camina solo, adems tiene ojos y nos vigila.

Yo espero en la puerta del pesebre que el polica de provincia termine de violar. l la guarda sin limpiar, ella cierra el cierre, l se acaricia la cicatriz del mentn mientras se coloca la cuarenta y cinco. Cuando salen ella corre y me abraza, le da asco ese olor a cuero, a polica, hay que tener la concha de fierro para coger con un polica dice la Biy.

Seguro que lo enterr en algn potrero, lo cort en varias partes y desparram los pedazos por toda la ciudad, en paquetes envueltos en papel de diario que dej en los baos de las estaciones de ferrocarril, lo tir al Riachuelo, lo redujo a cenizas y los meti junto con la leche de Montana adentro del frasquito y mientras canta lo zangolotea como si fuera una coctelera.

Leche y cenizas dentro del frasquito mgico, lo frota como la lmpara de Aladino y aparece el mellizo vivito y coleando, entonces l vuelve a matar, clavndole una inyeccin por la espalda y el otro muere, as mil veces, muchas veces, hasta cansarse, despus se arrodilla y reza a los espritus, cae en trance, invoca el alma del mellizo y su cuerpo recibe su espritu, entonces empieza a hablar, sabiendo que aunque es su voz la que escucha es el mellizo el que habla por su boca para contar su muerte con sus propias palabras.

La madrecita con las rodillas separadas, la cara vuelta hacia la pared donde cuelga el retrato de Kardec, quejndose, perdiendo la poca sangre que tiene, lista para dar a luz, invocando en voz baja a los espritus del bien para que acudan en su ayuda.

Los espiritistas sentados alrededor de la cama, todos con los ojos cerrados, tomados de la mano haciendo la cadena, llevan puestos sombreros de colores que terminan en pico, uno cuyo sombrero es rojo, otro cuyo sombrero es verde y Martn el mdium con un sombrero multicolor hmedo y resbaladizo como si lo hubiera hecho con la piel de una anguila. Son mgicos dice Irene la mdium de los ojos verdes los espritus no pueden resistir sus miradas, sus colores los enceguecen.

La madrecita recostada ahora en su silla de viaje con la mirada perdida en el camino, su vagina se mueve acompasadamente, los sombreros de los hermanos comienzan a brillar, se vuelven lisos amenazantes hacia el cuerpo de la enferma, listos para abrirse paso a travs de la vagina ensangrentada, de la que chorrea sangre, mientras debajo de la hamaca a lunares comienza a formarse un charco.

La mdium dice que adentro de la barriga de la madrecita hay pulpos, que si entro a la pieza van a querer agarrarme, tentculos que entran y salen alternadamente, hambrientos como las plantas carnvoras que hay del otro lado del camino, cerca de las arenas movedizas. Don Martn cambia las hojas de parra de la barriga de la madrecita por otras ms frescas, mientras acaricia el lomo de los animales protectores que van a comerse los espritus malignos, una pantera azul, un animal bicolor, otro del color del polvo. Don Martn los tiene atados con largas cadenas, a m me parece que no son fieras sino los gatos de los vecinos que mimosos pasan sus lenguas speras por la barriga hinchada de la enferma, mientras que los otros se quieren comer las hojas de parra, que nosotros tuvimos que pedir de puerta en puerta. Los gatos comienzan a maullar.

La hermana hace ademanes en el aire como si se hubiera quedado ciega, con la mirada extraviada le pregunta a Irene en verdad estoy vestida con las clidas ropas de la enfermedad, en verdad hija ma ests vestida con las clidas ropas de la enfermedad y le coloca un pao de agua fra en la frente para que baje la fiebre. Ahora es a m que me pregunta si veo cmo se forma el arco iris en el vientre de la madrecita, pero yo slo veo un crculo enrojecido, los espiritistas comienzan a ser aterradores, son aterradores, los sombreros comienzan a penetrar lentamente en la vagina abierta, ella suspira aliviada, le brillan los ojos de placer y se le ilumina la mirada, como si el arco iris le estuviera saliendo en la cara.

Los espiritistas en rigurosa fila india yacen sobre la enferma, despus penetran en la dilatada vagina iluminados por los sombreros fosforescentes, el valle profundo y sombro va cobrando vida lentamente, se encuentran con el espritu ciego y errante del mellizo que vaga eternamente, el charco de sangre se agranda cada vez ms y amenaza con inundar la pieza, por ltimo penetra Don Martn con un estropajo y una botella de espadol para desinfectar, la mdium me mira y dice que ya encontraron algunos dientes y las diez uas de los pies de la madrecita, que pronto van a encontrar el alma que le fuera arrebatada por los espritus malignos y le va a ser restituida, que el mellizo fue devorado por el animal bicolor, que pronto va a nacer un hermanito. No me suelto de la mano de la abuela porque si me suelto me dijo que me iba a dejar empeado como dej la cadenita de oro, el traje de comunin, el anillo del abuelo y se fueron a remate y no los pudo rescatar nunca.

La madrecita dice que ya no sabe qu empear, que hasta el culo tiene empeado, que cualquiera de estos das se va a tener que empear ella.

Espritus, espritus por todos lados golpeando sobre la mesa de luz, cambiando las cosas de lugar. Ahora que la madrecita no va ms al espiritismo va a hacer venir a los pastores apostlicos para que hagan la purificacin, para ahuyentar todos los espritus de esta casa, todas las presencias.

Ahora que va a la catlica tiene estatuitas de la Virgen de Lourdes por todos los rincones, de noche la encuentro rezando en la pieza con velas encendidas, al lado de la foto de mi padre. Yo no me puedo olvidar ms del espiritismo, muchas noches siento que el espritu de mi hermano mellizo viene y se acuesta a mi lado, me habla y me dice que me va a cuidar siempre, que siempre vela por m.

La madrecita empez a ir al espiritismo por el estmago cado, era una pieza muy chica, haca mucho calor y haba gente por todas partes, algunos se pegaban la cabeza contra las paredes. Nos sentamos en sillas y no en bancos como en la iglesia, yo me miraba la hebilla dorada de los zapatos petiteros recin estrenados para ir a la sesin, nos tomamos todos de las manos para hacer la cadena y atraer a los espritus, el fluido corra de mano en mano, el que tuviera videncia recibira un espritu, yo tena miedo de ser vidente y recibir el alma del mellizo que bajara para posesionarse de m, la madrecita quiere bautizarme por el espiritismo, yo le pregunto si no es pecado porque ya me bautizaron por la catlica y que ya tom la comunin. Yo vine porque ella me dijo que iba a bajar Gardel. No entiendo cmo un hombre puede hablar con voz de mujer. Ahora va a hablar el alma del hermano Carlos, dice y es la seora la que habla, es el alma de Gardel que est en ella me dice la madrecita pero yo me lo imaginaba distinto, con el frac, como en las pelculas, o con la camisa a rayas, como en esas fotografas que hay en todos los colectivos, con la sonrisa iluminndole toda la cara y no la mujer gorda y sudada que habla con los ojos cerrados como si estuviera ciega, en lugar de ponerme tantas flores mejor sera que rezaran por mi alma dice el hermano Carlos yo crea que iba a bajar todo quemado y que le preguntaran cmo cay el avin. La mdium le hace una sea a mi madre para que pasemos adelante, ella est sentada en una silla, entonces me pone una mano sobre la cabeza y me pregunta si siento el fluido, algo fro en la nuca como cuando dejamos una puerta abierta y entra una corriente de aire, s, siento fro y pienso, no es Gardel y desde ahora te llamars Federico y no Luis como tu envoltura en la tierra. Tens que orar por el espritu del mellizo que es un espritu errante que anda vagando, muy apegado a la tierra, no se da cuenta de que est muerto, cree que todava vive, debe ser verdad porque me sigue por todos lados y me protege.

Despus un da la madrecita no fue ms al espiritismo y de noche se encerraba en la pieza para gritar espritus, espritus vyanse a otro lado, hijos de puta, vyanse para siempre de esta casa.

La pelota va rondando cerca de mi hoyo, se va a introducir en el hoyo que lleva mi inicial es como si se introdujera en mi culo, porque al final siempre quieren terminar en lo mismo, cogindose al bizco, el tuerto, el revi, la vizcacha y la vergenza de que me arrinconen contra la pared y me quieran bajar los pantalones, todo porque el Artemio una vez me lo hizo y a l nadie le discute, yo en cambio soy un birola puto.

Y cuando la pelota entre en mi hoyo tendr que agarrarla y empezar a correr para tratar de pegarle a alguno antes de que escupan en el palo de la luz y entren otra vez dentro de la raya, si no ser otra prenda y otra vez la pelota rodando y rondando mi hoyo, que lo hicieron con una bajadita para que vaya a parar siempre ah, y a la tercera prenda me fusilarn, me pondrn cara a la pared y con el ojo que mira contra el gobierno ver la chapa de la CADE, con toda la espalda indefensa, el culo al aire, esperando el pelotazo certero, inapelable, son cinco los que juegan, quince pelotazos que me harn arder la piel, doler la nuca, la pelota mojada con verdillo de la zanja, alguno que me tirar a la ropa, otro que me tocar el culito, otro que me querr bajar los pantalones.

Ves me la hice por vos nena y Carlos Montana con un gesto heroico sac del bolsillo el frasquito lleno de esperma y se lo dio a la madrecita. Ella lo mir, plida y demacrada, haca apenas unas horas que haba perdido el chico. Ves que era verdad que te era fiel, que no me acostaba con la otra. Sos un degenerado le dijo ella. Para la madrecita eso no probaba nada, era la prueba de un degenerado, de un hijo de puta como haba sido toda la vida.

Carlos Montana la mir con desprecio, se olvid de que estaba en un sanatorio, que haba un cartelito que peda silencio y mientras gritaba que a ella no haba poronga que la conformara arroj el frasquito contra el suelo, se hizo aicos, mientras lo pisaba rabiosamente, el zapato empez a ponerse pegajoso contra el piso, la prueba de fidelidad rota, hecha pedazos, no, a ella no haba nada que la conformara. Limpi eso antes de que entre la enfermera. l sac el pauelo de seda del bolsillo y se agach para limpiar, empez por los zapatos porque eso no sale ms si se seca, entonces ella lo empez a carajear, que era un anormal, que seguramente mientras ella permaneca postrada l se acostaba con la otra y ahora pretenda solucionarlo todo con el frasquito. l termin de limpiar y le dijo voy a tener que tirar el pauelo entonces ella lo volvi a insultar, que por qu no se haba muerto ella en vez del chico, que no fuera idiota que cmo iba a tirar un pauelo tan fino, que lo lavara en el bao y tirara los pedazos de vidrio por el inodoro. Los vidrios pens l, como si fuera solamente algo que se rompe, si haba tenido que esperar que su mujer se fuera a buscar la nena a la escuela para hacrsela. Se encerr en el bao y empez a pajearse, si le haba costado un trabajo brbaro en el momento de acabar embocar la leche adentro del frasquito que tena la boca tan chiquita, algunas gotitas cayeron por el suelo y dieron unos saltitos me lo perd, iba a ser malabarista y dej caer los brazos al costado del cuerpo, como llenar un frasquito con orina para un anlisis, lo senta tibio al frasquito entre las manos, lo envolvi en un papel floreado y lo guard en el bolsillo. Despus se puso a escribir la carta, diciendol que se haba hecho la paja pensando en ella.

Por eso no dud un instante y sali corriendo para el sanatorio. En el camino pens en una orqudea, en una caja de bombones, pero no, estaba demasiado apurado por llegar. Y cuando entr sac la carta y sonriendo le dijo ves me la hice por vos nena.

Pepes. Pepes. Pepes. Pepe le rompera el culo a la madrecita? Ella siempre nos gritaba que para traernos de comer se tena que hacer romper el culo por ah, que a nosotros nunca nos import que se tuviera que rifar el culo o ir a dar la vuelta al perro para traer la comida, que nosotros no preguntbamos sino que tragbamos. Los Pepes siempre me persiguieron desde chico, pero estaban los Pepes buenos y los Pepes malos. Mi padrino Pepe que se quera casar con la madrecita y que yo llevara su apellido. De ella se enamoraban todos los Pepes. Mi otro padrino, el de confirmacin, tambin se llamaba Pepe, la vena a buscar a la madrecita en auto a la salida de la oficina y le regalaba plata, mi padre nunca supo quines eran los Pepes.

Don Pepe el curandero que viva en la calle Tucumn, bamos a visitarlo a la casa vieja, en la parte de adelante haba un tapicero y yo me entretena jugando con la estopa. Yo pensaba que se era el Pepe que le rompa el culo a la madrecita, porque se encerraban los dos solos en una piecita y se pasaban como una hora juntos. Antes de irnos tena que darle un beso en la frente al seor Pepe, yo tena miedo de entrar a la pieza porque arriba del ropero tena un gato y un perro embalsamados, al perro se lo haba matado un coche, por eso siempre me deca que tuviera cuidado al cruzar la calle no fuera a ser que me pisara un auto, no sea que me pasara lo que al perro y hubiera que embalsamarme. Don Pepe era muy viejo para romperle el culo a la madrecita, pero ella crea que todo lo que l le deca, tarde o temprano se cumpla, para eso le daba yuyos y oraciones a rezar, para que mi padre volviera con nosotros, para que se casara con ella.

Yo tena que acompaar a la madrecita a la otra casa, donde viva l con otra mujer, bamos de noche y mientras ella vigilaba desde la esquina yo echaba los yuyos por debajo de la puerta, o si no la carta de la cadena.

Pepe el pajero, que era entrenador de un club y se esconda en los vagones cargados de girasol siempre estaba haciendosel y cuando llegbamos nosotros nos peda que se la hicisemos mientras se le caa la baba, andaba siempre con buzo y bombachn azul como un preparador fsico, un da me pidi que se la hiciese o si no que me la dejara hacer, y me la hizo, entonces me salt por primera vez y yo dije perdoname dios mo, yo me la quera hacer porque el Artemio me haba dicho que si me la haca todos los das me iba a secar y cuando fuera grande no iba a poder tener hijos porque me iba a consumir y yo no los quera tener, y le manch todas las manos que eran peludas y amarillas, despus Pepe el pajero me pidi llorando que se la hiciera, se le caa la baba y me peda pibe, pibe hacemel, cerr los ojos la agarr y se la hice, l tena los ojos cerrados, apoyaba la cabeza contra el vagn, yo se la haca, se la haca, pero l no terminaba nunca, entonces me dijo con la izquierda y yo con la otra mano dale que dale, hasta que le salt un poquito y le agarr un ataque como al otro Pepe, el epilptico, que se cae en la calle y camina siempre mirando el suelo, por eso a menudo encuentra cosas y Pepe, el pajero, llorisqueaba y deca: volv, Tota, volv.

Camino por una calle desierta, es de madrugada, voy revoleando un frasquito que encontr por ah, lo revoleo tan alto que va a parar arriba de un balcn, cuando subo a buscarlo aparece una mujer vieja parecida a una bruja, el frasquito cay y dej todo el piso manchado de esperma maloliente, entonces empiezo a correr, sabiendo que ella no me puede alcanzar nunca porque anda en muletas, pero corre ligero como el viento y me alcanza, me quiere agarrar con sus manos huesudas, pero yo le empiezo a pegar y le pido que me devuelva el frasquito.

Yo no puedo correr porque llevo al mellizo debajo del brazo, que me pide que lo proteja, es entonces cuando aparece el guerrero alto armado de una lanza y comienza a perseguirme y a arrojarme lanzazos mientras que en la otra mano blande una enorme espada y amenaza con cortarme la cabeza, el hombre ese me pide el frasquito, yo agarro una de las lanzas que me arroj y me doy vuelta para matarlo, pero su grito me paraliza ah no, que muri el rey antiguo, mir al suelo y me di cuenta de que estaba parado dentro de un crculo rojo, el mellizo haba recibido un lanzazo y andaba por el suelo moribundo, de pronto, se empieza a transformar en un frasquito, un frasquito parlante que me pide que no lo deje solo, que lo lleve conmigo, entonces el gigante, sin compasin alguna, lo aplast con uno de sus enormes pies, el frasquito llora y se muere y el crculo donde est parado se transforma en un charco de sangre.

ELLA SE ACUESTA CON TODOS LOS HOMBRES, L CON TODAS LAS MUJERES.

Usted siempre deja la plata debajo de la almohada o sobre la mesita de luz, al lado del reloj, del anillo de oro, de los gemelos de oro. Yo entro a la pieza y veo la cama revuelta donde pasaron la noche juntos. Ella siempre duerme hasta tarde despus de pasar toda una noche con l.

Le pido plata para el pan y me dice que la busque debajo de la almohada, hay un pauelo fino con monograma, un perfume inconfundible, siempre la misma suma, que despus la madrecita ir anotando prolijamente en un cuaderno, la cantidad y al lado la fecha.

Yo saco la plata y se la doy, Ana la guarda debajo de la almohada. Hay que pagar antes, siempre hay que pagar antes. Le miro las piernas quemadas, me subo encima, Ana est con los ojos negros abiertos pero no mira, esperando que acabe de una vez. Yo no acabo ni voy a acabar nunca, ella mira el techo, mirme a los ojos le digo la quiero besar pero s que a las mujeres como ella no hay que besarlas, me aparta y me dice ya est, me saca el preservativo que est seco y s que es mentira que no est nada, pero me callo. Las tetas tambin las debe tener quemadas, porque nunca se saca el corpio.

La mujer provocativa, con un camisn escotado y transparente, las botellas de cerveza al lado de la cama, el hombre con su camisa de seda, los cigarrillos, ella con los ojos pintados, l echando el humo por la nariz, esperando a que salga del bao con la escupidera en la mano, flaca y friolenta, despus de lavarse los dientes con Kolynos, arroja el camisn por el aire, revoleando las chinelas, empuja la bolsa de agua caliente con el pie, se mete en la cama para disfrutar.

Esta vez estamos en un hotel de Quilmes, Ana me pone el forro y me dice por atrs quers por atrs, por atrs como el Artemio conmigo tan fuerte no papi, tan fuerte no Arte, as, pichn, cogme bien y acabo y acaba y le pago 300 pesos, ella los guarda debajo de la almohada y se limpia con papel higinico. Yo me subo los pantalones y salgo corriendo porque me da vergenza, aprieto el trompo entre las manos y as sin nada, sin vaselina, Ana me dijo por atrs y se dio vuelta, ella estaba toda quemada pero iba por atrs y el Artemio contaba por todos lados que a m por un trompo, en la casita, por atrs.

Yo me prendo de las tetas de la mujer gorda y mamo un vino dulce de los enormes globos blancos y gordos, mamo como un glotn, la lengua roja, el vino me cae por los labios, mamo hasta quedar borracho. Ella toma tragos de la botella que le di para que se dejara, apoya la cabeza contra la bolsa de basura y yo vomito leche y termino sobre toda esa basura, ella se levanta y se va con la bolsa y la botella de vino, yo me quedo solo en el vagn vaco.

Tetas flccidas, secas, marchitas, con las manitos trata intilmente de aprisionarlas pero son tan chiquitas que se le escapan, con las uitas las araa y van formndose pequeos surcos rojos, esa leche aguachenta le revuelve la barriguita, abre la boca y la leche le sale a borbotones, tambin por las orejas, por todos lados esa leche agria y podrida.

Ya no son ms dos tetitas heridas, son dos mamaderitas tibias, mamaderitas de vidrio, con chupetes puntiagudos y esa leche tiene un gustito salado, es la leche de Montana y en realidad no son dos mamaderitas sino dos frasquitos tibios, l mama y esa leche humillante le perfora las entraas, como si fuera la leche del Artemio, le duele mucho esa leche. La madrecita no me deja chupar de la teta izquierda porque ah tiene el corazn. Yo siempre chupo de la teta derecha, el mellizo de las dos, el paraguayo se las chupa y adems se las muerde, a la teta izquierda la tiene tatuada con una P grandota y violeta, P de paraguayo, P de Pepe, P de pap.

La palangana de agua caliente entre mis manos, para que Ana se lave, mientras los otros esperan afuera. El agua caliente que siempre haca falta para los partos de la madrecita, la palangana amarilla toda cascada que llevaba la abuela. Nosotros de la cocina escuchbamos los gritos, la abuela volviendo presurosa, dicindonos parece que lo pierde. Siempre los pierde o los aborta, cuntos hermanitos perdidos o abortados. La abuela vuelve, se lava las manos, nos prepara pan con manteca, despus se va otra vez para la pieza. La abuela me llama desde el bao, lo perdi me dice y veo que trae algo envuelto en una toalla, no vas a decir nada, era una nena, que no lo sepa nunca, criaturita de Dios y desenvuelve la toalla y aparece el fetito, como un muequito de goma, uno de sos que le sacamos el cuerpo y usamos la cabeza como pelota de ftbol, ves por lo que sufre tu madre y lo vuelve a envolver y lo pone en el canasto de la ropa sucia, y no lo entierran, cmo lo van a enterrar, va a haber que drselo al basurero, o al doctor, tan chiquita como una muequita de carne dice la abuela y el basurero se lo llev, adentro de una bolsa de arpillera, junto a una silla vieja y una lata de cocinero.

Ana est tirada en la cama de bronce, la cama me parece enorme, se lava las patas dentro de la palangana, me pregunta cuntos faltan, faltan tres, pero tres grandes, tres hombres, ella se seca las patas chorreadas y se queja porque le tocaron dos pajeros que no terminaban nunca. Yo le miro las piernas quemadas. Ana que no se mueve, que no la chupa, que no se saca el corpio, pero Ana va por el culo, Ana es nica, salgo y la dejo sola con esos hombres, la abandono, me escapo, la dejo en la pieza junto a las fotos de Gatica, de Oscar Glvez, con los machos de la costa, con cicatrices en la cara y sevillanas relucientes, la dejo flotando en esa cama inmensa, y otras manos calentarn la pavita, metern el dedo para ver cmo est de caliente el agua y la echarn en la palangana.

Montana y la madrecita estn encerrados en la pieza. El chico los espa por la ventana y nos grita que estn desnudos. Nosotros nos desnudamos tambin y tomamos carrera para abalanzarnos sobre la puerta y tirarla abajo. Entramos a la pieza y nos acostamos con los dos. Estamos todos juntos. Sobre la mesita de luz hay una foto de una violacin medio velada. l est montado sobre el pecho de ella, mientras le abre los agujeros de las narices con los dedos para meterle el polvito, los polvitos vienen envueltos en unos papelitos amarillos, ella sin embargo se resiste, Montana se da vuelta y nos dice qu sabe esta gila de la papa. Nosotros le decimos que es un vicioso y ahora quiere enviciar a toda la familia. Acaso no la toma el gordo, el polaco, todos los cantores de tango se dan con la papa. El chico de la ventana lo escupe, la madre del chico tambin, el padrecito le pega a la madrecita, entonces nosotros lo queremos matar, pero la flaca dice que hay que ser piadoso y creer en Dios, que tendramos que ir al templo a que nos den testimonio, pero el otro chico no la deja terminar de hablar y le pide que se la chupe, por favor, chupamel, grita como un desaforado, pens en tu alma, dice la madrecita, pens en el pastor mayor que est en Alemania y mira la foto colgada en la pared. Con el chico terminamos entre las piernas de Montana, mientras l se sigue dando con la papa.

El padrecito se va por ah amargado a algn boliche a cantar tangos, ella se pone un tapado sobre el camisn y se va a la comisara a denunciarlo por bgamo.

Nosotros tomamos mate en la cocina mientras escuchamos la radio, Radio Colonia empieza a pasar la noticia del accidente en que perdi la vida el cantor Carlos Montana, a ella ni la nombran, la abuela pobrecita llora porque piensa con qu vamos a pagar el entierro, parece un sueo, eso pasa por drogarse dice la ta la radio sigue informando, el muerto llevaba ms de 70 boletas de empeo, hasta los prismticos haba llevado al banco, el pobre estaba pelado.

Empezamos a sacar todo del ropero de la madrecita para venderlo, vestidos, bombachas, hay que venderlo todo, adentro de una bombonera aparecen los restos del frasquito envuelto en un pauelo con aroma a Chanel.

El aplicador, abuela, dnde est el aplicador y la jalea dnde est la jalea, el diafragma est en la taza celeste adentro del aparador, al lado de la botella de peperina, est el forro para las mujeres.

Ahora lo buscan por toda la casa. Yo lo vi un da al forro grande flotando adentro de una taza llena de alcohol de quemar, ahora lo buscan junto con el aplicador y la jalea de color anaranjado como mermelada de naranja. Seguro que lo escondi Montana porque l con diafragma no puede hacer nada, a l le gusta hacer uso as noms, pero ella no quiere porque se queda gruesa y cuando llega el sexto mes los pierde y se pone muy triste.

Lo escondi arriba del ropero, como las fotos pornogrficas que trajo de la imprenta, todas amarillas envueltas en papel de diario. Las trajo porque tiene la mente podrida.

El hombre de bigotitos finos acostado en la cama, y la mujer con la cara parecida a la ta chupndosela, ella se tira en un canap y l hace lo mismo, me conozco todas las fotos de memoria, nunca me voy a olvidar de sus caras.

Los buscaba por las calles de Once, de Constitucin, en cualquier lado iba a reconocer a esa mujer y al hombre pelado que la tena tan grande que ocupaba media fotografa y a ella apenas le caba en la boca, l siempre mirndola desde arriba como sobrndola, ella no era como las otras que usaban antifaz, sino que tena los ojos bien abiertos y los labios gruesos de tanto chuparla.

ESTOY PARTIDO POR LA MITAD.

La otra, siempre pensando en la otra, la otra y ella, ella y la otra, tenerlas a las dos juntas en una cama, que se hicieran amigas y terminaran viviendo los tres juntos, acostarse en la misma cama, cogerlas a las dos. Una gran casa, con suegros, suegras, hijos, hijas, para poder parar un minuto, para no estar partido en dos partes. Cmo explicar a los hijos la situacin, que en la vida hay cosas, accidentes, que l tena otra mujer, otro hijo, otra hija, se imaginan acostarse con dos mujeres, mantener dos mujeres, te hablan y parece que no van a parar nunca, tu madre que cambia de mdico como de amante, la otra que llora todo el da y yo que bajo la cabeza pensando qu castigo de Dios habr merecido para sufrir as.

Adems tengo un hijo de treinta aos que ni s cmo se llama, pero dos mujeres, dos casas, dos heladeras, dos conchas, dos pijas eso es lo que necesitara para arreglarme, dos pijas y plata y el da que yo muera no quiero ni pensar pero cuando me d cuenta de que me estoy por morir, me voy a ir lejos, a un hospital chiquito donde nadie me conozca y me morir tranquilo, ustedes dirn que tuve que viajar al extranjero.

Sbado a la noche, el taxi en la puerta de calle, mi padre con el paquete blanco de la rotisera debajo del brazo, las botellas de Don Valentn, la cerveza especial, el jamn cocido, el jamn crudo, el dulce de batata con chocolate, los bifes de costilla, la ensalada con aceite de oliva, el mantel, para todos, todos podemos comer, lo trajo para comer y no para mirar, maana por la maana cuando l se vaya no debe quedar nada, no lo trajo para l. Coman, coman, coman los manjares.

La camisa impecable, la corbata a rayas de seda natural, los zapatos de Delgado, brillantes, que nadie se los vaya a pisar, los pauelos de seda perfumados con Chanel, el cinturn de cuero de cocodrilo, el traje de alpaca inglesa colgado en la silla, mi padre nunca dej un saco colgado en el ropero.

Los Chesterfield sobre la mesa, el vino que se sube a la cabeza, mi padre reluciente con sus anillos, sus gemelos, su reloj de oro, brilla tanto que no lo puedo mirar, casi imponente se levanta y pega el silbido para que la madrecita vaya a la cama, la puerta se cierra, la radio a todo lo que da, despus, ms tarde, los gritos.

Coraje? lo derroch a manos llenas por vos.

Plata? si hasta rob por vos.

Valor? si me falt para matarte me sobr para quererte, el valor de no ahogarte entre mis brazos perra! y Carlos Montana la agarra del cuello a la madrecita y la quiere ahorcar. Nosotros entramos a la pieza en calzoncillos y lo vemos a Montana que est desnudo y la tiene parada y corre a esconderse detrs del ropero, entonces le pedimos que la deje, que no la mate por esta vez, que no sea hijo de puta, que la perdone. l nos muestra cmo la guacha le rompi la camisa de dacrn, pero que tenemos razn, que no vale la pena perderse por una cualquiera, pero que un da de stos se va a enceguecer y la va a matar, que ya es la segunda camisa americana que le rompe y encima cuando l no est ella se va a encamar con el pastor de la iglesia, puta, pens en tus hijos, en tu madre, despus vas al apostolado, al apostolado de las atorrantas, como si no tuvieran pistola los pastores, vos siempre vas a poner el culo para que te lo rompan, por qu no vas a predicar a otro lado, no, el pastor le viene a dar el sermn en casa, le viene a traer la santa cena a la cama, otra que la santa cena, otra que la hostia, un forro envuelto debe ser lo que te traen, decime de qu santa cena me habls, de la santa poronga y me callo por respeto a tus hijos, a tu madre.

Tus hijos, como si no fueran tuyos tambin, hijo de puta, degenerado, mujeriego, jugador, qu te hace que rompa la camisa si a vos te sobra para comprrtela, and a revolcarte con la otra yegua que te hace de sirvienta, putaero cornudo que te casaste de caliente porque no la pudiste montar y despus que no te sirvi de nada, un tronco, un cacho de carne con ojos, ojal revientes como un sapo, que me quede ciega si me vuelvo a acostar con vos, que escuchen tus hijos para que sepan lo que sos, est as porque no me dejo, porque a m no me quiere nada ms que para eso, pero a la otra, porque tiene otra mujer, otro hijo, otra casa, mir no tens perdn de Dios, qu maldicin tuve en la vida para conocerte, te voy a denunciar a la polica por quinielero, por bgamo, eso es lo que sos, un bgamo.

A ese hijo de puta dale el calzoncillo y echlo afuera y a la otra borracha metla abajo del agua.

Parece que hubiera parido chanchos en lugar de hijos.

And a la concha de tu madre.

Este chico siempre con la concha de la madre en la boca.

Djela, abuelita, yo s cmo calmarla, le prometo que no me voy a emborrachar ms, ve, me arrodillo y le beso los pies, para m usted es como mi madre, que Dios la tenga en la santa gloria y naci el mismo da que usted, un 25 de mayo.

Y vos no te hagas la Marilyn Monroe por un cachetazo que te di, peor yo, mir cmo qued la camisa toda rota.

Una noche despus de los gritos, las botellas vacas sobre la mesa, el atado de Chesterfield sin ningn cigarrillo, los restos de comida, la camisa rota. Montana gateando desnudo por la pieza buscando los gemelos de oro, pidiendo que le alumbren debajo de la cama con un fsforo, soy un len ruge y se golpea el pecho con las manos, pero baja la cabeza y llora mientras se pasa un dedo por el agujero de la camisa.

Ella desde la cama lo mira desafiante, entonces l se decide, se pone la corbata llena de lamparones, el traje arrugado, y tambaleante dice que vamos a ir a la casilla del pastor.

A esa hora no hay taxis por ningn lado, llueve, los zapatos ya no brillan ms, son un montn de barro, la madrecita muerta de fro y borracha camina entre nosotros dos, l me dice despacio al odo esta parada la copo yo.

Entramos a la casilla, ellos se conocen por conocerla a ella, el pastor apostlico nos recibe en pantalones piyama a lunares, camiseta y chancletas, le convida un sin papel a Montana y ste lo acepta con un gesto. Ofrece hacer caf instantneo pero mi padre dice que prefiere liquidar el asunto lo ms rpido posible, lo nico que quiere saber es si la va a cuidar, que no la vaya a dejar tirada en la calle, porque lo volver a buscar para matarlo.

La madrecita le sonre a Montana por lo que acaba de decir, el pastor nos mira y dice que decida la seora. Ahora ella le sonre al pastor y le aprieta la mano y le dice me quedo con vos aunque vivamos en la villa.

Montana baja los ojos y se mira los zapatos, los compara con la chancleta rota por donde aparece un dedo gordo y negro y me dice al odo esta vez perd. La madrecita se queda con el otro para siempre, para toda la vida.

Pero no, esta noche vos vinistes conmigo y te volvs conmigo.

A la madrugada en un caf tomando whisky, consigui Chesterfield y los acaricia suavemente, le relucen los gemelos que encontr en un bolsillo, se lav la cara y se pein, es la despedida. Pone tangos en la vitrola y le canta al odo nena, mi dulce nena, ella le sonre y habla sin parar, cualquier cosa que diga ella l asiente con la cabeza y le acaricia la cara nena, mi dulce nena.

Volvemos a casa en taxi. Ests en el patio tomando sol, la tortuga que se escap de la jaula te sube por el pie, hace rato que no te veo con la barriga al aire, pens que tendras ms arrugas, lo que tens eso s, es gran cantidad de lunares, la piel aceitosa por el bronceador, la espalda llovida de lunares, comerte la espalda como un panqueque, comerte de a pedacitos, sera como cogerte de a pedacitos.

Nosotros somos una familia de lunares, pap tiene uno en el pito, yo tambin. De chico me decan que si algn da me perda me iban a reconocer por el lunar en el pito. La echs a la tortuga que quiere masturbarse entre tus uas pintadas de rojo. La tortuga siempre manchando los zapatos, subindose encima de los pies, fregndose. Te salen pelos por debajo de la malla roja, tens las piernas flaquitas como las mas.

Casi nunca hablamos, madrecita, un beso, un saludo, un regalo para el cumpleaos. Te miro, tens un callito en el mismo dedo que yo, y los mismos huesitos puntiagudos donde terminan las clavculas, parecemos perchas. Me agacho y te tiro de los pelitos, para tomar sol hay que afeitarse te digo ya s pero vos te llevaste la maquinita, adems si los tengo son para mostrarlos. Ser verdad que en la cama sos extraordinaria como dice pap, me acuerdo cuando dorma en la pieza de al lado de ustedes y cada vez que l vena se encerraban y yo oa gemir y gritar, pero nosotros tenamos prohibido entrar o molestar, o cuando tena quince aos, que fui a dormir a tu cama porque tena miedo de los espritus y te desnudaste delante mo y te quedaste con todas las tetas al aire, yo te miraba de reojo por el espejo y me puse todo colorado porque se me paraba. Quiz por eso, ese silencio hostil, esa barrera de piel que nos separa, habra que llevar esto hasta las ltimas-primeras consecuencias, acostarme a tu lado, apoyar mi cabeza sobre tu barriga que una vez llen con mi cuerpito, volver a mamar de tus tetitas, la tortuga te sube por las piernas tostadas, de un manotazo la arrojs contra la puerta de calle. Antes de ser mujer se es madre, pero habra que invertir los rdenes, las cronologas, antes de ser madre se es mujer, mujer tirada en el patio tomando sol, mujer con olor a bronceador, piel dorada, tus cabellos negros descienden por tu espalda de oro, me vuelvo a agachar y te tiro de los pelitos y casi se me va la mano por ah por donde nac, por donde naci el mellizo, meter la cabeza ah, todo el cuerpo ah, zambullirme adentro como si fuera una pileta de natacin, lo de la maquinita es un invento, no te hagas la rata cruel te digo como un panqueque quemado, comerte de a pedacitos, no literalmente sino canibalsticamente, te pego una patadita en el culito, que ms que patadita es una caricia, una transgresin al amor filial me grits...

La puta que te pari flaconcio.

S, que me pari, por ah, donde quisiera volver a entrar, levantarte la malla roja ir apartando los pelitos con los dedos y meterme para siempre de cabeza.

Carne con ojos es hermosa. Su cabellera rubia y sedosa le cae por la espalda hacia la cintura. Camina lentamente moviendo insinuante sus pequeas y flexibles caderas. Calza zapatos de esos con tiritas alrededor de los tobillos como los que usa Diana Maggi en las pelculas, sus piernas perfectas van enfundadas en unas medias negras caladas que la hacen an ms provocativa, lleva puesto un vestido de popln amarillo que le marca descaradamente las curvas, del escote en V parece que quieren escaparle los pechos enormes, al caminar hace resonar los tacos contra la vereda.

Todas las tardes la miro cuando va a buscar a su hija a la escuela, pasa lentamente dejando el aroma de un perfume enloquecedor, yo le miro las tetas, las tiene as de grandes, los hombres la miran y puedo leer un deseo oscuro en sus ojos, la veo pasar y cierro los mos, me la imagino blanca y desnuda, besndome en los labios y su beso es un fuego que sacude todas las fibras de mi cuerpo.

Ella est sola y yo entro a la otra casa de mi padre, la mujer rubia me recibe en deshabill rojo, le pido que me deje contemplarla, ella se aprieta contra m y puedo sentir sus senos turgentes y duros contra mi pecho, se levanta ingenuamente el bretel negro que deja entrever su piel cremosa, te amo, le digo roncamente mientras le acaricio los pies entalcados, las piernas perfumadas, los muslos bronceados, ella me besa salvajemente y siento clavarse en mi nuca sus uas escarlatas, ella es una mueca demasiado hermosa.

Yo no soy un carro, soy una mujer.

Sus pies como empanadas calientes y grasosas, sus piecitos pispiretes, sus quesitos con juanetes como los de la abuela, buscndome por debajo de la mesa. Miro tus pies, Flavia, movindose mientras bails Aznavour apretada a tu primo. Ella tambin a pap por debajo de la mesa, cosquillitas a escondidas, a l con las manitos.

Su cara como una manzana roja, sus ojos verdes de cocodrilo hambriento me buscan para coger, el maridito llamando a gritos a su mojarrita, buscando a su mojarra.

Gorda, flaco, nuestras bocas se juntaron, cerr los ojos y le met las manos entre las piernas, ella gema y deca yo no soy un carro soy una mujer que necesita coger, llevaba puesto el salto de cama que te regal, Flavia, para el ajuar, estbamos en el patio cubierto por las plantitas y lo abr.

Esperando encontrarte debajo, pero slo encontr unos pechos mantecosos y juveniles, los toqu y sent miedo, ganas de esconderme, de taparme la cara con las manos y llorar, pero me inclin y los chup y esas tetas, Flavia, me hablaron de tu boca.

Adentro vos seguas bailando Aznavour, la madrecita tomando vino, tu payaso padre payando con una guitarra en la mano y un pie apoyado sobre el banquito, tu madre al odo segua dicindome yo no soy un carro soy una mujer.

Quiero una pipa, una remera roja, un saco azul, unos pantalones blancos oxford, mocasines marrones, anteojos negros, un encendedor a gas, un reloj con calendario, un gabn blanco, un saco de gamuza, una radio porttil, una afeitadora elctrica, una sevillana de esas automticas.

La malla negra, la piel blanca, la carne arrugada, con los pies da patadas en el agua, hace patitos, juega con los chicos la ta, los primos corren entre las piedras, despus andan a caballo, ella delante, el to atrs, bien pegados.

Cachetazo. Cachetazo en la cara de la ta que se aparece en mi cama con un camisn celeste, sin pensar que el to est durmiendo en la otra pieza.

Yo me la cojo a la ta, la ta se abre de piernas para el sobrino, se da vuelta para m, acuesta a los chicos temprano y se va a baar y perfumarse para que yo la huela. Yo tomo el whisky del to, le uso la colonia. Nos acostamos en la cama matrimonial, ella se suelta el pelo y se desnuda para que yo la mire, yo me limpio la leche con la camisa del to, mancho la sbana, dejo pelos por todos lados, le hago morder la almohada y le pregunto quin la tiene ms grande, el to o yo.

Cena fra, las sinfonas de Beethoven, tango por Rivero, msica para soar, la sirvienta retira los platos, caf, Caballito Blanco, baby doll negro, la ta me hace todos los gustos en la cama.

Desayuno en la cama, tostadas, jugo de naranja, almuerzo al aire libre en medio de las sierras, anan con crema, panqueques, la ta me hace todo lo que yo quiero de comer.

A la siesta las primas duermen, nosotros comemos helados de crema y miramos la televisin, ella cierra las puertas y se sienta encima mo, yo me la cojo mientras miro las series. Despus me prepara el bao, la baadera con agua tibia, me jabona la espalda, me baa y me seca con el toalln grande del to.

Mam, mam, con las manitos el nenito se agarra de los barrotes de la cuna, se cay al suelo el chupete mojado en agua azucarada, pero el nene quiere teta, le duelen las encas porque le salieron los dientitos, manteca de cacao para los labios paspados, perejil para el culito, tirarle el cuerito para el empacho, abre los ojitos. Abro los ojos, estoy con mi padre en un caf, l me habla, me habla del paraguayo, de cmo contarle a su hermano, que su mujer es una puta, que a l no se le para con otra que no sea la madrecita. Ba ba ba, da da, talquito en la colita irritada, paalcito entibiado al fuego, hay que fajarlo bien para que no se hernie, cuidado con clavarle el alfiler de gancho en la barriguita. Porque no soy mal hombre, lo mejor que hay en el mundo es perdonar, con tu madre soy el hombre ms feliz del mundo. Nueve meses los dos pegados ah adentro con lo flaquita que es, y a las horas de nacer uno ya tiene un hermano muerto. Pendejo cagador el paraguayo, cualquier da de stos la larga a la madrecita, ella es muy ardiente, un fuego, un volcn. Nadie lo acuna, lo dejan llorando, se baja de la cuna y gatea hacia esas dos personas que estn en la cama. Camino junto a mi padre, pienso, para dormir necesito apretar la mano de alguien, un da quise apretar la mano de la ta y me encontr con el pie del to, un pie con olor a queso, deformado, el to me puso el pie en la cara y se rea.

Se hace encima, ya es grande para hacerse encima, le dan una paliza muy grande, l corre con la escupidera en el culo por toda la casa hasta donde est la abuela.

Yo la veo todos los das a tu madre y le doy plata, todos los das tomamos balones de cerveza, que despus la mea en la boca del paraguayo, mi cerveza, mi plata, su pis. l se toma el pis amarillo que moja todo el paal, se qued bizco de tanto mirar para atrs de la cuna, siempre haba algn cretino para hacerle fiestas.

La madrecita como una buena yegua madre levanta la cola y mea largamente la rubia cerveza que bebi con Montana, el paraguayo la recibe en la boca y despus amorosamente le da a tomar de pequeos sorbitos en los labios, la madrecita sorbe, una catarata de cerveza, se emborrachan y hasta hacen el 69.

La queterrelumbra toda adornada con sus joyas relucientes, con todo su pedrero deslumbrante, con sus vestidos negros, con la mugre pegada a los tobillos, las piernas raquticas, la quete con su olor.

Toda relumbrante, toda relumbrante como una diosa, irradiando los fulgores, mientras nosotros la seguimos de atrs y le gritamos queterrelumbra y ella saca las piedras escondidas entre sus vestidos y nos corre.

La reina vestida con trajes de piel, con el collar de cristal de roca alrededor del cuello terso y delicado, perfumada con lavanda, ejerciendo todo su magnetismo en cada gesto, despertando una fascinacin irrefrenable.

El pastor la mira embelesado, ella camina, se desliza majestuosamente por la casilla, mientras le pregunta si le dio de comer a las gallinas, dominndolo todo con la mirada, su presencia avasalladora lo invade, lo aturde, casi no se atreve a tocarla, al fin y al cabo l no es ms que un cabecita, que slo puede hablarle de la biblia de Dios, en cambio ella con su pasado, su empleo en el ministerio.

Una maana la encontraron a la quete dura por el fro, se haba muerto adentro de un zagun, al lado de su marido borracho deca la muerta quera que la enterraran con todas sus alhajas.

El pastor se emborracha, la madrecita se emborracha y sigue hablando del ministerio, de los hombres que tuvo, el pastor se cansa y le rompe una botella en la cabeza, al otro da ella vuelve como todas las maanas con sus pasitos ligeros y la bolsa de comida que trae de la villa, la madrecita vuelve con la cabeza rota.

Los puntos. Ella debe rodar, rodar por las calles en busca de los puntos, no debe tener en su vida ni un solo lugar para descansar. Rodar como una puta a la salida del ministerio por las calles del puerto donde estn los puntos.

Le hizo pasar tanta vergenza a mi padre encamndose con el pastor de la iglesia, encamndose en la misma cama, se encerraban en la pieza para leer la biblia y entonces ponan el disco.

Es mejor que sigamos, que sigamos pecando hasta la misma muerte sin olvidarnos ms. Igual ese domingo fue toda la familia a la iglesia y mi padre se arrodill para recibir la santa cena, mientras tragaba la hostia maquinaba su venganza, empez a orar fervientemente, pero invocando a la virgen y a los santos, porque en el fondo l crea en las imgenes, en la estampita que llevaba en la cartera, ese templo sin altar con la cruz solamente le pareca desnudo. Pens en el Eterno y clam justicia, no la de los hombres, sino la del Altsimo. Ella debe rodar cual las piedras ruedan por las calles dijo y trag la santa cena, la santa poronga, soy un cornudo consciente y me puedo dar el lujo de tragar esta hostia y todas las hostias del mundo, es cuestin de clase. Total, ella al final de su carrera vuelve conmigo, con pap.

La madrecita con tapado de piel caminando sola por las calles, buscando a Montana por los cafs nocturnos, vuelve triste por las madrugadas a la pensin del puerto, el cuarto tibio y rosa, la foto sobre la mesita y la pasin, entonces se sienta junto a la ventana para escuchar siempre el mismo disco, la misma voz qu triste es recordar.

MIRME BIEN SOY UN POBRE CORNUDO Y EMPEZ A LLORAR.

Milanesa, pedazo tras pedazo el paraguayo va comindosela, cogindosela a la madrecita noche tras noche, besndosela pedazo tras pedazo, ella gime de placer, l come con placer las doradas milanesas, mientras nosotros famlicos esperamos que nos tire algn pedazo. l slo abre la boca y mastica, el resto lo hace la madrecita que corta la milanesa en pequeos bocados a los que recubre con pur y los lleva a la boca abierta del paraguayo. Nosotros miramos.

Este bocado para su mam que est en el trabajo, este otro para la abuela que fue al banco de empeo a contar los frailes que se le perdi uno y si coms toda la sopa te va a traer un correquetecaga y una levita y la cuchara que viene en picada hacia mi boca. La gua la mano asesina de Mara Alegre, porque yo s que Mara Alegre es una asesina, que mat al marido de una cuchillada, lo esper a la salida de la fbrica y le clav un cuchillo de cocina por la espalda y la llevaron presa pero despus la soltaron porque estaba gruesa de la Tita. Ella no sabe que yo s que es una asesina, escuch cmo la abuela se lo contaba a la madrecita creyendo que estaba dormido.

Yo mastico migas de pan, l mastica pedazos de sabrosas milanesas, la mano blanca y transparente de la madrecita tiembla un poco antes de embocar el bocado en la boca del paraguayo, l abre la boca grande y mastica. La mano asesina de Mara Alegre pilotea la cucharacuchillo ensangrentado para matarme, matarme por la boca, para que calle y no llame ms a la abuela.

l vigila cada uno de nuestros movimientos, porque sabe que en cuanto se distraiga vamos a tratar de matarlo, aunque hay un solo cuchillo y lo tiene la duea de casa, nosotros slo tenemos tenedores plsticos, nos morimos de hambre, le pedimos por favor que nos tire algn pedazo de jugosa milanesa, pero el paraguayo le dice que no, entonces ella lo tira debajo de la mesa para que lo coma la perra.

Yo vigilo cada movimiento que hace Mara Alegre, mientras ella cocina, lava, corta carne con un cuchillo de cocina, la piel a rebanadas del marido muerto.

Mi hermano me dice al odo que habra que envenenar la comida, pero sabemos que ella la prueba antes que el paraguayo y nosotros no queremos matarla a ella slo queremos robrsela al paraguayo, como antes se la quisimos robar al pastor apostlico que se la llevaba todo el da a la iglesia, al compaero de la oficina que los fines de semana se la llevaba a la isla del Paran, a Montana que cada vez que viene la encierra en la pieza. Nosotros vamos a esperar que el paraguayo se quede dormido y le clavaremos los tenedores en los ojos, porque ya vemos que la madrecita est tomando mucho vino y despus de tomar tanto vino siempre se queda dormida, entonces aprovecharemos para sacar la cuchilla de abajo de la almohada.

l abre la boca, come queso y dulce cortados prolijamente por la madrecita. Yo, como hermano mayor, divido en partes iguales la aceitosa milanesa, hay que clavar despacio el tenedor, despacio porque se dobla, despacio, mientras el hermano mediano le levanta los prpados al paraguayo, yo por ser el mayor le clavo los dientes del tenedor en los ojos, el hermano ms chico le clava los dientes y le arranca una oreja, l grita como loco pero ella est muy dormida para escucharlo, el mediano saca la cuchilla debajo de la almohada y le corta la lengua, el ms chico le corta las manos, para que no pueda ver, ni or, ni besar, ni tocar a la madrecita que est dormida, entonces nosotros la metemos en una bolsa y la llevamos para nuestra pieza y la acostamos en la cama para que duerma con nosotros y no se vaya de noche y vuelva por la maana. Yo, como ms grande, decido que la atemos, para que no se pueda escapar.

Venitas azuladas, venitas azuladas en los msculos del paraguayo, el paraguayo maneja la pala con destreza, la clava en la tierra con fuerza y la pala se hunde, la mete honda, la clava hasta el mango, como la debe clavar a la madrecita. Yo lo miro asombrado, puro msculo el paraguayo, con dos tetas grandes y marrones que le ocupan casi todo el pecho, la debe tener negra y grande, como la de Quevedo.

Estn construyendo en el terreno que ella compr a plazos, nosotros acarreamos carretillas de tierra, est tan contenta la madrecita sentada en la reposera debajo de un rbol, a la sombra, para que no le vaya a hacer mal el sol en su estado. Teje y teje sin parar, batitas y escarpines rosa para la nena.

Miro la hora y hago un alto en el trabajo, es la hora de la vitamina, est muy anmica, que no lo vaya a perder, que no lo vaya a perder. El padre cava y cava sin parar, hay que levantar el techo antes que lleguen los primeros fros, que el hijo nazca en su propia casa, ella me recomienda la leche en polvo porque los pechos no tienen leche, nunca la tuvieron y no le van a cambiar ahora de vieja. Flavia espera para setiembre, los pechos cargados de leche, la madrecita se acerca y me dice sabs una cosa, es de otro paraguayo hermano de este paraguayo, venido del Paraguay.

Tan fcil como si todos los hijos que nacen son hijos de padres paraguayos, entonces soy la repeticin de mi padre, soy mi padre, soy mi padre y mi madre al mismo tiempo, y el negro aprovecha mi desconcierto y trata de llevarme para el fondo detrs de los yuyos, dice que vamos a hacer el pozo ciego, lo que quiere es hacerme a m y se aviva noms, me pregunta si s jugar al teto, vos te agachs y yo te la meto. Juguemos, juguemos.

Me hace mientras yo pienso en el Pepe que me faltaba, el abortero manos brujas a Flavia le hizo dos abortos, le digo al paraguayo, cualquier cosa si quers sacarte el fardo de encima, la llevamos a Pepe, l no entiende porque slo habla guaran.

Los pepes, los paraguayos, todo se mezcla en mi cabeza, entonces me canso y empiezo a luchar para sacrmelo de encima, hasta que rodamos y vamos a caer al pozo ciego, nos quedamos callados y esperamos, despus llamamos a la madrecita al mismo tiempo.

Desde arriba del pozo aparece primero la panza y despus la cara de la madrecita, nos tira una soga, una sola soga, ya no tenemos ms ganas de seguir luchando por la posesin de nada, la soga queda corta, le aade otro pedazo y tampoco sirve, no alcanza, queda corta, corta para siempre.

Una msica mgica y hermosa brotaba del tocadiscos, el tocadiscos sonaba a todo lo que da. La msica se escuchaba en todo el pueblo, todos venan a admirar el tocadiscos que el Manolo haba trado de Buenos Aires, los discos se cambiaban solos y ellos miraban asombrados. Al paraguayo le quedaba bien el pantaln vaquero y la remera roja.

Carnearon un chancho y organizaron un baile en honor de la portea, la portea bail con todos, iba pasando de mano en mano, los conquist a todos con su risa y su pay.

Bail chamam y todo, hasta con el comisario bail. La madre del paraguayo estaba tan contenta que le regal un perfume para protegerla de todos los males te pons por todo el cuerpo y en las muecas te hacs una cruz.

Pero al final se cansaron y terminaron por echarla, porque el Manuel se entretena todo el da con ella y se la pasaba puro baile y puro paseo y no iba al campo a recoger la cosecha, entonces le sacaron el pasaje y la fletaron de vuelta.

El viaje era muy largo y cansador, volvi medio muerta de hambre, desde la estacin lo llam por telfono y l vino enseguida en taxi, ella ya se haba tomado dos tazas de caf con leche y mientras segua comiendo le cont el sueo que haba tenido en el tren.

Entonces Cristo me llevaba entre sus brazos, me llevaba a un lugar que haba muchas flores, unas flores blancas con un perfume extrao y caminbamos entre las nubes y l me hablaba y su voz era dulce y serena, no era una voz humana y llegamos al final del camino donde haba miles de flores de todos los colores, yo en la tierra nunca vi un lugar igual.

Ahora vivimos juntos, nos entendemos por gestos, porque al final siempre deseamos las mismas cosas. Por la tarde mateamos y conversamos, cada uno en su idioma, pero respetando rigurosamente el turno del otro.

l suele pulsar la guitarra y canta canciones en guaran, a veces nos sorprendemos haciendo gestos en el aire, como dibujando siluetas de mujeres, entonces nos damos cuenta de que estamos hablando de ella, pero no nos atrevemos a pronunciar su nombre, que es la nica palabra que tenemos en comn.

Por las noches traigo el diario y l se entretiene mirando las fotos de las mujeres en malla, hay das en que me canso y trato de convencerlo de que se vuelva al Paraguay eso casi siempre cuando descubro en su cama, la forma de su cuerpo que me resulta familiar.

Los gladiolos tienen que ser blancos, porque el blanco es el color de la pureza. De las velas rojas caen gotas de cera que parecen gotas de sangre, como las que brotaban de las heridas de Nuestro Seor Jesucristo. No volver a entrar a la pieza, hasta que las velas no se hayan consumido totalmente. Llegar el amanecer y por la ventana ver cmo se apagan las ltimas estrellas, el cielo quedar limpio y sereno. Vuelvo junto al altar, recojo la cera sobrante y la aprieto contra el calor de mi cuerpo para que se ablande, hago tu cabeza con la cera, dos huecos con los dedos para tus ojos negros y una sonrisa para tus labios.

Amanece y suelto la paloma, esperando que su vuelo sea en lnea recta hacia el poniente, no vuelvas para atrs palomita, no vuelvas. Si tu boca se va a abrir para decirme adis que se silencie para siempre, que se apague como la luz de esta vela.

Envuelvo tu cabeza y tus cartas, en este trapo negro, a pesar de todo soy tu humilde sierva, aunque haga un pozo al lado de la higuera y te entierre, justo cuando el sol que sale me da en la cara.

Y no creas que soy una bruja, sino una mujer que quiere que vuelvas a esta casa, que ya no me importa de mis hijos ni de mi marido, vivir para vos, nos iremos lejos donde nadie pueda decirte que podra ser tu madre, si nadie antes te dio esos besitos en esa parte del cuerpo donde ninguna otra mujer te dio besitos.

Por eso todas esas virgencitas, esos santitos, por eso las velas ardiendo en la noche, y en medio de ellas la bombacha a florecitas amarillas que us la ltima noche que pasamos juntos, la bombacha floreada que tanto te gustaba porque era transparente, esos calzones que no he vuelto a lavar y en medio de las bombalinas, en medio de ese olor, tu foto, para que el milagro se cumpla y vuelvas a esta casa, si no aunque sea que vuelvas por mis bombachas, por mis besitos.

EL CNCER.

Nena.

Quiera Dios que recibas sta y seas vos en tus escritos la que me diga que ests bien, te perdono una vez ms y seguiremos juntos por ahora y ms adelante Dios dir, yo te dir francamente no me hallo aunque para mi bien sabes que hago ambiente enseguida estoy con la mejor orquesta de ac y no hago nada en radio porque no puedo por los horarios, me llaman (Carlos Montana) el sbado 19 debut en la Quilmes hice capote la Maleva y Mano a mano tres veces lo cant, vos sabs que ac ms de dos no va ninguna pieza, ste es muy diferente a Sesa no y me hace todos los finales y me hace bien, despus que ac hay un micrfono brbaro, hoy estoy a la noche hasta las dos y los sbados hasta las tres pero tranquilo el pibe no se calienta.

Yo estoy ms o menos bien un poco resfriado espero sacrmelo para esta noche poder cantar en el cabaret, estoy joven de fsico porque estoy delgado pero me pesan mucho los aos que llevo en el corazn, estoy te dir hecho un pibe pero me llaman el triste porque no quiero tener nada con naide.

Yo pronto te voy a mandar algo de dinero, te dir que en casa empearon los anillos porque yo no les puedo mandar nada, quiero que sepas que no estoy nadando en abundancia che cada camisa te la cobran 60 centavos porque son de seda y no te arreglan ni un botn, bueno en fin te imaginars.

En lo que me decs que vendrs para ac esper un poco. Tucumn es muy lejos y no es fcil vivir aqu, y yo recin para agosto o setiembre voy a saber qu hago y entonces viajar a Buenos Aires.

Bueno maana te certifico, espero mejora en el chico y curte pronto te lo exijo, as cuando vaya te har gozar nuevamente y pasar esos momentos que tanto te gustan.

Besos y carios de este

paria abandonado de todo lo que tiene su querido Buenos Aires. Por vos la tumba o la crcel dijo el hombre gordo mientras arrinconaba a la mujer contra la pared, amenazndola con un vaso, te voy a matar dijo y le empez a apretar la vena de la mueca, ella se puso morada, mientras el brazo se comenz a hinchar como si se lo inflaran, se hinch mucho el brazo, tanto, que no pareca un brazo de ella sino un brazo de l.

Basta de velas, de brujeras, basta de ponerse a rezar delante mo sinvergenza, la foto del paraguayo en la bombacha y de un manotn rompi todas las fotos, despus se tir en la cama pensando que con esa mala sangre, le iba a agarrar el cncer y lo iban a tener que abrir.

Por eso se fue para siempre de esa casa, no ver ms sobre el aparador esas mujercitas y esos hombrecitos de yeso, ese oprobio. Fue al caf y empez a tomar whisky, hasta que se sinti con el valor suficiente y sali para la imprenta.

Dios es testigo dijo mientras prenda la guillotina, la mquina empez a funcionar y l pensaba en la hora del castigo, en la justicia divina, entonces empez a cantar con la voz enronquecida por el alcohol.

Cerr los ojos, pens en su madre, en su hija y meti las manos debajo de la guillotina y ya no cantaba sino que gritaba mientras las manos rodaban por el suelo.

Tengo muchas ganas de bailar.

Ella se levant de la cama para ir a bailar al cabaret, bailar foxtrot para traernos de comer a pesar de lo anmica que est. Se puso el trajecito sastre para que no se le notara tanto la palidez. Sali para el cabaret con la carpeta de recortes debajo del brazo, dispuesta a que le tomaran una prueba.

El hombre tocaba el piano y ella bailaba como un ttere revoleando los bracitos y las piernas para todos lados, hasta que todo le empez a dar vueltas por la debilidad y sinti que se desmayaba.

Quiso probar otra vez le alcanzaron un vaso de agua, el maestro empez otra vez el foxtrot ligero y ella empez a moverse hasta que cay al suelo y se desarm.

Juntaron los pedazos y entre el mdico y el director del teatro la trajeron a casa, la acostamos, ella slo peda que no le comentramos a Carlos, la madrecita delira, la madrecita se muere.

l no habla sino que cuando habla canta, canta y sonre y nos pregunta por ella, le contamos que fue al teatro, que quera bailar, bailar, ella quiere bailar, pobrecita, y no se da cuenta de que se va consumiendo poco a poco, que se va apagando lentamente.

Sus ojos se cerraron para siempre. La madrecita no baila ms, no re, ella duerme.

Frente al disco rompe los boletos y sonre. Siempre sonre, con clase, la clase no la pierde nunca, la clase se le nota en el traje, en el cinturn de avestruz, en la tela de la camisa, en cmo mira la carrera, en cmo la grita. Hasta para perder tiene clase, sonriendo, mientras los pedacitos de los ganadores revolotean por el csped, la prxima reunin vendr el desquite, o no, eso no tiene importancia, la cosa es ms profunda, total, boletos ms boletos menos, igual hay que reventar.

En serio que tiene cara de cafisho de caf con leche como dice la nena, la nena qu ojos, brujos, qu boca, loca, ahora sin un centavo, de dnde sacar plata para la manutencin del caballo, eso que el jockey iba al frente, pero el otro iba montado arriba de un avin, por una cabeza perdi, tres colores y a la noche que le prometi a la nena pasar por la pieza y llevarle plata para el pibe.

Las mujeres, el pibe, la guita.

Lo reconocieron por la hebilla del cinturn y por el anillo que tena sus iniciales, estaba completamente desfigurado, irreconocible, el avin en el momento de despegar haba rozado con el ala a otro avin que estaba aterrizando y se prendi fuego, cuando corrieron para prestarle ayuda era tarde, algunos lograron salvarse, pero l muri, cuando lo trajeron a Buenos Aires era un mundo de gente.

Voy a poder hacer uso?

Voy a poder hacer uso?

Voy a poder hacer uso?

Carlos Montana muri en la cama. Lo operaron de prstata, lo abrieron, le volaron todo y lo volvieron a cerrar. Le pusieron huevitos plsticos, l se los tocaba y no se daba cuenta, le preguntaba al mdico cundo iba a poder hacer uso. Me aguanto dos o tres meses y vuelvo a hacer uso le deca a la madrecita. Me llama desde el bao, la saca y orina, ves, con la misma fuerza que cuando era joven, estoy salvado me dice y sigue jugando con los huevitos, que le quedaron un poco ms chicos, y si no para qu sirvo, si ustedes se van ac mismo hago uso, porque tu madre me enloquece, su pie, su voz.

Sabe el cuento de la sirena, doctor?

Haba una vez dos pescadores pescando en alta mar, haca rato que no picaba ningn pescado, de pronto uno de ellos pesc una hermosa sirena, la subi a la embarcacin, la agarr entre sus brazos, la revis por todas partes y la volvi a tirar al mar.

El otro pescador lo mir asombrado y le pregunt si se haba vuelto loco, entonces el primer pescador le contest:

Y por dnde?

Yo no quiero que me pase lo de la sirena, doctor.

EL OTRO.

Era alto y de buen fsico. Mientras recorra la habitacin con paso seguro, iba revoleando entre las manos un llavero de oro que haba heredado del padre. Adentro, las dos mujeres velaban por turno al lado del cajn.

Yo lo mir al otro por primera vez en toda la noche, lo mir a la cara, tratando de reconocerme, sent miedo porque me daba cuenta de que no me pareca en nada, que era otro el que yo buscaba, que el otro haba muerto haca mucho tiempo.

Otros relatos

Granate

Durante el invierno el abuelo sola usar capote negro. Una antigua reliquia del ferrocarril. En verano luca chaqueta clara y pantaln color crema con una fina guarda dorada.

Siempre se vesta con material de rezago. Aunque lo saba, no por eso dejaba de realizar su paseo, detenindose en alguna obra en construccin. Tal vez porque lo atraa el funcionamiento de las mezcladoras, o quiz ya entonces su mirada se perda en algn lugar del jardn y los cuerpos eran sombras que se abandonaban como batistas olvidadas.

Yo lo vea llegar con su paso lento, el cuello del capote levantado y brillando todava en la oscuridad el antiguo esplendor de unos botones que se apagaba lentamente.

l nunca haba trabajado en el ferrocarril. Entonces la ropa se heredaba de los parientes o de los muertos. Lo cierto es que acomodbamos la forma del cuerpo a las ropas familiares. Sin embargo, el capote no era el disfraz del abuelo.

Al disfraz lo sorprend en el sopor de la siesta. El infierno era una chapa de zinc ardiendo en medio del verano. Se viva y se mora en esa pieza. Ah donde estaba el nico espejo, donde las mujeres demoraban su desnudez apenas un instante. Huyendo siempre de los ojos indiscretos de los hombres de la casa.

En el ropero las prendas se hallaban dispersas. Un par de botas, una gorra, una chaquetilla de seda, una fusta, una bombacha granate. Yo haba descubierto esos ropajes y los acariciaba durante horas an cuando nunca me anim a probrmelos. A lo sumo, me atrev a dar un golpe de fusta contra las botas.

Cul era la procedencia de esas sedas? De dnde haba salido la fusta que no se confunda con el ltigo ya que nunca castigaba nuestra carne? Si el abuelo nunca haba vivido en el campo. Si era espaol, hijo de inmigrantes, antiguos funcionarios pblicos puestos a regentear el Hotel de la Paix. Ese era su abolengo. Una historia de mudanzas, empeos y desalojos.

l sola hablar de su rodada. El fustazo en la cara. La arena en los ojos. La vista nublada y el caballo inclinndose hacia adelante para despedirlo. Pero nunca contaba cmo haba llegado hasta all. Porque la historia siempre pareca comenzar en el csped brillante o en la polvareda lejana donde se confundan los jinetes. Segn los colores de la tarde, segn el brillo de sus ojos.

Ese era el misterio que me desvelaba mientras reconoca morosamente los colores, los cueros, el olor que con los aos se haba apoderado de ellos.

Una tarde vi el figurn. El seorito con su traje de equitacin. El plido jinete. Ensayaba posiciones, se acercaba y se alejaba. Frente al espejo, el abuelo con su ropa de jockey. Bajaba la visera a la altura de los ojos, y con la mano acomodaba la gorra buscando el mejor perfil.

Hasta me pareci que ensayaba un ademn como si estuviera a punto de montar. Pero una cosa eran las prendas dispersas y otra verlas sobre el cuerpo del abuelo. La chaquetilla era ms brillante, la seda haba recuperado su antao granate, la fusta era un relmpago que se enroscaba en la mueca y hasta pareca que pronto se oira un chasquido desconocido.

Cuando el abuelo descubri mi presencia qued desconcertado. Lo haba sorprendido con sus adornos ntimos y el jinete sin caballo perdi la cabeza. Empez a despojarse del traje, casi hasta arrancrselo.

Durante cierto tiempo nos uni el secreto. Regres al ropero una vez ms, pero las prendas ya no eran las mismas. Haban sido abandonadas de manera confusa, casi apresurada.

A partir de entonces comenc a espiarlo para saber si prosegua con su costumbre secreta. Hasta llegu a sospechar que esperaba las noches para hacerlo y entr en una larga e inquietante vigilia. Fue en vano, aquellos ropajes permanecan olvidados junto al resto de los vestidos.

Otra tarde entr en la pieza y me promet que sera la ltima. Era la siesta y el silencio. El zinc quemaba y el fuego era el sol del espejo. Entonces me di cuenta que no era arena aquello que pisaba, que no escuchaba ningn galope, ni siquiera lejano.

1983 El jinete de piedra

Plumas, pezuas, hocicos. Que giren, que nunca dejen de girar. Es preferible a los animales muertos. Es necesario que suene otra vez la msica que los pone en movimiento. Para que nunca dejen de bailar. Cisnes, cerdos, caballos. Mientras se oye el Only you.

Porque es verano. Y en verano se puede bailar todo, y dar vueltas. Y la sortija es una joya que brilla en medio de la noche. Porque hubo sol. Porque no llueve. Y la suerte es un color plateado que alumbra la mano del abuelo. Y la hace girar y girar para ganar algn dinero. Para Gavilanes. No para caranchos, tampoco para cuervos.

Su mano sigue movindose despus que la sortija ha desaparecido. Suea con Falstaff: caballo del destierro, caballo trgico. No bufn seo. No ese perchern reventado al que ahora suele acercarse para darle de comer.

Hay que aprovechar la vida antes que llegue el invierno. Con l, vendrn las inyecciones. Se atrancarn los bronquios. Los pulmones estarn a punto de estallar. El musgo invadir por dentro y por fuera. El paisaje se volver repentinamente verde. Una vegetacin hmeda, municiones que revientan los rganos. La neumona galopa en un caballo fnebre.

Se han ido los tiempos de esplendor. De Gavilanes y caa Omb. La promesa de asistir a la inauguracin de la prxima temporada hpica. Porque todava le falta un ao para los dieciocho. Mientras tanto pasa por la juventud, y por boca del abuelo va aprendiendo el cuento del caballo blanco, y el del caballo verde, y el del granadero que lo perdi para encontrarlo finalmente en el agujero que tienen las mujeres. As aprendi un poco de historia y un poco de sexo.

Si no hubiese rodado, si no fuese un viejo, le hubiese gustado ser el jinete de Falstaff. Poder apoyar la cara sobre sus crines, acariciar su pelo, y lustrarlo hasta encontrar su color. Hombre digno y no jugador empedernido el que supo darle ese nombre.

Ya no tiene chaquetilla, ni botas, ni gorra, ni fusta. Sospecha que se las han robado o han ido a parar al empeo. Cuntas veces tendr que ver girar esos animales ante sus ojos, para poder rescatarlas. No le alcanzara el tiempo, no le alcanzara la vida. Tal vez apostar a algn caballo pero hace tantos aos que ha dejado de apostar.

Porque en esa casa hay un Falstaff, un vividor. Un bastardo que comercia con los ltimos recuerdos de familia. l dir que lo ha hecho para conservarlos. Durante el invierno se empea lo del verano. Durante el verano lo del invierno. Porque en la casa no hay lugar donde no llueva. Porque por las noches el zinc comienza a llorar. Y hay que cubrir todo con trapos. Y tienen que ser trapos blancos para poder ver en medio de la oscuridad. Entonces cuando abre los ojos por la noche, piensa que ya est muerto. Rodeado de cadveres que han muerto en posiciones muy rebuscadas. Si no fuese por las gotas que golpean la frente, podra imaginar manteles blancos extendidos esperando la primavera. A veces las sombras blancas suelen erguirse y entran en escena como fantasmas sigilosos hasta fundirse acoplndose unas con otras.

Espera todo de ese aprendiz de jockey. Verlo correr con sus propios ojos. Pero teme a la humedad. A esa cal blanca, que puede ser la pared de su propia tumba. Con el verano llegar otra vez el Only you. Los boleros y los tangos resultan interminables, porque conoce la letra y cada una es parte de su vida.

Ese invierno el abuelo ya no est en la casa. Lo han llevado a un refugio naturista en medio de las montaas. No hace falta dinero cuando se tienen amigos religiosos. Hermanos evanglicos.

La ausencia de la tos en la pieza se extraa an ms que su propio cuerpo. Los animales de madera parecen esperarlo para ponerse otra vez en movimiento. Una vez por mes, reciben una carta que lleva el sello del sanatorio. El abuelo cuenta cmo pasa sus das. Ejercicios, oraciones, juego de pelota. Los naturistas han formado un equipo. La familia decide ir a visitarlo. Se hace una colecta. Al nieto mayor le corresponde viajar, ha tenido la suerte de ganar en el sorteo. Un sulky lo lleva hasta el establecimiento. El galope del caballo interrumpe la rutina. En un banco del parque espera el nmero que ahora es su abuelo. Lo invitan a presenciar el juego que est por comenzar. Juegan a la pelota. Se acerca al campo de juego. Entre los jugadores no puede distinguirlo.

Los jugadores con sus movimientos torpes encuentran en la desnudez un alivio para su enfermedad. Estn liquidados y no se sabe si el decorado naturista los aleja o los aproxima ms a la muerte. La piel bronceada es un ligero barniz, como si bastase una gota de agua para que el teln se destiese y pudiese aparecer el color verdoso. Los enfermeros miran continuamente el cielo como buscando alguna seal de tormenta que podra convertirse en una catstrofe, porque con la lluvia los hombres comenzaran a despintarse y quedaran confundidos con el musgo. Seran entonces abandonados en el pasto porque sus pulmones dbiles apenas les permiten balbucear. Por eso los marcan con nmeros para despus poder contarlos y evitar que esas almas blancas salgan en medio del aguacero a buscar algn jugador olvidado.

Uno de ellos yace en el suelo abrazando el baln, como si fuera un baln de aire, y ah estuviese la vida. O como si una pesada bala de can le atravesara el pecho. Caras gordas sostenidas por enormes bigotes arqueados, tan cerca de la rigidez y de los movimientos automticos que hasta parecen haber perdido el pudor, como si sus abdmenes grasosos cayendo sobre la sombra pbica fuesen el ltimo vestigio de cierto pudor natural.

Mientras contempla el juego, el nieto suea con un paisaje de Rousseau. En los patios del sanatorio naturista, algunos visitantes toman fotos con sus familiares. Algn enfermero viene a agregarse a ltimo momento a la pose familiar.

El nieto espera que termine el juego. El abuelo se separa del grupo y camina hacia l. Se abrazan. Se da cuenta de que esta vez es preferible que l le cuente de la ciudad. Los caballos de madera. Los Gavilanes que trae ocultos en una rstica biblia de las que regalan en las estaciones de ferrocarril. Tambin una petaca de caa, guardada en un libro de ediciones Tor donde la corona de Enrique IV tie la tapa de amarillo. Le dice: "Adentro est Falstaff. Despus se despide. El abuelo lo acompaa hasta el sulky, seguramente para ver el caballo devorado por las moscas. El ltigo del cochero lo devuelve a la vida. El abuelo se acerca, y l piensa que los moscones verdes le evocan el color de la chaquetilla, aunque cree recordar que era granate. Le dice entonces al nieto, a manera de despedida: No es Falstaff, pero tampoco es de madera.

El abuelo supo que en el perfil del soberano se ocultaba el dinero para el viaje de regreso, porque al poco tiempo reciben una carta del sanatorio que anuncia su desaparicin. Adonde habr ido el abuelo? Quieren avisar a las autoridades. El nieto dice que es preferible esperar porque de un momento a otro va a entrar por esa puerta. Mientras tanto, la abuela pregunta: Y la tos? Y la piel? De qu color tendr la piel?.

El abuelo vuelve con otros colores y sin la tos. Aunque es como si estuviese maquillado, como si se hubiese estado preparando en algn lugar antes de volver. Pero su espritu y su alma estn vencidos. Ya no habla de Falstaff. Ya no espera para su nieto un porvenir de jockey. Permanece sentado contemplando girar los caballos de madera.

Durante el invierno, la tos, los pulmones, los bronquios, se desatan de golpe como una tormenta de verano que hubiese estado agazapada en algn lugar para desencadenarse con inusitada violencia. La piedad cede lugar a la irritacin y despus al remordimiento. No abandona ni los Gavilanes ni la caa Omb, aunque las aves revolotean sobre su cabeza. Un da se confiesa en voz alta: No quiero morir entre los trapos blancos. Ahora desaparece por las tardes y vuelve casi al anochecer. No quiere molestar, pero tampoco regresar a la pieza.

Esa tarde hay sol y junto con su nieto escuchan Only you. Los negros plateros, los negros plateados dice. Aunque yo tambin fui un plateado. Un jinete cabalgando Falstaff. Y era tan fina la seda plateada que cuando termin la carrera, no haba ni una gota de sudor.

A la noche el abuelo no regresa. A las diez comienzan a buscarlo. Temen por la helada. No est entre los animales de madera. Tampoco tomando caa en el despacho de bebidas. Lo han visto salir. El nieto piensa que si fuese de da podra seguirle el rastro por los Gavilanes. Lo buscan toda la noche, hacen la denuncia en la comisara. Recorren los hospitales.

Recin lo encuentran a la maana siguiente. A veinte cuadras de la casa. En la nica plaza que hay en la Villa de los perros. Ah est el abuelo con su capote. Cabalgando una estatua que con el tiempo ha ido perdiendo pedazos, pero en la que an se adivina borrosamente la forma de un hocico, de unos cascos. El cuerpo inclinado sobre el caballo, y slo la rigidez de la muerte sosteniendo al jinete.

Los papeles de Halley

La abuela cumple noventa aos. Alrededor de la mesa, en medio de llamas vacilantes, a su memoria gastada le exigimos el recuerdo.

En su relato, los ojos del yaguaret, ardiendo en la noche, se confundan con el