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Maltrato infantil Está en todos lados, en la infancia no todo es
felicidad. Cuando pensamos en violencia, por lo general la asociamos con la rudeza, la
brutalidad y el crimen de los que nos informan los medios. Sin embargo,
muchas veces pasamos por alto otros tipos de violencia, más cercanos y
cotidianos. Y aunque aquellos extremos sean un motivo real de
preocupación, que incluso puede estar afectando nuestra vida y actividades
diarias, estas otras formas de violencia son igualmente perjudiciales, al
grado de situarse como uno de los posibles factores que desencadenan la
violencia mayor.
Qué es, en realidad, el maltrato
Un niño es maltratado o sufre abusos cuando su salud física y su seguridad o su
bienestar psicológico se hallan en peligro por las acciones infligidas por sus padres
o por las personas que tienen encomendado su cuidado. Puede producirse
maltrato tanto por acción como por omisión y por negligencia. Se considera que
hay cuatro tipos de maltrato. Maltrato físico es cualquier lesión causada al niño
como consecuencia de golpes, tirones de pelo, patadas, pinchazos¿ propinados de
manera intencional por parte de un adulto. También están los daños causados por
castigos inapropiados o desmesurados. Es difícil distinguir cuándo termina la
imposición de la disciplina mediante castigos físicos "razonables" y cuándo
comienza el abuso. Quien utiliza el castigo fìsico argumenta que lo hace como
último recurso, cuando otras alternativas correctoras menos expeditivas (y que
entrañan mayor esfuerzo por parte de los padres), como las explicaciones y otros
castigos o amenazas menores han demostrado su ineficacia. No tiene intención de
lesionar, sólo pretende corregir una conducta inadecuada. Pero, con la excepción
del "pequeño azote a tiempo"(considerado por muchos padres como necesario,
aunque pervive el debate social al respecto), que es disculpable sólo cuando el niño
se muestra refractario a cualquier otra forma de corrección, el castigo físico es un
atentado contra la dignidad y la autoestima del niño, y puede causarle graves
daños emocionales.
Los niños que sufren frecuentes o graves castigos físicos tienden a reproducir
actitudes violentas, ya sea para conseguir sus fines o incluso sin motivación
aparente.
Los signos del maltrato físico son: quemaduras, fracturas o hematomas, que
aparecen bruscamente sin una explicación convincente; el niño atemorizado
ante el acercamiento de los mayores; los padres que se refieren a su hijo
despectivamente y la familia trata al niño con exagerada disciplina física.
El segundo tipo de maltrato es el abandono o negligencia, descuidos importantes
en la esencial tarea de cubrir las necesidades básicas del niño, ya sea en educación,
salud y seguridad o bienestar. Estamos ante un abandono físico cuando se
desatiende la salud del niño, se le expulsa de casa o se le deja repetidamente al
cuidado de menores, y se trata de abandono educacional cuando no se vela para
que el hijo disponga de una educación y escolarización adecuadas a sus
necesidades. Los signos del abandono o negligencia: absentismo escolar,
problemas visuales o dentales que no reciben la atención que necesitan, aspecto
descuidado, niños pequeños que se quedan solos en casa, menores mal vestidos
cuando la capacidad económica de los padres no es crítica...
El maltrato emocional
Es una de las formas más extendidas de maltrato infantil y quizá la más tolerada
socialmente. Son niños insultados, menospreciados o ridiculizados precisamente
por los adultos que deberían fomentar su autoestima y crecimiento personal. Esta
violencia causa en los niños perturbaciones que influirán en su salud psíquica. Las
víctimas a adoptan comportamientos extremos (llaman la atención o se muestran
muy pasivos) o adoptan comportamientos adultos protegiendo a otros niños, o
parecen más infantiles de lo que por edad les corresponde. En ocasiones, se han
registrado intentos de suicidio en estos niños.
El abuso sexual
Consiste en los contactos entre un adulto y un niño que proporcionan
satisfacción sexual al adulto sin que el niño pueda dar un consentimiento
consciente. La mayoría se producen en el ámbito del hogar. El que abusa
normalmente es miembro de la familia o una persona allegada. Los signos de abuso
sexual dependen de muchos factores, como el momento de la vida del niño en que
acontecen, si hubo o no fuerza y amenazas, y de la personalidad del niño y del
abusador. De todos modos, es habitual que el niño que sufre abusos sexuales se
niegue a hacer ejercicios físicos en la escuela, muestre conductas o conocimientos
sexuales inapropiados para su edad y que pretenda iniciar contactos sexuales con
niños menores que él.
Un niño puede estar sufriendo malos tratos cuando se dan estas
circunstancias:
Cambios repentinos en su conducta habitual.
Problemas físicos que no reciben atención de sus padres.
Se muestra ansioso y expectante como si algo malo fuera a pasar.
Absentismo escolar injustificado.
La familia se interesa poco por el proceso escolar del hijo y no acude al
colegio cuando se le llama.
Los padres niegan que el niño tenga problemas y a la vez lo desprecian por
su conducta.
La familia exige al niño metas inalcanzables para su capacidad. - Los padres
o adultos a su cargo le ridiculizan frecuentemente Los niños no miran a la
cara a la gente o hablan mal de casi todo el mundo.
Los casos de maltrato infantil no salen a la luz y no se denuncian porque no
sabemos identificar los signos que delatan que a un niño le maltratan, o bien
porque cuando las evidencias existen preferimos evitar problemas o tememos que
hacerlas públicas pueda volverse contra del propio niño. O también porque el
presunto maltratador es una persona próxima o conocida. La "vista gorda" ante
esta lacra social no carece de muy comprensibles justificaciones, y es por ello que
tiene tanto predicamento.
Es un problema de dimensión e interés comunitario: la sociedad en su
conjunto debe buscar las soluciones, pero... cuando un particular alimenta
fundadas sospechas de que un niño o niña está sufriendo malos tratos debe
actuar con responsabilidad ética y con la máxima prudencia. Lo primero es
poner el caso en manos de los Servicios Sociales, que determinarán cómo se
aborda la situación desde el aspecto legal, psicológico, familiar, escolar y
contando con la colaboración de las instituciones especializadas en atención
a menores. Si las intervenciones públicas tardan en actuar, no lo hagamos
nosotros directamente ante el niño ni ante la familia. Y mucho menos aún,
convirtamos estos hechos en objeto del cotilleo y morbo de la vecindad.
La discreción y el sentido común son, en este caso, un deber moral y favorecen la
solución de estas situaciones. Pensemos también en la imagen y honorabilidad de
los supuestos maltratadores. Un exceso de celo puede ser perjudicial. Si los
servicios sociales no atienden nuestra demanda, podemos insistir ante la
institución correspondiente (normalmente, el Servicio Social de Base del
Ayuntamiento). De persistir la demora, tenemos el deber cívico de denunciar el
hecho ante las autoridades, especialmente cuando la violencia que sufre el niño es
manifiesta y reiterada. Corresponde a los servicios públicos de atención a la
infancia abordar las situaciones de maltrato infantil, pero todos somos
responsables de favorecer las condiciones sociales para que los derechos de los
niños sean respetados.
Artículo:
ELIANNA RODRIGUEZ
ASIGNATURA: ORIENTACIÓN FAMILIAR
TUTOR: MARIA ALMARZA