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Manuel de Falla

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Vida y Obra

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  • VIDA NTIMA DEMANUEL DE FALLA Y MATHEU

  • BIBLIOTECA CDIZ - MANUEL DE FALLA I

    Autor: Juan J. Viniegra y Lasso de la Vega

    1 edicin: 19662 edicin: 2001ISBN: 84-95388-38-3Depsito legal: CA-696/01

    Juan J. Viniegra y Lasso de la Vega Coordinador de la edicin Jos Ramn Ripoll

    Edita: Diputacin de Cdiz, Servicio de Publicaciones

    Maqueta y diseo: O.D.M.Preimpresin: CadigrafaImpresin: Santa Teresa

  • VIDA NTIMA DEMANUEL DE FALLA Y MATHEU

    POR

    JUAN J. VINIEGRA Y LASSO DE LA VEGA

    COLABORACIN DE

    CARMEN Y CARLOS MARTEL VINIEGRA

  • 7LA RECUPERACIN DE UN TESTIMONIO

    La Biblioteca Cdiz-Manuel de Falla es un proyecto de la Diputacin Provincial deCdiz destinado a difundir la obra y la figura del ms internacional de los compo-sitores espaoles. Nacido en Cdiz, en 1876, la personalidad de Manuel de Fallaha tamizado todo el panorama musical de nuestro siglo XX, sabiendo resolver consoltura el eterno dilema entre tradicin y modernidad. Ligado a las vanguardiaseuropeas de la poca -Debussy, Ravel, Stravinsky- y utilizando elementos propios dela nueva msica, no dej de beber en las fuentes tradicionales, ya fuera de la anti-gua polifona renacentista, del teclado del siglo XVIII o de la esencia popular y, par-ticularmente, del cante jondo. Sin embargo, pese a que el maestro deba sus prime-ras iniciativas musicales a los aos que pasara en su tierra natal, no ha existido enCdiz ningn centro que se haya ocupado de cuidar su presencia, sobre todo deestudiar y recopilar los datos suficientes que iluminen el importante perodo de suinfancia y primera juventud..

    Manuel de Falla, desde muy pequeito, en su casa gaditana de la Plaza de Mina,haba escuchado con naturalidad las melodas flamencas y aflamencadas, canti-eadas por su niera, La morilla, oriunda de la sierra gaditana -lugar donde sesiguen conservando determinados cantes antiguos casi en desuso-, y pronto empe-z a sentir suyos estos cantes que sonaban de distinta manera a todo lo dems.Esta relacin con La morilla fue la primera piedra del edificio memorstico de nues-t ro autor. El cante, cumpliendo con su costumbre e historia, se le ofreca por trans-misin oral e intransferible.

    Cdiz se consideraba piedra angular de la trada del flamenco, junto con Jerez ySevilla. Mas no era corriente, sobre todo en un muchacho perteneciente a una fami-lia de clase media alta y no precisamente con raigambre local, mantener concomi-tancias e insinuaciones con esta msica, considerada poco propicia para la educa-cin de un nio de buenas costumbres. Sin embargo, atrado por la rareza de aque-llos sistemas tonales, por sus requiebros y, principalmente, por la mixtura de escalasmantenidas en la guitarra, el nio Falla que a pocos metros de su casa tena lugar,puedo intuir levemente, uno de los ms altos y profundos sucesos de la expresin

  • musical. En las casas del Barrio de Santa Mara nacieron y vivieron famosos y pun-teros cantaores, bailaores y guitarristas de todos los tiempos, y no es difcil suponeralgn fortuito encuentro entre el joven msico y alguno de aquellos artistas popula-res. Siempre he pensado, en el Cdiz de mi imaginacin, en aquel Falla deseoso deconocer, escuchando al clebre Enrique el Mellizo, patriarca del cante grande, cuan-do ste le lanzaba siguiriyas al mar en las noches de viento y locura; o cuando calle-juela abajo, sala de la Iglesia del Nazareno entonando la melopea que acababade orle al oficiante y de donde posiblemente surgi su popular malaguea. Son fan-tasas posibles pero improbables, aunque de Cdiz se lleva el poso donde han decaer familiarmente las posteriores enseanzas y descubrimientos.

    Por otra parte, no es difcil encontrar en la algaraba instrumental de El Retablo unasimilitud con el escndalo callejero del antiguo carnaval de Cdiz; ni escuchar elbatir mecnico de las olas en el insistente acorde arpegiado del segundo movimientodel Concerto. No existen, en estas dos obras, un enlace tmbrico, un hueco sonorode maderas que nos trae a la memoria la combinacin instrumental de fagot, oboey corno ingls que, rememorando los modos griegos, rompa el silencio de lamadrugada del Viernes Santo gaditano? Se dice que Falla escuch esta fanfarria enel Corpus de Sevilla, acompaado de Lorca; pero mucho antes, ese enigmtico mim-breado pudo haber encontrado sitio en su recuerdo al paso de la procesin pordelante de sus balcones de la infancia.

    Sin nimos provincianos ni chovinistas, esta Biblioteca se propone contribuir a quelos gaditanos tengan la posibilidad de conocer ms de cerca un personaje y unaobra que los engrandece y los hace ser ms universales.

    Una de las facetas ms importante de la Biblioteca Cdiz-Manuel de Falla es lapublicacin de una serie de libros y monografas que aporten datos nuevos sobrenuestro compositor, su obra, as como de los ambientes musicales, generaciones ygrupos que se nutrieron de su influencia. Desde el Servicio de Publicaciones de laDiputacin Provincial, comenzamos esta tarea con la reedicin de una biografa quetiene su inters en el hecho de haber sido escrita por un amigo personal de DonManuel: Manolo, mi amigo Manolo, apostilla el autor en todo momento, cuando serefiere a las ancdotas, cartas e historias del msico. El tambin gaditano JuanViniegra y Lasso de la Vega, era hijo de Don Salvador Viniegra, posiblemente elalma mater de la msica de nuestra ciudad. Violoncellista aficionado, este ltimoconvirti su casa en el saln musical ms importante de la poca. Por all pasaronartistas como Camille Saint-Sans o Paganini, se estrenaron obras de cmara y fueel escenario donde el nio Falla hara sus primeros pinitos en pblico. El autor deeste libro vivi de cerca todas estas experiencias que nos las cuenta con cierta gra-

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  • cia y amenidad. No se trata pues, de una biografa exhaustiva ni rigurosa. Es msbien un testimonio directo y un homenaje amistoso que nos ofrece una serie de datossobre los aos gaditanos del compositor y el contacto que continu manteniendo consu ciudad natal, con sus amigos, conocidos y familiares, trazndonos un buen retra-to de su carcter austero y socarrn y una interesante crnica, a travs de los peri-dicos del momento, de su regreso a Cdiz, en 1926 para ser nombrado hijo predi-lecto, y posteriormente en 1930.

    Manuel de Falla: su vida ntima o Vida ntima de Manuel de Falla y Matheu -ttulosambos que figuraban en la primera edicin en portada y portadilla respectivamen-te- se public en Cdiz, en 1966, con la colaboracin de Carmen y Carlos MartelViniegra, sobrinos del autor, cuando ste ltimo se encontraba en su lecho de muer-te. Tuvo la suerte de poder ver, al menos, las primeras pruebas de lo que fue un libroescrito, ms con el cario de un amigo que con voluntad de estilo y aportacin musi-colgica. En el eplogo a aquella edicin se deca: "Ayudado de una linterna y unalupa, pudo verlas, pudo leer aquella primera pgina donde estaba estampado sunombre. Su rostro, marcado ya con las huellas de la muerte, se ilumin y parecirevivir". Reeditar pues, ahora, este agotadsimo testimonio es volver a dar la opor-tunidad a los lectores y a los estudiosos de la obra de Falla de consultar los rinco-nes curiosos y revivir ciertas historias de la vida privada del compositor.

    Seguramente, Juan Viniegra no escribi esta biografa de principio a fin. Eso senota en la la falta de fluido entre los diferentes captulos que la componen.Colaborador del Diario de Cdiz, pienso que fue aprovechando material periodsti-co que, a lo largo de los aos, fue reuniendo sobre nuestro msico, aunque -comome apunt Enrique Franco, una de las personas ms informada sobre Falla y la vidamusical gaditana de su tiempo- existen muchos ms artculos del autor que aguardanuna paciente labor de hemeroteca, que hara falta recopilarlos para una nuevamonografa, quizs literariamente ms rica que la que tenemos en las manos.Tambin, a veces, me da la impresin de que muchos de los prrafos aqu recogi-dos, fueron dictados o escritos a vuelapluma, sin las pertinentes correcciones estils-ticas a las que todo trabajo de este tipo se debe someter. La primera edicin estrepleta de errores, nombres mal transcritos en repetidas ocasiones que me cuestaimaginar que pudieran deberse a las faltas ortogrficas de un hombre culto comoViniegra, Por ejemplo, Ravel, siempre figura con b, como si se refiriese al instrumentoen vez de al compositor francs. O Saint Saenz en vez de Saint-Sans. Con respec-to a la armadura sintctica y a la utilizacin de signos ortogrficos todo dejaba bas-tante que desear y, seguramente es achacable a la natural premura de la impresiny al deseo, por parte de sus colaboradores y familia, de que el autor difrutase envida el resultado de su largo e ilusionado trabajo. Ya hemos comprobado cmo y en

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  • qu estado revis las galeradas. Respetando el espritu de la letra y el eco de la vozdel autor, me he tomado personalmente la licencia de eliminar comas innecesariase insertarlas en el lugar requerido, y de alterar someramente la estructura gramati-cal de algunos prrafos, con el objeto de facilitar la lectura y la mejor comprensindel texto.

    Es conveniente situar al autor en la sociedad de su poca, en su ambiente, en unaEspaa an dividida y resentida por la guerra civil. Se utilizan expresiones un tantoinoportunas e inapropiadas para una edicin actual, pero como quiera que estamoslejos de atribuirnos el papel de censores -cosa que en aquellos tiempos hubiera sidoimpensable en casos contrarios- hemos respetado totalmente sus vocablos y trasno-chadas opiniones con respecto a temas polticos e ideolgicos. A veces se nos ofre-ce una figura de Falla que, creo, no corresponde del todo a la realidad.Efectivamente, Falla era una persona profundamente religiosa, catlica, conserva-dora, pero no era un reaccionario, no tom partido en cuestiones polticas; sinembargo, sus amigos granadinos -entre los que se encontraba Garca Lorca- se sig-nificaban por su talante abierto y liberal, a los que el maestro infunda un absolutorespeto. S, es verdad que a veces hemos imaginado a Falla en un exilio argentinoprovocado por los acontecimientos polticos, y esto es cierto slo a medias. El msi-co se march de Espaa en plena guerra, no slo espantado por la quema de igle-sias y conventos -como apunta nuestro bigrafo-, sino aterrado por una situacininsostenible para un hombre de paz, tremendamente herido por el dolor causadopor la prdida de amigos inocentes, encarcelados y fusilados. Aprovechando lapropuesta de una gira de conciertos por el territorio argentino, se fue con su queri-da hermana y no volvi a pisar su patria en vida. Una vez acabada la contienda,le ofrecieron cargos oficiales que no lleg a ejercer, posiblemente, debido a su men-guada salud, a su plena dedicacin musical y, tambin, al pavor del naufragio, trasla conmocin sufrida por la noticia de la muerte de Enrique Granados, al ser torpe-deado por los alemanes el barco en el que regresaba a Espaa durante la guerramundial. Cuesta imaginarse al compositor desempeando cualquier cargo que ledistrajese de la lenta y dilatada elaboracin de Atlntida, esa especie de manto dePenlope interminable. Sea como fuere, Falla no volvi a su ciudad natal hasta quesus restos fueron trasladados de Alta Gracia a Cdiz, en cuya catedral reposandesde 1947.

    Por otra parte, se insiste aqu en una imagen de Falla un tanto oa que, creo, res-ponde ms al tratamiento del bigrafo que a la personalidad del bografiado.Viniegra conoca al msico desde nio y fue alimentando ese recuerdo entre lasbambalinas de la memoria, avivandolo con una cariosa correspondencia epistolary algn que otro encuentro. La evolucin artstica e intelectual del compositor fueron

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  • configurando un personaje que distaba del mediano burguesito de una ciudad deprovincias anclada en la ornamentacin y prosapia de su pasado.

    A pesar de todos estas pequeas contradiciones, este libro que tenemos en lasmanos rene entre sus pginas un interesante material que nos permite reconstruir lainfancia de Falla, el Cdiz de su poca, su primer viaje a Madrid y el dolorosoabandono de su tierra natal, sus aventuras y vicisitudes en Pars, su retorno aEspaa, su residencia en Granada, su estancia en la isla de Mallorca y sus ltimosdas en Argentina. Todo ello salpicado de pequeas ancdotas y confidencias per-sonales que nos facilitan el acceso a la vida ntima de un artista caracterizado porsu severa conducta y sus parcas costumbres. Estas pginas ayudan a imaginarnos aun Falla cargado de bondad, gracia e irona que, a travs de sus gestos cotidianose inslitos hbitos, nos hace reflexionar sobre su extraordinaria humanidad creado-ra y sonrer con sus excentricidades, un poco a la manera de Don Quijote, modeloy obsesin del artista.

    La presente edicin, que publicamos al cumplirse el 125 aniversario del naci-miento de Manuel de Falla, va precedida de una pequea introduccin que JosMara Pemn escribi con motivo de la primera salida del libro, en 1966. En estaocasin hemos suprimido el conocido artculo de Azorn sobre Manuel de Falla y lacarta del maestro gaditano agradecindole sus palabras, por considerar que dichasemblanza pertenece a otro contexto diferente. El libro que el lector tiene en lasmanos debe leerse con la perspectiva de los aos y del momento en los que fue escri-to. Por ello hemos respetado fechas y comentarios sobre lugares, personas o cir-cunstancias que el tiempo se ha encargado de corregir.

    Cdiz, 23 de Noviembre de 2001

    Jos Ramn Ripoll

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    PRLOGOJOS MARA PEMN

    Me bastara para prologar este libro, lo que dije en el informe que me pidi laDiputacin Provincial, cuando se propuso editarlo.

    Falla fue hombre que ni en su mayor apogeo de universalidad y fama, se des-prendi de su condicin peculiarsima de gaditano, hombre de afectos, de amista-des, de mucha vida privada y de intessima intimidad religiosa. Creo que el libro dedon Juan Viniegra contribuir mucho a dibujar su autntica figura y creo que, porsus condiciones excepcionales de superviviente entre los amigos ntimos del maestroy de extraordinaria memoria, la documentacin que aporte es nica e insustituible.Se aade a esto que, por ser el autor persona muy experta en material musical, hapodido tambin tratar este aspecto con notoria dignidad y buena informacin.

    Este es de esos libros que son "nicos" en el sentido de que se desprenden, comofruto maduro, de una persona que ha acumulado por circunstancias vitales tal cono-cimiento, densidad y amor, hacia un determinado tema, que a su momento, no tienemas remedio que verterlo hacia los dems. As la autora de Lo que el viento se llev,tena que objetivar y echar fuera de s, tarde o temprano, sus recuerdos de infancia.As Manuel Halcn tena su Vida de Fernando Villaln escrita dentro de s mismoantes que lo escribiera para el pblico.

    Ha sido suerte que el volumen de re c u e rdos, internidades e informacin, que se danen este libro, estuvieran atesorados en un longevo de buena memoria; y en un gadi-tano de castizo arraigo; y en un enamorado de la Msica como es don JuanViniegra. Y an se aade todava la suerte de que dicho don Juan sea adems hom-b re de pluma de toda la vida: y an que la familia Viniegra sea toda ella un gru p ohumano transido por la vocacin literaria. As la asociacin de don Juan con sussobrinos Carmen y Carlos, han producido este libro que a ellos les fue "necesario" yal lector le parecer fresco, sano y atrayente, como todo lo que es puro y autntico.

  • Manuel de Falla fotografiado por The New York Times(ca. 1928).

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    ICOMO CREO YO QUE ERA MANUEL DE FA L L A

    Al intentar penetrar en la intimidad de un alma, debe de hacerse con andar silen-cioso y reverente, como el que entra en un templo, y, sin embargo, cuando se tratade la personalidad de un artista, son muchos los que lo hacen llenos de osada, y loque es peor, se atreven a hacer la diseccin de sus sentimientos e ideas, con manoprofana y desconocedora de tan delicada tarea, para luego, volcar en las cuartillaso en el papel, lo que creyeron ver y es slo fruto de su imaginacin.

    Aunque me uni una gran amistad con Manolo, no querra yo ser un osado ms;sin embargo, creo que debo intentar presentarle, tal como era, para evitar que todosaquellos que se interesan por el que lleg a ser una celebridad musical, se dejen lle-var por los bulos y se formen una idea errnea de su persona.

    Creo que el primer calificativo que se le puede aplicar es el de bueno, bueno entoda la acepcin de la palabra. Fue un hombre que, desde joven, procur siemprecumplir con su deber, considerando de gran importancia el hacer fructificar los talen-tos que el Divino Hacedor le haba dado en abundancia.

    Era un ungido por el arte, y a l dedic toda su vida en completa entrega. Tengoinfinidad de cartas fechadas en Pars, Granada, Palma de Mallorca, y en todas dicesiempre al empezar, y como disculpa por su largo silencio, frases como stas:

    Estoy tan sumamente ocupado, desde que llegu a Francia ... No sabes comopasan los das, con todo lo que tengo que hacer ... Faltndome tiempo para escri-birte detenidamente ... No puedes suponer como ando de trabajo. Esto no esvivir! ... y as, una y otra vez.

    Manolo, trabajaba de firme. Unas veces, fuera de su hogar, en sus mltiples via-jes, dentro y fuera de nuestras fronteras, llamado por los que queran escucharle y

  • escuchar sus obras; otras en el hogar, en la paz y silencio que tanto amaba, y dndese senta invadido por la inspiracin que plasmaba en el pentagrama.

    Mas aquel laborar de Manolo, no estaba movido por la ambicin; la gloria huma-na, el dinero, que son la doble meta de muchos artistas, le dejaban indiferente.

    Era una persona sumamente modesta. Nunca exigi que su arte fuera pagado conesplendidez. Todo lo contrario; siempre le pareca mucho lo que le daban. Sinembargo, a medida que se acrecentaba su fama y era mayor el nmero de susobras, aumentaban sus ingresos; pero eso no le hizo cambiar su plan de vida.

    Tanto l, como su hermana Mara del Carmen, tenan gustos sencillos casi me atre-vo a decir austeros; y esa era la razn de que gran parte de lo que ganaba lo dieraa los pobres, no reservndose ms que lo estrictamente necesario.

    Don Valentn Ruiz Aznar, en un precioso artculo publicado en Falla y Granada,editado por el Centro Artstico y Ayuntamiento en homenaje del famoso msico, quehabit en aquella ciudad durante muchos aos, hablando de su humildad y caridad,deca as:

    Sobre mi mesa de trabajo tengo un precioso libro que es para m una autnticareliquia. Su ttulo: Catchisme du Saint Concile de Trente. Este librito, pequeo en suvolumen, grande por su contenido, fue muchas veces manejado por Manuel de Falla.Lo atestiguan las seales marginales y llamadas de atencin con que sola iluminarlas ltimas pginas libres de texto, sobre ideas que haban llamado su atencin. Estelibrito -mejor, esta edicin Descls, 1936- tuvo que ser muy leda y meditada, preci-samente en aquellos aos cruciales de nuestra patria... y del mundo entero.

    Me induce a pensar as el hecho de que entonces su produccin artstica era poca,y es de creer que su espritu hall pasto abundante en aquellas maravillosas pginas.

    En las notas finales del libro, escritas por Don Manuel, se leen dos impresionantesllamadas, con grafa mayor que la normal, que dicen: "Humildad, Caridad"

    De como se comportara Don Manuel con estas dos virtudes bsicas de la vida cris-tiana, los que le conocimos, todos sin excepcin, podramos atestiguar su preocu-pacin constante por su prjimo necesitado.

    Testigos de mayor excepcin, los habitantes entonces en los barrancos de la Zorray otros a quienes suministraba vituallas y medicinas, nos hablaron de cmo s inte-

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  • resaba sobremanera, mediante su prroco, que era el suyo propio, tanto por su esta-do moral como por el material.

    Frecuentes eran sus consejos a gente joven, y uno de los ms certeros era que eli-gieran libremente experimentado y sabio confesor, Frecuentes eran tambin sus rega-los, ofrecidos y dedicados con delicadeza exquisita a jvenes distrados o fros enmateria religiosa.

    Su humildad corra pareja con su acendrada caridad. La casita de Don Manuelest rodeada de otras muy pobres, cuyos habitantes mucho saben de su sencillez,por cuanto, a la vuelta de su misa dominical o del paseo alhambreo, sola pararsea hablar con ellos, para interesarse por sus cosas.

    A qu seguir....

    *

    Pueden citarse algunas ancdotas que muestran hasta qu punto Manolo no tran-siga cuando se tocaba algo relacionado con esas creencias que tan arraigadas lle-vaba en el alma.

    El famoso escritor D'Anunzio le suplic en una ocasin que pusiera msica a suobra San Sebastin. Aquello hubiera gustado, y hasta halagado, a cualquier otro,mas Manolo, renunci. Conoca aquel San Sebastin y no le encontraba conformecon sus ideas, y as lo dijo a una persona de su familia:

    -"He contestado que no poda comprometerme, porque yo no haca msica de eseestilo; mas la verdad es que no escribo compases con mi mano contra mis ideas reli-giosas. Eso no es msica!"

    Su mismo padre, ya en sus comienzos, cuando l encontraba tantas dificultadespara estrenar, le pregunt en broma:

    -Por qu no escribes msica ligera para esas obras que se dan en Apolo? Esoda pesetas, aadi, en hombre prctico!

    Mas Manolo, no pensaba ni por un momento salirse del camino que se haba tra-zado y malgastar su arte en producciones que no fueran dignas de l.

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  • Cuando era an un nio, alguien dijo delante de l, que quera a los judos; paraManolo, entonces, no existan otros que aquellos que crucificaron al Divino Maestro,y, lleno de indignacin, exclam:

    -Si existiera ahora la Inquisicin!...

    -No te enfades tanto -le contestaron- porque, despus de todo, el Seor y la Virgen,tambin eran judos.

    Manolo enmudeci, y es seguro que si ya hombre record su actitud en aquellaocasin, se hubiera arrepentido de ella, pues en su alma grande, llena de caridad,caban todos: cristianos y judos.

    *

    Jams sus labios pronunciaron una frase mal sonante, y le molestaba que alguienlas dijera en su presencia, y s que haba quienes reemplazaban los tacos por cier-tas palabras de su repertorio: Carabelas... Cartagineses...

    Eso es lo nico que se atrevan a decir cuando la indignacin les impulsaba a usaralguna palabra mal sonante, pues no osaban emplear tacos por no herir su delica-deza.

    Algunas veces pona en verdaderos aprietos a los empresarios que le llamabanpara dar conciertos, especialmente cuando se hallaba en pases extranjeros.

    Jams tocaba en pblico sin asistir antes al Santo Sacrificio de la Misa; en vanointentaban, a veces, hacerle desistir de esa prctica piadosa para no entorpecer susplanes. Siempre se encontraban con su actitud firme, imposible de vencer.

    -Tiene que ser a esa hora- le dijo en una ocasin un empresario.-Ya se ha fijado,no puede cambiarse. Es preciso que se atenga a ella.

    Ms Manolo, sin inmutarse, pero decidido a hacer triunfar su voluntad, contest:

    -Lo siento mucho. No puedo! Lo que cabe hacer es retrasar el concierto.

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  • Manolo se hallaba en Granada cuando se derrumb la monarqua como un cas-tillo de naipes. No era un hombre poltico, sino un hombre de derechas y, por enci-ma de todo, un buen catlico.

    Aquellas llamas, encendidas por un odio ateo, que quemaron templos e imgenes,le impresionaron profundamente. No slo devoraban tesoros religiosos, sino tambinartsticos. Cuntas maravillas se perdieron durante aquellos das infaustos!

    No s dnde surgi la idea de hacer por aquellos tiempos un homenaje a Manolo,en Sevilla. Una comisin fue a proponerle el proyecto. Se esperaba que aceptara.No le gustaba, ciertamente, que se ocuparan de l; pero era demasiado bueno paradesairar a alguien. Sin embargo, en aquella ocasin, tropezaron con una negativa.

    -En estos momentos en que se quitan de las escuelas los crucifijos y se queman lasiglesias, ofendiendo al Seor, yo, que slo soy un indigno servidor de l, no puedoaceptar ningn homenaje.

    Y no se content con eso. Hizo ms. Se atrevi a exponer su terminante oposicina un ministro, con quien haba mantenido, de antiguo, amistosas relaciones. Mas nose vea por ello en Manolo una especie de sacristn de monjas; era un hombre,que como hemos visto, no transiga con lo que consideraba contrario a sus ideas,aunque siempre fue tolerante cuando llegaba la ocasin de serlo. Su caridad llega ser tan grande, que se extendi a todos.

    Precisamente, en aquellos tiempos nefastos, en que nuestra patria andaba dividi-da, y en el solar hispano luchaban los hombres de buena voluntad por salvar la liber-tad y la religin amenazadas, se present ante l una antigua sirviente, con los ojosarrasados en lgrimas. Su hermana, que era una gitana, haba sido detenida porhechos que, una vez juzgados, le valieron una condena de muerte.

    Manolo no poda estar conforme con las ideas de aquella infeliz criatura que sedej envenenar, como tantas otras, por falsas doctrinas. Ni por un momento puso enduda que la sentencia no fuera justa; pero l saba ms de misericordia que de jus-ticia y, compadecido ante el dolor de su sirvienta, se mostr presto a ayudarla.

    Pidi a su secretario que le acompaara, presentndose ante quien ostentabaentonces la autoridad suprema en Granada, donde viva y, dejndose llevar de suextraordinaria bondad, se postr de rodillas, suplicando con voz en que se traslucasu inmensa compasin:

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  • -Como bautizado, como cristiano -dijo- pido clemencia para esa desgraciada.

    Y, humillndose hasta el lmite, insisti una y otra vez.

    Seguramente, l era el primero en comprender que peda un imposible; ms anteel dolor ajeno slo saba una cosa: intentar aliviarlo, y eso hizo.

    *

    Manolo fue durante toda su vida un hombre bueno y un buen cristiano. Las losasde la iglesia de San Cecilio, su parroquia granadina, saben cmo torturaron susrodillas cuando, slo y en cruz, rezaba sus oraciones, an en las heladas maanasde invierno.

    Su alma fue ardiente, piadosa y caritativa, mas no debe creerse a los que han pre-sentado a un Manolo empequeecido y como un ser extrao.

    No le gustaba, ciertamente, la vida social, y no gozaba en fiestas, ni espectcu-los; pero le gustaban aquellas tertulias que tuvo en su casa y en las que se reunansus buenos amigos.

    En la intimidad resultaba francamente simptico y en sus ojos bailaba con fre-cuencia cierta sonrisilla burlona de pura y fina esencia gaditana. Su rostro no refle-jaba, por tanto, siempre seriedad, pues saba rer, y cuando llegaba la ocasin,como el que ms.

    El que lea, no por curiosidad, sino ahondando en las ancdotas que he insertadoen estas memorias, podr conocer a fondo su carcter. Tampoco se trataba de unapersona enfermiza, aunque su salud se resintiera algunas veces; pero sus enferme-dades parecan mayores de lo que eran en realidad, pues era muy aprensivo y setrazaba unas reglas de higiene excesivas.

    Se ha hablado mucho -tal vez por eso- de que Manolo era muy escrupuloso, y efec-tivamente, as era. A los que le conocamos ntimamente nos pareca exagerado quese ocupara tanto de su salud; mas un da dio la explicacin:

    -El cuerpo es templo del Espritu Santo, y hay que cuidarlo -dijo-. Y l, que se sen-ta lleno de responsabilidades, tuvo durante toda su vida, como una cruz pesada, elpreocuparse de su salud, que nunca fue demasiado buena,

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  • Una vez, tuvo una seria afeccin a la vista, que debi significar para l una buenaprueba. Me di cuenta de ella en una carta del 27 de Diciembre de 1929 fechadaen Granada:

    Adems, desde poco despus de regresar de Pars, sufr una enfer-medad en la vista, que me impidi la lectura por espacio de unos tresmeses, aunque, gracias a Dios (no s como drselas dignamente), laenfermedad pas por completo.

    Y ms tarde, en el 31, me hablaba de un nuevo ataque de iritis, que le haba impe-dido trabajar durante el verano; pero, en ninguna de sus dos epstolas, hay una frasede queja, de preocupacin. Se comprenda que estaba por completo en manos deDios y todo lo reciba, como venido de lo Alto, con resignacin completa.

    Al hacer este esbozo del carcter de Manolo, no puedo silenciar el culto que siem-pre rindiera a la amistad. Me consta que fue un verdadero amigo para muchos; peroyo, para hablar con ms conocimiento de causa, he de referirme a la que a todo lolargo de su vida nos mostr tanto a m como a los mos.

    Aunque se fue joven de su ciudad natal, en las muchas ocasiones que volvi a ella,nos vimos con frecuencia y siempre mantuvo correspondencia con mi padre y con-migo. En una carta del 19 de Mayo de 1926, me deca:

    Deseando estoy orte mi meloda para cello (la pobre bien viejeci-lla). Cuntas veces se la o a tu buen padre acompaado por m.Tambin tocaremos la Sonata de Grieg, que era una de sus obras pre-dilectas.

    Y en otra del 2 de Diciembre, del mismo ao:

    Ante todo mi efusiva felicitacin por vuestras Bodas de Plata. Alegraaumentada con la presencia de tu madre, a la que envo tambin micarioso saludo. Qu suerte la tuya que has podido conservarla!.

    Y sus cartas no nos faltaban en los momentos tristes y alegres, tomando parte enellos. Adems, nunca olvid a todos sus amigos gaditanos: la familia Quirell,Francisco Viesca, Escobar, Pemn y tantos otros.

    Sus epstolas dejaron de llegar cuando, entristecido por los trgicos acontecimien-tos, y deseoso de encontrar la paz que ya no hallaba en Granada, march a la

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  • Argentina. Se olvid de nosotros? Se perdieron sus cartas? No lo s. Pero no creoque aquel destierro voluntario que se haba forjado le hiciera olvidadizo. Manolojams olvidaba a sus amigos.

    *

    Aunque no estaba dirigida a m, sino a unos buenos amigos de Manolo, ha lle-gado a mi poder la copia de una carta suya que no resisto a la tentacin de trans-cribir, en parte porque revela lo que era l. Deca as:

    A mi conviccin religiosa (catlica, claro est), debo, sobre todo, lavisin nfnita de la vida que en nada humano podemos hallar. Pues nobasta con sentir, pensar y expresar la belleza de la vida y de la muer-te, sino que necesitamos vivir eternamente en belleza. Sin este ardienteanhelo y sin la cristiana esperanza que lo sostiene, cmo sobreponer-nos a tanta falsedad y a tanta miseria con que frecuentemente trope-zamos?

    Hay que dejarse de fantasas; slo en Dios y por su Evangelio, podre-mos vencer el egosmo, el dolor y la muerte, y quienes as no lo vean,no saben lo que pierden. Ahora bien, despus de la Verdad de Dios,lo primero es el Arte; pero iluminado y sostenido por esa eterna y escon-dida fuente do tiene su manida, aunque es noche.

    Sus palabras son bien claras. Dios y el Arte eran la meta de su vida.

    *

    He hablado del hombre, pero no me siento capacitado para juzgar al msico nia su Obra que pongo en mayscula, pues bien lo merece. Los crticos de arte sonlos que lo estn haciendo -no siempre del todo acertadamente- y yo, lo nico quepuedo decir es que le admiraba profundamente y me deleitaba lo que sala de sumente creadora.

    Mas hay algo que he odo comentar, tal vez con malvola intencin, referente asus obras musicales. Sus detractores hallaban extrao en Manolo aquella msicasuya andaluza que crean tena cierto sensualismo y en la que pintaba gitanas yhaba danzas en torno al fuego...

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  • Es verdad que con esas composiciones qued ya definitivamente consagrado inter-nacionalmente; pero, a medida que pasaron los aos, fue mayor su deseo de haceruna obra grande, de carcter religioso.

    Aquellos sus primeros frutos de inspiracin ya no le gustaban y no encajaban conla ascensin espiritual a la que se entregaba, y cuando alguien, creyendo que leagradaban los elogios, le celebraba algunas de sus obras, y especialmente El amorbrujo, sola decir sonriendo:

    -La consabida Danza del Fuego!...

    Pero, no me atrevo a continuar sobre ese tema, y prefiero citar, nuevamente, laspalabras autorizadas de Ruiz Aznar:

    Se ha hablado mucho de por qu Falla, espritu tan elevadamente mstico, no dioa Dios el honor y la gloria de su msica.

    Y despus de citar unas frases del gran Pio XII a los artistas que participaron en laVI Exposicin Cuadrienal Romana y que no cito por no extenderme demasiado, ter-min diciendo:

    No es posible leer estas autorizadas palabras, sin que a cada paso venga a lamemoria la persona y obra toda del entraable amigo D. Manuel de Falla. Fallaescribe msica profana, ciertamente, pero no se puede negar que Falla sea intr-prete de Dios, en el ms verdadero sentido de la palabra. Y si sto es as, Falla dioa Dios el honor y la gloria de su msica. Su lema de por vida fue aquel solo a Diosel honor y la gloria. Por ello, a su muerte, el vicario de Dios en la tierra, lo decla-ra hijo predilecto de su Iglesia.

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  • 25

    IIMI PRIMER CONTACTO CON LA FAMILIA FA L L A

    Al primer miembro de la familia de Manolo que conoc fue a su abuelo. Su figuraest unida a recuerdos de mi primera niez.

    Lo conoc en la Plaza de Mina, como se llamaba entonces. Era un lugar muy fre-cuentado por personas mayores y chiquillera y en sus bancos se sentaban, y sesiguen sentando, ancianos que tomaban un rato el sol mientras fumaban un cigarri-llo, madres jvenes y nieras que charlaban animadamente. Las ms activas se entre-tenan manejando la aguja de coser, de crochet o de hacer punto y todas, desdeluego, estaban pendientes de los pequeos a su cargo.

    Carreras, gritos, un bullir de chiquillos de todas las edades y como contrapeso laspersonas tranquilas que tambin gozaban de esa plaza tan bien colocada en el cen-tro de la ciudad de Cdiz.

    All sola ir diariamente el abuelo de Manolo. Era como el jardn de su casa puesviva en la misma plaza; mas, cuando le conoc, no iba por sus pies. Solan llevarleen una silla de ruedas.

    Me parece que lo estoy viendo. Era un viejo grueso, con una larga barba blancay tena una gran predileccin por los nios. Su criado lo paseaba en una silla, mien-tras l segua las evoluciones de los pequeos.

    Nosotros estbamos acostumbrados a verle, pero no sentamos las mismas simpa-tas que l hacia nosotros. Sola llamarnos:

    -Venid, nios! No os gustan los caramelos?

    Los caramelos! Esa era la palabra mgica para que superramos el vago temorque nos impona su presencia. No verle andar como los dems ya era algo que le

  • colocaba en un lugar aparte en nuestras mentes infantiles; pero adems, un no sque de l, nos inspiraba cierto terror. Ma insista:

    -Venid, nios! -y para animarnos, nos enseaba unos caramelos.

    Nos mirbamos unos a otros y, por fin, el ms osado se atreva a aproximarse ylos dems le seguamos. El anciano -no s la edad que tendra, pero a nosotros nospareca muy viejo- nos sonrea mientras nos daba un puado de esos caramelos quehaban tenido el poder de hacernos superar nuestro miedo. Esa escena se repetamuchos das sin llegar a acostumbrarnos a aquel invlido; seguamos sintiendo porl, respeto y temor...

    Manolo era aos ms pequeo que yo y an no jugaba conmigo; pero su abuelosenta ya grandes simpata por m y fue el precursor de la gran amistad que duran-te toda mi vida me uni, y uni a todos los mos, con su nieto.

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  • Manuel de Falla en Puerto Real (ca.1890). Junto a l su padre y su ta Vi rginia Matheu ysentadas, su hermana M del Carmen, su madre y su ta Ana Delgado Matheu.

  • 29

    IIIAQU NACI FALLA

    La Plaza de Mina de Cdiz es de estilo colonial y est adornada con estatuillasde mrmol blanco, que destacan entre los bien cuidados jardines. El Levante -vientofrecuente en esta poblacin- azota a veces sus rincones y,si no marchita las flores,molesta a los que la frecuentan.

    En este ambiente naci mi amigo Manolo, que habra de asombrar al mundo consu arte. En una sencilla lpida, colocada en el nmero 3 de esta Plaza, se conme-mora este hecho con la siguiente inscripcin:

    En esta casa naci, el 23 de Noviembre de 1876, el eminente com-positor Manuel de Falla. El Ayuntamiento de 1926.

    La fecha exacta del nacimiento de Manolo fue la del 20 de Noviembre de 1876,y sus padres fueron Don Jos Mara de Falla y Doa Jesusa Matheu.

    La familia Matheu era de origen francs, de Perpin; pero all por el ao 1720,durante el reinado de Felipe V, se traslad a Espaa, residiendo al principio enMatar y viniendo a instalarse ms tarde en nuestra ciudad.

    En Cdiz creci Jesusa Matheu -Jesusita, como la llamaban familiarmente-, y cuan-do vino a ser una jovencita se vio rodeada de admiradores, ya que era encantado-ra y gozaba, adems, fama merecida de ser una rica heredera.

    No tard Jesusita en inclinarse hacia un estupendo partido, lo cual produjo unagran alegra a sus padres; pero el amor hace a veces algunas jugadas y entoncesapareci en escena Jos de Falla, un joven muy distinguido y muy buena persona,educado en los Jesuitas, mas, por causas que se ignoraban, no lleg nunca a teneruna carrera.

  • Qu sucedi? Jesusita se enamor de l, y, si bien sus progenitores hubieran pre-ferido para yerno al primero de los pretendientes, concluyeron por ceder, ya que enrealidad no tenan ningn motivo para oponerse.

    Probablemente recordaban a sus antecesores a aquel Mariscal Zabala que fue elnico que hubo en Centroamrica, y le dijeron: Has bajado dos escalones en laescala social.

    Mas Jesusita se cas, y an le dieron como dote 400.000 pesetas, que all, poraquellos aos, era una fortuna. Ms tarde, cuando sus padres murieron, le dejaronotros dos millones; as que Manolo vio la luz en un ambiente donde se viva con ver-dadero lujo.

    Su padre se haba dedicado a negocios de bolsa y esa fue su perdicin, pues searruinaron; mas no adelantemos los acontecimientos.

    Dios bendijo esta unin con cinco hijos: Jos Mara, Mara del Carmen, Servandoy Germn -nombres, estos ltimos, de los patronos de la ciudad- y, claro est,Manolo, mi biografiado, que era el mayor. Servando y Jos, murieron prematura-mente y ms tarde Germn. Mara del Carmen fue la compaera de Manolo duran-te toda su vida. Con ellos vivi siempre Virginia Matheu, hermana de Jesusa.

    Pero, sigamos con Manolo que es quin nos interesa.

    Hay un detalle curioso, y es que sus padres, por motivos que ignoro, no le man-d a ron al colegio y desde muy pequeo tuvo pro f e s o res en su casa. Entonces nadiepoda sospechar que aquel chiquillo que, como uno de tantos, aprenda las prime-ras letras, llegara a ser un verd a d e ro prodigio en el arte musical. Ni siquiera se leconocan otras aficiones que la de la literatura. Si en aquel tiempo se le pre g u n t a b aal nio qu era lo que quera ser cuando fuera mayor, no vacilaba en contestar:

    - Q u i e ro ser literato!

    Probablemente, ni l mismo saba lo que eso significaba. Criado en el ambientepaternal y acostumbrado a ver a su padre encerrado en su escritorio manejandopapeles, l cifr todo su ideal en escribir.

    No he podido lograr nada redactado por aquella mente infantil, lo cual hubiesesido muy interesante; pero s s que un da desapareci Manolito y no se le encon-traba por ninguna parte. Su madre se alarm, pues aquello era extrao en aquel chi-

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  • quillo bueno y dcil y que nunca le daba un disgusto. Se le busc por toda la casasin encontrarle y, cuando ya desesperaban, alguien dijo que le haba visto entrar enel escritorio de su progenitor. No era hora de oficina y no se haba pensado, ni porun momento, que pudiera estar all; nada tena que hacer el nio en aquel lugar. Y,sin embargo, all se lo encontraron, sentado en un alto taburete, ante un pupitre ymanejando la pluma.

    -Qu haces, criatura?- Le pregunt su madre, que no sabia si rerse o regaarle.

    Manolito, tranquilo, como el que tiene la conciencia limpia, se apresur a contestar:

    -Estoy escribiendo una cosa para enviarla a los peridicos, porque quiero ser literato.

    Mas no iba a tardar mucho en que se revelara su verdadera vocacin y la Pro v i d e n c i ase vali de un hecho insignificante, al pare c e r, pero que decidi su destino.

    La casa que ocupaba la familia Falla lleg a ser insuficiente para sus necesidadesy se pens en una mudanza que, en aquellos tiempos, resultaba mucho ms com-plicada y lenta por carecer de los modernos medios de transporte. La casa dondehubieron de instalarse estaba situada en la calle del Veedor (Ramn de la SantaCruz), en el nmero 14.

    Manolito, con esa impaciencia propia de los nios, estaba deseando verse en lacasa nueva; pero, como he dicho, la cosa no era tan sencilla y tena que contentar-se con el entretenimiento de ver las evoluciones de los gallegos, que dejaban la tie-rria, porque en Cdiz lo ganaban mejor, pues estaban especializados en esosmenesteres.

    Andaba el nio en torno a su ta, que en aquellos momentos se estaba ocupandoen el saln de dar rdenes a los cargadores, y sta, al ver entrar a uno de aquellos,que con aire fatigado se limpiaba el sudor, dijo a su sobrino:

    -Hijo, tcales a estos hombres una gallegada, que quizs, con el recuerdo de sutierra, se espabilen y aligeren ms.

    Dcil, Manolito obedeci y, con la misma calma que tuvo siempre en su vida, se diri-gi al piano y abrindolo comenz a interpretar con sus deditos una de aquellas galle-gadas que, por entonces, eran muy populares en la poblacin. Vi rginia, que no cono-ca las habilidades de su sobrino, llam muy sorprendida, y a gritos, a su herm a n a .

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  • -Jesusa!... Jesusa!... Ven enseguida! Tu hijo Manolo es un pianista de cuerpoentero.

    Lleg la madre apresuradamente y al ver que, con la mayor naturalidad, interpre-taba la gallegada, dijo:

    -Desde maana, Manolo, te voy a dar lecciones de piano. No dudo que tienesunas disposiciones fenomenales.

    Jesusa dominaba ese instrumento, y apenas termin el traslado de su domiciliocumpli su palabra, advirtiendo pronto que no se haba equivocado al juzgar lasextraordinarias facultades de su hijo, pues sus progresos fueron tan rpidos, quecrey necesario confiar su enseanza a una joven de la buena sociedad gaditana,la seorita Elosa Galluzo, que daba clases de piano para sostener a su ancianamadre con la que viva por haber venido a menos.

    Pero como Elosa quedara hurfana al poco tiempo, crey llegada la ocasin derealizar un deseo que haca aos acariciaba, e ingres en el Noviciado de las Hijasde la Caridad dnde, por cierto, lleg a ser compositora de msica religiosa, domi-nando el difcil instrumento del rgano. Manolo no olvid a su primera profesora, nian cuando vino a alcanzar fama mundial.

    Viva en Cdiz por aquellos das el profesor Don Alejandro Odero, director de laReal Academia Filarmnica de Santa Cecilia. Era msico muy competente y de granvala, que adverta inmediatamente cualquier defecto en sus alumnos. Por ello, susobservaciones y dichos venan a ser muy conocidos en la ciudad. En cierta ocasin,oyendo tocar a una seorita que deseaba perfeccionar sus conocimientos del piano,alguien que estaba all presente, coment:

    -Me parece que toca muy bien; pero lo que no sabe es poner el pie en el pedal.

    Y el profesor, sin inmutarse, replic, en el acto:

    -Qui! Lo que no sabe es quitarlo!

    Con esta aguda observacin, Odero daba una leccin de virtuosismo, ya que esmuy frecuente, entre muchas personas que creen saber tocar bien el piano, no levan-tar el pie del pedal a tiempo para evitar funestas resonancias.

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  • Esta sencilla ancdota revela el carcter y agudeza del profesor que iba a hacersec a rgo de los estudios de piano de Manolo cuando la seorita de Galluzo interru m p i sus clases al ingresar en el convento. Ahora, bajo otra direccin, seguira Manolo elcamino emprendido que ya nunca habra de abandonar. Mas, precisamente enton-ces, circunstancias que hemos de re f e r i r, influyeron de tal modo en su carcter ymanera de ser, que modelaron, incluso, definitivamente, su vida pro f e s i o n a l .

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    IV FIESTA INFANTIL

    En general, nos presentan a los genios, a los artistas y a los santos como seresexcepcionales desde los albores de su vida; pero yo, atenindome a la verdad, nopuedo afirmar que Manolito destacara entre los dems nios de su edad.

    Durante la primera poca de su vida, fue un chiquillo corriente que jugaba, quese diverta como los dems y que acuda con entusiasmo a las fiestas infantiles a quele invitaban.

    Por eso, no es extrao que all, en el ao 1886, asistiera a un baile de disfracesque fue un verdadero acontecimiento en Cdiz, tanto por la alta categora de losanfitriones, como por la de los pequeos invitados que pertenecan a las mejoresfamilias gaditanas.

    Entonces, Manolito tena slo nueve aos y podemos figurarnos con la ilusin conque se pondra aquel lindo traje que habra de lucir en la fiesta y que, a juzgar porlo que nos dice un periodista, debi de resultar maravillosa.

    Pero leamos el reportaje que apareci en el Diario de Cdiz el domingo 7 deMarzo del ao citado, con el ttulo La fiesta de anoche:

    El baile infantil verificado anoche en casa de nuestro distinguidoamigo, D. Ricardo Gonzlez Abreu, ha sido una de las fiestas msbellas y pintorescas de las que se puede tener idea.

    Desearamos poder consagrarle ancho espacio en nuestro peridico,pero nos lo veda la hora en que escribimos estas lneas, en los momen-tos en que el baile acaba, y los graciossimos bailarines se retiran adescansar a sus domicilios.

  • La elegante finca donde moran los seores de Gonzlez Abreu, esta-ba exornada con gusto exquisito.

    En el patio, haba multitud de plantas y flores en bellas jardineras,colocadas en artstica disposicin; las escaleras cubiertas de ricaalfombra, lo propio que el saln de fumar, tocador, ambig y sala debaile. Esta, alhajada con riqueza, ostentndose en ella soberbios espe-jos, araas y aparatos de gas y objetos de arte, presentaba un aspec-to deslumbrador.

    El baile dio comienzo a las ocho y media.

    Quisiramos citar todos los nios que concurrieron, pero no nos hasido posible hacer una lista completa, y hemos de limitarnos a anotaraquellos que a nuestra memoria hemos confiado,

    Nios de Laxar, con traje de guardia civil; de Gmez (D. S.), deRegalado; de Abreu, rica dama del siglo XV; de Gmez (D. J.), deGiobanni y Vasco de Gama; de Alonso, paje de Francisco 1; Postilln,de Luis XV, Felipe Vi y Hada; de Alzola, Dama del Imperio y NioJockey; de Gastn (D. A.), Paje de un Ballo In Maschera.

    De Viesca (D. A.), Cazador ingls; de Viesca (D. J.), Dama de laC o rte de Enrique VII; de Salas, Florentina de la poca delRenacimiento; de Lucio Villegas, nia Arlequn; de Fernndez deCastro, Rey de Lahore, traje rico y de gran valor.

    De Santa Cruz, Caballero de Luis XIV y Duquesa de la misma poca;de Andrias (Elosa) de Flores, bella mora; de Picardo (D. A.),Incroyable; de Siloniz, Noche y Felipe IV; de Shaw, Conde de Neversy Paje de Regalado; de Gmez (D. J.), Diosa Ceres, Arlequina y Pajede un Bailo In Maschera.

    De Tagle (D. A.), Griega; Picardo (D. J.), Chaperon Rouge; DeBocanegra (D. F.), Felipe 11 y Etiqueta; de Lucio, Pierrot; de Castro (D.A.), Prncipe de Cond; de Flores (D. R.), Prncipe Carlos; de Blzquez,Carlos 1; de la Rosa, Mara Antonieta; de Mendaro, Paganini yTrovador; de Barca (D. S.), Griego, Suavo, Locura y Encantadora; deArana, Caballero de Felipe IV; Rubio (D. L.), Increble del directorio; de

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  • Vallarino, Doctora y Arlequina; de Dorronzoro, Etiqueta, Jockey,Torrentina, Angevina; de Ramrez de Cartagena, Florista y Fausto.

    De Daz (D. M.), traje del directorio y Pierrot; de Selaya, Florentinadel Renacimiento.

    De Falla.... Conde Ral de Hugonotes y su prima de Locura; dePicardo (D. J.) vecino de Jerez, aldeana Circasiana; De Sodes, mari-posa blanca y Neptuno; de Montero, Griego; de Mato, Murillo.

    A nuestro pesar, la hora en que esto se escribe, nos hace cerrar la lista.

    Los trajes todos que lucan los nios eran muy elegantes y muy lindos,y el conjunto que formaban sus caprichosos grupos en el saln, era real-mente bellsimo.

    Entre las seoras y seoritas, que concurrieron a tan agradable reu-nin, citaremos a las seoras de La Riva (D. P.); de Alzola, de Arana,viuda de Dorronzoro, Bocanegra, Dueas, La Rosa, viuda de Aragn yotras. Seoritas de Lina, Larden, de Picardo (Catalina y Dolores)Viniegra, (eran mis hermanas), de Aragn, (mis primas) y otras muchas,que sentimos no recordar.

    Se hallaban presentes los padres de muchos de los nios citados, loscuales pedan a las nias el favor de que bailaran con sus hijos. Laorquesta, dirigida por D. Antonio Maqueda, se hallaba situada en elcorredor del ltimo piso, y toc las siguientes piezas; Rigodones,Polkas, Mazurcas, Lanceros, obras todas de Strauss, Metra,Waytaufield y otros autores.

    El Buffet, estuvo servido con esplendidez, abundando en l, las pas-tas, dulces, emparedados, vinos, amontillados, champagne, ponche ylicores. El seor Lainer tuvo a su cargo dicho servicio.

    A las doce y media de la noche, termin la fiesta, de la que conser-varn grata memoria todas las personas que a ella concurrieron, tantopor la atencin de que fueron objeto por el seor Abreu y su bella y dis-tinguida esposa, como por lo agradable que hizo la estancia en su ele-gante morada.

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  • No he podido resistir a la tentacin de trasladar en su totalidad un artculo redac-tado en la forma ampulosa que se usaba en aquellos tiempos lejanos, y por el quesabemos que el futuro artista, universalmente conocido, luci un da, el disfraz deRal de Hugonotes, y bail con otras nias, que eran en aquella ocasin, Damas deCorte, Hadas o Diosas...

    No hace mucho, en una visita hecha a Jerez de la Frontera (donde actualmentereside su hermana Mara del Carmen), recordaba sta ese episodio de la infanciade Manolito, aunque ella no asisti a la fiesta por ser ms pequea. Habl del trajeque llev al baile su hermano.

    -Era de paje -explicaba, haciendo caso omiso de la personalidad que represent-y tena una capita y una gorra, con una hermosa pluma. La conservamos durantemuchos aos, hasta que un da se la regalamos a un nio que iba a asistir tambina un baile de disfraces. Por cierto, que no le estaba bien y yo misma se lo arregl.

    Pequeos detalles ntimos de la vida de un gran hombre que conserv siempre,un poco de candidez de nio! Quin le iba a decir aquella noche feliz, que algnda compondra l tambin otras danzas muy distintas a aquellas a cuyos sones baily que se interpretaran en los escenarios del mundo por gitanas de tez morena yaquella Pastora Imperio que estren su obra inmortal, El amor brujo.

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  • Manuel de Falla disfrazado de conde Ral de Los Hugonotes para el baile celebrado el 6de marzo de 1886 en casa de Ricardo Gonzlez Abreu.

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    VSUS PRIMERAS ACTUACIONES

    Desde muy pequeo, Manolito se uni a nuestra familia por vnculos musicales y,al correr del tiempo, vino aquella entraable amistad que se conserv durante todasu vida. Ciertamente, en nuestro hogar se respiraba un ambiente muy adecuado asus precoces aficiones, pues en l se cultivaba el arte. Mi padre, Don SalvadorViniegra y Valds, fue siempre un mecenas para todos los que sentan vocacionesmusicales.

    Vivamos entonces en la Plaza de la Candelaria nmero 4, y su hermoso saln seconverta en sala de conciertos. An lo recuerdo, a pesar de que han transcurridomuchos aos; pero esas primeras impresiones de la vida no se olvidan fcilmente.Al fondo haba un gran piano de cola; en el centro, una magnfica arpa Erard, y ala izquierda, un armnium; estaba perfectamente decorado, y de sus paredes pen-dan algunos cuadros procedentes de la Casa de los Marqueses de Urea, antece-sores de nuestra familia. El sof, las butacas y las sillas eran de madera negra yforrados de rojo.

    All, en aquel saln, toc Manolo por vez primera el piano ante un selecto pbli-co, que era el que acuda a los conciertos que se celebraban en nuestra casa.Aquellas primeras actuaciones suyas no las olvid l nunca.

    En una carta que me diriga desde La Zubia, el 19 de Junio de 1939,deca as: Os recuerdo a todos cariosamente, evocando desde lostiempos de la Plaza de Candelaria, cuando yo empezaba el piano...

    No era rara la presencia de Manolito en nuestro hogar. Ya, en aquella poca, comen-zaba a dar fruto la labor que mi padre se impuso, dejndose llevar de su gran aficina la msica y a la enseanza de sta, y que le haba valido ser nombrado director dela Real Academia de Santa Cecilia, de la que haba sido uno de sus fundadore s .

  • Llevaba a cabo estas actividades sin que le reportasen beneficio alguno material,ya que no era profesional de la msica, sino simplemente un entusiasta aficionadoa ella. Cuando vea chicos listos y aptos, de los que caba hacer buenos msicos,los llevaba a casa, donde no slo les daba clases extraordinarias, sino que, ade-ms, les obsequiaba con algunas perrillas para tenerlos contentos y que no dejasende asistir a aquellas lecciones.

    Creo que sera interesante hablar de tres alumnos que llegaron a ser verdaderaseminencias del arte; dos que fueron virtuosos del violn y otro, del violoncello: RamnGil, Jernimo Jimnez y Jos Castro. Cuando se hallaron en las debidas condicionespara ello, consigui mi padre enviarlos pensionados al extranjero, merced a suinfluencia en el Ayuntamiento y Diputacin. As pudieron Gil y Jimnez recibir enPars lecciones de Alard, uno de los mejores violinistas de aquel Conservatorio.

    Crey oportuno luego enviar a Jimnez a Roma, para que adquiriera conoci-mientos de composicin, al ver en l grandes disposiciones que se hicieron patentesms adelante, al escribir obras tan inspiradas como La boda de Luis Alonso y otrasde igual mrito.

    Castro, pensionado primero en Dresde y luego en Londres, recibi lecciones de losdos mejores violoncellistas de aquella poca: Frederich Gruzmager, alemn y Fiatti,italiano, establecidos en aquellas capitales.

    Puede decirse que estos destacados alumnos, en aquellas temporadas de vaca-ciones que pasaban en Cdiz, vivan prcticamente en nuestra casa, ya que los tresqueran a mi padre como si fuera suyo, y por eso ste vea con gran satisfaccincmo avanzaban en el difcil arte y le gustaba dedicar casi todas las veladas a lamsica.

    Pues bien, una vez presentados estos tres predilectos de mi padre, en aquellostiempos en que Manolito estaba en los albores de su vida, dar cuenta de la laborque se llevaba a cabo en mi casa.

    Mis dos hermanas, Mara y Rosa, tocaban muy bien el piano y tenan la facultadde leer a primera vista y tocar en conjunto sin necesidad de batuta, como lo atesti-gua la siguiente ancdota:

    Mi padre reciba con frecuencia partituras de Alemania; y recuerdo que mi her-mana Paz y yo, que ramos los ms pequeos de todos los hermanos, acostumbr-bamos a aguardar la correspondencia. Llegaba el tren a la cada de la tarde y

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  • hallndose frente a casa la Casa de Correos, apenas anocheca, nos asombamosa unos de los cierros de la Plaza de la Candelaria en espera de que se encendieranlas luces de su sala de batalla, lo cual suceda al llegar el coche con las sacas queprovenan de la estacin del ferrocarril.

    Esas luces nos demostraban que los carteros haban empezado la labor de la dis-tribucin de la correspondencia y Cantelmi, el cartero mayor, encargado de sta yque conoca y quera a mi padre, apenas vea un paquete procedente de Alemania,lo enviaba a casa.

    La extraordinaria aficin a la msica de todos los miembros de la familia se habacontagiado a los benjamines y anuncibamos con gritos de entusiasmo la llegadade la correspondencia. Al ornos, mi padre coga su violoncello, preparaban sus dis-cpulos sus instrumentos y mis hermanas se sentaban al piano para que, tan prontollegara el anhelado envo, se colocaran los papeles en los atriles y, con gran curio-sidad, ensayar lo que aquella noche se haba de interpretar.

    Eran, en general, arreglos de obras musicales para piano a cuatro manos, violinesy violoncellos que resultaban muy bien. Mas no siempre se reciba el esperadopaquete, y mi hermana Paz y yo aguardbamos en vano, con impaciencia. Entoncesse dedicaban a tocar tros, cuartetos de Beethoven, Mozart, Haydn y otros clebrescompositores.

    A medida que se iba sabiendo en Cdiz que en mi casa haba buena msica casia diario, comenzaron los ruegos de muchos aficionados para asistir a dichas reu-niones. Mi padre y los que con l tocaban nunca pensaron en hacerse or, pues slotrataban de pasar un rato de solaz y disfrutar de aquellos felices momentos, ya quetodos sentan verdadera pasin por la msica.

    I n t e r p retaban para ellos solos, mas cuando algunas familias amigas les ro g a ron seradmitidas a aquellas sesiones, accedieron de buen grado y aquello dio origen a que secelebraran conciertos en toda regla en nuestra casa un da a la semana. A stos asistitodo el Cdiz conocido, as como el elemento extranjero y cnsules residentes all.

    Tanta importancia llegaron a tener esas reuniones que una noche se cant elConcertante de La Sonmbula, llevando la parte de tiple Pilar Murillo, cantandoadmirablemente y, luciendo la voz de tenor, Mr. Wilson, joven empleado de laEarsten (Cable Ingls). Otra noche se interpret un Concierto por cuatro arpas: laprofesora Mara Lerate, mi hermana Rosa (que la tocaba perfectamente), LolaVidiella y Lola Lora, jvenes de distinguidas familias y mujeres muy guapas.

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  • Aunque yo era muy pequeo, cuando comenzaron aquellos conciertos, no mepasaba desapercibido que el elemento joven fijaba la vista en los pedales de lasarpas, intentando ver la punta de las botas (entonces no se usaban los zapatos) queera lo nico que poda verse entonces... porque otra cosa ni hablar!

    Tambin iban a casa artistas que pasaban por Cdiz en direccin a otros lugares.All cant la Paccini, tiple ligera, que con la Nevada, eran las dos estrellas de mayorbrillo, por aquel entonces, en el mundo; y en nuestro saln, toc Betessini, concer-tista... de contrabajo! Es difcil imaginarse que ese instrumento pareciera a vecesvioln, mas aquel fenmeno consigui ese efecto y, ms tarde, al ser concertista defagot, tambin logr sonoridades insospechadas en ese otro instrumento.

    Manolito empez a asistir a los conciertos all por el ao 1885 86; nadie repa-raba en l. Ni siquiera mereca el entrar en la sala, permaneciendo con los otrosnios en un cuarto contiguo, ya que en aquellos tiempos, los chiquillos no se entro-metan en todas partes como ahora y, dciles, se sometan a los mayores. Por cier-to, que en aquella habitacin haba un antiguo piano vertical transformado en arma-rio, donde mi padre guardaba una estupenda coleccin de violines fabricado porluthiers italianos, cuyos nombres no he olvidado: Bergonzi, Alcal Galiano,Alejandro y Nicols, Gaspar D'Asald, Granadinos, etc., etc.; un violoncelloGuadgnini, y varias violas.

    Aquel ambiente era el ms adecuado para la formacin del gran artista ya en ger-men, de aquel Manolito que escuchaba entusiasmado aquellos conciertos.

    Seguro que mi padre, con aquella intuicin admirable que le servira para sacarde la oscuridad a tantos talentos musicales, adivin que aquel chiquillo tena made-ra de artista y, como acostumbraba, fij su atencin en l. Un da, creyendo quepodra ya hacer un buen papel, se atrevi a insinuarle:

    -Manolito por qu no preparas algo para el prximo concierto?

    Como l era sumamente modesto, se asombr ante aquella proposicin. No actua-ban all ms que personas mayores, y no se crea digno de alternar con ellas.

    Pero mi padre insisti:

    -Nada! Dicho! El primer da que tengamos concierto, tienes que tocar algo.

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  • Y toc, y tuvo el primer xito de su vida; mas no creo que nadie pudiera suponerque aquel chiquillo de calzn corto, cuyos pies apenas podan alcanzar los peda-les, haba de tener un da renombre universal.

    Mi padre, segn costumbre, ayud en esta ocasin a Manolito que, si no necesi-taba, como otros, ayuda material, si necesit, al principio, sus consejos y alientopara proseguir la difcil carrera musical.

    Aos ms tarde me deca en una carta de la que ya he citado parte:

    Recuerdo aquellos primeros ensayos mos de composicin, en quetanto me alentaba tu buen padre, a quien debo, adems, el haberconocido a Pedrell, que tan til me fue para encauzar mis estudios porcamino seguro...

    Manolo era agradecido y nunca lleg a olvidar la parte que mi padre tuvo en suc a rrera musical; siempre, mientras vivi, en cuantos viajes realizara a la ciudad que levio nacer, era uno de sus mayores placeres tocar en mi casa, como en sus comienzos.

    Ya no vivamos en la Plaza de la Candelaria, sino en la calle de Antonio Lpez24, donde an continuaban los conciertos. Fuimos all porque su duea, laMarquesa viuda de Urea, ta de mi padre, nos la dej en su testamento.

    Yo, entonces, no era el chiquillo de aquellos tiempos, sino un hombre casado y mimujer comparta la aficin familiar por la msica. Recuerdo que el gran pianistaMalats, que haba de dar un concierto en el Te a t ro Principal (donde hoy est el CineMunicipal) vino a mi casa y dijo que tocara con gusto algo de conjunto con nosotro s .

    Durante unas noches estuvimos ensayando, mi padre, mi querida esposa y yovarios tros, cuya parte de piano ejecut Malats.

    An conservo una foto que nos hicimos durante uno de los ensayos, y para quesaliera mi madre, la pusimos como volviendo la hoja de la parte de piano, que com-parta con el gran artista cataln, mi esposa, que fue una pianista y una cantantecien por cien. Qu tiempos aquellos!

    *

    Hay una ancdota, que aunque no est relacionada con Manolo, creo interesan-te citar por tratarse del clebre violinista espaol, Sarasate.

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  • All por el 80, vino a Cdiz este gran violinista para dar un concierto, y ni decirtiene que a mi padre le falt tiempo para visitarle e invitarle a venir a casa y vierala coleccin de violines antiguos que posea.

    Sarasate acept muy complacido, y al da siguiente se present en casa, mostrndo-le mi buen padre aquella valiosa coleccin de violines que constitua su legtimo org u l l o .

    Sarasate qued entusiasmado, especialmente con el violn Carlos Bergonzi, quesin duda alguna, era el mejor de todos. Lo hizo sonar durante un rato y luego dijo:

    -Qu lstima que no me haya trado al pianista que me acompaa, pues con gustotocara un rato en este violn!

    -Mi hija Mara podra acompaarle -se atrevi a decir mi padre.

    Se volvi Sarasate para ver de quin se trataba, pues ya le haba sido presenta-da, y se asombr del ofrecimiento; mi hermana era muy joven, pues slo tena vein-te aos y al fijarse en ella, mitad en serio y mitad en broma, hubo de preguntarle:

    -Se atrevera Vd. a acompaarme?

    -Por qu no? -dijo mi hermana Mara con gran sencillez.

    -Entonces, escoja la obra que desee acompaarme.

    Mas mi hermana, un tanto orgullosilla de su suficiencia, le contest indiferente:

    -Me es igual! Escoja usted de la biblioteca de pap lo que quiera!

    -Valiente! -replic Sarasate, sonriendo y de asombro en asombro.

    Escogi una sonata de Beethoven -no recuerdo cual-, aunque me figuro que serala novena, tan del agrado de los concertistas de violn por las variaciones tan her-mosas que contiene.

    Y comenz aquel improvisado concierto. Mi hermana, sin intimidarse por acompaara un artista de tal re n o m b re, tocaba su parte con seguridad y gusto, sin rozar una nota,y al terminar la sonata, Sarasate se volvi hacia ella y le dijo estas palabras textuales:

    -Qu lstima que sea usted una seorita, pues si fuera un hombre, en este momen-to la contrataba para continuar mi tourne!

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  • Mi buen padre no caba en s de gozo al merecer su hija Mara tal elogio del insig-ne Sarasate. Yo entonces slo era un nio, pues no tena mas que ocho aos, masrecuerdo tambin aquella escena que llen de satisfaccin a toda la familia.

    No fue ese el nico encuentro que tuve con Sarasate, mas en la segunda ocasinno le encontr tan atento. Recuerdo que mi padre estaba entonces en el extranjeroy hube de reemplazarle yo, que era ya un hombre.

    Haca mas de diez aos de su primera visita, pero no haba olvidado su estancia ennuestra ciudad. Me pregunt, apenas comenzamos a charlar, por mi hermana Mara.

    -Qu tal mi acompaante?

    -Ya se ha casado -le contest- y no vive aqu.

    -Lo siento, pues me hubiera gustado volver a verla.

    Nuestra conversacin qued interrumpida porque el director de la Real Academiade Santa Cecilia le present a un carpintero que haba logrado, a fuerza de pacien-cia, construir un violn de unos quince centmetros.

    A todos nos gustaba mucho y pensamos que Sarasate celebrara aquella obra quenos pareca una pequea maravilla, pero nos quedamos decepcionados. El violinis-ta sac del bolsillo de su chaleco un violn con un estuche, que no llegara a diezcentmetros, y le dijo:

    -Vea usted un violn bien hecho, y ese que usted me ha enseado es una pequeaporquera.

    El pobre carpintero se qued corrido, mientras Sarasate continuaba:

    -Este, que llevo yo, lo ha construido el luthier del Museo de Gnova, y si hubieradedos tan diminutos que pudieran tocarlo, sonara perfectamente, pues est cons-t ruido con arreglo a las reglas que se siguen para hacer un violn en tamao natural.

    Ese era Sarasate. Saba decir un elogio y una grosera.

    Era un hombre todo sinceridad!

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    VIFORMACIN ESPIRITUAL DE MANOLO

    Por aquel entonces, resida en Cdiz un virtuoso sacerdote que se llamaba DonFrancisco Fedriani y que disfrutaba de una posicin desahogada; como no tena nin-gn cargo de gran responsabilidad y contaba con tiempo libre para dedicarse a suministerio, pens que sera conveniente fundar un centro de recreo para la juventud.Y agrup una veintena de muchachos con el objeto de atender a su distraccin y for-macin espiritual.

    Manolo, como era natural, fue uno de los primeros en inscribirse en el centro.

    Creo recordar la mayor parte de los nombres de esos jvenes, que fueron lossiguientes:

    Manuel, Ignacio y Antonio Garreta; Luis Vallejo, Jos Gallardo, MelquiadesAlmagro, Justo Juli, Jos Luis Garca Lahera, Rufino Amustegui, Antonio Arango,Luis Mendoza, Manuel Ros, Jos Estrada y otros varios.

    Todos ellos alcanzaron puestos destacados en su vida, llegando a ser abogados,ingenieros, mdicos, agentes comerciales, fabricantes, y hasta uno incluso fue minis-tro de justicia, y mas tarde, asesinado por los rojos. Se trataba de Don Jos Estrada,que desempe una cartera ministerial durante los tiempos que presidi el Gobiernoel general Berenguer.

    Como se ver, la direccin del Padre Fedriani dio una esplndida cosecha entrelos jvenes de fines del siglo pasado; pero entonces, aquel grupo estaba formadopor una coleccin de chiquillos bulliciosos, a los cuales el Padre Fedriani se propo-na formar slidamente y encauzar por los senderos de la vida.

    *

  • Hay en Cdiz un templo, donde est prohibida la entrada a la mujer. por disposi-cin de su fundador, un sacerdote mejicano de gran fortuna que vino a residir en estapoblacin; el Padre Santa Mara, que as se llamaba, era Marqus de Valde igo yh o m b re de acrecentada piedad y muy generoso. Ese fue el motivo de que concibie-ra la idea de construir un templo, en cuyas obras invirti sus cuantiosos bienes. Es inte-resante conocer qu razn movi al Padre a decidirse por ese pro y e c t o .

    Cuentan las crnicas de la ciudad que, mientras se llevaban a cabo algunas obrasde reparacin en la Parroquia de Nuestra Seora del Rosario, la coz de un mulo car-gado de material, al hundir el pavimento, descubri una bveda subterrnea.Reconocida sta detenidamente, se observ que all pudiera tener cabida un nuevotemplo, donde el silencio y recogimiento fueran mayores.

    Y la nueva construccin comenz enseguida, terminndose felizmente en pocotiempo, abrindose as al culto una nueva iglesia original devota que, por esa razn,quiso su fundador reservar exclusivamente para caballeros. Su nombre, el ms indi-cado, fue el de la Santa Cueva.

    El templo es fcil de describir. Se trata de una bveda subterrnea, como ya se hadicho, sencilla, estucada; al fondo puede verse su nico altar que representa unaescena del Calvario, obra de un famoso escultor italiano. Agrupados bajo la cruz,las santas mujeres y el discpulo amado, contemplan doloridos y en silencio a Jess,en un ambiente extremo de recogimiento y penitencia. Oasis en medio del silenciodel trfico y ruido de la ciudad.

    Quiz nos hayamos detenido en detalles y circunstancias de la construccin deeste templo, pero nos interesaba dar a conocer el ambiente en que se desenvolvie-ra la vida de Manolo en sus primeros aos, y que por tanto influy en su slida for-macin cristiana y genio musical; no olvidemos, que su religiosidad se demostrgrandemente, a lo largo de su existencia, en todas sus obras. Andando el tiempo,los crticos han de reconocer, si no lo han hecho ya, el extrao contraste que hayentre el sensualismo de sus composiciones de sus primeros aos y el ascetismo de suAtlntida, donde Manolo slo busca a Dios.

    Pues all, a ese templo que era como una cartuja en el corazn de Cdiz, llev elPadre Fedriani a Manolo y a sus compaeros para su formacin religiosa y vida depiedad: aquel grupo de muchachos, se reuna todos los domingos y oa misa, reci-biendo la sagrada comunin, y esa piedad, jams la perdi, a pesar de su vida aza-rosa de msico y de aquellos tiempos que atravesara.

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  • Comprendiendo el Padre Fedriani que no caba encerrar a los jvenes en los estre-chos lmites de la oracin y el estudio, instal en la planta baja de su casa, que erael nmero 12 de la Plaza de Mina, un recreo o crculo donde ellos pudieran entre-garse a sus distracciones, juegos, charlas, o comentarios del ambiente que les rode-aba de sobrados atractivos. As, los apart de los peligros propios de su edad, for-mando su conciencia e inculcando en los chicos sentimientos de orden, piedad,moralidad y buenas costumbres.

    Manolo, que por entonces contaba unos diez y seis aos y an segua sus estudiosde piano, comprendi que su vocacin musical no se limitaba a ser virtuoso de esteinstrumento y aprovechando la ocasin que se le brindaba, form dentro de la agru-pacin una modesta orquesta, escogiendo entre sus compaeros un pianista, un vio-linista, un violoncelista y otros elementos ms para completarla. As, formado el con-junto musical, an reducido a su ms mnima expresin, cumpla en parte su come-tido. Ello fue motivo de jbilo para Manolo, colmando su ilusin de director deorquesta.

    Mas pronto se vio que no era posible sacar algn partido de aquella agrupacinorquestal, a pesar de los esfuerzos del joven director. Un da, su carcter se rebelal observar la torpeza de sus huestes y, arrojando la batuta al suelo, con gesto aira-do y preso de la mayor excitacin, hubo de exclamar:

    -Ya no os dirigir ms. Habis colmado mi paciencia!

    Y Manolo, cumpli lo prometido; aunque todos le ro g a ron en diversas ocasionesque accediera a seguir dirigiendo su pequea orquesta, jams volvi a empuar labatuta ante aquella deficiente agrupacin musical. Manolo fue siempre muy tenaz ensus decisiones, y a travs de las pginas de estas memorias hemos de ver cmo aque-llas cualidades que mostrara desde su infancia, se iban perfilando sin cesar hasta lle-gar a rodearlo de un prestigio o aureola mundial en el difcil arte de la msica.

    Aunque aquellos ensayos que realizara Manolo como director de orquesta denada le sirvieran, consigui, al menos en aquellos das, una ms slida formacinreligiosa, gracias a la labor meritoria del Padre Fedriani, sacerdote ejemplar. Estareligiosidad bien cimentada, fue su defensa ante un mundo lleno de peligros, pordonde anduvo sin desmayos ni vacilaciones y, sobre todo, sin contaminarse en nin-gn momento, pues su conciencia recta siempre le dictaba el camino a seguir.

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  • Padre Fedriani, director espiritual de Falla.

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    VIIREVESES DE FORTUNA, PROVIDENCIALES

    Como la fortuna de Don Jos Mara de Falla sufriera grandes reveses y compren-diendo Manolo, que, desde nio mostrara un carcter varonil y resuelto, lo difcil quele sera cursar una carrera, ya de por si larga y costosa, consciente de sus dotes depianista, y animado por su vocacin, decidi al fin, estudiar el instrumento a fondo.Con ese objeto, fue a Madrid, a ponerse bajo la direccin de Don Jos Trag, cate-drtico del Real Conservatorio de msica de la capital de Espaa.

    Y acert en su decisin. Pronto se vio que su aptitud para el piano era extraordi-naria; bajo la direccin de aquel sabio catedrtico y ejecutante, hizo Manolo avan-ce tan prodigioso que desde aquel momento pudo conjeturarse que llegara a ser ungran pianista.

    Bajo esos felices auspicios curs Manolo su carrera; sus condiciones excepciona-les de entusiasmo, laboriosidad e inteligencia, le mostraron siempre como alumnoprodigio y por eso no extra que, al terminar sus estudios, en el ao 1899, obtu-viese el Primer Premio del Conservatorio.

    Mientras Manolo finalizaba una primera etapa en su carrera y pensaba slo encontinuar hacia adelante para dar cima a sus sueos, los asuntos familiares enCdiz andaban de mal en peor.

    Su padre, pese a su buena voluntad, no poda detener la runa que se acercabaa pasos agigantados. En su casa se viva con un lujo que ya no podan sostener ylos negocios no marchaban.

    Eran momentos difciles para un jefe de familia, y lleg el da en que se pens queno se poda continuar as. Qu hacer? Jesusa Matheu, se acord de su hermanaEmilia, casada en Madrid con un seor Ledesma cuyo nombre no recuerdo. Le contel estado difcil en que se encontraba, y aquel matrimonio, que estaba en posicin

  • desahogada y quera mucho a la familia de su hermana, no dud en ofrecerle laayuda en aquellos tiempos angustiosos.

    Un da, recibi de Cdiz un telegrama, en el que deca Jesusa textualmente, estaspalabras:

    -Consumatum est. Llegamos, maana express.

    Ese fue el final de la estancia de la familia Falla en nuestra ciudad, y siguiendo lospasos de su hijo Manolo, que ya estaba en Madrid y empezaba a abrirse camino,lleno de tesn y entusiasmo, llevado de su vocacin artstica, se trasladaron a aque-lla capital.

    Los Ledesma vivan en la calle de Cubas, y all solan ir a comer diariamente doaJesusa y su hija Mara del Carmen; y en un nuevo ambiente, volvi a reunirse la fami-lia, en aquel Madrid que empezaba a saber de los triunfos del hijo querido.

    *

    Sola Manolo pasar los veranos en Cdiz e iba a hospedarse a la casa del PadreFedriani, mas an en aquella poca de vacaciones, no olvidaba su nica pasin: lamsica. All, en aquella poblacin, tena Manolo, como es natural, muchos y buenosamigos, Y como dijimos, uno de ellos era mi padre, ya que siempre los Viniegra ylos Falla mantuvieron una estrecha relacin de afecto y amistad. Mi padre, ademsde ser un devoto de la buena msica, saba tocar el violoncello, y en uno de aque-llos veranos, precisamente en el del 98, qued con Manolo en dedicar todos losdomingos un par de horas a la aficin favorita de ambos.

    En la vida de las grandes figuras, artistas, polticos u hombres de ciencia, todoaquello que viene a tener una influencia decisiva en sus actividades o marca un hitoen su camino sucede con esa sencillez de lo cotidiano y en un ambiente familiar, sinecos ni resonancias. Una tarde de aquellos domingos en que Manolo y mi padre sededicaban a la msica, lleg aqul muy satisfecho con un rollo de papel en la manoque entreg diciendo:

    -Aqu le traigo, Don Salvador, un ensayo que he hecho y le dedico como primeracomposicin ma.

    En aquel momento naca el compositor. Se trataba de una meloda para violonce-llo y piano, muy sencilla pero inspirada, y en la que se perfilaban aquellas dotes

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  • extraordinarias que Manolo posea para el difcil arte de la composicin. Y las cir-cunstancias de la vida o el azar reservaban a mi padre la interpretacin de la pri-mera partitura de quin, andando el tiempo, no slo sera el mejor msico espaol,sino uno de los que ms se habran de cotizar en el mundo.

    -Manolo -dijo mi padre una vez ejecutada la partitura-, t vas a ser un granc o m p o s i t o r.

    Y acert en sus vaticinios,pero si hubiera visto los triunfos de Manolo ms tarde,su sorpresa no tendra lmites... l, que le haba acompaado tantas veces alpiano!...

    *

    Por cierto, que ya la prensa, all por el ao 1898, con motivo de una de aquellasveladas que se celebraban en mi casa, hablaba de su talento musical. El Diario deCdiz, en su seccin de actualidades, y con fecha 28 de Marzo, deca as:

    Los primeros alientos de un genio musical que est en la aurora desus no lejanos triunfos; omos por vez primera la muestra ms palpablede una inspiracin que nace aleccionada por el clasicismo ms severoy serio, en el que su intrprete y su autor han bebido, guiados por unconcertista tan afamado como el Maestro Trag.

    Con una modestia igual solamente a la verdadera importancia de laobra en cuarteto que daba a conocer, un joven pianista y de hoy ms,compositor que apenas frisa veinte aos, gaditano, de familia distin-guida y que se ha dedicado por completo a la enseanza del clave enesta ciudad, puso en los atriles del piano, violn, viola y violoncello, unandante verdaderamente magistral.

    Se revel un genio en toda la extensin de la palabra, como lo hicie-ra en su infancia el mismo Mozart cuando interpretaba sus creacionesen los salones de las Cortes Imperiales.

    Cuanto bamos escuchando era inesperado: Qu frescura la prepa-racin del tema, qu gusto en su forma, cunta gallarda en su des-arrollo; cunta originalidad en las modulaciones y cunta pureza deestilo y ejecucin!

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  • Los intrpretes y el inteligente auditorio, estaban sugestionados. Nadams poda pedirse al que daba como el que ms. Y estas notas pode-mos escribirlas, gracias a la habilidad y correccin en la ejecucin queel artista supo realizar en la particella de piano, en su propia obra.

    Sentimos de todas veras, que no nos sea permitido aclarar el enigmaen el que encerramos esta resea, siquiera sea el nombre del nuevocompositor.

    Pero no tardar mucho en darse a conocer en Cdiz, tan deseoso decontar entre sus hijos nuevos artistas que acrecienten su fama.

    No recuerdo por qu el periodista omiti el nombre de Manolo en su resea. Talvez se lo pidiera l mismo, dando ya muestras de su gran modestia; pero lo que eraseguro es que no tardara mucho en ser del dominio pblico.

    *

    Mucho se ha hablado del Falla de los crmenes de Granada, y quiz se haya unidoexcesivamente su nombre a esa hermosa ciudad que consideraba casi como su pro-pia tierra, pues all encontraba siempre ambiente propicio su gran corazn de art i s-ta, pero en Cdiz, donde naciera, tuvo tambin otros vnculos de amistad y afecto.

    Cdiz, en cualquier oportunidad u ocasin, reclamaba al que empezaba a ser unagran figura gaditana, colmndole de agasajos y admiracin. A raz de volverManolo a nuestra ciudad, triunfante de unas oposiciones, una dama aristocrticaalemana, Doa Luisa Loevental, viuda de Uthoff, muy aficionada a la msica, invita Manolo a dar un recital. Excusado es decir que a estas reuniones, acuda todo loms selecto y conocido de Cdiz y muchos amateurs.

    El concierto result un verdadero triunfo y el escogido pblico aplaudi con entu-siasmo al msico que interpret maravillosamente varias partituras y entre ellas, lasque le valieron para conseguir el primer Premio del Real Conservatorio de Madrid,destacando la Fantasa y Presto de Mendelsshon, la Castagneta, de Kotn y laRapsodia nmero 12, de Liszt. Toc magistralmente, asombrando su ejecucin y natu-ralidad, que daban la sensacin de no realizar esfuerzo alguno.

    Aquel xito tan merecido, tuvo un resonante eco en la poblacin, y deseando orlede nuevo, Don Manuel Quirell, uno de los aficionados ms entusiastas de la locali-

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  • dad, dueo de un establecimiento de msica, puso a disposicin de Manolo su salnpara un recital.

    All acudi lo mejor de la ciudad, as como los amantes de la msica, que no esca-sean en Cdiz. Colaboraron en aquella ocasin con Manolo, Don Salvador Tllezde Meneses, violinista gaditano, profesor del Real Conservatorio de Madrid y mipadre que, como hemos dicho anteriormente, tocaba el violoncello. Manolo, comoes natural, despert el entusiasmo del auditorio que le ovacion fervorosamente. Tangrande fue el triunfo, que Quirell, una vez terminado el concierto, anunci en vozalta que para recordar el feliz acontecimiento, pensaba poner una lpida de mr-mol en aquel lugar con esta inscripcin:

    El 18 de Agosto de 1899, celebr en este saln, su primer concier-to, el ilustre msico y pianista gaditano, Manuel de Falla.

    Pero, como Manolo no se conformara con ser odo slo por la gente pudiente deCdiz, dado su profundo sentido social y religioso, organiz una serie de concier-tos que comenzaron el 10 de Septiembre de 1899 en el Teatro Cmico, con objetode que llegase su msica a otras clases ms humildes, granjendose con ello el afec-to y la consideracin de toda la ciudad que le prodig entusiastas ovaciones.

    Manolo, que era hombre de sentimientos muy delicados, qued desde entoncesmuy agradecido a sus paisanos y a la prueba de consideracin que le diera Quirell,que fue la base de una profunda y entraable amistad inalterable entre ellos, a tra-vs de los aos.

    As que, cuando volvi de nuevo a Cdiz, lo primero que hizo fue visitar a Quirell,que le invit a tomar unas copas en su casa con las familias ms conocidas de lalocalidad. Manolo acept muy complacido y la tarde transcurri agradablemente sinque faltasen aquellas copas, pretexto de la invitacin, pero tampoco otras cosas mssustanciosas. Fue un esplndido lunch, en toda la extensin de la palabra. Por eso,cuando Manolo se despidi de Quirell, hubo de decirle:

    -Amigo Quirell, sta ha sido una tarde encantadora, entre buenos amigos y ro c i a d aesplndidamente con este rico vino de Jerez que nos ha dado... y... la aadidura...

    Tena don Manuel Quirell un hermano que viva en Badajoz y, como todos losQuirell, muy aficionado a la msica; tanto, que dedicaba sus ratos de ocio a la com-posicin. Un da, don Manuel recibi de su hermano tres partituras escritas por l,

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  • tituladas Hojas de un lbum, Marcha Fnebre, y Canzoneta; no ignoraba que sehallaba en muy buenas relaciones con Falla y que se las dara a conocer.

    Y Manolo, en consideracin a Don Manuel, se vio comprometido a estudiar aque-llas composiciones e, incluso, en beneficio del propio interesado, a introducir enellas modificaciones o correcciones.

    Su opinin la reflej en una carta dirigida a don Manuel Quirell, y por ser muyinteresante la copiaremos, pudiendo apreciarse en su redaccin cunta delicadezapona Manolo en sus observaciones y sobre todo, con qu inters estudi su obrita.Pudiera servir el texto de su carta de modelo de leccin de armona.

    Deca as.

    Mi querido amigo; He tenido el gusto de recibir su muy grata cart acon las tres composiciones de su hermano, Don Juan Jos, y, tengo unav e rdadera satisfaccin en que se me presente una ocasin de poderle sertil, aunque deseara que mi opinin fuese menos modesta de lo que re a l-mente es, para que de ella pudiera usted sacar ms prctico re s u l t a d o .

    Pero, al menos, sinceridad y buen deseo, no me han de faltar, encuanto le diga. He examinado detenidamente las tres composiciones, y,en general, me han producido buen efecto, encontrando en ellas deta-lles de armonizacin verdaderamente interesantes, y se le nota lauda-bles deseos de producir nuevos efectos, cosa muy poco frecuente pordesgracia entre nosotros.

    A veces, la conduccin de las voces armnicas, y hasta la misma orto-grafa musical, no corresponde a la intervencin del compositor, pero,esto tiene fcil remedio con un poco de cuidado y otro de desconfian-za en el piano (es a veces el causante de estas cosas en los principiosde la composicin). Puede evitarse la cada de estas faltas en ciertasocasiones que son accidentales.

    Tambin pueden ser esenciales (especialmente, en cuanto a la con-duccin de las voces armnicas) y, por eso, digo antes, que hay quedesconfiar del piano, pues, producindose en l los sonidos aislada-mente, no permite seguir la marcha particular de cada uno de los can-tos interiores, resultando por ello un descuido que puede tener fatalesconsecuencias al aplicarse la msica escrita para l, a otros instrumen-

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  • tos, que permitan la prolongacin de los sonidos. De ah, la conve-niencia de corales y de cuartetos de cuerda.

    Tambin he notado algn descuido en el sentido rtmico (principal-mente en Hojas de un lbum) en cuanto a la meloda; an cuando esde buen gusto, no est en relacin, por su inters, a la que se encuen-tra en la Harmona. Creo, encontrar la causa de esto, la mayor partede !as veces, en el abuso de los intervalos conjuntos, y hasta unsonos.

    Vamos ahora por partes.

    Hojas de un lbum. Para mi gusto esa es la ms completa de sus com-posiciones; la falta de sentido rtmico, de que antes habl a usted, seencuentra en los primeros compases de tema, donde indica poco pi ymosso pues, la tercera parte de cada comps debe marcarse, cosa queno se hace ms que en el segundo de los primeros. Para conseguir esto,basta con reproducir, en dicha tercera parte, el mismo acorde que seha formado al principio de cada comps, y, que parece prolongarsepor toda su duracin. En el comps cuarto, por evitar monotona,podra hacerse esto.

    En el siguiente a ste, hay una equivocacin, sin duda alguna. El Doalto de la clave en Fa, debe ser Mi.

    Pero adems de estos compases, encuentro una falta ortogrfica y deconduccin de voces, pues el Mi y el Re grave de la clave de Fa, deberesolverse en La y en el Sol, respectivamente, cuyas notas se producenpor la voz armnica superior a las citadas.

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  • La misma falta se encuentra en los primeros compases, primero,segundo y tercero de la pgina segunda.

    En dicho comps tercero, y tambin en la clave de Fa, hay un Do sinresolucin, cuando forzosamente, tiene que hacerla el Si bemol, o elSol. En este ltimo caso, dicho Sol resolvera luego en el Fa, que pare-ce aislado, al producirse el cuarto comps.

    Y as Falla sigue haciendo la diseccin de estas composiciones, valga la frase, demanera tan correcta y delicada y con tal maestra de catedrtico, que da una lec-cin de armona que produce asombro y verdadera satisfaccin. No hemos credooportuno insertar ntegra la carta de Manolo, a pesar de ser un documento precio-so, por ser algo extensa. Sin embargo, no nos resistimos a la tentacin de transcri-bir sus ltimos prrafos.

    Y, para terminar -dice Falla- repetir a usted lo que creo haber dichoal principio de esta carta. Encuentro en sus obras, muchas condicionesde compositor, y en la harmona especialmente, detalles muy intere-santes. Veo, que su hermano de usted ha tomado como modelo aGrieg, y esto demuestra buen gusto.

    A medida que siga escribiendo, ir corrigindose fcilmente de esasfaltas, que he anotado, ayudndose con el estudiar y analizar obrasclsicas y modernas.

    Ahora se hace tanto bueno, y se aquilata tanto la belleza por los bue-nos autores, que con el serio repaso de sus obras, se aprende ms quecon muchos tratados de harmona y composicin. Claro est, que labuena base se halla en esto, nada ms que la base.

    Que cuide mucho la meloda, evitando la repeticin prxima del giromeldico, y el abuso de intervalos conjuntos, sin que esto quiera decir,que, en ciertos casos, sean los mejores textos para la construccin deuna frase; pero, ahora, se da a la meloda mucha ms soltura que antes.

    Esto es cuanto puedo decir a usted por escrito, claro es que hablan-do, puede uno extenderse en ms detalles, mientras que de este modo,slo es posible fijarse en lo ms importante.

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  • Mucho me alegrar de que puedan ser de alguna utilidad mis obser-vaciones, que, como dije al principio, aunque modestas, son comple-tamente sinceras.

    Y, sin otro particular, le enva un fuerte abrazo su invariable amigo,Manuel de Falla.

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    VIIIPRIMEROS XITOS EN MADRID

    Una casa constructora de pianos de Barcelona muy acreditada, la de Ortiz yCuss, organiz un Concurso en Madrid, ofreciendo como nico Premio un magn-fico piano de cola y, apenas lo supo, Manolo acudi a inscribirse con objeto de par-ticipar en el mismo. Se presentaron treinta pianistas.

    Habindose efectuado el sorteo para establecer el orden en que haban de actuarlos concursantes, correspondi a Manolo, el ltimo. El programa consista en obrasde Bach, Scarlatti, Chopin, Beethoven y Shumann, terminando la actuacin con unap a rtitura de libre eleccin que poda ser seleccionada entre dos piezas:Campanella, de Liszt o Estudio de Vals, de Saint-Sans.

    Comenz el concurso en la fecha anunciada y se fue desarrollando con el ritmo yoportunidades de tales actos, sin que ninguno de los participantes sobresaliera sobrelos dems; pero, cuando ya solo faltaban cinco o seis concursantes para que llega-ra el turno a Manolo, se present un gran pianista cataln, Franck Marshall, correc-to e impecable, vestido de frac, causando una grata impresin entre el auditorio.

    Y en medio de esta expectacin, sentose el pianista cataln ante el instrumento y,tras bajar el atril para interpretar las partituras de memoria, empez con ejecucinirreprochable, suscitando la admiracin de los asistentes. Toc por ltimo una de laspiezas de libre eleccin, L