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POR JAIME MORENO VILLARREAL
Eduardo Lizalde, Caza mayor , México,UNAM , 1979,62 pp. , Col. Cuaderno s de poesía.
MAs LE QUEDAAL TIGRECUANDO ENVEJECE
mente en referencia a los temas y el tonodel libro- como una alusión a la obra deun hombre de edad. Lizalde cumplió cincuenta años en 1979 y el tigre comienza ahablar de su vejez, pero habla como el quecanta en arte mayor.
Diez años más tarde, el tigre es ot ro.Teme a la muerte y se deja rondar por ella.La muerte es el tigre de los tigres que sor prende, arrebata y extermina a la especie.Ya el gran felino no es aquél de El tigre enla casa, más portentoso y al mismo tiempomenos asib le que hacía intuir con ter ro r:"hay un tigre encerrado en todo esto", ypropiciaba la mayor precaución: "ni siquiera lo huelo para que no me mate". Labestia carnlvora, el "gran perverso" es visto ahora de cerca por Liza lde como "unacriat ura patética y enferma", y en el destino de su especie sólo se vislum bra la extinción. Co mo triste premon ición del cercano futuro del tigre, se muestr a al lobo envejecido cuya decadencia lo deja inerm eante coyotes y hienas carroñeras , lo hacealimentarse de los restos abandonados porlos animales de rapiña au nque "él sueñaen la luz de unos filetes de venado a la inglesa" .
El tigre puede envejecer, pero la poesíaaún mad ura. Lizalde recupera y sinte tizaelementos de sus libros anteriores. Su queja por el dolor de la pérdida de tanto amorque se acumula para desvanecerse (en Eltigre en la casa) así como su azoro ante laluz que, como el amor, "arras tra en su desastre todo lo que ilumin a" (en La zorraenferma, Jo aquín Mortiz, 1975), se vuelven a fund ir en Caza mayor: " Q ué desperdicio, luz, qué desperdicio" , porque parael tigre que envejece es evidente el próximoadvenimiento de las pérdidas.
Madurar par a la poesía es cuajar sus intenciones. En El tigre en la casa, el autormostraba intenciones de contundenciaque a veces eran un fracaso: " El odio es lasola prueba indudable de la existencia" , ya veces quejaban sin rebasar la sugerencia:" Pero el amor es todo lo contrario delamor". En uno y otro caso Lizalde se constreñía a la búsqueda de una definiciónluminosa. Sólo cuando rompía el esquemade la definición su lenguaje creaba libremente: "El miedo hace existir a la tarántula". En Caza mayor desaparece la definición y triunfa la contundencia menos buscada pero, al fin, más brillante:
Blake preguntaba si el creador del corderoy del tigre era el mismo y si acaso habíasonreído al contemplar su obra rayada.Lizalde adelanta la respuesta afirmatíva ala duda de Blake. Para gusto de Jehová, locreado se destruye. El mismo destructorcreado por Dios se destruirá al aniquilar aldestructor creado por el hombre y que "yapatrulla las ciudades" , un irón ico Fiat tigris. Y en el festín de la aniquilación no serán ni el hombre ni el tigre los que sobrevivan; todo el festín será para las ratas. Si elmismo Dios creó al cordero y al tigre ysonrió complacido de su obra, la destrucción es su signo y el mundo será el pan de
El Universo ha sido pensado por unniño-eso, se sabe-y un tigre lo gobierna.
LIBROS .
Eduardo Lizalde, la zorra política y vitalmente enferma ("La perfecta salud, dijo ,estorba el pensamiento y anexas corrupciones"), vuelve a ser el tigre, y como felino es una astuta zorra y un feroz poeta.
Es astuta zorra que no permite que suCaza mayor imite como nunca buena segunda parte a El tigre en la casa (Universidad de Guanajuato, 1969), sino que trazaen su nuevo libro una obra basada en la diferencia que un escritor ha de guardarsiempre con respecto a su producción anterior para no caer en el autorrefrito; y esferoz poeta que roe sus palabras para pulirhasta el hueso no el poema -pues el tigrees elegante pero tosco- sino la poesía carnosa . Por esto, el libro de Lizalde es antesun libro de poesía que un libro de poemas.
Caza mayor entrega en su título dos sugerencias. La primera en cuanto a quepuede ser el reconocimiento que el propioautor hace a una obra mayor dentro de suproducción ; mas por otra parte puedeconsiderarse también - y esto específica-
I
Entre su afán apocalíptico y sus momentos de gran ternura, este trá nsito une y separa , evoca y sugiere con todo y su notableirregularidad en lo que toca al uso del lenguaje . Espera el lector que el tránsito entreéste y el próximo poemario sea breve y queayude a limar las asperezas que resultan deun poeta tan preocupado por la poesía quecorre el peligro de caer en el prosaísmo , deun poeta capaz de unir una ext raña originalidad a un abrumador desencanto retórico.
Como un aerósta to se alza el hongo atómico,tras élla ráfaga de la onda explos ivay se lleva n las manos a la boca, las manos ala nucacua l si fueran sus únicas partesvulnera bles.Barro ,barro aplicas en la picadura de la avispa,enjambre de amarillas,desazón de existir.
hace poner sobre la,~esa de disecci?n ~umor cultismo, iro maJ unto a una maquinaexce~iva de poetizar; su sintaxis retorcidacorre entre madrigueras empapeladas dediccionar ios y ros tros sometidos al imperio del aza r, de un azar (y este es un temarecurren te en todo el libro) impuesto sobrela prol iferación de la realidad por la proliferación de ar mas nucleares entre selvas,nostalgia s y comportamientos cotidianos:
los roedores. Cadáveres de animales y ciudades serán cubiertos por el mar de pelode las ratas,
y a distancia, la Tierra será un blanco,bello ovoide,una madeja de huesos, .como ciertas rosas o esferas de marfiltalladas finamente por los chinos.
Para el poeta, la muerte se presta menospara el homenaje p óstumoque para la ironfa presente. Sabines, también tigre, interviene:
Jaime, poeta, le decimos, oye,no dejaremos que nos hagan parque,como a Rosario tu paisana,sino cantina, piquera o bar,si quieren.
Si la muerte es ciertamente el destino deltigre, la rebelión ante ella debe ser la lucha. El tigre y el niño, gobernador y pensador del Universo, son baluartes para oponerse a la "muerte cuervo", que no deja derecordar a Poe cuando a ella se enfrenta laconsigna: "Nunca a una muerte".
El tigre se defiende bien todavía. Pormás que se diga viejo, en esa afirmaciónhay argucias de zorra y empecinamientode poeta.
JUEGOS DE SALONLA NUEVA MORAL Y ELMUNDO SIN VALORES
Raúl Casamadrid , Juegos de salón. Prem iá Editores,Colección " Los brazos de Lucas", 89 pp. México,1979.
POR AGUSTIN DE ITURBIDE
NOTA: estoy secuestrado por treintaitréscristeros que me obligan a escribir estas líneas porque, aunque con dudosa calidad,'resulta imposible no celebrar la apariciónde un nuevo libro en los mercados culturales del país. El lector ha adivinado (¿o todavía no?) que, por supuesto, nos referimos a Juegos de salón del todavía no célebre Raúl Casamadrid, apodado así por sunotable aptitud para los trabalenguas.
LIBROS
Raúl , de escasos 21 años , ha pergeñadoeste libro , fruto del más sano esparcimiento -y del aprendizaje somero y lúcido delos cánones literarios-, que ahora llega anuestras manos -indirectamente, comoqueda asentado líneas arriba - y en díaspasados tuvimos oportunidad de hojear.Alguien ha dicho: "Cuando la escrituraagota los temas de la realidad, comienza la[antasia." Y aunque tal aseveración seamuy discutible, nada podría servirnos tánto para ubicar al libro en cuestión porque,precisamente, tratamos de interrogarnos,no sólo sobre lo que parece decirnos, sinosobre lo que en el fondo nos dice , que no espoco -aunque sí un poco exagerado (tampoco queremos que el lector se imagineque se trata de un libro de fantasías, no).Pero decíamos, he aquí, por fin, un libroque vale la pena leer.
Emparentado con Lautréamont, Bata ille y Diego Rivera -porque se trata de unmural de experiencias- este libro descr ibelos hábitos y las costumbres de una sociedad a punto de extinguirse (no por decadente, sino por falta de fondos) en la quecotidianamente se mueve una serie de personajes tan cercanos a nosotros que bienpodríamos ser nosotros mismos -tú, yo,aquél, vayan ustedes a saber. Burla satíricae imprescindible contribución a los espacios mor ales de nuestro tiempo, Juegos desalón es un plato fuerte con el que muchos
podrían infectarse la lengua -si no por voluntad, sí por el contagio mismo contenidoen el estilo del autor. "Sólo ruinas -parecedecirnos el libro- quedan de los días deayer ." Hoy los padres traicionan a sus hijas, y las hijas corren, despechadas, a refugiarse a los brazos del primer mozalbeteque encuentra n a la salida del cine. Perono nos desviemos del tema.
Tratándose de un autor joven, convienereferirnos, sobre todo, a sus intrínsecasvirtudes. Para no abundar en inaccesiblesy desgasta das fórmulas críticas, dejemosque el lector lleve a cabo su propio desglosamie nto: " Ahora voy a matar a mi mamicon este filoso puñal. Digo ahora, porquehace diez minutos maté a mi agüelita. Yaestá. Ahora voy a dormir." (pág. 87.) Enestas líneas podemos encontrar algunos delos rasgos esenciales que distinguirían, entre otros, la diferencia que existe entre lageneración inmediatamente anterior a lade Casamadrid, y la de Casamadrid mismo, qu ién sabe si él esté de acuerdo (parael caso bastaría echar un telefonazo). A lamisma distancia de José Agustín y deAgustín Lazo , Casamadrid instaura unanueva brecha para contar el transcurrir delmundo. "Lo peligroso es la realidad." Demanera espontánea, sin aviso, pero alevosamente premeditada, la realidad se dejaatrapar en estos textos, y nos muestranuestra moral y las caries que la corroen.No es este , sin emb argo, su único mérito.Algún escritor clásico ha dicho -no sin regocijo- que los escritores jóvenes no saoben lo que quie ren y que, generalmente,carecen de oficio. No es este el caso del autor que nos ocupa, y la excepción nuevamente vuelve a con firmar la regla . Discíplina, voluntad, experiencia, trabajo y unainterpretación no por delira nte menos cerotera (de los hechos), se exponen abiertamente detrás de cada línea que Casamadrid nos ofrece. Gusto por el lenguaje.juegas de palabras, filología, en fin, una sumoma que en Casamadrid se convierte en algomás, un elemento fundamental y necesarioen estos días de reinante improvisación: lachaco ta. Y es que el uso mesurado y deliberadamente irresponsable de las palabras , conduce a nuestro autor a entregarnos pist as insospechadas que se desprenden del discurso mismo de la narración.
Pero hablemos ahora de las fallas, me-