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Marina Abramovic The Kitchen

Marina Abramovic...Marina Abramović lleva a la práctica la máxima de Roni Horn: “No quiero hacer nada sino estar aquí. El hacer algo me alejará de aquí. Quiero lograr que estar

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Marina Abramovic The Kitchen

Bienal de Fotografía de Córdoba

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Marina Abramovic The Kitchen

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Contar con el tiempo adecuado, contar con el espacio

adecuado, contar con el momento adecuado. Marina

Abramović dice que estos tres elementos se dan cita cuando se

abren las puertas de la antigua cocina de La Laboral. Frente a

esa arquitectura desmesurada en tamaño y formas, las imágenes

aparecen como si estuviesen guardadas en su memoria,

esperando el tiempo, el espacio y el momento precisos.

The Kitchen es un reflejo de las experiencias personales y vitales

de la artista. Al adentrarse en la antigua cocina, rememora la

infancia con su abuela, que era, según cuenta la propia Marina,

el centro de su mundo. Marina Abramović crecía entre olores,

las palabras y los cuentos de su abuela se transformaban en

cuchillos afilados, higos frescos, sueños nocturnos, sueños diurnos,

sueños vespertinos… Toda esa información acompaña a Marina

Abramović en su vida nómada, de manera que nunca más

utilizará la cocina para cocinar. Al abrirse las puertas de ésta,

en la que recrea la serie fotográfica, le sobreviene la nostalgia,

la memoria del pasado. Frente a todos estos recuerdos une los

textos de los diarios de Santa Teresa de Ávila y recoge la idea de

enfado con el poder divino. Cómo el hecho de ser portadora de

un don puede ser un obstáculo en la vida cotidiana.

Tal vez sea esta la razón por la que, en The Kitchen, el

tiempo se detiene, deja de existir, aparece el aquí y ahora

como una necesidad imperiosa de creación, fruto de una

experimentación sensorial que se concretiza en comprensión.

Marina Abramović lleva a la práctica la máxima de Roni

Horn: “No quiero hacer nada sino estar aquí. El hacer algo me

alejará de aquí. Quiero lograr que estar aquí sea suficiente”.

The Kitchen es una producción sencilla, Marina Abramović

no utiliza un gran despliegue de medios, trabaja con lo

imprescindible, habita el espacio, lo traduce y define, lo hace

suyo. Cada fotografía es un fotograma de la performance

que Marina Abramović realiza dentro de esa inmensa cocina

que alimentó primero a niños huérfanos, después a niños

alumnos, a niños de un período muy concreto de la historia,

a niños meteorito, a niños dolor, a niños esperma, a niños

lengua y a niños sueño. A niños que curaban con recetas

mágicas: “al desayuno un vaso de oro líquido. Al almuerzo un

higo fresco. A la cena un vaso de plata líquida”.

En las fotografías de The Kitchen no hay mentira, percibimos

el abandono de toda trivialidad, somos espectadores

de la fragilidad, de la discreción. El cuerpo es un cuerpo

glorioso que se presenta con claridad, agilidad y sutileza.

Un cuerpo amable.

Mateo FeijooComisario de la exposción

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El nacimiento del siglo XX trajo consigo la aparición de

un sinfín de estudios académicos, interesados por los más

variopintos asuntos, que compartían un empeño común.

Éste afán se sintetizaba en la idea de sistema; es decir,

en la búsqueda de una explicación de base materialista,

y de naturaleza irrebatible, sobre todos los fenómenos

conocidos. Incluso la estética, reducto de la subjetividad

por excelencia, se vio sometida al escrutinio del orden

sistemático. Quizá El sentido de la belleza, de George

Santayana, constituya uno de los mejores ejemplos de

esta empresa colectiva. Denostado por el propio autor

décadas más tarde, este ensayo apareció en 1905

tratando de determinar nada menos que las cualidades

objetivas de la belleza. En este ambiente, no deja de ser

paradójico que Santayana se empeñara en establecer un

reducto último para el placer estético determinando que

éste, a la postre, se diferenciaba de los placeres físicos.

Así, en pleno auge de campos como la psicología de la

percepción o la fisiología, el autor repetía la convención

según la cual el cuerpo actuaba como mero transmisor

en el conjunto de placeres que se consideraban de un

rango más elevado, los estéticos. Mientras, aquéllos que se

detenían en las funciones corporales, incurriendo en una

forma grosera de experiencia, eran inferiores. En palabras

de Santayana, “existe una distinción bien marcada entre

el placer estético y el físico; los órganos del primero tienen

que ser transparentes, no interceptar nuestra atención,

sino proyectarla directamente hacia un objeto externo.

De esta suerte se hace muy inteligible la mayor dignidad y

rango del placer estético. El alma se alegra, por así decirlo,

de olvidar su conexión con el cuerpo”1.

En la contradicción entre reconocer la belleza como

un valor objetivado, material y de origen fisiológico,

y la necesidad de persistir en ella en tanto ilusión de

emancipación del cuerpo, radicaba el fracaso del

sistema de Santayana. Y con él, el de toda una tradición

crítica incapaz de atender al imparable protagonismo del

cuerpo en el siglo naciente. Tal vez esto explica por qué la

belleza, y en general toda interpretación espiritualista del

arte que se mostrara desatenta a la carne, fue denostada

por buena parte del arte de vanguardia. A excepción

de ciertas experiencias acontecidas en el ámbito de la

pintura abstracta, podemos afirmar que la tradición del

arte moderno no trató siquiera de conciliar corporalidad

y trascendencia en un mismo discurso. Donald Kuspit en

su artículo de 2000, Abstract Painting and the Spiritual

Unconscious, explica este hecho en los siguientes términos:

Después del diluvio (I)

1 George Santayana, El sentido de la belleza, Tecnos, Madrid, 1999, p. 51.

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“Creo que en nuestra sociedad la palabra espiritual es

sospechosa; o más bien que nuestra sociedad la ha vuelto

sospechosa, en cierta medida del mismo modo que,

según Kandinsky, se volvió sospechosa la expresión estado

de ánimo (…) Se solía abusar de estas palabras y estaban

desprestigiadas porque, en su opinión, contravienen la

perspectiva materialista y prosaica del mundo de la vida”2.

Habrían de pasar algunas décadas para constatar

un rebrote de esta dialéctica de la mano de nuevos

comportamientos artísticos como el Body Art, de mediados

de los años sesenta. En el seno de estas prácticas se

dieron las condiciones necesarias para avanzar en la

investigación de este problema, ya que, como explica

Amelia Jones, éstas presentaban un potencial particular

para desestabilizar las estructuras convencionales que

hasta entonces habían regido la historia y la crítica de arte.

En su desinterés por los esquemas heredados, explica la

autora en el ensayo Body Art. Performing the Subject, estas

prácticas desoyeron la tradicional separación cuerpo-

espíritu, materialismo-trascendencia, para alumbrar un

nuevo escenario donde lo objetual y lo simbólico ya

no eran polos que se repelían sino dos facetas de un

mismo fenómeno, el del arte de acción. En su seno, la

performance representaría una radical particularización

del sujeto. Era éste el elemento de trabajo del artista,

quien quedaba indisolublemente unido a la materia.

Radicalmente instalado en lo concreto, este proceso

de “re-embodyment” atesoraba una certeza; la de que

el cuerpo del performer es el epicentro de su obra. Sin

embargo, su reivindicación de la materia no convertirá

a estos trabajos en herméticos enunciados formales.

Se manifestarán, más bien, como presencias cuyas

aspiraciones ya no quedaban satisfechas en el estático

ambiente del museo tradicional. Es en la interacción

en vivo con una audiencia que tampoco ejercerá esa

pasividad que se le atribuía antaño, donde el Body Art

adquiere su significación plena. Por ello concluiremos

que, lejos de encerrarse en sí misma, esta materia en

acción aspiraba a trascender la mera contemplación,

abandonando su condición de objeto, para desplegarse

a modo de ceremonias, en actos de carácter ritualista

cuyas resonancias traspasan lo inmediato. Fue así como,

en una lógica de opuestos que se complementan, el

arte de la performance hizo converger lo material y lo

simbólico en un mismo plano de experiencia. Lo que

permitió armar un campo de acción reestructurado

donde el cuerpo ya no sería penalizado, como ocurría

2 Donlad Kuspit, The Rebirth of Painting in the Late Twentieth Century, Cambridge University Press, Cambridge, 2000, p. 62.

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en la estética de Santayana, y donde, además, aquello

que Kuspit describe como aspiraciones espiritualistas del

arte resurgiría con sorprendentes brios.

Es en este ambiente desestabilizador y, sin duda,

apasionante donde nacen propuestas como la de

la artista Marina Abramović. A lo largo de las últimas

décadas esta creadora nómada ha venido insistiendo en

la vieja dialéctica objeto-símbolo a través de un trabajo

con el cuerpo que podemos calificar como pionero

y siempre inspirador. Lo que hace a su trayectoria tan

interesante es que habita el epicentro de este problema

pero no aspira a resolverlo. En sus planteamientos este

conflicto forma parte del trabajo, justifica la experiencia

y da sentido al proceso de puesta en acción de

piezas que, en muchas ocasiones, son enormemente

elaboradas y se prolongan en el tiempo hasta traspasar

los límites de la resistencia física y mental. Esto le permite

recuperar aspectos críticos de ambos frentes, sin que se

resienta la coherencia interna de su trabajo.

Es evidente, por ejemplo, que en la base de su discurso

la llamada a una forma de arte espiritual aparece de

forma recurrente. Es como una actualización de la

crítica al sentido prosaico del mundo que veíamos en

Kandinsky, pero contextualizándolo en el ámbito de la

institución artística. De resultas de ello, se pronuncia a

menudo en términos de arte como energía, no como

materia, y de iluminación o estados mentales, más que

como experiencias estéticas al uso. Su posición queda

de manifiesto en declaraciones como esta: “A medida

que dejemos de creer en las cosas, más gente vendrá

a los museos en busca de una especie de espiritualidad

del arte. Pero una vez más, los museos siguen sin adoptar

muchas de las nuevas ideas de los artistas. Hay muchas

ideas artísticas interesantes que no pueden llevarse a

cabo en los museos tal y como están concebidos hoy

día”3. Consideraciones de este tipo conviven con el

esfuerzo constante, por parte de la artista, de revestir a

su trabajo de una radical consistencia física. Tal es así

que su propio cuerpo es el protagonista indiscutible,

el centro absoluto de su obra. En torno a él gravita el

complejo sistema de relaciones que da sentido a sus

proyectos. Su imagen y su figura, en suma, lo condensan

todo. Pero lo hacen, insistimos, en forma de problema,

no de solución afirmativa. Su cuerpo es el escenario de

infinidad de conflictos a consecuencia de los cuales su

naturaleza, por otro lado tan poderosa, se resiente de

este ataque continuo que, a menudo, lo lleva al borde

de la extenuación.

Oscar Fernández López

3 Marina Abramović y Hans Ulrich Obrist, The Conversation Series, 23, Verlag der Buchhandlung Walther König, Colonia, 2010, p. 20.

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THE KITCHEN IDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 220 x 160 cm.

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LEVITATION OF SAINT THERESE De la serie La cocina, Homenaje a Santa Teresa, 2009

Video instalación / colorCortesía de Marina Abramović Archives y Sean Kelly Gallery, New York

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THE KITCHEN IIDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 160 x 160 cm.

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THE KITCHEN IIIDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 126 cm.

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THE KITCHEN IVDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 126 cm.

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THE KITCHEN VDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 160 x 160 cm.

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CARRYING THE MILK De la serie La cocina, Homenaje a Santa Teresa, 2009

Video instalación / colorCortesía de Marina Abramović Archives y Sean Kelly Gallery, New York

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THE KITCHEN VIDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 126 cm.

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THE KITCHEN VIIDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 136 cm.

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THE KITCHEN VIIIDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 126 cm.

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VANITAS De la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa. 2009

Video instalación / colorCortesía de Marina Abramović Archives y Sean Kelly Gallery, New York

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VANITAS De la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa. 2009

Video instalación / colorCortesía de Marina Abramović Archives y Sean Kelly Gallery, New York

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THE KITCHEN IXDe la serie La Cocina. Homenaje a Santa Teresa, 2009

Impresión de pigmentos / 136 x 136 cm.

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Marina Abramovic

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Marina Abramović (Belgrado, Serbia, 1946), es una de las

artistas más originales de nuestro tiempo. Desde el comienzo

de su carrera, a comienzos de los 70, ha sido pionera en el

uso de la performance como forma de arte visual. El cuerpo

ha sido siempre su tema y su medio. En la exploración de

los límites físicos y mentales de su ser ha soportado dolor

y agotamiento y se ha enfrentado al peligro, siempre en

pos de la transformación emocional y espiritual. Como

miembro fundacional de la generación pionera de artistas

de la performance —en la que se incluyen Bruce Nauman,

Vito Acconci y Chris Burden—, Abramović ideó algunas de

las primeras performances de la historia y es la única que

continúa creando obras de relevancia.

Entre 1975 y 1988, Abramović y el artista alemán Ulay

colaboraron en varias performances que tratan las

relaciones de dualidad. Un año después de separarse,

Abramović volvió a la performance en solitario. La artista

ha expuesto en solitario en las principales instituciones

europeas y estadounidenses, como el Stedelijk Van

Abbemuseum de Eindhoven (1985), el Musée National

d’Art Moderne–Centre George Pompidou de París(1990),

la Neue Nationalgalerie de Berlín (1993) o el Museum

of Modern Art de Oxford (1995). Asimismo, su obra ha

participado en grandes muestras internacionales como

la Bienal de Venecia (1976 y 1997) y dOCUMENTA 6, 7 y

9 en Kassel (1977, 1982 y 1992). Marina Abramović ha

impartido clases y pronunciado conferencias en multitud

de instituciones europeas y estadounidenses, como la

Hochschule für Bildende Künste de Hamburgo o la École des

Beaux Arts de París. En 1994 ocupó el puesto de profesora

de Arte Performance en la Hochschule für Bildende Künste

de Brunswick (Alemania), donde impartió clases durante

siete años. En 2004 fue nombrada doctora honorífica

por el Art Institute de Chicago. Fue galardonada con el

León de Oro al Mejor Artista en la Bienal de Venecia de

1997, por su extraordinario vídeo instalación/performance

Balkan Baroque, y en 2003 recibió el premio Bessie porThe

House with the Ocean View, una performance de doce

días de duración realizada en la galería Sean Kelly de

Nueva York. En 2005, Abramović presentó Balkan Erotic

Epic en la Fondazione Pirelli de Milán y en la galería Sean

Kelly de Nueva York. Ese mismo año, el Museo Guggenheim

de Nueva York celebró una serie de performances de

Abramović llamada Seven Easy Pieces. En 2008, fue

distinguida con la Cruz de Comendador austriaca por su

contribución a la historia del arte. En septiembre de 2009

fue nombrada doctora honorífica en Arte por la Universidad

de Plymouth (Reino Unido) y en la primavera de 2010 se

celebró su primera gran retrospectiva estadounidense

en el MoMA de Nueva York, durante la cual realizó una

performance de más de 700 horas, The Artist is Present. En

2011 estrenó la obra de teatro Vida y muerte de Marina

Abramović, dirigida por Robert Wilson, en el Manchester

International Festival. Posteriormente, pudo verse en el

Teatro Real de Madrid, el Theater Basel, Art Basel (Suiza),

el Holland Festival (Holanda), The Lowry de Salford (Reino

Unido) y deSingel (Bélgica).

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CréditosExposición

Organizan:

Ayuntamiento de Córdoba, Delegación de Cultura.

La Fábrica.

El proyecto The Kitchen. Homage to Saint Therese fue

producido en 2009 por el Teatro La Laboral de Gijón-

Asturias y el Gobierno del Principado de Asturias.

Comisario The Kitchen. Homage to Saint Therese:

Mateo Feijoo

Comisario XIII Bienal de Fotografía de Córdoba:

Óscar Fernández López

Montaje:

Fotomecánica Casares,

Línea Iluminación

Obregón

Manmaku

Seguros:

AON

Catálogo

Edición

Ayuntamiento de Córdoba. Delegación de Cultura.

Textos:

Mateo Feijoo, Óscar Fernández López

Diseño e impresión:

XUL

© de las imágenes Marina Abramović Archives.

© de los textos: sus autores

Depósito Legal: CO- 228-2013

Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier

medio o procedimiento, sin la autorización expresa y

por escrito de los titulares del copyright.

Agradecimientos

Colección BES, Lisboa

Colecciones particulares, Madrid

Fundación CajaSur

Marina Abramovic The Kitchen

Bienal de Fotografía de Córdoba

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