María Benedicta Daiber; Voces que llaman de María Benedicta Daiber

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    Mara Benedicta Daiber

    Voces que llaman

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    Mara Benedicta Daiber

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    (Texto reducido del libro original)

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    Voces que llaman constituye el relato que MaraBenedicta Daiber hizo de su propia conversin.

    la historia de la vida de Mara Benedicta Daiber, escrita por sAm a la Iglesia y se entreg por ella completa

    colaboradora, Emilia Garca Martn.

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    Nihil obstat

    El Censor Francese de P. Sol, S.J.Barcelona, 21 de marzo de 1990

    Imprmase

    Jaume Traserra, Vicario General

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    NDICE

    PRLOGO.........................................................................................................6

    PRLOGO.........................................................................................................6

    VOCES QUE LLAMAN ..................................................................................8

    VOCES QUE LLAMAN ..................................................................................81. MI CONVERSIN.....................................................................................82. CONVERSIN DE MIS PADRES .........................................................253. LTIMOS AOS Y MUERTE DE MI MADRE ...................................34

    AM A LA IGLESIA Y SE ENTREG POR ELLA.................................41

    AM A LA IGLESIA Y SE ENTREG POR ELLA.................................41

    1. NO SLO DE PAN VIVE EL HOMBRE (S. MATEO, 4:4)......................412. VIAJES FUERA DE CHILE, POR LATINOAMRICA .......................503. APSTOL DE LA BIBLIA EN ESPAA ..............................................564. EL MOVIMIENTO PRO ECCLESIA SANCTA ...................................805. LTIMOS AOS DE SU VIDA.............................................................96

    TESTAMENTO ESPIRITUAL...................................................................105

    TESTAMENTO ESPIRITUAL...................................................................105

    CRONOLOGA.............................................................................................109

    CRONOLOGA.............................................................................................109

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    PRLOGO

    No se sabe qu admirar ms de Mara Benedicta, fallecida enFebrero de 1987, si su sabidura o su santidad; si su amor a laBiblia, palabra de Dios, su devocin a la Santsima Virgen, suconversin, o su amor a la Eucarista, al sacerdocio y a los

    sacerdotes en particular eran tantos los que guiaba con susantidad y sabidura!. Su amor al Santo Padre, sus cinco horasdiarias de oracin y su estado permanente en la presencia de Dios,entre otras virtudes, forman una excepcional santidad que lacapacit para colaborar muy eficazmente en la fundacin ydivulgacin del maravilloso Movimiento Pro Ecclesia Sancta. Esde admirar tambin su vivencia y estudio profundo de la SagradaEscritura la lea en hebreo, griego y latn con la misma

    familiaridad con que nosotros la leemos en castellano y conocaa la perfeccin los matices intraducibles del hebreo y griego.

    Valga solamente para una muestra, lo que ella me deca:

    Fjese, Padre, me deca, no es lo mismo decir 'Ego vicimundum' (yo he vencido al mundo) (S. Juan 1: 33) que 'egonenikeka ton kosmon' (yo tengo al mundo vencido), con la fuerzadel perfecto griego, que indica una cosa pasada cuyo efecto anperdura.

    Su amor a LA PALABRA DE DIOS y al Movimiento ProEcclesia Sancta, hizo que durante los diecisis ltimos aos de suvida recorriera cada verano casi cincuenta conventos de clausurade toda Espaa. En estas visitas ella expona a las monjasmagnficas lecciones y meditaciones bblicas y les urga a orar porlos sacerdotes. Tuvo razn el hijo de una sobrina suya, al decir quesu ta era la versin femenina de S. Pablo.

    Padre, ya no puedo ms, me deca en los ltimos aos;pero ella continu hasta la muerte. Haba algo que poda ms queella misma y este algo era Dios.

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    Que ella desde el cielo nos proteja a todos y a tantos millaresde personas que alguna vez fueron sus alumnos y colaboradoresen tantas obras, todas por una Iglesia santa.

    Con gratitud, Federico de Alemani y Ferrer, pbro.

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    VOCES QUE LLAMAN

    Por Mara Benedicta Daiber

    1. MI CONVERSIN

    Mi hogar

    En un primer viernes de mes, el 2 de Diciembre de 1904, vineal mundo en un hogar protestante, ms bien dicho, ateo. Fueronmis padres el mdico Dr. Alberto Daiber y doa Hildegarda Heyne,

    profesora graduada en Basilea (Suiza). Las familias Daiber yHeyne eran protestantes desde los tiempos mismos de Lutero. Mimadre era la segunda esposa de mi padre. Su primera esposa ledej un nio de dos aos y muri repentinamente. Cuando el niotena siete aos se cas mi padre con mi madre. Pasaron sieteaos ms antes de nacer yo, cuando ya mi madre pensaba que noiba a tener hijos. Contaba mi padre que su madre hubiera deseadoque l fuera pastor protestante, pero prefiri el estudio de la

    medicina; creyente hasta los treinta aos, perdi la fe en Dios a esaedad y lleg al extremo de sostener la teora de la generacinespontnea. Precisamente por aquella poca escriba opsculos dedivulgacin cientfica sobre esas materias, opsculos que yo a losdoce aos saba casi de memoria. Adems, en una poca anteriora mi nacimiento, mi padre haba sido masn durante once aos,pero tuvo el valor de salirse de la masonera y divulg susexperiencias en un opsculo: Masn durante once aos, lo que

    le acarre graves molestias. Fue milagro de Dios que no lemataran, pero por maquinaciones masnicas perdi su casa y todolo que tena y huyendo con mi madre y mi hermano se marcharon a

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    Chile. Por eso yo soy chilena. Mis padres se hallaban ya en Chile, ycon ocasin de un viaje que hicieron a Europa, nac en Stuttgart(Alemania), donde entonces resida mi abuela materna.

    Mi madre, desde muy temprano, haba adoptado como

    sistema filosfico un pantesmo que se confunda con el atesmo demi padre en el fondo, pero pona en l la nota de poesa. La grancultura de mi madre y su talento poco comn sirvieron tambin a ladifusin de las ideas pantestas, y mientras ella estaba esperandomi nacimiento, escribi un libro que durante largos aos fue param la piedra de escndalo que me alejaba de la Iglesia Catlica.Era una novela, y el protagonista, un religioso que, despus desperas luchas, lleg segn mi madre al pantesmo, como a la

    nica concepcin filosfica verdadera. Escrita con una conviccinprofunda, en un estilo admirable, lleno de poesa, la novela setitulaba Qu es la verdad?, se difundi rpidamente y llev elveneno de la incredulidad a innumerables almas.

    Por lo dems, mi hogar hubiera sido un hogar modelo, si en lhubiera reinado la fe; los sentimientos elevados de mi madre y larectitud de mi padre ejercieron en mi alma desde muy temprano susaludable influencia. Mi madre no quera acercarse a m sino con

    ideas elevadas y sentimientos nobles y cuando experimentabaalguna contrariedad o molestia, esperaba que renaciera en sucorazn la calma y la paz antes de darme el pecho.

    Sin duda, por razones de conveniencia, ms que por otromotivo, un primo mo, pastor protestante, me bautiz segn el ritoluterano en Febrero o Marzo de 1905. Este bautismo, queprobablemente fue vlido, no dej, segn parece, grandes huellasen mi vida y a los ocho o diez aos era yo, naturalmente, una atea

    consumada. Mi padre repeta continuamente en mipresencia Nohay Dios, Y como yo admiraba el talento de mi padre, aceptabasin discusin esta afirmacin monstruosa.

    Al toque de las campanas

    Pero la Providencia Divina velaba por m. Mi padre crey

    conveniente establecerse de nuevo en Chile por segunda vez en1909, y despus, definitivamente, en 1913. Precisamente ese ao(1913) tuvo lugar el primer toque de la gracia que recuerdo. Un da,

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    domingo, me despertaron las campanas de la Iglesia parroquial delpequeo y pintoresco pueblecito del sur de Chile donde acababade establecerse mi padre como mdico del hospital. Estepueblecito era Puerto Octay, a orillas del hermoso lago Llanquhue.

    Ese da, domingo, el sol iluminaba mi cuarto y lo llenaba todo deluz. Al toque de las campanas me sent en mi camita y juntinstintivamente las manos y, movida por un impulso misterioso ycon la intencin clara y precisa de invocar a la Madre de Dios,repet tres veces su Nombre dulcsimo: Mara... Mara... Mara... Y largo rato estuve como absorta en algo que entonces no sabadefinir y que hoy llamara contemplacin, penetrada por la inefablesuavidad de ese nombre celestial.

    Pero, cmo fue posible que yo invocara a Mara? Es difcilexplicarlo. Haba llegado a saber algo de la Madre de Dios de lamanera siguiente: jugando un da con otras niitas, una de ellas mepregunt Qu eres t, catlica o protestante?. Grandementesorprendida contest: No s; voy a preguntrselo a mi mam.

    Mam, qu soy, protestante o catlica?. Un poco perpleja,mi madre replic: Hum... bueno, di que eres protestante. Ycul es la diferencia?, pregunt. Es que los catlicos adoran a

    una tal Mara, Madre de Jess. As llegu a saber que loscatlicos rendan culto a Mara Santsima y la crean Madre deDios; pero jams me parece la hubiera invocado, yo que en nadacrea, si el Seor con su gracia no me hubiera impulsado a ello tandulce y fuertemente.

    Desde entonces exista en mi alma el amor a Mara Santsima,que no tard en manifestarse, y si mis padres hubieran sidoperspicaces, habran podido sospechar y predecir mi futura

    conversin, y por consiguiente la habran impedido. Pero el Seorlos ceg en este punto de manera extraa. Como en Puerto Octayla mayora de los habitantes eran catlicos, oa hablar algunasveces de la Santsima Virgen. Saba, que se celebraba con gransolemnidad la fiesta de la Inmaculada y, desde que lo supe, declara mi madre, que me instrua en todo ella misma para impedir quefuera a un colegio que no era de su agrado, que yo deseaba tenerasueto el 8 de Diciembre. En Puerto Octay solamente haba una

    escuelita parroquial a donde iban todos los nios, tanto catlicoscomo protestantes. Como estudiaba mucho, crey mi buena madre

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    que un da de descanso me vendra bien y accedi a mis ruegos. El8 de Diciembre es el da tradicional de la primera comunin de losnios. Yo vea pasar a las nias vestidas de primera comunin.Preguntaba: Qu pasa, por qu se visten as?. Bueno me

    contestaban es el da de la Pursima!, Ah, una fiesta en honorde Mara, la Madre de Jess!, quiero celebrarla. Desde entonces,todos los aos celebraba ya la fiesta de la Inmaculada de estaforma. Pronto supe que haba otra gran fiesta en honor de Mara, la

    Asuncin, y quise celebrarla de la misma manera. Por fin, agregutambin la de la Purificacin.

    Adems, demostr gran entusiasmo por una estampa de laSantsima Virgen que haba cado juntamente con otras en mis

    manos. Estas estampas llegaron a mis manos de la siguienteforma. Para que no estuviera sola al instruirme mi madre, tom aotra nia, un poquito mayor que yo, llamada Matilde, pero que lellambamos Tila, y nos instrua a las dos. Tila tampoco era catlica,pero tena un hermanito que iba a la escuela parroquial y muchosdas volva el nio con estampas de colores bien chillones, de esasque les gustan a los nios, y Tila y yo mirbamos y le pedamosque nos diera algunas. l nos daba las estampas que queramos.

    Desde entonces me complaca en hacer capillitas, adornarlas conlas estampas que tena, hacer un altar y celebrar la primeracomunin de mis muecas. A nadie le llam la atencin este juegoque se repeta casi a diario: mis padres, gracias a Dios, estabanciegos. Mara, mi dulce Mara, velaba por m!

    La Biblia en mis manos

    Tena doce aos ms o menos, cuando cay en mis manosuna Biblia protestante; suavemente Mara me quiso llevar al amorde Cristo. Tengo que confesar que literalmente devor los SantosEvangelios y por primera vez comprend el vaco inmenso que dejaen el alma la falta de fe. Acurrucada en un rincn de mi cuarto,lloraba a mares de pena, porque no poda creer que ese Jess tanbueno, tan suave y misericordioso fuera el Hijo de Dios. Si no hayDios! me deca, pero qu dara por tener fe! Desde entoncestrat de descubrir la verdad y todava me veo, en las tardes deverano, pasearme por el corredor de la casa, contemplando la

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    puesta del sol y filosofando acerca de la causa primera y fin ltimode cuanto existe. A los doce o trece aos me atormentaban yaestas preguntas: de dnde vengo?, a dnde voy?, por quexisto? Y la vida me pareca triste, sin sentido, vaca.

    Al mismo tiempo, mi madre quiso ensearme historiaeclesistica, y yo la escuchaba con avidez. Pero, ay!, era lahistoria vista a travs del odio a la Iglesia, y beb a torrentes eseodio satnico en las enseanzas de mi madre. Era el odio al Papa,el odio al Clero, el odio a la Compaa de Jess. Y sin embargoms de una vez me declar a favor de la Iglesia y discuta con mimadre en una forma original: Mam, no me podrs negar que talPapa fue hombre de talento. Lo admiro y me entusiasma. 0 me

    animaba a despreciar el protestantismo y a manifestar mi odio porLutero. Ms de una vez, mi pobre madre, no poco escandalizadapor esa antipata ma por el protestantismo, quiso convencerme desu excelencia. Invariablemente era mi respuesta: Elprotestantismo no tiene lgica: los protestantes no estn deacuerdo respecto de lo que creen, y eso es absurdo. Por lasenseanzas de mi madre, de historia eclesistica, conocaperfectamente la divisin y subdivisin (el protestantismo en

    innumerables sectas), debido a que cada secta interpreta la Biblia asu manera libremente, y el miembro de una secta que no estconforme con la doctrina de la misma, se independiza a menudo yforma secta aparte, como sucede aun hoy da. Yo comprenda muybien que esta libre interpretacin de la Biblia tiene comoconsecuencia la ms desastrosa confusin Y era imposible para maceptarla. Es demasiado evidente que un libro no se explica por smismo, sino que necesita una autoridad competente que lo

    interprete. Yo no poda admitir que esa autoridad fuera, comopretenden las sectas, el Espritu Santo, porque tratndose dedoctrinas opuestas y a menudo contradictorias, habra tenido queadmitir que el Espritu Santo se contradeca a s mismo. Porconsiguiente, al convertirme a la religin catlica, me pareca lgicoy razonable y no me ofreci ninguna dificultad aceptar plenamenteel magisterio de la Iglesia, que es la nica que interpretaautnticamente las Sagradas Escrituras.

    Pero el veneno que se me infunda obraba en el fondo de mialma y llegu a un odio apasionado, destructor. Quise combatir ala Iglesia, quise arrebatar a otras almas el tesoro de la fe! Mis

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    tentativas, por suerte, fueron infructuosas: Mara, mi Madredulcsima, segua velando por m, aunque yo no lo saba.

    Una poesa

    Cuando estall la guerra en 1914, mi padre quiso volver aEuropa por Italia, pas entonces neutral. Dios, que tena otrosdesignios, me envi en su infinita misericordia una enfermedad tangrave, que estuve seis semanas entre la vida y la muerte.Solamente en Febrero de 1915 comenc a reponerme lentamente,tan lentamente que el viaje qued postergado y se renunci a l deltodo, al entrar Italia en la guerra.

    Retenido, pues, por la fuerza en Puerto Octay, mi padre entren relaciones con los dos Padres Jesuitas que tenan a su cargo laparroquia. Uno de ellos, antes de entrar en la Compaa, habasido oficial del ejrcito alemn. Sacerdote de gran cultura y talentoy de criterio amplio, lleno de un ardiente celo por las almas, seanim el buen P. Guillermo a tratar con frecuencia e ntimamente ami padre. As llegaron a mis manos los primeros libros catlicos yalgunas revistas. Mi padre no se interes por los libros, y en lasrevistas no lea ms que las noticias polticas, pero yo, que lo leatodo, devor tambin los libros del Padre Guillermo.

    Y he aqu un nuevo toque de la gracia: encontr en unarevista una poesa a Mara Santsima, la aprend de memoria y merepeta incesantemente esos versos que no eran sino unprolongado y ardiente acto de amor a la Madre de Dios. Yo amabaa Mara! Respecto a esa poesa, recuerdo un pequeo incidente

    con mi madre. Un da le recit esos versos con entusiasmo, y ellaexclam: Un da te hars catlica! Yo hice una mueca dedesprecio: Catlica? No creo en nada... Sin embargo, mam, elda que yo crea en Dios ser catlica, porque el protestantismo notiene pies ni cabeza. No recuerdo qu responda mi madre, perono me cabe duda de que a Mara Santsima debo mi conversin.

    Pero el odio a la Iglesia se mezclaba con mi amor a la VirgenInmaculada y sobre todo el odio al sacerdote. El Padre Guillermo,

    me deca mi madre, es una excepcin, porque antes de ser jesuitalos jesuitas son los peores de los frailes fue oficial del ejrcito.Los dems son unos hipcritas que explotan al pueblo y no creen

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    lo que ensean, fuera de algn viejo ya casi demente. Cuanto medeca mi madre era para m dogma de fe.

    Sucedi que un da me ordenaron que fuera a la casaparroquial a devolver algunas revistas. El Padre Guillermo haba

    salido y estaba nicamente el Padre M., su superior: un ancianoamable que tena gran predileccin por los nios y se complaca enrepartirles golosinas y frutas. Aquel buen Padre no pudo nuncaretener mi nombre y me llamaba de cualquier manera las pocasveces que me vea. Cuando nac mis padres me pusieronHildegarda, como mi madre. Fue al bautizarme en la IglesiaCatlica cundo tom, como no poda ser de otra manera, elnombre de Mara. Ese da el P. M. me llam Crescencia.

    Amable, como de costumbre, con una sonrisa bondadosa, mepregunt Crescencia, quieres servirte unas cerezas?Horrorizada de tamaa oferta vena de un fraile! exclam:No, Padre, gracias: tengo mucha prisa, me esperan en otraparte. Pero, chiquilla, no tengo que subir al rbol a cogerlas. Lastengo aqu muy a mano; aguarda un momento... No, Padre, no;tengo que irme, grit y ech a correr hasta llegar a casa,sofocada, indignada, a declarar a mi madre: Prefiero morirme de

    hambre, antes que aceptarle nada a un fraile. Oh, con qucompasin y ternura infinita me estara mirando desde losesplendores de su gloria el sumo y eterno Sacerdote Jesucristo,que algunos aos despus iba depositar en mi alma ese profundoamor sobrenatural al sacerdote, que me llevara a ofrecer todas misoraciones ante todo por la santificacin del clero!

    Frente a un cuadro

    Pero era tiempo de que Jess me llamara claramente ycomenzara a doblegar mi voluntad rebelde. Una nueva gracia, queno vacilo en clasificar y calificar de extraordinaria, iba a dejar en mivida una huella indeleble. Y fue un acto de odio a Cristo, el que ibaa dar margen esa gracia! Tena yo aproximadamente quince aos yun da mi padre me llev consigo al hospital. Era un pequeopaseo, pues el hospital distaba de casa unos veinte minutos yhaba que atravesar todo el pueblecito. Siempre acompaaba yocon gusto a mi padre, y mientras l visitaba a sus enfermos, me

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    quedaba en un saloncito, que las manos de las religiosas habanarreglado con primor y cuyas ventanas me permitan contemplar ellago y la cordillera.

    Mas naturalmente no haban querido prescindir las religiosas

    de un cuadro del Sagrado Corazn del cual mi padre se burlabacontinuamente. Ese cuadro encarnaba para m, por decirlo as,todo cuanto odiaba en el catolicismo. As es que un da me provocel cuadro de aquel Corazn que tanto ha amado a los hombres, aun violento movimiento de ira. Me coloqu frente a l yamenazndolo con ambas manos, le dije interiormente que leodiaba, que odiaba a su Iglesia y a sus sacerdotes y porconsiguiente estaba resuelta a hacer todo el mal posible a esa

    Iglesia. En ese mismo instante o (no s si realmente o sinicamente resonaron en el fondo de mi alma) estas palabras: YYO TE VENCERE.

    Aterrada, toda trmula, presa de espanto, volv las espaldas alcuadro y por primera vez comprend que un da, yo, que odiabatanto a la Iglesia, sera catlica. Experiment una gran angustia yun miedo imposible de expresar en palabras. No confes a nadie losucedido, pero durante meses me negu a acompaar de nuevo a

    mi padre al hospital. No quera encontrarme otra vez a solas conJess...

    Mis deseos de conocer la religin catlica se hicieronirresistibles; pero si deseaba conocerla, era por odio: hay queconocer a un enemigo para saberlo combatir, me deca. La ocasinde satisfacer ese deseo se me present de la manera siguiente:mis padres, pensando en mi porvenir y queriendo asegurarme unacarrera, decidieron enviarme a Santiago para terminar las

    humanidades y dar el bachillerato.En Marzo de 1922, a los diecisiete aos, mi padre me dej en

    casa de la seora B., en Santiago, cerca de la Parroquia de SanSaturnino y cerca tambin del Liceo donde deba terminar misestudios. Sin saberlo yo, Mara Inmaculada me haba llevado juntoa s y preparaba mi conversin.

    Era en plena cuaresma, cuando haba llegado a la capital ycomenc a meditar cmo podra llevar a la prctica mis deseos deconocer la religin. Observadora hasta el exceso, trat en primerlugar de estudiar el ambiente del Liceo; ambiente frvolo y hostil a

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    la religin. Quise asistir a la clase de religin de D. Samuel, perouna de las profesoras, sabiendo que yo no era catlica, me loimpidi. En vista de esto me resolv a escribir a D. Samuel yaverige disimuladamente su direccin. Al mismo tiempo manifest

    a una compaera mis deseos de or Misa, y ella, ms amable quela profesora, prometi llevarme a Misa a San Saturnino, el Domingode Pascua.

    La seora B., en cambio, era protestante fantica y seescandaliz al saber que yo no crea en nada. Ms an, resolvillevarme el mismo da de Pascua, por la tarde, a la iglesiaprotestante. Yo, que quera conocerlo todo, estaba dispuesta acomplacer a la seora B., y experimentaba una gran curiosidad,

    porque tampoco conoca el culto protestante. Cul sera elresultado de mis observaciones el da de Pascua? Era fcilpreverlo.

    El nico rincn desocupado

    En la maana de esta fiesta, que ser siempre para m la msamada, porque seal para mi alma una verdadera resurreccin,me llev mi compaera a San Saturnino. Llegamos algo tarde y noencontramos asiento. Permisin divina! El nico rincndesocupado eran las gradas del altar de Mara! Era, sin embargo,imposible ver desde aquel oscuro rinconcito el altar mayor y nopude darme cuenta del Santo Sacrificio. Pero estaba a los pies deMara, la Virgen de los rayos, como o llamar despus a esaimagen, y por primera vez en mi vida me sent feliz, con unafelicidad celestial, cuya dulzura me haca desfallecerdeliciosamente. Sal de la iglesia fortalecida, radiante de felicidad,lo que exasper a la seora B.

    La tarde fue tristsima: una fra reunin en la capillaprotestante, que consisti en algunos cnticos, el Padrenuestro yuna pltica hecha sin calor ni conviccin. Me di cuenta de ladiferencia y resolv no poner ms los pies en una iglesiaprotestante.

    El domingo siguiente volv a San Saturnino, pero no meatreva a apartarme del altar de Mara. La miraba a la MadreInmaculada y le deca que, aunque no crea en Dios, crea en Ella,

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    mi Madre. Cuntas veces, sin darme cuenta de la contradiccinsingular entre mi afirmacin y mi atesmo, le repeta conapasionada ternura: Madre, Madre ma!

    Dialogando

    Entre tanto, D. Samuel contest amablemente a mi carta, y meindic la casa de una inspectora del Liceo, mi futura madrina parauna primera entrevista. Naturalmente, me present el da indicado,pero llena de desconfianza y resuelta a fingir disposicionesinteriores que no tena, porque evidentemente no podra confesaral buen sacerdote mi deseo de conocer la religin para combatirla.Me pregunt D. Samuel si deseaba hacerme catlica. No,seor. Entonces, con qu objeto quiere usted estudiar lareligin catlica, seorita? Me interesa conocerla, como meinteresa cualquier sistema filosfico. Y si la convenzo,seorita, se har usted catlica? Es que usted no me va aconvencer, seor. Pero, Si la convenzo? Ya le he dichoque no me convencer. Pero, dgame, si yo la convenciera deque la religin catlica es la nica verdadera, se hara catlica?

    Si usted me convenciera realmente, s, seor.Quiso el buen sacerdote comenzar por refutarme el protes-

    tantismo; pero, con una mueca de profundo desprecio, le manifestmi aversin por esa religin sin pies ni cabeza y me declar atea. Pero si no hay ateos!, exclam D. Samuel. Que no loshay?, pues aqu estoy yo para probar lo contrario: soy ateaconvencida. Prubeme la existencia de Dios!, le repliqu. El buensacerdote tuvo que resignarse a probarme lo que le peda ysucesivamente, en una clase semanal, me expuso los argumentosms convincentes.

    Comenz el sacerdote por hablar del orden maravilloso quereina en el universo y de la necesidad de admitir un ser supremo,autor de ese orden: me habl del encadenamiento de causas yefectos y cmo es preciso admitir la existencia de un ser, causaprimera de cuanto existe. Tambin me mencion la existencia de la

    ley moral y la creencia universal del gnero humano. El argumentodecisivo para m, empleado por D. Samuel y desarrollado despusen forma clara e irrefutable por un profesor del Seminario, que

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    continu las instrucciones y que me impresion profundamente, fueel del primer motor inmvil, expuesto tal vez en una forma original:todo movimiento, y en general todo cambio nacer, crecer,desarrollarse, que del huevo salga un pollo, de la semilla una

    planta, o que un nio crezca y llegue a la edad adulta, que elignorante adquiera conocimientos, que el ser humano seperfeccione moralmente etc., todo esto no es posible sin un factorexterior que provoque este cambio. Ahora bien, todo cambia en eluniverso, luego hay que admitir la existencia de un Ser supremo,causa primera de todo este movimiento, y que a su vez no estsujeto a cambio alguno; un Ser eterno, inmutable, infinito,perfectsimo, etc. Este argumento me hizo una impresin tanhonda, que andaba por la calle meditndolo continuamente y, cosacuriosa!, durante ms de veinte aos de vida espiritual ha sidofuente de luz para m, me ha mostrado la grandeza de Dios y mipropia pequeez, y me ha enseado a entregarme de lleno, yo quesoy nada, al Dios infinito que lo es todo.

    Todo fue intil; refut todos sus argumentos, o, ms bien,puesto que los haba irrefutables, me negu a admitirlos. Mayorxito tuvo mi futura madrina, que consigui de D. Samuel un

    devocionario para ensearme las oraciones. Entonces aprend elAvemara, la Salve, el Acordaos, el Bendita sea tu pureza, y lajaculatoria Oh Mara, sin pecado... , y en las tardes, al toque delngelus, haca mi visita a la Madre de Dios, me arrodillaba ante sualtar y le repeta una y otra vez las oraciones que haba aprendido.

    Conductas contrastadas

    Si D. Samuel no logr convencerme de la existencia de Dios,obtuvo, sin embargo, un resultado que l no sospech jams. Mconviccin ntima era que los sacerdotes no crean y sloexplotaban la credulidad del pueblo. Y pude observar que D.Samuel se sacrificaba por m, por puro amor a Dios. Apenasterminado su almuerzo, a veces con una lluvia torrencial, a pie, sediriga el buen sacerdote a casa de mi madrina, a pesar delcansancio que senta y que yo notaba.

    Descubr, adems, que siendo l muy nervioso y que seimpacientaba a menudo, luchaba generosamente consigo mismo

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    por vencer este defecto. Lo vea con frecuencia de rodillas en unaiglesia cerca del Liceo, en intensa oracin, y todo esto meimpresionaba profundamente.

    Tanta abnegacin me deca no puede existir en un alma que

    no cree. Este sacerdote vive su fe. Y entonces segu razonando:no es cierto que todos los sacerdotes catlicos sean unoshipcritas; mis padres me han engaado en este punto. Acaso nopueden haberme engaado involuntariamente, por supuesto, en lodems? Ser la religin catlica la verdadera?

    Entretanto la seora B. estaba exasperada al vermesimpatizar con la religin catlica; me exigi que de un da paraotro abandonara su casa, no me admita ms a la mesa y me hizo

    servir la comida en mi cuarto. Dios sabe cmo. No contenta coneso, declar que tena en su poder cartas que me haban escritosacerdotes catlicos y que dara cuenta de todo a mis padres.Parece que ella me haba sustrado la carta de D. Samuel y lahaba ledo a escondidas. Efectivamente escribi la seora B. a mispadres acusndome de querer hacerme catlica y agregando quemi conducta en el Liceo era psima. Dios permiti as que ellamezclara lo verdadero con lo falso, para que mis padres no

    entraran en sospechas, pues un certificado de excelente conductaque me dieron mis profesores les convenci de que la seora B.me calumniaba y no dieron importancia a lo que les deca, acercade mis deseos de hacerme catlica.

    En dos das encontr otro alojamiento en casa de la seoraD., que no se meta en asuntos religiosos. Pero la tempestad haballegado al Liceo, y D. Samuel, por prudencia, se neg a continuarlas lecciones que me haca. Yo estaba, sin embargo, decidida a

    llevar el asunto adelante y por consejo de mi madrina me dirig a unprofesor del Seminario, de gran talento, que continu las clases dereligin, durante dos meses ms, pero sin poder convencermetampoco de la existencia de Dios. Un da, por fin, ya no supe quereplicar a los argumentos de terrible lgica que me expona elsacerdote, y l me pregunt si estaba convencida, Convencida, s,pero... no creo. La fe replic es un don de Dios, y yo no puedodrsela. Y si usted no puede darme la fe, con qu objeto le

    dije decepcionada hablo con usted? Usted debe pedir la fe aDios en humilde oracin. Cmo pedirla a ese Dios en quien no

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    creo? No hay ms remedio: es preciso pedirla. As comenc ahacer esa splica original: Dios mo, si acaso existes, dame la fe.

    Ah est Dios!

    En aquel ao de 1922 se deba celebrar en Santiago, en elmes de Septiembre, el 11 Congreso Eucarstico Nacional, y, si malno recuerdo, en el mes de Julio hubo una procesin preparatoriacon el Santsimo Sacramento. Mi madrina que por enferma nopoda seguir la procesin, me llev a la plaza Brasil, para que vierapasar a Nuestro Seor. As vi por primera vez a Jess Hostia y vi loque ven todos, nada ms. Pero lo cierto es que al ver la HostiaSanta, tuve la seguridad absoluta: Ah est Dios; sent tambin detal manera la presencia de Dios, que arrastr a mi pobre madrinaen pos de Jess Sacramentado, hasta la iglesia a la cual se dirigala procesin. En aquel instante cre en Dios.

    Ms fuerte an fue otro toque de la gracia, pues como seguarepitiendo el Dios mo, si acaso existes, dame la fe, un da fue talla luz que tuve sobre las verdades de nuestra fe, que me quedplenamente segura y convencida de que la religin catlica es lanica verdadera.

    Quedaba slo un punto oscuro, la infalibilidad del Papa, puntoque, adems, en las clases de religin no se me haba alcanzado aexplicar; pero esta pequea duda, que era ms bien ignorancia,

    jams me habra impedido dar el paso definitivo.

    Yo me di cuenta de que deba hacerme catlica, y en lamaana del 13 de Agosto, radiante de felicidad, me present a mi

    madrina para declararle que crea y que deseaba hacerme catlica,y esa alma sencilla y buena, pero de poca experiencia en la vidaespiritual, quiso precipitar mi conversin: la fiesta de la Asuncinde Mara habra sido tan hermosa para ella, si yo hubieracomulgado a su lado! A toda prisa comenz mi madrina aprepararlo todo, y yo consenta en cuanto ella me deca, sin contarcon mi pobre corazn, demasiado amante an de los mos.

    Tena la fe, es verdad, y me daba cuenta cabal de que deba

    hacerme catlica; y yo y no otros, me deca: o me hago catlica ome condeno. Durante el ao que an faltaba para el paso decisivo,

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    tuve constantemente esta conviccin: estoy jugando con la gracia yme pongo temerariamente en el peligro de condenacin eterna.Pero ante mis ojos se levantaba, formidable, un gran obstculo: elamor a mi familia.

    Aquella noche

    Aquella noche del 13 al 14 de Agosto me acost con el rosarioen las manos, tranquila y feliz, porque haba encontrado la fe. A laspocas horas despert, presa de angustia indecible; pens en mispadres, record sus ideas hostiles a la Iglesia, se me present elprofundo dolor que les causara mi conversin y cmointeriormente me separaba de ellos. Por otra parte, Dios me atraa,y se libr en mi alma, aquella noche, una lucha formidable quetermin al amanecer con la derrota de Dios. Resolv no hacermecatlica y se lo comuniqu a mi madrina, que tuvo que resignarse ano verme comulgar a su lado el da de la Asuncin, y solamentesaba atribuir al demonio lo que haba pasado en mi alma.

    Naturalmente, quise justificar mi conducta y me pareca muyincmodo tener fe; por lo tanto, trat de perderla. Y busqu todaclase de libros que atacaban a la Iglesia para destruir esa fe queDios me haba dado. A toda costa quise volver al pantesmo, perocuando crea haberlo logrado en ciertos momentos, siempre denuevo renaca en mi alma atormentada la fe catlica.

    Ms o menos seis semanas duraron las tentativas por perderla fe; despus de haber devorado aquellos libros impos, que yomisma refutaba con suma facilidad, dej de luchar en contra de

    Dios, y me entregu a mis angustias ntimas, que se deban altemor de contrariar a mis padres. Eran semanas y meses deindecible sufrimiento, en que mi solo consuelo era pasar largashoras de silenciosa adoracin a los pies de Jess Sacramentado,or todas las Misas que poda, e ir de vez en cuando al Conventode los Padres Capuchinos, porque all un Padre anciano yvenerable trataba con bondad paternal de sostenerme en misluchas, y consolarme. As termin aquel ao de 1922, y en Enero

    de 1923, agotada y enferma fsica y moralmente, volv a PuertoOpta a pasar las vacaciones.

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    El nico tesoro

    Unos de los sufrimientos ms duros para mi alma en aquellasvacaciones fue la privacin de la Santa Misa. Los dos ltimos

    meses, en Santiago, haba asistido a ella casi diariamente y losdomingos, por lo general, oa dos o ms misas. En ella encontrabaluz, consuelo, fuerza y paz. Pero una vez en casa de mis padres,tuve que resignarme a estar privada de lo que ya entonces era param el nico tesoro. Una sola vez les arranqu el permiso de orMisa, el domingo de Quincuagsima. Pero pueblo chico, infiernogrande, la gente que saba que no era catlica, observ conespanto que yo saba perfectamente seguir la Santa Misa, y

    comenzaron los comentarios: La hijita del doctor se habr hechocatlica? Parece que ya lo fuera... No, sino que piensa bautizarse... Naturalmente, llegaron estos comentarios a odos de mi padre,que afortunadamente no los tom en cuenta, pero yo no me atrevaa repetir la tentativa.

    Todas las tardes, desde mi cuarto, haca en espritu una visitaa Jess Sacramentado y miraba por la ventana la torre de la iglesiaparroquial. A veces, sin golpear, entraba mi madre y yo casi no

    saba cmo disimular que haba estado de rodillas en intensaoracin. Mi madre, naturalmente, entr en sospechas, pero prefiricallar para no alarmar a mi padre. Yo sufra terriblemente y mesenta sin fuerzas para seguir viviendo en medio de tantasangustias, de modo que comenc a pedir al Seor me diera la pazinterior, aunque comprenda muy bien que sin una gracia especialde Dios no podra encontrarla antes de hacerme catlica.

    Sin embargo, bien vea el Seor que yo haba llegado

    realmente al lmite de mis fuerzas, y tuvo compasin de m. Unapaz inefable, llena de consuelo sensible y de inmensa dulzuracomenz a invadir mi alma, y bajo su benfica influencia recobrpoco a poco mis fuerzas fsicas. Me senta revivir.

    Llena de dulce paz, abandon en Marzo de 1923 el pintorescopueblecito de Puerto Octay y volv a Santiago, acompaada de mipadre, que haba resuelto establecerse all. Mi madre debaseguirnos algunas semanas despus. Nueva dificultad: estandocon mi padre, cmo or Misa? Pero me vala de toda clase deestratagemas y pretextos y no falt ningn domingo.

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    Qu momentos de dulzura celestial experimentaba mi almadurante el Santo Sacrificio! Y como mi alma haba encontrado lapaz, fui de nuevo ingrata a mi Dios, porque precisamente lo quebuscaba en la religin era la paz y la haba encontrado sin hacerme

    catlica. Entonces, con qu objeto dara yo el paso decisivo?

    Una frase

    Para encontrar algn pretexto que justificara mi actitud,alegaba la infalibilidad del Papa, nico dogma del cual no estabaconvencida. Es un error comn entre los protestantes y queaprend de mi madre imaginarse que infalible significa a un tiempoel no estar sujeto a ningn error y ser impecable. Generalmenteobjeta el protestante al catlico que le habla de la infalibilidad delPapa, que ha habido Papas malos, y yo tambin hice esa objecin.Me imagin que la infalibilidad consiste en que cada palabra delPapa era inspirada por el Espritu Santo, y no estaba dispuesta aadmitir esto.

    Pero fcilmente me resolvieron esta dificultad mis amigas y elsacerdote que despus haba de bautizarme. Yo haba credo quecada palabra salida de boca del Romano Pontfice deba aceptarsecomo infalible! Una vez que se me explic el verdadero sentido deldogma y que la infalibilidad no es ni la inspiracin, ni laimpecabilidad, y que el Papa solamente es infalible, o sea que Dioslo preserva de todo error, cuando como Doctor de la Iglesiauniversal expone las verdades reveladas, lo acept sin la menordificultad y se desvanecieron todas mi dificultades.

    Pero no quera dar el paso definitivo; no tena valor de pasarpor encima de mis padres, a quienes amaba an ms que a Dios.

    Y entonces por primera vez, aquel Padre capuchino anciano yvenerable, que siempre haba tenido conmigo una paciencia sinlmites y una bondad inagotable, me dijo estas palabras: Hijita,ahora ests jugando con la gracia. Acurdate que la gracia pasa yno vuelve ms! Esta frase me aterr, porque comprendademasiado bien su significado, Y resolv por fin decir abiertamente

    a mi madre que quera hacerme catlica.

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    Fue un da, domingo, del mes de Julio, al volver de Misa,cuando tuve el valor de presentarme a mi madre para decirle:Mama, acabo de tomar una resolucin irrevocable: me harcatlica La escena no puede describirse con palabras.

    Mi pobre madre, tan suave y amable de costumbre, lanz ungrito: T, catlica? Primero muerta que catlica! Y gema ylloraba que parta el alma. He perdido a mi hija, mi nica hija; meespera una vejez sin consuelo. Degenerada, reniegas de tu raza yde la tradicin de tu familia! Por lo menos espera hasta la muertede tu padre; porque si l llega a saberlo, ser su muerte, Quieresasesinar a tu padre? Jams te dar permiso para hacerte catlica,mientras l viva!

    Pocas veces en mi vida he experimentado un desgarramientointerior semejante al que sent entonces. Pero al mismo tiempoexperiment cmo la gracia me sostena poderosamente y memantuve firme e inflexible. Durante seis semanas tratrepetidamente de arrancar a mi madre su consentimiento, y, comosiempre se repetan de nuevo las mismas escenas dolorosas y nopoda tampoco hablarle a mi padre, resolv dar el paso decisivo sinesperar ms tiempo. Y as dije a mi madre: Aunque sea sin tu

    consentimiento, un da saldr protestante de casa y volvercatlica. Me dirig entonces al seor Rector de la UniversidadCatlica y le ped hacer los trmites necesarios en el Arzobispadopara que pudieran bautizarme bajo condicin el 8 de Septiembre,fecha que yo misma fij parla mi bautismo por ser fiesta de laSantsima Virgen, que, adems, aquel ao, por feliz coincidencia,era sbado.

    Me he hecho catlica

    Lleg por fin ese da tan deseado, y a las cuatro de la tarde,en la iglesia de las Carmelitas el antiguo Carmen de SanJos, que despus fue demolido me bautiz el Sr. Rector.Terminada la ceremonia, entonaron las Carmelitas el Magnificat.Con santa impaciencia, exig que mi primera comunin tuviera

    lugar al da siguiente, aunque el Sr. Rector quiso fijarla para lafiesta del Dulce Nombre de Mara. Me he hecho catlica paracomulgar, le dije, y el sacerdote accedi a mis ruegos. Al da

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    siguiente hice, pues, mi primera comunin en la capilla de laUniversidad Catlica. Sin embargo, aunque yo tena unatranquilidad profunda, esa tranquilidad que se siente cuando secumple la voluntad de Dios, ni el da de mi bautismo, ni el de mi

    primera comunin, tuve consuelos sensibles. Solamente alcomulgar por segunda vez, el da del Dulce Nombre de Mara,experiment en toda su extensin la dicha inmensa de ser catlica,y ese sentimiento de gozo y felicidad dur semanas y meses.

    El da de mi primera comunin, por primera vez en mi vida, notom desayuno con mis padres, y esto bast para excitar lassospechas de mi madre. Entonces el ayuno eucarstico, comorecordarn, obligaba desde las doce de la noche anterior. Aquella

    maana me serv el desayuno con mis padres y, mirando el reloj,dije a mi padre: pap, mira que tarde es, aun he de arreglar mihabitacin y me esperan mis amigas. Puedo llevarme a mihabitacin el desayuno? Si, hijita, dijo mi padre. Para disimularhaba organizado con mis amigas un paseo. Sub a mi habitacin,tir el caf por la ventana, met el pan en el armario y salcorriendo.

    Al volver a casa, ella me sali al encuentro y sin rodeos me

    pregunt: Qu has hecho? Me he hecho catlica, respondcon firmeza. Y se renovaron las escenas de los meses pasados...Pero, qu me importaba ya todo esto, cuando nadie podra yaarrebatarme la felicidad de ser catlica? Nadie en adelante podraimpedir que comulgara. Simplemente vi delante de m una tarea,una misin: la de lograr que tambin mis padres participaran de midicha y se hicieran catlicos.

    2. CONVERSIN DE MIS PADRES

    Mi madre

    Si mi felicidad de ser catlica era inmensa, algo sin embargo

    le faltaba: el que mis padres la compartieran conmigo. Llena deconfianza en Dios, comenc mi apostolado con mi madre, porque

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    me pareca ms fcil conquistarla primero, ya que mi padreignoraba an mi conversin. Pero, cun equivocados los clculoshumanos! Todas mis tentativas de convertir a mi madre estabandestinadas a fracasar... Es verdad que por darme gusto, llevada

    por el amor a su hija nica, mi madre acept una medalla de laSantsima Virgen y consinti, ya en Noviembre de 1923, en rezarconmigo el mes de Mara y el Rosario. Es verdad tambin que cadavez que mi padre estaba fuera de Santiago, me acompaaba aMisa y a la visita a Jess Sacramentado.

    Mi madre era a pesar de la reaccin violenta que le provocmi decisin de hacerme catlica de un carcter ms bien suave yen cierto sentido algo dbil. Es verdad que jams hubiera sido ella

    capaz de ir contra su conciencia y cometer una falta que estuvieraen pugna con su natural rectitud moral; pero en las dems cosas,ella prefera ceder, sobre todo cuando se trataba de presionarla unpoco. As se explica que ella, movida por el amor que me tenacomo a su hija nica., y cediendo a mis reiteradas splicas hechascon tenaz insistencia, consintiera en acompaarme a veces a Misay a mis horas de adoracin. Adems, ella solamente meacompaaba estando ausente mi padre y aun entonces, por regla

    general, solamente de vez en cuando, ejemplo, en da domingo ode noche. Parece cierto que por ms que ella por nada querahacerse catlica, la asistencia a la Misa y a otros actos fue poco apoco dejando huellas en su alma, de las cuales ella misma noacababa de darse cuenta. As, por ejemplo, recuerdo que un da 11de Febrero llev a mi madre de noche a la procesin con antorchasque se haca en la Gruta de Lourdes de Santiago, con la imagen dela Santsima Virgen. Al terminar la procesin, una inmensa

    muchedumbre estaba aclamando a la Virgen y con grandsimasorpresa ma o gritar tambin a mi madre con todas sus fuerzas:Viva la Reina de Chile! Viva la Virgen de Lourdes! Cuando alvolver a casa pregunt a mi madre por qu haba dicho y hechoesto, ya que ella pretenda no creer, me contest simplemente quehaba sentido sin que se lo pudiera explicar un impulso irresistible aclamar en esa forma a la Virgen Santsima. Era, sin duda, la graciadivina que iba obrando en el fondo de su alma.

    Por amor mo, mi madre estaba dispuesta a pasar horasenteras en la iglesia, aun en la noche, pero se obstinaba en supantesmo y discuta conmigo tenazmente. Ella no aceptaba un

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    solo dogma, ni siquiera aquellos que a m no me haban ofrecidodificultad alguna, una vez que yo haba aceptado la existencia deDios. Recuerdo una discusin que tuvimos acerca de la virginidadperpetua de Mara Santsima, que mi madre negaba tenazmente.

    Es imposible me deca, ser madre y virgen a la vez. Yo meesforzaba por probarle que se equivocaba; todo fue intil. Al final,no sabiendo ya qu alegar, le lanc un argumento desesperado:Pero, mam, de cundo el Espritu Santo hace perder lavirginidad? Hum... en esto no haba pensado, contest mimadre, pero sin darse por satisfecha. Y la virginidad perpetua deMara era quiz la menor duda que tena...

    Sin embargo y podra esto parecer un cuento si no fuera

    cierto mi madre comenz a creer en algo sobrenatural, de unamanera bastante original. Estbamos en una situacin econmicamuy difcil, y mi madre estaba buscando clases particulares paratener con qu mantener a mi padre, que ya no poda trabajar, y am, que estaba haciendo mis estudios en el Instituto Pedaggico dela Universidad de Chile para graduarme de profesora. Pero mimadre pareca tener mala suerte y no encontraba nada.

    Un da, con cierto despecho, me lanz un categrico: Ya que

    tu eres catlica, has de saber tambin qu medios debo emplearpara encontrar clases. No s por qu pues en realidad noempleo casi nunca este medio le dije que prometiera a lasbenditas nimas una Misa por cada alumno que tuviera. Comonuestra situacin era bastante crtica, mi madre hizo la promesa,sin pensar ms, precisando an ms lo que le haba sugerido,puesto que prometi una Misa al mes por cada alumno. Cosanotable! Apenas hecha la promesa, comenz una afluencia tal de

    alumnos durante varios aos, que mi madre lleg a tener a vecescuarenta y dos horas semanales. Ella misma se complaca encontar este hecho y en afirmar que se haba hecho la siguientereflexin: una vez, dos veces, hasta tres o cuatro, puede ser unacasualidad; pero que la Misa al mes por las nimas sea un medioseguro para conseguir clases, no puede ser casual; porconsiguiente las nimas existen; luego, el alma es inmortal, y luegohay Dios.

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    Mi padre

    Pero si mi madre crea en las nimas, no por eso admita lapresencia real de Jesucristo en la Eucarista, ni la infalibilidad del

    Papa, ni los dems dogmas. Adems, ella declaraba que no sehara catlica sin que se convirtiera primero mi padre. Y viendo loque ste sufra, enfermo y ateo, quiso convertirlo, mas no a lareligin catlica me deca, simplemente al cristianismo. Envista de estas buenas disposiciones, trat de conseguir que fuera acasa algn sacerdote como amigo, tal como aos antes haba idoel Padre Guillermo.

    Nueva dificultad: anciano y enfermo, mi padre ya no quera

    hablar sino el alemn, y una conversacin en otro idioma lofatigaba demasiado. Era, pues, preciso, hallar un sacerdote quehablara alemn y que pudiera presentarse con algn pretexto.Habl con ms de quince sacerdotes, intilmente. Los Padres delVerbo Divino, excesivamente ocupados en su colegio, ibansolamente de tarde en tarde y entonces no se atrevan a hablar deasuntos religiosos, sino de medicina y de Poltica. Era ste unsistema que me haca sufrir cruelmente, porque me pareca

    evidente que de esta manera no se podra lograr la conversin demi padre.

    Segua buscando un sacerdote que tuviera ms tiempo, peroDios no quiso que lo encontrara. Entretanto, cuntas palabrashirientes le o a mi padre! Un Viernes Santo fueron tales susblasfemias que, no pudiendo soportar ms, me levant de la mesay me fui a mi cuarto a llorar a solas. Mi padre no saba, como hedicho, que yo era catlica, pero con el tiempo lleg a sospecharlo.

    Qu estratagemas tuve que emplear para poder comulgardiariamente! Generalmente sala con el pretexto de mis clases,pero entonces no poda volver a casa para el desayuno. Dios mesostena y a pesar de no tener muy buena salud soportperfectamente, durante aos, el tomar desayuno a horasinverosmiles, sobre todo algunos das. Cargada de libros ycuadernos, con el velo escondido en el bolsillo, corra a or Misa ycomulgar e iba directamente al Instituto Pedaggico a mis clases...

    A menudo, solamente despus de varias horas de clase podatomar en casa de una amiga un desayuno que casi se juntaba con

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    el almuerzo. Pero nada me importaban estos sacrificios; y lo nicoque anhelaba era la conversin de mis padres, que, sin embargo,pareca casi imposible.

    Una amiga ma me dio entonces el consejo de escribir a todos

    los conventos de Carmelitas para solicitar oraciones. Lo hice as, yno contenta con esto, durante las vacaciones recorra casi todoSantiago, pidiendo oraciones a las comunidades religiosas. A todoslos sacerdotes conocidos les suplicaba tambin se acordaran en laSanta Misa de pedir la conversin de mis padres. Me pareca queel resultado de tantas oraciones deba ser inmediato; pero Diosquiso ensearme a ser ms paciente y a esperar contra todaesperanza. En apariencia, durante varios aos, las oraciones no

    produjeron ningn resultado, no haba llegado an la hora de Dios.

    Una conclusin

    Como he contado ms arriba, me fue imposible conseguir unsacerdote que tratara de convertir a mi padre. Mi madre y yo, porsus clases ella y yo por mis estudios, estbamos muy poco con mipobre padre, que no tena otra distraccin que estudiar sus librosde medicina. Cosa curiosa: una primera intervencin de la gracia lapude constatar entonces; un da mi padre, al estudiar el desarrollodel ser humano, lleg a la conclusin: es preciso admitir laexistencia de un Ser supremo para explicar el origen de la vida; lateora de la generacin espontnea es falsa. La lectura del libroDios de Restat lo confirm en esta conviccin, pero la creenciareligiosa de mi padre se limit, hasta el instante mismo de suconversin, a la fe en la existencia de Dios y una vaga simpata porlos catlicos.

    En Agosto de 1927 hizo mi padre un viaje al Sur, a pesar desus achaques y la no pequea oposicin de parte nuestra. Unamigo que viva cerca de Puerto Octay, en el campo, haba escritoa mi padre rogndole con insistencia que fuera a su casa adevolverle la salud a su seora. l, que no pona lmites a sucaridad tratndose de sus enfermos, accedi sin vacilar a los

    ruegos de su amigo, que era tambin incrdulo, y emprendi elviaje, largo y pesado. En Noviembre, la seora haba recobrado porcompleto la salud y mi padre nos escribi, anuncindonos que

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    pronto estara otra vez con nosotros. Pero Dios tena otrosdesignios...

    Estbamos lejos...

    Tena entonces setenta aos y haba pasado cuarenta en elatesmo. Un vago desmo era el nico progreso espiritual quehabamos podido constatar. No encuentro ningn antecedente a laconversin de mi padre a la religin catlica, que l ignoraba porcompleto, ni hubo intervencin humana alguna. Se hallaba en elcampo, ms o menos distante del pueblecito de Puerto Octay y encasa de incrdulos. Las que, humanamente hablando, parecanms llamadas a influir en su alma, estbamos lejos. Pero habansido escuchadas nuestras oraciones, las oraciones de las religiosasy de los sacerdotes que se hacan incesantemente por l. Y mecomplazco ahora en creer que tambin prepar, por decirlo as, elterreno en el alma de mi padre la inmensa caridad que l habatenido durante aos con los pobres, sobre todo durante los diezaos pasados en Puerto Octay. Cuntas veces, en lo ms crudodel invierno, con una lluvia torrencial, en la oscuridad de la noche,

    atraves a caballo bosques y ros, con peligro de su vida, porsalvar la vida de algn pobre que no tena qu ofrecerle a cambio!Cuatro, cinco horas a caballo y ms en tales circunstancias, nobastaban para agotar su caridad; volva entonces a casa radiantede felicidad y nos repeta una y otra vez: Cun hermoso es aliviara los que sufren! Muchos de sus achaques los contrajo a causade estas salidas nocturnas, y cuando su salud le oblig a retirarse aSantiago, acudieron en masa a despedirse de l hombres y

    mujeres, ricos y pobres, sollozando. Los pobres, sin fijarse en quel no crea, decan a boca llena: El doctor es un santo. Y unpobre hombre que viva cerca de nosotros, en un ranchito, y aquien mi padre salv la vida, no vacil en lanzar esta hereja:Doctor, usted es un dios!.

    Sin duda, Dios le inspir tanta caridad y quiso as preparar suconversin. Sucedi, pues, que cay enfermo a fines de Noviembrey no quiso decirnos nada. Su vuelta a Santiago quedabapostergada de una semana para otra, y, como era natural, nosotrascomenzamos a sospechar algo extrao. Muchos das pasaron en

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    seguida sin noticias, porque estuvo gravsimo. Apenas un pocorestablecido, nos escribi, tranquilizndonos y asegurndonos quepronto estara con nosotras. Pero yo presenta su muerte y quera atoda costa verlo morir catlico. Deshecha en lgrimas, fui un da a

    postrarme a los pies de Jess Sacramentado y le dije con santaaudacia: Seor, o mi padre muere catlico o no me conformarjams. Mira, pues, lo que haces! Este ultimtum sin duda fueatrevido, pero el Seor tuvo compasin esta vez de mis lgrimas.

    A los pocos das, un telegrama llam a mi madre al lado de mipobre padre, que haba tenido una recada y estaba gravsimo. Fueel ltimo viernes de Diciembre. Muy de madrugada, deshecha enlgrimas, me dirig a la iglesia de los Padres Jesuitas en busca de

    mi director. Cosa extraa! No hay nadie menos inclinado a admitircosas extraordinarias que un jesuita, y con mucha razn.

    Qu pas por la mente de mi confesor mientras yo estabadesahogando con l mi inmensa pena? Yo lo vea todo perdido, eimposible la conversin de mi padre antes de morir y mi nicaesperanza era obtener para l la gracia de una contricin perfecta,y mi director, con una seguridad absoluta y con toda la autoridadque tena sobre m, me dijo textualmente: Yo no soy profeta ni hijo

    de profeta, pero le aseguro que su padre morir catlico. Estaspalabras me tranquilizaron singularmente y con toda calma ayud ami madre en la preparacin de su viaje y aquella misma tarde laacompa a la estacin. Tuve entonces la idea de pasar por elcorreo a la vuelta y encontr en la casilla una carta dirigida a mimadre. Por la letra me di cuenta de que vena del Prroco dePuerto Octay, R. P. Cristin Harl, S.J. que de vez en cuandoescriba a mis padres. (El Padre Guillermo ya haba muerto.)

    Supuse que la carta contendra alguna noticia de mi padre y la abrresueltamente y... me encontr con el relato detallado de suconversin! No pude creerlo. Aquello me pareca un sueo... Lea yrelea la carta. El Padre Harl deca con toda claridad que habiendoido l, como amigo, a visitar a mi padre, ste espontneamente lehaba dicho: S que voy a morir. No s nada de la religin catlicay estoy demasiado enfermo para aprender el catecismo, peroquiero morir catlico. Padre, bautceme.

    El Padre Harl, en dos ocasiones, creyendo que el enfermotena fiebre y estaba delirando, no haba hecho caso. Por fin,

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    disponiendo un da el Padre, inesperada mente, de un automvilque otra persona le facilit para otro asunto, aprovech la ocasinpara llevar el Santsimo y fue de nuevo a ver el enfermo. Este, alver al sacerdote, le dijo en el acto, en tono suplicante: Quiero

    morir catlico; Padre, por favor, bautceme. Era el da de SanEsteban, 26 de Diciembre, cuando vencido por tanta insistencia, elPadre Harl bautiz a mi padre, bajo condicin, y le administr losdems sacramentos.

    Una dichosa realidad

    Pero la noticia era demasiado inesperada para m y pasvarios das sin darle crdito, hasta que a principios de Enero recibuna carta de mi madre en que ella me comunicaba que lo primeroque mi padre le dijo al verla fue: Me he hecho catlico. Y t, qudices? A lo que ella haba respondido ms por dar gusto alenfermo que por conviccin: Yo tambin me har catlica.Entonces, por fin, cre que la conversin de mi padre no era unsueo, sino una dichosa realidad.

    Entre tanto mi padre no poda sufrir dilacin en la conversinde mi madre y, sin decirle palabra, mand llamar al Padre Harl:Padre le dijo, aqu est mi mujer; bautcela ahora mismo,aqu, junto a mi cama, porque quiero verla catlica antes de morir.Sorprendida, s, pero deseosa de dar gusto al enfermo, consinti mimadre en todo. Y fue un gran sacrificio para ella, porque no estabaconvencida que la religin catlica fuera la verdadera y no admitamuchos dogmas. Considerando las cosas humanamente, sedebiera haber dejado a mi madre el tiempo necesario parainstruirse ms y convencerse. La impaciencia de mi padre, que noquera morir sin ver catlica a la que l tanto amaba, oblig a mimadre a cerrar los ojos y decir: Creo con mi voluntad todo lo quemanda creer la Iglesia. Mi pobre madre, durante ms de un ao,sinti duramente este sacrificio, pero jams admiti su voluntad lamenor duda, porque ella era incapaz de hacer las cosas a medias,y era para ella un deber sagrado el creer en todo: pero slo Diossabe las luchas que sostuvo por ser fiel.

    El Padre Harl estaba en el colmo de la felicidad; solamentefaltaba la primera comunin de mi madre, y esta tuvo lugar el 9 de

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    Febrero de 1928, gracias a la abnegacin del Padre Harl, que muyde madrugada, aprovechando la combinacin para Osorno, pudollegar con el Santsimo hasta donde estaban mis padres.

    Hogar catlico

    La misericordia de Dios es infinita. Yo haba hecho con gustoel sacrificio de no ver la conversin de mis padres, es decir, de noestar a su lado al realizarse su conversin, que tanto habadeseado. Pero el Seor quiso proporcionarme la alegra de ver a mipadre catlico, y as le devolvi la salud suficientemente para poderhacer el viaje a Santiago, a fines de Febrero. Al llegar mi padre meabraz y me dijo: Hijita, por qu no me dijiste que querashacerte catlica? Yo no te lo habra impedido!

    Lo instalamos en casa con la mayor comodidad posible y fuevoluntad de Dios que nunca estuviera lo suficientementerestablecido para ir a la iglesia. As es que no conoci la SantaMisa, ni fue capaz tampoco de estudiar la religin. Como mi madreasista a Misa los domingos, le preguntaba en seguida mi padre,con la ingenua sencillez de un nio, qu era lo que se haca enMisa. La fe de mi padre en estas condiciones fue realmente unmilagro de la gracia. Dos veces tuve la felicidad de prepararlo todopara la visita de Jess Sacramentado. Qu felicidad ver comulgara mi padre, silencioso y recogido, dichoso con la visita de su Dios!Cmo compensaban ampliamente estos momentos de cielo loscuatro aos de angustias y temores por su salvacin, que habapasado!

    Pero las fuerzas del enfermo declinaban rpidamente. Laltima noche que an tena claro conocimiento de todo, la pas enoracin con mi madre. Todava creo or a mi pobre madre, quevindome agotada, me haba obligado a acostarme, decir a mipadre: Recemos por nuestra hijita: Padre nuestro que ests en loscielos... A la maana siguiente ya no me reconoca. Muri en lamadrugada del 12 de Agosto y su rostro expresaba una pazinefable. No pude llorar; enton un himno de accin de gracias,

    pues saba que lo volvera a ver un da en el cielo. Podra desearms? Me bastaba saber que mi padre viva en Cristo, la nica,verdadera y eterna vida!

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    3. LTIMOS AOS Y MUERTE DE MI MADRE

    Confesarse en regla

    Como ya he dicho, mi madre, al hacerse catlica, no estabaconvencida de todos los dogmas, pero se propuso aceptarlosfirmemente todos, sin distincin. Muchas veces me confes ella,

    despus, que durante ms de un ao haba tenido la impresin dellevar sobre sus hombros una carga muy pesada, pero que con eltiempo y gracias a la direccin del Padre M., haba desaparecido.Conoci mi madre al Padre M. de una manera un tanto singular.

    Viva aun mi padre y mi madre aprovech un instante librepara dirigirse a la iglesia de los Padres Jesuitas, con el objeto deconfesarse en regla, como deca. Nunca se haba acercado mimadre a un confesionario, y al recibir el bautismo, bajo condicin,

    de manos del Padre Harl, se confes con ste cara a cara, ya queen el campo donde se encontraba y en una casa de incrdulos, nohaba confesionarios ni cosa que se le pareciera. Parecale a mimadre que aquella confesin no haba sido bastante completa yque el buen Padre Harl haba sido demasiado indulgente con ella,porque no haba encontrado pecados graves. Quiso, pues,confesarse mejor y me haba pedido los nombres de varios PadresJesuitas, que tenan fama de excelentes directores de almas.

    Tmidamente, porque hasta el fin de sus das conserv mimadre cierta timidez y reserva, pregunt al hermano portero:Est el Padre G.? Est en ejercicios. Y el Padre R.?Anda en misiones. Y mi madre nombr uno por uno todos losPadres que yo le haba indicado y obtuvo idntica respuesta.Desconcertada pregunt por fin quin haba quedado en casa. ElPadrecito ciego, seora, y el Padre M. Haba que or a mi madrecmo contaba ella misma con una gracia nica ese incidente. El

    Padre ciego... pens ella, pero si es ciego, cmo podr ver

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    mis pecados? Bueno, hermano, tenga la bondad de llamar alPadre M. As encontr mi madre un director.

    Pero ella no haba contado con una nueva dificultad. Elmueble, como llamaba mi madre al confesionario, le infunda

    miedo, tanto miedo, que cuando eran tres los pecados que tenaque confesar no se acordaba sino de dos Y si eran cinco, slorecordaba tres. Todos estos detalles los tengo de ella misma,porque con ingenua sencillez me manifestaba la molestia que lecausaba el mueble, que le impeda confesarse bien segn ella. Por fin el miedo desapareci; pero creo que hasta su muerte mimadre hallaba desagradables los confesionarios. Pero esto no laimpidi ser buena catlica y pronto mi madre comulgaba

    diariamente y se confesaba todas las semanas.

    Se le ocurri mortificarse

    Esto no le bastaba, sin embargo, y un buen da, en cuaresma,naturalmente, se le ocurri mortificarse. Era esto en ella tanto msadmirable, cuanto ms absurda le haba parecido toda penitenciacorporal; porque los no catlicos difcilmente comprenden laimportancia y necesidad de la penitencia. Pero aquella cuaresmano quiso contentarse con ayunar y comenz a tomar t con sal envez de azcar...

    Un da tambin me pregunt: Qu es un cilicio? Se lodescrib como pude. No dijo ella, no me lo puedo imaginar;treme uno para verlo. Yo, que nada sospechaba, hice lo quedeseaba mi madre y el cilicio desapareci. Algn tiempo despus

    me atrev a preguntar en qu parte lo haba dejado. Por ah est,contest ella tratando de disimular. Pero tuve mis sospechas ycomenc a indagar y sobre todo insist en que me entregara elcilicio. Entonces tmidamente me confes que lo usaba algunasveces y se neg a entregrmelo.

    Observaba ella tambin todos los ayunos de la Iglesia, hastasu muerte, a la edad de sesenta y siete aos, a pesar de susnumerosas clases, que no quiso disminuir nunca y a las cuales

    agregaba sus obras de apostolado. Adems de sus clasesparticulares, tena mi madre a su cargo la enseanza de francs eingls en el colegio Rosa de Santiago Concha, de las religiosas

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    del Buen Pastor, y sola ir a pie al colegio y volver en la mismaforma, tanto por la maana como por la tarde, aunque lloviera ohiciera un calor insoportable, como sucede en el verano enSantiago. Y cada vez se demoraba unos veinte minutos.

    Nunca quiso levantarse tarde y antes que aclarara ya estabaen pie, aunque a veces se senta agotada. Y cuando yo leprotestaba un poco y le rogaba mirar por su salud, se limitaba asonrer y me deca: He estado tantos aos lejos de Dios, queahora quiero recuperar el tiempo perdido. En la mesa casi nohablbamos sino de cosas espirituales y el hambre de mi madrepor instruirse a fondo en la religin era insaciable. De modo que enla mesa me preguntaba todo lo que deseaba saber de religin y me

    expona sus problemas. Muchas veces yo le haca preguntas paraexaminarla, y preguntas difciles, y esto la encantaba, porque,como deca, as yo la obligaba a pensar y a ahondar ms. En lanoche, a la hora de comida, guardbamos silencio; pero no era porpenitencia, sino por que ambas sentamos la necesidad, despusdel trabajo del da, de callar y escuchar a Dios en profundorecogimiento para intensificar nuestra vida interior.

    Amor de obras

    Mi madre amaba de un modo especial a Jess Sacramentado.Como en los das de trabajo poda or una sola Misa, los domingosy fiestas casi no sala de la iglesia. El desayuno no le haca falta,deca, y su confesor tuvo que obligarla a tomarlo, porque de locontrario, tal vez no habra desayunado en toda la maana.Cuando poda, asista a las adoraciones nocturnas de la parroquia,a pesar de su cansancio. Era preciso orar y sufrir por amor aJess! Y su amor a Cristo fue un amor de obras. Fue sin lmites sucaridad con los pobres; pero lo que es mucho ms admirable,conserv siempre una inalterable dulzura, an en circunstancias enque ella saba muy bien que se estaba abusando de su bondad.

    Despus de la muerte de mi padre fuimos a vivir con unaseora viuda que tena un nico hijo que haca sus estudios en la

    Universidad. Esta pobre seora prob la paciencia de mi madrehasta el extremo de cortarnos la luz elctrica en las tardes, y poreconomizar oblig a la cocinera a servirnos la comida medio cruda.

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    Y no solamente se serva la comida medio cruda y en dosishomeoptica, sino adems en tal forma que muchas veces no lasoportaba el estmago delicado de mi madre. Estuvimos cuatroaos en esa casa, hasta establecernos en Valparaso. Ella se

    preocupaba de comprar para m todo cuanto juzgaba necesariopara alimentarme, pero no tocaba nada. Jams en cuatro aos le ouna protesta; disculpaba a aquella seora y trataba de atraerla a lafe con su inalterable mansedumbre, lo que por desgracia no pudoconseguir. La pobre seora muri poco despus de mi madre, casirepentinamente, despuss de haber vivido casi veinte aos lejosde Dios.

    Mi madre ofreca de un modo especial todas sus oraciones y

    sacrificios por la santificacin del clero; con toda sencillez me habaimitado en esto y pospona todas las dems intenciones. Cuandollegaba, pues, mi da siempre he celebrado el aniversario de mibautismo, ella me deca: Hijita, lo ofrecer todo por ti ensegunda intencin, porque en primer lugar estn los sacerdotes.Yo misma se lo recordaba a menudo, para que el amor a su hija noles quitara nada a los ministros del Seor. Y mi hija madre fue fielhasta la muerte. Por lo dems, mi madre trabaj activamente por

    salvar y hacer bien a todas las almas que poda, y a veces lograbaresultados admirables.

    Dios recompens su generosidad

    A medida que mi madre se iba uniendo ms y ms en laoracin y el sacrificio, su mismo cuerpo tomaba un no s qu deespiritual, que llamaba la atencin a cuantos la conocan de cerca.Irradiaba una dulzura, una paz, una modestia tal, que un da unareligiosa que estaba unida a mi madre por estrechos lazos deamistad, dijo a su superiora: Poca vida le queda a esta seora.Por qu?, pregunt la superiora sorprendida. Estenferma? Est muy bien de salud, pero tiene algo que ya no esde este mundo.

    En realidad, le quedaba apenas un mes de vida. Tengo este

    detalle de la misma religiosa amiga de mi madre. Tena elpresentimiento de su muerte con dos aos de anticipacin, y paraprepararse pidi al Padre M. le permitiera hacer confesin general.

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    A m misma me deca con frecuencia que no alcanzara la edad demi abuela, muerta a los ochenta y seis aos; que morira quizspronto y repentinamente. Deseaba morir de enfermedad corta ytena singular predileccin por la fiesta de la Purificacin.

    En Enero de 1936 nos trasladamos a Chorrillos, cerca deValparaso, y esto fue para mi madre un gran sacrificio, porquesignificaba para ella renunciar a cuanto amaba en Santiago. Ya nodara clases en su querido colegio del Buen Pastor, ya no tendra ladireccin espiritual del seor J.S., que se haba hecho cargo de sualma al haber se trasladado el Padre M. a Chilln, y Dios le impusootros sacrificios ms que no quiero enumerar en detalle... Ella hizogenerosamente el sacrificio que el Seor le peda y Dios

    recompens su fidelidad.Con el objeto de pasar el mes de Febrero en el Sur era elmes de vacaciones que le quedaba, volvi a Santiago el 31 deEnero, para seguir su viaje en los primeros das de Febrero. Elhermano de Mara Benedicta, que quera a la madre de sta comosi fuera su propia madre, a la que no haba conocido, estabacasado en el Sur de Chile y la haba invitado a pasar con ellos elmes de vacaciones que le quedaba. Se encontraran en Santiago

    para seguir juntos el viaje.Gozaba entonces ella de perfecta salud, y aquella maana del

    31 de Enero sucedi algo muy especial. Juntas habamos odo laSanta Misa y yo tuve naturalmente la intencin de salir con mimadre de la iglesia y darle un abrazo de despedida; pero no s enqu momento sali ella calladita en tal forma que nadie se diocuenta. Cuando lo advert, era tarde, y entonces tuve claramente laintuicin de que no la volvera a ver. Quise luchar contra esta

    impresin, pero fue intil y al mismo tiempo comprenda que estoera lo mejor y por eso el Seor dispona las cosas as.

    Entre tanto mi madre lleg a Santiago en perfecta salud y sealoj en su colegio del Buen Pastor. Al da siguiente se sinti algoindispuesta, pero no le dio ninguna importancia. El domingo, 2 deFebrero fiesta de la Purificacin, a las tres de la tarde se me avispor telfono que fuera inmediatamente a Santiago, porque mimadre estaba gravsima.

    Durante las dos horas y media de mi viaje en automvil nopude pensar sino esto: Dios ha dado gusto a mi madre y satisface

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    todos sus deseos. Mora como lo haba deseado, de enfermedadcorta, en la fiesta, que amaba tanto, de la Purificacin. Qu Nuncdimittis poda entonar ella! Mora despus de ocho aostotalmente consagrados a Dios, despus de haberlo sacrificado

    todo por su amor; mora rodeada de sus queridas monjitas y susamigas, asistida por su director. Y sera eternamente feliz; vivira lanica, verdadera y eterna vida...

    Y yo misma senta en mi alma un reflejo de esa felicidad...

    Ser feliz para siempre

    A medida que me iba acercando a Santiago, comprend queDios me iba a pedir un ltimo sacrificio y que encontrara a mimadre muerta. El abrazo y el beso que hubiera querido darle el daque tom el tren o por lo menos ahora, quedara para el da de laeternidad... Qu importaba? Ella sera feliz, ya no sufrira. Espreciso amar para saber y comprender lo que significa esta frase:ese ser que tanto amo, ser feliz para siempre... la felicidad queaguardaba a mi madre me embargaba a m misma.

    Cuando llegu a Santiago, mi madre acababa de expirar,mientras las religiosas, a insinuacin de su confesor, le estabancantando las Completas del Oficio divino que ella acostumbrabarezar casi todos los das. Al llegar al cntico del anciano Simen, elNunc dimittis, al Glora Patri, mi madre se transfigur y se durmien el Seor. Yo estaba como fuera de m y toda trmula deemocin, ca de rodillas y enton desde lo ms ntimo de mi alma elMagnificat... Dos noches vel an junto a ella; estaba mi madre

    como transfigurada y por qu no haba de imprimir en su cuerpoel alma, al abandonarla, como un reflejo de su felicidad? La ltimanoche la pas entre mi madre y Jess Sacramentado, en la iglesiade San Pedro que pertenece al colegio, y la pas cantando.Mientras las buenas religiosas dorman y nadie perturbaba mi dulcesoledad, entonaba a media voz el Magnificat en accin de gracias yel Credo para afirmar que volvera a ver a mi madre amada. En lapequea iglesia vaca, en el silencio de la noche, resonaba el canto

    y me pareca como que de lejos, de los esplendores de la gloria,me contestaban. Oh! para el alma que vive de fe, no hay ms

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    muerte que el pecado; lo que el mundo llama muerte es elcomienzo de la verdadera vida.

    Por qu haba yo de llorar a la que vivira eternamente?

    La Misa del da siguiente me pareca de gloria. Estaba yo

    ms en el cielo que en la tierra! Por ltima vez, antes de dejar a mimadre dormir en su ltima morada, cantamos una vez ms elNunc dimittis, con Gloria Patri.

    Un solo deseo

    Y ahora, al terminar el sencillo relato de la misericordia de

    Dios, que es infinita, para con mis padres y conmigo, qu puedodecir? La respuesta a tanto amor es muy sencilla: s que debo sertoda de Dios, y tengo un solo deseo: darme a l sin restriccin nireserva, como los santos se han dado y se sacrifican totalmentepor la gloria de Dios y la salvacin de las almas. Que el Seor med su gracia y me basta! Ya s que, si soy fiel, me espera un da lamisma eterna felicidad de que estn gozando mis padres. El cieloes la ltima palabra del amor de Dios a los hombres y all espero

    cantar un da yo tambin, eternamente, las misericordias del Seor.