Meik, Vivian - Zombi Blanco

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  • 8/16/2019 Meik, Vivian - Zombi Blanco

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    Zombi BlancZombi Blanc

    Vivian Meik

    eoffrey Aylett, comisionado en funciones del distrito de Nswadzi, estaba asustado.En sus veinte años en África nunca antes había experimentado la sensacin deencontrarse tan definitivamente desconcertado. !entía como si al"o estuviera

    apret#ndose contra $l, al"o %ue no podía ver ni localizar, y, no obstante, al"o %ue parecíaenvolverle y %ue de una manera inexplicable amenazaba con asfixiarlo. &ltimamente habíaempezado a despertarse de repente durante la noche, esforz#ndose por respirar y casi

    abrumado por una sensacin de n#usea. 'na vez %ue $sta desaparecía, a(n permanecía elextraño rastro de un olor horrible e innominado, un olor %ue tenía fuertes reminiscenciascon las consecuencias de las primeras batallas de la campaña de )esopotamia. A%uelloshabían sido días de espantosas enfermedades, cuando el clera y la disentería, lasinsolaciones, la fiebre tifoidea y la "an"rena habían campado incontroladas* donde cientos%uedaron en el sitio en %ue cayeron* cuando, presionados por los enemi"os y olvidados por los ami"os, los supervivientes se vieron forzados a abandonar incluso el decoro elementaldel entierro decente... +ecord las moscas y la descomposicin, la temperatura decincuenta "rados...

    - ahora, dieciocho años despu$s, cuando despertaba por las noches parecía flotar a sualrededor como una presencia mali"na el mismo olor de la corrupcin f$tida.

    Aylett era, primero y por encima de todo, un hombre racional, acostumbrado aenfrentarse a los hechos. !us conocimientos del misterio de África, de sus lu"aresrecnditos y sus selvas, de su espectral atmsfera, eran tan completos como el de cual%uier hombre blanco sonri fantasiosamente al recalcarse a sí mismo lo pe%ueños %ue eran$stos y buscaría al"una razn concreta %ue explicara ese vacío de años estrechado conese horrible hedor. !i fracasaba en conse"uir una solucin satisfactoria, se vería obli"ado aconcluir %ue ya era hora de re"resar a casa con un lar"o permiso.

    /on cautela, como era propio de un hombre con su experiencia sobre los modos de losdioses oscuros, inda" en la profundidad de su alma, pero no pudo encontrar la respuesta%ue buscaba.

    En el distrito slo había una conexin entre $l y la )esopotamia de 0102 un tal 3ohn

    !inclair, retirado del E4$rcito de la 5ndia, pero esa conexin ya era un eslabn roto bastante antes de la primera aparicin de esas as%uerosas pesadillas.

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    !inclair había sido un camarada oficial en los vie4os días, y, si"uiendo el conse4o deAylett, se había instalado en unos miles de acres de tierra vir"en en el comparativamentedesconocido distrito de Nswadzi apenas terminar la "uerra. 6ero había muerto hacía m#sde un año, y, lo %ue era m#s importante, lo había hecho de manera natural. El mismo Ayletthabía estado presente en la muerte de su ami"o.

    !iendo al mismo tiempo un místico como resultado de su conocimiento de África y un pra"m#tico como resultado de su educacin occidental, Aylett consider de formametdica la verdad trivial de %ue hay m#s cosas en el cielo y en la tierra %ue las %ue sueñanuestra filosofía, y repas en detalle todo el período de su asociacin con !inclair.

    Al acabar, se vio obli"ado a reconocer el fracaso, y, en verdad, analizado l"ica omísticamente, no existía nin"una razn adecuada para relacionar a !inclair con sus

     problemas presentes. !inclair había muerto en paz. 5ncluso record el absoluto contento desu (ltimo aliento... como si le hubieran %uitado una "ran car"a de encima.

    Era verdad %ue antes de esto, !inclair y tambi$n Aylett, durante los dos primerosaños de la uerra, había pasado un infierno %ue slo a%uellos %ue lo habían experimentado

     podían apreciar. 7ambi$n era verdad %ue, en una memorable ocasin, !inclair había

    salvado la vida de Aylett con "ran ries"o para la suya propia, cuando Aylett, abandonado por muerto, había estado tendido ba4o el sol con "raves heridas. Naturalmente, 4am#s lohabía olvidado, pero siendo el típico caballero in"l$s, había hecho poco m#s %ue estrechar la mano de su ami"o y musitado al"o al efecto de %ue esperaba %ue al"(n día se presentarala oportunidad de pa"#rselo. !inclair había descartado el asunto con una risa, como al"osin importancia... slo una obra hecha en un día de traba4o. Allí había concluido elincidente y cada uno prosi"ui su recto camino.

    /omo colono, !inclair había sido todo un $xito. /on el tiempo se había casado con unamu4er muy capaz, %uien, eso le pareci a Aylett siempre %ue se había detenido durante unvia4e en su ho"ar, estaba muy preparada para la dura existencia de la esposa de un

     plantador.Al principio !inclair había dado la impresin de ser muy feliz, pero a medida %ue

     pasaban los años Aylett ya no estuvo tan se"uro. En m#s de una ocasin había tenido laoportunidad de notar los cambios sutiles %ue experimentaba, a peor, su ami"o.Estancamiento, dia"nostic $l, y le recomend unas vacaciones en 5n"laterra. 8as

     plantaciones solitarias, le4os de los tuyos, tienden a poner a prueba los nervios. !inembar"o, no si"uieron su conse4o, y los !inclair prosi"uieron con su vida. 9i4eron %uehabían lle"ado a amar mucha a%uel lu"ar, aun%ue $l pens %ue el entusiasmo de !inclair no era verdadero. En cual%uier caso, no había sido asunto suyo.

    Eso era todo lo %ue podía recordar, y se repiti %ue todo había terminado hacía m#s deun año. 6ero los vie4os recuerdos permanecen. !e encontr reviviendo otra vez a%uel

    horrible día despu$s de /tesifonte, cuando !inclair, literalmente, le había devuelto a lavida./omenz a cuestionarlo... ociosa, fant#sticamente. 8a tarde se torn en crep(sculo, la

     puesta del sol dio paso a la ma"ia de la noche. Aylett todavía no hizo movimiento al"uno para de4ar la silla del campamento situada ba4o el toldo de su tienda e irse a la cama.9espu$s de un rato, el (ltimo de sus :muchachos; vino a pre"untarle si podía retirarse.Aylett le contest con aire distraído, con los o4os clavados en los leños del fue"o delcampamento.

    A medida %ue pasaban las horas pudo oír el sonido de los tambores nocturnos con m#sclaridad. 9esde todos los puntos cardinales los sonidos venían y se iban, el tambor contestando al tambor... el tel$"rafo de los

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    noticias. Extraño, pens, %ue nin"(n hombre blanco haya dominado 4am#s el secreto de lostambores.

    !ubconscientemente si"ui su palpitante monotonía. 6oco a poco se percat de %ue el batir había cambiado. -a no se estaban transmitiendo opiniones o noticias sencillas. =astaahí podía entender. =abía al"o m#s %ue se enviaba, al"o de importancia. 9e repente se dio

    cuenta de %ue fuera lo %ue fuere ese al"o, en apariencia se lo consideraba de vital ur"encia,y %ue, por lo menos durante una hora, se había repetido el mismo ritmo breve. Norte, sur,este y oeste, los ecos palpitaban una y otra vez.

    8os tambores empezaron a enlo%uecerlo, pero no había forma de detenerlos. 9ecidiirse a dormir, pero había estado escuchando demasiado tiempo, y el ritmo le si"ui. Alfinal cay en un sueño in%uieto, durante el cual el implacable y palpitante  stacatto no de4de martillearle su mensa4e indescifrable al subconsciente.

    9io la impresin de %ue se despert un momento despu$s. 'na niebla pal(dica se habíalevantado de los pantanos de aba4o y había invadido el campamento. !e encontr 4adeandoen busca de aliento. 5ntent sentarse, pero la niebla parecía empu4arle para %ue si"uieraechado. Nin"(n sonido sali de sus labios cuando se afan por llamar a sus :muchachos;.

    !inti %ue le sumer"ían cada vez m#s... aba4o, aba4o, aba4o y todavía aba4o. 3usto antes de perder el sentido se dio cuenta de %ue estaba siendo asfixiado, no por la densa niebla, sino por una nauseabunda miasma %ue hedía con todo el horror de la descomposicin...

    Al abrir de nuevo los o4os, Aylett mir a su alrededor azorado. 'na cara amable y barbuda estaba sobre $l, y oy una voz %ue pareci provenir de una "ran distancia y %ue leanimaba a beber al"o. 8e palpitaba la cabeza con violencia y respiraba con profundos

     4adeos. 6ero el a"ua fresca despe4 un poco el as%ueroso olor %ue daba la impresin deaferrarse a su cerebro.

     Ah, mon ami, c’est bon. /reímos %ue estaba muerto cuando los :muchachos; lotra4eron. 8a cara barbuda exhibi una sonrisa. 6ero ahora se pondr# bien, hein? 'stedes >cmo lo dice? duro, hein?

    Aylett se ri a pesar de sí mismo. @aya, por supuesto, $ste era el puesto de la misin delos 6adres lancos, y su vie4o ami"o, el 6adre @ane%u$ es lo %ue intenta %ue comprenda?

    8os dos hombres, vie4os en las maneras de la 4un"la ne"ra, se miraron con firmeza.

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       Mon ami — repuso con calma el sacerdote, usted es un vie4o ami"o. En cuestin deformas de la reli"in pensamos de maneras distintas, pero $sta no es la Europaconvencional, "racias a 9ios, y cada uno de nosotros ha hecho lo me4or se"(n suscreencias. El mismo 9ios no puede hacer m#s. Así %ue se lo contar$. He visto esa nieblaantes... por dos veces. Una en Haití y la otra en este distrito.

     >A%uí?El padre asinti. Estaba en el campamento asistiendo a la escuela catec(mena %ue hay 4unto a las

    tierras de la señora !inclair... 6rosi"a la voz de Aylett son ba4a. /omo usted sabe, la señora !inclair ha llevado la plantacin desde la muerte de su

    marido. !e ne" a re"resar a casa. Al principio usted, yo toda la zona pensamos %ueestaba loca por %uedarse allí sola, pero... el misionero se enco"i de hombros %u$voulez—vous? 'na mu4er es una ley en sí misma. En cual%uier caso, ha conse"uido %uesea el mayor $xito 4am#s alcanzado, y hemos de callar, hein?

     >6ero la niebla?

     5ba a eso. )e co"i por el cuello a%uella noche. -o vivía en la casa, como lo hacemostodos los %ue pasamos por allí... África /entral no es una catedral cerrada... pero, aparte deno saber nada acerca de lo %ue pas durante varias horas, no me sucedi nada. 7oc elemblema de su fe en el rosario, %ue era parte de su atuendo. 8a señora !inclair di4o %ueme vi a"obiado por el calor, pero a mí esa explicacin no me basta...

     !in embar"o, eso no explica nada. Buiz# no... ¡pero la seora !inclair di"o #ue no había notado nada peculiar$ >/mo puede ser?El sacerdote hizo un "esto ambi"uo.

     -o no soy la señora !inclair di4o con brus%uedad, y Aylett supo %ue el misionerono pronunciaría otra palabra sobre ella.

     /u$nteme lo de =aití, padre pidi.El cura contest con voz tran%uila.

     Allí comprendimos %ue estaba producida artificialmente por ma"ia ne"ra vud%, al"omuy real, mon ami, %ue mi i"lesia reconoce, como tal vez sepa usted, y %ue allí llaman :elaliento de los muertos;. >6or %u$...? volvi a alzarse de hombros.

    Aylett "ir el rostro y mir con fi4eza hacia la distancia. 9urante un lar"o rato clav lavista en la línea de las le4anas colinas, sumido en sus pensamientos. +ecord una ima"enen las %ue esas colinas aparecían como fondoC una foto"rafía tomada por un hombre %uecasi había estado m#s all# del límite de demarcacin para darle la verdad al mundo. 6erohabía fracasado. 8a foto"rafía mostraba un "rupo de fi"uras. Eso era todo hasta %ue uno

    las estudiaba, y aun entonces nadie creería %ue se trataba de una foto"rafía de hombresmuertos... a los #ue no se permitía morir .9urante horas los dos hombres permanecieron sentados en silencio, cada uno ocupado

    con sus propios pensamientos. 8a noche cubri el diminuto puesto de la misin, y desdele4os el sonido de los tambores les lle" transportado por la suave brisa. 9e repente, Aylettse volvi hacia el misionero.

     6adre di4o en voz ba4a, desde a%uí la casa de los !inclair slo est# a treinta

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    Aylett alar" la mano. racias di4o con sencillez.El sol se había puesto cuando la machila& de Aylett fue depositada en el mirador de la

    señora !inclair. Ella sali a recibirle. )e pre"untaba si volvería a verle le observ con calma. No ha venido por a%uí

    desde... hace m#s de un año ya. Entonces cambi el tono de su voz. !e ri. D/omo unoficial de distrito, ha descuidado ver"onzosamente sus deberesAylett, con una sonrisa, se confes culpable, excus#ndose en base a %ue todo había ido

    tan bien en esta seccin %ue había titubeado en entrometerse en la perfeccin. >=a perdido ahora la perfeccin? replic ella. En absoluto. Esta visita es mera rutina. =um... racias di4o ella con se%uedad. 9e todas formas, pase y pn"ase

    cmodo, y mañana le mostrar$ unas tierras perfectas.Aylett estudi a su anfitriona con atencin durante la cena. !e sinti incmodo por lo

    %ue veía cada vez %ue la co"ía con la "uardia ba4a. Apenas podía creer %ue esta fuera lamisma mu4er a la %ue $l había dado la bienvenida como prometida unos años atr#s. 8a vida

    ardua la había endurecido, pero contaba con ello. !in embar"o, había al"o m#s... unaespecie de dureza amar"a, así lo describi a falta de un t$rmino me4or.

    9espu$s del recibimiento formal, la señora !inclair habl poco. 6arecía preocupada por los asuntos de la plantacin.

     )is propios territorios en África di4o. Fh, cu#nto amo el país, su ma"ia y sumisterio y su vasta "randeza.

    8e record cmo se había ne"ado a re"resar a casa. 6ero mañana, coment, cuando $lviera su África la plantacin, lo comprendería.

    Aylett se retir temprano, claramente desconcertado. 8a había visto mirando la cuidada pulcritud de la plantacin antes de darle las buenas noches. 9e modo inconsciente ellahabía alar"ado las manos hacia la extensin en una especie de adoradora s(plica y, noobstante, ba4o la brillante luz de la luna en esa mensual adoracin, $l había vislumbrado elcontraste de las duras líneas de su cara y la amar"ura de su boca. África...

    Extenuado como estaba, durmi bien. No sabía si la pe%ueña cruz %ue le había dado el padre tuvo al"o %ue ver con ello, pero por la mañana se había despertado m#s descansadode lo %ue había estado en semanas. Anhel recorrer la plantacin.

    8a señora !inclair no había exa"erado cuando emple la palabra perfeccin. 8oscampos habían sido limpiados hasta %ue nin"una brizna perdida de hierba crecía entre lascosechas* los "raneros se alzaban en apretadas hileras* los leños estaban apilados entrecuerdas* el huerto y el 4ardín de la cocina eran exuberantes, y el pasto en el ho"ar de la"ran4a era el m#s verde %ue $l había visto en los trpicos.

     >6ara %u$? su mente subconsciente no de4aba de martillearle. >6or %u$... y, por encima de todo, c'mo?Aylett se había dado cuenta de al"o %ue slo un experto habría visto. =abía muy poca

    mano de obra, aun%ue los traba4adores %ue andaban por ahí parecían muy ocupados./omo si adivinara sus pensamientos, la señora !inclair los contest.

     )is :muchachos; traba"an di4o con voz monocorde al tiempo %ue a"it el l#ti"ode piel de hipoptamo %ue llevaba.

    Aylett enarc las ce4as. >)$todos portu"ueses? pre"unt con calma, mirando el l#ti"o.8a señora !inclair se volvi hacia $l. 6or primera vez not el anta"onismo deliberado

    de ella.

    0 )achilaC parihuela, el medio corriente de transporte en los :matorrales;.GN. del A.H

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     En absoluto* se debe al conocimiento de cmo sacar lo me4or de un nativo, unafacultad %ue veo %ue los funcionarios a(n no han ad%uirido.

    El oficial del distrito enca4 la estocada sin inmutarse.  (ouch) repuso, pero sabía %ue no se había e%uivocado en cuanto a la mano de

    obra.

    Es extraño, pens, malditamente extraño...la señora !inclair no hizo "esto de enterarse de la concesin del punto %ue le habíahecho. 7enía los labios apretados con firmeza y, al continuar, habl con frialdadC

     Es slo una cuestin de lle"ar al corazn de África, ese corazn palpitante %ue haydeba4o de todo esto... A África no le sirven a%uellos %ue no se entre"an con sus propiasalmas.

    9e repente, ella se dio cuenta de lo %ue estaba diciendo, pero antes de %ue pudieracambiar de tema, Aylett prosi"ui con la cuestin. !u voz fue como la de ella.

     )uy interesante... di4o, pero nosotros no animamos a los europeos, en especial alas mu4eres europeas, a volverse :nativas;.

     No obstante, la (ltima palabra la tuvo la mu4er.

     D8a perspicacia de los círculos oficiales murmur. 8ue"o mir a Aylett de nuevo ala cara. >!ueno como una nativa pre"unt con voz #spera o parezco una nativa?

    Aylett apenas la escuchaba. 8a estaba mirando. !us o4os contradecían sus palabras, puessi al"una vez vio una expresin tir#nica, de mali"na perversin en una cara humana, fueentonces. Empez a entender...

    !e sinti a"radecido cuando la inspeccin termin, y aliviado de %ue ella no le ofrecierala invitacin formal para %ue permaneciera m#s tiempo.

    A ocho

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    de los tambores, y entonces Aylett podía ver cmo ese cruel l#ti"o cortaba la carnedesnuda, y cmo una fi"ura caía en silencio, para volver a levantarse y unirse a lacolumna.

    En su marcha rodearon el 4ardín. Al acercarse, Aylett contuvo la respiracin. 7uvo %uedominar cada nervio de su cuerpo para evitar lanzar un "rito. /asi como si estuviera

    hipnotizado, observ las caras inexpresivas de los autmatas silenciosos, lentos... caras enlas %ue ni si%uiera había desesperacin. !encillamente se movían a las rdenes delimplacable l#ti"o en direccin a sus tareas asi"nadas en el campo. Encorvados yaplastados, pasaron a su lado sin emitir un sonido.

    8a tensin nerviosa casi %uebr a Aylett. Entonces lo comprendi... esos des+raciadosaut'matas estaban muertos, y no se les permitía morir...

    le vinieron a la mente las fi"uras de la increíble foto"rafía* las palabras del padre* lama"ia del vud%, reconocida como hecho por la m#s "rande 5"lesia /ristiana de la historia.8os muertos... a los %ue no se permitía morir... zombis, los llamaban los nativos ensusurros, allí adonde iba la maldicin de No$... y ella lo llamaba conocer África.

    'n terror "$lido invadi a Aylett. 8a lar"a columna lle"aba a su final. 8a señora !inclair 

    la recorría, el l#ti"o restallando sin piedad, la cara distorsionada por una lascivia pervertida, y el as%ueroso m$dico bru4o asom#ndose maliciosamente por encima de suhombro desnudo. Ella se detuvo 4unto al #rbol detr#s del %ue $l estaba a"azapado. 'na(nica fi"ura encorvada se"uía a la columna. /on un 4adeo de horror Aylett reconoci a!inclair. Entonces el l#ti"o se abati sobre esa cosa des"raciada %ue una vez había muertoen sus brazos.

     D9ios mío musit Aylett con impotencia. No es posible...6ero supo %ue el vud% del m$dico bru4o le había arro4ado esa imposibilidad a la cara. El

    l#ti"o restall de nuevo, lanzando al solitario zombi blanco al suelo. 9espacio, se levant sin un sonido, sin expresin y autom#ticamente si"ui a la columna. Fy, como enuna pesadilla, increíbles y espantosas obscenidades de los labios de la mu4er, burlascrueles... y el l#ti"o restall y mordi y des"arr, una y otra vez. En la van"uardia de lacolumna los tambores se"uían palpitando.

    6or (ltimo, el horror pudo con $l. Aylett se encontr aferrando con desesperacin ladiminuta cruz %ue el padre le había dado. /on la otra mano empuñ el revlver y apuntcon fría precisin... 9ispar cuatro veces a un punto por encima de la piel de leopardo ydos a la cara embadurnada del m$dico bru4o... 8ue"o se plant con la cruz levantadadelante del %ue antaño había muerto como !inclair.

    8a fi"ura estaba silenciosa, encorvada e inexpresiva. No hizo señal al"una cuandoAylett se le acerc, pero cuando el crucifi4o la toc un temblor recorri su cuerpo. 8os

     p#rpados caídos se alzaron y los labios se movieron.

     -a me lo ha pa"ado susurraron con "ratitud. El cuerpo oscil y se desmoron. 6olvo al polvo... rez Aylett.A los pocos momentos lo (nico %ue %uedaba era un escaso polvo "ris#ceo. =abía

     pasado un año tropical, record Aylett con un escalofrío... 8ue"o dio media vuelta y, con elcrucifi4o en la mano, recorri la columna...

    WHITE ZOMBIE 

    Vivian Meik 

    Trad. lías !arhan

     -manecer ud%. aldemar -ntolo+ías /

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