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Mas Cornadas da el Hambre Fue una faena que no traía hecha, ni siquiera la había realizado entrenando. Pero la tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo y quería hacerla en una plaza importante. Y pudo ser en Sevilla y sentir en el ruedo lo que tenía en la cabeza. Cuando me levantó el toro creía que me había metido el pitón entre las piernas; que sólo me había derribado. Y no me di cuenta de la gravedad hasta que vi. que mi cuadrilla y las otras corrían hacia mí. Entonces me di cuenta del caño de sangre que brotaba.

Mas cornadas da_el_hambre

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Mas Cornadas da el Hambre

Fue una faena que no traía hecha, ni siquiera la había realizado entrenando. Pero la tenía en la cabeza desde hace mucho tiempo y quería hacerla en una

plaza importante. Y pudo ser en Sevilla y sentir en el ruedo lo que tenía

en la cabeza. Cuando me levantó el toro creía que me había metido el

pitón entre las piernas; que sólo me había derribado. Y no me di cuenta de

la gravedad hasta que vi. que mi cuadrilla y las otras corrían hacia mí. Entonces me di cuenta del caño de

sangre que brotaba.

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La rabia de que no puedas seguir haciéndole aquello que le estabas haciendo a veces te duele más que la cornada. Y a veces es un atropello también, del toro o tuyo, porque

te hace el toro un extraño que no te esperabas. Lo de Algeciras fue esto, un atropello mío, porque no se puede estar

delante de los pitones de un toro, tan cerca, preparando una muleta. Muchas veces uno se confía, y con la confianza

vienen los percances.

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Yo era consciente de que tarde o temprano un toro me tenía que

empitonar. La suerte es que si te coge no te haga mucho daño. Es el tributo

que hay que pagar. Y una contrariedad muy grande cuando la cornada te llega

en el instante en que estás a gusto con un toro. Cuando empezaba de

novillero, me dio una cornada un toro de Juan Pedro, una cornada de espejo, tremenda. Me pegó una voltereta, y en

el suelo, me pegó en la cara, en la región auricular, con la pala del pitón

o con lo que fuera, al lado del ojo.

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Quizá en esos momentos esté toreando con el alma, por eso no siento ni el peso

de la muleta y de la espada, ni las voces y los oles, ni nada. Son las

muñecas solas las que están toreando, son las piernas solas las que están allí. La cintura sola, flexible, sin gravedad, todo sedoso, todo como una inmensa

caricia. El toreo es como acariciar. Torear es convertir algo violento en

algo bello, saber que llevas dentro te da una seguridad enorme. Todos hemos asistido a ese traslado del torero herido

por el callejón, antes, lo hemos visto cuando el toro lo ha enganchado, lo ha levantado, lo ha tenido tiempo y tiempo

prendido en el pitón, perforando el destino.

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Los toros se dominan con el capote que tiene más riesgo que la muleta. Con la muleta tiene uno más defensa, porque hay unos toques que se le dan al toro y

se queda ahí. Creo que todas estas desgracias tendrán recompensa. Yo venía con mucha ilusión y ganas a

Sevilla, no buscaba la cornada, pero la prefiero antes que el fracaso. La verdad es que me dieron muchas

volteretas los toros, de becerrista y de novillero, y muchos revolcones, pero tuve la suerte de que no me echara

mano un toro hasta ahora.

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Me cogió el toro en la ingle derecha, toreando con la muleta. Era un toro difícil, que quería yo ahí por cojones torearlo... Hasta que me echó mano,

claro. Y en el quite que vinieron a hacerme los banderilleros, a

Almensilla también lo corneó, le dio un puntazo, y fuimos los dos para la

enfermería. Me llevan a la enfermería y me echan en la camilla que había allí para desnudarme y ver lo que

tenía y empezar a operarme, y nada más que le faltaba una pata y, pum,

me caí al suelo con la camilla encima.