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KANT ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD: HACIA UNA NUEVA VISIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL 1 por Maximiliano Hernández Marcos En el pensamiento político de Kant no hay una concepción de la 'sociedad civil' en los términos liberales en los que este concepto fue entendido desde comienzos del siglo XIX. La historiografía kantiana ha tendido, sin embargo, a situar la teoría crítica del derecho y del Estado en línea de continuidad con una tradición liberal moderna cuyas bases habrían sido establecidas por John Locke y desarrolladas por los filósofos morales de la Ilustración escocesa (D. Hume, A. Ferguson, A. Smith), bien conocidos por el pensador de Königsberg. No han faltado, empero, comentaristas que, conscientes de que algunas relevantes doctrinas jurídico-políticas de la obra de Kant ('soberanía popular', 'voluntad general', etc.) no encajaban en el modelo propuesto, han matizado la interpretación usual haciendo del filósofo prusiano el punto de confluencia sintética entre el liberalismo de Locke y el pensamiento democrático de Rousseau. Esta posición tiene ciertamente la rentabilidad teórica y pedagógica de que puede dar cuenta de la evolución de la historia política contemporánea desde el liberalismo a la democracia con sólo remitirse a la obra de Kant. Pero sobre todo tiene la ventaja legitimadora de que permite combinar una teoría democrática del Estado con una teoría liberal de la sociedad civil, como esfera privada de relaciones sociales extrañas al dominio político y basadas en la libertad e igualdad de los individuos, sujetos al mecanismo natural del mercado. En su empeño por legitimarse, allanando las diferencias, como la única alternativa moderna al orden estamental, el liberalismo, en convergencia a este respecto con la crítica marxista de la ideología, que aspiraba, en cambio, a deslegitimarlo, ha creído así ver en Kant un fiel compañero de viaje. 1 A lo largo de este ensayo emplearé las siguientes abreviaturas para referirme a las obras de Kant: AA= Kant's gesammelte Schriften, hrsg. von der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften, Berlin 1907 ss.; Anthropologie= Anthropologie in pragmatischer Hinsicht (1798, 1800); MdS= Metaphysik der Sitten (1797-98); Gemeinspruch= Über den Gemeinspruch: Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht für die Praxis (1793); Idee= Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht (1784); ZEF= Zum ewigen Frieden (1795); SF= Der Streit der Fakultäten (1798); WA= Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? (1784). En cuanto al modo de citación, incluyo primero la referencia a la página de la obra en su primera edición (A) y en la segunda (B), si la hubiere, seguida del volumen y página correspondiente a la edición de la Academia de Berlín (AA). Publicado en: MARTINS, A.M. (coord.), Sociedade civil. Entre miragem e oportunidade, Coimbra: Faculdade de Letras – Universidade de Coimbra, 2003, pp. 117-144

Maximiliano Hernández Marcos - saavedrafajardo.org · iusnaturalismo moderno, quede transfigurado moralmente mediante el reconocimiento de la sociabilidad natural del hombre y de

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KANT ENTRE TRADICIÓN Y MODERNIDAD: HACIA UNA NUEVA VISIÓN REPUBLICANA DE LA SOCIEDAD CIVIL1

por Maximiliano Hernández Marcos

En el pensamiento político de Kant no hay una concepción de la 'sociedad civil' en los términos liberales en los que este concepto fue entendido desde comienzos del siglo XIX. La historiografía kantiana ha tendido, sin embargo, a situar la teoría crítica del derecho y del Estado en línea de continuidad con una tradición liberal moderna cuyas bases habrían sido establecidas por John Locke y desarrolladas por los filósofos morales de la Ilustración escocesa (D. Hume, A. Ferguson, A. Smith), bien conocidos por el pensador de Königsberg. No han faltado, empero, comentaristas que, conscientes de que algunas relevantes doctrinas jurídico-políticas de la obra de Kant ('soberanía popular', 'voluntad general', etc.) no encajaban en el modelo propuesto, han matizado la interpretación usual haciendo del filósofo prusiano el punto de confluencia sintética entre el liberalismo de Locke y el pensamiento democrático de Rousseau. Esta posición tiene ciertamente la rentabilidad teórica y pedagógica de que puede dar cuenta de la evolución de la historia política contemporánea desde el liberalismo a la democracia con sólo remitirse a la obra de Kant. Pero sobre todo tiene la ventaja legitimadora de que permite combinar una teoría democrática del Estado con una teoría liberal de la sociedad civil, como esfera privada de relaciones sociales extrañas al dominio político y basadas en la libertad e igualdad de los individuos, sujetos al mecanismo natural del mercado. En su empeño por legitimarse, allanando las diferencias, como la única alternativa moderna al orden estamental, el liberalismo, en convergencia a este respecto con la crítica marxista de la ideología, que aspiraba, en cambio, a deslegitimarlo, ha creído así ver en Kant un fiel compañero de viaje.

1A lo largo de este ensayo emplearé las siguientes abreviaturas para referirme a las obras de Kant: AA= Kant's gesammelte Schriften, hrsg. von der Königlich Preussischen Akademie der Wissenschaften, Berlin 1907 ss.; Anthropologie= Anthropologie in pragmatischer Hinsicht (1798, 1800); MdS= Metaphysik der Sitten (1797-98); Gemeinspruch= Über den Gemeinspruch: Das mag in der Theorie richtig sein, taugt aber nicht für die Praxis (1793); Idee= Idee zu einer allgemeinen Geschichte in weltbürgerlicher Absicht (1784); ZEF= Zum ewigen Frieden (1795); SF= Der Streit der Fakultäten (1798); WA= Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? (1784). En cuanto al modo de citación, incluyo primero la referencia a la página de la obra en su primera edición (A) y en la segunda (B), si la hubiere, seguida del volumen y página correspondiente a la edición de la Academia de Berlín (AA). Publicado en: MARTINS, A.M. (coord.), Sociedade civil. Entre miragem e oportunidade, Coimbra: Faculdade de Letras – Universidade de Coimbra, 2003, pp. 117-144

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Sin embargo, en los escritos de Kant la sociedad civil, lejos de presentarse como un espacio apolítico de relaciones sociales entre particulares, es inseparable del Estado hasta el punto de que se constituye como tal comunidad de socios precisamente a partir del orden de dominio establecido por ellos. Con semejante concepción política de la sociedad civil Kant se situaba más bien en línea de continuidad con la tradición aristotélica, de la que asumía incluso el inveterado lema societas civilis sive res publica, con el cual hasta el siglo XVIII se había venido reconociendo la articulación política inherente a la vida social. Pero este planteamiento teórico republicano había perdurado a lo largo de tantos siglos, porque había sido capaz de dar cuenta también del orden de dominio sobre el que se fundó desde el Medievo la sociedad estamental, esa sociedad tradicional que había entrado en crisis en la época de la Ilustración, amenazada tanto por la progresiva sustracción de poder en favor del Estado a la que la sometían las monarquías absolutas, como por las doctrinas iusnaturalistas e ilustradas que proclamaban la libertad e igualdad natural de los hombres. Kant no podía ignorar estas tendencias estructurales del mundo social moderno. Por eso su reclamo del antiguo principio aristotélico sólo podía tener sentido, sin incurrir en la regresión o el anacronismo, si encerraba únicamente una propuesta política de fundar una nueva sociedad civil republicana sobre los supuestos iusnaturalistas de liberación burguesa de la sociedad civil estamental. Creo que esta perspectiva de construcción de un orden político republicano sobre cimientos jurídicos de emancipación liberal, es la idónea para comprender adecuadamente la teoría kantiana de la 'sociedad civil'. Obviamente esta propuesta de 'republicanismo moderno' no podía formularse sin someter los conceptos en juego a una transformación semántica que los hiciera operativos para orientar los nuevos procesos históricos en la dirección emancipatoria que anunciaba la comprensión liberal burguesa del mundo y de la sociedad, sin renunciar, empero, a la sabiduría política acumulada desde antiguo en relación con la paz y la felicidad terrenal de los hombres. De ahí que, por un lado, el viejo concepto empírico-realista de República y, por ende, el de 'sociedad civil' correspondiente resulte movilizado, universalizado e idealizado normativamente por Kant al ser insertado en el marco proyectivo de la filosofía ilustrada de la historia, marcada por la idea de progreso jurídico; y que, por otro lado, el individualismo emancipador, característico del iusnaturalismo moderno, quede transfigurado moralmente mediante el reconocimiento de la sociabilidad natural del hombre y de su destino político con vistas al cumplimiento racional de sus aspiraciones naturales más profundas. De esta manera, en la concepción de Kant van unidas la temporalización2 jurídico-normativa de la sociedad civil

2 Por 'temporalización' (Verzeitlichung) se entiende la conversión del tiempo en fuerza cualificadora de la historia, determinada sin duda por la idea de progreso, así como su incorporación a la semántica de los

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republicana y la politización republicana de la sociedad civil burguesa, asentada en la idea de libertad natural del individuo. En las páginas siguientes vamos a ver primero cómo Kant fundamenta este doble proceso en la filosofía de la historia, para pasar a examinar después propiamente la articulación sistemática interna del viejo concepto republicano de 'sociedad civil' en el marco categorial del iusnaturalismo moderno, tal como figura en la filosofía del derecho y en otros escritos de filosofía política. 1. Temporalización histórica y normatización jurídica de la 'sociedad civil' en el contexto de la filosofía de la historia En su breve opúsculo Ideas para una historia universal en sentido cosmopolita (1784), Kant postula la instauración de la sociedad civil como meta última de la historia y la presenta al mismo tiempo como una consecuencia necesaria de la naturaleza humana. Esta doble consideración introduce en el concepto una ambivalencia que dificulta la percepción clara de su conexión con los procesos históricos de la modernidad. Dicha ambivalencia estaría relacionada, en efecto, con dos modelos diferentes de 'sociedad civil', uno genuinamente normativo, el otro propiamente histórico, que parecen solaparse en el texto, y cuyos conceptos respectivos habría que considerar, en cualquier caso, como 'indicadores' o al menos 'factores' de estructuras sociales bien distintas. A este respecto conviene, no obstante, hacer dos observaciones aclaratorias. La primera es que Kant usa el término 'sociedad civil' para referirse exclusivamente a aquel concepto 'normativo', bien en sí mismo considerado, como ideal regulativo puro, bien de manera subsidiaria, tal como puede hallarse en cualquiera de sus réplicas empíricas del pasado o del presente, en tanto que constituyen meras copias o 'ejemplos en la experiencia' de aquel ideal normativo3. En cambio, el concepto 'histórico' aquí mencionado ha de rastrearse tras el uso kantiano de otros términos en los que la tradición historiográfica ha tendido a ver una acuñación lingüística indicativa de determinadas estructuras históricas asociadas posteriormente (así, en el siglo XIX) con la noción de 'sociedad civil'. La segunda observación es que aquel concepto 'normativo' contiene la comprensión republicana de la societas civilis característica de Kant, mientras que este concepto 'histórico' disolvería el republicanismo kantiano en una visión liberal de la sociedad civil, típicamente burguesa. A continuación comenzamos

conceptos históricos, que devienen por ello meros conceptos de movimiento, esto es, nociones cuyo significado se carga de una dimensión temporal interior, fundamentalmente proyectiva. Según R. Koselleck, este fenómeno, que se inicia en el último tercio del siglo XVIII, representa el verdadero novum de la modernidad (cf. R. Koselleck, Futuro pasado, Barcelona: Paidós 1993, pp.307, 324ss.). 3 Cf. SF A 155, AA VII, 91, donde Kant se sirve de la distinción crítica entre Noumena y Phaenomena para subrayar la distancia entre la noción 'normativa' pura de sociedad civil (respublica noumenon) y sus diversas imágenes 'empíricas' (respublica phaenomenon).

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discutiendo brevemente esta noción 'histórica', antes de analizar el sentido de aquella concepción 'normativa' en los textos kantianos de filosofía de la historia, especialmente en el mencionado ensayo de 1784. 1. Sobre un presunto modelo 'histórico': ¿una sociedad civil de libre mercado o una sociedad política? Según cierta tradición historiográfica, parece desprenderse de los escritos de filosofía de la historia de Kant un concepto de 'sociedad civil' perfectamente asimilable al modelo clásico del liberalismo burgués. Se trataría de aquella concepción apolítica de la sociedad civil con la que el filósofo crítico, aun sin nombrarla como tal, se habría hecho eco a finales del siglo XVIII de una incipiente esfera social burguesa separada del Estado moderno. El modo indirecto como esta esfera social emergente se habría concretado en el pensamiento político kantiano, habría sido a través del concepto de insociable sociabilidad, complementado con la noción de libertad civil, entendida sobre todo como libertad comercial4. Para esta línea de interpretación liberal de Kant la armonía social resultante del antagonismo de las inclinaciones naturales expresaría simplemente el ordre naturel producido por la propia autorregulación mercantil de los diversos intereses privados concurrentes. En consonancia con los filósofos de la Ilustración escocesa (particularmente con A. Smith), Kant no sólo habría concebido la sociedad civil como esfera autónoma, apolítica, del mercado libre, sino que además habría convertido el antagonismo de los intereses económicos en motor y garantía del progreso histórico5. Contra esta interpretación liberal de Kant basada en su filosofía de la historia cabe hacer aquí algunas breves observaciones relacionadas tanto con la noción de 'insociable sociabilidad' como con el concepto de 'sociedad civil' ligado a ella. En primer lugar, el concepto kantiano de 'insociable sociabilidad' no se restringe al espacio de las relaciones socioeconómicas marcadas por la concurrencia hostil de los intereses de posesión y el afán de lucro; más bien abarca todo el ámbito de las inclinaciones naturales de la especie humana cuya satisfacción comporta relaciones sociales de

4 Cf. Idee A 405, AA VIII, 27-28. El concepto kantiano de 'libertad civil' delimita, empero, un ámbito práctico más amplio que el de la mera libertad económica y comercial (laissez faire); se refiere a toda la esfera de acción relacionada con la felicidad y el bienestar del individuo, e incluye al menos la libertad de conciencia, la libertad de expresión y la libertad propiamente económica (laboral, comercial, contractual...) (cf. WA A 493, AA VIII, 41; y Gemeinspruch A 235, AA VIII, 290). 5 Entre los más representativos de esta interpretación cabe citar a J.Habermas, Historia y crítica de la opinión pública, Barcelona: G. Gili 1994, 5ªedic., p.142ss.; R. Saage, Eigentum, Staat und Gesellschaft bei I.Kant, Stuttgart/Berlin/Köln/Mainz: W. Kohlhammer 1973, p.71ss.; y P. Koslowski, Staat und Gesellschaft bei Kant, Tübingen: J.C.B. Mohr 1985, p.17ss. Merecería, en cambio, más atención un estudio de la posible relación de esta doctrina kantiana del 'plan secreto de la naturaleza', cifrado en el antagonismo de las inclinaciones, con la tradición estoica (cf. J.M. Seidler, The Role of Stoicism in Kant's Moral Philosophy, Saint Louis 1981, pp.485-605; R. Rodríguez Aramayo, Crítica de la razón ucrónica, Madrid: Tecnos 1992, p.205ss.).

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hostilidad entre los individuos, en la medida en que tienden a configurarse como relaciones de dominio de unos sobre otros. Su lugar natural en la estructura antropológica de la especie es lo que Kant llama la 'disposición pragmática' a "utilizar hábilmente a otros hombres" para nuestros propios propósitos de supuesta felicidad individual6. Esta disposición conlleva una tendencia natural del ser humano a relacionarse con los demás miembros de su especie, de los que no puede prescindir para cumplir las propias intenciones egoístas, a la vez que, paralelamente, una tendencia contraria a aislarse e individualizarse para no ser utilizado y sometido por ellos. A este proceder de la naturaleza, según el cual el impulso del hombre a entrar en sociedad como única forma de desarrollo de sus inclinaciones naturales, va acompañado de una propensión paralela a la disgregación y al aislamiento ante la inevitable colisión de las voluntades egoístas, es a lo que se refiere la doctrina kantiana de la 'insociable sociabilidad'. El texto de Ideas para una historia universal en sentido cosmopolita concreta este antagonismo social en las tres 'pasiones' derivadas de la inclinación a disponer de la capacidad de influir sobre los demás hombres: el 'afán de honor', el 'afán de dominio' y el 'afán de posesión'7; y -lo que es más importante- destaca como efecto socializador de las mismas, en virtud del cual se favorece el desarrollo y perfeccionamiento de las disposiciones naturales del hombre, el surgimiento de una

6 Anthropologie A 316/B 314, AA VII, 322. Esta disposición pragmática se canaliza fundamentalmente a través de lo que Kant llama la "inclinación a tener la capacidad [Vermögen] de influir en general sobre los demás hombres" mediante la posesión de 'honores, poder y dinero', como presunta forma de sometimiento de la voluntad de ésto, inclinación que tiende a cristalizar en las tres 'pasiones' siguientes: afán de honor, de poder y de riqueza (cf. Anthropologie A 235-36/B 234-35, AA VII, 271). 7 Cf. Idee A 392-93, AA VIII, 21; Anthropologie A 235-36/B 234-35, AA VII, 271. Acerca de estas pasiones como expresión de la insociable sociabilidad véase A. Philonenko, La théorie kantienne de l'histoire, Paris: J. Vrin 1986, pp.90-94; y K. Weyand, Kants Geschichtsphilosophie. Ihre Entwicklung und ihr Verhältnis zur Aufklärung, Köln: Universitäts-Verlag 1963, p.83ss. J.L. Villacañas, "Kant", en: V. Camps (ed.), Historia de la ética. 2. La ética moderna, Barcelona: Crítica 1992, p.356ss. ofrece una interpretación diferente de la doctrina de la 'insociable sociabilidad', ciertamente plausible, pero desajustada al texto de Ideas.Según esta interpretación, la insociable sociabilidad no se refiere propiamente a las 'pasiones' (formas ilusorias y perversas de felicidad individual, en la medida en que conllevan una máxima de subordinación de la propia vida a una inclinación dominante en detrimento de las demás), sino más bien al 'amor propio' (Selbstliebe), esto es, al tipo de conducta guiada por una máxima prudencial de satisfacción armónica de todas las inclinaciones naturales (forma saludable de felicidad individual); y lo que dicha doctrina significa es que los diversos proyectos de felicidad individual, basados en el 'amor propio', por lo mismo que sólo pueden llevarse a cabo bajo condiciones sociales de relación con los demás hombres, entran inevitablemente en conflicto entre sí, porque no son universalizables sino estrictamente individuales. Esta interpretación, aun no siendo contraria al sentido de la doctrina kantiana, no corresponde ni al texto ni al planteamiento de la misma en el opúsculo de 1784. En efecto, allí el planteamiento en el que se inserta dicha doctrina atiende al problema de la 'felicidad general' de la especie, no al de la 'felicidad particular' del individuo, y desde esa perspectiva es indiferente si el egoísmo que mueve a los hombres es nocivo o saludable para ellos como individuos, con tal de que sea bueno para el desarrollo de la especie. Más aún: lo que Kant pretende subrayar al vincular en el texto la 'insociable sociabilidad' a las 'pasiones' humanas es que incluso el vicio, el proyecto de felicidad ilusorio o pernicioso para el individuo, tiene un efecto civilizador beneficioso para el perfeccionamiento de la especie.

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cultura de la apariencia social que transforma al hombre natural en un "ser pulido, destinado a la concordia"8. Semejante efecto cultural, por cuanto comporta una especie de 'segunda naturaleza', un orden de relaciones humanas reglado por la prudencia (buenos modales, cortesía, refinamiento, gusto...), define el estado de civilización de un pueblo o de una comunidad. En suma: Kant no comparte los supuestos antropológicos de la teoría liberal de la sociedad civil. El individualismo hobbesiano de los intereses egoístas (no exclusivamente posesivos, en este caso) tiene en su propia base sociable y en su potencia socializadora un contrapeso aristotélico9. A su vez, la armonía resultante del antagonismo social no se resuelve propiamente en un bienestar público de índole técnico-económica sino más bien en progreso en la sociabilidad o civilización de la especie humana. En segundo lugar, forma parte del efecto socializador del antagonismo de los intereses egoístas la fundación de un orden político común, en el cual la diversidad de proyectos de felicidad individual sea armonizada bajo una voluntad general legisladora que garantice bajo coacción y mediante ciertas restricciones su compatibilidad. Ciertamente para Kant la sociedad civil es el producto civilizador más relevante de la insociabilidad humana, pero no entiende por ella una sociedad de libre mercado, separada del Estado (y ni siquiera una esfera autónoma de opinión pública), sino una sociedad articulada políticamente, bajo un poder coactivo común10. El motivo es que la pluralidad de proyectos individuales de felicidad sólo puede ser armonizada socialmente por una autoridad pública que restrinja la "voluntad propia y la obligue a obedecer a una voluntad universalmente válida"11. En virtud de la resistencia antisocial de cada hombre las relaciones horizontales de una sociedad sólo pueden verificarse plenamente en una relación vertical de dominio. Así, el estado de naturaleza social postula por sí mismo el paso al estado civil. Contra los supuestos liberales, el antagonismo de los intereses privados sólo genera orden y progreso social si resulta canalizado a través de la institución estatal. En este sentido, el mecanismo de la naturaleza en un ser dotado de

8 Anthropologie A 319/B 317, AA VII, 323. 9 Sobre esta suerte de 'aristotelismo hobbesiano' de Kant cf. J.L. Villacañas, o.c., 358 y Res Publica. Los fundamentos normativos de la política, Madrid: Akal 1999, p.35ss. 10 La identidad o indistinción entre 'Estado' y 'sociedad civil' era un lugar común en Alemania, particularmente en Prusia, durante el siglo XVIII (cf. W. Conze, "Das Spannungsfeld von Staat und Gesellschaft im Vormärz", en: W. Conze (Hrsg.), Staat und Gesellschaft im deutschen Vormärz 1815-1848, Stuttgart: Klett 1962, pp.207-269). Sobre las diversas condiciones históricas que a lo largo del siglo XVIII contribuyeron a esta separación conceptual v. W. Conze, "Staat und Gesellschaft in der frührevolutionären Epoche Deutschlands", Historische Zeitschrift 186 (1958), 1-34, y especialmente E. Angermann, "Das 'Auseinandertreten von Staat und Gesellschaft' im Denken des 18.Jahrhunderts", Zeitschrift für Politik. N.F. 10:2 (1963), 89-101. 11 Idee A 397, AA VIII, 23. Debido a su propensión insociable el hombre "necesita de un señor", esto es, de una autoridad coactiva, para permanecer en sociedad, sin interferir en la voluntad de otro. Cf. Reflexion zur Anthroplogie Nr. 1500, AA XV, 785-86; Anthropologie A 328-29/B 326-27, AA VII, 329.

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entendimiento como el hombre conduce por su propia dinámica prudencial a la fundación del Estado12. Dicho de otro modo: la sociedad civil no es una institución antinatural sino el destino racional de la propia naturaleza humana, la consecuencia histórica de la insociable sociabilidad del hombre. Mas, en tercer lugar, con la instauración de un orden político común no hay todavía propiamente una 'sociedad civil', o ésta existe sólo de una manera muy imperfecta. En rigor la sociedad civil emerge únicamente allí donde la comunidad política se ha constituido como un orden jurídico perfecto. Ciertamente cualquier comunidad social articulada en torno a una autoridad legal que haya surgido incluso como ordenación neutralizadora de las inclinaciones egoístas, esto es, una sociedad fundada en "un consenso forzado patológicamente"13, representa un avance jurídico, porque tiene "apariencia moral", aun sin conformar en sí misma un "todo moral"14, es decir, conlleva la afirmación de las tendencias universalizadoras de la sociabilidad frente a los impulsos narcisistas y violentos de las inclinaciones insociables. Pero hay aquí un límite insuperable para el mecanismo de la naturaleza que ésta sólo puede traspasarlo poniéndose en manos de la razón pura. Pues el antagonismo natural facilita, con su efecto socializador, el surgimiento de un orden jurídico (o al menos de apariencia jurídica) pero no lo crea por sí mismo. En este punto Kant va también más allá del orden liberal burgués, al reclamar la autotrascendencia del individualismo egoísta en el derecho15. Toda comunidad política, incluso la fundada en torno a una autoridad meramente protectora del mercado libre, constituye una 'sociedad civil', pero sólo vicariamente, en la medida en que marca un hito histórico o representa un paso irrenunciable hacia la comunidad política justa, la única 'sociedad civil' por antonomasia. 2. Dinamización histórica de la 'sociedad civil' como meta de la 'civilización'. El quinto principio de Ideas para una historia universal en sentido cosmopolita propone como horizonte teleológico de la especie humana la "instauración de una sociedad civil que administre universalmente el derecho"16. No cabe duda de que con semejante proyección histórica la societas civilis pierde en Kant el carácter de hecho natural e inmutable que tenía en la tradición aristotélica, y aparece, en consonancia con el iusnaturalismo moderno, como un producto de la razón y libertad humanas con el que se

12 Cf. Idee A 392, AA VIII, 20; ZEF A 60/B 61, AA VIII, 366. Aquí parece ser indiferente (Kant no lo especifica) que lo que mueva a la reflexión prudencial a fundar un orden coactivo común (Estado), sea el egoísmo del 'amor propio' o el de las 'pasiones', esto es, la felicidad individual bien o mal entendida. 13 Idee A 393, AA VIII, 21. 14 Cf. ZEF A 80/B 85 nota, AA VIII, 375-76. 15 Cf. J.L. Villacañas, Res Publica, p.50 16 Idee A 394, AA VIII, 22.

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pone punto final al estado de naturaleza. Ahora bien, lo significativo aquí es que el tránsito a la sociedad civil no acaece como un acto real y definitivo sino como un proceso histórico infinito de perfeccionamiento, como una tarea constante, cuyo cumplimiento se entrega al porvenir de las generaciones venideras. Kant sustituye así el marco 'estático' de la concepción iusnaturalista moderna de la sociedad civil como orden o status civilis por el marco 'dinámico' de la teoría ilustrada del progreso histórico, dentro del cual societas civilis puede entenderse como culminación del devenir de la civilización, que afecta tanto a los individuos como sobre todo a los pueblos. Sociedad civil equivale, pues, en sentido riguroso a sociedad plenamente civilizada. Con esta dinamización histórica de la sociedad civil Kant se situaba en la estela de la filosofía moral escocesa -y particularmente de Adam Ferguson, An Essay on the History of Civil Society (1759)-, que había investigado los cambios estructurales producidos en la sociedad tradicional europea desde el siglo XVII en su tránsito hacia la sociedad liberal burguesa y los había interpretado como un progreso natural de la barbarie a la civilización. De hecho, este marco conceptual había ido consolidándose también desde mediados del siglo XVIII tanto entre los ilustrados franceses como incluso dentro la filosofía popular alemana17. En la filosofía kantiana de la historia semejante marco categorial de la autocomprensión burguesa experimenta, sin embargo, un cambio semántico notable, al menos en un doble sentido. Por un lado, Kant proyecta la sociedad civil sobre el horizonte de la historia como una idea regulativo-práctica que impone a toda la especie humana la tarea de una aproximación asintótica a la misma mediante un proceso constante de mejora de las relaciones sociales existentes, a través de una incesante civilización. De este modo, se evita la tentación de identificarla con una estructura histórica real como la incipiente 'sociedad burguesa', un simple momento, ciertamente significativo en el proceso civilizador, cuyos efectos perversos Kant no ignora tras su asimilación de la crítica rousseauniana. Mas, por otro lado, lejos de pensar la sociedad civil como una esfera autónoma con respecto al Estado y al poder, Kant la concibe como un orden eminentemente político en el que, sin embargo, las relaciones de dominio están reguladas por la idea del derecho y la justicia. De este modo, no sólo el proceso histórico de civilización de la especie humana tiene carácter político, sino que además sólo puede consumarse con la instauración de un orden político justo, en el que los elementos desintegradores de la naturaleza humana y de su proceso civilizador resulten neutralizados y armonizados mediante leyes coactivas de la

17 Sobre esta temporalización histórica de las categorías iusnaturalistas y su efecto en Alemania en la segunda mitad del siglo XVIII, cf. M. Riedel, "Gesellschaft, bürgerliche", en: O. Brunner/W. Conze/R. Koselleck (hrsg.), Geschichtliche Grundbegriffe. Historisches Lexikon zur politisch-sozialen Sprache in Deutschland, Stuttgart: Klett-Cotta 1998 (4ª edic.), vol. 2, pp.747-751.

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libertad común. Con esta comprensión política de la 'sociedad civil' y su proyección normativa como idea reguladora de la acción histórica Kant prolonga el espíritu del republicanismo antiguo en el horizonte de la civilización moderna. 3. Idealización normativa: la 'sociedad civil' como orden jurídico. Una de las convicciones más firmes del pensamiento kantiano con respecto al 'estado civil' es que no todo orden político ni cualquier relación de dominio común garantiza un desarrollo autónomo y armónico de los diversos proyectos de felicidad, sino sólo aquél que se ajusta a la idea del derecho. Pero ésta es un idea moral, que no resulta del mecanismo de la naturaleza sino de la propia libertad del hombre, y que se refiere precisamente a la compatibilidad de los arbitrios individuales según una ley universal18. Esta idea exige, pues, que la relación social de dominio político se configure según leyes de libertad o, lo que es lo mismo, que la coacción legal común sea fruto de la libertad de todos los arbitrios reunidos en una voluntad común legisladora. Esta voluntad común con fuerza coactiva, soberana, fuente del derecho público que cristaliza en la 'constitución política', funda precisamente un orden social nuevo19, una comunidad de 'ciudadanos' basada en relaciones jurídicas de igualdad y reciprocidad, a la que Kant no en balde denomina societas civilis sive res publica. Con todo, el sentido del dicho aristotélico se halla aquí completamente alterado. Pues, por un lado, la sociedad civil no constituye ya una sociedad natural sino que es más bien el efecto de la institución política del Estado, y, en cuanto tal, no representa, por otro lado, más que el orden jurídico de actuación de la voluntad general20. Por lo primero, como producto de la organización política, la sociedad civil sólo se da bajo una constitución republicana; por lo segundo, como comunidad regulada universalmente por el derecho, la sociedad civil es el único horizonte de la vida social en el que es posible el desarrollo pleno de todas las disposiciones naturales del hombre y, por ende, la realización de los múltiples proyectos de felicidad individual. Este es el punto en el que el orden de la naturaleza postula su autosuperación en un orden moral de la razón. Pues el orden jurídico es ciertamente una creación racional del hombre y, como tal, una tarea ética de la humanidad; pero no constituye un orden radicalmente extraño a la naturaleza misma sino más bien el telos (fin último) de su propio cumplimiento, en el cual ella se autotrasciende al consumarse. Es así como la felicidad de la especie viene a ser una consecuencia del esfuerzo moral por hacerse digno de ella.

18 Cf. MdS. Primera Parte, AB 32-34, AA VI, 230-31. 19 Cf. idem, &41, A 157/B 156, AA VI, 307: "Por tanto, aquella unión [civil] no es tanto una sociedad, sino que más bien la produce [macht]". 20 Cf. M. Riedel, "Gesellschaft, bürgerliche", Geschichtliche Grundbegriffe, vol.2, p.758.

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Ahora bien, esta idea racional pura de 'sociedad civil' como comunidad jurídica republicana, que es al mismo tiempo fin último de la historia natural del género humano, conlleva su extensión universal a las relaciones entre todos los Estados y los pueblos de la tierra hasta constituir una 'sociedad civil cosmopolita', esto es, una comunidad pacífica universal de toda la especie humana. Ello se debe no sólo a que el establecimiento efectivo de una determinada constitución republicana será inviable mientras persista una situación de guerra potencial entre los Estados, sino sobre todo a que el desarrollo pleno de todas las disposiciones naturales del hombre como tarea de la especie humana21, así como la universalidad del derecho mismo, fundado en la idea de humanidad, exigen su cumplimiento en un orden jurídico cosmopolita sobre toda la Tierra, en una 'sociedad civil universal' constituida por ciudadanos del mundo22. Por último, la idea de sociedad civil republicana junto con su proyección cosmopolita como 'sociedad civil universal', constituye para Kant un principio regulativo-práctico que sirve de norma para toda comunidad política existente así como para toda forma de Estado23. Ello implica una relación de tensión insalvable con respecto a la realidad histórica, traspasada constantemente por la ambivalencia de su provisionalidad jurídica24. Pues, por un lado, toda constitución política efectiva, con independencia de su origen histórico, y toda forma de Estado (monarquía, democracia, aristocracia...), en cuanto meramente empírico-estatutaria, se hallan sujetas al deber de aproximarse o adecuarse a aquella idea de la constitución republicana mediante un progresivo reformismo de sus instituciones y principios, mediante un aumento creciente de su legalidad para poder entrar en un estado jurídico definitivo. En este sentido, ninguna sociedad vigente articulada en torno a un Estado constituye propiamente, en

21 Cf. Idee A 398 ss., AA VIII, 24-27. 22 Cf. Anthropologie A 331-32/B 329-30, AA VII, 331; MdS. Primera Parte, & 62, A 229ss./B259ss., AA VI, 352-53 23 Cf. MdS. Primera Parte, &45, A 164-65/B 194-95, AA VI, 313; & 52, A 212-13/B 241-42, AA VI, 340-41; A 234-35/B 265, AA VI, 355; Anthropologie A 332/B 329-30, AA VII, 331; SF A 154-55, AA VII, 91. 24 La legitimidad jurídica provisional de cualquier institución histórica con respecto a la idea a priori del estado civil forma parte de la dinámica kantiana del derecho, desde la propiedad en el 'estado de naturaleza' (cf. MdS. Primera Parte, &9, AB 74ss., AA VI, 256-57) hasta el derecho de gentes entre los Estados (cf. MdS. Primera Parte, &61, A 226-27/B 256-57, AA VI, 350), pasando por las diversas formas políticas antiguas y modernas (cf. MdS. Primera Parte, &52, A 212/242, AA VI, 341), incluso si gobiernan conforme al espíritu republicano (cf. SF A 155-56, AA VII, 91). Esta doctrina de la 'provisionalidad jurídica' expresa tanto la idea de que no hay un grado cero del derecho, mientras los hombres, por naturaleza, se hallen en relaciones sociales, ni una imagen histórica perfecta que pueda servir de modelo jurídico, mientras los hombres mantengan, por naturaleza, sus tendencias insociables, sino una situación de 'progreso jurídico' constante (cf. J.L. Villacañas, Res Publica, pp.74-78), que saca a relucir la 'temporalización histórica' del derecho en Kant como estructura realizativa de su normatividad ideal. Sobre esta forma dinámica de realidad (o realización) del derecho y su conexión con el concepto kantiano de 'ley permisiva', véase M. Hernández Marcos, "Ley permisiva y realidad del derecho en Kant", en: R. Rodríguez Aramayo/F. Oncina (comp.), Ética y Antropología: un dilema kantiano, Granada: Comares 1999, pp.143ss.

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virtud de su indigencia jurídica, una 'sociedad civil'. Mas, por otro lado, esta exigencia crítica de progreso jurídico inscrita en el ideal republicano tiene su contrapartida legitimadora en el deber de conservación jurídica de toda constitución política existente, puesto que aun en su provisionalidad e imperfección constituye por sí misma un orden legal en el que se vislumbra al menos, en contraste con el desorden salvaje del estado de naturaleza, la propia normatividad del derecho, como relación social no violenta25. El mismo dinamismo jurídico-normativo que impone la transformación continua de las relaciones políticas vigentes, postula la preservación de éstas como una adquisición jurídica preferible al caos de la violencia natural. En este sentido, cualquier comunidad histórica de relaciones sociales articulada según leyes públicas constituye, en virtud de su potencial jurídico, una 'sociedad civil'. De ahí que en consonancia con esta ambivalencia semántica determinada por la temporalización o dinamización histórica del concepto de 'derecho', la noción kantiana de 'sociedad civil' se mueva de continuo entre su sentido normativo-puro, originario y estricto, y su sentido empírico, derivado y provisional, contrapartida fenoménica del ideal racional.

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Como breve balance de este apartado, podemos resumir la visión kantiana de la 'sociedad civil' en el contexto de la filosofía de la historia en tres tesis fundamentales: 1) En primer lugar, Kant somete la 'sociedad civil' a un proceso de dinamización histórica al proyectarla como meta del progreso en la civilización de la especie humana. Lejos de ser un hecho natural de la vida, la societas civilis constituye así el horizonte teleológico de la historia de la humanidad. 2) En segundo lugar, Kant lleva a cabo una idealización normativa de la sociedad civil al concebirla como la comunidad jurídica perfecta, de alcance universal (cosmopolita), que resulta de la constitución política republicana. Como tal, impone a todo orden político positivo la tarea de su constante dinamización jurídica mediante una mejora progresiva de su legalidad, con el fin de aproximarse al ideal regulativo, al tiempo que lo legitima, aun en su imperfección, frente al estado de naturaleza social como una posesión jurídica irrenunciable, como un progreso en la civilización. Así, toda comunidad de relaciones sociales articulada en torno a un Estado merece, siquiera derivada y provisionalmente, el calificativo de 'sociedad civil'. 3) En tercer lugar, la 'sociedad civil', como orden jurídico comunitario, constituye el único estado social en el que es posible una armonización de todos los proyectos individuales de felicidad y, por consiguiente, la realización plena del hombre. Precisamente por ello la sociedad civil perfectamente justa se presenta como el fin

25 Cf. J.L. Villacañas, Res Publica, p.76-77.

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último de la historia natural del hombre y cada sociedad civil empíricamente constituida, como una conquista irrenunciable en el camino de perfeccionamiento de la especie. Es así como la naturaleza misma confluye aquí con la libertad racional para forzar a los hombres a entrar en una sociedad civil en la que ella misma, desde su propia inmanencia, resulta transfigurada en un todo moral. Una vez examinada la sociedad civil en su temporalización 'histórica', queda por analizar cómo se articula internamente en calidad de orden 'jurídico-político', según el ideal normativo de la razón. Esta perspectiva sistemática interna de la 'sociedad civil' como 'comunidad política de derecho' es el tema del siguiente apartado. 2. La estructura jurídico-política de la 'sociedad civil'. Los principios de ciudadanía El carácter político de la sociedad civil explica que la determinación jurídica de las relaciones sociales entre sus miembros dependa de las condiciones de participación en la soberanía del Estado. Así, los principios a priori que regulan la Constitución ideal o la formación de la voluntad general son al mismo tiempo los que determinan la atribución jurídica de ciudadanía y, por ende, la pertenencia a la 'sociedad civil'. En un célebre pasaje de la Doctrina del Derecho Kant remite la condición de ciudadano a la posesión de tres atributos jurídicos fundamentales: la libertad política, la igualdad ante la ley y la autonomía civil:

"Los miembros de una sociedad semejante (societas civilis), es decir, de un Estado, unidos con vistas a la legislación, se llaman ciudadanos ('Staatsbürger', cives), y sus atributos jurídicos, inseparables de su esencia (como tal), son la libertad legal de no obedecer a otra ley sino sólo a aquélla a la que uno ha dado su consentimiento, la igualdad civil de no reconocer a ningún superior en el pueblo con respecto a uno mismo más que a aquél, al que uno tiene la capacidad moral de obligar jurídicamente del mismo modo que éste puede obligarle a él; en tercer lugar, el atributo de la autonomía ('Selbständigkeit') civil, o sea, la posibilidad de agradecer su existencia y conservación no al arbitrio de otro en el pueblo sino a sus propios derechos y fuerzas ('Kräften') como miembro de la comunidad, por consiguiente, la personalidad civil, consistente en permitirse no ser representado por ningún otro en asuntos jurídicos"26.

26 I. Kant, MdS. Primera Parte, &46, A 166/B 196, AA VI, 314. Existe cierta asimetría en los opúsculos kantianos en relación con estos tres principios. Pues, por un lado, el texto de Über den Gemeinspruch A 235 (AA VIII, 290), si bien mantiene el mismo orden y designación de los principios que la versión de la Doctrina del Derecho, introduce, sin embargo, un concepto de 'libertad' que por su alcance estrictamente privado no es equiparable al concepto político de 'libertad legal' contemplado en el &46 aquí citado. Por otro lado, la exposición de Zum ewigen Frieden AB 20 (AA VIII, 349-350), que introduce ya el concepto político de 'libertad' tal como figura en la Doctrina del Derecho, pasa por alto el de 'autonomía' y se refiere, en cambio, a un supuesto principio de 'dependencia' de una legislación común (como súbditos), que se reduce en el fondo al principio de 'igualdad' ante la ley, incluido allí en tercer lugar. No podemos entrar aquí en los posibles motivos de estos cambios. Nuestra preferencia por el texto de la Doctrina del Derecho se basa en que éste ofrece la versión madura y más correcta de estos tres principios. La exposición de Über den Gemeinspruch, tomada como punto de referencia por otros autores (cf. M.

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Teniendo en cuenta estos principios la mayoría de los intérpretes ha tendido a relacionar a Kant con el liberalismo político burgués, particularmente con las proclamas revolucionarias de la Declaración Francesa de derechos del hombre y del ciudadano y de las Constituciones liberales de 1791 y 179527, a pesar de que el principio de fraternité es aquí desplazado por el postulado de 'autonomía'. Ante este extraño desplazamiento y la manera peculiar como el último concepto se formula en los escritos de Kant, no han faltado tampoco comentaristas inclinados a asociar la posición del filósofo con una defensa de la sociedad civil tradicional, articulada sobre la institución del pater familias o 'señor de la casa'28, o al menos a subrayar el solapamiento en la concepción kantiana de estructuras morosas del antiguo orden estamental con elementos proyectivos de emancipación liberal con respecto al pasado feudal29, un solapamiento que sería característico de la conceptualización teórica de una sociedad de tránsito, en la que conviven prácticas sociales y propuestas jurídicas a veces irreconciliables. Cabría pensar, sin embargo, que en el contexto histórico de esa sociedad de tránsito la propuesta kantiana, más que una solución de compromiso entre dos órdenes sociopolíticos incompatibles o una opción decidida por uno de ellos, significase un esfuerzo por integrar teóricamente la herencia política del mundo antiguo en el marco categorial de fundación del nuevo orden. Esta perspectiva se habría abierto paso si los intérpretes, menos condicionados históricamente por la tendencia del liberalismo decimonónico a autopresentarse como la única alternativa política moderna al ancien régime, hubieran reparado en que los tres principios jurídicos de la 'sociedad civil' señalados por Kant corresponden a la idea racional de una república pura y que, por

Riedel, "Gesellschaft, bürgerliche", o.c., 760ss.), cuenta, en cambio, con la desventaja -que es por eso virtud para los intérpretes liberales de Kant- de su proximidad cronológica, circunstancial y conceptual (al menos en lo concerniente al principio de 'libertad') a las Declaraciones iusnaturalistas de los revolucionarios franceses, cuyas deficiencias subrayará Kant pocos años después (cf. Reflexion 8078, AA XIX, 612-13; ZEF AB 20 nota, AA VIII, 350). 27 Entre los autores más representativos de esta interpretación cabe mencionar aquí a R.Saage, o.c., 147; I. Fetscher, "Immanuel Kant und die Französiche Revolution", en: Z. Batscha (Hrsg.), Materialien zu Kants Rechtsphilosophie, Frankfurt/M: Suhrkamp 1976, 284-85; W. Kersting, Wohlgeordnete Freiheit. Immanuel Kants Rechts- und Staatsphilosophie, Berlin/New York: W. de Gruyter 1984, 299-300; H. Schmidt, "Durch Reform zu Republik und Frieden? Zur Politischen Philosophie Immanuel Kants", Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie 71 (1985), 303-305; y M. Riedel, "Herrschaft und Gesellschaft. Zum Legitimationsproblem des Politischen in der Philosophie", en: M.Riedel (Hrsg.), Rehabilitierung der praktischen Philosophie, Freiburg: Rombach 1974, vol.2, pp. 248-49, y "Gesellschaft, bürgerliche", o.c., 761, a pesar de reconocer algunos matices diferenciales no desdeñables entre Kant y las proclamas de revolucionarios franceses. 28 Así, sobre todo G.Bien, "Revolution, Bürgerbegriff und Freiheit", en: Z. Batscha (Hrsg.), o.c., 99-100; M. Riedel, "Herrschaft und Gesellschaft", o.c., 254-55; y, en parte, J. Abellán, "En torno al concepto de ciudadano en Kant. Comentario de una aporía", en: R.Rodríguez Aramayo/J. Muguerza/C. Roldán (eds.), La paz y el ideal cosmopolita de la Ilustración, Madrid: Tecnos 1996, 251-52. 29 Tal parece ser la posición final de M.Riedel, "Herrschaft und Gesellschaft", o.c., 255ss., "Gesellschaft, bürgerliche", o.c., 762-63, y "Bürger, Staatsbürger, Bürgertum", en: O. Brunner/W.Conze/R. Koselleck (Hrsg.), Geschichtliche Grundbegriffe, vol.I (1972), 695-96.

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tanto, mediante ellos el filósofo ilustrado está planteando la necesidad de construir un orden republicano sobre las bases doctrinales de emancipación moderna del mundo feudal. Sólo que -como es obvio- la formulación de esta propuesta integradora requería una transmutación semántica de los conceptos implicados capaz de dar cuenta de lo que suponía la fundamentación jurídico-normativa de una sociedad civil republicana dentro de las coordenadas emancipatorias del incipiente mundo burgués. A continuación se ofrecen los trazos fundamentales de esta transmutación semántica de los conceptos políticos de 'libertad' y de 'autonomía', tal como se bosqueja desde sus fundamentos en la doctrina kantiana del 'derecho innato' y del 'derecho adquirido' (privado) respectivamente, y se elabora después en el 'derecho público' en forma de principios de ciudadanía republicana. Finalmente se discute la interpretación más extendida entre los comentaristas sobre el principio de 'autonomía civil', sobre el que se vertebra, sin duda, el sentido verdaderamente republicano de la 'sociedad civil' en la teoría constitucional pura de Kant. 4. Libertad republicana, 'dominium' liberal. La estrategia de transformación semántica coherente con la propuesta de republicanismo moderno exigía de Kant, en primer lugar, desligar el concepto republicano de 'libertad' de la posición social del dominium, que restringía la ciudadanía al 'señor de la casa'30, para remitirlo a la condición universal de hombre como ser moral, que habilita a todo individuo como ciudadano, pero sin limitar esta libertad a la mera independencia defensiva del arbitrio de otro para configurar por cuenta propia el destino individual, sino extendiéndola a la posibilidad de configurar un destino común, concibiéndola, pues, a la manera republicana como competencia positiva para la interacción con otros, como capacidad de autolegislación o autonomía moral del individuo (sui iuris). El principio jurídico de 'libertad política', así como el de 'igualdad civil' que va unido a él, tiene como presupuesto precisamente esta doble transformación semántica llevada a cabo por Kant, sobre la base de su teoría moral, mediante el reconocimiento de una 'libertad e igualdad innata' como "único derecho originario que corresponde a todo hombre en virtud de su humanidad"31.

30 Cf. el estudio clásico de O. Brunner, "Das 'ganze Haus' und die alteuropäische 'Ökonomik'", en: O.Brunner, Neue Wege der Verfassungs- und Sozialgeschichte, Göttingen: Vandenhoeck und Ruprecht 1980 (3ª edic.), espec. p.108ss.; y M. Riedel, "Gesellschaft, bürgerliche", o.c., 740-41. 31 MdS. Primera Parte, AB 45, AA VI, 237-38. La caracterización kantiana en este lugar de la 'libertad innata' como "independencia del arbitrio constrictivo de otro" ha favorecido su asociación con el mundo espiritual de la burguesía liberal y su asimilación a la conocida 'liberté indépendence' de B. Constant (cf. Z. Batscha, "Bürgerliche Republik und bürgerliche Revolution bei Immanuel Kant", en: Z.Batscha, Studien zur politischen Theorie des deutschen Frühliberalismus, Frankfurt/M: Suhrkamp 1981, p.48; H. Mandt, "Historisch-politische Traditionselemente im politischen Denken Kants", en: Z.Batscha (Hrsg.), Materialien zu Kants Rechtsphilosophie, Frankfurt/M: Suhrkamp 1976, 299-300). No puede olvidarse, sin embargo, que Kant, en el mismo texto, considera dicha libertad ya sometida a una ley universal de compatibilidad de los arbitrios individuales y, por ende, a un orden comunitario de derechos y deberes

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Mas, en segundo lugar, era necesario superar el formalismo del concepto moderno de 'libertad' (e igualdad) innata como mera 'capacidad' jurídica acreditando su 'realidad' efectiva mediante algún tipo de dominium o adquisición jurídica sobre la que se verificase materialmente en las relaciones sociales la condición de ser su 'propio señor'. Ahora bien, dado que el dominium garante de la independencia jurídica tiene como presupuesto precisamente la libertad de toda persona moral (y no a la inversa), ya no puede ejercerse sobre los hombres sino únicamente sobre las 'cosas' de la naturaleza, ni canalizarse, por tanto, a través de la institución tradicional del 'señor de la casa' sino a través de la institución burguesa de la propiedad privada (del suelo, de un oficio, de un arte y ciencia o de un trabajo autónomo)32. El principio jurídico de 'autonomía civil' tiene a su base justamente esta reformulación liberal de la noción republicana de autonomía, entendida como independencia económica, que Kant efectúa en su doctrina del 'derecho privado' al fundamentar la propiedad como un derecho 'adquirido', gracias al cual se realiza la capacidad jurídica innata del individuo por medio de su ampliación al uso racional de la naturaleza y las cosas, para permitir el desarrollo pleno de nuestras disposiciones naturales y, por ende, la felicidad del hombre como fin en sí33. Kant asume, por tanto, del iusnaturalismo moderno los principios formales de 'libertad' e 'igualdad' como derechos fundamentales del hombre, pero los reinterpreta en términos republicanos, al concebir la libertad como autonomía en vez de como no

que tiene como fundamento la autonomía moral (cf. MdS. Primera Parte, AB 48, AA VI, 239). La liberté indépendence es aquí, pues, un derecho innato sólo como consecuencia de la liberté autonomie inherente a la condición moral de humanidad. De ahí que Kant incluya la cualidad de 'ser su propio señor' (sui iuris) como un momento constitutivo de la libertad innata de todo hombre en cuanto tal (cf. al respecto la atinada advertencia de W. Bartuschat, "Zur kantischen Begründung der Trias 'Freiheit, Gleichheit, Selbständigkeit' innerhalb der Rechtslehre", en: G. Landwehr (Hrsg.), Freiheit, Gleichheit, Selbständigkeit. Zur Aktualität der Rechtsphilosophie Kants für die Gerechtigkeit in der modernen Gesellschaft, Hamburg: Vandenhoeck u. Ruprecht 1999, pp.15-16, si bien este autor no capta el sentido republicano de esta equiparación kantiana). Sobre estas dos nociones de libertad en Kant, véase, a pesar de su inclinación por la liberté indépendence, el trabajo de N. Bobbio, "Deux notions de la liberté dans la pensée politique de Kant", en: E. Weil/M.Villey et autres, La philosophie politique de Kant, Paris: P.U.F. 1962, pp.105-118. 32 Cf. W. Kersting, Wohlgeordnete Freiheit, 253, 255. Sobre este concepto amplio de propiedad privada como posesión de una actividad laboral autónoma cuyos productos (opera) son susceptibles de venta y, por ende, garantes de la autosuficiencia económica del productor de los mismos, véase Über den Gemeinspruch A 245-46, AA VIII, 295; y MdS & 46, A 167/B 197, AA VI, 314-15. I. Fetscher, "Der bürgerliche Reformismus bei Kant", en: I.Fetscher, Herrschaft und Emanzipation, München 1976, p.176ss. ha subrayado los problemas y limitaciones sociológicas de esta delimitación kantiana de la sibisufficientia económica. 33 Esta ampliación del concepto 'formal' de derecho innato a la posibilidad de su concreción 'real' o material en la relación efectiva del hombre con la naturaleza y de los hombres entre sí es lo que establece el 'postulado jurídico de la razón práctica', introducido por Kant como una 'ley permisiva' al comienzo de su doctrina del Derecho Privado (cf. MdS. Primera Parte, &2, AB 56-58, AA VI, 246-47). Sobre este punto véase M. Hernández Marcos, "Ley permisiva y realidad del derecho en Kant", o.c., espec. 150ss., y La crítica de la razón pura como proceso civil (tesis doctoral), Salamanca 1993, p.137ss.; R. Brandt, Eigentumstheorien von Grotius bis Kant, Stuttgart/Bad Cannstatt: Frommann-Holzboog 1974, p.187ss.; y W. Kersting, Wohlgeordnete Freiheit, o.c., 120ss.

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interferencia del arbitrio ajeno. Al mismo tiempo recupera del republicanismo clásico el principio material de 'autosuficiencia' económica, al que estaba ligada la condición de hombre 'libre' y la virtus del individuo como ciudadano, pero lo redefine en términos liberales, al fundamentar la condición de 'señor de sí' en la propiedad móvil, susceptible de adquisición, en vez de en el dominium rígido del pater familias. La distinción kantiana entre un 'derecho natural' (libertad e igualdad) y un 'derecho adquirido' (propiedad), en la que se concreta sistemáticamente esta integración de las piezas nucleares de ambas cosmovisiones políticas, sometidas a las referidas transmutaciones semánticas, es, sin duda, el presupuesto básico para comprender los tres principios jurídicos de la 'sociedad civil' sobre los que Kant vertebra su propuesta de republicanismo moderno. En efecto, el horizonte emancipador abierto por la modernidad exige, por un lado, que la libertad política y la igualdad civil de todos los individuos sean las condiciones necesarias para que un pueblo articule jurídicamente su vida social en torno a un Estado. La primera, porque sólo un orden de dominio que descanse en la propia autodeterminación pública de los ciudadanos puede garantizar jurídicamente la autodeterminación privada de los individuos en la sociedad con respecto a su propia vida y felicidad individual. La advertencia kantiana de esta evidencia política explica probablemente la sustitución del concepto primitivo, 'liberal' de libertad civil, considerado como principio constitucional en En torno al tópico (1793), por el concepto 'democrático', genuinamente político de libertad legal o 'libertad jurídica (externa) en Hacia la paz perpetua (1795) y en la Metafísica de las costumbres (1797)34, mediante el cual se asegura a todos la posibilidad de participar en la soberanía. La segunda, esto es, la igualdad civil, es asimismo una condición necesaria de la comunidad política, porque únicamente sobre la base de una sociedad de relaciones jurídicoprivadas entre iguales puede alzarse un Estado de hombres políticamente libres. En realidad, este principio se sigue del anterior, ya que la igual participación en el soberano lleva implícita la

34 W. Kersting ha hecho hincapié igualmente en que sólo este concepto 'democrático' de libertad puede considerarse como un principio constitucional. "En cuanto condición jurídica de una constitución estatal" -afirma Kersting- "al derecho de libertad no puede corresponderle una función de delimitación y defensa, ni puede representar para la actividad del Estado una norma de competencia negativa, sino que debe ser considerado como norma de competencia positiva para la actividad de los individuos, como derecho a la co-determinación de la voluntad legisladora" (Wohlgeordnete Freiheit, 239) [las cursivas son mías]. De ahí que la reivindicación kantiana de aquella libertad individual para la búsqueda de la propia felicidad como principio constitucional en Über den Gemeinspruch A 235-36 (AA VIII, 290), sólo sea explicable en el contexto de la crítica, allí efectuada, al paternalismo político, que se caracterizaba precisamente por su tendencia a transgredir el mínimo legal de libertad privada postulado por la razón jurídica (sobre este tema cf. M. Hernández Marcos, La crítica de la razón pura como proceso civil, p. 209ss.). En sentido contrario, W. Bartuschat, o.c., 22-23 ha reclamado esta 'libertad civil' frente al Estado como un atributo constitutivo del ciudadano, basándose, sin duda, en una visión más jurídico-liberal que político-democrática de la ciudadanía.

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igualdad en el sometimiento a la ley pública que emana de él, y, por ende, la igualdad de derechos o de capacidad jurídica en las relaciones sociales entre los ciudadanos mismos. Ello se traducía históricamente tanto en la exigencia general de una administración de justicia autónoma y uniforme para todos, garante de la igualdad en la 'aplicación' de la ley y en la protección del derecho de los individuos, como en la proclama particular de supresión de las barreras feudales y de los privilegios corporativos relacionados con la propiedad del suelo, de los oficios y de las funciones públicas, a fin de preservar la igualdad en la 'adquisición' de todo tipo de derechos35. Por tanto, con aquella capacidad legislativa común y con esta capacidad jurídicoprivada universal Kant postulaba una 'sociedad civil' articulada políticamente por un Estado democrático de derecho (no despótico) y configurada internamente por la movilidad social de sus miembros dentro de un orden jurídico sin privilegios estamentales. Mas, por otro lado, la orientación terrenal de la eudaimonia heredada del mundo antiguo certifica la evidencia de que aquellas dos condiciones jurídico-formales no son requisitos suficientes para organizar una sociedad civil como escenario político de la perfección humana sobre la tierra, de la realización plena del hombre como fin en sí. Es preciso además que el desarrollo de nuestras disposiciones naturales, el cumplimiento de cada proyecto individual de felicidad se garantice a través de una virtus o poder efectivo que asegure, entre otras cosas, el sustento material básico de nuestra existencia, virtus que sólo puede ser adquirida a través del dominio de la naturaleza, convertida por ello en medio útil a disposición de los fines del hombre. De ahí que el principio de la autonomía civil se haga eco precisamente de ese fin eudemónico de la naturaleza humana que sólo puede cumplirse plenamente en una sociedad civil republicana, al exigir un orden sociopolítico de personas económicamente independientes, de sujetos libres productivos, cualificados realmente en su libertad por la adquisición de derechos sobre el mundo natural de las cosas mediante una propiedad, un oficio o un saber, como

35 Estos dos aspectos diferentes ligados al reconocimiento constitucional de una capacidad jurídicoprivada universal a través del principio de 'igualdad civil', pueden explicar acaso la distinción exclusiva de Zum ewigen Frieden AB 20-21 (AA VIII, 349-350) entre los dos principios siguientes: por un lado, el de "dependencia de todos con respecto a una única legislación común (como súbditos)", que se expresaría en el requisito de igualdad en la 'aplicación' de la ley y en la defensa de los propios derechos así como en la subsiguiente propuesta de una administración de justicia uniforme y común; y, por otro lado, el principio propiamente dicho de "igualdad [jurídica exterior] de todos los súbditos (en cuanto ciudadanos)", entendido como la facultad recíproca de coacción u obligación por medio de las leyes en sus relaciones jurídicoprivadas, principio que Kant tiende a relacionar prioritariamente con la eliminación de todo tipo de prerrogativas estamentales y, por ende, con la igualdad en la 'adquisición' de los derechos (cf. Über den Gemeinspruch A 239-241, AA VIII, 292-93; MdS. Primera Parte, A 184-85/B 214-15, A 191-92/B 221-22, AA VI, 324-25, 329). W. Bartuschat, o.c., 15 considera este último como el concepto propiamente 'civil' de igualdad y lo vincula directamente al principio de 'autonomía', ya que sólo es posible contraer obligaciones recíprocas si los individuos que las contraen, son de hecho independientes entre sí.

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único ideal normativo para una felicidad universalizable36. Constituye, así, la verdadera síntesis a priori de los principios constitucionales de libertad política e igualdad civil, ya que añade a la mera 'capacidad' formal para la (auto)legislación y para el establecimiento de relaciones de reciprocidad jurídica reconocida por éstos el requisito material de una 'posesión' o medio de vida real, en el que cristalice y se desarrolle aquella capacidad abstracta como una potencia concreta (Vermögen), en el que la posibilidad de ser dueño del propio destino se convierta en adueñamiento fáctico de sí; y además enlaza estas dos ideas sin basarse en una experiencia o ejemplo histórico previo, apoyándose sólo en el deber racional de perfección y felicidad de los hombres ligado a nuestra libertad, deber realizable únicamente en el marco de la sociedad civil. Este carácter sintético a priori de la Selbständigkeit, que incorpora al ideal normativo de la sociedad civil un principio de garantías materiales, que promueve, por tanto, un orden común de personas plenamente desarrolladas en sus facultades e inclinaciones naturales gracias al despliegue de las mismas mediante acciones efectivas sobre el mundo de las cosas y en la relación con los restantes hombres, ha sido usualmente olvidado por la mayoría de los intérpretes que se han ocupado de este tema en la filosofía de Kant, inclinados de consuno a ver en el criterio socioeconómico de la propiedad, que cualifica como persona civil y, por ende, como miembro legislador del Estado, un fallo sistemático en la teoría racional pura de la constitución republicana37.

36 Recuérdese que el 'derecho' no concierne a la legislación general de los meros deseos, esto es, de los apetitos impotentes, sino de los arbitrios de los hombres (cf. MdS. Primera Parte, AB 32, AA VI, 230), es decir, de los apetitos susceptibles de satisfacerse mediante la acción, y, por ende, debe fijar las condiciones de satisfacción de los mismos regulando (y, con ello, favoreciendo) de manera racional (universal y necesaria) las acciones que producen dicha satisfacción, y que han de consistir necesariamente en 'adquisiciones' relativas al mundo de las 'cosas' útiles, sea directamente (propiedad de un suelo, industria u oficio), sea indirectamente (intercambio contractual de productos y propiedades). Sólo como legislación general de los arbitrios o de las 'acciones' correspondientes contribuye el derecho y, por ende, una sociedad civil regulada jurídicamente a la perfección o desarrollo de nuestras meras disposiciones e inclinaciones naturales de manera libre y racional. En este aspecto, aspirar a la felicidad de la especie humana (y esto para Kant es un deber) entraña implícitamente querer un orden común de relaciones sociales en el que se garantice el cumplimiento de todas aquellas disposiciones naturales, no la mera posibilidad de desarrollarlas. Por otra parte, desde un punto de vista histórico el requisito de Selbständigkeit como principio constitucional de la sociedad civil significaba que Kant, en consonancia con la tradición republicana, atribuía relevancia política a la esfera socioeconómica, en contraste con la tendencia a la despolitización de la misma en la Prusia dieciochesca, visible tanto en el gobierno de Federico II como sobre todo en la codificación de 1794 (Allgemeines Landrecht für die Preussischen Staaten), como consecuencia de la puesta en práctica de la doctrina de la soberanía absoluta del monarca (cf. D. Canale, La costituzione delle differenze. Giusnaturalismo e codificazione del diritto civile nella Prussia del '700, Torino: G. Giappichelli 2000, p.239, 243ss.). 37 A este carácter de 'síntesis racional' han apuntado J.Ebbinghaus, "Das Kantische System der Rechte des Menschen und Bürgers in seiner geschichtlichen und aktuellen Bedeutung", Archiv für Rechts- und Sozialphilosophie 50 (1964), pp.48-49 y A. Philonenko, Théorie et praxis dans la pensée morale et politique de Kant et de Fichte en 1793, Paris: J.Vrin 1976, p.37. W. Bartuschat, o.c., 13ss. ha desmontado recientemente la tesis del fallo sistemático restableciendo la unidad del principio de autonomía con los de libertad e igualdad y su carácter a priori, pero lo ha hecho a costa de desligar la Selbständigkeit de la

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Por la relevancia de este principio tanto como por su deficiente recepción historiográfica, conviene, pues, detenerse en una discusión más pormenorizada del mismo. 4. Autonomía civil: ¿incongruencia metodológica o aplicación empírica perversa? Es casi un lugar común en la historiografía sobre Kant la denuncia del principio de 'autonomía civil' como una incongruencia metodológica en la construcción jurídico-trascendental de la ciudadanía política, consistente en la introducción subrepticia del factum empírico de la independencia económica como presunto fundamento racional a priori del orden republicano, con la consiguiente desvirtuación del valor normativo de los principios jurídicos puros de libertad e igualdad38. Como consecuencia de ello, en vez de expedir la mera condición moral de 'hombre' la carta de ciudadanía política, se habilitaría como miembros de la sociedad civil exclusivamente a determinados sectores de la población en función de su poder socioeconómico, sean los patres familias de la sociedad tradicional (Bien, Riedel, Abellán)39, sean los propietarios burgueses de la nueva sociedad de mercado (Habermas, Fetscher, Saage, Batscha, Koslowski)40.

'autosuficiencia económica', considerándola, por un lado, como un momento no "aditivo", sino meramente "explicativo" de aquellos dos principios que se limitaría a formular la "libertad originaria bajo las condiciones empíricas de su exteriorización" (p.21), y concibiéndola, por otro lado, de una manera general y abstracta como la condición bajo la cual un sujeto puede comprender sus acciones como propias, esto es, como expresión de aquella libertad originaria (cf. p.14-15, 20-21). Ahora bien, al reconocer que la autonomía contiene la condición de facticidad o "existencia concreta" de la libertad e igualdad (cf. 14, 22), Bartuschat está admitiendo implícitamente su carácter 'sintético a priori', por más que no parezca dispuesto a aceptar que aquella realidad fáctica de la libertad originaria sólo puede adoptar la forma concreta del 'dominio' de la naturaleza (propiedad e intercambio de productos). Sin duda, la fundamentación propiamente especulativa de los tres atributos de ciudadanía a partir de la mera relación de tensión entre "derecho natural, fundado en la razón, y derecho positivo", ligado ineludiblemente a la exteriorización 'determinada' de aquél (cf. p.12, 19), le ha impedido ver la importancia y significado del 'derecho adquirido', como realización de la libertad originaria a través del uso legítimo de la naturaleza, en la fundamentación kantiana de la sociedad civil. Pero sólo a partir de ahí puede comprenderse por qué el principio de autonomía civil representa la 'síntesis a priori' de la libertad e igualdad en el ideal republicano de Kant, a saber, porque únicamente bajo las condiciones fácticas de una posesión o producción socioeconómica que acredite la (conciencia de) libertad efectiva de las propias acciones, se puede -como muy bien interpreta Bartuschat- abogar, de una parte, por una legislación pública para la actividad libre (no para los deseos u otros fines) de los miembros de la sociedad y, por ende, ser miembro legislador del Estado ('libertad legal'), y cabe establecer, de otra parte, compromisos de auténtica reciprocidad jurídica con los demás ciudadanos ('igualdad civil'). 38 Cf. al respecto A. Philonenko, Théorie et praxis, pp.63-64; M. Riedel, "Herrschaft und Gesellschaft", o.c., 249-252, y "Gesellschaft, bürgerliche", o.c., 762; H. Schmidt, o.c., 312; W. Kersting, o.c., 248, 251; J. Abellán, o.c., 252 ss. 39 Cf. nuestra nota 27. 40 Con diferentes matices coinciden en esta tesis J. Habermas, o.c., 142; I. Fetscher, "Immanuel Kant und die Französische Revolution", o.c., 277-78; R. Saage, o.c., 87, 89-92; Z. Batscha, "Bürgerliche Republik und bürgerliche Revolution bei Immanuel Kant", o.c., 52-53 y "Einleitung", en: Z.Batscha (Hrsg.), Materialien zu Kants Rechtsphilosophie, Frankfurt/M: Suhrkamp 1976, p.17; y P. Koslowski, o.c., 15-16.

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De nuestra exposición precedente se sigue, no obstante, que esta interpretación se debe a una incapacidad histórica de los comentaristas, condicionada por la cosmovisión liberal o marxista, para percibir el sentido republicano de aquel principio jurídico así como el papel crucial del 'derecho privado', y especialmente de la teoría de la propiedad, en la construcción de una 'sociedad civil' en la que han de desarrollarse plenamente todas las disposiciones naturales del hombre. Pues por más que en la obtención real del estatus de autosuficiencia económica intervengan -como Kant reconoce- factores empíricos y contingencias históricas (el talento, el esfuerzo, la suerte, etc.) que hacen inexplicable desde el punto de vista de la razón pura el hecho constatable de la desigualdad social, por ejemplo, entre magnates de la propiedad y simples asalariados41, el principio de 'autonomía civil' en sí considerado, como capacidad para mantenerse a sí mismo mediante la propia actividad, sin depender para ello del arbitrio de otro, no registra ningún factum histórico, ninguna institución socioeconómica del pasado o del presente. Al contrario, es un concepto puro práctico, cuya normatividad se desprende de la idea racional a priori del dominio o uso de la naturaleza como realización de la libertad originaria de cara al logro de la perfección y felicidad de la especie humana. Y como tal concepto normativo, implica al menos dos cosas. Primero: incluye su posible universalización a todo ser humano, dotado a priori de capacidad jurídica, aunque sea por la sencilla razón de que sólo en un orden social en el que todos los individuos sean autónomos, esto es, dispongan de una propiedad o de un oficio productivo para su propio sustento, será posible una felicidad igualmente universal. En este aspecto la sociedad civil republicana apunta hacia ese orden jurídico-ideal en el que todos los individuos se relacionen socialmente no sólo en condiciones de libertad e igualdad formales, respetándose y reconociéndose mutuamente entre sí como seres morales, sino también en condiciones materiales de autosuficiencia económica, como dueños reales de su propio destino, de tal modo que puedan acreditarse como ciudadanos efectivos (Staatsbürger, cives), esto es, como miembros activos libres de una comunidad con derecho a participar en el poder común (soberanía política) precisamente por contar con un poder adquirido (bienes, oficios, industria...) para realizarse como fines en sí (como seres morales). Segundo: el principio jurídico de autonomía civil extiende un dictum de provisionalidad sobre toda sociedad civil real cuya constitución política no se base en la independencia económica de todos los individuos (así, por ejemplo, la sociedad estamental), o cuyas leyes no permitan la universalización de ésta (así, por ejemplo, la sociedad liberal burguesa, basada en la

41 Cf. I.Kant, Über den Gemeinspruch, A 247, AA VIII, 296.

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competencia)42. No cabe duda, pues, del carácter racional puro y normativo de la autonomía civil. El problema no reside, por consiguiente, en la introducción y formulación de este principio republicano como criterio jurídico-normativo de la 'sociedad civil' perfecta. La incongruencia se deriva, en todo caso, del empeño kantiano por aplicar empíricamente el principio de autonomía civil y hacerlo operativo en su momento histórico. Pues al involucrar a su concepto puro en funciones descriptivas de la realidad social de su tiempo, Kant acaba incomprensiblemente confundiendo el ideal moral con su aplicación fenoménica al complejo mundo de finales del siglo XVIII, caracterizado por una pluralidad de situaciones sociales tan amplia que -como el propio filósofo reconoce- resulta difícil determinar empíricamente las condiciones fácticas que "ha de cumplir un hombre para pretender" el rango jurídico de ser "su propio señor"43. Pese a reconocer esta dificultad, Kant procede, sin embargo, a una aplicación empírica del principio de autonomía civil que le obliga a introducir una distinción artificiosa entre ciudadanos activos y pasivos, que no puede ocultar ciertamente la contradicción práctica de seguir considerando 'ciudadanos' (cives) a quienes se excluye de la condición política de miembro efectivo del Estado, con derecho a colaborar en la legislación44, pero que sirve en todo caso para legitimar de facto la ciudadanía exclusiva de los artesanos y 'propietarios burgueses' (la burguesía de la posesión y la cultura)45, en

42 Cf. J.L. Villacañas, Racionalidad crítica. Introducción a la filosofía de Kant, Madrid: Tecnos 1986, p.221. 43 Über den Gemeinspruch, A 246 nota, AA VIII, 295. 44 MdS. Primera Parte, &46, A 166-67/B 196-97; AA VI, 314. Como es sabido, la nomenclatura 'ciudadano activo/pasivo' procede de Sieyès, quien la introdujo con motivo de la ley del 22 de diciembre de 1789 sobre sufragio censitario (cf. A. Soboul, La Revolución Francesa. Principios ideológicos y protagonistas colectivos, Barcelona: Crítica 1987, p.100). Kant la hace suya en la Doctrina del Derecho en sustitución de la distinción entre ciudadanos ('Bürger', 'citoyen') y socios protegidos ('Schutzgenossen', 'bourgeois'), hecha en Über den Gemeinspruch A 244ss. (AA VIII, 294), la cual procedía aún del marco terminológico de la sociedad civil tradicional (cf. M.Riedel, "Bürger, Staatsbürger, Bürgertum", o.c., 696). 45 Cf. W. Kersting, o.c., 253, 255, quien atinadamente observa que el 'ciudadano activo' no es ya para Kant el 'señor de la casa' tradicional, sino el "propietario privado" de la nueva sociedad civil burguesa. Frente a G. Bien, M. Riedel y J. Abellán, quienes partiendo de los ejemplos mencionados por Kant para discernir empíricamente en su tiempo entre ciudadanos activos y pasivos, remiten la Selbständigkeit a la 'sociedad doméstica', tratada precisamente en el capítulo sobre 'derecho personal de carácter real' de la Doctrina del Derecho de 1797 (MdS. Primera Parte, &&22-30), y la identifican con la institución tradicional del pater familias, cabe argüir, entre otras cosas, que en el análisis ofrecido por Kant en dicho capítulo de su doctrina del derecho privado la dependencia de los 'sirvientes domésticos' con respecto a la voluntad del dueño de la casa no es exactamente la de una 'cosa' con respecto a su propietario ("dominus servi"), sino la que se deriva de un 'contrato' entre personas libres, que puede ser rescindido voluntariamente por cualquiera de las partes (cf. MdS. Primera Parte, &30, AB 116-17, AA VI, 283). No estamos, pues, en modo alguno ante la sociedad doméstica patrimonial sino más bien ante lo que cabría denominar una sociedad doméstica liberal, en la que la servidumbre es formalmente libre. De esta sociedad doméstica liberal forma parte, sin embargo, la consideración aún de las mujeres como ciudadanos 'pasivos', en tanto que dependientes de la voluntad del dueño de la casa, al igual que los

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consonancia con las constituciones liberales de los revolucionarios franceses. Kant podía así aparecer públicamente como legitimador del orden legal del liberalismo burgués triunfante en Francia y como un firme partidario del sufragio censitario. Pero esa legitimación era solamente 'provisional' y contemplaba a su vez la ciudadanía potencial de los no-propietarios (sirvientes y asalariados), no sólo porque garantizaba a todos los 'dependientes económicamente' la protección jurídica de un orden legal común, sino sobre todo la posibilidad de adquirir la plena ciudadanía política, pasando de miembro pasivo a miembro activo del Estado46, gracias al principio de igualdad de todos ante la ley, que desbloqueaba la fijación estamental de los oficios, de las profesiones y de la propiedad de la tierra, y facilitaba formalmente el libre acceso a todos ellos en función del talento, el trabajo y la suerte. Incluso en su perversión empírica, confluyendo coyunturalmente con el modelo liberal de un Estado de propietarios burgueses, el principio de autonomía civil mantenía su aliento normativo-republicano de superación racional del primitivo mundo burgués, precisamente porque dicho principio no se había formulado de espaldas a los supuestos liberales de libertad e igualdad formal sino justamente como ampliación material de éstos, en concordancia expresa con su pretensión de universalidad. Es así como el concepto normativo de sociedad civil en Kant contiene la primera propuesta occidental de reconciliación de la tradición republicana con el pensamiento democrático. Salamanca, septiembre de 2001

niños, si bien éstos por motivos diferentes, a saber, por su 'minoría de edad' (natural o civil) (cf. MdS &26, AB 110, AA VI, 279; &29, AB 114, AA VI, 281-82; &46, A 167/B 197, AA VI, 314). 46 Cf. MdS. Primera Parte, &46, A 168/B 198, AA VI, 315.

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Abstract

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Kant carece de una teoría elaborada de la sociedad civil en términos liberales, como espacio apolítico del mercado libre, por más que en sus escritos de filosofía de la historia le reconozca un papel providente en la tarea de fundar un orden jurídico de paz. En sus trabajos de filosofía política y del derecho la 'sociedad civil' se identifica siempre con el 'Estado', en consonancia doctrinal con la tradición aristotélico-republicana y en consonancia histórica con la realidad sociopolítica alemana. El carácter republicano de dicho concepto viene determinado por la introducción kantiana del principio de 'autonomía' socioeconómica como condición suficiente de ciudadanía política. Ahora bien, este concepto republicano de sociedad civil se mueve en la ambivalencia característica de los conceptos surgidos en una sociedad de tránsito. Por un lado, apunta a un ideal normativo de Estado 'democrático', en el que se presupone la capacidad universal de 'ciudadanía' a todos los hombres en virtud de su libertad e igualdad innatas, en contraste con los modelos históricos tradicionales de republicanismo aristocrático, apoyados en la esclavitud o en las diferencias estamentales. Mas, por otro lado, Kant desvirtuó en parte ese ideal democrático de republicanismo en favor de nuevas formas de dominio aristocrático, al sucumbir a la tentación de concretarlo históricamente en su época, y distinguir de este modo -a la manera de Sieyès- entre 'ciudadanos activos' y 'ciudadanos pasivos'; distinción que implicaba entonces restringir la sociedad civil efectiva a la burguesía de la posesión y de la cultura en detrimento de las clases desprotegidas del pueblo, carentes de medios propios de formación y de subsistencia.

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