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Madera

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Universidad Juárez del Estado de Durango.

Rector: Lic. Luis Tomás Castro Hidalgo.

Madera

Razón de un Martiriologio

José Santos Valdés

Editorial de la Universidad Juárez del Estado de Durango

Título: MaderaPrimera edición:

Diseño de Portada: Carlos Martínez TorresDiseño de Interiores: Aidé Miranda Reza

© D.R. © D.R. De esta edición, Editorial de la Universidad Juárez del Estado de DurangoConstitución 404 sur. Zona Centro CP. 34000Durango, Dgo., 2011 [email protected]

ISBN: 978-607-503-036-4

ÍNDICE

Primeras palabras............................................

capítulo primero

Chihuahua: Infierno de los pobres......................capítulo segundo

Población mártir..............................................capítulo tercero

Otros prietitos del mismo arroz...........................capítulo cuarto

Escuelas y cantinas.........................................capítulo quinto

Algo sobre el problema agrario..........................capítulo sexto

Pedazos de la vida rural en Chihuahua...............capítulo séptimo

Un documento................................................capítulo octavo

Un hombre bueno............................................capítulo noveno

Una carta abierta.............................................capítulo décimo

La sangre mártir..............................................capítulo decimoprimero

Traición y cobardía..........................................capítulo decimosegundo

Algunas reflexiones..........................................

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capítulo decimotercero

Hechos significativos........................................capítulo decimocuarto

Algo sobre los caídos.......................................

Apéndice gráfico..............................................

Colofón..........................................................

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PRIMERAS PALABRAS

La noticia —cuya difusión fue extraordinaria— que informó al país sobre los hechos ocurridos en Madera,1 Chihuahua, el 23 de septiembre de 1965, cuando el Sr. Presidente de la República, de paso para dicha Entidad, se encontraba en la ciudad de Torreón, Coah., dio lugar a una serie de comen-tarios, suposiciones, explicaciones, etc., que —en lugar de esclarecer el hecho— lo volvieron más confuso o embrolla-do.

Lo único claro, sin lugar a modificaciones o alteracio-nes, fue que en una antigua y desolada estación ferrovia-ria, del Estado de Chihuahua, que ni siquiera figura en los mapas que consulté, un grupo de jóvenes encabezados por el Profesor normalista y Doctor en medicina humana, Pa-blo Gómez Ramírez y el Profesor Arturo Gámiz García, ha-bían asaltado en las últimas horas de la madrugada del día aquí citado, el cuartel que daba albergue a 120 soldados del Ejército Nacional y que —en el asalto— habían muerto ocho2 de los asaltantes y cuatro soldados federales.

Mientras la prensa llamada “grande” y “seria”, inicial-mente trataba de crear alarma nacional, con la inevitable “acción comunista” de origen extranjero ligando el asalto con Fidel Castro, Mao y los soviéticos, los periódicos de los EE.UU., por extraña según algunos y para nosotros acos-tumbrada, coincidencia, le ganaban una vez más la infor-mación a los mexicanos y se daban el lujo —desde su pri-mera información— de completarla con croquis del terreno de los hechos, nombres y datos que, hasta después, apare-cieron en nuestros órganos informativos. 1 Ver ilustraciones.2 Idem.

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Para quienes conocimos a algunos de ellos, y de mane-ra especial a los cabecillas, el hecho fue como un maza-zo en plena cabeza. Arturo Gámiz García,3 siempre cuidó de que —de la manera más clara y convincente— todo mundo entendiera que su rebelión era motivada —en lo fundamental— por un gobierno local inepto, despó-tico y entregado a servir, amparar y alcahuetear a los ri-cos, por lo mismo, la lucha de Gámiz y su pequeño grupo —que muchos llamaron guerrilla, de manera inapropiada a mi ver— era en contra del gobierno de Chihuahua y su aparato de represión que funcionaba, sobre todo, en con-tra de los campesinos, los estudiantes y los maestros de escuela. A Pablito,4 en la última decena de agosto lo había dejado en México, casi convencido de aceptar el cambio que la SEP —bajo la presión del general Giner— le estaba imponiendo.

Como siempre, el Dr. Gómez Ramírez, carecía de dinero. Y tal carencia era, a veces, absoluta.

La impresión de la muerte de jóvenes como Miguel Quiñones,5 estudiante normalista rural, ejemplar y maes-tro rural también ejemplar después, no sólo causó amarga, anonadante impresión en Chihuahua y entre quienes for-mamos la llamada izquierda delirante: dio una magnífica oportunidad al Gobernador del estado para que pontifica-ra calificándolos de bandidos, malvivientes, salteadores, asesinos.

Es verdad que revistas como Siempre, y Política y perió-dicos modestos como “La Voz del Pueblo” en Torreón, de inmediato respondieron señalando al verdadero culpable de éste —de momento— inútil derramamiento de sangre. También lo es que las declaraciones oficiales del Gobier-no Federal, pararon y pusieron fin a la propaganda de la CIA y del F.B.I., que a toda costa quisieron sacarle el mejor 3 Ver ilustraciones.4 Idem. 5 Idem.

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provecho al asalto, haciéndole aparecer como tenebrosa maniobra del comunismo internacional y —de manera es-pecial— del filo castrismo.

Algunos artículos míos ayudaron a dejar claro que se trató de mártires y no de bandidos. Otras informaciones posteriores, más completas, acabaron por dejar en la con-ciencia de la Nación, que el drama del 23 de septiembre de 1965, en la desolada estación de Madera, Chihuahua, fue un acto hijo de la desesperación y la inmolación de jóvenes que —por ese camino— creyeron llegar a resolver el pro-blema que los angustiaba tanto que los llevó a la muerte: el hambre, la miseria, la explotación y la opresión de que son víctimas los campesinos de Chihuahua.

El general Giner —que se hace llamar revolucionario y que blasfema cuando se dice villista— frente al humanismo del General Tiburcio Garza Zamora —que lo había conce-dido— tuvo su máxima venganza: negó la entrega de los cadáveres a sus familiares y ordenó que sin caja, fueran en-terrados en una fosa común.6 El inhumano se igualó con el sacerdote del lugar que —también en torpe venganza— se negó a atender a los familiares de los muchachos muertos, que le pedían oficiara para ellos.7

Las simpatías populares están vivas aún para los muer-tos. Lo que no impide que, al mismo tiempo, se lamente y profundamente también, la muerte de los cinco soldados del Ejército Nacional: asaltantes y asaltados fueron vícti-mas de la injusticia que en México, es patrimonio de los pobres.

Ciudad Lerdo, Dgo. Julio-Octubre de 1966. Tenancingo, Edo. de México y Xocoyucan, Tlaxcala, abril de 1967.

EL AUTOR.

6 Ver apéndice gráfico.7 Ver apéndice gráfico.

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CAPítuLo PRIMERo

CHIHuAHuA: INFIERNo DE LoS PoBRES

1

Chihuahua es la Entidad política más extensa del país. Sus 247,087 kilómetros cuadrados abarcan un territorio supe-rior al de muchos países llamados libres e independientes, en nuestra América y Europa. Al mismo tiempo —en gracia a extensión tan vasta que abarca desde el meridiano 103 al 109 y desde el paralelo 25 al 32— ofrece a los estudiosos las más variadas situaciones humanas engendradas —tales situaciones— en una geografía complicada, como que va desde las llanuras que se inician por el sur en Zavalza, el desierto que propiamente es el Bolsón de Mapimí hasta Ojinaga y los pedazos de Sahara de Samalayucan, hasta los valles espléndidos de Jiménez, Camargo, Delicias, Allende y las elevadas tierras de la Sierra Madre Occidental, cuyo pico más alto es el Cerro de Hahinora o de Muignora como también lo encontré escrito, con sus 3,992 metros sobre el nivel del mar. Chihuahua representa el 12.53% del total del territorio nacional y en él caben decenas de veces algu-nas otras entidades como Morelos que se puede acomo-dar más de 50 veces, Aguascalientes 44, dentro de la tierra que, para su desdicha, en Borunda y Giner ha tenido a los 2 gobernantes que más odio han sentido por el pueblo y mayor desprecio por sus necesidades.

La estepa chihuahuense hace al humano la vida dura pero no imposible. Aún dentro del mismo Bolsón de Ma-pimí, hombres y animales sobreviven. Los valles son una

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delicia para los ojos y verdaderos paraísos serían si en ellos hubiera —junto con una naturaleza acogedora que no pró-diga— justicia para los trabajadores.

Sus ríos —que resultan escasos dentro de la enorme extensión— realidad que nos impide considerar si su dis-tribución es buena o mala, llevan las aguas de sus áreas de escurrimiento, hacia el Pacífico, cruzando y beneficiando antes tierras de Sonora y Sinaloa; hacia el Golfo de México, por el cauce del Río Bravo y a la llamada Vertiente Interior cuyas lagunas no figuran —ni con mucho— entre las más importantes del país.

Sus ríos principales son el Bravo que sirve de límite con los EE.UU. y en el cual desemboca el Conchos, cuyas aguas escurren de una cuenca de 21 367 kilómetros cua-drados, por área precisada en dos de sus estaciones hi-drométricas: Conchos y Burras. Los escurrimientos máxi-mos fueron de más de 800 millones de metros cúbicos aforados en las dos estaciones de referencia y en su ma-yor parte, cruzan la estepa y van a desembocar en el Bra-vo. Los aforos dieron en Las Burras, un gasto mínimo de 296 metros cúbicos y un máximo de 2 200. El San Pedro que se une al Conchos tiene una cuenca de 10 750 kiló-metros cuadrados, un gasto mínimo de 116 metros cú-bicos y de 1 400 el mayor. Todas estas aguas van, en un largo viaje de centenares de kilómetros, bajando hasta —como ya se dijo— derramarse en el Bravo.

De la Vertiente Interior dos pequeños ríos van a des-embocar en las lagunas de su nombre: Casas Grandes y El Carmen. El primero con escurrimientos de 35.1 millones de metros cúbicos y el segundo 42.4 millones.

Los ríos y los arroyos afluentes, que bajan de la Sierra Madre al Pacífico constituyen el origen de tres grandes ríos: El Yaqui y el Mayo, en Sonora, y el no menos famoso de El Fuerte en Sinaloa... Chihuahua cuenta —por conse-cuencia— con escasas aguas fluviales que —además— son mal e injustamente aprovechadas. Mal porque son escasos

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sus sistemas de riego, represas y sistemas derivadores. In-justamente porque los sistemas de riego, de preferencia, han favorecido a los ricos.

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Un mapa —el del Diccionario de Geografía e Historia de Porrúa, 1964—, nos muestra los sistemas de riego como pe-queñas manchas alargadas y desplazándose por el centro del estado de norte a sur: Casas Grandes, San Buenaventu-ra, El Carmen y las manchas además de largas se vuelven anchas, en el centro de la línea con los sistemas de Delicias, Meoqui, Rosales y Julimes, mancha que se completa con la lombriz en arco que configura el sistema de Camargo. Más al sur, casi pegado al territorio de Durango, está el sistema de las Villas de Coronado y López. Las distancias que separan estos sistemas de riego son de decenas y decenas y a veces centenares de kilómetros, dejando entre ellos enormes ex-tensiones de llanuras secas o de montañas en las que igual que en la llanura, no puede prosperar la agricultura y la ganadería se hace difícil para los pobres, circunstancia que aprovechan los ricos y que la aprovechan acaparando miles y miles de hectáreas sobre la base de exagerar el índice de aridez —hasta 40 hectáreas por cabeza de ganado— o im-poniendo descaradamente, con el apoyo de gobernantes, generales del ejército y jefes policíacos, el derecho del más fuerte. Es verdad que Chihuahua cuenta con algunas presas —embalses, uno tan grande como el de La Boquilla— y que decenas de miles de hectáreas son regadas con las aguas que en ellas se almacenan pero —a la vez— es cierto que es la burguesía la que —con miles de subterfugios y tram-pas legales— acapara las tierras de riego. Cuando anduve por la región de Delicias, me dieron nombres y superficies, pero lo que más me impresionó fue el caso de una señora viuda que se daba el lujo de sembrar 2 000 hectáreas ¡de

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riego! El agua que escurre en las cuencas y va a los ríos es muy poca, poquísima, dada la enorme extensión de Chi-huahua. Está, además, mal aprovechada por cuanto que no se han construido el número de cortinas para almace-namiento o derivación, que pueden y deben levantarse y por lo mismo, mucha de esa agua se pierde miserablemen-te y no reporta utilidad ninguna a los chihuahuenses.

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En Chihuahua todo es grandioso, hasta la injusticia. La Naturaleza ha sido pródiga: creó allí —junto a la estepa de pastizales abundantes en época de lluvias, los médanos de Samalayucan— y la aridez escabrosa de muchos de sus cerros talados hasta el límite, fuente de recursos que utili-zados pueden hacer la felicidad no sólo del millón 122 mil habitantes que registra la estadística sino de cinco o más millones de seres humanos. Agricultura, ganadería, meta-les, bosques, caza, pesca, de todo hay en esta tierra cuyo nombre se vuelve interjección de protesta hasta en el len-guaje de los niños. Aunque de manera muy somera, quiero anotar algunos objetos geográficos —como se decía allá cuando estudié la primaria— que aprovechados con crite-rio moderno podrían convertirse en fuente de ingreso pro-veniente del turismo —por ejemplo— y por lo mismo de actividad remunerada para quienes en Chihuahua viven:

a) .—Camargo cuenta con aguas radioactivas y peces codiciados. Aguas y peces son buscados por nacionales y extranjeros pero —como en todo régimen burgués— aguas y peces benefician a un corto número que ni mejora ni moderniza la explotación de esos bienes de la Natura-leza porque, su lucro, lo obtiene de explotar al hombre de fuera o de adentro.

b) .—En uno de los afluentes de lo que será después El

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Río Mayo, existe un salto de agua de maravilla y uno de los más grandes del mundo. Grande y bello salto en el que el agua cae de 311 metros de altura. Hace mucho que debe-ría estar produciendo energía eléctrica y atrayendo viaje-ros. Pero los ricos de Chihuahua están esperando que el Gobierno Federal les haga el milagro: mientras, lo impon-derable de la roca basáltica tallada casi a pico y coronada de pinares, permanece desconocida y la enorme fuerza de una masa de agua que cae de más de trescientos metros de altura, se desperdicia.

c) .—Es famosa, legendaria es mejor decirlo, la belle-za de la imponente maravilla de la Naturaleza que lleva el nombre de Barranca del Cobre. Arriba nieve y frío, cedros, robles, pinares; abajo las calideces y los productos del tró-pico. Pero todavía no hay una empresa —de preferencia colectiva— que atraiga por decenas de miles al año a los nacionales y extranjeros para que la conozcan. Para los malos, pésimos gobernantes de Chihuahua y su burguesía nativa y extranjera, es más simple, más fácil, con menos complicaciones pues tienen el respaldo del poder público, explotar a los hombres y explotarlos oprimiéndolos sin mi-sericordia.

d) .—Enorme estado cuyo extremo sur, hacia el oeste, está casi en la misma latitud de Gómez Palacio, ciudad de Durango, que, por la ruta de Jiménez, está a más de 130 ki-lómetros del punto más cercano de Chihuahua —Zavalza— por el norte. Enorme estado lleno de riqueza y en el que, una campesina hambrienta y desnuda, es la fiel imagen de la Madre Haraposa de José Santos Chocano.

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Chihuahua cuenta con centros mineros que le dieron categoría señera en la minería no sólo de México sino del mundo. Parral, Santa Bárbara, San Francisco del Oro fue-

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ron junto con el de Naica y otros más, nombres mágicos para atraer a hombres de empresa, a hombres en busca de trabajo; a comerciantes, banqueros, jugadores, prostitu-tas, lenones, cantineros y vagabundos. La plata, el plomo, el cobre y el zinc daban riqueza, hicieron muchas fortunas individuales desde los tiempos de la Nueva España. Siguen haciéndolas aún ahora, por encima de la Ley del Trabajo y de la organización sindical de los obreros. Ávalos, a la salida del Cañón de Bachimba, y a unos cuantos kilóme-tros de la ciudad de Chihuahua, es la representativa de la explotación minera, cuando menos hasta ahora. Menos hambrientos, pero no menos explotados que los campesi-nos, los trabajadores mineros se mantienen en una dulce euforia: la comida, la bebida, el vestido, la casa y la escuela están asegurados. El hospital los cura y para completar el cuadro, más de un sacerdote que inteligentemente trabaja entre ellos, les tiene asegurado el cielo. Un día llegará en el que esa riqueza no renovable se agote y quedarán los so-cavones siniestros abandonados, miles de obreros “casca-dos” o envejecidos e inútiles y surgirá el drama del hombre sin trabajo: hambre, desnudez, enfermedad, muerte. Más, por ahora, todo es felicidad en el idilio que viven obreros y empresas. Chihuahua cuenta, además, con recursos mine-ros de esos que —sobre todo a partir de la Segunda Guerra Mundial II— fueron sacados del desprecio en que se les tenía para hacerlos hoy objeto de intensa explotación. Las investigaciones científicas le han dado categoría importan-te como depósito de minerales que —en el futuro— serán fuentes de energía nuclear. Lo que confirma la riqueza mi-nera de Chihuahua y hace pensar en la sinrazón de más de 40 mil campesinos que —no teniendo tierra— forman parte del ejército de los desocupados y hambrientos.

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Un territorio tan grande con llanuras, desiertos, va-lles cuajados de árboles que son un regalo para la vista; con montañas boscosas y una altura media superior a los 1 200 metros y donde se encuentran alturas que van de los 2 000 a los casi 4 000 metros sobre el nivel del mar, tiene, forzosamente, que registrar variedad de climas. Ve-ranos ardientes en la estepa y el desierto e inviernos con temperaturas de 20 o más grados bajo cero. Zonas frías, permanentemente frías, que —como dice Fernando Jor-dán— sólo distinguen las estaciones por las aguas frías del verano y las aguas heladas del invierno. Un territorio así —por fuerza— ha de tener variedad de productos vege-tales y algodón, maíz, frijol, trigo, sorgo, que la agricultura produce. Lechuguilla, guayule, candelilla y bosque de piná-ceas que la Naturaleza ofrece. Sandías melones y calabazas en abundancia. Árboles frutales de afamada producción: piñoneros, nogales, manzanas, durazneros, membrillos, perales, parras y otras frutas sabrosas y raras todavía en el país como el níspero de Valle de Allende. El algodón chi-huahuense tiene —al decir de los entendidos— fama en el mundo entero. Pero no sirve para vestir al hombre de Chihuahua como su trigo no le permite a todos los que en Chihuahua viven, comer el pan oloroso y tibio de las pana-derías. Los productos agrícolas —como los metales— tam-bién emprenden el camino hacia el sur pero casi siempre hacia el norte. Pagan mejor y rinden mejores ganancias las uvas, los melones, las manzanas, el algodón y hasta el ixtle y la cera de candelilla cuando se venden en dólares. El tra-bajador del campo si acaso prueba lo que produce, todo se le escapa de las manos y apenas si le deja la pasajera sensación de la bonanza huidiza de la pizca del maíz, del algodón, de los melones o de la vendimia en los viñedos... Vuelve la desocupación y con ella el hambre, la desnudez, la enfermedad. En la llanura, en el desierto o la montaña,

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se repetirá la misma tragedia: indígenas y mestizos serán despojados y condenados a ser víctimas indefensas del hambre.

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La tierra de la llanura chihuahuense es tierra de mila-gro. Sobre ella sobrevive a la prolongada sequía, una ve-getación enana cuya uniformidad se rompe —verdaderos manchones dentro de la monotonía del paisaje— con la aparición de macizos de huizaches y mezquites. Distantes unos de otros, entre ellos se alzan las copas solitarias de uno, dos o tres de estos árboles leguminosos. El ocotillo también abunda y en la primavera y el verano, junto con la palma, ofrece la belleza de sus flores como si fueran un desafío a la desolación del paisaje. Tierra reseca pero de milagro: apenas caen unas gotas de agua de la primaveral lluvia o del verano caliente, cuando surgen los pastizales y el suelo se cubre, a la vez, de pequeñas hierbas que flore-cen inundando la llanura con la atrayente variedad de sus colores. El pasto crece y alimenta al ganado. Un ganado que los años han hecho aumentar al mismo tiempo que se ha ido seleccionando. Carne, leche, cueros y huesos dejan provecho de inmediato pero, lo mismo que los metales y las fibras, carne, cuero, leche y huesos también empren-den la marcha para salir del territorio en busca de merca-do y —sobre todo— de los dólares. El ganadero moderno al sacrificio local de la res, prefiere enviarla viva, en pie, a las plazas del sur, hasta la metrópoli lejana o —con mucho amor en este caso— a la cercana frontera con los EE.UU. Para el norte selecciona lo mejor de sus animales. Él sabe que los dólares le han permitido fortalecer su economía, fortalecer a su grupo de tal manera que la Ley y el Poder, la Política y hasta la Religión, están a su servicio. Sabe que los dólares le han hecho el amo, el dueño de Chihuahua.

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Los tiempos cambian y ya no es ni fabuloso criador de ga-nado y explotador de minas y de hombres el que afirma-ra socarronamente “Chihuahua es mío”. Es ahora la Unión de Ganaderos la que puede afirmar lo mismo sin mentir ni exagerar. El feudalismo del porfiriato revivió en Chihuahua y revivió más poderoso, más sutil, más refinado que en-tonces. La Unión de Ganaderos es la que gobierna la con-ciencia de los jueces, da órdenes a los señores gobernado-res y presidentes municipales y demás representativos del poder público, son sus simples servidores. Ella —la Unión Ganadera— decide quién o quiénes han de salir victoriosos en las elecciones. Ella —la Unión Ganadera— quita y pone gobernadores. Un día —el mejor primer mandatario que Chihuahua ha tenido en el último cuarto de siglo, el Licen-ciado Soto Máynez— decidió romper el poder omnímodo de los ganaderos al poner límite a su enriquecimiento ilí-cito: impidió las alzas en el precio de la carne y estableció que no saliera una sola res en pie hasta que las necesida-des del consumo interno fueran satisfechas. El licenciado Soto Máynez revivía la lucha de David contra Goliat pero la fuerza de su honda fue neutralizada por los dólares —pre-sentes y futuros— de las exportaciones. El golpe en contra de la Unión Ganadera —de haber sido efectivo— hubie-ra abierto las puertas a la justicia social en Chihuahua al quebrar el poderío ganadero. La lucha fue enconada. La “prensa seria”, como siempre, apoyó la causa de los ricos que —en masa— se unieron a los ganaderos: estaban en peligro los privilegios todos de su clase y no los iban a per-der por culpa del “universitario loco” que todavía creía en que a quien primero hay que proteger es al pueblo. La calumnia alzó sus llamaradas y —como es casi normal en donde la masa carece de educación política— las palomas se unieron a los gavilanes, los corderos se hermanaron con los lobos y ayudaron a derrotar a quien los defendía. Gra-cias a tan resonante victoria, cuando tuve que visitar las Zonas del estado —una en el norte, la otra en el sur— en

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los años de 1960 a 1964— me encontré con una circuns-tancia: sólo se podía comprar carne fresca dos o tres ve-ces por semana porque ¡NO HABÍA GANADO!... La Unión lo enviaba, casi todo, para los mercados del sur pero —de manera muy especial— para los del norte, a los EE.UU. El imperio ganadero se había consolidado. Traficantes y corruptos en el Departamento Agrario y en todas las de-más dependencias oficiales —ninguna se salva, ni la Pre-sidencia de la República— ayudaron a agudizar el hambre, la miseria y el desamparo de los hombres de Chihuahua que viviendo en la llanura o en la montaña, estaban muy lejos de la Justicia pero muy cerca de la Unión Ganadera. Lo que no podía ser peor para los pobres, como lo veremos después. Por ahora debe quedar claro que la Ley, la Justicia y la Política y por consecuencia el poder público, quedaron en manos de la Unión Ganadera.

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El chihuahuense trabajador en el campo o la ciudad, vive olvidado de la Ley. Una ley que él ayudó a elaborar y promulgar por que él, el chihuahuense trabajador del cam-po o de la ciudad —la hizo posible con la Revolución que estalló en 1910—. Pero —como ya lo apuntamos—, el chi-huahuense ha de luchar para sobrevivir, no sólo en contra de los ricos que lo oprimen y lo explotan, sino en contra —también de una Naturaleza que le agrede constante-mente—. Las observaciones hechas el año de 1960 en tres de sus estaciones meteorológicas —Chihuahua, Nuevo Ca-sas Grandes y Temósachic— dieron una media en relación con algunos aspectos del medio físico y que anotamos aquí porque —la mayoría— son suficientemente significativos para que —el lector— entienda cómo, la Madre Natura-leza, es en realidad una madrastra para el campesino que vive en lo que fuera imperio de Terrazas:

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a).—Presión atmosférica .............................859.4 b).—Temperatura en grados centígrados:

Máxima: 25.3 Mínima: 10.7 Media: 18.5

c) —Humedad relativa: Porciento: 44

d) .—Días con lluvia ....................................... 45 e) .—Días con heladas .....................................55 f) .—Nubosidad ................................................3 g) .—Precipitación total .............................. 323.8 mm. h) .—Vientos dominantes NE i) .—Velocidad media del viento: 6 metros por segundo. (21.6 Kms. por hora).

La sola observación del cuadro anterior le está dicien-do al lector que la naturaleza no fue muy generosa con el estado de Chihuahua ya que, simplemente, cincuenta y cinco días al año con heladas, significan tortura física para la mayoría de los habitantes de la entidad que, siendo como son, pobres, tienen que sufrir esos casi dos meses de verdaderas torturas físicas. Significan, como promedio que son, que en algunas regiones los días con heladas son más numerosos y en otros las heladas están por debajo de ese número, pero, de todas maneras, un promedio de 55 días con heladas anuales constituyen una amenaza para los cultivos, para la vida y la salud de los ganados y, des-de luego, de los seres humanos... Por otro lado, usted está viendo que los días lluviosos o con lluvia, apenas llegan a 45 entre los 365 del año, lo que, de manera directa, afecta a la producción agrícola, a los pastos y a los aguajes para el ganado y a la vida de los habitantes de la entidad. Tal vez usted piense que 45 días de lluvia o con lluvia al año es mucha agua, pero quiero recordarle que en este tipo de estadísticas se consideran días con lluvias aquellos que,

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como decimos por acá por el norte, apenas “chispea” o cae lo que llamamos un “matapolvo”. Por el otro lado ya sabe usted que los 45 días con lluvia están distribuidos en todos los meses del año. Ojalá que de ellos siquiera hu-biera tres meses en los que lloviera al ritmo de una lluvia por semana: así se garantizarían los temporales. Pero estas lluvias del norte a veces, caen demasiado espaciadas y los temporales de verano se agotan en la terrible canícula de los últimos días de julio y los primeros de agosto... Reitero: además de los regímenes políticos, la naturaleza también es inclemente con los chihuahuenses...

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CAPítuLo SEGuNDo

PoBLACIÓN MÁRtIR

1

En este ambiente natural y social, se ha desarrollado la po-blación del estado de Chihuahua, desarrollo del que, a con-tinuación, se ofrece un cuadro que puede ser útil para las personas acostumbradas a pensar y a sacar conclusiones por su cuenta:

Años Población Aumento y % sobre el año inicial: 1900=100

1900 327 784 000 100 1910 405 707 77 923 123 1921 401 622 4 085 00 1930 491 792 90 170 150 1940 623 944 132 152 190 1950 846 414 222 470 258 1960 1 226 793 380 379 374

Con base en el 3% de aumento general de población aceptado desde hace años por los demógrafos, podríamos calcular... 1 447 515 habitantes para 1966, con aumento de 220 822 sobre 1960 y elevar el porcentaje acumulativo a 440 y anotar una densidad de población de 5.26 habitan-tes por kilómetro cuadrado. Lo que nos daría una densidad de:

Chihuahua República MexicanaEn 1950: 3.4 13.1 En 1960: 5.0 17.8 En 1966: 5.26 20.6

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Si Chihuahua tiene un crecimiento teórico de 7.8% por año, dado lo enorme de su territorio la densidad crece de manera poco sensible y conservándose muy abajo de la densidad media de la República Mexicana. En el decenio 51-60 pasa de 3.4 a 5 habitantes por kilómetro cuadrado, registrando un aumento de 1.6 habitantes mientras la me-dia nacional de aumento es de 4.7. Pese a sus enormes posibilidades de desarrollo económico que lo son de au-mento demográfico, el aumento en densidad de población es 3.1 inferior a la media nacional.

En 1960 Chihuahua acusaba una realidad demográfica que era entonces un buen índice para medir su progreso: El 57.2% de su población era urbana y el 42.8% correspondía al campo. Lo que significaba maquinización y tecnificación de la Agricultura y la Ganadería y por consecuencia desa-rrollo del Comercio y de la Industria. Pero hoy dos cifras nos revelan como tal progreso no correspondió en intensi-dad y volumen a lo que de Chihuahua se esperaba:

—Aguascalientes saltó en el decenio 1951-60 de 33.7 a 43.5 habitantes por kilómetro cuadrado.

—Guanajuato —en el mismo decenio— brincó de 43.4 a 56.7 habitantes por kilómetro cuadrado.

La tremenda diferencia con el ex-imperio terracista, se explica por una circunstancia: Aguascalientes y Guanajua-to, aunque no realizaron una completa reforma agraria, intensificaron tanto la creación de ejidos y pequeñas pro-piedades auténticas que, como ocurre siempre allí donde se rompe la propiedad feudal de la tierra, la población au-mentó notablemente. Por el contrario, Chihuahua frenó escandalosamente la Reforma Agraria, un neo-porfirismo surgió potente y vigoroso: se mantuvieron intocados los viejos latifundios y generales y negociantes crearon otros nuevos.

Su desarrollo demográfico —revelador por sí de atra-

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so y de la existencia de un régimen político enemigo del trabajador— queda al descubierto cuando se ve como en el decenio que comentamos, de 65 municipios pasó a 66 cuando, por otro lado, de 5 346 centros de población saltó a 7 932 lo que es prueba de que, esos nuevos centros de población, no fueron en su mayoría, comunidades agrarias que —con su presión demográfica hubieran hecho necesa-rias algunas modificaciones en la organización política del estado— sino ranchos y haciendas agrícolas o ganaderas, de “pequeños” y grandes propietarios. Y aquí va un cuadro que prueba lo dicho, al puntualizar como están clasificados los centros de población:

Ciudades ..................... 11 Villas ........................... 13 Pueblos ....................... 173 Congregaciones .......... 99 Haciendas y fincas ...... 145 Ejidos .......................... 319 Ranchos ...................... 5 478 Rancherías .................. 1 065 Otras ........................... 629 Total 7 392

Usted puede verlo, haciendas y fincas, ranchos y ran-cherías, suman 6 688 centros de población frente apenas 319 que se forman con la población ejidal. ¡ 319 ejidos en Chihuahua con casi un cuarto de millón de kilómetros cua-drados de superficie o sean 25 millones de hectáreas!

2

Hay otras circunstancias demográficas reveladoras de que el movimiento de población, corresponde a una enti-dad políticamente atrasada, encasillada dentro de normas

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feudales de vida: La tasa demográfica de crecimiento gene-ral en Chihuahua, por cada mil habitantes fue como sigue:

1961 .......... 39.4 1962 .......... 38.4 1963 .......... 38.9

Como puede verlo, en el trienio no solamente no au-mentó: bajó y aunque acusa recuperación en el último año, no alcanza la cifra del primero.

Si comparamos estos índices con dos entidades, una tradicional, legendariamente pobre y otra rica y potencial-mente con tantos recursos como Chihuahua, encontrare-mos una buena diferencia en contra de la tierra que le dio a Pancho Villa recursos para vencer al mariguano Huerta:

Años Sonora Zacatecas196119621963

66.973.889.0

43.242.643.1

Como puede verse, en ambas entidades el crecimiento de la tasa de población por cada mil habitantes acusa au-mento, gran aumento en Sonora y leve en Zacatecas, pero aumento al fin.

Otro aspecto que dadas las condiciones de vida en el estado, es factor negativo en el progreso y fe-licidad de los trabajadores chihuahuenses, es el si-guiente: De los 223 468 extranjeros censados el país en 1 960, 83 076 correspondieron al Distrito Federal y 23 117 a Chihuahua, segundo lugar dentro del cuadro na-cional.

La macrocefalia urbana —negativa para un auténtico bienestar de los trabajadores, especialmente del campo— la encuentra usted en datos como los siguientes:

Madera

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Localidades urbanas con 2 501 habitantes o más ........... 36 Localidades rurales con 2 500 habitantes o menos ..... 4 230 Además, mientras la capital del estado registró 150 430

habitantes —el 12.5% del total de la población del esta-do—, Ciudad Juárez registró 260 mil habitantes —21 .2% de la población total—, lo que hace 410 430 habitantes concentrados en dos ciudades y el 33.77% de la población total del estado, concentrado en las mismas. Dicho de otro modo, en dos ciudades se agrupan la grande y mediana burguesía aunque sus negocios y empresas las tengan fuera que, el ausentismo, fue y es una característica de la explotación y opresión de los que trabajan para un breve grupo de privilegiados.

3

El desarrollo cultural de Chihuahua no puede medirse nada más por la Universidad que opera en la capital del Estado y por dos Tecnológicos, preparatorias y escuelas se-cundarias; es necesario precisar en qué medida los chihu-ahuenses dominan el alfabeto. En 1960, entre la población con 6 o más años de edad, sabían leer y escribir 731 756 personas o sea el 74.8% de las mismas; no sabían ni leer ni escribir 244 910 personas, lo que hacía el 25.2% de analfa-betos de 6 o más años de edad.

Otro índice, también revelador es el siguiente:

Población de 6 a 14 años: urbana Rural total %

AlfabetosAnalfabetos

116 574 48 090

76 46955 354

189 043103 456

64.735.3

Revelador porque enseña cómo —hace seis años— en Chihuahua entre los niños de EDAD ESCOLAR, había el 35.3% de analfabetismo y lo increíble: en las poblaciones

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urbanas había 48 090 niños en edad escolar analfabetos. Repito: nada más en sus ciudades.

Entre la población de más de 14 años, las cosas andan un poco mejor en cuanto números relativos, no así en los absolutos:

urbana Rural total % Alfabetos 338 524 200 492 539 016 79.7 Analfabetos 51 037 86 268 137 305 20.3

¡137 305 chihuahuenses mayores de 14 años, eran anal-fabetos en 1960! Eso por encima de la Campaña de Alfabe-tización y del famoso y demagógico Plan Chihuahua.

4

Siempre me agradó en los años de 61 a 64, viajar en la primavera por el estado de Chihuahua. De Escalón para el norte, comenzando con la planicie de Rellano hasta Ca-sas Grandes, a donde varias veces alcancé a llegar, cómo cambiaba el paisaje y para los ojos eran un verdadero gozo los macizos de verde —hierbas, arbustos y árboles— que me hacían sentir más aguda la desolación del Bolsón de Mapimí y de las polvorientas tierras laguneras. Me agra-daba contemplar los trigales en agraz o bien ya maduros luciendo el oro de sus espigas, de sus tallos, de sus hojas. Trigales, muchos trigales a lo largo de mi extenso recorrido y lo que mis ojos veían está en profundo desacuerdo con la realidad brutal que puede sintetizarse con una palabra: hambre. Hambre porque, referida al consumo de pan de trigo tenemos la siguiente estadística:

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urbana Rural total %Comen pan de trigoNo comen pan de trigo

588 806 92 614

287 224210 036

871 110311 720

71.025.0

¡El 25% de la población no come pan de trigo y entre ella se encuentran 210 036 campesinos que lo producen!

Otro cuadro estadístico revelador del infierno en que vi-ven los chihuahuenses es el siguiente:

Consumen uno o más de estos alimentos: carne, pesca-do, leche y huevo:

urbana Rural total %SINO

581 661 94 959

385 515120 745

967 126215 704

78.817.5

Dejaron de censar: 33 963 personas. Resumen o comentario único: ¡El 17.5% de la población

del estado no consume carne ni pescado, no come huevos, no bebe leche!

Por lo que hace al uso de prendas que cubran los huma-nos pies, la estadística nos dice que, en Chihuahua:

urbana Rural total %Usan zapatosUsan huaraches o sandaliasAndan descalzos

535 891 18 752 21 927

379 546 94 779 31 985

915 437113 531 53 682

82.7 9.2 4.3

Sin comentarios: 53 862 personas andan descalzas...

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El estudio de las condiciones que guarda la vivienda en-tre los moradores del estado, nos ayuda a entender la si-

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tuación de abandono y de miseria en la que vive la mayor parte de la población. Estos datos son, digamos, conclu-yentes, porque se puede argüir que una persona no come pescado porque no le gusta; no bebe leche porque es alér-gico a ella; no consume carne porque el médico le prohibió hacerlo y no come huevos porque le dan asco. También se puede decir que los 53 682 descalzos andan así por su puro gusto y que las 113 531 personas que usan huaraches y sandalias, lo hacen así porque les gustan más que los zapa-tos. Pero lo que no puede decirse, porque sería mentir de la manera más desvergonzada, es que a la gente le produce placer vivir amontonada en un solo cuarto; no tener agua corriente dentro de la casa y carecer de baño y servicios sanitarios. Tampoco se puede decir que el médico recetó a una familia de 7 personas que viviera en un cuarto redon-do o que no pusiera en su casa un baño.

El estudio de las condiciones que guardaba la vivienda en la tierra de Don Abraham González, queda resumido de la siguiente manera:

a).—En 1960 fueron censadas 226 885 viviendas, lo que da un promedio de 5.4 moradores por vivienda.

b).—109 168 de esas viviendas, o sea el 48.3%, estaban ocupadas por sus propietarios.

c).— 117 717 viviendas igual al 51.7% del total, las ocu-paban inquilinos que, naturalmente, pagaban renta. Y us-ted ya sabe que —salvo muy contados— nadie paga renta con gusto, casi todos prefieren comprar su casa y si no lo hacen es por una razón: no tienen con qué comprarla.

d).— 105 957 viviendas eran de un solo cuarto. Leyó bien: en un solo cuarto se amontonaban todos sus mora-dores —5.4 en promedio— y ese cuarto era dormitorio, comedor, cocina, sala, etc.

e).— 68 815 eran viviendas de 2 cuartos: a 2.7 personas por cuarto.

f).— 28 193 tenían tres piezas... pero creo que no se necesita seguir si con los datos dados, usted sabe que el

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46% de las familias del estado vivían en casas de un solo cuarto y que el número de familias que viven en casas con suficientes cuartos se va reduciendo extraordinariamente.

Por lo que hace a otras circunstancias que sirven para caracterizar la vivienda, tenemos:

a).— 191 446 casas habitación estaban hechas con ado-be. Dicho de otro modo: el 84% de las viviendas chihu-ahuenses estaban hechas del material más barato.

b).— 1 302 casas habitación eran de embarro, es decir de varas y lodo. Si esto no es señal segura de miseria extre-ma, no sé cómo llamarlo.

c).— 132 128 casas habitación, que albergaban 733 427 personas, carecían de servicio de agua dentro y fuera de ellas. De donde puede sacarse una conclusión: El 61 % de los chihuahuenses vivía en las peores condiciones de salu-bridad. ¿Por gusto? ¡Por miseria!

d).— En 62 505 casas moraban 325 861 personas que disponían de agua entubada dentro de su vivienda, es de-cir el 26.5% de la población.

e) .—Por último, 167 505 chihuahuenses vivían en 32 637 casas habitación que no tenían agua entubada pero que la había dentro del edificio del que formaban parte (vecindades). Este grupo humano menos abandonado que el del inciso a), forma el 13.1 % de la población del estado censada en 1960.

Este rápido recorrido por la vivienda chihuahuense, le mostrará a usted hasta dónde —en este aspecto— la mayoría de la población soporta condiciones infrahumanas de vida.

6

Había escrito las anteriores informaciones y considera-ciones, cuando, hojeando el Compendio del Anuario Esta-dístico de 1964, encontré otros datos más, que sirven ad-mirablemente para tipificar lo que aquí se ha afirmado con

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reiteración: el pueblo chihuahuense vive en un subconsu-mo permanente en cuanto alimentos, calzado, medicinas, etc. Lea y estudie el contenido de los siguientes cuadros:

A

Leche de vaca: Producción y consumo: Estados Producción

Millares de lts.

ConsumoMillares de

lts.

Consumo por habitanteAnual lts. Diario lts.

CoahuilaChihuahuaMichoacánSonoraZacatecas

166 339510 059135 350210 639140 652

35 87517 62853 79934 98219 696

39.514.429.044.624.1

0.1080.0390.0790.1220.068

Chihuahua es el estado que —entre los cinco escogidos para integrar el cuadro— produce más leche de vaca y ade-más, el mayor productor de leche de vaca en el país. El Estado de Veracruz —en este orden— es de los que más se le aproximan.

Sin embargo, en el consumo es el de índice más bajo entre los cinco estados. Coahuila y Sonora en consumo anual general lo duplican, Michoacán consume tres veces más y Zacatecas le sobrepasa en el consumo general con 2´068,000 litros.

Por lo que hace al consumo anual por habitante es Chi-huahua también el estado de índice más bajo. Coahuila lo supera con 25 litros, Michoacán con 15, Sonora con 30 y Zacatecas —que tiene fama nacional de entidad pobre— con 1O pues, como lo está usted viendo, el chihuahuense consume, en promedio y per cápita, 14.4 litros anuales de leche de vaca... Pero, llevado al cálculo hasta el consumo promedio diario el chihuahuense registra el consumo más bajo. Mientras que Coahuila casi triplica este consumo, Mi-

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choacán lo dobla, Sonora lo triplica con exceso y Zacatecas —y aquí está otra vez la entidad pobre— casi lo duplica.

Dirá usted que la leche se convierte en Chihuahua en queso, mantequilla, crema y suero. Y dirá la verdad. Y sería una buena verdad si esos derivados de la leche se los co-mieran —sobre todo— los niños chihuahuenses que son a los que, indiscutiblemente más falta les hace la leche. Us-ted puede estar seguro de un hecho: beben más leche los becerros, los pollos y a lo mejor los gatos y lo perros finos, que los trabajadores y sus familias.

B

Azúcar, consumo anual: 1964. Estados General:

toneladas Por habitante Anual kilos Diario gramos

Coahuila 42497 46.8 128 Chihuahua 50940 41.5 113 Michoacán 50295 27.1 74 Sonora 35864 45.8 125 Zacatecas 10796 13.2 36

El consumo nacional del azúcar va en franco aumento. En el trienio 1962-64 este aumento se registra en casi to-das las entidades por miles de toneladas, salvo las no de-sarrolladas industrialmente, como Zacatecas, en las que el aumento se cuenta por centenares de toneladas.

Hay muchas personas que, cuando se habla de consu-mo de azúcar, piensan de inmediato y con exclusividad en la que sirve para endulzar el café, la leche, los tés y atoles que se beben en los hogares. La notable diferencia que hay en el consumo por habitante entre Michoacán y Coahuila, Chihuahua y Sonora y entre Zacatecas —que ocupa el lugar más bajo— se debe a que, Michoacán y Zacatecas y —ésta menos que aquélla— son entidades cuya actividad indus-trial es mucho menor que la de las otras tres. El azúcar consumido se usa —además de para llenar las necesidades

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domésticas— en la elaboración de dulces, pasteles, panes, chocolates, refrescos y medicinas para no alargar la lista. Se utiliza y mucho, en los molinos y tostadores de café.

Hechas las anteriores consideraciones, el lector se ex-plicará fácilmente por qué, siendo Coahuila, Chihuahua y Sonora —en este cuadro de cinco— entidades en las que el progreso industrial es creciente, Chihuahua ocupa el últi-mo lugar: su actividad industrial es inferior a la de Coahuila y Sonora, pues la burguesía se aferra más que todo y con criterio feudal, a la explotación del hombre el que —para que se le facilite esa explotación— necesita oprimir, degra-dar y vejar.

Conviene aclarar, para finalizar con estas consideracio-nes, que Michoacán y Zacatecas, indígenas y mestizos de las clases populares, usan de preferencia el piloncillo para endulzar el café, el té, el atole y en general las bebidas do-mésticas.

C

Consumo de carne de vacunos: 1963.

Peso en canal Consumo por habitante

Estados Coahuila Chihuahua Michoacán Sonora Zacatecas

Cabezas 40 154 76 380 76 544

104 264 15 196

Toneladas 6 648

12 287 10 106 14 612 2 251

Anual kilos Diario grs. 7.3 20 10.0 27 5.0 13 18.6 50 2.7 7

D

Consumo de carne de puerco: 1963.

Estados toneladas Por habitante Anual kilos Diario gramos

Madera

37

CoahuilaChihuahuaMichoacánSonoraZacatecas

2 4411 3185 4461 747 545

2.71.12.92.2

0.667

7.42.77.96.01.8

E

Consumo de carne de cabra: 1964.

Estados toneladas Por habitanteAnual kilos Diario gramos

CoahuilaChihuahuaMichoacánSonoraZacatecas

1 372 158 227 36 200

1.50.1280.1220.0460.244

4.10.350.330.120.66

F

Consumo de carne de carnero: 1964.Estados toneladas Por habitante

Anual kilos Diario gramosCoahuilaChihuahuaMichoacánSonoraZacatecas

171 25110

i n a140

0.1880.0200.059

p r e c i a b l e0.171

0.510.050.16

0.46

Resumiendo, la carne consumida, en promedio diario por habitante, en estas cinco entidades se expresa en el cuadro que sigue:

Sonora 56.0 gramos Coahuila 32.1 ”Chihuahua 30.1 ”Michoacán 21.2 ”

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Zacatecas 9.9 ”

De donde usted puede obtener profundas reflexiones pues —hasta ahora— ninguna entidad le ha quitado a Chi-huahua la satisfacción de ser el estado piloto de la ganade-ría nacional. Cierto que el chihuahuense come más carne que el michoacano y el zacatecano pero —también lo es— que come menos que el sonorense y el coahuilense, enti-dades ganaderas, que no lo son tanto como el estado que alguna vez gobernó el Profesor Manuel Chao.

Quise poner todos los cuadros relativos al consumo de carne para que usted tenga información más completa so-bre el particular y, para ello también es necesario aclarar que —buena parte de la carne de las reses que se sacri-fican en Chihuahua para consumo— por la vía aérea va a parar a los restoranes de lujo de la ciudad de México y a los restoranes popis de Juárez, de la capital del estado y de Parral —por ejemplo—, en los que no acostumbra comer carne el pueblo...

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CAPítuLo tERCERo

otRoS PRIEtItoS DEL MISMo ARRoZ

1

Ya hemos anotado que la población total de Chihuahua en 1960, fue de 1 226 793 habitantes, de los cuales 701 150 vi-vían en las ciudades o en poblaciones de 2 501 moradores en adelante, consideradas como urbanas. En las áreas rura-les habitaban 525 643 personas. Es cierto que los números relativos nos dan 57.2% de población urbana y el 42.8 de rural lo que —desde luego— revela un progreso manifiesto pues —sobre las tasas de 1930— la población rural cuyo mayor por ciento sobre la total es siempre señal de atraso y viceversa —pasó del 66% que fue entonces la media na-cional al 42.8%— lo que indica un notable abatimiento del 24.2%.

Otra consideración demográfica que nos permite pen-sar que el estado marcha con paso firme hacia el progreso, es la que se refiere al número de hombres y mujeres que viven en el rico y más extenso estado del país. En 1960 se registraron 621 616 hombres y 605 177 mujeres. Y aunque la diferencia es apenas de 16 489 en favor de los hombres, la cifra por sí sola indica que hay suficiente actividad eco-nómica como para producir tal fenómeno, pues la regla es que —a mayor atraso— corresponda un mayor número de mujeres, cuando menos hasta ahora.

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2

Sin embargo, estas apreciaciones no se reflejan de ma-nera clara, incontrovertible, en otras de las cifras estadís-ticas relativas a la entidad. Veamos algunas relativas a la población económicamente activa:

De 8 a 11 años de edad: 1 538 De 12 o más años de edad:

Obreros: 191 124 Empleados: 62 684

Trabajadores por su cuenta: 113 070 Patrones, empresarios y

empleadores: 5 392 Trabajan sin retribución

(Ayudan a la familia) 2 259 376 070

De inmediato el cuadro nos revela que hay una concen-tración extraordinaria por lo que hace al sector empresa-rial: Apenas 1.33% de su población económicamente acti-va son patrones y empresarios, de donde se deduce que la concentración del poder económico es, sencillamente, tremendo: parece que allí la libre empresa no es más que un decir y que Chihuahua —económicamente y por lo mis-mo social y políticamente— se encuentra en manos de un monopolio u oligarquía, para decirlo con otra palabra, más apropiada para lo que deseamos expresar. Y donde hay monopolio, donde impera una oligarquía, hay opre-sión, hambre, explotación, miseria. Si los que levantaron el censo encontraron ya a 1 538 niños entre los 8 y los 12 años, desarrollando actividades económicamente remu-nerativas, piense en que la explotación del trabajo infan-til es allí aguda. No olvide un detalle: en México los niños empiezan a rendir económicamente desde que ya pueden cargar algo: antes de los ocho años fui aguador, gordero y

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mandadero; a los 12 cumplidos trabajé en los despepita-dores y a los 13 en un despepitador y molino de aceite de algodón, cuando la jornada era de 6 a 6. Si lo escribo así es porque —al igual que a mí— a más de una decena de chi-cos la pobreza u otras circunstancias familiares nos hacían abandonar la escuela y buscar la fábrica. No le miento si le digo que alrededor de unos quince mil trabajadores entre esa masa de 367 067, son chicos que debieran estar en la escuela primaria, es decir que tienen entre los 8 y los 15 años de edad.

3

El total de la población económicamente activa se distri-buye por la naturaleza de su actividad, como sigue:

Agricultura, silvicultura, ganadería y pesca .... 187 900 Industrias extractivas ........................................ 13 204 Industrias de transformación ............................ 39 359 Industria de la construcción ............................. 20 310 Industria de la electricidad, gas, etc. ................. 1 481 Comercio .......................................................... 38 158 Transportes ....................................................... 13 520 Servicios ............................................................ 57 582 No especificaron bien ..................................... 4 553 Total .......... 376 076

Agricultores —ejidatarios también, desde luego—, ga-naderos, silvicultores —lea taladores y demás “madere-ros”— y pescadores constituyen el 49.8% de trabajadores rurales, trabajadores por lo mismo, con bajos ingresos y peores condiciones de vida salvo, claro está, para los patro-nes, empleadores, enganchadores o contratistas. Dicho de otra manera, casi la mitad de la población económicamente activa vive y trabaja en el campo y por lo mismo, vive mal.

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La industria de la transformación apenas si da ocupación a un poco más del 10% de este tipo de población y el número de obreros es ligeramente superior que el de comerciantes que —también— constituyen un poco más del 10% de los que en Chihuahua trabajan: para cada 10 trabajadores hay un comerciante ofreciéndoles mercancías y —por lo mis-mo—, viviendo de ellos. En cambio, el número de trabaja-dores de la electricidad y el gas, energéticos cuyo consumo y cantidad de personas en esa producción es claro índice de progreso, llega al reducidísimo número de 1481, es de-cir el 0.39% y no me digan que las plantas exigen cada vez menos manos que las atiendan porque las líneas, estacio-nes, subestaciones, etc., exigen cada vez más manos en la medida en la que se extienden para dar servicio a la pobla-ción... Probablemente usted puede seguir estudiando este cuadro y derivar de sus reflexiones y conclusiones en favor o en contra, del franco progreso del estado.

4

Mientras la población económicamente activa en Chihu-ahua llegó en 1960 a 376 067 o sea el 30% de la población total censada, lo que significa que de cada cien personas 70 viven del trabajo de 30 —evidente signo de atraso—, la parte de la población que en el estado se dedica a las actividades domésticas —desde luego no remunerativas— alcanzó la cifra de 322 922 personas. Y por favor no incluya aquí a las llamadas criadas, cocineras, meseras y meseros, etc., porque estas personas tienen patrón y están incluidas entre las 57 582 que —junto con peluquerías, aseadores de calzado, etc.—, están dedicadas a la prestación de servi-cios... Decía que las personas entregadas a los que haceres domésticos —los que se hacen en la casa, en el hogar por las necesidades de ellos— fueron 322 922, cifra que hace el 26%, más de la CUARTA PARTE, del total de habitantes

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lo que —también— es un evidente índice de atraso. En la medida en la que —en un municipio, un estado o provin-cia, o en un país— abundan las personas entregadas a los quehaceres domésticos, en esa misma medida puede afir-marse que hay atraso en esa región del mundo. Los países desarrollados y con mayor razón los altamente desarrolla-dos, ofrecen siempre cuando menos estas características demográficas:

*Elevada población urbana. *Baja población rural.

*Abatimiento creciente del número de inactivos econó-micamente, que dependen de los activos.

*Bajo nivel en el número de los trabajadores domésticos.

5

Con los datos del trienio 1961-63, podemos ver cuan lentamente se va desarrollando la economía del estado.

AñoAgrupa-

ciones de trabajadores

Aumento Agremiados Aumento

196119621963

210227254

001727

13 51515 58414 685

0069

1 101

Como puede ver, en dos años quedaron registrados 44 organismos más de trabajadores, con un registro de 1 170 trabajadores en total. Por una parte, el número de nuevos trabajadores organizados y registrados conforme a la Ley, es muy bajo, pues apenas hacen 585 por año. Por la otra, hágase usted esta consideración: entre las nuevas organiza-ciones registradas hay —con toda seguridad— un alto por-

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centaje de organismos que de hecho ya existían de muchos años atrás, pero a los cuales el caciquismo y la opresión rei-nantes en Chihuahua, les había impedido tener vida legal. Si usted es chihuahuense puede confirmarlo con facilidad: cerca de usted y muy cerca a lo mejor, está un centro de trabajo cuyos trabajadores hace años —o meses cuando menos— a los que “los influyentes” no dejan organizarse ni —mucho menos— registrarse como tales ante las Juntas de Conciliación y Arbitraje.. . Otro cuadro que nos da idea de como viven los trabajadores en Chihuahua es éste:

Conflictos de trabajo solucionados:

1958 — 1634 1959 — 1574 1960 — 1625 1961 — 1298 1962 — 1060 1963 — 1112

Después del Distrito Federal, Chihuahua es la entidad que registra mayor número de conflictos de trabajo. Son —desde luego— los que alcanzan a llegar a las autoridades correspondientes. Y si usted piensa un poco en esto, llegará a una conclusión primera condiciones en las que los asala-riados desarrollan sus actividades no son satisfactorias. Es notable que el número de conflictos se vaya haciendo me-nor a medida que avanzan los años. Qué bueno, dirá usted, los trabajadores van teniendo mayores garantías, se les está pagando mejor y por eso ya no se quejan ni presentan demandas. Le diré que, en teoría está, en lo justo, pero que —para quienes conocen la realidad— la respuesta es otra: ha aumentado la opresión y el caciquismo y el temor y la subordinación de la autoridad a la presión de los ricos, han sido las causas reales de esa disminución. Recuerde: cuan-do Abelardo Rodríguez gobernó —como pelele del General Calles, que ya había dado la media vuelta—, las huelgas lle-

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garon apenas a 13: era la época siniestra del terror callista. Pero el año siguiente —1935— las huelgas llegaron a más de 600: era la explosión del respeto a los derechos de los trabajadores con que se inició el sexenio cardenista.

6

Usted sabe que los demógrafos para calcular con más exactitud los fenómenos de aumento natural, mortalidad general, mortalidad infantil y los nacimientos, lo hacen agrupando a la población en unidades de 1 000 habitantes. Para una persona capaz de reflexionar y muy a pesar del odio o desprecio que muchos sabios tienen para las estadís-ticas, éstas son, por lo regular, un buen indicador. Por esta razón le copiamos aquí este cuadro referido a Chihuahua:

tasas demográficas:

1.—Crecimiento general. 1961 — 39.4 1962 — 38.4 1963 — 38.9

Como puede usted ver, este tipo de crecimiento que in-cluye la inmigración, bajó un punto en 1962 y 0.5 en 1963, respecto del 61. Sin comentario, más bien uno solo: Ya Chi-huahua no atrae a los de afuera para vivir y TRABAJAR allí.

2.—Crecimiento natural. Disminución

1961 — 36.5 — 0.0 1962 — 35.9 — 0.9 1963 — 35.7 — 0.8 1964 — 34.1 — 2.4

Los últimos tres años fueron a la baja sobre el primer año del cuatrienio y en el último el crecimiento natural —naci-

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mientos— bajó dos puntos y 4 décimas. Esto ocurre porque —no habiendo guerras—, si hay aumento en la mortalidad general y, especialmente, en la infantil. Véalo por sí mismo en los siguientes cuadros:

3.—Mortalidad general. Aumento

1961 — 8.8 — 0.0 1962 — 9.7 — 0.9 1963 — 9.0 — 0.2 1964 — 9.5 — 0.7

Aquí en los últimos tres años del cuatrienio, las cifras juegan a la alza. Dicho con expresión más clara: Aumenta-ron los muertos porque naturalmente —aumentó la pobla-ción—. Pero usted ya sabe que NO aumentó la población. Bueno, las personas mueren de viejas. Lo que es cierto, pero también mueren:

a) .—Por falta de atención médica (o no hay médico o no hay con qué pagarlo).

b) .—Por falta de medicinas (no las hay o no se pueden comprar).

c) .—Por falta de una alimentación adecuada (miseria). d) .—Por homicidios, accidentes, rayos, etc. Piense usted como quiera pero entérese de lo que, a

quien quiera reflexionar, le dicen los cuadros 4 y 5: 4.—Mortalidad infantil. Aumento

1961 — 64.1 — 0.0 1962 — 71.0 — 6.9 1963 — 69.5 — 5.4

1964 — 79.5 — 19.4

Creo que la alza escandalosa de la mortalidad infantil que llega —el aumento— a 194 en cada 10 000 en el últi-mo año del cuatrienio, es suficientemente significativa por

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sí y no hace falta que aquí se haga comentario alguno.

5.—Nacimientos. (Número global) (Por C/1000). A u m e n t o 1961 — 57 821 — 0 000 — 155 1962 — 60 019 — 2 198 — 163 — 8 1963 — 61 443 — 3 422 — 166 — 11 1964 — 62 203 — 4 382 — 169 — 14

Los nacimientos fueron en aumento y aumentaron a ra-zón de 14 por cada mil en 1964. ¡Pero en este año el núme-ro de niños muertos aumentó a 19.4 por cada mil! Dicho de otro modo: murieron más niños de los que nacieron. La muerte se avalanzó sobre las reservas de niños nacidos en años anteriores...

7

Todo lo anterior le demuestra a usted que las condicio-nes generales de vida en el estado de Chihuahua no son nada favorables para la vida, la salud, la supervivencia y la felicidad de los humanos. Nada más, pero nada menos... Y para echar el último prietito sobre la blancura del arroz, le diremos que, los enfermos de enfermedades profesionales en 1963, fueron 744 y que de ellos murieron 47 o sea el 6.3% de lo que hace una tasa 63 al millar o sea, lo que se llama una barbaridad. Quedaron en curación 697 y esos 697 tienen silicosis, es decir tienen herido de muerte el pulmón... Iba a cerrar este siniestro cuadro, pero me encontré un dato más: Chihuahua fue el estado que registró más incendios en 1964, después del Distrito Federal que con sus 7 millones de habitantes tuvo 1 535 contra 518 del estado norteño.

De éstos 194 se registraron en casas habitación y 324 en negocios comerciales, industriales, talleres, minas, etc... Desde que se inventaron los seguros aumentaron los in-

José Santos Valdés

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cendios. Bueno, esto no habla muy bien de empresarios y patrones pero —al mismo tiempo- perjudica a los pobres y por ello lo anotamos...

Madera

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CAPítuLo CuARto

ESCuELAS Y CANtINAS

1 No le dedico a este problema capítulo especial porque siendo un maestro de escuela, considere que el problema de la educación primaria es el decisivo ni, mucho menos, por una gazmoña o equivocada apreciación de novelista en contra del alcohol y por consecuencia, de la embriaguez. Lo hago porque —los números— ayudarán mejor que ar-gumento alguno, a que usted entienda todo lo que hay de hipócrita, de falso, de demagógico en la actitud de quienes —como gobernantes— se ufanan proclamando las millona-das que gastan en la educación del pueblo mientras —por otro lado— ayudan eficazmente a su degradación moral, contribuyen a minar su salud física y a crear el ambiente propicio para el robo, el asesinato y el delito en general. Para decidir de la buena o mala fe de una administración no hay como examinar la actitud que guarda frente a la educación, el consumo de las bebidas embriagantes y la multiplicación de los centros de vicio.

2

Vamos a continuar tomando las mismas cinco entidades, durante el quinquenio 1960-64 y anotando el número de expendios de bebidas embriagantes tanto en el medio ur-

José Santos Valdés

50

bano como en el medio rural. Claro que hay estados como el de México que, con sus 11 565 expendios de bebidas embriagantes resulta el Gran Campeón, pero... es mejor que veamos el cuadro:

EXPENDIOS DE BEBIDAS EMBRIAGANTES: (EBE)

Coahuila

R

U

T

1960 173

2 505

2 678

1961 104

2 976

3 080

1962 110

2 582

2 692

1963 71

2 854

2 925

1964 127

3 431

3 558

Chihuahua

R

U

T

842

2 756

3 598

891

3 694

4 585

784

3 496

4 280

1 006

5 693

6 699

725

5 398

6 123

Michoacán

R

U

T

2 078

2 788

4 866

2 199

2 856

5 055

2 373

2 495

4 868

2 061

3 001

5 062

2 376

2 667

5 043

Sonora

R

U

T

600

4 147

4 747

829

1 452

2 281

1 159

1 772

2 931

701

2 552

3 253

442

3 277

3 719

Zacatecas

R

U

T

217

475

692

200

262

462

181

272

453

108

348

458

112

340

452

Si usted se fija en los números de estos cuadros encon-trará que, a fin del quinquenio:

Madera

51

a).—Coahuila termina con 46 E de BE menos en el me-dio rural y 926 más en el urbano y un aumento total de 880 E de BE más en 64 sobre los 2 678 que tenía en 60.

b).—Chihuahua termina el quinquenio con 117 E de BE menos en el medio rural y un aumento de 2 642 en el ur-bano y un aumento total de 2 525.

c).—Michoacán termina el quinquenio con 298 E de BE más en el medio rural y con 121 menos en el urbano y un aumento final de 177 E de BE sobre los de 1960. Esta enti-dad se caracteriza porque, como ninguna de las cinco del cuadro tiene venta de bebidas alcohólicas en el campo.

d).—Sonora, hermoso ejemplo, termina el período con 158 E de BE menos en el campo y con 870 también menos, en las ciudades. Dicho de otro modo llegó al 64 con 1 028 emborrachadurías menos de las 4 747 que tenía en el se-senta: disminución igual al 21.7%.

e).—Zacatecas, cuyas emborrachadurías en 1960 eran 692 en total, ofrece otro ejemplo hermoso: en el resto del quinquenio no rebasaron el medio millar a pesar de que tiene más habitantes que Sonora y de que —también— sus pobladores son como el 75% de los que tiene Chihuahua. Termina el quinquenio con 105 E de BE menos en el me-dio rural y 135, también menos, en las ciudades. En cuatro años fueron clausurados 240 E de BE para reducirlos a 452. ¡Sonora suprimió 257 E de BE por año y Zacatecas 60!

3

Vale la pena considerar el caso Chihuahua en esta mate-ria, de manera especial:

a).—Principia el quinquenio con 842 E de BE en el cam-po, 2 756 en las ciudades y 3 598 en total. En 1961 termina el año con 49 centros MÁS de embriaguez en el campo; con 96 MÁS en las ciudades y 145 MÁS en total.

b).—En 1962 hay disminución tanto en el campo como

José Santos Valdés

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en la ciudad y termina con 4 280 E de BE. c).—Pero en 1963 los centros rurales de embriaguez sal-

tan a 1 006: son 222 los de “nueva creación”, para regocijo de cantineros y fabricantes de bebidas alcohólicas, 1 413 emborrachadurías urbanas más para qué, el aumento glo-bal, llegue a 6 699 E de BE, es decir a 2 419 centros de vicio más sobre el territorio chihuahuense. ¿Verdad que el Sr. Gobernador, gran villista según él —Francisco Villa jamás bebía ni fumaba— merece que los mercaderes e industria-les del alcohol, le den medalla de oro y diploma?

d).—Al cierre del quinquenio —año 64— Chihuahua se regocijará con una disminución de 181 E de BE, rurales, sobre el 63 y de 295 en las ciudades. Además, respecto de 1960, habrá 117 emborrachadurías menos en el campo y en las ciudades el aumento será, en el quinquenio, de 2642.

e) .—Chihuahua se inició el 60 con 3 598 E de BE, en to-tal. Lo terminó con 6 123 y, por lo mismo con un aumento general de ¡2 525!

4

Triste gloria la de este progreso con signo menos. Vea que significan esos 6 123 E de BE para Chihuahua:

a).—Por lo pronto del 61 al 64, sus emborrachadurías aumentaron con un ritmo de 631 cada año. Más del total de las que tiene Zacatecas.

b).—Usted tendrá una gran ventaja —y le ruego no olvi-dar la cifra— porque tendrá una cantina o una cervecería o restorán donde beber alcohol por cada 40 kilómetros cua-drados cuando en 1960 tenía que caminar más, pues había un E de BE por cada 68.6 kilómetros cuadrados. ¿Verdad que es ventaja? Se ahorra esfuerzo, se ahorra gasolina, se ahorran zapatos y, además, los centros de embriaguez que-

Madera

53

dan más cerca de la casa... c).—En 1960 había en Chihuahua un lugar donde beber

alcohol para 343 habitantes —y no olvide la cifra la que —aunque no todos beben— para el 64 el progreso es evi-dente porque —calculando el aumento general de 3% en la población durante esos 4 años— en 1964 había un E de BE para cada 224 chihuahuenses. Evitar aglomeraciones es progresar: ¡así se eliminan 119 competidores!

Podría seguir por este camino pero prefiero que pase-mos a hacer otro tipo de consideraciones.

5

En 1960 Chihuahua tenía 1 283 escuelas primarias entre oficiales, particulares, de sostenimiento mixto y urbanas y rurales, atendidas por 4 600 maestros. Al terminar el quin-quenio y el curso escolar en 1964, las escuelas primarias aumentaron a 1358 y el número de maestros llegó a 5 899. De donde llegamos a dos conclusiones primeras:

a).—En cuatro años —61-64—, hubo un aumento de 75 escuelas primarias en el estado, es decir a razón de 18.7 por año. Si lo recuerda, en el mismo período las cantinas aumentaron a razón de 631 en promedio anual: lo que da una diferencia de 612.3 en favor de las cantinas. Por cada escuela primaria surgieron 8.4 cantinas.

b).—En los mismos años el número de maestros prima-rios aumentó en 1 299 o sea con un ritmo de 327 por año, lo que da una diferencia de 304 en favor de las cantinas. Por cada plaza de maestro de nueva creación, se “creaban” un poco más de 2 cantinas.

Continuando nuestra línea de razonamiento, encontra-

remos que: a).—Mientras que al terminar el quinquenio hay una

cantina por cada 40 kilómetros cuadrados, se encuentra una escuela primaria por cada 182 kilómetros cuadrados.

José Santos Valdés

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Es, por lo mismo, 4.55 veces más trabajoso encontrar una escuela que una cantina. Pero —sabe usted— las cantinas permiten ganar dinero: fabricante, comisionistas, trans-portistas, fiscales, periódicos, televisión, radio, etc., todos, todos, hasta los policías, ganan con la existencia de can-tinas. En cambio, como decía hace unos 40 años, un pre-sidente municipal, con las escuelas “se pierde dinero, no dejan nada”.

b).—En 1964 —como ya quedó asentado antes— había una cantina por cada 224 chihuahuenses y, en cambio, una escuela primaria para cada 1 011, habida cuenta del au-mento de población correlativo. Hay 4.5 veces más habi-tantes por escuela primaria que por cantina. Hay —por lo mismo— mayor comodidad, menos aglomeración, mejor atención en las cantinas que en las escuelas.

c).—En 1964 había en la tierra de ese héroe no recorda-do que fue el Coronel Joaquín Terrazas —primo hermano y completamente distinto al otro Terrazas, el cacique y la-tifundista—, 6 123 cantinas y los maestros primarios como ya quedó anotado también, alcanzaron la cifra de 5,899, de donde resulta que hay una diferencia de 224 en favor —NATURALMENTE— de las cantinas. Mientras que hay una cantina para cada 224 habitantes —perdona la coinci-dencia en la cifra anterior— cada 233 habitantes disponen de un maestro. De todas maneras hay nueve chihuahuen-ses más por maestro que por cantina.

6

Puede ser que —si medita usted en las cifras de este muy breve tercer capítulo— se quede, como se dice vulgarmen-te, frío. Resulta monstruosa —y creo que monstruosa es la palabra justa— la acción gubernativa de un régimen que no sólo tolera, sino que seguramente alienta, tan despro-porcionado crecimiento del número de cantinas. Vimos,

Madera

55

incluso, como la población creció en un 12% en los años de 1961-1964 y en cambio, las cantinas aumentaron en un 70% sobre las que había en 1960. Es una acción guberna-tiva, la de permitir la apertura de 631 cantinas por año, contra 18.7 escuelas primarias, condenable de inmediato, sin más pensar ni reflexionar. Y el hecho se vuelve burla, sarcasmo, cuando quienes tal hacen se dicen revoluciona-rios, defensores del pueblo, patriotas, humanos, cristianos y se muestran feroces enemigos del “siniestro comunis-mo” porque ellos —los que tal hacen— son los verdaderos constructores de la Patria.

Hay entre los estudiosos de México —un hombre sabio y como tal— creador y estudioso verdadero. Es el Dr. Al-fonso Quiroz Cuarón, que merece, además de admiración, respeto. En sus estudios el Dr. Quiroz Cuarón, ha demos-trado palmariamente la íntima relación que existe entre el alcohol —que produce la embriaguez— y el delito en gene-ral. Gracias a esos estudios —que hoy están al alcance de quien los quiera— el político más cerril puede darse cuenta de qué es lo que está haciendo cuando protege, ampara y hasta defiende tal proliferación de las cantinas.

La mayor parte de los asaltos, robos, asesinatos, etc., se planean en cervecerías y cantinas, por principio de cuen-tas. Y para nadie es un misterio que —la embriaguez— es un activo productor de:

*Choques, volteaduras, y otros accidentes de automó-viles.

*Riñas individuales y a veces colectivas, que provocan homicidios, heridas, destrucción de bienes y el natural y degradado espectáculo, por regla a la vista de los niños.

*Estupros, raptos, violaciones, secuestros entre adultos y adolescentes y también perversión de menores.

*Accidentes de trabajo. *Inasistencias al trabajo y por consecuencia, baja en la

productividad general de la Nación. *Odio, desprecio, repulsa o cuando menos indiferencia

José Santos Valdés

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en relación a la escuela y la cultura en general. *Conflictos hogareños, hambre, desnudez, enfermedad

y muerte por el real abandono del alcohólico o del borra-cho alegre, por lo que hace a sus obligaciones familiares.

*Degradación humana que inicia su acción desde la ni-ñez en el hogar, en la calle, en lo centros de espectáculos...

*En una palabra, el alcohol es un real, verdadero y efi-caz agente de disolución social. Pero sólo los ingenuos, nada más los inocentes luchan en su contra. Los Borunda, los Giner y demás ejemplares humanos de ese género que podríamos llamar “políticos morbus”, con un gran sentido de la realidad, lo protegen, lo miman, lo defienden y le dan toda clase de amparo para que crezca y se fortalezca año con año, Las pruebas están aquí, en este pequeño capítulo y ni manera de decir que inventamos para calumniar. ¡To-das son cifras OFICIALES!

7

Ya sabe usted, pues, para qué han trabajado los regí-menes políticos últimos en el Estado de Chihuahua: para convertir a la entidad en el mejor de los infiernos posibles. Si uno de los resultados de su gestión es el de que, en los años de 61-64 hubo un aumento en las cantinas de 2 525 y de 75 en las escuelas primarias y si el año 64 termina con 6 123 cantinas y 5 899 maestros primarios —es decir 224 cantinas más que maestros—, se entiende que quienes go-bernaron lo hicieron con el claro fin, con el definido pro-pósito, con la clara intención de que hubiera —como re-sultado de su gestión— un aumento siempre creciente en los delitos de sangre, en los robos, en la prostitución de los adultos, en la perversión de los menores, en los accidentes de trabajo, en la baja productividad, en el aumento de la enfermedad, de la incultura y de la mortalidad en general.

Gobernaron para degradar no para engrandecer a Chi-

Madera

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huahua. No importa —para la validez de este juicio no sólo de valor moral sino también político— lo que hayan hecho en otros campos de la actividad humana. Si aumentaron la corriente circulatoria del alcohol, si crearon las condicio-nes favorables para que aumentara su consumo y, a la vez, aumentara el número de bebedores, no cabe duda que es-tuvieron trabajando para minar, destruir, hacer pedazos las bases, los fundamentos morales de una sociedad confiada a su cuidado. Dan la impresión de un ingeniero que —cui-dadosamente— construyera un puente al mismo tiempo que colocaba la dinamita que —al acabarlo— haría ex-plotar para destruirlo. Pueden haber construido caminos, presas, edificios, etc., pero la dinamita que colocaron para preparar el derrumbe, está allí en ese ominoso aumento anual y general de las cantinas. Es verdad que la diferencia entre el número de maestros que había en 1960 y los de 1964 es de 1 299 en favor del aumento —incluso— en el mismo lapso no sólo el aumento de los E de BE alcanzó los 2 525, sino que, un buen porcentaje de esas plazas de maestros, tal vez más de la mitad, fueron plazas creadas y por lo mismo pagados por el Gobierno Federal.

Alguien, alguna vez, se preguntó por quien doblan las campanas y se contestó que por él mismo, aunque otros u otras fueran los muertos. De la misma manera si usted pre-gunta para quién o en favor de quien trabajan los políticos del PRI en Chihuahua, conteste que: hagan lo que hagan digan lo que digan, trabajan para destruir los fundamentos morales; para destruir la vida y para destruir los bienes y estorbar su producción, en la sociedad a la que dicen servir. Podríamos decir que, en resumen, han tratado de con-vertir a Chihuahua en un infierno para los pobres y en un paraíso para ellos y para... ¡los ricos!

Madera

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CAPítuLo QuINto

1

ALGo SoBRE EL PRoBLEMA AGRARIo

Por muchos años más y mientras la burguesía se mantenga en el poder, en la República Mexicana, el problema agrario seguirá siendo el más candente de los problemas políticos, económicos y sociales de la Nación. Para nadie es un se-creto sino una verdad bien apreciable para todos los mexi-canos sin excepción, que habiendo sido los campesinos los que hicieron la Revolución Mexicana, son los que menos beneficios han alcanzado. Ellos, los campesinos, con su sangre, su sudor y sus lágrimas, como dijo el desaparecido político inglés, acabaron con el porfiriato, hicieron posible la Constitución Política de 1917 y han sostenido el partido en el poder desde entonces hasta la fecha. Son, pues, los campesinos y los que sostienen al poder público en México y son, a la vez, lo que podemos llamar los olvidados. Al mis-mo tiempo son los rechazados, son el grupo social al que constantemente se le niega, entre discursos y papelitos de colores, lo que en justicia pide para su progreso. No abren las compuertas para que los campesinos reciban tierra, pan, justicia y cultura. Les dan hermosas frases, hermosos versos, hermosas promesas pero —en la realidad desnu-da— son migajas las que les tiran mientras, la grande, la mediana y la pequeña burguesía rural y urbana, han hecho de la vida un verdadero festín, al grado de que —AHORA— y, sin exagerar en lo más mínimo —podemos— afirmar que vivimos en un nuevo porfiriato.

José Santos Valdés

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2

Le dirán y usted podrá verlo, que la Revolución ha cons-truido decenas de miles de kilómetros de caminos carre-teros; que ha estirado las lineas férreas abriendo rutas vi-tales; que se han construido grandes y pequeñas presas y grandes y pequeños bordos para presones y presitas; que se han mejorado las razas ganaderas e incrementado la producción de cerdos y gallinas; que hay más hospitales, más escuelas, más energía eléctrica y que el Seguro So-cial le ha dado al trabajador hasta campos modernos —de verdadera maravilla— para su recreación y que —para no alargar más la lista—, hoy los rapidísimos jets cruzan el azul cielo de la Patria... Y usted, como yo, tendrá que decir que todo eso es verdad pero que —al mismo tiempo— existe una masa humana constituida por millones y millones de mestizos e indígenas, que viven en condiciones que, a la luz de la justicia hace cien años y a la luz de la justicia de hoy, se consideran condiciones de existencia infrahumanas. Que es verdad lo que se afirma cuando se dice que hay de mejoramiento social pero que —para esa gran masa tal vez el 50% de la población— tales progresos no le han servido de mucho y que esa masa de mestizos y de indígenas olvi-dados y rechazados en México se llaman campesinos y que —insistirá usted— ellos, los campesinos, fueron los padres y son los sostenedores de la Revolución.

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Y tal vez explique que las presas —que han dado lugar a los sistemas de riego— han servido para que la burguesía se apodere de las tierras de riego y despoje de ellas a los campesinos; que cuando no lo hacen de manera material,

Madera

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consiguen despojarlos de los frutos de su trabajo a través de créditos, insecticidas, almacenamientos, compras de cosechas, etc., y que —además— no son raros los latifun-dios reales que, en los propios distritos de riego, existen.

Dirá usted que sí, efectivamente, las leyes y el desarrollo ganadero en México favorece —¡y en qué forma!— los in-tereses de los campesinos, pero que hay un pequeño pelo en la sopa: esas leyes y disposiciones no se cumplen. Los ganaderos han creado otra vez! enormes latifundios y no sólo burlan la ley sino que -convertidos en caciques— ¡otra vez! despojan, encarcelan y asesinan a los campesinos. Preguntará usted —ingenuamente— a dónde han ido a pa-rar los millones de becerros que —a la fecha— los ganade-ros debían haber entregado a los campesinos y —para que no se sorprenda— desde ahora le diremos que no habrá quien le conteste.

Dirá usted que las carreteras, ferrocarriles, aviones, te-légrafos correos, hospitales, escuelas y demás, algún bene-ficio han llevado al campo y a sus moradores, pero que, de manera muy especial, en cantidad y calidad la beneficiada ha sido la burguesía: la grande, la mediana, la pequeña. Argumentará que la demostración de esto es muy sencilla: los campesinos no tienen automóvil para viajar; ni dinero, para los pasajes de avión, ferrocarril o camión para gozar de las delicias del turismo o simplemente para ir a llevar sus enfermos o adquirir lo que necesitan.

Argumentará que para probar que la masa campesina poco ha mejorado en sus condiciones de vida, basta con salir de las ciudades e irse a vivir ya no por años, ni meses sino por días o por horas, con los campesinos. Que la situa-ción de la mayoría —indígenas y mestizos— es mala, tan mala, que lastima el delicado corazón, la exquisita sensibi-lidad de los jilgueros y les hace producir discursos y versos; desde simples ofrecimientos hasta solemnes promesas, pero que todo queda en eso: en palabras.

Cuando de cumplir lo que la Ley establece o el político

José Santos Valdés

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promete para beneficio de los campesinos, no hay personal en el Agrario o en la SAG, o en Salubridad o en la SEP. Y si lo hay aparece una oportuna falta de vehículos y para colmo los revolucionarios hijos de la Escuela Nacional de Maes-tros —todos jóvenes pobres— se niegan a salir al campo, a educar a los campesinos y cuando aceptan salir a la pro-vincia ha de ser para trabajar en las ciudades, atropellando los derechos de los maestros en servicio... En una palabra, jamás ha faltado un pretexto para dejar de cumplir todo lo que beneficia a los campesinos: lo que señala la Ley, lo que promete el político, lo que programa el gobernante.

4

El problema agrario es el principal problema dentro de la realidad social mexicana, no sólo por lo que tiene de in-justicia el abandono y el despojo de que son víctimas los campesinos; por el engaño diario que —como un depor-te— se practica con ellos. El problema agrario es vital por cuanto que, de su feliz solución —depende todo el progre-so, el social y económico— de la Patria Mexicana. Tan es así que no sólo son los propios campesinos y los delirantes los que clamamos por una rápida y acertada acción en fa-vor del agro nacional. Son los comerciantes, los banqueros, los industriales los que, ahora, están haciendo presión para que el campesino mexicano —en todos los aspectos— me-jore su nivel de vida. Hasta un jerarca católico expresó no hace mucho, que lamentaba la tardanza con que la Iglesia se dio cuenta del contenido de humana justicia que hay en el agrarismo mexicano. Dicho con otras palabras, hay un cambio en la mentalidad misma de la gran burguesía y de sus alcahuetes: quieren, exigen, piden, como pedirle a Dios la vida, que se lleve al cabo y de la manera más completa, la Reforma Agraria.

La razón de este cambio es muy simple, demasiado tal

Madera

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vez: la industria, los bancos, el comercio, los espectáculos y demás, no pueden progresar sin el desarrollo o más bien sin la creación de un vigoroso y amplio mercado interno. México no puede fincar el desarrollo de su economía en un mercado exterior en el que —la competencia— es tre-menda. Necesita ampliar y vigorizar el mercado interior, en el que puede protegerse por medio de las leyes, lo que no podría hacer afuera. Y ese mercado potencial —amplio y vigoroso— aparecerá en el momento en que se aumente la capacidad adquisitiva de los obreros, de la pequeña bur-guesía y —SOBRE TODO— de muchos millones de campe-sinos —ejidatarios y parvifundistas— actualmente depau-perados hasta el límite. La realidad golpeó la conciencia de la gran burguesía y de muchos sabios que son sus alcahue-tes, al enseñarles que allí donde el campesino obtiene más dinero, se venden más muebles, más zapatos, más comida, más medicinas, más de todo; que los campesinos, no se van a Europa ni siquiera a los EE.UU., o a la América Central o del Sur, a gozar de vacaciones o a comprar ropa, joyas, bebidas y alimentos, como ocurre con la burguesía, por-que cuanto dinero ganan lo gastan aquí en México. Luego, en cuanto tienen dinero, son compradores seguros de pro-ductos industriales, consumidores seguros de servicios y fuente de utilidades para comerciantes y banqueros. Con-secuentemente con lo anterior, los capitanes de la burgue-sía y sus sabios, están convencidos de que, si quieren que haya más fábricas y que se amplíen las existentes; si quie-ren que haya más comercio y más dinero en los bancos, se necesita, en primer lugar, asegurar ingresos tales a los campesinos que los conviertan en insaciables consumido-res de más alimentos, más ropas, más y mejores muebles; de más y mejores casas y además, de máquinas, muchas máquinas para la agricultura, la ganadería y el hogar.

No es, pues, por espíritu cristiano o de simple justicia humana que los grandes burgueses están exigiendo el cumplimiento de la Reforma Agraria Integral. No es por-

José Santos Valdés

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que, de repente, estos buitres, estas fieras, estos tiburo-nes se hayan convertido en hermanitas de la caridad o en seguidores de San Vicente de Paul, de las Casas o de Don Vasco de Quiroga, el Tata primigenio de los michoacanos. NO. Es porque así conviene a su interés de clase.

Y en medio de este panorama nacional, destacan como gravísimos, los problemas agrarios en el Estado de Chihu-ahua, problemas de los que vamos a hablar enseguida.

5

Por lo que hace al caso especial del estado de Chihu-ahua, tengo muy especial interés —y las razones son fácil-mente comprensibles— en hacer un resumen del estudio que —del mismo— hizo el profesor Arturo Gámiz García y que fue publicado en “LA VoZ DE CHIHuAHuA”, en los me-ses de junio y julio de 1963. Para Gámiz la situación agraria del estado era la siguiente:

a).—La entidad cuenta en total con 24.5 millones de hectáreas.

b).—De seis a ocho millones de hectáreas de ese gran total, constituyen enormes latifundios que están en manos de 300 propietarios. Datos que permiten establecer —to-mando la cifra más baja, seis millones que, en promedio, cada latifundista representa una superficie de tierra igual a 20 mil hectáreas. Mi experiencia personal me permitió conocer parte del predio agrario de un General “revolucio-nario”, que ya se había hecho justicia al acaparar —para él y su familia— 160 mil hectáreas.

c).—Parte de estos enormes latifundios está —“legal-mente amparada”— por un poco más de 200 concesiones ganaderas que —por 25 años— convierten a dichos lati-fundios en inafectables. Con el riesgo de que —al fenecer la concesión— sea prorrogada en beneficio del latifundis-

Madera

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ta. Y natural perjuicio de los campesinos. d).—Otra caracterización del problema es la siguiente: De manera “legal”, en manos de 300 latifundistas está

el 30% del total de las tierras de riego, de humedad, de los pastizales de primera y —como ya resulta de regla en todo el país— no menos de otro porcentaje igual lo controlan con fraccionamientos simulados, con presta nombres, etc.

Frente a la realidad que describen los puntos anteriores, se levanta la otra, su contra partida y que puede resumirse así:

a).—Cien mil ejidatarios están en posesión legal de 4.5 millones de hectáreas, lo que da un promedio de posesión por parcelero de 45 hectáreas, en contraste del promedio de 20 mil para cada latifundista.

b).—Hasta ese año —1963— había en Chihuahua 50 000 hombres del campo sin tierra, como respuesta al aca-paramiento de la misma por 300 latifundistas. Catorce mil de esos “juanes sin tierra” eran de los que el Código Agra-rio llama “campesinos con sus derechos a salvo”.

c).—Para 1963 había ya 400 expedientes instaurados pi-diendo la formación de nuevos centros de población agra-ria para lo que —forzosamente— había que despojar a los latifundistas. Por esta razón, las autoridades agrarias del estado procedían con demasiada lentitud. Por una parte, hacían llegar al DAAC muy pocos de esos expedientes; por la otra, retrasaban, usando miles de artimañas, la ejecu-ción de las resoluciones presidenciales.

d).—Los peticionarios, en promedio de tiempo, tenían diez años de haber instaurado los expedientes y de —por consecuencia—, hacer gestiones para su resolución favora-ble, pero abundaban los casos de peticionarios que tenían 20 años de haber iniciado sus gestiones.

e).—Los organismos campesinos dependientes de la CNC y las autoridades agrarias del estado, constantemente hacían uso de los términos “legal”, “legalidad”, “legales”, “pacíficos”, etc., para justificar la lentitud de los trámites.

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Además, ingenieros del Agrario, postulantes y leguleyos to-dos al servicio de los latifundistas, confabulados con las au-toridades mayores y menores, embrollaban los problemas, hacían surgir dificultad tras dificultad, lo que motivaba gastos, pérdida de tiempo y constantes humillaciones para los campesinos. Todo con el fin de hacerlos flaquear en su lucha, de matarles el ánimo de convertirse en ejidatarios. No querían ni podían decirles NO; entonces el camino fue el de convertir los trámites en prolongados, conflictuosos, onerosos y humillantes para los campesinos.

f).—Esta actividad de hecho represiva y de franca opo-sición a la Reforma Agraria, convirtió a los latifundistas en insolentes y agresivos, al grado que crearon —en las prin-cipales regiones— grupos de guardias blancas que el go-bierno estatal reforzó con su “policía rural”, que no era otra cosa que una fuerza armada por el gobierno y al servicio de latifundistas y ganaderos. Gámiz resume la conducta de los latifundistas frente a los campesinos diciendo que:

—Les quemaban sus ranchos —Los azotaban—Los encarcelaban —Les quemaban sus cosechas—Los robaban—Violaban a sus mujeres.

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Todo lo anterior hizo considerar a Gámiz que la situación agraria había alcanzado su clímax: era verdaderamente in-soportable para los campesinos y debería dársele una so-lución no solamente urgente sino cabal, completa, integral. Solución que caracterizó de la siguiente manera:

a).—Rescatar las tierras de riego en manos de los lati-fundistas y repartirlas entre los campesinos.

b).—El 60% de la cosecha bruta era obtenida en 800 mil

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hectáreas de temporal, cuyo cultivo era atrasado. Por lo mismo, urgía darle a los cultivadores de esa tierra, asisten-cia técnica, dotarlos con maquinaria agrícola, fertilizantes e insecticidas y hacerles llegar el beneficio del seguro agrí-cola.

c).—El algodón dio el 60% del total de la producción agrícola, pero estando dicho cultivo en manos de la An-derson and Clayton Co., urgía tomar medidas para liberar a dicho cultivo del monopolio extranjero.

e).—Igualmente, estando la ganadería orientada casi en su totalidad hacia los EE.UU., había que librarla de tal orientación poniéndola al servicio del estado y del país.

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Del problema forestal opinó como sigue: La Ley Forestal establece que sean los campesinos —mestizos e indíge-nas— los que preferentemente exploten la riqueza de los bosques. Sin embargo, la realidad es muy otra: en 1956 el valor de la producción forestal fue de 143 millones de pe-sos que fueron a dar, en su casi totalidad a manos de unos cuantos rapamontes:

Bosques de Chihuahua, Aserraderos González-Ugarte, Hermanos Portillo, Luis R. Blanco, entre otros. Estos rapamontes explotaban unos 450 predios que to-

talizaban 2.5 millones de hectáreas de superficie boscosa. Consideró otro hecho más: como los campesinos man-

tenían su lucha exigiendo el cumplimiento de la Ley, los rapamontes apresuraron la tala total para dejar la tierra pelona y así la encontraron los campesinos al tomar pose-sión de ella.

Al final de esta parte de su trabajo produjo otro resu-men de cuatro puntos:

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a).—Los ganaderos siguen procediendo como si criaran manadas de búfalos.

b).—La agricultura que se puede llamar modernizada, la dominan los monopolios yanquis. La que practican los cam-pesinos chihuahuenses es una agricultura atrasada, feudal: temporalera, con arados de madera, sin créditos, etc.

c).—La riqueza forestal está en manos de unas cuantas compañías particulares.

d).—Subsisten cacicazgos porfiristas en el campo, que mantienen a los campesinos en estado de constante in-tranquilidad y zozobra.

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Dedicó un artículo a señalar hechos y a hacer crítica agraria de carácter nacional al escribir que:

a).—En el país hay 10 mil propietarios que mantienen 80 millones de hectáreas ociosas, es decir el 38% de la su-perficie del país.

b).—Entre tanto, 2 millones de ejidatarios poseen sola-mente cuarenta millones de hectáreas.

c).—125 mil ejidatarios y 225 mil pequeños agricultores poseen menos de una hectárea. Son los típicos minifundis-tas.

Criticó las posiciones, tesis o puntos de vista del PAN, señalando como algo totalmente fuera de sentido, que propusiera como tipo de pequeña propiedad una superfi-cie de 25 mil hectáreas. Igualmente criticó al General Hen-ríquez y al henriquismo por lo que juzgó demagogia agraria de ese partido. Al señalar la ineficaz acción Agraria del PRI, reconoció que Don Adolfo López Mateos estaba haciendo esfuerzos para resolver de manera apropiada el problema agrario pero que, al mismo tiempo, estaba siendo boico-teado por las autoridades inferiores. Consideró como una falla el que el DAAC tuviera tan bajo presupuesto y seña-ló cómo, gracias a los certificados de inafectabilidad, con

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Cárdenas se habían creado 100 latifundios, 300 con Don Manuel Ávila Camacho y 120 durante la gestión de Don Mi-guel Alemán.

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Arturo Gámiz entendía la Reforma Agraria Integral de la si-guiente manera:

a).—El problema a resolver no es nada más el de entre-gar la tierra.

b).—Al mismo tiempo que la tierra es entregada deben dejarse establecidas las bases para la industrialización.

c).—La tierra, con su productividad, debe dar una satis-facción amplia a las necesidades domésticas.

d).—La Reforma Agraria debe liberar al país de la in-fluencia de los extranjeros.

e).—Debe haber un plan racional para la Agricultura, la Ganadería y la Silvicultura, que abarque la dotación de créditos favorables, la aplicación de técnicas adecuadas, la diversificación de los cultivos y el establecimiento de una industria rural —así sea modesta— que complemente la economía ejidal.

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Otro aspecto de su crítica en materia agraria, lo expresó diciendo que:

a).—Los bancos que refaccionan a ejidatarios y a los pe-queños propietarios, manejan un capital ridículo por su vo-lumen. Y su aplicación se hace más restringida y perjudicial para ejidatarios y pequeños propietarios, en la medida en que —en estas instituciones de crédito— hay pillos y des-honestos como empleados.

b).—En México faltan leyes que hagan posible que el ca-pital canalice los créditos hacia el campo.

c).—Técnicamente en materia agrícola, nos encontra-

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mos como en los tiempos de nuestros tatarabuelos: una res dispone de más tierra —hasta de 40 hectáreas, de la que tiene una familia campesina y todavía unas cuantas compañías particulares tienen en sus manos la riqueza fo-restal.

d).—La miseria de los campesinos aumenta cada día y por consecuencia aumentan la desocupación y el braceris-mo.

e).—Señaló algo que quiero reproducir con sus propias palabras:

“Maduran las premisas de profundas conmociones so-ciales, que sacudirán todo el territorio nacional, si no se da solución radical y oportuna al problema agrario”.

f).—Es urgente resolver los problemas campesinos: la situación se vuelve más peligrosa con motivo de la suce-sión presidencial.

g) .—Denunció a los alemanistas y proimperialistas por haberse unificado para impedir la creación de nuevos cen-tros de población agraria. Como prueba detalló lo minucio-so y tardado del procedimiento que —al final— no tenía más propósito que el de hacer burla de los derechos de los campesinos.

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Dedicó un artículo a describir la situación agraria de la URSS. He aquí sus opiniones:

a).—Desde 1917 se auguró el fracaso del socialismo en la Unión Soviética.

b).—Sin embargo está a la vista su vigoroso desarrollo y la objetiva declinación del capitalismo, pues ningún otro régimen ha tenido un paso tan breve por la Historia: la co-munidad primitiva duró miles y miles de años; el esclavis-mo duró miles de años; el feudalismo se prolongó por un milenio y el capitalismo será liquidado en este siglo.

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c).—Argumentó para probar que el socialismo es un sis-tema justo e incomparablemente mejor que el del capita-lismo. Terminó confirmando sus argumentos con una serie de estadísticas que prueban la ventaja de la URSS sobre los EE.UU., en la producción agropecuaria e industrial.

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Otro artículo lo dedicó al análisis del problema agrario en la América Latina. De tal trabajo son las siguientes opi-niones:

Después de citar cifras sobre lo que ocurre en Nicara-gua, Venezuela, Guatemala, la Dominicana, etc., llega a las siguientes conclusiones:

a).—En estos países el problema agrario es el más agu-do y exige una radical e inmediata solución.

b).—La situación agraria en la América Latina es una verdadera bomba de tiempo.

c).—En todos los países de la América Latina se habla del problema agrario pero nada más eso se hace: hablar.

d).—En AL los latifundistas acaparan la tierra. No la tra-bajan ni dejan trabajarla.

e).—La agricultura en la AL está muy atrasada y sus ren-dimientos son bajísimos.

f).—Por último y copiándolo al pie de la letra: “Es evi-dente que ya no hay fuerza capaz de mantener por mucho tiempo sojuzgados a los pueblos”.

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Termino la síntesis del estudio realizado por el profesor Arturo Gámiz, sobre el problema agrario por cuanto que —en dicho trabajo— se revelan, quedan claros los mó-viles que lo llevaron a lanzarse a la lucha armada, y tam-

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bién queda claro algo que además de importante, intere-sa para que el lector se dé cuenta de algo que la actitud de Giner Durán —soldado analfabeto— pretende ocultar: los mártires de Madera no eran ni salteadores ni analfabe-tos.

El último artículo que Gámiz escribió y publicó destaca las siguientes cuestiones:

a).—La tierra debidamente aprovechada producirá abundancia de bienes.

b).—Señala las principales regiones agrícolas de el mun-do.

c).—Con información de la ONU, anota que el 60% de la población mundial, en promedio, se dedica a la agricultura; el 75% en muchos países atrasados y menos del 25% en países altamente desarrollados.

d).—En el mundo predomina una agricultura atrasada aleatoria —sujeta al temporal de lluvias— y por lo mismo la mitad o más de la población mundial padece hambre, desnudez, enfermedad, miseria e ignorancia.

e).—Está en contra de Malthus y de los neo-maltusianos, citando en apoyo de su personal opinión, la del geógrafo inglés L. Stamp: se ha comprobado que si los EE.UU. usan métodos correctos de laboreo, pueden producir alimentos y materias primas para 500 millones de personas y no para 100 millones como afirma Voght.

f).—Como consecuencia de lo expuesto, finaliza dicien-do que la pobreza del campesino no se debe a insuficiencia del suelo, sino a las formas muy atrasadas de trabajo y a la explotación de que es víctima. Para él la tan traída y llevada tesis maltusiana de que mientras la capacidad productiva del hombre aumenta aritméticamente, la población crece en proporción geométrica, es total y completamente falsa.

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En octubre de 1963 hubo en Chihuahua un congreso agrario. Estuvo en él, con su carácter de Secretario General de la CNC, el Licenciado Javier Rojo Gómez. Aunque nebu-losas, como casi todas las declaraciones de los políticos, se recogen aquí las que hizo el ex Regente del distrito Federal, porque analizadas a fondo, comprueban la caracterización que Gámiz hizo del problema agrario del estado. Dijo el Lic. Rojo Gómez:

a).—El problema agrario de Chihuahua es muy compli-cado demasiado complejo. Viene de muy atrás pero puede resolverse.

b).—El gobierno del estado prometió resolverlo y la CNC estará pendiente de que lo haga (si esto no es algo más que una advertencia una amenaza, ¿qué es, entonces?).

c).—Siempre ha habido obstáculos para la aplicación de la Reforma Agraria, pero siempre han sido vencidos, supe-rados esos obstáculos (más claro ni el agua: todo lo que se dice es cierto pero barreremos con los enemigos de la Reforma Agraria).

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Conviene —como un caso entre miles— copiar a la le-tra la ponencia presentada en el Congreso Agrario, por el Comité de Peticiones del Río de Casas Grandes, cuyos diri-gentes eran los señores Felipe Gutiérrez y David Baca, por cuanto es un documento que confirma todo lo que aquí se ha expuesto al respecto. Dice la ponencia:

“Vamos ya sobre veintidós años o más solicitando terre-nos nacionales, para la creación de diez nuevos centros de población ganadera en terrenos que fueran de la Palomas Land and Cattle Co., quien las viniera disfrutando desde

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mediados del siglo pasado. “Siendo los pioneros en esta lucha por la nacionalización

y fraccionamiento de estos terrenos ubicados entre los es-tados de Chihuahua y Sonora. Manifestamos a ustedes que nos han relegado en todo momento. Quedando los dichos terrenos en manos de elementos de la propia compañía y de privilegiados e influyentes políticos del régimen alema-nista que de todo se adjudicaron al margen de la Ley. Y por ello carentes de toda responsabilidad histórica para con las necesidades y mayorías nacionales”.

“A las maniobras por todos lados desplegadas en contra de nuestras solicitudes. Vino a agregarse la predisposición que hubo entre el profesor Barrios de Agrario, contra el Lic. López Serrano de Colonización. Por lo que sea, de hecho fue suspendido todo trámite sobre el terreno que nos ocupa.”

“Nuestro interés es y ha sido. Dado que son terrenos ubicados a lo largo con la línea fronteriza con los Estados Unidos. Que prevalezca en todo tiempo y momento el de-recho absoluto de la Nación sobre los mismos. Y que ten-gan el carácter de invendibles, inembargables, e inaliena-bles en toda forma. Y que sea la Nación quien a través de los nuevos centros de población ganadera. Quien otorgue derecho de usufructo a perpetuidad a cada jefe de familia. Lo cual al desaparecer en su rama, deberá este derecho pasar a disposición de la Nación para que sea ésta quien nuevamente la otorgue a otro ciudadano que legal y mo-ralmente tenga derecho para ello.

“Por último y en apoyo más franco de nuestras persis-tentes gestiones. Hemos propuesto al Gobierno Federal de la República, y ahora lo hacemos nuevamente ante ustedes y ante Ud. Señor Lic. Rojo Gómez, que a nuestro juicio:

“EL MÁS GRAVE PRoBLEMA AGRARIo NACIoNAL VEN-DRíA A RESoLVERSE totAL Y EFECtIVAMENtE A tRAVÉS DEL IMPuESto SoBRE LA RENtA.

“Es decir, crear una Ley que imponga un impuesto pro-gresivo por uso y tenencia de la tierra. O sea de terrenos

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tanto agrícolas como ganaderos. Con base desde luego en su capacidad productiva, situación, etc. Eliminándose de paso con ello los certificados de Inafectabilidad Ganadera, que su otorgamiento y respaldo da lugar a tantas manio-bras en contra de la Reforma Agraria y de la producción nacional. Así mismo de hecho el gran acaparamiento de tierras que se viene efectuando con razón de que no les cuesta lo debido”.

“Los impuestos así obtenidos, es decir: PoR uSo Y tE-NENCIA. Impuesto progresivo federal. Se canalizarán o de-berán ser canalizados de manera exclusiva a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público hacia los bancos oficiales y privados. Para crear líneas de crédito a muy ba-jos intereses para que permanentemente se tenga el apoyo económico que el campo necesita, así sea para el ejidatario como para el colono, pequeño propietario, etc., y que se puedan en un momento dado, considerar como factores positivos de producción y constituyentes reales a su vez”.

“CONCLUSIONES”

“I.—Que se haga Ley nuestra propuesta sobre el Im-puesto por uso y tenencia de la tierra.

II.—Que se gestione ante el Sr. Presidente de la Repú-blica, un acuerdo de inmediato que nulifique los Títulos otorgados sobre todo el terreno de Las Palomas, que esos elementos no queden ni como ejidatarios siquiera.

“III.—El acuerdo presidencial deberá abarcar terreno tanto de Sonora como de Chihuahua, puesto que en los dos están los terrenos que estamos gestionando. (Un mi-llón doscientas mil hectáreas)”.

Aquí termina la ponencia y de su lectura —difícil por-que los campesinos no saben de Gramática— se despren-de que, efectivamente en relación con el problema agra-

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rio, ha habido —y seguirá habiendo mientras la burguesía esté en el poder— una y mil pillerías; y además, que los campesinos son capaces de pensar bien y de anteponer o ligar el interés de la Patria al suyo propio. Cuán claro re-sulta que además de la preocupación de la posesión de la tierra, quieren hacer de ésta una garantía firme, sólida, de la libertad e independencia de la Nación.

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CAPítuLo SEXto

PEDAZoS DE LA VIDA RuRAL EN CHIHuAHuA

1

El 12 de mayo de 1963 se publicó en “La Voz de Chihu-ahua”, un reportaje sobre la vida rural en la Región de Te-mosáchic, Madera y del viejo mineral de Dolores. Lo copio tal como fue publicado. Lo redactó y envió al periódico el Profr. Arturo Gámiz que justamente en Dolores, ejercía el magisterio. Fue ilustrado con una fotografía, que lamenta-mos no poder reproducir, cuyo pie sumado a la información gráfica conseguía revelar la situación ominosa de los cam-pesinos. La reproducción del reportaje tiene una intención, una finalidad puramente informativa. Tiene o pretende lle-nar un propósito: el de hacer ver que los caídos en Madera habían forjado sus decisiones a fuerza de sentir y de sufrir en carne propia, un régimen de injusticia, de represión, de atropello. El reportaje dice lo siguiente:

“El mineral de Dolores es una población entre Madera y el límite con Sonora. A principios del siglo tuvo un auge económico formidable. Doscientos mineros trabajaban en las minas. Más de cien mulas llevaban cada mes el fruto de las entrañas de la tierra: oro y plata. El caserío se extendía de la cima de las montañas al fondo de los arroyos. Hoy resulta difícil creer todo eso. La mayor parte de las casas han sido devoradas por el monte y en época de lluvias, hay unos cincuenta vecinos. Hace más de 20 años se paró el trabajo en las minas, las compañías extranjeras se llevaron toda la riqueza y dejaron sólo las ruinas, montes talados y

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nostalgia. Pero la decadencia de toda esa inmensa región de Sonora a Temosáchic, no sólo se debe a que se acabó el trabajo de las minas; hay otra causa importante; se formó y enquistó un cacicazgo, un imperio de asesinos”.

“Durante veinte años la sierra ha sido tierra, sin ley. Los Ibarra y los Vega, pandilla de sinvergüenzas, han sem-brado el terror y la desolación, han llevado el luto a mu-chas familias, hundiendo en la miseria a otras, humillan-do e intranquilizando a todos. Empezaron a apoderarse de las tierras desde Sonora hasta Temosáchic, por todos los medios fraudulentos imaginables. Cuando quieren un terreno simplemente lo toman y si el poseedor pro-testa y no desaloja el rancho, se lo queman con todas sus pertenencias, le destruyen sus siembras y le matan o roban sus animales y si el ofendido sigue protestando lo hacen objeto de todo tipo de persecuciones y violen-cias: lo matan o mandan matarlo. Por medios semejantes, han adquirido ganado.

“Durante años se dedicaron a la fabricación clandestina de sotol. Explotan a sus peones y les roban el pago como en la época porfiriana. No hay espacio para relatar todas las fechorías de estos caciques. Los malos de las películas texanas se quedan cortos y chicos junto a los Vega y los Ibarra. Con el respaldo de la empresa “Bosques de Chihu-ahua”, han quemado algunos ranchos como el de Timoteo Castellanos en el Salitre y el de los Olivas en Las Varas, de-jando a las familias a la intemperie y sólo con las escasas pertenencias que lograron salvar de las llamas junto con su vida. Han matado gente en Agua Amarilla, Carrizito, Dolo-res, Temosáchic, en el camino real, etc., etc. Han fabricado delitos y calumnias para mandar a la cárcel a cuanto ciuda-dano honrado y pacífico les estorba. Han azotado a dece-nas, han robado mujeres. Todo impunemente. Son amigos de Borunda y de muchos influyentazos. Compraban auto-ridades o las nombraban ellos. En Dolores sostuvieron du-rante 18 años al mismo Presidente.

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“Esa ha sido una de las causas fundamentales de la de-cadencia de la sierra. Donde hay intranquilidad, donde no hay garantías, donde hay injusticia no puede haber progre-so, pues la inseguridad en el porvenir mata la iniciativa crea-dora de los hombres. En esas condiciones no se le encuen-tra sentido y justificación al trabajo. ¿para qué sembrar? ¿para qué hacer casa? ¿para qué arreglar caminos? ¿para qué abrir magüechis? ¿para qué poner huertas? ¿para qué hacer presones, limpiar aguajes y otras obras si tal vez ma-ñana lleguen los pistoleros y nos quemen el rancho o nos destruyen las siembras o simplemente nos echen de aquí? ¿si tal vez mañana metan cerco para quitarnos los aguajes y las tierras que abrimos al cultivo?”

“Así razonan los campesinos, con toda exactitud”. “Todavía no hace un año, por ejemplo, que a los campe-

sinos de Santa Rita, municipio de Temosáchic, les quitaron las tierras con todo y siembras. Matar el ganado, quemar las huertas, cercar los aguajes y los pastizales, es práctica casi cotidiana de los caciques”.

“Pero no hay mal que dure cien años ni quien los aguan-te. La sierra vive hoy una nueva etapa que se caracteriza por la lucha a muerte contra los cacicazgos que apadrina “Bosques de Chihuahua”. Esta lucha la encabeza desde hace tres años la UGOCM. Uno de sus triunfos iniciales fue que se desorganizó la compañía ganadero-asesinos “Cua-tro Amigos”. En diciembre del año pasado se logró otro triunfo importante: en Dolores, centro de operaciones y bastión de los caciques, el pueblo destituye al Presidente que tenía 18 años en el poder y elige democráticamente a Salvador Gaytán, enemigo de los caciques y de la injusticia y empieza así una nueva etapa de progreso.

“Se construye una escuela a la que asisten 65 niños y se la incorpora al sistema estatal; se arreglan la plaza, las calles, los caminos; se construyen canchas para basquetbol y volibol; se hace una campaña de vacunación contra la viruela, la difteria, la tosferina y el tétano. Acaba de inau-

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gurarse un puente de 40 metros de largo con altura de más de 30 metros, con bases de concreto y estructura metáli-ca, con el cual está asegurada la comunicación permanen-te —durante todo el año— y no sólo en los meses secos. Pronto se construirá un templo, la casa para el maestro, etc.”.

“Vuelve a haber trabajo, educación, deporte, comuni-caciones. El pueblo se unifica y organiza, pierde el temor a los caciques y se dispone a luchar por su destino y por un mayor objetivo, que es la creación del ejido que hace muchos años piden. Al constituirse el ejido se afectarán las ilegales propiedades de los caciques, quienes no se re-signan ni duermen. Acostumbrados a que sus deseos eran órdenes y su palabra ley, hoy que no gozan de autoridad ni de impunidad, hoy que se les somete al orden, reaccionan violentamente”.

“Pero conscientes de que no pueden actuar con la im-punidad de antes, siguen un plan inteligente para volver por sus fueros y quitarse al nuevo Presidente: azuzan a sus incondicionales para que lo provoquen. Porque no les per-mite fabricar licor clandestinamente, porque pide coopera-ción para las obras de beneficio colectivo, porque cobra las guías de ganado, porque exige el permiso correspondiente para bailes y “gallos”, por cualquier motivo o sin él, los in-condicionales de los caciques provocan al Presidente; pero pase lo que pase, son estos los responsables porque ellos azuzan y dirigen a los provocadores. La hora de los cacicaz-gos y de los latifundios ha sonado”.

Para cualquier persona a condición de que sepa leer —y leer es entender— ésta vívida, luminosa y a la vez sencilla descripción vale más que el libro de un sociólogo en cuan-to a enseñanza.

Nuestro pobre cine nacional, cuya gracia es la de hacer películas con pistoleros, cabareteras y borrachentos, tiene aquí un tema humano real —y más si va al lugar de los su-cesos— para hacer una de las mejores películas de aliento

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que —en toda su historia— haya producido. Ayudaría con ella a comprender la tragedia de los campesinos olvidados, humillados y pisoteados y quién sabe cuantas voluntades despertaría para la lucha. Pero en el mundo burgués el “Arte”, desde la porquería de cine que padecemos hasta esa otra también porquería que sufrimos, que es la “pintu-ra abstracta”, sólo cumple un fin: matar la conciencia revo-lucionaria del pueblo y corromper, degradar, animalizar la conducta humana.

2

En Chihuahua hay una municipalidad que lleva el nom-bre ilustre de Gómez Farías. Lo ocurrido allí en agosto de 1963 es muy importante para los fines que este libro persi-gue. Por tal razón a continuación se hace una relación sin-tética de los hechos que interesan:

a).—Dentro de los límites de la municipalidad hay dos latifundios que —abiertamente— tienen carácter de tales: “Ojo Puerco”, y “Peñitas, el primero propiedad de Macario Pérez y el segundo propiedad de Melitón Tena del grupo reaccionario de Zaragoza. Existe, también, la vieja hacien-da de Chávez que siendo —como lo es un latifundio, gra-cias a las chicanas tan comunes— aparece como propiedad de varios poseedores.

b).—Los tres predios son propios para cultivos de ca-rácter agrícola más, en su mayor parte, estaban completa-mente abandonados, nadie los sembraba.

c).—Se formó un grupo campesino que —apoyándose en lo que establece la Ley— pidió para sus 310 miembros, todos ellos capacitados como sujetos de Derecho Agrario, la formación de un nuevo centro de población agraria al que —desde luego— bautizaron con el nombre de “Profe-sor Francisco Luján Adame”.

d).—Los trescientos diez aspirantes a poseer y cultivar

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la tierra designaron como su dirigente —o líder como más comúnmente se dice— a Nepomuceno Vargas en gracia a las cualidades que en él reconocieron, pero que traicionó la confianza en él depositada.

e).—Entre los afectados el más violento o probable-mente al que le tocó en suerte intentar “el arreglo”, está Melitón Tena, dueño de “Peñitas”, quien por principio de cuentas comenzó por ensayar uno de los procedimientos más socorridos: el soborno. Dinero a cambio de que se de-sistiera de las gestiones en favor de los hombres sin tierra. Fracasó su “pacífica” gestión.

f).—No renunció por ello a sus propósitos y buscó el otro camino, el más fácil y seguro para él: asesinar a Nepo-muceno. Para ello se hizo acompañar de cinco pistoleros y de su propio hijo. Penetró por sorpresa en el domicilio de Nepomuceno e intentó matarlo sin conseguirlo; lo evitaron la esposa del campesino y ¡quién lo creyera! su hijo... Los campesinos denunciaron el hecho, pero...

g).—Su “mala suerte” es tanta, que tuvieron que enfo-car sus baterías —cuando menos su forma de protestas y quejas— en contra del Teniente Coronel Roberto Martínez Noriega, quién con la ayuda del Gerente de Colonización de la región de Gómez Farías, hostiliza a los campesinos que no teniendo tirera, se organizaron para tenerla.

h).—Y los campesinos no se quejan nada más porque suponen que Coronel y Gerente son sus enemigos: a su compañero Jesús Manuel Chávez del mismo municipio, por la fuerza lo sacaron al despoblado y lo obligaron a firmar un documento en el cual se compromete a abandonar un terreno que solicita con base en la Ley de Terrenos Baldíos que pertenecen a la Nación.

Hasta aquí los hechos. De manera breve pero categó-rica, puede sacarse una muy cuerda y lógica —y desde luego educativa— conclusión: en Gómez Farías, como en todo Chihuahua, burócratas y militares —comenzando por el Gobernador Giner Durán— como en los mejores tiem-

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pos de Don Porfirio y de Terrazas, están coludidos y se en-tienden y ayudan eficazmente, en la tarea de impedir que los campesinos ejerzan sus derechos. Los métodos son los mismos: desde los brutales de Rosalino Martínez, también Coronel y perro sanguinario de Río Blanco, hasta los “sua-vecitos” del Coronel Martínez Noriega, de llevar hombres al despoblado —de seguro para hablar del encanto de la vida celestial— y hacerlos firmar “un papelito”...

Recuérdelo. Téngalo presente porque ésto le ayudará a entender por qué, los Mártires de Madera, cayeron en lo que un revolucionario no debe caer jamás: la desespera-ción...

3

Lo que va usted a leer es lo mismo —aunque sacado nuevamente de la información que me fue enviada —que probablemente ya conoció, pues en 1965 la escribí bajo el título de “Chihuahua catedral del atropello”, para el mejor diario de México: “El Día”. La cadena de “los soles”, lo pira-teó y lo reprodujo en todos sus órganos de la República. Si tuviéramos un cine revolucionario podría ser —esta serie de hechos— argumento para otro excelente filme.

Uno de los Municipios de Chihuahua es el de Zaragoza, Distrito de Galeana y en él se localiza un ejido que lleva el mismo nombre del municipio y de la cabecera municipal. En este ejido murió un ejidatario de apellido Vargas, que-dando como herederos su viuda, señora Guadalupe Muñoz y su hijo Ramón Vargas Muñoz que, además de la parcela ejidal, poseían apreciable cantidad de ganado.

Un “Juan sin tierra”, de las decenas de miles que hay en Chihuahua, de nombre Secundino López, la usufructuó durante años, con la aprobación de los herederos de la par-cela ejidal que, además de abandonada por ellos quedó de hecho, en manos de López porque los Muñoz —madre

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e hijo— sin aviso ni consentimiento de la asamblea ejidal, abandonaron la comunidad. Don Secundino vista la nueva situación —tal vez impulsado de momento por el deseo de ahorrarse el partido o renta que pagaba— y con funda-mento en lo que disponía el Código Agrario, allá por 1961 o 1962, hizo todas las gestiones y llenó todos los requisitos legales para de arrendatario que de hecho era, convertirse en ejidatario al tomar posesión legal de la parcela que por años había cultivado.

No contaba con que, de manera inesperada y rápida, las autoridades de Ignacio Zaragoza y los ricos del pueblo, desaprobarían sus gestiones y lo presionarían para que las abandonara y siguiera como mediero.

Parece que Secundino López es un campesino de muy buena madera y no se amedrantó y siguió adelante con sus gestiones. Y para que aprendiera a no ser desobedien-te, autoridades y ricos en común acuerdo, decidieron y lo hicieron: a) arrebatarle la cosecha, b) tenerlo en la cárcel un mes.

Salió de la cárcel, volvió a sembrar y siguió de frente ahora con sus quejas: a las autoridades agrarias del estado, a las de la C. de México, a la Oficialía de Quejas de la Pre-sidencia, etc. Autoridades y ricos conocieron de las quejas y para que no olvidara quienes mandaban, le repitieron la lección: a) le arrebataron la cosecha, b) lo encerraron en la cárcel.

Pero Secundino López es un hombre del norte, campe-sino de la misma arcilla de los que se alzaron en 1910 con Francisco I. Madero y en el año 13 con Pancho Villa: siguió machacando ante autoridades y caciques que tenía dere-cho a la parcela. Para que lo olvidara lo encerraron: a) en la cárcel de Zaragoza; b) de allí lo llevaron a la cárcel de Buenaventura, y c) para seguirlo ilustrando con viajes, lo pasaron a la cárcel de Ciudad Juárez... Consiguió que lo de-jaran libre y con tanta cárcel y tanta miseria, se refugió en la Sierra... no sin antes hacer huir de la tierra de su parcela

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a Sabino Almanza —uno de los ricos del pueblo— que tenía tratos con los Vargas para quedarse con ella y que había ido con un tractor a barbecharla. El primero había huido pero volvieron otros —amén de la supervigilancia que sobre su casa ejercían— también con el pretexto de barbechar con sus tractores: José Mendoza con sus parientes y Guillermo Vargas Almanza... Por eso, mejor se fue a la Sierra.

Andando en la Sierra supo que Mariano Millán Almanza —tío de Sabino Almanza Millán— nefasto ex-Comisariado Ejidal, Arcadio Vargas Almanza —sub-agente del Ministerio Público—, Marcos Bencomo, emparentado con los Alman-za; Reydecel Reyes incondicional de los Almanza y Rafael Muñoz, suegro de Sabino Almanza, insistían en ir a trabajar su parcela que —de todo derecho— le era propia. Todos iban armados. Secundino también pero, al verse sólo, se parapetó tras una gran piedra. Hasta allá lo siguió Rafael Muñoz pistola en mano y cuando intentaba disparar, Se-cundino lo hizo primero y lo hirió en el brazo, con lo que RM dejó caer la pistola y huyó pegando de gritos con tan gran escándalo que hizo huir a todos los demás que —en su loca fuga— olvidaron la pistola, el tractor, una “troca” y varios pares de zapatos... Bueno, en otras condiciones esto sería motivo de risa.

Los fugitivos, viendo que el antes manso Secundino se había convertido en “lobo feroz”, después de planearlo todo cuidadosamente, el 9 de abril de 1965, se presentaron reforzados con armas, hombres y elementos de combate, ante la casa del que no quería aprender quienes manda-ban —a lo mejor mandan todavía— en Zaragoza. Iban algu-nas autoridades, una mayoría de compradores de semillas, un comprador de ganado y algunos otros ricos, para obli-garlo, a salir de su casa y a que se entregara. Procedieron con tanta torpeza que de haber sido Secundino un matón o un ventajoso, hubiera podido acabar con el Juez Rosauro Bencomo, con un policía y un soldado. Se hubiera —como dice el pueblo— llevado a tres por delante. No lo hizo y eso

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demuestra su hombría de bien. En la vez anterior, también pudo matar a uno o dos más, tampoco quiso hacerlo.

Conviene anotar el nombre de cada una de las personas que el nueve de abril de 1965 católicas todas ellas, come-tieron la infamia que usted conocerá después:

Leonardo de los Ríos, comerciante. Rosauro Bencomo, Juez Menor. Sixto Beltrán, Presidente Municipal Suplente y compra-

dor de ganado. Raúl Vega, Recaudador de Rentas. Esteban García, Primer Regidor, dueño de una cantina

con mujeres. Enedino Machado, comerciante. Hermenegildo Oviedo, comprador de ganado. Martiniano Almanza, desacreditado ex Presidente Mu-

nicipal, Presidente del Comité Regional Campesino y Presi-dente del Comité Municipal del PRI (una joya).

Sabino Almanza, sobrino de Martiniano y priista de ca-lidad.

Ramón Vargas Muñoz, ganadero. Benjamín Carbajal, Presidente del Comisariado Ejidal. Bernardo Rascón, miembro del Ayuntamiento. Arcadio Vargas Almanza, Sub-Agente del Ministerio Pú-

blico. Estos son los criminales. El crimen fue el siguiente: ar-

mados hasta los dientes, incluyendo una ametralladora y sus vehículos pesados, en pleno viernes santo, se presen-taron estos católicos, apostólicos y romanos, distinguidos hijos de la iglesia del pueblo, ante la casa de Secundino. Lo invitaron a salir y a entregarse. No salió. Entonces dis-pararon tanto sobre su casa que parecía una batalla for-mal. Tampoco salió. Usaron un argumento de más peso: arrojaron dinamita que estalló sobre el techo de la casa. Tampoco salió. Los camiones pesados, con las plataformas, empezaron a golpear las paredes, de la casa... Tampoco salió. Entonces le prendieron fuego a las puertas, lo que

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hizo salir, dominada por el miedo, a una hija de Secundino que —a la postre— fue el cebo para que se entregara el perseguido... Ganaron la pelea. Sacaron las pertenencias del rebelde y les prendieron fuego, incluyendo las cobijas de la familia y en abril y en plena sierra, cuando todavía el frío muerde la carne del humano... ¡pero era un viernes santo!8, 9 y 10

Al día siguiente alguien hizo un descubrimiento: Pedro, el hijo de Secundino, amaneció prensado por los adobes que derrumbó “la troca” que manejaba el Juez Rosauro Bencomo... Pedro herido y maltratado fue encarcelado junto con su padre, un campesino de 66 años... Y para que no quedara ni un hombre libre en la familia, también en-carcelaron a su yerno.

Amigos y parientes de los encarcelados se movilizaron rápidamente. Temían entonces que el grupo formado por ricos y autoridades, unidos por el parentesco y los intere-ses económico y políticos, les aplicaran los procedimientos que ya antes con otros “rebeldes”, habían aplicado: “llevar-los fuera del poblado para que “misteriosamente”, apare-cieran ahorcados, colgando de los árboles o cuando menos darles las torturas ya conocidas: azotes, palos, etc.

En el fondo de toda esta lucha hubo dos hombres: un campesino honrado, trabajador y muy hombre por lo que hace a la decisión de defender su derecho: Secundino Ló-pez y otro, comerciante en ferretería, semillas y maderas, político militante, rico y por lo mismo “hombre de bien”: Sabino Almanza.

¿Cómo pudo resistir tanto tiempo Secundino, casi iner-me en lo físico y totalmente inerme frente a “las autorida-des”? Gracias al apoyo de la inmensa mayoría del pueblo que víctima igual que Secundino, de la rapacidad, odio y atropello de los caciques lo ayudó y atentó constantemen-te. 8 Ver apéndice gráfico.9 Ver apéndice gráfico.10 Ver apéndice gráfico.

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4

El atropello era —y tal vez lo siga siendo— la forma de conducta habitual en Ignacio Zaragoza, como consecuen-cia de la lucha de ricos contra pobres: éstos confiados en la fuerza de su derecho y en su número, aquellos en su dinero y en la autoridad política, civil y militar. Al grupo de ricos los pobres del municipio los calificaron con un mote que arraigó en la conciencia pública: la mafia. Y la mafia hace cuanto puede por justificar su nombre: como el personal de la Escuela Primaria Federal es un reducto de los ideales de la Revolución, abrieron el fuego de las acusaciones en contra de sus maestros y aún cuando el Inspector Escolar Federal trabaja de acuerdo con “la mafia”, perdieron la pe-lea y no lograron en septiembre de 1965, que el magisterio federal fuera movilizado como ellos, “la mafia”, lo estaban exigiendo desde 1964. Inteligentes los consejeros de los ri-cos, comprendieron que había que golpear duro y abajo, a los amigos y sostenedores de los maestros “comunistas”, “Ateos”, “agitadores”, y “enemigos de la Patria”, que había en el pueblo. Pusieron la puntería sobre Raúl García, uno de los más decididos defensores del magisterio federal y por principio de cuentas, lo acusaron:

a).—De abigeo. b) .—De tener un rastro clandestino en su potrero, para

sacrificar el ganado robado. c) .—De realizar sus actividades delictuosas con la ayu-

da material de sus hermanos José y Reynaldo García. Y comenzó el estira y afloja en la nueva situación. Era

claro que sólo se trataba de un ardid, de una vulgar arti-maña para presionar a los García pues Raúl sobre todo, se destacó en la lucha contra “la mafia”.

Por principio de cuentas hicieron que se presentara “la acordada”, fuerzas rurales del Gobierno del Estado cuyo nombre justo ya se los ha dado el pueblo: “Guardias Blan-cas” y como tales, al servicio incondicional de los caciques, los ricos y los extorsionadores de toda laya.

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La Acordada “hizo su deber” y encarceló a los tres her-manos y para hacerlos confesar de los delitos que no habían cometido y que sólo existían en la lengua de los amafiados, los sacaban en la madrugada de la cárcel y los zambullían en el agua hasta que perdían el conocimiento. No olvide que Ignacio Zaragoza está en la sierra, que el mes era enero y que las temperaturas “benignas” en ese tiempo por allí son de 5 grados bajo cero: Apenas recobraban la concien-cia volvían de nuevo las zambullidas previas amenazas de que los matarían si seguían negando. Así durante tres días porque —sus amigos, es decir el pueblo— lograron conse-guir un amparo que puso a los tres García en libertad. Por cierto que a José hubo un momento en el que creyeron haberlo matado y esto los alarmó.

Como usted puede ver, basta que “la mafia” acuse sin tener prueba alguna, para que la diligente Acordada, cuyo jefe nato es el Gobernador del Estado, llegue, aprehenda, torture y muchas veces, mate. Tal vez no porque quieran matar sino porque “se les va la mano” y cuando menos lo esperan, más de un torturado —o atormentado porque se les da tormento— ya no revive y entonces hay que inven-tar una historia para justificar un cadáver... Pero en esto los de la Acordada y sus asesores son expertos, verdaderos expertos.

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CAPítuLo SÉPtIMo

uN DoCuMENto

1

Salvador Gaytán Aguirre, que fue Presidente Seccional en Dolores, según leyó usted en páginas anteriores, acabó por buscar refugio en la Sierra forzado por las circunstancias y por el descarado apoyo que, el gobierno del estado, dio a los caciques en contra de los cuales luchaba.

Cuando se alzó en armas, envió al Gobernador un docu-mente cuya copia firmada tuve en mis manos. Su dueño no permitió que me quedara con ella. Apenas me dejó tiempo para sacar una versión —lo más amplia que pude— y que ahora resumo aquí con un propósito: el de hacer ver que, los llamados guerrilleros, se fueron al monte empujados por la injusticia reinante en el campo y porque compren-dieron a fuerza de ver los hechos, que el gobierno de Giner Durán era enemigo del pueblo, de los pobres y poderoso aliado de los ricos. Parte de lo que va a leer lo leyó antes, pero no quise suprimir nada importante del documento. Después de cada acción guerrillera SGA, enviaba nueva-mente el documento al gobierno. El documento es, al mis-mo tiempo, una historia —como él mismo lo asienta en el encabezado— del pueblo de Dolores y principia de la siguiente manera:

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“Los moradores de esta comunidad —Dolores— vivían tranquilos trabajando sus tierras; cuando las tierras des-pertaron la codicia de una “compañía”, llamada “Cuatro Amigos”, dio principio en el pueblo una serie de asesinatos, despojos, encarcelamientos, golpizas y atropellos, cuya última manifestación fue la siguiente: Con su carácter de Presidente Seccional, denunció a José Ibarra, Tomás Vega, Fortunato Gil, Ramón Molina y Emilio Rascón, como res-ponsables de la miseria y el terror reinantes en el pueblo. Tuvo que denunciarlos porque ya sin respeto para nada ni nadie, cobardemente y por medio de una cerca que hicie-ron pasar por la mitad del pueblo invadieron (SIC) el agua potable. El pueblo contaba con una gran pila cuadrada y alta de 30 metros lineales por lado: los facinerosos caci-ques la dinamitaron, le abrieron puertas y la usaron como un corral para sus ganados. Dicha pila estaba valuada en un cuarto de millón de pesos. No pararon aquí sus atropellos: el viejo local de la escuela, que tenía 28 años sin maestro, lo convirtieron en caballerizas para sus remudas y el huerto principal del pueblo fue destrozado y en el pusieron pese-bres para engorda de ganado”.

“En 1962 cuando ya era Presidente el de la voz (SGA), como producto de un acto en el que el pueblo hizo valer sus derechos, hizo del conocimiento de las autoridades su-periores como los caciques anteriormente citados venían sembrando el terror por medio de la fuerza de sus pistolas. Después de la denuncia pasó el tiempo y a trevés de lo que se esperaba, los criminales gozaron de mayores garantías. Decidí, como autoridad, quitar la cerca que dividía por mi-tad al poblado, y recuperar como bienes sociales, la pila del agua y el edificio de la escuela y como lo decidí, con la ayuda de los habitantes, lo hice. Gracias a estas medidas comenzó a progresar el pueblo: como dije antes, hacía 28 años que carecía de maestro y un día llegó Arturo Gámiz,

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profesor que le dio gratuitamente clases a 85 niños, hasta que conseguimos un maestro pagado por el gobierno esta-tal: Como la escuela los caciques la habían vuelto caballeri-za, Arturo inició su trabajo en la plaza pública (aquí es muy importante aclarar que SGA tenía un hermano menor que, ya fuera de la edad escolar, hizo su primaria con el profesor Guillermo Rodríguez Ford y que éste —Rodríguez Ford— relacionó a Salomón —el hermano de SGA—, con Arturo Gámiz y que —gracias a esta relación—, Gámiz fue como profesor particular a Dolores)”.

“El pueblo carecía de agua potable porque los caciques habían trozado el presón, obra hidráulica valuada en un millón de pesos. Convocamos a la gente del pueblo y lo-gramos reconstruirlo poniéndolo nuevamente en servicio. Construimos después un puente que permite el paso per-manente del Río Tutuaca, puente valuado en 60 mil pesos. Construimos nuevo local para la escuela, local que aprecia-mos en $20 mil. También reparamos los caminos y, en total las obras hechas para el progreso y en interés de la Nación, las valoramos en $ 1,800,000.00... Todo lo que no fue del agrado de los caciques ni de sus malvivientes y matones no sólo se reparaba lo que ellos destrozaron, se construían nuevas obras y lo que más les dolió fue que evitamos los asesinatos y los robos de ganado. Su disgusto los empujó a tomar una decisión: la de matarme. Fui vigilado, amena-zado y perseguido por los matones a sueldo y hasta por la propia policía municipal”.

“Fernando Solís era el Comandante de Policía de nues-tra Sección Municipal y fue amagado de muerte por el ca-cique José Ibarra hijo, ya que Solís, sin temerlo, lo aprendió cuando el cacique, en un acto de provocación, agredió a un joven de nombre Eleuterio Olivas, quien a consecuencia del balazo, quedó baldado para todos los días de su vida. El criminal José Ibarra hijo, pronto salió de la cárcel, y como un reconocimiento al mérito de sus delitos, le dieron una credencial de policía del estado”.

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“Pocos días después el Comisario Israel González, de-nunció a Emilio Rascón por haber sacado siete reses de su jurisdicción y de propiedad de su madre —las reses— que, además no iban amparados por trámite legal alguno. Como Rascón tuvo que pasar por Dolores y no presentó documentos legales, lo detuvieron junto con el ganado mal habido. Uno de los guardias blancas de José Ibarra estaba allí y pusieron bajo su custodia al cuatrero Rascón y ambos, con el ganado, regresaron con la mamá de Israel González y con engaños le sacaron la firma de la supuesta factura. Con la factura en su poder y el auxilio de guardias blancas, Emilio Rascón aprehendió al Comisario Israel González, lo secuestró llevándolo a su rancho donde lo colgó y dejó por muerto. En seguida me tomaron preso (SGA) pero logré es-capar quedando en libertad. Fue así que me di cuenta de que, cuando a un pobre le roban una vaca, si pide justicia lo meten a la cárcel con todo y Comisario. Nunca pensaron los criminales que se les llegaría su día porque se le dan más garantías a los criminales y mañosos que al pueblo y con ello, quienes realizan esta política torpe, han obligado al pueblo a tomar el único camino que queda... Desde lue-go debe comprenderse que es imposible denunciar todos los atropellos”.

Sin embargo, pueden mencionarse algunos: “Fortunato Gil que sin las guías correspondientes estu-

vo sacando carne. “Ramón Molina que murió sin que se supiera quien lo

mató en agosto de 1967, de la manera más cobarde, mató al campesino Leonardo Rivera —que estaba enfermo— para no pagarle la renta de un terreno que le había alquila-do (Molina a Rivera).

“No contento con matarlo violaron a dos nietas de Rive-ra —de 15 y 17 años— de edad. Esto ocurrió en el Rancho de El Durazno de la jurisdicción de Cebadilla, en abril de 1964. Después de violarlas Molina y sus cómplices las deja-ron tiradas en el campo, sin prestarles ningún auxilio.

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“Por eso he empeñado mi vida, termina diciendo Salva-dor Gaytán Aguirre, en la defensa del pueblo, encontrán-dome internado en la Sierra con varios compañeros. Pido a las autoridades correspondientes que castiguen a “dichos mencionados” (SIC) y cuando lo hayan hecho bajaré y en-tregaré las armas, pero si no hacen justicia seguiré pelean-do. Atentamente”.

Subió a la Sierra en mayo de 1965. Como indiqué antes, después de cada acción SGA, hacía

llegar un documento igual a manos de las autoridades. El que tuve en mis manos traía unas notas del mismo

Salvador Gaytán Aguirre. Reproduzco las que me parecie-ron más importantes.

3

“Primera: Arturo Gámiz llegó como profesor particular a Dolores el 12 de noviembre de 1962. Lo traje de Chihu-ahua, donde lo conocí a través de mi hermano Salomón. Comenzó a dar clases en la plaza mientras se reconstruía la escuela, el 25 de noviembre del mismo año. Al poco tiem-po se inició la represión en su contra: lo tildaban de co-munista. Cuando Arturo llegó al pueblo pidió garantías al entonces Presidente Seccional Leonardo Olivas, esbirro de Ibarra, que se había reelecto durante 19 años: un porfirito. Desde luego, se las negaron”.

“Segunda: Fui Presidente Seccional de Dolores a partir del 7 de diciembre de 1963 y debí haber terminado en di-ciembre de 1965”.

“Tercera: Subí a la Sierra, en plan de lucha, el 5 de Mayo de 1965, comenzando las acciones o hechos de armas, al desarmar a un cacique de nombre Emilio Rascón, que llegó a Cebadilla de Dolores, y se encontró con un niño de 12 años de edad, llamado Juventino Torres lo detuvo, le dijo que era hermano de Salomón Gaytán Aguirre y le pidió que

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le dijera donde lo podía encontrar. Para esas fechas tan-to Arturo como Salomón habían llevado al cabo algunas acciones guerrilleras. Este cacique debía muchas y no lo quisimos matar. Lo aprehendimos la madrugada del 5 de Mayo, en el Río Tutuaca, lo desarmamos sin necesidad de utilizar nuestras armas. Le recogimos una ametralladora MI y una pistola 38 especial. Me acompañó en esa acción Ramón Mendoza, campesino de mi pueblo. Del río lo lleva-mos a la Presidencia del pueblo de Dolores y a media plaza se le hizo ver que el pueblo ya se había cansado de so-portar crímenes. Como castigo tuvo que firmar un cheque por $600.00 para beneficio de la Escuela, perdonándole la vida. De allí me fui a la Sierra en donde mis hermanos Salo-món y Juan Antonio, junto con Arturo, se encontraban ya luchando por la justicia”.

“Cuarta: Decidí defender a unos campesinos el 17 de mayo, me acompañaron seis amigos (aunque no sea nece-sario, suprimo los nombres). (La relación que se sigue es confusa y por lo mismo la copié exactamente conforme al original, JSV). Haciéndole desocupar el terreno que ocupa-ban que era de aquellos indígenas, a los cuales explotaban como trabajadores en una fábrica de licor, manteniendo al criminal Roberto Jiménez, quién había degollado a una joven sin que nunca recibiera castigo por su feo delito. Lo cogimos preso, destrozamos la vinata, repartimos las pro-visiones a los trabajadores, quemamos los libros de raya donde tenían sumidos en deudas a los trabajadores (18 mil pesos). Me hablaron los trabajadores diciéndome que ahora cómo le iban a pagar al patrón lo que le debían, ya que había destruido la fábrica, donde trabajaban. Le hablé a aquellos indígenas diciéndoles que ellos no debían un solo centavo, que ya se habían quemado los libros de raya y que ellos eran quienes habían hecho rico al cacique Ro-berto Jiménez, quien venía burlándose de nuestro honor de clase. El único responsable era yo. Repartí entre los indí-genas el mandado que había como provisiones y consigné

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a Dolores a los criminales que explotaban a esos pobres campesinos indígenas. El 17 en la noche, encontrándose un destacamento de soldados en ese pueblo, quienes ig-noraban todo, metimos a los criminales en la cárcel pública del pueblo, dejándoles en la puerta un documento que de-cía: “Hágase justicia, castíguense los criminales o recaerá contra las autoridades correspondiente. Atentamente. Los Guerrilleros”. De ahí me volví a irme a la Sierra para defen-der a aquellos campesinos que iban a ser enjuiciados como intelectuales del caso, por el cacique R. Molina”.

“Quinta: En el rancho de “El Durazno”, donde había su-cedido todo, cayó la Federación protegiéndolos (a Molina). Tomaron preso a un indígena al que iban a ahorcar en un árbol. Yo que vigilaba el campo de todo me daba cuenta. Aquella mañana del 25 de mayo de 1965, al querer aclarar el día, me di cuenta de que colgaban a un indígena. Vien-do que jalaban el mecate, que tenía en el cuello el indí-gena, decidí defenderlo a como diera lugar atacando a la Federación en aquel momento (eran 24 soldados y 6 civi-les). Al defenderse la Federación tuvieron que descuidar al que iban a colgar y éste huyó. Pasaron unos momentos hasta que aclaró bien la luz del día, cuando se encontraba la Federación protegida entre ramas y riscos de aquellas barrancas. Mis pensamientos no eran los de eliminar fe-derales, pero si los de quitarles el campamento. Portando nosotros armas de alto poder pudimos hacer huir a la fede-ración, que dejó abandonado el campamento. Bajaron los compañeros míos a recoger las armas: seis rifles 7 mm y 22 y parque 30-06, 30-30 y 7 mm super. Allí nos equipamos bien de lo necesario”.

“Sexta: Decidí reunirme con mis hermanos y con el compañero Gámiz, logrando hacerlo el 12 de julio. Debo aclarar que en cada acción, 5, 17 y 25 de mayo, enviaba un documento en el que pedía justicia para el pueblo y dirigi-do al Gobierno”.

“Séptima: Salomón tenía 22 años cuando murió en Ma-

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dera. Fue a estudiar a Chihuahua en 1960. Terminó la pri-maria en 1961 con Guillermo Rodríguez Ford. Mató a Flo-rentino Ibarra, hermano de José Ibarra el 5 de mayo del 64, como respuesta a que éste, había asesinado al campesino Carlos Ríos para despojarlo de sus tierras: lo mató en la puerta de su casa. Comenzó a luchar —Salomón— desde que tenía 14 años, dirigido personalmente por su hermano Salvador. Lo acompañó siempre su sobrino Antonio Esco-bel Gaytán que murió, junto con él, en Ciudad Madera”.

Hasta aquí el documento cuando aparezca publicado el lugar de algunos nombres aparecerán en blanco. De lo con-trario sería mandar a los que todavía viven, cuando menos a la cárcel. Además, este libro no será publicado si antes no es leído por los chihuahuenses que más interés tienen en que lo sea y que —naturalmente— desconocen su texto.

Creo que la lectura —así se preste a veces a confusio-nes— de lo escrito por SGA, hace luz suficiente para enten-der —con claridad meridiana— las razones por las cuales un grupo de hombres jóvenes —ninguno llegaba a los 40 años y la mayoría no alcanzaba los 30— decidieron aban-donar la lucha legal y pacífica —en la que sufrían humilla-ciones y derrotas, una tras otra— para recurrir a la lucha armada.

Por más que se busque en el origen y desarrollo de esta lucha, a los agentes extranjeros y las consignas internacio-nales no se encontrarán. Que en sus mentes ejercieron in-fluencia los resultados de la lucha guerrillera que tiene y tuvo lugar en otros países, qué duda cabe. Pero en todo caso la culpa de que ello haya sido así, es de los propios pe-riódicos y revistas de la burguesía que, en su afán de hacer dinero y de servir al imperialismo, diseminaron, antes que nadie, noticias sobre el particular. Estas son las ventajas que sacan los pueblos oprimidos de entre toda la basura que —sobre las conciencias— riega la gran prensa.

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CAPítuLo oCtAVo

uN HoMBRE BuENo

1

El hombre es ingeniero agrónomo, graduado en Chapingo, originario de Tula, Tamaulipas, y preso en la penitenciaría de la ciudad de Chihuahua, gracias a una serie de chicanas de todo tipo que la maquinaria de los que tienen dinero y poder político realizó para quitarse de encima un temi-ble enemigo: Víctor Manuel Bueno Gutiérrez, que cuando fue aprehendido prestaba sus servicios profesionales en la oficina de quejas de la Presidencia de la República y había rendido un prolijo informe sobre el sonado caso de San-to Domingo; informe totalmente contrario a los intereses ilegítimos de quienes, sin derecho, quieren despojar a los campesinos de la tierra. Informe, por tanto, favorable para los pobres que sí necesitan de la tierra y, además, de acuer-do con la ley, son sus únicos dueños, por que la trabajan.

2

El Ing. Víctor Manuel Bueno Gutiérrez —bueno de ape-llido y bueno por cuanto siempre está de parte de la justi-cia— ha tenido en su largo ejercicio profesional innúmeros encuentros con los enemigos de la reforma agraria. Jamás las amenazas ni los ofrecimientos de dinero han consegui-do torcer sus opiniones y dictámenes técnicos. Siempre, y sería una larga historia contarlo, ha estado de parte de los

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agraristas. Con él han fracasado hombres poderosos por el dinero y poderosos por el poder político. Y tal actitud, en estos tiempos de claudicaciones y de turbios compro-misos, es lo que se llama un delito, que se traduce, cuan-do más bien librado sale el que se decide a ser siempre honrado, en pobreza y desamparo. Y por esa pobreza y ese desamparo, el Ing. Bueno está en la cárcel. Cárcel a la que fui a visitarlo.

3

Pero no todo ha de ser desamparo en esta vida para los hombres honrados. De repente, en la ciudad de Meoqui, Chihuahua, se reunieron los representantes de más de 300 ejidos de los estados de Chihuahua y Sonora y decidieron tomar la defensa del hombre atropellado por la injusticia. Y en una larga publicación, en la que se hace historia de todo lo que el prisionero ha hecho en favor de los ejidatarios, hicieron pública su decisión de luchar hasta conseguir que este hombre honrado, que pone su ciencia al servicio del pueblo, sea excarcelado, y que, además, se le haga plena justicia. Plena justicia que comience por divulgar todo lo que este luchador silencioso ha hecho por conseguir que en México la reforma agraria no sea desvirtuada. Luchador que, además, hasta ahora, fue luchador solitario. Pero hoy están detrás de él los hombres, las mujeres, los jóvenes y los niños de más de 300 ejidos que, al fin, han comprendi-do que la justicia no llegará sin ellos mismos, debidamente organizados, no se proponen conseguirla en favor de sus intereses y en favor de un hombre que con tanta lealtad les ha servido.

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4

Es alentador que los mismos ejidatarios tomen en sus manos la defensa de un hombre limpio que es, al mismo tiempo, uno de los pocos técnicos que invariablemente es-tán en favor de los pobres. Pero no sólo es alentador, es aleccionador, porque este ejemplo, que se presenta en es-tos días, cuando parece que en verdad las luchas agrarias van a recibir la protección de la ley, debe ser meditado por todos los ejidatarios a los que llegue la noticia. Porque la lección resulta demasiado clara: es necesario reagrupar las propias fuerzas, organizarlas y lanzarse a la lucha. Porque lo que los mismos pobres no hagan para defenderse no habrá nadie que lo venga a hacer por ellos. Puede haber muchas promesas, muchos discursos de jilgueros y no jil-gueros, que nada más sirven para adormecer, pero no para defender por medio de la lucha y dentro de los marcos del derecho la vigencia de un derecho constitucional que, como el nuestro, tiene la característica de ser un derecho tutelar para los trabajadores de la ciudad y del campo.

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Hecho tan importante no será recogido por los grandes órganos de la publicidad. No lo será porque, por regla, es-tán al servicio de los dueños del dinero, fundamentalmen-te. Pero la prensa honrada de la provincia, las revistas que aman la verdad, ayudarán a darle divulgación y el hecho habrá de convertirse en enseñanza, y la enseñanza habrá de prender en las conciencias de quienes mantienen des-pierta la convicción de que la Revolución Mexicana es una revolución social cuyo objeto es alcanzar la justicia para el pueblo trabajador: una justicia sin limitaciones ni cortapi-sas.

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Pronto empezará la campaña enemiga: tratarán de sem-brar la desconfianza, de enfriar el entusiasmo, de llenar de temor a quienes quieran ayudar en esta lucha o simple-mente seguir el ejemplo. Lo primero que afirmarán ya to-dos lo sabemos: acusarán a los ejidatarios, y a quienes los guían, de estar haciendo labor comunista. Proyectarán la sombra de Moscú o las barbas de Fidel Castro sobre esta lucha. Aprovecharán no sólo errores que se cometan sino cuanta circunstancia juzguen favorable para presentar este movimiento como la obra de los rojillos que tratan, según los enemigos del progreso, de desquiciar la vida de Méxi-co.

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Pero la lucha emprendida por más de 300 ejidos de Chi-huahua y de Sonora debe ser enjuiciada serenamente y considerada como lo que en realidad es: una lucha patrió-tica. Porque patriótico es todo aquello que trata de conse-guir para México el imperio de la Ley. Y más patriótico por-que esta lucha se propone alcanzar la plena realización de la reforma agraria, y porque sin reforma agraria completa o integral no es posible que México progrese y alcance las metas que una revolución sangrienta fijó como tareas para todos los mexicanos.

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Lo anterior lo escribí el mes de octubre de 1962 y fue publicado en la revista “Política” de la ciudad de México, publicación que no modificó la situación del preso políti-co que era el Ing. Bueno. Quiero que el lector considere,

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para que mida hasta qué grado es, ha sido y sigue siendo violatoria de las leyes y disposiciones superiores, la actitud que en materia agraria ha adoptado el gobierno del esta-do de Chihuahua: a pretexto de un problema de carácter civil —creado justamente para encarcelarlo y por lo mismo completamente artificial— un profesionista que laboraba al servicio de la Oficina de Quejas de la Presidencia de la República, fue privado de la libertad. El propósito era y es claro: evitar que con sus honestas actuaciones prosperaran las gestiones de los agraristas en favor de la desmembra-ción de los latifundios. Encarcelando al Ing. Bueno —y go-bernador del estado y latifundistas lo sabían— descabeza-ban el movimiento agrario que campesinos de Chihuahua y Sonora habían iniciado en favor del reconocimiento de su derecho a la tierra. Los campesinos inconformes con su miseria y con la prisión que sufría por entonces, sabiendo que al estar encarcelado perdían al mejor enterado, al más valiente y al más decidido de sus consejeros, los represen-tantes de los 300 ejidos de los que lineas arriba se habla, se reunieron en Meoqui a menos de 80 kilómetros de la ciu-dad de Chihuahua, el 29 de agosto de 1962 y después de un amplio cambio de impresiones, elaboraron un documento, documento que fue publicado en el periódico diario “NOR-TE”, en un desplegado de plana y media el sábado 15 de septiembre de 1962. El documento —que por su extensión no se reproduce— es un convincente alegato en favor del encarcelado ingeniero Víctor Manuel Bueno Gutiérrez, la denuncia de la existencia de enormes latifundios, así como de las maniobras llevadas al cabo por los latifundistas y autoridades enemigas de la Reforma Agraria, para impedir la entrega de esos latifundios a los campesinos sin tierra. Conmovedora es la nota que, como de última hora, apare-ce al final de tan largo alegato. En dicha nota, que firman los representantes de los ejidos de los municipios de Casas Grandes y Madera, del Estado de Chihuahua y de los ejidos de Ciénega de Horcones, Municipio de Bacerac y los Ejidos

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Mesa del Anco y Mesa de Tres Ríos, Municipio de Nacóri, del Estado de Sonora y en la que, con la firma y presencia de veinte representantes de los ejidos aquí señalados ha-cen “del conocimiento de nuestro compañero Ing. Víctor Manuel Bueno, que hemos acordado pagar entre todos los ejidos, el abogado que defienda su caso y que compañeros y hombres estamos para atender sus instrucciones”.

“Invitamos a los chihuahuenses, tamaulipecos, neolo-neses, potosinos, morelenses y guerrerenses, estados en los que más ha trabajado el compañero Bueno, para que públicamente señalen a quienes ha engañado, especulado (SIC) o defraudado alguna ocasión aunque sea en mínima parte”.

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La invitación final nunca fue recogida para aportar prue-bas en contra del ingeniero encarcelado. Sus acusadores jamás pudieron probar su razón. Esto lo sabían los campe-sinos en Chihuahua y en Sonora. Lo conocían lo suficiente como para defenderlo pagando un buen abogado o como el ingeniero se los pidiera, pues la declaración firmada por éstos últimos grupos ejidales es una franca invitación a la violencia cuando, con toda claridad precisan que —COMO HOMBRES— tratarán de hacer lo que el preso les pida. Los otros grupos ejidales corresponden al Distrito de Riego Nú-mero 5 de Chihuahua y a los Municipios de Meoqui, Deli-cias, Rosales, Saucillo, Julimes, Aldama, Aquiles Serdán y Chihuahua. Del Distrito de Riego Número 9, región norte del estado, firmaron representantes ejidales y colonos de los siguientes municipios: Guadalupe, Praxedis G. Guerre-ro, Juárez, Villa Ahumada y Coyame. De la región Noroeste enviaron representantes los municipios de Casas Grandes, Janos, Ascensión, Galeana, Ignacio Zaragoza; de la Región de Bavícora, del Municipio de Gómez Farías. Por la Región

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de la Sierra se hicieron presentes lo Municipios de Madera, Temósachic, Matachic, Belisario Domínguez, Guerrero, Na-miquipa, Carichic y por la Región Sur, los de Villa López, Valle de Allende, Santa Bárbara, Huejotitán, Balleza y Guadalupe y Calvo. Al final del documento figuran dos ejidos más, uno del municipio de Galeana y otro de Buenaventura, Chih.

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Quise hacer la relación anterior para que el lector se de cabal cuenta de un hecho importante: fueron más de 300 ejidos y colonias, los que se hicieron presentes en la Asamblea de Meoqui. Más importante aún, es hacer no-tar que ese conjunto de comunidades agrarias —de por si muy numeroso— constituyó la representación de todas las regiones del extenso estado de Chihuahua. Dicho de otra manera: en todos los rumbos de la entidad, hasta de los lugares más lejanos y apartados, los campesinos enviaron su representación a la Asamblea de Meoqui para hacer público su malestar, su disgusto, su protesta por la ilegal, arbitraria y reaccionaria privación de libertad que sufría el ingeniero VMBG. Borunda primero y Giner después así como todos los lacayos, sicarios, sayones y alcahuetes que hicieron posible esa aprehensión, no podían —no pudie-ron— ignorar que sus arbitrariedades y desmanes habían provocado una gran inquietud entre decenas y decenas de miles de trabajadores del campo. Ningún gobernante revolucionario pudo haber provocado y mantenido esa si-tuación de injusticia. Y cualquier gobernante reaccionario inteligente pero no totalmente entregado o echado en bra-zos de latifundistas, patrones y clericales, hubiera visto con claridad que la sola prisión del Ing. VMBG estaba creando como ayudó eficazmente a crearla, una situación explosi-va que, eso entiendo a la fecha sigue tornándose peligrosa supuesto que —TODAVÍA— no se ha hecho llegar al campo

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chihuahuense toda la justicia que está pidiendo.

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Por lo demás, el contenido del documento era y lo es aún, aleccionador para quienes no hacen del poder público un instrumento de opresión en favor de los ricos. Es una de las mejores defensas —por lo firme, lo cabal y comple-to por bien documentada— que de Ingeniero Agrónomo alguno se ha hecho en toda la historia de nuestras luchas agrarias. La Escuela Nacional de Agricultura —Chapingo— que se supone les da una conciencia revolucionaria a sus hijos al educarlos al amparo de la categórica sentencia de “explotar a la tierra, no al hombre”, debería de sentirse or-gullosa de VMBG e imprimir una biografía de este limpio y apasionado defensor de los campesinos, para hacerla de obligatoria lectura de todos sus alumnos. La Sociedad Agronómica Mexicana y la ENA, debieran haber abande-rado su defensa ya que, la Oficina de Quejas de la Presi-dencia de la República, fracasó lamentablemente y dejó a Bueno Gutiérrez abandonado a su suerte: era natural que así sucediera, pues el jefe de dicha oficina lo era “un agra-rista de la vieja guardia” y bien sabido de los campesinos es que, en dicha vieja guardia, militan los mejores alcahuetes del latifundismo ya que, algunos, son dueños de ranchos, establos y otros negocios y viven muy en paz: ya les hizo justicia la Revolución...

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Víctor puede sentirse profundamente orgulloso —y to-dos los suyos también —de que los representantes de más de 300 ejidos y colonias de los estados de Chihuahua y So-nora, hayan hecho públicas las razones que tuvieron para

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defenderlo, razones que se sintetizan porque —al lector— le van a servir para que acabe de comprender el por qué del hondo disgusto de los campesinos de Chihuahua y que lo sientan y expresen en contra de quienes tan mal han gobernado al estado:

a).—“Declaran conocer el trabajo del Ing. Víctor Manuel Bueno Gutiérrez, desde hace largos años y conocerlo a fon-do y haberse dado cuenta de que, siempre, lo realizó en favor de los campesinos pobres”.

b).—”Consideran que todo lo hecho en contra del Ing. VMBG es el producto de una trama tejida por falsos re-volucionarios, enriquecidos y aliados con los tradicionales enemigos de la Revolución y por lo mismo, de los campe-sinos”.

c).—“El Ing. Bueno ha sido uno de los pocos “que han defendido los intereses y derechos de las Comunidades Agrarias... con verdadera sinceridad, con tenacidad e in-teligencia; con valor y sin engaños y sobre todo sin pedir ni recibir ni un solo centavo de ningún ejido ni de ningún campesino. Por eso los falsos revolucionarios enriqueci-dos... no quieren al compañero VMBG y tratan a toda costa de destrozarlo; pero que sepa nuestro amigo Ing. Bueno, que aquí estamos nosotros con él, que no está solo”.

d).—“Siempre que llegamos a explicarle nuestros pro-blemas de tierras, aguas, bosques, puentes, presones, fer-tilizantes, análisis de tierras y problemas agrarios de otra índole, nunca rehuyó trabajo ni responsabilidad. De inme-diato se puso en acción ya personalmente o bien haciendo los trámites adecuados. Esto es actuar y hacer labor, siem-pre callado y sin pedir ni aceptar paga alguna más que a veces los gastos de traslado y sostenimiento... siempre ha exigido con valentía y dentro de la ley el reparto de los lati fundios y los bosques entre auténticos campesinos dere-chosos. En fin, es el guía sano de nuestra causa”.

e).—“...dirigió con empeño y hombría el comité que ges-

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tionó el reparto de lo que antes fue el oprobioso latifundio de Bavícora... realizó los trabajos técnicos para conocer Ja situación real que entonces guardaban los terrenos de la inmensa Hacienda de Palomas, Distrito de Galeana, con objeto de activar su incorporación al patrimonio nacional, habiendo propuesto desde entonces su reparto ejidal para fines ganaderos...”

f).—Intervino en la “restitución de las 112 mil hectáreas de terreno del ejido de Casas Grandes”, quitándolas a sus invasores para que fueran entregadas a “auténticos com-pañeros nuestros”. Todavía más: logró que 31 mil hectá-reas —también en Casas Grandes—, pasaran de manos de invasores mormones a las de los campesinos miembros del ejido invadido.

g).—“No vaciló —a pesar de haber sido hecho prisione-ro en compañía de un grupo de campesinos— en luchar en contra de influyentes de la categoría del Coronel. Carlos I. Serrano y del General Antonio Cárdenas Rodríguez, hasta conseguir que los latifundios Francisco Villa y San Luis, lle-garan a manos de campesinos sin tierra.

h).—“Desde hace 8 años el compañero Bueno ha pug-nado con terquedad, para que los bosques ejidales sean explotados directa y personalmente, sin intermediarios, por sus propietarios ejidatarios para su directo beneficio... colaboró activamente en la creación de las Cooperativas Forestales de Cúsarame, Heredia y Choquita, en la región serrana... desde entonces se ha venido demostrando que nuestros compañeros de la sierra están en aptitudes de ex-plotar directamente los bosques de sus ejidos...

i).—“Ha estado insistiendo el Ing. Bueno, en que “los es-tudios y resoluciones, en materia agraria ejidal, se hagan a través de la Federación en una sola instancia, suprimiendo las Comisiones Agrarias Mixtas, con el fin de impedir las ne-fastas intervenciones de algunos gobernadores de los esta-dos, que por condescendencias o compromisos son amigos y propietarios afectables han retardado y hasta detenido el

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reparto de la tierra y sobre todo, porque es un imperativo social de carácter nacional, nacido de la Revolución, que debe atender directamente el Gobierno Federal”.

j).—“Por otra parte, nuestro compañero citado ha veni-do insistiendo con todo entusiasmo y con toda compren-sión sobre el reparto de las tierras, para que se igualen las superficies de las tierras ejidales con los de las pequeñas propiedades, según las características agroeconómicas de cada región, como base fundamental de un verdadero re-parto justo y equitativo de la tierra y como primordial fac-tor para lograr el arraigo del campesino a la tierra, para que no se vea obligado a buscar fuera del ejido, lo que es materialmente imposible sacar de la raquítica parcela...”

k).—“... el Ing. Bueno ha venido pugnando por la crea-ción de Bancos de Crédito Agrícola y Ejidal, en sustitución de los Bancos de Crédito Rural que actualmente funcionan, con el objeto de hacer participar, en todo su mayor volu-men posible, al crédito privado... estas instituciones... mul-tiplicarán y ampliarán los créditos suficientes, oportunos y baratos... ahorrándose trámites y pérdidas de tiempo y gastos en sus gestiones...”

l).—Hacen —los ejidatarios— un poco de historia desde que el Ing. VMBG tenía 22 años, cuando se enfrentó a los latifundistas Alfredo Calles (hijo de Don Plutarco), Aarón y J. Sáenz, Lamberto Hernández, General Gregorio Osuna (puros influyentazos) y otros que por diversos conductos le ofrecieron dinero para que con pretextos técnicos y le-gales (lo que es muy común aclaro yo JSV), eximiera de afectación sus terrenos. Pero ni las promesas de dinero ni los asaltos y golpes que sufrió de las Guardias Blancas, tor-cieron el criterio y la acción de Don Víctor y de lo que hay testigos cuyos nombres citan.

m).—En el Mante, Tamps., el Ing. VMBG, con el enton-ces estudiante y ahora Ing. Agrónomo José del Riego, y el apoyo de los dirigentes campesinos de la región, después de una muy dura lucha, que registró la quema de 10 mil

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hectáreas de caña, lograron que el entonces Presidente de la República Don Lázaro Cárdenas, decretara la expropia-ción del Ingenio de El Mante y del Distrito de Riego; bienes que pasaron a manos de campesinos y obreros organiza-dos cooperativamente. En reconocimiento de esta lucha en favor de los campesinos en Tamaulipas, algunos ejidos llevan su nombre.

n).—Siendo estudiante el año de 1936, VMBG, cuan-do nadie quería ir a trabajar en la región ixtlera de Nuevo León, Tamaulipas y San Luis Potosí, por el dominio que allí ejercían las Guardias Blancas al servicio de las compañías ixtleras entonces y, por lo mismo, la lucha agraria era san-grienta en grado sumo, él, VMBG, se fue a luchar en esa peligrosa Zona y con la ayuda de personalidades tan desta-cadas como el Lic. Terrones Benítez y, desde luego, de los campesinos, se logró que en Dr. Arroyo, N. L., don Lázaro Cárdenas, en 1937, dejara establecidas las bases para el reparto de esas tierras. Mientras se organizaba una Dele-gación Agraria Regional, a él —VMBG— se le encomendó la realización de los trabajos correspondientes al reparto. Trabajó, por cierto, bajo la protección del Coronel —ahora General— Gregorio Castañeda Valenzuela que comanda-ba una fuerte escolta de soldados federales. Emboscadas, asesinatos y amenazas no detuvieron su labor, que com-pletó con la organización cooperativa de los ejidos ixtleros, la que después fue desnaturalizada por los explotadores de siempre.

o).—Nativo de Tula, Tamps., conocía bien la situación agraria de su tierra en la que no sólo repartió los latifun-dios sino también las tierras de sus padres y con las cuales se formaron los ejidos “16 de septiembre” del municipio de Tula.

p).—En San Carlos, Tamps., fraccionó con completo ape-go a las leyes y en beneficio total de los campesinos, una importante hacienda, propiedad de un influyente —el Lic. Horacio Terán—, el cual no desdeñó hacer ofertas tenta-

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doras al fraccionador, sin conseguir evitar que su hacienda quedara en manos de los campesinos de acuerdo con las disposiciones legales.

q) .—Los campesinos tamaulipecos intentaron llevar al Ing. Bueno a la Cámara Federal, pero las profundas diver-gencias y continuas y duras discusiones que tuvo con el Ge-neral Gárate —candidato al gobierno del estado— con mo-tivo de los problemas agrarios, influyeron para que Bueno prefiera conservar su buen nombre a ocupar una curul en el Palacio de Donceles.

r).—De Guerrero llegaron a la Asamblea de Meoqui, in-formes sobre la actuación del Ing. VMBG, como encargado del Patrimonio Nacional para la recastratación y avalúo de la propiedad urbana en el Puerto de Acapulco: no traficó ni ocultó los predios que aparecieron sin dueño. Obró con limpieza tal que fraccionistas, hoteleros, propietarios, etc., acabaron por hacerse amigos de quien, con toda honradez, cumplió una comisión que significó al gobierno del estado un ingreso de más de siete millones de pesos anuales.

s).—No sólo no se hizo millonario como pudo haberlo hecho: en sus ratos libres en Acapulco, asesoraba y ayuda-ba a los campesinos guerrerenses en su lucha agraria y en la lucha en contra de las medidas económicas lesivas que dictó Caballero Aburto.

t).—Da cuenta —el documento— de otros puestos y trabajos técnicos del Ing. Bueno, pero vale la pena desta-car el siguiente hecho: en noviembre de 1960 fue el prime-ro en denunciar la fuerte concentración de sales nocivas para la Agricultura, en las Aguas de riego del Río Colorado; circunstancia que causó perjuicio en 200 mil hectáreas de tierras agrícolas en el Valle de Mexicali. Pero —además— denunció la especulación que los funcionarios del mismo Distrito de Riego, realizaban con las aguas del río en favor de los latifundistas bajacalifornianos, así como el injusto acaparamiento de terrenos llevado al cabo por los influ-yentes.

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u).—“El Ing. Bueno no se ha granjeado nuestro cariño con politiquerías, sino con hechos a través de su labor social en nuestro favor”... El Ing. Bueno siempre ha obrado con su misma firmeza, compresión y prudencia, evitando que al-rededor de mil campesinos de Bavícora, fueran arrastrados a hechos imprudentes, cuando la lucha electoral nacional de las candidaturas de Don Adolfo Ruiz Cortines y del Ge-neral Miguel Henríquez G.”

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Los campesinos, en la Asamblea de Meoqui, hicieron además, una declaración mucho muy importante: dijeron tener testigos de todo lo que en su documento afirmaron y tener en sus manos las pruebas de sus afirmaciones en los siguientes domicilios:

Calle 25, No 2214, Calle José María Mari No 3521, Calle Benítez No 4602, y Calle Venustiano Carranza No 2613, todas en la ciudad

de Chihuahua.

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De la lectura de lo anterior se desprende una conside-ración general: el Ing. Víctor Manuel Bueno Gutiérrez es un hombre sumamente peligroso para los hombres y gru-pos que combaten en todo el país y particularmente en Chihuahua, a la Reforma Agraria. Firme y leal en sus con-vicciones agraristas, ha combatido por igual, a caciques, a latifundistas y a gobernantes y empleados públicos que, desde el poder público, hacen cuanto pueden para esca-motear a los campesinos las tierras, aguas y bosque a los

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que nuestras leyes les dan derecho. Estos malos mexicanos son sus más feroces e implacables enemigos. Coludidos en su tarea de arrebatar la tierra a quienes legalmente tienen derecho a ella, han encontrado en el Ing. Bueno Gutiérrez un obstáculo firme: ni amenazas, ni golpes, ni la cárcel han doblegado su firmeza y por ello ya que inexplicablemente no lo han matado— cuando menos dificultan su patriótico trabajo privándolo de la libertad.

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El caso del Ing. Bueno Gutiérrez enseña, muestra, pone al descubierto, con meridiana claridad, la tremenda injus-ticia reinante en Chihuahua y deja también al descubierto, cómo, el poder público —coludido con caciques, latifundis-tas y toda clase de explotadores—, se convierte en el más despiadado perseguidor de quienes —abanderados en la Ley— luchan con riesgo de perder la vida y la libertad, en favor de que, cada hombre del campo tenga un pedazo de tierra para trabajarla. Además, ayuda a explicarse la acción suicida de los jóvenes que —desesperados ante tanta villa-nía— sacrificaron sus vidas el 23 de septiembre de 1965.

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CAPítuLo NoVENo

uNA CARtA ABIERtA

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Desde la Penitenciaría en la ciudad de Chihuahua, el licen-ciado en Derecho Guillermo Gallardo Astorga, Director de un semanario de Oposición de nombre “Índice”, le escribió una Carta Abierta al Sr. Presidente de la República, fechada el 20 de septiembre de 1965, tres días antes del dramáti-co suceso de Madera. En su periódico el Sr. Lic. Gallardo siempre denunció los desaciertos del gobierno estatal y los atropellos cometidos por las autoridades federales, espe-cialmente las agrarias. Con valor cívico mantuvo firmes sus propósitos de hacer la defensa de los pobres, especialmen-te de los campesinos, sector social que, por su debilidad, ha sido el más furiosamente perjudicado, oprimido y des-pojado de sus derechos sociales y humanos en el estado. El documento —que ayuda a explicar la conducta de los Mártires de Madera—, lo copio íntegro por la luz que pro-yecta en los todavía no aclarados hechos.

Dice así: “Soy un periodista de provincia, encarcelado en la Pe-

nitenciaría de Chihuahua por órdenes del Gobernador del Estado, Gral. Práxedes Giner Durán, por el único delito de decir la verdad en mi periódico “ÍNDICE”, sobre las arbitra-riedades y errores garrafales cometidos por su administra-ción estatal.

En mi periódico he acusado al Gobernador Giner Durán de INEPTO, DESHONESTO, ARBITRARIO, MAJADERO y TORPE.

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No he hablado de memoria; el señor Gobernador de Chi-huahua es:

INEPTO, porque ha dilapidado seis millones novecientos mil pesos en la construcción del edificio de la Escuela Téc-nica Industrial que no ha podido poner a funcionar porque no tiene dinero para equiparla. Además, la Escuela Técnica Industria, duplicaría en realidad las carreras ya existentes en el Instituto Tecnológico de Chihuahua. El edificio de la Escuela Técnica Industrial, está abandonado, sin uso algu-no ni beneficio para nadie.

INEPTO, porque hace cuatro meses firmó un convenio con el Magisterio de Chihuahua, que deja al Estado sin re-cursos para la ejecución de obras públicas. Los maestros pedían un aumento de sueldos que ascendía a 12 millones de pesos. El Gobernador Giner, que en un principio se negó a conceder un solo centavo de aumento, firmó de buenas a primeras un convenio en el cual entrega al Magisterio ¡treinta millones de pesos! Ahora alega que ni siquiera supo del contenido del documento que le dieron a firmar.

INEPTO, porque ha dejado perder la enorme inversión hecha en la construcción del primer tramo de la carretera Chihuahua-Ojinaga, para cambiar a su antojo el trazo de dicha carretera, haciendo que pase por su pueblo natal, ciudad Camargo. Se asegura que el señor Gobernador, in-tentaría, si le fuera posible, cambiar el trazo de la autopista México-Acapulco, para hacerla pasar por Camargo y por el rancho de su propiedad, situado en las cercanías de Ca-margo.

INEPTO, porque ha sido incapaz de integrar, en tres años de Gobierno, un verdadero equipo de colaboradores. En los primeros 30 meses de su administración realizó los si-guientes cambios de funcionarios: Secretario General de Gobierno (dos veces), Tesorero General, Oficial Mayor, Se-cretario Particular, Sub-Tesorero, Recaudador de Rentas, Jefes de los Departamentos de Educación, Gobernación y Agricultura, jefe de la Policía Judicial, Procurador General

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de Justicia, jefe de la Oficina Estatal de Profesiones, Jefe de la Junta Central de Conciliación y Arbitraje. Por si fuera poco ha despedido a empleados secundarios sin razón al-guna. En 30 meses de trabajo no ha sido capaz de integrar siquiera su equipo de colaboradores.

INEPTO, porque lejos de evitar una crisis política en Ciu-dad Juárez, hizo solicitar licencia al Presidente Municipal de esa población; llamó al Presidente Municipal Substituto a quien mantuvo solo unos meses y desde enero pasado hizo nombrar Presidente Municipal al Primer Regidor.

INEPTO, porque lejos de propiciar la solución del pro-blema agrario de Chihuahua se ha aliado vergonzosamente con la casta latifundista que explota al campesino de nues-tro Estado. El señor General Giner Durán, actúa más bien como ganadero o latifundista que como Gobernador del Estado.

INEPTO, porque ha permitido que 202 maestros que terminaron su instrucción profesional en julio pasado, se encuentren actualmente sin trabajo y en actitud de pro-testa permanente. El lesivo convenio que firmó “sin darse cuenta” con el Magisterio del Estado, le impide ahora ocu-par a los 202 maestros que durante seis años estudiaron para ocupar una plaza a la cual tienen derecho.

INEPTO, porque ordenó la clausura de los internados para estudiantes de la Escuela de Artes y Oficios, de la Nor-mal del Estado y de la Industrial para Señoritas. Luego trató de subsanar su error y creó un sistema de becas, que le cuesta más que el mantenimiento de los internados clau-surados. Ahora los estudiantes se encuentran además, sin ningún control en las casas donde se asisten.

INEPTO, porque ha abandonado su papel de gestor de obras ante el Gobierno Federal. El señor Gobernador per-manece en Chihuahua o en su rancho ganadero de Camar-go durante largas temporadas. Baste decir que no fue a la ciudad de México durante los primeros nueve meses del año en curso. Ni siquiera a principios de año, cuando las

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Secretarías de Estado formulan sus presupuestos. En estas circunstancias nada ha pedido ni nada hará para interesar al Gobierno Federal para realizar obras en Chihuahua.

INEPTO, porque en su último informe de Gobierno, tra-tó de impresionar a la opinión pública adjudicando a su Administración los méritos que sólo corresponden al Go-bierno Federal en la ejecución de algunas obras públicas, realizadas por dependencias del Gobierno Federal, sin que mediara gestión alguna del Gobernador del Estado.

El Gobernador Giner Durán, es además deshonesto, por-que adjudicó el contrato para la construcción de la Escuela Técnica Industrial a la Compañía LEMARC, S. A., que repre-senta su protegido el señor Francisco Muñoz. Que se pre-gunte a la LEMARC qué porcentaje tuvo que ceder a Muñoz para que se le diera el contrato de la obra mencionada.

DESHONESTO, porque mantiene contra viento y marea a su yerno el Sr. Carlos Garza, como Proveedor General del Estado. Por la Proveeduría se hacen todas las compras de materiales que el Gobierno utiliza. Que se pregunte al co-mercio local y nacional, qué porcentaje tiene que ceder a favor de Garza, en ocasiones aumentando los precios, en perjuicio del Estado, para poder pagar el porcentaje que exige el yerno del señor Gobernador.

DESHONESTO, porque en la construcción de un palace-te medieval en Camargo, está utilizando los mismos mate-riales que se compraron para la Escuela Técnica Industrial. Esto se puede comprobar fácilmente.

ARBITRARIO, porque en sucesivas ocasiones ha man-tenido encarcelados a los siguientes ciudadanos que han criticado los actos de su Gobierno:

Alvaro Ríos, honesto líder campesino; Hilario Cardona, estudiante de la Escuela Normal del Estado; Guillermo Ro-dríguez Ford, maestro Normalista. Ahora yo estoy encarce-lado en la Penitenciarí del Estado, por denunciar la verdad que priva en Chihuahua.

El señor Gobernador Giner es además majadero. Dígan-

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lo no estas expresiones personales de Giner, vertidas en su carácter de Primera Autoridad en el Estado y recogidas por algunos diarios locales:

—“Para qué quieren internados las estudiantes, si les gusta irse a dormir al campo con los campesinos”.

—“Las maestras nos piden permiso con goce de sueldo a cada rato, para tener sus hijos... legítimos o ilegítimos, que de los dos les gusta tener...”

—“En el Departamento Agrario no distinguen un toro de una vaca... porque en el Departamento Agrario trabajan puros güeyes... y mañosos”.

—“Yo no soy político... porque todos los políticos mexi-canos son puros ladrones...”

Este anecdotario, del que pueden dar fe los periodistas locales y los mismos Diarios y la opinión pública, podrían seguir hasta el cansancio, pero para muestra basta con es-tos botones.

TORPE: el Sr. Gobernador Giner Durán es además torpe, porque cerró las puertas de la ley a un grupo de jóvenes maestros y les abrió en cambio las puertas de la inconfor-midad. En la Sierra de Madera, se encuentra remontando un grupo de jóvenes de 18 a 25 años, románticos y soñado-res, que están intentando practicar la guerra de guerrillas. El Gral. Giner se negó a escucharlos, cuando una y otra vez, acudieron ante él para denunciar los crímenes y atropellos cometidos por los caciques José Ibarra y Tomás Vega P.

El Gobernador Giner con sus torpezas y falta de sentido común, los obligó a remontarse en la Sierra de Madera. Luego puso precio a sus cabezas y comisionó a dos grupos de Agentes de la Policía del Estado, para que los aprehen-dieran y asesinaran. El grupo encabezado por el Profr. Ar-turo Gámiz, le dio una lección a los polizontes del señor Gobernador. Los sorprendió y los desarmó. Se quedaron con sus armas y los despacharon a pie y en calzoncillos a

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pedir auxilio. Las “guerrillas” armadas que existen en la Sierra de

Madera, han sido creadas por la actitud torpe, insolente y majadera del señor Gobernador del Estado, Gral. Giner. Este grupo de jóvenes que perdonaron la vida de quienes iban a asesinarlos, no se han levantado en armas en contra del Gobierno Federal; su gesto es una protesta contra la actuación del Gobernador del Estado, Gral. Giner. Es pues el mismo Gobernador el progenitor de esta situación de in-tranquilidad y desasosiego que impera en nuestra Entidad desde hace tres años.

El Gral. Giner, deshonra además, su grado de General de División y el uniforme del Ejército Mexicano. Mentira que en Chihuahua se vilipendie al Ejército. Mentira que el pue-blo se burle de nuestros abnegados juanes. La deshonra del Ejército es el General Giner y si existe el peligro de que el pueblo generalice extendiendo la burla de que se hace objeto al Gral. Giner, a todos los Generales del Ejército Mexicano, la responsabilidad es de Giner y no del pueblo.

Que se pregunte a los CC. Generales Antonio Romero, Antonio Gómez Velasco o Tiburcio Garza Zamora, si en al-guna ocasión un campesino o un maestro les faltó al respe-to debido a su rango de primeras autoridades militares o a su grado de divisionarios.

SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA:

Estoy preso en la Penitenciaría del Estado por un acto de arbitrariedad del Gobernador Giner Durán.

No pienso fugarme. Si algo me ocurre, no fue intento de fuga, sino por órdenes del Gobernador Giner Durán.

Estoy preso en la Penitenciaría del Estado. No pienso provocar ni aceptar ninguna riña con los re-

clusos. Si algo me ocurre, no fue en riña, sino por órdenes del Gobernador Giner Durán.

Estoy preso en la Penitenciaría del Chihuahua. No estoy

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abatido ni pienso suicidarme. Si algo me ocurre no será sui-cidio, sino asesinato por órdenes de Giner Durán.

SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA:

Si viene usted a Chihuahua, pregunte a los campesinos, a los maestros, a los hombres de negocios, al hombre de la calle, quién es el responsable de la situación que existe en Chihuahua. Todos le darán la misma respuesta. EL RESPON-SABLE ES GINER DURÁN.

Curiosamente el único apoyo de que parece disfrutar el Gobernador Giner Durán, proviene del sector más re-accionario de Chihuahua, de aquel que tradicionalmente ha militado en la oposición política. Piensa la oposición dar la batalla política más importante de su existencia en las elecciones constitucionales de 1968, aprovechando el clima y las consecuencias de los errores del Gobernador Giner Durán.

Ya lo hicieron una vez, señor Presidente. En 1956, la bandera de la oposición política, fueron los errores come-tidos por la administración del entonces Gobernador Soto Maynez, depuesto por el pueblo de Chihuahua y por el Go-bierno Federal en 1955.

El Gobernador Giner Durán está fortaleciendo con sus yerros y torpezas, la actuación de la contrarrevolución. En las elecciones de Presidentes Municipales que se celebra-ron en julio pasado, por primera vez Acción Nacional ganó las elecciones en los Municipios dé Aldama y Santa Bár-bara. Si no se pone remedio ahora, dentro de tres años se perderán más municipios y estará en riesgo la misma Gubernatura del Estado.

SEÑOR PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA:

Recluido en una crujía de la Penitenciaría del Estado, acudo a usted, para formular una sola petición; ni siquiera

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pido mi libertad, o la destitución de Giner Durán. Señor Presidente, solo le pido que investigue los hechos

que denuncio en esta carta abierta. Si son ciertos, pónga-les remedio. Si son falsos, le pido que me consigne a las autoridades correspondientes por los delitos en que haya incurrido.

Espero su alta decisión en la Penitenciaría de Chihu-ahua”.

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CAPítuLo DÉCIMo

LA SANGRE MÁRtIR

1

El 24 de septiembre de 1965 la República entera se con-movió con la información que dieron los diarios del país: el cuartel que alojaba en Madera, Chihuahua, a 120 soldados federales, fue asaltado por un grupo todavía no precisado en su número pero que no llegaba a veinte, de jóvenes que al grito de “ríndanse, los tenemos completamente rodea-dos”, intentaron apoderarse del cuartel: unas barracas de madera que las Compañías Madereras habían proporcio-nado al ejército y convertir en prisioneros a los soldados federales allí acuartelados. El hecho sangriento tuvo lugar en las últimas horas de la madrugada del día 23. De acuer-do con las versiones recogidas, porque a la fecha no hay quien haya proporcionado información veraz, de cómo, por qué y para qué, los jóvenes se lanzaron a la aventura que tantas vidas costó. El grupo asaltante lo formaban un médico y profesor normalista —Pablo Gómez Ramírez— y un ex-maestro rural que sirvió en una escuela rural del Es-tado —Arturo Gámiz García—, considerados los dos como los jefes del grupo. Participaron junto con ellos, Salomón Gaytán,11 campesino; Rafael Martínez Valdivia12 profesor en Basúchil; Miguel Quiñones Pedroza, maestro normalista rural, egresado de Salaices y Director de la Escuela Rural

11 Ver apéndice gráfico.12 Ver apéndice gráfico.

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Federal en Ariseáchic; Óscar Sandoval,13 estudiante, alum-no de la Escuela Normal del Estado en Chihuahua, hasta noviembre de 1964; Emilio Gámiz García,14 estudiante y hermano de Arturo; y se supone que el profesor Manuel Peña González que procedía de Zacatecas y Antonio Esco-bel Gaytán,15 pues como los ocho aquí anotados murieron durante el asalto, los cadáveres de dos de ellos no pudie-ron ser identificados plenamente y sobre su identidad nada más se han hecho hipótesis.16

2

De la misma manera todavía hoy —26 de febrero de 1967— nadie está en condiciones de aseverar —con cer-teza— el número de atacantes. Hay quienes dicen que el grupo estaba formado por catorce, otros sostienen que eran quince y no faltan los que arguyen que diecisiete. Lo único cierto es que ocho jóvenes fueron los muertos, que no hubo ni prisioneros ni heridos y que las fotografías de los cadáveres revelan que fueron lo que materialmente se dice, acribillados, hechos una verdadera criba, a balazos. De parte de los soldados murieron seis, todos ellos jóvenes también, que derramaron su sangre en cumplimiento de lo que para ellos fue su deber. Si hubo heridos entre el grupo de jóvenes revolucionarios nadie lo sabe porque —junto con los que no lo fueron— desaparecieron rápidamente del lugar de los sucesos. La serranía próxima y la semiobs-curidad del amanecer —así como la soledad total provoca-da por los disparos— facilitaron que —si los hubo— sin ser vistos desaparecieran.

13 Ver Apéndice gráfico.14 Ver apéndice gráfico.15 Ver apéndice gráfico.16 Ver apéndice gráfico.

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3

La versión oficial publicada por los diarios más impor-tantes de la ciudad de Chihuahua, difiere y más aún si se lee la versión de la “extra” que, el mismo día 23 —a me-dio día— lanzó uno de ellos: Se dio como hora del asalto las 5 de la mañana señalando que cuatro soldados y varios guerilleros habían muerto. “La guerrilla asaltante” la com-ponían 30 hombres y se recogió la versión de que Ciudad Madera estaba dominada por los rebeldes y de que, los guerrilleros, tenían rodeado el aeropuerto de la ciudad y estación ferrocarrilera. Noticia importante la última por-que, los generales Tiburcio A. Zamora, Jefe de la Zona Mi-litar —y Práxedes Giner Durán— Gobernador del Estado, acompañados de otras personas, habían salido por la vía aérea con destino a la alarmada ciudad y no se les había podido informar del peligro que correrían al aterrizar en el lugar de destino. En la misma hoja y como noticia de última hora, se informaba al público que —a las 11:45 horas del mismo día 23— un avión procedente de Ciudad Madera había aterrizado en el aeropuerto federal de la ciudad (Chi-huahua), a bordo del cual llegó un Teniente del ejército, gravemente herido, con bala expansiva, en el estómago. El piloto de dicha avión proporcionó los informes que empe-zaron a esclarecer la confusión sembrada por los muchos rumores que circulaban por la ciudad capital del estado: 1o La situación estaba dominada por el ejército; 2o Había más de cien personas detenidas, atadas de manos y pies, en una de las pistas del aeropuerto de C. Madera. Al día siguiente —24 de septiembre—, ambos diarios aparecían con amplias informaciones profusamente ilustradas con fotografías.

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Un diario afirmó que los primeros disparos se escucha-ron a las 6.10 de la mañana y que el tiroteo duró tres horas. El otro señaló las 5.50 horas como el momento, en que el ataque se inició y le dio una duración de hora y media. La verdad es que debió principiar el tiroteo cuando todavía faltaba totalmente la luz solar. El maquinista ferrocarrile-ro que a esa hora se preparaba para la diaria jornada, al encender el farol de la máquina a su cuidado, iluminó a los atacantes que se encontraban parapetados en la vía del ferrocarril y a los soldados que avanzaban sobre ellos. De acuerdo con el plano recogido del cadáver de Arturo Gámiz García, los atacantes se colocaron en cuatro lugares: tras de la vía férrea, frente al cuartel, en la escuela y la iglesia, en la Casa Redonda y en la casa del Sr. Pacheco y detrás de una camioneta.

5

En ese mismo plano —figura una relación de 13 nom-bres de personas, entre las que no está el de Arturo—, señalando las armas, granadas, etc., de que cada uno dis-ponía.17 Debido a que ese documento se considera como plan de ataque al cuartel, se fortalece la suposición de que fueron catorce los autores del asalto: los trece enlistados más Arturo. A los primeros disparos siguieron los gritos de “ríndanse, están rodeados” y ocurrieron justamente en el momento en el que, los soldados acuartelados, realizaban las maniobras necesarias para tomar el primer alimento del día. La disciplina militar, se impuso entre el grupo de solda-dos, desarmados que en esos momentos salían para recibir “el rancho”. Se tiraron pecho a tierra y poco a poco fueron 17 Ver Apéndice gráfico.

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recogiendo sus armas y municiones mientras que —desde cuatro rumbos distintos— les disparaban y lanzaban bom-bas de fabricación casera y granadas que —ya antes— los guerrilleros habían recogido como botín al copar y apresar a una patrulla de soldados federales, a los cuales dieron libertad después de desarmarlos, como ya antes habían hecho prisionera a una patrulla de soldados estatales, a los que también desarmaron y dejaron en libertad. A esa hora —repito— la oscuridad era completa: los soldados dispa-raban guiándose únicamente por los fogonazos producidos por los disparos de los asaltantes y por el rumbo que seña-laban los gritos e intimidaciones para que se rindieran.

6

El asalto había sido cuidadosamente planeado según se desprende del documento recogido a Gámiz y de una lista de actividades que había que realizar —previas al mismo— que se encontró entre las ropas del Dr. y Profr. Pablo Gómez Ramírez. Se supone que no tuvieron tiempo o no pudieron hacer todo lo que habían pensado porque, los depósitos conteniendo gasolina, que habían escondido y seguramen-te destinados a incendiar el cuartel, fueron encontrados intactos. La inexperiencia y lo mal armados —aunque se afirme lo contrario, con base en la cantidad de municiones recogida— dio como resultado que fracasaran en su inten-to. Informes diversos —originados en las versiones dadas por los soldados, revelan que el Dr. y Profr. Pablo Gómez Ramírez disparaba con una escopeta, cuyas postas apenas si dejaron huella en la piel de los soldados, mientras que estos disparaban con mosquetones M-1 y hasta con ame-tralladora.

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La relación dada en el plano que se recogió del cadáver de Arturo, es por si sola reveladora de la falta de armas adecuadas. Los tres grupos que allí aparecen están forma-dos como sigue:

“Grupo 3: Hugo, Molotov, granada, 30-05; Alex: Molo-tov, granada, 7 mm, Carlos: Molotov, 30-05.

“Grupo 2: Alfredo, 7 mm; Ernesto, rifle 22 y Víctor 30-06.

“Grupo 1: Luis, 7 mm; Daniel, rifle 22, Manuel escope-ta y Martín 30-06”. Como puede leerse en su arsenal de armas figuraban una escopeta que ni siquiera era de repe-tición —había que volver a cargarla después de cada dispa-ro— y dos rifles 22. Es verdad que contaban con granadas y bombas Molotov y con dinamita que metieron en pedazos de tubo grueso para hacer bombillos pero repito, la inex-periencia y falta de madurez en las acciones guerrilleras, los llevaron a la muerte.

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Los ocho cadáveres recogidos por los soldados corres-pondieron a las seis personas ya anotadas antes y a dos no cabalmente identificadas18 a 19 según los cálculos oficiales y la declaración de algunos vecinos, que afirmaron haber vis-to huir a cuatro de los asaltantes, fueron seis los que logra-ron huir y de esos seis dos iban gravemente heridos. Por su parte, los 125 soldados acuartelado sufrieron de inmedia-to cinco bajas: Sargentos Nicolás Estrada Gómez y Moisés Bustillo Orozco; Cabo Felipe Reyna López y soldados, Jorge

16,17 y 18 Ver apéndice gráfico.19 Ver apéndice gráfico.

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Velázquez y Virgilio Yáñez Gómez. 220 a 23Quedaron heridos y fueron enviados a Chihuahua y posteriormente a México para su curación, el Teniente Rigoberto Aguilar, los sargen-tos Virgilio Argüelles López, Eugenio Ramírez López, Manuel Ramírez Cabral y Aurelio Ramírez, más los soldados Nativi-dad Juárez Hernández, Adán Jiménez Martínez, Manuel Fé-lix Hernández, José García Martínez y Roberto García Men-doza. Total: cinco soldados muertos y once heridos aunque —en Chihuahua— falleció el Teniente Rigoberto Aguilar, lo que hizo subir los muertos a seis y bajar a diez el número de heridos. En esta lista no figura el soldado José Santos Rodríguez que en el Hospital Central Militar de la ciudad de México fue entrevistado por el periodista Felipe Vargas, según versión de “Novedades” del 27 de septiembre de 1965.

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Las simpatías del que esto escribe están con los mucha-chos que lucharon con las armas en la mano, buscando que se les hiciera justicia a los trabajadores del campo chihua-huense. Lamento profundamente la muerte de hombres tan valiosos para la causa de la educación y de la defensa y amparo de los pobres. Todos tenían familia que los llo-ró con dolor amargo y hondo. Pablo tenía además de sus hermanos, esposa y cinco hijos, cuya fotografía encontra-ron entre sus papeles. Pero también son lamentables las muertes de los seis miembros del ejército y lamentable que otros diez soldados —jóvenes, la mayoría muy jóve-nes— hayan sufrido heridas, algunos de mucha gravedad. También ellos tienen familia que los lloró. También ellos, al igual que los descontentos y rebeldes, fueron víctimas de una misma circunstancia: la incapacidad de un gobernador de estado para regir con prudencia y tino la vida pública

20,21,22 y 23 Ver apéndice gráfico.

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encomendada a su cuidado; incapacidad asociada al espí-ritu reaccionario de autoridades, latifundistas y explotado-res. Maestros, estudiantes, campesinos, y soldados fueron víctimas —por igual— de una situación social indeseable por que, para los campesinos, los maestros y los estudian-tes, cada día iban en aumento la injusticia, la explotación, la opresión y el maltrato. Todos los datos e informaciones aquí recogidas antes de ocuparme del drama de Madera, llevan justo un propósito: el de hacer ver que la impuni-dad con que los caciques, las guardias blancas y los malos funcionarios, actuaban y actúan aún, en contra de campe-sinos, maestros y estudiantes, tenía que dar como resulta-do la violencia. De la sangre de Madera son responsables quienes asesinaron, despojaron, encarcelaron y befaron a pacíficos e inermes campesinos, a maestros y estudiantes. En qué grados las torpezas del gobernador del estado y la villanía de sus funcionarios policíacos y judiciales, fueron capaces de provocar este violento estallido del descon-tento que —desde hace muchos años se venía acumulan-do— ya es sabido por la gran masa del pueblo de Chihu-ahua —donde decir campesino, estudiante o maestro—, es decir enemigo del gobierno del estado y concretamente del General de División Práxedes Giner Durán, designado gobernador del estado para cuyo pueblo trabajador ha re-sultado una verdadera maldición. Para nadie es un secreto que el verdadero culpable de esta situación de hondos y justificados descontentos, es el General Giner Durán quien, para colmo, hace gala de ser villista cuando que el villismo se caracterizó por su profundo amor y por su defensa de los pobres. Claro que él no tiene la culpa de haber encon-trado caciques rurales, latifundistas y explotadores. Pero si lo es de haberlos alentado y fortalecido negándose a es-cuchar las quejas de los agraviados; negándose a castigar a los criminales y poniendo al servicio de los ricos toda la fuerza de la ley y sus jueces, de sus policías y de sus llama-

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das fuerzas rurales. Campesinos, maestros, estudiantes y soldados muertos o heridos en Madera,21 fueron víctimas —por igual— de la inepcia reaccionaria de un sólo hombre: Giner Durán, Gobernador del Estado.

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Después de terminado el tiroteo, grupos de soldados salieron a perseguir a los que supusieron fugitivos.22 Su persecución sería vana: la masa del pueblo campesino los absorbió. Pudieron, los campesinos, estar en contra de la violencia realizada por los fugitivos, pero no pudieron ne-garles tan necesario auxilio, por una razón: los hombres del campo sabían que los seguidores, de Gámiz y Gómez Ra-mírez, andaban luchando por que a ellos, los campesinos, se les hiciera justicia. Fue por eso que ni los pudieron en-contrar ni los encontrarán nunca. Se fundieron con la masa anónima del pueblo y tal vez un día surjan de nuevo como vengadores.

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A continuación hay que recoger algunos hechos que demuestran —de la manera más palmaria— el espíritu no solamente reaccionario, antihumano, vengativo y ruin del que siempre han dado muestras los enemigos de la causa del pueblo. Feroces, con ferocidad de hienas, se abanderan de las más nobles y bellas palabras para justificar sus actos repulsivos: de bebedores de sangre.

A).—En C. Madera había entonces, probablemente sea el mismo hoy, un sacerdote de nombre Roberto Rodríguez Piña. Fue solicitado para que oficiara durante la ceremo-21 Ver apéndice gráfico.22 Ver apéndice gráfico..

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nia organizada para sepultar a los cinco soldados muertos —cada uno en su caja de madera decorosamente forrada con tela, y tal como las fotografías lo revelan— no tuvo in-conveniente alguno para participar en su calidad de sacer-dote católico, en las honras fúnebres hechas a los militares; bendijo los ataúdes de los soldados, vistió las ropas usuales en estos casos y dijo las palabras apropiadas —de acuerdo con sus ritos— para el acto. Vecinos y algunos familiares presentes, conmovidos por la tragedia de los ocho muertos en el asalto al cuartel, le pidieron lo mismo: que oficiara, que bendijera a Gámiz, a Gómez Ramírez y a sus seis com-pañeros. Y el sacerdote Roberto Rodríguez Piña,23 se negó a hacerlo. Los ocho hombres fueron arrojados como ani-males atacados de aftosa o cualesquiera otra enfermedad de contagiosidad peligrosa, en una fosa común. Llenos de tierra y pólvora, sangrantes, después de haber sido pasea-dos sobre la plataforma de un camión maderero, los deja-ron caer en una gran zanja, zanja sobre la cual, el día que vendrá, el pueblo habrá de levantar un monumento. No creo que el Dios en el que él cree, ni sus autoridades y de manera especial Paulo VI, encuentren justa y digna de ala-banza, la actitud sectaria de este ignorante y rencoroso.

B.—La medida del valor humano que como hombre y como gobernador, tiene Giner Durán, la dan los incidentes que recojo enseguida: algunos familiares de los muertos habían conseguido 20 que les permitieran llevarlos a Chi-huahua o darles una decorosa sepultura; cuando Giner lo supo, no sólo anuló el permiso dado: apresuró el entierro de los mismos en una fosa común para los ocho. Su peque-ñez espiritual se puso de manifiesto con esa persecución para los muertos.

C).—El mismo Giner, que calificó de salteadores, bandi-dos y latrofacciosos a los Mártires de Madera, tuvo el cinis-mo de comentar que no había pasado nada. Que lo sucedi-do “no tenía importancia” porque, según el criterio de este 23 Ver apéndice gráfico.

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“sociólogo” y “político” que avergonzaría a los apaches, “lo que ocurrió lo mismo pudo haber ocurrido en un baile o en una cantina”... ¡Y pensar que quién así opinó es un Go-bernador de Estado! ... Sin embargo, hay que reconocer que no podía adoptar actitud diferente: su sentimiento de culpa —aunque inconsciente— se estaba manifestando en el deseo de restarle importancia a la inhumana matanza como que él —y nadie más que él— es el principal culpa-ble o responsable por tanta vida segada, por tanta sangre derramada... Es público que además, al verlos en la fosa exclamó: ¡Querían tierra, hártense de tierra!24

D).—Pero lo que lo pinta en toda su palurdez política, lo que hace que aparezca en toda su desnudez al pobre hom-bre que en realidad es, fue lo que declaró al bajar del avión que lo regresó, de C. Madera a la de Chihuahua: “Todo se reduce a una bola de locos mal aconsejados”,25-26 fue la contundente afirmación con la que remató la ya comen-tada arriba: “No tiene importancia”... Tal vez se sintió de pronto —influido por la presencia de fotógrafos— actor de cine, un poco Arturo de Córdoba. ¡ De estos viejecitos reac-cionarios, vanidosos y con mentalidad feudal pero tontos de capirote, líbranos señor!

E).—Después de que pasó el tiroteo, de que los muer-tos fueron recogidos —fueron inhumados el 24—, de que la calma volvió para sosegar los ánimos, los observadores vecinos de C. Madera se pudieron dar cuenta de como Rita Caldera,26

27,28 jefe de Guardias. Blancas utilizadas para per-seguir, torturar, aterrorizar y asesinar a los campesinos, no ocultaba su satisfacción por la muerte de Gámiz y de sus compañeros, en contra de los cuales, jamás pudo hacer nada, y siempre los rehuyó. Pero ya estaban muertos y su alegría era tan grande que no la pudo disimular y de ello se dieron cuenta los vecinos. Igualmente satisfecho, conten-24 Ver apéndice gráfico.25-26 Ver apéndice gráfico.26

27,28 Ver apéndice gráfico.

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to por la muerte de “los guerrilleros” —a los que negó los oficios que por su ministerio estaba obligado a darles— se mostró el sacerdote Roberto Rodríguez Piña. Fue tan nota-ble su alegre estado de ánimo que —al igual que el matón Rito Caldera— parecía que se había sacado un gran pre-mio en la lotería. Pero falta un tercer hombre (¿hombre?) que también gozó con la muerte de los jóvenes rebeldes: Ernesto Castellanos, ex mayordomo de varios latifundistas de la región y al que, por méritos ganados con la siembra de terror entre los campesinos, le dieron como premio la Presidencia Municipal de C. Madera. Don Ernesto fue más allá —más sincero consigo mismo—, más leal, a quienes lo pusieron allí para que los sirviera —reveló todo su instinto de alano, de perro de presa—, propuso formar un grupo armado “para ir a perseguir agraristas”... Mientras Gámiz y sus guerrilleros vivieron, Castellanos no se sintió con arres-tos para formar un grupo armado para ir a batirlos. Ahora estaban muertos y todo el mundo sabe aquello de que “a moro muerto, gran lanzada”. En resumen, los observadores vecinos de C. Madera, el día 23 de septiembre y siguientes tuvieron ante ellos el inusitado espectáculo que daban “los tres alegres compadres”. Y muchos —con sensibilidad hu-mana— sintieron asco, náuseas, frente a la alegría de tales fieras humanas.

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Pero no todo ha de ser porquería en este sucio mun-do. El chofer José Estrada Santos, que maneja el automó-vil “2-50”, Chevrolet modelo 1963, perteneciente al sitio ubicado en la esquina de las calles Valdés Carrillo y Juárez, frente a la Plaza de Armas, en la ciudad de Torreón, fue requerido por un hombre como de 35 años al que acom-pañaban tres jóvenes, el 15 de septiembre como a las 6 horas, para que los llevara hasta La Zarca, Dgo. Las investi-

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gaciones de la policía —el auto fue reportado como robado al no aparecer ni tener noticias del chofer— revelan que los cuatro hombres a las 4.45 horas de ese día, llegaron en un camión de “Los Altos”, llevando por todo equipaje un bulto largo —como de un metro 25 cms.— por todo equipaje. Algunos amigos del Dr. Gómez Ramírez, suponen que era él y que otro de los viajeros pudo ser el profesor Miguel Quiñones, ignorándose completamente quienes fueron los otros dos. El chofer José Estrada Santos, declaró que antes de salir, se detuvieron en una botica donde el de mayor edad compró unas medicinas. Que al llegar a La Zar-ca volvieron a salir como a las 10 horas del día 15, rumbo al norte. Que unos cuantos kilómetros adelante, pistola en mano, le quitaron el volante que tomó el de mayor edad y al llegar al entronque de la carretera con Canutillo, Dgo., se salieron de ella, quedando fuera de la cinta asfáltica, como a tres kilómetros del lugar. Bajaron dos de los pasajeros jóvenes, y los otros dos con él en el auto, enfilaron por la Panamericana hacia el norte. No recuerda más. Lo inyec-taron por la fuerza. Volvió a darse cuenta de lo que ocu-rría en lo que supone era la ciudad de Chihuahua. Allí lo obligaron a escribirle a su patrón explicándole que cuatro personas lo habían llevado a Chihuahua pagándole el viaje. Otro día, 17 de septiembre, le entregaron $ 2,200.00 y le dijeron que fuera al día siguiente a Cuauhtémoc a recoger el automóvil, lo que hizo sin encontrarlo, pero que, poste-riormente lo recobró, pues lo dejaron abandonado en C. Guerrero. Este chofer, un trabajador desde luego, informó a la policía todo lo que pudo ver y oír —pues lo inyectaron dos veces más para que siguiera durmiendo— aclarando que nunca entendió de qué hablaban ni se dio cuenta de la ruta que llevaban. Además, hizo una declaración que es necesario recoger: “Hizo notar que mientras estuvo en po-der de los cuatro lo trataron bien”. Además, confesó que le entregaron: $ 2,200.00. Conducta que revela que quienes asaltaron Madera eran hombres honrados, respetuosos de

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la vida humana y de los intereses de sus semejantes, más bien de sus iguales, los trabajadores. Conducta que está en desacuerdo con los calificativos de gavilleros, bandidos, salteadores y asesinos, que les aplicó el iracundo Giner Du-rán.

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CAPítuLo DECIMoPRIMERo

tRAICIÓN Y CoBARDíA

1

El 25 de septiembre de 1965, dos días después de la ma-tanza humana ocurrida en C. Madera, la Cámara Local de Diputados o Congreso del Estado, envió un oficio al señor Presidente de la República, pidiendo para Chihuahua la protección de las fuerzas y de la legislación federal, con fundamento en el Artículo 122 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que obliga a los Poderes de la Unión a proteger a los Estados contra toda invasión o violencia exterior o bien en caso de sublevación o trastor-no interior, siempre y cuando dicha protección la solicite el Congreso del Estado o, si no se encontrare reunido, el Gobernador del Estado. Protección solicitada de manera extemporánea pues la guarnición de Madera era de crea-ción reciente y federal y, además, el mismo 23 —día de los hechos— y el 24 estuvieron llegando a la ciudad aviones con soldados paracaidistas y aviones de propulsión a cho-rro y dotados con cohetes. Dicho de otra manera, lo que la Legislatura hizo fue hacer que lloviera sobre mojado y —vil maniobra política— sembrar más alarma aún entre el pue-blo agitando el fantasma de “una sublevación comunista”.

2

La petición elevada por los Diputados ante la Presiden-

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cia de la República, encaminada a forzar una puerta abier-ta, es una verdadera joya de resplandeciente luz. Dice así:

“A partir del año próximo pasado un grupo de indivi-duos encabezados por Arturo Gámiz García, Dr. Pablo Gó-mez Ramírez, Alvaro Ríos, Salvador, Antonio y Salomón Gaytán, operando en el Municipio de Madera, de esta Enti-dad Federativa, ha venido con mucha frecuencia ejecutan-do hechos delictuosos y que trastornan el orden público y siembran la intranquilidad no sólo en aquella región sino en todo el Estado.

Las Autoridades competentes, en cumplimiento de su deber, han procedido a la persecución y castigo de tales hechos, y a pesar de ello y de las reiteradas exhortaciones de las Autoridades Municipales, Estatales y aún Federales, para que se mantengan dentro de los procedimientos que marcan las Leyes en vigor, no se ha logrado someterlos a los cauces de la legalidad.

Entre otros hechos atribuidos a tales elementos, son de citarse los siguientes:

Con fecha 29 de febrero de 1964 destruyeron un puen-te; el 5 de marzo del mismo año asesinaron al señor Flo-rentino Ibarra, el 12 de abril siguiente incendiaron una casa y la Estación de Radio al servicio de la misma; el 15 de julio del año próximo pasado atacaron por sorpresa a un grupo de Agentes de la Policía del Estado, en Dolores, Chih., qui-tándoles las armas, privándolos de su libertad por varios días y lesionando a dos de ellos; durante el presente año atacaron a un Pelotón de Soldados del 52 Batallón de In-fantería en la Sierra de Madera, hiriendo a tres de ellos y el 23 de los corrientes, en forma sorpresiva y temeraria, ata-caron la guarnición de la Plaza de Cd. Madera, con el saldo lamentable de seis muertos y nueve heridos del Ejército Nacional, ocho muertos de la Gavilla asaltante, un muerto y varios heridos de los moradores de dicha población.

Una vez que el asalto fue rechazado por las Fuerzas Fe-derales el resto de los atacantes se internó en la sierra per-

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seguidos por las mismas. Considerando que el conjunto de acontecimientos que

se han venido suscitando, ponen de manifiesto la grave si-tuación que prevalece dentro de esta Entidad y teniendo temor fundado de que dichos individuos persistan en su actitud de franca transgresión a la Ley y desobediencia a las Autoridades, esta H. Legislatura del Estado de Chihu-ahua, ha estimado que dicha situación justifica solicitar la protección de los Poderes de la Unión que autoriza el Artí-culo 122 de la Constitución General de la República.

En consecuencia, a fin de que las Instituciones de ese Estado puedan recibir oportunamente la protección de los Poderes Federales, no sólo para prevenir la repetición de actos que alteren la paz pública y afecten su normal funcio-namiento sino también para hacer frente a cualquier tras-torno que llegaren a causar los integrantes del grupo antes referido, con apoyo en el Mandato Constitucional citado, la propia Legislatura ha tomado el acuerdo de solicitar de usted, muy atentamente se sirva disponer que las Fuerzas Federales presten a esta Entidad Federativa dicha protec-ción.

Al elevar a usted C. Presidente de la República, la reso-lución del H. Congreso del Estado de Chihuahua, aprove-chamos la ocasión para reiterarle nuestra más distinguida consideración y respeto.

SUFRAGIO EFECTIVO. NO REELECCIÓN.

Diputado Presidente: J. Refugio Mar de la Rosa.—Diputado Secretario: Profr. Roberto González Loya.—Diputado Se-cretario: Manuel Avitia Ramos.

Asistieron a la asamblea 10 de los 12 diputados y los Licenciados Vicente Grajeda Pedrueza, Secretario General de Gobierno y Augusto Martínez Gil, Jefe del Departamen-to de Gobernación, para darle el visto bueno a la dócil y domesticada Cámara después de leer el escrito que se ha-

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bía formulado. La sesión duró dos horas y media. ¡En dos horas y media de verse las caras y escucharse unos a otros resolvieron, los representantes del pueblo, los graves pro-blemas que sobre el propio pueblo pesan!

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Lo primero que a uno se le ocurre pensar es que o Gi-ner Durán está loco o bien sus diputados habían decidi-do darle la pelea en defensa de los intereses que dicen representar. Todo mundo recordó al leer el documen-to de la Legislatura que —mientras para ésta los hechos que relatan “ponen de manifiesto la grave situación que prevalece dentro de la entidad”—, para el General Giner —que además cobra como Gobernador del Estado—, “no ha pasado nada”, “lo ocurrido no tiene importancia”, “pudo ocurrir en una cantina o en un baile” y los asaltan-tes muertos y los vivos “son una bola de locos”. Y que se sepa —cuando menos hasta ahora— ningún gobernador, ninguna legislatura, ha solicitado el auxilio federal porque hubo muertitos en una cantina o en un baile o porque, en una entidad andan sueltos una bola de locos mal acon-sejados. Los muertos de cantina o baile son problema de gendarmes y jueces, no de soldados armados con granadas y ametralladoras. Los locos son problema que se resuelve con camisa de fuerza y tratamiento neuropsiquiátrico y no con paracaidistas y aviones dotados con cohetes y bombas de alto poder. O la Cámara trató de clavar a su Gobernador en una estaca o por encima de tan respetables tonterías quiso legalizar las medidas tomadas por la Federación o francamente no supo lo que hizo al dejar en el más ridículo de los ridículos a su Gobernador.

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Si los Diputados que firmaron el vergonzoso documento anterior, tuvieran conciencia de lo que representan dentro de la organización democrática de su estado y de la Na-ción, se hubieran reunido para desconocer al Gobernador del Estado, privándolo de su fuero y consignándolo al Gran Jurado, como culpable y responsable principal de la “grave situación que prevalece en la Entidad”. Debieron sesionar por muchas, pero muchas horas en lugar de hacer un ba-lance criminoso de los hechos realizados por Arturo y su guerrilla, primero, y por Arturo y Pablo y los campesinos, estudiantes y maestros que los seguían, después. Debieron tomar en cuenta tales hechos pero, al mismo tiempo, ana-lizarlos para encontrar las causas que los hicieron posibles y, objetivamente, explicarse cómo fue posible que —por años— un pequeño núcleo de inexpertos y desligados de toda organización nacional o internacional, pudo sostener-se y librarse de la persecución de fuerzas estatales y fede-rales. Tal era su deber: buscar por qué los campesinos no combatían y sí ayudaban con alimentos, alojamiento, guías y oportunos informes a estos muchachos que nada tenían de gavilleros, ladrones o asesinos. Sus investigaciones los hubieran llevado a la comprobación de que, para los cam-pesinos pobres, las garantías estaban perdidas; los pro-tegidos del régimen ginerista eran, son, los latifundistas, los ladrones de tierras, ganados y cosechas, así como los asesinos de campesinos y maestros. Hubieran encontrado que en el fondo de la grave situación por la que TODAVÍA atraviesa su entidad, se encuentra el más importante de los problemas para la mayor parte de África y Asia, para la América Latina, comprendido México y de manera espe-cial Chihuahua. Hubieran encontrado que el asesinato, la amenaza, el robo y el terror fueron empleados en el campo para que caciques, latifundistas y madereros se quedaran con la tierra de campesinos individuales o de comunida-des enteras. Hubieran encontrado que Chihuahua es una

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entidad de latifundistas cuyas propiedades TODAVÍA —2 7-II-67— son más extensas que muchos estados del país, si fuera posible reunirlos en grupos de cinco y diez latifun-dios. Hubieran encontrado que asesinato y pillaje, como método para despojar a los campesinos pobres, recibían el respaldo abierto de Giner Durán y de más de una de las au-toridades federales en el estado. Entonces, su condición de representativos del pueblo, les hubiera servido para algo más que para convertirse en tapadera de un gobernador inepto, y traidor a la Revolución Mexicana y, por lo mis-mo consuetudinario violador de sus leyes. Para desgracia del pueblo chihuahuense y vergüenza de la justicia, los di-putados prefirieron la cómoda situación de graznar como los gansos capitalinos, para anunciar “su peligro”: de otra manera no podrían seguir engordando a la sombra de los “templos” y de los falsos y pequeños “dioses de la Revolu-ción”.

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Para desgracia del gremio, uno de los diputados secre-tarios es profesor. Olvidó que uno de los hechos que deter-minaron la sublevación de Gámiz y de los que lo siguieron, fue el vil asesinato del profesor Francisco Luján Adame, que encabezó y dirigió las luchas campesinos en contra de la poderosa y rapaz empresa Bosques de Chihuahua. A raíz de ese asesinato dos estudiantes recogieron la bandera de la víctima —Arturo y Leonel— hijos del asesinado profesor Luján Adame, y apuntaron sus baterías en contra de Bos-ques de Chihuahua la que, una vez rapados los bosques, cedió tierras para que se repartieran. ¡Qué fácil les hubiera sido recordar todos estos hechos! Con haber recurrido a los ejemplares de los semanarios de oposición o al diario “Norte”, del 24 de septiembre, que en artículo destacado a dos columnas y al que tituló “El Problema agrario en el

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fondo de los sucesos”, sintetiza todo un pasado de oprobio para Borunda y para Giner:

“El gravísimo problema agrario de Chihuahua aparece como fondo y motivo de los sangrientos hechos ocurridos en Ciudad Madera.

La disputa por la posesión de la tierra llevada al pillaje, al asalto y al asesinato, generó durante tres años, los he-chos que culminaron sangrientamente el día de ayer.

Quizá los sucesos de ayer, empezaron hace años, cuan-do fue asesinado en Ciudad Madera el Profr. Francisco Lu-ján Adame, líder de los campesinos de la región en lucha contra la empresa Bosques de Chihuahua.

Ese fue el principio. Desde entonces dos jóvenes estu-diantes llamados Arturo Gámiz y Leonel Luján, (hijo del Profr. Luján Adame), iniciaron un movimiento tendiente a que se hiciera justicia.

Culparon inicialmente de la situación a la empresa fo-restal Bosques de Chihuahua, cuyos dirigentes, cedieron parte de sus propiedades para que fueran repartidas. Bos-ques de Chihuahua salió de la escena.

Luego entró José Ibarra. Gámiz lo acusó repetidas veces de ser el cacique de la región. En muchas ocasiones lo cul-paron de asaltos y asesinatos.

Gámiz habló muchas veces con el Gobernador del Esta-do, Gral. Práxedes Giner Durán. Las respuestas del ejecu-tivo nunca dejaron contentos a los líderes campesinos. A veces hubo ásperos cambios de palabras entre el Gober-nador y Gámiz. Una de estas entrevistas se celebró en los mismos patios de la Casa de Gobierno.

Luego vino a Chihuahua como Jefe de la Zona Militar el Gral. Antonio Gómez Velasco. Volvieron a hacer gestiones los jóvenes campesinos. Gómez Velasco tomó cartas en el asunto y obligó a Ibarra a dejar la región de Madera. Tal vez pesó mucho en su ánimo que Florentino, hermano del anterior, fue muerto misteriosamente, lo que hacía pensar que José correría la misma suerte. Además la voz pública

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consideró la muerte de Florentino como acto de justicia popular.

Gámiz y quienes lo seguían no quedaron contentos. Querían que las tierra se repartieran y que se castigaran los asesinatos de que acusaban a Ibarra.

Un día se supo que estaban levantados en armas. El Gobierno del Estado mandó Policías del Estado para

someterlos. Gámiz y sus muchachos, desarmaron a los po-licías, después de un tiroteo y perdonaron la vida de quie-nes iban a aprehenderlos y quizá a matarlos.

Luego hubo un tiroteo con elementos del Ejército. Tres soldados resultaron heridos. Un Sargento que los mandaba fue consignado por eludir la acción en el campo del com-bate. Actualmente está sometido a proceso por el Tribunal Militar en Durango.

Frecuentemente se habla de tiroteos. Sistemáticamente se negaban informaciones a la Prensa. Oficialmente, nun-ca había nada en la Región de Madera. Repetidas veces se dijo que la región estaba en paz.

Hace apenas 20 días fue detenido Jesús Fernández en Ciudad Madera y llevado a Ciudad Juárez en donde se en-cuentra preso.

Confesó el detenido que formaba parte de la guerrilla de Gámiz. Días después fueron detenidos otros tres inte-grantes de la guerrilla. También fueron llevados a Ciudad Juárez, en donde están sujetos a proceso.

Esta situación culminó ayer con el asalto, al cuartel de Ciudad Madera”.

Más claro, ni el agua.

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Pero los Diputados, presas del miedo, un miedo que no

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se explica después de las párvulas declaraciones del Ge-neral Giner, optan por cerrar ojos y oídos a la realidad y elevar su petición a la Presidencia para que los proteja. En lugar de asumir actitud de legisladores y mantener su dignidad de hombres y de chihuahuenses, salen a la calle gritando ¡socorro, socorro!, mientras el pueblo en medio de su duelo, se ríe de ellos. Lo peor de todo es que —por los informes recogidos— ellos, los Diputados locales, sa-ben exactamente lo que necesitan saber: que el culpable de la situación es el favorecedor de atropellos, pillajes y despojos en perjuicio de los campesinos y que ellos tienen por gobernador. Saben, por consecuencia, que el remedio es el más fácil y sencillo de todos: cambiar de gobernador. Elevar a esa dignidad a un hombre —de los muchos que hay en Chihuahua— capaz de ser eso —Gobernador— y no marioneta manejada por la Unión Ganadera y los ta-labosques. Ellos saben que necesitan un gobernador que trate con decencia y con decoro a estudiantes, campesi-nos .y maestros y que, al mismo tiempo, no esté al incon-dicional servicio de los ricos, pero al gesto, viril, ciudadano, digno, de darse el gobernante que necesitan, prefieren el estridente grito de ¡socorro! Se convierten así, en cobar-des y traidores. En cobardes no porque teman a los fugi-tivos —tal vez media docena— de la tragedia sangrienta de Madera. Ellos, los diputados locales bien lo saben, no temen al estallido de una rebelión de masas. Conocen bien la situación, saben que no explotará una sublevación po-pular AHORA. No, no le temen al pueblo ni a los llamados guerrilleros: le temen al General que grita, que maldice, que amenaza, que golpea. Le temen más al violador de la Ley, a la fiera que acosa a los trabajadores del campo, a los estudiantes y maestros, y por eso se doblegan y aceptan pedir ayuda —una ayuda que no necesitan— obedientes a la orden del tirano conculcador de libertades y derechos. De cobardes pasan a una categoría moral y cívica más: traidores a la Revolución Mexicana, cuya Ley Fundamental

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olvidan para convertirse en auxiliares eficaces del máximo violador de la Ley dentro del estado: el General y Gober-nador. Se rebelan las fibras más íntimas del ser cuando se hace una consideración: el pueblo de Chihuahua es un pueblo que ha demostrado en el curso de toda su vida his-tórica, amar la libertad, la dignidad y la justicia humanas y sin embargo, quienes lo representan son enanos cívica, políticamente hablando y, además, indignos de represen-tarlo por lo que tienen —esos legisladores— de cobardes y traidores. Un pueblo de gigantes en manos de mansos y humildes servidores de la oligarquía que mata, explota, despoja, oprime y terroriza a lo mejor de sus hijos... Así es la realidad. No hay diputados, hay Gobernador. No hay leyes tutelares para campesinos, obreros, burócratas, es-tudiantes y maestros: hay un Gobernador. Y así es efecti-vamente: hay Gobernador y ese Gobernador es Práxedes Giner Durán, General del Ejército Nacional, que se dice vi-llista pero que, en la realidad, es el verdugo de un pueblo y mayordomo al servicio de ganaderos, talabosques, latifun-distas, banqueros y empresarios.

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CAPítuLo DECIMoSEGuNDo

ALGuNAS REFLEXIoNES

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Para los amigos del Profesor Normalista y Doctor Pablo Gómez Ramírez la noticia de su muerte en Madera fue no solamente motivo de humano dolor sino de una serie de interrogaciones, originadas en lo inexplicable de lo ocurri-do, y que no fueron más que el fruto de su ignorancia en relación con las últimas actividades del Doctor, últimas ac-tividades regidas ya por la decisión de entrar de lleno a la lucha violenta, armada pues —como lo veremos más ade-lante— su decepción de hombres y partidos no le había de-jado más salida. La noticia me afectó de manera profunda, máxime cuando, junto con él, cayeron otros jóvenes a los que les guardé una muy grande estimación como al Profr. Miguel Quiñones Pedroza, al que también me habré de re-ferir de manera especial. Conocí a Pablo Gómez Ramírez a mediados de 1948 o de 1949. Ya era profesor normalista y llegó a San Marcos, Zac., comisionado por la SEP, lo que lo obligó entonces a suspender sus estudios de Medicina. Se encargó de algunas materias entre las que estaba la Trigo-nometría en tercero de Secundaria. Alegre y poseedor de un inalterable buen humor, hábil jugador de basquetbol y de dominó, pronto se ganó la más completa simpatía de los estudiantes normalistas y de todo el personal docen-te, administrativo y manual de la Escuela. Su juventud, sus ambiciones personales y su amor por la justicia social nos identificó luego máxime cuando —como catedrático— no

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sólo era muy cumplido sino también muy capaz profesio-nalmente, lo que le dio además de la simpatía un visible y manifiesto respeto de sus alumnos. Años después lo en-contré ejerciendo la Medicina humana en Buenaventura y Flores Magón, Chih., y atendiendo cátedras en la Escuela Normal Rural de este último lugar. Sus actividades sociales le quitaban mucho tiempo y su situación económica no te-nía nada de bonancible; pero seguía firme en su militancia dentro del PPS y de la organización campesina jefaturada por Jacinto López.

2

Por circunstancias de carácter político y divergencias en cuanto a la táctica que él consideraba justa y que aplicó en la lucha por la tierra, tuvimos diferencias que no rompie-ron nuestra amistad. La intervención mía lo ayudó en 1963 para que siguiera en Saucillo —en sus cátedras en la Escue-la Normal Rural— después de la explicación que tuvo en la ciudad de Chihuahua con el C. Oficial Mayor de la SEP. Pero tenía encima la tremenda presión de Giner que —admira-blemente— utilizó las invasiones de tierras para convencer al Gobierno Federal de que no había tal descontento cam-pesino en Chihuahua sino agitación estudiantil en contra de su gobierno, agitación provocada por los maestros ru-rales federales y estatales y que obedecía a causas pura-mente políticas. Con esa maravillosa simplicidad de que es dueño, así como después de todo haría responsables “a los palominos”, por esos días los normalistas de Salaices y Saucillo junto con Pablo Gómez y sus compañeros, tenían la culpa de todo lo que de malo ocurría en el estado. Fue así como consiguió, al terminar el año escolar 1964- 1965 —en junio— que la SEP ordenara el cambio de Pablito —como todos lo llamábamos— y de otros de sus compa-ñeros a escuelas tan alejadas de Chihuahua como San Die-

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go Tekax, Yucatán y Perote, Veracruz. Con ese motivo —en los días del 15 al 25 de agosto de 1965— coincidíamos fre-cuentemente en el Hotel Atlanta de la ciudad de México: el andaba tratando de evitar su cambio y yo gestionaba lo necesario para mi jubilación. Varias veces desayunamos, comimos o merendamos juntos —alguna vez en casa de una de mis hijas en la que recetó y alivió a una sobrina con cuya enfermedad otros médicos habían fracasado— y nuestra reunión terminaba —como es natural que así ocurriera— en largas conversaciones sobre la situación de México, de Chihuahua y en particular sobre su problema personal. A veces se mostraba completamente deprimido y consideraba una derrota completa el tener que dejar el estado, abandonar la lucha campesina, que era la que más le apasionaba. Ya para dejar la ciudad de México, creí ha-berlo convencido de que esa situación era completamente transitoria, que aceptara el cambio, atendiera las necesi-dades de su familia y siguiera manteniendo su ideología revolucionaria y que —de momento— se conformara con la orientación y auxilio que podía prestar a los estudiantes rurales y a los campesinos con los que —en su nuevo cen-tro de trabajo— iba a entrar en contacto.

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Cuando le informé de esto a varios de sus amigos más cercanos, que además me habían pedido que los ayudara a convencerlo de que no tenía por qué desesperarse, les dio gusto saberlo: ellos, como yo, querían evitar que cayera en la desesperación, que es algo en lo que no debe caer un revolucionario. Las cosas tenían que cambiar y él podría volver a Chihuahua. El sabía que el propio Presidente de la República, había hecho posible que se librara de una pri-sión injusta gestionando su excarcelación en Delicias y que además, le había dado protección llevándolo en su propio

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camión oyendo los puntos de vista que —sobre los proble-mas de la entidad—él, Pablito— quiso darle al entonces candidato. Habíamos hecho un análisis completo del pasa-do y del presente y, cuando menos eso me pareció, se había convencido de que una batalla perdida no significa perder la guerra. Lo convencí de que no le guardaba ni la más mí-nima sombre de rencor por nuestras discrepancias ya que —con la decisión con que acostumbro hacerlo— gestioné y obtuve que dos de sus compañeros —también sacados de Saucillo— no salieran a los lugares lejanos a los que en un principio los enviaban: El Profesor Muñoz quedó en Agui-lera, Dgo., a unas horas de su hogar y Ramoncito Soto en Salaices, Chih., a dos horas más de la capital del estado, en donde reside su mamá. Regresé a Lerdo confiado en que los tres —Ramoncito, Pablo y Muñoz— habrían de regresar a Saucillo y de que la política agraria en el estado habría de cambiar en favor de los campesinos. Era una actitud si se quiere ingenua la mía, pero el hecho de que —durante la huelga con que los normalistas rurales recibieron al nuevo régimen— la Presidencia de la República ordenó que los estudiantes siguieran recibiendo alimentación, pre y los demás servicios asistenciales y, además, las intervenciones que conocí —destinadas a evitar que algunos funcionarios públicos, impacientes y atrabiliarios— usaran de la fuerza para “someter a los huelguistas”, me hizo pensar en que me había equivocado pues —ésta es la verdad— creí fir-memente que llegando Don Gustavo Díaz Ordaz a la Pre-sidencia de la República, sus primeras víctimas no serían los estudiantes normalistas rurales. Y como no fue así pues ha resultado lo contrario de lo que supuse, este hecho me inclinó a pensar que las circunstancias cambiarían, como arriba afirmo, en favor de los campesinos chihuahuenses.

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El estupor fue mi primera reacción y de inmediato proce-dí a tomar las medidas necesarias para hacer luz en la con-ciencia pública —hasta donde las limitaciones que padezco lo hicieran posible— en el sentido de que los muertos en la humana matanza de Madera, eran personas moralmente valiosas y por lo mismo, respetables. “¡Siempre!” y “Polí-tica” acogieron mis explicaciones y el semanario “La Voz del Pueblo” de Torreón, Coah., fue el primero en dar a luz, un trabajo que titulé “Mártires, no bandidos”. Todo ésto porque —con su torpeza acostumbrada— el General Giner trató de que prosperara la especie de que los asaltantes del cuartel en Madera, eran una gavilla de bandoleros, de ase-sinos, de bandidos. Al mismo tiempo empecé a comunicar-me con las personas más estrechamente ligadas —por los lazos de la amistad— con Pablo y otros de los Mártires de Madera; para todos el hecho constituyó una dolorosa sor-presa. Nadie tenía noticia de que se hubiera ligado al grupo de Arturo Gámiz García y mucho menos de que intentaran acometer la acción suicida que les costó la vida. Uno de sus amigos —el que estuvo en más estrecho contacto con él hasta principios de septiembre— me hizo dos afirmacio-nes importantes: Pablo estaba convencido de que lo mejor para él y para su lucha, era irse a terminar el año escolar en Perote, Ver., Escuela Normal Rural en la que, las vaca-ciones llamadas grandes, se inician a fines de noviembre; Pablo no tenía —como era lo acostumbrado— dinero ni siquiera para comer. Otros —también íntimamente ligados al Doctor— me confirmaron que había decidido aceptar el cambio y que carecía de recursos económicos. Posteriores averiguaciones revelan que intempestivamente cambió de parecer, que se regresó a Chihuahua y de nuevo —y aho-ra huyendo— tuvo que dejar su tierra para regresarse a la

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ciudad de México; de que regresó para incorporarse a “la guerrilla” del Profesor Arturo Gámiz García. Carecía pues, de dinero para comprar armas, parque, medicinas y pagar pasajes. Hay quien afirma que Miguel Quiñones Pedroza dejó su escuela en Ariseáchic y fue a la capital donde hizo un préstamo en el ISSSTE y que ese fue el dinero que em-plearon en su regreso a Chihuahua. No lo creo del todo. Mi más profunda convicción es la de que cayeron en manos de provocadores y que éstos no solamente les proporcionaron recursos: los lanzaron a una aventura en la que encontra-rían la muerte. Para ellos, los provocadores, lo que impor-taba era el escándalo. Lo demás carecía de importancia.

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En la mayoría de quienes me han comunicado sus re-flexiones sobre el particular priva una manera de pensar: la de que fueron engañados pues por más optimismo que tuvieran sobre las posibilidades de éxito, tenían que partir de un hecho primario: mientras ellos no llegaban a veinte, dentro del cuartel había ciento veinticinco hombres arma-dos, diestros en el manejo de las armas fuego y, además, entrenados para la defensa y el ataque y lo que contaba mucho en un caso así, encuadrados en grupos sujetos a un mando y disciplinados. Que sabían cuantos hombres había en el cuartel y que además conocían el horario de las actividades diarias, lo revelan dos hechos: Gámiz, traía consigo el plan de ataque de donde se deduce que primero se dio cuenta personalmente del factor físico y que —sería inadmisible que no lo hubiera hecho— tuvo que recoger informes sobre la cantidad de hombres en contra de los que iban a luchar y armamento con que contaban. Se hace duro creer que Arturo, Pablo y los demás jóvenes hubieran confiado nada más en el factor sorpresa —pues como dejé establecido— los informes que tenían les permitió iniciar

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el ataque en el momento que juzgaron más favorable para ellos: cuando los soldados estaban desarmados, desayu-nando. El grito de “ríndanse, están rodeados”, revela que —posiblemente— hasta el último momento mantuvieron la esperanza de que tal cosa sucediera. Es verdad que se supone que el ataque al cuartel fue hijo de la desespera-ción y que en él iban a jugarse el todo por el todo y que de vencer ellos esperaban contar con apoyo de numero-sos habitantes de la región. Pero tuvieron que pensar en que su problema verdaderamente grave se presentaría —indiscutiblemente— después del éxito. Y aquí es donde la suposición del engaño se hace más fuerte. No es fácil descartar que tuvieran esperanza más o menos fundada, de que —al iniciar el ataque— recibirían el apoyo de par-te de la población. Todos cuantos nos hemos comunicado nuestras reflexiones creemos que —con la experiencia que ya tenían Arturo y algunos otros de los que lo acompaña-ban— el asalto lo planearon considerando otras posibles ayudas. ¿De dónde y de quíenes? Nadie lo sabe ahora pero es cuerdo pensar que tal cosa ocurrió, porque, las activi-dades anteriores de algunos del grupo atacante, hacen ver que no eran del todo novatos.

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Hay quienes se hacen una pregunta ¿para qué llevaban una gasolina que ni siquiera usaron? Se responden ellos mismos que la gasolina es elemento básico para las bom-bas Molotov y que tal combustible estaba destinado a in-cendiar los locales del cuartel que —además, siendo como son, de madera— arderían fácilmente y aquí esbozan otra conjetura: probablemente algunos de los atacantes per-dieron el control a la hora de los disparos y del estallido de la dinamita y vacilaron o francamente no cumplieron la tarea que se les había encomendado, circunstancia que los

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soldados aprovecharon sacándole todo el provecho posi-ble. Todos los comentarios y el mismo parte oficial revela que los soldados, una vez que se armaron, salieron a cam-po raso utilizando las tácticas aprendidas hasta localizar perfectamente los sitios desde donde se les disparaba. Sí, como se publicó, el tiroteo se prolongó por una hora y me-dia, el mando castrense pudo calcular cuantos eran aproxi-madamente los atacantes si es que, desde antes, no poseía informes relativos al número aproximado de los que en un momento dado podrían atacar. Todo mundo sabe que un buen comandante no sólo se atiene a los efectivos con que cuenta: acumula el mayor número de informes que le es posible sobre quienes pueden atacarlos.

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Conjeturas, sólo conjeturas elaboradas por quienes tra-tamos de explicar lo hasta ahora inexplicable. Me parece demasiado primaria la explicación dada para calificar el asalto como fruto únicamente de la desesperación y de la imprudencia. Los asaltantes muertos se llevaron a la tum-ba lo que puede hacer luz y los que están vivos —algunos vecinos afirmaron haber visto huir a cuatro que se supone iban mal heridos porque apenas podían sostenerse sobre los caballos— probablemente por largos años no revelarán el por qué y el cómo de este hecho sangriento que segó la vida de ocho hombres jóvenes y valiosos y llevó luto y dolor a las familias de los seis soldados muertos y de los heridos.

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Que ésta acción suicida tiene que constituir una ense-ñanza para quienes tienen la convicción firme de que llegó

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el momento de la lucha armada y de que ya están dadas las condiciones para que México se lance a ella buscando un cambio violento de su régimen social, es indiscutible. Creo que el asalto al cuartel de C. Madera merece ser estudia-do no sólo a la luz de sus resultados objetivos sino de las conclusiones a que nos puede llevar el acto suicida —lla-mémosle así— de los Mártires. El sacrificio constituye una sangrienta protesta en contra de una situación social carac-terizada por el abuso y la explotación que los campesinos pobres sufren de parte de los poderosos por su dinero y por su influencia sobre el poder público, al que han conver-tido en su aliado. Pero es también una lección que hay que aprender y asimilar hasta convertirla en provechosa para la lucha revolucionaria. Cabe pensar en que un movimien-to de franca rebeldía no es problema que puede resolver un grupo aislado; que se necesita la participación organi-zada de la masa de los descontentos y además, que debe hacerse lo necesario para que —simultáneamente— otros brotes obliguen a los defensores del régimen imperante, a distraer sus fuerzas porque, de otra manera, las concen-tran sobre un sólo objetivo y hacen fracasar el esfuerzo re-volucionario. La experiencia de quienes de alguna manera luchan por la justicia social, ha enseñado que el espionaje y la provocación han dado excelentes frutos a quienes tratan de contener la lucha revolucionaria de los mexicanos y que —gracias al espionaje y la provocación— hasta ahora se ha conseguido hacer que fracasen movimientos mucho más importantes que la acción armada de un pequeño grupo de rebeldes, como ocurrió en el caso de los ferrocarrile-ros, telegrafistas, maestros y electricistas que —poderoso y avasallador— se inició en 1958 para fracasar lamentable-mente en los primeros meses del año siguiente. Espionaje y provocación tienen que merecer —de parte de quienes son activos participantes de la lucha social— estudio y re-flexión y crear una bien organizada activa vigilancia revolu-cionaria que no permita que espías, provocadores y sabo-

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teadores, penetren en las filas de los revolucionarios. 9

El militante revolucionario debe tener un conocimiento profundo de la realidad que le rodea: de los hombres y de los hechos. No tenerla significa ir al martirio y al fracaso. Y si es cierto que los mártires ayudan a mantener despierta la conciencia y la inconformidad y cierto es también, que los fracasos enseñan y que nada más los que jamás actúan no sufren equivocaciones, el porvenir del pueblo exige que haya el menor número de mártires y de fracasados. Conste que no estoy pontificando sino alertando o cuando menos, tratando de alertar a los que ingenuamente creen que para ir a la actividad revolucionaria basta con la deci-sión y que todo lo demás viene por sí solo. Nunca olvida-ré que —en Tamaulipas, en los años de 32 a 34— cuando los compañeros del Partido Comunista señalaban tareas para probar si alguien podía ser uno de sus miembros, se realizaban a despecho del espionaje, tareas tan peligrosas en esos años como las de dar pláticas a grupos de traba-jadores del campo y de la ciudad, “cargándole la mano” —uso la misma expresión que ellos usaron— a don Abe-lardo, que entonces era Presidente de la República y al callismo que entonces dominaba completamente la vida pública de México. Cierto que se corrían peligros pero la organización entonces ilegal, permitió sortearlos y que na-die perdiera ni la libertad ni la vida. No bastan nada más entusiasmo y valor, que siendo tan necesarios no son todo lo que se necesita. Estudio, organización y correcta planea-ción ayudan eficazmente. Más de una vez he escuchado a jóvenes fogosos perorar en presencia de miembros de una o más policías de las que abundan en el país, que ellos “se irán a las armas” y aparte de la imprudencia que en tal acto hay, ellos, los jóvenes, ni tenían las armas, ni sabían cómo y dónde conseguirlas y mucho menos estaban organizados

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para llevar al terreno de la realidad los propósitos que, a gritos, manifestaban como producto ardoroso de sus senti-mientos de honda rebeldía ante la injusticia reinante. Más de una vez me he visto obligado a intervenir para evitar que jóvenes inermes fueran en busca de soldados para “darse con ellos”, empujados por sus sentimientos de solidaridad con campesinos a los que, en uno de los casos, suponían víctimas de atropellos por parte del ejército y querían ir a vengar —movidos por su conciencia de clase— una sangre que no se había derramado: todo por que, una bien urdi-da provocación los estaba llevando a convertirse en már-tires. Es bien cierto que las revoluciones no las hacen los que —sobre un escritorio— se dedican a dar consejos y a formular recetas, pero también lo es que, cuando Lenin afirmó que sin teoría revolucionaria no hay revolución, dijo una verdad que siempre habrán de tener en cuenta quie-nes alientan el pensamiento firme de que hay que crear una sociedad nivelada y justa para todos los mexicanos, Y la afirmación leninista abarca —como teoría— a la serie de medidas que hay que pensar y aplicar para que, hechos como el de C. Madera, no se repitan.

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Es claro para todo mundo que la sangre vertida en Cd. Madera trajo una consecuencia: el régimen estatal —y el federal también— comprendieron que había que modificar su actitud frente a los problemas que provocaban miseria e injusticia para campesinos, estudiantes y maestros. Por más que haya quienes sostienen que para la vida rural la si-tuación sigue igual y otros consideren que ha empeorado, lo cierto es que, después de que la sangre empapó la tie-rra chihuahuense, se ha puesto atención a los problemas agrarios y —cuando menos en declaraciones oficiales y en los discursos de líderes charros, que ya es mucho— se ha

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reconocido que las demandas campesinas son justas y que de verdad Chihuahua es una entidad paraíso de latifundis-tas. Igualmente alentadora para la lucha revolucionaria en favor de la Reforma Agraria, ha sido la enérgica actitud del Agrario ante los dueños de las injustas concesiones gana-deras. Nadie puede afirmar que la sangre vertida en Cd. Madera ha sido del todo improductiva para la causa de los campesinos. Algo, muy poco hasta ahora, se ha conseguido pero se han derribado barreras y abierto puertas que hasta antes del 23 de septiembre de 1965, permanecían hermé-ticamente cerradas.

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Por último, es necesario pensar en lo que debilita la lucha popular el hecho de que, como consecuencia de la política electoral, los grupos de izquierda se dividan como ocurrió en Chihuahua a partir de 1963, división que se hizo más profunda con la actividad electoral de 1964. Las fuer-zas populares en Chihuahua estuvieron a punto de integrar un sólido frente único. Pero la ilusión de que miembros de uno de los grupos llegaran a la Cámara, liquidó tal posibi-lidad. La lucha se hizo feroz entre los partidos políticos y grupos organizados de la izquierda y las divergencias entre el*27PPS, el PC, el FED y MLN, repercutieron profundamen-te entre campesinos, obreros, estudiantes, maestros y bu-rócratas. Ataques y calumnias corrieron libremente y los resentimiento personales se manifestaron sin limitación alguna. Nadie intentó de manera seria y eficaz, evitarlos. Dirigentes, nacionales y locales los fortalecieron y aviva-ron, lo que facilitó y en qué forma, la política reaccionaria del gobierno del estado y de no pocos responsables de las agencias federales en la entidad. Nadie de la izquierda llegó 27*Partido Popular Socialista, Partido Comunista, Frente Electoral del Pueblo y Movimiento de Liberación Nacional.

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a los puestos de elección como sus respectivos grupos se lo proponían, pero el mal estaba hecho y la fuerza revolucio-naria de la masa se fue perdiendo hasta casi desaparecer. Se acabó la acción organizada y consecuente de quienes pudieron forzar la caída de Giner y éste se fortaleció a gra-do tal, que allí está todavía haciendo cuanto puede —con menos descaro que antes, pero lo sigue haciendo— para estorbar el que las demandas populares sean satisfechas. La teoría de Lenin señala que para que haya revolución, se necesita un partido revolucionario o un frente popular revolucionario cuando menos, firmemente constituido, sin esto no se pasará de realizar escaramuzas. Estas reflexio-nes las expongo con la más limpia intención de servir a la causa que también aliento. Si no fueran inspiradas en el deseo de servir, no las hubiera escrito, ni mucho menos, publicado.

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CAPítuLo DECIMotERCERo

HECHoS SIGNIFICAtIVoS

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No quiero terminar este —en cierto modo muy breve tra-bajo— sin dar al lector —ampliando algunas informacio-nes que figuran en páginas anteriores— algunos datos o relación de hechos que ayudan a explicar como, latifun-distas, caciques, políticos y autoridades venales así como explotadores de toda laya, no dejaron ningún recurso por emplear en la ingrata y a la vez indigna, tarea de engañar a la opinión pública haciéndola creer que efectivamente la intranquilidad social en Chihuahua no era producto de- la miseria, de la opresión y de la injusticia sino de la agita-ción comunista y artificial llevada al cabo por estudiantes y maestros de escuela. En su afán de presentar distorsiona-dos los hechos no se detuvieron ante nada para alcanzar su propósito; no vacilaron en mentir, en calumniar y, como algunos errores cometidos por estudiantes y maestros, les ayudaron en su malvada tarea, pudieron, en ciertos casos, dar visos de verosimilitud a sus —por otra parte— desca-belladas afirmaciones. Lo que adelante va usted a leer es una prueba más de que —la burguesía, el funcionario ve-nal o el político corrompido—, no sienten el menor amor por la verdad ni el menor respeto a los principios morales y a los valores humanos que —ellos— pregonan con voz en-golada y a los que llaman bases inconmovibles de la familia y de la sociedad. Para ellos, cuando de la defensa de sus mezquinos intereses se trata o cuando ven amenazados

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sus inhumanos privilegios, nada hay que pueda detener-los. Ninguna consideración los detiene en su infame labor de mentir, calumniar, encarcelar, torturar y hasta asesinar a sus semejantes con tal de no perder lo que por herencia de un mundo injusto, tienen en las manos. Para ellos no hay amor a la verdad, respeto a la dignidad humana, respeto así sea elemental, a la justicia, al derecho y a la ley. Para ellos no hay amistad, ni parentesco, ni religión. Lo único que cuenta es la conservación del poder y del dinero, el do-minio de la tierra o de los demás medios de producción, el monopolio del poder o la intangibilidad de sus cacicazgos. Todo lo demás no cuenta. No hay Dios, no hay Patria, no hay nada. Sólo cuentan ellos y sus intereses.

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Así fue como —especialmente el año de 1964— fue pródigo en hechos que revelan la verdad de todo lo que anteriormente queda escrito: El 15 de mayo de 1964 las alumnas de la Escuela Normal Rural de Saucillo y los alumnos de la similar de Salaices, en el estado de Chihu-ahua, quisieron, en cumplimiento de los acuerdos a que habían llegado con anterioridad y para lo que habían lle-vado al cabo una serie de preparativos, reunirse desde por la mañana en Salaices, para honrar con una serie de ac-tos, a los maestros de las dos normales rurales. El Director de la Escuela Normal Rural de Saucillo, considerando que de hecho la escuela sufría un real estado de sitio, fue a la ciudad de Chihuahua a informarle al C. Jefe de las Opera-ciones que —por un compromiso adquirido meses atrás— maestros y alumnos de Saucillo tenían que ir a Salaices a celebrar el día del Maestro. El General escuchó cortés y atentamente al profesor informante y dijo que, en vista de sus explicaciones, no dificultaría ni impediria la salida de las muchachas pero que —lo consideraba su deber— debía

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consultar antes con el C. Director de Educación Federal y así lo hizo. ¿Qué le informó el funcionario federal? No lo reveló pero simplemente, el General, dijo que se juzgaba peligroso que salieran las alumnas y que él no daría permi-so para que salieran. Las alumnas y los maestros de Sauci-llo consideraron la situación y decidieron salir informando —aunque un poco tarde— a los ejecutivos de su Federación Estudiantil que —a su vez— mal informaron en la ciudad de México y fueron dos conmigo a discutir el problema con un alto funcionario de la SEP. Yo era entonces Inspector de Enseñanza Normal en el norte del país; estaba informado del propósito desde mucho antes y garanticé que alumnos y maestros nada más se reunían para celebrar el Día del Maestro y que no habría motines y que —mucho menos— se formarían grupos guerrilleros para desquiciar el orden social. Los líderes estudiantiles expresaron lo mismo. El funcionario confió en nosotros y en los jóvenes y maestros y desde el Palacio de Bellas Artes, a donde llegó tempra-no en virtud de que la psicosis alarmista que por enton-ces sacudió el ambiente oficial del país, lo hizo necesario, y por teléfono ordenó al Director de Educación Federal en Chihuahua dejara en libertad a la Normal Rural de Saucillo para que llevara adelante sus propósitos... Por cierto que —apoyándose en la Constitución General de la República— los afectados por el odio y la calumnia —ignorando lo que habíamos gestionado en la ciudad de México— salieron a Saucillo y llegaron a Salaices sin que nadie los molestara... Cabe aclarar, también, para que se vea como la ignorancia, el rencor y la incapacidad producen alarmas infundadas y generan atropellos e injusticia, que el Director de Educa-ción Federal entonces comisionado en Chihuahua, odiaba y odia y eso me consta, a las Escuelas Normales Rurales y por otro lado y eso le consta a todo el magisterio federal chihuahuense, nunca ha sido otra cosa que mandadero de los gobernadores del estado y de los políticos encumbra-dos. Este hombre es el responsable directo de muchas si-

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tuaciones de conflicto, que se hubieran evitado si él fuera un hombre valioso moral y profesionalmente hablando.

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Durante los años de 1964 y 1965 —pero especialmente en el primero de esos años— el estado mexicano —munici-pio, estado, federación— se puso constantemente en ridí-culo ante la conciencia de los estudiantes, los maestros, los campesinos y en general de la gente sensata: las Escuelas Normales Rurales de Saucillo —alrededor de 300 mujeres, la mayoría inmensa entre los 12 y los 18 años de edad— y Salaices —un poco más de 300 muchachos, la mayoría también entre los 12 y los 18 años de edad—, eran vigila-dos constantemente por la policía “secreta” del estado; por las policías municipales y por policías llegados de la ciudad de México y, además y así como lo está usted leyendo, por espías de la F.B.I. y de la C.I.A., y, peor aún, por soldados del Ejército Nacional:

a).—La Normal Rural de Saucillo se encuentra pegada al lado oeste de una carretera y por detrás está rodeada de lomas de arena. Además en sus alrededores hay muchos árboles. Desde las lomas, desde la carretera y ocultándose tras los troncos y las ramas de los árboles, los soldados, por ejemplo, ejercían una descarada labor de espionaje. Pasaban y pasaban hacia el norte, hacia el sur, por la carre-tera. Se apostaban en la parte más alta de las lomas para estar viendo los patios y edificios de la Normal. De repente sacaban la cabeza o salían de entre los árboles causando la natural alarma entre las alumnos y los maestros. El Di-rector, después de soportar algún tiempo aquella labor de espionaje, buscó la oportunidad de hablar con el Sargento que comandaba a nuestros juanes, por cierto que casi tuvo que cazarlo para realizar su propósito. Le hizo una amplia explicación haciéndole ver que allí no había comunistas ni

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agentes extranjeros; que tampoco era verdad que fueran a levantarse en armas como no lo era que fueran a preparar motines ni a incendiar la ciudad, ni a asesinar al aterrori-zado presidente municipal que —aquí de pasada, creo que no dormía dominado por su injustificado temor a las mu-chachas—; le explicó, en fin, que allí habían mujeres jóve-nes, defensoras de los campesinos sí, pero pacíficas y res-petuosas de la vida humana y amantes de su Patria y que no había por qué estar provocando alarma en la escuela con tan asiduo y visible sistema de espionaje... El Sargento, al fin soldado, se avergonzó y eso lo honra y en defensa de la desacertada orden que cumplía, alcanzó a explicar que lo que hacía era una medida de protección para viajeros: “andamos protegiendo a los turistas”, dijo...

b).—En Salaices ocurría algo semejante. Tampoco pue-de justificarse pero al fin y al cabo se trataba de una escue-la de hombres. Y aquí las cosas se pusieron peor. El que comandaba a los soldados que vigilaban a los muchachos para que “no se alzaran en armas ni realizaran motines ni cometieran desmanes”, tuvo la malhada ocurrencia de ha-cer entrar, a una patrulla armada, dentro de los edificios de la Escuela. Cuando los muchachos los vieron, en lugar de amedrentarse, se armaron de piedras y como los soldados no podían disparar y los muchachos lo sabían, a pedrada limpia los echaron fuera. Allí no hubo explicación alguna. Ante la imprudencia de un impreparado para mandar, hubo gritos, maldiciones y pedradas y los soldados tuvieron que huir.

c).—La psicosis en relación con las muchachas, los mu-chachos y los maestros se manifestaban en las medidas —contrarias a las garantías individuales consagradas en nuestra Constitución y al ejercicio de los Derechos Huma-nos—, que tomaban tanto las autoridades militares como las civiles. Entre ellas hubo una que mereció la burla y los acres comentarios de casi todas las personas que de ellas se dieron cuenta: soldados y policías impedían en los entron-

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ques de las carreteras que estudiantes varones o mujeres, viajaran; impedían que automóviles y camiones de pasaje o carga, levantaran a los estudiantes de Salaices o Saucillo. Amenazaban y hasta llegaron a sancionar a los conducto-res de vehículos que violaran esas disposiciones. Soldados, policías municipales y agentes de tránsito en movilidad continua, mantenían este en cierta medida, ineficaz estado de sitio porque, cuando los muchachos tuvieron razones valederas para salir, salieron o a ver a sus familiares que les llamaban o a mejor defender sus derechos humanos.

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Como ya figura en páginas anteriores, los enemigos de la verdad y al mismo tiempo de la libertad y de la justicia, querían toda costa probar que, Chihuahua, era un polvo-rín y que la dinamita humana estaba almacenada en las escuelas posprimarias del estado, especialmente en Sau-cillo y Salaices. Necesitaban presentar una prueba de su dicho, encontrar la manera de hacerse de algo que les per-mitiera convencer a la autoridad de que sus afirmaciones eran verdaderas. Gracias a la imprudencia y a deslengua-dos que nunca faltan y que —además— nunca han servido para nada bueno, los enemigos del pueblo en Chihuahua, informaron al poder público e hicieron creer la versión de que agentes comunistas nacionales y extranjeros, especial-mente castristas, estaban preparando a los estudiantes de Salaices y Saucillo para que se sublevaran —carabina en mano— en contra del gobierno nacional. Hicieron correr el rumor de que la Sierra Madre Occidental iba a ser con-vertida en la nueva Sierra Maestra. Pero les hacían falta pruebas y pronto tuvieron la oportunidad de hacerse de ellas (?). Si insistimos en estos detalles es por lo mucho que tienen de revelador. Vea como obtuvieron una de esas “pruebas”. Las muchachas de Saucillo —las del Ciclo Pro-

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fesional— tuvieron que salir —como por entonces todavía se acostumbraba— a sus llamadas prácticas pedagógicas intensivas. Fue escogida la región minera de Parral, Santa Bárbara y San Francisco del Oro, como Zona de Práctica. En Santa Bárbara, si mal no recuerdo, se había instalado una “feria mecánica”, eso que los gringos llaman “carnaval” y que consiste —principalmente— en los juegos mecánicos que usted ya conoce y que además llevan otras diversio-nes como los puestos de tiro al blanco. Por la noche —bajo la vigilancia de los maestros responsables—, varias veces fueron las estudiantes a divertirse. En una de esas sesiones fueron objeto de muchas atenciones de galantes caballe-ros que les pagaron el “tío vivo”, “el chicote”, “la montaña rusa” y —como quien no quiere la cosa— las invitaron a probar su puntería en los puestos de tiro al blanco. Ellas —inconscientes de la trampa que les tendían— lo hicie-ron de buen grado: ejercitaron su tiro al blanco... Mientras ellas empuñaban los “fusiles” y apuntaban al blanco, al-guien se ocupó de fotografiarlas. Después esas fotografías, que efectivamente eran de alumnas de Saucillo “disparan-do sobre un objetivo”, fueron presentadas con leyendas de este tipo “Alumnas de la Escuela Normal Rural de Saucillo practicando en un campo de entrenamiento guerrillero”... Contundente “prueba” la de estas fotografías amañadas: no cabía duda de que las muchachas de Saucillo, se prepa-raban activa, intensamente, para la guerra de guerrillas... Y lo peor de todo es que, en gracia a la psicosis dominante en casi todos los que formaban el mundo oficial, tal “prue-ba” era concluyente. Hasta un equilibrado y nada cobar-de miembro del PRI con el que mantengo alguna relación, cuando negué la veracidad de sus afirmaciones exclamó: ¡Pero hombre, si he tenido las pruebas en la mano!

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Un día el Director de Educación Federal, llamó a Chihua-hua al Director de la Escuela Normal Rural de Saucillo: lo suponía el principal consejero y agitador dentro de la comunidad juvenil. Para su mente de elemental simple-za para no decir primaria, el Director de la Normal era el responsable principal de que las muchachas estuvieran en favor de los campesinos y apoyaran su lucha en favor del reparto de los latifundios. El Director de Educación dijo al joven maestro lo de siempre: usted es muy joven, lo están envolviendo en una maniobra antimexicana de la que usted no se da cuenta. Ayude al gobierno del es-tado. Todo depende de usted, etc. Cambiaron impresio-nes y cuando el anciano no pudo convencer al joven de que hiciera lo que —además no podía hacer— y le oyó decir que mientras hubiera latifundios en Chihuahua nin-gún profesor mexicano honesto podía aconsejar que NO se luchara contra ellos, el exasperado anciano exclamó: “Usted no es de aquí, usted acaba de llegar, usted es un mentiroso: en Chihuahua no hay latifundios”... Se acabó la entrevista. El joven profesor regresó a Saucillo y a los pocos días —poquísimos por ciento— del gobierno del estado le pidieron que colaborara su Normal con algunos números y la banda de guerra, con el fin de solemnizar la entrega de tierras cercanas a la Normal, a un núcleo de campesinos, acto al que asistiría el Gobernador del Estado. Maestro y alumnas se prepararon debidamente. Asistieron al acto. Asistió el anciano Director de Educación Federal que dijo que en Chihuahua no había latifundios. Cual no sería su pena —al fin defensor de latifundistas— cuando el propio gobernador, al hacer entrega de la tierra, afirmó, palabras más palabras menos, que en Chihuahua abundaban los la-tifundios y que él, el gobernador, se proponía acabar con todos ellos. Y como para hacer mayor el bochorno y el ridículo del Director de Educación Federal, citó nombres

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de latifundios y los nombres de sus propietarios... Para re-machar este clavo, meses después, en un congreso de la Confederación Nacional Campesina (CNC), verificado en la propia ciudad de Chihuahua, el Secretario General de este organismo y varios líderes agrarios, así como varios funcio-narios del Departamento Agrario, hicieron pública una muy larga lista de latifundios que abarcan centenares de miles de hectáreas; también se refirieron a los nombres de sus propietarios. Hecho éste que todos los lee periódicos de nuestro país encontraron como información y después en forma de comentarios en sus periódicos favoritos... ¡Pero en Chihuahua no hay latifundios!, según afirma el Director de Educación Federal.

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En medio de esta psicosis general que convertía a los estudiantes chihuahuenses, sobre todo a los de Saucillo y Salaices, en conspiradores, agitadores y motineros, en Chi-huahua y fuera de Chihuahua —gracias a la fuerte presión de miedo, de temor que esta entidad irradiaba— siguieron los reaccionarios mexicanos consciente o inconsciente-mente aliados a la F.B.I. y a la CIA—, haciéndole el juego a quienes pretendían a toda costa, que México rompiera sus relaciones con Cuba, que no era otra su intención al estar machacando que —el responsable de toda la agitación— era el Dr. Fidel Castro. Si lograban sembrar alarma y páni-co de manera tal que el gobierno mexicano viera como un enemigo peligroso al régimen cubano, ellos, los defensores de latifundistas y explotadores, ganarían la pelea y de paso también ganarían la amistad y la “gratitud” de los Estados Unidos. Por eso recogían y abultaban todas las versiones alarmistas que los agentes del imperialismo yanqui —con su embajador a la cabeza— hacían circular sobre México. Afortunadamente por más que el Gobierno Federal le hizo

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—en parte— el juego a antimexicanos de Chihuahua, no cayó en la trampa y hasta este día —9 de abril de 1967, en que escribo estas últimas líneas en un Hotel de Tenancin-go, Estado de México—, todavía México mantiene relacio-nes diplomáticas con Cuba y la comunicación aérea entre ambos países no se ha suspendido, como lo quieren los yanquis y los proyanquis... Pero lea usted lo que sigue:

a).—Tuve desde 1960 hasta el 31 de agosto de 1965, la Inspección de Enseñanza Normal en la Zona Norte. Por lo mismo, constantemente estuve recorriendo el estado de Chihuahua. Nunca rehusé invitaciones de grupos de obre-ros, estudiantes, periodistas, maestros y masones. Partici-pé en varios actos públicos en la ciudad de Chihuahua y en la de Delicias. Todo cuanto escribí en diarios y revistas fue en contra del latifundio y a favor de la lucha del pue-blo para que —el pueblo— alcanzara la entrega de la tie-rra o mejorara sus pésimas condiciones de vida, condicio-nes que se describen en la primera parte de esta modesta obra. Jamás a nadie ni en parte alguna, evadí expresar mis simpatías o sostener mis convicciones. Convenía —por lo mismo— sacarme del centro de esta corriente revolucio-naria. Había que buscar la manera de enviarme a la cárcel o al destierro. Y los “genios” de la política antipopular en Chi-huahua, tuvieron una idea “genial”: me acusaron de que —en combinación con un profesor y dos estudiantes, estos dos de Salaices— había intentado asesinar a principios de abril de 1964, a Don Gustavo Díaz Ordaz. Los días que el entonces candidato a la Presidencia de la República pasó en Chihuahua, yo estuve trabajando en Aguascalientes, Zacatecas y Guanajuato. El 9 —si mal no recuerdo— fui lla-mado urgentemente de Atequiza, Jalisco y comisionado a El Quinto Yemóvari, Son., y a Mexicali porque, los alarmis-tas hablaban de conspiraciones, motines etc., y en ninguno de estos lugares encontré algo que justificara tales infor-mes. Pero el acta, pese a lo descabellado de su contenido, fue enviada a la ciudad de México y cuando regresé el 27

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ó el 28 de abril del mismo 64, los mismos políticos habían hecho circular en los corredores de la SEP una versión: se-ría expulsado del país... Sobró quien me informara sobre la existencia del acta y me aconsejara hablar con el político fulano, con mangano o perengano, pero no lo hice. Esperé a diciembre y fui directamente a donde procedía ir y allí —cuando menos eso me dijo— supe que el Sr. Díaz Ordaz me aconsejaba vivir tranquilo: no habría represalia alguna en mi contra.

b).—Recuerdo lo ocurrido y tal vez lo estoy repitien-do —no tengo a la mano el original anterior que dejé en Ciudad Lerdo— que en abril los muchachos de El Quinto convocaron a una reunión de escuelas secundarias para organizar un campeonato deportivo regional. Se reunie-ron algunos delegados en la Normal Rural para discutir la convocatoria del evento: de aquí sacaron los espías que se preparaba una agresión contra el Candidato del PRI a la Presidencia de la República.

c).—En el mismo mes inventaron algunos jerarcas del mismo PRI en Mexicali, que los muchachos de la Normal Federal iban a hacer lo mismo: Atacar al Licenciado Díaz Ordaz. Tampoco resultó cierto. Fue una tempestad en un vaso de agua. Cuando la SEP recibió la angustiosa queja y me ordenó como en el caso anterior, averiguar lo que había, lo único que saqué en limpio fue que los políticos del PRI allí en Mexicali, además de torpes eran —cuando menos entonces— miedosos como gallinas, como conejos para mejor decir.

d).—Posteriormente, a fines de ese mes y a fines de mayo, ya no los políticos sino alguna de nuestras múltiples policías, hizo correr la versión de que los líderes de los es-tudiantes normalistas rurales, reunidos en Cañada Honda, Ags., trataban de organizar y —desde luego llevar al cabo— un movimiento armado en todo el país y que para iniciarlo, para abrir boca —como quien dice—, el 1° de Mayo, apro-vechando el desfile obrero en la ciudad de Aguascalientes,

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provocarían un motín sangriento. Por más que discutimos —otros junto conmigo— con nuestros “Jiménez” para convencerlos de que todo era mentira y que tales falsas alarmas no sólo eran calumnias perjudiciales para los estu-diantes, campesinos, sino perjudiciales para el país, no los pudimos convencer... El dos de mayo —después del desfi-le pacífico— me detuvieron para decirme que aunque no había habido el menor desorden, ellos —los “Jiménez”— tenían razón porque un grupo de normalistas rurales de San Marcos —con su banda de guerra— había desfilado a la cabeza de los obreros ferrocarrileros vallejistas... Me concreté a oírlos y a sonreír rogando dentro de mí porque “el señor los recoja en su santo reino”.

e).—Pero seguían siendo las Escuelas Normales Rura-les el blanco de las multiplicadas calumnias y motivo cen-tral de preocupaciones del F.B.I. y de la CIA: inventaron y echaron a circular una versión tan alarmista como falsa: estaba comprobado que los normalistas rurales de Roque, Gto., ahora sí definitivamente, se levantarían en armas en el mes de julio, justamente el domingo día de las eleccio-nes federales. Nuevamente fui como representante de la SEP para ver que había de verdad. Me dieron nombres de lugares en los que estaban guardadas las armas y de los lugares donde los normalistas rurales de Roque tenían gru-pos campesinos que los apoyaban. Anduve un poco por los lugares señalados hablé con las autoridades del PRI, natu-ralmente. Hablé con campesinos —casi todos del PAN— y llegué a la conclusión que formuló uno de los presidentes municipales con los que cambié impresiones y que me dijo muy campechanamente: ¡Mire amigo aquí no hay FEP, no hay CCI, no hay PCM, no hay MLN; aquí hay puro Pan y PRI, por cierto que es más PAN que PRI!... Un Mayor del Ejército Nacional —del que desde febrero me hice amigo, jefe de la Conscripción Militar en Celaya— que ya murió, —hecho que lamento profundamente por cierto—, me ayudó mu-cho en este trabajo y cuando pasó todo y quedó demos-

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trada, una vez más, la falsa alarma y que no había más que el decidido propósito de mantener en constante zozobra a Don Adolfo López Mateos y perjudicar a las Normales Rura-les para hacerlas desaparecer, tuvo una expresión que me limito a recoger: Lo que pasa, profesor, es que desde unos pocos años para acá nos hemos vuelto muy... gallinas!

f).—Pero no se daban por vencidos los que trataban de aterrorizar a López Mateos para que le diera un baño ca-liente —de sangre— al pueblo. Seguían trabajando tenaz y coordinadamente quienes no cejan todavía hoy en su empeño: conseguir que México rompa sus relaciones con Cuba y se coloque cabal y completamente en la línea de los gorilas: que auspicie la fuerza interamericana de paz; que esté de acuerdo en que los mandos del ejército nacional radiquen en el Pentágono; que abandone la tesis política de la No Intervención y la del Derecho de Autodetermina-ción de los pueblos... Intentaron un último golpe: habían asesinado a Jaramillo y crimen tan bestial no dio el resulta-do que esperaban; había que planear y realizar una nueva provocación y la intentaron:

—A fines de abril y a principios de mayo, se reunieron los líderes de los estudiantes normalistas rurales en Ca-ñada Honda. Su propósito fue el de preparar lo necesario para hacer la unidad pues se encontraban divididos en dos grupos.

—Sus acuerdos de mayo fueron en el sentido de cele-brar a fines de octubre —allí mismo, en Cañada Honda— su congreso de unificación y así lo hicieron.

—Las delegaciones de 27 de las 29 Escuelas Normales Rurales, fueron numerosas. Todos sus trabajos fueron de organización. No hubo nada de conspirar en contra del ré-gimen ni de amenazar a éste con una sublevación arma-da. Su intención era la de llegar unificados a la toma de posesión del Lic. Díaz Ordaz para poderse defender mejor. Tenían la certidumbre —certidumbre que compartía junto con ellos y que expresé en público y en privado muchas

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veces—, de que en llegando a la Presidencia de la Repú-blica, don Gustavo haría pedazos a las Escuelas Normales Rurales. Por esta circunstancia la unificación era vital y ur-gentemente necesaria.

—Desde que se inició el Congreso se multiplicaron las provocaciones: vendedores de discos, propagandistas de un método para estudiar inglés o muchas otras gentes que llegaban haciendo preguntas tontas y que los estudiantes identificaban rápidamente —hay algo en el policía, además de la torpe ocultación del arma, que lo denuncia— y con su fina sensibilidad se dieron cuenta de que no trabajarían en paz.

—Aparecieron otros agentes abiertamente empistola-dos interrogando a personas que trabajaban en la escuela y amenazándolas. Se retiraron un poco pero andaban “per-didos entre los mezquites”... Y hasta un camión de volteo, con soldados, se estacionó por unos días frente a la puerta del salón de sesiones del Congreso.

—Los muchachos resistieron todas las provocaciones. Lo que ya no aguantaron fue la presencia de más de 200 soldados de caballería que —al atardecer de uno de los úl-timos días— estuvieron dando vueltas alrededor del jardín frontero a la escuela y luego se retiraron a un lugar cercano, en el que acamparon y toda la noche estuvieron disparan-do sus armas... Los muchachos ya enardecidos, protesta-ron y difícilmente escucharon a sus líderes que les pidieron esperar —a petición mía— que las cosas se aclararan. No se aclaró nada: el jefe de las Operaciones Militares nos ex-plicó que se trataba de maniobras de rutina y nos enseñó el cuaderno con los planes del Estado Mayor. Nadie lo cre-yó. Pero él —personalmente— acompañado del Secretario Particular del Gobernador de Aguascalientes y por mí, fue a Cañada Honda y les pidió disculpas a los congresistas y de paso les dijo un breve y radical discurso, asegurándoles ser su amigo y que nada igual o parecido volvería a ocurrir... No puedo decir nada más. Pero sé que algo hubo que lo

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forzó a adoptar tan humilde actitud frente a estudiantes inermes... Y la sangre de estudiantes normalistas rurales, que ellos, los enemigos de México, esperaban que corriera, no corrió y los muchachos salieron perfectamente unifica-dos y lo están hasta la fecha.

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He hecho un resumen de lo anterior porque, a mi juicio, todo lo que en estas últimas páginas queda escrito, ayu-da a iluminar la tesis, a hacerla clara, comprensible, que muchas personas valiosas por su pensamiento y por su ac-ción política, sostienen y de la cual participé sin saberlo, desde el momento mismo que leí la noticia de la matanza humana ocurrida en Madera, Chih., el 23 de septiembre de 1964, mientras el Presidente de la República visitaba la ciudad de Torreón, Coah. De acuerdo con dicha tesis, Ar-turo Gámiz y Pablo Gómez Ramírez, profesores ambos y además médico el segundo, murieron junto con los otros jóvenes que con ellos perdieron la vida, víctimas de una celada. Los enemigos del pueblo mexicano —nacionales y extranjeros— no descansan ni descansarán mientras la lucha socialismo vs. capitalismo siga planteada ante la hu-mana conciencia, en la tarea de hacer creer al mundo que México es un país dominado por el comunismo y por lo mismo, próximo a sufrir una revolución comunista. Entrar en contacto con Gámiz y Gómez Ramírez y el reducido gru-po de revolucionarios amantes de la acción inmediata, que a ellos dos los seguía, debe haber sido cosa fácil. Lanzarlos a la fatal aventura más fácil todavía. Igual que otros que afirmaron que las condiciones para que triunfe la revolu-ción violenta están dadas en México y en la América Latina, Gámiz y Gómez Ramírez —me consta personalmente por lo que hace a éste último y hay un documento redactado por el primero en el que se condena a los enemigos de la

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acción armada inmediata—, ardían en deseos de llegar a dicha acción. Cuando sus amigos hacían ver a Pablo el pe-ligro de fracasar y de morir, contestaba, invariablemente, que alguien tenía que comenzar y morir... Sigo insistiendo en lo que publiqué desde el primer momento: cayeron en una trampa sangrienta, fueron vil y miserablemente en-gañados. Es posible que algunos de los sobrevivientes, si los hay, puedan descorrer el velo de este misterio. Tal vez no porque, Pablo y Arturo, por una elemental discreción no debieron revelar los nombres de personas que a nom-bre propio y de algún grupo les dieron consejos o ayuda o se las ofrecieron para la hora decisiva. Nadie, hasta ahora se conforma con calificar el sangriento suceso como una simple imprudencia. Era demasiado lo que se jugaba en el aspecto político y mucho peligro individual que cada uno iba a correr, para que no lo hubieran pensado y discutido pesando los pros y los contras, analizando las probabilida-des de éxito o de fracaso. Hay quienes cierran el caso di-ciendo que en el pecado llevaron la penitencia y que eso les pasa a los impacientes y que a las revoluciones no se juega. La verdad es la de que —de Madera— tiene que salir una lección no sólo relativa a una futura acción sino a la vigilancia revolucionaria: Falta de vigilancia revolucionaria, falta de un aparato de protección para quienes se lancen a la lucha y que hizo caer más presos políticos en agosto del 66... No sé si alguna vez lo he escrito pero lo he dicho muchas veces: comencé a trabajar en 1932 con el Parti-do Comunista y debía probar mi capacidad de militancia para tener derecho al carnet. Esto ocurría en Tamaulipas: tenía que hacer circular “El Machete”, luchar en los grupos de trabajadores por la línea de frente único y además, de cuando en cuando si los compañeros lo creían necesario, dar pláticas a los campesinos y obreros para “encuerar”, como ellos decían, a Abelardo Rodríguez, Presidente de la República; al Jefe Máximo Plutarco Elías Calles, etc. Y lo hice y gracias a una serie de precauciones cuidadosamente

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tomadas y que muchas veces no conocí, ningún soplón ni político alguno, pudieron aprehenderme o denunciarme. Este recuerdo me hace pensar que siempre ha sido posible en México, como fue y seguirá siendo, la lucha en todos los pueblos del mundo y más cuando se trata de alcanzar para el pueblo paz, libertad y justicia social.

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CAPítuLo DECIMoCuARto

ALGo SoBRE LoS CAíDoS

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Traté en dos revistas mexicanas, en un diario capitalino y en otros periódicos diarios de provincia, de hacer con-ciencia pública en favor de los caídos y de echar por tierra los juicios del todavía Gobernador de Chihuahua. Él, Giner Durán, los calificó de bandidos, salteadores, facinerosos. Para mí fueron víctimas inmolados por causa de una trai-ción, que murieron por amar profundamente a su pueblo. Todos eran hombres valiosos, moralmente dignos. Márti-res de su amor a la verdad, a la libertad y a la justicia, es profundamente lesivo que —en el futuro— carguen sobre su memoria una condenación que no merecen, máxime cuando —imprudentes, impacientes o no— murieron por la sagrada causa de la felicidad de los mexicanos, defendi-da por todos los próceres de nuestra historia. Lamento, no poder hacer así sea una síntesis biográfica de cada uno de los caídos en Madera. Mis posibilidades son muy limitadas y por ello, ahora, me resigno a escribir algunas líneas sobre cuatro de los participantes: Arturo y Emilio Gámiz, Pablo Gómez Ramírez y Miguel Quiñones Pedraza.

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Arturo Gámiz García, profesor empírico al servicio del gobierno del estado, era el que mayor experiencia tenía en

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lo que podemos llamar actividad guerrillera. Además de lo ya expresado antes, en los datos que dejan claro el por qué de su acción guerillera, juzgo necesario dar a conocer de él lo que sigue: Nació el 28 de febrero de 1940 en Súchil, un hermoso pueblo del estado de Durango, el primero de los valles escalonados que de sur a norte constituyen la entidad.

Sus padres son hijos de campesinos. Su mamá es la se-ñora Elodia García de Gámiz, ama de casa y su papá el Sr. Emilio Gámiz Fernández, ha trabajado siempre como obre-ro. Actualmente es operario de primera en Celulosa de Chi-huahua, S. A.

Desde pequeño, al decir de parientes y vecinos, inició sus estudios primarios en la Escuela Primaria Federal de Súchil, a los 7 años de edad y se distinguió por su inteligen-cia y responsabilidad que lo hacía tomar muy en serio sus tareas escolares y demás obligaciones. Allí cursó hasta el cuarto grado.

Su padre se fue a trabajar a la ciudad de México y con tal motivo, Arturo cursó y aprobó el sexto grado en La Villa, en la Escuela Primaria Federal —matutina— “José Ma. More-los y Pavón”, con Diploma de Honor por su aplicación... Tal vez las hazañas y las ideas políticas de uno de los hombres más grandes de América, fueron el germen de su forma-ción ideológica.

En 1955 se inscribió en la Escuela Secundaria Federal No. 4, del Distrito Federal, y al año siguiente, en 1956, em-pezó a participar en la Juventud Popular del PP. En 1967 fue Secretario General de la Sociedad de Alumnos de la citada escuela. El mismo año formó parte del comité de Huelga en apoyo del movimiento realizado por el Instituto Politéc-nico Nacional. Ya para entonces y con ese motivo, traía con frecuencia lo que él llamaba “ángel de mi guardia”, es decir un policía detrás.

Del Distrito Federal se cambió a Chihuahua, siguiendo a sus padres, y principió a organizar la Juventud Popular. Des-

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pués se fue a trabajar a La Junta, hoy Adolfo López Mateos, probablemente en un interinato como maestro de grupo porque —al poco tiempo— 1958 —febrero o marzo— se encontraba en Las Lajas, como oficinista en la construcción de un puente o túnel, sobre el FC Chihuahua-Pacifico. En La Junta organizó —también— la Juventud Popular. Tal vez por ésto dejó la plaza que había ocupado en septiembre de 1957.

En septiembre de 1959 se inscribió como alumno en la Escuela Normal del Estado en la ciudad de Chihuahua.

Allí se conectó con Guillermo Rodríguez Ford y con los Gaytán y se fue a trabajar a la sierra, de donde, como se explica en capítulo anterior, pasó a la lucha activa en contra de los caciques y de la policía rural del Estado.

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Emilio Gamiz García, hermano de Arturo, tengo los si-guientes datos:

Nació en la ciudad de Puebla, el 19 de mayo de 1945. El primero y segundo año de primaria los cursó en la

misma Escuela “José Ma. Morelos y Pavón”, en el Distrito Federal, ya mencionada. El resto de su primaria lo cursó en la ciudad de Chihuahua.

Cursó la Secundaria también en Chihuahua. Se recibió en el Tecnológico como Mecánico en máquinas de com-bustión interna.

Fue ciclista destacado y hasta organizó un club al que le puso “Novel” como nombre.

En 1954 participó en el llamado “Encuentro en la Sie-rra”, cuando varios centenares de estudiantes de algunos lugares del país, se reunieron en Madera, Chih., y se provo-có un escándalo nacional.

Desde el mes de julio de 1964 se entregó en cuerpo y alma al movimiento revolucionario.

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Pablo Gómez Ramírez, al que conocí en el año de 1948 o 1949, cuando interrumpió sus estudios de Medicina para aceptar que lo comisionaran en la Escuela Normal Rural de San Marcos, Zac., nació en la hoy ciudad de Saucillo, en el sur del estado de Chihuahua y su niñez, fue aún vivien-do en una población importante, la de un niño campesino. Más de una vez en las prolongadas conversaciones que con frecuencia sostuvimos, —pues desde que lo conocí mantu-ve con él amistosa relación—, me señaló desde la Escuela Normal Rural de Saucillo o desde las carreteras que por allí o cerca de allí pasan, lugares ya en las montañas o en el va-lle, en los que tuvo incidentes de trabajo rural o con hom-bres y animales y que le dejaron imborrables recuerdos. Acerca de su persona —en contra de mi personal deseo— puedo expresar nada más lo que sigue:

Hizo la carrera de Maestro Normalista Primario en la Es-cuela Normal de Chihuahua y de su vida estudiantil no pude recabar Información alguna. Supongo que fue inquieto, con la mente y la voluntad abiertas a las corrientes modernas y progresistas del pensamiento. Lo pienso así porque —al llegar a San Marcos— desde luego se precisó su personali-dad por el saber científico y por su apasionada defensa de las causas justas, la condenación de la explotación de unos pueblos por otros y por lo mismo, de la explotación que en México se hace del trabajo humano.

Terminó el año escolar, como ya se dijo, ganándose la voluntad y la simpatía de sus compañeros de trabajo y de los alumnos normalistas, pero ya no regresó al siguien-te año: para cuando llegó a San Marcos ya militaba en el Partido Popular que —bajo la Dirección del Sr. Lic. Vicente Lombardo Toledano, por esos años daba la fuerte sensa-ción de que, en un tiempo breve— se convertiría en un gran partido de masas. Pablito —como le decíamos— tra-bajó entre muchachos y campesinos en favor de su Partido

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(PP). Tal vez su dinamismo, entusiasmo y el contagioso y siempre alegre humor con que hacía frente a todas las si-tuaciones de su vida determinó que el PP lo considerara útil para el trabajo político en el Distrito Federal y allá se quedó. Además, ésto le convenía porque —su más firme intención— era la de reiniciar sus interrumpidos estudios de Medicina.

Muy de tarde en tarde me llegaban noticias de él o lo encontraba, circunstancia esta última que hizo que nuestra liga personal se fuera fortaleciendo a pesar de que —po-líticamente— no coincidíamos en algunos de sus plan-teamientos. Cuando a fines de 1960 fui a Ricardo Flores Magón, como Inspector de Enseñanza Normal, lo encontré viviendo en Buenaventura —un poco adelante de la ex-hacienda de El Carmen— y entregado al ejercicio de la me-dicina y a la organización política de los campesinos para que —los campesinos— lucharan por la tierra, el crédito, el agua, etc., y porque —y este constituía un aspecto muy importante de su lucha— los derechos de los campesinos no fueran olvidados, burlados y atropellados que —estos males— fueron la brutal herencia que dejó a los hombres del agro, el Hombre de la Prosperidad de los Prósperos, Don Miguel Alemán, universitario y algún día “cachorro de la Revolución Mexicana”.

Como médico era un buen médico, sus enfermos sana-ban y si alguna vez se acordaba de cobrar, cobraba muy poco. Creo que la base de su economía familiar estaba en la cátedra que cubría en la Escuela Normal Rural. Por co-modidad y buscando siempre la mayor eficacia de su lucha, se cambió a Flores Magón. Consiguió así perder menos tiempo en los traslados, vivir constantemente en contacto con las alumnas de la Escuela y ampliar su acción entre los campesinos. Pronto se ganó el completo afecto de las mu-chachas y el solidario afecto de los Maestros que —en su mayoría— comprendieron que la lucha de Pablo era lucha justa y además, legal en cuanto que no salía —para nada—

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de la filosofía de la educación rural mexicana. Catedráti-co con preparación científica muy amplia y amando como amó a la gente del campo y de manera especial a los jóve-nes, pronto dejó de ser el simple amigo de las estudiantes para convertirse en su indisputado guía. Circunstancia que le permitió extender su influencia hasta con los normalis-tas rurales de Salaices.

De Flores Magón la Escuela Normal Rural fue cambiada —en contra de la opinión sensata— a Saucillo. Pablo siguió a la Escuela en su peregrinar y de pronto se vio en su tie-rra natal y en el centro de los más candentes problemas campesinos. Su hermano Raúl —también profesor nor-malista— siguió con apego a Pablo y ambos que eran del PPS, de hecho y automáticamente pasaron a formar parte de la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM), jefaturada por Jacinto López, sonorense amplia-mente conocido en el país como dirigente nacional de nu-merosos grupos campesinos. La UGOCM pronto agrupó a los núcleos campesinos más descontentos despojados de sus derechos y atropellados moral y físicamente. Fue una organización combativa e inquieta, audaz y valiente en la lucha en contra del descarado latifundismo que TODAVÍA padece el estado de Chihuahua. Con su hermano Raúl or-ganizó campesinos sin tierra y discutió y promovió medidas con los ejidatarios a fin de evitar que se les privara de sus derechos y las burlas de que eran objeto por parte del po-der público.

Como ya quedó enterado el lector, el estado de Chihu-ahua era entonces —1960-1965, y lo sigue siendo aún—, paraíso de latifundistas. Pablo, Arturo, Raúl y Álvaro Ríos eran partidarios, de una lucha más activa: querían movili-zar a las masas campesinas y mantener a los campesinos en una constante y activa lucha en contra de los latifun-dios. Ni Pablo, ni Raúl —su hermano— querían provocar conflictos internos dentro de la UGOCM. Pero pedían que ésta actuara y creyeron que —bajo la presión de los sin

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tierra— lo conseguirían. Esperaron un año y medio. Vien-do que nada práctico se hacía en contra de latifundistas y caciques —los que sí actuaban encarcelando, matando, despojando y atropellando campesinos— Pablo y Raúl se decidieron en 1964 por las invasiones de tierras y otros di-rigentes de la UGOCM por las caravanas campesinas. Ar-turo Gámiz y su pequeño grupo, se decidió por la lucha guerillera. Era demasiado esperar. Los atropellos, despojos y asesinatos en los que las únicas víctimas eran los trabaja-dores del campo, habían llevado a los campesinos al límite de su resistencia. Los campesinos y hasta las muchachas de la Escuela Normal Rural de Saucillo, empezaron a in-vadir tierras de latifundistas declarados o disfrazados de pequeños propietarios... Se desató un escándalo nacional. Los gorilas de Chihuahua “justificaron” —sobre todo con las invasiones hechas por alumnas de Saucillo— que tenían razón en ejercer represión en contra de los estudiantes y el saldo —como lo confiesa uno de los mejores y más cer-canos amigos de Pablo, fue “como único resultado efecti-vo”— “las persecuciones y encarcelamientos”.

En 1964 el PPS le pidió a Pablo que aceptara participar en las elecciones federales de ese año. Pensó —después de discutirlo por un tiempo con sus más allegados amigos- que si alcanzaba llegar al Palacio de Donceles y Allende, la calidad de diputado federal le ayudaría a luchar con me-jores resultados en favor de los hombres del campo chi-huahuense. Estas razones lo hicieron aceptar y jugó como diputado federal suplente por el distrito electoral que com-prende la región de Delicias.

Fue rudamente criticado por participar en los actos electorales como candidato aunque fuera en la llamada oposición. “Se le calificó” —dice su ya mencionado amigo, injustamente— como uno de tantos que se dicen defen-sores del campesino pero que sólo buscan acomodarse... La campaña no tuvo el éxito que buscaba. Decepcionados, amargados, escépticos como resultado de tanta burla y

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atropello, los campesinos en su mayoría ni siquiera vota-ron. Tal hecho causó profunda impresión en el ánimo de Pablo. Se fue a México y por más de medio año gestionó irse llevándose a su familia, a Cuba, para trabajar en el te-rritorio libre del imperialismo yanqui en América, como médico o como profesor normalista. Tampoco pudo llevar adelante el nuevo proposito y viendo que no podía salvar los obstáculos que se alzaban en su camino, tomó una nueva decisión y la llevó al cabo: regresó a Saucillo, Chih., abrió, otra vez, su consultorio médico y se dispuso a luchar nuevamente en favor de los campesinos.

Al año siguiente y con más precauciones personales y estudiando con más cuidado el problema, contempla la posibilidad de llegar a la presidencia municipal de Ciudad Delicias. Lo empujaba su misma ardiente pasión de servir al pueblo, de ayudar a darle una “conciencia cívica”, de hacerle sentir el ansia de alcanzar la libertad cabal, la que permita liquidar injusticias y desigualdades antihumanas. Como la vez anterior, no encontró respuesta y ni siquiera quiso figurar como candidato.

Por julio o principios de agosto, regresando de un via-je de Chihuahua a Delicias, se dio cuenta de que algunos amigos de él, que continuaron su viaje al sur, fueron dete-nidos en Ciudad Camargo por los agentes del Gobierno del Estado. El hecho lo puso alerta y descubrió que él también iba a ser aprehendido. Ya una o dos veces había estado en la cárcel —en la última, el Lic. Díaz Ordaz, a su paso por Delicias como candidato presidencial, había ordenado su excarcelamiento llevándolo con él en el propio camión de su comitiva— y debe haberle causado un muy hondo impacto su encarcelamiento porque —al comprobar que lo aprehenderían— le dijo a su esposa: “Prefiero estar a tres metros bajo tierra que soportar los tormentos de la prisión”... Huyó al sur refugiándose en la ciudad de México donde —en un viejo hotel que está entre Allende y Belisa-rio Domínguez— nos vimos varias veces entre el 16 y el 20

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de agosto de 1965. Creí, cuando me regresé a La Laguna, que lo había dejado convencido para que se fuera a ejercer cátedra en Perote, Ver., en una Escuela Normal Rural en la que lo comisionaron. No fue así. Volvió a Chihuahua a unirse con los guerrilleros. Viajó nuevamente al sur, tal vez en busca de armas y elementos y “su última acción”, como dice su amigo, tuvo lugar el 23 de septiembre de 1965, una mañana fría de principios de otoño. En ella perdió la vida y su cuerpo —tomado de brazos y pies, por sus enterradores fue balanceado un momento al aire y, junto con sus siete compañeros muertos, arrojado en una gran fosa común.

Quiero terminar esta breve referencia a la vida de un mexicano valioso copiando el párrafo de una carta que tengo en mi poder: “Pablo pudo estar equivocado en los medios, pero no en la meta. (Lo prueba la miseria en que dejó a su esposa y a sus cinco hijos). (El paréntesis es del autor de la carta, JSV). Luchó por un ideal al que entregó su vida. Murió como él lo deseaba: luchando por los deshere-dados. “No todos se han de lanzar a la revolución”, me dijo una vez, “pero alguien tiene que empezar”... Ellos empeza-ron dando lo más que un hombre puede dar: la vida y Pa-blo debe haber muerto en paz con su conciencia. Hombre limpio de egoísmos, no corrompido ni por el vicio ni por la ambición, resulta una viva lección de amor a los ideales, de amor a la libertad y a la justicia social.

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Miguel Quiñones Pedroza, nació en San Bernardo —en el norte del Estado de Durango— el día 6 de octubre de 1943. Fue el quinto en la numerosa familia que formaron sus nueve hermanos y él, con sus padres —campesinos ambos— Miguel Quiñones Juárez y María del Refugio Pe-droza de Quiñones. He escrito y dicho muchas veces que era un hombre valioso y que —de seguir viviendo— mucho

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hubiera hecho en favor de México y de los campesinos en particular, a los que amaba de manera entrañable. Prue-ba de que mis afirmaciones no son nada gratuitas, son cir-cunstancias como las que enumero a continuación:

a).—En San Bernardo sus padres, sus amigos y todos los que de alguna manera trataron con él, recuerdan como, desde niño, se reveló como uno de esos hombres que de cuando en cuando nacen para ser ejemplo y guía de los demás. Vivió en el seno de su familia, de su escuela y fuera de ella, con rectitud y limpieza ejemplares. Desde niño su conducta dejó al descubierto que Miguel era generoso y bueno, que el egoísmo no tenía lugar en su alma y, ade-más, que ya apuntaba en él la grandeza que le tronchó la muerte: siempre fue enemigo de la pequeñez, de la mez-quindad, de lo ruin.

b).—Dicen que para los padres los mejores seres huma-nos son sus hijos pero, en el caso, el orgullo que los de Mi-guel sentían de saberlo su hijo, estaba amplia, plenamente justificado: la vida hogareña primero y la escolar primaria después, pusieron al descubierto las cualidades que en él anidaban: era comprensivo, estudioso, puntual, obediente y, a la vez, de clara y manifiesta inteligencia. Tomaba sus obligaciones y deberes con un muy elevado sentido de res-ponsabilidad lo que le hacía ser cumplido y exigente pero, sobre todo, exigente consigo mismo. Era lo que puede lla-marse un niño ejemplar. Se conducía de tal manera que su conducta resultaba simplemente intachable. Circunstancia doblemente valiosa por que allí —en él— no había doblez, simulación o algún mezquino interés.

c).—Hizo sus estudios primarios en San Bernardo bajo la dirección del profesor Alfredo N. Herrera, quién promovió lo necesario para que fuera a la Escuela Normal Rural de Salaices, Chih., a presentar la llamada prueba de admisión el último día de agosto de 1957. Desde entonces el futuro normalista dijo lo que iba a ser su vida de estudiante: al día siguiente, primero de septiembre, apareció su nombre

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ocupando el primer lugar, junto con otros dos niños del Va-lle de Allende, que destacaron entre más de 800 aspirantes Estudiante distinguido aunó a las excelentes calificaciones las bondades de una excelente conducta que le permitió ganar afectos y respeto en el ánimo de sus compañeros y maestros. Como en la primaria, su sentido de responsabili-dad, su capacidad para entender a los demás y su genero-sidad y falta de egoísmo se mantuvieron enhiestas. Uno de los más calificados catedráticos que en toda su historia ha tenido la Escuela Normal Rural de Salaices, me dijo un día: “Miguel fue siempre mi mejor alumno y creo que —ade-más— era el mejor estudiante. Poseía una gran calidad hu-mana”.

d).—Era tan valioso que su modestia resultaba a veces excesiva. Los frecuentes elogios y felicitaciones que recibía de sus compañeros y maestros allí quedaban: ni siquiera las hacía del conocimiento de sus padres. Estos —sus pa-pás y sus hermanos— jamás lo oyeron hacer alarde de sus capacidades o de su saber y mucho menos, señalar vicios o defectos a otras personas. Su madre, dolorida, confiensa que —hasta después de muerto Miguel— supo que fue el estudiante más destacado de su generación y de los pre-mios y elogios que recibió.

e).—Hay un detalle que lo señala como era: un gran mu-chacho. Sufriendo privaciones y miserias como las sufren todos los estudiantes pobres, jamás pidió nada a sus pa-pás que no fuera lo estrictamente necesario. Nunca aceptó más de lo que necesitaba y jamás, también, recurrió al en-gaño y a la trampa —a pretexto de compromisos y tareas escolares, para obtener dinero de los suyos—. Otro detalle que lo caracteriza —sobre todo ahora que contemplamos la realidad reinante— es el siguiente: gozaba honda, pro-fundamente, del placer de estar en su casa de vacaciones porque —para él— estar junto con sus padres y hermanos era la oportunidad para demostrarles su espíritu solida-rio: desde su llegada hasta su regreso, se pasaba las ho-

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ras ejecutando trabajos en el hogar y en el campo —en las faenas agrícolas— ayudando a su mamá, a su papá, a sus hermanos. Su calidad de estudiante no mató en él el impulso generoso, el impulso solidario que lo empujaba a ligarse con los suyos en el esfuerzo y el trabajo. Por ello, Miguel, vivió siempre con una suprema dignidad humana: nunca extendió la mano simplemente para recibir. Mereció cuanto le dieron y por eso fue digno.

f).—Otra notable característica de su carácter fue el acatamiento, la autobediencia a la disciplina que él se im-ponía libre y deliberadamente, atendiendo a su personal filosofía, es decir a su peculiar manera de entender la vida, de explicarse el mundo. No se dejó arrastrar por diversión alguna de esas que degradan al ser humano. Gustó de las diversiones sanas: cine, deportes, bailes. Todo sujeto a su personal decisión, a su personal voluntad. Nunca quiso lle-gar tarde a su casa y para él la diversión había de ser mo-derada porque tenía —y vaya si los tuvo— otros motivos de actividad espiritual e ideológica a que entregarse. No lo aturdía frivolidad alguna. Sabía desprenderse de ella, abandonarla, para ocuparse de los problemas trascenden-tales de la vida.

g).—Por todo lo anterior, Miguel daba una sensación de fuerza, de limpieza, de vitalidad, que atraía a los demás ha-cia él. Eran, por una parte, los elevados sentimientos mora-les que lo animaban y que se conjugaban con su generosi-dad y sus demás virtudes para expresarse en una conducta disciplinada siempre, lo que hacía que ganara la estimación y confianza de los demás. Su madre recuerda con tristeza honda, como el alma se le llenaba de gozo, de satisfacción, cuando lo escuchaba aconsejar a sus hermanos, a sus pa-rientes, incluso a personas de edad mayor. Irradiaba, repi-to, una fuerza que atraía. Tal vez su tranquilidad, su limpie-za, su decisión, su ánimo siempre dispuesto a la acción, a comprender y a servir, eran como una afirmación tan ro-tunda de su humana bondad, que a pesar de su juventud

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era escuchado con respeto y, lo que es mejor, atendido. h).—Un muchacho así tenía que hacer y la hizo, raya en

Salaices. Ganó calificaciones señeras, mereció distinciones y premios y, a la vez, la muchachada de su grupo primero y de la Escuela después, lo tuvo como a su líder natural y guía. No adoptó poses, no hizo circo ni se consumió por la impaciencia. Vivió como él quiso vivir: no para alcanzar nada sino para estar en paz consigo mismo, pero sus com-pañeros descubrieron lo que había debajo de su aspecto de estudiante bueno, y, por tal razón, varias veces figuró como miembro de los diversos comités ejecutivos de la Sociedad de Alumnos. Durante los dos últimos años de su carrera de maestro normalista rural, Miguel figuró como dirigente del Consejo Nacional de Estudiantes Campesinos Socialistas de México, pues su organismo social, la Federación de Es-tudiantes Campesinos Socialistas de México, por esos años se escindió. Era radical en su pensamiento y en la acción y aun cuando era alegre, cordial, dado a la camaradería con sus compañeros, en los problemas ideológicos y de teoría política era terco, tesonero, pertinaz. Sabía bien cuando, lo que él consideraba justo como teoría política, merecía el sacrificio de una larga amistad. Uno de sus amigos ín-timos cuenta como, el 26 de agosto de 1965, discutiendo puntos de vista sobre el hacer revolucionario en México, Miguel no vaciló en llamarlo envejecido y cobarde cuando él, Miguel, se convenció de que su amigo discrepaba en lo esencial, de sus puntos de vista.

i).—Terminó la carrera el año de 1963, en el mes de junio. Él, que como Secretario General de la Sociedad de Alumnos o como simple miembro del ejecutivo, nunca pidió ni gozó privilegios, mucho menos los exigió cuando le dieron su lugar de adscripción. Lo comisionaron en el pequeño poblado de Ariseáchic, en la Sierra Tarahumara y allá y aliado con los campesinos pobres de la comunidad, con ellos y sus niños trabajó desde septiembre de 1963 hasta el día de su muerte. Allí formuló un estudio dando

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a conocer las condiciones económicas de Ariseáchic, que incluido en otro más amplio sobre esa Zona, fue publica-do en el periódico “El Día”, que se edita en la ciudad de México. Dicho estudio puso de manifiesto las condiciones infrahumanas en que viven los indígenas de ese lugar. Lu-chó por modificarlas sin conseguir nada apreciable; como tampoco tuvo éxito su lucha en contra de una compañía maderera que explotaba impunemente los bosques del ejido; tampoco logró nada positivo en la lucha —también legal como la anterior— que emprendió en contra de un General del Ejército Nacional, que les arrebató unas tierras a los ejidatarios. Todo lo que explica, con claridad mediana, el abandono de las formas legales pacÍficas, de la lucha en contra de latifundistas y explotadores y por qué escogió el camino de la violencia.

j).—Otra versión dice que su primer año de trabajo lo hizo en Heredia, municipio de San Jacinto, Chih.

Lo que es rigurosamente verdadero es que padecía mu-cho de su aparato digestivo. Sus papás y amigos le aconse-jaron que pidiera su cambio para que cuidara de su salud convencidos de que, la falta de elementos alimenticios apro-piados, empeorarían su salud. Miguel dijo que no se cam-biaría de la Sierra Tarahumara, que vivía y trabajaba muy a su gusto con los indígenas y mestizos pobres de la zona. Además, agregó, su Inspector Escolar le había propuesto cambiarlo mejorándolo y él había rechazado el cambio: quería seguir viviendo, trabajando, entre los pobres aún cuando las condiciones fueran difíciles. Auténtico revolu-cionario sabía bien y obraba en consecuencia, que cuando de la lucha social se trata, allí, en el peor lugar debe estar el mejor hombre.

k).—En Heredia y en Ariseáchic dejó obras materiales. Los informes recabados hablan de una escuela primaria federal levantada a su iniciativa, en cada uno de estos lu-gares. Es importante aclarar que no era de los que nada más invitan a hacer y en ambas construcciones se empeñó

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trabajando muchas horas personalmente. Y no sólo esto: cooperó con su propio dinero, poco es verdad, pero él era un Maestro pobre. Odiaba el ocio, no quería estar sin ha-cer nada y cuanto ideaba era siempre en beneficio de los demás. Maestro rural como de los tiempos de oro de la Es-cuela Rural Mexicana, ejerció el magisterio con verdadera devoción apostólica. “Ellos me necesitan” —se refería a los pobres y a los humildes— les confesó una vez a sus padres cuando se vio forzado a explicar su decisión de regresar a la Tarahumara.

l).—Otro rasgo que le pinta como un joven responsable, consciente de sus obligaciones es el siguiente: sin que na-die se lo pidiera, desde que empezó a ganar dinero, mes a mes, sin faltar uno solo, envió una cantidad fija a sus pa-pás que —repito— nada le habían pedido pues lo que ellos —sus papás— querían, era que cuidara de su salud y que adquiriera lo necesario para vivir de la mejor manera en la sierra.

m).—Siempre dijo que uno de sus anhelos era el de ha-cer una especialidad en la Escuela Normal Superior. Otro, el de ir en un período de las llamadas vacaciones grandes, a los Estados Unidos: quería conocer, tener experiencia sobre el modo de vivir de los norteamericanos. Como no se inscribió —por no se sabe que motivos en la Escuela Normal Superior— anunció que se iría a los Estados Uni-dos pero, antes, llegó la muerte. Sus dos deseos quedaron insatisfechos.

n).—Había informado a su familia que estaba gestionan-do la organización de una Cooperativa —tal vez de Consu-mo— en Ariseáchic; que la juzgaba un recurso capaz de me-jorar en algo la economía de las familias. Con tal motivo, en unas tarjetas postales que envió a los suyos desde la ciudad de Chihuahua, les informó que había arreglado lo relativo a la organización de la Cooperativa. Posteriormente, en carta que escribió a sus papás el 9 de septiembre y que ellos reci-bieron el día 8 del mismo mes, les informaba, con el ánimo

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cargado de optimismo, que la Cooperativa pronto operaría —lo que prueba que ya la había organizado— y les daba otras noticias más, casi alegres: que había reanudado sus labores, que en la sierra estaban cayendo hermosas lluvias y que —además— había mucha comida para los pobres. Su madre, como acostumbraba hacerlo para el día de su santo —como expresa la locución popular— le escribió el 22 de septiembre felicitándolo, pero Miguel no recibió la carta. Otro día, al igual que sus siete compañeros muertos, fue cogido de los pies y de las manos, balanceado en el aire por hombres que obedecían a otro inhumano e inmisericorde, y arrojado a la fosa común...

o).—La noticia de su trágica muerte llegó a San Bernar-do, Durango, hasta el 27 de septiembre de 1965. Tal vez las riadas que hacen crecer ríos y arroyos y dificultan o des-truyen los medios de comunicación, justamente por ese tiempo, impidieron que su familia se enterara antes de tan amarga noticia. Más con todo y lo tardío conmovió profun-damente a todos los habitantes del lugar y de la región. To-dos recordaron al Miguel Quiñones Pedroza atento, cortés, amable con todos los niños, jóvenes, adultos y ancianos. Lo recordaron como hombre limpio, generoso, libre de mez-quindades y pequeñeces, lo recordaron como una espe-ranza más del pueblo que se perdía para siempre. No nada más en su casa lo lloraron muerto. En el pueblo entero y en los humildes jacales y casas de las rancherías vecinas tam-bién hubo lágrimas para Miguel, la esperanza muerta. Con ese don de adivinación tan propio del pueblo, sabían que a Miguel lo esperaba un alto destino. En el joven maestro normalista rural ellos vieron desde muy atrás, un hombre de los suyos, un hombre que no los engañaría, que les sería leal y por eso lo lloraron: era una esperanza más que se iba; era una decepción más que llegaba... A cinco días de distancia del trágico día de su muerte, la familia de Miguel seguía recibiendo visitas y palabras de condolencia.

p).—Su padre fue a Ariseáchic a buscar información, a

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conocer el último lugar en el que trabajó y a recoger ob-jetos personales del joven sacrificado. Nadie pudo infor-marle nada porque —era natural— que nada supieran. Lo que comprobó fue que su muerte, al igual que en San Ber-nardo, arrancó lágrimas de dolor a niños, jóvenes y adul-tos puesto que para todos —hombres y mujeres— fue un querido maestro, su querido maestro como con voces con-movidas lo hicieron saber a su padres. Comprobó que en varias casas, ocupando un destacado lugar, figuraban pe-queñas fotografías de Miguel y, además, que su hijo —en todo lo que hacía o decía— era todo un hombre: empeza-ron a quererlo, a admirarlo por bueno, por convincente y porque era un auténtico maestro rural hecho a las reali-dades del campo. Sin lloriqueos, sin vacilaciones, para no causar molestias, se iba sólo —caminaba tan aprisa que no le daban alcance— de un lugar a otro a pie. De Ciudad Gue-rrero a Ariseáchic hacía el camino en un sólo día. No tenía miedo a la soledad entre las rocas o entre los árboles. Era todo un maestro normalista rural: no se compadecía así mismo, no se tenía lástima porque la regla es la de que, los que se compadecen así mismos, los que se tienen lástima, son hombres que no sirven para nada... Don Miguel —pa-dre del sacrificado— acabó regalando fotografías del joven maestro acribillado y que desprendió de algunas de sus credenciales. El anhelante gesto con que le fueron pedidas hizo que no las pudiera negar. Don Miguel se dio cuenta de que su hijo vivió, estudió y trabajó como un hombre, con humana dignidad y tal vez eso le haya consolado de la falta de una información que nadie pudo darle ni en Ariseáchic ni en Madera. A mi juicio, Miguel fue un ser superior. Por algo su madre escribió estas bellas palabras que copio:

“¡Vidas truncas en su floreciente edad!” “¡Vidas que debieron prolongarse para bien de la hu-

manidad!”

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Foto 1.- Cd. Madera, Chih., la cruz indica el cuartel en dicha población.

Foto 2.- En la foto los cadáveres de Miguel Quiñones Pedroza, Antonio Escobedo Gaytán, Arturo Gámiz García, Manuel Martínez Valdivia, Pa-blo Gómez Ramírez y Emilio Gámiz García. Faltan los cuerpos de Salo-

món Gaytán y el de otra persona no identificada.

APÉNDICE GRÁFICo

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Foto 3.- Arturo Gámiz García, que fuera cabeza del grupo en lucha con-tra el gobernador Giner Durán.

Foto 4.- Dr. Pablo Gómez Ramírez, en el ataque al cuartel disparaba con una escopeta de taco.

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Foto 6.- Secundino López con su esposa y sus hijas.

Foto 5.- Miguel Quiñones Pedroza, estudiante ejem-plar, maestro rural también

ejemplar.

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Foto 8.- Casa de Se-cundino López, dina-mitada y quemada.

Foto 7.- Familia vícti-ma de la agresión de

las autoridades.

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Foto 9.- Salomón Gaytán.

Foto 10.- Rafael Martínez Valdivia.

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Foto 11.- Óscar Sandoval.

Foto 12.- Emilio Gámiz García, hermano de Arturo.

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Foto 13.- Antonio Escobel Gaytán.

Foto 14.- Uno de los cuerpos no identificados, ¿Gámiz?

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Foto 15.- Armas usadas en el ataque al cuartel de Cd. Madera, Chih.

Foto 16.- Uno de los cadáveres no identificados muestra los orificios de bala.

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Foto 17.- Así iban llenando la fosa común.

Foto 18.- En la identificación de cadáveres (x) Alfonso Guadarrama, (xx) Simón Gómez Ramírez, hermano del Dr. Pablo Gómez R.

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Foto 19.- Otro aspecto en la identificación de los cadáveres.

Foto 20.- Panteón de Cd. Madera, poco antes del sepelio de los soldados.

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Foto 21.- Salvas en honor de los soldados caídos.

Foto 22.- Ataúdes de soldados listos para el entierro.

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Foto 23.- Un soldado a la fosa.

Foto 24.- Los cuerpos lanzados del camión en que fueron exhibidos, aparecen como sembrados a bolero. Esto sirvió de inspiración al pin-tor del cuadro. ¡Ellos sabían por qué!, reproducidos en la carátula, del

pintor Alberto Carlos.

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Foto 25.- Aeropuerto de Cd. Madera. Posiciones de los soldados des-pués del ataque.

Foto 26.- El sacerdote Roberto Rodríguez Piña en el entierro de los sol-dados. Se negó a oficiar para los civiles caídos en el asalto.

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Foto 27.- ¡Querían tierra! Dénles hasta que se harten.-Giner Durán.

Foto 28.- A la fosa los “locos mal aconseja-dos” .-Giner Durán.

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Fotos 29.-Pablo Gómez Ramírez en el momento de ser lanzado a la sepultura común.

Foto 30.- Preparativos para el traslado de los cuerpos a Chihuahua. Giner Durán se opuso al traslado y a la entrega de los cuerpos a sus

deudos.

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Foto 31.- Rito Calde-ra, jefe de guardias blancas en la región.

Foto 32.- Lechero muerto después del asalto. Los soldados le dispara-ron cuando no respondió el “alto”.

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CoLoFÓN

Tal vez y ésta es mi más firme esperanza, haya alguien que escriba un verdadero libro que lleve al pueblo mexicano la verdad sobre esta humana matanza. Como escritor tengo muchas limitaciones y si he escrito todo lo que ya quedó aquí como prueba de ellas, es porque no deseo que el recuer-do de este trágico, amargo y sangriento suceso se pierda.

Quiero además y tal vez esta machacona reinteración se haga molesta, que los partidarios de la causa de los po-bres encuentren argumentos para probar que —los ocho acribillados en Madera, eran, fueron mientras vivieron— hombres jóvenes y valiosos para su país. Que haya una guía siquiera, que ayude a probar que los Mártires de Ma-dera fueron eso: Mártires y de ninguna manera bandidos y salteadores como los calificó precisamente el hombre que tiene la culpa de que hayan muerto.

Deseo, además, dejar constancia de que —en la mente

del pueblo— existe la firme creencia de que la sangre que corrió en Madera no fue el producto de una acción des-esperada o de un acto suicida: murieron víctimas de una celada, víctimas de la traición y el engaño. Los cadáveres acribillados materialmente, prueban que no pudieron re-cibir tantas heridas en una acción que más que un asalto, fue un combate, pues toda la información recogida hace ascender la duración del tiroteo a hora y media.

Deseo, también que, como resultado de este trabajo, la juventud revolucionaria de México se organice para levan-

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tar en Madera, como resultado de una acción general, un monumento sobre la fosa común que guarda los restos de los sacrificados, no sólo para darle perennidad a su memo-ria sino para lograr que —cada 23 de septiembre— ésta sea recordada por los jóvenes que luchan incansables por el advenimiento de un régimen social donde haya libertad y justicia social con pan, paz, trabajo, salud y cultura para todos y del cual —para siempre— se haya suprimido la ex-plotación del hombre por el hombre.

Cd. Lerdo, Dgo., Julio-Octubre de 1966. Tenancingo, Edo. de México, 9 de abril de 1967. Xocoyucan, Tlaxcala, 16 de abril de 1967. JOSÉ SANTOS VÁLDES.