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Medio Siglo de HISTORIA Poemas y recuerdos de los años 50 en Prioro Marino Riaño Prieto

Medio Siglo de Historia

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Poemas de los años 50 en Prioro por Marino Riaño Prieto

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Medio Siglo de

HISTORIA Poemas y recuerdos

de los años 50 en Prioro

Marino Riaño Prieto

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PRÓLOGO Ya, aquel poeta nacido en tierras próximas a las nuestras, hace muchos años

escribió:

"Cómo a nuestro parecer, cualquiera tiempo pasado fue mejor" .

Teniendo en cuenta esta proclama poética, podríamos concluir que cada tiempo que pasa estaremos peor. Según qué cosas, aspectos y el color del cristal con que miramos, llegaremos o no a conclusiones parecidas.

Esta muestra de estrofas con versos sencillos y cadenciosos encierran, sin duda, deseos de entretener, divertir y evocar el pasado, trayendo a la rima dichos, andanzas, costumbres y comportamientos que, ojalá, hagan aflorar sensaciones, vivencias y sentimientos positivos y agradables ya olvidados.

Quizás al final de su lectura, podamos convenir con el poeta de antaño que, aunque sólo parte, "algún tiempo pasado sí fue mejor".

Esta publicación no tiene la pretensión, según su autor, de alcanzar ningún laurel ni galardón en ninguna justa poética.

Con lenguaje fluido y con vocablos, al uso, sencillos, claros, directos y auténticos, huyendo de sinónimos de camuflaje y de recursos retóricos pomposos y vacíos.

Con un mensaje de fácil entender. Para el lector coetáneo del que esto escribe, conlleva, seguro, un común sentimiento de cierta añoranza, en algún de sus contenidos.

Pretende traernos a todos recuerdos del pasado, para retener aquellos que puedan contener sensaciones agradables y positivas y nos ayuden a seguir siendo "buena gente" que es lo que verdaderamente importa en medio del vértigo que nos traen los tiempos modernos y que nos ofusca y nos conduce, en muchas ocasiones y momentos, a valorar más el "tener" que el "ser".

Invito a la lectura de estos poemas que están hechos con mucho ánimo y mejor disposición, en la confianza de que al lector, al final, le quede la sensación de que este trabajo ha merecido la pena.

Un amigo y quinto. Adolfo Hompanera.

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Recuerdos de aquella infancia recuerdo cuando era niño recuerdo con gran nostalgia recuerdo con gran cariño.

Pongamos un cuarto siglo y otro cuarto más atrás sale la cuenta exacta para poder empezar.

Mencionaremos los cuartos y también los celemines pero por falta de cuartos andábamos en escarpines. Aunque parezca algo nimio en estos tiempos modernos el mencionar las pizarras las plumas y los cuadernos cuando impera la informática el compás y los tinteros.

MEDIO SIGLO DE HISTORIAMarino Riaño Prieto

Teníamos los cinco años cuando íbamos a la escuela para poder aprender los números y las letras. Que si aquel señor decía "e" que si el ratoncito decía "i" que si el toro decía "u" que si el burro decía "a" ¿dónde vas, María Jesús? -es que tengo ganas de mear. “Tenéis que pedir permiso cuando queráis salir fuera me parece ya os lo había dicho” pero al fin seguía explicando poniéndose un poco más seria.

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Tenía unas dotes especiales Doña Felisa la maestra para enseñar a los niños y también mucha paciencia. Recuerdo cuando nos daba un pequeño caramelito así ella calculaba para chupar todos un poquito.

Era en la siguiente escuela donde había que aprender las cuatro reglas principales junto con el catecismo en parte era un deber en parte una obligación y si no había novedades hacer a los siete años la Primera Comunión. Había que compaginar los estudios con el recreo en cada época del año teníamos diferentes juegos. Eran la piuca y las gomas las bufas y las taqueras también lo del chorro-morro aviones y volanderas.

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Detrás mismo de las escuelas se hacían buenos resbalizos pero al tiempo de resbalar les echábamos algunos maleficios: San Vicente, si me caigo, otras veinte San Miguel, si me caigo, otras diez San Perico, si me caigo, le pico.

Todo se arreglaba al fin con unos cuantos lomazos algunas otras lastridas y unos cuantos jostrapazos. Siempre había algún quisquillas que la quería liar entre dos pequeños incautos que les hacían pelear. Benito, dice Luis que te puede; pues dile que me toque; ya le toqué y le volví a tocar- empezaba así la pelea con varios mamporros más.

El hórreo será testigo de aquellas nobles peleas sin estar muy escondido y de otras varias escenas. Las niñas también jugaban a la pelota y al castro y con destreza saltaban la soga con mucho encanto. Pero aún más complicado era en la escuela los mayores aparte de más trabajo más problemas y deberes lo que más nos amolaba ir a la escuela los jueves. Teníamos que hacer la visita como buenos religiosos lo mismo si hacía sol que si hacía gran ventisca. Saliendo y volviendo a entrar así nos decía D. Jesús en la escuela de los mayores para poder continuar.

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Con los verbos y los adverbios había que ir subsanando las faltas de ortografía con algunas preposiciones y con buena caligrafía. ¿Dónde estuviste, Jandrines, que no viniste a la escuela? Es que tuve que ir a piornos con Julián el de tía Tea.

Conque a piornos, ¿eh? y le hizo pasar un mal rato ¿A ti te parece, Jandrines, como que no has roto un plato? Pero mi amigo Alejandro se quedó del todo convencido que se libró de unos palos por la ocurrencia del dicho.

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¿Qué quieres ser de mayor? Le dijo un día a Matías y éste, sin vacilar, le dijo que jesuita. Conque jesuita, ¿eh? tú, cañada arriba y cañada abajo arreando las merinas. Como el futuro es incierto se equivocaron los dos ni llegó a ser jesuita ni tampoco a ser pastor.

Pero llegó la despedida un diecisiete de abril del año cincuenta y ocho; echó un pequeño discurso y se le anegaron los ojos. Una fiesta para todos con una chocolatada con poemas y canciones pero al fin bien entonadas.

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El difunto Rubén Martínez le dedicó una poesía vestido de pastorcillo de esta manera decía: UN DURO AL AÑO Monte arriba, cara al viento buscando reposo y calma íbame yo muy contento dándole descanso al alma. Y cuando a lo alto llegué, y al dar la vuelta a una cima, un rebaño me encontré que se me venía encima. Avanzaban las ovejas marchando al paso, tranquilas, y pasaban las parejas, al sonar de las esquilas. Y en los últimos reflejos de los rayos vespertinos las vi perderse a lo lejos por los ásperos caminos.

Detrás de ellas, lentamente dando al aire una canción, y sacando indiferente un mendrugo del zurrón, venía un pastor, un niño, un imberbe zagalejo, que me inspiró tal cariño que en tan súbito era un viejo. ¡Hola! ¿Tú eres pastor? Sí señor ¿Cuántos años tienes? Trece. ¿Y cuánto ganas, amigo? Un duro. ¿Al día? Anda, maño. ¿Un duro al mes? Que no, maño. Un duro al año. Le dejé que se alejara, y en el monte me senté, avergonzado, la cara con las manos oculté. ¡Oh Dios! Cuántas veces lo habré malgastado yo en miles de pequeñeces que mi gusto me pidió. En comer sin tener ganas, en beber sin tener sed en caprichos, en favores en vanidades humanas; en guantes, coches y flores, en un rato de placer, en un libro sin valor, en apostar en beber, en humo, en un buen olor.

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Y ese duro que se olvida en cuanto correr se deja, era un año de la vida de aquel niño que se aleja. No. Mientras del frío de enero en una espantosa noche mi prójimo por dinero me llevó a mi casa en coche. Mientras de la mina oscura saque el carbón tanta gente pasando tanta amargura, para que yo me caliente. Mientras se derrocha la moda y se gaste grande y chico mil duros en una boda mil en el entierro del rico.

Y hasta el sol desigual sea al dar al nombre sus rayos y haya niños con librea que me sirvan de lacayos. Ni creo en leyes humanas, ni en los que las bombas tiran, palabras, palabras vanas. Mentira, todo es mentira. No hay a las penas consuelo, sufrir y siempre sufrir; el Cristo se fue a los cielos, pero volverá a venir. Su reino será de espanto, sus leyes muy diferentes, y allí ha de verse el llanto, y el rechinar de los dientes.

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Y ha de subir a mil codos, más alto el nuevo diluvio, y en él moriremos todos y más alto que el Vesubio, gritará de su alto escaño: yo soy aquel que ganaba un duro al año.

A ver si vas por mí casa me dice una de la barriada que vino mi tío Miguel ¡Ah, bueno, por los piñones! la contesté yo a la vez aquella niña tenía entonces tirabuzones.

Recuerdo de mi niñez la ilusión de ir a esperar a los que de Extremadura volvían de ganar el pan porque solían traer los piñones y el cuartal.

A los niños nos gustaba un trocito de cuartal por ser quizá pan bregao con un sabor especial.

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Estando una vez jugando en lo que es ahora el Teleclub con unos del otro barrio entre ellos primos y hermanos. Francisco Rodríguez dice que de mayor será fraile Adolfo y Acacio también faltaba por opinar mi buen amigo Gabriel. A todos nos sorprendió cuando contestó muy serio que él iba a ser pastor sin prejuicios ni complejos. Don Ignacio y Marcelino no quisieron opinar los senderos y caminos se nos pueden desviar. "Han pasado los años, han pasado los años, ya no creo en el amor" era la canción favorita de aquel primo y sus hermanos ya dejada la sotana pasados algunos años. También era para Año Nuevo lo de aquello de las migas cuando se elegía el alcalde en la Reunión de los Mozos con toda su directiva.

Pero vayamos por partes para explicar el evento la cosa de la alcaldía. En la Reunión de los Mozos había unas ordenanzas firmadas por el Gobernador de las primeras de España. Había que hacer balance del año que había pasado eligiendo luego al alcalde Con tesorero y secretario. con toda la directiva también con vocales; luego comerían las migas.

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Cuando había una propuesta y sometía a votación todos tenían un voto pero en caso de un empate el alcalde tenía dos.

Cuando iban a ganar el jornal a la carretera de Tejerina de aquella solían ganar doscientas cuarenta perrinas. Algo habían subido los jornales para el puente de Las Conjas de aquélla sacaban ya unos ciento cuarenta reales.

En el año cincuenta y cinco seguían siendo años muy duros un temporero motril ganaba cuarenta o cincuenta duros.

¿Cuántas calderetas has tenido? le decían al motril al final de veraneo y este solía decir: -dos o tres- sin titubeo. La caldereta consistía en la cabeza y pescuezo con unos huesos pelados lo demás se dejaba para el famoso salao.

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Eran los años sesenta cuando aún seguía vedao aquello del baile agarrao en esta pequeña cuenca. Sería en el sesenta y dos: compraron el tocadiscos los mozos de la reunión a fuerza de sacrificios. Aquel toro de Benito que decían el de las bolas también el de tío Fidel los dos eran muy bonitos otro más en la vecería en la cabaña otros tres tan sólo había un ratín que cuidaban con esmero cuando le decía el torero entrégala, Gallardín. Aquellas vacas del país estaban tan enseñadas que cuando terminaba el surco ellas mismas se paraban. Pero al fin llegó el progreso y tuvimos que cambiar los carros por los tractores y las guadañas primero por las máquinas de segar. Ni nos cantan ya las ranas en la famosa laguna ni los mozos van a ventanas por callejuelas oscuras.

Ni se va a esperar a los burros a la Fragua de la Villa ni un poquito más allá se va a esbalagar la trilla. Ni en la trilla es necesario tener que poner la pala si la moñiga está blanda a la carrera se andaba. La ceranda y la criba los celemines y cuartos los bieldos y las escreñas eran todos necesarios de limpios y ya en costales llevarlos a la panera. Ni con el carro y la cuarta se sube por el Pandiello cruzando por la Corcada para abonar tierras altas incluso hasta Valderruelo, por el Canto San Miguel y por el Hoyo el Camaredo. El yugo y las melenas las cornales y el sobeo el arado y vertedera que queden para museo. Tampoco se va al molino con un costal de centeno con una fanega de trigo; como es ya casa rural se va a comer un cordero.

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Se acabaron ya las hilas y también las hilanderas las tertulias que se hacían en las cocinas caseras. Ni se llama para la vecería ni se vocea por la cabaña ni se toca por las paridas ni se manda echar las cabras ni las ovejas ni los corderos tampoco los sementales ni se va con los anojos allá para los Mentales.

¿Quién no fue con los corderos de la nuestra generación? Unos irían para el Raso Y otros para el Canalón El atajo de Ondivilla en el Codijal atajillo las cabras del mismo barrio el atajo del Sotillo pero también el del Cásparo sin podernos olvidar de la cabrada del Campo.

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Las eras del Rodabal y también las de Valnero aquellas del Codijal muchos no se acuerdan ya de la Era de los Perros pa podernos consolar que queden para el recuerdo. Recordando a nuestras madres nuestras tías y vecinas las canciones populares de esta manera decían:: Sé cantar y sé bailar sé tocar la pandereta el que se case conmigo lleva música completa.

Para empezar a cantar pido a la Virgen María que me ayude con su gracia que no puedo con la mía. La gracia para cantar ni se compra ni se hereda se la da Dios a quien quiere y a mí me ha dejao sin ella. Al pasar por la Argentina prendieron la mi morena aunque me cueste la vida tengo que volver a verla.

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Recordando a D. Julián que le temblaba la mano al momento de besar con la porracha en la mano; a todos nos bautizó era un cura campechano. Una pequeña oración a los que nos han precedido pero con gran devoción en este largo camino.

Que las campanas repiquen y que sigan repicando que toquen por nuestros muertos y sigan tocando al ángelus. Que sigan las tradiciones Que sigan las cofradías Los quintos con sus funciones Que sigan las armonías.

Que medio siglo de historia es mucho y es muy poquito que queden en la memoria o que pasen al olvido.

MARINO RIAÑO PRIETO