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22-11-1968 LA IGLESIA, MISTERIO DE UNIDAD Esta mañana, antes de levantarme, estando haciendo oración, ¡de pronto!, en una ráfaga pe- netrante, aguda y continuada, como en un abrir y cerrar de ojos, se inundó mi alma iluminada por el pensamiento divino; que, paulatina, pero penetrante y profundamente, iba invadiendo mi pobre y limitado entender con la luminosidad de su divino entender, que me hacía compren- der los planes divinos desde todos los tiempos en Dios sobre la Santa Madre Iglesia; mediante la cual, en y por la cual, el Eter- no Seyente quería donarse y manifestarse por su Unigénito Hijo Jesucristo en Palabra a los hombres. Quedando invadida de una terrible verdad que me dejó tan profundamente impresionada cual jamás podré expresar. Contemplé a Dios, desde el principio de los tiempos, en el momento sin tiempo de conce- bir la Iglesia en el misterio de su vida y su mi- sión; entendiendo cuál era el auténtico y ver- dadero sentido del designio divino sobre ella. Vi cómo la quiso Dios desde el principio, y lo que había sucedido a través de las diversas épocas en el seno de esta Santa Madre; 47 Paseo de la Dirección, 5. 28039 Madrid Imprime: Fareso, S.A. Depósito Legal: M. 20.665-2008 ISBN: 978-84-612-4191-0 (Librería-Espiritualidad) Santa Sede : Congregación para el Clero www.clerus.org www.laobradelaiglesia.org [email protected] E-mail: infor Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44 quez, 88 Via Vigna due Torri, 90 C/. Veláz MADRID - 28006 ROMA - 00149 LA OBRA DE LA IGLESIA © 2008 LA OBRA DE LA IGLESIA DICIÓN 2ª E Madrid, 2-2-2005 Vicario General Joaquín Iniesta Calvo-Zataráin Imprímase: Censor edo Viña, Julio Sagr Nihil obstat: El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa" "Luz en la noche. Extracto del libro: Fundadora de La Obra de la Iglesia Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia...sura, como el único camino, cual espejo lumi-noso, inmaculado y sin mancilla, en el cual el mismo Dios se plasma, se mira y se refleja,

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  • 22-11-1968

    LA IGLESIA, MISTERIO DE UNIDAD

    Esta mañana, antes de levantarme, estandohaciendo oración, ¡de pronto!, en una ráfaga pe-netrante, aguda y continuada, como en un abriry cerrar de ojos, se inundó mi alma iluminadapor el pensamiento divino; que, paulatina, peropenetrante y profundamente, iba invadiendo mipobre y limitado entender con la luminosidadde su divino entender, que me hacía compren-der los planes divinos desde todos los tiemposen Dios sobre la Santa Madre Iglesia;

    mediante la cual, en y por la cual, el Eter-no Seyente quería donarse y manifestarse porsu Unigénito Hijo Jesucristo en Palabra a loshombres.

    Quedando invadida de una terrible verdadque me dejó tan profundamente impresionadacual jamás podré expresar.

    Contemplé a Dios, desde el principio de lostiempos, en el momento sin tiempo de conce-bir la Iglesia en el misterio de su vida y su mi-sión; entendiendo cuál era el auténtico y ver-dadero sentido del designio divino sobre ella.

    Vi cómo la quiso Dios desde el principio, ylo que había sucedido a través de las diversasépocas en el seno de esta Santa Madre;

    47

    Paseo de la Dirección, 5. 28039 MadridImprime: Fareso, S.A.Depósito Legal: M. 20.665-2008ISBN: 978-84-612-4191-0

    (Librería-Espiritualidad)Santa Sede: Congregación para el Clero www.clerus.org

    [email protected]: infor

    Tel. 91.435.41.45 Tel. 06.551.46.44 quez, 88 Via Vigna due Torri, 90C/. Veláz

    MADRID - 28006 ROMA - 00149

    LA OBRA DE LA IGLESIA

    © 2008 LA OBRA DE LA IGLESIA

    DICIÓN2ª EMadrid, 2-2-2005Vicario GeneralJoaquín Iniesta Calvo-ZataráinImprímase:

    Censoredo Viña, Julio SagrNihil obstat:

    El misterio de la fe dado en sabiduría amorosa""Luz en la noche.

    Extracto del libro:

    Fundadora de La Obra de la Iglesia

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

  • nidad, Santuario de Dios entre los hombres,donde el Padre y el Espíritu Santo, por Cristo,se nos dan y moran en Familia con nosotros,haciendo de la Nueva Sión, Templo vivo y Mo-rada del Altísimo.

    Inundada ante tanta verdad, sentí miedo porese no sé qué que impregna mi vida, cuandotengo que descorrer los velos de mi espíritu y,llena de pudor espiritual, comunicar cuantoDios me muestra para que lo manifieste:

    Primero, por la grandeza de la Iglesia queyo contemplaba, repleta de santidad y hermo-sura, como el único camino, cual espejo lumi-noso, inmaculado y sin mancilla, en el cual elmismo Dios se plasma, se mira y se refleja, yque nos conduce a la vida, saturada de la ver-dad divina y divinizante que Cristo depositó ensu seno de Madre;

    encomendándosela a sus Apóstoles, y de lacual hizo a Pedro roca, fundamento y cabezavisible de toda ella.

    Al mismo tiempo que veía la desfiguraciónque habíamos hecho de la Iglesia en el trans-currir de este duro y penoso peregrinar, en quecaminamos hacia la Casa del Padre; la mayoríade las veces sin encontrar la verdad, luz y vidaque Cristo, como único camino que conduce alPadre, nos vino a traer: «Yo soy el camino, laverdad y la vida; nadie va al Padre sino pormí»1.

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    descubriendo y penetrando hondamente loque había que realizar dentro de ella, como re-juveneciendo a la Esposa de Cristo y desentra-ñando su dogma riquísimo, para hacerlo vivira todos sus miembros en sabiduría y amor; ycómo había que ponerla para que volviera aser aquello que Dios, en su infinito pensa-miento, soñó desde toda la eternidad, para laNueva, Universal y Eterna Jerusalén, engalana-da con la misma hermosura de Dios, y repletay saturada de su misma Divinidad.

    Después de contemplar, en esta ráfaga ¡fuer-te, profunda, certera, luminosa, aguda, clara,transparente y prolongada!, el pensamiento deDios sobre su Iglesia y la situación en que éstase encontraba por las deformaciones que en eltranscurrir de los tiempos habían caído sobreella, y lo que había que hacer para su verda-dera y auténtica renovación; el mismo Señorme mostró que, para la realización de todo esto,había surgido en nuestro tiempo el ConcilioVaticano II, y junto al Concilio, como un gra-nito de mostaza, La Obra de la Iglesia, llena deabundantes dones y ricos frutos.

    La cual, al lado del Papa y los demás Suce-sores de los Apóstoles, tenía que ayudarles, co-laborando a realizar durante todos los tiempos,frente a Dios y a los hombres, la auténtica, ver-dadera y esencial misión para la cual Cristo ha-bía fundado su Iglesia;

    presentando el verdadero rostro de esta San-ta Madre, ánfora preciosa y repleta de Divi-

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    1 Jn 14, 6.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • ¡da descanso a mi alma herida con tu triunfo en el torneo!

    Canta a Dios en tus cantares,que Él se goza satisfecho cuando escucha los sonidos de mis voces en tu acento.

    Eres Obra de la Iglesia que prolonga mi misión a lo largo de los tiempos.

    ¡Repleta tu sacerdocio, llenando la vocación que el Infinito en ti ha puesto!

    Mi alma descansa en ti, porque tú prolongarás mis cantares del Inmenso, manifestando a la Iglesia según el designio eterno de Aquél que me la mostrara en tan diversos momentos, repleta de ricos dones o pidiéndome consuelo.

    Dios me dio mi descendencia, y en su número te veo, siendo ante Él prolongada en romances de misterio.

    Hijo, tu gloria es mi gloria, si es que yo, cuando te miro, reflejada en ti me veo.

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    Segundo, por tener que descubrir muchascosas que me costaban.

    Y tercero, por tener que hacerlo yo, que soyen el seno de la Iglesia la última y más pe-queña de las hijas de esta Santa Madre, y tansólo su Eco pobre y diminuto, para manifes-tarla en proclamación de repetición –ya que elEco no tiene voz propia, sólo repite– junto conlos hijos de la gran promesa que Dios hizo ami alma, para perpetuarme siempre ante Él conmi misión prolongada por mi descendencia du-rante todos los tiempos. [...]2.

    11-8-1974

    ERES OBRA DE LA IGLESIA

    « ¡Hijo de mis alegrías, mi esperanza en este suelo, corona de mis conquistas, expresión de cuanto encierro, descendencia que prolonga mi cantar en el destierro y la misión sacrosanta que el Infinito en mí ha puesto...!

    ¡Hijo de mis ilusiones!, ¡enaltece hoy tu voz!, ¡levántate mensajero!,

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    2 Con este signo se indica la supresión de trozos más omenos amplios que no se juzga oportuno publicar envida de la autora.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • con su esposa»5 la Iglesia, engalanada con to-das sus joyas y repleta de santidad y celestialhermosura.

    Así como Dios es un consustancial misteriode unidad en intercomunicación familiar devida trinitaria, la Iglesia es misterio de unidad.Porque es la contención, en manifestación yperpetuación, del misterio de Dios en sí, por síy para sí y vivido con los hombres y entre loshombres; que se nos da por Cristo, bajo laMaternidad divina de María, Madre de la Iglesiauniversal, encomendada por Cristo a sus Após-toles, a los cuales «los escogió para estar conÉl y mandarles a predicar»6, rogando por ellospara que fueran uno como Dios es uno:

    «Te ruego por ellos: no ruego por el mun-do, sino por éstos que Tú me diste y son tu-yos. Sí, todo lo mío es tuyo y lo tuyo mío; yen ellos he sido glorificado. Ya no voy a estaren el mundo, pero ellos están en el mundomientras Yo voy a Ti. Padre Santo: guárdalosen tu nombre a los que me has dado, para quesean uno, como nosotros. Yo les he dado tuPalabra, y el mundo los ha odiado porque noson del mundo, como tampoco Yo soy delmundo. No ruego que los retires del mundo,sino que los guardes del Maligno. Santifícalosen la verdad: tu Palabra es verdad»7.

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    Dios quiere tenerme siempre, cuanto perduren los tiempos, reverberada en mis hijos para su gloria y contento, y hechos “uno” en el plan de su eterno pensamiento.

    ¡Hijo de mis esperanzas!, recíbeme, que anochezco y se apagan mis cantares de tanto penar en duelo.

    Escúchame, que aún no es tarde;¡quién sabe si ya mañana Dios me llevará a su seno...! »

    ¡Gracias, Señor!, ¡pero yo no soy digna! Másbien sé que, a más grande miseria, más grandey abundante misericordia; ya que «las miseri-cordias de Dios son eternas»3 y no tienen fin.

    Las cuales se nos manifiestan y comunican,por Cristo bajo el amparo de la Maternidad dela Virgen, con corazón de Padre y amor deEspíritu Santo, en el seno anchuroso, divino ydivinizante, de la Santa Madre Iglesia, repleta ysaturada de santidad;

    la Nueva y Celestial Jerusalén que, cual «to-rre fortificada», cobija en sus murallas a loshombres de todo pueblo, raza y nación; con-duciéndolos con paso firme y «brazo podero-so»4 a «las bodas eternas de Dios y del Cordero

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    3 Cfr. Sal 135. 4 Jer 21, 5.

    5 Cfr. Ap 19, 7.6 Mc 3, 14-15.

    7 Jn 17, 9-11. 14-15. 17.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • dad y pecados de sus miembros, e incluso, enla mala voluntad de algunos de ellos.

    ¡Qué grande es la Iglesia...!, ¡qué universal!,¡qué amplia!, ¡qué sencilla y qué eterna...!

    ¡Qué grande es el Concilio...! ¡Con qué mi-sión tan profunda, tan llena de sabiduría amo-rosa y tan sobrenatural como sencilla, asequi-ble y universal, ha surgido en la Iglesia...!

    ¡Qué grande fue Juan XXIII, a quien inspiróel Señor el Concilio!

    ¡Qué grandes son mis Obispos queridos reu-nidos con el Papa para regir la Iglesia bajo lavoluntad del Padre, manifestándola con la ex-presión del Verbo y abrasándose y abrasándo-nos a todos, hechos uno en el amor y el im-pulso del Espíritu Santo!

    ¡Qué grande es la Iglesia, y qué iluminadapor el pensamiento divino, siendo conducidapor la sabiduría amorosa y bajo la fuerza y elimpulso del mismo Espíritu Santo en todos yen cada uno de los momentos de su existen-cia, aun en los más difíciles, dramáticos, oscu-ros y hasta confusos...!

    Pero la Madre Iglesia es desconocida en laprofundidad profunda e intrínseca de su reali-dad por la mayoría de los hombres e inclusopor muchos de sus hijos...:

    Todos los hombres, congregados por elEspíritu Santo en Jesucristo, el Unigénito Hijo

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    La Iglesia es hermosa con la misma hermo-sura de Dios, que la envuelve, la ennoblece, laenjoya, la penetra, la satura y la engalana, ha-ciéndola la Esposa inmaculada del Cordero; en-vuelta con un manto real de sangre que suEsposo divino le regaló el día de sus Bodas.

    La Iglesia necesita hacer vivir a todos susmiembros en plenitud, y ponerlos al día en sugran realidad.

    Es divina y es humana; por lo que, por surealidad divina, ha de saturarse de Divinidad ensu parte humana...

    Por eso Dios, de vez en cuando, coge a laIglesia y la cierne como al trigo en el cerne-dero, para esclarecer su verdad, enderezar loconfuso o torcido, separar, dentro de ella, al tri-go de la paja, y tirar la escoria que la ensucia,la nubla y la oscurece.

    Por lo que en la vida de la Iglesia hay mo-mentos en los cuales aparece resplandeciente,luminosa, repleta de divina hermosura, llena dedones eternos y donadora de todos ellos;

    mientras que en otros, por la torcedura delcorazón del hombre, se ven más palpable y vi-siblemente los defectos y pecados de sus hijos,con las lacras que dejan en su seno de Madre.

    Momentos para nuestra mente humana difí-ciles de entender, bien por no someternos a losplanes de Dios, o por no comprenderlos; y nopenetrar, por una parte, en la Divinidad que enla Iglesia se encierra repletándola de la santi-dad que en ella y por ella se nos comunica ymanifiesta; y, por otra, en la fragilidad, debili-

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    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • esta vida divina la vivieran en comunión debienes, unidos y participando en intimidad ho-gareña en el gozo del Padre, del Hijo y delEspíritu Santo; aquí en fe en la noche de la viday, pasado este peregrinar, en luz gloriosa, lu-minosa y resplandeciente de Eternidad.

    La Iglesia es un misterio de unidad. Por esoestá regida por el Espíritu Santo, que es el amordel Padre y del Hijo en su misterio de unióntrinitaria, y el Paráclito enviado por Cristo paraunir a todos los hombres con Dios, y a todoslos hombres entre sí con Dios.

    El Espíritu Santo es también el Amor que im-pulsa al Padre y al Hijo a unirse con nosotros.

    –Señor, ayúdame a expresar algo de lo quecon tanta luz he visto y se me sigue impri-miendo en el alma, para la clarificación decuanto me pides que manifieste cada vez queme muestras tus verdades; que, en mi misiónde Eco, por mis cantares encendidos de amora Dios, a Cristo, a María y a mi Madre Iglesia,he de comunicar–.

    Qué claro veo cómo el hombre fue creadopor Dios a su imagen y semejanza sólo y ex-clusivamente para poseerle, y a su vez para po-seer también toda la creación, enseñoreándosecomo rey y dominador de toda ella:

    «Y creó Dios al hombre a imagen suya, aimagen de Dios lo creó, y los creó hombre ymujer; y los bendijo Dios diciéndoles: “procread

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    del único Dios verdadero, por medio de laMaternidad universal de María, viviendo la vidade la Familia Divina en intimidad de hogar ycumpliendo la voluntad del Padre de que sea-mos uno como Él, el Hijo y el Espíritu Santoson uno: ésta es la realidad esencial y univer-sal que Cristo dio a su esposa, la Iglesia, com-pendiada y encerrada en el ánfora preciosa, re-pleta y saturada de Divinidad de esta SantaMadre.

    La cual fue fundada por Cristo, el Mesíasanunciado desde el principio de los tiempos,prometido a Abraham, «Padre de todos los cre-yentes»8 y a su descendencia para siempre, yprofetizado por los santos Profetas; el descen-diente de la estirpe de David, que nacería deuna Virgen, la cual «concebiría y daría a luz unHijo, al que le pondría por nombre “Emmanuel,Dios con nosotros”»9, como cumplimiento delas palabras de Yahvé: «Mi siervo David será supríncipe para siempre. Pondré en medio deellos mi morada, y Yo seré su Dios y ellos se-rán mi Pueblo»10.

    Por lo que la Santa Madre Iglesia fue fun-dada por Cristo y encomendada por Él a susApóstoles, para que todos los hombres, sin ex-cepción de clases, razas, ni condición, vivieranla vida divina, dando su verdadero sentido yorientación a todos los problemas espirituales,temporales, humanos y materiales; y para que

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    8 Cfr. Rm 4, 16. 9 Is, 7, 14. 10 Ez 37, 25. 27.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • nociendo, poseyendo y penetrando –ya que pe-netrar es poseer la ciencia, en sabiduría amo-rosa, de la misma creación, realizada a imagende las perfecciones y atributos del Infinito Ser–;seremos felices.

    Nuestra necesidad de poseer las cosas, noes sólo tenerlas, sino tenerlas entendidas, pe-netradas, intuidas y abarcadas, de forma queseamos capaces de darles su verdadero y au-téntico sentido; y todo ello con la seguridad deno poderlas perder. En esto consiste nuestra fe-licidad con relación a las cosas creadas.

    Dios nos hizo cuerpo y alma. Con el cuer-po vivimos de los sentidos materiales, y con elalma, de los espirituales; y en la medida querealicemos nuestra doble faceta espiritual y cor-poral, bajo la orientación y equilibrio del es-píritu con la posesión de todas las cosas, sa-ciaremos en llenura nuestras capacidades yseremos felices.

    Si no vivimos del espíritu, somos hombresanormales, que no llegamos a ser el comple-mento total de lo que somos; ya que el almadel hombre gime, como el ciervo sediento, porlas aguas refrigerantes de la felicidad, que sóloen la posesión del gozo de Dios «se saciará alcontemplarle en la luz de su semblante»13.

    Dios es el Espíritu infinito, perfecto y eter-no, por eso invisible para nuestros ojos car-

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    y multiplicaos y henchid la tierra, sometedla ydominad... sobre todo cuanto vive y se muevesobre la tierra”»11.

    Dios hizo al hombre cuerpo y alma; por lotanto con capacidades de llenuras insospecha-bles. Tanto que, en su parte espiritual sólo escapaz de saciarse con la posesión del mismoInfinito, vivida y participada con Él en intimi-dad de familia:

    «Ved qué amor nos ha mostrado el Padre,que somos llamados hijos de Dios, y lo somos...Queridos, ahora somos hijos de Dios, aunqueaún no se ha manifestado lo que hemos de ser.Sabemos que, cuando aparezca, seremos se-mejantes a Él, porque le veremos tal cual es»12.

    Y, en su parte humana la criatura racionaltiene también tal exigencia de llenura que, sólocon la posesión perfecta de la creación, que-dará saciada.

    El hombre es la gran maravilla de la crea-ción, el rey de toda ella, el poseedor de todassus riquezas, en una posesión perfecta y aca-bada. Está creado para poseer, que es dominarmediante los dones del Espíritu Santo; y hastaque no llene todas sus exigencias, no es feliz,porque no se puede ser feliz necesitando másde lo que se posee.

    Nuestra capacidad de poseer la creación estan grande como toda ella. Y por eso, sólo enla medida en que la vayamos descubriendo, co-

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    11 Gén 1, 27-28. 12 1 Jn 3, 1-2. 13 Sal 16, 15.

    "La Iglesia, misterio de unidad" Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia

  • hombre ha llegado a poseer a Dios y todas lascosas según Dios, entonces, y sólo entonces, esfeliz.

    Y el hombre, creado por el Infinito con exi-gencias de ser, de poseer, de llenura, de ple-nitud, de felicidad y de vida, está desgajado.Porque, al no vivir en el enfoque verdadero desu perfección, anda vacío, desordenado, amar-gado y, la mayoría de las veces, en un dese-quilibrio total; ya que sólo conseguirá su fe-licidad en la medida que dé sentido a suexistencia tal cual es, según el pensamiento delque lo creó.

    Pero el hombre, que es cuerpo y alma, lamayoría de las veces se ha confundido. Vivepara lo material, busca la solución de todos losproblemas a través de los sentidos, quiere lle-nar su existencia de un modo irracional; y en-tonces, al haber perdido su verdadero sentidoy razón de ser, ha perdido la felicidad.

    Así, creado para la luz, camina en oscuridady «en tinieblas y sombras de muerte»; hechopara el amor, vive del odio; con necesidad casiinfinita de justicia y verdad, está en la confu-sión; necesitando y ansiando la paz –que sóloen el equilibrio de los planes de Dios cumpli-dos sobre nosotros se encuentra–, vive en eldesenfreno de la discordia que nos quita la paz,nos lleva a la lucha de unos contra otros, y ala propia destrucción.

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    nales, capaces de captar sólo las cosas corpó-reas. Por lo que, si quiero conocer a Dios, nodebo intentar humanizarle a Él, que es sóloespíritu, sino espiritualizarme yo que soy es-píritu y carne.

    Dios se hizo Hombre, para que el hombrele entendiera a través de su Humanidad; peroéste se quedó sólo en ella y por eso no le co-noció:

    «Si hablándoos de cosas terrenas no creéis,¿cómo creeríais si os hablase de cosas celestia-les?»14. «...Vino la Luz al mundo y los hombresamaron más las tinieblas que la Luz, porque susobras eran malas»15.

    También los sentidos corporales están ham-brientos en la necesidad de la posesión com-pleta de la creación que el Eterno hizo paraalabanza de su gloria y para gozo del hombreal que está sometida para su posesión.

    Pero, sólo bajo el equilibrio del espíritu y suorientación, seremos capaces de vivir en per-fección la totalidad de nuestro ser, mediantenuestro obrar bajo la luz y el influjo del pen-samiento divino; y sólo así seremos felices, yaque la felicidad consiste en tener llenas todaslas exigencias impuestas por el Creador ennuestro ser.

    La felicidad es la llenura de todas las exi-gencias de nuestras capacidades. Cuando el

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    14 Jn 3, 12. 15 Jn 3, 19.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • que habite en vosotros Cristo, por la fe, envuestros corazones y, arraigados y fundados enla caridad, podáis comprender en unión con to-dos los santos, cuál es la anchura, la largura, laaltura y la profundidad, y conocer la caridadde Cristo, que supera toda ciencia, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios»16.

    El pecado original torció nuestra mente, ycon ello estamos confundidos y vivimos con-fusos, no sabiendo cómo tenemos que vivir nicómo tenemos que obrar, e incluso confundi-mos a los demás.

    Para restaurarnos y darnos nuestro verdade-ro sentido, «Dios se hizo Hombre y habitó en-tre nosotros»17.

    Por lo que la Iglesia, que es la prolongaciónen perpetuación perfecta y acabada de Cristocomo Cabeza de su Cuerpo Místico, vivienteentre los hombres por el misterio de su En-carnación, vida, muerte y resurrección gloriosa;es la que nos tiene que orientar, dirigir y for-mar, bajo la luz candente y llena de infinita sa-biduría amorosa del Espíritu Santo, en nuestraverdadera personalidad;

    repletándonos a todos de la felicidad de lavida infinita que ella posee y encierra en suseno, para comunicárnosla, en su misión re-dentora, por medio de los Sacramentos y todos

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    Y en esta situación de derrota, busca la so-lución del problema sólo por medio de las ca-pacidades materiales, olvidando que es cuerpoy alma; y, por lo tanto, que sólo viviendo él yhaciendo vivir a cuantos le rodean en el com-plemento perfecto y acabado de lo que es, po-drá darse sentido a sí y a los demás.

    Un hombre que sólo viviera del espíritu, nosería un hombre perfecto; y mucho menos elque vive sólo de lo material. La perfección desu ser consiste en vivir lo que es y como lo es,llenándose a sí mismo y a los demás en las ca-pacidades innatas que posee.

    Por eso, al no vivir como es, está descon-certado y va desconcertando a cuantos le ro-dean; y sólo cuando consiga centrarse en elequilibrio perfecto de su ser hacia dentro y desu obrar hacia fuera, dará el verdadero sentidoy la razón de ser a su existencia.

    Dios nos creó para vivir con Él en intimidadde familia, y para que, al vivir en familia conÉl, viviéramos entre nosotros en familia tam-bién, en una reunión de caridad, de justicia, deamor, de paz y de gozo, que nos proporcionael encajamiento perfecto de nuestro ser y denuestro obrar.

    «Por esto, doblo mis rodillas ante el Padrede quien procede toda familia en los Cielos yen la tierra, para que, según los ricos tesorosde su gloria, os conceda ser poderosamente for-talecidos en el hombre interior por su Espíritu;

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    16 Ef 3, 14-19. 17 Cfr. Jn 1, 14.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • consiguiendo nuestro verdadero equilibrio; loscuales nos llenan de los frutos que el EspírituSanto nos comunica en su Iglesia: caridad, gozoespiritual, paz...

    La Iglesia está de fiesta, porque tiene en síla Felicidad eterna para hacer felices a todoslos hombres, uniéndolos en Dios y entre sí, ydándoles por Cristo, su divina y real Cabeza,coronada de verdad, de justicia, de amor y depaz, la posesión en común de todos los bienesque Dios entregó al hombre para su posesiónen perfección.

    La Iglesia es la congregación y reunión delos hombres de todos los tiempos con Dios yentre sí, eternamente.

    Unión que, a imagen del subsistente, infini-to y coeterno Ser en su intercomunicación fa-miliar de vida trinitaria, empieza en la mentedivina, en los planes eternos de Dios para no-sotros, por el impulso del Espíritu Santo;

    unión que se realiza en el tiempo por la vo-luntad del Padre, ya que, por y en el amor delEspíritu Santo, el Verbo se hizo Hombre y ha-bitó entre nosotros19;

    unión que se continúa, en nuestra peregri-nación, por medio del Espíritu Santo; y que seperpetúa en el Cielo eternamente por medio delmismo Espíritu Santo.

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    los dones, frutos y carismas que Dios, desde eldía de Pentecostés, derramó sobre ella para quepudiera repletar a la humanidad, como Madreuniversal de todos los hombres.

    La Iglesia es la encargada por Dios de darsu verdadero sentido a todo el vivir del hom-bre. Es ella la que, con Cristo «camino, verdady vida»18, en la luz del Espíritu Santo, tiene queiluminarnos; y, en el amor de este mismoEspíritu, amar a todos, dándoles la verdaderafelicidad que sólo ella posee por voluntad deDios.

    El hombre no tiene más que un sentido yuna razón esencial de ser: poseer a Dios. Puesfue creado por Él, para entrar a vivir de su gozoy dominar toda la creación, ya que rey de ellael mismo Dios le constituyó desde el principio.

    Y como la Iglesia es la que ha recibido porCristo el don de la verdadera interpretación di-vina y humana, es la que tiene que dar a cadacosa su sentido, y al hombre el verdadero cri-terio sobre cada una de ellas.

    Al hacernos Dios poseedores de su vida di-vina y dominadores de la creación, por el donde sabiduría llenamos nuestras capacidades deposesión con relación al mismo Dios; y por eldon de ciencia vamos poseyendo la creación,la vamos integrando en nosotros y adquirien-do la felicidad. Y por los demás dones vamos

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    19 Cfr. Jn 1, 14.18 Cfr. Jn 14, 6.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • «Yo rogaré al Padre y os dará otro Abogadoque estará con vosotros para siempre... Y cuan-do viniere Aquél, el Espíritu de la verdad, osguiará hacia la verdad completa»20.

    «Simón, Simón, mira que Satanás os ha re-clamado para cribaros como al trigo. Pero Yohe rogado por ti, para que no desfallezca tu fe.Y tú, una vez convertido, confirma a tus her-manos»21.

    Pudiendo decir ellos con el Apóstol en todoel sentido de la palabra: «Vivo yo, mas no yo, esCristo quien vive en mí» y «Éste crucificado»22;

    llenando la misión gloriosa, misionera y uni-versal que el mismo Cristo les encomendócuando les envió al mundo entero a proclamarel Evangelio:

    «Como Tú me enviaste al mundo, así los en-vío Yo también al mundo. Y por ellos me con-sagro Yo, para que también se consagren ellosen la verdad».

    «El que os recibe a vosotros, me recibe amí, y el que me recibe, recibe al que me haenviado».

    «Quien a vosotros os rechaza, a mí me re-chaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al queme ha enviado»23.

    La Iglesia es para todos y para cada uno;y a todos y a cada uno necesita repletar de

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    Dios vive en comunión familiar de unidadeterna, tan apretada, que sólo es una Vida, unSer, una Subsistencia eterna e infinita; ¡tan una,tan una!, que, por perfección unicísima de surealidad, es actividad de vida trinitaria, vividapor las tres divinas Personas en un solo actoinmutable de ser en intercomunicación de ho-gar;

    siendo el Espíritu Santo el que une al Padrey al Hijo en el abrazo eterno de su caridad in-finita, y, por lo tanto, el unificador en la vidade Dios, y de los hombres en la tierra por me-dio de la Iglesia.

    La Iglesia es un misterio de unidad, de vida;congregando a los hombres en la unión de laFamilia Divina; Familia trinitaria que es tantaunión que, por perfección de su naturaleza di-vina, sólo es un Ser: el Ser subsistente, coeter-no, infinito y trinitario.

    La Iglesia es una en la unión del EspírituSanto, y por eso tiene que ser una en vida, unaen criterio, una en doctrina, una en vivencia,una en misión y una en comunicación de bie-nes y en posesión de ellos.

    Y para que sea una en la unidad de Dios,el Espíritu Santo se quedó con el Papa y conlos Obispos que, unidos al Papa según el pen-samiento divino manifestado por el Unigénitodel Padre, tienen su mismo sentir y proclamanla unidad de la Iglesia en su verdad con todasu verdad, en su vida, misión y tragedia.

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    20 Jn 14, 16; 16, 13.21 Lc 22, 31-32.22 Gál 2, 20; 1 Cor 2, 2.

    23 Jn 17, 18-19; Mt 10, 40; Lc 10, 16.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • les deletrea su vida en canción en un decir quees obrar, y el Espíritu Santo los congrega paraque vivan en intimidad hogareña entre sí y conla Familia Divina...!

    Es el Espíritu Santo el que, en la perfeccióninfinita de su ser, tiene unidos en su caridadeterna al Padre y al Hijo en unidad de vidaamorosa e infinita; y, como consecuencia, elque, al querer ponerse Dios en contacto conlos hombres, por medio de la Iglesia nos con-grega, nos reúne y nos asocia en una unidadde felicidad con el mismo Dios; haciendo que,lo que Dios mismo tiene por naturaleza, no-sotros lo vivamos aquí por gracia y en el ma-ñana de la Eternidad en el júbilo de su gozoinfinito y eterno en la luz gloriosa de los Bie-naventurados...

    Es el Espíritu Santo el Amor que, en el senode la Iglesia, nos une al Padre y al Hijo, y elque, al unirnos con el Padre y con el Hijo, unea todos los hombres entre sí: «Padre justo..., lesdi a conocer tu Nombre... para que el Amor conque me amabas esté en ellos; ¡y Yo en ellos!»26.

    ¡Qué misión tan grande la del Espíritu Santoen la vida de Dios, que siendo Él el mismoDios, es la unión que, por perfección de su sereterno, como Persona divina tiene abrazadas alas divinas Personas en la unidad de su vida!

    Y es el Espíritu Santo, por su personalidaddivina, el que nos manifiesta y nos hace vivir,

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    Divinidad como si fuera el único, dándolessu sentido sobrenatural y humano. Para esoJesucristo se quedó en ella y se nos da pormedio de la Liturgia, especialmente en la Eu-caristía, para ser todo para todos y cada unode los hombres, dándose al mismo tiempo yde la misma manera en alimento a todos y acada uno...

    «El que come mi Carne y bebe mi Sangre,tiene vida eterna, y Yo lo resucitaré en el últi-mo día. Mi Carne es verdadera comida y miSangre es verdadera bebida. El que come miCarne y bebe mi Sangre, permanece en mí y Yoen él»24.

    ¡Qué rica es la Iglesia, que es la depositariadel misterio divino y la encargada de comuni-carlo a los hombres de todos los tiempos concorazón de Padre, expresión de Verbo, bajo elamor, la brisa y el impulso del Espíritu Santo...!

    ¡Qué rica es la Iglesia, que tiene en su senoal Padre, al Hijo y al Espíritu Santo viviendo suvida de intercomunicación familiar para sí y, através de la Iglesia, viviéndola y realizándolapara nosotros! «Como el Padre, que vive, meha enviado, y Yo vivo por el Padre; del mismomodo, el que me come, vivirá por mí»25.

    ¡Qué rica es la Iglesia, que en ella, por ellay a través de ella, el Padre dice su Palabra alos hombres, el Verbo, en un romance de amor,

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    24 Jn 6, 54-56. 25 Jn 6, 57. 26 Jn 17, 26.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • para que vean mi gloria, que Tú me has dado,porque me amaste, antes de la creación delmundo»28.

    La Iglesia es una. Y para repartir la unidadapretada de su vida y llegar a todos y a cadauno, se dispersó, no en pensamiento, no envida, no en criterio, sino en misión apostólica,para extenderse por todo el mundo.

    Y al dispersarse los Apóstoles, para esparciry manifestar y hacer vivir la unidad de la vidade la Iglesia, se formaron las comunidades cris-tianas, las primeras diócesis, bajo el amparo pa-ternal y la guía de uno de los Sucesores de losApóstoles.

    Y después, para difundir y repartir aún másesa vida, pudiendo más fácilmente llegar a to-dos, como los hombres son muchos, se forma-ron las parroquias. Las cuales tienen la misiónde ayudar a su Obispo a comunicar la unidadapretada y riquísima que el Espíritu Santo quie-re hacernos vivir, en Él mismo, con el Padre yel Hijo.

    La diócesis es la parcela que cada Obispotiene para dar a los hombres la vida de Dios;a todos y a cada uno; en tal llenura, que todala riqueza de la Iglesia es para todos y cadauno.

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    en el seno de la Iglesia, la unidad y en la uni-dad de la misma Familia Divina, con Dios y en-tre nosotros.

    Por eso, a mayor unión, mayor perfección,mayor felicidad, mayor comunicación con Diosy con los demás...

    Y la Iglesia, que es la depositaria de todoslos dones recibidos del Altísimo, derramándo-se en misericordia sobre la humanidad, y la en-cargada por Cristo de dar la vida divina a to-dos los hombres, poniéndonos en contacto connuestro Padre, clama, con el mismo Cristo, des-garrada, insistente y amorosamente:

    «Que todos sean uno como Tú, Padre, enmí y Yo en Ti; que también sean uno en noso-tros para que el mundo crea que Tú me hasenviado. Yo les he dado la gloria que Tú mediste, a fin de que sean uno como nosotros so-mos uno. Yo en ellos y Tú en mí, para quesean consumados en la unidad y conozca elmundo que Tú me enviaste y amaste a éstoscomo me amaste a mí»27;

    para que se realice la voluntad de Dios deque vivamos todos, unidos en la intimidad dela Familia Divina, la unidad de su ser, y pormedio del Espíritu Santo seamos felices en elgozo de Dios:

    «Padre, los que Tú me has dado quiero quedonde esté Yo estén ellos también conmigo,

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    27 Jn 17, 21-23. 28 Jn 17, 24.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • nes divinos, así como de responsabilizar a cadauno de los cristianos que le rodean, en su tra-bajo apostólico. Siendo él el hombre llamado avivir para las cosas de Dios, ya que Jesús losescogió con predilección eterna «para estar conÉl y enviarlos a predicar»29.

    «Entonces les abrió el entendimiento paracomprender las Escrituras. Y añadió: “Así esta-ba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de en-tre los muertos al tercer día, y en su nombrese predicará la conversión y el perdón de lospecados a todos los pueblos, comenzando porJerusalén. Vosotros sois testigos de esto”»30.

    Por medio de las diócesis y las parroquias,la Iglesia va llegando a todos los hombres; ypara llenar su misión, tienen que ser una ex-presión perfecta de todo el vivir y el sentir deCristo, como miembros de su Cuerpo Místico.Por eso una diócesis y una parroquia perfectaes la que vive más plena y adaptadamente ensus miembros una unidad completa de vida, demisión, de criterio y de trabajo.

    Tienen que trabajar todos a una, pero cadacual llenando su misión, según el don pecu-liar recibido del Espíritu Santo; poniendocomo fin esencial y, por lo tanto, principal, el conocimiento de Dios y de sus misterios que encierra el dogma riquísimo de la MadreIglesia.

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    Una diócesis perfecta tiene que procuraratender a las necesidades espirituales y mate-riales de los hombres que la integran, y paraesto cuenta con sacerdotes y seglares de todaclase y condición.

    Todos tienen que vivir la vida de Dios en launidad del Espíritu Santo; pero no todos tienenque hacer lo mismo, ni en las mismas circuns-tancias, modos y maneras; sino que, dentro dela misma Iglesia, diócesis o parroquia, cadamiembro vivo y vivificante del Cuerpo Místicode Cristo posee su don específico dado porDios, mediante el cual debe ejercer su peculiarministerio; pero todos y cada uno con la mis-ma obligación y responsabilidad, según su pro-pia vocación, llenando su misión en el seno deesta Santa Madre con relación a Dios y a loshombres.

    El Obispo, como Pastor de la comunidaddiocesana, es el responsable de la marcha detoda ella, ayudándose para realizar cuanto leestá encomendado de sus sacerdotes. Los cua-les, en contacto cercano con los feligreses desus parroquias, han de formarlos, haciéndolestomar verdadera conciencia de su cristianismo,para que cada uno de ellos, según el don re-cibido, lo ejerza para gloria de Dios en servi-cio de los demás.

    El sacerdote es en la Iglesia el encargadopor Dios de distribuir, por medio de los Sacra-mentos y la predicación de la palabra, los do-

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    29 Mc 3, 14-15. 30 Lc 24, 45-48.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • Y si, por falta de auténtica formación, crite-rio sobrenatural, o responsabilidad, cada unono pusiera en función su propio don en comúnunión participativa con los demás, según losplanes divinos, habría defraudado a Dios, a laIglesia, y con ella a todos los hombres y a supropia alma.

    Y así, ejerciendo cada miembro su ministe-rio, y poniendo por obra el bien privado o par-ticular para el servicio de la comunidad; en elejercicio comunitario entre sacerdotes, almasconsagradas y seglares, se puede llegar a todossin excepción, en irradiación apostólica, exten-sión y acción espiritual, y, como consecuencia,en extensión y acción de caridad y justicia so-cial o comunitaria.

    Y en el transcurrir de los siglos, para ayu-dar a la Iglesia a cubrir sus necesidades apos-tólicas y manifestar más abundantemente su ri-queza, su vida y su misión, haciéndola másexpansiva, y llevarla a todos los hombres, re-pletándolos con su quehacer apostólico y mi-sionero;

    Dios suscita Fundadores, que surgen movi-dos, bajo la caridad y el impulso del EspírituSanto, ante las necesidades espirituales y ma-teriales de cada tiempo y todo aquello que elPueblo cristiano, cumpliendo el mandamientodel amor, necesita vivir y manifestar en bene-ficio de todos los miembros del Cuerpo Místicode Cristo.

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    Pero sin olvidar nunca que esto tiene quellevar, como fruto del contacto con Dios quees caridad, que es unión, que es santidad, asentirnos impulsados por el Espíritu Santo, uni-ficador en la vida divina y humana, a preocu-parnos activamente en los problemas sobrena-turales y humanos de todos y cada uno de losmiembros de la Iglesia;

    hasta conseguir lo más perfectamente posi-ble que seamos uno como Dios es uno, en co-munión de bienes espirituales y materiales, perosin descuidar cada uno su peculiar quehacer.

    Y así como sabemos que los bienes de Diosson repartidos entre todos para utilidad comúndel Pueblo Santo, la comunidad, repleta de bie-nes, tiene que procurar llegar a todas las nece-sidades espirituales y materiales, por medio delos sacerdotes, personas consagradas y segla-res; llenando cada uno la vocación que tienedentro de la misma Iglesia.

    Cada miembro en el Cuerpo Místico poseesu propio don, dado por Dios, para ejercer suespecífico ministerio.

    «Hay diversidad de dones, pero uno mismoes el Espíritu. Hay diversidad de ministerios,pero uno mismo es el Señor. Hay diversidad deoperaciones, pero uno mismo es Dios, que obratodas las cosas en todos. Y a cada uno se leotorga la manifestación del Espíritu para comúnutilidad»31.

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    31 1 Cor 12, 4-7.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • cluso atrayendo a las multitudes, tanto dañohan hecho y siguen haciendo a la Santa MadreIglesia; confundiendo a las almas con su di-versidad de maneras extrañas que, al no ser deDios, perturban y a veces hasta ridiculizan lamisión gloriosa, majestuosa, esplendorosa, di-vina y divinizante de esta Santa Madre, que ca-mina por el destierro, como los Israelitas porel desierto, bajo la luz y al amparo de la som-bra del Omnipotente.

    Siendo los Sucesores de los Apóstoles losque tienen que discernir y separar el buen delmal espíritu separando el trigo de la cizaña; conla firmeza, el acierto y la seguridad que elEspíritu Santo da a los que son elegidos y con-ducidos por Él «con mano poderosa y brazoextendido»32.

    «Hemos determinado el Espíritu Santo y no-sotros no imponeros ninguna otra carga másque las necesarias»33.

    Por lo que hay que cuidar bien el rebaño en-comendado por Dios a cada uno; ya que elPadre de las luces, al volver de las bodas, nospedirá estrecha cuenta de los dones y talentosrecibidos:

    «A los presbíteros en esa comunidad, yo,presbítero como ellos, testigo de los sufrimien-tos de Cristo y partícipe de la gloria que va amanifestarse, os exhorto: Sed pastores del reba-ño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gober-

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    Como estas necesidades son muchas, mu-chas son y muy abundantes, también, muy ri-cas y muy hermosas, las fundaciones suscitadasen la Iglesia bajo la luz de la moción divina,para el ejercicio comunitario de la caridad quenos hace uno en el Espíritu Santo;

    por el impulso de la gracia que recae sobreaquellos elegidos de Dios e inspirados por elmismo Espíritu Santo, como un dardo divino enlo profundo del espíritu, iluminándolos en suluz y abrasándolos en su fuego. [...]

    Por lo que cada una de aquellas fundacionesque el Espíritu Santo directamente inspira –y nomovidas por el pensamiento de los hombres–,repletándolas de los dones y frutos de su pecu-liar carisma, para llenar las lagunas que las de-ficiencias de muchos dejaron en la Iglesia al nollenar su fin; es como un rayo luminoso del eflu-vio del pecho divino en raudales de amor llenode compasión y misericordia con el hombre,para la manifestación del esplendor de la gloriade Yahvé, cumplimiento en expansión y en lle-nura de sus designios eternos, para el encaja-miento de los hombres en los planes divinos, yla perfección y la santificación de las almas.

    Y digo «aquellas fundaciones que el EspírituSanto directamente inspira», porque durante to-dos los tiempos han surgido en la Iglesia fun-daciones con modos y doctrinas extrañas; comotambién «apariciones» de diversas maneras, aveces tan dudosas y hasta confusas, que, in-

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    32 Sal 135, 12. 33 Hch 15, 28.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • Y también todos los llamados directamentea la vida apostólica, han de vivir y trabajar siem-pre bajo el efluvio del contacto íntimo y pro-longado con Dios, que nos hace vivir nuestrafiliación divina siendo testigos fieles de Jesu-cristo en medio del mundo por la vida y la pa-labra, según la petición de Jesús: «No te pidoque los saques del mundo sino que los guar-des del Maligno»39. [...]

    Si todos procuramos en el seno de la SantaMadre Iglesia, como miembros vivos y vivifi-cantes del Cuerpo Místico de Cristo, ejercernuestro peculiar sacerdocio según el propio ca-risma y el don recibido de lo Alto –pero siem-pre en unión y adhesión al Papa y a los de-más Sucesores de los Apóstoles–, buscandoprimordialmente la gloria de Dios y el serviciode los demás; no se darían tantas deformacio-nes como hay en el seno de la Santa MadreIglesia: unos quedándose al margen de lo quetienen que hacer, otros haciendo lo que no lescorresponde, y la mayoría sufriendo las conse-cuencias de nuestra falta de formación, adap-tación y responsabilidad cristiana.

    Pues, así como Dios da su vida a todos y acada uno, para que la vivan en unión en Él ycon Él y, como consecuencia, en y con los de-más, también nos dio la tierra para que la po-seyéramos todos y cada uno; gozándonos en la

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    nándolo no a la fuerza, sino de buena gana,como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sinocon generosidad; no como déspotas sobre la he-redad de Dios, sino convirtiéndoos en modelodel rebaño. Y cuando aparezca el SupremoPastor, recibiréis la corona de gloria que no semarchita»34.

    También Dios quiso siempre, en su designioamoroso e infinito, en la vida de la Iglesia consu misión apostólica y misionera, tener ante síalmas que, dedicadas totalmente a la contem-plación, vivieran orando «entre el vestíbulo yel altar»35 y ofrecieran la inmolación de sus vi-das en el sacrificio cotidiano para alabanza dela gloria divina y, por el misterio de la comu-nión de los Santos, para la vitalización del Pue-blo de Dios;

    ejerciendo su sacerdocio peculiar, comoMaría, la cual, según las palabras de Jesús aMarta, «había escogido la mejor parte»36; ycomo San Juan en la Última Cena que, recli-nado en el pecho del Divino Maestro, penetróen la profundidad de «los misterios ocultos ysecretos de Dios»37 –ya que «el que se apoyaen el pecho de Cristo se hace predicador de lodivino»38–;

    llenando de esta manera, bajo el impulso delEspíritu Santo, su misión apostólica, universal ymisionera.

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    39 Jn 17, 15.

    34 1Pe 5, 1-4.35 Jl 2, 17. 36 Lc 10, 42.

    37 Cfr. Ef 3, 9. 38 Evagrio del Ponto.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • en la parroquia, y en todo aquello que el Es-píritu Santo, para beneficio del Nuevo Pueblode Dios, en el transcurrir de los tiempos va ins-pirando y promoviendo según las circunstan-cias de cada momento, bajo la aprobación yguía de los Sucesores de los Apóstoles; tiene,dada por Cristo, su misión peculiar.

    Y así como el seglar no está llamado porDios para realizar el Sacrificio del Altar, perdo-nar los pecados, distribuir los Sacramentos...,tampoco el sacerdote, por su vocación especí-fica, es el llamado a meterse directamente enlas cuestiones sociales; aunque sí a formar a losseglares e impulsarlos para que se responsabi-licen y resuelvan con mirada sobrenatural y cri-terio divino esos problemas sociales dentro desu parroquia, dentro de la diócesis, dentro desu comunidad y en la Iglesia; haciéndolo ex-tensivo por ella al mundo entero.

    «Los Apóstoles convocaron al grupo de losdiscípulos y les dijeron: “No nos parece biendescuidar la Palabra de Dios para servir a lasmesas. Por tanto, hermanos, escoged a siete devosotros, hombres de buena fama, llenos de es-píritu de sabiduría, y los encargaremos de estatarea: nosotros nos dedicaremos a la oración yal servicio de la palabra”»41.

    Es tan importante el papel del seglar en laIglesia, que, sin él, ésta no llenaría plena y ex-pansivamente su misión, según el pensamientodivino.

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    felicidad que, el disfrute de los bienes dadospor el infinito y coeterno Creador, a todos noscorresponde y nos proporciona.

    Siendo el no realizar esto según el plan di-vino, una terrible deformación y una falta decaridad, que equivale a falta de posesión delEspíritu Santo en nuestras vidas; el cual es elque ilumina, ilustra, impulsa y une a todos enel cumplimiento perfecto de los planes divinos.

    Por eso, tanto la diócesis como la parroquiay las instituciones religiosas, tienen que pro-mover la repartición, lo más adaptadamente po-sible, de bienes espirituales y materiales, segúnlas necesidades colectivas y particulares de susmiembros.

    Procurando así hacer felices a todos, lle-nándolos de la abundancia espiritual y materialde la Casa del Padre Celestial, y llevándolos alcontacto íntimo con Dios y de unos con otros,que no se conseguirá más que en una unidadde caridad en repartición justa de bienes espi-rituales y materiales:

    «El que tuviere bienes de este mundo y,viendo a su hermano pasar necesidad, le cie-rra las entrañas, ¿cómo podrá morar en él la ca-ridad de Dios? Hijitos, no amemos de palabra,ni de lengua, sino de obra y de verdad»40.

    Cada miembro del Cuerpo Místico de Cristo,en el seno de la Madre Iglesia, en la diócesis,

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    40 1 Jn 3, 17-18. 41 Hch 6, 2-4.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • necesite para cubrir holgadamente sus necesi-dades, en la repartición perfecta de los bienesde la tierra.

    El seglar dentro del seno de la Iglesia, porsu sacerdocio místico, ha de vivir frente a Diosy frente a los hombres, siendo antorcha queilumine con su vida, y encienda con su pala-bra en el corazón de los hombres el fuego deCristo: «He venido a prender fuego en la tie-rra, ¿y qué quiero sino que arda?»44;

    y ejerciendo también activamente un sacer-docio de justicia, de paz y de amor, única ma-nera de llenar la misión que el Señor le ha en-comendado, por el cumplimiento del debersegún su propio estado y profesión, y en el lu-gar o circunstancia en que se encuentre.

    Y así, viviendo en comunicación con Dios ycon los hombres y siendo y haciéndose uno enel seno de Dios y desde el seno de Dios con elmismo Dios y con los demás, es testimonio vivoy vivificante de Iglesia en medio del mundo.

    El seglar debe también aportar en la Iglesiasus modos de ver, sus sugerencias apostólicas;pero sometiéndose con mirada sobrenatural alos que directamente representan a Dios.

    Los cuales, a su vez, tienen que procurar co-nocer el pensamiento divino para comunicár-selo, formarlos y conducirlos según los planeseternos, con la misión y la responsabilidad deestudiar los dones de Dios en ellos, a fin de

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    Lo mismo que el sacerdote, el cristiano tie-ne que vivir en familia con Dios, conociendolos secretos del Padre, mediante la recepcióndel Eterno por medio de los Sacramentos y desus ratos silenciosos de oración:

    «Yo he venido para que tengan vida y latengan abundante. Y ésta es la vida eterna: quete conozcan a Ti, único Dios verdadero, y a tuenviado, Jesucristo»42.

    No creamos que el seglar no necesita cono-cer a Dios, vivirlo y comunicarlo. Él, dentro dela Iglesia, tiene un sacerdocio místico y uni-versal, capaz de llegar a todos los hombres detodos los tiempos mediante su postura sacer-dotal «entre el vestíbulo y el altar», recibiendoal Infinito y comunicándole, siendo testimonioen medio del mundo por su vida y su palabra,como miembro vivo y vivificante del CuerpoMístico y testigo fiel de Jesucristo, que en sumáxima manifestación de amor exclamó: «Na-die tiene amor más grande que el que da lavida por sus amigos»43.

    Siendo a su vez el seglar el llamado porDios, dentro del seno de la Iglesia, para ejer-cer, así mismo, un ministerio que replete a loshombres de los bienes que, para las necesida-des materiales, Dios puso en toda la creación.

    El seglar tiene que responsabilizarse activa-mente, procurando en cuanto esté de su parte,llenar su ministerio con relación a la creación;trabajando para que se dé a cada uno cuanto

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    42 Jn 10, 10; 17, 3. 43 Jn 15, 13. 44 Lc 12, 49.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • Unos que viven sin darse cuenta de la granresponsabilidad que tienen, no sólo con Dios,sino también con los demás; de forma que se-pan dar a cada cristiano que les está enco-mendado el criterio sobrenatural para los pro-blemas espirituales y temporales, llenando lamisión para la que fueron ungidos.

    Los fieles en contacto con estos sacerdotes,andan desorientados en medio de un mundoque les pide y exige la verdadera orientaciónpara solucionar toda clase de problemas; y alno comprenderlo, se forman un criterio equi-vocado del cristianismo y de la propia santidad,pues creen que, sólo en el apartamiento y huí-da de los hombres, se puede encontrar a Dios.

    Llegándose a considerar la perfección o san-tidad que Cristo nos exige –«sed perfectoscomo vuestro Padre Celestial es perfecto»47–como algo extraño, incluso inadecuado para vi-virlo en el mundo, creyendo que la perfeccióncristiana es solamente para algunos que se sien-tan llamados a ese género de vida; renuncian-do, con eso, a la llenura completa de los pla-nes de Dios sobre su propia alma y, por lotanto, de su única, esencial, auténtica y verda-dera razón de ser;

    olvidando que somos Pueblo de Dios, «li-naje escogido, sacerdocio real, nación santa,pueblo adquirido para pregonar el poder delque os llamó de las tinieblas a su luz admira-ble»48, que tenemos que vivir en medio del

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    aprovechar el buen espíritu en favor de los de-más y rechazar lo dudoso o dañino. «El queno está conmigo, está contra mí; el que no re-coge conmigo, desparrama»45.

    Llenando su misión el seglar lo mismo queel sacerdote, la Iglesia –por medio de las dió-cesis, las parroquias y todas aquellas formas omaneras de vivir la perfección del propio esta-do que el Espíritu Santo suscita dentro delPueblo cristiano– sería de esta manera el idealque Cristo ha deseado en su mente divina alfundarla.

    Pero muchos de los que tienen que regir alPueblo cristiano han confundido sus caminos,no viven del Infinito, no gustan de orar, no sa-ben de unidad, de vida divina, no saben de ver-dadera caridad del Espíritu Santo, y por lo tan-to de la voluntad de Dios en su Iglesia: «Muchosson los llamados y pocos los escogidos»46.

    Y con ello viven confundidos y confundena quienes les están encomendados no dándo-les la auténtica orientación cristiana de respon-sabilidad particular y comunitaria.

    Por lo cual, a veces, el desorden, la confu-sión y el desconcierto envuelven a los que nosrodean.

    Hay diversas clases de pastores desorientados,incluso entre los Sucesores de los Apóstoles.

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    45 Lc 11, 23. 46 Mt 22, 14. 47 Mt 5, 48. 48 1 Pe 2, 9.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • aparecer ante los demás como algo extraño yegoísta.

    Hay otros sacerdotes que parece viven sólopara su provecho personal, empleando casi to-das sus capacidades en buscar los primerospuestos y en acumular el máximo número decargos con sus consiguientes remuneracioneseconómicas; anteponiendo de este modo suprovecho personal y gloria humana a la gloriade Dios y al bien de las almas. ¡Pobres de ellos!ya que «el que se ensalza será humillado y elque se humilla será ensalzado»51.

    Éstos son los pastores asalariados que seapacientan a sí mismos, aunque aparenten, mu-chas de las veces, sentir gran celo por las al-mas y por la Santa Madre Iglesia.

    «¡Ay de los pastores de Israel que se apa-cientan a sí mismos! ¿No son las ovejas lo quetienen que apacentar los pastores? Os coméissu enjundia, os vestís con su lana; matáis lasmás gordas, y las ovejas no las apacentáis. Nofortalecéis a las débiles, ni curáis a las enfer-mas, ni vendáis a las heridas; no recogéis lasdescarriadas, ni buscáis las perdidas, y maltra-táis brutalmente a las fuertes. Al no tener pas-tor, se desperdigaron y fueron pasto de las fie-ras del campo»52.

    Desgraciadamente el daño que durante todoslos tiempos estos pastores han hecho a la Esposa

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    mundo siendo templos vivos de Dios y mora-da del Altísimo: «El que me ama guardará miPalabra y mi Padre lo amará, y vendremos a ély haremos morada en él»49.

    Ante lo cual, los seglares se hacen meros es-pectadores pasivos dentro del Santo Pueblo deDios; con lo que la acción apostólica, riquísi-ma y universal de la Madre Iglesia, la Nueva yCelestial Jerusalén, «prometida a nuestros Pa-dres, a Abraham, Padre de todos los creyentes,y a su descendencia para siempre»50, ha que-dado desfigurada y hasta disminuida conside-rablemente. [...]

    Con eso el corazón del hombre, creado porDios para poseerle y, por lo tanto, con exi-gencias de grandeza, llenura y expansión, seexperimenta defraudado ante el ejemplo raquí-tico que le ofrecen esos sacerdotes, encargadosde darles el verdadero, amplio y universal sen-tido del cristianismo.

    Por lo que, a veces, los cristianos bajo sucustodia pastoral viven como endurecidos antelos problemas de los demás, y se despreocu-pan de ellos; llegando a parecerles normal quesus hermanos vivan en la miseria y casi mue-ran de hambre, mientras otros, como el ricoepulón, derrochan en la abundancia.

    Siendo esto un gran daño para la MadreIglesia que, quedando desfigurada, la hacemos

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    49 Jn 14, 23. 50 Lc 1, 55; cfr. Rm 4, 16. 51 Lc 14, 11. 52 Ez 34, 2-5.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • la cierva busca corrientes de agua, así mi almatiene sed de Dios, del Dios vivo»53, que ante laexcelencia de su perfección, al conocerle, noshace romper en un Santo eterno en necesidadvehementísima de amarle, adorarle y glorificarle.

    Pero la mayoría de las veces la criatura ra-cional, engolfada en las cosas de la tierra, mar-gina a Dios y hasta le menosprecia, sin reco-nocer que hay que dar «a Dios lo que es deDios y al César lo que es del César»54; antepo-niendo los derechos humanos al derecho divi-no del que es Rey de reyes y Señor de los quedominan y tiene en sí su subsistencia coeternay su suficiencia infinita; y al que únicamente sele debe todo honor y gloria con su UnigénitoHijo, Jesucristo, ante el cual «toda rodilla se do-ble en el Cielo, en la tierra y en los abismos, ytoda lengua proclame: Jesucristo es Señor paragloria de Dios Padre»55.

    Por lo que al anteponer lo humano a lo di-vino los fieles se desorientan con el peligro deconfundir a los demás e incluso hasta arrastrara las masas y separarlas de Dios; pues el hom-bre es espíritu y carne y, por lo tanto, tieneque vivir su doble faceta para llenar la perfec-ción completa y acabada de su realidad.

    Pero como la vida del espíritu es misterio ysólo es apercibida por los que con sincero co-razón, espíritu sencillo y alma abierta, buscan

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    de Cristo, el Cordero Inmaculado y sin manci-lla, es incalculable. Pues los hombres, que en sumayoría viven sólo para los bienes de la tierra,no son capaces de ver en ellos la grandeza delSacramento sacerdotal que los constituye en mi-nistros de Dios, distribuidores de sus dones sa-grados, intercesores ante la Santidad Infinita yservidores de sus hermanos y del Señor, al cualvoluntaria y libremente se consagraron para bus-car su gloria y la extensión de su Reino.

    Mientras que otros sacerdotes, también deso-rientados, sin vivir en comunicación con Dios,sin conocerle, sin saber bien los criterios divi-nos y, por lo tanto, sin asimilar la vida de laIglesia, abandonando su peculiar misión porfalta de mirada sobrenatural, se dedican casi ex-clusivamente a los asuntos temporales; usur-pando a los seglares la hermosa responsabili-dad que Dios les confió en el seno de la Iglesia.

    Promueven directamente, perdiendo el ver-dadero sentido de su vocación, todos los pro-blemas económicos, sociales, políticos, etc.;

    poniendo a veces a cuantos les rodean en al-teración y malestar, en una despreocupación casitotal de Dios, y haciendo del hombre, creadopara el Infinito, un ser completamente humano;olvidando que el fin primordial y esencial de suexistir es vivir de Dios y glorificarle; el cual noscreó sólo y exclusivamente para que le poseyé-ramos llenando todas las exigencias y capacida-des de nuestro corazón sediento de Dios: «Como

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    53 Sal 41, 2.54 Mc 12, 17.

    55 Flp. 2, 10-11.

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  • «Si el mundo os odia, sabed que me ha odia-do a mí antes que a vosotros. Si fuerais delmundo, el mundo os amaría como cosa suya;pero como no sois del mundo, sino que Yo osescogí sacándoos del mundo, por eso el mun-do os odia»56.

    «Cuando eras más joven, tú mismo te ceñíase ibas a donde querías; pero cuando seas vie-jo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y tellevará a donde no quieres»57.

    Para estos sacerdotes no hay mirada sobre-natural, no hay obediencia; no saben de crite-rio divino, son completamente humanos: «cam-pana que retiñe»58 sin dar frutos de vida eternapara las almas.

    Y los pobres que caen en su contacto se ha-cen como ellos; sacando y rebuscando los de-fectos de la Iglesia y sus Pastores.

    Los cuales tienen, mantienen y comunicanel gran tesoro que Cristo encomendó a susApóstoles; aunque, como dice San Pablo, «lle-vamos ese tesoro en vasos de barro»59 que, encualquier momento, alguno de ellos se puedequebrar o romper; y en el transcurrir de lostiempos, con su diversidad de costumbres ymodos personales, puede suceder lo que elapóstol San Pablo dice en su carta a los Gálatas:«Cuando yo vi que no andaban con pies de-

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    a Dios; ante ese plan de renovación humana,el hombre, que normalmente vive de los sen-tidos, se siente atraído; llegando a olvidar, in-cluso posponer y menospreciar, en su incons-ciencia y falta de luz, las riquezas más íntimas,profundas y sagradas del espíritu, perdiendo suverdadero sentido y razón de ser.

    Y así como el primer sacerdote, del que másarriba hablaba, confundía a las almas y desfi-guraba la faz hermosa y resplandeciente de laMadre Iglesia por medio de su vida raquítica,este último se hace peligroso para la mismaIglesia; llegando en su atolondramiento hasta aabofetear a la misma Madre de la cual nació,la que le sustenta y la que le llevará a gozareternamente, si al fin muere en gracia, de lagran dicha que el ser Iglesia Católica, Apostó-lica, cimentada en la roca de Pedro, nos pro-porciona con la posesión del Inmenso Ser.

    Estos pobres sacerdotes presentan a los queles siguen una Iglesia completamente terrena yhumana; llegando en su falta de visión sobre-natural y desatino, a rebuscar y a manifestar losdefectos que, al transcurrir de los tiempos, lamultitud de los hijos de la Iglesia, por no co-nocerla, hemos plasmado en su rostro, rebo-sante de divina hermosura y de santidad, don-de Dios se refleja como en espejo sin mancilla.

    Y con esto confunden y arrastran a las masasque, junto a él, se rebelan contra la Iglesia, re-presentada especialmente en el Sucesor de SanPedro y en los demás Sucesores de los Apóstoles.

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    56 Jn 15, 18-19.57 Jn 21, 18.

    58 1 Cor 13, 1.59 2 Cor 4, 7.

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  • para dispersar el rebaño en la tenebrosidad dela noche que les envuelve; y van confundien-do al Pueblo cristiano con sus astucias diabó-licas y los fogonazos, sólo aparentemente lu-minosos, pero cegadores, de la oscuridad desus corazones entenebrecidos y de sus actua-ciones torcidas; filtrándose en la Iglesia en losepiscopados, en el sacerdocio, seminarios, elpueblo consagrado, y en todos aquellos modosy lugares donde eficazmente se procura traba-jar para la gloria de Dios y bien de las almas–según manifestaba un miembro arrepentido deuna secta diabólica– para desfigurarla, hacién-dola reventar desde dentro.

    «Yo sé que después de mi partida vendrána vosotros lobos rapaces, que no perdonaránal rebaño, y que de entre vosotros mismos selevantarán hombres que enseñen doctrinas per-versas para arrastrar a los discípulos en su se-guimiento»64.

    Por lo que el mismo Jesús nos alertaba: «Dejadlos crecer juntos hasta la siega, y

    cuando llegue la siega diré a los segadores:Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillaspara quemarla y el trigo almacenadlo en mi gra-nero»65.

    Los enemigos de la Iglesia traman, en la no-che de la confusión asfixiante que nos envuel-ve, llena de humanismo y terribles y abomina-bles concupiscencias, toda clase de maqui-

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    rechos conforme a la verdad del Evangelio, dijea Cefas delante de todos: “Si tú, siendo judío,vives a lo gentil y no a lo judío, ¿cómo fuerzasa los gentiles a judaizar?”»60.

    Quedando siempre como baluarte y faroinextinguible de la verdad las palabras de Jesús:«Y vosotros ¿quién decís que soy Yo? SimónPedro tomó la palabra y dijo: —Tú eres elCristo, el Hijo del Dios vivo.

    Jesús le respondió: —¡Dichoso tú, Simón,hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revela-do nadie de carne y hueso, sino mi Padre queestá en el Cielo.

    Ahora te digo Yo: —Tú eres Pedro, y sobreesta Piedra edificaré mi Iglesia y el poder delinfierno no la derrotará»61.

    Y así la comunidad de todo el Colegio Apos-tólico, se hace ánfora preciosa repleta de Divi-nidad, para saturar a todos los hombres que debuena voluntad quieran encontrar la verdad entoda su verdad, la paz y la justicia en la ver-dadera caridad.

    Unido a todo esto, hoy, como siempre, haytambién en la Iglesia miembros de mala vo-luntad, «lobos disfrazados con piel de oveja»62y manso cordero, que, «apareciendo como án-geles de luz»63 e instigados por los espíritus ma-lignos, que andan sueltos, trabajan y maquinan

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    60 Gál 2, 14.61 Mt 16, 15-18.

    62 Mt 7, 15. 63 2 Cor 11, 14. 64 Hch 20, 29-30. 65 Mt 13, 30.

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  • el seno de la Iglesia, de la diócesis, de las pa-rroquias y diversidad de comunidades; hacién-dose extensivo a todos los hombres por la mi-sión universal que Cristo dio a su Iglesia, bajola voluntad del Padre y el impulso y el amordel Espíritu Santo!

    Pues, la mayoría de las veces, el pueblo con-sagrado no sabe hacer vivir a los cristianos, me-diante su vocación, misión y postura sacerdo-tal, la verdadera vida con relación a Dios y alos hombres...

    Y todo porque han perdido el contacto ínti-mo y familiar con el Espíritu Santo, santificador,iluminador e impulsador de la vida eclesial.

    Al no vivir de Él, tampoco viven del Padrey del Hijo; como consecuencia, no conocen elpensamiento divino, no pueden comunicarlo niexpresarlo con el Verbo, y la acción del mismoEspíritu Santo en ellos es prácticamente nula.

    Por eso, se hacen fanfarrones, alteradoresdel orden, y hasta egoístas, desconcertando ydesorientando a los fieles, de la verdadera rea-lidad profunda y honda de miembros vivos delCuerpo Místico de Cristo, que todos tenemosque vivir;

    llegando a convertirse muchos de ellos, «es-cogidos por Jesús para estar con Él y mandar-les a predicar», en «piedra de escándalo»71 yruina de las almas; conduciéndolas por cami-nos extraviados con pies torcidos;

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    naciones confusas y diabólicas, para denigrar aesta Santa Madre, saturada de santidad y subli-me y divina hermosura y, con ella, a los elegi-dos de Dios y a aquellos que la representan–«No toquéis a mis ungidos, no hagáis daño amis Profetas»66–; sin saber que El que Es estáfuertemente airado y encendido en celos porsu esposa, la Iglesia.

    A la vez que cada hombre pasa veloz por eldramático peregrinar de esta vida; para llegar alfin del encuentro con el Eterno, los que «lava-ron sus túnicas en la Sangre del Unigénito deDios»67, hecho hombre por amor, y «están mar-cados en sus frentes con el sello de Dios y delCordero, que quita los pecados del mundo»68.«No temáis, pequeño rebaño, porque vuestroPadre ha tenido a bien daros el Reino»69.

    Mientras que los que obstinadamente se re-belan contra el Infinito Creador y sus planes eter-nos, caen, como de sorpresa, para siempre, conla rapidez de un rayo, en el Abismo insondablede la perdición, «donde el fuego es inextingui-ble, entre llanto y recrujir de dientes»70.

    ¡Qué gran necesidad tenemos de pastores ysacerdotes santos que sepan darnos a cada unoel criterio sobrenatural que oriente el vivir decada cristiano para que podamos llenar la vo-luntad de Dios, individual y colectivamente, en

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    66 Sal 104, 15.67 Cfr. Ap 7, 14.68 Cfr. Ap 14, 1; Jn 1, 29.

    69 Lc 12, 32.70 Mc 9, 48; Mt 13, 42.

    71 Mc 3, 14-15; 1 Pe 2, 8.

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  • muchos de sus hijos, especialmente de aque-llos que la tienen que pastorear, y del puebloconsagrado;

    los cuales tan desolada y despavoridamentela desfiguran, desencajados de los planes coe-ternos de Dios, que se nos desbordan, en de-rramamiento, desde el Seno del Padre, porCristo y en el impulso, la fuerza y el arrullo in-finito del Espíritu Santo, bajo la Maternidad uni-versal de María, Madre del Amor hermoso, pory en el ánfora preciosa de la Santa MadreIglesia, repleta de santidad y divina hermosura;

    ésta aparece, como Cristo en Getsemaní,postrada en tierra y llorosa, jadeante y encor-vada, según el Señor me lo mostró el día 6 deenero de 1970.

    Presentándola a veces tan desolada que, co-mo su divina y real Cabeza, «ni figura humanatiene», ante el ultraje de los que la maltratan eintentan deformarla, escupiéndola en su divinorostro; y, al no conocerla bien, les da lo mis-mo que sea divina o humana, santa o pecado-ra; y llegan, en la locura de su insensatez, has-ta, menospreciándola, a abandonarla.

    Siendo ella, como el Señor también me hizover el día 23 de enero de 1971, cual «¡torre for-tificada!», ¡inconmovible!, ¡invencible!, ¡terrible-mente inmensa!, ¡por encima de todo lo crea-do! Tan hermosa que era capaz de enloqueceral mismo Dios de amor por «la hermosura desu rostro»76, el manantial de su vida, su misiónesplendorosa, su dolor sangrante y su repletu-

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    desfigurando el dogma riquísimo de la SantaMadre Iglesia, que hay que manifestar en sabi-duría amorosa a todos, «con ocasión y sin ella,oportuna e inoportunamente»72 –«si uno sepone de mi parte ante los hombres, Yo tam-bién me pondré de su parte ante mi Padre delCielo. Y si uno me niega ante los hombres, Yotambién lo negaré ante mi Padre del Cielo»73–bajo la intimidad, el impulso y la fuerza irre-sistible e incontenible del Espíritu Santo, paraque «el conocimiento de Dios llene la tierracomo llenan las aguas el mar»74.

    En el seno de la Santa Madre Iglesia, y enel transcurrir de los siglos, se han introducidoo filtrado grandes y diversas deformaciones; yaque, al ser tan divina por Cristo, su real Cabeza,«Rey de reyes y Señor de los que dominan»75,como humana por sus miembros, en su partehumana está siempre expuesta a divergencias,aunque en lo accidental.

    Por lo cual hay épocas en que se manifies-ta más el esplendor de su realidad divina y di-vinizante, la hermosura de su rostro, la es-plendidez de su juventud siempre antigua ysiempre nueva, la realeza de su Cabeza y lafortaleza de sus miembros.

    Y otras en las que, ante la presentación as-fixiante y sofocante de las deformaciones de

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    72 2 Tim 4, 2. 73 Mt 10, 32-33.

    74 Is 11, 9. 75 Ap 19, 16. 76 Ct 2, 14.

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  • Y para manifestar todo este rejuvenecimien-to de la faz hermosa de la Iglesia, surge elConcilio Vaticano II, rebosante de plenitud ysabiduría, de justicia, verdad y amor; inspiradopor Dios a Juan XXIII, «acogiendo –según élmismo manifestaba el 25 de enero de 1959–como venida de lo Alto, una voz íntima denuestro espíritu».

    El Concilio viene –según palabras de PabloVI en el Discurso de apertura de la SegundaSesión, del 29 de septiembre de 1963– para:

    «El conocimiento, o si se prefiere de otromodo, la conciencia de la Iglesia, su reforma,la reconstrucción de la unidad de todos los cris-tianos, y el coloquio de la Iglesia con el mun-do contemporáneo».

    «Creemos que en este Concilio Ecuménicoel Espíritu de la verdad encenderá en el cuer-po docente de la Iglesia una luz más radiantee inspirará una doctrina más completa sobre lanaturaleza de la Iglesia, de modo tal que laEsposa de Cristo en Él se refleje, y en Él, conardentísimo amor, quiera descubrir su propiaimagen, aquella belleza que Él quiere resplan-dezca en ella».

    «Si alguna sombra o defecto, al compararlacon Él, apareciese en el rostro de la Iglesia osobre su veste nupcial, ¿qué debería hacer ella,como por instinto, con todo valor?

    Está claro: reformarse, corregirse y esforzar-se por devolverse a sí misma la conformidadcon su divino modelo que constituye su deberfundamental».

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    ra de Divinidad; deslizándose desde su divinay real Cabeza, por todo su Cuerpo Místico, em-papándolo «como el ungüento que, desde lacabeza de Aarón, caía por su barba hasta la orlade sus vestiduras»77.

    Por lo cual hay momentos de verdadera tra-gedia para la Madre Iglesia.

    La Iglesia es rica, santa, hermosa con la mis-ma santidad y hermosura divina que la enga-lana y ennoblece; una, como Dios es uno ensu Trinidad de Personas; Católica y Apostólica,que, cimentada en la Roca de Pedro, nos ma-nifiesta y nos da la vida divina; llena de ver-dad, de justicia y de paz, de amor y caridad,de riqueza, de igualdad; repleta, en una pala-bra, de maternidad universal.

    Quiere a todos sus hijos iguales y, por lotanto, necesita repartirles a todos su herenciariquísima, llena de los dones divinos que Cristodepositó en su seno para llenar y repletar a to-dos los hombres de Divinidad: a todos los quevengan a vivir bebiendo de los afluentes quebrotan de su costado abierto:

    «El que tenga sed que venga a mí y beba yYo le daré de balde del agua de la vida». Pero«me dejaron a mí que soy Fuente de aguas vi-vas y se cavaron cisternas y cisternas rotas»78.

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    77 Sal 132, 2.78 Jn 7, 37; Ap 21, 6; Jer 2, 13.

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  • Pero, hijos de la Santa Madre Iglesia, la Jeru-salén Universal y Celeste, fundada por Cristo yencomendada a sus Apóstoles; el Pueblo Santode Dios está envuelto por una densa y asfi-xiante nube de confusión llena de oscuridadque nos penetra por todas partes, ya que se-gún palabras también de Pablo VI, «el humode Satanás se ha filtrado por las grietas del Tem-plo de Dios»80.

    Por lo que para dar su verdadero sentido yauténtica orientación a los hombres, ha surgi-do el Concilio Vaticano II, con la gran misiónde desentrañar, recalentar y reavivar nuestrodogma riquísimo, dándonoslo desmenuzado ensabiduría amorosa; y haciendo como una re-volución cristiana dentro del seno de la Iglesia,según mi alma lo expresaba bajo la luz del pen-samiento divino y la moción del Espíritu Santoel día 21 de marzo de 1959.

    Y así, presentando al mundo el verdaderorostro de la Madre Iglesia, que aparecía antiguay envejecida por nuestros pecados y deforma-ciones;

    todos los hombres vinieran a su seno a vi-vir y a beber hasta embriagarse de su plenitudde verdad, de vida, de amor y de justicia;

    e incluso retornaran los hermanos separadosque se fueron de la Casa paterna por no co-nocerla bien, y desorientados marcharon a otros

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    «Solamente después de esta obra de santifi-cación interior, la Iglesia podrá mostrar su ros-tro al mundo entero diciendo: “El que me ve amí, ve a Cristo”, como Cristo había dicho de sí:“El que me ve a mí ve al Padre”»79.

    «Existe un tercer fin que toca a este Concilioy que constituye en cierto sentido su drama es-piritual..., y se refiere a los otros cristianos..., alos que no tenemos la dicha de contar unidosen perfecta unidad con Cristo.

    Unidad que sólo la Iglesia Católica les pue-de ofrecer..., unión que no se puede alcanzarsino en la unidad de la fe, en la participaciónde unos mismos Sacramentos y en la armoníaorgánica de una única dirección eclesiástica...».

    «La mirada sobre el mundo nos llena de in-mensa tristeza al contemplar tantas calamida-des: el ateísmo invade parte de la humanidady arrastra consigo el desequilibrio del orden in-telectual, moral y social del que el mundo pier-de la verdadera noción.

    Mientras aumenta la luz de la ciencia de lascosas, se extiende la oscuridad sobre la cienciade Dios y consiguientemente sobre la verda-dera ciencia del hombre; mientras el progresoperfecciona maravillosamente los instrumentosde toda clase de que el hombre dispone, su co-razón va cayendo hacia el vacío, la tristeza yla desesperación».

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    80 Pablo VI, Solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro yPablo, 29-6-1972.79 Jn 14, 9.

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  • Pero, como anteriormente indicaba, al pre-sentar lo que es la verdadera vida de la Iglesiacon su misión gloriosa y santificante, aparecenpatentemente las deformaciones que en suseno, al transcurrir de los tiempos, la mayoríade sus hijos han formado.

    Y entonces, en vez de alegrarnos y unirnoscon el Papa y los Obispos para ayudarles aesta auténtica renovación, la soberbia se rebe-la –¡oh terrible pecado por el cual Luzbel, vol-viéndose contra Dios le dijo: «No te serviré»83,abriéndose, como consecuencia, el Abismoinsondable de la perdición para él y todos sussecuaces– y, como Luzbel, los hombres se cie-gan...!;

    y al descubrir a la Iglesia cargada con lasmiserias de sus hijos y encorvada con tantopeso, se vuelven contra ella, y una vez más laabofetean, escupiéndola en su divino rostro yhasta menospreciándola.

    No quieren reconocer con humildad, por fal-ta de luz y amor, por una parte, la riqueza, lahermosura y la misión de la Esposa del Corderoque, tras sus noches cerradas de Getsemaní,nos habla con «Cristo y Éste crucificado»84;

    al mismo tiempo que la carga que lleva so-bre sí por nuestras propias miserias, pecados yrebeliones, como la de nuestros Primeros Pa-dres en el Paraíso terrenal, con la consecuen-cia funesta de la rotura de los planes eternos

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    apriscos, «extraviados tras los rebaños de suscompañeros»81 ante la desfiguración y caricatu-ra que de ella hemos hecho.

    Surge el Concilio con el ansia de hacer vi-vir más profunda y adaptadamente la Liturgia,de llegar a todas partes, de meterse en todoslos ambientes, de reformar costumbres acci-dentales externas;

    en una palabra, de rejuvenecer la faz her-mosísima, riquísima y resplandeciente de laIglesia, llena de la hermosura y sapiental sabi-duría con que Cristo la engalanó y repletó eldía de sus Bodas eternas, depositando y per-petuando en ella todo el misterio profundo desu vida, muerte y resurrección gloriosa.

    Para que así la Iglesia nos haga vivir la mi-sión esencial que el Unigénito de Dios, hechoHombre, depositó en su seno de Madre.

    Por lo que el Concilio viene para presentarlatal cual es, de forma que los hombres, al mirar-la, vean el rostro de Dios en ella;

    «para robustecer los corazones vacilantes ylas rodillas temblorosas»82, esclareciendo la ver-dad en toda su verdad, que la Santa MadreIglesia contiene en sus ánforas divinas y divi-nizantes;

    para vitalizar y repletar a todos los hombrescon la misma vida divina que Cristo nos trajoy manifestó por la voluntad del Padre, bajo lafuerza y el impulso del Espíritu Santo.

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    81 Cfr. Ct 1, 7. 82 Is 35, 3. 83 Jer 2, 20. 84 1 Cor 2, 2.

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  • Haciéndola andar en su caminar con grandificultad y soledad ante su determinación deperfeccionamiento y renovación; siendo in-comprendida por la mayoría de sus hijos, yaque la diversidad de criterios crea la confusión,llena de perturbación y discordia: «Los pensa-mientos de los hombres, ¡cuán vanos son!», lavida del hombre es «como paja que arrebata elviento»86.

    Mientras el enemigo se frota las manos conla desorientación, desunión y desencajamientode muchos de los miembros del Cuerpo Místicode Cristo; la Iglesia, en sus propósitos de re-novación, necesita como nunca ser compren-dida, conocida y amada, vivida y manifestadaen su misterio infinito de verdad, de justicia, depaz y de amor; que se nos comunica por me-dio del Sucesor de Pedro y los demás Sucesoresde los Apóstoles que, en comunión con él, for-man, perpetuándolo, el Colegio Apostólico yEpiscopal.

    Muchos de los cuales reciben en sí la in-comprensión y el desprecio de los cristianos,que, al perder la mirada sobrenatural, se re-vuelven contra ellos; apartándose de este mo-do de la verdadera y auténtica armonía quenos pide la unidad de la Iglesia en el miste-rio de su vida, misión y tragedia; perdiendoal mismo tiempo la intimidad y amistad conDios. [...]

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    de Dios; el cual nos creó a su imagen y se-mejanza85 sólo y exclusivamente para que le po-seyéramos, llenando todas nuestras capacidadescon la posesión en participación del disfrutegloriosísimo y dichosísimo de su misma vida di-vina, entrando en las bodas eternas de Cristocon su Iglesia.

    Como en todas las renovaciones, la Iglesiase examina a sí misma, y va estudiando pru-dentemente las maneras de llevar a cabo la pro-pia reforma que, en su parte humana, consi-dera necesaria.

    Y guiada por el Espíritu Santo, bajo su orien-tación, prudencia y equilibrio, ateniéndose a lascircunstancias y mentalidad de todos sus hijos;para no defraudar a unos y turbar a otros, vaa su tiempo, pausada y prudentemente, me-diante la presentación en sabiduría amorosa desu dogma riquísimo, manifestando la voluntadde Dios que Él, a través del Concilio, quiere ir-nos mostrando.

    Pero la mayoría de los cristianos, por su fal-ta de equilibrio, andan desconcertados.

    Unos quieren ir demasiado de prisa, mien-tras que otros se resisten a aceptar el cambiode criterio que la Iglesia necesita en cada mo-mento; sin ajustarse, por ambas partes, al pasomesurado, sapientísimo y prudente de la SantaMadre Iglesia.

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    86 Sal 93, 11; 1, 4.85 Cfr. Gén 1, 26.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • y el Hijo son uno, y están unos en los otroscongregados y abrazados en el amor del Es-píritu Santo: [...]

    Las divinas Personas son y tienen una solavida, un solo ser, sido y poseído por cada unaen sí misma y en las otras divinas Personas, ensus relaciones y por sus relaciones, en un actoinmutable de abarcación infinitamente simplicí-simo y consustancialmente divino.

    Por lo que Dios es tan uno en su ser comotrino en sus Personas; siéndose unas en lasotras y estándose unas en las otras siendo loque son y haciendo lo que hacen en su actosimplicísimo de inmutabilidad divina.

    ¡Dios es un misterio de unidad y quiere quetodos seamos uno como Él mismo, según lasPalabras de Jesús: «Que todos sean uno, comoTú, Padre, en mí y Yo en Ti..., que sean unocomo nosotros somos uno.

    Yo les di a conocer tu nombre, y se lo daréa conocer, para que el Amor con que me ama-bas esté en ellos, ¡y Yo en ellos!»88.

    Ya que «cuando venga el Espíritu de la ver-dad os guiará hasta la verdad plena»89.

    La Familia Divina quiere decirse, en un di-cho que es obrar amorosamente su vida, a loshombres.

    El Padre nos la dice por su consustancialPalabra en cántico de amor eterno en el senode la Virgen, que «daría a luz un hijo, el des-

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    La Iglesia es Santa, es Una y es Apostólica;que, bajo la Sede de Pedro, tiene que vivir ymanifestar su auténtica realidad, tan divina ytrascendente, como creada y humana.

    Es Santa porque el mismo Dios mora en ella,es su Cabeza, y le comunica el misterio de suvida, su misión universal y su santidad, que senos da mediante los Sacramentos y los dones,frutos y carismas del Espíritu Santo;

    impulsándonos a vivir de Dios y manifes-tarlo a los hombres de todo pueblo, raza y na-ción: «Id al mundo entero y proclamad laBuena Noticia a toda la creación bautizando atodos los pueblos en el nombre del Padre y delHijo y del Espíritu Santo... El que crea y se bau-tice se salvará; el que se resista a creer serácondenado. Y sabed que Yo estoy con vosotrostodos los días hasta el fin del mundo»87.

    La Iglesia es Santa porque es la congrega-ción en reunión de todos los hombres, porJesucristo en el seno de María, viviendo con elPadre y el Espíritu Santo su filiación divina.

    Es Una, y tiene que mantenerse una en la uni-dad de sus miembros, a imagen y reflejo del mis-mo Dios, que es uno en su Trinidad de Personas.

    Y, para que fuera una, Cristo, que es suCabeza, la hizo su Cuerpo Místico en la diver-sidad y unión de sus miembros, como el Padre

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    87 Mc 16, 15-16; Mt 28, 19-20. 88 Jn 17, 21-22. 26. 89 Jn 16, 13.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • Ya que la Iglesia es la congregación y reu-nión de todos los hombres, por Jesucristo, conel Padre y el Espíritu Santo, en el seno de María,bajo la Maternidad divina y universal de laVirgen, Madre, Reina y Señora de la Encarnación.

    La Iglesia es un misterio de unidad, ya queDios nos creó a todos para que viviéramos deÉl y con Él, de su misma vida, y para que, in-jertados en Cristo, como los sarmientos en lavid, viviéramos unidos también entre nosotrosen comunicación de bienes espirituales, y,como consecuencia, materiales.

    Por lo que la Santa Madre Iglesia es la ma-nifestación perenne y perpetua de esta volun-tad de Dios aquí y después en la Eternidad. Esmisterio continuo de unidad de vida, de crite-rio y de bienes.

    Y para que esto se mantenga y se perpetúesegún los designios eternos de Dios, el EspírituSanto, que es el amor y la unión de las divi-nas Personas en la Familia Divina, se quedó enla Iglesia, con Cristo que continua su misión di-vina y redentora, y con el Padre que manifies-ta su voluntad durante todos los tiempos, pormedio del Papa y de los Obispos que, en co-munión con el Sucesor de San Pedro, vivan ydefiendan la unidad y la verdad en toda su ver-dad, siempre antigua y siempre nueva, que seencierra, se perpetúa y se nos comunica en y

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    cendiente de la estirpe de David, al cual pon-dría por nombre “Emmanuel, Dios con noso-tros”»90, bajo el arrullo amoroso e infinito delEspíritu Santo, que mediante el misterio de laEncarnación, la hace romper en Maternidad di-vina de tal forma que el Verbo se hizo Hombrey habitó entre nosotros.

    El Hijo, que es la Palabra del Padre en Ex-plicación, se lanza al seno de María, uniéndo-se hipostáticamente en desposorio eterno e in-disoluble a una humanidad que en Él, por Ély para Él, ha sido creada a imagen de su infi-nita perfección.

    Y en María y por María, cumpliéndose la vo-luntad del Padre y en el amor del Espíritu Santo,la naturaleza humana y la naturaleza divina seunen en la persona del Verbo.

    Así se obra la unión de Dios y el Hombreen el seno de María, en un romance de amor;mediante lo cual el Verbo Infinito nos dice suvida en canción divina y humana.

    Pero, al encarnarse el Verbo en María, se traeconsigo al Padre y al Espíritu Santo, ya que elVerbo siempre mora en el seno del Padre y enla unión del Espíritu Santo.

    Y el Verbo Encarnado recoge en sí a los hom-bres de todos los tiempos y los trae consigo alseno de María; obrándose en la Señora, en y porel misterio de la Encarnación, la unión de todoslos hombres con Dios; comenzando entonces,aunque en germen, la fundación de la Iglesia.

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    90 Mt 1, 23; cfr. Jer 33, 17.

    Madre Trinidad de la Santa Madre Iglesia"La Iglesia, misterio de unidad"

  • interior y, como consecuencia, su sobra de na-turalismo, se están rebelando contra sus mis-mos principios; cargándole a la Iglesia Madre,llena de santidad, una culpa que ella en sí, porsí no tiene, sino que somos nosotros mismos,que unas veces pensando de una manera yotras pensando de otra, damos a la Iglesia unafisonomía desconocida, deformada, desconcer-tante y desfigurada. [...]

    Por lo que es necesario, miembros vivos delCuerpo Místico de Cristo, que nos unamos enuna unidad de vida, de criterio y de apostola-do. [...]

    Por lo que hemos de renunciar a nuestrosmodos personales todos los miembros de laIglesia; y cada uno con su peculiar y propiocarisma, recibido por la voluntad del Padre, laPalabra del Hijo, bajo el impulso y la fuerza delEspíritu Santo, unirnos al Sucesor de San Pedroy a nuestros Obispos queridos; y, junto a ellos,formar, en ayuda mutua y unicísima, la gran fa-milia de los hijos de Dios en el seno universalde la Santa Madre Iglesia; procurando tender ala mayor unidad de criterio en la sobreabun-dancia de la diversidad de apostolados queabarque a todos y llene y replete a todo elPueblo Santo de Dios.

    Pero que ninguno que se sienta miembrovivo y vivificante del Cuerpo Místico de Cristose quede al margen de este quehacer. Y todosestarán contentos, se sentirán responsables ycolaborarán con la Iglesia, llenando su misiónindividual y colectiva. [...]

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    desde el ánfora preciosa de la Santa MadreIglesia, repleta y saturada de Divinidad.

    Por lo que en la medida que los sacerdotes,el pueblo consagrado y los seglares, llenen sumisión en unidad de criterio y en sumisión alos que representan a la Iglesia; en esa medi-da la voluntad de Dios se manifestará y obra-rá en nosotros el misterio de su vida por elamor del Espíritu Santo. «Donde hay unidad yamor allí está Dios»91. [...]

    Y la Iglesia, que es invencible, inalterable,inconmovible, santa, una, perpetua, la que re-cogió la misión de los Apóstoles para conti-nuarla en el tiempo y perpetuarla en la Eter-nidad; es desconocida, ultrajada por la mayoríade los hombres que, al no conocerla bien, vol-viéndose contra ella, la menosprecian y hastala maltratan; y por muchos de sus mismos hi-jos que, al ver la tragedia en que se encuentrapor nuestros propios e innumer