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Manual de Uso Cultural 27

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Jaime Gil de Biedma, 'Alphaville' de Godard, 'The Knick', 'Meat is Murder' de The Smiths, Octavio Paz.

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Tema del mes Jaime Gil de Biedma 04Cine ‘Alphaville' de Jean-Luc Godard 12

Televisión ‘The Knick’ 16Música ‘Meat is Murder' de The Smiths 20

Literatura Octavio Paz 24Arte 'Movimientos y secuencias' en MPM 28

El Cierre 32

Manual de Uso Cultural es una publicación gratuita de la asociación Think Again. No se hace responsable

de la opinión de sus colaboradores. Prohibida la reproducción total o parcial de sus contenidos.

Asociación Think Again / EDICIÓN Miguel Pradas, Sergio Sánchez / REDACCIÓN

Sergio Sánchez (sermi19.com) / DISEÑO

/ COLABORADORESEmilio Perianes, Miguel Ángel García Ruiz, Tom J. Manning, Fran Sánchez, Bruno Perrier, Isabel Moreno Caro, Juan Jesús Millán, Antonio J. Quesada,Carmen Alcaraz, María José Moreno, Manuel Andreas, Marta García Villar,

Francis Moriel, David Dueñas, Antonella Montinaro, Marisa Carmona, Sara Carini, Flor Gómez, Isabel Bono, Nacho Sánchez, Álvaro Campos

MA 3069-2009 / DEPÓSITO LEGAL 2171-3979 / ISSN

/ CONTACTO [email protected] / Miguel Pradas (666 701 142)

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LEER POR PRIMERA VEZPOR MIGUEL PRADAS.

Tras leer por primera vez a Jaime Gil de Biedma resuena el eco y, al final, su palabra de escritor lento empapa como un roce ligero, casi como una súplica en la manga, como el disfrute de un sueño, aunque luego no acertáramos a adivinar el instante en el que sobrevino. Se siente como una escapada al mejor de los mundos imposibles, donde nada importa, ni siquiera los más grandes an-helos, un lugar en el que la vida depone sus espinas por fin. Se siente como un idilio en el café, pensando que aquello que estamos saboreando durará para siempre. Porque su palabra crece si se le escucha de repente, con la naturalidad de un rumor, como una amistad a lo lar-go, como si permitiéramos de una vez que el destino guiase elegantemente las horas, como si llegáramos a interio-rizar que el sufrimiento tiene un colofón dulce, que el dolor es tierno.

La palabra de Jaime Gil de Biedma es como cuando viene el tiempo de

soltar palomas, es la lluvia sobre el mar contemplada desde la ventana abierta con la sien en el cristal. Es reino de ju-ventud pasada ya la cumbre de la vida, es la pureza de lo que nos queda por vivir, de los momentos por contar. Es la proyección de un paisaje idílico en los días de sol de un invierno inhóspito, de una lágrima de alegría en el centro de la visión, brillando, enorme. Es como si el horizonte al que en el transcurso del tiempo hemos mirado esperanzados permaneciera siempre visible, intactas las afueras. Su palabra deja polvo de mariposa entre los dedos, como una luz usada que no mengua. Declama paciencia porque, en definitiva, nos enseña a esperar, a la usanza del trazo para la eternidad de Antonio Machado: «Quien aguarda sabe que la victoria es suya». Como si nos regalara la verdad de que, cuando echemos la vista atrás, sepamos que ningún camino pudo esca-parse nunca.

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LEER POR PRIMERA VEZPOR MIGUEL PRADAS.

Fue este libro el que consagró a Gil de Biedma como poeta, y en él descarga el autor sus recuerdos y nostalgias, sus quejas vitales y políticas, siendo uno de los que tiene más carga social de su obra. Pero es el pasado el que se convierte aquí en protagonista, siendo el punto de partida de este viaje que narra en verso libre. Ya dijo en una en-trevista: «En mi poesía no hay más que dos temas: el paso del tiempo y yo», y lo demuestra plenamente en estos poemas que son pequeñas muestras de una vida que, sin embargo, no es sólo suya, como dice en el prefacio: «Un libro de poemas no viene a ser otra cosa que la historia del hombre que es su autor, pero elevada a un nivel de sig-nificación en que la vida de uno es ya la vida de todos los hombres, o al menos de unos cuantos entre ellos». Cristali-zación de escenas donde encontramos a muchos de sus compañeros, porque la amistad es uno de los temas que

abundan en este poemario, entendida de una forma acogedora y curativa: «A veces, al hablar, alguno olvida/ su brazo sobre el mío,/ y yo aunque esté callado doy las gracias,/ porque hay paz en los cuerpos y en nosotros» (de 'Amistad a lo largo'). Este recordar a los demás nos deja también una serie de poemas de compromiso social, que le reafirma como individuo dentro un panorama corrompido, y que incluso deviene en una pequeña culpa por no ser un desfavorecido: «De mi peque-ño reino afortunado/ me quedó esta costumbre de calor/ y una imposible propensión al mito» (de 'Infancia y confesiones'). Esta propensión al mito provoca que no todos los recuerdos sean reales, pero eso no importa aquí, ya que «la vida nos sujeta porque preci-samente/ no es como la esperábamos» (de 'Noches del mes de junio'). Por eso hay que embellecerla, y en eso nadie gana a Gil de Biedma.

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COMPAÑEROS DE VIAJEPOR MIGUEL ÁNGEL GARCÍA RUIZ.

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«Llega el amanecer, con su color de abrigo de entretiempo y liga de mujer». El ángel caído, el malditismo, la bohe-mia, la transgresión como modus vivendi, los excesos y el final trágico son condi-ciones que suelen justificar el paso al olimpo literario de los poetas. Si además mueren jóvenes y por causas alejadas de la natural, la edad provecta, ya suelen figurar entre los genios. Si bien, además de lo anterior, imprescindible para el eco mediático, suele ser necesario un nivel de calidad excepcional que los haga merecedores del Parnaso.

La poesía como género, y en su as-pecto tradicional, la rima y la métrica al servicio del espíritu culto y sensible que embellece aquello que ve o que siente. Así fue, así ha sido hasta mediados del siglo pasado, cuando la poesía social, y la inevitable ruptura de los patrones tradicionales, alumbran corrientes que no han cesado y de las que el inefable Gil de Biedma es epígono destacado.

Resulta difícil encontrar a algún autor, quizás Rulfo, que con una obra tan breve haya merecido tantos estudios mono-gráficos, tantas entrevistas documenta-das, y la unanimidad de la crítica sobre el personaje excepcional que marca el inevitable antes y el después en la poesía, al menos en la española del siglo XX, el que existe entre la retórica del endecasílabo y la prosa poética, esa línea invisible que ahora tiene otro nombre propio, Jaime Gil de Biedma.

Define como sujetos de su obra al paso del tiempo y a su yo personal, y aunque éste sea el envoltorio, la etiqueta de muchos de sus poemas, entiendes que miente con la mentira del poeta, la del que usa esa pantalla para proyectarnos su visión del cosmos, su inquietud por lo social, que él negaba expresamente, excluyéndose de la generación de los cincuenta, a pesar de estar inevitable-mente influenciado por Cernuda, Rosales o sus coetáneos Panero, Brines, Claudio

Rodríguez, y su innegable pertenencia al grupo de Barcelona (Barral, Goyti-solo), si bien su actitud hedonista en lo personal y transgresora en lo literario, dificultan su inclusión en cualquier corriente. Su marcha trágica, a la manera de grandes predecesores –Baudelaire, Verlaine, Rimbaud, Wilde o Poe– supuso un revulsivo para el adormecido panora-ma de la poesía española que el tiempo se ha encargado de magnificar.

Estilo centrado en la ironía, cuando no en el sarcasmo, y mediante la actitud propia del «burguesíto en rebeldía», como se autodenomina. Ruptura de lo políticamente correcto, e implacable fa-gocitosis de autores clásicos, desde Fray Luis de León hasta T.S. Eliot, pasando por Espronceda o Auden si es menester, a los que parodia consiguiendo efec-tos ciertamente brillantes, a la par que divertidos.

Poseedor de una cultura literaria excepcional y dotado ciertamente del

Burguesito en rebeldía

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don de «escribir hablando» (Blas de Otero), se limitó a transcribir su «dulce vaguedad del sentimiento» (Espronce-da) despreciando a veces la versificación tradicional, «los renglones contados» (J.G.B.), legándonos un puñado de poemas digno de figurar en cualquier antología hispana. La parquedad de su obra queda compensada por la locua-cidad que aflora en sus entrevistas, donde vuelve a deslumbrar la concisa precisión y la sonoridad de su palabra, de sus versos hechos prosa. Tan solo en las grabaciones de sus poemas podemos escucharlo con un impostado énfasis declamatorio, afortunadamente ausente en sus escritos.

Su falso resentimiento «contra la clase en que nací» –«nací (perdonadme) en la edad de la pérgola y el tenis»–, queda en evidencia sobre su mirada inmisericorde sobre el pueblo desfavorecido, «intra-table pueblo de cabreros» con los que identifica a los vencedores de la guerra civil, pobres inmigrantes en la Cataluña de los 50 y 60, «cadáveres desenterrados vivos», murcianos o charnegos «que aún sonríen como ventanas rotas», donde encuentra chaperos y motivos para reconsiderar su actitud vital.

Leyendo sus versos, no necesaria-mente como tales, nos damos cuenta de que había un intelectual, incluso un moralista, dentro de su personaje de escritor ocasional: «Porque le apremia el tiempo, y en el amor –él lo sabe– aunque no tiene aún que dar dinero, tiene ya que dar inteligencia». | Emilio Perianes | Pieza gráfica: Tom J. Manning

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El pasado acudiendo a aligerarse en la pluma fresca del poeta, haciendo más llevaderas las cansinas horas de oficina, de formalidad viscosa. Garrapatea el demiurgo gozoso versos rebanados en las esquinas de agendas y albaranes, y maldisimula al tiempo el gesto asonri-sado, Porque sueño y recuerdo tienen fuerza/para obligar la vida, /aunque sean no más que un límite imposible. Y así, entre transacciones tabacaleras en la empresa familiar y nostalgias, escribía Gil de Biedma las 'Moralidades' (México, 1966), exiliados penosos de la censura española, poemas francos y libres, sin rebozo, indecentes para la posguerra por exhibir la promiscuidad entre igua-les, los trabajos de amor disperso, pero sobre todo, y especialmente, por hablar sin reservas de la miseria y las negruras de una España que seguía doliendo a los intelectuales: «…nuestra España de todos/ se parece a una prisión».

'Moralidades': un título altamente interrogante en el que leer a Baudelaire, cuya poesía fue para Biedma plas-

mación de una experiencia moral. Es el componente experiencial un río claro que fluye en el poemario, un cauce legible como un rescate de momentos vitales a menudo dichosos, la crónica impresionista y retrospectiva del instan-te feliz, retornado y pasajero. Impresión

primera de la lectura de Biedma: aquí no sobra ni falta palabra, el lenguaje flota en la naturalidad, la «despoetización», se aleja, limpio, de barroquismos, sin que me quepa duda de que oculta un minucioso trabajo de cincel, la facilidad aparente del arte mayor. La voz poética es la de un viejo, si bien apenas conta-ba el catalán con 32 años al empezar a rememorar sus juventudes, sopesadas desde la madurez; recuerdos de amor, sensaciones, saltos de alcoba en alcoba, voyeurismo, auto-reconocimiento: «A veces me pregunto qué habrá sido de ti./ Y si ahora en tus noches junto a un cuerpo/ vuelve la vieja escena/ y todavía espías nuestros besos». El placer, el deseo, su emoción, y el padecimiento del tiempo traidor porque le apremia, porque transfigura el cuerpo y zarandea al espíritu. El poeta rastrea su identidad, escruta la vida sin dejarse llevar por generalizaciones filosóficas, sin aspirar a verdades absolutas; a veces protagonis-ta, a veces recurriendo a otros, un puto, amantes, amores, su querido Luis Cernu-da, recreación de momentos mágicos con amigos, con Carlos Barral, Marsé, Isabel, y los espacios también prota-gonistas, urbanos y de niñez, Madrid, Filipinas, Segovia… La vastísima cultura del poeta requeriría un tomo entero para cubrir las fuentes, de Catulo a Rilke y Calderón, alto impacto, además, de la poesía anglosajona, pasando por la lírica medieval y popular en el ámbito formal,

«Escruta la vida, rastrea su identidad sin aspirar a verdades absolutas»

'Moralidades', recorridos de conciencia

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Gil de Biedma incluso se atrevió con una sextina y con una Epístola en francés. Y la guerra civil, el antes y el después, a la que se dedican no pocos pensamien-tos en las 'Moralidades', y la expresión de una experiencia individual contra-dictoria, ¿cómo llegar a un sano abrazo entre la condición de pertenencia a la alta burguesía catalana y una ideología inclinada hacia la izquierda, de sesgo marxista?. «Quien me conoce ahora/ dirá que mi experiencia/ nada tiene que ver con mis ideas,/ y es verdad». Sin embargo, la individuación de la expe-riencia en su marco histórico resulta apetecible, realista, Gil de Biedma se solidariza con los vencidos en poemas tan conseguidos como 'Años triunfales' y mira con esperanza hacia el futuro en otros como 'Un día de difuntos': «Y era la afirmación de aquel pasado,/ la configuración de un porvenir/ distinto y más hermoso». Gruesos trazos de la infancia sólo verían la guerra de costado, reflexión desde la «vejez», que confunde sueño y memoria. Una de las creaciones más personales es 'Pandémica y celes-te', donde basándose en Platón aúna el poeta la paradoja de las infidelidades, la promiscuidad, como indesligables de la entrega a un único amor, a un amor verdadero. Sin embargo, mi preferido es 'En una despedida': «Tardan las cartas y son poco/ para decir lo que uno quiere. Mi querido Jaime, no era verdad que…siempre, siempre,/ somos peores que nosotros mismos». Al menos, no como poetas. | Isabel Moreno Caro| Pieza gráfica: Bruno Perrier

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'Poemas póstumos' (1968) es el último de los libros que componen la obra poé-tica completa de Jaime Gil de Biedma (JGB), el poeta que siempre prefirió ser poema. En 1969 aparecerá la antología 'Colección particular' y, ante todo, la mí-tica recopilación de la poesía completa en 'Las personas del verbo', Seix Barral, ediciones de 1975 y 1982 (otras antolo-gías llegarán con el tiempo; con el tiem-po llegan tantas cosas…). El poeta de la experiencia bien entendida (Langbaum bien metabolizado), del poema como simulacro de la propia experiencia real, echa el cierre poético, como quien dice (aunque los 'Poemas póstumos' tendrán más vida de la que sugiere su rotundo título, con tres versiones: 1968-1975-1982). Menos mal que, como le escuché a Juan Manuel Villalba, la poesía no se mide por quilos sino por quilates, pues la poesía completa de JGB cabe en un librito de bolsillo. Estamos ante la mejor poesía española de la segunda mitad del

Siglo XX, según Álex Susanna y, desde luego, una de las más sugerentes para

los nuevos creadores. Muchos quila-tes. Pero cada nuevo libro que JGB no publicaba agigantaba su leyenda, como apuntó Dalmau. «¿Por qué no escribe?», le preguntaban con frecuencia. Solía responder: «¿Por qué escribí? Al fin y al cabo, lo normal es leer».

Esa renuncia a seguir escribiendo puede deberse a que la poesía de JGB fue el resultado de la invención de una identidad: una vez asumida nada excita menos la inspiración que aquello que eres. Y en 'Poemas póstumos', el autor de 'Compañeros de viaje' y 'Moralida-des', autor de míticos poemas como 'Infancia y confesiones', 'Por lo visto', 'Apología y petición', 'A una dama muy joven, separada', 'Años triunfales' o 'Pandémica y Celeste', que ha dedicado su atención poética a la crisis de la ado-lescencia, a la crítica de la sociedad que le toca o a la mala conciencia social (se avergüenza de los palos que no le han dado, incluso), entre otras cuestiones, nos regala en 1968 su última colección de versos. Colección en la que su voz se amarga, en la que el 'yo poético' acude al encuentro de su decrepitud con espíritu algo fatigado pero con la mente inhumanamente lúcida, preparado para el harakiri poético en plenitud de facul-tades. En este último libro, de una mus-culatura interior más intensa (lo social desaparece), encontraremos textos no menos míticos en su obra, como 'Contra Jaime Gil de Biedma', 'No volveré a ser joven' («el mejor poema que he escrito en mi vida», aseguraba JGB), 'Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma' (medio material para ejecutar al 'yo poé-tico' y evitar el suicidio de la persona), 'Conversación' (¡ay, Isabel, niña Isabel!), 'Son pláticas de familia' (dirigido a ese

«Acude al encuentro de su decrepitud con espíritu algo fatigado»

'Poemas póstumos', educación sentimental

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Jaime Gil de Biedma1929 - 1990

padre a quien gustaban más los prime-ros poemas, pues le recordaban a García Lorca), 'Himno a la juventud' o los des-carnadamente lúcidos 'De senectute' y 'De vita beata'. El 'yo poético' decide que ya no es necesario otro poema más, eso que nos parece imprescindible cuando somos jóvenes, pues venimos a llevarnos la vida por delante. Pero es evidente: no volveremos a ser jóvenes, ¿es necesario recalcarlo? En la obra, el yo que muere siente nostalgia de lo que fue (no sé si la nostalgia es un error, pero suele ser ineludible y, bien dosifi-cada, incluso revitalizante) y el nuevo yo pretende afirmarse en este honesto viraje vital hacia no se sabe dónde, pero seguramente irreversible.

Es inevitable que, en este devenir, no sólo muera el Jaime Gil de Biedma poético que vertebró la obra de JGB, sino que también el entorno del poeta se va convirtiendo poco a poco en el Monte de las Ánimas: su sirvienta Mo-desta, su padre (¡ay, su padre!), Gabriel Ferrater, acaso Bel (en el inolvidable poema 'Conversación'), provocan que la voz del poeta hable para sí mismo más que nunca. Aunque dicha voz venga en buena compañía (¿compañeros de viaje?) por los efluvios literarios que apreciamos en los versos (Dante, Gón-gora, Cernuda, Pavese, Eliot, Mallarmé, entre otros).

'Poemas póstumos', la última entrega de un poeta imprescindible para nuestra educación sentimental. | Antonio J. Quesada| Pieza gráfica: Fran Sánchez

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Ese artefacto extraño que compu-so Jean-Luc Godard con 'Alphaville' cumple, en cualquiera de estos días, cincuenta años. Parece un embrollo con desfase, pero tiene las mismas hechuras de placer culpable y enemi-go de la indiferencia que la también godardiana 'Pierrot el loco'.

«Silencio, lógica, seguridad, pru-dencia», se lee cuando se traspasa la frontera del suburbio de Alphaville, en un mensaje críptico como el que esboza el rostro aguijoneado de Eddie Constantine cuando dispara a las primeras de cambio. «Todas las cosas extrañas son normales en esta puta ciudad», brama el personaje de Constantine, Lemmy Caution, un espía que se hace pasar por periodista

que rastrea historias en la capital de otra galaxia o realidad alternativa. La intención final es indagar en las entrañas de una computadora, Alpha 60, que domina las mentes desde el conocimiento supremo y la supre-sión de las emociones. Un cerebro electrónico que somete a la humani-dad. Ahí aparece Caution, desde los «países exteriores», para cuestionar lo establecido, para derramar la intuición sentimental entre personajes que parecen autómatas. «Todas las cosas al azar, todas las palabras dichas sin pensar. Los sentimientos a la deriva», que diría Paul Éluard. Parecía que por aquel entonces, con apenas diez años de trayectoria, aún resonaba en Godard la ambición por cambiar las

Cin

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Todas las palabras dichas sin pensar

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«Cruzan miradas en torno a fragmentos de 'La capital del dolor'»

cosas, pero con el crepúsculo ya en el horizonte, con el ánimo desabrido que otorga la decepción, el cineasta sólo acertaría muchos años después a recapitular con crudeza: «Quizá hubo un tiempo en que el cine pudo haber ayudado a mejorar la sociedad, pero ese tiempo ya pasó».

En 'Alphaville', Godard despliega una atmósfera en la que la pasión es desbancada por la razón y para bra-cear en ella, el protagonista se acoge precisamente a la poesía de Éluard. «¿Tiene fuego?», le pregunta al inicio Natasha Von Braun (Anna Karina) a Caution. Ella es la hija de su némesis, el creador de la máquina orwellia-na. «He viajado 9.000 kilómetros para dárselo», responde, como si ya estuviera picando la primera piedra. Cuando nos acordamos de 'Alphaville' es recurrente apelar a esa escena de la pareja Caution – Von Braun cruzando miradas en torno a fragmentos subra-yados de 'La capital del dolor': «Vivi-mos en el vacío de la metamorfosis/ Pero el eco que resuena a lo largo del

día/ Ese eco más allá del tiempo, angustia o cari-cia,/ ¿Estaremos cerca de nuestra

consciencia o lejos de ella?». La cons-ciencia, ese concepto que no se ve reflejado en los diccionarios sagrados, como biblias, de los habitantes de Alphaville. Una de tantas palabras y sensaciones que, como «luz otoñal», ya engrosaron las filas del olvido.

Resulta peculiar el modo en que Caution contrarresta la sabiduría totalitarista de Alpha 60 («todo está conectado, todo es consecuencia») cuando le someten a un interrogato-rio, siempre en busca de un resquicio de aire puro. –Alpha 60: «¿Qué ha sentido cuando atravesó el espacio?» –Caution: «El silencio del infinito, me ha emocionado». –Alpha 60: «¿Cuál es el privilegio de la muerte?» –Cau-tion: «No morir más». –Alpha 60: «¿Qué es lo que convierte la noche en luz?» –Caution: «La poesía». –Alpha 60: «No está diciendo la verdad. No le entiendo. Usted está ocultando algo…» –Caution: «Sé que podría te-ner razones para mentir, pero, ¿cómo puedes diferenciar entre la mentira y la verdad?».

'Alphaville' no es más que un relato del despertar al amor, siempre laten-te, sólo que adormecido en el marco aciago de una cárcel urbana. Eso le ocurre a la chica Von Braun, víctima de un padre encadenado a la frial-dad. «¿Enamorado? ¿Eso qué es?», le pregunta a Caution, envuelta en el contraste delicioso de la fotografía de Raoul Coutard, de encaje perfecto en un paisaje que es el del mismo modo futurista y retro, que se sitúa entre la luz de la esperanza y las sombras del inmovilismo y que, al final, es como si suscribiera, cinco décadas antes, esa frase que abre la última película de Godard: «Todos aquellos que no tienen imaginación se refugian en la realidad». | Miguel Pradas

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No es una sorpresa que en esa maravilla que es 'Whiplash' de Damien Chazelle (suponemos que a estas alturas no des-cubrimos nada nuevo) nos encontremos con un extremo JK Simmons llevando su personaje al límite de lo humano, ata-cando al corazón mismo de sus alumnos de jazz con métodos educativos poco ortodoxos. Nos tiene acostumbrados, más si cabe si hemos echado un vistazo a la serie de HBO 'Oz'. Pero lo que sí causa un cierto desconcierto es que el otro protagonista, Miles Teller, en teoría un actor no tan valorado, esté a su altura e incluso acapare la tensión dramática del filme en casi toda su extensión, causando momentos de angustia que pocos actores hoy en día son dignos de interpretar con tanto desparpajo y realismo. | Sergio Sánchez

‘WHIPLASH’Damien Chazelle, 2014

El planteamiento resulta inquietante, una película muda en pleno siglo XXI, que además es en blanco y negro..., y española. Si a esto le sumamos que reinterpreta el cuento clásico de Blancanieves situándo-lo en la España de los años 20, la cosa se complica. Y uno se planta ante la pantalla con el ceño fruncido y el mando en la mano dispuesto a erigirse libertador de una no-che de sopor. Pero se resisten los primeros 15 minutos, y los siguientes 45 resultan una delicia, y en los 90 uno ya lleva lo suyo reí-do, disfrutado y sufrido con esa Carmencita que duele despedir en el 104. Una película que evidencia que el cine es un arte que se reinventa, capaz de seducir al espectador con fórmulas nuevas un siglo después. Más allá de la temática, mucho más allá de la nacionalidad. Un guión, un actor, un direc-tor y el universo. | Carmen Alcaraz

‘BLANCANIEVES’Pablo Berger, 2012

'La caza' (Thomas Vinterberg, 2012) supone una vuelta de tuerca al tema de los abusos escolares en cine. Esta vez se nos propone un relato focalizado desde el lado opuesto donde el «los niños siempre dicen la verdad» se pone en tela de juicio. La inocente mentira de una niña siembra la duda en una pequeña comunidad de vecinos, quienes sumidos en la paranoia colectiva lle-van a cabo una caza de brujas contra Lucas, un profesor de guarderías muy querido por los niños. La histeria va in crescendo a la vez que la angustia del protagonista hasta convertirse en una auténtica pesadilla. Como espectador, por momentos oscilas entre la indignación, el temor y la impotencia, siempre consciente de la verosimilitud del argumen-to, y llegas a admirar la dignidad con que maneja la situación el personaje. En los últimos minutos, cuando la niña ha confesado que era una mentira, piensas: no le van a dejar vivir tranquilo nunca, ¿verdad?.

'LA CAZA'POR MARÍA JOSÉ MORENO.

«Crece la angustia del protagonista hasta convertirse en pesadilla»

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Tel

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…when the blast of war blows in our ears, then imitate the action of the tiger. Shakespeare.

En las puertas del siglo XX, un nutrido grupo de tenaces, la avant-garde de la ciencia hipocrática, modernizaron con valentía, intuición e incansable esfuerzo la cirugía, los diagnósticos y la metodología de los laboratorios, hasta el punto de erradicar enfermedades y solucionar complicaciones quirúrgicas que en la época eran seguras sentencias de muerte. Quedan ya en occidente felizmente lejos las fiebres tifoideas, las atroces consecuencias de la sífilis, la alta mortandad en los partos o en las operaciones de apendicitis. En muchos aspectos, estos brillantes hombres, con la solidez de su trabajo, doblaron la esperanza de vida y establecieron las

bases de la estabilidad y la credibilidad profesional en los hospitales.

Steven Soderbergh, en 'The Knick', un drama médico visceral y exquisitamente documentado, narra esto mismo: el chispeante día a día de unos visionarios en un hospital de Nueva York, el Knickerbocker. En él trabaja el cirujano jefe John Thackery (Clive Owen), un genio del bisturí obsesionado con abanderar cualquier descubrimiento, con forjar un utillaje más eficaz y con poner en práctica nuevos procedimientos con los que salvar vidas, aunque para ello tenga que sacrificar colaboradores y pacientes, emplear argucias más propias de rateros que de respetados profesionales, y depender de dosis cada vez más grandes de cocaína.

El progreso avanza a trompicones

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y sus salpicaduras levantan ampollas en la burguesía neoyorquina: biempensante y segregacionista. De ahí la titánica tarea de enfrentarse a una mentalidad decimonónica que aun habiendo superado el siglo de las luces seguía anclada en las sangrías del barbero, en los cataplasmas y en el whisky como anestésico.

Y es que la modernidad siempre altera el ánimo y las costumbres reaccionarias por varios motivos. Uno es las consecuencias: un camino zigzagueante de sufrimiento y vida. Los muertos a los lados del progreso, el tráfico de cuerpos y los lisiados, mal nos pese, son el barro con el que se erigen a veces las soluciones. Y, paradójicamente, cada paso de sangre y mugre es el éxito ulterior para centenares de miles de personas. Otro es el espectáculo: mezcla chamánica de ingenio, drogas e incipiente tecnología. No es de extrañar así que el arrogante Thackery se refiera al Knickerbocker como el circo. Y otro: los comienzos tangibles de aquello que hasta esa época el ser humano no había alcanzado a ver. «A partir de ahora las grandes riquezas vendrán de lo inmaterial», dice uno de los personajes, fascinado por las fotografías subcutáneas de los rayos X y por la capacidad asesina de las bacterias, que siendo cuasi incorpóreas, invisibles, quiebran la salud de ricos y sobre todo de pobres, ayudándose de los hacinamientos, la falta de higiene y el pésimo alcantarillado.

'The Knick' es un ejemplo meridiano de cómo la medicina ha de vérselas en su camino hacia el perfeccionamiento con el lastre de las costumbres, el poder y los negocios. Pese a que una ciencia tal mereciera el apoyo y el elogio unánime de la sociedad, parece que desde siempre se ha visto refrenada por la ambición, el altruismo hipócrita y la ética de alzacuellos. Hay excepciones loables como la de la monja abortista Harriet, que prefiere para sí el infierno ante que las futuras penurias de un nonato, o el doctor Edwards, un joven de color que antepone la humillación a la que se ve sometido por amor incondicional a su oficio. Pero los palos en la rueda del progreso son la tónica. Y desde entonces parece que seguimos heredando similares errores. O si no hagan memoria de cuando Bush zanjó por motivos religiosos las investigaciones con células madres o miren los actuales recortes en España. ¡Qué duda cabe que los vericuetos de la medicina son complejos! Y seguramente sea ardua la tarea de despejar incógnitas que por su trascendencia paralizan a cualquiera. Las disyuntivas producen vértigo, fascinación, vergüenza, impotencia.

¿Moral consuetudinaria o futuro? ¿Profanación o adelantos? ¿Atracciones de feria o tecnología? ¿Economía o dignidad? Es difícil dar con la respuesta, pero ante esto, y al igual que sucede en 'The Knick', solo una cosa es cierta: si la humanidad quiere trufas, el cerdo tendrá que seguir ensuciándose el hocico. | Manuel Andreas

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Hace 13 años se estrenó en Usamérica una serie de género policial como muchas otras lo hicieron antes y, sobre todo, después. Se llamaba 'Without a Trace', protagonizada por el agente Jack Malone, quien dirigía una unidad del FBI de casos de gente recién desaparecida. Duró siete temporadas, pero la recuerdo 13 años después no por nada especial, sino porque cumplió 10 años y 'nadie' se acordó; y cumplirá 25 años y no veremos reencuentro de sus protagonistas. Una pena, porque durante esos años vimos de cerca la vida personal y profesional de Jack (LaPaglia creó uno de los personajes más profundos que uno puede recordar en la televisión), asistiendo a capítulos que en muchas ocasiones nos helaban con finales nada felices: porque no siempre los buenos llegan a tiempo. Por fortuna, la crítica mantiene buen recuerdo de una serie que espero algún día forme parte de esas manidas listas de mejores historias vividas en la pequeña pantalla.

UN RASTRO EN LA MEMORIAPOR FRANCIS MORIEL.

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Muy recomendable es esta tragicomedia en la que Jeffrey Tambor encarna a Maura, un padre de una familia disfuncional que «siempre se ha disfrazado de hombre». Con una hija que no sabe si es lesbiana o hetero, otro adicto al sexo y una tercera que en su treintena aún no sabe qué hacer con su vida, el valiente paso que Maura da ejemplifica de modo sublime la respuesta que ha de darse frente a la intolerancia. Dos Globos de Oro respaldan a esta serie.

‘TRANSPARENT’Jill Soloway, 2014 Amazon, 1 temporada

Con dos Globos de Oro (drama y mejor actriz), 'The Affair' escenifica las vacaciones de verano de Noah (Dominic West), un profesor universitario con pretensiones de escritor, y su familia en un pueblecito de Nueva York, que se establecen como la génesis para una irremediable erosión sentimental de los personajes. Noah se fija en Alison (Ruth Wilson), una atractiva camarera sumida en la tragedia, con la que comenzará un affair que hará cambiar todo su mundo.

‘THE AFFAIR’Hagai Levi / Sarah Treem, 2014Showtime, 1 temporada

«LaPaglia creó con Jack Malone un personaje a recordar en la televisión»

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En febrero de 1985 vio la luz 'Meat is Murder', el segundo disco de estudio del cuarteto británico The Smiths. Álbum que a día de hoy mantiene una férrea puja contra 'The Queen is Dead' por ver quién ocupa el primer puesto. Debate en el que nos encontraremos con defensores a ultranza –dispuestos a desplegar mil y un argumentos a la más mínima– tanto de uno como de otro aunque la sombra del segundo es alar-gada, pero ese es un terreno minado que en esta ocasión van a permitirme que evite.

Volviendo al disco del que quiero desgranar algunas pinceladas o más bien algunos gruesos trazos que sirvan para hacernos una composición, nos encontramos con que fueron Morrissey

y Johnny Marr –principalmente– los que, junto a la ayuda proveniente de Stephen Street, se pusieron al frente de la producción como resultado de la decepción que se llevaron con su primer largo. El primer impulso fue tomar las riendas para bien o para mal, marcar ese punto inicial que abriera la brecha pese al riesgo y el caso es que la cosa funcionó y lo hizo de manera abruma-dora si tenemos en cuenta la canti-dad de palos distintos con los que se atrevieron. Sobre la base de su marcado rock alternativo, pese a lo manido de esa acepción a día de hoy, se codearon de tú a tú con el rockabilly, con el funk y el dance sin dejar atrás algunas pincela-das de punk –post-punk para algunos– y sobre todo con la balada y ahí es dónde

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Política y amor erosionado

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«Se mueve con soltura y elegancia en un clima denso y sombrío»

está la piedra de toque. No solo está el fuerte carácter social que impregna los textos porque, pese a todo, el amor y en su defecto la ausencia del mismo recorre la espina dorsal de este trabajo dejando patente que son los impulsos más básicos del ser humano los que nos mueven y poco o muy poco a cambiado la cosa.

De esta amalgama podría haber sali-do cualquier cosa pero el resultado fue brillante y tras esa belicosa y muy bien elegida portada se escondían nueve píldoras de efecto inmediato. Nueve brillantes cápsulas sonoras que apunta-laron al grupo como una de las ban-das más importantes de los ochenta, abriendo el sendero que, con mayor o menor fortuna, seguirían muchos otros.

Letras directas con un matiz polí-tico mucho más pronunciado que en su primer trabajo y con un Morrissey cavando trincheras con la certeza de que no las abandonaría pasara lo que pasara y la prueba está en que treinta años después ahí sigue defendiendo su particular manera de ver las cosas. La

canción que da título al disco es la prueba feha-ciente de ello, llegó a prohibir

al grupo y a toda la crew que fuesen fotografiados comiendo carne y si lo hacían debían hacerlo a escondidas, equiparando este hecho a atrocidades producto de los más bajos instintos del ser humano y que no es necesario que reproduzca aquí. No sabemos con

certeza si nos hallamos ante alguien armado de una sólida tozudez o poseído por una fascinante clarividen-cia pero eso es harina de otro costal y daría para rellenar algunas hojas. Y lo que tengo entre manos en este momento es la intención de dejar claro que 'Meat is Murder' cimentó la carrera del cuarteto fijando los pilares básicos de las líneas que desarrollarían en su no muy longeva vida como grupo.

Lo que vino a ser un laxo respeto por los estilos y muy poco miedo a enarbolar banderas convirtiendo la necesidad de luchar por aquello en lo que creían en canciones. Pero no es cuestión de que la línea argumental de algunos temas distorsione nuestra visión sobre el conjunto. No estamos ante un panfleto ni muchísimo menos. Nos encontramos ante un Marr que despunta de manera deslumbrante como guitarrista alcanzando una ma-durez prematura como instrumentista encajando inverosímiles riffs que ahí han quedado como marca de la casa y ante unas letras que no solo respiran un clima social sino que tienen la capa-cidad de llevarnos hasta lo más oculto de nosotros mismos, moviéndose en un clima denso y poblado de sombras pero haciéndolo con soltura y con cierta elegancia pese a las escabrosas cuestiones que plantean.

Un disco que llegó para quedarse y al que el paso de los años no le hace perder un ápice de frescura pese al lodo que el tiempo inevitablemente deposita en todo. | David Dueñas

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Me encantan Toundra y me alegro mucho del éxito que por fin están consiguiendo siendo una banda de post-metal instru-mental. He escuchado muchas veces 'IV' y he podido apreciar, además de la bonita portada de Chelsea Greene Lewyta, su reciente fichaje en Century Media, sello imprescindible para los amantes del me-tal. Según comenta el grupo: «El álbum cuenta la historia de dos zorros obligados a escapar del bosque en el que viven debido a un incendio. Para la banda, se trata de una metáfora sobre cómo el ser humano destruye el entorno en el que se encuentra y cómo de peligrosos podemos ser». 'Stre-lka', tema que abre el álbum, nos introduce en elaborados paisajes instrumentales donde vemos que, tras más de siete años de trayectoria, esta banda posee una per-sonalidad propia. | Antonella Montinaro

'IV'Toundra, 2015

Enrique Villarreal lleva casi 40 años en pie de guerra. En primera línea de la trinchera, sin soltar el fusil y, aunque mil veces abatido, defendiendo sin tregua su posición. Porque El Drogas no es sólo un artista, es un gatekeeper dispuesto a decir justo lo que, en ocasiones, nadie quiere oír y todos necesitamos escuchar. Mítico componente de Barricada, ha intercalado trabajos con el grupo Txarrena y La Venganza de la Abuela hasta hace tres años, que se centró en su andadura en solitario. En 2013 publica su proyecto más personal 'Demasiado tonto en la corteza', un triple CD dividi-do en tres momentos muy diferenciados: 'Alzheimer', 'Matxinada' y 'Glam'. Directo, mordaz y lúcido, El Drogas compila en este trabajo su propia esencia, una realidad caleidoscópica que tiene instantes de ternura, activismo y autosatisfacción. Estrofas y acordes que se engarzan con un equilibrio embriagador que solo consiguen los músicos poetas, los poetas que hacen música.

EL DROGAS, EN PIE DE GUERRAPOR CARMEN ALCARAZ.

Lo positivo no tiene cabida en el álbum debut de Nirvana. Ya lo advierte su corro-sivo título, al parecer sugerido por una campaña de prevención del sida. También su portada, el negativo de una fotografía en blanco y negro. Nada de color por fuera porque nada hay por dentro. En el fondo de 'Bleach' está la vida gris de los pueblos forestales del noroeste de los Estados Uni-dos, la apatía adolescente –un clásico–, el alcoholismo y las drogas para esquivar la infelicidad, las desavenencias domésticas, y el reto high school hacia la virilidad. En la superficie, camisas de leñadores y marca 'sub pop': música ruidosa, voces desgarra-das, distorsión y poca melodía. Temas de 'Bleach' como 'Negative Creep', 'About a Girl' o 'School' acompañarían a la banda hasta su desinfectado final. | Flor Gómez

'BLEACH'Nirvana, 1989

«Villarreal consigue el equilibrio embriagador de los músicos poetas»

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Octavio Paz Lozano (Ciudad de Méxi-co, 1914 - 1998) fue poeta y ensayista y, como muchos otros intelectua-les latinoamericanos de su época, participó en la vida política de su país ocupando el cargo de diplomático de México en la India entre 1962 y 1968, año en el que abandona su puesto tras la masacre de Tlatelolco. En 1990 fue el quinto latinoamericano galardona-do con el Premio Nobel «for impassio-ned writing with wide horizons, cha-racterized by sensuous intelligence and humanistic integrity» y por esta razón fue y sigue siendo una de las voces más representativas de la literatura latinoamericana, especialmente de la América Latina literaria del siglo XX.

En sus poemas, Octavio Paz ha

investigado las inquietudes de su 'yo' poético con una perspectiva que ha otorgado a su poesía el valor de respuestas universales a las cues-tiones que atañen al hombre de cualquier latitud, volviéndose piezas imprescindibles del panorama poético internacional. «Lenguaje y mito son vastas metáforas de la realidad», escribía Paz en 'El arco y la lira', la delinean, la dibujan, la reflejan y, a su vez, la corrigen y la moldean según la perspectiva que quien escribe quiere poner de relieve. A través del lenguaje la literatura se vuelve, según Paz, el medio más adecuado para investigar lo real y comprenderlo mejor.Pero Octavio Paz reanuda los desti-nos de historia y lenguaje en varias

Lit

era

tura

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LA METÁFORA DE LA REALIDAD

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«El poema es creación única, pero también es lectura y participación»

ocasiones, señalando la importancia que la una tiene para la otra y dejando clara la relación de interconexión y dependencia que existe entre las dos y que se concreta en las transforma-ciones que las lenguas saben cumplir para estar al paso con la historia. Es de la relación íntima entre historia y lenguaje que surge la literatura; de la necesidad de contemplar y describir el presente para entenderlo y «ser parte de ello», dijo Paz, que no a despro-pósito consideraba grandes libros «aquellos que logran responder a las preguntas que, oscuramente y sin formularlas del todo, se hace el resto de los hombres».

Además de la estrecha conexión entre historia y lenguaje, el concepto de literatura, y en especial modo de poesía, se caracteriza según Octavio Paz por otro elemento representativo de la literatura latinoamericana del pasado siglo: la visión colectiva. Sobre todo el poema –género literario desde siempre desafortunado en términos de número de lectores– es para Oc-

tavio Paz una metáfora de la realidad en la que la poesía y el hombre

tienen la posibilidad de encontrarse y de ahí percatarse de las caleidoscó-picas figuraciones de la realidad. Y en efecto para Paz el poema es el resul-tado de un tándem entre el autor y el lector, ambos llamados a compartir la realización concreta de la poesía a tra-

vés de la escritura antes y de la lectura después: «El poema es creación origi-nal y única, pero también es lectura y recitación: participación. El poeta lo crea, el pueblo, al recitarlo, lo recrea. Poeta y lector son dos momentos de una misma realidad. Alternándose de una manera que no es inexacto llamar cíclica, su rotación engendra la chispa: la poesía». La poesía, entonces, como momento de encuentro y contacto: «El poema no es sino eso: posibilidad, algo que sólo se anima al contacto de un lector o de un oyente».

La poesía enamorada del instanteEn las palabras de Paz se delinea el elemento que caracteriza toda la creación literaria latinoamericana, es decir, la ética que ve el escritor partíci-pe de la historia y la ética que incluye el lector en la obra y lo involucra en la realización del texto literario a través de su participación activa en la lectu-ra. Un círculo virtuoso en el que existe la 'posibilidad' de influir, suscitar y es-timular el pensamiento y la formación de los puntos de vista de los distintos elementos citados. La poesía, dijo Paz en su discurso en la entrega del Pre-mio Nobel, «está enamorada del ins-tante y quiere revivirlo en un poema; lo aparta de la sucesión y lo convierte en presente fijo», que aflora a través de la lectura en cualquier lugar y en cualquier ocasión, es una «búsqueda del presente» que permite insertarse a sí mismos dentro de la historia y de la modernidad. | Sara Carini

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En 'Vicio propio', Thomas Pynchon lanza al detective Doc Sportello a un alucinado via-je por el colorista Los Ángeles de los años sesenta. Como es habitual en las novelas del neoyorquino, multitud de personajes se entretejen para finalmente componer una historia negrísima, chandleriana, aun-que con su habitual toque heterodoxo y laberíntico. Y es que, en torno al misterio-so enclave del Colmillo Dorado, Pynchon sumerge a Sportello en una búsqueda bo-rrosa y eternamente soleada, sin aparente final, bajo un horizonte que se recorta con unas torres de perforación de petróleo, en pugna constante con caciques místicos y nazis como armarios y al hilo incansable de la música de surf. Paul Thomas Ander-son acaba de adaptar al cine su atmósfera genial, con Joaquin Phoenix encarnando al investigador. | Miguel Pradas

‘VICIO PROPIO’Thomas Pynchon, 2009TUSQUETS. 21€. 424 PÁGINAS.

Una vez más el mismo ciclo: abres los ojos y con la lentitud de un fundido a negro las agujas del reloj señalan el mismo número desenfocado. Te diriges a la ducha mientras recorres la orografía de tu pelo, los ojos, el mentón. Uno, dos, tres pasos y tuerces a la derecha hasta topar con la puerta y, sin que recuerdes exactamente cómo, descubres en el espejo un rostro enrarecido que interroga desde ese ángulo imposible de franquear. Con la piel erizada, despiertas en medio de una calma rota de incertidumbres apenas iluminada por unas ráfagas que lentamente te devuelven a tu conciliada seguridad. Necesitas verlo por ti mismo, pero un pavor existencial te lo impide. El halo penetra la oscuridad justo donde reposa tu última lectura de mesilla que reza así: 'El hombre duplicado' de José Saramago. | María José Moreno

‘EL HOMBRE DUPLICADO’José SaramagoALFAGUARA. 18€. 408 PÁGINAS.

La soledad es la llama viva del terror. El deseo de vivir, el remedio latente contra la desesperación. Encontrarnos solos en un mundo amenazante, construir nuestros días alrededor de una asfixiante rutina que acoge una cordura que se diluye. La demoledora posibilidad de ser el último humano sobre la Tierra hace que Robert Neville ahogue su dolor en alcohol y desarrolle, día tras día, una matan-za defensiva pero sistemática de vampiros. Un constante an-helo de esperanza convierte su historia en una triste e irónica agonía. Un futuro pesimista y desolador para la raza humana, el temor a que firme-mos nuestra propia sentencia de muerte. Era 1954 y la sombra de la Guerra Fría mostraba la realidad del miedo silencioso a la catástrofe. Richard Matheson configuró una leyenda con una moral bifronte, una historia de terror y ciencia-ficción resignada a una reconfiguración de la sociedad, «una nueva superstición que invade la fortaleza del tiempo».

SOY LEYENDA POR MARTA GARCÍA VILLAR.

«Richard Matheson configuró una leyenda con moral bifronte»

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París, Picasso y las Vanguardias del siglo XX son la temática de 'Movimien-tos y secuencias', la exposición que nos ofrece el Museo Picasso Málaga.

Tras un par de fugaces estancias, el artista instaló su estudio en el barrio de Montmartre. En esta época, la capital francesa fue testigo del mayor cambio en el arte, una eclosión de nuevas tendencias que transformaron no solo la forma de pintar, rompiendo las reglas académicas, sino la forma de entender la obra. El ritmo frenéti-co de las máquinas, la irrupción de la fotografía y del cine fueron en parte responsables de que el arte diera un giro radical: no había muerto, sim-plemente se estaba renovando. Esta revolución llevaba de la mano una serie de corrientes artísticas que tan

pronto aparecían como desaparecían o se transformaban en otras más complejas: la mayoría de estos ismos no sedujeron a Picasso, que siempre mantuvo su personalidad por encima de las modas. Aunque el cubismo fue una seña de identidad en la obra del pintor español, una época en la que, junto a Braque, cambió la forma de ver la realidad. La experimentación del cubismo se desarrolló progresiva-mente entre lo puramente formal y la creación de un nuevo espacio pictórico que rompe con la perspectiva clási-ca impuesta en el Renacimeinto, el rechazo por la espiritualidad simbó-lica de los nabis y neoimpresionistas que plasmó magistralmente en 'Les Demoiselles d’Avignon' (1907), marcó el comienzo de la ruptura con las nor-

Art

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Un acto de reconciliacióoón'

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«El regreso a la figura humana supuso un acto de reconciliación»

mas, el cambio de la forma de pintar y observar. Una vez se deconstruye-ron forma y figura en el lienzo sería fácil llegar a la abstracción, donde la unidad sería menos identificable. Pero el giro inesperado hacia el clasicismo en la obra de Picasso le hizo reencon-trarse con formas más equilibradas, más cercanas a lo académico que a las propias vanguardias, hecho que des-pertó las críticas de muchos de sus co-etáneos, los miembros del futurismo especialmente. El arte estaba llegan-do a su mayor osadía revolucionaria, hasta deshumanizarse por completo, por eso el regreso a la figura humana supuso un acto de reconciliación del pintor con su propia obra, y la vuelta al origen del dibujo a carboncillo que aprendió de su padre.

La muestra cuenta con dibujos y grabados realizados por Pablo Picasso entre los años 1906 y 1925, en con-creto una treintena de obras de la colección del propio museo además de otros préstamos del Picasso de Barcelona, la Fundación Almine y B.

Ruiz-Picasso. Además también se exponen otras piezas coetá-neas de Georges

Braque, Joan Miró, José Moreno Villa, Jacques Villon, André Derain, Fede-rico García Lorca, Joaquín Peinado o María Blanchard, entre otros; así como fotografías de Paul Strand y del cineasta Hans Richter, que dialogan con la obra del propio Picasso y que

nos trasladan al ambiente del París de las vanguardias. En el recorrido distinguimos varios ambientes, que se relacionan también con las obras de la colección permanente y suponen un complemento para entender la obra de Picasso, el cambio de percepción en el arte a través de la modernidad del siglo xx a través del cine o la foto-grafía, pero también los avances en la ciencia, automoción o aviación.

Además, podremos disfrutar de la documentación bibliográfica de escri-tores como Ramón Gómez de la Serna o Guillaume Apollinaire que transmiten en sus textos la relevancia que la pintu-ra tuvo en ese momento. En palabras de éste último vemos como alude a la muerte de la tradición en las artes: «Las virtudes plásticas: la pureza, la unidad y la verdad mantienen bajo sus pies la naturaleza derrotada (…) Este monstruo de belleza no es eterno (…)».

Este paseo nos lleva a la Belle Épo-que, donde las vanguardias artísticas condujeron un profundo cambio filosófico, explicando el contenido y el pensamiento de las corrientes moder-nas con la vida bohemia, la efervescen-cia de una ciudad que era el epicentro artístico del mundo. Donde muchos se dieron a conocer y ganaron el despre-cio o respeto de los críticos, Picasso logró romper y unirse de nuevo a la tradición: el diálogo entre la pintura y su evolución en la Historia del Arte se entienden a lo largo de toda su obra. | Marisa Carmona| Piezas gráficas: Juan Jesús Millán

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Con 'Diálogos en papel. De Picasso a Ponç', la Fundación Picasso - Mu-seo Casa Natal propone un vistazo a cómo son los autores posterio-res a Picasso los que se asoman a su obra, quienes toman de él elementos, figuras y temas para adaptarlos a su propio lenguaje, convertido Picasso, al fin, en un gran artista de un pasado recien-te y aún vivo. No se trata de una imitación de Picasso, sino de una serie de diálogos entre este artista y tantos otros que lo admiraron sin imitarlo. | F. Picasso

DIÁLOGOS EN PAPELF. Picasso - Museo Casa Natal (hasta 07/06)

El CAC Málaga presenta 'Kiss the Fire' (2007) de María Cañas, vi-deoarte que recrea mediante figu-ras insinuantes, imágenes eróticas y otras que parecen sacadas de un sueño, los peligros que entraña dejarse llevar en exceso por la pasión. El fuego es una alegoría de un desenlace fatal que, acompa-ñado de la música, hace que el espectador se vea envuelto en una atmósfera donde los límites entre amor y muerte no están del todo definidos. El peligro es patente en cada fotograma del vídeo. | CAC

MARÍA CAÑASCAC Málaga (hasta 15/04)

En abril de 2005 se inauguraba el Museo de Arte Contemporáneo de Castilla y León MUSAC con la exposición 'Emergencias', que presentaba un mapa de las preocupaciones sociopolíticas de los artistas que consti-tuían la colección en aquel momento. Tras 10 años continúan los mismos conflictos y se suman otros nuevos; la pobreza y la exclusión social se han extendido hacia zonas que antes vivían en un estado de bienestar; los problemas de polución y contaminación siguen avanzando, no se han encontrado curas para las pandemias más letales y sigue habiendo problemas de inmigración. En el transcurso de estos diez años, el MUSAC ha incorporado nuevas piezas y artistas a su colección que siguen reflexionando sobre estas temáticas. Entre ellos: Javier Ayarza, Jordi Bernadó, Carolina Caycedo, Pepe Espaliú, Joan Fontcuberta, Jenny Holzer, Zhang Huan, Rogelio López Cuenca, Antoni Muntadas, Caio Reisewitz, Ángel de la Rubia o Jennifer Steinkamp.

POST EMERGENCIAS EN EL MUSAC DE LEÓNPOR ANTONELLA MONTINARO.

Centro concertado de atención temprana, educación infantil, educación primaria, educación especial y rehabilitación del lenguaje y la audición.

Calle Doctor Escassi, 12. CP 29010 MálagaTel. 952 30 57 46 Fax 952 61 32 51

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En Facebook: Colegio La Purísima (Málaga)

Matrícula abierta todo el año

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«Siguen las mismas preocupaciones sociopolíticas»

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Hay quien coloca a San Cristóbal en el salpicadero. Yo tengo a San Kurt Von-negut del Perpetuo Asombro y a San Muñozquintana en la cocina. Siempre acabábamos allí, confesándonos, con una copa de Pajarete.

Poeta sobre todas las cosas, tenía claro que no escribía para críticos ni amigos, escribía para aquellos lectores que nunca iba a conocer. Le daba cierto morbo pensar en alguien a mil kilóme-tros leyendo sus poemas. Si en vez de un Pajarete eran dos, entonces levantaba el dedo cual San Pancracio de panadería y afirmaba: «Yo escribo para los lectores que aún no han nacido». La risa siempre fue nuestro único mandamiento.

Todos los que escribimos esperamos que nos lean, pero también buscamos algo, quizá respuestas, quizá más preguntas. Antonio Muñoz Quintana termina uno de sus poemas diciendo: «He hurgado». Sé que la fe (y yo se la tuve siempre) no admite indecisión,

pero, ¿cómo que ha hurgado? Alguien con una vida interior sumamente rica, alguien que se va sabiendo que se va y, serenamente, se despide de los que quiere y les dice «dentro de la tristeza de perderos, me marcho muy tranquilo y sereno», ¿ha hurgado? Sin don alguno que me avale, me atrevo a asegurar que hizo mucho más que eso. Y si alguien duda de mi palabra, puede meter la mano en el costado de sus poemas.

El poeta Antonio Muñoz Quintana, romántico y vehemente, apasionado por las causas perdidas, falleció el pasado 24 de octubre. Nos deja, entre otros, dos libros que son mi única religión: 'Canciones para un pequeño circo ruso' (Málaga, 2007) y 'Miedo a los perros' (Zaragoza, 2012). «El azar gobierna el mundo, esa es mi letanía del miedo», dijo. Yo, sin embargo, creo que si alguien no teme a la muerte, no le teme a nada. El día 22 de enero habría cumplido 46 años.

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LETANÍA DEL MIEDOPOR ISABEL BONO.

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Visitando centros culturales, no es difí-cil comprobar que el arte está, en mu-chas ocasiones, alejado de la ciudada-nía. Lejos de lo que realmente importa. El arte contemporáneo, aún más. Y es bueno plantearse cuál es su función. Por eso, es vital encontrase con ini-ciativas que bajan al arte de cualquier pedestal; que subrayan el compromiso de la mayoría de artistas con lo social. Que ayudan a entender que el arte está ahí, en gran medida, para discutir, para denunciar. Para hacer llegar un mensaje. Y es por ello que disfrutar de las obras participantes en el proyecto 'Artistas Acoge' sirve para reconciliarse con el arte. Para subrayar los valores de unos artistas comprometidos. Para ayudar a que la sociedad en general y Málaga en concreto sean mejores lugares para toda la ciudadanía.

Entre las obras del proyecto 'Artistas Acoge' hay mensajes que nos indican que hay esperanza, como el collage

'Hope' realizado por Betty Bundy. Chema Lumbreras, por su parte, habla de acogida, de cómo un grupo de personajes diversos se dispone a entrar en una misma casa mientras unas ratas les miran con desdén. La fotografía de Florencia Rojas nos muestra a Omar, una persona inmigrante que mira hacia el mar, ese que tantas vidas se ha cobrado en el Estrecho. Visiones hay muchas, como las del medio centenar de creadores participantes en este proyecto.

'Artistas Acoge' es una iniciativa de la asociación Málaga Acoge, entidad que promueve que las personas inmigran-tes tengan plenos derechos y deberes como ciudadanos. Nació de forma virtual y en el pasado invierno mutó en dos exposiciones físicas. Como mues-tra, la asociación tiene un catálogo en su web con las obras ya expuestas, que están a la venta para financiar sus programas de trabajo.

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LETANÍA DEL MIEDOPOR ISABEL BONO.

CUANDO EL ARTE MEJORA LA CIUDADPOR NACHO SÁNCHEZ.

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«Pirrón el filósofo, hallándose en un barco en día de tempestad, mostraba a los que veía más atemorizados alre-dedor suya, para animarlos, el ejemplo de un cerdito totalmente despreocu-pado por la borrasca». Señala Mon-taigne que los hombres se atormentan –nunca mejor dicho– por el concepto que tienen de las cosas, no por éstas en sí ('Les Essais', cap. XIV). Sin duda, un análisis marciano de las conversa-ciones en metros y aceras concluiría que son numerosos los males que acechan al humano contemporáneo en su quehacer cotidiano. Resultado que, no obstante, sería expresión de la propia convivencia en las urbes: zom-bis absortos en la rueda del lamento o de la queja (siempre más y mejor que «el otro»).

En este mundo de traiciones y ma-tanzas desde la noche de los tiempos, añadir dolor de manera fútil –y lo que es peor, a nosotros mismos– no parece la decisión sensata. Aunque cierto es

también, por otra parte, que son pocos los que todavía se detienen a mirar a los árboles. Menos aún, los que leen sus maderas en la celulosa de libros y revistas culturales. O los que invierten su tiempo en la fraternité de escuchar al prójimo sin necesidad de imponerse en el diálogo. ¿Hacia dónde vamos?

La vida es, sí, ejercicio de superviven-cia, pero en nuestro tránsito del existir también habita la amistad, la luz, la alegría. Cultivar los valores y principios cívicos no debería ser materia exclusiva de debate entre partidos políticos para la didáctica en institutos y colegios, sino práctica habitual en la oportunidad de abrazar una vida más embellecida, comulgada con las siete artes o el café en las plazas olvidadas.

Schopenhauer, quizá el pesimista irredento por antonomasia, lo escri-bía así hace dos siglos: «el amor es la compensación de la muerte». Un amor poliédrico que sirve al mar como al animal herido; varón, mujer o gato.

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(SOBRE)VIVIRPOR ÁLVARO CAMPOS.

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