Max Horkheimer La Funcion de Las Ideologias

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    cuadernos taurus

    Director:P. Jess Aguirr

    72

    Max Horkheimer/ LA FUNCION DE LAS IDEOLOGAS

    Versin original:

    Sociologica, II,

    Europiscbe Verlags-Amstalt, Frankfurt am Main, 1962.

    TAURUS EDICIONES, S. A., 1966

    Claudio Coello,69, B.-MADRID (1)

    Registro:2038-66. Dep. legal: M. 3931.-1966

    PRINTED IN SPAIN

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    LA FUNCIONDE LAS

    IDEOLOGIAS

    MAX HORKHEIMER

    Traduccin de

    V I CTO R S A NCHEZ DE ZA V A LA

    INDICE

    Ideologa y accin........................................4

    Sociologa y filosofa.................................16La filosofa como crtica de la cultura31

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    IDEOLOGIA Y ACCION1

    Rara vez se piensa hoy, con el nombre de ideologa, en unconcepto pregnante. Esta palabra, como otras muchas expresiones as evolucin, forma de vida e inconsciente, ha entrado en elhabla cotidiana procedente de la literatura filosfica y cientfica. Podr-a decirse que su perfil teortico se ha perdido, ya que tras su idea ge-neral oscila solamente un vago recuerdo de la imagen terica con laque haba cobrado sentido este concepto, hoy huero; bajo la rbrica deideologa no se entiende muy frecuentemente sino cualquier tipo detotalidad de pensamiento: una teora, una representacin en particularo lo intelectual en general. Apenas existe ningn grupo o partido queno se haya servido de esta palabra: ha formado parte incluso del idio-ma del nacionalsocialismo. Y de su historia no queda ms que un ras-tro, por cuanto con ella no se suele pensar en algo independiente, algo

    que exista en s mismo, sino en lo intelectual tomado en su dependen-cia de lo extraintelectual, de lo material. Mas, pese a que la palabraideologa se emplea actualmente en un sentido difuminado y univer-sal, sigue conteniendo un elemento que se mantiene opuesto a las pre-tensiones del intelecto o espritu de que, de acuerdo con su modo deser o su contenido, se le considere incondicionado.

    As, pues, el concepto de ideologa contradice, incluso en su

    forma achatada, la perspectiva idealista: como ideologa, el espritu noes absoluto. Si preguntamos por los orgenes filosficos, este conceptoha ejercido un efecto inmediato y enrgico dos veces en la historia.Una, cuando, al final del siglo XVIII la Ilustracin, que se diriga con-tra el sistema de gobierno del absolutismo francs, perdi su funcin

    poltica: entonces se hizo patente que el alma del pensamiento episte-molgico y especulativo -como el que se encuentra en Voltaire, Dide-rot y los enciclopedistas- estribaba en el inters por establecer racio-

    1 De un debate sobre ideologa y asignacin de valor

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    nalmente el mundo y en la resistencia frente a una presin social quehaba llegado a carecer de sentido. Al perder, con la Revolucin fran-cesa, su significado estratgico el antiguo edificio poltico del absolu-

    tismo en especial la alianza de clero y aristocracia, la Ilustracin,por as decirlo, rindi el espritu, y lo que rest fue el positivismo. Elsensualismo de la Ilustracin, es decir, la doctrina recibida de Ingla-terra, segn la cual las percepciones sensibles constituyen la fuente,ttulos jurdicos y nico objeto legtimo de todo conocimiento, se fuesecando y arrugando hasta convertirse en Francia en credo de las es-cuelas filosficas. Entre stas se encontrabaL'Association des Idolo-

    gies que a comienzos del siglo XIX tena sus sesiones en Auteuil, y

    que se ocupaba principalmente de investigar la sucesin, enlaces,atracciones y repulsiones de las percepciones, o sea, dicho brevemen-te, de sus mltiples relaciones condicionadoras. Tambin investigabanla dependencia de las ideas entre s y con respecto a los procesos fi-siolgicos del cuerpo humano: la vida intelectual debera explicarsecomo una mecnica de las representaciones, con lo cual la filosofallegara a ascender al rango de ciencia exacta. La filosofa tendra que

    investigar experimentalmente los elementos de la conciencia, de igualmodo que hace la fsica con la mecnica de las partculas materiales;habra de convertirse en una disciplina especial que procurara apre-hender el espritu siguiendo el patrn de las ciencias naturales: en unaciencia natural del espritu. Se trataba siempre de un intento de secula-rizacin o mundanizacin de la filosofa, de un ataque contra los esti-los intelectuales acostumbrados, como quien dice ausentes de la actua-lidad histrica. Mientras que en la Alemania decimonnica este mate-

    rialismo fisiolgico se hundi finalmente hasta convertirse en la reza-gada filosofa popular de los llamados monistas, los miembros de laescuela originaria entre los que se encontraba en su juventud el granescritor italiano Manzoni ejercieron de momento una influencia no

    pequea sobre el pensamiento adelantado. Y a partir de entonces lapalabra ideologa, en el sentido del espritu o intelecto tomado en sudependencia de procesos materiales groseros uno de los fundadores

    de la escuela, Destutt de Tracy, caracterizaba la doctrina de la ideolog-

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    a como una parte de la zoologa, desempe un papel en la termi-nologa cientfica y poltica.

    Aun cuando esta palabra haba cobrado ya un elemento especfi-

    co de su significacin en el complejo terico que acabamos de pintar,actualmente se piensa casi de un modo exclusivo, siempre que se re-trotrae uno a los orgenes, en doctrinas sociales, ante todo en el mate-rialismo econmico. Los creadores de ste, Marx y Engels, habanadoptado la palabra ideologa ya en sus escritos juveniles; sin embar-go, en su caso no se consideraba la conciencia meramente dependientede los procesos corporales en los hombres singulares, sino de la es-

    tructura subyacente de la sociedad. En las escuelas ideolgicas anti-guas, la vida representativa no vara solamente de acuerdo con laconstitucin corporal de los distintos tipos animales, sino tambinsegn los diferentes influjos experimentados en la vida de uno y elmismo individuo humano. En el materialismo econmico, las formasdominantes de la conciencia varan al asumir otra forma la vida encomn de los hombres en la sociedad, en virtud de su careo con elmundo circundante, y en lugar de los procesos vitales del cuerpo, en

    que los materialistas franceses vean el momento de explicacin deci-sivo, aparecen ahora los procesos vitales de la sociedad. Como corres-

    ponde a ello, bajo el nombre de ideologa no se comprende meramenteel pensamiento individual, sino la esfera toda de la cultura: poltica,derecho, Estado, arte y religin; lo que se considera condicionado noes el pensar de la persona singular, sino el de la especie en las condi-ciones que prevalecen. La jerarqua social, que se configurara en cada

    caso de un modo diferente, segn la clase de medios tcnicos de traba-jo de que sepan servirse los hombres en la poca correspondiente, de-terminara a fin de cuentas sus ideas de Dios y del mundo, del bien ydel mal, de lo bello y lo feo. En los ingleses Francis Bacon y ThomasHobbes y en el italiano Giambattista Vico encontramos, como en elfrancs Helvecio, ciertos elementos de esta doctrina; pero la idea deque la totalidad cultural de cada poca de la humanidad est condicio-nada por sus relaciones de trabajo caractersticas se convierte en el

    ncleo de una filosofa de la historia slo en conexin con los movi-mientos sociales del siglo XIX

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    La sociologa moderna ha utilizado el concepto de ideologa pa-ra inaugurar una rama de investigacin propia: la sociologa del saber.De modo acorde con sus esfuerzos por volverse desde la teora general

    hacia los hechos singulares, no deducir tanto las concepciones vigen-tes jurdicas, religiosas y filosficas de las formas de trabajo del mo-mento y de la totalidad social correspondiente, cuanto se contentar,ms bien, con pintar la disposicin espiritual y el mundo de ideas delos miembros de un estrato social determinado y con coordinarlos a su

    puesto social, considerando que la dependencia es muy complicada.Ya en la consideracin econmica de la historia, lo que determinabainmediatamente las concepciones de los pertenecientes a una capa so-

    cial no era, en lo esencial, los intereses materiales, sino el papel dedicha capa en el proceso vital social: su conjunto de representacionesno era sino el modo en que ha de aparecer el mundo ante los gruposdecisivos de la sociedad, en virtud de sus relaciones mutuas en el tra-

    bajo. Y la historia de las ideas se apreci como funcin de la historiade las condiciones econmicas de la humanidad, as como de las lu-chas que procedan de ella. La sociologa del saber se propuso como

    tarea coordinar los tipos de representaciones vigentes en cada caso conlas capas caractersticas de una sociedad determinada, mas sin orien-tarse por ello hacia una teora histrico-filosfica fundamental, como,

    por ejemplo, el materialismo econmico. Toda imagen del mundo-enseaba- est condicionada por la perspectiva desde un punto de vis-ta social que la caracteriza, y todo factor implicado en tales relacionesde condicionamiento -trtese de determinantes intelectual-espirituales,

    psicolgicos o materiales- posee un peso distinto dentro de cada uno

    de los grupos pertinentes. Pinsese en el conocido ejemplo del paisaje,que se constituye de una manera enteramente distinta en cada caso,segn el modo de existencia del que lo mira: no solamente es distintoel fenmeno, sino la esencia, para el campesino que cultiva la tierra,

    para el burgus de la ciudad que busca descanso, para el cazador queacecha la pieza, para el pintor que esboza un cuadro, para el aviadorque ha de hacer un aterrizaje forzoso, para el estratega que evala el

    terreno. Pero en la sociologa del saber no se trata simplemente de al-go singular, como es el paisaje, ni de grupos profesionales, sino de la

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    manera de experimentar el mundo en su conjunto y de los estratos de-cisivos de la sociedad; no basta con coordinar sociolgicamente elmundo como imagen intelectual, sino que asimismo hay que hacerlo

    con las interpretaciones filosficas y los fines y tendencias morales.Viendo una tabla de los tipos formales de pensamiento prepara-

    da el ao veintitantos2 por el filsofo Max Scheler -uno de los funda-dores de la sociologa del saber-, salta a la vista con qu generalidadse haba pensado la dependencia dicha. Scheler coordinaba tales tiposo bien a la clase superior o a la inferior, pero sin entrar en diferencia-ciones histricas: las clases sociales aparecan a la vez como modos de

    ser naturales, incluso eternos. Segn Scheler, la ptica del devenir seencuentra en la clase inferior; la del ser, en la superior; la considera-cin mecnica del mundo, en aqulla; la teleolgica, en sta; el rea-lismo -esto es, la experiencia del mundo como resistencia-, en la pri-mera; el idealismo -o sea el mundo como reino de las ideas-, en laltima. A la clase inferior se atribuye el materialismo; a la superior, elespiritualismo; la induccin y el empirismo, a aqulla; el saber a prioriy el racionalismo, a sta. La visin optimista del futuro y el juicio pe-

    simista sobre el pasado seran modos de pensar de la clase inferior,mientras que, por el contrario, la superior se inclinara hacia el aspecto

    pesimista del futuro, y la ojeada retrospectiva romntica, optimista,hacia la imagen de aquellos buenos tiempos. Scheler insiste en quetodas estas maneras de ver las cosas no tendran nada que ver con te-oras que los pertenecientes a estas clases construyeran, por ejemplo,con propsito de encubrir o favorecer sus intereses, sino que se tratara

    de modos de pensamiento vivos y de tipos de concepciones: serantendencias inconscientes, condicionadas por la clase, a captar el mun-do predominantemente de una u otra forma; pero tampoco nos lashabramos con prejuicios de clase, sino con algo ms profundo que los

    prejuicios, a saber: con inclinaciones inevitables, que hundiran susraces slo y exclusivamente en la clase, independientemente de laindividualidad, de la profesin y de la masa de conocimiento de los

    2 . Soziologische Exkurse Frankfurter Beitrge zur Soziolopie, [coleccin a la quepertenece el original alemn del presente libro], vol. 4, Frankfurt, 1956, p. 173.

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    hombres, as como de su raza y de su nacionalidad. Y quera construirla investigacin sistemtica de estas relaciones de dependencia enforma de una acabada teora sociolgica de los dolos.

    De todos los mltiples problemas que proceden de asumir que lointelectual-espiritual est condicionado de un modo tan profundo alu-diremos slo al del relativismo filosfico. El mismo Scheler trat des-esperadamente de fundamentar en forma filosfica la objetividad yobligatoriedad de los valores, en especial el de la verdad, mientras queotros socilogos del saber se inclinaron a igualar tcitamente el carc-ter condicionado y pasajero de las formas culturales con una falta de

    obligatoriedad y, de este modo, a estampillar como ideologa toda fi-nalidad y toda creencia. Pero ambas concepciones estn emparenta-das: continenen el supuesto de que debera asegurarse el sentido de lavida humana mediante formas conceptuales firmes, los llamados va-lores o ms bien, los bienes culturales. Cuando se hace patenteque stos no estn sustrados al proceso histrico, cuando se descubre

    apoyndose en el progreso de la ciencia su dependencia generalfisiolgica y psicolgica, o bien surge el intento convulsivo de anclar-

    los filosficamente, intento como el emprendido por la escuela deHusserl -y con ella por Scheler- el pesimismo cultural, la proclama-cin de lo contingente de todas las finalidades, como la que conoce-mos a partir del positivismo de Max Weber: la doctrina absoluta delvalor es solamente la otra cara de la visin relativista, que se esfuerza

    por convertir el condicionamiento ideolgico del espritu en principiofilosfico decisivo. Ambas doctrinas se exigen mutuamente, y ambas

    son un fenmeno caracterstico de nuestro perodo. El concepto totalde ideologa arrastra a la conversin de la dependencia de todo lo espi-ritual en experiencia terica decisiva. Sin duda, al intelectual libre,como dice la expresin,3 se le concede gran independencia; pero, enltimo trmino, sta no estriba en otra cosa sino en anunciar y aceptarla dependencia.

    3 Que en alemn es freischwebend Intellectuell, literalmente, intelectual suspendido(en el aire), que se ciernen. (N. del T.)

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    La sociologa de Vilfredo Pareto representa un giro especial dela doctrina de la ideologa, ya que contiene elementos de la escuelaantigua y de la nueva. Podra decirse que en su pas ha existido, desde

    Maquiavelo, una tradicin cientfica propia en esta direccin. Segnella, las creencias humanas constituyen un medio del juego poltico defuerzas: no se trata tanto de su verdad cuanto de su eficacia social; losgobernantes tendran que descubrir exactamente, en sus condiciones,las opiniones de las masas, y, de este modo, saber contornearlas.Segn Pareto, la accin humana brota de lo que l llama residuos yderivaciones: a ellos pertenecen, por ejemplo, la tendencia a combinar,mediante la cual pueden explicarse parcialmente el gusto por compa-

    rar y experimentar y muchos progresos cientficos, as como la incli-nacin a hacer que se perpete cuanto se ha configurado una vez; deeste modo se da cuenta de la duracin, frecuentemente irracional, deideas supersticiosas, costumbres, etc.

    Hay residuos que nos impulsan a ser como los otros---o sea losque nos llevan a rechazar lo desusado y extrao-, ms an residuosque nos impelen hacia la sociedad. Todas estas inclinaciones innatas

    actan por lo pronto irracionalmente: no se cuidan de si son apropia-das para el provecho del individuo o de si, digamos, su finalidad con-cuerda con la de la sociedad. Mas, frente a ello, los hombres encuen-tran siempre vas para hacer plausibles a los dems y a ellos mismosestos motivos ntimos de sus acciones: mediante razones lgicas, ape-lacin a autoridades o a principios generalmente reconocidos o inclusorecurriendo a palabras solemnes que suenen muy bien; estos caminos

    son las derivaciones, que, por tanto, se encuentran bastante cerca delconcepto psicoanaltico de la racionalizacin; esto es, de la fundamen-tacin socialmente aceptable de nuestros mviles fundamentales irra-cionales. La ocupacin del socilogo consiste en mirar tras las deriva-ciones respectivas al explicar la accin, en coordinar todo hacer y tododejar de hacer a las diferentes clases de residuos. Y puesto que bajolas derivaciones se encuentran las ideas de libertad y solidaridad, deverdad, de amor y religin, esta sociologa toma un paso del cual el

    fascismo italiano, que la haba caracterizado primeramente como elultrarrelativismo, supo muy bien servirse; si bien podra haber pro-

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    clamado igualmente, con el mismo cinismo, los valores eternos -comotambin hizo cuando le convino-, pues en el mismo concepto del valorse encierra la relatividad, segn ensea su origen a partir de la teora

    econmica. Los valores son ser para otro, no ser en s, como sostenansus defensores filosficos. La filosofa de los valores naci de la nece-sidad de huir del sombro desconsuelo creado por la identificacin del

    pensar con el mero encontrar, ordenar y coordinar hechos. Pero ha re-sultado manifiesto hace largo tiempo que los fundamentos a priori dela antigua filosofa -y, en primer lugar, la jerarqua de valores de losfenomenlogos- constituyen una materia legtima incluso para las re-lativizaciones de las que deberan sacarnos, y que a partir de la tica

    material de los valores se cae necesariamente en el relativismo, y a lainversa.

    La cuestin acerca de cmo es posible escapar a la psima con-tradiccin o, mejor, a la psima identidad de estas dos filosofas del

    punto de vista no puede resolverse suficientemente erigiendo otro sis-tema. Si el aportar y el modificar en la vida privada o en 1a social-y aesto se llama actuar responsablemente--requieren justificarse mediante

    esencias supuestamente inmutables o si, por el otro lado, se consideraque el condicionamiento histrico de una finalidad constituye una ob-

    jecin filosfica contra su obligatoriedad y su necesidad interna, en-tonces la fuerza y la fe se han desvanecido ya de la accin. La relacinentre teora y prctica es muy otra de como se la pinta, tanto de acuer-do con el relativismo como con la doctrina de los valores absolutos: la

    praxis exige permanentemente orientarse por una teora avanzada, y la

    teora pertinente reside en el anlisis ms penetrante y crtico posiblede la realidad histrica, no en algo as como un esquema de valoresabstractos del que uno se asegure que est fundamentado concreta yontolgicamente. La representacin y el anlisis crtico de la realidad-que animan en cada caso la praxis- estn determinados a su vez, antes

    bien, por impulsos y afanes prcticos. Del mismo modo que el desa-rrollo y estructura de la ciencia natural han de explicarse a partir de lasnecesidades sociales de dominio de la naturaleza, en la formacin de

    las llamadas ciencias del espritu y sociales se exteriorizan las necesi-dades y los intereses de los individuos y los grupos. No existen ni un

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    mundo de representaciones libre de tendencias prcticas, ni siquierauna percepcin aislada, libre de praxis y de teora: la metafsica de loshechos no aventaja en nada a la del espritu absoluto. Pero la circuns-

    tancia de que en la estructura del mundo, en la imagen del hombre y lasociedad, de cuya verdad tengo que percatarme, se haga valer una vo-luntad histrica no significa que dicha imagen pierda valor alguno.Podemos tomar nuestros impulsos prcticos como factores que relati-vicen nuestra accin o hacerlos colgar -como normas objetivas- de uncielo de las ideas: siempre estar presente, de modo inmediato, unmomento arbitrario y subjetivo -hasta en el ocuparse filosfico de larelativizacin y la idealizacin-.

    Lo nico que cabe hacer es impulsar hacia adelante el conoci-miento todo lo ms ntegra e independientemente que sea posible, tan-to por el costado llamado objetivo como por el subjetivo, y, luego, ac-tuar con toda seriedad sobre la base de tal conocimiento. Pero sobrela base de tal conocimiento no quiere decir que ste prescriba univo-camente la accin: la teora no es ninguna receta y el actuar contieneun momento que no cabe exactamente en la forma contemplativa de la

    teora. Mas, con todo, puede haber cierto tipo de necesidad entre teoray praxis, entre pensamiento y accin. Ya en la vida cotidiana se en-cuentran situaciones tales que para percibirlas nos vemos llevados for-zosamente -sin retroceder hasta normas y prescripciones abstractas-,hacia una accin. Cuanto ms profundamente penetre la teora en larealidad, tanto ms penetrante ser su lenguaje, incluso en lo que res-

    pecta a las conexiones generales. Si al observar la situacin histrica

    sale a luz, por ejemplo, que el conjunto de la humanidad est al bordede quedar apresado por sistemas totalitarios, menospreciadores delhombre, les ser posible a los hombres vivos que consumen este co-nocimiento no hacerse enteramente sordos al impulso de resistencia;la situacin misma que se ha reconocido de este modo habla ciertolenguaje: el que surge de la aversin y el terror. Es indiscutible que elque la resistencia de los individuos singulares frente a la opresin sederive de ciertas ideas -o se refuerce gracias a ellas-, especialmente en

    el caso de ideas que estn ligadas tradicionalmente al progreso de lahumanidad y sus instituciones, tiene enorme importancia prctica. Pe-

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    ro cuando la aversin no se siente ya de un modo originario, cuandose consuma el percatarse de la situacin meramente bajo la pretendidaforma de ideas y no de un modo vivo, en conexin con los intereses

    ms propios, la apelacin a stos es impotente. Slo se desear yquerr verdaderamente el bien, lo verdadero y lo bello, todo cuanto seha alzado en la historia al puesto de pensamiento gua poltico y cultu-ral, si se tiene una experiencia igualmente originaria de todo lo negati-vo que en la situacin del caso invita a sobreponerse a ello mismo; deotro modo, las ideas degeneran, de hecho, en ideologa. En el concep-to de libertad del individuo se custodia esta cara negativa an ms queen otros, y por ello es tan actual en la situacin presente.

    Entre los grandes filsofos, Spinoza ha sido quien ms hahablado de que la accin surge en cierto modo inmediatamente delconocimiento de lo objetivo. Y su construccin del mundo lleva pornombre el de tica, o sea el de doctrina acerca del actuar rectamente,mientras que, pese a ello, se ocupa antes que nada del ser objetivo.Cuanto ms claramente conocemos el mundo ms claramente diceste-verum index sui et falsi-que no necesita ninguna piedra de toque

    fuera de s mismo. He aqu algo que no es una mera proposicin de lateora del conocimiento: en verdad, incluye en s tambin a la accin.

    Y lo que ocurre con Spinoza es tambin aplicable a Aristteles,Santo Toms y Hegel: ninguno de ellos abrigaba, en el fondo, dudaalguna de que la accin recta proceda de representarse correctamentela realidad, de la inteligencia de lo que es. La tica y la metafsica,que, desde luego, se encuentran conceptualmente separadas en el pen-

    samiento europeo a partir de Platn, permanecen bajo el signo de ladoctrina socrtica de la identidad de virtud y saber hasta la fragmenta-cin en el siglo XIX. Hasta el pensamiento filosfico se entiende a s

    propio como mediador de su antagonismo. Incluso al final de la me-tafsica, cuando se haba evaporado la creencia en el sistema de laverdad objetiva, Nietzsche vuelve a colocar la unidad en el dominiodel sujeto; como podra decirse con toda seriedad, en el de la voluntadque se entiende a s misma como fuente de la historia: en l, la expe-riencia del podero del hombre proviene del conocimiento de la fragi-

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    lidad de los sistemas, del carcter ideolgico de la moral tradicional.El hombre puede liberarse de la reduccin a servidumbre en cuantoque se reconozca causante de todas las quimeras y sepa que incluso las

    finalidades brotan de su voluntad: el sujeto es la fuente de la verdadobjetiva. Para Nietzsche, la responsabilidad de los hombres que se li-beran de tal modo de toda responsabilidad se agranda hasta lo des-mesurado. La mala inteligencia que rodea frecuentemente su doctrinase apoya en la creencia de que la arbitrariedad conforme a la cual hande surgir segn l las nuevas tablas de valores sera la arbitrarie-dad psicolgica, tal y como la entienden nuestros positivistas: elcarcter fortuito y facultativo de la eleccin entre los ideales polticos

    y otros ideales.

    En Nietzsche, sin embargo, la colocacin de los valores surgecon necesidad del conocimiento de la putrefaccin de las condicionesvigentes, y la equivocacin -en la que l mismo ha recado- se basa enel contenido de lo que proclama: como la humanidad ha servido de

    pretexto a la inhumanidad, sera preciso sostener sta. En lugar de in-sistir en su realizacin, ha querido reemplazar -mediante una subleva-

    da declaracin- las ideas convertidas en ideologa por su mero poloopuesto; y la realidad no ha vacilado mucho tiempo en volver en es-

    pantosa praxis esta ideologa -o sea la de la inhumanidad-. Masquien es capaz de or el tono de la sublevacin nietzscheana se dacuenta de que la tendencia ms ntima de su filosofa, no menos que lade sus predecesores, tiene poco que ver con estos antivalores, y que,en realidad, surge de la representacin ms clarividente posible de la

    situacin histrica, a saber: a ttulo de necesidad de mejorar sta -en elsentido que surge de la representacin crtica.

    De hecho, el espritu est entretejido en la historia: se halla uni-do inextricablemente a las voluntades, los intereses y las tendencias delos hombres, a su situacin real. Pero la diferencia entre lo sujeto acondiciones que se pavonea de estar exento de ellas, por un lado, y elconocimiento hacia el que nos dirigimos en cada caso con todas nues-tras fuerzas, por otro, no se agota en modo alguno con ello: es la dife-rencia entre verdad y falsedad. Debera reservarse el nombre de ideo-

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    loga -frente al de verdad- para el saber que no tiene conciencia de sudependencia y, sin embargo, es penetrable ya para la mirada histri-ca, para el opinar que, ante el conocimiento ms avanzado, ha aca-

    bado de hundirse en la apariencia. La asignacin de valores es ideo-loga en el sentido ms estricto y pregnante, en cuanto que cree poder-se liberar de la entreveracin histrica o ver simplemente abierto elcamino hacia la casualidad y el nihilismo.

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    SOCIOLOGIA Y FILOSOFIA

    Lo que en las discusiones sobre sociologa se llama teora de lasociedad tiene su prehistoria en los proyectos polticos de los griegosy se basa inmediatamente en las reacciones ante la Revolucin france-sa: a travs de sta recibi una nueva figura practicable la doctrina dela relacin entre cada uno de los hombres y lo Absoluto. Libert, ga-lit, fraternit, seala el programa de la realizacin burguesa de lareligin y la filosofa; y despus de Kant ello significa que todo serdotado de razn tiene posibilidad y deber de desarrollarse librementecon la limitacin nica en consideracin al derecho -idntico- de losdems. Con lo cual se impugna y se acredita, a la vez, el resultado dela Reforma. Pues sta haba despejado la tierra ante la aspiracin alxito como campo de la capacidad profesional al trasladar la lucha porla bienaventuranza exclusivamente a la fe separada del saber; y, sinembargo, merced a la doctrina actualizada una y otra vez de la elec-

    cin de la gracia, haba negado la predestinacin eterna de cada unode nosotros al cielo, y mediante el smbolo del valle de lgrimas conque haba marcado a fuego lo natural, negaba tambin la confianza enel futuro de la Humanidad sobre la Tierra. La Revolucin dio a la ac-tividad burguesa un sentido inmanente: crear entre los hombres unascondiciones justas, el orden de la sociedad que diese cumplimiento ala reivindicacin irrenunciable de una vida racional para todos. Estaesperanza sostena una meta concreta, asequible a travs de la actua-

    cin propia, trada del otro mundo a ste sin dejar atrs nada de sucarcter incondicional. La teora de la sociedad surgi cuando se hizo

    patente que la eliminacin del absolutismo y de los restos feudales nopoda cumplir con aquella expectacin: se puso de manifiesto que laemancipacin poltica, el desencadenamiento de las desiguales fuerzaseconmicas para una competencia sin trabas, no eran idnticas a lameta que entusisticamente se anhelaba. Ya durante el curso de la Re-

    volucin apareci su contradiccin interna: la liberacin sangrienta nobastaba para implantar la libertad. Al buscar Robespierre y Saint-Just

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    la salvacin de sta en la direccin estatal de la relacin econmica,antepusieron al comienzo del orden burgus la experiencia que des-

    pus se ha repetido incesantemente: la de que ste no poda mantener-

    se apartando simplemente los obstculos al trfico econmico y la deque para proteger la libertad era necesario lo opuesto a ella: la admi-nistracin, la intervencin, el planeamiento. Aquellos hombres del Te-rror, cuya funcin los asemeja a los caudillos de los pases, hoy na-cientes, del nacionalsocialismo y del capitalismo estatal, al empujar

    por encima de lo que entonces era asequible, quedaron aniquilados;pero la teora que se inici con Babeuf y Fichte al terminar el Terrorno ha cesado de conmensurar la sociedad surgida de ste con las ideas

    de la Revolucin. La existencia del liberalismo europeo hizo madurarla teora de la sociedad, que se sigui de modo concluyente de los

    principios burgueses mismos, pues la nueva libertad result ser equi-valente a libertad de desarrollo del poder econmico, la igualdad a un

    primer plano de diferencias gigantescas de ingresos y de posesin -lonico que contaba verdaderamente- y la fraternidad a la disposicin-producida mediante presiones econmicas y manipulaciones-4para la

    irrupcin colectiva. Las adquisiciones de la Revolucin trajeron con-sigo la contradiccin que ya no tolera la interrupcin social. Mientrasque en el mundo preburgus las relaciones econmicamente importan-tes se apoyaban en una dependencia de individuos y grupos otorgadaciegamente en el nacimiento, en el orden burgus se restableca la jus-ticia a travs del medio annimo del dinero, en el que se van a piquelas diferencias de las personas. Por su medio se impuso desde el co-mienzo una jerarqua formada en el seno de la antigua, que si era ms

    lbil, no era menos pronunciada. Menos rgida y menos difana que enel Estado de estamentos, pero en modo alguno racional, se consum a

    partir de entonces la incorporacin clasificada de los hombres en elproceso social del trabajo. El liberalismo transform la jerarqua bur-guesa en una constelacin de podero cada vez ms compacta y potente.

    4

    El autor se refiere aqu, como asimismo unas pginas ms adelante, a la manipula-cin, modificacin, sustitucin, creacin subrepticias de opiniones y deseos (debienes) de los dems mediante tcnicas publicitarias y de propaganda. (N. del T.)

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    Para dar cumplimiento a la fe europea no bastaba la mera supre-sin de los antiguos privilegios, y a la voluntad de llevarlo a cabo co-rrespondi el concepto de sociedad que sigui al triunfo de la burgues-

    a. Tanto Saint-Simon como Marx estaban convencidos de que la for-ma de las relaciones econmicas, la constelacin de los hombres en elproceso de trabajo a que se haba dado lugar tras haber ordenado lapropiedad, poda determinarse tan perfectamente como nuestro proce-der fsico con la naturaleza extrahumana: no slo el objeto del trabajo,sino tambin su distribucin, podran someterse a la inteligencia delhombre. La carga de la produccin de subsistencias para todos se haratanto ms leve al acrecentarse la riqueza de la sociedad, cuanto que el

    consumo material, e incluso el lujo, pueden satisfacerse dedicndolesun tiempo relativamente corto, si se tiene en cuenta la tcnica moder-na. La extensin de las regulaciones sociales conocidas a la esfera dela produccin y su confinamiento simultneo en ella parecan ser, entodo caso, preferibles a la economa carente de regulacin alguna, quese multiplicaba rpidamente en la vida del todo como una situacinnatural equipada con su maquinaria y que amenazaba convertirse en

    un fin en s misma. Cuanto menos orden haya en el total de la eco-noma, pensaban los tericos, tanto ms dura tiene que ser sta en susdivisiones y subdivisiones: los hombres pierden de libertad lo que ce-den de razn por mor de aqulla. Y cuanto ms se torpedea la autori-dad en nombre de la economa no regulada, tanto ms se difunde laadministracin irracional en lugar de la racional. La sociedad concebi-da por la teora, sociedad reguladora de las relaciones econmicas, eralo opuesto y la consumacin del orden burgus, era la expresin en

    que se calmaba la filosfica Ilustracin, una vez que su adversarioelegido, la antigua autoridad, haba cado. La impotencia de la teoracomenz a hacerse visible primeramente cuando en Alemania, endonde se haba llevado a cabo, la introduccin de las condiciones bur-guesas a modo de un eplogo, la reglamentacin econmica no siguilos pasos de stas, como se haba anunciado. Ningn proceso de pasocercano o distante hacia otra situacin ms elevada se fij junto con la

    situacin social que haba surgido al derogar la infame regimentacinantigua. La teora era a la vez verdadera y falsa. Mientras que, como

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    ya hemos dicho, la armona liberal qued liquidada en crisis y guerrascomo una ilusin, se fueron desvaneciendo simultneamente las ex-

    pectativas de un paso a un orden en que las contradicciones colectivas

    quedasen suspendidas. La economa de los pases adelantados, desen-cadenada, segua remitida hacia afuera y daba origen en el interior decada pas, as como entre los que rivalizaban mutuamente, a luchas sinfin. Este proceso ha conducido a los armamentos y a las alianzas, yfinalmente a las guerras mundiales y a ese sacudimiento de los pue-

    blos no industrializados, en los cuales, como consecuencia de la tcni-ca que haba sido ya desarrollada ms all de sus fronteras, el libera-lismo de viejo estilo ha carecido de funcin y el trastrueque se ha con-

    seguido desde un principio conelementos del capitalismo estatal y delsocialismo. El ardid de la razn,5 segun el cual el pequeo cede ante elgrande, el taller peor organizado y ms pobre ante el mejor equipado ydirigido con mayor energa, y el viejo ante el joven, ms fuerte que l,domina por entero la sociedad europea: desde comienzos del siglo ac-tual se ha emprendido de muchos modos la tarea de reemplazar pordecisiones humanas, al menos parcialmente, este productivo y cruel

    ardid, que, segn la teora, debera alcanzar su meta inmediatamente.As, en cuanto a la praxis, para asegurarse de la duracin de la coyun-tura por medio de una direccin intraestatal, ha surgido tras las guerrasmundiales el intento de asegurar la paz merced a una organizacin su-

    praestatal, cuyo destino depender de las condiciones que existan en elinterior de los Estados. Cuanto ms se anteponga, en los viejos pasesindustriales, una direccin completa, a su vez determinada por el jue-go de los factores de poder, a la regulacin razonable permitida por la

    abundancia, y cuanto ms brutalmente las naciones recin llegadasacorten el camino que lleva al nivel de vida y de armamentos necesa-rio y dejen atrs el liberalismo, tanto ms inactual y extravagante sehar la esperanza de la teora en la realizacin de la fe burguesa. Enlugar de decisiones libres de hombres llenos de su propia fuerza, ple-namente desarrollados, se adelantan camarillas totalitarias y espectrosde terror, que pueden cobrar su podero tanto merced a las fuerzas del

    trastrueque social como a los grupos poderosos amenazados por ste5 la conocida expresin hegeliana (die List der Vernunft). (N. del T

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    merced a la revolucin o la restauracin. Por muy diferentes que pue-dan ser por esta razn las bases sociales y el horizonte histrico decada uno de los dictadores, mientras en el interior exista poder, espe-

    cialmente en los pases fuertes, ste ha de reproducirse en el exterior.Desde que la sociedad liberal se aferra a conducir y administrar,

    desde que las crisis econmicas se limitan mediante una ampliacindirigida de la produccin para el consumo y la destruccin, las autori-dades de la sociedad han tomado a su servicio incluso el pensamientoque se ocupa de sta. En vez de trascenderla crticamente, desde esemomento debe tender hacia la administracin, el progreso y el orden,

    y no hacia la realizacin inmediata de la fe original.La teora de la sociedad, la ciencia como disciplina poltica, que

    todava en Saint-Simon era la ms alta en la jerarqua de las discipli-nas, se convertir en sociologa; y as la haba constituido ya AugusteComte tras el final de la Revolucin francesa. Comte intentaba la re-forma de la totalidad, teniendo ya a la vista que no se haba de logrardentro de una ni de varias naciones, sino que dependa de que laHumanidad se constituyese en una unidad de funcionamiento. Sinembargo, los hechos sociales le parecan algo determinado en s, casidatos fsicos: l y Spencer son los fundadores de la sociologa que seentiende a s misma como una ciencia positiva, los precursores de lageneracin de Ross y Cooley, de Westermarck y Hobhouse, de Sim-mel, Weber y de la escuela de Durkheim. A todos ellos les es propioun elemento ilustrado, crtico: son como aguafiestas de las ciencias yaavecindadas, y se los recibi como a innovadores. No obstante lo cual,

    con el designio de equipararse a la ciencia natural en derroche meto-dolgico y de ocuparse cientficamente de la teora crtica, 6 la socio-loga consigui conquistar, ya antes de la primera guerra mundial, al-guna que otra ctedra en las universidades. La labor de aquella gene-racin se considera actualmente que constituye la gran tradicin. Sutema lo formaban grupos extensos, especficos y pequeos, de la his-toria y de la prehistoria, la relacin entre individuo y grupo, las co-nexiones recprocas entre las esferas de la vida social; y cuanto ms se

    6 El autor se refiere, sin duda, a la teora crtica marxista de la sociedad. (N. del T.)

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    esforzaba la sociologa por conformarse al modelo de las ciencias lle-nas de xito, tanto ms se decoloraba el concepto de sociedad, que enun tiempo haba sido el ms concreto, o lo concreto sin ms: apareci

    entonces como algo superfluo e ilegtimo. Despus de aquel perodode los primeros socilogos, de las monografas, del establecimiento delos conceptos fundamentales, de tipos, reglas y mtodos, la sociologaha encontrado su sitio y se ha hecho til, juntamente con la psicologasocial, como un todo polifactico de procedimientos, dentro de unasociedad que se reestructura rpidamente a s misma y se arma contraun mundo exterior de enemigos. Como las disciplinas tradicionales,recibe sus tareas en parte de la problemtica inmanente condicionada

    por el proceso de sus propias investigaciones y en parte de manos delas instituciones y agencias de la vida real; y esta nueva disciplina,cuidadosamente educada desde el punto de vista tcnico, por regla ge-neral slo puede reaccionar a base de la propia idiosincrasia frente alas estructuras lgicas que no se entienden heursticamente, frente alos conceptos que han surgido para anticipar el proceso de investiga-cin de una sutil maquinaria social, frente a las extrapolaciones que

    estn unidas a la prctica poltica. Todava no ha sido capaz de sacu-dirse completamente la sospecha de oposicin y de relativismo, quecarece de fundamentacin: las investigaciones singulares, as como los

    programas tericos, renuncian a la especulacin; ya un concepto comoel de sociedad industrial tiene en contra suya, en cuanto que tiende aestructurar mentalmente la sociedad, el inconveniente de la simplifi-cacin; y se exigen tanto ms resueltamente el aparato matemtico yla verificabilidad estricta cuanto menos comparables son previamente

    las condiciones de la prctica metdica y la trascendencia de los resul-tados con las condiciones correspondientes a la ciencia natural. La so-ciologa se aprecia a s misma, en medida cada vez mayor, como unadestreza.

    Mas, visto desde el nivel del desarrollo, entre ella y aquella otraciencia se sita una diferencia de principio. Nadie espera de la fsicani de la biologa que capaciten para reflexionar a las fuerzas cuyos

    rganos constituyen. Con todas las motivaciones psicolgicas de losinvestigadores singulares curiosidad, impulsos ldicos, ambicin,

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    con toda la libertad que haya para lo intil, la manipulacin de la natu-raleza constituye un factor decisivo en la investigacin de sta, pero lareflexin sobre tal factor no pertenece al tema de dicha investigacin:

    tienen que dejarse a un lado la razn y la sinrazn actuantes en 1a vidahistrica, las convenciones conscientes e inconscientes, las instanciaspolticas, as como en qu medida los conocimientos y descubrimien-tos cientficonaturales lleven a fines constructivos o destructivos, al

    bien o al mal; la ciencia natural no puede alzar ninguna recriminacinacerca de todo ello. Por el contrario, la sociologa debe servir para co-nocer -y siempre que sea posible dirigir- los factores extracientficosque marcan la orientacin de la ciencia. El que, sin embargo, en lo que

    se refiere a la perspicacia acerca de sus propios condicionamientos, nose encuentre en mucha mejor situacin que las otras disciplinas, dejaabierto un hueco que, sin duda, es ms difcil de colmar en la sociedadno totalitaria que en la guiada dictatorialmente. Incluso los socilogosque no estn dispuestos a contentarse con las hiptesis de trabajo-producidas cotidianamente- de la investigacin rutinaria, rehusan conmiedo dibujar, mediante conceptos de amplia comprensin, el compli-

    cado juego de fuerzas de donde proceden las formas de relacin socialy sus variaciones, y del cual recibe tambin la sociologa su impulso.Segn Robert Merton, la sociologa debera contentarse inicialmenteen el campo terico con conceptos relativamente comedidos y con te-oras especiales de dimensiones medias,theories of tse middle range,7

    verbigracia sobre influencias de grupos antagnicos, sobre los ascen-dientes interpersonales y el ejercicio del poder a que dan origen, parareunir posteriormente los resultados en un sistema ms general de

    proposiciones coherentes entre s. Adhirindose a Parsons, Ralf Dah-rendorf quiere establecer como categoras sociolgicas decisivas lasde conflicto y transformacin; con todo, no han de designar momentosdel todo existente, sino que han deservir para captar unidades parcia-les de la sociedad. Como deca una vez von Wiese, la sociologa quequiera ser nada ms que sociologa no debe admitir que se conside-re la sociedad como configuracin social sustancial; se entiende a s

    misma como una ciencia experimental por contraposicin a la teora7 Merton, Social Theory and Social Structure, Glencoe, Ill.,, 1949, p. 10.

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    en sentido antiguo o, como piensa Merton, a los grandes sistemasfilosficos del pasado, con toda su riqueza de pensamiento, su esplen-dor arquitectnico y su esterilidad cientfica. Se ha hecho tan grande

    el podero de la realidad social, tan crasa la desproporcin entre ella ylas posibilidades de una espontaneidad individual, que hasta el lengua-je que caracteriza este estado de cosas se encuentra enteramente des-valido. Como las dems ciencias, la doctrina de la sociedad tiene queimplantarse sobre lo existente, y por ello se encuentra en peligro de

    perder de vista lo existente en conjunto y dirigirse hacia las partescompletamente consolidadas. Cuanto ms se introduce, ms atrs sequeda.

    Pero, de acuerdo con su propio sentido, no cabe que se separe dela filosofa, cuya herencia ha de administrar en muchos respectos. Lafilosofa era una meditacin acerca del sujeto. Mientras ste pareciser exclusivamente el yo individual, la psicologa era la ciencia queestaba ms ligada a las intenciones filosficas; una vez que, en el idea-lismo alemn, el sujeto aprendi a concebirse ya no nicamente comoindividual, sino al mismo tiempo como la fuerza de los hombres, que,

    activos, enlazados mutuamente, estn arrastrados y, sin embargo,hacen su propia historia, como sociedad, la sociologa se ha converti-do en la disciplina filosfica en sentido eminente. En realidad es, co-mo dicen sus representantes positivistas, una ciencia experimental;slo que la experiencia como sociologa ha de retrotraerse a su propiafuente -el sujeto no dueo de s mismo- y ha de hacerle capaz, de estemodo, de llegar hasta s mismo. Entonces se presentan tareas que ni

    surgen de la discusin de los problemas inmanentes ni coinciden conrequisitos exteriores; los ttulos de teora de las ideologas y de socio-loga del saber parecen demasiado estrechos para ellas, pues ya no setrata principalmente de los llamados estilos de pensar de los distintosestratos sociales -en la medida en que pervivan- ni de soluciones yapologas ya lisas y conocidas -en la medida en que estn enredadascon la vida del momento-, sino del mundo real, tal como cada cual lo

    percibe. El tipo humano que produce este mundo se ha hecho ms

    prosaico y reconoce rapidsimamente lo convencional y premeditadoque hay en cualquier clase de protestacin solemne. Los descubri-

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    mientos no requieren tanto pensamientos, que se alejan de lo existente,cuanto hechos, a los cuales quiere uno limitarse. La naturaleza fsica,construida a base de partculas microcsmicas, ya no captables a mo-

    do de cosas, endurece su unidad gracias a su intencin de enseorea-miento; mas, por el contrario, la suma de estudios que surge a partirdel material de contestaciones dadas en encuestas, de los datos de in-quisiciones hechas en empresas, del estudio de grupos pequeos, re-fleja la impotencia para erigir humanamente el mundo apoyndose ental seoro. Pretender que los hechos que la empiria produce y rene

    para s sean elementos de la sociedad es un engao: son productos dela abstraccin guiada por intereses heternomos. Sin la preocupacin

    por el destino del todo -acerca de lo cual, sin embargo, no debehablarse- y sin ideas en el sentido de la gran filosofa, la sociologacomo ciencia es verdaderamente estril, tanto como ella misma repro-cha a aqulla injustamente. Lo que Durkheim cuya investigacin es-taba en gran medida encauzada tericamente, y l admita de buenagana- sealaba de la lgica, a saber: que era preciso entenderla comoun reflejo de procesos y estructuras sociales, vale en no menor medida

    para los hechos: para los que el socilogo ha hecho subyacer a su tra-bajo igual que para los de la conciencia humana en general. Tantoayer como hoy cuanto los hombres saben y el modo en que lo saben,desde acerca de sus autopistas, sus poblamientos y sus talleres hastasobre su amor y su miedo, est condicionado por su vida en comn y

    por la organizacin del trabajo, y en el lugar de los descubrimientos ensentido antiguo aparece el empeo por seguir la pista, en todas sus

    particularidades, de los mecanismos sociales que entran en juego cada

    vez. En realidad, la ciencia ha de atenerse a los hechos, pero stos noestn preformados dondequiera que sea meramente por los mtodoscomprobados que ya conocemos y por la finalidad de la investigacindel caso, sino por el objeto de la sociologa, la totalidad social y susmltiples momentos. A1 menos ste es el supuesto cuya confirmacin

    progresiva forma parte del avanzar de la sociologa como ciencia:cuanta ms luz permita arrojar una investigacin determinada sobre el

    modo en que se realiza tal preformacin, cuanto ms haga ver cmolos hombres se hacen a la vez a s mismos en su trabajo, tanto ms

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    cumplir la sociologa la tarea de autoconocimiento y autodetermina-cin que la filosofa consider en otro tiempo su propia labor. Trazarlos estudios de tal modo que se destaque la heteronoma de los estra-

    tos sociales y la sugestionabilidad de los individuos como efecto delas conexiones sociales es una consecuencia que la sociologa tieneque sacar de su propia historia, pese a toda la impotencia del pensa-miento. Con todo, jams cabe llevar hasta el final la reflexin sobre unsujeto colectivo: mientras prevalezca alguna libertad en la sociedad,aqul no podr entenderse como si estuviese enteramente condiciona-do, y si la libertad desaparece deja de haber sujeto.

    Esta herencia de la filosofa que la sociologa ha asumido no seagota en semejante reflexin de la sociedad sobre s misma. Si la so-ciologa no piensa acerca de la resistencia frente a la cada en lo totali-tario, acerca del mantenimiento y la expansin de las fuerzas queapuntan a la libertad, por confusamente que sea discernible tal pensa-miento en la oscuridad reinante, no ser capaz de encontrar salida dellaberinto de la maquinaria social. Todas las ideas decisivas -inclusolas de los juristas o de los mdicos- tienen que recusar el intento de

    que las fijen unvocamente; pero sin ellas la ciencia se desmorona. Elque el planteamiento de los proyectos pueda deberse a consideracio-nes enteramente ajenas a las filosficas y terico-prcticas, el que losmviles psicolgicos conscientes e inconscientes, tanto de los que losconducen como de los que sacan partido de ellos, no procedan en mo-do alguno de la fe burguesa, no puede cambiar nada en cuanto a que elobjeto de la sociologa como ciencia se constituya, no menos que

    otros campos del conocimiento, debido a intereses objetivos de lahumanidad; la diferencia se halla en el modo de ser de los intereses: lasociologa remite a la verdadera vida en comn de los hombres. Locual comparte con aquella antigua teora de la sociedad de la cual, fo-silizada y desfigurada, se saca hoy partido para entrenar sin miramien-to a pueblos atrasados. En la lucha contra el mundo totalitario, que noamenaza a los europeos meramente desde fuera, la sociologa no pue-de entregarse simplemente al juego de las fuerzas econmicas -que

    desde muchos puntos de vista forma parte de su tema- ni meramenteplegarse a la tendencia general a olvidar; antes bien, ha de ver la rela-

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    cin que tienen los medios de que se vale la sociedad para mantenerseen vida con el fin de establecer una vida digna del hombre. En el desa-rrollo de todos los individuos singulares hacia su ser espiritual -que

    determina su propio destino-, el nivel de vida constituye no ms queun momento, que, hipostasiado, tiene que acelerar la ruina de la socie-dad occidental. Tan difcil es separar la sociologa -ya sea que investi-gue relaciones de poder, clima de la empresa o familia en sus mlti-

    ples aspectos y modificaciones- de su origen a partir de la voluntad deconfigurar mundanamente la religin y la filosofa, como la psicologade la ideadeindividuo dotado de razn. Lo cual no es solamente vli-do para aquellos estudios en que se adopta como tema la represin del

    pensamiento, tales como los que versan sobre los efectos de la comu-nicacin de masas, sobre los prejuicios sociales, nacionales o religio-sos; sobre la presin creciente de la economa y su efecto en la con-formidad, sobre la soledad en medio de la masa pintada por Riesman-del individuo dispuesto a amoldarse, o sobre el motivo- que Schelskyha enlazado con el anterior del acercamiento entre los tipos humanosde ambos bloques de podero de la actualidad; toda investigacin, por

    mucho que se las pueda dar de puramente emprica, lleva incluidosmomentos subjetivos que deciden acerca del material y que estn enuna relacin mltiple, debida o indebida, con aquella voluntad, y elmismo hacer conscientes estos momentos se encuentra en el dominiode 1a sociologa. En esta disciplina, no menos que en las dems, elinters que sabe de s mismo no tiene por qu constituir un obstculo

    para la objetividad, sino que ms bien sta se ver conducida por talinters. El modo sobrio de escribir la historia que retrocede hasta las

    fuentes -modo que tanto tiene que agradecer a Voltaire- apenas debe ala sublevacin contra la consagracin histrica de la injusticia ms delo que la inflexin de la sociologa alemana hacia el positivismo debea la aversin frente al bizantinismo de la historiografa en la Alemaniadel Kaiser. Ante el caos de los hechos condicionados socialmente y lainfinita abundancia de puntos de vista posibles, la objetividad pura noes sino una ilusin. Como si el resultado no hubiera de determinar la

    praxis. No es slo que la compatibilidad que se prescribe tenga unainvestigacin con unas intenciones determinadas con las que ha de

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    contentarse, o acaso la exigencia de unos resultados determinados yhasta la insuficiente presteza para restringir las propias hiptesis -y, sies preciso, abandonarlas- basndose en lo que se llegue a averiguar, en

    caso de que sea suficientemente importante, contradigan a la ciencia:tambin contradicen a la vida intelectual sin ms. Todo ello perteneceal dominio poltico de lo totalitario, contra el cual se dirigen por su

    propia esencia las intenciones inmanentes, irrenunciables, de la socio-loga. El motor ms suyo y ms propio, lo que la mueve teri-co-prcticamente, no es el dominio de la naturaleza ni tampoco de lasociedad, por muy de utilidad que pueda ser en particular, sino el es-fuerzo por penetrar cognoscitivamente la vida social en lo que respec-

    ta a su sentido, que le est conferido por los hombres. Entre sus tareasse encuentran la de registrar los entorpecimientos que sufre el pensarindependiente por la profesin y el llamado tiempo libre y la de aper-cibirse de la atrofia de los individuos en medio del crecimiento delconsumo y de las expectativas vitales; y a travs del fenmeno de lanivelacin ha de observar las diferencias de poder econmico y social,que van cambiando al mismo tiempo: crasas diferencias que entran en

    juego en los Estados ms civilizados, en los que la seguridad legal y laproteccin de los individuos se han desarrollado al mximo hasta de-ntro de todo proyecto vital. Estas diferencias merecen que se les presteatencin sociolgicamente no menos que la liberalizacin de las rela-ciones entre los estratos sociales dentro y fuera del proceso modernode produccin o que el potencial existente para una nueva solidaridadentre el hombre y la mujer.

    Para la sociologa la relacin con la filosofa es algo constituti-vo, aun cuando la teora antigua no se haba percatado de ello. La so-ciedad, que ha terminado por convertirse en un monstruo como aquel

    bajo cuyos rasgos la describi Hobbes en su comienzo, hace retroce-der asustado al pensamiento que trata de captarla como un todo: nocaba desprender el pensar ese todo de la posibilidad de actuar sobre lal pensarlo; y la confianza para hacerlo era propia de la filosofa euro-

    pea cuando se desprendi de la teologa y, en lugar de la fe en el orden

    natural, plante la tarea de determinar las condiciones humanas deacuerdo con la comprensin racional.

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    Actualmente, pese a todas las regulaciones estatales que hansurgido del impenetrable juego de las fuerzas econmicas, dicha con-fianza se ha derrumbado. La timidez de aquellos socilogos modernos

    para manipular la forma de la sociedad est motivada por los lmitesimpuestos al pensamiento eficaz, lmites que ella misma consolida.Pero qu sea en cada caso especulativo y qu realista, es algo que de-

    pende de la situacin de la historia.

    Cuando la teora, actualmente, llama la atencin sobre su posi-ble imperio, o hasta se atreve a reclamarlo enrgicamente, refleja unaimagen del mundo falseada aun en cuanto al sentido de los conceptos

    en particular: se concibe al hombre de la sociedad industrial confor-mado socialmente para reaccionar con rapidez, manejarse fcilmente yadaptarse, a travs de la prepotencia de la estructura de intereses in-mediata, en cada caso juntamente con la compacta masa de instrumen-tos de opinin convergentes; los cuales campean desde los anuncios ytitulares sobre el modo -dictado por la vida moderna o, an ms, con-figurado por los expertos- de llenar el ocio, ya rebajado a tiempo libre,hasta la propaganda de las autoridades polticas psicolgicamente pla-

    neada. El carcter actual de la teora no procede ya de la proximidad alcumplimiento de la fe burguesa, que se ha hecho tanto ms cuestiona-

    ble cuanto ms enteramente tenemos dadas sus condiciones -pues lareduccin de los trabajos duros, el alargamiento de la duracin de lavida, los mercados y tiendas llenos, son signos seguros de que la culpano la tienen las fuerzas de que disponemos- dicha actualidad se apoya,si descontamos los peligros exteriores, en la amenazadora atrofia de

    las cualidades subjetivas, que constituyen el supuesto de una situacinms racional. La esperanza de la teora es detener este proceso en lamedida en que lo concibe adecuadamente: ella disipa el engao de queel mantenerse a salvo de crisis merced a la manipulacin y a la espiralinflacionista coincida con el crecimiento de lo humano, y, ante todo, lagrosera mentira segn la cual la violenta industrializacin de Oriente-frente a la cual el liberalismo ingls temprano, blanco genuino de losataques del socialismo moderno, parece un idilio- sea simplemente el

    socialismo. El pensamiento terico de hoy consiste en la intencin fi-losfica, que no ceja contra los tiempos y est escrita con caracteres

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    sociales; y en ella ni se roza la cuestin de la exactitud, de las ventajas-metdicamente de mayor rigor- de la sociologa llamada fuerte sobrela dbil. Los estudios que no encierran explcitamente el pensamiento

    en las ideas pueden tener mayor importancia terica que muchos enlos que este pensamiento desempea conscientemente un papel. Contal de que la relacin no cese del todo, le queda al socilogo la distan-cia a la administracin dominante: algo del intelectual en el sentidoantiguo. Este ser liquidado como individualista, como inconformista,en los Estados totalitarios, y el campo libre de que goza todava en loseuropeos es un ndice de las diferencias de libertad individual existen-tes dentro de sus fronteras. Con el intelectual se manifiesta lo que tie-

    ne que temer la sociedad del juicio sobre ella ya verdadero, ya tor-cido o en qu medida tiene que calibrar cada palabra en cuanto asus posibles efectos, por as decirlo, como medio en favor o en contrade la orientacin deseada, y en su destino sale a luz cmo le va ala so-ciedad en cuanto a dominacin o libertad. La sociologa lleva sobre s,

    pese a todo el instrumental construido, pese a todos los deseos deigualarse a las especialidades naturalizadas, algo de la responsabilidad

    de los mechanici, de los filsofos del barroco, de los intelectualesdel siglo XVIII. Y el inters de la humanidad pende de su tema -la or-ganizacin de la sociedad- como en otro tiempo penda de la configu-racin del mundo fsico. La fijacin de metas para la investigacinsociolgica, como asimismo cualquier paso que se d en un estudio,tienen importancia para la sociedad; Morris Ginsberg deca en unaconferencia publicada en 19588 que los procesos sociales no estn de-terminados por la fatalidad ni exentos de condiciones limitadoras, pero

    que su conocimiento interviene de modo decisivo en la determinacinde los acontecimientos. La medida en que el conocimiento entre en lasdecisiones de la sociedad podra depender de la penetracin crtica enaquellas condiciones, tanto de tipo humano como material; y a ellohabra que aadir que, siempre que se trate de autonoma, el contenidode lo querido -y, por tanto, tambin de lo que se nos muestra como sulimitacin- ni meramente procede de la masa de hechos ni, como crea

    8 Morris Ginsberg, Social Change, en British Journal of Socio logie, sept. 1958,pp. 205 y ss.

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    Max Weber, de una decisin irracional, sino que ha de ser conmensu-rado con la tradicin del gran pensamiento europeo. Tambin RenKnig quera decir lo mismo cuando explicaba, en la introduccin de

    su Diccionario sociolgico, y tras haber distinguido de la sociologa lahistoria y la filosofa sociales, que ocurre una y otra vez, incluso enlos procesos concretos de investigacin, que en un punto dado slo es

    posible continuar la discusin por medio de reflexiones filosficas9.E igualmente pasa con su doctrina general. Puesto que el conocimien-to del mtodo y de los resultados de la investigacin sociolgica pue-de fortificar en los no socilogos la capacidad de percepcin diferen-ciada, y puesto que sta ensancha la comprensin de los hombres y

    contrarresta la vulnerabilidad al fanatismo, la sociologa contina latan odiada Ilustracin, y se opone a s misma cuando sabe adaptarsecon demasiada pericia a la realidad, a la que debera desencantar. Laconciencia pblica recuerda perfectamente, en especial en Alemania,su esencia crtica y la cercana de su pensamiento a la resistencia con-tra la tendencia predominante en cada caso en la sociedad; ello la re-ne con la filosofa. No puede concebirse ya lo que antes se llamaba

    formacin, la fortaleza espiritual para resistir al Poder momentneoque se abalanza contra la conciencia, sin un saber de la sociedad y desus procesos.

    La antigua teora crea estar cierta del futuro; el que la sociolog-a se extienda hoy empricamente es al mismo tiempo un signo de suutilidad y de su resignacin. De muy otra manera que la filosofa, quese proclamaba un tiempo heraldo del mundo burgus y de su ciencia,

    la sociologa, si se llega a liberar, mira hacia atrs: hacia las faseshistricas en las que la sociedad europea senta an tener fuerzas paraayudar a la realizacin de su propio principio, el de que existan entrelos hombres unas condiciones justas. Y con este potencial en los pen-samientos trata de detener la situacin a que la humanidad, quiz msexperimentada, retrocedera tras la catstrofe.

    9 Soziologie, publ. por Ren Knig, Fischer Lexicon, t. 10, Frankfurt, 1958, p. ?.

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    LA FILOSOFIA COMO CRITICA DE LA CULTURA

    La polmica actual entre las ciencias de la naturaleza y las delespritu va a quedarse corta, debido al comprensible miedo de las dis-ciplinas filosficas a la vista de la tcnica -asoladora de todo- en gene-ral y del pertrecho en particular que acompaa a la divisin y repartode los medios. Con esta ocasin la forma en que se defienden los in-

    tereses de las ciencias del espritu permite que se vea su apocamiento.Los argumentos, especialmente en cuanto tienen como finalidad con-seguir medios financieros -ya sea de Parlamentos, de los gobernanteso incluso de mecenas-, precisan utilizar como triunfo la utilidad; as,

    pues, sus portavoces se cuidan de la importancia propedutica, de losestudios humansticos para las ciencias de la naturaleza, de su valor

    para disciplinar el pensamiento y para colocar debidamente a los ciu-dadanos en la comunidad poltica, y, ltimamente, procuran recalcar

    que son inexcusables para la educacin y formacin con destino a losllamados puestos directivos de la industria y la administracin. Seenumeran los rasgos personales requeridos en las situaciones elevadasy se pretende sealar de qu modo contribuye el trato juvenil con lascosas espirituales al desarrollar semejantes facultades. Si en el siglodiecinueve era algo obvio desde muchos puntos de vista que un em-

    presario de xito tuviese una instruccin general que no pareciera estar

    dirigida enteramente a finalidades prcticas, ahora se la recomienda,como medio para un fin, al futuro director general e incluso al jefeadministrativo en sentido amplio.10 Hoy se destaca inmediatamente lafuncin realista, que, en lo que respecta a las ciencias del espritu yante todo a su ncleo, la filosofa, se haba mantenido constante entodas las pocas burguesas. Ya en las ramas teolgicas y profanas delas primeras universidades desempeaban implcitamente un papel laformacin de una inteligencia sagaz y de una fantasa prctica, la faci-

    10 Cf. por ejemplo, F. Drucker, The Practice of Management, Nueva York, 1954.

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    lidad para abarcar de un golpe de vista las relaciones nacionales e in-ternacionales y el arte en el trato de los hombres; ahora que los espe-cialistas filosficos han entrado en un estadio casi carente de perspec-

    tivas de una carrera atrayente dentro del propio campo, su participa-cin dentro de los pases ms adelantados en la educacin paralas tareas sociales vitalmente ms importantes significa para ellos unanueva posibilidad, que, sin duda, no puede dejar intactos su sentido ycontenido. En Alemania las Facultades de filosofa sirven en primerlugar para la formacin de los candidatos al profesorado superior, auna carrera acadmica, sobre la que repercute de un modo especial-mente enrgico la desvalorizacin de las capacidades humansticas. Y

    las ciencias del espritu se ven remitidas con un apremio igualmentegrande a la razn de existencia que pueden alcanzar gracias a su nuevo

    papel en la educacin del retoo econmico, a su participacin en elenrolamiento en la poltica interior y exterior, y a su utilidad para lasactividades nacionales y econmicas. Y es claro que no cabe determi-nar con anticipacin en qu medida semejantes funciones acudiran ensocorro de su sustancia, que se concibe como algo que est desapare-

    ciendo.Jacques Barzun, el sabio provost de la Universidad de Colum-

    bia, ha intentado afianzar las disciplinas filosficas frente a las cien-cias de la naturaleza y las ciencias sociales de un modo distinto. Suutilidad, piensa, no reside, como en estas ltimas, en que proporcionensaberes para el dominio en una finalidad situada ms all de ellasmismas, sino ms bien en que responden inmediatamente a una nece-

    sidad: La utilidad de las ciencias humansticas ha dicho se de-muestra y establece por el deseo de las mismas, deseo que viene deantiguo, inquebrantable, que se extiende ms y ms. 11 El que loshombres se interesen por la historia, aprendan idiomas extranjeros ytomen parte en cuestiones doctas, en vez de dedicarse a edificar ciu-dades y a arreglar asuntos sociales, sera un hecho que habra de tener-se en cuenta. Las ciencias del espritu (se refiere a cursos lingsti-

    11 Jacques Barzun, Science versus Humanities, en Saturday Evening Post, 3 demayo de 1958.

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    cos y a lecturas de obras histricas), deca jocosamente en su alegato,que favorecen tales locuras y como antibiticos son absolutamenteintiles, nos envuelven por todas partes, embelesan nuestros ojos,

    nuestros odos y nuestro espritu, y acumulan la montaa de extrava-gancias de que responden. Por tanto, segn Barzun, la filosofa, lahistoria, la filologa, la esttica, existen por su propio embeleso; estosignifica que son bienes de consumo esenciales, con el mismo derechoque el cine, la televisin, las creaciones de la moda, los cigarrillos ylos viajes colectivos; defensa que, a la vista de la concurrencia conestos artculos tan solicitados, difcilmente permite un pronstico fa-vorable para el desarrollo futuro de dichas ciencias, e incluso para su

    resistencia frente a las desventuras que les amenazan.

    En todo caso es precisa la justificacin, porque la fuerza de es-clarecimiento del pensamiento filosfico se ha quebrado.

    La claridad y evidencia agresivas, la clara etdistinctaperceptio,ha perdido su aguijn desde el ocaso del absolutismo. Los filsofos noviven ya ocultos y errabundos, como Descartes, o en las fronteras delos pases, como Voltaire; tras la interiorizacin de las energas polti-cas -limitada principalmente a Alemania-, que ha encontrado su granexpresin en la filosofa y en la msica, los filsofos han concertadola paz con el mundo, mientras que en otro tiempo estar desunido conl perteneca a la esencia de la filosofa. Schopenhauer y Nietzsche,descendientes de la gran filosofa, anticiparon en sus vidas la nuevasoledad del pensador.

    Lo que hoy toca a su fin ha cumplido una vez, cuando no preci-

    saba justificaciones, un papel socialmente productivo. La filosofa sesaba a s misma como el camino del espritu europeo, interrumpido,condicionado en muchos aspectos desde el exterior, y que, con todo, ala vez, responda a una lgica inmanente; se senta ser un todo frgil ymultvoco, mas, pese a ello, tambin coherente, que formaba parte dela sustancia de la civilizacin, con la cual estaba simultneamenteunido y desunido. Como ocurre con las culturas antiguas, la historia

    real de los pueblos europeos est llena de fanatismo y de crueldad, deegosmo desmedido de individuos y grupos, de opresin y de una jus-

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    ticia capiestrecha y brbara a lo largo de dilatados perodos, en la cualbuscaba desahogo desde tiempo inmemorial el resentimiento de losinstintos malamente reprimidos de aquellos que se haban sometido. A

    mediados de los aos treinta y tantos de este siglo, es decir, durante elmando de Hitler y de Stalin, Bertrand Russell deca en un artculo:

    Estoy de acuerdo de muy buena gana con quienes no soportanla intolerancia del fascismo y comunismo, con tal de que no vean ensta una digresin de la tradicin europea. Aqullos de nosotros queno podemos respirar en una atmsfera de dogmatismo gubernamentalansioso de persecuciones, no nos encontraramos en la mayora de las

    pocas pasadas de Europa mucho mejor que en Rusia o Alemania mo-dernas.12 Y a pesar de ello, en los siglos pasados, atravesando la rea-lidad, se extenda cierto tipo de concordancia sobre la imposibilidad yla posibilidad de la verdad, sobre los hombres y su destino, sobre lofinito y lo infinito. Cuando David Hume pasa inmediatamente, en suEnduiry, de la exposicin acerca de cmo la unidad llega a la concien-cia individual a travs de las asociaciones, a la unidad de las obras dearte, poda haber proseguido diciendo que, del mismo modo que, del

    mismo modo que el yo y la obra de arte, tambin el espritu que rigepor entero la sociedad se mantiene unido mediante lazos internos. Lareflexin sobre cmo se logra la unidad de ste, tan quebrada, ha cons-tituido luego el tema de la filosofa alemana, no de la inglesa, y surespuesta dice que tal unidad se instituye mediante los esfuerzos teor-ticos -y los prcticos, que son indisociables con ellos- por sobrepasarla contradiccin entre la realidad dada, percibida, tal como aparece

    segn el nivel de conocimientos alcanzado, y un mundo que corres-ponda a la razn, en el que el sujeto se encuentre de nuevo como unespritu autnomo; dicho con otras palabras: mediante la contradiccin-que cambia en s productivamente- entre lo existente y el pensamien-to mismo. A travs de la filosofa, como a travs del arte, se manifies-ta, en lo existente en cada caso, la gran distancia entre lo que es y loque debe ser. Todo orden que se impongan los hombres bajo la cons-triccin de las condiciones en que estn, toda estructura cultural no

    12 Bertrand Russell, In Praise of Idleness, Londres, 1935.

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    menos que todo juicio aislado, plantean -querindolo o sin quererlo-una pretensin de justicia, y ningn concepto y ningn orden hacen

    justicia a su propia pretensin. Y la cancelacin de la diferencia entre

    el concepto y su pretensin, entre el orden vigente en cada momento yla verdad eterna, llevara a trmino la historia tenebrosa de los hom-bres. La falaz asuncin del comienzo de un final con sentido fue elpresupuesto y resultado del idealismo absoluta, y ha extraviado tam-bin a sus discpulos materialistas: aqul vio llegar el reino deseado dela moralidad en el Estado prusiano; Rousseau lo vea, como segundanaturaleza, en un cantn suizo; stos lo han visto en el comunismo,que habra de venir inmediatamente. Pero la resignacin hegeliana,

    que tuvo la revolucin burguesa por la ltima conducente a una situa-cin superior, ha mostrado ser la equivocacin menor, por cuestiona-

    ble que pueda ser siempre el papel filosfico que en ella desempeabael Estado.

    La crtica o conciencia de la diferencia ha sido permanentementela fuerza del pensamiento filosfico, que se siente a s mismo la esen-cia de la realidad y al mismo tiempo su contraposicin -y de sta se

    ocupa- el concepto no se ha reconciliado jams consigo mismo. Inclu-so el desgajamiento de las ciencias positivas -la matemtica, la fsica,la qumica, la psicologa y las ciencias sociales- de la filosofa forma

    parte de su propio desarrollo, del modo como sta se da origen a smisma a travs de la contradiccin de las ideas vigentes hacia la ver-dad intendida. La tendencia a la modificacin activa del mundo, quese expresa en el descomedido crecer de las fuerzas y de la cual es una

    cara la secesin de las ciencias particulares, constitua una peculiari-dad del pensamiento europeo desde la Antigedad; pero ni el sentidode la filosofa era desguazarse en aquellas disciplinas o agregarse aellas, en cuanto logstica o semntica, a modo de ciencia auxiliar -y enello reside lo ilusorio del positivismo-, ni formar una artesana espe-cial dotada de un procedimiento de tipo propio, cortado a medida deun tema peculiar, el ser -y sta es la pretensin de la ontologa funda-mental-; uno y otra se asientan sobre la divisin del trabajo y, con ello,

    reniegan objetivamente de la contraposicin entre idea y realidad,oposicin de la que el pensamiento libre ha sacado en otro tiempo su

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    fuerza. Merced a la esmerada escisin que se hace entre ambas carasen el manejo y administracin de la sociedad, se desvanece dicha opo-sicin, que nicamente subsiste cuando quieren ser una sola. Y al ase-

    gurarnos de que todo est en cuestin, la filosofa se acomoda eneste sigla mucho ms sumisamente que la antigua, que se ocupabaconscientemente de justificarse, a aquella integracin a que tiene querenunciar como condicin previa de su trabajo.

    Slo le est permitido al pensamiento contradecir a lo existente,sea el pensamiento con que se encuentra ya o la realidad natural y so-cial dadas, si no aniquila simplemente aquello que en todo caso exige

    fe y reconocimiento (a no ser que consista en una pura mentira), sinoque, como algo transido por el espritu, algo llegado a su reino en car-ne y sangre, lo asume y lleva hacia la futura forma de la conciencia. El

    pensamiento se opone a ambas cosas: a borrar y olvidar tanto como acatalogar y almacenar. Los estudios puramente cercioradores, filolgi-cos e histricos, constituyen trabajos auxiliares, tiles e inexcusables;y, sin embargo, los sabios en sentido positivista no son, segn la frasede Nietzsche,13 sino meros empleados de la ciencia: existen para sta,

    pero la ciencia no existe para ellos. Si es que lo asentado por ellos hade tomar parte en la vida del espritu, tiene que incluirse en pensa-mientos teorticos, que no estn atados exclusivamente a los dominiosespecializados.

    Se ha procedido con la funcin del pensamiento, que simult-neamente cambia y perdura, como con las fuerzas conformadoras dela sociedad misma. Esta, para progresar hacia formas ms ajustadas,

    tiene que impulsar incesantemente a sus individuos a adoptar nuevasformas de relacin; pinsese en la habituacin al trabajo en fbricadurante el curso de la revolucin industrial. El modo de vida sobrepa-sado, que por su menor tensin apareca en cierto momento retrospec-tivamente como el hogar perdido, se llega a amputar como forma anti-

    13 Friedrich Nietzsche, Gesammelte Werke, edicin Musarion, Munich, 1923, t. IX,

    Menschliches, Allzumenschliches, II, p. 271 [ed. castellana de las Obras comple-tas de Aguilar, 3 ed., Buenos Aires, t. IV, 1954, Humano, demasiado humano, II, p.240 (T.)

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    cuada de existencia gracias a los nuevos modos de sta. El procesoemancipador mediante el cual, en los pases actualmente muy desarro-llados, la historia critica prcticamente las formas preindustriales de la

    sociedad, se ha llevado a cabo aqu14

    -como corresponda a una tcni-ca menos desarrollada, que las crisis interiores y exteriores estorbabany alentaban- con alguna lentitud. Hoy, en los pases antes coloniales,se alcanza la transicin rpidamente, sin contemplaciones, de un modoradical. En ellos, los nativos se exigen en la actualidad a s mismos,

    bajo sus dictadores, no menos de lo que les haban exigido los impe-rialistas del siglo XtX; y la parsimonia, la falta de adaptacin, ya no setoman hoy como indolencia, sino como traicin a la comunidad popu-

    lar. Ya Hitler y Stalin queran dar alcance a viva fuerza a un funcio-namiento de la industria, en los pases ms adelantados, que no se veestorbado por ningn residuo. El nacionalsocialismo y el comunismotrataban de raer las ltimas huellas de modos de ser no implantadosdisciplinadamente; y el nacionalismo exacerbado de los pases atrasa-dos corresponde actualmente al mismo impulso hacia una industriali-zacin rabiosa, hacia la produccin de bienes de consumo para el pue-

    blo y de artculos de lujo de prestigio, hacia el armamento y hacia elmetamorfoseador aparato policaco y de propaganda dirigido a la do-minacin; se extirpan la apata y la fragilidad de los individuos: todostienen que aplicarse a s mismos la poderosa disciplina, y quien no seacapaz de ello tiene que desaparecer. A la vista del imperio jams ima-ginado de los poderes mundiales, las masas nativas sienten su pobrezacomo una ignominia; el nuevo orgullo nacional es la furia-transformada- por su miseria y a la vez por los grilletes que les enca-

    denan a sus seores autctonos; las lites y los astutos caudillos de lospueblos afroasiticos sacan sus fuerzas de la indomable voluntad detener sus propios milagros econmicos, y las masas marchan entusis-ticamente a su lado por lo mismo. Se odia cuanto ha precedido, se re-niega abstractamente de ello y se rompe y derriba brbaramente; a losumo, una historia extinguida de ha mucho, aderezada a su gusto contodas las glorias, sirve como smbolo propagandstico de la renova-

    cin nacional. Tales procesos, en los que se liquida el verdadero pasa-14 Es decir, en tales pases. (N. del T.)

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    do en lugar de asumirlo y llevarlo ms all, estn ligados de fijo con laexterminacin de grupos humanos enteros, y la maldicin del terrororganizado durante la transicin ha desempeado siempre un papel en

    el interior mismo de la nueva forma de la sociedad que debe su ser aaqul. La negacin sbita significa en el pensamiento olvido y cegue-ra, y en la realidad, asesinato.

    La filosofa es a la vez custodiadora y crtica. En cuanto fuerzade lo negativo, ha instituido la unidad que se despliega por s misma yotorga carcter a la conciencia del individuo. Las primeras elucidacio-nes filosficas, la ereccin' de los principios universales de la natura-

    leza, constituan, teniendo en cuenta su significacin objetiva, res-puestas crticas a las creencias en los dioses y a los mitos vigentes; sinaniquilarlo, contrapusieron a lo recibido algo conceptual. La gran filo-sofa griega fue tambin crtica: Aristteles continu y neg simult-neamente la interpretacin platnica del mundo, que comparta con lafe antigua la multiplicidad de formas independientes. El politesmo dela Antigedad, los sacrificios y los auspicios, las creencias populares yla religin estatal encontraron respuesta negativa en el conjunto de la

    filosofa grecorromana: Scrates sufre la muerte por faltar a la religinde su patria, y sus principios van ms all de la Antigedad; pero, consu negacin, las leyes de la polis quedan mejor custodiadas que con laafirmacin irreflexiva de los ciudadanos atenienses. En cuanto a los

    pensadores romanos, fueron tan incapaces de edificar una doctrinapropia del Estado como los discpulos inmediatos de Scrate, la socie-dad se haba hecho demasiado poderosa. Y las escuelas postsocrticas,

    comprometidas, se retiraron de la resistencia interior contra el mundo;su filosofa del placer y del desplacer era la filosofa de la renuncia.

    Por el contrario, los Padres de la Iglesia eran ilustrados en am-plia medida; desde dentro de la herencia de la gran filosofa antiguapolemizaron contra las ideas supersticiosas y astrolgicas de su poca,y no en ltimo trmino, as Agustn contra el sectarismo cristianofantico. Pese a todo lo despiadado de su lenguaje, son tolerantes: to-lerantes, sin duda, incluso en el sentido problemtico con que reconci-liaban la proclamacin de la no-violencia con la violencia, la ley del

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    amor con la guerra y el mandamiento de devolver bien por mal con lasancin de lo militar, de la justicia autoritaria y de la esclavitud. En elEvangelio se expresa que hay que dar al Csar lo que es del Csar y a

    Dios la que es de Dios; pues sobre ello construye Agustn resuelta-mente la negacin de la no pertenencia al mundo: Por tanto -dice enuna de sus cartas-, los que mantienen que la doctrina de Cristo esenemiga de la repblica, dennos un ejrcito de soldados tales cualeslos exige la doctrina de Cristo. Dennos tales sbditos, tales maridos,tales esposas, tales padres, tales hijos, tales seores, tales siervos, talesreyes, tales jueces, tales recaudadores y cobradores de las deudas delfisco, como los quiere la doctrina cristiana, y atrvanse a decir que es

    enemiga de la repblica. No duden en confesar que, si se la obedecie-ra, prestara gran vigor a la repblica.15 Ya los Padres de la Iglesiahaban negado considerablemente la cara del Evangelio por la que seaparta ste del mundo y, como elemento superado, la haban hecho

    productiva para la civilizacin.

    La cuestin de si la eficacia del cristianismo como religin delEstado lo vaca necesariamente de su propia esencia inflexible, en lu-

    gar de conservrsela, y de si, pese a todas las rebeldas, convierte elms all en esto de ac, el apartarse del mundo en buenas prendas y eldualismo insoslayable en una especie de pantesmo, lleva, prolongn-dola, a la filosofa europea, que asimismo se vuelve hacia el mundo.El cristianismo, por no haberse negado a la inclusin en el desventu-rado curso del mundo, como han hecho las sectas y las religiones asi-ticas, ha entendido -sirviendo as de modelo a la dialctica hegeliana-

    la historia como historia de la salvacin (y no meramente hasta Bos-suet), y, simultneamente, su tarea como un actuar en el mundo. Perotambin la Escolstica ha tenido que sujetarse finalmente a la ley deque la filosofa expresa la oposicin: su evolucin, que, segn las pa-labras de Vctor Cousin, se inici con la unidad de fe y saber, de teo-loga y filosofa, y continu con la defensa de la Revelacin medianteargumentos racionales, se transform en un estadio de paralelismo, de

    15

    Patrologiae Tomus XXXIII (Migre), Epstola CXXXVIII captulo II (ed. bilingede las Obras de San Agustn, de la B. A. C., Madrid, t. XI, pp. 140 y s., cuya versinhemos reproducido (T.)l

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    vinculacin, para terminar, por fin, en la emancipacin de la filosofa,en la discrepancia de ambas ramas Intelectuales -la teologa y el saberdel mundo- e incluso en la insistencia sobre su contraposicin.

    La filosofa se constituy en el Renacimiento como un pensa-miento despojado de la teologa, declaradamente pantesta y muy liga-do a la ciencia; las piras de Giordano Bruno y de Vanini sealan el findel movimiento intracristiano militante que haba empezado con elnominalismo radical de Guillermo de Occam. Su negacin se encontrcon la glorificacin del conocimiento natural, propia entonces de todofilsofo, en los anlisis asistemticos del escepticismo del siglo xvi,

    de Agrippa y de Montaigne; y como anttesis decidida suya siguen a ladoctrina de la docta ignorancia del Cusano, en que se anuncia ya elagnosticismo de Kant, los sistemas del siglo XVII, que hacan profe-sin de ser saberes y sistemas rigurosos, fuera de toda duda. No obs-tante el dogmatismo y apresto barroco de estos ltimos, la Ilustracinles debe la confianza en la razn libre.

    La opinin de los expertos modernos, a quienes no menos que amuchos avisados profanos se les presenta la historia de la filosofacomo una multiplicidad catica de errores, hace largo tiempo supera-dos, pero expuestos pomposamente, o de declaraciones insostenibles,contradice a la relativa coherencia del pensamiento europeo. Auncuando el desdn cientifista por la filosofa -que considera su historiacomo un cmulo de errores que se ha logrado deshacer- fuese msequitativo para sta que el entusiasmo superficial ante su profundidad,la filosofa ha formado en la historia europea cierta relativa unidad,

    constituida gracias a la crtica y cada vez ms diferenciada; y, a pesarde su impotencia Tctica, ha ejercido en otro tiempo una accin pro-gresista. En los ltimos siglos era un elemento histricamente produc-tivo, si bien ms en sus formas crticas que en las afirmativas; la Ilus-tracin dieciochesca luch contra el fanatismo, protegido y protectordel absolutismo, como aquellos antiguos pensadores y Padres de laIglesia lucharon contra el viejo pagan