19
cuA?F_Rlios DE MADINAT AL-ZAHRA' I a coRPoBA, t987

Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Cuadernos de Madinat al-Zahra. Vol. 1, Año 1987.: Revista de difusión científica del Conjunto Arqueológico Madinat al-Zahra (Medina Azahara).

Citation preview

Page 1: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

cuA?F_RliosDE

MADINAT AL-ZAHRA'I

a

coRPoBA, t987

Page 2: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

SUMARIOMANUEL OCAÑAJIMÉNEZPresentación Pág. 7

o t.ar JOtrfNADAS SOBRE MADINAT AI-ZAHRA'.PONENCIAS

MANUEL ACIEN ALMANSAMahnat al-Zahra'en el urbanísmo musulmán Pág. 11

CHRISTIAN EWERTElemenfos decoratiuos en los tableros paríetales del salón ríco

de Maúnat al-Zahra' . Pág. 27

J. E. HERNÁNDEZ BERMEJOAproximacilín al estudio de las especies botánicw originariamente existentes

enlosjardinesde Mattnatal-Zahra' Pág. 67

ALFONSO JIMÉNEZ MARTÍNLos jardines de Maúnat al-Zahm' Pág. 81

ANA LABARTA - CARMEN BARCELóLwfuentes árabes sobre al-Zahra': estado de la cuestíón Pág. 93

MANUEL OCAÑA JIMÉNEZConiileraciones en tomo al próIogo de la obra oMattnat al-Zahra'.

Arquitectura y decoraciónr, de don Félix Hemández Ciménez Pág. 107

GUILLERMO ROSSELLO-BORDOYAlgunas obseruaciones sobre la decoración cerámica en uerde y manganeso Pág. 125

. ESTUDIOS

ANTONIO VALLEJO TRIANOEl baño próximo al salón de 'Abd al-Ra\man III Pág. 141

. CRóNICA DEL CONJUNTO

ANTONIO VALLEJO TRIANOCrcinica años 1985-87 ' Pá9. 169

Page 3: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

1.as JORNADAS SOBRE MADINAT AL-ZAHRA'

PONENCIAS

Page 4: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

MADIN AT AL-ZAHRA' EN EL URBANISMO MUSULMAN

MANUEL ACIEN ALMANSA

I tema de <Madinat el-Zahra' en el urba-nismo musulmán> que me ha sido encar-

gado por le organizaaón de estasJornadas indicaclaramente que no tengo que exponer sobre elurbanismo de Madinat al-Zahra', ya que, efecti-vamente, por una parte contamos aquí con ex-celentes especialistas que conocen las fuentes y elyacimiento mejor que yo, !, por otra parte, mu-chos de los interrogantes que nos podemos hacer

ahorp sobre la ciudad de'Abd al-Ralrman III tansólo podrán ser contestados cuando se continúela investigación arqueológica.

Así pues, un vez disculpado de esa tarea porlas razones antedichas, lo que pretendo exponeres, más bien, el significado de Madinat al-Zehra'desde el punto de vista de la historia del Islam engeneral y de la de al-Andalus en particular; es

decir, que no me limitaré a los postulados de lahistoria del Arte, como tampoco a un análisis ex-clusivamente arqueológico de la cuestión

Metodológicamente este enfoque se llevaráa cabo a partir de los conceptos teóricos del ma-terialismo histórico, a pesar de que soy perfecta-mente consciente de que en nuestros días ese

contenido teórico es algo ya desusado o demoddé

ante la avalancha de onuevas historias> o, sobre

todo en arqueología, nuevas formulaciones teó-ricas. Sin embargo, creo que es demostrable queesas <novedades> lo son tan sólo en cuanto a laformulación, no en cuanto a los contenidos, y

que en absoluto se pueden considerar como su-

pletorios del materialismo histórico.Desde esta perspectiva metodológica es fun-

damental eclertr cuáles serían los elementos de-finitorios de la formación social islámica es de-cir, las características propias que üstinguen a

esta sociedad de las restantes formaciones socia-

les. Es éste un problema sobre el que se han ver-tido muchas opinioneg llegando a veces a solu-ciones puramente negativas, como la definiciónde uno feudalismon para la sociedad islámica tra-dicional vertida por los intelectuales egipcios enlos años 60, además de otras claramente pinto-rescas, como la de <feudaüsmo oriental> (1). Ennuestros medios culturales las versiones más co-nocidas son la expuesta por AA Rodinson, quiende una forma un tanto teleológica consideraba a

la sociedad islámica como abocada al capitaüsmo(2), y de manera más rigurosa S. Amin, quiendestacó lo que él llamaba modo de producciónde pequeño mercado simple y la articulación delcomercio lejano (3). Desde nuestro punto de vis-ta el esquema se puede completar con dos ele-'mentos la hegemonía de lo privado y el mundourbano.

Recalcar la hegemonía de lo privado es pri-mordial para distinguir la formación social islá-mica de otras formaciones sociales, como la capi-talista, que se basa en la relación de las dos esfe-ras, la de lo púbüco y lo privado, o del feudalis-

7l

Page 5: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

mo, donde las nociones de público y privado es

un postulado inexistente. La hegemonía de loprivado no se reduce a la legitimación y sacrali-zación de la propiedad privada que encontramosya en el propio Corán, sino que abarca a todoslos aspectos del mundo musulmán, desde la üdacotidiana como, por ejemplo, la particularidadde la construcción de la vivienda hacia el interioren vez de abrirse hacia la fachada, llegando a

identificarse con lo sagrado la parte más privadade la vivienü, el haram, es decir, el harén; en lavida política, donde la elección de un nuevo so-berano depende de una bayra, de un contrato, elmismo término que se emplea para una transac-ción comercial; o que tiene sus repercusiones entérminos urbanísticos, como explicó RBrunschvig mediante el concepto de finn' (4), yque ha llevado a algún autor a afirmar rotunda-mente que <sólo existe en islam la propiedad pri-vado (5).

Con respecto al predominio del mundo ur-bano en la sociedad islámica, sólo diré que es unode los pocos puntos donde se puede encontraruna total coincidencia entre los investigadores,independientemente de la diversidad de tenden-cias y escuelas en que éstos se englobar¡ quizás

con lá única objección de Ira M. Lapidus, queluego comentaremos. Pues bien, estos dos ele-mentos definitorios, lo privado y el muro urba-no se relacionan y enlazan entre sí precisamenteen la ciudad, entendida como el lugar donde se

efecnian los contratos, es decir, las transaccionesprivadas, garantizzdas por todo el aparato jurídi-co a su servicio y, en caso de necesidad, por elaparato policial.

Estos dos elementos se encuentran asimismocontemplados en el Corán, siendo perfectamen-te conocida la legitimación de la propiedad pri-vada y de su consecuente la aaividad comercial,hasta el punto que ya a finales del siglo pasadoCh. C. Torrey pubücó su tesis, según la cual el1é-xico empleado en el Corán para sus elaboracio-nes teológicas, en reaüdad, no era sino la termi-nología de la actividad comercial (6). El segundoelemento, sin embargo, ha pasado más desaper-cibido, divergiendo los autores segrín su propiavisión del urbanismo, desde.los que no encuen-tran ningurn elusión o sólo una, en la sura

72

XXXIII cuando se aconseja a las mujeres perma-necer en su residencia (7), hasta los que puedenreunir un extensobpéndice sobre polftica ediücia(8). En realidad, unos y otros autores lo que bus-can es posibles normativas jurídicas aplicables alurbanismo, cuando lo que creo es que el Coránaborda este tema desde una perspectiva muchomís ideológica.

Lo podemos observar si anaüzamos la visióndel pasado que nos ofrece el Libro Sagrado.Aunque, claro está, no se trata de un libro de his-toria, en el Corán encontramos una especial vi-sión del pasado que se efecnía mediante dos téc-nicas distintas La primera de ellas, que no nos in-teresa aqu( es la que podemos denominar comotécnica tradicional o propia de la antigua socie-dad tribal, es decir, la elaboración de genealogías,

pero, eso sú con una función distinta" la de aglu-tinar a la nueva sociedad; es así como surgen losepónimos 'Arab, para reunir a todas las ramas de

Q"ys y Kalb, o el de lbráhim, cuando se pensóen la asimilación de los judíos de Yatrib. La otratécnica de tratamiento del pasado lógicamentetambién está orienada en función de la nuevasociedad, y se trata de la visión que se nos ofrecede la antigua sociedad sedentaria del Yemen, re-cordando sus ciudades, palacios y jardines, per-mitiendo la identificación de ciudad y paraíso,aunque inevitablemente esa sociedad fue cesti-gada por Dios y devino la decadencia de la vidaurbana- Esta temática, indudablement€ no la sacó

Mahoma de la nada, sino que le vino dada por elcontenido de los fastos, también tribales, pero lanovedad reside en la integración superadora quese hace de las antiguas sociedades sudarábigas o, si

se.quiere, en la ucronía de poner en el pasado las

aspiraciones de la sociedad del momento, con unmecanismo muy semejante al que utilizó, porejemplo, la burguesía ilusrrada del XVIII, fabri-cándose la idea que ha llegado hasta nuestrosdías, de la Grecia clísica como el mundo de la ra-zón, de la democraci4 etc. De igual manera la vi-sión ideológica de la ciudad-paraíso se manten-drá en el mundo islámico a través de la literaturafantástica (9) y de las artes decorativas (10).

Si abandonamos este nivel teórico y pasamosal de la práctica" es claro que el Corán se redactapara la sociedad urbana de la Meca, una sociedad

Page 6: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

que ha roto con su antecedente beudína y que,por tanto, necesita una nueva legitimidad Pero, a

partir de aquí surgen las desavenencias, céntradasen el carácter de los amsar de la época de los Ra-5idün y, sobre todo, en el urbanismo de la épocaomeya- No cabe duda de que la mayoría de losamsar se convertirán muy pronto en auténficasciudades, aunque ello no aclara mucho sobre laintencionalidad de su creación y su primitivafunción -simple campamento o asentamiento denómadas-, y carecemos de evidencia arqueoló-gica para resolverlo, ya que no contamos nadamás que con las plantas de algurns mezquitas.Para la época omeya se constata el aumento ur-bano mediante la transformación de esos amsaren auténticas ciudades, y la creación de nuevosnúcleos, si bien se suele olvidar que no es unproceso lineal, sino que en ese momento se van aabandonar también ciudades como füra, la anti-gua capital de lo lajmíes, o la propia Ctesifon Engeneral, la cuestión se suele centrar en considerareste urbanismo omeya como continuidad o imi-tación del romano, para lo que se aducen losejemplos de Ramla o de .Anfar, o, por el con-trario, defender una ruptura entre el mundo an-tiguo y el musulmán.

Desde esa perspectiva creo que el problemaes insoluble y siempre habrá partidarios de urn yotra teoría Pienso que el error procede de en-tender la época de los Ra3idün y de los omeyascomo plenamente islámica a causa de una identi-ficación mecánica entre religión y sociedad, Es-tado y sociedad, etc., y no entenderla como unperíodo de transición hacia la f,ormación socialisl'ámica, caracterizaü esa transición por las con-tradicciones resultantes del enfrentamiento devarias formaciones sociales, representada la islá-mica por los árabes del $i!á2, la tribal por loscontingentes beduinos que participan en las con-quistas, la urbana heredera del esclavismo anti-guo o la <feudalizante> de los dahaqin iranios In-tentar ver, por tanto, formas plenamente islámi-cas o romanas en el urbanismo omeya no depen-de nada más que de la elección que haga el in-vestigador entre las distintas formaciones socialesque confluyen en la traruiciór¡ pero se harásiempre, en esa perspectiv4 en detrimento de lasrestantes formaciones sociales y, en consecuen-cia, destruyendo la realidad histórica. Sin embar-

go, y funcionalmente hablando, ese carácter for-mal de transición no implica que el urbanismode la época en general, tanto a partir de la evolu-ción de los amsar, de las nuevas construccionesomeyas, o de la ocupación de urbes preexisten-tes, en realidad corutituya un importante ele-mento de islamización, como lo demostrará eltriunfo de esta sociedad a partir de la revolución'abbásí.

Efectivamente, el triunfo .abbásí no fue sinola victoria de los que Shaban llama los <asimila-dores> (11), es decir, los partidarios, árabes y noárabes, del abandono del lihad y de la integra-ción de conquistadores y conquistados en unaúnica sociedad donde prime lo plenamente islá-mico. Como es sabido, el símbolo de la victoriaserá una ciudad nueva, la Madirnt al-Salám deal-Mansür, o sea, por fin la ciudad de la pez, ensentido üteral, aunque al mismo tiempo aluda alparaíso en exacta correspondencia coránice (12),paz imprescindible para el desarrollo del comer-cio y de la actividad privada en general

Los especialistas estáh de acuerdo en que du-rante los primerost siglos 'abb?síes se va a dar unimportante crecimiento demográfico, cuyaspautas concretas desconocemos pero que, lógica-mente, hay que poner en relación con la implan-tación de la sociedad islámica, y sin que haya queentender esto como una consect¡encia de la difu-sión de la poligamia (13);pero lo que ahora nosinteresa es que, en palabrx de Eliyahu Ashtor, elfenómeno más característico de ese desarrollodemográfico es indudablemente el aumento delas ciudades (14). Este mismo autor establece unalarga serie formada por esos nuevos núcleos que,lógicamente, no varnos a incluir aquí Pero loque nos importa destacar es que un buen núme-ro de esas nuevas fundaciones surgirán a impul-sos de los califas 'abtsasíes. Asi el propio al-Mansur, tras la fundación de Madinat al-Salám,construirá Raqqa y, en la misma Bagdad, lo quese denomina¡á al-Rusáfa para su hijo al-Madi;Hárun al-Raíid ampliará y tomará como sede laciudad de Raqqa; al-Ma'mun edificará al-Rahbaa orillas del Eúfrates; como es sabido, será en 836cuando al-Mu"tasim se traslade a la primeraSamarrá; en 865 al-Mustain fundará su ciudad alE. del Tigris en Bagdad (16) y poco después al-

13

Page 7: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

Mutawakkil ampliará lo que ahora conocemoscomo Sámarrá con su creación de al-Ya'fariyya.Todavía a finales del siglo XI el califa al-Mustazhir edificará la segunda Bagdad E, pero,sin necesidad de saürnos del siglo IX, la lista se

podría ampliar con las ciudades de frontera. Deesta simple relación se deduce con claridad quela intencionalidad de estas creacioes no era huirde lo que algunos autores llaman ulos revoltososmedios urbanos>, explicación que ha sido dada

incluso a la Madinat al-Salám de al-Mansür (77),

ya que sería absurdo un dispendio de tal magni-tud y con la seguridad de que no iba a cumplir su

objetivo. En verdad, esa explicación no es sinouna generahzactón a partir de la cita de al-Ya'qub1 en que expresa la creación de Sámarrápor al-Mu.tasim con el objeto de aislar a los pre-torianos turcos de la población de Bagdad, perocuriosamente la nueva ciudad no poseía ningúntipo de murallas, ni siquiera simbólicas, con loque esa opinión es dificil de aceptar.

LJna segunda observación se refiere a que di-chos centros, y frente a las tesis de diversos auto-res (18), no hay que entenderlos como simplesresidencias palaciegas o del gobierno, ya que,cuando tenemos fuentes para ello, se nos hablamuy claramente de sus mercados, centros artesa-nales, grandes mezquitas, etc., previstos ya desde

el momento de su creación e independiente-mente de 1o que fuera su desarrollo posterior(19). Es posible que en esta fiebre urbanísticatenga algo que ver el impuesto de le galla, qucrecaía sobre las tiendas de los comerciantes y quepertenecía al tesoro persornl del califa (20), perode lo que no cabe duda es de que existían las

condiciones propicias para ese desarrollo y de

1ue los califas las impulsarán

Esta actividad de los .abbásíes será emuladapor sus gobernantes, pero también por sus ad-versarios; asi Ibn Tülün construirá al-Qatá'i' enel actual El Cairo, el buwayhí'Adud al-Dawlahará lo propio con FanaJusraw cerca de Shirá2,

mientras que a los aglabíes se deben al-'Abbásiyya y Raqqáda en Ifriqiyya en tento queel primer urbanismo en el Magrib al-Aqsi será

obra de los disidentes idrisíes,la ciudad de Fez, yrustümíes, la de Tahart. Posteriormente, cuandolos musulmanes ocupen el actual Afganistán por

74

medio de los gaznawíes, estos levantarán LaIka-ri-Bázzr, provista de un zoco de 5 km. de largo,ciudad ésta en los confines del mundo musul-mán que posiblemente constituya el paralelomás semejante a Madinat al-Zahra'pese a la leja-nía geográfica y a su cronología de un siglo pos-terior, por lo que detenemos aquí esta relaciónque vincula ciudades y soberanos, que se podríaprolongar al menos hasta el siglo XVII.

Lo que sigue siendo problemático en estas

nuevas fundaciones es la insistencia en ubicarlas

en la proximidad de otras ciudades, dando lugaren algunos casos a ciudades múltiples, comoBagdad, Sámarrá o El Cairo, y más frecuente-mente, a ciudades dobles (21). Cabe la posibili-dad de que en algunos casos se hiciera con la fi-naüdad de atraerse rápidamente pobladores ymercaderes, conociendo el ejemplo de la crea-ción fitimí de Sabra-Mansuriyya junto a Qayra-wán con el objetivo de asfixiar económicamentea la ciudad del málikismo (22), y sabemos tam-bién que la expansión de Bagdad se debió en al-gún momento a consecuencia de incendios en la

parte vieja (23), si bien no sería correcto genera-üzar estos ejemplos, por lo que la cuestión siguependiente.

Junto a este desarrollo urbano se dará tam-bién en época .abbásí el esplendor cultural de laciviüz¿ción islámica y, como fruto de ese esfuer-zo intelectual, lo que era un simple hecho ideo-lógico, la vinculación entre islam y mundo urba-no, ahora se ve a teorizar por obra fundamental-mente de al-Fárábi, quien asociará de forma de-finitiva la ciudad con la vida en sociedad (islámi-

ca, claro está), en su al-Siyasat al-mddaniya así

como en al-Maúnat affi(ila, donde tras una ex-celente exposición de la división técnica del tra-bajo afrma la imposibilidad de corueguir la so-

ciedad perfecta fuera de la ciudad, al mismotiempo que nos ilustra sobre la relación ciudad-campo en el pensamiento islámico, cuestión bas-tante controvertida por los historiadores, dicien-do que das aldeas son respecto de una ciudad,como una entidad puesta a su servicio> (24). Esta

teorización no impide que continúe la visiónideológica como se vio en el sentido simbólicoy literal de la primera Bagdad, pero esa concep-ción ideológica debido a la insistencia de la prác-

Page 8: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

-'l

rI

tica, se va a completar con la vinculación no sólode islam y ciudad sino más bien, de ciudad islá-mica como creación califal, como podemos ad-vertir en las palabras puestas en boca de al-Mutawakkil tras la construcción de al-?a'fariyya, (ya soy un verdadero soberano>. Sinembargo, este segundo paso de la concepciónideológica no llegará a teoriza.rse, e inútilmentelo buscaríamos entre las doce cualidades requeri-das para el iman por el propio al-Fárábi (25) oentre las siete que exige al-Máwardi en sus ¿/-

Ahkam al-sultaniyya (26), debido, sin duda, a lapreocupación de esos teóricos por el deber-serantes que por la explicación de la práctica coti-diana- En efecto, la concepción soberano-fundador de ciudades no la he encontrado expli-citada en ningún autor musulmán, aunque creoque no se debe dudar sobre su vigencia comohecho ideológico, ya que esa misma concepciónla veremos aparecer en el feudalismo tardío; To-más de Aquino afirma en su Summa Theologica

<la ciudad es la comunidad perfecta-.. y es obliga-ción de los reyes construir ciudades> (27).Obvia-mente, el Doctor Angélico está heblando sobr'eel deber-ser, pues si bien ignoro los cauces a tra-vés de los cuales le llegó dicha aseveración

-quizás a través de los averroistas de París-, lapráctica del siglo XIII estaba bastante alejada de

esa.realidad, aunque existían poderosas razonespara desearlo, como la vinculación de la Ordende Predicadores a los burgos y el momento de

auge de las monarquías feudales frente a la no-bleza lucha en la que, como es bien sabido, bus-carán el apoyo de las ciudades.

Si dejamos el islam oriental y nos venimos a

al-Andalus, nos encontramos con que en el mo-mento de la llegada de los musulmanes el anti-guo mundo urbano de la Hispania romana era

algo totalmente periclitado, como sabemos porel antiguo trabajo de Lacarra y los estudios pun-tuales aparecidos con posterioridad (28). I¿ isla-rnizacl'ón de al-Andalus, en el sentido de forma-ción social de que vengo hablando, hay que con-siderarla como un proceso, e incluso como unproceso más lento de lo que se creía si nos atene-mos a los resultados que el estudio de la culturamaterial nos está proporcionando en estos últi-mos años. Pero ello es lógico si tenemos encuenta que la imposición del islam en al-Andalus

se va a conseguir a través de una dura lucha conformaciones sociales distintas, como las tribales yfeudalizantes que, por otra parte, no se han deidentificar mecánicamente con diversos gruposhumanos, ya que se darán una serie de contami-naciones entre unas y otras que traerán comoconsecuencia que el proceso en absoluto sea ü-neal (29). Por otra parte, la implantación del sis-tema omeyA que antes hemos conceptuadocomo de transición, quiás fuera el medio másadecuado paru reahzar la conquista, pero induda-blemente no el más apropiado para conseguirurn rápida islamización.

Como es conocido, es a'Abd al-Rahmán II a

quien se debe fundamentalmente la introduc-ción en al-Andalus del sistema de gobierno .ab-

básí y, con ello, la posibilidad de una islamizaciónplena, aunque precisamente como consecuenciade esas innovaciones se dé lo que los cronistasdenominan corno 7., ftna, es decir, la revueltagenerahzada contra Córdoba de los defensoresde esas otras formaciones sociales, con lo cual elproceso se alargará hasta los inicios del siglo X.

Ahora bien, la especificidad de la islamiza-ción de al-Andalus no implica en absoluto queexista una discrepancia con los principios funda-mentales de la sociedad islámica y, por tanto, conel desarrollo urbano. Leopoldo iorr., Balbásenumera seis ciudades fundadas por los monarcascon anterioridad a 'Abd al-Rahman III (30), si

bien entre éstas encontramos una problemáticabastante distinta, ya que al menos dos de ellas,Talamanca y Madrid, fueron creadas por necesi-dades fronterizas, mientras que el papel del sobe-ranó en Ilbira y Tudela es bastante dudoso. Elconocido caso de la fundación de Murcia por'Abd al-Rahman II es un buen ejemplo encuanto a su intencionalidad, pero desconocemospor completo el nivel urbanístico que alcanzódurante el emirato. El general, e independiente-mente del número y éxito de las fundaciones delos emires omeya$ creo que se puede resumir lacuestión en que existió un indudable aliento porparte de éstos, como lo podemos observar me-diante la diÍusión del cadiazgo por el valle delGuadalquivir, o la construcción de mezquitas,pero que, sin embargo, ese aliento no fue sufi-ciente como para alcanzar resultados espectacu-lares, siendo el mejor apoyo a esta aseveración el

,t

15

Page 9: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

ejemplo de Sevilla cuyo nivel de densidad y or-ganización urbana debería dejar bastante que de-sear en la primera mitad del siglo IX, cuando sus

pobladores optaron por abandonarla ante el ata-que de los vikingos. En realidad, la única ciudadde que tenemos corutancia, a través de las fuen-tes, de que va a sufrir una rápida expansión es dela ciudad de Córdoba, con la formación del arra-bal de Saqunda, los sucesivos engrandecimientosde la mezquita y el tamaño con que encontra-mos la ¿iudad en tiempos de 'Abd al-RahmánIII.

No obstante, un hecho sintomático de la rea-lidad de ese momento es la aparición de ciudades<espontáneas> o, mejor, surgidas al margen de

Córdoba, entre las que se pueden enumerar va-rias, como las impulsadas por los Bakríes en elSW peninsular y, sobre todo, la ciudad deBaffarn, de la que ya poseemos la evidencia ar-queológica (31). Pienso que estos ejemplos hayque interpretarlos como el resultado de la difu-sión de un islamismo en el que prácticamente noha intervenido el Estado cordobés, explicandoasimismo la sorprendente pacificación de al-Andalus por'Abd al-Rahman III.

Según Lévi-Provengal y Garcíe Gómez,'Abd al-Rahman III <cuando venció a Ibn Haf-sün fue .rr"rrdo creyó poder arrogarse los supre-mos títulos de califa y de Píncipe de los

Creyentes y cuando adoptó el sobrenombre ho-norífico de al-Násir li-din Alláhu (32). El enormeprestigio de ambos arabistas es, por tanto, el res-

ponsable de que se haya convertido en un axio-ma que la consecución de una <unidad nacional>sui generis sea la causa de la adopción del título ca-liÍal, y ello pese a que dicha explicación se con-tradice con la teoría de la unicidad del califatodentro del islam sunníy, sobre todo, con los ava-tares del occidente islámico en el s. X.

En efecto, a comienzos del siglo X consigueinstalarse en Ifriqiyya, tras suprimir a la dinastía

pro"abbásí de los aglabíes, 'LJbayd Allah, el mah-di ismá"ili, fundador del Estado fitimú el prime-ro de cierta entidad creado por la ü.a en toda lahistoria del islam. Y como lógica consecuenciade estos hechos el mahdi 'Ubayd All-ah adoptará

el título de imam amir al-mu'minln y proclamerála pretensión de ser considerado como el únicocalifa de todo el orbe musulm.án. Dicha preten-

76

sión comenzará a realizarse en el espacio más

próximo, el resto del Magrib, precisamentedonde los omeyas de Córdoba habían consegui-do un gran ascendente y era el punto clave parala nueva orientación económica del Estado cor-dobés, puesta en marcha desde los días de 'Abdal-Rabman II. El conflicto se prolongará prácti-camente durante todo el siglo X, demostrandoel interés de los contendientes, y siendo una de

sus características fundamentales el hecho de queambos Estados no llevarán la lucha directamente,sino que lo harán a través de intermediarios, lapoblación beréber norteafricana- En consecuen-cia, será para influir sobre las tribus bereberes enigualdad de circunstancias por lo que 'Abd al-Rahman III adoptará el dtulo que ya llevaronsus antepasados.

Esta opinión ya fue expuesta por I\4 Canarden los años 40, quien además lo juzgaba como unhecho más en el marco de la actitud defensiva de

al-Násir (33I y un investigador español, MlkeldeEpalza tituló una comunicación suya como E/esplendor de al-Andalus, reflejo del esplcndorfatimí en

el siglo XI/l/, aunque no llegó a desarrollarla p$.Pero lo que nos interesa ahora es le materieliza-ción de la nueva dignidad, que se va a llevar a

efecto fundamentalmente por dos medios, la

reanudación de las acuñaciones en oro, estudiadapor Miquel Barceló (35), y la creación de Ma-dtnetel-Zahrá'.

Como hemos podido ver, la fundación de

una nueva ciudad por el nuevo califa era algoque exigía la ideología dominante;pero el hechose hacía acuciante si pensamos que sus máximosrivales, los fitimíes, ya habían construido su ciu-dad identificada con el mahdi, Mahdiyya hoyuna pequeña población de Túnez Este ejemplo,en consecuenci4 se debe tener presente, pero nose tiene que inferir de ahí que Madrnat al-Zahrt'fuese una copia de Mahdilya puesto que existenrazones suficientes para marcar la diFerenci4como las necesidades defensivas en los primerosmomentos de la dinastía ñtimí y el especial ca-rácter del ismá"iüsmo, todo lo cual hizo de Mah-diyya una qasba arúes que una ciudad, como ro-tundamente afirma A.Léztne (36), y con singu-laridades ostensibles como su gran muralla que laseparaba de Zawlla, sus amplios espacios abiertosy, sobre todo, lx originalidades de su mezquita,

Page 10: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

con el arco triunfal de acceso, la ocupación de

toda la nave central como maqsura o la ausencia

de alminar, en clara ruptura con la tradición sun-ní(37).

'Frente a esto al-Násir construirá una ciudadplenamente sunní. Este último adjetivo, en ver-dad, quiere decir muy poco, tan sólo que se tratade una ciudad, pero quizás sea suficiente frente a

las opiniones vertidas e incluso esquemas de dis-tribución espacial (38) que la consideran comouna simple ciudad palatina.

Esta afirmación la podemos comproLar porvarias vías, optando en primer lugar por la infor-mación que nos proporcionan las fuentes escri-tas. Estas nos hablan preferentemente del esfuer-zo que supuso su construcción y de las recepcio-nes diplomáticas, de acuerdo con las normas de

la cronística, pero junto a ello nos dan otras noti-cias que incumben má directamente a nuestroobjetivo, como cuando se desüzan datos sobre

instituciones, y entre éstas, si bien el traslado de

la ceca de Córdoba a Madinat el-Zehrá' de que

nos informa el Muqtabis (39) se debe de inter-pretar como un elemento más de ese <viraje enredondo de la dinastía> en palabras de GarcíaGómez (40), es decir, como un puro elementopalatino, sin embargo, la existenciedeunsahib al-

mattna (41), de baños en la medina distintos delos del palacio (42), o de una cárcel en la ciudadaparte de la del alcázzr (43), parece ser que re-quieren una población distinta de la simplemen-te palaciega- Pero más explícita aún es la infor-mación que nos refiere Ibn f{awqal, quien me-rece toda nuestra credibilidad en este punto portratarse de un informador de los fátimíes, el cual,

tras decir que al-Násir construyó allí mercados,

baños, caravanserrallos, palacios y parques -poreste orden sintomático en el texto- y que alentóa la gente de al-Andalus con 400 dirhám/s para

el que se construyera la vivienda junto al sobera-no, añade <un río de gente se apresuró a edificar;los edificios se hicieron densos y la popularidadde esta ciudad adquirió proporciones, hasta elpunto que las casas formaban una línea continuaentre Córdobay Zahra'> (44), noticia que coinci-de con la delos Anales palatino-s que nos habla de

arrabales y gentes de los contornos en al-Zahrá'(45). Esta misma fuente nos transmite la anécdo-ta de la detención de Abü Cernza y el grupo de

poetas maldicientes contra el califa (46), muy di-íicil de admitir si no es en un medio populoso ycon escasos vínculos con el soberano. Y, para

terminar por orden cronológico, sabemos que

en 1009 el ejército de al-Mustacin tendrá queacampar en los alrededores por resultarle peque-ña la ciudad (47), es decir, por seguir habitada, e

indudablemente por gente distinta de la relacio-nada con un palacio o un gobierno que ya noexistía.

Con respecto a los datos arqueológicos, loprimero que se ha de advertir en cuanto a la or-garización general de la ciudad es su total ade-

cuación con lo que nos dicen los textos, al-Idrisien concreto, euien señala su estructuración en

tres niveles o terrazas, e ceü una de las cuales se-

ñala una función específica de palacio, jardines yresto de ciudad respectivamente. Esta visión tri-partita de Idrisi que responde perfectamente al

aspecto físico de la ciudad, sin embargo ha de ser

corregida en cuanto ala organ;vación urbana en

el sentido que lo hizo Félix Hernández, o sea, en

que lo que él llamó parata superior e intermediaconstituyen eI alcázar, mientras que la inferiorcorresponde a la madina propiamente dicha (48).

De ello se infiere la preeminencia de Ia topogra-fia en la concepción de la ciudad, hecho que,

como veremos más adelante, tiene importantesconsecuencias.

La tercazz superior acoge residencias privadasy edificios relacionados con el gobierno y, pese a

la imposibilidad de identificación entre los nom-bres que nos proporcionan las fuentes y los res-

tos descubiertos, como ya advirtió M. Ocaña(49), lo que es indudable es que se trata de una

parte plenamente aúlica, de acuerdo con la con-cepción de ciudad del califato; en este lugar lacota más elevada se reserva para la residencia pri-vada del califa, simbolizando de forma inmediatael dominio y la propiedad de la ciudad, resultan-do inquietante que sea en este lugar donde rlni-camente se encuentran influencias de la urbanís-tica fitimí de Mahdiyya; asú el aspecto señalado

de ubicar en el punto más elevado la residenciapriv4da del califa (50) y, sobre todo, la innova-ción'de 'Ubayd All-ah de situar en edificios dis-tintos y separados las funciones privadas y las ofi-ciales, en una ruptura total con la tradiciónoriental de residencias omeyas y palacios .ab-

l7

Page 11: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

básíes que, a partir de ese momento, se difundiráen el occidente musulmán.

La terraza intermedia forma parte también,como se ha dicho, del alcázar, es decir, de1 sec-

tor aúlico de la ciudad, ocupada fundamental-mente por lo que Gómez Morcno llamó el Sa-lón Rico y los jardines, albercas y pabellón fron-teros, significando expresamente la división an-tedicha entre oficial y privado, pero además, tan-to por su topografia: un espolón que adentra eltlcázar en la madina, como por su ubicaciónaxial con respecto al conjunto de la ciudad y elsimbolismo paradisíaco de sus elementos, se tratade una auténtica exposición constante del califa-to para con la ciudad o, si se quiere, la tangiblematerialización de la gloria del nuevo régimen(s1).

Esta segunda tefiaza, como parte integrantedel alcázzr, lógicamente, tiene una separaciónbastante neta del resto de la madina, pero, sinembargo, esa separación no es totalmente brusca,sino que existen dos elementos encargados deefectuar una transición, como son la mezquita,de uso compartido por la gente del alcázar y dela madina, y en el lado opuesto y con la mismacota de 177 m., que ésta (52) el llamado JardínBajo, cuya utilización como vía de acceso de laciudad el alcázer fue descubierta por F. Hernán-dez (53). No cabe duda de que hay una intencio-nalidad en la ubicación paralela de estos dos ele-mentos, pudiéndose interpretar en principiocomo una concesión del califa a la ciudad paraque ésta participe de su gloria frente a la obliga-toriedad de la oración en común.

La situación de la mezquita en la madina,unida al palacio tan sólo por el sabat se puede ex-plicar por una influencia del modelo cordobés,pero, de todas formas, es un fenómeno coinci-dente con la tendencia impuesta por los 'abbásíes

de separación entre palacio y mezquit4 a causa,

según O. Grabar, de una afirmación de los prin-cipios laicos sobre los puremente religiosos (54).

Con respecto al sabát, no sabemos si estaría cu-bierto como en Córdoba o, por el contrario, si

era un eSpacio a cielo abierto (55) susceptible deacoger las procesiones del califa y su séquito, aligual que se daban en Bagdad y Sámarrá (56),

pero lo que es indudable es que esas ostentacio-nes, si se daban, serían en una proporción muy

18

inferior a la de sus congéneres fitimíes, dondepredominaba lo axial de una forma imposible deconcebir en al-Záhrá'. Siguiendo con la mezqui-ta, es sabido que ésta tendrá la orientación debi-da, discordante plenamente con el resto de cons-trucciones de la ciudad, lo cual se puede conside-rar como prueba de un avance técnico en al-Andalus, pero también es lícito entenderlocomo una supeditación de lo religioso ante lopalatino, ya que, a diferencia de otras ciudades enque la orientación de la qibla determina el traze-do urbanístico, como es el caso de Túnez, a par-tir de la Zaytona, estudiado por B. S. Hakim (57),o el más conocido de Isfahán, en Madinat al-Zahrá'predomina lo topogrrífico, y ya sabemosque en su cumbre se sittia el califa.

Del resto de la ciudad, o sea, prácticamentedel 907o no sabemos nada con certeze, salvo laexistencia de un pequeño oratorio en la zona'Wdetectado por la fotografia aérea (58) y sus lfmi-tes amurallados que encierran un rectángulo deunas 113 Ha. (59) Este último daro riene su im-portancia en arqueología, puesto que es sabidocomo L. Torres Balbás creó un método para elcálculo de la población de un recinto conocido a

partir de una densidad establecida o de la super-ficie media de las vivienda (60)pero no deja deser sintomático que el propio autor del métodono lo aplicara a Madinat el-Zahra', sin duda a

causa de la excepcionalidad de esta ciudad. Másrecientemente Alexandr e Lénne ha reexamina-do el método aplicándolo a las ciudades deIfriqiyya con la consecuencia de una disminu-ción notable de lsa cifras obtenidas por TorresBalbás, pasando de 348 habitantes/Fla a una me-dia de 130 hab.ftIz. y concluyendo, por tanto,con lo que él denomina caráctet relativamenteaireado del urbanismo musulmán del siglo X(61). Independientemente de que ambos autoreshan recogido sus datos de épocas cronológica-mente distantes -los de Lézine más próximos anuestro caso-, sendas conclusiones se refieren aciudades <normales> y, en consecuencia, no sonaplicablés directamenre a la ciudad de al-Nasir;pero, por tener una referencia, diré que los datosde Torres Balbás dan unos 40.000 habitantes,mientras que con las cifras de Lézine se quedanen poco menos de 15.000 (62).

No obstante, este mismo autor ha confeccio-

Page 12: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

nado otro método, que consiste en calcular elnúmero de pobladores de una ciudad una vezobtenida la cifra de ocupantes de la mezquita(63), mediante 1o cual llega a unos resultadosbastante aceptables, si bien el método necesita ser

contrastado en otros lugares y con otros datos.

Pese a la provisionalidad que esto origina creoque estamos obügados a ensayarlo, a falta de otromás preciso o convincente, pues por lo demás, eltraslado de sus datos es una tarea sencilla, cuidan-do solo de exponerlo gráficamente (fig. 1). Elresultado, como se puede observar, es de 564plazas en la sala de oración exceptuando la maq-

nra,424 en las galerías del patio y 572 en el sahnmismo, todo lo cual suma la sorprendente cifra,por su exactitud, de 1.500 plazas.

Si aceptamos el coeficiente 4 aplicado porLézine, resultan por consiguiente 6.000 habitan-tes para la ciudad. Pero una cosa es el trasladomecánico de sus medidas y otre bastante distintaes identificar a prioi las circunstancias de laIfnqiyya de los siglos IX y X con la ciudad de'Abd al-Rahmán III. Es decir, tenemos que re-plantear el método de acuerdo con esas .i..t'rrrr-tancias y en definitiva contestar a los interrogan-tes de qué espacio se ocupa, y por quién.

Con respecto al espacio ocupable, tenemosclaramente delimitada la maqsura, por 1o que lacuestión se reduce a saber si el sahn se utilizabacomo sala de oración o no. No poseemos ningúndato concreto sobrq al-Zahrá', pero creo que lasolución puede ser afirmativa, si establecemos unparalelismo con la aljama cordobesa, donde sabe-mos que el patio, ensanchado por 'Abd al-Rahman III, se utilizaba para la oración en co-mún ya que este mismo califa ordenó que se pu-siese un toldo para guardar a la gente del calordel sol (64),y más explícitamente aún con su su-cesor al-Hakam, cuando el viernes 14 ralab de363, es decir, recién ampliada la mezquita cordo-besa, la lluvia hizo que la gente se agolpara en las

puertas de las naves cuando efectuaban la ora-ción del mediodía (65). Cabe, por tanto, trasladaresa práctica a al-Zahra' y conter esas plazas entrenuestros datos.

El segundo interrogante de quién asiste a la

mezquita no cabe duda de que es más complejoy de que su solución depende de otra cuestión,

cual es la función de la mezquita en una época

determinada. Oleg Grabar he ffezado las líneas

maestras de esa evoluciór¡ destacando para los si-glos anteriores al año 1000 su vinculación con elpoder y su función de glorificación del soberano(66). Más preciso fue Sauvaget, quien hablandode la mezquita omeya resaltó su importancia porser (no solo donde todos deben ir obügatoria-mente a hacer la oración del vierne$ sino tam-bién el centro de la vida pública, donde tienenlugar el reconocimiento solemne del califa, dis-cursos políticos desde el minbar, recibe delega-ciones de tribus, se hace justicia, se conserva eltesoro, etc.u (67). Manuel Ocaña resume esas

funciones en un auténtico papel de control, de

manera, creo, bastante acertada (68).

Sin embargo, por los años de 'Abd al-Rahmán III sabemos que la mezquita ha perdido

"[únas de esas funciones qrr. .rrr'r-.ra S-auvaget

en beneficio del palacio, pero pervive totelmen-te su identificación con la dinastía y su unicidad;xi Ira M. Lapidus afirma, hablando sobre el is-lam en general, que hasta el siglo X se requerfael permiso del califa para la fundación de unamezquita, y ese permiso muy raramente se con-cedía (69), pero además, tenemos el ejemplo enla misma Córdoba de las sucesivas ampliacionesde la mezquita, hecho que en absoluto se debede considerar gratuito, sino como esa identifica-ción entre aljama y dinastía, cuando sabemos queal-Hakam II y el propio Almanzor tenían recur-sos más que suficientes para haber construídouna nueva. Y sobre lo que podemos denominarcomo utilización política de la mezquita posee-mos perfecta constancia, por ejemplo, cuando enun viernes de 340 (= 952) se leyó a la gente enlas dos mezquitas aljamas de Córdoba y al-Zahra'el escrito del califa al-Násir condenando a IbnMasarra y su escuela (70).

Esta utiüzación política carece de sentido si

no es con el mayor número posible de recepto-res, y coincide con ello la información antedichadel agolpamiento a causa de la lluvia. No obstan-te, las fuentes de que disponéinos también noshablan de la utilización de musalla/s con motivode las grandes fiestas del calendario musulmán,en concreto en la Fiesta de los Sacrificios del 361(= 972), cuando otra üovizna hizo pensar a los

predicadores en suspender la oración al aire librey que ésta se hiciera en las mezquitas aljamas de

t9

Page 13: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

o lom

Etsts

SALA DE ORACION

GALERI AS

PATIO

CAPACIDAO / PLAZAS

---.=------:--A 564B 424C 5r2

Totol l.5OO

20

{i.

Fig. 1: Mezquita de Mat nat al-Zahrd'. Distribución de los rectángulos de oración personal.

Page 14: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

Córdoba y Madinat al-Zahrá'(71). Aunque des-graciadamente no contamos con una mayor pre:cisión, creo que esos datos se pueden interpretardr: la forma siguiente: la musalla se utilizaría tansólo con motivo de las grandes celebracionesanuales y acogería a los habitantes de al-Zahra' ya los de sus alrededores, mientras que la aljama se

dedicaría fundamentalmente a la oración delviernes, a la que tenían obügación de asistir lospobladores de la madina.

Pero queda aún por dilucidar qué sectores dela población de la madina eran los que debíanasistir, es decir, a partir de qué edad, y si las muje-res participaban de esa obligatoriedad. Para elprimer interrogante los cálculos de Ifriqiyya se

hacen sobre los 18 años aunque se acepta la pre-sencia de menores de esa eüd(72), disponiendopara al-Andalus de una respuesta muy concreta,los 16 años, si bien en un texto tardío, ya de épo-ca mudéjar (73), lo que se aviene mejor con uncoeficiente reducido, tipo 4, antes que el elevado6 que utiliza Torres Balbás. Con respecto a lapresencia de mujeres, Lézine, basándose en la au-toridad de W. Margais (74), concluye de formanegativa; pero en nuestro caso la solución no es

tan simple, pues sabemos que en la aljama cordo-besa las obras de Hi5ám I y'Abd al-Rahmán IIpreveían galerías para mujeres, la segunda en unplano más elevado con toda seguridad (75); sinembargo, de estas noticias se deduce claramenteque la superficie reservada a las hembras era me-nor que la ocupada por los varones, con lo cualla obligación no podía ser al mismo nivel; más

bien se puede entender que no les aGctara dichaexigenci4 tratándose sin más de un lugar reser-vado para cuando acudieran a la mézquita encualquier otra ocasión, pudiendo, por tanto,adoptar el coeficiente antedicho, referido exclu-sivamente a los varones.

Otro probleme que surge con respecto a lautilización de la capacidad de la mezquita para elcálculo de población es la función del pequeñooratorio descubierto por la fotografia aérea- Enverdad, ni siquiera sabemos que dicho edificiosea contemporáneo de la época de construcciónde la ciudad, peÍo, aceptándolo provisionalmen-te como tal, se infiere ciel plano deLópez Cuer-vo que sería aproximadamente 2,5 veces menorque la mezquita aljama- Trasladando entonces los

datos obtenidos en ésta resultaría con una capaci-dad para 600 personas, lo que no deja de ser ten-tador de relacionarlo con las 400 casas de nota-bles que nos dice Ibn'Idári (76),yaque el coefi-ciente que empleamos es menor que el que se

entiende como <vecino> en la demografía histó-rica. Esto es algo totalmente conjeturable, peroindependientemente de la función de este se-gundo oratorio, lo que es indudable es que no se

puede considerar como supletorio de la aljamaen cuanto lugar de control, ya que sobre esto las

fuentes no ofreceñ ningurn duda y el momentohistórico tampoco lo permite, resultando, encoruecuencia, sin ninguna incidencia en el cálcu-lo poblacional.

El resultado obtenido de 6.000 habitantes a

partir de las plazas de la aljama nos daría una den-sidad absoluta de 53 hab./Lfa., realmente baja.

Pero quizás sea más correcto celcularla con res-pecto a las 68 Ha" que ocuparía la medina pro-piamente dicha (77), con lo cual tendríamos unadensidad de 88 hab./Fla., más próxima a los datosde Lénne y de acuerdo con la excepcionaüdadque decíamos para la ciudad, ratificándose la vi-sión de calzadas y espacios abiertos que llegó a

ver Ambrosio de Morales (78). Si convertimoslos habitantes en <vecinos>, apücando un coefi-ciente 5, resultan 1.200 de éstos, que repartidospor la superficie de la madrna nos da 566,66 m2de espacio urbano por vivienda familiar, deacuerdo con lo que venimos viendo, pero pu-diendo extraer de ahí una última conclusión; ló-gicamente, a partir de esa superficie estas üvien-das serían de una sola planta, lo que concuerdatambién con lo que sabemos delelcázar y con las

grandes dimensiones de las viviendas de éste,

contando la casa del NE de la Dár al-Vund 600m.2, y el conjunto denominado Casa de ?afarunos 2.000 m.z. También a imitación de lo pala-ciego esas casas se articularían en torno a un pa-tio, teniendo la comprobación arqueológica deque ya se hacír así en Baljrána, üna ciudad concronología muy próxima a Madinat al-Zahrá'(7e).

Antes decía que la obtención de unas cifrasde población a paftir de los ocupantes de la mez-quita es una técnica que necesita comprobacio-nes para demostrar su fiabilidad. Pues bien, tene-mos un ejemplo muy próximo en la propia

21

Page 15: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

Cérdoba, donde conocemos perfectamentecuando se realizan las sucesivas ampliaciones de

la mezquita, obras que siempre se ponen en rela-ción con aumentos poblacionales. Sin embargo,no poseemos ninguna precisión sobre las diver-sas fases de crecimiento de la ciudad, tanto de re-cintos murados como de arrabales. Por ello melimitaré tan sólo a la fase más plausible, aceptan-do que la primera mezquita de.Abd al-RahmanI se proyecta para la medina originaria, que ocu-paríaLa urbs quadrata romana y el ensanchamien-to S de época bizantina (80), con una superficiede aproximadamente 76 hs. Cupiendo en lamezquita de al-Dájil unas 5.000 plazas incluyen-do el patio (ftg. 2) (8 1), el número de pobladoresse nos pone en 20.000, y, en consecuencia, unadensidad de 263,75 hab.,/ffa., datos que conside-ro bastante fiables para la Córdoba de finales delsiglo VIII.

Pero los datos de Córdoba también nos pue-den ilustrar sobre otros aspectos que desconoce-mos de a|-Zahrá', pues ya hemos visto algún ele-mento común a las dos ciudades, como las cárce-les, ambas del mismo nombre: Duwayra; al igualque también era común la prisión subterráneaen ambos palacios (82). Continuando con este

planteamiento, sabemos que en e\ alcázar de

Córdoba había un terreno para la práctica del yu-kán, ese ancestro del polo (83), de donde pode-mos inferir su existencia en la nueva ciudad. Asi-mismo, el alfaquí Ibn al-Imám, que vivió en laCórdoba del siglo X, nos informa de la permi-sión de los saledizos en las casas y de que existíadel derecho de fna', si bien con algunas limita-ciones (8a), lo que creo que es perfectamentefactible trasladarlo aLal-Zahrá', máxime si pensa-mos que ias viviendas se edificaron según la ini-ciativa privada. No obstante, extraer de ahí queya hubiera adarves es algo más arriesgado, pese a

que algún autor lo generalice para el Mediterrá-neo islámico del siglo X (85), ya que hoy se está

de acuerdo en considerarlos como una conse-cuencia del proceso histórico antes que una ca-racterística intrínseca del urbanismo musulmán,y el lapsus de vida de Madinat al-Zahrá'posible-mente fuera lo suficientemente breve comclpara generarlos (86). Esta confrontación conCórdoba me permite, asimismo, rebatir la opi-nión expuesta muy recientemente de que con la

22

creación de al-Zahrá' se quería suplantar a Cór-doba (87), no solo porque las fuentes dicen todolo contrario, prevaleciendo incluso en la jerar-quía palatina los oficiales de Córdoba sobre los

de al-Zahrá' (88), sino, sobre todo, porque esa

opinión niega el aspecto ideológico de la genera-ción de urbanismo en el mundo musulmán.

Finalmente, y dejando a un iado el análisis

microespacial de la zona palatina, en lo que novoy a entrar, el estudio de la ciudad musulmanano se detiene en el límite jurídico de las murallas,sino que es imprescindible observar las segrega-ciones de ese urbanismo extramuros, así comosu influencia en la nueva articulación del territo-rio. Este estudio resta aún por hacer, aunque yase ha esbozado en algún elemento, como el delabastecimiento de agua a la ciudad, su captura yconducción desde la Sierra, investigado por S.

López Cuervo (89). Sobre otros aspectos tam-bién nos informan las fuentes escritas, y ya he-mos aludido a la existencia de musallá y a la citade Ibn Hawqal que nos confirma la existencia dearrabales y aknAf (: cercanías). Otro texto trans-mitido por al-Maqqari nos dice que estaban al

lado de el-Zahra' la dar al-sfia,a y la dar al-udda, es

decir, los talleres artesanales y los de pertrechospara el ejército. De estas citas lo más problemáti-co es el sentido que hay que darle a esos nucleosperiféricos, o sea, si se traa de desplazamientos odesdoblamientos de centros rurales en un movi-miento paralelo al de la capital, con lo cual ten-dríamos un medio rural muy ligado y casi de-pendiente del urbano, o, por el contrario, su fun*ción sería eminentemente urbana y artesanal, te-niendo que considerarlos, por tanto, como sim-ples apéndices de la ciudad. Aunque esto es algoque resolverán las fururas investigaciones, porahora me inclino hacia la segunda solución, tantopor las noticias algo difusas que nos dan las fuen-tes sobre el sistema de abastecimientos, sacándosela impresión de que aún no se ha generado unanueva articulación del espacio y que continúa laimpuesta por Córdoba, como por la lógica deldesarrollo histórico que nos hace pensar para elsiglo X en unas comunidades campesinas más

autónomas que lo que requiere el supuesto tras-lado o desdoblamiento.

Por ello es más normal pensar en barrios pe-riurbanos, lo que apoya tanto el conocimiento

Page 16: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

@n

{

1l

F

hH

["

Ql "- ot-Rohmdn rLqJI

E tAbd ot- Rohm¿fn III

B ot-,.iokom II

CAPACIDAD/ PLAZAS

A 2.646B 2.668c t.862D 1.877E ?.TtT

Torol ll .770

Fig. 2: Mezquita de Córdoba. Distribución de los reaángulos de oración personal.

23

Page 17: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

general del urbanismo musulmán, con oficiosque bien por elfqh o bien coruuetudinariamen-te se instalaban fuera de los muros, como la limi-tada evidencia arqueológica, para 1o que tene-mos que volver al ejemplo de Pechina, donde se

ha excavado un barrio eminentemente urbano,pero fuera del núcleo principal de habitación.Así en los alrededores de al-Zahrá' se han de en-contrar no sólo los talleres que nos indican las

fuentes, sino también forjas y tenerías, ubicadas a

extramuros por los tratados de hisba, así como,con toda probabilidad los alfares de los produc-tos zahareños A nadie se le oculta la repercusiónque dicho hallazgo supondría par a la arqueologíapeninsular, pero he de decir aquí que dicha bús-queda es, hoy en día, la cosa más simple que exis-te, pudiendo afirmarse que la prospección mag-nética alcanzz su grado óptimo de eficacia preci-samente en la localización de alfares. Y algo se-

mejante se puede decir en cuento a las conse-

cuencias arqueológicas que el estudio del ce-menterio y rawdafs de al-Zahra'podría propor-cionar, debido a sus claros límites cronológicos,convirtiéndose en un auténtico hito para este

tipo de investigaciones. Es decir, lo que posnrloes que al igual que Madinat al-Zahrá'ha sido unjalón fundamental para la historia del arte hispa-

nomusulmán, a partir de ahora cumpla esa mis-ma función en lo que se refiere a la historia de la

cultura material en general, para 1o cual conta-mos con los medios adecuados de prospección,pero urge su utilizción, así como una conse-

cuencia práctica de ello: el ampliar la zona de

protección y declaración de Bien Cultural, ahora

con una mentalidad más arqueológica que laprecedente.

Y, para terminar, quiero volver a los plan-teamientos teóricos de que parti señalando quela práctice de creación de urbanismo que supone

Madinat al-Zahra' también estuvo acompañada

en al-Andalus de una ideología que lo amparaba

y justificaba, para lo cual se pueden rastrear mu-chos ejemplos, pero me voy a limitar a unos po-cos pero bastante explícitos; así la acusación que

hace un personaje tan poco dudoso de infideü-dad a los omeyas como Ibn Hayyán al emir al-

flakam I por el suceso del arrabal, llamándolo <el

tirano del arrabab (90) a causa del insólito ataque

a un medio urbano donde tan solo podía encon-

24

trar apoyo para su dinastía. También este cronistanos ha dejado una versión, al parecer oficial, delescrito ya aludido de al-Nágir reprobando la acti-tud de Ibn Masaira y su círculo, donde textual-mente se le acusa, entre otras ocsas, de <residir enpuntos apartados> y que (propugnaron acérri-mamente al aislamiento del común del puebloo(91), probando evidentemente la idea de que la

vida urbana es la apropiada para el recto musul-mán, al igual que la fundación de Ta$ayra fren-te a Bobastro se pone como espejo de la sociedadislámica ante los disidentes (92), o la cita de Ibn

Jaldün que muestra cómo se consideraba la ple-nitud del islam andalusí cuando afirma: (como

estas dos dinastía eran muy poderosas (aludiendo

a los godos, mediante una interpretación ideoló-gica del pasado, y a los omeyas) las costumbresde la civiüzación y de la vida urbana se mantu-vieron alh ininterrumpidamente y echaron pro-fundas raíceu (93).

Pero esta versión ideológica tendrá en al-Andalus también su tratamiento teórico, en unmomento tardío, eso s( pero plenamente justifi-cado; me refiero a la Exposición de la oREública,

de Platón, de Averroes, obra cuya clave de lectu-ra es el ataque a las sociedades feudales y tribales,precisamente sobre las que se impuso el islam

andalusí, pero cuya causa inmediata es la luchacontre los llamados <solitarios, teóricos defenso-res de la huída personal a consecuencia del de-sorden ideológico creado por los almohades ycuyo principal exponente es Ibn Tufayl, para re-batir a los cuales escribió su obra la mayor cabeza

del islam andalus( teoriz¿ndo lógicamente la

vida urbanaPor todo lo anteriormente dicho, creo que

los postulados de Ira M. Lapidus restando impor-tancia a la identidad islam-medios urbanos, lle-gando últimamente a identificar este proceso

con el de las comunidades de aldea campesinas

en la Mesopotamía preislámica (95), si bien pue-de encontrar sujustificación en el hecho de que

todavía hay autores que plantean la cuestión en

términos metafísicos, como en la reciente obrade Fusaro donde se defiende la madina como elmundo del orden frente al caos del exterior (96),

entiendo que esas opiniones de Lapidus son in-correctas, ya que no se trata de la oposición ur-bano/rural en el mundo islámico, sino de forma-

Page 18: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

ción social tslámica/otras formaciones sociales, 1o

que, en la historia concreta de al-Andalus, se ma-terieliza en sociedades tribales y sociedades feu-dales o feudalizantes, en la lucha contras las cua-

les las ciudades ésempeñarán un papel funda-mental.

NOTAS

1. El desarrollo de la polémica se puede ver en A. Abdel Malek,Egypte, société militaire,París, 1962, pp.15-19, y del mismo auto¡l-a pensée poütíque arabe contemporaine, Parls, 2.^ ed 1980, pp.

180-5.

2. lVL Rodinson, Islamy capitalismo, Buenos Aires, 1973.

3. S. Amin, El desanolla deigual. Ensayo nbrc lasfotmaciones sociales

del upitalinn peijéico, Barcelona, 797 4, ca;p. l, ola formacionesprecapialistaso; y &bre el desanollo deigual de lasformadones socia-

les, con vrt Ensayo introductorio de M Ba¡celó, Barcelonu 7974.

4. Uúanisme médiéval et droit musulma4 <Revue des Etudes Islami-queu XV (1947), p. 131.

5. D. Sourdel, Lbrgankatian de lbspace dans les villes du monde klami-que, enJ. Heers, ed, Foúlfcatbns, pottes ile uilles, places publQues,

ilans le monde Mediterraneen,Parts, G.), p.4.6. Ch. C. Toney, The Commercíal-theologbal terms in the Kora4

Leider¡ 1892; citado por M Rodinson; Isldm y cqitalkmo, p.98.7. A.I.énne, Deux uilles d'IJrQiya. Etuila d'archéologie, il'urbanisme, de

démographie. Sousse, Tunis,París, 197 1, p. 131.

8. Como B. S. Hakim, Arabit-Islamic Cnia. Building aná Planning

Principlcs, Londres, 1986, Apéndice 7, pp. 142-745.9. Urn recopilación de textos de este tipo se puede ver en IVL"J.

kubiera, I-a arquitectura en la literatura árabe, lvbdnd, 1981.10. Principalmente en la pintura, ya que en el resto de las a¡tes de-

corativas se suele hacer de forma simbóüca1 1. M A. Shaban, The cAbbaid Reuolutioq C.ambridge,7970.12. A. A. DurÁ, tughdnd, E. I.2, voL 1, p. 921 G. v). Q" X-29: Dios

llama hacia la casa de la prz y conduce a quien quiere al caminorecto; y Q., Yl-27: A ellas pertenece la casa de la paz, el Paralso,

junto a su Señor.

13. Véase E. Ashtor, A social and economic History of the Near fust inthe Middle Ages,Lnndres, 1976, p.86, quien cita los trabajos de

H V. Mühsam, Fe rtility and tErcduction of the Bedouins, y Fertility

oJpol:lgamous maniages, en uPopulation Studies> IV (1951) y X(1956), respectivamente.

74. Asocial,p.89.75. Ibíden,p.88.16. I¿ existencia de una o dos ciudades en Bagdad E es algo discu-

tido por los historiadores. Véase G. Makdisi, The Topograplry oJ

eleventh C-entury Bagdád: Materi.als afld Notes (I) <Arabica> VI(lese),p.17e.

17. D. y J. Sourdel, l-a ciuilisation de l'islan clnsique, Prrís, 1976, p.

329.

18. D. yJ. Sourdel, Ihidem,p.329,E.Paury,l4lles Eontanées etvilles

crées en Islam, <Annales de l'lnstitut d'Etudes Orientales> IX(7957),p.74, etc.

19. Sobre los cuatro mercados del interior de Madrnat al-Salám,

véase A. A. Duri, Baghdád, p. 923, y ahí tembién sobre los céle-bres saq/s de Báb al-Táq en Rus-afa; sobre el centro artesano de

FanaJusraw, L Iv[ hpidus, Mr.rslim Cities and Islamic Societies, en

I. Ivt" Lapidus, e&, Middle Ea*em Cities, Berkeley-Los Angeles,

1979,p.63.20. Con respecto r la galla, véase F. Lokkegaard. Islami Taxation in

the classic Period,f-zhorc,reimpr.7979, p.98; y en cuanto a su

origen en Bagdad, Ivt A. Shaban, Hktoria del islam (750-1055 d.

I C) Barcelona, 1980, p. 31.

21. I. NL Iapidus , Mudim Cities, p. 67.

22. Discrepa de esta opinión A. IéÁne, Notes d'archéologie lfrQiyenne,<Revue des Etudes Islamiques> XXXV (1967), p. 100.

23. G. Makdisi, The Topryraphy, (ll), p. 285-6.24. Abu Nas¡ al-Fárábi, I-a ciudad ideal, Presentación ¡vL Cruz Her-

nández, trad IVL Alonso Alonso, Madrid, 1985, pp. 82 y 83.

25. Ibídem,pp.92-3.26. Se pueden ver en E. I. J. Rosenthal, El pensamiento político en el k-

Iam mediewl, Medrid, 1967, p. 46-7.27. Ciado por S. Molohy-Nagy, Urbanismo y nciedail, Barcelona,

1970, p.69.28. J. M. Lacarrl Panorama de Ia hisaria uúana en ln Península lbéi-

ca ilesde el siglo V al { en <Settimane- Spoletoo VI (1958), pp.

319-358; reeditado enJ.IvL" Lacarra, Btudios ile Altaüad Media

Españ.ola, Valencia, 1971,pp.25-89;las monografias se deben a

A. Blanco Freijeiro, La ciudad antigua (De la prehísnria a los uiigo'dos) Historía de Satilla: I (1)Sevtllu 7979;L.Garcíalgleies, Zara-goza, ciudad visigoda, Zarago4 7979; une puesta al día en J. J.

Sayas Abengochea y L. A. Ga¡cía Moreno, Romanismo y getma-

nismo. El despertar ile las pueblos híspánicos (siglos M-X) t. II de laHistoia de Eyaña,dir. por IVt Tuñón de I¿ra, Barcelona, 1981.

29. He esboz¿do el problema en la Jormación y destncción de al-

Andalus, en Historia de los pueblos de F-spaña. Tienasfronteizas I,

Andalucu. Canarias, dir. por I\tL Barceló, Barcelona, 1984, pp.

21-45; y un caso concreto en De la conqubta musulmana a la épo-

ca nazari, en Málag4 voL II, ITiloia, Granada 1984, pp.

467-510.30. L Torres Balbás, Ciudailes hispanamusulman¿s, t. I, Madrid G. a),

p. 50. Serían Ilbrra, Tudela, Murcia, (Jbeda, Talamanca y Ma-dri¿

31. Informes de las campañas de excavaciones de 1985 y 1986 porF. Castillo Galdeano y R Martínez Madrid (en prensa), y la co-municación que firmo con ellos, presentada al II CAIvtE.(Madri{ 1987) Urbanismo e industria en Bffina (Pechina, Alme-ná) (en prensa).

32. E. Iévi-P¡ovengal y E. García Gómea Una cxiniu anónima decAbd al-Rahman III al-I{asir, Madrid-Granada, 1950, p. 16 de la

Introducción.33. L'inperialísne iles Fatimiiles et leur propaganib, <Annales de l'Insti-

tut d Etudes Orientales> VI (1942-47), p. 163.

34. En Acta del M Coloquio Hiryano-Tunecino, Palma de Malbrca1 9 7 9, Medrid, 19 83, pp. 7 9 -82.

35. El hiata en las aatñacbnes de orc en al-Andalus, 127-316/744(51936(7tr [ns ilaasfunilamentales de un probkma), sMoneday Crédito> 132 (197 5), pp. 33-7 1.

36. A. Lezine, Mahdiya. Quelques précisions sur la <tille" des premiers

Faümiáes, en Notes d'archéologie lfriqiyeme, <Revue des Etudes Is-lamiques> XXXV (19 67), p. 9 6.

37. Sobre Mahdiya véase A. I-/enne, Mahdiya. Recherches il'archéolo-

gie islamQue, París, 1965, pp. 1 15-6 sobre las originaüdades de la

mezquita; y las <Précisionsr citadas en la nota anterior.38. Como el plano esquemático publicado por R Castejón y Mar-

tínez de Ari"al4 Medina Azahara. I-a ciuilad palatina de los caüfa

de C<írdobq lrón, 797 6, en contracubierta.39. Ibn Hayyan, de Córdoba, Cxínica del caüfa cAbdanahmán III an-

I{dsir entrc los años 912 y 942 (al-Muqtabis I/, Trad, notas e índi-ces por IVI-"J. Viguera y F. Corriente,Z,arago41981, p. 186.

40. E. García Gómez, Notas sobrc la topografn ordobesa en los "Anales

de al-Hakam II,porclsá Razt, <Al-Andalus> XXX (1965),p.321.

41. Aparece varias veces en los oAnales palatinoso, véase EI uüfatode Córdoba en el oMuqtabis" ile lhn Hayyan. Anales palnünos del a-llfa de Córdoba al-Hakam II, porclsd b. Ahmad al-RÁÁ (360-364 H

25

Page 19: Madinat al-Zahra en el urbanismo musulmán, Manuel Pedro Acién Almansa

= 97 1 -97 5 J. C.), Trad E. García Gómez Madrid, 1967, p. 45 y96-7.

42. S.IÁpez Cuervo, Medina az-Zahra. Ingenieia y foma, Mzdttd1985, p.76,1os identifica con los excavados en la oC¿sa de iac-farr, creo que erróneamente.

43. E. García Gó me1 Notas sobre la topografa, p. 3 62, n 68.

44. Ibn F{awkal, Conjguración del mundo (Fragmentos alusiuos al Ma-greb y EEaña), tr rd IvL. J. Romani Suay, Valencia, 197 1, p. 64.

45. Anaks Palalnos, p. 147.

46. Ihídem,p.96-7.47. Recoge la cia L. Torres Balbás, Atle hiyanomusulmán hastn la

caída del callfato de Córdoba, en Hisnia de España dir, por R Me-néndez Pidal, t. V, Madri4 3." ed 1973,p.427.

48. F. Hemández Gtlrr'éne1 Maúnat al-Zahrá'. Arquitectura y decora-

ción, Granzda,7985.

49. M. Ocaña Jiménez, Maúnat al-Zahrá', en E. 12 t. V, p. 1.005

G.").50. A. IjÁnq Mahdia, p. 121.

51. Féüx Hemández no pudo dejar de advertir ese significado, y su

opinión se nos ha transmitido con la siguiente frase: <explanada

casi horizontal, que, al contemplar a caballo el emplazamientode esta malaventurada residencia en términos obsesivos se im-pone a los ojoso, Maúnat al-Zahra',p.23.

52. S. Iópez Cuewo, Medina az-Zahra, p.39,Plano de la estructurade las paratas

53. Maúnat al-Zahrai p. 22.

54. O. Graba¡, The Architeaure of the Middle Fnsem Cityfom Past to

Present: the Ca* of Mosque, en I. iVL Iapidus erl, Middle fusemCities, p.36.

5 5. F. Hemánde z Ginénez Maúnat al- Zahrá', p. 7 7.

56. D. yJ. Sourde\ La civilisation, p.386.57. En Arahic-klamic Cities, p. 703.

58. S: Iópez Cuerto, Medina az-Zahra, pp. 42-43.59. L. Torres Balbás, Arte hiEanomuwlmán,p.443.60. L Torres Balbás, futensión y demografa de las ciudades hiyanomu-

sulmanas, oStudia Islamicau III (1955), pp.35-59.67. Deux vill¿s d'Ifnqrya, p. 40.

62. De acuerdo con Torres Balbás serían39.324hab.,y lr,gúnIÁzi-ne 14.690.

63. Deux uilles d'Ifriqiya, especialmente el capítulo uSur la popula-tion des villes Ifriqiyennes>, pp.17-40. En reaüdad este méto-do ya 1o intuyó L. Torres Balbás, quien escribió: <Como el is-lam impone la asistencia de los creyentes a Ia o¡ación de los

viemes en la mezquita mayor, la superficie de éstas es funcióndel nrlmero de fieles que habiten en ia ciudad Y al ser suscepti-

ble de ampliación la sala de rezo, sus aumentos señalarán los de-mográficoso, en Ampliación y tamaño de uaria mezquitas, ultT-

Andaluso XXI (1956), p. 341. Ivlás adelante Ilgga a señalar uncálculo elobal de 2.15 nenonas oor m1,or *2áe sala de ora-ción, qu? él mismo .oárid.t" eicesivo al no tener cuenta de

soportes, etc., p.352.64. I¿ cita ü recoge al-Maqqan de lbnJaldüa segrín iV["J. Rubie-

ra, La arquitectura en Ia literabra árabe, p. 727 .

65. E. García Gó mez Notas sobrc la topogrffi , p. 35 1.

66. The Architecture, p. 36.

67. J. Sauvaget, Es4 uisse d'une hisnire de la ville de Damas, uRevue des

Etudes Islamiqueu VIII (1934), p.445.68. En conversación mantenida con éL

69. Muslim Cities, p. 7 7.

7 0. Al- Muqnbís I p. 30-31.7 7. Analcs palaünos, p. 777.

7 2. A. I*nne, Deux uilles d'IJrQia, p. 23.

73. Suma de los pinciples mandamientos y deueilamientos de la ley ygunna, <MemoÁal Histórico Español,r V (Madrid, 1853), p. 304.

74. Deux villcs d'IJrQiya,p.27,n 3.

75. L. Torres Balbás, Arte hiryanomusulmán,p.369 y 388.76. R Crstejón, Madinat al-Zahra en los autores árabes, <Al-Mulkn

2 (1961-62),p. 148.77. M Ocaña Jim éne1 Maftnat al-Zahrá', p. 1.005, calcula la super-

ficie del alcázer en 45 Ha"

78. L. Torres Balbás, Afte hispanomusulmán,p.430.79. F. C-astillo; R Martínez y lvt- Aciér¡ Urbanismo e industia, (en

prerxa).80. C. F. Seybold - (M. OcañaJiménez), Kuttuba, E. 12, vol. V, p.

513 (s v.).

8 1. En el grá6co no se tiene en cuenta el espacio de la maqslra, quedesconocemos, por lo que da un resultado algo superior 5.314plazas.

82. E. C'trcía, G6me1 Notas sobre la topografn, p. 333.83. Ibídem, p. 333, n- 23.

84. Cuando el avance es t¿n débil que nadie se puede considerarincomodado, R Brunschvig, Urbanisme et drcit, p. 732.

85. D. Sourdel, Lbtganisation de I'apace, p. 2.

86. Torres Balbás pensaba que era originario de l¡ ciuded islámica,habiendo llegado a al-Andalus a través de Siria, y a ésta a partir

" del Yemen, Les uilles mustlmanes d'Eyagne et leur urbanisation,

<Annales de I'Institut d'Etudes Orientaleu VI (1942-47),p.12.87. D. Sou¡del, Lbganisatbfl,p.71.88. Anales palaünos, p. 45, sobre el sahib al-madrna89. Medina az-Zahra, principalmente el cap. IV <Ingeniería y

formmr.90. Al-Muqtabislp.40.91. Ihúlen,p.31 y 34.92. Como yo mismo señalé en De la conquista muslmana a la fuca

nazan', p.487.93. Muqaildima,IV, cap. XVII, tradJ. Feres, México,7977,p.654.94. Ibn Ruí4 Averroes, kpsíción de la *Rryública, de Plann.Esw-

dio preliminar, trad y notas de M Cruz Hemández, Madrid,1986, véase pp. 6 y 78 contra los <soütarios>; pp.72, 14, 106 yss., alusión e feudaüsmo; p. 44, contra el sistema tribaL

95. En el P¡efacio ala2." ed" de w Muslim Cities in the I¡ter Miüle,4ges, Cambridge, 1984, p. IX, 1o que conecta peligrosamentecon la serie de autores que pretenden asimilar la expansión islí-mica con las antiguas migraciones semitas.

96. F. Fusaro, La cittá blamica, Roma-Bari, 1984, en toda la obra"pero véase especialmente, p.52.

I

26