Maximiliano Kolbe, el amor más grande

JUAN Bosco DE JESÚS

Maximiliano Kolbe, sacerdote franciscano polaco, mártir de la caridad por un hombre para él desconocido en el campo de exterminio de Ausohwitz u Oswiecim, un 14 de agosto de 1941, es uno de los ejemplos más rotundos y puros que ofrece la his­toria cristiana a la hora de buscar una encarnación perfecta del "bienaventurados los compasivos, los misericordiosos" del Evan­gelio. No es fácil 'encontrar un ejemplo tan directo, tan concreto y absoluto, del "compadecerse" del hermano y del "padecer­con" y por el hermano, con el Amor más grande, el de quien da Ja vida por él!.

I Teniendo este trabajo un mero carácter presentador del tema y estando some­tido a una extensión limitada, hemos preferido dar una sencilla síntesis del mismo, síntesis que parece excluir cualquier tipo de abultado aparato crítico. Enumeramos, simplemente, los autores y títulos de que nos hemos servido preferentemente: las biografías de A. RICCIARDI, Beato Massimiliano Maria Kolbe, Roma, 1971; FRAN­CESCO XAVERIO PANCHERI, Massimiliano Kolbe santo del secolo, Padova, 1982; JEAN­FRANqOIS VILLEPELÉE, Tras las huellas de Maximiliano KOlbe, Madrid, 1982; MARIA WINOWSKA, Le Fou de Notre Dame. Pere Maximilien ¡,olbe, Cordelier, Paris, 1950. Entre las doctrinales destacan las que tienen por autor al P. JERZY DOMANsKI, O.F.M. CONV_, Director General desde Roma de la Milicia de la Inmaculada, que nos ini­ció en el tema y nos dio preciosas orientaciones que agradecemos aquí pública­mente: II pensiero mariano di P. Massimiliano M. Kolbe, Roma, 1971; Per la vita del mondo. San Massimiliano M. Kolbe e l'Eucaristia, Siena, 1982; la serie de Sussidi Kolbiani, cuadernos sobre temas monográficos de San Maximiliano Kolbe, pUblicados ya en número de 7, entre 1981 y 1982, que le tienen a él casi por exclusivo autor; E. PIACENTINI, Dottrina marioloyica del P. Massimiliano Kolbe, Roma, 1971. No se podía omitir la obra que ha dedicado al santo Su Santidad Juan Pablo II: Massimiliano Kolbe Patrono del nostro difficile sec%, Citta del Vaticano, 1982. La obra que nos ha suministrado los datos más frescos y directos, son las propias obras del Santo en su versión italiana: Gli scritti di Massimiliano Kolbe eroe di Oswiecim e Beato della Chiesa, 3 vals., Firenze, 1975, 1975 Y 1978, XXXIV + 946, 938 Y XIV + 1.152 págs. Es la única fuente que citamos interna­mente en cada caso, refiriendo en romanos el número del volumen y en árabes el número de página.

REVISTA DE EsPIRITUALIDAD, 42 (1983), 243-266

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Discípulo de Alguien que venció a la muerte con su propia muerte, Maximiliano Kolbe era ya de base hijo de un pueblo de los de más trágico destino que conoce la historia moderna y contemporánea. En la que ol1gullosamente llaman sus hijos "la eterna Polonia", son infinitos los que llevan siglos rescatando esa supervivencia con la muerte, venciendo a la muerte de la patria y haciéndola así "eterna" con el ofertorio personal y mul­titudinario de la suya propia.

Su muerte, de daros paralelismos, materiales incluso, con la de Cristo, fue el último acto de una vida entregada, de un amor total en el que aparece transparente y hecha carne y muerte la Palabra divina. Kolbe, hermano con su muerte de todos los hom­bres, es la encarnación del que, habiendo hecho algo por los pe­queñuelos de Cristo, lo ha hecho por el mismo Cristo (Mt 25,40); del que posee el amor más grande, porque es capaz de dar la vida por sus amigos (Jn 15,13); del que odia su vida en este mundo, para salvarla para la eterna (Jn 12,25); del que sabe que, habiendo dado Cristo la vida por los hombres, también su discípulo debe darla por sus hermanos (1 Jn 3,16); del que se hace todo a todos con la más dura de las exigencias (1 Cor, 9,22).

En el campo de horrores de Ausohwitz, -escaparate concreto de dos de las más grandes miserias del hombre de nuestro tiem­po: el odio a la vida y a la dignidad del mismo hombre, la muerte de Maximiliano Kolbees una apuesta vencedora, desde la fe cristiana, por la grandeza, dignidad y libertad del hombre; una respuesta creadora, desde el amor, a la ferocidad destruc­tiva del odio; una demostración de que, en un panorama cris­tiano, la cruz, inevitable, triunfa siempre.

Maximiliano Kolbe le dio la batalla alodio en su propio campo, luohó en Auschwitz contra Auschwitz. Auschwitz es hoy -con sus verdugos incluidos- sólo un nombre execrable, un capítulo a olvidar de la historia humana. Maximiliano Kolbe, vencedor contra toda -esperanza, está vivo. Desde Auschwitz, convertido por su pasión y su muerte en un "Gólgota del mun­do moderno" (Juan Pablo H), se yergue lleno de significado como "el Patrono de nuestro difícil siglo" (Juan Pablo 11).

Raimundo Kolbe -tal era su nombre de nacimiento-, hijo de Julio y María, hermano de Francisco y José, nace el 8 de enero de 1894 en Zdunska Wola, zona de Lódz (Polonia). So-

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bre su cuna se cierne toda la pesaduinbre de una patria dividida y tripartita ya hace más de un siglo. Gran parte de la tragedia histórica de Polonia es la de ser una llanura entre colosos. En 1907 entra en el Seminario de los PP. Franciscanos Conventua­les de Lwów (hoy Rusia), donde profesa el 5 de septiembre de 1911. De 1912 a 1915 realiza sus estudios de Filosofía en la Universidad Gregoriana de Roma, y de 1915 a 1919 los de Teología en la Pontificia Facultad de San Buenaventura que su Orden tiene en la Ciudad Eterna, consiguiendo ambos Doctora­dos. Su ordenación sacerdotal tiene lugar en la iglesia de Sant' Andrea della Valle de Roma el 28 de abril de 1918, celebrando su primera misa al día siguiente en la iglesia de Santa Maria delle Fratte, escenario de la aparición de la Inmaculada a Al­fonso Ratisbonne en 1842.

Se han iniciado entre tanto en estos años dos cadenas de acontecimientos: una familiar, verdadera tragedia, y otra per­sonal, realización de una misión y comienzo de un gran capí­tulo mariano en la historia de la I'glesia. Julio Kolbe, su padre, ciudadano ruso por residente en la parte de Polonia ocupada por Rusia, inscrito en las legiones rebeldes que combaten al mando de José Pilsudski por la independencia de Polonia, es capturado y ejecutado por los rusos el 9 de octubre de 1914. José, Alfonso en la misma Orden que Maximiliano e Íntimo colaborador suyo, muere prematuramente en 1930. Francisco, que ha intentado también ser religioso sin poder lograrlo, enro­lado en las fuerzas partisanas polacas que combaten contra el invasor alemán de 1939, es también heoho prisionero, yendo a acabar su vida en el campo de concentración de Buchenwald. Maximiliano muere mártir de la caridad en el de Auschwitz. María, la madre, ha logrado sobrevivir, una a una, a las cuatro muertes. Fallece en 1946.

La estrella que va a guiar e iluminar toda la vida apostó­lica de Maximiliano Kolbe y hacer de ella una misión histórica en la vida de la Iglesia, se enciende el 16 de octubre de 1917: por inspiración divina, clérigo aún, en el más puro estilo ca­balleresco y mariano polaco, funda con otros seis compañeros suyos del Colegio Seráfico Internacional de Roma la "Milicia de la Inmaculada" (M. l.). La "Milicia" del joven franciscano surge paralela a una revolución socio-política de signo contrario, que estalla por esos mismos días en Rusia. La fecha parece de

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elección, porque, años más tarde, en 1978, ese mismo día un hijo de Polonia ascenderá a la Cátedra de Pedro.

Vuelto a Polonia en 1919 funda enseguida allí la Milicia y en 1922 su "Rycerz Niepokalanej" o "Caballero de la In­maculada", revista que aparece con 5.000 ejemplares, pero que será en breve una de las mayores aventuras editoriales de la Iglesia moderna. El 7 de diciembre de 1927, el P. Kolbe inau­gura su Niepokalanów o "Ciudad de la Inmaculada", complejo monástico único en nuestro si'glo, todo él consagrado a la difu­sión de la -gloria de la Inmaculada a través de los medios de comunicación más avanzados.

El sueño del ardiente hijo de San Francisco, de llevar el mundo a Cristo a través de la Inmaculada, le lleva a Japón en 1930, donde ya en mayo, en la ciudad de Nagasaki, aparece el primer número de "Caballero de la Inmaculada" en japonés ("Mugenzai no Seibo no Khisi") y donde funda al año siguiente la correspondiente "Ciudad de la Inmaculada" con idénticos criterios y fines que la de Polonia. Un año más tarde le toca a la India, al Malabar, campo misionero de los hijos de Santa Teresa: el franciscano polaco obtiene de Monseñor Angel María Pérez Cecilia, arzobispo de Verapoly, carmelita descalzo espa­ñol, permiso, edificios ya construidos y terrenos para la expan­sión de sus ideales y su obra. Causas ajenas a ambos, dificulta­des posteriores del período prebélico y otras mayores aún del período siguiente, han impedido hasta hoy la realización de la ilusión de Maximiliano Kolbe, para la que todavía una vez más, en 1934, recibía nueva invitación del arzobispo teresiano y español.

Director mundial de la "Milicia de la Inmaculada" desde Japón, logra que en enero de 1935 aparezca en Polonia, editado en su Niepokalanów,el periódico "Maly Dziennik" ("El Peque­ño Diario"). El 23 de mayo de 1936 abandona Japón para participar en Polonia en el Capítulo Provincial de su Orden, siendo nombrado superior de la Niepokalanów polaca.

Cuando elide septiembre de 1939 estalla la II Guerra Mundial y con ella, tras apenas veintiún años de independencia, una nueva noche oscura histórica para la patria de San Esta­nislao, la obra del P. Maximiliano Kolbe, conocida en todo el mundo, ha adquirido unas proporciones que aún hoy resultan

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impresionantes. En la Niepokalanów de Polonia hay una comu­nidad de 600 religiosos y casi 200 seminaristas; poseen los me­dios más modernos de impresión con los que editan libros, fas­cículos, publicaciones periódicas hasta un número de ocho, cua­tro de ellas mensuales, una diaria: "El Pequeño Diario", con tirada normal de 150.000 ejemplares y festiva de 250.000; de las mensuales la más famosa es la "Rycerz Niepokalanej" ("Ca­ballero de la Inmaculada"), que se ha plantado en una tirada de 1.000.000 de ejemplares. El resto de publicaciones supera el número de tirada de 260.000, mientras que el "Khisi" japo­nés llega en aquellos años a la altura de 65.000.

En el haber del P. Kolbe han nacido ,ya por entonces ini­ciativas más atrevidas: el día de la Inmaculada de 1938 ha inaugurado la SP 3. R N o Estación Polaca 3, Radio Niepokala­nów; tiene programada la producción de películas propias, la instalación de una emisora de televisión ...

Instrumento de todo ello, en manos del encendido apóstol franciscano, es su "Milicia de la Inmaculada", ejército de reli­giosos, sacerdotes y seglares, contagiados de la mística de su fundador, mística "no sólo de defensa, sino sobre todo de ata­que" (IlI, 76), para arrebatar para Cristo, poniéndolo en las manos de María, el mundo de la incredulidad y del pecado, de la herejía y del cisma, de las sociedades secretas y del judaísmo. La Milicia kolbiana es un gigantesco movimiento mariano-apos­tólico inspirador de un sin fin de movimientos hermanos (el Ejército Azul, el Ejército de María canadiense, la Milicia Sanc­tae Mariae, la Legio Mariae ... ), de congregaciones religiosas, de organizaciones apostólicas, de obras caritativas, sociales y culturales. .. Sus filas han llegado a 'constituir un ejército de 3.000.000 de almas.

No es fácil que el lector medio -lector de simples noticias­compagine la figura del manso y humilde franciscano, que ofre­ce su brazo desnudo el verdugo, en una celda de los subterráneos de Auschwitz, para que le inyecte el veneno rápido de la muer­te, con el real sello dinámico, sorprendentemente operativo y avanzado, que caracterizó la personalidad del "Patrono de nues­tro difícil siglo", de San Maximiliano Kolbe.

Su arrojo se puso ya de manifiesto creando la M. l. ya an­tes de ser sacerdote. Dotado de raras cualidades para las cien­cias físicas y matemáticas, había ideado en sus años de estu-

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diante romano un "eteroplano" o vehículo espacial capaz de moverse en los espacios interplanetarios con un motor a reac­ción, que había sido juzgado por los sabios profesores de la Gre­goriana de Roma de acuerdo con todas las leyes físico-matemá­ticas. Contra la estéril condena al uso, clarividente ante la mo­dernidad, veía en todo descubrimiento de la técnica un medio a usar para implantar el mensaje y el Reino de Cristo por María: "Todo medio, todo invento en el campo de la máquina y de los sistemas de trabajo deben ponerse al servicio de la obra de santificación de las almas" ,escribía (JII, 487).

La ciencia y la técnica, consideradas así, no como una rea­lidadhostil, sino como un factor de progreso y perfección de la hist0l1a humana, encajaban maravillosamente en el carisma apostólico kolbiano, espíritu de iniciativa y conquista, de agre­sión y de lucha.

El momento histórico que el estudiante Kolbe vive en Ro­ma, de una clara y agresiva significación masónica contra la Iglesia, marca una impronta indeleble en su espíritu. El esque­ma que cristaliza en su mente y que no le abandonará ,ya de por vida, es sencillo: dos conceptos del hombre y de la cultura se disputan el mundo, el "mysterium iniquitatis" y el "mysterium salutis". Instrumentos principales de aquél son las sociedades secretas y el judaísmo, promotores de una cultura anticristiana y naturalista; campeona y pieza insustituible de éste es María Inmaculada, la que aplastará la cabeza de la Serpiente. La vida de Maximiliano Kolbe es una militancia en las filas de ésta con­tra las fuerzas masónicas, máscara a su vez del judaísmo mun­diaI. En sus redes, a través de la prensa y las agencias de no­ticias, se ve cogido inconscientemente y a diario el mundo. En una conferencia dada en Cracovia entre los años 1919 y 1921 da cifras que están, sin duda, madurando las decisiones apos­tólicas ya adoptadas por entonces y otras que van a serlo muy en breve: 360 publicaciones de la "católica" Austria, con 2.000.000 de copias, 1.200.000 de las 'cuales pertenecían a 83 diarios, estaban en manos de los enemigos de Cristo. Dos ter­cios, quizá tres cuartas partes de las publicaciones periódicas de Alemania,como 800 de las 1.000 revistas editadas en Hun­gría, pertenecían a los judíos. Los judíos son los dueños de las grandes agencias de noticias: de la Reuter londinense, de la

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Stefani romana, de la Havas parisina, de la Wolff berlinesa, de la Associated Press neoyorkina ... (IlI, 586).

Además de una vida de santidad como arma fundamental en la lucha contra las fuerzas del mal, Maximiliano Kolbe quie­re poner en marcha una dinámica semejante a la de aquéllas. Esta lucha .Y este estilo son los que le absorben ya desde antes de su ordenación sacerdotal. Son reveladoras por más las dos intenciones por lasque celebra sus dos primeras misas, 29 y 30 de abril de 1918, respectivamente, en la Iglesia de Santa María delle Fratte y en la Basílica de San Pedro, ante el sepulcro del Apóstol. La primera -su primera misa- la celebra "por la conversión de Sara Petkowitsch, de los cismáticos, de los no católicos, de los masones, etc."; la segunda "por la gracia del apostolado y del martirio para mí y para mis hermanos del co­legio" (III, 804). Ambas intenciones serán oídas, ambas se cum­plirán como ideal de vida e ideal de muerte. Para realizar el primero quiso que su Milicia cubriese todo puesto de influencia posible en la sociedad: en la educación de la juventud (profeso­res, maestros, sociedades recreativas y deportivas); en la direc­ción de la opinión pública (revistas, diarios, bibliotecas públicas y circulantes, conferencias, cine); en las bellas artes (escultura, pintura, música, teatro); en cualquier campo de la ciencia (na­turales, historia, literatura, medicina, derecho, ciencias exactas). "Bajo nuestro influjo y la protección de la Inmaculada -con­cluía este programa trazado en 1924-, que surjan y se desa­rrollen los complejos industriales, comerciales, bancos, etc." (1, 167).

La guerra de 1939 frenó brutalmente la colosal máquina apostólica puesta en marcha a esas alturas por el espíritu de este hijo de San Francisco, alineado por Juan Pablo II junto a los "artistas de la pastoral": San Vicente de Paúl, San Juan María Vianney, San Juan Bosco ... , y entre los grandes misio­neros populares de todos los tiempos: San Ignacio de Loyola, San Alfonso María de Ligorio, San Luis Grignon de Montfort. .. Este era el titán que un 28 de mayo de 1941 entra para no salir más por las puertas de Auschwitz, sobre las que irónica­mente, todavía hoy, está escrito: "El trabajo hace libres". La total humillación, la aniquilación hasta la cremación que supo-

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nen SU muerte, no pueden falsear la entidad dinámica y crea­dora de su vida. El heroísmo de su entrega no puede confun­dirse en modo alguno con cualquier tipo de insignificancia o resignación. En él se hermanaron el león y el cordero. Era un atleta de su tiempo, pero atleta de Cristo. Su muerte confirmó que el verdadero motor de la colosal máquina por él levantada era "el Amor más grande".

¿Desde qué esquema concreto y sobre qué bases de vida espiritual llegó Maximi1iano Kolbe a esa total expresión de la bienaventuranza de la compasión y de la misericordia? ¿Fue la meta directa y el carisma específico ambicionado y ejercido durante toda una vida? ¿O fue simplemente una manifestación lógica y natural -con la naturalidad con que un fruto maduro se desprende del árbol en que ha nacido y ha cr'ecido- de un estado de santidad? Pensamos que el gesto supremo de San Maximiliano Kolbe en Auschwitz no corresponde a un ideal o fuerza-motor central, que haya gobernado específicamente su vocación y su misión dentro de la Iglesia, sino que:

- es el ejercicio heroico de una bienaventuranza por un alma 'que ya es heroicamente bienaventurada; es algo que se produce con la mayor de las normalidades desde una santidad consumada y desde el carácter de totalidad -muy marcado en el mártir de Auschwitz- que ella impone;

- la santidad de Maximiliano Kolbe, motor de su holo­causto, es de cuño sustancialmente sacerdotal;un sacerdocio hon­damente vivido es el molde de su transformación en Cristo hasta la muerte por el Hombre; de heoho, su sacerdocio es la razón de su ofrecimiento para morir por el otro: "Soy un sacer­dote católico" -argumenta llegada la hora;

- a semejante identificación con el Sacerdote y la Víctima del Calvario ha llegado el P. Kolbe por la que fue la pasión de su vida y 'que Ozanam llamó "la pasión de su Orden": la Virgen Inmaculada. Es difícil concebir un mayor enamora­miento, una más constante y santa obsesión por la Inmaculada Madre de Dios que la del santo francis'cano polaco. Ella es su todo y el horno de su santidad.

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SANTIDAD y MARTIRIO

"Tengo que ser santo, lo más grande posible" -escribe el joven sacerdote en una Regla de vida de 1920 (H,653)-. ¿Cuán­tas páginas harían falta para recoger todos los textos en los que se ,trasluce el ideal y el empeño de Maximiliano Kolbe por ser santo? La santidad era la verdadera medida de la grandeza de su Niepokalanów. Su desarrollo -alecciona un día a sus frai­les- no estará nunca en 'el crecimiento de sus volúmenes mate­riales, técnicos o editoriales que sean; Niepokalanów es ante todo un grupo de almas y su desarrollo verdadero está sólo en la ra­dicación total en ellas del ideal de la Inmaculada.

Es impresionante el sentido de "totalidad" que Maximiliano Kolbe da a su entrega a la acción de la gracia y al desarrollo de su misión sacerdotal y mariana. Es una totalidad que se pro­yecta en todas las dimensiones posibles: en la de pertenencia a Cristo y a María, en la de la acción, tiempo y espacio. Una to­talidad vivida, además, con auténtica pasión, rotundamente y sin fisuras. Un sello constante, por otra parte, de toda santidad y un elemento necesario de su lógica y de su metafísica 'es su radica­lismo. El "todo-nada" de San Juan de la Cruz han de emerger por fuerza en toda vida canonizada.

"Recuérdate siempre -se dice a sí mismo en su Regla ci­tada de 1920- que eres cosa y propiedad absoluta, incondicio­nada, ilimitada, irrevocable de la Inmaculada; cualquiera que tú seas, cualquier cosa que tengas o puedas, todo lo que hagas [ ... ] y soportes [ ... ] pertenece a Ella completamente [ ... ] También le pertenecen todas tus intenciones; por eso mismo, que las trans­forme, que añada otras, que quite las que guste [oo.] Tú eres un instrumento en sus manos, por eso haz sólo lo que dla quiere, acéptalo todo de su mano. Recurre en todo a ella como un niño a su propia madre, confíale todo. [oo.] Reconoce haber recibido todo de ella y que nada proviene de ti mismo. Todo el fruto de tus actividades depende de la unión con ella [oo.] Mi vida (cada uno de sus instantes), mi muerte (dónde, cuándo y cómo), mi eternidad te pertenecen totalmente, oh Inmaculada. Haz de todo ello lo que te plazca" (II,653-655). "El que no ame a la In­maculada hasta aspirar a sacrificar por ella cualquier cosa y a

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sí mismo entero, es decir, a consagrarse a ella sin restricción al­guna, para ser un instrumento en sus manos -advertirá clara­mente a sus religiosos-, que deje Niepokalanów (1,543), Un miembro de Niepokalanów no puede no estar dispuesto "a todo" por la Inmaculada (1,692). Niepokalanów está concebido desde el primer momento, en el servicio de la Inmaculada, como "el sacrificio total", La misión de su Seminario Menor Misionero será "preparar legiones de religiosos sacerdotes humildes, pobres, dispuestos -por la Inmaculada y a su lado- a todo, a los su­frimientos, a las humillaciones, a las misiones, las más duras in­cluidas, al agotamiento completo, a la muerte" (IlI,396).

Este sentido absoluto de consagración ilimitada y renuncia total a uno mismo, esencia de la Milicia kolbiana, realiza de alguna manera en el tiempo el estado absoluto que pertenece a la eternidad. Y exige, por su carácter omnímodo y pleno, una universalidad paralela en el campo operativo. En 1926, cuando su "Rycerz Niepokalanej" tiene ya una tirada de 60.000 ejem­plares, sueña con 500.000 y aún más (1,215); se ilusiona con ver convertida a la familia humana en una Niepokalanów mun­dial (IlI,681). Su sentido de totalidad le había hecho ya adver­tirse durante sus ejercicios espirituales para el subdiaconado: "Comprométete a fondo a obtener la salvación de todos con to­dos los medios posibles" (11,641). "El fin de Niepokalanów -escribirá muchos años más tarde- es conquistade a la In­maculada y, a través de ella, al Sagrado Corazón de Jesús todas juntas y cada una en particular las almas que existen actualmen­te y que existirán en el futuro, y ello lo más pronto posible, 10 más pronto posible, 10 más pronto posible ... " (111,396). En la categoría tiempo lo absoluto equivale a siempre y cuanto antes: "No dejar pasar ninguna ocasión -anota en sus Ejercicios es­pirituales de 1937- de difundir el reino de la Inmaculada con el ejemplo, con la oración, con el sufrimiento (la humillación), con la palabra, con la pluma y así sucesivamente" (111,664). "Yo sólo vivo para las almas", dirá en .feliz síntesis en una conversación tenida en la embajada japonesa de Varsovia (11,24).

Los textos podrían multiplicarse indefinidamente. ¿Ha obser­vado el lector el número de veces que la terminología "todo­nada", en una lluvia de sinónimos radicales, construyen forma y contenido de esa espiga de textos recién citados del santo mártir polaco? Forjado en esta escuela de renuncia y amor ab-

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80lutos, en una palestra de totalidad, el espíritu de Maximiliano Kolbe vivió crucificado ya mucho antes de que 10 fuera mortal y definitivamente en Auschwitz. Junto al tinte de totalidad y prác­ticamente una sola cosa con él, un sentido profundo de cruz y martirio, de inmolación y sacrificio, es el otro claro presupuesto biográfico que prepara providencialmente su santa muerte.

Nacido en la pobreza,educado según los métodos coerciti­vos tradicionales, ya desde niño estaba espontáneamente dispues­to al sacrificio. Ha contado su propia madre, antes de morir y mártir ya en Auschwitz su propio hijo, cómo después de alguna travesura era él mismo quien iba a por la vara de castigo, se ponía en actitud de recibirlo y, cumplido éste, daba las gracias a sus padres y devolvía imperturbable la vara a su sitio. Re­prendido un día por su madre -lo cuenta ella misma ante la comisión constituida en Varsovia para introducir la causa del santo-, el pequeño Kolbe ora y llora ante la Virgen preocupado por su suerte y destino; desde aquel momento aparece a todas horas conmovido y sobrecogido; al fin le confiesa a su madre lo ocurrido: la Virgen se le ha aparecido ofreciéndole dos coro­nas, que él ha aceptado: una, blanca, símbolo de pureza hasta la muerte, y una roja, pregón y anuncio de martirio.

Su martirio llegará, pero no será por un relámpago de exal­tación o de ciega efusión. Es el resultado sereno de una vida. Formado religiosamente en el severo ascetismo característico de la época postridentina, su muerte es sólo el definitivo punto de su madurez, el lógico coronamiento de una existencia coordinada sólo en torno a una realidad: ser Cristo, por María, para salva­ción de los hombres.

Ya años antes de su muerte, maduro para la molienda, cris­talizan en él los cercanos presagios de tragedia y de martirio: "Va a suceder algo en el mundo entero -escribe desde el Japón en 1931-; pero a nosotros, que 'estamos consagrados a la In­maculada, ¿.qué podrá pasarnos donde quiera que nos encontre­mos? A lo más, podrán quitarnos la vida. Pero en ese caso nos harán el más grande de los servicios, porque entonces podremos obrar con grande eficacia para conquistar el mundo entero para la Inmaculada" (I,612-613).

La obediencia y la incomprensión fueron clavos de los más cruentos de su cruz. En el trienio 1933-1936, nombrado supe-

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rior de la "Ciudad de la Inmaculada" japonesa el P. Comelio Czupryk, en el epistolario del P. Maximiliano Kolbe se percibe una profundización personal, teológica y progresiva, en el mis­terio de la cruz que ya 10 emplaza hacia el "gran final" de su vida. Un día 10 sorprende el P. Czupryk trazando sobre un mapa de Polonia las fronteras exactas, dentro de las cuales quedará despojada y prisionera tras la guerra 1939-1945; es algo total­mente imprevisible entonces.

Hay un hecho memorable en su vida que tiene todos los caracteres del último adiós de su Maestro, de Ultima Cena con los discípulos. Es en Niepokalanów, la noche del 10 de enero de 1937, terminada la cena. Sus más íntimos se estrechan en de­rredor suyo. Hay en el aire un ambiente de presagios y miste­rios, de adioses, revelaciones y mandatos nuevos. El refectorio de Niepokalanów se ha hecho Cenáculo. Nunca hemos leído algo tan cercano al evangelio de Juan narrando aquella última hora de Jesús. Las palabras del P. Maximiliano suenan llenas de se­renidad, de gravedad, de amor, caen hechas testamento sobre el silencio hecho cerco de los suyos. Imposible reproducir en su totalidad esa página única de un "otro Cristo": "Queridos hiji­tos: ahora estoy con vosotros. Vosotros me queréis y yo os quie­ro. Yo moriré y vosotros os quedaréis [ ... ] Me llamáis Padre Guardián y lo soy. Me llamáis Padre Director y decís bien, por­que 10 soy en el convento y en la imprenta. Pero ¿quién más soy? Soy vuestro padre. Padre más cierto que vuestro padre camal que os ha dado la vida ... " Su alocución sigue llena de dulzuras y conmociones, quiere decir algo nunca dicho a sus fie­les: "Queridos hijitos, sabéis que no puedo estar siempre con vosotros, por eso quiero deciros algo en memoria mía" [ ... ] ¡Si supiéseis, queridos hijitos, qué feliz soy! Mi corazón se desborda de felicidad y de paz ... " El P. Maxirniliano no termina de con­fesar su secreto, los religiosos insisten, sucesivas fronteras de pudor y reserva van cayendo, al fin el Padre de todos, con los ojos llenos de lágrimas de felicidad, revela su secreto: "Soy muy feliz, porque con toda certeza me ha sido dada la seguridad del cielo [ ... ] Sucedió en Japón ... No voy a añadir más, ni me inte­rroguéis más sobre ello. Os he revelado mi secreto y 10 he hecho para infundiros fuerza y energía espiritual en las asperezas de la vida."

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Cuando estalla la guerra elIde septiembre de 1939 el fun­dador de la Milicia de la Inmaculada estaba a punto para el gran sacrificio. Su arresto se hace sólo por su condición de sacer­dote de Cristo, espléndido e influyente representante de la fe católica. Su muerte, en un lugar de horrores que hacían impo­sible el concepto de un Dios bueno y justo,es una de las más espléndidas lecciones de amor cristiano dadas nunca. Respondía en el plano de la formación intelectual y espiritual a las tesis scotistas clásicas en su Orden sobre los motivos de la creación y de la redención: "La creación es un fruto del amor. Jesucristo es el fruto del amor de Dios para con la Santísima Virgen. Todo "hombre-Dios" es fruto del amor de Dios para con la Santísima Virgen. El amor lo preside todo" -escribía en primavera de 1939" (III, 690). "El odio no es fuerza creadora. Sólo el amor crea" -es la frase que una .Y otra vez le sale de los labios en Auschwitz, la empalizada desde la que resiste todas las bruta­¡¡dades del odio desencadenado-o

Según sus verdugos, los hebreos que allí entraban sólo tenían dereoho a vivir dos semanas, los sacerdotes un mes, el resto tres meses. El instinto de supervivencia entre los confinados adquiría formas tan despiadadas e inhumanas, que era rarísimo que un prisionero ayudase a otro. El franciscano Maximiliano Kolbe amó hasta el extremo: fue el único caso en la historia de Auschwitz en que un hombre muriese por otro. Encarnó la fuerza del amor total en libertad total según Cristo, dejando en evidencia la radical impotencia del hombre sobre el hombre. Torturas, palizas y su­plicios padecidos ya antes de su ofertorio, no pudieron apagar el sereno resplandor de amor que salía de sus ojos y que hería a sus propios verdugos: "¡No nos mires de ese modo!" -han de­puestos algunos testigos, que le gritaban los sayones destacados por el odio en aquel gigantesco pretorio polaco. Cristo, su Maes­tro, le concedió la gracia impetrada en su primera misa navide­ña, la de 1918: vivir el Amor hasta morir víctima de él.

SACERDOTE, OTRO CRISTO

Pablo VI concedía al mártir de Auschwitz el honor de los altares, beatificándolo el 17 de octubre de 1971. Era una cir­cunstancia significativa, porque por entonces se desarrollaba en

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Roma el Sínodo de Obispos, que estudiaba el sacerdocio mllllS­terial católico. El rito se celebró en la Plaza de San Pedro, con gran concurso de pastores y fieles y excepcionalmente presidido por el Sumo Pontífice, que subrayó el carácter sacerdotal del nuevo beato como raíz e interpretación de su vida y de su muer­te. Cristo Sacerdote y Víctima redentora del género humano había vivido plenamente en él: existencia y martirio del nuevo beato eran sólo una manifestación de la total identificación con la misión sacerdotal de su Maestro. La proclama se hacía en días tristes, en que tantos hermanos de sacerdocio, por doquiera, se cuestionaban su propia .Y sacerdotal identidad.

El gesto extremo de compasión y misericordia del nuevo beato de 1971, desde unos presupuestos genéricos de santidad, con exigencias de totalidad y sacrificio muy marcadas y muy en línea con su misión y su muerte, es evidente que cobra su luz específica como fruto de un sacerdocio de Cristo vivido hasta sus últimas consecuencias. Si su muerte es, como pocas veces, la síntesis más expresiva de una vida, él mismo da la razón al elegirla, ya lo hemos dioho. Se la dice desnuda y pura a Karl Fritsch, comandante del Zager, que le mira sorprendido: "Soy un sacerdote católico".

La obsesión de su formación sacerdotal es llegar a ser otro Cristo y Cristo Crucificado, sacerdote y víctima de amor por los hombres. Ya en sus Ejercicios espirituales de preparación al subdiaconado se amonesta a sí mismo: "Trata de ser seme­jante a Jesús Crucifi'cado. Predica a Jesús y a éste Crucificado con la vida y con la palabra [ ... ]. Sé Cristo", añade, subrayan­do estas dos últimas palabras en el manuscrito hasta tres ve­ces (II, 640). Quedan sólo unas semanas para ordenarse sacer­dote; en su diario puede leerse su propósito de volver todos los días su mirada al Crucifijo (III, 683-684). Y han pasado sólo tres del gran acontecimiento, cuando insiste en sus Meditaciones diarias: "El Crucificado. El sacerdote es otro Cristo. Predicar a Jesús y a éste Crucificado con el ejemplo y con la palabra." "La perfecta alegría consiste en sufrir por Nuestro Señor Jesu­cristo" (II, 690). "La Crucifixión de Jesús. Jesús se ha sacrifi­cado por ti, ¿y tú? Dios mío y mi todo" (II, 696). Es significa­tiva de su interpretación del sacerdocio, la cruz que traza con tinta roja al frente de su Diario de Zas misas.

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El sacerdocio, no sólo recibido, sino vivido, se realizaba para Maximi1iano Kolbe a través de una total vida interior de unión con Cristo, que instrumeníalizaba perfectamente al orde­nado para realizar los divinos misterios y para autoinmolarse con Cristo por los hombres. La mejor colaboradora de Cristo en la forja de ese instrumento era María. Convertirse en ins­trumento de María -una expresión muy usada por el Po Kol­be- es el mejor modo de convertirse en instrumento de Cristo: "Tú eres un instrumento en su mano, por eso haz sólo lo que Ella quiere: acéptalo todo de su mano. Acude en todo a ella como un niño a su propia madre, confíaselo todo" (H, 654). María 'es para San Maximiliano Kolbe -como veremos más adelante~ la personalización y el instrumento de la misma Mi­sericordia divina, la que, por él participada, le llevará a la celda de la muerte.

Todo ello es sólo posible a través de la vida interior. Un sacerdote sólo da 'en la medida que tiene. "Son las rodillas, no la inteligencia ni la pluma, las que dan eficacia a la actividad, en la predicación, en los libros. Oración antes y después de cualquier actividad", escribe en el resumen de sus Ejercicios espirituales de 1915 (lI, 635). La vida interior le llevó hasta la vena más profunda del sacerdocio: la incorporación real y vivida al misterio de Jesús Crucificado. Toda su vida admiró por su amor a ,la Eucaristía, por su modo de celebrar misa, por su fidelidad en decirla aun en circunstancias externas o perso­nales muy difíciles. ,Pero Maximiliano Kolbe, más que celebrar­la la vivía. El Papa Juan Pablo H, en su libro sobre su santo compatriota, ha subrayado cómo precisamente en los períodos de su confinamiento, primero en 1939 en sucesivos campos de concentración,y, posterior y definitivamente, en 1941 en Aus­chwitz, aun no celebrando la misa en un sentido sacramental, ha celebrado, sin embargo, y ha celebrado hasta el fin el san­to sacrificio; así ha participado de un modo vivo y personal del gran sacramento que es la Eucaristía; la Eucaristía ha sido en él actuación personal de su vocación y de su vida. Cuando los presos de Auschwitz saben que el P. Kolbe ha consumado su sacrificio en el altar del llamado "Bloque de la muerte" le aclaman como un héroe-mártir, como un hombre de Dios, pero sobre todo como "un verdadero sacerdote de Jesucristo".

El sacerdocio y la Eucaristía, como todo sacramento, son

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para el hombre. Maximiliano Kolbe, sacerdote hecho eucaris­tía, termina de perfilar ~n los días de la guerra que destruye a su patria su silueta de sacerdote, entregado de por vida al hombre. Cuando, ante?l incontenible avance alemán de sep­tiembre de 1939, miles de prófugos llaman a las puertas de Niepokalanów, esas puertas se abren de par en par para reco­gerlos sin reserva ni discriminación alguna; como vuelven a abrirse en los primeros meses de 1940 para recibir a dos mil escapados de Posnan, entre los cuales hay varios centenares de judíos; como se abre la clausura para defender y ocultar a los fieles contra la deportación, cuando los alemanes organizan la caza del hombre tras la misa del domingo.

La consecuencia de estos hechos y, radicalmente, la de su condición de sacerdote con autoridad moral en toda Polonia, fue la deportación y la muerte. Pero por encima de ellas estaba la fe que fundamentaba esa autoridad y esas decisiones: la fe de Maximiliano Kolbe en la dignidad divina del hombre, el consiguiente sentido de sacrificio por quien y servicio a quien tiene semejante dignidad. José Stemler, superviviente de Aus­chwitz, ha narrado de forma por demás patética la hora en que ha sido obligado a transportar cadáveres al horno crema­torio de Auschwitz en compañía de otro prisionero desconocido; la macabra narración da horror; tambaleándose, sin apenas po­der tenerse en pie, retorna, mientras oye que su compañero reza y susurra: "Et Verbum caro factum est. .. ". Stemler reconoce entonces a su acompañante: es el franciscano conventual de Nie­pokalanów, el P. Maximiliano Kolbe. Aquellas palabras, dichas en aquellas circunstancias y a la salida de unos hornos crema­torios, cuyas llamas reducen día y noche a cenizas infinidad de cuerpos humanos, son el himno más grandioso a la condición inmortal del hombre y a su vocación eterna por la muerte y la resurrección de Cristo. Vale la pena de vivir y morir por un ser así: "El primer guía de la humanidad contemporánea rena­ciente es precisamente el P. Maximiliano Kolbe. El evangelio de sacrificio y servicio, puesto en marcha por él siguiendo las huellas de Cristo, puede renovar la faz de la tierra", ha escrito el cardenal Wyszinski.

El sacrificio sacerdotal del P. Kolbe, no por un "amigo", sino por "un tal" Francisco Gajowniczek, que habría podido

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ser cualquier otro hombre del mundo, es, como el de Cristo, un sacrificio por todos los hombres, por el Hombre. Pero Maxi­miliano Kolbe no muere sólo por ese hombre, muere acompa­ñando y ayudando a morir a otros nueve, los nueve que le acompañan a la "celda de la muerte". Capitán de almas, será el último en abandonar el navío de este mundo, asegurada ya la salvación de sus compañeros de naufragio terreno.

Hay todavía más: un testigo ha podido revelar la frase com­pleta que Maximiliano Kolbe le dice al comandante Karl Fritzsch, como razón de su ofrecimiento: "Soy un sacerdote católico; soy mayor y quiero morir por él, porque tiene mujer e hijos". La inmolación del heroico franciscano se hace tam­bién por quienes, fuera de Auschwitz, forman con Gajowniczek una sola cosa que se llama familia. Se ha subrayado con toda justicia, que la muerte del P. Kolbe es un sacrificio enaltecedor de la familia como valor supremo de la condición humana. La familia es algo divino y sagrado por lo que vale la pena de morir, ha confesado San Maximiliano Kolbe con su muerte.

Con ella terminaba la misa de su vida. Un testigo de su vida, Fray Benito Mieckowski, declarando cómo no celebraba la misa, según se dice comúnmente, sino que la vivía unido estreohamente a Cristo y a María, añade: "En esta misteriosa unión con la Medianera de todas las gracias y por medio de ella con Cristo y 'con toda la Iglesia, se esconde el secreto de su verdadera grandeza. "

María Inmaculada fue la puerta de Kolbe hacia Cristo y, con Cristo, hacia esa plenitud de compasión y misericordia, de amor el más grande, que fue su muerte. Y es que María, para el santo mártir de Auschwitz, es instrumento y hasta "personi­ficación" de la Misericordia de Dios, la Misericordia que, encar­nada en él, le nevó al holocausto.

POR MARÍA, MISERICORDIA DE DIOS

No sabríamos prejuzgar si el siglo XX ha producido un apóstol y santo mariano más importante que San Maximiliano Kolbe. En la línea de pasión del franciscanismo por la Inmacu­lada Madre de Dios, será de cualquier modo difícil encontrar en el elenco del santoral de este siglo, en cuanto proclamado ya

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por la Iglesia, una figura de cuya boca, de cuya pluma, saliera más veces el nombre de la Inmaculada. Ella lo es todo en la vida, en la obra y en la muerte de Maximiliano Kolbe. El eje de toda su doctrina y su sistema espiritual gravita sobre María Mediadora de todas las gracias por ser Madre de Dios, pero esta Mujer única es para el santo franciscano de Polonia "la Inmaculada" .

Como junto a otro Cristo, María está inseparablemente uni­da al P. Kolbe en su vida ,yen su Calvario. Es la propia lógica del misterio de María, podría decirse, la que le lleva a él. La síntesis de este proceso teológico y espiritual kolbiano podría estructurarse así: Por ser Madre de Dios, María ha sido la Inmaculada y es la Mediadora que da a Cristo y lleva a Cristo. Al ser el Corazón de Cristo expresión viva y real de la Miseri­cordia de Dios, María se convierte en Madre de la Misericordia, Señora y Distribuidora de la Misericordia. María es el instru­mento, incluso "personificación" de la Misericordia de Dios con el hombre y de todo lo que es fuente o sinónimo de esa Misericordia: la gracia, la compasión, el perdón, el Amor más grande. María es la nave de la Misericordia, el punto de fusión de la Misericordia de Dios con la miseria y la muerte humanas; quien la tiene a 'ella tiene a Cristo; quien a ella la posee se en­contrará inmerso en las fuentes de caridad del Salvador, estará a punto para el Calvario, dispuesto a demostrar su amor hasta el extremo, en Auschwitz o donde sea. María es el misterio in­separable de este nuevo Cristo hasta su total holocausto, hasta la total aniquilación de su cuerpo terreno en un horno crema­torio. Es el 15 de agosto de 1941. Maximiliano Kolbe entra en el misterio de la resurrección y del cuerpo glorioso el mismo día que el mundo celebra la entrada de María, en cuerpo glo­rioso y alma glorificada, en el definitivo Reino de Cristo.

María no es sólo la "concebida sin pecado" -ampliamos ya la síntesis del P. Kolbe-, sino la "Concepción Inmaculada" misma, "lo mismo que una cosa es un objeto blanco y otra cosa su blancura, una 'cosa es un objeto perfecto y otra cosa su per­fección" (III, 516). María es la Inmaculada Concepción creada, pero hay además una Inmaculada Concepción eterna y subsis­tente, "fruto del amor del Padre y del Hijo [ ... J, concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida en

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el Universo [ ... ], concepción santísima, infinitamente santa, in~ maculada": el Espíritu Santo (III, 756).

La Concepción Inmaculada eterna (Espíritu Santo), por amor gratuito de Dios, invade y posee a la Concepción Inmaculada creada (María) desde el primer momento de su existencia; en~ gendra inmaculadamente la vida divina en el seno de su alma y en el seno virginal de su cuerpo, concibiendo en el tiempo la vida divina del Hombre-Dios y con El la vida de la Iglesia, de la que también María es Madre. El privilegio de la Inmacu­lada Concepción de María afecta a toda la humanidad, es un acontecimiento de gracia más que un acontecimiento personal y físico. En sentido inverso el retomo a Dios del hombre procede por vía contraria: "Con la creación ese camino viene del Padre a través del Hijo y del E~píritu, mientras que aquí, por medio del Espíritu, el Hijo se encarna en el seno de María y, a través de Ella, el amor retorna al Padre. Inserta así en el amor de la Santísima Trinidad, se convierte desde el primer momento de su existencia, para siempre, eternamente, en el complemento de la Santísima Trinidad. En la unión del Espíritu Santo con Ella no sólo une el amor a estos Seres, sino que el primero de ellos es todo el Amor de la Santísima Trinidad, mientras que el segundo es todo el amor de la creación, y así en tal unión el cielo se une con la tierra, todo el cielo con toda la tierra, todo el Amor increadocon todo el amor creado: es el vértice del amor" (IlI, 757-758). El amor manda en toda la síntesis y visión inmaculista del primero de los "Caballeros de la In­maculada" de este siglo.

Este vértice del Amor de Dios hacia el hombre ,Y del hom­bre hacia Dios, que es la Inmaculada, se convierte por ello en Mediadora necesaria entre ambos: "A imitación del primer Hijo de Dios, del Hombre-Dios, infinito, se deben formar también de entonces en adelante los hijos de Dios [ ... ]. Por eso, el que no quiera tener a María Inmaculada por Madre, no tendrá tampoco a Cristo por hermano [ ... J, porque todo ello acontece en María Inmaculada, llena de gracia, y únicamente en María. Ninguna otra creatura, de heoho, es o será ni inmaculada ni llena de gracia [ ... ]. Lo mismo que el primogénito, el Hombre­Dios, no fue concebido sino a continuación del consentimiento explícito de la Virgen celestial, de la misma manera, y no de

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modo diverso, sucede con las demás creaturas humanas, que deberán imitar en todo y con todo cuidado a su Prototipo. El alma debe renacer según la forma de Jesucristo en el seno de María. Ella debe nutrida con la leche de su gracia, formarla delicadamente y educarla, de la misma manera que alimentó, formó y educó a Jesús. Sobre sus rodillas el alma tiene que aprender a conocer a Jesús. Desde su corazón debe lograr el amor para con El, todavía más: amarlo desde el corazón de María y hacerse semejante a El por el amor" (IlI, 696-697).

El santo franciscano ha llegado aquí al nudo central de su síntesis: el hombre sólo se santifica y adquiere la plenitud de amor, que 10 es de perdón, de compasión, de misericordia, iden­tificándose en amor con Cristo desde el Corazón de María. El hombre se hace santidad en el horno del Corazón de Jesús, que es "el amor de Dios a los hombres" (I1I, 791), pero se hace Cristo en el horno del Corazón de María, su Madre Inmacula­da. María es el puente maravilloso que el Dios de la Redención y de la Misericordia le ha dado al hombre para restablecer su relación de salvación y amor con Dios. Exigido un castigo por la justicia divina, Dios encuentra e inventa como intercesora a su propia Madre, que es por ello la Madre de "la" Misericor­dia y Madre de Misericordia.

Kolbe acentúa al máximo esta función, hasta darle a la Madre de Cristo un grado de participación tal en ella, que re­basa 10 meramente instrumental, para convertirse en "personi­ficación" de Ja Misericordia de Dios, de su compasión y amor supremo por el hombre. "Gloría, por tanto, al Sacratísimo Co­razón de Jesús a través de Aquélla, que ha sido concebida sin pecado y que es instrumento en las manos de la Misericordia de Dios", escribe a su madre comentando su nuevo estado sacer­dotal el 26 de septiembre de 1918 (1, 31). "Nos has mandado convertirnos en niños, si queremos entrar en el Reino de los Cielos [ ... ]. Por eso tu bondad y tu misericordia han creado para nosotros una Madre, la personificación de tu bondad y de tu amor infinito" (111, 326). "Cuanto más se deturpe un alma con el pecado, tanto más se manifestará en ella la Misericordia divina, de la que la Inmaculada es precisamente la personifica­ción" (111, 211).

Esta función personificadora de la Misericordia de Dios con

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el hombre en María llevaba al joven Maximiliano Kolbe, ya en 1919, en uno de sus primeros esquemas sobre la espiritualidad de la Milicia de la Inmaculada, a afirmar la reserva de Dios para sí de la economía de la justicia, reservándole a la Inmacu­lada la economía de la misericordia. Había sido una idea cara a algunos escolásticos, asumida por San Bernardo, San Buena­ventura, el propio Santo Tomás, inexacta desde un punto de vista rigurosamente teológico, aceptable sólo en el sentido de que Jesús, único Mediador, ha hecho de su Madre Inmaculada una colaboradora sólo en su obra de misericordia, excluyéndola de su obra de justicia.

Muy cerca ya de su Calvario, en agosto de 1940, el P. Ma­ximiliano Kolbe vuelve sobre ello en su Acto de consagración a la Inmaculada y en el comentario que redacta sobre el mismo: "¡Oh Inmaculada, Reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios quiso confiar la entera economía de la misericordia [ ... J. Dispón, si quieres, totalmente de mí, sin reserva alguna, para que [ ... ] en tus manos inmaculadas y misericordiosísimas me convierta en un instrumento útil [ ... ] para extender así lo más posible el bendito Reino del Sacratísimo Corazón de Jesús. De hecho, donde tú 'estás, obtienes la gracia de la conversión y de la san­tificación, ya que toda 'gracia fluye, a través de tus manos, desde el Corazón dulcísimo de Jesús hasta nosotros" (111, 784-785). María, dice luego en su comentario, introduce en las almas el Reino de Jesús (111, 791).

Hay un texto kolbiano, que puede ser la síntesis de su pen­samiento y la fórmula que resume su camino de transformación interior y progresiva, sobre la base y presupuesto de un estado sacerdotal, hasta una actitud de piedad, misericordia y amor total al hombre, que le lleva a dar la vida por él: "La Volun­tad de la Inmaculada es la Voluntad de la misericordia (no de la justicia) de Dios, de la que la Inmaculada es personificación. Por eso nosotros, en cuanto instrumentos de su mano, estamos al servicio no de la justicia que castiga, sino de la conversión y de la santificación, que son efecto de la gracia -y por tanto de la misericordia de Dios- y que pasan por las manos de Aquélla que es Mediadora de todas las gracias. Consiguiente­mente, de la misma manera que ella es instrumento perfectísimo

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en la mano de Dios, en la mano de la Misericordia divina, del Sacratísimo Corazón de Jesús, así nosotros somos un instrumen­to en las manos de Ella. Y así, a través de Ella, somos el ins­trumento del Sagrado Corazón de Jesús, es decir, de la Miseri­cordia de Dios. Por eso nuestra palabra de orden es: "por la Inmaculada al Corazón de Jesús" (1, 542).

María Inmaculada, Madre de la Misericordia, "personifica­ción" ella misma de la Misericordia, administradora de su eco­nomía redentora, introdujo el corazón de Maximiliano Kolbe, a través del suyo, en el de Cristo: el Corazón del Dios del Nuevo Testamento, Encarnación de todo perdón, de toda compasión, del Amor más extremo, hacia los infelices, hacia los que sufren, hacia los pecadores. El sacerdote Maximiliano Kolbe se con­virtió allí en un perfecto buen samaritano, en un perfecto padre de cualquier hijo pródigo, en un profeta del amor y de la mise­ricordia de Dios, en otro Cristo que lo dio todo por el Hombre en un Gólgota de Polonia 2,

2 Por el carácter de la revista permitasenos destacar aquí los grandes puntos de contacto que, en torno al tema de la misericordia de Dios y de la consiguiente conflanza del alma, tienen San Maximiliano Kolbe y Santa Teresita del Niño Jesús. Es la santa más citada en sus obras, inmediatamente después de San Francisco, y la preferida sin duda por el santo mártir. Regala su vida a personas diversas, le hace novenas, le encomienda almas y toda clase de asuntos, la propone como modelo, cita sus escritos, habla de los pactos que tiene con ella, aprovecha su doctrina.

El mismo, en un artículo titulado Patrona de las misiones y escrito a bordo de la nave {(Angkor)), en julio de 1932, enumera lo que él llama sus {(citas secre· tas)) con la Santa de Lisieux (!II, 634·636): 1) su promesa de hacer un memento diario por la beatificación y canonización de la monja carmelita, a cambio de que ella se preocupara de su misión, inconcreta hasta que va al Japón, concreta desde entonces (cfr. I, 803, 817); 2) en Lisieux, donde pasa tres horas del 1 de febrero de 1930 -como cuenta en carta escrita y fechada en Les Buissonets a su hermano el P. Alfonso KOlbe-, y donde ruega se diga a cualquiera de las tres hermanas de la ya Santa que viven en el monasterio, que su santa hermana tiene una deuda con él, porque ella ya está canonizada, pero ¿y su misión ... ? (l, 374-375); 3) sus gestiones en el Malabar indio para fundar su {(Ciudad de la Inmaculada)) en la India, que le llevan a un contacto con el arzobispo carmelita descalzo espa­ñol, misionero, monseñor Angel María Pérez Cecilia; la fundación presenta difi­cultades; una vez que espera al arzobispo español en su residencia, lo hace junto a una estatua de la Santa situada en un pasillo ante la que hay colocado un gran ramo de fiores semejantes a las rosas; Maximiliano Kolbe le implora una vez más a la Santa su ayuda y le recuerda su pacto: "Vamos a ver si te acuerdas)), le dice con la mayor confianza. Es el momento en que una de las fiores del ramo se desprende y cae sobre la pequeña mesa en que está colocada la imagen. El hecho impresiona al misionero polaco, que desde aquel momento ve disipadas todas sus dificultades para su fundación india. El P. Kolbe narra este hecho repe­tidas veces en sus obras: I, 799-811, carta 443, cfr. p. 803; r, 811-812, carta 444, cfr. p. 811; I, 817-818, carta 448. La fundación de la «Ciudad de la Inmaculada)) en el Malabar sufrió, con todo, posteriores demoras y la guerra mundial de 1939-1945 terminó por desvanecerla.

La devoción teresiano-Iexoviense del P. Kolbe pudo estar influida, además de

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El fundador de la Milicia de la Inmaculada habló y escribió mucho en su vida, pero su muerte demostró que estaba lejos de toda demagogia. Ella le ha convertido en un signo, ante pue­blos y naciones, de que la misericordia es servicial, no busca su interés, todo lo espera, todo lo soporta, todo lo vence. No acaba nunca, porque se llama también caridad. Su muerte es quizá el más agudo grito de amor de nuestro siglo XX, víctima de la injusticia y del odio.

El cardenal Wyszinski, alma de la Polonia de los últimos 35 años, ha proclamado el papel de San Maximiliano Kolbe en la historia reciente de su pueblo: con la simiente mariana de­rramada sobre su suelo desde Niepokalanów, Polonia pudo re­sistir el huracán y la tragedia cernidos luego sobre ella. Al santo de la Inmaculada atribuye el heroico cardenal la inspiración de todos los acontecimientos marianos, por él promovidos y orga­nizados, que han mantenido y mantienen a la nación, en vllo y esperanza, en torno a su Reina Inmaculada de Jasna GÓra.

El otro gran personaje de la Polonia actual y de la de todos los tiempos, Su Santidad Juan Pablo n, que ya en la Dives in misericordia había dejado entrever ideas kolbianas sobre el te­ma, al inscribir a Maximiliano Kolbe en la lista de los santos, el 17 de octubre de 1982, exaltó en él al defensor del derecho a la vida en una época marcada por el exterminio del hombre inocente, el renovador en nuestro siglo amenazado por el pecado y la muerte del signo de la cruz de Cristo como límpido signo del amor más grande, el testigo que selló con su muerte la gran­deza del acto y de la opción humanas y la dignidad trascendente del hombre, el héroe victorioso que hizo de su muerte una vic­toria sobre todo el sistema de desprecio y odio hacia el ser hu­mano y hacia cuanto en él hay de divino. El 8 de diciembre siguiente, en la homilía pronunciada en la Basílica de Santa

por razones y simpatías de orden espiritual, circunstancial y ambientalmente, pnr el gran eco que la Santa de Lisieux ha tenido de siempre en la historia cristiana de la Polonia contemporánea. Podríamos firmar personalmente y por experiencia propia, referidas sólo a Polonia, las palabras que el P. Kolbe aplica en esta carta a bordo de la «Angkor!> a su viaje de ida y vuelta entre el Japón e Italia: «No hay iglesia en la que no se pueda notar, o más bien, en la que no salte enseguida a los ojos la efigie de esta «pequeña santa», o en un cuadro, o en una estatua, o, muy frecuentemente, en un altar a ella dedicado!> (IlI, 634-635). Es un hecho que llama poderosamente la atención a quien visite Polonia y entre en cualquiera de sus capillas o templOS.

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María la Mayor de Roma, Juan Pablo II hacía una síntesis de la doctrina del mártir de Auschwitz sobre aquélla que le había introducido en la cruenta plenitud del misterio del Corazón de Cristo Crucificado por los hombres, en expresión total del Amor y de la Misericordia de Dios: La Virgen Inmaculada.