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NOTA: Cuando sea posible, un sumario (nota al inicio) será agregado, como en el presente caso, al momento de la publicación del fallo. El sumario no forma parte de la sentencia de la Corte, pero es preparado por el Recopilador para conveniencia del lector. Véase United States v. Detroit Timber & Lumber Co., 200 U.S. 321 CORTE SUPREMA DE LOS ESTADOS UNIDOS Sumario MAPP v. ESTADO DE OHIO, 367 U.S. 643 (1961) apelación proveniente de la corte suprema de ohio No. 236. Alegatos Marzo 29, 1961 – Fallo Junio 19, 1961 Toda evidencia obtenida a través de registros e incautaciones realizados en violación a la Constitución Federal son inadmisibles en un juicio penal ante un tribunal estatal. Se deroga el precedente establecido en el caso Wolf v. Colorado, 338 U.S. 25 (1949), en la medida en que se resuelve en sentido contrario. Pp. 643-660. 170 Ohio St. 427, 166 N.E.2d 387, revocado. El señor A.L. Kearns presentó los alegatos del recurrente. Colaboró con su memorial el señor Walter L. Greene. La señora Gertrude Bauer Mahon presentó los alegatos del recurrido. Colaboró con su memorial el señor John T. Corrigan. El señor Bernard A. Berkman presentó los alegatos de la American Civil Liberties Union y otros en carácter de amicus curiae solicitando revocación. Colaboró con su memorial el señor Rowland Watts. EL SR. MAGISTRADO CLARK redacta la opinión de la Corte: La recurrente ha sido condenada por haber tenido en su posesión y bajo su control, con pleno conocimiento, ciertos libros, dibujos y fotografías de carácter lascivo, en violación al §2905.34 del Código Revisado de Ohio 1 . Tal como se consigna en forma oficial en el sumario del presente fallo, la Corte Suprema de Ohio sostuvo que su condena resultaba válida pues “se basa en forma primaria en la introducción de evidencia de libros lascivos 1 Dicha ley determina en su parte pertinente: “Nadie podrá, con pleno conocimiento…tener en su posesión o bajo su control libros obscenos u oscuros [o]…figuras…” “Quien viole esta norma será multado con menos doscientos y no más de dos mil dólares o con pena privativa de libertad no menor a uno ni mayor a siete años o ambos”.

Mapp vs. Ohio

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Sentencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos. Caso relativo a exclusión probatoria por incumplimiento de garantías. Versión no oficial en español correspondiente al titular de esta cuenta.

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NOTA: Cuando sea posible, un sumario (nota al inicio) será agregado, como en el presente

caso, al momento de la publicación del fallo. El sumario no forma parte de la sentencia

de la Corte, pero es preparado por el Recopilador para conveniencia del lector. Véase

United States v. Detroit Timber & Lumber Co., 200 U.S. 321

CORTE SUPREMA DE LOS ESTADOS UNIDOS

Sumario

MAPP v. ESTADO DE OHIO, 367 U.S. 643 (1961)

apelación proveniente de la corte suprema de ohio

No. 236. Alegatos Marzo 29, 1961 – Fallo Junio 19, 1961

Toda evidencia obtenida a través de registros e incautaciones realizados en violación a la

Constitución Federal son inadmisibles en un juicio penal ante un tribunal estatal. Se

deroga el precedente establecido en el caso Wolf v. Colorado, 338 U.S. 25 (1949), en la

medida en que se resuelve en sentido contrario. Pp. 643-660.

170 Ohio St. 427, 166 N.E.2d 387, revocado.

El señor A.L. Kearns presentó los alegatos del recurrente. Colaboró con su memorial el

señor Walter L. Greene.

La señora Gertrude Bauer Mahon presentó los alegatos del recurrido. Colaboró con su

memorial el señor John T. Corrigan.

El señor Bernard A. Berkman presentó los alegatos de la American Civil Liberties Union y

otros en carácter de amicus curiae solicitando revocación. Colaboró con su memorial el

señor Rowland Watts.

EL SR. MAGISTRADO CLARK redacta la opinión de la Corte:

La recurrente ha sido condenada por haber tenido en su posesión y bajo su control, con

pleno conocimiento, ciertos libros, dibujos y fotografías de carácter lascivo, en violación

al §2905.34 del Código Revisado de Ohio1. Tal como se consigna en forma oficial en el

sumario del presente fallo, la Corte Suprema de Ohio sostuvo que su condena resultaba

válida pues “se basa en forma primaria en la introducción de evidencia de libros lascivos

1 Dicha ley determina en su parte pertinente: “Nadie podrá, con pleno conocimiento…tener en su

posesión o bajo su control libros obscenos u oscuros [o]…figuras…” “Quien viole esta norma será

multado con menos doscientos y no más de dos mil dólares o con pena privativa de libertad no menor a

uno ni mayor a siete años o ambos”.

y figuras obscenas halladas durante un cateo ilegal en la residencia de la procesada…”.

17 Ohio St. 427-428, 166 N.E.2d 387, 388.

El 23 de mayo de 1957, tres oficiales de policía de Cleveland arribaron a la residencia de

la recurrente en dicha ciudad siguiendo una información que

una persona ocultaba en su residencia, a alguien buscado para ser

interrogado en relación con un atentado reciente, y que había una gran

cantidad de parafernalia de política oculta en el hogar.

La señora Mapp y su hija, fruto de un matrimonio anterior, vivían en el piso superior de

una vivienda para dos familias. Al momento de su llegada a tal lugar, los oficiales llamaron

a la puerta y requirieron se les permita la entrada, empero, la recurrente, tras llamar

telefónicamente a su abogado, se negó a permitirles la entrada sin una orden judicial. Los

mismos alertaron de la situación a la estación y establecieron vigilancia alrededor de la

casa.

Los oficiales requirieron ingresar una vez más alrededor de tres horas más tarde cuando

cuatro o más oficiales adicionales arribaron a la escena. Cuando la señora Mapp no

concurrió a la puerta en forma inmediata, al menos una de las varias puertas de la casa

fue abierta en forma forzosa2 y los oficiales lograron ingresar. Mientras tanto, el abogado

de la señora Mapp llegó a escena, empero los oficiales habiendo asegurado su propia

entrada, y siguiendo con su desafío a la ley no le permitieron ver a la señora Mapp y

tampoco la entrada a la casa. Al parecer, la señora Mapp se encontraba a mitad de camino

por las escaleras desde el piso superior de la puerta principal cuando los oficiales, de esta

manera despótica, irrumpieron en la sala. La misma les requirió la correspondiente orden

judicial. Un papel, que señalaron como la supuesta orden, le fue exhibido por uno de los

oficiales. La misma tomó la “orden” y la guardó en su pecho.

A ello siguió una escaramuza a través de la cual los oficiales recuperaron el papel y que

dejó como resultado que esposaran a la recurrente pues ésta se mostraba “beligerante”

al resistirse a devolver la “orden” que guardaba consigo. Haciendo caso omiso a la

recurrente, un oficial la “tomó”, le “retorció la mano” procediendo la misma a “gritarle y

pelear con el mismo” pues le “causaba dolor”. La recurrente, esposada, fue conducida en

forma forzosa escaleras arriba hacia su recámara donde los oficiales revisaron un vestidor,

una cómoda, un armario y algunas maletas. Igualmente revisaron un álbum de fotografías

y algunos papeles personas de propiedad de la recurrente. El registro se extendió por el

resto del segundo piso incluso el cuarto de la niña, la sala, la cocina y el comedor. El

2 Un oficial testificó que “derribamos la puerta para lograr entrar”; el abogado presente en la escena

testificó que un oficial “intentó…derribar la puerta a puntapiés” y entonces “rompieron el vidrio de la

puerta y alguien ingresó por allí abriendo la puerta permitiéndoles la entrada”; la recurrente testificó que

“la puerta trasera estaba rota”.

sótano del edificio y un arcón hallado allí fueron igualmente registrados. Los materiales

obscenos por los cuales fue finalmente condenada fueron hallados en el curso de dicha

búsqueda extendida.

Durante el juicio, orden judicial alguna fue presentada por parte de la fiscalía, y dicha

falta tampoco fue explicada o considerada. A lo mejor, “existen, en autos, dudas

considerables con respecto a si realmente existió una orden judicial para registrar la

residencia de la acusada” 170 Ohio St. at 430, 166 N.E.2d at 389. La Corte Suprema de

Ohio consideró que un “argumento razonable” podría llevar a creer que la condena debiera

ser revocada “pues los ‘métodos’ empleados para obtener la [evidencia]…fueron tales

como para ‘ofender’ al sentido de la justicia”, sin embargo, la corte consideró

determinante el hecho que la evidencia no fue tomada “de la persona de la acusada a

través del uso de fuerza física ofensiva o brutal contra la misma”.170 Ohio St. at 431, 166

N.E.2d at 389-390.

El Estado sostiene que, aun cuando el registro fue realizado sin autoridad, o de manera

no razonable, ello no impide utilizar durante el juicio la evidencia tomada en forma

inconstitucional citando al caso Wolf v. Colorado, 338 U.S. 25 (1949), en el cual esta Corte

sostuvo

que, al procesar un delito estatal en un tribunal estatal, la 14ta Enmienda no

impide la admisión de evidencia obtenida a través de una búsqueda o registro

irracional.

En la p. 33. En la presente apelación, en la cual hemos percibido probable jurisdicción,

364 U.S. 868, se nos urgió una vez más revisar dicho entendimiento3.

I

Setenta y cinco años atrás, en el caso Boyd v. United States, 116 U.S. 616 (1886), al que

la 4ta Enmienda4 y la 5ta Enmienda como corriendo “casi la una con la otra”5 respecto a

3 También se plantearon otras cuestiones en el marco de la presente apelación pero, desde la óptica que

tenemos del caso, las mismas no requieren que nos expidamos al respecto. Aun cuando la recurrente

haya escogido urgirnos con relación a lo que parece ser el punto más seguro para un fallo favorable y

no ha requerido la derogación del precedente Wolf, el amicus curiae al cual se permitió la participación

en los alegatos orales, requirió a la Corte que lo haga.

4 No se violará el derecho del pueblo a que sus personas, hogares, documentos y pertenencias estén

protegidos contra registros y requisas arbitrarias, y no se emitirán órdenes de registro ni de detención

sino con causa razonable que esté respaldada mediante juramento o promesa, y que han de describir

específicamente el lugar a registrar y las personas a detener o las cosas a confiscar.

5 La cercana conexión entre los conceptos luego incorporados a estas dos enmiendas ha sido notado ya

en 1765 por Lord Camden, en cuyo fallo en el caso Entick v. Carrington, 19 Howell’s State Trials 1029,

el caso Boyd se apoyó fuertemente. Lord Camden señaló, en 1073: “Es cierto que la ley no obliga a nadie

a acusarse a sí mismo, pues los medios necesarios para forzar la autoincriminación, impuestos tanto al

los hechos traídos a su conocimiento, esta Corte sostuvo que las doctrinas de tales

enmiendas

se aplican a todas las invasiones de parte del Gobierno y sus empleados a la

santidad de la residencia y la vida privada. No es el acto de romper las puertas

ni de revolver los cajones lo que constituye la esencia de la ofensa, sino la

invasión del indefendible derecho a la seguridad personal, libertad personal

y propiedad privada…Ingresar a una residencia y abrir cajas y cajones

constituyen circunstancias agravantes, empero cualquier extracción forzosa

y compulsoria de una declaración o la utilización de documentos privados en

carácter de evidencia para condenarlo por un hecho punible o para privarlo

de sus beneficios, cabe bajo la condena…[de dichas enmiendas]

La Corte señaló que

las normas constitucionales referidas a la seguridad de la persona deben ser

entendidas literalmente…Es deber de los tribunales vigilar los derechos

constitucionales del ciudadano, contra cualquier usurpación sigilosa de éstos.

En la p. 635. En esta celosa actitud de velar por la integridad de los derechos, la Corte dio

vida a la predicción de Madison que

tribunales de justicia independientes…resistirán naturalmente cualquier

usurpación a los derechos expresamente incluidos en la Constitución a través

de la Declaración de Derechos.

I Anales del Congreso 439 (1789). En conclusión, la Corte se refirió en forma específica a

la utilización de la evidencia recogida como “inconstitucional”. En la p. 638. Menos de 30

años después del caso Boyd, esta Corte, en el caso Weeks v. United States, 232 U.S. 383

(1914) sostuvo que

la 14ta Enmienda…impuso a los tribunales de los Estados Unidos y a los

funcionarios federales, para lo que respecta al ejercicio su poder y autoridad,

ciertos límites y restricciones [y]…aseguró para siempre al pueblo, a sus

personas, residencias, papeles y demás pertenencias contra todo registro o

búsqueda irracional bajo pretexto de ley…y el deber de darle cumplimiento

efectivo es obligatorio bajo nuestro sistema federal con el acatamiento a las

leyes.

inocente como al culpable serían crueles e injustos por igual, y debe parecer que la búsqueda de

evidencia no está permitida en el mismo principio. Aquí, igualmente, el inocente sería confundido con el

culpable”.

En las pp. 391-392. Refiriéndose en forma específica a la utilización de evidencia

inconstitucionalmente obtenida, la Corte concluyó que

Si las cartas y documentos privados pueden ser registrados y utilizados como

prueba contra un ciudadano acusado de un hecho punible, la disposición de

la 4ta Enmienda que protege su derecho contra búsquedas y registros carece

de valor, y, tanto como dicha protección se extienda, podría verse afectada la

Constitución. Los esfuerzos de los tribunales y sus funcionarios para imponer

una pena al culpable, por loables que sean, no deben ser coronados a través

del sacrificio de estos grandes principios establecidos a través de años de

esfuerzo y sufrimiento que han resultado en su incorporación a la ley

fundamental de la Nación.

En la p. 393.

Finalmente, la Corte en dicho caso señaló que la utilización de tal evidencia conlleva “una

denegación de los derechos constitucionales del acusado”. En la p. 398. Así, en 1914, en

el caso Weeks, esta Corte “por primera vez” sostuvo que “en un proceso federal, la 4ta

Enmienda impide la utilización de evidencia obtenida en forma ilegal”. Wolf v. Colorado,

supra, en 28. Esta Corte desde entonces ha requerido de los funcionarios federales una

adhesión estricta a tal disposición que según entiende esta Corte resulta ser clara,

específica y constitucionalmente requerida – incluso si judicialmente implícita –

salvaguardia disuasiva sin cuya insistencia la 4ta Enmienda se habría visto reducida a

“meras palabras”. Silverthorne Lumber Co. v. United States, 251 U.S. 385 (1920) (el

magistrado Holmes). Ello significa, simplemente, que “las condenas obtenidas a través de

búsquedas ilegales y confesiones forzosas…no deben ser aprobadas por los tribunales…”.

Weeks v. United States, 251 U.S. 385, supra, en 392, y que tal evidencia “no debe ser

utilizada para nada”. Silverthorne Lumber Co. v. United States, supra, en 392.

En los casos de esta Corte existen ciertas referencias a la regla del caso Weeks como

refiriéndose a las pruebas. Empero, el claro e inequívoco lenguaje del caso Weeks – y su

posterior paráfrasis en el caso Weeks – en cuanto señala que la regla en cuestión es de

origen constitucional, continúa totalmente imperturbable. En el caso Byars v. United

States, 273 U.S. 28 (1927), la Corte en forma unánime declaró que

la doctrina [no puede]…ser tolerada bajo nuestro sistema constitucional, que

las evidencias descubiertas por un oficial federal al realizar una búsqueda sin

orden judicial puede ser utilizada en contra de la víctima de tal procedimiento

ilegal donde una impugnación oportuna ha sido interpuesta.

En las pp. 29-30 (énfasis suplido). La Corte, en el caso Olmstead v. United States, 277

U.S. 438 (1928), en forma inconfundible enfatizó la regla del caso Weeks:

El sorprendente resultado del caso Weeks y aquellos que lo siguieron fue la

declaración amplia que la 4ta Enmienda, aun cuando no se refiera a o a limitar

la utilización de evidencia en los tribunales, prohíben en forma efectiva la

introducción de evidencia obtenida por funcionarios del Gobierno en violación

a la Enmienda.

En la p. 462. En el caso McNabb v. United States, 318 U.S. 332 (1943), se realizó la

siguiente declaración:

[Una] condena en los tribunales federales, cuyo fundamento radica en una

evidencia obtenida en detrimento de las libertades consideradas

fundamentales por la Constitución, no puede ser confirmada. Boyd v. United

States…Weeks v. United States…Y esta Corte ha, con fundamentos

constitucionales, revocado condenas, tanto pronunciadas en tribunales

federales como estatales, cuyo fundamento residía en confesiones “obtenidas

de prolongados y reiterados interrogatorios realizados a personas ignorantes

y desprotegidas, en cuyas mentes el poder de los oficiales fue ampliamente

magnificado…o que hayan sido ilegalmente mantenidas incomunicadas sin

aviso a sus amigos o abogados…”

En las pp. 339-340. Significativamente, en el caso McNabb, la Corte pasó a formular una

regla de pruebas, señalando

[e]n la opinión que tenemos del caso, no obstante, resulta innecesario

referirnos a la cuestión constitucional, [para]…los principios que rigen la

admisibilidad de las pruebas en los procesos penales federales no se han

restringido. . . a los que se derivan únicamente de la Constitución.

En las pp. 340-341.

II

En 1949, 35 años después del fallo en el caso Weeks, esta Corte en el caso Wolf v.

Colorado, supra, otra vez por primera vez6, discutió el efecto de la 4ta Enmienda respecto

a los Estados a través de la operación de la cláusula del Debido Proceso de la 14ta

Enmienda. Señaló la Corte:

[N]o nos caben dudas al afirmar que, si un Estado sanciona afirmativamente

tal incursión policial en la privacidad, ello sería contrario a la garantía de la

14ta Enmienda.

6 Véase, sin embargo, National Safe Deposit Co. v. Stead, 232 U.s. 58 (1914), y Adams v. New York, 192

U.S. 585 (1904).

En la p. 28. Sin embargo, tras declarar que la “seguridad” de la privacidad contra la

intrusión arbitraria de la policía se encuentra “implícita en ‘el concepto ordenado de

libertad’ y como tal, exigible contra los Estados a través de la cláusula del Debido

Proceso”, cf. Palko v. Connecticut, 302 U.S. 319 (1937), y anunció que “adhiere

firmemente” a la decisión del caso Weeks, la Corte decidió que la regla de exclusión del

caso Weeks no podía ser impuesta a los Estados como “un ingrediente esencial del

derecho”. 338 U.S., en 27-29. Las razones de la Corte para no considerar esencial al

derecho a la privacidad, como un freno impuesto a los Estados a través de la cláusula del

Debido Proceso, aquello que décadas atrás se había postulado como una parte integrante

de la limitación de la 4ta Enmienda a la invasión federal de la propiedad individual,

sirvieron de fondo a consideraciones fácticas.

Si bien no son básicamente relevantes para una decisión que la regla de exclusión como

un ingrediente esencial de la 4ta Enmienda como un derecho protegido por ésta se aplica

a los Estados a través de la cláusula del Debido Proceso, procederemos a considerar la

validez actual de los fundamentos de hecho en los cuales se basó el caso Wolf.

La Corte en el caso Wolf señaló en primer término que “la contrariedad de percepciones

de los Estados” respecto a la adopción de la regla de exclusión del caso Weeks era

“particularmente impresionante” (en la p. 29); y, en conexión con ello, que no podía

dejar de lado la experiencia de los Estados que consideren la incidencia de

dicha conducta por parte de la policía demasiado ligera para solicitar un

remedio disuasivo…reemplazando las reglas [estatales] de evidencia.

En la p. 31-32. Mientras en 1949, antes del caso Wolf, alrededor de dos tercios de los

Estados se oponían a la utilización de las reglas de exclusión, ahora, a pesar del caso

Wolf, más de la mitad de ello desde entonces, sea a través de su Legislatura o decisiones

judiciales, han adoptado parcial o totalmente la regla del caso Weeks. Véase, Elkins v.

United States, 364 U.S. 206, Apéndice, pp. 224-232 (1960). Significativamente, entre los

que siguen a dicha regla se encuentra California, estado que, según su máximo tribunal,

se vio

obligado a llegar a tal conclusión puesto que los demás remedios han

fracasado completamente en asegurar el cumplimiento de las disposiciones

constitucionales…

People v. Cahan, 44 Cal.2d 434, 445, 282 P.2d 905, 911 (1955). En conexión con este

caso proveniente de California, notamos que la segunda base elaborada en el caso Wolf

en apoyo de su error en dar efecto a la doctrina de exclusión contra los Estados radicó en

“otros medios” que fueron concedidos “al derecho a la privacidad”7. 338 U.S., en 30. La

experiencia de California que los referidos remedios han carecido de efecto y han sido

fútiles queda apuntalada a través de la experiencia de otros Estados. La obvia futilidad de

relegar la 4ta Enmienda a la protección a través de otros remedios ha, por otra parte, sido

reconocida por esta Corte desde el caso Wolf. Véase Irvine v. California, 347 U.S. 137

(1954).

Igualmente, ha puesto su rostro en contra de aquello que el caso Wolf llamó un

“testimonio de peso” del caso People v. Defore, 242 N.Y. 13, 150 N.E. 585 (1926). En

dicho caso, el magistrado (por entonces juez) Cardozo sostuvo que “la regla federal en su

forma actual es demasiado estricta o demasiado laxa”. 242 N.Y. at 22, 150 N.E. at 588.

7 Menos de la mitad de los Estados cuentan con algún tipo de norma que guarde relación directa con las

búsquedas y registros irracionales. Las sanciones punitivas de los 23 Estados que procuran controlar

tales invasiones al derecho a la privacidad pueden ser clasificadas de la siguiente manera:

Responsabilidad penal del declarante por solicitud maliciosa de orden judicial. – Código de Alabama,

1958, Tít. 15, § 99; Leyes de Alaska compiladas y anotadas, 1949, § 66-7-15; Leyes revisadas de

Arizona, 1956, § 13-1454; Código penal de California § 170; Leyes de Florida, 1959, § 933.16; Código

de Georgia Anotado, 1953, § 27-301; Código Anotado de Idaho, 1948, § 18-709; Código anotado de

Iowa, 1950, § 751.38; Leyes anotadas de Minnesota, 1947, § 613.54; Código de Montana revisado y

anotado, 1947, § 94-35-122; Leyes revisadas de Nebraska §§ 199.130, 199.140; Leyes anotadas de

New Jersey, 1940, § 33:1-64; Leyes penales de New York anotadas § 1786, Código de procedimiento

penal de New York § 811; Leyes Generales de North Carolina, 1953, § 15-27 (aplicable únicamente a los

funcionarios); Código anotado de North Dakota, 1960, §§ 12-17-08, 29-29-18; Leyes de Oklahoma,

1951, Tít. 21, § 585, Tít. 22, § 1239; Leyes revisadas de Oregon § 141.990; Código de South Dakota,

1939 (Supp. 1960), § 34.9904; Código anotado de Utah, 1953, § 77-54-21.

Responsabilidad penal del magistrado que emita una orden judicial sin la correspondiente declaración

jurada. -- Leyes generales de North Carolina, 1953, § 15-27; Código anotado de Virginia, 1960

Replacement Volume, § 19.1-89.

Responsabilidad penal del funcionario que intencionalmente exceda las facultades de la orden judicial.

-- Leyes anotadas de Florida, 1944, § 933.17; Código anotado de Iowa, 1950, § 751.39; Leyes anotadas

de Minnesota, 1947, § 613.54; Leyes revisadas de Nevada § 199.450; Leyes penales de New York § 1847,

Código de procedimiento penal de New York § 812; Código anotado de North Dakota, 1960, §§ 12-17-

07, 29-29-19; Leyes de Oklahoma, 1951, Tít. 21, § 536, Tít. 22, § 1240; Código de South Dakota, 1939

(Supp. 1960), § 34.9905; Código anotado de Tennessee, 1955, § 40-510; Código anotado de Utah,

1953, § 77-54-22.

Responsabilidad penal del funcionario por búsqueda con orden judicial inválida o sin ella. -- Código de

Idaho anotado, 1948, § 18-703; Leyes anotadas de Minnesota, 1947, §§ 613.53, 621.17; Leyes anotadas

de Montana, 1953, § 558.190; Códigos de Montana revisados y anotados, 1947, § 94-3506; Leyes

anotadas de New Jersey, 1940, § 33:1-65; Leyes penales de New York § 1846; Código anotado de North

Dakota, 1960, § 12-17-06; Leyes anotadas de Oklahoma, 1958, Tít. 21, § 535; Código anotado de Utah,

1953, § 76-28-52; Código anotado de Virginia, 1960 Replacement Volume, § 19.1-88; Código de

Washington revisado §§ 10.79.040, 10.79.045

Sin embargo, la fuerza de tal razonamiento se ha visto viciada en gran medida por

decisiones posteriores de esta Corte. Estas incluyen el reciente descarte de la doctrina de

la “bandeja de plata” la cual permite la utilización en procedimientos judiciales federal de

evidencia recogida en violación a la Constitución por agentes estatales, Elkins v. United

States, supra; la relajación de los requisitos anteriormente estrictos en cuanto a

legitimación para impugnar el uso de pruebas así obtenidas, de manera que actualmente

el procedimiento de exclusión “en última instancia referidas a las garantías

constitucionales” está disponible para cualquiera incluso “legítimamente en las premisas”

ilegalmente buscadas, Jones v. United States, 362 U.S. 257 (1960); y, finalmente, la

formulación de un método a fin de prevenir el uso de evidencia inconstitucionalmente

obtenida por agentes federales por parte de funcionarios estatales, Rea v. United States,

350 U.S. 214 (1956). Habida cuenta que no existe una fórmula fija, nos encontramos

reconocidamente con “cuestiones recurrentes relativas a la razonabilidad de los

registros”, pero no puede esperarse menos cuando se trata de la Constitución, y, de todas

formas, “la razonabilidad cuya determinación corresponde [al Juzgado Federal]…”. United

States v. Rabinowitz, 339 U.S. 56 (1950).

Por tanto surge claramente que las actuales consideraciones que apoyan la falla del caso

Wolf en incluir la regla de exclusión del caso Weeks cuando reconoció la aplicabilidad del

derecho a la privacidad contra los Estados en 1949, aunque no resulta básicamente

relevante para el análisis constitucional, no podría, ahora ser considerada como

controlante.

III

Algunos años después del caso Wolf, en respuesta a una solicitud presentada aquí período

tras período a fin que revoquemos la doctrina relativa a la aplicabilidad de la regla de

exclusión del caso Weeks, esta Corte indicó que ello no sería realizado hasta que los

Estados hubieran “adecuado la oportunidad para adoptar o rechazar la regla [del caso

Weeks]”. Irvine v. California, supra, en 134. Nuevamente, se dijo:

Nunca hasta junio de 1949 esta Corte ha sostenido que la prohibición básica

de búsquedas y registros sea aplicable a los Estados bajo la 14ta Enmienda.

Ibid. Únicamente en el último período, tras considerar cuidadosamente un reexamen del

caso Wolf, supra, la Corte señaló que “los principios rectores” referidos a las búsquedas y

registros y el problema de su admisibilidad “parecían claros” (en la p. 212) hasta el

anuncio en el caso Wolf “que la cláusula del Debido Proceso de la 14ta Enmienda no

requiere por sí misma que los tribunales estatales adopten la regla de exclusión” del caso

Weeks. En la p. 213. Al mismo tiempo, la Corte señaló,

que la doctrina constitucional subyacente establecida por el caso Wolf…que la

Constitución Federal prohíbe búsquedas y registros irrazonables por parte de

funcionarios estatales

ha minado el “fundamento en el cual la admisibilidad de las evidencias obtenidas por los

Estados en procesos federales se sustentaba originalmente…”. Ibid. La Corte concluyó

que ello, por tanto, obligaba a sostener, a pesar de que eligió el terreno más estrecho en

el que hacerlo, que toda evidencia obtenida a través de una búsqueda y registro

inconstitucional resultaba inadmisible ante un tribunal federal sin importar su fuente. El

día de hoy, una vez más, examinamos la postura constitucional del caso Wolf respecto al

derecho a la privacidad frente a irracionales intrusiones de parte del Estado, y, tras una

docena de años en nuestros libros, guiados por el mismo venimos a cerrar la única puerta

a un tribunal que permanece abierta a las evidencias obtenidas por funcionarios

desordenados en flagrante abuso a un derecho básico, reservado a todas las personas

como una garantía específica contra tal conducta ilegal. Sostenemos, pues, que toda

evidencia obtenida a través de búsquedas y registros realizadas en violación a la

Constitución resultan, en virtud de tal autoridad, inadmisible ante un tribunal estatal.

IV

Desde que el derecho a la privacidad de la 4ta Enmienda ha sido declarado exigible contra

los Estados a través de la cláusula del Debido Proceso de la 14ta Enmienda, resulta

aplicable a ellos la misma sanción de exclusión utilizada contra el Gobierno Federal. Si

ello fuera de otra manera, si no existiera la regla del caso Weeks el seguro contra

búsquedas y registros irracionales realizados por funcionarios federales serían “solo

palabras” sin valor e indignas de mención en una carta perpetua de inestimables

libertades humanas, asimismo, sin esta regla, la libertad frente a las invasiones estatales

serían tan efímeras y estarían tan claramente separadas de su nexo conceptual con la

libertad frente a todos los medios brutales de coaccionar la obtención de evidencia que

merecerían alta consideración de parte de esta Corte como una libertad “implícita en el

concepto ordenado de libertad”. Cuando esta Corte sostuvo en el caso Wolf que la

Enmienda era aplicable a los Estados a través de la cláusula del Debido Proceso, los casos

de esta Corte, como ya lo hemos visto, ha sostenido firmemente que como a los

funcionarios federales la 4ta Enmienda incluye la exclusión de evidencia obtenida en

violación a sus disposiciones. Incluso el caso Wolf “adhirió resueltamente” a esta

proposición. El derecho a la privacidad, una vez admitido como operativamente exigible

contra los Estados, no es susceptible de destrucción a través de la erosión de la sanción

de la que su protección y disfrute han sido consideradas dependientes en los casos Boyd,

Weeks y Silverthorne. Por tanto, al extender la protección sustantiva del debido proceso

a todas las búsquedas y registros constitucionalmente irracionales – estatal o federal –

resultaba lógica y constitucionalmente necesaria que la doctrina de exclusión – como una

parte esencial del derecho a la privacidad – sea también considerada como un ingrediente

esencial del derecho recientemente reconocido en el caso Wolf. En pocas palabras, la

admisión del nuevo derecho constitucional en el caso Wolf no puede tolerar

consistentemente la denegación de su más importante privilegio constitucional, es decir,

la exclusión de las pruebas a cuya entrega se ha forzado al acusado a través de una

búsqueda ilegal. Sostener lo contrario, implica reconocer el derecho pero retener sus

privilegios y su disfrute. Solo el año pasado la Corte ha reconocido que el propósito de la

regla de exclusión

es disuadir – obligar al cumplimiento de la garantía constitucional a través de

la única vía efectivamente disponible – removiendo los incentivos para su no

cumplimiento.

Elkins v. United States, supra, en 217.

Ciertamente, no tenemos conocimiento de ninguna restricción similar a la rechazada el

día de hoy, que condicione el cumplimiento de cualquier derecho constitucional básico.

El derecho a la privacidad, no menos importante que cualquier otro de los derechos

cuidadosa y particularmente reservados al pueblo, se situaría en marcado contraste con

el resto de los derechos declarados como "básicos para una sociedad libre”. Wolf v.

Colorado, supra, en 27. Esta Corte no ha dudado en hacer cumplir contra los Estados tan

estrictamente como lo hace contra el Gobierno Federal los derechos de libertad de

expresión y de prensa, los derechos de aviso, y a un juicio público y justo, incluido el

derecho a no ser condenado a través de la utilización de una confesión obtenida en forma

coercitiva, por lógicamente relevante que sea y sin tomar en cuenta su fiabilidad. Rogers

v. Richmond, 365 U.S. 534 (1961). Y nada podría ser más cierto que, cuando una

confesión forzada está involucrado, "las normas pertinentes de la evidencia" no prevalezca

sin tener en cuenta "la incidencia de tal conducta por la policía", ligera o frecuente. ¿Por

qué no podría aplicarse la misma regla a lo que es equivalente a un testimonio

coercionado a través búsquedas e incautaciones de bienes, papeles, efectos, documentos,

etc.? Sostenemos que, al igual que con relación al Gobierno Federal, la 4ta y 5ta

Enmiendas, respecto a los Estados, la libertad frente a las inconscientes invasiones a la

privacidad y la libertad frente a condenas basadas en confesiones forzosas disfruta de

una “íntima relación”8 en la perpetuación de los “principios de humanidad y libertad civil

[asegurados]…solo tras años de lucha”. Bram v. United States, 168 U.S. 532 (1897). Éstos

expresan “frases complementarias del mismo propósito constitucional de mantener

inviolables amplias áreas de la privacidad personal”. Feldman v. United States, 322 U.S.

187 (1944). La filosofía de cada Enmienda y de cada libertad es complementaria a, aun

cuando no dependiente, las demás en su esfera de influencia – el fin último que juntas

aseguren en cada ámbito que ninguna persona será condenada con base a pruebas

inconstitucionales. Cf. Rochin v. California, 342 U.S. 165 (1952).

V

Por otra parte, nuestra decisión que señala que la regla de exclusión es parte tanto de la

4ta Enmienda como de la 14ta Enmienda no constituye únicamente un dictado lógico de

8 Comparar los casos Waley v. Johnson, 316 U.S. 101 (1942), y Chambers v. Florida, 309 U.S. 227

(1940), con los casos Weeks v. United States, 232 U.S. 383 (1914), and Wolf v. Colorado, 338 U.S. 25

(1949).

casos anteriores, sino igualmente deriva del sentido común. No existe antagonismo entre

la Constitución y el sentido común. Ahora, un fiscal federal no puede utilizar una evidencia

ilegalmente obtenida, empero, un fiscal estatal al otro lado de la calle puede, aun cuando

supuestamente se encuentre cubierto por las mismas disposiciones de las mismas

Enmiendas. Así, el Estado, admitiendo evidencia ilegalmente obtenida, alienta la

desobediencia hacia la Constitución Federal a cuyo cumplimiento está obligado. Además,

como se dijo en el caso Elkins, “la real esencia de un sano federalismo consiste en evitar

conflictos innecesarios entre los tribunales estatales y federales”. 364 U.S., en 221. Tal

conflicto, en lo sucesivo innecesario, se presentó en este mismo período en el caso Wilson

v. Schnettler, 365 U.S. 381 (1961), en el cual a pesar de la promesa del caso Rea, hemos

dado pleno reconocimiento a nuestra práctica al respecto negándonos a restringir el

testimonio de un funcionario federal ante un tribunal estatal con relación a una evidencia

obtenida por éste en cumplimiento de sus labores. Sin embargo, el doble estándar

reconocido hasta el día de hoy pone en práctica dicha tesis. En los estados que no cuentan

con regla de exclusión, los funcionarios federales, siendo humanos, pueden ser invitados

a, y nuestros casos así lo indican, cruzar la calle hasta el despacho de un fiscal estatal con

su evidencia inconstitucionalmente obtenida. Un proceso penal que tenga por base tal

evidencia se realiza, pues, ante un tribunal estatal en total contravención a la obligatoria

4ta Enmienda. Si los frutos de un registro inconstitucional resultaban admisibles tanto en

los tribunales estatales como federales, tal incentivo a la evasión ha sido eliminado antes.

No es necesario reconciliar los casos Rea e Schnettler, puesto que cada uno destaca las

peligrosas incertidumbres de nuestro, hasta ahora, enfoque ambivalente.

La cooperación federal-estatal en la solución de un hecho punible bajo estándares

constitucionales debe ser promovida, aunque sólo sea por el reconocimiento de su

obligación ahora mutua de respetar los mismos criterios fundamentales en sus enfoques.

“Sin embargo, por mucho que en un caso particular, la insistencia sobre tales normas

puede aparecer como un tecnicismo que conduce a beneficiar a una persona culpable, la

historia del derecho penal demuestra que la tolerancia de métodos de atajo en el

cumplimiento de la ley perjudica su eficacia perdurable”. Miller v. United States, 357 U.S.

301 (1958). Negar atajos a una sola de la partes cooperantes en el cumplimiento de la

ley, tiende a originar legítimas sospechas de “acuerdos de trabajo” cuyos resultados

resultan igualmente contaminados. Byars v. United States, 273 U.S. 28 (1927); Lustig v.

United States, 338 U.S. 74 (1949).

Hay quienes digan, como lo hizo el magistrado (por entonces juez) Cardozo, que, bajo

nuestra doctrina constitucional de exclusión, “el criminal debe quedar libre porque la

policía cometió un error”. People v. Defore, 242 N.Y. at 21, 150 N.E. at 587. En algunos

casos, eso sin lugar a dudas vendrá a ser el resultado9. Pero, como se ha dicho en Elkins,

9 Como es siempre el caso, no obstante, los requerimientos procesales estatales que rigen la

presentación y trámite de impugnaciones constitucionales directa o colaterales a los procesos penales

deben ser respectados. Notamos, por otra parte, que la clase de condenas estatales posiblemente

afectadas por la presente decisión cuanta con un margen relativamente estrecho cuando se lo compara

“existe otra consideración – el imperativo de la integridad judicial”. 364 U.S., en 222. El

criminal queda libre, si así debe ser, pero es la ley la que lo pone en libertad. Nada puede

destruir un gobierno tan rápido como su incapacidad para observar sus propias leyes, o

peor, su indiferencia ante su misma existencia. Y como el Sr. Magistrado Brandeis, en

disidencia, lo señaló en el caso Olmstead v. United States, 277 U.s. 438 (1928):

Nuestro Gobierno es el potente, el maestro omnipresente. Para bien o para

mal, instruye a todo el pueblo a través de su ejemplo…Si el Gobierno rompe la

ley, alimenta su incumplimiento, e invita a todo hombre a convertirse en la

misma ley; invita así a la anarquía.

Tampoco puede suponerse a la ligera que, como cuestión práctica, la adopción de la regla

de exclusión encadena a la aplicación de la ley. Únicamente el año pasado, esta Corte

consideró expresamente tal disputa y sostuvo que “evidencia pragmática de una especie”,

en sentido contrario no faltaba. Elkins v. United States, supra, en 218. La Corte sostuvo

Los tribunales federales por sí mismo han operado bajo la regla de exclusión

del caso Weeks durante casi medio siglo; y no se ha sugerido que el Federal

Bureau of Investigation10 haya dejado de ser efectivo, o que la administración

de la justicia penal en los tribunales federal se haya visto interrumpida.

Además, la experiencia de los estados es inexpresiva…El movimiento hacia la

regla de exclusión se ha detenido, pero resulta aparentemente inexorable.

Id. en 218-219.

El innoble atajo hacia la condena que aún se permite a los Estados tiende a destruir todo

el sistema de restricciones constitucionales sobre el cual descansan las libertades del

pueblo11. Habiendo reconocido que el derecho a la privacidad protegido por la 4ta

Enmienda resulta aplicable a los Estados, y que el mismo deba verse asegurado a través

del derecho a ser protegido contra invasiones rudas de la privacidad por parte de

funcionarios estatales cuenta, pues, con origen constitucional, ya no podemos permitir

que este derecho siga siendo una promesa vacía. Considerando que es aplicable de la

misma manera y con iguales efectos que los demás derechos básicos protegidos por la

cláusula del Debido Proceso, ya no podemos permitir que éste resulte revocable al

con los casos Burns v. Ohio, 360 U.S. 252 (1959); Griffin v. Illinois, 351 U.S. 12 (1956) y Herman v.

Claudy, 350 U.S. 116 (1956). En estos casos, se suscitó la misma discusión mostrándose infundada al

final. En todo caso, más demora en alcanzar el resultado actual no podría tener otro efecto que en el

compuesto de las dificultades.

10 Véanse las declaraciones del señor Hoover, Director del Federal Bureau of Investigation, FBI Law

Enforcement Bulletin, septiembre de 1952, pp. 1-2, citadas en Elkins v. United States. 364 U.S. 206

(1960), nota 8.

11 Cf. Marcus v. Search Warrant, post, p. 717.

capricho de cualquier agente de policía el cual, en nombre de la ley, escoja suspender su

disfrute. Nuestra decisión, fundada en la razón y en la verdad, no otorga a los individuos

más que aquello que la misma Constitución le asegura, al oficial de policía no más que

aquello que a lo cual el cumplimiento honesto de la ley le permite, y a los tribunales, la

integridad judicial tan necesarias para la recta administración de justicia.

Se revoca el fallo de la Corte Suprema de Ohio y se devuelven los autos para un nuevo

pronunciamiento acorde con lo aquí expuesto.

Revocado y reenviado.

Así se ordena.

Earl Warren, Tom Campbell Clark, Hugo Lafayette Black, Felix Frankfurter, William Orville

Douglas, John Marshall Harlan, William J. Brennan Jr., Charles Evans Whittaker, Potter

Stewart.

_____________________

EL SR. MAGISTRADO BLACK, concurre con el resultado:

Durante alrededor de cincuenta años, a partir del fallo de esta Corte en el caso Weeks v.

United States,1 los tribunales federales han denegado la admisión de evidencia obtenida

contra un acusado de sus papeles y efectos a través de “búsquedas y registros

irrazonables” en violación a la 4ta Enmienda. En el caso Wolf v. Colorado, en 1948, sin

embargo, la Corte sostuvo que

al procesar un delito estatal en un tribunal estatal, la 14ta Enmienda no

impide la admisión de evidencia obtenida a través de una búsqueda o registro

irracional2.

Adherí a tal conclusión con el siguiente razonamiento:

Por las razones indicadas en mi voto disidente en el caso Adamson v.

California, 322 U.S. 46 (1947), estoy de acuerdo con la opinión de la corte en

que la prohibición de la 4ta Enmienda relativa a “búsquedas y registros

irrazonables” es aplicable a los Estados. En consecuencia, opinaría que el fallo

debería revocarse en caso de pensar que la 4ta Enmienda no solo prohíbe

“búsquedas y registros irrazonables”, pero también, por sí misma, impide el

uso de evidencia ilegalmente obtenida. Empero, estoy de acuerdo con lo que

parece ser una simple implicación de la opinión de la Corte en que la regla

1 232 U.S. 383, resuelto en 1914.

2 338 U.S. 25.

federal de exclusión no constituye una orden de la 4ta Enmienda, sino que tal

regla constituye una creación judicial que puede ser negada por el Congreso3.

Sigo sin estar persuadido que la 4ta Enmienda, por sí misma, resulte suficiente para

impedir la utilización de evidencia contra un acusado que haya sido obtenida de sus

papeles y efectos en violación a sus disposiciones. Puesto que la 4ta Enmienda no contiene

una disposición que excluya en forma expresa la utilización de dicha evidencia, mantengo

serias dudas en que tal cuestión pueda ser inferida de nada más que la disposición relativa

a búsquedas y registros irrazonables. Reflexionar acerca de este problema, sin embargo,

a la luz de los casos presentados ante esta Corte desde el caso Wolf, me ha llevado a

concluir que, cuando la exclusión de las búsquedas y registros irrazonables de la 4ta

Enmienda, es considerada en forma conjunta con la prohibición de autoincriminación de

la 5ta Enmienda, emerge una base constitucional que no solo justifica, sino que exige la

aplicación de la regla de exclusión.

La cercana relación entre la 4ta Enmienda y la 5ta Enmienda, tal como se aplica al presente

problema4, ha sido ampliamente reconocida y, ciertamente, ha constituido el fundamento

expreso de la decisión tomada por esta Corte en el caso Boyd v. United States5. Aquí, la

Corte trató en forma completa esta relación y se declaró

incapaz de percibir la manera en la cual la incautación de un libro privado o

papeles pertenecientes a una persona a fin de utilizarlos como evidencia en

contra suya difiere sustancialmente de obligar a una persona a declarar contra

sí misma6.

Con base en tal razonamiento el Sr. Magistrado Rutledge sustentó su opinión disidente

en el caso Wolf7. Y, no obstante haber rechazado tal argumento en ese tiempo, su fuerza,

al menos en lo que a mí respecta, ha devenido convincente gracias comprensión más

completa del problema planteado a través de los recientes casos analizados. En el análisis

final, soy de opinión que la doctrina del caso Boyd, aunque tal vez no es requerida por el

texto expreso de la Constitución, interpretada en forma estricta, se encuentra

ampliamente justificada desde un punto de vista histórico, sólidamente basada en la

razón y enteramente consistente con lo que considero el enfoque adecuado para encarar

3 Id. en 39-40.

4 La interrelación entre la 4ta Enmienda y la 5ta Enmienda en este punto, por supuesto, no justifica una

interpretación estrecha de alguna de estas enmiendas con relación a áreas en las cuales operan en forma

separada. Véase Feldman v. United States, 322 U.S. 487 (voto disidente); Frank v. Maryland, 359 U.S. 360

(voto disidente).

5 116 U.S. 616.

6 Id. en 633.

7 338 U.S. en 47-48.

la interpretación de la Declaración de Derechos – un enfoque muy bien expuesto por el

Sr. Magistrado Bradley en el caso Boyd:

Las previsiones constitucionales relativas a la seguridad de la persona y la

propiedad han de ser interpretadas en forma liberal. Una interpretación literal

les priva de la mitad de su eficacia, y lleva a una depreciación gradual del

derecho, como si consistieran más en sonido que en sustancia. Constituye un

deber de los tribunales proteger los derechos constitucionales de los

ciudadanos de cualquier intrusión sigilosa contra los mismos8.

El caso Rochin v. California9, que resolvimos tres años después del caso Wolf, autenticó,

creo, la solvencia de la postura expresada por los Sres. Magistrados Bradley y Rutledge

con relación a la interrelación entre la 4ta Enmienda y la 5ta Enmienda como fundamento

del requerimiento de la exclusión de las evidencias inconstitucionales. En el caso Rochin,

tres oficiales de policía, actuando sin orden judicial ni causa probable, ingresaron a la

residencia de Rochin a fin de realizar una búsqueda, y echaron abajo la puerta del

dormitorio en el cual se encontraban Rochin y su esposa. Al ingresar al mismo, se

observaron que Rochin se llevaba a la boca y tragaba dos pequeñas cápsulas.

Inmediatamente lo detuvieron y esposándolo lo condujeron a un hospital, donde tales

cápsulas fueron recuperadas a través de un lavado estomacal. La investigación demostró

que las cápsulas contenían morfina, y tal evidencia fue utilizada como base para su

condena ante un tribunal estatal.

Cuando se objetó la validez de tal condena ante esta Corte, nos vimos ante un ejemplo

casi perfecto de la interrelación existente entre la 4ta Enmienda y la 5ta Enmienda. Sin

embargo, cada miembro de esta Corte que participó en la decisión del caso reconoció

dicha interacción y se basaron en ella, al menos en alguna extensión, al justificar la

revocación de la condena de Rochin. La mayoría, aun cuando se cuidó atentamente de no

mencionar la disposición de la 5ta Enmienda que señala que no “se podrá obligar a nadie

8 116 U.S. en 635. Tal como lo expone la Corte, el enfoque del Sr. Magistrado Bradley con relación a la

interpretación de la Declaración de Derechos proviene directamente del espíritu con el cual la gran carta

de libertad fue ofrecida para su adopción en la sala de la Cámara de Representantes por su redactor,

James Madison:

Si ellas [las primeras diez enmiendas] fueran incorporadas a la Constitución, los tribunales

de justicia independientes se considerarán a sí mismos en forma peculiar como los

guardianes de tales derechos; serán un baluarte impenetrable contra cualquier asunción de

poder de parte del Legislativo o del Ejecutivo; resistirán con naturalidad cualquier invasión

contra tales derechos expresamente estipulados en la Constitución a través de la

Declaración de Derechos.

I Anales del Congreso 439 (1789)

9 342 U.S. 165.

a testificar contra sí mismo”, demostró al menos que no desconocía la existencia de tal

provisión, indicando:

Las confesiones forzosas ofenden al sentido de juego limpio y decencia de la

comunidad…Ello implicaría poner en ridículo a la responsabilidad que el curso

de la historia depositó sobre esta Corte para sostener que, para condenar a

una persona, la policía no puede extraer por la fuerza lo que se encuentre en

su mente pero sí lo que se encuentra en su estómago10.

Los métodos utilizados por la policía fueron entonces, de acuerdo con la mayoría,

“demasiado cerca de la rueca y del tornillo como para permitir una diferenciación

constitucional”11 y la condena fue revocada bajo el fundamento que estos métodos

violaban la cláusula del Debido Proceso de la 14ta Enmienda pues el trato acordado a

Rochin fue una suerte de “cargo de consciencia” una “ofensa al sentido de justicia” y falta

al “respeto merecido por la decencia de la conducta civilizada”12.

Adherí a la revocación de la condena del caso Rochin, pero con el argumento que la 14ta

Enmienda hace aplicable la prohibición de autoincriminación de la 5ta Enmienda a los

Estados y que, dado su alcance amplio antes que restringido, esta norma impide la

introducción de esta “cápsula” de evidencia tanto como habría prohibido el uso de

palabras que Rochin pudiera haber sido coaccionado a pronunciar13. Al arribar a esta

conclusión, cité y me basé en el caso Boyd, la doctrina constitucional que consideré,

necesaria, para fundar mi posición en este caso. Allí, sin embargo, este punto de vista se

encontró definitivamente en minoría, siendo que únicamente el Sr. Magistrado Douglas y

yo rechazamos este estándar flexible e incierto del test del “shock de consciencia”

utilizado por la opinión mayoritaria14.

Dos años después de Rochin, en el caso Irvine v. California15, una vez más debimos decidir

acerca de la validez de una condena basada en evidencia obtenida de manera claramente

inconstitucional y podría decirse que chocante para la conciencia. Los cinco votos

redactados por esta Corte en dicho caso demuestran que la absoluta confusión e

incertidumbre generadas por los casos Wolf y Rochin. En su voto concurrente el Sr.

10 Id. en 173.

11 Id. en 172.

12 Id. en 172, 173.

13 Id. en 174-177.

14 Véase el voto concurrente del Sr. Magistrado Douglas, en id. 177-179

15 347 U.S. 128.

Magistrado Clark enfatizó la insatisfactoria naturaleza del “test del shock de consciencia”

creado por la corte, afirmando que tal test

genera tal incertidumbre e imprevisibilidad que sería imposible predecir – más

que por conjeturas – cuan descarada debe ser la invasión a la privacidad en

orden a permitirle resguardarse en los brazos protectores de la Constitución.

En verdad, el resultado práctico de tal enfoque ad hoc es simplemente que,

cuando cinco Magistrados se vean lo suficientemente indignados por la acción

de la policía local, puede revertirse una condena y un hombre culpable puede

ser liberado16.

Solo una cuestión ha derivado con total claridad del caso Irvine – que siete magistrados

rechazaron el estándar constitucional del “shock de consciencia” enunciado en los casos

Wolf y Rochin. Empero, incluso esto no redujo la confusión en esta área de la ley, pues

siguió la existencia de precedentes mutuamente inconsistentes, junto con la inhabilidad

de la Corte para alcanzar una mayoría clara en el caso Irvine, dejó la situación tan incierta

como lo había sido antes17. Finalmente, el día de hoy, aclaramos tal incertidumbre. Tal

como entiendo la opinión de la Corte del día de hoy, una vez más rechazamos el confuso

estándar del “shock de consciencia” de los casos Wolf y Rochin y, en su lugar, revocamos

esta condena estatal con fundamentos en la precisa, inteligible y muy predecible doctrina

constitucional enunciada en el caso Boyd. Adhiero totalmente a lo expresado por el Sr.

Magistrado Bradley respecto a que las dos Enmiendas en las cuales se basa la doctrina del

caso Boyd son de vital importancia en nuestro esquema de libertad y que ambas requieren

una interpretación amplia antes que una restrictiva. Los tribunales de la nación deben

conocer con la mayor seguridad el alcance que cubren. La opinión de la corte, desde mi

punto de vista, disipa tal duda e incertidumbre en este campo del derecho constitucional,

y estoy convencido, por éstas y otras razones que debemos apartarnos de puntos de vista

previos, para aceptar como obligatoria en este caso estatal la doctrina del caso Boyd y

adhiero íntegramente al fallo que está de acuerdo con tal doctrina constitucional.

Hugo Lafayette Black

_____________________

EL SR. MAGISTRADO DOUGLAS concurre con el resultado:

Aun cuando haya adherido a la opinión de la Corte, he de agregar algunas palabras. Este

caso penal se inició a raíz de un registro ilegal. La policía ingresó en una residencia por

vía de la fuerza y tomó documentos que, posteriormente, fueron utilizados para obtener

la condena de la ocupante de la misma.

16 Id. en 138.

17 Véase igualmente United States v. Rabinowitz, 339 U.S. 56, 66-68 (opinión disidente).

La misma residía con su hija, una adolescente de quince años, en el segundo

departamento de un dúplex en Cleveland. Alrededor de la 1.30 por la tarde del día 23 de

mayo de 1957, tres agentes de policía arribaron a su residencia. Pulsaron el timbre, y la

recurrente, asomándose a la ventana, les preguntó qué necesitaban. De acuerdo al

testimonio posterior, los agentes llegaron a su casa gracias a

una fuente confidencial según la cual en su residencia se escondía una persona

buscada para ser interrogada a raíz de un bombardeo reciente1.

A una pregunta formulada por la recurrente, éstos respondieron que únicamente

deseaban hablar con ella y que no indicarían el objeto respecto al cual deseaban charlar.

La recurrente, que había contratado a un abogado en el marco de un litigio civil pendiente,

señaló a los agentes que contactaría con éste a fin de indagar si debía o no permitirles la

entrada. Con el consejo de su abogado, ésta señaló que únicamente les permitiría pasar

en caso que contaran con una orden judicial válida. Durante dos horas y media, la policía

sitió la casa. A las cuatro en punto, su número se incrementó hasta llegar a siete. El

abogado de la recurrente se presentó en el lugar y uno de los agentes señaló que ahora

contaban con una orden judicial, empero, se negó a exhibirla. Por el contrario,

dirigiéndose a la puerta trasera, el oficial primero trató de derribarla a puntapiés, y,

cuando tal intento se mostró infructuoso, éste rompió el vidrio de la puerta y la abrió por

la parte de adentro.

La recurrente, que se encontraba en las escaleras que conducían a su residencia requirió

ver la orden judicial, empero el oficial se negó a exhibirla, no obstante, agitó un papel

ante su rostro. Ésta lo tomó y lo escondió dentro de su vestimenta. El agente de policía la

tomó, recuperó el papel, y la esposó a otro agente. La misma fue conducida escaleras

arriba y puesta en la recámara más amplia del departamento en cuya cama fue obligada

a sentarse. Mientras tanto, los demás agentes ingresaron a la residencia y realizaron una

minuciosa búsqueda en cada una de las cuatro habitaciones del departamento así como

en el sótano de la casa.

Los testimonios con relación a este punto no resultan contradictorios. El enfoque de los

policías, su larga espera del lado policías, su larga espera en el exterior de la residencia,

observando cada puerta; la llegada de refuerzos armados con un papel2; su ingreso a la

1 Esta “fuente confidencial” señaló a la policía, en la misma comunicación, que “había gran cantidad de

parafernalia política oculta en la casa”.

2 La pretendida orden judicial ha desaparecido del caso. El Estado no realizó intento alguno por

demostrar su existencia, su emisión o contenido, ni en la audiencia preliminar correspondiente a la

moción para suprimirla ni en el juicio. La Corte Suprema de Ohio señaló:

casa; reteniendo a la recurrente y esposándola; numerosos agentes revisando cada cuarto

y mueble o utensilio mientras la misma se hallaba sentada, una prisionera en su propia

habitación. Existe un conflicto directo en el testimonio, no obstante, con relación al lugar

en que fue hallada la evidencia que sirvió de base a la condena. Para comprender el

significado de este conflicto, hemos de entender que el presente caso se fundamenta en

la posesión con pleno conocimiento3 de cuatro pequeños panfletos, un par de fotografías

y un pequeño lápiz garabateado – a los cuales se atribuyó el carácter de pornográficos.

Según los agentes de policía que participaron en la búsqueda, estos artículos fueron

hallados, algunos en los armarios y otros en una maleta ubicada bajo su cama. Según la

recurrente la mayor parte de ellos fueron hallados en una caja de cartón guardada en el

sótano; y una en la maleta ubicada bajo su cama. Todo este material señaló la recurrente

– y una amiga de ésta – eran chucherías pertenecientes a un huésped reciente, un hombre

que se marchó de pronto a New York siendo detenido allí. Según la lectura que de la ley

realizó la Corte Suprema de Ohio bajo la cual se imputaron los cargos a la recurrente, ésta

resulta culpable sin importar la veracidad o no de la historia.

La Corte Suprema de Ohio confirmó la condena aun cuando ésta se basó en documentos

obtenidos a través de una búsqueda ilegal. Al respecto, en Ohio, la evidencia obtenida a

través de una búsqueda no autorizada es admisible en un proceso penal, siempre que no

haya sido obtenida “de la persona del acusado a través de la utilización de fuerza bruta

en contra del mismo”. State v. Mapp, 170 Ohio St. 427, 166 N.E.2d at 388, syllabus 2; State

v. Lindway, 131 Ohio St. 166, 2 N.E.2d 490. Esta evidencia, no obstante, resulta

inadmissible en un proceso federal. Weeks v. United States, 232 U.S. 383; Elkins v. United

States, 364 U.S. 206. Por lo expuesto en el ultimo fallo citado,

la 14ta Enmienda…impuso a los tribunales de los Estados Unidos y a los

funcionarios federales, para lo que respecta al ejercicio su poder y autoridad,

ciertos límites y restricciones…

Existen, en autos, dudas considerables con respecto a si realmente existió una orden

judicial para registrar la residencia de la acusada…Efectivamente…no existe orden judicial

alguna que autorice la búsqueda…de cualquier “libro, dibujo [o] fotografía lasciva”

170 Ohio St. 427, 430, 166 N.E.2d 387, 389 (énfasis suplido).

3 El Código Revisado de Ohio en el §2905.34 dispone:

Nadie podrá, con pleno conocimiento…tener en su posesión o bajo su control libros

obscenos u oscuros [o]…figuras…” “Quien viole esta norma será multado con menos

doscientos y no más de dos mil dólares o con pena privativa de libertad no menor a uno ni

mayor a siete años o ambos.

Id. 391-392. Sin embargo, se sostuvo que la evidencia obtenida (en este caso documentos

y correspondencia) de una residencia sin una orden judicial no resultaba admisible en un

proceso federal.

En el caso Wolf v. Colorado, 338 U.S. 25, sostuvimos que la 4ta Enmienda era aplicable a

los Estados a través de la cláusula del Debido Proceso de la 14ta Enmienda. Empero, la

mayoría señaló que la regla de exclusión del caso Weeks no constituía un requerimiento

hecho a los Estados, sino que éstos estaban en posición de aplicar las sanciones de su

elección. Esta postura tuvo los votos para llevarse el día. Sin embargo, con todo el debido

respeto, no constituyó la voz de la razón o de los principios.

Como se dijo en el caso Weeks, si la evidencia es tomada en violación a la 4ta Enmienda

puede ser utilizada contra un acusado, “su derecho a ser protegido contra tales búsquedas

y registros carece de valor, y… bien podría ser excluida de la Constitución”. 232 U.S., en

393.

Cuando permitimos a los Estados otorgar sanción constitucional a este “negocio en mal

estado” de entrada ilegal a una residencia (por utilizar la expresión del Sr. Magistrado

Murphy en el caso Wolf v. Colorado, en 46), privamos a la 4ta Enmienda de mucha fuerza

significativa. Existen, por supuesto, otros remedios teóricos. Una constituye una acción

disciplinaria dentro de la jerarquía del sistema de policía, incluido el procesamiento del

agente de policía por hechos punibles. Así, como lo dijo el Sr. Magistrado Murphy en el

caso Wolf v. Colorado, en 42:

El auto-escrutinio constituye un noble ideal, empero su exaltación alcanza

nuevos horizontes cuando esperamos que un Fiscal se procese a sí mismo o a

sus subordinados por bien demostradas violaciones a la cláusula de búsqueda

y cateo durante un procedimiento fiscal ordenado por él o por sus asociados.

El único remedio que queda, en caso de no requerirse la exclusión de la evidencia, radica

en una acción por prevaricación promovida por el dueño de la casa contra el agente que

haya ofendido. El Sr. Magistrado Murphy demostró cuan onerosa y difícil vendría a ser

para el ciudadano promover tal acción, y cuan magro el alivio en caso de triunfar el

ciudadano. 338 U.S. 42. La verdad es que acciones promovidas contra los oficiales que

realicen búsquedas y registros ilegales son solamente remedios ilusorios.

Sin acción judicial que torne aplicable la regla de exclusión aplicable a los Estados, Wolf

v. Colorado, en forma práctica, redujo las garantías contra las búsquedas y registros

ilegales a “letras muertas”, como lo sostuvo el Sr. Magistrado Rutledge en su voto

disidente. Véase 338 U.S. en 47.

El caso Wolf v. Colorado, supra, fue resuelto en 1949. El resultado inmediato fue una

tormenta de controversias constitucionales que únicamente viene a concluir el día de hoy.

Creo que el presente es un caso apropiado con el cual dar por concluida la asimetría

introducida al derecho a través del caso Wolf. Véanse, Stefanelli v. Minard, 342 U.S. 117;

Rea v. United States, 350 U.S. 214; Elkins v. United States, supra; Monroe v. Pape, 365

U.S. 167. Éste es un caso apropiado pues los hechos que presenta demuestran – tal como

los demás – la casual arrogancia de aquellos que cuentan con el poder sin límites para

invadir nuestras residencias y catear nuestras personas.

Igualmente es un caso apropiado en el más estrecho y técnico sentido. Las cuestiones de

la ilegalidad de la búsqueda y la admisibilidad de la evidencia han sido presentadas a los

tribunales estatales, y fueron debidamente analizadas aquí de acuerdo con la regla

práctica aplicable4. La cuestión fue expuesta en el recurso, en el sumario jurisdiccional y

en el memorial del recurrente con relación al fondo5. Cierto es que el argumento fue

mayormente dirigido a otra cuestión planteada por el caso, empero ello casi siempre es

así. Véase Rogers v. Richmond, 365 U.S. 534. Por supuesto, un defensor ferviente de una

posición siempre cree que, si tan solo tuviera una oportunidad adicional para presenter

un argumento, su postura prevalecería. Empero, sometida a la dirección de la discresión

de un tribunal, todo argumento debe al fin arribar a un término. Esto es especialmente

cierto en cuanto a un tema sobre el cual esta Corte dijo el año pasado que “los argumento

de los antagonistas y protagonistas han sido tantas veces planteados que prácticamente

no requieren de elaboración”. Elkins v. United States, supra, 216.

Por otra parte, de continuar Wolf v. Colorado en total vigencia alimenta la indecorosa

cuestión del tipo al que se refirió el caso Wilson v. Schnettler, 365 U.S. 381. Si la evidencia,

inadmisible ante los tribunales federales, viene a ser admisible ante los tribunales

estatales existirá un “doble estándar” el cual, como lo hace notar la Corte, lleva a

“acuerdos de trabajo” que, socava la política federal y reduce en algunos aspectos el

cumplimiento de la ley con relación negocios turbios. La regla que apoya esta práctica no

tiene a la fuerza de la razón de su parte.

William Orville Douglas.

_____________________

4 La Regla 10(2)(c) de las Reglas de la Corte Suprema de los Estados Unidos disponen:

El recurso de apelación…deberá exponer las cuestiones presentadas por el

mismo…Únicamente las cuestiones así presentadas y allí contenidas serán consideradas

por la Corte.

5 ¿La conducta de la policía al buscar los libros, papeles y fotografías presentadas por la Fiscalía como

evidencia, violan la 4ta Enmienda, la 5ta Enmienda y la sección 1 de la 14ta Enmienda de la Constitución

de los Estados Unidos?

Declaración del SR. MAGISTRADO STEWART:

Estando totalmente de acuerdo con la Parte I del voto disidente del SR. MAGISTRADO

HARLAN, no me referiré a la cuestión constitucional de fondo que la Corte resuelve el día

de hoy. Sin embargo, me inclinaría por revocar el fallo impugnado en el presente caso,

pues estoy persuadido que la previsión del §2905.34 del Código Revisado de Ohio, en el

cual se basó la condena de la recurrente, no resulta, en palabras del SR. MAGISTRADO

HARLAN, “consistente con los derechos de libertad de pensamiento y expresión

asegurados que la 14ta Enmienda protege contra toda intrusión estatal”.

Potter Stewart.

_____________________

EL SR. MAGISTRADO HARLAN con adhesión de los SRES. MAGISTRADOS FRANKFURTER y

WHITTAKER, en disidencia:

Al revocar la jurisprudencia del caso Wolf, la Corte, en mi opinión, ha olvidado el sentido

de la restricción judicial el cual, observando debidamente al principio del stare decisis,

constituye uno de los elementos a ser considerados para decidir si un precedente anterior

de esta Corte debe ser dejado sin efecto. Aparte de ello, creo igualmente que la regla del

caso Wolf representa una doctrina constitucional más sólida que la que ahora la

reemplaza.

I

De acuerdo a la exposición que la Corte hace del caso, podría pensarse que la cuestión

central, si no la principal, planteada en la presente apelación radica en si la evidencia

ilegalmente obtenida por el Estado resulta constitucionalmente admisible en un proceso

tramitado ante un tribunal estatal, una cuestión que, obviamente, nos pondría ante la

necesidad de reexaminar el caso Wolf. Sin embargo, esa no es la situación. Porque, a pesar

de que la cuestión se planteó de hecho aquí y más adelante entre los puntos subordinados

del recurrente, la nueva y esencial cuestión tratada por la Corte en esta apelación consiste

en si el §2905.34 del Código Revisado de Ontario, que penaliza la mera posesión con

conocimiento de materiales obscenos1, y según el cual la recurrente ha sido condenada,

es consistente con los derechos de libertad de pensamiento y expresión asegurados que

la 14ta Enmienda protege contra toda intrusión estatal2. Esta fue la cuestión principal

1 Las partes esenciales de la ley están trasncriptas en la nota 1 a la opinión de la Corte. Ante, p. 643.

2 En su nota 3, ante, p. 646, la Corte, al parecer, ha puesto de cabeza la importancia relativa de la

dependencia del recurrente en los diversos puntos planteados por él en esta apelación.

resuelta por la Corte Suprema de Ontario3, la cual fue expuesta en la Declaración

Jurisdiccional de la recurrente4, y fue fundamentada5, y alegada ante esta Corte6.

3 Véase 170 Ohio St. 427, 166 N.E.2d 387. Habida cuenta de la inusual provisión de la Constitución de

Ohio que requiere “la concurrencia de, al menos, todos menos uno de los magistrados” de la Corte

Suprema de Ohio para que una ley estatal pueda ser declarada inconstitucional (excepto cuando una

afirmación o declaración de inconstitucionalidad sea pronunciada por la Corte de Apelaciones de Ohio).

Const. de Ohio, Art. IV, §2, la Corte Suprema estatal se vio compelida a confirmar la constitucionalidad

del §2905.34 aun cuando, de hecho, cuatro de los siete magistrados, consideraban a dicha norma como

contraria a la 14ta Enmienda.

4 Con relación a la sustancialidad de las cuestiones federales planteadas en la presente apelación, la

Declaración Jurisdiccional de la recurrente contiene lo siguiente:

Las cuestiones federales planteadas por la presente apelación resultan sustanciales por las siguientes

razones:

La ley de Ohio según la cual fue condenada la recurrente viola el derecho sagrado a poseer y controlar

la propiedad, a la cual le fue dada un carácter inviolable por la Constitución Federal. El derecho de los

individuos

a leer, creer o no creer, y a pensar sin supervisión gubernamental constituye una de

nuestras libertades básicas, empero, dictar a adultos que libros ha de poseer dentro de su

propiedad parece constituir una clara infracción a los derechos constitucionales del

individuo.

(Voto disidente del Magistrado Herbert, Apéndice “A”). Muchas condenas han seguido a la de la

recurrente ante los tribunales de Ohio con base a la misma disposición legal. A menos que esta

Honorable Corte analice esta cuestión y determine de una vez por todas que tal norma es inconstitucional

tal como lo afirma la recurrente, existirán numerosas apelaciones. Cuando los §§2905.34, 2905.37 y

3767.01 del Código Revisado de Ohio [las dos últimas disposiciones proveen excepciones al alcance del

§2905.34 y disposiciones conexas de las leyes de Ohio relativas a la obscenidad] son leídos en

conjunto…obviamente contravienen a las disposiciones constitucionales Federales y Estatales; a través

de condenas basadas en las leyes aquí involucradas, y en la manera en que ha sido condenada se ha

denegado a la recurrente el debido proceso legal; una sentencia de 1 (uno) a 7 (siete) años de pena

privativa de libertad por una alegada violación de esta inconstitucional disposición del Código Revisado

de Ohio priva a la recurrente de su derecho a la libertad y la búsqueda de la felicidad, lo cual es contrario

a las disposiciones constitucionales federales y estatales, en circunstancias que ella misma no puso en

movimiento, y es una pena cruel e inusual infligido a su contrario a las Constituciones Estatal y Federal.

5 El memorial de la recurrente no requiere la revocación del precedente Wolf. Amén de ello, la misma ni

siquiera cita el caso. El memorial del recurrido simplemente se apoya en el caso Wolf para alegar que la

determinación del Estado respecto a que la condena de la recurrente no se encuentra viciada por la

admisión de evidencia obtenida a través de una búsqueda o registro realizada en forma ilegal por la

policía. El memorial de la American Civil Liberties Union y de la Ohio Civil Liberties Union, en carácter de

amicus curiae, en uno corto párrafo conclusivo de su alegato, “solicitó” a la Corte el reexamen y

revocación del precedente del caso Wolf, empero sin argumentarlo. Citaré la totalidad de esta parte de

su memorial:

Ante este estado de cosas, creo necesario señalar que cinco miembros de la Corte

simplemente “han acordado” revocar el precedente del caso Wolf. Con todo el debido

respecto a la opinión mayoritaria, y reconociendo que el principio del stare decisis

conlleva un distinto peso en el examen constitucional que aquel con que cuenta en una

decisión que no reviste carácter constitucional, no encuentro justificación alguna en el

presente caso que haga apropiado el reexamen del caso Wolf.

La acción de Corte carece de soporte en la regla que señala que una decisión en materia

constitucional debe evitarse siempre que sea posible. En efecto, para revocar el

precedente del caso Wolf, antes que analizar la validez del §2905.34 del Código Revisado

de Ohio, simplemente escogió entre dos cuestiones constitucionales. Aún más, sostengo

que la misma se inclinó por la más difícil y menos apropiada de las dos. La ley de Ohio la

cual, tal como ha sido interpretada por la Corte Suprema estatal, sanciona la posesión o

control de material obsceno, sin que a ello obsten las razones de tal posesión o control

(en este punto no existen excepciones aplicables)7, y sin que importe si el acusado cuenta

con algún argumento razonable que permita desvincularlo de tal material una vez

conocido su carácter obsceno8, ciertamente presenta una cuestión constitucional que a la

Este caso presenta la cuestión de si la evidencia obtenida en una búsqueda o registro ilegal

puede ser constitucionalmente utilizada en un procedimiento penal tramitado ante

instancias estatales. Somos conscientes de la opinión sentada por esta Corte en el caso Wolf

v. Colorado, 338 U.S. 25. Nuestro propósito a través del presente párrafo es solicitar

respetuosamente a la Corte el reexamen de la cuestión y la conclusión que el concepto de

libertad que se asegura a las personas a través de la cláusula del debido proceso de la 14ta

Enmienda necesariamente requiere que la evidencia obtenida en forma ilegal, no es

admisible en procedimiento penales tramitados ante instancias estatales.

6 El abogado de la recurrente durante los alegatos orales, tal como en su memorial, no requirió la

revocación del precedente del caso Wolf. Asimismo, cuando fue presionado a través de preguntas de

parte de los magistrados si, en efecto, solicitaba se deje sin efecto el citado precedente, el mismo

expresó que actuaba con tal propósito.

7 2905.37 PUBLICACIONES LEGÍTIMAS NO OBSCENAS. Los arts. 2905.33 a 2905.36, inclusive, del Código

Revisado de Ohio no afecta a la enseñanza en Facultades de Medicina legalmente constituidas, la

publicación de libros estándares de medicina, así como a los médicos o farmacéuticos en el ejercicio

regular de su negocio, y tampoco afectan a la publicación y distribución de obras de arte de buena fe.

Ninguna de los artículos especificados en los arts. 2905.33, 2905.34 y 2905.36 del Código Revisado

deben ser considerados como obras de arte a menos que el mismo sea creado, publicado y distribuido

a través de una asociación para el desarrollo del arte que haya demostrado que su propósito no

contraviene a las disposiciones de los arts. 2605.06 al 2609.44, inclusive, del Código Revisado, y que

no cuente con fines de lucro.

§ 3767.01(c). Este artículo y los artículos 2905.34…2905.37…del Código Revisado no afectan…a ningún

diario, revista u otras publicaciones clasificadas como de segunda clase por la oficina de correos.

8 La Corte Suprema de Ohio, en su interpretación del §2905.34, vinculante para nosotros, se negó a

importar cualquier otra excepción que aquellas expresamente proveídas por la ley. Véase nota 7, supra.

vez es mucho más simple y de menor alcance que la cuestión resuelta el día de hoy por

la Corte. Desde mi óptica, la justicia habría sido hecha igualmente en este caso sin revocar

un fallo en el cual la administración de la justicia penal de diversos estados se ha apoyado

durante largo tiempo.

Siendo que de los términos de la petición incoada y que ahora analizamos no se desprende

que se nos haya requerido examinar la cuestión de la validez del precedente del caso

Wolf, creo que el caso de autos nos proporciona una ocasión singularmente inapropiada

para reconsiderar dicha decisión, en caso que ello resulte verdaderamente posible. Incluso

el más somero examen revelará que la doctrina del caso Wolf ha sido de continua

importancia para la administración de la justicia penal de los Estados. Sin embargo,

ciertamente a consecuencia de su aspecto de “no exclusión”, el caso Wolf no hizo sino

articular la por entonces existente asunción entre los Estados que los casos federales que

apoyaban la regla de exclusión

no obligan a los Estados, pues de su interpretación de las disposiciones de la

Constitución Federal, la 4ta Enmienda y la 5ta Enmienda no se aplican a los

Estados.

People v. Defore, 242 N.Y. 13, 20, 150 N.E. 585, 587. Esto, por supuesto, no refleja la

plenitud de esa continua dependencia, sostengo que, durante los últimos tres períodos,

por ejemplo, la cuestión de la inadmisibilidad de la evidencia ilegalmente obtenida por

los estados se ha presentado en alrededor de quince ocasiones por período en los casos

in forma pauperis que resolvemos en forma sumaria. Esto indicaría que la cuestión que

ahora decidimos bien puede tener ramificaciones prácticas indeseables con relación a los

casos estatales que desde hace largo tiempo se apoyan en el caso Wolf, y que habiendo

determinado la necesidad de su reexamen no nos habrían faltado oportunidades de

hacerlo en el futuro.

La ocasión que la Corte ha tomado aquí es en contexto del caso en el cual la cuestión fue

planteada y no argumentada del todo sino en forma extremadamente tangencial. La

imprudencia de revocar el precedente del caso Wolf sin un argumento completo se ve

agravada por la circunstancia que el mismo constituye un precedente relativamente

reciente (1949) al cual tres miembros de la actual mayoría de la Corte han adherido en

una u otra ocasión, una, con explícitos recelos9. Creo que nuestra obligación para con los

No obstante, sostuvo que “si alguien observa un libro y lo encuentra obsceno él es inmediatamente, bajo

esta legislación, culpable…”.

9 Véase Wolf v. Colorado, 338 U.S., en 39-40; Irvine v. California, 347 U.S. 128. En el último caso, resuelto

en 1954, el Sr. Magistrado Jackson, redactando en nombre de la mayoría, señaló (en la p. 134):

“Pensamos que el precedente del caso Wolf no debe ser revocado, por las razones que éste

persuasivamente expone”. Comparar con Schwartz v. Texas, 344 U.s. 199 y Stefanelli v. Minard, 342 U.S.

Estados, a quienes venimos a imponer esta nueva regla, tal como la obligación de adherir

ordenadamente a nuestros propios precedentes requiere que busquemos ayuda en el

adecuado planteamiento de los argumentos que lleven a la resolución de una importante

cuestión. Ciertamente nunca ha sido postulado del poder judicial que la mera alteración

de la disposición, o en la composición de la Corte, constituya una garantía suficiente para

proceder a la anulación deliberadamente decidida de una regla de derecho constitucional.

Así, si la Corte debiera reconsiderar el caso Wolf, soy susceptible a creer que pronto se

nos habría presentado una oportunidad apropiada en cual contáramos con el beneficio

de unos argumentos debidamente presentados. En todo caso, al menos, el presente caso

debió ser calendarizado para una nueva ronda de alegatos, ante la inadecuada

presentación de los argumentos que recibimos con relación al caso Wolf. Para todos los

efectos y propósitos, la presente acción de la Corte llevó a la revocación sumaria del

precedente del caso Wolf, sin habérselo argumentado.

Me veo obligado a decir que lo que ha sido hecho no lleva a promover el respeto ni por el

procedimiento de adjudicación de la Corte ni por la estabilidad de nuestras decisiones.

Habiendo sido incapaz, no obstante, de persuadir a ninguno de los miembros que

formaron la mayoría a tomar un curso procesal distinto, ahora me referiré a la cuestión

de fondo del presente caso.

II

El argumento esencial de la mayoría contra el caso Wolf es la proposición de que la regla

del caso Weeks v. United States, 232 U.S. 383, que excluye en casos penales federales la

utilización de evidencia obtenida en violación a la 4ta Enmienda, deriva no del “poder de

supervisión” de esta Corte respecto del sistema judicial federal, sino de un requerimiento

constitucional. Esto es así pues nadie, supongo, vendrá a sugerir que la Corte posee algún

tipo de poder de supervisión respecto de los tribunales estatales. Aunque mantengo

considerables dudas con relación a la solvencia de esta proposición fundamental de la

mayoría, cf. Wolf v. Colorado, 338 U.S. en 39-40 (voto concurrente), asumo que para el

presente propósito, la regla del caso Weeks es de “origen constitucional”.

El punto central de la opinión mayoritaria en el presente caso radica en el siguiente

silogismo: (1) la regla que excluye en los casos penales federales la evidencia que haya

sido obtenida de una búsqueda o registro ilegal es “parte integrante” de la 4ta Enmienda;

(2) el caso Wolf sostuvo que la “privacidad” asegurada contra la acción federal por la 4ta

Enmienda se encuentra también protegida contra la acción estatal a través de la 14ta

117, en los cuales se discutió el caso Wolf el cual no fue desaprobado de manera alguna. Véase

igualmente Pugach v. Dollinger, 365 U.S. 458, el cual se fundó en el caso Schwartz.

Enmienda, y (3) por tanto, resulta “lógica y constitucionalmente necesario” que la regla de

exclusión del caso Weeks sea igualmente aplicable a los Estados10.

Este razonamiento se sustenta en última instancia en la errónea premisa que, siendo que

el caso Wolf incluyó a los Estados como parte del “concepto ordenado de libertad” incluyó

en la 14ta Enmienda, el principio de “privacidad” contenido en la 4ta Enmienda (338 U.S

en 27), por lo que éstos deben seguir todas las configuraciones de la 4ta Enmienda que

hayan sido desarrolladas en los particulares precedentes federales por lo cual éstos han

de ser igualmente señalados como parte de la “libertad ordenada” y como tal oponible a

los Estados. Desde mi punto de vista ello no es así.

Nunca se enfatizará suficientemente que aquello que fue reconocido en el caso Wolf no

fue que la 4ta Enmienda, como tal, es aplicable a los Estados como una faceta del debido

proceso, una visión de la 14ta Enmienda que, como se declaró en el mismo caso Wolf

(338 U.S. en 26), se encuentra desacreditada desde hace largo tiempo, sino al principio

de privacidad “que constituye el centro de la 4ta Enmienda” (Id., en 27).

No sería apropiado esperar o imponer alguna equivalencia precisa, ya sea en cuanto al

alcance del derecho o los medios de su aplicación, entre los requerimientos de la 4ta

Enmienda y la 14ta Enmienda. Para la cuarta, al contrario de lo que se dijo en el caso Wolf

de la decimocuarta, no solamente establece un principio general; sino que es una orden

particular que tiene su origen en un contexto legal preexistente el cual debe ser

construido tanto a través la interpretación de las decisiones como de las leyes.

Así, incluso en un caso que ha presentado simplemente la cuestión de si una particular

búsqueda o registro ha sido constitucionalmente “irracional” – es decir, una acción de

indemnización por daños y perjuicios contra la policía estatal – no seríamos fieles a la

14ta Enmienda en caso de limitarnos a extender el alcance del principio general de

privacidad individual en un proceso construido sobre precedentes federales basados en

la 4ta Enmienda. Empero, en esta instancia más de lo que está involucrado, ya que aquí

no estamos revisando la determinación de que la acción de la policía estatal resultaba

constitucionalmente permisible (desde que el tribunal estatal asumió que evidentemente

no lo era), sino la determinación que la recurrente ha sido declarada culpable en forma

correcta por una conducta que, para lo que importa, el Estado puede sancionar

constitucionalmente. Habida cuenta que no existe la mínima sugerencia que la política de

Ohio es “afirmativamente sancionar…la intrusión policial en la privacidad” (338 U.S. en

28), comparar Marcus v. Search Warrants, post, p. 717, lo que ahora la Corte hace es

imponer a los Estados no solo sustanciales estándares federales con relación a “búsqueda

y registro”, sino también los remedios básicos federales con relación a la violación de

tales estándares. Pienso que resulta totalmente claro que la regla de exclusión del caso

10 En efecto, solo cuatro miembros de la mayoría apoyan este razonamiento. Véase pp. 685-686, infra.

Weeks es más que un remedio que, al penalizar la mala conducta oficial pasada, tiene

como objetivo disuadir la misma en el futuro.

Si de mí dependiera no impondría a los Estados esta regla de exclusión federal. Las

razones señaladas por la mayoría para, súbitamente, dar la espalda al caso Wolf me

parecen notablemente poco convincentes.

Primero, se ha dicho que “el contexto fáctico en el cual se basó el caso Wolf” ha cambiado,

en efecto más Estados siguen ahora la regla de exclusión del caso Weeks que los que lo

hacían al tiempo que el caso Wolf ha sido decidido. Aun cuando ello sea verdad, un

reciente estudio indica que, actualmente, la mitad de los Estados aún adhieren a la regla

de no exclusión del common law, Maryland aún la retiene para los delitos graves. Berman

and Oberst, Admissibility of Evidence Obtained by an Unconstitutional Search and Seizure,

55 N.W.L.Rev. 525. Empero, en todo caso, ciertamente todo ello excede este punto, tal

como la mayoría parece reconocer. Nuestra preocupación radica, como lo fue en el caso

Wolf, no en la deseabilidad de tal regla, sino solamente en la cuestión si los Estados son

constitucionalmente libres para seguirla o no según su propia determinación, y la

relevancia de la disparidad de puntos de vista entre los Estados con relación a este punto

simplemente radica en el hecho de que la sentencia en cuestión es discutible.

Por otra parte, el hecho principal en el cual se apoya la mayoría, en lugar de prestar apoyo

a lo que se está haciendo ahora, pone aparte la necesidad de sustituir la acción del Estado

voluntaria con la compulsión federal.

La preservación de un balance óptimo entre la responsabilidad federal y estatal en la

administración de la justicia penal requiere paciencia de parte de aquellos que a los que

les gustaría ver que las cosas se mueven más rápido entre los Estados a este respecto.

Los problemas de aplicación de la ley penal varían sustancialmente de Estado a Estado.

Un Estado, al considerar la totalidad de su ordenamiento legal, puede concluir la

necesidad de abrazar la regla del caso Weeks resulta de la falta de adecuación o no

disponibilidad de otros medios para cumplir con los principios constitucionales

sustanciales involucrados. Otro, igualmente solícito respecto de los derechos

constitucionales, puede escoger perseguir un propósito a la vez, permitiendo a toda la

evidencia relevante para obtener una condena ser presentada ante un tribunal penal, y

tratando con las infracciones constitucionales con otros medios. Otro más puede

considerar que la regla de exclusión un remedio demasiado áspero y listo, el cual sólo

llega a intrusiones inconstitucionales en la persecución penal de las víctimas. Además,

otro Estado tras experimentar con la regla del caso Weeks por un tiempo puede, a causa

de experiencias insatisfactorias con ésta, decidir volver a la regla de no exclusión. Y así

por delante. Desde el punto de vista de la permisibilidad constitucional de imponer al

Estado una dirección u otra, no veo por qué “el tiempo ha dado la espalda” a las

consideraciones que llevaron al Sr. Magistrado Cardozo, a la sazón juez presidente de la

Corte de Apelaciones de New York, a rechazar en el caso People v. Defore, 242 N.Y. 13,

la regla de exclusión del caso Weeks. Para nosotros, la cuestión permanece, como siempre

ha sido, una del poder estatal, no una de emitir un juicio sobre la sabiduría de un tribunal

estatal u otro. En mi opinión, esta Corte debió seguir absteniéndose de encadenar a los

Estados con una regla inflexible que podría impedirles hacer frente a sus propios

problemas peculiares en aplicación de la ley penal.

Además, se nos dice que imponer la regla del caso Weeks a los Estados tiene “muy buen

sentido”, pues ello promoverá el reconocimiento por parte de los funcionarios estatales y

federales de su “mutua obligación de respetar los mismos criterios fundamentales” en la

aplicación de la ley, y evitará “conflictos innecesarios entre los tribunales federales y

estatales”. No obstante, la mayoría ahora encuentra incongruente la diferenciación que

realiza el caso Wolf entre las demandas de "libertad ordenada", como aspectos del derecho

fundamental de la "privacidad" y los medios para asegurarla entre los Estados. Esta

percepción, siendo tanto una cuestión sensible para nuestro sistema federal y un sonado

reconocimiento de la lejanía de esta Corte de particulares problemas estatales, constituye,

según mi entender, la fuerza de dicha decisión.

Un enfoque que considera a la cuestión como una destinada a lograr la simetría procesal

o la búsqueda de la conveniencia administrativa con toda seguridad desfigura los límites

de las funciones de esta Corte con relación a los tribunales federales y estatales. Nuestro

rol al dictar la regla del caso Weeks y sus extensiones en casos tales como Rea, Elkins y

Rios11 fue muy distinto al que ahora se ejerce. Ahora, al implementar la 4ta Enmienda,

venimos a ocupar la posición de un tribunal que cuenta con la responsabilidad última de

desarrollar los estándares y procedimientos de administración judicial dentro del sistema

judicial que preside. Venimos a revisar procedimientos estatales cuyas medidas han de

ser tomadas no contra las específicas y sustantivas órdenes de la 4ta Enmienda, sino

dentro de los contornos flexibles de la cláusula del debido proceso. No creo que la 14ta

Enmienda faculte a esta Corte a moldear los remedios estatales para asegurar el derecho

a la libertad frente a las “intrusiones arbitrarias de la policía” a fin que éstos sigan sus

propias nociones de cómo deben hacerse las cosas, como, por ejemplo, lo hizo la Corte

Suprema de California en el caso People v. Cahan, 44 Cal.2d 434, 282 P.2d 905, con

relación a los procedimientos ante los tribunales de California, o como lo hizo esta misma

Corte en el caso Weeks con relación a los tribunales federales inferiores.

Una condena estatal viene ante nosotros como un producto completo de la soberanía del

sistema judicial. Típicamente, un caso será juzgado ante un juzgado de primera instancia,

y revisado ante una instancia final de apelación, y no más. En el caso relativamente raro

que accedamos a revisar una condena en lo que atañe a cuestiones vinculadas con el

debido proceso, tratamos con un producto terminado en cuya creación no tenemos

intervención, y nuestro deber, lejos de constituir un gran supervisor, se restringe, por

11 Rea v. United States, 350 U.S. 214; Elkins v. United States, 364 U.S. 206; Rios v. United States, 364

U.S. 253.

decirlo en términos generales, a la verificación que el proceso haya sido

constitucionalmente justo. Las particularidades del juicio, las cuales en todo sistema

jurídico maduro variarán en gran medida y detalle, son únicamente de competencia de

los Estados. No veo la manera en que pueda decirse que un juicio sea injusto por la sola

razón que el Estado haya determinado que la evidencia pueda ser considerada por el

juzgador de los hechos, sin que importe la manera en que ésta haya sido obtenida, en

caso que ello resulte relevante a la cuestión de la que se ocupa el juicio, para la

culpabilidad o inocencia del acusado. Por supuesto, un tribunal puede utilizar sus

procedimientos como cuestiones incidentales para la persecución de otros fines distintos

a la corrección de resoluciones de las controversias ante sí. Tal es, así, la regla del caso

Weeks, pero si el Estado no escoge utilizarlo en sus tribunales de esta manera, no creo

que esta Corte esté facultada a imponer este procedimiento harto debatido en sus

tribunales, sin que importe lo eficaz que pueda considerarse a la regla del caso Weeks a

fin de salvaguardar derechos constitucionales.

Finalmente, es necesario señalar que la revocación del precedente Wolf se apoya en la

doctrina de que la admisión como evidencia de una confesión involuntaria vuelve

constitucionalmente inválida a una condena estatal. Siendo que tal confesión a menudo

puede ser completamente fiable, y por tanto de gran relevancia para la cuestión discutida

en el juicio, el argumento prosigue, esta doctrina se encuentra ampliamente asegurada

en distintos precedentes que señalan que la manera de su obtención, y no solo su

relevancia, es lo constitucionalmente significativo para que el juicio pueda ser tenido por

justo. Considero que esta analogía no se ajusta a la verdad. La regla de la “confesión

forzosa” ciertamente no señala que ninguna declaración obtenida en forma ilegal pueda

ser utilizada como prueba. Supongo que una declaración cuya obtención se procura

durante un período de detención ilegal (McNabb v. United States, 318 U.S. 332) resulta,

tanto una prueba obtenida en infracción a la ley, como ilegal, empero esta Corte en forma

consistente se ha negado a revocar condenas pronunciadas sobre la base de tales

declaraciones. No obstante, al parecer la Corte dejó en reposo el mismo argumento ahora

expuesto por la mayoría cuando, en el caso Lisenba v. California, 314 U.S. 219, un caso

relativo a una confesión obtenida por el estado en forma forzosa señaló (en 235):

Debe asumirse que el trato dispensado al recurrente [por la policía]…lo privó

de su libertad sin ajustarse al debido proceso, y que el recurrente podría haber

contado con alivio preventivo de haber tenido ocasión de acceder a un tribunal

para buscarlo.

Empero, los actos ilegales cometidos en el curso de la obtención de la

confesión…no proporcionan una respuesta a la cuestión constitucional cuya

resolución se nos requiere…El fundamento de su agravio radica en la injusticia

de la utilización de sus confesiones, y lo ocurrido durante su obtención es

relevante únicamente cuando se refiere a tal cuestión.

(Énfasis suplido).

El punto, así pues, debe ser que, al sernos requerida la exclusión de una declaración

involuntaria de un acusado, no nos encontramos ante un remedio apropiado ante la

actuación de la policía, sino ante algo considerado como el núcleo central del nuestro

concepto de proceso judicial justo. El supuesto operativo de nuestro sistema procesal es

que

El nuestro es un sistema acusatorio opuesto a un sistema inquisitivo. Tal ha

sido la característica del sistema de justicia penal anglo-americano desde que

éste se apartó de las prácticas heredadas de la Cámara Estrellada del

continente en la cual el acusado era interrogado durante horas sin término.

Watts v. Indiana, 338 U.S. 49. Véase Rogers v. Richmond, 365 U.S. 534. Las presiones

realizadas a fin de llevar a un acusado a efectuar una confesión, al contrario que una

violación inconstitucional a la privacidad, no, aparte de la utilización de la confesión

durante el juicio, necesariamente implica violaciones independientes a la Constitución. Lo

crucial es que la defensa, a la que el acusado tiene derecho en el juicio, no se torne una

formalidad vacía a causa de las declaraciones que haya realizado éste, el cual siento

entonces “un prisionero…[ha sido] llevado a elaborar el instrumento de su propia

condena”. 2 Hawkins, Pleas of the Crown (8th. Ed., 1824), c. 46, §34. Que esto es un

derecho procesal, y que su violación ocurre al momento en que su impropiamente

obtenida confesión es admitida en el juicio, es manifiesto. Ya que sin este derecho, todas

las cuidadosas garantías elaboradas alrededor del testimonio, sea el del acusado o el de

un testigo, vendrían a ser formalidades vacías en un procedimiento en el cual la prueba

más completa de culpabilidad, una confesión, ha sido obtenida con el placer sin

supervisión de la policía.

Esto, y no el acto de disciplinar a la policía, al igual que ocurre con la evidencia ilegal,

constituye la base real que lleva a la exclusión de una declaración de un acusado que le

fuera extraída. En suma, considero que la analogía con la confesión resultante de la

coerción se muestra como un fuerte argumento en contra de lo actuado por la Corte en

el día de hoy.

En conclusión, debe notarse que la opinión mayoritaria en el presente constituye, en

efecto, un fallo únicamente en lo que respecta a la revocación del precedente del caso

Wolf y no en cuanto a la razón fundamental a través de la cual cuatro miembros de la

mayoría han alcanzado tal resultado. Mi colega el Sr. Magistrado BLACK no está dispuesto

a suscribir dicho punto de vista relativo a que la regla de exclusión del caso Weeks deriva

de la 4ta Enmienda en sí misma (véase ante, p. 661), empero adhiere a la opinión

mayoritaria sobre la premisa que su fin puede ser alcanzado llevando a la 5ta Enmienda

al auxilio de la 4ta (véase ante, p. 662-665)12. Al respecto, únicamente necesito exponer

que cualquiera sea la validez de la correlación 4ta-5ta que el caso Boyd (116 U.S. 616)

encuentra, véase 8 Wigmore, Evidence (3d ed. 1940), §2184, recientemente hemos

reiterado de nuevo la doctrina de larga establecida de esta Corte que el privilegio de la

5ta Enmienda contra la autoincriminación no es aplicable a los Estados. Véase Cohen v.

Hurley, 366 U.S. 117.

Lamento el hecho de encontrar tan poco inteligente en principio y tan inoportuna la

política de una decisión motivada por el alto propósito de aumentar el respeto a los

derechos constitucionales. Empero, en último análisis, creo que la Corte puede elevar el

respeto a la Constitución únicamente si respeta rígidamente las limitaciones que la

Constitución le impone, y respete asimismo, los principios inherentes a su propio

procedimiento. En el presente caso, creo que ambos han sido excedidos, y nuestra voz se

ha mostrado como la voz del poder, y no la voz de la razón.

John Marshall Harlan, Felix Frankfurter, Charles Evans Whittaker.

12 Mi colega el Sr. Magistrado STEWART concurre con la Corte bajo argumentos que nada tienen que ver

con el caso Wolf.